Amo

13
EL PSICOANÁLISIS FRENTE AL DISCURSO DEL AMO CONTEMPORÁNEO Manuel Baldiz Resumen: Hemos pasado en muy poco tiempo de un paradigma que nos decía que habíamos venido a este mundo para sufrir (un valle de lágrimas), a otro, oscuramente mezclado con los imperativos de la sociedad de consumo, que nos dice que hemos venido a este mundo para disfrutar. Comprobamos día a día como esa paradójica exigencia de disfrutar está teniendo efectos clínicos indiscutibles en muchos sujetos. Al mismo tiempo, los progresos de la técnica nos impulsan al culto de la avidez: con la técnica, lo posible se vuelve deseable y lo deseable instantáneamente necesario (como bien saben utilizar los “creativos” publicitarios). Palabras Clave: Clínica psicoanalítica, demanda, falicidad, gadgets, TCC, Capitalismo, mercado, cientificismo, deseo, globalización. Si quieres días felices, no analices Una mujer joven acudió a la consulta de un psicoanalista diciendo que quería analizarse. Como es obvio, al analista le pareció estupendo que llegase con una demanda tan decidida, pero no dejó de sorprenderle su insistencia en formularlo de un modo tan claro. Sus malestares la inducían a solicitar ayuda, y así lo hacía, con el “plus” no demasiado habitual de explicitar de viva voz que lo que quería era analizarse. El analista le preguntó entonces por qué quería analizarse. Ya había contado un poco sus malestares sintomáticos, pero ¿por qué precisamente analizarse? Parecía influir conscientemente la identificación con una buena amiga que estaba en análisis desde hacía un tiempo, aunque la propia sujeto añadió -no sin un cierto toque de ironía- que no la veía mucho mejor desde que se analizaba. Y entonces, tratando de contestar la pregunta, surgió una asociación deslumbrante. Su madre, desde que ella era pequeña, le decía a menudo la siguiente frase: “Si quieres días felices, no analices”.

description

Psicoanalisis

Transcript of Amo

  • EL PSICOANLISIS FRENTE AL DISCURSO DEL AMO

    CONTEMPORNEO

    Manuel Baldiz

    Resumen: Hemos pasado en muy poco tiempo de un paradigma que nos deca que

    habamos venido a este mundo para sufrir (un valle de lgrimas), a otro, oscuramente

    mezclado con los imperativos de la sociedad de consumo, que nos dice que hemos

    venido a este mundo para disfrutar. Comprobamos da a da como esa paradjica

    exigencia de disfrutar est teniendo efectos clnicos indiscutibles en muchos sujetos. Al

    mismo tiempo, los progresos de la tcnica nos impulsan al culto de la avidez: con la

    tcnica, lo posible se vuelve deseable y lo deseable instantneamente necesario (como

    bien saben utilizar los creativos publicitarios).

    Palabras Clave: Clnica psicoanaltica, demanda, falicidad, gadgets, TCC, Capitalismo,

    mercado, cientificismo, deseo, globalizacin.

    Si quieres das felices, no analices

    Una mujer joven acudi a la consulta de un psicoanalista diciendo que quera analizarse.

    Como es obvio, al analista le pareci estupendo que llegase con una demanda tan

    decidida, pero no dej de sorprenderle su insistencia en formularlo de un modo tan

    claro. Sus malestares la inducan a solicitar ayuda, y as lo haca, con el plus no

    demasiado habitual de explicitar de viva voz que lo que quera era analizarse. El analista

    le pregunt entonces por qu quera analizarse. Ya haba contado un poco sus

    malestares sintomticos, pero por qu precisamente analizarse? Pareca influir

    conscientemente la identificacin con una buena amiga que estaba en anlisis desde

    haca un tiempo, aunque la propia sujeto aadi -no sin un cierto toque de irona- que no

    la vea mucho mejor desde que se analizaba. Y entonces, tratando de contestar la

    pregunta, surgi una asociacin deslumbrante. Su madre, desde que ella era pequea, le

    deca a menudo la siguiente frase: Si quieres das felices, no analices.

  • As pues, para esa paciente su intencin tan decidida de analizarse se jugaba, entre otras

    razones, en una tentativa de contradecir a la madre y/ de hacer algo con ese extrao

    dicho materno. Manera particular de acudir al analista, particular como todas las buenas

    maneras de hacerlo. Siempre se acude al analista, y sobre todo se entra en anlisis, a

    travs de rasgos particulares, no puede ser de otra manera. Pero la ancdota es vlida

    para abordar la cuestin de la posible articulacin entre el anlisis y la felicidad. Acaso

    hay alguna incompatibilidad estructural entre la felicidad y el anlisis?. En sentido

    amplio, no, desde luego, aunque tendramos que definir bien desde la teora analtica

    qu significa eso de ser feliz. Lacan, en un momento dado de su enseanza, sostuvo de

    manera provocadora que no hay ms felicidad que la del falo, e incluso propuso un

    neologismo chistoso: la falicidad.

    Por supuesto que no hay una incompatibilidad absoluta entre cierto grado de felicidad

    razonable y la experiencia de un psicoanlisis, pero lo que s est claro es que si alguien

    no quiere arriesgarse a perder ni una parte del goce inconsciente de sus sntomas y

    aspira por el contrario- a conseguir una felicidad rpida, ready-made, fcil de

    adquirir y sin complicaciones, el mercado de nuestro postmoderno capitalismo de

    ficcin le ofrecer multitud de gadgets para quedar gozosamente obnubilado y

    estupefacto: los iPODs para escuchar msica sin fin, el ADSL para estar siempre

    conectado, los chats infinitos y universales para simular que se dialoga con alguien,

    los SMS, la TDT, el home cinema, las pantallas gigantes de LCD de plasma, los

    mviles con cmara digital y vdeo, los DVD y los Blue-ray, los artilugios erticos ms

    avanzados y elegantes (nada de la zafiedad vintage de los antiguos consoladores) las

    nuevas e hiper-sofisticadas tcnicas de la cocina de vanguardia, el sexo ciberntico (con

    el que no se corre ningn riesgo salvo el muy real de quedarse encerrado en casa para

    siempre), la ciruga esttica cada vez ms en auge tanto para mujeres como para

    hombres, la medicina anti-aging, etctera, etctera; y en el campo supuestamente

    teraputico, los masajes de todo tipo y procedencia, las flores de Bach, la psicomagia,

    las mil y una terapias que florecen como setas, y con algo ms de pedigr

    pretendidamente cientfico, los antidepresivos de ltima generacin, la PNL

    (programacin neurolingstica) y sobre todo las cada vez ms famosas TCC, es decir

    las terapias cognitivo-conductuales. stas ltimas, las TCC, estn adquiriendo un peso

    tan fuerte y un protagonismo tan avasallador que conviene que las conozcamos de cerca

  • para entender bien de qu se trata y poder estar muy alertas. No menospreciemos su

    poder.

    Tanto las neurociencias como el cognitivismo exhiben un modelo de interpretacin del

    mundo mucho ms difcil de denunciar que el biologismo simplista de la primera mitad

    del siglo XX el conductismo (tipo La naranja mecnica) de hace ya bastantes

    dcadas.

    Ha llegado el momento de volver a cierta reivindicacin de la llamada antipsiquiatra.

    No es extrao que algunos jvenes estn desempolvando viejos textos antipsiquitricos

    (Laing, Cooper, Bassaglia) y nos pregunten a los supervivientes de aquellos tiempos

    qu queda de aquel discurso crtico contra los abusos de la medicalizacin del

    sufrimiento psquico. Es el momento de reconocer que los autores de la antipsiquiatra

    cayeron quizs en algunas ingenuidades reduccionistas e hicieron, en ocasiones, un

    elogio de la locura difcilmente sostenible en la vida cotidiana; pero, a pesar de ello, la

    crtica permanente de la medicalizacin del malestar psicolgico no puede desfallecer.

    Desde esa perspectiva el psicoanlisis (sobre todo el que se orienta a travs de Lacan)

    es, hoy por hoy, el reducto ms digno y consistente del discurso anti-psiquitrico, en el

    sentido de aquel que puede todava poner lmites a la pretensin de la psiquiatra

    posmoderna de explicar y tratar cualquier conducta humana.

    Discurso analtico versus discurso del Amo postmoderno

    Si desde el psicoanlisis tratamos de aportar elementos de reflexin en relacin a las

    caractersticas ms destacables de nuestra contemporaneidad, puede afirmarse que uno

    de los fenmenos ms llamativos es el declive del padre. Lacan, en los aos treinta, ya

    anticip ese progresivo eclipse de la figura paterna. Evidentemente Lacan no era un

    profeta, pero supo captar muy bien el inicio de ese fenmeno creciente. Es indiscutible

    que en dicho declive ha influido de algn modo el propio psicoanlisis, pero sobre todo

    han influido enormemente el movimiento feminista y el progreso de la ciencia

    (pensemos por ejemplo en las nuevas tcnicas de reproduccin asistida que hacen

    estallar el modelo tradicional de familia, y tambin las tcnicas de clonacin).

    Con respecto a la llamada cada de los ideales de la que tanto se habla en los mass-

    media y en algunos discursos sociolgicos, hemos de intentar precisar de qu se trata.

  • Lo que parece estar ocurriendo no es tanto la desaparicin de los ideales antiguos sino

    ms bien su pluralizacin, su estallido, coherente con la llamativa apelacin de algunos

    autores al fin de la historia, slogan que ha hecho fortuna en cierto pensamiento

    reaccionario disfrazado de hipermodernidad.

    Ya no hay apenas ideales universalistas, es cierto. En trminos analticos podramos

    decir que hoy en da no quedan apenas significantes-amo que universalicen como lo

    hacan antes, pero por supuesto siguen habiendo significantes-amo, en realidad tan o

    ms potentes que nunca: lo que sucede es que se han multiplicado y ya no se pueden

    poner fcilmente en el lugar que hasta hace muy poco ocupaban los grandes Ideales con

    maysculas. El a priori moral kantiano que tena que servir para todo sujeto parece

    haber quedado obsoleto. Algunos apuntan a que lo nico que todava desempea

    mnimamente esa funcin es la declaracin universal de los derechos humanos, como

    una alternativa tica laica a la moral religiosa perdida.

    El sntoma de la hiperactividad que sufren (supuestamente) muchos nios actuales y

    que ha saltado recientemente a los mass-media es una excelente metfora de ese empuje

    feroz a la movilidad y el consumo constantes, a la cultura del zapping y de lo fast, de

    la inmediatez y del no-aburrimiento. Los que se dedican a la educacin y la enseanza

    constatan da a da los estragos de todo ello en los adolescentes que tienen en sus aulas.

    Igualmente, el fenmeno de la des-responsabilizacin es cada da ms manifiesto. Ya

    Nietzsche nos haba advertido de ese error peligroso cuando escribi en su Genealoga

    de la moral: Sufro: indudablemente alguien tiene que ser el causante, as razonan las

    ovejas enfermizas. En palabras de Pascal Bruckner, la tentacin de la inocencia es una

    creciente enfermedad del individualismo actual que se expande en dos direcciones, el

    infantilismo y la victimizacin, dos maneras de huir de la dificultad de ser, dos

    estrategias de la irresponsabilidad bienaventurada. Es algo comprobable tambin cada

    vez ms en la prctica clnica de los analistas, as como en la vida cotidiana y en los

    medios de comunicacin.

    Declararse inocente es efectivamente muy tentador. Se produce una infantilizacin que

    resulta muy cmoda. Si alguien sufre, si tiene malestares sntomas diversos, siempre

    puede recurrir a buscar la causa de los mismos en dos polos extremos: la biologa o lo

    social. El sujeto as se des-responsabiliza. No es l, son sus genes, sus enzimas, sus

  • hormonas, sus circuitos neuronales, o, en el otro extremo, la sociedad, con sus

    presiones, sus injusticias y sus exigencias. Esa dialctica es muy evidente, por poner un

    solo ejemplo, en el caso de la supuesta epidemia actual de los trastornos de la

    alimentacin. Frente a la anorexia, las respuestas ms inmediatas son la apelacin a

    algn trastorno bioqumico causal y, simultneamente y en el otro polo del arco

    etiolgico, la acusacin a los estereotipos sociales de los dictados de la moda y del culto

    a los cuerpos bellos. Cualquiera que reflexione mnimamente sobre dichos fenmenos

    se dar cuenta enseguida de que, en todo caso, el cuerpo anorxico hace una suerte de

    escarnio de esos dictados de belleza (en lugar de alienarse a ellos) y a la vez parece

    rechazar la cultura de la superabundancia y del consumo sin lmites. En la escucha

    atenta de muchos de esos sujetos pueden rastrearse las marcas del encuentro con un

    Otro materno que, en palabras de Lacan, le atiborra con la papilla asfixiante de lo que

    tiene, es decir confunde sus cuidados con el don de su amor. Sin duda esa dinmica

    estructural puede darse en cualquier etapa histrica pero no es cierto que su lgica

    tiene un eco siniestro (y reduplicador) en los imperativos bulmicos del capitalismo

    actual?.

    Poltica y psicoanlisis

    Puede hablarse de poder de poltica en el mbito psicoanaltico?. El nico poder

    legtimo que podra llamarse de verdad psicoanaltico estara sin duda del lado del

    analizante, pero nunca del lado del analista. El analizante, gracias al dispositivo

    analtico, puede transformar las coordenadas del lenguaje a travs del cual l -en tanto

    sujeto- fue constituido. Ese es su poder. Y el analista, en base a la tica que debe regir

    su acto, renuncia al poder de ubicarse en la posicin del Amo. Por ello, Lacan insiste en

    que el discurso del amo es el reverso del discurso del analista, y ste a su vez el reverso

    del Amo. El analista, gracias a la transferencia, ocupa un lugar de poder respecto de su

    paciente, pero debe renunciar a utilizarlo para su provecho personal y/ para sugestionar

    al analizante, limitndose a acompaar al sujeto en el atravesamiento de sus fantasmas.

    Freud no opt por ningn modelo poltico de organizacin social. Incluso recel

    explcitamente de las grandes utopas revolucionarias que se construyeron en su poca.

    No obstante, en los textos freudianos hallamos numerosas indicaciones que permiten

    elaborar un posible tratamiento de lo poltico desde la teora del inconsciente y del goce.

    Freud es el primero en postular de una forma contundente que todo lazo social se funda

  • sobre la base de una renuncia parcial del goce pulsional. El modo en que las sociedades

    imponan dicha renuncia ignoraba el uno por uno de la particularidad, pero se sostena

    slidamente gracias a las fuertes identificaciones a los lderes y/ a los principios que

    stos representaban. Eso ha empezado a cambiar sustancialmente en los ltimos

    tiempos. En la actualidad no slo se reivindican los goces particulares, sino que incluso

    se constituyen grupos entorno a algunos goces especficos con la pretensin de acceder

    a la legitimidad. Un ejemplo extremo es el de un nuevo partido holands que incluye

    como propuesta fundamental en su programa poltico la legalizacin de la pederastia.

    Ms all de la vigencia estructural de las consideraciones freudianas acerca de los

    fundamentos de lo poltico, sus teorizaciones estaban referidas obviamente a la poca en

    que las sociedades disciplinarias ejercan sobre todo una funcin de prohibicin y/ de

    regulacin del goce.

    Actualmente la situacin es bastante ms compleja. El superyo postmoderno ya no es

    exactamente prohibidor, se trata ms bien de un superyo que empuja a gozar siempre

    ms y ms: de los objetos, de la tcnica, del consumo, de la felicidad instantnea, de la

    supuesta autoayuda, del trabajo, de la imagen.

    El declive del Nombre-del-Padre acarrea un fracaso de las formas tradicionales de

    regulacin del goce.

    El discurso capitalista del siglo XXI niega lo imposible y pretende apropiarse de lo real,

    de forma totalizadora, para que nada quede por fuera de dicho discurso que no soporta

    la falta.

    El psicoanlisis no existe en los pases no democrticos. Est ligado, desde sus

    comienzos, a la libertad de expresin y al pluralismo. Estuvo prohibido en la Unin

    Sovitica, y casi no se ha desarrollado en los pases musulmanes. En Espaa, en la larga

    noche del franquismo, apenas sobrevivi en pequeos grupos que tuvieron una

    influencia prcticamente nula frente a la poderosa psiquiatra nacional-catlica y

    celtibrica.

    En la actualidad hay dos pases en los que sigue teniendo un protagonismo y una

    difusin excepcionales, Francia y Argentina, pero incluso en ellos empieza a constatarse

    una implantacin cada vez ms feroz de las nuevas crticas a la praxis psicoanaltica. En

  • la medida en que las democracias neoliberales del nuevo milenio son cada vez ms y

    ms totalitarias en su estructura y en su gestin cotidiana, se problematiza la existencia

    misma del psicoanlisis y los psicoanalistas.

    Los psicoanalistas han mantenido siempre cierto grado de extraterritorialidad. Esa

    separacin respecto de las instituciones estatales y de los poderes oficiales se daba en

    contextos que respetaban cierta distincin entre lo pblico y lo privado.

    Una paradoja actual es la ntima coexistencia de un discurso ultra-liberal que adelgaza

    supuestamente el papel del Estado en beneficio de la iniciativa privada, pero al mismo

    tiempo un Estado que no renuncia para nada a su rol de Amo y se reserva el derecho de

    decidir qu es lo sano y qu lo nocivo para los ciudadanos, pretendiendo salvar a los

    sujetos de s mismos.

    El modelo conductual-cognitivista se adecua muy bien a esa pretensin controladora

    dado que interpreta el sntoma como un error de cognicin. Basta descubrir donde est

    ese error cognitivo para, desde el modelo de realidad que representa el terapeuta,

    ayudar al paciente a elaborar una percepcin ms adecuada de las cosas. Los sntomas

    ya no son conceptualizados como un mensaje del sujeto que espera un desciframiento.

    La escucha analtica es la nica que respeta el sntoma y lo pone a trabajar. Interpretarlo

    como un error es desactivar su raz y ofrecer al sujeto una buena y uniformada forma

    de estar en el mundo.

    Siguiendo a algunos autores como J.A. Miller y otros, puede decirse que el psicoanlisis

    no es revolucionario pero si subversivo. En el anlisis no se trata de empujar al sujeto a

    cambiar el mundo. No obstante, es probable que al final de un proceso analtico el

    analizante est en mejores condiciones que antes de decidir qu puede y qu quiere

    hacer respecto de las injusticias sociales y polticas.

    El proceso analtico es subversivo porque va en contra de las identificaciones. En cierto

    modo el psicoanlisis socava un punto clave de cualquier teora poltica: la identidad.

    En la identidad de un sujeto la poltica encuentra su base y su dialctica. El obrero para

    el marxismo, como el trabajador para el capitalismo la mujer para el feminismo, son

    sujetos que se definen en oposicin a otras identidades supuestamente exteriores: el

    empresario y/ el patriarca machista. El sujeto dividido propio del psicoanlisis, sobre

  • todo a la luz de la teora y la prctica lacanianas, subvierte la oposicin radical entre lo

    interior y lo exterior. La extimidad destruye cualquier pretensin esencialista y

    demuestra que toda identidad poltica tiene un estatuto fantasmtico, cubriendo a duras

    penas un vaco esencial. Nos falta una reflexin poltica lcida -y tal vez tambin

    ldica- que se sustente de alguna manera en esa posicin subjetiva post-analtica (de

    sujetos que hayan hecho un psicoanlisis), sin caer en el cinismo ni en el discurso

    ininteligible vlido slo para los iniciados.

    Lo auto y lo htero

    Vivimos tambin en la poca de lo auto: basta percatarse de la omnipresencia del

    concepto de autoestima (ms que de concepto habra que calificarlo de emblema)

    y del xito abrumador de los llamados libros de autoayuda. Qu ha sucedido con lo

    htero, con la alteridad, con la diferencia?.

    El auge de lo auto es coherente con el american way of life en el que el mito del

    self-made-man (hombre hecho a s mismo) es fundamental desde hace ya muchas

    dcadas. Alguien que se hace a s mismo es alguien que ignora radicalmente que nuestra

    constitucin como sujetos tiene lugar siempre en el campo del Otro. Probablemente nos

    convendra un poco ms de heteroestima, aunque el espritu contemporneo no sea

    muy propicio a lo hetero, a lo otro.

    En estos tiempos dramticamente simplones que nos est tocando vivir, escuchamos por

    doquier una constante apelacin a la autoestima como clave de superacin de muchos

    malestares. An y a riesgo de que se nos acuse a los psicoanalistas de ser unos

    aguafiestas o de querer nadar con demasiada frecuencia a contracorriente, conviene

    advertir que no siempre es apropiado incentivar la susodicha autoestima puesto que, en

    muchos casos, lo nico que as conseguiremos es alimentar todava ms el siniestro

    narcisismo escondido en todo sujeto.

    En otras pocas exista un viejo y extrao precepto que nos conminaba a amar al

    prjimo como a uno mismo. Tanto Freud como Lacan comentaron en ms de una

    ocasin la dimensin un tanto estrambtica de ese imperativo. Para intentar cumplirlo,

    la primera dificultad estriba en que no est nada claro que los seres humanos nos

    amemos de verdad a nosotros mismos. En todo caso hay que precisar bien de qu clase

  • de amor se trata cuando un sujeto se toma a s mismo como objeto de estima. El

    psicoanlisis desvela en el corazn de cada ser humano una poderosa fuerza a la que dio

    un nombre mtico: narcisismo. Pero el narcisismo que nos habita no es una simple e

    inocente manera de querer-se o de gustar-se. Lacan deca que la experiencia analtica

    ilumina en el fondo del hombre lo que podemos denominar el odio de s. Ya en el relato

    del mito se ve con claridad como se trata de una fuerza que puede llevar hasta la muerte:

    Narciso queda capturado en la fascinacin mortal de su propia imagen.

    Reconozcamos que, ms all de las aporas referidas al amor propio, tampoco es nada

    fcil transitar el camino del amor al otro. La historia nos demuestra cmo a menudo lo

    que nos resulta ms difcil es precisamente la convivencia con aquellos que estn ms

    cerca de nosotros o incluso ms se nos parecen (un ejemplo muy claro de ello es el de

    los rabes para los espaoles). Aunque en el racismo subyace un temor profundo a lo

    diferente (sostenido con frecuencia por la suposicin fantasiosa de un goce tambin

    diferente, y por supuesto siempre superior) nuestra ambivalencia frente a lo distinto se

    camufla y se sublima con frecuencia en el inters por lo extico. Pero aquello que

    Freud bautiz como el narcisismo de las pequeas diferencias es uno de los

    ingredientes esenciales en la dificultad cotidiana de soportar a esos otros que se nos

    parecen tanto que son casi como nuestro reflejo. El yo de cada uno se ha forjado con

    materiales procedentes de los otros, de los semejantes que han actuado como espejos

    constituyentes. Todos somos mltiples y todos tenemos una parte extranjera en nuestro

    propio interior. Solamente si somos conscientes de ello podremos abordar de una

    manera realista ese viejo y extrao precepto, y no quedarnos atrapados en las redes del

    narcisismo. La psicoanalista Colette Soler ha propuesto el neologismo narcinismo

    (mixto de cinismo y narcisismo) para designar una de las dimensiones ms claras del

    espritu actual.

    Numerar, medir y evaluar

    A todo lo mencionado, se le agrega tambin la ideologa de la evaluacin continua.

    Todo tiene que ser evaluado, medido, numerado. La voluntad universal de imponer una

    forma de evaluacin normativa y cuantificadora es difcilmente compatible con lo ms

    ntimo de la experiencia analtica, y entonces los propugnadores de dicha ideologa

    utilizan esa incompatibilidad como un argumento ms para descalificar la praxis

    analtica. Hacer pasar una cura psicoanaltica por los protocolos de la evaluacin es

  • equivalente a lo que los juristas romanos llamaban una probatio diablica, es decir

    una prueba del todo imposible. La atmsfera de control de lo teraputico que se va

    extendiendo cada vez ms en el planeta global del siglo XXI es inquietante en grado

    sumo. Mencionemos slo dos ejemplos.

    En Canad ya hay numerosos terapeutas que graban en vdeo todas las sesiones de

    psicoterapia con el consentimiento firmado del paciente, y al parecer la intromisin de

    semejante tercer ojo en la intimidad de la consulta se argumenta sobre todo para

    asegurar al terapeuta en el caso de que fuese denunciado a su colegio profesional por no

    haber cumplido satisfactoriamente sus promesas teraputicas.

    En Italia se ha dictado una ley que obliga a los profesionales de la escucha a denunciar a

    las autoridades cualquier uso de drogas ilegales que puedan conocer en el mbito de su

    prctica clnica. Aunque luego no se llegue a aplicar, el mero hecho de concebir una ley

    semejante ya da cuenta de por dnde van las intenciones legisladoras. Lo que se nos

    vende como lo ms cientfico es, en muchas ocasiones, un mero uso tendencioso de la

    estadstica. Se nos pretende hacer creer que lo cientfico es solamente lo calculable, lo

    previsible y matematizable. Y ello va ligado muy estrechamente con una gestin de la

    poltica pblica en salud mental basada en meros criterios de economa de mercado. Es

    una alianza perversa del cientifismo y de la ideologa de los managers.

    Las disciplinas que se ocupan del malvivir en su dimensin psicolgica y afectiva, las

    llamadas disciplinas psi, estn siendo atrapadas por ese modelo de pensamiento. Todo

    ha de pasar por protocolos. El protocolo es el instrumento idneo para ejercer un

    supuesto control de calidad en el que las experiencias deben poder serializarse de forma

    repetitiva e inmutable.

    Se trata de disciplinas que en su ncleo central contienen un elemento ajeno a cualquier

    sistema uniformizante: el deseo. Pero la mayora de sus practicantes prefieren no

    enfrentarse a ese elemento perturbador del que nada se dice en las universidades. De

    hecho, el xito de las TCC y de sistemas semejantes es, en gran parte, un xito frente a

    la angustia que experimentan muchos licenciados jvenes (mdicos, psiclogos,

    pedagogos) ante la incertidumbre de la clnica cotidiana.

    El psicoanlisis en el siglo XXI

  • A pesar de sus ms de cien aos, el psicoanlisis goza de muy buena salud. Al margen

    de si los consultorios particulares reciben ms o menos demandas que antao, en las

    instituciones pblicas de salud mental abundan los psicoanalistas (aunque nunca

    contratados como tales), sigue existiendo inters por la formacin en psicoanlisis, y la

    teora analtica se halla en un momento muy vivo con debates apasionados y

    replanteamientos novedosos de cuestiones tan diversas como el final del anlisis y el

    abordaje de las llamadas nuevas formas de presentacin de los sntomas. Tal vez lo que

    no goza de tan buena salud son las asociaciones de analistas, pero ese es otro gran

    asunto que no podemos abordar aqu y ahora.

    No obstante, con el psicoanlisis sigue ocurriendo algo ya conocido y es que no se habla

    apenas de l en los medios de comunicacin, a menudo como si no existiera, o las pocas

    veces que se menciona es para desprestigiarlo o hacer un certificado de defuncin del

    mismo. Se dice una y otra vez que ya ha sido superado, que no est de moda. El

    riesgo es que los analistas nos acostumbremos demasiado a esa situacin y nos

    quedemos en el confort de esa buena salud argumentando que cierto grado de

    isolation es inevitable para el psicoanlisis. Y es verdad que nunca podr estar

    absolutamente incorporado por los discursos dominantes, pero ello no nos debe servir

    de excusa para no entrar en los debates contemporneos. Con relacin a algunos de los

    diferentes rasgos de nuestra poca que hemos ido mencionando, qu dice el

    psicoanlisis? qu decimos los analistas?

    Respecto al declive del padre, constatamos sus efectos en los sujetos (a veces muy

    devastadores) pero debemos advertir al mismo tiempo de los riesgos que implican

    ciertas tendencias que empiezan a apostar por un retorno al poder patriarcal perdido. El

    principio de autoridad est en crisis, pero el psicoanlisis no puede aliarse con la

    nostalgia del padre que muestran ciertos movimientos sociales neo-conservadores

    (especialmente en los Estados Unidos de Amrica, aunque como todo- acabarn por

    llegar tarde temprano a nuestros territorios). Desde el psicoanlisis podemos

    interpretar ciertos fenmenos dictatoriales que retornan con fuerza como la faz ms

    oscura de la vuelta a la autoridad paterna. Nuestras investigaciones sobre la funcin

    paterna deberan ayudar a prevenir confusiones de consecuencias inquietantes.

    Frente a la dialctica globalizacin-diferenciacin, los analistas hemos de denunciar y

    combatir las polticas de segregacin siempre prestas a surgir en cualquiera de los dos

  • extremos de dicha pareja especular. De hecho, el psicoanlisis, en su tica radical que lo

    diferencia del resto de teraputicas, ha estado desde sus orgenes en la perspectiva

    diametralmente opuesta a la de cualquier poltica segregativa. Por lo que se refiere a la

    tentacin de la des-responsabilizacin, el mensaje tico que podemos aportar no siempre

    es fcil ni cmodo. Intentemos, pues, decirlo bien. Apliquemos la tica del bien-decir

    (que tanta importancia tiene en la direccin de nuestras curas) a los debates que

    podamos tener con otras disciplinas o con los ciudadanos en general.

    Cuando apelamos a la responsabilidad de los propios sujetos, o de las familias, frente a

    sus malestares y sus sntomas, ello no debe implicar una culpabilizacin. Es otro

    reproche que se hace en ocasiones al psicoanlisis. Responsabilizarse quiere decir poder

    dar respuestas particulares, propias, ntimas, de cmo cada uno est concernido e

    implicado en aquello que lo hace sufrir. La escucha analtica ofrece a los sujetos un

    espacio en el que poder desplegar las causas que no se remiten solamente a la biologa o

    al Otro social. Reconocer la responsabilidad que cada uno tiene de su goce y de sus

    sntomas es un paso liberador aunque no siempre sea fcil. Significa poder apropiarse

    de las palabras que han marcado al sujeto desde el inicio mismo de su existencia.

    Significa acceder a tener una voz propia, un estilo de vivir que no tiene porque estar

    acompasado con el estilo del rebao.

    Vivimos una poca en la que se da la paradoja de que el postmodernismo, el post-

    feminismo y el post-estructuralismo enfatizan que todo es contingente y relativo, no

    utilizando casi referencias ancladas a la realidad, y a la vez el imparable avance de la

    ciencia explora ms y ms la referencia a una realidad supuestamente objetiva. En esa

    tesitura tan especial, el psicoanlisis ocupa un lugar bien definido aunque no siempre es

    fcil de transmitir. Reconoce una dimensin contingente indiscutible en lo humano (en

    las curas se trata a menudo de descubrir eso) pero a la vez sin olvidar del todo la

    referencia a lo real. Lo que ocurre es que el real al que nosotros nos referimos no es

    exactamente el mismo que el de la ciencia. Nuestro real es fundamentalmente el del

    goce y el sexo. Por tanto, el psicoanlisis no es idealista ni tampoco completamente

    relativista. De algn modo, podramos decir que es realista, pero siempre y cuando

    aadamos de inmediato que su real es distinto del de los cientficos positivistas.

    En el juego entre lo contingente y lo real, los analistas no podemos ignorar la dimensin

    social e histrica de los sntomas. En los sntomas hay una parte estructural, ahistrica,

  • ajena al paso del tiempo, pero hay otra vertiente totalmente permeable a los discursos

    dominantes del momento. En la actualidad los sntomas tienen una presentacin ms

    autstica y menos simblica que hace un tiempo. Depresiones, toxicomanas, anorexias,

    fibromialgias, dolores crnicos, fatigas crnicas tambin, son trastornos que no

    coinciden con las demandas que presidieron el nacimiento del anlisis, pero eso no

    quiere decir que el anlisis no pueda ocuparse de ellos. Aunque sean presentaciones

    sintomticas poco propensas al discurso, ms cercanas al acto, estn sostenidas

    igualmente por una estructura de lenguaje y, a lo sumo, los analistas tienen que adoptar

    un papel ms activo para tratar de poner de manifiesto los elementos significantes que

    dichas presentaciones ocultan. Ese es uno de los retos fundamentales para el anlisis

    contemporneo, estar a la altura de esas nuevas demandas, reivindicando su eficacia

    teraputica especfica, pero a la vez sin olvidar nunca su dimensin subversiva respecto

    del saber y del deseo.