Amor
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SEGUNDO PREMIO DE LITERATURA DE VIAJES
AMOR CON MAYÚSCULAS
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Amanecía tras una larga noche abrazada a Tino, las horas se transformaban en
susurros imperceptibles. Jugaban entre besos, caricias y sonrisas a que el tiempo se
paraba entre las cuatro paredes de la habitación donde los Amantes nocturnos
exploraban la piel del otro en busca del placer ajeno. Pero era el tiempo quien
jugaba con ellos y pasaba a su ritmo habitual conduciéndoles al momento que no
querían que llegara.
Carla partía hacia una nueva ciudad, Barcelona, en un viaje que le llevaría hacia una
nueva vida, donde podría cumplir uno de sus sueños, ser maestra. Llevaba mucho
tiempo esperando esta oportunidad y justo ahora que había conocido el Amor, con
mayúsculas, tenían que cambiar sus vidas.
Habían hablado y pactado que podrían seguir viéndose a diario gracias a los avances
de la tecnología, además podrían visitarse a menudo y la separación no seria tan
amarga. Comenzaba, sin ellos saberlo con total consciencia, una lucha por ese
Amor, que sólo el tiempo les diría ser ganadores o vencidos, porque en los asuntos
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de Amor vencen o pierden las dos partes por igual, él nunca se lleva la victoria, ni
sale herido en la lucha.
Empezaba el verdadero viaje, un viaje en cuya maleta has de meter confianza,
comprensión y sobre todo fe, en uno mismo y en el otro.
Los primeros días en la distancia fueron duros, acostumbrados que estaban los dos
Amantes al contacto físico diario, la falta de caricias, besos y abrazos les hacía arder
sus corazones.
Las yemas de sus dedos les demandaban el calor del otro, que ahora no podían tener.
Los labios sedientos de besos les borraban la sonrisa de sus caras. Los brazos y
torsos anhelantes del calor del otro les hacían sentir un vacío constante en el lado
izquierdo de su pecho. Estaban luchando por su Amor.
Pero el cuerpo es sabio y sabe regularse a los cambios, tras unas semanas de rutina,
y dejando diez días entre un encuentro y el siguiente, los dedos se calmaron, la sed
se suavizó y solamente permanecía allí el vacío en el pecho, que se llenaba cuando
Carla y Tino al fin podían abrazarse y sentir el calor y la piel del otro.
Carla y Tino, como ocurre siempre que se encuentra el Amor, emitían una energía
que les alimentaba. Por donde pasaban, su energía emanaba luz que era captada por
los presentes y creaba un ambiente positivo.
Esta energía les permitía estar seguros de su Amor para el tiempo en que sufrían la
ausencia del otro.
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Antes de encontrar el Amor, Carla que había sufrido los llamados “amores en
minúsculas” en alguna ocasión y el desconocimiento de este Amor, le hizo pensar
que era una leyenda contada en los cuentos de hadas, inventada por mentes
anhelosas de encontrar cual pirata, un tesoro escondido en los confines del mundo.
Carla había planeado, gracias a su racionalidad, un mundo ausente de Amor, con
algún que otro “amor” que hiciese soportable su largo viaje. Tendría un gato, viviría
en un pequeño apartamento y dedicaría su tiempo de ocio a viajar, cultivarse y
ayudar a los discapacitados, que era lo que más le llenaba como persona. Su tiempo
de negocio trataría fervientemente de educar a los futuros ciudadanos que un día
disfrutarían del poco mundo que los adultos les estábamos dejando para ello.
Pero en lo más hondo de su ser, cuando lo visceral apartaba lo racional, quería creer
en que como un pirata cruza mares y océanos por un tesoro que quizás no exista, el
verdadero Amor la estaba esperando agazapado en silencio, esperando ser
encontrado.
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Tino en cambio, sí había conocido el verdadero y con mayúsculas Amor.
Romper con su anterior pareja había sido una gran tragedia, su gran Amor le había
privado de lo que mas quería en la vida, su hijo.
Tino sufría cada día la ausencia de su hijo con lágrimas que desgarraban su alma.
Cuando estaba con él, le daba todo el Amor que podía. Exprimía el tiempo que se le
escapaba entre los dedos y rasgaba su corazón cada vez que lo tenía que entregar de
vuelta a aquella mujer que un día Amó y ya no podría Amar nunca más.
La herida, poco a poco, y con tiempo, el gran invento del ser humano, cerró y estuvo
preparado para encontrar otra vez ese gran sentimiento.
Se sentía solo, como una isla en medio del océano, sin mas comprensión que la de
su familia y con una gran necesidad de encontrar a alguien que de verdad supiese
ayudarle a curar la herida que tanto le dolía y que a veces sangraba de nuevo.
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Los futuros amantes vivían, sin saberlo, en la misma pequeña ciudad, en barrios
cercanos y habían compartido más cosas sin saberlo. Era como si el destino hubiese
planeado este viaje, en el que los billetes tuviesen un andén concreto pero la fecha
estuviese por especificar, Amor seria el encargado de ponerla y decidió fijarla una
noche de San Juan.
En la noche de San Juan se celebra el solsticio de verano, es la noche más corta del
año. Los antiguos creían que esta noche podían pasar cosas mágicas. Amor no eligió
esta noche en vano, sabía que los futuros Amantes necesitarían de mucha magia para
reconocerse y poder plantar en su corazón la semilla que daría su fruto.
Carla había estado todo el año preparando oposiciones para tratar de alcanzar su
sueño, necesitaba desconectar de la presión a la que se estaba sometiendo, anhelaba
relacionarse, reír, charlar, cosas tan simples y tan necesarias para una persona que
no había dejado que sucedieran a menudo, por su férrea dedicación al estudio. Pero
ese día acudió al cumpleaños de un amigo.
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Se pintó un poco, se puso unos vaqueros cortados y la camiseta nueva que aún no
había estrenado, fue caminando a su cita, a cada paso que daba intentaba no pensar
en las tareas pendientes, se centraba en la arena que resbalaba entre los dedos de sus
pies y se convenció a si misma que después de saltar las olas y pedir sus deseos,
volvería a su casa a dormir y mañana seguiría con su repaso.
Entre las llamas de la hoguera se encontraba Tino, una cara nueva que Carla no
conocía.
Tino era el hermano de Raquel, le costó decidirse a acudir con ella al cumpleaños de
su amigo. Pensaba pasar la noche leyendo su nuevo libro de fotografía, pero decidió
que sería mejor ir a la fiesta, hacer algo nuevo y sea ya dicho de paso, hacer fotos y
probar las técnicas ilustradas en el libro.
Carla llego con una sonrisa dibujada en la cara, su pelo largo y rizado se mecía con
la brisa del atardecer y se fundía con los colores del horizonte.
La inercia, o el necesario empujón del destino quisieron que cenaran uno al lado del
otro, cada uno de ellos charlando con otras personas, pero sin poder evitar compartir
miradas bajo el calor de las llamas de la hoguera mágica.
Intercambiaron unas breves palabras y compartieron risas, fotos, fuego y arena con
sus amigos.
A las doce de la noche, la hora en que los deseos se hacen realidad, ambos corrieron
hacia la orilla y saltaron tres olas y pidieron tres deseos. Él fue uno de sus deseos de
San Juan. Ella fue uno de sus deseos de San Juan.
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Carla y Tino al acostarse en su cama, cerraron los ojos y acudió a su encuentro el
mejor momento de la noche, el descubrimiento de la sonrisa del otro.
Esta sonrisa se quedo retenida en su memoria por largo tiempo. Para ella fue el
talismán que le acompaño sin saberlo en el resto de exámenes. Para él, esa dulce
sonrisa se anidó en su alma y sin conocer su procedencia, sentía como algo le estaba
ayudando a terminar de curar su corazón.
Cuando ella termino las pruebas y él tuvo la herida limpia y lista para cerrarse del
todo, volvieron a encontrarse entre amigos.
San Juan dio paso al verano, la estación del año que invita a salir a la naturaleza y
disfrutar de los tesoros que construye con mimo y paciencia durante el resto del año.
El grupo de amigos decidió irse a pasar el día a una cala cercana al lugar donde
residían, lejana a la abundancia de turistas de su playa y rica en experiencias que
descubrir bajo sus aguas.
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El agua pasaba a ser el elemento esencial donde Amor les tenía preparada su
segunda cita. Hacia tiempo que no se veían, pero esta vez fue diferente, no fue a
través de las palabras como intentaron comunicarse. A lo largo de la jornada sus
miradas se cruzaban intentando escrutar que escondían sus almas. Solamente el mar,
la arena y el sol fueron testigos de esta búsqueda. Fue tan agradable la experiencia
para el grupo que se volvió a repetir un par de veces mas a lo largo del verano,
intentando descubrir nuevas calas y explorando los secretos que escondían sus
aguas.
Entre algas, peces, pulpos y medusas, Tino y Carla empezaron sus primeros
coqueteos, a base de untadas de crema de sol, salpicones en el agua, sesiones de
fotos divertidas y algún que otro trago de agua salada. Era el escenario perfecto para
que surgiera el Amor.
Pero Amor es sabio y necesitaba un poco más de tiempo para que le encontraran.
Acababan los días y empezaba la larga espera hasta el nuevo encuentro. Amor les
hizo un nuevo presente, el de anhelarse el uno al otro.
Tino, no dejaba de mirar las sonrisas de Carla en las fotos que poseía de ella y que le
llenaban el corazón y le hinchaban de ilusión, un sentimiento que creía perdido de
por vida.
Carla a su vez, soñaba con Tino, y por mucho que quisiera racionalizar que
solamente eran sueños, al recordarlos se le dibujaba una nueva sonrisa que quitaba
una capa de hielo de su corazón nunca Amado.
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Llegó el día en que los dos Amantes estuvieron listos para quedar a solas y poco a
poco comprendieron que la semilla que Amor les había implantado en el corazón
estaba germinando, con raíces fuertes. Ya no podrían separarse. El destino, al fin, les
había dejado conocerse y Amarse.
Carla, que nunca había sido Amada, disfrutaba de cada encuentro y trataba de
exprimirlo al máximo, cada momento que pasaba junto a Tino era mágico. A veces
se quedaba callada, para poder captar la sutileza del momento.
Tino, estaba redescubriendo el Amor, los ojos de Carla le llevaban a un mundo
cálido, apacible y lleno de luz. En ella encontró otra vez la ilusión por vivir.
Decidieron caminar en compañía el viaje de la vida, tratando de allanar juntos los
baches y curvas peligrosas que les acechaban en el camino.
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Su primer bache no tardo en aparecer, la distancia.
La vida en Barcelona era estresante, acostumbrada al ritmo sosegado de su pueblo
natal, Carla se sentía estresada nada más pisaba el andén de Barcelona. Extrañaba
las sonrisas, el metro estaba repleto de gente, pero por más que buscaba, nunca
encontraba un esbozo de sonrisa a su alrededor. Pronto aprendió a imitar a sus
semejantes y la dulce y calida sonrisa solamente aparecía cuando Tino le enviaba un
mensaje y con éste, todo su Amor.
Por las noches, conectaban sus ordenadores y bendecían los chats con cámara.
Solían dedicar un par de horas a verse, charlar y mandarse un poquito de Amor.
El colegio que Carla tenia asignado para hacer la baja de una maestra, esta situado
en el barrio de les Corts. El barrio está inmerso en la zona de oficinas de las grandes
empresas y bancos. Cuando Carla salía del caluroso y cada vez más asfixiante
metro, el frío aire de la mañana le golpeaba en la cara y le daba la siguiente imagen:
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decenas de personas en traje gris caminando apresurados con el desayuno en la
mano, mirando periódicos en papel o digitales.
Caminaba destacando por el colorido de sus ropas e intentando llamar la atención
con su sonrisa forzada, la mayor parte de las veces.
Se obligaba a sonreír, era algo que se proponía todos los días, era su única arma para
enfrentarse al mundo, aferrarse a una realidad en la que quería permanecer y no
dejarse llevar por la masa inerte que le rodeaba.
En el colegio Carla vio frustrada su vocación, acostumbrada al ritmo de educación
especial, chocó con unos niños que hicieron tirar por tierra los valores pedagógicos
que siempre había tenido escritos en la mente con letra de fuego.
Sentía que todo el tiempo invertido estudiando no le daría como resultado el
proyecto que un día trazó y se sentía frustrada.
Gracias a la ayuda y apoyo de Tino, Carla vio las cosas con otra luz y pudo seguir
adelante.
Pasaron los días y Carla pudo aflojar su estado constante de teniente, pasando a ser
más suave de trato. Además, descubrió el mundo de la educación infantil, y las
horas de psicomotricidad que pasaba con los niños, le hinchaban de nuevo la ilusión
por enseñar.
No se sentía una más del colegio, pero gracias a su empeño y creatividad, había
podido llevar a cabo proyectos con los niños, que eran aceptados por sus
compañeros de forma efusiva, lo cual le permitía estar a gusto en el centro y seguir
su labor docente.
En la ardua búsqueda de un piso para pasar su estancia, visito el de Lina y vio que
ese sería su hogar durante su estancia en Barcelona.
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Lina, era una chica de su edad, y tenia dos mascotas. Carla y Lina se llevaron bien
desde el primer día de convivencia. Las dos eran racionales y compartían muchas
cosas en común.
En su búsqueda, Carla vio de todo. Pisos patera con un alquiler elevado. Pisos en
barrios de ambiente muy negativo. Habitaciones minúsculas donde para hacer la
cama tenias que salir de la habitación. En la búsqueda le ayudaron maestros que
como a ella, en los primeros días en la ciudad, les habían prestado un colchón para
dormir y una casa donde refugiarse y compartir experiencias de su primera vez
como maestros en Barcelona.
Los fines de semana que Carla no bajaba a su pueblo, descubría la ciudad junto a
alguno de ellos o de Lina. Se quedó prendada de la historia que emanaba el
modernismo de la ciudad.
Visitó un par de veces el Parc Güell, y entre los edificios similares a casitas de
caramelo, se deleitaba con lo que el arquitecto diseño antaño para el disfrute de los
habitantes de ese poblado, sueño que fue truncado por la falta de dinero y que ahora
estaba abierto al visitante para su admiración. Estaba segura que cuando visitara el
parque con Tino, encontrarían nuevos secretos por descubrir gracias al Amor y la
pasión por la fotografía de ambos.
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Tino por su parte, tras la marcha de Carla, intentaba llenar sus tardes para no notar la
ausencia de su Amada.
Los días que podía disfrutar de su hijo, pasaba el tiempo más deprisa. Tenía su
rutina marcada. Dar la merienda, hacer unas fichas, jugar juntos a algo constructivo,
baño calentito, hacer la cena, cenar, acostar al niño, leerle un poco… todas las tareas
le restaban minutos para por fin sentarse delante del ordenador y compartir un par de
horas con Carla.
Si no tenía la suerte de estar con su hijo, llenaba sus tardes con trabajos atrasados o
con el deporte que practicaba desde joven y más le llenaba, el ciclismo.
Con la bici, el maiot y sus zapatillas especiales, el mundo era un espacio por
recorrer y admirar. Si salía sin compañía, solía hacer una ruta de 50 km, en el paseo
subía puertos de montaña, donde podía admirar el paisaje y disfrutar de las puestas
de sol.
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La meta de Tino era montar su propio estudio de fotografía, tenia el don de crear
composiciones bellas, de sacar a las personas y los paisajes lo mejor de si mismos y
trataba de que el resultado final fuese lo más natural posible. Pero tenía un trabajo
que no le permitía ahorrar para poder comprar el material necesario y dada la
situación económica mundial, daba gracias de tener al menos un trabajo que le
gustaba, era diseñador gráfico.
El mundo de los dos era tan diferente, ella rodeada de asfalto y él admirando la
belleza natural. Pero era esta diversidad la que calentaba sus temas de conversación
y hacía que se unieran más aún como pareja.
Los fines de semana en que Carla bajaba a su pueblo, se hacían cortos. Exprimían el
tiempo y trataban de llenar las horas de experiencias compartidas que luego
recordaban, hablaban, reían juntos, compartían su alegría con los amigos y sobre
todo, se Amaban.
La cama era un refugio en el que solamente cabían ellos dos, les transportaba a otro
mundo donde desnudos pasaban las horas Amándose. Sus dedos exploraban la piel
del otro y trazaban mapas en su mente que luego podían evocar en su ausencia.
Buscaban el placer ajeno a base de caricias y cuando llegaba el momento de hacer el
Amor, sus órganos se unían a la perfección, en un vaivén que les mecía hacia un
viaje que culminaba en olas furiosas chocando contra las rocas de las calas donde
surgió su Amor.
Pero el tiempo que en la espera se antojaba eterno, ponía alas a los días en que
estaban juntos. Carla y Tino despedían sus encuentros con un último beso, que les
dejaba su sabor durante unas horas. Luego comenzaba la espera una vez más.
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En el puente de diciembre Tino viajó a Barcelona y Carla compartió con él la ciudad
en que habitaba, la magia que se escondía en sus rincones favoritos, las fotografías
que había soñado que Tino le agradaría hacer...
Pasaban veinticuatro horas al día juntos y ni un solo segundo ninguno de los dos
sintió la necesidad de cambiar absolutamente nada. Disfrutaban de cada instante y
supieron al final de los días que su Amor tenía los cimientos bien asentados.
Habían superado su primer bache, la distancia, estaban preparados para continuar el
viaje.