amos, ángel_lo urbano en 20 autores contemporáneos

219
EN 20 AUTORES CONTEMPORÁNEOS Ángel Martín Ramos, ed. rançoise Choay - André Corboz Giuseppe Dematteis - Robert ishman Mario Gandelsonas - Peter Hall - David Harvey - rancesco Indovina - Rem Koolhaas - Peter Marcuse - Rosario Pavia - Nuno Portas - Saskia Sassen Bernardo Secchi - Richard Sennett Edward W. Soja - Ignasi de Solà-Morales Manuel de Solà-Morales - Gayatri Chakravorty Spivak - Melvin M. Webber Con la colaboración de:

description

amos, ángel_lo urbano en 20 autores contemporáneos

Transcript of amos, ángel_lo urbano en 20 autores contemporáneos

ngel Martn Ramos, ed.

EN 20 AUTORES CONTEMPORNEOS .ranoise Choay Andr Corboz

Giuseppe Dematteis - Robert .ishman Mario Gandelsonas - Peter Hall - David Harvey - .rancesco Indovina - Rem Koolhaas - Peter Marcuse - Rosario Pavia - Nuno Portas - Saskia Sassen Bernardo Secchi - Richard Sennett Edward W. Soja - Ignasi de Sol-Morales Manuel de Sol -Morales - Gayatri Chakravorty Spivak - Melvin M. Webber

Con la colaboracin de:

La versin castellana de los textos se ha coordinado y revisado desde el Departament d'Urbanisme i Ordenaci del Territori de la UPC, en la ETSAB, y ha estado a cargo de ngel Martn, profesor titular de Urbanstica. Han sido traductores colaboradores: De los artculos de Robert .ishman, Peter Hall y Peter Marcuse: Cristina Garca Zamudio. De los artculos de Giuseppe Dematteis y Bernardo Secchi: .ernando Roa. De los artculos de .rancesco Indovina y Rosario Pavia: Caterina Anastasia. De los artculos de David Harvey, Rem Koolhaas, Mario Gandelsonas, Saskia Sassen, Richard Sennett y Melvin M. Webber: Juan M. Mendizbal (con la colaboracin de ARTELEKU). Del artculo de Andr Corboz: Luis Manterola (con la colaboracin de ARTELEKU). Del artculo de Gayatri Chakravorty Spivak: Idoia Gillenea (con la colaboracin de ARTELEKU). Los traductores de los textos previamente publicados fueron: Del artculo de Edward W. Soja: Adela Barquero (para la revista URBAN). Del artculo de .ranoise Choay: Juana M. .uri, M. Jos .uri y Csar Muoz (para el CCCB).

Primera edicin: abril de 2004 Diseo de la cubierta: Edicions UPC .oto cubierta: NASA - Goddard Space .light Center Scientific Visualization Studio Maquetacin: Cristina Garca Zamudio.

Del editor: ngel Martn Ramos, 2004 De los artculos: los respectivos autores, 2004 De las fotografas: los respectivos autores, 2004 Edicions UPC, 2004 Edicions de la Universitat Politcnica de Catalunya, SL Jordi Girona Salgado 31, 08034 Barcelona Tel.: 934 016 883 .ax: 934 015 885 Edicions Virtuals: www.edicionsupc.es E-mail: [email protected] ETSAB, 2004 Escola Tcnica Superior dArquitectura de Barcelona Av. Diagonal 649, 08028 Barcelona

Produccin

Copisteria Miracle, SA Rector Ubach 6-10, 08021 Barcelona

Depsito legal: B-16271-2004 ISBN: 84-8301-752-0Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos.

Sumario

Introduccin. Una cuestin sustantiva, de ngel Martn Ramos...............................................................................7

Melvin M. Webber (1968). La era postciudad...............................................................................................13 Andr Corboz (1983). El territorio como palimpsesto....................................................................................25 Robert .ishman (1987). Ms all del suburbio: el nacimiento del tecnoburbio..............................................35 .rancesco Indovina (1990). La ciudad difusa..............................................................................................49 .ranoise Choay (1994). El reino de lo urbano y la muerte de la ciudad....................................................61 Rem Koolhaas (1994). La Ciudad Genrica.................................................................................................73 Peter Marcuse (1995). No caos, sino muros: El postmodernismo y la ciudad compartimentada................83 Edward W. Soja (1995). Seis discursos sobre la postmetrpolis.................................................................91 Manuel de Sol-Morales (1996). Contra el modelo de metrpolis universal...............................................99 Rosario Pavia (1996). El miedo al crecimiento urbano..............................................................................105 Peter Hall (1997). Megaciudades, ciudades mundiales y ciudades globales.............................................117 Saskia Sassen (1998). Las economas urbanas y el debilitamiento de las distancias..............................133 Bernardo Secchi (1999). Ciudad moderna, ciudad contempornea y sus futuros....................................145 Mario Gandelsonas (1999). La ciudad como objeto de la arquitectura.....................................................159 Giuseppe Dematteis (1999). En la encrucijada de la territorialidad urbana..............................................171 David Harvey (2000). Mundos urbanos posibles........................................................................................177 Gayatri Chakravorty Spivak (2000). Megaciudad.....................................................................................199 Ignasi de Sol-Morales (2001). Mediaciones en la arquitectura y en el paisaje urbano...........................207 Richard Sennett (2001). El capitalismo y la ciudad....................................................................................213 Nuno Portas (2003). De una ciudad a otra: perspectivas perifricas.........................................................221#

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

Introduccin

7

Una cuestin sustantivangel Martn RamosObservar lo que acontece en el mundo en la cuestin de la urbanizacin a finales del siglo XX y principios del XXI se puede convertir en un empeo nada susceptible de ser percibido como cosa simple. El grado de complejidad y el protagonismo que han adquirido las manifestaciones de naturaleza urbana en el curso cotidiano de los acontecimientos convierte cualquier hecho en potencial expresin o producto de este laboratorio de la invencin que fueron y siguen siendo las ciudades. Que las ciudades mutan y se transforman, incluso radicalmente, era una realidad conocida y constatada, no sin que por ello dejara de sorprender (y maravillar) la perspectiva del observador: ciudades-fortaleza de tono y funcin militar que al poco pasan a ser mercados boyantes, ciudades-escala en rutas de peregrinacin religiosa que devienen centros de produccin industrial, cabezas administrativas de imperios extensos que se reducen a poblados maltrechos, estaciones en el desierto que renacen en imperios del ocio, etc., etc. Las transformaciones que pueden experimentar las ciudades demuestran una capacidad infinita de variedad y de respuesta, en la dimensin enorme de su constitucin de artefacto, a la asociacin de factores que las provocan, sin concesiones fciles a tutelas globales y sin encontrar tampoco lmites a la innovacin en los registros bajo los que se manifiestan. Por otro lado, la urbanizacin es un fenmeno en expansin tanto en lo que tiene que ver con la extensin superficial de los territorios afectados por su dominio como en lo que respecta a la poblacin mundial que se asienta bajo la condicin urbana. De ah que resulte un motivo comn que suscita gran expectacin la atencin a las manifestaciones contemporneas del proceso de urbanizacin, por su doble condicin de fenmeno de trascendencia creciente y de demostrada capacidad de respuesta autnoma y de invencin en sus recursos. Claro que esta atencin a las expresiones de la urbanizacin resulta tambin de franco inters por acrecentar los beneficios que de ellas se derivan, o por acelerar una evolucin favorable hacia stos, que redundan as se espera en un mayor progreso en uno u otro orden y en la reduccin de las secuelas

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

negativas. A estas alturas de la evolucin del mundo urbanizado, se ha de contar con que las organizaciones urbanas que el mundo moderno va conformando no son nada parecido a una expresin cultural de inters antropolgico (no, en lo fundamental), sino un material de radical inters para el progreso social general. Activan el desarrollo, motivan la integracin social, movilizan la iniciativa, suscitan la innovacin, patrocinan el bienestar, benefician el conocimiento, estimulan la solidaridad, enriquecen al individuo, fundamentan el progreso, provocan la mezcla de intereses comunes,... de todo ello son capaces y a todo ello sirven las aglomeraciones urbanas. Esos artefactos que renen el mayor grado de complejidad artificial presente sobre el planeta, esas masas poco formales de construcciones acumuladas con grados de cohesin variable y de espectacular notoriedad y diversidad, esos productos urbanos de uno u otro tipo, actan de motores de primer orden en la evolucin del mundo, coordinados en una relacin jerarquizada o con los beneficios de una sinergia aleatoria. Crecen al resultar solicitados por crecientes masas de pobladores atrados, o bien a causa de la concentracin de actividades econmicas que ocupan ms y ms suelo a medida que mejoran sus cualidades, o tambin como consecuencia del incremento del nivel de bienestar de los ciudadanos, el cual se satisface con recursos que implican la expansin fsica. Se transforman para continuar detentando una funcin motriz o funciones en las que se justifique su propia existencia, e incluso compiten entre ellos por hacerse destinatarios de los beneficios de los limitados activos disponibles, sean stos hombres o actividades, personas o mquinas. Se trata de productos hechos por el hombre que, ms all de las cualidades afortunadas que consigan perpetrar en la alianza que pueda establecer la geografa con la creacin artificial armnica, ostentan un grado de belleza notable en el hecho mismo de la produccin en ocasiones inslita, a veces apaciguadamente servicial, del surgimiento de algo que no nace por s solo, sino que es necesario construir con medios costosos adems de lo que ya existe. Se trata de una belleza bruta, primaria, tal como la definida ya por Alberti1 en la adaptacin fiel de la arquitectura a las necesidades y glosada ahora por diversos autores (por ejemplo, Koolhaas, 1994), que a escala gigantesca despliega su discurso de formas orgnicas como manifestacin cardinal de los recursos necesarios, de ejercicio de insercin en la naturaleza, de captacin de los beneficios del emplazamiento, de generosidad en su desarrollo y de libre organizacin espacial. Una belleza orgnica, adaptativa, como presencia intrnseca de una armona previa dispensadora del gusto austero de la satisfaccin de un destino, de un uso.1 De Re Aedificatoria, Libro VI. Vase Choay, .., La rgle et le modle, Pars, Seuil,

8

En la tradicin geogrfica de Occidente esto vena a resultar englobado bajo el nombre de la ciudad. Su identidad y cualidades eran tales, de tan ntida definicin tanto en la realidad fsica como social, que no haca falta recurrir a otra terminologa. No obstante, el desarrollo de los medios de comunicacin que acompa a los tiempos de la industrializacin provoc una diversificacin de las consecuencias derivadas de la realidad de las ciudades, de modo que parecan advertirse efectos no necesariamente ligados a una ciudad concreta que se manifestaban aqu y all con solucin de continuidad, o entre las mismas ciudades. Se recurra, por ello, a trminos como el fenmeno urbano con los que designar a esa realidad ms diversa mediante un recurso lingstico menos preciso y ms adaptable a circunstancias disciplinares variadas. Por su parte, entre las creaciones artificiales del fenmeno urbano se hacan presentes realidades de distinta contextura, incluso tan coherentes y concretas que parecan susceptibles de recibir la categora de un nombre, pero que no constituan realidad social autnoma. El recurso ambiguo a trminos como los productos urbanos permita englobar con comodidad efectos de un alto grado de diversidad y para los que denominaciones ms tradicionales no resultaban adecuadas. Y tambin, la complejidad de la acumulacin de resultados de la urbanizacin del territorio, por una parte, y la heterogeneidad de su naturaleza sin menoscabo de su adscripcin a un mismo fenmeno, por otra, indujeron a la utilizacin de trminos tales como las aglomeraciones urbanas, o incluso las cosas urbanas en boca de Lefebvre, para generalizar en un grado mayor la cobertura de un trmino genrico que ampliaba sus connotaciones hasta el nivel de lo elemental, para que casi nada pudiera quedar fuera de su referencia. El, la, los, las. Masculino o femenino, singular o plural. Sin embargo, ni era cuestin de gnero ni de nmero lo que con tales denominaciones se trataba de identificar. Era, verdaderamente, un concepto poderoso el que se vea aludido con tal nombre. Era una cuestin sustantiva el objeto de tal universo de referencias. Quiz por ello Lefebvre recurre al neutro lo urbano para huir del compromiso de una opcin. Cuando lo hace viene a reconocer, por contraste con lo rural y lo industrial, una realidad con entidad comparable a otras en diversos campos.2 En el campo social, en el de la percepcin, en el de los conceptos, en el de la razn, en el de la teora; pero, en cualquier caso, como sujeto creador y como objeto de creacin necesitado de ser nombrado con un genrico de amplia cobertura. A pesar de todo, la fortaleza del trmino tradicional la ciudad ha venido haciendo de l un recurso eficaz por la versatilidad de su signi2 Lefebvre, H., La rvolution urbaine, Pars, Gallimard, 1970 (trad. cast.: La revo-

1980, pp.118 y ss.

lucin urbana, Madrid. Alianza, 1972, p. 34).

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

ficado, muy cmodo para un uso muy frecuente. Sin embargo, cuando posteriormente .ranoise Choay ha de recurrir nuevamente al poder del neutro lo urbano, incluso para anticiparle un reinado,3 no lo hace llevada de la distincin lefebvriana, sino a causa de la identificacin de un estado que discute la universal referencia de la presencia de la ciudad, con sus atributos propios y su verstil acepcin, para aludir a la realidad que se hace presente. Se trata de una excepcin y un momento de un orden diferente, ms peculiar y definido, y que no solamente ha sido asimilado por la eminente profesora, sino tambin presente en los registros de otros destacados observadores que han sealado la necesidad de entender este tiempo sin la comn tradicin evolutiva como pauta de lectura convencional. No ha transcurrido un plazo suficiente que haya podido dar pie al alumbramiento de obras cuyo objeto sea la explicacin integral de esta realidad nueva y distinta. Tan solo la produccin de ciertos adelantados, como Manuel Castells, ha llegado a convertir en materia de identidad propia la perspectiva sobre lo que se estaba produciendo.4 Sin embargo, han sido abundantes las incursiones de relevantes observadores desde puntos de vista parciales o especializados. Resulta lgico que las aproximaciones al asunto se produzcan de este modo, ya que la amplitud del campo disciplinar que se ve afectado por los hechos es grande y no admite fciles simplificaciones; por otro lado, el reto de la identificacin conceptual planteada se presenta como un desafo muy atractivo. Lo cierto es que en los ltimos aos este motivo est dando lugar a aportaciones aisladas de muy distintos autores que solo en casos excepcionales se producen en castellano o tienen reflejo en publicaciones en esta lengua. Por esta causa, si a la dificultad de una teora urbanstica contempornea se aade la dispersin de contribuciones aisladas y el escaso eco receptivo de los medios de difusin en lengua espaola, resulta que nos encontramos ante el riesgo de prdida para el lector en esta lengua de un episodio relevante de la produccin terica que atae a las cuestiones urbansticas de nuestro tiempo. La recopilacin reunida en el presente volumen trata de cubrir una parte de esa ausencia acercando al lector en castellano varios artculos y contribuciones que permanecan dispersos en diferentes fuentes y en sus respectivas lenguas, o bien, vertidas al castellano, en muy diversos medios, algunos de difcil consulta para el interesado en estas cuestiones.

Es comn a las aportaciones aqu reunidas la atencin a lo urbano en el mundo contemporneo, y su diversidad se explica desde la voluntad de presentar una aproximacin a la complejidad de la teora que aborda hoy el fenmeno de la urbanizacin con la ayuda de enfoques complementarios o desde perspectivas diferentes. Ni es solamente una cuestin de ndole geogrfica o sociolgica, ni tampoco solamente cultural o estructural. Pero es algo que afecta a todos esos frentes. Tiene que ver con la entidad de lo que le ha precedido, pero tambin est expuesto a la riqueza de influencias de todo lo que tiene que ver con el hombre como agente receptor y productor complejo y de infinito potencial de diversidad. Se ven reunidas aqu, atendiendo al orden cronolgico en que se produjeron, veinte contribuciones que significan la presencia de veinte autores y otras tantas miradas particulares y caractersticas. Pero, aunque diferentes, podemos decir que cabe advertir en ellas algn grado de familiaridad, segn la posicin que adopta el anlisis o el resultado de su aportacin al asunto. Por ello, podemos entenderlas agrupadas en cuatro corros o plataformas distintas. Por un lado, se encontraran los autores cuya contribucin recurre en mayor grado a un enfoque relacionado con la evolucin de la civilizacin, refirindose a la urbanizacin y sus efectos desde una ptica global que la asimila a un resultado de la cultura y de los medios. Perteneceran a este enfoque culturalista las contribuciones de Webber, Choay, Secchi y Hall. Webber, ya desde una fecha anterior, se refera a la cuestin desde una perspectiva asociada a las nuevas dinmicas de las interacciones personales que alertaban acerca de la disolucin de la ciudad convencional. Choay, por su parte, piensa en positivo y trata de atender a la entidad de aquellas formas de la ciudad que subsistirn en el mundo de lo urbano ante el peso inevitable de los antecedentes de la ciudad europea y de los logros irreversibles de la civilizacin occidental. El ejercicio de Secchi, sabio y consecuente, se atreve a fijar las bases interpretativas de los hechos, sin rehuir una identificacin slida y fundada del momento histrico de la cultura europea contempornea en la que inscribe las bases de accin y de entendimiento de la causa. Hall, a su modo, situndose en un tipo de ciudad especfico, se mueve en la escala que dibuja la documentacin del fenmeno en el mundo, la relativa ductilidad que presenta a la transformacin y una visin pragmtica y experta de lo susceptible de cambio y de gobierno mediante la incidencia de la planificacin. Esto no es bice para que la autoridad de su aproximacin al asunto mantenga la solvencia y contundencia habituales en su obra.

9

3 Choay, .., Le rgne de lurbain et la mort de la ville, en: La ville , Pars, Centre G. Pompidou, 1994 (incorporado tambin en este volumen). 4 Afortunadamente, tambin en castellano. Vase, por ejemplo, Castells, M., La ciudad informacional, Madrid, Alianza, 1995.

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

En un segundo grupo, sin que ello suponga jerarqua, cabe reunir a aquellos autores cuya contribucin se detiene en la observacin del fenmeno vivo en sus cualidades, atrapando la esencia de aquello nuevo que crea distancia respecto a lo que se daba por establecido. Aun dentro de la misma posicin, resulta posible presentar discursos tan distintos como los de Harvey, Sassen, Indovina o Koolhaas, que seran los ocupantes de esta plataforma fenomnica. Harvey reflexiona acerca de los nuevos parmetros y paradigmas que informan la manifestacin de lo urbano, desde donde llega a plantear las consecuentes perspectivas de accin, mientras que Sassen ilustra sobre nuevos sentidos que recibe lo urbano en la realidad global con capacidad de intensificar ciertas cualidades e innovar al mismo tiempo. Por su parte, Indovina, con mtodo y razn, se detiene en la indagacin de los nuevos fundamentos sociales y estructurales que sustentan las cualidades de los productos urbanos de nueva caracterizacin, sin evitar la consistente distanciacin de sus antecedentes. Y Koolhaas aporta sus impresiones llenas de matices para tratar de identificar los atributos de aquello que, siendo ms uniformizador, sin carcter o localizacin, est presente en lo urbano contemporneo. .ormaran parte de un tercer conjunto aquellos autores cuya aportacin adopta referencias ms relacionadas con las formas urbanas en cuestin, en su desarrollo o en su fundamento social. Se tratara de una visin ms morfolgica de lo urbano, no exenta de atencin a su soporte estructural, social, cultural o econmico, pero tampoco de visiones evolutivas motivadas. Integraran este grupo, por as llamarlo morfologista, dos subgrupos, en funcin de los discursos que desarrollan. A saber, el subgrupo americano (.ishman, Marcuse y Soja) y el europeo (Dematteis, Portas y M. de Sol-Morales). Desde la perspectiva americana, ms abierta e imprecisa, .ishman incorpora en su teora del suburbio americano una categora nueva en la evolucin que adopta cualidades propias y capaces de transformar las jerarquas espaciales de las ciudades y del territorio. Soja, por su parte, recurre a una mirada cargada de fundamentos para ilustrar la procedencia multicultural y polifactica de las influencias que inciden a distintos niveles y de modos variables en las innovaciones que las manifestaciones de lo urbano en Amrica acusan y acusarn de manera ms consistente. La rotundidad argumental de Marcuse lleva, por su parte, a una reflexin muy justificada acerca de las relaciones potenciales que cabe establecer entre las constituciones sociales internas de las aglomeraciones urbanas contemporneas y las realidades espaciales, que son causa de desequilibrios muy presentes.

En la perspectiva europea, ms integrada, Dematteis se detiene en la relevancia que cabe atribuir en la nueva configuracin de lo urbano a la traduccin territorial de las redes y las organizaciones en red como soporte de una nueva pauta de urbanidad de rango determinante. Por su lado, Manuel de SolMorales atiende a los atributos reales que califican la urbanizacin en la metrpolis contempornea, ms all de lugares comunes. Y Portas advierte el trecho que representa el cambio a unas nuevas cualidades de la urbanizacin por su apoyo en las que le precedieron, poniendo el acento en las vas de mayor fundamento que han de soportar la reurbanizacin necesaria. .inalmente, el cuarto grupo de autores tiene en comn en sus contribuciones la atencin al factor humano como motivo e ilustracin de diferencias en lo urbano del mundo de hoy en tanto que agente que filtra y dimensiona el entendimiento del objeto. En esta plataforma neohumanista, o subjetivista, se ubicaran las aportaciones de Corboz, Sennett, Gandelsonas, Pavia, Spivak, e Ignasi de Sol-Morales. En coherencia con su discurso crtico, Corboz insiste en la lectura del territorio como producto y como proyecto, forma y dimensin de una perspectiva de lo urbano con un espesor y una densidad no independiente del peso de la historia y del bagaje cultural del observador. Sennett ofrece la visin del cambio que experimenta la vida urbana, y con ella las ciudades, situndose en la privilegiada perspectiva de un anlisis que repara en la relacin ntima del ciudadano con la ciudad en el capitalismo para orientar la bsqueda de una razn clarificadora. Gandelsonas y Pavia, por su parte, aportan su visin de arquitectos, detenindose, en el caso del primero, en la trascendencia del imaginario urbano como fundamento de la produccin de la ciudad frente a la influencia de la lectura de la ciudad en la creacin de una actitud receptiva que transforma la intervencin sobre sta. Pavia, por su parte, ubica en el permanente peso de actitudes derivadas de la experiencia individual y colectiva de la ciudad una influencia determinante en el entendimiento de la forma de abordar el futuro de la ciudad, una ciudad con trascendentales retos abiertos. Y tambin est presente en esta compilacin el reflejo de la mirada que desde la crtica destacada en el campo de los estudios culturales y comparados (Spivak) y en la teora del arte y la arquitectura (I. De Sol-Morales) se cierne sobre la ciudad, aunque slo sea con dos destacados representantes. Es el prestigio de su bien ganado respeto como analistas en sus respectivas reas el que aporta un inters especial a su perspectiva como complemento de la de los especialistas. Gayatri Chakravorty Spivak aporta su visin especializada del poscolo-

10

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

nialismo para ofrecer una perspectiva de matices originales acerca de lo nuevo que viene a alumbrar una realidad urbana diferente. E Ignasi de Sol-Morales ilustra con su reflexin una reconsideracin de la experiencia como determinante de la realidad, en la que los medios adquieren un relevante protagonismo y llegan a ser ellos mismos, en la arquitectura y la ciudad, raz de la realidad contempornea. Esta agrupacin de los autores por su discurso permite ordenar a grandes lneas las aportaciones aqu reunidas, como una primera aproximacin a los planteamientos de la cuestin. No obstante, al mismo tiempo resulta casi inevitable imaginar este conjunto de textos como si fueran dilogos cruzados, algunos imposibles seguramente, aunque protagonistas de un chorro de argumentos y contrastes acerca de lo urbano en el mundo contemporneo. Es ste el tipo de debate que sustentar la construccin de una teora urbanstica de nuestro tiempo, una teora hoy pendiente, pero aqu, en parte, ya latente.

11

Este compendio es una oportunidad derivada de la investigacin desarrollada en el Departament dUrbanisme i Ordenaci del Territori de la Universidad Politcnica de Catalua. En un primer momento, las labores desarrolladas se tradujeron en la organizacin y direccin de un Taller Internacional en ARTELEKU, centro de la Diputacin .oral de Guipzcoa en San Sebastin, en el verano de 2000 bajo el ttulo Transformaciones del espacio habitado Paisajes del fundamento social. All se reuni, junto a una treintena de graduados de diferente procedencia geogrfica y disciplinar, a varios de los autores aqu representados. Y posteriormente se extendieron en tareas de docencia e investigacin en la Escuela Tcnica Superior de Arquitectura de Barcelona dentro del Programa de Doctorado del Departament dUrbanisme i Ordenaci del Territori de la UPC. En esta sede, han sido participantes de esta reflexin los arquitectos Beth Alabern, Caterina Anastasia, Leopoldo Benavides, Carles Crosas, lvaro Cullar, Luciana de Castro, Cristina Garca Zamudio, Wilson A. Gmez, David Martnez, Marco Muoz, .ernando Roa,

Thais Saboia, Kris Scheerlink, Adolfo Sotoca y .ernando van Woensel. Para la versin al castellano de los textos se ha contado, adems de con la participacin de alumnos del Programa de Doctorado en Urbanismo de la UPC, con la importante colaboracin de ARTELEKU, centro de la Diputacin .oral de Guipzcoa en San Sebastin. Se ha de hacer constar nuestro agradecimiento a los autores, que han permitido la reproduccin en esta edicin universitaria de sus textos, y a Eulalia Serra, su autorizacin para la inclusin del artculo de Ignasi de Sol-Morales. Tambin a la Editorial Gustavo Gili, al Centre de Cultura Contempornia de Barcelona (CCCB) y a la revista URBAN de Madrid, por autorizarnos a incluir en esta edicin textos que ellos haban publicado previamente. Y, asimismo, a los autores de las fotografas, que nos han ofrecido la posibilidad de mejorar la edicin con su trabajo.

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

La era postciudad

Melvin M. Webber es profesor emrito de Planeamiento de la Universidad de California, en Berkeley, y fue director all del Instituto de Desarrollo regional y urbano y del Centro de investigacin del Transporte. Investigador de las consecuencias de la planificacin de los transportes, de la teora de la planificacin y de las implicaciones en la estructura urbana del progreso en las tcnicas de transporte y comunicacin, anunci hace cuarenta aos efectos y cambios trascendentales en la cuestin de la urbanizacin en dos artculos que, traducidos a diversos idiomas, sentaron poca [Order in Diversity: Community Without Propinquity (1963) trad. cast.: El orden en la diversidad: Comunidad sin proximidad (1976)-, y The Urban Place and the Non-place Urban Realm (1964) trad. cast.: El lugar urbano y el dominio urbano ilocal (1970)-] y se convirtieron en unas de las referencias ms citadas en la teora urbana contempornea. Su reflexin sobre las posibilidades de la planificacin urbanstica, mantenida desde diversos rganos de expresin, y su crtica a los modos y consecuencias de la planificacin tradicional fundada en necesidades y normas, le llevaron a situar su atencin en las consecuencias sociales de aqulla y en la necesidad de orientar esta tarea, como labor continua y empeo de lo posible, hacia la validez de los resultados desde una perspectiva pragmtica necesariamente atenta a los cambios culturales y sociales. De su obra de inters ms global, quedaba por traducir al castellano el artculo The Post-City Age, que, en un momento en que EE.UU. afrontaba crisis sociales internas, coronaba una reflexin que pareca entrever un cambio de poca en la cuestin de la urbanizacin. Rev. Le visiteur

13

LA ERA POSTCIUDAD*Melvin M. WebberLas tradiciones pragmticas de la vida poltica norteamericana nos han llevado a atacar los problemas manifiestos del momento con fuertes dosis de compromiso, pero tambin a evitar la confrontacin a ms largo plazo con las cuestiones subyacentes. Los diversos intentos gubernamentales de llevar a cabo anlisis de problemas, proyecciones y planificaciones de largo alcance jams han tenido xito. Nos queda por implantar en Norteamrica una contra-tradicin que, explorando el futuro, inspire una poltica de desarrollo nacional. Este fracaso refleja en parte el estado actual de las ciencias sociales, que no han desarrollado ninguna teora predictiva adecuada en la mayora de los mbitos de inters nacional. Da que pensar que ningn socilogo predijera la magnitud de la revuelta negra, que ningn urbanista de antes de la guerra anticipara los patrones de desarrollo de las ciudades norteamericanas despus de la guerra, y que nadie, y esto es lo ms preocupante, haya escrito an futuros alternativos sistemticos en un intento de trazar el posible curso de los acontecimientos en dichos mbitos.* Traducido del original publicado en Daedalus, Journal of the American Academy of Arts and Sciences, Otoo 1968, pp. 1091-1110.

Como consecuencia de nuestras tradiciones polticas y teoras inadecuadas, tendemos a reaccionar exageradamente ante los acontecimientos cotidianos. Cuando una curva empieza a subir, esperamos que siga as hasta salir por el extremo superior del grfico; cuando empieza a bajar, nos desesperamos porque pueda desaparecer por el extremo inferior. Hace una dcada estbamos seguros de que Norteamrica flotaba serenamente en la afluencia de la clase media y que las cosas slo podan ir a mejor. Entonces, de repente, cambiamos la imagen nacional que tenamos de nosotros mismos cuando descubrimos una enorme poblacin de clase baja y pobreza a gran escala. Las manifestaciones de los ltimos cinco veranos se han interpretado como seales, bien de un nuevo igualitarismo en Norteamrica, bien de un apartheid inminente. Pensbamos que nuestro sistema pblico de educacin era inmejorable, hasta que el Sputnik nos conmocion y nos llev a las reformas al por mayor. Estbamos convencidos de que el desarrollo suburbano iba a proporcionar hogares decentes para todos, y ahora estamos convencidos de que slo la reconstruccin inmediata de las viejas ciudades puede salvarlas del desastre.

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

La era postciudad

No puede caber duda alguna acerca de lo imperativo de enfrentarse a las crisis actuales asociadas con la ciudad contempornea. Las protestas del ghetto negro deben encontrar una respuesta humilde, humana e inmediata; y eso requerir enormes inversiones de capital intelectual y dinero federal. La escala alcanzada por la empresa actual de construccin y reconstruccin dentro de las ciudades no tiene precedente. Tendremos que duplicar el tamao de nuestras instalaciones fsicas durante los prximos treinta y cinco aos; y tambin eso va a exigir un compromiso a gran escala por parte de nuestros recursos intelectuales y financieros. En estos momentos parece que esas inversiones estn prximas, debido en gran parte a que la crisis actual ha captado la conciencia de la nacin, y en parte tambin a que entra dentro de nuestro estilo responder en masa a las emergencias. Pero sera un desafortunado error, otra repeticin de nuestras propensiones nacionales, que vertiramos recursos en los problemas evidentes sin analizar al mismo tiempo las cuestiones subyacentes menos visibles. Un profundo alabeo caracteriza a las figuras de nuestros grficos, mes a mes: un gran cambio histrico que puede reorganizar el carcter de la sociedad urbana en el mundo desarrollado. Eso tambin debe atraer nuestra atencin, ya que los cambios prximos pueden impedir en tal grado la movilidad social futura que nuestros programas de mejora a corto plazo podran resultar ineficaces volviendo la vista atrs. Si tal fuera el caso, ms nos vale tratar de anticipar esos cambios y despus modificar nuestros programas de accin de manera que se ajusten a ellos. Urbanizacin ms all de la ciudad Estamos pasando por una revolucin que est separando a los procesos sociales de urbanizacin de la ciudad y regin fijadas territorialmente. Como reflejo de la explosin que est teniendo lugar actualmente en el campo de la ciencia y tecnologa, el empleo est desplazndose de la produccin de bienes a los servicios; la comodidad creciente del transporte y las comunicaciones est disolviendo las barreras espaciales para el trato social; y los norteamericanos estn formando comunidades sociales compuestas por miembros espacialmente dispersos. Est surgiendo un nuevo tipo de sociedad urbana a gran escala que es cada vez ms dependiente de la ciudad. A su vez, los problemas de la ciudad generados por la industrializacin temprana estn siendo sustituidos por otra serie de problemas de otro tipo. Aparte de contadas excepciones (la nueva polucin atmosfrica es una notable excepcin), las dificultades recientes no son en absoluto problemas relacionados con la localizacin. Se trata ms bien de los problemas transitorios propios de una sociedad-economa-gobierno en rpido desarrollo cuyo

terreno de juego es el pas. Paradjicamente, justo en un momento de la historia en que los diseadores de polticas y la prensa mundial estn descubriendo la ciudad, la era de la ciudad parece haber terminado.1 El hecho de no haber sabido establecer la distincin conceptual, bastante simple, entre la ciudad definida espacialmente o rea metropolitana y los sistemas sociales all establecidos empaa los actuales debates en torno a la crisis de nuestras ciudades.2 La confusin deriva en gran parte de las deficiencias de nuestro lenguaje y de la anacronista manera de pensar que hemos incorporado de una poca pasada. Seguimos careciendo de trminos adecuados para describir el orden social emergente, de modo que usamos, forzosamente, viejas etiquetas que ya no son adecuadas. Como los hemos denominado as, suponemos que los problemas que se manifiestan en el interior de las ciudades son por ello, en cierto modo, problemas urbanos. Como las sociedades del pasado estaban estructuradas espacial y localmente, y como las sociedades urbanas solan estar basadas exclusivamente en las ciudades, parece que seguimos partiendo de la base de que la territorialidad es un atributo necesario de los sistemas sociales. El error ha sido grave, y nos ha llevado a buscar soluciones locales a problemas cuyas causas no son de origen local, y por tanto no son susceptibles de tratamiento municipal. Hemos estado tentados de aplicar instrumentos de construccin urbana para corregir desrdenes sociales, y despus nos hemos quedado sorprendidos al ver que no funcionan (nuestras experiencias con viviendas protegidas para fines teraputicos, que se supona iban a curar patologas sociales, y con la renovacin urbana, que se supona que iba a mejorar las condiciones de vida de los pobres, pueden ser nuestros ms espectaculares fracasos). Hemos prodigado grandes inversiones en instalaciones pblicas, pero hemos descuidado la calidad y distribucin de los servicios sociales. Y hemos defendido y reforzado prerrogativas autonmicas de los gobiernos locales y estatales con elaborada retrica y legislacin proteccionista. La delincuencia callejera, la pobreza, el desempleo, las familias1 La frase pertenece a Don Martindale; con ella concluye su Introduccin al libro de Max Weber, The City, Nueva York, 1962, p. 67 (trad. cast.: La Ciudad, Madrid, La Piqueta, 1987, si bien esta edicin no contiene la introduccin de Don Martindale). El tema se ha estado divulgando por todas partes hoy en da. Vase especialmente, Scott Greer, The Emerging City; Mith and Reality, Nueva York, The .ree Press of Glencoe, 1962; Kenneth Boulding, The Meaning of the Twentieth Century: the Great Transition, Nueva York, Harper Colophon Books, 1965 (trad. cast.: El Significado del Siglo XX: La Gran Transicin, Mjico, UTEHA, 1966); York Willburn, The Withering Away of the City, Tuscaloosa, 1964; y Janet Abu-Lhughod, The City is DeadLong Live the City, Center for Planning and Development Research, Universidad de California, Berkeley, 1966, mimeo. 2 John .riedman presenta una aclaracin precisa de la distincin en Two Concepts of Urbanization, Urban Affairs Quarterly, Vol. 1, N. 4, Junio 1966, pp. 78-84.

14

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

La era postciudad

rotas, los disturbios raciales, la drogadiccin, las enfermedades mentales, la delincuencia juvenil... ninguna de las patologas sociales al uso que marcan la ciudad contempornea puede encontrar all sus causas ni su cura. No podemos esperar inventar tratamientos locales para condiciones cuyos orgenes no son de carcter local, ni podemos esperar que gobiernos definidos territorialmente vayan a resolver eficazmente problemas cuyas causas no guardan ninguna relacin con el territorio o la geografa. Los conceptos y mtodos de ingeniera civil y planificacin urbana adecuados para el diseo de instalaciones fsicas unitarias no pueden utilizarse para servir al proyecto de cambio social en una sociedad pluralista y mvil. En la nueva sociedad que surge ahora -con su ciencia y tecnologa sofisticadas y en rpido avance, su compleja organizacin social y sus procesos societarios internamente integrados-, la influencia e importancia de la distancia geogrfica y el lugar geogrfico estn en franco declive. Eso constituye, naturalmente, un cambio de lo ms notable. A lo largo de prcticamente toda la historia humana, la organizacin social ha coincidido con la organizacin espacial. En la sociedad preindustrial, los hombres trataban casi exclusivamente con sus vecinos geogrficos. Las comunidades, economas y gobiernos sociales se estructuraban en torno al lugar en el que el trato estaba menos forzado por las fricciones espaciales. Con la llegada de la industrializacin a gran escala durante la segunda mitad del siglo XIX, las restricciones de tipo espacial se erosionaron rpidamente, como consecuencia de las nuevas facilidades para viajar y comunicar que trajo consigo la propia industrializacin. Las contrapartidas iniciales de la industrializacin en los Estados Unidos fueron, en primer lugar, la concentracin de la poblacin en grandes asentamientos y, despus, la urbanizacin cultural de la poblacin. A pesar de que dichos cambios tenan una relacin causal entre ellos, tuvieron diferentes efectos espaciales. Tras reunirse en un lugar comn, la gente se introduca en grandes sociedades sin vnculos con ningn lugar especfico. Gentes provenientes de la agricultura y de los pueblos de todo el continente e incluso el mundo emigraron a las ciudades en expansin, donde aprendieron costumbres urbanas, adquirieron las destrezas laborales que exiga la industrializacin y se integraron en la sociedad contempornea. En aos recientes, la nueva escala societaria y las mejoras en los sistemas de transporte y comunicaciones han desatado una cadena de efectos que han arrebatado a la ciudad su otrora especfica funcin como instrumento urbanizador de la sociedad. Granjeros y residentes de ciudades pequeas, esparcidos por todo el continente, fueron en otra poca realmente eliminados de la vida cultural de la nacin. Los habitantes de la ciudad

que visitaban zonas rurales solan ser tratados como extraos, cuyos estilos de vida y maneras de pensar resultaban poco familiares. Era difcil recibir noticias del resto del mundo, y adems tenan poca importancia para quienes vivan la vida local. Desde luego que la gente de campo saba que exista otro mundo en alguna parte, pero pocos lo entendan, y era algo que slo los afectaba de manera indirecta. Las potentes tradiciones antiurbanas del pensamiento y poltica norteamericanos tempranos convertan al habitante inmigrante de una ciudad en un personaje sospechoso cuya tosca manera de ser lo marcaba como no cristiano (cosa que a veces era cierta), y desde luego no americano. Las clases altas urbanas ms sofisticadas -comerciantes, propietarios de tierra y profesionales- eran igualmente sospechosas y, por consiguiente, rechazadas. En cambio, el comerciante de ciudad de provincias y el granjero que viva ms cerca de la naturaleza eran los autnticos norteamericanos de corazn puro que vivan una vida simple y natural.3 Como los contrastes entre los modos de vida rural y urbano eran muy agudos, los antagonismos eran reales, y las diferencias se hicieron institucionales a la hora de aplicar polticas. Norteamrica estaba marcada por una diversidad de culturas regionales y de clase cuyos seguidores se relacionaban con poca frecuencia entre ellos, si es que lo hacan. Ahora todo eso ha desaparecido. Los personajes vodevilescos, paletos y pueblerinos, han abandonado el escenario tras la representacin del vodevil. El granjero urbanizado de hoy ve documentales en la televisin, lee los peridicos nacionales y gestiona sus hectreas desde un despacho (tal vez alquilado en un edificio de oficinas del centro de la ciudad), mientras sus empleados conducen los tractores a la vez que escuchan en un transistor las noticias mundiales del momento. La agricultura hace tiempo que dej de ser una habilidad artesanal; se encuentra entre las industrias ms tecnologizadas, y est estrechamente integrada dentro del complejo industrial internacional. Durante la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, la concepcin territorial tradicional que distingua entre urbanitas y ruralitas era probablemente vlida: la gente tpicamente rural viva fuera de las ciudades y los tpicos urbanitas vivan dentro. En estos momentos, ese modelo est casi invertido. Los urbanitas no residen ya exclusivamente en asentamientos metropolitanos, ni los ruralitas viven exclusivamente en los hinterlands. Ocurre cada vez ms que los menos integrados en la sociedad moderna -los que muestran la mayora3 Richard Hofstadter, The Age of Reform, Nueva York: Alfred A. Knopf, 1955; y AntiIntellectualism in American Life, Nueva York, Vintage Books, 1963 (trad. cast.: AntiIntelectualismo en la Vida Norteamericana, Madrid, Tecnos, 1969). Morton y Lucia White, The Intellectuals Against the City, Cambridge, 1964 (trad. cast.: El Intelectual Contra la Ciudad: de Thomas Jefferson a .rank Ll. Wright, Buenos Aires, Infinito, 1967).

15

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

La era postciudad

de los atributos de la gente rural- se estn concentrando en las zonas con mayor densidad de poblacin de los grandes centros metropolitanos. Esa evolucin, de gran calado e importancia, est llegando ahora a nuestras conciencias, pero apunta a una de las cuestiones de poltica ms importantes de las prximas dcadas. Los participantes en la sociedad a gran escala La difusin cultural est integrando a inmigrantes, residentes de ciudades y pueblos del interior dentro de una sociedad urbana nacional, pero no ha tocado por igual a todos los norteamericanos. En un extremo estn las lites intelectuales y comerciales, cuyo hbitat es el planeta; en el otro, residentes de clase baja tanto de la ciudad como del campo, que viven en mundos limitados espacial y cognitivamente. La mayora del resto de nosotros, que comprende a la gran clase media, se encuentra en algn punto entre esos dos extremos, pero en algunas facetas de nuestras vidas todos parecemos movernos desde nuestro localismo ancestral hacia las esferas ilimitadas de los cosmopolitas. Los grandes logros educativos y los empleos altamente especializados son las marcas de los nuevos cosmopolitas. Como usuarios frecuentes de las lneas areas y lneas telefnicas de larga distancia, tienen una estrecha relacin con las redes de comunicaciones que los unen a sus socios, espacialmente dispersos. Son colaboradores y consumidores de revistas especializadas del campo de la ciencia, del gobierno y de la industria, manteniendo as contacto con los recursos de informacin que sean relevantes para sus actividades, sean cuales sean las fuentes geogrficas o su propia situacin geogrfica. Aunque algunos pueden ser empleados de corporaciones dedicadas mayormente a la fabricacin de productos fsicos, esos hombres intercambian informacin e ideas. Son los productores de informacin e ideas que alimentan los motores del desarrollo de las sociedades. Para quienes sintonizan con los circuitos de comunicaciones internacionales, las ciudades son de utilidad precisamente porque son ricas en informacin. El modo en que tales hombres hacen uso de la ciudad revela con la mayor claridad su carcter esencial, ya que para ellos la ciudad es en esencia un enorme centro de comunicaciones, mediante el cual se lleva a efecto la interaccin humana.4 Efectivamente, las ciudades existen slo debido a que la aglomeracin espacial permite unos costes reducidos de interaccin. Originalmente, la gente decida establecerse en pobla-

ciones de alta densidad precisamente porque el espacio era tan costoso de salvar. Sigue siendo ms barato tratar con personas que estn cerca, y por eso la gente sigue establecindose en tales asentamientos.5 Como existen concentraciones de socios en las localidades urbanas, los nuevos cosmopolitas establecen sus oficinas all, y despus se desplazan de ciudad en ciudad para llevar a cabo sus negocios. Las mayores poblaciones atraen el trfico telefnico y areo con los lugares ms remotos, y han experimentado un crecimiento de lo ms espectacular durante esta era de la construccin de ciudades. La reciente expansin de Washington, D.C. es la prueba ms espectacular del carcter cambiante del desarrollo metropolitano. A diferencia de los asentamientos ms antiguos, cuyo crecimiento se gener por la expansin de actividades manufactureras durante el siglo XIX y principios del XX, Washington no produce casi bienes. Sus productos primarios son la informacin y la inteligencia, y su crecimiento fantstico es una medida directa de las funciones predominantes que han llegado a desempear en la sociedad contempornea la informacin y el gobierno nacional. Este cambio terriblemente importante ha ido evolucionando sutilmente durante mucho tiempo, de forma tan gradual que parece haber pasado desapercibido. Las ciudades preindustriales que han abastecido a sus interiores agrcolas adyacentes eran parecidas en lo esencial. Cada una proporcionaba una serie de bienes y servicios normalizados a su zona de mercado colindante. Las ciudades industriales que crecieron tras la Guerra de Secesin y durante las primeras dcadas del siglo XX estaban orientadas a servir a amplios mercados con productos manufacturados para producir los cuales fueron creadas. A medida que se ampliaban sus zonas de mercado, a medida que aumentaba la especializacin de productos y a medida que se expanda el contenido informativo de dichos bienes, los establecimientos localizados en ciudades individuales fueron integrndose en las economas espacialmente extensivas. Ahora, los grandes centros metropolitanos, que solan ser ms que nada lugares de produccin de bienes, se han convertido en nudos de comunicaciones dentro de las redes de comunicaciones internacionales. Cualquier metrpolis moderna es un fenmeno discreto, unitario e identificable nicamente en el sentido fsico, limitado geogrficamente. Como mucho, es un nodo localizado dentro de las redes internacionales integradoras, que busca su importante identidad como colaborador en el funcionamiento de ese sistema ms amplio. Como resultado, los nuevos cosmopolitas no pertenecen a nin5 Elabor esta tesis en Order in Diversity: Community Without Propinquity, en

16

4 Richard L. Meier, A Communications Theory of Urban Growth, Cambridge, Massachusetts, The M.I.T. Press, 1962.

Lowdon Wingo, Jr. (ed.), Cities and Space, Baltimore, Johns Hopkins Press, 1963, pp. 23-54 (trad. cast.: El Orden en la Diversidad: Comunidad sin Proximidad, en Ciudades y Espacio: el Uso .uturo del Suelo Urbano, Vilassar de Mar, Oikos-Tau, 1976, pp. 19-40).

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

La era postciudad

guna de las reas metropolitanas del mundo, a pesar de que las utilicen. Pertenecen ms bien a las comunidades nacionales e internacionales que simplemente mantienen intercambios de informacin en esos nudos metropolitanos. Su capacidad para interactuar estrechamente con otros que estn alejados espacialmente depende, por supuesto, de un nivel de riqueza adecuado para cubrir los costes del trato a larga distancia, as como de las capacidades cognitivas asociadas a ocupaciones profesionales de alto nivel de especializacin. Las lites intelectuales y comerciales son capaces de mantener un contacto estrecho y continuado con sus socios por todo el mundo porque son ricos, no solamente en informacin, sino tambin en sus niveles de renta. A medida que los costes de la comunicacin a larga distancia caen en la misma proporcin en que aumentan las rentas, hay cada vez ms gente capaz de pagar las facturas de transporte y comunicaciones y dispuesta a hacerlo. A medida que se expanden los privilegios de la cuenta de gastos de representacin, esos costes estn reducindose a cero para cada vez ms gente. A medida que aumentan los niveles de educacin y capacidades, cada vez ms gente se est introduciendo en las comunidades espacialmente extensivas que acostumbraban acoger a slo unos pocos. De modo que el pegamento que en otros tiempos mantena unido el asentamiento espacial est disolvindose ahora, y el asentamiento est dispersndose por terrenos cada vez ms amplios. Al mismo tiempo, el patrn de asentamiento est cambiando tambin (desplazndose hacia largas franjas a lo largo de las costas, el Golfo de Mjico y la regin de los Grandes Lagos). Es probable que esas tendencias se aceleren espectacularmente debido a las mejoras en las tecnologas del transporte y comunicaciones, que reducen costes y se encuentran ahora en fase de investigacin y desarrollo (el SST, las comunicaciones por satlite, el transporte por tierra a alta velocidad, con velocidades de hasta 800 km/hora, los sistemas de enseanza con soporte de TV y ordenador, el servicio de llamadas interurbanas gratuitas y el acceso en tiempo real a sistemas informativos nacionales con base informtica son probablemente los ms poderosos). Las mejoras tecnolgicas en el transporte y las comunicaciones reducen las fricciones espaciales y facilitan, por tanto, el trato a larga distancia. Nuestros trazados urbanos compactos, fsicos, reflejan directamente las tecnologas ms primitivas usadas en la poca en que se construyeron esas ciudades. De modo parecido, el modelo de localizacin de ciudades por el continente es reflejo de las tecnologas accesibles en la poca en que crecieron los asentamientos.6 Si las mejoras tecnolgicas que se nos anuncian actual6 Por ejemplo, la primera generacin de aviones a reaccin, al igual que los prime-

mente demuestran ser realizables, cada asentamiento se extender en modelos de baja densidad que van a cubrir zonas mucho ms extensas de lo que han predicho los comerciantes de futuro ms asustados. La nueva forma de asentamiento guardar escaso parecido con la ciudad del siglo XIX tan firmemente fijada en nuestras imgenes e ideologas. Tambin podemos esperar que los grandes puntos nodales no vayan a tener ya la ventaja de las comunicaciones que disfrutan hoy en da, y los asentamientos de menor tamao van a sufrir una gran crecimiento acelerado en todo tipo de lugares actualmente aislados en los que las comodidades naturales los hacen atractivos. Ms an, a medida que porcentajes cada vez mayores de jvenes de la nacin vayan a la universidad y accedan a las culturas nacional e internacionales, el apego al lugar de residencia va a declinar de manera espectacular. Esta perspectiva, ms que la dispersin espacial de las zonas metropolitanas, anuncia la defuncin funcional de la ciudad. Las seales aparecen claras y patentes entre los grupos cuyos mundos son ms amplios y tienen menos limitaciones localistas. Consideremos al cosmopolita extremo, aunque slo sea a ttulo ilustrativo. Puede estar ocupado en el campo de la investigacin cientfica, el periodismo o el comercio internacional, profesiones todas que muestran trazos crticos comunes. El astrnomo, por ejemplo, mantiene contacto instantneo con sus colegas repartidos por el mundo; efectivamente, colabora diariamente con astrnomos de todos los pases. Su trabajo exige que comparta la informacin y que l y sus colegas hagan un seguimiento conjunto de los acontecimientos del firmamento, puesto que la rotacin de la tierra hace que gente de diversos lugares tenga un puesto de observacin privilegiado. Como est comprometido de manera personal con su empresa comn, su grupo social de referencia es la comunidad de astrnomos. Destina sus lealtades a la comunidad de astrnomos, puesto que lo que ms le importa es el trabajo y bienestar de aquellos. Por supuesto, cuando desempea otros papeles -digamos como ciudadano, padre, director de laboratorio o tendero de ultramarinos-, es miembro de otras comunidades, comunidades basadas en intereses y definidas por su localizacin. Pero lo ms chocante de nuestro astrnomo, y de los millones de personas como l ocupadas en otras profesiones, es la pequea cantidad de atencin y energa que dedica a las inquietudesros ferrocarriles, aceleraron el crecimiento de los asentamientos ms extensos. Los grandes reactores nicamente podran aterrizar en aquellos aeropuertos con largas pistas de aterrizaje e instalaciones especializadas. La segunda y tercera generacin de reactores estn igualando rpidamente la accesibilidad entre asentamientos, recapitulando los efectos de la accesibilidad de los ferrocarriles y tambin de las autopistas.

17

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

La era postciudad

de las comunidades definidas por su localizacin. Seguramente, en comparacin con su abuelo, cuya vida estaba dedicada en gran parte a los asuntos de su comunidad, el astrnomo, autor de teatro, periodista, agente de bolsa o mayorista de trigo vive en un espacio vital que no est definido por el territorio, y se enfrenta a problemas que no son de naturaleza local. Para l, la ciudad no es ms que un escenario conveniente para llevar a cabo su trabajo profesional; lo que ms le importa no es la base de las comunidades sociales. Y es que tal vez no est lejano el da en que el significado vulgar de la palabra comunidad ser algo arcaico y desaparecer del uso ordinario. Ha perdido ya gran parte de su significado tradicional para muchos de quienes estn en los crculos dirigentes de la sociedad. Si se retiene la palabra, puede quedar restringida a las necesidades de los nios y de los adultos que no han accedido a la sociedad moderna. La defuncin de la ciudad est asociada con cambios mucho ms sutiles y profundos que la expansin de zonas de mercado para las empresas y la colaboracin entre cientficos de pases distantes entre s. Detrs de esos acontecimientos se encuentra la internacionalizacin de la sociedad generada por la explosin del conocimiento.18

esa explosin contine, rompiendo ms an las barreras de la geografa y la ignorancia para amplios sectores de la poblacin. La contrapartida de expandir el espacio vital ha sido el papel contractivo de ciudades y naciones como estructuras organizativas de las sociedades. Naturalmente, este descubrimiento es revolucionario. Como Kenneth Boulding ha expresado en pocas palabras, anuncia el fin de la civilizacin como cultura de la civitas.7 No cabe duda de que el fin de la civilizacin lleva ya mucho tiempo a la vista; por medio de un truco etimolgico revelador, nos hemos acostumbrado a hablar de ciudadana nacional, e incluso describimos a algunas personas como ciudadanos del mundo. Este uso es mucho ms proftico de lo que nos haba parecido. A pesar de que las lites intelectuales y comerciales siguen siendo sin duda una minora entre nosotros, la amplia clase media est adoptando con rapidez sus estilos y sus caractersticas, y las personas de clase baja aspiran a ellos. Aproximadamente el 40% de la juventud norteamericana va a la universidad ahora, y la proporcin pronto llegar a ms de la mitad (en California se acerca actualmente al 80%). La televisin ya ha proporcionado una ventana a un mundo sin fisuras, un mundo que la generacin actual est explorando de forma activa y directa. Si logramos alguna vez utilizar la televisin de manera creativa, podra convertirse en una fuerza educativa ms potente de lo que han sido las escuelas pblicas, extendiendo el aula a todos los hogares y llevando el abanico de conocimientos accesibles mucho ms all de los lmites actuales. Es posible que los norteamericanos estn consumiendo ya ms libros per cpita, ms revistas per cpita, ms msica, ms conferencias y ms arte que lo consumido por cualquier otra poblacin del planeta; desde luego, mucho ms que los pueblos del pasado. Viajan por todo el mundo por placer o por motivos educativos; y en el transcurso de sus viajes absorben informacin, ideas y actitudes a medida que van sembrando las suyas propias en sus trayectos. Los habitantes de otros pases se dedican al mismo tipo de actividades, por supuesto. Los europeos occidentales pueden ser la segunda poblacin ms mvil del mundo, aunque los japoneses probablemente incluso los superen, al ritmo que llevan explorando el planeta, absorbiendo y despus explotando el conocimiento mundial. Las seales de esa internacionalizacin son claras: el auge de la empresa comercial internacional, la difusin casi instantnea de la moda en el vestir y en las artes, la difusin espectacular de la cultura hippie, la nueva arquitectura internacional, la sensacin de prdida personal que tuvieron los europeos ante los asesinatos de John .. Kennedy, Martin Luther King y Robert .. Kennedy, la acepta7 Kenneth E. Boulding, op. cit.

Por su propia naturaleza, el conocimiento es algo que no es especfico de ciudades ni de pases. Una consecuencia esencial e imprevista de la ciencia para la mayora es su efecto internacionalizador, su introduccin de conocimientos comunes, bibliotecas de informacin comunes, bases comunes de evaluacin y validacin y, verdaderamente, una cultura comn para hombres ubicados en todos los rincones del globo. Las mismas consecuencias emanan de los progresos en el campo de la tecnologa, el comercio, las artes, el teatro, la literatura, y prcticamente todas las esferas de esfuerzo creativo. Salvo para quienes, como Lyzenko, se mantienen fieles a ciertas epistemologas o ideologas especializadas, los nuevos descubrimientos e inventos son aceptados sin problemas, independientemente de sus orgenes geogrficos. Existe ya una amplia clase de personas por todo el mundo que comparten la cultura mundial mientras participan simultneamente en las culturas locales idiosincrsicas caractersticas de sus lugares de residencia. Su abanico de oportunidades es mucho ms amplio y diverso que lo que hubiera podido imaginar el hombre ms rico y poderoso de pocas pasadas. El conocimiento es tambin acumulativo; su contenido no puede sino crecer, y los efectos que genera son unidireccionales. Ahora sabemos que la reciente expansin del conocimiento ha desencadenado una rpida explosin del espacio vital, tanto geogrfica como cognitivamente. Podemos esperar que

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

La era postciudad

cin de la idea de mercado comn y el orgullo racial recin descubierto entre pueblos de color que se apoyan unos a otros. Tenemos pocas razones para dudar de que la acumulacin y dispersin de conocimiento vaya a continuar, aportando una mayor disolucin de las diferencias locales. La economa se est expandiendo precisamente en aquellas industrias de servicios que exigen grandes niveles educativos y sofisticacin: servicios de educacin, investigacin y desarrollo, salud e informacin. Paralelamente, las ubicaciones tradicionales de crecimiento que marcaron la fase industrial de desarrollo nacional estn ya en declive. Durante los ltimos veinte aos, apenas ha habido expansin en el empleo industrial de los EUA; puede que pronto asistamos a un declive de hecho, a pesar de la fantstica expansin de la produccin. Los empleos sin cualificacin estn desapareciendo con rapidez, y es posible que el trabajo fsicamente agotador sea adjudicado a las mquinas dentro de poco. Los procesos se han reforzado mutuamente. Las ocupaciones del sector servicios, que requieren gran cualificacin, han podido expandirse porque se ha estado desarrollando una mano de obra con altos niveles educativos. Esos empleos, por su parte, sobre todo los que corresponden a las industrias del conocimiento, han estado produciendo sus propias generaciones futuras de personas mejor formadas y sus propias generaciones futuras con nuevos conocimientos. De ese modo, hemos estado montados en una espiral creciente que est poniendo a la economa patas arriba, convirtiendo una economa en la que los trabajadores producen productos fsicos en una economa en la que producen servicios. Muchos de los nuevos servicios tienen que ver con la gestin de la informacin, y el contenido informativo de la mayor parte de los nuevos productos fsicos est creciendo rpidamente (comprese, por ejemplo, el contenido informativo de una radio a transistores con el de un vagn de carbn). Mientras tanto, el nfasis puesto en el conocimiento y la informacin ha aumentado espectacularmente. El nmero de norteamericanos que trabajan a dedicacin completa como profesores supera ya los dos millones. Podra no estar lejos el da, largamente anunciado por los antiguos filsofos griegos, en que una de las principales ocupaciones consistir en aprender simplemente por aprender. Los olvidados nativos preindustriales A medida que la escala de la sociedad ha ido aumentando, llevando al grueso de la poblacin nacional a una era posindustrial vagamente entrevista, amplios segmentos de la poblacin estn quedando cada vez ms rezagados. Hace poco tiempo, muchas de esas personas vivan en zonas rurales, una gran proporcin procedentes de los estados del sur y de los

Apalaches; la migracin a las ciudades durante los ltimos veinticinco aos los ha reubicado ya a casi todos. Hoy en da son habitantes de ciudad, residen en los barrios ms densamente poblados de las zonas metropolitanas, pero siguen viviendo las culturas populares que conocieron sus abuelos. Aqu, en los Harlem y South Sides de la nacin, se encuentran algunos de los ltimos restos viables de las sociedades preindustriales, en quienes las costumbres de pueblo estn prcticamente intactas. Aqu el terreno de juego es la manzana de casas urbana, y los grupos de adolescentes libran batallas en su defensa. Aqu, en los barrios bajos de los centros urbanos, pueden estar los nicos barrios sociales que nos quedan basados puramente en la localizacin. Las ciudades norteamericanas han sido siempre imanes para los inmigrantes preindustriales que buscaban acceder a la sociedad contempornea. Igual que quienes los precedieran desde Europa, los recientes inmigrantes se estn viendo empujados por la dureza de su vida actual y arrastrados por la promesa de oportunidades que ha ofrecido la ciudad tradicionalmente. Pero las migraciones recientes se dan en un escenario muy diferente. Quienes vienen ahora tienen que superar una brecha cultural mucho mayor que aquella a la que tuvieron que enfrentarse sus predecesores, y que adems est amplindose en progresin geomtrica. A pesar del sufrimiento que acompa a la inmigracin y culturizacin del siglo XIX, el escenario estaba bien dispuesto; los caminos para la movilidad social eran cortos y fciles de recorrer. Las nuevas industrias manufactureras necesitaban de grandes cantidades de obreros que pudieran recibir formacin fcilmente para desempear las tareas normalizadas. Empleos, por su parte, hechos para garantizar una renta segura que proporcionaba un alivio ante las amenazas de la vida diaria, alimentando as una visin no fatalista del mundo mediante la cual podan vislumbrarse posibilidades de futuro. La estructura fsica de la ciudad permiti a los diversos grupos tnicos y nacionales establecerse en colonias dentro de las ciudades. Los estilos de vida transplantados del viejo mundo, propios de los ghettos, facilitaban la transicin a los recin llegados adultos, mientras sus hijos los iban introduciendo a las nuevas maneras urbanas. Las instituciones democrticas y las disposiciones legales para adquirir los derechos de ciudadana y de voto permitieron a los recin llegados controlar y despus usar instrumentalmente los gobiernos locales para acelerar su propio desarrollo. Para algunos, la poltica y el gobierno proporcionaron un rumbo importante a la movilidad social. Las escuelas pblicas gratuitas sirvieron como puerta abierta a travs de la cual los hijos de inmigrantes encontraron acceso a ocupaciones especializadas y semiespecializadas, y as a una19

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

La era postciudad

posicin social ms elevada que la que gozaron sus padres. Las escuelas pblicas, las universidades pblicas gratuitas, las bibliotecas gratuitas, la disponibilidad de servicios mdicos gratuitos o baratos, as como la vida pblica de la calle, se convirtieron en los medios ms importantes de transmisin de cultura. Al vivir una vida de base urbana, los norteamericanos de segunda o tercera generacin adquirieron las competencias sociales y cognitivas y las capacidades psquicas internas que exige el urbanismo moderno. En la escuela, en la calle, y frecuentemente en empresas ilcitas, los hijos de inmigrantes aprendieron a utilizar la economa del dinero y el crdito, a saber esperar la recompensa, a anticipar problemas y oportunidades futuros, a superar crisis y a enfrentarse a una multiplicidad de opciones. La ciudad, en efecto, era una escuela en la que los hijos de agricultores aprendieron a una velocidad increble a ser norteamericanos urbanizados. En unas pocas generaciones, los grupos que haban seguido con los estilos de vida y forma de pensar de cuatrocientos aos antes se vieron catapultados a una sociedad de tipo y escala muy diferente. La mayor parte de ellos cayeron de pie; algunos de ellos llegaron a estar al frente de la sociedad y despus fueron sus guas en las fases siguientes de su desarrollo. El asentamiento de las inmigraciones masivas procedentes de Europa y Asia a las ciudades se llev a cabo al azar. Llegaron justo cuando la economa nacional se embarcaba en un desarrollo industrial sin precedentes, y entraron en un sistema social limitado por pocas barreras inamovibles de clase social. En una poca en que era suficiente con una pequea capitalizacin, algunos lograron montar pequeos negocios familiares; en el contexto de una economa en rpida expansin, algunos de ellos se convirtieron en grandes negocios. Otros entraron en profesiones liberales, el gobierno y las grandes corporaciones, y se establecieron como lderes entre las lites intelectuales. La salida del ghetto fue fcil para unos pocos grupos de inmigrantes. Para muchos judos de Europa del Este, la partida de las zonas de inmigrantes de los ghettos de los barrios bajos se produjo muy pronto. Muchos de los judos estaban urbanizados culturalmente cuando llegaron aqu; en Europa la prohibicin de que poseyeran tierras los mantuvo en ciudades, donde muchos eran pequeos comerciantes. El carcter relativamente desestructurado y abierto de sus doctrinas religiosas los llev como grupo a conceder un elevado valor a la erudicin y a los logros individuales, a adoptar una actitud intelectual tpicamente crtica y a estar interesados en las consecuencias de acontecimientos futuros. Esas caractersticas, junto a una estructura familiar slidamente cohesionada, les vinieron bien cuando llegaron a los Estados Unidos. Los chinos y japoneses, por su estructura familiar patriarcal y cohesionada, as como por el alto valor cultural otorgado a los logros intelectuales,

estuvieron tambin entre los grupos con mayor propensin a desplazarse socialmente hacia arriba. Por el contrario, la movilidad ha llegado ms lentamente a los inmigrantes irlandeses, italianos del sur y polacos, cuyo legado campesino tena pocos de esos atributos urbanizadores. Sus hijos no han empezado a ir a la universidad en cantidades significativas hasta la ltima o las dos ltimas generaciones, dejando detrs el ghetto tnico y la visin del mundo de la clase trabajadora. La rigidez de la prctica y creencias tradicionales y el nfasis puesto en la disciplina y obediencia ejercidos por la Iglesia Catlica ya haba desalentado anteriormente la exploracin de mundos conceptuales ms amplios que los de los barrios tnicos. Sean cuales sean los atributos culturales e innatos que pueden haber acelerado la movilidad social de algunos de los primeros que emigraron a las ciudades de Norteamrica, su xito fue con toda seguridad una consecuencia del estadio de desarrollo del pas en la poca en que llegaron. Los emigrantes sin educar que llegaron a las ciudades no estaban muy retrasados en relacin con los que llegaron mucho antes. La gente que tena facilidad para el aprendizaje pudo aprender rpidamente las tareas exigidas por las nuevas fbricas, y despus ir ms all y avanzar hacia papeles de gestor y profesional. La cuestin central de la poltica Quienes emigran a las ciudades hoy en da encuentran un escenario mucho ms complicado. El progreso explosivo experimentado en las artes, ciencia y tecnologa ha desencadenado un aumento de escala sin precedentes en la sociedad norteamericana, marcada por: una divisin del trabajo cada vez ms sutil que exige niveles crecientes de educacin y formacin profesional; el cambio de las industrias extractora y manufacturera hacia industrias de servicios que requieren largos periodos de preparacin; una organizacin cada vez ms compleja de la economa y gobierno; y la expansin de los campos espacial y cognitivo dentro de los que tienen lugar el trato social y las transacciones econmicas. Especializacin, interdependencia e integracin son los rasgos definitivos del urbanismo de hoy. Esta nueva escala de complejidad distingue al urbanismo moderno de sus formas anteriores, y est dictando la agenda gubernamental a la que debe enfrentarse el pas ahora. Aunque sigue siendo fcil emigrar a las ciudades, las exigencias de una sociedad a gran escala estn haciendo cada vez ms difcil a los recin llegados su acceso a la nueva sociedad urbana. Los habitantes de las ciudades que actualmente estn menos integrados en la sociedad moderna estn encontrando

20

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

La era postciudad

una serie de obstculos mucho mayores que los que tuvieron que superar anteriores emigrantes. Los procedentes de los Apalaches, negros, portorriqueos y chicanos que se concentran ahora en los ghettos centrales de zonas metropolitanas no constituyen slo la oleada ms reciente de recin llegados a esos barrios, como han sugerido varios especialistas. Los dems pudieron pasar, pero los residentes actuales podran no lograrlo. Los editores de The Economist vieron la situacin con mucha mayor claridad desde Londres que los comentaristas norteamericanos que escribieron en los das que siguieron a los disturbios de Watts de 1965. En un editorial brillante, observaron que Los ngeles simboliza la frontera de la sociedad moderna, con las industrias tecnolgicamente ms avanzadas, la gran cantidad de instalaciones de investigacin y desarrollo, servicios pblicos de calidad y la distribucin ms generalizada del opulento estilo de vida moderno. No se mostraban sorprendidos por que el primer disturbio se produjera en California del Sur y no en Chicago o Nueva York, aunque interpretaban con perspicacia la protesta como una medida de la brecha que se perciba entre dos poblaciones yuxtapuestas en muy diferentes fases de desarrollo. Los sublevados de Watts no estaban atacando a la ciudad. Despus de todo, la calidad del entorno fsico del centro-sur de Los ngeles es muy superior a la que se da en los ghettos metropolitanos del este del pas. Estaban atacando a su penosa situacin, a la distancia social cada vez ms grande que los separa de sus vecinos visibles, y a las diferencias de oportunidades, cada vez mayores. Los objetivos inmediatos de la hostilidad generada en Watts y en los siguientes disturbios fueron policas blancos y la ciudad fsica. La polica y la ciudad no eran, sin embargo, ms que smbolos convenientes de la frustrante sensacin de impotencia de los sublevados y de los muchos obstculos que hacan imposible que superasen la brecha social. No eran, desde luego, los objetivos reales de su clera. Ahora el mensaje de Watts, de Newark, de Memphis y de las dems protestas violentas est empezando a orse en crculos crticos, reforzando el tema antes subyacente al movimiento en favor de los derechos civiles. Con demasiada frecuencia, las intenciones se interpretan de manera simplista: como conflictos raciales entre negros y blancos, como una rebelin contra las prcticas discriminatorias, o como protestas contra la mugre y depravacin del ghetto. Los sublevados estn diciendo todas esas cosas, pero tambin ms. Su lista de acusaciones es larga y justificada; su espectacular condena moral de la sociedad norteamericana ha provocado ya una crisis de conciencia que obliga al pas a afrontar la situacin de la que durante tanto tiempo fue testigo silencioso sin prestarle atencin. La respuesta del pas con la nueva legislacin en materia de derechos civi-

les, los nuevos programas de vivienda protegida y las nuevas prcticas de gobierno ha sido admirable y adecuada; pero todo eso no basta. Los problemas de los negros norteamericanos pobres no son slo suyos en Norteamrica. Desde luego que la raza ha sido un factor agudizador importante que ha retrasado su progreso, pero la situacin preindustrial no es una condicin distintiva de los negros. Grandes poblaciones de chicanos, portorriqueos y oriundos blancos del pas viven en una situacin bastante similar, y no deberamos sorprendernos cuando tambin ellos llevan a cabo revueltas como las de los tres aos pasados. Si las disparidades en las fases de desarrollo se encuentran tras la actual crisis de urbanizacin, entonces esa crisis est mucho ms enraizada y afecta a mucha ms gente de lo que se reconoce en los debates actuales. Sera preciso, entonces, un esfuerzo mucho ms amplio, dirigido a acelerar la urbanizacin de todos los grupos cuya movilidad social se ha visto retardada. Hacia una poltica urbanizadora A medida que ha ido aumentando la escala de la sociedad, nuestro sistema de gobierno ha ido adaptndose lentamente a ella. Casi sin intencin deliberada, el sistema federal se ha modificado para adaptarse al surgimiento de la nacin-estado como sucesora de la ciudad-estado. Sin una decisin poltica explcita, el gobierno nacional ha asumido la responsabilidad de hacer frente a los problemas y oportunidades de la urbanizacin, aunque a menudo usando el lenguaje del localismo y la autonoma. El cambio de enfoque en el diseo de polticas en el campo de la educacin refleja claramente ese cambio tan importante. La educacin ha sido tradicionalmente una de las esferas ms celosamente guardadas de los gobiernos locales. La gente se preocupa por las oportunidades educativas de sus hijos, y ha apoyado gustosamente la educacin pblica por medio de los impuestos locales, que permitan un control local. Pero aun as, si lo consideramos dentro de una estructura de sistema ms amplia, las estrategias inversoras no han resultado siempre prudentes. A diferencia de las inversiones en carreteras, las inversiones en personas se pierden con facilidad, ya que las personas, a diferencia de las carreteras, pueden moverse. As, las ciudades del norte y del este se convierten en beneficiarias de la deficiente escolarizacin que se da a los nios negros en los estados del sur. De modo similar, pueden atraer a graduados en universidades del sur, con pocos ingresos directos para la cultura y economa del sur. La movilidad poblacional ha hecho aflorar un dilema difcil para los gobiernos que inicialmente estaban estructurados para ser-

21

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

La era postciudad

vir geogrficamente a poblaciones estables. Nuestra reaccin, pensada hacia la adaptacin, ha sido redistribuir ingresos y gastos entre las regiones geogrficas. Como slo el menos atado territorialmente de nuestros gobiernos puede llevar a cabo la funcin redistributiva, hemos estado creando nuevas funciones para el gobierno federal y una nueva serie de relaciones funcionales entre nuestros variados gobiernos pblicos.8 Paralelamente, hemos estado construyendo una vasta red de organizaciones privadas con carcter gubernamental y responsabilidades autoasignadas. Cada una de ellas est organizada sobre la base de un inters, ms que una base territorial. As, las cmaras de comercio ejercen efectivamente limitaciones gubernamentales en sus miembros corporativos, y los colegios profesionales gobiernan la conducta de mdicos, ingenieros, abogados y dems. Los sindicatos, iglesias y grupos recreativos se han estructurado de manera similar para servir a los intereses especiales de sus miembros. Todos esos grupos son gobiernos en el significado esencial del trmino; son organismos reguladores con poder para aplicar sanciones y ejercer el control. Han llegado a ocupar cada vez ms mbitos nacionales, puesto que han surgido como manifestaciones de una sociedad que se dirige a la fase posindustrial, postciudad, de su desarrollo. En combinacin con los miles de gobiernos pblicos, contribuyen a formar una red compleja de centros de decisin y adopcin de polticas. Con un aparato gubernamental tan complejo como el que hay en este pas, no es posible formular una serie nica de polticas para el desarrollo nacional o una serie unitaria de programas que se apoyan mutuamente. Tampoco es posible establecer una serie unitaria de controles guiados desde un puesto de mando central. Los objetivos del pas son seguramente tan pluralistas y competitivos como los distintos grupos que podran formularlas. Y aun as podra haber un consenso nacional que nos permitira perseguir algunos objetivos comunes de un modo dirigido y deliberado. La complejidad de la sociedad contempornea no deja que ningn grupo no dependa de los dems, y el bienestar de cualquier grupo est ahora inevitablemente unido al bienestar de los dems. Los Estados Unidos no han sentido hasta hace poco la necesidad de una estrategia nacional que acelerara el desarrollo econmico y humano, porque hemos prosperado bien sin ella. Ms an, tal poltica de desarrollo ha necesitado aparentemente mucha mayor centralizacin de la autoridad y el control de lo que es tolerable o posible en este pas. No obstante, aunque el pas ha prosperado, no lo han hecho todos sus miem8 Vase el trabajo clsico de Morton Grodzin The .ederal System, en Goals for Americans: The Report of the Presidents Comission on National Goals, Englewood Cliffs, Prentice Hall, 1960, pp. 265-84.

bros. Si queremos que quienes han quedado rezagados accedan a la sociedad moderna, vamos a tener que desarrollar un esfuerzo programtico tan concertado como los intentos latinoamericanos de acelerar la movilidad social de su marginalidad. Actualmente tenemos una considerable capacidad intelectual para planificar el desarrollo, que hasta ahora habamos estado exportando. Al explorar esas capacidades, aunque operando dentro del marco de nuestro sistema gubernamental pluralista contemporneo, deberamos ser capaces de aumentar las probabilidades de que la transicin a la era postindustrial sea ms fcil. Puesto que no podemos dejar de utilizar la inteligencia que tenemos a mano, deberamos ser capaces de acelerar la movilidad social de los que de otro modo jams alcanzaran el nivel necesario. La ciudad no puede servir ya de idea central organizadora tras tal esfuerzo planificador. La siguiente fase de la planificacin para la urbanizacin estar guiada por el concepto de desarrollo selectivo, por la formulacin de programas tcticos que se adapten a planes estratgicos cuyo objetivo sea lograr que los grupos rezagados ingresen en la sociedad urbana contempornea. Algunos de los imperativos programticos pueden apreciarse en el propio carcter de la posindustrializacin, y proponen estrategias inversoras para ese esfuerzo de desarrollo humano. El pas es lo suficientemente rico como para elevar todas las rentas por encima del nivel de pobreza, y los medios para llevarlo a cabo estn inventndose a un ritmo creciente. Los subsidios familiares y las rentas mnimas garantizadas parecen algo econmicamente factible. Se necesitan grandes cantidades de nuevos empleos, sobre todo para quienes actualmente estn menos especializados. La necesidad probablemente ser cubierta en los empleos del sector servicios, y la oleada de inventiva social puesta en marcha sugiere que hay probabilidades de crear nuevas carreras de nivel medio que aporten dignidad y estatus, carreras que podran servir a los ms recin llegados a las ciudades del mismo modo que los primeros empleos industriales sirvieron a los que llegaron antes. La baja calidad de la vivienda no tiene ya porqu ser la norma en los centros metropolitanos. Por otra parte, se estn diseando nuevos proyectos imaginativos que fusionaran empresas pblicas y privadas para desarrollar iniciativas de promocin de viviendas provechosas para ambas partes y potencialmente productivas, tanto dentro como fuera de la ciudad. En la nueva sociedad que est surgiendo no hay ningn imperativo tan exigente como los servicios educativos de calidad, desde la guardera hasta los niveles postdoctorado. Aunque el pas est haciendo fuertes inversiones en este sector de la economa, es necesaria una amplia expansin.

22

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

La era postciudad

Paralelamente, el abanico de servicios recreativos pblicos -que van desde parques y otras instalaciones al aire libre hasta museos para intelectuales y billares para ignorantes- se estn convirtiendo en atributos casi necesarios del nuevo estilo de vida. Los servicios mdicos y de salud nunca han sido adecuados para los estndares de salud a los que hemos aspirado, de modo que se est haciendo un nuevo esfuerzo masivo dirigido a una mejora planificada del bienestar fsico y mental de la gente, viva o no en ciudades. Los modelos para tal estrategia de desarrollo nacional nunca pueden acomodarse dentro de conjuntos coherentes y mutuamente reforzadores. La estructura pluralista de la sociedad norteamericana nunca lo permitira. Ms an, es probable que los peligros superen a las ventajas, y adems es totalmente improbable que llegramos a conocer lo suficiente para realizar tal intento. No obstante, algunos modelos de poltica general son tan econmicamente posibles como polticamente factibles. En este nmero de Ddalus, un grupo de colegas establece una serie de objetivos para el desarrollo del pas. Tenemos la esperanza de animar un debate que, a su vez, podra llevar a un consenso nacional acerca de los logros que deseamos. Doscientos aos despus de declarar nuestra capacidad para alcanzar la libertad para todos los estadounidenses, tenemos la capacidad de hacer que esa libertad sea real y operativa. El pas se ha desarrollado pasando por diversas fases histricas durante ese breve periodo. Hemos pasado por los vestigios de la era agraria-preindustrial, hemos guiado al mundo por la era industrial de las ciudades y ahora estamos emergiendo a una era an inexplorada en la que unos pocos hombres continuarn con las ocupaciones manuales y la mayora van a dedicar sus energas a servir a otros y a aprender. La siguiente generacin de norteamericanos de clase media est destinada a disfrutar la opulenta vida sin precedentes que la sociedad norteamericana urbana posindustrial va a ofrecer. Nuestra tarea domstica esencial es inventar deliberadamente modos de extender esas oportunidades a los grupos que la futura historia amenaza con excluir.

23

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

El territorio como palimpsesto

Andr Corboz es historiador del arte, de la arquitectura y del urbanismo, y ha sido profesor en la Universidad Labal de Qubec, en la de Montreal, en el Institut dArchitecture de Ginebra y en el ETH de Zurich. Invitado como profesor y conferenciante en numerosos foros, lo ha sido tambin como investigador en el Getty Center de Los Angeles. La amplitud de miras de los objetivos de sus investigaciones, sin reconocer fronteras a priori, dan a su produccin el seductor inters que en este campo ofrece lo heterodoxo, sin contornos definidos ni lmites excluyentes, cuando encuentra apoyo en el magisterio sabio de un tratadista de su altura. Entre su extensa obra, difcilmente compendiable, pueden citarse libros como Invention de Carouge 1772-1792 (1968), Haut Moyen Age (1970), Canaletto, Una Venezia immaginaria (1985), o Deux capitales franaises, Saint-Ptersbourg et Washington (2003), pero en la riqueza de sus innumerables artculos reside una parte muy importante del inters de su produccin, tal como han puesto de manifiesto recientemente las diferentes compilaciones publicadas en italiano, alemn y francs. Su atencin, tambin, a las transformaciones urbanas contemporneas nos ha permitido contar con la original luz de su pluma en varias de sus aportaciones, entre las que se encuentra Le Territoire comme palimpseste, una contribucin capital del tercio final del siglo XX. Andr Corboz

25

EL TERRITORIO COMO PALIMPSESTO*Andr CorbozPara Alain Lveill, que tiene mucho que ensearnos sobre la morfologa de la ciudad y del territorio, y sobre su buen uso.

Lombarda (Chambery y Pava, 1980). Todo nos indica que frente a la complejidad y a la integracin de las funciones en el seno de diversas comunidades nacionales o regionales, existe actualmente en Europa una voluntad general de adquirir perspectiva para mejor captar el orden de las cuestiones, o cuando menos una necesidad difusa de comprender cmo se ha formado y en qu consiste esta entidad fsica y mental que constituye el territorio. Muchos lo perciben ya, con toda la razn, como un vasto conjunto dotado de propiedades especficas, mientras que un nmero mayor de personas incluso ve en ella una especie de panacea (hasta el punto de que en ocasiones basta con asociar a este concepto una idea o proyecto cuya relacin con l no sea evidente, arbitraria incluso, para retener la atencin). Concepto? Dado el grado de generalidad en que nos movemos aqu, sera ms prudente hablar de horizonte de referencia. Hay, en efecto, tantas definiciones de territorio como disciplinas relacionadas con el mismo: la de los juristas no aborda

El territorio est de moda. Por fin se ha convertido en el lugar de los grandes problemas nacionales que hasta ahora se planteaban ms frecuentemente en funcin y en provecho de las ciudades y hasta de la metrpoli. Incluso su representacin, que hace solamente unos lustros se consideraba terriblemente abstracta y reservada a los tcnicos, pertenece hoy al dominio pblico. Exposiciones que llevan por ttulo Cartes et figures de la Terre (Pars, 1980) o Paesaggio: immagine e realt (Bolonia, 1981) atraen tantos visitantes como una retrospectiva de los impresionistas, y esto ocurre no slo por la novedad del tema, por la rareza de ciertos documentos o por la belleza de la mayora de ellos, tal y como lo prueba el xito de manifestaciones aun ms especializadas, verbigracia las consagradas al catastro sardo de 1730 en Saboya o al de Mara Teresa en*Traducido del original aparecido en Diogne, 121, enero-marzo 1983, pp. 14-35.

Los autores, 2005; Edicions UPC, 2005

El territorio como palimpsesto

ms que la soberana y las competencias que de ella se derivan; la de los especialistas en ordenacin, en cambio, toma en cuenta factores tan diversos como la geologa, la topografa, la hidrografa, el clima, la cubierta forestal y los cultivos, las poblaciones, las infraestructuras tcnicas, la capacidad productiva, el orden jurdico, las divisiones administrativas, la contabilidad nacional, las redes de servicios, las cuestiones polticas y me quedo corto, no solamente en la totalidad de sus interferencias, sino, dinmicamente, en virtud de un proyecto de intervencin. Entre estos dos extremos lo simple y lo hipercomplejo, se sita toda la gama de las restantes definiciones: las correspondientes al gegrafo, el socilogo, el etngrafo, el historiador de la cultura, el zologo, el botnico, el meteorlogo, los estados mayores, etc. Al margen de estos campos disciplinarios ms o menos claramente acotados, subsisten adems las aproximaciones del lenguaje cotidiano, significativas tambin, en las que la palabra territorio tan pronto es alegora de la unidad de la nacin o del estado como designa la extensin de las tierras agrcolas e incluso remite a espacios paisajsticos que connotan el tiempo de ocio. Tal atencin hacia un orden de fenmenos ms ge