Ana 2666 de Bolaño

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Ana Paula Álvarez Tostado Gutiérrez El anti-viaje en 2666 I Introducción Gran parte de la literatura trata sobre el viaje, no necesariamente como motivo principal, pero sí como parte de la trama para generar un cambio en alguno de los personajes. Libros publicados recientemente como Negra de Wendy Guerra, cuya protagonista descubre un nuevo amor y retoma cuestiones mágicas de sus antepasados africanos; Cuartos para gente sola, donde le protagonista viaja en su misma ciudad para encontrar a un sujeto que lo golpeó, del autor Enrique Vila- Matas; César Aira también hace viajar a su personaje principal a Venezuela para clonar a Carlos Fuentes; no extenderemos más la lista, basta con decir que el relato de viaje es y será un recurso inacabable e la literatura. La estructura, sin embargo, ha sufrido algunos cambios. La manera tradicional inicia con la salida del mundo ordinario del héroe, después enfrenta diversas situaciones y / o conoce personas de las cuales aprende, al final supera un gran desafío, regresando a su lugar de partida con lo aprendido. Esta forma de relato sigue usándose, sobre todo en el cine o autores de best-sellers; no caduca es como la problemática del hombre, por siglos ha sido la misma (amor, soledad, búsqueda, etcétera). Sofía Carrizo enumera las cuestiones básicas del relato de viaje: 1

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El viaje. Acercamiento a la obra

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Ana Paula Álvarez Tostado Gutiérrez

El anti-viaje en 2666

I Introducción

Gran parte de la literatura trata sobre el viaje, no necesariamente como motivo

principal, pero sí como parte de la trama para generar un cambio en alguno de los

personajes. Libros publicados recientemente como Negra de Wendy Guerra, cuya

protagonista descubre un nuevo amor y retoma cuestiones mágicas de sus

antepasados africanos; Cuartos para gente sola, donde le protagonista viaja en su

misma ciudad para encontrar a un sujeto que lo golpeó, del autor Enrique Vila-

Matas; César Aira también hace viajar a su personaje principal a Venezuela para

clonar a Carlos Fuentes; no extenderemos más la lista, basta con decir que el

relato de viaje es y será un recurso inacabable e la literatura.

La estructura, sin embargo, ha sufrido algunos cambios. La manera tradicional

inicia con la salida del mundo ordinario del héroe, después enfrenta diversas

situaciones y / o conoce personas de las cuales aprende, al final supera un gran

desafío, regresando a su lugar de partida con lo aprendido. Esta forma de relato

sigue usándose, sobre todo en el cine o autores de best-sellers; no caduca es

como la problemática del hombre, por siglos ha sido la misma (amor, soledad,

búsqueda, etcétera). Sofía Carrizo enumera las cuestiones básicas del relato de

viaje:

a) Diseñar la imagen de las sociedades visitadas tratando de aportar todas las

características que puedan explicarlas.

b) Crear espacios dentro del discurso destinados a la admiración (…)

c) Presentar materiales que sirvan para enriquecer diversas áreas del

conocimiento –geográficos, históricos, económicos, políticos, de la naturaleza,

antropológicos y religiosos, entre otros. (Carrizo Rueda, 1997)

Pero la mentalidad actual supera al conocimiento tradicional, la cual comienza a

incrustarse en el inconsciente colectivo, y por tanto en la forma de contar las

historias. No sustituye la estructura tradicional, pero sirve para explicar el

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pensamiento y las preocupaciones del hombre, en este siglo al menos. Nos

referimos al posmodernismo.

Intentar definir la posmodernidad es tema para otra ocasión, se trata de un término

impreciso pues abarca diferentes factores, los cuales a su vez son relativos.

Curiosamente, esto que hemos dicho es una característica de lo posmoderno.

Para no entrar en conflicto, hablaremos de generalidades, sobre todo las que

competen al viaje en la manera presentada por Bolaño en su novela 2666. Por

principio hablaremos precisamente de su relativismo, donde la dualidad, o

cualquier tipo de oposiciones totalizantes (a modo cartesiano) se dejan de lado,

dando apertura al pluralismo. Después encontramos una actitud nihilista, en la

cual los valores también se relativizan. Y para finalizar, lo absurdo, con este

término nos referimos al momento en particular donde nada parece tener sentido,

pero en este sinsentido radica su valor.

Son pocas las características mencionadas, pueden incluirse otras, aunque todo

puede resumirse en la primera. Para este trabajo son suficientes. En esta triada

girará el análisis, comenzando con el viaje como temática principal, y cómo

durante éste se irán manifestando: el relativismo, el nihilismo, y el absurdo.

Algunos de los personajes de la obra serán el referente o foco de atención. La

hipótesis que deseamos comprobar es la siguiente: la estructura de los relatos

tradicionales se ha innovado en 2666, el cual podría denominarse antiviaje, debido

a su carácter posmoderno. En él, los grandes valores han dejado de ser

inmaculados, filósofos como Heidegger coinciden con Nietzsche al declarar que

“(…) los que desaparecieron nos son los valores tout court, sino los valores

supremos, resumidos precisamente en el valor supremo por excelencia, Dios”

(Vattimo, 1986, p. 25).

Cada una de las cinco partes de 2666 comienza con alguien dispuesto a viajar por

diversas razones. Pero el punto por el cual sus caminos se cruzan, aunque ellos

mismos no lo sepan, es el lugar común de destino para estas personas: Santa

Teresa. Iremos en el orden propuesto por la novela para presentar a los viajeros y

sus desventuras.

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Antes es necesario mencionar la nueva poética del relato de viaje que

emprenderán, el del anti-viaje. Éste sigue la lógica de la partida y el trayecto,

aunque antes de llegar al lugar anunciado, pasan por otros lugares, en los cuales

aparentemente no sucede nada. Tampoco se habla de una vuelta al lugar de

origen, o partida, sino de un infinito viajar. Los protagonistas tienen interacción con

el otro escasamente, incluso a veces por mera formalidad. Unos aportan

información, como en el relato de viaje tradicional, otros simplemente pasan. En

ocasiones los protagonistas pueden quedarse inmóviles, pero ahí puede darse

otro tipo de viaje, el de la conciencia.

II Críticos, viajeros que andan por las ramas

En los relatos de aventura era común que el héroe se embarcara una sola vez

para encontrar el objeto deseado. Si era como Simbad lo haría siete veces, sin

embargo cada una tiene un objetivo diferente a perseguir, se pueden leer de

manera individual. En este caso los cuatro viajan continuamente, sin ir directo

hacia el objeto deseado, por llamarlo de alguna manera. Éste, se revela mucho

más delante de empezada la novela, surge de un deseo que se va construyendo

en la mente de los críticos.

Previo a centrarnos en individualidades, trataremos con los cuatro personajes

centrales de “La parte de los críticos” debido a su aspecto en un principio de

colectividad. El narrador los presenta de esa manera, al informarnos sobre ellos lo

hace en función del nexo que pude unir a un francés, un italiano, un español y a

una inglesa: Benno von Archimboldi. Por tratarse de estudiosos de la literatura, de

lo cual no sólo han hecho su carrera, sino su vida, están inmersos en encuentros

académicos, nacionales e internacionales. Los cuatro: Pelletier, Morini, Espinoza,

y Norton, acuden a varios de ellos con la bandera Archimboldiana.

Si bien sus nombres los distinguen, eso no los revela todavía como seres con

alguna característica destacable:

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(…) Morini empujado por Norton, con Pelletier a su izquierda y Espinoza a su

derecha, o Pelletier empujando la silla de ruedas de Morini, con Espinoza a su

izquierda y Norton, delante de ellos, caminando hacia atrás y riéndose con la

plenitud de sus veintiséis años, una risa magnífica que ellos no tardaban en

imitar aunque ciertamente hubieran preferido no reírse y sólo mirarla, o bien los

cuatro alineados y detenidos junto al murete de un río historiado (…)1 (p. 30-31)

No importa la posición, el nombre, o incluso la silla (por el momento), forman parte

de algo más, pues separados son desconocidos, no es válida su existencia a

menos que sea reconocida por otros. Así sucede con Archimboldi, tiene una

existencia destacada por ser invocado múltiples veces. En el mundo, quien carece

de aceptación en un grupo, incluso siquiera de un otro puede pasarle lo mismo

que a Morini, quien: “(…) había entrado en un estado de invisibilidad total” (p. 50).

A diferencia de Norton, quien como en el fragmento anterior pudimos notar, es el

centro de las atenciones del grupo, y quien pone a Archimboldi ahora como un

subtema en su vida.

El verdadero viaje no ha sido emprendido cuando ya los cuatro comienzan a

fragmentarse, pues aquello que los unía deja de tener importancia vital. Son dos

cosas las que podemos notar, primero que el objeto deseado en el viaje varía en

importancia, mientras que otros objetos comienzan a aparecer, siendo motivo de

viaje. Como se ve los protagonistas adoptan esa característica nihilista, “(…) en

esta acentuación del carácter superfluo de los valores últimos” (Vattimo, 1986).

Tanto Pelletier como Espinoza han encontrado en Norton este objeto que no

sustituye a Archimboldi, pero sí toma parte del gran rodeado que se hace antes de

llegar a su destino “final”.

Son los viajes previos, los que en este llamado anti-viaje en hoteles o lugares de

paso, sin interacción significativa con el exterior, por tanto sin descripciones, van

directo a lo deseado, lo cual no necesariamente es EL objeto. Son seres a quienes

no se les ha encomendado una tarea por mandato divino, sino algo más simple: la

casualidad. Así: “La casualidad, por el contrario, es la libertad total a la que

1 Todas las citas sin referencias serán sacadas de 2666 de Roberto Bolaño, la referencia completa irá al final, sólo se pondrán las páginas citadas.

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estamos abocados por nuestra propia naturaleza. La casualidad no obedece leyes

y si las obedece nosotros las desconocemos” (p. 123). Por eso se habla de la

contingencia de hombre, en lugar de destino fatal. Las cosas pasan porque

decidimos tal o cual camino.

Con Archimboldi el anti-viaje es diferente, van a su alrededor recaudando

información, intentando gastar hasta lo último de saber acerca del autor, pero

Pelletier y Espinoza dan en el calvo del significado de tantas cosas en la vida, no

sólo del escritor cuando dice que: “(…) la búsqueda de Archimboldi no podría

jamás llenar sus vidas. Podían leerlo, podían estudiarlo, podían desmenuzarlo,

pero no podían morirse de risa con él ni deprimirse con él, en parte porque

Archimboldi siempre estaba lejos (…)” (p. 47). Asir un objeto es imposible, mucho

menos con las personas, si bien se dan cuenta rápidamente, toma gran parte del

libro aceptarlo por completo respecto a Norton.

Es aquí cuando ya podemos hablar de los críticos de manera más individual.

Pelletier siempre va a la delantera en muchas situaciones: cuando invita a Norton

a cenar, en publicaciones de investigación sobre Archimboldi, e incluso la idea de

viajar. Ese primer impulso va perdiendo fuerza cuando su objetivo secundario, Liz

Norton, va ocupando mayor lugar en su pensamiento que el objetivo principal,

Archimboldi. Espinoza experimenta algo parecido: “(…) la participación, ya no

digamos el aporte, de Espinoza y Pelletier al encuentro <<La obra de Benno von

Archimboldi como espejo del siglo XX>> fue en el mejor de los casos nula, en el

peor catatónica (…)” (p. 99-100). Ambos pasan por el mismo proceso,

enamoramiento y luego abandono, pero la forma de expresar su pesar es

diferente, mientras Pelletier se encierra en los hoteles a leer las obras del alemán,

Espinoza se avoca a Rebeca y los alrededores de Santa Teresa.

Su gran viaje que debiera ser a Santa Teresa, se ve eclipsado por el triángulo

amoroso por unos momentos. Los pequeños viajes de Pelletier, Espinoza y

Norton, a las ciudades de residencia de cada uno, se dejan de lado para ir al gran

viaje, pero en lugar de una aventura para recordar, donde el amor pudiera florecer,

las cosas toman un rumbo distinto. Primero éste ya ha terminado antes de poder

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conseguir llegar hasta Archimboldi. Segundo, el reconocimiento de la civilización

extraña de Santa Teresa sí sucede, esto gracias a Espinoza, sin embargo, en este

punto la sociedad debiera ser descrita en detalle, con ojos maravillados, pero la

información es escasa, se habla más de las acciones que del entorno. Termina

siendo un relato tedioso tanto por la repetición y la normalidad de su curso.

¿Qué encuentran los críticos en este antiviaje? No encuentran un lugar

maravilloso, incluso parece todo lo contrario; tampoco tienen grandes aventuras,

sólo a sí mismos enfrentados a sus deseos, sueños o pesadillas. Pelletier y

Espinoza son los únicos quienes terminan por “concluir” el viaje hacia Archimboldi.

El lector al concluir la novela sabe a quién han encontrado en realidad, lo que nos

lleva pensar de nuevo en ese anti-viaje, el cual parece interminable, a pesar de

concluida la novela, no tienen un contacto directo con Archimboldi. Sólo es una

promesa, un tal vez.

En cuanto a Norton, en realidad ni estaba tan inmiscuida con el asunto de

Archimboldi, ni con el francés o el español. Ella encontró un interés verdadero en

Morini, mientras él, desde un principio sabía qué era lo que buscaba. La silla de

ruedas pudiera parecer un impedimento para un viajero, pero cómo puede serlo, si

ya se ha encontrado lo querido, excepto que éste aún no deseaba estar con él,

hablamos por supuesto de Norton. Morini es el viajero que aguarda a que el objeto

llegue hacia él.

Norton al final lo hace, da una gran vuelta para dar con quien en un principio

podíamos intuir, debía estar. Su manera de pasar de una pareja sexual a otra es la

forma en cómo trata al sexo, como un acto nada más. Por eso que Morini carezca

de movilidad en l parte baja también cobra significado en cuanto a Norton, pues da

a entender la poca importancia tanto del hombre-viajero, como de su arte amatoria

en la cama. A Morini lo ama por ser él, sin embargo, conocemos la mentalidad

posmoderna, por eso termina con las siguientes líneas: “No sé cuánto tiempo

vamos a durar juntos, decía Norton en su carta. Ni a Morini (creo) ni a mí nos

importa. Nos queremos y somos felices” (p. 207)

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Los críticos encuentran algo, no precisamente lo que buscaban, pero quizá lo que

necesitaban, por el momento. En su viaje a hoteles y lugares que no son de su

interés, podrán encontrar placeres pasajeros, pero nunca algo a lo cual aferrarse.

Bauman lo expresa de la siguiente manera: “La vida líquida, como la sociedad

moderna líquida, no puede mantener su forma ni su rumbo durante mucho tiempo”

(Zygmunt, 2006). Pero antes de concluir, es preciso pasar por otros viajeros.

III Amalfitano, el viajero perdido

Amalfitano no es el primero que emprende el gran viaje en esta tercera parte, sino

su esposa, Lola. Antes, igual que los críticos, iban de un lado a otro, siendo

Amalfitano chileno y Lola española, en su vida no era raro acostumbrarse a los

aeropuertos. Lola comparte otra característica con los cuatro archimboldianos, el

gran viaje en el cual se embarca, en busca de su poeta favorito. A diferencia de

ellos, lo encuentra en un manicomio, no en la cárcel. Aquí se dan dos viajes

paralelamente, mientras Lola lo hace de manera física, Amalfitano lo emprende

mediante sus cartas. Lola sí hace un reconocimiento del lugar: “La huerta era

grande y de los árboles colgaban ya las manzanas verdes. Dentro de poco

empezaría la recolección de manzanas y el dueño les había pedido que se

quedaran hasta entonces” (p. 215).

Lola conserva de los viajeros tradicionales su disposición a la aventura, teniendo

sexo bajo las estrellas con un desconocido camionero, durmiendo entre la basura,

yendo de Bayuna a Pau, o a París. Si regresa a su hogar es sólo unos momentos,

para luego partir, cada vez con menos cartas. Así como veremos más adelante,

Amalfitano es un viajero perdido en su conciencia, de igual modo Lola también se

pierde, pero ella lo hace en sus mismos viajes. Son anti-viajeros, pues uno no

sabe el rumbo preciso, mas, tiene alguna idea, ellos no. Amalfitano emprende un

último viaje hacia Santa Teresa, ahí se establece. Si bien su cuerpo se encuentra

en un solo sitio, Gilberto Owen nos ha enseñado con su Sindbad el varado, que

existe otro tipo de viaje, el de la conciencia: “Y de esta acepción viene la última

acepción, la acepción guerrista, como si dijéramos, que designa a los viajeros, a

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los aventureros del intelecto, a los que no se pueden estar quietos mentalmente”

(p. 257).

La conciencia toma rumbos impensables para el mundo real, en el caso de

Amalfitano llega incluso a tener interacción con voces en su interior. ¿De qué sirve

el viaje de la conciencia? En este caso es para conocerse un poco más, el lector

ve desenvolverse a un Amalfitano no con el contexto de Santa Teresa, sino con

las voces de su pasado, su abuelo y su padre. A la ciudad la puede contemplar tan

sólo con un vistazo: en ella ve orfandad y fragmentos. Probablemente haya

entendido el Dasein, pues “El ser en el mundo no significa en realidad estar en

contacto efectivo con todas las cosas que constituyen el mundo, sino que significa

estar ya familiarizado con una totalidad de significaciones, con un contexto de

referencias” (Vattimo, 1986, pp. 103-104).

Se trata de un hombre brillante, por tanto habla igual de geometría, que de

filosofía, pasando por algo de historia o economía. En tan sólo unas páginas se ha

viajado por tantas cosas del intelecto, que no sabe uno dónde detenerse. Para

Amalfitano resulta en la pérdida de sí mismo en ese viaje, si no del todo, gran

parte de él sí. A ese resultado le dan el nombre de locura, mas se trata tan sólo de

un hombre perdido en el ser, el cual no puede encontrar por esa falta de

estabilidad de las cosas, aunque se esté familiarizado con la totalidad, ésta es

cambiante: “En resumidas cuentas, la vida líquida es una vida precaria y vivida en

condiciones de incertidumbre constante” (Zygmunt, 2006, p. 10). Las matemáticas,

los datos duros, incluso la geometría son relativos. Amalfitano nos muestra que

incluso en uno mismo no existen verdades absolutas. Rosa, su hija, es de las

pocas cosas que lo mantienen con los pies en la tierra, además sirve para unir las

siguientes partes de la novela.

IV Fate, el que encontró lo que no buscaba, y la parte de los crímenes

Fate cumple a mayor cabalidad el anti-viaje. En realidad va a Santa Teresa por

sustituir a quien debía cubrir un evento de boxeo (el cual se resume en un párrafo

de once líneas, a diferencia de todo lo demás por lo que atraviesa), no va en

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busca de nada, pero al contrario de quienes sí iban en alguna búsqueda, él no

sale con las manos vacías. Además, su movimiento es alrededor de Santa Teresa,

en bares y hoteles. Pudiera incluirse el tema del road trip, pues a diferencia de sus

antecesores en el relato, el viaje realizado es en auto, la mayor parte del tiempo:

Condujo durante dos horas por carreteras oscuras, con la radio encendida,

escuchando una emisora de Phoenix que transmitía Jazz. Pasó por lugares en

donde había casas y restaurantes y jardines con flores blancas y coches mal

estacionados, pero en los que no se veía ninguna luz, como si los habitantes

hubieran muerto esa misma noche y en el aire todavía quedara un hálito de

sangre (p. 342)

Fate da un panorama más profundo del que los anteriores relatos pudieran haber

hecho con Santa Teresa. Además comienza a delimitar el tema por el cual todos

se reúnen al final en ese lugar: los feminicidios. Vattimo se equivoca al declarar:

“(…) las condiciones de existencia son ahora menos violentas (…)” (1986, p. 27).

Las numerosas páginas que abarcan el tema lo demuestran (pues además se

trata tan sólo de una porción de la realidad). Fate es el explorador quien al

terminar su tarea con la parte del box, es insertado de lleno en los crímenes, llega

a conocer el verdadero objeto de búsqueda en 2666. Incluso resulta el héroe del

día al rescatar a Rosa del destino de muchas de las mujeres en Santa Teresa.

Es verdad que Fate se topa con el objeto trascendental que le da sentido al viaje

en todo el libro, sin embargo el resto de los personajes principales resultan

involucrados. Además de ellos el lector experimenta también esa relación, sobre

todo si es de nacionalidad mexicana, Guadalupe Roncal se lo comunica a Fate

con estas palabras. “Nadie presta atención a estos asesinatos, pero en ellos se

esconde el secreto del mundo” (p. 439). Por eso tampoco encontramos a ningún

personaje principal proveniente de México, todos son extranjeros, todos se topan

con esa realidad ajena a ellos, que sin embargo los toca. Ninguno lo buscaba,

pero de una u otra forma terminan en el centro de la tormenta. La parte de los

críticos alcanza muy poco a tocar el tema, con Amalfitano se roza y con Fate se

abre por completo.

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En cuanto al relato de la parte de los crímenes, tenemos más de cien feminicidios.

Se encuentran en la parte media del libro, pero en realidad es lo siguiente a la

historia de Archimboldi, incluso podría leerse al revés, pero al final, a donde

siempre se llega es a esa parte. Son tantos, y tratados con tanta indiferencia, que

provocan un sabor amargo al terminarlo. Entre uno y otro aparecen algunas

historias como el señalamiento de un probable culpable, el sobrino de

Archimboldi: Haas. Así como el policía Juan de Dios.

Existen unos cuantos viajes, pero no como las veces anteriores, porque se ha

llegado a la tierra prometida. El infierno en la tierra. Aquí no hay culpables, o

todos lo son, y aunque se encierre al supuesto delincuente, los crímenes

continúan; donde policías, políticos, narcotraficantes se codean en las fiestas.

Para Santa Teresa, es “El viaje interminable” (p. 677) hacia la nada, porque

podrán reportarse otros cientos de casos más, y nada pasará. Por eso hablamos

del absurdo, pues aunque parezca increíble, la realidad es peor. Ni siquiera

alguien como Albert Kessler pudiera darle sentido.

V Archimboldi, llegando a conclusiones

Su verdadero nombre Hans Reiter se perderá incluso en su memoria, pero antes

de consagrarse como Archimboldi, Reiter, fue también un viajero. A diferencia de

los demás, él empezó con pequeños viajes, en los cuales no buscaba en realidad

nada, lo curioso es que encuentra algo. Un amigo en el castillo del barón Von

Zumpe; los paisajes a su paso por la guerra; una compañera al regreso de ésta.

Su mundo logra ampliarse en cuanto sus viajes se expanden. Entrescu estando

un poco ebrio lo expresa:

(…) tener una idea del mundo, en cierta manera, es cosa fácil, todo el mundo la

tiene, generalmente una idea circunscrita a su aldea, ceñida al terruño, a las

cosas tangibles y mediocres que cada uno tiene frente a los ojos, y esa idea del

mundo, mezquina, limitada, llena de mugre familiar, suele pervivir y adquirir, con

el paso del tiempo, autoridad y elocuencia” (p. 857)

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No sólo se puede hablar de Archimboldi como escritor, es bastante obvio que

gracias a sus experiencias de vida su mundo se expandió. Pero no debe olvidarse

que la humanidad es la misma a lo largo y ancho de la tierra. En Santa Teresa

está la parte de los crímenes, pero también Pelletier y Espinoza experimentaron

algo de esa violencia sin sentido contra el taxista al cual atacaron, Reiter lo hizo

en la II Guerra Mundial en la cual participó. La violencia es familiar al mundo, pero

igual la sexualidad. Expandir el mundo significa reconocer que también en otros

lugares suceden cosas similares, de otra manera ni Espinoza, ni Pelletier

pudieran haber leído a Archimboldi, hay algo con lo cual los escritores logran

vincularnos a su realidad. Tantas culturas, y caemos en lo mismo, otra cara del

absurdo.

Archimboldi sigue viajando, pero no es el único, dentro de su historia se inserta la

de su hermana Lotte. Su viaje más importante lo realiza cuando va precisamente

a Santa Teresa, debido a los asesinatos que cometió su hijo. El peor de los viajes.

Sabe a dónde va, sabe a quién debe encontrar, sin embargo, concluye con la

sentencia de una madre mexicana, una americana, chilena, austriaca, o alemana;

en cualquier parte del mundo “-Un hijo es un hijo-” (p. 1112). Y aquí también

continúa su viaje Archimboldi para cerrar el círculo, pero a la vez abrirlo.

¿Cuántos viajes más?

Se puede resumir en una sentencia tan simple como la de Lotte: el viaje de la vida

nunca acaba. En parte eso retrata Bolaño, el gran viaje de la vida está compuesto

por pequeños viajes. Si al final de cada uno de ellos encontramos algo agradable

o desagradable, son experiencias que nos hacen ser quienes somos. Podemos

ser fatalistas sobre ello o completamente abiertos a esperar algo mejor. De

cualquier manera, nunca se sale del gran viaje de la existencia sin rasguños.

El desarrollo de las individualidades viajeras no se concreta por completo, a pesar

de las miles de páginas, ninguno de ellos tiene un cambio en verdad radical.

Pareciera que en lugar de días, meses e incluso años por los que pasan, sólo

hubieran transcurrido segundos. De eso se trata todo en la posmodernidad, del

instante, de los happenings, de lo desechable. Porque “Nada permanece (…)

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Nada está mucho tiempo con uno” (p.1035). Así como los crímenes, los

personajes, sus historias, pudieran seguir su curso, el fin del anti-viaje, es que no

tiene fin, incluso Santa Teresa no es el lugar final, como ese hay miles más. Por

eso la novela termina así, con una ilación casi directa al inicio. La nueva forma de

narrar las novelas de viaje. La nueva forma de pensar al mundo

Las conclusiones nos llevan hacia una actitud nihilista y el relativismo, como

dijimos al principio, los grandes valores dejan de existir. Heidegger coincide con

Nietzsche acerca del nihilismo: “De manera que el nihilismo es así la reducción del

ser a valor de cambio” (Vattimo, 1986, p. 24). Lo que tenemos aquí es un cambio,

es muy diferente a cómo estábamos acostumbrados que nos contaran historias.

No se estructuran para volverse algo estable, pero sí muestran la visión de mundo

del hombre contemporáneo.

BibliografíaBolaño, R., 2013. 2666. México: Anagrama.

Carrizo Rueda, S. M., 1997. Poética del relato de viajes. s.l.:Edition Reichenberger.

Espinosa H., P., 2006. Secreto y simulacro en 2666 de Roberto Bolaño. Estudios filológicos, Issue 41, pp. 71-79.

Vattimo, G., 1986. El fin de la modernidad, nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna.. D.F.: Gedisa.

Zygmunt, B., 2006. Vida líquida. España: Paidós.

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