Ana la de la Isla - Epedagogia

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Ana la de la Isla Serie Ana de las Tejas Verdes, 3 Por Lucy Maud Montgomery

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AnaladelaIslaSerieAnadelasTejasVerdes,3

Por

LucyMaudMontgomery

CAPÍTULOPRIMERO

Seatisbauncambio

«Ya termina la cosecha, ya se va el verano», sentenció Ana Shirleymientras contemplaba conojos soñadores los campos segados.Había estadorecogiendomanzanas en la huertade«TejasVerdes» en compañíadeDianaBarryyahora sehallaban lasdosdescansandode sus laboresenunsoleadorincón al que llegaba una brisa todavía templada y llena del aroma de loshelechosdelBosqueEmbrujado.

Perotodoelpaisajeanunciabayaelotoño.Elmarbramabasordamenteenladistancia;loscamposparecíandesnudosymarchitos,salpicadosdeespigasdoradas;elvalledelarroyuelo,másalláde«TejasVerdes»,estabacubiertodeásteresdeunetéreocolorpúrpurayelLagodelasAguasRefulgentessehabíatornadoazul…azul…azul;ynoeraelinconstanteazuldelaprimavera,nielpálidoazuladodelverano,sinounazullimpio,inmutable,sereno,comosielagua,trassuperartodosloscambiosyestadosemocionales,hubieracaídoenunapazimposibledequebrarconveleidosossueños.

—Hasidounhermosoverano—dijoDianahaciendogirarconunasonrisael nuevo anillo que lucía en sumano izquierda—, y la boda de la señoritaLavendarhasidounmagníficobrochedeoro.SupongoqueelseñorIrvingysuesposaestaránaestashorasenlascostasdelPacífico.

—Amímeparecequehapasadoyatantotiempocomoparaquehubierandado la vuelta almundo—suspiróAna—. Parecementira que haya pasadosólo una semana desde que se casaron. Todo ha cambiado. La señoritaLavendarylosAliansehanido.¡Quésolitariaparecelamisióncontodaslaspersianas cerradas! Pasé por allí anoche y me hizo el efecto de que todoestuvieramuerto.

—NuncatendremosotropastortanagradablecomoelseñorAlian—dijoDianaconcalurosaconvicción—.Creoqueesteinviernotendremostodaclasedesuplentesy lamitadde losdomingosnohabráprédica;yGilberty túosvais,¡vaasermuyaburrido!

—Fredestaráaquí—insinuóAnaconintención.

—¿Cuándo se muda la señora Lynde? —preguntó Diana como si nohubieraoídolaúltimaobservacióndeAna.

—Mañana.Mealegrodequevenga;aunquesignificaráotrocambio.Ayer,Marillayyo limpiamoselcuartodehuéspedes.Puedes imaginartecómomedisgustó la tarea.Mira: será una tontería peromeparecía un sacrilegio.Ese

viejocuartosiemprefueparamíalgosagrado.Deniñaloveíacomoellugarmás hermoso del mundo. Hubiera dado lo que no tenía por dormir en uncuarto de huéspedes, pero en el de «Tejas Verdes» … ¡oh no, allí jamás!Habríasidoterrible,nohabríapegadounojoentodalanoche.CuandoMarillameenviabaallí,nocaminaba;andabadepuntillas,conteniendolarespiración,comoenunaiglesiaymesentíaaliviadacuandosalía.GeorgeWhitefieldyelDuquedeWellington,unoacadaladodelespejo,mecontemplabanfijamente,especialmentesimeatrevíaamirarmealespejo,porciertoelúnicodetodalacasa donde mi cara no se reflejaba un poco torcida. Me maravillaba queMarilla se atreviera a limpiar ese cuarto. Y ahora no sólo está limpio, sinocompletamentedesocupado.WhitefieldyWellingtonhansidoarrinconadosenel rellano superior.«Asípasa lagloriadeestemundo»—concluyóAnaconunarisaqueteníaalgodepena—.Noesagradableprofanarnuestrosantiguosídolos,auncuandoloshayamosabandonado.

—Estaré tansolacuando tehayas ido—se lamentóDianaporcentésimavez—,¡ypensarqueteiráslasemanaqueviene!

—Perotodavíaestamosjuntas—dijoAnaalegremente—;quelapróximasemananonosrobelaalegríadeésta.Yomismadetestolaideademarcharme;¡mi hogar y yo somos tan buenos amigos!… ¡Sentirse sola! Soy yo quiendeberíaquejarse.Tútequedasaquícontodostusviejosamigos…yconFred.Mientras,yoestaréentreextraños.

—ExceptoGilbert…yCharlieSloane—dijoDianaimitandola ironíadesuamiga.

—Charlie será un gran consuelo, por supuesto —asintió Anasarcásticamente.

Ylasdosirresponsablesdamitasseecharonareír.DianasabíaloqueAnaopinabasobreCharlieSloane;pero,apesardesusconfidencias,nosabíaconprecisiónloquepensabadeGilbertBlythe.NisiquieralamismaAnalosabía.

—TodoloqueséesquelosmuchachossealojaránenelotroextremodeKingsport —continuó Ana—. Estoy contenta de ir a Redmond y sé quedespuésdeuntiempomegustará.Perolasprimerassemanasseránduras.Porlo demás, tendré el consuelo de escapar a casa los fines de semana, comocuandoibaalaAcademiadelaReina.Navidadpareceestaramilaños.

—Todo cambia… o va a cambiar—dijo Diana tristemente—. Presientoquenadavolveráasercomoantes,Ana.

—Parece que hemos llegado a un cruce de caminos —exclamó Anapensativamente—. Debemos separarnos. ¿Te parece que crecer es tanagradablecomoloimaginábamoscuandoniñas?

—Nosé;haycosasqueestánbien—respondióDianaacariciandosuanilloconaquella sonrisitaquehacía sentirseaAna repentinamenteexcluiday sinexperiencia—. Pero veo muchas cosas confusas. A veces el ser mayor measustaydaríacualquiercosaporserotravezunaniña.

—Ya nos acostumbraremos —repuso Ana alegremente—. No puedenseguir surgiendo cosas inesperadas a cada momento; aunque, para mí, sonéstas las que dan sal a la vida. Tenemos dieciocho años,Diana.Dosmás yserán veinte. Cuando tenía diez años veía los veinte como una lejana edadmadura.Pocomásyestarásconvertidaenunajuiciosaymaduraseñora,yyoserélatíasolteronaquevendráavisitartedurantelasvacaciones.Siempremereservarás un rinconcito; ¿no es cierto, Dianita? Claro que no el cuarto dehuéspedes.Lassolteronasnopuedenaspiraradormirallí:yoserétanhumildecomoUriahHeepymecontentaréconunlugarenelaltillo.

—¡Quétonteríasestásdiciendo,Ana!—rioDiana—.Tútecasarásconunhombreguapo,eleganteyrico.NingúncuartodehuéspedesenAvonleaserábastantesuntuosoparatiyahuecaráslanarizcuandoveasatusamigosdelajuventud.

—Seríaunapena;minariznoestámal,perosilaahuecoquedahorrorosa—dijoAnadándosegolpecitos enella—.Yno tengounos rasgos tanbelloscomoparaecharlaaperder;decualquiermodo,aunquemecasaraconelReydelaIsladelosCaníbales,nopasaríaanteticonlanarizlevantada.

Otraalegrecarcajadaylas jovencitassesepararon:Dianapararegresara«La Cuesta del Huerto»; Ana para ir hasta la oficina de correos. Allí laesperaba una carta. CuandoGilbert Blythe la alcanzó en el puente sobre elLagodelasAguasRefulgentes,estabachispeantedeexcitación.

—¡Priscilla Grant también va a Redmond! —exclamó Ana—. ¿No esfantástico?Teníalaesperanzadequefuera,peroellanocreíaquesupadreselopermitiera.Sinembargolohahecho.JuntoaPriscillasoycapazdeafrontarcualquiercosa,hastaalosprofesoresdeRedmond,todosjuntos.

—CreoquenosgustaráKingsport—dijoGilbert—.Mehandichoqueesunavieja aldea, con el parquenaturalmáshermosodelmundoyunpaisajemagnífico.

—Dudo que seamás hermoso que esto—murmuró Ana, con la miradaamante y transfigurada de aquellos para quienes el hogar es el lugar máshermosodelmundo,noimportaquéparaísospuedahaberbajootroscielos.

Estaban acodados en el puente, embebidos en el encanto del crepúsculo,exactamente donde Ana había subido de su bote anegado aquel día en queElaineflotabahaciaCamelot.Aunqueelcieloestabaaúnteñidodepúrpura,elreflejo de la luna prestaba a las aguas una plateada irrealidad de ensueño.

Mientras, el recuerdo tejía un mágico y sutil encantamiento entre los dosjóvenes.

—Estáspensativa,Ana—dijoélporfin.

—Temo que si hablo o me muevo toda esta magnífica belleza sedesvanecerácomounsilencioroto—suspiróella.

Depronto lamanodel jovenseposósobre ladeAna,blancaydelicada,quedescansabaenlabaranda.Veláronsesusojoscastañosyalgodelossueñosqueestremecíansualmapugnóporbrotardesuslabiosentreabiertos.Peroellaretirósumanoysevolvióvivamente.Elencantodelcrepúsculosedisipó.

—Debo regresar a casa —exclamó con indiferencia algo exagerada—.Marillaestabacondolordecabezaestatardeycontodaseguridadlosmellizosandaránhaciendodelassuyas.Nodebípermanecerfueratantotiempo.

De camino a casa habló de cosas sin importancia yGilbert apenas pudointercalarunaqueotrapalabra.Fueunalivioparaellaquesesepararan.Desdeque se le reveló en «La Morada del Eco», su corazón abrigaba un nuevosentimiento hacia Gilbert, algo que alteraba la camaradería de los díasescolaresyamenazabaocuparsulugar.

«NuncamehabíaalegradodequeGilbertsefuera»,pensó,entreresentidayapenada,mientrassubíalacuesta.«Nuestraamistadseperderásiinsisteensustonterías.Nodebeocurrirynolopermitiré.¡Oh,porquéloschicosserántanirrazonables!».

TeníalamolestasensacióndequenoeraprecisamenterazonablesentiraúnsobresumanolacálidapresióndeladeGilberttannítidamentecomolahabíasentidoenaquelbrevísimomomento;ymenosaúnque fuerauna impresiónplacentera tan distinta a la que sintiera ante un gesto idéntico de CharlieSloane, hacía tres noches, durante una fiesta en White Sands. El ingratorecuerdo la estremeció. Pero todos los problemas relacionados con susenamorados desaparecieron de sumente no bien se sumergió en la prosaicaatmósfera de la cocina de «TejasVerdes», donde un chiquillo de ocho añosllorabaamargamentesobreunsillón.

—¿Quésucede,Davy?—lepreguntótomándoloensusbrazos—.¿DóndeestánMarillayDora?

—MarillafueaacostaraDora—sollozóelniño—.Dorasecayópor lasescalerasdelsótanoyseraspólanarizy…

—Oh, bueno, no llores, querido. Claro que es una pena, pero así noremediarásnada.MañanaDoraestarábien.Llorar,nuncasirvedeayuda,y…

—YonolloroporqueDorasecayóalsótano—dijoelniñointerrumpiendoelsermón—.Lloroporquenoestabaallíparaverla.Noséporquémetengo

queperdersiemprelascosasdivertidas.

—¡Oh,Davy!…—Anaahogóunacarcajada—.¿TeparecedivertidoquelapobreDoracaigaysehagadaño?

—Noselastimómucho—dijoDavydesafiante—.Claroquesisehubieramuertoestaríarealmentetriste,Ana.PerolosKeithnosemuerenasícomoasí.MeparecequesomoscomolosBlewett.Herbsecayódelhenalelmiércolespasadoyrodóhastalacuadra,dondetienenencerradounpotrosalvaje,yruéadarjustobajosuspatas;yasíytodosalióconsólotreshuesosrotos.LaseñoraLyndedicequehaytiposquenosemuerenniacañonazos.¿VendrámañanalaseñoraLynde,Ana?

—Sí,Davy.Esperoqueserásamableybuenoconella.

—Serébuenoyamable.¿Peroseráellaquienmellevaráadormirtodaslasnoches?

—Puedeser…,¿porqué?

—Porque si lo hace—dijoDavy firmemente— no rezarémis oracionesdelantedeellacomolohagocontigo.

—¿Porquéno?

—Porque no me gusta hablar con Dios delante de extraños, Ana. DorapuederezarjuntoconlaseñoraLynde,siquiere,peroyonoloharé.Esperaréaquesevaya.¿Noteparecebien,Ana?

—Sí,siestássegurodenoolvidarte.

—Teprometo que nome olvidaré.Rezarme gustamucho. Pero no seráigualhacerlosolocomocontigo.Megustaríaquetequedarasencasa,Ana.Nocomprendoporquéquieresirteydejarnos.

—Noesquequierairme,Davy,sinoquetengoquehacerlo.

—Sinoquieresnolohagas.Eresgrande.Cuandoyoseamayornovoyahacerniunasolacosadelaquenotengaganas.

—Todatuvidatendrásquehacercosasquenodeseas,Davy.

—Yo no —dijo Davy enfáticamente—; ¡ya verás! Ahora tengo quehacerlasporquesinoMarillaytúmemandáisalacama.Perocuandocrezcanopodréisynadiemeobligaráahacer loquenoquiera.¡Québienlovoyapasar!MiltyBoulterdijoquesumadredicequevasalauniversidadapescarunnovio.¿Escierto,Ana?Dímelo.

Por un segundo,Ana sintió ira. Pero luego pensó que unas palabras tangroserascomolasdelaseñoraBoulternopodíanherirla.

—No, Davy, no es cierto. Voy a estudiar, investigar y aprender muchascosas.

—¿Quécosas?

—Milcosas—respondióAna.

—Perosiquisieraspescarunnovio,¿cómo loharías?Quierosaber…—insistíaDavy,fascinadoporeltema.

—EsmejorquelopreguntesalaseñoraBoulter—dijolajovensinpensar—.Creoqueellasabedeesomásqueyo.

—Lepreguntaréencuantolavea—asintióDavymuyserio.

—¡Davy!¡Siteatreves!…—exclamóellacomprendiendosuerror.

—Perositúmedijiste…—protestóelniño,agraviado.

—Eshoradedormir—ordenóAnacomoescapatoria.

Despuésdeacostar al chiquillo,Ana fuehasta la islaVictoriay se sentóallí,sola,envueltaenlasutilymelancólicaluzdelaluna,mientraselarroyoylabrisaparloteabanalegremente.Anasiemprehabíaamadoaquelarroyuelo.Más de un sueño había enhebrado sobre sus aguas brillantes. Olvidó a susenamorados, lashabladuríasde lasmaliciosasvecinasy todos losproblemasde su juvenil existencia. En su imaginación navegó por mares lejanos quebañaban las distantes playas de los «hechizados países para enamorados»dondeyacíanAtlanteyElíseo,llevandocomopilotoalaEstrellaVespertina,rumboalatierradelAmor.

Yfuemásricaenfantasíasqueenrealidades;porque loqueseve,pasa;masloinvisibleeseterno.

CAPÍTULODOS

Guirnaldasdeotoño

La siguiente semana pasó rápidamente, ocupada en lo que Ana llamaba«quehaceres de última hora». Debía hacer varias visitas de despedida, unasmásagradablesqueotras,segúnestuvieranvisitantesyvisitadosacordesconlasesperanzasdelajovenopensaranqueestabademasiadoexcitadaporiralauniversidadycreyeransudeber«ponerlelospuntossobrelasíes».

Losmiembros de la Sociedad de Fomento deAvonlea dieron una fiestanocturnadedespedidaaAnayaGilbertencasadeJosiePye;laeligieronunpocoporque lacasaeraampliay tambiénporquesesospechabaque lasPye

declinarían toda participación si no se elegía su casa para la fiesta. Fue ungrato acontecimiento, pues las dueñas de la casa, contra su costumbre, seportaronmuybienynohicieronnidijeronnadaquepudieraecharaperderlaarmoníadelareunión.Josieestuvoincreíblementecordial;hastacondescendióadeciraAna:

—Tunuevovestido tesientabastantebien,Ana.Realmente,casiparecesguapa.

—¡Quéamabledetuparte!—respondióAna,conalegresojos.Susentidodelhumorseestabadesarrollandoy,loquealoscatorceañoslahabríaherido,ahora le resultabadivertido. Josie sospechóqueAna se reíade ella, pero secontentóconmurmuraraGertie,mientrasbajabanlaescalera,queAnaseibaadarairesdereinaahoraqueibaalauniversidad.

Toda la «pandilla» estaba allí, llena de alegría. Diana Barry, rosada ypecosa,aquienFredseguíacomounasombra;JaneAndrews,pulcra,sensataysencilla;RubyGillis,máshermosay llamativaconsublusacolorcremayunosgeranios rojosensudoradacabellera;GilbertBlytheyCharlieSloane,tratando de acercarse lo más posible a la escurridiza Ana; Carrie Sloane,pálida y melancólica, porque su padre no dejaba que Oliver Kimball se leacercara; Moody Spurgeon MacPherson, cuya cara redonda y defectuososoídosseguíantanredondaydefectuososcomosiempre,yBillAndrews,quepasó toda la noche sentado en un rincón tartamudeando cuando alguien lehablabayobservandoaAnaShirleyconmiradaembelesada.

Anaconocíadeantemanotodoslospormenoresdelafiesta.Peronosabíaque, de acuerdo con su condición de fundadores, ella y Gilbert seríanobsequiados por los miembros de la Sociedad de Fomento con las obrascompletas de Shakespeare y una pluma estilográfica, respectivamente. Elregaloy lashermosascosasquedijoMoodySpurgeoneneldiscursoconsumejorvozysumássolemnetono,lacogierontanporsorpresaqueelbrillodesus grandes ojos grises quedó completamente empañado por las lágrimas.Había trabajado dura y fielmente por la Sociedad. El hecho de que susmiembrospremiaranasísusesfuerzosconmovíalasfibrasmásíntimasdesucorazón.Todossemostrabantanagradables,amistososyalegres(incluidaslasPye)queenesemomentoAnaamabaatodoelmundo.

Anahabíadisfrutadomuchodurantelareunión;peroelfinaldelafiestaloechó todo a perder. Nuevamente Gilbert cometió el error de ponersesentimentalmientrascenabanenlagaleríailuminadaporlaluna.YAna,paracastigarlo, dedicó sus atenciones a Charlie Sloane y le permitió que laacompañara a casa. Descubrió, sin embargo, que a nadie hiere más lavenganzaqueaquientratadeinfligirla.GilbertsaliópomposamenteconRubyGillis.Analesoyóhablaryreírmientrassealejabanenvueltosporlaapacible

brisaotoñal.SeguramenteestabanenelmejordelosmundosmientrasellaseaburríacomounaostraconCharlieSloane,quehablabasindescansoyquenipor casualidad decía algo que valiera la pena oír. Ana respondía conocasionales«sí»o«no»,ypensabaenloguapaqueestabaaquellanocheRubyGillis, en lo saltones que parecían los ojos de Charlie a la luz de la luna(muchomásquededía)yenque,despuésdetodo,elmundonoeraunlugartanhermosocomohabíacreídodurantelasprimerashorasdelatardecer.

—Estoy cansada, simplemente—dijo cuandopor finpudoquedarse solaensucuarto.Yhonestamentelocreíaasí.Pero,alatardesiguiente,unextrañoyalegretemblor,algoasícomounbrincodesconocidoysecretoconmoviósucorazóncuandovioaGilbertqueregresabadelBosqueEmbrujadocruzandoelviejopuenteconsuandarfirmeyrápido. ¡Demodoque,apesarde todo,GilbertnoibaapasarsuúltimatardeconRubyGillis!

—Parecescansada,Ana—dijoGilbert.

—Lo estoy y, lo que es peor, disgustada. Cansada porque he estadoarreglando mi baúl y cosiendo toda la tarde. Y disgustada porque a seishonorables señoras se les ocurrió venir a despedirse de mí. Todas ellastuvieronalgoquedecir.Algoquetiñeralavidadecolorgrisoscuro.

—¡Viejasbrujas!—fueelelegantecomentariodeGilbert.

—¡Oh,no,noloson!—contestóAnaseriamente—.Éseeselproblema.Sifueranviejasbrujasno leshabríahechocaso;peroel casoesque son todasalmasmaternales,buenas,amables,quemequierenyaquienesquiero;yporesosuspalabraspesantantoparamí.SeempeñaronenqueelviajeaRedmondpara seguir estudiando es una locura. Desde ese momento me he estadopreguntandosiseráasí.LaseñoraSloanesuspiró,dijoqueojalámisfuerzasmeacompañendurantetanlargoviaje,einmediatamentemeimaginévíctimadeunapostraciónnerviosaal llegaral terceraño.LaseñoraWrightcomentóquedebíacostarundineralpermanecerenRedmondcuatroañosysentíqueera imperdonable despilfarrar el dinero deMarilla y elmío en una tonteríasemejante.LaseñoraBelldijoqueesperabaqueel iralauniversidadnomemareara,talcomohabíaocurridocontantagente,ytuvelasensacióndequedespuésdecuatroañosenRedmondmeconvertiríaenunacriaturainsufrible,una«sabelotodo»,quemiraríaporencimadelhombroa todos loshabitantesde Avonlea. La señora Wright «tiene entendido» que las jovencitas deRedmond, especialmente las que viven en Kingsport, son «elegantes ypresuntuosas»ynocreequeyomesientaagustoentreellas.Yameveocomouna humilde provinciana desaliñada y desairada, vagando por las aulas deRedmond.

Anaconcluyóconunacarcajadaenlaquehabíamuchodetristeza.Todoreprochehallabaecoensunaturalezasensitiva,inclusoelreprochedeaquellos

que lemerecíanescaso respeto.Enaquelmomento lavidahabíaperdido superfumeyelfuegodesuambiciónestabaconsumido.

—Nodebestomarencuentaloquetehandicho—protestóGilbert—.Túsabes perfectamente que son excelentes personas pero de principios rígidos.Hacer lo que ellas nunca han hecho les parece un horrible pecado. Eres laprimerajovendeAvonleaqueiráalauniversidad,ysabesbienquetodoslospioneroshansidoacusadosdelocura.

—Sí,losé.Perosentiresmuydiferenteasaber.Medigolomismoquehasdichotú;perohayocasionesenqueelsentidocomúnnotienepodersobremíysemeocurrencosasabsurdas.NoteimaginasloquemecostóterminardehacerelequipajedespuésquesemarchólaseñoraWright.

—Estás muy cansada, Ana. Olvida todo eso y ven a dar una vueltaconmigoporlosbosques.Másalládelpantanodebedehaberalgoquequieroenseñarte.

—¿Debedehaber?¿Acasonoestásseguro?

—No.Sóloséquedeberíaestarallíporalgoquevienlaprimavera.Ven.Imaginaremosquesomosotravezdosniñosyquecorremosconelviento.

Partieronalegremente.Ana,recordandolosdesagradablesacontecimientosde la víspera, se mostraba amable con Gilbert; y Gilbert, que estabaaprendiendo a ser cauto, tuvo buen cuidado de no decir nada que pudieraquebrar la antigua camaradería de la niñez. La señora Lynde yMarilla losobservarondesdelaventanadelacocina.

—Ésosformaránparejaalgúndía—sentenciólaseñoraLynde.

Marilla se sobresaltó. En el fondo de su corazón abrigaba la secretaesperanzadequefueracierto;perolechocabaelestiloconqueloanunciabalaseñoraLynde.

—Todavía son dos criaturas—comentó fríamente. La señora Lynde rioafablemente.

—Anatienedieciochoaños;aesaedadyoyaestabacasada.Somosviejas,Marilla; es penoso aceptar que los niños sean ya personasmayores, eso es.AnaesunamujercitayGilbertunhombrequebesaelsueloqueellapisa;esopuede verlo cualquiera. Él es un muchacho excelente y Ana no puede sermejor.EsperoquenoseleocurraningunatonteríarománticaenRedmond.Noapruebo losestablecimientosmixtosdeenseñanzaynunca losaprobaré,esoes. Y creo que los estudiantes no hacen allí otra cosa que coquetear —concluyósolemnemente.

—Quizá tengan también que estudiar un poco —dijo Marilla con unasonrisa.

—Muypoco—resoplóRachel—.Sin embargo, creoqueAna sí lohará.Nuncahasidocoqueta.PeronoapreciaaGilbertentodoloquevale,esoes.¡Conozcoalasjovencitas!TambiénCharlieSloaneestálocoporella,peroyonuncaleaconsejaríaquesecasaraconunSloane.Songentebuena,honestayrespetable,sinduda.PerosonSloane.

Marillaasintió.Paraunextraño,elhechodequelosSloanefueranSloanenosignificaríanada,peroellacomprendió.Todopueblotieneunafamiliaasí;gente buena, honesta y respetable, pero que son Sloane, y que lo seránsiempre,asíhablenlenguasdehombresodeángeles.

GilbertyAna, ignorantesdequesufuturoestabasiendoordenadopor laseñora Rachel, paseaban en la penumbra del Bosque Embrujado. En ladistancia,lassegadascolinasseiluminabanbajolosradiantesrayosambarinosque surgían de un pálido cielo rosado y celeste. El lejano bosque de abetosteníaelbrillodelbronce,ysuslargassombrasformabanfranjassobrelasaltaspraderas.Peroenlacancióndelsuaveviento,entrelospinos,sonabanyalasprimerasnotasdelotoño.

—Elbosqueestárealmenteembrujadoahora,comoenlosviejostiempos—dijoAnamientrassedeteníaarecogerunaramadehelechoblanqueadaporla escarcha—.Parececomosi lasniñasqueéramosDianayyoaún jugaranaquí, en laBurbuja de laDríada a la luz del crepúsculo, en su cita con losespíritus.¿Sabesquenuncapuedoatravesarestesenderocuandoestáoscurosin sentir algo del antiguo temor y estremecerme? Entre los fantasmas quehabíamosinventado,habíaunoespecialmentehorrible:eldelaniñaasesinadaquechillabadetrásdenosotrosyquenosapretaba losdedosconsusmanosheladas.Teconfiesoquenopuedoevitarunescalofríocuandovengoporaquídespués de la caída de la tarde.Todavíame parece oír pasos furtivos amisespaldas. LaDamaBlanca, el descabezado o los esqueletos nome asustan,pero preferiría no haber imaginado nunca el fantasma de la niña. ¡Cómo seenfadaronMarillay laseñoraBarrypor todoesto!—concluyóAnaconunacarcajadacargadadereminiscencias.

Losbosquesquebordeabanelpantanoteníantodoslostonosdelrojo.Trassuperarunbosquecillodepinosyunsoleadovalleorladodearceshallaronese«algo»quebuscabaGilbert.

—¡Ah,aquíestá!—dijoconsatisfacción.

—¡Unmanzano!¡Yaquíabajo!—exclamóAna,encantada.

—Sí, un verdadero manzano; en medio de pinos y hayas, a más de unkilómetrodecualquierhuerta.Paséporaquílaprimaverapasadayloencontrécompletamentecubiertodecapullosblancos.Demodoquedecidívolverenelotoñoparaversihabíadadofruto.Mira,estácargadodemanzanas;yparecen

buenas,además.

—Supongoquedebehaberbrotadohacemuchosaños; talvezdealgunasemillacaídaaquíporcasualidad—dijoAna,soñadora—.¡Ycómohacrecidoyflorecidoporsuspropiosmedios,sinningunaayuda,soloentreextraños!

—Siéntateaquí,Ana.Esteárbolcaídoseráeltronodelbosque.Treparéabuscarunasmanzanas.Estántodasmuyaltas;elmanzanoquierellegaralsol.

La fruta estaba deliciosa. Bajo la corteza oscura apareció la pulpamuy,muy blanca, con hilitos rojos, y con cierto gustillo silvestre que no habíanhalladojamásenlasmanzanasdehuerta.

—Nodebían tenermejorgusto lasmanzanasdelParaíso—comentóAna—.Peroya es horade regresar a casa.Mira, hace tresminutoshabía sol, yahora es de noche. ¡Qué pena que no hayamos podido contemplar elcrepúsculo!Supongoqueesosinstantesnuncapuedencaptarse.

—Volvamospor elSenderode losAmantes. ¿Estás tandisgustada ahoracomocuandoempezamoselpaseo,Ana?

—No.Esasmanzanasmehancaídocomomanádelcielo.SientoquemegustaráRedmondyquepasaréallícuatroañosespléndidos.

—¿Ydespuésdeesoscuatroaños,qué?

—Para esa época ya habrá otros recodos en el camino—respondióAnacon rapidez—.No tengo lamenor idea de lo que encontraré allí, ni quierosaberlo.Esmejorignorarlo.

El Sendero de los Amantes parecía realmente delicioso esa noche,silenciosoymisteriosamenteiluminadoporelpálidoresplandordelaluna.Lorecorrieronenmediodeunagradablesilencio.

«¡Qué fácil sería todo si Gilbert estuviera siempre como esta tarde!»,reflexionóAna.

Gilbertlaobservabamientrascaminaban.Consuclarovestidoysufiguragrácilparecíaunaflordeexquisitablancura.

«Me pregunto si alguna vez podré hacer que se fije en mí», pensó condesaliento.

CAPÍTULOTRES

Despedidasypartida

CharlieSloane,GilbertBlytheyAnaShirleysemarcharondeAvonlealamañanadellunes.Anahabíaesperadoquefueraunhermosodía.Dianaibaallevarla hasta la estación y querían que este último paseo que hacían juntasresultara realmenteagradable.Perocuandose retiróa sucuarto, eldomingoporlanoche,elvientodelestegemíaalrededorde«TejasVerdes»comounasiniestra profecía, confirmada a la mañana siguiente. Cuando despertó, lalluviagolpeabacontrasuventanaydibujabacírculosenlagrissuperficiedelalaguna;lascolinasyelmarestabanmedioocultosporlatormentayelmundoentero parecía oscuro y melancólico. Ana se vistió en medio del gris ydesalentadoramanecer,pueseranecesariopartirmuytempranoparaalcanzareltren;luchócontralaslágrimasquepugnabanporbrotardesusojos.Dejabaelhogarqueleeratanqueridoyalgoledecíaqueabandonabaparasiempresuseguro refugio. Ya nada volvería a ser como antes; volver durante lasvacacionesnoseríacomovivirallí.¡Ycuanqueridoleeratodo!Esepequeñocuartoblanco, consagradoa los sueñosde la juventud, laviejaReinade lasNieves en la ventana, el arroyuelo en el valle, la Burbuja de la Dríada, elBosque Embrujado, el Sendero de los Amantes… todas esas mil cosasqueridas llenas del recuerdo de los años pasados. ¿Podría ser feliz en otrolugar?

Aquella mañana, el desayuno en «Tejas Verdes» fue triste. Davy,probablementeporprimeravezensuvida,nopudocomerygimoteósinpudoralgunosobresupotaje.Nadieparecíatenermuchoapetito,exceptoDora,queterminósuración tranquilamente.Ésta, lomismoque la inmortalyprudenteCharlotte,quehabíacontinuado«cortandopanymanteca»mientraselcuerpodesufrenéticoenamoradoerallevadoenelataúd,eraunadeesasafortunadascriaturas a quienes parece imposible conmover; a los ocho años, era yaimperturbable.

Desdeluego,lamentabamuchoqueAnasemarchara.Pero¿eraésemotivosuficienteparanopoderapreciarentodosuvalorelhuevoescalfadosobrelatostada?Porsupuestoqueno.YcomoDavynotocaraelsuyo,locomióporél.

Puntualmente llegó Diana con su calesa, su impermeable y sus rosadasmejillas.Habíallegadoelmomentodeladiós.LaseñoraLyndeaparecióydioaAnaun fuerte abrazo, recomendándole que cuidara de su salud, hiciera loquehiciera.Marilla,secamenteysinllantos,ledioungolpecitoenlasmejillasy le encargó que escribiera en cuanto estuviera instalada. A un observadorcasuallehabríaparecidoquelapartidadeAnanohacíamuchamellaenella(siempre que no hubiera reparado en la expresión de sus ojos). Dora besóceremoniosamenteaAnaysesecódosdecorosaslagrimitas;peroDavy,quehabíaestadollorandosentadoenelescalóndelagaleríatraseradesdequeselevantaron de lamesa, no quiso despedirse. Cuando vio queAna se dirigíahacia él saltó sobre sus pies, subió corriendo la escalera y fue a esconderse

dentro de un armario, del que no quiso salir. Sus apagados alaridos fue loúltimoqueoyóAnamientrassealejabade«TejasVerdes».

Llovió copiosamente durante todo el viaje hasta Bright River, adondedebían dirigirse, ya que el ramal del ferrocarril de Carmody no empalmabaconeltrenquecombinabaconelbarco.CharlieyGilbertseencontrabanenlaestacióncuandoellasllegaron.Anaapenastuvotiempodecogersubilleteyeldesubaúl,despedirseaprisadeDianaysubiraltren.HubieraqueridoregresaraAvonlea con su amiga; sabía positivamente que iba a sentir una nostalgiamortal.¡Siporlomenosesafunestalluviadejaradecaer!Niaunlapresenciade Gilbert la ayudaba, porque Charlie Sloane también estaba allí, y las«sloanadas» sólo podían tolerarse con buen tiempo. En días de lluvia eraninsufribles.

CuandoelpaquebotedejóelpuertodeCharlottetownlascosasmejoraronalgo.Lalluviacesóyelsolasomóentrelasnubesiluminandolasaguasgrisesy haciendo brillar la niebla que envolvía las rojas playas de la isla condestellosdorados.Era,porfin,unhermosodía.Además,CharlieSloanehabíatenido que retirarse inmediatamente a causa del mareo y Ana y Gilbertquedaronsolossobrecubierta.

«Me alegro mucho de que los Sloane se mareen en cuanto embarcan»,pensóAnadespiadadamente.«EstoyseguradequenohubierapodidoecharlaúltimamiradadedespedidaconCharlieamilado».

—Bueno,yasalimos—comentóGilbertsinsentimentalismoalguno.

—MesientocomoelChildeHarolddeByron;sóloquenoesrealmentemi«playanativa»laquecontemplo—dijoAnapestañeandoenérgicamente—.LamíaesNuevaEscocia,supongo.Pero laplayanativadecadaunoesaquellaquemás ama y paramí no hay otra como la isla del PríncipeEduardo.Meparece haber vivido siempre aquí. Los once años que pasé antes de llegarsemejanunapesadilla.Hanpasadosietedesdequehiceelviajeenestemismopaquebote,latardeenquelaseñoraSpencermetrajodeHopetown.Todavíapuedo verme con aquel horrible vestido desteñido y mi viejo sombreromarinero curioseando en todos los camarotes. Era una bonita tarde; ¡cómobrillabanalsollasrojasplayasdelasislas!Yaquíestoy,cruzandootravezelestrecho.¡Oh,Gilbert,quisieracreerqueRedmondyKingsportmegustarán,peroestoyseguradequenoseráasí!

—¿Adóndehaidoaparartufilosofía,Ana?

—Estoy sumergida en la soledad y la nostalgia. He pasado tres añossuspirandoporiraRedmond…yahoravoy…ynoquerríahacerlo.¡Peronoimporta!Yavolveránmifilosofíaymialegríaencuantotengatiempodellorarunbuenrato.Tengoquehacerlo«comoescape»;perohabráqueesperaraesta

noche,cuandoestémetidaenmicama,enlapensión.Entonces,Anavolveráaserlamismadesiempre.EstoypensandosiDavyhabrásalidoyadelarmario.

EranlasnuevedelanochecuandoeltrenllegóaKingsport.Losjóvenesseencontraron en medio de la estación, entre la multitud, y Ana se sintióterriblementeaturdida.UnsegundodespuésfuerescatadaporPriscillaGrant,quehabíallegadoelsábado.

—¡Yaestásaquí,querida!Ysupongoquetancansadacomoyoelsábadoporlanoche.

—¡Cansada! Priscilla, no hables de cansancio. Me siento exhausta,inexperta, tosca y como si tuviera diez años de edad. Por amor de Dios,apiádatedetupobrecompañerayllévaladondepuedasercapazdepensarotravez.

—Iremos a nuestra pensión inmediatamente. Tengo un coche esperandofuera.

—Es una bendición que estés aquí, Prissy. De no ser así, creo que mehubiera sentado sobremimaleta, aquímismo,aderramaramargas lágrimas.¡Cómoconsuelaverunrostroconocidoenmediodetantascarasextrañas!

—¿NoeséseGilbertBlythe,Ana?¡Cómohacrecidodesdeelañopasado!ErasólounniñocuandoyoenseñabaenCarmody.YporsupuestoqueéseesCharlieSloane.Élnohacambiado,nopodría.Teníaesacaracuandonacióylaseguirá teniendocuando tengaochentaaños.Poraquí,querida.Estaremosennuestrohogardentrodeveinteminutos.

—¡Hogar!—gruñóAna—,querrásdecirenalgunahorriblepensiónyenundormitoriomáshorribleaún,convistasalpatiodeatrás.

—No es una horrible pensión, Ana. Aquí está nuestro coche. Sube; elcocherocargarátubaúl.Yencuantoalapensión,esunlugarmuybonito.Túmisma lo admitirásmañana por lamañana, después que hayas reparado tusfuerzasconunbuensueño.EsunenormecaseróndepiedragrisenSt.JohnStreet.Fue«residencia»degenteacomodada,peroSt.JohnStreetyanoestádemoda;susmansionesseconformanahoraconevocargloriaspasadas.Sontanenormesquelosnuevosdueñoshandebidoconvertirlasenpensionesparapoderutilizartodossuscuartos.Porlomenos,esoesloquetratandehacernoscreernuestrascaseras.Yaverásquesondeliciosas.

—¿Cuántasson?

—Dos.HannahyAdaHarvey.Tienenunoscincuentaañosysonmellizas.

—Parecequeestoycondenadaalasmellizas—comentóAnarisueñamente—.Adondequieraquevayametopoconellas.

—Pero éstas ya no lo son, querida. Desde que cumplieron treinta años.Hannahhaseguidocreciendo,nomuydecorosamente,yAdahapermanecidoen los treinta,menosdecorosamenteaún.NohepodidoaveriguarsiHannahsabesonreír;nuncapudepescarla.PeroAdasonríeconstantemente,locualespeor.Decualquiermodo,sonmuybuenasyamables.Tomandospensionistaspor año porqueHannah no puede ver «tanto espacio desaprovechado» y noporquenecesitenhacerlo, segúnme loviene repitiendoAdadesdeel sábadoporlanoche.Encuantoalashabitaciones,tengoqueadmitirquelamíadaalpatiodeatrás,perolatuyadaalfrenteymirahaciaelviejocementeriodeSt.John,queestáenlaaceradeenfrente.

—¡Quéhorror!—temblóAna—.Creoquepreferiríamiraralpatiotrasero.

—Esperayverás.ElOídSt.Johnesunlugardelicioso.Esuncementeriomuyantiguo.Enrealidad,yahadejadodeserloparaconvertirseenunodelospaseosdeKingsport.Ayerpor la tarde lo recorrí entero sóloporgusto.Estárodeado por un alto paredón de piedra y grandes alamedas lo atraviesan entodasdirecciones.Lasviejastumbassonmuyextravagantes,coninscripcionesalaantiguadelomáscuriosas.Alfinalterminarásporiraestudiarallí,Ana;recuerda lo que te digo.Por supuestoque ahorano entierran a nadie en eselugar. Pero hace unos pocos años erigieron un hermoso monumento a lamemoria de los soldados deNueva Escocia caídos en la guerra de Crimea.Estáprecisamentefrentea laspuertasdeentradayenélhaymucho«campopara la imaginación», como solías decir. Aquí llega por fin tu baúl, y loschicosvienenadespedirse.¿TendréqueestrecharlelamanoaCharlieSloane,Ana?Tienelasmanossiemprefríascomopescados.Debemosinvitarlosaquenos visiten de vez en cuando. Hannah me dijo seriamente que podíamosrecibir«lavisitadejóvenescaballeros»dosvecesporsemana,siemprequeseretiraranaunahoraprudente,ylaseñoritaAdamepidió,sonriendo,queporfavor cuidara de que no se sentasen sobre sus hermosos cojines. Prometíhacerlo así; pero sólo Dios sabe cómo podré conseguirlo, a menos que loshagasentarenelsuelo,pueshaycojinesportodaspartes.Hastahapuestounosobreelpiano.

Ana ya estaba riendo. La alegre charla de Priscilla había conseguidolevantarleelánimo;sunostalgiasedesvaneció,ymástarde,cuandosequedósolaenlahabitación,nosesintióyatandesventurada.Seasomóalaventana.Lacalleestabaoscuraysilenciosa.Lalunabrillabaentrelosárbolesdelviejocementerio, detrás de la cabeza del león del enorme monumento. Ana sepreguntósihabíasidorealmenteesamañanacuandodejara«TejasVerdes».Elcambioyelviajeledabanlaimpresióndequehabíatranscurridounsiglo.

«Supongoqueestamismalunailumina"TejasVerdes"»,meditó.«Peronopensaré en ello y así desaparecerá mi nostalgia. Tampoco voy a llorar. Lodejaré para otra ocasión más adecuada. Ahora me iré a dormir tranquila y

cuerdamente».

CAPÍTULOCUATRO

Ladamadeabril

Kingsport es una ciudad de apacible y evocadora belleza, envuelta en elrecuerdo de los viejos días de la colonia como una anciana dama que searroparacon lasgalasdesu lejana juventud.Aquíyalláasoma lomoderno,peroelfondopermaneceintacto.Estállenadereliquiascuriosasylarodeaelromántico prestigio de muchas leyendas del pasado. Fue en su origen unasimple avanzada fronteriza al borde del desierto y entonces los indios seencargabandenohaceraburridalavidaaloscolonos.Luegosetransformóenmuralladeseparación,entrefranceseseingleses,quelaocuparonporturnosdejándolecadavezalgunanuevacicatriz.

Ensuparqueseconservaunatorrealmenada,enlaquetodoslosturistasgarabatean sus nombres; en las colinas de las afueras hay un antiguo fuertefrancés desmantelado y en las plazas públicas descansan oxidados cañones.Kingsporttienetambiénotroslugareshistóricosdignosdeservisitados,peroningunoesmásbelloqueelcementeriodeOídSt.John,enelmismocorazóndel pueblo, entre dos tranquilas calles de anticuadas casas y dos bulliciosasarterias modernas. Los ciudadanos de Kingsport se enorgullecen delcementeriodeOídSt.John,puescasitodospretendentenerenterradoallíaunascendiente, bajo una losa que detalla todos los hechos memorables de suexistencia.Enpocoscasosseusóarteodestrezaenaquellasviejaslosas.Lamayoría son de piedra gris o parda del lugar, groseramente talladas y sóloocasionalmente con algún intento de ornamentación. Algunas ostentan unacalavera y dos tibias y este macabro decorado está frecuentementeacompañado de dos cabezas de querubines. La mayoría han sufrido losembates del tiempo y sus inscripciones se han vuelto indescifrables. Elcamposanto es extenso y sombreado, pues lo rodean y atraviesan hileras deolmos y de sauces, bajo cuya sombra los muertos yacen en paz, acunadoseternamenteporlosvientoseindiferentesalestrépitodeltránsitovecino.

En la tardede su segundodía enKingsport,Anahizo el primerode susmuchospaseosporOídSt.John.PriscillayellahabíanidoaquellamañanaaRedmond a inscribirse como alumnas y tenían el resto del día libre. Lasmuchachasescaparondebuengrado,puesnoeranadaalegreestar rodeadasdedesconocidos,lamayoríadeloscualesteníaaspectoextraño.

Las «novatas» se habían reunido en grupos de dos o tres,mirándose de

soslayo; los «novatos», más inteligentes, se habían agrupado en la granescalinata,dondecantabancontodalafuerzadesusjuvenilespulmones,comounasuertededesafíoasustradicionalesenemigos,losde«segundo»,algunosde loscualesestabanpaseandoymirabancondesdéna los«pardillos»de laescalera.NiGilbertniCharlieaparecieronporpartealguna.

—JamáspenséenquellegaraundíaenquemeagradaseveraunSloane—dijo Priscilla mientras cruzaban el jardín del colegio—, pero daría unacalurosa bienvenida a los ojosmiopes deCharlie. Por lomenos serían algofamiliar.

—¡Oh!—suspiróAna—,teaseguroquemientrasesperabamiturnoparamatricularmemesentíaelsermáspequeñodelmundo;¡unagotitaperdidaenelmar!Es terriblesentirse insignificante,peroes intolerableque legrabenauna en el alma que nunca podrá ser nada más que eso, y es así como mesiento. Como si fuera invisible y algunos de los de «segundo» pudiesenpisarme.Séquebajaréalatumbasinquenadiemelloreniseacuerdedemí.

—Esperaalañopróximo—laconsolóPriscilla—.Entoncespodrásparecertan aburriday sofisticada como lasde«segundo».Nomecabedudadequedebe de ser terrible sentirse insignificante, pero creo que es preferible asentirsetangrandeydesgarbadacomoyomesentía;medabalaimpresióndequeocupabatodoRedmond,poresoscincocentímetrosdealturaquellevabaalosdemás.Notemíaquemepisaraunade«segundo»;loquemeasustabaeraque me tomaran por un elefante o un ejemplar algo crecido de un isleñoalimentadoconpatatas.

—SupongoquetodosedebeaquenopodemosperdonaraRedmondquenoseatanpequeñocomolaAcademiadelaReina—dijoAna,acudiendoalosrestosdesuantiguafilosofíaparacubrirsudesnudezdeespíritu—.Cuandolaabandonamos conocíamos a todos y teníamos un lugar en la comunidad.SupongoqueesperábamossubconscientementereiniciarenRedmondnuestravidaenelmismopuntoenqueladejamosenlaAcademiadelaReina;yahorasentimos como si nos faltara apoyo bajo los pies.Me alegro que la señoraLynde y la señora Wright no sabrán jamás mi actual estado de ánimo.Disfrutarían diciendo: «ya te lo dije», y estarían convencidas de que es elprincipiodelfin,cuandoenrealidadnoesmásqueelfindelprincipio.

—Exacto.Esosuenamásacosatuya.Prontonosacostumbraremosytodoirábien.Ana,¿visteaaquellachicatanguapa,deojoscastañosybocapicara,queestuvoapoyadatodalamañanaenlapuertadelvestuario?

—Sí, reparéenellaprecisamenteporqueparecía laúnicaconaspectodesentirsetansolayabandonadacomoyo.Yoteteníaati,peroellaanadie.

—Amítambiénmeparecióasí.Tuvelasensaciónunpardevecesdeque

iba a cruzar hacia nosotras, pero no lo hizo, quizás por timidez.Me habríagustadoquelohiciera.Denohabermesentidocomounelefantehubiera idohaciaella.Peronopodíaatravesarelvestíbuloconaquelloschicosberreandoenlaescalera.Esla«novata»másguapaquehevisto.¡PerohastalabellezaesvanaentuprimerdíaenRedmond!—concluyóPriscilla,riendo.

—Después de almorzar iré a Oíd St. John —dijo Ana—. No sé si uncementerioesbuensitioparalevantarelespíritu.Peroparecequeeselúnicoamanoenelquehayárboles,yyolosnecesito.Mesentarésobreunaviejalosa,cerrarélosojoseimaginaréestarenlosbosquesdeAvonlea.

PeroAnanolohizo,puesencontróbastantescosasenOídSt.Johnquelehicieron tener los ojos abiertos. Cruzaron la puerta de entrada, bajo elimponentearcodepiedraqueostentabaelgranleóndeInglaterra.

Y en Inkerman las zarzas silvestres aún están ensangrentadas y aquellasyermascolinaspasaránalahistoria.

Ana recordó los versos de Tennyson con un estremecimiento. Seencontrabanenunlugarverdeoscuro,dondesusurrabaelviento.Vagaronporallí,leyendoloslargosehistoriadosepitafios,grabadosenunaépocaqueteníamástranquilidadquelanuestra.

«Aquí yace el cuerpo del caballero Albert Crawford», leyó Ana en unadesgastada losa gris, «por muchos años guardián de la artillería de SuMajestadenKingsport.Sirvióenelejércitohasta lapazde1763,cuandoseretiró por enfermedad. Fue un valiente oficial; el mejor de los maridos; elmejordelospadres;elmejordelosamigos.Murióel29deoctubrede1792,alos84añosdeedad».

—Aquítienesunepitafioparati,Prissy.Porciertoquehayenél«campoparalaimaginación».¡Cuánllenadeaventurasdebedehabersidoesavida!Yen lo que se refiere a cualidades personales, no existen más elogios. ¿Lehabrándichoenvidaqueeratalescosas?

—Aquí tienes otro —dijo Priscilla—. Escucha: «A la memoria deAlexander Ross, que murió el 22 de septiembre de 1840, a los 43 años.Erigidocomotributodeafectoporalguienaquiensirviótanfielmentedurante27 años, que lo consideró como un amigo, merecedor de toda confianza yafecto».

—Unepitafiomuybueno—comentóAna,pensativa—.Noquerríayounomejor.Todossomossirvientesenciertamedidaysiennuestrastumbaspuedeinscribirsecontodarealidadelhechodehabersidofieles,nadamáspodemosdesear.Aquíhayunatristelosa,Prissy:«Alamemoriadeunhijoquerido».Yaquí otra: «Erigida en recuerdode alguien enterrado enotra parte». ¿Dóndeestará esa tumba desconocida? Realmente, Pris, los cementerios de hoy no

serán nunca tan interesantes como éste. Tenías razón, vendré por aquí amenudo.Megusta.Veoquenoestamossolas:alfinaldelaavenidahayunachica.

—Sí, y creo que es lamisma a quien vimos estamañana en Redmond.Hace cinco minutos que la estoy observando. Ha comenzado a acercarsemedia docena de veces y otras tantas se ha vuelto atrás.O es terriblementetímidao tiene remordimientosdeconciencia.Vayamosa suencuentro.CreoqueesmásfácilentrarenrelaciónenuncementerioqueenRedmond.

Cruzaronelsenderohacialadesconocida,queseencontrabasentadasobreuna losa gris, bajo un sauce. Eramuy bonita, con un tipo de belleza vivaz,irregularyfascinante.Ensuscabellossuaveshabíareflejoscastañosyensusmejillasunsuavecolor.Susojoserangrandesydeunpardoaterciopelado,lascejassesgadasyloslabiosrosas.Vestíauntrajeoscurobiencortadoycalzabaunos hermosos zapatitos, verdadera creación de un artista en zapatería.Priscilla tuvo la repentina sensación de que los suyos eran sólo la obra delremendóndelpuebloyAnapensó,incómoda,ensilablusaqueellasehabíahecho y que la señora Lynde le adaptara al cuerpo, parecería demasiadocampesina y casera frente al elegante vestido de aquellamuchacha. Por uninstante,lasdossintieronganasdevolverse.

Peroyaestabanapuntodellegaralalosagris.Erademasiadotardepararetirarse, pues evidentemente lamuchacha de ojos castaños había sacado laconclusióndequeseacercabanparahablarle.Instantáneamentesepusoenpiey se acercó alargándoles la mano con una sonrisa alegre y amistosa, sinsombradetimidezodeconcienciaculpable.

—Megustaría saberquiénes sois—exclamóanimosamente—.Memoríapor saberlo. Os he visto esta mañana en Redmond. ¿No es cierto que fuehorrible?Enciertomomentolamenténohabermequedadoencasayhabermecasado.

Tanto Ana como su amiga se echaron a reír ante esta inesperadaconclusión.Lachicadeojoscastañostambiénrio.

—De verdad. Pude haberlo hecho. Venid, sentaos sobre esta losa y nospresentaremos.Séquenosvamosaquerermucho;losupetanprontoosvienRedmondestamañana.Deseabaacercarmeydarosunabrazo.

—¿Yporquénolohiciste?—preguntóPriscilla.

—Simplemente porque no me decidía. Siempre me siento indecisa. Tanpronto emprendo algo, tengo el convencimiento de que lo correcto sería locontrario.Esunahorribledesgracia;peronacíasíydenadavaleculparme.Demodoquenopodíadecidirmeahablarpormuchoquelodeseara.

—Creímosqueerasmuytímida—dijoAna.

—¡Oh, no, querida! La timidez no figura entre los muchos defectos ovirtudes de Philippa Gordon… Phil para vosotras. Llamadme así. Y ahora,¿cómoosllamáis?

—EllaesPriscillaGrant—dijoAnaseñalandoasuamiga.

—YellaAnaShirley—añadióPriscilla,señalandoasuvez.

—Ysomosdelaisla—agregaronalunísono.

—YovengodeBolingbroke,NuevaEscocia—dijoPhilippa.

—¡Bolingbroke!—exclamóAna—.¡Perosiyonacíallí!

—¿Deverdad?Esotehaceuna«narizazul».

—No—respondióAna—.¿NofueDanO'Connellquiendijoqueelnacerenunacuadranotehacecaballo?Soyunaisleñadecorazón.

—Bueno, de todos modos estoy contenta de que hayas nacido enBolingbroke.Noshaceunpocovecinas,¿noescierto?Ymegusta,porqueasí,cuando te cuente mis secretos, no será como decírselos a una extraña. Yotengoquecontarlos.Nopuedoguardarunsecreto;es inútil intentarlo.Esmipeordefecto;éseylaindecisión.¿Mecreeréissiosdigoquemellevómásdemediahoradecidirquésombreromepondríaparaveniraquí,auncementerio?Primeromeinclinéporeldecolorcastaño,conunapluma;perotanprontomelopusepenséqueesterosadoconelalasueltamesentaríamejor.Alfinallospusesobrelacama,cerrélosojosyseñaléuno.Letocóalrosado,demaneraquemelopuse.Mequedabien,¿verdad?Decidmequépensáisdemiaspecto.

Anteestacándidapregunta,hechaentonoperfectamenteserio,Priscillaseechóareírotravez.PeroAna,apretándoleimpulsivamentelamano,dijo:

—EstamañanapenséqueeraslachicamásguapadeRedmond.

LatraviesabocadePhilippadejóverunoshermososdientecillosblancosalsonreír.

—Esomismopenséyo—fuelasorprendenterespuesta—,peroqueríaquelaopinióndealguienrobustecieselamía.Nopuedodecidirnisiquierasobremispropiostrajes.Encuantoreconozcoquesoyguapatengolaseguridaddequenoesasí.Además,tengounahorribletíaabuelaquesiempremedice,conuntristesuspiro:«¡Erasunaniñatanlinda!Esrarocómocambianlosniñosalcrecer».Adoro a las tías, perodetesto a las tías abuelas.Por favor, si noosmolesta, decidme amenudo que soy guapa. ¡Me siento tan cómoda cuandopuedocreerque soyguapa!Yoseré igualmentebuenaconvosotras si así loqueréis,detodocorazón.

—Gracias —dijo Ana riendo—, pero Priscilla y yo estamos tanconvencidasdenuestrobuenaspectoquenonecesitamosningunaayuda,demaneraquenotepreocupes.

—¡Oh, os estáis riendo de mí! Sé que pensáis que soy una estúpidanarcisista,peronoesasí.Enrealidadnotengounápicedevanidad.Ynomecuestanadadeciruncumplidoaunachicasiselomerece.¡Estoytancontentade haberos conocido! Llegué el sábado por la noche y casi he muerto denostalgia desde entonces. Es algo horrible, ¿no es cierto? En Bolingbroketengo mi importancia, pero en Kingsport no soy nada. ¿En dónde oshospedáis?

—EnlacalleSaintJohn38.

—Mejorquemejor.QuedaalavueltadelaesquinadeWallaceStreet.Sinembargo,nomegustamipensión.Esfríaysolitariaymicuartodaaunpatioulteriorhorrible.Esel lugarmásfeodelmundo.Yenloqueserefierealosgatos,creoquetodoslosdeKingsportnosepodríancongregarallí,perosílamitad. Adoro a los gatos cuando los veo sobre las alfombras, ronroneandojunto a la chimenea, pero en los patios de las casas, a medianoche, sonanimales totalmentediferentes.Laprimeranoche lloré todoel tiempo,y losgatos conmigo. Tendríais que haber visto mi nariz a la mañana siguiente.¡Cómodeseénohaberdejadomihogar!

—NosécómopudistedecidirteaveniraRedmond,sierestanindecisa—dijoPriscilla.

—Puedesestarseguradequenofuiyo,querida.Fuepapáquienloquiso.Estáempeñado.Amímeparece ridículoestudiarunacarrera.Noesquenopueda,tengoungrancerebro.

—¡Oh!—comentóPriscillavagamente.

—Sí. ¡Pero cuesta tanto emplearlo! ¡Y los licenciados sonunas criaturastandignas,sobriasysolemnes!Tienenqueserlo.

»No, yo no quería venir. Lo hice por papá, ¡es tan bueno! Además, yosabíaquesimequedabaencasamecasaría.Esoesloquequeríamamá.Ellasíqueesdecidida.Peroamíme resultabaodiosopensarencasarme,por lomenos tan pronto.Quiero divertirme antes de sentar cabeza.Y, por ridículaquesealaideadehacerunacarrera,loesaúnmásladecasarse.Notengomásquedieciochoaños.DemaneraquepreferíveniraRedmond.Además,¿cómoibaadecidirconquiéncasarme?

—¿Erantantos?—preguntóAnariendo.

—Montones.Lesgustomuchoaloschicos.Perohabíasólodosquevalíanlapena.El restoeran todosdemasiado jóvenesodemasiadopobres.Ydebo

casarmeconunhombrerico.

—¿Porquédebes?

—Queridas,¿podéis imaginarmecasadaconunpobre?Noséhacernadaútilysoymuyextravagante.¡Oh,no,mimaridodeberátenermuchodinero!Demaneraqueelegídos.Perohubierasidolomismoquefuesendoscientos.Sé perfectamente que cualquiera que eligiese, toda mi vida lamentaría nohabermecasadoconelotro.

—¿No…querías…aninguno?—preguntóAna.No le era fácil hablar aunaextrañadelgranmisterioydelagrantransformacióndelavida.

—¡PorDios,no!Yonopodríaamaranadie.Creoqueestarenamoradatehace una perfecta esclava. Y eso daría a un hombre demasiado poder parahacerte daño. Tendría miedo. No, no. Alee y Alonzo son dos chicos muybuenosymegustanambostantoquenoséacuáldelosdosprefiero.Aleeeselmáselegante,desde luego,yyonopodríacasarmeconalguienqueno lofuera. Tiene buen carácter también, y un hermoso cabello negro rizado. Esdemasiadoperfecto;nocreoquemegusteunmaridodemasiadoperfecto.

—Entonces, ¿por qué no casarte con Alonzo? —preguntó Priscillagravemente.

—¡Piensa en casarte con alguien que se llame así! —dijo Phil,quejumbrosa—.Nocreoquepudieraresistirlo.Peroéltieneunanarizclásicay sería una tranquilidad tener una nariz así en la familia, en la que poderconfiar.En lamíanopuedo tenermucha fe.Porahora tiene la formade losGordon,¡pero tengotantomiedodeque tomelaformade losByrnecuandoseamásvieja!MamátieneunagrannarizByrne.Esperadaverla.Yoadorolasnarices bonitas. Tu nariz es preciosa, Ana Shirley. La nariz deAlonzo casiinclinó el platillo en su favor. ¡Pero el nombre!No, nome pude decidir. Sihubiese podido hacer como con los sombreros, ponerlos juntos y cerrar losojos,habríasidomásfácil.

—¿YquésintieronAleeyAlonzocuandopartiste?—preguntóPriscilla.

—¡Oh,todavíaestánesperanzados!Lesdijequetendríanqueesperaraqueeligiese. Y están dispuestos a esperar. Me adoran. Mientras tanto piensodivertirmemucho.Espero tenermontonesdepretendientesenRedmond.Nosoyfelizsinolostengo.¿Peronoosparecequelos«novatos»sonmuyfeos?Sóloviunoguapoentreellos.Sefueantesdequellegaraisvosotras.OíquesuamigolellamabaGilbert.Suamigoteníaunosojosquesenotabanalolejos.Pero¿yaosvais?¿Tanpronto?

—Tenemosqueirnos—dijoAnaalgofríamente—.Sehacetardeytengoalgoquehacer.

—Pero vendréis a verme ¿no es así?—preguntó Philippa, pasándoles elbrazoporlacintura—.Ymepermitiréisqueosvayaavisitar.Quierointimarconvosotras.Oshe tomadomucho cariño. ¿Noos habrédisgustado conmifrivolidad?

—No—rioAna,respondiendocordialmentealapretóndePhil.

—Porque no soy la mitad de lo tonta que parezco. Aceptad a PhilippaGordontalcomoDioslahizo,contodossusdefectos,ycreoquellegaréisaquererla. ¿No es bonito el cementerio?Megustaría queme enterraran aquí.Aquíhayuna tumbaquenohabíavisto antes; esa con laverjadehierro; lalosadicequeesdeunguardiamarinaquemurióenlaluchaentrelaShannonylaChesapeake.¡Imaginaos!

Anasedetuvojuntoalaverjaymirólagastadapiedra,mientraslelatíaelcorazón.Elviejocementerio,consusárbolesarqueadosysuslargossenderosdesombra, seesfumódesuvista.Ensu lugarvioel fuertedeKingsportunsigloatrás.Delanieblasaliólentamenteunagranfragata,conla«meteóricabanderadeInglaterra».Trasellaveníaotratrayendosobrecubiertauncuerporígido y heroico arropado en su propia bandera estrellada, el del valienteLawrence.Era laShannonqueentrabaen labahía,con laChesapeakecomopresa.

—Vuelve,AnaShirley,vuelve—rioPhilippa,tirándoledelbrazo—.Estásaunsiglodenosotras.Vuelve.

Anaregresóconunsuspiro,ysusojosbrillabansuavemente.

—Siempre me gustó esa vieja historia —dijo—, y aunque los inglesesganaron el combate, creo que me gusta por el bravo comandante vencido.¡Esta tumbaparece hacerla tan real!Este pobre guardiamarina no teníamásque dieciocho años. «Murió de las terribles heridas recibidas en la heroicaacción», así reza el epitafio. Es lo que un soldado como él podía haberdeseado.

Antes de volverse, Ana desprendió el ramito de pensamientos rojos quellevabaenelpechoylodejócaerserenamentesobrelatumbadelmuchachoqueperecieraenelgranduelodelmar.

—Bueno, ¿qué piensas de nuestra nueva amiga? —preguntó PriscillacuandoPhillasdejó.

—Me gustó. Hay en ella algo que induce a quererla a pesar de sustonterías.Creo,comoelladice,quenoestantontacomoparece.Esunabuenachicaynosésicreceráalgunavez.

—Amítambiénmegusta—dijoPriscillacondecisión—.HablatantodelosmuchachoscomoRubyGillis.PeromeponeenfermaoíraRuby,mientras

quePhilsólomehacereírdebuengrado.Ahora,dime,¿cuáleslarazón?

—Hayunadiferencia—contestóAna,pensativa—.CreoqueRubyhablaconscientemente. Juega al amor. Además, te hace sentir que habla así pararefregarteporlanarizsusadoradoresyparahacertesentirquenotienesnilamitadqueella.Ahorabien,cuandoPhilhabladesusadmiradoresparecequehablaradecompañeros.Enrealidadvealoschicoscomoabuenoscamaradasylegustatenerlosencantidadasualrededorporqueleagradaserpopularymásaúnquecreanqueloes.InclusoAleeyAlonzo(deahoraenadelantenopodrésepararlos)sondosjuguetonesquequierenjugarconellatodalavida.EstoycontentadehaberlaconocidoydequehayamosidoaSt.John.Creoquehe echado una raicilla hoy en Kingsport. Me alegro. Odio sentirmetrasplantada.

CAPÍTULOCINCO

Cartasdelhogar

DurantelastressemanassiguientesAnayPriscillacontinuaronsintiéndoseforasteras. Luego, en un instante, la vida, que hasta aquelmomento parecíacompuestadefragmentosinconexos,seconvirtióenuntodohomogéneo,queabarcaba a Redmond, profesores, clases, estudiantes, compañeras yobligaciones sociales. Los «novatos» abandonaron su inicial aislamiento yfundaron supropiogrupo, con suespíritu, intereses, antipatíasyambicionesexclusivas.TriunfaronenelTorneoAnualdelasArtessobrelosestudiantesdesegundoañoydesdeentoncesganaronelrespetodetodoslosdemáscursosyuna enorme confianza en sus propios méritos. Durante tres años los desegundohabíanganadoeltorneoyelhechodequeeseañolavictoriahubieracorrespondido a los «novatos» se atribuyó a la hábil estrategia de GilbertBlythe,quedirigiólacampañaeideónuevastácticasquedesconcertaronalosmayores y facilitaron el triunfo de los «novatos».Como recompensa de susméritos fue elegido presidente del curso, cargo de responsabilidad y honor(por lo menos desde el punto de vista de un «novato»), y codiciado pormuchos.Tambiénfueinvitadoaingresarenlos«Lambs»,comollamabanallíalaFraternidaddeEstudiantesLambaTheta,proposiciónquemuyraravezsehacía a un «novato».Como prueba preparatoria recibió la orden de desfilardurante todo un día por las principales calles de Kingsport llevando unapamelayunenormedelantaldecocinadepercal floreado.Cumpliósu tareacon buen humor, quitándose la pamela con graciosa cortesía ante las damasconocidas.CharlieSloane,quenohabíasidoinvitadoporlos«Lambs»,dijoaAna que no podía imaginar cómo Gilbert había hecho eso y que él nunca

podríahumillarseasí.

—¡QuéridículoquedaríaCharlieSloaneconsudelantalysupamela!—seburlóPriscilla—.¡IdénticoasuabuelaSloane!EncambioGilbertparecíaaúnmáshombreasívestido.

Ana y Priscilla se encontraron atrapadas en la densa vida social deRedmond.Elqueestoocurrieratanprontosedebióengranpartealosbuenosoficios de Philippa Gordon. Ésta era hija de un caballero de fortuna yreputación y pertenecía a una antigua familia de Nueva Escocia. Esto,combinadoconsuencantoyhermosura(cosaquenopodíandejardeadvertircuantoslaconocían),leabríalaspuertasdetodosloscírculos,clubesycentrosdeRedmond,yadondeibaella,ibantambiénAnayPriscilla.Phil«adoraba»alas dos chicas, especialmente aAna.Era un alma pura y cristalina, libre detodaclasedeínfulas.«Elquemequiere,quiereamisamigas»,parecíasersulema. Sin ningún esfuerzo las hizo ingresar en el amplio círculo de susamistadesylasdosjovencitasdeAvonleasesumergieronenunavidasocialfácil y placentera, para envidia y extrañeza de las otras «novatas», que porcarecer del apoyo de Philippa se vieron condenadas a mantenerse casi almargendeesasactividadesdurantetodosuprimerañoenlaescuela.

ParaAnayPriscilla,queteníanobjetivosmuyseriosenlavida,Philippacontinuó siendo siempre la chiquilla adorable y divertida de su primerencuentro.

Dóndeocómohallabatiempoparaestudiareraunmisterioporquesiempreparecía estar en busca de diversión y por las tardes recibía en su casamontones de visitas. Era muy atractiva y sus compañeros de curso y unnúmero considerable de los de años superiores rivalizaban por sus sonrisas.Ella estaba encantada y contaba alegremente aAna y a Priscilla sus nuevasconquistasconcomentariosquehabríanhechoarderfuriosamentelosoídosdesusinfortunadosenamorados.

—Parece que Alee y Alonzo todavía no tienen ningún rival serio —observóAnaburlonamente.

—Niuno—asintióPhilippa—.Lesescribotodaslassemanashablándolesdemisadoradores.Estoyseguradeque loencuentrandivertido.Peroelquemásmegustano lo tengo.GilbertBlythenomehaceningúncaso.Memiracomosifueseunalindagatita.Ysémuybienlarazón.Teenvidio,ReinaAna.Tendríaqueodiarteyencambiotequierolocamenteymepongomuytristeeldíaquenoteveo.Eresdistintadetodaslaschicasqueheconocido.Aveces,cuando me miras de una manera especial, haces que me dé cuenta de loinsignificanteyfrívolaquesoy,yaspiroasermejor,másinteligenteycuerda.Yentonceshagofirmespropósitosdeenmienda;peroencuantomecruzoconun jovencito bien parecido mi decisión se derrumba por completo. ¿No te

parece que la vida en la escuela es magnífica? ¡Encuentro tan graciosorecordar quemi primer día aquí la odié! Pero si no hubiera sido así nuncahabría intimado contigo. Ana, por favor, dime queme aprecias siquiera unpoquito.

—Te quieromucho; y creo que eres una encantadora, dulce, adorable yaterciopelada… gatita sin uñas —rio Ana—; pero no comprendo cómoencuentrastiempoparaestudiar.

Sinembargo,debíadeencontrarlo,pues ibaa lavanguardia en todas lasasignaturas. Hasta el gruñón profesor de matemáticas, que detestaba laeducaciónmixta y se había opuesto severamente a que fuera implantada enRedmond, tuvo que rendirse ante ella. Aventajaba en todo a las demásestudiantes, excepto en lenguaje, dondeAna Shirley se imponía por ampliomargen.

Éstahallabamuysencilloelprimercurso,engranpartedebidoalaseveradisciplinadeestudioaqueellayGilbert sehabíanacostumbradoen losdosúltimosañosdeAvonlea.Estoledejabamástiempolibreparasuvidasocial,delaquedisfrutabaenormemente;perosinolvidarniuninstanteasusamigosdeAvonlea.Paraellalosmejoresmomentosdelasemanaeranaquellosenquerecibía noticias del hogar. Después que leyó las primeras cartas pensó quejamás podría sentirse en Kingsport como en su casa. Antes de recibirlas,Avonlea parecía estar a miles de kilómetros de distancia; esas cartas laacercabany unían la vieja vida con la nueva, hasta convertirlas enuna solaexistencia.Laprimeraremesatrajoseiscartas:deJaneAndrews,RubyGillis,DianaBarry,Marilla,laseñoraLyndeyDavy.LadeJaneeramuyprolija,conlastperfectamentecruzadasylasiconsuspuntosenellugarexacto,perosinunasolafraseinteresante.Anaqueríanoticiasdelaescuela,peroJanenuncacontestaba sus preguntas y se limitaba a contar cuántos metros de crochethabíatejido,eltiempoquehacíaenAvonlea,cómopensabahacerseelvestidonuevoyquésentíacuando ledolía lacabeza.RubyGillisescribióunacartamuy fluida, en la que deploraba la ausencia de Ana, asegurándole que seencontrabacompletamenteperdida,lepreguntabaquétaleranlosjóvenesdeRedmondylacompletabaconunadetalladahistoriadesusexperienciasconsusnumerososadmiradores.Eraunacarta tontay sin sentido.Anacon todaseguridad sehabría reídode ella si nohubiera sidopor la posdata: «GilbertparecedivertirsemuchoenRedmond,a juzgarpor sucarta», escribíaRuby;«nocreoqueCharliehayatenidoelmismoéxito».

—¡AsíqueGilberthabíaescritoaRuby!Muybien.Estabaensuperfectoderecho, por supuesto. Sólo que…Ana no sabía que Ruby lo había hechoprimeroyqueGilbert sehabíavistoobligadoa contestar pormera cortesía.SeparólacartadeRubycondesprecio.PerolaencantadoraepístoladeDiana,frescay llenadenoticias,sacóelaguijónque leclavara laposdatadeRuby.

Claro que hablaba demasiado de Fred, pero por otra parte era tan rica ennovedades y temas de interés para Ana que ésta se sintió transportada aAvonlea mientras leía. La carta de Marilla era seca y simple, ausente dechismografíaoemociónalguna.Sinembargo,asíytodotransmitióaAnatodoelambientellanoysimpledelavidaen«TejasVerdes».LadelaseñoraLyndese refería sólo a noticias relacionadas con la iglesia.Como ya no tenía queatender una casa, Rachel tenía más tiempo para dedicar a los asuntosparroquialesysehabíaentregadoaellosencuerpoyalma.Poraquelentoncesestaba muy ocupada con los suplentes que desfilaban por el pulpito deAvonlea.

Creo que sólo hay tontos en el sacerdocio en esta época —escribíaamargamente—. ¡Hay que ver los candidatos que nos mandan y lo quepredican!Lamitadnoesverdady,loqueespeor,nosuenaadoctrina.Elquetenemosahoraeselpeordetodos.Generalmentecogeuntextodeterminadoyluegopredicasobreotracosa.Ydicequenocreequetodoslospaganosesténcondenadosirremisiblemente.¡Vayaunaidea!¡Sifueraasí,todoeldineroquehemosenviadoalasmisionesestaríaperdido!Eldomingopasadoanuncióquela próxima vez hablará sobre el tiburón que apareció en la playa.Creo queharía mejor en limitarse a la Biblia dejando a un lado los sucesos deactualidad.¡Aquéestadohanllegadolascosassiunministronopuedehallaren las SagradasEscrituras tema para una prédica! ¿A qué iglesia vas,Ana?Esperoqueloharásregularmente.LagentetienemuchafacilidadparaolvidarsusobligacionesparaconDiosfueradesucasaytengoentendidoqueesoesmuy común entre los estudiantes. Me han dicho que hasta estudian losdomingos.Esperoque túnunca lleguesaeso,Ana.Recuerdacómohassidoeducada.Ytenmuchocuidadoalelegirtusamistades.Nuncasabrásquéclasedecriaturasconcurrenaesasescuelas.Sonlobosconpieldecordero,esoes.Serámejorquenohablesconningúnjovenquenoseadelaisla.

Olvidabacontarteloquepasóeldíaquevinoavisitarnoselministro.Fuelomásgraciosoquehevistoenmivida.LedijeaMarilla:«SiAnaestuvieseaquí,¿nocreesquesehabríareído?».HastaMarillaserio.Esunhombrecillomuy bajo, grueso y patizambo. Bueno, el cerdo de los Harrison (aquel tangrande)andabaporaquíaqueldíaysehabíametidoenlagaleríadeatrássinsaberlo nosotras, y allí estaba cuando apareció elministro.Quiso escaparse,pero el camino estaba obstruido por un par de piernas patizambas; y contraellas arremetió. Fuera porque el cerdo era demasiado grande o el ministrodemasiadopequeño,lociertoesquelolevantóenviloysaliócorriendoconélencima. Su sombrero y su bastón volaron por el aire precisamente en elmomento en que Marilla y yo llegábamos a la puerta. Nunca olvidaré elcuadro.Elpobrecerdoestabamuertodelsusto.NuncapodrévolveraleerenlaBiblialodelcochinoquecorriólocamentehaciaelmarsinveralcerdodelseñorHarrisontrotandocuestaabajoconelministroencima.Supongoqueel

pobreanimalcreíaquellevabasobresulomoalmismodiablo.¡GraciasaDiosque los mellizos no estaban en casa! Hubiera sido terrible que vieran a unministro en una situación tan poco digna.Al llegar al arroyo elministro searrojó,ofuearrojado.Elcerdocruzórumboalosbosquescomoenloquecidoydesapareció.Marillayyocorrimosyayudamosalministroalevantarseylesacudirnos la levita. No se había lastimado pero estaba furioso. ParecíahacernosresponsablesaMarillayamíporloocurrido,aunqueleexplicamosqueelcerdononospertenecíayquesehabíapasadoelveranomolestándonos.Además, ¿por qué se le ocurrió entrar por la puerta trasera?Nunca habríasvisto al señorAlianhacer eso.Pasarámucho tiempoantesdeque tengamosotropastorcomoél.Estamospasandounmalmomento.Nohemostenidomásnoticiasdelcerdoyesperoquenolastengamosnunca.

LascosasestánmuytranquilasenAvonlea.«TejasVerdes»nomeresultatan solitario como pensaba.Creo que empezaré otra colcha de algodón esteinvierno. La señora Sloane tiene un modelo muy elegante y moderno conhojasdemanzano.

Cuandoquieroalgoexcitante,leoloscasosdeasesinatoenelperiódicodeBoston que me envía mi sobrina. No acostumbraba a hacerlo, pero sonrealmente interesantes. Los Estados Unidos deben de ser un lugar horrible,Ana.Esperoquenuncavayasallí.Peroesverdaderamenteespantosalaformaen que las muchachas andan por el mundo en estos tiempos. Me hacen lamisma impresión de Satán en el libro de Job, corriendo de un lado a otro,subiendoybajando.NocreoqueelSeñorloveabien,esoes.

Davysehaportadobastantebiendesdequetefuiste.UndíaseportómalyMarillalocastigóhaciéndoleusarundelantaldeDoratodoeldía.Entoncesélfue y recortó todos los delantales de su hermana. Le di una paliza y él, envenganza,persiguióamigallohastaquecayómuerto.

LosMacPhersonsehanmudadoamiantiguacasa.Ellaesunagranamadecasa.Arrancótodasmislilasporquedabanaljardínunaspectodesordenado.Thomas las había plantado cuando nos casamos. Su marido parece buenapersona,peroellaesdelasquenoseresignanaenvejecer,esoes.

Noestudiesdemasiado,ynoteolvidesdeponerteturopainteriordelanaencuanto refresque.Marillasepreocupamuchísimopor ti,pero ledigoquetienesmuchomássentidocomúnqueelqueyocreíaquellegaríasatenerdeacuerdoconloqueerasdeniña,yqueestarásbien.

LacartadeDavycomenzabaconunaqueja.

Querida Ana, por fabor escribe a Marilla y dile que no me hate a lavarandadelpuentecuandoboyapescar, loschicosse ríendemí.Aquíestámuitristesinti,peroelcolejioesdivertido.Janeandrewsseenfadamásque

tú, anoche azusté a la señora lynde conun fuego.Estabamui enojaday eraporqueyocorríasugayoporelgallineroastaquesemurió.Yonoqueríaquesemuriera,¿quélohisomorir,ana?quierosaber.Laseñoralyndelotiróyseperdiódebenderseloalseñorblair,elseñorblairpaga50centabosporcadagayomuerto. Bi que la señora lynde le pidió alministro que resé por ella.¿Quehisequeseatanmalo,ana?quierosaber,tengounacometaconunacolapreziosa,ana,ayerenelcolejioMiltyboltermecontóalgovárvaro,esverdad,el viejo Joe Mosey y León estavan jugando a las cartas una noche en elbosque,lascartasestavansobreuntroncoyunombrenegromásgrandequelos árboles bino y agarró las cartas y el tronco y desapareció con un ruidocomo un trueno. Apuesto que se asustaron.Mylty dise que el negro era eldiablo: ¿era, ana? quiero saber, el señor Kimbal de spencervale esta muienfermo y tuvo que ir al ospital. por fabor espera mientras le pregunto aMarillasiesasí,malilladisequeesalmanicomiodondetuboqueir,noalotrolado. El cree que tiene una culebra adentro, ¿como es tener una culebraadentro, Ana? quiero saber, la barriga de la señora lawrence también estáenferma,laseñoralyndedicequeloquelepasaesquepiensamuchoensuspartesdeadentro.

—Me pregunto qué pensaría la señora Lynde de Philippa —dijo Anamientrasdoblabasuscartas.

CAPÍTULOSEIS

Enelparque

—¿Quévaisahacerhoy?—preguntóPhilippairrumpiendoenelcuartodeAnaunsábadoporlatarde.

—Vamosapasearporelparque—respondióAna—.Deberíaquedarmeaterminarmiblusa,peronopuedocoserenundíatanhermoso.Hayalgoenelairequemecorreporlasvenasyllenadegloriamialma.Misdedossenieganadarunapuntada.Demodoquenosvamosrumboalparque.

—¿Ese«nos»incluyeaalguienmásquetúyPriscilla?

—Sí, incluye aGilbert y aCharlie, y nos encantaría que tú tambiénnosacompañaras.

—Perosifuerameconvertiríaenlaterceraendiscordia—sequejóPhil—.Yésaseríaunaexperienciacompletamentenuevaparamí.

—Y bien, las experiencias nuevas son siempre interesantes. Ven, y asíseráscapazdesentirsimpatíaporesaspobresalmasquehacendeterceroen

discordiatanamenudo.Pero¿dóndeestántodastusvíctimas?

—¡Oh, estoy cansada de ellos! Hoy no podría aguantar a ninguno.Además,mesientounpoquitotriste;unpoquitonadamás.Lasemanapasadales escribí aAlee y aAlonzo. Puse las direcciones ymetí las cartas en lossobres,peronoloscerré.Esatardepasóalgomuygracioso.Bueno,graciosoparaAlee,aunquenoparaAlonzo.TeníamuchaprisaysaquélacartadeAleede su sobre (por lomenos eso creí) para añadirle una posdata.Luego enviéambas cartas.Estamañana recibí la respuesta deAlonzo.Yhabía escrito lapostdataensucarta.Sepusofurioso.Claroqueyaselepasará(ysino,peorparaél),peromearruinóeldía.Poresoquisevenir,paratratardelevantarunpocomiánimo.Encuantocomience la temporadade fútbolno tendréniunsábadolibre.Adoroelfútbol.Tengounagorrafantásticayunjerseyconloscolores de Redmond para ponerme esos días. ¿Sabéis que a Gilbert lo hannombradocapitándelequipodelos«novatos»?

—Sí,noslodijoayer—respondióPriscillaaldarsecuentadequeAnanocontestaría—. Charlie y él estaban abajo. Sabíamos que vendrían, demodoquequitamostodosloscojinesdelaseñoritaAda.Elquetieneelbordadoenrelieveloescondídetrásdeunasilla.Penséqueallíestaríaasalvo,peronofueasí. Charlie Sloane fue hacia la silla, vio el almohadón, lo recogiócuidadosamenteyestuvosentadoencimatodala tarde.¡Quédesastreparaelcojín!LapobreseñoritaAdamepreguntóhoy,muysonriente,peroconciertotono de reproche, por qué había permitido que se sentara encima.Le aclaréque no había sucedido por mi culpa; que fue simplemente una «sloanada»comolasdecostumbre.

—LoscojinesdelaseñoritaAdayameestáncrispandolosnervios—dijoAna—.Lasemanapasadaterminódosconbordadosdetodaclase.Comoyano tiene donde ponerlos, los colocó en el descansillo de la escalera. Estáncaídoslamitaddeltiempoysibajasaoscurastropiezasconellos.Eldomingopasado, cuando el pastorDavies oraba por los que afrontan los peligros delmar,yoagreguéparamisadentros:«Yporaquellosquevivenencasasdondelos cojines reinan por doquier». ¡Bueno! Estamos listas, ya veo venir a losmuchachoscruzandoelOídSt.John.¿Vienes,Phil?

—IrésipuedopasearconPriscillayCharlie.Representarépacientementemi papel.TuGilbert es un encanto,Ana; pero ¿por qué va tanto con«Ojossaltones»?

Ana se puso tiesa. No apreciaba mucho a Charlie Sloane, pero era deAvonlea,yningúnextrañoteníaderechoareírsedeél.

—Charlie y Gilbert siempre han sido amigos —respondió fríamente—.Charlieesunbuenmuchacho.Notienelaculpadequesusojosseanasí.

—¡Nomedigas!Puesdebedehaberhechoalgoterribleensuvidaanteriorpara haber sido castigado con semejante par de ojos. Pris y yo vamos adivertirnos esta tarde.Nos burlaremos de él en su propia cara y no se darácuenta.

Y las dos traviesas muchachas llevaron a cabo sus poco cordialespropósitos. Pero Sloane, afortunadamente para él, no se dio ni cuenta. Seconsideraba todo un personaje por poder pasear con dos jóvenes comoaquéllas,especialmentePhilippaGordón,laguapadelcurso.Seguramentequeesto impresionaría aAna.Veríaqueotraspersonas lo apreciabanen todo suvalor.

Gilbert y Ana caminaban algo separados de los otros, disfrutando de latranquilidady labellezade la tardeotoñal,bajo lospinosdelparque,porelsenderoquetrepabayserpenteabaentornoalacostadelpuerto.

—El silencio es aquí como una oración, ¿no te parece?—preguntóAnamirando el brillante cielo—. ¡Cómo quiero a los pinos! Parece como si susraíces estuvieran hundidas profundamente en el romanticismo de todas lasépocas. ¡Es tan reconfortanteandardeaquíparaalláconversandoconellos!Siempremesientomuyfelizenestelugar.

Yasíenlassoledadesmontañosas,

comoporalgúnconjurodivino,

caendeellassuspreocupaciones,

comolasagujasalsacudirelpino.

—Nuestras pequeñas ambiciones parecen aquí insignificantes, ¿no escierto,Ana?

—Creoquesialgunaveztuvieraunagranpenacorreríahacialospinosenbuscadeconsuelo—comentóAna,soñadora.

—Esperoquenuncatengasunagranpena,Ana—dijoGilbert.

Nopodíaconcebirningúnpesarenlacriaturavivazygozosaqueestabaasulado;ignorabaqueaquellosquepuedenalcanzarlasmásaltascumbresdeladichasonlosquemásbajocaenenlosabismosdeladesesperación;quelosmásaptosparalaalegríasontambiénlosmáscapacesparaeldolor.

—Sin embargo, así será… alguna vez —murmuró Ana—. En estosmomentos la vida es para mí como una copa de cristal colmada de néctar,cerca demis labios.Pero tienequehaber algo amargo…comoen todas lascopas.Algúndíametocaráamí.

Ojalá que cuando llegue ese momento me encuentre fuerte y preparadaparahacerle frente.Yesperoqueno lleguepormiculpa.¿Recuerdas loque

dijoelpastorDavieseldomingopasado?LospesaresquenosenvíaDiostraenconsigofuerzayconsuelo;encambiolosquenosbuscamosnosotrosmismos,pornuestrapropiaconductadesordenada,sonmuchomásdifícilesdesoportar.Pero no debemos hablar de penas en una tarde como ésta. Sólo despiertaalegríadevivir,¿noteparece?

—Sidependierademí,apartaríadetuvidatodoloquenofuerafelicidadyplacer,Ana—dijoGilbertconuntonoquesignificaba«peligro».

—Nodemostraríasmuchacordura—replicólajovenprestamente—.Estoyseguradequenadiepodríaperfeccionarseysaliradelantesinhabertenidoquevenceralgunaspenas,aunquesupongoqueestoseadmitesólocuandoseestásuficientemente tranquilo. Vamos; los otros han llegado al pabellón y nosesperan.

Sesentarontodosjuntosenelpequeñorefugioacontemplarelcrepúsculootoñal,mezcladepúrpuraydeoro.Hacia la izquierdayacíaKingsport, consustechosysuschimeneasquedespedíanespiralesdecolorvioleta.

Aladerecha,elpuerto,consuslucesrosadas,parecíaextendersehaciaelocaso.Ymásalládel rasosatinadodelaguayde laniebla,estaba la isladeWilliam,comoun fielperroguardiánqueprotegiera laciudad.La luzde sufaro irrumpía a través de la bruma como la de una suave estrella a la querespondíanotrasenellejanohorizonte.

—¿Habéisvistoalgunavezalgodeaparienciamásvigorosa?—preguntóPhilippa—.NomeinteresamucholaisladeWilliam,peroestoyseguradequeno lapodríaconquistaraunquequisiera.Miradelcentinelaen lacumbredelfuerte,juntoalabandera.¿Noparecesalidodeunanoveladeaventuras?

—Hablandodeaventuras—dijoPriscilla—,hemosestadobuscandobrezo;pero, por supuesto, no encontramos. La estación está ya muy adelantada,supongo.

—¡Brezo!—exclamóAna—.EnAméricanocrece,¿verdad?

—Sóloendossitiosentodoelcontinente—dijoPhil—.Unoaquí,enestemismoparque,yotroenalgúnlugardeNuevaEscociaqueahoranorecuerdo.El famoso regimiento escocés de la Guardia Negra acampó aquí unaprimaveraycuandoloshombressacudieronsuscolchonesalgunassemillasdebrezo que había entre la paja con que estaban rellenos cayeron y echaronraíces.

—¡Oh,quédelicia!—exclamóAna,encantada.

—Regresemos a casa dando la vuelta por Spofford Avenue —sugirióGilbert—; así podremos ver «los hermosos palacios donde se hospeda lanobleza».SpoffordAvenueeslaavenidamáselegantedeKingsport.Amenos

queseamillonario,nadiepuedeedificarallí.

—Sí—asintióPhil—.Hayallíunacasaquequieroqueveas,Ana.Éstanofueedificadaporunmillonario.Esloprimeroquesevealsalirdelparque,ydebe de haber crecido cuando Spofford Avenue era sólo un caminosecundario.¡Porquecreció,nofueconstruida!LascasasdelaAvenidanomeinteresan;sondemasiadonuevasyconmuchovidrio.Peroésaesunsueño.¡Yconunnombre!…Esperaaverla.

Lavieronmientrascaminabandesdeelparquehacialacolinabordeadadepinos. Precisamente en la loma donde comenzaba Spofford Avenue selevantabaunacasitablancacongruposdepinosaambosladosqueextendíansus brazos protectores sobre el bajo techo. Estaba cubierta por enredaderasrojasydoradas,a travésdelascualesespiabanlasverdesventanascerradas.Enlapartedelanterahabíaunjardínrodeadoporunpequeñocercodepiedra.A pesar de estar ya en octubre se veían en él toda clase de perfumadas yhermosísimas flores y arbustos que no parecían de este mundo: abrótanos,verbenas,alhelíes,petunias,caléndulasycrisantemos.Unpequeñocaminodeladrillo ibadesde lapuertadeentradahasta lagalería.Todoel lugarparecíahabersidotrasplantadodesdeunaremotavilla;asíytodo,habíaalgoenélquehacíaquesuvecinomáspróximo,unenormepalaciorodeadodecéspedquepertenecíaaunreydeltabaco,pareciera,porcontraste,extremadamenterudoy frío. Como había dicho muy bien Phil, se notaba la diferencia entre lonaturalyloartificioso.

—Es el lugar más encantador que he visto en mi vida —dijo Ana,extasiada—.Meproduceunodemisviejosydeliciososestremecimientos.EsaúnmásextrañaytiernaquelacasadepiedradelaseñoritaLavendar.

—Quieroquetefijesespecialmenteenelnombre.Miralasletrasblancasen la arcada:«LaCasadePatty»; ¿noesgracioso?Sobre todoenesta callellenade«LosPinos»,«LosAbetos»y«LosCedros».¡«LaCasadePatty»!¡Esadorable!

—¿TienesideadequiénesPatty?—preguntóPriscilla.

—Patty Spofford es el nombre de su anciana dueña. Vive allí con susobrina,yseguiránviviendounoscientosdeaños,oquizásunpocomenos.Laexageración es sólo una licencia poética. He averiguado que caballerospudienteshanqueridomuchasvecescomprarelterreno;comoteimaginarás,valeunapequeña fortuna,peroPattynohaqueridovenderlo.Ydetrásde lacasa,enlugardelparquederigor,hayunahuertademanzanosqueverásencuantocaminemosunpoco; ¡unaverdaderahuertademanzanosenSpoffordAvenue!

—Estanochevoyasoñarcon«LaCasadePatty»—dijoAna—.Hastame

parecepertenecerle.Mepreguntosialgunavez,porcasualidad,podremosverelinterior.

—Nomepareceprobable—opinóPriscilla.

Anasonrió,misteriosa.

—No, no es probable. Pero creo que sucederá. Siento algo extraño quepuedesllamarpresentimientosiquieres;algoquemehacepensarenque«LaCasadePatty»yyoseremosamigas.

CAPÍTULOSIETE

Encasaotravez

Las tres primeras semanas en Redmond se habían hecho largas, pero elrestodeltiempovolócomoelviento.Antesdedarsecuenta,losestudiantesdeRedmond se encontraron en los exámenes de Navidad, que afrontaron consuertediversa.ElhonordeserelprimerodelcursofluctuóentreAna,GilbertyPhilippa.Priscillaestuvomuybien;CharlieSloanepasóregular,peroestabatansatisfechocomosihubierasidoelmejorentodo.

—Meparecementiraquemañanaaestahoraestéyaen«TejasVerdes»—dijo Ana la noche anterior a la partida—. Pero así será. Y tú, Phil, teencontrarásenBolingbrokeconAleeyAlonzo.

—Me muero por verlos —admitió Philippa mientras mordisqueaba unbombón—. Son dos chicos encantadores, como sabes. ¡Oh, pasaré unasvacacionesmagníficas!Nuncateperdonaré,ReinaAna,quenohayasqueridoacompañarme.

—«Nunca» equivale a tres días en tu caso, Phil. Fuiste muy gentil alinvitarmeymeencantaráiraBolingbrokealgúndía.Perodeboiracasa.¿Notedascuentadecómosuspiramicorazón?

—No te divertirás mucho —dijo Phil desdeñosamente—. Supongo quehabráunpardereunionesdecosturayquetodaslasviejaschismosashablarándeti.Temorirásdesoledad,querida.

—¿EnAvonlea?—exclamóAna,muydivertida.

—Mientras que si vienes conmigo pasarás unas vacaciones perfectas.¡TodoBolingbroke estará loco contigo, ReinaAna… con tu cabello, con tuportey…¡oh,contodo!¡Erestandistinta!¡Seríasunéxito!Yyoviviríadelreflejodetugloria:«nolarosa,perocercadeella».¡Ven,Ana!

—Tu cuadro de éxitos sociales esmuy tentador, Phil, pero yo te pintaréotroqueloiguala.Voyacasa,aunaviejagranjaqueunavezfueverdeaunqueestéahoraunpocomustia,ubicadaentrehuertasdedesnudosmanzanos.Másabajohayunarroyuelo,ymásalláunbosquedeabetosdondeheoídoa losdedosdelvientoyde la lluvia tocarel arpaconmúsicacelestial.Cercahayunalagunaqueyaestarágrisyacogedora.Habráenlacasadosancianas,unaaltaydelgada,laotrabajaygruesa,yunpardemellizos,perfectomodelounoyelotroalgoaquienlaseñoraLyndellama«santoterror».Yhabrátambiénunpequeñocuartoblanco,sobreelporche,enelquedanzaránviejossueños,yunlechoenormeconuncolchóndeplumasqueresultaráelmayordeloslujosdespuésdeldelapensión.¿Quéteparecemicuadro,Phil?

—Muysoso—dijoéstaconunamueca.

—¡Oh,peronohecitadotodavíaloquetransformatodo!—exclamóAnasuavemente—.Allíhabráamor,Phil.Amorsinceroytierno,comonohallaréenningunaotrapartedelmundo,amorquemeestáaguardandoamí.¿Noteparece que esto convierte mi cuadro en una obra maestra, aun cuando suscoloresnoseanmuybrillantes?

SilenciosamentePhilsepusoenpie,dejóaunladosucajadebombonesyabrazóaAna.

—Ana,querríasercomotú—dijojuiciosamente.

LanochesiguienteDianafueabuscarasuamigaalaestacióndeCarmodyy ambas regresaron en el coche, bajo el tranquilo cielo estrellado. Cuandollegaron a la cuesta apareció «Tejas Verdes», y Ana observó que tenía unverdadero aire de fiesta. Había luces en todas las ventanas y su resplandorrompía la oscuridad exterior como llamaradas de bienvenida. Y en el patioardíaunagranfogata,alrededordelacualdanzabandosalegresfiguras,unadelascualesdiounfuertegritocuandoelcochedoblóentrelosálamos.

—Davy te recibe con un alarido de guerra indio—dijo Diana—. Se loenseñó el peón del señor Harrison y ha estado practicando para darte labienvenida. La señora Lynde dice que tiene los nervios destrozados. Davychillaba detrás de ella y luego salía corriendo. Estaba decidido a hacer unafogata para ti. Se ha pasado dos semanas juntando ramitas secas ypersiguiendoaMarillaparaqueledejaraponerunpocodegasolinaantesdeencenderelfuego.Yajuzgarporelolorparecequeloconsiguió,apesardequelaseñoraLyndeseoponíadiciendoqueDavyincendiaríayquemaríatodosiselopermitían.

A todo esto,Anaya estaba fueradel coche, conDavycolgándolede lasrodillasyDoraapretándoleelbrazo.

—¿No es una hermosa fogata, Ana? Déjame enseñarte a atizarla. ¿Has

visto las chispas? La hice para ti, Ana, porque estaba contento de quevolvierasacasa.

SeabriólapuertadelacocinaylaenjutafiguradeMarillaserecortóensuvano, enmarcada por la luz que brillaba en el interior. Había preferidoencontrarseconAnaenmediodelassombras,puesteníapánicodeecharseallorar de alegría, ¡ella, la inexpresiva y severa Marilla, que considerabaindecoroso dar rienda suelta a una emoción! La señora Lynde, amable ysosegadamente feliz, venía detrás. Allí estaba, rodeándolas, envolviéndolascontodasutibiezaydulzura,elamordelqueAnahablóaPhilippa.¡Despuésdetodo,nadapodíacompararseconlosviejosvínculos,conlosviejosamigos,con la vieja «Tejas Verdes»! ¡Cómo brillaban los ojos de Ana cuando sesentaron ante la recargada mesa, cómo resplandecían sus rosadas mejillas,cuan argentino era el sonido de su risa!Diana iba a quedarse a dormir allí,como en los viejos tiempos. Y hasta engalanaba la mesa el juego de tédecoradoconpimpollos.ParaMarilla,aquéllaeralamáximaexpresióndesuamor.

—Supongo que Diana y tú os pasaréis toda la noche hablando —dijoMarillasarcásticamentemientraslasjovencitassubíanlaescalera.Siempresemostrabaasídespuésdeunatraiciónasusprincipios.

—Sí—asintióAnaalegremente—.PeroantesiréaacostaraDavy.Insisteenquelohaga.

—¡Ya lo creo! —dijo Davy mientras cruzaban el vestíbulo—; quieroalguienconquiencompartirmisoraciones.Noesnadadivertidorezarsolo.

—Nunca estás solo cuando rezas, Davy. Dios está siempre contigo paraoírte.

—Bueno,pero aÉlnopuedoverlo—objetó el niño—;quiero rezar conalguien a quien pueda ver; ¡pero no quiero hacerlo conMarilla o la señoraLynde!

Sinembargo,unavezquetuvopuestosucamisóndefranelanodemostrómuchaprisaencomenzar.SeplantófrenteaAnayrestregósuspiesdesnudosunocontraelotro,conaireindeciso.

—Ven,querido,arrodíllate—dijoAna.DavyseacercóyhundiólacabezaenelregazodeAna,peronosearrodilló.

—Ana—dijoconvozdesmayada—,despuésdetodonotengodeseosderezar.Yestoyasíhaceunasemana.Yo…yonorecéanoche,nianteanoche.

—¿Porquéno,Davy?—preguntólajovenconbondad.

—¿No…noteenfadarássitelodigo?Analevantóalniño,losentóensusrodillasyrodeósucabezaconelbrazo.

—¿Meheenfadadoalgunavezcuandomecontabastuscosas,Davy?

—Nooo…,nunca.Peroteponestriste,yespeor.Tepondrásterriblementetristecuandotedigaesto,Ana…,yteavergonzarásdemí,supongo.

—¿Hashechoalgomalo,Davy,yporesonopuedesrezar?

—No,nohehechonadamalotodavía.Peroquierohacerlo.

—¿Quées,Davy?

—Yo…yoquierodecirunamalapalabra—soltóabruptamenteelniñoenunesfuerzodesesperado—.SelaoídeciralpeóndelseñorHarrisonlasemanapasada,ydesdeentonces, todoeste tiempo,auncuandodecíamisoraciones,hequeridorepetirla.

—Entoncesdila,Davy.

Éstelevantósorprendidosuruborizadorostro.

—¡PeroAna,esunapalabrahorrible!

—¡Dila!

Davyvolvióamirarlaconincredulidadyluego,envozmuybaja,dijolaterriblepalabra.Alinstantesiguienteescondíasucaracontraella.

—¡Oh,Ana,nuncavolveréadecirla,nunca!¡Nuncaquerrédecirla!Sabíaqueerafea,peronuncameimaginéqueeratan…tan…¡nuncaimaginéquefueraasí!

—No, no creo que quieras repetirla,Davy; ni pensarla siquiera.Y si yoestuvieraentulugar,nomejuntaríamuchoconelpeóndelseñorHarrison.

—¡Esqueélsabegritosdeguerraindios!—dijoelniñosentidamente.

—Pero túnoquieres llenarte lamenteconmalaspalabras, ¿noescierto,Davy?;conpalabrasqueenvenenanybarrentodaslasideasbuenas.

—No.

—Entoncesno te juntes conpersonasque lasdigan.Yahora, ¿te sientesconánimoderezar?

—¡Oh, sí!—dijoDavyarrodillándoseprestamente—.Ahorapuedo rezarmuybien.Ynotendrémiedodedecir:«simurieseantesdedespertar»,comocuandoqueríadeciresapalabra.

ProbablementeAna yDiana se confesaron esa noche todos sus secretos,pero no ha quedado constancia alguna de su conversación. A la mañanasiguienteestaban tanfrescasy lozanascomosólopuedenestarlo las jóvenesdespuésdetantashorasdecharlayconfidencias.Enesaépocanohabíanieve,

pero cuandoDiana cruzó el viejo puente camino de su casa, blancos coposcomenzaron a licuarse sobre los campos y bosques. Las lejanas cuestas ymontes parecían paisajes fantasmales, como si la pálida estación otoñalhubieraechadounnubladovelodenoviasobresuscabellos,alaesperadesuinvernal prometido. De modo que, después de todo, tendrían una Navidadblanca.Y,enverdad,fueundíamuyhermoso.PorlatardellegaronregalosdelaseñoritaLavendarydePaul.Anaabriólospaquetesenlaalegrecocinade«TejasVerdes»,laque,comodecíaDavy,estaballenade«deliciososolores».

—LaseñoritaLavendaryelseñorIrvingestánya instaladosensunuevacasa—informóAna—.EstoyseguradequelaseñoritaLavendarestotalmentefeliz.Loséporeltonodesucarta.PerohayunanotadeCharlottaIV:dicequeno le gusta Boston y que está enferma de nostalgia. La señorita Lavendarquierequevayaundíaa«LaMoradadelEco»aairearlayavercómoestánporallí lascosas.LepediréaDianaquemeacompañelasemanapróximaypasaremos la tarde con Theodora Dix. Tengo ganas de verla. A propósito,¿todavíavaavisitarlaLudovicSpeed?

—Asídicen—contestóMarilla—yesprobablequeesocontinúe.Lagenteyaperdiólasesperanzasdequeesenoviazgollegueabuenfin.

—Siyo fueraTheodora lo apuraría unpoco, te aseguro—dijo la señoraLynde.Ynonoscupolamenordudadequeasíhubierasido.

Había tambiénunosgarabatosmuypropiosdePhilippa, llenosdeAleeyAlonzo;loqueellosdecíanyhacían,ycómoseponíancuandoellalosmiraba.

Peroaúnnohepodidodecidirconquiénvoyacasarme—escribíaPhilippa—;querríaqueestuvierasaquíparaayudarme.Unoseráelelegido.CuandoviaAleemicorazóndioungranbrincoypensé;ésteesaquienquiero.Yluego,cuandovinoAlonzo, otra vez saltómi corazón.Demodoque esta señal nosirve,apesarde loquedicen todas lasnovelasquehe leído.Dime,Ana: tucorazónnunca brincó por nadie excepto por el genuinoPríncipeEncantado,¿no es verdad? Algo debe marchar mal en el mío. Pero lo estoy pasandodivinamente.¡Cómomegustaríaqueestuvierasconmigo!Hoyestánevandoyme siento embelesada. Tenía mucho miedo de que ésta fuera una Navidadverde,pueslasodio.TúsabesquecuandolaNavidadsepresentadeunsuciocolorgrisypardo,comositodoestuvieraenremojodesdehacecienaños,sedice que es unaNavidad verde. Nome preguntes por qué. Como dice lordDundreary,«cosashayquelamentehumananoalcanzaacomprender».

Ana,¿tehaocurridoalgunavezsubirauntransportepúblicoydescubrirquenotienesdineroparapagarelviaje?Amísí,elotrodía.Esalgohorrible.Tenía unamoneda cuando subí.Yo creía que en el bolsillo izquierdo demiabrigo.Cuandomehubesentadocómodamentelabusqué.Noestaba.Tuveunescalofrío. Busqué en el otro bolsillo; tampoco. Tuve otro escalofrío.

Escudriñé en un bolsillo interior; nada absolutamente. Me acometieron dosescalofríosauntiempo.Mequitélosguantes,lospusesobreelasientoyvolvía revisar todosmisbolsillos.Envano.Mepuseenpieymesacudí,y luegobusqué en el suelo. El vehículo estaba repleto de gente que regresaba de laÓperaytodosmemiraban,peroyoestabademasiadoangustiadaparadarmecuenta. No pude encontrar mi moneda. Terminé por creer que debía dehabérmelatragadosindarmecuenta.

Nosabíaquéhacer.Mepreguntabasielconductorseríacapazdedetenerelcocheyponermeenlacalleignominiosamente.¿Podríaconvencerlodequeera unamera víctima demi distracción y no una aventurera que trataba deviajar gratis mediante un subterfugio? ¡Cómo deseaba que Alee o Alonzoestuvieran allí! Pero no iban a aparecer sólo porque lo deseara.Y no podíadecidirme acerca de qué le diría al conductor cuando se acercara. Apenascomponíaunafrasedeexplicaciónmedabacuentadequenadie lacreeríaydebíapensarotra.Meparecíaquenadamequedabaporhacer,salvoconfiarenlaProvidencia.

Precisamente en el momento crítico, cuando había abandonado todaesperanzayelconductoralargabasucajafrentealpasajeroquemeprecedíarecordédóndehabíapuestolacondenadamoneda.Despuésdetodo,nomelahabíatragado.Humildementelasaquédeldedoíndicedemiguanteylaechéenlacaja.Sonreí,ysentíqueelmundoerahermoso.

Lavisitaa«LaMoradadelEco»fueunadelasmuchascosasplacenterasdeaquellosdías.AnayDianafueronporelcaminodelosbosquesdehayasyllevaron una cesta con merienda. «La Morada del Eco», que había estadocerrada desde la boda de la señorita Lavendar, fue abierta otra vez a losvientosyalsol,yelfuegoardíaenlashabitaciones.Elperfumedelasrosasdel florero de la señorita Lavendar aún flotaba en el aire. Parecía que encualquiermomentoéstaapareceríaadarles labienvenidayqueCharlottaIVasomaríaa lapuertacon suamplia sonrisa.TambiénPaulparecía revolotearporlosalrededoresconsusfantásticashistorias.

—Esto me hace sentir un poco como un viejo fantasma reviviendoantiguos tiempos—rio Ana—. Salgamos a ver si todavía hay eco. Trae elviejocuerno.Todavíaestádetrásdelapuertadelacocina.

El eco todavía estaba sobre el blanco río, tan argentinoymúltiple comosiempre;ycuandocesódecontestar,lasjovencitasecharonunaúltimamiradaa«LaMoradadelEco»yregresaron,disfrutandodeesamediahoraperfectaenqueseprolongatodorosadoatardecerinvernal.

CAPÍTULOOCHO

Primerapeticióndemano

El año no quiso despedirse con un colorido crepúsculo y una sonrosadapuestadesol.Sefueconunablancayestruendosatormenta.Eraunadeesasnoches en que el dios de los vientos se lanza desatado sobre las heladaspraderas y los oscuros valles, gime por los aleros como un alma errante yarrojalanievefuriosamentecontralastemblorosasventanas.

—Es exactamente la clase de noche en que a la gente le gusta meterseentre las frazadas y decir sus oraciones—dijo Ana a Jane Andrews, quienhabíaidoapasarlatardeconellaysequedóadormir.Perocuandoestuvieronabrigadas en el lecho del pequeño cuarto blanco sobre la galería, no fueprecisamenteensusoracionesenloquepensóJane.

—Ana—dijomuysolemnemente—,quierodecirtealgo,¿meescuchas?

AnaestabamuycansadaaconsecuenciadelafiestaquehabíadadoRubyGillis la noche anterior. Tenía muchas más ganas de dormir que de oír lasconfidencias de Jane, que con toda seguridad la aburrirían.No tenía lamásremota idea de lo que se avecinaba. Probablemente también Jane se habíacomprometido;corríanrumoresdequeRubyGilliseralanoviadelmaestrodela escuela de Spencervale, por quien se decía que suspiraban todas lasmuchachas.«Prontoserélaúnicasolteradenuestroantiguocuarteto»,pensóAnaensusopor,ydijo:

—Porsupuesto.

—Ana—prosiguió Jane aún más solemnemente—, ¿qué piensas de mihermanoBill?

Ana se quedó con la boca abierta ante la inesperada pregunta y forcejeódesesperadamente con sus ideas. ¡Por Dios! ¿Qué pensaba ella de BillyAndrews?Nuncahabíapensadonadasobreél,sobreelBillyAndrewsdecararedonday tonta con sueterna sonrisa. ¿Podría cualquierapensar siquiera enél?

— No… no entiendo, Jane —tartamudeó—, ¿qué quieres decir…exactamente?

—¿TegustaBilly?—preguntóJanelisayllanamente.

—Pero… pero… sí, por supuesto —dijo Ana, no muy segura de decirtotalmente la verdad. Por cierto queBilly no le disgustaba. Pero ¿podría laindiferente tolerancia con que le aceptaba cuando acertaba a verlo serconsideradacomoalgomás?¿QuéestabatratandodeaveriguarJane?

—¿Tegustaríaparamarido?—preguntóJaneconcalma.

¡Marido!Anasehabíasentadoenlacamaparaprecisarmejorsuopiniónrespecto de Billy Andrews y ante esta palabra cayó de espaldas sobre lasalmohadas.

—¿Maridodequién?—preguntócasisinaliento.

—Tuyo, por supuesto —respondió su amiga—. Billy quiere casarsecontigo.Siemprehaestadolocoportiyahoraquepapáhapuestoasunombreunagranja,nohaynadaqueleimpidacasarse.Peroestanvergonzosoquenoseatreveapedírteloporsímismoymehaencargadoamíquelohaga.Yonoquería, pero nome ha dejado en paz hasta que le prometí hacerlo si semepresentabalaocasión.¿Quéopinas,Ana?

¿Era un sueño? ¿Una de esas pesadillas en las que una se ve casada ocomprometidaconalguienaquienaborreceonoconoce, sin tener lamenoridea de cómo se llegó a ese punto? No, ella, Ana Shirley, estaba acostada,totalmentedespiertaensupropiolecho,yJaneAndrewssehallabaasuladoproponiéndole tranquilamente que se casara con su hermano Billy. Ana nosabía si llorar o reír, pero no podía hacer ninguna de las dos cosas por noofenderaJane.

—Yo… yo no puedo casarme con Billy, lo sabes bien, Jane —pudomurmurar—.¡Vaya,nuncasemeocurrióunaideasemejante…,nunca!

—Supongo—condescendió Jane—queBilly siempreha sidodemasiadotímidoparacortejarte.Peropuedespensarlobien,Ana.Billyesunbuenchico.Debo decirlo aunque sea mi hermano. No tiene malas costumbres, es muytrabajador y puedes confiar en él. «Vale más pájaro en mano que cientovolando». Me pidió que te dijera que está dispuesto a esperar hasta quetermineslauniversidad,siinsistesenestudiar,aunqueélpreferiríacasarseestaprimavera antes de comenzar la siembra. Estoy segura de que siempre serámuybuenocontigo,Ana,ytúsabesquemegustaríascomohermana.

—No puedo casarme con Billy —dijo Ana con decisión. Se habíarecobradoporcompletoyhastasesentíaligeramenteenfadada.¡Eratodotanridículo!—.Esinútilpensarlo,Jane.Nosientonadaporélencuantoaeso,ytúdebesdecírseloasí.

—Bueno, eso es lo que yo pensaba —dijo Jane con un suspiro deresignación,convencidadequehabíahechotodoloposible—.LedijeaBillyqueeraperderel tiempohablarte,pero insistió.Bueno,ya tehasdecididoyesperoquenotengasquearrepentirte.

Janehablóconciertafrialdad.SabíaperfectamentequeelenamoradoBillyno tenía posibilidad alguna de que Ana accediera a casarse con él; sinembargo,estabaunpoco resentidaporelhechodequeuna simplehuérfanaquenoteníadondecaersemuertarechazaraasuhermano,unodelosAndrews

deAvonlea.«Bueno,elorgulloesmalconsejero»,reflexionóominosamente.

Ana se permitió sonreír en la oscuridad ante la idea de que alguna vezpudieraarrepentirsedenohabersecasadoconBillyAndrews.

—EsperoqueBillynoseapenemucho—dijoamablemente.Janehizounmovimientocomosisacudieralacabezaapoyadaenlasalmohadas.

—¡Oh, no se le partirá el corazón!Billy tiene demasiado sentido comúnparaeso.TambiénlegustaNettieBlewettymamáprefierequesecaseconellaantes que con ninguna otra. Es muy buena ama de casa y muy buenaadministradora.Estoyseguradequecuandosepaque tú lohas rechazadosequedaráconNettie.Porfavor,nohablesdeestoanadie,Ana.

—Claroqueno—dijoAna,quenoteníaelmenordeseodepregonarqueBilly Andrews la había colocado en la misma balanza que Nettie Blewett.¡NettieBlewett!

—Yahora,creoqueserámejorqueteduermas—sugirióJane.

YesohizoJanerápidayfácilmente.Pero,aunquemuydistintaaMacbethenmuchosaspectos,habíacontribuidoamatarelsueñodeAna.Éstaestuvodespierta hasta el amanecer, mas sus meditaciones no tenían nada derománticas. Sólo a la mañana siguiente pudo ahogar todo el asunto en unabuenacarcajada.CuandoJanesefue,todavíaalgofríaensusmaneras,porqueAna había rechazado con tanta decisión e ingratitud el alto honor deemparentarseconlacasadelosAndrews,Anaregresóasuhabitación,cerrólapuertaysoltólacarcajada.

«¡Sipudieracomentarloconalguien!»,sedijo.«Peronopuedo;Dianaeslaúnicaaquienquerríadecírselo;yaunquenoselohubieraprometidoaJaneno puedo confiarle nada ahora. Sé que le cuenta todo a Fred. Bueno, herecibidomi primera petición demano. Pensaba que iba a ocurrir algún día,pero nunca imaginé que por medio de otra persona. Es divertidísimo y sinembargohayalgoentodoestoquemedapena».

Aunque no se lo confesaba, Ana sabía perfectamente qué era lo que laapenaba.Teníasussecretossueñosconrespectoa laprimeraocasiónenquealguien la pidiera en matrimonio. Y siempre habían sido sueños muyrománticosyhermosos;yese«alguien»erabienparecidoydeojososcurosymuyeleganteyelocuente,yafueraelPríncipeEncantado,aquiensólose lepodía responderconun«sí» llenodeéxtasis,uotroaquiendebíadarseunasentida pero definitiva negativa. En el caso de este último, la respuesta eradada tan delicadamente, que él se consolaba y partía, después de besarle lamano,asegurándolesueternaeinalterabledevoción.Yasíquedaríacomounbelloepisodioquerecordarconorgulloytambiénconciertapena.

Y ahora esta excitante experiencia se había tornado grotesca. BillyAndrewsenviabaa suhermanaaproponerlematrimonioporque supadre lehabía regaladounagranja; y siAnano lo aceptaba, loharíaNettieBlewett.¡Estoeralomásromántico!Anario…yluegosuspiró.Sehabíaestropeadolabellezade sus sueños juveniles. ¿Continuaríaadelanteeldolorosoprocesoytodoseharíaasídemonótonoyprosaico?

CAPÍTULONUEVE

Unamorindeseadoyunaamigabienvenida

El segundo trimestre en Redmond pasó tan rápido como el primero; enrealidad, como dijera Philippa, «voló». Ana lo disfrutó por completo: larivalidad estimulante, las nuevas y útiles amistades que se hacían o seafianzaban, los alegres acontecimientos sociales, las actividades de lasdistintas sociedades en las que actuaba y los nuevos horizontes e intereses.Estudió mucho, pues estaba decidida a ganar la beca Thorburn de inglés.HacerlosignificabavolveraRedmondalañosiguientesindiezmarlosescasosahorrosdeMarilla,cosaqueestabadispuestaaconseguir.

TambiénGilbert iba a la caza de una beca, pero encontraba tiempo paravisitarlas con frecuencia. Era el compañero de Ana en casi todos losacontecimientos del colegio y ésta sabía que sus nombres se pronunciabanjuntoscon frecuencia.Anaseenfadaba,peroera inútil;nopodíahaceraunladoaunviejoamigocomoGilbert,especialmentecuandosehabíavueltodeprontointeligenteysagaz,cosatannecesariaantelapeligrosaproximidaddemásdeun jovendeRedmond, puesdemuybuengrado cualquierade estosúltimoshabríaocupadosu lugar juntoa lagrácilpelirroja,cuyosojosgrisesrefulgíancomoestrellas.Ananoestabanuncarodeadaporlacortedegustosasvíctimasque cercaba aPhilippa;peroundesgarbadoe inteligente«novato»,unalegreyrollizoalumnodesegundoyunaltoysabiodeterceroacudíanalapensión para hablar de «ismos» y de otras cosas con Ana, en la«almohadonada»sala.AGilbertno legustabaningunoy teníabuencuidadode no cederles ventaja en aquello que pudiera significar una inesperadademostraciónde susverdaderos sentimientos.Para ellahabíavuelto a ser elamigodelaniñez,ycomotalpodíaocuparsulugarfrenteacualquier«reciénllegado».Anaadmitíaquecomocompañero,nadiepodíasermássatisfactorioqueGilbert.Estabamuycontenta(asíselodecíaasímisma)dequeélhubieseabandonado esas ideas tontas.Aunque pasaba largos ratos preguntándose elporquédesusatisfacciónaeserespecto.

Sóloun incidentedesagradable estropeó, en ciertomodo, aquel invierno.

Charlie Sloane, sentado rígidamente sobre el más apreciado cojín de laseñorita Ada, le preguntó una noche si estaba dispuesta a prometerle «seralgún día la señora Sloane». Por llegar inmediatamente después de ladeclaraciónporpoderquelehicieraBillyAndrews,éstenofueungrangolpeparaAna;perosíotragrandesilusión.Tambiénsesintióenfadada,puesteníalaseguridaddenohaberledadonuncaelmenormotivoparapensartalcosa.Pero, como hubiera preguntado agriamente la señora Lynde, ¿qué se podíaesperar de un Sloane? Todo el aspecto de Charlie era «Sloane». Le estabaconfiriendo un gran honor, sin duda, al hacerle aquella pregunta. Y cuandoAna, evidentemente insensible a tal honor, le dio calabazas con toda ladelicadeza y consideración que pudo (pues un Sloane posee tambiénsentimientosquenodebenserheridos),elairedefamilialotraicionó.CharlienoaceptólanegativacomolohubieranhecholospretendientesimaginariosdeAna. Por el contrario, se enfadó y lo demostró; dijo un par de cosasdesagradables; el genio de Ana se inflamó y le espetó un discursito cuyasfraseslellegaronalomásvivo.Charliecogiósusombreroysemarchóconlacaraardiendo;Anasubiólaescaleracorriendo,pisóloscojinesdelaseñoritaAdaysetirósobreellechollorandoderabiaydehumillación.¿HabíallegadoaenfadarseconunSloane?¿EraposiblequecualquiercosaquedijeseCharlielasacaradesuscasillas? ¡Oh,estoeradegradante,peoraúnqueser rivaldeNettieBlewett!

—¡Quisierano tenerquevolver a ver a esahorrible criatura!—exclamósollozando.

Peronopudoevitarlo,aunqueelenfurecidoCharliecuidódequenofuesemuydecerca.LoscojinesdelaseñoritaAdasevieronlibresdesdeentoncesde sus depredaciones; y cuando se encontraba conAna en la calle o en lasaulasdeRedmond,susaludoeranotoriamentehelado.Duranteelrestodelañolasrelacionesentrelosdosantiguoscondiscípulosfueronsecas.LuegoCharliedirigiósusafectosaunaalumnadesegundo,gordezuela,denarizchatayojosazules, y que pareció concederle todo el valor que merecía; ante esto, elmuchacho perdonó aAna y condescendió a portarse bien nuevamente, cosaque hizo con evidente aire protector, destinado a demostrarle cuánto habíaperdido.CiertodíaAnaentrócorriendoenlahabitacióndePriscilla.

—Lee eso —dijo alcanzándole una carta—. Es de Stella; vendrá aRedmond el año próximo; ¿qué te parece su idea?Creo que esmuy buena,siemprequepodamosllevarlaacabo.¿Creesquepodremos,Priscilla?

—Podrécontestartemejorencuantosepadequéva—dijoPris,dejandoaun lado el griego para coger la carta de Stella. Stella Maynard había sidocondiscípula suya en la Academia de la Reina y estaba desde entoncesdedicadaalaenseñanza.

Pero voy a abandonarla,Ana querida—decía en su carta—, para ir a launiversidad.SicursoeltercerañoenlaAcademiapuedoentrarasegundoenla universidad. Estoy cansada de enseñar en una escuela rural. Algún díaescribiréuntratadosobre«Lasvicisitudesdeunamaestrarural».Serádeunterriblerealismo.Engeneral,parecequetodosopinanquevivimosenunlechoderosasyquerobamosnuestrosueldo.Milibrodirálaverdadsobrenosotras.Sipasaunasemanasinquealguienmedigaqueestoytrabajandopocoporloque me pagan, me llevaré un alegrón. Lo único que falta es que uncontribuyentemediga:«Bueno,ustedganafácilmentesusueldo;todocuantotiene que hacer es sentarse y oír las lecciones». Al principio discutía, peroahorasoymásinteligente.Laverdadesindestructible,pero,comoalguienhadichomuy bien, algunos errores son aúnmás indestructibles.Demodo queahorasonríosuavementeconelocuentesilencio.Tengoalumnosde todas lasedadesydeboenseñarunpocodetodo,desdeelestudiodelaanatomíadelosgusanoshastaelsistemasolar.Mialumnomáspequeñoesunniñodecuatroaños(sumadreloenvíaalcolegioparaquitárselodeencima)yelmayortieneveinte(seleocurriódeprontoqueseríamejorasistiralaescuelayeducarseque seguir pegado al aradomás tiempo). Es un terrible esfuerzo amontonartodaclasedeestudiosenseishoraspordía.Nosésilosniñossesientencomoelpequeñoqueasistió al cineporvezprimera («tengoquever loque sigueantesdehabermedadocuentadelascosasquepasaron»),peroyosímesientocomoél.

¡Ylascartasquerecibo,Ana!LamamádeTommymeescribequesuhijonoprogresaenaritméticatantocomoelladesearía.Estátodavíaenlasrestas,mientrasqueJohnnyJacksonvaporlosquebrados,yesoqueJohnnynoesnilamitaddeinteligentequesuTommy,demaneraquenopuedecomprenderlo.YelpadredeSusyquieresaberporquésuhijanopuedeescribirunacartasinponermal lamitadde laspalabras,y la tíadeDickquierequelocambiedelugarporquesucompañeroactual,Brown,leestáenseñandomalaspalabras.

En lo que respecta a la parte financiera… mejor no hablar. Los diosesconviertenenmaestrosruralesaaquellosaquienesdeseancastigar.

Bueno,despuésdehabermedesfogadomesientomejor.Despuésdetodo,hegozadodeestosdosúltimosaños.PeromemarcharéaRedmond.

Yahora,Ana,heaquímiplan:Túsabescómoodiovivirenunapensión.Mehehospedadoasídurantecuatroañosyestoyharta.Nomecreocapazderesistirotrostresaños.Ahorabien;¿porquénonosjuntamosPriscilla,túyyo,alquilamosunacasitaenKingsportynosalojamosjuntas?Saldríamásbaratoquedecualquierotramanera.Desdeluego,nosharíafaltaunamadellaves,peroyahepensadoenquiénpodríaserlo.¿MeoístealgunavezhablardelatíaJamesina?Eslamejortíadelmundo,apesardesunombre.¡Esonoesculpasuya!LepusieronJamesinaporquesupadre,quesellamabaJames,seahogó

unmesantesdequeellanaciera.Yosiempre la llamo tía Jimsie.Bueno, suúnicahijasehacasadohacepocoyhapartidoatierraslejanas,puessumaridoesmisionero.TíaJamesinavivedesdeentoncesenungrancaserónysesienteterriblementesola.IráaKingsportaencargarsedelacasasiasílodeseamos,ysé que vosotras la querréis. Cuanto más pienso en el plan más me gusta.Podremosvivirbieneindependientes.

Si Priscilla y tú estáis de acuerdo, podríais empezar a buscar una casa.Sería mejor que dejarlo todo para el otoño. Si podéis encontrar una casaamueblada,tantomejor.Sino,yaencontraremosmueblesenlosdesvanesdelas casas de la familia y de los amigos.De todosmodos, decidíos pronto yescribidme,demodoquelatíaJamesinapuedaprepararsusplanesparaelañoqueviene.

—Creoqueesunabuenaidea—dijoPriscilla.

—Yo también —asintió Ana, encantada—. Aquí tenemos una hermosapensión,peroconelcorrerdeltiempounollegaaextrañarsupropiohogar.Demodo que podríamos empezar a buscar casa ahora mismo, antes de quecomiencenlosexámenes.

—Temoqueserábastantedifícilconseguiruna—previnoPriscilla—.Noteilusionesdemasiado,Ana.Lasquenosgustenestaránseguramentefueradenuestro alcance. Es probable que tengamos que conformarnos con alguna«andrajosa»,enunbarriodondevivengentesdesconocidas,yquetendremosquehacerquelavidainteriorcompenselaexterior.

Ycomenzaronabuscarcasa,sóloparaencontrarquesusdeseoseranaúnmás difíciles de realizar de lo que Priscilla temiera. Había casas enabundancia, conmuebles y sin ellos; pero una era demasiado grande y otrademasiado pequeña; ésta demasiado cara, aquélla demasiado alejada de launiversidad.Llegaronypasaronlosexámenes;empezólaúltimasemanadelcurso y todavía su «casa de ensueño», como Ana la llamaba, no habíaaparecido.

—Tendremos que abandonar todo hasta el otoño —dijo Priscillatristemente,mientrasvagabanpor elparqueenunode loshermososdíasdeabril, cuando el puerto brillaba entre la neblina—. Quizá encontremosentoncesunachozadondealbergarnos;y sino, siemprepodremos recurriraunapensión.

—Detodosmodos,nopiensopreocuparmeahoraporesoyecharaperderunatardetanlinda—dijoAna,mientraslanzabaunamiradaasualrededor.Elfríoaireestabacargadodelbalsámicoolordelospinos,yelcieloeracristalinoyazul—.Hoycantalaprimaveraenmisangreysientoenelairelallamadadeabril. Por culpa del viento del oeste estoy viendovisiones.Amo ese viento.

¿Noesciertoquecuentasusesperanzasyalegrías?Cuandosoplaelvientodelestepiensoenlatristelluviagolpeandolosalerosyenlasolassobrelacostagris.Cuandoenvejezca,elvientodeorientemetraeráreumatismo.

—¿Ynoeshermosodejarde lado laspielesy los tocados invernalesporvez primera y pasear como ahora, con ropas primaverales? —preguntóPriscillariendo—.¿Notesientesrenovada?

—En primavera todo es nuevo —dijo Ana—. La misma primavera essiempre distinta. Ninguna es igual a las anteriores; siempre posee algopeculiar.Miraquéverdeestálahierbaycómoestáncreciendolosretoñosdelsaucejuntoalalaguna…

—Ylosexámenesyahanpasadoyseacercaeldíade laasamblea;eselmiércolespróximo.Unasemanadespuésestaremosennuestrohogar.

—Me alegro—dijo Ana, soñadora—. ¡Son tantas las cosas que quierohacer!Quierosentarmeenlosescalonesdelportalysentirlabrisaquevienede los campos del señor Harrison. Quiero buscar margaritas en el BosqueEmbrujadoyvioletasenelValledelasVioletas.¿Recuerdas,Priscilla,eldíadenuestradoradaexcursión?Quieroescucharelcroardelasranasyelsusurrodelosálamos.PerotambiénheaprendidoaquereraKingsportymealegroderegresar en el otoño. De no haber ganado la beca Thorburn no creo quehubierapodidohacerlo.NohabríapodidotocaruncentavodelosahorrosdeMarilla.

—¡Si sólo pudiésemos encontrar una casa! —suspiró Priscilla—. MiraKingsport,Ana;portodaspartescasas,casasycasas,yniunaparanosotras.

—Detente, Pris. «Todavía está por ocurrir lomejor».Como los antiguosromanos,encontraremosunacasaolalevantaremos.Enundíacomoeldehoylapalabrafracasonofiguraenmidiccionario.

Vagaronporelparquehastaelatardecer,viviendoelmaravillosomilagrodeldespertardelaprimavera,yregresaroncomodecostumbreporlaavenidaSpoffordparapoderver«LaCasadePatty».

—Tengo la impresióndequeestáporocurriralgomisterioso—dijoAnamientras bajaban la cuesta—. Es una hermosa sensación. ¡Oh, oh, oh!¡PriscillaGrant,mirahaciaallíydimesiestoyviendovisiones!

Priscillamiró.LossentidosdeAnanolahabíanengañado.Sobrelaarcadade «La Casa de Patty» danzaba un pequeño y modesto cartel. Decía: «Sealquilaamueblada.Informesaquí».

—Priscilla—susurróAna—,¿creesqueesposiblequepodamosalquilar«LaCasadePatty»?

—No—contestóPriscilla—.Seríademasiadobuenoparaserverdad.Los

cuentosdehadasnoocurrenenestosdías.Noquierohacermeilusiones,Ana,pueseldesengañoseríaterrible.Seguramentequepidenporellamásdeloquepodemospagar.AcuérdatedequeestáenSpoffordAvenue.

—De todosmodos, debemos averiguarlo—respondióAna resueltamente—.Yaesdemasiadotarde,perovolveremosmañana.¡Oh,Pris,sipudiéramosvivirenestelugar!Desdequelaviporvezprimeratuvelasensacióndequemidestinoestabaencadenadoa«LaCasadePatty».

CAPÍTULODIEZ

«LaCasadePatty»

La tarde siguiente las encontró recorriendo resueltamente el camino queatravesabaelpequeñojardín.Elairedeabrilacariciabalospinosylaarboledaestabapobladade regordetesychillonespetirrojos.Lasmuchachas llamaroncon timidez y fueron atendidas por una ceñuda y anciana criada. La puertaabríadirectamente sobreun amplio salón en el que ardíaun alegre fuego, acuyo abrigo se hallaban dos damas, ambas ceñudas y ancianas. Salvo en elhechodeaparentarunasetentaañosylaotrasólocincuenta,lasdosteníanelmismoaspecto.Lasdosposeíanojosazules,asombrosamentegrandestraslosanteojosdemonturadeacero; lasdos llevabanunacofiayunchaldecolorgris;lasdostejíansinprisaysinpausa;lasdossemecíansuavementeensuasiento.Miraronalasjóvenessindecirpalabra.Detrásdecadasillahabíaungranperrodeporcelanablancacubiertodemanchasverdes,verde lanarizyverdes lasorejas.Losperrosdespertaroninmediatamente lafantasíadeAna;parecíandosdeidadesgemelasprotectorasde«LaCasadePatty».

Durante varios minutos nadie habló. Las muchachas estaban demasiadonerviosas para decir palabra y ni las ancianas ni los perros de porcelanaparecíaninclinadosainiciarlaconversación.Anaobservólahabitación.¡Quélugar tan adorable!Otra puerta daba al bosquecillo y los petirrojos llegabanaudazmente hasta el mismo umbral. El piso estaba cubierto de esterillasbordadas,igualesalasqueteníaMarillaen«TejasVerdes»,yalasquetodoelmundoconsiderabaanticuadas,aunenAvonlea.¡YestabanenplenaSpoffordAvenue!Unpulidorelojantiguosonabafuerteysolemnementeenunrincón.Sobrelachimeneahabíaunospequeñosaparadores,detrásdecuyaspuertasdevidrio brillaban hermosas porcelanas. De las paredes colgaban cuadros ysiluetas.Enunángulodelsalónestabalaescalera,encuyoprimerdescansillose abría un largo ventanal con un acogedor asiento.Todo era tal comoAnaimaginara. El silencio se había tornado tan pesado que Priscilla dio unpequeñocodazoaAnaintimándolaahablar.

—Nosotras…nosotrasvimoselanunciodequeestacasasealquila—dijoAnadesmayadamente,dirigiéndosealamayordelasdamas,evidentementelaseñoritaPattySpofford.

—¡Oh, sí! —respondió la señorita Patty—. Hoy pensábamos quitar elcartel.

—Entonces… entonces es demasiado tarde—exclamóAna, pesarosa—.¿Lahanalquiladoya?

—No;hemosdecididonohacerlo.

—¡Qué pena!—dijo Ana impulsivamente—. ¡Amo este lugar! Tenía laesperanzadequepodríamosviviraquí.

LaseñoritaPattydejóaunladosulabor,sequitólosanteojos,loslimpió,volvióaponérselos,yporprimeravezmiróaAnacomoaunserhumano.Laotradamarepitió losmovimientosdeéstacontalexactitud,quepodíahaberpasadoperfectamenteporsuimagenreflejadaenunespejo.

—Ustedloama—exclamólaseñoritaPattyconénfasis—.¿Quieredecirquedeverdadloama?¿Oesquesimplementelegusta?Lasjóvenesdehoyendía usan términos tan exagerados que uno nunca puede saber qué quierensignificarrealmente.Nosucedíaasícuandoyoerajoven.EnaqueltiempounamuchachanodecíaqueamabalosnabosconelmismotonoconquedecíaqueamabaasumadreoalSalvador.

—Realmente lo amo —dijo Ana dulcemente—. Lo he amado desde elprimerinstanteenquelovi.Misdoscompañerasyyoqueremosalquilarunacasaelañopróximoen lugardevivirenunapensiónyporesobuscábamosunacasitaquenosconviniera;cuandosupequeéstasealquilabamesentímuyfeliz.

—Silaamas,estuya—dijolaseñoritaPatty—.Maríayyodecidimosestatarde que no la alquilaríamos porque no nos gustó ninguno de los que sepresentaronaverla.Notenemosnecesidaddehacerlo.PodemoscostearnoselviajeaEuropa.Claroqueseráunaayuda,peroniportodoelorodelmundoledejaríamicasaagentescomolasquevinieronaverla.Túeresdistinta.Creoquelaquerrásyserásbuenaconella.Estuya.

—Si…sipodemospagarloqueustedespiden—balbuceóAna.

La señorita Patty dijo la cantidad. Ana y Priscilla se miraron. Priscillasacudiólacabeza.

—Muchome temoquenopodamospagar tanto—dijoAnaahogandosudesilusión—.¿Sabe?Sólosomosestudiantes,ypobres.

—¿Cuántopensabanpagar?—preguntólaseñoritaPattysindejardetejer.

Analodijo.LaseñoritaPattyasintiógravemente.

—Esoserá.Comoya lesdije,no laalquilamospornecesidad.Nosomosricas,perotenemossuficienteparaelviajeaEuropa.Nuncaheestadoallíynopenséenhacereseviaje,peromisobrina,MaríaSpofford,estáempeñadaenhacerlo.Yahora,díganmesiunajovencomoMaríapuedeandarsolatrotandoporelmundo.

—No… yo… supongo que no—murmuró Ana, viendo que la señoritaPattyeracompletamentesincera.

—Claroqueno.Demodoquedebo irconellaparacuidarla.Esperoquetambiénme divertiré; tengo setenta años, pero todavía no estoy cansada devivir.Sisemehubieraocurrido,yahabríaidoaEuropaantes.Estaremosfueradosaños,talveztres.Salimosenjunioylesenviaremoslallavecuandoestétodo en orden, para que tomen posesión de la casa cuando lo deseen.Empaquetaremossóloalgunascosasqueapreciamosespecialmenteyelrestoquedaráaquí.

—¿Dejarálosperrosdeporcelana?—preguntóAnatímidamente.

—¿Losquieres?

—¡Oh,sí!Sonmagníficos.

LaexpresióndelaseñoritaPattysetornóplacentera.

—Tengoporesosperrosungranaprecio—dijoorgullosamente—.TienenunoscienañosyhanestadosentadosaambosladosdelachimeneadesdequemihermanoAarónlostrajodeLondreshacecincuentaaños.SpoffordAvenuefuellamadaasíenhonoramihermano.

—Eraungranhombre—dijolaseñoritaMaría,hablandoporprimeravez—.Hoyendíanoseencuentrancaballeroscomoél.

—Fueparatiunbuentío,María,yhacesbienenrecordarlo.

—Siempre lo recordaré—exclamó la señoritaMaría con solemnidad—.Puedoverloenestemismomomento,depieanteelfuego,conlasmanosbajolosfaldonesdesugabán.

LaseñoritaMaríasacóunpañueloyselollevóalosojos;perolaseñoritaPattyretornóresueltamentedelmundodelossentimientosaldelosnegocios.

—Dejaré los perros donde están sime prometen cuidarlos. Sus nombressonGogyMagog.GogmirahacialaderechayMagogalaizquierda.Yhayalgomás.Esperoquenoseopondránaqueestosigallamándose«LaCasadePatty».

—Porsupuestoqueno.Pensamosqueelnombreesunadelascosasmás

bonitasquetiene.

—Veo que tienen sentido común —dijo la señorita Patty con gransatisfacción—.¿Quierencreerquetodoslosquevinieronparaalquilarlacasamepreguntaronsipodíancambiarleelnombremientras laocuparan?Yo lesdijerotundamentequeelnombrepertenecealacasa.SehallamadoasídesdequemihermanoAarónmeladejóenherenciayasíseguirállamándosehastaqueMaríayyomuramos.Despuésdeesto,elnuevopropietariopuedeponerlecualquiernombretontoqueseleocurra—concluyólaseñoritaPattycomosihubiera dicho«Despuésde esto, el diluviouniversal»—.Yahora, ¿querríanustedes recorrer la casa y verlo todo antes de que demos por terminado eltrato?

Loque siguieronviendoaún lesgustómás.Ademásdel salónhabíaunacocina y un pequeño dormitorio. El piso superior lo componían treshabitaciones,unagrandeydospequeñas.Anaprestóespecialatenciónaunade éstas, con vista a los enormes pinos, y deseó que fuera la suya. Estabaempapelada de azul claro y tenía un pequeño tocador muy antiguo concandelabros.Habíatambiénunagranventanaconunacogedorasientobajolosvolantesdemuselinaazul,yAnapensóqueeraellugaridealparaestudiarymeditar.

—Estanmaravillosoquetemodespertaryencontrarmeconquetodoesunhermososueño—dijoPriscillamientrassalía.

—LaseñoritaPattyylaseñoritaMaríaestánhechas«delasustanciadelossueños»—rioAna—.¿Puedesimaginártelasde«trotamundos»,especialmenteconesoschalesycofias?

—Supongoqueselosquitaráncuandoempiecenatrotar—dijoPriscilla—,perocontodaseguridadquellevaránsus laboresa todoslados.Sonpartedeellasmismas.Ya lasveo recorriendo laAbadíadeWestminstery tejiendoalmismotiempo.Bueno,elcasoesqueviviremosen«LaCasadePatty»…yenSpoffordAvenue.Mesientocomounamillonaria.

—Yyocomounadelasestrellasmatutinasquesaltadegozo—respondióAna.

EsanochePhilGordonllegóhastalapensióndeSt.JohnStreetysearrojósobrelacamadeAna.

—Querida,estoymuertadecansancio.Mesientocomosillevaraacuestaselpaísentero.Heestadohaciendoelequipaje.

—Y supongo que estás agotada porque no podías decidir qué guardarprimeroodóndeponerlascosas—rioPriscilla.

—Exactamente.Ycuandoyateníatodoapiñadodecualquiermodo,ymi

casera y su criada estaban sentadas encima de la maleta para que pudieracerrarla, descubrí que había guardado unmontón de cosas que quería tenerpara laAsamblea.Tuvequevolver a abrirla y sepultarme en él duranteunahorahastaquerescatéloquequería,despuésderevolverlotodootravez.No,Ana,nomaldije.

—¿Hedichoquelohicieras?

—No,perolopensabas.Aunqueadmitoquemispensamientosnoerandeltodolimpios.Ytengotalresfriadoqueloúnicoquepuedohaceresresoplar,suspirar y estornudar. ¿No os suena a agonía? Reina Ana, di algo paralevantarmeelánimo.

—RecuerdaqueelpróximojuevesporlanocheestarásenlatierradeAleeyAlonzo—suspiróAna.Philsacudiólacabezadolorosamente.

—Más agonía; noquiero aAleeni aAlonzo cuando estoy tan resfriada.Pero¿quéospasa?Ahoraqueosveo juntasmedoycuentadequeparecéistenerunaluzinterior.Vaya,siestáisresplandecientes;¿quésucede?

—El próximo invierno vamos a vivir en «La Casa de Patty»—anuncióAnatriunfalmente—.Vivir,¿entiendes?Nodepensionistas.HemosalquiladolacasajuntoconStellaMaynardysutíaseocuparádetodo.

Philsaltó,sesonólanarizycayóderodillasanteAna:

—Muchachas,muchachas, dejadme ir amí también.Serémuybuena.Sinohaycuartoparamídormiréenlacasetadelperro,enlahuerta…lahevisto.¡Perodejadmeirconvosotras!

—Levántate,boba.

—Arrastrarémis pobres huesos hasta quemedigáis quepodré vivir convosotraselpróximoinvierno.

AnayPriscillasemiraron.LuegoAnadijolentamente:

—Phil,querida,nosencantaría tenerte connosotras,pero serámejorquehablemosclaro.Yo soypobre…Pris espobre…StellaMaynardespobre…Nuestrosistemadevidaserámuysimpleynuestramesasencilla.Tendríasquevivircomonosotras.Ahorabien, túeresrica,ylacasadondetehospedasloatestigua.

—¡Oh!, ¿qué puedo hacer contra eso?—demandó Phil trágicamente—.Sabenmejor unas hierbas en compañía de seres queridos que un buey biencebadocomidoenunasolitariapensión.Nopenséisquesoy todaestómago;seríacapazdeviviraaguaypan…conunpoquitodemanteca…simedejáisirconvosotras.

—Además—continuóAna—habráquetrabajarmucho.LatíadeStellano

podráocuparsedetodo.Cadaunatendráasignadasutarea,ytú…

—… no sabes hacer nada—concluyó Philippa—. Pero aprenderé. Sólotendréis que enseñarme una vez. Para empezar, puedo hacer mi cama. Yrecordadquesibiennosécocinar,nuncapierdolapaciencia;esoesalgo.Yjamásprotestopor el tiempoquehace.Eso esmás aún. ¡Oh, por favor, porfavor!Nuncahedeseado tantootra cosa en lavida…yeste suelo estámuyduro.

—Hay algo más, Phil —dijo Priscilla resueltamente—. Tú, como todoRedmondsabe, recibesvisitascasi todas lasnoches.En«LaCasadePatty»esonoseráposible.Hemosdecididorecibiranuestrasamigasúnicamentelosviernesporlatarde.Sivienesconnosotrastendrásqueobservarestaregla.

—Bueno,sindudapensaránqueesomepesa,¿noescierto?Puesno.Mealegra.Hacetiempoquedebíahaberloestablecidopormímisma,peronomedecidía. Si no me aceptáis moriré de desilusión y mi espíritu os rondaráeternamente.Me colocaré en elmismo umbral de «LaCasa de Patty» y nopodréisentrarnisalirsintropezarconmiespectro.

NuevamenteAnayPriscillacambiaronexpresivasmiradas.

—Bueno—dijolaprimera—,claroquenopodemosprometertenadahastahablarconStella;peronocreoqueseoponga.Pornuestraparteteaceptamosytedamoslabienvenida.

—Siteaburresdenuestravidasencillapuedesdejarnossinexplicaciones—agregóPriscilla.

Philselevantó,lasabrazóconjúbiloypartióalegremente.

—Esperoquetodomarchebien—comentóPriscilla.

—Nosotrasdebemosconseguirqueasísea—reconocióAna—.CreoquePhilseadaptarámuybienanuestrasencillavidadehogar.

—¡Oh,Philesunencantocomocamaradaycompañeradediversiones!Ycuantasmásseamosmejorparanuestrosbolsillos.Pero¿cómoseráconvivirconella?Hayquepasarlasbuenasylasmalasjuntoaunapersonaparallegaraconocerlarealmente.

—¡Oh, bueno! Ya veremos cómo nos portamos todas cuando llegue elmomento. Phil es algo irreflexiva, pero no egoísta, y creo que nos irámagníficamenteen«LaCasadePatty».

CAPÍTULOONCE

Alcorrerdeltiempo

AnaregresóaAvonleaconelgalardónde labecadeThorburn.Todos leaseguraban que no había cambiado mucho y lo decían como si estuvieransorprendidos.Avonleatampocohabíacambiado.Porlomenos,asíparecíaalcomienzo. Pero cuando aquel domingo Ana se sentó en el reclinatorio,observóunaseriedepequeñoscambiosque,alpresentársele todos juntos, lehicieronpensarenqueeltiemponopasaenvanonisiquieraenAvonlea.Enelpulpito predicaba un nuevo pastor. En los bancos no se veían ni se veríannuncamás algunos rostros antes familiares: el del viejo «TíoAbe», con suprofecíacumplida;eldelaseñoraSloane,quehabíasuspiradoyaporúltimavez; el de TimothyCotton que, como dijera la señora Lynde, «se las habíaarregladoparamorirsedeunavezdespuésdeveinteañosdeensayo»;yeldelviejoJosiahSloane,aquiennadiereconocióensuataúdporsuspatillasbiencortadas.Todosdormíansuúltimosueñoenelcementerio,detrásdelacapilla.¡Y Billy Andrews se había casado con Nettie Blewett! Aquel domingoaparecíanjuntosporprimeravezdespuésdelaboda.CuandoBillyacompañóa su esposa, vestida de sedas y adornada con plumas, hasta el banco de losAndrews,Anabajólosojosparaquenoselavierareír.RecordólatormentosanochedeNavidadenqueJanelepidierasumanoparaBilly.Porciertoquelascalabazas no parecían haberle quebrado el corazón. Ana se preguntaba sitambién Jane habría tenido que pedir la mano de Nettie para él o si elmuchachohabría reunidobastantevalorparahacerlopersonalmente.Toda lafamiliaAndrewscompartíasuorgullo,desdelaseñoraHarmon,enelórgano,hasta Jane en los bancos. Jane había renunciado al colegio y pensabatrasladarsealoestealotoñosiguiente.

—LoqueocurreesquenopuedeconseguirunnovioenAvonlea,esoes—dijodesdeñosamentelaseñoraLynde—.Dicequeeloestelesentarábien.Eslaprimeravezquetengonoticiasdesumalasalud.

—Jane es una buena chica —dijo Ana, con lealtad—. Nunca trató dellamarlaatención,comohacenotras.

—¡Oh,desdeluegoquenocorríatrasloshombres,siesesoloquequieresdecir!—contestó laseñoraRachel—.Peroquerrácasarse tantocomo laquemás,esoes.¿Quéotracosapodríallevarlaaloeste,aunlugardesamparadoyconlaúnicaventajadequeabundanallíloshombresyescaseanlasmujeres?

Pero no fue a Jane a quien Ana contempló aquel día con sorpresa yconsternación.FueaRubyGillis,quesesentójuntoaellaenelcoro.¿QuélehabíaocurridoaRuby?Estabamáshermosaquenunca;perosusojosazulestenían un brillo excesivo y el color de sus mejillas era demasiado intenso;además, estaba muy delgada. Las manos que sostenían el misal eran casi

transparentes.

—¿EstáenfermaRubyGillis?—preguntóAnaalaseñoraLyndemientrasregresabandelaiglesia.

—RubyGillis se estámuriendo de tisis galopante—dijo bruscamente laseñoraLynde—.Todos lo saben, excepto ella y su familia. Ellos no dan subrazoatorcer.Silespreguntasporellatedicenqueestábien.Nohapodidodarclasedesdequetuvounacongestiónpulmonaresteinvierno,perodicequevolveráahacerloenelotoñoyquiereejerceren laescueladeWhiteSands.Cuandoesaescuelasereabra,lapobreniñaestaráyaenlatumba,esoes.

Ana escuchaba en silencio. ¿Sería verdad que Ruby Gillis, su antiguacondiscípula,seestabamuriendo?¿Eraposible?Enlosúltimosañossehabíanseparado,peroaúnexistía lavieja intimidadde laescuela,yesasnoticias lellegaron al corazón. ¡Ruby, la brillante, la alegre, la coqueta! Era imposibleasociarla con la idea de lamuerte.Cuando finalizó el servicio religioso diocordialmente la bienvenida a Ana, invitándola a que la visitara la tardesiguiente.

—Estaréfueraelmartesyelmiércolesporlatarde—lehabíamurmuradotriunfante—.HayunconciertoenCarmodyyunafiestaenWhiteSands.HerbSpencermelleva.Esmiúltimoadorador.Venmañana.Memueroporhablarlargoytendidocontigo.QuieroquemecuentestusandanzasporRedmond.

Ana sabía bien que lo que Ruby deseaba era hablarle de sus últimasconquistas,peroprometióiryDianaseofrecióaacompañarla.

—Hace tiempo que deseaba ver a Ruby —dijo cuando dejaron «TejasVerdes»,latardesiguiente—,perorealmentenopodíairsola.Eshorriblevercómoseestremecemientrastratadeaparentarquenadaleocurre,cuandonopuedecasihablaracausadelatos.Estáluchandodesesperadamenteporviviry,porloqueafirman,notienesalvación.

Las muchachas marcharon silenciosas por el camino, a la luz delcrepúsculo.Lospetirrojoscantabanenlosárboles,llenandoeldoradoaireconsustrinosjubilosos.Elcroardelasranasllegabadelospantanosylaslagunas,porencimadeloscampos,enlosquereventabanlassemillasalsolybajolaslluvias. El aire estaba perfumado con el aroma salvaje y dulce de lasframbuesas. En las silenciosas hondonadas se cernía una blanca neblina ysobreloscamposbrillabansolitariasestrellas.

—¡Quéatardecermáshermoso!—dijoDiana—.Mira,Ana,pareceunpaísdeensueño.Eselargobancobajonubespurpúreaseslatierrayelcieloclaro,encima,esunmardorado.

—¡Cuanhermososeríanavegarenélenelbarcodeluzdelalunaqueideó

Paulensuviejacomposición!,¿teacuerdas?—preguntóAna,despertandodesus sueños—.¿Crees,Diana, que allí podríamosvolver a encontrarnuestrossueñosdeayer?

—¡Nosigas!—exclamóDiana—.¡Parecequefuésemosunpardeviejas!

—EsqueasímesientodesdequesupelodelapobreRuby.Siesverdadqueellaseestámuriendo,cualquierotracosatristepuedeserlotambién.

—¿Te molesta que visitemos un momento a ElishaWright?—preguntóDiana—.MamámepidióqueledejaseesteplatoconjaleaparalatíaAtossa.

—¿YquiéneslatíaAtossa?

—¡Oh!, ¿es que no sabes nada? Es la esposa de Samson Coates, deSpencervale; la tíadeElishaWright.Es también tíademipadre.Sumaridomurióelinviernopasadoyquedómuypobreysola,demaneraquelosWrightlatrajeronavivirconellos.Mamápensóentomarlaasucargoperopapáseopuso.Dicequenopodríavivirconella.

—¿Estanterrible?—inquirióAnacontonoausente.

—Probablemente podrás ver cómo es antes de que nos vayamos—dijoDiana significativamente—. Papá dice que tiene una cara como un hacha:cortaelaire.Perosulenguaesaúnmásafilada.

Apesarde lahoraavanzada, la tíaAtossacortabapatatasenel jardíndelosWright.Llevabaunviejopañuelosobrelacabezaysucabellogrisestabadecididamente desgreñado. A la tía Atossa no le gustaba ser descubiertacuando no estaba en guardia, de manera que salió del paso haciéndose ladesagradable.

—¿Ah, de modo que tú eres Ana Shirley? —preguntó después de lapresentación deDiana—.Heoído hablar de ti.—Su tono implicaba que nohabíaoídonadabueno—.LaseñoraAndrewsmedijoqueestabasderegresoyquehabíasprogresadomucho.

Eraevidenteque la tíaAtossaopinabaqueelprogresopodríahabersidomuchomayor.Niuninstantehabíacesadoensulabor.

—¿Servirádealgopedirlesquesesienten?—preguntósarcásticamente—.Desdeluego,poraquínohaynadaquepuedaentretenerlasmucho.Elrestodelagentenoestáencasa.

—Mamá le manda este pote de mermelada de ruibarbo —dijo Dianacortésmente—.Lahizohoyypensóquelegustaría.

—¡Oh,gracias!—repusolaseñoraAtossa,conagriotono—.Nomeacabade gustar la jalea de tu madre; la hace demasiado dulce. Sin embargo,procuraré probar un poco. He tenido poquísimo apetito esta primavera. No

estoy nada bien—continuó solemnemente—, pero sigo tirando.Los que nopuedentrabajarsoninnecesariosaquí.Sinoesdemasiadopedir,¿podríasdejarlajaleaenladespensa?Tengoprisapordejarestolistoestanoche.Supongoquedosseñoritascomoustedesnoharáncosasasí.Tendránmiedodeecharseaperderlasmanos.

—Yoacostumbrabamondarpatatasantesdequealquilásemoslagranja—dijoAna,sonriente.

—Yyotodavíalohago—agregóDiana—.Loestuvehaciendodurantetresdías la semana pasada. Desde luego —añadió con ironía—, después mesuavicélasmanosconzumodelimónymepuseguantes.

LatíaAtossalanzóunbufido.

—Meimaginoquehasaprendidoesoenlasrevistasidiotasquetantolees.Supongo que tu madre lo consiente, pues siempre te ha mimado. CuandoGeorgesecasóconellatodospensamosquenoseríaunabuenaesposaparaél.¿Os vais? —preguntó al ver ponerse en pie a las muchachas—. Bueno,supongoquenoresultamuydivertidohablarconunaviejacomoyo.Esunalástimaqueloschicosnoesténencasa.

—VamosavisitaraRubyGillis—explicóDiana.

—Cualquier cosa es válida como excusa —dijo la tía Atossa con tonoamigable—. Lo importante es entrar y salir corriendo, casi sin tiempo parasaludar.Supongoqueseránlascostumbresdelcolegio.OsaconsejoquenoosacerquéismuchoaRubyGillis.Losmédicosdicenquelatisisescontagiosa.SiemprepenséqueRubypescaríaalgoensuvisitaaBostonelotoñopasado.Losquenuncaestánconformesconquedarseensucasasiemprepescanalgo.

—Losquenuncavandevisitatambiénenferman—dijoDiana,solemne—.Yalgunasveceshastasemueren.

—Pues entonces no le pueden echar la culpa a nadie —respondiótriunfantelatía—.Meheenteradodequetecasarásenjunio,Diana.

—Esonoesverdad—respondióDianasonrojándose.

—Bueno,no tardesmuchoenhacerlo—continuó la tía con significativotono—.Prontotemarchitarás;noeresmásquepielyhuesos.YlosWrightsonmuy endebles. Deberías llevar sombrero, señorita Shirley. Tu nariz estáescandalosamentepecosa.¡SantoDios,sierespelirroja!Bueno,supongoquelaProvidencianoshahechocomosomos.DalesaludosdemiparteaMarillaCuthbert.Nosehamolestadoenveniravermedesdeque lleguéaAvonlea,pero supongo que no tengo por qué quejarme. Los Cuthbert siempre seconsideraronsuperiores.

—¡Oh!,¿noeshorrible?—exclamóDiana,mientrasescapabancorriendo

porlacuesta.

—EspeorqueElizaAndrews—respondióAna—.¡Peropiensaloqueesvivir toda la vida con un nombre comoAtossa a cuestas! Eso es capaz deecharle a perder el genio a cualquiera. Debió imaginarse que se llamabaCordelia.Esolahubieseayudadomucho.AsímepasóamíenlostiemposenquenomegustaballamarmeAna.

—JosiePyeserácomoellacuandoenvejezca.SumadreylatíaAtossasonprimas,¿sabes?Mealegrodehaberdejadoalatía.¡Estanmaliciosa!Suarteconsiste enencontrar el ladomalode las cosas;papá recuerdaunaanécdotamuydivertidasobreeso.CiertavezhabíaenSpencervaleunministroqueeramuy bueno peromuy sordo. No alcanzaba a escuchar una conversación entonocorriente.Bueno,ellossolíanreunirsearezarlosdomingosalatardecerytodos los asistentes se ponían en pie por turno y decían un versículo de laBiblia. Pero una tarde la tía Atossa se puso en pie de un salto. Ni rezó nipredicó. En cambio riñó a todos los que estaban allí, los llamó por susnombresydijocómosehabíanportado,sacandoarelucirtodoslosescándalosyquerellasdelosúltimosdiezaños.YpusopuntofinaldeclarandoquenolegustabalaiglesiadeSpencervaleyquenovolveríaporallí,aunqueesperabaquecayerasobre lacongregaciónun terriblecastigo.Entoncessesentó,yelministro, que no había oído una palabra, dijo: «Amén. Y quiera el Señoraceptar la plegaria de nuestra querida hermana». ¡Tendrías que oír a papácuandolocuenta!

—Hablando de cuentos, Diana —comentó Ana, con tonosignificativamente confidencial—, ¿sabes que me he estado preguntando siseríacapazdeescribiruncuentocortodignodeserpublicado?

—Desde luego que sí. Tú solías escribirlos, y muy emocionantes, ennuestroClubdeCuentos.

—Bueno,nomereferíaaunodeaquéllos—dijoAnasonriente—.Lohepensado mucho últimamente, pero tengo un poco de miedo. Sería muyhumillanteelfracaso.

—Una vez oí decir a Priscilla que los primeros cuentos de la señoraMorganfueronrechazados.Peroestoyseguradequeconlostuyosnoocurriráeso,Ana.Loseditores,creoyo,sonahoramássensatos.

—MargaretBurton,unade lasmuchachasdelsegundoañodeRedmond,escribióuncuentoelinviernopasadoyselopublicóelCanadianWoman.Yomecreocapazdeescribirotrotanbueno.

—¿Ytelopublicaráesarevista?

—Probaréprimeroenunadelasrevistasmásgrandes.Tododependedela

clasedecuentoqueescriba.

—¿Ysobrequétema?

—Aún no lo sé. Quiero tener un buen argumento. Creo que eso esimprescindible desde el punto de vista de un editor. Lo único que tengodecididoeselnombredelaheroína.SeráAverilLester.Bonito,¿noescierto?SóloselohecontadoalseñorHarrisonyati.Élsemostródesalentador,medijo que hay yamuchas tonterías escritas y que esperaba algomejor demídespuésdeunañodeuniversidad.

—¿Y qué autoridad tiene el señor Harrison para hablar así?—preguntóDiana,irritada.

Encontraron la casa de los Gillis iluminada y llena de gente. LeonardKimball, de Spencervale, y Morgan Bell, de Carmody, se contemplaban através del comedor. Varias muchachas estaban de visita. Ruby se hallabavestidadeblancoysusojosymejillasbrillabanenextremo.Rioycharlósincesar, y cuando lasotrasmuchachas sehubieron ido, condujo aAnaal pisosuperiorparaenseñarlesusnuevosvestidosdeverano.

—Todavíatengoquehacermeunodesedaazul,peroesdemasiadopesadoparaelverano.Creoqueesperaréhastaelotoño.Sabrásque iréaenseñaraWhite Sands. ¿Qué te parece mi sombrero? El que tú llevabas ayer en laiglesiaeramuybonito.Peroparamímegustaunomásbrillante.¿Hasnotadoesos dos ridículos muchachos que están abajo? Vienen dispuestos adesplazarseunoaotro.Amínomeinteresaningunodeellos.HerbSpenceresquien me gusta, aunque algunas veces lo dudo. En Navidad creí que megustaba el maestro de Spencervale. Pero algo encontré en él que medesagradó.Casienloqueciócuandoledicalabazas.Hubierapreferidoqueesosdos chicos no hubiesen venido esta noche. Quería charlar largo y tendidocontigo,Ana.Todavíasomosbuenasamigas,¿no?

RubypasósubrazoporlacinturadeAnaconunarisitahueca.Pero,poruninstante,cuandosusojosseencontraron,Anaviomásalládelbrillodelosdesuamigaalgoquelehizodolerelcorazón.

—Venamenudo,Ana.Vensola,tenecesito—murmuróRuby.

—¿Tesientesbien,Ruby?

—¡Perfectamente! Nunca me sentí mejor. Claro que esa congestión delinviernopasadomeaplacóunpoco.Perofíjateenmiscolores.Estoyseguradequenoparezcounainválida.

LavozdeRubysonabaaguda.Retirósubrazodeltalledesuamiga,comoresentida, y bajó las escaleras. En el salón estuvo más alegre que nunca,aparentemente tan concentrada en el juego con sus adoradores queDiana y

Anasesintieronunpocofueradelugarypartieroncasienseguida.

CAPÍTULODOCE

«ElsacrificiodeAveril»

—¿Enquépiensas,Ana?

Las dos jovencitas holgazaneaban una tarde en el valle del arroyo. Losabetos se inclinaban sobre él, la hierba era deunverdebrillante y las perassilvestres, de suave perfume, colgaban a su alrededor formando blancascortinas.

Anavolviódesuensueñoconunsuspirodefelicidad.

—Pensabaenmicuento,Diana.

—¡Oh,yalohascomenzado!—gritóDiana,repentinamenteinteresada.

—Sí, apenas llevo escritas unas pocas páginas, pero ya lo tengo biencompuesto en la mente. Me ha llevado un montón de tiempo definir lasituación. Ninguna de las que imaginaba parecía apropiada para una jovenllamadaAveril.

—¿Nopodíascambiarleelnombre?

—No,esoeraimposible.Intentéhacerloperonopude.Seríacomocambiarel tuyo. Averil parecía tan real que, pensara en el que pensara, siempreaparecía Averil en el fondo. Pero finalmente encontré un argumentoapropiado. Luego llegó la tarea de elegir los nombres de mis demáspersonajes.No tienes idea de lo fascinante que es.He permanecido horas yhorasdespiertapensandoenello.ElhéroesellamaPercevalDalrymple.

—¿Ya has bautizado a todos los personajes? —preguntó Diana conansiedad—. Si todavía no lo has hecho voy a pedirte que me dejes uno…cualquier personaje sin importancia. Sería como si tuviera una parte en tuhistoria.

—Puedes bautizar al chico que está empleado en casa de los Lester—concedióAna—.Noesmuyimportante,peroeselúnicoquetodavíanotienenombre.

—Llámalo Raymond Fitzosborne—sugirió Diana, que tenía una buenacoleccióndenombres,reliquiasdelviejoClubdeCuentosquehabíanfundadoenlosdíasescolaresjuntoconAna,RubyGillisyJaneAndrews.

Anasacudiólacabezadubitativamente.

—Suenademasiadoaristocráticoparauncriado.Nopuedo imaginarmeaunFitzosbornedandodecomeraloscerdosyjuntandoastillas,¿ytú?

Diana opinaba que, después de todo, si uno tenía imaginación, podíaencontrarlo admisible, pero que Ana sabía seguramente más de psicología.FinalmenteelcriadofuebautizadoRobertRay,conelsobrenombredeBobbyparaciertasocasiones.

—¿Cuántocreesquetepagaránporél?—preguntóDiana.

Ananohabíapensadosiquieraenello.Ibaenposdelafamaysussueñosliterariosnosehabíancontaminadotodavíaconconsideracionesmercenarias.

—Mepermitirásleerlo,¿noescierto?—rogóDiana.

—Cuandolo termineos lo leeréa tiyalseñorHarrison,yquieroque lojuzguéisseveramente.Nadiemásloveráhastaqueestépublicado.

—¿Quéfinaltendrá,felizodesgraciado?

—Noestoysegura.Lohubierapreferidodesdichado,puesesmuchomásromántico,pero tengoentendidoque loseditores tienenprejuicioscontra losfinales tristes.Una vez le oí decir al profesorHamilton que sólo los geniospuedenatreverse a escribir undesenlacedesgraciado.Yyo—concluyóAnamodestamente—notengonadadegenial.

—¡Oh,yoprefierolosfinalesfelices!Dejaquelosprotagonistassecasen—pidióDiana,quedesdequeseencontrabacomprometidaconFredcreíaqueasídebíanterminartodaslasnovelas.

—Pero¿notegustallorarcuandoleescuentos?

—Sí,peroporlamitad.Megustaqueterminenbien.

—Tengoqueidearunacircunstanciapatética—meditóAna—.TendríaqueheriraRobertRayenunaccidente,yescribirunaescenademuerte.

—No,nodebesmataraBobby—declaróDianariendo—.Meperteneceyquieroqueviva.Mataacualquierotro,sitienesquehacerlo.

Losquincedías siguientes lospasóAna escribiendoo soñando según suestado de ánimo. A ratos se la veía radiante ante una idea nueva, a ratosdesesperada porque un personaje no se comportaba correctamente. Esto nopodíaentenderloDiana.

—Hazloscomotúquieras—lesugirió.

—No puedo —refunfuñó Ana—. Averil es una heroína imposible demanejar.Hace y dice cosas que yo no quiero; echa a perder todo lo que heescritoantesydebohacerlodenuevo.

Sinembargo,lahistoriafueporfinterminadayAnaselaleyóasuamigaenelrefugiodesuhabitación.

Había llevado a cabo su«escenapatética» sin sacrificar aRobertRay, ymientras leía observaba aDiana por el rabillo del ojo. Cuando elmomentollegó, Diana lloró apropiadamente; pero ante el desenlace pareció algodesilusionada.

—¿PorquématasteaMauriceLennox?—lereprochó.

—Eraelvillano.Debíasercastigado.

—Pero a mí me gustaba más que los demás —dijo Diana con escasalógica.

—Bueno, pues está muerto y muerto quedará —exclamó Ana, algoresentida—. Si le hubiera permitido seguir vivo habría continuadopersiguiendoaAverilyaPerceval.

—Amenosqueloreformaras.

—Noseríaromántico,yademásalegraríademasiadolahistoria.

—Bueno,decualquiermodoesuncuentomuybueno,Ana,yestoyseguradequeteharáfamosa.¿Yatieneseltítulo?

—Hace tiempoque loheencontrado.Se llama«El sacrificiodeAveril».¿Nosuenahermosoyliterario?Ahora,dimesinceramente,Diana,¿encuentrasalgúnfallo?

—Bueno—dudóDiana—, la escena en queAveril hace el pastel nomeparece suficientemente romántica. Es algo que podría hacer cualquiera. Yocreoquelasheroínasnodeberíancocinar.

—Bueno,ésaeslapartehumorística,yademásunadelasmejoresdetodoelcuento—respondióAna.Ydebemosreconocerqueeltiemposeencargódedarlelarazón.

Diana refrenó prudentemente cualquier otra observación, pero el señorHarrison fuemuchomásdifícil de complacer.Comenzópor decir que en lahistoriahabíademasiadasdescripciones.

—Suprimetodoslospasajesfloridos—pidiódespiadadamente.

AnatuvolaincómodaconviccióndequeelseñorHarrisonteníarazónysecomprometióapodarlamayoríadesusbienamadasdescripciones;apesardelocualfueronnecesarias tresnuevasrevisionesparaque lahistoriaresultarafinalmenteaprobadaporelfastidiososeñorHarrison.

—Hesuprimidotodaslasdescripcionesmenosladelatardecer—dijoAnaporfin—.Simplementenopudequitarla.Eralamejordetodas.

—No tiene nada que ver con la historia; además, ¿por qué transcurre laacción entre la gente rica de la ciudad? ¿Qué sabes tú de ella? La historiadebiósucederaquí,enAvonlea.Claroquecambiandolosnombres,puesdelocontrario la señoraRachelLyndepensaría con toda seguridad que ella es laheroína.

—¡Oh,esosíqueno!—protestóAna—.Avonleaesellugarmáshermosodel mundo, pero no tiene el romanticismo necesario para ser cuna de unahistoriadeamor.

—Yo diría más bien que hay demasiado romance en Avonlea… ydemasiada tragedia también—dijo el señorHarrison secamente—. Pero tuspersonajes no son reales, sean de donde sean.Hablan demasiado y usan unlenguaje muy florido. Hay una escena en la que ese muchacho Dalrymplehablaporlomenosdospáginas,sindejardecirunapalabraa lachica.Enlavidarealellalohabríaenviadoalinfierno.

—No lo creo—exclamóAna enfáticamente. En el fondo de su corazóntenía la certidumbre de que las hermosas palabras dichas a Averilconquistaríancompletamenteacualquiermuchacha.Además,erainadmisiblequeAveril, la sublime, lamajestuosaAveril, pudiera«mandar al infierno»aalguien.

—Además—continuóeldespiadadoseñorHarrison—,noveoporquénosequedaconellaMauriceLennox.Eseldobledehombrequeelotro.Hizocosasmalas,perolashizo.LoúnicoquehacePercevalesgimotear.

¿«Gimotear»?¡Esoeraaúnpeorque«irsealinfierno»!

—MauriceLennoxes elvillano—dijoAna, indignada—,nocomprendoporquéatodoelmundolegustamásquePerceval.

—Percevalesdemasiadobueno.Esirritante.Lapróximavezquecreesunhéroehazlounpocomáshumano.

—AverilnopodíacasarseconMaurice.Eramalo.

—Ellapodíahaberlo reformado.Nopuedes reformar aunamedusaperopuedes reformar a un hombre. Tu cuento no es malo y admito que tieneinterés.Peroeresdemasiadojovenparaescribiralgoquevalgalapena.Esperadiezaños.

Anaseprometióasímismaquelapróximavezqueescribieraunahistorianolepediríaanadiequelacriticara.Erademasiadodesmoralizador.AunquelehabíahabladodelcuentoaGilbert,noseloleería.

—Sitieneéxitoyaloveráspublicado,Gilbert;delocontrarionadiesabrádeél.

Marilla no sabía nada del cuento. Ana se imaginaba a sí mismaleyéndoseloenunarevistay,cuandoMarillasedeshicieraenalabanzas(todoeraposible),declarándoselaautora.

CiertodíaAna llevóa laoficinadeCorreosunsobregrandeyabultado,dirigido,conesaconfianzaquedalajuventudylainexperiencia,alsemanariomásimportanteentrelosimportantes.DianaestabatanexcitadacomoAna.

—¿Cuántotiempocreesquetardaránencontestar?—preguntó.

—No pueden pasar más de quince días. ¡Oh, qué feliz y orgullosa mesentirésiloaceptan!

—Claroqueloaceptarán;yprobablementetepediránquelesenvíesotros.AlgúndíaserástanfamosacomolaseñoraMorgan.¡Quéorgullosamesentiréentonces de ser tu amiga! —dijo Diana, que poseía, por lo menos, elsorprendenteméritodeprofesarunadesinteresadaadmiraciónporlosdonesygraciasdesuscompañeros.

Así pasó una semana de deliciosos sueños, después de la cual llegó elamargodespertar.Dianaencontróunatardeasuamigaensubuhardilla,conunaexpresiónextrañaensusojosgrises.Sobrelamesahabíaungransobreyunarrugadomanuscrito.

—Ana,¿tehandevueltoelcuento?—preguntó.

—Asíes—respondióéstabrevemente.

—Bueno,eseeditordebedeestarloco.¿Quérazonesteda?

—Ninguna.Sólounanotadiciendoquenoleresultasatisfactorio.

—Nunca acabó de gustarme ese semanario. Los cuentos que publica nosonni lamitadde interesantesque losdelCanadianWoman,apesardequecuestamuchomás.Sindudaeleditortieneprejuicioscontratodoelquenoseayanqui.No tedesanimes,Ana.Recuerdacómo ledevolvían loscuentosa laseñoraMorgan.EnvíaloalCanadianWoman.

—Creoqueloharé—dijoAna,animándose—.Ysilopublicanleenviaréunacopiaaeseeditoramericano.Perosuprimirélapartedelcrepúsculo.CreoqueelseñorHarrisonteníarazón.

Yelcrepúsculofuesacrificado;pero,apesardeestaheroicamutilación,eleditor del Canadian Woman devolvió el original con tanta rapidez, que laindignadaDianadeclaróqueeraimposiblequepudierahaberloleídoenteroyquesuspenderíasususcripcióninmediatamente.Anatomósusegundofracasoconlacalmapropiadeladesesperación.EnterrósucuentoenelantiguobaúldondedormíanlosmanuscritosdelviejoClubdeCuentos;peroantescedióalosruegosdeDianaylediounacopia.

—Ésteeselfindemisactividadesliterarias—dijoamargamente.

No contó nunca lo ocurrido al señor Harrison, pero una tarde éste lepreguntóbruscamentesilehabíanaceptadoelcuento.

—No,eleditornoloquiso—respondióbrevemente.

ElseñorHarrisonmiródereojoelruborizadoperfilderasgosdelicados.

—Bueno,supongoquecontinuarásescribiendo.

—No, nunca más trataré de escribir un cuento —declaró Ana con ladesesperanzadesusdiecinueveañosanteelrudogolpe.

—Yo no renunciaría tan pronto —dijo finalmente el señor Harrison—.Escribiríaunahistoriadevezencuando,peronoperseguiríaaloseditoresconella.Escribiríasobrepersonasylugaresconocidos;haríahablaralagenteconellenguajedetodoslosdías;ydejaríaqueelsolsiguierasutrayectorianormalsindarledemasiadaimportancia.Situvieraqueintroducirenmihistoriaaunvillano, le daría una oportunidad, Ana…, le daría una oportunidad. Hayhombresmuymalosenelmundo,supongo,perotendríasqueandarunbuenratoantesdeencontraralguno,aunquelaseñoraLyndecreaquetodossomosmalos. La mayoría de nosotros guarda su poquito de bondad en algúnrinconcillo.Continúaescribiendo,Ana.

—No; fue una tontería intentarlo. Cuando termine en Redmond mededicaréalaenseñanza.Séenseñar.Noséescribircuentos.

—Cuando termines en Redmond, ya habrá llegado el momento parabuscarteunmarido.Nomeparecebienposponerdemasiadoelmatrimonio…comohiceyo.

Anaseincorporóyregresóasucasa.HabíamomentosenlosqueelseñorHarrison resultaba realmente intolerable. «Mandar al infierno», «gimotear»,«buscarmarido».¡¡Oh!!

CAPÍTULOTRECE

Lasendadelostransgresores

DavyyDoraestabanlistosparairalaescueladominical.Ibansolos,cosaque no sucedía muy a menudo, pues la señora Lynde asistía a ellaregularmente.Pero,porculpadeunatorceduradetobillo,aquellamañanasequedabaencasa.Losmellizosdebíanrepresentaralafamiliaenlaiglesia,yaqueAnahabíapartidolanocheanteriorapasareldomingoconunasamigasenCarmodyyMarillapadecíaunodesushabitualesdoloresdecabeza.

Davy bajó la escalera lentamente. Dora le aguardaba en el salón, muycompuesta por la señora Lynde. El niño, en cambio, se había vestido solo.Teníauncentavoenelbolsilloparalacolectadelaescueladominicalycincocentavospara lade la iglesia; enunamano llevaba suBibliayen laotraelcuaderno;sabíaperfectamentesulección,laHistoriaSagradaylaspreguntasdel Catecismo. ¿Acaso no había estudiado (a la fuerza) toda la tarde deldomingoanteriorenlacocinadelaseñoraLynde?Portodoesto,Davydebierahaberestadoconunánimoangelical;pero,laverdadseadicha,apesardelaHistoriaSagradaydelCatecismo,sesentíainteriormentecomounloboferoz.

Cuando se reunió con Dora, la señora Lynde salió renqueando de sucocina.

—¿Tehaslavado?—preguntóseveramente.

—Sí;todoloqueseve—respondióDavyconairedesafiante.

LaseñoraLyndesuspiró.Sussospechasrecaíansobrelasorejasyelcuellodelniño,perosabíaquesiintentabainspeccionarlosaldríacorriendo;yaqueldíaellanopodíaperseguirlo.

—Bueno, portaos bien. No andéis por el polvo. No os detengáis en lapuertaahablarconlosotrosniños.Noosmováisenlosasientos.NoolvidéislaHistoriaSagrada.Noperdáis el dineroniolvidéisdarlo en la colecta.Nohabléisdurantelaoraciónyprestadatenciónalsermón.

Davy no se molestó en contestar. Echó a andar cuesta abajo seguidohumildemente por Dora. Pero el alma le bullía dentro del cuerpo. Habíaaguantado(almenosasí locreía)muchascosasa laseñoraLyndedesdequeéstasemudaraa«TejasVerdes»,debidoaqueellanopodíavivirconnadie,yatuvieranueveonoventaaños,sintratardeeducarloconvenientemente.LatardeanteriorhabíaconvencidoaMarillaparaquenopermitieraalniñoirdepescaconloshijosdeTimothyCotton.Davyestabaaúnfuriosoporaquello.

Tan pronto como bajaron la cuesta, Davy se detuvo e hizo una muecahorrible. Dora, a pesar de conocer bien sus habilidades al respecto, temiósinceramentequenopudieravolveralanormalidad.

—¡Malditasea!—explotó.

—¡Oh,Davy,nojures!—murmuróDora.

—«Maldita»noesunjuramento…nounverdaderojuramento.Ysiloes,nomeimporta.

—Bueno, si tienes que decir palabras feas, por lomenos no lo hagas endomingo—rogóDora.

Davyestabalejosdearrepentirse,peroenelfondosentíaquequizáshabía

idounpocolejos.

—Voyainventarunamalapalabraparamísolo—declaró.

—Silohaces,Diostecastigará—dijoDorasolemnemente.

—Entonces Dios es un pícaro desconsiderado. ¿Acaso no sabe que unhombretienequeteneralgunamaneradeexpresarsussentimientos?

—¡¡Davy!!—exclamóDora,esperandoquesuhermanocayeramuertoenelacto.Peronosucedió.

—De cualquier modo, no voy a aguantar más las órdenes de la señoraLynde—farfullóDavy—.AnayMarillatienenderechoamandarme,peroellano.Voyahacertodoloquemeprohibió.Mírameyverás.

Yenmediodeunhostilsilencio,mientrasDoraloobservabafascinadaporelhorror,Davysaliódelcaminocubiertodeverdemusgo,sepultósustobillosenelpolvo,productodecuatrosemanasdesequía,yanduvoarrastrandolospiesconsañahastaquedarenvueltoenunaconfusanube.

—Estoessóloelprincipio—anunciótriunfalmente—.Yvoyadetenermeencadapuertaaconversarhastaquenoquedenadieconquienhacerlo.YmevoyaretorcerenelasientoyahablartodoeltiempoyvoyadecirquenosélaHistoriaSagrada.Yvoyatirarlasdosmonedasparalascolectasahoramismo.

YasílohizoDavy:lasarrojóporencimadelaempalizadadelseñorBarryconferozplacer.

—Satanástehizohacereso—exclamóDora,conreproche.

—No—gritóDavy,indignado—.Lopenséyosolo.Ypenséalgomás.Noiréalaescueladominicalnialaiglesia.MeiréajugarconlosCotton.Ayermedijeronquesequedabanensucasaporquesumadrenoestáyno tienenquienlosllevealaescuela.Vamos,Dora;lopasaremosmuybien.

—Yonoquieroir.

—Síirás.SinolohaceslecontaréaMarillaqueFrankBelltebesóenelcolegioellunespasado.

—Nopudeevitarlo.Yonosabíaqueibaahacerlo—gritóDoraponiéndoserojacomountomate.

—Bueno,perono ledisteunabofetadaniparecíasenfadada.También lediréesosinovienes.Cortaremoscaminocruzandoestecampo.

—Tengomiedodeesasvacas—protestóDora,vislumbrandounmediodeescape.

—¡Quétonteríatenermiedodelasvacas!—seburlóDavy—.¿Novesque

sonmásjóvenesquetú?

—Perosonmásgrandes.

—Noteharánnada.Vamos.Estoesmagnífico.Cuandoseagrandenomemolestaréeniralaiglesia.Sabréiralcielopormicuenta.

—AlotroladoirássinorespetaseldíadelSeñor—asegurólainfelizDoramientrasloseguíacontrasuvoluntad.

PeroDavynoestabaasustado…todavía.ElinfiernoquedabamuylejosylasdeliciasdeunaexpediciónpesqueraconlosCottonsehallabancerca.Lehubiera gustadoqueDora semostraramás valiente.Temía a cadamomentoqueseechaseallorar,yesoarrumabaladiversióndecualquiera.¡«Carambaconlasmujeres»!Davynodijo«malditas»estavezniconelpensamientoynoporquelamentara…todavía…haberlodichoantes,sinoporqueerapreferiblenoprovocarlairadivinavariasvecesenunmismodía.

LospequeñosCotton estaban jugandoen el patiode atrásy recibieronaDavycongritosdealegría.Pete,Tommy,AdolphusyMirabelCottonestabansolos.Sumadreyloshermanosmayoreshabíansalido.DorasealegródequeestuvieraallíMirabel.Temíaencontrarse solaentre tantosvarones,y sibienMirabel era casi tan mala, ruidosa y descuidada como ellos, por lo menosusabafaldas.

—Venimosabuscarosparairdepesca—anuncióDavy.

—¡¡Viva!!—gritaron los Cotton. Salieron corriendo a buscar lombrices,Mirabel la primera con un recipiente de hojalata. Dora tenía unas ganasterriblesdellorar.¡Oh,sieseodiosoFrankBellnolahubierabesado!HabríapodidodesafiaraDavyeirsesolaasuqueridaescueladominical.

Nopodíanirapescaralalagunapuescorríanelriesgodeservistosporlaspersonasquesedirigíana la iglesia; tuvieronqueconformarseconelarroyoqueatravesabalosbosquesdetrásdelacasadelosCotton,perodecualquiermanera,enelarroyohabíamontonesde truchas,yesohizoquepasaranunamañanamagnífica.PorlomenoslosCottonlaencontraronestupenda:yDavyparecía compartir esaopinión.Nodel todo imprudente, sehabíaquitado loscalcetines y los zapatos y conservaba puesto el guardapolvo que le prestaraTommyCotton.Así equipadodesafiaba lospantanosy lasmalezas.Dora sesentíafrancaymanifiestamentedesgraciada.Seguíaalosdemásdecharcoencharco, apretando fuertemente su Biblia y su cuaderno y pensando conamargura en la bienamada clase, en la que hubiera debido estar en aquelmomento, sentada frente a una maestra a quien adoraba. En cambio, allíestaba,vagandoporlosbosquesconesossalvajesCottonytratandoportodoslosmediosposiblesdemantenerlimpiassusbotasysubonitovestidoblanco.Mirabellehabíaofrecidoundelantalqueellarechazaracondesprecio.

Lastruchaspicabancomosólolohacenendomingo.

En una hora los pescadores tuvieron todo el pescado que quisieron, demodoquedecidieronregresaralacasa,congranaliviodeDora.Éstasesentómuy tiesa sobre un fardo de heno mientras los otros se dedicaban a unhorroroso juego de muchachos y subían luego al techo de la pocilga paraterminar finalmentegrabandosus inicialesenelapoyamonturas.El techoendeclivedelgallineroyunmontóndepajaquehabíadebajoinspiraronaDavy:pasaron media hora deslizándose desde el techo hasta la paja en medio devivasyalaridos.

Perohastalosplaceresilícitostienenunfin.Cuandoelrodardeloscochesquecruzabanelpuentelesanuncióeltérminodelosoficios,Davydecidióquehabía llegado la hora de marcharse. Se quitó la bata de Tommy, luciendonuevamente sucorrectoatavío,y se separóde las truchasconun suspiroderesignación.Nohabíaquepensarsiquieraenllevárselas.

—Bueno, ¿no lo hemos pasado bien? —preguntó mientras bajaban lacolina.

—Yo no. Y no creo que tú hayas disfrutado… realmente —respondióDora,conunaperspicaciapocohabitualenella.

—Yosí—gritóDavyconun tonoquenodejaba lugar adudas—.Claroquetúlohabráspasadomal,sentadaallícomo…comounamuía.

—Yo no tengo ninguna relación con los Cotton —dijo Doradesdeñosamente.

—Los Cotton son muy buenos. Y lo pasan mucho mejor que nosotros.Hacenloquequierenydicencuantoselesocurreantecualquiera.Yotambiénvoyahacerlodehoyenadelante.

—Haymontonesdecosasquenoteatreveríasadecir.

—Teapuestoquesí.

—¿Aquenodirías«rufián»delantedelministro?

—Bueno,unministroesdistinto.«Rufián»noesunapalabrasanta.

Davynosesentíamuycómodo,aunquehubierapreferidomorirantesqueadmitirlo ante su hermana. Ahora que había terminado las bribonerías, suconciencia comenzaba a aguijonearlo.Después de todo, quizás hubiera sidomejor asistir a la escuela dominical. La señora Lynde podría ser mandona,peroensucocinanuncafaltabaunacajaconbizcochoshechosporella;ynoeratacaña.EnaquelmomentotanpocooportunoDavyrecordóqueciertavez,cuando había roto su nuevo pantalón para la escuela, la señoraLynde se lohabíazurcidosindecirleniunapalabraaMarilla.

Perolacopadesusiniquidadesnoestabaaúncolmada.Davyencontróquehacían falta nuevos pecados para cubrir los pasados. Aquel día, mientrasalmorzabaconlaseñoraLynde,éstacomenzóporpreguntarle:

—¿Estabanhoypresentestodoslosdetuclase?

—Sí,señora,estabantodos…menosuno.

—¿DistetusleccionesdeHistoriaSagradaydeCatecismo?

—Sí,señora.

—¿Pusistelamonedaenelcepillo?

—Sí,señora.

—¿EstabaenlaiglesialaseñoraMacPherson?

—Nolosé—esto,porlomenos,eraverdad,pensóDavy.

—¿Anunciaron la reunión de la Sociedad de Ayuda para la semanapróxima?

—Sí,señora.

—¿Ylareuniónparaejerciciosespirituales?

—No.Nosé.

—Deberías saberlo. Tendrías que haber escuchado conmás atención losavisos.¿SobrequéhablóelseñorHarvey?

Davybebióunimpresionantetragodeagua,quesorbiójuntoconlaúltimaprotestade suconciencia.Volublemente recitóunviejo textoqueaprendierasemanas atrás.Despuésde esto, y afortunadamentepara él, la señoraLyndedejódeinterrogarle;peroelniñonodisfrutódelacomida.Sólopudocomeruntrozodebudín.

—¿Qué te sucede? —preguntó asombrada la señora Lynde—. ¿Estásenfermo?

—No—murmuróDavy.

—Estáspálido.Serámejorquenoandesalsolestatarde—sermoneó.

—¿Te das cuenta de la cantidad dementiras que has dicho?—preguntóDoraentonodereproche,tanprontocomovolvieronaencontrarsesolos.

Davy,aguijoneadoporsupropiadesesperación,sevolvióferozmente:

—Nolosénimeimporta.Ytú,mejortecallas,DoraKeith.

YelpobreDavyseguarecióenel seguro refugiodeunmontónde leña,meditandosobrelaconductadelostransgresores.

Aquellanoche,cuandoAnaregresó,«TejasVerdes»sehallabaenvueltaenelsilencioylaoscuridad.Inmediatamentesefueadormirpuesestabamuertadecansancioydesueño.Lasemanahabíatranscurridollenadecompromisosqueseprolongabanhastahorasmuyavanzadas.Nohabíaterminadodeponerla cabeza en la almohada cuando estaba ya medio dormida; pero en aquelmismomomento la puerta de su habitación se abrió suavemente y una vozplañideradijo:

—Ana.

Anaseincorporódeunsalto.

—¿Erestú,Davy?¿Quésucede?

Unablancafiguritaentrócorriendoysaltóalacama.

—Ana—sollozóelniñoabrazándolafuertemente—.¡Cuántomealegrodequeestésencasa!Nopodíairmeadormirhastaqueselohubieracontadoaalguien.

—¿Contarqué?

—Lomiserablequemesiento.

—¿Porqué,querido?

—Porquehesidomuymalotodoeldía,Ana.¡Oh,hesidomalísimo!Másquenunca.

—¿Quéhashecho?

—Tengomiedodedecírtelo.Nuncavolverásaquererme,Ana.Estanochenopuderezar.NopudedecirleaDiosloquehabíahecho.Medabavergüenza.

—PeroÉllosabedetodasmaneras,Davy.

—EsoesloquedijoDora,peroyopenséquetalvezDiosnosehabíadadocuentaenseguida.Detodosmodosqueríadecírteloprimeroati.

—¿Quéesloquehashecho?Yllególaavalancha:

—Falté a la escuela dominical… y fui a pescar con losCotton…y dijemontonesdecosasfeasdelaseñoraLynde…¡oh,muchísimas!…y…y…ydijeunamalapalabra…ydijecosasdeDios.

Hubo un profundo silencio. Davy no sabía qué hacer. ¿Estaría Ana tanenfadadacomoparanohablarlemás?

—Ana,¿quévasahacerconmigo?—preguntó,enunmurmullo.

—Nada,querido.Creoqueyahastenidosuficientecastigo.

—No,nomehanhechonada.

—Hasestadomuytristedesdequelohiciste,¿noescierto?

—Túlohasdicho.

—Pueseratuconcienciaqueteestabacastigando,Davy.

—¿Quéesmiconciencia?Quierosaberlo.

—Esalgoqueestádentrodeti,quetedicecuándohashechoalgomaloytehacesufrirsipersistesenello.¿Lohasnotado?

—Sí,peronosabíaquéera.Seríamejornotenerla,porqueestropeatodaladiversión. ¿Dónde está mi conciencia, Ana? Quiero saber. ¿Está en miestómago?

—No, en tu alma—respondióAna dando gracias a la oscuridad, que lepermitíaaparentarseriedad.

—Supongoqueentoncesnomepuedolibrardeella—dijoDavy,conunsuspiro—.¿VasacontaraMarillayalaseñoraLyndetodoloquehehecho?

—No,querido.Noselodiréanadie.Estástristeporhaberteportadomal,¿noescierto?

—¡Túlohasdicho!

—¿Ynuncavolverásaportarteasí?

—No,pero…—agregóDavyconcautela—podríasermalodealgunaotraforma.

—¿Nodirásmalaspalabras,nifaltarásalaescueladominical,nicontarásmentirasparacubrirtuspecados?

—No.Novalelapena.

—Bueno,Davy,dileaDiosquelosientesmuchoypídelequeteperdone.

—¿Mehasperdonadotú,Ana?

—Sí,querido.

—Entonces,nomeimportamuchoqueÉlmeperdoneono.

—¡Davy!

—¡Oh,se lopediré…selopediré!—dijoelniñomientrassealejabadellecho convencido, por el tono de Ana, de que había dicho sin duda algoterrible—.Notengoinconvenienteenpedírselo,Ana.«Porfavor,Dios,estoymuy triste por haberme portado mal todo el día y seré siempre bueno losdomingosyporfavorperdóname».Yaestá,Ana.

—Bien,ahoraadormircomounniñobueno.

—Sí,sí.¡Vaya,yanomesientomiserable!Estoymuybien.Hastamañana.

—Hastamañana.

Ana se recostó sobre la almohada con un suspiro de alivio. ¡Oh, cuántosueñotenía!Yenesemomento:

—¡Ana!

Davysehallabanuevamentejuntoasulecho.Anaentreabriólosojos.

—¿Qué pasa ahora, querido? —preguntó, tratando de ocultar suimpaciencia.

—Ana,¿hasnotadocómoescupeelseñorHarrison?¿Creesquesipracticomuchopodréhacerloasíyotambién?Anaseincorporó,

—Davy Keith. Vete derecho a tu cama. Y que no vuelva a pescartelevantado esta noche. ¡Vete, he dicho! Davy salió corriendo sin preguntarrazones.

CAPÍTULOCATORCE

Lallamadadelmásallá

AnaestabasentadajuntoaRubyeneljardíndelosGillis.Habíanestadocontemplandolapuestadesolenunatardecercalurosoyhúmedodeveranoyelmundoparecíacolmadode flores.Los tranquilosvalles reposabanbajo labruma,lassombrasadornabanelbosqueylosásteresponíansunotadecolorpúrpuraenlaspraderas.

Nuestra amigahabía rechazadounpaseo a la luzde la lunahastaWhiteSands para poder acompañar a Ruby esa tarde. Había pasado así muchosatardeceresdeverano,auncuandomuchasvecessehabíapreguntadoporquéyapesardehaberdecididomásdeunavezquenovolveríaahacerlo.

La palidez de Ruby aumentaba a medida que avanzaba el estío; elpropósito de ir al colegio deWhite Sands había sido desechado («papá noquierequeenseñehastapasadoAñoNuevo»),ylostrabajosdeagujaquetantole gustaban caían cadavezmás amenudode susmanosdemasiadodébiles.Pero siempre parecía alegre y esperanzada mientras hablaba de suspretendientes,desusrivalidadesysusdolores.

YeraestoprecisamenteloquevolvíadifícileslasvisitasdeAna.Todoloquealgunavez fuera tontoydivertido resultabaahora trágico:era lamuerteespiando por detrás de unamáscara de vida. Y, sin embargo, Ruby parecía

aferrarseaAna;nuncaladejabaregresarsinlapromesadeunaprontavisita.La señora Lynde protestaba; aseguraba que Ana se contagiaría, y hasta lamismaMarillaparecíadispuestaacreerlo.

—CadavezquevasaveraRubyGillisvuelvesconairedecansancio—ledijoundía.

—¡Estantriste!—respondióAnaenvozbaja—.Rubyparecenotenerlamásmínimaideadecuálessuestado.Ysinembargo,presientequenecesitaayuda, la anhela, y aunque yo quiero dársela, no puedo. Durante todo eltiempoque paso a su lado la veo luchar con un enemigo invisible, como sitratara de derrotarlo con la poca energía que le queda. Por eso regreso tandeprimida.

Pero aquel día Ana no notaba aquella lucha con tanta intensidad. Rubyestaba extrañamente callada. No había pronunciado una sola palabra sobrefiestas,paseosochicos.Yacíaenlahamaca,consutrabajosintocaryunchalblanco sobre sus delgados hombros. Sus largos cabellos rubios, que tantoenvidiaraAnaensusdíasdeescuela,caíansobresupecho.Sehabíaquitadolashorquillas,puesdecíaqueledabandolordecabeza.Elcolorintensoquelatisis ponía algunas veces en sus mejillas había desaparecido, dejándolaspálidaseinfantiles.

En el plateado cielo apareció la luna, y su luz iluminó las nubes a sualrededor.Abajobrillaba la laguna, rodeadade radiantebruma.Másalládelcampo de los Gillis estaba la iglesia, con su viejo cementerio. Las blancaslosasbrillabanalaluzdelaluna,destacandosuscontornossobrelososcurosárboles.

—Quéraropareceelcementerioalaluzdelaluna—dijoRubydepronto—.¡Quéfantasmal!—añadiótemblando—.Ana,prontoestaréallí.Tú,Dianay los demás andarán por el mundo llenos de vida, y yo estaré allí… en elcementerio…muerta.

AquellosorprendióaAna.Porunosinstantesnopudohablar.

—Sabesqueseráasí,¿noescierto?—preguntóRuby.

—Sí,losé—respondióAnaenvozbaja—.QueridaRuby,losé.

—Todoslosaben—continuóéstaamargamente—;yolosupeesteveranoaunquenoqueríaresignarme.¡Oh,Ana!—dijoincorporándoseytomandolamano de su amiga, como si rogara—. ¡No quiero morir! Tengo miedo demorir.

—¿Porquétienesmiedodemorir,Ruby?

—Porque…porque…loquemeasustanoesmorir, sino iralcielo.Soycreyenteyséqueiréallí.Pero…¡serátandistinto!¡Pienso…ypienso…yme

asustotanto!Elcielohadeserhermoso,sinduda;laBiblialodice;Pero,Ana,noseréallíloquehesidosiempre.

Por lamente deAna cruzó el extraño recuerdo de una divertida historiaqueescucharacontaraPhilippaGordon; lahistoriadeunhombrequedijeramás o menos lo mismo del mundo del futuro. Entonces parecía divertido;recordaba cuánto había reído Phil. Pero ahora nada tenía de humorístico,saliendodelospálidosytemblorososlabiosdeRuby.Eratriste,trágicoyreal.ElcielonopodíaserigualaloquerodeabaaRuby.Nadahabíahabidoensuvida alegre y frívola, en sus vacíos ideales y aspiraciones, que la hubierapreparadopara el gran cambio, o que le permitiera imaginar la otra vida deotro modo que como algo extraño, irreal e indeseable. Ana buscabadesesperadamente algo que pudiera servirle para ayudar a Ruby. ¿Es quepodríadeciralgo?

—Creo, Ruby…—comenzó; le resultaba difícil hablar a alguien de susmás profundos pensamientos o de las nuevas ideas que estaban vagamentetomandoformaensumenterespectode losgrandesmisteriosdeestavidaydelmásallá;ytodavíaleresultabamásdifícilhablardeellosaRubyGillis—,creoquequizátengamosideasequivocadassobreelcielo,sobrequéesyquétieneguardadoparanosotros.No lo imagino tandistintode lavidacomo lamayoría de la gente. Creo que seguiremos viviendo allí casi como aquí yseremos igual.Sóloqueserámásfácilserbuenosyseguira losmássantos.Todas las dudas y perplejidades desaparecerán y veremos claro. No tengasmiedo,Ruby.

—Nopuedo evitarlo—contestó ésta tristemente—.Aunque lo que dicessobreelcielofueraverdad(ytúnopuedesestarsegura,puessóloesproductodetuimaginación),detodosmodosnoseríaigual.Nopuedeserlo;yoquieroseguir viviendo aquí. ¡Soy tan joven, Ana! Casi no he vivido. He luchadoterriblemente por vivir y ha sido en vano. Tengo que morir y dejar todoaquelloquemeesquerido.

Anasintióundolorcasiintolerable.Nopodíadecirlementiraspiadosas,ytodo lo que su amiga le había dicho era horriblemente cierto. Abandonabatodocuantoamaba.Sólosehabíapreocupadoporlascosasterrenales,porlaspequeñas cosas pasajeras de la vida, olvidando las que llevan hacia laeternidad,lasqueunenlosdosextremosdelgolfoyhacendelamuerteelpasodeunmundoalotro,delamaneceralplenodía.Diosseocuparíadeellaallí;aprendería. Pero ahora no cabía dudade que su alma se aferraba, con ciegadesesperanza,aloúnicoqueconocíayamaba.

Ruby se alzó, apoyándose en un brazo, y elevó al cielo sus hermosos ybrillantesojosazules.

—Quierovivir—dijo,conuntemblorenlavoz—.Quierovivircomolos

demás. Quiero… quiero casarme, Ana, y… y tener hijos. Tú sabes quesiempremegustaronlosniños.Estonoselopodríadeciranadiemásqueati.Sécómocomprendes lascosas.YelpobreHerb…mequiereyyolequierotambién.Losotrosnadasignificanparamí,peroélsí;ysivivierapodríasersumujerysentirmefeliz.¡Oh,Ana,eshorrible!

Rubycayóentre los almohadonesy lloróconvulsivamente.Anaestrechósumanoparaconsolarla,yesegestopareciósermejorayudaparasuamigaquelaspalabras,pues,pocoapoco,éstasecalmóycesaronsussollozos.

—Me alegro de haberte dicho todo esto, Ana —murmuró—. Me haayudadomucho.Lodeseétodoelverano;cadavezquevinistequisehablarte,peronopodía.¡Meparecíaqueharíatanciertalamuertesianunciabaqueibaamorir o si cualquier otra persona lo decía o lo adivinaba! Nome atrevíasiquieraapensarlo.Duranteeldía,cuandohabíagenteamialrededorytodoestabaalegre,noeratandifícildejardepensar;peroporlasnoches,cuandonopodíadormir,erahorrible,Ana.Enesosmomentosnohabíaescapatoria.Lamuerteveníaymemirabaalacarahastadarmetantomiedocomoparagritar.

—Peroyanovolverásatenermiedo,¿noescierto,Ruby?¿Tendrásvalorycreerásquetodoirábien?

—Probaré. Voy a pensar en lo que me has dicho y trataré de creerlo.¿Vendrásavermetanamenudocomopuedas,Ana?

—Sí,querida.

—No tardarámucho,Ana, estoy segura; ymegustaría que tú estuviesesjunto amímás que cualquier otra persona. Siempre te quisemás que a lasotrascompañeras.Nuncafuistecelosanimezquina.LapobreEmWhitevinoaverme ayer. ¿Recuerdas cómo éramos de amigas durante los tres años quefuimosjuntasalaescuela?Nosenfadamoseldíadelfestivalydesdeentoncesnunca nos volvimos a hablar, ¡qué tontería! Todas esas cosas me parecentontas ahora. Em y yo recordamos ayer la vieja disputa. Me dijo que mehubiesevueltoahablarhaceaños,peroquecreíaqueyonoloharía.Yyonole volví a hablar porque estaba segura de que ella no quería. ¡Cuántaincomprensiónhayentrelagente,Ana!

—La mayor parte de las desdichas de esta vida se deben a laincomprensiónentrelagente—dijoAna—.Ahoradeboirme,Ruby.Sehacetardeynodebesexponertealahumedad.

—¿Volveráspronto?

—Sí,muypronto.Ysihayalgoenquepuedaayudarteloharéconmuchogusto.

—Lo sé.Yamehas ayudado.Ahora parece todomenos terrible.Buenas

noches,Ana.

—Buenasnoches,querida.

Anaregresóacasacaminandomuydespacio.Aquelanochecerhabíatraídoconsigo un cambio para ella. Su vida poseía ahora un sentido distinto, unpropósitomásprofundo.Enlasuperficiequizássemantendríaigual,peroenlomás hondo no.Con ella no debería ocurrir lo de la pobreRuby.Cuandollegaraalfindesuvidanocontemplaríalaotraconelterrordealgodiferente,algo para lo cual no la habían preparado los pensamientos y los idealescotidianos. Las dulces cosas de la vida, buenas cuando se les daba suverdadera importancia, no debían constituir el fin de toda la existencia; elmandato divino debía ser aprendido y cumplido; la vida celestial debíacomenzaraquí,enlatierra.

Aquella despedida en el jardín fue la definitiva. Ana no volvió a ver aRubyconvida.Alanochesiguiente,laS.F.A.diounafiestadedespedidaaJaneAndrews,quepartíaaloeste.Ymientras las lucesbrillaban,y sonabanlas risas entre la alegre charla, para un alma de Avonlea llegó el mandatoinevitable.AlamañanasiguientecorriódecasaencasalanoticiadelamuertedeRubyGillis.Habíafallecidomientrasdormía,sindoloryencalma,yensucarabrillabaunasonrisa,comosilamuertehubierallamadoasupuertacomounbuenamigoynocomoelhorriblefantasmaalquetantotemiera.

Despuésdelfuneral,laseñoraLyndedeclaróenfáticamentequeRubyeralamuertamáshermosaquecontemplarajamás.Durantemuchosañossehablóde su hermosura, vestida de blanco entre las flores queAna dispusiera a sualrededor.Rubyhabíasidosiemprehermosa,conunabellezaterrenal:poseíacierta insolente cualidad, como si la ostentase ante los ojos que lacontemplaban.Elespíritujamáshabíabrilladoenellanielintelectolahabíarefinado.Perolamuertelahabíatocado,consagrándola,destacandolapurezade las líneas y los delicados detalles escondidos antes. La muerte habíatransformadoaRuby, comosólohubieranpodidohacerlo lavida, el amoryunaprofundafemineidad.Ana,contemplándolaatravésdelaslágrimas,creyóver en ella su verdadero rostro, el que Dios le destinara. Y así la recordósiempre.

LaseñoraGillisllamóaparteaAnaantesdequeelcortejofúnebrepartierayleentregóunpaquete.

—Quieroqueguardes esto—dijo, llorando—.ARuby lehabríagustadoque tú lo tuvieras. Es el centro de mesa que estaba bordando. No estáterminado. La aguja está clavada donde sus dedos la dejaron el día en quemurió.

—Siemprequedaalgopor terminar—dijo laseñoraLynde,con lágrimas

enlosojos—;perosupongoquesiemprequedaalguienparaterminarlalabor.

—Es difícil convencerse de que está muerto alguien a quien hemosconocido —dijo Ana a Diana mientras regresaban a casa—. Ruby es laprimera condiscípula que se va. Una por una, tarde o temprano, todas laseguiremos.

—Supongoquesí—respondióDiana,incómoda.Noqueríahablardeeso.Hubiese preferido comentar los detalles del funeral; la espléndida mortajablancaqueelseñorGillis insistieraenponerasuhija(«losGillissoncursishasta en los funerales», habíadicho la señoraLynde); la triste caradeHerbSpencer; el llanto histérico e incontrolado de una de las hermanas deRuby.PeroAnanoqueríahablardetodoeso.Parecíaenvueltaenunsueño,ydabaaDianalasensacióndenotenerallíarteniparte.

—RubyGillis reíamucho—dijoDavydepronto—.¿SereiráenelcielotantocomoenAvonlea,Ana?Quierosaberlo.

—Sí,creoquelohará.

—¡Oh,Ana!—protestóDiana,conunasonrisadesorpresa.

—Bueno,¿porquéno,Diana?—preguntóAnaconseriedad—.¿Creesqueenelcielonoseríe?

—¡Oh,nosé!Nomeparecelomáscorrecto,sinembargo.Túsabesqueesfeoreírseenlaiglesia.

—Peroelcielonoserácomolaiglesia,porlomenosnosiempre.

—Esperoqueno—dijoDavy,enfáticamente—.Si loes,yonoquiero ir.Laiglesiaesmuyaburrida.Detodasmaneras,nopiensoirallíhastadentrodemuchotiempo.Piensollegaraloscienaños,comoelseñorThomasBlewett,deWhiteSands.Éldicequehavividotantoporquefumasiempreyeltabacomatalosmicrobios.¿Puedofumarpronto,Ana?

—No, Davy. Espero que nunca toques el tabaco —dijo Ana con aireausente.

—¿Yentoncesquédiráscuandolosmicrobiosacabenconmigo?

CAPÍTULOQUINCE

Unsueñovueltodelrevés

—Una semana más y volveremos a Redmond —dijo Ana. La idea devolveral trabajo,a lasclasesya losamigosdeRedmondlahacíafeliz.«La

CasadePatty»tambiéneramotivodedichosossueños.Esepensamientotraíaconsigounacalurosayplacenterasensacióndehogar,aunquenuncahubieravividoallí.

Peroelveranohabíasidotambiénhermoso;unperíododealegrevivir,consolesycielosydeliciasdiversas;unlapsoenqueaprendieraavivirconmásnobleza,atrabajarconmáspaciencia,ajugarconmáscorazón.

«Notodaslasleccionesdelavidaseaprendenenelcolegio»,pensó;«seaprendenentodaspartes».

Pero¡ay!,laúltimasemanadeaquellasplacenterasvacacionesseestropeópor uno de esos impíos acontecimientos que son como un sueño vuelto delrevés.

—¿Has estado escribiendo alguno de esos cuentos últimamente? —preguntóelseñorHarrisonunanocheenqueAnaestabatomandoeltéconélysuesposa.

—No—respondióAna,algoencrespada.

—¡Oh,nohequeridoofenderte!LaseñoraHiramSloanemedijoelotrodía que hace un mes alguien dejó en el buzón un gran sobre dirigido a laCompañía de Levadura Rollings de Montreal, y ella sospechó que alguientratabadeganarelpremioqueofrecíanalmejorcuentoquecitaraelnombrede la levadura.Dijoquenoestabaescritocon tu letra,peroyopenséquesetratabadeti.

—Desdeluegoqueno.Meenterédelconcurso,peronisoñéconcompetir.Creoque sería una estupidez escribir un cuentopara anunciar una levadura.Sería tan estúpido como el anuncio de un producto farmacéutico que quisoponerJudsonParkerenlaempalizada.

Así habló Ana, sin soñar con la humillación que la esperaba. AquellamismatardeDianallegóasuhabitación,conlosojosbrillantesylasmejillasarrebatadas,llevandounacarta.

—Ana, aquí tienes una carta para ti. Estaba en la oficina de correos, demaneraquetelatraje.Ábrelapronto.Siesloquecreoenloquecerédealegría.

Ana,perpleja,abriólacartayechóunamiradaasucontenido:

Sta.AnaShirley.

TejasVerdes,Avonlea,IsladelPríncipeEduardo.

Señorita:

Tenemoselplacerdeinformarlequesucuento«ElsacrificiodeAveril»haganadoelpremiodeveinticincodólaresofrecidoennuestrorecienteconcurso.

Incluimos el cheque por esa suma. Estamos preparando su publicación envariosdestacadosperiódicosdeCanadáytenemoslaintencióndeimprimirloparasudistribuciónentrenuestrosclientes.

Agradecemos el interés que se ha tomado por nuestra compañía, yquedamosdeUd.attos.ySs.Ss.

CompañíadeLevaduraRollings.

—Nocomprendo—dijoAna.

Dianaaplaudió.

—¡Oh,sabíaqueganaríaselpremio!Estabasegura.Yomandétucuentoalconcurso,Ana.

—¡DianaBarry!

—Sí,lohice—dijoDianacolgándosealegrementedelacama—.Cuandovi el anunciome acordé de tu cuento y en seguida pensé en pedirte que loenviaras.Perotemíquenoquisieras;¡teníastanpocafe!Demaneraquedecidíenviarlacopiaquemedistesindecirtenada.Deesemodo,sinoganabaselpremionunca lo sabrías,pues loscuentos rechazadosno losdevuelven,y siganabastendríasunasorpresadeliciosa.

Diananoeraexcesivamenteperspicaz,perotuvolasensacióndequeAnano parecía unamujer alegre en esosmomentos. Había en ella sorpresa, sindudaalguna;pero¿habíaalegría?

—Ana,noparecesestarmuycontenta.

Unasonrisaunpocoforzadaaparecióenloslabiosdeésta.

—Desdeluegoqueestoycomplacidaantetugenerosodeseodeayudarme—dijo lentamente—.Pero¿sabes?, estoy tan sorprendida…nopuedodarmecuenta…ynocomprendo.Enmicuentonohabíaunapalabrasiquierasobre…sobre…levadura.

—¡Oh,esolopuseyo!—contestóDiana—.Erafacilísimo,ydesdeluegoquemiexperienciaenelClubdeCuentosmeayudó.¿RecuerdaselmomentoenqueAverilhaceelpastel?Bueno,allíañadípormicuentaquehabíausadolevaduraRollings y que por eso quedó tan sabroso.Y además, en la últimaescena,cuandoPercevaltomaensusbrazosaAverilyledice:«Querida,loshermososañosveniderosnostraeránelhogardenuestrossueños»,yoañadí:«dondesólousaremoslalevaduraRollings».

—¡Oh!—exhaló la pobreAna, como si le hubieran echado un balde deaguafría.

—Yhasganadoveinticincodólares—continuóDiana,jubilosa—.¡Perosi

unavezoídeciraPriscillaqueelCanadianWomansólopagacincodólaresporcuento!

Anasosteníaelodiadochequeconlamanoextendida.

—No puedo quedarme con ellos; son tuyos por derecho, Diana. Túenviasteelcuentoehicistelascorrecciones.Yonuncalohubieseenviado;demodoquedebescobrarelcheque.

—¡Estaríabueno!Loquehicenotieneningúnvalor.Elhonordeseramigade la ganadora es suficiente. Bueno, tengo quemarcharme. Debí haber idodirectamente a casa, pues tenemosvisita, pero tenía quevenir a conocer lasnoticias.¡Estoytancontentaporti,Ana!

Éstaseinclinódepronto,echólosbrazosalcuelloasuamigaylabesóenlasmejillas.

—Creo que eres la mejor amiga del mundo, Diana, y te aseguro quecomprendolarazóndeloquehashecho.

Diana,complacidaydesconcertada,semarchó,ylapobreAna,despuésdeguardar el cheque enun cajón corno si fuera dineromaldito semarchó a lacamayderramólágrimasdevergüenza. ¡Oh,nuncapodríasobreviviraesto,nunca!

Gilbertllegóalatardecer,conlaintencióndefelicitarla,puesalpasarpor«LaCuesta delHuerto» había sabido la noticia. Pero al observar la cara deAnanopudohacerlo.

—Pero ¿qué te pasa? Esperaba encontrarte radiante por haber ganado elpremio.¡Tefelicito!

—¡Oh, Gilbert, tú no! —exclamó con tono plañidero—. Creí que túcomprenderías.¿Novesloterriblequees?

—Deboconfesartequeno.¿Quéocurredemalo?

—Todo.Mesientocomosimidesgraciafueraeterna.¿Cómocreesquesesentiríaunamadresiencontraraasuhijotatuadoconunanunciodelevadura?Asímesientoyo.Queríaamicuentoypuseenéllomejordemímisma.Yesun sacrilegio degradarlo hasta el nivel de un anuncio de levadura. ¿TeacuerdasdeloquenosdecíaelprofesorHamiltonenlaclasedeliteratura,enlaAcademiade laReina?Afirmabaque jamás sedebíadeescribiruna solapalabraconunfinbajoosinvalor,sinoquesiempresedebíaunoaferraralosmás altos ideales. ¿Qué pensará cuando sepa que he escrito un cuento parapropagandadelalevaduraRollings?¡YcuandosesepaenRedmond!Piensacómosevanareírdemí.

—Esono—dijoGilbert,pensando,unpocoincómodo,enquetalvezera

la opinión particular de cierto estudiante de segundo año lo que tantopreocupaba a Ana—. Los condiscípulos pensarán, como pienso yo, que tú,comonuevedecadadiezdenosotros,nonadas en la abundanciayquehaselegido ese camino para solventar tus gastos durante el año. No veo nadadegradante,ni tampocoridículo.Atodosnosgustaríasindudaescribirobrasmaestras de literatura; pero,mientras tanto, hay que pagar los estudios y elhospedaje.

EstasensatamaneradeverlascosasanimóunpocoaAna.Porlomenos,alejó el temor de que se rierande ella; pero sus ultrajados ideales quedaronconheridasprofundas.

CAPÍTULODIECISÉIS

Seadaptanloscaracteres

«Esel lugarmáshogareñoqueconozco;esmáshogareñoquemipropiacasa», afirmó Philippa Gordon mientras miraba a su alrededor con ojosalegres.Aquellatardeestabantodosreunidosenelgransalónde«LaCasadePatty»;AnayPriscilla, Phil yStella, la tía Jamesina,Rusty, Joseph, la gataSarah,GogyMagog.Las llamasdelhogarhacíandanzarsussombrassobrelasparedesy,enungranflorero,algunoscrisantemosdeinvernadero,envíodeunadelasvíctimasdePhil,brillabanenlaoscuridad.

Tres semanas solamente habían pasado desde que se considerarandefinitivamenteinstaladasytodascreíanyaqueelexperimentoeraunéxito.Losprimerosquincedíasfuerondeplacenteraexcitación;habíanestadomuyatareadasarreglandolacasa,organizandosuvidayajustandosusencontradasopiniones.

Ana no lamentó demasiado dejar Avonlea cuando llegó el momento deregresar a la escuela. Los últimos días de sus vacaciones no habían sidoplacenteros.Sucuentopremiado fuepublicadoen losdiariosde la isla,yelseñorWilliamHarrisonteníasobreelmostradorunenormemontóndefolletosverdes, rosados y amarillos que también contenían el cuento y que repartíaentrelosparroquianos.EnvióvariosaAna,atítulodecortesía,yéstalosechóal fuego.Suhumillaciónproveníadesuspropios ideales,pues todoAvonleaopinabaqueerafantásticoqueellahubieseganadoelpremio.Algunosamigoslamirabanconverdaderaadmiraciónysuspocosenemigosconenvidia.JosiePyedijoquecreíaqueAnahabíacopiadoelcuento;estabaseguradehaberloleído en un diario, hacía años. Los Sloane, que habían descubierto, o quesospechabanlascalabazasqueledieraaCharlie,opinaronquenolesparecía

cosa de enorgullecerse, pues cualquiera lo hubiese podido conseguir. La tíaAtossaledijoaMarillaquelamentabahaberseenteradodequesededicabaaescribir cuentos; que nadie, nacido y criado enAvonlea, se dedicaba a esascosas; que eso ocurría por adoptar huérfanos que venían de Dios sabe quélugarydeDiossabequépadres.HastalaseñoraLyndedudabaseriamentedeque la profesión de literato fuera honesta, aunque la vista del cheque porveinticincodólareslahabíareconciliadocontalprofesión.

—Es sorprendente el precio quepaganpor talesmentiras, eso es—dijo,mitadsevera,mitadorgullosa.

Por todo esto, elmomento de partir fue un alivio paraAna.Y eramuydivertido estar de regreso en Redmond, convertida ya en una inteligente yexperimentada alumna de segundo año, con multitud de amigos a quienessaludar en el alegre primer día de clase. Allí estaban Pris, Stella, Gilbert,Charlie (con unos aires de importancia que no habían observado antes suscondiscípulos), Phil, todavía sin solucionar su problema Alec-Alonzo, yMoody Spurgeon MacPherson, que había estado dedicado a la enseñanzadesdequedejaralaAcademia,peroaquiensumadrehabíaconvencidodequeera hora de dedicar su atención a los estudios para ordenarse de pastor. Elmuchacho había tenido mala suerte en el comienzo: media docena deimplacables estudiantes de segundo, que se hospedaban con él, le afeitaronciertanochelamitaddelacabezayelpobrehabíaandadodeesaguisahastaquelecrecieronloscabellos.EnmásdeunaocasiónconfesóaAnasusdudassobresuvocacióndepastor.

La tía Jamesina llegó a «LaCasa dePatty» cuandoya lasmuchachas lahabíanpuestoencondiciones.LaseñoritaPattyenviólallaveaAnaconunacartadondelecomunicabaqueGogyMagogestabanenunacaja,debajodelacamadelcuartodehuéspedes,peroquepodíasacarlosdeallícuandoquisiera;enunaposdatamanifestabasuesperanzadequelasmuchachascolgasenconcuidado los cuadros; la sala había sido empapelada cinco años atrás y laseñoritaMary no queríamás agujeros de los necesarios en el nuevo papel.ParatodolodemásconfiabaenAna.

¡Québienlohabíanpasadoponiendoenordensunuevohogar!ComodijoPhil, fue algo tan bueno como casarse. Podían gozar de toda la alegría depreparar un hogar sin preocuparse por el marido. Todas llevaron algo paraadornarlacasaohacerlamásconfortable.Pris,PhilyStellacontribuyeronconchucherías y cuadros que colgaron de acuerdo con el gusto de cada cual,haciendocasoomisodelnuevoempapeladodelaseñoritaPatty.

—Taparemoslosagujeroscuandonosvayamos;nuncalosabrá,querida—contestaban,antelasprotestasdeAna.

DianahabíaregaladoasuamigauncojínylaseñoritaAdalesregalóotro

totalmente bordado. Marilla les envió una gran caja con frutas el Día deAccióndeGraciasylaseñoraLyndeleregalóunamantaacolchadayledejóenpréstamootrascinco.

—Llévalas—dijo, autoritaria—; se conservaránmejor enusoquedentrodeunbaúl,sirviendodealimentoalaspolillas.

Ningunodeestosanimalitossehubieraatrevidoaacercarseaellas;teníantantasbolasdenaftalinaquehuboquecolgarlas al aire enelhuertoduranteuna semana antes de poder resistirlas en la casa. En verdad, la aristocráticaSpofford Avenue rara vez tenía ocasión de observar esas colgaduras. Elceñudo viejo millonario que vivía en la casa vecina anunció su deseo decomprar la manta roja y amarilla con dibujo de tulipanes que Rachel leregalaraaAna.Dijoquesumadresolíahacermantascomoésayqueleharíarecordarla. Ana no se la quiso vender, pero le escribió a Rachel sobre elepisodio.Estadama,muycontenta, contestóque teníaotra igual,demaneraqueelreydeltabacoconsiguiósumantaylacolocósobresucama,congrandisgustodesueleganteesposa.

Lasmantasde laseñoraLyndefueronmuyútilesduranteaquel invierno.«LaCasadePatty»,juntocontodassusvirtudes,teníatambiénsusdefectos:erabastante fría; y cuando llegaron lasnochesheladas las chicas estuvieroncontentasdepoderdeslizarsebajolasmantas.Anaocupabaelcuartoazulquetanto le gustara desde la primera vez. Priscilla y Stella compartían el másgrande. Phil estaba contentísima con el suyo, un pequeño cuarto sobre lacocina,yalatíaJamesinaselehabíadestinadootrocercanoalasala.Rustydurmióalcomienzosobreelumbral.

Alospocosdíasdesullegada,undíaenqueregresabadeRedmond,Anatuvo la impresión de que la gente con quien se cruzaba la miraba con unasonrisa indulgente. La muchacha se preguntó, incómoda, qué ocurriría.¿Tendríamalcolocadoelsombrero?¿Llevaríasueltoelcinturón?Alvolverlacabezaparainvestigar,AnavioaRusty.

Trotando,asustalones,estabalamásraracriaturadelaespeciegatunaquefueradablecontemplar.Eraunanimalcrecido,flaco,descarnadoydeaspectoterrible. Le faltaban pedazos en ambas orejas, un ojo estaba temporalmentefueradeusoyunadesusquijadasterriblementelastimada.Enloqueserefierealcolor,ésteeratotalmenteimposibledeidentificar.

Ana quiso espantarlo, pero el gato ignoró la sugerencia. Mientras loobservaba,elanimalsesentóylacontemplóconmiradadereproche;cuandoellareanudólamarcha,éltambiénlohizo.Anaseresignóasucompañíahastallegaralacasa,pero,unavezallí,lecerrólapuertaenlasnarices,esperandono tenermás noticias suyas.CuandoPhil abrió la puerta, allí estaba el gatotodavía.Con toda rapidezentró, saltóal regazodeAnay lanzóunmaullido

mitadimplorante,mitadtriunfante.

—Ana—preguntóStellaseveramente—,¿estuyoesteanimal?

—No—protestóaquélla,disgustada—.Esacriaturamehaseguidodesdenosédónde.Nohepodidodeshacermedeél. ¡Fuera!Megustanmucho losgatosdecentes,peronomeagradanlasbestiascomotú.

El animal se negó amarcharse.Se acurrucó sobre el regazodeAna contodatranquilidadycomenzóaronronear.

—Evidentementetehaadoptado—rioPriscilla.

—Nomegustaquemeadopten—protestóAna,testaruda.

—Lapobrecriaturasemueredehambre—dijoPhil—.Selepuedencontarlascostillas.

—Bien, ledaréunabuenacomidaypodrámarcharsepordondevino—dijonuestraamigacontonoresuelto.

Ledierondecomerylodejaronfuera.Porlamañanaaúnestabaallí.Yenelumbralquedó,saltandodentrocadavezqueabríanlapuerta.Ningunafríaacogidateníaefectosobreél,niprestabaatenciónanadie,fueradeAna.Lasmuchachas, apiadadas, lo cuidaron durante una semana, al final de la cualdecidieronquealgodebíahacerse.Elaspectodelgatohabíamejorado.

Suojoy suquijadahabíanvuelto a su aspectonormal; yano estaba tanflaco,ylehabíanvistolavarselacara.

—Pero no podemos quedarnos con él —dijo Stella—; la tía Jamesinallegará la semana que viene y traerá consigo a la gata Sarah. No podemostenerdosgatos;yesteRustypelearía todoel tiempoconSarah.Es luchadorpornaturaleza.Tuvounaterriblegrescaanocheconelgatodelreydeltabacoylovenció.

—Tenemos que deshacernos de él —agregó Ana, mientras mirabasombríamentealobjetodeladiscusión,queronroneabasobrelaalfombraconaire inocente—.Pero lacuestiónescómoloharemos.¿Cómopuedencuatroindefensasmujeresdeshacersedeungatoquenoquiereirse?

—Podríamosdarlecloroformo—sugirióPhil—.Eslaformamáshumana.

—¿Quiéndenosotrassabealgosobrecloroformargatos?—preguntóAna.

—Yosé,querida.Esunodemispocos,tristementepocos,conocimientos.Encasa acabéconalgunosde esemodo.Se leda algatopor lamañanaunbuendesayuno.Secogeunabolsadearpillera(hayunaenelporchetrasero),semeteelgatodentroyluegoseponetodoenunacajademadera.Despuéssecogeunabotellacondosonzasdecloroformo,sedestapayseponedebajode

lacaja.Seapoyaalgomuypesadosobrelatapayseesperahastalatarde.Elgatomueremientrasduerme.Sindolornilucha.

—Suenafácil—dijoAna,dudosa.

—Esfácil.Déjameloamí—dijoPhil.

SebuscóelcloroformoyalamañanasiguienteseprocedióalaejecucióndeRusty.Éstecomióeldesayuno,se relamióelhocicoysubióal regazodeAna.Elcorazóndelamuchachalejugóunamalapasada.Elpobreanimallaqueríayconfiabaenella.¿Cómopodíasercómplicedesumuerte?

—Toma,llévatelo—ledijoaPhil—.Mesientocomounaasesina.

—Yasabesquenosufrirá—laconsolóPhil.PeroAnayahabíahuido.

Elhechofataltuvolugarenelporchetrasero.Nadieseacercóporallíesedía.PeroalatardecerPhildijoqueelgatodebíaserenterrado.

—Pris y Stella deben cavar una fosa en el huerto —decretó— y Anavendrá conmigo a ayudarme a levantar la caja. Ésa es la parte que odiosiempre.

Las dos conspiradoras se acercaron de puntillas al porche. Phil alzócautelosamentelapiedraquepusierasobrelacaja.Depronto,débilperoclaro,sonódentrodelacajauninconfundiblemaullido.

—No…noestámuerto—tartamudeóAna,sentándosesobrelosescalones.

—Deberíaestarlo—contestóPhil, incrédula.Otromaullidoprobóquenoeraasí.Lasdosmuchachassemiraron.

—¿Quédebemoshacer?—preguntóAna.

—¿Por qué no venís?—preguntó Stella desde el umbral—.Ya tenemoslistalafosa.¿Quépasa?¿Aquévieneestesilencio?

¡Oh,no!,lasvocesdelosmuertos

suenancomounlejanotorrente.

CitóAna,comorespuesta,señalandosolemnementelacaja.Larisageneralquebrólatensión.

—Debemos dejarlo aquí hasta mañana —dijo Phil mientras volvía acolocar la piedra—. No ha maullado desde hace cinco minutos. Quizá losmaullidos eran los de la agonía.O tal vez hemos creído escucharlos y sóloerannuestrasconcienciasculpables.

Perocuandoalzaronlatapa,porlamañana,RustysaltóalegrealhombrodeAnaycomenzóalamerlelacaraafectuosamente.Nuncahuboungatotandecididamentevivo.

—Hayunagujeroenlacaja—sequejóPhil—.Nolohabíavisto.Poresonomurió.Bueno,ahoratendremosquehacerlotododenuevo.

—No—sentencióAna,depronto—.NovolveremosamataraRusty.Esmigatoytendréisqueaceptarlo.

—Bueno,sitearreglascontíaJamesinaySarah—dijoStella,conairedelavarselasmanos.

DesdeentoncesRustyfuecomodelafamilia.Dormíasobreelfelpudodelporchey vivía de lo que le daban.Para la llegadade la tía Jamesina estabagordo, lustroso y con un aspecto bastante aceptable. Pero, como el gato deKipling, «andaba solo». Sus garras estaban siempre listas contra todos losgatos y las de todos los gatos en su contra. Uno por uno derrotó a losaristocráticosfelinosdeSpoffordAvenue.EnloqueserefiereaAna,sóloaellaquería.Ningunaotrapersonaseatrevíasiquieraaacariciarlo,puesrecibíaaquienosabahacerloconsonidosqueequivalíanainsultos.

—Sonintolerableslosairesquesedaesegato—dijoStella.

—Esunlindominino—repusoAna,desafiante,mientrasloacariciaba.

—Bueno, no sé cómo Saráh y él podrán vivir juntos—comentó Stella,pesimista—.Laspeleasdegatosenelhuertosonbastantemalas,peroaquí,enlasala,seránsencillamenteintolerables.

La tía Jamesina llegó a su debido tiempo. Ana, Priscilla y Phil habíanesperadosullegadaconciertasreservas,perocuandollegóyseinstalóenlamecedora,frentealfuego,sintieronquelaadorarían.

LatíaJamesinaeraunaviejecitaconunrostrosuave,pequeñoytriangular;sus ojos, grandes y azules, tenían el brillo de una inextinguible juventud yparecían llenos de esperanzas, como los de las muchachas. Tenía mejillassonrosadas y cabellos blancos como la nieve recogidos en un peinado conrizossobrelasorejas.

—Esunpeinadoa laantigua—dijo,mientras tejíaalgocolorde rosa—,peroesqueyosoyanticuadaYmisropascomomisopinionestambiénloson.Nosostengoqueseanmejoresporello.Enrealidad,creoquesonpeores.¡Perosesoportantanbien!Loszapatosviejosnosontanelegantescomolosnuevos,pero resultanmuchomás cómodos.Soy suficientementeviejaparadarmeelgusto con respecto a los zapatos y a las opiniones. Tengo el propósito depasarlobienaquí.Séqueesperanquelascuide,peronopiensohacerlo.Sonbastante mayores para saber comportarse. De modo que, en lo que meconcierne —concluyó con un guiño—, pueden perjudicarse como más lesplazca.

—Oh,¿hayalguienquesepareesosgatos?—rogóStella,temblando.

LatíaJamesinahabíatraídoconsigonosóloalagataSaráh,sinotambiénaJoseph.Éste,explicaba,habíapertenecidoaunaviejaamigasuyaquesefueraaviviraVancuver.

—Ellanopudollevárseloymepidióquelocuidara.Nopudenegarme.Esunhermosogato;esdecir,suhumoreshermoso.MiamigalepusoelnombredeJosephporquetienelapieldemuchoscolores.

Y era verdad, Joseph, como decía la disgustada Stella, parecía lleno deremiendos.Eraimposibleestablecerelcolordesupiel.Teníalaspatasblancasconmanchasnegras.Su lomoeragris conungranmanchónamarillodeunlado y negro del otro. La cola era amarilla con la punta gris. Tenía un ojonegroyotroamarillo,yunparchenegrosobreunodeellosledabaelaspectodeunfacineroso.Enrealidad,eramanso,inofensivoydecaráctersociable.Aeserespecto,Josepheracomounaflorecilla.Nosaltaba,nicorríaniperseguíaratones.Ysinembargo,niSalomónensugloriahabíadormidosobremejorescojinesnigozadodemejoresmanjares.

JosephySarahllegaronportrenencajonesseparados.Unavezenlibertad,y después de haber comido, Joseph eligió el rincón y el cojín que más legustaronySarahsesentógravementeanteelfuegoyselavólacara.Eraunagatagrandeypulida,depielgrisyblanca, conunairedegrandignidadnoempañadoporsuorigenplebeyo.HabíasidoentregadaalatíaJamesinaporsulavandera.

—LamujersellamabaSarahymimaridolequisoponerelmismonombre—explicó la tía—. Tiene ocho años y es buena cazadora. No te preocupes,Stella;SarahnuncapeleayJosephlohacerarasveces.

—Tendránquelucharendefensapropia—dijoStella.

En aquel momento entró Rusty en escena. Brincó alegremente por lahabitaciónantesde reparar en los intrusos.Entonces sedetuvoen secoy sucola se erizó.Lospelosde su lomo se transformaron enun arcodesafiante;bajólacabeza,lanzóunhorriblegritodeodioyseechósobreSarah.

Elmajestuoso animal había dejadode relamerse la cara y lomiraba concuriosidad. Con un despreciativo golpe de su fuerte garra detuvo el ataque.Rusty rodó por la alfombra y se levantó aturdido. ¿Qué clase de gato eraaquél?¿Saltaríaotravezono?Sarah levolvió laespaldadeliberadamenteyreanudó su tarea. Rusty decidió no proseguir y desde entonces no volvió aatacar:apartirdeaqueldía,Sarahrigió lacomunidad.Rustynuncavolvióacruzarseensucamino.

PeroJosephsealzóymaulló.Rusty,ardiendoporvengarse,saltósobreél.Joseph,pacíficopornaturaleza,sabíasinembargolucharypodíahacerlobien.Elresultadosetradujoenunaseriedebatallasdiariasentrelosdosgatos,que

seaprestabanalaluchaencuantoseveían.AnatomabaelpartidodeRustyydetestaba a Joseph.Stella se desesperaba.Pero la tía Jamesina se limitaba areír.

—Déjalos que peleen —decía, tolerante—. Dentro de un tiempo seránamigos. Joseph necesita ejercicio; se estaba poniendo muy gordo. Y Rustytienequeaprenderquenoeselúnicogatodelmundo.

Finalmente, Joseph y Rusty llegaron a un arreglo: de enemigos juradospasaronaamigosinseparables.Dormíansobreelmismocojín,conlasgarrasjuntas,yselamíanseriamentelacaraunoalotro.

—Todosnosacostumbramosalosdemás—dijoPhil—,yyoheaprendidoalavarplatosyabarrerelsuelo.

—Perononecesitashacernoscreerquepuedesmatargatosconcloroformo—contestóAna,riendo.

—Laculpafuedelagujero—protestóPhil.

—Fue una suerte que hubiera uno—comentó la tía Jamesina, un tantosevera—.Admitoqueavecesesprecisoahogarlosgatosreciénnacidos,puesde lo contrario se llenaría el mundo. Pero ningún gato crecido debe sersacrificado,amenosquevacíehuevos.

—UstednohubiesepensadomuybiendeRustysilohubiesevistocuandollegó—dijoStella—.Parecíaelmismodiablo.

—No creo que el diablo sea muy feo—reflexionó la tía—. No podríahacer tanto daño si lo fuera; me lo imagino más bien como un apuestocaballero.

CAPÍTULODIECISIETE

UnacartadeDavy

—Está comenzando a nevar —anunció Phil al llegar una tarde denoviembre—; todo el jardín está cubierto de preciosas estrellitas y cruces.Hastaahoranohabíanotado lobonitosqueson loscoposdenieve.Cuandounoviveconsencilleztienetiempoparadescubriresascosas.Diososbendigapor haberme abierto las puertas de este mundo. Es realmente encantadorpreocuparseporquelamantecavalecincocentavosmás.

—¿Hasubido?—preguntóStella,quellevabalascuentasdelacasa.

—Hasubido…yaquílatienes.Meestoyconvirtiendoenunaexpertaen

compras.Esmásdivertidoquecoquetear—concluyóPhil.

—Todoestásubiendodeunmodoescandaloso—suspiróStella.

—Noimporta;graciasaDios,elaireynuestrasalvaciónsongratuitos—dijolatíaJamesina.

—Ytambiénlarisa—agregóAna—.Todavíanopagaimpuestos;yesunasuerte,porqueahoraosvaisareír:voyaleerlacartadeDavy.Suortografíahamejorado muchísimo desde el año pasado, aunque todavía pelea con losacentos,peroposeeeldondeescribirsiemprecartasinteresantes.Escuchadydivertíos,antesdequenossepultemosenlagravedaddelosestudios:

QueridaAna:

Tomolaplumaparadecirtequeestamostodosbiendesaludyesperoquetútambiénloestés.HoyestánevandounpocoyMarilladicequelaSeñoradelosCielosestásacudiendosuscolchonesdeplumas.¿LaSeñoradelosCieloseslaesposadeDios,Ana?Quierosaber.

LaseñoraLyndehaestadomuyenferma,peroahoraestámejor.Lasemanapasadasecayóporlasescalerasdelsótano.Cuandocayóseagarródelestantecontodoslostarrosdelecheylascacerolas,queserompióytambiénsecayóehizounruidomagnífico.Marillaprimerocreyóqueeraunterremoto.UnadelascacerolasestabatodaabolladaylaseñoraLyndesegolpeólascostillas.Eldoctor vino y le dio una medicina para fregarse las costillas pero ella seequivocó y se la tomo toda. El doctor dijo que era un milagro que no semuriera,peronosemurióysecurólascostillas.YlaseñoraLyndedicequelos doctores no saben nada. Pero no pudimos arreglar la cacerola yMarillatuvo que tirarla. La semana pasada fue el día de Acción de Gracias. Notuvimos colegio y tuvimos una cena fantástica.Comí pastel y pavo asadoytortadefrutasynuecesyquesoydulceypasteldechocolate.Marilladijoquemeibaamorir,peronomemorí.DespuésDoradijoqueteníadolordeoídos,peroloqueledolíaeraelestómago.Amíno.

Tenemosunmaestronuevo.Hacetodoenbroma.Elotrodíahizoquelosniñosde tercergradohiciéramosuna redacciónsobre laclasedeesposaqueelegiríamosyalasniñasquéclasedemarido.Semurióderisacuandolasleía.Estaeslamía.Penséquetegustaríaverla:

«LACLASEDEESPOSAQUEMEGUSTARÍATENER»

Debe tener muy buenas maneras, tenerme siempre lista la comida ysiempre tratarme muy bien. Debe tener 15 años. Debe ser buena con lospobresytenerlimpialacasaeiralaiglesia.Debesermuyhermosaytenercabellorizado.Siconsigounaesposaasíserémuybuenmaridoconella.Creoque lasesposas tienenquesermuybuenasconsusesposos.Algunaspobres

mujeresnotienenningúnmarido.

La semana pasada fui a White Sands, al funeral de la señora de IsaacWright.Elesposode lamuertaestabamuy triste.La señoraLyndedicequeunavezelabuelodelaseñoraWrightrobóunaoveja,peroMarilladicequenodebemoshablarmaldelosmuertos.¿Porquéno,Ana?Quierosaber.Nohaypeligroenhacerlo,¿noescierto?

La señora Lynde se puso furiosa el otro día porque le pregunté si habíavivido en los tiempos de Noe. Yo no quería ofenderla; sólo quería saber.¿Vivió,Ana?

E1 señorHarrison quería librarse de su perro.Una vez lo colgó pero élvivióy sepusoacorrerporelgraneromientrasel señorHarrisoncavaba lafosa, y entonces volvió a colgarlo y esta vez se quedó muerto. El señorHarrisontieneunpeónnuevo.Espatizambo.ElseñorHarrisondicequetienelosdospiesizquierdos.ElpeóndelseñorBarryesharagán.LaseñoraBarrylodice,peroelseñorBarrydicequenoesharagánexactamente,sinoquepiensaqueesmásfácildesearlascosasquehacerlas.

Elcerdopremiadode laseñoraAndrewsqueellaestaba tanorgullosasemuriódeunataque.La señoraLyndedicequeesuncastigopor suorgullo.Peroyocreoquefuepeorparaelpuerco.MiltyBoulterhaestadoenfermo.Eldoctor lediounamedicinaque teníaungustohorrible.Leofrecí tomarlayopor un centavo, pero los Boulter son muy tacaños,Milty dice que preferíatomárselaélyguardarselamoneda.LepreguntealaseñoraBoultercomosehacepara pescar unhombrey se enojómuchoymedijo queno sabía, quenuncahabíapescadoninguno.

LaS.F.A.vaapintarotravezelsalón.Estáncansadosdetenerloazul.

Ayervinoelministronuevoatomarelté.ComiótrespedazosdetortaSilohubierahechoyolaseñoraLyndemehabríallamadoglotón,yélcomíaligeroy tragabapedazosgrandesyMarilla siempremedicequeno sedebehacer.¿Porquelosministrospuedenhacerloquenopuedenhacerlosniños?Quierosaber.

No tengo nadamás que contarte. Temando seis besos, xxxxxx.Dora temandauno;esteeseldeella.x.

Tuqueridoamigo,

DavidKeith.

PD:¿Quiéneselpadredeldiablo,Ana?Quierosaber.

CAPÍTULODIECIOCHO

LaseñoritaJosephinerecuerdaasuamigaAna

CuandollegaronlasvacacionesdeNavidad,lasmuchachasde«LaCasadePatty» partieron hacia sus respectivos hogares; la tía Jamesina prefiriópermanecerallí.

—No podría ir a ningún lado con tres gatos—dijo—, y no puedo dejarsolas a las pobres criaturas durante tres semanas; lo haría si tuviésemosvecinos decentes que los alimentaran, pero en esta calle no viven más quemillonarios.Demodoquemequedaréaquíycuidarélacasa.

Ana se fue a casa con las alegres esperanzas de costumbre, que no secumplieronensutotalidad.HallóAvonleaazotadaporelinviernomásfríoytormentoso que recordaran los más ancianos habitantes. «Tejas Verdes»temblaba al azote de los vientos. Casi continuamente rugió la tormenta enaquellasdesdichadasvacacionesyhastaenlosmejoresdíassoplabasincesarelvientohuracanado.Tanprontosesecabanloscaminos,lalluvialosvolvíaallenar de barro y era casi imposible salir. La S. F. A. trató, en tres nochesdistintas, de dar una fiesta en honor de las estudiantes, pero cada vez latormenta había sido peor y, puesto que nadie hubiera podido asistir,abandonaronlaideacongranpesar.Ana,peseasulealtadpor«TejasVerdes»,nopudodejardepensar en«LaCasadePatty», con suacogedor fuego, losojos bondadosos de la tía Jamesina, los tres gatos, la alegre charla y lasplacenteras tardesdelosviernes,cuandoacudíanlasamistadesdelcolegioyhablabandetodounpoco.

Anasesintiósola;durantetodaslasvacaciones,Dianaestuvoaprisionadaensucasaconunagravebronquitis.Nopodíaacudira«TejasVerdes»yerararoqueAnapudieseira«LaCuestadelHuerto»,pueselviejosenderoqueatravesaba elBosqueEmbrujadoestaba intransitabley el caminomás largo,sobreelheladoLagodelasAguasRefulgentes,estabaenigualescondiciones.RubyGillisreposabaenelcementerio;JaneAndrewsenseñabaenuncolegiode las praderas occidentales.Desde luego,Gilbert permanecía fiel y llegabacomopodíaa«TejasVerdes».Perosusvisitasnoeran loquehabíansido,yAna las temía; era desconcertante alzar los ojos en un silencio repentino yhallarlascastañaspupilasdeGilbertfijassobreellaconinequívocaexpresión;ytodavíaeramásdesconcertantesorprenderseasímismaruborizadabajosumirada como si… como si… bueno, era muy embarazoso. Ana deseabahallarse en «La Casa de Patty», pues allí siempre había alguien cerca paraayudarasalirdeesassituaciones.En«TejasVerdes»,MarillaseescurríahacialosdominiosdelaseñoraLyndetanprontocomoaparecíaGilbert,einsistíaenllevarseconellaalosmellizos.Elsignificadodeesaactituderainconfundible

yprovocabaenAnaunasensacióndefuriaimpotente.

Davy, sinembargo, sesentíacompletamente feliz.Soñabacon levantarsetemprano para limpiar con la pala los caminos que conducían al pozo y algallinero.DisfrutabaconlosdulcesdeNavidadqueMarillaylaseñoraLynderivalizabanenprepararparaAnayestabaleyendo,enunlibrodelaescuela,un cuento que le cautivaba: el héroe, que poseía la milagrosa facultad demeterse en situaciones difíciles, siempre conseguía escapar por oportunaserupcionesvolcánicasoporterremotosquearrastraban,engeneral,todossusproblemas,loconducíanhastalagloriaylafortunaypermitíanquelahistoriallegaraasutérminodelamaneramásfeliz.

—Tedigoqueesuncuentomaravilloso,Ana—declaróenfáticamente—.MegustamásquelosdelaBiblia.

—¿Ah,sí?—dijoAnasonriendo.Davylacontemplóconcuriosidad.

—No pareces sorprendida, Ana. La señora Lynde se sorprendió muchocuandoselodije.

—No,Davy,nomesorprendelomásmínimo.MeparecemuynaturalqueaunniñodenueveañoslegustemásleerunlibrodeaventurasquelaBiblia.Pero,cuandoseasmayor,estoyseguradequecomprenderásquelaBibliaesunlibromaravilloso.

—Algunaspartesmegustan—concedióDavy—;lahistoriasobreJoséesformidable. Pero si yo hubiese sido José, no hubiera perdonado a mishermanos.Leshubieracortado lacabeza.LaseñoraLyndeseenfadómuchocuandolodije,cerrólaBibliaydijoquenuncalaleeríamássihablabaasí.Demaneraqueahoranohablocuandolaleelosdomingosporlatarde;solamentepiensocosasyselasdigoaMiltyBoulteralotrodíaenelcolegio.LecontéaMiltylahistoriadeEliseoylosososyseasustótantoquenuncamásseriodelacalvadelseñorHarrison.¿HaymuchosososenlaisladelPríncipeEduardo,Ana?Quierosaberlo.

—No en estos tiempos —dijo Ana, con aire ausente—. ¡Oh, Dios!¿Terminaráalgunavezestatormenta?

—Sólo Dios lo sabe —dijo Davy alegremente mientras se disponía areanudarlalectura.

EstavezsíquesesorprendióAna.

—¡Davy!—exclamó,contonodereproche.

—La señora Lynde lo dice —protestó Davy—; la semana pasada, unanoche en queMarilla preguntó: «¿Se casarán alguna vez Ludovic Speed yTheodoraDix?»,laseñoraLyndedijo:«SóloDioslosabe».

—Bueno,hizomalendecirlo—respondióAna,tratandodesalirdelpaso—.Nadietienederechoapronunciarsunombreenvanoniahablar tanalaligera,Davy.Nolorepitasnunca.

—¿Niaunquelodigaenvozbajayconseriedad,comohaceelministro?

—No;niaunasí.

—Bueno, no lo haré. Ludovic Speed y Theodora Dix viven en MiddleCraftony laseñoraLyndediceque llevancienañosdenoviazgo.¿Noseránprontodemasiadoviejosparacasarse,Ana?EsperoqueGilbertno tecortejetanto.¿Cuándotevasacasarconél,Ana?LaseñoraLyndedicequeesseguroquesí.

—La señora Lynde es una…—comenzó a decir Ana, irritada, pero sedetuvo.

—…viejachismosa—concluyóDavy,concalma—.Asílallamantodos.¿Peroesseguro,Ana?Quierosaberlo.

—Eres un niño muy tonto, Davy —dijo Ana saliendo indignada de lahabitación. La cocina estaba desierta y se sentó junto a la ventana a lamoribunda luz del atardecer.Hacia poniente, una pálida luna de invierno seasomaba tras las nubes de color púrpura, y el azul del cielo se desvanecía;pero,poroccidente, lazonadoradasehacíamásbrillante,comosi todoslosrayosdeluzseconcentraranenunpunto; lascolinasdistantes,bordeadasdepinos, se destacaban nítidamente. Ana contempló los campos blancos yquietos,fríosysinvidaaladesagradableluzdeaquelcrepúsculoysuspiró.Sesentía muy sola y su corazón estaba triste; era poco probable que pudieraregresaraRedmondalañosiguiente.Laúnicabecaparaelsegundoañoeradepocovalorpecuniario;ellanotocaríanuncaeldinerodeMarillayhabíapocasesperanzasdeganarlosuficientedurantelasvacacionesdeverano.

«Supongo que tendré que abandonar el año que viene», pensó, triste, «yvolver a enseñar en la escuela del distrito hasta que gane bastante parafinalizarelcurso;paraentonces,miscompañerasyasehabrángraduadoy"LaCasadePatty"estará fuerademialcance. ¡Bueno!Noserécobarde.Esperoquepodrécostearmelosestudiossiesnecesario».

—PorahívieneelseñorHarrison—anuncióDavy,antesdesalircorriendo—.Esperoquetraigalacorrespondencia.Hacetresdíasquenollegancartasyquisiera saberqué andanhaciendo los liberales.Soy conservador,Ana.Y teavisoquehayqueandarseconcuidadoconlosliberales.

ElseñorHarrisonhabíatraídolacorrespondencia:habíaalegrescartasdeStella, Priscilla y Phil, que disiparon en un momento la tristeza de Ana.TambiénlatíaJamesinahabíaescritoanunciandoqueconservabaencendidoel

fuego de la chimenea, que los gatos estaban bien y que las plantas crecíanmagníficamente.

El tiempoha sidomuy frío—decía—,demodoquepermito a los gatosdormirenlacasa;RustyyJosephsobreelsofádelasalaySarahalospiesdemi cama. Me acompaña mucho su ronroneo cuando me despierto por lasnochesypiensoenmipobrehijaqueestáenelextranjero.Nomepreocuparíamucho si no estuviese en la India, pero dicen que allí las serpientes sonhorribles. Hace falta todo el ronroneo de Sarah para ahuyentar estepensamiento.Tengoconfianzaentodomenosenlasserpientes;nomeexplicopor qué las hizo la Divina Providencia, pues no parecen obra de Dios.Mesientoinclinadaacreerquesonobradeldiablo.

Anadejóparaelfinalunacartabreve,escritaamáquina,suponiendoqueseríadepocaimportancia.

Cuandolahuboleído,permanecióinmóvilyconlágrimasenlosojos.

—¿Quéteocurre,Ana?—preguntóMarilla.

—HamuertoJosephineBarry—dijoAnaenvozbaja.

—Demaneraquealfinhapartido.Bueno,haestadoenfermadurantemásdeunañoylosBarryesperabanesanoticiaencualquiermomento.Esmejorquedescanseya,Ana,pueshasufridomucho.Siempretequisomucho.

—Mehaqueridohastael final,Marilla.Estacartaesdesuabogado.Medejaunlegadodemildólares.

—PorDios,esoesunmontóndedinero—exclamóDavy—.Eslaseñoraque estaba en la camadel cuarto de huéspedes cuando tú yDiana saltasteisencima,¿no?Dianamelocontótodo.¿Poresotehadejadotantodinero?

—Cállate, Davy—dijo Ana suavemente. Se deslizó hasta su buhardillaconelcorazóncontrito,dejandoaMarillayalaseñoraLyndecomentandolanoticia.

—¿Crees que ahora se casaráAna?—inquirióDavy ansioso—. CuandoDorcasSloanesecasóelveranopasadodijoquesihubiesetenidodineronosehabríapreocupadoporunhombre,peroquevivirconunviudoconochohijoseramejorquevivirconunacuñada.

—DavyKeith,tenquietalalengua—dijoseveramentelaseñoraLynde—.Hablasenformaescandalosaparaunniño,esoes.

CAPÍTULODIECINUEVE

Uninterludio

—Pensar que hoy cumplo veinte años—dijoAna a la tía Jamesina, queleía sentada en su silla favorita. Estaban solas en el salón. Stella y Priscillahabíansalidoauna reuniónde lacomisiónyPhil seestabapreparandoparauna fiesta en las habitaciones de arriba.Ana se hallaba acurrucada sobre laalfombraconRustyenelregazo.

—Supongoquetesentirásalgotriste.Conlosveinteseterminaunapartemuyhermosade lavida.Estoymuycontentadenohabersalidodel tododeesaépoca.

Anario.

—Ustednuncaladejará,tía.Tendrátodavíadieciochoañoscuandolleguealoscien.Sí,mesientotristeyunpocoinsatisfecha.LaseñoritaStacymedijohacemucho tiempo que a los veinte añosmi personalidad estaría formada,parabienoparamal,peroyonotengolasensacióndequehayaocurridoeso.Meparecequehaymuchaslagunasenmivida.

—Las hay en la de todos—contestó la tía alegremente—. La mía estáresquebrajadaenmillugares.TuseñoritaStacyquisodecirprobablementequealosveinteañostucarácterhabríatomadounauotradirecciónyqueseguiríadesarrollándoseenesesentido.Notepreocupesmás,Ana.Pórtatecomodebescon Dios, con tus semejantes y contigo misma y trata de pasarlo lo mejorposible.Ésaesmifilosofíaysiempremehadadobuenresultado.¿DóndevaPhilestanoche?

—A un baile; y tiene un hermosísimo vestido de seda color crema conencajes.Combinamuybienconelcolorbronceadodesutez.

—Hayciertamagia en laspalabras«seda»y«encaje», ¿noes cierto?—dijola tía—.Susonidomehacesentircomosiestuvierapreparándomeparaunbaile.Ysedaamarilla;mehacepensarenunvestidohechoconrayosdesol. Siempre soñé con tener un vestido de seda amarilla; pero primero mimadreyluegomimaridoniqueríanoírhablardeeso.Loprimeroqueharéencuantolleguealcieloseráconseguirunvestidocomoése.

Philbajó,entrelasrisasdeAna,ysecontemplóenelgranespejoovaladoquehabíasobreunapareddelcuarto.

—Unespejo lisonjeroes indispensable—dijo—.Eldemihabitaciónmehacesentirmala.¿Estoyguapa,Ana?

—¿Realmentesabesloguapaqueeres,Phil?—preguntóAnaconhonestaadmiración.

—Desdeluegoquesí.¿Paraqué,sino,existenloshombresylosespejos?Peronoesaesoaloquemerefiero.¿Tengobienpeinadoslosrizos?¿Mecaebien la falda?Yesta rosa, ¿quedaríamejormásabajo?Tengomiedodequeestédemasiadoalta.

—Todoestáperfecto.Yesehoyueloesadmirable.

—Ana,hayalgotuyoquemegustaparticularmente…yestubondad.Nohayentiunapartículadeenvidia.

—¿Porquéhabríadeserenvidiosa?—preguntóla tíaJamesina—.Puedequenoseatanhermosacomotú,perotieneunanarizmuchomásbonita.

—Losé—concedióPhil.

—Minarizhasidosiempreunconsueloparamí—confesóAna.

—Ymegustacómotecaeelcabelloenlafrente,Ana.Yeserizorebeldequepareceestarsiempreapuntodecaerseesdelicioso.Enloqueserefiereanarices, lamíahasidosiempreunagranpreocupaciónparamí.Séquea loscuarentatendráunaformaespantosa.¿Cómoteparecequeseréaloscuarenta,Ana?—inquirióPhil.

—Unaseñoronacasada.

—No—dijoPhilmientrassesentabacómodamenteaesperarasuescolta—.Joseph,bestiabíblica,noteatrevasasubiramiregazo.Notengoganasdebailarconpelosdegato.No,Ana,nopareceréunamatrona.Perosindudamecasaré.

—¿ConAleeoAlonzo?—preguntóAna.

—Supongo que con uno de ellos—suspiró Phil— si es que alguna vezpuedodecidirme.

—Nodeberíasdudar—laregañólatíaJamesina.

—Nacíindecisa,tía,ynadaconseguiráhacermesentarcabeza.

—Deberíasdesermássensata,Philippa.

—Desdeluegoqueesmejorsersensata—afirmóPhil—peroesolohacetodo más aburrido. En lo que se refiere a Alee y Alonzo, si los conocieracomprenderíaporquéestandifícilelegirentreellos.Losdossonigualmenteagradables.

—Entonceseligeaalguienqueseamásagradableaún—sugirió la tía—.Ahíestáeseestudiantedetercero,queestandevototuyo:WillLeslie.Tieneunosojosgrandes,hermososydulces.

—Son demasiado dulces; parecen los de una vaca —dijo Phil con

crueldad.

—¿YquémedicesdeGeorgeParker?

—Lo único que se puede decir de él es que parece siempre reciénplanchadoyalmidonado.

—EntoncesMarrHolworthy;aésenoleencontrarásdefectos.

—No;podríapasar,sinofuesetanpobre.Yodebocasarmeconunhombrerico, tía Jamesina.Eso y un buen aspecto son requisitos indispensables.MecasaríaconGilbertBlythesifuerarico.

—¿Ah,sí?—preguntóAna,algopicada.

—¿Nonosgustalaidea,eh?AunqueGilbertnonosagradauncomino—se burló Phil—. Pero no hablemos de cosas desagradables. Tendré quecasarmealgúndía,supongo,peroalejaréesedíafataltodoloquepueda.

—No te cases con alguien a quien no quieras, Phil, cuando llegue elmomento—dijolatíaJamesina.

—«Oh, los corazones que aman a la antigua. Están ahora pasados demoda»—citóPhilcontonodeburla—.Ahíllegaelcoche.Meescapo.Adiós,damasanticuadas.

CuandoPhilpartió,latíaJamesinamiróaAnaconseriedad.

—Esachicaesguapa,dulceydebuencorazón,pero¿noteparecealgunasvecesquenoestábiendelacabeza,Ana?

—Oh,nocreoqueseancosasdesucabeza—dijoAna,escondiendounasonrisa—.Essólosumododehablar.

LatíaJamesinasacudiólacabeza.

—Bueno, eso espero. Y lo espero porque la quiero. Pero no puedocomprenderla. No se parece a ninguna de las muchachas que conocí, ni aningunadelasqueyofui.

—¿Ycuántasmuchachasfueusted,tíaJimsie?

—Porlomenosmediadocena,querida.

CAPÍTULOVEINTE

Gilbertsedecide

—¡Quédíatanaburrido!—bostezóPhiltendiéndoseperezosamentesobre

elsillón,despuésdedesalojaradosindignadosgatos.

Ana dejó a un lado Las aventuras de Pickwikc. Ahora que habíanconcluidolosexámenesdeprimavera,retornabaaDickens.

—Seráaburridoparanosotras—dijo,pensativa—,peroparamuchagentepuedequeseaundíamaravilloso.Algunosestaránlocosdefelicidad.Talvezhoyseestállevandoacabounahazañamagníficaosehaescritounhermosopoema,ohanacidoungranhombre.Yquizásehayarotoalgúncorazón,Phil.

—¿Por qué echaste a perder tus hermosos pensamientos con esa últimafrase,querida?—rezongóPhil—.Nomegustapensarencorazonesrotosniennadatriste.

—¿Creesquesiemprepodrásignorarlaspenalidadesdelavida?

—No, pobre de mí. ¿Acaso las ignoro ahora? Me imagino que noconsiderarásaAleeyaAlonzocomoalegrías,cuandoloúnicoquehacenescomplicarmelaexistencia.

—Nuncatomasnadaenserio,Phil.

—¿Por qué he de hacerlo? Ya hay personas de sobra que lo hacen. Elmundonecesitagente comoyo,Ana,para alegrarlounpoco.Seríaun lugarterriblesitodosfueranintelectualesyseriosyconsideraranlascosassóloporsu lado grave. Dime, Ana, ¿no ha sidomás alegre la vida en «La Casa dePatty»esteinvierno,porqueyomeencontrabaaquí?

—Sí—concedióAna.

—Y todosme quieren, hasta la tía Jamesina, queme cree un poco loca.Entonces,¿porquéhedecambiar? ¡Oh,querida, tengo tantosueño!Anocheestuvedespiertahasta launa leyendounaescalofriantenovelade fantasmas.Estaba en la cama, ¿y crees acaso que después de leerla iba a levantarme aapagar la lámpara? Pues no. Y si Stella no hubiera llegado tarde, se habríaquedado encendida hasta el amanecer.Cuandooí llegar aStella le pedí queapagara la luz. Si lo hubiera hecho yo, me habría parecido que algo meatrapabaenlaoscuridadalregresaralacama.Apropósito,¿sabesquéharátíaJamesinaesteverano?

—Sí,sequedaráaquí.Loharáporesosbenditosgatos,aunqueellaafirmaque es por evitarse el trabajo de abrir otra vez su casa y porque odia hacervisitas.

—¿Quélees?

—Pickwick.

—Esunlibroquemeponehambrienta.Hablademasiadodecomida.Suspersonajesparecendeslizarseentreeljamónconhuevosyelponchedeleche.

Después de leer Pickwick tengo que dar una vuelta por el aparador. Pensarsolamenteenélmedahambre.¿Hayalgunacosaenlaalacena,ReinaAna?

—Estamañanahicepasteldelimón.Puedescogeruntrozo.

PhilseprecipitóhacialadespensayAnasalióalahuertaacompañadadeRusty.Eraunahermosanochedeprimavera.Lanievenohabíadesaparecidodel todo en el parque; el pequeño banco, entre los pinos, en el camino alpuerto,todavíaestabablanquecinobajolosrayosdelsoldeabril.Elsenderoqueconducíaalpuertoestaballenodebarroyelairedelanocheerafrío.Peroel césped crecía verde en algunos lugares, yGilbert había halladopálidosyperfumados madroños en un escondido rincón. Llegó del parque con lasmanoscargadas.

Anaestaba sentada sobre lagranpiedragris de lahuerta admirandounadesnuda ramade abedulque se recortaba contra el rosapálidodel atardecerconperfectagraciayqueconstituíatodounpoema.Edificabauncastilloenelaire,unamansiónmaravillosaencuyossoleadospatiosymajestuosossalonesflotabanperfumesarábigosyenlacualeraellareinaycastellana.Cuandovioacercarse aGilbert tuvo un sobresalto.Últimamente se las había compuestoparanoencontrarseasolasconél,peroahoranadapodíahacer;hastaRustylahabíaabandonado.

Gilbertsesentóasuladoylealargólasflores.

—¿No te recuerdanelhogarynuestrasviejasexcursionesde losdíasdecolegio,Ana?

Lamuchachatomólasfloresyhundiósurostroenellas.

—En este momento estoy en las tierras de Silas Sloane —exclamóimpulsivamente.

—Supongoquedentrodeunosdíasestarásallírealmente.

—No;dentrodedossemanas.IréconPhilaBolingbrokeantesdeiracasa.TúestarásenAvonleaantesqueyo.

—No,esteañonoiré.MehanofrecidounempleoenelDailyNewsyvoyaaceptarlo.

—¡Ah!—exclamóAna.SepreguntabacómoseríaunveranoenAvonleasinGilbert—.Bueno—concluyósuavemente—,serámuyimportanteparati,supongo.

—Sí,ansiabaconseguirlo.Meayudarámucho.

—Nodebestrabajardemasiado—dijoAna,sintenerclaraideadeloquedecía. Deseaba desesperadamente que apareciera Phil—. Este invierno hasestudiado muy duro. ¿No es una tarde espléndida? ¿Sabes que hoy he

descubiertoungrupodevioletasblancasdebajodeaquelviejoárbol?Mesentícomosihubieradescubiertounaminadeoro.

—Túsiempreestásdescubriendominasdeoro—dijoGilbert,tambiénconaireausente.

—Vamosaversiencontramosmás.LlamaréaPhily…

—Deja ahora aPhil y a las violetas,Ana—exclamóGilbertmientras lecogíaunamanoyselaoprimíaparaquenopudierasoltarse—.Hayalgoquequierodecirte.

—¡Oh,nolodigas!—pidióAna—.No…porfavor,Gilbert.

—Tengo que hacerlo. Las cosas no pueden seguir así. Ana, te amo. Túsabes cuánto, yo… yo no puedo expresarlo con palabras. Prométeme quealgúndíaserásmiesposa.

—Yo…,yonopuedo—exclamóAna lastimosamente—. ¡Oh,Gilbert, lohasechadotodoaperder!

—¿Noteimportonada?—preguntóeljovendespuésdeunapausamortaldurantelacualAnanoseatrevióalevantarlosojos.

—No…noenesesentido.Tequieromuchísimocomoamigo.Peronoteamo,Gilbert.

—Peropuedesdarmealgunaesperanzadequeenelfuturo…

—No, no puedo hacerlo. Nunca, nunca te amaré… en ese sentido…Gilbert.Novuelvasahablarmeasínuncamás.

Hubo otra larga pausa… larga, tensa; Ana tuvo por fin que levantar lavista.LacaradeGilbertteníaunapalidezmortal.Ysusojos…Ananopudosoportarloydesvió lamirada.Todoaquellono teníanadaderomántico.¿Esque las declaraciones tenían que ser grotescas o… terribles? ¿Podría algunavezolvidarelrostrodeGilbert?

—¿Hayalgúnotro?—preguntóporfinenvozbaja.

—No…no—respondióAnaconvehemencia—.Nohayninguno,enesesentido.Ya ti teapreciomásqueanadieenelmundo,Gilbert.Ydebemos,debemosseguirsiendoamigos.

Gilbertrioamargamente.

—¡Amigos!Tuamistadnomebasta,Ana.Quiero tuamor…ymedicesquenuncapodréalcanzarlo.

—Lo siento mucho. Perdóname —fue todo lo que pudo decir Ana.¿Dónde, dónde estaban todos los hermosos discursos que imaginara para

rechazarpretendientes?

Gilbertdejósumanosuavemente.

—No hay nada que perdonar. Hubo momentos en que pensé que mequerías.Meheengañado,esoestodo.Adiós,Ana.

Anacorrióa sucuarto, se sentó juntoa laventanay lloróamargamente.Sentía quehabía perdido algoprecioso: la amistaddeGilbert.Oh, ¿por quédebíaperderlaasí?

—¿Qué te pasa? —preguntó Phil, mientras atravesaba las tinieblastenuementeiluminadasporlaluna.

Ananocontestó.EnaquelmomentolehabríagustadoquePhilsehallaraamilkilómetrosdedistancia.

—SupongoquehasrechazadoaGilbertBlythe.¡Erestonta!

—¿Teparecetontorechazaraunhombrealquenoseama?

—Nosabesreconocerelamor.Hasimaginadoelamorcomounasensacióndeterminada y quieres que en la vida real sea así.Vaya; es la primera cosasensataquehedichoenmivida;nosécómomelashearreglado.

—Phil —rogó Ana—, por favor, vete y déjame sola un momento. Mimundohacaídohechopedazosyquieroreconstruirlo.

—¿SinGilbert?—preguntóPhilmientrassalía.

¡UnmundosinGilbert!Anarepitióesaspalabrasunayotravez.¿Noseríaunlugarmuytristeymuysolitario?Bueno,todohabíasidoculpadeGilbert.Habíaarruinadolahermosacamaraderíaquelosunía.Tendríaqueaprenderavivirsinella.

CAPÍTULOVEINTIUNO

Rosasdelayer

Los quince días que Ana pasó en Bolingbroke fueron muy agradables,descontadas las vagas puntadas de insatisfacción que llegaban junto con elrecuerdodeGilbert.Sinembargo,no teníamucho tiempoparapensarenél.«Monte Sagrado», la hermosa propiedad de los Gordon, era muy alegre,siempre llena de amigos dePhil.Todo fue una sucesión de paseos, bailes yexcursionesconPhilalacabeza.AleeyAlonzoestabansiempretancercanos,queAnasepreguntabasinotendríanotraocupaciónenlavidaqueescoltaraPhil.Amboseraneducadosyamables,yAnanopodíadecidircuáleramejor.

—Yyoqueconfiabaentiparadecidirconquiénmecasaría—protestabaPhil.

—Tienes que decidirlo tú misma. Eres una experta para determinar conquiéndebencasarselosdemás—respondióAna,algosarcástica.

—¡Oh,esoesmuydiferente!…

Elacontecimientomáshermosofuelavisitaasucasanatal,aquelpequeñolugarcitodeparedesamarillas,sobreunacallelateral,conelquetantasvecessoñara.Cuandollegó,encompañíadePhil,lacontemplóconojosencantados.

—Escasiidénticoaloqueyoimaginaba—dijo—.Nohaymadreselvasenlas ventanas, pero tiene un árbol de lilas frente al pórtico y cortinas demuselina.¡Cuántomealegrodequeestétodavíapintadadeamarillo!

Unaseñoraaltaydelgadaabriólapuerta:

—Sí, los Shirley vivieron aquí hace unos veinte años—respondió a lapregunta de Ana—. Tenían alquilada la casa. Los recuerdo bien. Murieronambosdefiebresmalignas.Fuemuytriste.Dejaronunaniñaquesupongoquehabrámuertohacetiempo;estabamuydelicada.ElviejoThomasysumujersehicieroncargodeella…comosinohubieratenidobastanteconsushijos.

—Laniñanomurió—dijoAna,sonriendo—.Soyyo.

—¡Nomediga! ¡Vaya,cómohacrecido!—exclamó lamujercomosi lasorprendieraelhechodequeAnanofueratodavíaunacriatura—.Dejequelamire: ahora noto el parecido. Es idéntica a su padre. También era pelirrojo.Peroenlosojosylabocasepareceasumadre.Eramuyguapa.Mihijafuealumna suya y la adoraba. Los enterraron en lamisma tumba y el ConsejoEscolar levantó un monumento a su memoria por los servicios prestados.¿Quierenpasar?

—¿Mepermitiríaverlacasa?—preguntóAnaconansiedad.

—Sí,desdeluego,siustedlodesea.Nole llevarámuchotiempo;nohaymuchoquever.Tratodeconvenceramimaridoparaquemehagaunacocinanueva, pero él no semueve.Ahí está la sala y arriba hay dos habitaciones.Ustednacióenelcuartodeleste,yyofuiaverlaentonces.Recuerdoqueasumadrelegustabaverelamaneceryheoídodecirqueustednacióprecisamentecuandoamanecía,yqueloprimeroqueviosumadrefueunrayodesolsobresucara.

Anasubióporlaestrechaescalerayentróenlahabitaciónconelcorazónpalpitante. Se sentía como si estuviera en un templo. Allí había soñado sumadre en las dulces horas de la esperamaternal; allí las había iluminado aambaselrojizosoldelamanecerenelsagradoinstantedesunacimiento;allíhabíamuertosumadre.Anamiróreverentementeasualrededorconlosojos

llenosde lágrimas.Aquél fueparaellaunode losmomentossagradosdesuexistenciayhabríadequedargrabadoensumemoriaparasiempre.

—Parecementira…mamáeramás jovende loqueyosoyahoracuandonací.

Cuando Ana bajó la escalera, la dueña de la casa la esperaba en elvestíbulo.Lealargóunpequeñopaquetecubiertodepolvo,conunacintadecolorazuldesteñida.

—Esunmanojodeviejascartasqueencontréenunroperocuandolleguéaquí.Nuncasupeloquedicen,nocurioseéenellas,peroestándirigidasalaseñorita Bertha Wills y ése era el nombre de soltera de su madre. Puedellevárselassiquiere.

—¡Oh,gracias…gracias!—exclamóAnaapretandoelpaqueteconfuerza.

—Es todo loquequedaba en la casa.Losmuebles fueronvendidosparapagar las cuentasdelmédicoy la señoraThomas se llevó la ropay algunascositas.Noduraronmuchoenmediodeesosindiosqueteníaporhijos.Erancomoalimañas.

—No tengo nada que perteneciera a mi madre. Nunca le agradecerébastantequemehayadadoestascartas.

—Noesnada.¡PorDios!Susojossonigualesalosdesumadre.Parecíaquehablaban.Supadreeramásvulgar,peromuyguapo.Recuerdoquecuandosecasaron,lagentedecíaquenuncasehabíavistounaparejamásenamorada.¡Pobres!Novivieronmucho,peromientrasdurófueroninmensamentefelices,yesovalemucho,meparece.

Anadeseaballegarasucasaparaleerlaspreciosascartas,peroanteshizouna corta peregrinación. Fue sola hasta el rincón del cementerio deBolingbrokedondeestabanenterrados suspadresydepositó sobre su tumbaun ramo de flores blancas. Luego se dirigió hacia «Monte Sagrado», seencerróensuhabitaciónyleyólascartas.Algunashabíansidoescritasporsumadre y otras por su padre. No eranmuchas, doce en total, puesWalter yBerthaShirleynosehabíanseparadoconfrecuencia.Lascartasteníanelcoloramarillento y desvaído que da el tiempo. Sus páginas no conteníanpensamientosprofundosnipalabrassabias,peroestabanllenasdeamorydeconfianza.Manaba de ellas el suave aroma de las cosas olvidadas y traían,desdemuylejos,laimagendelosdosdesafortunadosamantes.BerthaShirleyhabíaposeídoeldondeescribircartasquereflejabansuexquisitapersonalidady las palabras y pensamientos conservaban todavía toda su belleza y sufragancia.Las cartas eran tiernas, íntimas, sagradas. ParaAna, lamás dulceera la que su madre había escrito después de nacer ella, durante una cortaausencia de su padre. Estaba llena de «noticias» sobre la pequeña, narradas

conorgullomaternal.Cuan inteligente era, cuanbrillante, cuandulce.En laposdataBerthaShirleydecía:

«La quieromás que nunca cuando está dormida, ymás aún cuando estádespierta».

Probablemente había sido la última frase que escribiera en su vida. Poraquelentoncessufinestabayacerca.

—Éste ha sido el día más feliz demi vida—dijo nuestra amiga a Philaquellanoche—.Heencontradoamispadres.Esascartashanhechoqueseanreales.Yanosoyunahuérfana.Mesientocomosi,alabrirunlibro,hubieraencontradoentresuspáginasrosasdelayer.Dulcesyamadasrosasdelayer.

CAPÍTULOVEINTIDÓS

LaprimaverayAnaregresana«Tejasverdes»

El reflejo de las llamas bailaba sobre las paredes de la cocina de «TejasVerdes»; el atardecer era frío y las dulces voces de la noche llegabansutilmente a través de la ventana del este. Marilla estaba sentada junto alfuego…porlomenossucuerpo.Suespírituvagabaporlejanoscaminosconánimo ligero. Últimamente había perdido así más de una hora que habíapensadodedicarasustejidosparalosmellizos.

—Supongoqueestoyenvejeciendo—decía.Marillahabíacambiadopocoenlosúltimosnueveaños.Estabamásdelgadaysusrasgossehabíanhechomásangulosos;brillabanmáshebrasgrisesensuscabellos,peinadossiemprecon el mismo moño bien sujeto por dos horquillas (¿serían siempre lasmismas?);perosuexpresióneramuydistinta;ensuslabiosdanzabaunciertoairedebuenhumor, susmiradaseranmássuavesyamables, susonrisamásfrecuenteytierna.

Marilla recordaba toda su vida pasada: su niñez, no precisamentedesdichada, pero sí llena de estrecheces; los sueños y esperanzas de sujuventud,celosamenteescondidos;loslargos,oscurosymonótonosañosdelaedadmaduraylallegadadeAna,laimpetuosaeimaginativacriaturallenadevida, con su corazón rebosante de amor y sumundo de fantasía, que habíapuestocolorido,brilloycaloren suexistencia.Graciasaella, suvidahabíaflorecidocomouna rosa.Marilla sentíaque,de sus sesenta años, sólohabíavivido losnueveque siguieronal advenimientodeAna.YAna llegaría a lanochesiguiente,estaríaprontoencasa.

Se abrió la puerta de la cocina. Marilla levantó la vista esperando

encontrarse con la señoraLynde.Pero fueAnaquien apareció, con los ojosbrillantesylosbrazosllenosdeflores.

—¡Ana Shirley! —exclamó la anciana. Por primera vez en su vidaabandonabasureserva,antelasorpresa.Apretóalajovenyasusflorescontrasucorazón,ybesóconcariñolosbrillantescabellosyeldulcerostro—.Noteesperabahastamañana.¿CómohasvenidodesdeCarmody?

—Andando, mi muy querida Marilla. ¿No lo hice acaso varias vecescuandoibaalaAcademiadelaReina?Elcarterotraerámibaúlmañana;mesentí repentinamentenostálgicayquisevenirundía antes. ¡Diunpaseo tanhermosoenmediodelcrepúsculo!CrucéporelValledelasVioletasyrecogíestasflores.Huélalas,Marilla…huélalas.

Marilla se vio obligada a hacerlo, aunque estaba más interesada en lamuchachaqueenolervioletas.

—Siéntate, niña. Debes sentirte realmente cansada. Te traeré algo decomer.

—La luna estaba saliendo detrás de las colinas,Marilla.Y las ranasmecantaron durante todo el viaje desdeCarmody.Adoro el croar de las ranas.Parece estar relacionado con mis mejores recuerdos de las nochesprimaverales. Siempre me acuerdo de la noche que llegué aquí cuando lasoigo.¿Seacuerda,Marilla?

—Yalocreo—dijoésta,conénfasis—.Nomeparecequepuedaolvidarlonunca.

—¡Cómocantabanaquelañoenelpantanoyenelarroyo!Lasoíadesdemi ventana y pensaba cómo podía sonar su canto tan triste y tan alegre almismo tiempo. ¡Oh, qué bueno es estar otra vez en casa! Redmond esespléndidoyBolingbrokedelicioso,pero«TejasVerdes»esmihogar.

—HeoídoqueGilbertnovendráesteverano.

—No. —Algo en el tono de Ana hizo que Marilla la observaraagudamente,perolamuchachaestabaaparentementeabsortaenelarreglodelasvioletasenunflorero—.¿Nosonpreciosas?—preguntó—.Elañoescomounlibro,¿noleparece?,ysuspáginasestánescritasconvioletasenprimavera,con rosas en verano, con hojas de manzano en el otoño y en invierno conmalvasysiemprevivas.

—¿AprobóGilbertsusexámenes?—insistióMarilla.

—Con sobresalientes. Fue el primero de su clase. Pero ¿dónde están losmellizosylaseñoraLynde?

—RaquelyDoraencasadelseñorHarrisonyDavyencasadeBoulter.Me

parecequeaquíllega.

Davyentró,vioaAna,sedetuvoyluegoseprecipitócontralajovenconunalaridodegozo.

—¡Oh,Ana,quécontentoestoy!Mira,hecrecidocincocentímetrosdesdeelotoño.LaseñoraLyndememidióhoy;ymira,Ana,midientedelantero.Yano está. La señoraLynde ató la punta de un cordón al diente y la otra a lapuerta y luego la cerró de golpe. El diente se lo vendí a Milty por doscentavos.Élloscolecciona.

—¿Yparaquélosquiere?—preguntóMarilla.

—Para hacerse un collar de Jefe Indio —explicó el niño, subiendo alregazo de Ana—. Ya tiene quince, y todos le han prometido los suyos, demodoquenovale lapenaqueningúnotro seponga tambiéna juntarlos.TedigoquelosBoultersongrandesnegociantes.

—¿Tehasportadobien?—inquirióMarilla,conseveridad.

—Sí,peroyaestoycansadodeportarmebien,Marilla.

—Tecansaríasmuchoantesdesermalo,Davy—dijoAna.

—Bueno, pero primero me divertiría, ¿no es cierto? Me arrepentiríadespués.

—El arrepentimiento no borra los pecados. ¿Te acuerdas de aqueldomingo, el verano pasado, cuando faltaste a la escuela dominical? Measeguraste entonces que no valía la pena ser malo. ¿Qué hiciste hoy conMilty?

—Pescamos y espantamos al gato y buscamos huevos y gritamos en elmatorraldetrásdelgranerodelosBoulter.Allíhayunecomagnífico.Dime,Ana,¿quéeseleco?Quierosaberlo.

—Elecoesunduendemaravillosoquevivemuy lejos,en losbosquesylascolinas,yqueseríedelagente.

—¿Cómoes?

—Tiene cabello y ojos oscuros, pero el cuello y los brazos son blancoscomolanieve.Ningúnmortalpuedeverlonunca.Esmásvelozqueunciervoytodoloquepodemosconocerdeélessuvozburlona.Puedesoírsullamadaen la noche y su risa bajo las estrellas, pero no puedes verlo. Si lo sigues,vuelaalascolinasyallíseríedeti.

—¿Esverdad,Ana?¿Oesunasoberanamentira?

—Davy, ¿no tienes sentidocomúnparadistinguiruncuentodehadasdeunamentira?

—Entonces,¿quéesloquegritadesdeelmatorraldelosBoulter?Quierosaberlo.

—Te lo explicaré cuando seas más grande. —La mención a su edadpareciódarunnuevogiroa lospensamientosdelniño,pues, trasreflexionarunmomento,anuncióconsolemnidad:

—Ana,voyacasarme.

—¿Cuándo?—preguntólajovenconigualtono.

—¡Oh,cuandocrezca,porsupuesto!

—¡Vaya,quéalivio!¿Quiénesladama?

—Stella Fletcher; está enmimisma clase. Es lamás guapa de todas. Simueroantesdecrecer,¿meprometesquelavigilarás?

—DavyKeith,dejadedecirtonterías—exclamóMarilla,severamente.

—No son tonterías —protestó el niño, agraviado—. Es mi prometidaesposay siyomueroserámiprometidaviuda,¿noescierto?Yno tieneunalmaquelacuide,salvosuabuela,queesmuyvieja.

—Venacenar,Ana,ynoalientesaesacriaturaensuabsurdacharla.

CAPÍTULOVEINTITRÉS

Paulnopuedehallarasu«GentedelasRocas»

Lavida fuemuyplacenteraaquelveranoenAvonlea,aunqueAnasentía«que le faltaba algo».Ni en susmás profundas reflexiones habría admitidojamásqueese«algo»eraGilbert.Pero,alregresarsolaasucasadespuésdelas prédicas y las reuniones de la S. F. A., mientras Diana y Fred y otrasparejas paseaban por los caminos iluminados por las estrellas, sentía unextraño dolor en el corazón.Gilbert no le había escrito, y ella pensaba quedebería haberlo hecho. Casualmente supo que le había enviado una carta aDiana, pero no preguntó nada; y su amiga, que suponía que ella tendríainformacionesdirectas,nohizoningúncomentario.LamadredeGilbert,unadama franca y alegre, aunque desprovista del sentido del tacto, solíapreguntarle,siempreenpresenciademuchagente,sihabíatenidonoticiasdeGilbertúltimamente.LapobreAnasóloacertabaaruborizarsehorriblementey a contestar «no muy recientemente», frase que todos tomaban como unasimpleescapatoria.

Apartedetodoesto,Anadisfrutódesusvacaciones.Priscilla lehizouna

visita en junio y más tarde llegaron el señor y la señora Irving, Paul yCharlottaIV,apasarensucasajulioyagosto.

«LaMoradadelEco»fuenuevamenteescenariodealegríayfelicidadylosecos volvieron a resucitar las risas que repicaban bajo los abetos del viejojardín.

La señorita Lavendar no había cambiado; estaba solamentemás dulce yhermosa.Paullaadoraba,yelcompañerismoquelosuníaeraalgodeliciosodecontemplar.

—Peroyonolallamo«mamá»asecas—leexplicóelniñoaAna—.Esenombrepertenece sólo amimadreynopuedodárselo anadiemás.Pero lallamo «mamá Lavendar» y es la persona que más quiero después de papá.Casi…casilaquierounpoquitomásqueausted,señorita.

—Asíescomodebeser—respondióAna.

Paulteníayatreceañosyeraaltoparasuedad.Surostroysusojoserantanhermososcomosiempre,ysufantasíaseguíasiendocomounprismaqueconvertía en rayos multicolores lo que se reflejaba en él. Ana y el niñodisfrutabandehermosospaseosporlosbosques,loscamposylaplaya.Nuncahubodos«almasgemelas»comoellos.

CharlottaIVhabíamadurado.Peinabasucabelloenunenormemoñoyyanolucíalascintasazulesdeotrotiempo,perosurostroseconservabapecoso,sunarizchataysubocaysusonrisaerantanampliascomosiempre.

—¿No le parece que hablo con acento yanqui, señorita Shirley? ¿No escierto,señora?—preguntóansiosamente.

—Nolohenotado,Charlotta.

—Mealegro.Encasadicenquesí,perocreoqueessóloporofenderme.No quiero tener acento yanqui. No es que tenga nada contra ellos, señoritaShirley, señora; son realmentecivilizados.Peroamí,quemeden la isladelPríncipeEduardo.

Paulpasó losprimerosquincedías en casade su abuela.Anaestaba allíesperándolocuandollegóyadvirtióqueestabaansiosoporiralaplaya,enlaque estaríanNora, laDamaDorada y losMellizosMarineros.Apenas pudodominarsuimpacienciamientrascomía.¿PodríavereltraviesorostrodeNoramirándole desde el otro lado del cabo mientras esperaba ansiosamente sullegada?Pero fueunPaul tristeelquevio regresarde laplayaa lahoradelcrepúsculo.

—¿NohallastetuGentedelasRocas,Paul?—preguntóAna.Paulsacudiótristementesusrizoscastaños.

—Los Mellizos Marineros y la Dama Dorada no aparecieron. Noraestaba…peroyanoeslamisma,señorita.Hacambiado.

—¡Oh, Paul! Eres tú el que ha cambiado. Ya estásmuy crecido para laGentedelasRocas.Ellossóloquierenjugarconniños.MuchometemoquelosMellizosMarineros ya no vendrán a buscarte en su bote encantado convelasde luzde luna.YlaDamaDoradano tocarámáspara tiensuarpadeoro. LamismaNora no se te aparecerámucho tiempomás.Debes pagar tutributoporcrecer,Paul.Debesabandonarelpaísdelashadas.

—Dicen ustedes más tonterías que de costumbre —exclamó la señoraIrving,mitadindulgente,mitadsevera.

—¡Oh, no!—dijoAna sacudiendo la cabeza—.Lo que pasa es que nosestamos volviendo muy sensatos; y es una pena. No somos ni la mitad deinteresantes en cuanto aprendemos que el lenguaje nos ha sido dado paraescondernuestrospensamientos.

—Pero es que no es así; sirve para que los expresemos—dijo la señoraIrving con seriedad. Nunca había leído a Talleyrand y no entendía deepigramas.

Ana pasó quince apacibles días en «La Morada del Eco»; eso habíacontribuidoenciertomodoalasolucióndelproblemapersonalLudovicSpeedy Theodora Dix. También había estado allí un viejo amigo de los Irving,ArnoldSherman,cuyapresenciahabíahechoaúnmásagradablelaestancia.

—¡Québienlohepasado!—dijoAnaalaseñoritaLavendar—.Mesientonueva. Dentro de quince días estaré en Kingsport, y Kingsport significaRedmondy«LaCasadePatty».Tendríaqueverla;esellugarmásadorabledelatierra.Mesientocomosituvieradoshogares:«TejasVerdes»y«LaCasadePatty».Pero¿quésehahechodelverano?Parecequefueayercuandolleguéacasaconlosbrazosllenosdeflores.Cuandoerapequeñaelveranosemehacíainterminable;ahora«escomounsuspiro,comounafábula».

—Ana,¿siguessiendotanamigadeGilbertBlythecomoantes?

—Másquenunca,señoritaLavendar.

Éstasacudiólacabeza.

—Noto que algo anda mal, Ana, y voy a ser impertinente: ¿Os habéispeleado?

—No;loquepasaesqueGilbertquierealgomásquemiamistad,yyonopuedodárselo.

—¿Estássegura?

—Completamente.

—Pueslosientomuchísimo.

—MepreguntoporquétodoelmundoparececreerquedebocasarmeconGilbertBlythe—exclamólajovenconpetulancia.

—Puesporqueestáishechoselunoparaelotro,Ana.Poreso.Nosacudaslacabeza.Eslaverdad.

CAPÍTULOVEINTICUATRO

ApareceJonás

ProspectPoint,20deagosto.

QueridaAna—escribíaPhil—:tengoquehacerunesfuerzo terribleparatenerlosojosabiertoslosuficienteparapoderescribirte.Teheolvidadoesteverano, querida, así como a todos mis corresponsales. Debo contestar unmontóndecartas,demodoquesacaréfuerzasdegordurayseguiréadelante.Perdona el error en lametáfora.Tengoun sueño terrible.Anoche,miprimaEmilyyyoestuvimosdevisitaencasadeunosvecinos.Habíaallíotrasvisitasytanprontocomoaquellasinfortunadascriaturasdejaronlacasa,laanfitrionaysustreshijaslascriticaronhastacansarse.Yosabíaqueotrotantoocurriríacon nosotras en cuanto nos fuéramos. Cuando llegamos a nuestro hogar, laseñora Lilly nos informó que el sirviente de las vecinas parecía tenerescarlatina; de ella se pueden esperar siempre noticias alegres como ésa.Tengo pánico a la escarlatina.Me acosté pensando en ella, y casi no pudedormir. Me revolví en la cama, soñé cosas horribles las pocas veces quedormité un poco, y a las tres desperté con fiebre, dolor de garganta y unahorrible jaqueca. Supe que tenía escarlatina; me levanté, muerta de miedo,busquéenellibrodemedicinacaseradelaprimaEmilylalistadesíntomas,ycomprobéquelosteníatodos.Demodoquevolvíalacamay,sabiendoyalopeor,dormíelrestodelanochecomountronco.(Nuncahecomprendidoporquéun tronco tienequedormirmásprofundamentequecualquierotra cosa,peroesonovienealcaso).Estamañanamesentíaperfectamente,demodoqueno es posible que haya tenido escarlatina. Supongo que, de habermecontagiado anoche, la enfermedad no se hubiera desarrollado con tantarapidez.Claroquepiensaunoenesascosasalaluzdeldía,peroalastresdelamadrugadanorazonanadieconmuchalógica.

SupongoquetepreguntarásquéestoyhaciendoenProspectPoint.Bueno,siempremehagustadopasarunmesdeveranoenlacostaypapáinsistióenque viniera a la «selecta hostería» demi prima segundaEmily, en ProspectPoint. De modo que hace un par de semanas hice mi viaje de costumbre.

Como siempre, el viejo «tíoMarkMiller»me trajo desde la estación en suantiguo carricoche, con su caballo para todo servicio, como lo llama.Es unbuenviejecitoymediounpuñadodecaramelosdementa.Lasmentasmehanparecidosiempreunoscarameloscasisagrados,seguramenteporquelaabuelaGordon me los daba siempre en la iglesia cuando yo era niña. Una vez,refiriéndomealolorquetienen,lepreguntésiera«olordesantidad».NomegustacomerloscaramelosdeltíoMarkporquelosllevasueltosenelbolsilloytengoquesepararlosdeunpardeclavosoxidadosyalgunasotrascosasantesdepoderllevármelosalaboca.Peronoquiseherirsussentimientosylosfuidejando caer en el camino poco a poco. Cuando me hube desprendido delúltimo,eltíomedijo,unpocoregañón:«Usténodebecomérselas'eungolpe,señoritaPhil.Leva'dolerlabarriga».

La prima Emily tiene sólo cinco huéspedes, sin contarme a mí: cuatroseñorasmayoresyun joven.Mivecinade laderechaes laseñoritaLilly.Esunadeesaspersonasqueencuentrangranplacerenhablardetalladamentedesusdoloresyenfermedades.Nosepuedemencionarningunadolenciasinquediga, sacudiendo lacabeza:«¡Ah,yosémuybien loqueeseso!»y sinqueempiece a enumerar los detalles. Jonas dice que una vez le habló de ataxialocomotrizeneloídoyellacontestóquebiensabíaquéeraeso;quelohabíapadecidodurantediezañosyqueuncuranderolahabíacurado.

¿Quién es Jonas?Espera un poco,Ana Shirley.Ya sabrás de Jonas a sudebidotiempo.Noselepuedemezclarconancianasestimables.

Mi vecina de la izquierda, en la mesa, es la señorita Phinney. Siemprehabla con voz nerviosa y apesadumbrada; uno teme que se eche a llorar encualquiermomento.Tedalaimpresióndequelavidaesparaellaunvalledelágrimas y que una sonrisa, para no hablar de la risa, es una frivolidadreprensible.Tienedemíunaopiniónpeorque la tíaJamesinay,alcontrarioqueésta,ningúnafectoparacompensarla.

EnlaesquinadelamesasesientalaseñoritaMaríaGrimsby.Eldíaenquelleguélecomentéqueparecíaqueibaallover,ylaseñoritaMaríario.Dijequeelcaminohasta laestacióneramuybonitoy la señoritaMaría rio.Dijequeaún quedaban algunosmosquitos y la señoritaMaría rio.Dije que ProspectPointestabatanhermosocomosiempreylaseñoritaMaríario.SidijesealaseñoritaMaría: «Mipadre se ha ahorcado,mimadreha tomadoveneno,mihermano está en la cárcel y yo estoy en las últimas a causa de la tisis», laseñorita María reiría. No puede evitarlo. Nació así; pero es algoverdaderamentelamentable.

La quinta dama es la señora Grant. Es una viejecita encantadora, pero,comosolamentehablabiendetodoelmundo,losdiálogosconellasonpocointeresantes.

YahoraletocaelturnoaJonás,Ana.

E1primerdíavien lacasaaun jovensentado frenteamí, sonriéndomecomosimeconociesedesdelacuna.Sabía,porhabérmelodichoeltíoMark,quesunombreeraJonásBlake,queestudiabateologíaenSt.Columbayquese había hecho cargo de la iglesia misional de Prospect Point durante eseverano.

Esunjovenmuyfeo;realmente,eljovenmásfeoquehevisto.Tieneunasilueta desgarbada, piernas absurdamente largas, cabello rojo y lacio, ojosverdes, boca grande y orejas… bueno, prefiero no pensar en ellasmientraspuedaevitarlo.

Tieneunahermosavoz(conlosojoscerradosesadorable)y,ciertamente,tieneunalmabuenayuncarácteramable.

Nos hicimos amigos en seguida. El hecho de haberse graduado enRedmond contribuyó a unirnos desde luego. Paseamos y remamos juntos ycaminamosporlaarenaalaluzdelaluna.Bajoesaluznoparecíatanfeo;yera muy amable. En realidad, él desparrama amabilidad. A las viejas, conexcepcióndelaseñoraGrant,nolesgustaJonásporqueseríeyhacebromasyporque,evidentemente,prefierelacompañíadeunachicafrívolacomoyoaladeellas.

Poralgunaextrañarazón,Ana,noquieroqueélmejuzguefrívola,yesoesridículo. ¿Por qué me ha de interesar qué opina de mí un señor de pelocoloradollamadoJonás,aquiennuncahabíavistoantes?

E1sábadopasadoJonáspredicóenlaiglesiadelpueblo.Fui,desdeluego,peronopudeconvencermedequeeraélelpredicador.Laideadequeeraunministro,odequeibaaconvertirseentalenelfuturo,meparecíaunabroma.

Bueno,Jonáspredicó.Ycuandollevabadiezminutospredicandocomencéa sentirme tan pequeña, tan pequeña, que pensé que nadie podría verme asimplevista.Jonásnodijounasolapalabrasobrelasmujeresynomemiróniunavez.Peroenaquelinstantecomprendíqueyoeraunamariposafrívola,dealma vacía, digna de lástima y terriblemente distinta de la mujer ideal deJonás…Ellahabríadesergrande,fuerteynoble.¡Éleratanhonesto,tiernoyveraz! Todo lo que unministro debía ser.Me pregunté cómo había podidoconsiderarlefeoalgunavez(enrealidadloes),conesosojosinspiradosyesafrentedeintelectualqueocultabandurantelasemanalosrevueltoscabellos.

Fue un sermón espléndido, que me hubiese gustado seguir escuchandoeternamente, pues me habría hecho sentir muy feliz. ¡Oh, me gustaría sercomotú,Ana!

É1 me alcanzó en el camino, de regreso a casa, y me sonrió tan

alegremente como de costumbre. Pero su sonrisa no me engañaríanuevamente.HabíavistoalverdaderoJonás.PensésiélpodríaveralgunavezalaverdaderaPhil,alaquenadie,nisiquieratú,havistoaún.

— Jonás—dije, olvidando llamarle señor Blake. Fue horrible, pero hayocasionesenquepoco importancosasasí—,Jonás,hanacidoparaministro.Nopodríaserotracosa.

—No, no podría—dijo con sencillez—. Traté de ser otra cosa durantelargotiempo;noqueríaserministro.Perofinalmentelleguéaconvencermedequeésaeralamisiónquemehabíasidoencomendaday,conlaayudadeDios,tratarédecumplirla.

Suvozerabajay reverente.Penséqueélharíaseguramentesu trabajoyqueloharíabienyconnobleza;¡felizdelamujercapacitadaparaayudarlo!Ellanoseríaunaplumallevadaporlosvientosdelafantasía.Ellasabríaquésombrero ponerse. Probablemente tendría uno solo, pues los ministros nosuelenserricos.Peronoleimportaríanotenermásqueunsolosombrero,onotenerninguno,porquetendríaaJonás.

AnaShirley,noteatrevasapensar,asospecharymuchomenosaafirmarquemeheenamoradodel señorBlake. ¿Podría importarmeamíun teólogopobre,feoypelirrojollamadoJonás?ComodiceeltíoMark:«esimposibley,loqueesmás,improbable».

Buenasnoches.

PD: Es imposible, pero tengo un miedo terrible de que sea verdad.Mesientofeliz,desoladaytemerosa.Séquenuncapodrámantenerme.¿Creesquepodré convertirme alguna vez en la aceptable esposa de un ministro?¿Esperarálagentequeyodirijalasoraciones?

CAPÍTULOVEINTICINCO

Apareceelpríncipeencantado

—Nosési saliroquedarmeencasa—dijoAna,mirandoporunade lasventanasde«LaCasadePatty»losdistantespinosdelparque—.Tengotodala tarde disponible para dedicarla al hermoso placer de no hacer nada, tíaJamesina. ¿La pasaré aquí, junto al hogar, con un plato de bizcochos, tresgatos ronroneantes y armoniosos y los implacables perros de porcelana connaricesverdes?¿Omemarcharéalparqueadisfrutardelasarboledasgrisesydelaguaplateadaquesalpicalasrocasdelpuerto?

—Siyotuvieratusañosmedecidiríaporelparque—dijolatíaJamesina

mientrasgolpeabalaorejaamarilladeJosephconunaagujadetejer.

—Ustedestanjovencomocualquieradenosotras,tía.

—Sí,deespíritu.Peroadmitoquemispiernasnosoncomo lasvuestras.Ve a tomar un poco de aire fresco, chiquilla.Últimamente te has puesto unpocopálida.

—Creo que lo haré. Hoy no me siento con ánimo para los placeresdomésticos.Quiero sentirme solay libre.Elparqueestarávacío,pues todoshanidoaverelpartidodefútbol.

—¿Porquénofuistetútambién?

—Porquenadiemeinvitó.Bueno,eldetestableDanRangerlohizo,peroconélnoiríaaningúnlado.Noquiseherirsussentimientosyledijequenopensabaasistiralpartido.Peronoimporta;hoynotengoánimosparaeso.

—Veatomarunpocodeairefresco—repitiótíaJamesina—,perollevaelparaguasporqueparecequevaallover.Meduelelapierna.

—Sólolaspersonasdeedadtienenreumatismo,tía.

—Cualquiera puede tener reumatismo en una pierna,Ana; pero sólo losancianos lo padecen en el alma. Gracias a Dios, yo no. Cuando sientasreumatismoenelalmayapuedesirabuscarteelataúd.

Corríanoviembre,elmesdeloscrepúsculospúrpuras,ladespedidadelospájaros,lostristeshimnosdelmaryelcantodelvientoentrelosárboles.Anacaminó por el sendero bordeado de pinos del parque y dejó que el vientobarriera las nieblas de su alma. No quería preocuparse por ellas, y sinembargo, desde su vuelta a Redmond, la vida no se había reflejado en suespírituconaquellaantiguayperfectaclaridad.

En apariencia, la vida en «LaCasa dePatty» era la de siempre: trabajo,estudio y diversión.Los viernes por la tarde el amplio salón se colmaba devisitantes y en él flotaban las bromas y las risas, mientras la tía Jamesinasonreía conbeatitud.El «Jonás»de la carta dePhil llegaba amenudo en elprimertrendeSt.Columbaypartíaenelúltimo.Eraelfavoritodetodosen«LaCasadePatty»,aunquelatíaJamesinasacudíalacabezayafirmabaquelosestudiantesdeteologíanoeranyacomoantes.

—Esmuyagradable,querida—ledijoaPhil—,perolosministrosdebensermásseriosydignos.

—¿Nopuedeunhombrereírysertambiénunbuencristiano?

—¡Oh,unhombresí!Peroyohablodeministros,querida.YtúnodeberíascoqueteardeesemodoconelseñorBlake;realmente,nodeberíashacerlo.

—No coqueteo con él —protestó Phil. Nadie la creía, excepto Ana.Pensaban que se estaba divirtiendo como de costumbre y le reprochaban sucomportamiento.

—ElseñorBlakenoesdeltipodelosAleeyAlonzo,Phil—ledijoStellaconseveridad—.Debestomarloenserioodestrozarássucorazón.

—¿Creesquepodríadestrozarlo?¡Oh,Stella,meencantaríacreerlo!

—¡Philippa Gordon! Nunca sospeché que carecieras por completo desentimientos.¿Cómopuedesdecirqueteencantaríaromperelcorazóndeunhombre?

—Nodijeeso,encanto.Escúchamecorrectamente.Dijequemeencantaríacreerquepodríahacerlo.

—Noteentiendo,Phil.Estásmanejandoaesehombredeliberadamente;ysabesquenoconseguirásnadaconello.

—Tengo intencióndehacerquemepidaenmatrimonio, sipuedo—dijoPhilconcalma.

—Renuncioaentenderte.

Gilbert concurría ocasionalmente en las tardes de los viernes. Siempreparecía de buen humor y tomaba parte en las bromas y ocurrencias de losdemás.NibuscabanievitabaaAna.Cuandolascircunstanciaslosreuníanlehablabaamableycortésmente,comosilaconocieradesdehacíapocotiempo.La vieja amistad había desaparecido por completo. Ana lo lamentabaprofundamente, pero se decía a sí misma que estaba muy contenta de queGilbert sehubiera repuesto tanprontodesudesilusión.Había temidoque latardedeabrilenlahuertahubiesedejadoenélheridasincurables,perovioquese había preocupado en vano. Muchos hombres han muerto y han sidodevorados por los gusanos, pero no por amor, y Gilbert, por lo visto, noparecíacorrereseriesgo.Disfrutabadesuexistenciayparecíaestar llenodeambicionesydeseosdevivir.Paraélnovalíalapenapreocuparseporqueunamujerfuerarubiayfría.MientraslooíabromearconPhil,Anasepreguntabasi el brillo de sus ojos, cuando ella rechazara su amor, no había sidosimplementealgoimaginario.

No faltaban chicos que hubieran ocupado conmucho gusto el lugar queGilbert dejara vacante; Ana los desairaba correcta pero firmemente. Si elPríncipe Encantado no aparecía, tampoco pensaba conformarse con unsustituto.Asírazonabaaqueldíagrisenelparque,mientrassoplabaelviento.

Repentinamente,lalluviaquepronosticaralatíaJamesinacomenzóacaercon extraordinaria fuerza. Ana abrió su paraguas y corrió cuesta abajo. Aldoblarelcaminodelpuerto,unafuerteráfagadevientoseensañóconellay

dio la vuelta a su paraguas. La chica lo agarró con desesperación. Yentonces…unavozcercanadijo:

—¿Mepermiteofrecerleelamparodemiparaguas?

Ana miró. Era alto, elegante y de porte distinguido; tenía oscuros ymelancólicosojos,vozsuaveymusical;sí,elhéroedesussueñossehallabaante ella. No podía haber sido más idéntico a su ideal de haberlo hecho amedida.

—Gracias—dijo,confundida.

—Será mejor que corramos hasta ese pequeño pabellón —sugirió eldesconocido—. Podremos esperar allí hasta que amaine la tormenta. No esprobablequecontinúelloviendoasímuchotiempomás.

Laspalabraserancomunes,pero¡eltono!¡Ylasonrisaquelasacompañó!Anasintióquesucorazónlatíadeunmodoextraño.

Sedirigieronjuntoshastaelpabellónysesentaronalamparodesutechoacogedor.Anaempuñósuparaguasmientrasreía.

—Cuando mi paraguas se dio la vuelta me convencí de que hay unaespeciededepravaciónenlascosasinanimadas—dijoalegremente.

Las gotas de lluvia brillaban como estrellas entre sus cabellos y susdespeinadosrizoscaíansobresurostroysucuello.Ardíansusmejillasysusgrandesojosresplandecían.Sucompañerolaobservóconadmiración.Antesumirada,Ana sintió que se ruborizaba. ¿Quién sería?En la solapa llevaba eldistintivoblancoyrojodeRedmond.Ellacreíaconocer,aunquefuerasólodevista, a todos losestudiantes, salvo los«novatos»,y sucompañerocon todaseguridadnoloera.

—Veoquesomoscondiscípulos—dijoél,observandoconunasonrisaeldistintivo de Ana—. Eso basta para presentarnos. Mi nombre es RoyalGardner.YustedeslaseñoritaShirley,queleyóelensayosobreTennysonlaotratardeen«LosAmigosdelSaber»,¿noescierto?

—Sí; pero a usted no puedo situarlo—dijo Ana—. Por favor, ¿adóndeperteneceusted?

—Mesientocomosiaúnnopertenecieraaningunaparte.HaceunpardeañosaprobédoscursosenRedmond.DespuésestuveenEuropa,dedondeheregresadoparaterminarelcurso.

—Ésteestambiénmitercerañoaquí.

—Demodoquenosólosomoscondiscípulos,sinotambiéncompañerosdecurso.Estome reconcilia con los años que perdí—comentó su compañero,expresandotodounmundodecosasconlamiradadesusmagníficosojos.

Durante casi una horamás continuó lloviendo con lamisma intensidad.Peroeltiempopasóvolando.Cuandolasnubesseabrieronparadarpasoaunpálidorayodesoldenoviembrequeiluminótenuementeelpuertoylospinos,Ana y su compañero partieron rumbo a «La Casa de Patty». Al llegar alpórtico,Roypidiópermisoparavisitarla,ylefueconcedido.Anaentróconlasmejillasllameantesyelcorazónlatiéndoleconfuerza.Rustytrepóasuregazoytratódebesarla,perosólohallóunaacogidauntantofría.Ana,conelalmallenaderománticosestremecimientos,noteníatiempoqueperderconmininosdesorejados.

Esanochellegóa«LaCasadePatty»unmensajeroquetraíaunacajaparalaseñoritaShirley.Conteníaunadocenademagníficasrosas,yPhil,despuésdecuriosearconimpertinencia,cogiólatarjetaquelasacompañabayleyólapoéticanotaylafirma.

—¡RoyalGardner!—exclamó—.¡Vaya,Ana,nosabíaqueloconocieras!

—Loconocíestatardeenelparqueenmediodelalluvia—respondiólajovenapresuradamente—.Miparaguassediolavueltayélmecobijóbajoelsuyo.

—¡Ah!, ¿y ese incidente tan vulgar justifica el envío de una docena derosas de larguísimo tallo con una nota romántica? ¿Y es razón para que teruborices cual cándida doncella al leer la nota? Ana, el rostro traicionanuestrosmásíntimospensamientos.

—Nodigastonterías,Phil.¿ConocesalseñorGardner?

—Conozcoasusdoshermanos,ytengoreferenciasdeél,comocualquierpersonaquepertenezcaalasociedaddeKingsport.LosGardnerfiguranentrela gente más rica y distinguida. Roy es adorablemente guapo e inteligente.Hacedosañossumadresepusoenfermayéltuvoquedejarlosestudiosparaacompañarla al extranjero; su padre murió hace tiempo. Tiene que haberlamentado mucho abandonar la universidad, pero dicen que se portómagníficamente. ¡Ay, ay, ay!, Ana… Huelo romance. Hasta yo te envidio,aunquenodemasiado.Despuésdetodo,RoyGardnernoesJonás.

—¡Tonta! —exclamó Ana altivamente. Pero aquella noche permaneciódespiertadurantelargashoras.Sufantasíadanzabaporelmaravillosopaísdela ilusión. ¿Había llegado por fin el Príncipe Encantado? Al recordar lossoñadoresojososcurosquetanprofundamentesemiraranenlossuyos,Anasesentíainclinadaacreerquesí.

CAPÍTULOVEINTISÉIS

ApareceChristine

Las chicasde«LaCasadePatty» se estabanvistiendopara la recepciónquelosestudiantesdesegundoañodabanalosdetercero,enfebrero.Anasemiró en el espejo del cuarto azul con juvenil satisfacción. Tenía puesto unvestidoparticularmentebonito.Habíasidoantesunsimplevestidodegasaconunvisodesedadecolorcrema.PeroPhilhabíainsistidoenllevárseloenlasvacacionesdeNavidadparabordarlecapullosderosasenlagasa.Losdedosdelamuchachaerandiestrosyelresultadofueunvestidoqueeralaenvidiade las chicas de Redmond. Hasta Allie Boone, cuyos vestidos llegaban deParís,mirabaconojosdedeseolashermosasrosasdeltrajedeAnamientrasbajabalaescaleraprincipaldeRedmond.

Anaestabaprobandoelefectodeunaorquídeablancasobresuscabellos.RoyGardnerlehabíaenviadoorquídeasblancasparalafiestayellasabíaqueningunaotramuchachadeRedmondpodríalucirlasenesaocasión.Philentróenaquelmomento.

—Ana, estásmás hermosa que nunca. Nueve veces de cada diez puedosobrepasarte. Pero en la décima floreces de tal forma que me eclipsascompletamente.¿Cómotelasarreglas?

—Eselvestido.

—No. La última noche que llameó tu belleza llevabas la vieja blusa defranelaque tehizo la señoraLynde.SiRoynoestuvieraya locopor ti, estanochecaería.Peronomegustacómotequedanlasorquídeas,Ana.No,nosoncelos.Lasorquídeasnotevan.Sondemasiadoexóticas,demasiadotropicales,demasiadoinsolentes.Detodosmodos,notelaspongasenelcabello.

—Bueno,noloharé.Admitoquenomegustanlasorquídeasycreoquenomesientanbien.Roynomelasenvíaamenudo;sabequemegustanlasfloresque se pueden llevar todos los días. Las orquídeas son sólo para ocasionesespeciales.

—Jonásmeenvióunoshermososcapullosderosa,peroélnovendrá.¡Dijoqueteníaquedirigirunasrogativaspúblicasenlosbarriosbajos!Creoquenoqueríavenir.Ana,tengomiedodenoimportarleuncomino.Yestoytratandodedecidir simeconsumiréhastamorir dedoloro si terminaré los estudios,comounamujersensatayútil.

—Túnotienesposibilidaddesersensatayútil,Phil,demaneraqueserámejorqueteconsumashastamorir—dijoAnaconcrueldad.

—¡Quédespiadada!

—¡Phil,tonta!SabesbienqueJonástequiere.

—Pero…esquenomelodice.Ynopuedohacerquesedecida.Admitoque parece quererme. Pero eso de hablarme-con-los-ojos no es razónsuficiente para ponerse a preparar el ajuar. No quiero empezar tales tareashastaestarcomprometida.Seríatentaraldestino.

—ElseñorBlaketienemiedodepedirtequetecasesconél,Phil.Espobreynopuedeofrecerteunacasacomolaquesiemprehastenido.Biensabesqueésaeslaúnicarazónporlacualnotehahabladoya.

—Supongoqueesasí—asintióPhil, tristemente—.Bueno—agregó,contonomás alegre—, si él nome lo pide se lo pediré yo, demodo que todosaldrábien.Nohayporquépreocuparse.Apropósito,aGilbertBlythese lesueleverconChristineStuart.¿Losabías?

Ana estaba tratando de prenderse una cadenita al cuello y encontró depronto que el cierre era difícil de manejar. ¿Era el mecanismo o eran susdedos?

—No—dijo—.¿QuiénesChristineStuart?

—LahermanadeRonaldStuart.EstáenKingsportestudiandomúsica.Nolahevisto,perodicenqueesmuybonitayqueGilbertestábastantechifladopor ella. Me enfadé cuando le diste calabazas a Gilbert, Ana. Pero RoyGardner fue hecho de encargo para ti. Ahora puedo verlo. Tenías razón,despuésdetodo.

Ananoseruborizó,comolesucedíasiemprequedabanporsegurasubodaconRoyGardner.Deimprovisosesintióofuscada.LaconversaciónconPhille pareció trivial y la recepción un aburrimiento. Dio un tirón de orejas alpobreRusty.

—¡Saldeesecojín,estúpidogato!¿Porquénotequedasentulugar?

Cogió sus orquídeas y bajó al salón, donde la tía Jamesina cuidaba losabrigos puestos a templar frente al fuego. Roy Gardner esperaba a AnajugandoconSarah.Éstanolorecibíaconagradoyledabasiemprelaespaldacuandollegaba.Peroelrestodehabitantesde«LaCasadePatty»loquerían.Latía,conquistadaporsuinfalibleydeferentecortesíayporlostonosdesudeliciosavoz,declaróqueeraelmejorjovenqueconocierayqueAnaeramuyafortunada. La forma en que Roy cortejaba a Ana era tan romántica comopudieradesearcualquiercorazónfemenino,pero…enelfondodeseabaquelatíaJamesinaylaschicasnoconsideraranlascosascomodefinitivas.CuandoRoylemurmuróaloídounpoéticocumplidomientraslaayudabaaponerseelabrigo,noseruborizóniseestremeció,comodecostumbre,yéllaencontróalgocalladaenlacortacaminataquehicieronhastaRedmond.Roypensóqueparecía algo pálida cuando regresó de retocarse, pero en cuanto entró en elsalóndebaileloscoloresylarisaretornarondepronto.SevolvióhaciaRoy

con su más alegre expresión. Él le devolvió la sonrisa, aquella sonrisa«profundayaterciopelada»,comodecíaPhil.Ysinembargo,noeraaRoyaquienellaveía.TeníaabsolutaconcienciadequeGilbertestabadepie,alotrolado de la habitación, hablando con una chica que debía de ser ChristineStuart.

Christineeramuyguapa,conuntipomajestuoso,destinadaavolversealgocorpulentacuandollegasealaplenamadurez.Eraalta,congrandesojosazuloscuro,rasgosmarfileñosysuavescabellosnegros.

«Tiene toda la apariencia que yo he deseado para mí», se dijo Ana,sintiéndoselacriaturamásmiserabledelatierra.«Pieldepétaloderosa,ojoscomo estrellas, cabellos de color de ala de cuervo… sí, lo tiene todo.¡Merecería llamarseCordelia Fitzgerald! Pero no creo que su figura sea tanbonitacomolamía;ysunarizesmuyinferior».

EstaconclusiónconsolóunpoquitoalapobreAna.

CAPÍTULOVEINTISIETE

Secambianconfidencias

Aquelinvierno,elmesdemarzollegótrayendodíassecosydoradosquese disolvían en un frío crepúsculo rosado y se perdían gradualmente en unensueñodeluna.

Sobre las moradoras de «La Casa de Patty» se cernía la sombra de losexámenes de abril. Estudiaban con ahínco y Phil se sumergía en textos ycuadernosconinesperadatenacidad.

—ObtendrélabecaJohnsondematemáticas—anunciótranquilamente—.Podríaganar con facilidad ladegriego,peroheoptadopor lasmatemáticasparademostraraJonásquesoymuyinteligente.

—AJonáslegustanmástusgrandesojoscastañosytusonrisaquetodalainteligenciaquepuedastenerbajolosrizos—dijoAna.

—En los tiemposenqueyoera jovenno se consideraba femenino sabermatemáticas—opinólatíaJamesina—,perolostiemposhancambiado,nosésiparabienoparamal.¿Sabescocinar,Phil?

—No; nunca he cocinado nada, excepto un pan de jengibre, que fue unfracaso,salióaplastadoenelcentroehinchadoenlosbordes.Dígame,tía,¿nocree que la inteligencia que me permitirá ganar la beca de matemáticastambién me ayudará muchísimo para aprender a cocinar en cuanto me lo

proponga?

—Es posible —concedió la tía con cautela—. No combato la altaeducaciónfemenina;mihijasehagraduadoenartesytambiénsabecocinar.Pero yo le enseñé antes de que el profesor de la escuela le enseñaramatemáticas.

Amediadosdemarzo llegóunacartade la señoritaPattySpofforden laquecomunicabaquesusobrinayellahabíandecididopermanecerotroañoenel extranjero. «De modo que pueden permanecer en "La Casa de Patty"duranteelpróximoinvierno.MaríayyovamosainvadirEgipto.QuieroverlaEsfingeantesdemorir».

—Imaginadaesasdosdamiselas¡«invadiendoEgipto»!Quisierasabersisepondránatejermientrascontemplanlaesfinge—rioPriscilla.

—¡Estoytancontentadequepodamosquedarnosotroañoen«LaCasadePatty»!—dijoStella—.Teníamiedodequeselesocurrieraregresar.Entoncesnuestro hermoso nidito se destruiría y nosotras, pobres pichonas, seríamosarrojadasnuevamentealmundocrueldelaspensiones.

—Voyadarunpaseoporelparque—anuncióPhilmientrasarrojabaaunlado el libro—.Creo que cuando llegue a los ochentame alegraré de haberdadoestanocheunpaseoporelparque.

—¿Quéquieresdecir?—preguntóAna.

—Venconmigoytelodiré.

Durante su paseo pudieron captar todo el misterio y la magia de unatardecerdemarzo.Erauncrepúsculotranquiloymuysuave,envueltoenungransilencio,unsilencioque,sinembargo,estabamatizadopormilpequeñossonidos argentinos que se podían percibir tanto con el alma como con losoídos.Lasdos amigasvagaronpor un largo senderobordeadodepinosqueparecíaconducirdirectamentealcorazóndelrojizoatardecerinvernal.

—Sería capaz de irme a casa y escribir un poema sobre este benditoinstante, si supiera cómo—declaró Phil deteniéndose en un espacio abiertodonde la luz rosada teñía las verdes puntas de los pinos—. ¡Es todo tanhermosoaquí,enestesilenciotanprofundoyentreesososcurosárbolesqueparecenestarsiempremeditando!…

—LosbosquesfueronlosprimerostemplosdeDios—comentóAna—.Nose puede evitar un sentimiento de reverencia en estos lugares. Siempre mepareceestarmáscercadeÉlcuandocaminoentrelospinos.

—Ana,soylamujermásfelizdelmundo.

—DemodoqueelseñorBlaketehapedidoporfinquetecasesconél.

—Sí.Yestornudétresvecesmientrasmelopedía.¿Noteparecehorrible?Peroledije«Sí»casiantesdequeterminara,nofuesequecambiaradeidea.Soytremendamentefeliz.NocreíaqueJonáspudierapreocuparseporunserfrívolocomoyo.

—Phil, tú no eres realmente frívola. Tras la apariencia frívola tienes unalmalealyfemenina.¿Porquélaescondesdeesemodo?

—Nopuedoevitarlo,ReinaAna.Tienesrazón;nosoyfrívoladecorazón,perosobremialmahayunacapadefrivolidadquenopuedoquitarme.ComodicelaseñoraPoyser,tendríaqueserfundidadenuevo.PeroJonássabecómosoyymequiere,frívolaytodo.Yyolequiero.Nuncamehesorprendidotantocomo cuando lo descubrí. Jamás pensé que fuera posible enamorarse de unhombre feo. Imagínate: ¡yoconun solonovio! ¡Yque se llama Jonás!PeropiensollamarleJo;¡esundiminutivotanlindo!NuncahubierapodidoponerleunsobrenombreaAlonzo.

—Y¿quéhaydeélydeAlee?

—EnNavidadlesdijequenopodíacasarmeconningunodelosdos.¡Estangraciosorecordarahoraloquelleguéaimaginarcomoposible!Mirechazoleshizotanmalefectoquelloréagritos.Perosabíaquehabíaenelmundounsolohombreconquienpodríacasarme.Yamehabíadecididoyestaveztodofuefácil.¡Estanbonitosentirseseguraysaberquetelodebesatimisma!

—¿Creesquenotearrepentirás?

—¿De haber tomado partido? No lo sé, pero Jo me ha dado una reglaespléndidaparaestoscasos.Dicequecuandomesientaperplejahagaloque,cuandotengaochentaaños,mealegredehaberhecho.Detodosmodos,Joescapaz de decidirse con bastante rapidez; y sería incómodo que en lamismacasafuéramosambosdepensamientodemasiadorápido.

—¿Yquédirántuspadres?

—Papánodirámucho,puespiensaqueestábientodoloqueyohago.Peromamá sí hablará. ¡Oh, su lengua es tan Byrney como su nariz! Pero todoterminarábien.

—CuandotecasesconelseñorBlaketendrásqueabandonarmuchascosasalasqueestásacostumbrada.

—Pero lo tendré a él, y no echaré de menos todas esas cosas. Noscasaremos en junio del año que viene. Ya sabes que Jo se gradúa estaprimavera; después se hará cargo de una pequeña iglesia misional en losbarrios bajos. ¡Imagíname a mí allí! Pero con él soy capaz de ir hasta aGroenlandia.

—Yéstaeslajovencitaquenuncapodríacasarseconunhombrepobre—

comentóAnaenvozalta.

—¡Oh, nome eches en cara las locuras demi juventud! Seré tan alegrepobrecomolohesidorica,yaverás.Voyaaprenderacocinaryacoser.Desdequevivoen«LaCasadePatty»séirdecomprasalmercadoydurantetodounverano he enseñado en la escuela dominical. La tía Jamesina dice quearruinarélacarreradeJosimecasoconél,peronoseráasí.Séquenotengomuchosentidocomúnnimuchasobriedad;perosíalgoquevalemuchomás:el don de hacer que todosme quieran. EnBolingbroke hay un hombre quececeayqueleelasplegariasenlaiglesia;siempredice:«Zinopuedezbrillarcomounfaroleléctrico,brillacomounozcandelabroz».YoseréelcandelabrodeJo.

—Phil,eresincorregible.Bueno,túsabesquetequierotantoquenopodréespetarteundiscursillodefelicitación.Peromealegrodetodocorazón.

—Losé.Entusojosbrillalaverdaderaamistad,Ana.Esperoquealgúndíapodrémirarteasí.TevasacasarconRoy,¿noescierto?

—MiqueridaPhilippa,¿oístehablaralgunavezdelafamosaBettyBaxter,que«dio calabazas aunhombre antesdeque lamatara conunhacha»?Notengodeseosdeemularlarechazandoanadieantesdequemeasesine.

—TodoRedmondsabequeRoyestálocoporti—dijoPhilconcandidez—.Ytúloquieres,¿noescierto?

—Quizás —dijo Ana de mala gana. Sabía que era correcto ruborizarsecuandosehacíantalesconfesiones,perotalcosanoocurría.Porelcontrario,lasmejillasleardíanencuantoescuchabaalgorelacionadoconGilbertBlytheo Christine Stuart. Ninguno de los dos significaba nada para ella,absolutamentenada.PeroAnahabíaabandonadola ideadeanalizar larazónde este sonrojo. En lo que se refería a Roy, desde luego que lo amabalocamente.¿Cómoevitarlo?¿Noeraacasosuideal?¿Quiénpodíaresistiresosojos tanprofundosy esavoz implorante? ¿No la envidiaban lamitadde lasmuchachasdeRedmond?¡Yquésonetolehabíaenviadoparasucumpleaños,con una caja de violetas! Ana lo sabía de memoria. Era muy bueno en sugénero,aunquenollegara,claro,alniveldeKeatsodeShakespeare:Ananoestaba tan ciega para creerlo. Y se lo había dedicado a ella; no a Laura, aBeatrizoalaDamadeAtenas,sinoaAnaShirley.Queledijeranenrítmicascadenciasquesusojoseranestrellasmatutinas,quesusmejillasteníancoloresrobadosalamanecer,quesuslabioseranmásrojosquelasrosasdelParaíso,esoeraestremecedoramenteromántico.PeroGilbertteníasentidodelhumor.EllalehabíacontadounavezaRoyunchisteyélnosehabíareído.RecordólarisaqueprovocaraenGilbertlamismahistoria,ysepreguntó,incómoda,sila vida junto a un hombre que no tenía sentido del humor no resultaríafinalmentealgoaburrida.Pero¿quiénpodíaesperarqueunhéroemelancólico

e inescrutable reparara en el aspecto divertido de las cosas? Seríaabsolutamenteilógico.

CAPÍTULOVEINTIOCHO

Unatardecerdejunio

—Mepreguntocómoseviviríaenunmundodondesiemprefuerajunio—dijoAna,quevolvíadelafragantehuertaenvueltaenelcrepúsculo,mientrasse detenía junto aMarilla y la señoraLynde, que se hallaba comentando elfuneraldelaseñoraCoates,alquehabíanasistidoesedía.Dora,sentadaentreellas, estudiabaconcienzudamente sus lecciones,peroDavysehabíaechadoenelcéspedyaparentabagrantristezaydepresión.

—Tecansaríasdeesemundo—respondióMarilla.

—Quizá, pero creo que tardaría mucho en aburrirme si todo fuera tanencantador como hoy. ¡Todo respira amor en junio! Davy, ¿por qué esemelancólicorostrodenoviembreenestaépocadeflores?

—Simplemente porque estoy cansado de vivir —fue la pesimistarespuesta.

—¿Alosdiezaños?¡Vaya,quépena!

—Nobromeo—dijoDavycondignidad—.Estoydes…deprimido—soltólapalabraconungranesfuerzo.

—¿Cómoyporqué?—preguntóAnasentándoseasulado.

—Porque la nuevamaestra que vino a reemplazar al señorHolmes, queestá enfermo, me dio como deber para el lunes diez sumas. Tendré quepasarme todo el día de mañana haciéndolas. No es divertido trabajar ensábado.MiltyBoulterdijoqueélnolashará,peroMarilladicequeyodebohacerlas.LaseñoritaCarsonnomegustanada.

—No hables así de tumaestra,DavyKeith—dijo la señoraRachel conseveridad—.LaseñoritaCarsonesuna jovenmuyagradable.Nose llena lacabezacontonterías.

—Eso no parece divertido—rioAna—.Me gusta la gente que tiene unpoquito de tontería encima. Perome inclino a pensar de la señorita Carsonmejorquetú,Davy;lavianochedurantelaoraciónytieneunpardeojosquenosiempresonsensatos.¡Vamos,Davy,levantaelespíritu!«Mañanaseráotrodía», y yo te ayudaré a hacer las sumas. No oscurezcas este brillantecrepúsculoconmeditacionessobrelaaritmética.

—¡Bueno, ahora sí!—dijoDavy alegremente—.Si túme ayudas en lassumastendrétiempoparairapescarconMilty.¡QuélástimaqueelfuneraldelatíaAtossahayasidohoyenvezdemañana!Mehubieragustadoir,porqueMiltydijoquesumamáasegurabaquelatíaAtossasesentaríaenelataúdadecircosasdesagradablesaquienesseacercaranaverla.PeroMarilladicequenofueasí.

—La pobre Atossa yacía en paz en su ataúd —dijo la señora Lyndesolemnemente—. Nunca la vi con apariencia tan placentera, te lo aseguro.¡Bueno,nosehanderramadomuchaslágrimasporsupartida,pobrealma!LasdeElishaWrighterandealivioporverselibredeella;ynopuedodecirqueseloreprocho.

—¡Me parece horrible irse de este mundo sin dejar una persona que losienta!—exclamóAnaestremeciéndose.

—Sólo sus padres quisieron a la pobre Atossa, eso es muy cierto; y nisiquiera sumarido. Fue su cuarta esposa. Él tenía lamanía del casamiento.Vivió pocos años después de unirse a ella. El médico dijo que murió dedispepsia, pero yo creoque lo envenenó la lenguadeAtossa, te lo aseguro.Pobrealma,sabíaloschismesdetodoslosvecinos,peronuncaseconocióasímisma.Bueno, ahoraya seha ido.Supongoque el próximoacontecimientoserálabodadeDiana.

—¡Me parece tan gracioso y horrible imaginarme a Diana casada! —suspiró Ana abrazándose las rodillas y mirando la luz de la ventana de suamiga,quebrillabaalolejos,atravésdelBosqueEmbrujado.

—Yonoveoquétienedehorrible—aseverólaseñoraLyndeconénfasis—.FredWrighttieneunabuenagranjayesunjovenmodelo.

—Con todaseguridadquenoeselhombresalvaje,arrolladorymalvadocon el que Diana quería casarse —sonrió Ana—. Fred es extremadamentebueno.

—Esjustamenteloquedebeser.¿TegustaríaqueDianasecasaraconunhombremalvado?¿Tecasaríastú?

—¡Oh,no!Nomeuniríaaningúnhombremalvado,peromegustaríaquepudieraserloynolofuera.Fredesirremisiblementebueno.

—Esperoquealgúndíatengasmássentidocomún—dijoMarilla.

Marilla habló con un dejo de amargura. Se sentía profundamentedesilusionada.SabíaqueAnahabíarechazadoaGilbertBlythe.TodoAvonleamurmurabaalrespecto;cómohabíatrascendidoeraunmisterio.QuizáCharlielohabríasupuestoycomentadoluegocomounhechocierto;quizáDianaseloconfiaraaFredyéstenohubieraguardadoelsecreto.Decualquiermodo,se

sabía.LaseñoraBlytheyanopreguntabaaAnanienpúbliconienprivadositeníanoticiasde suhijoy la saludaba fríamente cuandopasaba junto a ella.Ana,quesiemprehabíaqueridoalaalegreyjuvenilseñoraBlythe,sufríaensecretoporestaactitud.Marillanodecíanada,perolaseñoraLyndelelanzóvariasindirectasalrespectohastaquesupoporlamadredeMoodySpurgeonMacPherson nuevos chismes sobre el otro pretendiente queAna tenía en laescuela, y que éste era rico, educado y bueno. Después de esto, la señoraRachelcontuvosulengua,aunqueenlomásprofundodesucorazóncontinuólamentandoqueAnanohubieraaceptadoaGilbert.Lariquezaestámuybien,peronisiquieraelalmaprácticadelaseñoraLyndelaconsiderabaesencial.SiaAnalegustabaelGuapoDesconocidomásqueGilbert,nohabíanadaquedecir,pero la señoraLynde temíaqueAnacometieraelerrordecasarsepordinero.MarillaconocíademasiadobienaAnaparacreerlo,perosentíaquelascosasnomarchabandeacuerdoconsuorden,yestolaentristecía.

«Loquedebaserserá»,sedijoRacheltétricamente,«peroavecessucedeloquenodebesuceder.Ynopuedolibrarmedel temordequeenelcasodeAnaocurraestoúltimo,amenosqueintervengalaDivinaProvidencia».

LaseñoraLyndesuspiró,pues temíaque laProvidenciano tomaracartasenelasunto,yellaporsupartenoseatrevíaahacerlo.

Ana paseaba por la Burbuja de la Dríada y fue a dar al pie del abedulblanco donde ella y Gilbert se habían sentado a conversar tantas veces enveranos pasados. Al terminar el período escolar el joven había vuelto a supuestoenelperiódicoyAvonleaparecíamuytristesinél.NuncaleescribióyAnaechabamuchodemenossuscartas.Roy,encambio, lohacíadosvecespor semana y sus misivas exquisitamente románticas eran dignas de unaantología. Al leerlas, Ana lo amabamás que nunca, pero su corazón jamáspalpitótantocomocuandoporfinundíalaseñoraSloanelealcanzóunsobreen el que reconoció la escritura de Gilbert Blythe. La muchacha corrió a«Tejas Verdes», se refugió en su cuarto y lo abrió ansiosamente… paraencontrarse con un folleto ilustrativo de cierta actividad estudiantil. Eso eratodo. Ana arrojó el inocente prospecto y se sentó a escribir una cartaespecialmentecariñosaparaRoy.

En cinco díasmásDiana estaría casada. «LaCuesta delHuerto» era unremolinodeconfituras,bebidasyguisos,puesibaafestejarseunabodadelasque harían época.Ana, por supuesto, iba a ser la dama de honor, tal comohabíanconvenidocuandoDianayellatenían12añosdeedad;yGilbertveníade Kingsport a cumplir sus obligaciones de padrino. Ana disfrutabainmensamentedelaexcitacióndetodosestospreparativos,peroenelfondodesucorazónsentíaunligerodolorcillo.Enciertosentido,perdíaasuqueridayviejacompañera.LanuevacasadeDianaestaríaa treskilómetrosde«TejasVerdes»ylaantiguaamistadquelasuníayanovolveríaaserlamisma.Ana

miró la luzde laventanadeDianaypensóencuántohabíasignificadoparaelladurante losañospasados.Yanovolveríaabrillar en loscrepúsculosdeestío.Dosenormeslágrimassedesprendierondesusojosgrises.

—¡Oh!—suspiró—, ¿por qué la gente tiene que crecer…y casarse…ycambiar?

CAPÍTULOVEINTINUEVE

LabodadeDiana

—Despuésdetodo,lasúnicasrosasverdaderassonlasrosadas—dijoAnamientras ataba con una cinta blanca el velo de novia de Diana—. Son lasfloresdelamorylafelicidad.

Dianaestabadepiemoviéndosenerviosamenteenmitaddesuhabitaciónde «La Cuesta del Huerto», ataviada con las clásicas vestiduras blancas.Cubría sus rizos negros el velo nupcial queAna le colocara, cumpliendo elsentimentalconveniodeañosatrás.

—Todo es mucho más hermoso de lo que yo imaginaba hace tiempo,cuandollorabaantelaideadetubodaydenuestrainevitableseparación—rio—.Túereslanoviademissueños,Diana,ataviadaconelvelonupcial,yyosoytudamadehonor.Pero¡vaya!;mivestidono tienemangasabullonadas,aunque estas cortas de encaje son aún más bonitas; y mi corazón no estáterriblementedestrozado,niodioaFred.

—Esquenovamosasepararnos,Ana—protestóDiana—.Yonome irélejosynosquerremosigualquesiempre.Seremosfielesanuestrojuramentoinfantildeamistadeterna,¿noescierto?

—Sí,loseremos.Hemosdisfrutadodeunagranamistad,Diana,sinpeleas,niindiferenciasnipalabrasdañinas.Esperoquecontinúesiempreasí,aunquelascosasnopodránseguirsiendoiguales.Tútendrásotrosinteresesajenosamí por completo. Pero «así es la vida», comodiría la señoraLynde.Me haprometidoregalarmeparamibodaunadesusamadascolchastejidasamano,igualalaqueteharegaladoati,coneldibujodehojasdetabaco.

—Lomalo es que cuando te cases no podré ser tu dama de honor—selamentóDiana.

—EnjunioserédamadehonordePhilyluegoseterminó;yaconoceselrefrán:«tresvecesdama,nuncanovia»—dijoAnaespiandoporlaventanaelblancoyelrosadodelahuertaenflor—.Yavieneelpastor,Diana.

—¡Oh,Ana!—murmuróéstapalideciendorepentinamenteyechándoseatemblar—. ¡Oh, Ana!… Estoy tan nerviosa… no puedo soportarlo… Ana,creoquevoyadesmayarme.

—Silohacestearrastraréhastaelpozoytetiraré.Arribaeseánimo.Unaboda no ha de ser tan terrible cuando tanta gente sobrevive a la ceremonia.Miraquétranquilaestoyyoysigueelejemplo.

—Espereaquelellegueelturno,señoritaShirley.¡Oh,Ana,oigoapapásubirlasescaleras!Dameelramo.¿Estábienelvelo?¿Noestoymuypálida?

—Estássencillamenteadorable,Diana;dameunbesodedespedida.DianaBarryyanovolveráabesarmenuncamás.

—PeroloharáDianaWright.Mamáestállamando.Vamos.

Siguiendounasimpleyantiguacostumbre,Anasedirigióhacialasaladelbrazo de Gilbert. En lo alto de la escalera se encontraron por primera vezfrenteafrentedesdesudespedidaenKingsport,puesGilberthabíallegadoesemismo día; Gilbert la saludó con toda cortesía. Tenía muy buen aspecto,aunque, según Ana notara al instante, estaba algo más delgado. Cuando lajovensedirigíahaciaélatravésdelvestíbulotenuementeiluminado,vestidaconsudelicadotrajeblancoylosbrillantescabellosadornados,sintióquesusmejillas ardían. Su aparición en la sala fue recibida con murmullos deadmiración.

—¡Qué buena pareja hacen!—susurró la impresionable señoraRachel aMarilla.

Fred hizo su entrada solo, con el rostro enrojecido, y luego llegóDianaapoyada en el brazo de su padre. No se desmayó, y nada ocurrió queperturbaraelordendelaceremonia.LaalegrefiestacontinuóyalcaerlatardeDianayFredpartieronrumboasunuevohogaryGilbertacompañóaAnaa«TejasVerdes».

Laalegríade la tardede fiestaparecíahaberlesdevueltoalgode laviejacamaradería. ¡Qué agradable era volver a recorrer el viejo sendero encompañíadeGilbert!

Lanocheeratansilenciosaquesehubierapodidoescucharelmurmullodeloscapullosde rosa…la risade lasmargaritas…elsusurrode lashierbasymuchos dulces sonidos más, todos juntos y cada uno por separado. Loscamposreflejabanlaluzdelaluna.

—¿Quieres dar la vuelta por el Sendero de los Amantes? —preguntóGilbertalcruzarelpuentesobreelLagodelasAguasRefulgentesenelquelalunasereflejabacomounenormediscodeplata.

Ana accedió rápidamente. Aquella noche, el Sendero de los Amantes

parecíaunverdaderocaminodelpaísdelashadas,brillante,misterioso,llenode hechizo bajo el encantamiento de luz de luna. En un tiempo habríaconsiderado peligroso dar un paseo semejante con Gilbert, pero Roy yChristine lo tornaban seguro ahora. Mientras hablaba amablemente con eljoven,AnasesorprendióvariasvecespensandoenChristine.LahabíavistoamenudoantesdesalirdeKingsportyhabíapodidocomprobarsuencantoysuatracción. También a Christine le había gustado Ana; pero las cordialesrelaciones no llegaron a convertirse en amistad. Evidentemente, la joven noeraunalmagemela.

—¿TequedarásenAvonleatodoelverano?—preguntóGilbert.

—No.La semanaquevieneme iréal este, rumboaValleyRoad.EstherHaythornequierequelasustituyaenlaescueladurantejulioyagosto.Tieneasu cargo el período de verano y no está bien de salud, demodo que voy areemplazarla.Encierto sentido,nomepesa. ¿SabesqueestoyempezandoasentirmeunpocoextrañaenAvonlea?Esomeponetriste…peroesverdad.Esaterradorvercómoensólodosañoslosniñossehanconvertidoenhombresymujeres.Desconozcohastaamispropiosalumnos.Mesientoviejacuandolosveoocupartulugaryelmío,yeldetodosnuestroscompañeros.

Ana se echóa reír y suspiró.Se sentíamayor,maduray sensata…,cosaquedemostrabalojovenqueera.Sepreguntódóndehabríaidoapararaquellaépocafelizdeilusionesyesperanzasqueparecíahabersealejadoparasiempre.

—Asívapasandolavida—dijoGilbert,consentidopráctico.Anaimaginóque tal vez estaría pensando en Christine. ¡Avonlea iba a quedar muysolitaria…conlapartidadeDiana!

CAPÍTULOTREINTA

ElidiliodelaseñoraSkinner

AnadescendiódeltrenenlaestacióndeValleyRoadyechóunamiradaenderredor para ver si alguien había ido a esperarla.Debía de hospedarse conciertaseñoritaJanetSweet,peronovioanadiequerespondieraalaideaquesehabíahechodetaldama,descritaenlacartaqueleenviaraEsther.Laúnicapersona a la vista era una anciana sentada en un carricoche en el que seamontonaban los sacos de correspondencia. Aun siendo muy complaciente,nadiehubieradichoquesupesollegabasóloalosnoventakilos;sucaraeraroja y redonda como la luna llena y casi con lamisma ausencia de rasgos.Llevabaun ceñidovestidonegrode cachemira, demodadiez años atrás, unpequeño sombrero de paja negra bordado de encaje amarillo y mitones de

descoloridoencajenegro.

—¡Eh,usted!—gritómientrasagitabasulátigoendirecciónaAna—.¿EslanuevamaestradelaescueladeValleyRoad?

—Sí.

—Bueno, ya me parecía. Valley Road se distingue por sus bonitasmaestras, así comoMillersville por las feas. Janet Sweet me preguntó estamañanasilapodríallevar.Yoledije:«Seguro,sinoledisgustaquelasacuda.EstecocheesalgopequeñoyyosoymásgordaqueThomas».Espereunpoco,señorita,hastaqueamontoneestassacasylapongaausteddondepueda.Nohaymás que tres kilómetros hasta casa de Janet. El sirviente de un vecinovendráestanocheaporsubaúl.MinombreesSkinner,AmeliaSkinner.

Ana fue «metida donde se pudo», sin que dejara de reírse interiormenteduranteelproceso.

—¡Hala,yeguanegra!—ordenólaseñoraSkinnertomandolasriendasconsus gordas manos. Éste es mi primer viaje de reparto de correspondencia.Thomas quería ocuparse de sus nabos y me pidió que lo reemplazara. Demodoquemesentéaquíysalídisparada.Megusta,peroesaburrido.Lamitaddel tiempo lo paso sentada pensando y la otra mitad sentada, solamente.¡Vamos,yegua,quequierollegarpronto!Thomasestámuysolo,¿sabeusted?Nohacemásqueunmesquenoscasamos.

—¡Oh!—dijoAna.

—Exactamenteunmes.Thomasmehizo lacortedurantemucho tiempo,sinembargo.Esbastanteromántico.

AnatratódeimaginaralaseñoraSkinnerenunasituaciónromántica.

—¡Oh!—repitió.

—Sí.Veráusted;habíaotrohombrequemeperseguía. ¡Hala,yegua!Yoeraviudahacíatantotiempoquelosdelpueblohabíanabandonadolaideadecasarseconmigo.Perocuandomihijita,queesmaestracomousted,sefueaenseñaraloeste,mesentímuysolayyanomeasustólaideadecasarme.YempezaronavisitarmeThomasy tambiénWilliamObadiahSeaman,queasíse llamaba. Me costó mucho decidirme y ellos no hacían más que venir averme, y yome preocupaba. ¿Sabe usted?,W.O. era rico, tenía una buenacasayvivíabien.Eraelmejorpartido.¡Hala,yegua!

—¿Yporquénosecasóconél?

—Bueno, ¿sabe usted? Él no me quería —contestó con solemnidad laseñoraSkinner.

Anamiróasuinterlocutoracongrandesojos.Peronohabíaniunachispa

dehumorensurostro.Evidentemente,ladamanoencontrabanadadivertidoensusperipecias.

—Eraviudodesdehacíatresañosymihermanatrabajabaensucasacomoamadellaves.Cuandoellasecasóélbuscóaalguienquelareemplazara.Leaseguro que valía la pena: tiene una buena casa. ¡Hala, yegua!En cuanto aThomas,erapobreyloúnicobuenoquesepodíadecirdesucasaesquenotenía goteras, aunque es bastante pintoresca (así se dice, ¿no?). Pero ¿sabeusted?,yoamabaaThomasynomeimportabauncominoW.O.,demaneraquelodiscutíconmigomisma.«SarahCrowe»,medije(miprimermaridosellamabaCrowe),«tepuedescasarconunrico,siquieres,peronoserásfeliz.Lagentenosepuedellevarbienenestemundosinunpocodeamor.DemodoquetecasasconThomas,quetequiereyaquientúquieresyseacabó».¡Hala,yegua!Demaneraque ledije aThomasque sí.Durante todoel tiempoqueduraronlospreparativosparalabodanomeatrevíaapasarcercadelacasadeW.O. por temor de que la vista de su casamevolviera loca otra vez. PeroahoranisiquierapiensoenellaysoyfelizconThomas.¡Hala,yegua!

—¿YcómolotomóWilliamObadiah?

—¡Oh,seenfurruñóunpoco!PeroahoravaaMillersvilleavisitaraunavieja flacay sospechoqueella loaceptarápronto.Serámejor esposaque laprimera.W.O.nuncasequisocasarconaquélla.Lepidióquesecasaraconélporquesupadreseloordenó,peroesperabaqueledijera«no».Yfíjesequeledijo«sí».¡Hala,yegua!Eramuybuenaamadecasa,peromuytacaña.Llevóelmismosombrerodurantedieciochoaños.EntoncessecompróotroycuandoW.O.se tropezóconellaenelcamino,no la reconoció. ¡Hala,yegua!Creoque me escapé por los pelos. Si me hubiera casado con él hubiese sidodesgraciada, comomipobreprima JaneAnn. JaneAnn se casó conun ricoqueno legustabamuchoyahora llevaunavidadeperros.Vinoaverme lasemana pasada yme dijo: «Sarah Skinner, te envidio. Prefiero vivir en unacabañajuntoalcaminoconunhombrequemegustaaestarenunagrancasaconelquetengo».ElmaridodeJaneAnnnoesmalo,no,perolegustatantollevarlacontraria,queseponeelabrigodepielcuandoeltermómetroseñala40 grados y la única forma de conseguir algo de él es decirle que haga locontrario.Peronohayamorentreellospara suavizar lascosasyésaesunamala manera de vivir. ¡Hala, yegua! Allí está la casa de Janet, en lahondonada. Ella la llama «Junto al Camino». ¿No es pintoresca? Creo queestarácontentadesalirdeaquíyquitarsetodasesassacasdeencima.

—Sí,peromehagustadomuchoelpaseo—dijoAnaconsinceridad.

—¡Quémedice!—respondiólaseñoraSkinner,sintiéndoselisonjeada—.EspereaqueThomaslosepa.Sealegramuchocuandomehacenuncumplido.¡Hala, yegua! Bueno, aquí estamos. Espero que le vaya bien en la escuela,

señorita.Hay un atajo para llegar allí, a través del pantano, detrás de lo deJanet,perotienequetenermuchocuidado.Siponeelpieenelbarronegro,selatragaráynosesabrámásdeustedhastaeldíadeljuicio,comolepasóalavacadeAdamPalmer.¡Arre,yegua!

CAPÍTULOTREINTAYUNO

AnaaPhilippa

DeAnaShirleyaPhilippaGordon.¡Salud!

QueridaPhil:Yaestiempodequetehagallegarnoticiasmías.Aquíestoyotravez, trabajandodemaestrarural,enValleyRoad.Mealojoen«JuntoalCamino»,lacasadelaseñoritaJanetSweet.Janetesunencantoymuybonita;alta, pero no demasiado; algo corpulenta pero con un perfil que sugiere unalmafrugalquenisiquierapierdesudominioencuestióndepeso.Tieneunamatade suavey rizado cabello castaño con algunashebras grises, un rostroalegreconmejillasrosadasyunpardedulcesojosazulescomonomeolvides.Más bien es una de esas deliciosas cocineras a la antigua, a las que no lesimportaba un ápice arrumar tu aparato digestivo con tal de engordarte concomidaspesadas.

Yolaquieroyellamequiere,principalmente,segúnparece,porqueteníaunahermanallamadaAna,quemuriómuyjoven.

«Me alegromucho de conocerte»,me dijo cuando llegué. «Pero no erescomo te había imaginado. Estaba segura de que serías morena, como mihermanitaAna;¡yheteaquíqueerespelirroja!».

Por unmomento pensé que Janet nome iba a gustar tanto como creí alverla.Luegome reprochépormiapresurada insensatezalpredisponermeencontrasuyaporelsolohechodequemellamabapelirroja.Probablementelapalabra«castaño»nofiguraenelvocabulariodeJanet.

«Junto al Camino» es un rinconcito encantador. La casa es pequeña yblancayestáenunahondonadaquenaceenelcamino.Entreéstey lacasahayunamezcladehuertaydejardín.Elsenderoquevaalapuertaprincipalestá bordeado de florecillas; una enredadera cubre la galería y el techo.Mihabitaciónesmuylimpiayapenascabemoslacamayyo.Sobrelacabeceradel lechocuelgauncuadroenqueseveaRobbyBurns juntoa la tumbadeMaríaEstuardo,reinadeEscocia,alasombradeunenormesaucellorón.ElrostrodeRobbyestanlúgubre,quenoesraroquemeasaltenpesadillas.Laprimeranochequepaséaquísoñéquenopodíareírmás.

La sala es pequeña y pulcra. Sobre su única ventana dan las frondosasramas de un sauce, cuya sombra hace que la habitación tenga la verdepenumbra de una gruta. Las sillas lucen respaldosmagníficos, el suelo estácubiertodealegresfelpudosyenunamesaredondaseencuentran,muybienordenados, los libros y las cartas. Y sobre la chimenea hay vasijas conhelechos, y entre éstos una «alegre» decoración de placas de ataúdes: soncinco en total y corresponden a lamadre y al padre de Janet, a su hermanaAna,aunhermanoyaciertosirvientequemurióaquíhacetiempo.Siundíamevuelvolocarepentinamente,«sepaelmundoporlapresente»quelaculpaesdeesasplacas.

Peroen realidad todoesdeliciosoy así lodije. Janetmequierepor estarazóntantocomodetestaalapobreEsther,quienseatrevióadecirquetantasombra es antihigiénicaynoquisodormir sobreun colchóndeplumas.Yo,pormiparte, losadoro,ycuantomásantihigiénicosyplumosos son,mejor.Janetdicequedagustovermecomer.TemíamuchísimoqueyofueracomolaseñoritaHaythorne,quedesayunabasólo frutasyaguacalienteyqueríaqueJanet renunciara a los fritos. En verdad, Esther es una joven adorable, peroalgo chiflada. El problema está en que no tiene suficiente imaginación y síciertapredisposiciónalasindigestiones.

¡Janetme dijo que podía usar la sala si quería recibir la visita de algúnjoven!Nocreoquevenganmuchos.AúnnohevistounsolochicoenValleyRoad,exceptoelpeóndelacasapróximaalanuestra.SellamaSamTolliveryesunjovenalto,delgadoypelirrojo.Vinoporaquíhacepocoysesentóunahorasobre lapareddel jardín,cercade lagaleríadelanteradondeestábamostrabajandoJanetyyo.Elúnicocomentarioquehizoduranteese tiempofue:«¿Quieri una minta, siñiorita? Aquí tieni, son buenas para el risfrío lasminias»,osino:«¡Químontónd'ierbas!».

Peroporaquíhayamores.Parecequeesmidestinoestarrelacionadamásomenos activamente con los amoresmaduros. El señor Irving y su esposaafirman que yo «hice» su boda. La señora de Stephen Clark de Carmodypersisteenestarmeterriblementeagradecidaporunasugerenciaquecualquierotrapersonalehubiesehechoenmilugar.Sinembargo,realmentepiensoqueLudovic Speed nunca hubiese ido más allá de un plácido noviazgo de nohaberlesayudadoaTheodoraDixyaél.

Enlosamoresactuales,nosoymásqueunaespectadorapasiva.Unaveztratédeayudarysóloconseguíembrollarlotodo.Demodoquenovolveréameterme.Telocontarétodocuandonosencontremos.

CAPÍTULOTREINTAYDOS

TomandoeltéconlaseñoraDouglas

La noche del primer jueves después de su llegada, Janet invitó aAna aasistir a las oraciones colectivas. Janet florecía como una rosa en talesocasiones. Se ponía un vestido de muselina azul pálido con pensamientosbordados, conmás fruncidos de los que se podían esperar de la económicaJanet, y un sombrero de paja de Italia con rosas rojas y tres plumas deavestruz.Ana se sintió bastante sorprendida.Más tarde descubrió elmotivoque tenía Janet para arreglarse de ese modo: un motivo tan viejo como elmundo.

Las oraciones colectivas de Valley Road parecían ser para mujeres.Estaban presentes treinta y dos mujeres, dos muchachos grandecitos y unhombresolitario,ademásdelministro.Anaseencontróestudiandoalhombre:noerajoven,nigrácil,nibienparecido;teníalaspiernasmuylargas(teníaquecolocarlas como podía bajo la silla) y los hombros caídos. Susmanos erangrandes y tanto sus cabellos como su bigote necesitaban los servicios delbarbero. Pero aAna le gustó su cara, que expresaba honestidad y ternura ytambién algo más; algo que la muchacha encontró difícil de definir.Finalmentellegóalaconclusióndequeestehombreerafuerteyhabíasufrido,lo cual semanifestaba en su cara.En su expresiónhabía algode resistenciapacienteyhumorísticaqueindicabaqueseríacapazdellegaralassituacionesmásextremassinperderlaeducación.

Cuando hubo concluido la reunión, el caballero se acercó a Janet ypreguntó:

—¿Mepermiteacompañarlaacasa,Janet?

Janet lo tomó del brazo tan tímidamente como una colegiala a quienacompañanasucasaporvezprimera,cosaquecomentómástardeAnaensucartaalaschicasde«LaCasadePatty».

—AnaShirley,permítemequetepresentealseñorDouglas—dijoJanet.

ElseñorDouglasseinclinóyañadió:

—Laestuvecontemplandodurante lareunión,señorita,ypensandoen loguapaqueesusted.

EstaspalabrashubieranmolestadoaAnaenbocadeotrapersona,peroenlaformaenquelasdijoelseñorDouglaslaimpresionaroncomouncumplidorealysincero.Lesonrióysiguióaambosporelcaminoiluminadoporlaluna.

¡DemodoqueJanetteníaunnovio!Anaestabaencantada;Janetseríaunaesposa ejemplar: alegre, ahorrativa, tolerante ymagnífica cocinera. Hubierasidoundelitodelanaturalezamantenerlasolteraparasiempre.

—JohnDouglasmehapedidoquetelleveaverasumadre—ledijoJanetaldíasiguiente—.Pasalamayoríadeltiempoacostadaynuncasaledecasa,perolegustamuchoestaracompañadaysehainteresadosiempreporconoceramispensionistas.¿Podríasirestatarde?

Anaasintió,peromástardeelseñorDouglasvinoainvitarladepartedesumadreatomareltéelsábadosiguiente.

—¿Por qué no se ha puesto el vestido de los pensamientos?—preguntóAnacuandosalíande lacasa.Eraundíacalurosoy lapobreJanet,entre suexcitaciónyelpesadovestidodecachemira,parecíaestarsecociendoviva.

—TemoquealaseñoraDouglasleparezcaterriblementefrívoloyfueradeocasión.AJohntambiénlegustaesevestido—agregó,pensativa.

La vieja heredad de los Douglas quedaba a un kilómetro de «Junto alCamino», sobre la cresta de una colina azotada por los vientos.La casa eragrandeycómoda,deaspectoseñorialyrodeadadearces.Enlapartedeatrásestaban los amplios y bien cuidados establos; todo el conjunto indicabaprosperidad.«No sondeudasy apreturasprecisamente loque refleja la casadelseñorDouglas»,reflexionóAna.

JohnDouglaslasaguardabaenlapuerta;lasacompañóenseguidahastaelsalón,dondesumadresehallabamajestuosamentesentadaenunsillón.

AnahabíaimaginadoalaseñoraDouglasaltaydelgadacomosuhijo.Era,encambio,unamujercitadesuavesmejillassonrosadas,tiernosojosazulesybocadeniña.Conunhermosotrajenegroalamoda,unchalblancosobreloshombrosyloscabellosrecogidosporunacofiadeencaje,parecíaunaabuelitadejuguete.

—¿Cómo te va, querida Janet? —preguntó con dulzura—. Estoy tancontentadevolveraverte.—Alzósulindacarapararecibirelbeso—.Yéstaes nuestra nuevamaestra. Estoy encantada de conocerla.Mi hijo ha estadocantandoalabanzassuyashastaponermeunpococelosayestoyseguradequeJanetdebeestarcelosadeltodo.

La pobre Janet se sonrojó. Ana dijo un par de cosas amables yconvencionales y se sentaron. Fue difícil continuar, incluso para Ana, puesnadie parecía hallarse cómodo, a excepción de la señora Douglas, que noencontrabaningunadificultadparaconversar.HizosentaraJanetasuladoyleacarició ocasionalmente lamano,mientras ésta sonreía, con aire de sentirseterriblemente incómoda dentro de su espantoso vestido; John Douglaspermanecíasentadosinsonreír.

Enlamesa laseñoraDouglaspidiógraciosamenteaJanetquesirvieraelté.Éstasesonrojómásaún,perolohizo.Anadescribiómástardeeseinstante

enunacartaaStella.

Comimoslenguafría,polloymermeladadeframbuesas;tortasdelimónydechocolateygalletas,ademásde tortadefrutayalgunasotrascosas,entreellasmástortas,creoquedecaramelo.Despuésquehubecomidoeldobledelodebido,laseñoraDouglassuspiróydijoquelamentabanotenernadaquetentaramiapetito.

«Temo que las comidas que prepara la querida Janet le hagan encontrarpocoapetitosacualquierotracosa»dijodulcemente.«Desde luego,nadieenValley Road aspira a igualarla. ¿No quiere otro pedazo de torta, señoritaShirley?Nohacomidoustednada».

Stella,¡yohabíacomidounaracióndelenguayotradepollo, trestrozosde bizcocho, una buena cantidad demermelada, varias tartaletas y un buentrozodetortadechocolate!

Despuésdel té laseñoraDouglassonrióconbenevolenciaypidióaJohnqueacompañaraala«queridaJanet»abuscarrosasaljardín.

—LaseñoritaShirleymeharácompañíamientrastanto,¿noescierto?—preguntó en tonoquejoso,mientrasocupaba su sillón—.Soyunaviejamuyfrágil, señoritaShirley.Llevoveinte años sufriendo.Duranteveinte largosypesadosañosheestadomuriendopocoapoco.

—¡Quédoloroso!—comentóAna,tratandodesersimpáticaysintiéndosesóloidiota.

—Muchísimasnocheshecreídoquenollegaríaavereldía—continuóconsolemnidadlaseñoraDouglas—.Nadiesabeloquehepasado;nadie,exceptoyo.Bueno, estoyanopuededurarmucho.Prontohabrá terminadomi tristeperegrinaje, señorita Shirley. Es para mí un gran consuelo saber que Johntendráunabuenaesposaparaquelocuidecuandosumadredesaparezca;ungranconsuelo,señoritaShirley.

—Janetesunamujermagnífica—afirmóAnacalurosamente.

—¡Magnífica!Unhermosocarácter—asintiólaseñoraDouglas—.Yunaperfectaamadecasa;algoqueyonuncafui.Misaludnolopermitía,señoritaShirley.EstoyverdaderamentecontentadequeJohnhayahechoesaelección.Confíoenqueseráfeliz.Esmiúnicohijo,señoritaShirley,ysufelicidadeslamía.

—Desde luego—dijoAnaestúpidamente.Porprimeravezensuvidasesentíatontayleeraimposibleexplicarseelmotivo.Noencontrabanadaquedeciraaquellaangelicalydulceancianaqueleacariciabatangentilmentelamano.

—Vuelve pronto a verme, querida Janet—dijo la señora Douglas en el

momentodelapartida—.Novienesnilamitaddelonecesario,perocreoqueJohntetraeráparasiempreunodeestosdías.

Ana, que estabamirando a JohnDouglasmientras hablaba sumadre, sesintiódesmayar.Elpobreparecíauntorturadoaquienlosverdugoshandadolaúltimavueltadetuerca.TuvolaseguridaddequesesentíadesfallecerysellevóalaruborizadaJanet.

—¿No es la señora Douglas una dulcemujer?—preguntó éstamientrasregresabanporelcamino.

—Sí… í… í —murmuró Ana, ausente. Se estaba preguntando por quétendríaJohnDouglaseseaspecto.

—Esunamujerquesufreterriblemente—continuóJanet—.SufreataquesterriblesyesotienepreocupadísimoaJohn.Tienemiedodesalirdecasayquesumadresufraunataquesinmásayudaqueladelacriada.

CAPÍTULOTREINTAYTRES

«Seguíaviniendoyviniendo»

Tresdíasmástarde,alregresarAnadelaescuelahallóaJanetllorando.Sealarmóconrazón,pueselllantoyJanetparecíanincompatibles.

—¿Quésucede?—preguntóansiosamente.

—Hoy…hoycumplocuarentaaños—sollozóJanet.

—Bueno, ayer estaba bien cerca de ellos y no parecían dolerle —laconsolóAnaescondiendounasonrisa.

—Pero…,peroJohnDouglasnomepidióquemecasaraconél.

—¡Oh,perolohará!Sóloescuestióndedarletiempo.

—¡Tiempo! —exclamó Janet con rabia contenida—. Ha tenido veinteaños.¿Cuántotiemponecesita?

—¿Quiere decir que John Douglas ha estado visitándola durante veinteaños?

—Sí,ynuncahamencionadolapalabraboda,ynocreoquelohagajamás.Nuncaselohedichoanadie,perohoytengoquecontarlooenloqueceré.JohnDouglascomenzóavisitarmehaceveinteaños,antesdequemamámuriera.Bueno,siguióviniendoyviniendoyalcabodeuntiempocomencéaprepararmiajuar,peroélnuncadijonada;sóloseguíaviniendoyviniendo,yonopodía

hacernada.Mamámuriócuandoya llevábamosasíochoaños;entoncescreíquehablaría,viendoqueyoquedabasolaenelmundo.Semostrómuygentilyamable e hizo cuanto pudo por consolarme, pero no dijo una palabra dematrimonioyasíhaseguido.Lagentedicequelaculpaesmía.Quecomosumadre estámuy enferma yo no quiero cargar con la ocupación de cuidarla.¡MeencantaríacuidaralamadredeJohn!Perodejoquehablen.¡Prefieroquemecritiquenaquemecompadezcan!EsmuyhumillantequeJohnnomepidaenmatrimonio. ¿Por quéno lo hace?Mepareceque si supiera la razón, nosufriríatanto.

—Quizásumadrenoquierequesecase—insinuóAna.

—¡Oh,todolocontrario!MásdeunavezmehadichoquelegustaríaveraJohncasadoantesdemorir.Siempreleestáechandoindirectas;yalaoístelaotratarde.¡Habríaqueridoquemetragaralatierra!

—Puesnoloentiendo—dijoAna.PensabaenLudovicSpeed;aunquenoeraelmismocaso,puesJohnDouglasnoeradeesetipodehombre.

—Usted debió de mostrar más carácter, Janet; ¿por qué no le mandó apaseohacetiempo?

—No pude —confesó la pobre Janet patéticamente—. Siempre le hequerido.Aunque hubiera dejado de venir, yo no habría admitido a otro.Demodoqueasíestánlascosas.

—Peroesolehubierahechoreaccionarcomounhombre.Janetsacudiólacabeza.

—No, creo que no. Tuvemiedo de hacerlo y que él creyera que nomeinteresabaysemarchara.Supongoquesoypobredeespíritu,peroasíescomomesiento.Ynopuedoremediarlo.

—¡Oh,síquepuede,Janet!Aúnnoesdemasiadotarde.Hágaleverquenoestádispuestaatolerarpormástiemposuactitud.Yolaapoyaré.

—No sé. No creo que me atreva. Las cosas ya han llegado demasiadolejos.Perolopensaré.

AnasesintiódesilusionadaconrespectoaJohnDouglas.Lehabíagustadomuchoynoleparecíalaclasedehombrecapazdejugarconlossentimientosdeunamujerduranteveinteaños.CiertamenteprecisabaunabuenalecciónyaAnaleencantabalaideadeapoyarla.Porlotantosealegrócuandoalanochesiguiente,mientrassedirigíanalareunióndelaiglesia,Janetleanuncióqueseguiríasusconsejos.

—Le demostraré a John Douglas que no pienso permitir que continúepisoteándome.

Al términode laoración, Johnseacercóaellaconsuhabitual solicitud.Janetparecióasustadaperoresuelta.

—No,gracias—contestófríamente—.Conozcobienelcaminoacasa.Nopodríaserdeotromododespuésdehaberlorecorridodurantecuarentaaños.Demaneraquenonecesitamolestarse,señorDouglas.

AnacontemplabaelrostrodeJohnDouglasalabrillanteluzdelalunaycomprobóqueéstehabíarecibidoelgolpedegracia.John,sindecirpalabra,diomediavueltayechóaandar.

—¡Deténgase! ¡Deténgase! —gritó Ana sin importarle la mirada de laspersonasquelarodeaban—.¡Deténgase,señorDouglas!¡Vuelva!

John Douglas se detuvo, pero no regresó. Ana corrió por el sendero, lecogióunamanoyloarrastróhaciadondeestabaJanet.

—Debe regresar—imploraba—.Todoha sidounerror, señorDouglas…porculpamía.Yolaaconsejé;Janetnoqueríahacerlo…peroahoratodoestábien,¿noescierto,Janet?

Sin decir palabra, Janet se apoyó en el brazo del caballero y los dosecharonaandar.Analossiguióhumildementehastalacasaysedeslizóporlapuertatrasera.

—Bueno, eres un excelente apoyo para cualquiera —dijo Janetsarcásticamente.

—No pude evitarlo, Janet—exclamóAna, contrita—.Me sentí como sihubieraestadodebrazoscruzadosviendoasesinaraalguien.Tuvequecorrertrasél.

—Yyomealegrodequelohicieras.Cuandolevivolverseyecharaandarsentícomosilapocafelicidadyalegríaquequedanenmividasehubieranidoconél.Fueunasensaciónhorrible.

—¿Nolepreguntóporquéobróasí?

—No,niunapalabra—respondióJanetlentamente.

CAPÍTULOTREINTAYCUATRO

JohnDouglassedecideahablar

Ananohabíaperdidolaesperanzadequeocurrieraalgo;peronadapasó.John Douglas continuó acompañando a Janet hasta su casa después de lasoraciones, tal como lo hiciera desde hacía veinte años, y parecía que lo

continuaríahaciendoporotrosveintemás.Pasóelverano.Anadabaclasesensuescuela,escribíaa todosyestudiabaunpoco.Suspaseoshastaelcolegioeran placenteros; siempre iba por el pantano, un hermoso lugar reverdecidoporlasmusgosaslomas.Porélcruzabaunarroyobordeadodepinoscubiertosdeenredaderasyentrecuyasraícespululabanlashierbas.

Sinembargo,Anaencontrabaunpocomonótona lavidaenValleyRoad.Enrealidadhubosólounincidentedivertido.

NohabíavueltoaveralflacoypelirrojoSamuel,eldelamenta,desdelavisitaqueleshiciera.Solamenteunpardevecessehabíacruzadoconél.Peroapareció por fin una cálida noche de agosto y se sentó en el banco de lagalería. Llevaba sus ropas de trabajo, que consistían en pantalonesremendados,unacamisaazulconrotosenloscodosyunharapientosombrerode paja. Mascaba solemnemente una pajita y miraba a Ana con la mismasolemnidad.Éstadejósulibroaunlado,conunsuspiro,ytomósubordado.NoesperabagrancosadesuconversaciónconSam.

Alcabodeunlargosilencio,Samhabló:

—Mivoydiallí—dijomientrasseñalabaconelsombrerolacasavecina.

—¿Ah,sí?—preguntóAna,cortés.

—Sí.

—¿Ydóndeirá?

—Buino,hiistadopinsandoconsiguirunlugartodomío.EstáisacasainMillersville.Pirosil'alquilo,necisitounamujir.

—Supongo —asintió Ana vagamente. Hubo otro largo silencio.Finalmente,Samvolvióaquitarseelsombrerodepajayprosiguió:

—¿Siquidaríaustíconmigo?

—¿Qué-é-é?—mascullóAna.

—¿Siquidaríaustíconmigo?

—¿Quieredecir,simecasaríaconusted?

—Sí.

—Perosiapenasleconozco—gritóAna,indignada.

—Peromiconociríadispoisdecasarsiconmigo.

Anareuniótodasuheridadignidad.

—Porciertoquenomecasaréconusted—dijoirritada.

—Buino,puidipasarlialgopior.Trabajomuchoytingodini-roinilbanco.

—No me vuelva a hablar jamás de eso. ¿Quién le puso esa idea en lacabeza?—preguntó Ana, cuyo sentido del humor estaba volviendo por susfueros;tanabsurdaeralasituación.

—Ustí is una linda muchacha y si las arrigla muy bien. No mi gustanl'haraganas.Riflixioni.Voiaispirarla.Buino,tingoqu'irmi.Tingoquiordiñarlasvaquis.

Las ilusiones queAna se hiciera sobre las declaraciones de amor habíansufrido tales golpes durante los últimos años, que casi nada quedaba ya deellas.Demodoquepudoreírasusanchasdeestaúltimasinquesucorazónsufriera. Aquella noche hizo una imitación de Sam frente a Janet y ambasrieron como locas comentando la iniciación del muchacho en la vidasentimental.

Unatarde,cuandoseacercabaasufinlaestanciadeAnaenValleyRoad,AleeWardllegóa«JuntoalCamino»ypreguntóporJanet.

—LanecesitanencasadelosDouglas—dijo—.MeparecequelaseñoraDouglas va amorir esta vez, después de haber estado anunciándolo duranteveinteaños.

Mientras Janet corría a buscar su sombrero, Ana preguntó si la señoraestabapeorquedecostumbre.

—Noestánilamitaddemal—contestóAlee,muyserio—,yesoesloquemehacepensarqueescosagrave.Otrasvecessehapuestoadargritosyacorrerdeunladoaotro;peroahoraestáacostadaysilenciosa.Leaseguroquesisehaquedadoesporqueestámuymal.

—¿AustednolegustalaseñoraDouglas?—inquirióAna.

—Me gustan las gatas cuando son gatas. Pero no me gustan las gatascuandosonmujeres—fuelaoscurarespuestadeAlee.Janetregresóasucasaalahoradelcrepúsculo.

—LaseñoraDouglashamuerto—anunciócontristeza—.Fallecióapocode llegaryo.Nomehablómásqueunavez:«Supongoqueahora tecasarásconJohn»,medijo.Esomellegóalcorazón,Ana.¡PensarquelapropiamadredeJohncreíaquenomecasabaconsuhijoacausadeella!Yotampocopudedecirlenada;habíaotrasmujeres.MealegrédequeJohnnoestuvieraallí.

Janet comenzó a llorar desconsoladamente. Ana le dio a beber té conjengibre para calmarla. Nuestra amiga descubrió más tarde que habíaempleadopimientaenlugardejengibre,peroJanetnolonotó.

Enlatardequesiguióalfuneral,AnayJanetestabansentadasenlagaleríaalaluzdelcrepúsculo.Elvientohabíaquedadodormidoenlospinaresyporel cielo septentrional cruzaban relámpagos de calor. Janet llevaba su feo

vestido negro y su aspecto era peor que nunca, con los ojos y la narizenrojecidos por el llanto.Hablaban poco, pues Janet no parecía aprobar losesfuerzosdeAnaparalevantarleelánimo;preferíallanamentesentirsetriste.

De pronto se oyeron ruidos en el portón y John Douglas penetró en eljardínycruzóporencimadelcanterodegeranios.JanetsepusodepieyAnala imitó. Nuestra amiga era alta y llevaba un vestido blanco, pero John noparecióverla.

—Janet,¿tecasarásconmigo?

Laspalabrasirrumpieroncomosihubiesenestadoretenidasduranteveinteañosyfueraimprescindibledecirlasenaquelmomento.

La cara de Janet estaba tan enrojecida por las lágrimas que parecíaimposible que pudiera arrebatarse más aún, pero tomó un horrible colorpúrpura.

—¿Porquénomelopedisteantes?—preguntóconlentitud.

—Nopodía.Ellamehizoprometerlo;mamámehizoprometerlo—repitió—. Hace diecinueve años tuvo un ataque terrible y creímos que nosobreviviría.Entoncesmeimploróqueleprometieranopedirtequetecasarasconmigo mientras viviera. No quería prometerle tal cosa, pero todospensábamos que viviría poco; elmismomédico le daba sólo seismeses devida.Peromelopidióderodillas,sufrienteyenferma.Tuvequeprometérselo.

—¿Yquéteníatumadrecontramí?—gritóJanet.

—Nada.Nada.Sóloquenoqueríaotramujerensucasamientrasviviera.Dijoquesinose loprometíamoriría,yseríapormiculpa.Demodoquelohice y me ha obligado a cumplirlo, aunque le imploré de rodillas que merelevaradeesapromesa.

—¿Porquénomelodijiste?¡Sisólolohubiesesabido!¿Porquénomelodijiste?

—Me hizo prometer que no se lo diría a nadie —respondió Johnroncamente—.MelohizojurarporlaBiblia.Janet,nuncalohubiesehechosihubierasabidoqueseríaportantotiempo.Nuncasabrásloquehesufridoenestos diecinueve años. Sé que también te he hecho sufrir, pero ¿te casarásconmigo,Janet?¡Oh,Janet,porfavor!Hevenidoapedírtelotanprontocomopude.

Eneste instante, laestupefactaAnarecobróel sentidoycomprendióqueestaba de más. Se escabulló y no volvió a ver a Janet hasta la mañanasiguiente,cuandoéstalecontóelrestodelaentrevista.

—¡Quémujertanfalsa,crueleimplacable!—gritóAna.

—Calla,estámuerta—dijoJanet,solemne—.Sinoloestuviera…perono;no debemos hablar mal de ella. Por fin soy feliz, Ana. Y no me habríamolestadoesperartantosilohubierasabidotodo.

—¿Cuándooscasaréis?

—El mes que viene. Desde luego, todo se hará en la mayor intimidad.Supongoque lagentemurmurará;diránquemeapresuréa cazar a John tanprontocomosupobremadresaliódelcamino.Johnqueríacontar laverdad,peroledije:«No,John,despuésdetodoeratumadre,ynodebemosempañarsurecuerdo;guardemoselsecreto.Nomeimportaloquedigalagenteahoraque lo sé todo. No me importa un comino». De modo que llegamos a unacuerdo.

—Tienemáscapacidaddeperdónqueyo—dijoAna,algoenfadada.

—Opinarásdemaneramuydiferentesobremuchascosascuandolleguesamiedad—dijoJanet,tolerante—.Ésaesunadelascosasqueseaprendenconlosaños:aolvidar.Esmuchomás fácilconseguirloa loscuarentaquea losveinte.

CAPÍTULOTREINTAYCINCO

ComienzaelúltimoañoenRedmond

—Aquíestamosnuevamente,bronceadasyconelvigordeunhombrelistoparacorrerunacarrera—dijoPhilmientrassesentabasobreunamaletaconunsuspirodesatisfacción—.¿Noesbonitovolveraver«LaCasadePatty»…yalatíaJamesina…yalosgatos?Rustyhaperdidootrotrozodeoreja,¿noescierto?

—Aunqueno tuvieraorejas,Rustyseríaelgatomáshermosodelmundo—respondióAnadesdesubaúl,mientrasRustytrepabaasuregazoamododebienvenida.

—¿Sealegradetenernosdevuelta,tía?—preguntóPhil.

—Sí,peromegustaríaquesubieraiselequipaje—contestólatíaJamesinaobservando el desbarajuste de baúles y maletas que las cuatro alegres yparlanchinasjovencitashabíandesparramadoportodaspartes—.Podéisseguirconversandomástarde.Cuandoerajovenmilemaera:«Primerolaobligaciónydespuésladevoción».

—¡Oh, nuestra generación lo ha tergiversado, tía! Nuestro lema es:«Primero diviértete y luego suda la gota gorda». Podemos trabajar mucho

mejordespuésdehabernosreídounrato.

LatíaJamesina,consuencantadorairequelaconvertíaenlareinadelasamasdecasa,parecióresignarsealoinevitable;y,mientrasalzabaaJosephycogíasutejido,dijoaPhil:

—Puesto que vas a casarte con un pastor, no deberías usar expresionescomo«sudarlagotagorda».

—¿Porqué?¿Porquélaesposadeunministrotienequeusarsólopalabrasserias?TodoslosdePattersonStreethablanunajergaespecial,ysiyonolohicierapensaríanquesoyorgullosaypedante.

—¿Hascomunicadolanoticiaatufamilia?—preguntóPriscilladandodecomeralagataSarah.

Philasintió.

—¿Ycómolotomaron?

—¡Oh!Mamáarmóunalboroto,peroyopermanecífirmecomounaroca,yo,PhilippaGordon,quenuncahabíasidocapazdellevarnadaacabo.Papámostrómáscalma.Supropiopadrefuepastor,asíqueguardaenunrincóndesucorazónunlugarcitoparaellos.Despuésquemamásehubotranquilizadollevé a Jo a «Monte Sagrado» y ambos quedaron encantados con él. Peromamá le lanzó unas indirectas terribles durante la conversación sobre elporvenirqueellahabríadeseadoparamí.¡Oh,misvacacionesnohanestadosembradas de rosas, queridas! Pero… triunfé y tengo a Jo. Es lo único queimporta.

—Parati—dijolatíaJamesinasecamente.

—YtambiénparaJo.¿Sepuedesaberporquéinsisteencompadecerlo?Yocreoqueesdignodeenvidia.Conmigoobtienecerebro,bellezayuncorazóndeoro.

—Menosmalquenosotrassabemoscómotomartusdiscursos—exclamóla tía Jamesina, con paciencia—. Espero que no hablarás así delante deextraños.¿Quépensaríandeti?

—Nomeimportaloquepuedanopinar.Notengointerésenvermecomome ven los otros. Estoy segura de que la mayoría de las veces seríaterriblemente incómodo. Ni el mismo Burns debe haber sido sincero en suplegaria.

—Yo diría que todos pedimos cosas que en realidad no deseamos; locomprobaríamos si tuviéramos la valentía de mirar en nuestro corazón —respondiólatíaJamesinasinceramente—.Creoqueesaclasedeplegariasnovanmuylejos.YoacostumbrabarezarpidiendoaDiosquemeconcedierala

gracia de perdonar a cierta persona; ahora comprendo que, en realidad, noqueríaperdonarla.Cuandofinalmentequisehacerlo,laperdonésinnecesidadderezar.

—Nopuedoimaginarlaguardandorencoraalguienpormuchotiempo,tía—dijoStella.

—¡Oh, antes sí que era capaz! Pero a medida que pasan los añoscomprendoquenovalelapena.

—Esomerecuerdaalgoquequeríacontarles—dijoAna.Y les refirió lahistoriadeJanetyJohn.

—Yahoracuéntanoslarománticaescenaquemencionabasapenasenunadetuscartas—pidióPhil.

AnarelatóelepisodiodeSamuelconmuchagracia.LasmuchachasrieronconganasylatíaJamesinasonrió.

—Noesdebuengustoburlarsedelospretendientes—dijoconseveridad—,pero—agregóconcalma—deboconfesarqueyosiemprelohice.

—Cuéntenos algo de ellos, tía—rogó Phil—; debe de haber tenido unmontón.

—Nohablesenpasado.Aúnlostengo.Haytresviudosenmipuebloquedesde hace un tiempomemiran con ojos de carnero degollado.Ustedes lasjóvenescreenquetienenacaparadotodoelidiliodelmundo.

—«Viudos»y«ojosdecarnerodegollado»nosuenamuyromántico,tía.

—Bueno,no.Perotampocolosjóvenessonsiemprerománticos.Algunosdemis pretendientes ciertamente no lo eran.Mehe reído de ellos de formaescandalosa, pobres muchachos. Estaba Jim Elwood, que parecía vivir ensueñosynuncasabíaquésucedíaasualrededor.Nocomprendióquelehabíadicho«no»hastadespuésdeunaño.Yacasado,cuandovolvíaunanochedelaiglesia,suesposasecayódeltrineoyélnolaechódemenos.TambiénestabaDanWinston. Era un «sabelotodo». Sabía todo de este mundo y casi todosobre el otro. Podía contestar cualquier pregunta que se le hiciera, aunquefuerasobre la fechadel JuicioFinal.MiltonEdwardsera realmenteguapoymegustabamucho,peronomecaséconélpordosrazones;primero,porquetardabaunasemanaencomprenderunchiste;ysegundo,porquenuncamelopidió. El más interesante fue Horacio Reeve, pero cuando contaba algo loadornaba de tal modo, que uno nunca podía saber si mentía o sólo dejabacorrersuimaginación.

—¿Yquéhaydelosotros,tía?

—¡Vamos!¡Adesempaquetar!—respondióéstacortandosurelato—.Los

otroserandemasiadobuenosparareírmedeellos;respetarésurecuerdo.Entucuartohayunramodeflores,Ana.Lotrajeronhaceunahora.

Transcurrida la primera semana, las jovencitas de «La Casa de Patty»dedicaron todos sus esfuerzos al estudio. Era el último año en Redmond yhabía que luchar por los premios. Ana se dedicó al inglés, Priscilla a losclásicos y Philippa la emprendió con las matemáticas. Algunas veces lasasediabaelcansancio,otraseldesaliento;otras lesparecíaquenadamerecíatantosacrificio.EnesteestadoseencontrabaStellaalllegaralcuartoazulunalluviosa tarde de noviembre. Ana se hallaba sentada en el suelo dentro delcírculodeluzquearrojabaunalámpara,rodeadaporunmontóndearrugadosmanuscritos.

—¿Sepuedesaberquéestáshaciendo?

—Estoyrevisandolashistoriasdeunviejo«ClubdeCuentos».Necesitabaalgoparaalegrarelespírituydistraerlo.Heestudiadotantoqueelmundosemetornóazuloscuro.Demodoquevineysaquéestoscuentosdelbaúl.Estántanllenosdelágrimaseinfortuniosqueresultanextremadamentedivertidos.

—Yotambiénmesientodesalentada—dijoStellaarrojándosesobreelsofá—.Meparece que nada tiene valor.Me siento vieja y cansada.Después detodo,¿dequévalevivir?

—Querida,eslafatigalaquenoshacesentirasí,yeltiempo.Estalluviaconstantedespuésdeundíaagotadoracabaríaconelánimodecualquiera.Túsabesquevalelapenavivir.

—¡Oh!,supongoquesí.Peronopuedoconvencermeenestemomento.

—Piensaentodaslasalmasnoblesygrandesquehanvividoytrabajadoenel mundo —dijo Ana soñadoramente—. ¿No vale la pena haber llegadodespuésqueellosyheredadosusconquistasyenseñanzas? ¡Ypiensaen losgrandes hombres que viven hoy en elmundo! ¿No vale la pena pensar quecompartimossuinspiración?Yademás,losquevendránenelfuturo.¿Novalelapenatrabajarunpoquitoparaprepararleselcamino…ayudarlesaadelantaraunqueseaunsolopaso?

—Mi mente está de acuerdo contigo, Ana. Pero mi espíritu permanecetristeyfaltodeinspiración.Siempremehanhechoesteefectolasnochesdelluvia.

—Avecesmegusta la lluvia.Megusta estar acostaday sentirla golpearcontraeltechoocorrerentrelospinos.

—Amí también, cuando se queda en el techo—dijo Stella—. Pero nosiempreesasí.Elveranopasadopaséunanochehorribleenunaviejagranja.Eltechoteníagoterasylalluviacaíajustosobremicama.Esonoteníanada

depoético.Tuvequelevantarmeenmediodelanocheyponerlacamafueradelalcancedelalluvia.Yeraunodeesoslechossólidosyantiguosquepesanunatonelada,másomenos.Yluegoelgolpeteoincesantequecontinuóhastaque mis nervios estuvieron completamente destrozados. No tienes idea delruido que hace una gota de lluvia sobre el suelo desnudo en una nochetormentosa.Suenaapasosdefantasmasocosasporelestilo.¿Dequéteríes,Ana?

—De estos cuentos. Como diría Phil, son criminales…, y enmás de unsentido, pues todos los personajes mueren. ¡Qué heroínas másdeslumbrantementehermosasdescribíamos…!¡Ycómolasvestíamos!Sedas,rasos,terciopelos,joyas,cintas…,nuncaotracosa.JaneAndrewshabladeunadoncella que duerme ataviada con un hermoso camisón de raso blancoadornadoconperlas.

—Continúa.Comienzoasentirquevalelapenavivir,yaqueexistelarisa.

—Aquíhayunoescritopormí.Miheroínaparteparaunbaile«cubiertadeenormesbrillantesdelospiesalacabeza».Pero¿dequévalenlabellezaylasriquezas? «Los caminos de la gloria la conducían, pero hacia la tumba».Obligatoriamente, tenían quemorir asesinadas o con el corazón destrozado.Noteníanescapatoria.

—Déjameleerunadetushistorias.

—Bueno, ésta es mi obra maestra. Mira qué título tan alegre: «Missepulcros». Derramé abundantes lágrimas mientras la escribía y miscompañeras lloraron a raudales cuando la escucharon. La madre de JaneAndrewslaregañóporqueaquellasemanadioalavarunmontóndepañuelos.Eslaazarosahistoriadelaesposadeunpastormetodista.Lahicecasarconunmetodistaporqueeranecesarioqueviajara.Enterrabaunhijoencadaunodelos lugares donde vivía. Eran nueve y las sepulturas iban desde TerranovahastaVancuver.Hiceunadescripciónminuciosadecadaniño,desuslechosdemuerteyde sus tumbasy epitafios.Tenía intenciónde enterrar a losnueve,perodespuésdehaberacabadoconocho,mireservadehorroresseagotóylepermitíalúltimoseguirviviendo,claroquecomounadesventuradacriatura.

Stella se dio a la lectura de «Mis sepulcros» acompañando con risas sustrágicos párrafos; Rusty dormía el sueño de los gatos justo sobre unmanuscrito de Jane Andrews que relataba las vicisitudes de una hermosadoncelladequinceañosquepartíacomoenfermera rumboaunacoloniadeleprosos,donde,porsupuesto,contraía lahorribleenfermedadymoríapresadeella.Ana,mientrastanto,hojeabalosotroscuentosyrecordabalosviejostiempos en Avonlea, cuando las socias del Club de Cuentos escribían sushistorias sentadas al amparo de los abetos o de los pinos junto al arroyo.¡Cuántosehabíandivertido!Mientrasleía,volvíanaellaelsolylaalegríade

aquellosveranos.TodalagloriadeGreciaolagrandezadeRomanopodíancompararseconaquellashistoriasllenasdelágrimasydesventuras.Entrelosoriginales, Ana halló uno escrito en hojas de papel de envolver. La risailuminósusojosgrisesalrecordarelmomentoylugardondehabíacreadosuobra.LahabíaescritoeldíaenquesehabíacaídoporeltejadodelgallinerodelasCoppenelcaminoTory.

Ana le echó un vistazo y de repente se encontró leyéndolo atentamente.Era un corto diálogo entre ásteres y guisantes, canarios silvestres en losarbustoscolordelilayelespírituguardiándeljardín.Cuandohuboterminado,se quedó sentada con la vista clavada en el espacio y al irse Stella alisó elarrugadomanuscrito.

—Creoqueloharé—dijoresueltamente.

CAPÍTULOTREINTAYSEIS

LavisitadelasGardner

—Aquí tiene una carta con un sello indio, tía Jimsie—dijoPhil—.HaytresparaStella,dosparaPrisyunabiengordaparamí,deJo.Paratihaysólounacircular,Ana.

Nadie notó el sonrojo de Ana mientras ésta tomaba la circular que letendiera Phil descuidadamente. Pero a los pocosminutos Phil alzó los ojosparaverunaAnatransfigurada.

—¿Quéteocurre?

—ElYouth'sFriendhaaceptadounpequeñoapuntequeenviéhaceunpardesemanas—dijoAna,tratandocontodassusfuerzasdehablarcomoquienestáacostumbradoaqueleaceptenapuntesmuyamenudo.

—¡Ana Shirley! ¡Qué maravilla! ¿Y cómo era? ¿Cuándo lo publicarán?¿Tepaganalgo?

—Sí;mehanenviadounchequepordiezdólaresyeleditormediceensucartaquequierevermástrabajosmíos.Ydesdeluegoquelosverá.Ésteeraunviejoescritoqueencontréenuncajón;loretoquéunpocoyloenvié,perosinpensar en que lo aceptasen, pues ni siquiera tiene argumento —dijo Ana,mientrasrecordabalaamargaexperienciade«ElsacrificiodeAveril».

—¿Quévasahacerconlosdiezdólares,Ana?¿Quéteparecesivamosalpuebloaemborracharnos?—sugirióPhil.

—Voyadilapidarlos—declaróAna,alegremente—.De todosmodos,no

es dinero maldito, como el del cheque que me mandaron por la levaduraRollings.Aquéllogastéjuiciosamenteenropasútilesqueodiécadavezquemelaspuse.

—¡Pensar que tenemos a toda una escritora en «La Casa de Patty»!—exclamóPriscilla.

—Esunagranresponsabilidad—agregósolemnementelatíaJamesina.

—Desde luego que sí —dijo Pris con igual tono—. Las escritoras songenterara,unonuncasabepordóndearrancarán.

—Yoquisedecirqueserescritoresunagranresponsabilidad—dijolatíacon severidad—, y espero que Ana lo comprenda. Mi hija solía escribircuentos antes de su partida, pero ahora dedica su atención a cosas másimportantes.Decíaamenudoquesudivisaera:«Nuncaescribasunalíneadela que pudieras avergonzarte si la leyeran en tu funeral». Será mejor quepiensesdeesemodosiestásdecididaaembarcarteenlaliteratura.Aunque—añadió, perpleja—, Elizabeth solía reírse cuando lo decía. Siempre se reíatantoquenosécómosedecidióasermisionera.Mealegrédequelohiciera,pueshabíarezadoporello,pero…quisieraquenohubieraocurrido.

Y la tía Jamesina se preguntó, después de estas palabras, qué era lo quehabíaprovocadolarisadeaquellascriaturas.

LosojosdeAnabrillarontodoeldía;ensucerebrobullíanlasambicionesliterarias.AquellaexaltaciónlaacompañóhastalafiestadeJennieCooper,yni siquiera la visión de Gilbert y Christine caminando frente a ella y Roy,consiguióempañarelbrillodesuspupilas.Sinembargo,noestabatanalejadade las cosas terrenales para no notar que el andar de Christine eradecididamentepocográcil.

«SupongoqueGilbertsólosefijaenlacara.Asísonloshombres»,pensóAnaenfadada.

—¿Estarásencasaelsábadoporlatarde?—preguntóRoy.

—Sí.

—Mimadreymishermanasiránavisitarte.

UnodesusfrecuentesestremecimientossacudióelcuerpodeAna,aunqueestavezdistabadeserplacentero.Nuncahabíavistoa losparientesdeRoy;comprendíalaimportanciayelespecialsignificadodeaquellavisita,yloquehabíaenellodeirrevocablelaasustaba.

—Me encantará conocerlas—dijo con llaneza; y durante un instante sepreguntó si en realidad sería así. Debería serlo, desde luego. Pero ¿noequivaldríaaquelloaunaordalía?Lehabíanllegadomurmuracionesdecómo

consideraban los parientes de Roy la «inclinación» del muchacho.Seguramente que la visita no era del todo espontánea. Ana sabía que seríapuestaenlabalanzadelosGardner.Elhechodequeconsintieranenvisitarlasignificabaque,debuenomalgrado,laconsiderabancomoposibleintegrantedelclan.

—Seréyomisma.No intentaréproducirbuena impresión—decidióAna.Peroyacavilabasobrequévestidosepondríael sábadopor la tardeyhacíasuscálculosacercadeunnuevopeinado,quetalvezlequedaríamejorqueelactual. La reunión perdió su atractivo para Ana. Al llegar la noche habíadecididoponerseelvestidomarrónyllevarelcabellosuelto.

ElviernesporlatardeningunadelasmuchachasteníaqueasistiraclaseenRedmond.StellaaprovechólacircunstanciaparaescribirunensayoparalaSociedad de Amigos del Saber, sentada a la mesa en un rincón de la sala,completamente rodeada de papeles. La muchacha afirmaba que no podíaescribiruna línea, amenosque tirara lashojasya terminadas al suelo.Ana,con su blusa de franela, su falda de sarga y los cabellos alborotados por elvientodelpaseo,sehallabasentadaenelcentrodelahabitaciónjugandoconlagataSarah. JosephyRustyestabanacurrucados juntoaella.Toda lacasaolíaarepostería,puesPriscillasehallabaenlacocina.Deprontoentróenelsalón,cubiertaporungrandelantalycon lanarizmanchadadeharina,paramostraralatíaJamesinaunatartadechocolatequeacababadehornear.

Eneseesperanzadormomentollamaronalapuerta.Nadieleprestómuchaatención, excepto Phil, que corrió a abrir, esperando que fuera el chico quedebía traerle el sombrero que había comprado esa mañana. En el umbralapareciólaseñoraGardnerconsushijas.

Ana se levantó como pudo, espantando a los dos indignados gatos.Priscilla, que hubiese tenido que cruzar la habitación para llegar hasta lapuertadelacocina,perdiólacabezaymetiólatartadechocolatedebajodeunalmohadóndelsofá,echandoluegoacorrerescalerasarriba.Stellacomenzóajuntar febrilmente lashojasdesumanuscrito.LasúnicasquepermanecieroninalterablesfueronlatíaJamesinayPhil.Graciasaellas,todos,hastaAna,sesintieroncómodosalospocosinstantes.

Priscilladescendiósinsudelantalysumanchadeharina;StellaredujoelespacioparasushojasyPhilsalvólasituaciónconsuconversación.

La señora Gardner era alta, delgada y exquisitamente elegante, con unacordialidadtanexcesivaqueparecíaunpocoforzada.AlineGardnereraunaediciónmásjovendesumadreperosinlacordialidad.Tratabadesereleganteperoloúnicoqueconseguíaeraserarrogante.DorothyGardnereradelgada,alegre y algo retozona.Ana sabía que era la favorita deRoy y la trató conespecialafecto.Hubierasidoaúnmásparecidaasuhermanodehabertenido

ojos oscuros. Gracias a ella y a Phil, la visita trascurrió realmente bien,exceptuandocierta tensiónen laatmósferaydos incidentes.RustyyJoseph,sinotradiversión,empezaronajugaralacazaysaltaronalsedosoregazodelaseñoraGardnerenunadelaspersecuciones.Éstaalzósusimpertinentesycontemplólasformasvolantescomosifueselaprimeravezqueveíaungato,yAna, reprimiendo una risa nerviosa, trató de pedir disculpas lomejor quepudo.

—¿Legustanlosgatos?—preguntólaseñoraGardnerconentonacióndetoleranteextrañeza.

Ana,apesardesuafectoporRusty,noeramuyamantedelosgatos,peroeltonodelaseñoraGardnerlamolestó.Sinpoderloremediar,recordóquealamadredeGilbert legustabantanto losgatos,queteníaensucasacuantos ledejabasumarido.

—Sonanimalesadorables,¿no?—dijocontonoperverso.

—Amínuncamehangustadolosgatos.

—Ami sí—tercióDorothy—. Sonmuy independientes. Los perros sondemasiadobuenosygenerosos;mehacensentirincómoda.Perolosgatossonterriblementehumanos.

—¡Quéhermososperrosdeporcelanatienen!¿Puedoverlosdecerca?—preguntó Aline, cruzando la habitación y transformándose en la causainconscientedelotroaccidente.TomandoaMagogentresusmanos,sesentósobreelalmohadónbajoelcualseescondíalatartadechocolatedePriscilla.ÉstayAnacambiaronunamiradadedesesperación,peroAlinesiguiósentadaallí,discutiendosobrelosperrosdeporcelanahastaquellególahoradeirse.

Dorothy quedó atrás para estrecharle la mano a Ana y decirleimpulsivamente:

—Sé que tú y yo seremos grandes amigas. ¡Oh!,Royme lo ha contadotodo. Soy la única de la familia a quien cuenta todo; nadie podría hacerlesconfidencias a mamá y a Aline. ¡Qué bien tenéis que pasarlo aquí! ¿Medejaréisvenirdevezencuando?

—Vencuantasvecesquieras—respondióAnadetodocorazón,agradecidadequeunade lashermanasdeRoyfueraagradable.NuncapodríasercomoAlineniéstalallegaríaaquerer,aunquepodríaganaralaseñoraGardner.Detodosmodos,Anasuspiródealiviocuandohuboterminadolaordalía.

Detodaslasfraseseslapeor,

pudohabersidoalgunavez.

CitóPriscillatrágicamentemientraslevantabaelalmohadón.

—Esta tartaesundesastreyel almohadónnoestámuchomejor.Nomedigáisqueelviernesnoesmaldía.

—Lagentequeavisaquevendráelsábadonotienederechoaaparecerelviernes—sequejólatíaJamesina.

—SospechoquefueunerrordeRoy—dijoPhil—.EsechiconoestáensuscabalescuandohablaconAna.¿DóndesehametidoAna?

Ana estaba en el piso superior. Se sentía con ganas de llorar, pero rio.¡Rusty y Joseph se habían portado demasiado mal! ¡Y Dorothy eraencantadora!

CAPÍTULOTREINTAYSIETE

Licenciadasdecuerpoentero

—Quisieraestarmuertaoquehoyfueramañana—sequejóPhil.

—Si vives lo bastante, ambos deseos se cumplirán —contestó Ana,tranquila.

—Para ti es fácil estar serena.No tienesdificultades con la filosofía.Yono, y en cuantopienso en el examendemañanamepongo a temblar. ¿QuédiríaJosifracasomañana?

—Nofracasarás.¿Cómotehaidoengriego?

—Nosé.QuizáfueunbuenexamenoquizáfuetanmalocomoparahacerqueHomeroserevolvieraensutumba.Heestudiadoygarabateadotantoenlos cuadernos que no soy capaz de formarmeuna opinión sobre nada. ¡QuécontentaestarálapequeñaPhilencuantohayanterminadolosexámenes!

—¿Exámenes?Nuncaoítalpalabra.

—Bueno, ¿no tengo yo tanto derecho como la que más a inventar unapalabra?

—Laspalabrasnoseinventan:surgen.

—Noimporta.Comienzoaverquetodoseaclararáencuantoterminenlosexámenes. ¿Os dais cuenta de que casi ha terminado nuestra vida enRedmond?

—Yono—dijoAnatristemente—.MeparecequefueayercuandoPrisyyoestábamossolasenaquelgentíode«novatos»enRedmond.Yahorasomosalumnasdeúltimoañoalbordedelosexámenesfinales.

—Poderosas, inteligentesy reverendas alumnasde tercero—dijoPhil—.¿CreéisquesomosmássabiasquecuandollegamosaRedmond?

—Desdeluegonoosportáiscomosilofuerais—dijolatíaJamesinaconseveridad.

—¡Oh,tíaJimsie!¿Nohemossidobastantebuenas,enconjunto,estostresinviernosquenosadoptó?

—Habéis sido las chicasmás buenas, dulces y gentiles que jamáshayanasistido a la escuela —afirmó la tía, que no ahorraba cumplidos—. Perosospecho que os falta mucho sentido común. Desde luego que no se podíaesperar otra cosa. El sentido común lo da la experiencia; no es cosa que sepuede aprender en el colegio. Habéis estado cuatro años en la EscuelaSuperior y yo ninguno; pero yo sé de la vidamuchísimomás que vosotras,jovencitas.

Muchascosashayquenosiguenregla,

hayunenormemontóndesaber,

quenuncaseadquiereenlaescuela.

Haymontonesdecosasquenoseaprendenallí.

CitóStella.

—¿Habéis aprendido en Redmond algo aparte de lenguas muertas,geometríaycosasporelestilo?—preguntólatía.

—¡Oh,yalocreoquesí!—protestóAna.

—Hemos aprendido la verdad de aquello que nos dijo el profesorWoodleighten laúltimareunión—expresóPhil—.Afirmó:«Elhumoreselmás picante de los condimentos en el festín de la existencia.Ríanse de suserroresperoaprendandeellos;alégrenseensuspenasperoganenfuerzaconellas;haganunchistedelasdificultades,perovénzanlas».¿Novalenadaesesaber,tía?

—Sí,vale.Cuandohayasaprendidoareírtedelascosasdelasquehayquereírseynodeaquellasdelasqueno,tendrássabiduríaycomprensión.

—Y tú, Ana, ¿qué has sacado de tu curso en Redmond? —preguntóPriscilla.

—Creo —dijo Ana lentamente— que he aprendido a considerar cadapequeñadificultadcomounabromaycadagrandificultadcomoeladelantodelavictoria.Enresumen,creoqueesoesloquemehadadoRedmond.

—Para expresar qué ha sido para mí tendré que recurrir a otra cita delprofesorWoodleight—dijoPris—.¿Osacordáis?

»Dijoensudiscurso:«¡Haytantoenelmundoparanosotros,si tenemoslos ojos para verlo, el corazón para amarlo y las manos para acercárnoslo,tantoenhombresymujeres,enarteyliteratura,tantoentodaspartesconquedeleitarnosydelocualquedaragradecidos!».CreoqueRedmondmeenseñóesoenciertosentido.

—Enresumen,a juzgarpor todoloquedecís—comenzóla tíaJamesina—,resultaqueencuatroañosdeescuelasepuedeaprender (si se tienen lasdotes naturales para ello) lo que de otromodo llevaría veinte años de vida.Bueno, eso justifica la educación superior. Teníamis dudas de que sirvieraparaalgo.

—Pero¿quéocurresinosetienendotesnaturales?

—Lagentequenotienetalesdotesnuncaaprende—respondiólatía—nienelcolegionienlavida.Aunquelleguenaloscienaños,sabentantocomoal nacer. No es su culpa, sino su desgracia. Pero aquellos que tienen dotesdebendargraciasaDios.

—¿Nosdefiniríaesasdotes,tíaJamesina?—preguntóPhil.

—No, jovencita.Quienquieraque las tenga sabequé son,yquienno lastenganuncalopodrásaber.Demodoquenohaynecesidaddedefinirlas.

Volaron los atareados días y pasaron los exámenes. Ana ganó el primerpremio en inglés, Priscilla en clásicos y Phil enmatemáticas. Stella obtuvocalificacionesbuenasengeneral.Yllegóporfineldíadelagraduación.

—Estoesloqueyoenalgúnmomentohubierallamadounaépocaenmivida —dijo Ana, mientras sacaba de la caja las violetas de Roy y lascontemplabapensativa.Habíapensadoponérselas,desdeluego,perosusojossedeteníanahoraenotracajallenadeliriosdelvalletanfrescosyfragantescomo losque crecían en el jardínde«TejasVerdes» cuando llegaba junio aAvonlea.JuntoalasfloresestabalatarjetadeGilbertBlythe.

Ana cavilaba sobre el porqué le habría enviado Gilbert flores en estaocasión.Pocohabíasabidodeélduranteelúltimoinvierno.Habíaacudidoa«LaCasadePatty»solamenteunviernespor lanochedesdeNavidadyraravez se habían vuelto a encontrar. Sabía que estaba estudiando mucho, conmirasalosgrandespremiosyalpremioCooper,yqueapenasparticipabaenlas reuniones sociales de Redmond. El invierno de Ana había sido muyanimado desde el punto de vista social. Había estado en contacto con losGardner; ella y Dorothy eran íntimas amigas. Los círculos estudiantilesesperabanel anunciode sucompromisoconRoyencualquiermomento.LapropiaAnaloesperaba.Y,sinembargo,alsalirde«LaCasadePatty»apartólasvioletasdeRoyysepusolosliriosdeGilbert.Nopodríahaberdichoporqué lohacía.Por alguna razón, losviejos tiemposdeAvonlea, los sueñosy

amistades de entonces, parecían muy cercanos en aquel instante en quealcanzabasusmásqueridasambiciones.Gilbertyellahabían imaginadounavezalegrementeeldíadesugraduación.EsedíamaravillosohabíallegadoynohabíalugarenélparalasvioletasdeRoy.Sólolasfloresdesuviejoamigocabíanenestemomentoenquesecumplíanlasesperanzascomunes.

Durante años había soñado con aquel día; pero cuando llegó, el únicorecuerdoquehabíadedejarlenofueeldeldichosoinstanteenqueelrectordeRedmondlediosudiploma,nofueelrelámpagoenlosojosdeGilbertcuandoviosusflores,nilaperplejaydolorosamiradadeRoycuandocruzólatarima.No fueron las felicitaciones condescendientes de Alice Gardner ni lasapasionadas y sinceras de Dorothy. Fue un golpe extraño e inesperado queechó a perder aquel día ansiado y dejó un débil pero duradero sabor deamargura.

Losgraduadosdabanesanochesubaile.CuandoAnasevistió,dejóaunladoelcollardeperlasquesolía llevarysacódesubaúl lacajitaquehabíallegadoa«TejasVerdes»eldíadeNavidad.Enellahabíaunacadenitadeoroconuncorazoncitodecolordepúrpura.Enlatarjetaestabaescrito:«Conlosmejores deseos de tu viejo compañero, Gilbert». Ana rio al recordar elepisodio que conjuraba el corazoncito, el día fatal en que Gilbert la llamó«zanahoria» y trató en vano de hacer las paces dándole un corazón rojo decaramelo; ella le había agradecido el envío con una nota, pero nunca habíallevadoeldije.Esanocheselosujetóalcuello,conunasonrisasoñadora.

Ella y Phil fueron caminando hasta Redmond.Ana iba en silencio; Philhablabademuchascosas.Deprontodijo:

—Mehe enterado de que se anunciará el compromiso deGilbertBlytheconChristineStuarttanprontocomopasenlasfiestasdegraduación.¿Sabíastúalgodeeso?

—No—dijoAna.

—Creoqueesverdad.

Ananohabló.Enlaoscuridadsintióqueleardíalacara.Deslizólamanohastasucuello,cogiólacadenitaylarompiódeunenérgicotirón.Lasmanosletemblabanylosojosleescocían.

Fue, sin embargo, lamás alegre de las asistentes y le dijo aGilbert, sindoloralguno,quesucarnetdebaileestabacompletocuandoéstelepidióquebailaraconél.Mástarde,mientrassequitabaelfríojuntoconsuscompañeras,sentada frente a la chimenea de «La Casa de Patty», nadie habló másalegrementequeelladelosacontecimientos.

—MoodySpurgeonMacPhersonvinoporaquídespuésquese fueron—

dijo la tíaJamesina,quesehabía levantadoparaatizarel fuego—.Nosabíanadadelbailedegraduados.Esemuchachotendríaquedormirconunavendade goma alrededor de la cabeza para que las orejas no se le vayan haciadelante.Yotuveunnovioquelohacíayesolomejorómucho.Selosugeríysiguiómiconsejo,aunquenuncameloperdonó.

—Moody Spurgeon es un chico muy serio —bostezó Priscilla—. Sepreocupaporcosasmásimportantesquesusorejas.Vaaserpastor.

—Bueno, supongo que el Señor no se preocupa por las orejas de unhombre—dijolatíaJamesinaconseriedad,dejandodeladolascríticassobreMoodySpurgeon.Ellasentíaciertorespetoporlosclérigos,auncuandosóloestuvieranencaminodeserlo.

CAPÍTULOTREINTAYOCHO

Loquenopudoser

—¡Pensar que dentro de una semana estaré en Avonlea! ¡Oh, deliciosopensamiento!—exclamóAnainclinadasobrelacajadondeestabaguardandolas colchas de la señora Lynde—. Pero pensar que dentro de una semanadejaréparasiempre«LaCasadePatty»,¡horriblepensamiento!

—MegustaríasabersinuestrarisahallaráecoenlossueñosdesolteronasdelaseñoritaPattyysusobrina—exclamóPhil.

LaseñoritaPattyy la señoritaMaría regresabanacasadespuésdehaberrecorridolamayorpartedelmundoconocido.

Estaremos en casa la segunda semana demayo—escribía la primera—.Supongoque«LaCasadePatty»nosparecerápequeñadespuésdelSalóndelos Reyes, en Karnak, pero nunca me gustó vivir en lugares demasiadograndes.Meencantarávermedenuevoencasa.Cuandoseempiezaaviajaraedadavanzada,secorreel riesgodeexcederseporquesesabequenoquedamucho tiempo para ello. Mucho me temo que María ya no vuelva a estarsatisfecha.

—Dejaré aquí mis sueños y fantasías para que alegren a las nuevasocupantes—dijoAnarecorriendoconlavistasuhermosocuartoazul,dondehabía pasado tres años felices.Arrodillada para rezar junto a la ventana, seinclinaba ahora hacia ella para contemplar el crepúsculo tras los pinos. Sepreguntabasilosviejossueñospodíanencantarunahabitación;sicuandounodeja para siempre el cuarto donde ha sufrido, disfrutado, reído y llorado noqueda algo invisible e intangible que permanece allí eternamente como un

pedazodelapropiaalma.

—Yocreo—opinóPhil—queelcuartodondesehasoñado,dondeunoseha sentido triste o contento, donde se ha vivido, se convierte en algoinseparable de nosotros mismos y adquiere algo de la propia personalidad.Estoy segura de que si entrara en esta habitación dentro de cincuenta años,oiría una vocecilla que me diría: «Ana, Ana». ¡Qué bien lo hemos pasadoaquí!¡Cuántasbromasyquécamaradería!EnjuniomecasaréconJoyséquemeencontrarétrasportadaalséptimocielo,peroenestemomentodesearíaquelavidadeRedmondnoterminarajamás.

—Yotambiénsoytanirresponsableenesteinstantecomoparadesearlo—admitió Ana—. Así nos aguarden en el futuro las alegrías más profundas,nuncapodráncompararseconlavidadeliciosaeirreflexivaquehemosllevadoaquí.Estohaconcluidoparasiempre.

—¿QuépiensashacerconRusty?—preguntóPhilalverentrarenelcuartoalprivilegiadominino.

—Yo me lo llevaré a casa junto con Sarah y Joseph —anunció la tíaJamesinaalaparecerdetrásdeRusty—.Seríaunapenasepararlosahoraquehanaprendidoavivir juntos,algo tandifícil, tantopara losgatoscomoparaloshombres.

—Me da mucha pena separarme de Rusty—dijo Ana, contrita—, peroseríainútilquelollevaraa«TejasVerdes».Marillaodialosgatos,sincontarcon que Davy acabaría con él. Además, creo que no me quedaré en casamucho tiempo. Me han ofrecido la dirección de la Escuela Secundaria deSummerside.

—¿Vasaaceptar?—preguntóPhil.

—Todavía…todavíanomehedecidido—respondióAnasonrojándose.

Philasintiócomprensivamente.AnanopodíahacerplaneshastaqueRoyhablara.Nocabíadudaalgunadequeloharíapronto.Ytampocolahabíadeque Ana le daría el sí. La misma Ana consideraba el estado de cosas concomplacencia. Estaba profundamente enamorada de Roy. El amor no eraexactamentecomoella lo imaginara,pero,sepreguntabaAna,¿habríaalgúnsentimientoquealcanzaralaperfeccióndeloimaginado?Sehabíarepetidoladesilusiónquesintieracuandoniñaa lavistadeundiamante,alencontrarseconelfríobrilloenlugardelgloriosoesplendorqueanticipara.«Éstanoesmiideadeldiamante»,habíadicho.PeroRoyeraencantadoryseríanmuyfelicesjuntosapesardeesealgoindefinidoquehabíadesaparecidodesuvida.

CuandoRoyllegóaquellanocheylainvitóadarunpaseoporelparque,todosen«LaCasadePatty»supieronquéibaadecir,ytodossabíanocreían

saberquéresponderíaAna.

—Anaesunajovenmuyafortunada—opinólatíaJamesina.

—Me parece —dijo Stella encogiéndose de hombros— que Roy es unbuenchicoytodolodemás.Peronotienenadaadentro.

—Eso suena a opinión de celosa, Stella Maynard —le reprochó tíaJamesina.

—Sí,suena…peroyonoestoycelosa—dijoStellaconcalma—.QuieroaAnayRoymegusta.TodosopinanqueellahaceunabuenabodayhastaalaseñoraGardnerlepareceencantadora.Todosepresentacomocaídodelcielo,peroyotengomisdudas.Acuérdesedeloqueledigo,tíaJamesina.

RoypidióaAnaenmatrimonioenelmismopabellóndondeconversaranla tarde lluviosadel primer encuentro.A la joven le pareciómuy románticoqueeligieraeselugar.Suproposiciónfuetanperfectamenteexpresada,comosihubierasidocopiadadel«Manualsobreelnoviazgoyelmatrimonio», talcomo lo hiciera uno de los pretendientes de Ruby Gillis. Y también erasincera. No cabía duda de que Roy sentía sus palabras. Ninguna nota falsaechóaperderlasinfonía.Anapensóquedebíasentirseestremecidadepiesacabeza.Peronoeraasí:sentíaunafrialdadaterradora.CuandoRoyhizounapausaaguardandosurespuesta,abrióloslabiosparadejarescaparelfatal«sí».

Y entonces comenzó a sentirse como si retrocediera ante un profundoprecipicio. En un instante supo, con la rapidez de un relámpago, lo que nohabíasabidoenmuchosaños.RetirósumanodeentrelasdeRoy.

—Oh, no puedo casarme contigo… ¡no puedo… no puedo! —exclamódesatinadamente.

Roy se puso pálido… y también algo tonto. Estaba muy seguro de símismo…

—¿Quéquieresdecir?—tartamudeó.

—Quenopuedocasarmecontigo—repitióAnacondesesperación—.Creíquepodría…peronopuedo.

—Pero¿porqué?—preguntóRoyconalgomásdecalma.

—Porque…notequierolosuficiente.

Royenrojeciórepentinamente.

—¿De modo que te has estado divirtiendo conmigo durante estos dosaños?

—No…no…—dijolapobreAna.¿Cómopodríaexplicárselo?Nopodíahacerlo. Hay cosas imposibles de explicar—. Creí que podría casarme

contigo…Sinceramente…peroahoraveoquenoesasí.

—Hasdestrozadomivida—exclamóRoyamargamente.

—Perdóname—rogóAnamiserablementeconlasmejillasardiendoylosojosllenosdetormento.

Royseapartóypermaneciómirandoalmarduranteunosminutos.

—¿Nomedasalgunaesperanza?

Anasacudiólacabezaensilencio.

—Entonces… adiós. No puedo comprenderlo…No puedo creer que noseas lamujer que yo había creído que eras. Pero los reproches son inútilesentre nosotros. Te amaré eternamente. Te doy las gracias por habermebrindadoalmenostuamistad.Adiós,Ana.

—Adiós—susurró la joven. CuandoRoy se hubo ido permaneció largoratoenelpabellón,observandocómolanieblaenvolvíalentamenteelpuerto.

Se sentía llena de humillación y de vergüenza; sabía que lo que habíahecho no tenía perdón, pero en el fondo sentía la extraña sensación de quehabíarecobradosulibertad.

Sedeslizódentrode«LaCasadePatty»enmediodelaoscuridadyescapóasucuarto.PerohallóaPhilaguardándolajuntoalaventana.

—Espera—dijo sonrojándose anticipadamente—. Espera a que oigas loquevoyadecirte,Phil:Roymepidióquemecasaraconélylorechacé.

—¿Tú…túlohasrechazado?—exclamóPhilpalideciendo.

—Sí.

—AnaShirley,¿estásentusanojuicio?

—Supongoquesí.¡Oh,Phil,nomeregañes!Túnocomprendes…

—Yalocreoqueno.HasestadoalentandoaRoydemilmanerasdurantedos años… y ahora me dices que lo has rechazado. Entonces has estadocoqueteandoconéldeunmodoescandaloso.¡Oh,Ana,nopuedocreeresodeti!

—No lo he hecho. Creí honestamente que lo quería hasta el últimomomento…yentonces…bueno,simplementesupequenuncapodríacasarmeconél.

—Supongo —exclamó Phil cruelmente— que querías casarte por sudinero,yalfinaltuyobuenodespertóyteloimpidió.

—No es cierto.Nuncame importó su dinero. ¡Oh!, no puedo explicarte

másdeloqueyomismasé.

—Ana, tuprocederesparaavergonzarse.Royesguapo, inteligente, rico,bueno;¿quémásquieres?

—Quiero alguienque seapartedemivida.Élno lo es.Alprincipiomemarearon suaspectoy suspalabras llenasde romanticismo,y luegomedijequeteníaqueestarenamorada,yaqueélrepresentabamiideal.

—Siyosoymalapornosaberloquequiero,túerespeor.

—Yoséloquequiero.Elproblemaestáenquevaría,yentoncestengoqueempezaracomprenderlotodootravez.

—Bueno,creoquenoseganaránada,tedigaloquetediga.

—Nohacefalta,Phil.Mesientosucia.Estolohaechadotodoaperder.YanovolveréapensarenmiépocadeRedmondsinrecordar lahumillacióndeestatarde.Roymedesprecia…túmedesprecias…yyomismamedesprecio.

—Pobrequerida—dijoPhil—.Venaquíydejaqueteconsuele.Notengoderecho a reprocharte nada. Yo misma me habría casado con Alee o conAlonzodenohaberaparecidoJo.Ana,¡quéconfusoestodoenlavidareal!…Nadaresultaclaroyprecisocomoenlasnovelas.

—Espero que nadie vuelva a pedirme en matrimonio mientras viva —gimoteólapobreAna,convencidadequeloqueríaasí.

CAPÍTULOTREINTAYNUEVE

Comienzanlasbodas

Durantelasprimerassemanasquesiguieronasuregresoa«TejasVerdes»,Ana tuvo la sensación de que su vida llegaba a un anticlímax. Echaba demenos la alegre camaradería de «La Casa de Patty». Durante el inviernoanterior había acunado hermosos sueños, que ahora yacían rotos a sualrededor.Ensudisgustoactual,nopodíalanzarseinmediatamenteasoñar.Yentoncesdescubrióquesinohaynadamejorquelasoledadconsueños,nadapeorexistequelasoledadsinellos.

NohabíavueltoaveraRoydesde ladolorosaseparaciónenelpabellóndelparque,peroDorothyvinoaverlaantesdequedejaraKingsport.

—MeapenadeverasquenotecasesconRoy—ledijo—.Tequeríaporhermana. Pero tienes razón: él te aburriría terriblemente. Lo quiero y es unmuchacho adorable, pero, en verdad, no es nada interesante. Aunque no lo

parece,asíes.

—Estonoecharáaperdernuestraamistad,¿no,Dorothy?—preguntóAna,ansiosa.

—Desde luego que no. Eres demasiado buena para perderte. Ya que nocomohermana, teseguiré teniendocomoamiga.Yno teaflijasporRoy.Enestosmomentossesientemuytriste; tengoqueoírsusquejastodoslosdías.Peroyasecurará.Lepasasiempre.

—Oh,¿siempre?—dijoAna,conunligerocambioensuvoz—.¿Yaseharepuestootrasveces?

—Sí,querida—dijoDorothyconfranqueza—.Dosvecesya.Ysequejabaigual.Nolorechazaron;sóloanunciaronelcompromisoconotrochico.Claroque cuando te conoció, me juró que nunca había estado enamorado hastaahora; que sus amoríos anteriores no habían sido más que fantasías deadolescente.Peronocreoquedebaspreocuparte.

Anadecidióseguirelconsejo.Sentíaunamezcladealivioyresentimiento.Roylehabíadichoqueeralaúnicaaquienjamáshabíaamado.Nocabíadudade que así lo creía. Pero era un consuelo saber que no había destrozado suvida.Habíamuchasotrasdiosasaquienespodríaadorar.Sinembargo,lavidahabíasidodespojadademásilusionesyaAnaestabacomenzandoaparecerledemasiadodesnuda.

Latardedesuregreso,bajódesucuartoconcaratriste.

—¿QuélehaocurridoalaviejaReinadelaNieves,Marilla?

—¡Oh!, ya sabía que te pondrías triste por eso —repuso ésta—. Yotambiénlosentí.Eseárbolestabaallídesdequeyoerajoven.Lopartiólagrantormentaquesoplóenmarzo.Estabacarcomido.

—Lo echomucho demenos—se quejaba lamuchacha—.Mi cuarto nopareceelmismosinél.Nopodrévolveramirarporlaventanasinsentirqueme falta algo. Nunca llegué a «Tejas Verdes» sin queDiana estuviese aquípararecibirme.

—Diana tiene algomás importante enquepensar en estosmomentos—dijolaseñoraLynde.

—Bueno,contadmelasnovedadesdeAvonlea—pidióAna,sentándoseenlosescalonesdelagalería,dondeelsoldelatardecubriódeorosuscabellos.

—Nohayotrasnovedadesquelasqueyateescribí—dijolaseñoraLynde—. Supongo que no sabías que Simón Fletcher se rompió una pierna lasemanapasada.Esunagrancosaparasufamilia.Estánhaciendotodoaquelloquenopodíanhacermientrasélestabasanoysemetíaentodaspartes.

—Vienedeunafamiliaescandalosa—comentóMarilla.

—¡Escandalosa!Yalocreo.Sumadresolíaponersedepieenlasreunionesdelaiglesia,proclamabaagritoslosdefectosdesushijosypedíaquerezaranporellos.Desdeluegoqueestolosponíafuriososypeoresquenunca.

—NolehascontadoaAnalasnovedadessobreJane.

—Hum… Jane —gruñó la señora Lynde—. Bueno —condescendió—:Jane Andrews regresó del oeste la semana pasada; va a casarse con unmillonario de Winnipeg. Puedes estar segura de que la señora Harmon noperdiótiempoencontárseloatodos.

—QueridaJane,estoytancontenta—dijoAnadecorazón—.Semerecelomejordelavida.

—Oh,yonadadigocontraella.Esunachicabastantebuena.Peronoesdelaclasedelosmillonariosyverásqueesehombreloúnicoquetieneesdinero,esoes.LaseñoraHarmondicequeesun inglésquehahechofortunaen lasminas, pero yo creo que resultará un yanqui. Debe de tener mucho dinero,pueshacubiertodejoyasaJane.Suanillodecompromisotieneundiamantetangrande,quepareceunemplastoenelgordodedodeJane.

La señora Lynde no podía evitar un poco de amargura en su voz. AllíestabaJaneAndrews,esasimplemaestra,prometidaaunmillonario;mientrasque Ana no había recibido proposiciones de nadie, rico ni pobre, o por lomenos, así lo parecía. Y la señora Harmon Andrews se vanagloriabainsufriblemente.

—¿Cómo se ha portado Gilbert Blythe en la universidad? —preguntóMarilla—.Lovicuandoregresólasemanapasadayestátanpálidoydelgadoqueapenaspudereconocerle.

—Estudiómuchoelinviernopasado.Yasabenquesacólasmejoresnotasen clásicosy ademásganó el premioCooper. ¡Nadie lo había ganadodesdehacíacincoaños!Demodoqueestáunpocofatigado.Todos loestamos,enrealidad.

—Detodasmaneras,túereslicenciadayJanenoloesniloseránunca—dijolaseñoraLynde,henchidadesatisfacción.

Pocos días después, Ana fue a ver a Jane, pero ésta estaba enCharlottetown «encargando ropa», según informó la señora Harmonorgullosamente.«YaqueunamodistadeAvonleanoseríasuficienteparaJane,dadaslascircunstancias».

—Heoídodecirquelevamuybien.

—Sí, le ha ido bastante bien, aunque no sea licenciada—dijo la señora

Harmon,sacudiendounpocolacabeza—.ElseñorInglistienemillonesysevanaEuropaenviajedebodas.Cuandoregresen,viviránenunamansióndemármol en Winnipeg. Jane sólo tiene una preocupación: puede cocinarmagníficamente y su marido no la deja. Es tan rico, que tiene cocinera.Tendrán dos criadas, un cochero y un mayordomo, además de la cocinera.Pero,hablemosdeti,Ana.Noheoídonadasobresitecasabasalterminartusestudios.

—Oh,no.Yoseréunasolterona.Nopuedoencontrarnadiequemeguste.

Estoestabadichocontodaintención.QueríadeliberadamenterecordaralaseñoraHarmonquesisequedabasolteronanoeraporquelehubiesenfaltadooportunidadesparacasarse.PerolaseñoraHarmontomóprontavenganza.

—He notado que las chicas demasiado independientes generalmentequedansolteras.¿YquéesesoquedicensobreelcompromisodeGilbertconunatalseñoritaStuart?CharlieSloanemedijoqueesmuyguapa;¿esverdad?

—NosésiestácomprometidoconlaseñoritaStuart—respondióAnaconespartanaentereza—,peroesverdadqueellaesmuyguapa.

—Antes pensaba que Gilbert y tú llegaríais a algo. Si no te preocupas,Ana,todostuspretendientesseteescurrirándeentrelosdedos.

Ana decidió no continuar su duelo con la señora Harmon. No se puedepracticaresgrimaconunadversarioqueoponeunhachaalflorete.

—Ya que Jane no está—dijo, poniéndose en pie— no puedo quedarmemásestamañana.Volverécuandoellaregrese.

—Hazlo—dijo laseñoraHarmonefusivamente—.Janenohacambiado.Piensa seguir frecuentando a sus antiguas amigas.Estará realmente contentadeverte.

El millonario de Jane llegó a finales de mayo y se la llevó entrerelámpagosde esplendor.La señoraLynde se llevóunalegrónalverque elseñorIngliseracuarentón,bajo,delgadoyconcabellosgrises.Ynoescatimódetallartodossusdefectos.

—Hará falta todo su oro para tragarse esa píldora, eso es —sentenciósolemnementelaseñoraRachel.

—Parecetenerbuencorazón—opinóAnalealmente—yestoyseguradequequieremuchísimoaJane.

—Hum…—fuelarespuesta.

PhilGordon se casó la semana siguiente yAna fue aBolingbroke a serdamadehonor.PhilparecíaunhadayelreverendoJoestabatanradiantedefelicidad,queanadieleparecióunhombrevulgar.

—Iremos a la tierra de Evangelina en luna demiel—informó Phil— yluegoviviremosenlacallePatterson.Mamácreequeesalgoterrible;piensaqueJopodríaporlomenosconstruirsuiglesiaenunlugarmásdecente.PerolafealdaddeloscubilesdelacallePattersonfloreceráparamícomounarosasiestoyconJo.¡Oh,Ana,soytanfelizquemedueleelcorazón!

Ana estaba siempre contenta ante la felicidad de sus amigas; pero es avecesamargoestar siempre rodeadadedichaquenoes lapropia.YcuandoregresóaAvonlea,eraDianalaqueestabarodeadadelagloriaquecircundaaunamujercuandotienejuntoasíasuprimogénito.AnacontemplóalajovenmadreconunareverenciaquenuncaentraraensussentimientoshaciaDiana.¿Podía esta pálidamujer con ojos arrobados ser lamismaDiana de rosadasmejillas y rizos negros con quien había jugado en los días de infancia?Aquelloledabaladesoladasensacióndepertenecersolamentealpasadoynotenernadaquehacerenelpresente.

—¿Noesguapísimo?—dijolaorgullosamamá.

El rollizo individuoera increíblementeparecidoaFred: igualdegordoyno menos rojizo. Ana no podía decir honestamente que era guapo, peropensabadeverasqueeraunacositadeliciosa.

—Antesdequeviniera,deseabaunaniña,parapoderlallamarAna—dijoDiana—.Pero ahora que el pequeñoFred está aquí, no lo cambiaría por unmillóndeniñas.Nopodíahabersidodistintodecomoes.

—Cadaniñoeselmásdulceyelmejor—comentólaseñoraAlian—.DehabersidolapequeñaAnaquienhubiesevenido,pensaríasexactamenteigual.

LaseñoraAlianvisitabaAvonleaporvezprimeradesdesupartida.Estabatan alegre y simpática como siempre. Sus viejas amigas le habían dadounacalurosabienvenida.Laesposadelactualpastoreraunabuenamujer,peronoprecisamenteunalmagemela.

—Apenas si puedo esperar a que tenga edad suficiente para hablar —suspiróDiana—.Ansíooírledecir«mamá».Yestoydecididaaquesuprimerrecuerdodemíseaagradable.Elprimerrecuerdoquetengodemamáesqueme estaba azotando por haber hecho algo que no debía. Seguramente lomerecí, pues mamá fue siempre muy buena y yo la quiero con todo micorazón. Pero me hubiera gustado tener un primer recuerdo suyo másagradable.

—Yotengounsolorecuerdodemimadreyeselmásdulcedetodosmisrecuerdos—comenzólaseñoraAlian—.Yoteníacincoañosyundíasemepermitió ir al colegio sola conmis dos hermanasmayores.A la salida,mishermanas regresaron por separado, creyendo cada una que yo estaba con laotra. En cambio, salí corriendo con una niña con quien jugaba durante el

recreo.Fuimoshastasucasa,queestabacercadelaescuela,ynospusimosajugar con barro. Estábamos en lo mejor, cuando llegó la mayor de mishermanas,enfadadaysinaliento.«¡Niñamalcriada!»,gritótomándomedelamanoyarrastrándomeconella.«Venacasainmediatamente.¡Yaveráslaquete espera! Mamá está enfadadísima. Te dará una buena paliza». Nunca mehabíanazotadoymicorazónsellenódeterror.Jamásmesentípeorenmividaquemientras regresaba a casa. No había tenido intención de portarmemal.PhemyCameronmepidióquelaacompañaraasucasayyonosabíaqueesoestabamalhecho,e ibanaazotarmeporello.Encuantollegamosacasa,mihermanamearrastródentrodelacocina,dondeestabamimadresentadajuntoalfuego,alaluzdelatardecer.Mispiernastemblabantantoquenopodíacasitenerme en pie. Y mamá…mamá me tomó entre sus brazos, sin una solapalabra de reproche,mebesóyme apretó junto a su corazón. «Temía tantoque te hubieras perdido, querida», me dijo tiernamente. Pude ver el amorbrillandoensusojos.Nuncamereprendiónimereprochóloquehabíahecho;sólomedijoquenovolvieraairmesinsupermiso.Muriópocodespués.Éseeselúnicorecuerdoquedeellatengo.¿Noeshermoso?

AnasesentíamássolaquenuncacuandoregresabaacasaporelCaminode losAbedulesyWillowmere.Hacíamuchoqueno recorríaaquel camino.Era una noche resplandeciente. El aire estaba lleno de la fragancia de loscapullos; quizádemasiado.Los sentidos saciados lo rechazaban comoaunacopacolmada.

Losabedulesdelasendasehabíantrocadoengrandesárboles.Todohabíacambiado. Ana tuvo la sensación de que estaría contenta cuando hubiesepasado el verano y reasumiera su labor, lejos de allí. Quizá la vida no leparecieraentoncestanvacía.

Heprobadoelmundo;

yanovisteelcolorderomancequevestía.

SuspiróAnaydeinmediatosesintióreconfortadaporlaideadeunmundosinidilios.

CAPÍTULOCUARENTA

ElLibrodelaRevelación

Los Irving regresaron a pasar el verano en «LaMorada delEco» yAnadisfrutó de tres felices semanas en su compañía. La señorita Lavendar nohabíacambiado;CharlottaIVerayaunaseñorita,peroaúnadorabaaAnadetodocorazón.

—A decir verdad, señora mía, no he conocido a nadie como usted enBoston—ledijofrancamente.

TambiénPaulhabíacrecido.Teníadieciséisaños,susrizoscastañoshabíandesaparecidoyyaleinteresabamáselfútbolquelashadas,peroelafectoquelouníaasuantiguamaestranohabíavariado.Losespíritusafines losiguensiendo,pesealosaños.

Erahúmedayfría la tardedejulioenqueAnaregresóa«TejasVerdes».Seanunciabaunadelasterriblestormentasdeveranoqueavecescruzabanelgolfo.Alllegarcaíanlasprimerasgotas.

—¿FuePaulquientetrajoacasa?¿Porquénoloinvitasteapasaraquílanoche?—inquirióMarilla—.Seaproximaunatormentaterrible.

—Esperoqueestéen«LaMoradadelEco»antesdequelalluviaarrecie.De cualquier modo, él quería regresar esta misma noche. Lo he pasadoespléndidamente, perome alegro de estar aquí otra vez. Davy, ¿cuánto hascrecidoúltimamente?

—Desdequetefuistehecrecidotrescentímetros.AhorasoytanaltocomoMiltyBoulter.Yanomemolestaráconqueesmásgrandequeyo.Ah,Ana,¿sabesqueGilbertBlytheseestámuriendo?

AnaquedómudaycomoinconscientemirandoaDavy,ypalideció tantoqueMarillatemióundesmayo.

—¡Davy, esa lengua! —exclamó la señora Lynde, furiosa—. ¡Ana,querida…reacciona!Noqueríamosdecírteloderepente…

—¿Es…verdad?—preguntólajovenconvozquenoparecíalasuya.

—Gilbertestámuymal—asintiólaseñoraLyndegravemente—.Enfermódetifusnobientefuistea«LaMoradadelEco».¿Nosupistenada?

—No.

—El caso se presentómuy serio desde el principio. Elmédico dice queestabamuydébil.Hancontratadounaenfermeraespecializadayhechotodoloquepuedehacerse.Reacciona,Ana;mientrashayvidahayesperanza.

—ElseñorHarrisonestuvoaquíestanocheydijoquenohabíaesperanzas—reiteróDavy.

Marilla,consemblantecansadoyenvejecido,selevantóysacóaDavydelacocina.

—Oh,reacciona,querida—dijolaseñoraRachelabrazandocariñosamentealajovencita—.Nodebemosperderlasesperanzas…realmentenodebemos.GilberttieneasufavorlafuerteconstitucióndelosBlythe.

Ana apartó suavemente a la señora Lynde, atravesó la cocina como unaautómata,cruzóelvestíbuloysubiólaescalera.Yaensuantiguocuarto,cayóde rodillas junto a la ventana mirando sin ver a través de ésta. En la granoscuridad,lalluviacaíasobrelossembrados.DelBosqueEmbrujadopartíanloslamentosdelosárbolesacosadosporlatormentayelairetraíaelfragordelasolasquerompíansobrelaplayadistante.¡YGilbertseestabamuriendo!

Como en la Biblia, hay en toda vida un Libro de la Revelación. En laslargashorasdevigilia,enmediodelatormenta,enlaoscuridaddeesanocheterrible,Analeyóelsuyo.AmabaaGilbert,siemprelohabíaamado.Ahoralosabía. Supo que era parte de su vida. Que vivir sin él sería una continuaagonía. Y la revelación llegaba demasiado tarde… demasiado tarde inclusoparatenerelamargoconsuelodeacompañarlohastaelfinal.Siellanohubierasido tan ciega… tan tonta… habría tenido el derecho de ir hacia él en esetrance. Pero Gilbert nunca sabría que ella lo amaba… se iría de esta vidacreyendo que no le importaba. ¡Oh, los largos años de soledad que sepresentaban ante sus ojos! ¡No podría soportarlos… no podría! Se inclinósobre la ventana y, por primera vez en su juvenil y feliz existencia, deseómorir.SiGilbertseibadesuladosinunapalabra,sinunaseñal,ellanodebíaseguir viviendo. Sin él, nada tenía valor. Se pertenecían uno al otro.En esahoradesupremaagoníanopudodudarlo.GilbertnoamabaaChristineStuart;nuncalahabíaamado.Oh,quétontafuealnocomprendercuáleraellazoquela unía a Gilbert… al confundir la ilusión que le inspirara Roy con elverdaderoamor.Yahoradebíapagarporellocomoporuncrimen.

Cuandosubieronaacostarse,laseñoraLyndeyMarillasedetuvieronjuntoa la puerta de Ana, se miraron dubitativamente al no oír ruido alguno ypasarondelargo.Latormentasóloamainóalamanecer.Anavioasomarunafranjadeluzenmediodelaoscuridad.Prontolascolinasdelesteestuvieroncoronadas por un resplandor púrpura. Las nubes se enrollaron en suaves yblancasmasassobreelhorizonte;elcielobrillóazulyplata.

Anasepusoenpieybajó laescalera.Sintióel fuertevientofrescoenelrostro mientras se dirigía al patio. Un jovial silbido cantó en la cuesta. AlmomentoaparecióPacifiqueBuote.

Repentinamente Ana se sintió flaquear. De no haberse apoyado en unsauce,habríacaídoalsuelo.PacifiqueeraelpeóndeGeorgeFletcher,vecinode los Blythe. La señora Fletcher era tía de Gilbert. Pacifique sabría si…sabríalaúltimanoticia.Elhombrecruzabaagrandespasoslacuesta,silbandoatodopulmón.NovioaAna,quelollamóinútilmentetresveces.Estabayacasifueradesualcancecuandopudoarticular:

—¡Pacifique!

Elmuchachosevolvióconunalegresaludo.

—Pacifique—preguntó la joven casi sin aliento—, ¿viene de la casa deFletcher?

—Seguro.Anochem'avisaronquemipadre 'stáenfermo.Porla tormentanopudeiryvoy'oracortandocaminoporloscampos.

LadesesperaciónimpulsóaAna.Saberlopeorerapreferibleaesahorribleincertidumbre.

—¿SabecómoseguíaGilbertBlytheestamañana?

—Estámejor.Pudopasarlanoche.Eldoctordijoque'orasepondrábien.¡Pasó raspando! Condenado muchacho, casi se mata en la escuela. Bueno,tengoqu'irme.Miviejotendráapuroporverme.

Pacifique reanudó sumarcha y su silbido. Ana se quedómirándolo conojosenquelaalegríahabíasucedidoalaangustiadelanocheanterior.Eraunmuchacho flaco, áspero, feo; pero a la joven le pareció tan guapo como losmensajeros que llevan buenas nuevas por las montañas. Nunca, mientrasviviera, podría contemplar su rostro oscuro y chato sin rememorar la cálidasensaciónqueinundósualmaantesuspalabras.

Mucho después de que se perdiera el alegre silbido entre los álamos delSenderodelosAmantes,Anaaúnestababajolossauces,degustandolaacredulzura que brinda la vida cuando nos vemos libres de un gran temor. Lamañanaeraunvasollenodebrumayesplendor.Cercadeellaestallabanloscapullosderosa.Loscantosdelospajarillosasualrededoreranlamúsicadesuestadodeánimo.Yrecordólasentenciadeunviejoymaravillosolibro:

«Elllantoduraráunanoche,maslaalegríallegaráalamanecer».

CAPÍTULOCUARENTAYUNO

Elamortriunfasobreeltiempo

—Vengoainvitarteadarunpaseoporelcampo,comolohacíamosenlosviejostiempos—dijoGilbertdoblandorepentinamentelaesquinadelagalería—.¿QuéteparecesivamoshastaeljardíndeHesterGray?

Ana,sentadasobreelescalóndepiedraconunavaporosatelacolorverdepálidosobrelafalda,parecióalgoconfusa.

—¡Oh!,meencantaría—dijosuavemente—,peronopuedo,Gilbert.SabesqueestanochetengoqueiralabodadeAlicePenhallowycuandoterminedearreglar este vestido ya será hora de irme. Lo siento mucho; quisiera ircontigo.

—Bueno,¿podremosirmañana,entonces?—preguntóGilbertsinparecermuydesilusionado.

—Sí,creoquesí.

—Enesecasomevoyenseguidaacasaahacerloqueteníapensadohacermañana.¿AsíqueAlicePenhallowsecasaestanoche?Hastenidotresbodasesteverano,Ana: ladePhil, ladeAlicey lade Jane.Nunca leperdonaréaJanequenomehayainvitadoasuboda.

—Ella no tiene la culpa; recuerda la cantidad enorme de parientes quetienenlosAndrews.Apenascabíanenlacasa.AmímeinvitaronsóloporquesoylaamigamásantiguadeJane…Bueno,esoporlomenosdepartedeJane.Creoqueelmotivoquetuvosumadrefuehacermeverelesplendordesuhija.

—¿EsverdadquellevabatantosbrillantesquenosepodíadistinguirdóndeterminabanéstosydóndeempezabaJane?

Anario.

—Llevaba bastantes, es verdad; casi se perdía entre tantos tules, rasos,cintas y brillantes. Pero era feliz, y también lo eran el señor Inglis… y laseñoraAndrews.

—¿Éste es el vestido que usarás esta noche? —preguntó Gilbertcontemplandoloslazosyvolantes.

—Sí. ¿No es bonito? En la cabeza llevaré margaritas. El BosqueEmbrujadoestállenoesteverano.

Gilbert tuvo una instantánea visión de Ana, ataviada con su vaporosovestido verde, su cuello y sus brazos virginales emergiendo airosamente yblancas estrellas prendidas sobre su rojiza cabellera. La visión le quitó elaliento.Perosevolvióligeramente.

—Bueno,vendrémañana.Esperoquetediviertasestanoche.

Ana le miró alejarse y suspiró. Gilbert se mostraba amistoso… muyamistoso…, demasiado amistoso. Había ido a verla a menudo a «TejasVerdes» después de su convalecencia y algo de la antigua camaraderíaretornaba.PeroAnanolaencontrabasatisfactoria.Juntoalarosadelamor,elcapullodelaamistadresultabadescolorido.YlamuchachacomenzóapensarotravezsiGilbertsentíaahoraporellaalgomásqueamistad.Alavulgarluzdeldíasehabíadesvanecidolaradiantecertezadeaquelarrebatadoamanecer.La atormentaba un terrible temor de no poder rectificar nunca su error. Erabastante probable que Gilbert amara a Christine. Quizá hasta estabacomprometido.Anatratódearrancarinciertasesperanzasdesucorazónydereconciliarse con un futuro donde el trabajo y la ambición debían ocupar ellugardelamor.Quizápudierahacerunbuen,ohastaunnoble trabajocomo

maestra,yeléxitoqueobteníansuscuentosbrevesenciertaseditorialeseraunbuenaugurioparasusnacientessueñosliterarios.Pero…,pero…Anaalzósuvestidoyvolvióasuspirar.

Cuando Gilbert regresó a la tarde siguiente encontró a Ana esperando,frescacomoelamanecerylímpidacomounaestrelladespuésdelafiestadelanoche anterior. Llevaba un vestido verde; no el que se había puesto para laboda,sinounoviejoqueGilberthabíaalabadoenunafiestaenRedmond.Eraexactamente el verde que hacía resaltar los ricos tonos de sus cabellos, elprofundogrisdesusojosylairisadadelicadezadesutez.Gilbert,mientraslacontemplaba con el rabillo del ojo cuando caminaban por un sombreadosenderodelbosque,sedijoquenuncalahabíavistomáshermosa.Ana,porsuparte, pensó cuánto había madurado aquel muchacho desde su enfermedad.Eracomosihubiesedejadolaadolescenciaparasiempre.

Eldíaeratanhermosocomoelcamino.AnacasilamentóllegartanprontoaljardíndeHesterGray,dondesesentaronenunviejobanco.Allítodoestabaigual que aquel lejano día de la dorada excursión, cuando Diana, Jane,Priscillay ella lohabíandescubierto.Entonces erabello, con susnarcisosysusvioletas;ahoralosásteresyotrasfloressalpicabantambiénsusuperficie.Elmurmullodelarroyollegabaentrelosbosquesdesdeelvalledelosabetoscontodasuantiguaseducción;elaireestaballenodelsusurrodelmar;a loslejosseextendíanloscamposcruzadosporsurcosteñidosdegrisporelsoldemuchos veranos y se alzaban las largas colinas arropadas en la sombra denubesotoñales;conlabrisadelesteregresaronlosviejossueños.

—Creo—dijoAnasuavemente—que«latierradondelossueñossehacenrealidad»estáallí,enesevalle,entrelabrumaazul.

—Ana,¿tienessueñosnorealizados?—preguntóGilbert.

Algoensutono,algoquenohabíaescuchadodesdeaquellanochehorribleenelhuertode«LaCasadePatty»hizosaltarelcorazóndelamuchacha.Peropudocontestarcontranquilidad.

—Desde luego. Todos los tenemos.No nos vendría bien tener todos lossueñoscumplidos.Mejorseríaestarmuertosqueno tenersueños. ¡Québienhuele!Quisierapoderver losperfumesa lavezqueolerlos.Estoyseguradequeseríanmuyhermosos.

AGilbertnoselopodíadistraerasí.

—Yotengounsueño—dijolentamente—ypersistoenacariciarlo,aunqueamenudomehaparecidoquenuncapodríarealizarlo.Sueñoconunhogarconunachimenea,unperroyungato,lospasosdelosamigos…¡ytú!

Anaqueríahablarperonopodíahallarlaspalabras.Casiasustada,sentíala

llamadadelafelicidad.

—Hacedosañostehiceunapregunta,Ana.Silavuelvoahacer,¿medarásotrarespuesta?

Lamuchachatodavíanohabíapodidorecobrarelhabla.Perolevantósusojos,enlosquebrillabaelarrobamientoamorosodeincontablesgeneraciones,ysemiróenlosdeGilbertporuninstante.Élnobuscómásrespuesta.

Vagaron por el jardín hasta que cayó el sol. Tenían tanto de que hablar,tantos recuerdos; cosas que habían hecho, oído, pensado y dichoequivocadamente.

—CreíqueamabasaChristineStuart—ledijoAnaconreproche,comosino le hubiera dado todos los indicios para que creyera que amaba a RoyGardner.

Gilbertseechóareír.

—Christineestabacomprometidaconalguiendesupueblo.Yolosabíayella sabía que yo lo sabía. Cuando su hermano se graduóme dijo que ellavendríaaKingsportel inviernosiguienteymepidióquelacuidaraunpoco,puescomonoconocíaanadiesesentiríamuysola.Demodoquelohice.Yentoncesme gustó por símisma. Es una de lasmejoresmuchachas que heconocido. Sabía que las habladurías de la universidad daban por hecho miamorpor ella.Nome importó.Nadame importabamucho,despuésquemedijiste que nunca podrías amarme,Ana.No había otra; nunca pudo haberlaparamicorazón.Tequisedesdeeldíaquerompistelapizarraenmicabezaenlaescuela.

—Nosécómopudiste,cuandomeportétantontamente.

—Bueno, tratédehacerlo—contestóGilbertconfranqueza—,noporquepensaraesodeti,sinoporqueestabasegurodequeteníapocasposibilidadesdespuésqueaparecióRoy.Peronopude;ynopuedodecirtequésignificóparamíduranteestosdosañoscreerquetecasaríasconél,yquetodosmedijeranqueelcompromisodeambosestabaapuntodeseranunciado.Locreíhastaunbendito día, cuando estaba convaleciente. Recibí una carta de Phil Gordon,PhilBlake,enrealidad,dondemedecíaquenohabíanadaentretúyRoyymeaconsejaba«probarotravez».Elmédicoseasombródemisrápidosprogresosdespuésdeaquello.

Anaseechóareír…,yatemblar.

—Nunca podré olvidar la noche en que creía que te morías, Gilbert.Entonceslosupeycreíqueerademasiadotarde.

—Pero no lo era. Amor mío, esto lo compensa todo, ¿no es cierto?Hagamosqueestedíaseasagradoparanosotros,portodalafelicidadquenos

trae.

—Eselnacimientodenuestradicha.Siemprequiseeste jardíndeHesterGrayyahorameesmásamadoquenunca.

—Pero tendréquepedirtequeesperes largo tiempo,Ana—dijoel jovencon tristeza—. Pasarán tres años antes de que termine mis estudios demedicina.Yaunentoncesnohabrádiamantesnisalones.

—Nolosquiero—contestóellariendo—.Sólotequieroa ti.YavesquesoyigualquePhilalrespecto.Losdiamantesylossalonessonmuyhermosos,perohaymás«campoparalaimaginación»sinellos.Yenloqueserefierealaespera,noimporta.Seremosigualmentefelicesesperandoytrabajandounoparaelotroysoñando.¡Oh!,cuandulcesseránahoralossueños.

Gilbertlaacercóylabesó.Yregresaronacasa,coronadosreyyreinadelpaísdelamor,porsendasalasqueseasomabanlasmáshermosasfloresquejamásvieronfloreceracariciadasporlaesperanzayelrecuerdo.

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