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VISIÓN ARQUITECTÓNICA DE FRANCISCO DE LA MAZA Por Manuel Gom:.ález. Galván Todos tenemos tres maneras de biografía: una es la propia, la perso- nalmente vivida y en la que. por selección de momentos vitales creemos que es la verdadera. la que todos y cada uno referiríamos como propia. Hay otra, la oficial, la de los biógrafos, que es la que los demás se forjan de nosotros con 10 que personalmente permitimos o dejamos manifestar y. finalmente. una tercera, la realmente verdadera, la que nunca se escribe, ni se dice, ni se reconoce. la que aun vivida en el fuero de la conciencia olvidamos. la que "sólo Dios sabe" y por lo tanto pertenece al arcano. La primera manera, que se traduce en autobiografía, peca de parcial por egocentrismo y aun cuando se haga con sinceridad, por limita- ciones ineludibles Icuántas trampas subconscientes nos tendemos a nosotros mismost, lcuántas amnesias vergonzantes. o cuántas vanidosas insistencias! Es, por lo tanto, usual que el autobiógrafo mate, por auto- defensa, su mundo exterior y su relato, con ser el más próximo a su verdad. debe contemplarse al través de la reserva. El biógrafo de la vivencia ajena tropieza, a su vez, con doble impe- dimento: por un lado su parcialidad, la que existe desde el momento en que escoge una vida para exaltarla o impulgnarla ya que, necesaria- mente un análisis se hace con interés y un juez, para discernir, no puede ser indiferente. Por otro lado, aun cuando el respeto lleve de la rienda a la temeridad, siempre se corre el peligro de incurrir por terrenos de la conciencia ajena, devastando lo que se presenta inaccesible y marchi- tando flor y fruto de vida interior. De aquí el temor a pretender explicar un mundo interno. Temor que se acrecienta cuando lo condi- cionan el afecto y la amistad. La biografía más discreta y respetable será, por lo tanto, aquella en la que el biógrafo haga un glosario de hecho y equilibre, como en los platillos de una balanza, por un lado la personalidad en cuestión y por el otro su circunstancia. Ahora bien. considerando lo anterior. nos referiremos a Francisco de la Maza. a quien le gustaba que todos le llamáramos Paco, ya fueran amigos, discípulos, admiradores y aun sus impugnadores, que no ene- 87 DOI: http://dx.doi.org/10.22201/iie.18703062e.1972.41.958

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VISIÓN ARQUITECTÓNICA DE FRANCISCO DE LA MAZA

Por Manuel Gom:.ález. Galván

Todos tenemos tres maneras de biografía: una es la propia, la perso­nalmente vivida y en la que. por selección de momentos vitales creemos que es la verdadera. la que todos y cada uno referiríamos como propia. Hay otra, la oficial, la de los biógrafos, que es la que los demás se forjan de nosotros con 10 que personalmente permitimos o dejamos manifestar y. finalmente. una tercera, la realmente verdadera, la que nunca se escribe, ni se dice, ni se reconoce. la que aun vivida en el fuero de la conciencia olvidamos. la que "sólo Dios sabe" y por lo tanto pertenece al arcano.

La primera manera, que se traduce en autobiografía, peca de parcial por egocentrismo y aun cuando se haga con sinceridad, por limita­ciones ineludibles Icuántas trampas subconscientes nos tendemos a nosotros mismost, lcuántas amnesias vergonzantes. o cuántas vanidosas insistencias! Es, por lo tanto, usual que el autobiógrafo mate, por auto­defensa, su mundo exterior y su relato, con ser el más próximo a su verdad. debe contemplarse al través de la reserva.

El biógrafo de la vivencia ajena tropieza, a su vez, con doble impe­dimento: por un lado su parcialidad, la que existe desde el momento en que escoge una vida para exaltarla o impulgnarla ya que, necesaria­mente un análisis se hace con interés y un juez, para discernir, no puede ser indiferente. Por otro lado, aun cuando el respeto lleve de la rienda a la temeridad, siempre se corre el peligro de incurrir por terrenos de la conciencia ajena, devastando lo que se presenta inaccesible y marchi­tando flor y fruto de vida interior. De aquí el temor a pretender explicar un mundo interno. Temor que se acrecienta cuando lo condi­cionan el afecto y la amistad.

La biografía más discreta y respetable será, por lo tanto, aquella en la que el biógrafo haga un glosario de hecho y equilibre, como en los platillos de una balanza, por un lado la personalidad en cuestión y por el otro su circunstancia.

Ahora bien. considerando lo anterior. nos referiremos a Francisco de la Maza. a quien le gustaba que todos le llamáramos Paco, ya fueran amigos, discípulos, admiradores y aun sus impugnadores, que no ene-

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migos, ya que éstos realmente no los tuvo, pues ésos también se ganan, y hasta en las polémicas más acres usó el tono cordial y la gracia sazonó sus sarcasmos, por lo que no ofendía intereses personales aun cuando defendía vigorosamente los valores colectivos.

Hablando, pues, de Paco, si él no escribió su autobiografía, su bio­grafía oficial, la que todos sus allegados buscamos estructurar como homenaje a él, será como un rompecabezas en el que cada uno pondrá una pieza para reconstruir su imagen aunque constituyan, necesaria­mente, visiones parciales de su rica y polífacética personalidad. Si Paco hubiera escrito un solo libro, dictado una conferencia, guiado una excursión o defendido un solo monumento, ya seria dificil opinar sobre ello; mas su fecundidad en todas estas actividades dificulta más la aproximación a él, tan solo por medio de una de ellas, como es la de su visión o sentido que de la arquitectura tenía. Estamos conscientes de que nos referiremos en estas lineas a una parte mínima de su amplia sensibilidad lo que, como en el caso de las biografías oficiales que anteriormente apuntamos, él sería el primero .en corregir o rebatir, por lo que nos concretaremos a comentar su propia obra publicada, en la que toca el tema de la arquitectura apoyándonos, además, en el recuerdo de sus conferencias, de sus visitas a monumentos y. sobre todo,

, en el sinnumero de pláticas personales, las que siempre eran interesantes, como gran conversador que fue. Su plática iba siempre salpicada de ideas que surgían como chispazos, con esa peculiar ambivalencia de in­genio y humor negro que tenía y ¡cómo nol, plagado a veces de contra­dicciones. Sin embargo, gustaba de rectificar cuando se le demostraba que incurría en error; con esta actitud se mostraba insólitamente humilde ante una discusión razonada con dialéctica.

Sea ésta, pues, una visión personal de su visión arquitectónica, que no otra cosa.

• En los primeros años de su obra crítica se percibe, con mayor inten­

sidad, la vocación del historiador que el mismo Paco se decía ser; su referencia a los monumentos sondea la causa o razón de su existencia; el documento y la circunstancia histórica son la explicación primera de un edificio. pero ante la em~ión que la ,espléndida presencia de la obra de arte le produce se explaya en brillantes descripciones y análisis

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9, Méx ico, D, Jo' , S:in J erónimo, L:ipida )' coro bajo, FOlo de ConSlanrino RC)'CS V,

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TO&U DI! HUMANIDADES 60. lISO CUPAD UHlVu.srrAU\

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plásticos, tan sugestivos, que hasta la fecha muchas personas sólo por ello le recuerdan, considerándole un crítico tan preciso en pintura y escultura que la arquitectura la describía, o sólo le interesaba, por sus valores plásticos, sin sentir las cl,\alidades o defectos de espacio tan esen­(:iales en la arquite.ctura, lo que si en un principio y hasta cierto pUl;ltO es verdad, con el correr del tiempo fue mostrando, sin pretender de­mostrarlo, pues hay que leerlo entre líneas, un definido y peculiar gústo espacial, el cual tratamos de entresacar espigando en su' obra. -

No debemos, sin embargo, olvidar su agudeza en el análisis de formas puramente ornamentales que lo llevó a encontrar frases o palabras defi­nitorias para determinados momentos estilísticos, (omoson la de ';barroco anástilo" para la última modalidad de barroco a fines del siglo XViII, 1

~ la de "barroco republicano", para ese arte tan sui generis que aparece con arrastres barrocos, pretenciones neoclásicas y consecuencias eclécticas que se dio en nuestras tierras a mediados del siglo XIX.

Una respetuosa timidez le hada exclamar con frecuencia "yo no -soy arquitecto" cuando se discutía acerca de soluciones en la distribución de plantas, movimiento de alzados o efectos espaciales, con lo que se excusaba ante posibles errores de opinión, mas no porque no lo supiera o no lo sintiera, sino por esa honestidad y respeto profesional que PO{

los arquitectos tenía, respeto que, a su vez, el arquitecto, salvo dudosas ~xcepciones, no suele tener por el historiador como profesionista, ni aun menos por lo que la historia significa pues cotidianamente vemos arqui­tectos mediocres que se autoerigen árbitros de ella y destruyen sin conmiseración la herencia del pasado, de manera inconsciente cuando no solapada. Y esto es lo que le exasperaba y hada referirse a ellos como "los tales arquitectos", o "arquitontos".

Mas, precisamente por ser historiador, no tenía un concepto ret~~ grado o anacrónico de la arquitectura, sino el correcto sentido de ubica­ción de ella, lo que dice claramente en un artículo periodístico: 2 -

Cuando se trata de fabricar un nuevo templo no se les ocurre otra cosa a los ingenieros y arquitectos, así como a los sacerdotes, que volver sus ojos al pasado y elegir, entre los diversos estilos ya muertos, lo que sus gustos particulares, impulsados por tradiciones muchas veces falsas, prefieren. sin un momento de reflexión y de crítica. Los ingenieros y arquitectos que fabrican iglesitas pseudobarrocas y churriguerescas muestran su ignorancia

1 Francisco de la Maza, Mexican Colonial Retablos. Sobretiro de la Ga%ette des Beaux"arts. (sjf'J. p. 18!.

2 "El clero y la arquitectura moderna", en Excelsior, l! de <x;tubre de 1942.

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absoluta del momentto histórico que VIVimos y de la evolución arquitec­tónica mundial y los sacerdotes que aceptan o proponen semejantes dislates se atienen tan sólo a la devoción y al gusto de los fieles en general. sin importarles nada el futuro (y el presente). artístico -y más ade1ante-: Conservar sólo quiere decir, y así debe entenderse, no destruir, como en el caso de la plaza de Santo Domingo. Mas el día que se cayera la Escue­la de Medicina, por ejemplo, sería imperdonable fabricarla estilo "colo­nial", salvo que se hiciera exactamente igual. lo que sería una atinada reconstrucción.

Años después, insiste, con el mismo justo criterio a propósito de la iglesia de La Medalla Milagrosa, construida por el arquitecto Félix Candela: 8

Copiar es la debilidad máxima a que puede llegar el esfuerzo del hombre; recurrir al pasado. tratando de revivido, es un truco insostenible. Por ello resultan dignos de todo elogio los esfuerzos de algunos arquitectos en hacer templos modernos, con técnica y materiales modernos dando así un ejemplo al futuro de lo que en arquitectura sentimos los hombres de este trágico medio siglo.

Pero, vayamos más al fondo de nuestro tema, ¿qué vivencias arqui­tectónicas íntimas pudo lograr comunicarnos? y creo que casi bastaría uno solo de sus libros para encontrarlo como investigador y crítico en madurez; las Cartas barrocas desde Castilla y Andalucía . • En este libro apoya su sensibilidad en una firme base documental e histórica y con­sidera. como en contrapunto, las ideas.de Pons. tan contrarias al barroco, con el fin de hacer más ágil el discurrir de los temas y así surgen sus opiniones, abonadas por esa prosa fluida y brillante con toque poético que es tan peculiar de él, por lo que dicho libro es una verdadera mina en que brota. de manera espontánea y abundante, su crítica emotiva y erudi ta a la vez.

A continuación y por medio de varias citas de sus Cartas barrocas, podremos darnos cuenta de lo que sentía con más intensidad en la arquitectura. En la página 11, refiriéndose al Escorial, apunta:

El interior. en cambio. es de 10 más majestuoso y magnificente que pueda verse. La gran cúpula circular, como la de San Pedro de Roma, asienta en gruesos pilares de orden dórico y es el centro y corazón de la cruz griega

ti "Los tesoros artísticos de México", en Novedades. 6 de noviembre de 1955. 4 Francisco de la Maza, Cartas barrocas desde Castilla " Andalucia. México. Uni­

versidad Nacional Autónoma de México. Instituto de Investigaciones Estéticas. 1963.

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de su planta. Aquí todo se liga a la cúpula, alta, de noventa metros, es

decir, veinticinco más que las torres de nuestra catedral.

Ignoro si sentiste algún impulso, alguna emoción religiosa al entrar alIfo

Yo no. Me quedé frío como, justamente, en San Pedro de Roma. Parece

que nuestra receptividad religiosa hispánica va más de acuerdo con el Gótico

y, más aún, con el Barroco, que COn el Renacimiento.

Con esto nos sugiere como la "receptividad religiosa" condiciona la

visión arquitectónica al grado de que un espacio razonado y matemático

puede ser "majestuoso y magnificente", pero que en su abstracción le

deja "frío", es decir. que no se produce la proyección sentimental que

conforme a Worringer identifica al contemplador con la obra de arte;

en cambio, frente al barroco, se va definiendo su visión más personal

cuando refiriéndose a la obra del arquitecto Pedro Ribera nos dice en

la página 17: "El ochavo de la planta de Nuestra Señora del Puerto

permite que se abran cuatro grandes nichos a los cuatro vientos y entre

ellos van tribunas o balcones que le dan ese aspecto, como a otras

iglesias de Madrid, de una especie de patio o una calle muy peculiar

que, enroscándose sobre sí misma y cerrándose, se convirtiera en orato­

rio" (lámina 1). Aquí, aunque sin mencionar la palabra espado, éste

queda implícito ya que la conformación de planta y alzado hacen una

envolvente que a él le parece '"enroscándose sobre sí misma y cerrán­

dose", hay pues, una visión capsular, un interiorismo que coincide con

la reflexión religiosa. Este religiosismo, para llamarle de alguna manera,

constantemente anoraba en él, aun cuando sistemáticamente después

lo autonegaba. pero no deja de ser una tónica, una especie de leit motiv

en casi todos sus escritos. así nos dice en la página 18, al continuar

refiriéndose a la misma iglesia:

En la puerta corren dos molduras en las jambas y dintel, una más gruesa

y otra más delgada, con ese movimiento mistilíneo, tan delicado y mórbido,

que anuncia al baquetón posterior. A los lados, los chorros de frutas que

serán también la sefial riberesca. Esto de las frutas en el baITOCO es, como

en el gótico. no sólo un bello y fresco adorno. sino una ofrenda y un

recuerdo de los beneficios de Dios. Quien se quede en la superficialidad

de creer que es decoración pura y no vea en esa integración de la naturaleza

y la arquitectura. un consciente y auténtico sentido religioso, no compren­

derá el barroco.

Mas adelante, página SO. en Monserrat de Madrid encuentra en el

crucero izquierdo de la iglesia un sagrario de plata que reproduce. en

pequeño, el diseño de la torre de la misma iglesia y nos dice: "Mi novi ..

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do~compañante me contó'que este sagrario estuvo eh el. altar':mayor y que, al retirarlo e inutilizarlo para poner en su lugar uno de 'nneas modernas', quinientos oblatos abandonaron'Monserrat ,en señal de pro­testa. Mala es l~ huida; si hubieran luchado con, tenáddad, tal vez el sagrario hubiera vuelto a su sitio." Sin pretenderlo" en esta frase hace un elogio de si mismo, pues bien sabemos con qué tenacidad luchó en defensa de los monumentos y logró que muchos se preservaran y queda­ran en su sitio.:~No sólo fue un gustador de la belleza o un admirador pasivo que ante~los atropellos vandálicos se conformara con lamenta~ ciones inútiles, sino que arremetió contra' el egoísmo mercantilista y.1a ignorancia, yen, esto se distinguió por su generosa entrega y su fuerza: p61eii1.ica, 10 que le obligó a profundizar en problema de restauración, dé" preservación' -y de urbanismo, para poder impugnar las falacias de troncos y profesiollistas irresponsables; pero antes sigamds considerando cómo vibraba ante determinados monumentos como la Cartuja del Pau­lar -en Segovia. Exteriormente tiende a la descripción, a un método didáctico de comunicación, pero al entrar, no puede contener la emoción y el impulso lírico se le desborda Y' nos entrega una nota más de su visión interiorista Y coruscante del espacio arquitectónico cuando riqueza de textura, materiales Y colores, lo delimitan; así nos dice en la página 102':

Estar dentro de éste sagrario del Paular es sentirse como encantado en un¡( joya, más bien, dentro de una joya, en la que tú mismo eres una célula movible entre las irisaciones de cada serie,. de prismas que se forman al cambiar de lugar. como si al tallar un diamante, sus facetas fueran para adentro y no para afuera; facetas. además, incrustadas con otras cien piedras preciosas .

. V, otra vez, el escape subconsciente del sentimiento religioso que no p~ía reprimir. pues continúa: "El barroco quiso devolverle a Dios. en forma de arte, los dones de la luz y el color que Él había creado romo naturaleza en el genético fiar del principio" (lámina 2). . Sentido arquitectural de gruta, de esfera introvertida, de rumia inte­rior, espacio inductivo a la reflexión interna, al descubrirse, espacio a comprensión Y comprensión espiritual que necesariamente estallaría y de allí la urgencia y necesidad de un pivote de escape: la cúpula, la cúpula de aspiraciones verticales, no la cúpula que deja sentir su gra­vedad descendente a la manera clásica o renacentista, sino la que pola­riza fuerzas ascendentes: la barroca, la que precisamente en México

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encontró la tierra más fértil para multiplicarse y florecer y que, induda.

blemente, lleva De la Maza en el recuerdo, cuando estando en Sevilla

nos dice, página 127:

Hoy he ido a San Luis. noviciado de Jesuitas. El sentido de espado: obligado

a referirse a un punto central y limitarse a un cuadrado en el que se

circunscribe un círculo, es el fin arquitectónico -y espiritual- de esta

pequeña y a la vez magna iglesia. Es decir. esa reducción de la planta

a la rigidez de una cruz griega, pero con el escape abierto de la cúpula

central. Estrecbez de plano y amplitud de alzado. Este secreto sólo el Barroco

10 supo realizar. Recordemos que era una iglesia para adolescentes; esto

lleva impHcito que no sea ni espaciosa ni monumental; pero, eso si, rica y

espectacular. El niño debe estar encerrado y a la vez contento. Debe. con­

centrarse y no desparramarse. Su imaginación debe a.scender. De aquí el

dominio de la cúpula (lámina S).

Aun cuando sabía perfectamente la fuerza de convicción que de voz

viva. o en s~s escritos tenía. 'Y del magnetismo de su personalidad, lo

'que podría suponerle como de carácter extrovertido; sin embargo, quie.

nes le tratamós de cerca nOs dirríos cuenta del rechazo que por el halago

Superfluo o la frivolidad intelectual Sentía, lo que se tradujo en un

pstracismo social; en un cierto hermetismo psicológico.y hasta en ·una

,'inexplicable timidez que considero llegó a influir. en su sensibilidad

al grado de proyectarse en su apreciación de los valores estéticos, pues,

como el anacoreta se siente feliz en S1l cueva o el ave de jaula perece

fuera de ella y en cambio canta aprisionada, Paco se~tía el gozo de los

espacios cerra~os pero a condición de que fueran pletlJricos de expresi •

. ' vidad táctil. Los volúmenes. malaS y claroscuro exterior, los contem·

pIaba con delectación, describía. analizaba y sondeaba en el tiempo

documentando su razón de ser; pero es en los espacios interiores, ~bmo

hemos visto, que realmente desbordaba su emociqn y' sentir asJ los

espacios internos es sentir lo que de más esencial tiene la arquitectura

que es el esculpir el vado. Su' visión de tal quehacer es más dioni·

siaca que apolínea, más de entrega que de análisis, más : figurativo ~que

abstracto. más cordial que analitíca y. en síntesis, hasta la subyaCente

religiosidad y el vuelco interno 'que en sus opiniones manifiesta; sin

enajenación, nos comunican uná visión estética de la arquitectura acu··

. nada con amorasidad. Resulta muy significativo. por ser casi definitorio,

de su sentido espacial del bafreéo, y de la arquitectura en general, el

párrafo que dedica al Sagrario de Lucena, cerca de Granada, en la p~gi.

na 175 de sus Cartas barrocas: ' . ,.

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El Gótico es espacio hacia arriba y cascada de luz hacia abajo. Hay un arrastre direccional o dirigido. en el sentido vertical, que se desliza a nues­tros costados sin que podamos asirlo, en una necesidad ascensional. El barroco tiene también este subir (jamás sus fachadas son horizontales; son siempre en punta), pero se desparrama en sentido circular horizontal, asible, sostenible en cualquier punto de arriba para abajo o de derecha a izquierda. En el Gótico no siento necesidad de volverme o revolverme sobre mí mismo, estoy dirigido a un punto frontero. En el barroco sé que debo mirar hacia arriba tanto como a los lados, en ondas circulares o en divisiones prismáticas de mi ser, encontrando. en donde quiera que fije mis sentidos, un estímulo, en donde posar la sensibilidad, resbalándola pero fijándola, si quiero, en cualquier motivo y sabiendo que puedo dejarla allí. En el Cótico, como en lo clásico, mis derrames sensibles son en Hnea recta, mi espacio es el que puedo desenvolver hacia arriba, abajo o a los lados, rectamente, sin la posibilidad de extenderme en ondas o en quiebres, como puedo hacerlo en el Barroco. Por lo visto, tanto puede hacer la decoración barroca -que, en el fondo, es creación de espacios pequeños- que puede dar una nueva categoría espacial. Este movimiento orbicular, que sólo puede sustentarse de roleos y curvaturas, en una inquietante evanescencia, seria como el pal­pitar de los átomos, que, según dicen, están en perpetuo movimiento in situ, formando la materia o la energía, en un equilibrio tal, que es el que da las formas concretas (lámina 4) •

Tiempo después, consciente él mismo de este sentimiento estético y espacial que del barroco tien.e, reitera en México su 'Visión arquitec­tónica al colocarse bajo la cúpula del Santuario de Ocotlán en Tlaxcala:

Es la "estética orbicular" del barroco de que he hablado en mi libro Cartas bafTocas desde Castilla., Andalucla. En efecto, en el presbiterio de Ocodán, los sentidos no pueden dirigirse a un puntto de atracción especial -salvo el de la Virgen titular, pero que no es "obligatorio". por as' decir- y tienen que girar, a los lados y hacia arriba, en incesante rodeo sin descanso. La envoltura es total y, como no hay dispersión, el centro resulta el espectador mismo, sin escape posible de esta cápsula dorada en la que nos revolvemos como larvas en su capullo 15 (lámina 5).

Resulta indudable que, De la Maza, alcanza su clímax de identifi­cación con la arquitectura, cuando los espacios internos se delimitan con paramentos vibrantes de color, textura y mensaje subjetivo, que él capta, cataliza y nos lo trasmite sazonado por su brillante critica. En esto parece que su sensibilidad ha sido condicionada) y es natural, por el propio arte nadonal que, al través de los años, fue admirando, cono-

G "Oro, coJor y símbolo en el Santuario de OcotIán", en Caminós de México. núm. 42, 1965.

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-ciendo y estudiando. Gustaba de referir cómo, desde niño, pasaba largo tiempo dentro del Carmen de San Luis Potosí sin aburrirse nunca y redescubriéndolo siempre, sobre todo frente al delirio de la interna Portada de los Arcángeles (lámina 6), por esto los interiores desolados, inconclusos o mutilados perdían interés para él, es el caso de San Felipe Neri el Nuevo, iglesia a la que con su compañera San Felipe el Viejo dedica todo un libro 6 y, sin embargo, para su interior, incon­cluso y modificado, hay un solo y corto párrafo en la página 70: "En San Felipe Neri el Nuevo, Iniesta volvió a la idea de las tres naves, pero a la manera de San Felipe Neri el Viejo, es decir, una ancha y solemne nave central y dos estrechas laterales, si bien con su puerta de acceso cada una." En cambio, la churrigueresca fachada, esplendo­rosa y rica, aunque también inconclusa, retiene su atención y lo em­barga en larga disertación que culmina en la problemática de la conser­vación y restauración de monumentos a que necesariamente debía llegar en su evolución intelectual como historiador y crítico, así, en la página 74, refiriéndose al remate de la fachada que nunca existió, nos dice:

No estamos de acuerdo en que se haya inventado ese remate. Si el arquitecto Iniesta Bejarano la dejó sin concluir y no queda dibujo o descripción alguna ¿para qué enmendar la plana a lo que el tiempo dejó en esa forma? Y 10 grave del asunto es que pueda servir de ejemplo para otros casos, pues si en la ciudad de México se hace algo, generalmente se copia en los Estados. La reconstrucción de la fachada de San Felipe Neri el Nuevo, históricamente es un error, pero arústicamente cumple bien su función.

Cautela y buen juicio se entrevén en esta opinión, ya que un justo y preciso criterio de restauración no existe ni aun en el profesionista especializado ya que, como sabemos, cada caso es diferente. No sólo tuvo buen criterio en ubicar históricamente a la arquitectura sin anacro­nismos ni actitudes retrógradas, como apuntábamos al principio, sino que además tuvo una personal visión espacial como lo hemos compro­bado en sus propios textos.

Su lucha por la preservación monumental le obligó a interesarse y c.onocer las teorías de restauración, mismas que aplicó, nada menos que en el monumento histórico más entrañable para él: la iglesia de San Jerónimo en México, de la que promovió su restauración y a la que

e Los templos de San FeliPe Neri de la ciudad de México, con historias que paf'ec~n cuentos. México. 1970.

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también dedicó un libro, 1 pues él mismo la considera "el Coro de Monjas más ilustre y venerado de México" (página 13), por encon­trarse allí el sepulcro de Sor Juana Inés de la Cruz. Tanto admiraba y amaba intelectualmente a la Monja Musa, que por deseo expreso suyo habrá de reposar cerca de ella, sepulcro a sepulcro y así, al lograr la restauración de este coro, Paco dejó una digna atmósfera para la tumba de Sor Juana y la suya propia (láminas 7, 8 Y 9).

Cabe citar, del mismo libro dedicado al monumento, cómo le angus­tiaba el descuido nacional por el pasado, página 24:

Como el mexicano no puede con su pasado, como le abruma su historia', quiere que todo 10 que no sea su presente. está encerrado en vitrinas en lugar de vivir toda su historia con alegría y gratitud. A lo que se le tiene miedo se le trata de destruir o, cuando menos, 'de ocultar.

Se preocupó, pues, profundamente, por la salvación de monumentos. aislados o representativos de nuestro ~rte e historia; basta con citar su

/ lucha por la restauración del monumento más importante de la nación~ la Catedral de México. Pero, además, hubo de llegar, también, a la batalla por salvar los conjuntos urbanos y al conocimiento de la pro­blemática que esto implica, problemática en la que se adentró empu-'jada por la avalancha arrasadora de la belleza que a nombre del pro­greso, la economía o las circunstancias sociales mal entendidas o peor encauzadas, destruyen la herencia cultural del pasado; él, que era inti­mista y recoleto, tuvo que enfrentarse a los problemas de la calle y al hacerlo la conoció meJor, aunque sin identificarse con lo que ella signi­fica actualmente. Entendía la dinámica urbana como un vitalismo tras;­cendente, como la ciudad para el hombre. no para la máquina, mas, este humanisIPo activo, bien sabemos los sinsabores que acarrea a quien lo practica, pues se requiere, como lo hizo Paco; de un heroico esfuerzo y un desinterés supremo para preservar los valores colectivos ante la presión y los ataques de los afectados en su enriquecimiento o intereses personales ya que; socialmente, aún no estamos lo suficientemente evd­Jucionados para comprenderlo y aceptarlo en términos de bien común.

La barbarie demoledora,siempte reiterarla y amenazante, le obligó a ,polemizar y lanzar diatribas coherentes y relacionadas aunque las dijera a intervalos de tiempo, así, espigando' en sus ardculos periodísticos.

,7 lilsepulcro ck Sor' ]tuma lnil de la erut. México. 1967. Publicado pare} Depar­tamento del Distrito Federal.

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surgen sus protestas elocuentes, entre dolidos, aunque esperanzados re­clamos: "Hay que hacer surgir, con amplias e inteligentes miras, diri­gidas al futuro -¡ay de quien no vea hacia el porvenir y no abandone su efímero presente!"

Mas parece que en México obramos de manera inconsciente. sin plan y sin fines, a como salga. O de una manera muy consciente. pero con una con­ciencia negra, es decir, al servicio de los egoístas intereses de los riCOs. insaciables, de los políticos paranoicos con delirios de grandeza, de los cursis financieros propagandistas de las últimas falsedades de producciones indus­triales en medicina, bebidas y cosméticos. 8

Comentando a Sigfried Giedion en su libro Espacio, tiempo y arqui­tectura, a propósito del párrafo en que dice: "El cuerpo entero de una ciudad pone en evidencia, fuera de dudas, la condición del pensamiento arquitectónico de una época, y la ciudad que permite distinguir a tal punto cada época se hace capaz de organizar su propia vida", De la Maza añade a esto:

y para terminar estas notas traslado el corolario que hice alguna vez a la frase de Giedion. La ciudad de México ha vivido muchas épocas: la azteca. la feudal, la renacentista, la barroca, la neoclásica, la europeizan te, la art­nouveau, la neoazteca, la neocolonial, la funcional... y todo en los limites que van de Tacubaya a Peralvillo y del Paseo de la Reforma a San Lázaro. Menguado sitio para tanta historia. Cada época ha destruido con fervor la que le precede porque no ha sabido respetar su pasado ni desplazarse, ni buscar nuevos espacios. Y todo urbanista, en lugar, de abarcar la mirada, la clava en el centro de la ciudad, la cual, como una larva que no sabe que va a ser mariposa, se revuelve en su capullo sin ambiciones de volar. 9

Puede notarse en esta última frase cómo De la Maza reitera su sentido ,espacial de introversión aun refiriéndose a espacios urbanos abiertos .y no sólo a los interiores, volviendo a utilizar el mismo término de larva que " ... se revuelve en su capullo ... "

Años después, cuando vuelve a tocar el tema urbano, su criterio no ha cambiado y en un párrafo. que es muy representativo de su agilidad mental, de su erudición, de su sentido del humor y de sus conceptos sobre urbanismo, nos dice:

8 "La propaganda y la belleza o la estética de la Coca-Cola", en Novedades~ 19 de diciembre de 1954.

9 "Una dudad no es un escenario de teatro", en Novedades, 13 de marzo de 1960.

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Todo el problema urbano del siglo xx se concentra en el culto religioso a la diosa llamada Combustión Interna, moderna Vesta ante la cual hay que tener encendido el fuego sagrado de la chispa gasificada que mueve cuatro ruedas. Porque el avión, invento más útil, necesario y estético, no necesita destruir nada, pues su angélico oficio es desplazar por el espacio a la superpoblada humanidad. Dueño el avión de espacio supraurbano, no estorba ni quita nada; no ensucia el aire de las ciudades; no tiene cláxones -¡qué palabra!- que neurotizan o estupidizan a los seres humanos. ¿Os habéis fijado, ciudadanos mexicanos, en unos sonidos como de un monstruo afeminado, muy ondulados y cromáticos, que os destrozan los nervios con su rebuscada sonoridad de "refinado" diapasón? El avión, en fin, se hunde en las nubes y no necesita semáforos. Día vendrá, y pronto, en que el helicóptero y el "avión vertical" y, más aún, el propio automóvil volador, serán los transportes urbanos, además del vuelo personal. Cuando las capi-tales liquiden sus deudas con los mantos petrolíferos, será posible esa aérea comunicación urbana. movida por desintegraciones benéficas de átomos sin necesidad absoluta de arrastrarse rodando por los asfaltos. A la cría de caballos y a la industria de carrozas. sucedió el cultivo de los hidrocarburos y la industria de automóviles. Como los mantos hulleros fueron abandonados, así serán los petroHferos. y mientras tanto. en menos de cien años en que esto sucede, ¡se destruirán ciudades o cuando menos, calles, plazas, palacios. templos. para dejar pasar la petulancia de las carrocerías norteamericanas, inefables, en su mayoría de los casos, por su aparatosidad insufrible!

Lo más caro y familiar en su vasta cultura se hace presente: ángeles, dioses clásicos, modernidades, deformación del idioma, el congestiona. miento del tránsito, el ruido, la superpoblación, hasta la ciencia ficción y ... la gracia de. humor negro o de humor dramático, tan característica de Paco y con la que polariza y aglutina toda esta batahola con una sola intención: salvar la ciudad y, salvar los monumentos. Para ello buscaba afanosamente ponerse al día, inquiria sobre cualquier hallazgo .o descubrimiento moderno por la trascendencia que pudiera aportar, o provocar, ya fuera en favor o en contra, del objeto de su mayor interés, los monumentos, a los que dedicó su vida polifacética en actividades, pero concentrada en torno a un punto: el arte y la belleza. Su vida fue .completa y rotunda, como fue su visión de la arquitectura, como una .esfera facetada, que nos devolvió prismáticamente destellos de luz, mati­zada por su sensibilidad cuando a la vez le hirió a él la luz de la belleza y del conocimiento amoroso.

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