Análisis Del Concepto de Conducta de Enfermedad

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    anales de psicología 2000, vol . 16, nº 2, 157-166

    © Copyright 2000: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia

    Murcia (España). ISSN: 0212-9728 

     Análisis del concepto de Conducta de Enfermedad: Un acercamientoa los aspectos psicosociales del enfermar

     Antonio Galán Rodríguez*, Alfonso Blanco Picabia y Mª Ángeles Pérez San Gregorio

    Universidad de Sevilla

    Resumen: El concepto de Conducta de Enfermedad hapermitido fructíferos acercamientos a la comprensión psi-cosocial del enfermar humano, pero en la actualidad esusado de una manera vaga y confusa. Hemos realizado unrepaso histórico de este concepto, atendiendo especialmen-te a las formas en que ha sido utilizado. También hemosanalizado la situación de crisis conceptual en la que se en-cuentra, y planteado la necesidad de delimitar con claridadlas dimensiones que lo configuran.Palabras clave:  Conducta de enfermedad, rol de enfermo,conducta anormal de enfermedad, salud.

     Title: Illness Behavior concept analysis: An approach topsychosocial understanding of human getting ill. Abstract: Illness Behavior concept has let successful ap-proaches to psychosocial understanding of human gettingill but nowadays it is used in a vague and confused way. Wehave carried out a historial review of this concept, payingspecially attention to the ways it has been used. We havealso analyzed its conceptual crisis situation and presentedthe need of delimiting clearly the dimensions that configureit.Key words:  Illness behavior, sick role, abnormal illnessbehavior, health. 

    1. Introducción 

    En la actualidad se da un reconocimiento prác-

    ticamente generalizado de que en la enferme-dad están implicados importantes componentespsicosociales. El logro de esta concepción delenfermar humano ha implicado el recorrido deun largo camino en el cual el concepto deConducta de Enfermedad ha jugado un papelmuy relevante. Este concepto constituye el re-sultado de un prolongado e interesante flujo deaportaciones de autores procedentes de muydiversos ámbitos, pero que ha derivado en unuso laxo y poco preciso (Mayou, 1984, 1986).En efecto, al mismo tiempo que la expresión“conducta de enfermedad” ha pasado a formar

    parte del léxico médico y psicológico, su faltade claridad conceptual impide el desarrollo deuna línea de trabajo desde la que se han reali-zado fructíferas contribuciones a la compren-sión del enfermar humano. Con este estudio

    * Dirección para correspondencia: Antonio GalánRodríguez. Departamento de Psiquiatría, Personalidad,Evaluación y Tratamiento Psicológicos. Facultad dePsicología. Avenida San Francisco Javier, s/n. 41005Sevilla (España).E-mail: [email protected] 

    pretendemos retomar esta línea de investiga-ción a través de un repaso de su evolución his-tórica y de una reflexión en torno a su situación

    actual y a sus posibilidades de desarrollo.

    2. El concepto de Conducta de Enfer-medad

    El desarrollo de la Conducta de Enfermedadarranca con la obra del sociólogo T. Parsons ysu concepto de “rol de enfermo”. Pero el au-téntico fundador de esta línea de trabajo fue D.Mechanic; y posteriormente, ya en el ámbito dela Psiquiatría, I. Pilowsky. Pero al mismo tiem-po que estos autores desarrollaban sus trabajos,eran realizadas otras contribuciones que pue-

    den ser situadas dentro del marco conceptualde la Conducta de Enfermedad. Entre ellas po-dríamos destacar el modelo biopsicosocial deEngel, los trabajos en torno a la distinción “ill-ness-disease”, y los modelos de Leventhal y deMcHugh y Vallis. El análisis de las contribu-ciones de todos estos autores es el objetivo deeste apartado.

    Cuando Parsons publicó en 1951 su obra“The Social System” aportaba uno de los con-ceptos que más fructíferos han resultado de-ntro del ámbito de las Ciencias Sociales. Nos

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    referimos al concepto de “rol”, con el que Par-sons designaba los comportamientos que sonesperados de una persona en función de su es-tatus dentro de un grupo social. Este conceptose mostró como un útil instrumento para en-tender el estatus social tanto de los profesiona-les sanitarios como de los enfermos, un análisisque abordó el mismo Parsons en el octavo ca-pítulo de la citada obra, y que abría una intere-sante línea de investigación sobre la dinámicade las relaciones médico-paciente.

    El eje central de las concepciones de Par-sons en torno a la práctica médica es el concep-to de “rol de enfermo” (sick role), un tipo derol definido por una serie de derechos y debe-res que nuestra sociedad occidental adjudica alos enfermos. Así, estos tienen derecho a sereximidos de las responsabilidades sociales habi-tuales y a no ser considerados responsables dela situación que están viviendo. De la mismamanera, los enfermos están obligados a consi-derar su estado como indeseable (y por tanto,desear mejorar) y a buscar ayuda profesional ycooperar con ella en el proceso de curación. Eldeseo de disfrutar de los primeros y de evitarlos segundos darían lugar a un complicado ydinámico juego de interacciones entre los dis-tintos elementos sociales implicados en el en-fermar (Parsons, 1982).

    Este modelo aportaba claves muy valiosaspara entender el papel social de la enfermedady la importancia de la relación médico-enfermo.Pero adolecía de serios problemas que diversosautores plantearon de manera inmediata (Ba-llester Arnal, 1990, 1993b). Así, tiene un limita-do rango de aplicación, tanto por las enferme-

    dades en las que se muestra útil (prácticamentese limita a enfermedades fisiológicas agudas)como por la población a la que puede hacerseextensible (es aplicable fundamentalmente a lasclases media y alta de las sociedades occidenta-les). Además, es un modelo que concede unpapel muy relevante al profesional médico acosta de obviar el papel de la familia o de lasconcepciones que el propio enfermo desarrollaen torno a su enfermedad. De la misma mane-ra, desatendía el papel de diversos procesospsicológicos (perceptivos, interpretativos, de

    afrontamiento, etc.) que múltiples investigacio-nes mostraban como importantes en este ámbi-to; y finalmente. Finalmente, este modelo nodejaba espacio a las diferencias individuales enla forma de vivir la salud-enfermedad.

    El principal intento por cubrir estas defi-ciencias lo llevó a cabo D. Mechanic. Este so-ciólogo médico partió de diversos datos quemostraban que el hecho de acudir al médico noes una respuesta automática ante el padeci-miento de una enfermedad. Así, es muy fre-cuente que personas enfermas no acudan a losservicios sanitarios, o que individuos sanos sírecurran a estos. Además, parece existir ciertarelación entre la vivencia de distrés y la deci-sión de acudir a un profesional, lo que refleja lainfluencia de factores extra-médicos en la deci-sión de acudir a los centros sanitarios (Mecha-nic, 1992). Estos datos llevaron a Mechanic aconcluir que el sentirse enfermo y acudir almédico son los puntos finales de un largo pro-ceso que pudo tener trayectorias alternativas.

    En la búsqueda de un concepto que reco-

    giese las variables que están implicadas en esteproceso, creó junto con Volkar la expresión“Conducta de Enfermedad”, con la que hacíareferencia a la forma particular en la que unapersona responde a sus signos corporales y alas condiciones bajo las cuales percibe esos sig-nos como anormales (Mechanic, 1962). La uti-lidad de este concepto desencadenó un prolífi-co uso que llevó a la Conducta de Enfermedada convertirse en un marco de referencia paramúltiples y diversas líneas de investigación entorno a la salud-enfermedad. Esto obligó a Me-chanic a intentar introducir cierta claridad en el

    concepto que había creado. Y así, planteó quela Conducta de Enfermedad podía ser concep-tualizada de cuatro maneras (Mechanic, 1986):

    1. Como una disposición estable de las perso-nas a responder de una forma determinadaante la enfermedad.

    2. Como el resultado de la interacción entre va-riables personales y sociales en el ámbito delenfermar, que van a determinar el significa-do proporcionado a éste.

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    3. Como una consecuencia de la organización yestructura del sistema sanitario en cuantodeterminantes de la respuesta del enfermo.

    4. Como el resultado de un proceso de atribu-ción en torno a la salud-enfermedad.

    Frente a esta dispersión del concepto deConducta de Enfermedad, la obra de I. Pilows-ky supone la focalización en un ámbito muyconcreto, el de las manifestaciones psicopato-lógicas que se desarrollan en el ámbito de lacorporalidad. El interés por este área de trabajosurgió en Pilowsky a partir de su descontentocon las categorías diagnósticas tradicionalesacerca de los trastornos somatomorfos. Enefecto, consideraba que estos cuadros (histeria,hipocondría, somatización, etc.) carecían de uncriterio unificador, de unos límites claros entreellos y de la capacidad para recoger algunasmanifestaciones que pueden ser relevantes enel ámbito de la salud-enfermedad (Pilowsky,1995, 1996).

    Intentando superar estas deficiencias, acu-ñó la expresión “Conducta Anormal de En-fermedad”, a la que definió como

    “la persistencia de un modo inapropiado o desa-daptativo de percibir, evaluar y actuar en relaciónal estado de salud de una persona, a pesar de queel médico (u otros agentes sociales adecuados)haya ofrecido una explicación razonablementelúcida de la naturaleza de la enfermedad y delcurso apropiado del tratamiento que debe ser se-guido, con oportunidades para la discusión, ne-gociación y clarificación con el paciente, basán-dose para ello en la evaluación de todos los pa-rámetros de funcionamiento del sujeto (biológi-co, psicológico y social) y teniendo en cuenta la

    edad, y el bagaje educacional y sociocultural delindividuo” (Pilowsky, 1993a, p. 62).

    Este concepto se convirtió en el eje centralde la teorización de Pilowsky, y así:

    a) Planteó que la Conducta Anormal de En-fermedad podría ser conceptualizada comoun continuum en el que se situarían todaslas manifestaciones de discrepancia entre elestado somático (con síntomas presentes oausentes) y la reacción del individuo frente a

    ellos. De esta forma, todos los trastornosdenominados actualmente “somatomorfos”tendrían como elemento común la presenciade una conducta anormal de enfermedad,cuya intensidad variaría de un cuadro a otro.

    b) Elaboró una nueva clasificación de los tras-tornos somatomorfos, planteando la necesi-dad de evaluar en cualquier alteración psi-copatológica los aspectos de conductaanormal de enfermedad; y así, sugirió la in-corporación de un sexto eje en la clasifica-ción de trastornos mentales de la AmericanPsychiatric Association (APA) donde que-dasen recogidos los factores de Conducta Anormal de Enfermedad.

    De forma paralela a la definición y desarro-llo del concepto de Conducta Anormal de En-fermedad, Pilowsky trabajó en la elaboraciónde un instrumento psicométrico que permitieseobjetivarlo. Sus esfuerzos se orientaron al desa-rrollo de un cuestionario que explorara aquellasáreas afectivas, cognitivas y conductuales queresultan relevantes en el ámbito de la conductaanormal de enfermedad. Y así, junto con Spen-ce creó en 1975 el Illness Behavior Question-naire (IBQ). Originalmente este cuestionarioconstaba de 52 items con un formato de res-puesta SÍ/NO, algunos de los cuales habían si-do extraídos de la Escala Whiteley de Hipo-condria. Posteriormente se le añadieron másitems, hasta llegar a los 62 del cuestionario fi-nal.

    Para Pilowsky, el objetivo del cuestionariono es explorar los síntomas que manifiesta el

    sujeto, sino las actitudes y sentimientos sobre laenfermedad, la percepción de las reacciones delos demás ante ésta, y la visión propia acerca dela situación psicosocial en la que se vive. Ini-cialmente los estudios fueron realizados conpacientes con dolor crónico, por considerarque en estos adquirían un gran valor los aspec-tos psicosociales. La decisión de centrarse enpacientes con dolor crónico ha sido muy criti-cada; fundamentalmente se ha planteado las li-mitaciones que establece esta elección a la ge-neralizabilidad de los resultados. No obstante,

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    los estudios realizados con otros grupos de pa-cientes han mostrado que, efectivamente, pue-de generalizarse su uso a una amplia población.

    En el trabajo inicial de Pilowsky y Spence(1975), confirmado en parte por estudios pos-teriores (Pilowsky, 1993b; Zonderman, Heft yCosta, 1985), surgieron una serie de factorescuyo análisis nos permitirá ahondar en los ele-mentos que son incluidos bajo el concepto deConducta Anormal de Enfermedad; son los si-guientes:

    1. Hipocondría   general , que es un factor generalde conducta anormal de enfermedad; pun-tuarían alto en esta escala aquellos sujetoscon una actitud hacia la enfermedad llena detemor, con cierta conciencia de su naturale-za excesiva.

    2. Convicción de enfermedad , que refleja una creen-cia firme en la presencia de una alteraciónsomática (dirigiendo una gran atención a lossíntomas y sensaciones corporales) y un re-chazo al intento de tranquilización por partede los profesionales sanitarios.

    3. Percepción psicológica versus somática de la enferme- dad , que es un factor bipolar; una puntua-ción alta en este factor indica que el pacien-te está dispuesto a aceptar la influencia defactores psicológicos en su enfermedad, ybajas puntuaciones indican lo contrario.

    4. Inhibición afectiva , que mide problemas o difi-cultades para expresar sentimientos perso-nales (especialmente los negativos).

    5. Perturbación afectiva , que evalúa la percepciónde los sujetos sobre los síntomas afectivosoriginados por la enfermedad (ansiedad, de-

    presión, tensión).6.  Negación , que recoge la tendencia a negar la

    existencia de problemas vitales aparte de laenfermedad, atribuyendo todas las dificulta-des a sus problemas de salud (y por tanto,considerando que si estuviesen sanos, notendrían ninguna dificultad).

    7. Irritabilidad , dimensión que informa de sen-timientos de enfado e irritabilidad, espe-cialmente en contextos interpersonales.

    Este cuestionario ha sido utilizado amplia-mente en nuestro país, en el que ha sido tradu-cido y baremado en distintos trabajos (Ballester Arnal y Botella Arbona, 1993; Llor Esteban,Godoy Fernández y Nieto Munuera, 1993; LlorEsteban, Nieto Munuera, Godoy Fernández yMorales Messeguer, 1991; Marco San Juan,Rubio Sánchez, Ventura Faci y Lobo Satúe,1997; Nieto Munuera, Abad Mateo, López So-ler et al ., 1989); y ha sido empleado en investi-gaciones con grupos muy diversos de sujetos:enfermos ostomizados (Martínez Poyatos, Ar-naldos Herrero y Hernández Martínez, 1996) oinfartados (Arnaldos Herrero, Cardona Chacóny Hernández Martínez, 1996), pacientes concrisis de angustia (Ballester Arnal y Botella Ar-bona, 1993) o grupos heterogéneos de enfer-mos (por ejemplo Llor Esteban, 1991).

    La utilidad del IBQ ha llevado a algunos au-tores a elaborar instrumentos similares. El másconocido de todos es el Illness Acttitudes Scale(IAS) de Kellner (Ferguson y Daniel, 1995;Hadjistavropoulos y Asmundson, 1998; Spec-

    kens, Spinhoven, Sloekers et al ., 1996), con lassiguientes escalas: preocupación por la enfer-medad, preocupación por el dolor, hábitos desalud, creencias hipocondríacas, tanatofobia,fobia a la enfermedad, y preocupaciones corpo-rales. Y ya en nuestro país, Morales Meseguerha elaborado el Cuestionario de Conducta deEnfermedad (CEE) (Ortiz Zabala, Abad Mateoy Morales Ortiz, 1993).

     A pesar de la valía de sus contribuciones,las aportaciones de Mechanic y de Pilowsky nopueden ser consideradas modelos teóricos ple-namente elaborados (Ballester Arnal, 1990). En

    efecto, Mechanic se limitó al desarrollo delconcepto de Conducta de Enfermedad y abor-dó algunas de las múltiples variables que que-daban recogidas en él. Por otro lado, Pilowskylimitó su área de trabajo a un ámbito muy con-creto, el de las manifestaciones psicopatológi-cas recogidas dentro de la Conducta de Enfer-medad. Probablemente fue H. Leventhal elprimero en desarrollar de una manera muy ela-borada un marco teórico en torno a la Conduc-ta de Enfermedad. Es éste un modelo de auto-rregulación, en el que el ser humano es conce-

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    bido como un ente activo que desarrolla suspropias teorías en torno a su estado de salud.Para Leventhal, estas teorías (a las que deno-mina “de sentido común”, en oposición a lasteorías científicas que rigen la actividad del mé-dico) tienen un gran valor porque son las prin-cipales determinantes de la conducta del sujetorespecto a su salud (Leventhal y Nerenz, 1985;Nerenz y Leventhal, 1983; Schiaffino y Cea,1995; Weinman y Petrie, 1997). Por ello, el aná-lisis de Leventhal se centra en las representa-ciones cognitivas de la enfermedad que elaboracada persona; en ellas quedarán recogidos losfactores que el enfermo juzga importantes,como la causa de la enfermedad, su evolución yduración previstas, los rasgos definitorios enfunción de su experiencia con ella, etc.

    Otro modelo teórico especialmente elabo-rado es el desarrollado por McHugh y Vallis(1986), que no es sino un intento de superar lasdeficiencias del modelo biopsicosocial de Engel(1977, 1980, 1997). En efecto, estos autores co-inciden con Engel en su fuerte oposición almodelo biomédico como una forma reduccio-nista de abordar al enfermo y al enfermar, en elque estos quedan limitados a los aspectos me-ramente biológicos. Pero McHugh y Vallis cri-tican al modelo biopsicosocial su escasa opera-tividad, y de hecho, su modelo es una rigurosaoperacionalización de aquél. Además, McHughy Vallis recogen las aportaciones de diversosautores que han tomado como eje de su trabajola distinción entre dos términos anglosajones:“illness” y “disease”. En líneas generales, esteúltimo haría referencia a los aspectos biológi-cos del enfermar, mientras que “illness” reco-

    gería los modos subjetivos en que la personapercibe, se representa o reacciona ante los sín-tomas físicos de lo que considera una enferme-dad. Entre los autores que han abundado enesta distinción terminológica podríamos men-cionar a Coe (1973), Barondess (1979), Klein-man (1986) y Cott (1986).

    3. Situación actual de la Conducta deEnfermedad

    En la actualidad son muy diversas las líneas deinvestigación que utilizan como referencia elmarco de la Conducta de Enfermedad. Algu-nos autores han sistematizado estas aportacio-nes dividiéndolas en tres grupos (Lojo Fritschi,Hilser Vicuña, Quiroz Valdivia et al., 1995; Llor

    Esteban, 1991; Nieto Munuera et al., 1989):1) Trabajos procedentes del ámbito de la So-

    ciología Médica y la Psicología Social, comolos que abordan la influencia del grupo fa-miliar en el desarrollo de una enfermedad, larelación médico-paciente, el cumplimientode prescripciones terapéuticas, el papel delas actitudes en el ámbito de la enfermedad,los modelos preventivos de salud, los mode-los sobre el uso de los servicios sanitarios,etc.

    2) Trabajos procedentes de la Medicina Com-portamental y de la Psicología Clínica, basa-dos en diversas teorías utilizadas en estasdisciplinas (del estrés, de la autoeficacia, delos estilos de vida, de autorregulación, etc.);también podríamos incluir en este apartadolos estudios acerca del significado de la en-fermedad para los individuos, o sobre la re-lación entre los estilos de vida o la persona-lidad, y la salud.

    3) Trabajos dentro del ámbito psicopatológico,que pretenden caracterizar formas patológi-cas o “no adaptativas” de respuesta ante laenfermedad.

    De entre esta multiplicidad de líneas de in- vestigación quisiéramos destacar dos en las quela Conducta de Enfermedad se ha mostradocomo especialmente relevante. La primera re-coge el último de los puntos que acabamos deabordar: el estudio de las manifestaciones pato-lógicas que pueden aparecer en el ámbito de laenfermedad.En las últimas décadas asistimos a un impor-tantísimo desarrollo de la nosología psiquiátri-ca, cuyas plasmaciones más evidentes son lostrabajos que en este sentido realizan la Organi-

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    zación Mundial de la Salud (OMS) y la Ameri-can Psychiatric Association (APA), con susCIE y DSM respectivamente. No obstante,existe cierto consenso entre los autores que es-tudian los aspectos psicosociales del enfermar,en que estas clasificaciones no recogen satisfac-toriamente la gran variedad de situaciones queen este ámbito resultan relevantes (Blackwell,1992; Fava, Freyberger, Bech et al., 1995; Mar-co San Juan et al ., 1997; Mayou, 1986). Así, po-dríamos mencionar las clásicas discusiones entorno a la delimitación de los trastornos soma-tomorfos (hipocondría, trastorno por conver-sión, histeria, trastorno por somatización, etc.);y a éstas, se les ha sumado recientemente la di-ficultad para delimitar, desde un punto de vistapsicopatológico, los aspectos psicosociales pre-sentes en el enfermar humano; en este sentido,con las clasificaciones tradicionales resulta difí-cil recoger las manifestaciones de distrés psico-lógico en enfermos médicos (entre otros moti- vos porque la severidad de los síntomas sueleser menor que la generada en el ámbito psi-quiátrico), manejar conceptos relevantes en elámbito médico (como el de Calidad de Vida),etc. De hecho, muchas de estas manifestacio-nes sólo son recogidas en categorías secunda-rias o residuales. Por ejemplo, analizando laDSM-IV (APA, 1995) encontramos algunas deellas en el capítulo “Otros problemas que pue-den ser objeto de atención clínica”, en el que seincluye un apartado para “Problemas psicológi-cos que afectan al estado físico” (F54), distin-guiendo entre trastornos mentales, síntomaspsicológicos, rasgos de personalidad o estilosde afrontamiento, comportamientos desadapta-

    tivos y respuestas fisiológicas relacionadas conel estrés. Algunas otras de estas manifestacio-nes se encuentran en el apartado “Problemasadicionales que pueden ser objeto de atenciónclínica”, en el que se incluyen el incumplimien-to terapéutico (Z91.1), la simulación (Z76.5) ylos problemas de aculturización (Z60.3).

    Esta línea de trabajo dentro de la Conductade Enfermedad fue iniciada, como vimos, porPilowsky, y fue continuada por otros autores. Así, las aportaciones de Fava (1987, 1996), Fa- va y Grandi (1991) y Fava et al. (1995) guardan

    cierto paralelismo con las de aquél. Fava y suscolaboradores hablan de “síndromes psicoso-máticos”, que serían respuestas ante las situa-ciones vitales, y que se caracterizarían por tenercomponentes somáticos y mentales asociados;entre ellos incluyen la alexitimia, el patrón deconducta tipo A, la conducta anormal de en-fermedad, la fobia a la enfermedad, la tanato-fobia, la “health anxiety”, la negación de la en-fermedad, los síntomas somáticos funcionalessecundarios a un trastorno psiquiátrico, la so-matización persistente, la conversión, la “reac-ción de aniversario”, el humor irritable y ladesmoralización. Vemos por tanto, que al igualque Pilowsky, Fava y sus colaboradores inten-tan agrupar distintos cuadros de enfermedadcon un importante componente psicosocial,tratando de proporcionarles un sentido unita-rio.

    Finalmente, podemos mencionar a otro au-tor que ha profundizado en la línea psicopato-lógica de la Conducta de Enfermedad; nos re-ferimos a Blackwell (Blackwell, 1992; Blackwell

    y Guttman, 1986). Este autor habla de “con-ducta de enfermedad crónica” o “factoresbiopsicosociales que afectan a la invalidez, de-bidos a enfermedades médicas”; con este con-cepto intenta agrupar lo que él denomina “pa-tología psicosomática” en un síndrome unifica-dor que se caracterizaría por los siguientes sieterasgos:

    1. Una incapacidad desproporcionada en rela-ción a la enfermedad detectada.

    2. Búsqueda de validación de la enfermedad.3. Apelaciones a la responsabilidad del médico.

    4. Actitudes de vulnerabilidad personal y desentirse con derecho a ser cuidado.

    5. Evitación de roles de salud debida a la faltade habilidades, a las expectativas excesivas oal miedo al fracaso.

    6. Adopción del rol de enfermo debida a las re-compensas ambientales de la familia, ami-gos, médicos o programas sociales.

    7. Conductas interpersonales dirigidas a man-tener el rol de enfermo.

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    Una segunda línea de trabajo especialmenteinteresante es la que trata de establecer patro-nes o perfiles de respuesta propios de las dis-tintas situaciones del enfermar; de esta manerase intenta trascender de la variabilidad en lasrespuestas individuales para establecer patronesnormativos. El concepto de Conducta de En-fermedad ha resultado uno de los instrumentosmás fructíferos en este empeño. La forma enque ha sido utilizado ha sido doble:

    1. Por un lado, algunos autores han intentadoestablecer patrones generales de conductade enfermedad, buscando elementos comu-nes a individuos que sufren patologías di- versas. El IBQ ha sido utilizado por algunosinvestigadores para llevar a cabo esta labor,tratando de describir y evaluar posibles tiposde respuesta anormal de enfermedad engrupos amplios de pacientes. En nuestro pa- ís un estudio importante ha sido el de NietoMunuera et al. (1989) con cerca de 600 suje-tos; estos autores consideraron que aproxi-madamente la mitad de ellos mostraban pa-trones de conducta anormal de enfermedad,y que podían clasificarse en los tres siguien-tes tipos:

    a) Un patrón de conversión con elevadatendencia a somatizar y a negar la existen-cia de problemas psicológicos en el origende la enfermedad, con gran dificultad paraexpresar los sentimientos; fue hallado so-bre todo en enfermos con dolor crónico.

    b) Un patrón hipocondríaco, que aparecíaen personas que se habían instalado bio-

    gráficamente en su enfermedad; fue en-contrado especialmente en enfermos conmás de doce años de evolución.

    c) Un patrón distímico, presente en perso-nas que se caracterizaban por manifestaralteraciones afectivas, reconocer la exis-tencia de factores psicológicos en la causa-ción de la enfermedad y conceder granimportancia a hechos biográficos significa-tivos; hallaron este patrón sobre todo enenfermos crónicos atendidos en centros desalud.

    2. Un segundo acercamiento ha implicado laidentificación de patrones psicosociales enenfermedades concretas. Así, se ha evaluadola conducta de enfermedad en pacientes os-tomizados (Martínez Poyatos et al ., 1996),infartados (Arnaldos Herrero et al ., 1996), ocon crisis de angustia (Ballester Arnal y Bo-tella Arbona, 1993).

    4. La crisis de identidad de la Conductade Enfermedad

    Como indica Ballester Arnal (1993a), desde laformulación inicial de Mechanic y Volkart en1962, han sido muy numerosos los trabajospublicados en torno a este concepto, muchosde los cuales apenas tienen relación con la de-finición original de estos autores. Así, bajo elrótulo de Conducta de Enfermedad se agrupantrabajos muy dispares, como los referidos a losestilos de afrontamiento ante enfermedades, losprocesos perceptivos en esquizofrénicos, labúsqueda de ayuda médica en una determinadacultura o la despersonalización en el enfermo.Una muestra de esta situación la encontramosen el rechazo que sufrió este concepto por par-te de la Administración estadounidense al con-siderar ésta que bajo la Conducta de Enferme-dad se aglutinaban condiciones y conceptosque estarían mejor separados (Blackwell, 1992).

    Estas distintas concepciones de la Conduc-ta de Enfermedad varían en su grado de ampli-tud; así, para algunos autores es un conceptomuy restringido que nos permite recoger las di-ferencias individuales en la forma de percibir yactuar respecto a la enfermedad, mientras quepara otros la Conducta de Enfermedad es unmodelo de relación entre la enfermedad y losfactores psicosociales que influyen en ella. Dela misma manera, mientras que algunos autoresrestringen el concepto a áreas muy determina-das del funcionamiento personal (por ejemplolas primeras formulaciones de Pilowsky) otrosadoptan una posición tan amplia que práctica-mente equiparan la Conducta de Enfermedad atodo el ámbito de trabajo de la Psicología de laSalud (Ballester Arnal, 1993a).

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    Por todo ello consideramos como Ballester Arnal (1993a) o Galdón y Andreu (1990) queeste concepto sufre una crisis de identidad, y encuyo origen parece haber intervenido su acele-rado crecimiento. En efecto, la Conducta deEnfermedad ha pasado rápidamente a formarparte del vocabulario médico y psicológicohabitual, de tal forma que es utilizado con pro-fusión, pero de una manera excesivamente laxa,hasta tal punto que parece haber perdido susignificado. Una de la anotaciones más lúcidasen este sentido fue realizada por Mayou en1984, al llamar la atención acerca de las varia-das y escasamente rigurosas formas en que sonutilizados los términos “rol de enfermo”,“afrontamiento” y “conducta de enfermedad”. Así, este autor enfatiza los siguientes puntos:

    1. El “rol de enfermo” es un concepto teóricoque describe un papel ideal, y que por tantono explica las variaciones individuales. Yaquí precisamente reside el error más fre-cuentemente cometido: utilizar el conceptode rol de enfermo para describir las varia-ciones individuales en la forma de percibir laenfermedad.

    2. El término “conducta de enfermedad” ha si-do utilizado de tres formas dentro del ámbi-to de la Psiquiatría:

    a) como categoría diagnóstica, utilizada paraaquellos problemas que no encajan en lasclasificaciones habituales, y donde la psi-copatología es menos evidente que el pro-blema de conducta;

    b) como una forma de aportar una explica-ción social de una conducta alterada;

    c) como categoría de conducta usada paraun grupo heterogéneo de problemas cró-nicos (psicológicos o médicos) asociados ademandas excesivas de ayuda médica.

    3. En el ámbito psiquiátrico, el concepto deafrontamiento ha sido utilizado en muchasocasiones como sinónimo de rol de enfer-

    mo o de conducta de enfermedad, espe-cialmente ante reacciones agudas y situacio-nes fuertemente estresantes.

    5. Conclusiones

    Cuando se intenta delimitar las manifestacionespsicológicas que aparecen en el ámbito médico,nos encontramos con múltiples conceptos y

    modelos que realizan aportaciones parciales pa-ra la comprensión de estos fenómenos. Es porello por lo que necesitamos conceptos integra-dores que aporten visiones amplias y completasen torno a la salud y la enfermedad. La Con-ducta de Enfermedad realizó valiosas aporta-ciones en este sentido, sirviendo como un mar-co de referencia para muy diversas líneas de in- vestigación. Pero como hemos reflejado a lolargo del artículo, este crecimiento no se ha vis-to debidamente acompañado de un trabajo dereflexión y organización que le permitan con- vertirse en un modelo operativo. No obstante,

    la ausencia de estos marcos teóricos integrado-res nos obliga a replantearnos la utilidad delconcepto de Conducta de Enfermedad.

    Desde nuestro punto de vista, esta revisióndel concepto debería prestar una atención es-pecial a la línea de trabajo iniciada por Pilowskyy continuada por otros autores interesados enlos aspectos psicopatológicos de la Conductade Enfermedad; en efecto, estos investigadoreslograron acercamientos a la Conducta de En-fermedad que convertían a ésta en un conceptodescompuesto con claridad en una serie de di-mensiones perfectamente delimitadas y con uncierto carácter operativo. Éste es a fin de cuen-tas el principal reto de la Conducta de Enfer-medad si queremos convertirla en un conceptoútil para entender el complejo mundo del en-fermar: determinar qué dimensiones psicoso-ciales son relevantes para nuestra práctica pro-fesional (médica y/o psicológica) y desarrollarprocedimientos para explicarlas y valorarlas, ytanto en el ámbito de la conducta normal comoen la patológica.

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