Análisis Del Libro Las Rebeldes Mónica Lavín (2011)
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Ensayo: Las Rebeldes
“Las Rebeldes” es una novela histórica, de Mónica Lavín, que habla del México de la
Revolución desde los ojos de la gente que no tocó las armas. Principalmente se aborda la
perspectiva de las mujeres que conformaron la Cruz Blanca Nacional, Institución
comprometida al servicio de todo herido de la Revolución, fuere del bando que fuere.
Basada en datos y nombres reales es una historia con la que es fácil apasionarse. En un
principio no se sabe cuál es el rumbo que tomará la historia, aparecen múltiples nombres
y se mezclan épocas y situaciones, lo que, a decir verdad, resulta un poco confuso. En mi
caso, me vi obligada a llevar un guión que me permitiera relacionar a los personajes con
las épocas y los lugares. Durante los primeros cinco capítulos tuve que regresar
continuamente a repasarlo o a agregarle datos y ramificaciones. Cuando uno se da cuenta
de que la historia es contada en desorden y se entiende la relación entre los personajes, la
lectura se vuelve muy placentera. Sin duda es un libro para recomendar, en el cual la
historia nacional se vuelve interesante, como no sucedió en nuestras clases de “Historia y
Civismo” de la primaria. La forma en que se relacionan ciencia, tecnología y sociedad en la
época de la revolución, no es tan diferente a la actual.
Ciencia
En tiempos de guerra, el pilar que se ve más afectado, es la ciencia. Si acaso, provoca
adelantos en cuestiones con aplicaciones bélicas pero no en el país donde sucede la
guerra, sino en aquel que desea venderle hasta resorteras para enriquecer en combate.
Incluso en esos últimos, se busca desarrollar tecnología antes que hacer ciencia: el tiempo
apremia y no hay tiempo de generar teorías, todo se desarrolla sobre la marcha.
Si hay una rama de la ciencia que suele ser socorrida en situaciones de guerra, sin duda es
la medicina. En la época de “Las Rebeldes”, el adelanto médico era poco. Para curar
fiebre, paños húmedos en la frente; para aliviar cualquier malestar, traguitos de
aguardiente e incluso el canto de Aurelia, además de vendas, entablillados y cloroformo
para anestesiar. Se contaba con conocimientos quirúrgicos suficientes como para realizar
amputaciones, muchas veces provocadas por la gangrena o lesiones graves.
Aunque a Feyerabend pudiera dolerle, actualmente la política es considerada Ciencia
también y es otra de las áreas del conocimiento en que las guerras pudieran generar más
desarrollo, principalmente en una como la Revolución Mexicana. En ella no hubo lucha
entre países (al menos no en un principio), fue más bien una lucha interna, precisamente
por disparidades políticas. Se luchó por la democracia, por detener las ininterrumpidas
reelecciones de Porfirio Díaz por más de 30 años. ¿Quién mejor para encabezar aquel
movimiento de ideas frescas que Francisco I. Madero, joven ilustrado educado en Europa?
Tecnología
La guerra es un suceso que requiere de hombres y mujeres de acción, como los miembros
de la Cruz Balnca, como Leonor Magnón y como la Tía Lilly. Cualquier herramienta que
facilite la comunicación o el ataque al enemigo, es bien recibido. Por ello nuestro vecino
del norte aprovechó la revuelta mexicana para elevar sus ventas de rifles, balas, pólvora,
carabinas y demás armamento.
Para la comunicación el telegrama fue considerado un medio indispensable, el tranvía
para el traslado dentro de las ciudades se usó el Tranvía, mientras que para distancias más
largas, el Tren. Si por algo es bien reconocido el gobierno de Díaz es sin duda por la
construcción de la red ferroviaria mexicana, que para ese entonces ya conectaba las
principales ciudades del país.
La imprenta jugó también un papel importante, por un lado en la emisión masiva de
propaganda anti reeleccionista y de forma aun más importante con el periódico. Para la
Directora de la Cruz Blanca, Leonor Magnón, fue prioritario dar a conocer por aquel medio
la labor que en la CBN se realizaba.
“…dejaremos memoria de nuestra actividad, de quienes somos, de cómo trabajamos, de
cómo nos movemos de un sitio a otro… Sin memoria no hay nada” Leonor Magnón
Cabe mencionar que en aquel entonces para la impresión de papel en grandes volúmenes
se usaba la máquina de Linotipo. Una máquina parecida a la de escribir liberaba
ordenadamente cada letra que el linotipista pulsara en el teclado hasta llenar un renglón.
Las letras, que ahora formaban palabras, se usarían como un molde sobre el cual se
vaciaría hierro fundido. Y así renglón por renglón se construía una página de periódico o
propaganda. Esta especie de sello gigante ahora sería entintado para reproducir el mismo
texto miles de veces. Para emisiones únicas en la oficina o en el hogar se usaba la máquina
de escribir. Era de esperarse que una periodista como Jenny Page, contara con la suya,
una Underwood, obsequio de su padre.
Las historias del periódico eran acompañadas con imágenes de la Revolución, se daba una
gran importancia a la documentación de lo que sucedía a través de la fotografía. Tanto,
que los buenos fotógrafos como Esutasio Montoya, eran sumamente cotizados. En una
ocasión la misma Jenny se sintió ofendida por la insistencia de Leonor en fotografiarse
incluso con los dolidos padres de un rebelde fallecido:
“…y Leonor tan colocada en la foto junto a los viejos, posando para que la foto salga en el
periódico, para que la fama de la Cruz Blanca sea notada… posando con orgullo, pensando
en que quedan para siempre: retando a la cámara”
Sociedad:
La sociedad descrita en “Las rebeldes” puede ser dividida en sectores, cada uno con su
ideología muy particular.
Jenny, Leonor y Lilly estaban dentro del grupo social de los “laredenses”, me refiero a la
gente que hablaba tanto inglés como español, que aunque nacidos en Laredo, eran de
padres mexicanos. Que celebraban (o celebran) tanto Thanksgiving, como el día de la
Virgen de Guadalupe, la batalla de Puebla, el cumpleaños de Washington o la
Independencia mexicana. Dos mundos que cohabitaban, sin embargo en las escuelas sólo
se enseñaba inglés, pero el español se usaba sólo de forma doméstica. “Aquí no somos
americanas o mexicanas, somos constitucionalistas” decían las enfermeras gringas.
Por otro lado, los gringos que sí se sentían gringos. Ellos fueron beneficiados por la venta
de armamento tanto a uno como a otro bando. Sin embargo, cuando la guerra fue
avanzando más y más hacia la frontera, comenzó a preocuparles que se les fueran a
“desparramar los armados para aquel lado”. En ese sector podemos colocar a Steve Page,
padre de Jenny, quien no bajaba a los mexicanos de “salvajes”, aunque su primera esposa
hubiera sido mexicana.
La clase rica mexicana tan cómoda en su vida tranquila y holgada prefirió mantenerse tan
alejada de la revuelta cómo fue posible, confiaban, por su bien, en la vistoria de los
federales. Temían que el poder fuera cedido a gente sin educación, lo cual significaría vivir
bajo “La Ley de los Salvajes”. De cualquier forma, “el pueblo no sabe lo que le conviene”.
Un grupo de mujeres perteneciente a este sector, en una ocasión negó su apoyo a la Cruz
Blanca e intentó excusarse diciendo una de ellas valientemente:
“No es que no nos interese la Revolución, señora Magnón, ni nos parezca noble su labor –
Se atrevió Lolis Benavides–, pero no podemos apoyar el que las mujeres abandonemos a
nuestras familias por estar en la lucha”
Una parte de la clase menos privilegiada estaba metida hasta los codos en la lucha
armada, entre trincheras y explosiones. La otra, como Hermelinda la sirvienta,
simplemente pensaba “¿no será lo mismo?” desconfiada de que los beneficios de la
alternancia política pudieran tener algún impacto en su vidas.
Por último, la clase media alta ilustrada, dentro de la cual estaba Francisco Ignacio
Madero y muchos de sus seguidores, “es gente como uno” pensaba Leonor. El gusto de
tener a Madero al mando le duró sólo quince meses, la sed de venganza invadió a aquel
sector “a veces las armas eran necesarias más que la sensatez”. Las mujeres que
decidieron dejar sus comodidades y a sus familias para servir en la CBN fueron duramente
criticadas por la sociedad, lo cual, en los pequeños descansos que sus labores les
permitían, las hacía sentirse rodeadas de una pesada nube de culpa.
“¿Qué clase de mujer era esa que quería andar haciendo cosas de hombres, montar a
caballo, merodear las batallas, hablar con los más importantes, organizar y participar?
¿Qué no le bastaba con organizar su casa?”
Lo más duro para ellas fue reincorporarse a la vida tranquila de sus hogares, que hubieran
dejado por casi 6 años, la vida no tendría la misma intensidad que con la CBN, y no se
regresa a la misma piel.
“Como si yo no trajera postales de guerra, como si yo no llevara el polvo del desierto, el
rumor de la locomotora, la sangre de los heridos, la mirada desolada de las familias a las
que avisábamos la baja. Como si yo no cargara la ausencia de Ramiro.” Jenny
Referencias
Lavín, M. (2011). Las Rebeldes. México: Random House.
Linotipia, historia. (2008) (S.A.) [en línea] Obtenido el 20 de febrero de 2012. Disponible
en: http://www.youtube.com/watch?v=XNpya2yCnJo