Anatomia de Un Asesinato- I

download Anatomia de Un Asesinato- I

of 6

Transcript of Anatomia de Un Asesinato- I

  • 3CAPTULO I

    Las sirenas de las minas anunciaban que era ya medianoche cuando yo descenda por Main Street. Era una noche de domingo de mediados de agosto, y haba luna. Yo volva a casa despus de un fin de semana en el lago Oxbow, junto a mi viejo amigo el ermitao, Danny McGinis, que vive all siempre. Al llegar a Hematite Street, quise ir a echar un vistazo a aquella casa blanca y vieja en la que yo haba nacido, la casa de mi madre, que se alzaba en la esquina donde haba transcurrido mi infancia. Al doblar esta esquina con mi coche, los faros acariciaron suavemente los olmos que mi padre haba plantado siendo an joven y arrancaron destellos azules de las amadas ventanas. Mi madre segua en casa de mi hermana casada, y me haba encargado que vigilara aquel edificio. As lo haba hecho, y esta noche comprob una vez ms que, como una bandera, la casa segua all.

    Continu mi camino, y no me hubiese detenido de no haberme visto obligado a ello para no atropellar a un borracho que sali sin ninguna precaucin del Bar Trpoli, con una especie de trote sonmbulo, siguiendo todava con el comps de la msica de la gramola que sonaba dentro del local vaco y casi a oscuras.

    Insolacin! murmur distrado. Sencillamente, una vctima enloquecida por el sol de medianoche.

    Mientras aparcaba el coche, bastante sucio de barro, frente a mi oficina y junto al almacn general del Minners State Bank, pensaba en mi interior que pocos ruidos seran ms tristes que el lamento nocturno de una gramola en una desierta ciudad provinciana. En comparacin, incluso el canto de una lechuza me resultara ms alegre.

  • ROBERT TRAVER QUATERNI

    4

    Abr el portamaletas y saqu una bolsa de mano, la mochila y dos caas de pescar con funda de aluminio y una bolsa de mano, y las dej sobre el estribo. Luego me ech la mochila a la espalda, tom los dems bultos como pude y cruc la calle solitaria dejando tras de m slo el resonar de mis pasos en la noche silenciosa.

    Qu tal ha ido la pesca, Paul? dijo alguien surgiendo de un oscuro callejn junto al almacn.

    Era el viejo Jack Tragembo, un tipo alto y flaco, curtido como un To Sam sin barba. Perteneca a la polica de Chippewa, y, desde que yo poda acordarme, siempre haba tenido el turno de noche.

    Muy bien, Jack dije rascndome la cabeza. He comido tantas truchas durante estos das, que me temo que me nazcan agallas como a ellas.

    Supongo que te habrs enterado del asesinato dijo con un tono que demostraba su deseo de que no fuera as. Hasta hemos salido en los peridicos de la capital.

    No lo saba, Jack. Acabo de llegar, como puedes ver. A Dios gracias, en los bosques de Oxbow no hay peridicos, radios ni telfonos. El viejo Danny es tan hablador que no acepta que esos cacharros le hagan la competencia. Estoy seguro de que tendr al culpable atado, convicto y confeso para el viejo Mitch.

    Jack se encogi de hombros. Eso no me preocupa, Paul. Ocurri all arriba, en Thunder Bay, el

    viernes por la noche. Uno de los soldados se volvi loco y le larg cinco disparos a Barney Quill con un treinta y ocho. Este Barney era el dueo que tena all el hotel y el bar. El soldado dice que Barney iba detrs de su mujer. Afortunadamente, la polica del Estado le ha detenido ya.

    Vaya...! dije yo, sintiendo que se avivaba mi inters profesional. En ese momento un coche tom la curva sobre dos ruedas. Se oyeron

    gritos de jvenes, y frenazos y neumticos chirriando como caballos asustados. Pas casi rozando mi coche, y luego se alej como un relmpago. Segundos despus dos coches de la polica llegaron a toda mquina, uno de ellos se detuvo el tiempo justo para recoger a Jack, que se subi de un salto al interior como un muchacho. La escena pareca entresacada de las viejas pelculas de Keystone, y pens con tristeza en la calma que reinara en mi refugio favorito, entre los matorrales de Oxbow.

  • QUATERNI ANATOMA DE UN ASESINATO

    5

    La niebla se extendera inesperadamente, algn coyote aullara sobre un risco, un pjaro pescador dejara or su canto, una trucha saltara en el agua... Me qued un rato mirando por encima del banco hacia la enorme luna amarillenta que surgira tras una masa de nubes. Mi corazn sangrar siempre por ti cantaba la gramola y gritar mi necesidad deee ti....

    El crimen pensaba mientras suba fatigosamente los viejos peldaos de madera de la vieja escalera no desaparece....

    El montono timbre del telfono sonaba insistentemente. No me apresur pensando que al fin y al cabo poda ser alguien que preguntara por el podlogo, el dentista o los recin casados. Sin embargo, por una de esas premoniciones a las que no podemos encontrar una explicacin, estaba seguro de que la llamada era para m y de que alguien iba a pedirme que me encargara de la defensa del asesino de Iron Cliffs(*). Busqu en el bolsillo para buscar la llave de mi despacho. El telfono en ese momento enmudeci.

    PAUL BIEGLERAbogado

    se era el rtulo en la puerta de cristales. Debajo de l, una flecha negra apuntaba hacia la puerta de Maida, y otro rtulo lo aclaraba todo:

    Entrada por all

    Inexplicablemente, muy pocas personas obedecan la flecha, y casi todas se quedaban all y llamaban en la puerta de mi habitacin particular.

    La sucursal en Chippewa de una cadena de almacenes de precio nico ocupaba la planta principal del edificio de dos pisos que construy mi abuelo, el alemn, en 1780. Durante muchos aos vivi con la abuela en el piso superior, y mi actual despacho y residencia de soltero ocupaban lo que para ellos haba sido sala, living y comedor.

    Mi despacho de abogado no encajaba en el molde habitual. Mi madre sola decir en un tono de carioso reproche que aquello pareca cualquier

    (*) Condado al que pertenece Thunder Bay.

  • ROBERT TRAVER QUATERNI

    6

    cosa menos el lugar de trabajo de un hombre de leyes. Uno de mis competidores para el cargo de fiscal haba dicho en pblico aos antes que aquella oficina era ideal para adivinar la suerte ajena y labrar la propia. El antiguo comedor de mis abuelos se haba convertido en la sala de espera donde Maida escriba a mquina, semejante al vestbulo de un club. Haba una vieja mecedora de cuero negro y un sof de cuero marrn para los clientes. Maida tena una mesa nueva, del tipo de las diseadas para que parezcan ms una librera que una mesa de trabajo y la mquina de escribir no estaba en desuso. No haba ni una revista (ni siquiera el Newsweek), ni retratos en las paredes, excepto una instantnea de Balsalm, el caballo favorito de Maida; sa era toda la decoracin de las paredes. La mayor parte del archivo, los libros de consulta y el material de oficina lo guardbamos en la antigua despensa. Las cajas de papel carbn, las cuartillas y los sobres ocupaban el sitio reservado en otro tiempo para las costillas de cerdo y las conservas de la abuela Biegler.

    Mi despacho particular tena un aire menos serio que el de Maida. Las sentencias y los informes del Tribunal Supremo de Michigan se ocultaban en una estantera detrs de una cortinilla bordada. Mi mesa de despacho era la del viejo comedor y se conservaba brillante como el anuncio de un barniz. Haba tambin un divn de cuero negro, especie de camastro muy viejo: pensaba que no slo los psiquiatras tenan derecho a disfrutar de comodidades.

    En un rincn haba una mecedora de cuero negro, un taburete que haca juego con ella y una lmpara de pie, con una librera dedicada a mis revistas y a mis libros no profesionales... Ms all, la estufa Franklin, cuyo tubo terminaba en la chimenea cerca del techo. En las paredes, grabados en color y fotografas, especialmente de hermosas truchas y de un tipo flaco y alto, de grandes entradas y nariz prominente, llamado Paul Biegler, pescador famoso. En el otro extremo, un mueble que era a la vez radio y tocadiscos, y tambin un aparato de televisin.

    Oficialmente yo viva en casa de mi madre, en Hematite Street, pero por acuerdo tcito dorma casi siempre en el despacho, reservando mi habitacin en el hogar familiar para guardar mis avos de pesca, rifles, raquetas y esques. De modo que mi madre estaba con frecuencia sola en la casa vaca, como una reina regente, leyendo a Dickens, pintando

  • QUATERNI ANATOMA DE UN ASESINATO

    7

    acuarelas y escuchando seriales radiofnicos. No pareca preocuparse por que yo viviera en el bufete. Siempre haba opinado que los hijos tenan derecho a cierta libertad antes de emanciparse de modo definitivo. A su juicio, yo no era ms que un aturdido adolescente a pesar de mis cuarenta aos.

    Mi madre tena tambin sus opiniones respecto al matrimonio. Segn ella, ste era un contrato a plazo indefinido que la gente sensata debera estudiar con calma antes de firmarlo. Esperaba que algn da acabara casndome e instalando a mi mujer entre las viejas reliquias de la antigua casa de Hematite Street. En verdad yo no me haba casado por la sencilla razn de que no haba conocido a ninguna mujer que me interesara para esposa.

    El telfono son de nuevo y no tuve ms remedio que atenderlo, principalmente porque era el nico medio de conseguir que el timbre callara. Mi excursin de pesca haba concluido.

    Diga... Soy Paul Biegler dije. Y yo Laura Manion respondi una mujer. La seora Manion...

    Perdone si le llamo a estas horas. Cuando intent ponerme al habla con usted, su secretaria me dijo que pasaba fuera el fin de semana y que probablemente a esta hora habra ya regresado...

    S, seora Manion. Mi marido, el teniente Frederick Manion, est en la prisin del

    Condado de Iron Bay. Le han detenido acusado de asesinato. Deseamos que usted se encargue de la defensa tuvo un fallo en la voz, pero se recuper enseguida. Nos han hablado muy bien de su pericia profesional. Quiere usted defenderle?

    No lo s, seora Manion respond sinceramente. Antes de decidir nada, debera hablar con su esposo y examinar la situacin. Luego habra que plantear la cuestin financiera.

    Me hacan gracia las frases suaves y elegantes que utilizaba un abogado para sugerir a su posible cliente que se preparara para gastar mucho dinero. La seora Manion lo comprendi muy bien.

    Naturalmente, seor Biegler. Cundo puede ir a verle? Tiene muchos deseos de hablar con usted.

  • ROBERT TRAVER QUATERNI

    8

    Ech un vistazo al correo acumulado durante mi ausencia. Casi todo eran cartas sin importancia.

    Ir alrededor de las once de la maana. Estar usted all? Lo siento, pero a esa hora estar en casa del mdico. Ignoro si

    conoce usted los detalles del suceso, pero yo... he sufrido mucho. De todos modos, creo que podr verle el martes. Es decir, si acepta usted encargarse del caso...

    Entonces, hasta el martes... Si acepto este encargo... Gracias, seor Biegler. Buenas noches, seora Manion respond.Apagu las luces y me sent, contemplando desde la oscuridad el

    resplandor de la calle reflejado en las paredes. La habitacin pareca caldeada. Abr de par en par la ventana y me qued contemplando la ciudad silenciosa y sus calles solitarias. El humo de mi cigarro escapaba por la ventana.