Anderman Antropofagia Testimonios

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Revista Iberoamericana, Vol. LXVIII, Núm. 198, Enero-Marzo 2002, 79-89 ANTROPOFAGIA: TESTIMONIOS Y SILENCIOS POR JENS ANDERMANN Birkbeck College ... sucedió que tres españoles robaron un caballo y se lo comieron a escondidas, y así que esto se supo se les prendió y se les dio tormento para que confesaran. Entonces se pronunció la sentencia de que se ajusticiara a los tres españoles y se los colgara de una horca. Así se cumplió y se les ahorcó. Ni bien se los había ajusticiado, y se hizo la noche y cada uno fue a su casa, algunos otros españoles cortaron los muslos y otros pedazos del cuerpo de los ahorcados, se los llevaron a sus casas y allí los comieron. También ocurrió entonces que un español se comió a su propio hermano que había muerto. Esto sucedió en el año 1535, en el día de Corpus Christi, en la referida ciudad de Buenos Aires. Ulrico Schmidel, Viaje al Río de la Plata El informe de Ulrico Schmidel sobre la expedición de Pedro de Mendoza al Río de la Plata, puede considerarse una de las primeras distopías coloniales, serie narrativa que alcanzará su momento álgido en el horror sin nombre que habita los delirios del moribundo Kurtz en Corazón de las tinieblas de Joseph Conrad. Al mismo tiempo, el cruel episodio en el que ya se vislumbra el desastre final de la colonia lejana, cercada por guerreros querandíes, timbúes y charrúas, 1 es una de las primeras versiones de la contratransferencia 1 Después del fracaso dramático de la primera expedición española al Río de la Plata en 1516, comandada por Juan de Solís quien, según los tripulantes que presenciaron el hecho desde el barco, fue muerto y deglutido por indios querandíes en su primera excursión a tierra, la de Mendoza que salió de España en 1535 y en 1536 fundó el asentamiento Santa María del Buen Aire en el margen austral del río, respondía al interés de los reyes católicos en acceder a los presuntos tesoros minerales del interior rioplatense. Mientras la expedición enviada simultáneamente al Pacífico bajo el mando de Francisco Pizarro iba a fundar, apenas unos meses después, a Lima y desde ahí someter al imperio incaico, la de Mendoza fue rápidamente diezmada por hambrunas, epidemias y el hostigamiento continuo por parte de las tribus circundantes. Ya en 1537, una comisión enviada para subir el río y explorar la situación en el interior, fundará Asunción en el borde del río Paraguay, tras lo cual, en 1541, el puesto en la desembocadura del Plata es abandonado hasta 1580, año de su refundación por Juan de Garay. Por primera vez en la historia colonial, la costa será poblada entonces desde el interior y por parte, no de peninsulares, sino de criollos y mestizos.

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  • Revista Iberoamericana, Vol. LXVIII, Nm. 198, Enero-Marzo 2002, 79-89

    ANTROPOFAGIA: TESTIMONIOS Y SILENCIOS

    POR

    JENS ANDERMANNBirkbeck College

    ... sucedi que tres espaoles robaron un caballo y selo comieron a escondidas, y as que esto se supo se lesprendi y se les dio tormento para que confesaran.Entonces se pronunci la sentencia de que se ajusticiaraa los tres espaoles y se los colgara de una horca. As secumpli y se les ahorc. Ni bien se los haba ajusticiado,y se hizo la noche y cada uno fue a su casa, algunos otrosespaoles cortaron los muslos y otros pedazos delcuerpo de los ahorcados, se los llevaron a sus casas y alllos comieron. Tambin ocurri entonces que un espaolse comi a su propio hermano que haba muerto. Estosucedi en el ao 1535, en el da de Corpus Christi, enla referida ciudad de Buenos Aires.

    Ulrico Schmidel, Viaje al Ro de la Plata

    El informe de Ulrico Schmidel sobre la expedicin de Pedro de Mendoza al Ro dela Plata, puede considerarse una de las primeras distopas coloniales, serie narrativa quealcanzar su momento lgido en el horror sin nombre que habita los delirios del moribundoKurtz en Corazn de las tinieblas de Joseph Conrad. Al mismo tiempo, el cruel episodioen el que ya se vislumbra el desastre final de la colonia lejana, cercada por guerrerosquerandes, timbes y charras,1 es una de las primeras versiones de la contratransferencia

    1 Despus del fracaso dramtico de la primera expedicin espaola al Ro de la Plata en 1516,comandada por Juan de Sols quien, segn los tripulantes que presenciaron el hecho desde el barco,fue muerto y deglutido por indios querandes en su primera excursin a tierra, la de Mendoza quesali de Espaa en 1535 y en 1536 fund el asentamiento Santa Mara del Buen Aire en el margenaustral del ro, responda al inters de los reyes catlicos en acceder a los presuntos tesoros mineralesdel interior rioplatense. Mientras la expedicin enviada simultneamente al Pacfico bajo el mandode Francisco Pizarro iba a fundar, apenas unos meses despus, a Lima y desde ah someter al imperioincaico, la de Mendoza fue rpidamente diezmada por hambrunas, epidemias y el hostigamientocontinuo por parte de las tribus circundantes. Ya en 1537, una comisin enviada para subir el roy explorar la situacin en el interior, fundar Asuncin en el borde del ro Paraguay, tras lo cual, en1541, el puesto en la desembocadura del Plata es abandonado hasta 1580, ao de su refundacin porJuan de Garay. Por primera vez en la historia colonial, la costa ser poblada entonces desde el interiory por parte, no de peninsulares, sino de criollos y mestizos.

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    americana, narrativa donde el protagonismo pertenece cada vez menos al sujeto europeoconquistador, y cada vez ms al desierto transatlntico que ste no sabe hacer suyo sinoal sucumbir a su ley atvica. Los relatos fundacionales de las literaturas americanasdecimonnicas variarn este modelo elemental de un drama en el borde de la civilizaciny de la barbarie, tanto en las picas aventuras de Natty Bumppoo y Daniel Boone, comoen la tenebrosa American gothic de Charles Brockden Browne o en las biografasmonumentales de gauchos cesreos escritas por Sarmiento. La regresin de conquistadora canbal es, de algn modo, el arquetipo y el lmite ulterior de este drama colonial: unatransgresin irrevocable, derrumbe de los ltimos bastiones de subjetividad civilizada,entrega sin lmites. Es por eso que Schmidel, mercenario alemn, se cuida de que aparezcantida la diferencia: son espaoles quienes, all lejos, han probado la carne de sus propioshermanos, ante la mirada atnita de un cronista que sugiere no comparti el manjar.

    Pero a pesar de todo el relato de Schmidel irrita y confunde: quines son, entonces,los canbales? De dnde vienen? Los relatos de los ltimos colonistas que llegan, en1541, a la flamante ciudad de Asuncin, y donde se acusa una y otra vez a los indios depracticar el canibalismo, no sern tambin ficciones necesarias para poder exteriorizarnuevamente el tab y situar en la Amrica salvaje el origen de la antropofagia cuyaiconografa haba empezado a florecer, justamente, a partir del trgico final sufrido por elprimer adelantado? El informe (en apariencia) ingenuo del mercenario alemn pone encuestin la originalidad de la antropofagia y la convierte en un problema de traslados ytransfiguraciones. Es que ambas versiones dependen ante todo de su capacidad deconstruir representaciones verosmiles del yo y de los otros: el canbal no se explica,requiere de otra voz, la de un cronista con otras preferencias dietticas para narrrselo alos otros no-canbales. Este silencio de la voz antropofgica, sin embargo, hace que todareflexin sobre la antropofagia sea necesariamente una crtica de su produccin lingstica:un meta-discurso. Es sta, tambin, la conclusin a la que llega Montaigne en su clebreensayo que como ha propuesto Michel de Certeau en una lectura aguda no trata tantoDe los canbales como de su manera de esquivar continuamente la representacin. Elcanbal, sujeto de la alteridad y la abyeccin, hace que el lenguaje se repliegue sobre smismo y sobre su capacidad de atestiguar una presencia: pero si cada discurso que pretendenarrar la antropofagia debe convertirse necesariamente en una autocrtica del lenguaje, talvez sea precisamente la crtica o una determinada forma de ella el lenguaje delantropfago. Escribo una determinada forma de crtica para sugerir una hiptesis: la deque, primero, en las literaturas latinoamericanas, se trata de los canbales de maneradistinta a Montaigne, y segundo, que esta diferencia da lugar a una prctica y unaobservacin crtica de la modernidad.

    El cambio de acentos resulta evidente, por ejemplo, al comparar el Manifestecannibale DADA de Francis Picabia (1920) con el Manifesto Antropfago de Oswald deAndrade (So Paulo 1928 o, respectivamente, ano 374 da Deglutio do Bispo Sardinha).2

    2 Ver Picabia Manifeste Cannibale DADA de Andrade, Manifesto Antropfago. Oswald deAndrade puede considerarse el representante principal de la corriente revolucionaria en lavanguardia brasilea, movimiento esttico que apareci en escena en la mtica Semana de ArteModerno, en el Teatro Municipal de So Paulo, entre el 13 y el 15 de febrero de 1922. Contra losproyectos neosimbolistas o tardiorromnticos del grupo de Plnio Salgado y Tasso da Silveira, con

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    Cuando, en aqul, el trmino canbal no es ms que un atributo enftico y escandaloso deDADA, una suerte de guarda-ropa espaventoso com que o movimento procuravaassustar as mentes burguesas, en palabras de Augusto de Campos, en ste adquiere, comoantropofagia, l mismo estatus programtico. La antropofagia de Oswald es, a diferenciadel canibalismo meramente retrico de Picabia, un principio estructural, un mtodo (y elManifesto es, por lo tanto, un Discurso del mtodo, discurso anticartesiano, antilgico).Tup or not tup, that is the question (de Andrade 13), tal vez el juego ms exitoso depalabras de las vanguardias latinoamericanas, devora el sujeto mondico del logosoccidental al imprimirle al significante de su autosuficiencia, la co-presencia parasitariay oral del canbal. La irritacin fontica que provoca la irrupcin del salvaje en elmonlogo del prncipe, no slo derrumba su misma monologicidad y se la entrega a laperformatividad de un carnaval terminolgico, sino que sugiere, adems, que las condicionesde posibilidad de la duda hamletiana sean, tambin ellas, de origen antropofgico. Pordebajo de la pregunta por el ser surge entonces otra pregunta por su estar, su localizacin,y que pone en tela de juicio la exclusividad y universalidad de este ser. El primer discursoen nutrirse de carne humana es, segn Oswald, necesariamente el que construy elanthropos, trmino aglutinador que se alimenta de particularidades cuyos restos fecalesse proscriben a la distancia absoluta del tab, encarnado en la figura del antropfago.

    Transformar el tab en totem, por lo tanto tambin significa revertir ese proceso decoagulacin lingstica en idias objetivadas (de Andrade 15), y volver a entregarlas auna (est)tica migrante: Suprimamos as idias e as outras paralsias. Pelos roteiros.Acreditar nos sinais, acreditar nos instrumentos e nas estrelas (18). Es por eso que no setrata aqu slo de una definicin, por cierto humorstica y escandalosa, de una brasilidadcultural o de una variante regional del Writing Back de las periferias imperiales, comosuelen opinar fillogos y crticos culturales, sino de algo ms: es como dice la segundatesis la nica ley del mundo la que nos revela el Manifesto. La escala es, por cierto,universal y no nacional: S a antropofagia nos une. Socialmente. Economicamente.Filosoficamente.[] S me interessa o que no e meu. Lei do homem. Lei do antropfago(13).3

    sus simpatas por el fascismo italiano, pero tambin el regionalismo de Gilberto Freyre, ydiferencindose del nacionalismo satrico-enciclopdico de Mrio de Andrade, los escritos deOswald en los aos veinte el Manifesto Pau-Brasil (1924) y las glosas y polmicas publicadas,a partir de 1928, en la Revista de Antropofagia representan una apropiacin y reconfiguracin delas tendencias primitivistas del cubismo y del expresionismo, escuelas que haba frecuentadodurante un perodo parisino a principios de la dcada.3 En cambio, Doris Sommer lee estas lneas como la forma glotona en que Oswald de Andradearticula este deseo de conquistar la diferencia; deseo propio de un narcisismo occidental impdicoque ante las negativas de los textos resistentes propios de sujetos particulares slo ve aumentarsu deseo violador de penetrar el misterio. Sin embargo, ese deseo propio de una lecturamasculinizada y occidentalizada se demuestra ilusorio al ser anticipado por libros que practicanla tctica de algunas vrgenes sagaces que entusiasman a los amantes para dejarlos frustrados,dejarlos a cierta distancia y con deseos de negociar acuerdos. Frente a estos prstinos coloquios,la glotonera del modernista brasileo nomen est omen queda del lado de los violadores, yaque Europa, aparentemente, se constituy tambin a travs de la ingestin de sus otros, y el puntode Andrade es, al fin y al cabo, que el canibalismo es lo que nos hace humanos, o al menos

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    El antropfago de Oswald no se le suma, entonces, como un otro ms al sujetopretendidamente universal del colonialismo, revelando la regionalidad de ste comoreflejo de la suya propia, y clamando por una tica plural como la vienen proponiendo hoyen da los multiculturalistas del hemisferio norte: de apetitos ms rsticos, simplementedevora el sujeto colonizador, imponiendo la propia como praxis universal en lugar de lade aqul. La constatacin paradjica de que el canbal es al mismo tiempo anterior yposterior a su comida, lo lleva a Oswald a invertir la temporalidad teleolgica de lamodernidad y a construir sobre la deglucin (y digestin) de la contradiccin unaposterioridad perifrica. Al situar su antropfago en un lugar espectral que, siguiendola propuesta reciente de Ernesto Laclau, indica una lgica de la contaminacin de loparticular por lo universal, Oswald elige, como vanguardista latinoamericano, unaposicin que podramos llamar, por ahora, exotpica.

    La escritura de este sujeto escurridizo tiene a su vez caractersticas paradojales, comocomentario sobre un original cuya misma originalidad devora: una suerte de testimonioabsoluto. Los ecos recientes del trmino no son tal vez casuales: porque si el testimonio,opcin esttica y poltica militante que surgi del regionalismo ms o menos contemporneode los escritos modernistas de Oswald, tiene a su vez una larga tradicin en la historialiteraria latinoamericana, quizs antropofagia podra indicar otra opcin ms radicalque, silenciosa o explcitamente, estuvo a su lado desde los principios. En otras palabras,si testimonio fuera el trmino apropiado para referirse a una serie de intentos destinadosa reproducir, en la letra, las figuras (y tambin las palabras) de unos otros, entoncesantropofagia designara los intentos (reales o imaginarios) de stos ltimos por impediro subvertir su representacin. Antropofagia, en relacin a testimonio, indicara entoncesuna discontinuidad, un exceso y un resto: sera el suplemento donde no slo se vuelveexpresin lo que no se ha dicho, sino que estos no-dichos se recomponen en uncontrasistema con capacidad de observacin. Es la ficcin paranoica (y libertadora) de quelos gestos esquivos, las evasiones y los sinsentidos del otro puedan obedecer a un fin

    participantes en una extendida cultura occidental alimentada por la novedad. Como tratar deargumentar aqu, ste precisamente no es el punto de Andrade: si bien tiene razn Sommer alsubrayar las ambiciones universalistas y no particularistas de la ley antropofgica (que ella localiza,al parecer muy acertadamente, en las antpodas de las tcticas de desaire de sus propios sujetosparticulares); ella simplifica sus implicaciones al identificar el canbal con occidente (y con lohumano). El canbal es, en su variante modernista, un sujeto en occidente, s, pero un sujetoparticular, tanto posterior como fantasmticamente anterior a una totalidad occidental que estallaprecisamente a causa de su intrusin, o de su emergencia desde los bordes internos del textooccidental (vase Staden, Zwei Reisen nach Brasilien 8, citado y traducido en la pgina _____ deeste artculo. En otras palabras, no todo occidental es canbal: Europa no se constituy por laingestin de sus otros, sino que se constituy para ser ingerido por stos; otros que se conviertenen tales no gracias a una diferencia congnita sostenida por haber guardado algo en secreto, sinoen una pblica y profanadora praxis de apropiacin, ya no de lo nuevo sino de algo que, alsometerse a tal operacin, es dejado atrs como un resto. Tal, por lo menos, el argumento andradianoque nos interesa explorar aqu, argumento que, como se ver, no se posiciona como antagnico sinocomo suplementario al de los textos resistentes de la literatura testimonial. Vase Sommer,Conocimiento interruptus y Proceed with Caution.

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    secreto, a una representacin subyacente del observador colonial y donde ste y sudiscurso terminasen por fundirse: una inversin de los sentidos, una revolucin mundial.4

    Pasemos a otra posibilidad de hacer comenzar la trama. Dos aos antes de Oswald,el joven poeta y ensayista Jorge Luis Borges al reflexionar sobre el criollismo uncriollismo que sea conversador del mundo y del yo, de Dios y de la muerte (El tamao14) concluye afirmando que una incredulid grandiosa, vehemente, puede ser nuestrahazaa (El tamao 14). En otra nota, referida a las coplas de los payadores, vuelve sobreel asunto; otra vez la conclusin ser la de que hay espritu criollo, la de que nuestra razapuede aadirle al mundo una alegra y un descreimiento especiales (El tamao 79). Aquel criollo surge, pues, como heredero del infiel, como pagano moderno quien en sudesconocimiento alegre del catecismo puede establecer una relacin dialgica y conversadacon el mundo. Relacin que, como demostrar el mismo Borges, tiene ms de un rasgocanbal al dirigirse a la biblioteca occidental con la voz desafiante de las payadas: tanto elinfiel como el antropfago, atributos complementarios del salvaje colonial, son asumidos,pues, como figuras totmicas de la modernidad latinoamericana, apropiacin que sabeexplotar la riqueza semntica del estigma, esto es, de la diseminacin de diferencias queinaugura. De paso anotaremos que, tanto como Oswald recurrir a la idea de incredulid

    4 En un conocido fragmento de la Fenomenologa del Espritu que contiene in nuce tanto el modelofreudiano del proceso formativo de la conciencia como la dialctica marxista de la lucha de clasesestoy hablando del apartado IVa, titulado Selbstndigkeit und Unselbstndigkeit desSelbstbewutseins; Herrschaft und Knechtschaft (Independencia y dependencia de la conciencia;el amo y el esclavo), Hegel abarca el problema de la apertura hacia el otro como una guerra deobservaciones que conduce a la muerte. La confrontacin de dos auto-conciencias es por definicinagonal, pues stas se constituyen solamente como tales al llevarla a sus ltimos extremos, ya que elproblema, dice Hegel, consiste en que Das Selbstbewutsein ist an und fr sich, indem, unddadurch, da es fr ein anderes an und fr sich ist: d.h. es ist nur als ein Anerkanntes. Aqu sugeriraque la traduccin espaola de , , se aproxima ms al aspecto que meinteresa en este artculo, la temporalidad paradjica de algo que, en el mismo acto en que recin seconstituye por reconocerse en el otro, es ya re-conocido como algo que, por lo tanto, ya habaexistido previamente. O sea, despus de haber dislocado el impulso, la agencia del ontognesis delsujeto mondico al otro, despus de haber descentrado de manera radical ese sujeto, Hegel los vuelvea reconstituir y a recentrar al yo y al otro como sujetos monadolgicos. sta no slo es la finalidadinconfundible del (re-) conocimiento (Dieses doppelsinnige Aufheben seines doppelsinnigenAndersseins ist ebenso eine doppelsinnige Rckkehr in sich selbst; denn erstlich erhlt es durch dasAufheben sich selbst zurck; denn es wird sich wieder gleich durch das Aufheben seinesAndersseins; zweitens aber gibt es das andere Selbstbewutsein ihm ebenso wieder zurck; dennes war sich im Andern, es hebt dies Sein im Andern auf, entlt also das andere wieder frei.): nuncase ve en el otro lo otro sino en lo otro lo mismo. Por lo tanto, lo mismo previo al encuentro conel otro es ya consciente de su mismidad, y lo que le falta conocer, en realidad, es la otra mismidaddel otro, y que es comprobable nicamente en la lucha a vida y muerte. No tardamos en reconoceraqu la fbula del El entenado de Juan Jos Saer, de la que vamos a tratar ms adelante. El problemapara Hegel, que no ser ajeno a Freud, parece entonces tener que ver con la temporalidad irresueltadel otro frente al mismo: es posterior pero tambin anterior y eso, como tcitamente lo admite en unmodelo de la conciencia que anticipa el mapa, o campo de batalla, freudiano, porque no se lo enfrentaen un plano temporal sino espacial . La dimensin temporal es ajena al encuentro, o a la lucha, ens, y en cambio pertenece al dominio de su representacin aprs-coup.

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    (Nunca fomos catequizados. Vivemos atravs de um direito sonmbulo de Andrade 14),los criollistas argentinos de vanguardia no desconocan tampoco el canibalismo (MartnFierro tiene fe en nuestra fontica, en nuestra visin, en nuestros modales, en nuestro odo,en nuestra capacidad digestiva y de asimilacin.5) Poco menos de medio siglo ms tarde,Borges volver a recurrir a la tradicin colonial, aunque esta vez no para buscar el puntode vista marginal y silenciado y construir, desde all, una trama de discusiones, sino paracontar, l mismo, un viaje a la otredad. Cambio de ptica que, como quisiera mostrar,resulta necesario para que haya un relato: los otros no cuentan, comentan.

    Pero El informe de Brodie, publicado en 1970, ms all del cambio de gnero (oprecisamente a raz de l), tambin se distingue de los ensayos juveniles por su profundoescepticismo en cuanto a la posibilidad de interpelar a un otro quien est del otro lado dela letra. Es, no obstante, precisamente la insuperabilidad de esta distancia la que se vaconvirtiendo en el mvil principal de la ficcin; ficcin que consiste (como cualquierotra?) en primer lugar de evasivas y coartadas para encubrir el vaco que se extiende desdeel centro mismo del relato. El informe, segn Borges, es la traduccin de un manuscritoingls hallado en una copia biblifila de las Mil y Una Noches, lo nico que sabemos desu autor es que predic la fe cristiana en el centro de frica y luego en ciertas regionesselvticas del Brasil, tierra a la cual lo llevara su conocimiento del portugus (Borges,El informe de Brodie 451). Si esta enmarcacin ya la convierte a la ficcin interior enun problema intertextual, todava ms lo hace la advertencia inicial de Brodie que en losiguiente llamar Yahoos a la tribu de canbales descubierta por l, para que mislectores no olviden su naturaleza bestial y porque una precisa transliteracin es casiimposible, dada la ausencia de vocales en su spero lenguaje (451). Precisamente paradar cuenta de su naturaleza, Brodie escribe sobre el nombre irreduciblemente oral de latribu un nombre literario, un nombre reconocible de la otredad (de una otredad reconocible).Tal inscripcin del relato en una tradicin de viajes ficcionales, que suelen aprovechar lainvencin de sociedades extraas para hacer la crtica implcita de la suya propia, sinembargo resulta, en Borges, una seal problemtica: los Yahoos de Brodie parecendepositarios de una barbarie en exceso y ms all de cualquier comparacin. De vuelta aGlasgow, Brodie an se siente habitado por esa otredad radical: He referido mi estadaentre los Yahoos, pero no su horror esencial, que nunca me dej del todo y que me visitaen los sueos. En la calle creo que me cercan an (456). Horror que continua acechandoal cronista, acompandolo en su viaje de vuelta aunque mutando, casi sin que ste se dieracuenta, de referente:

    Un misionero romanista, el Padre Fernandes, me hosped en su cabaa y me cuid hastaque pude reanudar mi penoso viaje. Al principio me causaba algn asco verlo abrir la bocasin disimulo y echar adentro pedazos de comida. Yo me tapaba con la mano o desviabalos ojos; a los pocos das me acostumbr. Recuerdo con agrado nuestros debates enmateria teolgica. No logr que volviera a la genuina fe de Jess. (455-56)

    5 Oliverio Girondo, Manifiesto de Martn Fierro, Martn Fierro 1, 4 (15 de mayo de 1924). Citadosegn Sarlo (comp.), Martn Fierro: 27. Sobre las interacciones e intertextualidades entre lasvanguardias latinoamericanas vase Schwartz (comp.), Las vanguardias latinoamericanas, y delmismo autor, Vanguardia y cosmopolitismo en la dcada del veinte.

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    Otra vez la contratransferencia, pues, aunque ahora en una variante aun msdramtica que en el relato de Schmidel: no ha sido la necesidad la que le hizo elegir a uneuropeo los modales de los salvajes, ni mucho menos un balance crtico y conciente de lasreglas de higiene alimenticia de cada uno. Hay algo que no dice el informe de Brodie, quese le escapa porque su autor recin se da cuenta de su existencia al descubrir sus huellasen sus propias reacciones y comportamientos. Para que el regreso se convierta en unaregresin, el cronista debe haber empezado a compartir, hasta cierto grado y ante su propioasombro, los apetitos y pudores de los otros: mientras l no pudo lograr la conversin deun solo Yahoo (454), stos parecen haber logrado, en un grado que l mismo ignora, lasuya, precisamente porque nunca la haban intentado. O bien, porque su cotidianidadaustera y primitiva, descrita con toda minuciosidad por Brodie, aunque sin lograr que suspalabras transmitieran el horror esencial, result por s sola una representacin losuficientemente seductora como para que compartiese la irritacin de los canbales frentea los modos de comer de un cristiano. Hacia el final del texto, Brodie intenta racionalizarese contagio refugindose en un relativismo cultural de procedencia rousseauniana; tratade descubrir a toda costa una identidad abstracta que atenuara esa diferencia que l ahoracomparte a su interior. Su apelacin final a la corona, donde parecen haberse restablecidolas jerarquas misioneras, tambin puede leerse como un ltimo y desesperado intento porverbalizar lo indecible: Tenemos el deber de salvarlos. Espero que el Gobierno de SuMajestad no desoiga lo que se atreve a sugerir este informe (456).

    Qu es lo que Brodie se atrevi a sugerir? Obviamente cualquier Estado colonizadorfundamenta su legitimacin en un deber de salvacin de los salvajes e infieles; pero elerrtico final en lugar de afianzar ms bien subvierte y ensombrece a esta postura. Elenunciador del dudoso mensaje redentor se sabe, l mismo, portador de algo, de un cuerpoajeno que no sabe an definir: Loving the Alien. Hay, pues, algo de desesperacin, de ungrito de socorro, en esta apelacin a un lector imperial a que no desoiga las clavessecretas y los entredichos del informe, hasta volver a encontrarles un sentido que el propiocronista ya no se atreve a pronunciar. En la literariedad del relato, no en el contenidomanifiesto sino en su sugestividad esttica, es donde reside el indecible y horrorosoatractivo de una otredad absoluta cuya marca irritante en la superficie textual es el ascocanbal ante los modales impudorosos de un cristiano.

    Las crnicas coloniales an posean un remedio infalible contra tales desbordes deuna literariedad fatalmente asociada al atractivo salvaje, y que es precisamente aqul quese le acaba por fallar a Brodie: Dios. As, por ejemplo, en la Historia verdadera yDescripcin del pas de los canbales salvajes, desnudos y feroces publicado en 1557 porHans Staden otro mercenario alemn, quien haba cado prisionero de los indiosTupinamb en la costa atlntica de Brasil, el relato se detiene en medio de la descripcinde un festn particularmente abyecto para apelar, como Brodie, a la atencin y perspicaciade sus lectores: Por eso le pido al lector que se fijara en lo que escribo. Porque no me tomoestas molestias por el placer de escribir algo nuevo, sino nicamente para revelar losbeneficios que Dios me ha hecho (Staden, Zwei Reisennach Brasilien 8; traduccin ma).La interpelacin directa, aqu, parece tener la funcin opuesta que en el relato de Brodie:la mencin de Dios es garanta suficiente para excluir cualquier posibilidad de contagio(y por tanto la lectura atenta exigida aqu no conduce a la deconstruccin sino a la

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    hermenutica). Es la milagrosa presencia divina, dice Staden, y no la profana de loscanbales la que su relato nos quiere revelar: pero si, entonces, Dios mismo es el testigode la veracidad de los sucesos crueles que narra, los canbales vienen a ocupar una posicinpoco menos que complementaria. Slo Dios puede atestiguar la veracidad del cautiverio,pero slo los canbales han presenciado (y provocado) la milagrosa y repetida salvacindel testigo. Ser que, quizs, en esta complementariedad de testimonios, en este cruceentre una mirada divina y una antropfaga entre las que transcurre la aventura del cautivo,haya un principio de secularizacin, de un proceso donde el otro, el canbal, ser cada vezms la cifra de un auto-empoderamiento por parte del sujeto colonial, sujeto que alrodearse de cuerpos inferiores que le sirvan de superficies de proyeccin, pronto ya nonecesitar de garantas divinas para poder concebir su calidad de elegido? Y no ser que,en esta cifra que precisamente por su alteridad absoluta atestigua la integridad de eseemergente sujeto secular, est inscrita tambin el horror esencial, la suplementariedadirreducible de lo proscripto que, literalmente, se nutre de nuestros restos?

    El rgimen ocular y testimonial que se va imponiendo como tecnologa representacionalhegemnica de una modernidad imperial (vase Jay, Scopic Regimes of Modernity,Mitchell, Imperial Landscape), entonces, descansa silenciosamente sobre un pacto conuna mirada exotpica sobre la que cargamos la tarea de observarnos ntegros e idnticos.Empero, la imposibilidad de admitir esa necesidad insaciable de un interlocutor (necesidadque, como demostrar Bajtn, concluy en la novelstica moderna con la ficcin del sujetomondico, hacindolo diluirse en una polifona de fragmentos de conciencias) (vaseBajtn, Problemas de la potica de Dostoievski), nos enfrenta a una apora doble: otorgarleel don de la voz a ese testigo implcito, hacer pblica su colaboracin necesaria en lareproduccin simblica del sujeto occidental, significara al mismo tiempo romper con laficcin de soberana y autosuficiencia de este sujeto. Es por eso que debe quedar implcito,en una suerte de gentlemens agreement colonial: de eso no se habla; silencio constitutivoque lo desplaza al testigo hacia lo imaginario, con la desventaja consiguiente de que desdeah, desde ese territorio de deseos y angustias ms all de nuestro control, podra estartejiendo con tenaz paciencia, un drama diferente donde seramos apenas los figurines(vase Bhabha, Of Mimicry and Man. Sera eso, entonces, volverse objeto de unarepresentacin ajena, exotpica el horror esencial de tantos cronistas?

    En El entenado, novela de Juan Jos Saer,6 el narrador, grumete de un barcoexpedicionario, es el nico sobreviviente de un ataque de canbales los Colastinquienes, en los das siguientes, se dedican no slo a comer la carne asada de suscompaeros de tripulacin sino, adems, a una frentica y polimorfa copulacin en masa.Ritual que, como descubrir ms tarde, se repite ao tras ao con vctimas de otras tribus,para luego ser olvidado mientras dura la cotidianidad casi obsesivamente montona yordenada de los Colastin. Ao tras ao tambin, ellos le conceden la vida a uno de los

    6 Florencia Garramuo ha propuesto leer a El entenado como una suerte de discurso del mtodo deun corpus de reescrituras metahistricas, y que segn ella sealan a una esttica transitoria enlas literaturas argentina, brasilea y uruguaya de los ochenta y noventa. No voy a referirme a esecontexto para no desviarme del argumento central de estas lneas, aunque supongo que ste, en elfondo, no est muy lejos de las conclusiones de Garramuo. Ver Genealogas culturales: 104-12.

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    secuestrados, devolvindoselo a su tribu despus de un tiempo, cargado de regalos,destino que el narrador tiene que aguardar hasta la aparicin de la prxima carabela quecoincidir con la extincin violenta de los Colastin. Como Brodie, el narrador de Saersigue sintindose cercado por los indios aun despus de su vuelta y, ya anciano, prosiguecon la redaccin del informe cuyo final, intuimos, ser tambin el suyo propio. Porque eso,precisamente, atestiguar su presencia, era el papel que le haban encargado los indios aldejarlo vivir:

    De m esperaban que duplicara, como el agua, la imagen que daban de s mismos, querepitiera sus gestos y palabras, que los representara en su ausencia [] Amenazados portodo eso que nos rige desde lo oscuro, mantenindonos en el aire abierto hasta que un buenda, con un gesto sbito y caprichoso, nos devuelve a lo indistinto, queran que de supasaje por ese espejismo material quedase un testigo y un sobreviviente que fuese, anteel mundo, su narrador. (173)

    Son los indios quienes lo eligen al antroplogo, cargando sobre su memoria el pesode su existencia ensombrecida por una duda metafsica. As es como cada uno de losColastin, al repetir incansablemente los mismos gestos y actos ante el narrador, trata demagnificar el impacto de su actuacin en la memoria de aqul. Pero ellos a su vez aparecen,ante la mirada del testigo, enredados en un pacto testimonial con el mundo, o ms bien conun equilibrio frgil de apariencias que slo el mantenimiento estricto de un orden derepeticiones puede salvar, aunque precariamente, de una recada en la nada:

    A medida que se alejaba de ellos, lo exterior iba siendo cada vez ms improbable.Tampoco ellos eran totalmente verdaderos, pero, de todos modos, lo real estaba en elloso en ninguna parte. Ellos eran, a pesar de su fragilidad, el sostn inseguro de las cosas,no ms firme y duradero que la llama de una vela en el centro de una tormenta.Y esasituacin no era el resultado de una impresin pasajera sino la verdad principal del mundoque marcaba, como un rastro de tortura, sus huesos y su lengua. En cada gesto querealizaban y en cada palabra que proferan, la persistencia del todo estaba en juego, ycualquier negligencia o error bastaba para desbaratarla. (163)

    Esta Weltanschauung, en el sentido literal de la palabra, encuentra su centro secretoen el ritual antropofgico que, todos los aos, hace culminar y al mismo tiempo suspendea un orden edificado sobre el testimonio. Porque es en el canibalismo y en el sexogeneralizado donde la apora de una testimonialidad no obstante incapaz de dar cuenta des misma, encuentra su resolucin momentnea en el desborde de los cuerpos mondicos;aunque al mismo tiempo es a raz del ritual, precisamente, que la duda se reproduce paraperseguir todava otro ao ms a los Colastin. Porque, llega a comprender el narrador,

    [s]i actuaban de esa manera era porque haban experimentado, en algn momento, antesde sentirse distintos al mundo, el peso de la nada. Eso debi ocurrir antes de queempezaran a comer a los hombres o verdaderos, a los que venan de lo exterior. Antes,es decir en los aos oscuros en que, mezclados a la viscosidad general, se coman entreellos. Eso es lo que recin ahora, tan cerca de mi propia nada, comienzo a entender: quelos indios empezaron a sentirse los hombres verdaderos cuando dejaron de comerse entreellos. (167)

  • 88 JENS ANDERMANN

    Es el recuerdo del sabor de su propia carne el que buscan los Colastin cuando comenla de otros: devorar al otro es aorarse a s mismo. Porque finalmente, tampoco eltestimonio del antroplogo es suficiente para garantizarles a los indios la realidad de suexistencia lo mismo si, en su calidad de extranjero, es capaz de observar su silueta, sufigura exterior. Porque, desde el punto de vista de los Colastin, su proveniencia delmundo exterior ya lo vena contagiando, desde principios, con una irrealidad harto mayorque la suya propia, por lo que difcilmente su relato pueda superar en confiabilidad a supropia visin de s mismos. Desde el punto de vista de nosotros, los lectores, su texto,adems, no es sino el reemplazo de un orden simblico arbitrario por otro, el del lenguaje.Apora doble: porque as como slo la autofagia, el devorarse a s mismos, llegara acomprobar para los Colastin la realidad de una existencia que acabara en ese mismo acto,el narrador slo estara seguro de la fidelidad de su relato al reproducir, con la minuciosidadde un aleph, cada gesto y cada palabra del texto social de los Colastin, lo cual equivaldraal mise en abme, al cataclismo de la representacin misma. El antropfago, aqu, esalguien que practica una literatura monstruosa, un monstruo de la mmesis. No obstante,la irona final en El entenado consiste en algo que se le parece escapar al narrador: elnombre que le dan los Colastin, def-ghi, es un nombre que slo cuando se escribe empiezaa tener sentido; es un nombre escrito, un nombre para la escritura. Nuevamente, esaimposible y escandalosa letra del otro va encubriendo todo con una sombra de duda:quin ha sido el observador y quin el observado? Quizs la sensacin producida por lanovela de Saer de una conversacin entre espejismos agrupados alrededor de un vacocentral en el lugar del sujeto (una de las poses elegidas por un escritor decimonnico deviaje, el coronel Mansilla, ante el lente del fotgrafo Witcomb), sea una manera viable paraimaginarnos el juego de observaciones observadas que, poco despus de los viajes deStaden y de Schmidel, comenz a llamarse literatura.

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