Andrea Aguirre.

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MI PARTE EN LA HISTORIA - Andrea Aguirre “Asegúrate de que todo el mundo se entere de la existencia de las tierras que te vieron nacer”. Fueron las últimas palabras que escuché pronunciar al capitán Cristóbal Colón segundos antes de que me dejara al cuidado de una familia en España para zarpar nuevamente a El Nuevo Mundo. Mi nombre, que me he ganado con mucho esfuerzo por ser de origen indígena, es: Jorge Luis Costilla de Alvarado y Borbón y a continuación les relataré la historia del descubrimiento de América desde un punto de vista, que les aseguro, nunca habían escuchado. Nací en la isla de Guanahaní el 12 de octubre de 1482, exactamente 10 años antes de que los 3 gigantes desembarcaran en la playa. Recuerdo que estaba en mi pequeña choza preparándome para la ceremonia que me convertiría en un adulto nuevo en mi tribu. Escuchaba a mi hermosa madre gritar desde afuera de mi choza, apurándome para que saliera; cuando puse un pie fuera de mi humilde dormitorio toda la tribu se arrodilló ante mí, yo estaba un poco confundido porque no sabía que estaba pasando, pero sólo volteé mi cabeza y pude observar lo que sucedía. Supe que no era algo de todos los días y de inmediato mis hermanos comenzaron a gritar: - ¡Atlahua, eres el elegido! Los dioses han venido por ti. Mientras toda la tribu gritaba: - Lo tenemos que sacrificar. ¡Es una señal! Nadie sabía que pasaba, pero mi madre que siempre se caracterizó por su sabiduría e inteligencia supo que no era nada bueno; por lo que corrió rápidamente hacia mí, me tomó de la cintura como nunca lo había hecho y nos alejamos del lugar. Ella me explicó que toda la tribu me buscaría para entregarme como una ofrenda, pero que yo debía permanecer escondido entre las plantas de la isla para salvar mi vida. Nunca pensé que sería la última vez que nos veríamos.

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Nunca olvidaré lo que viví esa noche, en realidad le dio un giro de 180 grados a mi vida. Recuerdo que estaba parado sobre las puntas de mis pies desgastados, tratando de observar todo lo que sucedía a lo lejos con los hombres gigantes; cuando de pronto un hombre de cabellera blanca y con la cara desgastada me encontró. Se MI PARTE EN LA HISTORIA - Andrea Aguirre - Lo tenemos que sacrificar. ¡Es una señal! - ¡Atlahua, eres el elegido! Los dioses han venido por ti.

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MI PARTE EN LA HISTORIA

- Andrea Aguirre

“Asegúrate de que todo el mundo se entere de la existencia de las tierras que te vieron nacer”. Fueron las últimas palabras que escuché pronunciar al capitán Cristóbal Colón segundos antes de que me dejara al cuidado de una familia en España para zarpar nuevamente a El Nuevo Mundo.

Mi nombre, que me he ganado con mucho esfuerzo por ser de origen indígena, es: Jorge Luis Costilla de Alvarado y Borbón y a continuación les relataré la historia del descubrimiento de América desde un punto de vista, que les aseguro, nunca habían escuchado.

Nací en la isla de Guanahaní el 12 de octubre de 1482, exactamente 10 años antes de que los 3 gigantes desembarcaran en la playa. Recuerdo que estaba en mi pequeña choza preparándome para la ceremonia que me convertiría en un adulto nuevo en mi tribu. Escuchaba a mi hermosa madre gritar desde afuera de mi choza, apurándome para que saliera; cuando puse un pie fuera de mi humilde dormitorio toda la tribu se arrodilló ante mí, yo estaba un poco confundido porque no sabía que estaba pasando, pero sólo volteé mi cabeza y pude observar lo que sucedía. Supe que no era algo de todos los días y de inmediato mis hermanos comenzaron a gritar:

- ¡Atlahua, eres el elegido! Los dioses han venido por ti.

Mientras toda la tribu gritaba:

- Lo tenemos que sacrificar. ¡Es una señal!

Nadie sabía que pasaba, pero mi madre que siempre se caracterizó por su sabiduría e inteligencia supo que no era nada bueno; por lo que corrió rápidamente hacia mí, me tomó de la cintura como nunca lo había hecho y nos alejamos del lugar. Ella me explicó que toda la tribu me buscaría para entregarme como una ofrenda, pero que yo debía permanecer escondido entre las plantas de la isla para salvar mi vida. Nunca pensé que sería la última vez que nos veríamos.

Estuve por muchas horas en mi escondite, mientras escuchaba pasos cercanos susurrando mi nombre, tenía que obedecer a mi madre, no debía salir de allí. Al caer la noche los susurros y pasos cesaron, lamentablemente no fue por mucho tiempo ya que los “dioses” comenzaron a acercarse ruidosamente hacia el lugar donde habitaba mi tribu. Eran hombres salvajes, corrían por todos lados con un montón de trapos encima, gritaban en un dialecto que no había escuchado. Pude observar por una pequeña abertura entre las plantas, cómo al llegar a las chozas, la tribu los recibía arrodillados y al verlos con sus animales enormes e impresionantes todos quedaban anonadados.

Nunca olvidaré lo que viví esa noche, en realidad le dio un giro de 180 grados a mi vida. Recuerdo que estaba parado sobre las puntas de mis pies desgastados, tratando de observar todo lo que sucedía a lo lejos con los hombres gigantes; cuando de pronto un hombre de cabellera blanca y con la cara desgastada me encontró. Se

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acercó a mí cuidadosamente para que no me asustara y me ofreció un pedazo de pan, que era una comida que yo no conocía. Me pareció ser muy tranquilo, por su apariencia y actitud así que cuando, con señas me invitó por mas pan, no dude en seguirlo. Llegamos a un barco enorme y todo lo que había ahí dentro era nuevo para mí; al seguir avanzando me di cuenta que toda la tripulación saludaba educadamente al hombre al que acompañaba, pero a mí me veían de una manera despectiva e insultante. El hombre canoso me llevó a un camarote para que nadie me siguiera molestando y se presentó hablando lentamente, sobre todo con señas, para que yo pudiera entender.

- Hola mi nombre es Cristóbal Colón, vengo de España y no te haremos daño, pero sácame de esta duda: dime si estamos en La India.

Yo sólo lo miraba, no sabía que contestarle. Posteriormente salió del camarote y regresó diez minutos después con un plato lleno de comida y agua para que consumiera.

A la mañana siguiente me desperté con el movimiento del barco en el que estaba, habíamos zarpado de la isla. Toda la travesía me estuvo cuidando el capitán Colón, me daba de comer, me protegía e incluso me enseñaba muchas palabras para que me pudiera comunicar con la tripulación y yo también le enseñaba de mi cultura. Desembarcamos varias semanas después en un lugar completamente diferente de donde venía, se erguían grandes edificios y mujeres con ropa muy incómoda, no sabía cómo podían estar a gusto vestidas de esa manera.

Mi relación con el capitán Colón se fortalecía día con día y yo lo veía como el padre que nunca conocí, ya que el mío había fallecido al ir de cacería. Conocí muchas ciudades de España antes de llegar a Madrid, que era la capital, donde Cristóbal se debía presentar ante la reina para darle todos los informes del viaje.

El pueblo español, incluyendo a algunos miembros de la tripulación y toda la familia real del país, creía que veníamos de Las Indias, pero gracias a mí supieron que las tierras en donde los barcos desembarcaron era un mundo nuevo y completamente diferente que nadie de esa época había visitado. La reina pidió a Cristóbal Colón que hicieran mas viajes a las tierras recién descubiertas para conocer todo sobre ellas porque después de todas las historias que les conté sobre la abundancia en piedras brillantes y rituales que llevábamos a cabo sabían que lo más conveniente era explorarlas.

Yo quería regresar, pero me dijeron que era muy joven y sufriría en los viajes ya que podía enfermar o ser discriminado por mi origen; por lo que decidieron que me quedaría con una familia de mucho dinero en España, los Alvarado.

Sólo les puedo decir que fui muy feliz, pero el final de la historia de mi vida no es relevante, lo único importante aquí es que con el resto de la exploración de América, excluyendo la violencia que hubo, si ese día no hubiera llegado, no estarías en este momento, sentado en esa silla leyendo este pequeño relato.