Anecdotas Presidencialismo

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Último Informe sin la sombra del sucesor En el calendario de la tradición política mexicana, el V Informe es el más importante de los seis que se rinden a la nación En el calendario de la tradición política mexicana, desde 1939 — cuando el general Lázaro Cárdenas gobernaba al país—, el V Informe de Gobierno ha quedado marcado como el más importante de los seis que, por ley, deben rendir a la nación. Hoy le toca a Felipe Calderón Hinojosa cumplir con este rito. Ahora empieza el último tramo del gobierno de un mandatario. Tradicionalmente, el 1 de septiembre del quinto año ha sido la fecha en que los jefes del Ejecutivo federal acostumbran hacer anuncios espectaculares. Cuando rinden su sexto y último Informe de Gobierno, el nombre de su sucesor en Los Pinos ya será de dominio público. De hecho, la administración ya estará en proceso de entrega-recepción. Los últimos siete informes de los más recientes mandatarios mexicanos son estos: Asumió toda la responsabilidad de Tlatelolco ‘Por mi parte, asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica, por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado’. Gustavo Díaz Ordaz, presidente de México de 1964 a 1970 En su discurso de 1969, Díaz Ordaz invitó a los jóvenes a canalizar su rebeldía a las causas más elevadas de México. Díaz Ordaz centró su V Informe en números electorales, pero no pudo evadir los hechos del 68 El 1 de septiembre de 1969, 11 meses después de la matanza de Tlatelolco, el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz subió a la tribuna del Congreso de la Unión, que estaba en Donceles — convertida hoy en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal— y, desde ahí, ya casi para finalizar su discurso de más de 85 cuartillas, dijo:

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Último Informe sin la sombra del sucesorEn el calendario de la tradición política mexicana, el V Informe es el más importante de los seis que se rinden a la nación

En el calendario de la tradición política mexicana, desde 1939 —cuando el general Lázaro Cárdenas gobernaba al país—, el V Informe de Gobierno ha quedado marcado como el más importante de los seis que, por ley, deben rendir a la nación.

Hoy le toca a Felipe Calderón Hinojosa cumplir con este rito. Ahora empieza el último tramo del gobierno de un mandatario.

Tradicionalmente, el 1 de septiembre del quinto año ha sido la fecha en que los jefes del Ejecutivo federal acostumbran hacer anuncios espectaculares.

Cuando rinden su sexto y último Informe de Gobierno, el nombre de su sucesor en Los Pinos ya será de dominio público. De hecho, la administración ya estará en proceso de entrega-recepción.

Los últimos siete informes de los más recientes mandatarios mexicanos son estos:

Asumió toda la responsabilidad de Tlatelolco

‘Por mi parte, asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica, por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado’. Gustavo Díaz Ordaz, presidente de México de 1964 a 1970

En su discurso de 1969, Díaz Ordaz invitó a los jóvenes a canalizar su rebeldía a las causas más elevadas de México.

Díaz Ordaz centró su V Informe en números electorales, pero no pudo evadir los hechos del 68

El 1 de septiembre de 1969, 11 meses después de la matanza de Tlatelolco, el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz subió a la tribuna del Congreso de la Unión, que estaba en Donceles —convertida hoy en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal— y, desde ahí, ya casi para finalizar su discurso de más de 85 cuartillas, dijo:

“Por mi parte, asumo íntegramente la responsabilidad personal, ética, social, jurídica, política e histórica, por las decisiones del gobierno en relación con los sucesos del año pasado”, sin referirse directamente a la matanza del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas.

Díaz Ordaz abrió su Informe con números electorales, mencionando en qué estados hubo elecciones. Dijo que habían obtenido su credencial permanente de elector más de 200 mil ciudadanos. También refirió que había 16 millones de empadronados; que aproximadamente un millón 500 mil personas entraron

al país como turistas, de los cuales un millón fueron visitantes fronterizos y mil 711 como estudiantes; que mil 468 personas obtuvieron calidad de inmigrado; que a 72 se les dio asilo político y que mil 299 extranjeros había sido expulsados, por violaciones.

Diez cuartillas antes del final, Díaz Ordaz lanzó un llamado a la juventud, a los principales protagonistas del movimiento del 2 de octubre.

“Ponga la juventud su rebeldía, su espíritu innovador, sus energías creadoras al servicio de las causas más elevadas de México. Aportemos nosotros la experiencia adulta, no para imponernos, sino para imbuir el espíritu de ponderación y tolerancia con que los hombres deben juzgar siempre los actos de los demás hombres.”

Y remató diciendo que, como cualquier otro pueblo, tenemos discrepancias y contradicciones; “pero precisamente porque las hay y las habrá siempre, debemos reforzar nuestra capacidad de diálogo, de comprensión recíproca, de inteligencia, para hacer de la sociedad mexicana una comunidad de intereses superiores, a cuyo amparo podamos crecer y prosperar, como individuos y como pueblo”.

En 1975 permeó la idea de un golpe militar

‘La renovación de los poderes no será resuelta por grupos de ambiciosos, por falsos redentores sociales, por camarillas burocráticas ni, mucho menos, por las minorías económicamente poderosas.’ Luis Echeverría Álvarez, presidente de México de 1970 a 1976

El juego del tapado: Mario Moya Palencia sonaba entre los aspirantes a suceder a Echeverría; a la postre fue José López Portillo.

La sucesión presidencial fue el tema central en el V Informe de Echeverría

El 1 de septiembre de 1975, el entonces presidente Luis Echeverría Álvarez centró su discurso de 126 cuartillas en la sucesión presidencial.

En ese mismo recinto parlamentario, Gustavo Díaz Ordaz, su antecesor, había informado seis años antes a los diputados —a los que Abel Quezada catalogó en su crónica, en Excélsior, como el “proletariado de la política nacional”— que se pudo contener la inflación, producto de los Juegos Olímpicos.

En 1975 no se hablaba aún de crisis económica, pero en aquella época, en muchas partes, se hablaba de un golpe militar; también estaba en auge la guerrilla, aquella que surgió por el 2 de octubre de 1968 y el halconazo de 1971.

“México necesita planes progresistas y hombres que, por sus antecedentes y propósitos manifiestos, hayan demostrado estar comprometidos con las causas populares, y ser capaces de asumir, con plenitud, un pacto social con las mayorías.

“La renovación de los poderes no será resuelta por grupos de ambiciosos, por falsos redentores sociales, por camarillas burocráticas ni, mucho menos, por las minorías económicamente poderosas, sino por la gran mayoría del pueblo”, aseveró Echeverría.

En ese V Informe —donde los posibles sucesores eran Mario Moya Palencia, Porfirio Muñoz Ledo (sí, el hoy diputado del Partido del Trabajo), Augusto Gómez Villanueva y José López Portillo, a la postre el tapado— Echeverría Álvarez afirmó:

“La lucha electoral tiene lugar entre los partidos políticos legalmente constituidos y es decidida directamente por los ciudadanos que expresan su opción de manera individual y secreta.

“Ésta es la esencia de la democracia representativa, que en México se respeta de manera irrestricta.

“Nada justifica que con opiniones superficiales se pretenda confundir el proceso de elección general con el de selección interna de los partidos (…) Estamos seguros que las grandes mayorías nacionales, persiguiendo sus propios intereses, que son los de México, actuarán unificadamente en la próxima contienda electoral.’

López Portillo fue primero en ir a San Lázaro

'Se impone, para salud de la República (...) el que esta soberanía legisle sobre los obsequios y donaciones que con frecuencia se dan a los funcionarios públicos, particularmente al Presidente de la República.' José López Portillo y Pacheco, presidente de México de 1976 a 1982

Falta de claridad José López Portillo aseveró que, con mucha frecuencia, denunciar la corrupción es una forma de ser corruptos

Pidió acabar con los regalos a funcionarios; él había recibido 110 mil metros para su colina

A José López Portillo y Pacheco le tocó inaugurar lo que se proyectó como el Palacio Legislativo de San Lázaro y que, finalmente, quedó sólo como la Cámara de Diputados.

El 1 septiembre de 1981, López Portillo se pronunció en su V Informe por una legislación para acabar con los regalos a los funcionarios públicos.

Paradójicamente, el mandatario acababa de recibir como regalo de Arturo El Negro Durazo, un terreno en Cuajimalpa de 110 mil metros cuadrados, con un valor aproximado de 17 millones de aquellos pesos, y que hoy todavía se le conoce como la Colina del Perro.

“Flota en el ambiente —dijo López Portillo en su V informe—, señores, una proposición que quiero formular a esta soberanía, por recientes acontecimientos públicamente por mí reconocidos, puesto que fui protagonista.

“Se impone, para salud de la República, se impone para tranquilidad de suspicacias y solución de conflictos de carácter de los funcionarios públicos, el que esta soberanía legisle sobre los obsequios y donaciones que con frecuencia se dan a los funcionarios públicos, particularmente al Presidente de la República, en la sabiduría, en el sentimiento de justicia, equilibrio, que reconozco a esta soberanía, está esta iniciativa, la veré con especial agrado y con total disciplina.”

Ya para esa fecha habían quedado al descubierto muchos actos de corrupción cometidos durante cinco años, por lo que López Portillo aprovechó el nuevo salón de plenos para decir: “Sé que, contra la corrupción, habremos de continuar una lucha permanente, asumiendo, como lo hemos hecho, el riesgo del escándalo, del chantaje, y de los que, desde la crítica y la oposición, arriman su sardina a las brasas.

“Muchas primeras piedras se han tirado contra funcionarios públicos. Ojalá los demás estén libres de culpa.

“Con frecuencia, denunciar la corrupción es una forma de ser corruptos. No lo decimos como excusa, sino como recomendable ejercicio de conciencia, para no caer en el cinismo”, dijo en una parte de las 80 cuartillas que leyó.

Justificó llegada del neoliberalismo

'Se ha enriquecido nuestro orden constitucional y legal. (...) No nos hemos apartado de los principios políticos fundamentales de la Revolución Mexicana, pero cambiamos actitudes y formas de hacer política.' Miguel de la Madrid Hurtado, presidente de México de 1982 a 1988

De la Madrid permitió que, abiertamente, seis distinguidos aspirantes presentaran su propuesta

Miguel de la Madrid Hurtado, el presidente de la austeridad, de la simplificación administrativa y de la “renovación moral”, la cual terminó como “renovación nacional”, debido a una serie de actos de corrupción que se fueron conociendo en el camino, leyó el 1 de septiembre de 1987 su penúltimo Informe de Gobierno, el cual duró tres horas y quince minutos, en 121 cuartillas.

En ese texto, el entonces jefe del Ejecutivo federal reconoció en su mensaje a la nación el cambio de estrategia económica emprendida en el país.

A Miguel de la Madrid los partidos de oposición y analistas económicos lo catalogan como el padre del neoliberalismo, que modificó en los hechos las tesis del nacionalismo revolucionario y, por lo tanto, la filosofía de su partido, el Revolucionario Institucional.

“Para la consecución de los grandes cambios cualitativos que conlleva la renovación nacional, es requisito la vigencia efectiva del Estado de derecho.

“Conforme a estos principios, desde el inicio de esta administración se ha venido realizando una profunda reforma jurídica con el propósito de establecer el marco de la renovación nacional”, dijo en su discurso.

Más adelante, De la Madrid, que en ese momento de su V Informe ya había puesto en marcha un símil de proceso democrático en el PRI , con la presentación de seis “distinguidos priistas” que aspiraban a sucederlo —Miguel González Avelar, Sergio García Ramírez, Alfredo del Mazo, Ramón Aguirre, Manuel Bartlett y Carlos Salinas de Gortari—, se refirió a que en su gobierno “se ha enriquecido nuestro orden constitucional y legal.

“Se reafirmaron los valores fundamentales y, a partir de ellos, se precisaron instrumentos y áreas de competencia para que el Estado cumpla de manera más eficaz sus funciones de rectoría y para que la sociedad pueda ejercer en forma más efectiva sus derechos y desarrollar su libertad.

“Optamos por apoyarnos en las instituciones y, a la vez, perfeccionarlas para lograr una mayor y mejor vida democrática.

“No nos hemos apartado de los principios políticos fundamentales de la Revolución, pero cambiamos actitudes y formas de hacer política.'

CSG informó, pero en noviembre

'Ofrezco a las diversas fuerzas políticas y a los contendientes que participarán en la justa electoral, pleno respeto, apego a lo que establece la ley, y condiciones adecuadas para que, con total libertad, presenten sus opciones a los mexicanos.' Carlos Salinas de Gortari, presidente de México de 1988 a 1994

Debido a una reforma a la Constitución, Salinas de Gortari rindió sus seis informes en noviembre

Debido a una reforma y adición a los artículos 65, 66 y 69 constitucionales, publicada el 7 de abril de 1986, el Informe Presidencial cambió su fecha de presentación a partir de 1989.

De esta forma, los seis informes de Carlos Salinas de Gortari se registraron el 1 de noviembre de cada año.

Dos meses antes de su V Informe presidencial, Salinas de Gortari publicó un decreto por el cual se reformaron los artículos 65 y 66 constitucionales, que regresaron al 1 de septiembre de cada año como la fecha de apertura de sesiones del Congreso y del informe presidencial, aunque se realizó a partir de 1995, el primero de Ernesto Zedillo.

Salinas de Gortari estaba ya preocupado por la sucesión. Se dice que ya se había comprometido con Manuel Camacho Solís a que él sería el candidato del PRI a la Presidencia, pero 27 días después de su V Informe, Salinas ungió a Luis Donaldo Colosio como el candidato priista a sucederlo.

Por eso, en su Informe, Salinas mencionó que “nuestro país entrará en 1994 en un momento de reflexión para las elecciones federales. La participación de todos los ciudadanos consolida nuestras instituciones democráticas. Ofrezco, a las diversas fuerzas políticas y a los contendientes que participarán en la justa electoral, pleno respeto, apego a lo que establece la ley, y condiciones adecuadas para que, con total libertad, presenten sus opciones a los mexicanos.”

En su discurso de 87 cuartillas, el presidente Salinas se comprometió a promover el acuerdo para animar una cultura de reconocimientos mutuos y el mayor respeto a cada ciudadano, a su voto y a su opinión.

“Por México, no dejaré de dar, día con día, hora tras hora, en todo momento, todo mi empeño. Cumpliré con el mandato que asumí de guardar y hacer guardar la Constitución. No habrá giros ni desviaciones. Nuestro rumbo económico es el del mundo, el de la nueva generación, el del bienestar de México’.

Allanó el camino a la alternancia

'Ahora debemos redoblar el paso con el fin de cumplir las metas del año próximo. (...) Sobra decir que no habrá manejo electoral de las finanzas públicas en el año 2000, como no lo ha habido en ningún año de este gobierno.' Ernesto Zedillo Ponce de León, presidente de México de 1994 a 2000

En su V Informe, Zedillo puso el énfasis en destacar la estabilidad económica y en la sucesión presidencial

El 1 de septiembre de 1999, el priista Ernesto Zedillo Ponce de León rindió su V Informe de Gobierno.

El acento lo puso en la recuperación económica, luego de la peor crisis vivida por el país en el siglo XX , la del error de diciembre.

También el énfasis fue puesto en la sucesión presidencial, sobre todo cuando el candidato del Partido Acción Nacional, Vicente Fox Quesada, se perfilaba como favorito para hacer la chica ante el priista que fuera.

En 32 cuartillas, el último presidente priista del siglo XX y quien entregó la banda presidencial a un sucesor que no era de su partido, liquidó el capítulo. “Hoy puedo afirmar, con base en los datos disponibles para lo que va del año, que conseguiremos las metas propuestas para 1999.

“Ahora debemos redoblar el paso con el fin de cumplir las (metas) del año próximo.

“Para el año 2000 es posible y muy necesario que sigan abriéndose nuevas fuentes de empleo. Para lograrlo, el crecimiento del PIB deberá situarse alrededor de 5 por ciento, y para proteger al máximo posible el valor real de los salarios, la inflación no deberá exceder 10 por ciento.

“De esa manera , el nuevo gobierno no tendrá que dedicar su inicio a remediar una crisis económica, como ha ocurrido ya con cuatro presidencias consecutivas; sino que podrá, con base en su propia estrategia y su legitimidad democrática, dar desde el arranque, renovado ímpetu al desarrollo de nuestra Nación.

“Para cumplir con este propósito, que es el interés de todos los ciudadanos, independientemente de su preferencia política, el gobierno de la República seguirá aplicando los instrumentos de la política económica con un inalterable sentido de responsabilidad y disciplina”.

Subrayó el presidente Zedillo esta posición diciendo: “Sobra decir que no habrá manejo electoral de las finanzas públicas en el año 2000, como no lo ha habido en ningún año de este gobierno.

“Hace casi un año que comuniqué al Congreso de la Unión que la meta para el año 2000 debiera ser un déficit fiscal equivalente a 1 por ciento del producto (interno bruto), criterio que sigo sosteniendo”, remató el último presidente priista.

El último en vivir el rito

'Todos estamos sujetos al examen de la historia, y su juicio es implacable. Pensemos con visión de Estado. Pensemos con sentido histórico. Asumamos con entereza y dignidad el lugar que nos corresponde en nuestra democracia.' Vicente Fox Quesada, presidente de México de 2000 a 2006

Todavía en su V Informe, Vicente Fox exhortaba a los legisladores a aprobar las reformas pendientes

Vicente Fox Quesada, el panista que sacó al PRI de Los Pinos en 2000, fue el último Presidente de la República que pudo cumplir el rito del V Informe ante el pleno del Congreso de la Unión en el Palacio de San Lázaro.

De hecho, el 1 de septiembre de 2005 fue la última vez en que un Presidente pudo pronunciar ante los legisladores un mensaje político en el salón de plenos de San Lázaro, con motivo del Informe de Gobierno.

Ese día se acabó lo que muchos han llamado el Día del Presidente. En ese V Informe foxista, el primer mandatario de extracción panista leyó 11 cuartillas, donde llamó a los legisladores a aprobar las reformas pendientes y apeló al juicio de la historia.

“Las omisiones de hoy serán los obstáculos del futuro. Todos estamos sujetos al examen de la historia, y su juicio es implacable. Pensemos con visión de Estado. Pensemos con sentido histórico. Asumamos con entereza y dignidad el lugar que nos corresponde en el capítulo de nuestra democracia. Actuemos con entrega, con amor a México. Actuemos con toda la grandeza de las decisiones que hoy exige la patria. Muchas gracias por su atención y ¡Viva México!”

Los fantasmas sexenales de los presidentes

En su último año: se acaba el tiempo para concretar sus proyectos, el poder mengua y sus errores comienzan a convertirse en una pesada losa.

El 2 de octubre de 1968, en el gobierno de Díaz Ordaz, el Ejército y el batallón Olimpia aplastaron una manifestación de estudiantes.

Cuando empieza el último tramo de gobierno de los presidentes de México, una figura espectral que los perseguirá aun después de la muerte empieza a cobrar vida. Obras, logros y aciertos que pudieron tener son olvidados, en cambio, yerros, pifias, acciones involuntarias negativas y hasta gracejadas se convierten en su sello frente a la historia.

El presidente Felipe Calderón hoy comienza a recorrer ese trecho que todos sus antecesores caminaron: faltan 298 días para el 1 de julio de 2012, fecha en que se conocerá el nombre de su sucesor, y 64 semanas para el 1 de diciembre, día que entregará la banda presidencial.

La historia muestra que el presidente Gustavo Díaz Ordaz, que gobernó el sexenio 1964-1970, no es recordado por haber propuesto en 1967 el Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, mejor conocido como el Tratado de Tlatelolco, que fue la plataforma para que Alfonso García Robles ganara el premio Nobel de la Paz en 1982.

Díaz Ordaz tampoco es recordado por haber sido el precursor en 1967 del Sistema de Transporte Colectivo en la Ciudad de México, que actualmente tiene 203 kilómetros, en 11 líneas y transporta diariamente a 4.2 millones de personas, es más, ni en la historia oficial del Metro lo mencionan. Y mucho menos es recordado por que en su sexenio se construyeron 107 presas.

Gustavo Díaz Ordaz es recordado única y exclusivamente porque el 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas, un grupo paramilitar llamado Olimpia disparó indiscriminadamente en contra de una manifestación de estudiantes.

El presidente Luis Echeverría, que vivió en Los Pinos entre 1970 y 1976, no es recordado por haber aumentado el presupuesto a las universidades públicas, o por la creación del Colegio de Bachilleres, la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la Escuela de Chapingo o el Colegio de Ciencias y Humanidades, mejor conocido como CCH, de la UNAM.

El mandato de Echeverría no es contextualizado porque durante éste se fundó el Infonavit, o por el reparto agrario que hizo de 16 millones de hectáreas a campesinos. Tampoco por haber acabado con el llamado desarrollo

estabilizador de otras épocas y aumentar la inversión pública, o por hacer crecer la infraestructura, la producción petrolera, eléctrica y de acero.

No, Echeverría Álvarez es recordado históricamente tanto por la creación del grupo paramilitar los Halcones, que el 10 de junio de 1971 se encargó de matar estudiantes, en la reaparición de estos en manifestaciones públicas después de los hechos del 68.

Pero también porque organizó el llamado golpe a Excélsior. El 6 de julio de 1976, un grupo de cooperativistas apoyados por el gobierno de Echeverría sacó de la dirección del diario a Julio Scherer García; la prueba de todo ello quedó en la página en blanco que se publicó en la edición del 7 de julio de ese año, que era una carta abierta de apoyo al entonces ya ex director de este periódico.

Entre 1976 y 1982 el presidente de México fue José López Portillo. Jolopo, como se le conocía, no es recordado porque en su mandato se posibilitó que por primera vez viniera a México un Papa, Juan Pablo II, en 1982, pero tampoco porque fue gracias a él que en la Cámara de Diputados entraran los partidos de oposición al PRI, a través de la figura de diputados plurinominales, buscando un equilibrio de poder.

Tampoco es recordado porque durante su administración ocurrió que los países árabes dejaran de venderle petróleo a Estados Unidos y a Europa Occidental, por apoyar a Israel, lo que ocasionó que el México de López Portillo se convirtiera en el primer exportador de crudo, y que tuvo como consecuencia directa que el Producto Interno Bruto (PIB) de México se elevara a 8 por ciento anual y que la tasa de desempleo se redujera 50 por ciento.

En cambio, López Portillo es evocado por haber acuñado una frase que dio la vuelta al mundo, hay que “aprender a administrar la abundancia”, cuando supo e hizo público que había importantes yacimientos de petróleo en Chiapas, Tabasco y en la sonda de Campeche.

En su sexto informe de gobierno López Portillo privatizó la banca y ahí dijo dos frases que quedaron en la memoria colectiva: “Ya nos saquearon, no nos volverán a saquear” y “defenderé el peso como un perro”, por eso la colonia donde vivió en Cuajimalpa se le conoce hoy en día como la Colina del perro.

Además Jolopo es recordado por haber incluido en su gabinete a su hijo José Ramón y haber declarado que era el orgullo de su nepotismo. López Portillo nombró a su hijo subsecretario de Programación y Presupuesto, bajo el cargo de quien sería su sucesor, Miguel de la Madrid.

De la Madrid, tomó la estafeta presidencial en 1982, cuando México estaba sumido en una profunda crisis, producto de los despilfarros de su amigo López Portillo. Pero aun así, a este mandatario que terminó su periodo en 1988, no se le reconocen logros como que México haya sido admitido en el General Agreement on Tariffs and Trade (GATT), precursor de la Organización Mundial de Comercio.

Miguel de la Madrid tampoco es un mandatario a quien se le aluda por haberse convertido en pieza clave del llamado Grupo Contadora, creado en 1983, y donde también participaron Colombia, Venezuela y Panamá, con la idea de que se posibilitara una salida pacífica en los conflictos que vivían entonces Nicaragua, Guatemala y El Salvador.

Tampoco es recordado porque durante la administración delamadridista el número de empresas paraestatales pasó de mil 155 a 413.

En cambio, lo que más se menciona de la administración del presidente De la Madrid es que su llamada renovación moral fracasó, no obstante la captura y encarcelamiento de dos cercanos personajes a López Portillo, Arturo El Negro Durazo, ex jefe de la policía del DF, y el ingeniero Jorge Díaz Serrano, ex director de Pemex.

Además, el sexenio de De la Madrid quedó marcado porque fue quien propició la creación de la Corriente Democrática dentro del PRI, en 1987, cuando Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo lanzaron un llamado para la democratización de ese partido, y en respuesta, MMH se sacó de la manga a los seis distinguidos priistas de donde salió Carlos Salinas de Gortari como el candidato priista a la Presidencia y a la postre su sucesor.

Salinas de Gortari (1988-1994) tomó posesión en medio de un escándalo de fraude electoral en contra de Cárdenas.

El presidente Salinas no es necesariamente recordado por haber revertido la nacionalización de la banca, en mayo de 1990, como tampoco por el hecho de que durante su administración México negoció en 1990 su entrada cuatro años después a una sociedad comercial con Estados Unidos y Canadá, que se denomina TLC y que aún ahora sigue vigente.

La historia de México recuerda a Carlos Salinas por hechos como la detención del líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, conocido como La Quina, quien había apoyado a Cárdenas en la elección de 1988 y que terminó como un lugar común de la política mexicana y que se utiliza cuando hay una demostración de fuerza y se denomina quinazo.

También es recordado por que en su sexenio ocurrieron los asesinatos del cardenal Juan José Posadas Ocampo, en Guadalajara, el 22 mayo de 1993, y los del candidato priista a la presidencia de México, Luis Donaldo Colosio, el 23 de marzo de 1994, y en septiembre siguiente el de José Francisco Ruiz Massieu, entonces secretario general del PRI.

Pero quizá las mayores referencias que se tiene del sexenio de Salinas fue el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que el 1 de enero de 1994 le declaró la guerra, proclama que no ha sido retirada; y la alusión que hizo a la oposición en su último informe, “ni los veo ni los oigo”.

A Salinas le siguió como inquilino en la residencia oficial de Los Pinos Ernesto Zedillo, quien gobernó entre 1994 y el 2000.

Este mandatario mexicano no es recordado por haber logrado un importante movimiento económico para rescatar al país de la quiebra, al final de 1994 y todo 1995.

Tampoco es una referencia de la administración zedillista que él haya sido un impulsor de la reforma política de 1996, que llevó a la definitiva independencia del Instituto Federal Electoral (IFE) del gobierno federal.

A Zedillo no se le reconoce que fue en su administración cuando se firmaron los únicos acuerdos de paz con el EZLN, en noviembre de 1996.

Las referencias que se hacen de Ernesto Zedillo son, por ejemplo, que fue el último presidente del régimen priista y quien entregó el gobierno federal al PAN.

Se rememora también que durante la celebración de su segundo informe de gobierno, el primero de septiembre de 1996, el entonces diputado Marcos Rascón se puso una máscara de cerdo frente al mandatario. O tal vez que por el hecho de que en octubre de 1998, durante una gira por Tejupilco, Estado de México, Zedillo le dijo a una vendedora indígena que le intentaba vender una servilleta: “No traigo cash”.

Vicente Fox, más allá de ser recordado por haber sido el presidente que sacó al PRI de Los Pinos, es reconocido históricamente por frases como “Fidel, comes y te vas”, que le dijo a Fidel Castro, cuando todavía era el presidente de Cuba, en marzo de 2002, vía telefónica, en vísperas de la celebración de la Cumbre de las Naciones Unidas para el Desarrollo, con sede en Monterrey.

Fox, que gobernó entre 2000 y 2006, también es recordado por haber operado para evitar que Andrés Manuel López Obrador pudiera llegar a la candidatura presidencial, cuando fue desaforado como jefe de gobierno de la Ciudad de México.

Pero además tuvo puntadas por las que se le recuerda, como haber dicho en mayo de 2005 que “los migrantes mexicanos hacen los trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer”. También es recordado porque en febrero de 2006, en un acto en Mazatlán, Sinaloa, Fox puso como ejemplo de prosperidad en el país lo siguiente: “El 75 por ciento de los hogares de México tienen una lavadora, y no de dos patas o de dos piernas, sino una metálica”.

Y dos meses antes de dejar el poder, en octubre de 2006 Fox dijo: “A veces el presidente de la República es el último en enterarse de lo que pasa”.

El presidente Calderón, de acuerdo con los spots de su quinto informe, ha sido el mayor constructor de carreras, unos 16 mil kilómetros; también amplió aún más el Seguro Popular y desde el comienzo de su administración emprendió una lucha en contra del crimen organizado, que a la fecha lleva unos 40 mil muertos.

Y será a partir de ahora que los espectros que perseguirá en la historia a Calderón empezarán a ir tomando forma…

Calderón tuitea datos del V informe

El presidente Felipe Calderón comenzó a presentar algunos datos relativos a su V Informe de Gobierno a través de las redes sociales. En su cuenta de Twitter, el titular del Ejecutivo federal envió la mañana de este sábado un mensaje donde destacó los avances en la cobertura de educación básica en el país. “Alcanzamos la cobertura universal en educación primaria. Por primera vez, cada niño con lugar asegurado en la escuela”, informó el Presidente a sus seguidores poco después de las 11:30 horas. Más tarde, cerca de las 12:00 horas, el mandatario envió un mensaje relativo a la situación de las finanzas públicas. “Gracias al esfuerzo de los mexicanos tenemos finanzas públicas sanas, un sistema financiero sólido y una economía competitiva”, aseveró. Ambos mensajes fueron enviados en su cuenta, tal como lo han hecho también en las últimas horas los integrantes del gabinete.

Teoremas y anécdotas del poder perdidoEnvidia, angustia, depresión, temor, tristeza y soledad son algunos de los efectos que padecieron ex mandatarios después de su sexenio

EL EJERCICIO DE LA PRESIDENCIA PUEDE LLEGAR A PERTURBAR LA CONCIENCIA

Prefacio

No siempre sabemos cuándo terminó el ayer y cuándo comenzó el mañana. Quizá por eso el director de Excélsior, Pascal Beltrán del Río, tuvo la atinada idea de que se escribiera un artículo especial sobre algo de los ex presidentes mexicanos. Pensó que yo era el indicado porque me ha escuchado muchas anécdotas y reflexiones sobre el particular. Algunas las viví de manera directa y otras por los múltiples amigos que me las compartieron, inclusive las que recibí en la casa paterna, donde la política ha sido un tema transgeneracional.

La idea me entusiasmó de inmediato. Pregunté si debería ser reflexivo o anecdótico y se me contestó que ambos. Acepté la encomienda y pregunté la fecha de entrega. Pascal me contestó muy comedidamente: “No te apures, porque hay tiempo. Entrégalo dentro de tres días”. Así que, de inmediato, me fui al teclado y aquí está en manos del indulgente lector.

Quiero aclarar que las reflexiones aquí contenidas son responsabilidad exclusiva del autor. Por lo que concierne a los episodios anecdóticos, señalo expresamente mi conocimiento directo si así fue o indico la fuente de quien lo recibí. Todos los testigos que presento fueron directos y no de oídas. En los casos que lo relatado lo hubiera recibido por testigos indirectos lo señalo con la alerta “se dice que…”.

Por otra parte, tengo la inquietud de que este artículo pudiera incomodar a los ex presidentes que aún viven o a los familiares de los ya ausentes. Nada más alejado de mis intenciones. Tengo respeto, afecto y hasta agradecimiento por Miguel Alemán, Adolfo López Mateos, Luis Echeverría, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. A los demás, ni yo ni mi familia tenemos nada personal que reprocharles. Lo aquí escrito pretende ser un análisis objetivo, como el de un médico, el de un mecánico o el que hacemos los abogados, por grato o incómodo que éste resulte. No es una valoración sobre su gestión presidencial sino una reflexión sobre su perfil ex presidencial.

Así que, aquí vamos.

Sic transit gloria mundi

Dicen que al que se viste de ajeno lo encueran en la calle. Así es el poder político. Es ajeno y es prestado. Creerlo propio es el inicio de la desalineación emocional que ha afectado a algunos cesantes.

Sic transit gloria mundi. Así pasa la gloria del mundo, decían los romanos. Durante los más fastuosos desfiles imperiales, los césares contaban a sus espaldas con un edecán que, periódicamente, se inclinaba para susurrar al emperador esas palabras y recordarle que todos los honores son muy transitorios. También, cuando los discursos laudatorios llevaban al monarca a la ensoñación, el ayudante musitaba el mensaje memento mori, acuérdate de la muerte, para tratar de reubicar al “dueño del mundo” en su condición de mortal y provisional.

En las democracias, todos los funcionarios son transitorios. Sólo los ciudadanos somos permanentes. Ellos se van y nosotros nos quedamos para platicar a sus sucesores lo que ellos hicieron de bueno y de malo. Para pedirles que preserven o incrementen su buena obra, así como para requerirles que remitan o destruyan sus catástrofes.

El síndrome post imperium

Alguien, con ingenio, ha bautizado con el nombre de post imperium este padecimiento de la clase política que bien podría ser traducido como la “enfermedad del poder perdido”.

Si pretendiéramos hacer un análisis de lo anterior, lo primero que encontraríamos sería que se trata de un síntoma y no de una enfermedad. La patología puede ser cualquiera de aquellas ya muy clasificadas por la ciencia sicológica. Paranoia, esquizofrenia, sicosis, neurosis, alucinación, fantasía y muchas más.

Una de sus manifestaciones más frecuentes es la depresión. El paciente siente temor, tristeza o angustia. Pero es muy importante dejar en claro que no es un fenómeno que se contraiga de manera infalible, sino que tan sólo llega a afectar a algunos y no a todos.

Sus manifestaciones exteriores pueden identificarse como envidia, rencor, ambición, “trapecismo”, intolerancia, desubicación, desalineación, escapismo o autismo. Sus consecuencias secundarias suelen ser un oposicionismo irracional, un egoísmo inaceptable, una presunción insoportable, una desmemorización insuperable o una irreflexividad imperdonable.

En efecto, todo lo actual les parece mal hecho, todo lo de ellos fue lo mejor, no se acuerdan cabalmente de lo que vivieron ni de lo que hicieron y no se refrenan para exteriorizar todo lo anterior.

¡Cuidado al bajar!

Ahora bien, lo afortunado de todo esto es que tiene medidas preventivas. Una de ellas es la madurez, pero otras son la valentía, la seguridad, la prudencia y la sensatez. El político que es maduro, valiente, seguro, prudente y sensato es muy difícil que llegue a contraerlo. Eso se reduce a una simple fórmula que me aconsejaba mi padre: saber ascender y saber descender en la escala política.

El que tropieza cuando va ascendiendo no sufre mayormente. Nada más recordemos los discursos que dicen los recién nombrados cuando asumen un nuevo cargo. Están tan emocionados que suelen decir puras fantasías. Están tan envalentonados que prometen imposibles. Están tan ilusionados que todo les parece fácil. Y nadie los critica porque no se ven tan mal. Además, como el poder es un buen cosmético, hasta el más inútil se ve elegante con traje nuevo.

Pero, en cambio, el que se va tiene que cuidar su elegancia en lo que dice, en lo que hace y hasta en lo que piensa. Porque así como el ascendente se ve bien vestido aunque ande encuerado, el cesante se ve harapiento y en tiliches aunque ande vestido de etiqueta.

Igual que con las escaleras, el que va descendiendo tiene que pensar las cosas más de dos veces. En primer lugar, refrenar el impulso. El hombre prudente cuando llega al filo de la escalera de descenso detiene la marcha aunque sea dos segundos. Por ningún concepto sigue con la inercia que traía en la caminata. Sabe que el andar y el descender son dos ejercicios bien distintos, con distinta cadencia, con diferente ritmo y con otra velocidad. No hacerlo así es exponerse a volar hacia el vacío. Además, las distancias son distintas. El paso del humano suele ser más largo que la huella del escalón. El que siga con el mismo tranco va a apoyar el pie en escalón y medio y, con esto, ya se desbarrancó.

Así, el político cesante debe refrenar su paso y no proseguir con el que traía cuando era estelar. Una vez detenido, determinar la pierna con la que reiniciará y no con la que se le ocurra a su puro instinto. Así, el cesante debe pensar, aunque sea dos horas, lo que viene a partir de ese día. Reconocer que ya no podrá utilizar el mismo disfraz ni la misma sonrisa ni el mismo saludo ni los mismos chistes. Lo que estaba bueno para cuando era jefe no necesariamente es bueno para cuando se es ex jefe.

Por eso es bueno saber ascender, pero es mucho mejor saber descender. El que sabe subir puede conservar su sencillez. El que sabe bajar puede conservar su majestad. El que sabe subir puede disfrutar de su victoria. El que sabe bajar puede divertirse de su derrota. El que sabe subir es vencedor. El que sabe bajar es invencible.

¿Cómo se forma un ex presidente?

El perfil de un ex presidente se forma desde los tiempos presidenciales, así como la vida madura se forma desde la niñez y la juventud. La vida de un presidente no es fácil ni dulce. Pero de ella dependerá mucho de lo que será el resto de su vida. Un sexenio, visto en el contexto de la vida, es muy poco tiempo. Es lo que dura la educación primaria, la media o la superior. Seis años son los que duran un matrimonio breve o una amistad efímera. En tan solo seis años un hombre de bien no consolida su riqueza ni su prestigio ni su sabiduría.

Y, sin embargo, esos seis años son determinantes para los muchos años que viven los ex presidentes mexicanos, sobre todo considerando que, casi siempre, fueron presidentes jóvenes.

Miguel Ángel decía que una escultura se hace tomando una roca y quitándole todo lo que le sobra. Parafraseándolo, yo he dicho que un discurso se hace poniendo todo lo que queremos decir y, luego, quitándole lo que no debemos decir y lo que los demás no quieren oír.

Así, podríamos afirmar que un ex presidente se forma sumando todo lo que tiene, todo lo que fue y todo lo que hizo ese hombre hasta el último día de su mandato presidencial. Luego, se resta lo que no tiene, no fue y no hizo. Si de ese balance queda mucho, entonces ex presidente habemus. Si no queda nada pues… no queda nada. Cada lector ya estará pensando en sus ejemplos ex presidenciales.

Como mínima recomendación bibliográfica sobre este asunto me permito mencionar la película Compatriotas, estelarizada por Jack Lemmon y James Garner, y la novela El primer día, escrita por Luis Spota.

El mencionado filme, llamado Fellows en inglés, es una divertida comedia con mensaje profundo sobre las peripecias que tienen que vivir juntos dos ex presidentes que fueron enemigos pero, más tarde, la vida los unió. Independientemente de las cosas chuscas, contiene diálogos sobre las depresiones que hemos relatado, así como sobre sus desalineaciones sobre la realidad. Ya no saben manejar un auto, no recuerdan las claves telefónicas de larga distancia y consideran que les “han usurpado” su avión presidencial.

Pero además no tienen clara conciencia de su gestión presidencial. Por eso, uno de ellos se aterra cuando se entera de que millones de familias perdieron su empleo, su auto y su casa gracias a sus programas contractivos de austeridad presupuestaria. Que afectó o destruyó la vida de millones de sus electores para que él pudiera presumir de orden financiero. Sólo hasta ese momento

comprende por qué perdió la reelección. Sólo entonces percibe que sus compatriotas no fueron tontos ni ingratos con él al botarlo de la Casa Blanca.

Le resultó duro saber que los defraudó y los destruyó. Pero lo aceptó, y ello le sirvió para crecer en el dolor.

La novela que refiero es el relato de la vida de un presidente el día que entregó el poder a su sucesor. Su desalineación consiste en que se da cuenta de que sus “amigos” ahora están buscando la cercanía con el nuevo mandatario. Que su escolta, ahora es mínima e inferior. Que, incluso, ya no funcionan sus teléfonos de la “red presidencial”.

El tema central es que, al regresar a su condición de normalidad, él la siente como una condición de inferioridad. Que, para él, quienes no son presidentes le resultan inferiores, y ése es su primer día de la inferioridad insoportable en la que vivirá el resto de su vida.

El político de verdadera inteligencia dedica seis años a preparar su pasaje. Es por eso que, alguna vez, un gobernador recién estrenado me invitó a comer y, sin que viniera a cuenta, me preguntó cuál debería ser el mejor año de su sexenio. Sin la menor duda y sin la mayor pausa le contesté que el séptimo año. Me fijó su mirada y esbozó una mueca que pretendía ser la sonrisa fingida para quien nos dice un chiste malo y tonto.

Y es que, en el fondo, nunca creyó en mi realismo. Se dedicó tan solo a su presente. Sin embargo, hoy está convencido de que no le habrá de alcanzar su futuro para pagar todo lo que le quieren cobrar. No lo aprecian, no lo emulan y no lo respetan. Me duele mucho haber acertado, porque lo estimo, pero más me duele cuando nuestros gobernantes se han equivocado porque, sobre todo, amo a mi país.

Hubiera querido decirle que si así lo hacía, el séptimo año sería aquel en el que más lo apreciaran, más lo emularan y más lo respetaran. El año en que lo extrañaran y en el que lo presumieran. El año en el que, ya no siendo funcionario, todos se sintieran orgullosos de su amistad, de su presencia o de su compañía.

Por eso la verdadera ecuación temporal de lo político no reside en la duración del mandato sino en la duración del poder.

La complejidad presidencial

La compleja vida de un ex presidente es, en gran parte, una consecuencia de la compleja vida de un presidente.

La complejidad de la política puedo resumirla en dos pasajes. Uno de ellos se refiere a cierta ocasión en que Richard Nixon se extrañó mucho de que una dama poco lúcida le preguntara si era muy divertido ser presidente de los Estados Unidos. La alta política puede ser interesante, apasionante y hasta obsesionante, pero nunca “divertida”.

Así son muchas profesiones. Pienso en la mía, que es la justicia penal pero, también pienso en la neurocirugía de cerebro o en la guerra moderna. Jamás podría decirse que es muy divertido abrirle a alguien la cabeza o sacarlo de la prisión donde lo enchiqueraron o matar a los enemigos de la nación. Puede ser un deber o un mérito, pero no una amenidad.

De la misma manera, gobernar es, en ocasiones, muy complicado, muy angustiante y hasta muy doloroso. El verdadero político tiene que darse cuenta de mucha injusticia, de mucha pobreza y de mucha desesperanza, y no todas ellas las puede remediar, aunque lo quisiera.

Pueden ser muy divertidos los eventos protocolarios, los viajes, los privilegios y los oropeles de la política. Pero no los deberes ni los riesgos ni las consecuencias de la política. Nixon no pensaba en sentarse en el Salón Oval ni en volar en el Air Force One ni en escuchar el Hail to the Chief. Pensaba en salirse de Vietnam, en la apertura con China, en el embargo petrolero, en el abandono del patrón-oro, en Rusia, en Israel y en Watergate. Nada de eso era divertido, sino muy serio y muy complicado.

El otro pasaje es un mero referente de explicación de la vida del político de alto nivel. Porque todos los presidentes han tenido el ansia de hacer algo por su país. Algunos triunfaron y otros fracasaron, pero estoy seguro de que todos lo intentaron. Ninguno fue impulsado por el deseo de dormir en la Casa Blanca o de comer en Los Pinos donde, por cierto, la comida es muy regular y esto me sirve para explicarme.

Digo que la cocina presidencial va de regular a mala por la sencilla razón de que allí se prepara la comida de un presidente y ésta suele ser frugal, insípida y rápida. Sin irritantes, sin aromatizantes y sin saborizantes. Casi siempre sin salsas, sin aperitivos y sin vinos. Su “disque tampiqueña” es un bistec a la parrilla guarnecido con brócoli y puré, no con rajas, guacamole y frijoles refritos con totopos. Su “disque caldo tlalpeño” es una aburrida minestrone. Esta comida se parece a la de un hospital, no a la de un buen restaurante, mucho menos a la de una suculenta cantina. Por eso, comer con los presidentes es interesante, pero no sabroso. Por eso, quienes hemos tenido la oportunidad o la obligación de comer allí, de antemano agendamos, para la noche, una cena “de-a-de-veras”.

Desde luego, el presidente podría pedir un guaxmole de caderas. Pero asume el sacrificio de cuidar su estómago, su salud, su peso, su semblante, su hálito, su lucidez y su tiempo, como uno de los muchos sacrificios que el gobernante tiene que soportar con entusiasmo y sin fatiga.

La vida de un político, como la de cualquier persona, está combinada de alegrías y de tristezas. Sin embargo, el político suele estar obligado a la guarda de sus emociones.

Miguel Alemán sufrió la muerte de su amigo fraterno Gabriel Ramos Millán, en un accidente de aviación. Otro amigo muy hermanado le confirmó la identificación de sus restos. Después de ello, David Romero Castañeda se

retiró. Al salir de la oficina del Jefe del Estado mexicano le dio una terminante sugerencia al jefe de la seguridad presidencial, llena de dramatismo pero, también, de sabiduría política. “Señor general: disponga que un infranqueable oficial monte la guardia en la puerta del despacho presidencial. No permitan que absolutamente alguien entre ni que alguien se asome. Ni siquiera ustedes, porque el Señor-Presidente-de-la-República se encuentra llorando”.

No puede ser más despiadada la obligación presidencial hasta en la guarda de los dolores.

El ejercicio de la Presidencia puede llegar a perturbar la conciencia, por lo menos en tres sentidos: en el del aislamiento, en el de la desconfianza y en el de la incomprensión.

LA ANGUSTIA, DEPRESIÓN Y SOLEDAD DE LOS EX MANDATARIOS

El desierto del ex presidente

Cuentan varios testigos que, conforme avanzaban sus periodos presidenciales, Richard Nixon se fue haciendo más desconfiado, más susceptible y más solitario. Incluso, sus diálogos con el alcohol los practicaba en el mayor aislamiento.

Tuvo, sin embargo, la ocurrente costumbre de platicar por las noches, vaso en mano, con los retratos de los ex presidentes que adornan los muros de la mansión presidencial. De entre ellos, sus predilectos fueron Lincoln, los dos Roosevelt, su jefe Eisenhower y su eterno rival, John Kennedy.

El caso es que, allá como acá, el ejercicio de la Presidencia puede llegar a perturbar la conciencia, por lo menos en tres sentidos. En el del aislamiento, con la consecuente soledad. En el de la desconfianza, con la inevitable temerosidad. Y en el de la incomprensión, con la natural irritabilidad.

Todo ello proviene de un poder excesivamente dosificado por las circunstancias. Ello produce, en primer lugar, que el Presidente se considere único, y la verdad es que no se puede negar que lo es. A partir de allí es fácil que considere que no piensa, ni habla ni siente ni actúa como los demás y, por lo tanto, que no es fácil ni comunicarse ni interrelacionarse ni asociarse con los demás. De su unicidad se pasa, automáticamente, a la soledad.

El aislamiento de Nixon también ha sucedido en Los Pinos. Se dice que hubo algún presidente que terminó cenando y bebiendo con el oficial de guardia: “Sírvame una, capitán, y sírvase una aunque no se la tome”.

Ese poder, además, está mal repartido según su imaginación. Ello conlleva a pensar que los desposeídos, entiéndase que todos, quieren hacerse de una parte, aunque fuera mínima, de su poder. En ese proceso se instala la desconfianza y aun el miedo que nos producen todos aquellos que quieren quitarnos nuestras canicas.

Por último, la unicidad sumada a la propiedad produce una sensación ilimitada de potestad. No sólo se es único sino, además, omniteniente y omnipotente. Es el estadio más cercano a la deidad. Por eso López Mateos le dijo a Díaz Ordaz: “En México el Presidente tiene todas las dichas, salvo dos desgracias. Una de ellas es que todos te dicen que eres un dios. La otra es que terminan convenciéndote”.

Por ese enorme depósito de poder, ha dicho Giuseppe Amara que la Presidencia no está diseñada para la salud mental. Sin embargo, alguna deidad nos ha visto con misericordia porque hasta ahora nos damos cabal cuenta de que, si bien algunos de nuestros presidentes tuvieron sus excentricidades o sus locuacidades, ninguno le imprimió al ejercicio de su descomunal poder ni las retorceduras de la locura ni las penumbras de la maldad ni los tintes de la crueldad. Con que uno solo de ellos, tan solo uno, se hubiese extraviado habría sido suficiente para que el país entero se hubiese tiranizado, o ensangrentado, o fracturado.

Puede decirse, incluso, que muchos conservaron o recuperaron su condición de normales y de mortales para el resto de su vida. Me referiré, adelante, tan solo a algunos de los ya ausentes.

El sistema ex presidencial mexicano

Hay muchas prácticas crueles en el sistema y en el estilo político mexicano. Pero me atrevo a creer que la más despiadada consiste en la condición a la que son sometidos los ex presidentes. El asunto comienza en un episodio histórico.

La ex presidencia de Plutarco Elías Calles fue conocida como “el maximato”. Como líder indiscutible de la política mexicana, su poder era casi ilimitado teniendo sometidos, incluso, a los cuatro presidentes que lo sucedieron. Fue el último de éstos quien se rebeló contra Calles, triunfó en la disputa por el poder y, en consecuencia coherente, inauguró una era en la que el ex presidente debiera ser un fantasma sin poder, sin amigos, sin partido, sin voz, sin grupo y sin tema.

Esto llegó a ser puntualmente respetado durante el resto de la primera era presidencial priista. Pero debe tenerse en cuenta que era una regla del sistema y no una perturbación de la ingratitud del nuevo presidente para con su antecesor. Si él mismo no quería someterse porque así se lo dictaban el corazón o la hombría, el propio sistema se lo demandaba de manera exigente.

Creo que Miguel Alemán, Adolfo López Mateos, José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari fueron particularmente amables y considerados con sus antecesores. Pero cuando fue notoria su amabilidad, la clase política se inquietaba y pedía un cambio de rumbo en el estilo y en el comedimento del presidente en turno.

Mi padre me platicaba de la atención que Alemán prestaba al ex presidente Manuel Ávila Camacho. En ese entonces, él era líder de la Cámara de Diputados y uno de los amigos más cercanos del presidente Miguel Alemán. A éste le

complacía que uno de sus mejores asociados políticos mantuviera cercanía con el ex presidente, a quien Alemán le debía la gratitud de múltiples apoyos políticos durante su carrera.

El diputado alemanista y don Manuel tenían un tema común: su pasión por los caballos. Con ello solían, por lo menos una vez al mes, tener un desayuno en su hacienda La Herradura, visitar las caballerizas y realizar una cabalgata por aquellas bellas colinas, hoy convertidas en fraccionamiento.

No requerían de temas políticos, mismos que no deberían ser tratados. No hablaban de historia, terreno complicado entre un ex presidente y un confidente del presidente en turno. No abordaban el futuro, cuestión siempre vedada para quien ya concluyó su mandato. Caballos y nada más. Con ello disfrutaban desde la hora muy temprana a la que suele desayunar un militar, hasta cerca de la hora de la comida, descontando que, en ocasiones, también se le invitaba a proseguir.

De esa manera cumplían un cometido con alta finura política. Ávila Camacho se sentía atendido por un alemanista íntimo, portador de mensajes presidenciales tan discretos como un buen libro o un buen vino, y Alemán cumplía con los deberes de amistad sin contaminar los deberes de la investidura.

Salinas de Gortari tuvo mucho cuidado con algo que preocupaba a Miguel de la Madrid. Éste había sido un perseguidor tenaz de los amigos íntimos de López Portillo. Había encarcelado a Díaz Serrano, a Durazo y a otros más. De tal suerte que don Miguel llegó a su final presidencial con el temor de sufrir lo mismo, máxime que muchos de sus amigos estaban enemistados con Salinas.

Éste resolvió los posibles insomnios de su antecesor con una finura insuperable. Designó como procurador de la República a un cercano amigo de De la Madrid. Le encargó que estuviera pendiente de él. Que lo visitara una vez por semana. Que comiera con él cuantas veces quisiera el ex presidente. Y que, si se le contraponían las citas que tenía con De la Madrid con las que tenía con el presidente, atendiera al ex presidente y a Los Pinos le mandara un subprocurador. Pero que jamás le cancelara algo a Miguel de la Madrid. Alguna vez, don Henry tuvo que abandonar a Salinas en gira extranjera para venir a comer a la Casa del León Rojo, donde había sido requerido.

De estos dos episodios, nadie sabe y nadie supo. El primero me lo contó mi padre y el segundo, mi ex jefe, Enrique Álvarez del Castillo.

Otros presidentes fueron más transparentes en su buen trato hacia el antecesor y su franqueza les acarreó el rezongo de la clase política.

Un caso fue el de Adolfo López Mateos, quien tuvo muchas atenciones para con Adolfo Ruiz Cortines, incluyendo que seis integrantes de su gabinete habían sido colaboradores de su antecesor. Los políticos inventaron el sarcástico chiste de llamar a la casa privada del ex presidente “los pinitos”. López Mateos registró el mensaje de la guasa y corrigió los rumbos de una manera elegante. A todos los siete ex presidentes que entonces vivían los invitó a cargos públicos

como si fuera un consejo de ex presidentes. Siendo atento con todos ya no lo tacharían de obsecuente con uno de ellos.

El otro caso fue el de José López Portillo, muy caballeroso con Luis Echeverría y con los echeverristas. Empezaron las protestas. Gustavo Díaz Ordaz declaró, en una ronda de prensa, que estaba muy enfermo de la vista “porque veía dos presidentes”. López Portillo hizo declarar a un funcionario de su cercanía, Gustavo Carvajal, que quienes visitaran al ex presidente “recibirían el beso del diablo”. La amenaza presidencial fue bien entendida y bien recibida.

Pero, en sentido inverso, también han existido ejemplos notables de antipatía entre el presidente y el ex presidente. Esto es un fenómeno que nos obliga a una reflexión, aunque sea mínima y, para ello, recurriré a ejemplos anecdóticos.

Me contaron los hermanos Virgilio y Enrique Andrade que, en cierta ocasión, algún despistado le preguntó a Adolfo Ruiz Cortines quién, entre él y Miguel Alemán, era mejor político. De inmediato contestó: “Esa pregunta ni se pregunta. El licenciado Alemán es uno de los mejores políticos que ha tenido México. Tan solo comparable con Juárez o con Carranza”. Aquí ya apuntaba cierta ironía, puesto que Ruiz Cortines sentía una íntima descalificación histórica hacia esos dos próceres. Después de una breve pausa reinició. “El problema es que al licenciado Alemán lo distraen sus muchos negocios, sus muchas novias y sus muchos amigos. Yo, en cambio, como no tengo negocios ni novias ni amigos tan solo me dedico a la política tiempo completo”.

Con esto se nota la acidez de los sentimientos hacia su antecesor. Pero, de allá para acá, también los había. Cuenta Francisco Cinta, secretario último que tuvo Alemán que, en cierta ocasión, se refirió a don Adolfo como “el señor Ruiz Cortines”, por lo que Alemán le corrigió: “No, Paco. No se dice el señor Ruiz Cortines, sino el presidente Ruiz Cortines. Porque presidente sí lo fue, pero señor nunca lo ha sido”.

Y es que nos queda en claro que a Ruiz Cortines no le gustaba Alemán como a Echeverría no le gustaba Díaz Ordaz, a De la Madrid no le gustaba López Portillo y a Zedillo no le gustaba Salinas.

Lo primero que se nos ocurre es que ésas fueron ingratitudes para con quien los cobijó, los impulsó y los coronó. Pero creo que no siempre esta explicación es tan simple. A veces he pensado si no sería ingratitud sino rencor por haber recibido, de su antiguo jefe, los malos tratos o las humillaciones que, en ocasiones, los jefes propinan a sus subalternos.

Eso me explicaría la repugnancia de Echeverría hacia Díaz Ordaz. Se dice que el poblano era mordaz, cruel y hasta lépero con sus colaboradores. Pero no me explica los otros casos porque Alemán, López Portillo y Salinas fueron todo un ejemplo de caballerosidad con sus empleados y con todo el mundo.

Luego, entonces, al descartar la ingratitud y el rencor sólo me queda una hipótesis pavorosa: la envidia. Que, con su enorme inteligencia, se hayan

sabido inferiores a sus predecesores y esa inferioridad les resultare insoportable. Algo de razón puede haber en esto. Se dice que Ruiz Cortines, De la Madrid y Zedillo era inferiores a Alemán, a López Portillo y a Salinas, respectivamente.

En fin, sea ingratitud, rencor o envidia, lo cierto es que caras vemos corazones no sabemos.

No es fácil el post imperium, aunque algunos supieron llevarlo bien. Miguel Alemán concluyó su gestión presidencial siendo todavía muy joven, recién cumplidos sus cincuenta años de edad. Sobrevivió treinta años como ex mandatario. Pero no terminó solo. Conservó a muchos de sus amigos de siempre y los incrementó todos los días. Y es que Miguel Alemán tenía la rara virtud de poder colocarse a la altura de las circunstancias. Lo mismo podía platicar, durante horas, con el presidente del país más poderoso del planeta que con una modesta ama de casa, con la seguridad de que a ambos les iba a prestar la misma atención por la sencilla razón de que todo le resultaba interesante. Era un humanista universal que no se limitaba ni en fronteras ni en niveles ni en reductos.

El otro fue, indiscutiblemente, Adolfo López Mateos. Él tan solo sobrevivió poco más de cuatro años a su encargo, la mitad de ellos en estado de inconsciencia. López Mateos nunca “perdió el piso” porque se esforzó en ello con una férrea voluntad.

Entre otras decisiones, nunca vivió en Los Pinos para conservar, aunque sea aferrándose a la materialidad de la casa familiar, la conciencia y la certeza de su personalísima individualidad. En su casa propia de San Jerónimo sería Adolfo hasta que muriera y, después de ello, también. En Los Pinos, al cabo casa ajena, sería otra cosa, desde luego transitoria y también impersonal.

Por eso comía casi a diario en el restaurante. Por eso manejaba dos veces al día su automóvil propio. Por eso le gustaba regalar sus cosas y no las del erario: sus mancuernillas, sus plumas, sus relojes, sus pitilleras y sus encendedores, que se convertían en prendas invaluables para el obsequiado, aunque llevaran las iniciales de quien las regalaba.

Me contaba Humberto Romero que, cierto día, ya como ex presidente y ya muy avanzado su deterioro físico, llevó a López Mateos al estadio de futbol. Ocuparon unos buenos lugares, aunque nada extraordinario. La importancia del encuentro hizo que asistiera el presidente Díaz Ordaz, quien se encontraba en el palco presidencial.

Es el caso que el locutor oficial anunció la presencia de Díaz Ordaz, a lo que el público respondió con una fuerte rechifla. Acto seguido mencionó la presencia del ex presidente López Mateos y todo el público se puso de pie para aplaudirlo durante largo tiempo. Cuando terminó la ovación, López Mateos le susurró a Romero: “Caray, Humberto, qué enorme daño me hice al venir”.

Qué bien conocía a su sucesor. Esto lo dejé al final no por olvido sino por claridad. A Díaz Ordaz no le gustaba López Mateos. No creo que por ingratitud ni por rencor. Me queda en claro que por envidia. Díaz Ordaz era muy inferior a López Mateos y, por si fuera poco, no soportaba que el pueblo venerara al mexiquense y lo odiara a él.

Díaz Ordaz, por cierto, fue un ex presidente muy atormentado. El odio de su pueblo, el juicio de la historia y los fantasmas de su mente siempre lo persiguieron hasta en los sueños. Se dice que mucho se acercó a las fronteras de la locura. No sé si esto sea cierto, pero no dudo que vivió en los terrenos de la infelicidad. Creo que vio a su propia muerte, muy anunciada por el cáncer, como un alivio.

Luis Echeverría ha vivido en la soledad y hasta perseguido judicialmente. Creo que muy injustamente perseguido, muy acosado. López Portillo, ya lo dijimos, sufrió el encarcelamiento de sus amigos, y Carlos Salinas, el de su hermano Raúl.

Todos esos y muchos más son casos resueltos y cerrados por la historia. Pero hay uno que llama mucho mi extrañeza. Ernesto Zedillo sigue enfrentando un proceso histórico que no ha terminado y al que no se le adivina fin.

La historia ha resuelto su veredicto, condenatorio o laudatorio, sobre todos los ex presidentes. Los mexicanos han ratificado su admiración por López Mateos y, con la misma firmeza, han emitido su desprecio por Díaz Ordaz. Todos los demás han recibido sentencia firme, buena o mala. Pero Zedillo sigue con la causa abierta. Para algunos, un paladín de la democracia. Para otros un traidor a su partido y a sus amigos.

Si de infidelidad al partido se trata, yo soy de los que lo condenaría. Si de deslealtad amistosa es el asunto, pregúntesele de esto a Carlos Salinas y a Francisco Labastida y ellos nos dirán quién es Ernesto Zedillo.

Hay un caso que dejé para el final: Vicente Fox. Creo que es el ex presidente más feliz que hemos conocido. Ello le da algo de razón a mis teoremas. Fox fue el presidente más inconsciente que ha tenido México. No sabía lo que era y, por eso, nunca sufrió.

En fin, a pesar de todo, quizá Luis Spota no tenía toda la razón. Los ex presidentes no están solos sino acompañados. Alemán terminó acompañado por sus amigos; Ruiz Cortines, por sus rencores; López Mateos, por sus afectos; Díaz Ordaz, por sus fantasmas; Echeverría, por sus abogados; López Portillo, por sus amores; De la Madrid, por sus recuerdos; Salinas, por sus ilusiones; Zedillo, por sus intereses; y Fox, por su esposa.

Tenían razón los romanos. Sic transit gloria mundi… Y qué efímera es la gloria.

Memorias del ex presidente de México

Gustavo Díaz OrdazLegado por escrito; en 215 cuartillas asume la responsabilidad, pero no la culpabilidad de los hechos del 2 de octubre de 1968

Gustavo Díaz Ordaz Borja es el custodio del testimonio de su padre, el ex presidente de México Gustavo Díaz Ordaz y reveló para Excélsior que sí existen las memorias de su padre sobre lo ocurrido antes, durante y después de la matanza del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco.

El hijo mayor del ex presidente de México ofreció una sucinta visión de lo que Gustavo Díaz Ordaz empezó a escribir tan pronto como dejó Los Pinos, el 1 de diciembre de 1970 y que aún no es público, porque ese testimonio quedó inconcluso cuando murió en 1979.

En poder del hijo del ex mandatario están unas 215 cuartillas mecanografiadas por Martha, la secretaria de todas las confianzas de su padre. En esas hojas de papel, corregidas a mano por Díaz Ordaz, el ex presidente dejó escrita su verdad sobre los hechos de la Plaza de las Tres Culturas, los Juegos Olímpicos y su paso por la embajada de México en España, que tituló Una embajada fugaz.

“Mi papá había asumido la responsabilidad, como lo hizo en su Informe de Gobierno, de las decisiones que tomó el gobierno. Hubo gente que decía, ‘es el culpable’. ‘No, no, no’, decía él, ‘soy responsable de las decisiones que tomó el gobierno’. Siempre las asumió, ética, moral, políticamente, toda esa responsabilidad.

“Pero no asumió la culpabilidad –sigue el hijo del ex presidente–. La culpabilidad alguien la tuvo. Mi papá, yo creo que en el fondo, hasta donde yo siento, pensó que habían sido los líderes, porque él tenía muchas pruebas y había muchas cosas que indicaban que los líderes del movimiento, entre ellos Marcelino Perelló, que fue el que realmente más influyó ahí, los otros se colgaron, querían ser presidentes, pensaban, si esto progresa, y hay una revolución en México, yo voy ser presidente, Heberto (Castillo), (José) Barros Sierra, ese tipo de gente se colgaban y decían ahorita es la oportunidad de lucirse.

“Pero él no se martirizó mucho con eso. Salieron ahí unos panfletos que hablaban de la noche de Tlatelolco, la realidad, como mi papá la vio y como yo me di cuenta cuando fue ex presidente, que platicamos mucho, mucho más, pues fue una trampa para el gobierno, o sea para el Ejército realmente, que entró el Ejército, entró el general (José) Hernández Toledo ‘¡muchachos cálmense!, ¡muchachos cálmense!’, y los recibieron a balazos de arriba para abajo, él tenía tres tiros con trayectoria de las azoteas para abajo. Otros dicen que era el mismo Ejército, eso es una locura y hay gente que lo cree”.

Escribió con prisa

En entrevista, el hijo mayor de Gustavo Díaz Ordaz contó que su padre se apresuró a escribir cuando supo que se iba a morir, a mediados de marzo de 1979, luego de que le habían detectado y quitado un cáncer en el colon que se le regó hacia el hígado y que fue lo que acabó con su vida, a los 68 años de edad.

“Empezó a escribir desde que salió de Los Pinos, pero escribía muy poco. Cuando realmente se apuró a escribir fue cuando sintió que se iba a morir. Por eso mismo no lo terminó, escribió bastante, pero no lo terminó. No lo terminó porque entre más malo estaba le daban pastillas para evitar dolores, y ya no tuvo tiempo”, dijo.

Específicamente sobre el testimonio que escribió Díaz Ordaz, su júnior dijo que tiene unas 90 cuartillas sobre el tema de Tlatelolco; 25 de los Juegos Olímpicos, que iniciaron días después de lo ocurrido el 2 de octubre, y unas 120 sobre su paso por la embajada de México en España. “Es como un libro aparte, que se llamó Una embajada fugaz, que tampoco publicamos”.

Comentó Díaz Ordaz Borja que su padre no mecanografiaba las cuartillas. “Él se las dictaba a una secretaria que fue de su confianza de la época que fue senador, la llamó y empezó a dictar. Dictaba, veía documentos, escribía, tachonaba , se las mandaba a Martha. Martha las mecanografía y ahí las corregía, que es lo que yo tengo, corregidas a mano.

“No más política”

Díaz Ordaz Borja contó que la primera decisión que tomó su papá al dejar la Presidencia fue “que no quería meterse más en nada que tuviera que ver con la política. Y una de las cosas que decidió fue no volver a leer periódicos, porque obviamente lee un periódico y se empieza a enojar. Nadie se lo creía, pero realmente lo hizo: él dejó de leer toda clase de periódicos y revistas, aunque veía películas

“Quería descansar, no quería volver a la política. ‘Yo ya llegue a lo máximo, no quiero volver a trabajar, ni saber de nada, porque seguramente va a haber críticas, para qué leo’, decía mi papá. Entonces se dedicó un poco a viajar, aunque no tanto porque mi mamá se había enfermado un poco antes de que él saliera de la Presidencia.

“Pero cuando podíamos viajábamos todos nosotros, con mi hermana (Guadalupe), con su esposo; mi hermano (Alfredo), con su esposa y yo con mi esposa, a veces invitaba a algún tío. Íbamos a diferentes lugares, a San Francisco, Los Ángeles, a Las Vegas, aunque no le gustaba jugar, lo que le gustaba eran los shows y los buenos restaurantes. A veces jugábamos un poquito de maquinitas, porque ninguno de nosotros somos jugadores. Pero íbamos a buenos restaurantes, casi siempre algún amigo mío conseguía cortesías o algunas cosas. Se la pasaba a gusto”.

Cuenta que antes de que su padre fuera nombrado primer embajador de México en España, luego de la reanudación de las relaciones entre ambos países, en 1977, la familia Díaz Ordaz hizo tres viajes a Europa.

“Una vez con mi papá y mi mamá, que estaba medio malita, mi esposa y yo; él se tuvo que regresar porque mi mamá se puso peor; otra vez organizó y fuimos todos los hijos con las esposas y yo hasta con mis dos hijos mayores, Gerardo no había nacido, y el hijo de mi hermana Lupe, éramos nueve en total”.

“Fuimos a esos viajes a pesar de que mi mamá estaba mala, porque mi mamá estaba muy deprimida y le hacía más daño cuando nos veía, los doctores nos dijeron que la debíamos aislar, y entonces nos salíamos para que no la pasara tan mal mi papá”, dijo Díaz Ordaz junior.

Dos dolores

En 1972, dos años después de haber dejado Los Pinos, la madre del ex presidente, Sabina Ordaz, murió, y al mismo tiempo la enfermedad de la señora Borja iba de mal en peor.

Dijo que mientras estaba en México lo que le gustaba era ir a jugar golf. “Fue un deporte que le gustó mucho, jugaba unas cuatro, cinco veces por semana; no iba los fines de semana porque estaba lleno. En los cinco campos que había en esa época había sido nombrado socio vitalicio, por eso me regaló la membresía de socio del Churubusco”.

Díaz Ordaz Borja recuerda que a su padre le gustaba ir mucho a Jalisco, “ahí tenía muchos amigos y se la pasaba muy bien. Los dos lugares a los que le gustaba ir era a Jalisco y Acapulco. A Jalisco, a Ajijic, ahí tenía una casita de una sola recámara, cerca del lago de Chapala, y ahí había un campo de golf y todos sus amigos lo procuraban mucho, jugaba todos los días y se la pasaba muy bien. Tenía un handicap de 18. Después murió mi mamá, en 1974. Y él se dedicó a eso, a jugar golf”.

Dijo que hasta su casa llegaban muchos amigos de su papá a visitarlo y todos le querían decir algo y él les decía ‘no me platique doctor. ‘No me platique licenciado’. ‘Es que tiene que saber’, le decía. ‘Por favor no me platique, hablemos de lo que sea pero de política nada, no quiero saber nada’, decía el ex presidente de México.

“Yo me acuerdo que una vez alguien llegó y le dijo: ‘Fíjese que Irma Serrano sacó un libro diciendo que anduvo con usted’, que se llamó A calzón quitado. Y mi papá dijo: ‘¿Ah sí? ¿Qué dice?’ ‘Que anduvo con usted y que anduvo con no sé quién y con no sé cuántos; yo creo que le debe contestar’ Y mi papá dijo: ‘sabe qué, yo si voy pasando y un perro me ladra, no me voy a parar a ladrarle’. Entonces salió el tema y yo le pregunté, ‘¿tú anduviste con ella?’. ‘Nunca le he dado ni la mano’. Nunca la conoció y todo mundo cree que anduvo con ella, ella lo anduvo pregonando y ni la conoció. Todavía antes de morir le volví a preguntar y me dijo ‘obvio que no, nunca le di ni la mano’. Como una

mentira que se dice y se dice, que queda. Se colgó de eso, hasta inventó que una cama de Carlota y no se cuántas cosas más”.

Su vida en Madrid

Otro de los pasajes que Díaz Ordaz Borja contó sobre su padre fue cuando el presidente José López Portillo, que era muy amigo del ex presidente Díaz Ordaz, lo nombra embajador de México en España, a principios de 1977, cuando volvió a leer los periódicos.

“Mi papá no quería volver a trabajar. Un día lo busca el secretario de Relaciones Exteriores, Santiago Roel. Llega y le dice ‘me encomendó el Presidente que quiere nombrarlo el primer embajador de México ante España’. Platicaron un rato y le dijo: ‘salúdeme mucho al señor Presidente. Dele las gracias de que haya pensado en mí, pero la verdad es que no quiero volver a trabajar’, le dijo Díaz Ordaz al canciller. Roel se rió. ‘Es de verdad, no quiero volver a trabajar’. ‘Pero el señor Presidente dijo que es importantísimo’. ‘Dígale que se lo agradezco, pero no quiero volver a trabajar’.

“A los 15 días se anuncia que mi papá ha sido nombrado embajador y dice ‘en la torre’. Mi papá le mandó con Roel una carta al presidente López Portillo explicándole las razones por la que no quería. Pero Roel nunca le entregó la carta al Presidente y en cambio le dijo que mi papá se había puesto feliz. Al regreso de mi papá de España todo se aclaró, cuando regresó habló con el Presidente. El Presidente se molestó tanto con Roel, que al poco tiempo lo corrió”.

El temple lo mostró hasta en los momentos más adversos

Gustavo Díaz Ordaz Borja, hijo del ex presidente de México cuenta a Excélsior cómo se enteró su padre que tenía cáncer en el hígado y que iba a morir, en una escena que muestra el carácter del ex mandatario:

“A finales de diciembre de 1978 se enferma. Pasa una noche con unos dolores horribles de estómago, le habla al gastroenterólogo que era además su amigo, se lo llevan al hospital y ahí le empiezan a buscar y piensan que es una oclusión, se le resuelve de alguna manera, pero no le encuentran nada.

“El 25 de diciembre me habla mi hermana para decirme ‘mi papá se volvió a poner malo y lo van a operar mañana’. Entonces viene, y me dicen ‘tiene cáncer en el colon, se lo quitamos’. El doctor me llama aparte y me dice ‘lo malo es que siento que se pasó al hígado, lo sentí endurecido. Y si es así no hay nada que hacer. Yo se lo comenté a mis hermanos, platicamos con el doctor y decidimos no decirle a él.

“Mi papá empezó a mejorar y se fue a Acapulco, pero ahí le empezaron unas fiebrecillas, se regresó a mediados de marzo. Llamó al doctor y le dijo ‘yo no soy ningún mariquita, ¿qué tengo? ‘´Tiene un cáncer y lo más probable es que sea en el hígado’, le respondió. El doctor me habló y me dijo, ‘le acabo de decir a tu papá qué tiene’. Me fui a verlo, lo encontré como si nada trabajando, como

que no había pasado nada. Le mencioné que había hablado el doctor. ‘Ya sé que ya saben’ y se volteó, y me dijo ‘cómo he flojeado, ahora sí me voy a poner a escribir, he flojeado mucho en lo que quería escribir’. Y se puso a escribir”.

El poder no interesa ya a el ex presidente Luis Echeverría

El abogado Juan Velázquez habla de las dificultades que enfrentó el ex mandatario, sobre todo la acusación por genocidio por la que estuvo en arresto domiciliario

El miércoles 13 de julio de 2011 el abogado Juan Velázquez recibió una llamada telefónica del ex presidente Luis Echeverría Álvarez. Sin más detalle, aunque en tono amable, Echeverría le dijo: “Juan, ven mañana a mi casa a las once de la mañana, en punto”.

Echeverría Álvarez fue presidente de México en el sexenio 1970-1976. Su mandato quedó marcado por la matanza de estudiantes del 10 de junio de 1971, que tuvo como antecedente otra, la del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, cuando él era secretario de Gobernación, y la llamada guerra sucia emprendida contra las agrupaciones guerrilleras, a cuyos integrantes siempre trató como delincuentes.

Hace diez años, Vicente Fox Quesada, el primer presidente en la historia de México no priista, puso en la mira a Echeverría. Las matanzas de Tlatelolco y la del Jueves de Corpus rompieron la aparente tranquilidad en la que vivía el ex Presidente.

Primero tuvo que declarar ante el agente del Ministerio Público por esos dos casos y luego en 2006 se abrió un proceso en su contra por genocidio, que lo llevó a enfrentar prisión domiciliaria. El juicio terminó en 2009, cuando un tribunal federal decretó libertad absoluta y lo exoneró de los cargos de genocidio.

El abogado de Echeverría afirma que “don Luis está viviendo unos últimos años de vida muy dignos, muy ocupados y muy preocupado por la situación nacional, que si el desempleo, que si la inseguridad, de todo lo que oímos todo el tiempo. No es un señor de 90 años que esté ahí abandonado, esperando a que le pase la vida”.

Cuenta Velázquez que el jueves 14 de julio de 2011, a la hora decretada por Echeverría, “don Luis estaba de pie esperando al nuevo embajador de China en México, que minutos antes había ido a presentarle sus cartas credenciales al presidente Felipe Calderón”.

El embajador chino Zeng Gang, quien hace 30 años estudió en México y 14 años atrás tuvo un cargo en la embajada de su país aquí, tan pronto como

terminó su encuentro con Calderón en Los Pinos se enfiló hacia San Jerónimo, a la calle de Magnolia, para encontrarse con Echeverría.

Juan Velázquez, que ha estado muy cerca de Echeverría los últimos años, a raíz de los cargos penales fincados por la Fiscalía para delitos del pasado, cuenta ese momento que vivió hace 15 meses, subrayando la importancia que el gobierno de China le da a Echeverría, quien hace 40 años, siendo Presidente de México, estableció en 1972 relaciones con el gigante asiático.

Recuerda el abogado que una vez que llegó el diplomático chino, los tres se sentaron y lo primero que le dijo Zeng Gang a Echeverría fue: “Ya estoy acreditado como embajador de China… y cumplo la instrucción de mi presidente, diciéndole que China jamás olvida a sus amigos”.

Cuenta Velázquez que en la conversación con el diplomático chino, el ex presidente mexicano mantuvo la misma inquietud con la que él lo conoce: pregunte y pregunte de todo sobre China. “Es difícil que don Luis diga algo; la constante de don Luis es preguntar, su afán es estar enterado de todo”, dice.

Con el relato de este pasaje reciente en la vida de Echeverría, que en enero pasado cumplió 90 años y que hace 36 años dejó de ser Presidente de México, Juan Velázquez trata de mostrar cómo ha cambiado la vida de quien condujo los destinos de México en el momento en que los países del tercer mundo, a los que tanto apeló Echeverría, se catapultaban como un bloque independiente en el nuevo mapa de la geopolítica mundial.

“La vida de don Luis como ex presidente ha ido cambiando, desde luego. Hace años era muy social, muy deportista, pero ahora tiene 90 años y, no obstante esa edad, yo diría que sigue con un estado de salud envidiable.

“Lo veo una vez a la semana, el sábado, el domingo, y cuando llego a su casa siempre está vestido de traje, con una gran personalidad y una actitud muy digna; no porque sea sábado o domingo, o porque no vaya a salir está descuachalangado, siempre muy formal”, afirma Velázquez.

Después de haber dejado Los Pinos el 30 de noviembre de 1976, la ex presidencia de Echeverría comenzó con su salida del país. José López Portillo, gran amigo de la juventud y su sucesor, lo mandó lejos. Primero lo nombró representante diplomático de México ante Australia, Nueva Zelanda y las islas Fiji. Luego lo envió como embajador de México ante la UNESCO, con sede en París, hasta 1979.

Posteriormente Echeverría se hizo cargo en México del Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo y asumió la presidencia de la Asociación Latinoamericana de los Derechos Humanos (Aldhu).

Después de convertirse en el primer ex presidente de México en recibir un auto de formal prisión y permanecer en detención domiciliaria, Echeverría ha pasado los últimos años de su vida en su domicilio de San Jerónimo Lídice, con esporádicos viajes a Cuernavaca o a Ixtapa-Zihuatanejo.

Juan Velázquez dice que, como siempre, el trato de Echeverría sigue siendo muy formal, “aunque conmigo, muy afectuoso”.

El ex mandatario pasa la mayor parte del tiempo leyendo. “Si llego temprano, en la mañana, ya leyó todas las revistas —incluidas las de chismes del espectáculo—, los periódicos, y los ha marcado. Si llego más tarde, al filo del mediodía, lo encuentro entonces leyendo libros: libros de historia, de política, de economía”.

Además, cuenta el abogado que Echeverría conserva su actitud de estar todo el tiempo preguntando. “De todo, absolutamente de todo quiere saber. Quiere oír qué es lo que pasa en México”.

Los golpes de la vida

La tranquilidad de la ex presidencia de Echeverría no se rompió solamente por las denuncias penales de hechos del siglo pasado, que lo persiguieron hasta este siglo XXI.

La primera sacudida fue en 1983. Ese año murió su hijo Rodolfo Echeverría Zuno, a los 31 años de edad. Apareció ahogado en una alberca, cuando se perfilaba para ser el heredero político de entre los ocho hijos que Luis Echeverría procreó con María Esther Zuno Arce.

Otra perturbación ocurrió en 1995. Ese fue un enfrentamiento que Echeverría tuvo con el entonces también ya ex presidente de México Carlos Salinas de Gortari.

Con ganas de retomar un papel protagónico en la política nacional en septiembre de ese año, Echeverría acusó a Salinas de la crisis económica del país y de haber querido buscar una reelección.

En diciembre siguiente, Salinas se defendió de los dichos de Echeverría y lo acusó de ser el coordinador de un grupo de políticos que habían sido sus colaboradores y que arremetían en su contra. Fue entonces cuando Echeverría acuñó la frase “No coordino a nadie, ni a mis nietos”.

La muerte de doña María Esther Zuno, el 4 de diciembre de 1999, fue otra de las grandes crisis que tuvo Luis Echeverría fuera de Los Pinos.

“La compañera María Esther”, como él le decía a su esposa, fue una pieza clave en la vida del abogado, que se casó con ella después de un noviazgo de apenas ocho días.

Con motivo de la muerte de la esposa del ex presidente, Guadalupe Loaeza publicó algunos destellos de lo importante que María Esther fue en el clan Echeverría-Zuno, en la etapa de la ex presidencia de su marido.

En el texto la escritora refiere las historias que “la compañera María Esther” le contaba a sus nietos, de cuando la pareja era joven.

“Como estábamos muy pobres, de luna de miel nos fuimos a Cuernavaca. A mí no me importaba que su abuelo no tuviera dinero. Me importaba que tuviéramos las mismas ideas y que fuera inteligente.

“Además, no me lo van a creer, pero yo ya sabía que llegaría muy lejos. Recuerdo que un día, recién casados, estábamos paseando por el Zócalo y justo cuando pasamos enfrente de Palacio, le señalé el balcón y le dije: ‘Mira, Luis, allí vas a estar tú’. Él no me creyó.

“Esa noche, me acuerdo, fuimos a merendar al Café Tacuba y me preguntó que por qué le había dicho eso. ‘Es que clarito te vi’, le contesté. Se rió y me besó la mano. Ya ven, niños, yo siempre he sido muy intuitiva. Yo sabía que su abuelo llegaría a ser Presidente de la República…”, escribió Loaeza.

Al respecto, Juan Velázquez confirmó que, sin duda, una de las mayores desgracias en la vida del ex mandatario “fue justamente el fallecimiento de doña María Esther”. Prueba del fervor que tiene por su esposa muerta a consecuencia de complicaciones de diabetes, Echeverría “tiene junto a él, en su recámara, una efigie de doña María Esther”, revela el abogado.

Velázquez cuenta cómo pasó Echeverría la otra gran intranquilidad que ha tenido en su larga ex presidencia de 36 años: las acusaciones por delitos del pasado.

“Fue muy pesado, porque durante todo ese proceso, que duró varios años, don Luis estuvo en aprisionamiento domiciliario.

“Claro, no fue de a tiro carcelario, pero el dicho ‘la jaula, aunque sea de oro, jaula se queda’, es real. Sin embargo don Luis enfrentó esa historia con enorme dignidad. Con el absoluto convencimiento de que sería absuelto.”

El abogado de Echeverría contó que durante los tres años que defendió ese caso veía constantemente al ex Presidente. “Lo mantenía informado, todavía más me preguntaba; le explicaba mis alegatos, mis defensas.

“Afortunadamente me tuvo la confianza suficiente para que, no obstante todos los traspiés que fueron sucediendo, pues me mantuviera como abogado para al final de cuentas conseguir la absolución.”

Sobre las supuestas ganas de formar un grupo de poder, como se lo achacó Salinas de Gortari en 1995, Juan Velázquez dice: “Yo diría que muchos de los viejos políticos actuales se hicieron a la sombra de don Luis, pero supongo que a estas alturas don Luis está más allá de cualquier ambición de poder.

“A don Luis lo que le interesa es despertar, bañarse, vestirse de traje, desayunar, leer, recibir a alguien, preguntarle a todo el mundo, seguir leyendo, estar informado, estar preocupado. No creo que ya, a estas alturas de la vida de don Luis, el poder sea algo importante para él.”

Respuesta a Díaz Ordaz

Las desmemorias

En la amplia nota de la página 8 de la primera sección del pasado 30 de octubre de Excélsior, el reportero Andrés Becerril asegura que el hijo mayor del presidente Gustavo Díaz Ordaz, Gustavo Díaz Ordaz Borja, asegura que su padre asegura en sus memorias inéditas, que los culpables, no los responsables (¿?) de la matanza de Tlatelolco en 1968 serían los líderes estudiantiles, y me menciona a mí de manera especial.

Es una versión con la que no concuerdo y con la que no puedo concordar. Soy el primero en sostener que no tengo claro si los hechos de aquel 2 de octubre fueron llevados a cabo por Díaz Ordaz o contra Díaz Ordaz, pero aun en esta segunda conjetura es preciso buscar a los “culpables” no en las filas estudiantiles sino en las del mismísimo gabinete presidencial, con la presumible participación de instigadores y patrocinadores provenientes de los áureos trigales del Septentrión. Los dichos de Díaz Ordaz Borja no aclaran en absoluto la espesa niebla que cubre la dinámica represiva de aquel año y, al contrario, no hacen más que contribuir a enturbiarla otro poco.

Lo que queremos saber los mexicanos es si en aquel año se produjo en nuestro país, como más de una fuente asevera, un intento de golpe de Estado, y si ese intento fracasó o se convirtió en un “golpe de Estado ciego” en la que la figura del Presidente se vuelve meramente decorativa.

Tales asertos son pues irresponsables. Constituyen un lugar común extemporáneo y banal. Las declaraciones, de guerra y de amor, deben tomarse con más seriedad y sobre todo con elementos que las sustenten. De lo contrario no son sino una mera provocación.

José López Portillo “afrontó críticas con valentía”

El sexenio 1976-1982 es recordado por problemas de corrupción, la crisis petrolera y la lágrima derramada en un discurso

Rafael Tovar y López Portillo nació en 1980, dos años antes de que José López Portillo y Pacheco dejara Los Pinos. Por eso es que todos los recuerdos de Rafael Tovar sobre su abuelo son de cuando éste se convirtió en ex Presidente de México y hasta 2004, cuando murió siendo un incansable lector de Shakespeare y fan de Bond, James Bond.

“Básicamente todo el tiempo que recuerdo a mi abuelo fue como ex Presidente. Él deja Los Pinos en 82, cuando yo tenía dos años, y muere en 2004, cuando yo tenía 24, por lo que todos mis recuerdos son de ese periodo, del postsexenio”, describe su nieto.

Tovar y López Portillo fue el nieto preferido de José López Portillo, quien gobernó el país entre 1976 y 1982. Fue el más cercano al ex Presidente por dos razones fundamentales: porque fue el primer nieto y porque era el nieto que más buscaba y frecuentaba al hombre que llamaba cariñosamente Tatapá, como terminaron llamando a José López Portillo sus demás nietos.

Rafael Tovar recuerda en entrevista que los años de la ex Presidencia de su abuelo “fueron de altas y bajas. Fueron años de problemas políticos que le achacaron a mi abuelo; por supuesto que como familia los sufrimos todos.

“Siempre habíamos dicho que nuestra familia era un muégano, y sí, francamente puedo decir que lo hemos sido, y todos sufrimos lo particular de los demás miembros del muégano”.

El nieto mayor del ex Presidente, quien es hijo del embajador e historiador Rafael Tovar y de Teresa y de Carmen Beatriz López Portillo Romano, actual rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana, lamenta que muchos mexicanos tengan memoria corta para las buenas cosas que, señala, hizo su abuelo durante su administración, como la tasa de crecimiento de 8.4 o los proyectos culturales, de agricultura y de alimentación, y que lo único que recuerden sea “la lágrima” del último Informe de Gobierno.

“Porque dicen que lloró, y no lloró; se le quebró la voz y se limpió una lágrima. Y es lo único que recuerdan, una crisis petrolera internacional que le achacaron a él como una cosa personal.”

Tovar y López Portillo, que actualmente estudia un doctorado en administración cultural educativa en la Universidad de San Diego, comentó que su abuelo estaba consciente de todas las críticas que la gente hacía a su administración y que “las enfrentaba como hombre, como caballero, porque nunca fue de exabruptos ni de arranques violentos ni de enojos; al contrario, era un hombre muy templado. Incluso cuando en el periódico leía algo o alguien le contaba cualquier cosa que lo criticaban, sí se disgustaba, pero no pasaba a mayores, no hacía caso.”

En su domicilio particular, donde recibió a Excélsior, Rafael Tovar y López Portillo no escatima un solo rincón para mostrar la admiración por el ex Presidente mexicano: tiene un busto en bronce, recuperó el título de abogado de su abuelo, conserva dos de sus cuatro bandas presidenciales, obtuvo en una subasta los retratos del padre y del abuelo del ex Presidente que López Portillo pintó, y tiene el desvencijado sillón donde pasó sus últimos días. Fotografías de Rafael con su abuelo hay por decenas en portarretratos.

A manera de confirmación de que el amor era bien correspondido, Rafael contó que López Portillo se quedó con el primer número de sus memorias Mis Tiempos, que el segundo se lo dio a Carmen Beatriz y que él tiene el tercero. “Pero cuando me lo dio, me dijo: ‘No creas que eres el tercero, eres el primero’.

“Fue un gran abuelo, muchos años fue mi mejor amigo. Fue un abuelo excepcional, un hombre que hacía todo en el mismo día: leía, se ejercitaba,

pintaba, escribía, recibía a personas, nadaba; hacía todo como si fuera su último día.”

Cercanos lo abandonaron

Rafael Tovar recuerda que, después de la Presidencia, la familia se fue a vivir a las casas de Cuajimalpa “con el poco célebre apodo que le pusieron; era una serie de casas que se juntaban por medio de un jardín interno y yo, después del colegio, me pasaba muchas tardes con él.

“Tenía siete, ocho años, y empezábamos a pintar o escribíamos o leíamos. Yo, por supuesto, mis libros infantiles. Por esas fechas escribía sus memorias. Platicábamos, jugábamos, nadábamos, hacíamos gimnasia, era una relación muy bonita. Muy pura, de dos amigos”.

“Ese momento (1987, 1988) es cuando gente muy cercana a él lo deja caer; gente que nunca se imaginó que lo abandonaría, lo abandona; gente que estuvo muy cerca durante su sexenio, gente que se benefició gracias a mi abuelo, por eso fue que nosotros nos llamamos el muégano, porque no nos dejamos caer.”

Al término de su administración, José López Portillo cargó con toda clase de acusaciones sobre corrupción, que incluía precisamente la casa donde fue a vivir después de dejar Los Pinos, y que popularmente se conoce como la Colina del Perro, en alusión a que en Guadalajara había dicho que defendería el peso como un perro.

Cuando cambian de residencia a París, es que el nieto toma conciencia de quién era su abuelo. A su regreso, “mis papás hablan conmigo y con mi hermana, al poco tiempo de regresar al país, para que supiéramos a lo que nos íbamos a enfrentar y por supuesto nos enfrentamos más de una vez a críticas.

“Como también nos enfrentamos a muchas cosas buenas, como entrar a un restaurante y que toda la gente se pusiera de pie y le aplaudiera.

“Por alguna razón la gente insiste en eso de los ladridos y yo, que puedo decir que fui quien más salió con él en público, nunca los escuché; seguramente algún cobarde lo habrá hecho desde alguna multitud, pero no plantándosele enfrente diciéndole ‘yo a usted no lo quiero por esto y esto’, pero claro, protegido en el anonimato, como ahora en una computadora y en ese momento entre una multitud, es un acto irresponsable, porque es un cobarde.

“Nunca escuché los mentados ladridos, pero sí me tocó muchas veces llegar a un restaurante, a un teatro, y que la gente se pusiera de pie y les aplaudiera, tanto a él como a mi abuela, Carmen Romano”.

La biblioteca, lugar preferidoEl nieto de López Portillo mencionó que, dentro de lo que cabe, hacían una vida normal. “Nos íbamos de viaje, íbamos a Sanborns; un lugar que le gustaba

mucho a él era el restaurante Altamira, o al cine. Lo primero que hacíamos en cuanto saliera una película de James Bond era comprar los boletos e ir al cine. Le encantaba James Bond”.

“Pasábamos mucho tiempo en su casa, ya de más grande, jugando dominó, le encantaba el dominó, nos íbamos a Acapulco, al rancho de Valle de Bravo, era realmente una vida muy de familia”, subraya Rafael Tovar.

Comenta que el lugar preferido de su abuelo en toda la casa era la biblioteca, compuesta por más de 95 mil volúmenes, que ya dejó de ser patrimonio de la familia porque la actriz Sasha Montenegro, su segunda esposa, la vendió.

“Es una biblioteca que creció de generación en generación; originalmente perteneció a su tatarabuelo. Ése era su microuniverso, él ahí tenía todo: a Shakespeare, tenía a los griegos, tenía todo. ‘Mi universo interior lo llevo conmigo, pero mi mundo es mi biblioteca’, me dijo mi abuelo.”

Afirma Rafael Tovar que la salud de su abuelo empieza a disminuir “después de un matrimonio desafortunado con una actriz extranjera, y es ahí donde empiezan los problemas de la espalda, primero, luego una operación a corazón abierto, y por una diabetes tardía que le descubren a los sesenta y tantos años, en combinación con la embolia que le dio en 1994, es que la microcirculación de la pierna izquierda se le disminuye.

Esos factores provocan “que mi abuelo esté en una silla de ruedas, con la mitad del cuerpo paralizado. Por medio de terapias, cámaras hiperbáricas y tratamientos, es que logra más o menos recuperarse, pero con la diabetes un pie le dolía mucho.

“Eso no le impedía que se levantara todas las mañanas a hacer el poco ejercicio que podía, bicicleta estacionaria, abdominales, un poco de pesas para el movimiento de los brazos y, eso sí, seguía alimentando su universo interior.

“Antes de que empezara a recibir gente, ya había leído todos los periódicos, estaba muy bien informado de lo que pasaba en México y en el mundo.”

Como muestra de la importancia que le daba a la información su abuelo, Rafael Tovar recuerda que fue López Portillo quien le informó lo que pasaba en las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. “Entraba a clases en la Ibero y mi abuelo me llama por teléfono celular y me dice lo que pasa.”

Tovar y López Portillo afirma que de su abuelo aprendió muchas cosas, pero una fundamental fue el amor incondicional de un abuelo a un nieto. “Era un amor muy puro”. Explica que conforme fue creciendo él fue entendiendo mucho mejor a López Portillo.

“Yo empiezo a madurar y lo entiendo mejor desde el punto de vista político, intelectual, familiar, de nuestra propia relación”, afirma el nieto favorito del ex presidente López Portillo, que añora la forma en que su abuelo lo llamaba: Chatito.

La vida en París

Después del sexenio (1976-1982) “nos fuimos a vivir a París, y mi abuelo en esos años vivió entre Sevilla y Roma; en Sevilla, porque ahí estaban su mamá y sus hermanas, y en Roma, porque era la ciudad que más le gustaba, la llamaba el ombligo del mundo”, recuerda Rafael Tovar y López Portillo.

“En la escuela, la maestra nos hace un ejercicio de dibujar la casa, y a mí se me hizo muy fácil dibujar mi casa de México, porque, aunque he vivido la mitad de mi vida fuera de México, mi cabeza y mi corazón están en México; aquí es mi hogar, aquí tengo a mis vivos, aquí tengo enterrados a mis muertos, aquí tengo mis raíces, y pinto la casa y a unos soldados en cada esquina. Y la maestra, que se llama Isabel, me pregunta ‘¿quiénes son estos hombrecitos?’, ‘Son unos soldados’, le digo, ‘¿pero cómo unos soldados?’

“Llama a mis papás, diciéndoles que no tenía problemas, pero sí mucha imaginación. Mi mamá le explicó la situación y esa noche, en la casa, mis papás me platican que mi abuelo fue Presidente de México, y aunque yo sabía que mi abuelo había sido importante, no entendía más. Encima de mi cama en París tenía una foto de él con la banda presidencial, pero como yo había visto siempre así a mi abuelo, para mí era una cosa normal.”

La vida después del poder:

Miguel de la Madrid HurtadoAl último abogado en Los Pinos, le tocó enfrentar una crisis económica, creciente deuda externa, el terremoto del 85 y el fraude electoral del 88

Antes de ser Presidente de México, Miguel de la Madrid Hurtado era aficionado al tenis, a la natación y a la gimnasia. Cuando dejó Los Pinos se enamoró del golf y por más de 20 años recorrió con cierta regularidad los nueve hoyos en el Club Campestre de la Ciudad de México, uno de los más legendarios de la capital.

El hábito de fumar tabaco, adoptado desde los 20 años, nunca lo dejó y fue la causa de su muerte, el 1 de abril de 2012, a los 77 años debido, precisamente, a un enfisema pulmonar.

De la Madrid Hurtado comenzó su gobierno en 1982 en un momento de “emergencia”, como él mismo lo calificó, y lo terminó en 1988 acusado su gobierno de perpetrar fraude electoral en contra de Cuauhtémoc Cárdenas y en favor de Carlos Salinas de Gortari.

Amparado en el lema de la renovación moral, De la Madrid llevó a la cárcel al entonces senador desaforado Jorge Díaz Serrano, ex director de Pemex, y al ex

jefe de la policía del Distrito Federal, Arturo Durazo Moreno, ambos muy cercanos a José López Portillo, su antecesor.

El 19 de septiembre de 1985, a la mitad de su mandato, un terremoto sacudió la Ciudad de México. Decenas de edificios cayeron. El gobierno federal quedó impávido, sin saber qué hacer, y la sociedad civil ocupó su lugar organizándose y prestando ayuda a la gente. Ese hecho cambió para siempre la correlación de fuerzas políticas, primero en el DF y luego en el país: el PRI empezó a perder la hegemonía.

Después de unas vacaciones al término de su mandato, en 1989 el ex Presidente se integró a la Comisión de Medio Ambiente y Desarrollo de América Latina y el Caribe, creada por el Banco Interamericano de Desarrollo y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que elaboró el informe Nuestra Propia Agenda, que en junio de 1996 presentó el Informe sobre los Andes.

Dos años después de haber dejado la Presidencia, en 1990 fue nombrado director del Fondo de Cultura Económica (FCE), en sustitución de Enrique González Pedrero, quien fue enviado como embajador a España.

En la editorial del gobierno federal, De la Madrid permaneció hasta el fin del sexenio de Ernesto Zedillo, en 2000.

En paralelo De la Madrid se integró en 1991 a un consejo especial de alto nivel dependiente de la ONU, llamado de la Década Internacional (1990-2000), para reducir daños en casos de desastre.

Ese mismo año en la I Cumbre Iberoamericana, en Guadalajara, De la Madrid puso en marcha la Biblioteca Hispanoamericana bajo la coordinación del FCE.

Autocrítico

En algunas de las contadas entrevistas que De la Madrid ofreció durante su ex Presidencia, afirmó: “Hay quienes dicen que fui un presidente gris”.

En un texto de Gerardo Laveaga —hoy colaborador de Excélsior— de septiembre de 2001, titulado Miguel de la Madrid, el último abogado en Los Pinos, señaló que la acusación no le incomoda. Prueba de ello es que en su biblioteca, De la Madrid, además de libros de historia, biografías de políticos eminentes, textos de sociología jurídica y teoría del Estado, también tenía títulos como El hombre gris, de Manú Dornbierer; El fracaso de Miguel de la Madrid ante la crisis, de Víctor Manuel Cuevas, o Respuesta a los planes de M.M.H., de Luis Pazos.

“Si ser gris es no haber buscado los reflectores, como lo han hecho algunos de mis antecesores y de mis sucesores, entonces fui un presidente gris. Estaba más preocupado por ser efectivo que por cuidar mi imagen”, dijo el ex Presidente en el texto de Laveaga.

En la intimidad, con gente muy cercana, el ex presidente llegó a ser muy autocrítico de su mandato; la deuda externa que tuvo México durante su administración fue un tema que lo inquietaba. Además comentaba que le hizo falta un empuje mayor en aspectos de la democracia del país, para que esto no solamente quedara en el plano electoral.

De La Madrid fue el Presidente que organizó una pasarela entre seis “distinguidos priistas” para buscar a su sucesor entre las filas de su partido, al que se inscribió en 1963.

La medida llevó ante el escrutinio de los sectores priistas a Manuel Bartlett, secretario de Gobernación; a Carlos Salinas, titular de Programación y Presupuesto; a Miguel González Avelar, de Educación Pública; a Sergio García Ramírez, procurador general de la República; a Alfredo del Mazo, titular de la Energía, y al regente del DDF, Ramón Aguirre Velázquez.

En la entrevista del ex Presidente con Laveaga le dijo, igual que en distintos momentos y formas se lo había mencionado a muchos cercanos, que lo mejor que tenía era su familia y sus muchos amigos.

Actualmente la familia De la Madrid-Cordero es encabezada por Enrique de la Madrid Cordero, quien es parte del equipo de transición del presidente electo Enrique Peña Nieto, y en breve lanzará una web con información de su padre.

Mientras tuvo oportunidad, el ex Presidente mantuvo su gusto por el cine, el teatro y la ópera. En su biblioteca —donde se ponía al tanto del mundo con la lectura de periódicos y de leyes y leía historia de México—, regularmente escuchaba música clásica, aunque en su casa se oía al mariachi.

Era un voraz lector, cada día quería aprender algo nuevo. Dicen que su mayor frustración fue darse cuenta de todo lo que ignoraba. En su ex Presidencia, De la Madrid se interesó por temas relacionados con la demografía, las consecuencias de la proliferación de armas y el calentamiento global que, en todo caso, él conoció primero como cuidado del ambiente.

En términos generales, su ex Presidencia iba transcurriendo sin mayores sobresaltos. En 2004 comentó que su más grande orgullo era haber servido a México como Presidente; públicamente comentaba que cuando él era jefe del Ejecutivo, en algunas ocasiones se comunicaba con los ex mandatarios López Portillo y Luis Echeverría para tener alguna opinión de cómo veían el transcurrir del país.

Decía De la Madrid que a él como ex Presidente, el entonces primer mandatario Carlos Salinas lo invitaba una vez cada dos o tres meses a conversar. Entonces confirmaba De la Madrid que la relación con su sucesor era muy buena y que Salinas había sido muy generoso con él.

La última entrevista

Todo parecía transcurrir en la normalidad de los años idos y la discreción... hasta que el 12 de mayo de 2009, la periodista Carmen Aristegui presentó una entrevista realizada al ex presidente De la Madrid para el libro que preparaba y que tituló Transición.

Ésa fue la última entrevista que concedió el ex mandatario mexicano, quien nació en Colima en 1934.

De la Madrid opinó que el sexenio de Salinas había terminado muy mal, sobre todo por la corrupción que había permeado entre su familia, permitiendo que sus hermanos, Raúl y Enrique, obtuvieran contratos de licitación ya fuera de obra o de transporte. Y que Raúl había tenido contacto con narcotraficantes.

—¿Qué dice a la distancia de haber sido, porque no me lo va a negar, el factor para que Salinas llegara a la Presidencia? ¿Se equivocó? —le preguntó a De la Madrid.

—Me siento muy decepcionado porque me equivoqué, pero en aquel entonces no tenía elementos de juicio sobre la moralidad de los Salinas; me di cuenta después que es conveniente que los presidentes estén mejor informados de la moralidad de sus colaboradores.

El 13 de mayo de 2009, en un comunicado de 87 palabras, que tituló Me encuentro convaleciente, el ex presidente De la Madrid expuso: “Con relación a la información divulgada el día de hoy por Carmen Aristegui deseo precisar lo siguiente: Actualmente me encuentro convaleciendo de un estado de salud que no me permite procesar adecuadamente diálogos o cuestionamientos, tal como consta en las grabaciones difundidas por la señora Aristegui, en las que mi tono de voz se escucha débil y confuso.

“Por lo que dejo en claro que, después de haber escuchado la entrevista con la señora Aristegui, mis respuestas carecen de validez y exactitud.”

El 14 de mayo fue el turno de Carlos Salinas de Gortari para pronunciarse sobre el brete en que lo metió su antecesor en Los Pinos. En una carta enviada a Aristegui, aseguró:

“Debo en primer lugar expresarle el dolor y la indignación que me produjo enterarme de los términos y condiciones en que realizó usted la entrevista que difundió esta mañana con el respetable ex presidente Miguel de la Madrid.

“Dolor —agrega la carta de Salinas—, porque confirma su desfavorable situación de salud y la limitación de sus capacidades, e indignación por la falta de respeto con él y con la audiencia al mostrar así a quien tuvo bajo su responsabilidad la dirección de la República en tiempos complejos”.

El 2 de abril, el presidente Felipe Calderón, a ocho meses de dejar Los Pinos, le rindió un homenaje al ex jefe del Ejecutivo Miguel de la Madrid, y ahí estuvo presente Carlos Salinas de Gortari, rindiendo honores a su ex jefe en la Secretaría de Programación y Presupuesto.

En el discreto retiro

En 2000, cuando el PRI perdió la Presidencia, De la Madrid se retiró a la vida privada, a disfrutar de sus hijos y nietos. Permanecía discreto, fiel a la regla no escrita de que un ex Presidente no se entromete en política.

Retirado de la función pública en la que siempre trabajó, De la Madrid pasaba la mayor parte de su tiempo en su biblioteca particular, aledaña a su casa en Francisco Sosa, barrio de Coyoacán, que desde hace semanas está en venta. El lugar, además de libros, estaba lleno de esculturas en miniatura y cuadros.

De forma también discreta, el ex Presidente formó parte del Consejo InterAcción, una organización formada en 1983 por ex presidentes y jefes de gobierno de todo el mundo, dedicado a la elaboración de informes y estudios de asesoramiento en el ámbito internacional.

Dieciséis años después de dejar Los Pinos, De la Madrid publicó en 2004 sus memorias, Cambio de rumbo. Testimonio de una Presidencia, 1982-1988, bajo el sello del FCE. En el texto, que tardó varios años en redactar, “expone su visión y acción como Presidente. Narra, con el detalle de un texto escrito sobre la marcha, los momentos más significativos de su gobierno”.