ANECODTA

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ANÉCDOTA LO IMPORTANTE En mi vida he tenido varias parejas y, entre ellas, varias convivencias. La mayoría de ellas eran en principio partidarias de la convivencia hasta que un día, de pronto, les podía la inseguridad y se buscaban cualquier excusa con tal de acabásemos casados. Yo pienso que lo más grande que puede sentir una pareja es estar juntos, convivir sin tener que dar explicaciones a nadie y estar juntos por esa fuerza que nos une y no por haber hecho una promesa a un cura, juez, o capitán de barco... Con una de mis parejas, con la que convivía desde el día siguiente a empezar a salir (sus padres vivían lejos), me pasó algo curioso. Para ella era importante que nadie supiera que convivíamos: ni sus padres ni sus abuelos. Decía: “si mi abuela se entera, seguro que le da algo”. A mí me daba penita su abuela, pero también tenía fuertes dudas sobre que se pudiera morir como consecuencia de nuestra convivencia. Esa chica y no cambiamos de ciudad unos meses más tarde y allí sí difundimos por fin que vivíamos juntos. Alguien se lo dijo a su abuela. Mi chica de entoces fue a pasar las navidades al pueblo y su abuela se la llevó a una esquina y le preguntó si era feliz viviendo conmigo. Ella, aterrada y sorprendida por la pregunta, pudo decir un “sí” rotundo y su abuela le respondió: “pues eso es lo importante”.

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ANÉCDOTA

LO IMPORTANTE

En mi vida he tenido varias parejas y, entre ellas, varias convivencias. La mayoría de ellas eran en principio partidarias de la convivencia hasta que un día, de pronto, les podía la inseguridad y se buscaban cualquier excusa con tal de acabásemos casados. Yo pienso que lo más grande que puede sentir una pareja es estar juntos, convivir sin tener que dar explicaciones a nadie y estar juntos por esa fuerza que nos une y no por haber hecho una promesa a un cura, juez, o capitán de barco... Con una de mis parejas, con la que convivía desde el día siguiente a empezar a salir (sus padres vivían lejos), me pasó algo curioso. Para ella era importante que nadie supiera que convivíamos: ni sus padres ni sus abuelos. Decía: “si mi abuela se entera, seguro que le da algo”. A mí me daba penita su abuela, pero también tenía fuertes dudas sobre que se pudiera morir como consecuencia de nuestra convivencia. Esa chica y no cambiamos de ciudad unos meses más tarde y allí sí difundimos por fin que vivíamos juntos. Alguien se lo dijo a su abuela. Mi chica de entoces fue a pasar las navidades al pueblo y su abuela se la llevó a una esquina y le preguntó si era feliz viviendo conmigo. Ella, aterrada y sorprendida por la pregunta, pudo decir un “sí” rotundo y su abuela le respondió: “pues eso es lo importante”.