Animas perdidas de san bernardino 2
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Animas perdidas de San Bernardino.
Pishu, el amolador.
O al menos así le entendí algún día que me atreví a preguntarle su nombre,
que entre su muy mal español o portugués logre entenderlo. La verdad
siempre su cara seria, de dolor constante, sin jamas alguna sonrisa,
demostraba su inmenso esfuerzo diario. Caminaba miles y miles de
kilómetros con su bicicleta agarrada por su mano, mientras con la otra
sonaba su pito: Tiruuuuriiii, que avisaba la llegada del amolador,
Espectáculo esperado por todos de cada semana y que nos permitía tener
cuchillos, tijeras y navajas en perfecto calibre a todos los habitantes de mi
urbanización.
Se que con su oficio y sus miles de kilómetros caminados, Pishu, logro
levantar a su familia e hijos, con su infatigable esfuerzo de años.
La verdad nunca supe de donde vino y menos donde fue, pero si se que si a
alguien le cae de perla el Caminante no hay camino, del poeta Machado, es
precisamente a Pishu.
Su bicicleta era el generador, que hacia rodar el amolador, una vez que
montaba su caucho trasero en un yunque que había adaptado a su bicicleta
y que levantaba su rueda trasera, la cual al pedalear ponía a andar el
curioso aparato. Era quizás el único momento donde Pishu cabalgaba su
bicicleta.
Pishu es otra de esas leyendas de mi niñez en San Bernardino, al cual le
rindo un tributo.