Ann Bridge - El Sedán Azul

download Ann Bridge - El Sedán Azul

If you can't read please download the document

Transcript of Ann Bridge - El Sedán Azul

El Sedn Azul (tambin La Limosina Azul)(The Blue Sedan)Ann BridgeResult poco menos que milagrosa la curacin de Mrs. George Bernard Bowlby, ocurrida en el momento en que su marido ascenda a director del "Grand Oriental Bank" en Pekn. Dada la favorable coyuntura, nada se opona a que la dama se reuniera con su esposo. Naturalmente, Bowlby se dispuso a recibirla, y ella se puso en camino. Le sali al encuentro en Sanghai, mas como sus negocios le llevaban mucho ms lejos, a Hong-Kong, Mrs. Bowlby prosigui sola el viaje hasta Pekn, donde se instal en un gran inmueble gris y disforme del Banco, sito en la Legation Street. Lo mismo que muchas esposas de directores antes que ella, trat de habituarse a los pesados muebles de caoba y cuero verde cedidos por el Banco. Extraaba que Bowlby tan sensible a una presencia femenina a su alrededor, hubiera sido capaz de comportar solo la fealdad del apartamiento que le corresponda en calidad de subdirector. La mujer adquiri telas preciosas, objetos de bano y pinturas sobre seda. Tambin compr un automvil. "Tendrs necesidad de uno -le haba aconsejado Bowlby-, pero del tipo sedn, a causa del polvo."Cuando se llega a Pekn sin vehculo, es raro comprar uno nuevo. Siempre hay disponibles numerosos coches de ocasin, cuya procedencia es muy variada: diplomticos que cambian de destino, restos de operaciones fallidas, congresos internacionales, etc. Una maana, Mrs. Bowlby, acompaada de Thompson, el nuevo subdirector, se dirigi al garaje Maxon, en el Nan Shih Tzu, con la idea de comprar uno. Despus de larga discusin con el director canadiense, su eleccin cay en un sedn "Buick". Era el modelo-tipo en el Extremo Oriente, repintado de azul oscuro clsico el exterior, mientras que la tapicera era de color gris claro que gust a Mrs. Bowlby. El propietario del garage cant las alabanzas del vehculo sobre todo de su magnfica suspensin. ("La necesitar por estas carreteras, Mrs. Bowlby"). El chfer y su ayudante quedaban al exterior. ("Es preferible, Mr. Thompson, pues cuando esos individuos se ponen a comer ajos... No se les permite, pero lo siguen haciendo. ") Thompson lo saba y aprob con calor. Mrs. Bowlby, nefita en este gnero de transacciones, pregunt por el anterior dueo del vehculo. El patrn respondi con evasivas. No lo venda a comisin, sino que lo compr a su propietario al ausentarse ste de la ciudad. Personas muy importantes, "del barrio." Esto satisfizo en gran manera a Thompson, enterado de que slo los europeos (al menos en principio) residentes en Pekn tiepen sus domicilios en el barrio de las legaciones.Se compr pues el sedn azul. Al enterarse Thompson en el club que el chfer del "Grand Oriental Bank" se beba la gasolina, no lo ajust, segn la costumbre, con el resto de la servidumbre, sino que destin para Mrs. Bowlby al chofer del director de la "Banque Franco-Belge", por mudar ste de residencia. Y cuando Bowlby regres de Hong-Kong, el chfer y su ayudante haban recibido ya una librea caqui para el invierno, otra blanca para el verano, gorras y los correspondientes ornamentos dorados. Mrs. Bowlby, muy ufana en su sedn azul, haba iniciado ya su serie de visitas. En Pekn, los recin instalados deben presentarse los primeros sistema extrao y verdaderamente desalentador, incluso para los ms audaces. Mrs. Bowlby no entraba en esta clasificacin. Era una mujer menuda, tmida, frgil, que vesta de preferencia tonos grises por ser toda ella gris: los ojos, el cabello y la piel. Jams haba tratado de imponerse a nadie; y si la adornaban cualidades como la penetracin o delicadeza, nunca haca gala de ellas. Siempre dijo que detestaba ir de visita, pero como al mismo tiempo era en extremo concienzuda, se haca la idea, a medida que pasaban los das, de animarse a la vista de las dos figuras de caqui y oro que emitan su soplo aliceo ms all del tabiquete de cristal. Visitaba a las esposas de los diplomticos residentes en el barrio, de los funcionarios recaudadores de impuestos, de aduaneros -ingleses, italianos, americanos y franceses- de los de Correos -franceses, americanos, italianos a ingleses-. El consumo anual de tarjetas de visita se eleva en Pekn a nuchas toneladas, y Mrs. Bowlby, sola en la mullida tapicera gris de su sedn, participaba fielmente en dicha til tarea. Tena confeccionada una lista, y con ayuda de su boy nmero 1 (el cual perteneca al Banco, como los muebles u otro objeto cualquiera), haba inscrito los ttulos y direcciones de las personas que visitaba. El viejo chofer de la "Banque Franco-Belge" hablaba correctamente francs; tambin Mrs. Bowlby. Esta ciertamente era una de sus cualidades Como quiera que, por lo general, los chinos no pueden, o no quieren, retener nombres europeos, stos han de emplear la traduccin de su nombre al chino: Ta Ch'in h'ai T'ai t'ai, Turkvofu, que Mrs. Bowlby interpret que deba visitar a la esposa del embajador de Alemania. "S, Madame!" respondi Shwang. P T'ai t'ai, Kung Hsien Hut'ung, para visitar a Mrs. Bray, la esposa del mdico. Pero cuando dese ir a casa de Mrs. Bennet, consorte del jefe de la Guardia, o a la de Mrs. Baines, esposa del pastor, se percat de que ambas respondan a la designacin P T'ai t'ai, cosa susceptible de inducir a confusion.Eso comenz a fines de la primera semana. Tal vez el esfuerzo realizado en la lectura de nombres chinos le haba impedido notarlo con anterioridad pero desde el trmino de la semana que corra, Mrs. Bowlby habra jurado que alguien hablaba francs a su lado mientras su automvil circulaba. Otra vez, al llegar al final de la calle Marco Polo, yendo al club en busca de su marido, una voz pronunci: "Es l" con acento vehemente, o al menos se lo figur. Las ventanillas estaban cerradas. Y Mrs. Bowlby lo atribuy a los choferes. Ms la coca persisti. En ocasiones entreoy un dulce suspiro. "Son los nervios", pens Mrs. Bowlby. Bien a menudo padeca de ellos, y saba que la estancia en Pekn no resultaba conveniente a su estado de salud. No ces de repetirse eso de "los nervios" durante dos o tres das, hasta que una tarde mud de parecer. Se dirigi a la Ta Chiang an Chieh -la gran avenida que cruza el barrio de las legaciones de Este a Oeste. Los tranvas pasan delante de los muros encarnados y las techumbres doradas de la ciudad imperial, las caravanas de camellos transportan el carbon del exterior, segn costumbres secular, confundidos entre los "Dodge" y "Daimler" de la nueva China. Era un da de abril, dulce y bello; la pista de ceniza a lo largo del placis del barrio, se vea repleta de jinetes. Se haban iniciado las competiciones de polo, y cuando el vehculo se aproxim a Hatamen Street vio a su derecha a unas figuras blancas y encarnadas envueltas en remolinos de polvo. El auto se detuvo en un lado de la Hatamen; los camellos pasaban en procesin bajo la enorme puerta, y no haba ms remedio que esperar. Mrs. Bowlby se desperez en el interior del vehculo, contenta de la parada obligatoria. Sentase extraamente emocionada por la hermosura del da, por la singularidad de la escena y por la magia de la primavera pequinesa. Iba pues a ser espectadora en varias competiciones de polo, juego que consideraba peligroso, y por eso no le agradaba que Jim le tuviera tanta aficin. De pronto, interrumpida en su ensoacin, una voz a su lado dijo con gran claridad: "Hasta la vista, querido. No caigas, te lo ruego."Y al ponerse en marcha el automvil, en seguimiento de la caravana de camellos, oy un tierno suspiro y estas palabras, articuladas en voz baja y apasionada: "Este polo! Es un deporte espantoso . Dios mo, cunto lo detesto!"No ha sido el chfer", Mrs. Bowlby se sorprendi diciendo a media voz. Las ventanillas estaban cerradas, y, adems, esa voz profunda y enronquecida, de acento bien matizado, no poda confundirse con el francs gutural de Echwang. De una parte, tambin resultaba un tanto burlesco que el chfer utilizara expresiones semejantes. "Y esta vez no son mis nervios" dijo Mrs. Bowlby reflexionando sobre un hcho tan inslito-. Era la misma voz que dijera: "Es l", apenas haca unos minutos.Todo esto no dejaba de ser muy extrao, pero en su turbacin, Mrs. Bowlby hubo de admitir que no tena miedo. Que alguien, poseedor de una bonita voz, le hablara en francs desde el interior de su propio coche, era algo imposible y absurdo, pero de ningn modo espantoso. No obstante su timidez, Mrs. Bowlby se congratulaba de su buen sentido, mientras prosegua con sus visitas, analizaba el extraordinario hecho de la manera ms racional posible, que no por eso dejaba de ser menos sorprendente a innegable. Antes de terminar su excursin por la ciudad, se asombr al sentir deseo de or de nuevo la Voz. Era absurdo, pero as lo hizo. Y su anhelo le fue conseguido. Cuando, una hora ms tarde, el coche viraba en la Legation Street, percatse de que era ya demasiado tarde para ir al campo de polo; el ltimo chikka habra terminado, y los jugadores, en sus automviles o en sillas volantes alquiladas, despejaban el terreno de juego, donde an flotaba el polvo bajo el resplandor de las farolas. Cuando Mrs. Bowlby franqueaba la puerta, la Voz se oy de nuevo, esta vez como si alguien estuviese asomado a la ventana. "Ya est aqu -dijo, y luego en voz alta: Jacques!" Mrs. Bowlby se asom a la ventanilla para ver a quin llamaba as, pero consciente de su imprudencia, retrocedi. Entonces la Voz se escuch a su lado, muy baja: "No me ha visto".No haba error posible. Estaban a plena luz; Mrs. Bowlby estaba a11, rodando suavemente en su vehculo por la Legation Street, pasando por delante de la Banque de Blgique, luego la Legacin alemana, Madame de Ran que la salud. Y todo tan preciso y real como la voz de mujer que haba llamado "Jacques", voz angustiada por el temor de verle caer en el campo de polo, aborrecindolo por ser tan peligroso. Qu voz tan fascinante! A quin perteneca?, se pregunt Mrs. Bowlby, y quin sera Jacques? "Cario" le haba llamado. Deliciosa expresin! La Voz perteneca a este da, a este mismo lugar. Como haba respondido a su propio deseo, en el momento de pararse el automvil en la esquina de Hatamen, Mrs. Bowlby habase percatado del esplendor de la primavera, detestando el polo porque tambin lo jugaba Jim y corra el riesgo de lastimarse. Ella hubiese querido llamarle Jim, cario, pero l se habra llevado demasiada sorpresa.Al pensar en Bowlby, sus pensamientos volvieron a la realidad. Qu dira l a todo esto? Por el momento, si ella le interrogaba del modo como lo haca lo ms probable es que nunca le dijese nada. Al menos por ahora. Bowlby no estuvo satisfecho con la eleccin del vehculo; deca que era muy grande y consuma demasiada gasolina. Estaban, adems, sus nervios; si l no oa la Voz, ella se vera en posicin ridcula. Pero no paraba ah la cosa: ella adivinaba haber sido indiscreta, sin darse cuenta apenas. No tena derecho a traicionar una voz que saba decir: "Cario" con tanta dulzura. Este sentimiento se desarroll en ella durante los das que siguieron. La Voz que tena embrujado al vehculo se hizo casi diaria, aportando un transfondo secreto a la rutina mundana de sus visitas y recepciones. La Voz hablaba siempre en francs, refirindose a Jacques, ser entraable y amado. A veces Mrs. Bowlby se daba cuenta de que no oa ms que parte de la conversacin entre dos personas, como ocurre con el telfono. No le llegaba nunca la voz del hombre, pero tambin como en el telfono, le permita adivinar el resto. La conversacin era trivial las ms de las veces: Haba citas para el almuerzo, o para el polo; para fines de semana en Pao-ma-crang, en tal templo, o en el de ms a11. A Mrs. Bowlby le pareca extrao enterarse de ese modo de los proyectos concernientes a gentes que le eran conocidas. "Bien, entonces, en domingo, en casa de los Milne". Visitando a los Milne pasado algn tiempo, les escrutaba con atencin y descaro, como para descubrir en ellos otra presencia que le resultaba ms familiar que la suya. La Voz transformaba en fantasmas a todos los seres vivientes. Mas cualquiera que fuesen sus planes, ora trataban de personas o hablasen de caballos, siempre haba en la Voz un acento de ternura, solcita inquietud y dicha exclusivos de la mujer enamorada.Mrs. Bowlby se extraaba al comprobar que el vehculo no difunda nada ms que la voz femenina. Pero, mirndole bien, no era oscuro hecho en s? Por qu Bowlby no oa nada? Pues lo ignoraba todo por completo. Ella no olvidara jams cuando la Voz le habl por primera vez e presencia de su esposo. Se dirigan a una recepcin de despedida que daba un embajador que le destinaban a cualquier otra parte. Mientras el automvil rodaba ya por la Jade Canal Road, pasando ante los agentes impvidos y los soldados rindiendo honores, la Voz comenz de pronto, en francs, como de costumbre: "Hoy te dejo Me enviars el coche?" Y en una sbita guiada del vehculo al pasar sobre los rales del tranva delante de un gran edificio europeo, continu "Pero esta noche iremos a bailar, no es verdad?"-Santo Dios, y qu gento! -coment Bowlby-. Eso promete ser espantoso. No estaremos mucho tiempo; creo que bastar con media hora.Mrs. Bowlby le mir con insistencia, sin responder. Sera posible? Por poco se delata, asombrada como se senta.-Qu ocurre? -pregunt Bowlby-. Qu miras de ese modo?Bowlby no haba captado ni una sola palabra!Ella se fij en otros detalles. Haba ciertos lugares de donde la Voz "sala", si puede decirse as, con mayor nitidez y regularidad que de otros. De otros puntos surgan fragmentos de frases, veces inteligibles. Mas ella no tard en reconocer los lugares de donde acostumbraban a orse, de preferencia. Cerca del terreno del polo por ejemplo, no pasaba nunca sin una manifestacin de inquietud u orgullo. Ella iba a menudo al club de polo, pues Jim, su marido, era un excelente jugador; sin embargo, le acometa una invencible congoja cada vez que jugaba. Este sentimiento le una con su invisible compaera. Cada da ms oa la Voz cerca de la Hatamen Street o de las hu-t' ungs, o avenidas del Este. Mrs. Bowlby sentase atrada por el distrito Este de la villa trtara, que se extenda un tanto aislada de la ruidosa y atestada Hatamen Street, con sus tranvas, polvo, automviles, camellos. Era tpico en el barrio el Muro Trtaro, que se impona sobre las casitas de una sola planta. Muchos europeos habitaban en l, alegrndose cada vez que una visita acuda hasta las angostas callejas, donde el vehculo saltaba al rodar sobre los montones de basura, envuelto en polvo, mientras que las sillas volantes se hacan a un lado para cederle el paso. Numerosas callejas desembocaban en unos vastos solares, donde los cerdos gruan gozando en la inmundicia, y la chiquillera entonaba unos cantos montonos con su tpica cantinela nasal. A veces, mientras el automvil se detena ante una puerta, un invisible tocador de flauta dejaba escapar una triste meloda que se elevaba en el aire soleado, entre paredes grises y desnudas. Los rboles en flor asomaban por doquiera, sobre todo al pie do los mums; en el umbral de las puertas, los marmolistas se dedicaban a su artstica tarea. Los perros y los mendigos se calentaban al sol en los patios de un templo, de piedra blanca y encarnada. A11 la Voz se expresaba con mayor libertad, sin interrupcin, en frases ligeras y alegres. Mrs. Bowlby permaneca inmvil, absorta, como transportada por la meliflua voz en un mundo que no era el suyo, fascinada por el sortilegio de una aventura apasionada. No obstante ser dichosa con Bowlby, la vida no le haba deparado nada semejante. El jams quiso escuchar bellas frases, ni ella tampoco se habra atrevido a decrselas, como las frases de cario que la ltima propietaria del sedn azul prodigaba a su Jacques.Haba odo muchas veces a la Voz, y casi dira que era capaz de seguir el camino de su pasin. Se vean en pblico siempre que podan, pero en algn sitio de la ciudad china se encontraba el lugar favorito de sus reuniones, "nuestro pequeo asilo". Poco a poco, este refugio haba adquirido forma en la imaginacin de Mrs. Bowlby. Se hizo a s misma maravillosas descripciones. Al da siguiente, tomaran el t en la mesa de piedra, bajo "nuestro gran pino blanco". Haba un estanque en forma de trbol, donde muri uno de los pececillos encarnados. "Y en Irlanda, el trbol trae buena suerte, no es verdad?" El borde del estanque estaba roto pero nadie lo haba reparado an; "Jacques" haba grabado una inscripcin en el enlucido hmedo, pues la Voz tembl dulcemente y murmur: "Ahora tu amor ha quedado inscrito para siempre." Y en esa primavera encantada, las lilas habrn perfumado las horas pasadas bajo el pino, y luego las acacias que bordean el estanque habrn contribuido a perfumar el ambiente. Estas vidas y la de Mrs Bowlby veanse poco a poco ms extraamente ligadas. Las lilas florecan en el patio que haba detrs del edificio gris del flanco, y un da que ella iba a almozar con su marido en la Legacin Britnica, llam la atencin sobre el aroma de las acacias. Pero Bowlby se estremeci, manifestando que detestaba el olor. Injudi al chfer en francs, idioma que dominaba mejor que Mrs. Bowlby.Mrs. Bowlby sinti deseos de saber ms cosas acerca de la pareja enamorada, sobre todo de enterarse de quines eran, y cmo habra terminado la aventura. Pero comprendi que era imposible. Su timidez le impeda enviar a alguien para preguntar a los empleados del garage. Un da, por casualidad, le lleg a las manos la clave del enigma. Regresaba de una visita a la Legacin Francesa; dos criados de librea blanca y galones dorados estaban apostados al pie de la escalinata; su propio chfer le haba abierto 1a portezuela. Mientras ella se acomodaba en el asiento, la Voz orden con toda claridad: "Doscientos treinta, Por Hua Shan Hut' ung." Obedeciendo a un impulso que le sorprendi, Mrs. Bowlby repiti la misma orden a su chfer: "Doscientos treinta, Por Hua Shan Hut' ung." El ayudante del chfer la salud y cerr la portezuela. A1 hablar, Mrs. Bowlby haba puesto la mirada en los criados al pie de la escalinata. Se trataba de una ilusin? Ciertamente que no. Ella habra jurado que en dichos rostros se pint una expresin de sorpresa. En Pekn, la servidumbre de las legaciones pasa de un amo a otro, lo mismo que los muebles, y este detalle le choc. Ellos ya haban odo la misma direccin en otra oportunidad.Su corazn lati ms rpidamente cuando el automvil dej atrs el barrio de las legaciones. cia dnde iban ahora? No tena la ms remota idea del lugar donde estaba Por Hua Shan Hirt' ung. Estara prximo a solucionarse el misterio? Al llegar a la Hatamen Street, el sedn torci hacia el Sur, a lo largo del glacis. Por ahora, las cosas marchaban bien. Dejaron la Hatamen Street, se adentraron en el Suchow Hut'ung, siguieron la Tung Tsung Pu Hut' ung hasta el corazn de la Villa Trtara. Su respiracin se haca ms precipitada. Ellos siguieron adelante por unos terrenos junto al Muro del Este. Giraron a la derecha, siempre paralelos al muro, luego a la derecha y pararon. Shwang toc el carrito de un vendedor ambulante, y se entabl una discusin en chino. Luego avanzaron lentamente, siguiendo una calleja, entre dos elevados muros que terminaban al pie mismo de la Muralla, y recorrieron algunos centenares de metros antes de llegar a un portaln encarnado, donde cinco botones dorados indicaban que haba pertenecido a un chino de alto rango.Cuando Liu abri la portezuela tendiendo su mano enguantada, en espera de recibir una tarjeta de visita de Mrs. Bowlby, sta cay en la cuenta de que no tena idea de lo que iba a hacer. No poda visitar a una Voz. Recurri a Shwang, pues el francs de Liu dejaba mucho que desear.-Pregunta si quien vive aqu se llama T'ai t'ai.Shwang llam. Hubo un prolongado silencio. Shwang repiti la operacin. Por fin se oy un ruido en el interior, chirriaron los goznes y la puerta se entreabri. Un chino, anciano, de barba rala y tocado con un gorro negro, apareci en el intersticio. Se entabl un dilogo, y Shwang volvi al automvil para informar a su seora.-Dice que no vive nadie en la casa.-Pregntale quin fue el ltimo ocupante.Hubo nuevas discusiones, ms largas que las anteriores. Shwang regres para informar que una dama francesa, "Fakva T'ai t'ai" (francesa) la haba ocupado, pero que ya parti. Mrs. Bowlby hubo de conformarse con esta informacin. Ms vale algo que nada, y poda significar mucho. El automvil avanz hacia el muro, en busca de espacio para virar, cuando Mrs. Bowlby tuvo una inspiracin. Despus de haber ordenado a Shwang que la esperase, fue a inspeccionar el muro a derecha e izquierda. S! A unos doscientos metros, una de las largas avenidas que antao permitan llegar hasta la cima del muro, desembocada en el terreno desierto y polvoriento del abajadero. Ella se abri camino precipitadamente entre las piedras y la basura. Temi que los criados la sorprendiesen en su expedicin, y que despus de haber encontrado acceso a la avenida no pudiera salir de ella. Desde la poca boxer, estaba prohibido pasearse por la cima del Muro Trtaro excepto en un pequeo fragmento en el barrio de las legaciones; los accesos estn slidamente cerrados, al menos en teora. Pero en China, la teora y la prctica no se corresponden siempre, y Mrs. Bowlby no lo ignoraba, y por eso confiaba en tener xito.Su espera no result vana. Aun cuando una slida muralla de madera cerraba la avenida, un poco ms arriba haba un agujero lo bastante grande como para que una cabra o un hombre pequeo ganaran acceso por l. Mrs. Bowlby se desliz por el orificio y se encontr con un pasaje pedregoso. Jadeando, lleg a la cima de la Muralla. Haba espacio suficiente para que transitaran por l dos grandes camiones. Entre las grietas de las losas creca el matorral; abajo serpenteaba un pequeo sendero, trazado por los rebaos de cabras. Abajo se extenda Pekn, sembrada de rboles que crecen en todos los patios, como un inmenso bosque verde donde se alzan majestuosos los techos dorados de la Villa Imperial. Ms a11, la plida lnea malva de los Montes del Oeste cortaba la lnea del horizonte.Pero Mrs. Bowlby no tena ojos para el hermoso panorama. Espiando con precaucin entre las almenas, reconoci la posicin del brillante sedn, nuevo y moderno, en medio de una decoracin srdida y ruinosa. Partiendo de donde estaba el automvil, ech a caminar por el sendero. Las abubillas revoloteaban delante de ella, lanzando agudos chillidos pero ella no pona atencin a estas cosas. Se hallaba ahora casi encima del vehculo, situado algo ms abajo, y un poco alejado el muro de una casa. Vio al guarda, que pareca miniatura, delante de la puerta encarnada, observando el automvil con mucha curiosidad. El muro de la casa estaba adosado al pie de la Muralla de la Ciudad, de modo que cuando Mrs. Bowlby lleg a su altura, la casa, sus patios y los jardines aparecieron a sus plantas, con tanta nitidez como un juguete infantil, por ejemplo, una pequea granja colocada sobre el parquet.Mrs. Bowlby contempl este hermoso lugar de retiro como si lo estuviera viendo en sueos. Sentase prendida en una grata sensacin de irrealidad, ms definida an que cuando escuchaba la Voz desconocida. Un magnfico pino blanco, con su tronco y ramas, deslumbrantes de blancura entre las negras agujas, sobresala del jardn; en la parte superior haba una mesa redonda, de piedra, circundada de lilas. La Voz las haba descrito perfectamente. Muy cerca de all, separado del primer jardn por un muro en el que se abra una puerta en forma de abanico, haba otro, con un estanque en forma de trbol, rodeado de acacias. Por todas partes se vean enormes macetas cuajadas de flores. Era ste sin duda el lugar secreto en que los amantes ocultaban sus relaciones: silencioso, baado por el sol, idlico, reposaba bajo la tierna proteccin del Muro Trtaro. All estaba el quid del misterio, pens Mrs. Bowlby. Asomndose al parapeto de piedra, y contemplando all abajo el desierto jardn, se apoder de ella un extrao deseo: Traer a Jim y animar de nuevo estos lugares desiertos. Pero Jim y ella, sigui pensando, formaban una pareja seria, casada, que no tena necesidad de un escondrijo en el corazn do la Villa Trtara. La imagen de Jim la devolvi a la realidad cotidiana. Tena que regresar, y despus de echar una ltima ojeada al jardn, se dispuso a volver al coche.En los das siguientes, Mrs. Bowlby so en su nuevo descubrimiento y en todo cuanto se relacionaba con l. Todo -el emplazamiento del lugar le haba sido facilitado por la Voz, el estremecimiento de sorpresa en el rostro de los criados de la Legacin Francesa, el hecho de que el guardin del barrio Este de la Villa Trtara hubiese mencionado a una Fakva T'ai t'ai como ltima ocupante- le permita deducir que la propietaria del sedn haba residido en la casa donde ella haba estado, aunque un poco lejos, en una tarde memorable. Ms que nunca, ahora que ya haba levantado el secreto de la Voz, se sinti cautivada por el romance de amor que deseaba conocer hasta el final. Tmida o no, le sobraban nimos para continuar sus investigaciones.En un almuerzo celebrado varios das despus, le toc sentarse junto a Mr. van Adam. Era un viejo americano, decano de la sociedad en Pekn, que haba recorrido mucho mundo, incluso antes de la poca de los boxers, hombre de gran memoria y al corriente de todos los acontecimientos mundanos. Mrs. Bowlby decidi recurrir a l. La mujer hizo alarde de una gran astucia. Primero se puso a hablar de las legaciones en general, y termin por la francesa en particular. Intent ahondar en esta ltima.-Quin estuvo en ella antes de la llegada de Vernet? -pregunt, esperando ansiosamente 1a respuesta.Mr. van Adam la mir de un modo osado segn le pareci a ella, y respondi:-Un tal conde d'Ardennes.-Casado?-Por supuesto...Esta vez, el alud normal de ancdotas pareci fallar en Mr. van Adam. No obstante la resistencia hallada, Mrs. Bowlby prosigui su encuesta, y empez por solicitar datos de la condesa d'Ardennes.-Una verdadera sirena -respondi lacnico Mr. van Adam-. La ms encantadora criatura que haya existido jams.El hombre deseaba variar el tema de la conversacin, o al menos as se le pareci a Mrs. Bowlby. Todava aventur otra pregunta.-Recuerda si tena coche?-Coche? Por supuesto. Iba a todas partes con un gran "Buick" amarillo que le llambamos "el canario".La charla deriv sobre los autos, y Mrs. Bowlby dej que languideciera. En vano intentaba reanudar el interrogatorio. Su curiosidad deba parecer extraa, se dijo con cierto nerviosismo, y resultaba ms difcil de lo que haba imaginado. Ya no encontraba argucias a mano. No le acuda el gran pretexto que le hubiese permitido no traicionar su secreto.No haba duda de que hubo el consiguiente escndalo, pero Mrs. Bowlby no era de esas mujeres que preguntan framente en una mesa: "Cunteme los detalles de esa aventura."A los postres, dando la causa por perdida, inquiri con gran torpeza:-Y cundo partieron los d'Ardennes?Mr. van Adam reflexion unos instantes antes de responder.-Hace un ao, poco ms o menos. Ella estaba enferma, al parecer, y regresaron a Francia. Su esposo fue destinado como embajador en Bangkok, pero ignoro si ella le acompa. No le sienta bien el Extremo Oriente.-Oh, la pobre! -murmur Mrs. Bowlby con toda sinceridad, condolida por la suerte de la mujer de voz dulce y bonito nombre, que se vea separada de su Jacques por causa de su salud. Un amor como el de ellos no pudo haber sido tan desgraciado, ni tampoco basarse en un cuerpo dbil, pens Mrs. Bowlby, quien tampoco se habituaba a los climas extranjeros. Las damas se levantaron y ella, demasiado absorta para llamar la atencin a Mr. van Adam, las imit y abandon con ellas el comedor.Poco despus, Mrs. Bowlby se traslad a Pars, con el propsito de pasar el verano. Pekn con sus 40 grados a la sombra, no convena a las mujeres delicadas, sobre todo en julio y agosto. Los automviles no podan circular por las carreteras arenosas; los misioneros y los diplomticos deban hater uso de las sillas volantes o de los jumentos como medios de locomocin. Mrs. Bowlby dej el sedn a Jim, que se trasladaba a Pars durante largas temporadas, siempre que se lo permita el servicio. Separada de su automvil y en un marco completamente distinto, Mr. Bowlby tuvo tiempo de estudiarlo a plena conciencia. No poda desprenderse de l. Mientras se baaba, en tanto que tomaba el sol echada en la fina arena, al pasearse por las avenidas orilladas de toda suerte de vegetacin, se sorprenda absorta en la personalidad sobre la que ella comparta curiosamente su vida secreta. Era extrao, pero no la dominaba el deseo de formular nuevas preguntas sobre el caso. Conociendo ahora el nombre de Madame d'Ardennes, la impresin de escuchar a las puertas la atraa con mayor fuerza de antao: Si hubo escndalo, cmo no oy hablar de l en Pekn? Por qu, si son incontables loilios escandalosos, de los que se habla sin rodeos? Es posible que se equivocara respecto a la actitud de Mr. van Adam, y no lo hubo en realidad. Su mente se ilumin de pronto, aunque un poco tardamente. E1 hijo de Mr. van Adam funcionario de Aduanas, que haba dejado Pekn el ao anterior no se llamaba Jack? Estaba segura. Mrs. Bowlby se estremeci al pensar en su indiscrecin. No pudo haber cado en peor lugar para dar comienzo a sus pesquisas.A Pei-t'ai ho, otro punto sorprendente: Que hubiera tan poca gente interesada en dicha aventura. Mrs. Bowlby haba considerado siempre el matrimonio segn las reglas convencionales inglesas. La ltima propietaria del sedn tena otras ideas muy distintas. Mr. van Adam lleg a calificarla de "sirena". Las sirenas son criaturas frias que, movidas por la coquetera, llevan a los hombres a la perdicin, pero su voz haca presumir todo lo contrario. Mrs. Bowlby defenda a su Voz. Pero tal amor tampoco es justificable, se deca, consciente de su propio desfallecimiento moral. Se sorprendi al decirse para sus adentros: Si las personas supieran tanto como yo las aventuras amorosas ajenas, tal vez se mostrasen menos severas.Mrs. Bowlby prolong hasta setiembre su estancia en Pei-t'ai ho, hasta que del mar llegaba ya la brisa un tanto fresca. A1 regresar a Pekn vise de nuevo muy atareada -con sus visitas despus de tan larga temporada de vacaciones-, de modo que pasaba la mayor parte de las horas del da a bordo de su sedn. La Voz, como de costumbre, segua a su lado. Pero haba algo distinto comparada con la dicha de la primavera anterior. La Voz era algo temblorosa, sealada a menudo por el monlogo. Esto iba en aumento, y un da, a mediados de octubre, la Voz prorrumpi en sollozos mientras ella iba en automvil por el barrio Este de la Villa Trtara. Mrs. Bowlby se emocion vivamente. Sentada en un vehculo, resultaba muy triste or llantos y suspiros cerca de s. Tendi el brazo como para consolar a la desolada criatura, pero no haba sino el vaco, o, mejor dicho, su bolso lleno de tarjetas de visita, y de listas. Obedeciendo a los bruscos deseos que la voz pareca despertar en ella, abandon su itinerario y orden a Shwang que la condujese a Por Hua Shan Hut'ung. Los misteriosos sollozos se terminaron, como si la Voz se excusara lamentando el haberse puesto nerviosa.Al detenerse el vehculo ante la casa, Mrs. Bowlby sali de nuevo y subi al Muro Trtaro. La maleza apareca seca, y las abubillas ya no volaban ni cantaban. Lleg al lugar desde donde se divisaba el jardn. Las lilas estaban sin flores. Las grandes macetas haban sido retradas, y las hojas muertas sembraban el suelo, junto a las acacias. No quedaba inclume ms que el pino blanco, sensible a la destruccin general. Mrs. Bowlby sintise presa de honda melancola, emocionada ya por los sollozos que haba odo en el automvil. La desolacin del paisaje otoal acab de entristecerla. La angustia de dolor amenazante se haba apoderado de ella; algo que ella haba presentido vagamente haba terminado en ese jardn.Cuando estuvo por subir al automvil, otro impulso dirigi sus pasos. Un deseo incontenible la empujaba a penetrar en el jardn, para ver de cerca todos los detalles. La opresin se haca ms insoportable cada vez; pens que una visita al jardn la liberara de su angustia. Abri el monedero y sac un billete de cinco dlares. Se lo dio a Shwang, quien mir con asombro a su patrona.-Da esto al k'at-men-ti y dile que deseara visitar el jardn de esta casa.Shwang salud, llam y discuti; Mrs. Bowlby esperaba, devorada por la impaciencia, que el argumento supremo del billete produjera el efecto deseado, y que el anciano le permitiera entrar.As lo hizo. Ella le sigui a travs de numerosos patios. Era una vieja mansin china, algo restaurada; las ventanas, con su cubiertas de papel, se abran sobre lagos en miniatura y paisajes rocosos. Franquearon al fin un porche circular y entraron en el jardn, apoyado en la falda del Muro Trtaro. Despus de haberla saludado, el viejo guardin la dej que continuara la visita a solas.Ante ella se ergua el pino blanco; se dirigi a un lado, tom asiento en el banco de mrmol y mir a su alrededor. Magnfico en su descuido, melanclico y sereno, el jardn se extenda bajo las almenas recortadas en el plido cielo otoal. En este mismo lugar se sentaba la mujer de quien no conoca nada ms que la voz. De pronto, las lgrimas acudieron a los ojos de Mrs. Bowlby. "Qu vida tan cruel -pens- que ha separado a tan fieles amantes! Se habr sentado sola aqu?" El sentimiento inesperado de su propia soledad la impuls a levantarse. Esta visita haba sido un error; la angustia no desapareca, pero el haber venido la ligaba en cierto modo al dolor de la pareja desunida. Pase al azar y franque la puerta en forma de abanico, detenindose junto al estanque en forma de trbol. Lo examin a travs de las lgrimas, vio el lugar reparado al que haba aludido la Voz, y donde "]acques" haba trazado la inscripcin en el enlucido reciente. Ella dirigi la mirada al estanque, donde se vea en letras blancas sobre la piedra gris: "Tu amor quedar inscrito para siempre." La frase pronunciada por la Voz se haba grabado en su memoria. Ley una inscripcin grabada con un cuchillo en el fino enlucido:"Dulce sepultura, mi corazn en el tuyo, dulce paraso, mi alma en tu alma."Y abajo, dos pares de iniciales:A. de A.YJ. St. C. B. B.Los versos hicieron que las lgrimas acudieran de nuevo a sus ojos. Pasaron unos segundos antes de que se fijaran otra vez en la inscripcin. Al hacerlo, retrocedi como si le hubiera picado una serpiente, cerr los ojos y permaneci inmvil. Con un gesto abri el monedero, extrajo una de sus tarjetas y compar con ella las iniciales de la inscripcin, Mrs. J. St. C. B. Bowlby. Sobre la cartulina blanca, las letras negras, precisas, implacables, la provocaban al lado de las maysculas grabadas en la piedra. No poda haber error. El misterio haba sido puesto al descubierto, aunque ella se resista a admitirlo. "Jim", murmur Mrs. Bowlby con cierta dificultad, luego, "Jacques". Lentamente, todas las coincidencias, todas las pruebas, acudieron a su mente con una fuerza devastadora. Su presentimiento, su intuicin sobre el muro no la haban engaado. Algo acababa de finalizar en este jardn. De pie cerca del estanque en forma de trbol, inmersa en las primeras oleadas del dolor, apenas consciente de sus palabras, murmur: "Despus de todo, el trbol trae aparejada la felicidad."Despus de haber pronunciado esta segunda cita de la Voz, le pareci salir del estupor que la haba embargado hasta entonces. Intolerable! No encontr otra palabra mejor. Se acerc a buen paso hasta donde estaba el viejo k'ai-men-ti, y le rog que la acompaara hasta la salida. As lo hizo el hombre, conducindola hasta la puerta de entrada. Ella vio el sedn, oscuro y brillante, tal como lo haba visto siempre delante de tantas puertas. Dio una vuelta a su alrededor, para examinarlo con mayor precisin. Detrs, el jardn; delante, el automvil. Liu la vio salir y corri a abrirle la portezuela. Pero Mrs. Bowlby no subi al coche. Rog a Shwang que hiciera venir una silla volante, indicando al coolie la direccin del Banco. Shwang, sometindose respetuosamente a la obediencia que los criados chinos profesan a sus amos, record a Mrs. Bowlby que tena que ir al club de polo a buscar al lao-y Bowlby. Para asombro suyo, vio estremecerse a su seora de pies a cabeza.-Al Banco! Al Banco! -repeta, con desesperada impaciencia.De pie ante la puerta reja, el viejo k'ai-men-ti encendi su pipa negra y plateada, vindola partir. La silla volante, que llevaba como pasajero a una menuda figura gris y encorvada, descenda la polvorienta hu-t'ung, mientras que detrs avanzaba tambaleante el espacioso sedn, sin nadie que ocupara el asiento posterior. uyo, vio estremecerse a su seora de pies a cabeza.-Al Banco! Al Banco! -repeta, con desesperada impaciencia.De pie ante la puerta reja, el viejo k'ai-men-ti encendi su pipa negra y plateada, vindola partir. La silla volante, que llevaba como pasajero a una menuda figura gris y encorvada, descenda la polvorienta hu-t'ung, mientras que detrs avanzaba tambaleante el espacioso sedn, sin nadie que ocupara el asiento posterior.Web: http://www.cinefantastico.com/terroruniversal/ficcion/index.php?t=cuentos&id=82&mode=cuento