AÑO IV - Nº2 - SEGUNDO SEMESTRE 2011 - Accênsum · Mito, tragedia y persuasión. A propósito de...

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AÑO IV - Nº2 - SEGUNDO SEMESTRE 2011 Revista académica con sistema de Evaluación Ciega de Pares. ARTÍCULOS ENSAYOS RESEÑAS Brecha digital en los profesionales de Santiago de Chile. Luis Alfredo Santibáñez T. Mujer y política desde la triangulación metodológica. Alberto López-Hermida R. Verbos en movimiento. Patricia Quezada S. - Yohanna Cabrera E. Mito, tragedia y persuasión. A propósito de la Orestíada. Ricardo López P. Progresismo y Políticas de Comunicación: Manos a la Obra. Gómez Germano G. et. al. ideológica en América Latina. Identificación partidaria e identificación Mauricio Morales Q. - Rodrigo Bugueño D.

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Revista académica con sistema de Evaluación Ciega de Pares.

ARTÍCULOS

ENSAYOS

RESEÑAS

Brecha digital en los profesionales de Santiago de Chile.Luis Alfredo Santibáñez T.

Mujer y política desde la triangulación metodológica.Alberto López-Hermida R.

Verbos en movimiento.Patricia Quezada S. - Yohanna Cabrera E.

Mito, tragedia y persuasión. A propósito de la Orestíada.Ricardo López P.

Progresismo y Políticas de Comunicación: Manos a la Obra.Gómez Germano G. et. al.

ideológica en América Latina. Identificación partidaria e identificación

Mauricio Morales Q. - Rodrigo Bugueño D.

Revista Chilenade Comunicación

©Universidad UNIACC. Todos los Derechos Reservados. Permitida su reproducción total o parcial indicando

la fuente.

Comité EditorialPh. D. John D. PetersUniversity of Iowa, Estados Unidos.

Ph. D. Joshua MeyrowitzUniversity of New Hampshire, Estados Unidos.

Ph. D. Arthur Asa BergerSan Francisco State University, Estados Unidos.

Ph. D. Derrick de KerkhoveUniversity of Toronto, Canadá.

Ph. D. Christo KaftandjievUniversidad de Sofía, Bulgaria

Ph. D. Juan SalazarUniversidad de Western, Australia.

Dr. José Marques de MeloUniversidad Metodista de Sao Paulo, Brasil.

Lic. Manuel AcevedoUniversidad de Buenos Aires, Argentina.

Mgt. Erick TorricoUniversidad Andina Simón Bolívar, Bolivia.

Lic. Gustavo CárdenasUniversidad de Artes y Ciencias de laComunicación, UNIACC, Chile.

Año IV, Nº 2ISSN: 0718-5871Es una publicación de laUniversidad de Artes y Ciencias de la Comunicación, UNIACC.Avda. Salvador 1200

Revista Chilena de Comunicación es una publicación indexada en LATINDEX (Sistema Regional de Información en Línea para Revista Científicas de América Latina, el Caribe y Portugal).

Asistencia EditorialRegina Jiménez G., Accênsum.

Equipo de TraducciónRevista Chilena de Comunicación.Rodrigo González

Correo de contacto:[email protected]

Diseño:Carolina Schwartz M.Impresión: Ediprint

DirectorEdison Otero Bello

Autoridades Universitarias

RectorJuan Enrique Froemel Andrade

Secretario GeneralMario Gianelli

Vicerrector AcadémicoOrlando Galaz C.

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Identifi cación partidaria e identifi cación ideológica en América Latina. Mauricio Morales Q. - Rodrigo Bugueño D.

Edison Otero B.

Revista Chilena de Comunicación.

Brecha digital en los profesionales de Santiago de Chile.Luis Alfredo Santibáñez T.

Mujer y política desde la triangulación metodológica.Alberto López-Hermida R.

Verbos en movimiento.Patricia Quezada S. - Yohanna Cabrera E.

Mito, tragedia y persuasión. A propósito de la Orestíada.Ricardo López P.

Progresismo y Políticas de Comunicación: Manos a la Obra.Gómez Germano G. et. al.

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Este segundo número del volumen IV de la Revista Chilena de Comunicación constituye un nuevo hito de la nueva etapa anunciada en el número anterior, cuyo propósito declarado es transformar y adaptar nuestra publicación a los estándares académicos y científicos internacionales. En lo estructural, hemos redefinido su diseño -una nueva presentación del material que se publica- y se han establecido secciones para hacerse cargo de la variedad de colaboraciones que se reciben. En términos editoriales, se tiende a transparentar los criterios de recepción, selección, evaluación y publicación del material que postula a esta revista. Igualmente, se ha persistido en la configuración del Comité Editorial basándolo en un eje internacio-nal, incorporando a distinguidos intelectuales del área de las comunicaciones, tanto latinoamericanos como de habla inglesa, de los diversos continentes.Tal como nos habíamos comprometido, se ha ini-ciado la implementación de un Sistema de Evalua-ción Ciega de Pares. Esto implica, por una parte, la explicitación de los criterios para la recepción de los artículos -reflejado en la Guía para Autores- y los criterios a los cuales serán sometidos en su eva-luación –lo que se recoge en la Guía para Pares Evaluadores.Por otra parte, y como otro hito decisivo en los com-promisos que hemos asumido, se está trabajando intensamente en la generación de la versión digital de la revista, la que esperamos tener disponible en la web a partir del Volumen V (1).Como decíamos en el número 1 de este Volumen IV, “la legítima aspiración que nos mueve a generar estos cambios dice relación con lograr posicionar a nuestra Revista como una publicación académica de corte científico en el área de las comunicaciones, ámbito que incluye el abordaje de los recursos en el intercambio verbal y no verbal de la información, la teoría de la comunicación, los estudios sobre me-dios de comunicación, opinión pública, relaciones públicas, los análisis sobre el lenguaje, el marketing,

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los aspectos teóricos y prácticos de la publicidad, la evolución de las audiencias, comunicación gráfica y digital, entre otros tópicos”.La Revista Chilena de Comunicación aspira a con-vertirse en un espacio disponible para la producción científica, que contribuya al debate académico en el ámbito de los fenómenos de la comunicación. Todo ello integra el examen intelectual riguroso de los conceptos, las orientaciones y las controversias más relevantes en esta área. Esta tarea hace más sentido hoy, dada la necesidad de comprender el desarrollo reciente de nuevos escenarios comunica-cionales, ligados al incesante desarrollo de sorpren-dentes innovaciones tecnológicas.Convocamos nuevamente a nuestros lectores a in-formarse sobre las nuevas posibilidades que nues-tra publicación ofrece y postular sus contribuciones durante el 1º de abril y el 31 mayo del presente año para el número 1 del volumen V.

Edison Otero BelloDirector

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TÍC

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SIdentifi cación partidaria e identifi cación ideológica en América Latina. Mauricio Morales Q. - Rodrigo Bugueño D.Páginas 9 a 40.

Brecha digital en los profesionales de Santiago de Chile.Luis Alfredo Santibáñez T.Páginas 43 a 61.

Mujer y política desde la triangulación metodológica.Alberto López-Hermida R.Páginas 63 a 79.

Verbos en movimiento.Patricia Quezada S. - Yohanna Cabrera E.Páginas 81 a 92.

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Identificación partidaria e identificación política en América Latina.

Mauricio Morales Q. 1

Universidad Diego PortalesCorreo de contacto

[email protected]

Rodrigo Bugueño D. 2

Universidad UNIACCCorreo de contacto:

[email protected]

ResumenColomer y Escatel (2005) sugirieron una nueva agenda de investigación para el análisis de la iden-tificación partidaria e ideológica en América Latina. Una de sus tesis centrales es que si bien la identificación partidaria ha caído sistemáticamente en los países de la región, la identificación po-lítica en el eje izquierda-derecha sigue vigente. Esto, porque parte sustantiva de los encuestados se auto-ubica en alguno de los puntos de esa escala. En este trabajo profundizamosen la agenda que sugieren los autores utilizando la serie de estudios del Latinobarómetro. Mediante un modelo de tipo cross sectional time series y una modelación multinivel arribamos a tres conclusiones. En primer lugar, que existen sistemas de partidos que la literatura ha catalogado como instituciona-lizados, pero que, si bien cuentan con bajos niveles de volatilidad, también se caracterizan por exiguos porcentajes de identificación partidaria. Este escenario, si bien es plausible desde la teoría de la institucionalización, constituye más la excepción que la regla (Mainwaring, 1999, pág.27). En segundo lugar, que la caída en los niveles de identificación partidaria e ideológica se explica por factores institucionales, económicos e históricos. Entre ellos destaca el tipo de régimen electoral, las variaciones en la inflación, en el PIB per cápita y el número de años transcurridos desde la primera elección libre luego de los autoritarismos. En tercer lugar, que la polarización ideológica favorece la identificación partidaria. Son los encuestados de derecha e izquierda los que muestran más adhesión a partidos.

Palabras ClavesIdentificación partidaria, identificación política, institucionalización, ideologías – aspectos políticos - América Latina, partidos políticos - América Latina, elecciones - América Latina, sufragios - Amé-rica Latina, registro de votantes - América Latina, encuestas.

Party identification and political identification in Latin America.

1 Ph.D. (c) en Ciencia Política, Pontifi cia Universidad Católica (PUC). Magíster en Ciencias Sociales, FLACSO-México y en Ciencia Política (PUC). Cientista Político (PUC) y Periodista, Universidad Nacional Andrés Bello, Chile. Área de especialización: análisis electoral y partidos políticos.

2 Cientísta Político e Historiador, Pontifi cia Universidad Católica de Chile (Santiago). Ph.D. en Ciencia Política por la Universidad Matej Bel (República de Eslovaquia). Analista de la organización eslovaca Euro-Atlantic Center. Realizó una investigación postdoctoral gracias a una beca otorgada por el gobierno eslovaco sobre Energía y política, comparando Rusia y Venezuela. Investigador del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea. Áreas de interés: Seguridad y Defensa en América latina, Europa y Rusia con énfasis en la seguridad Energética; partidos políticos de la nueva derecha con énfasis en España y Chile además de la política en Europa Central. Trabajó autónomamente, en la idea de Imagen-Pais (Chile) para el Bicentenario de la Independencia.

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AbstractColomer and Escatel (2005) suggested a new research agenda for the analysis of party identification and ideological in Latin America. One of their central statement is that while party identification has fallen consistently in the countries of the region, political identifi-cation in the left-right axis remains. This is because a large majority of citizens are self-located in one of the points of that scale. This paper elaborated on the agenda that the authors suggest using the series of studies of Latinobarometro. Using a time series re-gression model and multilevel model, we arrive to three conclusions. First, that there are party systems that literature has been classified as institutionalized, but, although they have low levels of volatility, also characterized by small percentage of party identification. This combination, although plausible theory of institutionalization, is more the exception than the rule (Mainwaring, 1999: 27). Secondly, the fall in levels of party identification and ideological explained by institutional factors, economic and historical. These include the type of electoral system, changes in inflation, in GDP per capita and the number of years since the first free election after authoritarianism. Third, polarization favors the party iden-tification. Respondents are left and right who are more party membership.

KeywordsParty identification, political identification, institutionalization, Latin America, surveys.

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Presentación.

Colomer y Escatel (2005) proponen una nueva agenda en la investigación de la identifi-cación partidaria e ideológica para América Latina. Sostienen, que si bien es cierto que la identificación con partidos ha caído dramáticamente, la identificación política mantiene porcentajes razonables. Casi el 80% de los encuestados se auto-ubica en algún pelda-ño de escala ideológica izquierda-derecha. Esto hace pensar en ciudadanos distantes y críticos de los partidos, pero no necesariamente desafectos políticamente. Los autores concluyen que, al parecer, el problema está más en la oferta partidaria que en la disposi-ción de los electores para adherir a alguna corriente ideológica.

El trabajo de Colomer y Escatel (2005) da espacio para profundizar en una dimensión algo descuidada en el estudio de la crisis de representación en América Latina: la identificación partidaria. Los distintos enfoques que estudian la crisis enfatizan en otro tipo de variables. Por un lado, están los trabajos que analizan la incongruencia programática entre la elite y la ciudadanía siguiendo el modelo de Kitschelt et.al (1999) para los países post-comunistas (Luna y Zechmeister, 2005 y 2010). Tales trabajos estudian una de las dimensiones de la representación planteadas por Powell (2004), la del issue congruence (Ver, además, Co-ppedge, 2001). Así, el distanciamiento de representantes y representados explicaría por qué los ciudadanos dejan de adherir sistemáticamente a los partidos. Este enfoque dialoga con el Responsablie Party Government (Adams, 2004) considerando que la distinción pro-gramática de los partidos permite mayor claridad ideológica y rendición de cuentas ante los electores. Para que el gobierno de partido responsable sea efectivo, entonces, se requiere de una alta consistencia entre las preferencias de la elite parlamentaria y las de sus votan-tes (Ver Samuels y Shugart, 2003).

Otra respuesta para la crisis de representación apunta hacia los problemas de eficiencia de los Estados latinoamericanos para proveer de bienes públicos en un ambiente de alta desigualdad económica (Agüero, 1998). Mainwaring, Pizarro y Bejarano (2006) constatan que las percepciones de ineficiencia estatal desfavorecen la confianza hacia los partidos, al menos en las democracias andinas. Del mismo modo, Booth y Seligson (2009: 125-128) muestran que el apoyo hacia las instituciones del régimen democrático se deprime en aque-llos ciudadanos que han sido víctima del algún delito o del algún acto de corrupción por parte de autoridades estatales. Así, existe una relación entre la percepción del desempeño de los gobiernos y la legitimidad de la democracia. Sin embargo, estas respuestas no se hacen cargo de un análisis más exhaustivo de la identificación partidaria. Parece necesario conocer los factores de anclaje de las preferencias antes de sugerir hipótesis explicativas o causales para la crisis de representación.

Estas respuestas a la crisis de representación, desde América Latina, son muy distintas al modelo teórico aplicado para las democracias industrializadas avanzadas de Europa

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. Occidental y Estados Unidos. Dalton (1999, 2000 y 2002) explica la caída en los niveles de adhesión a partidos, considerando variables socioeconómicas ligadas, principalmen-te, al nivel educativo y de ingresos de los ciudadanos. Es decir, el proceso modernizador traería como consecuencia un alejamiento de los partidos. Los ciudadanos con mejores condiciones de vida tendrían otro tipo de intereses y preferirían mecanismos de represen-tación más eficientes. Así, el argumento gira en torno a los efectos de las transformacio-nes sociales. Los partidos se ven menoscabados en su rol de articulación de intereses, particularmente, por la función de los medios de comunicación.

Entonces, los enfoques teóricos que han tratado de explicar la crisis de representación lo hacen ya sea desde evaluaciones socioestructurales (Dalton), desde variables más específicas asociadas a incongruencia programática entre elite y ciudadanos (Luna y Ze-chmeister), o a partir de los problemas de ineficiencia del Estado para proveer de bienes públicos básicos y para disminuir los niveles de desigualdad (Agüero, 1998; Mainwaring et.al., 2006). La diferencia está en que el modelo de Dalton analiza más específicamente la caída en los niveles de identificación, antes de aventurar las hipótesis causales que dan cuenta de la crisis representativa. Las propuestas de Colomer y Escatel (2005) para Amé-rica Latina permiten avanzar en esta línea. Apuntan a estudiar la crisis de representación de manera más integral, incluyendo no sólo la identificación partidaria, sino que también la identificación política. En este trabajo tomamos parte de las sugerencias de los autores. Nos concentramos específicamente en las tres dimensiones de identificación. Es decir, la identificación par-tidaria, la identificación política (en el eje izquierda-derecha) y la intención de voto que manifiestan los ciudadanos al momento de simular un acto electoral. Generalmente, la literatura utiliza de manera indistinta a la identificación partidaria y la intención de voto. Acá las entenderemos como dos mediciones separadas. La diferencia central entre la pregunta de identificación partidaria e intención de voto radica en que esta última simula un acto electoral, colocando al encuestado en una situación en la que debe decidir. Esto no implica, necesariamente, adhesión al partido y, de hecho, su tasa de respuesta va aso-ciada al ciclo electoral. Cuando hay elecciones la proporción de encuestados que declara intención de voto se incrementa en alrededor de 9 puntos porcentuales. La identificación partidaria, en tanto, reacciona en menor medida al ciclo electoral, incrementándose en 5 puntos cuando hay elecciones parlamentarias. En otras palabras, la pregunta sobre intención de voto puede ser entendida como una decisión de corto plazo, mientras que la identificación partidaria implica una adhesión más permanente hacia algún partido. Los datos muestran que es esta adhesión permanente y de largo plazo la que más ha bajado en América Latina.

El Latinobarómetro realiza la pregunta sobre identificación partidaria de manera intermiten-te sólo hasta 2003 y es del siguiente tenor: “Respecto a los partidos, ¿cómo se siente us-

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ted? Muy próximo, bastante próximo, simplemente simpatizante, no está próximo a ningún partido político”. El National Election Studies (NES) de Estados Unidos realizó una pregunta similar desde 1952: “Generally speaking, do you usually think of yourself as a Republican, a Democrat, an Independent, or what?”. Luego, se consultaba por la intensidad de esa prefer-encia (strong/not very strong) (Ver Franklin y Jackson, 1983 y Franklin, 1992). Más adelante, profundizó sobre la teoría que está detrás del análisis de la identificación partidaria.

Para medir identificación política, en tanto, utilizó la siguiente pregunta: “En política se habla normalmente de “izquierda” y “derecha”. En una escala donde “0” es la izquierda y “10” la derecha, ¿dónde se ubicaría Ud.?”. Finalmente, para la intención de voto la pregunta tiene el siguiente fraseo: “Si hubiera elecciones este Domingo, ¿por qué partido votaría?” El objetivo del artículo, entonces, pasa por explicar y comparar la evolución de estas tres dimensiones en el tiempo y encontrar sus principales determinantes. Tal como señalan Colomer y Escatel (2005), existe un sustantivo porcentaje de electores que, si bien es ca-paz de auto-ubicarse en el eje izquierda-derecha, no expresa preferencia partidaria. Es decir, son ciudadanos ideológicos pero sin un partido que los represente efectivamente. “…los electores latinoamericanos son bastante idologizados y están situados con bastante consistencia en la dimensión izquierda-derecha, pero también tienen altísimos niveles de alineación política con respecto al sistema de partidos” (Colomer y Escatel, 2005, pág. 125).

La identificación partidaria es importante por dos razones. Primero, los identificados con partidos suelen estar más involucrados en los asuntos públicos y presentan mayores niveles de participación (Rosenstone y Hansen, 1993; Dalton, 2002; Dalton y Watten-berg, 2007). Entonces, si la identificación estimula la participación, seguramente también tendrá un efecto sobre la calidad de la democracia. Precisamente, Altman y Pérez-Liñán (2002) y Levine y Molina (2007) consideran a la participación junto a la competencia política como un componente central de la calidad de la democracia. En segundo lugar, los identificados con partidos son más inmunes a la emergencia de líderes populistas o demagógicos. En sistemas de partidos con altos niveles de identificación el camino de los candidatos independientes se hace más difícil. El resultado será sistemas de partidos más estables, no sólo en términos de reglas del juego, sino que también de los actores en competencia (Converse y Dupeux, 1962).

La estructura del trabajo es la siguiente. La primera parte coloca a la identificación parti-daria en el contexto de la teoría de la institucionalización. Presuntamente, altos niveles de identificación partidaria van asociados a bajos niveles de volatilidad y, en consecuencia, a sistemas de partidos altamente institucionalizados. En segundo lugar, analizamos la evo-lución de las tres dimensiones de identificación en América Latina considerando los datos del Latinobarómetro desde 1995 hasta 2007. Finalmente, establecemos los principales determinantes o factores que han incidido en la evolución de estas tres dimensiones de identificación de acuerdo a variables institucionales, históricas y económicas. Para todo

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. evento tenemos en consideración las limitaciones de los datos que ofrece el Latinobaró-metro, dado que en algunos países la representación de la muestra es del 100%, mientras que en otros llega a estar por debajo del 50%.

Sistemas de partidos e identifi cación partidaria.

La teoría de la institucionalización predice una relación lineal entre volatilidad e identifica-ción partidaria. Al ser dos de las dimensiones centrales del índice de institucionalización elaborado por Mainwaring y Scully (1995), ambas deberían ir estrechamente relacionadas dada la construcción aditiva del índice (Luna, 2007). Es decir, en aquellos países donde se da una alta volatilidad deberíamos observar bajos porcentajes de identificación con partidos, mientras que en los sistemas más estables la identificación debiese ser sustan-tivamente más alta (Ver Dalton y Weldon, 2007). A inicios de los ’90 países como Chile y Uruguay cumplían plenamente tal pronóstico, con bajos niveles de volatilidad y alta identificación. De igual forma, pero en un sentido opuesto, figuraban Perú y Guatemala con baja identificación partidaria y alta volatilidad. No obstante, al actualizar estos resultados la realidad es distinta. Tal como señala Zucco (2009) han surgido sistemas de partidos hidropónicos. Su característica central es la baja identificación partidaria y la baja volatilidad. Los casos más reconocidos en esta línea son Chile y Brasil. Por otro lado, aparecen sistemas de partidos con alta volatilidad y alta identificación. El caso más sobresaliente es Paraguay. De esta forma, entonces, surge la pregunta respecto a la vigencia de la teoría de la institucionalización. Hay casos que man-tienen un alto nivel de consistencia como Uruguay (baja volatilidad y alta identificación) o Guatemala (alta volatilidad y baja identificación), pero la emergencia de nuevos formatos de sistemas de partidos exigen algunas reformulaciones teóricas. El gráfico 1 muestra que, en efecto, estas dos dimensiones del índice de institucionalización (volatilidad e iden-tificación partidaria) no presentan una relación estrictamente lineal. En el trabajo original de Mainwaring y Scully (1995) no se utilizan datos específicos de identificación partidaria, sino que de votación cruzada como proxy de identificación. Igual cosa sucede en el traba-jo de Mainwaring (1999). Si bien la medición es distinta, el objetivo es el mismo. Es decir, medir el nivel de adhesión de los ciudadanos a sus partidos políticos (raigambre social de los partidos). En el trabajo de Payne et.al (2003), en tanto, se utilizan datos de identifica-ción partidaria para el cálculo del índice. Los casos más sobresalientes son precisamente Chile y Brasil. Ambos han sido tratados en trabajos recientes por Altman y Luna (2010) y por Zucco (2009) como sistemas de partidos hidropónicos.

Para avanzar en las explicaciones de los nuevos sistemas de partidos se requiere de un análisis más pormenorizado de la identificación partidaria. La volatilidad ha tenido un tratamiento más específico a partir de variables institucionales, económicas e históricas (Roberts y Wibbels, 1999; Mainwaring y Zoco, 2007), y también como efecto de la crisis económica de América Latina en los ‘80 (Remmer, 1991). La identificación partidaria,

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en tanto, ha quedado solapada bajo el paraguas de la crisis de representación y sin un estudio detallado respecto de los factores que la explican. Adicionalmente, si volatilidad e identificación no van estrechamente correlacionadas (el coeficiente alcanza alrededor de -0.4), entonces deberían recibir tratamientos distintos.

Lo anterior no implica que la teoría de la institucionalización esté obsoleta. La tendencia de los datos va en la dirección esperada por la teoría. El problema es que no se ajusta plenamente a todos los casos y de ahí que ambas dimensiones del índice puedan ser tratadas de manera diferenciada. Ejemplo de ello, como anunciamos, es el caso de Chile. La identificación partidaria, según los estudios del LAPOP, bordea el 20%. Es uno de los países con los niveles de volatilidad más bajos de la región junto a Uruguay, pero la rai-gambre social de los partidos resulta exigua. Esto se explica, entre otros factores, por la escasa competencia que envuelve su sistema electoral para elecciones parlamentarias, el sistema binominal. Como generalmente los dos candidatos electos pertenecen a las dos coaliciones más votadas, el nivel de incertidumbre respecto al resultado es bajo. Esto trae como consecuencia una caída en los niveles de participación electoral. Cada vez son menos los chilenos de 18 años o más que se inscriben para votar. De ahí, entonces, que sea factible la convivencia de altos porcentajes de desafección partidaria con bajos niveles de volatilidad electoral.

El gráfico 2 muestra la tendencia de todos los países según volatilidad e identificación partidaria. Los datos fueron empalmados. Como no siempre el año de la encuesta co-rresponde a un año electoral, los datos fueron sincronizados. Por ejemplo, si existe infor-mación de identificación partidaria para 1998, pero las elecciones parlamentarias fueron

Fuente: Elaboración propia con datos de identifi cación partidaria de LAPOP 2008. Para volatilidad se utilizaron los datos del Observatorio de Partidos Políticos de la Universidad de Salamanca, http://americo.usal.es/oir/Opal/

Gráfi co 1. Volatilidad e identifi cación partidaria en América Latina

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en 1997, la identificación partidaria de 1998 se empalma con el porcentaje de volatilidad para 1997. Obviamente, esto limita el poder inferencial de la información, pero sirve como una panorámica general. Para extender la serie hasta 2008 se incluyeron los porcentajes de identificación partidaria de LAPOP. Acá surge la segunda limitación, pues LAPOP realiza una pregunta distinta a Latinobarómetro: “En este momento, ¿simpatiza con algún partido político? Sí/No”. Teniendo en cuenta estas limitaciones, el gráfico muestra la evolución de ambas variables para 17 países de la región. La relación esperada se da, por ejemplo, en Colombia, Ecuador y Costa Rica. Los incrementos en la volatilidad van de la mano con caídas en los niveles de identificación. Hay otros casos donde la baja en los porcentajes de identificación no responde a las variaciones de la volatilidad. Ejemplo de ello es Bolivia. Otros países como Chile y El Salvador muestran una caída tanto en los niveles de identificación como de volatilidad. Uruguay, en tanto, exhibe altos porcentajes de identificación que son bastante estables en el tiempo, al igual que una baja volatilidad.

Identifi cación partidaria, identifi cación política e intención de voto en América Latina.

Como señalamos anteriormente, existen al menos tres dimensiones de identificación. En primer lugar, está la identificación partidaria. En los años ‘40 el equipo de Paul Lazarsfeld

Fuente: Elaboración propia con datos del Latinobarómetro, LAPOP y del Observatorio de Partidos Políticos de la Universidad de Salamanca.

Gráfi co 2. Evolución de la volatilidad electoral y de la identifi cación partidaria en América Latina, 1995-2008

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de la Universidad de Columbia concluyó que la identificación partidaria se explicaba, básicamente, por la pertenencia de los individuos a ciertos grupos. Así, los principales determinantes de la identificación pasaban por la clase social de cada individuo, su ads-cripción religiosa, la zona de hábitat (urbano/rural) y el auto posicionamiento en el eje izquierda-derecha, entre otras. El modelo de Columbia también fue conocido como el modelo “sociológico” (Ver Lazarsfeld et.al., 1944). Teóricamente, es muy útil para enten-der la importancia de los clivajes societales en la definición de los sistemas de partidos (Lipset y Rokkan, 1967). De hecho, algunas de estas variables siguen siendo relevantes particularmente para caracterizar la naturaleza de los vínculos programáticos entre parti-dos y electores (Kitschelt, et.al, 2010).

Sin embargo, la identificación partidaria también puede ser entendida como una adhesión sicológica de los individuos hacia sus partidos. El modelo de Michigan es el principal ejemplo de aquello. Los estudios dirigidos por Angus Campbell muestran que, en efecto, la identificación partidaria obedece más a los procesos de socialización familiar de los in-dividuos que a los grupos de pertenencia. La identificación se construye en el tiempo y es “causa primera” de otras predisposiciones políticas (Campbell et.al, 1960). Lo que deter-mina la identificación, entonces, es la transmisión de valores de padres a hijos (Jennings y Niemi, 1968; Dowse, y Hughes, 1971; Ventura, 2001). Versiones un tanto más actuali-zadas de este mismo enfoque colocan mayor atención a variables de corto plazo como las evaluaciones económicas y los atributos del candidato. Si bien los estudios originales dirigidos por Campbell consideraban este tipo de variables, el acento estaba puesto sobre la socialización familiar (Ver Lewis-Beck et.al., 2008). Miller y Shanks (1992), en tanto, sugieren que estas variables de corto plazo sí importan a la hora de explicar las variacio-nes en la identificación partidaria. De hecho, es esto último lo que le da mayor vitalidad a la teoría. Tanto los modelos de Columbia como de Michigan estaban más aptos para explicar la continuidad, pero tenían dificultades para explicar el cambio. Las variables de corto plazo permiten entender, al menos en Estados Unidos, por qué se producen cam-bios significativos en la adhesión a partidos entre demócratas y republicanos. Uno de los enfoques centrales que trató de explicar esto fue el Macropartisanship, desarrollado por MacKuen et.al. (1989) y debatido por Abramson y Ostrom (1991), y Green et.al. (1998 y 2002). Otra respuesta vino desde el voto económico, con los estudios de Fiorina (1981), Kinder y Kiewiet (1981), Kiewiet y Rivers (1984), Lewis-Beck (1988), Lewis-Beck y Steg-maier (2000) y, más actualmente, por Duch y Stevenson (2008).

Si entendemos la identificación partidaria sólo como un apego sicológico a un partido y escasamente inmune a cambios en el ambiente político o económico, es perfectamente comprensible entenderla como “causa primera” o como “condición invariante”. Sin em-bargo, la experiencia de las democracias industrializadas avanzadas y de América Latina muestra que la identificación partidaria ha variado significativamente. Dalton (1999, 2000 y 2002) y Dalton y Wattenberg (2000) han sostenido que los principales factores que ex-

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. plican dicha caída se encuentran en los niveles de modernización que han alcanzado las democracias industrializadas avanzadas. El incremento en los niveles de escolaridad y el auge de los medios de comunicación han puesto en un segundo plano a los partidos. En América Latina, en tanto, el estudio de Mainwaring, Pizarro y Bejarano (2006) concluye que, para el caso de las democracias andinas, la crisis de representación se explica por las ineficiencias del Estado para suministrar bienes públicos. Sea cual sea la explicación, lo concreto es que la identificación partidaria importa. Precisamente, uno de los principa-les indicadores de la crisis de representación pasa por la fuerte crítica ciudadana hacia los partidos. Otro punto a favor de la identificación partidaria consiste en su condición de “atajo informacional” (Hinich y Munger, 1994) y en el vínculo representativo entre ciu-dadanos y partidos (Holmberg, 2007). Dalton, Mc Allister y Wattenberg (2000), pág. 60) sintetizan de esta forma la relevancia de la identificación partidaria: “… partisanship, or feelings of party identification, provides a framework for evaluating and interpreting politi-cal information; partisanship provides a cue for making political choices; and partisanship stimulates involvement in the institutions and processes of representative democracy”.

Como decíamos más arriba, generalmente la literatura trata indistintamente a la identifi-cación partidaria y al partisanship, pero hay algunas diferencias. Siguiendo a Holmberg (2007), la identificación partidaria corresponde a una relación afectiva entre el elector y el partido, mientras que partisanship, si bien puede referir a esa misma adhesión, se distin-gue por su reacción a variables de corto plazo y por el mayor componente cognitivo que implica. “For example, one concept focused on affective relationships between voter and parties and another for more cognitive and evaluative relationships. The former concept could preferably retain the name party identification, while the latter concept could be called partisanship” (Holmberg, 2007: 566-567). Se podría argumentar, entonces, que ex-isten dos dimensiones. Primero, la identificación partidaria como sensación afectiva hacia algún partido y que se mide de acuerdo a la pregunta de Latinobarómetro o LAPOP que especificamos más arriba. Segundo, la intención de voto, que se mide con la pregunta del escenario simulado de elección parlamentaria el próximo domingo. Esta última respond-ería en mayor medida a lo que Holmberg (2007) define como partisanship. Como implica una evaluación más cognitiva y evaluativa, bien podría obedecer más a la decisión que a la sensación de cada votante.

Con la identificación política, en tanto, la teoría es más concreta. Seguramente por la naturaleza de la pregunta, los encuestados tienden a manifestar mayores niveles de iden-tificación en comparación a la pregunta sobre partidos. La identificación política es una dimensión mucho más general y con un rango más amplio (la escala va de 0 a 10 o de 1 a 10 dependiendo de la encuesta). Sirve como atajo informacional en todo tipo de sistemas de partidos, incluso en aquellos caracterizados por altos niveles de volatilidad y fragmen-tación (Fuchs y Klingeman, 1989; Jacoby, 1991; Huber e Inglehart, 1995). Al igual que la identificación partidaria, el identificarse políticamente no se asocia con mayores niveles

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educativos o mayor conocimiento político. A juicio de Dalton (2002: 117), la identificación política es útil para sintetizar percepciones generales de partidos y candidatos. Sin em-bargo, y a pesar de la relevancia de la identificación política, su estudio está mucho más desarrollado en Europa que en América Latina. A juicio de Colomer y Escatel (2005) “…los estudiosos de la política han tendido a considerar que la dimensión izquierda-derecha no es tan relevante. A menudo se ha supuesto que los partidos políticos latinoamericanos tienen una débil orientación ideológica y son más bien populistas, personalistas y cliente-listas” (Colomer y Escatel, 2005: 124).

El eje izquierda-derecha sigue siendo una de las variables más importantes para medir identificación. Si bien en un inicio fue utilizado para distinguir las opiniones a favor del Estado o del mercado, para explicitar la díada capital/trabajo, o para manifestar las divi-siones en torno a re-distribuir los ingresos (Halman, 2007, pág. 311), en parte de Amé-rica Latina también sirve para distinguir a los que respaldaron o rechazaron los regíme-nes autoritarios. Adicionalmente, el eje izquierda-derecha va asociado a posturas sobre asuntos como el aborto, divorcio, eutanasia, energía nuclear. Según Halman (2007, pág. 312), en las democracias industrializadas el eje izquierda-derecha ya no se relaciona tan intensamente con los conflictos de clase asociados a los clivajes originarios, sino que más bien responde a temas emergentes como la calidad de vida, el medioambien-te, el desarme, entre otras. Esto mostraría la tensión entre los “viejos” y los “nuevos” valores. América Latina parece entrar recién en esta distinción. De cualquier forma, el consenso apunta a considerar al eje izquierda-derecha como la principal variable que define la identificación política a pesar de que en Europa no logre capturar la diversidad de nuevos temas que surgen en la agenda pública (Halman, 2007, pág. 318). Tal como sostiene Zechmeister (2010, pág. 97), “ideological labels are one type of heuristic that citizens and political elites may use to discriminate easily and efficiently among parties, candidates, and issues. They are most effective when actor in a society use the terms in consistent manners and when they mark relevant dimensions of conflict” (Zechmeister, 2010, pág. 97). Adicionalmente, el eje izquierda-derecha captura parte importante de las dimensiones ideológicas más clásicas y típicas de los sistemas de partidos, tales como el eje Estado-mercado y cuestiones valórico-religiosas, al menos considerando las opiniones de los legisladores. “In most countries, being “left” means being secular, in favor of social redistribution to the poor, and protectionist or nationalist. The implica-tion of some shared meaning across countries is important because it suggest that the terms “left” and “right” may have a reasonable breadth of carrying capacity across most countries in Latin America, even if they are not always linked to partisan dimensions of conflict” (Zechmeister, 2010, págs. 108-110).

El gráfico 3 muestra la evolución de la identificación partidaria y de la identificación polí-tica. El Latinobarómetro realiza la pregunta de identificación partidaria de manera inter-mitente entre 1995 y 2003. Por tanto, y para extender la serie, sumamos los datos del

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LAPOP para sus mediciones 2006 y 2008. Ambas instituciones utilizan distintos meca-nismos de muestreo y, en tal sentido, la comparación se dificulta. Por ahora, simplemen-te, dejamos establecida la evolución de ambas variables. La identificación partidaria ha caído desde el 44,6% en 1995 al 39,2% en 2003. Si a esto sumamos los resultados de LAPOP para 2006 y 2008, la identificación descendió a 34,4% y 32,3%, respectivamente. Sin embargo, la identificación política se mantiene en torno al 80%. Esto viene a respaldar uno de los argumentos centrales de Colomer y Escatel (2005) respecto a que la crisis de representación se debe en mayor medida a los problemas de oferta partidaria. Es decir, que existe un sustantivo porcentaje de encuestados que sí se auto-ubica ideológicamente y que está dispuesto para la movilización política.

La intención de voto, en tanto, no ha presentado variaciones tan significativas. Por ejem-plo, si en 1996 alcanzaba alrededor del 54%, en 2008 fue del 52,5%. Sin embargo, se producen algunos cambios de acuerdo al ciclo electoral. Tanto la identificación partidaria como la identificación política no sufren grandes modificaciones comparando años elec-torales y no electorales. No sucede lo mismo con la intención de voto. Como señalamos con anterioridad, la intención de voto se incrementa en 9 puntos en promedio cuando hay elecciones parlamentarias, mientras que la identificación partidaria lo hace en 5 puntos. La identificación política se mantiene en niveles similares independiente de si hay o no

Fuente: Elaboración propia con datos del Latinobarómetro

Gráfi co 3. Evolución de la identifi cación partidaria e identifi cación política en América Latina, 1995-2008.

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elecciones. En tanto, el gráfico 4 muestra las variaciones de estas tres dimensiones com-parando años electorales y no electorales.

Para analizar más en detalle lo anterior, seguimos a Colomer y Escatel (2005) en la cons-trucción de grupos de identificación. Construimos cuatro grupos, que se desprenden de la combinación entre identificación por cada una de las dimensiones (partidos, escala e intención de voto) tomando como eje a la identificación partidaria. Como se advierte en la tabla 1, el grupo de identificados con partidos y con escala cae del 39,8% en 1996 al 32,2% en 2003, mientras que el grupo de los desafectos más sistemáticos (que no se identifican ni con partidos ni en la escala) crece del 14,5% en 1996 al 21,8% en 2003. El

Fuente: Elaboración propia con datos Latinobarómetro 1995, 1996, 1997 y 2003, y LAPOP 2006 y 2008 para identifi cación partidaria.

Gráfi co 4. Identifi cación con partidos, escala e intención de voto según año electoral, 1995-2008.

Tabla 1. Identifi cación partidaria, ideológica e intención de voto 1996 y 2003.

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Identifi cación ideológica Intención de votoSÍ NO SÍ NO

Identifi cados con partidos

SÍ 39,8 5,4 SÍ 36,1 9,1NO 40,3 14,5 NO 19,2 35,6

2003Identifi cados con partidos

SÍ 32,2 6,1 SÍ 25,7 12,6NO 39,9 21,8 NO 16,6 45,1

Fuente: Elaboración propia con datos de Latinobarómetro 1996 y 2003.

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. resto de las combinaciones se mantiene más o menos estable. Los que se identifican con partidos, pero no con la escala, están en torno al 6%, y los que se identifican en la escala, pero no con partidos bordean el 40%. Al analizar intención de voto e identifica-ción partidaria, el esquema es más o menos similar. Así, si en 1996 el 36% se identifica-ba con partidos y votaba por algún partido si las elecciones fuesen el próximo domingo, en el 2003 el porcentaje es de sólo el 25,57%. El grupo de los desafectos sistemáticos, en tanto, crece del 35,6% en 1996 al 45,1% en 2003. Los otros grupos muestran por-centajes más o menos parecidos, aunque con un leve crecimiento de los identificados con partidos, pero sin intención de voto, y una baja marginal de los no identificados con partidos, pero que sí votan por alguno de ellos.

Estos resultados dan cuenta o son indicativos de la crisis de representación. Sin em-bargo, los niveles de identificación política persisten alrededor del 80%. Así, la crisis se hace más visible dada la caída del grupo de identificados sistemáticos. Es decir, de aquellos que se identifican en la escala y que tienen intención de voto o identificación con partidos. Hay diferencias sustantivas al analizar la evolución de los grupos por país. El gráfico 5 muestra los dos grupos polares. Es decir, los identificados y desafectos sis-temáticos. Utilizamos sólo los porcentajes de identificación política e intención de voto debido a que abarcan una serie de tiempo más extensa. En Ecuador y Guatemala se advierte una caída brusca de este grupo. En Chile y Brasil el descenso es más pausado.

Gráfi co 5. Identifi cados y desafectos sistemáticos, Latinobarómetro 1995-2007.

Fuente: Elaboración propia con datos del Latinobarómetro 1995-2007.

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En Uruguay, en tanto, si bien se observa un ciclo en el porcentaje de identificados siste-máticos, los niveles se mantienen estables en torno al 60%.

Los gráficos 6-8, en tanto, muestran la correlación entre las variaciones de las distintas dimensiones de identificación desde 1995 al 2007 con datos del Latinobarómetro. Como se advierte, la relación más fuerte está entre el porcentaje de identificación partidaria e intención de voto. Claramente, y como hemos sostenido, miden cosas distintas, pero de todos modos parecen evolucionar de manera más o menos similar. La identificación política, en tanto, dada su estabilidad en el tiempo, no reacciona de manera sistemática a las variaciones de la identificación partidaria o de la intención de voto. Todo indica que es una dimensión independiente y, al parecer, más familiar para los encuestados en com-paración a las preguntas sobre identificación partidaria o intención de voto. Esto vuelve a respaldar la idea de Colomer y Escatel (2005) respecto a que la crisis de representación se aloja, preferentemente, en la oferta partidaria. Si bien es cierto que el interés en la política ha disminuido, no es efectivo que el eje izquierda-derecha esté obsoleto. Los ciudadanos siguen auto-identificándose y ubicando a los partidos en la escala. Por tanto, no es descartable la idea de que a pesar de su distanciamiento de los partidos, aún estén disponibles para la movilización político-electoral.

Gráfi cos 6-8. Correlaciones entre las dimensiones de identifi cación, Latinobarómetro 1995-2007.

Fuente: Elaboración propia con datos del Latinobarómetro 1995-2007.

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El efecto de las variables económicas, históricas e institucio-nales sobre la identifi cación partidaria.

A continuación mostraremos los resultados de un modelo de tipo cross-sectional time series que explica las variaciones en las tres dimensiones de identificación. La base de datos incluye todas las mediciones disponibles por país y año. Como hemos dicho, la pregunta sobre identificación partidaria se formula, intermitentemente, hasta 2003 totali-zando 59 observaciones en 17 países. Mientras tanto, la identificación política se incor-pora en todas las encuestas del Latinobarómetro con 210 observaciones. Finalmente, la pregunta sobre intención de voto alcanza 160 observaciones. Las hipótesis son las siguientes:

H1: Mainwaring y Zoco (2007), en su análisis sobre la volatilidad, descartan la estabiliza-ción de los sistemas de partidos según el tiempo que transcurre desde la primera elec-ción libre. Por tanto, el paso de los años no genera, necesariamente, sistemas de partidos más estables. Para identificación partidaria, en tanto, Dalton (1999 y 2000) muestra que para los países de las democracias industrializadas avanzadas, el paso del tiempo sí va asociado a la caída en los niveles de identificación. Para probar esto en América Latina incluimos la vejez de la democracia, que es un simple indicador que cuantifica el número de años desde la primera elección libre luego de los autoritarismos hasta el año de la medición. Por ejemplo, si la democracia se inaugura en 1985 y la primera encuesta de Latinobarómetro se realiza en 1995, esa democracia tendrá una vejez de 10 años. La hipótesis, entonces, es que el paso del tiempo va asociado a una caída en los niveles de identificación partidaria. Es decir, que luego de la elección inaugural y su consecuente exacerbación emotiva, los niveles de identificación caen particularmente en las democra-cias más jóvenes como las del continente. Según Torcal (2001: 1), los ciudadanos de las nuevas democracias “carecen, además, de referente reciente alguno que les sirva para evaluar el funcionamiento y logros de las instituciones democráticas recién instauradas. Todavía más, en muchos casos, el único referente que poseen es un pasado político pseudo-democrático cargado de prácticas democráticas irregulares y del fomento desde el poder político de discursos contra las organizaciones e instituciones de representación política”.

Se espera un resultado similar para intención de voto, pero no necesariamente para la identificación política. Como hemos mostrado más arriba, ésta, si bien ha variado, no lo ha hecho en la misma dirección ni magnitud que la identificación partidaria o de la inten-ción de voto.

H2: Mainwaring y Scully (1995) utilizan la edad promedio de los partidos para el análisis de la institucionalización. Los sistemas con partidos más añosos indican estabilidad en la competencia electoral. No siempre los sistemas de partidos viejos son los más institu-

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cionalizados, pero al menos señalan su grado de raigambre social. Actualicé los datos de Mainwaring y Scully (1995) para los 17 países latinoamericanos a 2009. La hipótesis es que los sistemas de partidos más añosos no sólo exhiben mayores niveles de identifica-ción partidaria, sino que también de identificación política y de intención de voto. Como son partidos antiguos generados, muchos de ellos, a partir de clivajes de clase y con protagonismo en las fases de transición (Alcántara, 2004), entonces resulta esperable que generen más identificación que los partidos nuevos. Dentro de los sistemas más antiguos destacan Uruguay y Honduras, mientras que en los más nuevos están Ecuador y Guatemala.

H3: En tercer lugar, se incluyó un índice de fraccionalización étnica. Según Madrid (2005), a mayor fraccionalización étnica, mayor fragmentación partidaria. Este argumento va en la línea de Lijphart (1999) respecto a que mayores divisiones de conflicto producen sistemas de partidos más numerosos. Se podría presumir también que, como generan sistemas de partidos numerosos, se produzcan mayores niveles de volatilidad electoral (Roberts y Wibbels, 1999). Bartolini y Mair (1990), en tanto, tienen una interpretación distinta. Para los autores, los partidos étnicos generalmente producen una caída en la volatilidad dado que, al menos para Europa Occidental, estos partidos son estables en la competencia y, si bien generan mayor fragmentación, no necesariamente esto equivale a un aumento en la volatilidad. Para el caso de las tres dimensiones de identificación, la fraccionalización étnica podría deprimir la identificación con partidos. Generalmente, en los sistemas de partidos fragmentados (Ecuador, Guatemala) hay menos identificación. La sobre-oferta partidaria y el surgimiento sistemático de partidos nuevos atenta contra cualquier intento de asentamiento social de esos partidos o de raigambre en términos de Mainwaring y Scully (1995). Algo similar podría suceder con intención de voto aunque, como hemos dicho, ésta reacciona más sensiblemente en los años electorales. Enton-ces, puede ser que estos partidos nuevos generen más intención de voto, pero no nece-sariamente más identificación. Con la identificación política, en tanto, la fraccionalización étnica podría ser un estimulante. Esto, porque la emergencia de nuevos partidos con una orientación ideológica definida puede contribuir a que sus electores accedan a identifi-carse con algún peldaño de la escala. O, al revés, que electores parcialmente definidos ideológicamente, encuentren una oferta partidaria acorde a sus aspiraciones.

H4: Incluimos dos indicadores económicos. El PIB per cápita y la inflación. La teoría ha utilizado preferentemente el PIB per cápita. En los análisis de volatilidad se muestra, consistentemente, que el incremento en los niveles de vida o de acceso a recursos va asociado con menores porcentajes de volatilidad electoral (Roberts y Wibbels, 1999; Mainwaring y Zoco, 2007). Con identificación partidaria podría suceder lo contrario. Como sostiene Dalton (2000 y 2002), al aumentar el nivel de ingresos de los ciudadanos, éstos ya no necesitan a los partidos o, dicho de otra forma, no ven en los partidos una agencia eficiente de representación. Entonces, a mayor ingreso, menor identificación partidaria.

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. Pero no sucedería lo mismo con identificación política e, incluso, con intención de voto. De acuerdo a Colomer y Escatel (2005), América Latina se caracteriza por ciudadanos con bajo arraigo partidario pero con altos niveles de identificación ideológica. Por tanto, el nivel de ingreso podría no ir asociado a la identificación política. Incluso, podría estimular-la. Generalmente, son los ciudadanos de mayores ingresos y educación los que más se informan sobre política o se exponen más sistemáticamente a medios de comunicación. Por tanto, bien pudiera ser que el incremento en las condiciones de vida vaya asociado a mayores niveles de identificación política.

H5: Finalmente, incorporamos una variable institucional ampliamente utilizada en la litera-tura sobre participación electoral. Nos referimos al voto obligatorio o voluntario (Lijphart, 1997; Jackman, 1987; Blais y Dobrzynska, 1998; Blais, 2006; Blais y Young, 1999, entre otros). Power y Garand (2007) transforman esta variable aparentemente dicotómica en una de corte ordinal. Así, primero están aquellos países que implementan el voto estric-tamente voluntario. Luego, están los países que tienen voto obligatorio, pero donde la ley electoral no estipula sanciones específicas contra los que no votan. En tercer lugar, están los sistemas con voto obligatorio, pero donde las sanciones no se aplican. En cuarto lugar, aparecen los sistemas con voto obligatorio y con sanciones puntuales y especi-ficadas en la ley. El modelo incluye una variable dicotómica que indica si al año de la medición hubo elecciones parlamentarias.

Construimos un modelo estadístico cuyos coeficientes se estiman considerando los efec-tos por país y la serie temporal (cross-sectional time-series model). Sólo mostramos los resultados de acuerdo a las variables independientes señaladas y sin especificar sus distintas combinaciones (Ver tabla 2). Las hipótesis son respaldadas casi en su totali-dad. El número de años desde la primera elección libre va deprimiendo los niveles de identificación partidaria y de intención de voto, pero sin alterar la identificación política. Nuevamente, este resultado apoya el planteamiento de Colomer y Escatel (2005). Defini-tivamente, América Latina se caracteriza por ciudadanos distantes y críticos de los par-tidos, pero con cierto apego a la política expresado en los porcentajes de identificación en el eje ideológico.

Luego, la edad promedio de los partidos también tiene el efecto esperado. Los sistemas más añosos muestran mayores niveles de identificación en las tres dimensiones. Esto no quiere decir, necesariamente, que sistemas de partidos antiguos vayan asociados a mayor institucionalización. Paraguay y Argentina escapan precisamente a esa lógica. Simplemente, quiere decir que los partidos antiguos han generado una significativa rai-gambre social y que eso explica por qué son capaces de producir identificación. El argu-mento también puede entenderse de acuerdo a una relación causal en la otra dirección. Es decir, porque los partidos han sido capaces de generar identificación, se mantienen en el tiempo. Pero, volvemos a insistir, esto no es una condición suficiente para producir sistemas de partidos institucionalizados.

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Tabla 2. Modelos de regresión lineal, MCGE (Mínimos Cuadrados Generalizados Estimados) para un análisis de cross-sectional time-series, América Latina 1980-2009.

Identifi cación partidaria Identifi cación política Intención de voto

Vejez de la democracia -0.283 -0.051 -0.226

(2.94)** (0.84) (3.45)**

Edad promedio de los partidos 0.115 0.075 0.129

(3.07)** (2.42)* (6.23)**

Fraccionalización étnica -8.677 9.868 -6.552

(1.52) (2.11)* (1.53)

PIB per cápita (log) -18.018 9.791 10.463

(5.44)** (5.46)** (4.41)**

Infl ación (log) 1.820 1.305 2.923

(1.11) (1.11) (1.59)

Régimen electoral 0.246 -0.179 -0.611

(0.18) (0.19) (0.54)

Elecciones 5.782 0.940 8.118

(2.95)** (1.11) (6.17)**

Constante 106.616 36.753 15.043

(8.61)** (4.50)** (1.76)

Observaciones 59 212 161

Número de países 17 17 17

* Valor estadísticamente signifi cativo al 5%, **Valor estadísticamente signifi cativo al 1%.

Fuente: Elaboración propia con datos del Latinobarómetro 1995-2007. Para datos del PIB per cápita e infl ación utilizamos información del Fondo Monetario Internacional (FMI). Los datos de fraccionalización étnica, en tanto, fueron extraídos de la base de datos mundial que periódicamente suministra The Quality of Government Institute, http://www.qog.pol.gu.se. Finalmente, la clasifi cación de los regímenes electorales fue extraída de Power y Garand (2007).

Si bien las conclusiones del modelo anterior pueden resultar válidas considerando el análisis en serie de tiempo, existen algunos problemas en la relación de algunas varia-bles independientes, lo que puede causar algunas imprecisiones en la estimación. Hay una relación más o menos estrecha entre el promedio de edad de los partidos y la frac-cionalización étnica. Como apuntábamos más arriba, en América Latina la emergencia de nuevos partidos con motivaciones indígenas no va necesariamente asociada a una mayor supervivencia. Los casos más sobresalientes son Ecuador, Perú y Bolivia, con alta fraccionalización y corta edad de sus sistemas de partidos políticos. Al retirar del modelo a la fraccionalización étnica, se observa cierto efecto de la vejez de la democracia sobre la identificación política. Por las características del modelo, entonces, sus resultados nos sirven como aproximación valiosa, pero aún insuficiente.

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Un modelo multinivel.

Para robustecer parte de las conclusiones previas, construimos una modelación multini-vel, considerando variables estructurales o de contexto como las que acabamos de ana-lizar, y variables propias del análisis de las encuestas de opinión (Ver tabla 3). Utilizamos el Latinobarómetro de 2003 y añadimos nuevas variables. Por ejemplo, y siguiendo la teoría del Responsablie Party Government, resulta esperable que la identificación parti-daria varíe en función de los niveles de polarización ideológica. Para probar esta hipóte-sis calculamos la distancia absoluta entre cada escalón, preferido por el encuestado en la escala izquierda-derecha, y el promedio del país en la misma escala. La modelación es multinivel pues, como señalamos, se incluyen algunas variables de contexto como el PIB per cápita, la inflación, el tipo de régimen electoral y la vejez de la democracia. Tales valores son fijos para cada país y, en el caso de las variables económicas, sus valores corresponden a 2003, según datos del Fondo Monetario Internacional.

Para ejecutar el modelo utilizamos el comando gllamm (Generalized Linear Latent and Mixed model, www.gllamm.org) para Stata. Entonces, contamos con información deta-llada según las características de los electores y datos agregados para cada país. Las características de los electores funcionan, en parte, como control estadístico. Correspon-den a las variables más comunes en el análisis electoral y provienen de los modelos ori-ginarios de Michigan y Columbia como sexo, edad e ingresos. Adicionalmente, incluimos algunas variables utilizadas por Dalton en el modelo de la desafección para países indus-trializados, tales como satisfacción con la democracia y educación. El modelo también es controlado por el grado de interés en la política, a fin de evitar relaciones espurias (Pérez-Liñán, 2002). Como se espera que los más interesados se identifiquen en mayor medi-da, el modelo plantea mayores exigencias para el resto de las variables independientes. Finalmente, aparecen variables que se aproximan a medidas de eficiencia estatal como las evaluaciones en salud, corrupción1 y, también, la victimización por delito. Se incluyen las percepciones de la economía y la confianza interpersonal (Mainwaring, 2006). Se adiciona como otro control el número de días de exposición a la televisión (Pérez-Liñán, 2002). El análisis detallado del efecto de la exposición a medios sobre la identificación partidaria requiere de un estudio más minucioso, que por razones de espacio no desa-rrollamos acá. Hay un debate teórico respecto a si dicho efecto es positivo o negativo (Sartori, 1989; Putnam, 1995; Mainwaring y Scully, 1995; Pérez-Liñán, 2002). De hecho, hay debate teórico para casi todas las variables incluidas en el modelo. Como resulta imposible abarcarlas todas dentro de la interpretación, nuestro foco estará puesto sobre los niveles de polarización. Por tanto, daremos una descripción general de los datos para, finalmente, comentar lo que sucede con esta variable.

1 La pregunta para educación es la siguiente: “¿Diría Ud. que se encuentra muy satisfecho, más bien satisfecho, no muy satisfecho o nada satisfecho con la… (salud, educación)?”. La de corrupción, en tanto, es del siguiente tenor: “¿Cuánto cree usted que se ha progresado en reducir la corrupción en las instituciones del Estado en el último año? (Mucho, algo, poco, nada)”.

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Tabla 3. Modelo multinivel para las dimensiones de identifi cación. Latinobarómetro 2003.

Identificación partidaria

Identificación política

Intención de voto

Variables individualesSexo (0=Mujer; 1=Hombre) 0.060 0.159 0.083

(2.26)* (5.43)** (3.44)**Edad 0.005 0.001 0.002

(4.21)** (0.60) (1.22)Años de educación -0.006 0.035 -0.018

(1.53) (5.29)** (4.15)**Interés en la política (1=Nada interesado; 4=Muy interesado) 0.446 0.371 0.369

(16.35)** (12.50)** (15.83)**Polarización 0.049 0.070

(3.71)** (3.37)**Satisfacción con la democracia (1=Nada satisfecho; 4=Muy satisfecho) 0.101 -0.000 0.072

(3.76)** (0.00) (2.43)*Victimización por delito (0= No; 1=Sí) -0.105 0.047 0.023

(4.56)** (1.64) (1.05)Satisfacción con sistema de salud (1=Nada satisfecho; 4= Muy satisfecho) 0.053 0.035 -0.013

(3.49)** (1.84) (0.57)Percepción de progreso en lucha anti-corrupción (1=Mucho; 4=Nada) -0.044 -0.044 -0.028

(1.99)* (2.32)* (1.84)Percepción sociotrópica actual (1=Muy mala; 5=Muy buena) 0.010 0.011 0.041

(0.54) (0.58) (2.06)*Percepción egotrópica actual (1=Muy mala; 5=Muy buena) -0.040 0.057 0.031

(2.50)* (2.07)* (1.92)Días de exposición a la TV -0.008 0.003 -0.006

(1.45) (0.37) (0.91)Variables de contextoPIB (log) -0.573 0.417 0.193

(13.84)** (4.12)** (3.33)**Inflación (log) -0.279 0.232 -0.255

(15.27)** (4.54)** (6.38)**Régimen electoral (1= Voto Voluntario; 4=Voto obligatorio con sanciones) -0.047 0.045 -0.212

(3.88)** (1.66) (9.79)**Vejez de la democracia -0.004 -0.011 -0.013

(4.34)** (5.19)** (9.05)**Año electoral -0.159 -0.071 -0.081

(8.78)** (2.07)* (1.99)*Constante -2.064 -0.942

(6.84)** (4.64)**Observaciones 10957 14178 11087

* Valor estadísticamente signifi cativo al 5%; **Valor estadísticamente signifi cativo al 1%.Los colores grises indican que la variable no fue incluida en la modelación. Fuente: Elaboración propia con datos del Latinobarómetro 1995-2007. Para datos del PIB per cápita e infl ación se utilizó información del Fondo Monetario Internacional (FMI). La clasifi cación de los regímenes electorales fue extraída de Power y Garand (2007).

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. Los resultados indican algunas relaciones esperadas. Primero, que el incremento de la edad va asociado a una caída de la identificación partidaria, pero no de la identificación política o de la intención de voto. Hay variaciones por país, pero queda más o menos claro que, si bien los jóvenes tienen menores niveles de adhesión a partidos, esto no necesaria-mente se ve reflejado en su identificación política o en la intención de voto. Segundo, que los niveles de educación no van asociados significativamente a las variaciones en la identi-ficación partidaria, pero sí de la identificación política y de la intención de voto. En estas dos últimas variables el signo de los coeficientes es distinto, siendo positivo para identificación política y negativo para intención de voto. Dalton (1999 y 2000) estaría en lo correcto si se observa el comportamiento de la educación sobre la intención de voto. A mayor educación, menor intención de voto por partido. En tercer lugar, que las variables sugeridas en el mo-delo teórico de Mainwaring, Pizarro y Bejarano (2006) tienen el comportamiento esperado. Es decir, que las percepciones en torno al desempeño del sector salud, de la corrupción y la victimización por delito inciden negativamente sobre la identificación partidaria. En otras palabras, los encuestados que perciben de peor manera el desempeño del sector salud, que no creen que el gobierno luche eficientemente contra la corrupción, y que los que han sido víctimas de delito, muestran menores porcentajes de identificación con partidos. En cuarto lugar, se sostiene la idea de que la vejez de la democracia impacta negativamente sobre la identificación partidaria y la intención de voto. Para este modelo, la identificación política también reacciona de manera negativa, pero como señalamos con antelación, su variación es mucho menos evidente que la identificación partidaria o la intención de voto. Respecto al PIB per cápita también hay algunas diferencias con el modelo anterior. Lo concreto, es que la identificación partidaria reacciona de manera negativa frente al alza del PIB, mientras que la intención de voto tiene el comportamiento opuesto. Finalmente, en este modelo, a diferencia del anterior, se subraya la relevancia del régimen electoral en los niveles de identificación. Los resultados indican que los sistemas de voto obligatorio con sanciones efectivas, estimulan tanto la identificación partidaria como la identificación políti-ca, pero deprimen la intención de voto. Esto último va asociado a una de las conclusiones de Power y Garand (2007), respecto a que en los sistemas de este tipo tiende a aumentar la votación nula y blanca. Es decir, baja el voto por los partidos en competencia.

La polarización, en tanto, tiene el efecto esperado por la teoría. A mayor polarización, mayor identificación con partidos e intención de voto, ceteris paribus. Por tanto, serían los encuestados de derecha e izquierda los que manifiestan mayores niveles de identifica-ción. Esto se ve reflejado en algunos ejemplos. Uno de ellos es la UDI en Chile (partido de derecha). El promedio de escala política en Chile es de 5,25, y la UDI tiene un promedio de 7,88 según LAPOP 2005. Algo similar sucede, con datos parecidos, en México con el PAN y el PRI. El promedio total en la escala política es de 5,98. Los votantes del PAN promedian 6,86 y los del PRI 4,32. Ambos partidos suman alrededor de los dos tercios de la identificación. El Salvador es otro caso. Acá la media es de 5,74. Los votantes de ARENA promedian 8,37 y los del FMLN 2,85.

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Sin embargo, cuando se pasa del análisis de encuestados al análisis de partidos, la situación cambia. Al calcular los promedios en escala política de cada partido y compa-rarlos con el promedio nacional, resulta que la polarización no va asociada de la manera esperada con el porcentaje de intención de voto. Al utilizar los datos del Latinobarómetro 2004, por ejemplo (encuesta donde se especifica a cada partido), la correlación entre el porcentaje de intención de voto por estos partidos y su grado de polarización bordea el valor -0.14 al ponderar según la magnitud de apoyo a cada partido. Esto se puede explicar por lo siguiente. La evidencia apoya la relación directa entre polarización, identificación e intención de voto. Los encuestados más alejados del centro, generalmente, están más interesados en política y muestran mayor proximidad a partidos, en comparación a los en-cuestados que optan por el casillero 5 en la escala. Tal interpretación no implica que los encuestados que se auto posicionan en los casilleros 0 ó 10 sean los más identificados. Sus porcentajes de identificación son muy similares, por ejemplo, al de encuestados que optan por valores 7 ó 3. La diferencia está con los electores del centro.

Lo anterior no ignora las diferencias que se producen considerando el tipo de sistema de partidos. Por ejemplo, en Argentina el Partido Justicialista, que es el que recibe mayores apoyos, tiene promedios de escala política muy similar al total, según el Latinobarómetro 2004. Igual cosa sucede con el Partido Liberal en Colombia. Lo opuesto pasa con el mencionado caso de ARENA y del Frente Farabundo Martí, en El Salvador, o con el Par-tido Liberal Constitucionalista, en Nicaragua, que se caracterizan por mayores niveles de polarización en sus sistemas de partidos.

Entonces, son las características propias de cada sistema de partidos las que van dan-do luces respecto a las mejores estrategias para captar votantes. En algunos la dife-renciación programática se liga a polarización partidaria, generando altos niveles de identificación. En otros, y con una competencia más orientada hacia el centro, la pola-rización parece ser una estrategia poco rentable, electoralmente. Cerramos el trabajo mostrando el efecto de la polarización a nivel de encuestados sobre la identificación partidaria, en una simulación estadística realizada sobre la base del mismo modelo (tabla 3) y ocupando el paquete zelig para R (Kosuke et.al., 2007). El gráfico 9 muestra que, efectivamente, la identificación partidaria es más alta en los encuestados más polares de la escala política, ratificando la conclusión del modelo. En el gráfico 10, en tanto, se considera el puntaje promedio de la polarización y de la identificación parti-daria para los grupos de encuestados, según cada peldaño en la escala política. Na-turalmente, los encuestados extremos muestran mayores niveles de polarización, pero también altos porcentajes de identificación partidaria. Lo mismo sucede con intención de voto. Sin embargo, esto no indica que sean los encuestados auto-ubicados en los valores 0 ó 10 los más identificados. Más bien, lo que se muestra son las diferencias con los encuestados que se identifican al centro de la escala (valor 5) y que representan alrededor de un tercio del total.

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Conclusiones.

1-. La identificación partidaria ha caído sistemáticamente en la región. Lo mismo sucede con la intención de voto por partidos. Sin embargo, la identificación política ha mantenido porcentajes que bordean el 80%. Esto hace pensar que, en efecto, América Latina se caracteriza por un ambiente sumamente crítico hacia los partidos políticos, pero donde los ciudadanos manifiestan opciones ideológicas. Ciertamente, la pregunta sobre escala

Gráfi co 9. Identifi cación partidaria según niveles de polarización.

Fuente: Elaboración propia con datos del Latinobarómetro 2003.

Gráfi co 10. Polarización e identifi cación partidaria según autoposicionamiento ideológico.

Fuente: Elaboración propia con datos del Latinobarómetro 2003.

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política se hace más familiar y menos específica, en comparación a las preguntas de identificación partidaria o intención de voto.

2-. Estos antecedentes permiten comprender de mejor forma la crisis de representación. Al parecer, la crisis no sólo obedece a problemas de congruencia entre elite y ciudadanía o a las deficiencias del Estado en el suministro de bienes públicos básicos. También hay cues-tiones estructurales que la van delineando. Por un lado, está el tiempo. Al avanzar desde la primera elección libre y con el desgaste del período más emotivo de las post-transiciones, es natural que se produzca una caída en los niveles de identificación. Los partidos dejan de ser tan trascendentes para la vida de los ciudadanos. Por otro lado, está el incremento en el Producto Interno Bruto. Bien podrían ser útiles algunas hipótesis del modelo de la desafección de las democracias industrializadas avanzadas, para América Latina, a fin de explicar la crisis de representación. Ciertamente, el avance en términos de ingreso no es comparable para ambas regiones, pero el modelo teórico de Dalton puede contribuir a explicar más sustantivamente la crisis. Subrayamos que esta crisis está motivada directa-mente por la caída en los niveles de identificación partidaria e intención de voto, pero no por la identificación política. De hecho, y como se especificó, el grupo que más ha caído ha sido el de los identificados sistemáticos, con variaciones importantes dentro y entre los países. Adicionalmente, las bajas de la identificación partidaria y de la intención de voto no van correlacionadas con las variaciones en la identificación política.

3-. Esta aproximación al estudio de la identificación partidaria y política amerita un trabajo más profundo. Acá mostramos su evolución en el tiempo y los factores que se asocian a su caída. Adicionalmente, combinamos variables de contexto (económicas, históricas e institucionales) con variables propias de las encuestas de opinión. Las modelaciones mul-tinivel aportan en esta línea. Pero de todos modos se requiere de una comprensión más acabada sobre la identificación. Existe una especie de consenso teórico respecto a la importancia de la identificación partidaria. Como señalamos anteriormente, los sistemas de alta identificación serían menos permeables a la emergencia de líderes populistas o caudillos, dando como resultado sistemas de partidos más estables. Sin embargo, hay casos que complican esta afirmación. Uno de ellos es Paraguay. Si bien la identificación partidaria es una de las más altas del continente, su sistema de partidos no se caracte-riza, precisamente, por la estabilidad de las preferencias electorales. Además, la política en Paraguay está dirigida más por los líderes que por los partidos (Ver Alcántara, 2004). El nivel de personalización, entonces, puede convivir con altos niveles de identificación, pero esto parece ser más la excepción que la regla.

4-. La polarización ideológica tiene un efecto significativo sobre la identificación parti-daria. Los encuestados que más se alejan del promedio nacional, en la escala políti-ca, muestran mayores niveles de identificación. Esto no quiere decir, necesariamente, que los partidos más alejados de la media sean los más exitosos. Esto depende de la

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. configuración intrínseca de cada sistema de partidos. En El Salvador, por ejemplo, los partidos con mayor apoyo se distancian, significativamente, de la media bajo un formato de fragmentación partidaria que bordea un valor de 4 para el NEP (Número Efectivo de Partidos) en 2003. En Uruguay pasa algo similar, con un NEP cercano a 2,32 en las elec-ciones de 2004, y donde los partidos con mayor apoyo son el Frente Amplio y el Partido Nacional. Sin embargo, el partido más polarizado es el Colorado, pero este tiene un nivel de adhesión mucho más bajo. Otro caso es el de Chile. Acá la fragmentación es superior alcanzando un NEP de 6,57 para los comicios de 2005. Si bien la mayoría de los partidos reciben bajos apoyos, el más respaldado es la UDI, que se aleja, significativamente, del promedio nacional dado que sus bases son, predominantemente, de derecha. Este pa-norama, entonces, muestra que el éxito de los partidos no va necesariamente asociado a polarización, pero que los encuestados más extremos en sus posturas ideológicas tienden a adherir en mayor medida hacia algún partido.

5-. Para analizar con mayor detalle la identificación partidaria se requiere de enfoques metodológicos adicionales. Uno de ellos es el comparativismo histórico y el process tra-cing. Mediante estos métodos es posible capturar las coyunturas históricas específicas que van delineando las variaciones en la identificación partidaria. Geddes y Frantz (2007) avanzan en esta aplicación, considerando las explicaciones en torno a las variaciones de la volatilidad de los sistemas de partidos. Estudian, específicamente, el efecto de la dic-tadura y de la vigencia de partidos tradicionales. Para identificación partidaria se puede aplicar un esquema similar, pero con mayor acento en los procesos post-transicionales.

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Brecha digital en los profesionales de Santiago de Chile.Diferencias inter-grupos respecto de la segunda brecha digital, la percepción de los sujetos respecto a ella y su eficacia real.

Luis Alfredo Santibáñez T. 1

Universidad UNIACCCorreo de contacto:

[email protected]

ResumenEs una investigación sobre segunda brecha digital focalizada en los profesionales chilenos de la Región Metropolitana, con formación universitaria y experiencia laboral, entre 25 y 44 años de edad, en la que se exploró la auto percepción con la relación efectiva del manejo de TIC. El 66% de los profesionales investigados no superaron el Test ICDL, compuesto de Word, Excel e Internet y, por otra parte, se comprobó que las variables edad, sexo, años de estudio y experiencia laboral no tienen una correlación directa en el dominio de las TIC.La investigación se desarrolló sobre 12 hipótesis y en esta primera publicación se informarán los resultados de las primeras 4.

Palabras ClavesBrecha Digital - Chile, test ICDL START, test de Auto Percepción, tecnología de la información- as-pectos sociales-Chile, tecnología de la información – aspectos económicos – Chile, profesionales – aspectos sociales - Chile.

AbstractIt is a second digital divide research focused on Chilean professionals in the metropolitan region, with a university education and work experience, between 25 and 44 years old, which explored the self-perception with effective relationship management ICT.66% of professionals surveyed did not pass the ICDL test, consisting of Word, Excel and Internet, moreover, found that the variables age, sex, years of study and work experience have no direct correlation in the domain of ICT.The research was conducted on 12 cases and in this first publication will report the results of the first 4.

Key wordsDigital divide – Chile, test ECDL START, Self - Perception Test, Information Technology – social aspect – Chile, economic aspect – Chile, professional – social aspect – Chile.

1 Comunicador Audiovisual y Publicista de la Universidad UNIACC. Master en Comunicación Corporativa y Planifi cación, Estratégica. Doctor en Comunicación por la Universidad Pontifi cia de Salamanca, España. Director del Doctorado en Comunicación de la Universidad de Artes y Ciencias de la Comunicación, UNIACC.

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61.

Introducción.

Los usuarios de Internet en el mundo alcanzan a los dos mil millones de personas (1.966.514.816), en tanto, los excluidos son casi cinco millones (4.801.290.384), quienes no participan de la Sociedad Red. Es decir, sólo 28,5% de la población mundial accede a las nuevas tecnologías de la información, TIC. (http://www.exitoexportador.com).

Los datos expresan la brecha digital, fenómeno que ha despertado el interés y la preo-cupación de los gobiernos de todo el mundo y así quedó de manifiesto en la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información (Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Infor-mación. Ginebra 2003 - Túnez 2005, 2011), como también en el Encuentro de Países de América Latina, desarrollado en Lima, el 2010 (Cepal, 2010).

Chile, consistentemente ha desarrollado políticas digitales y consecuente con ello, tam-bién incorporó los lineamientos internacionales y regionales de las distintas agendas como la correspondiente al período 2010-2014 (Gobierno de Chile, 2010).

Este escenario también ha despertado interés por generar investigaciones cuyas conclu-siones permitan desarrollar políticas digitales eficientes y focalización de los esfuerzos para superar la brecha digital. En este ámbito, la mayoría de las investigaciones desarro-lladas, al menos en Chile, dan cuenta de la Primera Brecha Digital, es decir, de los conec-tados y desconectados de Internet. Cabe destacar la valiosa investigación que ha reali-zado la Facultad de Comunicación de la Universidad Católica con la World International Proyect del año 2008 y un segundo estudio realizado el 2010, que nos permite comparar y a la vez profundizar la realidad de la primera brecha digital en Chile.

En cuanto a estudios en el ámbito de la Segunda Brecha Digital, cuya definición en pa-labras de Castaño sería:

“La segunda brecha es la que afecta a los usos (tanto a su intensidad como a su va-riedad) y está a su vez relacionada con la capacidad y las habilidades (skills, abilites) de los individuos para utilizar ordenadores e Internet. Lo importante es que el acceso no es sólo técnico, sino que es conocimiento y habilidades (knowledge and skills) (Castaño C., p 24,2008)”.

No habría investigación en el país y, en el mundo, es escasa. Por ello, es muy iluminadora la propuesta enunciada por Castaño al indicarnos que las divisiones digitales del futuro estarán relacionadas con las habilidades y la complejidad, en cuanto a disponibilidad técnica, condiciones sociales de acceso, intensidad del uso y el factor decisivo, relativo a las habilidades de la persona. (Castaño C., 2008)

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Teniendo en cuenta estos antecedentes, se ha estructurado como hipótesis central de esta investigación lo siguiente: “Se observará algún grado de presencia de la Segunda Brecha Digital en los profesionales chilenos”.

Para comprobar dicho planteamiento se explorará la Segunda Brecha Digital en profesio-nales chilenos y su relación con la auto percepción de eficacia frente al manejo de TIC. Para ello se desarrollará una investigación cuantitativa, con un diseño no experimental. La contrastación de hipótesis se realiza a partir de análisis de tres tipos, a saber: a. Descriptivo. b. Comparativo inter grupos y, c. Correlacional intra grupos.

Cada uno de estos tipos ha respondido al planteamiento de 12 hipótesis y en la presente investigación examinaremos sólo 6, por un tema de extensión de la publicación.

Se emplearon dos herramientas: a. Escala ad hoc de medición de auto percepción de competencias TIC. b. Test ICDL START.

En otras palabras, el primer instrumento se utilizó para medir el dominio perceptual y el segundo para medir el dominio efectivo de las TIC. La contrastación de ambos, ayudará a encontrar diferentes correlaciones.

El valor de esta investigación radica en que sería una de las primeras investigaciones que contrastaría lo que, supuestamente, saben los profesionales universitarios y lo que, efectivamente, dominan de las TIC. Esto último, además, se comprobará con el Test IDCL (en inglés, “Licencia Internacional para Conducir Computadores”) START, que es una certificación internacional para acreditar competencias y capacidad de utilizar el potencial de computadores y herramientas informáticas, en nivel básico, y que es utilizada en cerca de 140 países (ICDL, 2011). Ella mide el porcentaje de logro frente a tres herramientas: Microsoft Word, Microsoft Excel, Microsoft Outlook/Internet.

I. Material y métodos.

La mayoría de las investigaciones de brecha digital están centradas en los desconecta-dos y conectados del mundo de Internet, es decir, lo que se conoce como Primera Brecha Digital, haciéndose necesario conocer cuál es el grado de conocimiento, habilidad y uso de las herramientas de la información y la comunicación por parte de los que participan activamente de la sociedad red, es decir los que, supuestamente, vivirían el fenómeno de la Segunda Brecha Digital. Es por ello, que mediremos el nivel de auto conocimiento de los usuarios a través de un test de auto percepción y los contrastaremos con el TEST

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61. ICDL START para evaluar el conocimiento y dominio efectivo que tienen de las TIC.

Con el propósito de conocer la profundidad del problema se ha elegido una muestra que tiene una alta formación universitaria (promedio: 7,43 años) y con experiencia laboral (promedio: 10,35 años), es decir, personas supuestamente con un alto nivel de compe-tencias digitales.

II. Objetivos.

Objetivo General:

• Explorar la Segunda Brecha Digital en profesionales chilenos y su relación con la auto percepción de eficacia frente al manejo de TIC.

Objetivos Específi cos:

• Describir el grado de presencia de la Segunda Brecha Digital en profesionales chile-nos, utilizando como medida el Test ICDL START.

• Correlacionar en profesionales chilenos el nivel de eficacia real ante TIC con la auto percepción de ésta.

• Describir el grado de presencia de la Segunda Brecha Digital en profesionales uni-versitarios chilenos entre los 25 y los 35 años de edad.

• Describir conductas usos y lugares de las nuevas tecnologías.• Jerarquizar los accesos más utilizados.• Describir las formas de aprendizaje ligadas al uso de las TIC (info – habilidades)• Correlacionar el nivel de competencia real ante TIC con la variable edad.• Correlacionar el nivel de competencia real ante TIC con la variable años de desem-

peño laboral.• Correlacionar el nivel de competencia real ante TIC con la variable años de estudio

universitarios y de posgrado.

III. Hipótesis.

i. Hipótesis descriptiva.

1. Se observará algún grado de presencia de la Segunda Brecha Digital en los profe-sionales chilenos.

ii. Hipótesis comparativas.

2. Existirán diferencias en los resultados porcentuales en cada una de las pruebas del Test ICDL START entre hombres y mujeres como medida de presencia de Segunda Brecha Digital.

3. Existirán diferencias entre los porcentajes de logro en el test ICDL START como medida de presencia de la Segunda Brecha Digital, dependiendo de cómo se haya aprendido cada herramienta.

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iii. Hipótesis correlacionales.

4. La Segunda Brecha Digital se asocia positiva y significativamente a la variable edad5. La Segunda Brecha Digital se asocia positiva y significativamente a la variable años

de estudio.6. La Segunda Brecha Digital se asocia positiva y significativamente a la variable años

de práctica laboral.

El dominio efectivo de las herramientas tecnológicas (a través de la prueba ICDL START) se relacionará no sólo con la auto percepción general de dominio, sino también con la auto percepción de habilidades específicas de las herramientas. La muestra fue no pro-babilística intencionada, de conveniencia. Los sujetos fueron contactados a través de email, en el cual se ofrecía participar de la investigación, a cambio de tener la opción de recibir la certificación ICDL START.

La muestra estuvo compuesta de 157 personas; 69 hombres (43,9%) y 88 mujeres (56,1%). Su edades variaron entre 25 y 45 años, con un promedio de 34,39 años (D.T.=7,85). Así también, en promedio la muestra tenía 7,43 años de estudios universitarios y post univer-sitarios totales (DT=2,86) y 10,35 años de experiencia laboral (DT=7,68).

En la tabla 1. se observa que la mayor cantidad de las personas que conformaron la muestra se desempeñaban en el área de la educación (26, 2%), si bien esto no quiere decir que, necesariamente, fueran docentes. El segundo porcentaje más alto se desem-peña en el área de las comunicaciones o industrias afines (13,1%), el tercer porcentaje lo constituyen el área de las finanzas y administración (12,4%).

En menor cantidad, la muestra se desempeñaba en el área de la minería (1,4%), investi-gación aplicada (2,1%) y tecnologías (2,8%). Estos antecedentes no se analizan.

Tabla 1.Porcentajes Área de Trabajo.Área PorcentajeArte, cultura y esparcimiento 11%Comunicaciones o industrias afines 13,1%Educación 26,2%Emprendimiento personal 11%Finanzas y administración 12,4%Gobierno 5,5%Investigación aplicada 2,1%Minería 1,4%Salud 6,9%Tecnologías 2,8%Ventas y servicios 7,6%Total 100%

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61. La muestra se calculó a priori considerando un error de 5% (probabilidad de error de tipo

I alfa= 0,05) a través del software G-Power v.3.0. Se consideró como universo al total de profesionales de la Región Metropolitana entre 25 y 45 años, calculado en datos del Instituto Nacional de Estadísticas (2010) y Encuesta CASEN (2009).

Defi nición operacional de las variables.

Variable “Segunda brecha digital”: Se entiende como el porcentaje de logro en test de medición de Microsoft Excel; porcentaje de logro en test de medición de Microsoft Word; y porcentaje de logro en test de medición de Microsoft Outlook/Internet.Lo anterior indica que a mayor porcentaje de logro, menor presencia de Segunda Brecha Digital.Tipo de variable: Cuantitativa.Nivel de medición: Intervalar.Forma de medición: según Test ICDL START del Centro de Innovación en Capital Huma-no de la Fundación Chile.

Variable:“Auto percepción de competencia ante herramientas TIC”, entendida como la percepción de cuánto se piensa que se controla cada herramienta medida por el Test ICDL START.Tipo de variable: Cuantitativa.Nivel de medición: Intervalar (la medición de cada reactivo es, pero se trabaja con la media aritmética de ellos).Forma de medición: según escala ad hoc.

Variable:“Auto percepción de habilidades específicas de las herramientas”, entendida como la percepción de cuánto se piensa que se controla cada aspecto particular de las herramientas medidas por el Test ICDL START.Tipo de variable: Cuantitativa.Nivel de medición: Ordinal.Niveles de la variable: “Ninguna habilidad”; “Poca Habilidad”; “Mucha Habilidad”; “Total Habilidad”.Forma de medición: según escala ad hoc.

Variable:“Edad”, entendida como los años completos cumplidos a la fecha de respuesta de las escalas.Tipo de variable: Cuantitativa.Nivel de medición: Intervalar.Forma de medición: según auto informe en escala ad hoc.

Variable:“Años de estudio”, entendida como los años de estudio de posgrado completos cumplidos a la fecha de respuesta de las escalas.Tipo de variable: Cuantitativa.

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Nivel de medición: Intervalar.Forma de medición: según auto informe en escala ad hoc.

Variable: “Años de práctica laboral”, entendida como los años de trabajo completos cum-plidos a la fecha de respuesta de las escalas.Tipo de variable: Cuantitativa.Nivel de medición: Intervalar.Forma de medición: según auto informe en escala ad hoc.

Herramientas

a. Escala ad hoc de medición de auto percepción de competencias TIC.Escala construida para evaluar el grado de auto percepción de los participantes en la investigación sobre sus competencias en el manejo de las herramientas TIC evaluadas en el Test ICDL START.

Mide, además, variables socio demográficas (edad, sexo, años de estudio universitario y post universitario, años de desempeño laboral), porcentaje de uso del potencial del telé-fono móvil, herramientas TIC a las que se tiene acceso, cantidad de redes sociales a las que se pertenece y cantidad de actividades que se realiza por Internet.

Está construida con ítems de respuesta abierta para las variables edad, años de estudio universitario y post universitario, años de desempeño laboral, porcentaje de uso del po-tencial del teléfono móvil; de opción dicotómica para la variable sexo; de opción múltiple para las variables herramientas TIC a las que se tiene acceso, cantidad de redes sociales a las que se pertenece y cantidad de actividades que se realiza por Internet y de escala Likert de cuarto grado (Ninguna habilidad, Poca habilidad, Mucha Habilidad y Total Habi-lidad) para las variables de auto percepción de competencia frente a herramientas TIC.

• Fiabilidad de la escala de auto percepción de competencia frente a herramientas TIC: Coeficiente Alfa de Cronbach total de 0,920.

• Validez de la escala de auto percepción de competencia frente a herramientas TIC: Se calculó utilizando análisis factorial confirmatorio con rotación Varimax.

Se obtuvieron tres factores (considerando que se evalúan tres pruebas – Microsoft Word, Microsoft Excel y Microsoft Outlook/Internet) que explican en conjunto un 70,30% de la varianza total.

Los factores obtenidos pueden ser vistos en la Tabla 2.

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b. Test ICDL START.El test ICDL, en inglés Licencia Internacional para Conducir Computadores, START se refiere a una certificación internacional para acreditar competencias y capacidad de utili-zar el potencial de computadores y herramientas informáticas en nivel básico.

Mide el porcentaje de logro frente a tres herramientas, a saber:• Microsoft Word.• Microsoft Excel.• Microsoft Outlook/Internet.

Se basa en ítems del tipo opción múltiple, con sólo una alternativa correcta frente a cada reactivo.

La aprobación del test se obtiene logrando un 75% o más de logro en cada una de las pruebas.

Fiabilidad de la prueba: Alfa de Cronbach= 0,6

Componente

Factor 1 Factor 2 Factor 3Navegar por Internet (entrar en páginas específicas, etc.)

0,858

Buscar información en Internet 0,808

Utilizar correo electrónico 0,781

Diseñar documentos en Microsoft Word (cambiar tamaños de márgenes, etc.)

0,789

Cambiar Encabezado y Pie de Página en Microsoft Word

0,799

Utilizar la impresora 0,647

Utilizar los asistentes de Microsoft Word 0,518

Guardar archivos en Microsoft Word con distintas extensiones

0,708

Introducir datos en Microsoft Excel 0,806

Insertar Fórmulas y Vínculos en Microsoft Excel

0,807

Control de Cálculo y Matrices en Microsoft Excel

0,819

Generar Gráficos en Microsoft Excel 0,803

Utilizar Microsoft Word en general 0,655

Utilizar Microsoft Excel en general 0,801

Utilizar Internet en general 0,809

Tabla 2.Matriz de componentes rotados para escala ad hoc de auto percepción de competencias tic

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IV. Análisis de datos.

Los datos fueron examinados, en primera instancia, utilizando el programa Microsoft Ex-cel del Paquete Microsoft Office 2007. Luego se analizaron con el programa IBM SPSS v.19.0.

1. Resultados: Análisis de los datos para Hipótesis 1: Se observará algún grado de pre-sencia de la Segunda Brecha Digital en los profesionales chilenos.

Se realizaron análisis descriptivos de la muestra, con respecto a la aprobación y reproba-ción por herramienta y por el total de las tres. Debe recordarse que el Test ICDL START se aprueba sólo habiendo obtenido en cada una de las pruebas (Procesador de textos, de bases de datos e Internet) un porcentaje de logro igual o mayor a 75%.

El grado de presencia de Segunda Brecha Digital, por ende, fue considerado en este caso como el grado de reprobación de cada herramienta por separado y, además, del Test ICDL START total.

Con respecto a las herramientas de Procesamiento de Texto, 45% de los sujetos no apro-bó (55% de aprobación). De los reprobados, 43,8% son hombres y 56,3% son mujeres. Esto puede verse en el gráfico 1.

Con respecto a Internet, 21,2% de los sujetos no aprobó (78,8% de aprobación). De los reprobados, 31,3% son hombres y 68,8% son mujeres. Esto puede observarse en el gráfico 2.

Gráfi co 1. Porcentaje de aprobación y reprobación Herramientas de

Procesamiento de Texto.

Gráfi co 2. Porcentaje de aprobación y reprobación Internet

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61. Con respecto a herramientas de gestión de datos (Microsoft Excel), 46,7% de los sujetos

no aprobó (53,3% de aprobación). De los reprobados, 39,4% son hombres y 60,6% son mujeres. Esto puede observarse en el gráfico 3.

Finalmente, la aprobación de las tres herramientas, de forma conjunta, fue obtenida por 34,39% de quienes rindieron el examen, tal como se observa en el Gráfico 4.

Análisis de los datos para Hipótesis 2: La Segunda Brecha Digital se asocia positiva y significativamente a la variable edad.

En la contrastación de esta hipótesis se realizaron análisis correlacionales, utilizando co-eficiente de correlación r de Pearson con prueba de hipótesis unilateral, dada la tenden-cia de la hipótesis. Se correlacionaron las variables “Segunda brecha digital” y “Edad”.

Los resultados pueden ser observados en la Tabla 3.

Tabla 3. Correlaciones entre Segunda Brecha Digital y Edad.

Microsoft Excel Microsoft Outlook/Internet Microsoft Word

Edad -,125 -,221 -,157

Se observa que la correlación entre la edad y el rendimiento en el Test ICDL START para Microsoft Excel es no significativa, mas tendencial r (152)= - 0,125; p< .062. La correlación entre edad y el rendimiento en el Test ICDL START para Microsoft Word es significativa, con r (152)= - 0,157; p< .05. La correlación entre edad y el rendimiento en el Test ICDL START para Microsoft Outlook/Internet es significativa, con r (152)= - 0,221; p< .01.

Considerando sólo a aquellos que aprobaron el Test ICDL START, se observan las si-guientes correlaciones:

Gráfi co 3. porcentaje de aprobación y reprobación Herramientas de Gestión de

Datos

Gráfi co 4. Porcentaje de aprobación y reprobación Test ICDL START

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Tabla 4. Correlaciones entre Segunda Brecha Digital y Edad para Aprobados del Test ICDL START.

Microsoft Excel Microsoft Outlook/Internet Microsoft Word

Edad ,152 -,322 -,083

De estos resultados, sólo se observa una correlación significativa entre edad y porcentaje de logro en el Test ICDL START de Microsoft Outlook/Internet, con r (54)= - 0,322; p< .001.

Análisis de los datos para Hipótesis 3: La Segunda Brecha Digital se asocia positiva y significativamente a la variable años de estudio.

En la contrastación de esta hipótesis se realizaron análisis correlacionales, utilizando coeficiente de correlación r de Pearson con prueba de hipótesis unilateral, dada la ten-dencia de la hipótesis. Se correlacionaron las variables “Segunda Brecha Digital” y “Años de estudio universitario y post universitario”. Los resultados pueden ser observados en la presente Tabla:

Tabla 5. Correlaciones entre Segunda Brecha Digital y Edad para Aprobados del Test ICDL START.

Microsoft Excel Microsoft Outlook/Internet Microsoft Word

Años de estudio universitario y post universitario

,025 -,090 -,029

En ninguno de los casos se observaron correlaciones estadísticamente significativas, y puede decirse, por ende, que no existe correlación entre los años de estudio universita-rios y post universitarios en relación al porcentaje de logro en las tres partes del Test ICDL START. Al considerar sólo a las personas que aprobaron el Test ICDL START tampoco se observaron correlaciones significativas.

Análisis de los datos para Hipótesis 4: La Segunda Brecha Digital se asocia positiva y significativamente a la variable años de práctica laboral.

En la contrastación de esta hipótesis se realizaron análisis correlacionales, utilizando coeficiente de correlación r de Pearson con prueba de hipótesis unilateral, dada la ten-dencia de la hipótesis. Se correlacionaron las variables “Segunda Brecha Digital” y “Años de experiencia laboral”. La Tabla 6 recoge estos resultados.

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61. Tabla 6. Correlaciones entre Segunda Brecha Digital y Años de experiencia laboral.

Microsoft Excel Microsoft Outlook/Internet Microsoft Word

Años de experiencia laboral -,036 -,169 -,073

Se observa una correlación estadísticamente significativa entre la variables “años de ex-periencia laboral” y porcentaje de logro de Microsoft Outlook/Internet, con r (151)= - 0,169; p<.05. Las restantes dos correlaciones no son significativas.

Al considerar sólo a aquellos que aprobaron el test ICDL START, se observa que la co-rrelación aumenta y se mantiene negativa en el caso de Microsoft Outlook/Internet, con r (54) = - 0,238; p<.05. Nuevamente no se observan correlaciones significativas con las otras dos herramientas.

V. Conclusiones y propuestas.

Conclusiones generales.

Desarrollado el trabajo de investigación en todas sus etapas, se elaboraron las conclu-siones generales a partir de cada una de las hipótesis elaboradas, desde la perspectiva del marco teórico enunciado.

1ª Hipótesis: Se observará algún grado de presencia de la Segunda Brecha Digital en los profesionales chilenos.Resultado: Existe una brecha de 66% con respecto al manejo mínimo de herramientas tecnológicas establecidas por el Test ICDL.Conclusiones:a) En Chile la penetración de usuarios alcanza al 52% y los excluidos al 48% (Wip, 2010). El resultado del TEST ICDL, que mide el dominio de Microsoft Word, Excel y Outlock/Internet, nos indica que el 66% de los profesionales universitarios entre 25 y 44 años no obtienen la Licencia ICDL. ¿Por qué los universitarios chilenos no son capaces de superar un estándar básico de las TIC? Es necesario recordar la definición de Segunda Brecha Digital, que es la que afecta a los usos (tanto a su intensidad como a su variedad) y ésta, a su vez, se relaciona con la capacidad y las habilidades (skills, abilities) de los individuos para utilizar computadores e Internet, es conocimiento y habilidades (kowledge and skills) (Castaño, C., 2008 pág. 24). El aporte de Castaño es notable al establecer el marco de una Segunda Brecha Digital y su propuesta ha permitido generar esta investigación en Chile y, con datos duros, se ha validado esta realidad que golpea a profesionales universitarios con un promedio de 34,4 años. Es decir, son personas que se han relacionado con Internet a una edad promedio

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de 20 años, además, tienen un promedio de 7,43 años de formación universitaria; de 2,43 de estudios post universitarios y 10,35 años de experiencia laboral. Es decir, es un grupo que, en estricto rigor, debería tener las competencias digitales que el mundo laboral exi-ge. Por los antecedentes obtenidos, podríamos deducir que estas personas no habrían recibido una formación sistémica en TIC en su etapa educacional y tampoco en su etapa laboral. Esta conclusión se refuerza al observar los resultados obtenidos en Word con 54,93% de aprobación y de Excel con un 53,29%, dado que ambas herramientas exigen un conocimiento más profundo, en cambio, en Internet que es más exploratorio y lúdico, obtienen un 78,81%.

b) A partir de lo anterior, se hace necesario generar nuevos estudios que profundicen so-bre el impacto de las TIC en el rendimiento universitario y laboral. Todo indica que estos datos serían claves para que los gobiernos y las empresas accionen planes y políticas para superar la Segunda Brecha Digital.

c) El límite entre Primera y Segunda Brecha Digital está claro. El primero está dado por conectados y no conectados, en tanto el segundo por las habilidades y usos de los in-ternautas. Será necesario entonces, estudiar e investigar la manera de sistematizar las nuevas brechas digitales, pues ya se ha señalado que las brechas del futuro estarán relacionadas con las habilidades y la complejidad. Es perentorio desarrollar, entonces, un Test Profesional de Competencias Digitales, que permita medir el grado de dominio efec-tivo de las TIC. Hasta ahora, los estudios presentes en Chile son estructurados de manera perceptual, lo que limita determinar el grado real de conocimientos de las TIC. Si este Test se implementara, se podría desarrollar un Mapa de la Brecha Digital Profesional en Chile, lo que permitiría generar esfuerzos focalizados y desarrollo de contenidos específicos. Actualmente esto no sucede y la manera de enseñar corresponde a un estándar que, por los resultados obtenidos, no está siendo efectivo en su aplicación.

2ª Hipótesis: La Segunda Brecha Digital se asocia positiva y significativamente a la va-riable edad.Resultado: La edad no asegura competencia mínima (por estándares internacionales), aún cuando sí hablaría de mejor manejo de las herramientas.Conclusiones:a) En la mayoría de los estudios se establece que la edad es un factor clave a la hora de relacionarse con Internet y sus diferentes herramientas. De hecho en un reciente estudio se señala lo siguiente:

“Los jóvenes usan Internet para fines de interacción social, entretenimiento y bús-queda de información educativa, mientras que los más adultos lo hacen para con-seguir información pragmática y e-commerce. Es decir, las formas de uso están, fundamentalmente, afectadas por la edad más que otros factores” (Wip, 2011).

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61. Ahora bien, esto nuevamente viene a confirmar la carencia de sistematicidad en la for-

mación TIC, tanto es así que a pesar del mayor dominio de las TIC, no logran superar el estándar establecido por las TIC. También se confirma la necesidad de realizar estudios que midan el conocimiento efectivo, pues está claro que las percepciones son un indica-dor, pero no determina con exactitud donde están las reales falencias. En este caso la correlación de brecha digital y edad tiene una mayor significación en el resultado en el Test ICDL START de Microsoft Outlock/Internet (- 221), Microsoft Word (-157) en segun-do lugar y, Excel (-125) en último lugar.

b) Finalmente, podemos concluir que las info-habilidades aparecen como un factor trans-versal para el dominio de las TIC, es decir, sería una cualidad que estaría más allá de la edad y, probablemente, de otros factores que estudiaremos más adelante. Parafraseando a Castaño, podríamos concluir que la división digital parece un problema tecnológico, de difusión de las TIC y de aumento del número de usuarios y puntos de acceso, pero es un problema social y también un problema de conocimiento y formación sobre las herramientas de la información y la comunicación (Castaño, 2008).

3ª Hipótesis: La Segunda Brecha Digital se asocia positiva y significativamente a la variable años de estudio.Resultados: En ninguno de los casos se observaron correlaciones estadísticamente significativas, pudiendo decirse, por ende, que no existe correlación entre los años de estudios universitarios y post universitarios y el porcentaje de logro en las tres partes del Test ICDL START, tampoco se observaron correlaciones positivas.Conclusiones:a) Esta conclusión lleva a cristalizar aun más la idea que la formación en torno a las TIC, es prácticamente nula a nivel de educación formal y, por lo tanto, se está lejos de lo propuesto por Gilster (1998) y su concepto Digital Literacy, que define la capacidad de las personas para adaptarse a las nuevas tecnologías de la información y particularmente a Internet. Y más lejos aún del concepto Fluency Digital, que tiene que ver con un alto dominio de las tecnologías, señalando que éstas prácticamente se usan de manera natural, por el alto grado de internalización de las mismas. La formación educacional debería, al menos, tener como objetivo lograr en sus alumnos una alta capacidad de adaptabilidad a las nuevas tecnologías, debido a la velocidad de implementación de las mismas.

b) Al observar estos datos, y comprobar que la educación prácticamente no tiene influen-cia en el dominio de las TIC, “se hace necesario exponer el concepto de alfabetización múltiple que busca que las personas adquieran las competencias necesarias para trans-formar la información en conocimiento y hacer de éste un elemento de colaboración y de transformación de la sociedad” (Martín, 2003, pág. 63). Este autor plantea estructurar

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en tres ejes dicha formación: información, persona y sociedad. Y a nivel de contenidos: alfabetización lingüística o informacional, alfabetización ética o moral centrada en las per-sonas y la alfabetización relacional o social. También incorpora la alfabetización tecno-lógica, de la información, visual, digital, sugiriendo incorporar, además, la alfabetización audiovisual. Creemos que lo anterior es un aporte sustancial a la superación de la brecha digital y para enriquecer la propuesta sugerimos que dichos contenidos deberían ser es-tructurados en una línea de tiempo, a lo largo de toda la formación educacional y realizar los acentos necesarios al adquirir las competencias digitales profesionales específicas que se requieren.

4ª Hipótesis: La Segunda Brecha Digital se asocia positiva y significativamente a la va-riable años de práctica laboral.Resultados: No se observan mayores diferencias respecto a la instancia de aprendizaje de cada herramienta y el desempeño real en ésta, aún cuando sí se observa que en el caso de Microsoft Outlock/Internet, las medias de porcentajes de logro son, para todas las instancias, suficientes para la aprobación.Conclusiones:a) Estos resultados son preocupantes, particularmente, al constatar que la muestra es-tudiada tiene 10,35 años de experiencia laboral. Podemos deducir, entonces, que estos profesionales han ejercido sus funciones y labores durante una década como promedio, sin cumplir con el estándar internacional de la Licencia ICDL. Se hace necesario, enton-ces, desarrollar prácticas de diagnóstico, tanto en el ámbito privado como en el público.

b) Por otra parte, estas falencias atentan contra la eficiencia de las organizaciones y, particularmente, con la calidad de vida laboral. Chile al ser miembro de la OCDE, deberá elevar los niveles de dominio de las TIC, para rentabilizar su presencia en los mercados internacionales.

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Alberto López-Hermida R.1Universidad de los Andes (Chile)

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Mujer y política desde la triangulación metodológica.Análisis de contenido de la campaña presidencial y del discurso de los medios durante el primer año de gobierno de la presidenta chilena Michelle Bachelet.

ResumenLa triangulación metodológica entre un objeto de análisis, una metodología cuantitativa y otra de corte cualitativo conlleva beneficios no alcanzables si se separa cada una de dichas exploraciones. En el caso del estudio del estereotipo de género en política aquí presentado salta a la vista: el ob-jeto identificado como “estereotipo académico de la mujer política” se triangula con el análisis de contenido de los spots electorales de la campaña presidencial que llevó a La Moneda a Michelle Bachelet y un análisis del discurso de los medios de comunicación chilenos durante el primer año de gobierno de la primera mujer en llegar a la presidencia del país sudamericano.

Palabras ClavesTriangulación metodológica, estereotipo, género, mujer, política, Michelle Bachelet, Comunicación Política, spots electorales.

AbstractThe methodological triangulation between an object of analysis, a quantitative methology and one qualitative, brings benefits not achievable if you separate them of the others. In the case of the study of gender stereotyping in politics presented here, is obvious that the object identified as “ academic stereotype of women in policy” triangulated with content analysis of the campaign spots in the presidential election that led Michelle Bachelet to La Moneda and an analysis of the discourse of the Chilean media during the first year in office of the first woman to become president of the South American country.

KeywordsMethodological triangulation, stereotype, gender, women, politics, Michelle Bachelet, political com-munication, electoral spots.

1 Periodista, profesor de la Facultad de Comunicación, Universidad de los Andes. Magister en Filosofía, Universidad de los Andes. Master en Gobierno y Cultura de las Organizaciones, Universidad de Navarra. Doctor en Comunicación Pública, Universidad de Navarra.

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79. Existe cierto consenso entre los investigadores sociales respecto a que la correcta combina-

ción entre un método cuantitativo y uno cualitativo, para el estudio de un mismo objeto, puede conllevar grandes ventajas.

Dicha triangulación metodológica permite, de alguna u otra forma, sumar las ventajas de ambos procedimientos científicos, ya sean utilizados éstos de modo paralelo o simultáneo (cfr. Neuman, 2010). La “complementariedad paradigmática” que supone esta estrategia per-mitiría, incluso, extraer resultados que no podrían registrarse si se dividiera el mismo estudio en dos investigaciones (Cea D Aconda, 1996, págs.47 y ss.).

Lo anterior, es uno de los puntos que se procura demostrar a través de la búsqueda de la imagen de mujer política proyectada en la campaña de Michelle Bachelet y, luego, durante su primer año de gobierno como presidenta de Chile.

Siendo el objeto de estudio el estereotipo de género de la mujer en política, el primer análisis aplicado es de corte cuantitativo y se aplica a los spots televisivos tanto de la primera como de la segunda vueltas electorales de la campaña presidencial 2005-06.

Se utiliza aquí un código de análisis basado en la amplísima bibliografía existente sobre la mujer que pretende ocupar un cargo de representación política, situación diametralmente opuesta a lo que ocurre con el caso de las mujeres que ya ostentan un cargo político.

Pocos – si no ninguno – se han detenido en la imagen que proyecta la mujer una vez que ha conseguido el puesto, posiblemente por la escasez de casos con los que se cuenta. Para eso, a través de un método cualitativo, se realiza un análisis del discurso de los medios de comu-nicación escritos durante el primer año de gobierno de Michelle Bachelet con el objetivo de observar cierta prolongación de la misma imagen proyectada por la otrora candidata chilena.

Por lo tanto, con el estereotipo de género de la mujer política como objeto y un análisis cuan-titativo de spots electorales y el posterior estudio de discurso de los medios durante el primer año de gobierno, podría esbozarse el nacimiento y el primer año de vida de la imagen de una mujer en política.

Estereotipo de género de la mujer política.

A nadie puede dejar indiferente la cada vez mayor presencia de mujeres en cargos de repre-sentación política, al menos en los más altos cargos. Como es evidente, el mundo académico – y el de la comunicación particularmente – no ha estado ajeno a este fenómeno sociopolítico y lo ha abordado desde diversas perspectivas.

Una amplia revisión a la bibliografía científica sobre la presencia de la mujer en política arroja como primer resultado que el concepto que domina dichas investigaciones es el de estereoti-po de género, por lo que para una acertada determinación del objeto de estudio es perentoria su delimitación conceptual.

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Para ello, se ha procurado trazar el denominado “estereotipo académico” de la mujer en po-lítica, tarea que se realizó extrayendo los elementos más llamativos y comunes a lo largo y ancho de la bibliografía académica, dejando de lado discusiones más ideológicas y – aunque también interesantes – más coyunturales respecto a si, por ejemplo, este fenómeno efectiva-mente aminora la desigualdad entre ambos sexos.

La idea de que “sea menos probable que gane una mujer a que lo haga un hombre en la carrera por un puesto político” (Kahn, 1993, p.481. Ver también Rule, 1981) llama el interés de todo tipo de investigadores, desde los puramente académicos hasta los más comprome-tidos con causas de corte feministas, y entre los cuales, a veces, es muy sutil la diferencia, aunque no sus objetivos. Barbara Burrel concluyó en 2004 que “los ciudadanos tienden a aplicar estereotipos de género cuando aparecen los rasgos de personalidad y las compe-tencias temáticas” (p.143) de cada candidato. Así, se puede percibir cómo un “amplio cuerpo de investigaciones” (Kahn & Gordon, 1997, p.61) demuestra que dependiendo del género del candidato ciertos temas le son atribuido como de su incumbencia, independiente de la carrera y currículum del postulante en cuestión. Esto es, en definitiva, que hay cierta área temática en la que los candidatos hombres son vistos con mayor holgura, mientras que otros tópicos son fácilmente identificados con las candidatas mujeres.Por otro lado – y en comparsa con el aspecto temático – la evidencia científica también atri-buye ciertos rasgos en la personalidad del candidato masculino, mientras otros parecen ser casi de exclusividad femenina.

En lo que a manejo temático respecta, la investigación sobre los estereotipos de género en campañas políticas muestra con claridad que “los electores creen que los candidatos hom-bres pueden manejar con mayor efectividad ciertos asuntos, mientras las mujeres candidatas se ven más competentes en otras áreas políticas” (Kahn & Goldenberg, 1991, p.191).Algunos autores consideran los tópicos como una significativa oportunidad de los candidatos para capitalizar positivamente el estereotipo que cae inevitablemente sobre sus espaldas, ya que “las mujeres que hacen campañas en temas estereotípicamente femeninos, como edu-cación y los hombres que hacen campaña en temas estereotípicamente masculinos, como el crimen, disfrutarán de significativas ventajas electorales” (Iyengar et al. en Norris, 1997, p.78).

Puntualmente, Kim Friedkin Kahn y Edie N. Goldenberg concluyen en 1991 y basándose en diversos estudios que los “temas masculinos” – male issues - son la política exterior, la defen-sa, la economía y la agricultura, mientras que los “temas femeninos” – female issues – son los derechos de las minorías, el medio ambiente, el aborto, la escuela, las drogas y la discusión de programas de corte social (p.192. Ver también Kahn, 1993, p.483 y Kahn, 1995, p.59).

En 1993, Leonie Huddy y Nayda Terkilsen confirmaron lo dicho por otras investigaciones en torno al hecho de que, en Norteamérica, es poco viable una mujer candidata a la Pre-sidencia pues es vista “menos competente en la conducción de temas militares, bélicos y económicos, aunque bastante competente en arte, educación y salud” (1993a, p.59). El mismo año, las autoras agregarían a lo largo de otra investigación los temas policiales para los hombres y de pobreza y tercera edad para las mujeres, concluyendo que la dis-

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79. tinción de competencias temáticos resulta ser “el modo más penetrante” de estereotipo

de género (1993b, págs.119-147).

Deborah Alexander y Kristi Andersen señalaron también en 1993 como temas femeninos la salud, la educación, la familia, la ayuda a los pobres, el medio ambiente, el Sida, los derechos civiles, el abuso de drogas y, en general, temas de corte doméstico, mientras que para los hombres atribuían temas militares, económicos, laborales, agricultura, control de armas y de diplomacia internacional” (p.530-535).

En 2002, un estudio de Kira Sanbonmatsu, de la Universidad de Ohio, afirmó que “los votan-tes perciben a los candidatos hombres conduciendo de mejor manera asuntos relacionados con el crimen y relaciones internacionales y a las mujeres candidatas mejores en la ayuda a los pobres y defensa de los derechos de la mujer” (p.20).

Barbara C. Burrel apuntó en 2004 que “las mujeres políticas se perciben más capacita-das para abordar temas compasivos – compassion issues - como educación, salud y probidad, pero peores en el manejo de grandes negocios, fuerzas militares y asuntos de defensa” (p.144).

Es importante agregar que la presente clasificación temática resulta útil para dar un paso más, ya que considerando las competencias propias atribuidas a cada género se pue-de afirmar, de la mano de evidencia científica, que las circunstancias de cada momento electoral – o político en general – pueden hacer que un estereotipo de género resulte tan ventajoso como perjudicial.

Las mujeres candidatas son fortalecidas cuando sus campañas son organizadas en torno a tópicos de corte femenino, por lo que si la agenda pública del momento cuenta sobre el ta-pete con temas como la familia, la educación o la salud, no resulta descabellado pensar que el estereotipo que recaiga sobre la postulante puede ser un factor de beneficio (Burrel, 2004, p.144 y Iyengar et al. en Norris, 1997, p.78 y ss.).

A lo anterior, se le debe sumar el hecho de que “la presencia de candidatas en la carrera electoral anima a grandes discusiones sobre asuntos femeninos, incluso para los candida-tos hombres”, lo que evidentemente significa una ventaja para ellas (Kahn & Goldenberg, 1991, p.194).

Por otro lado, la rigidez en la clasificación de competencias temáticas no es absoluta, puesto que, además del momento electoral que se esté viviendo, el modo en el que se aborde un tema propio de un género puede ser que beneficie al opuesto.

En definitiva, es posible a través de la evidencia científica delinear ciertas competencias te-máticas de los candidatos a un puesto electivo según su género, mas es importante conside-rar que dichas asignaciones no son absolutamente rígidas, sino que pueden verse afectadas por el momento y el modo como se aborden.

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Ahora bien, diversas investigaciones han ido configurando además un mapa de los rasgos de personalidad que un candidato presenta con mayor fuerza dependiendo de su género (Montgomery & Norton, 1981, págs.121-132).

Es el caso de Kim Friedkin Kahn y Edie N. Goldenberg quienes ya en 1991, luego de confir-mar que “la discusión de los rasgos de personalidad es un aspecto de campaña importante” (p.194), explican que “los rasgos masculinos son aquellos que consistentemente son asocia-dos a los hombres (por ejemplo, independencia, objetividad, competencia, liderazgo, insensi-bilidad, agresividad, carencia de emociones, ambición y resistencia), mientras que los rasgos femeninos son conectados con las mujeres (por ejemplo, dependencia, falta de competencia, pasividad, apacibilidad, emotividad, liderazgo débil y compasión)” (p.195).

Dos años más tarde, Kahn reconfirmaría sus tesis estudiando la elección senatorial en Estados Unidos. Concluyó que “el estereotipo de género aplicado por los votantes fre-cuentemente influyó en el tipo de características personales que los candidatos escogie-ron para resaltar en sus apariciones” y, respecto a lo dicho en su trabajo anterior, agregó como rasgo femenino la honestidad y como cualidad masculina una mayor información (Kahn, 1993, p.484).

En 1995, Judith S. Trent y Robert V. Friedenberg signaron como rasgos masculinos la dureza, la capacidad de argumentar, la agresividad y el dominio, mientras que “la expectativa comu-nicativa de las mujeres es casi exactamente el polo opuesto. Cuando las mujeres hablan, se esperan características como la sensibilidad para con las necesidades de otros, compasión, afecto, cortesía y apertura” (Trent & Friedenberg, 1995, págs.135-136).

Incluso, “no se espera que ellas utilicen un lenguaje áspero o sean abiertamente aserti-vas, ya sea en lo verbal como en lo físico”; de lo contrario, la candidata estará “violando las reglas, la eternamente aceptada manera en la que una mujer tradicionalmente se comunica” (págs.136-137).

Bárbara Burrel, en tanto, confirma en 2004 los rasgos anteriores, agregando que “las candi-datas son vistas como más calurosas, compasivas y orientadas a las personas, pero menos resistentes y agresivas que los políticos hombres” (p.143).

Significativo resulta el estudio realizado por Leonie Huddy y Nayda Terkildsen, las que termi-nan por relacionar los rasgos de cada candidato con la competencia temática propiamente tal. Así, encuentran el origen de los estereotipos de género de los postulantes a cargos elec-tivos en la esfera de los rasgos propiamente tal, donde las mujeres, por ejemplo, se caracteri-zan por ser más delicadas y cariñosas, lo que les daría una ventaja en temas como la tercera edad (1993b, p.121). Señalan, a continuación, que “existe un considerable acuerdo que cruza un amplio número de estudios psicológicos según el cual la típica mujer es vista como afec-tiva y apacible, mientras que el hombre tipo es visto como resistente, agresivo y asertivo”. Más adelante incluirán como rasgos femeninos la expresividad y el ser acogedoras, y como masculino la competencia, la racionalidad, la autoconfianza y la practicidad.

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79. Ahora bien, teniendo presente la conclusión ya mencionada respecto a que “las mujeres candi-

datas reciben consistentemente menos atención en la prensa que sus contrapartes masculinas” (Kahn & Goldenberg, 1991, p.191), no resulta insólita la afirmación según la cual “las mujeres candidatas deben mostrarse atípicas a los electores” ( Huddy & Terkilsen, 1993b, p.520).

Para ello, “las candidatas pueden intentar erradicar el estereotipo negativo haciendo énfasis en rasgos masculinos en sus propias campañas” (Kahn & Gordon en Norris, 1997, p.63), apostando así por una suerte de “contragolpe” – backlash - que se materializa al adoptar un comportamiento comunicativo que “viola la tradicional mirada sobre las mujeres como defe-rentes, suaves y femeninas” (Trent & Friedenberg, 1995, p.136. Ver también Locksley et all., 1980, p.821-831). Trent y Friedenberg son muy claros en señalar que de tomar esta decisión, la candidata “corre el riesgo de ser vista como tan agresiva, chillona, viciosa, regañadora y perra – en otras palabras no-femenina – que así pierden las ventajas de ser percibidas como naturales, sensibles y cálidas” (p.137).

La misma Judith S. Trent, esta vez junto a Teresa Sabourin, advierte que “una mujer que falte a la conformidad del comportamiento esperado corre el riesgo de ser rechazada por la audiencia de su mensaje” (Trent & Sabourin, 1993, p.23).

Esta opción de romper “las reglas” es tratada también por Leonie Huddy y Nayda Terkilsen quienes, en primer lugar, evidencian la existencia de estereotipos de género precisamente en la peculiaridad de que los candidatos hacen un esfuerzo por adoptar cualidades propias del otro género. Las mismas autoras agregan que “en esencia, lascandidatas mujeres tendrán éxito en las encuestas porque trabajan para convencer a los electores que, a diferencia de las mujeres en general, poseen las fortalezas políticas de los hombres” (Huddy & Terkilsen, p.1993b, p.120).

Cabe señalar que, aunque en un primer momento parecieran ser sólo las mujeres las que adoptan rasgos masculinos, es un hecho que “los contrincantes masculinos han aparecido comprensivos, buenos y accesibles, rasgos típicamente femeninos”. En definitiva, “hombres y mujeres candidatos sienten la obligación de adoptar al menos algunas posiciones o rasgos típicos del otro género” (p.120).

Todo lo expuesto anteriormente, tanto lo referente a las competencias temáticas como los rasgos de personalidad podrían constituir lo que se denomina el “estereotipo académico” de la mujer en política y que se grafica en el siguiente cuadro.

El estereotipo en campaña.

Identificado como objeto el “estereotipo académico”, el propósito ahora es poner en evidencia de modo práctico la imagen proyectada por Michelle Bachelet durante su campaña electoral 2005-06. Para ello se decidió analizar los spots electorales televisivos, pues estos se apar-tan de todo tipo de intermediario45 – al menos en lo que a contenidos respecta – por lo que cualquier aspecto estereotípico que se encontrase en el análisis tendría su origen en el o la

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candidata y su equipo (Hotz-Bacha & Kaid, 2006, págs.3 y ss.).

Se analizaron los 160 anuncios políticos correspondientes a la campaña televisiva de los cuatro candidatos en competencia – Sebastián Piñera, Joaquín Lavín, Tomás Hirsch y la propia Bachelet – para la primera vuelta electoral, que se celebró el 11 de diciembre de 2005, y de los dos candidatos aún en competencia – Piñera y Bachelet – para la segunda ronda realizada el 15 de enero de 2006.

Como unidad de análisis se procuró no determinar la totalidad del spot, ya que, por ejemplo, en uno de ellos una candidatura podría hacer mención a distintos temas, por boca del propio candidato, un ciudadano o una actriz famosa y con distintos argumentos, por lo que haber determinado tema único, protagonista y rol interpretado en semejantes unidades hubiese sido imposible o, al menos, inútil para los objetivos aquí planteados.

Así también, no se definió como unidad de análisis cada escena o, por otro lado, cada dis-curso que en los spots se mostrara o se pronunciara. Esa decisión también hubiera traído

Cuadro 1. Estereotipo académico de la mujer política

ROL

La candidata realzaría lo bueno del rol tradicional de mujer y adoptaría, como política, un rol social moderno, cuidando en acatar el comportamiento exigido a su rol de mujer y no salirse del margen de sus acciones

permitidas como candidata.

RASGOS DE PERSONALIDAD

Dependencia Compasión

Liderazgo débil Honradez

Emotividad alta Afectividad

Sensibilidad Apertura

Apacibilidad Expresividad

Asertividad baja Cortesía

No competencia Poca información

La candidata procurará destacar rasgos positivos y también adoptar aquellos atribuidos al hombre.

COMPETENCIA TEMÁTICA

Educación Programas sociales

Salud Tercera Edad

Aborto Asistencia a los pobres

Familia Derechos civiles

Control de drogas Derechos de minorías

Arte Medio Ambiente

Influyen también:- Las circunstancias que esté viviendo el país.- El enfoque – masculino o femenino – que se le dé al tema en discusión.

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79. los problemas de análisis ya mencionados. Por un lado, dividir por escenas podía mutilar

discursos cuya unidad brindaba un interés especial y aún mayor que las mismas escenas por sí solas. Por otro lado, tomar los discursos como unidades de análisis hubiera dejado pasar en varias ocasiones escenas cuyo interés era alto y que, al tomarlas por separado, el discurso no perdía fuerza argumentativa.

Para lograr los mayores frutos de la investigación, pues, se tomó la decisión de dividir cada spot en unidades de análisis particulares, entendiendo cada una de éstas como una “célula audiovisual susceptible de estudio cuya unidad está dada por un argumento único, por una imagen que le otorga continuidad o por cualquier elemento cuyo valor sea suficiente como para afirmar que, de ser desmembrada, la unidad en cuestión perdería riqueza cuantitativa y/o cualitativa”. Esta decisión pareció la más beneficiosa para los posibles resultados, consi-derando además que al estar hablando de unidades de análisis no se trataba de elementos que pudieran arrojar, por sí mismos, los resultados más interesantes, ya que, tal como dice su nombre, sólo son unidades que facilitan el trabajo de análisis.

Así, de las 11 horas y 20 minutos de franja, se obtuvieron 3.821 unidades de análisis, cada una de las cuales fueron estudiadas según el código preestablecido que, además de medir el tiempo de duración de cada unidad, registró si éstas mostraban a una persona, un paisaje o una gráfica.

El 88,2% de las piezas analizadas exhibían a una persona y, en ellas se buscó al protagonis-ta, su modo de vestir, el rol que interpretaba y, si se daba la ocasión, por quién estaba siendo acompañado.

En el total de las unidades se registró el escenario, la música, el sonido, la voz, el tono, el argumento y la actitud del discurso pronunciado, la alusión a la mujer y el tema que se estaba tratando.

Recogidos todos los datos e introducidos debidamente al software estadístico SPSS se obtu-vieron conclusiones de sumo interés, dentro de las cuales se destacan los siguientes.

La candidata Michelle Bachelet fue quien más veces apareció en pantalla pero quien menos tiempo lo hizo en total, respecto a sus contendientes electorales. A lo anterior, se le suma el hecho que prefirió abiertamente largos discursos en off frente a breves intervenciones en on. La novedad de una mujer candidata fue explotada, en tanto, sin riesgo al desgaste, con una exhibición repetitiva, constante y controlada, del principal producto electoral.

En ese discurso, la política utilizó explícitamente su condición de mujer, con referencias como “¿Saben por qué se tiende a no contratar mujeres? Porque nos embarazamos”, “¿a mí me van a pagar menos que al presidente Lagos?” o “al fin de cuentas una mujer presidenta es un gobernante que no usa corbata”. Todas estas afirmaciones hechas por una candidata que se, por decirlo de algún modo, distinta, no pueden ser pronunciadas por un hombre y Bachelet supo utilizar esa ventaja.

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A esto se le suman otros aspectos, como el amplio protagonismo emocional entregado por ella misma a sus familiares – particularmente los padres – o la utilización de una herramienta reiterativa y pegadiza, como es el jingle, para invitar al elector a formar “un Chile con rostro de mujer”. Además, la candidata destacó en los rasgos de personalidad propios de una mujer política. En materia de seguridad ciudadana, por ejemplo, siempre se distinguió por acompa-ñar la dureza de las medidas con sensibilidad y compasión, desligándose radicalmente de discursos categóricos como el del candidato opositor Joaquín Lavín.

En asuntos de vivienda quiso dejar en claro que ella más que ningún otro candidato – preci-samente por ser mujer – era sensible a la necesidad de una casa amplia, con espacios para cada uno de los integrantes de la familia.

Los rasgos como la sensibilidad, la compasión, la cercanía y la afectividad mostrados por la candidata a lo largo de la franja se pueden enmarcar en una imagen “ciudadana”.Por un lado Bachelet fue quien más espacio le dedicó, precisamente, a los ciudadanos y la segunda en darle más tiempo a las ciudadanas, pero por otro lado, su eslogan – “Estoy con-tigo” – fue el único que interpeló directamente al elector, quien, además, en la segunda vuelta comenzó a ser tratado como la verdadera “estrella” al tener el futuro de Chile en sus manos.

Junto a lo anterior, Michelle Bachelet buscó insistentemente convencer al votante de que también poseía las fortalezas políticas atribuidas a los hombres. Sus imágenes vestida de militar o saliendo a pasear sola por el centro de Santiago traspasan radicalmente la imagen tradicional que el electorado tiene sobre la mujer.

El no contar con el apoyo de políticos hasta casi el final de su franja electoral también le brindó una carga de independencia que llama la atención, más aún cuando se trata de la candidata oficialista de un gobierno con un alto grado de popularidad.

En lo que a competencia temática respecta, Bachelet puso especial énfasis en las cuestiones masculinas, liderando absolutamente asuntos como empresa y regiones y dando especial énfasis a seguridad ciudadana y trabajo.

A lo anterior se le suma el modo en el que tanto los temas masculinos como femeninos fueron tratados, ya que, por ejemplo, al plantear la posibilidad de que las dueñas de casa recibieran jubilación los otros candidatos que tocaron el asunto lo abordaron desde una perspectiva más técnica. Bachelet, en cambio, se limitó a decir que ella misma era dueña de casa y que, por lo mismo, mejor que nadie podía entender las reales necesidades de ese grupo social.

Respecto a los roles interpretados por la candidata, además de ama de casa e hija, en la segunda vuelta desempeñó con fuerza los de política y aventajada, entregando nuevamente esa sutil combinación entre lo femenino y lo masculino.

Esta mixtura de atributos que se puede observar de modo global, también se puede percibir en pequeñas pero insistentes referencias como la hecha en el mismo jingle antes menciona-

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79. do, donde se le atribuye a la candidata “la fuerza de mujer en sus latidos” o en la exclamación

con la que Bachelet concluía cada monólogo de su campaña para la segunda vuelta: “¡pala-bra de mujer!”.

La imagen proyectada por la candidata oficialista respeta, por lo tanto, los aspectos positivos del estereotipo académico de mujer en política, procurando dejar en claro que también se poseen rasgos masculinos y se dominan temas atribuidos a los hombres.

Proyección del estereotipo.

Una vez identificado el estereotipo que Michelle Bachelet presentó a lo largo de su campa-ña electoral, resultó sumamente interesante – y novedoso – preguntarse si esa imagen se proyectaría una vez que tomase posesión de su cargo y comenzara a desempeñarse como presidenta de Chile.

Hasta aquí, se ha retratado un perfil de género de la otrora candidata a la presidencia que, tal como se acaba de ver, implica una respuesta bastante contundente al estereotipo de género presentado como objeto de la triangulación en marcha.

Con esta imagen en mente, resulta por lo menos sugestiva la duda sobre lo que ocurre con ella una vez que Michelle Bachelet llega al Palacio de La Moneda, sobre todo ante la circuns-tancia de ser algo inaudito para los 15 millones de chilenos.

Ante la interrogante, se tomó la decisión de realizar un análisis de discurso de las noticias pu-blicadas por los cinco matutinos de mayor tiraje nacional: El Mercurio, La Tercera, La Nación, Las Últimas Noticias y La Cuarta.

Se examinaron, pues, cinco eventos significativos en el primer año de gobierno de cualquier presidente chileno, con el fin de identificar en los discursos noticiosos elementos que pudie-ran certificar la presencia en ellos de esa figura estereotípica que meses antes la presidenta había presentado en su franja electoral.

La decisión de hacer un análisis de discurso de las noticias fue tomada, por un lado, porque Michelle Bachelet no tendría – ni siquiera luego como presidenta de la República – oportuni-dad de depositar directamente su propia imagen como lo hizo en la franja electoral.

Por otro lado, el estudio de las noticias de diversos matutinos podría entregar, además del esperado proceder global, el comportamiento editorial de cada uno de los diarios.

Los cinco eventos seleccionaos fueron: la asunción al mando, el discurso ante el Congre-so Pleno para dar cuenta del estado de la nación, la Parada Militar que el Jefe de Estado preside, un conflicto social (para lo que se eligieron las movilizaciones de alumnos de secundaria) y una reunión bilateral (donde se escogió el encuentro con George W. Bush en Washington).

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De cada uno de los periódicos, en cada una de esas fechas se seleccionó el discurso que hiciera relación al evento propiamente tal y se sometió a un análisis discursivo cuyo fin no era otro sino encontrar los rasgos que pudieran evidenciar esa continuidad estereotípica de la imagen de Michelle Bachelet.

Se analizaron así 20 discursos con una metodología utilizada ampliamente en el análisis de medios de comunicación y, además, para el estudio del tratamiento de las minorías, precisa-mente, en la prensa (Ver van Dijk, 1998; van Dijk en Bruhn Jensen & Jankowski, 1991, p.110; Harding, 2006, p.207; Teo, 2000, págs.7-49; Page, 2003, págs.559-579; y van Dijk en Wodak, 1989).

De cada unidad noticiosa se estudió tanto el texto como el contexto, ambas estructuras con-sideradas “interdependientes” (van Dijk, 1987, p.4) cuyo estudio simultáneo permite “observar el marco en el que se elaboran y se manifiestan las piezas discursivas” (Calsamiglia & Tusón, 1999,p.17).

Respecto al texto, se registró en primer lugar el modo en el que éste estaba presentado (gé-nero informativo, si tiene llamada en portada, si cuenta con elementos gráficos, etc.). Luego, entrando de lleno al análisis, se consideró el modo en el que cada discurso hacía referencia nominal de Bachelet (informal o informal) y el contexto dentro del cual es nombrada (político, personal o exclusivamente como mujer). Además se recogen los rasgos de personalidad y los temas que más se destacan de la entonces presidenta, situándolos dentro del marco de referencia entregados por el estereotipo académico concretado como objeto.

Tras el exhaustivo análisis de los discursos señalados se llegó, entre otras, a las siguientes conclusiones generales: en primer lugar, durante el año de gobierno estudiado de Michelle Bachelet los cinco matutinos analizados se enfrentaron ante el mismo elemento noticioso una y otra vez: una mujer gobierna Chile.

Aunque pueda parecer una obviedad, es importante destacar que en los cinco eventos estu-diados, siempre fue explícita o implícitamente destacada la novedad de ser “la primera vez” que una mujer asumía el Ejecutivo, daba la cuenta anual, dirigía la Parada Militar, sostenía una reunión bilateral con George W. Bush o enfrentaba la peor crisis social. Esto, es importan-te al menos apuntarlo pues podría tener las más diversas – e interesantes – consecuencias de ser analizado el segundo y sucesivos años de gobierno.

Ahora bien, por otro lado, a lo largo del análisis discursivo se pudo comprobar la dicotomía de estilos entre los cinco matutinos de mayor tiraje y lectura en Chile. Queda aquí confirmado de un modo evidente lo que cualquier chileno con una mediana aproximación a la prensa escrita percibe, puntualmente en lo que al trato a la presidenta de la República se refiere.

Mientras El Mercurio cuenta con un estilo más informativo, limitado a narrar sucesos de un modo formal, La Tercera hace lo propio con fuertes dosis interpretativas que suponen un trabajo periodístico y editorial más elaborado.

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79. Por su parte, La Nación refleja su estrecha relación con el gobierno de turno, cayendo cons-

tantemente en sentencias favorables a él y construcciones de corte literario muchas veces con fuertes tintes ideológicos.

Las Últimas Noticias y La Cuarta, en tanto, entregan la información de un modo informal – ésta más que aquella – al extremo de hacer, en muchos casos, difícil la lectura a quien no esté habituado al modo coloquial de expresarse ya no sólo del pueblo chileno, sino del propio matutino.

Todo lo anterior se refleja en el trato dado a la presidenta Bachelet. Nominalmente, tanto El Mercurio, La Tercera y La Nación son formales en su modo de referirse a la mandataria. Sin embargo, Las Últimas Noticias suele referirse a la jefa de Estado por su nombre de pila, mien-tras La Cuarta la llama, por ejemplo, Jefa.

Paralelamente, en sus estilo, La Tercera no duda en señalar, por ejemplo, que las movilizacio-nes estudiantiles son “la mayor crisis” del inicio del gobierno mientras La Nación le da un giro positivo indicando que las medidas anunciadas por Bachelet constituyen una “amplia batería de propuestas”.

Un ejemplo significativo se encuentra en el modo de titular el discurso que describe la reunión bilateral entre la presidenta chilena y George W. Bush: El Mercurio mantiene un equilibrio el señalar que ambos “dialogan”, La Tercera hace recaer el peso de la acción en el líder nor-teamericano al señalar que éste “expresa a Bachelet preocupación” y La Nación invierte el orden apuntando que es ella quien “descarta presiones” por parte de su homólogo.

Por su parte, La Cuarta destacó que Bush “piropeó de lo lindo” a la presidenta chilena y Las Últimas Noticias que la actriz Geena Davis “alucinó” con la mandataria.

Ahora bien, la palpable diferencia de estilos editoriales queda en segundo plano a la hora de otorgar rasgos de personalidad a la presidenta Michelle Bachelet.

De un modo formal o informal – dependiendo del medio del que se trate – todos otorgaron con bastante similitud los mismos rasgos a la presidenta chilena y, además, compusieron esa combinación de aspectos masculinos y femeninos ya manifestada en la franja electoral.Otra conclusión interesante que se extrae del análisis discursivo del primer año de gobierno de Bachelet se bifurca en dos fenómenos que rodean a la imagen de una mujer política de los que vale dejar constancia.

El primero de ellos es aquel que se dio en los momentos en los que Bachelet se veía rodeada por elementos discursivos que realzaban excesivamente su feminidad. Contra todo pronóstico, se generaba lo que fue llamado “masculinización por exceso de femini-zación” pues los rasgos que finalmente más destacaban de la presidenta chilena eran, precisamente, masculinos, proyectándose una imagen de la mandataria concluyente-mente más varonil.

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El ejemplo más evidente fue la cobertura dada por los medios al “mujerazo” celebrado en Washington donde centenares de mujeres agasajaron a una Bachelet que terminó siendo descrita con un dominio y una agresividad sorprendentes.

El segundo efecto que se desprende del análisis discursivo es el opuesto, también fruto de un choque brusco entre lo masculino y lo femenino, generado cuando los elementos discursivos que rodeaban a la figura de Bachelet eran excesivamente masculinos.

Este fenómeno, que se denominó “feminización por exceso de masculinización” se dio, por ejemplo, en el encuentro bilateral entre la presidenta chilena y su colega norteamericano George Bush.

Los medios insistieron tanto en que Bush le lanzó piropos, fue coqueto y, en definitiva, quedó deslumbrado con la presidenta, que la figura de Bachelet, por muy firme que se haya descrito, quedó necesariamente feminizada, pues una actitud tan marcadamente masculina por parte del mandatario norteamericano sólo cabía tenerla con una contraparte femenina.

Conclusiones globales del estudio.

Aunque ya se pudieron ver algunas de las conclusiones a las que se llegó con cada una de las metodologías aplicadas, la triangulación llevada a cabo cumple otros objetivos que vale la pena destacar y precisamente son éstos los logros fruto de la coordinación entre dos metodo-logías en una misma línea de investigación.

Tanto la imagen presentada en la campaña televisiva como la proyectada por la prensa escri-ta se sintetizan en lo que los medios de comunicación nacionales han denominado el “estilo Bachelet”.

De un modo científico y lineal, la investigación ha podido detectar diversos rasgos de la per-sonalidad política de la presidenta chilena que configuran dicho estilo y que la han distinguido no sólo de sus contendientes electorales, sino también de sus antecesores en La Moneda.

Algunos de estos rasgos son:Independencia: el no querer contar con figuras políticas en sus spots sólo hasta el final, cuando las circunstancias no le dejaban otra posibilidad, luego se reflejó en la elección perso-nal y secreta de ministros, subsecretarios, gobernadores e intendentes, la decisión unilateral de los destinos de los excedentes del cobre o la insistente reiteración de que George W. Bush no la presionó en la reunión bilateral que sostuvieron.

Dureza / disciplina: posiblemente por su origen militar y su paso por el ministerio de Defen-sa, Bachelet aprovechó para proyectar una imagen de campaña con un lado duro. No sólo cosmético, como se puede desprender de las imágenes de ella subida a un tanque y vestida de militar junto al comandante en jefe del Ejército, si no además discursivo, tras prometer firmeza ante el delito o denunciando en on atropellos en las aseguradoras privadas de salud.

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79. Luego, durante su primer año de gobierno, la Parada Militar inevitablemente volvió a proyectar

esa imagen militar de la presidenta, pero también en el discurso tuvo lugar para este rasgo, al llamar a la calma a los escolares en cadena nacional o al referirse al mismo asunto en su discurso del 21 de mayo.

Sensibilidad: junto a lo anterior, durante la campaña la candidata oficialista también supo mostrarse sensible al no radicalizar en exceso su discurso sobre seguridad ciudadana como otros candidatos o al hablar de asuntos como vivienda y hacerlos propios, pues ella es, a diferencia de sus contendientes, ama de casa.

Los medios de comunicación escritos se encargaron de proyectar este rasgo de Bachelet durante su primer año de gobierno al mostrarla especialmente emocionada durante el cambio de mando, agradecida de la gente tras la Parada Militar, emocionada en la visita al colegio de su infancia o sencillamente con los ojos llorosos ante los vítores del Salón de Honor del Congreso Nacional.

Expresividad: pese a que una campaña televisiva está estudiada hasta el último detalle, las imágenes de Bachelet bailando cueca, sonriendo constantemente e incluso la escena en la que pregunta frente a La Moneda si, por ser mujer, a ella le iban a pagar lo mismo que al presidente Lagos evidencian un modo de ser muy particular.

Luego, durante el primer año como presidenta y con la espontaneidad a flor de piel, las sali-das de protocolo en el cambio de mando y el discurso del 21 de mayo, las bromas y conversa-ciones al oído con la ministra de Defensa durante la Parada Militar son sólo algunos ejemplos claros de una personalidad expresiva.

Ciudadana: posiblemente el rasgo más destacado por los medios de comunicación. Durante su campaña televisiva Bachelet fue la candidata que más protagonismo le dio a los ciudada-nos y la segunda en hacer lo propio con las ciudadanas. Su eslogan, por lo pronto, fue el único que interpeló directamente al elector.

Ya durante su primer año de gobierno el cambio de mando contó con un “acto ciudadano” incluso antes de llegar a La Moneda, los anuncios del 21 de mayo fueron, en su inmensa mayoría, sociales y tras la Parada Militar se acercó a la gente y destacó el afecto que recibía por la calle.

Biográfica: a lo largo de los spots televisivos Bachelet mostró reiteradas veces a sus padres con un alto contenido emotivo al recordar – implícita o explícitamente – la trágica muerte de su padre y la detención sufrida por su madre y ella tras el golpe militar de 1973. También dio espacio a una de sus hijas, específicamente llevándola al colegio tras prepararle el desayuno.

Este rasgo biográfico se extendió durante el primer año de gobierno en el sentido en que la familia de la presidenta está presente de algún u otro modo en los cinco eventos analizados, brindándole a la figura de Bachelet un halo muy particular.

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Dentro de esta particularidad biográfica del estilo de la presidenta está la insistente referencia a los episodios de violencia que vivió durante el gobierno de Augusto Pinochet.Tanto en el espacio biográfico de la campaña televisiva como también a lo largo de los cinco eventos estudiados se hacen guiños a ese capítulo de la vida de Bachelet, llevando no sólo a la exhibición sino también a una abierta explotación de la imagen de reprimida política.

Mención aparte, aunque también muy propio del “estilo Bachelet”, merecen las referencias a la condición de mujer de la propia presidenta. Tanto en la campaña presidencial como en su primer año de gobierno el hecho de que Bachelet es mujer fue tema recurrente.

Durante la campaña televisiva la misma candidata en reiteradas ocasiones mencionó el he-cho de que era mujer al tratar asuntos como trabajo, igualdad, vivienda y política propiamente tal y una vez en La Moneda la proyección de este concepto no perdió fuerza, ni por parte de la ahora presidenta ni de los propios medios escritos.

Por un lado, Bachelet durante el discurso del 21 de mayo, la recepción hecha en su honor sólo por mujeres en Washington y la Parada Militar utilizó en su discurso su condición de mujer.Por otra parte, los medios de comunicación en los cinco sucesos analizados, de alguna u otra manera se encargaron de recordar el sexo de la mandataria: el hecho histórico de que fuera primera vez que una mujer hiciera tal cosa, las invitadas eran sólo mujeres, el modo de vestir, la suavidad de su voz, etc.

A lo anterior se le puede agregar la batería de referencias entregadas por los matutinos de corte informal – Las Últimas Noticias y La Cuarta – que también hacen directa mención al género de la mandataria: mamá Michelle, mamá buena onda. De modo general – y aclarando que se han excluido diversas conclusiones pues el objetivo a seguir era mostrar la utilidad de la triangulación metodológica – se puede asegurar además que el ser mujer es un factor de importancia en la campaña electoral de las políticas y, de tener éxito, durante el ejercicio de sus funciones.

Ahora bien, cómo se mire este factor determinará en gran medida la imagen política que se proyecte. Si por un lado se considera que el ser mujer es algo determinante o, de lo contra-rio, que no tiene ninguna repercusión en el electorado y en el posterior desempeño político, posiblemente se esté sobredimensionando o subestimando algo que debe ser considerado en su justa medida.

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Verbos de movimientoObservación de la relación semántico-lingüística en inglés y español a través de la teoría de lexicalización de Leonard Talmy.

Patricia Quezada S. 1

Universidad UNIACCCorreo de contacto:

[email protected]

Yohanna Cabrera E. 2

Universidad UNIACCCorreo de contacto:

[email protected]

ResumenDurante las últimas décadas, diversas investigaciones se han llevado a cabo para analizar este fenómeno lingüístico. Sin embargo, la mayoría de ellas se ha centrado en el estudio de la relación semántico-lingüística en el área monolingüe, mientras que aquellos dedicados a la observación de esta interacción en el ámbito bilingüe son contados. En virtud de esta realidad, por medio de una investigación cualitativa y cuantitativa, analizamos los conocimientos y patrones aprendidos por hablantes de una segunda lengua (inglés o español) tanto en Sydney (Australia) como en Santiago (Chile), en base a la teoría de lexicalización verbal de Leonard Talmy (1985) y el uso de los verbos que expresan movimiento, todo con el fin de comprobar que, a pesar del nivel obtenido tras algu-nos años de estudio de un segundo idioma (L2), aún existe una tendencia considerable a apegarse a los patrones semánticos de la lengua materna (L1).

Palabras claveSintaxis-inglés, sintaxis-español, verbos-inglés, verbos-español, lexicalización, eventos de movimiento.

AbstractOver the past decades, several investigations have been carried out to analyze this linguistic phe-nomenon. However, most of them focused on the study of the semantic-linguistic relationships in the monolingual area, while those engaged in the observation of this interaction in the bilingual area are extremely few. Having this reality in mind, and by means of a qualitative and quantitative research, we analyzed knowledge and patterns learned by speakers of a second language (English or Spanish) both in Sydney (Australia) and in Santiago (Chile). We based our research on Leonard Talmy’s verbal lexicalization theory (1985) and the use of verbs expressing movement, all in order to verify that, despite the level acquired after some years of study of a second language (L2), there is still a considerable tendency to adhere to the semantic patterns of the mother tongue (L1).

KeywordsSyntaxis-english, syntaxis- spanish, verbs-english. verbs-spanish, lexicalization, motions events.

1 Coordinadora Académica Taller de Lengua Inglesa, Escuela de Comunicación e Idiomas, Universidad Uniacc. Licenciada en Lengua y Literatura Inglesa, Universidad de Chile; Postítulo en Inglés para Propósitos Específi cos, Pontifi cia Universidad Católica de Chile; (c) Magìster en Traducción Audiovisual, Universidad Autónoma de Barcelona.

2 Egresada de la carrera de Traducción e Interpretariado Bilingüe, Escuela de Idiomas, Universidad UNIACC. Bachiller en Comunicación e Idiomas, Universidad UNIACC.

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Introducción.

A simple vista, podríamos decir que un idioma es sólo un grupo de palabras en diferen-tes códigos que se ajustan a ciertos patrones establecidos por un entorno determinado. Aunque muchos aspectos de una lengua parecen prescriptivos –como el orden de las palabras o la clase de una palabra–, nuestra experiencia como hablantes de una primera lengua y como aprendices de un segundo idioma nos dice que, si bien sus respectivas estructuras morfosintácticas son importantes, éstas no lo son todo al referirnos al con-cepto de comunicación: cuando tratamos con un idioma, también entramos en contacto con una identidad socio-cultural y ésta se expresa por medio de nuestras palabras. Pero, ¿es realmente posible alejarnos del análisis estructural para poder explicar los aspectos semánticos y pragmáticos que componen una lengua?

La respuesta a esta pregunta se encuentra en los diversos estudios que se han ido desa-rrollando desde el siglo pasado tras la fundación de la lingüística moderna por Ferdinand de Saussure, los que han dado sus mejores frutos durante los últimos cincuenta años y que han demostrado que los aspectos estructurales, tanto morfológicos como sintác-ticos, pueden ayudar a explicar nociones semánticas y/o pragmáticas. Un ejemplo de esto se puede observar en una de las categorías léxicas centrales de una oración: los verbos. Si bien éstos por defecto están asociados al concepto de acción, la verdad es que pueden expresar mucho más que eso; al conjugarlos en gerundio, por ejemplo, tanto en español como en inglés, expresan una acción en estado durativo que revela modo, tiem-po, contexto, y causa, entre otros aspectos, esto ocurre conectando (y a veces transfor-mando) la raíz verbal con el sufijo –ing en inglés y con los sufijos –ando, –iendo y –yendo en español para los verbos de primera, segunda y tercera conjugación, respectivamente.

Inglés EspañolI’m talking to my sister Estoy hablando con mi hermana

Talk + -ing Hablar + -ando

Posiblemente, esta idea parezca redundante. Sin embargo, diferentes teorías (Fillmore, 1975; Talmy, 1985) han demostrado que a la hora de hablar del punto de vista que apli-camos al utilizar distintas estructuras sintácticas, la idea comienza a tomar sentido. Esto lleva a preguntarnos qué sucede en diferentes idiomas. ¿Podríamos decir que elementos como los verbos se expresan de la misma manera en inglés y en español? La teoría pue-de ayudarnos a responder esta pregunta.

Nociones teóricas.

Uno de los análisis más notables sobre la noción de movimiento y su expresión por medio de verbos lo llevó a cabo Leonard Talmy, quien entre 1972 y el año 2000 desarrolló una

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teoría cuyo objeto era explicar la relación de las estructuras conceptuales y elementos morfosintácticos presentes en diferentes idiomas según un par de procesos denomina-dos como lexicalización e interpretación. Según Talmy (1985; 2000), lexicalización corres-ponde al proceso en el que un concepto de sentido se vincula con un morfema determi-nado expresando diferentes tipos de información; mientras que interpretación se define como el proceso mediante el cual se infiere el significado de una unidad léxica en base al contexto y un conjunto de conocimientos compartidos. Para fines comparativos entre inglés y español, nos concentraremos en la primera noción, es decir, la lexicalización.

Para explicar este proceso, Talmy habla de la existencia de ciertos elementos que se pueden aislar dentro de un dominio semántico y uno de carácter lingüístico1. Dentro del primero, se encuentran los elementos semánticos de ‘movimiento’ (Motion), ‘trayectoria’ (Path), ‘objeto’ (Figure), ‘terreno’ (Ground), ‘modo de ejecución’ (Manner of motion) y ‘cau-sa’ (Cause); mientras que en el segundo dominio podemos encontrar, entre muchos otros elementos, a los verbos, objeto de estudio para el desarrollo de la teoría.

Al relacionarse elementos semánticos con elementos lingüísticos, por ejemplo, los de ‘movimiento’ y ‘modo de ejecución’ con un verbo, este último no sólo aporta información sobre un tipo de acción, sino que, además, expresa la manera en que ésta se ejecuta; esto es lexicalización verbal. En cuanto a este tipo de vínculo, Talmy señala que éste no tiene carácter individual o fijo. Pues si bien, un conjunto de elementos semánticos puede expresarse a través de un sólo elemento lingüístico, también este proceso puede ocurrir a la inversa: un elemento semántico puede expresarse por medio de dos o más elementos lingüísticos.

De acuerdo a lo anterior, la lexicalización verbal aplicada y las tipologías resultantes presentan variaciones tanto en el inglés como en el español. Por un lado, el inglés se configura dentro de un grupo de idiomas en que un conjunto de verbos no sólo expresa movimiento, sino que además la manera en que éste ocurre (Manner) o la causa (Cause) del mismo.

1.De acuerdo a Talmy (2000), estos elementos se denominan “surface elements” (elementos superfi ciales) o “entities of the language” (entidades lingüísticas), y corresponden a elementos, relaciones y estructuras junto a sus respectivas categorías, por medio de las cuales se expresa un elemento del dominio semántico (ej.: movimiento). Estos pueden ser verbos (como en el presente análisis), preposiciones, clausulas subordinadas, etc. Con el fi n de facilitar esta investigación, aquí se adoptó el concepto de “elemento lingüístico” para referirse a este conjunto.

Verbos en inglés que expresan movimiento + modo de ejecución o causa

Tipo de Rol Semántico Modo de ejecución (Manner) Causa (Cause)

Con Agente John slid the keg into the storeroom. John pushed the keg into the storeroom.

Sin agente The rock rolled down the hill. The napkin blew off the table.

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Al observar los ejemplos (Talmy, 2000; Shopen, 1985), podemos ver que los verbos expresan movimiento y que a partir de ellos es posible inferir la manera en que una acción se lleva a cabo o por qué ocurrió. Además, podemos notar que es posible incorporar la idea de trayectoria (Path) a través de una partícula individual que Talmy llamó ‘satélite’2, y que en estos casos está representada por una preposición (into, down).

El español, por el contrario, se caracteriza por ser uno de los idiomas cuya relación semántico-lingüística se observa en un conjunto de verbos que expresan ‘movimiento’ (Motion) y ‘ trayectoria’ (Path) simultáneamente. Este es el caso del resto de las len-guas romances como el francés o el italiano, entre otros, e idiomas como el coreano, el turco y las lenguas polinésicas (Shopen, 1985:89).

En los ejemplos anteriores, es posible apreciar que a diferencia de los verbos en in-glés, éstos en español requieren una partícula extra, como un verbo en gerundio, un adverbio o una frase adverbial, para referirse a la manera en que la acción se ejecuta. Generalmente, esta partícula es independiente y puede suprimirse en la oración, pues está implícita en el contexto o situación comunicativa.

En base a estas observaciones, cabe preguntarse qué ocurre al aprender una segun-da lengua. Tras un par de años de estudio, ¿los estudiantes son capaces de absorber la perspectiva semántica del idioma que están aprendiendo y aplicarlo en elementos lingüísticos? ¿Qué nivel deben alcanzar para que esto suceda? ¿Qué factores inciden en la decisión de aplicar determinados patrones a la hora de hacer uso del idioma que están aprendiendo?

Durante las últimas décadas, se han llevado a cabo diversas investigaciones para analizar este fenómeno lingüístico. Sin embargo, la mayoría de ellas se ha centrado en el análisis de la relación semántico-lingüística en el área monolingüística, mientras que los estudios dedicados a la observación de esta interacción en el ámbito bilingüe son contados (Fente, 1971; Antonijević y Berthaud, 2009; Navarro y Nicoladis, 2005; Cifuentes, 2008).

En virtud de esta realidad y del carácter comparativo y contrastivo que mueve este estudio, por medio de una investigación cualitativa y cuantitativa analizaremos los conocimientos y patrones aprendidos por estudiantes de una segunda lengua (inglés o español) en base a la teoría de lexicalización verbal de Talmy, todo con el fin de comprobar que, a pesar del nivel obtenido tras algunos años de estudio de un se-gundo idioma (L2), aún existe una tendencia considerable a apegarse a los patrones semánticos de la lengua materna (L1).

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Metodología.

a. Participantes.

La primera sección experimental del presente estudio se realizó entre abril y junio de 2010 con la participación de seis estudiantes de pregrado de la University of Western Sydney (UWS), Australia, a quienes dividimos de forma equitativa en dos grupos de observación:

1. Hablantes nativos de español (L1) con un nivel de inglés (L2) avanzado.

2. Hablantes nativos del inglés (L1) con un nivel de español (L2) intermedio-avanzado.

El promedio de edades de los participantes en su conjunto fue de 23,3 años y todos ellos estudian actualmente en el grado de Licenciatura en Artes (Bachelor of Arts, BA), dedicándose a diferentes especialidades: el 66% de ellos cursa la carrera de Interpreting and Translation (Traducción e Interpretariado), mientras que el 33% restante estudia en las especialidades de Pathway to Primary Teaching (Pedagogía en Educación Básica) y Linguistics (Lingüística). La mayoría de los participantes realizó cursos formales para el desarrollo de su L2 por más de tres años en diferentes instituciones educacionales, algunos desde la primaria y otros ya a nivel universitario.

Con el fin de comparar los diferentes niveles de competencia en una segunda lengua de acuerdo al entorno geográfico, comenzamos a desarrollar una segunda sección ex-perimental del estudio en Chile a partir de agosto del mismo año hasta abril de 2011, y esta parte contó con la participación del mismo número de personas que conformaron la primera sección divididos de forma equitativa en dos grupos de observación:

3. Hablantes nativos de español (L1) con un nivel de inglés (L2) avanzado.4. Hablantes nativos del inglés (L1) con un nivel de español (L2) intermedio-avanzado

y básico.

El promedio de edad de todos los participantes fue de 28,6 años. Con respecto al grupo 3, el 66% son estudiantes egresados de Traducción e Interpretariado Inglés-Español de dos instituciones de educación superior chilenas: Universidad Católica de Temuco y Uni-versidad UNIACC, mientras que el 33% corresponde a un ingeniero en informática de la Universidad Diego Portales que posee estudios formales de inglés adquiridos en diver-sas instituciones. En el grupo 4, por otra parte, el 66% corresponde a cientistas políticos egresados de la Universidad de Michigan que, además, cuentan con estudios formales de español; el restante 33% corresponde a un Licenciado en Educación, con especiali-dad en enseñanza de inglés como lengua extranjera (TEFL, por su sigla en inglés), quien posee sólo conocimientos básicos de español, sin estudios formales.

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b. Procedimiento y recursos.

Para llevar a cabo el análisis de la lexicalización verbal aplicada en inglés y español, seleccionamos cuatro verbos transitivos e intransitivos del inglés (run, correr; walk, ca-minar; roll, rodar; pull, tirar) que contemplan el conjunto conformado por movimiento y modo de ejecución (Motion+Manner), más la partícula que marca trayectoria (Path). Así mismo, seleccionamos las respectivas estructuras equivalentes para estos verbos en español según la relación de movimiento y trayectoria (Motion+Path), agregando una partícula que expresa modo de ejecución (Manner). En base a esto, formulamos siete oraciones en ambos idiomas, conjugando los verbos en pasado simple (pretérito indefi-nido) y usándolos con diferentes aplicaciones especialmente diseñadas para observar el comportamiento semántico-lingüístico de los participantes, primero desde su L1 a su L2 (Parte A), y luego viceversa, desde su L2 a su L1 (Parte B). Finalmente, les presentamos las oraciones a los participantes en Australia (1 y 2) y en Chile (3 y 4) en guías separadas según su L1 y les solicitamos que proporcionaran sus datos personales y una traducción sencilla (no necesariamente literal) de las oraciones al idioma correspondiente en base a sus conocimientos. El análisis se centró en la utilización del verbo y no en los errores léxicos que pudiesen surgir en relación a sustantivos.

Resultados y Discusión.

Para un análisis más minucioso de las tendencias en las relaciones semántico-lingüísti-cas, seleccionamos cuatro de las siete oraciones propuestas a los participantes en las cuales se observó un fenómeno notablemente interesante, tanto del inglés al español como viceversa.

a. Primera sección experimental.

Los resultados del grupo de observación 1 fueron bastante positivos desde el punto de absorción de los patrones semánticos de su segunda lengua (parte A, L1 L2). El 66,6% de las oraciones se basó en la utilización de la estructura ideal de lexicalización verbal del inglés (L2), usando un verbo que aporta información sobre movimiento y modo de ejecución ([M+m]), junto a una partícula adicional con información respecto a la trayectoria (p) (1). Otro 16,6% también se estructuró en base a la misma relación semántico-lingüística, lo cual podría sumarse al porcentaje anterior. Sin embargo, el aditivo de trayectoria utilizado en estos casos aporta información de la ubicación (pL) más que de algún tipo de dirección (2). Según la teoría de Talmy, la perspectiva adop-tada en estos casos también se consideraría dentro de la categoría de ‘trayectoria’, aunque de manera aislada.

1. John sacó el barril del establo rodándolo John rolled the barrel out the stable. [M+p] (m) [M+m] (p)

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2. Tom entró caminando a la estación de policía Tom walked in the police station. [M+p] (m) [M+m] (pL)

Del total de las oraciones de esta muestra, solamente el 8,3% se estructuró en base a la lexicalización verbal típica del español (L1) utilizando un verbo con información sobre movimiento y trayectoria ([M+p]), más una partícula –en este caso, una frase adjetiva– con información sobre el modo de ejecución (m). Aquí se generó un caso particular en cuanto al uso de aditivos. Si bien por medio de un verbo conjugado en gerundio se aportó información sobre la manera en que la acción se llevó a cabo, además, se agregó otra partícula con información sobre la trayectoria, la cual era necesaria para los patrones semántico-lingüísticos del inglés, pero dada la base verbal en español, redundante (3).

3. Jack subió corriendo las escaleras. Jack went (running) up the stairs. [M+p] (m) [M+p] (m) (p)

Por otro lado, los resultados de la transferencia de las oraciones de L2 a L1 (parte B) en este grupo de estudio, en cierta media, se contraponen a los de la parte A de esta sección experimental. Si bien el 50% de las oraciones se estructuraron de acuerdo al patrón verbal ideal del español, la otra mitad se construyeron en base a lo observado en la lengua de origen, por medio de la utilización de verbos que describen un modo de ejecución, más que una trayectoria, lo cual se expresó por medio de otros aditivos como preposiciones y frases adverbiales (4).

4. John rolled the tyre into the garage John rodó la rueda hacia dentro del garaje. [M+m] (p) [M+m] (p) A diferencia del conjunto anterior, en el grupo de observación 2 los resultados de la Parte A no fueron muy alentadores. Casi la totalidad de las estructuras traducidas al español (L2) se ajustaron a la perspectiva de movimiento aplicada al inglés (L1), lo cual pone de manifiesto no sólo el apego a su lengua materna a la hora de traducir las oraciones, sino que también el nivel de práctica de la L2 de estos participantes y la relevancia al aplicarlo al idioma.

Imitando el fenómeno de la parte B del estudio realizadas por el primer grupo, aquí el 74,9% de las estructuras generadas utilizan un verbo con información sobre movimiento y modo de ejecución ([M+m]), donde el 66,6% incluyó un adverbio para indicar trayec-toria (p) (5) o ubicación (pL) (6), y el 8,3% no incorporó ningún aditivo (ø). Este último es otro caso peculiar, pues si bien quien hizo la oración la dejó a medias, aun así el verbo utilizado fue suficiente para dar a entender que la tradujo en base a la perspectiva propia de su L1 (7).

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92. 5. Jack ran upstairsp . Jack corrió arriba las escaleras.

[M+m] (p) [M+m] (p)

6. Tom walked into the police station. Tom caminó dentro de la estación de policía. [M+m] (p) [M+m] (pL)

7. John rolled the keg d out of the stable John rodó la *barilla de el (…)^. [M+m] (p) [M+m] (ø)

En contraste a lo anterior, sólo un 16,6% de las oraciones del inglés al español (L1 L2) se realizaron completamente en base a la lexicalización verbal propia de la L2, utilizando un verbo con información sobre movimiento y trayectoria ([M+p r ]), sin agregar ninguna partícula extra con información sobre la manera en que se ejecutó la acción (8). Entre todas las oraciones de esta muestra, se observó un caso curioso en el que una oración se estructuró de acuerdo a una mezcla de ambas perspectivas (9). El participante utilizó un verbo en base a la estructura semántico-lingüística del español ([M+p]), no obstante, incluyó una partícula adverbial que aportaba nuevamente infor-mación sobre la trayectoria (p), provocando un efecto redundante en la oración.

8. Jack ran upstairsp . Jack subió la escalera. [M+m] (p) [M+m] (ø)

9. Rachel pulled the key d out of the lock. Rachel sacó las llaves afuera del bloqueo. [M+m] (p) [M+p] (p)

En la parte B (L2L1) desarrollada por este grupo, sin duda, se observa una mezcla de estructuras ideales tanto del inglés como del español. Por un lado, un 74,9% de la ora-ciones se generaron en base a un verbo que expresa movimiento y modo de ejecución: un 58,3% se acompañó de una partícula satélite de trayectoria, mientras que el resto de los casos (16,6%) se basó en la aplicación de un elemento lingüístico en particular que

r generó polémica en este experimento, así como en las observaciones realizadas por Talmy: el verbo ‘put’. Si bien este verbo expresa claramente un movimiento, a la hora de analizarlo en profundidad no es posible asignarle algún tipo de especificidad en cuanto a modo de ejecución, trayectoria u otra conflación semántico-lingüística. Al respecto, Talmy señala que:

“[…] Aunque al principio parezca que en inglés se usa put […] incorporándole la tidea de trayectoria (Path), una alternativa es considerar (este elemento lingüístico)“sencillamente como una forma suplementaria más amplia y no direccional de la idea que expresa el verbo put, donde la forma específica que se observa super-ficialmente está determinada completamente por una partícula de trayectoria y/o una preposición” (citado en Shopen 1985:71).

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De acuerdo a lo anterior, el verbo put solamente funcionaría como una estructura verbal íntegra de movimiento y trayectoria, siempre y cuando, esté acompañado de un satélite, tal como se observa en el siguiente ejemplo:

10. John metió el neumático en el garaje, rodándolo. John rolled the tyre and put it into the garage. [M+p] (m) [M+m] [M] (p)

b. Segunda sección experimental.

En el grupo de observación 3, así como en el grupo 1, los resultados de la parte A (L1L2) mostraron una tendencia absoluta a respetar los patrones semántico-lingüísti-cos del inglés. La única diferencia que pudimos observar fue la utilización de la partícula que aporta información sobre la trayectoria, siendo ésta aplicada en un 75% de los casos y no observándose en el 25% restante. Por otro lado, los resultados de la parte B (L2L1) no variaron en su tendencia a mantener los patrones de la lengua a la que se tradujo (91%). El 58% utilizó la partícula de modo, mientras que el 33% sencillamente la omitió sin afectar el mensaje. Sin embargo, se presentó un caso excepcional que exhibió una estructura característica de la L2 y no la L1 del sujeto, que era lo que se esperaba:

11. John rolled the keg out of the stable. John rodó el barril hacia afuera del establo. [M+m] (p) [M+m] (p)

En este ejemplo, podemos observar que el verbo rodar no acarrea información sobre la dirección de la trayectoria, y por lo tanto se hace necesario agregar una frase adverbial (hacia afuera de) como una forma de incorporar esta idea, tal como ocurre en inglés.

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92. Con respecto al grupo de observación 4, los resultados de la parte A responden a un

patrón relativamente similar a lo presentado por el grupo 2 de la primera sección experi-mental de este estudio, aunque en menor grado. Por un lado, el 58% de las estructuras aplicadas responden al patrón ideal correspondiente al español ([M+p]), donde un 16% incluye el aditivo de información de modo de ejecución (m) y un 33% no lo aplica (ø). Sin embargo, un 41% presenta la estructura propia de L1 ([M+m]), utilizando verbos como correr, rodar o caminar que no adjuntan información sobre la trayectoria seguida por el agente al momento de realizar un movimiento, y preposiciones y adverbios, los que, en este caso, asimilan la misma función que se les asigna en inglés para describir trayecto-ria. La idea de localización incorporada en la partícula de trayectoria (pL) y observada en preposiciones como en o in en los idiomas correspondientes, también estuvo presente en un 16,6% del total de los casos sin presentar grandes variaciones en el sentido de la oración. No obstante, uno de ellos puso en disyuntiva la inocuidad en el uso de estas es-tructuras en español al demostrar que ciertos adverbios entregan información específica de ubicación que no da pie a una doble interpretación de sentido.

12. Tom walked into the police station Tom caminó dentro de la estación de la policía. [M+m] (p) [M+m] (pL)

Por otra parte, los resultados obtenidos en este grupo en la parte B (L2L1) presen-tan una tendencia absolutamente ceñida a los patrones propios de la lengua materna, utilizando en el 100% de los casos verbos con información de movimiento y modo de ejecución, variando sólo en el uso o la omisión de la partícula de trayectoria (33% y 66%, respectivamente).

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Conclusión.

A través de este trabajo, nuestro objetivo fue demostrar cómo un elemento a simple vista léxica y semánticamente sencillo, tiene el poder no sólo de entregar diferentes tipos de información, sino que además posee el potencial de describir el funcionamiento de una lengua y cómo quienes lo hablamos nos asociamos a ella. Las bases teóricas nos plan-tearon la existencia de una relación semántico-lingüística entre los elementos de una lengua, y por medio de la experimentación, observamos cómo esta interacción varía en diferentes idiomas y la manera en que eso puede afectar la perspectiva con la que apli-camos los verbos, como los de movimiento, en una segunda lengua.

La investigación realizada en base a la lexicalización verbal logró ratificar una vez más la validez de la teoría de Leonard Talmy (1985), y al mismo tiempo, puso de relieve la importancia del nivel de aprendizaje para lograr cumplir las exigencias estructurales que demanda un idioma. Como vimos en los grupos de observación con una competencia lingüística básica e intermedia, la tendencia a apegarse a la perspectiva semántico-lin-güística de la lengua materna existe y no es menor. Sin embargo, en aquellos grupos con un nivel avanzado se logró demostrar el peso que tienen los años de estudio y que, a largo plazo, es posible absorber , aplicar los patrones estructurales y semánticos de una segunda lengua en un gran porcentaje, de manera efectiva.

De acuerdo a lo anterior, quizás podríamos cuestionarnos la complejidad asociada al es-pañol, al inglés, o a cualquier idioma, y cómo este factor juega en contra del ‘correcto’ uso de una lengua. Sin embargo, al hablar desde esta perspectiva debemos tener presente que el entorno y los elementos socio-culturales también tienen un papel fundamental en la relación que los individuos crean con un determinado código y que también es ahí donde subyace parte importante del desarrollo de un idioma.

Sin duda, a través de esta investigación se pudo llegar a conclusiones que responden algunas de las preguntas planteadas con respecto a una parte del desarrollo de una lengua. Sin embargo, aún queda pendiente el análisis de otros factores lingüístico-se-mánticos y los procesos mentales básicos que describen y estructuran la construcción de una competencia lingüística óptima en un determinado idioma. Por medio de este estudio esperamos promover investigaciones futuras que contribuyan a una mejor comprensión de estos fenómenos que forman parte de los estudios contrastivos de ambas lenguas.

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SMito, tragedia y persuasión. A propósito de la Orestíada.Ricardo López P.Páginas 97 a 110.

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Resumen.

La Orestíada de Esquilo, compuesta por las piezas Agamenón, Las Coéforas y Las Euménides, la única trilogía trágica que se conserva completa, participó y ganó en el certamen del año 458. Se narra en ella el asesinato de Agamenón, planeado y ejecutado por Clitemnestra y Egisto, la venganza de Orestes y el posterior juicio y absolución de este último. Pocos años antes había ocurrido la alianza entre Atenas y Argos, y la reforma de Efialtes que definió un nuevo rol para el Areópago, limitando sus funciones a las de un tribunal encargado de los crímenes de sangre. De modo sugerente, a comienzos del siglo surgió la retórica en la isla de Sicilia, desde donde pasó rápidamente a Atenas en tiempos de la democracia. No hay en este panorama una convergencia casual: la tragedia por su naturaleza estuvo siempre vinculada a la vida de la polis, y con ello a los problemas que la afectaban de manera primordial. En este marco, la Orestíada permite observar, de manera privilegiada, el papel y sentido de la persuasión.

Del mito a la tragedia.

Con el tiempo los grandes temas del mito, y también algunos de sus detalles, se convirtie-ron en el contenido central de la poesía trágica, desarrollada durante el siglo V en Atenas y en las poblaciones del Ática, para extenderse luego por toda la Hélade; hasta llegar a ser la forma de poesía más representativa del período clásico. Con la única excepción de Los Persas de Esquilo, que pone en escena la batalla naval de Salamina ocurrida en el año 480, apenas ocho años antes, todas las restantes tragedias conservadas giran en torno a los temas primordiales que proporciona el mito. Dioses y héroes, principalmente, suben al escenario en un ambiente de credibilidad fundamental; nada se presenta como ficción, sino como expresión del mundo real, si bien referido a un tiempo remoto.

El género trágico surge en la parte final del siglo VI, como un espectáculo visual y auditivo de poderosas resonancias emocionales, combinando el canto, la música y la danza. La disposición del material hace posible una narrativa dotada de gran fuerza, como resultado de articular elementos muy diversos. Se trata de un género altamente formalizado, con reglas y características propias, que posibilita una expresión hasta entonces desconocida de la relación del hombre con su experiencia social. Las obras trágicas proponen las pre-guntas más molestas para el sentido común, sometiendo a escrutinio distintos aspectos de la vida pública, examinando las profundidades del alma humana. Los orígenes de la tragedia están ligados a los festivales en homenaje a Dionisos, pero en su expresión

Ricardo López P. 1

Universidad de ChileCorreo de contacto:

[email protected]

Mito, tragedia y persuasión.A propósito de la Orestíada.

1 Licenciado en Filosofía con mención en Filosofía, Universidad de Chile. Doctor en Filosofía, Universidad de Chile. Académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.

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110. madura ya no guarda semejanza con ningún culto. Atenas organizaba periódicamente

concursos de tragedias que duraban tres días completos, cada uno asignado a un autor que presentaba tres tragedias encadenadas bajo la forma de una trilogía, a las que se agregaba una sátira. El primer certamen trágico se celebró en el año 534, y en esa opor-tunidad el premio quedó en manos del poeta Tespis.

Esquilo, Sófocles y Eurípides dominan todo el siglo V, escribiendo en total unas trescien-tas obras, de las cuales conocemos treinta y dos. En tiempos de Tespis toda la repre-sentación era cantada, pero Esquilo, Sófocles y Eurípides, a su turno, redujeron el coro y aumentaron el número de actores, dando a la palabra hablada la parte más importante. Este hecho, lamentado enfáticamente por Nietzsche, está, sin embargo, en una relación de coherencia con la tradición desarrollada por los poetas, en especial con el alto aprecio por la palabra, muchas veces declarado (López, 2006). Quitar la música de la tragedia, es destruir su esencia; la propia vida es un error sin la música, según el filósofo, que no consigue aceptar que el mito pueda alcanzar su manifestación más elevada mediante la palabra hablada (Nietzsche, 1995). Pero Nietzsche olvida que la palabra conserva aún la musicalidad y resonancia que le son propias, de acuerdo a una sociedad oral; no se trata aún de una palabra enteramente lógica, desgajada de las emociones primordiales, que sólo importa por su contenido.

La tragedia toma sus contenidos del mito, pero no simplemente para evocarlos; tal vez como un pretexto para debatir los temas que inquietan a la polis, como la justicia, el poder, la guerra, el crimen, la culpa o el castigo. El hecho de que la tragedia recoja con-sistentemente los temas del mito, revela que la presencia de éstos y su poder no estaban disminuidos todavía en esa época. Tomar los temas tradicionales, y proponerlos para enfocar situaciones nuevas, para reflejar una crisis o la intensidad de un problema que exige una solución, no es un mérito menor por parte de los poetas trágicos. Sin embargo, inversamente, esto no habría sido posible, de esta manera, si los contenidos del mito no hubiesen estado en la memoria de la polis.

Las obras de Homero y Hesíodo marcan un punto de partida de la literatura occidental, que luego será continuada por la tragedia. Los griegos tuvieron magníficos mitos, dice Walter Kaufmann, pero corresponde a los poetas trágicos haberlos proyectado, engran-deciéndolos, hasta convertirlos en la base de una magnífica literatura: “En su propio gé-nero, Homero no podía ser superado, de ahí que fuera absurdo volver a contar lo que él ya había contado” (1978, pág. 270). De modo señalado, el eje de la tragedia está en la acción y no tanto en la narrativa; representa personajes actuando en situaciones límites, de alto contenido dramático.

La tragedia está fuertemente vinculada a las preocupaciones de la polis; marcando una etapa en la formación de una interioridad, del hombre cívico y del ciudadano responsable. No es sólo

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un fenómeno artístico, sino también una institución política, unida al curso de la democracia:

“La tragedia no es sólo una forma de arte: es una institución social que la ciu-dad, por la fundación de los concursos trágicos, sitúa al lado de sus órganos políticos y judiciales. Al instaurarlos bajo la autoridad del arconte epónimo, en el mismo espacio urbano y siguiendo las mismas normas institucionales que las asambleas o los tribunales populares, como un espectáculo abierto a todos los ciudadanos, dirigido, representado y juzgado por los representantes cualifi-cados de las diversas tribus, la ciudad se hace teatro; en cierto modo se toma como objeto de representación y se presenta a sí misma ante el público. Pero si la tragedia aparece así más arraigada que ningún otro género literario en la realidad social, ello no significa que sea su reflejo. No refleja esa realidad, la cuestiona. Al presentarla desgarrada, dividida contra sí misma, la vuelve com-pletamente problemática” (Vernant y Vidal-Naquet, 2002, Vol. I, pág. 27).

La representación trágica pone a la vista los antiguos mitos, narraciones de dioses y héroes, pero no para repetirlas, no por puro hedonismo, ni menos como un intento por escapar de la realidad, sino para recrearlas, utilizándolas para plantear los asuntos que inquietan a los ciudadanos. Normalmente, presenta bajo una forma dramática y sugeren-te los temas que implican a todos, en virtud de una poderosa penetración intelectual y una gran fantasía poética. La fuerza de la tragedia reside, precisamente, en haber combinado una gran penetración intelectual con una intensa fantasía. La polis se mira a sí misma, generando un espacio de crítica, de autoconciencia y de formación. Con frecuencia, se ha utilizado la metáfora del espejo para expresar el sentido de la tragedia; pero si eso es cierto, no se trata de un espejo autocomplaciente, destinado a alabar, sino adecuado para reflejar transformaciones, divisiones y crisis. Mucho menos de un espejo que sólo ofrece una apariencia. La tragedia es el mito en la mirada del ciudadano; en propiedad se ha originado cuando las narraciones, tantas veces escuchadas, son puestas en escena para representar las preocupaciones que recorren el universo social.

Los espectadores de la tragedia, hombres y mujeres, incluso jóvenes, están frente a la acción, en cierto modo son protagonistas, pero permanecen fuera de ella. Hay distancia, pero también hay compromiso. La estructura del teatro griego, en forma de terrazas que se elevan, a la manera de semicírculos cada vez más amplios, permitían ver casi desde arriba, y estar encima de la acción. Si bien las emociones están presentes con gran fuer-za, dado que hay temor, llanto o risas, esta separación abre otras perspectivas a la mirada y al pensamiento. Lo que hasta ese momento había sido privilegio de los inmortales, aho-ra pasa a ser propio de la condición humana: ubicarse a distancia, como un espectador de las incertidumbres, dolores y conflictos de la vida terrena.

La tragedia define el nuevo papel para el espectador, porque crea una atmósfera en que

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110. el público se convierte en juez de complejas situaciones de las que forma parte, para las

cuales no hay una respuesta consagrada. La función de la máscara, tan característica de estos dramas, no parece tener el propósito exclusivo de identificar a un personaje, sino especialmente proporcionar al espectador “una imagen de su otro, de su más allá” (Iriarte, 1996, pág. 57). Aún más claramente que acusar o repartir culpas y castigos, la acción tiende a mostrar con inusitada intensidad los dilemas de la elección y la decisión. Lo trágico aparece, de este modo, desgarrador, especialmente debido a la inmediatez de la representación. La tragedia da una forma concreta a la experiencia intelectual, que marca el desenvolvimiento de la razón, mostrando nuevas potencialidades del mito.

De la venganza a la justicia.

Un brillante ejemplo de lo anterior es la Orestíada de Esquilo. Homero dejó numerosas noticias del asesinato de Agamenón. En la Odisea, es la diosa Atenea quien cuenta a Telémaco el episodio de su muerte: “Preferiría yo, al menos, llegar a mi hogar y ver el día de regreso, incluso tras de haber sufrido muchos dolores, a volver y morir en el hogar como murió Agamenón, bajo la trampa de Egisto y de su esposa” (Odisea 233-238, III)1. La historia bien conocida decía que el caudillo al volver a casa tras la expedición a Troya, encontró a su esposa Clitemnestra emparejada con Egisto. Éstos, en secreta complici-dad, tramaron un plan de asesinato y le dieron fin “como quien mata a una vaca ante el pesebre” (Odisea 534-536, IV). Orestes, hijo de Agamenón y Clitemnestra, fuertemente conmovido, ejecuta su venganza dando muerte a los asesinos.

El poderoso jefe de la expedición aquea, que libró con éxito duras batallas por espacio de diez años, no pudo contra el sigilo y la sorpresa. Su hijo Orestes, a su vez, poseído por un incontrolable espíritu de venganza, renuncia a sus sentimientos y mata con su espada a quien le dio la vida. Una trama de implicaciones múltiples, de la que surgen interrogantes con muchas respuestas posibles: ¿Aún aceptando que Clitemnestra y Egisto cometieron un crimen abominable, ello autoriza a Orestes para condenar y ejecutar una pena por sí mismo? Más allá del sufrimiento personal, de los dilemas y turbaciones de cada perso-naje, aquí se levanta un problema que compromete a la polis. Se trata nada menos que del problema de la justicia, del mecanismo por el cual una comunidad organizada, sujeta a un orden fundamental, resuelve sus diferencias sin desatar un proceso interminable de venganzas sucesivas. Un mecanismo por el cual la polis se protege del riesgo de la desintegración.

En la Orestíada, y muy especialmente en Las Euménides, Esquilo aborda precisamente este problema. Una cuestión inicialmente privada, crimen y venganza, como en tantos otros casos, es presentada a la mirada ciudadana como un problema que los convoca a todos:

1 Nota de la editora: El presente ensayo utiliza el sistema de citación por número de línea, en referencia a los originales en griego a los que remite.

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dioses y mortales. Entran en escena las Erinias, espantosas fuerzas vengadoras de los crí-menes familiares, hijas de la noche, vírgenes negras, buscando a Orestes para hacer con él lo que antes hizo a otros. Ha matado a su madre sin escuchar sus súplicas y debe morir; la venganza sigue a la venganza. El mismo asesinato de Agamenón fue motivado por la venganza; Clitemnestra jamás lo exculpó de sacrificar a Ifigenia, la hija de ambos, para fa-vorecer los vientos que llevarían su flota hacia Troya (Agamenón 1410 y sig.). La tenacidad de estas furias es inmensa y su aspecto repelente: “... son negras totalmente, y execrables. Roncan con su resuello horripilante, y odioso humor destila de sus ojos” (Euménides 54-58). “Ahora ya rendidas puedes ver a estas furias por el sueño, a estas abominables criatu-ras, viejo brote de un antiguo pasado, con quienes no se tratan ni los dioses ni los hombres ni las fieras. Nacieron para el mal, pues que habitan la horrorosa tiniebla, y, en la entraña de la Tierra, el Tártaro, el encono de mortales y de los dioses del Olimpo” (Euménides 68-74).

Las Erinias son resueltas y su propósito es impedir que Orestes permanezca libre en esta tierra: “Voy a secarte vivo para luego bajo tierra arrastrarte y allí habrás de sufrir todo el castigo que merece tu acción de matricida” (Euménides 267-269). Los dioses son impo-tentes frente a su poder; ni Apolo, ni Atenea podrán sacarlo del abandono y evitar que vaya a la ruina. Encarnan un espíritu de venganza auto percibido como la forma propia de hacer justicia; se sienten autorizadas para juzgar, condenar y ejecutar la pena. Están convencidas de que son portadoras de una misión fatal, asignada desde el nacimiento, y que su acción se orienta en los márgenes de señalados propósitos. Ojo por ojo, dolor por dolor, sangre por sangre, vida por vida: es la concepción degradada de la justicia que el poeta intenta representar, simbolizada en estos singulares personajes:

“Es ley, sí, que las gotas vertidas en el suelo con el asesinato exijan nueva san-gre. Pues conjura la muerte a las Erineas que en nombre de los que antes han caído van trayendo desgracia tras desgracia” (Coéforas 400).

“Nos consideramos rectas justicieras; contra el hombre que tiene limpias las manos no se precipita nunca nuestra cólera. Así vive su vida sin daño algu-no. Pero cuando uno ha pecado como ha hecho este individuo y quiere tener ocultas sus manos ensangrentadas, nos erguimos ante él en testigos de los muertos, y cual de sangre vengadora a su vista apareceremos, hasta la gota postrera” (Coéforas 313-321).

Orestes huye de semejantes vengadoras y se refugia en el Templo del dios Apolo. Las Erinias lo persiguen hasta allí, pero Apolo les ordena salir de inmediato del espacio sagra-do. Por el momento se encuentra a salvo, desgraciadamente no por mucho tiempo; el dios otorga su protección al suplicante, pero resuelve que deberá ser Atenea la que intervenga en esta causa. Orestes se dirige a Atenas y habla con la diosa patrona de la polis:

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110. “¡Soberana Atenea! Antes que nada esa gran inquietud borrar quisiera que aflo-

ra en tus palabras; pues no soy suplicante que espera aguas lustrales, ni me he sentado al lado de tu imagen con las manos manchadas. (...) En cuanto a mi linaje, prontamente vas a saberlo: yo soy un argivo. Mi padre, Agamenón, tú lo conoces, era el caudillo de los héroes que un día se embarcaron. Destruiste con su concurso la ciudad de Troya. Murió este rey, no muy honradamente, al volver a su casa; que mi madre con sus negros designios le dio muerte con la red traidora, testimonio de aquel crimen que un día en la bañera había cometi-do. A mi regreso, pues antes he vivido en el destierro, a mi madre maté, yo no lo niego, vengando, con su muerte, la del padre” (Coéforas 436-464).

La tragedia entra en un punto decisivo; Atenea establece la justicia como una institución permanente. Dispone que el heraldo, con la trompeta tirrena (etrusca), cuya voz llega al cielo, convoque al consejo responsable de fallar en este litigio. Ante él se someten las partes; cada una está obligaba a hacer sus argumentos, y aceptar el dictamen. Orestes presenta su causa, comenzando por admitir los hechos: “Le segué la garganta, lo con-fieso, con una espada que mi mano armaba” (Coéforas 592-593). Pero a continuación establece atenuantes, relativiza, propone un contexto, a fin de mostrar que la sangre que ha derramado tiene otro sentido. Refiriéndose a Clitemnestra, dice: “Con crimen doble se manchó ella el alma” (Coéforas 600), dado que mató a su esposo, y también asesinó a mi padre.

Utiliza el recurso de convocar a Apolo como testigo, y le pide declarar que fue él quien le sugirió vengar a su padre: “Es hora de que prestes testimonio. Explícame, oh, Apolo, si la vida le quité justamente. Porque el hecho tal como sucedió, yo no lo niego. Pero tú has de decir si fue en justicia, cual crees, que esta sangre fue vertida o lo fue injustamente. De este modo conseguiré informar al jurado” (Euménides 609-614).

El jurado debe resolver, ya ha escuchado a las partes. Atenea interviene y recuerda una vez más la importancia y solemnidad de la ocasión:

“Oíd lo que dispongo, oh habitantes del Ática, que hoy por vez primera en un plei-to juzgáis de asesinato. Desde ahora en adelante y para siempre, tendrá como tribunal augusto, de Egeo el pueblo, esta corte. Y en esta colina de Ares, asiento y campo de aquellas Amazonas que marcharon contra la ciudad, un día, por su odio contra Teseo, y que en aquella ocasión edificaron las altas torres de esta ciudadela, donde a Ares sus sacrificios ofrecían, y por ello roca y monte reci-bieron el nombre que llevan, digo, pues, que en esta roca el miedo y el respeto, hermano suyo, lejos del crimen habrán de mantener, noche y día, el ciudadano, entre tanto no subviertan las leyes. Si en su caudal viertes lodo y turbias corrien-tes, y ensucias el agua clara, no tendrás agua potable. Ni indisciplina excesiva,

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pues, ni gobierno despótico, que tales son los principios que aconsejo respetar sin, empero, eliminar de la ciudad para siempre todo temor. Pues si nada teme ¿qué hombre va a seguir el recto camino? (Euménides 682-702).

“He aquí el largo discurso que dirijo, sobre el futuro, a mis conciudadanos. Pero ahora el momento ya es llegado de poneros de pie, y vuestro voto depositar, y emi-tir la sentencia manteniéndoos fiel al juramento. He dicho” (Euménides 706-711).

El jurado emite su voto. El recuento arroja un empate; el mismo número de votos se inclina por condenarlo, el mismo por absolverlo. Atenea interviene nuevamente: “Mi privilegio es votar la postrera. Y voy a votar en pro de Orestes” (Euménides 734-735). La diosa dispone exculpar a Orestes; el problema está resuelto, pero las Erinias, no están conformes por-que sienten que se les ha arrebatado de las manos la antigua institución de la venganza, que ellas se esfuerzan por preservar.

Atenea cierra el proceso dirigiéndose a las Erinias, para persuadirlas de que no han sido derrotadas y de que deben asumir un nuevo rol en la polis. Expone las nuevas reglas del juego: “Creedme y no reaccionéis con el llanto tan agudo; que no habéis sido vencidas: de las urnas ha salido un fallo con igualdad de votos, y con verdad, pero ello no significa que hayáis sido deshonradas” (Euménides 793-797).

La justicia pública ha reemplazado a la venganza privada; es el triunfo de la razón, tam-bién lo es de toda la polis. La justicia, dike, toma ahora un sentido fuerte y se consagra como la palabra que impone autoridad. La vieja ley del talión ha quedado desterrada, y se espera desde este momento que todo castigo sea un estímulo para obrar mejor. La Erinia se ha convertido en Euménide, que significa la que mira con beneplácito. El juicio enca-bezado por la diosa Atenea, no sólo permite superar el riesgo de caos para la comunidad, instalando la ley y el orden de un modo duradero; sino que muestra la unidad fundamental entre sus miembros divinos y humanos. Revela, por otra parte, una fuerte vinculación a la realidad inmediata de la polis.

De la diferencia a la persuasión.

La Orestíada vuelve a poner a la vista el notable valor que los poetas dieron a la pa-labra, incluso convirtiendo a Zeus en su dios protector (Euménides 973). El mismo valor que Homero había expresado con tanta convicción; pero no sólo eso, la inven-ción de la justicia, el paso de la venganza a un sistema que garantiza la solución de las diferencias junto con la estabilidad de la comunidad, también está en la Ilíada. Podemos apreciarlo en la descripción del escudo, que el dios artesano Hefestos ha fabricado para Aquiles. En esta descripción aparece el primer antecedente sobre el origen de la justicia:

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110. “Hizo lo primero de todo un escudo grande y fuerte, de variada labor, con triple

cenefa brillante de una abrazadera de plata. Cinco capas tenía el escudo, y en la superior grabó el dios muchas artísticas figuras, con sabia inteligencia.

“Allí puso la tierra, el cielo, el mar, el sol infatigable y la luna llena; allí las es-trellas que el cielo corona, las Pléyades, las Híades, el robusto Orión y la Osa, llamada por sobrenombre el Carro, la cual gira siempre en el mismo sitio, mira a Orión y es la única que deja de bañarse en el Océano.

“Allí representó también dos ciudades de hombres dotados de palabra. En la una se celebraban bodas y festines: las novias salían de sus habitaciones y eran acompañadas por la ciudad a la luz de antorchas encendidas, se oían repetidos cantos de himeneo, jóvenes danzantes formaban ruedos, dentro de los cuales sonaban flautas y cítaras, y las matronas admiraban el espectáculo desde los vestíbulos de las casas. Los hombres estaban reunidos en el ágora, pues se había suscitado una contienda entre dos varones acerca de la multa que debía pagarse por un homicidio: el uno, declarando ante el pueblo, afirma-ba que ya la tenía satisfecha; el otro, negaba haberla recibido, y ambos desea-ban terminar el pleito presentando testigos. El pueblo se hallaba dividido en dos bandos que aplaudían sucesivamente a cada litigante; los heraldos aquietaban a la muchedumbre, y los ancianos, sentados sobre pulimentadas piedras en sagrado círculo, tenían en las manos los cetros de los heraldos, de voz potente, y levantándose uno tras otro publicaban el juicio que habían formado. En el centro estaban los dos talentos de oro que debían darse al que mejor demos-trara la justicia de su causa.

“La otra ciudad aparecía cercada por dos ejércitos cuyos individuos, revestidos de lucientes armaduras, no estaban acordes: los del primero deseaban arruinar la plaza, y los otros querían dividir en dos partes cuantas riquezas encerraba la agradable población” (Ilíada 478-512, XVIII).

No es claro que la tragedia sea simplemente el momento de la transición desde el mito a un pensamiento más sistemático. La deuda no se refiere sólo a los temas o motivos, como si se tratara de pre textos; la tragedia extiende los modos de pensar que ya están en el mito. Tal como se puede observar al confrontar la Orestíada con este pasaje de Homero. Sobre un fondo amplio, el universo entero, se encuentran dos ciudades habita-das por hombres cuyo principal atributo es estar “dotados de palabra”. En la primera, se ha presentado un conflicto que todos se empeñan por superar. Cada parte presenta sus pruebas y hace sus argumentos, frente a los ancianos que deben resolver. Es la palabra la que permite defender la causa, al interior de un sistema preparado para escuchar, eva-luar, proponer y decidir. En la otra ciudad, los hombres igualmente “dotados de palabra”,

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están próximos a emprender un enfrentamiento: la palabra por sí sola no tiene el poder de provocar la solución pacífica de los desencuentros, cuando no existen unos acuerdos previos que así lo permitan. Esta segunda ciudad está sitiada; se preparan emboscadas, y hasta las mujeres, los niños y los ancianos se organizan para defenderla.

Las pruebas se presentan a un tercero, que tiene el respeto y la credibilidad de ambas partes. Mediante el recurso simbólico de describir el escudo de un guerrero, Homero da cuenta del origen de la justicia, cuestión, que en términos históricos y filosóficos, volverá a reaparecer muchas veces hasta el día de hoy. Está también aquí el gran tema de la per-suasión como el recurso alternativo a la violencia y a la venganza, y no como un aspecto marginal de la obra. Atenea se refiere a la persuasión con palabras elevadas, adjetiván-dola como “majestuosa” y “sacrosanta” (Euménides 885-887).

En su sentido fundamental, la persuasión está personificada y convertida en una diosa, directamente vinculada con Zeus:

“Al escuchar los dones que, en su bondad, aseguran a mi pueblo, me invade el gozo, y siento gratitud, a los ojos de Persuasión (Peitho), que ha cuidado mis labios y mi boca ante estas, que, en forma tan salvaje, rehusaban. ¡La victoria es de Zeus, el dios de la palabra!” (Euménides 970-974).

La persuasión, con todas sus implicancias sociales y políticas, es una cuestión central al momento en que se representa la Orestíada, en tiempos de la joven democracia atenien-se; pero esta no es una convergencia casual. La tragedia recoge y proyecta un asunto que ya resuena en Homero y que de manera precisa se ha ganado un espacio en el universo de las preocupaciones de la polis desde comienzos del mismo siglo, ocasión en que surge la retórica.

El origen de la retórica se sitúa en la isla de Sicilia, alrededor del año 485. Por ese tiempo los tiranos Hierón y Gelón impusieron la expropiación de tierras y el ostracismo, para una parte importante de la población. En estas condiciones surgió un nuevo orden en donde los mercenarios pasaron a ser propietarios. Cuando sobrevino la rebelión democrática derrotando a la tiranía, se buscó restablecer las antiguas relaciones de propiedad, pero entonces esos derechos ya estaban muy borrosos. Como una forma de salir de esa confusión, se establecieron jurados populares con numerosos miembros, ante los cua-les cada ciudadano debía hacer sus demandas y alegar personalmente en su beneficio. Asistimos al nacimiento del arte de persuadir y observamos la aparición de sus primeros maestros. Poco sabemos de ellos, pero allí quedaron inscritos los nombres de Empédo-cles de Agrigento, y de Corax y Tisias de Sicilia. Sin mucha demora, la retórica se des-plaza a Grecia y es especialmente acogida en Atenas en donde llega a ser una materia de estudio dominante.

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110. El dato clave, y a la vez olvidado, es que la retórica surge para dar respuesta a una si-

tuación en la que reina la indefinición. Muchos reclaman derechos, pero nadie está en condiciones de trazar una línea que separe lo legítimo de lo ilegítimo. Se trata de una situación sin una legalidad reconocida y aceptada. La retórica es ahora la herramienta para abrir un surco, en un terreno dispuesto para múltiples oportunidades.

La retórica es la téchne de la elocuencia, su fin es encantar y seducir a los auditores por medio del discurso. Es el instrumento que hace posible la persuasión. Es una ca-pacidad que surge como producto de la aplicación de un saber y no de un inexplicado talento; hace referencia a una práctica basada en reglas generales y conocimientos seguros. Aristóteles considera a la retórica como una teoría de la argumentación y la define como “la facultad de considerar especulativamente los medios posibles de persuadir o de prestar verosimilitud a cualquier asunto” (Retórica 1355b, I). Es preciso tener en cuenta que la retórica se refiere a las palabras y los discursos, pero no a las cosas materiales. Su eje está en el lenguaje y el pensamiento, y la exigencia de libertad y tolerancia que plantea su puesta en escena excluye a la coacción. Gorgias la separa de cualquier actividad manual e insiste en que sólo se basa en las palabras: “Por esta razón, considero que el arte de la retórica se refiere a los discursos, y al afirmarlo así hablo correctamente” (Gorgias 450c). Su objetivo no es el conocimiento o el hallazgo de algunas verdades. Se trata más bien del dominio de una destreza, orientada al logro de una comunicación persuasiva, aunque su enseñanza en manos de los sofistas no estuvo completamente referida a fines instrumentales. El nacimien-to de la retórica está unido también al reconocimiento del valor del pensamiento, el lenguaje y la educación (López, 1997).

Es un medio que dice más de quien produce el discurso que de los objetos implicados. Es el orador el que invita a aceptar lo que se dice, poniendo cada cosa bajo un manto de verosimilitud. Por este motivo, la retórica necesariamente se vincula con aquellos conte-nidos sujetos a deliberación, razón por la que tuvo un lugar privilegiado en la formación para la actividad política; y los sofistas que enseñaban a distinguirse por la palabra, en-contraron en Atenas un lugar privilegiado de actuación. El sofista Protágoras fue el prime-ro en reconocer, explícitamente, la legitimidad de la diversidad de posiciones, al sostener que “sobre cualquier asunto pueden formularse dos razones contrarias” (Fragmento 6). Esta sentencia, conocida como doctrina antilógica, abrió un gran espacio a la libertad de pensamiento y de palabra, claramente opuesto a la concepción de la verdad como un evento único e inmutable. Más adelante, Aristóteles insistirá sobre este aspecto clave diciendo: “Deliberamos, además, sobre asuntos que parecen admitir dos posibilidades, pues acerca de lo que es imposible que haya ocurrido o vaya a ser o sea de otra forma nadie delibera, si lo considera de este modo, pues de nada sirve” ( Retórica 1357 a, II). La probabilidad es la fuente que suministra el material para el retórico, dado que no hay retórica de lo incontrovertible.

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En Atenas, en los balbuceos de la democracia, los sofistas se convierten en resueltos maes-tros de la retórica. Un rasgo fundamental de esta actividad, también olvidado con frecuencia, está en el tejido epistemológico sobre el cual los sofistas instalan su maestría; en todo mo-mento coherente con el lenguaje de la ambigüedad propio del mito (Detienne, 2004). Decir que sobre cada tema pueden siempre hacerse varias proposiciones, aún en perfecta antí-tesis, supone renunciar a cualquier criterio de objetividad, abriendo un espacio ilimitado a la comunicación y a la libertad de pensamiento. La concepción antilógica encierra un enorme poder; se ubica más allá de cualquier legalidad definida y deja todo por hacer. Esta es, segu-ramente, una de las claves de la fuerza persuasiva del discurso de los sofistas.

No han llegado a nosotros el Método de las Controversias ni los dos libros de Antilogías de Protágoras, pero conocemos los Argumentos Dobles, probablemente escrito bajo su inspiración hacia fines del siglo V. Este trabajo de un sofista desconocido o acaso una compilación de varios autores, proporciona un bosquejo de un notable método consisten-te en considerar las cosas por ambos lados, ya sea para defenderlas o para atacarlas. La primera sección del texto comienza así: “En Grecia ofrecen dos explicaciones quienes filosofan sobre lo bueno y lo malo. Algunos dicen que lo bueno es una cosa y lo malo otra; otros que son lo mismo: Bueno para unos, malo para otros, y para un mismo hombre a veces bueno, a veces malo” (Barnes, 1992, pág. 607).

Pero falta todavía la verdadera carta de presentación de Protágoras, la sentencia que abre su texto Sobre la Verdad: “El hombre es la medida de todas las cosas: de las que existen, como existentes; de las que no existen, como no existentes” (Fragmento 1). Surge por primera vez una formulación sobre el hombre medida, constructor de realidad. No es una exaltación de la experiencia sensorial y la individualidad o la formulación resumida de algún exagerado escepticismo. Interpretada sobre otros supuestos, bien podría ser la ex-presión en clave de una concepción social del conocimiento; sobre la génesis, el sentido y el valor del conocimiento para los hombres (Gómez Lasa, 1992, pág. 133). Una propuesta no determinista relativa al origen, sentido y valor del conocimiento para los hombres.

Cuando una persona está frente a una alternativa cerrada vive una situación distinta de la que se construye a través de la persuasión. Cualquier intento persuasivo, constituido desde la pretensión de verdad está en una paradoja, porque apela insidiosamente a la libertad, en circunstancias que la salida ya está determinada. La elección ya está hecha, la opción ya está tomada. En tal caso no se ofrece ninguna alternativa, no hay persuasión posible; la persuasión no se entiende sin la referencia a la concepción antilógica defen-dida por Protágoras.

Son las diferencias entre los hombres las que ponen en marcha la persuasión. Si todos fuesen iguales la armonía estaría garantizada y nadie experimentaría la necesidad de modificar el comportamiento de los demás. De modo que la primera elección que está

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110. planteada se refiere a aceptar o rechazar la diferencia. La opción del fanático y del tirano

es clara: el mundo uniforme es más bello, no hay diversidad posible y la persuasión no es necesaria, porque quien no se somete es reducido. La verdad no pide salvoconducto para imponer su autoridad. La opción siguiente consiste en aceptar la diferencia. En este caso la aceptación del otro no depende de la semejanza, se elige convivir en la diversi-dad, sin perjuicio de buscar acuerdos, lograr realidades compartidas, coincidir con los otros con la ayuda de la persuasión.

Protágoras, en último término, no está dispuesto a someterse a ningún esencialismo; los hombres son siempre los únicos responsables de construir el mundo en que viven: “So-bre lo justo y lo injusto, lo santo y lo no santo, estoy dispuesto a sostener con toda firmeza que, por naturaleza, no hay nada que lo sea esencialmente, sino que es el parecer de la colectividad el que se hace verdadero cuando se formula y durante todo el tiempo que dura ese parecer” (Teeteto 172a).

En la tragedia, tanto el universo divino como el humano, son presentados como un gran conjunto permanentemente en conflicto; una tensión continua, sin posibilidad alguna de alcanzar sosiego o una conciliación definitiva. Así, es inevitable entender que la Orestía-da es parte de un tejido, de un conjunto de interacciones con el pasado y con el presente, con la poesía, la filosofía, la historia y la política. Es la expresión de una manera de inter-pretar la realidad de la polis y el deseo de hacerse cargo de sus dilemas y no de encu-brirlos; de recoger sus disputas, problemas, necesidades, lenguajes. Una confrontación constante, que cruza el tiempo de los hombres y de los dioses, donde la persuasión actúa como el recurso que favorece el abordaje de las divergencias, sin recurrir, necesariamen-te, a la denegación y a la violencia.

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Referencias.

Aristóteles Retórica. Traducción al español de Bernabé A. (1998). Madrid: Alianza.

Barnes, Jonathan (1992) Los Presocráticos. Madrid: Cátedra.

Detienne, Marcel (2004) Los Maestros de Verdad en la Grecia Arcaica. México D. F.: Sextopiso.

Esquilo, Sófocles y Eurípides Obras Completas. Traducción al español de Alsina J.; Vara Donado J.; López J.A. y Labiano J.M. (2004). Navarra: Cátedra.

Gómez Lasa, Gastón (1992) El Expediente de Sócrates. Santiago: Universitaria.

HesíodoTeogonía. Trabajos y Días. Traducción al español de Sánchez M. y Sánchez M. (2003). Madrid: Alianza.

Homero Obras Completas. Traducción al español de Segalá y Estalella L. (1955) Barcelona: Montaner y Simón.Odisea. Traducción al español de Pabón J.M. (2002). Madrid: Gredos.Odisea. Traducción al español de García Gual C. (2005). Madrid: Alianza.

Iriarte, Ana (1996). Democracia y Tragedia: la Era de Pericles. Madrid: Akal.

Kaufmann, Walter (1978). Tragedia y Filosofía. Barcelona: Seix Barral.

Llanos, Alfredo (1968). Los Presocráticos y sus Fragmentos. Según la Recopilación de Hermann Diels. Buenos Aires: Juárez.

López, Ricardo (1997). Maestros Innovadores. Educación, Política y Persuasión en los Sofistas. Santiago: Universidad de Chile.(2006). “El valor de la palabra en la antigüedad griega”. Revista Praxis. Año 8, nº 9. Facultad de Psicología. Universidad Diego Portales.

Nietzsche, Friedrich (1995). El Nacimiento de la Tragedia. Madrid: Alianza.

Platón Obras Completas. Traducción al español de De Azcárate Corral P. (1967). Buenos Aires: Omeba.

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110. Gorgias. Traducción al español de Gómez Lasa G. (1982). Santiago: Andrés

Bello.

Protágoras y Gorgias Fragmentos y Testimonios. Traducción al español de Barrio Gutiérrez J. (1992). Buenos Aires: Aguilar.

Vernant, Jean-Pierre y otros (1995). El Hombre Griego (Primera reimpresión). Madrid: Alianza.

Vernant, Jean-Pierre y Vidal-Naquet, Pierre (2002). Mito y Tragedia en la Antigua Grecia (Dos volúmenes). Barcelona: Paidós.

Vidal-Naquet, Pierre (2004). El Espejo Roto. Tragedia y Política en La Grecia Antigua. Madrid: Abada.

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Progresismo y Políticas de Comunicación: Manos a la Obra.Gómez Germano G. et. al.Fundación Friedrich,Buenos Aires, 2011. (109 páginas)Páginas 115 a 117.

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“Al hablar de políticas de comunicación y, en particular, de las relaciones del mundo político con los medios de comunicación, el progresismo se ha vuelto conservador en el sentido más estricto del término: esto es, que no modifica el estado de cosas o, a lo más, hace pequeños ajustes” esta afirmación de Claudia Lagos y Victoria Uranga se constituye en una de las conclusiones de este texto, que se propuso analizar las complejas relacio-nes entre los partidos progresistas y las políticas de comunicación que se han llevado adelante en los años recientes en diversos países de América Latina.

Se trata de un esfuerzo inédito por conocer el verdadero alcance de los compromisos establecidos por gobiernos inspirados en ideas progresistas y que han desarrollado una agenda pública en estos temas, con resultados muy distintos, como lo dejará en evidencia esta publicación. Ello en un contexto político y social, marcado por una alta concentración del mercado audiovisual, con implicancias en el pluralismo informativo y la libertad de expresión. Las democracias conquistadas a lo largo de más de dos décadas en América Latina, luego de las dictaduras militares, aun conservan poderosos vínculos entre las eli-tes empresariales y la propiedad de los medios de comunicación e información.

Gustavo Gómez advierte que la mayoría de estos gobiernos omitieron en sus programas políticas orientadas, específicamente, al mundo de la comunicación, ello pese al reco-nocido avance que estos temas han tenido en los últimos años en el mundo entero. Es difícil comprender que en los anhelos de profundización democrática de los países lati-noamericanos la comunicación aun no consiga tensionar, con más fuerza, las prioridades políticas de las elites gobernantes. Sin embargo, el propio libro destaca los cambios cons-tatados en el último tiempo, particularmente, en el caso uruguayo y argentino, mostrando iniciativas alentadoras desde el punto de vista de la democratización y desconcentración del sistema de medios.

En su parte inicial, esta publicación se propone hacer un balance muy general de los avances registrados en varios países del cono sur, entre ellos Chile. Más allá de la he-terogeneidad de estas experiencias, la conclusión resulta inapelable: en materia de de-mocratización de las comunicaciones los progresos registrados “han sido muy pobres”. Mientras que Argentina y Uruguay logran relevar el discurso de la libertad de expresión, mediante políticas que ponen límites a la concentración, del otro lado, Brasil y Chile mues-tran, más bien, un incremento de las mismas, consolidando e incluso ampliando el impac-to de políticas de nítida inspiración neoliberal.

Progresismo y Políticas de Comunicación: Manos a la Obra.

Gómez Germano G. et. al.Fundación Friedrich,Buenos Aires, 2011.

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17. La nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual de Argentina ocupa un lugar des-

tacado en el análisis, en las voces de Santiago Marino, Guillermo Mastrini y Martín Becerra. A pesar de las dificultades para avanzar en su aprobación, finalmente, esta iniciativa legal, que integró la participación de muchas redes sociales y que entre otros aspectos evita la constitución de oligopolios y suma la entrada de actores comunitarios, es aprobada en el parlamento, consiguiendo con ello hacer un aporte sustantivo a la democratización del sistema de medios argentinos. Se trata, sin duda, del avance más importante logrado por un gobierno progresista en los países de la región, volviendo a juntar dos principios que parecían haberse separado para siempre: la libertad de expresión y los DDHH.

Para el caso chileno, Manuela Gumucio pone en evidencia las tensiones ideológicas al in-terior de la coalición gobernante, de la entonces presidenta Michelle Bachelet. En los pro-yectos de ley sobre Televisión Pública y el Consejo Nacional de TV, ambos estrechamen-te relacionados con la implantación de la TV digital en nuestro país, es posible constatar estas diferencias. De todos modos, se trata de un debate que no ha logrado instalarse en la ciudadanía o en las diversas redes sociales - como lo fue en el caso argentino - y cuyo desenlace aun no está escrito. Finalmente, en Chile –concluye Gumucio- la libertad de expresión suele ser aun un bien transable en el mercado, con profundas sospechas frente a las regulaciones que puede hacer el Estado.

En el período 2003-2010, Venício de Lima, observando el contexto brasileño, destaca un elemento que es esencial en el análisis de la comunicación en nuestros días y que resulta ser la dimensión menos abordada en esta publicación: el explosivo incremento de las conexiones a Internet, las que vienen a cambiar y complejizar la geografía oligopólica y desregulada de los medios en el Cono Sur. En efecto, se trata de una transformación que reconfigura el espacio de la manipulación medial de sus propietarios; mientras, simultá-neamente, los ciudadanos experimentan nuevas oportunidades de consumo audiovisual y su amplia reproducción a través de las redes sociales que otorga la web.

En cierto modo, la mirada acerca de la propiedad y concentración de los medios de comu-nicación –en palabras de Martín Becerra- aun suele hacerse desde la vereda “analógica”, no comprendiendo a cabalidad la verdadera revolución que supone la comunicación que trae consigo la era digital. Lugar donde, seguramente, y pese a los controles de sus pro-pietarios, la información y la comunicación experimentan inéditos procesos de consumo, producción y reapropiación. Sitio donde aun los medios tradicionales, como la radio y especialmente la TV, juegan un rol preponderante; pero donde también los denominados “nativos digitales” sorprenden con nuevas agendas políticas y movilizaciones ciudadanas que, por lo menos, para el caso de Chile no ocurrían desde fines de los años ochenta. Nacida como resultado de un Foro de Partidos Progresistas del Cono Sur, llevado a cabo en diciembre de 2010, esta publicación contribuye de una manera importante a reconocer

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los compromisos, a veces más latentes que manifiestos, de gobiernos progresistas en el Cono Sur. Los casos de Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Chile son abordados regionalmente, pero estableciendo claramente los diferentes avances logrados por cada uno de ellos. En varios de estos países, se han producido cambios en los gobiernos en el último tiempo, lo que seguramente ha derivado en nuevos contextos, más o menos favo-rables para un debate de las políticas de comunicación que los países latinoamericanos deben atreverse a llevar adelante, incluso en contra de oligopolios que ya estaban confor-mados –como lo advierte Gustavo Gómez- cuando la democracia comienza a reemplazar a regímenes dictatoriales en el Cono Sur, hace ya más de dos décadas.

El que en la presentación de este libro hayan participado Carolina Tohá (Presidenta del PPD -Partido Por la Democracia-, ex vocera de la Presidenta Michelle Bachelet) y Marco Enríquez Ominami (ex candidato presidencial, Presidente del PRO –Partido Progresista- y director de programas de TV) puede constituirse en un resultado adicional del libro, toda vez que reúne a dos importantes figuras políticas nacionales para discutir materias que no han estado en el primer lugar de las agendas de los partidos progresistas en nuestro país y América Latina. Pero que, seguramente, ocuparán un lugar de privilegio en los años siguientes, debido al enorme impacto que las nuevas tecnologías de la co-municación e información están generando en la ciudadanía y en los nuevos formatos de consumo de la TV y la radio a través de Internet.

Alejandro Führer

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La Revista Chilena de Comunicación aspira a ser un espacio abierto para la producción científica, publicando artículos originales producto de investigaciones, ensayos que con-tribuyan al debate académico y reseñas en el ámbito de los fenómenos de la comunica-ción, el que incluye el examen intelectual riguroso de conceptos, orientaciones y debates más relevantes en esta área.

Los ámbitos de la Comunicación que cubre esta publicación se encuentran en el rango de artículos o ensayos relativos a los recursos en el intercambio verbal y no verbal de la información, teoría de la comunicación, estudios sobre medios de comunicación, opinión pública, relaciones públicas, estudios sobre el habla, escritos técnicos sobre marketing, aspectos teóricos de la publicidad, comunicación gráfica y digital, asi como las nuevas realidades asociadas al desarrollo de Internet, las redes sociales y la comunicación móvil.

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Desde el presente número nuestra Revista se estructura a partir de Secciones, siendo estas:

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Traducciones. En esta Sección se proporcionarán versiones en español de artículos, relevantes en el ámbito de las comunicaciones, publicados en revistas de todo el mundo y que no siempre están disponibles para las personas de habla hispana interesadas en el tema, o que no son de fácil acceso debido al manejo del idioma de los originales, es-pecialmente aquellos publicados en inglés. Estamos seguros de que esta Sección cons-tituye un aporte neto de nuestra publicación, dado que es en las revistas, más que en los libros, dónde se encuentra publicada la investigación más reciente e intelectualmente prometedora, material que constituye una importante contribución para los investigadores de nuestro Continente. Ensayos. Serán publicados en esta Sección aquellas contribuciones que discuten la in-formación científica más reciente y se pronuncian respecto del estado del arte en uno o más subtemas del campo de los fenómenos de la comunicación en general. Reseñas. Se recogerán aquí los escritos que juzgan acerca del valor de libros de apari-ción reciente en el área de las comunicaciones y que proporcionan un tipo de guía en el horizonte de la literatura disponible.

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. En cuanto al envío del material, en todos los casos los originales han de:

Ser enviados en formato Word, preferentemente 5.0. Aún cuando el envío respe-te esta normativa ha de adjuntar una nota que mencione el tipo de programa en el cual fue procesado, la versión de éste y cualquier otro tipo de detalles técnicos utilizados.

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Así como las correspondientes Keywords en inglés.El autor o autores de los Artículos deberán identificarse de manera completa, in-

dicando su(s) nombre, sus dos apellidos, institución en la cual tiene(n) su mayor permanencia laboral, títulos y/o grados académicos que posee.

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En el caso de las Reseñas, la colaboración deberá:

Estar encabezada por la identificación del texto comentado: Título, en altas y bajas, como se señala en las indicaciones anteriores.

Autor, identificación del mismo con sus dos apellidos y nombre(s). Editorial que publicó el libro. Ciudad en la que se publicó y año. Entre paréntesis, número total de páginas de libro comentado. Al pie se identificará, con su nombre completo, al autor del comentario enviado.

Las colaboraciones que postulen a ser publicadas en esta revista han de ser enviadas al correo electrónico [email protected] o entregadas en Av. Salvador 1200, Providencia, tanto en versión papel como en versión electrónica, dentro del período indicado por la revista para la recepción de material a publicar.

Los trabajos recibidos serán sometidos a los requerimientos y políticas de evaluación dic-taminadas por el Comité Editorial, aplicados por parte de todos o algunos de sus miem-bros, o por parte de terceros en los cuales delegue esta responsabilidad el propio Comité y que cumplan con la condición de personas competentes en el área temática.

No obstante, tras esta primera evaluación, los artículos y ensayos, a partir del presente número, son sometidos a Evaluación Ciega de Pares, cuyos formas de proceder y norma-tivas vigentes serán publicadas en: http://ceu.uniacc.cl en los meses próximos.

El resultado de la evaluación de la colaboración postulante ha sido enviado al autor res-ponsable de la misma, a través de una carta vía correo electrónico. En una primera mi-siva recibió los resultados de la Aceptación Previa, producto de la evaluación del Comité Editorial. Habiéndose aprobado esta fase, en un segundo momento, se le informó del veredicto de la Evaluación Ciega de Pares, por la misma vía anteriormente mencionada. Finalmente, el autor responsable hizo llegar las correcciones incorporadas al original de su colaboración, el cual ha sido reproducido según las indicaciones enviadas.

Nuestra publicación, de carácter semestral, tiene como fecha de aparición los meses de Agosto y Enero de cada año, coincidiendo con el cierre de los semestres académicos universitarios de nuestro país. La fecha de cierre para la recepción del material corregido para publicar serán los meses de mayo y octubre de cada año.

Equipo Editor.Revista Chilena de Comunicación.

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Fe de Erratas.A partir del presente número y como parte de su política editorial, Revista Chilena de Comunicación dará cuenta en esta sección de aquellos errores de imprenta, omisiones o rectifi cación proporcionada por los autores del material publicado en nuestros números anteriores.

A solicitud de los autores se rectifi ca la siguiente información publicada en Revis-ta Chilena de Comunicación, Año IV nº1. Primer semestre 2011, artículo Rivera P., Aranguiz C. “Los nuevos desafíos del e-learning en el marco de la construcción de ciudadanía. Análisis contemporáneo a partir de la disociación entre los tipos de sociedades periféricas y desarrolladas”.

En página 9 dice:Cristián Aránguiz Salazar2

Investigador, Formación Docente e InnovaciónPedagógica, Universidad de Barcelona.Correo de contacto:[email protected]

Debe decir:Cristián Aránguiz Salazar2

Universidad de Playa Ancha.Correo de contacto:[email protected]

Así mismo, en pie de página 9, de este artículo, dice:2 Investigador titular del Instituto de Ciencias de la Educación, Universidad de Bar-celona. Becario CONICYT (Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología) Doctorado en Educación y Sociedad, Universidad de Barcelona. Sociólogo, docente Universi-dad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile.

Debe decir:Becario CONICYT (Comisión Nacional de Ciencia y Tecnología) Doctorado en Edu-cación y Sociedad, Universidad de Barcelona. Sociólogo, docente Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile.

Diciembre 2011

AÑO

IV -

Nº2

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Revista académica con sistema de Evaluación Ciega de Pares.

ARTÍCULOS

ENSAYOS

RESEÑAS

Brecha digital en los profesionales de Santiago de Chile.Luis Alfredo Santibáñez T.

Mujer y política desde la triangulación metodológica.Alberto López-Hermida R.

Verbos en movimiento.Patricia Quezada S. - Yohanna Cabrera E.

Mito, tragedia y persuasión. A propósito de la Orestíada.Ricardo López P.

Progresismo y Políticas de Comunicación: Manos a la Obra.Gómez Germano G. et. al.

ideológica en América Latina. Identificación partidaria e identificación

Mauricio Morales Q. - Rodrigo Bugueño D.