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    La anorexia, palabra que procede delgriego y que significa falta de apetito, man-tuvo un significado en el mundo antiguoque, en realidad, no se corresponde con elsentido actual de este trmino (rechazo alalimento).

    Podemos decir que la anorexia, tambin

    denominada Sndrome de las tres A(amenorrea, adelgazamiento y anorexiacomo actitud de rechazo al alimento, a laque ms tarde se aadiran otros elementosclnicos, tales como la distorsin de la ima-gen corporal y el miedo a engordar), es,como entidad nosolgica, un tipo de tras-torno alimentario que adquiere su carcterclnico a partir de finales del siglo XIX con

    las descripciones de Gull en Inglaterra y deLasgue en Francia, quienes hablaban deanorexia nerviosa y de anorexia histricarespectivamente (no en vano la histeria,bajo la mirada de Charcot en Pars, eclipsa-ba a la ciencia mdica con su camalenicasintomatologa). Ms tarde Lasgue pasaraa denominar a esta entidad clnica anorexiamental, trmino con el que se conoce en la

    actualidad a este cuadro en los pases dehabla francesa y castellana.No obstante, y aunque la entrada de la

    anorexia en la nosologa mdica haba deesperar hasta fechas recientes, su descrip-cin clnica como tal haba sido realizadaya por distintos autores a lo largo de la his-toria. White (1767), por ejemplo, en Ingla-terra, y Nadeau (1789) en Francia, confir-

    man casos de anorexia parecidos a losactuales; y Richard Morton (1694), mdicode la corte, seal, bajo la denominacin de

    Phisis Nerviosa, un cuadro clnico carac-terizado por la consuncin corporal de tiponervioso (1).

    Sntoma y discurso socio-cultural

    (el Otro del discurso)

    Sin embargo, resulta curioso cmo la acti-tud anorxica, esto es, el rechazo al alimen-to, ha tenido distintas connotaciones y hadespertado diversos comportamientos, de-pendiendo del momento histrico y, por tan-to, del discurso socio-cultural de la poca.

    As, durante la Edad Media era frecuen-te encontrar mujeres ayunadoras que reali-

    zaban ayunos y prcticas muy similares anuestras anorxicas actuales, y que, a dife-rencia de otras manifestaciones y compor-tamientos de corte histrico (posesiones,confabulaciones demonacas, alucinacio-nes msticas...), no pasaron por la hogueray fueron igualmente santificadas bajo el be-neplcito del ideal de la poca. Es conocidoel gesto anorxico de la santa Wilgerfortis,

    quien, en el siglo X, se neg a comer hastamorir para evitar su matrimonio con unhombre por el que senta un profundo des-precio. A raz de su muerte se erigieron in-cluso santuarios para conservar su memoriacon diversos cultos en su honor, en los quela ofrenda del alimento vena a traer el re-cuerdo de esa mujer que con su lucha y va-lenta trat de defender su deseo frente a la

    imposicin de un matrimonio no querido.A su vez, en el mundo moderno sehaban descrito cuadros de inanicin por

    Luis-Salvador Lpez Herrero

    Anorexia: comer nada.Una perspectiva psicoanaltica

    Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 1999, vol. XIX, n. 72, pp. 599-608.

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    ascetismo en grupos de religiosas a las quela Iglesia dudaba si santificar o condenar.

    Cmo juzgar a esas mujeres que tratabande mantener la pureza del espritu y elhorror a lo corporal tratando de conseguiruna imagen sin formas, esto es, un cuerpoasexual? La Iglesia se inclin en muchasocasiones por la santificacin, en tanto queestas mujeres, ejemplo de vida, basaban suexistencia en ese ideal de la poca goberna-do por la extremada pureza y el ascetismo.

    Hay que tener ya en cuenta, a partir deeste momento, cmo la actitud de rechazofrente a la imposicin del otro representauna forma de preservar el deseo propio(como tratar de desarrollar ms adelante).Y, por otro lado, hay que fijarse en cmo elsntoma, (en este caso, el rechazo al ali-mento), puede recibir connotaciones muydiversas en funcin del discurso de la

    poca, desde la santificacin y la admira-cin a la condena y el intento de represin.De esta forma, podemos ya empezar aapuntar que el sntoma psquico como talsiempre se construye pensando en el Otrodel discurso del momento y con los instru-mentos de conocimiento de cada poca (2).As, la histrica en la Edad Media se veacomo una poseda que gozaba con alucina-

    ciones msticas, en un momento en el quepredominaba el discurso religioso comoAmo del saber. A su vez, la histrica definales del siglo XIX entregaba su cuerpodoliente, con quejas corporales, a la miradadel saber mdico, que, mediante la hipnosisy la sugestin, construa y completaba todauna teora cientfica. Y la histrica de fina-les de este siglo nos muestra, con su casca-

    da somatizadora y rebelde a los ojos denuestro saber, un cuerpo sin lesiones quebusca en la enfermedad orgnica y en elamparo de la tcnica la confirmacin deeste saber actual que, dominado por lo

    cientfico, trata de alejar toda idea de psi-cologismo del malestar humano (3).

    Alucinaciones religiosas en la poca me-dieval, personalidades mltiples y ceguerasconversivas en los albores de la cienciamoderna, as como somatizaciones mlti-ples en este final de siglo tcnico-cientfi-co, dan cuenta de sntomas construidospara el Otro del discurso de la poca.

    De esta manera, podemos decir que cadapoca, gobernada por su discurso, hace que

    el sntoma construido con palabras semuestre permeable a la palabra de poderdel momento y lo garantice, ejerciendo estediscurso, a su vez, una configuracin espe-cfica en las propias manifestaciones clni-cas. Y es que la anorexia, como sntoma, noes ajena a esta permeabilidad del discursosocial; y, a pesar de que quien la padecepueda alcanzar la muerte en ocasiones por

    este acto, su rechazo al alimento adquieremuy distintas connotaciones, dependiendodel momento histrico: desde el ensalza-miento heroico y la santificacin por des-dear un estilo de vida que llama a lavoluptuosidad hasta la imposicin del ali-mento, contra su voluntad, a ese cuerpo quese deja morir y que quiere ser fiel a un idealde delgadez, en donde el cuerpo transpa-

    rente y sin formas reclama una existenciade pureza.

    Son stas, pues, las distintas maneras dearticular y comprender un problema, unaqueja, un malestar (en este caso, el rechazoal alimento), en funcin de las ideas cultu-rales de cada poca.

    Anorexia: enfermedad, sndrome osntoma?

    Los descubrimientos realizados porSimmons (1914) a propsito de la caquexia

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    hipofisaria relanzados posteriormente porSheehan (1937), tras la descripcin de la

    necrosis hipofisaria post-partum cimenta-ron la esperanza de poder encontrar unacausa fisiolgica a la anorexia mental. Elestatuto conceptual de la anorexia comouna enfermedad de causa biolgica planedurante mucho tiempo sobre el saber de lapoca, a pesar de las dificultades de inte-grar claramente la anorexia mental dentrodel estatuto de las enfermedades orgnicas.

    Sin embargo, podemos plantear ya que,aunque el ayuno prolongado y las manio-bras intempestivas para rechazar el alimen-to provocan complicaciones y muestranvicisitudes diversas en ese cuerpo, nadahay por el momento que explique satisfac-toriamente, desde una perspectiva biolgi-ca, ese momento inicial en donde un suje-to dice no al alimento (4).

    A su vez, la nosologa psiquitrica hatratado de individualizar este tipo de cues-tiones bajo el epgrafe de los trastornos ali-mentarios, dando una cierta entidad aut-noma a la anorexia nerviosa con respecto aotros trastornos psiquitricos englobadosdentro de ese catlogo estadstico de snto-mas y signos con los que en la actualidad lapsiquiatra anglosajona caracteriza la anti-

    gua psicopatologa.A diferencia de todas estas disciplinas

    del conocimiento, el psicoanlisis concibela anorexia como un sntoma, que entiende,desde sus orgenes, como el resultado de unconflicto psquico (5). De esta manera, laanorexia no se constituira de forma con-ceptual en una nosologa propia, sino quevendra a ser una forma sintomtica de pre-

    sentacin de cualquier estructura clnica,bien sea la neurosis, bien la perversin,bien la psicosis.

    La anorexiaper se, por tanto, no consti-tuye para el psicoanlisis una estructura cl-

    nica, ni mucho menos la ve ste como untrastorno exclusivo de la mujer, por ms

    que sea en ella en donde con ms frecuen-cia se encuentren sus manifestaciones. Esesta manera de entender la anorexia comosntoma y fenmeno transclnico no exclu-sivo de la mujer lo que nos evita tener quehacer del patrn hormonal femenino y suefecto, la amenorrea, el elemento constitu-tivo esencial que hablara de una supuestacausa orgnica que no se deja aprehender,

    permitindonos as acudir a otro tipo deregistros que nos ayuden a comprender loque realmente se pone en juego en eserechazo al alimento que conduce a la deri-va fsica1.

    Por tanto, y aun cuando la anorexiacomo sntoma pueda alcanzar en el campode la neurosis un especial protagonismo yestilo (por su manera de relacionarse con el

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    1 Pero, si la anorexia no es en s una estructura cl-nica, qu se entiende por estructura clnica en psico-anlisis? Bsicamente, podemos definir la estructuracomo la manera en que un sujeto se posiciona frente ala castracin. Y cmo entender la castracin en psi-coanlisis? Existe una estructura, la estructura del len-guaje, de lo simblico, que se encuentra afectada poruna falta estructural, una falta significante cuyo efec-to puede ser mencionado de diversas maneras dentro

    del argot psicoanaltico (por ejemplo, no hay relacinsexual posible, no existe la completud, la mujer noexiste, etc.) y que nos conduce justamente al agujerode lo imposible (lo imposible porque no todo se puededecir). De esta manera, a este agujero de lo imposiblees a lo que en psicoanlisis se le conoce como castra-cin simblica. Entonces, justamente, se puede decirque la manera como cada sujeto se posiciona frente aesta castracin simblica es lo que dar lugar a lasdiferentes estructuras clnicas (neurosis, perversin ypsicosis). Cuando el sujeto se defiende frente a este

    horror de la castracin con el mecanismo de defensade la represin, se produce la neurosis. Cuando elsujeto se defiende con el mecanismo de la forclusin,estamos frente a la psicosis. Y, cuando el sujeto utili-za la renegacin como mecanismo de defensa, nosenfrentamos con la perversin.

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    Otro de la demanda), el rechazo al alimen-to como tal es algo que puede quedar

    englobado dentro de cualquiera de lasestructuras clnicas; desde la melancolacon su negativa a comer pasando por laparanoia con su temor a ser envenenadohasta los estados catatnicos que, comoefecto de ese derrumbe subjetivo, anuncianla muerte del sujeto, en todos ellos la rela-cin del sujeto con el alimento adquiereuna especial relevancia.

    La moda de la anorexia y sus causas.

    La sociedad de consumo

    Que la anorexia est de moda es bienevidente. Basta con hojear cualquier peri-dico, leer cualquier manual de psicologa,escuchar la radio, mirar la televisin o,

    incluso, prestar atencin al discurso de lacalle, para captar la preocupacin que exis-te, en este momento, por este sntoma quedistorsiona y horroriza a nuestra sociedadde la abundancia. Pero, aunque es un temade moda, si no pasamos a interrogarlo yanalizarlo, esta actualidad slo sirve parapropagarlo de una manera tan estrepitosacomo falaz.

    Mucho se ha hablado de los factores quecondicionan en el momento actual la altaincidencia de los trastornos alimentarios.Pasemos revista a algunos de ellos.

    Hay autores que han querido ver en losmalos hbitos alimentarios o en las interac-ciones familiares cognitivas anmalas losfactores etiolgicos de la anorexia. En estesentido, tanto el excesivo control paterno

    de la vida del paciente como la falta dereconocimiento de ese sujeto como indivi-duo por derecho propio, como la insisten-cia exagerada por parte de los padres en elaspecto fsico son elementos que han queri-

    do ser interpretados como el fiel reflejoetiolgico de la anorexia. Por otra parte,

    tambin ha habido autores americanos quehan subrayado los factores culturales comoel elemento determinante y decisivo en laconfiguracin de la anorexia, queriendo veren esta actitud anorxica el acto de rebeldapor antonomasia de la mujer actual frente alo que se suele llamar la super-woman, esdecir, frente a ese ideal de supermujer queen la actualidad trata de capitalizar el dis-

    curso de la mujer moderna y cuyo fracasohara que la mujer actual respondiera conese acto anorxico como gesto de rebelda(6). Sin embargo, muchos de estos rasgosfamiliares o socioculturales forman partede la novela familiar de cualquier neurti-co. De ah que resulte dificultoso quererexplicar la causa de la anorexia desde unmarco enteramente cultural o sistmico.

    No obstante, s es cierto que la anorexiaha aumentado vertiginosamente en las lti-mas dcadas y que, tal vez, podemos subra-yar factores culturales que, de formaimportante, favorecen esta macroepidemiasocial. Pienso que, si hay un elemento cul-tural interesante para comprender estamanera de responder la anorxica medianteel rechazo del alimento en un lugar en

    donde aparentemente ste no falta, ste noes otro que la sociedad de consumo en laque nos encontramos inmersos.

    De todos es conocido que vivimos enuna poca en donde nada puede faltar. Y, sicuriosamente algo falta, es absolutamentenecesario tratar de ocultar y taparlo rpida-mente. Desde el pago a plazos, para obte-ner el objeto ansiado de forma inmediata,

    hasta ese eslogan de si no le gusta ledevolvemos el dinero o ese otro de tene-mos un producto para cada necesidad,vivimos en una poca en la que se vivenciauna saturacin perpetua y constante del

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    deseo en favor de una plenitud siempreposible. No se prive. Tngalo todo y no

    espere a maana. La plenitud es posible,se respira continuamente en este ambientesocial de fin de siglo como promesa de sal-vacin. Una actitud sta que trata de evitar,ante todo, el tener que enfrentarnos a unaprdida inexorable. Prdida que, digmoslodesde este momento, representa la inter-vencin del lenguaje sobre ese cuerpoviviente que acude al mundo.

    De esta forma, esa palabra que incide enel cuerpo viviente del beb hace que estecuerpo, como tal, quede perdido para siem-pre en favor de un cuerpo simblico, estoes, en favor de un cuerpo de sentido. Esesta prdida que acontece por el acceso delbeb al mundo de una cultura baada depalabras la que se arrastrar definitivamen-te y de por vida, marcando nuestra existen-

    cia como seres de lenguaje.Por eso, en este mundo actual plagado

    de objetos que tergiversan la necesidadmediante el consumo, es como si no hubie-ra lugar para que el deseo como tal sepudiera constituir, teniendo que pagar antetanta saturacin de objetos con esa inmen-sa insatisfaccin reinante de que hace galael hombre moderno (7), un hombre pro-

    fundamente ignorante de su deseo y aliena-do tanto al Otro del consumo como a la tc-nica instrumental (8). As, el deseo, defini-do como aquello que viene a faltar, se obtu-ra sistemticamente con objetos seuelos,que, rpidamente, pasan a ser desvirtualiza-dos y desechados por hipotticos objetosfuturos que, definitivamente, vendran aaplacar esa sed de completud. Hay como

    todo un juego permanente en nuestromundo actual en torno a cmo conseguir ytratar de tapar insistentemente ese vacointerno, un vaco que, pese a la maniobra deobturacin consumista, se nos revela como

    perpetuo a travs del grito de esa hiancia deinsatisfaccin que siempre asoma.

    Hay, a su vez, en nuestro estilo de vidamarcado por la impulsividad como unhorror al vaco tan constante que hace que,por ejemplo, la palabra imposible se borrede nuestro lxico en favor del eslogantodo ser posible si usted adquiere esteobjeto, un eslogan que facilita que conti-nuamente nos veamos asaltados por objetosde consumo que no aportan ms idealiza-

    cin y valor a nuestra vida que el consumopor el simple acto de consumir. Es como si,en este caso, el objeto de consumo, al igualque un fetiche, sirviera de tapadera a cual-quier otro ideal que no fuera el consumocompulsivo.

    Sin embargo, en esta sociedad del con-sumo que, por cierto, es un invento muyreciente en la historia del hombre, a la vez

    que consumimos ms y ms para tratar detener lo que se nos torna como imposible(ms salud, ms juventud, ms belleza, msfelicidad), lo que se nos devuelve de formainsistente es una insatisfaccin constante,que obliga, a partir de los mensajes querecibimos retroactivamente desde nuestropropio mbito cultural, a consumir nuevosobjetos, que, en lugar de traernos la paz

    deseada, perpetan nuestra insatisfaccin,bien llamada neurtica.

    Reproduzco a continuacin una cita deun msico de la new age, en donde descri-be, a mi modo de ver de forma muy acerta-da, este malestar que se percibe en nuestromundo tecnolgico de fin de siglo: El otroda me encontr con un amigo que ha pasa-do dos aos en el desierto del Kalahari y

    comentamos lo fcil que es adaptarse a unnuevo entorno, absorber su espiritualidad ymaravillarse ante gentes que son felices apesar de trabajar duro, tener pocas cosas ymantener una esperanza de vida corta. Dan

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    ganas de asimilar esos modos de vida alnuestro, pero lo cierto es que, cuando re-

    gresas, recuperas de inmediato los mismoshbitos neurticos de siempre (9). Escomo si las normas que rigen en esta socie-dad de consumo tiranizasen nuestro ser devaco, efecto del lenguaje, en favor de eseser pleno de objetos que pretende, bajo lamascarada de los diversos complementos,venir a calmar lo que por estructura esincolmable.

    Y, en este sentido, podemos pensar quetal vez nuestra anorxica actual, con surechazo, al igual que ocurri con otros tiposde respuesta contracultural a la invasinconsumista, se muestra reacia, aun a riesgode perder la vida, a querer calmar y taparen su caso, con el alimento aquello que,en realidad, debera faltar, para poder aspreservar el deseo, un deseo, como tal,

    siempre imposible de satisfacer.Trataremos de abordarlo ms adelante.

    Tipos de anorexia. La anorexia de

    la imagen y la anorexia como novia

    de la muerte

    Es por completo conocido que no todos

    los pacientes que se niegan aparentementea comer y rechazan de mltiples modos elalimento tienen igual pronstico. Afortuna-damente, la experiencia clnica nos de-muestra que, en ocasiones, el rechazo ini-cial a alimentarse deja paso a una ciertaactitud de tolerancia del alimento que haceque la vida se torne posible. Cmo poderentender estas diferencias clnicas desde la

    perspectiva psicoanaltica?Hay cuestiones que, desde este momen-to, debemos ya empezar a matizar. La prin-cipal hace mencin de la peculiaridad decualquier sntoma en general. Y, en este

    sentido, podemos decir que todo sntomaarticulado en el discurso de la poca, tal y

    como ya fue abordado anteriormente, cons-ta de una vertiente significante (una dimen-sin en relacin con la palabra y el deseo)y de una vertiente pulsional (una dimensinen relacin con la parte muda del goce). Deesta manera, el sntoma en general y laanorexia en particular hay que entender-los como la posicin de un sujeto en rela-cin con el deseo y con el goce. Pasemos a

    continuacin a analizar algunos de estosaspectos.

    As, podramos sealar, para tratar deexplicar los diferentes modos clnicos, laimportancia del discurso social en la irrup-cin del sntoma. Parecera que esta modade la imagen y este culto al cuerpo favore-cen, por la va de la identificacin, la ten-sin con la propia imagen. Al fin y al cabo,

    la norma que se dicta en la actualidad esque no valemos ms que la imagen que elotro nos devuelve amablemente. De ah lainsistencia, impuesta desde nuestro mbitocultural, en tratar de mantenernos acordescon unas seas de identidad que, dirigidasdesde lo social, tiranizan nuestras expecta-tivas. De esta manera, ese ideal de belleza,impuesto desde la cultura y con el que se

    construye la imagen y la identidad, dificul-ta, por el camino de las identificacionesedpicas, la constitucin de la identidadsexual y el ser de deseo del sujeto (10). (Sinembargo, en este caso, la conducta anorxi-ca que est en relacin con la alienacin alsignificante se encuentra al servicio de larelacin con el Otro, es decir, busca, conesa imagen de completud, la palabra y la

    parte amable del Otro que le permita cons-tituirse como un ser con identidad propia).No obstante, esta identificacin con el

    rasgo ideal aun siendo en ocasiones muyterrorfica, por cuanto la imagen cobra aqu

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    el estatuto de un significante Amo que ponede manifiesto la relacin mortfera que el

    sujeto mantiene con el ideal (11) no expli-cara adecuadamente cmo la anorxicapuede llevar ese ideal de belleza al paroxis-mo (12), alejando, as, la imagen sexual y,por tanto, deseable del cuerpo hacia esaotra forma en donde predomina la transpa-rencia asexual y tenebrosa de un cuerpo devaco que goza en solitario. Todo un virajeque no nos permite explicar satisfactoria-

    mente, desde el estatuto de la imagen ideal,por qu esos sujetos, supuestamente guia-dos por un ideal de belleza, devienen, deforma esperpntica, en un ser de anorexia,esto es, un ser que hace del cuerpo todo unsemblante de vaco. De esta manera, pode-mos decir que tanto la explicacin sociol-gica a travs del ideal de belleza como lavertiente significante del sntoma dentro

    del contexto psicoanaltico, aunque aportandatos sobre la tirana de la uniformidad yhomogeneidad en la manera de ser delhombre moderno dimensin sociolgica(a la vez que explican ciertos rasgos deidentidad y eleccin sexual dimensinsignificante del sntoma), no agotan enabsoluto la cuestin sobre la causa de laanorexia. Entonces, qu es lo que hace

    que un sujeto se suba al carro de ese adel-gazamiento progresivo y silencioso?

    Hablar del deseo es hablar de vida. Y escierto que el rechazo de la anorexia trata depreservar ese deseo que surge como lo quedesde la demanda no se deja saturar. Pero laanorexia da cuenta tambin de algo queatenta contra la vida. Y ese algo que atentacontra la vida y contrarresta al deseo es lo

    que en psicoanlisis se conoce como gocepulsional. De ah que el psicoanlisis, adiferencia de otras disciplinas, est capaci-tado para dar cuenta de ese querer ir deforma inconsciente contra la vida a travs

    del goce de la pulsin. Fue Freud quiensupo percibir tempranamente cmo el nio

    que ha satisfecho su necesidad alimentariasigue chupando. Y a ese plus de satisfac-cin que el nio obtiene con la succin deesa nada, a pesar de haber satisfecho sunecesidad, es a lo que Freud se refera conel trmino de pulsin (13). Pero la pulsinpuede interferir hasta tal punto la necesidadfisiolgica que puede llegar a pervertirla.De ah que, en ocasiones, esa parte del

    cuerpo ligada a la necesidad pueda quedarpervertida en favor de una manera de gozarque atenta contra la vida (14). La pulsin,entendmonos, siempre atenta contra lavida. Fjense en cmo, a partir de este plusde satisfaccin que el sujeto obtiene deesos orificios enmarcados en el circuito dela necesidad (la boca, el ano...), se puedeexplicar ese querer satisfacerse ms all de

    la necesidad fisiolgica. Fumar, beber ovomitar adquieren, as, una nueva dimen-sin tras el concepto de pulsin, un trminocapaz de explicar por qu las conductasms adictivas siempre se sostienen a travsde esa articulacin tan especial que rigeentre el placer y el goce, esto es, entre lavida y la muerte.

    Aos ms tarde, fue Lacan quien supo

    dar al estatuto nada el carcter de un obje-to oral vaciado capaz de producir ese plusde satisfaccin, un plus del que ya Freudhaba dado cuenta al hablar del pecho o lasheces. Y es esta dimensin del objeto nadala que adquiere ahora tal valor de impor-tancia en el contexto de la anorexia quehace que podamos ya adelantar que la ano-rexia, en realidad, quiere nada y come

    nada (15).Pero, por qu se da esta individualiza-cin de la pulsin y del objeto oral en elcaso de la anorexia? A qu causa apuntaentonces? Para comprender la causa de esta

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    relacin tan peculiar que el sujeto mantienecon el alimento en forma de rechazo, es

    menester examinar ya no tanto la relacinactual que el sujeto mantiene con el ali-mento, sino ms bien la relacin primige-nia vivida con la madre.

    El malentendido madre-beb en forma de

    estrago como causa de anorexia

    Voy a citar una frase deLa direccin dela cura y los principios de su poder deLacan, a partir de la cual vamos a poderintroducirnos en esa relacin especialmadre-beb. Nos dice este autor: Pero elnio no se duerme siempre as en el senodel ser, sobre todo si el Otro, que a su veztiene sus ideas sobre sus necesidades, seentromete, y, en lugar de lo que no tiene, le

    atiborra con la papilla asfixiante de lo quetiene, es decir, confunde sus cuidados conel don de su amor; Es el nio al que ali-mentan con ms amor el que rechaza el ali-mento y juega con su rechazo como con undeseo (16).

    Debe notarse, por tanto, cmo el lengua-je rasga el cuerpo viviente y le produce unaprdida definitiva, una falta, que es la pr-

    dida de su condicin de ser viviente. Pero,a la vez que el lenguaje provoca esa prdi-da, introduce una ganancia. Cul? Propor-cionar un cuerpo de sentido. Se pierde, as,el estatuto de ser viviente y se adquiere lacondicin de ser de sentido. Podemos decir,por tanto, que el cuerpo viviente, pormediacin del lenguaje, adquiere la dimen-sin de un cuerpo simblico. Tratemos de

    esquematizar un poco ms todo este paso.Imaginmonos el grito de un beb. Estegrito, pura necesidad, adquiere, por su si-tuacin de dependencia simblica con res-pecto al Otro Primordial (la madre en su

    funcin), el carcter de demanda, es decir,ese grito precisa de un Otro simblico que

    lo codifique para que pueda adquirir unsentido. De esta manera, ese Otro, que otor-ga un sentido a ese grito de pura necesidad,le dota de una dimensin de peticin, dedemanda (el beb tiene fro, el beb quierecomer, el beb tiene sed...). Es el Otro, portanto, quien aporta su sentido y quien otor-ga un carcter de pedido a ese grito con elque el beb inaugura su entrada en el mun-

    do. De ah que la pura necesidad del bebse convierta, por la mediacin del Otro ma-terno, en demanda de algo. Entendmonos.En primer lugar, demanda de un primer ob-

    jeto satisfactor de la necesidad que venga atratar de calmar esa necesidad.

    Ahora bien; no toda la demanda quedaagotada en ese objeto que calma la necesi-dad (demanda transitiva), sino que hay, a su

    vez, otra demanda (demanda intransitiva)que circula entre sta y que reclama amor,esto es, nada. sa es la cuestin. Si nosfijamos en un beb, se podr percibir clara-mente cmo la demanda de la necesidad nocalma definitivamente toda la demanda delbeb. Este beb, aun estando saciado de ali-mento, sigue chupando, es decir, por msque alimentemos al citado beb, siempre

    habr un resto de insatisfaccin que harque ese beb se muestre insatisfecho ydemande otra cosa. Y, en este punto deinsatisfaccin, qu demanda ese beb?Demanda amor, para tratar de restituir suprdida en ser. Pero, si como dice Lacan,amar es dar lo que no se tiene, el beb, eneste punto de insatisfaccin, demandanada, demanda un vaco. Demanda, en rea-

    lidad, ese don que es el amor como unanada, como un vaco. El amor viene a ser,as, la nada del objeto como perdido.

    De esta manera, podemos ya entendercmo el acceso, por parte del beb, a lo

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    simblico provoca una prdida, un vaco, alque vendrn a parar los diversos objetos

    seuelos que tratarn intilmente de paliaresa falta. El resultado de esa falta de ordenestructural y no contingente es lo que man-tiene vivo ese resorte, emblema de la faltaque es el deseo. La falta se convierte, as,en la garanta de un deseo, que, a su vez,vela, por siempre, esa falta entendida comoirresoluble. Pero nuevamente debemosapuntar que ese deseo, en realidad, es deseo

    de nada, en tanto que el deseo aparececomo lo imposible de colmar, porque nohay simbolizacin posible.

    Qu sucede en la anorexia? En el casode la anorexia nos encontramos con unamadre completa que confunde la necesidadcon el amor y trata, as, de obturar perma-nentemente el vaco estructural con el obje-to alimento. Atiborra toda la demanda del

    beb con la papilla y no deja lugar alguno ala demanda de amor, esto es, a la demandade nada. En este punto, el rechazo al ali-mento, por parte de nuestro sujeto, es el in-tento por permitir un cierto margen a esademanda de vaco, a esa demanda de nada.De ah que digamos que la anorexia, en surechazo, quiere nada, para as preservar eldeseo, un deseo garante de la falta estructu-

    ral. Por eso, la anorxica no es que no co-ma; es que, en realidad, come nada (17).

    Ahora bien; en este intento de preservarel deseo y de garantizarse como un sujetoen falta all donde no encuentra la falta delOtro (la madre omnipotente aparece siem-pre como completa y sin agujeros), la ano-rxica puede identificarse y gozar con eseobjeto pulsional nada. Un objeto que no es,

    ni ms ni menos, sino el objeto oral vacia-do productor de una satisfaccin pulsional.Es decir, que, para salir de la frustracin dela demanda de amor, la anorxica acabalogrando un plus de satisfaccin pulsional

    con el objeto nada. Y ste es, sin duda, elmatiz ms problemtico de la anorexia: su

    relacin en este punto con el objeto nada.Llegado a este punto, la anorxica iden-

    tificada a la nada, la anorxica comiendonada, hace de su cuerpo ese emblematransparente, invisible y vaciado con elque, podemos decir, conduce la pulsin demuerte freudiana hasta su lmite. Trata, portanto, de gozar narcissticamente delhorror de la castracin en la propia imagen

    cadavrica (18). ste es el punto de difi-cultad y de riesgo en la anorexia: que eserechazo, que se convierte en el paladn delmantenimiento del deseo, puede, por suconexin con la pulsin, llevar a tratar desostener su ser de vaco hasta sus ltimasconsecuencias. Y, en ese punto, la anorexiaacaba conviertindose en una nada deforma literal.

    Una palabra en torno al tratamiento

    Qu se puede decir en cuanto a la inter-vencin teraputica?

    Es cierto que este sntoma que tanto nospreocupa se suele mostrar reacio a sermodificado y que, en ocasiones, ante el

    riesgo vital de nuestros pacientes, es preci-so nutrir a ese cuerpo que se deja morir, entanto que la vida es siempre una consignapara todos nosotros. Y lo es tambin para elpsicoanlisis.

    Con todo, no basta con la idea de querersolamente alimentar ese cuerpo. Si lo que,en realidad, queremos es poder preservar laexistencia de un ser humano vivo, esto es,

    de garantizar la presencia de un ser dedeseo, es preciso dar un paso ms. Y paraesto se nos hace imprescindible utilizar esaherramienta que nos hace y nos distinguecomo humanos: la palabra. Por qu? Si la

    Anorexia, una perspectiva psicoanaltica 607 (43)

    COLABORACIONES

  • 8/8/2019 Anorexia visin psicoanaltica

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