ANTE EL SANTUARIO DE LA ESPERANZA: … · hecho del Padre Puerta el centro de un gran ritual...

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ANTE EL SANTUARIO DE LA ESPERANZA: IMÁGENES QUE CURAN EN SORACÁ (BOYACÁ, Colombia) Carlos Alberto Uribe UNIVERSIDAD DE LOS ANDES número 45, enero-abril, 2009 RESUMEN: en Soracá, Boyacá (Colombia), el sacerdote católico Álvaro de Jesús Puerta ofrece una misa de sanación todos los primeros sábados de cada mes. Esta misa forma parte de una tríada de eventos que se inicia el jueves anterior con la imposición de sus manos para curar a los fieles enfermos, seguida de una sesión de liberación de los demonios y las fuerzas del mal el día viernes. Estos acontecimientos convocan a una gran cantidad de dolientes y creyentes de todo el país, que han hecho del Padre Puerta el centro de un gran ritual curativo al investirlo de poderes de sanación y del favor sobrenatural por intermedio de la Virgen María. Durante las celebraciones, el Padre hace uso extensivo de imágenes sagradas de la Virgen de la Esperanza y del Nazareno para curar y sanar a la masa de enfermos y sufrientes que se hace presente, y en general, para llenar de gracias y de favores a la multitud de creyentes. El objetivo de este ensayo es presentar una primera síntesis etnográfica de los eventos de sanación de los sábados, y abrir sendas analíticas que den cuenta de la triada ritual del Padre Puerta en Soracá. ABSTRACT: In the small town of Soracá, near Tunja, Boyacá, in the Colombian Andes, the Roman Catholic Priest Alvaro de Jesús Puerta offers all first Saturdays of each month a healing mass. This mass belongs to a series of three events which starts the Thursday before with the imposition of his hands on the sick, followed by a session of exorcisms of evil on Friday. The events are an occasion for a huge gathering of sufferers and believers who come from all over the country, believers who have made of Father Puerta the center of a ritual of healing and supernatural gifts bestowed upon the crowd by the mediation of the Holy Virgin. During these celebrations the priest makes extensive use of sacred icons of the Virgin of Hope and of Jesus of Nazareth to heal and cure the sick and the sufferer and to dispense divine grace and favors to the crowd of the faithful. The aim of this essay, therefore, is to present a first ethnographic account of Saturday´s healing events, as well as to open up some analytical paths to explain Father Puerta´s ritual triad in Soracá. PALABRAS CLAVE: Soracá, Boyacá, Colombia, Rituales de curación, imposición de manos, sanación, antropología del sufrimiento, itinerarios terapéuticos. KEY WORDS: Soracá, Colombian Andes, Healing rituals, placement of hands, healing, anthropology of suffering, therapeutic itineraries.

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ANTE EL SANTUARIO DE LA ESPERANZA:

IMÁGENES QUE CURAN EN SORACÁ (BOYACÁ, Colombia)

Carlos Alberto Uribe Universidad de los andes

número 45, enero-abril, 2009

Resumen: en Soracá, Boyacá (Colombia), el sacerdote católico Álvaro de Jesús Puerta ofrece una misa de sanación todos los primeros sábados de cada mes. Esta misa forma parte de una tríada de eventos que se inicia el jueves anterior con la imposición de sus manos para curar a los fieles enfermos, seguida de una sesión de liberación de los demonios y las fuerzas del mal el día viernes. Estos acontecimientos convocan a una gran cantidad de dolientes y creyentes de todo el país, que han hecho del Padre Puerta el centro de un gran ritual curativo al investirlo de poderes de sanación y del favor sobrenatural por intermedio de la Virgen María. Durante las celebraciones, el Padre hace uso extensivo de imágenes sagradas de la Virgen de la Esperanza y del Nazareno para curar y sanar a la masa de enfermos y sufrientes que se hace presente, y en general, para llenar de gracias y de favores a la multitud de creyentes. El objetivo de este ensayo es presentar una primera síntesis etnográfica de los eventos de sanación de los sábados, y abrir sendas analíticas que den cuenta de la triada ritual del Padre Puerta en Soracá.

AbstRAct: In the small town of Soracá, near Tunja, Boyacá, in the Colombian Andes, the Roman Catholic Priest Alvaro de Jesús Puerta offers all first Saturdays of each month a healing mass. This mass belongs to a series of three events which starts the Thursday before with the imposition of his hands on the sick, followed by a session of exorcisms of evil on Friday. The events are an occasion for a huge gathering of sufferers and believers who come from all over the country, believers who have made of Father Puerta the center of a ritual of healing and supernatural gifts bestowed upon the crowd by the mediation of the Holy Virgin. During these celebrations the priest makes extensive use of sacred icons of the Virgin of Hope and of Jesus of Nazareth to heal and cure the sick and the sufferer and to dispense divine grace and favors to the crowd of the faithful. The aim of this essay, therefore, is to present a first ethnographic account of Saturday´s healing events, as well as to open up some analytical paths to explain Father Puerta´s ritual triad in Soracá.

PAlAbRAs clAve: Soracá, Boyacá, Colombia, Rituales de curación, imposición de manos, sanación, antropología del sufrimiento, itinerarios terapéuticos.

Key woRds: Soracá, Colombian Andes, Healing rituals, placement of hands, healing, anthropology of suffering, therapeutic itineraries.

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Como los lectores de libros sacros, los pregoneros de milagrerías y los loteadores de paraísos y nirvanas, también yo he de sentarme de espaldas al Río, frente a las escalinatas

plagadas de creyentes y obsedidas por dioses vivos y muertos, frente a los Templos de ladrillo y cobre sobre cuyas escamas la luz hierve y crepita; bajo los empinados Palacios

en cuyas azoteas cunde la algarabía de los monos. “También yo he de llamar a los creyentes para que formen corro un torno mío, y me

escuchen” (Zalamea, 1974 [1964]:7).

Bastaron unos metros de recorrido por la calle principal del pueblo de Soracá, en los Andes colombianos de Boyacá, para que lo que observaba transportara mi memoria al poema épico de Jorge Zalamea, “El sueño de las escalinatas” (1974[1964]). Toda esa expectativa de una gran audiencia de creyentes congre-gada a los pies de un santuario prodigioso, me fue de inmediato tan familiar como ese poema. Eso sentí al ascender por la calle estrecha, que de manera abrupta se empina desde la plaza principal del pueblo hacia la montaña sa-grada en donde está el Santuario de Nuestra Señora de la Esperanza. Atrás quedó la barahúnda de los medios de transporte empleados para traer una inmensa muchedumbre de peregrinos que esa mañana de sábado, el primero del mes, ascendió desde temprano por entre el precario espacio de toldos, ten-deretes, vendedores ambulantes, puestos de ventas callejeras y de imágenes sagradas, hasta ubicarse en la explanada enfrente del templete del Santuario. Los peregrinos que subían por esa cuesta lo hacían atraídos por los poderes de sanación y los milagros que han hecho famoso al muy reverendo Padre Ál-varo de Jesús Puerta. El Padre Puerta, nacido en Ciudad Bolívar (Antioquia) hace algo más de cincuenta años, y ordenado sacerdote el 23 de octubre de 1988, es el fundador del instituto de Misioneros y Misioneras de la Esperanza. Además, él es el actual cura párroco de Soracá, a donde llegó después de ser el párroco de otro pueblito boyacense llamado Motavita. El mismo Padre Puerta tiene la reputación de ser un instrumento de Dios para sanar a los enfermos, imponer las manos y liberar a los oprimidos del demonio, merced a una fa-cultad eclesiástica para realizar exorcismos. Por esto es bien comprensible la protección divina que por él se pide en uno de los sitios en Facebook que le hace honor al Padre: “Dios te bendiga por siempre y mamita Virgen te proteja, Padre Álvaro.”

Y como canta el poeta Zalamea ante las escalinatas que conducen al templo: “¡Apelo a vosotros, creyentes! Necesito de vosotros

y de todos los seres de condición contradicha.Zalamea [1974(1964):9].

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Los eventos religiosos que tienen lugar cada primer sábado de mes se dividen en dos partes. La primera parte se inicia a las 9 de la mañana, cuando el Padre aparece con su sotana negra en el templete del Santuario y da inicio al Santo Rosario, ayudado por un potente equipo de amplificación de sonido. A esta hora ya se han acomodado en la explanada los jadeantes peregrinos, utilizando para ello convenientes sillas portátiles suministradas por una nube de empresarios improvisados. La segunda parte tiene lugar en la tarde. Se trata de una gran misa campal de sanación. Ambos eventos sabatinos forman parte de una tríada de ocasiones sacras que se inicia el jueves anterior. De esta manera, el primer jueves de mes es la ocasión de la Misa de Oración e imposición de manos a los enfermos, una ceremonia que se extiende entre las 9 de la mañana a las 3 de la tarde y que se desarrolla dentro del templo de la población —una antigua capilla doctrinera, hoy muy transformada arquitectónicamente, entre otras mercedes gracias a la generosidad del Padre, y que sirve además de testimonio de que Soracá fue un asentamiento prehispánico muisca importante—.1

El día siguiente, el primer viernes, tiene lugar la Oración de Liberación, una misa de exorcismos que se extiende desde las 9 de la mañana hasta el mediodía, y que tiene lugar dentro del templo parroquial. Estos dos últimos eventos son muy concurridos por peregrinos que se desplazan desde todos los puntos de la geografía nacional (y aún desde países vecinos como Vene-zuela y Ecuador). No obstante, el evento más concurrido es el del día sábado, con una asistencia usual de 15 mil peregrinos.2 Sea este dato exagerado o no, el hecho es que un peregrino puede asistir a los tres eventos seguidos, a dos 1 No es fortuito que Soracá sea hoy la sede del Santuario de la Esperanza y de toda la

parafernalia ritual organizada allí por este sacerdote católico. En primer lugar, los espa-ñoles se aprovecharon de la organización territorial prehispánica muisca, el grupo étnico amerindio de familia lingüística perteneciente al stock macro-chibcha ubicado en el alti-plano central andino colombiano, para organizar su propio sistema de poblamiento. En el siglo xvi tal sistema de poblamiento español se centró en las encomiendas y posterior-mente en los resguardos y los pueblos de indios. Soracá fue entonces un asentamiento prehispánico que dio paso con el tiempo al poblado indígena y hoy a la población mestiza que allí se asienta (v. Herrera 2002). Ello explica, por supuesto, la erección en el pueblo de una capilla doctrinera. En segundo lugar, Soracá debió ser un centro de culto o un santu-ario prehispánico de algún tipo. Michael Taussig (1987), entre otros, ha mostrado cómo los grandes centros ceremoniales y sitios de peregrinación católicos establecidos por los colonizadores españoles y sus órdenes religiosas, fueron sobrepuestos espacialmente a antiguos sitios sagrados y centros de culto de las religiones amerindias. Este punto es necesario desarrollarlo en futuras investigaciones en relación con la población objeto de interés del presente ensayo.

2 La cifra de 15 mil asistentes al rosario y a la misa por los enfermos del día sábado aparece en uno de los muchos grupos de Facebook que se han organizado en torno al culto y a las celebraciones del Padre Puerta (v.ww.facebook.com/group.php?gid=21944058103, consultado el 7 de julio de 2009).

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de ellos o aun a uno solo, sin que se menoscaben los beneficios que se buscan con la peregrinación y la asistencia a los rituales. De hecho, cada peregrino decide participar en uno, en dos o en los tres eventos según sea su devoción y sus necesidades corporales y espirituales. Por esta razón, es dable analizar cada uno por separado o mirar todo el conjunto de la triada. Además, los tres eventos están atravesados por una serie de temas y de preocupaciones reli-giosas comunes de su principal protagonista, el Padre Álvaro de Jesús Puerta. Hay entre ellos, asimismo, una utilización de los espacios interesante en términos de los escenarios rituales que el Padre crea, o de los que se apro-vecha, para desencadenar sus rituales de curación. De esta manera se com-binan espacios cerrados con espacios abiertos (la iglesia y el santuario, por ejemplo), así como desplazamientos de los peregrinos hacia la montaña sa-grada y de descensos al valle andino. Tales juegos de adentro-afuera, arri-ba-abajo, no son fortuitos, y evidentemente siguen los principios de cómo el poder gobierna las masas humanas, tan bellamente estudiados por Elías Canetti [1983]. En el presente ensayo me ocuparé del día sábado y su estra-tegia de arriba-abajo, y sólo de manera tangencial me referiré a los eventos ceremoniales de los primeros días jueves y viernes de cada mes. Primero realizaré una narrativa etnográfica centrada en el sábado. Al final, aporta-ré algunos elementos teóricos que nos provean de una comprensión inicial de este complejo ritual andino colombiano.

El Santo RoSaRio a la SEñoRa

¡Crece, crece la audiencia! Hay ya silbos de llama en la brasa. Zalamea, [1974(1964):13].

Ya estáis aquí, creyentes, en torno mío, poblando las escalinatas. Y va a ser posible abrir audiencia, pues otras gentes de vuestra misma condición han venido de todos los rumbos:

ora por sobre las sobresaltadas praderas marítimas; ora traspasando las montañas en que tienen sede sabios, santos y otros fantasmas;

ora por los polvorientos caminos…Zalamea, [1974(1964):21].

La multitud ha ascendido a la montaña sagrada. El Padre ya preside la audien-cia en su lugar ante el altar del templete del Santuario de Nuestra Señora de la Esperanza. Se da inicio así al rosario, una oración que al comienzo parece uno de esos tantos rosarios cantados. Súbito, el Padre intercepta el ceremonial con una invocación al Espíritu Santo:

Tú eres fuego, tú todo lo renuevas, todo lo devoras, todo lo haces luz. Haz que en estos instantes todos sintamos ese fuego interior. Haznos sentir esa llamita encen-

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dida en nuestro interior[…] como también esta brisa que empieza a correr. Regála-nos esta brisa, como tu ternura, tu presencia, tu saludo, tu alegría[…].

Sigue la invocación, que los fieles acompañan al unísono, mientras sienten la brisa divina, la primera señal física, tangible, de testimonio de la presencia de la divinidad entre esta apretada masa de sufrientes: “Espíritu de Dios, ven a mi vida, ven a mi alma[…] úngeme Señor con tu espíritu”, rezan en coro los creyentes.

Tal apelación a los dones del Espíritu Santo muestra una pauta que pronto se va a afianzar. La ceremonia está permeada de una poderosa espiritualidad carismática, más propia de ciertas iglesias protestantes del Nuevo Mundo. Además de la presencia material del Espíritu, el Padre anuncia la llegada de la misma Señora, de la Virgen de la Esperanza, que baja a platicar con sus pe-queños: “Vamos a recibir a la Señora. Ella ya está aquí. Ella ya llegó. La Señora está con nosotros. ¡Señora, salúdanos!”, y los fieles estallan en un gran aplau-so, para después cantar un Avemaría de bienvenida. El Padre ve a la Señora morando ahora entre sus pequeños. La ve físicamente, según exclama, abra-zando a los peregrinos que han venido de tantos lugares: “Señora, salúdanos. En este momento a todos los abraza. La Señora te abraza. La Señora a todos y cada uno, los está abrazando. Y lo sé porque yo lo veo”. El Padre da entonces curso a un diálogo personal con la Señora, con su Señora que sólo él ve:

Pasa sobre nosotros, ahora Señora, un viento que nos acaricie la mejilla, para sen-tir tu caricia de madre. Sopla Señora esa brisa fuerte. Va a ser muy fuerte. Porque queremos recibir ternura... estamos muy contentos porque estás con nosotros. ¡Qué dura es la vida, Señora! Estamos sintiendo esa caricia, ese susurro. Quédate por siempre con nosotros. Quédate por siempre con la humanidad[…].

Terminado el diálogo personal con la señora que sólo él puede ver, el Padre hace silencio. En el entretanto la gente ausculta el cielo para discernir la presen-cia del portento, el milagro del descenso de la Virgen desde el cielo hasta “este puntico del universo”. Una presencia divina que el rotundo Padre marca con una prolongada serie de bienvenidas, de saludos, de cánticos de preparación, una verdadera “separación” ritual a la usanza de los clásicos [Van Gennep, 1965].

Vista desde otro plano, este perfomance milagroso está estructurado como un diálogo entre dos personas. Una voz, la primera, es la voz de un mortal que nos transmite las voces inmortales que le articula una persona inmortal, la de una se-gunda persona, la mismísima Señora de la Esperanza, que él ve con exclusi-vidad y que con él conversa para darle instrucciones. Sin embargo, el diálogo pronto se volverá más complejo, pues el Padre va a articular en secuencia su propia voz, una voz en la primera persona de su singular mortal, para darle

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luego cabida en él mismo a la voz de la segunda persona celestial que a través de su voz nos trasmite su mensaje divino. Pero eso será después. Antes de tales prodigios hay que terminar con los misterios faltantes del rosario y dis-tribuir las cuentas de muchos rosarios benditos entre los fieles que se agol-pan ante los muros del templete, mientras el Padre, nuestro Padre, nuestro intermediario con nuestra Madre, los arroja al viento y hacia la multitud para tentar las fortunas sagradas de quienes se abalanzan en pos del objeto divino. Por toda paga el Padre pide a los favorecidos que recen un Avemaría en su honor y otra en honor de un benefactor anónimo, quien donó los rosarios. Asi-mismo es necesario darle curso a dos instancias especiales de preparación al diálogo sobrenatural, que constituye el clímax de esta jornada matutina: una especie de calistenia sagrada, que el Padre llama “ejercicios de estiramiento” para recibir el oxígeno divino, y la famosa “Danza del Sol”.

La calistenia resulta peculiar. He aquí a la audiencia de creyentes aglome-rada frente los muros del templete. Unos creyentes están sentados, otros de pié, aquellos están hincados de rodillas en el césped húmedo con sus rostros sollo-zantes y llorosos, mientras los de más allá se sumergen en místico recogimiento, al punto que los niños y niñas corretean por entre las sillas o atormentan a sus padres con sus quejidos de tedio. Mientras tanto los vendedores ambulantes no dejan de ofrecer rosarios, estatuas de la Virgen y de los santos, novenarios, agua embotellada y todo el resto de especies de lo que por aquí llamamos “el rebus-que”. Y entonces el orondo Padre, quien no mueve ni una sola de sus extremi-dades, instruye a sus fieles para que estiren los brazos hacia arriba, hacia los lados, hacia abajo. Otra vez: hacia arriba, abajo, a los lados. La idea es aspirar la brisa que circula por la montaña sagrada, el oxígeno divino que envía la Señora a los dolientes cuerpos de los peregrinos para sanarlos, para salvarlos.3

A la par, el religioso anuncia que se va a iniciar la Danza del Sol. Han transcurrido cerca de dos horas de función, cuando el Padre divulga primero un dato sobre la altura a la que está el Santuario: 2,650 metros sobre el nivel del mar, en los verdes Andes colombianos. Y es así —anuncia—, como el Sol girará sobre sí mismo y aparecerán imágenes sagradas, “rostros muy patéti-cos de figuras sagradas”, como la Santísima Virgen y su Hijo y los apóstoles. Empero, no hay que asustarse. Eso sí, hay que cuidarse bien los ojos. Sólo mirar con la protección adecuada el relumbrante sol, que ahora transcurre su ruta hacia el cenit. Hay que usar lentes muy oscuros, radiografías viejas, vidrios velados, para ser testigos de esta danza solar en la cual la mirada ha

3 Bryan S. Turner (1987), Medical Power and Social Knowledge (citado en Moreno, 2006, 109), trae una interesante aseveración sobre el origen de la palabra salud. “El origen de la palabra ‘salud’ viene del latín salus, que significa ‘salvación’ en su sentido religioso”. Lo médico y lo religioso, como veremos, van en tándem.

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de concentrarse en las figuras patéticas, en los colores morados y en los verdes que se verán en la periferia solar. Hay que tomar muchas fotografías, mu-chos videos. Es que, advierte el Padre, él mismo tiene muchas fotografías de la Danza del Sol. Algunas muy bellas, muy artísticas, con las que va a ha-cer una exposición en el futuro próximo para dar testimonio de los favores de la Señora con sus pequeños. Porque, no olvidemos, la Señora está aquí entre nosotros y esta danza solar nos muestra su beatífica presencia. Entre tanto, las fieles cabezas dirigen sus miradas al Sol, y el cliqueo de las cámaras sirve de telón de fondo al silencio expectante en pos del milagro. “Vean bien, allí está la Señora; vean bien, pero cuidado con sus ojos”. Y todos ven, y algunos dejan escapar una que otra exclamación de contento ante lo divino palmario, y rueda el video, y cliquea la cámara y las madres muestran a sus hijitos cómo el Padre, por el poder de la Señora, de su Señora, controla los astros. Quien quiera ser testigo de semejante maravilla, bien puede acercarse a la maravilla del Youtu-be.com, pues el reverendo Padre Puerta y su danza solar también están en el ciberespacio. 4

Después de dos rondas de danza solar y una “terapia de ternura”, que no es otra cosa que una tanda de abrazos entre los feligreses presentes, extraños y conocidos, seguida de bendiciones mutuas, el cura instruye a sus fieles para que extiendan su mano derecha hacia arriba, hacia la Señora: hay que suplicar-le su bendición, su ungimiento. Ora los fieles deben elevar ambas manos hacia arriba; en sus palabras, “elevar las manitas al cielo como antenitas que bajen las ondas divinas del cielo”, y puedan, de esta forma, “capturar la energía”. La muchedumbre estalla en aplausos mientras el Padre sigue exhortando a sus fie-les para que mantengan sus brazos estirados y “tomen el oxígeno del cielo”.

La multitud debe emprender una nueva captura del oxígeno celestial, ahora con las dos manos en alto. Cada peregrino debe inhalar el aire hacia su vientre e instalarlo allí lentamente. Después de una breve pausa, el aire se ex-

4 Son muchísimos los vínculos que aparecen en los buscadores de la Internet, en Facebook y en Youtube, que hacen alusión a los episodios de Soracá. Como es usual en el ciber-espacio, el debate y la polémica están en el orden del día. Para muestra, dos entradas que aparecen en una página de Youtube sobre la Danza del Sol. Andagetz escribe: “el Sol danza con mucha imaginación en este video… pero yo fui una vez allá y sí vi algo raro en el sol, como la media silueta de una mujer… Soy algo escéptico en estos casos, así que no sé si vi lo que vi (sic), porque el sol quemaba mi retina y fue mucha coincidencia o realmente un milagro… de cualquier forma el resultado de ver la media silueta de una mujer en el centro del sol es sorprendente!”. Maracachucho replica: “No se ve ni mierda, pero es la típica posición de la Iglesia cuando todo científico (sic) carece de explicación, ellos salen con alguna excusa extraña para promocionarse y detener la duda que nos impulsa a investigar.” Véase http://youtubecom/watch?v=X9QNBKIc1WE (consultado el 7 de julio de 2009).

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hala poco a poco, mientras cada uno repite en su cabeza ”Estoy botando todos mis problemas” y la voz de bajo del levita católico resuena a través de los alta-voces con la orden “Estoy botando todos mis problemas”, “Estáas bo-taan-do too-doos tuus pro-blee-mas”, para dar a entender ese poder de elocución del que hace tanta gala. Este es, explica, un ejercicio con oxígeno bendecido por la Virgen, y vuelta al “Boto todos mis problemas, boto todos mis problemas”, seguidos los incómodos problemas por una botadura sucesiva de enferme-dades y de odios. Cual avezado practicante de métodos de sanación que rememoran la medicina ayurvédica, por aquello de sus prácticas soteriológi-cas, sus énfasis en los balances entre el medio ambiente, el cuerpo, la mente y el alma, y sus ideas sobre el flujo de sustancias y de energías a través de los canales del organismo [Moreno, 2006], el oxígeno divino es “canalizado” en una trayectoria muy precisa:5 después del vientre, el oxígeno ha de ser con-ducido a la cabeza, y de ahí a ser inhalado y exhalado hacia abajo, primero en una etapa que va al corazón, luego sigue a los pulmones, para proseguir con el “sistema digestivo”, a la par que hay que pensar “Boto todos mis problemas”, “Boto todas mis enfermedades”.

Ahora les toca el turno a las mujeres en esta oxigenación divina. Ellas son instruidas por el cura para que lleven el oxígeno bendito a las —como les dice en el lenguaje vernáculo a los senos— pochequitas. Desde esta zona del cuer-po femenino empieza pues un recorrido por el “sistema ginecológico”, que incluye muy especialmente a la matriz y a los ovarios y que hace un énfasis en el hecho de que aquellas mujeres “que no pueden tener hijos, lo lleven allá para que la Señora les regale un bebé”. Conste —anuncia el Padre—, “que de aquí han salido muchos bebés”. Como es obvio, después es el tiempo de los hombres de la audiencia. Ellos son instruidos por el Padre de que lleven el oxígeno a su vejiga, a la próstata, a los testículos, y que entonces “boten los problemas de allí, boten las enfermedades”, como ese cáncer de próstata, esa próstata, dice, “que tanto nos molesta a los mayores de cincuenta años”, y sigue con el oxígeno santo que cura la impotencia masculina, las “enfermeda-des de transmisión sexual”, a la vez que el oxígeno bendito en “el sistema uro-genital” ayuda a sus portadores a concebir hijos con sus respectivas mujeres.

De esta forma, el oxígeno de la Virgen recorre todas las áreas, todos los sistemas anatómicos del cuerpo de los creyentes. Ahora el oxígeno va a la sangre, ora llega a los huesos, y así va en su recorrido curativo, mientras que el Padre exclama con su potente voz de predicador, cargada de autoridad, las palabras, que emite lentas como para darle toda la fuerza propositiva, toda

5 María Angélica Ospina (comunicación personal) llamó primero mi atención sobre este particu-lar.

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su carga semántica a cada una de ellas: “Piensa que te has sanado, piensa que estás sano”, “Di ahora ‘estoy sano’, ‘me he sanado’, ‘estoy sano’”. Remata con la orden de botar el exceso de oxígeno enfermo. La multitud estalla en una salva de aplausos cuando el oxígeno santo termina su periplo curativo por la humanidad de los creyentes.

De nuevo, Zalamea, el cantor, el poeta, anuncia ante las escalinatas del templo: “¡Apelo a vosotros creyentes! Necesito de vosotros y de todos los seres de condición

contradicha. He aquí, pues, mis citaciones a esta audiencia:

En primer término, cito a los hongos humanos que proliferan sobre las escalinatas o agonizan en ellas:

Esculturas vivientes, gesticulantes y gimientes que abren avenida hacia la abierta sala de nuestra audiencia:

el adolescente epiléptico que hace precipitar el ritmo de las plegarias con su alarido de entusiasmo y su bramar de espanto;

el enano que salmodia su irreparable mendicidad bajo el lujo de su enorme turbante amarillo;

el paralítico que, con sus tablillas ambulatorias, remeda sobre sorda piedra la invitación de las castañuelas a la danza;

la leprosa que, mendicante, púdica, coqueta, desesperada, exasperada, cierra o hace flotar el vuelo violeta de su manto sobre su desleída carne gris;

el niño que pone al sol los coágulos azulencos de sus ojos descompuestos; el hermoso mozo mutilado por sus propios padres para que la muda y nuda plegaria de

sus muñones le garantice el pan de cada día; el demente, el sifilítico,

el calenturiento, el idiota,

el varioloso, el pianoso,

el tiñoso, el sarnoso, el caratoso,

el tuberculoso, y toda la horda innumerable de los consuntos.

Que vengan aquí, que se acuclillen en primera fila, muy cerca de mí para que su yerta brasa haga borbollar las palabras en mi pecho hasta que broten de él lenguas de fuego.

Pues quiero desatar un gran incendio. Zalamea [1974(1964):9-10].

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Hemos llegado a otro de los portentos de la que será testigo esta inmensa muchedumbre: el mensaje de Nuestra Señora. Durante un prologando silen-cio posterior a la gira corporal del oxígeno sacro, el Padre Puerta cierra sus ojos en actitud de profundo recogimiento. Luce concentrado y distante. Se ve solitario e imponente, allí, encaramado en su altar, y rodeado de su guardia personal de varios agentes de la policía que no lo desampara en ninguna de las celebraciones públicas. Entonces, su voz profunda, en un tempo lento assai, da curso al texto que le transmite la Señora. Toda la audiencia está en com-pleto silencio cuando Ella se posesiona del cuerpo del Padre y habla por su boca:

Mis benditos, mis pequeños, os bendigo, os doy mi bendición. Os amo mis peque-ños míos. Mi devoción son ustedes, mis pequeños, mis hijitos. Son ustedes mi más grande ternura. Yo los bendigo. Yo quiero que ustedes se preparen para mi mes de mayo rezando en familia el santo rosario. El rosario es la cadena que ata la cadena del diablo. Les invito a prepararse. Yo deseo mis hijitos, mis pequeños, que sean bonanza en devoción a mi amado Jesús. Hay que orar más. Mi amado Jesús está sangrando. Mi amado Jesús sigue sufriendo. Yo consuelo a mi Hijo, pero no es su-ficiente. Él espera vuestro consuelo. Sean buenos, mis pequeños. Sean buenos, mis pequeños. Si supieran lo hermoso que es el cielo. El cielo es muy hermoso y yo quie-ro que ustedes estén con nosotros. Nosotros los esperamos, pero hay muchos que no quieren llegar al cielo. Yo los bendigo.

En este punto hay un cambio en la persona del narrador. El Padre Puerta vuelve a asumir su primera persona y afirma: “La Señora… nuevamente me concede otro secreto. Son dos secretos que yo tengo. La Señora toca mi alma… y cierra en ella ese secreto. La Señora sigue hablando de mucho dolor. Hay mucho dolor, mucho dolor.” Nuevo giro: otra vez es la primera persona de la Virgen que se sirve del prelado.

Pequeños míos, yo los protegeré…, pero sigue el dolor. Va a suceder una catástro-fe[…] enormemente grande. Esta catástrofe la sentirá toda la humanidad. Esta ca-tástrofe será un llamado de atención del cielo por todas las agresiones y blasfemias que han hecho últimamente contra la Iglesia de mi Hijo. Pero yo, mis pequeños, yo los protegeré, porque ustedes vienen aquí. Yo seguiré salvando, intercediendo para que todo no se destruya[…] Pero todo tiene que suceder como tiene que su-ceder. Mas no sucederá como tenía que suceder.

Muchos en la audiencia, hombres y mujeres al unísono, estallan entonces en lamentos y lloriqueos, y claman para que nada pase, para que su buen Pa-dre medie con la deidad sobrenatural, y ésta a su turno medie con las fuerzas

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telúricas amenazantes y castigadoras de la sufriente humanidad. Otra vez es el Padre quien asume su propia voz como mediador entre la voz femenina que le transmite un mensaje divino, y su audiencia.

La Señora llama la atención a todos los que en el mundo entero blasfeman en contra de la Iglesia. Catástrofe parecida al fin del mundo, pero no sucederá… Para los contrarios de la Iglesia es una oportunidad de conversión. Dice la Señora que en estos días santos, en algún lugar se derramará mucha sangre. Sangre que brota como de la hostia viva de mi hijo. La Señora habla también de esperanza. Tendre-mos también una alegría, una profunda alegría en esta Semana Santa. Vuelve a anunciar la Señora que habrá tres accidentes aéreos seguidos. Sólo aquellos que invoquen a Dios se salvarán. La Señora dice que agradece muchísimo que ustedes hayan venido y anuncia su presencia en sus casas. La Señora dice Amén.

Con el amén final, la multitud estalla en una gran salva de aplausos. El Padre Puerta, exhausto, hace otra pausa; recuperado un poco, el Padre retoma su presencia imponente para anunciar que durante el primer sábado de mayo, el mes de la Virgen, habrá en el Santuario una serenata con mariachis en su honor. La serenata, dice, deberá ser de “muy buen gusto” y nada de llevar allá “canciones de borrachos”. Además, ese mismo día los peregrinos deberán lle-gar bien proveídos de muchas flores. Hay que “inundar” de flores el Santua-rio de la Señora de la Esperanza, es la consigna final, seguida de las usuales advertencias contra los ladronzuelos y asaltantes que siempre asedian a sus peregrinos. Por fin el Padre Puerta se sienta en su sillón ante el altar, cierra sus ojos, pone sus manos en su regazo, encima de su sotana, y se sustrae de este mundo. Su guardia pretoriana de policías y soldados lo rodea. Mientras tanto los peregrinos comienzan su descenso a la plaza del pueblo.

la Santa MiSa poR loS EnfERMoS

Muy puntual a la 1 de la tarde, el benemérito Padre Puerta da inicio a la misa por los enfermos, la segunda parte de los eventos del primer sábado. La oca-sión litúrgica pone en escena un elaborado ceremonial. Se trata de una misa concelebrada con otros dos sacerdotes que se reparten con el Padre el desarro-llo del ritual romano prescrito. Además, es una misa cantada a la usanza de la música gregoriana, pero también acompañada con música de alabanza carismática a cargo de un coro y un grupo de jóvenes que conforman el lla-mado Ministerio de la Música o de Alabanza. Estos últimos, un hombre y tres jóvenes mujeres muy hermosas, todos laicos, están dotados de buenas voces, buenas guitarras y sintetizadores eléctricos, y buenos equipos de am-plificación convenientemente instalados para que su sonido cubra toda la pla-

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za rebosante de peregrinos. Los peregrinos se ubican, de nuevo, en sillas de arriendo o encima de los muros y las estatuas del parque. Inclusive las edifica-ciones de dos o tres plantas ubicadas alrededor del marco de la plaza adecúan sus ventanas y balcones para recibir visitantes porque esta es una misa campal: hacia un costado de la iglesia del pueblo se ha organizado, a altura conve-niente y debajo de unas carpas con propaganda de una conocida industria colombiana de bebidas gaseosas, un altar que mira hacia la plaza. De esta ma-nera la misa campal replica el rosario campal del templete del Santuario. Así la audiencia puede observar con una panorámica adecuada los nuevos mila-gros que tiene reservados para la tarde el sacerdote Puerta.

De esta misa de sanación resalto tres episodios principales que se entre-mezclan con los actos propiamente litúrgicos. El primero es el largo sermón que el Padre acomete con toda su energía muy al comienzo de la celebra-ción. Durante éste se elaboran unos temas que pertenecen al núcleo del mensaje que quiere llevar a sus fieles. Se trata de los mismos tópicos que difunde en las misas del primer jueves, del primer viernes y las del sábado siguiente, mes tras mes.

Un primer tema que siempre resalta es la comunicación cósmica que se es-tablece en el ejercicio de los rituales entre Soracá y el resto del universo. Esta idea de un microcosmos sagrado la enfatiza con ideas como que “el cie-lo está aquí, porque el cielo nos pertenece” o “este puntico en el planeta en donde cabe el cielo”. Ahora bien, la consagración del lugar siempre se testi-fica con un evento natural consecuente, por ejemplo, “una suave brisa”, “un viento fresco y suave que nos baña”. Tal es, además, una presencia tangible de la morada entre la audiencia del Espíritu Divino, del Espíritu Santo —uno de los personajes centrales en todos los oficios del carismatismo católico y protestante—, en conjunto con presencia real de la Virgen de la Esperanza y de Jesús de Nazareth.

Hay un segundo tema en torno al cual el Padre nunca pierde una opor-tunidad para elaborar, siempre en los términos terminantes y categóricos, su discurso. Se trata de una defensa a ultranza de la Iglesia de Roma y del papado de los ataques de los ateos, de los incrédulos, de quienes quieren dañar el reino de Dios en la tierra. De hecho, el Padre no duda en pedirle a la Señora que las tragedias que le anuncia en secreto (por ejemplo, la de esa ma-ñana), “sea para aquellos que se dedican a hablar mal de Dios, a blasfemar, a desafiarlo, a retarlo, a ofender. Va suceder. Yo ya lo sé, pero no se los voy a decir…” Esta defensa, asimismo, siempre va acompañada de un feroz ataque a aquellos que desde los poderes del Estado, en particular desde el Congreso de la República o la Corte Constitucional, buscan ahondar en la separación de los asuntos terrenales de los asuntos religiosos, una separación entre la Igle-

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sia Católica y el Estado, que en Colombia siempre ha sido materia de graves conflictos, inclusive de guerras civiles, y que aún hoy parece no estar lograda a pesar de que la nueva Constitución nacional de 1991 proclama dicha sepa-ración y hace del Estado un Estado laico (de hecho, lo que se ha visto en los últimos años es una marcha atrás en este particular). Aquí sus objetivos prin-cipales son: primero, las campañas de sexo seguro y de la difusión del uso de preservativos entre los jóvenes; segundo, la aprobación reciente por parte de la Corte Constitucional del aborto terapéutico, es decir, del aborto en aquellos casos en que el embarazo represente un peligro para la salud y la vida de la mujer, cuando el feto tenga malformaciones incompatibles con la vida, y cuando éste sea el resultado del incesto o de una violación; y tercero, la dis-cusión que se lleva a cabo en el Congreso de la República, para reglamentar legalmente una sentencia de 1997 de la Corte Constitucional que despenalizó la eutanasia, o mejor, “el derecho a morir dignamente” (muerta asistida o por compasión). “Nunca en Colombia”, truena el levita, “con todos los muertos que tenemos, con toda la muerte de esta guerra, nunca podemos aceptar el aborto ni la eutanasia”, para lanzar, acto seguido, grave anatema:

Si esos señores del Congreso, lo digo sin mala intención, aprueban la eutanasia, sean los primeros en quedar en cuidados intensivos, en coma pasivo, y sean los primeros en ser víctimas de la eutanasia. No sé si esto sea una maldición, pero lo digo con toda veracidad: el que aplique una ley en contra de la vida de otro, sea el primero en ser víctima de esa ley. Si esos señores de cuello blanco creen que aprobando la eutanasia están aprobando un bien para la patria, sean los primeros en sufrir su propia tragedia. Y a mí me da miedo hablar porque cuando hablo tiemblan muchas cosas[…].

Aunque el buen padrecito dice que él no es político, la muchedumbre esta-lla en gran salva de aplausos, cual mitin político.

Un tercer tema es el de la relación personal, directa, del Padre Puerta con los enfermos que asisten a su misa de sanación.

Saludo a los enfermos presentes[…]. Los amo como alguien que vivió también la tragedia del cáncer. Aquí hay muchos enfermos del cáncer. Les habla quien tuvo el cáncer. Les habla quien no se dejó vencer por esa terrible calamidad de sentirse cercano a la tumba.

La idea es que el escenario de la plaza, como antes el Santuario de la mon-taña, se va a transformar en un espacio de sanación, de cura de los males del cuerpo y de los males del espíritu. La metáfora que el religioso usa repeti-damente es la de “este parque se convierte en un hospital al aire libre”, “un hospital en esta esquina del universo”. De sanaciones ya tendremos ocasión de

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enterarnos, como que esto es a lo que conduce todo este ritual de la misa, que además del sermón incluye una dispendiosa comunión administrada a los fieles que colman la plaza. Con este último propósito el Padre y los otros dos cele-brantes, acompañados de unas religiosas, bajan de su altar y se entremezclan con la audiencia que ansiosa espera la hostia de las manos sagradas. He ahí pues al Padre en la plaza con su inmenso copón distribuyendo la comunión, rodeado de su escolta policial que nunca le deja ni en el altar ni en la plaza. (O como dice cierta oración, “no me desampares ni de noche ni de día”.)

Un último tema central en las predicaciones del Padre es el de establecer una distancia neta entre los portentos de la divinidad que él comanda y los asuntos de la magia y la brujería. “Aquí vivimos la ortodoxia de la Iglesia. No vamos contra ninguno de sus principios; tratamos de entender la luz del evangelio”, son sentencias que a menudo repite, a la par que advierte que la misa, sus misas, nada tienen que ver con esoterismo ni con asuntos mágicos. Es más: cuando en varias ocasiones ceremoniales, por ejemplo el día viernes con ocasión de la oración de liberación, o el mismo día sábado, al finalizar las sanaciones, el Padre bendice los objetos que sus fieles le presentan (por ejemplo, imágenes sagradas, rosarios, novenarios, recipientes con agua para ser transformada en agua bendita, crucifijos, estampas sagradas, medicinas alopáticas recetadas a los enfermos, etc.), el Padre es taxativo en afirmar que no le pongan a bendecir nada que venga de parte de magos o adivinos, como el beato José Gregorio Hernández, importante figura de un culto religioso ori-ginado en Venezuela y ahora extendido por varios países americanos, entre ellos Colombia. Los espectros de lo herético y lo brujesco rondan los desvelos del benemérito Padre, perteneciente al clero secular de la Diócesis de Tunja, cabeza diocesana de la parroquia de Soracá.

Y es que la figura del Padre, me evoca sin remedio al oficiante del juicio de Zalamea: “Pero también el hombre en cuclillas que soy yo, tu cantor y acusador; el hombre en

cuclillas sobre las grandes losas de las escalinatas; el hombre rodeado por gentes de toda condición; el hombre obsedido por la belleza del mundo y agobiado por la infinita tristeza de la condición humana; el hombre que convoca esta audiencia; el hombre que echa sobre

sus hombros el censo de la miseria; este pobre hombre sobresaltado por su propia audacia… Zalamea, [1974(1964):36)].

Fuera de las admoniciones y sermones del cura, un papel protuberante en las misas de sanación sabatina lo desempeñan los músicos del Ministerio de la Ala-banza. Este es el segundo episodio en el que hago hincapié. Aunque hay otros puntos de la celebración en los que también intervienen, su momento cumbre sobreviene cuando se da la comunión a los fieles. Es entonces la ocasión de escu-

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char a pleno pulmón de altavoz de bazar de pueblo los “¡Hosanna, ehs, Hosanna ahs!”; los “¿Quiénes se van en la barca del Señor?”. “Vamos a levantar las manos”, exhorta a sus personitas el líder de los músicos, y esta palabra en diminutivo, personitas, es la que usa en su aproximación amorosa y familiar —porque de lo que se trata es de eso, de emocionar, de hacer sentir, de crear una noción de fami-lia sustituta en esta vasta y heterogénea audiencia—, seguida de palmoteos de aprobación para lograr un cupo en la barca. Después siguen los “Todos unidos cantemos glorias y alabanzas al Señor”, y los “Alabaré, alabaré a mi Señor”. Y prosi-gue la función del líder de la alabanza pidiendo más y más palmas a sus personitas, a la gente del ágape. Los comensales en este banquete del amor se entusiasman y bailan en su apretado sitio, un pasito aquí y un pasito allá. El sobrio gerente banca-rio sentado un par de filas adelante en esta audiencia poli-clasista y de condición socioeconómica y de origen cultural variopinto, se atreve a cantar su propio “los que aplauden, los que aplauden, los que aplauden a Jesús”, mientras él mismo, ya sin cara circunspecta, palmotea con ese tumbao que tienen los que por aquí bailan lo que les pongan. Igual lo hace la bella señora rubia de clase alta, quien baila con su marido y sus dos hijos adolescentes, al tiempo que extiende sus manos al cielo mientras canta, “todos unidos cantemos glorias y alabanzas al Señor”. Como para dar un respiro a las jadeantes personitas, el líder del Ministerio con su carita bien rasurada, su camisa abierta arriba un par de botones, sus pulseritas de colores en la muñeca y su guitarra eléctrica al canto, exclama que es la hora de abrazarnos, un abrazo —dice—“que abrigue bien a una personita, puede ser alguien cercano, tu mujer, un amigo, pero no te preocupes, si no conoces a tu vecino, también abrázalo. Y déjate consentir, nadie puede estar solito”, perora a la par que su coro de jóvenes y bonitas mujeres, con sugerente contoneo, se lanzan a cantar “El espíritu de Dios se mueve en este lugar; el espíritu de Dios está en este lugar, y está aquí para consolar, para liberar…” Y quien encabeza a las personitas pide ahora más coros y más palmas y abrazos más fuertes: ¡Todo en nombre de Jesús!

Ante esta muestra de música sagrada no puede uno menos que asombrar-se. Lo que sucede en Soracá recuerda otras escenas similares en lugares muy disímiles, en donde se lleva a cabo una misa católica en un pueblo de campesi-nos y agricultores minifundistas herederos de antiguos resguardos indígenas coloniales. La primera referencia es muy urbana. Tiene que ver con la televi-sión y la proliferación en toda la América Latina de cultos protestantes donde los pastores sueltan sus prédicas, mientras los músicos electrónicos acompa-ñan y puntúan las celebraciones con sus cantos y sus danzas y los mismos Hosannas, abrazos, brazos arriba, palmoteos, coros; todo ello, asimismo, en nombre de Jesús. Se trata, ya lo intuye el lector, en primer lugar, del tele-evan-gelismo protestante y fundamentalista del “cordón de la Biblia”, originario

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del sur estadounidense, ahora en versión latinoamericana gracias a los mila-gros de la televisión por suscripción.6 Es más: esto es una muestra de un vasto proceso de expansión de nuevas ofertas religiosas en Colombia, proceso en el que se inserta la llamada Renovación Carismática Católica, con sus énfasis en el carisma y los dones del Espíritu Santo y su cercanía con los movimientos protestantes pentecostales [Moreno, 2004; Beltrán, 2004; Ospina y Sanabria, 2004; Ospina, 2007].

Estamos, pues, frente una gran muestra de música de alabanza carismática donde el carisma que impone el Espíritu Santo a los creyentes es fundamental, al igual que lo es esa fusión del yo interior del líder con el de sus seguido-res, donde la música tiene un papel central [Lindholm, 2001]. A pesar de que esta música carismática para alabar a la deidad es de origen protestante, es compartida por diversos movimientos católicos en la América Latina. En Co-lombia es bien conocido el carismatismo católico que se realiza en torno a la obra del barrio del Minuto de Dios en Bogotá, obra que fue fundada por el fa-llecido Padre de la comunidad de sacerdotes Eudistas Rafael García Herreros, y en donde se practican formas de culto muy similares a las del Padre Puerta en Boyacá [Ospina, 2006]. Por otra parte, hay dos géneros principales de este tipo de música religiosa. El primero se apropia de la llamada balada rítmica, pop y de rondas infantiles, cuyas letras y ritmos son bien conocidos, sobre todo por la población más joven —y valga añadir que el atraer a su culto a la población más joven es siempre una de las metas explícitas de nuestro religioso— por ser en últimas adaptaciones religiosas de canciones profanas. En ocasiones este género usa también la balada romántica, mucho más comercial. El segundo género pertenece a una variedad de la balada rítmica, rock y pop, que utiliza ar-monías y ritmos que en general hacen uso de una inspiración judía (de paso, la expresión hosanna, es bien sabido, pertenece a la tradición de los salmos y de la liturgia tanto cristiana como judía). En general se trata de una música con ritmos y armonías sencillas, simples y fáciles musicalmente, para ser can-tadas en coro y para concitar la atención de audiencias grandes en función de los intereses de quienes las presiden [Ospina, 2004]. Es de anotar que a pesar de su sencillez, detrás del Ministerio de la Alabanza hay una elaborada estra-tegia de conducción de masas que enmascara sus propósitos de manipulación con una aparente convocatoria libre y democrática a todos aquellos que quie-

6 Una fuente bien versada al respecto, y que deberá permanecer anónima, informa que el Padre tiene un hermano que es pastor evangélico y que, por tanto, conoce bien el mo-vimiento carismático y el pentecostalismo pentecostal y neo-pentecostal. Esta falta de ortodoxia religiosa católica, y su resultante fluidez en el intercambio tanto del ritual como de la doctrina, es una constante en el fenómeno de lo religioso contemporáneo en Lati-noamérica. Colombia, por supuesto, no es la excepción.

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ran unirse a los coros, los gestos y los ritmos que se imponen. En este sentido, es frecuente que el líder —“suavemente”, por hacerle honor al eufemismo—, increpe a aquellos que se resisten a unirse. El propósito, diría Elías Canetti (1983), es lograr una “alta densidad de masa” para poder mejor conducirla, ante todo, en un espacio abierto como el de la misa campal.

He reservado para el tercer lugar un episodio que —considero— es más importante en esto de las misas por los enfermos. Tal es el evento final de la misa, la sanación de los enfermos presentes en la audiencia ante las escalina-tas del templo. La primera confrontación que reciben los asistentes al ágape curativo es que quien va a sanarlos no es el muy reverendo Padre Álvaro de Jesús Puerta sino el propio Jesús de Nazareth. Para lograr tal efecto, el Padre interpone un gran cuadro del Nazareno entre su rotunda figura reves-tida y sentada en una silla en el primer plano del altar y sus devotos. El Padre toma así, con su mano derecha, la imagen sagrada colocada en su regazo, mientras que con la otra mano maneja un micrófono para emitir sus invo-caciones. Si se prefiere una fórmula alternativa, es Jesús quien en realidad “habla” (y sana), pues los fieles enfrente no ven la cara escondida del sanador detrás de la “imagen que cura”. Y he aquí que empieza la cadena de sanacio-nes que voy a exponer cediéndole la palabra al Padre Álvaro de Jesús Puerta, ahora transformado en una suerte de Padre Álvaro Jesús de Nazareth:

Este Jesús amado es con quien hacemos la oración. Este Jesús amado, este mono zarco7 que por 18 años se me ha revelado, se ha venido poco a poco transforman-do en su imagen, es mi parcerito.8 Yo sin Él no hago nada. Yo sin Él no soy capaz de orar por los enfermos. A Él le agradecemos los miles, millones de enfermos, que Él ha mirado y ha tenido compasión de ellos. […] Mi Jesús, este parche se convierte en un hospital. En el hospital de la misericordia. En el hospital de la ternura donde las fórmulas, las recetas, quedan en blanco, porque tú escribes en ellas. Yo te quiero sanar. Jesús te quiere sanar. Jesús no te quiere enfermo. Pero te quiere más sano de tu espíritu. Jesús quiere borrar de tu cerebro heridas de recuer-dos pasados, quiere cerrar memorias que como fantasmas te rodean y no te dejan crecer. Jesús sana las heridas y recuerdos del cerebro, del espíritu, de los cuales muchos están enfermos y por ende han enfermado su cuerpo. Un cuerpo enfermo tiene un espíritu enfermo. Un espíritu enfermo, tiene enfermo el cuerpo. Empieza

7 Mono zarco: colombianismo por hombre de cabello rubio y ojos azules claros. 8 Parcerito: expresión coloquial colombiana que es el diminutivo de “parcero”, o sea, el

compañero del “parche”, del lugar, de la esquina del barrio. Originalmente esta expresión viene de las bandas juveniles de las barriadas de Medellín, Antioquia (departamento co-lombiano del cual es nativo el Padre Puerta), durante los tiempos del narcotráfico de Pablo Escobar Gaviria. Formó parte, por tanto, de la jerga de los jóvenes asesinos a sueldo cono-cidos como sicarios, pero a partir de allí su uso se generalizó en Colombia.

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por sanar nuestro espíritu. Empieza por sanar nuestros recuerdos enseñándonos a perdonar, incluso desde el vientre de nuestras mamás. Quizá hubo en ese vientre voces, amenazas que no querían dejarme nacer. O escuchaba muchas discusiones por mi vida y me convertí en motivo de muchas dificultades. Desde ahí vengo, desde el nacer hasta el día de hoy, con muchos traumas y no los he podido vencer. Perdóname mi pasado y perdono en el pasado a todos los que haya hecho daño, a todos lo que me hayan hecho daño también. Perdona a quien durante mi niñez, mi juventud, mi adolescencia, siendo adulto o anciano, alguien me haya ultrajado, ofendido o degradado en mi intimidad, en lo más sagrado de mi persona. Yo te pido Señor anules y anudes todos estos recuerdos. No quiero ser más víctima de ese fantasma que me ronda y no me deja en paz. Sanándome el espíritu, sanán-dome el cerebro, te ruego, por tus santas, poderosas y tiernas llagas, inicies por sanar la cabeza de todos nosotros. Hay tantos dolores, incluso cáncer, en el sistema neurológico. Yo te pido pases tus manos santísimas, y toques esa parte neuronal. Toca tus dos llagas nuestros ojos. Sana nuestros ojos. Sana nuestros oídos. Sana nuestra nariz, alergias, rinitis, o quizá alguna verruga cancerígena. Nuestra boca, garganta, tiroides. Sana mi Señor la epilepsia, el mal de Alzheimer, el mal de Par-kinson y toda enfermedad cerebral. Vas pasando tus dos manos, con tus dos llagas abiertas. Pasa ahora tus dos llagas a nuestro corazón. Sana nuestro corazón de infartos, pre-infartos, de las arterias coronarias. Sana nuestro corazón. Haz que nuestro corazón sea semejante al tuyo en capacidad que tú has dado en él porque en él decimos que están nuestros sentimientos para amarte mucho. Sana nuestros pulmones, sana esos pulmones que pueden tener cáncer. Hay muchos enfermos de las vías respiratorias[…]. Pasa tus dos manos santísimas y sana el bazo, el páncreas, el estómago, el esófago, los riñones, el hígado, el colon, los intestinos, la cirrosis, la hemorroides. Sana todo ese sistema tan complejo donde hay cáncer, donde hay inicio de cáncer. Sánanos. Pasa tus manos y sánanos Jesús. Sánanos también del sistema urogenital, cáncer prostático, cáncer testicular, enfermedades de transmisión sexual, impotencia, esterilidad. Pasa tus dos manos santísimas abiertas y sana cáncer de seno, cáncer de matriz, cáncer de ovario, que sufran hemorragias, que sean estériles. Mi Señor, sana a todas las mujeres y a quienes tenemos las mamás lejos, sánalas también a ellas, donde estén ellas, a distancia sánalas también, y si ya han fallecido tenlas en tu gloria Señor. Sana nuestros huesos, sana nuestra columna vertebral, toca vértebra por vér-tebra. Yo me imagino que esa columna es como un alambre que se une uno a otro y pasa la energía. Dale energía a esos nervios muertos. Que esas vértebras se vuelvan a comunicar y no sigan inermes, que tengan vida, movilidad. Toca la osteoporosis, toca todo cáncer óseo, toca de nuestro cráneo a nuestros pies todo nuestro sistema óseo. Sánanos Jesús porque estamos enfermos. Toca nuestra piel. Libéranos de la enfermedad del cáncer de piel. Sana el lupus. Sana de manera muy especial la leucemia en los niños. A propósito, veo al Señor sanando un niño de 11 años, a una niña de 7 años, a un niño de 4 años, que quedan totalmente sanos

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de leucemia. El Señor les ha sanado. Toca Señor todas las enfermedades descono-cidas a la ciencia y ayuda a muchos que padecen la dolorosísima enfermedad del sida. No hay enfermedades, somos enfermos, estamos enfermos, y yo te ruego que nos toques a todos los enfermos con tu poder santísimo de Dios, con tus tiernas, amables, poderosas llagas, nos estás sanando a todos. Sánanos. Te amo, te adoro, te creo, te bendigo; en ti confío; espero en ti; por tu caridad en mí, por mi caridad hacia los enfermos; porque creo que tú tienes un milagro para regalarles. Haz que ese milagro se haya quedado en quien lo ha recibido. Nunca una bendición va al vacío. Toda bendición queda en quien la recibe. Haz que ellos regresen diferentes a como han venido. Ustedes se van con un milagro de Dios. Todos, absolutamente todos. Todos, para que no quede duda alguna, el Señor les dice ‘les he sanado’. El Señor les ha sanado. El Señor nos ha sanado, por siempre seas bendito. Por ello te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias […La audiencia estalla en una salva de aplausos]. Fuera de los tres niños que el Señor ha sanado de leucemia, hay ocho mujeres con un cáncer muy avanzado de seno. El Señor les ha sanado. El Señor ha sanado un hombre de unos 54 años, tiene un tumor bajo la axila del brazo derecho. El Señor lo ha sanado. El Señor, miren cómo es de grande el Señor [quien] me muestra la sanación de cerca de 60 enfermos de comienzos de cáncer digestivo que no han conocido, o lo conocen. ¡Qué bendición! 60 enfermos que su cáncer desaparecerá […]. Hay una señora anciana que tiene un cáncer muy avanzado en su lengua. Me da mucha tristeza, pero a la vez infinita alegría. No tenía recursos para asistencia médica, vino solita. Señora, tú recuperarás muy pronto tu lengüita, el Señor te la ha sanado. Hay seis personas que tienen cáncer de piel en la cara. Son llagas. Dicen que el cáncer de piel es uno de los más dolorosos. La piel de ustedes queda como una porcelana. El Señor les ha sanado. Miren cómo ama y es verdad que el Señor trae con la Señora muchos jóvenes, porque Él los quiere mucho y la Señora también. Se sanan 11 jovencitos y jovencitas de epilepsia. ¡Qué bendición de Dios! Hay un hombre de unos 45 años. Le tienen que hacer una operación de alto riesgo, de co-razón abierto. La cirugía era muy pronto. Pregunta primero cómo está tu corazón, porque el Señor te ha sanado. Hay un joven de 16 años. Yo cuando hablo de edades, no es cierta, puede ser relativa. Pero ese joven se estaba quedando ciego. El Señor te devuelve la luz de tus ojos. Hay un niñito recién nacido, que tendrá cuatro o cinco meses. Desde su nacimiento depende del oxígeno, porque sus pulmoncitos no le trabajan. Cuando vayan al control, el niño tiene completamente sanos sus pulmo-nes. Hay un joven de 22 años. Tiene cáncer testicular. El Señor te ha sanado[…].

Tal vez el momento más crítico en eso de las curaciones de matiné es al final. Corresponde a la sanación de todos los minusválidos que en sillas de ruedas colman este “hospital sagrado”:

Si entre nosotros hay alguien que está en silla de ruedas y quiere dar testimonio del poder de Jesús intentando levantarse, lo haga ahora sólo para la gloria de Je-

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sús. Te decidas y lo hagas. Sin miedo, porque esta es una experiencia de abismos, de abandono, de confianza. […] Si quieres ahora mismo, inténtalo, para que des gloria a Jesús. […] Necesitamos signos para que nos ayuden a creer en el reino de Jesús. Necesitamos testimonios vivos porque muchos ateos, incrédulos, indiferentes, no aceptan que Jesús está vivo. Por ello es importante que se den estos testimonios. […]. Jesús está tocando todo ese esqueleto, todos esos nervios. El Espíritu Santo te da una fuerza interior. El Espíritu Santo te da un calorcito interior. El Espíritu Santo calienta esa parte que tú no sientes. Y el Espíritu Santo te ayuda a ponerte a caminar. Espíritu Santo, con tu poder, Tú que estás con nosotros, ayúdales. Ayú-dales con tu poder, a que en tu nombre, vivo Dios entre nosotros, lo hagan ahora. Espíritu Santo, Tú eres fuego, Tú eres vida. Da movimiento a esos huesos muertos y haz que ellos sintiendo ese calor interior, esa fuerza interior, en Tu nombre y con Tu poder, con Tu compañía, lo hagan ahora. Vamos a hacer fiesta porque el Espíritu de Dios es alegría, es bendición, es fiesta, es de todo lo que nos da para celebrar la vida. El Espíritu de Dios es desbordamiento de felicidad al ver que muchos de ellos recuperan su movimiento. Santo Espíritu de Dios, toma este hospital, llénalo de vida, haz que pase esa sombra, ese viento suave, esa caricia suave y haz que todos experimentemos ese fuego interior, ese escalofrío, esa alegría de sentir y de saber que Tú estás con nosotros [… Intensas salvas de aplausos; en el fondo las campanas de la iglesia parroquial empiezan a sonar lentamente, mientras la voz del Padre se va elevando en un crescendo pronunciado]. Espíritu Santo de Dios, revuelve todo esto, transforma todo esto, haz nuevo nuestro cuerpo. Tú has estado con nosotros y nos has inyectado la vida, nos has dado inyecciones para recuperar lo que ha-bíamos perdido, la fe, la confianza [Siguen el lento toque de campanas y la voz en crescendo del Padre]. Por último, vuelvo a repetirles que en el nombre del Espíritu Santo, que les está dando esta motivación interior, lo hagan. ¡Lo hagan ahora!

Durante esta fase de clímax, punteada por los murmullos y las exclama-ciones de una audiencia que se remueve en sus puestos para otear en todas las direcciones de la plaza testificaciones de la curación de aquellos paralíticos que se levantarán de sus sillas de ruedas, el Padre ha elevado su voz al borde del grito desgarrado:

¡En el nombre de Jesús, levántate y camina! ¡Jesús está vivo! ¡En el nombre de Je-sús, levántate y camina!... Sigan orando. ¡Oren, por favor! ¿Dónde está? ¿Quién lo está haciendo? ¿Dónde está? ¿Dónde está, que queremos verle? Quiero terminar viendo este testimonio, porque es muy hermoso.

Y entonces estalla una rotunda salva de aplausos por parte de los peregri-nos. El Padre calla, mientras la emoción de sus fieles sube al máximo punto. Hay murmullos y exclamaciones de aprobación en todos los cuatro costados de la plaza. Se forman corrillos en varios puntos donde se entrevé a min-

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usválidos tratando de levantarse de sus sillas de ruedas. Mientras tanto sus parientes y demás acompañantes los animan, les ordenan que se paren, gritan y lloran. Está lloviendo a cántaros y ya hace frío. La multitud se agolpa debajo de los paraguas que se mueven al vaivén de los prodigios. El Padre permane-ce en silencio, refugiado como está detrás de la imagen del mono zarco, de su parcero, de Jesús de Nazareth, su rostro como caído hacia el costado, totalmen-te exhausto. Su guarda policial, impávida, como siempre le rodea 9.

Después de varios minutos de semejante barahúnda, el Padre Puerta, to-davía guarnecido detrás de la imagen bendita que sana, súbito exclama un “¡Muy bien!”, y procede entonces a bendecir escapularios, botellas de agua, medicinas alópatas, crucifijos, rosarios, estampas de Jesús de Nazareth y de la Señora de la Esperanza y toda una colección de objetos sagrados y profanos que sus fieles le presentan para su consagración. Pero ojo, —dice explícita-mente— que objetos de brujería no caben en la lista.

pERSpEctivaS analíticaS

La fama de los poderes de curación y sanación10 del Padre Puerta hoy re-suena mucho más allá de Soracá, Boyacá. Cada vez más me topo con informes de personas laicas y religiosas que han ido o que conocen a parientes y amis-tades que han asistido a las celebraciones. Un sacerdote amigo, proveniente de un distante lugar, el Chocó colombiano cuya población es de amplia mayoría afrodescendiente (mi amigo también es afrodescendiente), me ha confiado que el Padre Puerta es un sacerdote importante y respetado dentro de la Iglesia católica colombiana. Inclusive mi amigo me relató que en una ocasión durante su curato en una apartada población de la selva chocoana, pensó en recurrir a los servicios del Padre Puerta. Confrontaba entonces un extraño caso de po-sesión de una docena de jóvenes adolescentes de la escuela del lugar, por el “espíritu de un blanco difunto”. El relato de mi amigo me pareció importante

9 El texto anterior sigue la transcripción de la grabación digital de todo lo acontecido en la misa de sanación del día sábado 4 de abril de 2009, realizada in situ por el autor de este ensayo.

10En el texto he usado las nociones de sanar y curar de manera indistinta, a pesar de que es común en la antropología médica distinguirlas. De esta forma, curar se refi-ere al tratamiento exitoso de una condición médica específica, por ejemplo, un cáncer cualquiera; sanar, a su turno, se refiere al tratamiento de todo el cuerpo como un sistema integrado tanto por sus componentes físicos como por sus componentes espirituales. En este sentido, la biomedicina cura, mientras que las llamadas medicinas alternativas y complementarias, o los rituales sagrados, sanan (Strathern y Stewart, 1999). Empero, como se desprende de los relatos etnográficos anteriores, el Padre Puerta diría que su tarea es tanto sanar como curar (lo que plantea un interesante debate teórico, que no puedo tratar en este contexto).

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en esto de explicar las obras del cura antioqueño, trasplantado a las frías mon-tañas boyacenses. Y es que el marco que permite analizar el caso chocoano sir-ve, asimismo, para entender el caso andino. Se trata del conflicto violento que asola este país desde décadas, hecho palmario en el Chocó, donde por muchos años se ha desarrollado un grave enfrentamiento armado entre grupos violen-tos irregulares de la guerrilla y los paramilitares y el ejército nacional —con sus secuelas de masacres, ajusticiamientos, fragmentación de cadáveres, cadá-veres insepultos dispersados por la selva, etcétera—. Todavía no entendemos muy bien esta dimensión del conflicto, llamémosla religiosa o mágica a fuer de no emplear el más pomposo término de violencia simbólica, por lo demás poco estudiada o relegada a las periferias exóticas de la academia que trata de la violencia en Colombia (la famosa violentología) [Uribe, 2009].

Esta situación de conflicto está presente también en el caso del Padre Puer-ta. De ahí sus constantes alusiones en sus sermones a temas de la política na-cional de actualidad, a la guerrilla, a las desapariciones forzadas y, sobre todo, a la encrucijada del secuestro de civiles inocentes. En un sentido muy espe-cífico se puede postular que la violencia y el conflicto armado en Colombia han exacerbado no sólo la profusión de “magias y brujerías”, para decirlo, de nuevo, en viejos términos, sino de muchas formas de religiosidad de las más disímiles proveniencias y con las más curiosas mezclas de ortodoxias y hetero-doxias. En el acartonado lenguaje de la academia, el campo de lo religioso ha sufrido una gran transformación y expansión recientes, donde pululan ahora nuevas formas de religiosidad [Bidegaín, 2004].

Ahora bien: no todo en la reputación de nuestro Padre es de colores tan de brillantes. Otro religioso amigo me comunicó que el Padre es una figura controversial en la Iglesia por su evidente influencia protestante y por lo hete-rodoxo de sus métodos. Es tolerado, añadió mi contertulio, por el indudable éxito de su ministerio pastoral. Ello resulta interesante si se considera que la Diócesis de Tunja, a la que como vimos pertenece Soracá, es presidida por un obispo reconocidamente “progresista” dentro de los rangos de la iglesia nacional. Mi interlocutor, además, elaboró su argumento haciendo alusión a las, según él, “herejías” del Padre Puerta. Con esto quiso decir que el Padre pertenece a un movimiento dentro de la Iglesia católica local, que “pone el cul-to a la Virgen por encima del dogma de Cristo, Hijo de Dios hecho hombre”. Mi amigo comenta que él conoce muchos religiosos, algunos de su propia co-munidad, que también incurren en esta sobrevaloración del culto mariano, o de la Señora, y esto — remata mi amigo, conocedor de herejías Cátaras— parece más catarismo que catolicismo. Claro: mi amigo parece olvidar que la Iglesia de Roma introdujo en el dogma y el ritual el culto mariano y la figura de la Virgen en el siglo xii como un antídoto, precisamente, a la difusión del ca-

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tarismo entre sus huestes. Así lo han señalado muchos historiadores medie-valistas y de la religión, sobre todo franceses. Otro elemento poco ortodoxo, añade mi interlocutor, es el de la posesión. En sus palabras, “esto es algo que es negativo”. Y es que es inusual que el Padre, un hombre, sea poseído por una mujer, la Virgen, cuando lo que ocurre en los cultos marianos es que la Virgen posesione a una joven mujer, como se dio en una oleada de posesio-nes de la Virgen que tuvo lugar a finales del decenio de 1990 en ciudades como Bogotá. Por entonces se hacían reuniones en casas y apartamentos de los sectores más pudientes y elegantes de la ciudad, con el propósito específi-co de asistir a la posesión de una joven mujer, generalmente una universitaria de clase media-alta quien transmitía mensajes de la Virgen, algunos análogos a los mensajes del Padre Puerta, en un lenguaje distorsionado y de difícil comprensión (aunque no se trataba de un fenómeno de glosolalia).

Otra perspectiva sombría sobre el Padre Puerta tiene que ver con el cam-bio de su curato de Motavita a Soracá. Aunque esto demanda todavía de ma-yores precisiones etnográficas, las “malas lenguas”, como dice el dicho popu-lar, afirman que en realidad el Padre fue obligado a salir del primer pueblo porque empezaron a proliferar acusaciones de brujería en torno suyo y de su obra. Inclusive, dice el rumor, ese rumor en el que se expresa el “secreto pú-blico”, las cosas se estaban desbordando hasta el punto que se cursaron ame-nazas contra su vida.11 Apócrifa o no esta versión, tampoco es de sorprender: quien se ocupa de milagros, profecías, sanaciones, y en general, de asuntos sagrados, tiene el poder de todo Pharmakon, tan brillantemente estudiado por René Girard en La violencia y lo sagrado (1995): el poder de hacer el bien y el poder de hacer el mal (o la vida y la muerte, en un estrecho abrazo). De todas formas, esto explicaría el evidente celo de las autoridades en la protección del presbítero, tal y como se puede ver en su guardia de policías y, en ocasiones, soldados. En todo caso, disponemos de una noticia en la prensa nacional, pu-blicada el 14 de julio de 1996. Veamos el siguiente fragmento de la nota, publi-cada en el diario El Tiempo:

El sábado 6 de julio, en el templo de Motavita (Boyacá), olía a sal y a aceite.Un grupo de 20 campesinos barría en silencio las calles para recibir a más de dos mil personas. Ellos seguían al pie de la letra las instrucciones del Padre Álvaro de Jesús Puerta. Horas más tarde sería la misa de sanación.A las 11:15 el padre partió al cementerio para la Misa de la Virgen. Allá se reunió con

11 Esto del secreto público merece todo un desarrollo para el caso colombiano. Michael Taus-sig lo define, siguiendo a Walter Banjamin, como “aquello que es generalmente conocido, pero que no puede ser articulado”. Detrás de cada secreto público hay una verdad que se sabe que no se puede saber (Taussig, 1999:5-6; Uribe, 2006).

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unos 50 fieles. El día era claro y luminoso. Motavita, como todos los sábados, co-menzaba a ser invadida.El Padre, con sotana negra y un jean, dio inicio a la misa. A Enrique Aya, un hom-bre de 73 años, que tenía su brazo izquierdo entumecido, le contaron que el padre, los primeros sábados de cada mes en esta misa, hacía danzar el Sol.Aya estaba nervioso. No le perdía la vista al Padre, y los demás intentaban mirar el Sol. Sintió mareo. Las piernas le temblaban. Casi sin fuerzas, se acostó sobre la yerba.Vio cómo dos niñas miraban fijamente al Sol. Les alcanzó a advertir que mirarlo así era malo para los ojos. En ese momento, observó cuando el Sol se movía de extremo a extremo. La imagen duró unos cuatro segundos.Después de la danza, algunos se acostaron, otros quedaron enmudecidos, y la ma-yoría aplaudió. Al final de la ceremonia, la gente se agolpaba para estar más cerca del Padre. Algunos se marcharon apresurados para buscar el mejor puesto en el templo, pues a las 3 de la tarde debía empezar la Misa de Sanación, y al pueblo ya casi no le cabía un alma.Habían llegado más de mil vehículos. A esa hora, 1:30, dos mil personas intenta-ban entrar a una iglesia que solo puede recibir a unos 1,500 feligreses.El templo se llenó de coros religiosos, sillas, muletas, biblias. Había más de 100 bancas, y en los corredores, varias mujeres gritaban, entre el llanto de los niños, el aroma espeso del aceite y el penetrante olor de la sal.A todos ellos les llegaba el sonido de un altavoz, que estaba trepado cerca de la cúpula de la iglesia.Afuera, crecía la multitud. Algunos traían a sus enfermos en sillas de madera, y de trecho en trecho, tomaban un descanso, y volvían a cargar a su pariente. Otros se miraban entre sí. Esperaban. […]. […] El Padre estaba rodeado de enfermos. Había epilépticos, inválidos, gente con cáncer, con sida, con tuberculosis, con lupus, con sinusitis, con jaquecas...Cuatro monjas se habían tardado una hora para ofrecer la comunión y abrirse paso entre la gente. Poco después terminó la misa tradicional y comenzó la sanación.El sacerdote cerró los ojos, levantó la voz, y comenzó a decir: El Señor está sanan-do de jaquecas aproximadamente a 28 personas entre hombres y mujeres. Hay cuatro hombres, dos mujeres que se sanan en este momento de cáncer cerebral... No cesaba de anunciar curaciones y de lanzar diatribas contra Satanás.Allí se vio al viejo Enrique Aya, con su brazo entumecido. Se vio a un grupo de inválidos, de ancianos con los abrigos raídos y los bastones golpeando el piso. También se vio a mujeres elegantes, de anteojos oscuros y abrigos de marca, que prefirieron alejarse del bullicio. Y por último se vio a hermosas niñas de labios pintados y pantalones ceñidos.¿Milagros? Me curé, me curé, fue el grito estentóreo del viejo, mientras levantaba con facilidad su brazo izquierdo, que minutos antes parecía inservible.Unos metros más [allá], Jorge Alberto León, un hombre con un cáncer de dos años, que le hinchó el estómago y a quien los médicos le pronosticaron escasos días

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de vida, resistió un intenso ardor en el vientre y sintió que se había liberado del tumor.En minutos, unas 40 voces gritaban que se habían curado. Decían que los dolores digestivos habían desaparecido, que ya no les dolía la espalda, que ya podían mo-ver sus miembros, todo esto en medio de la algarabía, el llanto y las alabanzas 12.

Lo que revela el trozo anterior es que en Motavita el Padre desarrollaba una versión ritual abreviada de lo que hoy hace en Soracá. En otras palabras, los acontecimientos que en la actualidad se extienden entre jueves y sába-do, parece que se comprimían en un único día en Motavita, el día sábado. Ello significa que hoy se ha logrado un nivel mayor de sofisticación y elabo-ración en todo el conjunto ceremonial. Sin embargo, hay muchas continuida-des entre ambas épocas. Una de ellas, por supuesto, es la Danza del Sol. Una segunda es el estupor y la alegría que producen los prodigios curativos del Padre. Otra más es lo similares que son los procedimientos empleados por el sanador en la misa de sanación, así como las procedencias múltiples de los participantes en las prácticas, en términos de clase y de origen social. No obs-tante, también hay discontinuidades entre ambas épocas. Y el principal ejem-plo de ello está en la realización de una misa a la Virgen en el cementerio de la localidad, misa que hoy se reemplazó con la peregrinación al Santuario de la Señora, los días sábados. Pero hay otra arista en esto de la misa en el cemente-rio. Si bien es cierto que, bien visto el caso, no hay mucho de ortodoxia católica en las acciones del presbítero, eso de hacerle misas a la Virgen, a la Señora, en un cementerio, la morada de los muertos, sí que resulta heterodoxo. Y peligro-so de ser leído como algo brujesco.

Más arriba se han mencionado los mensajes de la Señora Virgen. Sobre estos mensajes que se oyen en la montaña del santuario, hay mucho que decir. Lo primero que sorprende ya quedó dicho. Ese peculiar cambio en las perso-nas que enuncian el mensaje, ese juego tan sutil entre la primera persona del Padre Puerta, la segunda persona de la Señora y la tercera persona con la que el Padre a veces relata sus conversaciones con la Señora, y da fe de su presen-cia en la audiencia. Tal perfomance mimética, donde se soslayan y se intentan borrar los límites entre el Yo y el Otro (en este caso, la Otra), y se empieza a ocupar un inestable espacio de oscilación entre el uno y el otro, entre el aquí y el allá, entre el between y el betwixt, es la puesta en escena de lo liminar de que

12Hugo Montero, “Las misas milagrosas de Motavita”. Tomado de: www.eltiempo.com (9 de julio de 2009). En la crónica se incluye un dato biográfico del Padre Puerta. “Quién es usted. Soy campesino, de padres chocoanos, de una región cafetera. Tengo estudios primarios que hice en una escuelita del campo en mi vereda. El bachillerato lo hice en mi pueblo: Ciudad Bolívar, y en Medellín. Y estudié filosofía en Medellín y continué en Roma.”

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hablan los clásicos del ritual (Van Gennep, 1965; Turner, 1988), el fértil espacio de la posesión; ese es, además, el espacio de lo psicótico y de lo disociativo del que hablan los psiquiatras y los psicoanalistas. Por el filo de esa navaja transita, uno diría confiado, el Padre Puerta.

En el caso de nuestro presbítero no hay ninguna distorsión del lenguaje, ninguna impostura de voz femenina. Sólo esa efectiva trasformación prosó-dica en la emisión de los fonemas y los morfemas en los que va entrelazando su texto, y ese profundo y pausado lento assai y esa peculiar cadencia en los énfasis, en las frases cortas. Toda una retórica muy efectiva, sin duda, que se complementa con la mixtura de formas verbales anticuadas o más propias del español peninsular (“vuestro consuelo”, “os doy mi bendición”), y formas corrientes del español contemporáneo y vernáculo (“les prometo”). Esto es propio de la búsqueda de un lenguaje entre lo exótico y lo extranjerizante, pero no tanto que se escape a la comprensión de los locales (como para señalar una alternancia sin fin entre una alteridad radical y una mismidad que genera vinculaciones de identidad en la audiencia).

Pero hay más con este juego de alternancias, lo mismo, lo otro: éste se per-cibe en el contraste entre las imágenes que curan, las figuras divinas de la Se-ñora de la Esperanza y del Jesús de Nazareth, y la población mestiza local. La figura de Nuestra Señora de la Esperanza es un vivo retrato de tal alternancia. Como que su representación icónica nos la muestra como la dama caucásica tradicional de la iconografía católica, pero quien además lleva un Niño Dios en sus brazos con facciones entre mestizas y mulatas. El Nazareno sí es al-teridad neta: es inmaculadamente “blanco” y, de pilón, es un rubio de ojos azules. Además, según el Padre, su imagen se ha ido transformando poco a poco desde que él lo volvió su “parcero”, su amigo del “parche”, su compin-che (de nuevo, una muestra de parla coloquial, que busca una aproximación al lenguaje juvenil de la calle, de la barriada, y ahora de los adolescentes de la clase media urbana colombiana [Ospina, 2007:402-403]). Por lo demás, y con los mismos propósitos, el Padre acostumbra, en medio de sus sermones atro-nadores, echar sus chistecitos, hacer sus chanzas y retruécanos, y soltar una que otra palabra soez bien calibrada.

Con respecto al contenido de las profecías emitidas por el Padre, nos en-contramos con materiales que resultan afines a la tradición profética católica inaugurada con las apariciones del ángel y la Virgen a los pastores en la Ense-nada de Irene (Cova da Iria), en el Portugal de 1917. Inclusive muchas fórmu-las de oración son similares (por ejemplo en la plegaria del ángel que anuncia el descenso de la Virgen a la tierra: “Dios mío, yo creo, yo adoro y yo te amo”). En lo que respecta a los secretos revelados (y —uno asume— en los no reve-lados), hay asimismo muchas simetrías: en ambos casos se habla de guerras

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pavorosas; del infierno a donde van las almas de los pecadores; del castigo a la humanidad por sus pecados; de la persecución a la Iglesia de Roma y a la figu-ra del Papa; de los castigos que les esperan a los persecutores, y de la promesa futura de que si la humanidad endereza sus rumbos por la senda de la fe y de la oración, todas estas catástrofes y tribulaciones pueden ser evitadas, o por lo menos, aminoradas para aquellos que se arrepientan y se unan a los coros de creyentes y sus pastores religiosos. Se trata pues, de temas escatológicos no exentos de mesianismo y de visiones apocalípticas, que recuerdan el texto con el mismo nombre de San Juan. Todo ello adobado de amenazas de gran-des tragedias naturales, pestes, y accidentes (sobre todo de aviación, en el caso del Padre Puerta). Al final, la promesa de protección y de salvación, gracias a la práctica del culto mariano, con un énfasis en la oración del rosario en familia y en general, en la recomposición de la unidad familiar en torno a lo que autoras colombianas como Virginia Pineda de Gutiérrez llaman la “Sagrada Familia”, es decir, el modelo de núcleo familiar representado por la Virgen, San José y el Divino Niño [Gutiérrez de Pineda, 1994(1968)].13

Como se desprende de lo anterior, se trata de un venero doctrinario muy conservador dentro de la Iglesia católica, reforzado durante los dos úl-timos pontificados. En Colombia, este venero religioso se articula en muchos planos con cultos e iglesias de corte protestante pentecostal y neo-pentecostal, también de sesgo retardatario. Todo ello, a su turno, se entronca perfectamen-te con los actuales intentos de recuperar un Estado confesional, y de revitali-zar modelos ideológicos con fuertes contenidos conservadores y autoritarios. Tales agendas apelan al orden y la protección divinas y a una gran religiosi-dad formal y ritual, tarea en la que se ha empeñado —hasta ahora con éxito—, el actual Presidente de la República, su gran corifeo, y todos sus epígonos en la administración pública, en los medios de comunicación y en el Congreso nacional. Y el Padre Álvaro de Jesús Puerta, bien que es consciente de todo esto.

Y, ¿qué decir de las sanaciones, tanto las de la mañana como las de la tarde? Lo primero que hay que relevar en ellas es su carácter holístico. En ambas, el Padre quiere sanar a todos sus peregrinos de sus males del cuerpo y del espí-ritu. En ese orden de ideas, la intención es combinar la sanación integral de la persona en sus dimensiones de soma y de psykhé, con la curación de cualquier enfermedad específica que la pueda aquejar. En la tarde esta doble intencio-nalidad es particularmente explícita. Además, durante esta segunda ocasión el Padre fungió en su sanación de psicoterapeuta, al mencionar de forma clara

13 Las referencias a la Virgen de Fátima y los episodios de la Ensenada de Irene fueron tomados de:http://aciprensa.com/Maria/Fatima (consultado el 9 de julio de 2009). Vé-ase, además, la Novena a Jesús de Nazareth para obtener la sanación, preparada por el Padre Puerta.

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la sanación del cerebro, sede de los “traumas” de infancia, de los recuerdos del pasado que hoy producen sufrimiento (y por ende, enfermedad física), resentimientos y odios por ofensas relacionadas con el acoso infantil o con el acoso sexual (“perdona a quien durante mi niñez, mi juventud, mi adolescen-cia, siendo adulto o anciano […] me haya ultrajado, ofendido o degradado en mi intimidad, en lo más sagrado de mi persona”). La idea, por supuesto, es que con el favor divino se logren “borrar” todos estos traumas o recuerdos problemáticos del cerebro, literalmente, para así lograr la cura.

Ahora bien: esta intención de totalización se logra mediante el expedien-te de trazar en el cuerpo un mapa, un verdadero circuito de curación (que aquí denominamos periplo). Su trazado empieza en una dirección de arriba hacia abajo, para después proseguir de afuera hacia adentro, de los órganos del cuerpo hacia sus fluidos, hacia la sangre. En tal periplo se enfatiza siempre la idea de que hay canales, hay conexiones interiores en el organismo humano, y que por esos canales debe circular una energía reparadora de origen divino que desaloje la enfermedad. A su turno la enfermedad se representa con tro-pos lingüísticos como, por ejemplo, lo que está estancado, envenenado, que es feo, así como expresiones como tumores, verrugas, crecimientos anormales, infecciones, etc. Subyacente a este ejercicio es la idea tan común de la contami-nación como “materia fuera de lugar”, como desorden clasificatorio de pares opuestos como frío/caliente; flujo/no flujo; sucio/limpio; en suma, puro/im-puro [Douglas, 1984]. Y casi huelga añadir que la noción de impuro, dentro de este tipo de pensamiento, está vinculada con la noción de enfermedad, que a su vez está fundida de forma intrínseca con la noción de pecado.

Por otra parte, sobresale también el vocabulario con fuertes tintes médi-cos que usa el Padre en sus sanaciones. Los términos que emplea, en efecto, parecen consultar de cerca tratados de semiología y patología médicas aló-patas, puesto que no se encuentra en ellos trazas de categorías pertenecientes a las llamadas medicinas populares para referirse a las patologías. El Padre, ya lo sabemos, es un hombre estudiado y con vinculaciones internacionales cosmopolitas. Además, siempre procura distinguir sus esfuerzos de aque-llos que realizan otros sanadores ubicados en el sector de los otros sabe-res terapéuticos no medicalizados en la atención de la salud-enfermedad. En concreto, el Padre persigue, con términos taxativos, distanciar lo suyo de los desvelos de los teguas,14 los chamanes, los brujos y los hechiceros, y demás especialistas en la curación y en la sanación no médica del malestar y el sufrimiento.

14 Tegua: colombianismo empleado como sinónimo de “curandero” o de un profesional o artesano no licenciado formalmente.

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En la jornada de sanación de la tarde sobresalen dos hechos particulares. En ella, y ya hacia el final de los procedimientos, el Padre cura enfermedades específicas de personas específicas, que además generalmente están allí de cuerpo presente (aunque no las identifica por sus nombres o por alguna seña directa). Sus esfuerzos tienen ese cariz de las cuestiones definitivas por el há-bil empleo de las cifras: son tantas y tantas las personas que están curadas de cáncer digestivo, de cáncer de piel, etc.; son tantas las personas del sexo masculino y del sexo femenino que el Señor cura de esto y de lo otro; ese bebé que se cura de los pulmones tiene tantos meses de nacido, y el señor de los pulmones tiene estos años y no los otros. Asimismo, y esto por supuesto no es arbitrario, las enfermedades preferidas que cura el Padre Puerta son el cán-cer y las paraplejias. Que el cáncer figure en primer plano, se explica porque por supuesto él se define como un sobreviviente de este tipo de mal (nunca ha dicho, que se sepa, qué tipo de cáncer le afectó), circunstancia que aprove-cha para lograr su vinculación directa con esos sufrientes en la audiencia.

Las parálisis del cuerpo sí son caso aparte. Es en la curación de las pará-lisis en donde el Padre concentra todo su poder performativo como médico, como sanador, como pastor, como apóstol, como ungido por quien está repre-sentado en la imagen que lo representa, dramáticamente, enfrente de su grey (Jesús de Nazareth, “médico divino”).15 El doble juego de representaciones, el doble entrelazamiento mimético entre el sanador y su parcero, entre el uno y el mismo, nunca falla en esa explosión final de la emoción desbordada, del “leván-tate y camina” bíblico, del infinito temor y reverencia enfrente de la deidad y su representante vivo y redivivo (“Jesús” vive, pregona a todo pulmón el Padre).

Unas palabras finales para poner en contexto el sábado con los dos días anteriores. Si se miran los tres días en su conjunto, lo que se obtiene es un ciclo completo de sanación y de curación. El día jueves enfatiza la imposición de manos a los enfermos; el viernes el eje del ceremonial es el exorcismo de los demonios que producen la enfermedad y el mal y que llevan a los mortales hacia la condenación eterna; el sábado, la idea central es la de la curación total del cuerpo y del alma con la intercesión de la Virgen y su Hijo resucitado. Los tres días representan una gran lucha entre el bien y el mal; entre Dios y el Ma-ligno; entre la vida y la muerte; entre la salud y la salvación y la enfermedad y la condena eterna. Los dos primeros días se realizan en el recinto cerrado de la iglesia de Soracá, abajo, en el valle andino en donde se asienta la población, mientras el sábado los eventos tienen lugar a campo abierto (en el Santuario de Nuestra Señora o en la misa campal en la plaza), y se ejecuta un despla-zamiento entre el arriba y el abajo. Esta complementación de los espacios y

15 Padre Álvaro de Jesús Puerta, Novena a Jesús de Nazareth para obtener la sanción.

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la circularidad en el movimiento de los peregrinos está relacionada con un fenómeno de peregrinación, tan crucial en nuestro catolicismo heredado de la Contrarreforma, y de las guerras religiosas contra los protestantes que acome-tieron los Católicos Monarcas. Ironías de la historia: las peregrinaciones del Padre Puerta deben tanto a esta herencia, como a la herencia del mundo pre-hispánico amerindio, con sus propios santuarios y peregrinaciones. Y ahora también a los protestantes, como quiera que el movimiento carismático tiene en últimas su origen en el protestantismo.

No obstante, el contexto principal del entable de sanación y curación que pone en escena mes tras mes el Padre Puerta es la dramática crisis del orden social en Colombia y de la angustia y la ansiedad, el Angst personal y colecti-vo, que esta conlleva. Enfrente del prolongado conflicto armado que por dé-cadas y casi sin tregua ruptura aquí y allá el tejido social de la nación, emerge una gran profusión de terapéuticas rituales que buscan atemperar los efec-tos de las violencias consuetudinarias que se fijan en la vida y en los cuerpos de los ciudadanos y ciudadanas en forma de enfermedad y malestar. Ese es, precisamente, el papel del Padre Puerta, con sus sanaciones y curaciones, sus mensajes de la Virgen y su ideología ortodoxa y católica que pretende re-sacra-lizar el ordenamiento político de la nación. Todo este despliegue de “violencia de rebote” [Bloch, 1992] es muy funcional al fracaso que exhibe en últimas la violencia estatal vigente, la llamada política de “Seguridad Democrática”, que como panacea para redimir el orden social aplica el régimen actual. A pesar de la campaña mediática de los cortesanos del poder, es difícil negar que la violencia estatal que intenta restituir y preservar el orden ante las ame-nazas de sectores armados ilegales que ejercen una violencia generadora de formas diferentes de distribución del poder, o la preservación de privilegios excluyentes propios de segmentos sociales específicos, violencias no exentas de crueles acciones terroristas, no logra plenamente sus propósitos. Antes bien, esta violencia oficial terminará a la larga engendrando más resentimiento, más venganzas, más retaliaciones; en suma, más violencias. Todo ello si antes no se recurre a una tarea largamente pospuesta: la refundación del orden social me-diante una radical y generosa negociación política. Mientras tanto el papel de reparar lo que amenaza con su ruina definitiva seguirá recayendo en el vasto despliegue de rituales terapéuticos contemporáneos, como los que fomenta el Padre Puerta. Se fundamenta así una de esas paradojas tan características de Colombia: una hiper-ritualización de toda la vida social de los asociados, en medio de una crisis sacrificial que amenaza en cada instante con su desbor-damiento en forma de violencia recíproca y generalizada [Girard, 1995].16

16 Este último argumento es motivo de reflexión periódica en las discusiones de la Red de

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El Hombre solo, el hombre en cuclillas sobre las escalinatas, el insensato que ha echado sobre sus hombros el censo de la miseria y el denuncio de sus promotores y usufructuarios, dicho todo esto y después de arder en la pira de la cólera, no puede

esperar a que la audiencia dicte su fallo.“Pues ya están balbuciendo sus labios un tímido canto de amor; ya siente en sus entrañas

la invasión de la ternura que le inspira la contradicha condición humana, la suya propia; ya está mirando las manos de los hombres y sintiendo la necesidad de cantar su

maravilla.“¡No mas cólera!

“¡No mas odio!“¡Solo el amor, el viril amor del hombre por su especie y por su semejanza!

“¡La audiencia está disuelta!” Zalamea, [1974 (1964):63].

agRadEciMiEntoS

El autor extiende sus agradecimientos a María Angélica Ospina, Santiago Martínez Medina, María Clara Leal, Luis Carlos Castro, y demás miembros de la Red, por su participación en la investigación de campo que sirve de soporte al presente escrito, así como por sus generosos comentarios y suge-rencias (aunque él es el único responsable por cualquier error u omisión en el texto). Finalmente, el autor agradece al antropólogo Julián Numpaque Mo-reno, quien cuando realizaba su trabajo final de grado bajo su tutoría, fue el primero en llamar su atención en las posibilidades etnográficas y teóricas del culto mariano de Soracá. El trabajo de Numpaque se tituló “Enfermedad en las misas de sanación en Soracá (Boyacá, Colombia)”.

BiBliogRafía

Beltrán, William 2004 “El evangelicalismo y el movimiento pentecostal en Colombia en el siglo xx”.

En: Bidegaín, Ana María (compiladora), Historia del cristianismo en Colombia. Corrientes y diversidad, Bogotá, Aguilar / Altea / Taurus / Alfaguara.

Bidegaín, Ana María (compiladora) 2004 Historia del cristianismo en Colombia. Corrientes y diversidad, Bogotá, Aguilar /

Altea / Taurus / Alfaguara. Bloch, Maurice1992 Prey into Hunter. The Politics of Religious Experience, Cambridge, Cambridge

University Press.

Etnopsiquiatría y Estudios Sociales de la Salud y la Enfermedad. Agradezco a Santiago Martínez, quien en la reunión de la Red del 23 de septiembre de 2009 puso en la liza este tema.

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Notas