Anteproyecto para estudio y enmiendas - Acción...

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PROYECTO DIOCESANO DE PASTORAL EVANGELIZADORA Anteproyecto para estudio y enmiendas

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  • PROYECTO DIOCESANO DE PASTORAL EVANGELIZADORA

    Anteproyecto para estudio y enmiendas

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    SUMARIO

    05 Carta de presentacin de este anteproyecto, por el Arzobispo de Valencia

    16 Introduccin

    19 Calendario

    20 Modelo de Fichas

    23 TEMA 1.Comunin y corresponsabilidad al servicio de la evangelizacin1.1. Funcionamiento del Consejo Parroquial de Pastoral y del Consejo Parroquial de Asuntos Econmicos1.2. Asociaciones de fieles, movimientos, grupos diversos: Relacin en integracin en la vida parroquial1.3. Grupos de animacin de la vida parroquial1.4. Relacin Parroquia-Arciprestazgo-Vicara-Dicesis1.5. La Vida Consagrada: Relacin, presencia, accin

    37 TEMA 2. El anuncio de la Palabra de Dios2.1. La iniciacin cristiana2.2. Familia evangelizada y evangelizadora2.3. Pastoral de Infancia y Juventud, Vocacional, Pastoral Universitaria2.4. Enseanza religiosa escolar

    53 TEMA 3. La liturgia, celebracin del misterio de Cristo3.1. Los Sacramentos y su accin evangelizadora3.2. La Eucarista y el Sacramento de la Penitencia3.3. El Domingo, da del Seor3.4. La religiosidad popular3.5. La oracin

    73 TEMA 4. El servicio de la caridad4.1. El ejercicio de la caridad4.2. Las nuevas pobrezas4.3. Pastoral de la Salud4.4. Cultura

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    CARTA DE PRESENTACIN DE ESTE ANTEPROYECTO

    Es evidente que nos hallamos inmersos en una nueva etapa en la vida del mun-do y de toda la Iglesia, por lo mismo tambin en la vida de nuestra Dicesis. Qu hacer en este nuevo periodo de la historia? Qu dice el Espritu a nuestra querida Iglesia (Ap 2, 7) en esta situacin social y cultural que estamos vivien-do, tan distinta a la de hace pocos lustros, cada vez ms variada y comprome-tida (NMI 40)? Hacia dnde y por dnde encaminar nuestros pasos?

    Caminemos con esperanza! El camino nos lo traza el mismo Cristo: l mismo es la meta y el camino, la verdadera fuente y el trmino de nuestra esperanza, l es el futuro del hombre, y el futuro del hombre es posible, porque en el pre-sente! est Jesucristo. No busquemos, pues, otra respuesta a los grandes retos que se nos abren en los primeros pasos de esta nueva etapa de la historia; por mayor empeo que pongamos en dar ingenuamente con frmulas mgicas y proyectos fabulosos no hallaremos otro camino verdadero que ste para los grandes desafos de nuestro tiempo: Jesucristo.

    Los Papas nos lo han recordado con unas palabras bellsimas y lapidarias: No ser una frmula lo que nos salve, pero s una Persona y la certeza que ella nos infunde: Yo estoy con vosotros! (NMI 29). Por eso se trata ahora de buscarle de todo corazn y seguirle, de orlo y contemplarlo, adorarlo, vivirlo, darlo a conocer con obras y palabras. Cultivar el encuentro con l es la clave para una apasio-nante renovacin de nuestro mundo, y de un renacimiento pastoral en nuestras comunidades, en la Iglesia universal, y en nuestra Dicesis. De esta renovada experiencia de fe y de amor a Jesucristo podr nacer un nuevo mpetu en la misin de la Iglesia.

    A partir de ese encuentro y de esa experiencia renovada de Jesucristo, no deja-remos de comunicar y testificar lo que hemos visto y odo acerca de l. Nadie que haya recibido la gracia de la fe en l puede eximirse de dar testimonio del Evangelio de Jesucristo de su encarnacin, nacimiento, vida oculta en Nazaret, de sus obras y palabras en su vida pblica, de su pasin, muerte, resurreccin y ascensin a los cielos, del Evangelio de la redencin, del Evangelio de la espe-ranza que descansa en la victoria de su resurreccin. En Cristo las expectativas de la Humanidad hallan su fundamento ms real y firme. La esperanza de todo ser humano se colma, por su victoria del amor sobre el odio, del perdn sobre la venganza, de la verdad sobre la mentira, de la solidaridad sobre el egosmo.

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    Nadie, ningn cristiano, en consecuencia, debera eximirse del sagrado de-ber de comunicar este anuncio salvfico a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. A esta tarea, por la misma caridad que nos urge y configura, estamos llamados y obligados todos, porque todos hemos sido liberados por Cristo de la esclavitud del pecado y de la muerte. Se abre el gran tiempo de la misin, como en los primeros momentos del cristianismo. No hay tiempo que perder. Ni vuestro Obispo, ni los sacerdotes, ni los religiosos, religiosas o laicos, ni los nios, ancianos, adultos o jvenes, ni los enfermos o los sanos..., ninguno de los cristianos, estamos eximidos de esta urgencia de evangelizar.

    Este tiempo nuevo se abre ante la Iglesia como un ocano inmenso en el cual hay que aventurarse, con la ayuda de Cristo. Atreverse a vivir la ms noble y bella aventura que pueda vivirse hoy: llevar el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo, a este mundo nuestro de hoy que vive en unas especiales condiciones de vida que todos tenemos ante nuestros ojos. Nos espera una apasionante tarea de renacimiento pastoral. Una obra que implica a todos: Evangelizar; evangelizar de nuevo; evangelizar como en los primeros tiempos.

    Llevemos, pues, el Evangelio, sin ningn miedo ni complejo; mostremos, sin echarnos atrs y sin retirarnos, a Jesucristo; dmoslo valientemente a todos, a los que estn lejos y a los que estn cerca, a aquellos con los que convivimos y trabajamos, a todos. Anunciemos a Jesucristo: con obras nuestros traba-jos, nuestras familias, nuestra vida en la sociedad, nuestras realidades cuoti-dianas, nuestras personas que sean signo de que somos de Jesucristo, que le pertenecemos; y con palabras que testimonien las cosas buenas que, en el presente, en nuestra propia vida, obra. Contemplemos, por tanto, amemos y anunciemos a Jesucristo y su amor, para que los hombres crean en l, le amen y le sigan, y as pueda haber una Humanidad abierta al futuro y hecha de hombres nuevos a los que l ha devuelto su dignidad, su libertad y su esperanza, en estos tiempos nada fciles que atravesamos.

    El horizonte en el que nos movemos: Una nueva evangelizacin

    La nueva evangelizacin constituye el horizonte de la misin de la Iglesia, de toda la Iglesia, en este tiempo. Hoy apremia, como tantas veces nos lo recuer-dan los Papa y nos lo ensean con su ejemplo, que debemos ser anunciadores incansables del Evangelio. Ninguna otra dedicacin puede quitarnos de sta. El desplome del cristianismo y de la fe en Occidente, la inmensa masa de hombres que en el Oriente o en el Sur, incluso entre nosotros, que no le conocen, reclama que nos entreguemos prioritariamente al servicio del anuncio misionero del Evangelio. La hora presente debe ser la hora del anuncio gozoso del Evangelio, as ser tambin la hora del renacimiento moral y espiritual de nuestro mundo, la hora de la esperanza que no defrauda.

    En continuidad con el magisterio del Concilio y con las ricas indicaciones del magisterio de los ltimos Papas, sa es en este nuevo periodo de la historia nuestra tarea ms apremiante como Iglesia que no puede en modo alguno dejar de lado o debilitar. Porque no podemos ir a los hombres, ni estar en medio de

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    ellos ni dirigirnos a ellos con otra fuerza ni con otro bagaje que con el que nos ha entregado la Iglesia, su riqueza nica, Jesucristo, el verdadero tesoro; no poseemos otra palabra ni ninguna otra riqueza para servir a la esperanza y dar testimonio de ella que Cristo: pero sta ni la podemos olvidar, ni la queremos silenciar, ni la dejaremos morir. En el mundo que vivimos, no queramos saber otra cosa entre los hombres, al igual que Pablo, que Cristo, y ste crucificado.

    En el fondo de los hombres de hoy en general, y de los jvenes en particular, hay una sola y gran aspiracin en relacin con la Iglesia: Tienen sed de Cristo; el resto lo pueden pedir a otros! A la Iglesia se le pide a Cristo! y de nosotros tienen derecho a esperarlo con obras y palabras. Somos deudores para con los hombres de hoy de este anuncio-testimonio; se lo debemos porque nosotros hemos recibido esa gracia sin mrito nuestro, y ellos tienen derecho a reclamar-lo de nosotros; se lo debemos a los ms cercanos y a los lejanos; se lo debemos sobre todo a los ms pobres y necesitados, en el alma y en el cuerpo; a todos, tambin a los que confiesan a Dios en otras religiones o a los que en absoluto creen en l, a todos se lo ofrecemos tambin con respeto y amor fraternales, humilde, con sencillez.

    As pues, insistiendo una vez ms, nuestro tiempo no puede ser tiempo para la simple conservacin de lo existente, sino que es tiempo para la misin. Es tiempo para proponer de nuevo, y ante todo, a Jesucristo, el centro del Evangelio. Una pastoral de sola conservacin y mantenimiento es a todas luces insuficien-te; an ms, hoy es tambin culpable. No podemos caer en esa culpabilidad. Por ello nos apremia esa nueva evangelizacin: Nueva en su ardor, nueva en sus mtodos, nueva en su expresin (San Juan Pablo II). El ardor tiene que ver con la conversin, es decir, con la mirada a Cristo, y eso es lo que se nos est ofre-ciendo de forma especialmente intensa en el Ao Jubilar de la Misericordia, del Cliz de la Misericordia, aunque la conversin, como la gracia, estn siempre a nuestro alcance, y son posibles en todo momento. Los mtodos y la expresin sern nuevos en la medida en que Cristo sea encontrado por hombres de este mundo, de esta cultura, que expresan el drama de la existencia, y por tanto, en el lenguaje y con los modos propios de nuestro mundo de hoy. Los mtodos y la expresin no son nada si falta el ardor de un encuentro con Jesucristo que toque el centro de la persona.

    En la situacin que vivimos, en la cual la persona entra en crisis en su realiza-cin de humanidad y en su condicin de hijo de Dios, lo que ms nos apremia es convertirnos a Cristo, dejar que su vida sea la nuestra, que su pensar, su sentir y su actuar, sean tambin los nuestros. Nada puede sustituir la conver-sin a Jesucristo; es la piedra de toque que acredita la obra evangelizadora; sin la conversin nada queda garantizado; con ella se inicia un camino asentado en el encuentro personal con Jesucristo, de modo que ser este encuentro el inicio de la nueva relacin entre el hombre y Cristo, una relacin en la que reconoce que Cristo es el Seor y Dios, no slo Seor y Dios del mundo y de la Humani-dad, sino Seor y Dios de esta existencia humana ma y concreta. Se trata, pues, de configurar la personalidad cristiana, slo posible desde la conversin y la fe, desde la adhesin a Cristo y desde la comunin con Jesucristo.

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    As podr superarse una de las races de la debilidad de la fe en los tiempos actuales: la de la separacin de la fe y de la vida que reduce la fe a la privacidad y convierte a los cristianos en la cofrada de los ausentes de este mundo. El anuncio de Cristo del que la Iglesia es portadora, es percibido, en efecto, por muchos hoy como irrelevante para la vida concreta, para las preocupaciones y sufrimientos que llenan la existencia de los hombres. Y la verdad es que esa se-paracin entre las realidades de la vida y la experiencia de fe es mortal, tanto para la vida como para la fe. Pues a la fe se la desnaturaliza, y a la vida la deja en la so-ledad y la desesperanza tan caractersticas del hombre contemporneo. La fe en Jesucristo entraa un significado decisivo y fundamental, imprescindible, para la existencia humana, para la vida en todas sus dimensiones, y para toda la realidad.

    As, la primera mirada de la nueva evangelizacin, del servicio a la conversin y a la fe, ha de fijarse en la atencin al hombre, y la reconstruccin en l de lo verdaderamente humano. En este sentido, el desarrollo del ser entero del hombre, de las capacidades de su mente y de su corazn, de las potencialidades que le configuran y que desbordan las expectativas puramente materiales y funciona-les, han de ser objeto de atencin prioritaria. La evangelizacin, el servicio a la fe entraado en ella, ha de incidir sustancialmente en el descubrimiento y desarrollo de la verdadera humanizacin, ha de conducir a una Humanidad nueva, hecha de hombres nuevos con la novedad de vida en Jesucristo y conforme a su Evangelio.

    Precisamente porque Cristo es el criterio de la verdad de la vida de los hom-bres, es preciso anunciarlo de forma concreta a todos, y no slo en el marco tradicional de las iglesias, sino ante en la vida cotidiana, es decir: en el mbito del matrimonio y de la familia, en el mbito de la educacin y de la cultura, del trabajo y de las relaciones laborales, en el mbito de las relaciones humanas de todo tipo que constituyen la vida social, y en las que se va tejiendo el futu-ro. Y por lo mismo, ha de incidir en todo lo que es el hombre en su realidad con-creta, en su experiencia ms viva y de su vida real. Ese mbito de la vida real es sobre todo el espacio del testimonio. Por eso mismo es necesario e inaplazable el proponer a Jesucristo como Camino que nos conduce a la verdad del hombre y la vida del hombre, como Salvador nico y total del hombre; y se ha de propo-ner, con el ardor y la conviccin profunda que procede de la Iglesia que confiesa, celebra y vive la fe en Jesucristo, y, en consecuencia, mediante la forma propia y ms coherente de trasmitir esa fe de la Iglesia: el testimonio, que es el ardor que implica al evangelizador de siempre y de nuestros das.

    Nuestro tiempo es tiempo abierto a la esperanza y necesitado de ella. Nuestro servicio por esto a los hombres ha de ser una convocatoria a una gran espe-ranza, la que no decepciona. Como el Papa Francisco, desde el comienzo y a lo largo de su pontificado, tambin nosotros debemos convocar a los hombres a que abran, sin miedo y de par en par, sus puertas a Cristo, a quien los hombres tambin los de hoy, incluso los que parece ms lejanos, y los mismos jvenes, como acabamos de ver en Cracovia, de manera principalsima andamos bus-cando en lo profundo de nuestro corazn. En realidad, es a Jesucristo, a quien buscan cuando suean la felicidad, es l quien les provoca con esa fe de radica-lidad que no les permite dejarse llevar del conformismo; es l quien los empuja

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    a dejar las mscaras que falsean la vida; es l quien les lee en el corazn las decisiones ms autnticas que otros querran sofocar. Somos testigos de esto y no lo podemos callar. Queremos y debemos decirlo a lo cuatro vientos.

    Todos, cada uno desde nuestra propia vocacin y lugar, hemos de contribuir, con todo lo que Cristo nos ha dado, nuestra vida, nuestra inteligencia, nuestras cualidades, con todo nuestro ser, a que su gracia y su amor lleguen a todos los hombres y mujeres de nuestra Dicesis, a todos los hogares, a todos los lugares de estudio y de trabajo, al campo y a la ciudad, a las fbricas, a las oficinas, a las tiendas, a los hospitales, a los lugares de esparcimiento, a los medios de comunicacin, a todos los espacios donde el hombre vive y trabaja, sufre y ama. La misin es de todos y a todo y a todos ha de llegar Jesucristo.

    Sin hacer muchas cosas nuevas, la preocupacin por promover de verdad una pastoral evangelizadora tiene que ir impregnando todo el conjunto de nuestro trabajo y de las actividades pastorales. Con fe, y por eso con realismo y humil-dad, sin angustias, de lo que se trata es de conseguir que esta Iglesia nuestra adquiera poco a poco las caractersticas y el vigor de una Iglesia en misin, en salida como acostumbra decir el Papa Francisco, de una Iglesia entusiasta que se siente llamada y quiere ser misionera de su propia gente, de los jvenes, de las nuevas familias, de los universitarios y profesionales, de los dirigentes y de los trabajadores, de las minoras tnicas, de los pobres y marginados, de los enfermos, de todos los que sufren y esperan, de cuantos necesitan escuchar la Palabra del Seor para recibir el gozo y la alegra de la Buena Noticia del Amor, de las Promesas y de los dones de Dios. Una iglesia espiritualmente joven, ilu-sionada, que no se resigna a ser una Iglesia en retirada, sino que quiere ser ser-vidora generosa y abnegada de la difusin del Evangelio en nuestra propia tierra. As y slo as, con la ayuda y la gracia de Dios seremos servidores y testigos del Evangelio de la esperanza.

    El Proyecto de Plan diocesano de pastoral

    A esto, en todo su conjunto, y en su entraa ms ntima se encamina el Ante-proyecto, que os ofrecemos para ser discutido, dialogado, enriquecido, medi-tado y orado entre todos, de Plan Pastoral que la Dicesis se propone llevar a cabo, con la ayuda del Seor y la colaboracin de todos, en los prximos aos. Con el Anteproyecto de Plan que ahora ofrezco a todos y que ha sido elaborado con la participacin de los diferentes sectores del Pueblo de Dios que peregrina en Valencia, tratamos de responder a nuestra misin como Iglesia en esta hora del mundo y formular orientaciones y lneas de accin pastorales adecuadas a las condiciones concretas de nuestra Dicesis y de sus comunidades.

    Como sabis, este Anteproyecto, como se explica en la introduccin, ha sido fruto y resultado de la oracin de muchos, de los trabajos y reflexiones de los Grupos de renovacin (IDR) y de evangelizacin (IDE), del Consejo Pastoral de la Dicesis a lo largo de tiempo, y de la fase ltima de las aportaciones de los grupos reunidos todos para reflexionar y elaborar las propuestas o lneas de accin de lo que podra ser el Proyecto de Plan Pastoral de la Dicesis de Va-

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    lencia que se finalizar con la Asamblea Diocesana del 15 de octubre prximo y aprobaremos y refrendaremos los Obispos con la responsabilidad que como Obispos tenemos en la Dicesis.

    Quiero y debo agradecer en nombre de toda la Dicesis, y muy particularmente en el mo propio, la gran y generosa aportacin que habis hecho: obra en la que he podido apreciar vuestra fe y vuestro gran amor a la Iglesia. Habis trabajado con ilusin y esperanza, con fe y sentido de corresponsabilidad eclesial. Creo que a todos nos ha animado un mismo y principal dese: poder contribuir a alentar y avivar el gozo y la alegra de la fe, as como colaborar en una obra que posibilite cada vez ms el animar y urgir a comunicar ese gozo a los que no creen o creen con una fe dbil.

    Espero y pido a Dios que con este Plan Pastoral respondamos a su designio, es decir, a lo que l, en estos momentos, nos est pidiendo a la Iglesia en Valencia. Espero y confo que nos conduzca y ayude a acercarnos ms a Jesucristo, vivido y presente en la Iglesia. Si no contribuye a esto, no conducira a nada ver-daderamente importante. A decir verdad, en esta hora, se trata sencillamente de creer en Jesucristo, de volver a Jesucristo, esperanza y salvacin para todos, singularmente para los pecadores y los ms necesitados, rostro humano en el que se refleja plenamente la misericordia eterna del Padre misericordioso, rico en misericordia, que por su amadsimo Hijo, y por la accin de su Espritu Santo, nos llama y apremia a ser misericordiosos como l, Padre de los cielos, es mi-sericordioso: as alcanzaremos misericordia y seremos dichosos.

    Jesucristo es el camino de Dios al hombre, del hombre a Dios, y del hombre a cada hombre. Se trata de abrir a su fuerza salvadora las fronteras de los Esta-dos, los sistemas econmicos y polticos, los vastos campos de la cultura, de la civilizacin, del desarrollo. Y esto porque Cristo sabe lo que hay dentro del hombre. Slo l lo sabe!. ste es el sentido, en ltimo trmino, que queremos que tenga este Plan Pastoral Diocesano.

    Vivimos tiempos recios, como dira la Santa de vila, Teresa de Jess, y sin embargo estamos viviendo al mismo tiempo, dira, un cristianismo dbil, frgil y temeroso.

    Tenemos complejo de proclamar abiertamente a Jesucristo, en la vida y pla-za pblicas, en los nuevos arepagos del mundo contemporneo como son los medios de comunicacin social, el compromiso por la paz, el desarrollo y liberacin de los pueblos, la defensa de los pueblos pequeos y de las gen-tes del campo orilladas, la promocin de la mujer y del nio, de la investiga-cin cientfica... Necesitamos superar la vergenza y no echarnos atrs en el anuncio y presencia del Evangelio, llamado a impregnar y configurar todas las realidades de la vida. y esto siempre desde el respeto exquisito y pleno a las convicciones ajenas, sobre todo a las personas y a su libertad. Nunca desde la imposicin, la exclusin o el avasallamiento.

    Las gentes de Valencia, los fieles cristianos, los sacerdotes, las personas con-sagradas, los jvenes y los adultos, me han escuchado en mltiples ocasiones

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    que como Obispo me preocupan muchas cosas, pero de todas ellas me preo-cupa de manera principal que los hombres crean, que los jvenes crean, que en las familias se realice el designio de Dios. No da lo mismo creer que no creer. Quien cree tiene vida eterna. Al desear la fe para todos, deseo que todos participen del don de Dios. Y si conocieran el don de Dios, como le dice Jess a la Samaritana, todo sera distinto. y para esto necesitamos evangelizadores. Por eso me preocupan las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida con-sagrada, y la formacin de los laicos. En esto habremos de poner nuestro em-peo y viviremos tiempos de esperanza. Es de lo que se trata, a mi entender, en el intento de este Plan Pastoral diocesano.

    A todos invito a que colaboremos a elaborar este Plan, a partir del presente An-teproyecto, con sencillez y apertura de corazn; a que con espritu humilde y de colaboracin eclesial nos aprestemos despus a llevarlo cabo, si es que es esto lo que el Espritu dice a nuestra Iglesia que est en Valencia.

    Que Dios nos d su gracia, su Espritu de sabidura y discernimiento, de fortaleza y de ciencia y de temor del Seor para llevarlo a cabo conforme a su voluntad. Que la Santsima Virgen Mara en sus advocaciones de Nuestra Seora de los ngeles, del Puig, o de los Desamparados, Inocentes y Mrtires, que nos entre-g a Jesucristo, esperanza del mundo, nos ayude a que, como Ella vivimos esta hora de Dios en la Iglesia, que ante Dios se reconoce como la fiel esclava del Seor y pide que se haga en ella segn su palabra.

    Con mi afecto, gratitud, y bendicin para todos,

    + Antonio Caizares Llovera. Arzobispo de Valencia

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    Como complemento a la Carta introductoria aado, para tenerlos presentes, algunos criterios inspiradores.

    En toda la accin pastoral de nuestra dicesis, siento la necesidad de que se pro-mueva el conocimiento y aplicacin del Concilio Vaticano II tanto en lo que respecta a la letra como al espritu. De este modo se darn nuevos pasos en la recepcin del Concilio, es decir, en su interiorizacin espiritual y en su aplicacin prctica. Este ha de ser nuestro empeo constante en todas nuestras acciones. El Concilio Vaticano II, asimilado e interiorizado, ha de ser fuente de vida y de inspiracin para los catlicos valencianos. Nuestro programa pastoral no debe ser otro que el Concilio Vaticano II. En sus enseanzas y directrices tenemos todo lo que necesitamos para que la Igle-sia en Valencia pueda dar la respuesta que Dios le est pidiendo y los hombres le estn reclamando. Como Obispo, no tengo ni traigo otro programa que la aplicacin del Vaticano II, como han hecho tambin mis antecesores. Tal vez haya cado en el olvido; por eso, a veces, la desilusin y la desesperanza. Pero en el Concilio, tenemos la luz que nos ayudar a reemprender el camino esperanzados y alegres.

    Para seguir, justamente, las enseanzas del Concilio, es preciso que ayudemos a los fieles a penetra, vivir y amar el misterio de la Iglesia.

    Los cristianos necesitamos como nunca reafirmar nuestra adhesin a la Igle-sia, descubriendo su sentido y las razones en que se apoya, precisamente por ser fieles tanto a Cristo como a los hombres y a la sociedad de nuestro tiempo. Necesitamos avivar el sentido de Iglesia en nuestros pueblos y as daremos renovado vigor a la adhesin a Jesucristo. Jesucristo no es sin la Iglesia, ni la Iglesia sin Jesucristo. Por eso habremos de intentar con una recta enseanza sobre Jesucristo llevar a los fieles al amor del Cristo total, de ese Cristo que se prolonga por su Espritu en la Iglesia.

    La Iglesia universal, que es una, santa, catlica y apostlica, se encarna, de hecho, en las iglesias particulares. Ayudemos por diversos cauces y medios a recuperar en nuestras gentes ese sentido de Iglesia particular, presidida por el Obispo. Habr que procurar una accin pastoral que lleve a las parroquias y comunidades, y en ellas a cada uno de los fieles que las integran, a actualizar la comunin con toda la dicesis por las vas del ejercicio de la corresponsabi-lidad, de la colaboracin apostlica y de la comunicacin cristiana de bienes.

    Deseo que, entre todos, yo el primero, impulsemos una intensa renovacin ecle-sial. Renovacin interior de las personas y de las comunidades cristianas, en la piedad, en la oracin, en la vida litrgica y sacramental, en la conversin y en la formacin, en la preparacin de cristianos con nuevo estilo, comunitario, parti-cipativo, responsable, apostlico y misionero, libre de desconfianzas eclesiales. Renovacin de nuestra solidaridad y caridad para con los pobres, los enfermos, los ancianos, los marginados de todas clases, los mismos jvenes, a veces tan frgiles, desasistidos y necesitados, por el vaco en el que se sumergen.

    El servicio humilde y perseverante a la comunin es, sin duda, el ms exigente y delicado, pero tambin el ms precioso de mi ministerio episcopal, porque es ser-vir a una dimensin esencial de la Iglesia y a la misin de la misma en el mundo.

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    Esta comunin es ante todo unidad en Cristo y en su doctrina, en la fe y en la moral, en los sacramentos, en la obediencia a la jerarqua, en los medios comu-nes de santidad y en las grandes normas de disciplina.

    La comunin en la Iglesia tiene sus propias exigencias internas, la primera de las cuales es la comunin con Dios. Los cristianos estn en comunin unos con otros porque primariamente estn en comunin con el Padre y con su Hijo Jesucristo en el Espritu Santo. Slo en el encuentro y comunin con Dios, la Iglesia recibe su vigor y vitalidad. Hoy el problema mayor con que nos encontra-mos es el encuentro con Dios, la vida desde Dios y en Dios.

    Renovar la vida interior de la Iglesia por una revitalizacin de la comunin con Dios entre los cristianos es tarea apremiante a la que habremos de dedicar nuestros mejores desvelos. Tengo el convencimiento de todo lo que hagamos para realizar la misin de la Iglesia ha de tener como base y comenzar por susci-tar en el pueblo cristiano el encuentro con el Dios vivo y verdadero. Reafirmemos, pues, incesantemente la experiencia de Dios como Dios, emplacemos sin temor y ayudemos fraternalmente a los hombres de nuestros pueblos, inmersos en una cultura secularizada, a descubrir la realidad de Dios y su salvacin; que los cre-yentes y comunidades de nuestra dicesis revaloricen su condicin de creyentes en el Dios vivo y reaviven la centralidad de la experiencia religiosa y teologal.

    En este sentido, no podemos aceptar la extensin de la incredulidad y la im-plantacin de modos paganos de vida como un fenmeno irremediable y del todo normal en una sociedad desarrollada, pero espiritualmente muy pobre y empobrecida. Llamados a servir a los hombres, no podemos desatender esta carencia fundamental de tantos hombre y mujeres de nuestro tiempo. Como Iglesia hemos de mostrar nuestra compasin anuncindoles al Dios Vivo, siendo testigos del Dios vivo, ofrecindoles a Jesucristo y su salvacin universal, mos-trndoles con obras y palabras que l es el nico en el que podemos ser salvos.

    Recordar, subrayar y favorecer, a tiempo y a destiempo, la vocacin de todos los fieles a la santidad: porque esa es la voluntad de Dios, nuestra santificacin. Desarrollemos en nuestra dicesis una pastoral de santidad. Cuidemos de que los sacerdotes sobresalgamos en el testimonio de la santidad; fomentemos la renovacin de los institutos de vida consagrada en la unidad diocesana; promo-vamos la espiritualidad propia de los laicos, fundada en el bautismo, y de modo particular la espiritualidad conyugal.

    La tradicin cristiana de nuestro pueblo y su fe y virtud probadas deben mucho sin duda a esa plyade de santos que en otros tiempos la han fecundado y re-novado. No habr de ser igual en estos tiempos recios?

    Proseguir la aplicacin del Concilio exige de nosotros poner en prctica servi-cios y estructuras de comunin, impulsadas por el propio Concilio y reguladas en la disciplina eclesistica.

    Especial mencin y atencin merecen en este punto la participacin y corres-ponsabilidad de los laicos. Necesitamos avanzar ms este terreno. De mane-

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    ra muy principal, habr que seguir trabajando en buscar formas de presencia, como exige la situacin de hoy, en una nueva sociedad y ofrecer, en ella, con toda libertad y gozo, sin complejos ni fanatismos, el mensaje del Evangelio, como fuente de libertad, de progreso, de crecimiento en humanidad y de reali-zacin de nuestro mundo en paz solidaria y en justicia.

    La comunin eclesial se ha de trasparentar en la comunin solidaria con todos los hombres. Los hombres podrn atisbar el don de la comunin que brota de la Santsima Trinidad si nos ven a los cristianos del lado del hombre, a su ser-vicio, puestos de manera efectiva al lado de los pobres y comprometidos en las causas ms nobles de la justicia y la paz en favor de los hermanos. Los cristia-nos que viven en comunin con Dios muestran donde est nuestro Dios acer-cndose a los hombres que padecen injusticia, aproximndose como buenos samaritanos a tanto sufrimiento y herida de los hombres. Por eso habremos de promover el compromiso de las comunidades cristianas y de todos los fieles de nuestra dicesis en las causas del hombre, impulsando su participacin en la vida pblica.

    Todo esto supone un notable esfuerzo, del que no podemos dispensarnos, de formacin de laicos, de creacin o potenciacin de instituciones encaminadas a proporcionar esta formacin, donde se vayan preparando, de manera muy especial, las nuevas generaciones, para su accin misionera y apostlica en el mundo, y para su presencia en la vida pblica, social, profesional y poltica y para la familia.

    Todo en orden a la nueva evangelizacin. La evangelizacin, como he recor-dado antes en mi carta de presentacin al Anteproyecto de Plan Diocesano de Pastoral, es la dicha y vocacin propia de la Iglesia, su identidad ms profun-da. Nuestra primera solicitud pastoral. Nos vemos urgidos a una nueva evange-lizacin en la que algunas acciones son particularmente urgentes: promover una accin pastoral orientada a la conversin y a la fe confesante en el Dios vivo y soberano en tiempos se secularismo e increencia; impulsar una pasto-ral ms diversificada y acomodada a las situaciones de la fe; dar una orien-tacin misionera a la pastoral sacramental; renovar y potenciar la iniciacin cristiana a travs de una adecuada catequesis, con atencin particular a los jvenes y adultos. Renovar las parroquias en perspectiva misionera y dar vida a comunidades evangelizadoras.

    Quiero subrayar que llevar a cabo una nueva evangelizacin requiere una pas-toral que urja a la conversin. Esto supone que es necesario e inaplazable cen-trar nuestro esfuerzo pastoral en el anuncio y transmisin de los contenidos ms centrales del Evangelio de Jesucristo: el reconocimiento de la soberana y de la paternidad de Dios, la esperanza de la vida eterna, la donacin del Espritu Santo y la gracia, la Redencin y el perdn de los pecados, la regeneracin de la persona y de la vida, la prctica del amor fraterno como norma y distintivo del comportamiento cristiano. Tendramos que ser capaces de una predicacin misionera centrada en lo esencial, apta par nuestros conciudadanos, sobre todo los jvenes. Anunciar el Evangelio de Jesucristo sin componendas ni cesiones a

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    la moda no se trata de anunciar lo que a veces los hombres de hoy parecen que-rer or y que les halaga, sino lo que Dios quiere que les digamos y que l mismo nos ha confiado, precisamente para entregarlo y no silenciarlo.

    Todo esto debe llevarnos a una pastoral muy simplificada. Deseo que nos cen-tremos en pocos aspectos pero fundamentales. A veces podemos perdernos en una pastoral muy compleja que nos abruma y nos esteriliza. La Iglesia, en el siglo XVI, impulsada por Trento, llev a cabo una gran renovacin fijndose en muy pocas acciones. Hoy tenemos ante nosotros un nuevo reto de renovacin y de evangelizacin. Como en aquel entonces nos hallamos, tambin en Valencia, en una nueva etapa de la historia que hemos de encauzar con una visin cris-tiana autntica, exigente y renovada.

    Emprendamos, pues, una pastoral aunada, formulemos unas lneas pastorales comunes y fundamentales para nuestra dicesis de evangelizacin en nues-tra sociedad, con realismo y sin prisas, con responsabilidad y participacin, y con ilusin y esperanza. A travs del Proyecto de Plan Pastoral diocesano se ha de ver la Iglesia, asidua y unida en la enseanza de los apstoles, en torno a la Palabra y a las enseanzas de la Iglesia (anuncio misionero, catequesis, predi-cacin), iglesia de la fe; unida y constante en la oracin, en el reconocimiento de Dios por encima de todo, en el slo Dios y en la esperanza puesta en l: Iglesia que vive de la esperanza; unida en y por la fraccin del pan: Eucarista, Liturgia, de donde brota la capacidad evangelizadora y el gran signo de la caridad sin la que nos es viable la Iglesia ni su accin evangelizadora; que vive como comu-nidad, verdadera fraternidad en la que se comparte, en la que se da la autntica comunin, desde la que es posible la evangelizacin de los pobres y su acogida sin reservas: iglesia de la caridad y de los pobres. El Plan pastoral ha de reflejar esto, es decir, la Iglesia: Iglesia de la fe, de la esperanza de la caridad, Iglesia de las bienaventuranzas que confa de verdad en Dios, que pone toda su confianza en l, Iglesia de la caridad que se le conoce porque los pobres son evangeliza-dos y acogidos. Iglesia, dicesis de Valencia, evangelizada; Iglesia, dicesis de Valencia, evangelizadora; muy cercana, prxima a los ltimos, misionera.

    Con mi bendicin,

    + Antonio Caizares Llovera

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    Introduccin

    Desde el pasado mes de junio, en respuesta a la peticin del Sr Arzobispo de participar en la elaboracin de lo que ser el Proyecto Diocesano de Pastoral Evangelizadora, en la Vicara de Evangelizacin se han recibido las aportacio-nes de 299 parroquias y otros grupos, que han sido objeto de revisin y estudio por parte de la comisin de trabajo del Plan.

    La tarea, sencilla y laboriosa a la vez, consista en responder a una serie de cuestiones, las mismas en todos los apartados. La importancia estaba, ms que en las preguntas, en los temas por lo que se solicita respuesta y en las respues-tas mismas. Hay que decir que han sido muchas, variadas y de mucha utilidad, todas y cada una de las aportaciones. Como se dice en alguno de los apartados siguientes ha habido muchas respuestas en blanco, por desconocimiento de la realidad por la que se preguntaba, por no tener una opinin formada o porque esa realidad concreta, no se encuentra presente en la vida parroquial.

    El trabajo de la Vicaria y de la Comisin del Plan ha consistido en reunir todas las aportaciones y estudiarlas para encontrar lneas de accin, proposiciones de trabajo y acciones posibles a realizar. Para esta tarea el equipo de la Vicara transcribi las respuestas en una base de datos para facilitar a la Comisin su trabajo. Tambin nos servir para posteriores consultas ya que el caudal de in-formacin que ha proporcionado es grande. Hay que decir, y agradecer, que las aportaciones, se han hecho bien: se ha sido claro en las respuestas, concreto, conciso en la mayor parte de ellas. No nos ha dado tiempo a hacer un estudio que puede ser interesante y que en el primero de los apartados del Proyecto si que se presenta: hacer un pequeo anlisis sociolgico de las distintas rea-lidades de nuestra Dicesis. De todos modos, los datos estn ah y se puede hacer ms adelante.

    El Borrador del Proyecto Diocesano de Pastoral Evangelizadora, que se te en-trega, est dividido en cuatro partes o secciones que se corresponden con los cuatro bloques de preguntas que se hacan en el Documento de trabajo. Dentro de cada una de las secciones se ha buscado una estructura similar, aunque no idntica. Las razones de estas diferencias son muy sencillas: el distinto trato que se ha dado a cada una en las respuestas recibidas. As, en algunos apartados, como podris ver ms adelante, se han incluido dentro de los gran-

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    des temas por los que se preguntaba, una especie de subsecciones, porque las respuestas indicaban estas diferencias. En otros, estas subsecciones tienen incluso unos objetivos secundarios. As lo han mostrado las aportaciones de los grupos que han participado. Con todo la estructura bsica de cada una de las secciones es bastante similar. La primera parte es una breve descripcin doctrinal que centra el trabajo posterior. La hemos llamado punto de partida y pretende recordarnos cmo cada una de las tareas que se nos proponen son en orden a la evangelizacin, han de ser llevadas a cabo con espritu misione-ro y suponen la vida y esencia misma de la Iglesia. Todo el proyecto ha de ser una respuesta a esa pregunta que tantas veces nos hacemos: cmo quiere Dios que anunciemos su Palabra, que vivamos su Comunin, que celebremos el misterio de su presencia salvadora y vivamos la caridad, hoy, en las situacin en la que vivimos y, que al hacerlo, vivamos la alegra del Evangelio?. A continua-cin, en cada una de las secciones se presentan las proposiciones, seguidas de las acciones, las lneas de accin.

    El Borrador consta de 18 Proposiciones y 233 Propuestas de accin. Una pro-posicin por cada uno de los apartados por los que se preguntaba y tantas propuestas de accin como han ido surgiendo de las respuestas de los grupos que han participado en el trabajo previo. Las hemos llamado proposiciones, al modo de la costumbre del Snodo de los Obispos, porque lo que se pretende es, por una parte ofrecer un material de reflexin al Sr. Arzobispo, que es quien ha de ratificar la decisin de la Asamblea del 15 de octubre, y por otra parte porque cada una de estas proposiciones, as formuladas, ha de ser llevada a las diver-sas y distintas realidades parroquiales y diocesanas.

    La tarea que ahora se nos pide es la siguiente. Tras la lectura, atenta y reflexiva, tanto de las proposiciones como de las propuestas de accin, se nos invita a que, si lo creemos necesario y conveniente, hagamos las enmiendas perti-nentes a estos dos elementos. Para ello encontraris en este libro, y en la p-gina web de la Vicara de Evangelizacin, www.evangelizacionvalencia.org, un sencillo formulario en el que indicar el nmero que corresponde y la enmienda que se desea realizar. Como podris entender fcilmente, las enmiendas son sobre lo que se presenta, fruto de la labor anterior. No se aceptarn temas nue-vos, enmiendas a temas de los que no se habla Es un trabajo sobre el trabajo que hemos realizado hasta ahora. Desde el pasado mes de marzo, parroquias y otros grupos de nuestra Dicesis, han estado trabajando y ahora es el momento de presentar enmiendas a lo aqu redactado. Ni que decir tiene que stas han de ser posibles, que aunque para Dios nada hay imposible (LC 1, 37), l cuenta con nuestras cualidades, carismas y situaciones concretas y reales.

    Siguiendo el calendario que nos marcamos, la presentacin de las enmiendas se desarrolla entre los das 1 y 23 de septiembre. Es un tiempo extrao en muchas parroquias: no ha empezado el curso, estamos de fiestas en muchos lugares pero es el tiempo que tenemos y una oportunidad de ir cambiando rit-mos. Hoy, adems, los medios de comunicacin nos facilitan mucho el trabajo. Este material estar disponible en la web de la Vicara de Evangelizacin para que, desde cualquier dispositivo, pueda descargarse y trabajar. Las enmiendas

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    han de hacerse al igual que en la etapa anterior, a travs de los Grupos de Itine-rario, de las Parroquias, y de los movimientos y grupos que han participado en la fase anterior.

    Las enmiendas han de hacerse llegar, hasta el da 23 de septiembre y prefe-riblemente a travs del correo electrnico, [email protected], a la Vicara de Evangelizacin. All se har el trabajo de recopilacin. Os pedimos que, por cuestiones de tiempo, todos los que podis, nos las hagis llegar a travs de este medio para facilitarnos las tareas de transcripcin. Ese mismo da, por la tarde, se reunir la Comisin del Plan, para estudiar las enmiendas aportadas, aceptarlas e incorporarlas al texto o rechazarlas. Los criterios, tanto de aceptacin como de rechazo, los hemos expuesto ms arriba: las enmiendas que se presenten han de referirse a los temas tratados, ser posibles y oportu-nas, tener como destinatario principal a toda la Iglesia Diocesana. No se podrn aceptar temas nuevos o realidades tan concretas y particulares que escapen a la finalidad de este proyecto.

    Terminamos recordando lo que se nos deca en la carta con la que el Sr. Arzo-bispo nos animaba a todo este trabajo:

    Os envo y hago llegar a todos estos materiales o instrumentos que os servirn para vuestro trabajo y aportaciones. nimo, os necesitamos a todos, es obra de todos, en cuanto que somos todos Iglesia que peregri-na en esta tierra nuestra de Valencia! Vuestro trabajo, como hasta ahora, ser muy bueno y meritorio, de gran valor para toda la dicesis. Merece la pena pediros y llevar a cabo este esfuerzo final, del que va a depender mucho nuestro camino ahora y en el futuro de los prximos aos. Gra-cias de todo corazn! Gracias a Dios que nos est bendiciendo con tantas bendiciones en este Ao de la Misericordia!.

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    TIEMPOS ACCIN

    1 septiembre

    Envo borrador Plan Pastoral Diocesano de Evangelizacin a las parroquias para que realicen enmiendas

    Envo convocatoria Encuentro Diocesano

    1 al 23 septiembreEstudio del borrador y elaboracin enmiendaspor los grupos

    23 septiembre - octubre

    Estudio y valoracin enmiendas por la Comisin

    Preparacin del Documento que se llevar a la Asamblea

    15 octubre Asamblea Diocesana

    Aprobacin del Consejo Episcopal y de los Obispos y ratificacin del Sr. Arzobispo

    Noviembre Entrada en vigor del nuevo Plan Pastoral

    23 Sept.- OctubreEstudio y valoracin enmiendas por la Comisin

    15 Octubre Encuentro Diocesano

    Aprobacin del Consejo Episcopal y de los Obispos y ratificacin del Sr. Arzobispo

    Noviembre Entrada en vigor del nuevo Plan Pastoral

    Calendario

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    Modelo de Ficha para hacer las enmiendas

    PROYECTO DIOCESANO DE PASTORAL EVANGELIZADORAFICHA PARA LA PRESENTACIN DE ENMIENDAS

    1. ENMIENDAS A LAS PROPOSICIONES

    PROPOSICIONES

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    TEXTO DE LA ENMIENDA

    PROPOSICIN NMERO

    TEXTO DE LA ENMIENDA

    PARROQUIA: VICARA: ARCIPRESTAZGO:

    POBLACIN: GRUPO ITINERARIO:

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    ACCIONES

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    2. ENMIENDAS A LAS ACCIONES

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    TEXTO DE LA ENMIENDA

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    PARROQUIA: VICARA: ARCIPRESTAZGO:

    POBLACIN: GRUPO ITINERARIO:

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    TEMA 1Comunin y corresponsabilidad al servicio de la evangelizacinPunto de partida

    No solo por ellos ruego, sino tambin por los que crean en m por la pa-labra de ellos, para que todos sean uno, como t, Padre, en m, y yo en ti, que ellos tambin sean uno en nosotros, para que el mundo crea que t me has enviado (Jn 17,20-21).

    Estas palabras de Jess en su llamada oracin sacerdotal, la vspera de su muerte, expresan el misterio del Dios en quien creemos, pero tambin el miste-rio y la misin de la Iglesia.

    Cristo nos ha revelado que el Dios nico y verdadero es comunin de vida y amor entre el Padre, el Hijo y el Espritu Santo. Y esta comunin trinitaria se nos comunica en Cristo a todos los que creemos en l creando la comunin que es la Iglesia. De modo que la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia. Como enseaba San Juan Pablo II en la Carta Novo Mille-nio Ineunte, la comunin (eclesial) es el fruto y la manifestacin de aquel amor que, surgiendo del corazn del eterno Padre, se derrama en nosotros a travs del Espritu que Jess nos da (cf. Rm 5,5), para hacer de todos nosotros un solo corazn y una sola alma (Hch 4,32) (NMI 42). Ahora bien, como recordaba el mismo papa en la exhortacin Christifideles laici, la comunin genera comu-nin, y esencialmente se configura como comunin misionera La comunin y la misin estn profundamente unidas entre s, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunin representa a la vez la fuente y el fruto de la misin: la comunin es misionera y la misin es para la comunin. Siempre es el nico e idntico Espritu el que convoca y une la Iglesia y el que la enva a predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra (Hch 1,8) (ChL 32).

    La comunin eclesial exige el ejercicio de responsabilidad de todos los cristianos. Pero, antes de que se traduzca en tareas y organizaciones, necesita ser acogida como don de Dios a travs de una autntica espiritualidad de comunin. No po-demos olvidar la enseanza lcida de Novo Millenio Ineunte: Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de comunin, propo-nindola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano. Esta espiritualidad, segn el papa, se caracteriza por cuatro ele-mentos principales: la mirada del corazn al misterio de la Trinidad que habita en nosotros y en nuestros hermanos; la capacidad de sentir al hermano como uno

    NOTAS

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    que me pertenece en la unidad profunda del Cuerpo mstico; la capacidad de ver todo lo positivo del otro como un don de Dios para m; y el saber dar espacio al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros.

    Y esta enseanza de San Juan Pablo II acaba con esta advertencia valiente: Sin este camino espiritual, de poco serviran los instrumentos externos de la comu-nin. Se convertiran en medios sin alma, mscaras de comunin ms que sus modos de expresin y crecimiento (NMI 43).

    Cmo se visibiliza y expresa la comunin? La comunin eclesial se configura, ms precisamente, como comunin orgnica, anloga a la de un cuerpo vivo y operante. En efecto, est caracterizada por la simultnea presencia de la di-versidad y de la complementariedad de las vocaciones y condiciones de vida, de los ministerios, de los carismas y de las responsabilidades (ChL 20). El principio dinmico de la variedad y de la unidad de la Iglesia es el nico e idntico Espritu Santo, que generosamente distribuye diversos dones jerrquicos y carismticos entre todos los bautizados, llamndolos a ser cada uno a su modo activos y corresponsables (cf LG 7). Y el mismo Espritu que distribuye los diversos dones recuerda a todo cristiano que todo aquello que le distingue no significa una ma-yor dignidad, sino una especial y complementaria habilitacin al servicio. De esta manera, los carismas, los ministerios, los encargos y los servicios existen en la comunin y para la comunin. Son riquezas que se complementan entre s en favor de todos, baja la gua prudente de los pastores (ChL 20).

    Ahora bien, esta corresponsabilidad se vive a la vez en distintos mbitos, ya que la nica Iglesia de Cristo se encarna y visibiliza en distintos niveles. Ante todo como Iglesia universal, dirigida por el Colegio Episcopal bajo la presidencia del Sucesor de Pedro. A ella pertenecen aquellos que, teniendo el Espritu de Cristo, aceptan ntegramente su constitucin y todos los medios de salvacin establecidos en ella y estn unidos, dentro de su estructura visible, a Cristo, que la rige por medio del Sumo Pontfice y de los obispos, mediante los lazos de la profesin de fe, de los sacramentos, del gobierno eclesistico y de la comunin (LG 14).

    Pero la Iglesia universal existe y se manifiesta en las Iglesias particulares o diocesanas. La dicesis es una porcin del Pueblo de Dios que se confa a un obispo para que la apaciente con la colaboracin de su presbiterio. As, unida a su pastor, que la rene en el Espritu Santo por medio del Evangelio y la Euca-rista, constituye una Iglesia particular. En ella est verdaderamente presente y acta la Iglesia de Cristo, una, santa, catlica y apostlica (CD 11). Ella es el sujeto primario de la evangelizacin, ya que es la manifestacin concreta de la nica Iglesia en un lugar del mundo (EG 30). Todos debemos cultivar el sentido de la dicesis y estar dispuestos a colaborar en las iniciativas diocesanas. Y eventualmente tendremos que participar en las principales formas de colabora-cin, dilogo y discernimiento a nivel diocesano, que son los consejos pastora-les diocesanos y los snodos diocesanos.

    Y la comunin eclesial encuentra su expresin ms visible e inmediata en la parroquia, que es la ltima localizacin de la Iglesia, la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y de sus hijas. La parroquia es presencia eclesial

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    en el territorio, mbito de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana, del dilogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoracin y de la celebracin (EG 27). Para ello, necesita ser una comunidad fraterna, acoge-dora y corresponsable. Y, para lograrlo, est dotada de varios rganos de parti-cipacin, entre los que destacan el consejo pastoral parroquial y el consejo de asuntos econmicos.

    Por ltimo, la comunin eclesial encuentra una manifestacin especfica en el actuar asociado de los fieles laicos. Las asociaciones y movimientos laicales son un signo de la comunin y de la unidad de la Iglesia de Cristo (AA 18). Pero, adems, hoy son un instrumento privilegiado para muchas de las variadas tareas que exige la evangelizacin.

    Proposiciones

    1. 1. FUNCIONAMIENTO DEL CONSEJO PARROQUIAL DE PASTORAL Y DEL CONSEJO PARROQUIAL DE ASUNTOS ECONMICOS

    El Cdigo de Derecho Cannico actualmente vigente sugiere la creacin de es-tos dos organismos de colaboracin parroquial, el primero con carcter faculta-tivo (c. 536) y el segundo con carcter obligatorio (c. 537), confiando a los obis-pos diocesanos la elaboracin de las normas para su correcto funcionamiento.

    Pero en nuestra Dicesis de Valencia, las Constituciones Sinodales de 1987 pre-ceptuaron la creacin en todas las parroquias de tres cauces de comunin y corresponsabilidad: la asamblea parroquial (nn. 89-90), el consejo de pastoral parroquial (nn. 91-93) y el consejo parroquial de asuntos econmicos (nn. 95-96). Y, poco despus, en 1989, se elaboraron y aprobaron las normas para su rgimen.

    Treinta aos despus, la consulta que se ha realizado antes de elaborar este Proyecto de Evangelizacin, muestra que estos cauces siguen existiendo y cumpliendo su misin en la mayor parte de las parroquias (en cuatro quintas partes aproximadamente). Pero la consulta muestra tambin algunos elemen-tos de deterioro:

    En una quinta parte, aproximadamente, de las parroquias no existen los consejos ni se rene la asamblea, al parecer por determinacin de sus pastores.

    Un nmero importante de fieles se queja de falta de informacin sobre la composicin, la misin, el funcionamiento y los asuntos que tratan los consejos.

    Al parecer, en muchas parroquias no se cumplen, o incluso se ignoran, las normas diocesanas Lo cual produce que el funcionamiento de estos organismos sea deficiente: no hay calendario fijo de reuniones, no se anuncia el orden del da para poder prepararlo, no se levantan actas para hacer un seguimiento, no se informa a la comunidad

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    Las anomalas principales afectan a la composicin de los Consejos: pa-rece que se han olvidado las normas diocesanas y cada parroquia decide segn su realidad o conveniencia. En muchos casos no est clara la for-ma de elegirse y no se da el relevo establecido: parecen cargos vitalicios.

    Proposicin 1

    Renovar, actualizar y adaptar a las normas establecidas, en todas las parroquias de la dicesis el consejo de pastoral y el de asuntos econmicos, adecundolos a la situacin y circunstancias concretas de cada comunidad, y que se creen donde no existan.

    Acciones

    A nivel diocesano

    1 Que la Dicesis revise las normas sobre los consejos establecidas des-pus del Snodo y las adecue a la situacin actual, estableciendo un sen-cillo protocolo de mnimos, en el que se fijen la composicin, la eleccin de los miembros, su duracin, las reuniones preceptivas, los asuntos de su competencia y la relacin con la asamblea parroquial.

    A nivel parroquial

    2 Que cada parroquia se esfuerce en poner en marcha los consejos con la seriedad que marquen las normas y de la forma ms adecuada a su situacin.

    3 Que se cuide especialmente la transparencia de todos los asuntos tra-tados en los consejos, ofreciendo a toda la comunidad parroquial la debi-da informacin.

    4 Que todas las parroquias tengan un mismo programa de gestin parro-quial, coordinado con el programa econmico diocesano.

    5 Que en todos los consejos de asuntos econmicos de las parroquias exista algn o algunos tcnicos en economa o contabilidad.

    A nivel personal (sacerdotes, consagrados, laicos)

    6 Que conozcamos y participemos en estos instrumentos de coordina-cin y comunin.

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    1. 2. ASOCIACIONES DE FIELES, MOVIMIENTOS, GRUPOS DIVERSOS: RELACIN E INTEGRACIN EN LA VIDA PARROQUIAL

    En nuestra Iglesia de Valencia se cumple tambin lo que el Papa Francisco afirma de toda la Iglesia: El Espritu Santo tambin enriquece a toda la Igle-sia evangelizadora con diversos carismas. Son dones para renovar y edificar la Iglesia (EG 130). Tenemos una gran riqueza de asociaciones y movimientos que, a pesar de su autonoma y legtima variedad, estn llamados a integrarse en la pastoral parroquial. Porque un signo claro de la autenticidad de un caris-ma es su eclesialidad, su capacidad para integrarse armnicamente en la vida del santo Pueblo fiel de Dios para el bien de todos (Ibid.).

    Destacan en primer lugar, por su nmero, las cofradas y dems asociaciones de religiosidad popular, presentes en un 60% de parroquias. Es rica tambin la presencia de movimientos apostlicos: Juniors M.D., (el ms extendido), Scouts, Jvenes, Accin Catlica General, Cursillos de Cristiandad, Vida Ascendente. Existen varios movimientos matrimoniales: Matrimonios Parroquiales, Equipos de Nuestra Seora, CPM, Encuentro Matrimonial. Es importante tambin la pre-sencia de movimientos ms recientes: Camino Neocatecumenal, Renovacin Carismtica, Grupos de Taiz. Se mantienen y renuevan las asociaciones euca-rsticas y oracionales: Adoracin Nocturna, Cuarenta Horas, Minerva, Apostola-do de la Oracin, Adoracin Eucarstica Perpetua. Y, por ltimo, existen tambin una decena de movimientos laicales asociados a Institutos de Vida consagrada.

    En la consulta para este Plan, la mitad aproximadamente de las parroquias afir-man con contundencia que las cofradas y movimientos estn perfectamente integrados en la pastoral parroquial y que colaboran de forma esencial a la mi-sin de la parroquia. Pero la otra mitad reconocen dificultades de implicacin y coordinacin, en mayor o menor grado. Unas veces porque se trata de mo-vimientos con mucha fuerza y que tienden a monopolizar la entera existencia cristiana. Otras porque estn compuestos por personas muy mayores, que es-tn implicadas en muchas cosas y juegan a ser imprescindibles. Y otras porque, aunque se trata de asociaciones que nacieron de la comunidad parroquial, se han ido independizando progresivamente de ella.

    Para mejorar esta relacin, conviene escuchar con atencin la sabia enseanza de la exhortacin Evangelii gaudium: La diversidad tiene que ser siempre re-conciliada con la ayuda del Espritu Santo; slo l puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad. En cambio, cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos la divisin y, por otra parte, cuando somos nosotros quienes queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad, la ho-mologacin. Esto no ayuda a la misin de la Iglesia (EG 131).

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    Proposicin 2

    Que las parroquias se esfuercen por integrar en su misin a las asociaciones y movimientos que existen en su demarcacin, y les ayuden a crecer en sus espiritualidades y misiones propias. Y que las asociaciones y movimientos se esfuercen en ayudar a construir la casa comn de la parroquia y a llevar a cabo las tareas de su misin evangelizadora.

    Acciones

    A nivel diocesano

    7 Que la Dicesis promueva propuestas comunes de formacin, como lo han sido el IDR y el IDE, capaces de unir las distintas realidades diocesa-nas y parroquiales, ms all de los carismas y realidades concretas.

    A nivel parroquial

    8 Que las asociaciones y movimientos estn integrados en los rganos de participacin: Asamblea Parroquial y Consejo de Pastoral.

    9 Que cada movimiento y asociacin procure informar al resto de la co-munidad de su identidad y de sus fines.

    10 Que la fuente de la unidad entre todos sea la participacin en una mis-ma liturgia, sobre todo en la Eucarista dominical, y en otros actos comu-nes de oracin y de formacin espiritual.

    A nivel personal (sacerdotes, consagrados, laicos)

    11 Que todos colaboren y participen en los mismos procesos bsicos de formacin cristiana: catequesis de infancia, de Confirmacin y de Adultos.

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    1. 3. GRUPOS DE ANIMACIN DE LA VIDA PARROQUIAL

    Las tres grandes funciones o reas de la misin de la parroquia, el anuncio de la Palabra, la celebracin del misterio de Cristo y el servicio de la caridad, se desplie-gan en una serie de tareas comunitarias concretas, que no pueden ni deben ser asumidas por personas aisladas sino que requieren un trabajo de colaboracin en equipo. De hecho, la eficacia de la misin de la parroquia depende esencialmente de la existencia y buen funcionamiento de estos equipos de trabajo. Las Constitu-ciones Sinodales de 1987 llamaron a estos equipos comisiones parroquiales de tareas pastorales. Aqu hemos preferido llamarlos grupos de animacin de la vida parroquial, por dos razones. Primera para huir de cualquier posible asimilacin a otras realidades sociales. Y segunda, para que aparezca con claridad que el sujeto de toda accin pastoral es el conjunto de la comunidad; slo que esta comunidad necesita de grupos de personas concretas que animen cada una de las acciones.

    Es evidente que el nmero de estos grupos y la cantidad de personas que los integran, depende esencialmente de las posibilidades y necesidades de cada parroquia. En el caso, por ejemplo, de las parroquias ms pequeas convendr asegurar que exista un pequeo grupo por cada una de las tres funciones espe-cficas: Palabra, liturgia y caridad. Pero en la mayor parte de las parroquias con-vendr y ser posible una distribucin del trabajo ms amplia y especializada.

    En la realidad actual de nuestra Dicesis, segn la reciente consulta, nos encon-tramos con el siguiente panorama. En el rea de la Palabra, casi la totalidad de las parroquias tienen grupo (o grupos) de catequistas de infancia y de catequistas de Confirmacin. Pero una minora importante tiene tambin grupos especializados de catequistas de adultos y de preparacin al Bautismo y al Matrimonio; grupos de formacin bblica; de catequistas para padres de nios en catequesis; grupo de Misiones y, en algn caso, un equipo de accin evangelizadora. En el rea de la ce-lebracin, la mitad de las parroquias tiene un equipo de liturgia y en un cuarto de ellas, existe adems un coro parroquial, un grupo de ministros extraordinarios de la Comunin y un equipo de oracin. En el mbito de la caridad, el noventa por ciento de las parroquias tiene Caritas parroquial. Un cuarto de ellas tiene un grupo de pastoral de la salud. Y, en proporciones ms pequeas existen tambin grupos de pastoral de mayores, pastoral familiar, pastoral penitenciaria y grupo de profesores catlicos.

    Ante la pregunta que haca la consulta sobre los grupos de animacin que se ne-cesitan, muchas respuestas insisten en potenciar y revitalizar los que hay y en desear que exista un mayor conocimiento e interrelacin entre ellos. Pero, ade-ms, muchas respuestas parecen echar de menos una Iglesia ms abierta, en la que las parroquias fueran lugares de encuentro, centros de escucha y orientacin, centros de espiritualidad y oracin, centros culturales y plataformas misioneras. Y, para ello haran falta grupos de acogida y escucha, grupos de espiritualidad y oracin, y grupos misioneros que se hagan presentes en la realidad de la vida del barrio, pueblo o ciudad para testimoniar all el Evangelio. Y, dentro de esta preocu-pacin evangelizadora, se seala la necesidad de contar con grupos especializa-dos en dos campos pastorales que requieren especial atencin: la pastoral juvenil (cf. Evangelii gaudium 105-106), y la pastoral familiar (cf. Amoris laetitia, 200-204).

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    Proposicin 3

    Que se potencien y revitalicen los grupos encargados de las tareas bsicas de la catequesis, la liturgia y la caridad, cuidando constantemente la formacin de sus miembros, y que se creen en todas las parroquias grupos de acogida, de espiritualidad y oracin, de irradiacin misionera, pastoral juvenil y de pastoral familiar.

    Acciones

    A nivel diocesano

    12 Que las correspondientes Comisiones Diocesanas encargadas de la promocin de estas tareas concretas, ofrezcan proyectos, materiales y ayudas para que las parroquias puedan perfeccionarlas o ponerlas en marcha.

    13 Que las mismas Comisiones y el Instituto Diocesano de Ciencias Re-ligiosas ofrezcan cursos y cursillos de formacin para los miembros de estos grupos.

    A nivel de Vicara y Arciprestazgo

    14 Que se organicen encuentros, a nivel arciprestal, de vicara o diocesa-no, para los que estn trabajando en una misma tarea, con el objeto de animarles e intercambiar experiencias.

    A nivel parroquial

    15 Que se busque la cooperacin de los movimientos laicales y de los institutos de vida consagrada, cuyo carisma coincida con las acciones pastorales correspondientes.

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    1. 4. RELACIN PARROQUIA-ARCIPRESTAZGO-VICARA-DICESIS

    La dicesis de Valencia es grande, compleja y variada, con unos 13.000 kilmetros cuadrados de extensin, cerca de tres millones de habitantes y 646 parroquias, distribuidas en 327 municipios. Esta magnitud hace necesaria la existencia de es-tructuras intermedias que ayuden a coordinar la accin pastoral. Desde el siglo XVI, la dicesis est dividida en arciprestazgos. Pero, cuando el Concilio Vaticano II cre la figura del vicario episcopal, enseguida se pens en crear unas estructu-ras ms amplias: las vicaras episcopales territoriales. En 1968 se hizo un amplio estudio socio-religioso, que llev a identificar y distinguir, tanto las grandes zo-nas humanas de la dicesis como las comarcas ms pequeas con personalidad propia. Y este estudio es el que est en la base de la actual divisin en vicaras y arciprestazgos. Pero el nmero de unas y de otros ha ido cambiando a lo largo de estos casi cincuenta aos.

    Actualmente, la dicesis est estructurada en 8 vicaras territoriales, 5 sectoriales y 34 arciprestazgos.

    Las Constituciones Sinodales de 1987, inspiradas por el actual Cdigo de Derecho Cannico, explican la funcin de estas estructuras en la vida de la dicesis. Pero, adems, las dotan de unos rganos de coordinacin, compuestos por presbteros, laicos y consagrados, para que puedan servir a la comunin y a la misin de nues-tra Iglesia particular.

    Pero resulta sorprendente el resultado de la consulta previa a este Plan en este punto de la relacin de las parroquias con las instancias intermedias y con la di-cesis. De las cerca de 180 parroquias cuyos grupos han participado en la consulta, la mitad o no responde o afirma no saber cul es la relacin. Y la otra mitad se di-vide entre las calificaciones de muy poca, normal o buena. Y las explicaciones que dan los de esta segunda mitad permiten averiguar cules son las causas de esta situacin tan poco halagea. Ante todo, han desaparecido casi totalmente los rganos de coordinacin tanto en los arciprestazgos como en las vicaras. Y eso hace que estas estructuras se hayan convertido en exclusivamente clericales; los laicos apenas las conocen. Adems, algunos se quejan de los excesivos cambios que se producen en la extensin de los arciprestazgos y vicaras, que impiden que vayan madurando; abundan sobre todo las crticas a la ltima configuracin de los arciprestazgos.

    Sin embargo, no todo es negativo. Curiosamente se destaca la buena coordinacin pastoral de una de las vicaras. Igualmente se valora la coordinacin arciprestal de las Critas y de los Juniors M.D., as como las vigilias de oracin y las reuniones de los catequistas. Se valora muy positivamente el esfuerzo de nuestro Arzobispo por hacerse presente en tantas parroquias. Se resalta que los Itinerarios de Reno-vacin y de Evangelizacin han ayudado mucho a crear conciencia de dicesis. Y quiz lo ms importante: se percibe un deseo generalizado de una mayor convi-vencia y coordinacin a todos los niveles.

    A la luz de estos datos proponemos el siguiente objetivo:

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    Proposicin 4

    Que se renueven los cauces de coordinacin pastoral en las vicara y los arciprestazgos, y que la dicesis siga proponiendo procesos, celebraciones y encuentros que sirvan para crear conciencia de Iglesia diocesana.

    Acciones

    A nivel diocesano

    16 Que la Dicesis siga ofreciendo cauces de formacin y celebraciones para todos los fieles, pero anuncindolos con suficiente antelacin, para que no interfieran en las convocatorias parroquiales o arciprestales.

    17 Que el arzobispo y los obispos auxiliares se sigan haciendo presentes en las parroquias en la medida de sus posibilidades.

    18 Que la Dicesis mejore la informacin y la comunicacin con todos los agentes pastorales a travs de todos los medios de comunicacin mo-dernos.

    A nivel de Vicara y Arciprestazgo

    19 Que se revise la extensin de algunos arciprestazgos, que hace difcil la coordinacin adecuada.

    20 Que se creen los consejos de coordinacin pastoral en todos los arci-prestazgos y vicaras, de acuerdo con lo que las Constituciones Sinodales llamaron consejos pastorales (En una consulta posterior al Snodo, los legisladores aconsejaron reservar este nombre a los de la dicesis y de la parroquia).

    21 Que los arciprestazgos organicen encuentros y cauces de colabora-cin entre todos los que trabajan en una misma accin pastoral (comi-siones arciprestales en las Constituciones Sinodales).

    22 Crear cauces de formacin y proyectos misioneros a nivel arciprestal.

    23 Crear Unidades Pastorales entre varias parroquias all donde convenga.

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    1. 5. LA VIDA CONSAGRADA: RELACIN, PRESENCIA, ACCIN

    La presencia de la vida consagrada en la Iglesia de Valencia es importantsima. Segn los ltimos datos, existen en ella 150 Institutos con 413 comunidades, integradas por 810 varones y 3.820 mujeres. Se comprende el gran reconoci-miento que le prestan las Constituciones Sinodales de 1987: Este Snodo con-fiesa, pues, que la vida consagrada, como seguimiento radical de Cristo, es un don divino y particular, esencial para la vida y santidad de nuestra Iglesia dioce-sana (n. 202). Este Snodo valora los servicios que han realizado en la dicesis los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostlica, y espera que, como miembros de la misma, sigan ofreciendo a nuestra Iglesia el don que han recibido del Espritu (n. 204). Histricamente, la vitalidad evanglica de nuestra Iglesia se debe en una gran parte a la aportacin de la vida consagrada en los campos de la educacin cristiana, de la predicacin, del cultivo de la es-piritualidad, de la apertura misionera, de las tareas ms heroicas de la caridad

    A la pregunta de la consulta sobre la relacin entre la parroquia y la vida consa-grada, casi slo contestan las parroquias en cuya demarcacin hay comunida-des o personas consagradas. Y el resultado es altamente positivo: la inmensa mayora afirman que la relacin es buena y en bastantes de ellas se concreta que hay personas consagradas totalmente integradas en la parroquia y dispo-nibles a su servicio. Slo en unos tres casos se comenta una falta de integra-cin en la vida parroquial y que llevan una pastoral paralela que constituye una competencia desleal a la parroquia. Y en algunos casos ms se lamentan del desconocimiento que tienen del carisma y de la vida de los consagrados que hay en la demarcacin parroquial.

    Resulta tambin significativa la respuesta de un pequeo grupo de parroquias que contestan a la pregunta a pesar de no tener vida consagrada. Vienen a decir: Ojal la tuviramos. E intentan suplir esta ausencia, bien colaborando con co-munidades consagradas que hay en otras parroquias, bien organizando visitas a monasterios o comunidades, o tambin invitando a personas consagradas a dar testimonio de su carisma.

    Ciertamente, se constata con tristeza que la presencia y la actividad de los con-sagrados va disminuyendo por la falta de vocaciones y la elevada edad de mu-chos de ellos. Pero las comunidades parroquiales no quieren acostumbrarse a su desaparicin, y por eso sugieren iniciativas importantes, que intentaremos recoger en las propuestas prcticas del objetivo.

    Proposicin 5

    Que todas las parroquias se esfuercen en conocer y valorar la vida consagrada, en integrar a las personas consagradas en la vida de la parroquia y en orar y trabajar para que crezcan las vocaciones consagradas.

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    Acciones

    A nivel diocesano

    24 Que la Vicara episcopal para la Vida Consagrada de a conocer los ca-rismas propios de las comunidades presentes en la Dicesis.

    A nivel parroquial

    25 Que la parroquia organice visitas a monasterios y comunidades de dis-tinto carisma, para que los fieles conozcan este modelo de vida cristiana.

    26 Que estas visitas sean un elemento fijo en la catequesis de Confirma-cin y en el programa de los grupos de jvenes.

    27 Que las parroquias inviten a los consagrados a contar su testimonio ante la comunidad parroquial en algunas ocasiones.

    28 Que las comunidades consagradas estn representadas en el consejo de pastoral y que se les invite a participar en las tareas pastorales ms acordes con su carisma.

    29 Que la parroquia mantenga la relacin con las personas consagradas que han nacido en su seno y ore con frecuencia por las vocaciones consa-gradas.

    A nivel personal

    30 Que las Comunidades de Vida Consagrada presentes en la demarcacin parroquial se sientan responsables, tambin, de la vida de la comunidad parroquial.

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    TEMA 2El anuncio de la Palabra de Dios

    Punto de partida

    1. La misin de la Iglesia: El anuncio de la Palabra de Dios

    La razn de ser de la Iglesia es la evangelizacin (EN 14), cumple as el manda-to del Seor: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creacin (Mc16,15). El Evangelio es, por tanto, anuncio, propuesta, comunicacin. No se trata nicamente de unos textos, unas palabras o unos mensajes, sino de un acontecimiento integral, nico y definitivo: lo que hemos visto y odo, lo que palparon nuestras manos, acerca de la Palabra de la Vida, pues se hizo visible y nosotros somos testigos (Cfr. 1Jn 1,1s). El anuncio de la Palabra de Dios es, en definitiva, el anuncio de Jesucristo, acontecimiento de la salvacin de Dios para todos. Se trata, pues, de la Palabra definitiva de Dios sobre el cosmos y sobre la historia, tanto en la Sagrada Escritura como en la Tradicin viva de la Iglesia. Cuanto ms conscientes seamos de ello ms intensa ser nuestra relacin con la divina Palabra (cfr. VD 121).

    Efectivamente, como nos hace contemplar el Prlogo del Evangelio de Juan, todo el ser est bajo el signo de la Palabra. El Verbo sale del Padre y viene a vivir entre los suyos, y retorna al seno del Padre para llevar consigo a toda la creacin que ha sido creada en l y para l. La Iglesia vive ahora su misin en expectante espera de la manifestacin escatolgica del Esposo: el Espritu y la Esposa di-cen: Ven! (Ap22,17). Esta espera nunca es pasiva, sino impulso misionero para anunciar la Palabra de Dios que cura y redime a cada hombre, (Cfr. VD 121) de ah la urgencia de la misin, el amor de Cristo nos urge (2 Cor 5, 14).

    La Iglesia se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella. A lo largo de toda su historia, el Pueblo de Dios ha encontrado siempre en ella su fuerza, y la comunidad eclesial crece tambin hoy en la escucha, en la celebracin y en el estudio de la Palabra de Dios (cfr. VD 3). El fundamento de toda espiritualidad cristiana autntica y viva esla Palabra de Dios anunciada, acogida, celebrada y meditada en la Iglesia (VD 121). En la diversidad de ministerios y carismas, todo el Pueblo de Dios, los pastores, las personas consagradas y los laicos estamos llamados a esforzarnos para tener cada vez ms familiaridad con la Sagrada Escritura (cfr. VD 121), a alimentarnos de la Palabra para ser servidores de la Palabra (NMI, 40) teniendo en cuenta que el envo misionero del Seor, incluye la llamada al crecimiento de la fe (EG, 160).

    NOTAS

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    El anuncio de la Palabra crea comuniny es fuente dealegra. La comunicacin de este anuncio se nos da para que nuestra alegra sea completa (1 Jn1,4) (cfr. VD 123). Una alegra profunda que brota del corazn mismo de la vida trini-taria y que se nos comunica en el Hijo. Una alegra que es un don inefable que el mundo no puede dar. Se pueden organizar fiestas, pero no la alegra. La alegra que es fruto del Espritu Santo (cf.Ga5,22) y que nos permite entrar en la Pa-labra y hacer que la Palabra divina entre en nosotros dndonos vida eterna. Al anunciar con la fuerza del Espritu Santo la Palabra de Dios, queremos tambin comunicar la fuente de la verdadera alegra, no de una alegra superficial y ef-mera, sino de aquella que brota de ser conscientes de que slo el Seor Jess tiene palabras de vida eterna (cf.Jn6,68) (cfr. VD 123).

    2. Jess proclama la Palabra, es la Palabra.

    Como nos ensea San Pablo, la fe nace de la predicacin y la predicacin se realiza en virtud de la Palabra de Cristo (Rm 10, 17). El anuncio de la Palabra de Dios tiene como fin suscitar en la persona humana una respuesta de adhesin en la fe, y una fe que obra por la caridad (Gal 5, 6).

    Dios se nos da a conocer como misterio de amor infinito en el que el Padre ex-presa desde la eternidad su Palabra en el Espritu Santo (cf. Jn 1,1ss). Por eso, el Verbo, que desde el principio est junto a Dios y es Dios, nos revela al mismo Dios en el dilogo de amor de las Personas divinas y nos invita a participar en l. As pues, creados a imagen y semejanza de Dios amor, slo podemos comprendernos a nosotros mismos en la acogida del Verbo y en la docilidad a la obra del Espritu Santo. El enigma de la condicin humana se esclarece defi-nitivamente a la luz del Verbo encarnado (GS 22). (cfr. VD 6).

    Efectivamente, Jesucristo, nacido de Mara Virgen, es realmente el Verbo de Dios consustancial a nosotros. As, pues, la expresin Palabra de Dios se refiere tam-bin a la persona de Jesucristo, Hijo eterno del Padre, hecho hombre (cfr.VD 7).

    Si bien es cierto que en el centro de la revelacin divina est el evento de Cristo, hemos de reconocer tambin que la Palabra divina se expresa en la creacin, el liber naturae (VD 7) y con especial fuerza, tambin, a lo largo de toda la historia de la salvacin, llegando a su plenitud en el misterio de la encarnacin, muerte y resurreccin del Hijo de Dios. Adems, la palabra predicada por los apstoles, obedeciendo al mandato de Jess resucitado: Id al mundo entero y procla-mad el Evangelio a toda la creacin (Mc16,15), es Palabra de Dios. Por tanto, la Palabra de Dios se transmite en la Tradicin viva de la Iglesia. La Sagrada Escritura, el Antiguo y el Nuevo Testamento, es la Palabra de Dios atestiguada y divinamente inspirada. Todo esto nos ayuda a entender por qu en la Iglesia se venera tanto la Sagrada Escritura, aunque la fe cristiana no es una religin del Libro: el cristianismo es la religin de la Palabra de Dios, no de una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo.

    La Palabra no se expresa principalmente mediante un discurso, con conceptos o normas. Aqu nos encontramos ante la persona misma de Jess. Su historia nica y singular es la palabra definitiva que Dios dice a la humanidad. La re-

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    novacin de este encuentro y de su comprensin produce en el corazn de los creyentes una reaccin de asombro ante una iniciativa divina que el hombre, con su propia capacidad racional y su imaginacin, nunca habra podido inventar. Se trata de una novedad inaudita y humanamente inconcebible: Y la Palabra se hizo carne, y acamp entre nosotros (Jn 1, 14a). La fe apostlica testifica que la Pala-bra eterna se hizo Uno de nosotros. LaPalabra divinase expresa verdaderamen-te conpalabras humanas. Ahora, la Palabra no slo se puede or, no slo tiene unavoz, sino que tiene unrostroque podemos ver: Jess de Nazaret (cfr. VD 12).

    Reavivar, por tanto, el encuentro personal y comunitario con Cristo, Verbo de la Vida que se ha hecho visible, y a ser sus anunciadores para que el don de la vida divina, la comunin, se extienda cada vez ms por todo el mundo. En efecto, participar en la vida de Dios, Trinidad de Amor, es alegra completa (cf.1 Jn1,4). Y comunicar la alegra que se produce en el encuentro con la Per-sona de Cristo, Palabra de Dios presente en medio de nosotros, es un don y una tarea imprescindible para la Iglesia. En un mundo que considera con frecuencia a Dios como algo superfluo o extrao, confesamos con Pedro que slo l tiene palabras de vida eterna (Jn6,68). No hay prioridad ms grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante (cf.Jn10,10) (cfr. VD 2). Cuando el hombre, aunque sea frgil y pecador, sale sinceramente al encuentro de Cris-to, comienza una transformacin radical: A cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios(Jn 1,12). Recibir al Verbo quiere decir dejarse plasmar por l hasta el punto de llegar a ser, por el poder del Espritu Santo, configurados con Cristo, con el Hijo nico del Padre (Jn 1,14). Es el principio de una nueva creacin, nace la criatura nueva, un pueblo nuevo. Los que creen, los que viven la obediencia de la fe, han nacido de Dios (cf.Jn1,13), son partcipes de la vida divina: hijos en el Hijo (cf.Ga4,5-6;Rm8,14-17). (cfr VD 50)

    3. la iglesia en Valencia anuncia la palabra de dios hoy.

    Como afirma san Juan Pablo II: La contemporaneidad de Cristo respecto al hombre de cada poca se realiza en el cuerpo vivo de la Iglesia (VS 25). Por eso, nuestro tiempo ha de ser cada da ms el de una nueva escucha de la Palabra de Dios y de unanueva evangelizacin. Redescubrir el puesto central de la Palabra divina en la vida cristiana nos hace reencontrar de nuevo as el sentido ms pro-fundo de lamissio ad gentesy emprender con todas las fuerzas la nueva evan-gelizacin, sobre todo en aquellas naciones donde el Evangelio se ha olvidado o padece la indiferencia de la mayora a causa de una difundida secularizacin (cfr. VD 122).

    La Iglesia no vive de s misma, sino del Evangelio, y en el Evangelio encuentra siempre de nuevo orientacin para su camino. Es una consideracin que todo cristiano debe hacer y aplicarse a s mismo: slo quien se pone primero a la es-cucha de la Palabra, puede convertirse despus en su heraldo (cfr VD 51).

    El Espritu del Seor sigue derramando sus dones sobre la Iglesia para que sea-mos guiados a la verdad plena, desvelndonos el sentido de las Escrituras y

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    hacindonos anunciadores crebles de la Palabra de salvacin en el mundo. En la Palabra de Dios, tambin nosotros hemos odo, visto y tocado el Verbo de la Vida. Por gracia, hemos recibido el anuncio de que la vida eterna se ha manifes-tado, de modo que ahora reconocemos estar en comunin unos con otros, con quienes nos han precedido en el signo de la fe y con todos los que, diseminados por el mundo, escuchan la Palabra, celebran la Eucarista y dan testimonio de la caridad (1Jn1,2-3) (cfr. VD 123)

    La divina Palabra nos interpela personalmente aqu y ahora, como en los tiem-pos apostlicos (Hch. 13,2) tambin hoy el Espritu Santo llama incesantemente a oyentes y anunciadores convencidos y persuasivos de la Palabra del Seor (cfr. VD 122)

    Hacer resonar la buena nueva del Evangelio en los diferentes mbitos de nues-tra Iglesia (catequesis, liturgia, sacramentos, caridad, escuela, predicacin, ora-cin, vocaciones, ministros sagrados,) y de nuestra sociedad (acadmico, em-presarial, laboral, familiar, poltico,) sobre todo a los pobres.

    En la Madre de Dios se manifiesta claramente la ntima relacin entre la Palabra de Dios y la alegra. Recordemos las palabras de santa Isabel: Dichosa t, que has credo, porque lo que te ha dicho el Seor se cumplir (Lc1,45). Mara es dichosa porque tiene fe, porque ha credo, y en esta fe ha acogido en el propio seno al Verbo de Dios para entregarlo al mundo. La alegra que recibe de la Pa-labra se puede extender ahora a todos los que, en la fe, se dejan transformar por la Palabra de Dios. Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen (Lc 11, 28). Jess muestra la verdadera grandeza de Mara, abriendo as tam-bin para todos nosotros la posibilidad de esa bienaventuranza que nace de la Palabra acogida y puesta en prctica (cfr. VD 124).

    Proposiciones

    2.1. LA INICIACIN CRISTIANA

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    Proponer, fomentar y animar, procesos e itinerarios formativo-catequticos de modo que sean una autntica Iniciacin Cristiana. Para ello ser necesario avanzar en la formacin de los catequistas y de todos los implicados en la transmisin de la fe. Adems se tendr un cuidado especial a la familia, lugar esencial de la vida de la fe.

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    1. Primer anuncio

    Aprovechar las celebraciones de la pastoral ordinaria (bautizos, primeras comuniones, bodas, funerales) y de la religiosidad popular para hacer un primer anuncio de los contenidos fundamentales de la fe.

    Dado el nivel de fe de las personas que vienen a solicitar sacramentos, proponer un primer anuncio de tipo catequtico-kerygmtico en forma de encuentro.

    Promover la pastoral del encuentro y la acogida, cuidando actitudes y momentos que faciliten el anuncio de la fe.

    Acciones

    A nivel diocesano

    31 Proponer un curso desde la Vicara de Evangelizacin para ac-tualizar la presentacin de nuestras publicaciones, carteles, hoja parroquial; y para el uso de las redes al servicio de la pastoral pa-rroquial.

    32 Preparar un material adecuado para el encuentro con padres de nios que van a ser bautizados o que van a recibir la primera comu-nin de carcter kerygmtico.

    A nivel parroquial

    33 Promover en nuestras comunidades la actitud de apertura y acogida ante los que se acercan de manera puntual (celebracin, despacho parroquial, actividades pastorales,).

    34 Preparar un equipo de personas para la acogida en todas las celebraciones de la misa dominical.

    A nivel personal (sacerdotes, consagrados, laicos)

    35 Revisar personalmente cules son mis actitudes ante los que se acercan a la Iglesia.

    2. Catequesis

    Plantear la catequesis como un proceso personal, de crecimiento y ma-duracin, doctrinal celebrativa, espiritual, de vida, misionera

    Conocer y aplicar los contenidos del Proyecto Diocesano para la trans-misin de la fe, como marco de actuacin comn.

    Implicar a las familias en el proceso catequtico de sus hijos.

    Aprovechar, y en su caso crear, cauces y medios de formacin.

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    Acciones

    A nivel diocesano

    36 Promover cauces de formacin, intelectual y espiritual, para los catequistas.

    37 Ofrecer criterios y medios comunes para la Catequesis.

    38 Impulsar una renovacin teolgica, catequtica y pedaggica destinada a los catequistas.

    39 Incorporar, en la formacin de los futuros sacerdotes, consagra-dos, estudios sobre Catequtica.

    A nivel Vicara y Arciprestazgo

    40 Impulsar escuelas de catequistas y agentes de pastoral. Se pue-de aprovechar para ello, la estructura del IDCR. Conocer la inspira-cin catecumenal de la Catequesis, entendida como proceso.

    41 Coordinar la tarea de la Catequesis: unificar criterios, coordinar formacin y celebraciones

    A nivel parroquial

    42 Promover las reuniones de catequistas, los tiempo de oracin y formacin comn.

    43 Implicar a la familia en la accin catequtica, aprovechando el tiempo de la catequesis para acercarse a las familias.

    A nivel personal (sacerdotes, consagrados, laicos)

    44 Sacerdotes: participar activamente en la catequesis parroquial: empearse en la formacin y acompaamiento de los catequistas.

    45 Catequistas: Entender y vivir la tarea de la catequesis como la vocacin propia que hay que cuidar y hacer crecer y madurar a tra-vs de la oracin, la formacin y el acompaamiento.

    46 Conocer, los catequistas, los consagrados, los sacerdotes, el Proyecto Diocesano para la Transmisin de la Fe.

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    3. Acompaamiento para la vida cristiana

    Ofrecer itinerarios de vida cristiana a travs de grupos y movimientos, existentes o no en las parroquias, que puedan servir de cauce para el acompaamiento personal y comunitario. Renovar el acompaamien-to espiritual y la orientacin de vida haciendo de la Parroquia casa y escuela de oracin. (Cf. NMI 43)

    Acciones

    A nivel diocesano

    47 Formar a los sacerdotes, a los consagrados y a los laicos en el acompaamiento para la vida cristiana.

    48 Ofrecer cursos de direccin de ejercicios espirituales

    A nivel Vicara y Arciprestazgo

    49 Sobre todo en el caso de parroquias pequeas, el arciprestazgo y la vicara pueden ser el cauce para ofrecer esta acciones: ejercicios espirituales, retiros

    A nivel parroquial

    50 Promover la direccin/acompaamiento espiritual.

    51 Organizar, a lo largo del curso, ejercicios espirituales y tiempo de profundizacin en la vida cristiana.

    52 Promover la creacin de grupos de vida cristiana, clulas de evangelizacin, aprovechando, donde los haya, los grupos de IDR, IDE u otros.

    53 Animar y potenciar los grupos de estudio de la Palabra de Dios, la Lectio Divina.

    A nivel personal (sacerdotes, consagrados, laicos)