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Antología deCuentos y Poemas

2013

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ANTOLOGÍA DE CUENTOS Y POEMAS, 2013

1a. Edición, Guatemala, octubre de 2013.

Fundación Myrna Mack2a. calle 15-15, zona 13Ciudad de GuatemalaGuatemala, Centro América

PBX: [email protected] - www.myrnamack.org.gt

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ÍNDICE DE CUENTOS

Los ManifestantesSelvin Jacinto Vaides Arrué

/5/

La frustrada ilusión de un anheloJosé Antonio Arana

/17/

MetamorfosisEfraín Nicolás Pedro

/27/

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Los Manifestantes

* Ganador del Primer Lugar en el Concurso de Cuento Corto convocado por laFundación Myrna Mack, en 2013.

La luna en cuarto creciente, parecía abandonadaentre las nubes voladoras. Sus pálidos rayos apenaslograban penetrar hasta las hondonadas de los trigales.La siguiente ola de nubes ocultó la luna y los cantonesse quedaron en tinieblas.

Había amanecido. La desierta franja blanca enel asfalto parecía una cicatriz blanquecina en el paisajeespectral de la madrugada. Las imágenes humeantesde las fogatas apagadas que antes sirvieron para cocinar,flotaban sobre los sembradíos impulsados por el viento,desde los cobertizos con paredes de adobe quebrillaban en la oscuridad como si fueran calaveras,visibles desde muchos kilómetros. El hedor persistentede los excrementos y orines de los ovinos depositadoscomo abono seis meses antes sobre las siembrascorrompía el viento frío que barría los esqueletos delas hojas caídas, en dirección hacia los cantones vecinos.Los vientos helados arrastraban consigo uno que otrocopo de niebla que pululaban y se desparramaban porla cubierta de las casas o se perdían en la carretera.Acababan de encenderse las luces, pero las veredascontinuaban en la sombra, las hojas y las ramas de losárboles de manzana y membrillo, detenían la luz, altos

Selvin Jacinto Vaides Arrué*

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y frondosos, proyectan en el pavimento sombras queparecen arañas. Un gemido parecía lamentar la llegadade la mañana.

El reflejo de la luz de las bombillas en los postescallejeros, denuncian los contornos de cuatro caminos,en donde, sin importar el frío y la neblina, se levantanal compás las voces silenciosas del pueblo maya ki’che’,envueltos hasta la mitad del cuerpo con gruesos pon-chos de lana rústica.

Miguel, habla en voz baja. Los subordinadosmarchan sigilosamente a fin de observar a la multitudde manifestantes de los cantones de Totonicapán, quehan cubierto el km. 170, de la ruta interamericana. Nodecían nada, apenas se miraban entre ellos.

– ¡Son ellos!

Miguel Chiray, se contiene, deja de caminar. Losdemás hacen lo mismo. Una media sombra destrozabala perspectiva del grueso de los manifestantes,respetaba los perfiles de las gentes, envueltos en susgruesos sacos, pero borraba sus facciones, igualaba enun color gris la cinta asfáltica, los muros casi blancos yel descampado con sus hierbas naturales. La claridadhipócrita falsificaba también el movimiento y el ruido;todos parecían andar más de prisa o más despacio enla luz moribunda y hablar entre dientes, murmurar oreír, y cuando los cuerpos se juntaban, parecíanacariciarse.

Continúan acercándose los manifestantes, perotan lentamente que desespera al contingente de las

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Fuerzas Especiales Policiales –FEP–. Al fin se detienen.El ruido provocado por las voces arranca el silenciomadrugador como nota de alarma. Voces. Gritos. Unaligera llovizna.

– ¡Alto ahí!

El rayo de luz de los silbines del convoy militar.

– ¡A los lados, pronto…!

La patrulla toma un sendero estrechísimo quedespierta en una línea blanca y sucia cuando cae sobreellos, el chorro luminoso de los focos de los vehículosque pretenden pasar rápidamente.

Había a los lejos una luz blanca y penetrante queparecía brotar de los techos de las casas y elevarseverticalmente hacia el cielo sin nubes.

Senderos lodosos, de topografía quebrada, amedida que se avanza, sobre el lomo de una elevaciónmontañosa. Marchando los unos en el fondo, los otros,regando gasolina a unas llantas viejas para serquemadas. Deteniéndose constantemente para noalejarse, el comando de tarea preventiva y anti-disturbios de la PNC, más que una patrulla armada enguerra, pareciera un grupo de mimos en exhibiciónfantástica ante la multitud de pobladores.

Cubre la mala hierba los trigales y la milpa, porambos lados de la carretera se ensancha el cielo sobrela cabeza de los manifestantes de los 48 cantones. A lasbifurcaciones tomadas por las fuerzas de seguridad del

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ejército, sobrevienen descensos demasiado rápidos, aúnuna dilatada llanura, todavía el paso de un pequeñoriachuelo y hasta entonces, la pendiente fácilmente per-ceptible.

Aparecen, de choque, unas luces de candil,pequeñas, semi-amarillas, tristes y desveladas. El díahabía despuntado plomizo y la nieve caía liviana.

– Quiubo – apunta Miguel Chiray

Los soldados de su tropa respiran con ciertasatisfacción, uniformemente, como no lo harían mejoren su clase de gimnasia respiratoria.

Ante el índice de los silbines de los carros querayan la obscuridad, la tiniebla mañanera es testigo deque los soldados vuelven filas atropelladamente.Miguel, con voz de mando, ordena:

– Vengan los cabos y sargentos.

Una sombra adelanta al cabo, seguida de otraque llena el trayecto con un golpe de bota militar. Alllegar junto al Coronel Chiray, la luz les da encima.Gordo, de estatura mediana. Los ojos pequeñossumamente brillantes, parecen tizones prendidos,pronto a darles fuego a los soldados; pero su pielmorena, tiene una diáfana palidez.

Se ha quitado la ametralladora y la voltea entrelas manos, como si con el contacto de esa arma tanacostumbrado a ella, quisiera convencerse de que noestá siendo víctima de una pesadilla. Haciendo un

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movimiento para darle descanso a sus acalambradaspiernas, deslizó el reloj dentro de su bolsillo. Mira asu alrededor caras desconocidas, que, por una paradojadel destino, le son a la vez perfectamente conocidas:son las caras enemigas de los manifestantes.

Ambos quedaron un momento en silencio,sosteniéndose la mirada. Finalmente, Pedro bajó la vistay el coronel con aire de omnipotente destellaba chispasen sus pupilas. Contesta a las preguntas de Pedro, unode los representantes de la manifestación, cuyo españoles tan pobre mezclándolo al hablar con su idioma maya.Es la misma, la misma declaración que constituye elmotivo principal en la vida, necesidades y sentimientosde cada habitante de esta región occidental del país.

El coronel Miguel Chiray, se aleja de losmanifestantes. Aborda el Jeep militar, sin rumbo fijo,confiando las órdenes militares en sus subalternos. Enun santiamén abandona a los soldados y al pelotónanti-disturbios de la PNC.

Mientras tanto, Pedro, como líder de uno de loscantones, con el hijo mayor, ese mismo que ha traídocon él, logró escabullirse cuando ve que sus compañeroscaen abatidos por las balas de los fusiles “Galil”.Hubiera querido también arrastrarse a Pedrito, el hijo;pero el pobre ya estaba boqueando, con los intestinosdeshechos. Su mujer, por lo que le decían los vecinos,debía estar en la manifestación con todas las mujeresde su cantón.

Ha terminado aquella balacera despiadada. Latropa que disparó se quedó sin mando. Su voz, lleva ahorcajadas, en premeditada solidaridad, la historia de

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todos sus compañeros dispersados más o menos así.Un perro intranquilo ladraba lastimeramente como silamentara la pérdida de la luna oculta, y su aullidoplañidero que venía desde el adormilado cantón, nodejaba de causar alarma entre los soldados que estabanen los montes. Aunque los vigías y sus fusiles estabanocultos entre los matorrales, los hombres miraban conaprensión sobre sus hombros. Todo movimiento entierra presagiaba males para su misión y peligro parasus vidas.

Pedro adelanta, acercándose:

– ¿Saben esto? Ellos tendrán que pagar lo quehicieron.

Es una enorme bomba molotov, que no llegó aexplotar. Han quedado dispersos los cascabillos defusil de grueso calibre, varios cartuchos de bombaslacrimógenas, fragmentos de diferentes artefactosexplosivos y restos de otros objetos. Trozos devestimentas de las víctimas. Las balas lanzadas conmucha puntería, fueron las que llegaron a impactar enel cuerpo de los manifestantes. Según el informe delInstituto Nacional de Ciencias Forenses, –INACIF–,las víctimas fueron lesionadas en partes vitales, comopecho, corazón, caderas y extremidades inferiores yotras tenían hemorragias o se habían desangrado.

¡Pobre los jóvenes, tan valientes, solamentereclamaban sus derechos ante la reforma educativa!

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Pedro, dedica un momento de oración ensilencio, conmovido, a su gallardo hijo, caído deprimero entre los ocho muertos y más de 30 heridos,en los momentos trágicos de aquella encrucijadaviolenta. Recuerda la confusión después de la sorpresa,los rostros lívidos de los manifestantes que, sin poderlocalizar a los heridos, se golpeaban entre sí, en su afánde huir del sitio de la masacre.

El coronel Chiray, es el prisionero principal,guarda silencio. El incidente en Totonicapán, le hatraído a la mente su paso por las filas castrenses. Díasenteros guareciéndose bajo las tupidas montañascombatiendo a la guerrilla, ocupada en llenar depólvora, púas y otros desperdicios metálicos, los potesde conservas que los guerrilleros consumían en susexpediciones.

–No sé qué paso allí. Yo no sé nada.

El coronel niega, impasible. Los puños delcoronel se cruzan, y el militar se abate como un corcho.

Los ocho soldados prisioneros, se incorporan,sonámbulos. El coronel, aparece por la puerta y vuelcauna cubeta de agua bajo los pies desnudos de lossoldados, que se vuelven, sorprendidos de algo queno comprenden. El coronel ríe sarcásticamente, comoes habitual en él.

Luego de ser llevados a la torre de tribunales,ante el juez, los soldados, uno por uno prestan eljuramento de rigor, para declarar:

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– Vimos que venía la gente. Esperamosinstrucciones de mando de nuestro superior, pero yano estaba. –Declaraba uno de los cabos–.

– Otro efectivo militar, se defendió diciendo:“Nos quedamos sin mando y por eso disparamos, paradefendernos”, de la turba que amenazaba conretenernos y quemarnos vivos.

Una joven paciente es recluida de emergenciaen el hospital. Inicia un movimiento de abajo paraarriba, retorciéndose de dolor en la camilla, comoalguien que se despereza. Un gemido de imposiblesinterpretaciones fonéticas, amorfo, inarticulado, sale desu pecho y queda, doblada por el eco, revoloteando enla sala de emergencias, en donde el niño que lleva ensu vientre, está por nacer de forma prematura.

En voz alta, el ginecólogo va marcando elrecorrido de la jeringa que lleva en sus manos laenfermera. El médico sólo indica con una señal elascenso en el tambo de oxígeno.

El cirujano no resiste más. Con decisión irre-sistible interviene a la joven, choca contra el designiodel ser supremo. Se lamenta. Los procedimientosmédicos no tienen éxito. Los paramédicos presentes,advierten que la joven se muere, dejando en la orfandada un ángel. El rastro sangriento de la masacre de esatarde, tortura a los de bata blanca.

Un entusiasmo diabólico ha coloreado el rostrodel coronel, quien sólo sonríe.

Sobre el asfalto, estropajos de carne viva, sudory sufrimiento, los heridos gimen con un dolor cortado,

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como sólo pudiera hacerlo un niño a quien le faltará elcalor de la madre.

El coronel espía, temeroso de perder un solodetalle del espectáculo, el rostro odiado.

– Pobrecitos, pobrecitos… Llévenlos al hospital

Unas horas después lo fusilaban.

¡El otro!

Por un refinamiento de crueldad han hecho queel otro, y el otro, hasta llegar al último a quien acabande suministrar un calmante definitivo, presenciaran latortura desde una pieza contigua.

Pedro, ha dejado de sufrir. El sabe. ¿Quién nosabe lo que significa conducir a un hijo al cementerio?Al entrar al campo santo, guiado por una rara voluntadde sufrir, de tal manera se planta ante los albañiles yaún ofrece ambas manos para ayudarlos. La vida quellevaba ha dado a sus músculos, con el constanteejercicio de fugas y persecuciones, una hinchazónprematura. Por debajo del sombrero de petate, los ojosdel hombre oteaban el horizonte ensombrecido. Ningúnobjeto hecho por la mano del hombre rompía sumonótona simetría; ningún parpadeo luminosoatravesaba su lobreguez. Cuando la luna en cuartocreciente se ocultó tras las espesas nubes, el hombre nopudo siquiera percibir a la autoridad. Cuando la lunaapareció de nuevo, su débil resplandor reveló el lugardonde estaban los masacrados.

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La llama siniestra del odio despliega su escasacabellera sobre unas manos que van a posarse en latumba de calicanto.

Toda la sangre de la masacre perpetrada con losmanifestantes de los cantones, se agolpa en el corazónrebelde de Pedro.

Quiere huir…

Es inútil. Las explosiones se producen.

Sobre la cinta asfáltica un fragmento humano sebalancea graciosamente. Es un brazo.

¿Habrá pertenecido a Venancio? ¿A Juan?...

¡Quién sabe! Pero es, evidentemente, un brazo,el del normalista Baquiax.

Viejas ambulancias transitaban con rápidossaltitos en medio de la oscuridad haciendo sonar lassirenas de advertencia con su lúgubre ulular. Losperros ladraban más de lo acostumbrado y loshormigueros soltaron hormigas coloradas por todos loscantones. Los zopilotes se escondieron peleando conla naturaleza y las estrellas salieron antes de tiempo.Los candiles se habían apagado y los cantones cayeronen un sueño profundo.

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La frustrada ilusiónde un anhelo

Al cumplir la mayoría de edad Toribio Ticurúse presentó voluntariamente al cuartel más inmediatoa su casa para prestar servicio militar empero, el mismose le frustró toda vez que no aprendió a marchar: perdíael paso y se tropezaba con el compañero de adelante,los flancos y variaciones los hacía en sentido opuesto ychocaba con el compañero de la fila contigua; pese agolpes, arrestos, patadas y mentadas de madre elaprendizaje le fue infructuoso. Por ello y otras malascrianzas fue retirado del cuartel y se marchó con undardo de frustración clavado en el órgano principal delaparato circulatorio. No tuvo otra alternativa que volveral taller de herrería de don Enrique Santizo, dondetampoco aprendió a soldar pero sí a lijar hierro forjadoy a llevar: balcones, verjas, puertas y portones a sudestino, auxiliado de un mecapal que sus toscas manoselaboraron con un fragmento de brin y tela típica.

Toribio sentía envidia cada vez que por algunarazón pasaba por el cuartel y veía a los soldados jugarde manos o bien cuando algunos venían en comisión aTecorral, lo atorzonaba la envidia al verlos pasargallardos e indiferentes con sus armas de combateaprisionadas con ambas manos. – Será que algún día

* Ganador del Segundo Lugar en el Concurso de Cuento Corto convocado por laFundación Myrna Mack, en 2013.

José Antonio Arana*

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podré tocar una -. Se preguntaba así mismo. Y, evocabacon nostalgia los ocho días que permaneció acuarteladocomo aspirante a raso y fue retirado por inútil, no se lodijeron así, por supuesto, sino que causaba baja ypasaba a posición de disponibilidad, y se quedóesperando lo que jamás llegó. Si por lo menos lohubieran dejado en la cocina, en la caballeriza o en lacochique-ra, pero el adiós fue definitivo, tajante ehiriente, pero él no lo percibió.

Y, las ganas de ser miembro del ejército no se leesfumaron cuando el conflicto armado interno le dio laoportunidad de ser paramilitar, se le encendió el ego,se le arrastró al comandante de la zona y le delató laconducta de cuatro muchachos de la comunidad,estudiantes del Instituto Experimental Mario LópezLarrave, mismos que fueron desaparecidos de Tecorral,como por arte de magia, ello le hizo ganarse el puestode jefe de patrulleros y por lo mismo no sólo recibió elafecto de las autoridades sino, abundantes armamentocon las cuales había soñado tiempos ha, metralletassofisticadas y un lanza granadas con suficiente parque.

Toribio se sintió super hombre y se convirtió enel tatascán y organizó a la pobla-ción como le fueordenado y una cuarta más. Iniciaba las rondas a lascinco de la tarde cuando el reglamento rezaba a las seis,y prohibió que a partir de esa hora anduviera gente enlas calles, que ya no pudiera haber negocios abiertos ytodos los habitantes recogidos con las puertas cerradasy de contravenir sus órdenes los infractores recibiríanun castigo. Prohibió que se escuchara música con altovolumen y el televisor con poco sonido. Clausuró las

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dos salas de cine existentes en el pueblo /hasta nuevaorden/ y, para toda fiesta debiese solicitarle permisopor escrito con quince días de antelación y suficien-temente pormenorizado el origen de la misma. Cerródefinitivamente dos cantinas, un bar y una pulpería,porque la dueña era hija de su padrastro, a las seisordenaba a un subal-terno subir a El Calvario e hicierauna descarga de metralleta y otro la hiciera en la salidadel pueblo, a inmediaciones del Camposanto. A su casallegaban los patrulleros asigna-dos y él, que se habíaposesionado de la mejor arma, tomaba la delantera yen la primera esquina de su cuadra, hacía la primeradescarga al aire. Es advertencia, decía, todo mundodebe recogerse o no culpo de lo que ocurra, sejustificaba. Damián Tecún y su hijo Carmelino, quienesvenían de Caquisha a donde iban diariamente a encerrarchivos, en el camino oyeron la descarga y al llegar alpueblo camino a su casa se toparon con la patrullaencabezada por Toribio, quien, ipso facto, los ametralló.–Son guerrilleros–, manifestó, y ordenó que ahí losdejaran hasta el día siguiente. La familia sintió miedoesa noche de salir a buscarlos. Era obvio, el terror sehabía apropiado de los pobladores, ya se sabía de casosdonde buscadores y buscados corrían idéntica suerte.Toribio no se inmutaba, todo lo contrario, sentíase unhéroe y con los días notificaba a viva voz que no menosde cuatrocientos diez guerrilleros habían sidoajusticiado en Tecorral, que las órdenes emanadas dela superioridad era de no dejar uno solo y cuando letocaba salir a comisiones a las áreas rurales, el picopde Martín Equité estaba a su entera disposición a

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cualquier hora y para lo que fuese. En él viajaron aPurumpish donde dejó muertos y miedo enabundancia, también en Río Sucio. Todo mundo sabíaque Toribio era el artífice de tanto muerto, en Tecorraly todos sus cantones y parajes; desde luego con elbeneplá-cito del comandante. Cada semana viajabaToribio, en el picop de Martín, a rendir parte de sutrabajo y a recibir más material bélico. La casa de Toribioera un verdadero arsenal, un polvorín, pero se jactabade tener a la población bajo control. Que más da, erauna verdad que no podía dejar de ser cierta, lapoblación estaba de rodillas, atemorizada, todos sabíande lo que era capaz Toribio como autor material ysabían también de lo que eran capaces los autoresintelectuales quienes veían en Toribio el personajeidóneo para hacerles el trabajo sucio, dele poder al indioy verá como es capaz de destruir a sus congéneres, semonta en ellos, los jinetea y luego los aplasta. Y, diceel General que si tu nana está metida en babosadas dela insurgencia, acaba con ella, no le neguéis las balas,hay que enseñarle a la gente la honestidad y uno debedar el ejemplo. Por eso a los hijos de mi hermana Petronay los de mi media hermana, no les negué sus balazos,¿qué hacían en el parque a las siete de la noche?,tramando algo malo han de haber estado, ahí ordenematarlos para escarmiento de los demás. Sí, así noaprenden que esperamos la gente honrada. A nuevedejé tendidos en el cantón Pojochuc, y aquí en el puebloel que asome la nariz pasado las cinco de la tarde, se vacon Pancho. Dice el General que no debemos dejar nila semilla.

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Mi General, yo no más vengo a decirle que aToribio se le fue la mano, mató a cuatro patojos escolaresen cuenta al hijo del Maestro Apolinar y de ellos no sesabía nada malo, eran buenos muchachos hijos de pa-dres católicos.

-Bueno, en algo estarían metidos, la guerrilla esastuta usa patojos como banderas. Sólo le advierto queaquí en la zona tenemos a Toribio como un excelentehijo de la pa-tria, oportunamente será condecorado enesta zona y todos los de Tecorral deben estar presentes,que traigan su bastimento y que vengan a aplaudirlopor su heroísmo, sacó de Tecorral a todos lossubversivos que ahí habían o que estaban por formarse.

Sobrada razón tenía la guerra luego de 500 añosreventó y como era obvio, reventó por lo más delgado:los pobres, los sin nada fueron el resorte, fueron ellosquienes pusie-ron los muertos de lado y lado, losoficiales de alto rango monitorearon los desplaza-mientos. Gringos y judíos dieron directrices,instruyeron y emitieron órdenes. Los pobres comosoldados y guerrilleros pusieron la sangre. La guerrano deja santo parado, disparen a lo que se mueva, elplan es arrasar, la tierra es de ellos y que estas montañasles perte-necen, nada saben de encomiendas yrepartimientos; ignoran que nosotros les hemosenseñado a salvar sus almas, la vida eterna, se les hacastellanizado y algunos saben leer y escribir pero, elindio es necio, no comprende los beneficios delmodernismo y están apegados a la tierra como si fueranárboles de caoba, todos quieren tierra y alegan que lasfincas se hicieron en las tierras de sus antepasados, si

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sus ancestros no conocieron el Registro de la PropiedadInmueble, así que son puras babosadas. ¡Valienteganga!, si los finqueros tienen sus documentoslegalizados por notario público. Pero ellos, como sonindios desconocen las leyes y se van contra el derecho,y ese valladar de reclamar tierra, la bendita tierra, esquien ha llevado a esta guerra que no deja santo paradoy la sangre ha corrido a torrentes. La guerra es unalocura y todo por la tierra la cual a decir de los letradoses: bien material de producción y quien carece de tierra,naturalmente trabaja para el terrateniente, esa es la leyde la vida, le produce plusvalía con la cual se enriquecemás y el mozo, no pasa de zope a gavilán.

Toribio recibió órdenes de chapear las milpas yquemar los ranchos de los aldea-nos, hay que quitarleel queso al ratón, organizó cuadrillas y terminó con lossembradillos de los campesinos, lo cual era sustentode la población y ahí que vieran de que vivían, en tantosu corazón rebalsaba de alegría y en el parte a sussuperiores incluía fotografías que daban testimonio desu hazaña y de las órdenes cumplidas, por su tenaztrabajo hasta se le cruzó por la mente envenenar eltanque de captación del pueblo, para terminar confuturos aliados de la insurgencia, no lo hizo por temora que murieran ladinos, quienes a la sazón, eran el sosténde la economía de Tecorral, además él se daba porsentado ser ladino, pues a más del servicio que leprestaba a la patria jamás formó parte de una cofradía,menos de participar en bailes de moros y cristianos,quienes son los que están más cerca de ser facciosos.

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- Comandante, disculpe pero, a Toribio se le estáyendo la mano, está haciendo cosas fuera de la razón.Mire mató a cuatro patojos escueleros, sólo porque unode ellos le dijo por lo bajo: “matón”.

- Ve que Toribio más papo pero, de favor lespido, en nombre de la ley, le tengan paciencia, es quesu trabajo es estresante. Hay que considerarlo, hacecosas que nos beneficia a todos, sí, a toda la población,a ustedes mismos inclusive.

El miedo era criminal, nadie salió a la calledespués de las cinco de la tarde, por temor a Toribio, ysu ejército de patrulleros, la gente que pudo emigró ydejó sus casas abandonadas. Toribio botó puertas apatadas, si estaban vacías las incendió, si no sacó a susmoradores y los asesinó en la calle y diseminó loscuerpos arrastrados por el picop de Martín, dos o tresfamilias completas cada noche, de preferencia indígenas.

Al sentirse muy seguro, Toribio, obvió órdenesy destruyó lo que a su paso encon-tró, destazó ganado,mató aves de corral y a las tiendas y cantinas entraba ytomaba lo que se le ponía enfrente. Atajó un bus, queiba a la capital y asesinó a los pasajeros y ordenó alconductor continuar y que abandonara el bus en lacumbre y que dijera que los guerrilleros les habíansalido al paso.

Toribio, fue citado a la zona, e hizo caso omisodel citatorio, antes bien rompió el documento. Esa tardeparó la ambulancia del Centro de Salud dondeconducían al hospi-tal a una parturienta y acabó contodos y le prendió fuego al vehículo. Empero, Toribiodisfrutó su actuación, esa criatura de plano sería

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guerrillero, que más da matarlos grandes o pequeños.

- Mi Comandante, a Toribio se le va la mano.

No le hagan caso, sus razones tendrá.

Ahora Toribio, entró a la Escuela Rural Mixtade Parchún y violó a la Maestra y a dos niñas y disparóa diestra y siniestra e hirió a cuatro estudiantes. En lasalida del cantón mató una vaca y se llevó la carne enel picop de Martín.

La población entera le temía, incluso los mismospatrulleros, quienes le besaban la mano y se lecuadraban. Él, en cambio, lucía tranquilo y seguro delo que hacía, esperaba de sus superiores un ascenso yuna buena remuneración, pues su tiempo laborado locuantificaba de considerable valor, noches enteras enlos lejanos parajes, cumpliendo órdenes al pie de laletra.

- Déjenlo, es buen soldado.

Al Comandante empezó a preocuparle Toribio,pero no como para quitarle el sueño. Pero si empezó apensar en serio, el problema es que habían perdido laautoridad sobre él, y estaba haciendo cosas sumamentefuera de la razón.

Ir por él les resultaba difícil, sabían de sobra quecontaba con buenas armas y sufí-ciente parque, sabíanque en su casa había un buen arsenal, detenerlo no eralo acon-sejable pues alcanzaría a personas que nada

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que ver, lo prudente era estudiar una estra-tegia queno dejara huella y ellos contaban con muchas, sin hacerel menor espaviento.

/Crearon el ogro y se asustaron de él/.

Lo aconsejable era hacerlo llegar al cuartel sinlevantar sospecha y lo prudente era un telegrama:“Preséntese esta zona a recoger armamento einstrucciones”.

Toribio sintió que el cielo le ofrecían y corrió,telegrama en mano, con Martín para que lo condujera,empero, por algún azar del destino éste le notificórotundamente que le era imposible llevarlo ese día, poresta única vez, por lo tanto sírvase disculparme, co-mandante, pero, el carro ahí estaba y búsquese unchofer. Con la alegría que Toribio andaba, no pidiópormenores a Martín, sólo pensó en Juan PabloIxcamparic, quien en alguna vez había manejado enreemplazo de él, y se mostró complacido en sustituiral propietario y ambos se marcharon a la zona, eso sí,iban bien armados, como si a la hora de una emboscadapudieran usar cuatro armas a la vez y disparar mil tirosen un segundo. Al ingresar a la zona, llegó como Juanpor su casa, conocía de memoria el camino y le agradabaque los soldaos se le cuadraran, ello le levantaba el ego,paraba el mentón y caminaba erguido. Sólo le advirtióa Juan Pablo que lo esperara tantito. Pensó, que seríacomo anteriores ocasiones en que los soldados salíancargándole el armamen-to. Juan pablo obedeció y sesentó en el borde de un arriate a fumar. En tanto veía a

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Toribio caminar gallardo cuartel adentro, vio como losreclutas, que a su paso encontraba, se le cuadraban y élcon la moral por las nubes se perdió entre las cuadrasbuscando las oficinas que al dedillo conocía. Juan Pablo,se cansó de estar sentado y se metió a la cabina delpicop, divagó su pensamiento en lo alegre que paraellos estaba la situación, al rato se salió y se sentó dondeestuvo antes y siguió fumando, luego de diezcigarrillos, dio vueltas por la arboleda que embelleceel recinto, miraba las manos de león como habíanabrazado a las coníferas, escuchaba en la distancia,música de marimba; veía el reloj con insistencia ymiraba para adentro y de Toribio, ni señas. Estabaimpaciente cuando pasó alguien vestido de particulary le dijo: “andáte a la mierda”. Juan Pablo lo vioextrañado y con mirada retadora le contestó: “Yo, nome voy sin el Comandante Toribio, con él vine y con élme regreso”. El mensajero no le volvió hablar y semarchó al interior. Pasados unos minutos salieron unossoldados a invitarlo a pasar adelante. Juan Pablo aceptóde buen gusto, se sintió convidado. Ambos, jamásfueron vistos de nuevo en Tecorral, y el picop, aparecióembarrancado en la cumbre, con sus ocupantes politraumatizados, a decir del informe Forense.

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Metamorfosis

Gardel, para no sentirse solo, para no sentirseescombro acumulado dentro de su ergástula, para evitarque las hormigas se aniden por completo en su ser,ingenia su propio mundo. Afuera, encuentra unambiente diferente sin tufos, sin sombras, sin soledad.Sube, sube lentamente las calles calladas del pueblohasta encontrar algún lugar perfecto para descansar; nocorre, no tiene prisa, para qué apresurarse si tiene todoel tiempo por delante. Constantemente se sienta en losbanquillos del parque para ver a las tardes empujar susol al poniente, luego, escucha el susurro de las parejassentadas sobre los asientos de en frente ideando su fu-turo; ¿futuro?, parece que esta palabra ya no significanada para el preso desde aquella vez que la escuchóde un juez enfurecido: “¡Gardel ya no tienes futuro!”.

Repentinamente clava sus ojos en la pared desu ergástula y ve que nada camina, nada se mueve,todo está estancado; siente que esa palabra “futuro” seha desvanecido, no existe, no puede traspasar lasparedes de su celda, es un perro perdido que vamerodeando en las afueras del portón. Por eso, Gardelsale a la calle para sentirse libre, y desde los banquillosdel parque contempla a las franjas rojas trazadas por

* Ganador del Tercer Lugar en el Concurso de Cuento Corto convocado por laFundación Myrna Mack, en 2013.

Efraín Nicolás Pedro*

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las primeras nubes que llegan a atracarse sobre la frentedel cielo, luego, las franjas secundarias, terciarias, hastaformar un crepúsculo que sirve de telón de fondo dondeel preso naufraga su pensamiento. Lo acusaron ser el“fantasma” del pueblo, por eso ahora está tras las rejas.

Un compañero de celda curioso de la situaciónle preguntó una vez:

– Gardel ¿De verdad eres tú ese demonio dequien el pueblo se quejaba?

Gardel, aburrido, cansado, abultado desde laesquina contesta perezosamente:

– Sólo hice un favor a los desgraciados… Vi lacara de ella, sus muslos destazados, sus venasalámbricas que envuelven su cuerpo de espantapájaros,sus ojos desorbitados. ¡Lo vi todo! Pero ellos no sabíanlo que pasaba.

– ¿Ella? ¿A quién te refieres Gardel? ¿Quién esella?

El preso no volvió a hablar del tema, prefirióabultarse de nuevo en la esquina que contestar a esasinterrogantes.

Ha venido recibiendo visitas de un jovencarcelero que ha sido muy generoso con él, siempre letraía presentes como ropas, comidas, cigarros, dulces,entre otros artículos con que los presos se contentan unpoco y olvidan que están encerrados. Ahora tiene duda

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quién puede ser ese carcelero generoso, y desconocelas intenciones de éste cuando le dijo una vez: “Gardel,no se preocupe, voy a luchar para que salgas de aquí, me heenterado un poco de la historia que ocultas”. Pero ¿Por quéalguien así aparece de la nada y se compadece de un“un fantasma” enemigo del pueblo? ¿De qué historiase habrá enterado? Un día le llevó un pequeño espejodentro de un marco café, el preso no quiso aceptar pormiedo de no reencontrarse, de no reencontrar su “yo”de antes, ese que vagaba libremente afuera con sucuerpo robusto y su rostro fino. No aceptó por miedode encontrar al viejo que ahora se apoderó sobre surostro, ve sus manos flácidos y piensa que esas arrugastambién se le subieron por la cara, de hecho, los hasentido las tantas veces que ha palpado su rostro; poreso no quiso aceptar el espejo a su amigo. Después dehaberlo visto y compartido con él varios meses,desapareció de repente sin cumplir con su promesa desacarlo de allí. Gardel no supo más de él, algunos ledijeron que se marchó a otra prisión lejana.

Desde que Gardel fue encarcelado, ya no hahabido ninguna queja de vecinos, ya nadie ha visto esefantasma que salía en el claroscuro de la casa de laesquina; allí aparecía y desaparecía, y ahora,desaparecido por completo. Al fantasma lo veían salirde allí, luego se iba a las calles hasta desaparecerse entrelas sombras de los matorrales o en el recodo de algúncamino solitario. Se metía en las alcobas con lucesapagadas para anidarse en los sueños de los temprano-sueños, los mordía, los aplastaba, los asustaba, losperseguía, hasta hacerlos explotar en pesadillas. A su

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paso, arrastraba una voz jauría que iba tras sus huellasen procesión maligna; y en el marco de las ventanascaseras se asomaban unas cabecitas apenas visiblesentre un monocromo opaco, como figuritas dentro deun cuadro que el maestro pintor no terminó de refinarlobien, buscando con sus ojos saltones el motivo de losperros, a veces solo veían alguna sombra borrosa quepasaba tras los matorrales; se asustaban, cuchicheaba,encendían alguna vela para rezar, otros, lo único quese les ocurría era atrancar bien las puertas y colocarbajo las almohadas algún caza-fantasma, luego sedisponían a dormir conciliando el sueño hasta lamadrugada.

Sucedió en la casa de una pequeña familiaprovinciana, desde que el hombre se casó con su esposaha venido sintiendo un olor extraño cada mañana, unolor a coagulación de sangre fresca fluía en todos losrincones del hogar, cualquier visitante pensaría que allícerca habría algún matadero, cosa que no existe; elhombre, por más que buscó el origen del hedor nuncaencontró rastros de sangre. Con el paso del tiempo suolfato se fue acostumbrando a ese tufo hasta olvidarsea veces de que allí fluía. También ha venidosospechando cosas raras en la casa, algún enigma pasaa la llegada de la noche, era un pequeño mundo dondesucedían cosas incógnitas que nunca ha podidodescubrir, pero esta vez está dispuesto a averiguar quées lo que realmente pasa en su hogar.

De repente en esa noche sintió correr sobre suespalda un escalofrío que se extendió poco a pocosobres sus demás miembros hasta dejarlo paralizado,

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su corazón se volvió potro desenfrenado cabalgandodentro de su pecho queriéndose escapar del peligro,nada podía hacer, sus nervios estaban paralizados depies a cabeza. Después ya no ofreció resistencia anteese mal que lo inquietaba, hace tiempos queríadescubrir el enigma, ésta era su oportunidad parahacerlo.

Vio llegar a una mujer que se posó a su lado,hizo tres vueltas sobre él y sobre su hijo hechizándolosen profundo sueño, al verlos dormidos empezó aquitarse la piel poco a poco, de jalón a jalón, de tirón atirón, como des-encuerar a un ganado, hasta quedarsepelada; se le veían las venas enredadas sobre su cuerpo,algunas gotitas de sangre caían al suelo y luegodesaparecían succionadas por el polvo. En realidad, élno se quedó dormido por el hechizo de las tres vueltas,solo fingió estar dormido para ver lo que estabapasando. Era un rito espantoso que helaba la sangre, yhasta era preferible ver la escena en una pesadilla queverla en vivo porque tal vez así la mente la perdieraentre los sueños; el hombre estaba asustado, perdidoentre la realidad y la fantasía, no podía creer lo queestaba viendo en su propia casa, apenas recuperaba elmovimiento de sus muslos, su cuerpo convulsionabaconstantemente por el miedo. Después de que la mujerterminó de des-encuerarse, recogió su piel paraguardarlo en una olla que estaba en una esquina de lacasa, luego se dispuso a salir, estando en la calle seescuchó el ladrido de los perros de la vecindad que laseguían desesperadamente; los caninos queríanmorderla, desgarrarla, pero no podían apresarla entre

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sus dientes porque se esfumaba entre el viento, dos otres metros delante aparecía a cada intento demordidas, luego los animales como siempre terminandesesperadamente aullando, aullando, aullando decasa en casa, de rincón en rincón hasta desbaratar lamadrugada del pueblo en tremendos aullidos que dantristezas.

El hombre, cuando recobró la fuerza se levantóde la cama para ir hacia la cocina, tomó toda la sal quehabía allí y se vino hacia la olla, untó la piel entreabundante sal y la guardó nuevamente de su lugar an-tes de ser sorprendido por la mujer. Cerca de lamadrugada llegó ella, se sentó un rato a la orilla de lacama, contempló fijamente al hombre y al niñodormido; sintió frío y se fue por su piel, pero al querercolocarla ya no se ajustó sobre su cuerpo. La piel, ahoraes un cuero que hiere al cuerpo a mil cuchilladas dedolor, la sal que contiene penetra en los diminutosorificios de los muslos pelados mezclándose con lasangre; el cuerpo le tuerce, le quema de dolor, ya noreconoce la dermis y la epidermis, las células vanagonizándose de muerte.

Se arrastró hacia la cocina para calentarse unpoco, solo encontró una ollita de frijoles que se cocíasobre unas brazas delirantes, el fuego casi muerto,probó el alimento pero lo encontró soso, buscó sal, peroal encontrar los recipientes vacios sin una sola pizcadel ingrediente echó su propia sangre para darle sazóna la comida pensando en el desayuno del niño y delhombre dormido. Consciente de que ya no veráacercarse el sol de la madrugada, y no escuchará más a

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los primeros pájaros cantar sobre los tupidos cipresales,ya no sentirá el abrazo de su hijo ni podrá darle decomer desde su silla de dos brazos, lloró amargamentepor su tristeza de muerte cercana; la pobre se fuemuriendo de frío, de herida, de tristeza y de dolor.

Ahora, Gardel ha regresado de su paseovespertino, ha recobrado su cuerpo que lo dejóabultado desde la esquina de la ergástula, ha vistomorir a otro atardecer desde los banquillos del parque,y ha escuchado el futuro de la pareja que se sentó sobreel asiento de enfrente. Clava la mirada en la pared desu ergástula y ve que nada camina, nada se mueve,todo está estancado, el pobre se ha confundido deltiempo, ya no lleva la cuenta de los días, de los meses,de los años, piensa que ya está en el futuro y semaravilla un poco exclamando: “¡por fin, estoy en el fu-turo!”

Un día, después de mucho tiempo apareció denuevo el joven carcelero quien le llevaba regalos deantes, entre las tantas preguntas y respuestas el jovenle preguntó:

– Gardel, cuéntame algo sobre tu esposa ¿Cómoera ella? ¿A qué se dedicaba? ¿Qué le gustaba hacer?

Cada pregunta le hería el alma, no estaba segurosi podía responder a esas interrogantes, pensó que ésteera otro curioso que le tentaba y así romper el silencio,pero se acordó que un día le dijo: “me he enterado unpoco de la historia que ocultas”.

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Entonces con mucha calma y confianza empezóa responder:

– La verdad ya no la recuerdo bien después deestar tantos años acá, hasta mi propio rostro ya nopuedo reconstruir en la memoria, ayer me prestaronun espejo para afeitarme, no lo tomé, tuve miedo de noreencontrarme de nuevo; –prosiguió, mientras sacabala mano en el bolsillo del pantalón, –esta foto que traigoconmigo aún me recuerda quién soy, y estoy seguroque no soy ese viejo que ahora se apoderó de mí.Prefiero ser el de antes y no el de ahora, prefiero mi“yo” el que anda allá afuera, es el único que reconozcotodavía, pero no el que está tirado en esta prisión,longevo, barbudo y sucio. Así es que no esperes que tecuente algo de ella.

–¿Y cómo llegaste hasta acá? Cuéntame la verdadporque hay muchas versiones allá afuera, algunos dicenque eres el fantasma del pueblo ¿Es cierto eso?

–Así dicen. En el pueblo andaba un fantasma dearriba para abajo, todos decían que era de la familia detal fulanito, es decir, de mi familia; algunos decían queera mi esposa, otros que era mi niño, hay quienesafirmaban que era yo; por cierto de mi niño ya no sénada desde que me encarcelaron, nunca me dejaronverlo porque decían que soy una mala influencia paraél, tampoco me dan noticias de él.

–¿Y por qué decían que usted era el fantasma?–Una noche, en esa casa de la esquina, que era

mi casa, los vecinos escucharon unos gritos de alguienque pedía auxilio, alguien que se estaba muriendo con

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gritos de dolor; al día siguiente dieron parte a la policía,la autoridad llegó para ver qué había sucedido, solohallaron unas gotitas de sangre y el cuerpo pelado demi esposa, pensaron que me la comí cruda por eso laautoridad la encontró pelada, de ahí me encarcelaronpor ser el fantasma asesino.

–¿Entonces sí eres ese fantasma asesino quecomió a su esposa? ¿O no, Gardel?

–No, sólo hice un favor a los desgraciados… Vila cara de ella, sus muslos destazados, sus venasalámbricas que envuelven su cuerpo de espantapájaros,sus ojos desorbitados. ¡Lo vi todo! Pero ellos no sabíanlo que pasaba.

–¿A quién te refieres con ella?–A la malvada que vivía en mi casa; ella se pelaba

para salir a atormentar a los vecinos, los asustaba, losmordía, los perseguía; estando afuera unté su piel en-tre abundante sal y se murió de dolor. Ya no le fueposible colocar su piel sobre el cuerpo por eso laautoridad la encontró pelada. Ese fantasma de quien elpueblo se quejaba no soy yo, era mi esposa. “Solo hiceun favor a los desgraciados”.

–¿Por qué no has contado la versión correcta a laautoridad? Quizá te dejen salir rápido de aquí.

–Por dos razones: seguramente no me creerán,ya sabes cómo es la justicia de nuestro pueblo, creoque ya me acostumbré aquí que allá afuera. Ya no tengonada allá, no tengo familia, ni techo, ni tierra, todos mehan dado la espalda desde entonces. Acá tengo miergástula que me protege y te tengo a ti como amigo.

–¿Y la segunda razón?

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–La segunda razón es la principal del por quéno he dicho la verdad, pero ahora ya no importa, yasoy un viejo que la muerte merodea en su puerta.Muchacho, confío en tu discreción, en el delirio de miesposa llegamos en un pacto de que el secreto nuncapodría ser revelado, porque si cuento la verdad, ellavendría por el alma de mi niño. Creo que mi niño aúnestá vivo y ahora será un robusto joven como usted,aunque no me dan noticias de él pero mi corazón diceque está vivo por alguna parte.

El preso, al contar la verdad al carcelero se lecaían unas lágrimas que surcaban entre las arrugas desus mejillas, surcaban como riachuelos sobrevivientesque corren en un prado seco bajo el ardiente verano; eljoven carcelero también lloró y abrazó al viejopronunciando entrecortadas estas palabras: “No sepreocupe te voy a sacar de aquí, he reunidos suficientesevidencias. Padre, yo soy el hijo de esa fantasma que atormentabaal pueblo”.

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ÍNDICE DE POEMAS

Los otros laberintos del espejoHugo Roberto Mérida Flores

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Apología del pecadoLuis Pablo Méndez Alburez

/41/

FridaDiego Armando Ventura Puac

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Estrofas en Do mayor para un cantoElder Omar Hernández

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( 01 ) : R e f e r é n d u m

Si fuera sometidaa consulta popular, la Poesías e g u r a m e n t eobtendría elevado porcentaje.Tendría -claro-algunos enemigos -contemporáneos del gusano-porque no han visto en ellael descenso ascendente del lenguaje.El resultado adverso sería un índice de infamia,la transgresión de normas y preceptos:¡la más oscura negación del hombre!

Los otros laberintos del espejoHugo Roberto Mérida Flores*

* Ganador del Primer Lugar en el Concurso de Poesía convocado por la FundaciónMyrna Mack, en 2013.

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( 02 ) : Puñales, al acecho

Alguien vigila nuestros pasos.Mide el tamaño exacto de las huellas.Incluso: aprende de memoria nuestro insomnio.Se encuentra próximo al asaltoPara quemarnos vísceras, cabellos y epidermisy nuestro sueño amurallado.En fin, de reducirnos y extenuarnos.Sabe apellido y todo nuestro árbol genealógico.Nuestro registro clínico.Hasta el reflejo de la sombra nuestra.

( 03 ) : Amor telúrico

A esta hora de la noche,el día rompe sus cristales.Un niño muere tras la puerta rota,cerrada por mil llaves y negras cerraduras.

¿Es posible el amor entre escombros y muros?

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( 04 ) : La clara longitud

Mis manosamasan levaduras ascendentes.Acarician el cuerpo de la esposay despliegan velámenes de sueños.Jamás humean:

¡son incapaces de tener revólver!

( 05 ): Tiempo nublado

La mira telescópica me apunta.No solo a mí: al horizonte, al verboy a todas las personas cuyo acervoes más incertidumbre que pregunta.

Árida noche, la ecuación difunta.Un ángel se oscurece en el protervoinstante de la sombra. Es otro cuervoy otro huracán en la raíz presunta.

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¿Adónde vas, adónde vamos? ¿Fuimosalguna vez la clara omnipotenciaen cuya rebelión no hay luna inerte?

Ahora crecen pálidos racimosy caudalosos mares de violenciaque desembocan rojos en la muerte.

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Cuando ya no quiero ser de ti, me voy lejos.Lejos me da nostalgia por verte, tocarte y abrazar tuscostumbres,Entonces me quejo, grito tu nombre y canto al son deltun, la marimba y la chirimía.Igual que Castillo que te quiso tanto, pero que te lloró ylloró, lloró contigoy lloró sin ti, otro tanto.Si niego ser tu hijo e porque me indigna tener hermanostan fríos del alma,que traicionan y apuñalan por la espalda,impíos que codician oro y venganza,¡Ah qué huérfana estás!

Cierro puertas de esperanza,me río de faenas tan tontas como tantas,niego tu nombre y mancho tu bandera,

Apología del pecadoLuis Pablo Méndez Alburez*

* Ganador del Segundo Lugar en el Concurso de Poesía convocado por laFundación Myrna Mack, en 2013.

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y hasta corto tus árboles, vendo tu vientre de roca, devida y de agua.¡Ah qué huérfana estás!No se levantan los hombres y mujeres que te claman y teaman.No despiertan, aunque conscientes están desde hacedécadas,no vuelven del espanto, no vuelven del engaño,caminan y corren, sin ver, sin sentir y sin pensar…¡ya sin hijos estás!Vendimos a la madre y castramos al padre,nos reímos, gozamos.Descarados contamos las hazañas, los engaños,

Los hurtos, los ultrajes a la justicia,y a carcajadas lo decimos, nos mofamos,nos confesamos de manera infantil y tontaJajajajajajaja, jajajajajajajaja,¿Y qué? ¿a quién le importa? ¡Qué nadie se meta!Y así lo contamos, así lo decimos… así lo vemos también,como algo común, como algo tan rutinario…Todos los días,todas las horas,

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pasan… pasan… y no me doy cuenta (no me doy cuentade que pasan días, semanas, meses)Cuando me canso de ver las noticias, de ver tus muertosde oír tus mentiras,de saber de tus ruinas,me voy lejos de ti porque me avergüenza ser parte de ti.Pero ya lejos te extraño, y siento que te quiero.Y me dan ganas de regresar,y cuando regreso…no hago nada… no hago nada más que llorar (de unamanera hipócrita o más bien cobarde)

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Escribístomando la pluma por sus bordesextasiada en el mar de ideas errantesenviando pasajeras letras vagabundasen sobre cerradosobreoceanos hechos con días pasadosmeditando el paso triste de la idea muertay la lentitud del tiempo en tu serque no te permite terminar la carta.

Poco a poco la primera letra se vislumbray con ella la carga de tu enferma espalda-el dolor y el silencio-es el paso muerto de los añoses, el surco de los días en tu rostrocaminos de lágrima en piel de papirotinta que se corre, como huyendo de tu cuerpopara rasgar el papelrasgar el silenciomatar la muerte.

FridaDiego Armando Ventura Puac*

* Ganador del Tercer Lugar en el Concurso de Poesía convocado por la FundaciónMyrna Mack, en 2013.

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Solo las letras con alas negrasque salieron de tu puñolos trazos con color añejohechos con pincel de tus pestañasrojo, de la sangre y de entrañafuror, ira, calor de pecho abiertovientre mutilado, alma desgarradadolor, soledad y llantocarta inconclusatu historia, historia de mujer.

Carta expresa de París a Méxicomillas náuticas que no borraron tu dolorni tu historiatampoco las palabras intercambiadas en la cartacorrespondencia entrecruzadaDiego, siempre Diegoespina de mezcal incrustada en su almaalma de pintoramujer mística, retrato de un dolor.

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Firmás,regresás la pluma al tinterobesas la carta, llevando tu historia(nuestra historia)símil de mujeres con leyendas de dolorincrustadas en el pecho y en almaacertijo de tiempo y espadatraición, amor cortado y el beso envenenadoFrida, amor de lienzo y de papelKahlo, mito atemporaldesenlace inmortal en la noche infinita de tus cejas.

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1Amanecey el alba camina con la cara desfigurada por el miedoen las calles y avenidas de esta ciudad en abandono, peroestá de pie.Los escarabajos de acero están al acecho entre el metalretorcido del embotellamiento de las bocacalles, en losviaductos y en las pasarelas se agazapan los engendroscaricaturescos que salen a toda hora de la tele y de losjuegos electrónicos.Pero, a pesar de todo, los pasos avanzan hacia elmediodía y la tarde.

2El día tiene sus ataduras en el licor y en las drogas.los acompaña el puñal o la pistola que se esconde en labasura,

Estrofas en Do mayorpara un canto

Elder Omar Hernández*

* Mención Honorífica en el Concurso de Poesía convocado por la FundaciónMyrna Mack, en 2013.

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la sombra del espejo donde se reflejan nuestros rostrosestá por todos lados,de pronto se quiebra y entonces son muchos más loscaídos.No ha cantado nadie más en la calle más que la tristeza.Se desploma el mundo y las puertas han quedadoabiertas.Los bostezos recogen entre cantos funerarios el cadáverde la vida.Pero es el valor frente a todo lo que prevalece.

3Hay un imperio detrás de los gestos obscenos en lostatuados horizontes.La carne es generosa en heridas y cicatrices cerca de lapiedra y el asfalto,cerca de donde el campesino acaba de llegar con sus hijosal hombroy con su mujer, pidiendo trabajo entre los tumultos.La arena y el polvo tienen parte entre las casasabandonadaspor los que piensan que aún existe la vida. Oh, sí, lavida aún existe, a pesar de todo.

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4Rescoldo somos de todas las heridas y las necesidades.La vida y nosotros formamos un conjunto, mientras elcemento del olvido está aquí,mientras millones de mensajes salen de las torres de señaly millones son los que nos duelen.Desde el enclaustramiento los celulares se comunican díay noche,mientras vamos huyendo de las luces empañadas,mientras peligran los corpiños,mientras a todas las rutas les hará falta mañana más dealgún transeúnte,mientras la paz se extravía entre todos los ruidos. Peroseguimos adelante.

5La lluvia concede, a veces, a las piedras el rumor quenecesitan, pero no amaina.Sobre las presencias olvidadas la tierra se desliza, elcorazón se socava,no hay manera de contener la realidad que nos arrastrahacia el abismo,no hay manera de evitar la verdad que nos ahoga en la

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correntada del siglo.Pero aún estamos aquí y eso ya es bastante para todo loque queda.

6Sobre el concreto se rompen las fotografías de lasmujeresque antes estuvieron a nuestro lado con sus caricias ypalabras de aliento.Las rodillas temblorosas de los ancianos y de las ancianasson como árboles viejos en los bulevares.Los niños y las niñas mueren a cada segundo por ladesnutrición severa.La enfermedad no es siempre el medio seguro para lamuerte.Sin embargo la esperanza es lo último que muere.