Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

50
Sublevación inmóvil [1953-1959] (1960) Incandescencia y ruinas I Yo invoco la cabeza más sagrada que exista debajo de la nieve. Mi corazón azul canta purificado por el silencio. II Vándalo de pureza, hostígame. Si hablas, yo bajaré mis labios hasta el agua salvaje. De aquella gruta donde abrasa la frescura, ha de surgir un rey sucio de profecías. Oh corazón que ves en toda oscuridad, cuándo estaremos ciegos

Transcript of Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Page 1: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Sublevación inmóvil

[1953-1959]

(1960)

Incandescencia y ruinas

I

Yo invoco la cabezamás sagrada que existadebajo de la nieve.

Mi corazón azulcanta purificado por el silencio.

II

Vándalo de pureza,hostígame. Si hablas,yo bajaré mis labioshasta el agua salvaje.

De aquella gruta dondeabrasa la frescura,ha de surgir un reysucio de profecías.

Oh corazón que vesen toda oscuridad,cuándo estaremos ciegosen luz, cuándo hablarás,habitante del fuego.

III

Un perro milagrosocome en mi corazón.

Page 2: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Ceremonia salvaje:mi dolor se incorporaal perro enamorado.

IV

En la cavidad que sabes,suena una voz. Lengua fría,tú, que silbas en la noche,metal vivo de palabras,dime, loco ruiseñordel invierno, dime, tú,que quizá participasde una materia luminosa,a quién anuncias yaademás de a la muerte.

V

Anticanto de amor,quién te beberá, quiénpondrá la boca en estaespuma prohibida.Quién, qué dios, quéenloquecidas alaspodrán venir, amaraquí.

Donde no hay nada.

Propongo mi cabezaatormentada...

Page 3: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Propongo mi cabeza atormentadapor la sed y la tumba. Yo queríadespedir un sonido de alegría;quizá sueno a materia desollada.

Me justifico en el dolor. No hay nada;yo no encuentro en mis huesos cobardía.En mi canto se invierte la agonía;es un caso de luz incorporada.

Propongo mi cabeza por si hubieranecesidad de soportar un rayo.No hablo por mí solo. Digo, juro

que la belleza es necesaria. Mueralo que deba morir; lo que me callo.No toques, Dios, mi corazón impuro.

Música de cámara

I

Si pudiera tener su nacimientoen los ojos la música, seríaen los tuyos. El tiempo sonaríaa tensa oscuridad, a mundo lento.

Mezclas la luz en el cristal sedientoa intensidad y amor y sombra fría.Todavía silencio, todavíael sonido no tiene movimiento.

Pero llega un relámpago; se anudanen los ojos lo bello y lo potente.La fría sombra se convierte en fuego.

La belleza y el ansia se desnudan.La música se eleva transparente.Oh, sonido de amor, déjame ciego.

II

Page 4: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Yo, sin ojos, te miro transparente.En la música estás, de ella has nacido;de este grito de luz, de este sonidoa mundo amado luminosamente.

Y yo escucho después —agua creciente—a la música en ti: todo el latido,todo el pulso del aire convertidoa tu belleza, a tu perfil viviente.

Tumba y madre recíproca, del cantoorientas a tus venas la agonía,y tus ojos asumen su potencia.

Oh prisión de la luz, después de tanto,ya veo en el silencio: la armoníaes tu cuerpo, tu amada consistencia.

Blues castellano

[1961-1966]

(1982)

I

Page 5: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Después de veinte años

Cuando yo tenía catorce años,me hacían trabajar hasta muy tarde.Cuando llegaba a casa, me cogíala cabeza mi madre entre sus manos.

Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierray los gritos de mis camaradas en el sotoy las hogueras en la nochey todas las cosas que dan salud y amistady hacen crecer el corazón.

A las cinco del día, en el invierno,mi madre iba hasta el borde de mi camay me llamaba por mi nombrey acariciaba mi rostro hasta despertarme.

Yo salía a la calle y aún no amanecíay mis ojos parecían endurecerse con el frío.

Esto no es justo, aunque era hermosoir por las calles y escuchar mis pasosy sentir la noche de los que dormíany comprenderlos como a un solo ser,como si descansaran de la misma existencia,todos en el mismo sueño.

Entraba en el trabajo. La oficinaolía mal y daba pena. Luego,llegaban las mujeres. Se poníana fregar en silencio.

Veinte años. He sidoescarnecido y olvidado.Ya no comprendo la nocheni el canto de los muchachos sobre las praderas.Y, sin embargo, séque algo más grande y más real que yo

Page 6: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

hay en mí, va en mis huesos:

Tierra incansable, firmala paz que sabes. Danosnuestra existencia a nosotros mismos.

Caigo sobre unas manos

Cuando no sabíaaún que yo vivía en unas manos,ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.

Yo sentía que la noche era dulcecomo una leche silenciosa. Y grande.Mucho más grande que mi vida. Madre:era tus manos y la noche juntas.Por eso aquella oscuridad me amaba.

No lo recuerdo pero está conmigo.Donde yo existo más, en lo olvidado,están las manos y la noche. A veces,cuando mi cabeza cuelga sobre la tierray ya no puedo más y está vacíoel mundo, alguna vez, sube el olvidoaún al corazón. Y me arrodilloa respirar sobre tus manos. Bajoy tú escondes mi rostro; y soy pequeño;y tus manos son grandes; y la nocheviene otra vez, viene otra vez. Descansode ser hombre, descanso de ser hombre.

Geología

Page 7: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Algunas veces salgo hacia las montañasa mirar a lo lejos.

Piso unas lomas donde tierra viejase pone hermosa con el sol y veosubir la sombra por los cuestos. Andomucho tiempo en silencio.

Pero hay días que ando por estas lomas,y miro hacia las montañas,y ni allí hay libertad.

Y me vuelvo. Yo sé bien que es inútilbuscarla como a una llave perdida,y que también es inútilmirar al fondo de mi corazón.

Agricultura

Qué valdría sin pisadas humanasesta pobreza que hace crujir la luz.Qué sería la belleza violentadel secano sin el corazón cansadoque piensa en él: tierra comiday mala soledad frente al aceromural de las montañas.

Mirad, es bello y es verdad: arriba,el cardo blanco y el centeno, ciegos,vibran junto a los pájaros, y luegobaja la tierra sobre sombras rojashasta el poco de agua y los negrillos.

Baja roída por el sol, quemadapor el hielo como el rostro humanoquieto y tajado de dolor, que pasa,mil veces pasa por la tierra, duro,con la herramienta y el caballo viejo,seco como su amor, mil veces pasa,toda la vida mientras dura el día.

Page 8: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

II

Blues del cementerio

Conozco un pueblo –no lo olvidaré–que tiene un cementerio demasiado grande.Hay en mi tierra un pueblo sin venturaporque el cementerio es demasiado grande.Sólo hay cuarenta almas en el pueblo.No sé para qué tanto cementerio.

Cierto año la gente empezó a irsey en muchas casas no quedaba nadie.El año que la gente empezó a irseen muchas casas no quedaba nadie.Se llevaban los hijos y las camas.Tenían que matar los animales.

El cementerio ya no tiene puertasy allí entran y salen las gallinas.El cementerio ya no tiene puertasy salen al camino las ortigas.Parece que saliera el cementerioa los huertos y a las calles vacías.

Conozco un pueblo. No lo olvidaré.Ay, en mi tierra sin ventura,no olvidaré a mi pueblo.

¡Qué mala cosa es haber hechoun cementerio demasiado grande!

III

Invierno

La nieve cruje como pan calientey la luz es limpia como la mirada de algunos seres humanos,y yo pienso en el pan y en las miradasmientras camino sobre la nieve.

Hoy es domingo y me parece

Page 9: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

que la mañana no está únicamente sobre la tierrasino que ha entrado suavemente en mi vida.

Yo veo el río como acero oscurobajar entre la nieve.Veo el espino: llamear el rojo,agrio fruto de enero.Y el robledal, sobre tierra quemada,resistir en silencio.

Hoy, domingo, la tierra es semejantea la belleza y la necesidadde lo que yo más amo.

Amor

Mi manera de amarte es sencilla:te aprieto a mícomo si hubiera un poco de justicia en mi corazóny yo te la pudiese dar con el cuerpo.

Cuando revuelvo tus cabellosalgo hermoso se forma entre mis manos.

Y casi no sé más. Yo sólo aspiroa estar contigo en paz y a estar en pazcon un deber desconocidoque a veces pesa también en mi corazón.

Pasión de la mirada

[1963-1970]

En el más resistente, más veladolugar del corazón, mete sus manosel silencio del mundo, mas despiertaal pájaro mortal, al destinado.

Habla en dura quietud; habla en la nieve.

Page 10: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

La geografía del final es blanca.

Pero desciende, corazón, repasayerba secreta y el hayedo oscurocomo la planta antigua del pastor.Baja a escrutar la transparencia fría,entra en el bosque de las venas, sientelos arroyos pacíficos, el ruidodenso y materno de la leche, escuchael paso prodigioso de las bestias.Cruza la sombra con tu cuerpo, pasasobre las huellas comunales, duermeen el silencio como un dios cansadoy, luego, acude al sobresalto puro,a la fresca, gloriosa desbandadade las aguas en júbilo, discierne,repartida en la luz, pálida espuma.

Pero vuelve a la paz por el caminoprieto y oscuro de Corona; vetedespacio por el Pando; te rodeanlas floraciones de la soledad,los árboles salvajes, los helechos,los cautelosos manantiales. Piensadulcemente en el mundo, pero calla,exprésate con sola tu existencia,como el bosque secreto, que se diceen la ciega madera con el liqueny la profundidad y la quietud.

Lívida, verde, añil, precipitantegolpea el agua en la afilada estirpede la roca fluvial. Su entalladuracome la paz en ti; ya no recuerdasningún canto ni el manso y solitariocampanil del ganado. Sólo sientesun único latido: el tormentosodel Cares en su caz, y una coronade piadosa humedad en tu cabeza.

Todo se pierde en el espacio puro,en el combate de las aguas ylas láminas terribles. Se apoderala física, orquestal naturaleza

Page 11: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

del espacio interior; ya no recuerdas.

Ya no recuerdas en el quicio raudo,en la inmóvil, hirviente cabellera,en el abismo azul, en el espanto.

En el espanto y la hermosura como,al fin de la batalla, un rey envueltoen la sangre, o la invisible túnicadel huracán, o la feroz escaladel que canta en el rostro de la muerte.

Está tejida con azul la nocheaún crepuscular. La lengua rojaenciende su perfil. Salgo al silencioy penetro la vida de las cosasy no sé si el centeno es la hermosurao es la sed la verdad. En este ahorade secreta extensión, cuando no ciegamis sentidos la furia luminosadel resol cereal, y están creciendoel zureo nupcial de las palomas,los pájaros ocultos, la pacienciade los robles, aún, salgo a los huertosy me busco en las aguas y las sombras.

La tarde entra de pronto en la cocina,enloquece en el cobre, hace gloriosala herrumbre de las madres. Como un lienzose imparte en las estancias. Cruza, dorael rostro del varón. Da en las tarimas,atraviesa el laurel, tiembla en sus hojas.

Ahora volverán por los caminoslas mulas canas y las yuntas rojasy, cansados, los hombres, sus cabelloscon tamo de trigal. Cunden las sombrasal borde del tapial. Lenguas de acerose sumergen en aguas silenciosas.

Page 12: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

El volumen rescata de la tierralas oleadas interiores, rizaáspera, dulce, cereal, corpóreala masa solitaria, la pasturade los alcores y las navas; ponela majestad hendida, aterruñadaen compacta hermosura y depositaagua y semillas en el corazón.

Un bosque inmóvil, sin espacio, peroalimentado en la profundidadenvolvente del mundo. Su espesura,de vientos y de pájaros no acogesobresalto ni sombra; se despliegaen llano vertical: azul pacífico,oro pluvial, litúrgicos se trabancon púrpura feroz. Mas nada turbaaquella majestad. Si das tus ojosa la dominación, sientes cuajarseun vértigo, un pueblo entreverado:urdimbre de varones, instrumentos,bestias, coronas, comunicaciones,desperdicios de luz. Vértigo, puebloestablecido donde nunca humanarespiración apagará el chasquidode una hebra solar sobre la duraconversión laminar, pueblo aplastado.

Callada tempestad. La vibratoriaexistencia del sol, la que torturalívidas lomas, parameras turbiasen la tierra exterior, aquí sostieneun lienzo musical: nervios de sombra,como un árbol delante del crepúsculo,no imponen pausa sino negro impulsoen la arbolada vidriería. Esun mundo. No músculos, cabellos;no túnicas redondas, accidentes;sólo estaturas, transparencias, fuegos.No libros, atributos, gestos, lomoshirvientes de corcel, águilas, cetros,

Page 13: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

ballesteros y muerte; sólo unacegadora, bruñida altanería.

En esta soledad, en esta alturade la materia, la estructura adiestralos gritos del color como, entre hombres,una esbelta garganta dispondríalas cantidades de sonido. Cantapero extiende silencio. No es el cantoque recorre la tierra penetrandoen corazones, multitudes, bóvedasy sepulcros; no es sino palabraque se adentra en los ojos: alta fiestaque despliega los rojos, enardeceel espacio interior, filtra más oroen densidad azul, hunde los verdesen sí mismos, agosta el amarillohasta hacerlo crujir. Oh pueblo frío,oh bosque, oh vidrio, oh lienzo frío:sólo tú puedes soportar, vivirsiempre en belleza, nunca en libertad.

Espacio siempre frente al tiempo. Nohay mayor lentitud que esta pacienciaque eterniza los labios, endurecelas túnicas, habita en la miradade la desolación. Roja, la estepa,afuera, lejos, en la mansa gleba,come su viejo sol. Gira la tierrasobre sí misma, musical, y el aguadesciende azul, eternidad herida.

Page 14: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Descripción de la mentira

[1975-1976]

(1977)

[...]Las hortensias extendidas en otro tiempo decoran la estancia más arriba de mi cuerpo.

He sentido el grito de los faisanes acorralados en las ramas de agosto.

Un animal invisible roe las maderas que también están más allá de mis ojos

y así se aumenta la serenidad y prevalece el olor de la mostaza que fue derramada por mi madre.

Yo convalezco en sábanas limpias que me preservan de los insectos y los cristales de mi infancia permiten la imposición de una luz que les antecede en muchos días desde que existió la solemnidad y la pureza.

En este espacio me he reunido con tu dulzura, la que traicionaste

Page 15: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

delante de mis ojos.

Ahora eres obsequioso y pacífico como el aceite que se reserva para los agonizantes;

ahora me contienes con tus manos y me descubres todos los gestos de tu rostro menos los que deben ocultarse:

tantas veces pusiste la boca sobre las heridas, tantas te desdijiste como una liebre tenebrosa...

Asediado por un azufre que no podías soportar en los alimentos,

¡tantas me recibiste en tu mirada y me participaste una escritura de carmines abrasados, tantas te desplomaste en mi existencia...! Fue una época damnificada.

Tú invocabas al chamariz y hacías que los árboles se inclinasen sobre nosotros en tardes inmóviles mientras la policía escribía nuestros nombres.

Otros días cantabas poseído por el alcohol y lo que rebosaba era azul sobre las mesas desgastadas por la lejía.

Una senda de aulagas conducía hasta tu casa donde siempre era invierno. ¡Ah cómo sentía tus dientes y cuanto tiempo te escuchaba,

cómo esperaba tu desaparición amándote!

No me dejaste otra señal que tu rostro celebrado por el llanto de las mujeres.

A tu belleza se inclinaba la serenidad, viuda tuya desde hace mucho tiempo, viuda desposeída de tus sábanas.

Esto fue cuando, atraído por el acónito, penetraste en sus cámaras;

esto fue cuando comenzó el silencio. Tú distribuías la nostalgia de cuanto es honorable y concertado con la pulsación de los pueblos.

Page 16: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

No quisiste ser alabado por ello sino por el horror, tu ciudadanía en aquel tiempo.

La ceniza de tus uñas se refugiaba en las escrituras y en aquellos templos cuyas maderas están señaladas a cuchillo y con la grasa de los animales torturados.

Tú, más veraz que yo porque me excedías en vigilancia,

me conducías a los lugares en que es posible saborear el cardenillo y el acero. Durante un instante me visitó un crepúsculo cuya profundidad no me pertenece.

Regresé. Regresé hasta donde los padres son cautos y perseguidos en sus huesos,

pero no es éste el armisticio que yo compré sobreviviéndote.

Repito que ahora eres obsequioso y que me acompañas al espacio en que las hortensias son persistentes.

Más allá, en los desvanes, siento un bramido de palomas: es un país nupcial. ¿Conoces tú la virtud de las palomas en sus excrementos?

En aquél y en éste te recibo y sólo así, mirándome en tu rostro, el que se manifiesta a través de una membrana incorruptible,

no en el furor que predicaban tus dientes aunque me amases dentro de mi madre.

En aquél y en éste te recibo y mi deseo es alimentarme con tu bondad, pero también con los aromas que te sobreviven. Siéntate en medio de las ruinas, siéntate con dulzura en el medio o al borde de las ruinas.

Son nuestra única propiedad y yo comienzo a distinguir algunas semillas y láudano y ciertos coágulos obedientes al ejercicio de la luz.

Page 17: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

De esta pasión, de los proverbios posteriores a tu vértigo, del animal que llora y su piedad está sobre nosotros,

tú deducirías lacre y lo pondrías en mis ojos, o quizá limaduras de níquel y otras materias aborrecibles.

Sin embargo tú amabas la suntuosidad de las banderas en el azul, encima de las bodegas.

¿Sabes qué es el olvido? ¿Qué has encontrado tú en la reserva del olvido?

Todas las enseñanzas se extinguieron como carburo en el fondo de galerías inacabadas;

todas las enseñanzas menos la palpitación del bosque y algunas huellas sobre mi carne.

El río desciende aún y yo no siento ahora sino el olor del agua.

Tus hijos y mis hijas se sumergen en el río y los que no olvidaron no se acercan nunca porque serían recibidos y quizá entrasen en nuestros cuerpos y morirían.

¿Has pensado en la paciencia, has pensado en la paciencia semejante a ónice, en la paciencia excavando tumbas en el sonido, abandonando telas inicuas a los vientos que llegarán, que llegarán como cada vez después de las expulsiones?

La ciudad no está limpia, pero en los ejidos hay irritación y el cornezuelo y el centeno cohabitan y crece un alimento que será comido por nuestros hijos. Yo no tengo esperanza sino una pasión cuyo nombre tú no vas a decirme.

Yo no tengo esperanza sino una pasión cuyo nombre no va a tocar tus labios.

He cruzado mi infancia y países de morfina y largos bosques en los que descansé y grandes alas pasaron sobre mis ojos.

Page 18: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

En los lugares a los que yo acudo al atardecer hay frutos muy espesos de los que hago recolección y mis dedos son abrasados por las luciérnagas, pero yo hago recolección y me demoro en acudir a otros lugares, a las alcobas donde mi madre envejece más allá de mi vejez.

Y las palabras, fiebre bajo las tégulas, grumos retrocediendo, hieles que enloquecían bajo el disfraz del sueño,

¿qué son, qué hacen en mí cuando se ha extinguido la verdad? De la verdad no ha quedado más que una fetidez de notarios,

una liendre lasciva, lágrima, orinales

y la liturgia de la traición. Las hortensias extendidas en otro tiempo decoran la estancia más arriba de mi cuerpo.

¿Qué lugar es éste, qué lugar es éste? ¿Cómo estás aún en mi corazón?[...]

Lápidas

[1977-1986]

(1986)

I Tras asistir a la ejecución de las alondras has descendido aún hasta encontrar tu rostro dividido

Page 19: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

entre el agua y la profundidad.

Te has inclinado sobre tu propia belleza y con tus dedos ágiles acaricias la piel de la mentira:

ah tempestad de oro en tus oídos, mástiles en tu alma, profecías...

Mas las hormigas se dirigen hacia tus llagas y allí procrean sin descanso

y hay azufre en las tazas donde debiera hervir la misericordia. Es esbelta la sombra, es hermoso el abismo:

ten cuidado, hijo mío, con ciertas alas que rozan tu corazón. Oigo hervir el acero. La exactitud es el vértigo. Ah libertad inmóvil, ejecución del día en la materia nocturna.

Es tu madre el clamor, pero tus manos abren los párpados del abismo.

De resistencias invisibles surge un rumor de límites:

ah exactitud de mar, exactitud sin nombre.

II Un silencio de hormigas, un frenesí de esparto. Ahcorazón clamando ante los almacenes. Ya no hay sábados;bajas a las iglesias, a los departamentos de la muerte yves la luz de la infelicidad; yaces y las serpientespasan sobre las murias derruidas.

Veo la juventud ciega en los atrios, la grasa negra delas negaciones. Fulge tu lengua entre sarmientos, tupalabra sobre los mástiles. Mas la pureza no se extiende,no diluye en las aguas el acero, no deshabita las

Page 20: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

comisarías. Ah corazón clamando por una tierra sinolvido, por un país donde los pájaros se suicidan alamanecer (como aquel camarada entre la pobreza y elrelámpago), viejo tenaz ante las rastrojeras, viejo queaún lloras sobre llagas fértiles: dame tu látigo y tuslágrimas, no me abandones todavía.

Agonizabas sobre los espejos y no arrancaste de turostro el rostro de tu madre. No te pierdas aún,préstame algo, dame tu incendio, tu piedad estéril, tuszapatos, tus hernias, tus alondras, el huracán de tumelancolía y el gran aviso de tu dedo negro, para queno muera más de mala muerte la criatura del dolor:España.

III Aquel aire entre el resplandor y la muerte se hacesustancia que no alcanzan a borrar los días y losvientos. El contenido de la edad son estos lienzostransparentes.

Signos exactos e incomprensibles. Están en mí con elvalor de una llaga; algunas cifras arden en mis ojos. Eran días atravesados por los símbolos. Tuve uncordero negro. He olvidado su mirada y su nombre.

Al confluir cerca de mi casa, las sebes definían sendasque, entrecruzándose sin conducir a ninguna parte,cerraban minúsculos praderíos a los que yo acudía conmi cordero. Jugaba a extraviarme en el pequeñolaberinto, pero sólo hasta que el silencio hacía brotarel temor como una gusanera dentro de mi vientre.Sucedía una y otra vez; yo sabía que el miedo iba aentrar en mí, pero yo iba a las praderas.

Finalmente, el cordero fue enviado a la carnicería, y yoaprendí que quienes me amaban también podían decidirsobre la administración de la muerte. En la calle que sube hacia la catedral, bajo rúbricas yveneras modernistas, bajo otras bóvedas invisibles

Page 21: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

creadas cada mañana por la voz otoñal de Pedro el Ciego,acontecían maravillas frágiles y encarnadas en las manosdel vendedor de serpentinas y flautas de cañabrava:sobrevenían don Nicanor y su sonido a infancia; cerca,sobre la opacidad del hambre civil, el olor de lasalmendras calientes, y, más arriba, el abanico depeines, las estilográficas de las que fluye el líquidode los sueños.

Pedro descansa en la profundidad del otoño y su rostrose enciende en ramos de sol. La luz baja a su corazón yallí permanece desleída en aceites y sombras, en aguaspurificadas por recuerdos.

Suavidad de los días, paz del mundo en el corazón dePedro: pasan las portadoras de hortalizas, pasan lossacerdotes en sus túnicas, y Pedro canta ronca ydulcemente la construcción de las obras públicas, lasprofecías traicionadas, la graduación de los muertos.Canta bajo las ménsulas y en los soportales. Sonnoticias de invierno. Álamos. El fulgor excede y las distancias sontraspasadas por gritos vecinales. Los rebañosdesprendidos de la mesta cardan ácidas hierbas bajo unfriso de azufre. Oigo las campanas de Villabalter comomastines electrizados por la inminencia.

La osamenta furiosa se abatió sobre los malecones ylos huertos. El otoño se alhajaba fosforescente y aquelrebaño tuvo miedo bajo las bóvedas de plomo. La ciudad mira el sílice de las montañas como unagárgola inmóvil ante los círculos de la eternidad y serodea de colinas cárdenas en las que el tomillo esabrasado por el invierno.

Siento la espesura fluvial; se manifiesta en sílabaslentísimas. Aún las palomas se pronuncian clamorosas ylos ancianos descansan en la cercanía de las acaciascoronadas de temblor. Hablan y acrecientan laserenidad de la tarde. A veces, sonríen con un golpede sol en el rostro y se encienden bajo los

Page 22: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

encanecidos cabellos. Sus ojos se entrecierran yapenas es visible un filamento de acero y lágrimas.La vejez es blanca.

Un anciano tiene el hombro abatido y dispar; el otroofrece al sol unas manos grandes cuya piel transparentalargas venas. Hablan con la imprecisión temblorosa dequien es más débil que sus recuerdos; restablecen unapaz y un espacio: las eras de la ciudad, los labradoresde Renueva, el espesor de los curtientes, la sombraroja de las herrerías.

IV

Aquellos cálices

¿Quién habla aún al corazón abrasado cuando la cobardía ha puesto nombre a todas las cosas?

Silba el adverbio del pasado. El cobre silba en huesos juveniles, pero es el día del invierno. Alguien prepara grandes sábanas

y restablece la oquedad. Sólo hay sustancia en ti, sustancia azul de desaparecidos. Aquellos gritos. Y las banderas sobre nosotros. Ah las banderas. Y los balcones incesantes: hierros entre la luz, hierros más altos que la melancolía, nuestro alimento.

Cae

la máscara de Dios: no había rostro. ¿Quién habla aún al corazón amarillo? Soy el que ya comienza a no existir

y el que solloza todavía.

Page 23: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Es horrible ser dos inútilmente. Edad, edad, tus venenosos líquidos.

Edad, edad, tus animales blancos.

Libro del frío

(1992)

1

Geórgicas

Tengo frío junto a los manantiales. He subido hasta cansar mi corazón.

Hay yerba negra en las laderas y azucenas cárdenas entre sombras,pero, ¿qué hago yo delante del abismo?

Bajo las águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado. Un bosque se abre en la memoria y el olor a resina es útil al corazón.Vi las esferas del sudor y los insectos en la dulzura;

luego, el crepúsculo en sus ojos;

después, el cardo hirviendo ante el centeno y la fatiga de lospájaros perseguidos por la luz.

2

El vigilante de la nieve

Vigilaba la serenidad adherida a las sombras, los círculos donde sedepositan flores abrasadas, la inclinación de los sarmientos.

Page 24: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Algunas tardes, su mano incomprensible nos conducía al lugar sinnombre, a la melancolía de las herramientas abandonadas. Cada mañana ponía en los arroyos acero y lágrimas y adiestraba a lospájaros en la canción de la ira: el arroyo claro para la hijadulcemente imbécil; el agua azul para la mujer sin esperanza, la queolía a vértigo y a luz, sola en el albañal entre banderas blancas,fría bajo la sarga y los párpados ya amarillos de amor. Era incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su pureza ysus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto entre lassebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía entrar las sombrasen la nieve, hervir la niebla en la ciudad profunda.

3

Aún

Recuerdo el frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre lastazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo lasventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor tristede la sosa cáustica. Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y losvientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.

Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido. No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veouna playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyodolor no me concierne.

Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.

Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza. Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tupensamiento es sólo recuerdo de la ira.

Ves la rosas temibles.

Page 25: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Ah caminante, ah confusión de párpados. Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.

Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropashúmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.

Ah la pureza de los cuchillos abandonados. Amé todas las pérdidas.

Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.

4

Pavana impura

La inexistencia es hueca como las máscaras y su visión es lívida,pero tú oyes el grito de las madres del agua y acaricias los ojos quevieron la inexistencia. Llegan los animales del silencio, pero debajo de tu piel arde laamapola amarilla, la flor del mar ante los muros calcinados por elviento y el llanto.

Es la impureza y la piedad, el alimento de los cuerpos abandonadospor la esperanza.

5

Sábado

Mi rostro hierve en las manos del escultor ciego.

En la pureza de los patios inmóviles él piensa dulcemente en lossuicidas; está creando la vejez:

ayer y hoy son ya el mismo día en mi corazón.

6

Frío de límites

Page 26: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Huyen heridas por el amanecer, laten sobre las aguas y su blancura seabre en ti: avefrías.

Viajan de lo visible a lo invisible. Ya

sólo hay invierno en las ramas inmóviles. ¿Es la luz esta sustancia que atraviesan los pájaros?

En el temblor del sílice se depositan cuarzo y espinas pulimentadaspor el vértigo. Sientes

el gemido del mar. Después,

frío de límites.

7

Amé las desapariciones y ahora el último rostro ha salido de mí.

He atravesado las cortinas blancas:

ya sólo hay luz dentro de mis ojos.

Mortal 1936

(1994)

Hierven bajo las túnicas de la ira;hierven los números y los ácidos

Page 27: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

depositados en su espíritu.

Veo el mercurio en las pupilas, líquidosnegros, la fertilidadde los cuchillos y las sombras; veolos agujeros y los párpados.

Siento la herida musical, el llantomultiplicado por el viento, el solen la pared de los agonizantes.

Ésta es la soledad de mil cabezas,la gárgola que aúlla, la gallinadesesperada. Al fin, surten las fuentessangre, vértigo, luz, acero, lágrimas. El miedo entra en la blancura; aúnsus alas hienden la serenidady disciernen la sal y la ceniza.

Lívidas hélices y, en el espesor,lentitud de los pájaros, auguriosen las venas azules de las aguas.

Ah pétalos temibles, semejantesa las escamas puras de la cólera.

Ah pena corporal, amor herido,animal de la luz, pueblo abrasado. Salen los cuerpos del abismo, asciendencomo azufre solar; su resplandoratraviesa las aguas.

Hay profecías incesantes. Vedla transparencia de los signosy las palomas torturadas.

Éste es el día en que los caballos aprendieron a llorar,el día horrible y natural de España.

El animal de sombra

Page 28: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

enloquece en las pértigas del alba.

Arden las pérdidas

(2003)

Viene el olvido

La luz hierve debajo de mis párpados.De un ruiseñor absorto en la ceniza, de sus negras entrañas musicales,surge una tempestad. Desciende el llanto a las antiguas celdas,advierto látigos vivientesy la mirada inmóvil de las bestias, su aguja fría en mi corazón.Todo es presagio. La luz es médula de sombra: van a morir los insectosen las bujías del amanecer. Asíarden en mí los significados. He tirado al abismo el hueso de la misericordia; no es necesariocuando el dolor es parte de la serenidad, pero la lucidez trabajaen mí como un alcohol enloquecido.Sé que las uñas crecen en la muerte. Nobaja nadie al corazón. Nos despojamos de nosotros mismos al expulsarla falsedad, nos desollamos yno viene nadie. Nohay sombras ni agonía. Bien:no haya más que luz. Así esla última ebriedad: partes igualesde vértigo y olvido. Palomas. Atraviesan la inexistencia.Hay huellas de pastor frente al abismo. Cóncavas.Todo se explica en la imposibilidad. Hay úlceras en la pureza, vamosde lo visible a lo invisible. En este error descansa nuestro corazón.

He atravesado las creencias. Durante mucho tiemponevó sin esperanza.

Page 29: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Había madres que enloquecían al amanecer: oigo sus gritos amarillos.

Aún nieva. Creo en la desaparición.Creo en la ira.

Ira

¿Quién vienedando gritos, anunciaaquel verano, enciendelámparas negras, silbaen la pureza azul de los cuchillos?

Gritan ante los muros calcinados.

Ven el perfil de los cuchillos, venel círculo del sol, la cirugíadel animal lleno de sombra. Silbanen las fístulas blancas.

Vicuerpos al borde delas acequias frías. Amortajadosen la luz.

Más allá de la sombra

Veo la sombra en la sustancia roja del crepúsculo.

Cierro los ojos yarden los límites.

Page 30: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

Puse agua y cinabrio en mi corazón y en mis venasy vi la muerte más allá de la púrpura. Ahora mis ojos ven en el pasado: grandes flores inmóviles, madresatormentadas en sus hijos, líquenes fertilizados por la tristeza.

Quizá el silencio dura más allá de sí mismo y la existencia es sóloun grito negro, un alarido ante la eternidad. El error pesa en nuestros párpados.

Claridad sin descanso

Quizá me sucedo en mí mismo. No sé quién pero alguien ha muerto en mí.También ayer olía la desaparición y estaba amenazado por la luz, perohoy es otro el cuchillo delante de mis ojos. No quiero ser mi propio extraño, estoy entorpecido por las visiones.Es difícilponer luz todos los días en las venas y trabajar en la retracciónde rostros desconocidos hasta que se convierten en rostros amadosy después llorar porque voy a abandonarlos o porque ellos van aabandonarme. Quéestupidez tener miedo al borde de la falsedad, qué cansancioabandonar la inexistencia ymorir después todos los días.

Sobre la calcificación de las semillas, ante las flores abrasadas,en la desaparición del pensamiento,tejen la yerba manos invisibles. Temo su pureza. Veolana sangrienta y, en los alimentos, grasa mortal, cánulas negras y,bajo ramas inmóviles, cuerdas y sombras y preservativos.¿Soy yo quien mira con mis ojos?Arden los huesos, oigo la fermentación del rocío: alguien llora bajolos árboles torturados. Veo las llagas de la luz, altos patíbulosy serpientes y aceites industriales bajo los lóbulos de las amapolas.¿Estoy yo en mí y peso sobre la tierra? Es extraño.En cualquier caso, tengo miedo: los insectos vienen a mi corazón.

Page 31: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

[ Poesías no recogidas en libro ]

Breve investigación aplicada al valor de los datos visuales en la que se supone

última fotografía de Antonio Machado

Page 32: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

La blancura es más grande que la tristeza; lame los parietalestorturados, entra en los dormitorios del sudor y el láudano yluego hierve como nieve impura sobre el hueso frontal. Es lahumedad de los agonizantes.

Viene despacio la paloma horrible, viene a los vasos llenos desombra y la ceniza capilar se extiende sobre vestigios de mercurioy llanto.

Ciega, la lente circular induce mendicidad bajo los párpados.

Pero la luz procede del abismo. Ante las córneas abrasadas, unfilamento de dolor indica los contenidos del silencio.

Ciertas llagas quizá son miserables en la sutura de los labios.

Sólo las desapariciones alimentan el corazón. Hay sábanas sobrelos signos de la inexistencia.

Grasa y metales entran en la luz; se encienden y ésta es la únicamisericordia.

La muerte es blanca ante los ojos de Antonio Machado.(Ínsula, n.º 506-507, febrero-marzo 1989, p. 40; en el número homenaje a «Antonio Machado, 1875-1939». Una versión sin título y muy modificada de este poema

Page 33: Antologia poetica Antonio Gamoneda.doc

fue publicada en la segunda edición de Libro del frío, 2000, p. 91)