Antón P. Chéjov inventó una nueva modalidad narrativa...

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AntónP.Chéjovinventóunanuevamodalidadnarrativaenlaquelaextensiónnoveníadictadapor convencionesgenéricassinopor lapropiamateriadel relato.EnestasCinconovelascortas quehaseleccionadoy traducidoVíctorGallego,vemos en cualquier caso su maestría para captar el tiempo y reflejarlonarrativamente, sin otro calendario que el quemarcan las propias acciones −einacciones−delospersonajes.

AntónP.Chéjov

CinconovelascortasePubr1.0

Daruma23.12.13

Títulooriginal:Skuchnaiaistoria,Duel,Palatanomer6,Rasskazneizvestnogocheloveka,Trigoda

AntónP.Chéjov

Traducción:VíctorGallegoBallestero

Diseñodeportada:Daruma

Editordigital:Daruma

ePubbaser1.0

Introducción

Aexcepcióndeunanovelajuvenildecortepolicíaco,nomuyafortunada,Chéjovnuncaseembarcóen la redaccióndeunaobrade ficcióndegran envergadura.Noobstante, a lolargodesuvidaseocupóderelatosdedimensionesmedias,quenopertenecenalámbitodelcuento,peroquetampocopuedenadscribirsealdelanovela:quedanamediocaminodeunoyotro,eneseterrenodifusoeindefinidodelasnarracionesquerondanelcentenardepáginas.

DiceNabokov queChéjov no habría podido escribir nunca una buena novela largaporqueera«unvelocista,nouncorredordefondo».Seacomofuere,síconsiguióescribirunpuñadodenovelascortas,nomenosfascinantesymaravillosasquesuscuentos,y,enalgunoscasos,aúnmáscomplejas.

Las novelas cortas de Chéjov, como por otro lado toda su producción narrativa,aparecieron en revistas y publicaciones periódicas antes que en forma de libro, fueronprofusamente leídasy suscitaronavecesnopocapolémica, interése inclusoescándalo,comoenelcasode«Relatodeundesconocido»,cuyoprotagonistaesunterrorista.

Lascincopiezasincluidasenestevolumenabarcanunperíododecuatroaños,1889-1893,ypertenecenalaplenamadurezdelescritor.

Pocodotadoparasostenerunatramacompleja,parapresentarunnúmeroelevadodepersonajesyseguirlosensusvicisitudesyperipecias,Chéjovseconcentra,porlogeneral,en uno o dos protagonistas, en torno a los cuales gravitan un puñado de individuosmenores.Sushéroes son losde siempre,«hombresbuenos incapacesdehacer elbien»,como los define Nabokov, seres meditabundos, reflexivos, poco proclives a la acción,derrotadosdeantemano,conscientesdequesóloseviveunavezeincapaces,noobstante,deencontraralgunamanerasatisfactoriadeencararlaexistencia.Demasiadonoblespararesignarse a la indiferencia («la indiferencia es una parálisis del alma, una muerteprematura», dice el protagonista de «Una historia aburrida»), se devanan los sesosbuscando una salida, una regla, una explicación, una esperanza («debo dar un sentidogeneralacadaunodemisactos,encontrarunaexplicaciónyunajustificaciónamividaabsurda en alguna teoría», se dice Laievski en «El duelo»), pero acaban abocados a ladecepción,comoelviejoprofesorde«Unahistoriaaburrida»,operdiendoelpocojuicioque les queda, como el estoicomédico de «La sala número seis», lector apasionado deEpictetoyelemperadorMarcoAurelio,dosdelosescritoresfavoritosdelpropioChéjov.Además,todosellossonconscientesdeque,frentealdesánimoyladesesperanza,nohayescapatoriaposible,nisiquieraenlamudanzadelascondicionesdevida:«Quienbuscalasalvación cambiando de lugar, como un ave migratoria—leemos en “El duelo”—, noencuentranadaporqueparaéllatierraesigualentodaspartes».

El carácter único de la vida es un leitmotiv que aparece en casi todas las obras deChéjov,tantoenlanarrativacomoenelteatro,ynopodíaestarausenteenestosrelatos.

Así,Laievskisentenciaen«Elduelo»:«Lavidasóloseconcedeunavezynoserepite»,yacontinuacióncomparalatrayectoriadeunavidaerradaconunaestrellaquecaerodandodelcieloysepierdeenlatinieblanocturna.«Elsolnosaledosvecesaldíaylavidanoseconcede dos veces», leemos en «Relato de un desconocido». Y en «Tres años» eloptimista y emprendedor Yártsev concluye: «La vida es breve, amigo mío, y hay quevivirladelmejormodoposible».

«No hay nada que buscar en el pasado. El presente es el vacío. Y en el futuro no sevislumbraniunachispadefelicidad,anoseraladistanciainconcebiblededoscientosotrescientos años». Tales son las conclusiones a las que parecen llegar, después de susdesventurasytribulaciones,lospersonajesdelosrelatosyloscuentosdeChéjov.CuandoLáptev,alfinalde«Tresaños»,intentainfructuosamentecomprenderlasmotivacionesdesus actos y decisiones, se da cuenta de que no halla respuestas, y la misma falta deasideros y certidumbres se pone demanifiesto cuando escruta las nieblas del porvenir:«¿Quémedepararáel futuro?»,sepregunta,ysóloaciertaaresponderse:«El tiempolodirá».

En las cinco piezas reunidas en el presente volumen, los personajes se interroganincrédulosyperplejos,rememoransupasadosinentenderlo,buceanensusintencionesysusmóvilessinhallarunaclaveyacabansucumbiendoalafaltadesentidodelavida,alacertidumbre de que no hay coordenadas ni variables que permitan establecer unmodocorrecto o inocuo de vivir. En todos los casos la felicidad se ha revelado un estadoanormaly transitorio,unespejismofugaz,unaceguera infundada,yaesose reduce,enúltima instancia, el desarrollo de la trama: a un duro despertar, a la plasmación de unarealidad descarnada, a la disipación de las brumas falaces que ocultaban el verdaderohorrordelavida.

En «Una historia aburrida» (1889), un catedrático de éxito, ilustre y condecorado,repasasuexistenciaalaluzdeunamuerteinminenteeinaplazable,ysólohallaerrores,soledadesyvanidad:nadaquellevarse,nadaquedejar,nadadeloquesentirseorgulloso.Y lomás llamativo:caeen lacuentadequenohaentendidoapersonascon lasquehaconvividodurantedécadas.

En«Elduelo»(1891),quizásuobramáscomplejadesdeunplanoformal,asistimosaunaparadojasorprendente: todos lospersonajesparecen tener razónyenel fondono latiene ninguno. Separados, enfrentados, divididos, sólo coinciden en su fracaso, en sudecepción,ensumiseria.HastaelpositivistaydecididozoólogovonKoren,darwinistaaultranza,esenelfondounaabsurdaparodiademodelosmásnoblesyseñeros.

«Lasalanúmeroseis»(1892),quetantoimpresionóaljovenLenin,noesesaalegoríatremendadelaRusiadelaépocaquemuchoshanqueridover,sinomásbienunaparáboladesesperadadelmundo,dondelacorduraylasinrazón,másquetérminosdifusos,parecenconceptos intercambiables. Al referirse al impacto, a la impresión brutal que causa sulectura,JanetMalcolmescribióqueesunanarraciónque«apuñala».

En «Relato de un desconocido» (1893) aparece otro de los muchos tuberculosos yenfermos terminalesquepueblan lasobrasdeChéjov (élmismo tuberculosoy enfermoterminal),sabedordesufin,privadodetodaesperanza,decepcionadohastadesusidealesmássagrados,queensaya,conlasúltimasfuerzasquelequedan,unpostreroytemerariointento de ser feliz, y acaba estrellándose con la fatalidad, con la muerte y con unarecompensatanavaracomofútil:elsimplebienestarmaterialdeunserindefensoalquesudolenciaincurableleobligaaabandonar.

En «Tres años» (1895) Chéjov inicia la historia allí donde otros escritores másprotocolarios la acabarían: en el momento de la boda, y se ocupa de ese procesominucioso y preciso de decepción y desmoronamiento de un matrimonio desdichado,donde losafectosnuncaacabandeconfluir. JanetMalcolmafirmaquees«quizá lamásprofundadesusfábulassobrelabelleza,unaadaptaciónmodernadelaleyendadelaBellay la Bestia, no una historia sobre la cultura comercial de Moscú, como se la haconsideradoerróneamente».Enesaobranadieesfeliz,nadieesjusto.Cadacualtienesusrazonesyverdades,incompatiblesconlasrazonesyverdadesdequieneslesrodean.

ComodicevonKorenen«Elduelo»:«Nadieconocelaauténticaverdad».

Como ya se ha comentado, las cinco novelas cortas incluidas en este volumen sepublicaronporprimeravezen revistasy sólodespués, en formade libro.«Unahistoriaaburrida»aparecióenelnúmerodenoviembrede1889deElMensajerodelNorte.«Elduelo» se publicó por entregas en Tiempo Nuevo entre el 22 de octubre y el 27 denoviembrede1891.LastresúltimasobrasvieronlaluzenElPensamientoRuso:«Lasalanúmeroseis»ennoviembrede1892,«Relatodeundesconocido»enfebreroymarzode1893,y«Tresaños»eneneroyfebrerode1895.

Parala traducciónsehautilizadolaedicióndeObrascompletasendieciocho tomosquelaeditorialNaukapublicóenMoscúen1985.

VÍCTORGALLEGOBALLESTERO

Unahistoriaaburrida

(Delasmemoriasdeunanciano)

(1889)

I

ViveenRusiaunprofesoremérito llamadoNikoláiStepánovichdeTalyTal,consejeroprivadoycaballero; tienetantascondecoraciones,rusasyextranjeras,que,cuandoseveen la tesitura de ponérselas, los estudiantes lo llaman «el iconostasio». Todos susconocidos pertenecen a lo más granado de la aristocracia; al menos en los últimosveinticincootreintaañosnohahabidoenRusiauneruditoilustrealquenohayatratadodurante algún tiempo.Ahora no tiene con quién relacionarse, pero, si echamos la vistaatrás, la larga listade susamigoscélebres incluyenombrescomoPirogov,KavelinyelpoetaNekrásov[1],quelohonraronconsusinceraycálidaamistad.Esmiembrodetodaslasuniversidadesrusasydetresextranjeras.Etcétera,etcétera.Todoeso,ymuchascosasmásquepodríandecirse,constituyeloquesellamaminombre.

Minombreesfamoso.EnRusialoconocecualquierpersonaeducada,mientrasenelextranjero se le agregan los calificativos de «distinguido» y «honorable» cuando se lomencionadesdelacátedra.Esunodelosescasosnombresafortunadoscuyomenosprecioo mención vana, ya sea en público o en la prensa, se considera una señal de malaeducación.Yasídebeser.Puesminombreestáíntimamenteligadoalconceptodepersonacélebre,degrandesdoteseindudableutilidad.Soyunhombrehacendosoyperseverante,loqueesimportante,ytengotalento,loqueesmásimportanteaún.Además,dichoseadepaso,soyeducado,modestoyhonrado.Jamáshemetidolanarizenlaliteraturanienlapolítica, no he buscado la popularidad polemizando con ignorantes, no he pronunciadodiscursosenbanquetesoantelatumbademiscolegas…Ensuma,minombreacadémiconopresentaningunamanchanitienemotivodequeja.Esafortunado.

Elportadorde talnombre,esdecir,yomismo,esunhombredesesentaydosaños,calvo, con dentadura postiza y un tic incurable. Mi persona es tan anodina y pocoagraciada como brillante y luminoso mi nombre.Mi cabeza y mis manos tiemblan dedebilidad;mi cuello, como el de una heroína de Turguénev, se parece almango de uncontrabajo;tengoelpechohundidoysoyestrechodehombros.Cuandohabloodictounalección, mi boca se tuerce hacia un lado; cuando sonrío, todomi rostro se recubre deinertesarrugasseniles.Nohaynadaimponenteenmilamentablefigura;sólocuandomevieneelticmicaraadquiereunaexpresiónpeculiar,quedebedespertarencualquieraquememireestagraveydramáticaconsideración:«Porlovisto,estehombreestáaunpasodelatumba».

Mis conferencias siguen siendo interesantes; como antaño, soy capaz de concitar laatencióndelauditorioporespaciodedoshoras.Mifervor,midominiodellenguajeymisentido del humor llegan a enmascarar casi por entero los defectos de mi voz, seca,estridenteymelodiosacomoladeunasanturrona.Encambio,escribomal.Esapequeñapartedemicerebroquepresidelafacultaddeescribirseniegaacumplirsufunción.Mimemoria se ha debilitado,mis pensamientos adolecen de cierta incoherencia y, cuandotratodefijarlosenelpapel,siempretengolaimpresióndehaberperdidoelsentidodesu

vínculoorgánico,ylaconstrucciónresultamonótonaylasfrases,torpesyesquemáticas.Amenudonoescriboloquequiero;cuandollegoalfinal,yanomeacuerdodelprincipio.Amenudo olvido palabras corrientes, y siempre que redacto una cartame veo obligado agastarmuchasenergíasparaevitarfrasessuperfluaseincisosinnecesarios,detallesambosque testimonian una franca decadencia demi capacidad intelectual. Lo curioso es que,cuanto más sencilla es la carta, más tortuoso es el esfuerzo que tengo que hacer paraescribirla. Me siento mucho más cómodo y ágil redactando un artículo científico quepergeñandounacartadefelicitaciónounamemoria.Yunacosamás:meresultamásfácilescribirenalemánoeninglésqueenruso.

Enloquerespectaamimodoactualdevida,ante tododebomencionarel insomnioquepadezcoenlosúltimostiempos.Sialguienmepreguntasecuálesenestosmomentoselrasgoprincipalyfundamentaldemiexistencia,responderíaqueelinsomnio.Siguiendouna vieja costumbre, sigo desvistiéndome y acostándome a las doce en punto, comoantaño.Notardoendormirme,perodespuésdelaunamedespiertoconlasensacióndenohaberdormidonada.Meveoobligadoalevantarmedelacamayaencenderlalámpara.Duranteunahoraodosrecorro lahabitacióndeunextremoalotro,contemplandounoscuadrosyfotografíasqueconozcoyaaldetalle.Cuandomecansodeandar,mesientoamiescritorioymequedóallíinmóvil,sinpensarennada,sinalbergarningúndeseo;sihayunlibrosobrelamesa,loacercomaquinalmenteyloleosinningúninterés.Deesemodo,nohacemucho,meleíenunasolanocheunanovelaenteraqueteníaesteextrañotítulo:Loquecantabalagolondrina.Obien,paraocuparmeenalgo,mefuerzoacontarhastamil,omeimaginolacaradealgunodemiscolegasytratoderecordarenquéañoyenquécircunstanciasiniciósuactividaddocente.Megustaprestaroídosalossonidos.Aveces,doshabitacionesmásallá,mihija,Liza,pronunciaunaspalabrasensueños,omimujeratraviesalasalaconunavelaencendida,ysinfaltaselecaelacajadecerillas,ochirríalapuertadeunarmarioagrietado,odeprontochisporroteaelquemadordelalamparilla,ytodosesosrumoresporalgunarazónmeintranquilizan.

No dormir por la noche significa darse cuenta a cada instante de la propiaanormalidad;poresoesperoconimpaciencialamañanayeldía,cuandotengoderechoanodormir.Peropasanmuchashorasangustiosasantesdequeelgallocanteenelpatio.Eselprimeroenanunciarmelabuenanueva.Tanprontocomocacarea,séquealcabodeunahoraelporterosedespertaráabajoysubiráporlaescalera,enfadadoysindejardetoser.Luego,másalládelasventanas,elaireempezarápocoapocoaaclararse,seoiránvocesenlacalle…

La jornada comienza con la llegada demimujer. Aparece en enaguas, despeinada,pero ya lavada, oliendo a agua de colonia, con aire de haber entrado por casualidad, ytodoslosdíasmedicelomismo:

—Perdona,essólounmomento…¿Tampocohasdormidoestanoche?

Luegoapagalalamparilla,sesientajuntoalescritorioyempiezaahablar.Aunqueno

soy profeta, sé por anticipado de qué asunto va a ocuparse. Cada mañana la mismahistoria.Porlocomún,despuésdepreguntarinquietapormisalud,mencionadeprontoanuestro hijo, oficial destinado en Varsovia. Después del 20 de cada mes, le enviamoscincuentarublos:taleseltemaprincipaldenuestraconversación.

—Desde luego es una carga para nosotros—comenta mi mujer con un suspiro—,pero,mientrasnotengaunaposiciónfirme,nuestraobligaciónesayudarlo.Elmuchachoestáenunpaísextranjero,elsueldoesbajo…Encualquiercaso,siquieres,elmesquevieneleenviaremoscuarentarublosenvezdecincuenta.¿Quéteparece?

Laexperienciadiariadeberíahaberlaconvencidodequelosgastosnodisminuyenporelsolohechodehablaramenudodeellos,peromimujernotieneencuentalaexperienciaycadamañanamehablaconpelosyseñalesdenuestrooficial,dequeelpan,graciasaDios,habajadodeprecio,mientraselazúcarsehaencarecidodoskopeks,ytodoesoconelairedeestarmecomunicandounanovedad.

Yo la escucho, asiento maquinalmente, y, acaso por no haber dormido en toda lanoche, se apoderandemíunospensamientosextrañose inútiles.Me laquedomirando,presa de un asombro infantil.Yme pregunto perplejo: ¿es posible que esa anciana tangordaydesgarbada,conesaobtusaexpresióndepreocupaciónporcuestionesmenudasydetemorporunmendrugodepan,conlamiradaveladaporincesantespensamientosdedeudasyapuros,quesólosabehablardegastosysólosonríecuandobajanlosprecios,esposible que esa mujer sea la esbelta Varia de antaño, de la que me enamoréapasionadamenteporsudespiertayclarainteligencia,supurezadealma,suhermosuray,comoenelcasodeOteloyDesdémona,porque«secompadecía»demisconocimientos?¿EsposiblequeseaesamismaVariaqueunavezmediounhijo?

Contemplodehitoenhitoelrostrodeesaancianagruesaydesmañada,buscandoamiVaria,peroloúnicoquequedadelamujerdeantañoessupreocupaciónpormisaludylacostumbre de referirse a mi sueldo como «nuestro sueldo», a mi gorra como «nuestragorra».Medapenamirarlay,paraconsolarlaunpoco, lepermitoquedigacuantose leantoje, y hasta guardo silencio cuando expresa opiniones injustas sobre la gente o mereprochaquenodéclasesparticularesnipubliquemanuales.

Nuestraconversaciónterminasiempredelamismamanera.Mimujersedacuentadeprontodequetodavíanohebebidomitazadetéyseasusta.

—Pero ¿qué hago aquí sentada?—dice, poniéndose en pie—. Hace tiempo que elsamovarestásobrelamesayyosigoaquícharlaquetecharla.¡Señor,quedesmemoriadamehevuelto!

Sedirigeconpremuraalapuertaysedetieneallíparadecirme:

—DebemoscincomesesaYegor.¿Losabes?¡Cuántasvecestehedichoquenohayqueolvidarsedepagaralaservidumbre!¡Esmuchomásfácildesembolsardiezrublosalmesquecincuentacadacincomeses!

Unaveztraspasadoelumbral,sedetienedenuevoyañade:

—Nadie me da tanta pena como nuestra pobre Liza. La muchacha estudia en elconservatorio,frecuentaalabuenasociedadyvavestidaDiossabecómo.Llevaunabrigoconelquedavergüenzahastasaliralacalle.Notendríaimportanciasifuerahijadeotrapersona, pero ¡todo el mundo sabe que su padre es un famoso profesor, un consejeroprivado!

Y,despuésdehabermereprochadomirangoymiposición,desaparecedeunavez.Asícomienzamijornada.Ylacontinuaciónnoesmejor.

Mientras bebo el té, viene a verme Liza, con el abrigo puesto, el gorrito y laspartituras, ya preparada para ir al conservatorio. Tiene veintidós años, aunque no losaparenta;esbonitayseparecealgoamimujercuandoerajoven.Mebesaconternuraenlasienyenlamanoydice:

—Buenosdías,papá.¿Teencuentrasbien?

Deniñalegustabamuchoelheladoyteníaquellevarlaamenudoalaconfitería.Ensucaso,elheladoeralamedidadetodolobueno.Siqueríahalagarme,medecía:«Papá,eresun helado de nata». Uno de sus dedos se llamaba «pistacho», otro «nata», un tercero«frambuesa»,etc.Porlocomún,cuandoveníaasaludarmeporlamañana,lasentabaenmisrodillasy,besandosusdedos,decía:

—Nata…pistacho…limón…

Y también ahora, en recuerdo de aquellos tiempos, le beso los dedos a Liza ymurmuro:«Pistacho…frambuesa…limón»,peromiactitudesmuydistinta.Memuestrofríocomounheladoymeavergüenzo.Cuandomihijaentraenlahabitaciónymerozalasienconsuslabios,meestremezcocomosimehubierapicadounaabeja,sonríoforzadoyvuelvolacara.Desdequepadezcoinsomnio,nodejodedarlevueltasaunacuestión:mihijaveamenudoqueyo,viejoyfamoso,mesonrojoviolentamenteporquedebodineroamicriado;vecuánamenudolaspreocupacionespordeudasmenudasmeobliganadejardeladomitrabajoyarecorrerlahabitacióndeunrincónalotrodurantehoras,sumidoenreflexiones.¿Porquéentalescasosnohavenidonuncaaverme,aespaldasdesumadre,yme ha susurrado: «Papá, aquí tienes mi reloj, mis brazaletes, mis pendientes, misvestidos…Cógelotodo,necesitasdinero…»?¿Porqué,aunviendocómosumadreyyo,sometiéndonosaconvencionesfalsas,tratamosdeocultarnuestrapobreza,norenunciaalcostosoplacerdeestudiarmúsica?Noaceptaríasurelojnisusbrazaletesniningúnotrosacrificio,Diosestestigo:noesesoloquequiero.

Todoestometraealacabezaamihijo,oficialdestinadoenVarsovia.Esunhombreinteligente,honradoysobrio.Peroesonobastaparamí.Tengolaimpresióndeque,siyotuvieseunpadreancianoysupiesequeenciertosmomentosseavergüenzadesupobreza,dejaríamipuestodeoficialacualquierotroymeganaríalavidacomounobrero.Talespensamientos sobre mis hijos envenenan mi existencia. ¿Qué sentido tienen? Sólo un

hombreestrechodemirasoamargadopuedealbergarrencorporpersonasnormalesporlasimplerazóndequenosonhéroes.Perodejémoslo.

Alasdiezmenoscuartodeboiradictarunalecciónantemisqueridosalumnos.Mevistoyrecorrounacallequeconozcodesdehaceyatreintaañosyquetiene,paramí,supropiahistoria.Ahíestáelenormeedificiogrisquealbergalafarmacia;allísealzabaenotros tiempos una casita con una cervecería dondemás de una vez reflexioné sobremitesis y escribími primera carta de amor aVaria.La escribí a lápiz, en una hoja con elsiguienteencabezamiento:Historiamorbi[2].Ahíestálatiendecitadeultramarinos;anteserapropiedaddeunjudíoquemevendíacigarrillosacrédito,luegolaadquirióunamujergruesaquequeríaalosestudiantesporque«todostienenunamadre»;ahoralaregentauncomerciantepelirrojo, unhombrebastante indiferente a cuanto le rodea,quebebe tédeunateteradecobre.Yyanosencontramosantelassombríaspuertasdelauniversidad,quellevanmuchotiemposinremozarse;unporterodeaireaburrido,embutidoenunapellizadepieldecordero,unaescoba,montonesdenieve…Aunmuchachoreciénllegadodelaprovincia,queseimaginaqueeltemplodelacienciaesuntemplodeverdad,esaspuertasno pueden causarle una buena impresión. En general, la vetustez de los edificiosuniversitarios, la oscuridad de los pasillos, el hollín de las paredes, la iluminacióninsuficiente,elairesombríodelasescaleras,lasperchasylosbancosdesempeñan,enlahistoriadelpesimismoruso,unpapelpreponderantedentrodelascausasquepredisponenaeseestadodeánimo.Ahíestátambiénnuestrojardín.Meparecequenohamejoradoniempeoradodesdemiépocadeestudiante.Nomegusta.Seríamuchomásinteligenteque,en lugar de tilos tísicos, acacias amarillas y lilas ralas y desmochadas, crecieran en elrecintoaltospinosy frondosos robles.Unestudiante,cuyoestadodeánimodependeengranmedidadel ambiente,debever a cadapaso, enel lugardondeestudia, sólo altura,fortalezayelegancia…QueDiosleguardedeárbolesescuálidos,cristalesrotos,paredesypuertasgrisesrevestidasdehulerasgado.

Cuando me acerco al porche de mi departamento, la puerta se abre y mi viejocompañero de fatigas, coetáneo y tocayo mío, el portero Nikolái, sale a recibirme.Despuésdedejarmepasar,carraspeaydice:

—¡Hahelado,excelencia!

Obien,simiabrigoestámojado:

—¡Estálloviendo,excelencia!

Despuésechaacorrerdelantedemíyvaabriendolaspuertasamipaso.Unavezeneldespacho, me quita con tiento el abrigo y, mientras se ocupa de esa operación, se lasarreglaparainformarmedealgunanovedaddelavidauniversitaria.Graciasalaestrecharelaciónqueexisteentre todos losporterosybedelesde launiversidad, estáal tantodecuanto sucede en las cuatro facultades, en secretaría, en el despacho del rector y en labiblioteca.¡Quénosabrá!Cuandoenelordendeldíatenemos,porejemplo,ladimisión

del rector o del decano, le oigo hablar con sus compañeros jóvenes, mencionar a loscandidatosyaclarararenglónseguidoquefulanonocuentaconelapoyodelministroyquemenganorenunciaráalcargo,paraluegoentregarseadetallesfantasiosossobreunosdocumentosmisteriosos que han llegado a la secretaría, sobre una conversación secretaentreelministroyelinspector,etc.Siseexceptúanesosdetalles,enconjuntocasisiempretienerazón.Susdescripcionesdelospersonajessonoriginales,perotambiéncerteras.Siuno tiene necesidad de saber en qué año alguien defendió su tesis, inició su actividaddocente,se jubilóomurió,no tienemásqueencomendarsea la formidablememoriadeesesoldado,quenosóloleindicaráelaño,elmesyeldía,sinoqueleinformarátambiéndelospormenoresqueacompañaronunauotracircunstancia.Sóloquienamasuactividadpuederecordartalescosas.

Eselguardiándelastradicionesdelauniversidad.Delosporterosqueloprecedieronha recibido en herencia muchas leyendas de la vida universitaria, y ha aumentado esetesoroconconocimientosquehaidoadquiriendoensusañosdeservicio;aquienquieraescucharle, le contará infinidad de historias largas y breves. Puede hablar de eruditosexcepcionalesquelosabíantodo,deestudiososincansablesquepasabansemanasenterassindormir,deinnumerablesmártiresyvíctimasdelaciencia;ensusrelatoselbientriunfasobre elmal, el fuerte prevalece siempre sobre el débil, el inteligente sobre el tonto, elhumildesobreelorgulloso,eljovensobreelviejo…Nodebecreerseunoalpiedelaletraesas leyendas y fábulas, pero si las cuela le quedará en el filtro lo necesario: nuestrashermosastradicionesylosnombresdeloshéroesgenuinos,reconocidosdetodos.

En nuestra sociedad el conocimiento del mundo de los sabios se reduce a algunasanécdotas sobre la sorprendente distracción de los profesores viejos y a dos o tresagudezasqueseatribuyentanprontoaGruberoaBabujin[3]comoamí.Paraunpúblicoeducado no esmucho. Si su amor por el saber, los eruditos y los estudiantes fuese tangrande como el de Nikolái, su literatura contaría con numerosas epopeyas, relatos ybiografíasdelosque,porelmomento,pordesgraciacarece.

Tras informarmede lasúltimasnovedades,Nikoláiadoptaunaexpresiónsevera,yacontinuación iniciamos una charla sobre asuntos profesionales. Si en ese momento unextraño escuchase con qué solturaNikolái aplica la terminología, podría incluso pensarquesetratadeunsabiodisfrazadodesoldado.Apropósito,losrumoressobrelaerudiciónde losbedelesuniversitariossonmuyexagerados.CiertoqueNikoláiconocemásdeuncentenardevoceslatinas,sabearmarunesqueleto,haceavecesunpreparadoodiviertealos estudiantes con una larga cita erudita, pero, por ejemplo, la sencilla teoría de lacirculacióndelasangreleresultatanincomprensiblecomohaceveinteaños.

A la mesa del despacho, inclinado sobre un libro o un preparado, está sentado midisector Piotr Ignátevich, hombre laborioso y modesto, pero falto de talento, de unostreinta y cinco años de edad, ya calvo y con un estómago prominente. Trabaja de lamañanaalanoche,leemuchísimo,recuerdacondetallesuslecturas—enesesentidovale

supesoenoro—;entodolodemásesunabestiadecargao,dichoenotraspalabras,uncretinoinstruido.Estossonlosrasgoscaracterísticosquedistinguenunabestiadecargadeunhombredetalento:susmirassonestrechasyselimitanespecíficamentealámbitodesuespecialidad;másalládeesecampoesingenuocomounniño.Recuerdoqueunavezentréeneldespachoyledije:

—¡Quédesgracia!¡MehandichoqueSkobélev[4]hamuerto!

Nikoláisesantiguó,mientrasPiotrIgnátevichsevolvíahaciamíymepreguntaba:

—¿QuiéneseseSkobélev?

Otravez,unpocoantes,leanunciéquehabíafallecidoelprofesorPerov[5].YelbuenodePiotrIgnátevichpreguntó:

—¿Ydequédabaclases?

Se diría que, aunque la mismísima Patti[6] le cantase al oído, u hordas de chinosinvadiesenRusiaoseprodujeraunterremoto,nomoveríaunmúsculoyseguiríamirandotranquilamente por su microscopio, cerrando un ojo. En definitiva, que Hécuba no leimportanada.Daríacualquiercosaporveraesetarugoacostadoconsumujer.

Otrorasgo:unafefanáticaenlainfalibilidaddelaciencia,enespecialentodoloqueescribenlosalemanes.Confíaensímismo,ensuspreparados;sabecuáleselobjetivodela vida y desconoce por entero las dudas y desilusiones a que tantas canas deben loshombres de talento. Hace gala de una reverencia servil por las voces autorizadas y nosiente la menor necesidad de pensar por sí mismo. Resulta difícil hacerle cambiar deopiniónyesimposiblediscutirconél.Cómovaunoadiscutirconunapersonaqueestáfirmemente convencida de que lamedicina es lamejor de las ciencias, losmédicos loshombresmejoresylasmejorestradicioneslasdelaprofesiónmédica.Deldudosopasadodelamedicinasólohapervividounatradición:lacorbatablancaquellevanactualmentealgunosmédicos.Paraunestudiosoy,engeneral,paracualquierhombre instruido, sólopuedenexistirtradicionescomunesatodalauniversidad,noprivativasdelamedicina,elderecho, etc., pero a Piotr Ignátevich se le hace difícil suscribir esa opinión y estádispuestoadiscutirconunohastaeldíadeljuicio.

Me imagino con claridad su futuro. A lo largo de toda su vida hará centenares depreparadosdeunapurezaextraordinaria,escribirámuchoscompendiossecosyprecisosamás no poder, firmará una docena de concienzudas traducciones, pero no inventará lapólvora.Paraellosenecesitafantasía,inventiva,eldondelaintuición,yPiotrIgnátevichcarecedetodasesascosas.Resumiendo,noeselamodelaciencia,sinoelcriado.

Piotr Ignátevich, Nikolái y yo hablamos en voz baja. Sentimos cierto malestar. Unestadodeánimoparticularseapoderadeunocuandodetrásdelapuertaelauditoriorugecomo el mar. En treinta años no he logrado acostumbrarme a ese sentimiento y loexperimento cadamañana.Me abotono nervioso la levita, le formulo a Nikolái alguna

pregunta superflua,me enfado…Podría pensarse que tengomiedo, pero no se trata decobardía,sinodeotracosaquenosoycapazdedefinirnidescribir.

Sinningunanecesidadmiroelrelojydigo:

—Bueno,eshoradeentrar.

Y nos encaminamos al aula en el siguiente orden: delante marcha Nikolái con lospreparadosoconlosatlas,acontinuaciónvoyyoydetrásdemí,lacabezahumildementeinclinada,avanzalabestiadecarga;o,cuandoesmenester,llevanprimerouncadáverenunacamilla,seguidodeNikoláiydenosotrosdos.Alhacermiaparición,losestudiantesse levantan, luegovuelvenasentarse,yel rumordelmarenmudecedepronto.Reina lacalma.

Sédequévoyahablar,perodesconozcocómo loharé,pordóndevoyaempezarydóndeterminaré.Nohayniunasolafrasepreparadaenmicabeza.Peromebastaecharunvistazo al aula (enmi caso un anfiteatro) y pronunciar la estereotipada fórmula «en laúltimaclasenosdetuvimosen…»paraquebrotedemibocaunalargasucesióndefrases,yentoncesyanohayquienmepare.Habloconincontenibleceleridadypasión,ysemefiguraquenohay fuerza capazdedetener el flujodemidiscurso.Para dictar bienunalección,esdecir,demaneraquenosehagaaburridayresultedeutilidadparalosoyentes,se requiere no sólo talento, sino también habilidad y experiencia, así como una ideaclarísimadelaspropiasfuerzas,delaclasedepersonasalasquesedirigeunoydeltemadeladisertación.Además,debeunoponerloscincosentidos,estarmuyatentoynoperderniporuninstanteelcampovisual.

Un buen director de orquesta, al transmitir el pensamiento del compositor, ejecutaveinteactosalavez:leelapartitura,muevelabatuta,vigilaalcantante,haceunaseñaltanpronto al tambor como a la trompa, etc. Lomismo hago yo cuando dicto una lección.Tengoantemícientocincuentarostrosytrescientosojosquememirandirectamentealacara.Miobjetivoesvenceraesahidrademilcabezas.Sia lo largodemi intervenciónlogroconservarentodomomentounaideaclaradesugradodeatenciónydesucapacidaddecomprensión,estáenmipoder.Miotrocontrincanteestádentrodemí.Es la infinitavariedaddeformas,fenómenosyleyes,asícomolamultituddepensamientospropiosyajenosquedeterminan.Acadainstantedebosercapazdeextraerlomásimportanteyútildeeseinmensomaterialy,alamismavelocidadqueelflujodemispalabras,darformaamiideaafindequeresultecomprensiblealahidraysuscitesuatención,paraloqueesnecesarioponermuchocuidadoennoexponerlasideastalcomomevienenalacabeza,sinosiguiendociertoorden,indispensableparaunacorrectacomposicióndelcuadroquepretendorepresentar.Tambiénprocuroqueeldiscursomantengauntonoliterario,quelasdefiniciones sean breves y precisas y las frases tan sencillas y armoniosas como seaposible.Acadainstantedebofrenarmeytenerpresentequesólodispongodeunahoraycuarenta minutos. En suma, una tarea nada fácil. Hay que ser a un tiempo científico,pedagogoyorador,ylascosassetorceránsieloradorprevalecesobreelpedagogoyel

científicooviceversa.

Alcabodeuncuartodehora,demediahora,adviertesquelosestudiantesempiezanamirar al techo o a Piotr Ignátevich; uno saca un pañuelo, otro se acomoda mejor, unterceropiensaalgoparasusadentrosysonríe…Esosignificaquelaatenciónhadecaído.Hay que tomarmedidas. Aprovechando la primera ocasión que seme brinda, hago unjuegodepalabras.Lascientocincuentacarassedistiendenenunaampliasonrisa,losojosbrillan alegres, se oye por unos segundos el rumor del mar… Yo también sonrío. Herecuperadosuatenciónypuedocontinuar.

Ningúndeporte,ningunadiversiónojuegomehanprocuradonuncatantoplacercomodarclase.Sóloenesaactividadheconseguidoabandonarmeporenteroa lapasiónyhecomprendido que la inspiración no es una invención de los poetas, sino que realmenteexiste.YcreoqueHércules,despuésdelamáspicantedesusempresas,nosentíaladulcelanguidezqueheexperimentadoyoalaconclusióndecadalección.

Pero eso era antes. Ahora impartir clase se ha convertido en un tormento. No hatranscurridomediahorayempiezoyaasentirunadebilidadinvencibleenlaspiernasyenlos hombros; me siento en el sillón, pero no estoy acostumbrado a hablar en públicosentado,asíquealcabodeunminutomelevanto,sigounpocodepieyacontinuaciónmesientodenuevo.Semesecalaboca,semeenronquecelavoz,lacabezamedavueltas…Paraocultarmiestadoalosoyentes,beboaguaacadamomento,toso,mesuenoamenudolanariz comosi estuviera acatarrado,hago juegosdepalabras sinvenir a cuentoy,porúltimo,anuncioelrecesoantesdelodebido.Peroloprincipalesquemeavergüenzo.

Miconcienciaymirazónmedicenquelomejorquepodríahacerahoraseríaimpartirantelosalumnosunaclasededespedida,decirlesmiúltimapalabra,bendecirlosycedermi lugar a un hombre más joven y más fuerte. Pero que Dios me perdone, me faltavalentíaparaobrardeacuerdoconmiconciencia.

Pordesgracianosoyfilósofoniteólogo.Séperfectamentequenomequedanmásqueseismeses de vida. Se diría que, dadami situación, debería ocuparme ante todo de lastinieblasdeultratumbaydelasvisionesquevisitaránmisepulcro.Pero,poralgunarazón,mialmanoquiereabordaresascuestiones,aunquemirazónreconocetodasuimportancia.Lo mismo que hace veinte o treinta años, lo único que me interesa, ahora que meencuentroaunpasodelatumba,eslaciencia.Cuandollegueelmomentodeexhalarelúltimo suspiro, seguiré albergando el convencimiento de que la ciencia es lo másimportante,lomáshermosoynecesarioenlavidadeloshombres,quesiemprehasidoysiempre será la manifestación suprema del amor y que sólo gracias a ella el hombretriunfará sobre la naturaleza y sobre sí mismo. Acaso esa fe sea ingenua y carezca defundamento,peronopuedoevitarpensarasíynodeotramanera;encualquiercaso,mesientoincapazderenunciaraesafe.

Pero no es esa la cuestión. Sólo pido que se tenga un poco de indulgencia conmi

debilidadyseentiendaqueapartardelacátedraydelosestudiantesaunhombreaquieninteresamás el tuétanode loshuesosque el objetivo final de la creación, equivaldría ameterloenelataúdantesdemuerto.

Algo extrañome está sucediendo a resultas demi insomnio y de mi intensa luchacontralacrecientedebilidad.Enmediodemisleccionesdeprontosemehaceunnudoenla garganta, empiezan a picarme los ojos y de mí se apodera un deseo apasionado ehistéricodetenderlasmanoshaciadelanteylamentarmeenvozalta.Meentranganasdegritarcontodasmisfuerzasqueyo,hombrefamoso,hesidocondenadoamuerteporeldestino,quealcabodeunosseismesesotroprofesorenseñarádesdeestatarima.Querríagritar que he sido envenenado: nuevos pensamientos, que hasta ahora desconocía, hanenvenenadolosúltimosdíasdemividaysiguenpunzándomeelcerebrocomomosquitos.Enesosmomentosmisituaciónsemeantojatanespantosaquemegustaríaquetodosmisoyentes,horrorizados,sepusieranenpiedeunsaltoy,presasdelpánico,conungritodeangustia,seabalanzasensobrelasalida.

Noresultafácilsuperartalesinstantes.

II

Despuésdelaclase,mequedotrabajandoencasa.Leorevistas,tesisdoctoralesopreparolasiguientelección;avecesescriboalgo.Trabajoaratos,porquemeveoenlaobligaciónderecibirvisitas.

Suenael timbre.Esuncolegaquevieneahablardealgúnasuntoprofesional.Entraconsombreroybastón,metiendeunoyotro,ydice:

—¡Nomequedarémásdeunminuto!¡Unminuto!¡Siéntese,collega!¡Nadamásquedospalabras!

Ante todo tratamos de demostrarnos mutuamente que ambos somosextraordinariamentecortesesyestamosmuycontentosdevernos.Lepidoqueseacomodeenel sillón,yél insisteenquemesienteyoprimero;duranteesamaniobra,nosdamosunaspalmaditasenlaespaldaonostocamoslosbotonesdelalevita,yparececomosinosestuviéramos examinando y temiéramos quemarnos. Nos reímos los dos, aunque nodecimos nada divertido. Una vez sentados, inclinamos la cabeza hacia delante yempezamos a hablar en voz baja. Por muy cordiales que sean nuestras actitudes, nopodemos dejar de adornar nuestro discurso con zalamerías del tipo: «Como ha tenidoustedabienobservar»,o«Comoyahetenidoelhonordedecirle»,nipodemospormenosdereírcuandounodelosdoshaceunabroma,aunquenotenganingunagracia.Unavezcomentadoelasuntoqueletraía,micolegaselevantadegolpey,agitandoelsombreroendirecciónamispapeles,empiezaadespedirse.Denuevonosdamospalmadasyreímos.Loacompañoal recibidory lo ayudoaponerse el abrigo, aunque él tratapor todos losmediosdedeclinartalhonor.Luego,cuandoYegorabrelapuerta,micolegaaseguraqueacabaréresfriándomeyyohagocomosimedispusieraaseguirloalacalle.Cuandopor

finvuelvoamidespacho,mirostrosiguesonriendo,probablementeporinercia.

Pocodespuésvuelveasonareltimbre.Alguienentraenelrecibidor,pasaunbuenratodespojándosedelabrigo,tose.Yegormeanunciaquehallegadounestudiante.Yoledigoque lo haga pasar. Al cabo de un instante aparece en el umbral un joven de aspectoagradable. Hace ya un año que nuestras relaciones son bastante tirantes: responde demaneradesastrosaenlosexámenesyyosóloledoy«unos».Cadaañocateoomecargo,para decirlo en lenguaje estudiantil, a unos siete jovencitos como ese.Aquellos que nosuperanelexamenporincapacidadoenfermedadsuelenllevarsucruzconpacienciaynomereclaman.Sólosequejanyvienenavermeamicasalosindividuosdetemperamentosanguíneo,naturalezasgenerosasaquieneselsuspensoenelexamenlesquitaelapetitoyles impide acudir con asiduidad a la ópera. Con los primeros soy indulgente; a lossegundoslosacribilloapreguntasenlosexámenes.

—Siéntese—ledigoalvisitante—.¿Quédesea?

—Perdonequelemoleste,profesor…—empieza,balbuceandoyevitandomirarmealacara—.Nomehabríaatrevidoamolestarlodenohabersidopor…Yameheexaminadocon usted cinco veces y…he suspendido.Le ruego que tenga la bondad de aprobarmeporque…

Elargumentoquetodoslosholgazanesesgrimenensudefensasiempreeselmismo:hansacadonotasestupendasenlasdemásasignaturasysóloloshansuspendidoenlamía,algo tantomássorprendentecuantoquesiemprehanestudiadomimateriacon lamayoraplicaciónyselasabenaldedillo;sususpensosedebeaunincomprensiblemalentendido.

—Perdóneme,amigomío—ledigoalvisitante—,peronopuedodarleunaprobado.Repaselasleccionesyvuelvaaexaminarse.Yaveremosentonces.

Se produce una pausa. Me entran ganas de atormentar un poco al estudiante poranteponerlacervezaylaóperaalaciencia,yledigoconunsuspiro:

—En mi opinión, lo mejor que puede usted hacer es abandonar la Facultad deMedicina.Siconsucapacidadnoconsiguesuperarelexamen,esevidentequenotienenieldeseonilavocacióndeconvertirseenmédico.

Elestudiantesanguíneoponeunacaralarga.

—Perdone,profesor—diceconuna sonrisamaliciosa—,pero esa actitud seríamuyextrañapormiparte.Mepasocincoañosestudiandoydepronto…¡lodejo!

—Sí, claro, pero es preferible perder cinco años que ocuparse toda la vida de unaactividadqueaunonolegusta—perodeprontomedapenaymeapresuroaañadir—:encualquier caso, haga lo que le parezca. Repase un poco las lecciones y vuelva apresentarse.

—¿Cuándo?—preguntaelholgazánconindiferencia.

—Cuandoquiera.Mañana,porejemplo.

Yensusbondadososojosleo:«Venir,puedovenir,perovasasuspendermeotravez,bastardo».

—Naturalmente—digoyo—,susconocimientosnovanaaumentarporelhechodeexaminarse otras quince veces, pero eso fortalecerá su carácter. Y debemos darnos porsatisfechos.

Se produce un silencio. Yo me levanto y espero a que se vaya, pero él sigue allíplantado,mirandoporlaventana,atusándoselabarbaypensando.Empiezoaaburrirme.

Lavozdel jovensanguíneoesagradable, sonora; susojos, inteligentes,burlones; surostro,bondadoso,untantoajadoporelconsumofrecuentedecervezaylaslargashoraspasadasenel sofá.Esevidentequepodríacontarmemuchascosas interesantes sobre laópera,sobresusaventurasamorosasoloscompañerosconlosquesellevabienpero,pordesgracia, no es costumbre hablar de esas cuestiones. En cualquier caso, lo habríaescuchadodebuenagana.

—¡Profesor!Ledoymipalabradehonordeque,simeapruebausted,yo…

Encuantosaleacolaciónla«palabradehonor»,sacudolasmanoscondesagradoymesiento ami escritorio.El estudiante se queda pensativo unos instantes y a continuacióndice,cariacontecido:

—Enesecaso,adiós…Perdonequelohayamolestado.

—Adiós,amigomío.Quelevayabien.

Pasa indeciso al recibidor, se pone el abrigo lentamente y sale a la calle, dondeprobablementepasaunbuenratopensandoenelasunto,pero,comonoseleocurrenadamejor que llamarme «viejo diablo», se dirige a un restaurante demalamuerte a bebercerveza y comer algo, y luego se va a su casa a dormir. ¡Descansa en paz, honradotrabajador!

Tercercampanillazo.Entraunjovenmédicoconuntrajenegrocompletamentenuevo,lentes conmontura de oro y, por supuesto, corbata blanca. Se presenta.Le pido que sesiente y le pregunto qué desea. No sin inquietud, el joven sacerdote de la ciencia mecomenta que ese mismo año ha superado el examen de doctorado y ya sólo le quedaescribirlatesis.Legustaríatrabajarconmigo,bajomiguía,ymeestaríamuyagradecidosilesugirierauntemaparasutesis.

—Me alegro mucho de serle útil, colega—le digo—, pero veamos primero si nosponemos de acuerdo en lo que es una tesis. Por esa palabra suele entenderse unacomposición que nace como resultado de un estudio independiente. ¿No es así?A unacomposiciónescritasobreuntemasugeridoporotrapersona,bajocuyaguíaseredacta,seledebedarotronombre—elcandidatoadoctorguardasilencio.Yomepongofuriosoy

melevantodemiasiento—.¡Noentiendoparaquévienenavermetodosustedes!—gritoenfadado—.¿Acasoesestounatienda?¡Yonocomercioconargumentos!¡Porenésimavezlesruegoatodosquemedejenenpaz!¡Perdonemifaltadedelicadeza,peroesqueyametienenharto!

Elcandidatoadoctorsiguecallado;unligeroruborlehacubiertolospómulos.Sucaraexpresaunprofundorespetopormicelebridadymisconocimientos,peroleoensumiradaquedespreciamivoz,milamentablefigura,minerviosagesticulación.Eseataquedeiramehahechoaparecerantesusojoscomounenergúmeno.

—¡Estono es una tienda!—digo enfadado—. ¡No consigo entenderlo! ¿Por quénoquierenustedesserindependientes?¿Porquélesrepugnadeesemodolalibertad?

Digomuchas cosas, mientras él guarda silencio. Al final, voy calmándome poco apocoy,naturalmente,medoyporvencido.Elcandidatoadoctorrecibirádemíuntemaque no vale un céntimo, escribirá bajo mi supervisión una tesis que nadie necesita, ladefenderácondignidadenunadiscusiónanodinayobtendráuntítuloacadémicoquenoleservirádenada.

La campanilla puede estar sonando una y otra vez, pero en esta descripción melimitarésóloacuatrollamadas.Suenaelcuartotimbrazoyoigounospasosconocidos,elsusurrodeunvestido,unavoztanquerida…

Hacedieciochoañosmurióuncolegaoculistadejandounahijadesieteaños,Katia,yunossesentamil rublos.Enel testamentomenombraba tutor.Hasta losdiezañosKatiavivió en nuestra casa, luego ingresó en un internado y sólo pasaba con nosotros lasvacacionesdeverano.Yonoteníatiempoparaocuparmedesueducación,sólolaveíadevezencuandoy,portanto,nopuedocontargrancosadesuinfancia.

El primer recuerdo que me viene a la cabeza y que más me gusta evocar es laextraordinariaconfianzaconqueentróenmicasaysesometíaalexamendelosmédicos,unaconfianzaqueresplandecíaensucara.Avecessesentabaenunrincón,conlamejillavendada, ymiraba con atención alguna cosa; yame viera amí escribiendo u hojeandolibros,oamimujertrajinandoenlacasa,oalacocinerapelandopatatasenlacocina,oalperrojugando,susojossiempreexpresabanlamismaidea,asaber:«Todoloquesucedeenestemundoeshermosoyrazonable».Eradenaturalcuriosoylegustabamuchohablarconmigo.A veces se sentaba a lamesa, enfrente demí, seguíamismovimientos ymehacía preguntas.Le interesaba saber qué leía, qué hacía en la universidad, simedabanmiedoloscadáveres,enquégastabamisueldo.

—¿Sepeleanlosestudiantesenlauniversidad?—mepreguntaba.

—Sí,hijita.

—¿Ylosobligaustedaponersederodillas?

—Asíes.

Lehacíagraciaquelosestudiantessepeleasenyqueyolospusiesederodillas,ysereía. Era una niña obediente, paciente y buena. No pocas veces contemplé cómo lequitaban alguna cosao la castigaban sinmotivoono satisfacían su curiosidad; en talesocasiones,laconstanteexpresióndeconfianzadesurostroseteñíademelancolía,esoeratodo.Yonomedecidíaasalirensudefensa,pero,cuandoveíasutristeza,sentíadeseosdeatraerlayconsolarlaconeltonodeunaviejaniñera:«¡Mipobrehuerfanita!».

Recuerdotambiénquelegustabairbienvestidayponerseperfume.Enesesentido,separecíaamí.Amítambiénmegustanlaropadecalidadylosbuenosperfumes.

Lamentonohabertenidotiemponiganasdeobservarelorigenyeldesarrollodeunapasión que se apoderó por completo de Katia a la edad de catorce o quince años.Merefieroa sudesmesuradoamorporel teatro.Cuandodejabael internadoparapasarconnosotroslasvacaciones,denadahablabacontantoplaceryentusiasmocomodelasobrasdramáticasydelosactores.Suscontinuoscomentariossobreel teatronosfatigaban.Mimujerymishijosnolaescuchaban.Yoeraelúnicoquenoteníaelvalordenegarlemiatención.Cuandosentíalanecesidaddecompartirsuspropiosentusiasmos,entrabaenmidespachoymedecíaconvozsuplicante:

—¡NikoláiStepánich,permítamequelehabledelteatro!

Yolemostrabaelrelojyledecía:

—Teconcedomediahora.Adelante.

Mástardeempezóallevaracasadocenasderetratosdeactricesydeactores,alosqueadoraba; luego se aventuró a participar en varios espectáculos de aficionados y, porúltimo,cuandoconcluyólosestudios,meanuncióquehabíanacidoparaseractriz.

Nuncacompartísudevociónporelteatro.Enmiopinión,siunaobraesbuena,noesnecesarioquelosactoresseesmerenparaqueproduzcaelefectodeseado:bastaconqueselimitenaleerla.Y,siesmala,ningunaactuaciónlasalvará.

Enmi juventud ibaamenudoal teatro;ahorami familia reservaunpalcounpardevecesalañoymellevaparaque«meairee».Naturalmente,esonomedaderechoaemitirunavaloraciónsobreel teatro,peromegustaríadedicarleunaspalabras.Ami juicio, elteatronoesmejorahoraquehacetreintaocuarentaaños.Lomismoqueantaño,sigosinencontrarunvasodeaguanien lospasillosnienelambigú.Lomismoqueantaño, losacomodadores me cobran veinte kopeks de más por la pelliza, aunque no haya nadareprensibleenllevarropasdeabrigoeninvierno.Lomismoqueantaño,enlosentreactosseinterpretasinveniracuentounamúsicaqueañadeunaimpresiónnuevaynodeseadaalasuscitadaporlaobra.Lomismoqueantaño,enlosentreactosloshombressedirigenalambigúparatomarbebidasalcohólicas.Sinoseadviertenprogresosenesasmenudencias,es inútil queme ponga a buscarlos en cuestiones demayor enjundia.Cuando un actor,lleno de los pies a la cabeza de tradiciones y prejuicios teatrales, se pone a recitar unmonólogosencilloyhabitualdeltipo«Seronoser»deunmodonadasencillo,sino,vaya

ustedasaberporqué,convozsibilanteyestremecimientosentodoelcuerpo,ocuandotratadeconvencermeatodacostadequeChatski[7],queconversaamenudoconidiotasysehaenamoradodeunaestúpida,esunhombremuyingeniosoyqueLadesgraciadeserinteligentenoesunaobratediosa,veosobreelescenariolamismarutinaquemeaburríahace cuarenta años, cuando se me ofrecían los clásicos alaridos y golpes en el pecho.Siemprequevoyalteatrosalgomásconservadorquecuandoentré.

Esposibleconvenceralamuchedumbresentimentalycréduladequeelteatro,ensuforma actual, es una escuela. Pero quien de verdad conoce lo que significa la palabra«escuela»nomuerdeelanzuelo.Noséloquesucederádentrodecincuentaocienaños,pero en las condiciones actuales el teatro no es más que un entretenimiento. Unentretenimientodemasiadocostosoparaquepodamosseguirpermitiéndonoslo.Privaalanacióndemillaresdejóvenessanosydotadosque,denoconsagrarsealteatro,podríanserbuenos médicos, agricultores, profesores, oficiales; le roba al público las horasvespertinas,lasmejoresparaemprenderuntrabajointelectualoconversarconlosamigos.Por no decir nada del derroche de dinero ni del daño moral que sufre un espectadorcuando ve sobre el escenario un homicidio, un adulterio o una calumnia analizados deformaincorrecta.

Katiaeradeunaopiniónmuydistinta.Measegurabaqueelteatro,inclusoensuformaactual,estabaporencimadelasaulas,deloslibrosydetodolodemás.Elteatroeraunafuerza que reunía en sí todas las artes, y los actores eran misioneros. Ningún arte niningunacienciaestabanencondiciones,porsísolos,deproducirunefectotanintensoyseguroenelalmahumanacomolaescena;deahíqueunactormedianogozarademayorpopularidad en el país que el mejor científico o pintor. Ninguna actividad públicaproporcionabatantoplacerysatisfaccióncomoelarteescénico.

YunbuendíaKatiaentróenunacompañíaconlaquesemarchóaUfá,sinorecuerdomal, llevándose consigo mucho dinero, un montón de radiantes esperanzas y unaconcepciónaristocráticadelaactividadteatral.

Lasprimerascartas,escritasduranteelcamino,eransorprendentes.Cuando las leía,mequedabaverdaderamentemaravilladode que esas pequeñas hojas de papel pudierancontener tanta juventud, pureza de alma, sagrada ingenuidad y, a la vez, tantos juiciossutilesyatinados,dignosdeunaperspicazmentemasculina.Nose limitabaadescribir,sino que cantaba las alabanzas del Volga, la naturaleza, las ciudades que visitaba, loscompañeros, los éxitos y los fracasos; cada renglón exhalaba la credulidad que estabaacostumbradoaverensusemblante,aunquealmismotiempohabíaerroresgramaticalespordoquieryunaausenciacasitotaldesignosdepuntuación.

Antesdequepasaranseismeses,recibíunacartadelomáspoéticayentusiasta,queempezabaconestaspalabras:«Estoyenamorada».Ibaacompañadadelafotografíadeunjovenconelrostrorasurado,sombrerodealaanchayunamantadeviajesobreelhombro.Las cartas siguientes eran tan magníficas como la anterior, pero ya incluían signos de

puntuación, los errores gramaticales habían desaparecido y tenían un aire mucho másvaronil.Katiamehablabadelomaravillosoqueseríaconstruirungranteatroenalgunaciudad del Volga, en forma de sociedad anónima, que pudiera atraer a los ricoscomerciantes y a los propietarios de vapores; contarían con mucho dinero, lasrecaudacionesseríanenormes,losactoresparticiparíanenlacompañía…Puedequefueseunproyectomuybonito,peromeparecequetalesfantasíassólopuedenocurrírseleaunhombre.

En cualquier caso, durante un año y medio o dos todo fue bien: Katia estabaenamorada,creíaensuprofesiónyerafeliz;perodespuésempecéapercibirensuscartasclaros indicios de desánimo.El primer síntoma, y también elmás preocupante, fue quecomenzóaquejarsedesuscompañeros.Siunjovencientíficooliteratoiniciasuactividadquejándoseamargamentedesuscolegas,significaqueestáyacansadoynoescapazdecumplirconsu tarea.Katiameescribíaquesuscompañerosnoacudíana losensayosynuncasesabíansupapel;larepresentacióndeobrasabsurdasylamaneradecomportarseenelescenariodemostrabauna total faltaderespetoporelpúblico;para incrementar larecaudación, única cuestión que les interesaba, las actrices dramáticas se rebajaban acantartonadillas,mientraslosactorestrágicosentonabancoplasenlasquesemofabandelosmaridoscornudos,de lasmujeres infielesembarazadas,etcétera.Engeneral,parecíaincreíblequeaquelteatroprovincianoaúnnosehubiesearruinadoyhubieraconseguidoagarrarseaunhilotanlivianoypodrido.

En respuesta enviéaKatiaunacarta largay,debo reconocerlo,muyaburrida.Entreotras cosas le decía: «En alguna ocasión he charlado con viejos actores, hombresrespetabilísimos que me tenían simpatía. Esas conversaciones me han permitidocomprenderquesuactividadnoestabaguiadatantoporsuinteligenciaysulibertadcomoporlamodayelhumordelpúblico;losmejoresdeellos,alolargodesucarrera,tuvieronqueactuarentragedias,operetas,farsasparisinasycomediasdemagia,ysiempreteníanlaimpresióndequesutrayectoriaeracoherenteydequesuactividadresultabaútil.Asípues, como ves, no hay que buscar la causa del mal en los actores, sino en algo másprofundo,enelartemismoyenlaactituddelasociedadensuconjunto».Elúnicoefectodeesacarta fue irritaraKatia.Esta fuesu respuesta:«Ustedyyoestamoshablandodecosasdistintas.Yonomereferíaaesoshombresrespetabilísimosquelehanhonradoconsufavor,sinodeunapandilladebribonesquenotienennadaderespetables.Esunareatade salvajesquehan acabadoenun escenarioporqueno leshabrían admitido enningúnotro sitio y que tienen la desfachatez de llamarse artistas. No hay ninguno que tengatalento,peroabundanlosineptos,losborrachos,losintrigantesyloschismosos.Nologroexpresarlelaamarguraquesientoalvercómoelartealquetantoamohacaídoenmanosde personas a las que detesto.Qué pena que los hombresmejores sólo vean elmal delejos,noquieranaproximarsey,enlugardeintervenir,sedediquenaescribirenunestiloenfadosolugarescomunesyjuiciosmoralesquenadienecesita…».

Yacontinuaciónañadíamuchasotrascosas,todasdelmismotenor.

Al cabo de algún tiempo recibí esta carta: «Me han engañado de la manera másmiserable.Nopuedoseguirviviendo.Dispongademidinerocomoloestimeoportuno.Lehequeridosiemprecomoaunpadre,comoamiúnicoamigo.Perdóneme».

Porlovistotambiénélpertenecíaala«reatadesalvajes».Mástarde,apartirciertasalusiones,pudeadivinarquesehabíaproducidounintentodesuicidio.Alparecer,Katiahabía intentado envenenarse. Es de suponer que después de ese incidente estuvogravemente enferma, pues la siguiente carta la recibí ya desdeYalta, adonde, con todaprobabilidad,lahabíanmandadolosmédicos.EnsuúltimacartamepedíaqueleenviaramilrublosaYaltaloantesposibleyconcluíaconestaspalabras:«Perdonequeestacartasea tansombría.Ayerheenterradoamihijo».DespuésdepasarenCrimeacercadeunaño,regresóacasa.

Sehabíapasadoviajandocercadecuatroaños;alolargodetodoesetiempo,elpapelquerepresentéensuvida,deboreconocerlo,fuebastanteextrañoymuypocoenvidiable.Cuando primero me anunció que quería ser actriz y después me escribió en variasocasionesparahablarmedesuamor;cuandoperiódicamenteseapoderabadeellaeldeseodegastaryteníaqueenviarle,apeticiónsuya,tanprontomilcomodosmilrublos;cuandomeanuncióquehabíadecididoacabarconsuvidaymecomunicódespuéslamuertedesuhijo,mesentíasiempredesconcertado,ymiúnicaparticipaciónensudestinoselimitabaaprolongadasmeditacionesylargascartasaburridasquebienpodríahabermeahorrado.¡Y,sinembargo,eracomounpadreparaellaylaqueríacomoaunahija!

Ahora Katia vive a media versta de mi casa. Ha alquilado un piso de cincohabitacionesylohadispuestotododemanerabastanteconfortable,empleandoparaellosubuengusto.Sialguienquisieradescribirelmobiliario,elelementopreponderantedelcuadroseríalaindolencia.Mullidosdivanesycómodostaburetesparaelperezosocuerpo;alfombrasparalosperezosospies;coloresdesvaídos,apagadosomatesparalaperezosavista, y para la inteligencia perezosa paredes llenas de abanicos baratos y de cuadrosminúsculos, cuyaoriginalidadde ejecuciónprevalece sobre el contenido; unmontóndemesitas y de repisas abarrotadas de objetos completamente inútiles y desprovistos devalor; trapos informesen lugardecortinas…Todoeso, juntoconel temora loscoloresintensos, la simetría y el espacio, amén de la pereza mental, da fe también de unaperversión del gusto natural. Katia se pasa días enteros tumbada en el diván leyendolibros,principalmentenovelasyrelatos.Sólosaledecasaunavezaldía,despuésdelasdoce,paraveniraverme.

Mientras yo trabajo, Katia se sienta en un sofá, cerca de mí, guarda silencio y seenvuelve en el chal, como si tuviera frío. Será porque me cae bien o porque me heacostumbradoasusfrecuentesvisitasdesdequeeraniña,peroelcasoesquesupresencianomeimpideconcentrarme.Detantoentantolehagomaquinalmenteunapregunta,alaque responde con lamayor parquedad; o bien, para descansar unmomento,me vuelvohaciaellayobservocómocontempla,pensativa,unarevistamédicaoelperiódico.Yen

esosinstantesmedoycuentadequesurostronoexpresayaaquellacredulidaddeantaño.Ahora tieneunaire frío, indiferente,distraído,comolospasajerosquedebenesperaruntren durante largas horas. Sigue vistiendo con sencillez y elegancia, pero su atuendodenota cierto descuido. Su ropa y su peinadomuestran a las claras que ha pasado díasenteros tumbadaensofásymecedoras.Yhaperdido lacuriosidaddeantaño.Yanomehacepreguntas,comosilohubieraexperimentadotodoenlavidaynoesperaraescucharnadanuevo.

Pocoantesdelascuatroseoyemovimientoenlasalayenelrecibidor.Lizahavueltodelconservatorio,acompañadadeunasamigas.Selasoyetocarelpiano,ejercitarlavoz,reírse.EnelcomedorYegorponelamesa,entreeltintineodelosplatos.

—Adiós—diceKatia—.Hoynopasoavera losdemás.Dígalesquemedisculpen.Notengotiempo.Vengaaverme.

Cuandolaacompañoalvestíbulo,memiraseveradelacabezaa lospiesydiceconenfado:

—¡Sigueustedadelgazando!¿Porquénoconsultaaunmédico?VoyapasarporcasadeSerguéiFiódorovichylediréquevengaaecharleunvistazo.

—Noesnecesario,Katia.

—¡Nologroentenderasufamilia!¡Sediríaquelesdalomismo!

Seponeel abrigoconmovimientosbruscosy, alhacerlo,doso treshorquillas caeninevitablementedesucabellopeinadocondescuido.Esdemasiadoperezosaparapararseaarreglarseelcabello;además,notienetiempo.Acomodacontorpezalosrizossueltosbajoelsombreroyseva.

Cuandoentroenelcomedor,mimujermepregunta:

—¿EraKatialaqueestabacontigo?¿Porquénohapasadoavernos?Laverdadesqueresultaextraño…

—¡Mamá!—lediceLizaconairedereproche—.Sinoquierevernos,esasuntosuyo.Novamosaponernosderodillas.

—Comoquieras,peroesunafaltaderespeto.Sepasatreshoraseneldespachoynoseacuerdadenosotras.Encualquiercaso,quehagaloqueleparezca.

VariayLizaodianaKatia.Eseodiomeresultaincomprensible;esprobablequesólounamujerpuedaentenderlo.Apuestolacabezaaquedeloscientocincuentajóvenesqueacuden diariamente amis clases y del centenar de hombresmaduros con quienes tratocada semana no hay apenas uno capaz de entender el odio y la aversión al pasado deKatia,esdecir,alembarazoextramatrimonialyelalumbramientodeunhijoilegítimo,yalmismotiempo,nomevienealacabezaelnombredeunasolamujeromuchachaconocidaque no haya experimentado los mismos sentimientos, conscientemente o de forma

instintiva.Ynoporquelamujerseamásvirtuosaymáspuraqueelhombre:enrealidad,la virtud y la pureza no se distinguen mucho del vicio si no están exentas de unsentimiento maligno. Yo lo achaco simplemente al atraso de las mujeres. La amargacompasiónylamalaconcienciadelhombredenuestrosdíasante ladesgraciason,amimodo de ver, signos mucho más evidentes de cultura y altura moral que el odio y laaversión.LamujermodernasiguesiendotanplañiderayduradecorazóncomoenlaEdadMedia.Enmiopinión,tienentodalarazónquienesaconsejanalasmujereseducarsecomoloshombres.

Además,amimujernolegustaKatiaporotrasrazones:porquehasidoactriz,porsuingratitud,porsuorgullo,porsuexcentricidad,porlosnumerososdefectosqueunamujersiempresabeencontrarenotra.

Suelen comer con nosotros dos o tres amigas de mi hija y Aleksandr AdólfovichGnékker,admiradorypretendientedeLiza.Esunjovenrubio,detreintaañosalosumo,estaturamediana,muygordo,anchodeespaldas,conpatillaspelirrojasybigotilloteñido,que confiere a su rostro lisoy redondocierto airedemuñeco.Llevauna chaquetamuycorta, chalecode fantasía,pantalónagrandescuadros,muyanchosen la cinturaymuyestrechoseneltobillo,ybotinesamarillossintacón.Tieneojossaltones,comolosdeuncangrejo,ysucorbataseparecealacoladeunagamba;hastatengolaimpresióndequetodasufiguraexhalaciertoolorasopadepescado.Vieneavernosadiario,peroningúnmiembrodemifamiliaconocesuprocedencia,dóndehaestudiado,cómoseganalavida.Nocantanitocaningúninstrumento,perotieneciertarelaciónconlamúsicayelcanto,vende pianos no sé dónde, acude con asiduidad al conservatorio, trata a todas lascelebridades, da disposiciones en los conciertos, expone juicios musicales con granautoridady,segúnheobservado,losdemásledanlarazóndebuenagana.

Losricossiempretienenparásitosasualrededor;loscientíficosylosartistas,también.No creo que haya en elmundo ningún arte o ciencia que esté libre de la presencia de«cuerpos extraños» como ese señor Gnékker. No entiendo de música y tal vez meequivoqueconeseGnékker,alque,porlodemás,apenasconozco.Perolaautoridadyladignidad con que se sitúa junto al piano y escucha, cuando alguien toca o canta, meparecenbastantesospechosas.

Yapuedeserunoespejodecaballerosyconsejeroprivado,perosi tieneunahijaenedadcasaderanadapuedeimpedirquelavulgaridadqueconllevaelnoviazgo,lapeticiónde mano y la boda acabe entrando en su hogar e insinuándose en su ánimo. Yo, porejemplo,nopuedosoportar laexpresiónsolemnequeadoptael rostrodemimujercadavez que viene a visitarnos el señor Gnékker; tampoco puedo soportar las botellas delaffitte,oportoyjerez,quesóloseponensobrelamesaparaquepuedaverconsuspropiosojos que nadamos en la abundancia y en el lujo. No aguanto tampoco esa risitaentrecortada de Liza, aprendida en el conservatorio, ni sumanera de entornar los ojoscuandotenemosinvitadosvarones.Y,sobretodo,nologroentenderporquévienecadadía

amicasaycomeconmigounsercompletamenteajenoamiscostumbres,amiprofesión,amimododevida;un ser completamentedistintode laspersonasquemeagradan.Mimujerylacriadasusurranensecretoquees«unpretendiente»,perosigosinentenderlasrazonesdesupresencia;despiertaenmiánimoelmismodesconciertoquesiamimesasesentara un zulú. También encuentro extraño que a mi hija, a quien estoy habituado aconsiderarunaniña,puedangustarleesacorbata,esosojos,esasmejillasflácidas…

Antesalmorzarmeresultabagrato,oalmenosindiferente;ahorasólomecausatediooirritación.Desdequesemeconcedióeltítulode«excelencia»ysemenombródecanodela facultad, mi familia juzgó necesario, por alguna razón, cambiar totalmente nuestromenúynuestroshábitosalimentarios.Enlugardelosplatossencillosalosquemehabituéenmis tiemposdeestudianteymédico,mesirvenunaespeciedepuré,enelquenadangrumosblancos,yriñonesalmadeira.Elgradodegeneralylafamamehanprivadoparasiempredelasopadecol,delassabrosasempanadillas,delgansoconmanzanasydelapercacongachas.TambiénmehanprivadodelacriadaAgasha,unaviejecitadicharacherayocurrente,encuyo lugar sirveahora lamesaYegor,unmuchachoobtusoyarrogante,conunguanteblancoenlamanoderecha.Losintervalosentreplatoyplatosonbreves,pero parecen desmesuradamente largos, porque no hay nada con que rellenarlos. Handesaparecidolaanteriorjovialidad,lasconversacionesespontáneas,lasbromas,lasrisas,lasmuestrasdeafectorecíprocoyesaalegríaqueembargabaalosniños,amimujeryamí cuando nos reuníamos en el comedor. Para mí, hombre ocupado, el almuerzo meproporcionabalaoportunidaddedescansarycharlarunrato,yparamimujerymishijosconstituíaunafiesta,puedequebreve,perotambiénanimadayjovial,porquesabíanque,durantemedia hora,meolvidaba de la ciencia y de los estudiantes, y sólo pertenecía aellos.Hemosperdidolacapacidaddeembriagarnosconunasolacopa,Agashayanonosacompaña, no se sirve nunca perca con gachas y ya no se oye ese barullo con queacogíamoscualquierpequeño incidentede lacomida,como,porejemplo, laspeleasdelperroyelgatodebajode lamesao lavendadeKatiacayendode lamejillaalplatodesopa.

Unadescripcióndelascomidasactualesresultaríataninsípidacomosuingestión.Elrostro de mi mujer expresa solemnidad y afectada importancia, así como su habitualpreocupación.Mira con aprensión nuestros platos y comenta: «Veo que el asado no osgusta…Decid laverdad:¿osgustaono?».Yyodebo responder:«Nohaymotivoparaquetepreocupes,querida,elasadoestáriquísimo».Ellaentoncesreplica:«Siempresalesenmidefensa,NikoláiStepánich,ynuncadiceslaverdad.¿PorquéAleksandrAdólfovichhacomidotanpoco?»,yasídurantetodoelalmuerzo.Lizaprodigasusrisasentrecortadasynoparadeentornarlosojos.Lasobservoaambasysóloahora,duranteelalmuerzo,medoy cuenta de que la vida interior de una y otra ha escapado hace tiempo a miobservación. Tengo la sensación de que una vez viví en una casa con una familiaverdadera,mientrasahorasoyhuéspeddeunamujerajenaycontemploaunafalsaLiza.Sehaproducidoenambasuncambiobrusco,sinqueyohayareparadoenellargoproceso

que ha desembocado en esa transformación; no ha de sorprender, por tanto, que noentiendanada. ¿Por qué se ha producido ese cambio?No lo sé. Puedeque todo elmalconsistaenqueDiosnohaconcedidoamimujerymihijalasmismasfuerzasqueamí.Desdeniñoestoyacostumbradoalucharcontralasinfluenciasexternasymiespíritusehafortalecidobastante;catástrofesdelavidacomolacelebridad,elrangodegeneral,elpasodeunaexistenciadesahogadaaotraqueestáporencimadenuestrosmedios,eltratoconrepresentantesdelaaristocracia,etcétera,apenasmehanafectado,yheseguidosiendoelqueera;encambio,paramimujeryparamiLiza,seresdébileseimpresionables,todoesoseleshavenidoencimacomounagranavalanchadenievequelashaaplastado.

LasseñoritasyGnékkerhablandefugasycontrapuntos,decantantesypianistas,deBach y Brahms, mientras mi mujer, temiendo que se la tilde de ignorante en materiamusical, sonríe con benevolencia y balbucea: «Una maravilla… ¿Es posible? Qué medice…». Gnékker come con solemnidad, bromea con solemnidad y escucha con airecondescendientelasobservacionesdelasseñoritas.Devezencuandoleentranganasdedeciralgoenunfrancéshorribleyentonces,noséporqué,consideranecesariodirigirseamícomovôtreexcellence.

Peroyoestoydemalhumor.Por lovisto,estorboa todosyellosmeestorbanamí.Nunca había conocido de cerca el antagonismo de clase, pero ahora me atormenta unsentimientodeesetipo.MeesfuerzopordescubrirenGnékkersólorasgosnegativos,losencuentroenseguidaymedescorazonaqueelprometidodemihijaseaunhombrequenopertenece a mi círculo. Hay otra razón por la que su presencia ejerce sobre mí unainfluencianegativa.Porlogeneral,cuandomequedosoloomeencuentroencompañíadepersonasalasqueestimo,nopiensonuncaenmisméritos,y,sialgunavezmevienenalacabeza,semeantojantaninsignificantescomosihastaeldíadeayernohubieseiniciadomiactividadcientífica;encambio,enpresenciadeindividuoscomoGnékker,misméritosseme aparecen como unamontaña altísima, cuya cima desaparece entre las nubes y acuyopiepululan,apenasperceptibles,lostiposcomoél.

Despuésdelalmuerzopasoamidespachoymefumounapipa,laúnicadetodoeldía;esunvestigioquemehaquedadodeunmalhábitoqueteníaantaño,cuandonoparabadeecharhumode lamañanaa lanoche.Mientrasestoy fumando,mimujervieneavermeparacharlar conmigo.Lomismoquepor lamañana, séporadelantadodequévamosaocuparnos.

—Tengoquehablartedeunasuntoserio,NikoláiStepánich—empieza—.SetratadeLiza…¿Porquénoleprestasatención?

—¿Aquéterefieres?

—Hacescomosinotedierascuentadenadayesonoestábien.Nohayquetomarselas cosas a la ligera…Gnékker tiene ciertas intenciones respecto aLiza…¿A ti qué teparece?

—Nopuedoasegurarqueseaunamalapersonaporquenoloconozco,peroyatehedichomilvecesquenomegusta.

—Peronopuedes…nopuedes…—seponeenpieyempiezaapasearsemuyagitada—.Nopuedesadoptaresaactitudanteunpasotanserio—dice—.Cuandosetratadelafelicidaddeunahija,hayquedejaraunladolossentimientospersonales.SéqueGnékkerno te gusta…Muy bien…Si lo rechazamos ahora y lomandamos todo a paseo, ¿quégarantíastienesdequeLizanonoslovayaaecharencaratodalavida?Enlostiemposque corren no resulta fácil encontrar pretendientes y puede suceder que no se presenteotro…GnékkerquieremuchoaLizay,porlovisto,aellatambiénlegusta…Ciertoquenotieneunaposiciónestable,pero¿quélevamosahacer?SiDiosquiere,coneltiempoobtendráunpuestoenalgunaparte.Esricoydebuenafamilia.

—¿Ytúcómolosabes?

—Melohadichoél.SupadretieneunagrancasaenJárkovyunapropiedadenlosalrededores.Ensuma,NikoláiStepánich,esdetodopuntonecesarioquevayasaJárkov.

—¿Paraqué?

—Allí podrás informarte…Tienesprofesores conocidosque te ayudarán.Yomismairía,perosoyunamujer.Nopuedo…

—NopiensoiraJárkov—digoconairesombrío.

Mimujerseasustayasurostroasomaunaexpresióndeintensodolor.

—¡Por el amor de Dios, Nikolái Stepánovich!—me suplica, sollozando—. ¡Por elamordeDios,quítameestepesodeencima!¡Nosabesloqueestoypasando!

Medapenamirarla.

—Estábien,Varia—ledigoconvozafectuosa—.Siasíloquieres,iréaJárkovyharétodoloquemepidas.

Ella se llevaunpañueloa losojosy se retira a suhabitaciónpara llorar.Mequedosolo.

Poco despuésme traen una luz. Los sillones y la pantalla de la lámpara proyectansobrelasparedesyelsuelounassombrastantasvecescontempladasquesemehanvueltotediosas;alverlas, tengo la impresióndequeyaesdenocheydequeestánapuntodeiniciarselashorasmalditasdelinsomnio.Metumboenlacama,luegomelevantoyvoydeun ladoaotrode lahabitación;acontinuaciónme tumbodenuevo…Por locomún,despuésdelalmuerzo,alacaídadelatarde,miexcitaciónnerviosaalcanzasupuntomásalto.Mepongoallorarsinrazónalgunayescondolacabezadebajodelaalmohada.Enesos momentos tengo miedo de que entre alguien, como también de morirme deimproviso,ymeavergüenzodemislágrimas,altiempoqueseapoderademíunaangustiaintolerable.Adviertoqueyanopuedosoportarlavisióndelalámpara,nideloslibros,ni

de lassombrasenelsuelo; tampocoel rumordevocesqueme llegadesde lasala.Unafuerza invisiblee incomprensiblemearrastra sincontemplaciones fuerademicasa.Melevantodeunsalto,mepongoelabrigoatodaprisay,sinhacerruido,paraquemifamilianoseentere,salgoalacalle.¿Adóndeir?

Hacetiempoquetengopreparadaenmicabezalarespuestaaesapregunta:acasadeKatia.

III

Como de costumbre, está tumbada en la otomana o en el diván, leyendo un libro. Alverme,levantalacabezaconindolencia,sesientaymetiendelamano.

—Tepasaseldíaenterotumbada—ledigoalcabodeunrato,unavezrecuperadoelaliento—.Noessano.¿Porquénoteocupasdealgo?

—¿Eh?

—Digoquedeberíasocupartedealgo.

—¿Dequé?Unamujersólopuedeserunasimpletrabajadoraounaactriz.

Silencio.

—Podríascasarte—ledigomedioenbroma.

—Notengoconquién.Además,nohayningunarazónparaello.

—Nopuedesseguirviviendoasí.

—¿Sinmarido?¡Menudoproblema!Siquisiera,tendríatodosloshombresquesemeantojaran.

—Esonoestábien,Katia.

—¿Quéesloquenoestábien?

—Loqueacabasdedecir.

Viendomipesadumbreydeseandomitigar lamala impresiónquemehacausadosucomentario,Katiadice:

—Vamos.Aquí.Así.

Me lleva a una habitación pequeña, muy acogedora, y me dice, señalando unescritorio:

—Ahí tiene… Lo he dispuesto para usted. Puede trabajar aquí. Venga cada día ypóngaseatrabajar.Ensucasanohacenmásquemolestarle.¿Trabajaráaquí?¿Leparecebien?

Paranoapenarlaconunanegativa, le respondoquesíyañadoque lahabitaciónmegustamucho.Luegonos sentamosenesahabitacioncita tanagradableynosponemosa

charlar.

El calor, el ambiente acogedor y la presencia de una persona simpática ya nodespiertanenmíunsentimientodesatisfacción,comoantaño,sinounasganasinmensasdelamentarmeyrefunfuñar.Poralgúnmotivo,tengolaimpresióndeque,sigruñoymequejo,mesentirémásaliviado.

—¡Lascosasvanmal,querida!—empiezoconunsuspiro—.Muymal…

—¿Quépasa?

—Pues verás, querida. El derecho más elevado y más sagrado de los reyes es elderechodegracia.Yosiempremehesentidounrey,porquehehechounusoilimitadodeesederecho.Nuncahejuzgadoanadie,hesidosiemprecondescendiente,heperdonadodebuenaganaadiestroysiniestro.Cuandootrosprotestabanyseindignaban,yosólodabaconsejosyprocurabapersuadir.Alolargodetodamividaheprocuradoquemicompañíafuese soportable parami familia, los estudiantes, los compañeros, la servidumbre.Y séqueesaactitudconlagentehaejercidounainfluenciabeneficiosasobretodoslosquehanestado cerca de mí. Pero ya no soy un rey. Me está sucediendo algo que sólo puedeentenderse en un esclavo: día y noche revolotean por mi cabeza malos pensamientos,mientrasenmialmahananidadosentimientoshastaahoradesconocidos.Odio,desprecio,me indigno, me irrito, temo. Me he vuelto severo en demasía, exigente, irascible,descortés, suspicaz. Incluso lo que antes no eramás que un pretexto para hacer algunabromaoreírmedebuenagana,ahoradespiertaenmísentimientosangustiosos.Hastamilógicahacambiado:antesdespreciabasóloeldinero,ahora,ademásdeldinero,detestoalos ricos, como si fueran culpables de su situación; antes odiaba la violencia y laarbitrariedad, ahora detesto a la gente que hace uso de la violencia, como si sólo ellostuvieranlaculpa,ynotodosnosotros,incapacesdeeducarnosunosaotros.¿Quésignificatodoeso?Siesossentimientosypensamientosnuevossonfrutodeuncambiodeopinión,¿aquéobedeceesecambio?¿Acasoelmundosehavueltopeoryyomejor?¿Oesqueantes estaba ciego ymemostraba indiferente?Si ese cambio se debe a un decaimientogeneraldelasfuerzasfísicasymentales(estoyenfermoycadadíaquepasapierdopeso),mi situación es lamentable: significa quemis nuevas ideas son anormales, insanas, quedeboavergonzarmedeellasyconsiderarlasinsignificantes…

—La enfermedad no tiene nada que ver con eso—me interrumpeKatia—. Lo quepasaesquehaabiertousted losojos.Nadamás.Yhavistocosasen lasqueantes,poralgunarazón,noqueríareparar.Enmiopinión, loprimeroquedebehaceresromperdeunavezportodasconsufamiliaymarcharse.

—Nodigasbobadas.

—Yano les quiere. ¿Aquéviene seguir fingiendo?Además, ¿cómopuede llamarsefamiliaaeso?¡Sontodosverdaderasnulidades!Simurieranhoy,mañananadierepararíaensuausencia.

Katia desprecia amimujer y ami hija con lamisma vehemencia con que ellas laodian. En los tiempos que corren se ha vuelto casi imposible hablar del derecho de lagenteadespreciarse.Noobstante,siaceptamoselpuntodevistadeKatiayreconocemosesederecho,nosdamoscuentadequetieneelmismoderechoadespreciaramimujeryaLizaqueellasaodiarla.

—¡Unas nulidades!—repite—. ¿Ha almorzado usted hoy? ¡Qué raro que se hayanacordadodellamarloalamesa!¡Mesorprendequesiganacordándosedesuexistencia!

—Katia—digoyoconseveridad—,hazelfavordecallarte.

—¿Creeustedquemegustahablardeellas?Loquedaríapornohaberlasconocido.Hágamecaso,amigomío:déjelotodoymárchese.Váyasealextranjero.Ycuantoantes,mejor.

—¡Quétontería!¿Ylauniversidad?

—Déjelatambién.¿Paraquélaquiere?Enrealidadnovaleparanada.Llevayatreintaañosdandoclases.¿Ydóndeestánsusalumnos?¿Cuántossehanconvertidoencientíficosfamosos? ¡Trate de contarlos! Y para multiplicar el número de esos médicos que seaprovechandelaignoranciayganancientosdemilesderublosnosenecesitatenertalentoniserunhombredebien.Sobrausted.

—¡Diosmío,quéduraeres!—digoespantado—.¿Cómopuedessertandura?Cállateomevoy.Noestoyencondicionesderesponderalasbarbaridadesquehasdicho.

Entralacriadaynosanunciaqueeltéestálisto.GraciasaDios,entornoalsamovarlaconversación cambia de tono.Después de haberme lamentado,me entran ganas de darriendasueltaaotrademisdebilidadesseniles: losrecuerdos.Lerefieroepisodiosdemipasadoy, congran sorpresapormiparte, le cuentodetallesqueno sospechaba siquierahaberconservadoen lamemoria.Ellameescuchaconmovida,orgullosa,conteniendo larespiración.Loquemásmegustaeshablarledemistiemposdeestudianteenelseminarioydemissueñosdeingresarenlauniversidad.

—Teníalacostumbredepasearporeljardíndelseminario…—comento—.Ybastabaqueelvientometrajesedeunatabernalejanaelsondeunacordeónydeunacanción,oque se oyera junto a la tapia el campanilleo de una troika, para que un sentimiento defelicidadllenaradeimprovisonosólomipecho,sinotambiénmiestómago,mispiernas,misbrazos…Escuchandoelacordeónoeltintineodelacampanillaapagándoseenelaire,meveíayamédicoynoparabadefigurarmeescenas,acualmáshermosa.Y,comopuedesver, mis sueños se han cumplido. He obtenido más premios de los que me atrevía aambicionar. Durante treinta años he sido un profesor respetado, he tenido excelentescompañeros,hedisfrutadodefamayhonores.Meenamoré,mecaséllevadodeunamorapasionado, tuve hijos. En suma, si echo la vista atrás, todami vida seme antoja unacomposiciónbella, ejecutada con talento.Ahora sólomequedano estropear el final.Yparaelloesnecesariomorircondignidad.Silamuerteesenverdadunpeligro,hayque

afrontarlacomoseesperadeunmaestro,deuncientífico,deunciudadanodeunEstadocristiano:convaloryelánimo tranquilo.Peroyoestoyestropeandoel final.Meahogo,corroentubusca,solicitoayudaytúmedices:ahógate,asíescomodebeser.

Deprontosuenaeltimbreenelrecibidor.Katiayyoreconocemoselmododellamarydecimos:

—DebedeserMijaílFiódorovich.

Yenefecto,alcabodeunminuto,entrauncolegamíodelauniversidad,elfilólogoMijaíl Fiódorovich, hombre alto, bien plantado, de unos cincuenta años, con espesoscabellos grises, cejas negras y mentón rasurado. Es un buen hombre y un compañeroexcelente.Provienedeuna familianoblede rancio abolengo,bastante afortunaday convarios hombres de talento entre sus filas, que han desempeñado un papel notable en lahistoriadenuestraliteraturaydenuestrainstrucción.Esinteligente,brillante,muyculto,peronocarecederarezas.Enciertosentido,todossomosextrañosyextravagantes,perosus excentricidades tienen cierto carácter excepcional y no resultan inocuas para susamistades. Entre estas últimas conozco a algunas que, cegadas por esas rarezas, sonincapacesdeverningunadesusnumerosascualidades.

Alentrar,sequitaconparsimonialosguantesydiceconsuaterciopeladavozdebajo:

—Buenas tardes. ¿Están tomando el té? Pues muy a propósito. Hace un frío deldemonio.

Luegosesientaalamesa,cogeunvasoy,sinmáspreámbulos,seponeahablar.Lomáscaracterísticodesudiscursoesesetonosiempreburlón,mezcladefilosofíaychanza,comoeldelossepulturerosshakespearianos.Siemprehabladeasuntosserios,peronuncalohaceenserio.Susjuiciossonsiempreinapelables,injuriosos,pero,graciasaesetonomesurado,ecuánime,burlón,suasperezayzafiedadnohierenlosoídos,yacabaunoporacostumbrarse.Cadatardetraecincooseisanécdotasrelativasalavidauniversitaria,conlasquesueleempezar,nadamássentarsealamesa.

—Ah,Señor—exclamaconunsuspiro,moviendomaliciosamente lascejas—.¡Quégentemásridículahayenestemundo!

—¿Porquélodice?—preguntaKatia.

—Hoymismo,alsalirdeclase,meencuentroenlaescaleraconeseviejoidiotadeN.N.Comodecostumbre,caminabaalargandosuhocicodecaballo,enbuscadealguienconquienquejarsedesujaqueca,desumujerydelosestudiantes,quenoquierenacudirasusclases.«Bueno—pienso—,mehavisto.Estoyperdido.Notengoescapatoria.»—yseguíaenelmismotono,oempezabaasí—:AyerestuveenlaconferenciapúblicadictadaporZ.Z. Me sorprende que nuestra alma máter, mejor no nombrarla de noche, se atreva amostrar enpúblico amentecatos y zoquetes de la talla de eseZ.Z. ¡Es un estúpidodeproporciones europeas! ¡En realidad, sería imposible encontrar otro como él en toda

Europaaunquese lobuscaracon lupa!Figúrense,hablacomosiestuvierachupandouncaramelo: siu, siu, siu… Se amedrenta, no entiende bien su propia escritura, suspensamientosavanzanatirones,alavelocidaddeunarchimandritaenbicicleta,y,sobretodo,nohaymaneradeentenderloquequieredecir.Unaburrimientotanespantosoquehasta lasmoscascaenenunaespeciedesopor.Unaburrimientosólocomparablealquereina en el Paraninfo durante la inauguración del año académico, cuando se lee eltradicional discurso, que el diablo se lo lleve—y a continuación se produce un bruscocambio de tono—: Hará cosa de unos tres años, seguro que Nikolái Stepánovich seacuerda,me tocó pronunciar ese discurso.Un calor sofocante, el uniformeme apretababajolasaxilas…¡Endefinitiva,unatortura!Leomediahora,unahora,horaymedia,doshoras… «Bueno —pienso—, gracias a Dios ya sólo quedan diez páginas». Al finalquedaban cuatro páginas que bien podían no leerse y que contaba con saltarme. «Esosignifica—pienso—quesóloquedanseis».Pero,figúrense,echounvistazoalauditorioyveosentadosenprimerafila,unoalladodelotro,aungeneralconunacintaenelpechoyalobispo.Lospobresestabanmuertosdeaburrimientoyabríanmucho losojosparanoquedarse dormidos, al tiempo que aparentaban prestar atención y fingían comprender ydisfrutar demi discurso. «Bueno—pienso—, ya que os gusta tanto, os lo suelto todo.¡Paraqueosfastidiéis!».Ymepusealeerlascuatropáginasdemarras.

Cuandohabla,sólosonríensusojosysuscejas,comosucedecontodaslaspersonassocarronas.Entalesmomentosensusojosnoseadvierterastroalgunodeodionimaldad,sinomuchoingenioyesapeculiarastuciazorrunapropiadeindividuosmuyobservadores.Enloquerespectaasusojos,hereparadoenotrapeculiaridad.CuandocogeelvasodemanosdeKatiaoescuchaalgunaobservaciónsuyaolasigueconlamiradaalsalirelladela habitación, para ocuparse de alguna tarea, percibo en su mirada un destello demansedumbre,súplica,pureza…

Lacriadaretiraelsamovarydejasobrelamesaungranpedazodequeso,frutasyunabotelladechampándeCrimea,unvinobastantemaloalqueKatiaseaficionódurantesuestanciaenaquellastierras.MijaílFiódorovichcogedeunestantedosmazosdecartasyse pone a hacer un solitario. Es de la opinión de que algunos solitarios exigenmuchaagilidad mental y concentración, pero, en cualquier caso, no se desentiende de laconversaciónmientrasdisponelascartas.Katiasigueconatenciónsusmovimientosyloayudamáscongestosqueconpalabras.Alolargodetodalaveladanobebemásquedoscopasdevino,yobebouncuartodevaso;delrestodelabotelladabuenacuentaMijaílFiódorovich,quepuedebebermuchosinemborracharsenunca.

Mientrashaceelsolitario,hablamosdediversosasuntos,sobretododeordensuperior,yelresultadoesqueloquesalepeorparadoesloquemásamamos,esdecir,laciencia.

—Laciencia,graciasaDios,sehaquedadoanticuada—comentaMijaílFiódorovich,alargando las palabras—. Ya ha dicho lo que tenía que decir. Así es, señores. Lahumanidadempiezayaasentirlanecesidaddesustituirlaporalgunaotracosa.Hacrecido

enunsuelodeprejuicios,sehanutridodeprejuiciosyhoydíaconstituyelaquintaesenciadelosprejuicios,comosusdecrépitasabuelas:laalquimia,lametafísicaylafilosofía.Enrealidad,¿quélehadadoaloshombres?Alfinyalapostre,entreloscultivadoseuropeosyloschinos,quenotienenciencianinguna,lasdiferenciassoninsignificantes,meramenteformales.Loschinosnosabennadadeciencia,pero¿quéesloquesehanperdido?

—Tampocolasmoscassabennadadeciencia—observoyo—,pero¿quésedesprendedeeso?

—Nohay razón para que se enfade,Nikolái Stepánovich. Son cosas que digo aquí,entrenosotros…Soymásprudentedeloqueustedsefigura;jamássemeocurriríadeciralgoasíenpúblico,¡Diosmelibre!Lagentedeapiesiguecreyendoquelasartesylascienciassonsuperioresalaagricultura,elcomercio,laartesanía.Nuestrasectasealimentadeeseprejuicioynoseremosnosotrosquieneslodestruyamos.¡Diosnoslibre!

Antesdeterminarelsolitario,tambiénlosjóvenesrecibenlosuyo.

—Lasociedadhadegenerado—suspiraMijaílFiódorovich—.De los idealesy esascosasmejornohablar.¡Sialmenosloshombresfuerancapacesdetrabajarypensarcomoesdebido!Vienemuyapropósitoesode:«Contemplocontristezaamigeneración»[8].

—Sí,unadegeneraciónhorrible—asienteKatia—.Díganme,¿hantenidoalmenosunalumnoexcepcionalenlosúltimoscincoodiezaños?

—Noséquédiránlosdemásprofesores,peroyonorecuerdoaninguno.

—A lo largo demi vida he vistomuchos estudiantes, jóvenes científicos ymuchosactores…¿Ysabenunacosa?Niunasolavezhetenidolafortunadeencontrarmenoyaconunhéroeounhombredetalento,sinonisiquieraconunapersonainteresante.Todoesgris,mediocre,pretencioso…

Todos esos comentarios sobre la degeneración me causan siempre la impresión dehaberoídoporcasualidadunaconversaciónenlaquesedenigraamihija.Meofendequelas acusaciones sean infundadas y se basen en lugares comunes y espantajos como ladegeneración,lafaltadeidealesolareferenciaaungloriosopasado.Cualquieracusación,aunque se pronuncie en presencia demujeres, debe formularse con lamayor precisiónposible:deotromododejadeserunaacusaciónyseconvierteensimplemaledicencia,indignadepersonasdecentes.

Soyunanciano, llevotrabajandotreintaaños,peronoadviertodegeneraciónni faltade idealesynomepareceque las cosas esténpeor ahoraque antes.Mibedel,Nikolái,cuyaexperiencia en el temaquenosocupano carecedevalor, diceque los estudiantesactualesnosonmejoresnipeoresquelosdeentonces.

Simepreguntasenquées loquenomegustademisalumnosactuales,nodaríaunarespuestainmediatayprolija,sinobastanteprecisa.Conozcosusdefectosy,portanto,nonecesitorecurriralaniebladeloslugarescomunes.Nomegustaquefumen,quetomen

bebidas alcohólicas, que tarden en casarse, que sean despreocupados y a menudo tanindiferentesquepermitenquehayaentreelloscompañeroshambrientosynopaganloquedeben a la sociedad de ayuda a los estudiantes. No conocen lenguas modernas y seexpresanmalenruso;ayermismouncolegamío,profesordehigiene,sequejabadequeseveíaobligadoaexplicarlascosasdosveces,yaquesusalumnosnosabencasinadadefísicaynotienenlamenorideademeteorología.Sesometendebuenaganaalainfluenciade cualquier escritor contemporáneo, incluso de los mediocres, pero se muestrantotalmente indiferentes a autores clásicos comoShakespeare,MarcoAurelio,EpictetooPascal,yesaincapacidadparadistinguirlograndedelopequeñomanifiestaantetodosudesconocimiento de la vida. Todas las cuestiones complejas de carácter más o menossocial (por ejemplo, la emigración) las resuelven con suscripciones, no por la vía de laexperimentaciónylainvestigacióncientífica,aunqueesemétodoestáasudisposiciónyesmásafínasuformación.Notienenningúnreparoenconvertirseenmédicosinternos,asistentes, personal de laboratorio, médicos externos, y están dispuestos a ocupar esospuestos hasta los cuarenta años, aunque la independencia, el sentido de la libertad y lainiciativaindividualnoesmenosnecesariaenlacienciaque,porejemplo,enelarteoelcomercio.Tengoalumnosyoyentes,peronoayudantesysucesores,yporesolosaprecioymeconmuevo,peronomesientoorgullosodeellos.Etcétera,etcétera…

Esa clasededefectos, pormuynumerososque sean, sólopueden suscitar un ánimopesimistaopendenciero enpersonaspusilánimesy tímidas.Todos ellos sonde caráctercasualypasajeroydependenporenterodelascondicionesdevida;bastanunosdiezañosparaquedesaparezcanodejensulugaraotrosdefectosnuevos,quesoninevitablesyque,asuvez,asustarána lospusilánimes.Lospecadosde losestudiantesavecesmeirritan,peroesa irritaciónnoesnadacomparadacon la alegríaqueexperimentodesdehaceyatreintaañoscuandoconversoconlosalumnos,lesdoyclase,observosusrelacionesyloscomparoconpersonasquenopertenecenasucírculo.

Mijaíl Fiódorovich critica, Katia escucha, y ninguno de los dos se da cuenta delprofundo abismoal que los va arrastrandopoco a pocounadiversión en apariencia taninocente como censurar a los demás. No advierten que una simple conversación vaadentrándosepaulatinamenteenelterrenodelaburlayelescarnioyqueambosempiezanarecurriramétodoscalumniosos.

—Hayalgunostiposridículos—diceMijaílFiódorovich—.AyervoyacasadeYegorPetróvichymeencuentroallíaunempollón,unodesusestudiantesdemedicina,detercercurso,meparece.Conunacara…deestilodobroliuboviano[9]yenlafrentelaimprontadelaprofundidaddepensamiento.Nospusimosahablar.«Asísonlascosas,jovencito—digo—.Heleídoqueunalemán(heolvidadosunombre)haobtenidounnuevoalcaloide,la idiotina, del cerebro humano». ¿Ypueden creérselo?Se lo creyó y hasta adoptó unaexpresiónderespeto,comosisedijera:«¡Buenossomoslosmédicos!».Ylescontaréotrocaso.Haceunosdíasvoyalteatro.Mesiento.Enlafiladedelantehaydospersonas:uno

era,porlovisto,unestudiantedederecho;elotro,desgreñado,demedicina.Esteúltimoestaba borracho comouna cubay no prestaba lamenor atención al escenario. Se habíaquedadomediodormidoydabacabezadas.Pero,encuantounactoriniciabaunmonólogoenvozaltaosimplementesubíaeltono,nuestrohombreseestremecía,ledabauncodazoasuvecinoypreguntaba:«¿Quédice?¿Algosublime?».«Sí»,respondíaelotro.«¡Bravo!—voceaba el estudiante de medicina—. ¡Sublime! ¡Bravo!». Como ven, ese zoqueteborrachonohabía ido al teatro enbuscade arte, sinode algo sublime.Necesitaba algosublime.

Katia le escucha y se ríe. Su risa tiene algo de extraño: las aspiraciones, rápidas yregulares,sealternanconlasespiraciones,comosiestuviesetocandoelacordeón,yensurostrosólosedistiendenlasaletasdelanariz.Yomedesanimoynoséquédecir.Pero,alcabodeunmomento,montoencóleray,fuerademiscasillas,mepongoenpieygrito:

—¡Callaosdeunavez!¿Quéhacéisahísentadoscomodossapos,envenenandoelaireconvuestroaliento?¡Yabasta!

Y,sinesperaraqueacabenconsusmurmuraciones,medispongoamarcharmeamicasa.Además,yavasiendohora:sonmásdelasdiez.

—Yo me quedaré un ratito más—dice Mijaíl Fiódorovich—. ¿Me da su permiso,YekaterinaVladímirovna?

—Desdeluego—respondeKatia.

—Bene.Enesecaso,ordenequenostraiganotrabotella.

Ambos me acompañan con una vela en la mano hasta el recibidor y, mientras mepongoelabrigo,MijaílFiódorovichdice:

—En los últimos tiempos ha envejecido y adelgazado usted mucho, NikoláiStepánovich.¿Quélepasa?¿Estáenfermo?

—Sí,unpoco.

—Ynosetrata…—observaKatiaconairesombrío.

—¿Yporquénosetrata?¿Cómoesposible?Diosayudaaquienseayuda,amigomío.Salude a los suyos y transmítales mis disculpas por llevar tanto tiempo sin visitarlos.Dentrodeunosdías, antesdepartirpara el extranjero, iré adespedirme. ¡Sin falta!Memarcholasemanaqueviene.

Salgo de casa de Katia irritado, asustado por los comentarios sobre mi salud ydescontentoconmigomismo.Mepreguntosienverdaddeberíahacermetratarporalgunodemiscolegas.Yenesemomentomeimaginoqueesecolega,despuésdeauscultarme,seacerca en silencio a la ventana, reflexiona unos instantes y a continuación, volviéndosehaciamíyprocurandoquenoadivinelaverdadensucara,mediceconindiferencia:«Demomento no veo nada de particular, pero de todos modos, colega, le aconsejaría que

dejaralasclases…».Yesomeprivarádemiúltimaesperanza.

¿Quiénnotieneesperanzas?Inclusoahoraqueheestablecidomipropiodiagnósticoypuesto en práctica mi propio tratamiento, a veces albergo la esperanza de que miignoranciameengañe,deequivocarmeconrespectoalaalbúminayelazúcarquedetectoenmiorganismo,ytambiénconrespectoalcorazónylosedemasquehedescubiertoyaunpardevecesporlamañana.Cuando,conelcelodeunhipocondríaco,releomanualesdeterapiaycambioadiariodemedicamentos,tengosiemprelaimpresióndequeacabaréencontrandoalgoquemealivie.Quémezquinoestodoeso.

Yacubraelfirmamentounacapadenubesobrillenlalunaylasestrellas,siemprequevuelvoacasaalzolavistaypiensoqueprontomellevarálamuerte.Sediríaqueentalesmomentos mis pensamientos deberían ser profundos como el cielo, brillantes,sorprendentes…¡Perono!Piensoenmímismo,enmimujer,enLiza,enGnékker,enlosestudiantes y, en general, en los hombres; los pensamientos que albergo son ruines ymezquinos,pretendoengañarmeamímismo;enesosinstantesmiconcepcióndelmundopodríaexpresarsecon laspalabrasqueel famosoArakchéiev[10]dejóescritasenunadesus cartas privadas: «Todo el bien delmundo no puede existir sin el mal, y el mal essiempremayorqueelbien».Esdecir,todoesrepugnante,nohayrazónparavivirymissesentaydosañosdeexistenciadebenconsiderarseuntiempoperdido.Esospensamientosmesorprendenytratodeconvencermedequesoncasuales,pasajeros,superficiales,peroactoseguidomedigo:«Siesoesasí,¿porquécadatardetedejasarrastrarporesosdossapos?».

YmejuronovolvernuncamásacasadeKatia,aunqueséquealdíasiguientevolveré.

Altirardelacampanillaenlapuertadeentradayluego,alsubirporlaescalera,sientoqueyanotengofamilianialbergoningúndeseoderecobrarla.Nocabedudadequeesosnuevos pensamientos arakcheievianos no son casuales ni pasajeros, sino que se hanapoderadodetodomiser.Conmalaconciencia,deprimido,indolente,moviendoaduraspenaslosbrazosylaspiernas,comosihubierancargadosobremisespaldasunfardodeunatonelada,mevoyalacamaynotardoenquedarmedormido.

Peroluegovieneelinsomnio.

IV

Conlallegadadelveranolavidacambia.

UnahermosamañanaLizaentraenmicuartoydiceentonodebroma:

—Vamos,suexcelencia.Yaestátodopreparado.

Miexcelenciaesconducidaalacalle,acomodadaenuncocheytrasladadafueradelaciudad. A lo largo del camino, como no tengo nadamejor que hacer, voy leyendo losletrerosdederechaaizquierda.Lapalabra«taberna»setransformaen«anrebat».Seríaunbuenapellidobaronil: labaronesaAnrebat.Despuéspasamosporelcementerio,queno

mecausaningunaimpresión,aunqueprontoacabaréallí.Luegoatravesamosunbosqueya continuación otro campo.No hay nada interesante.Al cabo de dos horas de viajemiexcelenciaentraenlaplantabajadeunadachayseinstalaenunahabitaciónpequeñaymuyalegre,empapeladadeazul.

Denoche,comodecostumbre,vuelveel insomnio,peropor lamañanayano tengoque oír a mi mujer y puedo quedarme en la cama. No duermo; es una especie deduermevela,desemiinconsciencia:séquenoestoydormido,perosueño.Amediodíamelevanto y me siento, por costumbre, a mi escritorio, pero, en lugar de trabajar, meentretengoconunoslibritosfrancesesdetapasamarillasquemeenvíaKatia.Desdeluego,sería más patriótico leer autores rusos, pero reconozco que no les profeso demasiadasimpatía. Exceptuando a dos o tres autores yamayores, toda la literatura actual nomeparece literatura, sino una especie de industria artesanal que sólo existe para que se lajalee, aunque la gente se resiste a usar sus productos. Ni siquiera las mejores de esascreaciones artesanales pueden calificarse de excelentes ni elogiarse con sinceridad sinponerlesalgúnreparo,ylomismocabedecirdetodaslasnovedadesliterariasqueheleídoenlosúltimosdiezoquinceaños:nohayningunaqueseamagnífica,quepuedaelogiarsesinunpero.Enunaseadvierteinteligenciaybuengusto,peronotalento;enotra,talentoybuengusto,peronointeligencia;enunatercera,porúltimo,talentoeinteligencia,peronobuengusto.

Novoyaafirmarqueloslibrosfrancesesmuestrentalento,inteligenciaybuengusto.Tampoco ellos me satisfacen. Pero no son tan aburridos como los rusos y no es raroencontrar en sus líneas el elemento fundamental del arte: el sentimiento de la libertadindividual,delquecarecenlosautoresrusos.Norecuerdounasolaobranuevaenlaqueelautor,desdelaprimerapágina,notratedeenredarseentodaclasedeconvencionalismosyde hacer concesiones a su propia conciencia. Uno tiene miedo de hablar del cuerpodesnudo,otrosehaatadodepiesymanosalanálisispsicológico,unterceronecesita«unaactitud afectuosa con el ser humano», un cuarto llena intencionadamente páginas ypáginascondescripcionesde lanaturalezaparaqueno leacusende tendencioso…Unoquiereaparecerensusobrascomorepresentantedelaclasemedia;otro,comoaristócrata,etcétera. Ideas preconcebidas, cautela, segundas intenciones, pero ninguna libertad nivalorparaescribircomoquerríany,enconsecuencia,ningunacreatividad.

Todoesoserefierealasllamadasbellasletras.

EnloquerespectaalosartículosseriosquesepublicanenRusia,porejemplo,sobresociología, arteydemás,no los leopor simple timidez.Por alguna razón,deniñoydejovenmedabanmiedolosporterosylosacomodadoresdelosteatros,yesetemornomeha abandonado. Todavía hoy me dan miedo. Dicen que sólo nos asusta lo que noentendemos.Yenverdadresultamuydifícilentenderlaaltivez,arroganciaymayestáticadescortesíadelosporterosyacomodadores.Alleerunartículoserio,seapoderademíesemismo temor indefinido. La extraordinaria pomposidad, el tono jocoso de general, la

familiaridadconquesemanejanlosnombresdeautoresextranjeros,lahabilidadparanodecirnadasinperdereseairededignidad:todoesomeresultaincomprensible,measustaymeparecetotalmentealejadodelamodestiayeltonotranquilodecaballeroalquemeheacostumbrado leyendo lasobrasdenuestrosmédicosynaturalistas.Encuentrodifícilleer no sólo los artículos, sino también las traducciones que haceno redactan los rusosserios. El tono presuntuoso y condescendiente de los prefacios, las notas excesivas deltraductor distraen mi atención, los signos de interrogación y los sic entre paréntesis,diseminadosgenerosamenteporel traductora lolargodetodoelartículoodel libromeparecenunatentadocontralapersonalidaddelautorycontramiindependenciadelector.

Enunaocasión semepidióque acudiera comoperito auna sesiónde laAudienciaProvincial.Duranteelreceso,unodemiscolegasmedijoqueprestaraatenciónalarudezacon que el fiscal trataba a los acusados, entre los que figuraban dos mujeres conformación.Creoquenoexageré lomásmínimocuandolerespondíamiamigoqueesecomportamientonoeramásgroseroqueelqueempleabanentresílosautoresdeartículosserios. En realidad, esas actitudes son tan toscas que uno sólo puede comentarlas conpesadumbre.Alreferirseasuscolegasoa losescritoresquecritican,hacengaladeunadeferenciaexagerada,conmenoscabodesupropiadignidad,obien,porelcontrario,deunamalevolenciamásacusadaquelaqueyoheempleadoconmifuturoyerno,Gnékker,enestasnotas.Acusacionesdeirresponsabilidad,desegundasintencionesyhastadetodaclasededelitosconstituyeneladornohabitualdelosartículosserios.Yesoesya,comolesgustadecirensusarticulillosalosjóvenesmédicos,laultimaratio.Esinevitablequetalesactitudestengansusrepercusionesenlamoraldelanuevageneracióndeescritores:poresonomesorprendelomásmínimoqueenlasobrasliterariasdelosúltimosdiezoquinceañoslosprotagonistasseatiborrenavodkaylasprotagonistasnoseandemasiadocastas.

Leolibrosfrancesesymiroporlaventanaabierta.Veolasestacasdelacerca,dosotresarbolillosescuálidosy,másallá,elcamino,loscampos,laanchafranjadeunbosquede coníferas. A menudo contemplo a una muchacha y un muchacho, ambos rubios ydesastrados,que se encaramana lavallay se ríendemi calva.En susojillosbrillantespuedoleer:«¡Venaquí,pelón!».Talvezseanlasúnicaspersonasalasquenolesimportenadamicelebridadnimirango.

Ahoranorecibovisitas todoslosdías.MencionarésólolasdeNikoláiylasdePiotrIgnátevich.Nikolái suelevenir losdíasde fiesta,enprincipioporcuestionesde trabajo,peromásquenadaparaverme.Llegaun tantoachispado,algoquenosucedenuncaeninvierno.

—¿Quéhaydenuevo?—lepregunto,saliendoarecibirlo.

—¡Excelencia!—dice,llevándoselamanoalcorazónymirándomeconelentusiasmode un enamorado—. ¡Excelencia! ¡Queme castigueDios! ¡Queme parta un rayo aquímismo!Gaudeamusigituriuvenesdumsumus!

Ymebesaapasionadamenteloshombros,lasmangas,losbotones.

—¿Vatodobienporallí?—lepregunto.

—¡Excelencia!Lejuroporlomássagrado…

ComonodejadeinvocaraDiossinveniracuento,prontomecansa,asíquelomandoalacocina,dondeledandecomer.

Piotr Ignátevich viene también los días de fiesta para ver cómo estoy y compartirconmigosuspensamientos.Suele sentarse juntoalescritorio,modesto,aseado, juicioso,sin decidirse a cruzar las piernas o apoyar el codo en la mesa, y con su voz serena ymonótonanoparadecontarmecon frasespulidasy librescasdiversasnovedades—quejuzgamuy interesantesy jugosas—leídasen revistasy libros.Todasesasnovedades seasemejanypertenecenalmismotipo:unfrancéshahechoundescubrimiento,unalemánledemuestraqueesedescubrimientoyafuerealizadoen1870porunnorteamericano,yotro alemán, más listo que ellos, les demuestra que han metido la pata, tomando losglóbulosdeairequeaparecíanbajoelmicroscopioporpigmentososcuros.Inclusocuandoquierehacermereír,PiotrIgnátevichseexplayaysepierdeendetalles,comosiestuvieradefendiendo una tesis, haciendo una enumeración prolija de las fuentes bibliográficasutilizadas y procurando no equivocarse en las cifras, los números de las revistas y losnombresdelaspersonasquemenciona,desuertequenodicesimplementePetit,sinoJeanJacquesPetit.Avecessequedaacomeryentoncessepasatodalacomidacontandoesashistorias jugosas, que desesperan a los comensales. Si Gnékker y Liza inician en supresencia una conversación sobre fugas y contrapuntos, sobre Brahms y Bach, PiotrIgnátevich baja modestamente los ojos, muy confuso: le da vergüenza que delante depersonasseriascomoélyyosehabledetalesvulgaridades.

Dadomiactualestadodeánimo,bastancincominutosparaquesuscomentariosmecausen tanto aburrimiento como si llevara viéndolo y escuchándolo toda una eternidad.Odioaesepobrediablo.Suvozserenaymonótonaysulenguajelibrescomeagotanysusrelatosmenublanlacabeza…Alimentapormílosmejoressentimientosyhablaconmigosólo para distraerme, pero yo le pagomirándolo fijamente a los ojos, como si quisierahipnotizarlo, repitiendo paramis adentros: «Vete, vete, vete…». Pero no sucumbe amisugestiónmentalysigueallísentado…

Mientrasestáencasa,nopuedodejardepensar:«Esmuyprobableque,cuandomemuera, le asignenmi puesto»; entoncesme figuro quemi pobre aula es un oasis cuyoarroyo se ha secado, y me muestro desconsiderado, taciturno y sombrío con PiotrIgnátevich,comosilaculpadeesospensamientoslatuvieseél,noyo.Cuando,comodecostumbre,empiezaaalabaraloscientíficosalemanes,yanobromeoamablementecomoantes,sinoquefarfulloconcaradepocosamigos:

—Susalemanessonunosasnos…

Una reacción que me recuerda aquella ocasión en que el difunto profesor Nikita

Krilov[11],bañándoseconPirogovenRevel[12],sepusoarefunfuñar,enfadadoporqueelagua estabamuy fría: «¡Malditos alemanes!».Me comportomal conPiotr Ignátevich ysólo cuando semarcha y distingo desde la ventana su sombrero gris al otro lado de laempalizada,medanganasdellamarloydecirle:«¡Perdóneme,amigomío!».

Lacomidaesmásaburridaqueeninvierno.Gnékker,alqueahoradetestoydesprecio,comeconnosotroscasitodoslosdías.Antessoportabasupresenciaensilencio;ahora,encambio,ledirijofraseshirientesquehacenenrojeceramimujeryaLiza.Llevadodemimalhumor,avecesdigoverdaderastonterías,sinsaberporquélohago.Así,undía,paséunbuenratomirandoaGnékkercondesprecioyalfinalsoltédesopetón:

Laságuilaspuedenvolarmásbajoquelasgallinas,

perolasgallinasnuncasealzaránhastalasnubes…[13]

Y lo que más me irrita es que la gallina-Gnékker se comporta de forma mucho másinteligentequeeláguila-profesor.Sabiendoquemimujerymihijaestándesuparte,haadoptadolasiguientetáctica:respondeamisgroseríasconunsilenciocondescendiente(elviejo desbarra, ¿a santo de qué discutir con él?) o bien me gasta una bromabienintencionada.¡Esincreíblehastaquépuntopuedellegarlamezquindaddeunhombre!Me paso toda la comida soñando con el día en que se demuestre que Gnékker es unaventurero,mimujeryLizasedencuentadesuerroryyopuedaburlarmedeellas. ¡Yesaselucubracionesabsurdassemeocurrencuandoestoyconunpieenlatumba!

Últimamenteseproducenmalentendidosqueantessóloconocíadeoídas.Aunquemeresulteembarazoso,voyadescribirunodeellos,queseprodujohaceunosdíasdespuésdelacomida.

Estoyenmihabitaciónfumándomeunapipa.Comodecostumbre,mimujerentrayseponeahablardeloconvenientequesería,ahoraquehacecalorytengotiempolibre,queviajaraaJárkovparainformarmedelaclasedepersonaqueesnuestroGnékker.

—Estábien,iré…—convengoyo.

Mimujer,satisfechaconmirespuesta,selevantayseencaminaalapuerta,peroactoseguidovuelvesobresuspasosydice:

—Porcierto,queríapedirteotracosa.Séquevasaenfadarte,peromiobligaciónesprevenirte…Perdonaquetelodiga,NikoláiStepánovich,perotodosnuestrosconocidosyvecinoshanempezadoamurmurarquevasdemasiadoamenudoacasadeKatia.Esunamujer inteligentee instruida,no lodiscuto,y resultaagradablepasarel tiempoconella,pero a tus años y con tu posición social… ¿Sabes?,me parece extraño que encuentresgratasucompañía…Además,tieneunareputaciónque…

Deprontotodalasangredelcerebroafluyeamisvenas,misojosechanchispas,melevantodeunsaltoy,cogiéndomelacabezaconlasmanos,mepongoapatearelsueloygritoconunavozquenoreconozcocomopropia:

—¡Déjame!¡Déjame!¡Déjame!

Es probable que la expresión demi rostro sea terrible ymi voz extraña, porquemimujerpalidecedeprontoygritaavozencuello,conunavoztambiénajenaydesesperada.Aloírnuestrosgritos,Liza,GnékkerydespuésYegoracudencorriendo…

—¡Dejadme!—grito—.¡Fuera!¡Dejadme!

Laspiernassemehanentumecido,no lassientoenabsoluto.Adviertoquecaigoenbrazos de alguien, luego oigo llantos por un instante y a continuación sufro undesvanecimientoqueduradosotreshoras.

Ahora voy a hablar de Katia. Viene a verme todos los días a la caída de la tarde,detalleque,comoesnatural,nopasadesapercibidoalosvecinosyalosconocidos.Entrasólo para recogerme yme lleva a dar un paseo. Tiene un caballo y una calesa nueva,compradaesteverano.Engeneral,vivealogrande:haalquiladounadachacaraconungranjardín,alaquesehallevadotodoslosmueblesqueteníaenlaciudad.Hacontratadodoscriadas,uncochero…Amenudolepregunto:

—Katia,¿dequévasavivircuandohayasdilapidadotodoeldinerodetupadre?

—Yaveremos—responde.

—Esedineromereceunaactitudmásresponsableportuparte,amigamía.Loganóunbuenhombreconuntrabajohonrado.

—Losé.Yamelohadichoantes.

Alprincipioatravesamosloscampos,luegoelbosquedeconíferasquesevedesdemiventana. La naturaleza, como siempre, me parece maravillosa, aunque el demonio mesusurra que todos esos pinos y abetos, esas aves y esas nubes blancas en el cielo, norepararánenmiausenciacuando,dentrodetresocuatromeses,dejedeexistir.AKatialegustaguiarelcaballoydisfrutadelbuentiempoydemicompañía.Estádebuenhumorynopronunciacomentarioshirientes.

—Esustedunapersona excelente,NikoláiStepánovich—dice—.Un raro ejemplar;ningún actor sería capaz de representarle. A mí o, por ejemplo, a Mijaíl Fiódorovich,podríarepresentarnos inclusounactormalo,peronoausted. ¡Medaustedenvidia,unaenvidiatremenda!Porque¿quésoyyo?¿Qué?—sequedapensativaunosinstantesymepregunta—:NikoláiStepánovich,soyunfenómenonegativo,¿noesverdad?

—Sí—respondoyo.

—Hum…¿Yquépuedohacer?

Noséquéresponderle.Seríafácildecirle:«Trabaja»,obien:«Repartetusbienesentrelospobres»,o:«Conóceteatimisma».Y,precisamenteporqueesfácildecirlo,nodoyconlarespuesta.

Mis colegas terapeutas, cuando enseñan a sus alumnos cómo deben atender a lospacientes,aconsejan«individualizarcadacaso».Unonotienemásqueseguireseconsejoparaconvencersedeque losmétodosqueen losmanualesseconsideranmejoresymásidóneosparasuusogeneralserevelancompletamenteinútilesenlamayoríadeloscasos.Lomismosucedeconlosdesarreglosdeordenmoral.

Peroalgunacosatengoqueresponder,asíquefinalmentedigo:

—Dispones de demasiado tiempo libre, amiga mía. Tienes que encontrar unaocupación.¿Porquénovuelvesalosescenarios,sitienesvocacióndeactriz?

—Nopuedo.

—Hablasytecomportascomosifuerasunamártir,yesonomegusta,amigamía.Túmisma tienes la culpa. Recuerda que empezaste enfadándote con la gente y con lascostumbresimperantes,peronohashechonadapormejorarlas.Nohascombatidoelmal,tus fuerzas se han agotado, pero no eres víctima de una lucha, sino de tu propiaimpotencia.Nocabedudadequeentonceserasmuy jovene inexperta,peroahora todopodría seguir otro rumbo. ¡Te lo digo de verdad, vuelve a los escenarios! Trabajarás,rendirásunservicioaunartesagrado…

—Déjesedehistorias,NikoláiStepánovich—meinterrumpeKatia—.Pongámonosdeacuerdodeunavezparasiempre:hablemosdeactores,actricesyescritores,perodejemosenpazelarte.Esustedunapersonamagnífica,fueradelocomún,perosucomprensióndelartenoestanprofundacomoparacreersinceramentequeseasagrado.Notieneustedsensibilidadnioídoparaelarte.Haestadoocupadotodasuvidaynohatenidotiempodeadquiriresasensibilidad.Encualquiercaso…¡nomegustanestasconversacionessobrearte!—continúanerviosa—.¡Nomegustan!¡Yalohanpervertidobastante!

—¿Quiénlohapervertido?

—Unos lo han pervertido con sus borracheras; los periódicos, con su actitudirrespetuosa;laspersonasinteligentes,conlafilosofía.

—Lafilosofíanotienenadaqueverconesto.

—Yalocreoquesí.Cuandoalguienseponeafilosofaresquenoentiendenada.

Para evitar que la conversación acabe endisputa,me apresuro a cambiar de temaydespués guardo silencio durante un buen rato. Sólo cuando salimos del bosque y nosdirigimosaladachadeKatia,vuelvoaretomarlacuestiónylepregunto:

—De todos modos, aún no me has contestado: ¿por qué no quieres volver a losescenarios?

—¡NikoláiStepánovich,esoesunacrueldadporsuparte!—gritaellaydeprontoseponecomolagrana—.¿Quierequeledigaenvozaltalaverdad?Muybien…siesquetantolodesea.¡Notengotalento!Mefaltatalentoy…mesobraamorpropio.¡Deesose

trata!

Unavezhechaesaconfesión,vuelvelacaray,paraocultareltemblordesusmanos,tiraconfuerzadelasriendas.

Cuando nos acercamos a la dacha, vemos de lejos aMijaíl Fiódorovich, que paseajuntoalacancelaynosesperaconimpaciencia.

—¡Otra vez ese Mijaíl Fiódorovich! —dice Katia con enfado—. ¡Quítemelo deencima,porfavor!Semehavueltotediosoymolesto…¡Nolosoporto!

Hace tiempo que Mijaíl Fiódorovich tendría que haberse ido al extranjero, perodemora su partida cada semana. En los últimos tiempos, se han operado en él algunoscambios:haadelgazado,elvinoleemborracha,algoquenuncasucedíaantes,ysuscejasnegrashanempezadoaencanecer.Cuandonuestracalesasedetienedelantedelacancela,noocultasualegríaysuimpaciencia.Excitado,nosayudaaapearnos,noparadehacernospreguntas, se ríe, se frota lasmanos y esa aura demansedumbre, súplica y pureza queantessóloadvertíaensumirada,sehaextendidoahoraatodalacara.Estácontentoyalmismotiemposeavergüenzadesualegría,asícomodehaberadoptadolacostumbredevisitaraKatia todas las tardes,yconsideranecesario justificarsuapariciónconmotivostanabsurdoscomoeste:«Pasabaporaquíysemeocurrióhacerleunavisita».

Entramoslostresenlacasa;alprincipiobebemosté,luegoaparecensobrelamesalosdosinevitablesmazosdecartas,ungrantrozodequeso,frutasyunabotelladechampándeCrimea.Lostemasdeconversaciónnohancambiado:sonlosmismosqueeninvierno.Arremetemos contra la universidad, los estudiantes, la literatura y el teatro; a fuerza detantamaledicencia,elairesevuelvemásdensoysofocante;ahoraloenvenenanelalientodetressapos,nodedos,comoeninvierno.Ademásdelarisaaterciopelada,debarítono,yde las carcajadas de acordeón, la criada que nos sirve la mesa oye también una risitadesagradableytemblorosa,comoladelosgeneralesdelosvodeviles:je,je,je…

V

Haynoches terribles, con truenos, relámpagos, lluvia y viento, a las que suele llamarse«nochesdeperros».Heexperimentadoenmividaprivadaunanochedeesetipo…

Medespiertodespuésdemedianocheymelevantodelacamadeunsalto.Poralgunarazón,measaltalasospechadequevoyamorirdeunmomentoaotro.¿Aquévieneesetemor?Ningunademissensacionescorporalesindicaqueelfinestécercano,perodemialma se apodera un horror espantoso, como si de pronto hubiera visto un enormeresplandorsiniestro.

Enciendounaluzatodaprisa,bebountragodeaguadirectamentedelagarrafa,luegocorroalaventanaabierta.Fuerahaceuntiempomagnífico.Elairehueleahenoyaalgunaotraplantaembriagadora.Veolospicosdelacerca, lossoñolientosarbolillosescuálidosjuntoa laventana,elcamino, laoscura franjadelbosque.Enelcielo, limpiodenubes,

luceunalunaserena,muybrillante.Reinaelsilencio,nosemueveniunasolahoja.Tengolaimpresióndequetodomemirayseaprestaaasistiramimuerte…

Meahogo.Cierrolaventanaycorroalacama.Metomoelpulsoy,noencontrándoloen lamuñeca, lobuscoen lassienes, luegoen lasotabarbaydenuevoen lamuñeca,ycadaunadeesaszonasestáfría,viscosadesudor.Mirespiraciónsevuelvecadavezmásacelerada,metiemblaelcuerpo,lastripasseremuevenenmiinterior,ytengolasensacióndequemicaraymicalvaestáncubiertasdetelarañas.

¿Qué hacer? ¿Llamar a la familia?No, no es necesario.No sé qué iban a hacermimujeryLizasientraranenmihabitación.

Oculto lacabezadebajode laalmohada,cierro losojosyespero,espero…Tengolaespaldaheladaysediríaqueseestuvierareplegandohaciadentro;measaltalasospechadequelamuertevaaabalanzarsesobremípordetrás,ahurtadillas…

—¡Kivi-kivi!—resuenadeprontoenelsilenciodelanoche,ynologrodiscernirsiesesonidoprovienedemipechoodelacalle.

—¡Kivi-kivi!

¡Diosmío,quéespanto!Mebeberíaotrotragodeagua,peromedapavorabrirlosojosy levantar la cabeza. Es un miedo cerval, incontrolable, cuya razón no alcanzo acomprender: ¿se debe a que ansío vivir o a que me espera un dolor nuevo, aúndesconocido?

Enelpisodearribaseoyennosésisollozosorisas…Aguzoeloído.Algodespuésresuenanpasosenlaescalera.Alguienbajaconpremurayacontinuaciónvuelveasubir.Alcabodeunmomentoseoyendenuevopasosabajo;alguiensedetienejuntoalapuertademihabitaciónysequedaescuchando.

—¿Quiénestáahí?—grito.

Lapuertagira,yomearriesgoaabrirlosojosydistingoamimujer.Estápálidaytieneojosdehaberllorado.

—¿Duermes,NikoláiStepánovich?—pregunta.

—¿Quéquieres?

—PorelamordeDios,venaveraLiza.Lepasaalgo…

—Estábien…ahoramismo…—murmuro,muycontentode tenercompañía—.Estábien…Yavoy.

Sigoamimujeryescucholoquemedice,peromiagitaciónmeimpideentendersuspalabras.En lospeldañosde laescaleradanzanmanchasde luzproyectadaspor lavelaquetieneenlamanoynuestraslargassombrasseestremecen;mispiestropiezanconelfaldóndesubata;jadeoytengolaimpresióndequealgomepersigueyquierecogerme

pordetrás.«Voyamoriraquímismo,enestaescalera—pienso—.Aquímismo…».Peroyahemossuperadolaescalera,continuamosporeloscuropasilloconunaventanaitalianayentramosenlahabitacióndeLiza,queestásentadaenlacamaconlospiescolgando,sóloconelcamisón,ysolloza.

—¡Ah,Diosmío…ah,Diosmío!—balbucea,entornadoslosojosalaluzdenuestravela—.Nopuedomás,nopuedomás…

—Liza,hijamía—ledigo—,¿quétepasa?

Alverme,pegaungritoysemearrojaalcuello.

—Papá, papaíto… —exclama entre gemidos—, mi papaíto querido… Bien mío,cariño…Noséloquemepasa…¡Estoytanapenada…!

Meabraza,mebesaymurmurapalabrasafectuosas,comolasqueleoíadecircuandoeraniña.

—Tranquilízate,hijamía,porelamordeDios—ledigo—.Dejadellorar.Yotambiénestoyapenado.

Tratodearroparla,mimujer leofreceagua,yambosvamosyvenimosendesordenalrededorde lacama.Mihombrochocaconel suyo,yenesemomentomeacuerdodecuandobañábamosjuntosanuestroshijos.

—¡Ayúdala,ayúdala!—meimploramimujer—.¡Hazalgo!

Pero¿quépuedohacer?Nada.Lamuchachatieneunpesoenelcorazón,peroyonoséquées,noentiendoloqueleocurre,asíquemelimitoamurmurar:

—Noesnada,noesnada…Yapasará…Duerme,duerme…

Comohechoapropósito,enelpatioseoyedeprontounladrido,primerocontenidoeincierto, luego más alto, acompañado de otro. Nunca he concedido importancia apresagioscomoelladridodeunperrooelgritodeunalechuza,peroahoraelcorazónsemeencogedolorosamenteymeapresuroabuscarunaexplicaciónaeseladrido.

«Bobadas—pienso—.Eslainfluenciadeunorganismosobreotro.Mifuertetensiónnerviosa seha transmitido amimujer, aLiza, al perro, nadamás…Esas transmisionesexplicanlaspremoniciones,lospresentimientos…».

Pocodespués,cuandoregresoamihabitaciónparaescribirleaLizaunareceta,yanopiensoquevoyamorirmedeunmomentoaotro,perosientotantapesadumbreyfastidioque hasta lamento no haberme muerto de golpe. Paso un buen rato en medio de lahabitación,inmóvil,pensandoquépodríaprescribirleaLiza,perolossollozosenlaplantade arriba han enmudecido, así que decido no prescribirle nada; no obstante, sigo sinmovermedemisitio…

Reinaunsilenciodemuerte,unsilencioque,comodijounescritor,hastazumbaenlos

oídos.El tiempopasadespacio, las franjasde luz lunar sobreel alféizarnocambiandeposición,comosisehubieranpetrificado…Aúnquedamuchoparaelamanecer.

Perodeprontochirríalacanceladelavalla,alguienentraconsigiloy,rompiendounaramitadeunodelosarbolillosescuálidos,golpeaconmuchotientomiventana.

—¡NikoláiStepánovich!—susurraunavoz—.¡NikoláiStepánovich!

Abro laventanaymepareceestar soñando:allíabajo,apretadacontraelmuro,hayunamujervestidadenegro,alumbradadellenoporlaluna,quememiraconsusgrandesojos.Surostropálidoygravetieneciertoairefantásticoalaluzdelaluna,comosifuerademármol;letiemblaelmentón.

—Soyyo…—dice—.¡Katia!

Alaluzdelunatodoslosojosdemujerparecengrandesynegros,ylasfigurasmásaltasypálidas;poresarazón,probablemente,nolareconocíenunprimermomento.

—¿Quétepasa?

—Perdone —dice—. De pronto sentí una angustia insoportable… No pudecontenerme y he venido hasta aquí… Había luz en su ventana y… decidí llamar…Perdone…¡Ah,sisupiesequéangustiasentía!¿Quéestáustedhaciendo?

—Nada…Elinsomnio.

—Tenía un presentimiento. Bobadas, en cualquier caso —sus cejas se arquean,algunaslágrimasbrillanensusojosytodosurostroseiluminaconesaconocidaexpresióndecredulidadquehacíatantotiemponoveía—.¡NikoláiStepánovich!—dicesuplicante,tendiéndomeambasmanos—.Querido,lepido…lesuplico…Sinodesdeñamiamistadytieneenalgoelrespetoqueleprofeso,leruegoqueatiendalapeticiónquevoyahacerle.

—¿Dequésetrata?

—¡Quédeseconmidinero!

—¡Vayaloqueselehaocurrido!¿Yquévoyahaceryocontudinero?

—Márcheseaalgunaparteacurarse…Necesitaponerseentratamiento.¿Loaceptará,verdad?¿Verdadquesí,amigomío?—memiraansiosamenteyrepite—:¿Verdadqueloaceptará?

—No,querida,noloaceptaré…—digoyo—.Peroteloagradezco.

Meda la espalday agacha la cabeza.Probablemente el tonodeminegativa impidecualquiercomentariomássobreeldinero.

—Veteacasaadormir—ledigo—.Nosveremosmañana.

—Entonces,¿nomeconsideraustedamigasuya?—preguntaabatida.

—Yonohedichoeso.Perotudineronomesirvedenadaenestosmomentos.

—Perdone… —dice, bajando la voz una octava—. Le entiendo… Aceptar unpréstamodeunapersonacomoyo…deunaactrizretirada…Bueno,adiós.

Ysemarchatandeprisaquenisiquieratengotiempodedespedirme.

VI

EstoyenJárkov.

Dadoqueseríainútil,yaunsuperioramisfuerzas,lucharcontramiactualestadodeánimo,hedecididoquemisúltimosdíasdevidaseanirreprochables,almenosdesdeunpuntodevistaformal;sémuybienquehesidoinjustoconmifamilia,asíquealmenostratarédehacer loquemepide.Y,sihayqueiraJárkov,voyaJárkov.Además,enlosúltimostiemposmehevueltotanindiferenteatodoquemedaexactamentelomismoiraJárkovqueaParísoaBerdíchev.

Hellegadoamediodíaymehealojadoenunhotelcercanoalacatedral.Memareéeneltrenymeresfriéporculpadelascorrientesdeaire,yahoraestoysentadoenlacama,conlacabezaentrelasmanos,esperandoqueempieceeltic.Tendríaqueirhoymismoavisitaraunosprofesoresconocidos,peronotengoganasnifuerzas.

Entraelviejocamarerodeplantaymepreguntasilacamatienesábanas.Loretengoduranteunoscincominutosy lehagoalgunaspreguntassobreGnékker,quees la razónporlaquehevenidoaquí.ElcamareroesnaturaldeJárkovyconocelaciudadcomolapalma de la mano, pero no recuerda ninguna familia con ese apellido. Y, cuando lepreguntoporlasposesiones,obtengolamismarespuesta.

Enelpasilloel relojda launa, luego lasdos, las tres…Estosúltimosmesesenqueaguardo lamuertemeparecenbastantemás largosqueel restodemivida.Ynuncahesido capaz de resignarme a la lentitud del tiempo como ahora. Recuerdo que antaño,cuandoesperabauntrenenlaestaciónoduranteunexamen,uncuartodehorameparecíauna eternidad; ahora, en cambio, puedo pasarme inmóvil en la cama una noche entera,pensando con total indiferencia quemañana la noche será igual de larga y oscura, y lomismopasadomañana.

Elrelojdelpasillodalascinco,lasseis,lassiete…Vaoscureciendo.

Siento un moderado dolor en la mejilla: las primeras señales del tic. Para tenerocupada lacabeza, recuperomianteriorpuntodevista,cuandonoera indiferente,ymepreguntoporquéyo,unhombrecélebre,consejeroprivado,meencuentroenesapequeñahabitación de hotel, sentado en esa cama con unamanta ajena de color gris. ¿Por quécontemplo ese vulgar lavamanos de hojalata y oigo el tintineo en el pasillo de eseabominablereloj?¿Secorrespondetodoesoconmifamayelevadaposiciónsocial?Yaesaspreguntasrespondoconunasonrisairónica.Mehacegracialaingenuidadconqueenmi juventud exageraba la importanciade la famayde laposición exclusivaque, segúncreía,llevabaaparejada.Soyfamoso,minombresepronunciaconreverencia,miretrato

haaparecidoenCampoyenLaIlustraciónMundial,heleídomipropiabiografíahastaenunarevistaalemana.¿Ydequémehavalidotodoeso?Aquíestoy,mássoloquelauna,enunaciudadextraña,enunacamaextraña,frotándomeconlapalmadelamanolamejilladolorida…Lasdisputasfamiliares,laimplacabilidaddelosacreedores,lagroseríadelosempleados del ferrocarril, lasmolestias del sistema de pasaportes[14], la comida cara ymalsanade lascantinas, ladescortesíageneralizada, la tosquedadenel trato: todasesascosasymuchasotrasmásqueseríademasiado largoenumerarmeafectanennomenormedidaqueacualquierciudadanodeclasemediaalquesóloconocenenelcallejónenelquevive. ¿Enquéconsiste la excepcionalidaddemiposición?Supongamosque seaunpersonajearchiconocido,unhéroedelqueseenorgullecelapatria;entodoslosperiódicossepublicaninformacionessobremienfermedad,melleganporcorreocartasdecolegas,estudiantesygentedetodotipoenlasquesemedeseaunprontorestablecimiento,peroningunadeesascosas impediráquemueraenunacamaajena,deprimido,en lasoledadmásabsoluta…Naturalmente,nadie tienelaculpa,pero,pecadordemí,medisgustamipopularidad.Tengolaimpresióndequemehaengañado.

Aesode lasdiez logroconciliarel sueño;apesardel tic,duermoprofundamente,yhabríadormidomuchomássinomehubierandespertado.Pocodespuésdelaunaalguienllamadeprontoalapuerta.

—¿Quiénes?

—¡Untelegrama!

—Podría habérmelo entregado mañana—refunfuño, mientras cojo el telegrama demanosdelcamarero—.Ahorayanohaymaneradequevuelvaadormirme.

—Losiento,señor.Comolaluzestabaencendida,penséquenodormíausted.

Abroeltelegramayantetodoleolafirma.Esdemimujer.¿Quéquerrá?

«AyerGnékkersecasóensecretoconLiza.Regresa».

Lalecturadeesaspalabrasmedejaaturdido,aunquenopormuchotiempo.LoquemeaturdenoeselcomportamientodeLizayGnékker,sinolaindiferenciaconqueacojolanoticia de su boda. Se dice que los filósofos y los verdaderos sabios son indiferentes.Mentira:laindiferenciaesunaparálisisdelalma,unamuerteprematura.

Vuelvoametermeenlacamaytratodepensarenalgoparatenerocupadalacabeza.¿Enquépuedopensar?Sediríaqueyahepensadoentodolohabidoyporhaberyquenohayunsolotemacapazdedespertarmiinterés.

El amanecerme sorprende sentado en la cama, los brazos alrededor de las rodillas,tratando de conocerme a mí mismo, a falta de algo mejor que hacer. «Conócete a timismo», excelente y útil consejo. Lo malo es que a los antiguos no se les ocurrióenseñarnoslamaneradeponerloenpráctica.

Antes, cuando pretendía comprender a otra persona o a mí mismo, no prestabaatenciónalosactos,enloquetodoesrelativo,sinoalosdeseos.Dimeloquequieresytediréquiéneres.

Ahorameexaminoamímismo:¿quéquiero?

Quieroquenuestrasmujeres,nuestroshijos,nuestrosamigosynuestrosalumnosamenennosotrosnoelnombre,lafirmaolaetiqueta,sinoloquesomoscomopersonas.¿Quémás?Megustaríatenerayudantesysucesores.¿Quémás?Megustaríadespertardentrodecienañosyecharalmenosunvistazoalosprogresosdelaciencia.Megustaríavivirdiezañosmás…¿Quémás?

Nadamás.Pasounbuen ratodándolevueltas, perono logroencontrarningunaotracosa. En cualquier caso, por más que medite, por muy lejos que me lleven mispensamientos,séperfectamentequemisdeseoscarecendealgocrucial,fundamental.Enmipasiónporlaciencia,enmideseodevivir,enelhechodeestarsentadoenunacamaajena,enmiesfuerzoporconocermeamímismo,entodoslospensamientos,emocionesyconceptosquemeheformado,faltaunvínculocomúncapazdeunirtodoesoenunúnicoconjunto.Cadaemociónycadapensamientovivenporseparado,yen todosmis juiciossobrelaciencia,elteatro,laliteraturaylosestudiantes,entodosloscuadrosquedibujamiimaginación,nisiquieraelmásexpertoanalistaconseguiríaencontrarloquesellamaunaideacomún,o,dichodeotromodo,eldiosdeunhombrevivo.

Y,siesofalta,entoncesesquenohaynada.

Ante tanta miseria, ha bastado una enfermedad grave, el miedo a la muerte, lainfluenciadelascircunstanciasydelagente,paraquetodoloqueantesconsiderabamiconcepcióndelmundo,yenloqueveíaelsentidoylaalegríademiexistencia,sehayavueltopatasarribayhayasaltadoenmilpedazos.Portanto,nodebesorprenderquehayaoscurecido losúltimosmesesdemividaconpensamientosysentimientosdignosdeunesclavoydeunbárbaro,que todomedé lomismoyni siquiera repareenelamanecer.Cuando un hombre carece de algo que seamás elevado y poderoso que las influenciasexternas, basta un fuerte resfriado para que pierda el equilibrio y empiece a ver unalechuzaencadaaveyaoírelaullidodeunperroencadarumor.Enesemomento,todosuoptimismo o pesimismo, así como sus pensamientos grandes y pequeños, adquieren elsignificadodeunmerosíntoma.

Estoyderrotado.Asíquenohayrazónparaseguirpensandoohablando.Mequedaréaquísentado,esperandoensilencioaverquépasa.

Porlamañanaelcamarerometraeeltéyelperiódicolocal.Leomaquinalmentelosanunciosdelaprimerapágina,eleditorial,larevistadeprensa,lacrónicadesociedad…Enesaúltimasecciónencuentroentreotrascosasestanoticia:«AyerllegóaJárkoveneltrencorreoelcélebrecientíficoyprofesoreméritoNikoláiStepánovichdeTalyTal,quesealojóenelhotelTal».

Porlovisto,losnombresilustreshansidocreadosparallevarunavidaindependienteyapartedequieneslosllevan.Enestosmomentosminombrerecorreasusanchaslascallesde Járkov; dentro de unos tres meses, grabado en letras doradas en mi lápida,resplandecerácomoelsol,mientrasyoyaestarécubiertodemoho…

Seoyenunosgolpecitosenlapuerta.Alguienmenecesita.

—¿Quiénes?¡Pase!

Cuando la puerta se abre, doy un paso atrás, perplejo, y me apresuro a cerrar losfaldonesdemibata.AntemíestáKatia.

—Buenosdías—dice, respirandocondificultaddespuésdehabersubido laescalera—.¿Sorprendido?Tambiényo…tambiényohevenidoaquí—sesientayprosigueconsurelato, tartamudeando y evitando mirarme—. ¿Por qué no me saluda? Yo también hevenidoaJárkov…Hellegadohoy…Y,alenterarmedequesealojabaustedenestehotel,hedecididohacerleunavisita.

—Mealegromuchodeverte—digoyo, encogiéndomedehombros—,peromehasdejadodeunapieza…Aparecescomocaídadelcielo.¿Quéhacesaquí?

—¿Yo?Pues…Simplementehecogidountrenyhevenido.

Seproduceunsilencio.Deprontoselevantadeunsaltoyvieneamiencuentro.

—¡Nikolái Stepánovich! —exclama, palideciendo y apretando las manos contra elpecho—.¡NikoláiStepánovich!¡Nopuedoseguirviendoasí!¡Nopuedo!¡PorelamordeDios,dígameahoramismoloquedebohacer!¡Dígamelo!

—¿Yquépuedodecirte?—preguntodesconcertado—.Nosemeocurrenada.

—¡Hable, se lo suplico!—prosigue ella, jadeando y temblando de pies a cabeza—.¡Lejuroquenopuedoseguirviendoasí!¡Notengofuerzas!

Sedesplomaenunasillayestallaensollozos.Echahaciaatráslacabeza,seretuercelasmanos,dapatadasconlospies;elsombreroharesbaladodelacabezaycuelgadelacinta;loscabellossedesparramanendesorden.

—¡Ayúdeme!¡Ayúdeme!—meimplora—.¡Nopuedoseguirasí!

Alsacarunpañuelodesubolsodeviaje,algunascartascaendesuregazoalsuelo.LasrecojoyenunadeellasreconozcolacaligrafíadeMijaílFiódorovichyleocasualmentepartedeunapalabra:«apasio…».

—Nopuedodecirtenada,Katia—digo.

—¡Ayúdeme!—solloza,asiéndomeunamanoybesándola—.¡Esustedmipadre,miúnico amigo! ¡Es inteligente, culto, ha vividomucho! ¡Ha sido profesor!Dígame, ¿quédebohacer?

—Tedoymipalabra,Katia,dequenolosé.

Estoydesconcertado,confuso,conmovidoporlossollozos,yapenasmetengoenpie.

—Vamosadesayunar,Katia—digoconunasonrisaforzada—.¡Dejadellorar!—yacontinuaciónañado,conunhilodevoz—:Nomequedamuchotiempodevida,Katia…

—¡Una palabra, al menos una palabra!—exclama entre lágrimas, tendiéndome lasmanos.

—Qué rara eres, la verdad… —balbuceo—. ¡No te entiendo! Una mujer taninteligenteydeprontoteponesallorarcomounaloca…

Seproduceunsilencio.Katiasearreglaelpeinado,seponeelsombrero;luegoestrujalascartasylasguardaenelbolso,ytodoensilencio,sinprisas.Sucara,supechoysusguantesestánbañadosenlágrimas,perosusemblanteesyaseco,severo…Lamiroymeavergüenzodesermásfelizqueella.Hastapocoantesdelamuerte,enelocasodemisdías,nomehedadocuentadequecarezcodeloquemiscolegasfilósofosllamanideasgenerales;encambio,elalmadeesapobrecillanohaconocidonuncauninstantedepazniloconoceráensuvida.

—Venga,Katia,vamosadesayunar—digo.

—No,gracias—respondeellaconfrialdad.

Transcurreunminutomásensilencio.

—NomegustaJárkov—comento—.Esmuygris.Unaciudadgris.

—Sí, quizá… Es feo… No voy a quedarme mucho tiempo… Estoy de paso. Memarchohoymismo.

—¿Adónde?

—ACrimea…esdecir,alCáucaso.

—Ya.¿Pormuchotiempo?

—Nolosé.

Katiaselevantay,conunasonrisafría,sinmirarmesiquiera,metiendelamano.

Megustaríapreguntarle:«¿Significaesoquenovasaasistiramientierro?».Peroellanomemiraytienelamanofría,comosifueraunaextraña.Laacompañoensilenciohastala puerta…Ya ha salido de la habitación y se aleja por el largo pasillo, sin volver lacabeza. Sabe que la estoy siguiendo con la vista y probablemente al doblar la esquinamiraráhaciaatrás.

No,nohamirado.Suvestidonegrocentelleaporúltimavez,elrumordesuspasosseapaga…¡Adiós,tesoromío!

Elduelo

(1891)

I

Eranlasochodelamañana,lahoraenquelosoficiales,losfuncionariosylosforasterossolíanbañarseenelmar,despuésdeunanochecalurosaysofocante;luegosedirigíanalpabellónatomarseuncaféounté.IvánAndreichLaievski,unjovendeveintiochoaños,enjuto,rubio,conlagorradelMinisteriodeHaciendayzapatillas,encontróenlaplayaamuchosconocidos,entreellosasuamigoelmédicomilitarSamóilenko.

Con su gran cabeza rapada, sin cuello, colorado, narigudo, espesas cejas negras ypatillasllenasdecanas,gordo,adiposoy,porsiesofuerapoco,conesevozarrónroncoymarcial, el tal Samóilenko causaba una impresión desagradable a cada nuevo reciénllegado.Aestosselesantojabauntipotoscoydesabrido,aunque,despuésdetratarlodoso tres días, empezaban a encontrar su rostro extremadamente bondadoso, gentil y hastaatractivo.Apesardesuairedesmañadoydesu tonopococeremonioso,eraunhombrepacífico, deunabondaddesmesurada, afabley servicial.En la ciudad tuteaba a todo elmundo, prestaba dinero a cualquiera, curaba, concertaba voluntades, reconciliaba,organizabameriendascampestresenlasqueasabanbrochetasdecorderoypreparabaunadeliciosa sopa de pescado; siempre andaba ocupándose de alguien, pidiendo favores, ynunca le faltaban motivos para estar alegre. Según la opinión general, era un hombreintachable,ysóloseleatribuíandosdebilidades:laprimeraeraqueseavergonzabadesubondadytratabadeenmascararlaconunamiradaseverayunarudezapostiza;lasegundaconsistíaensumaníadequelosenfermerosylossoldadosledieraneltratodeexcelencia,cuandosóloeraconsejerodeEstado[15].

—Respóndeme a una pregunta, Aleksandr Davídich —dijo Laievski cuando, encompañíadeSamóilenko,semetióenelaguahasta loshombros—.Supongamosque teenamorasdeunamujerytienesunarelaciónconella.Vivísjuntos,pongamos,másdedosaños,y luego, comosucedeamenudo,dejasdequererlay empiezas a considerarlaunaextraña.¿Cómotecomportaríasenunasituacióndeesetipo?

—Muysencillo.Largodeaquí,querida.Yseacabóladiscusión.

—¡Esoesmuyfácildecirlo!Pero¿ysiellanotieneadóndeir?Esunamujersola,sinfamilia,sinuncéntimo,incapazdetrabajar…

—¿Yqué?Se ledanquinientos rublosdeunavezo se leentreganveinticincocadames.Yasuntoconcluido.Esmuysencillo.

—Supongamosquedisponesdeesosquinientosrublos,ytambiéndeveinticincocadames,perolamujerdelaqueteestoyhablandoesinstruidayorgullosa.¿Estássegurodequeleofreceríasdinero?¿Ydequémanera?

Samóilenkoseaprestabaarespondercuandounaolaenormeloscubrióaambos,luegorompiócontralaorillayretrocediósiseandoentrelosguijarros.Losdosamigossalierondelaguayempezaronavestirse.

—Naturalmente, es complicado vivir con una mujer a la que ya no quieres—dijoSamóilenko,mientrassacabalaarenaqueselehabíametidoenunabota—.Perohayqueactuar conhumanidad,Vania.Sime sucediera amí, no ledejaríaverquehedejadodequererla y seguiría viviendo con ella hasta lamuerte—de pronto se avergonzó de suspropiaspalabrasy,dandomarchaatrás,añadió—:Encualquiercaso,amílasmujeresmeimportanunbledo.¡Quesevayanaldiablo!

Los amigos terminaron de vestirse y se dirigieron al pabellón. Allí Samóilenko sesentíacomoencasa;hastahabíaunservicioespecialparaél.Cadamañanalellevabanunabandejaconunatazadecafé,unvasodeaguaconhielo—unvasoalto,decristaltallado—yunacopadecoñac.Tomabaprimeroelcoñac,luegoelcafécalienteyporúltimoelagua con hielo, que debía de saberle a gloria porque, después de beberla, los ojos lebrillabany,acariciándoselaspatillasconambasmanos,exclamaba,sindejardemirarelmar:

—¡Quévistatanasombrosaysublime!

Después de una larga noche ocupada en pensamientos tristes e inútiles, que leimpedían dormir y parecían aumentar el bochorno y la penumbra, Laievski se sentíadestrozadoymaltrecho.Elbañoyelcafénohabíanmejoradosudisposición.

—Sigamos con nuestra conversación, Aleksandr Davídich —dijo—. No voy aocultartenadaytehablarécontodafranqueza,comocorrespondeaunamigo:mirelaciónconNadezhdaFiódorovnavamal…muymal.Perdonaque teconfíemis secretos,peronecesitohablarconalguien.

Samóilenko, adivinando de lo que iban a hablar, bajó la vista y tamborileó con losdedosenlamesa.

—Hevividodosañosconellayhedejadodequererla…—prosiguióLaievski—;omejor dicho, he comprendido que no la he amado nunca…Esos dos años han sido unengaño—Laievski tenía lacostumbredeexaminarseatentamente las rosadaspalmasdelasmanos,morderselasuñasoestrujarselospuñosdelacamisamientrashablaba.Yesoeraloqueestabahaciendoahora—.Sémuybienquenopuedesayudarme—dijo—,perote cuento estas cosas porque la única salvación de los hombres fracasados e inútilesconsiste enhablar.Debodarun sentidogeneral a cadaunodemis actos, encontrarunaexplicación y una justificación de mi vida absurda en alguna teoría, en los modelosliterarios,enelhechodequelosnobleshemosdegeneradooenotrascosasporestilo…Lapasadanoche,porejemplo,meconsolépensandotodoeltiempo:«¡Ah,cuántarazóntieneTolstói!¡Esdespiadado,perotienetodalarazón!».Yesasconsideracionesmealiviaban.Enverdad,amigo,esunescritorsoberbio,dígaseloquesediga.

Samóilenko, que nunca había leído a Tolstói, aunque todas las mañanas hacíapropósitodeleerlo,seturbóydijo:

—Sí, todos los escritores se imaginan lo que escriben; él, en cambio, lo saca de la

realidad…

—Diosmío—suspiróLaievski—,¡hastaquépuntonoshadesfiguradolacivilización!Me enamoro de unamujer casada, y ella demí…Al principio vinieron los besos, lastardes tranquilas, los juramentos, las referencias a Spencer, los ideales, los interesescomunes… ¡Qué mentira! En realidad, huíamos de su marido, pero nos engañábamosdiciéndonos que estábamos huyendo del vacío de nuestras vidas ociosas. Nosrepresentábamosasínuestrofuturo:iríamosalCáucasoy,mientrasnosfamiliarizábamoscon el lugar y la gente, yome pondría el uniforme de funcionario y trabajaría; luego,adquiriríamos una parcela de tierra, la labraríamos con nuestro sudor, plantaríamos unviñedo, cultivaríamos los campos, etcétera. Si en mi lugar hubieras estado tú o esezoólogo,vonKoren,probablementehabríasvividoconNadezhdaFiódorovnatreintaañosyhabríaisdejadoavuestrosherederosunricoviñedoymildesiatinas[16]demaizales;yo,encambio,mehesentidodescorazonadodesdeelprimerdía.Sisequedaunoenlaciudadleagobiaelcalorinsoportable,elaburrimiento,laescasezdegente,ysisalealcampo,sefigura que debajo de cada arbusto o cada piedra hay una serpiente, un escorpión o unfalangio.Ymásalládelcampo,montañasydesiertos.Genteextraña,naturalezaextraña,ignorancia:todoeso,amigomío,noestanfácilcomopasearporlaavenidaNevski,bienabrigado,llevandodelbrazoaNadezhdaFiódorovnaysoñandoconregionescálidas.Eneste lugar hay que luchar a muerte, y ya ves qué clase de combatiente soy yo. Unneurasténico digno de lástima, un señorito… Desde el primer día comprendí que esasideas mías sobre una vida dedicada al trabajo, al cultivo de un viñedo, no valían uncomino.Y,enloquerespectaalamor,deboconfesarquevivirconunamujerquehaleídoaSpencery sehavenidocontigoal findelmundo, resulta tanaburridocomopasar tusdías con unaAnfisa o unaAkulina cualquiera. Elmismo olor a plancha, a polvos y amedicinas,losmismosrizadorescadamañanayelmismoautoengaño…

—Unhogarnopuedepasarsesinplancha—dijoSamóilenko,quesehabíaruborizadoaloírladesenvolturaconquesuamigohablabadeunaseñoraalaqueconocía—.Yamehedadocuenta,Vania,dequehoynoestásdebuenhumor.NadezhdaFiódorovnaesunamujer hermosa, cultivada, y tú eres un hombre inteligentísimo… Ya sé que no estáiscasados—prosiguióSamóilenko, echandounvistazoa lasmesasvecinas—,peronoesculpa vuestra y además…hay que dejarse de prejuicios y estar a la altura de las ideasmodernas. Yo soy partidario del matrimonio civil, desde luego… Pero, enmi opinión,cuandounoseuneaotrapersona,hayquequedarseasuladohastalamuerte.

—¿Aunquenohayaamor?

—Voy a contarte una cosa—dijo Samóilenko—. Hará cosa de ocho o nueve añosteníamos aquí comoagente comercial a unviejecitomás listo que el hambre, que solíadecir lo siguiente: «En la vida familiar, lomás importante es la paciencia». ¿Lo oyes,Vania? No el amor, sino la paciencia. El amor no puede durar mucho. Has estadoenamoradounpardeaños;ahora,porlovisto,tuvidaconyugalhaentradoenunperíodo

enque, paramantener el equilibrio, por decirlo así, tendrás queponer en juego toda tupaciencia…

—Túpuedes creer a ese viejo agente, pero amí su consejome parece absurdo. Tuvejestorioeracapazdefingir,deejercitarlapacienciay,enconsecuencia,deconsideraraunapersonaalaquenoamabacomounobjetoindispensableparasusejercicios,peroyotodavíanohecaídotanbajo.Sialgunavezmeentranganasdeejercitarlapaciencia,mecompraréunaspesasdegimnasiaouncaballotestarudo,peroalaspersonaslasdejaréenpaz.

Samóilenko pidió vino blanco con hielo. Después de beberse un vaso, Laievskipreguntódepronto:

—Dime,porfavor,¿quésignificareblandecimientodelcerebro?

—Pues,cómo te loexplico…Esunaenfermedadenqueelcerebroseablanda…escomosiselicuara.

—¿Tienecura?

—Sí, si se coge a tiempo. Duchas frías, emplastos… Algún medicamento de usointerno.

—Ah…Puesyavesaquésituaciónhellegado.Nopuedovivirconella:essuperioramisfuerzas.Mientrasestoycontigo,puedofilosofarysonreír,peroencasasemevieneelmundoencima.Mesientotandeprimidoque,sialguienmedijese,pongamos,queestoyobligadoavivirconellaunmesmás,creoquemealojaríaunabalaenlasien.Yalmismotiempo no puedo dejarla. Está sola, es incapaz de trabajar, ninguno de los dos tienedinero…¿Dóndeibaameterse?¿Quiénlaacogería?Noconsigoencontrarunasolución…Bueno,dimetú:¿quépuedohacer?

—Hum…—mugióSamóilenko,sinsaberquéresponder—.¿Ellatequiere?

—Sí,mequiere,enlamedidaenqueasusañosyconsutemperamentonecesitaaunhombre.Leseríatandurosepararsedemícomodesuspolvosodelosrizadores.Soyunelementoindispensabledesutocador.

Samóilenkoseturbó.

—Hoynoestásdebuenhumor,Vania—dijo—.Sevequehasdormidomal.

—Sí, he dormido mal… En general, amigo, me siento fatal. La cabeza vacía, elcorazónheladoyesadebilidad…¡Tengoquehuir!

—¿Adónde?

—Alnorte.Dondehayapinos,setas,gente,ideas…Daríalamitaddemividaporestarahora en algún lugar de la provincia de Moscú o de Tula, bañarme en un riachuelo,tiritandodefrío,yluegopaseardosotreshorasconelúltimodelosestudiantes,charlando

sinparar…¡Ycómohueleelheno!¿Teacuerdas?Yalatardecer,cuandovagaunoporeljardín,llegandesdelacasalosacordesdeunpianoyseoyeelruidodeuntren…

Laievski se reíadeplacer, algunas lágrimasasomarona susojos;paraocultarlas, seinclinóhacialamesavecina,sinlevantarse,paracogerunascerillas.

—Yo llevo ya fuera de Rusia dieciocho años —dijo Samóilenko—. Hasta me heolvidadodecómoes.Enmiopinión,noexistelugarmásmaravillosoqueelCáucaso[17].

—Hay un cuadro deVerschaguin que representa a varios condenados amuerte quelanguidecenenel fondodeunpozoprofundísimo.Pues tumaravillosoCáucasoamísemeantojaunpozodeesetipo.Simedieranaelegirentreestasdosposibilidades,trabajarcomodeshollinadorenSanPetersburgooviviraquícomounpríncipe,elegiríaloprimero.

Laievskisequedópensativo.Almirarsucuerpoencorvado,susojosfijosenunpunto,sucarapálidaysudorosa,sussieneshundidas,susuñasmordisqueadasylazapatilla,porlaqueasomabauncalcetínmalzurcidoalaalturadeltalón,Samóilenkosintiócompasióny,quizáporquelerecordabaaunniñoindefenso,lepreguntó:

—¿Vivetumadre?

—Sí,perononoshablamos.Nohapodidoperdonarmeestarelación.

Samóilenkolehabíacogidocariñoasuamigo.VeíaenLaievskiaunbuenmuchacho,unestudiante,untipocampechanoconelquesepodíabeber,pasarunbuenrato,hablarconelcorazónenlamano.Losrasgosdeesejovenqueleresultabancomprensiblesnolegustabannada.Laievskibebíaendemasíayadestiempo,jugabaalascartas,despreciabasutrabajo,vivíaporencimadesusmedios,empleabaconfrecuenciaensuconversaciónexpresionesindecorosas,salíaalacalleenzapatillasydiscutíaconNadezhdaFiódorovnaen presencia de extraños: todo eso desagradaba a Samóilenko. Por otro lado, Laievskihabía estudiado en la Facultad de Filosofía, estaba suscrito a dos voluminosas revistas,solía hacer comentarios tan profundos que pocos lo entendían, vivía con una mujerinstruida: todoesoleresultabaincomprensibleaSamóilenko,perolegustaba;dehecho,considerabaaLaievskisuperioraélylorespetaba.

—Otro detalle más—dijo Laievski, sacudiendo la cabeza—. Pero que quede entrenosotros.TodavíanolehecomentadonadaaNadezhdaFiódorovna,asíquenodigasnadaen supresencia…Hace tres días recibí una carta en la que seme informabadeque sumaridohabíamuertodeunreblandecimientodelcerebro.

—QueDiosloacojaensugloria—suspiróSamóilenko—.¿Yporquéseloocultas?

—Enseñarleesacartaseríacomodecirle:«Vamosalaiglesiaacasarnos».Anteshayque aclarar nuestras relaciones.Y, una vez que se convenza de que no podemos seguirviviendojuntos,lemostrarélacarta.Entoncesnohabráningúnpeligro.

—¿Sabes una cosa, Vania? —dijo Samóilenko, y su rostro de pronto adoptó una

expresión tristeysuplicante,comosi sedispusieraapedirundulcey temieraquese lonegaran—.¡Cásate,amigomío!

—¿Porqué?

—¡Cumplecon tudeberanteesamujermaravillosa!Sumaridohamuerto,demodoquelamismaprovidenciateestáseñalandoloquetienesquehacer.

—Pero ¿no entiendes, alma de cántaro, que eso no es posible?Casarse sin amor esalgotanabominableeindignodeunhombrecomooficiarunamisasincreerenDios.

—Pero¡estuobligación!

—¿Porqué?—preguntóLaievskiconenfado.

—Porqueselaarrebatasteasumaridoylatomastebajotuprotección.

—Perositeloestoydiciendobienclarito:¡hedejadodequererla!

—Bueno,puessinohayamor,respétala,cuídala…

—Respétala, cuídala…—lo remedóLaievski—.Ni que fuera lamadre superiora…Eresunmalpsicólogoyfisiólogosipiensasque,paraconvivirconunamujer,bastaconrespetoyconsideración.Lomásimportanteparaunamujereseldormitorio.

—Vania,Vania…—seturbóSamóilenko.

—Tú,aunqueviejo,eresunniño,esdecir,unteórico;yo,aunquejoven,soyunviejo,esto es, un práctico, así que no nos entenderemos nunca. Más vale que dejemos estaconversación.Mustafá—gritóLaievski,dirigiéndosealmozo—.¿Cuántotedebemos?

—No,no…—seincomodóelmédico,cogiendoaLaievskidelbrazo—.Déjameamí.Teheinvitadoyo.¡Apúntaloenmicuenta!—gritóaMustafá.

Losdosamigossepusieronenpieysealejaronensilencioporelmalecón.Alentrarenelbulevar,sedetuvieronysedieronunapretóndemanos.

—¡Quémimadosestánustedes,señores!—suspiróSamóilenko—.Eldestinotedeparaunamujer joven, hermosa, cultivada, y tú la rechazas.Yo, en cambio,medaría conuncantoenlosdientessiDiosmeenviaraaunaviejecitacontrahecha,contaldequefueracariñosaybuena.Viviríaconellaenmiviñedoy…—Samóilenkorefrenósuentusiasmoyañadió—:Yquelaviejabrujaseocuparadeprepararmeelsamovar…

Tras despedirse de Laievski, se adentró en el bulevar.Mientras andaba, corpulento,majestuoso, con una expresión severa, la guerrera blanca como la nieve y las botasimpolutas,abombadoelpecho,enelquedestacabaunaordendesanVladimiro,sesentíamuysatisfechodesímismoyteníalaimpresióndequetodoelmundoloobservabaconaprobación.Sinvolverlacabeza,mirabaaunoyotroladoypensabaqueesebulevareraunlugarmuyagradable,quelosjóvenescipreses,loseucaliptosylastoscasyraquíticaspalmeras eran árboles muy hermosos y con el tiempo darían mucha sombra, que los

circasianoseranunpueblohonradoyhospitalario.«EsraroqueaLaievskinolegusteelCáucaso—cavilaba—.Muy raro». Cinco soldados con fusiles se cruzaron con él y lehicieronelsaludo.Porlaaceradeladerechapasólamujerdeunfuncionarioconsuhijo,estudiantedebachillerato.

—¡Buenosdías,MariaKonstantínovna!—legritóSamóilenko,conunaafablesonrisa—.¿Haidoabañarse?Ja,ja,ja…¡SaludosaNikodimAleksándrich!

Ysiguiósucamino,sindejardesonreíralegremente;noobstante,cuandoviovenirasuencuentroaunpracticantemilitar,fruncióelceño,lodetuvoylepreguntó:

—¿Hayalguienenlaenfermería?

—Nadie,excelencia.

—¿Qué?

—Nadie,excelencia.

—Bien,puedesirte…

Balanceándosemajestuosamente,sedirigióalquioscodelaslimonadas,atendidoporunaancianajudíadeprominentepecho,quesehacíapasarporgeorgiana,yledijoenvozalta,comosiestuvieradandoórdenesaunregimiento:

—¡Hagaelfavordedarmeunvasodesoda!

II

LafaltadecariñodeLaievskiporNadezhdaFiódorovnasemanifestabaante todoenelhechodeque,dijeseellaloquedijeseehicieseloquehiciese,aélleparecíaunamentiraoalgosemejanteaunamentira,yconsiderabaquetodoloqueleíacontralasmujeresyelamorpodíaaplicarsealasmilmaravillasaNadezhdaFiódorovna,sumaridoyélmismo.Cuando regresó a casa, ella ya estaba vestida y peinada, y se había sentado junto a laventana,dondetomabacaféyhojeabaunnúmerodeunavoluminosarevistaconcaradepreocupación. Laievski pensó que tomar un café no era un acontecimiento tan notablecomo para poner cara de preocupación y que no valía la pena que perdiese el tiempopeinándosealamoda,yaqueenunlugarcomoesenohabíanadieaquienseducir.Yenlarevistaviotambiénunamentira.Pensóquesevestíaysepeinabaparaparecerhermosayqueleíaparaparecerinteligente.

—¿Teimportaquevayahoyabañarme?—preguntóella.

—¿Yporquéno?Vayasonovayas,nocreoquesehundalaTierra.

—Telopreguntoporquenomegustaríaqueseenfadaraelmédico.

—Bueno,puespregúntaseloaél.Yonosoymédico.

Esta vez lo que más desagradó a Laievski de Nadezhda Fiódorovna fue el cuelloblanco,descubierto,ylostirabuzonessobrelanuca.Recordóque,cuandoAnnaKarénina

dejódequerer a sumarido, loquemás lemolestabaneran susorejas, y sedijo: «¡Quéverdad!¡Quéverdad!».Vencidoporladebilidad,lacabezavacía,seretiróasudespacho,se tumbó en el sofá y se cubrió la cara con un pañuelo para que no lemolestaran lasmoscas.Pensamientosdesganadoseindolentes,siemprelosmismos,searrastrabanporsucabezacomounalargacaravanaenunadesapacibletardeotoñal,hastaqueacabócayendoenunestadodesomnolenciayabatimiento.SesentíaculpableanteNadezhdaFiódorovnayantesumarido,decuyamuerteseacusaba.Sesentíaculpableantesupropiavida,quehabíamalgastado,anteelmundodelosidealeselevados,delacienciaydeltrabajo,yesemundo maravilloso le parecía posible y real, pero no allí, a la orilla del mar, dondevagaban turcos hambrientos y perezosos abjasios, sino en el norte, donde había ópera,teatros, periódicos y actividades culturales de todo tipo. Sólo en el norte los hombrespodíanserhonrados,inteligentes,elevadosypuros.Seacusabadenoteneridealesniunaideaconductoraenlavida,aunquesóloentendíadeunamaneravagaloquequeríadecirconeso.Dosañosantes,cuandoseenamoródeNadezhdaFiódorovna,creíaquebastaríaconmarcharsealCáucasoensucompañíaparaescapardelavulgaridadylavacuidaddelavida;ahora,encambio,estabaconvencidodequebastaríaconabandonaraNadezhdaFiódorovnayvolveraSanPetersburgoparaalcanzartodoloqueanhelaba.

—¡Tengoqueescapar!—murmuró,sentándoseymordiéndoselasuñas—.¡Tengoqueescapar!

Se imagino subiendoaunvapor, dondedesayunaba, bebía cerveza fría, charlaba encubierta con algunas señoras; luego, en Sebastopol, tomaría el tren y partiría. ¡Hola,libertad!Lasestacionespasabanunatrasotra,elairesevolvíacadavezmásfríoyrecio,surgíanlosabedulesylosabetos,pasabaporKurskyporMoscú…Enlascantinasservíansopa de verdura, cordero con gachas, esturión, cerveza; en resumidas cuentas, ya noestaría en Asia, sino en Rusia, la auténtica Rusia. Los pasajeros del tren hablarían denegocios,decantantesnuevos,delassimpatíasfranco-rusas;portodaspartesbulliríaunavidaanimada,culta,intelectual,vigorosa…¡Rápido,rápido!Yallega,porfin,alaavenidaNevski,alaBolsháiaMorskaia;allíestáelcallejónKovenski,dondevivióentiemposconotrosestudiantes;yavislumbraelcieloamableygrisáceo,lalloviznahelada,loscocherosmojados…

—¡IvánAndreich!—lo llamó alguien desde la habitación vecina—. ¿Está usted encasa?

—¡Estoyaquí!—respondióLaievski—.¿Quéquiere?

—¡Lospapeles!

Laievskiseincorporóconindolenciay,mediomareado,arrastrandolaszapatillasysindejardebostezar,sedirigióalahabitacióncontigua,seacercóalaventanaabiertayvioen la calle a uno de sus jóvenes compañero de trabajo, que estaba depositando unosdocumentosoficialesenelalféizar.

—Yavoy,amigo—dijoLaiesvkiconvozamable,yfueabuscareltintero;unavezdevuelta,firmólosdocumentossinleerlosydijo—:¡Quécalor!

—Sí,señor.¿Vaairustedhoyalaoficina?

—No losé…Nomeencuentrobien…DígaleaSheshkovskiquedespuésdecomerpasaréaverlo.

Elfuncionariosemarchó.Laievskisetumbódenuevoenelsofáysepusoapensar:«Así pues, hay que sopesar todas las circunstancias y tomar una decisión. Antes deabandonarestelugartengoquepagarlasdeudas.Debocercadedosmilrublos.Yelcasoes que no tengo dinero… Claro que eso no tiene importancia: de algún modo me lasarreglaréparapagarunaparteahorayelrestolomandarédespuésdesdeSanPetersburgo.LoprincipalesNadezhdaFiódorovna…Antetodohayqueaclararnuestrasrelaciones…Sí».

AlcabodeunratoseleocurrióquetalveznofueramalaideairaveraSamóilenkoypedirleconsejo.

«Puedo ir—pensó—, pero ¿de qué me va a valer? Volveré a hablarle, sin venir acuento,deltocador,delasmujeres,deloqueesnobleeinnoble.¿Dequédiablospuedenvalermeesosdiscursos sobre lonobley lo innoblecuando se tratade salvarmivida loantesposible, cuandomeestoyahogandoenestamalditaprisión,cuandoyomismomeestoy dando muerte? En suma, debo meterme en la cabeza que seguir llevando estaexistencia es una bajeza y una crueldad, ante lo cual todo lo demás se vuelveinsignificanteybaladí».

—¡Tengoqueescapar!—murmuró,mientrasseincorporaba—.¡Tengoqueescapar!

La orilla desierta del mar, el calor implacable y la monotonía de las montañasbrumosasylilas,siempreidénticasysilenciosas,siempresolitarias,lellenabandepesary,segúncreía, loadormecíany ledejaban lacabezaenblanco.Quizáfueseunhombredetalento,muyinteligenteyhonrado;quizá,sinolorodearanportodasparteselmarylasmontañas,podría convertirse enunmagnífico representantede la asamblea local, enunhombredeEstado,enunorador,enunpublicista,enunhéroe.¡Quiénsabe!Siunhombredotadoyútil,porejemplounmúsicoounpintor,paraescapardesucautiverioderribaseelmurodesuprisiónyengañaseasuscarceleros,¿noseríaestúpidodiscutirsisetratabadeunactonobleoinnoble?Enunacoyunturacomoladeesehombre,todoeranoble.

A lasdosLaievskiyNadezhdaFiódorovnasesentaronacomer.Cuando lacocineralessirviósopadearrozcontomate,Laievskicomentó:

—Cadadíalomismo.¿Porquénopreparasopaderepollo?

—Porquenohayrepollo.

—Qué raro. En casa de Samóilenko preparan sopa de repollo y en la de Maria

Konstantínovna también; sólo yo estoy obligado a comer este bodrio dulzón. Debe dehaberotraexplicación,querida.

Comosucedeenlainmensamayoríadelasparejas,alprincipionohabíaalmuerzoenquenoseprodujeraalgunaescenaoenqueunode losdosnodiera riendasueltaa suscaprichos,pero,desdequeLaievskidecidióquehabíadejadodequererla,seesforzabaporcederentodo,lehablabaentonocortésyrespetuoso,sonreía,latratabaconcariño.

—Estasopasabea regaliz—dijoconunasonrisa;hacíacuantopodíapormostrarseamable,peronopudocontenerseyacabódiciendo—:Enestacasa todoestámangaporhombro…Siestástanenfermaotaninteresadaenlalectura,dejaquemeocupeyodelacocina.

Antes ella le habría respondido: «Vale» o: «Ya veo que quieres hacer de mí unacocinera»,peroahoraselimitóamirarlocontimidezyseruborizó.

—¿Cómotesienteshoy?—preguntóLaievskiconvozcariñosa.

—Bastantebien.Sólounpocodébil.

—Hayquecuidarse,querida.Metienesmuypreocupado.

NadezhdaFiódorovnapadecía cierta enfermedad.Samóilenkodecía que tenía fiebreintermitenteylerecetabaquinina;otromédico,Ustimóvich,hombrealto,enjuto,arisco,que sepasabaeldíametidoencasaypor la tardepaseabaen silenciopor laorilla, sindejardetoser,lasmanosatrásyelbastónalolargodelaespalda,considerabaqueteníauna dolencia femenina y le prescribía compresas calientes. Antes, cuando Laievski laquería,laenfermedaddeNadezhdaFiódorovnasuscitabaenélcompasiónymiedo;ahora,en cambio, se le antojaba unameramentira. El rostro amarillo y soñoliento, lamiradavidriosaysuscontinuosbostezosdespuésdelosaccesosdefiebre,asícomoelhechodequedurantelosataquesestuviesetumbadabajounamanta,másparecidaaunniñoqueaunamujer,yqueensuhabitaciónelambientefuerasofocanteyolieramal,destruían,asuparecer,lailusiónyconstituíanunaprotestacontraelamoryelmatrimonio.

Desegundolesirvieronespinacasconhuevosduros,yaNadezhdaFiódorovna,comoestabaenferma,gelatinade frutas con leche.Cuandoella, concaradepreocupación, sepusoatocarlagelatinaconlacucharayluegoempezóacomérselacondesidia,sorbiendola leche, el ruido que hacía al tragar despertó en él un odio tan profundo que hasta leentraronpicores.Eraconscientedequeseríaofensivoalbergarunsentimientosemejantehastaporunperro,peronoseenfadóconsigomismo,sinoconNadezhdaFiódorovna,quehabíasuscitadoenélesareacción,ycomprendióporquéavecesloshombresmatanasusamantes. Él no llegaría a esos extremos, desde luego, pero, si en esemomento hubieraformadopartedeunjurado,habríaabsueltoalasesino.

—Merci, querida—dijodespuésde la comidaybesó aNadezhdaFiódorovna en lafrente.

Una vez en su despacho, pasó unos cinco minutos yendo de un rincón a otro ymirándoselasbotasdereojo;luegosesentóenelsofáyfarfulló:

—¡Escapar!¡Escapar!Tengoqueaclararnuestrasrelacionesymarcharme.

Se tumbóenel sofáydenuevo ledioporpensarquequizáelmaridodeNadezhdaFiódorovnahabíamuertoporsuculpa.

«Es estúpido acusar a una persona de haber amado o de haber dejado de amar—tratabadeconvencerse,levantandolospiesparaponerselasbotas—.Elamoryelodionodependendenuestravoluntad.Enloquerespectaasumarido,puedequeyohayasidounade las causas indirectas de sumuerte, pero, una vezmás, ¿acaso tengo yo la culpa dehabermeenamoradodesumujeryellademí?».

Luego se puso en pie, buscó la gorra y se dirigió a casa de su colegaSheshkovski,dondesereuníanadiariovariosfuncionariosparajugaralascartasybebercervezafría.

«Soy tan indeciso comoHamlet—iba pensandoLaievski por el camino—. ¡CuántarazónteníaShakespeare!¡Ah,cuántarazón!».

III

Para no aburrirse y, almismo tiempo, para aliviar la acuciante necesidad de los reciénllegadosydelossolterosque,debidoalafaltadealberguesdelaciudad,noteníandóndecomer, el doctor Samóilenko había organizado en su propia casa una especie de tabled’hôte.Enlaépocaquenosocupa,sólocontabacondoscomensales:eljovenzoólogovonKoren,llegadoenveranoalMarNegroparaestudiarlaembriologíadelasmedusas,yeldiáconoPobédov,salidohacíapocodelseminarioyenviadoalaciudadparasustituiralancianodiáconolocal,quehabíatenidoqueausentarsepormotivosdesalud.Cadaunodeellospagabadocerublosalmesporlacomidaylacena,ySamóilenkoleshabíahechodarsupalabradehonordeque sepresentaríanpuntualmente en el comedor a lasdosde latarde.

Por lo común, vonKoren era el primero en llegar. Se sentaba silencioso en la sala,cogíaunálbumdelamesayseponíaaexaminarconatenciónlasfotografíasdesvaídasdeunos hombres desconocidos con pantalones anchos y chistera y unas señoras conmiriñaqueycofia.Samóilenkosólorecordabaelapellidodealgunos;delosquesehabíaolvidado por completo decía con un suspiro: «¡Un hombre excelente, inteligente comopocos!». Cuando acababa con el álbum, von Koren cogía una pistola de la estantería,entornaba el ojo izquierdo y pasaba un buen rato apuntando al retrato del príncipeVorontsov[18]osedeteníaanteelespejoycontemplabasurostromoreno,sualtafrente,suscabellososcurosyensortijadoscomolosdeunnegro,sucamisadeslustradadepercal,conunestampadodegrandesflores,semejanteaunaalfombrapersa,ysuanchocinturóndecuero.Lacontemplacióndesímismoleprocurabaunasatisfaccióncasimayorqueelexamendelasfotografíasodelapistolademagníficamontura.Estabamuysatisfechodesurostro,desubarbitarecortadaconesmero,desusanchoshombros,muestraevidentede

subuenasaludyrobustaconstitución.Tambiénestabasatisfechodesueleganteatuendo,empezandopor lacorbata,quehacía juegocon lacamisa,y terminandopor loszapatosamarillos.

Mientras von Koren observaba el álbum o se contemplaba delante del espejo,Samóilenko trajinaba alrededor de lasmesas, en la cocina o en el zaguán contiguo, singuerreranichaleco,conelpechodescubierto,agitadoychorreandosudor,preparandolaensalada,ounasalsaolacarne,olospepinillosylacebollaparalamenestra,altiempoquemirabacon inquinaasuayudantey loamenazaba tanprontoconuncuchillocomoconunacuchara.

—¡Pásameelvinagre!—ordenaba—.¡No,elvinagreno,elaceitedeoliva!—gritaba,dandopatadasenelsuelo—.¿Adóndevas,animal?

—Acogerelaceite,excelencia—decíaconfusoelayudanteconcascadavozdetenor.

—¡Dateprisa!¡Estáenelarmario!¡YdileaDariaquepongaunpocomásdehinojoen el bote de los pepinillos! ¡Hinojo! ¡Tapa la nata agria, papanatas, o se llenará demoscas!

La casa entera parecía retumbar con sus gritos. Cuando quedaban diez o quinceminutosparalasdos,llegabaeldiácono,unjovendeunosveintidósaños,enjuto,depelolargo,sinbarbayconunbigoteapenasincipiente.Alentrarenlasalasesantiguabaanteelicono,sonreíaytendíalamanoavonKoren.

—Hola—decíaelzoólogoconfrialdad—.¿Dóndehaestadousted?

—Pescandobrecasenelmuelle.

—Claro,yaveo…Aloqueparece,señordiácono,notieneustedintencióndeponerseatrabajar.

—¿Paraqué?El trabajonoesunoso,no se escaparáalbosque—decía eldiácono,sonriendoymetiendolasmanosenlosprofundísimosbolsillosdesuhábitoblanco.

—¡Yquenohayanadiequeledéunabuenatunda!—suspirabaelzoólogo.

Transcurrían quince o veinte minutos más sin que los llamaran a comer; seguíanoyéndoselospasosdelayudante,quecorríadelzaguánalacocinaoviceversa,ylosgritosdeSamóilenko:

—¡Ponlamesa!¿Dóndetemetes?¡Lávaloprimero!

EldiáconoyvonKoren,hambrientos,empezabanagolpearelsueloconlostacones,expresandodeesemodosuimpaciencia,comoenelteatroelpúblicodelgallinero.Porfinseabría lapuertayelmartirizadoayudanteanunciabaque lacomidaestaba lista.Enelcomedor los recibía Samóilenko, colorado, enfadado, sofocado por los vapores de lacocina;losmirabaconencono,levantabalatapadelasoperaconexpresióndeespantoylesservíaunplatoacadauno;sólocuandoseconvencíadequeamboscomíanconapetito

y de que el guiso les gustaba, suspiraba aliviado y se sentaba en unmullido sillón. Surostroadoptabaunaexpresiónlánguidaygozosa…Seservíasinprisasunacopadevodkaydecía:

—¡Alasaluddelajovengeneración!

DespuésdeconversarconLaievski,Samóilenko,apesardesuexcelentehumor,habíasentidociertainquietudenlomásprofundodesualma,queseprolongóhastalahoradelacomida;ledabapenadeLaievskiyqueríaayudarlo.Sebebiólacopadevodka,antesdeprobarlasopa,suspiróydijo:

—Hoy he visto a Vania Laievski. Lo está pasandomal. Su situación económica esdesesperada, pero lo que más me preocupa es el aspecto psicológico.Me da pena delmuchacho.

—¡Puesamínomedaninguna!—dijovonKoren—.Siesebuenhombreseestuvieraahogando,yoloempujaríaconmibastón:ahógate,querido,ahógate…

—Noesverdad.Noharíaseso.

—¿Por qué? —el zoólogo se encogió de hombros—. Soy tan capaz como tú decometerunabuenaacción.

—¿Esqueconsiderasqueayudaraqueunapersonaseahogueesunabuenaacción?—preguntóeldiáconoyseechóareír.

—EnelcasodeLaievskisí.

—Me parece que a la menestra le falta algo… —dijo Samóilenko, que deseabacambiardeconversación.

—Laievskies,sinduda,tannocivoypeligrosoparalasociedadcomoelmicrobiodelcólera—continuóvonKoren—.Contribuiraqueseahogueseríaunactodignodeelogio.

—No te hacemucho honor esamanera de hablar de tu prójimo.Dime, ¿por qué loodiastanto?

—No digas sandeces, doctor. Odiar y despreciar a un microbio sería estúpido; encuantoaesodeconsiderarsemejanteatodacostaacualquierpersonaconlaqueunoseencuentra, sinhacerdistinciones, equivaldría, permítemeque te lodiga, ano razonar, arenunciaraunaactitudjustaconlagente,alavarselasmanos,enunapalabra.Consideroque tuLaievskiesunmiserable,no loocultoy lo tratocomoaunmiserable,conplenaconciencia.Y,sitúquieresconsiderarlotusemejante,queteaproveche;esosignificaquete importa tanto como el diácono o como yo, es decir, nada. Muestras la mismaindiferenciaportodos.

—¡Cómopuedesllamarmiserableaunhombre!—balbuceóSamóilenko,frunciendoelceñocondesprecio—.¡Meparecealgotansucioquenoencuentropalabras!

—A los hombres hay que juzgarlos por sus actos—prosiguió vonKoren—. Juzgueusted,diácono…Ahoravoyadirigirmeausted.LasactividadesdelseñorLaievskiseirándesplegandoantesusojoscomounlargopergaminoypodráustedleerlasdeprincipioafin.¿Quéhahechoalolargodelosdosañosquellevaviviendoaquí?Contemosconlosdedos.Primero,haenseñadoaloshabitantesdelaciudadajugaralvint.Hacedosañosese juegoeradesconocidoen la ciudad, ahora juegan todosdesde lamañanahastabienentradalanoche,incluyendolasmujeresylosadolescentes.Segundo,haenseñadoaloslugareños a beber cerveza, que también era desconocida; además, los vecinos le debennumerosasinformacionessobrediversasclasesdevodkaqueenlaactualidadlespermitendistinguir con los ojos vendados el vodkaKosheliov del Smirnov número 21. Tercero,antes,sialguienvivíaconunamujerajena,lohacíaensecreto,ateniéndosealosmismosprincipios según los cuales los ladrones roban a escondidas y no a la luz del día; eladulterioseconsiderabaalgovergonzosoquehabíaqueocultardelasmiradasajenas;enesesentido,Laievskihasidounpionero:viveconunamujerajenaabiertamente.Cuarto…—VonKorenseacabólamenestraenunsantiaményleentregóelplatoalayudante—.Almes de conocerlo, había calado a Laievski —prosiguió, dirigiéndose al diácono—.Llegamos aquí al mismo tiempo. Las personas como él aprecianmucho la amistad, laproximidad, la solidaridad y todas esas cosas, porque siempre necesitan compañía parajugar a las cartas, beber y salir a tomar algo; además, son habladores y necesitan quealguienlosescuche.Noshicimosamigos,esdecir,élpasabaavermeadiario,meimpedíatrabajarymehacíaconfidenciassobresumantenida.Desdeelprincipiomesorprendiósuextraordinaria mendacidad, que me daba verdadero asco. En calidad de amigo lereprendía: le preguntaba por qué bebía tanto, por qué vivía por encima de sus propiosmediosycontraíadeudas,porquénohacíanadanileíaunlibro,porquéteníaunaculturatanescasay sabía tanpoco,y en respuesta a todasmispreguntas esbozabaunaamargasonrisa, suspiraba y decía: «Soy un fracasado, un hombre superfluo», o: «¡Qué puedeesperarsedenosotros,residuosdelaépocadeservidumbre?»,o:«Hemosdegenerado…».OseperdíaenconsideracionesprolijasydescabelladassobreOnieguin,Pechorin,elCaíndeByronyBazárov[19],delosquedecía:«Sonnuestrospadresencuerpoyalma».Todoesohabíaqueinterpretarloasí:noeraculpasuyaquelospaquetesdedocumentosoficialesestuvieransemanasenterassinabriroqueélseentregaraalabebidayanimaraabeberaotros; la culpa la tenían Onieguin, Pechorin y Turguénev, inventor del fracasado, delhombre superfluo. La causa de la extrema depravación y envilecimiento no hay quebuscarladentrodeunomismo,sinofuera,enelespacio.Además,mireustedquébien,elpervertido,elembusteroyelmiserablenoerasóloél,sinotambiénnosotros…«Nosotros,hombresdelosañosochenta»,«nosotros,progenieindolenteyneuróticadelrégimendeservidumbre», «nosotros, despojos desfigurados por la civilización». En resumidascuentas, debíamos comprender que un hombre tan grande como Laievski era grandeincluso en su caída; que su depravación, su ignorancia y su incuria constituían unfenómeno histórico natural, consagrado por la necesidad; que nos encontrábamos antecausasuniversales,elementales,yquehabíaqueencenderunavelaporLaievski,víctima

fataldelaépoca,delastendencias,delaherenciaydemás.Todoslosfuncionariosylasseñoras se quedaban boquiabiertos escuchándolo; yo, por mi parte, tardé bastante endilucidarsiteníaquevérmelasconuncínicooconunastutoembaucador.Lostiposcomoél,conaspectodeintelectuales,unacapadeculturayunatendenciairreprimibleahablardesupropianobleza,sabenhacersepasarporcriaturasextraordinariamentecomplejas.

—¡Cállate!—estallóSamóilenko—.¡Notepermitoquehablesmalenmipresenciadeunhombreintachable!

—¡No me interrumpas, Aleksandr Davídich! —dijo con frialdad von Koren—. Yatermino.Laievski es unorganismobastante simple.He aquí su estructuramoral: por lamañana,zapatillas,bañoycafé;luego,hastalahoradelacomida,zapatillas,movimientoyconversación;alasdos,zapatillas,comidayvino;alascinco,baño,téyvino;después,naipesyembustes;alasdiez,cenayvino,ydespuésdemedianoche,descansoylafemme.Suexistenciaseencierraenesereducidoprograma,comoelhuevoenlacáscara.Yaande,sesiente,seenfade,escribaosealegre,todosereducealvino,lascartas,laszapatillasylamujer.Lamujerdesempeñaensuvidaunpapelfatal,agobiante.Élmismocuentaqueseenamoróyaalostreceaños.Siendoestudiantedeprimercurso,vivióconunaseñoraqueejerciósobreéluna influenciabeneficiosaya laquedebesu instrucciónmusical.Enelsegundocursosacóaunarameradeunprostíbuloylaelevóasualtura,esdecir,latomócomoconcubina;lajovenvivióseismesesconélyluegovolvióconsumadama.EsafugacausóaLaievskiprofundospadecimientosespirituales.Tantosufrióquetuvoquedejarlauniversidadysepasódosañosencasasinhacernada.Peronohaymalqueporbiennovenga,pues,unavezallí,tuvorelacionesconunaviudaqueleaconsejódejarlaFacultaddeDerechoe ingresar en ladeFilología.Yasí lohizo.Al acabar el curso, se enamoróperdidamentedesuactual(¿cómollamarla?)mujercasada,conlaquetuvoqueescaparalCáucaso, en nombre de no sé qué ideales… Si no hoy, mañana dejará de quererla yvolveráahuiraSanPetersburgo,siempreennombredelosideales.

—¿Y tú cómo lo sabes? —rezongó Samóilenko, mirando con animadversión alzoólogo—.Comeycalla.

Trajeronsargoscocidosconsalsapolaca.Samóilenkosirvióunpescadoenteroacadauno de sus pensionados y los cubrió de salsa con su propia mano. Pasaron un par deminutosensilencio.

—Lamujerdesempeñaunpapelfundamentalenlavidadecualquierhombre—dijoeldiácono—.Nosepuedehacernada.

—Sí, pero ¿hasta qué punto? Para cada uno de nosotros la mujer es la madre, lahermana, la esposa, la amiga; encambio,paraLaievski es sólo laamante.Lamujer, esdecir,laconvivenciaconlamujerconstituyeparaéllafelicidadyelobjetodesuvida.Sisealegra,seentristece,seaburreosedesencanta,lacausaessiemprelamujer.Silavidaselevuelveinsoportable, laculpaesdelamujer.Siseenciendelaauroradeunanueva

vida,sisurgennuevosideales,denuevohayquebuscaralamujer…Sólolesatisfacenlasobrasyloscuadrosenlosqueaparecenmujeres.Nuestraépoca,ensuopinión,esmala,aun peor que los años cuarenta y sesenta, sólo porque no sabemos dedicarnos conabnegaciónaléxtasisamorosoylapasión.Esoslujuriososdebendetenerenlacabezaunaexcrecencia particular, una especie de sarcoma que les oprime el cerebro y condicionatodasupsicología.SiobservanaLaievskicuandoestáencompañíadeotraspersonas,sedarán cuenta de que, en el momento en que se plantea en su presencia una cuestióngeneral, por ejemplo, sobre la célulao sobre el instinto, se aparta, guarda silencioynoescucha;parececansado,desilusionado,nada le interesa, todoesvulgare insignificante,peroencuantosehablademachosydehembras,dequelaaraña,porejemplo,despuésdela fecundación, devora al macho, sus ojos resplandecen de curiosidad y su rostro seilumina;enresumidascuentas,elhombrevuelvea lavida.Todossuspensamientos,pormuynobles,elevadosoindiferentesquesean,tienensiempreelmismopuntodepartida.Sivasconélporlacalleyteencuentras,pongamos,conunburro…yaestápreguntando:«Dígame,por favor, ¿quépasaría si secruzaraunaburraconuncamello?». ¿Yquémedicendelossueños?¿Noleshacontadosussueños?¡Sonmaravillosos!TanprontosueñaqueestácasadoconlaLunacomoquelecitanenunacomisaríayleordenanquevivaconunaguitarra…

Eldiáconoprorrumpió enuna sonora carcajada.Samóilenko frunció el ceñoypusocaradepocosamigos,tratandodeconservarlaseriedad,peroalfinalnopudocontenerseyestallóenunarisotada

—¡Todo es mentira! —dijo, secándose las lágrimas—. ¡Dios mío, qué sarta dementiras!

IV

Eldiáconoeraunhombremuyrisueño;bastabacualquierbobadaparaquesedesternillaray se partiera de risa. Se diría que el único placer que hallaba en la compañía de sussemejantes era que todos tenían un aspecto ridículo y a todos podía poner un apodojocoso.ASamóilenkolo llamaba«LaTarántula»;asuayudante,«ElPato»,ysemostróentusiasmado un día en que von Koren tildó a Laievski y Nadezhda Fiódorovna demacacos.Examinabaconminucialosrostros,escuchabasinpestañearyseveíacómosusojosseibaniluminandoysusrasgossetensaban,enesperadelmomentoenquepudieradarriendasueltaalarisa.

—Esuntipodepravadoypervertido—prosiguióelzoólogo,mientraseldiácono,queaguardabaotraexpresióndivertida,lomirabafijamentealacara—.Noesfácilencontraruna nulidad semejante. Físicamente es un hombre débil, endeble, avejentado; eintelectualmentenosedistingueennadadelagordamujerdeunmercader,quesepasalavidazampando,bebiendo,durmiendoenuncolchóndeplumasyteniendorelacionesconsucochero.

Eldiáconovolvióareírseacarcajadas.

—No se ría, diácono—dijo von Koren—. Es de tontos eso de reírse tanto. Yo nohabría reparado en su nulidad —continuó, una vez que el diácono acabó con suscarcajadas—yno lehabríaprestadoatención sino fueraun individuo tanperjudicialypeligroso.Esdañino,ante todo,porque tieneéxitoentre lasmujeresy,enconsecuencia,amenazacondejardescendencia,esdecir, condonaralmundounadocenadeLaievski,tanendeblesydepravadoscomoél.Ensegundolugar,escontagiosoengradosumo.Yaleshehabladodelvintylacerveza.UnañoodosmásyhabráconquistadotodalacostadelCáucaso.Yasabenustedeslafeciegaquetienelamasa,sobretodolascapasmedias,en la intelectualidad, en la instrucción universitaria, en las buenas maneras y en ellenguajeliterario.Pormuchascanalladasquecometa,todoscreeránquehacebien,queasídebeser,porqueesunjoveninstruido,liberal,conformaciónuniversitaria.Además,esunfracasado,unhombresuperfluo,unneurasténico,unavíctimadelaépoca,yesosignificaqueselepuedepermitirtodo.Unbuentipo,uncorazóndeoro,siempretanindulgenteconlasflaquezashumanas;condescendiente,considerado,asequible,nadaorgulloso,conélsepuedeunotomarunacopa,chismorrear,soltarunascuantaspalabrotas…Lamasasiempreseinclinaporelantropomorfismoenreligiónyenmoral;susdivinidadespreferidassonlas que muestran las mismas debilidades que ella. ¡Juzguen ustedes qué campo másamplioparaelcontagio!Además,esunactornadamalo,unembusterohabilidosoysabeperfectamenteloquehace.Observensusartimañasysubterfugios,porejemplo,suactitudante lacivilización.Aunque lacivilizaciónapenas leharozado,noparadedecir:«¡Ah,cómonoshadesfiguradolacivilización!¡Ah,cómoenvidioalossalvajes,aesoshijosdelanaturalezaquenoconocenlacivilización!».Conesodejaentrever,fíjenseustedes,queen tiempos fue fiela lacivilizaciónencuerpoyalma, lasirvió, lacomprendióa fondo,pero luego esta lo cansó, lo decepcionó, lo engañó; él es un Fausto, dense cuenta, unsegundo Tolstói… A Schopenhauer y Spencer, en cambio, los trata como si fueranchiquillos,ylesdapalmaditasenlaespaldaconairepaternal.¿Quéhay,amigoSpencer?Niquedecir tienequeno loha leído,peroquéexpresión tandulceadoptacuando,conligeraydespreocupadaironía,dice,refiriéndoseasudama:«¡HaleídoaSpencer!».TodosloescuchanynadiequierecomprenderqueesecharlatánnosólonotienederechoahablardeSpencerenesetono,sinonisiquieraabesarlelassuelasdeloszapatos.Únicamenteunanimalmuypresuntuoso,mezquinoeinfamepuedepisotearlacivilización,laautoridadylosaltaresajenos,cubrirlosdebarroyburlarsedeellosconelsolopropósitodejustificaryocultarsupropiadebilidadysuindigenciamoral.

—Noséquées loqueesperasdeél,Kolia—dijoSamóilenko,queyanomirabaalzoólogoconinquina,sinoconaireculpable—.Esunhombrecomotodos.Desde luego,tienesusflaquezas,peroestáalaalturadelasideasmodernas,trabaja,esútilasupatria.Hacediezañosvivíaaquíunagentedecomercio,unviejecitolistocomopocosquesolíadecir…

—¡Basta, basta! —lo interrumpió el zoólogo—. Dices que trabaja. Pero ¿cómo

trabaja?¿Esque,graciasasuvenida,hanmejoradoalgolascosas,losfuncionariossehanvueltomásdiligentes,honradosyserviciales?Alcontrario,consuautoridaddeintelectualconformaciónuniversitaria loúnicoquehahechoessancionarsufaltadecelo.Sólosemuestradiligente el veintede cadames, cuando recibe el sueldo; los demásdías se lospasaencasa,arrastrandolaszapatillasyadoptandounaexpresiónconlaquepretendedaraentenderelenormefavorqueestáhaciendoalgobiernorusoporelsolohechodevivirenelCáucaso.No,AleksandrDavídich,nolodefiendas.Nitúmismocreesloquedices.Si de verdad lo apreciaras y lo consideraras un semejante, no le pasarías por alto susflaquezasniseríastancondescendienteconél,yporsupropiobientrataríasdeneutralizarsumalejemplo.

—¿Cómo?

—Neutralizándolo.Dadoqueesincorregible,sólohayunmediodelograrlo…—vonKorensepasóundedoporelcuello,paradejarclaroaquéserefería—.Esooahogarlo…—prosiguió—.En interés de la humanidady en supropio interés las personas comoéldebensereliminadas.Sinfalta.

—Pero¿quédices?—murmuróSamóilenko,poniéndoseenpieymirandoperplejoelrostro sereno e impasible del zoólogo—. Diácono, ¿qué está diciendo? ¿Estás en tuscabales?

—No insisto en la pena demuerte—dijo vonKoren—. Si está demostrado que esperjudicial,busquenotroremedio.SinosepuedeaniquilaraLaievski,entoncesaíslenlo,despersonalícenlo,condénenloatrabajosforzados…

—¿Qué dices?—se horrorizó Samóilenko—. ¡Con pimienta, con pimienta!—gritócon voz desesperada, al advertir que el diácono se estaba comiendo sin pimienta loscalabacinesrellenos—.¿Esposiblequeunhombretaninteligentecomotúestédiciendoesas cosas? ¡¡Condenar a trabajos forzados a nuestro amigo, un joven orgulloso ycultivado!!

—Pues,siesorgullosoyseresiste,quelepongangrilletes.

Samóilenko, incapazyadedecirunasolapalabra,se limitabaamover losdedos.Eldiácono echó un vistazo a su rostro aturdido, verdaderamente ridículo, y soltó unacarcajada.

—Dejemos el tema —dijo el zoólogo—. Sólo te pido que recuerdes, AleksandrDavídich, que la lucha por la existencia y la selección natural protegían al hombreprimitivo de tipos como Laievski; ahora nuestra cultura ha debilitado de maneraconsiderablelaluchaylaselección,desuertequedebemosocuparnosnosotrosmismosdela eliminación de los débiles e incapaces; de otro modo, cuando los Laievski semultipliquen, lacivilizaciónsevendráabajoy lahumanidaddegenerarádel todo.Y losculpablesseremosnosotros.

—¡Si se ahoga y se cuelga a la gente —dijo Samóilenko—, tu civilización y lahumanidad se irán al diablo! ¡Al diablo!Escucha lo quevoy a decirte: eres unhombrecultísimo, listísimo,elorgullode tupatria,pero losalemanes tehanestropeado.¡Sí, losalemanes!¡Losalemanes!—Samóilenko,desdequepartiódeDerpt[20],endondeestudiómedicina,raravezhabíavistoaunalemánynohabíaleídounsololibroalemán,pero,asu juicio, todos losmales de la política y de la ciencia se debían a los alemanes.Ni élmismohabríasabidodeciraquésedebíaesaopinión,peroseateníaaellaconfirmeza—.¡Sí,losalemanes!—repitióunavezmás—.Vamosatomarelté.

Los tres se levantaron y, tras ponerse el sombrero, se dirigieron al jardincillo y sesentaron a la sombradeunospálidos arces, unosperales y un castaño.El zoólogoy eldiácono se acomodaron en un banco, junto a una mesita, mientras Samóilenko sedesplomaba en un sillón de rejilla, de ancho respaldo inclinado. El ayudante sirvió té,mermeladayunabotelladealmíbar.

Hacía mucho calor, unos treinta grados a la sombra. El aire sofocante se habíaserenado, hasta dejar de soplar, y una larga telaraña pendía inmóvil y flácida desde elcastañohastaelsuelo.

Eldiáconocogiólaguitarraquehabíasiemprejuntoalamesa,latemplóysepusoacantarenvozquedaLosseminaristasjuntoalataberna,perohacíademasiadocalor,asíquesecallóalinstante,seenjugóelsudordelafrenteyelevólosojosalcieloardienteyazul.Samóilenkosehabíaquedadotraspuesto:elbochorno,elsilencioyeldulcesopordelasobremesa,quenotardaronenapoderarsedetodossusmiembros,lehabíanrobadolasfuerzas, produciéndole una suerte de ebriedad: yacía con los brazos colgando, los ojossemicerrados,lacabezahundidaenelpecho.DirigióunamiradaenternecidaavonKorenyaldiáconoymurmuró:

—La jovengeneración…La estrella de la ciencia y el candil de la Iglesia…Enunvistoynovisto,estesantovaróndelargosfaldonesserápromovidoametropolitayhabráquebesarlelamano…Así…loquieraDios…

Notardóenoírseunronquido.VonKorenyeldiáconoseacabaroneltéysalieronalacalle.

—¿Vaotravezapescaralmuelle?—preguntóelzoólogo.

—No,hacedemasiadocalor.

—Pues véngase conmigo. Me hará un paquete y me copiará unos papeles. Luegohablaremosdecómodebeustedocuparel tiempo.Hayque trabajar,diácono.Nopuedeseguirasí.

—Suspalabrasson justasy lógicas—dijoeldiácono—,perocreoquemiperezaesdisculpable, dadas las circunstancias de mi vida actual. Como usted bien sabe, laincertidumbrecontribuyeengranmedidaalaapatíadelagente.SóloDiossabesimehan

enviadoaquítemporalmenteoparasiempre.Nadiemeinformadenaday,mientrastanto,mimujersigueaburriéndoseencasadesuspadres.Además,confiesoqueelcalormehasecadoelcerebro.

—Bobadas—dijoelzoólogo—.Alcalorpuedeacostumbrarseunoytambiénavivirsinlacompañíadeunamujer.Hayquedejarsederemilgosyaprenderadominarse.

V

Nadezhda Fiódorovna iba a bañarse por la mañana, seguida de su cocinera Olga, quellevabauncántaro,unatazadecobre,toallasyunaesponja.Enlaradahabíadosvaporesdesconocidos, probablemente navíos mercantes extranjeros, con sus chimeneas blancasllenas de suciedad.Algunos hombres vestidos de blanco, con zapatos delmismo color,iban por elmuelle, dando gritos en francés, y desde los vapores les respondían. En lapequeñaiglesiadelaciudadrepicaronconfuerzalascampanas.

«Hoyesdomingo»,recordóconsatisfacciónNadezhdaFiódorovna.

Sesentíarebosantedesaludysuestadodeánimoeraalegre,festivo.Consunuevoyampliovestidodesedacrudaysugransombrerodepaja,cuyaanchaalasedoblabahaciaabajoa laalturade lasorejas,dando la impresióndequesu rostrosalíadeunacaja, sesentíamuyatractiva.Pensabaqueeralaúnicamujerjoven,hermosaeinteligentedetodala ciudad, que sólo ella sabía vestirse con gusto y elegancia gastando poco dinero.Esevestido,por ejemplo, sólo lehabía costadoveintidós rublos, y, sin embargo,québonitoera. Era la únicamujer que despertaba admiración en la ciudad, y como habíamuchoshombres,todosteníanqueenvidiaraLaievski,loquisieranono.

Le alegraba que en los últimos tiempos Laievski fuera tan indiferente con ella, tancomedidoy cortés y a veces incluso tangroseroyvulgar; a sus desaires y susmiradasdespectivas, frías, extrañas o incomprensibles, antes habría contestado con lágrimas,reprochesyamenazasdeabandonarloodejarsemorirdehambre;ahora,encambio,portoda respuesta se ruborizaba, lo miraba con aire culpable y se alegraba de que no semostrase afectuoso con ella. Habría sido aúnmás agradable y placentero si la hubieseinsultadooamenazado,puessesentíatotalmenteculpableanteél.Creíaqueeraculpable,ante todo, de no compartir sus ilusiones de una vida de trabajo, aspiración por la queLaievski había dejado San Petersburgo y se había marchado al Cáucaso, y estabaconvencidadequeenlosúltimostiemposestabaenfadadoconellaprecisamenteporesacuestión.CuandoellaibadecaminoalCáucaso,pensabaencontrardesdeelprimerdíaunrincónapartadoenlaorilladelmar,unjardínamenoyfresco,conpajarillosyarroyuelos,dondepodríaplantarfloresyhortalizas,criarpatosygallinas,recibiralosvecinos,curaraloscampesinospobresydistribuirlibrosentreellos;peroresultóqueelCáucasoconsistíaenunasucesióndemontañaspeladas,bosquesyvallesinmensos,dondehabíaquepasarmuchotiempoeligiendositio,haciendogestiones,organizándose;dondenohabíavecinos,hacíamuchísimocalorypodíanrobarleauno.Laievskinosehabíadadoprisaenadquirir

una parcela, y ella se alegró de esa tardanza; parecía como si se hubieran puesto deacuerdo para no mencionar la vida dedicada al trabajo. Como él callaba, NadezhdaFiódorovnapensabaquesehabíaenfadadoporqueellanosacabaacolaciónesetema.

En segundo lugar, a lo largo de esos dos años había adquirido en la tienda deAchmiánov,aespaldasdeLaievski,diversasnaderíasporvalordeunostrescientosrublos:unpocodetela,unapiezadeseda,unasombrilla…Ypocoapoco,sindarsecuenta,habíaacumuladoaquelladeuda.

—Hoymismoselodiré…—decidió,peroactoseguidoparómientesenque,dadoelhumordeLaievski,talveznoeraelmomentomásoportunoparahablarlededeudas.

Entercerlugar,habíarecibidoyadosveces,enausenciadeLaievski,aKirilin,eljefede la policía: una vez por la mañana, cuando Laievski había ido a bañarse, y otra, amedianoche,mientrasélestabajugandoalascartas.Alrecordarlo,NadezhdaFiódorovnasepusocomo lagranaymiróa lacocinera,comosi temieraqueestapudiera leerle lospensamientos.Laslargasjornadas,aburridaseinsoportablementecalurosas;loshermososylánguidosatardeceres,lasnochessofocantesytodaesavida,enqueunonosabíacómoemplear tanto tiempo libre; elpensamiento recurrentedequeera lamujermásbonitayjovende la ciudady de que estabamalgastando su juventud, así como la presencia delpropio Laievski, hombre honrado e idealista, pero monótono, siempre arrastrando laszapatillas,mordiéndose lasuñasy fastidiándolacon suscaprichos,habíancontribuidoaqueeldeseopocoapocoacabaraapoderándosedeella,hastaelpuntodeque,comounaloca,nopensabaenotracosanidedíanidenoche.Ensualiento,ensusmiradas,eneltonodesuvozyensusandaressólopercibíaesedeseo;elrumordelasolaslehablabadelanecesidaddeamar,ytambiénlaoscuridaddelanocheylasmontañas…CuandoKirilinempezóacortejarla,nohabíaencontradolasfuerzasnilavoluntadnecesariasparaoponerresistenciaysehabíaentregado…

Enaquelmomento,vayaustedasaberporqué,losvaporesextranjerosyloshombresdeblancolerecordaronunaenormesala;juntoalaspalabrasenfrancésresonaronensusoídoslossonesdeunvals,ysupechoseestremeció,llenodeunaalegríainexplicable.Leentraronganasdebailarydehablarenfrancés.

Con inmensa satisfacción llegó a la conclusión de que su traición no era algo tanterrible, pues su alma no había participado. Seguía queriendo a Laievski, comodemostrabaelhechodequesesintieracelosa,dequeloecharademenosyseentristecieracuandoélnoestabaencasa.Kirilin,encambio,habíaresultadoun tiponormalillo,másbienvulgar, aunque atractivo.Yahabía roto con él ynovolvería averlo.Loquehabíasucedidopertenecíayaalpasado;anadieleimportabay,siLaievskillegabaaenterarse,nolocreería.

Enlaorillasólohabíaunacasadebañosparalasdamas;loshombres,encambio,sebañabanalairelibre.Alentrarenlacasadebaños,NadezhdaFiódorovnaseencontrócon

unaseñorayamadura,MariaKonstantínovnaBitiugova,esposadeunfuncionario,yconsu hija de quince años,Katia, estudiante de bachillerato; ambas estaban sentadas en unbanco, desnudándose. Maria Konstantínovna era una mujer bondadosa, entusiasta ydelicada,quehablabaconmuchapasión, alargando laspalabras.Hasta los treintaydosañoshabíatrabajadocomoinstitutriz,luegosehabíacasadoconelfuncionarioBitiugov,hombredebajaestatura,calvo(conloscuatropelosquelequedabanprocurabacubrirselassienes)ymuypacífico.Seguíaenamoradadeél,teníacelos,seruborizabacuandooíalapalabra«amor»yasegurabaatodoelmundoqueeramuyfeliz.

—¡Hola,querida!—dijoconalborozoalveraNadezhdaFiódorovna,adoptandounaexpresiónquetodossusconocidoscalificabande«meliflua»—.¡Cuántomealegrodequehayavenido,amigamía!Nosbañaremosjuntas:¡seráestupendo!

Olgasequitórápidamenteelvestidoylacamisayprocedióadesvestirasuseñora.

—Hoynohace tantocalorcomoayer,¿noesverdad?—dijoNadezhdaFiódorovna,encogiéndosealsentirelrudocontactodelacocineradesnuda—.Ayerestuveapuntodeasfixiarme.

—¡Ah,sí,querida!Amímepasólomismo.Noselovaacreer,peroayermebañétresveces.HastaNikodimAleksándrichseintranquilizó.

«¿Cómo es posible que sean tan feas?—pensabaNadezhda Fiódorovna,mirando aOlgaya lamujerdel funcionario.Luegose fijóenKatiay sedijo—:Lamuchachanotienemalasformas».

—¡SuNikodimAleksándrichesamabilísimo!—comentóenvozalta—.Laverdadesqueestoyenamoradadeél.

—Ja,ja,ja—estallóMariaKonstantínovnaenunarisaforzada—.¡Quémaravilla!

Una vez liberada de la ropa, Nadezhda Fiódorovna sintió deseos de volar. Tenía laimpresión de que le bastaría con batir los brazos para salir volando.Advirtió queOlgamirabaconrepugnanciasucuerpoblanco.Olga,aúnjoven,casadaconunsoldado,vivíacon su marido legítimo y eso le daba derecho a considerarse mejor y superior a ella.NadezhdaFiódorovnanotabaqueMariaKonstantínovnayKatiatampocolarespetabanyquelatemían.Eraunaimpresióndesagradable,ypararealzarseasusojos,dijo:

—Ahora en San Petersburgo está en su apogeo la temporada veraniega. ¡Cuántosconocidosteníamosmimaridoyyo!Tendríaqueirahacerlesunavisita.

—Sumaridoesingeniero,¿noesverdad?—preguntócontimidezMariaKaspárovna.

—EstoyhablandodeLaievski.Tienemuchísimosconocidos.Pero,pordesgracia, sumadre,unaaristócrataorgullosa,esunamujerdecortosalcances…

NadezhdaFiódorovnadejólafraseamediasysezambulló;MariaKonstantínovnayKatialasiguieron.

—Ennuestrasociedadhaymuchísimosprejuicios—prosiguióNadezhdaFiódorovna—,ylavidanoestanfácilcomoparece.

MariaKonstantínovna,quehabíatrabajadodeinstitutrizparafamiliasaristocráticasyconocíalaaltasociedad,dijo:

—¡Ah, sí! No se lo va a creer, querida, pero en casa de los Garatinski había quevestirseconvenientementeparaeldesayunoyelalmuerzo;poresemotivo,ademásdemisueldo,recibíaunacantidadsuplementariapararopa,comosifueraunaactriz.

Sehabía situadoentreNadezhdaFiódorovnayKatia, comoqueriendoapartar de suhijaelaguaenquesebañabalaprimera.Atravésdelapuerta,abiertasobreelmar,seveíanadaraalguienaunoscienpasosdeallí.

—¡Mamá,esnuestroKostia!—dijoKatia.

—¡Ah,ah!—cacareóMariaKonstantínovnaasustada—.¡Ah!¡Kostia,vuelve!—gritó—.¡Kostia,vuelve!

Kostia,unmuchachodeunoscatorceaños,queriendodárselasdevalientedelantedesumadre y de su hermana, se sumergió y siguió nadando, pero acabó cansándose y seapresuróavolver.Ensurostroserioycontraídoseveíaquenoconfiabaensuspropiasfuerzas.

—¡Estos muchachos son una cruz, querida! —dijo Maria Konstantínovna, ya mástranquila—.Bastaquesedéunolavueltaparaquesepartanlacrisma.¡Ah,querida,quéagradableyalavezquéduroessermadre!Siempreestásconelalmaenvilo.

NadezhdaFiódorovnasepusoel sombrerodepajaysalióamarabierto.Nadóunosdiezmetrosysequedóflotandobocaarriba.Veíaelmarhastalalíneadelhorizonte,losvapores, la gente en la orilla, la ciudad; ese cuadro, junto con el bochorno y las olasblandasytransparentes,laexcitabaylesusurrabaquehabíaquevivir,vivir…Juntoaellapasó raudaunabarcadevela, cortandoenérgicamente lasolasy el aire; el hombrequemanejabaeltimónselaquedómirando,yaellaleagradóquelacontemplara…

Despuésdelbaño,lasseñorassevistieronysemarcharonjuntas.

—Cada dos días tengo fiebre, pero no adelgazo —dijo Nadezhda Fiódorovna,pasándoselalenguaporlabios,saladosdespuésdelbaño,yrespondiendoconunasonrisaa los saludos de los conocidos—. Siempre he sido más bien gruesa y ahora tengo lasensacióndehaberengordadotodavíamás.

—Esodependede la disposición, querida.Si alguienno tiene tendencia a engordar,comoyo,porejemplo,nohaycomidaquepuedaayudarle.Meparecequeselehamojadoelsombrero,querida.

—Daigual,yasesecará.

NadezhdaFiódorovnavolvióaveraloshombresvestidosdeblanco,quepaseabanpor

elmalecónhablandoen francés,y,poralgunarazón,supechovolvióaestremecersedealegríaylevinoalamemorialaimagenimprecisadeunaespaciosasalaenlaquealgunavezhabíabailadooconlaqueacasohabíasoñado.Yalgoenlomásprofundodesualmale susurró de forma vaga y confusa que era una mujer ruin, vulgar, despreciable,insignificante…

MariaKonstantínovnasedetuvoalapuertadesucasaylainvitóapasar.

—¡Entre, querida!—dijo convoz suplicante, al tiempoque lamiraba con angustia,esperandoquerechazaseelofrecimiento.

—Con mucho gusto —aceptó Nadezhda Fiódorovna—. ¡Ya sabe cuánto me gustapasarunratoconusted!

Yentróenlacasa.MariaKonstantínovnalepidióquetomaraasiento,lesirviócafé,leofreciópanecillos,luegoleenseñóunasfotografíasdesusantiguaspupilas,lasseñoritasGaratinski,queyasehabíancasado,ydespuéslemostrólascalificacionesdeKatiaydeKostia, que eran excelentes; noobstante, para queparecieran aúnmejores, suspiró y sequejó de lo difícil que era en esos tiempos estudiar el bachillerato… Agasajaba a suinvitada, pero al mismo tiempo lamentaba que estuviera allí, sufría pensando que supresenciapodía ejerceruna influenciaperniciosa en lamoraldeKostiaydeKatiay sealegrabadequeNikodimAleksándrichnosehallaraencasa,pues,ensuopinión,atodoslos hombres les gustaban «esasmujeres», de suerte queNadezhda Fiódorovna tambiénpodíaejercerunainfluencianegativasobreNikodimAleksándrich.

Mientrasconversabaconsuinvitada,aMariaKonstantínovnanoseleibadelacabezaque esa misma tarde se celebraría una merienda campestre y que von Koren le habíarogadoencarecidamentequenodijeranadaalosmacacos,esdecir,aLaievskiyNadezhdaFiódorovna.No obstante, en unmomento determinado se le escapó sin darse cuenta, ytuvoqueañadir,rojacomolagranaytodaconfusa:

—¡Esperoquevenganustedes!

VI

Habíanacordadoalejarsesieteverstasdelaciudad,endirecciónsur,ydetenersejuntoalataberna,enlaconfluenciadelosriachuelosNegroyAmarillo,dondeprepararíanlasopadepescado.Partieronpocodespuésdelascinco.Delantedetodos,enuncharabán,ibanSamóilenko y Laievski; detrás, en un landó tirado por tres caballos, viajaban MariaKonstantínovna, Nadezhda Fiódorovna, Katia y Kostia, llevando la cesta con lasprovisionesylavajilla.Elsiguientecarruajeestabaocupadoporeljefedepolicía,Kirilin,yeljovenAchmiánov,hijodelcomerciantealqueNadezhdaFiódorovnadebíatrescientosrublos; en el asiento de enfrente, hechoun ovillo y con las piernas encogidas, se habíaacomodadoNikodimAleksándrich,diminuto,pulcro,consuscuatropeloscubriéndolelassienes.Cerraban lacomitivavonKorenyeldiácono,que llevabasobre las rodillasunacestadepescado.

—¡Aladerecha!—gritabaSamóilenkoavozencuellocadavezquesecruzabanconuncarrooconunabjasioalomosdeunamula.

—Dentro de dos años, cuando disponga de los medios y del personal necesario,emprenderé una expedición—decía von Koren al diácono—. Recorreré la costa desdeVladivostokhastaelestrechodeBeringyluegodesdeallíhastaladesembocaduradelríoYeniséi.Trazaremosunmapa,estudiaremoslafaunaylaflorayrealizaremosdetalladasinvestigaciones geológicas, antropológicas y etnográficas. De usted dependeacompañarmeono.

—Esimposible—dijoeldiácono.

—¿Porqué?

—Tengoobligaciones,estoycasado.

—Sumujerledejarávenir.Nosocuparemosdequenolefaltedenada.Lomejorseríaque,porelbiendetodos,laconvencieradequesemetieramonja,loquelepermitiríaausted tomar loshábitosyparticipar en la expediciónencalidadde sacerdote.Yopuedoarreglarlo.

Eldiáconoguardabasilencio.

—¿Conoceustedbiensumateria,lateología?—preguntóelzoólogo.

—Nomucho.

—Hum…Nopuedoofrecerleningunaindicaciónenesesentido,porquetambiényolaconozco mal. Pero si me da una lista con los libros que necesita, se los enviaré esteinviernodesdeSanPetersburgo.Tambiéntendráqueleerlasmemoriasdelosmisioneros,entre los que figuran buenos etnólogos y conocedores de lenguas orientales.Cuando sehayafamiliarizadoconsumododetrabajar,leserámásfácilponersemanosalaobra.Y,mientraslleganloslibros,nopierdaeltiempoenvano:vengaavermeynosejercitaremosconlabrújula,estudiaremoslameteorología.Todoesoesindispensable.

—Sí,sí—farfullóeldiáconoyseechóareír—.HesolicitadounpuestoenlaRusiacentralymitío,queesarcipreste,haprometidoocuparsedelcaso.Simevoyconusted,lohabríamolestadoenvano.

—Noentiendosusvacilaciones.Sisiguesiendounsimplediácono,queoficiasólolosdíasdefiestayelrestodeltiemposededicaanohacernada,dentrodediezañosserálomismoque es ahora, con la única diferencia, quizá, de que le habrá salido bigote y unpoco de barba; en cambio, si participa en la expedición, dentro de diez años se habráconvertidoenotrohombreysesentiráorgullosodehaberhechoalgodeprovecho.

Enelcarruajede lasseñoras resonaronunosgritosquedenotaban temoryasombro.Estaban pasando por una carretera excavada en un acantilado rocoso cortado a pico, ytodosteníanlaimpresióndequeavanzabanporunatablafijadaaunaltomuroydeque

los carruajes iban a despeñarse en el abismo en cualquier momento. A la derecha seextendía elmar, a la izquierda se levantabaunmuro escarpadoymarrón, conmanchasnegras, vetas rojas y raíces trepadoras, mientras en lo alto las frondosas ramas de lasconíferas se asomaban al vacío como con pavor y curiosidad. Al cabo de unos cincominutosvolvieronaoírsegritosyrisas:habíaquepasarpordebajodeunaenormerocasuspendidasobrelacarretera.

—No entiendo por qué diablos he venido con vosotros —dijo Laievski—. ¡Quéestúpidoytrivial!Enlugardeiralnorte,dehuir,desalvarme,participoenestaexcursiónidiota.

—Pero¡miraquépaisaje!—exclamóSamóilenko,cuandoloscaballos torcierona laizquierdayseabrióelvalledel riachueloAmarillo,cuyasaguascentellearon,amarillas,turbias,alocadas…

—Yonoveonadadeparticular—respondióLaievski—.Cuandouno sepasa el díaentero admirando la naturaleza lo único que hace es dejar constancia de su falta deimaginación. En comparación con las imágenes que puede crearmi imaginación, todosestosarroyuelosypeñascossonunanadería.

Los carruajes avanzaban ya por la orilla del río. Las altas y abruptas riberas ibanconfluyendopocoapoco,elvalleseestrechabayalgomásadelantese transformabaendesfiladero;lamontañarocosajuntoalaquepasabanhabíasidocreadaporlanaturalezaconpeñascosenormes,compactadoscon tanta fuerzaqueSamóilenko,cadavezque losveía,emitíaunrugidoinvoluntario.Lasombríaybellamontañaestabaatravesadaaquíyalláporangostasgrietasyhendiduras,quedespedíanunvahodehumedadydemisterio;atravésde lashendiduras seveíanotrasmontañas,parduscas, rosadas, lilas,humeantesobañadasdebrillanteluz.Devezencuando,cuandopasabanporunodeesosresquicios,seoíaelrumordelagua,quecaíadesdeloaltoyseestrellabacontralasrocas.

—¡Ah,malditasmontañas—suspirabaLaievski—,vanamatarmedeaburrimiento!

A un lado del camino, en el punto donde el riachuelo Negro desembocaba en elAmarillo y sus aguas negras como la tinta entablaban combate con las amarillas y lasmanchaban,sealzabalatabernadeltártaroKerbalai,conunabanderarusaeneltejadoyun letrero escrito con tiza: «La Taberna de la Alegría». Alrededor se extendía unjardincillo con mesas y bancos, rodeado por una cerca, y en medio de los escuálidosarbustosespinosossealzabauncipréssolitario,esbeltoyoscuro.

Kerbalai, un tártaro vivaracho, de baja estatura, con una camisa azul y un mandilblanco, estaba junto al camino y, con las manos en el estómago, hacía profundasreverencias a los carruajes, al tiempo que sonreía, mostrando sus dientes blancos ybrillantes.

—¡Hola,Kerbalai!—legritóSamóilenko—.Vamosaseguirunpocomás.Llévanoselsamovaryunassillas.¡Deprisa!

Kerbalaiasintióconsucabezarasuradaybalbuceóalgoquesóloquienesviajabanenelúltimocarruajellegaronaentender:

—¡Tengotruchas,excelencia!

—¡Tráelas,tráelas!—ledijovonKoren.

Loscarruajessedetuvieronaunosquinientospasosdelataberna.Samóilenkoeligióun pequeño prado en el que sobresalían algunas piedras que podían servir de asiento ydondeyacíaunárbolabatidoporlatormenta,conlasvelludasraícesdesenterradasylasagujassecasyamarillentas.Enesepuntouninestablepuentedetroncosatravesabaelrío,yenlaotraorilla,justoenfrente,sealzabasobrecuatropequeñospilaresunsecaderodemaíz, que recordaba las isbas con patas de gallina de los cuentos[21]; una escaleritaconducíahastalapuerta.

Enunprimermomentoseapoderódetodoslasensacióndequejamássaldríandeallí.Portodaspartes,mirasendondemirasen,sealzabanysesucedíanmontañasimponentes,ypor la parte de la taberna y del oscuro ciprés avanzaban a toda prisa las sombras delatardecer; de este modo, el estrecho y tortuoso valle del riachuelo Negro parecía másangostoylasmontañas,másaltas.Seoíaelborboteodelasaguasyelincesantechirridodelascigarras.

—¡Qué maravilla! —dijo Maria Konstantínovna, entusiasmada, exhalando unprofundosuspiro—.¡Niños,miradquébonito!¡Yquésilencio!

—Sí,laverdadesqueesbonito—admitióLaievski,aquienhabíacomplacidolavista;noobstante,despuésdecontemplarelcieloyluegoelhumoazulquesalíadelachimeneadelatabernasesintiótriste,vayaustedasaberporqué—.¡Sí,esbonito!—repitió.

—IvánAndreich,describaestepaisaje—dijoMariaKonstantínovnaconvozllorosa.

—¿Para qué? —preguntó Laievski—. La impresión es mejor que cualquierdescripción.Estariquezadecoloresysonidos,quecualquierarecibedelanaturalezapormedio de las impresiones, los escritores la revelan bajo un aspecto informe eirreconocible.

—¿Cómodice?—preguntóconfrialdadvonKoren,quehabíaescogido la rocamásgrandequehabía juntoal ríoybuscabaelmododeencaramarseaellapara sentarse—.¿Cómodice?—repitió,mirandofijamenteaLaievski—.¿YRomeoyJulieta?¿Ylanocheucraniana descrita por Pushkin? Ante esos ejemplos, la naturaleza tiene que inclinarsehastaelsuelo.

—Tal vez…—concedióLaievski, demasiado perezoso para argumentar y rebatir—.Porotrolado—añadióalcabodeunrato—,¿quérepresentaRomeoyJulietaenrealidad?Un amor bello, poético, sagrado, unas rosas bajo las que se trata de ocultar lapodredumbre.Romeoesunanimal,comotodoelmundo.

—Siemprequesehablaconusteddealgo,acababareduciéndolotodo…

VonKorensequedómirandoaKatiaynoterminólafrase.

—¿Aquéacaboreduciéndolo?—preguntóLaievski.

—Si alguien dice, por ejemplo: «¡Qué hermoso es este racimo de uvas!», ustedresponde:«Sí,peroquéhorriblecuandounoselocomeylodigiereenelestómago».¿Aquévienedecireso?Noesnadanuevoy…engeneral,esunamaneradeprocederbastanteextraña.

Laievski sabía que no le caía bien a von Koren; por eso le tenía miedo y en supresenciasesentíaincómodo,comosialguienleestuvieraechandoelalientoenelcogote.Sinresponderpalabra,seapartóunospasosyselamentódehaberemprendidoeseviaje.

—¡Señores,vamosacogerleñaparalahoguera!—ordenóSamóilenko.

CasitodoslospresentessedispersaronyenellugarsóloquedaronKirilin,AchmiánovyNikodimAleksándrich.Kerbalai trajo sillas, extendió una alfombra sobre la hierba ydepositóunascuantasbotellasdevino.Eljefedepolicía,Kirilin,hombrealtoyapuesto,quehicieraeltiempoquehicierallevabasiempreuncapoteporencimadelaguerrera,consualtaneroporte,susandaressolemnesysuvozprofundayalgoronca,eraelprototipodel joven comisario de provincias. Tenía una expresión triste y soñolienta, como siacabarandedespertarloencontradesuvoluntad.

—¿Qué es lo que nos has traído, animal?—le preguntó a Kerbalai, pronunciandolentamentecadapalabra—.Tepedíquenossirvieraskvareli[22],¿yquéesloquenoshastraído,tártarodeldemonio?¿Eh?¿Conquiéncreesqueestáshablando?

—Tenemosmucho vino,YegorAlekseich—tercióNikodimAleksándrich, tímido ycortés.

—¿Yqué?Quieroquetambiénhayavinomío.Participoenestaexcursiónysupongoque tengo todoelderechoaaportarmicontribución. ¡Su-pon-go! ¡Traediezbotellasdekvareli!

—¿Por qué tantas?—preguntó sorprendido Nikodim Aleksándrich, pues sabía queKirilinnoteníadinero.

—¡Veintebotellas!¡Treinta!—gritóKirilin.

—No se preocupe, déjelo—le susurró Achmiánov a Nikodim Aleksándrich—. Lopagaréyo.

NadezhdaFiódorovnaestabadeunhumoralegreyjuguetón.Queríasaltar,reír,gritar,gastar bromas, coquetear. Llevaba un vestido barato de percal, con dibujo de lunaresazules,unassandaliasrojasyaquelsombrerodepajaquesehabíapuestoporlamañana,yse imaginabaqueeramenuda,sencilla, ligerayaéreacomounamariposa.Corrióporelinestable puentecillo y se asomó a las aguas un instante, para sentir el vértigo de las

alturas; luego pegó un grito, pasó corriendo a la otra orilla y se acercó al secadero,sintiéndose admirada por todos los hombres, incluso por Kerbalai. Mientras, en laoscuridadquedescendíaveloz, losárbolesseconfundíancon lasmontañas, loscaballoscon los carruajes, y en las ventanas de la taberna relucía una lucecilla. NadezhdaFiódorovna subió a una montaña por una vereda que serpenteaba ente las peñas y losarbustosespinososysesentóenunaroca.Abajoardíayalahoguera.Alrededordelfuegotrajinabaeldiácono,conlacamisaremangada;sulargasombranegragirabaentornoalasllamascomounrayo;tanprontoechabaramitascomoremovíaelperolconunacucharaatada a una larga vara. Samóilenko, con el rostro entre púrpura y cobrizo, se ajetreabaalrededordelalumbre,comohacíaenlacocinadesucasa,ygritabahechounafiera:

—¿Dóndeestá la sal, caballeros? ¿No lahabránolvidado? ¿Quéhacen ahí sentadoscomoseñoritos?¿Esquenovanaecharmeunamano?

Sentados en el árbol caído, uno al lado del otro, Laievski yNikodimAleksándrichcontemplabanelfuegoconairepensativo.MariaKonstantínovna,KatiayKostiasacabandelacestaelserviciodetéylosplatos.VonKoren,losbrazoscruzadosyunpieapoyadosobrelaroca,estabaenlaorilla,albordemismodelagua,yparecíameditar.Lasmanchasrojas de la hoguera y las sombras que se desplazaban por el suelo junto a las oscurasfigurashumanastemblabanenlamontaña,enlostroncos,enelpuente,enelsecadero;alotrolado,laabruptayescarpadaorillaestabatodailuminada,centelleabaysereflejabaenelrío,ylastumultuosasaguas,quepasabanraudas,rompíanenpedazossureflejo.

Eldiácono fueporelpescadoqueKerbalai estaba limpiandoy lavandoen laorilla,perosedetuvoamediocaminoysequedómirandoasualrededor.

«¡Dios mío, qué hermosura! —pensó—. Los hombres, las rocas, el fuego, elcrepúsculo,unárbolmonstruoso:sóloeso.Y,sinembargo,¡quéhermosura!».

En la otra orilla, junto al secadero, aparecieron unos desconocidos. Como la luzreverberabayelhumodelahogueraibaenesadirección,nofueposibledistinguiratodosesoshombresenunprimermomento; sólo seveíade forma fragmentaria tanprontoungorrodepielyunabarbacanosacomounacamisaazulounmontóndeharaposde loshombrosalasrodillasyunpuñalterciadoenlacintura,ounrostrojovenymorenoconcejasnegras,tanespesasyprecisasqueparecíandibujadasacarboncillo.Cincooseisdeellossesentaronenelsueloformandouncorro,mientrasloscincorestantesentraronenelsecadero. Uno se quedó en la puerta, de espaldas a la hoguera, y, con las manos a laespalda, sepusoacontaralgopor lovistomuy interesante,porque,cuandoSamóilenkoechóunasramasalfuegoylasllamasserecrudecieron,echandochispaseiluminandocontodaclaridadelsecadero,vieronenelinterioradosfigurasserenas,queescuchabanconprofunda atención, mientras los del corro se habían vuelto y prestaban oídos a lanarración.Alcabodeunratolosqueestabansentadosentonaronenvozbajaunestribilloprolongado y melódico, semejante a los cánticos eclesiásticos de la cuaresma… Alescucharlo,eldiáconoseimaginóloqueseríadeéldentrodediezaños,cuandoregresara

de la expedición: joven sacerdote misionero, autor renombrado y con un pasadomagnífico;lopromoveríanaarchimandrita;luego,aobispo;oficiaríamisaenlacatedral;con sumitradeoroy supanagia[23] saldría al ambóny, bendiciendo a lamultitud concandelabros de dos y tres brazos en lamano, proclamaría: «¡Protégenos desde el cielo,Señor,contemplayhonracontupresenciaestaviñaplantadaportudiestra!».Ylosniños,enrespuesta,cantaríanconvozangelical:«Diossanto»…

—¿Dóndeestáelpescado,diácono?—seoyólavozdeSamóilenko.

Unavezdevueltajuntoalahoguera,eldiáconoimaginóunacalurosajornadadejulioenlaqueunaprocesiónavanzaraporuncaminopolvoriento:delante,loscampesinosconlos estandartesy lasmujeresy lasmuchachas con los iconos; a continuación, losniñoscantoresyelsacristánconlamejillavendadaybriznasdepajaentreloscabellos;luegoél,el diácono, detrás el pope con el bonete y la cruz, y después, levantando una nube depolvo, una muchedumbre de mujiks, campesinas y muchachos, entre la que seencontraríanlamujerdelpopeylasuya,conelchalenlacabeza.Cantaelcoro,chillanlos niños, pían las codornices, gorjean las alondras…De pronto la comitiva se detienepara asperjar el ganado con agua bendita… Luego reanudan la marcha y, puestos derodillas,invocanlalluvia.Yporúltimotomanunbocado,charlan…

«Tambiénesoeshermoso…»,pensóeldiácono.

VII

KirilinyAchmiánovsubieronalamontañaporelsendero.Achmiánovsequedórezagadoysedetuvo,peroKirilinseacercóaNadezhdaFiódorovna.

—¡Buenastardes!—dijo,llevándoselamanoalavisera.

—Buenastardes.

—Puessí—dijoKirilin,contemplandoelcieloconairepensativo.

—¿Cómoquepuessí?—preguntóNadezhdaFiódorovna,alcabodeunrato,dándosecuentadequeAchmiánovlosestabaobservando.

—Quiero decir —pronunció lentamente el policía— que nuestro amor se hamarchitado antesde florecer, pordecirlode algunamanera. ¿Cómopretendequeme lotome?¿Se tratadecoqueteríaporsuparteoesquemeconsideraun tunanteconelquepuedehacerloquelevengaengana?

—¡Fueun error! ¡Déjeme!—dijo conbrusquedadNadezhdaFiódorovna,mirándolocon temor y preguntándose sorprendida cómo era posible que alguna vez hubieraencontradoatractivoaesetipoyhubieraaceptadosucompañía.

—¡Ya! —exclamó Kirilin; guardó silencio un momento, con aire meditabundo, ycomentó—: ¡Qué le vamos a hacer! Esperaremos a que esté usted de mejor humor;mientras tanto,meatrevoaasegurarlequesoyunhombreíntegroyquenopermitoque

nadielopongaenduda.¡Conmigonosejuega!Adieu!

Se llevó la mano a la visera y se alejó, abriéndose paso entre los arbustos. AlgodespuésseacercóAchmiánovconpasosindecisos.

—¡Quétardetanhermosa!—exclamóconunligeroacentoarmenio.

Eraunhombrenadafeo,vestíaalamodayseconducíaconsencillez,comounjovenbieneducado,peroaNadezhdalecaíamalporqueledebíaasupadretrescientosrublos;también ledesagradabaquehubiesen invitadoa laexcursiónaun tenderoyqueeste sehubieraacercadoaellaprecisamenteesatarde,cuandosesentíatanpuradeespíritu.

—Engenerallaexcursiónhasidounéxito—dijoalcabodeunrato.

—Sí—convino ella y, como si de pronto le hubiese venido a la cabeza su deuda,añadió distraída—:A propósito, diga en la tienda que dentro de unos días pasará IvánAndreichypagarálostrescientosrublos…olacantidadquesea.

—Ledaríacongustootrostrescientoscontaldequedejaraderecordarmeesadeudacadadía.¿Porquémencionasiempreeseasuntotanprosaico?

NadezhdaFiódorovnaseechóareír;selehabíapasadoporlaimaginaciónlaridículaideadeque,sisumoralnohubiesesidolobastantefirmeparaimpedírselo,habríapodidosaldarladeudaenesemismoinstante.¡Lehabríabastado,porejemplo,conhacerqueesetontorrón joven y apuesto perdiera la cabeza! En realidad, ¡qué ridículo, absurdo ydescabellado sería! Pero de pronto le entraron ganas de enamorarlo, desplumarlo,abandonarloyverdespuésloquepasaba.

—Permítamequeledéunconsejo—dijotímidamenteAchmiánov—.HagaelfavordeapartarsedeKirilin.Vadiciendoportodaspartescosashorriblesdeusted.

—No me interesa saber lo que pueda contar de mí un estúpido —dijo NadezhdaFiódorovnaconfrialdad;enesemomentoseapoderódeellaunagraninquietudylaidearidícula de jugar un poco con ese joven apuesto perdió de pronto todo su encanto—.Tenemosquevolverconlosdemás—dijo—.Nosestánllamando.

Abajo la sopadepescadoya estaba lista.La sirvieron en los platos y se pusieron acomerlaconesasolemnidadtípicadelasexcursiones;todoslaencontraronmuyapetitosay afirmaronque en casanuncahabían comidonada igual.Como sucede siempre en lasexcursiones, nadie sabía dónde estaba su vaso y su pan, perdidos entre un montón deservilletas,envoltorioseinútilespapelesllenosdegrasaarrastradosporelviento;vertíanel vino en la alfombra o en las propias rodillas, se les caía la sal.Alrededor reinaba laoscuridadylahoguerayanoardíacontantafuerzacomoantes,peronadieeracapazdesacudirselaperezaylevantarseparaecharunpocodeleña.Todoshabíanbebidovino;aKostiayaKatialeshabíanservidomediovaso.NadezhdaFiódorovnasehabíabebidounvasoentero,luegootro,sehabíaemborrachadoysehabíaolvidadodeKirilin.

—Unameriendasuntuosa,unatardemaravillosa—dijoLaievski,quegraciasalvinosesentíamásalegre—,peroyocambiaríatodoestoporuninviernodeverdad.«Elpolvodelaescarchaplateabasucuellodecastor.»[24]

—Cadacualtienesugusto—señalóvonKoren.

Laievski se sintió incómodo: por la espalda le llegaba el calor de la hoguera y defrente, el odio de vonKoren, hombre probo e inteligente; ese odio, que probablementeteníarazonesfundadas,lohumillabaylodebilitaba;sinfuerzasparacontrarrestarlo,dijoentonoobsequioso:

—Amoapasionadamentelanaturalezaylamentonosernaturalista.Leenvidio.

—Yo,encambio,nolamentonadani leenvidio—dijoNadezhdaFiódorovna—.Noentiendoquealguienpuedaocuparseseriamentedelosbichosydelassabandijascuandohayunpuebloquesufre.

Laievskicompartíaesaopinión.Nosabíaabsolutamentenadadecienciasnaturalesy,por tanto, nunca había podido congraciarse con el tono autoritario y el aire doctoral ysesudodelaspersonasquesededicabanalasantenasdelashormigasylaspatasdelascucarachas;siemprelehabíamolestadoqueesaspersonas,basándoseenelestudiodelasantenas,laspatasynoséquéprotoplasma(queél,poralgunarazón,seimaginabacomouna especie de ostra), pretendiesen resolver cuestiones relativas al origen y la vida delhombre. Pero las palabras deNadezhda Fiódorovna le sonaron a falsas y, con la únicaintencióndellevarlelacontraria,comentó:

—¡Loimportantenosonlosinsectos,sinolasconclusiones!

VIII

Cuando empezaron a acomodarse en los carruajes para volver a casa, ya era tarde,alrededordelasonce.SólofaltabanNadezhdaFiódorovnayAchmiánov,quecorríanunodetrásdelotroenlaorillaopuestadelríoysereíanacarcajadas.

—¡Vamos,señores!—lesgritóSamóilenko.

—Nohabríaquedarlevinoalasseñoras—dijovonKorenenvozbaja.

Laievski,cansadode laexcursión,dolidoporelodiodevonKorenyextenuadoporsus propios pensamientos, fue al encuentro de Nadezhda Fiódorovna, y cuando ella,alegre,contenta,sintiéndose ligeracomounapluma,sofocadayrisueña, lecogióambasmanoyreclinólacabezaensupecho,retrocedióunpasoydijoconseveridad:

—Teestáscomportando…comounacocotte.

El comentario había sido tan grosero que hasta sintió pena de ella. En el rostroenfadadoyfatigadodeLaievski,NadezhdaFiódorovnaleyóodio,compasióneirritación,ydepronto se sintióabatida.Comprendióque sehabíapasadode la raya,que sehabíacomportado con demasiada desenvoltura; apesadumbrada, sintiéndose gorda, pesada,

vulgar y borracha, subió al primer carruaje vacío que encontró, junto con Achmiánov.LaievskisesentóconKirilin;elzoólogo,conSamóilenko;eldiácono,conlasseñoras,ylacaravanasepusoenmarcha.

—Asísonlosmacacos…—empezóvonKoren,arrebujándoseenlacapaycerrandolosojos—.Yalohasoído,aellanolegustaríaocuparsedebichosysabandijasporquehayunpuebloquesufre.Asíjuzganasusemejantetodoslosmacacos.Esunaestirpeservil,maliciosa,atemorizadadesdehacediezgeneracionesporelpuñoyel látigo; tiembla,seconmueveyadulasólocuandoseleobliga;pero,sisueltasalmacacoenunespaciolibre,dondenohayanadiequepuedacogerlopor lacabezota,seenvalentonaysehacenotar.Miraquéaudazesenlasexposicionesdepintura,enlosmuseos,enlosteatrosycuandoexpresasusopinionessobrelaciencia:seleerizaelpelo,seencabrita, insulta,critica…Criticasinfalta:unacaracterísticade losesclavos.Fíjese: loshombresquesededicanaprofesiones liberales reciben más insultos que los granujas, y ello se debe a que lasociedad,ensustrescuartaspartes,secomponedeesclavos,demacacoscomoestos.Nosucederánuncaqueunesclavotetiendalamanoyteagradezcasinceramentetutrabajo.

—¡Noséadóndequieresiraparar!—dijoSamóilenko,bostezando—.Lapobrecilla,en su ingenuidad, quería hablar contigo de un tema elevado, y tú ya estás sacandoconclusiones.Estásenfadadoconélporalgúnmotivoylahastomadotambiénconella.¡Esunamujermaravillosa!

—¡Ah, basta!No esmás que unamantenida, disoluta y vulgar.Escucha,AleksandrDavídich,cuandoteencuentrasconunasimplealdeanaquenoviveconsumaridoynohacemásquereírse,ledicesquesepongaatrabajar.¿Porquéenestecasotemuestrastantimoratoyno te atreves adecir laverdad?¿Sóloporqueeneste casoquienmantiene aNadezhdaFiódorovnanoesunmarinero,sinounfuncionario?

—¿Yquéquieresquehaga?—seenfadóSamóilenko—.¿Queledéunapaliza?

—Nohay que fomentar el vicio. Sólo lo condenamos a espaldas de la gente, y esoequivaleahacerlahigaconlamanoenelbolsillo.Soyzoólogo,osociólogo,quevieneaserlomismo;túeresmédico.Lasociedadcreeennosotros.EstamosobligadosamostrarlelaamenazaquesuponeparalasgeneracionespresentesyfuturaslaexistenciadeseñorascomoNadezhdaIvánovna.

—Fiódorovna—lecorrigióSamóilenko—.¿Yquédebehacerlasociedad?

—¿Lasociedad?Esoesasuntosuyo.Enmiopinión,elcaminomásseguroydirectoesla violencia. Habría que mandarlamanu militari con su marido y, si el marido no laacogiese,enviarlaatrabajosforzadosoingresarlaenalgúnreformatorio.

—¡Uf!—suspiróSamóilenko;luegoguardósilencioyalcabocomentóenvozbaja—:Hace unos días dijiste que a la gente como Laievski había que eliminarla… Dime…Figúrate que el gobierno o la sociedad te confiaran la misión de eliminarlo… ¿Seríascapazdehacerlo?

—Nometemblaríalamano.

IX

Devueltaencasa,LaievskiyNadezhdaFiódorovnaentraronensushabitacionesoscuras,sofocantes y desangeladas. Los dos callaban. Laievski encendió una vela; NadezhdaFiódorovna,porsuparte,sesentóy,sinquitarseelabrigoyelsombrero,levantóhastaélsusojostristesyculpables.

Laievskicomprendióqueellaestabaesperandounaexplicación;peroexplicarsehabríasido tedioso, inútil y fatigoso; por otro lado, le apenaba no haber podido contenerse yhaberle dicho esa grosería. Casualmente palpó en el bolsillo la carta que a diario seproponía leerle y pensó que, si se la mostrara en ese momento, conseguiría que suspensamientostomaranotrorumbo.

«Eshoradequeaclaremosnuestras relaciones—pensó—.Se ladaré,yquepase loquetengaquepasar».

Sacólacartayselatendió.

—Léela.Teconcierne.

Y, traspronunciar esaspalabras, se retiró a sudespachoy se tumbóaoscuras en elsofá, sin coger siquiera un cojín. Cuando leyó la carta, Nadezhda Fiódorovna tuvo laimpresióndequeeltechosehundíaylasparedeslaaplastaban.Deprontotodoleparecióopresivo,tenebrosoyterrible.Sesantiguótresvecescongestosbruscosymurmuró:

—Descanseenpaz…Descanseenpaz…

Yseechóallorar.

—¡Vania!—llamó—.¡IvánAndreich!

Noobtuvorespuesta.CreyendoqueLaievskihabíaentradoyestabadetrásdelasilla,sepusoasollozarcomounaniñaydijo:

—¿Por qué nome has dicho antes que habíamuerto?No hubiera participado en laexcursión, no me habría reído de ese modo atroz… Los hombres me han dichovulgaridades.¡Quépecado,quépecado!Sálvame,Vania,sálvame…Mehevueltoloca…Estoyperdida…

Laievskioía sus sollozos.Sentíauna suertede ahogoy su corazón latía con fuerza.Llenodeangustia,selevantó,sedetuvoenmediodelahabitación,buscóatientaselsillónquehabíajuntoalamesaysesentó.

«Estoesunacárcel—pensó—.Tengoquemarcharme…Nopuedomás…».

Yaeratardeparairajugaralascartasyenlaciudadnohabíarestaurantes.Volvióatumbarseysetapólasorejasparanoescucharlossollozos,yderepentecayóenlacuentade que podía ir a casa de Samóilenko. Para no pasar al lado deNadezhda Fiódorovna,

salióporlaventanaaljardín,atravesólacercayechóaandarporlacalle.Estabaoscuro.Acababadellegarunvapor,ajuzgarporlaslucesungrannavíodepasajeros…Lacadenadelanclachirrió.Desdelaorillaseacercabavelozalvaporunalucecillaroja:eralalanchadelosaduaneros.

«Los pasajeros duermen en las cabinas…», pensó Laievski, sintiendo envidia de laserenidadajena.

EncasadeSamóilenkolasventanasestabanabiertas.Laievskisequedómirandouna,luegootra:enlashabitacionesreinabanlaoscuridadyelsilencio.

—¿Estásdurmiendo,AleksandrDavídich?—llamó—.¡AleksandrDavídich!

Seoyóunatosyunaexclamacióninquieta.

—¿Quiénestáahí?¿Quiéndiabloses?

—Soyyo,AleksandrDavídich.Perdona.

Alcabodeunos instantesseabrió lapuerta.Brilló lapálida luzdeuna lamparillayapareció la enorme figura de Samóilenko, todo de blanco, con un gorro de dormir delmismocolor.

—¿Quéquieres?—preguntómediodormido,respirandocondificultadyrascándoselacabeza—.Espera,voyaabrirte.

—Notemolestes,entraréporlaventana…

Laievskiseencaramóalalféizar,seacercóaSamóilenkoylecogiódelbrazo.

—¡Aleksandr Davídich—dijo con voz temblorosa—, sálvame! ¡Te lo ruego, te losuplico, trata de comprenderme!Mi situación es insoportable.Si se prolongaunpar dedíasmás,meahorcarécomo…comoseahorcaaunperro.

—Espera…¿Dequémeestáshablando?

—Enciendeunavela.

—Ay,ay…—suspiróSamóilenko,obedeciéndole—.Diosmío,Diosmío…Yaesmásdelauna,amigo.

—Perdona, pero no puedo quedarme en casa —dijo Laievski, a quien la luz y lapresencia de Samóilenko procuraron un gran alivio—. Eresmimejor amigo,mi únicoamigo,AleksandrDavídich…Entitengodepositadastodasmisesperanzas.Loquierasono,debesecharmeunamano.Hedemarcharmedeaquíacualquierprecio.¡Préstamealgodedinero!

—¡Ah,Diosmío,Diosmío!—suspiróSamóilenko,rascándosedenuevo—.Estabaapuntodedormirmeydeprontooíelsilbidodeunvaporqueentrabaenelpuerto,yahoraaparecestú…¿Cuántonecesitas?

—Unos trescientos rublospor lomenos.Tengoquedejarlecienaellayyonecesitodoscientos para el viaje…Tedeboya cercade cuatrocientos, pero te lo enviaré todo…todo…

Samóilenko se cogió con una mano ambas patillas, abrió las piernas y se quedópensativo.

—Aver…—murmuraba,sumidoensuscavilaciones—.Trescientos…Sí…Peronotengotanto.Habráquepedírseloaalguien.

—¡Pues hazlo, por el amor de Dios! —dijo Laievski, viendo por la expresión deSamóilenkoque su amigo estaba dispuesto a facilitarle ese dinero y que, de una u otramanera,seloprocuraría—.Pídeseloprestadoaalguienyyotelodevolverésinfalta.EncuantollegueaSanPetersburgo,teloenviaré.Deesopuedesestarseguro.Oye,Sasha—añadió,animándose—,podíamosbeberunpocodevino.

—Sí…Porquéno.

Ambossedirigieronalcomedor.

—¿YquévaaserdeNadezhdaFiódorovna?—preguntóSamóilenko,poniendosobrelamesatresbotellasyunplatodemelocotones—.¿Vaaquedarseaquí?

—Meocuparé de todo,me ocuparé de todo…—dijoLaievski, sintiéndose anegadopor una alegría inesperada—.Le enviaré dineromás tarde y se reunirá conmigo…Allíaclararemosnuestrasrelaciones.Atusalud,amigo.

—¡Espera!—exclamóSamóilenko—.Primeropruebaesto…Esdemipropioviñedo.Esta,encambio,esunabotelladelviñedodeNavaridzeyesadeldeAjatúlov…Pruebalostrestiposydimesinceramente…Elmíopareceunpocoácido,¿noesverdad?

—Sí… Tu compañía ha sido un gran consuelo, Aleksandr Davídich. Gracias…Hevueltoalavida.

—¿Loencuentrasácido?

—Yoquésé.Aldiabloconeso.Eresunhombreestupendo,maravilloso.

Al contemplar su rostro pálido, agitado y bondadoso, Samóilenko se acordó de laopinióndevonKorensobrelanecesidaddeeliminaralaspersonascomoél,yLaievskileparecióunniñodébileindefenso,alquecualquierapodíaofenderyaniquilar.

—Cuandovuelvasalnorte,reconcíliatecontumadre—dijo—.Nopodéisseguirasí.

—Sí,sí,loharésinfalta.

Guardaronsilenciounrato.Cuandoterminaronlaprimerabotella,Samóilenkodijo:

—También deberías reconciliarte con vonKoren.Ambos sois personas excelentes einteligentísimas,yencambioosmiráiscomolobos.

—Sí, es un hombre excelente e inteligentísimo —convino Laievski, que en esosmomentosestabadispuestoaalabaryperdonara todoelmundo—.Unhombrenotable,peromeresulta imposible tratarconél. ¡Imposible!Nuestrasnaturalezassondemasiadodiferentes. Con mi temperamento débil, apocado, complaciente, quizá en un momentopropiciopodríatenderlelamano,peroélmedaríalaespalda…condesprecio—Laievskisetomóuntragodevino,sepusoapaseardeunladoaotroyalfinalsedetuvoenmediode la habitación—. Comprendo perfectamente a von Koren. Tiene un carácter fuerte,decidido,despótico.Comoyasabes,estásiemprehablandodeesaexpedición,ynosonpalabrasvacías.Necesitaeldesierto,unanochedeluna:alrededor,enlastiendasybajoelcielo raso, hambrientos y enfermos, extenuados por la fatigosa marcha, duermen suscosacos,susguías,susporteadores,elmédicoyelsacerdote;éleselúnicoquenoduerme:comoStanley,sentadoenunasillaplegable,sesienteelreydeldesiertoyelamodeesoshombres.Él sigue adelante, avanza sin parar, no se sabe adónde; sus hombres gimen ymuerenunotrasotro.Peroélsigue,sigueadelante;alfinalmueretambiénél,peroquedacomodéspotayreydeldesierto,pueslacruzdesutumba,quelascaravanasvenatreintaycuarentamillasdedistancia,dominatodoeseespaciovacío.Lamentoqueesehombrenohayaingresadoenelejército.Seríauncaudilloexcelente,genial.Seríacapazdehundiren el río a su caballería para hacer un puente de cadáveres, y esas gestas son másnecesarias en la guerra que todas las tácticas y fortificaciones. ¡Ah, lo entiendoperfectamente!Dime,¿porquélanguideceenunlugarcomoeste?¿Quéselehaperdidoaquí?

—Estáestudiandolafaunamarina.

—No.¡No,amigo,no!—exclamóLaievskiconunsuspiro—.UncientíficoqueibaenelvapormecontóquelafaunadelMarNegroesmuypobreyqueensusprofundidadeshay un exceso de ácido sulfúrico que impide la existencia de vida orgánica. Todos loszoólogosserios trabajanen lasestacionesbiológicasdeNápolesoVillefrance.PerovonKorenesindependienteytestarudo:trabajaenelMarNegroporquenadietrabajaaquí.Harotoconlauniversidad,noquieresabernadadeloscientíficosnideloscolegas,porqueantetodoesundéspota,ysólodespués,unzoólogo.Yaveráscómohacealgogrande.Yaestá soñando con desterrar de nuestras universidades la intriga y lamediocridad y conmeterencinturaaloscientíficosencuantoregresedesuexpedición.Eldespotismoenlacienciaestanfuertecomoenlaguerra.Yaeselsegundoveranoquepasaenestevillorrioapestosoporqueprefiereserelprimeroenunaaldeaantesqueelsegundoenunaciudad.Aquíesunrey,unáguila.Amedrentaatodosloshabitantesylosoprimeconsuautoridad.Lostieneatodosenunpuño,seinmiscuyeenasuntosajenos,semeteentodoytodoelmundoleteme.Yonocaigoensusgarras,yélsedacuentaymeodia.¿Notehadichoquehabríaqueeliminarmeoenviarmeatrabajosforzados?

—Sí—respondióSamóilenko,sonriendo.

Laievskitambiénsonrióybebióuntragodevino.

—Susidealestambiénsondespóticos—dijo,riéndoseymordiendounmelocotón—.Elcomúndelosmortales,cuandohabladelbiengeneral,tieneenmenteasuprójimo:ati,a mí, en resumidas cuentas, al hombre. Para von Koren, en cambio, los hombres soninsectos, nulidades, criaturasdemasiado insignificantespara constituir el finde suvida.Trabajador incansable,emprenderásuexpediciónysedejará lavidaenelempeño,perono en nombre del amor al prójimo, sino de abstracciones como la humanidad, lasgeneracionesfuturas,larazahumanaideal.Sepreocupadelamejoradelarazahumana,yen ese sentido para él no somosmás que esclavos, carne de cañón, bestias de carga; aalgunosloseliminaríaolosenviaríaatrabajosforzados;aotroslosmeteríaenvereda,losobligaría,comoArakchéiev,alevantarseyacostarseatoquedetambor;pondríaeunucospara salvaguardar nuestra castidad ymoralidad, les ordenaría disparar sobre cualquieraquesesalieradelcírculodenuestraestrechamoralconservadora,y todoesoennombredelmejoramientodelaespeciehumana…Pero¿quéeslaespeciehumana?Unailusión,unespejismo…Losdéspotassiemprehansidounosilusos.YoentiendoperfectamenteavonKoren,amigo.Loaprecioynoniegosu importancia.Elmundosemantieneenpiegraciasapersonascomoél;sinosencargarananosotrossolosdesucustodia,apesardenuestra bondad y nuestras buenas intenciones, haríamos lo mismo que las moscas hanhechoenestecuadro.Sí—LaievskisesentóalladodeSamóilenkoyañadióconsinceraemoción—:¡Yosoyunhombrevacío,insignificante,acabado!Elairequerespiroesvino,es amor; en definitiva, hasta ahora he comprado la vida al precio de la mentira, laociosidadylacobardía.Hastalafechanohehechootracosaqueengañaralosdemásyengañarmeamímismo,yhesufridoporello,peromissufrimientoshansidovulgaresydeleznables.AnteelodiodevonKorendoblolaespaldaavergonzado,porquedevezencuandoyomismomeodioymedesprecio—Laievski,denuevomuyagitado,empezóadarvueltasdeun rincónalotrode lahabitaciónyal finalañadió—:Mealegraverconclaridad mis defectos y reconocerlos. Eso me ayudará a emprender una nueva vida, aconvertirmeenotrapersona. ¡Si supierasconquépasiónyconquéangustiaanheloesaregeneración, amigomío! ¡Te juro que volveré a ser un hombre! ¡Te lo juro!No sé sihablobajo losefectosdelvinooesverdad loquedigo,pero tengo la sensacióndequehacíamuchotiempoquenoconocíaunosmomentostanradiantesypuroscomoestos.

—Eshoradedormir,amigo…—comentóSamóilenko.

—Sí, sí…Perdona.Yamevoy—Laievski sepusoa rebuscarpor losmueblesy lasinmediaciones de las ventanas, pues no se acordaba de dónde había dejado su gorra—.Gracias…—balbuceó,suspirando—.Gracias…Elafectoyunapalabraamablevalenmásquecualquierlimosna.Mehasdevueltoalavida—cuandoencontrósugorra,sedetuvoysequedómirandoaSamóilenkoconaireculpable—:¡AleksandrDavídich!—dijoconvozsuplicante.

—¿Qué?

—¡Permítemequepaselanocheentucasa,amigo!

—Bueno…¿porquéno?

Laievskisetumbóenelsofáysequedóconversandounbuenratoconelmédico.

X

Dos o tres días después de la excursión, Maria Konstantínovna se presentóinesperadamenteencasadeNadezhdaFiódorovnay,sinsaludarlaniquitarseelsombrero,lecogióambasmanos,lasapretócontrasupechoyexclamó,presadelamayoragitación:

—Queridamía,mehequedadoanonadada,estupefacta.Nuestroamabley simpáticodoctorlecomunicóayeramiNikodimAleksándrichquealparecersumaridohafallecido.Dígame,querida…¿esverdad?

—Sí,esverdad,hafallecido—respondióNadezhdaFiódorovna.

—¡Es terrible, terrible,querida!Peronohaymalqueporbiennovenga.Sumaridoseguramenteeraunhombremaravilloso,admirable,unsanto,ylaspersonasasísonmásnecesarias en el cielo que en la tierra —todos los rasgos y facciones de su rostro seestremecieron,comosibajo lapiel se lehubieranclavadounasagujasdiminutas; luegoesbozóunasonrisamelifluaydijoconentusiasmo,todasofocada—:Ahoraesustedlibre,querida. Puede llevar la cabeza bien alta ymirar de frente, con atrevimiento, a todo elmundo.DehoyenadelanteDiosyloshombresbendeciránsuuniónconIvánAndreich.¡Quémaravilla!Tiemblodealegría,noencuentropalabras.Yoserésumadrina,querida…Con lo que la apreciamos Nikodim Aleksándrich y yo, debe usted permitirnos quebendigamossuuniónpuraylegal.¿Cuándopiensanustedescasarse?

—Todavíanohepensadoenesacuestión—dijoNadezhdaFiódorovna,liberandosusmanos.

—Noesposible,querida.¡Claroquelohapensado!¡Cómonovaapensarlo!

—Le juro que no—afirmoNadezhda Fiódorovna, riéndose—. ¿Para qué íbamos acasarnos?Noveoningunanecesidad.Seguiremosviviendocomohastaahora.

—Pero ¡qué dice!—se horrorizóMaria Konstantínovna—. ¡Qué dice usted, por elamordeDios!

—Las cosas no irían mejor si nos casáramos; al contrario, empeorarían, porqueperderíamosnuestralibertad.

—¡Querida! ¿Qué está usted diciendo, querida? —gritó Maria Konstantínovna,retrocediendounpasoylevantandolasmanosenseñaldeasombro—.¡Quéextravaganteesusted!¡Desecuentadeloquehace!¡Yaeshoradequesientelacabeza!

—¿Yporquédebosentar lacabeza?¡Aúnnoheempezadoavivir,ymepideustedquesientelacabeza!

NadezhdaFiódorovnarecordóqueenverdadaúnnohabíaempezadoavivir.Alacabar

sus estudios en el internado, sehabía casadoconunhombre alquenoquería, luego seunióaLaievski,conquienhabíapasadotodoeltiempoenaquelaburridoydesiertorincóndelacosta,enesperadealgomejor.¿Acasosepodíallamarvidaaeso?

«Encualquiercaso,deberíamoscasarnos…»,pensó,pero,acordándosedeKirilinydeAchmiánov,seruborizóydijo:

—No,noesposible.AunqueIvánAndreichmelopidieraderodillas,menegaría.

MariaKonstantínovnaestuvounmomentoenelsofásinpronunciarpalabra,apenada,seria,lamiradafijaenunpunto;luegoselevantóydeclaróconfrialdad:

—¡Adiós,querida!Perdonequelahayamolestado.Aunquenomeresultafácil,debodecirlequeapartirdeestemomentotodohaterminadoentrenosotrasyque,apesardemiprofundaestimapor IvánAndreich, lapuertademi casa está cerradaparaustedes—lodijoconsolemnidad,yellamismaquedóconsternadadelaseveridaddesutono.Surostrovolvióaestremecerse, adquirióunaexpresióndulceymeliflua.Tendió lasdosmanosaNadezhda Fiódorovna, que estaba asustada y confusa, y le dijo con voz suplicante—:¡Querida,permítamequedesempeñeporuninstanteelpapeldesumadreodesuhermanamayor!Serétansinceraconustedcomounamadre.

ANadezhdaFiódorovnalaembargótansentimientodecalor,alegríaycompasiónporsí misma como si en verdad su madre hubiera resucitado y estuviera delante de ella.AbrazódeimprovisoaMariaKonstantínovnayapretóelrostrocontrasuhombro.Ambasseecharonallorar.Luegosesentaronenelsofáypasaronunosminutossollozando,sinmirarseysinfuerzasparapronunciarunasolapalabra.

—Querida,niñamía—empezóMariaKonstantínovna—,voyadecirleverdadesmuycrudas,sincallarmenada.

—¡Hágalo,porelamordeDios!

—Confíeenmí,querida,recuerdequedetodaslasseñorasdelaciudadsoylaúnicaquelaharecibidoensucasa.Desdeeldíaenquelavimeinspiróustedhorror,peromefaltóvalorparatratarlacondesprecio,comolosdemás.SufríaporelnobleybondadosoIvánAndreichcomoporunhijo.Unhombrejoveneinexpertoenunatierraextraña,débil,lejosdesumadre…¡Ah,cuántohesufridoporél!Mimaridonoqueríatratosdeningúntipo,peroyoinsistí…Loconvencí…EmpezamosainvitaraIvánAndreich,y,portanto,tambiénausted,puesdeotromodoélsehabríaofendido.Tengounahijayunhijo…Yasabeusted:latiernainteligenciainfantil,elcorazónpuro…«Quienescandaliceaunodeestospequeños»[25]…Larecibíaaustedytemblabapormishijos.Ah,cuandoseaustedmadre, entenderámis temores. Todos se sorprendían de que la recibiera como si fuerausted unamujer decente, perdone que se lo diga, yme daban a entender…Bueno, yapuedefigurárselo:rumores,hipótesis…Enlomásprofundodemialmalacensuraba,peroerausteddesdichada,dignadelástima,extravagante,yyosentíacompasión.

—Pero¿porqué?¿Porqué?—preguntóNadezhdaFiódorovna, temblandodepiesacabeza—.¿Quémallehehechoanadie?

—Es usted una grandísima pecadora. Ha roto la promesa que le hizo a su maridodelante del altar. Ha seducido a un excelente muchacho que tal vez, de no haberlaconocido,sehabríaunidodeporvidaaunacompañeralegítima,eligiendoaunajovendebuenafamiliaydesucírculo,yahoraseríaunhombrecomolosdemás.Haarruinadosujuventud.¡Nodiganada,nodiganada,querida!Nocreoqueloshombrestenganlaculpadenuestrospecados.Laculpaessiempredelasmujeres.Loshombressonmuyingenuosenlavidadiaria,lehacenmáscasoalacabezaquealcorazón,ynocomprendenmuchascosas; en cambio, la mujer lo comprende todo. Todo depende de ella. Se le concedemuchoy,por tanto, también se le exigemucho.Ah,querida, si en ese sentido lamujerfuesemás necia o débil que el hombre,Dios no le habría confiado la educaciónde loshijos.Además,querida,haentradoustedenlasendadelvicio,haolvidadotododecoro;otraensulugarsehabríaocultadodelosdemás,sehabríaencerradoencasa,ylagentesólolahabríavistoeneltemplodeDios,pálida,vestidatodadenegro,llorosa,desuerteque cualquier día habría dicho con sincera aflicción: «Oh,Dios, este ángel pecador havueltodenuevoati…».Perousted,querida,haolvidadotodorecato,havividoalaplenaluz del día, de la manera más extravagante, como enorgulleciéndose de su pecado,pasándoseloalogrande,riéndoseacarcajadas.Yo,alverla,temblabadeespantoytemíaque un rayo del cielo destruyese nuestra casa cuando estaba usted allí. ¡No diga nada,querida, no diga nada! —gritó Maria Konstantínovna, advirtiendo que NadezhdaFiódorovnaqueríadeciralgo—.Confíeenmí;novoyaengañarlaniocultaréasualmaunasolaverdad.Escúcheme,querida…Diosseñalaalosgrandespecadoresyaustedlahaseñalado.¡Recuerdeesosvestidostanhorriblesquesepone!—NadezhdaFiódorovna,que siemprehabía tenido lamejoropiniónde susvestidos,dejóde llorary se laquedómirando con estupor—. ¡Sí, horribles! —prosiguió Maria Konstantínovna—. Por lorebuscadoyllamativodesuindumentariacualquierapodíajuzgarsuconducta.Todos,alverla, se reían y se encogían de hombros, y yo sufría, sufría…Yperdóneme que se lodiga,querida,perovaustedbastantesucia.Cadavezquenosencontrábamosenlosbaños,me echaba a temblar. El vestido puede pasar, pero la enagua, la camisa… ¡Me poníacolorada,querida!AlpobreIvánAndreichnadie lehacíaelnudodelacorbatacomoesdebido, y en su ropa y sus zapatos se veía que en casa nadie se ocupaba del infeliz.Además,tesoromío,siempreestabamuertodehambre;noesdeextrañarquesegastaralamitaddelsueldoenelpabellón,yaqueensuhogarnadiesepreocupabadeprepararleelsamovaryelcafé.¡Ysucasaesunhorror,unverdaderohorror!Entodalaciudadnohaynadieque tengamoscas, en cambio aquí no la dejan auna enpaz, y todos losplatosyplatillosestánnegros.Ymire,lasventanasylasmesasestánllenasdepolvo,demoscasmuertas, de vasos…¿Quéhacen ahí esos vasos?Con la hora que es, y no ha recogidoustedlamesa,querida.Encuantoasudormitorio,hastadavergüenzaentrar:ropablancatirada por todas partes, objetos de tocador colgados de las paredes, tazas aquí y allá…

¡Querida!Elmaridonodebesabernadaylamujerdebepresentarseanteélpuracomounangelito.YomelevantocadamañanaencuantoamaneceymelavoconaguafríaparaquemiNikodimAleksándrichnomeveaconcaradehaberdormido.

—Esosonnaderías—dijoNadezhdaFiódorovnaestallandoensollozos—.Sialmenosfuesefeliz,pero¡soytandesdichada…!

—¡Sí, sí, es usted muy desdichada! —suspiró Maria Kosntantínovna, haciendo unesfuerzo por no llorar—. ¡Y le esperan en el futuro desgracias terribles! Una vejezsolitaria,enfermedadesyluegotendráqueresponderenelJuicioFinal…¡Quéhorror,quéhorror!Ahoraelpropiodestinoletiendelamanoenseñaldeayudayustedlarechazadelamaneramásinsensata.¡Cásense,cásensecuantoantes!

—Sí,seríalomejor,lomejor—dijoNadezhdaFiódorovna—,peronoesposible.

—¿Porqué?

—¡Noesposible!¡Ah,sisupierausted!

NadezhdaFiódorovnasintiódeseosdecontarleelasuntodeKirilinydeconfesarlequela tarde anterior se había encontrado con el joven y apuesto Achmiánov y se le habíapasado por la cabeza la idea descabellada y ridícula de saldar la deuda de trescientosrublos, que esa idea le había hechomuchagracia y quehabía vuelto a casamuy tarde,sintiendoquesehabíaconvertidoirremediablementeenunamujerdepravadayvenal.Niellamisma sabía cómohabíaocurrido.Yahoraquería jurar anteMariaKonstantínovnaquepagaríaladeudasinfalta,perolossollozosylavergüenzaleimpedíanhablar.

—Memarcharédeaquí—dijo—.IvánAndreichpuedequedarse,peroyomemarcho.

—¿Adónde?

—ARusia.

—¿Ydequévaavivir?Notieneustednada.

—Meocuparédealgunatraduccióno…abriréunapequeñabiblioteca…

—Déjese de fantasías, querida. Para abrir una biblioteca se necesita dinero. Bueno,ahoravoyadejarla.Tranquilícese,pienseenloquelehedichoymañana,yamásalegre,vengaaverme.¡Seráestupendo!Bueno,adiós,angelito.Déjemequeledéunbeso.

Maria Konstantínovna besó a Nadezhda Fiódorovna en la frente, hizo sobre ella laseñaldelacruzysalióensilencio.Reinabayalaoscuridad,yOlgahabíaencendidolaluzenlacocina.Sindejardellorar,NadezhdaFiódorovnapasóaldormitorioysetumbóenlacama,presadeunviolentoaccesodefiebre.Acontinuaciónsedesnudó,tiróelvestidoaunladoysehizounovillodebajodelamanta.Teníased,peronohabíanadiequepudierallevarleunvaso.

—¡Lo restituiré!—sedijo, y enmedio del delirio se imaginóque estaba sentada al

ladodeunaenferma, en laque se reconocía a símisma—.Lo restituiré.Sería estúpidopensarqueyo,pordinero…Memarcharéy leenviaréeldinerodesdeSanPetersburgo.Primerocien…luegocienmás…ydespuésloscienrestantes…

YabienentradalanochellegóLaievski.

—Primerocien…—ledijoNadezhdaFiódorovna—,luegocienmás…

—Deberías tomarquinina—dijoél,ypensó:«Mañanamiércolessaleelbarco,peronomemarcharé.Esosignificaquetendréquequedarmeaquíhastaelsábado».

NadezhdaFiódorovnasepusoderodillasenlacama.

—¿Hedichoalgo?—preguntó,sonriendoyentornandolosojos,porquelemolestabalaluzdelavela.

—No. Mañana por la mañana habrá que llamar al médico. Duerme —cogió unalmohadóny sedirigió a lapuerta.Desdequehabía tomado la resolucióndefinitivademarcharseyabandonaraNadezhdaFiódorovna,habíaempezadoacompadecersedeellayasentirseculpable.Seavergonzabaensupresencia,comosucededelantedeuncaballoviejooenfermoalquesehadecididosacrificar.Sedetuvoenelumbralysevolvióparamirarla—.Enlaexcursiónestabaenfadadoytedijeunagrosería.Perdóname,porelamordeDios.

Y, tras pronunciar esas palabras, pasó a su despacho y se tumbó, pero tardómuchotiempoenconciliarelsueño.

A la mañana siguiente, cuando Samóilenko, luciendo su uniforme de gala, concharreteras y condecoraciones, como exigía la jornada festiva, salió del dormitorio deNadezhdaFiódorovna,despuésdetomarleelpulsoyexaminarlelalengua,Laievski,queestabaenelumbral,lepreguntóconpreocupación:

—Bueno,¿quémedices?

Surostroexpresabaterror,extremainquietudyaltiempociertaesperanza.

—Tranquilízate,noesnadagrave—dijoSamóilenko—.Unasimplefiebre.

—Nome refiero a eso—exclamó con impaciencia Laievski, frunciendo el ceño—.¿Hasconseguidoeldinero?

—Perdóname, amigo mío—susurró Samóilenko, volviéndose hacia la puerta, todoconfuso—.¡Perdóname,porelamordeDios!Nadie tienedinerodisponibleyhe tenidoque ir pidiendo cinco rublos a uno, diez a otro…En total he reunido ciento diez.Hoyhablaréconalguienmás.Tenpaciencia.

—Pero ¡la fecha límite es el sábado!—musitóLaievski, temblando de inquietud—.¡Portodoslossantos,debestenerloantesdelsábado!Sinomemarchoelsábado,yanonecesitarénada…¡nada!¡Noentiendocómoaunmédicopuedefaltarledinero!

—Eresmuylibredenocreerme—murmuróSamóilenkoconapresuramientoyciertatensión,ydesugargantasalióundébilchillido—.Loheprestado todo,medebensietemil,hecontraídodeudasportodaspartes.¿Acasoesculpamía?

—Entonceslosreunirásparaelsábado,¿verdad?

—Lointentaré.

—¡Te lo suplico, amigo mío! ¡Si tuviera el dinero en mano el viernes por lamañana…!

Samóilenkosesentó,recetóunasolucióndequinina,kaliibromati,tinturaderuibarbo,tincturaegentianaeyaquaefoeniculi,todoelloenunamixtura,alaquehabíaqueañadirunpocodejarabederosaparaquenoresultasetanamarga,ysemarchó.

XI

—Por laexpresiónde tucarasediríaquevienesaarrestarme—dijovonKorencuandovioentrarensuhabitaciónaSamóilenkoconuniformedegala.

—Pasaba por aquí y he pensado: «Voy a hacerle una visita a la zoología»—dijoSamóilenko,sentándosejuntoaunagranmesaquesehabíafabricadoelpropiozoólogouniendo unos simples tablones—. ¡Buenos días, reverendo padre!—saludó al diácono,queestabasentadoalladodelaventana,copiandounpapel—.Mequedaréunmomentoymeirécorriendoacasaaprepararlacomida.Yaeshora…¿Nolesestarémolestando?

—En absoluto —respondió el zoólogo, depositando sobre la mesa unas cuartillasescritasconletramenuda—.Estamoshaciendounascopias.

—Ya… Ah, Dios mío, Dios mío… —suspiró Samóilenko, acercando con muchocuidadounlibrollenodepolvoenelquehabíaunfalangiomuertoyseco,ycomentandoacontinuación—:¡Vaya!Imagínatequeunescarabajoverdevaporsucaminoydegolpeseencuentraconsemejantemonstruo.¡Meimaginoelmiedoquepasará!

—Sí,supongo.

—¿Elvenenoesparadefendersedesusenemigos?

—Paradefenderseytambiénparaatacar.

—Ya,ya,ya…Todoenlanaturalezatieneunsentidoyunaexplicación,amigosmíos—suspiró Samóilenko—. Pero hay una cosa que no entiendo. Haz el favor deexplicármelo, túqueeres tan inteligente.Comosabes,hayunosanimalillosnomayoresqueunarata,muybonitosdeaspecto,perovilesydañinosengradosumo,telodigoyo.Unodeesosanimalillos, supongamos,vaporelbosque,veunpajarillo, locazay se locome.Sigueadelanteyencuentraentrelahierbaunnidoconhuevos;yanotienehambre,estásaciado,perodetodosmodosmuerdeunhuevoyarrojalosdemásdelnidoconunapata.Luegosetopaconunaranayseponeajuguetearconella.Despuésdeatormentarla,serelameysigueadelante,hastaquetropiezaconunescarabajo,alquepropinaungolpe

conunapata…Vadestruyendoy estropeando cuanto encuentra a supaso…Penetra enmadrigueras ajenas, destroza sinmotivo los hormigueros, aplasta los caracoles… Si seencuentra con una rata, lucha con ella; si ve una culebra o un ratoncillo, no deja deahogarlos.Y así el día entero.Bueno, dime, ¿para qué sirve un animalejo de ese tipo?¿Paraquéhasidocreado?

—Noséaquéanimal te refieres—dijovonKoren—.Probablemente se tratadeuninsectívoro.¿Quéesloquenoentiendes?Elpájarohacaídoensusmanosporquehasidoimprudente;elnidoconloshuevoslohadestrozadoporqueelavenohasidohabilidosa,lo ha construido mal y no ha sabido camuflarlo. En cuanto a la rana, probablementepresentaalgunaparticularidadenlapigmentación,deotromodonolahabríavisto.Yasítodo lo demás. Tu animalillo destruye sólo a los débiles, a los menos hábiles, a losincautos; en definitiva, a aquellos ejemplares con algún defecto que la naturaleza noconsideranecesariotransmitiralasgeneracionesfuturas.Sólosobrevivenlosmásaptos,los más precavidos, los más fuertes y evolucionados. De modo que tu animalillo, sinsospecharlosiquiera,sirvealossupremosfinesdelperfeccionamientodelaespecie.

—Sí, sí, sí…A propósito, amigo—dijo Samóilenko con desenvoltura—. Préstamecienrublos.

—Vale.Entrelosinsectívoroshayespeciesinteresantísimas.Porejemplo,eltopo.Sedicequeesútilporqueacabacon los insectosnocivos.Cuentanqueunalemánenvióalemperador Guillermo I un abrigo de piel de topo y que el emperador ordenó que loamonestaranporhaberacabadocontantosanimalesútiles.Perolociertoesqueeltoponoes,nide lejos,menoscruelque tuanimalejoy,además, resultamuyperjudicial,porqueestropeacompletamente losprados—vonKorenabriócon llaveuncofrecilloysacóunbilletedecienrublos—.Eltopotieneunapoderosacajatorácica,comoelmurciélago—prosiguió, mientras cerraba el cofrecillo—, huesos y músculos extremadamentedesarrolladosyunabocadeunafuerzaimpresionante.Sialcanzaralasdimensionesdeunelefante,seríaunanimalindestructible,capazdedestrozarlotodo.Escuriosoque,cuandodos topos se encuentran bajo tierra, ambos, como si se hubieran puesto de acuerdo,empiezanaallanarunpequeñoespacioparalucharmáscómodamente.Unavezlisto,seenzarzanenunabatallacruelquenoconcluyehastaqueelmásdébilsucumbe.Tomaloscienrublos—dijovonKoren,bajandoel tonodesuvoz—,peroacondicióndequenoseanparaLaievski.

—¿YquépasasifueranparaLaievski?—preguntoirritadoSamóilenko—.¿Atiquéteimporta?

—SisonparaLaievski,nopuedodártelos.Yaséquetegustaprestardinero.HastaalbandidoKerimleharíasunpréstamosi te lopidiese.Perdóname,perosiesparaesonopuedoayudarte.

—¡Sí,telospidoparaLaievski!—dijoSamóilenko,poniéndoseenpieyagitandola

manoderecha—.¡Sí!¡ParaLaievski!Yningúndemonionidiablotienederechoadarmeleccionesdecómodebodisponerdemidinero.¿Vasaprestármelosono?

Eldiáconoseechóareír.

—Envezdeenfadarte,valemásquerazones—dijoelzoólogo—.HacerunfavoralseñorLaievskiestanestúpido,enmiopinión,comoregarlamalezaodardecomeralaslangostas.

—¡Pues yo creo que estamos obligados a ayudar a nuestros semejantes! —gritóSamóilenko.

—¡Entalcasoayudaaeseturcomuertodehambrequeestátiradoalpiedelavalla!Esuntrabajadory,portanto,másútilynecesarioquetuLaievski.¡Entrégaleestoscienrublos!¡Uofrécemecienrublosparamiexpedición!

—¿Melosvasadarono?

—Dimeconfranqueza:¿paraquénecesitaeldinero?

—Noesunsecreto.DebemarcharseelsábadoaSanPetersburgo.

—¡Yaveo!—dijovonKoren,arrastrandolaspalabras—.¡Ah!Ahoraloentiendo.¿Yellasemarchaconélosequeda?

—Demomentosequeda.ÉlarreglarásusasuntosenSanPetersburgoyleenviaráeldineroparaquetambiénsevayaella.

—¡Quélisto!…—dijoelzoólogoconsuvozdetenor,acompañandoelcomentariodeuna breve risita—. ¡Qué listo! Muy bien pensado —se acercó con pasos veloces aSamóilenkoy,caraacaraconél,lomiróalosojosylepreguntó—:Dimelaverdad:¿hadejadodequererla?¿Eh?Habla.¿Hadejadodequererla?¿Eh?

—Sí—confesóSamóilenko,cubiertodesudor.

—¡Qué repugnante es todo esto! —dijo von Koren, y la expresión de su rostroreflejabaelascoquesentía—.Unadedos,AleksandrDavídich:oestástramandoalgoconélo,perdonaquetelodiga,eresunpánfilo.¿Esquenoentiendesqueteestáengañandocomosifuerasunniño,delamaneramásdesvergonzada?Estámásclaroqueelaguaquequieresepararsedeellayabandonarlaaquí.Ellaquedaráa tucargoyluegotendrásquemandarlaaSanPetersburgoatucosta,notequepaduda.¿Seráposiblequetumaravillosoamigo te haya cegado con sus méritos hasta el punto de que no veas las cosas mássencillas?

—Sólosonsuposicionestuyas—dijoSamóilenko,sentándose.

—¿Suposiciones?Entonces,¿porquésevasolo?¿Porquénoselalleva?Pregúntaleporquénolamandaaellaprimeroysemarchaluegoél.¡Esuncaraduraredomado!

Abrumadopor imprevistasdudasy sospechas sobre su amigo,Samóilenko sintióde

prontoqueleabandonabanlasfuerzasybajóeltono.

—¡Noesposible!—exclamó, recordando lanochequeLaievskihabíapasadoensucasa—.¡Sufremuchísimo!

—¿Yqué?¡Tambiénlosladronesylosincendiariossufren!

—Admitamos incluso que tengas razón… —dijo Samóilenko, pensativo—.Admitámoslo…Perosetratadeunjovenqueseencuentraenunatierraextraña…Esunhombreconestudios,comonosotros,yenestelugarnohaynadie,exceptonosotros,quepuedaprestarleayuda.

—¿Ayudarlo a cometer una villanía sólo porque en momentos distintos acudisteisambosalauniversidad,sinqueaningunodelosdosossirvierademuchoprovecho?¡Québobada!

—Espera:vamosaanalizarelasuntoconsangrefría.Supongamosquehiciéramoslosiguiente…—sopesabaSamóilenko,moviendolosdedos—.Mira,yoleentregoeldinero,peroleexijoquemedésupalabradehonorydecaballerodequealcabodeunasemanaenviaráeldineroparaqueNadezhdaFiódorovnapuedaponerseencamino.

—Y él te dará su palabra de honor, derramará incluso algunas lágrimas y acabarácreyéndoseloélmismo,pero¿quévalortieneesapalabra?Nolacumpliráydentrodeunoodos años, cuando te encuentres con él en la avenidaNevski, del bracete de su nuevoamor,sejustificarádiciendoquehasidocorrompidoporlacivilizaciónyqueesunacopiadeRudin[26].¡Aléjatedeél,porelamordeDios!¡Másvaldríaquesalierasdelfango,enlugardeestarremoviéndoloconlasdosmanos!

Samóilenkosequedópensandounmomentoydijocondecisión:

—De todos modos le daré el dinero. Tú puedes hacer lo que quieras, pero yo soyincapazdenegarlealgoaunapersonaenvirtuddemerassuposiciones.

—Muybien.Hastapuedesdarleunbeso.

—Asíquedameloscienrublos—lerogótímidamenteSamóilenko.

—No.

Seprodujounsilencio.Samóilenkohabíaperdidotodaslasfuerzas:surostroadoptóunaexpresiónculpable,avergonzada,servil;enciertomodo,resultabaextrañoveresacaraapenada,confusacomoladeunniño,enunhombretónconcharreterasycondecoraciones.

—Elobispolocalrecorresudiócesisacaballo,noencoche—dijoeldiácono,dejandolapluma—.Suaspecto,cuandovasobrelagrupa,esdelomásconmovedor.Susencillezysumodestiaestánllenasdeunagrandezabíblica.

—¿Esunbuenhombre?—preguntóvonKoren,quesealegrabadecambiardetema.

—Puesclaro.Sinolofuera,¿cómoibanahaberloconsagradoobispo?

—Entrelosobisposhaypersonasmuybondadosasydotadas—dijovonKoren—.LomaloesquemuchosdeellostienenladebilidaddeconsiderarsehombresdeEstado.Unoseocupadelarusificación;otro,criticalasciencias.Yesonoesasuntosuyo.Másvaldríaquesedejaranvermásamenudoporelconsistorio.

—Unlaiconopuedejuzgaralosobispos.

—¿Porqué,diácono?Losobispossonhombresigualqueyo.

—Iguales,perodiferentes—comentóofendidoeldiácono,tomandodenuevolapluma—. Si fuera usted igual, habría descendido sobre usted la gracia divina y sería obispo;pero,comonoloes,quieredecirsequeesusteddistinto.

—¡Nodigabobadas,diácono!—dijoSamóilenko,apenado—.Escuchaloquesemeha ocurrido—añadió, dirigiéndose a von Koren—. Nome des esos cien rublos. Pero,comovasacomerenmicasa tresmesesmás,hastael invierno,págameporadelantadoesostresmeses.

—No.

Samóilenko parpadeó y se puso colorado. Maquinalmente, acercó el libro con elfalangioysequedómirándolo,luegoselevantóycogiósugorra.VonKorensintiópenadeél.

—¡Que siga usted viviendo y tratando con esa clase de señores!—dijo el zoólogollenodeira,dandounapatadaaunpapelquehabíaporelsuelo—.¡Aversiteentraenlacabezaqueesonoesbondadniamoralprójimo,sinocobardía,depravación,veneno!¡Loque hace la razón lo destruye vuestro corazón débil, que no sirve para nada! Cuandoenfermédetifus,siendoestudiantedebachillerato,mitía,porcompasión,meatiborródesetasenvinagre,yporpocomemata. ¡Mi tíay túdeberías comprenderqueel amoralprójimonotienesuasientoenelcorazónnienelpechonienlacintura,sinoaquí!—yvonKorensedioungolpeenlafrente—.¡Toma!—añadió,arrojándoleelbilletedecienrublos.

—Hacesmalenenfadarte,Kolia—repusoconmansedumbreSamóilenko,doblandoelbillete—.Tecomprendoperfectamente,pero…ponteenmilugar.

—¡Unaviejecita,esoesloqueeres!

Eldiáconosoltólacarcajada.

—¡Escucha mi última petición, Aleksandr Davídich!—dijo con acaloramiento vonKoren—.Cuandoleentregueseldineroaesegranuja,ponleunacondición:quesevayaconsuseñoraoquelamandeaellaprimero.Delocontrario,noselodes.Conesetiponopuedeunoandarseconcontemplaciones.Díseloasí;sinolohaces,tedoymipalabradehonordequemepresentaréensuoficinayloarrojaréporlaescalera;encuantoati,novolveréadirigirtelapalabra.¡Yalosabes!

—¿Yporquénose lovoyadecir?Serámuchomáscómodoparaélmarcharseconella o enviarla primero —dijo Samóilenko—. Hasta se alegrará. Bueno, adiós —sedespidióafablementey salió,pero, antesdecerrar lapuerta trasél, sevolvióhaciavonKoren y, con una mueca terrible, comentó—: ¡Los alemanes te han echado a perder,amigo!¡Sí!¡Losalemanes!

XII

Al día siguiente, jueves, Maria Konstantínovna celebraba el cumpleaños de Kostia. Amediodíatodassusamistadesestabaninvitadasacomerempanadayporlatarde,atomarchocolate.CuandoLaievskiyNadezhdaFiódorovnaaparecieronporlatarde,elzoólogo,queestabayaenlasalatomandoelchocolate,lepreguntóaSamóilenko:

—¿Hashabladoconél?

—Todavíano.

—Nodebesandarteconcumplidos.¡Noentiendoeldescarodeestosseñores!Sabenperfectamenteloquepiensaestafamiliadesurelación,ysinembargosepresentanaquí.

—Si tuviéramos que prestar atención a todos los prejuicios —dijo Samóilenko—,acabaríamospornoiraningunaparte.

—¿Teparecequeelrechazodelagentealamorextramatrimonialyallibertinajeesunprejuicio?

—Puessí.Unprejuicio.Unprejuicioyunamuestradeodio.Lossoldados,encuantovenaunamujerdevidaairada,seríenacarcajadasysilban,pero¿quiénessonellos?

—Tienenrazonesparasilbar.¿EsacasounprejuicioqueesasmujerzuelasestrangulenasushijosilegítimosyseancondenadasatrabajosforzadosoqueAnnaKaréninasearrojealpasodeuntrenoqueenlasaldeasembadurnendepezlaspuertasdealgunascasas,oqueatiyamí,vayaustedasaberporqué,nosgustelapurezadeKatiaoquecualquierasientavagamentelanecesidaddeunamorpuro,aunsabiendoquetalamornoexiste?Eso,amigomío,esloúnicoquequedadelaselecciónnatural.Denohabersidoporesafuerzaoscuraqueregulalasrelacionesentrelossexos,losseñoresLaievskitehabríanenseñadoloqueesbueno,ylahumanidadhabríadegeneradoenelcursodeunpardeaños.

Laievskientróenlasala,saludóatodoelmundoy,alestrecharlamanoavonKoren,esbozóunasonrisaobsequiosa.EsperóelmomentooportunoyledijoaSamóilenko:

—Perdona,AleksandrDavídich,perotengoquedecirtedospalabras.

Samóilenkoselevantó,lerodeólacinturaconelbrazoyambospasaronaldespachodeNikodimAleksándrich.

—Mañanaesviernes…—dijoLaievski,mordiéndoselasuñas—.¿Hasconseguidoloquemeprometiste?

—Sólo he reunido doscientos diez rublos. El resto lo tendré hoy o mañana. No tepreocupes.

—¡GraciasaDios!…—suspiróLaievski,ylasmanosletemblarondealegría—.Mehassalvado,AleksandrDavídich.TejuroporDios,pormifelicidadyporloquequierasqueteenviaréestedineroencuantollegue,asícomoloquetedebodeantes.

—Mira, Vania… —dijo Samóilenko, asiéndolo por un botón de la chaqueta yruborizándose—.Perdonaquemeinmiscuyaen tusasuntospersonales,pero…¿porquénotellevasaNadezhdaFiódorovna?

—Pero¿notedascuentadequenoesposible,hombredeDios?Unodelosdostienequequedarse sin falta;deotromodo, losacreedorespondríanelgritoenelcielo.Debosetecientos rublos en las tiendas, si nomás.En cuanto les envíe el dinero y les tape laboca,ellapodrámarcharse.

—Ya…Pero¿noseríamejorquesefueraellaprimero?

—¡Ah,Diosmío!Pero¿novesqueesimposible?—exclamóLaievski,aterrorizado—.¿Quévaahacerunamujerallísola?¿Quésabeella?Seríaperdereltiempoygastardineroenvano.

«Esrazonable…»,pensóSamóilenko,peroenesemomentorecordó laconversaciónconvonKoren,bajólamiradaydijoconairesombrío:

—Noestoydeacuerdocontigo.Otemarchasconellaolaenvíasaellaprimero.Deotromodo…deotromodonotedaréeldinero.Esmiúltimapalabra…

Retrocedióunpaso,empujólapuertaconlaespaldaypasóalasala,todocoloradoypresadeunaterribleconfusión.

«Viernes…viernes—pensabaLaievski,volviendotambiénalasala—.Viernes…».

Lesirvieronuna tazadechocolate.Estaba tancalientequesequemó los labiosy lalengua.Nohacíamásquedecirse:«Viernes…viernes…».

Poralgunarazón,esapalabranoseleibadelacabeza;sólopodíapensarenqueeraviernes,ydeloúnicoqueestabaseguro,aunquenoeralacabezalaqueselodecía,sinoelcorazón,eradequeelsábadonosemarcharía.AnteélestabaNikodimAleksándrich,depunta en blanco, con los cuatro pelos peinados sobe las sienes, ofreciéndole algo decomer:

—Hagaelfavordeservirse…

MariaKonstantínovnaenseñabaalosinvitadoslasnotasdeKatiaydecía,alargandolaspalabras:

—¡Enestostiemposestudiarestremendamentedifícil!Exigenunmontóndecosas…

—¡Mamá!—gemíaKatia,tanavergonzadadeloselogiosquenosabíadóndemeterse.

También Laievski examinó las calificaciones y las alabó. Religión, lengua rusa,comportamiento…Los sobresalientes y los notables saltaron ante sus ojos, y todo ello,juntoconesaobsesiónporlapalabra«viernes»,loscuatropelosdeNikodimAleksándrichpeinados sobre las sienes y las rubicundas mejillas de Katia, le produjo un tedio taninmenso e insoportable que estuvo a punto de gritar desesperadoy se preguntó: «¿Seráposiblequenomevaya?».

Unierondosmesasdejuegoysesentaronajugaral«correo».Laievskitambiénocupósusitio.

«Viernes… viernes —pensaba sonriendo, mientras sacaba un lápiz del bolsillo—.Viernes…».

Queríahacerseunacomposicióndelugar,peronoseatrevíaapensar.Ledabamiedoadmitirqueelmédicohabíadescubiertosuengaño,unengañoquedurantemuchotiemposehabíaocultado escrupulosamente a símismo.Cadavezquepensaba en el futuro, nodabariendasueltaasuimaginación.Subiríaaltrenysemarcharía:conesoseresolveríaelproblema de su vida; no permitía que sus pensamientos fueran más allá. Como unalucecilladébilylejanaenmediodelcampo,devezencuandocentelleabaensucabezalaideadequeenunfuturolejano,enalgúncallejóndeSanPetersburgo,tendríaquerecurrira una pequeña mentira para separarse de Nadezhda Fiódorovna y pagar las deudas;mentiríasólounavez,yluegoseproduciríaunacompletarenovación.Yestababienasí:alpreciodeunapequeñamentiracompraríaunagranverdad.

Yahora,cuandoelmédico,consunegativa,habíaaludidogroseramenteasuengaño,habíaentendidoquenosólotendríaqueecharmanodelamentiraenunfuturolejano,sinotambiénesemismodía,yelsiguiente,ydentrodeunmesytalvezinclusotodasuvida.Enefecto,paramarcharsetendríaquementiraNadezhdaFiódorovna,alosacreedoresyasus superiores; luego, para procurarse dinero en San Petersburgo, debería mentir a sumadre,decirlequeyasehabíaseparadodeNadezhdaFiódorovna,ysumadrenoledaríamásdequinientosrublos,loquesignificabaqueyahabíaengañadoalmédico,porquenoestaríaencondicionesdeenviarleeldineroenbreveplazo.Mástarde,cuandoNadezhdaFiódorovnallegaraaSanPetersburgo,seríanecesariorecurriratodaunaseriedeengañosgrandesypequeñosparasepararsedeella,ydenuevovolveríanlaslágrimas,eltedio,esavida tan odiosa, el arrepentimiento; en definitiva, no se produciría ninguna renovación.Todo era un engaño, nada más. En su imaginación se había ido levantando toda unamontañadementiras.Parasuperarladeunsolosaltoyno incidirenmentirasmenudas,necesitaba recurrir a una medida extrema; por ejemplo, levantarse, ponerse la gorra ymarcharsesindineroysindecirunapalabraanadie,peroLaievskisedabacuentadequeeraincapazdedarunpasosemejante.

«Viernes,viernes…—pensaba—.Viernes…».

Escribían notas, las doblaban y las metían en la vieja chistera de Nikodim

Aleksándrich; cuando había una cantidad suficiente demensajes, Kostia, que hacía lasvecesdecartero,dabalavueltaalamesaylosrepartía.Eldiácono,KatiayKostia,quehabían recibido unos billetes muy divertidos y se esforzaban por escribir otros másgraciososaún,estabanentusiasmados.

«Tenemos que hablar», decía la nota que le tocó a Nadezhda Fiódorovna. Miró aMaria Konstantínovna y esta le dedicó una afable sonrisa y le hizo una señal con lacabeza.

«¿Dequé?—pensóNadezhdaFiódorovna—.Siunonopuedecontarlotodo,másvalecallarse».

AntesdesalirdecasahabíaanudadolacorbatadeLaievski,yesegestointrascendentehabía llenado su alma de ternura y tristeza. La inquietud del rostro de Laievski, susmiradasdistraídas, lapalidezyel incomprensiblecambioquesehabíaoperadoenélenlosúltimostiempos,asícomoelhorribleyrepugnantesecretoqueocultabayeltemblordesusmanosmientraslehacíaelnudo:todoeso,poralgunarazón,parecíaanunciarlequelesquedabapocotiempodevidaencomún.Seloquedómirandocomosifueraunicono,con temor y arrepentimiento, al tiempo que pensaba: «Perdóname, perdóname…».EnfrenteteníaaAchmiánov,quenolequitabadeencimasusojosnegrosyenamorados;atormentadaporeldeseo,seavergonzabadesímismaytemíaquenisiquierasuangustiaysupesarleimpediríanentregarseaesapasiónimpuramástardeomástemprano,sinqueella,comounborrachoempedernido,pudierahacernadaporoponerse.

Para acabar de una vez con esa vida, oprobiosa para ella y ofensiva para Laievski,decidió marcharse. Le rogaría con lágrimas en los ojos que la dejara partir, y si él seoponía,seiríaensecreto.Nolecontaríaloquehabíapasado.Quealmenosconservaradeellaunrecuerdopuro.

«Laamo,laamo,laamo»,leyó.

SindudalohabíaescritoAchmiánov.

Se iría a vivir a algún lugar apartado, trabajaría y enviaría a Laievski de maneraanónimadinero,camisasbordadas,tabaco,ysólovolveríaasuladocuandofuesenviejososiélcontraíaunagraveenfermedadynecesitabaquealguienlocuidara.Ycuando,yamuymayor,seenterarade losmotivospor losquenohabíaqueridocasarseconély lohabíaabandonado,apreciaríasusacrificioylaperdonaría.

«Tieneustedunanarizmuylarga».

ProbablementeesolohabíaescritoeldiáconooKostia.

Nadezhda Fiódorovna se imaginó que, al despedirse de Laievski, lo abrazaría confuerza,lebesaríalamanoylejuraríaqueloamaríatodalavida;luego,yaestablecidaencualquierrincónperdido,entregenteextraña,pensaríacadadíaqueenalgúnlugarteníaun amigo, un hombre querido, intachable, noble y elevado, que conservaba de ella un

recuerdopuro.

«Si nome concedehoymismouna cita, le doymipalabradehonor deque tomarémedidas.Debedarsecuentadequenopuedetratarasíalaspersonashonradas».

EsoeradeKirilin.

XIII

Laievskirecibiódosnotas.Desdoblóunaylaleyó:«Notevayas,tesoromío».

«¿Quién lo habrá escrito?—pensó—.Desde luego, noSamóilenko…Y tampoco eldiácono,porquenosabequemedispongoapartir.¿HabrásidovonKoren?».

El zoólogo, inclinado sobre la mesa, estaba dibujando una pirámide. A Laievski leparecióadvertirunamiradarisueña.

«SeguramenteSamóilenkosehaidodelalengua…»,pensóLaievski.

Enelotrobillete,escritoconlamismacaligrafíadescuidada,llenadeganchosylargosrabos,podíaleerse:«Alguiennosemarcharáelsábado».

«Québurlatanestúpida—pensóLaievski—.Viernes,viernes…».

Deprontosintióunnudoenlagarganta.Sellevólamanoalcuelloyquisotoser,perodesugarganta,enlugardeunaccesodetos,salióunacarcajada.

—¡Ja,ja,ja!—serio—.¡Ja,ja,ja!

«Pero¿quéestoyhaciendo?»,pensó.

—¡Ja,ja,ja!

Tratódecontenerse,setapólabocaconlamano,perolarisaleoprimíaelpechoyelcuello,ylamanonoconseguíatenerlabocatapada.

«¡Quésituaciónmásestúpida!—sedecía,retorciéndosederisa—.¿Mehabrévueltoloco?».

Lascarcajadasfueronsubiendodetono,hastaacabarconvirtiéndoseenalgosemejanteal ladrido de un perrito faldero. Hizo ademán de levantarse, pero las piernas no leobedecieron,mientras lamanoderecha,contra suvoluntad, saltabadeunmodoextrañosobre la mesa, aferraba convulsamente los billetes y los estrujaba. Vio miradas deasombro,elrostroserioyasustadodeSamóilenkoylosojosdelzoólogo,fríos,burlones,llenosderepugnancia,ycomprendióqueerapresadeunataquedehisteria.

«Qué horror, qué vergüenza —pensaba, sintiendo en las mejillas la tibieza de laslágrimas—.¡Ah,ah,quéescándalo!Nuncamehabíasucedidonadasemejante…».

Lo cogieron por debajo de los hombros, le sujetaron la cabeza por atrás y se lollevaronde allí.Unvaso centelleó ante sus ojos y chocó con sus dientes; el agua se lederramóporelpecho.Estabaenunapequeñahabitación,enmediodedoscamascubiertas

concolchaslimpiasyblancascomolanieve.Sedesplomósobreunadeellasyestallóensollozos.

—Noesnada,noesnada…—decíaSamóilenko—.Pasaaveces…Pasaaveces…

Nadezhda Fiódorovna, muerta de miedo, temblando de pies a cabeza y con unpresentimientoterrible,lepreguntabaalpiedelacama:

—¿Quétesucede?¿Qué?Habla,porelamordeDios…

«¿NolehabráescritoalgoKirilin?»,pensaba.

—Noesnada—respondióLaievski,riendoyllorando—.Vetedeaquí…cariño.

Surostronoexpresabaodioni repugnancia,pruebadequenosabíanada.Algomástranquila,NadezhdaFiódorovnavolvióalasala.

—¡Nosepreocupe,querida!—ledijoMariaKonstantínovna,sentándoseasuladoycogiéndole la mano—. Se le pasará. Los hombres son tan débiles como nosotras,pecadoras. Están ustedes atravesando una crisis… ¡y es comprensible! Bueno, querida,estoyesperandounarespuesta.Hablemosunpoco.

—No,nopuedohablar…—dijoNadezhdaFiódorovna,prestandooídosalossollozosdeLaievski—.Tengounaangustia…Dejequemevaya…

—Pero¡quédice,quédice,querida!—seasustóMariaKonstantínovna—.¿Creequevoyadejarquesemarchesincenar?Tomaremosalgoyluego,siquiere,sevausted.

—Tengo una angustia…—susurróNadezhda Fiódorovna y, para no caer, se agarróconambasmanosalbrazodelsillón.

—¡Lehadadounpatatús!—dijovonKoren,convozalegre,entrandoenlasala,peroalveraNadezhdaFiódorovnaseturbóysalió.

Cuandoelataquedehisteriapasó,Laievskisesentóenesacamaajenaypensó:«¡Quévergüenza! ¡Me he puesto a lloriquear como una chiquilla! He debido de parecerlesridículo y repugnante. Me marcharé por la puerta trasera… No obstante, eso daría aentenderqueconcedounaenormeimportanciaaeseataquedehisteria.Serámejorquemelotomearisa…».

Semiróenelespejo,siguiósentadounratoyluegosalióalasala.

—¡Aquí estoy! —dijo, sonriendo; sentía una vergüenza terrible y notaba que losdemás se encontraban incómodos en su presencia—. Estas cosas pasan —añadió,sentándose—.Mientrasestabaaquí,sentídeprontounprofundopinchazoenelcostado…un dolor insoportable… Mis nervios no pudieron resistirlo y… me vino ese estúpidoataque.¡Esteeselsiglodelasenfermedadesnerviosas!¡Quélevamosahacer!

Durante la cena bebió vino y conversó; de vez en cuando, exhalando un profundosuspiro,semasajeabaelcostado,comodandoaentenderqueaúnledolía.Peronadiele

creía,exceptoNadezhdaFiódorovna,yélsedabacuenta.

Despuésdelasnuevesefueronadarunpaseoporelbulevar.NadezhdaFiódorovna,temiendoqueKirilinledirigieralapalabra,hacíatodoloposiblepornosepararseniunmomentodeMariaKonstantínovnaydesushijos.Elmiedoylaangustialahabíandejadosin fuerzas; presintiendo un nuevo acceso de fiebre, sufría y apenas podía dar un paso,peronosefueacasa,puesestabaconvencidadequeKirilinoAchmiánov,otalvezlosdos,laseguirían.Kirilinibadetrás,juntoaNikodimAleksándrich,canturreandoamediavoz:

—¡Noper-mitoquejue-guenconmigo!¡Noloper-mito!

Desdeelbulevarsedirigieronalpabellón,continuaronporlaorilladelmarypasaronunbuen rato contemplando sus fosforescencias.VonKoren se puso a explicar a qué sedebían.

XIV

—Bueno, es la hora demi partida de cartas…Me están esperando—dijo Laievski—.Adiós,señores.

—Mevoycontigo—dijoNadezhdaFiódorovnaylocogiódelbrazo.

Sedespidierondetodosysemarcharon.TambiénKirilinsedespidióy,aduciendoquellevabaelmismocamino,seunióaellos.

«Que pase lo que tenga que pasar… —pensaba Nadezhda Fiódorovna—. Qué levamosahacer…».

Tenía la impresión de que todos los recuerdos desagradables habían salido de sucabezay avanzaban a su lado, en la oscuridad, respirando condificultad,mientras ella,comounamoscaquehacaídoenun tintero, searrastrabaaduraspenaspor lacalzada,manchandodenegroelcostadoyelbrazodeLaievski.SiKirilincometieraalgunavileza,sedecía, laculpanoseríadeél,sinodeella.Hubountiempoenqueningúnhombreseatrevía a hablarle como lo había hechoKirilin, y ellamisma había borrado ese tiempocomo quien corta un hilo y lo había perdido para siempre: ¿quién tenía la culpa?Embriagadaporeldeseo,habíasonreídoauncompletodesconocidosóloporqueeraaltoyapuesto;despuésdedosentrevistas,sehabíaaburridodeélylohabíadejado.¿Yporesoteníaderechoaquelhombre—pensabaahoraNadezhdaFiódorovna—atratarlacomolevinieraengana?

—Bueno,cariño,aquínosseparamos—dijoLaievski,deteniéndose—. IliáMijáilichteacompañará.

SaludóaKirilinconuna inclinacióndecabeza,atravesóa todaprisaelbulevaryseinternó en la calle donde se encontraba la casa de Sheshkovski, que tenía las ventanasiluminadas;pocodespuésseoyóelruidodelacancela.

—Permítamequeledéunaexplicación—soltóKirilin—.Nosoyunchiquillo.Nosoyningún Achkásov, Lachkásov o Zachkásov… ¡Exijo que se me tome en serio! —aNadezhdaFiódorovnaempezóalatirleconfuerzaelcorazón.Norespondiónada—.Enunprincipioatribuía lacoqueteríasubruscocambiodeactitud—prosiguióKirilin—,peroluegomehedadocuentadequesimplementenosabeustedtratarconpersonashonradas.Sólo quería jugar conmigo, como con esemuchacho armenio, pero yo soy un hombrehonradoyexijoquesemetratecomotal.Asípues,estoyasudisposición…

—Tengo una angustia… —dijo Nadezhda Fiódorovna, echándose a llorar y, paraocultarlaslágrimas,sediolavuelta.

—Yo también estoy angustiado, pero ¿qué importancia tiene eso?—Kirilin guardósilenciouninstanteyacontinuacióndijoconvozclara,separandomucholaspalabras—:Lerepito,señora,que,sinomeconcedeunacita,hoymismoarmaréunescándalo.

—Dejequemevaya—dijoNadezhdaFiódorovna,sinreconocersupropiavoz,hastatalpuntoeralastimeraydébil.

—Tengoquedarleunalección…Perdonelarudezademitono,peromeveoobligadoadarleunalección.Sí,señora,lolamentomucho,perotengoquedarleunalección.Exijodosentrevistas:unahoyyotramañana.Pasadomañanaseráustedcompletamentelibreypodráirseconquienquieraydondeleplazca.Hoyymañana.

NadezhdaFiódorovnaseacercóalacanceladesucasaysedetuvo.

—¡Déjeme!—murmuró,temblandodepiesacabeza,sinverotracosa,enmediodelaoscuridad,quelablancaguerrera—.Tieneustedrazón,soyunamujerhorrible…Esculpamía,perodejequemevaya…Seloruego…—tocólafríamanodeélyseestremeció—,selosuplico…

—¡Ay!—suspiróKirilin—. ¡Ay!Esono entra enmis planes.Sólo quiero darle unalección, hacerle comprender las cosas… Además, madame, me fío muy poco de lasmujeres.

—Tengounaangustia…—NadezhdaFiódorovnasequedóescuchandoelmonótonorumor del mar, miró el cielo, sembrado de estrellas, y tuvo ganas de acabar con todocuantoantes,deliberarsedeesamalditasensacióndelavida,consumar,susestrellas,sushombres,sufiebre…—.Loúnicoquelepidoesquenoseaenmicasa…—añadióconfrialdad—.Llévemeaalgúnsitio.

—VamosacasadeMiurídov.Eslomejor.

—¿Dóndeestáeso?

—Juntoalamurallavieja.

Nadezhda Fiódorovna echó a andar a toda prisa por la calle y luego torció en uncallejón que conducía a las montañas. Reinaba la oscuridad. En algunos lugares

atravesabanlacalzadalaspálidasfranjasdeluzdelasventanasiluminadas,yNadezhdaFiódorovnavolvióasentirsecomounamosca,quetanprontocaeenuntinterocomosaledenuevoalaluz.Kirilinibatrasella.Enunmomentodeterminadosetambaleó,estuvoapuntodecaeryseechóareír.

«Estáborracho…—pensóNadezhdaFiódorovna—.Daigual…daigual…Quesealoquesea».

También Achmiánov se despidió pronto del grupo y se fue en busca de NadezhdaFiódorovnaparainvitarlaadarunpaseoenbarca.Seaproximóasucasaymiróatravésdelacerca:lasventanasestabanabiertasdeparenpar,peronohabíaluz.

—¡NadezhdaFiódorovna!—llamó.

Alcabodeunminuto,volvióallamar.

—¿Quiénestáahí?—seoyólavozdeOlga.

—¿EstáencasaNadezhdaFiódorovna?

—No.Aúnnoharegresado.

«Es extraño… Muy extraño… —se dijo Achmiánov, que empezaba a sentir unaprofundainquietud—.Sidijoqueseibaasucasa…».

Echó a andar por el bulevar, luego se introdujo enuna calle y se quedómirando elinterior de la casa de Sheshkovski a través de la ventana. Laievski estaba sentado a lamesaenmangasdecamisayexaminabalascartasconatención

—Qué extraño, qué extraño… —farfulló Achmiánov y, al recordar el ataque dehisteriaquehabíasufridoLaievski,sintióvergüenza—.Sinoestáencasa,¿adóndehabráido?

Si dirigió de nuevo al domicilio de Nadezhda Fiódorovna y se quedó mirando lasventanasoscuras.

«Mehaengañado,mehaengañado»,pensaba,recordandoqueesemismodía,cuandose encontró con ella a las doce en casa de los Bitiugov, le había prometido que loacompañaríaadarunpaseoenbarcaporlatarde.

LasventanasdelacasadeKirilintambiénestabanoscuras,yjuntoalapuertacocheraun policía dormía tumbado en un banco. Cuando vio las ventanas y a ese policía,Achmiánov lo entendió todo.Decidió irse a su casa y hacia allí se encaminó, pero, sinsaber muy bien cómo, se encontró de nuevo delante de la cancela de NadezhdaFiódorovna.Sesentóentoncesenunbancoysequitóelsombrero:tanvehementeseransuscelosytangrandeseleantojabalamagnituddelaofensaquelacabezaleardía.

Laiglesiadelaciudadsólodabalahoradosvecesaldía:alasdocedelamañanayalasdocedelanoche.Pocodespuésdequesonaranlascampanadasqueanunciabanelfinal

delajornada,seoyeronunospasosapresurados.

—¡Entonces, mañana por la tarde volvemos a vernos en casa deMiurídov!—oyóAchmiánovyreconociólavozdeKirilin—.Alasocho.¡Adiós,señora!

Nadezhda Fiódorovna apareció junto a la cerca. Sin percatarse de la presencia deAchmiánovenelbanco,pasóasuladocomounasombra,abriólacancelay,sinpararseacerrarla,entróenlacasa.Unavezensuhabitación,encendióunavelaysedesvistióatodaprisa,peronosemetióenlacama,sinoquesearrodillódelantedeunasilla,laabrazóyapoyólafrenteenelasiento.

CuandoLaievskiregresó,eranmásdelasdosdelamadrugada.

XV

Aldíasiguiente,despuésdelauna,Laievski,quehabíatomadolaresoluciónderecurrirnoaunasolagranmentira,sinoavariaspequeñas,fueacasadeSamóilenkoparapedirleeldineroquelepermitieramarcharseelsábadosinfalta.Traselataquedehisteriadelavíspera,quehabíaañadidoasudesánimounagudosentimientodevergüenza,quedarseenlaciudadseleantojabaimpensable.SiSamóilenkoinsistíaensuscondiciones,pensaba,las aceptaría, cogería el dinero y al día siguiente, a la hora de la partida, le diría queNadezhdaFiódorovnasehabíanegadoapartir,yporlatardetrataríadeconvencerlaaelladeque todo lohacíaporsupropiobien.SiSamóilenko,quesindudasehallababajo lainfluenciadevonKoren,senegabadeplanoaentregarleeldineroo le imponíanuevascondiciones,semarcharíaesemismodíaenunbarcodecarga,oinclusoenunvelero,aNovi Afón o Novorossisk, desde donde enviaría a su madre un telegrama en el queexpresaría su arrepentimiento y donde viviría hasta que esta le mandase el dineronecesarioparaemprenderelviaje.

Cuando llegó a casa de Samóilenko encontró en la sala a von Koren. El zoólogoacababa de llegar para comer y, según su costumbre, había abierto el álbum y estabacontemplandoaloscaballerosconchisterayalasseñorasconcofia.

«¡Quéinoportuno!—sedijoLaievski,alverlo—.Puedeestorbarme».

—Buenosdías—saludó.

—Buenosdías—respondióvonKoren,sinmirarlo.

—¿EstáencasaAleksandrDavídich?

—Sí.Enlacocina.

Laievski pasó a la cocina, pero, viendo desde el umbral que Samóilenko estabaocupado con la ensalada, regresó a la sala y se sentó. Siempre se sentía incómodo enpresenciadelzoólogoyahoratemíaquesesuscitaralacuestióndesuataquedehisteria.Pasaron más de un minuto en silencio. De pronto von Koren levantó los ojos hastaLaievskiylepreguntó:

—¿Cómosesientedespuésdelodeayer?

—Estupendamente—respondió Laievski, ruborizándose—. En realidad, no sucediónadadeparticular…

—Hastaeldíadeayercreíaquesólolasdamassufríanataquesdehisteria;poreso,alprincipio,penséqueteníaustedelbailedeSanVito.

Laievskiesbozóuna sonrisaobsequiosaypensó:«Esuna faltadedelicadezapor suparte,puessabeperfectamenteloincómodoquemesiento…».

—Sí,fueunasituacióndelomásridícula—dijo,sindejardesonreír—.Mehepasadotoda lamañanariéndome.Lomáscuriosode losataquesdehisteriaesque,aunqueunosabequesonabsurdosyseríedeellosenelfondodesualma,almismotiemponopuededejar de sollozar. En este siglo de enfermedades nerviosas nos hemos convertido enesclavosdenuestrosnervios,quesonnuestrosamosyhacenconnosotros loquese lesantoja.Enesesentido,lacivilizaciónnoshahechounflacofavor…—mientrashablaba,leresultabamolestoquevonKorenlomirarayloescucharaconatenciónyseriedad,sinpestañear,comosiloestuvieraestudiando,yseenfadabaconsigomismoporque,apesarde la antipatía que le profesaba, no conseguía en modo alguno borrar de su cara esasonrisaobsequiosa—.Aunquedeboadmitir—prosiguió—quehabíamotivosinmediatos,y de mucho peso, para ese ataque de histeria. En los últimos tiempos mi salud haempeoradobastante.Añadaustedatodoesoelaburrimiento,lacontinuafaltadedinero…lafaltadepersonasconinteresescomunes…Unasituaciónverdaderamentecomplicada.

—Sí,susituaciónesdesesperada—dijovonKoren.

Esaspalabras serenasy frías,quenosabía si tomarsecomouncomentario jocosoounaprofecíaimpertinente,loofendieron.Recordólamiradallenadeburlayrepugnanciaqueelzoólogolehabíadirigidolavíspera,guardósilenciounosinstantesypreguntó,yasinsonreír:

—¿Ycómoconoceustedmisituación?

—Usted mismo acaba de exponerla; además, sus amigos muestran tan ardientepreocupaciónporsustribulacionesqueunosepasaeldíaenterooyendohablardeusted.

—¿Quéamigos?¿SerefiereaSamóilenko?

—Sí,tambiénaél.

—MegustaríaqueAleksandrDavídichy,engeneral,misamigos,seocuparanmenosdemí.

—AhívieneSamóilenko,asíquepuededecírseloaél.

—Noentiendoaquévieneesetono…—farfullóLaievski;eracomosienesemismoinstantehubieracomprendidoqueelzoólogoloodiaba,lodespreciaba,semofabadeélyerasupeorymásencarnizadoenemigo—.Guárdeseesetonoparaotro—dijomuybajo,

sinfuerzasparalevantar lavoz,pueselodioquesehabíaapoderadodeél leoprimíaelcuelloylagarganta,igualquelavísperaeldeseodereír.

Entró Samóilenko enmangas de camisa, sudoroso y colorado por los vapores de lacocina.

—¡Ah, estás aquí! —dijo—. Buenos días, amigo. ¿Has comido? No te andes concumplidosydilaverdad:¿hascomido?

—AleksandrDavídich—dijoLaievski, poniéndose en pie—, el hecho de que de tehaya dirigido alguna petición de índole personal no te exonera de la obligación de serdiscretoyderespetarlossecretosajenos.

—¿Aquéterefieres?—sesorprendióSamóilenko.

—Si no tienes dinero—prosiguió Laievski, levantando la voz y apoyándose, muyagitado, tanprontoenunpiecomoenelotro—,nomeloprestes,niégamelo,pero¿porquépregonar a los cuatrovientosquemi situación es desesperada? ¡Nopuedo soportaresasbuenasobras,esasayudasamistosas!¡Sedaunkopekyseafirmahaberentregadounrublo!¡Puedesjactartedetusbuenasaccionescuantoquieras,peronadietehaautorizadoarevelarmissecretos!

—¿Qué secretos? —preguntó Samóilenko, que no entendía nada y empezaba aenfadarse—.Sihasvenidoadiscutir,esmejorquetevayas.¡Vuelvemástarde!

Levinoa lacabezaesareglaqueaconsejacontarhastacieny tranquilizarsecuandounohadiscutidoconunapersonaalaqueaprecia,ysepusoacontaratodaprisa.

—¡Le ruego que no se ocupe más de mí! —continuó Laievski—. No me presteatención.¿Quéleimportaanadiemimododevida?¡Sí,quieromarcharme!¡Sí,contraigodeudas,bebo,vivoconunamujerajena,tengoataquesdehisteria,soyunhombrevulgarynotanprofundocomootros!Pero¿aquiénleimportatodoeso?¡Respetemipersonalidad!

—Perdona,amigo—dijoSamóilenko,despuésdehabercontadohastatreintaycinco—,pero…

—¡Respetemipersonalidad!—lo interrumpióLaievski—. ¡Aldiabloesas continuasconversaciones sobre el prójimo, todos esos«ohs»y«ahs», esamaníade estar siemprecotilleando y fisgando, esa comprensión amistosa! ¡Me prestan dinero y me ponencondicionescomosifueraunchiquillo!¡Meexigeneldiablosabequé!¡Noquieronada!—gritó, tan alterado que se tambaleó; por unmomento temió que le sobreviniera otroataquedehisteria.«Porlovisto,nomemarcharéelsábado»,selepasódeprontoporlacabeza—.¡Noquieronada!Loúnicoquelespidoesquehaganelfavordeliberarmedesututela. ¡No soy un chiquillo ni un loco, así que les ruego que no me prodiguen máscuidados!—enesemomentoentróeldiáconoy,alveraLaievskitodopálido,agitandolosbrazosydirigiendosuextrañodiscursoalretratodelpríncipeVorontsov,sedetuvojuntoalapuertacomopetrificado—.Esacontinuaindagacióndemialma—prosiguióLaievski—

ofende mi dignidad humana, así que pido a todos esos investigadores voluntarios queacabendeunavezconsuespionaje.¡Yabasta!

—¿Qué… has dicho? —preguntó Samóilenko, después de contar hasta cien,enrojeciendoyacercándoseaLaievski.

—¡Yabasta!—repitióeste,sofocado,mientrascogíasugorra.

—¡Soymédico,nobleyconsejerodeEstado!—dijoSamóilenko,separandomucholaspalabras—.¡Nohesidonuncaunespíaynopermitoquenadiemeofenda!—gritóconvoz temblorosa, poniendo el acento en la últimapalabra—. ¡Cállese!—el diácono, quenunca había visto al médico tan colorado y con un aspecto tan majestuoso, altivo yterrible,setapólaboca,corrióalrecibidoryallísedesternillóderisa.Comoatravésdelaniebla,LaievskiviocómovonKorenselevantaba,semetíalasmanosenlosbolsillosdelpantalón y se quedaba quieto, como esperando a ver qué pasaba. Esa actitud serena leparecióinsolenteyofensivaengradosumo—.¡Hagaelfavorderetirarsuspalabras!—gritóSamóilenko.

Laievski,queyanorecordabaloquehabíadicho,respondió:

—¡Déjeme en paz! ¡No necesito nada! ¡Lo único que quiero es que usted y losalemanesdeascendenciajudíamedejentranquilo!¡Deotromodotomarémedidas!¡Estoydispuestoabatirme!

—Ahoraentiendo—dijovonKoren,saliendodedetrásdelamesa—.Antesdepartir,al señor Laievski le apetece divertirse con un duelo. Yo puedo darle esa satisfacción.SeñorLaievski,aceptosudesafío.

—¿Desafío?—dijoenvozbajaLaievski,acercándosealzoólogoymirandoconodiosufrentemorenaysuscabellosrizados—.¿Desafío?¡Conmuchogusto!¡Loodioausted!¡Loodio!

—Me alegro mucho. Mañana por la mañana, cerca de la taberna de Kerbalai, contodoslosdetallesasugusto.Yahoradesaparezca.

—¡Loodio!—dijoLaievski envozbaja, respirando condificultad—. ¡Hacemuchotiempoqueloodio!¡Unduelo!¡Sí!

—Sácalodeaquí,AleksandrDavídich,omevoyyo—dijovonKoren—.Vaaacabarmordiéndome.

EltonoreposadodevonKorenenfrióalmédico,quederepenterecobrólaserenidad,sediocuentadeloqueestabapasando,cogióporlacinturaaLaievskiconambasmanosy,apartándolodelzoólogo,farfullóconvoztierna,trémuladeemoción:

—Misbuenosyqueridos…amigos…Noshemosacaloradoy…y…Amigosmíos…

Alescucharesavozdulceyamistosa,Laievskicomprendióqueensuvidaacababadesucederalgoinauditoymonstruoso;eracomosiporpoconolehubiesearrolladountren.

Estuvo a punto de echarse a llorar, hizo un gesto de desaliento con la mano y saliócorriendodelahabitación.

«¡Dios mío, qué duro es sentir en uno mismo el odio ajeno y presentarte ante lapersonaqueteodiabajoelaspectomásvil,despreciableeimpotente!—pensabaalpocorato, sentado en el pabellón y creyendo notar sobre su cuerpo una especie de moho,productodelodioqueacababadeexperimentar—.¡Yquévulgarestodoesto,Diosmío!».

El agua fría con coñac le infundió ánimos. Recordó con nitidez el rostro sereno yaltivodevonKoren,sumiradadelavíspera,sucamisaparecidaaunaalfombra,suvoz,sus manos blancas, y un odio profundo, apasionado y voraz se revolvió en su pechoexigiendo satisfacción. Se imaginó que derribaba a von Koren y empezaba a patearlo.Rememoró,hastaenlosmenoresdetalles,loquehabíasucedidoysesorprendiódehaberprodigado sonrisas obsequiosas a un hombre insignificante y, en general, de habervalorado la opinión de unos tipejos miserables, ignorados por todos, que vivían en unpuebluchodemalamuerte,unlugarquenisiquierafigurabaenlosmapasyqueningunapersonahonradadeSanPetersburgoconocía.Siaesevillorriodeprontoselotragaralatierraodesaparecierapastodelasllamas,lanoticiaseríarecibidacontantaindiferenciaenRusiacomoelanunciodeventadeunosmueblesdesegundamano.MataravonKorenaldíasiguienteodejarlovivoeralomismo:ambasopcionesleparecíanigualdeinútilesydesprovistasdeinterés.Lomejorseríaapuntarleaunapiernaounbrazo,herirloyluegoreírsedeél;comouninsectoconunapatarotasepierdeentelahierba,vonKoren,consusordo sufrimiento, seperdería enmediodeunamultituddepersonas tan insignificantescomoél.

LaievskifueaveraSheshkovski,lecontóloquehabíasucedidoylepidióquefuerasu padrino; luego ambos se dirigieron a casa del jefe de correos y telégrafos, lepropusieron que actuara también de padrino y se quedaron a comer allí. Durante elalmuerzo, no dejaron de bromear y de reírse. Laievski ironizaba sobre sus escasosconocimientosdetiroysellamabaasímismo«arcabucerodelrey»y«GuillermoTell».

—Hayquedarleunalecciónaeseseñor—decía.

Después del almuerzo echaron una partida de cartas. Laievski jugaba, bebía vino ypensabaquelosduelos,engeneral,eranunasoluciónestúpidaeinsensataporque,lejosderesolver los problemas, los complicaban aún más, pero a veces no había manera deevitarlos.Porejemplo,enelpresentecaso,puesnosepodíadenunciaravonKorenanteeljuez de paz. Además, el duelo inminente en ciertomodo era positivo porque, una vezcelebrado,nopodríaquedarseenlaciudad.Estabaalgoachispado,sehabíadistraídoconlosnaipes,sesentíabien.

Pero, cuando se puso el sol y empezó a oscurecer, lo dominó la inquietud. No eratemoralamuerte,porqueyamientrasalmorzabayjugabaalascartashabíaabrigadolacerteza,vayaustedasaberporqué,dequeeldueloacabaríaennada;eramiedoaesealgo

desconocidoquesucederíaaldíasiguienteporprimeravezensuvida,asícomotambiénalanocheinminente…Sabíaqueesanocheseríalarga,quelapasaríaenvelayquetendríaquepensarnosóloenvonKorenyensuodio,sinotambiénenlamontañadementirasquedeberíaatravesar,puescarecíadelafuerzaylahabilidadnecesariaspararodearla.Teníalaimpresióndehaberenfermadode repente.Perdióde improvisocualquier interéspor losnaipesyporlagente,y,presadeunintensonerviosismo,pidióquelodejaranregresarasucasa.Teníaganasdetumbarsecuantoantesenlacama,quedarseinmóvilyponerenordensuspensamientos.SheshkovskiyeljefedecorreosloacompañaronyluegofueronaveravonKorenparahablardelduelo.

CercadesudomicilioLaievskiseencontróconAchmiánov.El jovenestabacasisinalientoydabamuestrasdeunagranagitación.

—¡Loestoybuscando,IvánAndreich!—dijo—.Leruegoquemeacompañe…

—¿Adónde?

—Unseñoralqueustednoconocedeseaverloparatratarunasuntomuyimportantequeleconcierne.Leruegaconinsistenciaquevayaaverlounmomento.Necesitahablarconusted…Paraélescuestióndevidaomuerte…

Achmiánovestabatanalteradoquehablabaconunacentoarmeniomuyacusado.

—¿Dequiénsetrata?—preguntóLaievski.

—Mehapedidoquenorevelarasunombre.

—Dígalequeestoyocupado.Mañana,sileparecebien…

—¡Cómo es posible! —se asustó Achmiánov—. Quiere decirle algo de capitalimportancia para usted… ¡De capital importancia! Si no acude usted, sucederá unadesgracia.

—Quéraro…—balbuceóLaievski,quenocomprendíaporquéAchmiánovestabatanalteradoyquésecretospodíahabereneseaburridovillorriodemalamuerte—.Quéraro—repitió,meditabundo—.Perobueno,vamos.Lomismoda.

Achmiánovsepusodelanteyavanzóabuenpaso, seguidodeLaievski.Recorrieronunacalle,despuésuncallejón.

—Todoestoesmuymolesto—dijoLaievski.

—Yallegamos,yallegamos…Esaquímismo.

Cercadelamurallaviejaseinternaronenunaestrechacallejaquediscurríaentredosdescampados vallados, luego desembocaron en un gran patio y se dirigieron a unapequeñacasita…

—¿NoeslacasadeMiurídov?—preguntóLaievski.

—Sí.

—Entonces, ¿por quéhemosdado tantos rodeos?Si hubiéramosvenidopor la calleprincipal,habríamostardadomenos…

—Noimporta,noimporta…

ALaievskitambiénleparecióextrañoqueAchmiánovlollevaraporlapuertatraserayle hiciese indicaciones con la mano, como rogándole que no hiciera ruido y guardarasilencio.

—Poraquí,poraquí…—dijoAchmiánov,abriendocontientolapuertayentrandodepuntillas en el zaguán—. Silencio, silencio, por favor… Pueden oírnos —se quedóescuchando,mientrastratabaafanosamentederecobrarelaliento,yañadióenunsusurro—:Abralapuertayentre…Notema.

Laievski,perplejo,abriólapuertayentróenunahabitacióndetechobajo,concortinasenlasventanas.Sobrelamesaardíaunavela.

—¿Quiénes?—preguntóalguienenlahabitacióncontigua—.¿Erestú,Miurídov?

LaievskipenetróenesahabitaciónyseencontróaKirilin,acompañadodeNadezhdaFiódorovna.

Nooyóloqueledecían.Retrocedióy,sinsabercómo,seencontróenlacalle.Elodioa von Koren y la inquietud desaparecieron de su alma. De camino a casa, agitabatorpementelamanoderechaymirabaelsueloconatención,procurandopisarterrenoliso.Unavezen sudespacho, sepusoapaseardeun rincónalotro, frotándose lasmanosyencogiendo el cuello y los hombros, como si la chaqueta y la camisa le quedaranestrechas;luegoencendióunavelaysesentóalamesa…

XVI

—Lascienciashumanasdelasquehablaustedsólosatisfaránelespírituhumanocuando,ensudesarrollo,seencuentrenconlascienciasexactasymarchenasulado.NosésiseencontraránbajoelmicroscopiooenlosmonólogosdeunnuevoHamletoenunanuevareligión,perocreoquelaTierrasecubrirádeunacapadehieloantesdequeesosuceda.Sin duda, el más firme y vital de todos los conocimientos humanos es la doctrina deCristo,perofíjesedequémodostandistintosseentiende.Unosenseñanquehayqueamara todos lossemejantes,perohacenunaexcepcióncon lossoldados, loscriminalesy loslocos:alosprimeroslespermitenmatarenlaguerra,alossegundosselosaíslaoselosejecutayalostercerosselesprohíbecasarse.Otrosexégetasenseñanaamaratodoslossemejantessinexcepción,sindistinguirentrebuenosymalos.Segúnesainterpretación,siaparece en vuestra casa un tuberculoso, un asesino o un epiléptico y pide la mano devuestrahija,debéisconcedérsela;siloscretinosdeclaranlaguerraaloshombressanosdecuerpoyespíritu,hayquepresentarlacabezaparaqueoslacorten.Esateoríadelamorporelamor,comoladelarteporelarte,siacabara imponiéndose,conduciríaenúltimainstanciaalaextincióntotaldelahumanidad,consumándose,deesemodo,elcrimenmás

horrendo que jamás se haya visto sobre la faz de la Tierra. Hay muchísimasinterpretaciones,peroniunasolaquepuedasatisfaceraunainteligenciarigurosa,queseapresta a añadir a ese caudal de interpretaciones la suya propia. Por eso nunca debeplantear la cuestión sobre una base filosófica, como dice usted, o sobre el llamadocristianismo,puesnoconseguiríaotracosaquealejarsedelasolucióndelproblema.

Eldiáconoescuchóatentamentealzoólogo,sequedópensativoypreguntó:

—Laleymoral,queesinherenteacualquierpersona,¿lahaninventadolosfilósofosolahacreadoDiosjuntoconelcuerpo?

—Nolosé.Peroesaleyeshastatalpuntocomúnatodoslospueblosyépocasque,enmi opinión, deberíamos considerarla orgánicamente ligada al hombre. No ha sidoinventada, sino que es y será. No le estoy diciendo que un día alguien la vea en elmicroscopio, pero su vínculo orgánico ya ha sido demostrado por la evidencia: segúntengoentendido,lostrastornoscerebralesgravesylasllamadasenfermedadesmentalessemanifiestanantetodoenladesfiguracióndelaleymoral.

—Bien.Entonces, igual que el estómago exige comida, el sentimientomoral quierequeamemosanuestrossemejantes.¿Esasí?Peronuestranaturaleza,poramorpropio,seoponealavozdelaconcienciaydelarazón:poresosurgentantascuestionesinsolubles.¿Aquiéndebemosdirigirnospara solucionar esosproblemas sino losplanteamosenelámbitofilosófico?

—Apeleustedalosescasísimosconocimientosprecisosdequedisponemos.Confíeenlaevidenciaylalógicadeloshechos.Ciertoquenoesmucho,peroalmenosnoesalgotan precario y vago como la filosofía. Supongamos que la leymoral exige amar a loshombres.¿Yqué?Elamordebeconsistirenelalejamientodetodoloquedeunouotromodoresulteperjudicialpara loshombresy representeunpeligroparasupresenteysufuturo.Nuestrosconocimientosylaevidencianosdicenquelaspersonascondeficienciasfísicasymentalesrepresentanunpeligroparalahumanidad.Entalcaso,hayquecombatiralosanormales.Y,sinosfaltanlasfuerzasparaelevarnosalanormalidad,debemosponeren juego todas nuestras energías y habilidades para volverlos inocuos, es decir, paraaniquilarlos.

—¿Significaesoqueelamorconsisteenquelosfuertesderrotenalosdébiles?

—Sinduda.

—Pero¡fueronlosfuertesquienescrucificaronaNuestroSeñorJesucristo!—dijoeldiáconoconacaloramiento.

—Nadadeeso: fueron losdébilesquienes locrucificaron,no los fuertes.Laculturahumanasehadebilitadoypretendereduciracerolaluchaporlaexistenciaylaselección,de ahí la rápida multiplicación de los débiles y su preponderancia sobre los fuertes.Imagínesequeconsigueinculcaralasabejasideashumanasenunaformarudimentariay

elemental.¿Quéconseguiríaconello?Loszánganos,alosquehabríaquematar,seguiríanvivos, se comerían la miel, pervertirían y ahogarían a las abejas. El resultado sería elpredominiodelosdébilessobrelosfuertesyladegeneracióndeestosúltimos.Lomismoestásucediendoahoraconlossereshumanos:losdébilesoprimenalosfuertes.Entrelossalvajes,quenohansidorozadosporlacultura,elmásfuerte,sabioymoralmenteíntegrova a la cabeza; es amo y señor. En cambio nosotros, gente culta, hemos crucificado aCristo y seguimos crucificándolo. Eso significa que nos falta algo… Y ese «algo»debemosrestablecerloentrenosotros,puesdeotromodoesasincoherenciasnuncatendránfin.

—Pero¿cuálessucriterioparadistinguirentrefuertesydébiles?

—Elconocimientoylaevidencia.Alostísicosyescrofulososselosreconoceporsusenfermedades,yaloslocoseinmorales,porsusactos.

—Pero¡esposiblecometerequivocaciones!

—Sí,peronohayquetenermiedodemojarselospiescuandoamenazadiluvio.

—Esoesfilosofía—sonrióeldiácono.

—En absoluto. Su juicio está tan pervertido por esa filosofía de seminario que veniebla por todas partes. Las ciencias abstractas, de las que su joven cabeza está llena,recibenesenombreporqueabstraenelpensamientode laevidencia.Atrévaseamiraraldiabloalosojosy,sieseldiablo,digaqueeseldiablo,sinacudiraKantoHegelenbuscade explicaciones—el zoólogoguardó silencioun instantey continuó—:Dosydos soncuatroyunapiedraesunapiedra.Mañanatenemosunduelo.Ambosdiremosqueesunacto absurdoy estúpido,que la épocade losduelosyahapasado,que, en el fondo,undueloaristocráticonosediferenciaennadadeunapeleadeborrachosenunataberna,ydetodosmodosnonosdetendremos,acudiremosynosbatiremos.Deahísededucequehayuna fuerza más poderosa que nuestros razonamientos. Clamamos que la guerra esdestrucción,barbarie,horror,fratricidio,nopodemosverlasangresindesmayarnos,perobastaquelosfrancesesolosalemanesnosofendanparaquealpuntoseenardezcanuestroánimo, gritemos «hurra» con el mayor entusiasmo y nos arrojemos sobre el enemigo;usted invocará el favor divino para nuestras armas, y nuestro valor desatará un júbilogeneralizadoysincero.Otrapruebamásdequehayunafuerza,sinosuperior,almenosmás poderosa que nosotros y nuestra filosofía. No podemos contrarrestarla, como nopodemosdeteneresanubequevienedelmar.Asíquenoseaustedhipócrita,noaprietelospuñosenelbolsilloydejededecir:«¡Ah,quéestupidez!¡Ah,quéideatantrasnochada!¡Ah, no concuerda con las Escrituras!». Mírela a los ojos, reconozca su razonablelegitimidad, y, cuando esa fuerza quiera destruir, por ejemplo, una raza desmedrada,escrofulosaydepravada,noseloimpidaustedconpíldorasyunainterpretaciónincorrectadelEvangelio.EnunrelatodeLeskovapareceunpersonaje llamadoDanila,hombredegrandesescrúpulos,queseencuentraenlasafuerasdelaciudadconunleprosoyleofrece

alimentoyabrigoennombredelamorydeCristo.SieseDanilahubieseamadodeverdadasussemejantes,habríaalejadoalleprosodelaciudad,lohabríaarrojadoaunbarranco,ydespuéssehabríaidoatrabajarparalossanos.Cristo,sinomeequivoco,nospredicóunamorrazonable,sensatoyútil.

—¡Cómoesusted!—exclamóel diácono, echándose a reír—.Si no cree enCristo,¿porquélonombratanamenudo?

—Creo enCristo. Pero, naturalmente, amimanera, no a la de usted. ¡Ah, diácono,diácono!—serioelzoólogo;luegolepasólamanoporlacinturayledijoconairejovial—:¿Yqué?¿Vaaasistirustedmañanaalduelo?

—Midignidadnomelopermite;sino,iría.

—¿Quésignificaesodesudignidad?

—Estoyconsagrado.Lagraciadivinaestáconmigo.

—Ah, diácono, diácono —repitió von Koren, soltando una carcajada—. Me gustacharlarconusted.

—Dicequetieneustedfe—dijoeldiácono—.Pero¿quéclasedefeesesa?Mi tío,queespope, tiene tanta feque,cuandovaalcampoenépocadesequíapara invocar lalluvia,sellevaelparaguasyelimpermeableparanomojarsealvolver.¡Aesoselellamafe! Cuando habla de Cristo parece irradiar una especie de luz, y todos los hombres ymujeres lloran y sollozan. Él podría detener esa nube y pondría en fuga a todas esasfuerzasde lasquehablausted.Sí, la femuevemontañas—eldiáconose rioy ledioalzoólogounapalmadaenelhombro—.Asíes…—prosiguió—.Ustedsepasaeldíaenteroestudiando,exploraelfondodelosmares,distingueentrefuertesydébiles,escribelibros,entabladesafíos, y, sin embargo, todo sigue en su sitio.Encambio,bastaqueunpobreanciano,llenodelespíritusanto,balbuceeunasolapalabraoquedesdeArabiacabalgueunnuevoMahomaconsucimitarraparaque todosevuelvapatasarribaynoquedeenEuropapiedrasobrepiedra.

—¡Todoesoestáaúnporver,diácono!

—Lafesinobrasesunafemuerta,ylasobrassinfesonalgoaúnpeor:unapérdidadetiempo,nadamás.

Enelmalecónaparecióelmédico.Alveralzoólogoyaldiácono,seaproximó.

—Parecequeestátodoarreglado—dijo,sofocado—.LospadrinosseránGovorovskiyBoiko.Vendrán a recogerlo a las cinco de lamañana. ¡Qué encapotado está!—dijo,mirandoelcielo—.Nosevenada.Vaaponersealloverdeunmomentoaotro.

—Vendrásconnosotros,supongo—seinteresóvonKoren.

—No, Dios me libre. Ya he sufrido bastante. En mi lugar irá Ustimóvich. Ya hehabladoconél.

Lejos,porencimadelmar,centelleóun relámpagoyacontinuaciónseoyóel sordoretumbardeltrueno.

—¡Quésofocanteeselambienteantesdelatormenta!—dijovonKoren—.ApuestoaqueyahasidoaveraLaievskiyhaslloradosobresupecho.

—¿Porquéibaair?—respondióelmédico,confuso—.¡Loquemefaltaba!—antesdelapuestadesol,habíarecorridovariasveceselbulevarylacalleconlaesperanzadeencontrar aLaievski.Seavergonzabade suarrebatode irayde la repentinaefusióndebondadquelesiguió.QueríadisculparseanteLaievskientonodesenfadado,reprenderlo,calmarlo y decirle que los duelos eran un vestigio de la barbariemedieval, pero que lamisma providencia les había indicado el duelo como medio de reconciliación: al díasiguiente, los dos contendientes, hombres excelentes, de gran inteligencia, después dedispararse,apreciaríanmutuamentesunoblezayseharíanamigos.PeronocoincidióconLaievski ni una sola vez—. ¿Por qué iba a ir? —repitió Samóilenko—. No es él elofendido, sino yo. Dime, por favor, ¿por qué la tomó conmigo? ¿Qué le había hecho?Entroenlasalaydepronto,asísinmás,mellamaespía.¡Ahíquedaeso!Dime,¿cómoempezótodo?¿Quéledijiste?

—Quesusituacióneradesesperada.Yteníarazón.Sólo loshombreshonradosy losgranujaspuedenencontrarunasalidaacualquiersituación,peroquienquiereserhonradoygranujaalmismotiempoesincapazdehallarunasolución.Encualquiercaso,señores,yasonlasonce,ymañanahayquelevantarsetemprano.

Deprontoempezóasoplarelviento,quelevantóelpolvodelmalecónylohizogirarenremolinos,rugiendoyacallandoelrumordelmar.

—¡Vayavendaval!—dijoeldiácono—.Sinonosmarchamos,senosirritaránlosojos.

Cuandoecharonaandar,Samóilenkodejóescaparunsuspiroycomentó,sujetándoselagorra:

—Seguroqueestanochenopegoojo.

—No te preocupes—dijo el zoólogo, echándose a reír—.Puedes estar tranquilo, eldueloacabaráennada.Laievskisemostrarámagnánimoydispararáalaire;ensucaso,nopuedeobrar deotromodo.En cuanto amí, lomásprobable es queni siquiera dispare.AcabarprocesadoporculpadeLaievskiyperdereltiempo:novalelapena.Apropósito,¿quécondenaestáprevistaparaquienesparticipanenunduelo?

—Arresto, y en caso de muerte del adversario hasta tres años de reclusión en unafortaleza.

—¿EnladeSanPedroySanPablo[27]?

—No,creoqueenunamilitar.

—Y,sinembargo,habríaquedarleunalecciónaesejoven.

Sobrelasuperficiedelmarresplandecióunrelámpago,iluminandoporuninstantelostejadosdelascasasylasmontañas.Cercadelbulevarlosamigossesepararon.Cuandoelmédicodesaparecióenlaoscuridadyelruidodesuspasosyacasisehabíaapagado,vonKorenlegritó:

—¡Veremossieltiemponoseconviertemañanaenunimpedimento!

—¡Puedeser!¡Diosloquiera!

—¡Buenasnoches!

—¿Cómo?¿Quédicesdelanoche?

Elrumordelvientoydelmaryelestampidodelostruenosimpedíadistinguirbienlaspalabras.

—¡Nada!—gritóelzoólogoyseencaminóabuenpasoasucasa.

XVII…enmicabeza,abrasadaporlapena,

cúmulosseespesandeamargospensamientos;

elmudorecuerdoantemí

sulargopergaminodesenrolla.

Leoentoncesconrepugnanciaellibrodemivida,

meestremezcoymaldigo,

melamentoamargamente,amargamentelloro,

peronopuedoborrarsuslíneasdeplorables.

PUSHKIN

Tantosilomatabanaldíasiguientecomosiseburlabandeél,esdecir,silodejabanconvida, estaba perdido. Tanto si semataba de desesperación y vergüenza como si seguíaarrastrandosulamentableexistencia,esamujerdeshonestatambiénestabaperdida…

AsírazonabaLaievski,sentadoalamesaaúltimahoradelatarde,sindejardefrotarselasmanos.Deprontolaventanaseabrióygolpeólapared;unaráfagadevientoentróenlahabitaciónylospapelessalieronvolandodelamesa.Cerrólaventanayseagachópararecogerlospapelesdelsuelo.Sentíaensucuerpoalgonuevo,ciertatorpezadesconocida,ynoreconocíasuspropiosmovimientos;andabademanerainsegura,separandoloscodosdelcuerpoysubiendoybajandoloshombros.Cuandosesentódenuevoenlasilla,volvióafrotarselasmanos.Sucuerpohabíaperdidoagilidad.

Lavísperade lamuerte convieneescribir a los seresqueridos.Laievski recordóesamáxima.Cogiólaplumayescribiócontrazotembloroso:«¡Mamá!».

Queríapedirleasumadreque,ennombredelDiosmisericordiosoenquienellacreía,ampararayconfortaraconsucariñoa ladesdichadamujer,sola,pobreydébil,a laquehabíadeshonrado,queolvidarayperdonaratodo,todo,todo,yexpiaraconsusacrificio,al

menosenparte,elhorriblepecadodesuhijo;pero,cuandoseacordódecómosumadre,una viejecita gorda y pesada, con una cofia de encaje, salía por la mañana al jardín,seguidadesudamadecompañíaconelperritofaldero,cómogritabaentonoimperiosoaljardineroyalaservidumbreyquéorgullosayaltivaeralaexpresióndesurostro,borrólapalabraescrita.

Enlastresventanasrefulgióelresplandordeunrelámpagoyacontinuaciónretumbóelensordecedoryhorrísonoestallidodeun trueno,queempezócomounrumorsordoyacabó convirtiéndose en un estruendo estrepitoso, tan violento que los cristales de lasventanasretemblaron.Laievskiselevantó,seacercóalaventanayapretólafrentecontraelcristal.Fuerasehabíadesatadounaviolentayhermosatormenta.Enelhorizonte, lascintas blancas de los relámpagos se precipitaban sin descanso desde las nubes al mar,iluminandohastalalejaníalasaltasolasnegras.

—¡Vaya tormenta!—susurróLaievski, sintiendodeseosde rezarantealguienoantealgo,aunquefueseantelosrayosolostruenos—.¡Queridatormenta!

Le vino a lamemoria que, cuando era niño, los días de tormenta salía corriendo aljardínconlacabezadescubierta,seguidodedosniñasrubiasdeojosazules.Lalluvialosmojabayellossereíanentusiasmados,pero,cuandoresonabaelviolentoestallidodeuntrueno, lasniñasseapretujabanconfiadascontraél,quesesantiguabayseapresurabaarezar:«Santo,santo,santo…».Ah,¿dóndehabríandesaparecido,enquémarsehabríanhundido los albores de aquella vida maravillosa y pura? Ya no temía las tormentas niamabalanaturaleza,nicreíaenDios;todaslasniñasconfiadasquehabíaconocidoenotrotiempohabíansidocorrompidasporéluotroscomoél;entodasuvidanohabíaplantadoenel jardínpaternounsoloárbolnihabíacontribuidoaquecrecieraunasolahierba,y,aunquevivíaentre losvivos,nohabía salvadoni siquieraaunamosca;nohabíahechomásquedestruir,arrasar,mentir,mentir…

«¿Hayalgoenmipasadoquenoseavicio?», sepreguntaba, tratandodeagarrarseaalgúnrecuerdoluminoso,comoseagarraaunmatojoquiensedespeñaporunbarranco.

¿El instituto? ¿La universidad? Todo eso había sido un engaño. Tan mal habíaestudiadoquesehabíaolvidadoyadeloquehabíaaprendido.¿Elservicioalasociedad?Otro engaño, porque no hacía nada, cobraba el sueldo sin merecérselo, y su actividadconsistíaenunfrauderepugnantequenoestabaperseguidoporlaley.

Nonecesitabalaverdady,portanto,nolabuscaba;suconciencia,esclavadelvicioylamentira,dormíaocallaba;comounextrañooalguienqueviniesedeotroplaneta,noparticipabaenlavidacomúndeloshombres,semostrabaindiferenteasussufrimientos,ideas,religiones,conocimientos,búsquedas,luchas;jamáshabíadichoanadieunapalabraamable,niescritounasolalíneaútil,quenofueravulgar,nihechounpequeñofavoralosdemás;selimitabaacomersesupan,abebersesuvino,allevarsesusmujeres,arepetirsus ideas, y, para justificar su despreciable vida de parásito ante ellos y ante símismo,

siempreestabatratandodepresentarsecomounsersuperiorymejorquenadie.Mentira,mentira,mentira…

Se representó con toda claridad lo que había visto esa tarde en casa deMiurídov ysintióqueseahogabadetristezaydeasco.KirilinyAchmiánoveranrepugnantes,perosólo habían continuado lo que él había iniciado: eran sus cómplices y sus discípulos.Habíaapartadodesumarido,desucírculodeamistadesydesupatriaaunajovenydébilmujerqueconfiabaenélmásqueenunhermano,yselahabíallevadoallí,dondehabíasidopresadelsofocantecalor,lasfiebresyelaburrimiento;díatrasdíaelladebíareflejarcomo un espejo la ociosidad de él, sus vicios y su falsedad; de eso, sólo de eso, sealimentabasuvidaanodina,indolente,miserable;luegosehabíacansadodeellayhabíaempezadoaodiarla,peronohabíatenidoelvalorsuficienteparaabandonarlaylahabíaidoenredandocadavezmásensusmentirascomoenuna telaraña…El resto lohabíanhechoaquelloshombres.

Laievski tanpronto se sentaba a lamesa como se acercaba a laventana; tanprontoapagaba lavelacomolaencendía.Semaldecíaenvozalta, lloraba,se lamentaba,pedíaperdón.Variasveces,desconsolado,corrióalamesayescribió:«¡Mamá!».

Aparte de su madre, no tenía familiares ni deudos; pero ¿cómo podía ayudarlo sumadre?¿Ydóndeestaba?SintiódeseosdecorrerenbuscadeNadezhdaFiódorovnaparaponersederodillas,besarsusmanosysuspiesysuplicarlequeloperdonara,peroellaerasuvíctimayéllatemíatantocomoaunamuerta.

—¡Mi vida está hecha añicos! —balbució, frotándose las manos—. ¿Por qué sigoviviendo,Diosmío?

Élsoloteníalaculpadequesudeslucidaestrellahubierarodadoporelcieloydeque,alcaer,suestelasehubieraconfundidoconla tinieblanocturna;yanovolveríaalcielo,porquelavidasóloseconcedeunavezynoserepite.Sihubierapodidorecuperarlosdíasylosañospasados,habríasustituidolamentiraporlaverdad;laociosidad,poreltrabajo;elaburrimiento,porlaalegría;habríarestituidolapurezaaquienselahabíaarrebatado,habríaencontradoaDiosylajusticia,perotodoesoeratanimposiblecomodevolveralcieloaquellaestrellacaída.Yesaimposibilidadlollenabadedesesperación.

Habíapasadoyalatormenta,peroélseguíasentadojuntoalaventana,pensandoconserenidad en lo que sería de él. Von Koren probablemente lo mataría. La clara y fríaconcepcióndelmundodeesehombrecontemplabalaaniquilacióndelosdébilesydelosinútiles,y,encasodequeenelmomentodecisivoesaconcepciónlotraicionara,acudiríanensuayudaeldesprecioyelsentimientoderepugnanciaqueélleinspiraba.Ysierrabaeltiroo,paraburlarsedesuodiosocontrincante,sóloloheríaodisparabaalaire,¿quéharíaél?¿Adóndeiría?

«¿ASan Petersburgo?—se preguntaba—. Pero eso significaría retomar esa vida deantesquetantodetesto.Además,quienbuscalasalvacióncambiandodelugar,comoun

ave migratoria, no encuentra nada, porque para él la Tierra es igual en todas partes.¿Buscarlasalvaciónenloshombres?LabondadylamagnanimidaddeSamóilenkosontanpocosalvadorascomolapropensiónalarisadeldiáconooelodiodevonKoren.Lasalvaciónhayquebuscarlasóloenunomismoy,sinoseencuentra,¿paraquéperdereltiempo?Entoncesdebeunomatarse,yyaestá…».

Seoyóelrumordeuncarruaje.Estabaamaneciendo.Elcochepasódelargo,giróy,conunchirridodelasruedassobrelaarenamojada,sedetuvoantelacasa.Enelinteriorviajabandospersonas.

—¡Esperen, voy en seguida!—les dijo Laievski por la ventana—. Estoy despierto.¿Yaeslahora?

—Sí.Sonlascuatro.Mientrasllegamos…

Laievskisepusoelabrigoylagorra,semetióuncigarrilloenelbolsilloysequedómeditabundo;teníalaimpresióndequelequedabaalgoporhacer.Enlacallelospadrinoshablabanenvozbaja,loscaballospiafaban;esossonidos,aprimerahoradeunamañanahúmeda,cuando todosdormíanyenel cieloapenasalboreaba, llenaronsualmadeunaangustiasemejanteaunmalpresentimiento.Siguiópensandounratoyalfinalseacercóaldormitorio.

Nadezhda Fiódorovna yacía en la cama, estirada y envuelta en una manta hasta lacabeza;inmóvilcomoestaba,recordabaaunamomiaegipcia,sobretodoporelaspectodelacabeza.Mirándolaensilencio,Laievskilepidiómentalmenteperdónypensóque,sielcielonoestabavacíoyDiosenverdadexistía,cuidaríadeella,y,siDiosnoexistía,dabaigualquesemuriese,porquenohabíamotivoparaseguirviviendo.

DeprontoNadezhdaFiódorovnaseincorporódeunsaltoysesentóenlacama,alzóelpálidorostro,lomiróconespantoylepreguntó:

—¿Erestú?¿Hapasadolatormenta?

—Sí.

Se acordó de lo que había sucedido y se llevó ambas manos a la cabeza; unestremecimientorecorriótodosucuerpo.

—¡Quéangustiasiento!—exclamó—.¡Si supierasquéangustiasiento!Esperaba—continuó,frunciendoelceño—quemematarasomeecharasdecasaenmediodelalluviaylatormenta,perotúsiguesesperando…nohacesnada…

Laievskilaabrazóconímpetuypasión,lecubriódebesoslasrodillasylasmanos,yluego, mientras ella balbucía alguna palabra y temblaba bajo el peso del recuerdo, leacarició los cabellos, la miró a la cara y comprendió que esa mujer desdichada ydepravadaeraelúnicoserquerido,próximoeinsustituiblequelequedaba.

Cuandosaliódelacasaysubióalcarruaje,sintiódeseosderegresarvivo.

XVIII

Eldiáconoselevantó,sevistió,cogiósugruesoynudosobastónysaliódecasasinhacerruido.Estabatanoscuroqueenunprimermomento,cuandoechóaandarporlacalle,nodistinguía ni siquiera su bastón blanco; en el cielo no había ni una estrella y daba laimpresióndequeibaavolverallover.Olíaaarenamojadayamar.

«Espero que nome ataquen los chechenos», pensaba, escuchando los golpes de subastóncontraelempedrado,queresonabansolitariosenmediodelsilenciodelanoche.

Alsalirdelaciudad,empezóadistinguirelcaminoyelbastón.Enalgunospuntosdelcielo negro surgieron manchas imprecisas y al poco despuntó una estrella que guiñóindecisasuúnicoojo.Eldiáconoavanzabaporlaaltaypedregosaorillaynoveíaelmar,que reposaba más abajo; sus olas invisibles rompían contra la costa con indolencia ydesgana y parecían suspirar: «¡uf!». ¡Qué lentitud! Una ola rompía, él tenía tiempo decontarochopasos,yacontinuaciónrompíaotra,yalcabodeseispasos,unatercera.Noseveíanaday,enmediodeesatinieblaydelrumorsoñolientoyperezosodelmar,parecíasentirseeltiempoinfinitamentelejanoeinimaginableenqueDiosflotabasobreelcaos.

Eldiáconoseaterrorizó.PensóqueDiospodíacastigarloporjuntarseconateoseirapresenciarunduelo.Ciertoqueseríaundueloridículo,sinconsecuencias,sinefusióndesangre,pero,encualquiercaso,nodejabadeserunespectáculopaganoalqueunreligiosono debería asistir. Se detuvo y se quedó pensando si no seríamejor volverse. Pero unacuriosidadapasionadaeinquietaprevaleciósobrelasdudas,yeldiáconodecidióseguirsucamino.

«Aunque no crean, son buenas personas y se salvarán», se decía, tratando detranquilizarse.

—¡Seguroquesesalvarán!—dijoenvozalta,encendiendouncigarrillo.

¿Qué vara demedir había que emplear para ponderar losméritos de los hombres yjuzgarlosconjusticia?Eldiáconoseacordódesuenemigo,elinspectordelseminario,quecreíaenDios,nosebatíaenduelosyvivíacastamente,peroqueundíalehabíadadodecomerpanconarenayenunaocasiónestuvoapuntodearrancarleunaoreja.Silavidahumanaestabatanmalorganizadaqueeseinspectorcruelycorrupto,querobabalaharinade la comunidad, gozaba del respeto de todo el seminario, que rezaba por su salud ysalvación, ¿era justo apartarse de hombres como vonKoren yLaievski sólo porque noerancreyentes?Eldiáconotratóresolveresacuestión,perodeprontolevinoalamemoriaquéaspectotangrotescoteníaSamóilenkolajornadaanterioryeserecuerdointerrumpióelcursodesuspensamientos.¡Cuántoibaareírseesedía!Eldiáconoseimaginabaqueseocultaríadetrásdeunarbustoyloobservaríatodo,ycuandomástarde,durantelacomida,vonKorenempezaraafanfarronear,éllereferiríaentrerisastodoslosdetallesdelduelo.

«¿Cómolosabeusted?»,preguntaríaelzoólogo.

«Yalove:nomehemovidodecasaymeheenteradodetodo».

Seríaunabuena ideadescribir elduelobajounaspecto ridículo.Su suegro leería laburlaysereiría;esehombrepodíaquedarsesincomercontaldequealguienlecontaraoleescribiesealgodivertido.

AnteélsurgióelvalledelríoAmarillo.Laslluviashabíanaumentadoelcaudalylafuria de sus aguas, que ya no refunfuñaban, como antes, sino que rugían. Estabaamaneciendo.Lamañanagrisydeslucida, lasnubesquesedesplazabanhaciaoccidenteparaalcanzarlosnubarronesdetormenta,lasmontañascircundadasdenieblaylosárbolesmojados,todoleparecíafeoyhosco.Selavóenunarroyoydijosusoracionesmatinales;sehabría tomadocongustouna tazade téyunospanecilloscalientesconnataagriadeesosqueservíantodaslasmañanasencasadesusuegro.SeacordódesumujerydelossonesdeEsetiempoirrecuperable,queellatocabaalpiano.¿Quéclasedepersonaera?Selahabíanpresentado,lohabíanobligadoaprometerseyalcabodeunasemanayasehabíacelebradoelmatrimonio.Nollevabanniunmescasadoscuandoloenviaronaeselugar,demaneraquetodavíanohabíapodidodilucidarquéclasedepersonaera.Encualquiercaso,laechabaunpocodemenos.

«Tengoqueescribirleunacarta…»,pensó.

Labanderadelataberna,empapadadeaguadelluvia,pendíatodaarrugada.Hastaelpropio edificio, con el tejadomojado, parecíamás oscuro y bajo que antes. Junto a lapuertahabíauncarro.Kerbalai,encompañíadedosabjasiosydeuna joven tártaraconpantalones bombachos, probablemente sumujer o su hija, sacaban de la taberna sacosllenosqueibanponiendoenelcarro,sobreunlechodepajademaíz.Cercadelcarro,conlacabezabaja,habíaunpardeasnos.Unavezcargadoslossacos,losabjasiosylatártarasepusieronacubrirlosdepaja,mientrasKerbalaiseaprestabaaengancharlosasnos.

«Seguroqueestápasandoalgodecontrabando»,sedijoeldiácono.

Allí estaba el árbol abatido con las agujas secas y la mancha negra dejada por lahoguera.Recordó la excursión con tododetalle: el fuego, la canción de los abjasios, eldulce sueño de convertirse en obispo, aquella procesión imaginaria… Con las lluviascaídas, el río Negro se había vueltomás turbio ymás ancho. El diácono atravesó concautelaelinestablepuentecillo,hastacuyastablasllegabanlascrestasdelassuciasolas,ysubióporlaescalerilladelsecadero.

«¡Untipolisto!—pensó,tendiéndosesobrelapajayacordándosedevonKoren—.Untipointeligente,queDiosledésalud.Perotienerasgosdeunacrueldad…».

¿PorquéLaievskiyvonKorenseodiabantanto?¿Porquéibanabatirseenduelo?Sihubieran padecido desde niños lasmismas estrecheces que él, si hubieran crecido entregente ignorante,duradecorazón,ávidadeganancias,que leechabaaunoencaracadamendrugo de pan, grosera y conmalosmodos, que escupía en el suelo y eructaba a lamesaydurante lasoraciones; sidesdepequeñosnohubiesendisfrutadodeunambiente

selectoyuncírculoescogidodepersonas,cómosehabríancomprendido,cómosehabríanperdonadodebuenaganasusdefectosyhabríanvaloradosusvirtudes.¡Conlopocoqueabundanenelmundolaspersonasdecentes,aunquesóloseaenelaspectoexterno!CiertoqueLaievskieraunhombreinconsciente,depravadoyextraño,peronorobaba,noescupíaruidosamenteenelsuelo,nolehacíareprochesasumujer:«Teatiborrasdecomida,peronodasunpaloalagua»,niseponíaaazotaraunniñoconlasriendas,nidabadecomerasus criados carne podrida. ¿Acaso todo eso no bastaba para tratarlo con indulgencia?Además,eraelprimeroquesufríaconsusdefectos,comoelenfermoconsusheridas.Enlugar de buscar el uno en el otro, por aburrimiento o cierta incomprensión, rasgos dedegeneración,decadencia,atavismoydemásdefectosnomenososcuros,¿noseríamejorque bajaran a la tierra y dirigieran su odio y su ira contra aquellas calles donde losgemidos resuenana todashoras, rebosantesdegrosera ignorancia, codicia, improperios,suciedad,blasfemiasygritosdemujer…?

El ruido de un carruaje interrumpió las meditaciones del diácono. Echó un vistazodesdelapuertayviouncocheocupadoportrespersonas:Laievski,SheshkovskiyeljefedelaestafetadeCorreosyTelégrafos.

—¡Alto!—ordenóSheshkovski.

Lostreshombresseapearondelcarruajeysemiraron.

—No han llegado todavía—dijo Sheshkovski, sacudiéndose el barro—. Bueno, entantoaparecen,vamosabuscarunbuensitio.Aquínopuedeunonimoverse.

Echaron a andar río arriba y no tardaron enperderse de vista.El cochero tártaro sesubióalpescante,inclinólacabezasobreelhombroysequedódormido.Alcabodediezminutosdeespera,eldiáconosaliódelsecaderoy,quitándoseelsombreronegroparaquenolovieran,agachándoseymirandoasualrededor,empezóaavanzarentrelamalezaylosmaizales.Delosárbolesylosarbustoslecaíangruesasgotasdeagua;lahierbaylasmatasdemaízestabanhúmedas.

—¡Habrasevisto!—farfulló,recogiéndoselosfaldonesmojadosyllenosdebarro—.Silosé,novengo.

Al poco rato oyó voces y distinguió tres figuras. Laievski, encorvado, las manosmetidasenlasmangas,recorríadeunextremoalotro,conpasosapresurados,elpequeñocalvero.Suspadrinos,albordemismodelagua,estabanliandosendoscigarrillos.

«Quéextraño…—pensóeldiácono,quenoreconocíaelmododeandardeLaievski—.Pareceunviejo».

—¡Qué falta de respeto la de esos señores! —exclamó el funcionario de correos,consultandosureloj—.Puedequeentreloshombresdecienciaestébienvistoretrasarse,peroenmiopiniónesunacochinada.

Sheshkovski,individuogordo,debarbanegra,prestóoídosydijo:

—¡Yallegan!

XIX

—¡Es la primera vez en mi vida que lo veo! ¡Qué maravilla! —dijo von Koren,apareciendo en el calvero y tendiendo ambas manos hacia el este—. ¡Fíjense, rayosverdes!—enlaporciónorientaldelcielo,detrásdelasmontañas,despuntabandosrayosverdes, espectáculo en verdad hermoso. Estaba saliendo el sol—. ¡Buenos días! —prosiguióelzoólogo,saludandoconunainclinacióndecabezaalospadrinosdeLaievski—.¿Llegotarde?

Tras él iban sus padrinos, dos oficialesmuy jóvenes de lamisma estatura,Boiko yGovorovski,conguerrerasblancas,yelenjutoyariscodoctorUstimóvich,quellevabaunatadijo en unamano,mientras con la otra sostenía el bastón terciado sobre la espalda,como era su costumbre. Tras dejar el atadijo en el suelo, sin saludar a nadie, se llevótambiénlaotramanoalaespaldaysepusoaandarporelcalvero.

Laievski,quedabamuestrasdeesecansancioymalestardequienacasoenbrevevaamorir,concitabalaatencióngeneral.Queríaquelomatarancuantoantesoquelollevarana casa. Era la primera vez en su vida que contemplaba la salida del sol; esas primerashorasdelamañana,losrayosverdes,lahumedadyesoshombresdebotasempapadasleparecíancosassuperfluas,innecesarias,agobiantes,algoquenoguardabarelaciónalgunaconlanochequehabíapasado,consuspensamientosyelsentimientodeculpa;poresosehabríamarchadodebuenagana,sinaguardarlacelebracióndelduelo.

VonKorenestabavisiblementealteradoytratabadedisimularlofingiendoqueloquemásleinteresabaeranlosrayosverdes.Lospadrinos,confusos,intercambiabanmiradas,comopreguntándosequéhacíanallíyquédebíanhacer.

—Creo,señores,quenohayrazónparaquenosalejemosmás—dijoSheshkovski—.Aquíestamosbien.

—Sí,desdeluego—convinovonKoren.

Seprodujoun silencio.Ustimóvich, sindejardeandar, sevolvióbruscamentehaciaLaievskiyledijoamediavoz,echándoleelalientoenlacara:

—Es probable que no hayan tenido tiempo de comunicarle mis condiciones. Cadapartemepagaráquince rublosy,encasodemuertedeunode loscontendientes,elquequedeconvidameabonarálostreinta.

Laievskiconocíadeantesaeseindividuo,perosóloahora,porprimeravez,observóendetallesusojosturbios,suhirsutobigote,sucuellodelgadodetuberculoso:¡másqueunmédico,parecíaunusurero!Sualientoexhalabaundesagradableoloracarnedevaca.

«¡Quégentemásrarahayenestemundo!»,pensóLaievskiyrespondió:

—Deacuerdo.

Elmédico asintió y siguió paseando; era evidente que no necesitaba para nada esedinero,quelopedíasimplementeparadejarpatentesuodio.Atodoslesparecíaquehabíallegadoelmomentodeempezaro terminar loya iniciadopero,en lugardecomenzaroacabar,seguíanpaseando,deteniéndosedevezencuando,fumando.Losjóvenesoficiales,que asistían a un duelo por primera vez en su vida, y a quienes apenas importaba esedesafío,ensuopinióninútilportratarsedeciviles,mirabanconatenciónsusguerrerasysealisabanlasmangas.Sheshkovskiseacercóaellosylesdijoenvozbaja:

—Señores,debemoshacertodoloposibleparaevitarlacelebracióndeesteduelo.Hayque reconciliarlos —se ruborizó y prosiguió—: Ayer vino a verme Kirilin parainformarmedequeLaievskilohabíasorprendidoconNadezhdaFiódorovna,ytodoeso.

—Sí,tambiénlosabemosnosotros—dijoBoiko.

—Bueno, ya lo ven… A Laievski le tiemblan las manos y todo eso… En estosmomentosnoestáencondicionesdelevantarlapistola.Batirseconélseríataninhumanocomobatirse conunborrachoo un enfermode tifus. Si no conseguimos reconciliarlos,señores,almenoshabríaqueaplazarelduelo…Unasuntotanendiabladoquedanganasdesalircorriendo.

—HableconvonKoren.

—No conozco las reglas de los duelos, que el diablo se las lleve, y no quieroconocerlas;talvezpiensequeLaievskisehaacobardadoymehapedidoquehableconél.En cualquier caso, que piense lo que quiera.Voy a hablarle—Sheshkovski, indeciso yarrastrandounpocolapierna,comosiselehubieradormido,diounospasosendirecciónavonKoren,mientras seaclaraba lagarganta; todasu figuradenotabapereza—.Tengoquedecirleunacosa,señormío—empezó,observandoatentamentelasfloresdelacamisadelzoólogo—.Esalgoconfidencial…Noconozcolasreglasdelosduelos,queeldiabloselaslleve,ynotengoelmenordeseodeconocerlas.Nolehablocomopadrinoninadaparecido,sinocomounhombreasecas.

—Bien.¿Quéquiere?

—Cuando los padrinos proponen la reconciliación, lo habitual es que no se lesescuche, que se contemple su actuación comounamera formalidad.Ya sabe, orgullo ytodoeso.PerolepidohumildementequepresteatenciónalasituacióndeIvánAndreich.Hoy no se encuentra bien, por decirlo de algún modo, está destrozado, en un estadolamentable.Ha sufridounadesgracia.Nopuedo soportar loschismes—Sheshkovski seruborizóymiróasualrededor—,pero,envistadequevaacelebrarseunduelo,consideronecesarioinformarle.Ayerporlanochesorprendióasumadamecon…unseñorencasadeMiurídov.

—¡Quéasco!—farfullóelzoólogo;palideció,fruncióelceñoyescupióruidosamente—.¡Uf!

Conel labio inferior tembloroso,seapartódeSheshkovski,sinquereroírnadamás;como si hubiera probado por equivocación alguna cosa amarga, volvió a escupirruidosamenteyporprimeravezentodalamañanamiróconodioaLaievski.Suagitaciónymalestardesaparecieron,sacudiólacabezaydijoenvozalta:

—Señores,¿aquéestamosesperando?¿Porquénoempezamosdeunavez?

Sheshkovskiintercambióunamiradaconlosoficialesyseencogiódehombros.

—¡Señores!—dijo en voz alta, sin dirigirse a nadie en concreto—. ¡Señores! ¡Lesproponemosquesereconcilien!

—Acabemos cuanto antes con las formalidades —dijo von Koren—. Ya hemoshabladodelareconciliación.¿Quedaalgunaotraformalidad?Démonosprisa,caballeros,queeltiempoapremia.

—Seguimosinsistiendoenlareconciliación—dijoSheshkovskientonodedisculpa,comoquienseveobligadoainmiscuirseenasuntosajenos;seruborizó,sellevólamanoalcorazónycontinuó—:Señores,novemosunarelacióncausalentrelaofensayelduelo.Entrelasofensasqueaveces,porculpadenuestradebilidadhumana,podemosinfligirnosunosaotrosyelduelonohayningunacorrespondencia.Ustedessonhombresinstruidos,conestudiossuperiores,yestoysegurodequeconsideranlosduelosunaantigualla,unaformalidadvanay todoeso.Lomismopensamosnosotros, deotromodonohabríamosvenido,puesnopodemospermitirqueennuestrapresenciadoshombreslaemprendanatirosytodoeso—Sheshkovskiseenjugóelsudordelafrenteyprosiguió—:Acabendeunavezconestemalentendido,señores,estréchenselamanoyvolvamosacasaabrindarporlapaz.¡Palabradehonor,señores!

VonKorenguardósilencio.Laievski,sindarsecuentadequeloestabanmirando,dijo:

—No tengonadaencontradeNikoláiVasílevich.Si consideraque la culpaesmía,estoydispuestoaofrecerleunadisculpa.

VonKorenseofendió.

—Por lovisto—dijo—, lesgustaríaaustedesqueel señorLaievskivolvieraacasaconfamadecaballeroyhombremagnánimo,peronopuedodarlesesasatisfacción.Parabrindar por la paz, tomar un bocado y explicarme que los duelos son una formalidadanticuadanohabíanecesidaddemadrugaryalejarsediezverstasdelaciudad.Undueloesunduelo,ynohayrazónparaconvertirloenalgomásfalsoyestúpidodeloqueyaes.¡Yoquierobatirme!

Seprodujounsilencio.EloficialBoikosacódospistolasdeunacaja,entregóunaavonKorenyotraaLaievski;acontinuaciónseprodujouncontratiempoquedivirtióporun instante al zoólogo y a los padrinos. Resultó que ninguno de los presentes habíaasistidoaundueloentodasuvidaynadiesabíaconexactitudcómodebíancolocarse,quédebíandecir y hacer los padrinos.Pero luegoBoiko se acordóy, sonriendo, ofreció las

explicacionesoportunas.

—Señores, ¿quién recuerda la descripción de Lérmontov? —preguntó von Koren,echándoseareír—.MeparecequeBazárov,elpersonajedeTurguénev,tambiénsebatíaconalguien…

—¿Qué necesidad hay de recordar nada? —exclamó Ustimóvich con impaciencia,deteniéndose—.Midanladistanciaybasta.

Ydiodosotreszancadas,comomostrandolamanerademedir.Boikocontólospasos,mientrassucompañero,desenvainandoelsable, trazódos líneasen lospuntosextremosparadelimitarelcampo.

Loscontendientes,rodeadosdelsilenciogeneral,ocuparonsuspuestos.

«Comoslostopos»,recordóeldiácono,agazapadoentrelosarbustos.

Sheshkovski hizo algún comentario, Boiko volvió a explicar alguna cosa, peroLaievski no escuchaba; o, mejor dicho, escuchaba, pero no entendía. Cuando llegó suturno, amartilló el armay levantó lapesaday fríapistola con el cañónhacia arriba.Sehabíaolvidadodedesabotonarseelabrigo,queleapretabamuchoenloshombrosyenlassisas;levantólamanocontantadificultadcomosilamangafueradehojalata.Levinoalamemoriaelodioquehabíasentidolavísperaporesafrentemorenayesoscabellosrizadosypensóque,nisiquieraenaquelmomentodeodioarrebatadoryrabia,habríasidocapazdedispararaunhombre.Temiendoquelabala,porazar,pudieraalcanzaravonKoren,levantó la pistola cada vez más; se daba cuenta de que esa magnanimidad demasiadomanifiesta era poco delicada y generosa, pero no podía ni sabía actuar de otramanera.Mirando la cara pálida y burlona de vonKoren, que evidentemente estaba convencidodesdeelprincipiodeque suadversariodispararía al aire,Laievskipensóque,gracias aDios,prontoterminaríatodo;sólolequedabaapretarconfuerzaelgatillo…

Sintió un fuerte golpe en el hombro, sonó un disparo y el eco de las montañasrespondió:¡pac-tac!

VonKorenamartillótambiénsupistolaysequedómirandoaUstimóvich,queseguíaandando,lasmanosalaespalda,sinprestaratenciónanada.

—Doctor—dijoelzoólogo—,hagael favordedejardemoversecomounpéndulo.Meestáusteddistrayendo.

Elmédicosedetuvo.VonKorenapuntó.

«¡Eselfin!»,pensóLaievski.

Elcañóndelapistolaapuntandodirectamentealrostro,elodioyeldesprecioquesereflejabanenlaactitudylafiguradevonKoren,elasesinatoqueibaacometerunhombredecente, aplena luzdeldía, enpresenciadepersonasdecentes, el silencioy esa fuerzadesconocidaqueobligabaaLaievskiaseguirensupuesto,enlugardesalirhuyendo:¡qué

misterioso, incomprensible y espantoso resultaba todo! El tiempo que pasó von Korenapuntando le pareció a Laievski más largo que una noche entera. Dirigió una miradasuplicantealospadrinos,pálidoseinmóviles.

«Disparadeunavez»,sedijoLaievski,sintiendoquesurostrodemudado,temblorosoylamentabledebíasuscitarunodioaúnmásprofundoenelánimodevonKoren.

«Voyamatarlo—sedijovonKoren,apuntandoalafrenteyrozandoyaelgatilloconeldedo—.Sí,estoyseguro,voyamatarlo…».

—¡Lovaamatar!—seoyódepronto,apocadistancia,ungritodesesperado.

En ese momento resonó el disparo. Al ver que Laievski, en lugar de desplomarse,seguíaenpie,todosdirigieronlamiradaallugardelquehabíasalidoelgritoyvieronaldiácono. Pálido, con los cabellos húmedos pegados a la frente y a las mejillas, todoempapadoy sucio, estaba en la orilla opuesta, enmediodeunmaizal, sonriendodeunmodoextraño,y agitabael sombreromojado.Sheshkovski riodealegría,pero luego seechóalloraryseapartó…

XX

PocodespuésvonKorenyeldiáconosereunieronjuntoalpuentecillo.Eldiáconoestabaalterado,respirabacondificultadyevitabamirarasuamigoalosojos.Seavergonzabadesupropiomiedo,asícomodesuropasuciaymojada.

—Me pareció que quería usted matarlo…—farfulló—. ¡Qué contrario es eso a lanaturalezahumana!¡Nopuedehaberalgomásantinatural!

—¿Quéhacíaustedaquí?—preguntóelzoólogo.

—¡Nomelopregunte!—exclamóeldiácono,haciendoungestodedesagradoconlamano—.Eldiablome tentó:«Vete,vete».Asíqueacabéviniendo,ycasimemuerodemiedoenlosmaizales.Peroahora,graciasaDios,graciasaDios…Estoymuysatisfechode usted —murmuró—. Y nuestra tarántula también se alegrará mucho… ¡Cómo nosvamosareír!Noobstante,leruegoencarecidamentequenoledigaanadiequeheestadoaquí,porquecomoseenterenmissuperioresmevaacaerunabuena.Diránquehesidopadrinoenunduelo.

—¡Señores!—dijovonKoren—.Eldiáconolesruegaquenoledigananadiequelohanvistoaquí.Podríateneralgúndisgusto.

—¡Qué contrario es todo esto a la naturaleza humana!—repitió el diácono con unsuspiro—.Hagaelfavordeperdonarme,peroporlacaraqueteníaustedpenséqueibaamatarlosinfalta.

—Sentíuna tentaciónmuygrandedeacabarconesemiserable—dijovonKoren—,pero gritó usted justo cuando me disponía a apretar el gatillo y erré el tiro. De todosmodos,reconozcoquetodaestaceremoniaesrepugnanteparaquiennoestáhabituadoy

quemehaagotado,diácono.Mesientoterriblementedébil.Subamosalcoche…

—No, permítame que regrese a pie. Tengo que secar mis ropas, porque estoyempapadoyaterido.

—Bueno,comoquiera—dijoconvozcansadaelzoólogo,queestabaallímitedesusfuerzas,yacontinuaciónsesentóenelcocheycerrólosojos—.Comoquiera…

Mientrassemovíanalrededordeloscochesyseacomodaban,Kerbalai,aunladodelcamino,con lasdosmanos sobreelvientre,hacíaprofundas reverenciasymostraba losdientes;creíaqueesosseñoreshabíanacudidoallugarparaadmirarlanaturalezaybebertéynocomprendíaporquéhabíansubidoaloscarruajes.Lacomitivapartióenmediodeunsilenciogeneral,ycercadelatabernasóloquedóeldiácono.

—Entrar taberna, beber té —le dijo a Kerbalai—. Mí querer comida —Kerbalaihablabacorrectamenteenruso,peroeldiáconopensabaqueeltártaroloentenderíamejorsiempleabaunrusomacarrónico—.Tortillafreír,quesodarme…

—Ven,pope,ven—dijoKerbalai, inclinándose—.Tedarédetodo…Tengoquesoyvino…Comeloquequieras.

—¿CómosediceDiosentártaro?—preguntóeldiácono,entrandoenlataberna.

—TuDiosyelmíosoniguales—dijoKerbalai,sincomprenderle—.Dioseselmismopara todos, sólo los hombres son diferentes. Hay rusos, hay turcos, hay ingleses, hayhombresdetodotipo,peroDiossólohayuno.

—Muybien.Pero, si todos los pueblos se prosternan ante elmismoDios, ¿por quévosotros,losmusulmanes,consideráisaloscristianosenemigosirreconciliables?

—¿Porquéteenfadas?—dijoKerbalai,llevándoselasdosmanosalvientre—.Túerespope, yomusulmán; tú dices que quieres comer, yo te doy lo quemepides…Sólo losricosdistinguenentretuDiosyelmío;paralospobreseslomismo.Come,porfavor.

Mientras en la taberna sedesarrollaba esa conversación teológica,Laievski volvía acasa pensando en lo angustioso que le había resultado viajar al amanecer, cuando elcamino, las rocas y las montañas estaban mojadas y oscuras y el ignoto futuro se leantojaba nomenos terrible que un abismo cuyo fondo no se ve; ahora, en cambio, lasgotas de lluvia prendidas a la hierba y las piedras brillaban al sol como diamantes, lanaturaleza sonreía gozosay ese futuro tan terrible había quedado atrás.Contemplaba elrostro sombríodeSheshkovski, aúncon rastrosde lágrimas,y losdoscarruajesque lesprecedían,enlosqueviajabanvonKoren,suspadrinosyelmédico,yteníalaimpresióndequetodosregresabandelcementerio,dondeacababandeenterraraunhombrepesadoeinsoportablequelesimpedíavivir.

«Todohaterminado»,pensaba,refiriéndoseasupasado,ysepasabacuidadosamentelamanoporelcuello,encuyoladoderecho,juntoalacamisa,lehabíasalidounapequeña

hinchazóndel tamañodeldedomeñique,que ledolíacomosialguien lehubierapuestounaplanchacaliente.Eraelrocedelabala.

Luego,cuandollegóacasa,tuvoqueenfrentarseaunajornadalargayextraña,dulceynebulosa como un sueño. Igual que un hombre que acaba de salir de la cárcel o delhospital,observabaesosobjetosqueconocíaaldetalleysemaravillabadequelasmesas,lasventanas,lassillas,laluzyelmardespertaranensuánimounaalegríavitaleinfantilcomohacíamuchotiempoquenosentía.NadezhdaFiódorovna,pálidayrepentinamenteenflaquecida, sin entender la dulzura de su voz ni sus extraños andares, se apresuró areferirletodoloquelehabíasucedido…TeníalaimpresióndequeLaievskinooíabienynolacomprendía,ycreíaque,cuandoseenteraradetodo,lamaldeciríaylamataría;peroéllaescuchaba,leacariciabaelrostroyloscabellos,lamirabaalosojosydecía:

—Notengoanadiemásqueati…

Luego pasaron un buen rato en el jardincillo, apretados el uno contra el otro,guardando silencio o soñando en voz alta con la venturosa vida que les aguardaba; lasfrasesquepronunciabaneranbrevesyentrecortadas,peroLaievskiteníalasensacióndequenuncahabíahabladotantonitanbien.

XXI

Transcurrieronmásdetresmeses.

LlegóeldíaseñaladoporvonKorenparalapartida.Desdeprimerahoradelamañanacaíaunalluviacopiosayfría,soplabavientodelnordesteyenelmarsehabíalevantadofuerteoleaje.Decíanqueconesetiempoelvapornoibaapoderentrarenlarada.Segúnelhorario,debíallegaralasdiezdelamañana,perovonKoren,quesehabíaacercadoalmalecónamediodíaydespuésdealmorzar,nohabíavistoconsusanteojosnadamásqueolasgrisesylalluviaquevelabaelhorizonte.

Aúltimahoradelatardedejódelloveryelvientoempezóaamainar.VonKoren,queyasehabíahechoalaideadenopartiresedía,sepusoajugaralajedrezconSamóilenko;pero,cuandooscureció,elayudanteleanuncióquehabíanaparecidolucesenelmarysehabíavistounabengala.

Sin perder un instante, von Koren se colgó al hombro el saco de viaje, besó aSamóilenkoyaldiácono,recorriótodalahabitaciónsinnecesidadalguna,sedespidiódelayudanteydelacocineraysalióalacalleconlasensacióndehaberolvidadoalgoencasadelmédicooensupropiodomicilio.EchóaandarencompañíadeSamóilenko;detrásibael diácono con una caja y cerraba la comitiva el ayudante con dos maletas. SóloSamóilenko y el ayudante distinguían unas lucecillas mortecinas en el mar; los demásescrutabanlastinieblasynoveíannada.Elvaporhabíafondeadolejosdelaorilla.

—Deprisa,deprisa—decíaconimpaciencia—.¡Tengomiedodequesevaya!

AlpasarjuntoalacasitadetresventanasalaquesehabíatrasladadoLaievskipoco

despuésdelduelo,vonKorennopudoresistirseyechóunvistazoalinterior.Laievski,deespaldasalaventana,escribíainclinadosobrelamesa.

—Estoysorprendido—dijoenvozbajaelzoólogo—.¡Cómohacambiado!

—Sí,haymotivosparasorprenderse—suspiróSamóilenko—.Sepasatrabajandodelamañanaalanoche.Quierepagarsusdeudas.¡Yvivepeorqueunpordiosero,amigo!—pasaronmediominutoensilencio.Elzoólogo,elmédicoyeldiáconoseguíanjuntoalaventana, mirando a Laievski—. Al final el pobrecillo no pudo irse de aquí —añadióSamóilenko—.¿Teacuerdasdetodossusesfuerzospormarcharse?

—Sí,hacambiadomucho—repitióvonKoren—.Sumatrimonio,esetrabajoagotadorparaganarunpedazodepan,lanuevaexpresióndesurostroyhastasumododeandar:esalgotanextraordinarioquenosécómodefinirlo—elzoólogocogióaSamóilenkoporlamangayprosiguió,conlavozalteradaporlaemoción—:Dilesasumujeryaélque,enelmomentode partir,mehe sentidomaravilladode su conducta y les he deseado todo lomejor…Yruégalesque,sipueden,nomeguardenrencor.Élmeconoceysabeque,sienaquelentonceshubierapodidopreverestecambio,habríasidosumejoramigo.

—Entraunmomentoydespídete.

—No,medavergüenza.

—¿Porqué?Diossabesivolverásaverloalgunavez.

Elzoólogosequedópensativoydijo:

—Esverdad.

Samóilenkodiounosgolpecitosenlaventanaconeldedo.Laievskisesobresaltóysediolavuelta.

—Vania,NikoláiVasílevichquieredespedirsedeti—dijoSamóilenko—.Semarchaahoramismo.

Laievskiselevantóysedirigióalzaguánparaabrirlapuerta.Samóilenko,vonKorenyeldiáconoentraronenlacasa.

—Serásólouninstante—empezóelzoólogoysequitóloschanclos,arrepintiéndoseyadehabercedidoaeseimpulsoyhaberentradosinquenadielohubierainvitado.«Leestoyimponiendomipresencia—pensó—,yesonoestábien»—.Perdonequelemoleste—dijo, siguiendo a Laievski al interior de la habitación—, pero me marcho ya, y meentraronganasdepasaraverlo.Diossabesivolveremosavernos.

—Mealegromucho…Haganelfavor—dijoLaievskiy,conescasadesenvoltura,loalargósillasasusinvitados,comosidesearacerrarleselpaso,ysedetuvoenmediodelahabitación,frotándoselasmanos.

«Tendría que haber dejado a estos testigos en la calle», pensó von Koren y a

continuacióndijoconvozfirme:

—Nomeguarderencor,IvánAndreich.Yaséqueesimposibleolvidarelpasado,puesesdemasiadotriste,ynohevenidoaquíadisculparmeniaafirmarquenosoyculpable.Obrécon sinceridadynohemodificadomis conviccionesdesdeentonces…Ciertoqueahora constato congran alegríaquemeequivoqué con respeto austed, perounopuedetropezarhastaenunacarreteralisa,ytaleseldestinodeloshombres:sinoteequivocasenlogeneral,teequivocasenlosdetalles.Nadieconocelaauténticaverdad.

—Sí,nadieconocelaverdad…—dijoLaievski.

—Bueno,adiós…QueDioslecolmedeventuras.

VonKoren tendió lamano a Laievski, que se la estrechó, al tiempo que hacía unainclinacióndecabeza.

—Nomeguarde rencor—dijo vonKoren—.Transmítalemis saludos a sumujer ydígalequelamentomuchonohaberpodidodespedirmedeella.

—Estáencasa.

Laievskiseacercóalapuertadelahabitacióncontiguaydijo:

—Nadia,NikoláiVasílevichquieredespedirsedeti.

NadezhdaFiódorovnaentróenlaestancia,sedetuvoenlapuertaymirócontimidezalosinvitados.Teníaunaexpresiónculpableyatemorizadayjuntabalasmanoscomounacolegialaalaqueacabandereprender.

—Memarcho,NadezhdaFiódorovna—dijovonKoren—,yhevenidoadespedirme.

EllaletendiólamanoconindecisiónyLaievskihizounareverencia.

«¡Qué dignos de lástima son los dos! —pensó von Koren—. Esta vida debe deresultarlesmuydura».

—MevoyaMoscúyaSanPetersburgo.¿Quierenquelesmandealgodesdeallí?—preguntó.

—¿Porejemplo?—dijoNadezhdaFiódorovna,intercambiadounamiradainquietaconsumarido—.No,creoquenonecesitamosnada…

—No,nada…—dijoLaievski,frotándoselasmanos—.Désaludosporallí.

VonKorennosabíaquémáspodíaodebíaañadir,aunque,cuandoentró,pensabaquepronunciaría muchas palabras amables, afectuosas e importantes. Estrechó la mano aLaievskiyasumujerensilencioysaliódeallíconunasensaciónpenosa.

—¡Quégente!—dijoamediavozeldiácono,queibadetrás—.¡Diosmío,quégente!¡EnverdadpuededecirsequeladiestradelSeñorhaplantadoestaviña!¡Señor,Señor!Eluno ha vencido amiles y el otro, a cientos demiles. Nikolái Vasílevich—añadió con

solemnidad—, sepa que hoy ha vencido usted al mayor enemigo de la humanidad: elorgullo.

—¡Basta,diácono! ¿Quéclasedevencedores somosLaievskiyyo?Losvencedorestienen mirada de águila; en cuanto a nosotros, no tiene más que vernos: él, apocado,abatido,dignodelástima,seinclinacomounfantoche,yyo…yosoyunhombretriste.

Oyeronpasosasuespalda.EraLaievski,queseuníaaellosparaacompañarlos.Enelmuelleestabaelayudanteconlasdosmaletasy,algomáslejos,cuatroremeros.

—Vayaviento…¡Brrr!—exclamóSamóilenko—.Enelmardebedehaberunabuenatormenta.¡Ay,ay,notevayasconestetiempo,Kolia!

—Notemomarearme.

—Noeseso…Perofigúratequeestosestúpidosvuelcanlabarca.Tendríasqueirenlacanoa del agente marítimo. ¿Dónde está la canoa del agente marítimo? —gritó a losremeros.

—Sehaido,excelencia.

—¿Yladelaaduana?

—También.

—¿Porquénonoshaninformado?—seenfadóSamóilenko—.¡Cretinos!

—Daigual,notepreocupes…—dijovonKoren—.Bueno,adiós.QueDiososguardeatodos.

SamóilenkoabrazóavonKorenehizotresvecessobresupecholaseñaldelacruz.

—Nonosolvides,Kolia…Escribe…Teesperamosparalapróximaprimavera.

—Adiós, diácono —dijo von Koren, estrechándole la mano—. Gracias por sucompañíaylasgratasconversaciones.Pienseenlodelaexpedición.

—¡Conustedestoydispuestoairalfindelmundo!—exclamóeldiácono,echándoseareír—.¿Acasomehenegado?

Von Koren reconoció a Laievski en medio de la oscuridad y le tendió la mano ensilencio. Los remeros ya habían bajado y sujetaban la barca, que chocaba contra lospilotes, aunque el muelle la protegía del fuerte oleaje. Von Koren descendió por laescalerilla,saltóalabarcaysepusoaltimón.

—¡Escribe!—legritóSamóilenko—.¡Ycuídate!

«Nadieconocelaauténticaverdad»,pensabaLaievski,levantandoelcuellodelabrigoymetiendolasmanosenlasmangas.

La barca atravesó con decisión las aguas del muelle y salió a mar abierto. En unprincipiodesaparecióentrelasolas,perodeprontoemergiódeunprofundoabismoyse

encaramóenlacrestadeunaolatanaltaquepudierondistinguirseloshombresyhastalosremos.Labarcarecorríaunasseisbrazasyacontinuaciónretrocedíacuatro.

—¡Escribe!—gritóSamóilenko—.¡Notendríasquehaberteidoconestetiempo!

«Sí,nadieconocelaauténticaverdad—pensabaLaievski,mirandoconpesadumbreelmar oscuro y agitado—. Elmar empuja la barca hacia atrás—se decía—; avanza dospasosyretrocedeuno,perolosremerossonobstinados,boganincansablesynoseasustandelaselevadasolas.Labarcasigueavanzando,yanoselave;dentrodemediahoralosremerosavistaránclaramente las lucesde laembarcación,yalcabodeunahoraestaránjunto a la escala. Así sucede también en la vida… En su búsqueda de la verdad loshombresavanzandospasosyretrocedenuno.Lossufrimientos,loserroresyeltediodelavida los empujan hacia atrás, pero la sed de verdad y una voluntad inquebrantable losimpulsanhacia delante, cadavezmás lejos. ¿Quién sabe?Tal vez lleguen a alcanzar laauténticaverdad…».

—¡A-di-ós!—gritóSamóilenko.

—Yanoseleveniseleoye—dijoeldiácono—.¡Buenviaje!

Empezóacaerunafinallovizna.

Lasalanúmeroseis

(1892)

I

Enelpatiodelhospitalhayunpequeñopabellóncircundadodeunauténticobosquedebardana, ortigas y cáñamo silvestre. Tiene el tejado herrumbroso, la chimeneasemiderruidaylospeldañosdelaescalinatapodridosycubiertosdemaleza;encuantoalrevoque, sólo queda algún vestigio. La fachada principal da al hospital; la trasera, alcampo,delquelaseparaunavallagriserizadadeclavos.Esosclavos,puestosdepunta,lavalla y el propio pabellón tienen ese aire peculiar de tristeza y maldición que sólo seadvierteennuestrosedificiossanitariosypenitenciarios.

Sinotemeustedpicarseconlasortigas,intérneseconmigoenelangostosenderoqueconduce al pabellón y veamos lo que sucede en su interior.Una vez abierta la primerapuerta,entramosenelzaguán.Alolargodelasparedesyjuntoalaestufaseacumulanmontañas enteras de cachivaches pertenecientes al hospital. Colchones, viejas batashechasjirones,pantalones,camisasdelistasazules,zapatossintaconesycompletamenteinservibles; todos esos harapos, amontonados, apelotonados y revueltos, se pudren ydespidenunolorsofocante.

En medio de tanto trasto está tumbado, siempre con la pipa entre los dientes, elvigilante Nikita, antiguo soldado retirado con galones descoloridos. Tiene un rostrosevero,devastadoporelalcohol,concejasenmarañadasqueledanciertoairedemastínde las estepas, y la nariz roja; es bajo de estatura, seco y fibroso, pero tiene un porteimpresionante y puños vigorosos. Pertenece a esa categoría de hombres sencillos,positivos,concienzudosylimitadosqueamanelordenporencimadetodaslascosasy,enconsecuencia, están convencidos de la eficacia de los golpes. Él pega en la cara, en elpecho,enlaespaldaodondesetercie,yestápersuadidodequesinesamedidanohabríaningúnorden.

Más adelante entrará usted en una habitación grande y espaciosa que ocupa todo elpabellón,sincontarelzaguán.Allílasparedesestánembadurnadasdeunazulsucio,conuntechotiznadodehollín,comoenunaisbasinchimenea;esevidentequeeninviernolasestufashumeanyelairese llenadeoloracarbón.Laparte interiordelasventanasestádesfiguradapor rejasdehierro.El sueloesgrisyestácubiertodeastillas.Apestaacolagria,amechaquemada,achinchesyaamoniaco,yesehedorproducedesdeelprimermomentolaimpresióndehaberentradoenunacasadefieras.

En la habitación hay camas atornilladas al suelo en las que descansan, sentados otumbados, hombres vestidos con batas azules de hospital y gorros de dormir a la viejausanza.Sonloslocos.

En total hay cinco personas. Sólo uno es de noble cuna, los demás pertenecen a laburguesía.Elmáscercanoalapuerta,untipoaltoyenjutoconbigoterojizoybrillanteyojoshumedecidosporlaslágrimas,estásentadoconlamanoenelmentónylamiradafijaenunpunto.Latristezanoloabandonanidedíanidenoche,sacudelacabeza,suspiray

sonríeconamargura;raravezparticipaenlasconversacionesynosueleresponderalaspreguntas.Comeybebecomounautómata,cuandolesirven.Ajuzgarporsutospenosayextenuante,porsuaspectodemacradoyporelrubordesusmejillas,sufreunprincipiodetuberculosis.

Le sigue un viejecito pequeño, lleno de vitalidad y muy ágil, con una barbitapuntiaguda y cabellos azabachados y rizados como los de un negro. Durante el día sepaseadeunaventanaaotraosesientaenlacama,conlaspiernascruzadasalaturca,ysilbasinpararcomounpinzón,canturreaenvozbajaoseríesolo.Sualegríainfantilylavivezadesucaráctertambiénseponendemanifiestoporlanoche,cuandoselevantapararezar,esdecir,paragolpearseelpechoconlospuñosyarañarlaspuertasconlosdedos.EseljudíoMoiseika,unpobrehombrequeperdióeljuicioharácosadeveinteaños,cuandoseincendiósutallerdesombrerería.

Detodoslosinternosdelasalanúmeroseiseselúnicoquetienepermisoparasalirdelpabellón e incluso del patio del hospital.Hace años que se beneficia de ese privilegio,probablemente por su condición de viejo paciente y porque sólo es un pobre diablo,tranquiloeinofensivo,eltontodelpueblo,alquelagenteyasehaacostumbradoaverporlas calles, rodeado de niños y de perros. Con su bata vieja, su ridículo gorro y suszapatillas,avecesdescalzoeinclusosinpantalón,sepaseaporlascalles,sedetieneantelapuertadelastiendasypideunamoneda.Enunlugarledanunvasodekvas[28];enotro,unpedazodepan;enuntercero,unkopek,demodoquesueleregresarconelestómagolleno y la bolsa repleta. Todo lo que lleva consigo, se lo queda Nikita. El soldado loregistraconbrusquedadyenojo,dándoleslavueltaalosbolsillosyponiendoaDiosportestigodequenodejarásaliraljudíonuncamásydequeparaélnohaynadapeorenelmundoqueeldesorden.

AMoiseika le gusta ser útil. Lleva agua a sus compañeros, los tapa cuando estándormidos,prometetraerlesdelaciudadunkopekacadaunoycoserlesungorronuevo;dadecomerconunacucharaasuvecinodelaizquierda,unparalítico.Noactúadeesemodopor compasión o cualquier otra consideración de índole humanitaria, sino siguiendo elejemplo de Grómov, su vecino de la derecha, a cuya voluntad se someteinvoluntariamente.

IvánDmítrichGrómov,hombredeunos treintay tresaños,deorigennoble,antiguoempleadodelaAudienciaysecretario[29]delaadministraciónprovincial,sufredemaníapersecutoria.Sepasaeltiempotumbadoenlacama,hechounovillo,oyendoyviniendodeunrincónaotro,comoparahacerejercicio,yraravezsesienta.Siempreestáagitado,nervioso, atormentado por una espera vaga e indefinida. Basta el menor susurro en elzaguánoungritoenelpatioparaquelevantelacabezayaguceeloído:¿novendránaporél? ¿No lo estaránbuscando?En esosmomentos su rostro expresauna inquietudyunarepugnanciaextremas.

Megustasurostroancho,depómulossalientes,siemprepálidoypesaroso,enelque

sereflejacomoenunespejounalmaatormentadaporlaluchayporuntemorincesante.Hacemuecasextrañasyenfermizas,perolosfinosrasgosqueunsufrimientoprofundoygenuinohaimpresoensurostrorevelanbuenjuicioeinteligencia,yensusojosseapreciaun destello cálido y sano.Me agrada ese hombre cortés, servicial y de una delicadezaexquisitaensutratoconlosdemás,exceptoconNikita.Siaalguienselecaeunbotónounacuchara,saltacomounresortedelacamapararecogerlo.Todaslasmañanaslesdalosbuenosdíasasuscompañerosycuandosevaalacamalesdeseabuenasnoches.

Además de esa tensión incesante y de sus constantes muecas, hay otro rasgo quetestimonia su locura.Aveces,por lanoche, arrebujadoen subata, temblandodepiesacabeza y castañeteando los dientes, empieza a caminar de un rincón a otro y entre lascamas,comosituvieraunviolentoaccesodefiebre.Porelmodoenqueseparaensecoyexamina a sus compañeros se adivina que quiere decir algo muy importante, pero,considerandoacasoquenadie ibaaescucharloniacomprenderlo, sacude lacabezaconimpacienciaycontinúacaminando.Noobstante,eldeseodehablarnotardaenimponerseacualquierotraconsideración,yGrómovdalibrecursoasupensamiento,hablandoconcalor y apasionamiento. Aunque su discurso es desordenado y febril como un delirio,entrecortado y no siempre inteligible, en sus palabras y en su voz vibra una nota deextraordinariabondad.Cuandohabla,sereconoceauntiempoallocoyalhombrequehayen él. Sería difícil trasladar al papel sus desatinadas razones. Habla de la mezquindadhumana,delacoerciónquemaniatalajusticia,delomaravillosaqueserálavidaundíasobrelaTierra,delasrejasdelaventana,quelerecuerdanacadainstantelacerrazónylacrueldad de sus opresores. En definitiva, un batiburrillo deslavazado e incoherente detópicosque,porviejosquesean,nohanperdidodeltodosuvigencia.

II

HacedoceoquinceañoselfuncionarioGrómovpadre,hombreserioyacomodado,vivíaenlacalleprincipaldelaciudad,enunacasadesupropiedad.Teníadoshijos,SerguéieIván.Siendoestudiantedecuartocursoenlafacultad,Serguéicontrajounatisisgalopanteymurió; esamuerte en ciertomodo fue el detonante de una serie de desdichas que seabatierondeprontosobrelafamiliaGrómov.UnasemanadespuésdelentierrodeSerguéi,elviejopadrefueacusadodefraudeymalversación,ypocodespuésmuriódetifusenlaenfermeríadelaprisión.Lacasaytodaslaspertenenciassevendieronensubasta,eIvánDmítrichysumadresequedaronsinmediosdesubsistencia.

Antes, en vida de su padre, Iván Dmítrich vivía en San Petersburgo, en cuyauniversidadestudiaba, recibía entre sesentay setenta rublosalmesydesconocía loquesignificabalanecesidad;despuésdeladesgracia,sevioobligadoacambiarradicalmentedevida.Tuvoquedarclasesparticularesdelamañanaalanochepocomásquedebalde,trabajar de copista y aun así pasar hambre, pues enviaba todos los ingresos a sumadreparaquepudierasubsistir.IvánDmítrichnosoportóesegénerodevida;sedesanimó,sequedóen loshuesos,abandonó launiversidadyvolvióasucasa.Unavezensuciudad

natal, recibió un puesto de maestro en una escuela provincial gracias a unarecomendación, pero no congenió con sus colegas ni fue del agrado de sus alumnos, ypronto dimitió del cargo. Murió su madre. Durante medio año vagó sin colocación,alimentándosedepanyagua; luegoseconvirtióenujierdel juzgado,cargoqueejercióhastaquelolicenciaronpormotivosdesalud.

Nunca, ni siquiera en sus tiempos de joven estudiante, había dado la impresión degozar de buena salud. Siempre había sido unmuchacho pálido, flaco y propenso a losresfriados; comía poco y dormía mal. Bastaba una copa de vodka para enturbiarle lacabezaytrastornarlelosnervios.Aunquebuscabasindescansolacompañíadelagente,su carácter irritable y su susceptibilidad le impedían intimar con nadie y tener amigos.Siemprehablabacondespreciodesusconciudadanos,afirmandoquesucrasaignoranciaysuexistenciasoñolientayanimalleparecíanexecrablesyrepugnantes.Teníavozfuerte,de tenor, y se expresaba con pasión, bien con indignación y resentimiento, bien conentusiasmoysorpresa,ysiempreconsinceridad.Cualquieraquefueraeltemadelquesediscutiera,acababallevandolaconversaciónalamismacuestión:lavidaenesaciudaderaaburridayagobiante,lasociedadcarecíadeintereseselevadosyarrastrabaunaexistenciadeslustradayabsurda, amenizada sólopor laviolencia, ladepravaciónmásgroseray lahipocresía; losbribones teníanelestómago llenoe ibanbienvestidos,mientras lagentehonrada se alimentaba de migajas; se necesitaban escuelas, un periódico local con unprograma político digno, un teatro, conferencias públicas, la cohesión de las fuerzasintelectuales; era indispensable que la sociedad tomara conciencia de su propiamezquindad y se horrorizara. A la hora de juzgar a las personas utilizaba pinceladasgruesas, y sólo blancas o negras, sin admitir matices; en su opinión, la humanidad sedividía en personas honradas y canallas; no había gradaciones intermedias. Sobre lasmujeresyelamorhablabasiempreconpasiónyentusiasmo,aunquenuncahabíaestadoenamorado.

Enlaciudad,apesardelabrusquedaddesusjuiciosysutemperamentonervioso,seletenía aprecio y cuando no estaba presente lo llamaban afectuosamente Vania. Sudelicadezainnata,sucarácterservicial,suhonradez,surectitudmoral,sulevitaraída,suaspecto enfermizo y sus desdichas familiares inspiraban un sentimiento de simpatía, deaprecioydetristeza;además,eraunhombremuyinstruidoyconampliaslecturas,ysusconciudadanospensabanquelosabíatodoyloconsiderabanunaespeciedeenciclopediaambulante.

Leía muchísimo. Solía pasarse el tiempo en el casino, acariciándose la barba conademánnerviosoyhojeandorevistasylibros;noobstante,ensurostroseapreciabaquenoleíalostextos,sinoquelostragaba,sinquelediesetiempoadigerirlos.Cabesuponerquelalecturaeraunadesuscostumbresenfermizas,puesselanzabaconlamismaavidezsobre cualquier publicación que cayera en sus manos, incluso las revistas y losalmanaquesdelañoanterior.Ensucasaleíasiempretumbado.

III

Unamañanadeotoño,conelcuellodelabrigolevantadoychapoteandoenelbarro,IvánDmítrich se dirigía por callejones y patios traseros a casa de un comerciante paraentregarle un requerimiento de pago. Su estado de ánimo era sombrío, como todas lasmañanas. En una callejuela se topó con dos presos encadenados, escoltados por cuatrosoldados armados de fusiles.Más de una vez IvánDmítrich había visto detenidos, quesiempredespertabanenélunsentimientodecompasióneincomodidad,peroelencuentrodeesedíalecausóunaimpresiónextrañaypeculiar.Depronto,seleantojóquetambiénaélpodían encadenarloy conducirlode lamismamanera, a travésdel barro, a la cárcel.Unavezcumplidasumisión,enelcaminodevuelta,seencontrócercadelaestafetadeCorreosconun inspectordepolicíaconocido,que losaludóy loacompañóunospasos,circunstanciaqueaIvánDmítrichlepareciósospechosa.Yaensucasa,sepasótodoeldíapensandoen losdetenidosy lossoldadosconfusiles,yuna inquietud incomprensible leimpidió leer y concentrarse. Por la tarde no encendió la luz y por la noche no durmió,obsesionadoconlaideadequepodíanarrestarlo,encadenarloymeterloentrerejas.Sabíaquenoeraculpabledeningúndelitoypodíagarantizarqueenelfuturotampocomataría,nirobaríaniquemaríanada;pero¿acasoeratandifícilcometeruncrimenporaccidente,demanerainvoluntaria?¿Acasonoexistíanlasdenunciasfalsasyloserroresjudiciales?Noenvano,unaexperienciadesigloshabíaenseñadoalagentequenadieestálibredelapobreza ni de la cárcel.Además, con los procedimientos actuales, los errores judicialeseranmuyposiblesyno teníannadadesorprendentes.Laspersonasque,en razóndesucargo o de su actividad, tienen que vérselas a diario con los sufrimientos ajenos, porejemplo,losjueces,lapolicíaolosmédicos,coneltiempoyporlafuerzadelacostumbreacaban por insensibilizarse hasta tal punto que, aun queriéndolo, sólo pueden entablarrelacionesmeramenteformalesconsusclientes;desdeesepuntodevistanosediferencianenabsolutodelcampesinoquedegüellaensupatiotraserocorderosyternerassinrepararen la sangre.Unavezadoptadaunaactitud formale insensibleconel serhumano,paraprivarauninocentedetodoslosderechosdesucondiciónymandarloalpenal,unjuezsólonecesitaunacosa:tiempo.Eltiemponecesarioparaobservarciertasformalidadesporlasquelepaganelsueldo;nadamás.¡Yluegovayaustedabuscarjusticiayamparoenese villorrio pequeño y embarrado, a doscientas verstas del ferrocarril! ¿Acaso no esridículo pensar en la equidad cuando cualquier medida de fuerza es acogida por lasociedadcomounanecesidad razonableyconveniente,ycadaactodemisericordia,porejemplo, una sentencia absolutoria,motiva una auténtica explosiónde descontento y dedeseosdevenganza?

AlamañanasiguienteIvánDmítrichselevantódelacamaaterrorizado,conlafrentecubiertadeunsudorfrío,yaplenamenteconvencidodequepodíanarrestarloencualquiermomento.Silasangustiosasideasdelavísperatantoseresistíanaabandonarlo,pensaba,eraporque teníanunaparte deverdad.Despuésde todo, nopodíanhaberle venido a lacabezasinmotivo.

Unguardiamunicipalpasó lentamentepordelantedesuventana.Poralgosería.Deprontodoshombressedetuvieronjuntoasucasayguardaronsilencio.¿Porquécallaban?

LosdíasylasnochessiguientesfueronunatorturaparaIvánDmítrich.Todoslosquepasaban por delante de su ventana o entraban en el patio le parecían espías y agentessecretos.Amediodía,comodecostumbre,elcomisariodepolicíaatravesabalacalleensucoche de dos caballos, trasladándose desde su residencia de las afueras a la comisaría,pero a Iván Dmítrich siempre le parecía que iba demasiado deprisa y que tenía unaexpresiónpeculiar: seguroqueseapresurabaaanunciar lapresenciaen laciudaddeuncriminal muy peligroso. Iván Dmítrich se estremecía cada vez que sonaba el timbre oalguien llamabaenelportal, seangustiabacuandoseencontrabaconunacaranuevaencasadelapropietariaysiemprequesetopabaconunpolicíaoungendarmesonreíayseponíaasilbarparaaparentarindiferencia.Sepasabanochesenterasenblanco,esperandoque vinieran a arrestarlo, pero emitía fuertes ronquidos y suspiros como si estuvieradormidoparaengañara la casera,pues, si llegabaa sabersequeno lograbaconciliar elsueño, la gente pensaría que lo torturaban los remordimientos de conciencia. ¿Cabíamayorpruebadeculpabilidad?Loshechosyelsentidocomúnlopersuadíandequetodosesostemoreseranabsurdoseirracionales,ydeque,siseexaminabalacuestiónconmayordetalle, la detención y la cárcel no tenían en realidad nada de terribles, siempre que setuviera la conciencia tranquila; pero, cuantomás sensato y lógico era su razonamiento,más intensa y acuciante se volvía su angustia. La situación le recordaba la historia deaqueleremitaquequeríaabrirunclaroenunaselvavirgeny,cuantomásseafanabaconelhacha, más tupida y vigorosa crecía la vegetación. Finalmente, dándose cuenta de quetodoaquellonoservíadenada,IvánDmítrichdejóderazonarysucumbióporenteroaladesesperaciónyelmiedo.

Empezóaencerrarseensímismoyallevarunavidasolitaria.Sutrabajo,queyaantesledesagradaba,ahoraselehizoinsoportable.Temíaquelejugasenunamalapasada,queledeslizaransubrepticiamenteenelbolsillounosbilletesy luegoloacusarandeaceptarsobornos,oqueélmismo,sindarsecuenta,cometieraunerroralredactarundocumentooficial que pudiera tomarse por una falsificación, o perdiera un dinero que no lepertenecía.Loextrañoeraque supensamientonuncahabía sido tanágilni imaginativocomoahora,puescadadíainventabamilmotivosdiferentesparatemerporsulibertadysuhonor.Encambio,sedebilitódemanerasignificativasuinterésporelmundoexterior,enparticularporloslibros,yempezóasufrirgravestrastornosdememoria.

En primavera, cuando se derritió la nieve, en el barranco próximo al cementerioencontrarondoscadáveresenestadodesemidescomposición,pertenecientesaunaancianayunniño,conhuellasdehabersufridounamuerteviolenta.Enlaciudadsólosehablabadeesoscadáveresydelosasesinosdesconocidos.IvánDmítrich,paraquenadiepensaraqueloshabíamatadoél,sepaseabaporlascallesconunasonrisaenloslabios,ycuandose encontraba con un conocido palidecía, se ruborizaba y empezaba a asegurar que nohabíaenelmundocrimenmásruinqueasesinarapersonasdébileseindefensas.Peroesa

mentiranotardóencansarley,despuésdealgúntiempodereflexión,llegóalaconclusióndeque,dadasusituación,lomejoreraocultarseenelsótanodelacasera.Pasóallíundía,unanocheydespuésotrodía,muertodefrío;cuandocayeronlassombras,ahurtadillas,comounladrón,sedeslizóhastasuhabitación.Estuvodepieenmediodelahabitaciónhastaelamanecer,sinmoverseyaguzandoeloído.Porlamañanatemprano,antesdequesalierael sol, llegaronacasade lapatronaunos fumistas. IvánDmítrich sabíade sobraque venían a reparar la estufa de la cocina, pero elmiedo le susurró que eran policíasdisfrazados.Saliósinhacerruidodelacasay,presadelpánico,singorroysinlevita,echóa correr por la calle. Algunos perros lo perseguían ladrando, un mijik gritaba a susespaldas, el viento silbaba en sus oídos, y a Iván Dmítrich se le antojó que toda laviolenciadeestemundosehabíadesencadenadoyloperseguía.

Loatraparon, lo llevaronacasaymandarona lapatronaenbuscadeunmédico.EldoctorAndréiYefímich,dequienhablaremosmásadelante,prescribiócompresasfríasenlacabezaygotasdelauroceraso,sacudiólacabezacontristezaysemarchódiciendoalapatronaquenovolvería, porqueno convienemolestar a lagenteque sehavuelto loca.Comocarecíademediosquelepermitieranvivirypagarseeltratamiento,notardaronenllevarloalhospital,dondeloalojaronenlasaladeenfermedadesvenéreas.IvánDmítrichpasabalasnochesenblanco,hacíagaladeuncomportamientocaprichosoymolestabaalos enfermos; en consecuencia, al poco tiempo, por orden de Andréi Yefímich, lotrasladaronalasalanúmeroseis.

Al cabo de un año todo el mundo en la ciudad se olvidó por completo de IvánDmítrich, y sus libros, arrumbados por la patrona en un trineo que había debajo deltejadillo,selosfueronllevandolosmuchachos.

IV

Comoyahemosdicho,elvecinodelaizquierdadeIvánDmítricheseljudíoMoiseika;asu derecha se encuentra la cama de unmujik anegado de grasa, casi esférico, con unaexpresiónembotada,completamenteestúpida.Esunacriaturainmóvil,vorazysucia,quehaperdidohacemuchotiempolacapacidaddepensarydesentir.Despidedíaynocheunhedoracreysofocante.

Cuando Nikita lo lava, le propina unos golpes terribles con todas sus fuerzas, sinpreocuparsesiquieradesuspuños;lomáshorribledelcasonoesquelepegue—hastaaesopuedeacostumbrarseuno—,sinoelhechodequeeseserembrutecidonoreaccionealosgolpesconunruido,unmovimientoounguiñodelosojos,yselimiteabalancearseunpococomounpesadotonel.

El quinto y último interno de la sala número seis es un pequeño burgués, antiguoclasificadordecartasenlaestafetadeCorreos,hombrerubio,enjuto,bajodeestatura,conunaexpresiónbondadosanoexentadeciertaastucia.Ajuzgarporsusojosinteligentesyserenos,demirada francay jovial, esalgo ladinoyestáenposesióndeunsecretomuy

importanteyagradable.Guardadebajodelaalmohadaydelcolchónalgunacosaquenoenseñaanadie,peronoportemordequepuedanquitárselaorobársela,sinoporpudor.Avecesseacercaa laventanay,dándole laespaldaasuscompañeros,seponealgoenelpechoylomiraagachandolacabeza;sienesemomentoalguienseacerca,seazoraysearrancaelobjetodelpecho.Peronoesdifíciladivinarsusecreto.

—Felicíteme —le dice a menudo a Iván Dmítrich—, me han propuesto para laStanislavdesegundaclaseconestrella.Lasegundaclaseconestrellasóloseconcedealosextranjeros, pero conmigo han querido hacer una excepción —dice con una sonrisa,encogiéndosedehombrosconcaradeperplejidad—.¡Reconozcoquenoloesperaba!

—Noentiendonadadeesascosas—declaraIvánDmítrichconairesombrío.

—Pero¿sabe loqueacabaránotorgándometardeo temprano?—continúaelantiguoclasificador, con un guiño malicioso de los ojos—: La Estrella Polar sueca. Unacondecoración como esa merece algunas gestiones. Tiene una cruz blanca y una cintanegra.Esmuybonita.

Probablementeenningunaotrapartelavidaestanmonótonacomoenestepabellón.Porlamañana,losenfermos,aexcepcióndelparalíticoydelmujikgordo,selavanenunagran tinaenmediodelzaguánysesecancon los faldonesdesusbatas;acontinuación,bebenensusjarrasdeestañoeltéqueNikitalestraedeledificioprincipal.Acadaunolecorrespondeunajarra.Amediodíatomansopadecolagriaygachasyporlatardecomenlas gachas que han quedado de la comida. Entre una colación y otra pasan el tiempotumbados,durmiendo,mirandoporlaventanaopaseandodeunrincónaotro.Yasídíatrasdía.Hastaelantiguoclasificadorhablatodoeltiempodelasmismascondecoraciones.

Raravez sevencarasnuevas en la salanúmero seis.Hace tiempoqueeldoctornoadmitemásdementes,yenestemundonohaymuchagenteaficionadaavisitarcasasdelocos.UnavezcadadosmesesapareceporelpabellónSemiónLazárich,elbarbero.NohablaremosdecómolescortaelpeloaloslocosnidelmodoenqueNikitaloayudaensulabor,comotampocodeldesasosiegoqueseapoderadelosenfermoscadavezquelovenllegar,borrachoysonriente.

Apartedel barbero, nadiemás se aventura en el pabellón.Día trasdía lospacientesestáncondenadosaversóloaNikita.

Por lo demás, un rumor bastante extraño se ha difundido hace poco por el edificioprincipaldelhospital.

Correlaespeciedequeelmédicohaempezadoavisitarlasalanúmeroseis.

V

¡Extrañorumor!

EldoctorAndréiYefímichRaguin,esunhombrenotableasumanera.Dicenqueensu

primera juventud era muy religioso y se aprestaba a seguir la carrera eclesiástica; alconcluirsusestudiossecundariosen1863,teníaintencióningresarenelseminario;pero,al parecer, su padre, doctor en medicina y cirujano, se burló de él y le anunciócategóricamentequedejaríadeconsiderarlohijosuyosiseconvertíaenpope.Desconozcoel grado de veracidad que pueda haber en esa historia, pero el propioAndréiYefímichreconoció más de una vez que nunca había sentido vocación por la medicina ni, engeneral,porlascienciasespecializadas.

Fueracomofuese,cuandosegraduóenlaFacultaddeMedicina,notomóloshábitos.Nodabamuestrasdelamenordevociónysuparecidoconuneclesiásticoeratanescasoaliniciarlacarrerademédicocomoahora.

Tieneunosrasgostoscosygroserosdemujik;sucara,subarba,suscabelloslacios,sufigura robusta y desproporcionada recuerdan a un ventero de carretera, panzudo,intemperanteyarisco.Surostroessevero,surcadodevenasazules;susojos,pequeños;sunariz,roja.Altodeestaturayanchodehombros,tieneunasmanosyunospiesenormes;sediría que podría matar a alguien de un puñetazo. Pero camina con pisadas sigilosas,pausadasyfurtivas;cuandoseencuentraconalguienenunpasilloestrecho,siempreeselprimeroendetenerseparadejarpaso,yseexcusanoconlavozdebajoqueunoesperaría,sinoconunaentonacióndelicadaysuavede tenor:«¡Perdón!».Tieneen lagargantaunbultopequeñoqueleimpidellevarcuellosrígidosyalmidonados,ysiempreseleveconcamisasfinasdelinoodepercal.Engeneral,nosevistecomounmédico.Unmismotrajeleduraunosdiezañosycuandosepone ropanueva,quesuelecomprarenunalmacénregentadoporunjudío,parecetanarrugadaygastadacomolavieja;conlamismalevitarecibealosenfermos,almuerzayvadevisita;peronolohaceporavaricia,sinoporquesuaspectoexteriornoleimportalomásmínimo.

Cuando Andréi Yefímich llegó a la ciudad para ocupar su cargo, encontró la«institucióndebeneficencia»enunestadolamentable.Enlassalas,enlospasillosyenelpatio del hospital reinaba tal hedor que apenas se podía respirar. Los celadores, lasenfermerasysushijosdormíanenlassalasconlosenfermos.Tantolospacientescomoelpersonalsequejabandequelascucarachas, laschinchesylosratonesleshacíanlavidainsoportable. En la sección quirúrgica no lograban erradicar la erisipela. En todo elhospital sólo había dos escalpelos y ni un solo termómetro; en los cuartos de baño sealmacenaban patatas.El gerente, la encargada de la ropa y el practicante robaban a losenfermos; en cuanto al antiguodoctor, el predecesordeAndréiYefímich, se rumoreabaque vendía clandestinamente el alcohol del hospital y que se había organizado unverdadero harén con las enfermeras y las pacientes. En la ciudad se conocíanperfectamenteesasirregularidades,einclusoseexageraban,peronoparecíanpreocuparanadie;unoslasjustificabanconelargumentodequeenelhospitalsóloingresabagentedebajacondiciónymujiks,quenopodíanquejarse,puesensuscasasvivíanbastantepeorqueallí. ¡Noibanaalimentarlosconfaisanes!Otrosdecían,amododedisculpa,que laciudadsola,sin laayudadelaasamblearural,noestabaencondicionesdemantenerun

buen hospital; gracias a Dios había uno, aunque fuera malo. Y la asamblea rural, decreación reciente, no abría dispensarios ni en la ciudadni en los alrededores aduciendoqueellugaryadisponíadesupropiohospital.

Despuésdeinspeccionarelhospital,AndréiYefímichllegóalaconclusióndequeeraunestablecimientoinmoralyperniciosoengradosumoparalasaluddelospacientes.Ensuopinión,lomássensatoquepodíahacerseeradarelaltaalosenfermosycerrarlo.Peroconsideró que para tomar esa medida no bastaba con su voluntad y que además seríainútil,pues,cuandoseexpulsa la suciedad físicaymoraldeun lugar,esta se trasladaaotro; había que esperar a que desapareciera por símisma. Por lo demás, si la gente haabiertounhospitalylotolera,significaquelonecesita;losprejuiciosytodaslasbajezaseignominiasdelavidasonnecesarias,yaqueconeltiemposetransformanenalgovalioso,comoelestiércolenmantillo.Enelmundonohaynadatanbuenoquenohayacontenidoensusorígenesunpuntodesuciedad.

Una vez al frente de sus funciones, Andréi Yefímich pareció adoptar una actitudbastanteindiferentehaciaesasirregularidades.Sólopidióalosceladoresylasenfermerasque no pernoctaran en las salas e instaló dos armarios para el instrumental médico; elgerente, laencargadade la ropa,elpracticantey laerisipelade la secciónquirúrgica sequedarondondeestaban.

AndréiYefímichtieneenaltaestimalainteligenciaylahonradez,perolefaltacaráctery confianza en sus propios derechospara organizar unavida inteligente y honrada a sualrededor. Simplemente no sabe dar órdenes, prohibir e insistir. Parece como si hubierahechovotodenolevantarnuncalavozydenoemplear jamásel imperativo.Leresultadifícildecir:«Dame»o«Tráeme»;cuando tienehambre, tosecon indecisiónydicea lacocinera:«Sipudieratomarunatazadeté…»o«sipudieraalmorzar».Pedirlealgerenteque deje de robar, echarlo o suprimir de raíz ese cargo innecesario de parásito estátotalmentepor encimade sus fuerzas.Cuandoalguien lo engaña, lo adulao lepresentaparasufirmaunacuentaatodaslucesfraudulenta,AndréiYefímichseponerojocomouncangrejo y se siente culpable, pero de todos modos la firma; cuando los enfermos sequejandelhambrequepasanodelagroseríadelasenfermeras,seturbayfarfullaconaireculpable:

—Bueno, bueno, ya me ocuparé más tarde… Probablemente se trata de unmalentendido…

EnlosprimerostiemposAndréiYefímichtrabajabaconmuchocelo.Recibíatodoslosdíashastalahoradelalmuerzo,operabaeinclusoseocupabadelospartos.Lasseñorasdecíanqueeracuidadosoymuyprecisoeneldiagnósticodelasenfermedades,enespecialde las femeninas e infantiles. Pero con el paso del tiempo fue aburriéndose de lamonotoníaylainutilidadincuestionabledesulabor.Hoyrecibíaatreintaenfermos,aldíasiguientesepresentabantreintaycinco,yalotrocuarenta,yasídíatrasdía,añotrasaño,sinqueenlaciudaddescendiera lamortalidadnidejarandellegarenfermosalhospital.

Era físicamente imposible atender con solicitud a cuarenta enfermos; en consecuencia,todosutrabajo,loquisieraono,eraunfraude.Haberatendidoadocemilenfermosenunaño equivalía, según un sencillo razonamiento, a haber engañado a docemil personas.Ingresar a los enfermos graves en las salas y atenderlos según las reglas de la cienciatambién era imposible, porque, aunque había reglas, no había ciencia. Si uno queríadejarsedefilosofíasyseguirlasreglasalpiedelaletra,comohacíanlosdemásmédicos,antetodosenecesitabanlimpiezayventilación,noesasuciedad;unaalimentaciónsana,noesasopaapestosadecolagria,ybuenosayudantesenvezdeladrones.

Además,¿porquéimpedirquelagentemuerasilamuerteeselfinnormalylegítimodecadaunodenosotros?¿Quémásdaqueuntenderoounfuncionariovivancincoodiezañosmás?Siseconsideraqueelfindelamedicinaesaliviarlossufrimientosmedianteelusodemedicamentos,esinevitableplantearselasiguientepregunta:¿paraquéaliviarlos?En primer lugar, se dice que los sufrimientos conducen al hombre a la perfección; ensegundo,si lahumanidadaprendieradeverdadaaliviarsussufrimientosconpastillasygotas, abandonaría totalmente la religión y la filosofía, en las que hasta entonces habíaencontradono sóloun remediocontra todo tipodedesgracias, sino incluso la felicidad.Antesdemorir,Pushkintuvoquesoportarunostormentoshorribles;eldesdichadoHeineestuvo paralítico varios años. ¿Por qué no iban a enfermar un Andréi Yefímich o unaMatrionaSavishna,cuyasvidascarecíandesentidoyresultaríancompletamentehuerasysemejantesaladeunaamebadenoserporelsufrimiento?

Abrumadoporesasconsideraciones,AndréiYefímichsedesanimóydejódeirtodoslosdíasalhospital.

VI

Suexistenciatranscurredelsiguientemodo:porlocomún,selevantaaesodelasocho,seviste y se toma una taza de té. Luego se sienta a leer en su despacho o se marcha alhospital.Allí, sentados en un pasillo oscuro y angosto, los pacientes esperan a que losreciban.Juntoaellospasancorriendoceladoresyenfermeras,cuyasbotasrechinanenelsuelodeladrillo,deambulanenfermosescuálidosenbata,entranysalenpersonasllevandocadáveresyrecipientesconinmundicias;losniñoslloran,unacorrientedeaireatraviesaelcorredor.AndréiYefímichsabequepara lospacientesconfiebre, los tuberculososy,engeneral,losenfermosimpresionables,eseambienteesunmartirio,pero¿quépuedehacer?EnlasaladeconsultasseencuentraconelpracticanteSerguéiSergueich,hombrepequeñoy gordo, con el rostro rasurado, muy limpio y mofletudo, con ademanes elegantes ydesenvueltos,vestidoconun trajeamplioynuevo,másparecidoaunsenadorqueaunpracticante. Tiene una enorme clientela en la ciudad, lleva corbata blanca[30] y seconsidera más competente que el doctor, que carece por completo de clientes. En unrincóndelasalahayungranicono,anteelqueardeunapesadalamparilla,yasuladouncandelabroenunafundablanca;delasparedescuelganretratosdeobispos,unavistadelmonasteriodeSviatogorskyunascoronasdefloressecasdeaciano.SerguéiSergueiches

unhombrepiadosoymuyaficionadoalapompadelaliturgia.Lacolocacióndeliconolaha costeado él. Los domingos, en la sala de consultas, uno de los enfermos, por ordensuya, lee acatistas[31] en voz alta, y después de la lectura el propio Serguéi Sergueichrecorretodaslassalasconunincensarioylassahúma.

Como los enfermos son muchos y el tiempo escaso, Andréi Yefímich se limita ahacerlesunaspreguntasyarecetarlesalgúnmedicamento,comounungüentooaceitedericino.Luegosesienta,apoyalamejillaenelpuño,sequedapensativoyvapreguntandomaquinalmentealospacientes.SerguéiSergueich,tambiénsentado,sefrotalasmanosydetardeentardedejacaeralgunapalabra.

—Lasenfermedadesymiseriasquepadecemos—dice—sedebenaquenoinvocamoscomoesdebidolamisericordiadivina.¡Sí!

Durante las horas de consulta Andréi Yefímich no realiza ninguna intervenciónquirúrgica;haperdidoelhábitohacemuchotiempoylavisióndelasangreleproduceunaimpresión desagradable. Cuando tiene que abrirle la boca a un niño pequeño paraexaminarlelagarganta,yestelloraysedefiendeconlasmanos,elruidoenlosoídoshacequelacabezaledévueltasylaslágrimasasomenasusojos.Entalescasos,prescribeunmedicamentoatodaprisaycongestosdestempladosdelamanoapremiaalamadreaqueselollevedeallí.

Notardanencansarlelatimidezyelembotamientodelosenfermos,laproximidaddelbeatoSerguéiSergueich,losretratosenlaparedyhastasuspropiaspreguntas,querepiteinvariablementedesdehaceyamásdeveinteaños.Enconsecuencia,trasatenderacincooseisenfermos,semarcha,dejandotodoslosdemásalpracticante.

Pensando con alborozo que, gracias a Dios, desde hace ya muchos años no tieneclientelaparticularyquenadievaamolestarlo,AndréiYefímich,nadamásllegaracasa,sesientaensudespachoyseponealeer.Leemuchísimoysiempreconsumoplacer.Segastalamitaddelsueldoenlibrosytresdelasseishabitacionesdesuapartamentoestánabarrotadasdevolúmenesyrevistasviejas.Loquemáslegustasonlasobrasdehistoriayfilosofía; en lo que respecta a lamedicina, sólo está suscrito aElMédico, que siempreempieza a leer desde el final. Esas sesiones de lectura se prolongan varias horas sininterrupciónynolofatigan.NoleeconlarapidezeimpetuosidadconquelohacíaantañoIvánDmítrich,sinoconpausaypenetración,deteniéndoseamenudoenlospasajesquelegustan o que no comprende. Junto al libro siempre tiene una garrafita de vodka y unpepinillo salado o una manzana macerada, dispuestos directamente sobre el tapete, sinningunaclasedeplato.Cadamediahora,sinapartarlosojosdellibro,sesirveunacopadevodka,selabebeyacontinuación,sinmirar,buscaatientaselpepinillo,locogeyledaunmordisco.

Alastresseacercaconprecauciónalapuertadelacocina,carraspeaydice:

—Dáriushka,sipudieracomer…

Despuésdelalmuerzo,bastantemaloydesaliñado,AndréiYefímichsepaseaporlashabitaciones,conlosbrazoscruzadosyairemeditabundo.Danlascuatro,luegolascinco,yélsiguecaminandoypensando.DevezencuandolapuertadelacocinachirríayenelumbralapareceelrostrorojoysoñolientodeDáriushka.

—AndréiYefímich,¿lesirvoyalacerveza?—lepreguntaconexpresiónpreocupada.

—No,todavíano…—respondeél—.Esperaré…Esperaréunpoco…

AlatardecersuelevenireljefedeCorreos,MijaílAveriánich,laúnicapersonaentodalaciudadcuyacompañíanoseleantojafastidiosaaAndréiYefímich.MijaílAveriánichfueentiemposunpropietariomuyacaudaladoysirvióenlacaballería,perosearruinóy,ya viejo, se vio obligado a ingresar en laAdministración deCorreos. Tiene un aspectovigorosoy saludable, pobladaspatillas grises,modales distinguidosyunavoz sonorayagradable.Esunhombrebondadosoysensible,pero irascible.Cuandoen laestafetadeCorreosalgúnclienteprotesta,muestrasudisconformidadosimplementeplanteaalgunaobjeción,MijaílAveriánichseponecomolagrana,seestremecedepiesacabezaygritacon voz atronadora: «¡Cállese!», de manera que la estafeta se ha ganado desde hacetiempolareputacióndeunestablecimientoterrible.MijaílAveriánichrespetayapreciaaAndréiYefímichporsuerudiciónysugrandezadeespíritu,peroalosdemáshabitantesdelaciudadlostratacondesprecio,comosifueransubordinados.

—¡Aquímetiene!—dicealentrarencasadelmédico—.¡Buenastardes,miqueridoamigo!Esperonomolestarlo.

—Al contrario,me alegromucho de verlo—responde elmédico—. Siempre es unplacertenerloporaquí.

Losamigossesientanenelsofádeldespachoypasanunratoensilencio,fumando.

—¡Dáriushka,sipudiéramostomarunacerveza!—diceAndréiYefímich.

La primera botella también se la toman en silencio: el médico, sumido en susmeditaciones;Mijaíl Averiánich, con aire alegre y animado, como si tuviera algomuyinteresantequecontar.Siempreeselmédicoquieninicialaconversación.

—Esunalástima—dicelentamenteyenvozbaja,sacudiendolacabezaysinmiraralosojosasuinterlocutor(nuncamiraalosojosalagente)—,esunaverdaderalástima,miestimadoMijaílAveriánich,queennuestraciudadnohayaniunasolapersonacapazdeentablar y apreciar una conversación inteligente e interesante. Para nosotros constituyeunaenormeprivación.Nisiquiera laspersonas ilustradasescapande lamediocridad;sunivelintelectual,seloaseguro,nosuperaennadaeldelasclasesinferiores.

—Completamentecierto.Estoydeacuerdoconusted.

—Comoustedmismo sabe—prosigue elmédico envozbaja, separandomucho laspalabras—, todo en estemundo carece de importancia y de interés salvo lasmás altas

manifestaciones espirituales del entendimiento humano. La inteligencia establece unafronteraestrictaentreelanimalyelhombre,sugiereenesteúltimounorigendivinoy,enciertamedida,sustituyealainmortalidad,quenoexiste.Enconsecuencia,lainteligenciaes laúnica fuenteposibledeplacer.Pero anuestro alrededornooímosni vemos rastroalgunodeinteligencia,demodoqueestamosprivadosdeplacer.Ciertoquedisponemosdelibros,perohayunagrandiferenciaentre la lecturayunaconversaciónanimadayeltrato de la gente. Sime permite una comparación nomuy afortunada, los libros son lapartituraylaconversación,elcanto.

—Completamentecierto.

Se produce un silencio. Dáriushka sale de la cocina y, con una expresión deembotamiento y pesar, el puño apoyado en el mentón, se detiene en el umbral paraescuchar.

—¡Ah!—suspiraMijaílAveriánich—.¡Pedirleinteligenciaalagentedehoydía!

Ycuentacuánalegre,interesanteyplenaeraantañolavida,quéinteligenteseranlasclasesilustradasenRusia,quéaltoconceptoseteníadelhonorylaamistad.Lagenteseprestabadinerosinnecesidaddereciboyconsiderabaunoprobionotenderlamanoauncamaradaenapuros.¡Yquécampañas,quéaventuras,quéescaramuzas,quécompañeros,quémujeres!¡YquéregiónmásmaravillosaeraelCáucaso!Laesposadeuncomandantedebatallón,unamujermuyrara,sevestíadeoficialyporlanocheseibaacaballoalasmontañas,sola,singuía.Dicenque teníaunaaventuraconunpríncipecircasianoenunaúl[32].

—¡ReinadelosCielos,MadredeDios…!—suspiraDáriushka.

—¡Ycómobebíamos!¡Cómocomíamos!¡Quéempedernidosliberaleséramos!

Andréi Yefímich escucha sin prestar atención; piensa en alguna cosa y de vez encuandobebeunsorbodecerveza.

—Amenudosueñoqueestoyconversandoconpersonasinteligentes—dicedepronto,interrumpiendo aMijaíl Averiánich—.Mi padreme dio una educación esmerada, peroinfluidoporlasideasdelosañossesentameobligóahacermemédico.Tengolaimpresióndeque,sientoncesnolehubierahechocaso,ahorameencontraríaenelcentromismodelmovimientointelectual.Probablementeseríamiembrodealgunafacultad.Porsupuesto,lainteligenciatampocoeseterna,sinotransitoria,peroustedsabeporquélavenerotanto.Lavidaesunatrampaenojosa.Cuandounhombrereflexivoalcanzalamadurezyescapazdeformarsesuspropiasideas,sesienteatrapadoinevitablementeenunatrampasinsalida.Enrealidad, ha sido llamado de la nada a la vida contra su voluntad y por una serie deazares…¿Paraqué?Quiereconocerelsentidoyelfindesuexistencia,peronoledicennada o le sueltan algún disparate; llama a la puerta y no le abren, y, cuando llega lamuerte,tambiénescontrasuvoluntad.Enconsecuencia,igualqueenunacárcelpersonasligadasporuninfortuniocomúnsesientenaliviadascuandosejuntan,enlavidalatrampa

pasa desapercibida cuando personas aficionadas al análisis y a las generalizaciones sereúnen y pasan el tiempo intercambiando ideas ambiciosas y libres. En ese sentido, lainteligenciaesunplacerinsustituible.

—Completamentecierto.

Sinmirar a los ojos a su interlocutor, en voz baja y con frecuentes pausas, AndréiYefímich sigue hablando de las personas inteligentes y del placer que procura suconversación, mientras Mijaíl Averiánich lo escucha con atención y le da la razón:«Completamentecierto».

—¿Yno creeusted en la inmortalidaddel alma?—lepreguntadepronto el jefedeCorreos.

—No,estimadoMijaílAveriánich,nicreonitengofundamentosparacreer.

—Reconozco que yo también albergo dudas. Aunque, por otra parte, me asalta lasospechadequenomorirénunca.¡Ah,vejestorio,medigo,yaeshorademorirse!Peroenelfondodemialmaunavocecitamedice:«Nolocreas,nomorirás…».

PocodespuésdelasnueveMijaílAveriánichsemarcha.Mientrasseponelapellizaenelvestíbulo,comentaconunsuspiro:

—¡Encualquiercaso,hayqueveraquéagujeronoshaarrojadoeldestino!Ylomásterribleesquetambiéntendremosquemoriraquí.¡Ah!

VII

Trasdespedirasuamigo,AndréiYefímichsesientaalamesaydenuevoseponealeer.Ningúnsonidoturbaelsilenciodelatardecerydespuéseldelanoche;el tiempoparecehabersedetenidoypetrificadoentornoallibroyalmédico,ysetienelaimpresióndequenoexistenadamásalládeesaspáginasyesalámparadepantallaverde.Sutoscorostrodemujik se ilumina poco a poco con una sonrisa tierna y jubilosa ante los logros de lainteligenciahumana.Ah,¿porquéelhombrenoes inmortal?,piensa.¿Paraquéexistenlascircunvalacionesyloscentroscerebrales,paraquélavista,ellenguaje,laconcienciayelgenio,sitodoestácondenadoaconvertirseenpolvoy,afindecuentas,aenfriarseconlacorteza terrestre,y luegoagirarcon laTierra,alrededordelSol,durantemillonesdeaños,sinrazónysinsentido?Paraenfriarseygirarluegodeesemodonohacíaningunafaltasacardelanadaalhombre,consuinteligenciaexcelsa,casidivina,yluego,comoamododeburla,transformarloenbarro.

¡Latransmutacióndelamateria!Pero¡quécobardíaconsolarseconesesucedáneodela inmortalidad! Los procesos inconscientes que se desarrollan en la naturaleza soninferioresinclusoalaestulticiahumana,yaqueenestaalmenosintervienenlaconcienciay la voluntad, mientras que en esos procesos no alienta absolutamente nada. Sólo uncobarde,conmásmiedoalamuertequedignidad,puedeconsolarsepensandoque,coneltiempo,sucuerpoviviráenunabriznadehierba,enunapiedraoenunsapo…Cifrarla

propia inmortalidaden la transformaciónde lamateria es tanextrañocomopredecirunbrillantefuturoaunestucheunavezqueelpreciadoviolínqueconteníaseharotoysehavueltoinservible.

Cuandoelrelojda lashoras,AndréiYefímichserecuestaenelrespaldodelsillónycierralosojosparameditaruninstante.Y,casisindarsecuenta,bajolainfluenciadelosadmirablespensamientosqueacabadeleer,echaunaojeadaasupasadoysupresente.Elpasado le repugna,mejornorecordarlo.Yelpresentenosediferenciadelpasado.Sabequemientras sus pensamientos giran alrededor del Sol, junto con laTierra enfriada, nolejosdesuapartamentodemédico,eneledificioprincipaldelhospital,variaspersonassedebaten enmedio de las enfermedades y la suciedad; quizá en esemomento algunonoduerma y luche con los parásitos, otro se contagie de erisipela o gima porque le hanapretado demasiado el vendaje; quizá los pacientes jueguen a los naipes con lasenfermeras y beban vodka. En el transcurso de ese año se ha engañado a doce milpersonas. Toda la actividad del hospital se basa en el robo, en las pendencias, en loschismorreos,enelfavoritismo,enlamásburdacharlatanería,comohaceveinteaños,y,lomismo que antaño, ofrece la imagen de un establecimiento inmoral y nocivo en gradosumoparalosinternos.Sabequeenlasalanúmeroseis,detrásdelasrejas,NikitaapaleaalosenfermosyqueMoiseikarecorretodoslosdíaslaciudadpidiendolimosna.

Por otro lado, sabe perfectamente que durante los últimos veinticinco años se haproducidoenlamedicinauncambioasombroso.Cuandoestudiabaenlauniversidad,teníala impresión de que la medicina pronto correría la misma suerte que la alquimia y lametafísica,peroahora,cuandoleeporlanoche,lamedicinaloconmueveydespiertaenélasombro e incluso entusiasmo. ¡En efecto, qué resplandor inesperado, qué revolución!Gracias a los antisépticos se practicaban operaciones que el gran Pirogov considerabaimposiblesinclusoinspe[33].Simplesmédicosruralesseatrevíanahacerreseccionesdelaarticulacióndelarodilla;decienlaparotomíassólounaresultabamortalyloscálculosseconsiderabanunafrusleríatangrandequenisiquieraseescribíaalrespecto.Lasífilissecuraba totalmente. ¿Y qué decir de la teoría de la herencia, del hipnotismo, de losdescubrimientosdePasteurydeKoch,delahigiene,delaestadísticaydelsistemaruralde salud en Rusia? La psiquiatría y su clasificación actual de las enfermedades, losmétodosdediagnósticoytratamientoconstituían,encomparaciónconloquehabíaantes,algotancolosalcomoelElbrús[34].Yanosecurabaalosalienadosechándolesaguafríapor lacabezayponiéndolescamisasdefuerza,sinoquese los tratabaconhumanidadeincluso, según contaban los periódicos, se organizaban bailes y espectáculos para ellos.AndréiYefímichsabíaque,segúnloscriteriosylastendenciasactuales,unaabominacióncomolasalanúmeroseissóloeraposibleenunalocalidadsituadaadoscientasverstasdelferrocarril, en un pueblucho donde el alcalde y todos los concejales eran pequeñosburgueses semianalfabetos, que consideraban al médico un sacerdote al que había quecreerapiejuntillas,aunquelesvertieraplomofundidoenlaboca;enotrolugarlaopiniónpúblicaylaprensahabríanreducidoaescombroshacetiempoesapequeñaBastilla.

«¿Yqué?—sepreguntaAndréiYefímich,abriendolosojos—.¿Quéseganacontodoeso? Mucha antisepsia, mucho Koch y Pasteur, pero la esencia de la cuestión no hacambiado nada. Lamorbilidad y lamortalidad siguen siendo lasmismas. Se organizanbailesyespectáculosparaloslocos,perodetodosmodosnoselosdejalibres.Asípues,todoesonosonmásquetonteríasyvanidad;enelfondo,nohayningunadiferenciaentrelamejorclínicadeVienaymihospital».

Pero la pesadumbre y un sentimiento semejante a la envidia le impiden mostrarseindiferente. Debe de ser la fatiga. La cansada cabeza se inclina sobre el libro; AndréiYefímichapoyalasmanosenelmentónparaaligerarelpesoypiensa:«Meocupodeunalaborperniciosayrecibounsueldodepersonasalasqueengaño;nosoyhonrado.Peroyosolo no soy nada, únicamente una partícula de un mal social inevitable: todos losfuncionariosdeldistritosonperjudicialesycobranpornohacernada…Esosignificaqueel responsabledemi faltadehonradezno soyyo, sino la época…Sinacieradentrodedoscientosaños,seríaotrapersona».

Cuandodanlastres,apagalalámparayseretiraaldormitorio.Notienesueño.

VIII

HaceunosdosañoslaAdministraciónprovincial,enunarranquedegenerosidad,aprobóunasubvenciónanualde trescientosrublosparareforzarelpersonalmédicodelhospitalmunicipal hasta que se inaugurara unhospital provincial, y nombró asistente deAndréiYefímichalmédicodeldistritoYevgueniFedórichJóbotov,unhombreaúnmuyjoven—no ha cumplido los treinta—, alto, moreno, con pómulos anchos y ojos pequeños;probablemente,susancestroseranextranjeros.Llegóa laciudadsinuncéntimo,conunpequeñomaletínyunamujerjovenyfea,alaquellamabasucocinera.Lamujerteníaunniñodepecho.YevgueniFedórichllevaunagorradeviseraybotasaltas,yeninvierno,unchaquetóndepiel.No tardóencongeniar conelpracticanteSerguéiSergueichy coneltesorero;encuantoalosdemásempleados,losllamaaristócratas,nosesabemuybienporqué,yevitasutrato.Entodosuapartamentonohaymásqueunlibro:NovísimasrecetasdelaclínicadeVienapara1881,quesiemprellevaconsigocuandovaavisitaraalgúnpaciente.Porlastardesjuegaalbillarenelcasino;noesaficionadoalosnaipes.Legustamuchoemplearen laconversaciónexpresionescomo«quéfastidio»,«menudolío»,«nocompliqueslascosas»,yotrasporelestilo.

Vaalhospitaldosvecesporsemana,recorrelassalasyrecibealosenfermos.Lafaltatotaldeantisépticosy la aplicacióndeventosas le indignan,perono introducemétodosnuevos, temiendo ofender a Andréi Yefímich. Considera a su colega un viejo bribón,sospechaqueatesoraunagranfortunayloenvidiaensecreto.Debuenaganaocuparíasupuesto.

IX

Unatardedeprimavera,afinalesdemarzo,cuandoyanohabíanieveenlascallesylos

estorninos cantaban en el jardín del hospital, el doctor acompañó hasta la cancela a suamigoeljefedeCorreos.EneseprecisoinstanteentróenelpatioeljudíoMoiseika,queregresabacon subotín. Iba singorro, conunoschanclos ligeros en lospiesdesnudosyllevabaenlamanounpequeñosacoconlaslimosnas.

—¡Dameunkopek!—ledijoalmédico,tiritandodefríoysonriendo.

AndréiYefímich,quenosabíanegarse,leentregóunamonedadediezkopeks.

«Quéhorror—pensó,mirandolospiesdesnudosy los tobillosrojosyescuálidosdeMoiseika—.Conlahumedadquehay».

Y, movido por un sentimiento en el que se entreveraban la compasión y larepugnancia,siguióaljudíohastalasala,mirándoletanprontolacalvacomolostobillos.Alentrarelmédico,Nikitaselevantódeunsaltodelmontóndecachivachesysecuadró.

—Hola,Nikita—dijoAndréiYefímichconvozafable—.Habríaquedarleunasbotasaestejudío;sino,vaaresfriarse.

—Asusórdenes,excelencia.Selocomunicaréalgerente.

—Hazelfavor.Pídeselodemiparte.Dilequelohepedidoyo.

Lapuertadelasalaestabaabierta.IvánDmítrich,tumbadoenlacamayapoyadoenuncodo,escuchabacon inquietudesavozextraña;perodepronto reconocióalmédico.Temblandodecóleradepiesacabeza,saltódelacamay,conelrostrorojo,unaexpresiónmalignaylosojosfueradelasórbitas,saliócorriendoalcentrodelahabitación.

—¡Ha venido el médico! —gritó y se rio a carcajadas—. ¡Por fin! ¡Señores, losfelicito,elmédiconoshonraconsupresencia!¡Malditocanalla!—rugióy,enunestadodeexaltacióncomonosehabíavistonuncaenlasala,empezóagolpearelsueloconelpie—. ¡Hay que matar a ese canalla! ¡No, matarlo sería poco! ¡Hay que ahogarlo en laletrina!

AndréiYefímich,alescucharesaspalabras,echóunvistazoalinteriordelasaladesdeelzaguánypreguntósinlevantarlavoz:

—¿Porqué?

—¿Por qué? —gritó Iván Dmítrich, acercándose a él con aire amenazador yarrebujándose en su bata con gesto convulsivo—. ¿Por qué? ¡Ladrón! —exclamó condesprecio,frunciendoloslabioscomosisedispusieraaescupir—.¡Charlatán!¡Verdugo!

—¡Cálmese!—dijoAndréiYefímich,sonriendoconaireculpable—.Leaseguroquenuncahe robadonada; encuantoa lodemás,probablementeexageraustedmucho.Veoqueestáenfadadoconmigo.Tranquilícesesipuede,seloruego,ydígameconserenidadporquéestáenfadado.

—¿Porquémetieneaquíencerrado?

—Porqueestáustedenfermo.

—Sí,esverdad.Perodecenasycentenaresdelocossepaseanenlibertad,porquesuignorancialeimpidedistinguirlosdelossanos.¿Porquéestosdesdichadosyyodebemosquedarnos aquí por todos, como chivos expiatorios? Usted, el practicante, el gerente ytodalagentuzaquetrabajaenelhospitalsonincomparablementemásviles,desdeelpuntode vistamoral, que cualquiera de nosotros. ¿Por qué estamos encerrados nosotros y noustedes?¿Dóndeestálalógica?

—Lamoralylalógicanotienennadaqueverenesteasunto.Tododependedelazar.Siaunoloencierran,sequedaaquí;ysinoloencierran,sepaseaporlacalle,yseacabó.Elhechodequeyoseamédicoyustedunenfermomentalnotienenadaqueverconlalógicaniconlamoral,sinoconlamássimplecasualidad.

—Nocomprendoesassandeces…—gruñóconvozsordaIvánDmítrichysesentóenlacama.

Moiseika, al que Nikita no se había atrevido a registrar en presencia del médico,extendiósobre lacamatrozosdepan,papelesyhuesos,y,sindejarde tiritar,empezóapronunciar algunas frases en yiddish como una rápida cantinela. Probablemente seimaginabaquehabíaabiertounatienda.

—Dejequemevaya—dijoIvánDmítrichconvoztrémula.

—Nopuedo.

—Pero¿porqué?¿Porqué?

—Porque no depende demí. Juzgue ustedmismo: ¿de qué le serviría que le dejaramarchar?Váyase.Losvecinosolapolicíalodetendrányvolveránatraerloaquí.

—Sí, sí, esverdad…—murmuró IvánDmítrich, secándose la frente—. ¡Es terrible!Pero¿quépuedohacer?¿Qué?

La voz de Iván Dmítrich, así como su rostro joven e inteligente, desfigurado pormuecas, gustaron a Andréi Yefímich. Sintió ganas de mostrarse amable con él ytranquilizarlo. Se sentó a su lado en la cama y, después de unos instantes de reflexión,dijo:

—Sepreguntaustedquépuedehacer.Ensusituación,lomejorseríasalircorriendo.Pero,pordesgracia,resultaríainútil.Lodetendrían.Cuandolasociedadseprotegedeloscriminales, de los enfermos mentales y, en general, de la gente que considerainconveniente, es invencible. Sólo le queda una salida: consolarse pensando que suestanciaaquíesinevitable.

—Noesnecesariaparanadie.

—Desdeelmomentoenqueexistenlascárcelesylosmanicomios,debehaberalguienensuinterior.Sinoesusted,seréyoountercero.Paciencia.Cuandoenunfuturolejano

dejendeexistirlascárcelesylosmanicomios,desapareceránlasrejasdelasventanasylasbatasdelosinternos.Nocabedudadeque,tardeotemprano,esaépocallegará.

IvánDmítrichsonrióconaireburlón.

—Bromea usted —dijo, entornando los ojos—. A las personas como usted y suasistente,Nikita,nolesimportanadaelfuturo,peropuedeestarseguro,estimadoseñor,dequellegarántiemposmejores.Talvezmiformadeexpresarmeseavulgar;puedeustedreírsedemí,peroresplandecerálaauroradeunanuevavida,laverdadtriunfaráytambiénnosotrostendremosmotivosdecelebración.Yonoalcanzaréaveresedía,moriréantes,perolosbiznietosdeunosodeotrosloverán.¡Lossaludodetodocorazónymealegropor ellos! ¡Adelante! ¡Que Dios os ayude, amigos! —Iván Dmítrich, con los ojosbrillantes, se puso en pie, tendió los brazos hacia la ventana y continuó con vozemocionada—: ¡Os bendigo desde detrás de estos barrotes! ¡Viva la verdad! ¡Ah, quéfelicidad!

—Noveoninguna razón especial para alegrarse—dijoAndréiYefímich, a quien elgestodeIvánDmítrichhabíaparecidoteatral,aunquealmismotiempolehabíagustadomucho—.No habrá cárceles nimanicomios, la verdad triunfará, como ha dicho usted,pero la esencia de las cosas no cambiará, las leyes de la naturaleza seguirán siendo lasmismas.Lagenteenfermará,envejeceráymoriráigualqueahora.Pormuyesplendorosaquesealaauroraqueilumineesavidasuya,afindecuentasacabaránencerrándoloenunataúdyarrojándoloaunhoyo.

—¿Ylainmortalidad?

—¡Ah,porfavor!

—Ustednocreeenella,peroyosí.EnalgunaobradeDostoievskiodeVoltaireunpersonaje dice que si no existiera Dios, los hombres tendrían que inventarlo. Estoyplenamente convencido de que, si la inmortalidad no existe, la sublime inteligenciahumanaacabaráinventándolamástardeomástemprano.

—Bien dicho —exclamó Andréi Yefímich, con una sonrisa de satisfacción—. Meparecemuy bien que crea usted. Con esa fe se puede vivir muy a gusto incluso entrecuatroparedes.Permítamequelepregunte,¿hacursadoustedestudios?

—Sí,fuialauniversidad,peronoterminélacarrera.

—Es usted un hombre inteligente y reflexivo.En cualquier circunstancia de la vidapuede encontrar consuelo en su interior.Unpensamiento libreyprofundo, que aspira acomprender lavida,yundesprecioabsolutopor laestúpidavanidaddelmundoson losdosbienesmás elevadosque jamásha conocido el hombre.Yustedpuedeposeerlos, apesardevivirdetrásdeunatriplereja.Diógenesvivíaenuntonely,sinembargo,eramásfelizquetodoslosreyesdelaTierra.

—SuDiógeneseraunnecio—comentóIvánDmítrichconairesombrío—.¿Paraqué

mehablausteddeDiógenesydenoséquéconcepcióndelavida?—preguntódeprontocon enfado, poniéndose en pie de un salto—. ¡Amo la vida, la amo con pasión!Tengomaníapersecutoria,unterrorincesantemetortura,perohaymomentosenquelasganasdevivirmedominanyentoncestemoperderlarazón.¡Tengounasganasenormesdevivir!¡Unas ganas enormes!—se paseómuy agitado por la sala y añadió, bajando la voz—:Cuandomedejollevarporlossueños,tengovisiones.Vieneavermegentedesconocida,oigovoces,música,mepareceestarpaseandoporunbosque,porlaorilladelmar,ymedomina un ardiente deseo de albergar preocupaciones y afanes…Dígame, ¿qué hay denuevo?—preguntóIvánDmítrich—.¿Quépasaporahífuera?

—¿Serefierealaciudadoengeneral?

—Háblemeprimerodelaciudadyluegoengeneral.

—¿Quéquierequelediga?Enlaciudadlavidaes terriblementeaburrida…Nohaynadie con quien hablar ni a quien escuchar. No se ven caras nuevas. Aunque a decirverdad,hacepocollegóunjovenmédico,eldoctorJóbotov.

—Sí,llegócuandoyotodavíaestabalibre.¿Yqué?Seráunpalurdo,¿no?

—Sí, es un hombre sin cultura. Resulta extraño, ¿sabe…? A juzgar por todos losindicios, en nuestras capitales no se aprecia un estancamiento intelectual; al contrario,bullende actividad.Por tanto, debedehaberhombresdevalía; pero, por alguna razón,siempre nos envían de allí personas a las que sería mejor no ver. ¡Qué ciudad tandesdichada!

—¡Sí, muy desdichada!—suspiró Iván Dmítrich y se echó a reír—. Y en general,¿cómovatodo?¿Quédicenlosperiódicosylasrevistas?

Lasalaestabayaaoscuras.ElmédicoselevantóysepusoacontarloqueseescribíaenelextranjeroyenRusiaycuáleseranlastendenciasdelpensamientocontemporáneo.IvánDmítrich lo escuchaba con atención y le hacía preguntas, pero de pronto, como sihubierarecordadoalgoterrible,secogiólacabezaconlasmanosysetumbóenlacama,deespaldasalmédico.

—¿Quélepasa?—preguntóAndréiYefímich.

—¡No oirá usted una palabra más de mis labios! —respondió con rudeza IvánDmítrich—.¡Déjemeenpaz!

—Pero¿porqué?

—¡Ledigoquemedejeenpaz!¿Quédiablosquiere?

AndréiYefímichseencogiódehombros,suspiróysalió.Alatravesarelzaguán,dijo:

—No estaríamal que pusieras un poco de orden en todo esto,Nikita… ¡Huele queapesta!

—Comomande,excelencia.

«¡Quéjoventanagradable!—pensabaAndréiYefímich,caminodesuapartamento—.Entodoslosañosquellevoviviendoenestaciudad,creoqueeslaprimerapersonaconlaquepuedohablar.Saberazonaryseinteresaporlascosasquerealmenteimportan».

Sepusoaleeryluegosefuealacama,peroelrecuerdodeIvánDmítrichnoseleibadelacabeza.Alamañanasiguiente,cuandosedespertó,seacordódequelavísperahabíaconocidoaunhombre inteligentee interesante,ydecidióvolveravisitarloa laprimeraoportunidad.

X

IvánDmítrichestabatumbadoenlamismaposturaqueeldíaanterior,conlacabezaentrelasmanosylaspiernasrecogidas.Noseleveíalacara.

—Hola,amigomío—dijoAndréiYefímich—.¿Noduermeusted?

—Enprimerlugar,nosoysuamigo—respondióIvánDmítrich,conelrostrohundidoenlaalmohada—;yensegundo,estáperdiendoeltiempo:nomesacarániunapalabra.

—Es extraño… —murmuró Andréi Yefímich con aire turbado—. Ayer estábamoscharlandotranquilamenteydepronto,noséporqué,seenfadóustedydejódehablar…Quizápronunciaraalgunapalabrainconvenienteoacasoexpresaraalgunaideacontrariaasusconvicciones…

—¡Sí, como que voy a creerle! —exclamó Iván Dmítrich, incorporándose ycontemplandoalmédicoconaireburlóne inquieto; tenía losojos rojos—.Puede irseaespiaryhusmearaotrositio,aquínotienenadaquehacer.Ayeryacomprendíelobjetodesuvisita.

—¡Quéfantasíatanextraña!—dijoelmédicoconunasonrisa—.Entonces,¿sefiguraustedquesoyunespía?

—Sí,esomefiguro…Unespíaounmédicoencargadodeinterrogarme.Paraelcasoeslomismo.

—¡Perdóneme…peroquéestrafalarioesusted,laverdad!

Elmédico se sentó en un taburete al lado de la cama ymovió la cabeza en son dereproche.

—Supongamosquetengaustedrazón—dijo—.Supongamosqueapuntoarteramentesus palabras con intención de delatarlo a la policía. Lo arrestarán y lo juzgarán. Pero¿acasoeneltribunaloenlacárcelibaaestarpeorqueaquí?Inclusosilodeportanyloenvíanaunpenal,¿vaaseresopeorquequedarseencerradoenestasala?Meparecequeno…Entonces,¿dequétienemiedo?

Al parecer, esas palabras surtieron efecto en IvánDmítrich, que se tranquilizó y se

sentó.

Eranmásdelascuatrodelatarde,lahoraenqueAndréiYefímichsolíapasearporsushabitacionesyDáriushkalepreguntabasinoqueríaquelesirvierayalacerveza.Fueraeltiempoeraserenoydespejado.

—Hesalidoadarunavueltadespuésdelalmuerzoy,comove,hepasadoporaquí—dijoeldoctor—.Undíaverdaderamenteprimaveral.

—¿Enquémesestamos?¿Enmarzo?—preguntóIvánDmítrich.

—Sí,afinalesdemarzo.

—¿Haybarroenlascalles?

—No,nomucho.Yasepuedeandarporlossenderosdeljardín.

—Quéagradableseríadarunpaseoencocheporlosalrededoresdelaciudad—dijoIvánDmítrich, frotándose losojosenrojecidos,comosiacabaradedespertarse—, luegovolver a casa, meterse en un despacho caldeado y confortable y… llamar a un buenmédicoparaquelecureaunoeldolordecabeza…Hacemuchotiempoquenovivocomounserhumano.¡Estoesunasco!¡Unascoinsoportable!

Despuésde laexcitaciónde lavíspera, estaba fatigado, sin fuerzas,yhablabacomocondesgana.Losdedosletemblabanyensurostroseadvertíaqueteníaunterribledolordecabeza.

—Entreundespachocaldeadoyconfortableyestasalanohaylamenordiferencia—dijoAndréiYefímich—.Latranquilidadylasatisfaccióndelhombrenoestánfueradeél,sinoensuinterior.

—¿Quéquieredecir?

—Laspersonasnormalesesperanqueelbienyelmallesvengandefuera,esdecir,deuncocheydeundespacho,peroelhombrereflexivolosbuscaensímismo.

—¡VáyaseapredicaresafilosofíaaGrecia!Allíhacebuentiempoyhueleaazahar,peroaquínovaconelclima.¿NofueconustedconquienestuvehablandodeDiógenes?

—Sí,hablamosayer.

—Diógenesnonecesitabaundespachoniunapartamentocaldeado;ya sinesohacebastantecalorallí.Puedeunometerseenuntonelycomernaranjasyaceitunas.Pero,sihubiera vivido en Rusia, no digo ya en diciembre, sino en mayo, habría pedido unahabitación.Seguroquesehabríaretorcidodefrío.

—No. El frío, como en general cualquier clase de dolor, puede no sentirse.MarcoAurelio decía: «El dolor es una representación viva del dolor: haz un esfuerzo de lavoluntad para modificar esa representación, recházala, deja de quejarte, y el dolordesaparecerá».Yesverdad.Unsabioo,simplemente,unhombrereflexivoyrazonador,se

distingue precisamente porque desprecia el sufrimiento; siempre está satisfecho y no sesorprendedenada.

—Enconsecuencia,queyosoyidiotaporquesufro,estoydescontentoymesorprendodelamezquindadhumana.

—Haceustedmal.Simeditaramásamenudo,entenderíacuáninsignificantessonlosacontecimientosexternosquenosperturban.Hayqueaspiraraunamejorcomprensióndelavida,puesenellaresidelaverdaderafelicidad.

—Comprensión…—dijo Iván Dmítrich, frunciendo el ceño—. Exterior, interior…Perdone,peronoloentiendo.Sólosé—exclamó,poniéndoseenpieymirandoconenfadoalmédico—, sólo séqueDiosmehadotadode sangrecalienteydenervios. ¡Sí!Yuntejidoorgánico, si tienevida,debe reaccionaracualquierestímulo. ¡Yyoreacciono!Aldolorrespondocongritosylágrimas;alaruindad,conindignación;alabajeza,conasco.Enmiopinión,aesoprecisamenteesaloquesellamavida.Cuantomenosdesarrolladoesunorganismo,máslimitadaessusensibilidadymásdébilsurespuestaalosestímulos,ycuantomáscomplejo,mayoressureceptividadymásenérgicasureacciónalarealidad.¿Cómo es posible que no lo sepa? ¡Es usted médico y desconoce esas nocioneselementales!Paradespreciarelsufrimiento,estarsiempresatisfechoynosorprendersedenada,habríaquellegaraeseestado—eIvánDmítrichseñalóalmujikgordo,repletodegrasa— o endurecerse, a base de sufrimientos, hasta el punto de perder cualquiersensibilidad;o,dichoconotraspalabras,dejardevivir.Perdone,nosoyniunsabioniunfilósofo—prosiguióIvánDmítrichconirritación—,ynoentiendonadadeesascosas.Noestoyencondicionesderazonar.

—Alcontrario,razonaustedmuybien.

—Los estoicos, de los cuales es usted una parodia, eran hombres notables, pero sudoctrinasepetrificóhaceyadosmilaños;nohaavanzadounpalmoni lohará,porque,además de poco práctica, es contraria a la vida. Sólo tuvo éxito entre unaminoría quededicabasuvidaalestudioyapaladearconocimientosdetodotipo,perolamayoríanolacomprendió.Unadoctrinaquepredicalaindiferenciaalariquezayalascomodidadesdela vida, el desprecio del dolor y de lamuerte, es absolutamente incomprensible para lainmensamayoría,porlasencillarazóndequeesainmensamayoríanohaconocidonuncalariquezanilascomodidadesdelavida;despreciarlossufrimientossignificaríaparaellosdespreciarsupropiavida,yaquelaexistenciadelhombresecomponedesensacionesdehambreyfrío,deofensas,depérdidasydeuntemoralamuertedignodeHamlet.Enesassensaciones seencierra toda lavida: se laspuede juzgarabrumadoras,odiarlas,peronodespreciarlas.Sí,selorepito,ladoctrinadelosestoicosnopuedetenerningúnporvenir;comove,loúnicoquehaprogresado,desdelanochedelostiemposhastanuestrosdías,eslalucha,lasensibilidadaldolor,lacapacidaddereaccionaralosestímulos…—deprontoIvánDmítrichperdióelhilodesuspensamientos,seinterrumpióysesecólafrenteconairecontrariado—.Queríadeciralgoimportante,perosemehaidodelacabeza—dijo—.

¿Quéera? ¡Ah, sí!Estoes loquequeríadecir:unestoico sevendiócomoesclavopararescatar a su prójimo. Así pues, como ve, también los estoicos reaccionaban a losestímulos,puespararealizarunactogenerosocomosacrificarseenbeneficiodelprójimosenecesitaunalmacompasivaycapazdeindignarse.Enestacárcelheolvidadotodoloqueestudié;sino,mehabríaacordadodealgunacosamás.¿Ysitomamos,porejemplo,aCristo?Cristo reaccionabaa la realidadconel llanto, la risa, lapena, la irae incluso latristeza;noafrontólossufrimientosconunasonrisaynodesdeñólamuerte,sinoqueoróenelhuertodeGetsemaníparanotenerqueapuraresecáliz—IvánDmítrichseechóareírysesentó—.Admitamosquelaserenidadylasatisfaccióndelhombrenoesténfuerade él, sino en su interior —añadió—. Admitamos que sea necesario despreciar lossufrimientosynosorprendersedenada.Pero¿enquésebasaparapredicareso?¿Esustedunsabio?¿Unfilósofo?

—No,nosoyningúnfilósofo,perotodoelmundodebepredicaresasideasporquesonrazonables.

—No,quierosaberporquéseconsideracompetenteparahablardelacomprensióndela vida, del desprecio del sufrimiento y de todas esas cosas. ¿Acaso ha sufrido ustedalguna vez? ¿Tiene idea de lo que es el sufrimiento? Permítame que le pregunte: ¿lepegabancuandoeraniño?

—No,amispadreslesrepugnabanloscastigoscorporales.

—Pues a mí mi padre me azotaba brutalmente. Mi padre era un hombre duro, unfuncionarioconhemorroides,denarizlargaycuelloamarillo.Perohablemosdeusted.Entodasuvidanadie leha tocadounpelo,nadie lohaatemorizado,nadie lohagolpeado;estáusted sanocomoun toro.Hacrecidobajo las alasde supadreyhaestudiadoa sucosta;luego,enseguida,consiguióunacanonjía.Durantemásdeveinteañoshadispuestode un apartamento gratuito, con calefacción, luz y servicio, y además del derecho atrabajarcomoycuantoquería,einclusoanohacernada.Esustedunhombreperezosoeindolentepornaturalezayhatratadodeorganizarsuvidademaneraquenadalomolesteniloobligueamoverse.Hadelegadosustareasenelpracticanteyotroscanallas,mientrasustedsequedasentadoenunahabitacióncaldeadaysilenciosa,amasandodinero,leyendolibros, deleitándose con reflexiones sobre toda suerte de sandeces sublimes y—en esepuntoIvánDmítrichsequedómirandolanarizrojadelmédico—empinandoelcodo.Endefinitiva,nohavistoustedlavida,nosabenadadeella,ysuconocimientodelarealidadesmeramenteteórico.Despreciaustedlossufrimientosynosesorprendedenadaporunarazónmuy sencilla: vanidad de vanidades, interior y exterior, desprecio de la vida, delsufrimientoydelamuerte,comprensióndelavidayverdaderafelicidad; todoesoeslafilosofíaquemásconvieneaunharagánruso.Ve,porejemplo,queunmujiklepegaasumujer.¿Porquéentrometerse?Quelepegue,detodosmodosambosmoriránmástardeomástemprano;además,elagresornoofendeconsusgolpesalavíctima,sinoasímismo.Emborracharse es una estupidez y una indecencia, pero bebas o no bebas vas a morir

igualmente. Llega una mujer con dolor de muelas… Bueno ¿y qué? El dolor es unarepresentacióndeldoloryademáslasenfermedadessoninevitablesenestemundo;todostenemosquemorir,demanera,buenamujer,quemárchate,ydéjamemeditarytomarmemivodkaenpaz.Unjovenvieneapedirleconsejo:¿quédebehacer?¿Cómovivir?Antesdecontestarle,cualquierpersonareflexionaría,peroustedyatienepreparadalarespuesta:aspirar a la comprensiónde lavidao a laverdadera felicidad.Pero ¿enquécosiste esafantástica «verdadera felicidad»?Naturalmente, nohay respuesta.Nos tienen aquí entrerejas, nos obligan a pudrirnos y nos martirizan, pero todo eso está muy bien y esrazonable, porque no hay ninguna diferencia entre esta sala y un despacho caldeado yconfortable. Una filosofía muy cómoda: no hay nada que hacer, se tiene la concienciatranquilay seconsideraunounsabio…No, señor, esonoes filosofía,nimeditaciónniamplitud de miras, sino pereza, sopor, esa indiferencia de los faquires… ¡Sí! —IvánDmítrichvolvióaenfadarse—.Despreciaustedlossufrimientos,perosisepillaraundedoconunapuerta,yaveríamoslosgritosquedaría.

—Opuedequeno—dijoAndréiYefímich,conunalevesonrisa.

—¡Seguro!Ysisequedaraparalíticoo,pongamos,unchifladooundesvergonzado,aprovechándosedesusituaciónydesurango,loinsultaraenpúblicoyustedsupieraqueibaaquedarimpune,entoncescomprenderíaloquesignificarecomendaralosdemásqueseconsuelenconlacomprensióndelavidaylaverdaderafelicidad.

—Es original —comentó Andréi Yefímich, sonriendo satisfecho y frotándose lasmanos—.Mesorprendegratamentequetengaustedinclinaciónporlasgeneralizaciones;encuantoalretratoqueacabadehacerdemí,essencillamentebrillante.Reconozcoqueconversarconustedmeprocuraunenormeplacer.Bueno,yoleheescuchado;ahoratengalabondaddeescucharmeamí…

XI

Esa conversación se prolongó cerca de una hora y, por lo visto, causó una profundaimpresiónaAndréiYefímich.Apartirdeentoncesempezóavisitarlasalatodoslosdías.Ibapor lamañanaydespuésdel almuerzo,y amenudo sequedabacharlandocon IvánDmítrichhastalacaídadelatarde.AlprincipioIvánDmítrichlorehuía,recelabadesusmalas intencionesyexpresabaabiertamentesudisgusto; luegoseacostumbróaélysusmanerasbruscasdejaronpasoaunaactitudentrecondescendienteeirónica.

No tardó en difundirse por el hospital el rumor de que el doctor Andréi Yefímichvisitaba la sala número seis. Nadie—ni el practicante, ni Nikita, ni las enfermeras—acababadecomprenderparaquéiba,porquépasabaallíhorasenteras,dequéhablabayporquénoextendíarecetas.Suconductaparecíaextraña.AmenudoMijaílAveriánichnolo encontraba en casa, algo que nunca había sucedido antes, y Dáriushka estaba muydesconcertada,porqueeldoctoryanotomabasucervezaaunahoradeterminadayavecesllegabatardealalmuerzo.

Undía,yaafinalesdejunio,eldoctorJóbotovfueaveraAndréiYefímichparatratarunasunto;alnoencontrarloencasa,empezóabuscarloporelpatio;allíledijeronqueelviejomédicohabía idoa lasalade los locos.Entróenelpabellóny,deteniéndoseenelzaguán,escuchólasiguienteconversación:

—Nuncanospondremosdeacuerdoyjamáslograráconvertirmeasufe—decíaIvánDmítrichconirritación—.Notieneustedningúnconocimientodelarealidadynuncahasufrido; no ha hecho otra cosa que nutrirse de los sufrimientos ajenos, como unasanguijuela. Yo, en cambio, he padecido sufrimientos ininterrumpidos desde que nacíhastaeldíadehoy.Poresoledigocontodafranquezaquemeconsiderosuperiorymáscompetentequeustedentodoslossentidos.Nopuedeusteddarmelecciones.

—Notengolamenorpretensióndeconvertirloamife—respondióenvozbajaAndréiYefímich, lamentandoquenoquisierancomprenderlo—.Nose tratadeeso,amigomío.Lacuestiónnoesqueustedhayasufridoyyono.Laspenasylasalegríassonpasajeras;dejemosesodeunavez.Loimportanteesqueustedyyopensamos;vemoselunoenelotroaunhombrecapazderazonarydereflexionaryesesoloquenoshacesolidarios,pormuydiferentesqueseannuestrospuntosdevista.¡Sisupierausted,amigomío,quéhartoestoy de la insensatez general, de la mediocridad, de la estupidez, y el placer que meembargacadavezquecharlamos!Esustedunhombreinteligenteysucompañíamegusta.

Jóbotoventreabriólapuertayechóunvistazoalasala;IvánDmítrich,congorrodedormir,yeldoctorAndréiYefímichestabansentadosenlacama,unoalladodelotro.Elloco hacía muecas, se estremecía y se arrebujaba en la bata con gestos convulsivos,mientras el doctor permanecía inmóvil, con la cabeza gacha y una expresión dedesconsueloytristezaenelrostro.Jóbotovseencogiódehombros,sonrióeintercambióunamiradaconNikita,quetambiénseencogiódehombros.

Al día siguiente Jóbotov fue al pabellón en compañía del practicante. Ambos sequedaronenelzaguánescuchandoatentamente.

—¡Parecequeelviejohaperdidolacabeza!—dijoJóbotov,saliendodelpabellón.

—¡Señor,tenpiedaddenosotros,pecadores!—suspiróelpomposoSerguéiSergueich,evitando cuidadosamente los charcos para no ensuciarse las lustrosas botas—. ¡A decirverdad,estimadoYevgueniFedórich,hacetiempoqueloesperaba!

XII

ApartirdeentoncesAndréiYefímichempezóanotarunairedemisterioasualrededor.Los celadores, las enfermeras y los pacientes lo miraban inquisitivos cada vez que setopaban con él y luego cuchicheaban entre sí.Masha, la hija del gerente, con quien legustabaencontrarseeneljardín,ahorahuíasinmotivocuandoseacercabasonrienteaellaparaacariciarlelacabeza.EljefedeCorreos,MijaílAveriánich,yanodecíaalescucharlo:«Completamente cierto», sino que farfullaba con una turbación incomprensible: «Sí, sí,sí…»,ylomirabaconairepensativoytriste.Sinsaberporqué,empezóaaconsejarasu

amigoquedejaraelvodkaylacerveza,pero,comoeraunhombredelicado,noabordabala cuestión directamente, sino con alusiones, relatando la historia de un comandante debatallón,excelentepersona,oladelcapellándeunregimiento,untipomagnífico,quesehabíandadoalabebidayhabíanenfermado,aunquesehabíancuradodeltodoencuantodejarondebeber.SucolegaJóbotovfueaverlodosotresveces;tambiénleaconsejóqueabandonara las bebidas alcohólicas y, sin razón aparente, le recomendó que tomarabromurodepotasio.

Enagosto,AndréiYefímichrecibióunacartadelalcaldeenlaquelerogabaquefueraaverloparatratarunasuntomuyimportante.CuandosepresentóenelAyuntamientoalahora indicada, Andréi Yefímich se encontró allí al comandante de la guarnición, alinspectordelinstitutocomarcal,aunmiembrodelconsejomunicipal,aJóbotovyaotroseñorgruesoyrubioquesepresentócomomédico.Esemédico,deapellidopolacodifícilde pronunciar, vivía a treinta verstas de la ciudad, en una remonta, y sólo estaba en laciudaddepaso.

—Tenemosaquíuninformequelecompete—ledijoelmiembrodelconsejounavezquetodossesaludaronysesentaronalamesa—.YevgueniFedórichdicequeapenashaysitio para la farmacia en el edificio principal y que habría que trasladarla a uno de lospabellones.Evidentemente,esetrasladonoplanteaningunadificultad;lograveesqueenesecasohabríaquearreglarelpabellón.

—Sí,esareparaciónes imprescindible—dijoAndréiYefímichconairepensativo—.Si, por ejemplo, se acondiciona el pabellón de la esquina para farmacia, supongo quehabríaquegastarminimumquinientosrublos.Ungastoimproductivo.

Guardaronsilencioduranteunrato.

—Haceyadiezaños tuveelhonorde informar—prosiguióAndréiYefímichenvozbaja—dequeestehospital,ensuscondicionesactuales,constituyeparalaciudadunlujoquesobrepasasusmedios.Loconstruyeronenlosañoscuarentayenaquelentonceslosmediosnoeranlosmismos.Laciudadgastademasiadoenconstruccionesinnecesariasycargos superfluos. En mi opinión, con todo ese dinero y con otros métodos, podríanmantenersedoshospitalesmodelo.

—¡Bueno,pues introduzcamosotrosmétodos!—dijoconanimaciónelmiembrodelconsejo.

—YahetenidoelhonordeinformardequehabríaquetransferirlosserviciosmédicosalaAdministraciónprovincial.

—Sí,entrégueledineroalaAdministraciónprovincialysequedaráconél—comentóconunasonrisaelmédicorubio.

—Asíocurresiempre—convinoelmiembrodelaasambleaytambiénsonrió.

AndréiYefímichdirigióaldoctorrubiounamiradalánguidayapáticaydijo:

—Hayqueserjustos.

De nuevo callaron. Sirvieron el té. El comandante de la guarnición, presa de unainexplicableturbación,tocóelbrazodeAndréiYefímichporencimadelamesaydijo:

—Noshaolvidadoustedcompletamente,doctor.Laverdadesqueviveustedcomounmonje:no juegaa las cartas,nocorteja a lasmujeres.Seaburreustedcon laspersonascomonosotros.

Todossepusieronahablardeloaburridaqueeralavidaenesaciudadparaunhombredecente.Nohabíateatro,niconciertosyalaúltimaveladaconbailecelebradaenelclubacudieronalrededordeveintedamasysólodoscaballeros.Lajuventud,enlugardebailar,seamontonabajuntoalambigúojugabaalascartas.AndréiYefímich,convozpausadayqueda,sinmiraranadie,empezóadecirqueeraunalástima,unaverdaderalástima,quelos vecinos de la villa gastaran sus energías vitales, su corazón y su inteligencia enpartidas de naipes y en chismorreos, y no supieran ni quisieran ocupar su tiempo enconversaciones interesantes y en lecturas, ni disfrutar de los goces que proporciona lainteligencia.Sólolainteligenciateníainterésymerecíaconsideración,todolodemáseramezquinoyruin.Jóbotov,trasescucharconatenciónasucolega,preguntódepronto:

—AndréiYefímich,¿aquédíaestamos?

Una vez escuchada la respuesta, tanto el médico rubio como él empezaron apreguntarle, con el tonode examinadores conscientes de su incompetencia, en quémesestaban, cuántos días tenía el año y si era verdad que en la sala número seis vivía unprofetanotable.

EnrespuestaalaúltimacuestiónAndréiYefímichseruborizóydijo:

—Sí,estáenfermo,peroesunjovenmuyinteresante.

Yanopreguntaronnadamás.

Mientrasseponíaelabrigoenelrecibidor,elcomandantedelaguarniciónlepusolamanoenelhombroyledijoconunsuspiro:

—¡Paranosotros,losviejos,hallegadoelmomentodedescansar!

Al salir del Ayuntamiento, Andréi Yefímich comprendió que se trataba de unacomisión encargada de evaluar sus facultades mentales. Recordó las preguntas que lehabíanformulado,seruborizóy,sinsaberporqué,sintióporprimeravezensuvidaunaamargapenaporlamedicina.

«Dios mío —pensaba, recordando el modo en que los médicos acababan dereconocerlo—,sihacedosdíasqueestudiaronpsiquiatríaypasaronsusexámenes.¿Cómoesposibleesacrasaignorancia?¡Notienenlamenorideadelamateria!».

Yporprimeravezensuvidasesintióofendidoyfurioso.

Esamisma tardeMijaílAveriánich fue a verlo. Sin saludarlo, el jefe deCorreos seacercóaél,lecogióambasmanosyledijoconvozemocionada:

—Miqueridoamigo,demuéstremequecreeenlasinceridaddemissentimientosymeconsideraamigosuyo…¡MiestimadoAndréiYefímich!—y,sindejarinterveniraldoctorRaguin,prosiguiósuemocionadodiscurso—:Apreciosuculturaysugrandezadealma.Escúcheme, querido amigo. El código deontológico obliga a losmédicos a ocultarle laverdad,peroyoseladirésinrodeos,comoenelejército:¡noestáustedbien!Perdóneme,queridoamigo,peroeslaverdad.Hacetiempoquelaspersonasquelorodeansehandadocuenta.El doctorYevgueni Fedórich acaba de decirme que, por el bien de su salud, esindispensable que descanse usted y se distraiga. ¡Completamente cierto! ¡Estupendo!Estosdíasvoyacogermevacacionesyacambiardeaires. ¡Demuéstremequeesamigomíoyacompáñeme!Marchémonosysacudamosnuestrosviejoshuesos.

—Me siento perfectamente bien—dijo Andréi Yefímich con aire pensativo—. Nopuedomarcharme.Permítamequeledemuestredeotromodomiamistad.

Partiraalgunapartesinrazónalguna,sinlibros,sinDáriushka,sincerveza,yquebrardegolpeun régimendevidadeveinte años: enunprincipioesaproposición leparecióabsurdayfantástica;peroluegorecordólaconversaciónmantenidaenelAyuntamiento,laimpresiónpenosaquehabíaexperimentadoalregresaracasa,ylaideadeabandonarporunatemporadalaciudad,dondepersonasestúpidasletomabanporloco,seleantojógrata.

—Yenconcreto,¿adóndetieneintencióndeir?—preguntó.

—AMoscú, a San Petersburgo, aVarsovia…EnVarsovia pasé los cinco añosmásfelicesdemivida.¡Quéciudadtanmaravillosa!¡Partamos,amigomío!

XIII

Al cabodeuna semana aAndréiYefímich le sugirieronque se tomara undescanso, esdecir,quepidieseelretiro,proposiciónqueélescuchóconindiferencia;unasemanamástardeseencontrabaenuncochedepostas,encompañíadeMijaílAveriánichysedirigíaala estaciónmás cercana. Los días eran frescos, despejados, con cielo azul y horizontesdiáfanos.Cubrieronlasdoscientasverstasdeltrayectoendosjornadasypernoctarondosvecesporelcamino.Cuandoenlasestacionesdepostasleservíantéenvasosmallavadoso tardaban mucho en enganchar los caballos, Mijaíl Averiánich se ponía como unbasilisco,seestremecíadepiesacabezaygritaba:

—¡Acallar!¡Niunapalabra!

YenladiligencianoparabaderelatarsusviajesporelCáucasoyelreinodePolonia.¡Cuántas aventuras, qué encuentros! Hablaba en voz alta y sus ojos desorbitadosexpresaban tanto asombro que habría podido pensarse que mentía. Además, mientrashablaba,echabaelalientoenlacaradeAndréiYefímichysereíaacarcajadasensuoreja.Todoesomolestabaalmédicoyleimpedíapensaryconcentrarse.

Tratandodeeconomizar,compraronbilletesdeterceraysubieronalvagóndelosnofumadores. La mitad de los pasajeros iba correctamente vestida. Mijaíl Averiánich notardó en trabar conocimiento con todo el mundo y, pasando de un asiento a otro,comentabaavocesquenohabríaqueviajarenesaslíneasescandalosas.¡Estafasportodaspartes!Montaracaballoeraotracosa.Recorríascienverstasenunsolodíay tesentíasfrescoyanimoso.YlamalacosechasedebíaaquehabíansecadolospantanosdePinsk.¡En general, había unos desórdenes terribles! Se acaloraba, vociferaba y no dejabaintervenir a nadie. Esa cháchara incesante, acompañada de estruendosas carcajadas ygestoselocuentes,acabóporfatigaraAndréiYefímich.

«¿Quiéndelosdosestáloco?—pensabaconenfado—.¿Yo,quetratodenomolestaralospasajeros,oesteegoístaquesecreemásinteligenteeinteresantequelosdemásyenconsecuencianodejaenpazanadie?».

Unavez enMoscú,MijaílAveriánich sepusounaguerreramilitar sin charreterasyunospantalonesconfranjasrojas.Sepaseabaporlascallescongorramilitarycapote,ylossoldados losaludaban.AndréiYefímich teníaahora la impresióndequeesehombrehabíadilapidadotodaslasbuenascualidadesdecaballeroquehabíaatesoradoenelpasadoysólohabíaconservadolasmalas.Legustabaquelesirvieraninclusocuandoeradetodopuntoinnecesario.Habíaunascerillasencimadelamesayéllasveía,perolegritabaalmozoqueselasdiera;noleimportabapasearseenpañosmenoresdelantedelacamarera;tuteabaatodosloscriadossindistinción,inclusoalosviejos,ycuandoseencolerizabalostildabadememose idiotas.AAndréiYefímich ese comportamiento leparecía señorial,perorepugnante.

Antesquenada,MijaílAveriánichllevóasuamigoaverlaVirgendeIveria[35].Orócon fervor,prosternándoseyvertiendo lágrimas,y,cuando terminó,exhalóunprofundosuspiroycomentó:

—Aunquenoseaunocreyente,sequedacomomástranquilodespuésderezar.Beseelicono,amigomío.

Andréi Yefímich, algo turbado, besó la imagen; Mijaíl Averiánich, por su parte,alargando los labios e inclinando la cabeza, murmuró una oración, y las lágrimasasomaron de nuevo a sus ojos. Luego fueron al Kremlin, contemplaron al rey de loscañonesyalareinadelascampanas[36], lostocaroninclusoconlosdedos,admiraronlavistaqueseabríasobreZamoskvoreche[37],visitaronlacatedraldelSalvadoryelmuseoRumiántsev[38].

Comieron en Testov[39]. Mijaíl Averiánich pasó un buen rato estudiando la carta,mientras se atusaba las patillas, y con aire de gourmet, acostumbrado a sentirse en losrestaurantescomoensupropiacasa,dijo:

—¡Veamosquénossirveustedhoy,amigo!

XIV

Eldoctorpaseaba,miraba,comía,bebía,pero ledominabaunúnicosentimiento:MijaílAveriánich leresultaba insoportable.Teníaganasde librarsedesupresencia,dealejarsedeél,deocultarse,perosuamigoconsiderabaundebernoperderlodevistayprocurarletodaslasdistraccionesposibles.Cuandonohabíanadaquecontemplar,lodistraíaconsucharla.AndréiYefímichaguantódosdías,peroalterceroanuncióasuamigoqueestabaindispuestoyquequeríaquedarsetodoeldíaenlahabitación.Suamigoledijoque,enesecaso,tambiénsequedaríaél.Enrealidad,habíaquedescansar;deotromodonopodríantenerseenpie.AndréiYefímichsetumbóenelsofá,conlacaravueltahaciaelrespaldo,y,apretandolosdientes,escuchócómosuamigoasegurabaconacaloramientoque,tardeotemprano,FranciavenceríainevitablementeaAlemania,queenMoscúhabíamuchísimosgranujasyquenopodíanjuzgarselascualidadesdeuncaballoporsuaspectoexterior.Almédico empezaron a zumbarle los oídos y se le aceleró el latido del corazón, pero pordelicadezanosedecidióapedirleasuamigoquesefueraoquesecallara.Porfortuna,estesecansódeestarencerradoentrecuatroparedesydespuésdelalmuerzosefueadarunpaseo.

Unavezsolo,AndréiYefímichseentregóaesarenovadasensacióndereposo.¡Quéagradableeraestartumbadoenunsofá,sinmoverseyconlaconcienciadeestarsoloenlahabitación! La verdadera felicidad era imposible sin soledad. El ángel caídoprobablementehabíatraicionadoaDiosporqueanhelabalasoledad,desconocidaparalosángeles.AndréiYefímichquisopensarentodoloquehabíavistoyoídoesosúltimosdías,perolaimagendeMijaílAveriánichnoseleibadelacabeza.

«Elcasoesquehapedidounpermisoyhapartidoconmigoporamistad,porgrandezadealma—pensabaelmédicoconenfado—.Nohaynadapeorqueesatutelaamistosa.Enaparienciaesbueno,generoso,divertido,peroenrealidadesaburrido.Insoportablementeaburrido.Igualqueesaspersonasquesólopronuncianfrasesbellasyrazonesinteligentes,peroquedanlaimpresióndeserunosnecios».

Los días siguientesAndréiYefímich se fingió enfermo y no salió de su habitación.Pasaba el tiempo tumbado en el sofá, con la cara vuelta hacia el respaldo, sufriendocuando su amigo venía a distraerlo con su charla o aprovechando su ausencia paradescansar.Seirritabaconsigomismoporhaberemprendidoeseviajeyseenfadabaconsuamigo, que cada día estaba más dicharachero y desenfadado; no conseguía dar a suspensamientosuntonoelevadoyserio.

«EsesarealidaddelaquehablabaIvánDmítrichlaquemeestávenciendo—pensaba,enfadadodesupropiamezquindad—.Noobstante,todoestonosonmásquebobadas…Cuandoregreseacasa,lascosasvolveránasercomoantes…».

YenSanPetersburgosucediólomismo:sepasódíasenterossinsalirdesuhabitación,tumbadoenelsofá,delquesóloselevantabaparabebercerveza.

MijaílAveriánichnoparabadeapremiarloparaquecontinuaranviajehastaVarsovia.

—¿Quévoyahacerallí,amigomío?—decíaAndréiYefímichconvozsuplicante—.¡Vayaustedsoloydejequeregreseacasa!¡Seloruego!

—¡Deningunamanera!—protestabaMijaílAveriánich—.Esunaciudadmaravillosa.¡Enellapaséloscincoañosmásfelicesdemivida!

AndréiYefímichnoteníasuficientefuerzadevoluntadparaperseverarensudecisióny,aunquearegañadientes,partióparaVarsovia.Tampocoallísaliódesuhabitaciónysepasótodoeltiempotumbadoenelsofá,irritándoseconsigomismo,consuamigoyconlos criados, que se negaban obstinadamente a entender el ruso; en cuanto a MijaílAveriánich,fresco,animosoyalegre,comodecostumbre,recorríalaciudaddelamañanaa la noche, buscando a sus viejos conocidos. Pernoctó varias veces fuera del hotel.DespuésdeunanochepasadaDios sabedónde, regresópor lamañana temprano enunestadodegranexcitación,sofocadoyconloscabellosrevueltos.Sepaseólargoratodeunrincónalotrodelapieza,murmurandoalgoentredientes;luegosedetuvoydijo:

—¡Elhonorantetodo!—diounospasosmásporlahabitación,secogiólacabezaconlasmanosyexclamóconacentotrágico—:¡Sí,elhonorantetodo!¡Enmalahorasemeocurrió venir a esta Babilonia! Querido amigo—dijo, dirigiéndose al doctor—, puedeusteddespreciarme.¡Heperdidotodomidineroalascartas!¡Préstemequinientosrublos!

AndréiYefímich contó unos billetes y se los entregó en silencio a su amigo, quien,rojodevergüenzaydeira,pronuncióunjuramentoconfusoeinnecesario,sepusolagorraysalió.Volvióalcabodedoshoras,sedesplomóenunsillón,lanzóunprofundosuspiroydijo:

—¡Hesalvadomihonor!¡Vámonosdeaquí,amigomío!Noquieropasarunminutomásenestamalditaciudad.¡Granujas!¡Espíasaustriacos!

Cuandolosdosamigosregresaronalaciudad,estabanyaennoviembreyunaespesacapadenievecubría lascalles.EldoctorJóbotovocupabalaplazadeAndréiYefímich;vivía en sus antiguas dependencias, en espera de que Andréi Yefímich desalojara elapartamentodelhospital.Lamujerfeaalaquellamabasucocinerasehabíainstaladoyaenunodelospabellones.

Porlaciudadcorríannuevosrumoressobreelhospital.Decíanquelamujerfeahabíadiscutido con el gerente y que este se había arrastrado de rodillas ante ella, pidiéndoleperdón.

AndréiYefímichtuvoquebuscarsealojamientodesdeelmismodíadesullegada.

—Amigomío—le dijo con timidez el jefe deCorreos—, perdone que le haga unapreguntaindiscreta:¿dequémediosdispone?

AndréiYefímichcontóensilenciosudineroydijo:

—Deochentayseisrublos.

—No le pregunto eso—comentó con gran turbación Mijaíl Averiánich, que no lehabíacomprendido—.Lepreguntodequémediosdisponeengeneral.

—Yaselohedicho:deochentayseisrublos…Notengonadamás.

MijaílAveriánichconsiderabaaldoctorunhombrehonradoe íntegro,perode todosmodos le atribuía un capital de almenos veintemil rublos.Ahora, al enterarse de queAndréiYefímicherapobreydequenoteníaconquévivir,rompióallorarsinsaberporquéyabrazóasuamigo.

XV

AndréiYefímichsemudóaunacasitadetresventanas,propiedaddeunamujerllamadaBélova.Lacasitasecomponíadesólotreshabitaciones,ademásdelacocina.Elmédicoocupabadosdeellas,quedabanalacalle;enlaterceraylacocinavivíanDáriushka,ladueña y sus tres hijos. De vez en cuando iba a dormir allí el amante de la mujer, uncampesinoborrachoquealborotabaporlanocheyaterrorizabaalosniñosyaDáriushka.Cuandollegaba,sesentabaenlacocinayexigíavodka;entalesocasiones,apenashabíaespacioparamoverse;elmédico,compadecido,sellevabaasucuartoalosniños,quenoparaban de llorar, y les arreglaba un lecho en el suelo; todo eso le procuraba una gransatisfacción.

Selevantabaa lasocho,comoantes,y,despuésde tomarel té,sesentabaa leersuslibrosyrevistasviejos.Noteníadineroparanuevos.Yafueseporqueloslibroseranviejosoporelcambiodesituación,lociertoesquelalecturayanoleabsorbíacomoantañoylefatigaba.Paranoestarsinhacernada,elaboróuncatálogodetalladodelosvolúmenesypegó una etiqueta en el lomo de cada uno de ellos; esa tareamecánica yminuciosa leparecía más interesante que la lectura. Su monotonía y meticulosidad adormecían suentendimientodeunmodoinexplicable;nopensabaennadayeltiempopasabadeprisa.Hasta encontraba interesante sentarse en la cocina y mondar patatas en compañía deDáriushkao limpiargranosdealforfón.Lossábadosy losdomingos ibaa la iglesia.Sequedaba de pie junto a la pared, con los ojos entornados, escuchando los cantos ypensandoensupadre,ensumadre,enlauniversidad,enlasreligiones;loembargabaunasensacióndeserenidadymelancolía;luego,alsalirdelaiglesia,selamentabadequeeloficiohubieraterminadotanpronto.

Dosveces fue al hospital para ver a IvánDmítrichy charlar con él. Pero en ambasoportunidadesloencontrómuyalteradoyenfadado;lepidióquelodejaraenpaz,pueslasconversacionesvanasloaburríandesdehacíatiempo,yledijoqueacambiodetodossussufrimientossólopedíaaloshombresmalditosymiserablesunarecompensa:lareclusiónsolitaria. ¿Hasta eso iban a negarle? En ambas ocasiones, cuando Andréi Yefímich sedespidióyledeseóbuenasnoches,elotroseenfurecióygritó:

—¡Váyasealdiablo!

AndréiYefímichnosabíasiiraverlounaterceravez.Peroleapetecíamucho.

Antes, después del almuerzo, Andréi Yefímich se paseaba por las habitaciones ymeditaba;ahora,desdeelalmuerzohastaeltédelatarde,sepasabalashorastumbadoenelsofá,conlacaravueltahaciaelrespaldo,ocupadoenconsideracionesmenudasquenolograbaapartardesuimaginacióndeningunadelasmaneras.Ledolíaquedespuésdemásdeveinteañosde serviciono lehubieranconcedidoniunapensiónniunagratificaciónextraordinaria.Ciertoquenohabíasidountrabajadorhonrado,perotodoslosfuncionariossin distinción, ya fueran honrados o no, recibían una pensión. La justicia modernaconsistía precisamente en que los ascensos, las condecoraciones y las pensiones norecompensabanlascualidadesmoralesylasaptitudes,sino,engeneral,eldesempeñodeunasfunciones,sinentrarajuzgarlas.¿Porquédebíaserélunaexcepción?Nolequedabaningún dinero.Le daba vergüenza pasar junto a la tienda ymirar a la dueña.Debía yatreintaydosrublosdecerveza.Tambiéndebíaelalquilera laseñoraBélova.Dáriushkavendía a escondidas prendas viejas y libros, y engañaba a la casera contándole que eldoctoribaarecibirprontomuchodinero.

Sesentíafuriosoconsigomismoporhabergastadoenelviajelosmilrublosquehabíaahorradoalolargodesuvida.¡Québienlehabríanvenidoahora!Leirritabaquelagentenoledejaseenpaz.Jóbotovsecreíaobligadoarendirvisitadevezencuandoasucolegaenfermo. A Andréi Yefímich le repugnaba toda su persona: su rostro saciado, su tonovulgarycondescendiente,elempleodelapalabra«colega»,susbotasaltas.Loquemásledesagradaba era que considerara un deber cuidar de su salud y se imaginara que,efectivamente,loestabacurando.Siemprequelovisitabalellevabaunfrascodebromurodepotasioypastillasderuibarbo.

MijaílAveriánichtambiénconsiderabaundebervisitarydistraerasuamigo.Siempreentrabaconafectadadesenvoltura,estallabaencarcajadasforzadasyleasegurabaqueesedía teníaunaspectoexcelenteyque,graciasaDios, lascosas ibanamejorar,dedondepodíacolegirsequejuzgabadesesperadalasituacióndesuamigo.ComoaúnnolehabíapagadoladeudadeVarsovia,semoríadevergüenzaysesentíaincómodo;poresarazón,tratabadereírseconmásfuerzaydecontarhistoriasmásdivertidas.SusanécdotasysusrelatosparecíanahorainterminablesyeranunsupliciotantoparaAndréiYefímichcomoparaélmismo.

En su presencia, Andréi Yefímich solía tumbarse en el sofá de cara a la pared yescuchabaapretandolosdientes;ensualmaseibanacumulandocapasderesentimiento;despuésdecadavisitadesuamigosentíaqueeseresentimientocrecíayalcanzabacasielniveldesugarganta.

Para ahogar esos sentimientos mezquinos, se apresuraba a pensar que él mismo,Jóbotov y Mijaíl Averiánich habían de morir tarde o temprano, sin dejar siquiera unahuella en la naturaleza. Supongamos que dentro de un millón de años un espírituatravesara el espacio y volara alrededor del globo terrestre: sólo vería barro y rocas

peladas.Todo—laculturaylasleyesmorales—habríadesparecido;nisiquieracreceríalabardana. ¿Qué representaban entonces la vergüenza ante un tendero, el insignificanteJóbotov, la asfixiante amistad de Mijaíl Averiánich? Todo eso eran fruslerías ynimiedades.

Perotalesconsideracionesyanoloayudaban.Apenasseimaginabaelgloboterrestredentro de unmillón de años, cuando detrás de una roca pelada surgía Jóbotov con susbotasaltasoMijaílAveriánichconsurisaforzada;hastaoíasususurroavergonzado:«UndíadeestoslepagaréladeudadeVarsovia,amigomío…Sinfalta».

XVI

Un día,Mijaíl Averiánich llegó después del almuerzo, cuando Andréi Yefímich estabatumbado en el sofá. Y sucedió que en ese momento apareció también Jóbotov con elbromuro de potasio. Andréi Yefímich se incorporó trabajosamente, se sentó y apoyóambasmanosenelasiento.

—Su cara tiene hoy mucho mejor aspecto que ayer, amigo mío —empezó MijaílAveriánich—.¡Estáhechoustedunpimpollo!¡Unpimpollo,palabra!

—Ya es hora de ponerse bien, colega, ya es hora—dijo Jóbotov en medio de unbostezo—.Seguroqueestáustedhartodeestelío.

—¡Ynoscuraremos!—exclamóconalegríaMijaílAveriánich—.¡Aúnviviremoscienaños!¡Yalocreo!

—No sé si cien, pero veinte seguro que sí—dijo a modo de consuelo Jóbotov—.Vamos,vamos,colega,nosedesanime…¡Dejedeembrollarloustedtodo!

—¡Aún daremos que hablar!—comentóMijaíl Averiánich, riéndose a carcajadas ydándole una palmada a su amigo en la rodilla—. ¡Demostraremos quiénes somos! Elveranoqueviene, siDiosquiere, nosvamos alCáucasoynos lo recorremos a caballo.¡Hop, hop, hop!Y cuandovolvamos, tal vez tengamosque celebrar unaboda—enesepuntoMijaílAveriánichhizounguiñomalicioso—.Locasaremos,queridoamigo…Locasaremos…

AndréiYefímichsintiódeprontoquelascapasderesentimientollegabanalniveldesugarganta.Ellatidodesucorazónsedesbocó.

—¡Esto es indignante! —dijo, levantándose con brusquedad y acercándose a laventana—.¿Esquenocomprendenqueestándiciendovulgaridades?—quisocontinuarenuntonomáscortésycomedidopero,asupesar,apretódeprontolospuñosyloslevantóporencimadelacabeza—.¡Déjenmeenpaz!—gritóconlavozdemudada,enrojeciendoy temblandodepiesacabeza—. ¡Fuera! ¡Fuera losdos, losdos!—MijaílAveriánichyJóbotovsepusieronenpieylocontemplaronprimeroconperplejidadyluego,conterror—. ¡Fuera los dos! —siguió gritando Andréi Yefímich—. ¡Idiotas! ¡Estúpidos! ¡Nonecesito tuamistadni tus remedios, idiota! ¡Québajeza! ¡Quéasco!—JóbotovyMijaíl

Averiánich,intercambiandomiradasdeestupor,retrocedieronhastalapuertaysalieronalzaguán.AndréiYefímichcogióel frascodebromurodepotasioy lo lanzó trasellos;elfrasco se rompió con estrépito en el umbral—. ¡Váyanse al diablo! —gritó con vozllorosa,precipitándoseenelzaguán—.¡Aldiablo!—cuandolosinvitadossemarcharon,AndréiYefímich, temblando como en un acceso de fiebre, se tumbó en el sofá y pasólargoratorepitiendo—:¡Idiotas!¡Estúpidos!

Unavezquesetranquilizó,loprimeroquelevinoalacabezafuequeelpobreMijaílAveriánichdebíadeestarterriblementeavergonzadoyapesadumbrado,yquetodoesoeraespantoso. Jamás le había sucedido nada parecido. ¿Dónde estaban su inteligencia y sutacto?¿Dóndelacomprensióndelosfenómenosylaimpasibilidadfilosófica?

Abrumadodevergüenzaydedespechocontrasímismo,eldoctornopudopegarojoentodalanoche;porlamañana,aesodelasdiez,sedirigióalaestafetadeCorreosylepidióperdónaMijaílAveriánich.

—Olvidemos lo ocurrido —dijo Mijaíl Averiánich con un suspiro y, visiblementeemocionado,lediounfuerteapretóndemanos—.Quienrecuerdeelpasado,quepierdaunojo. ¡Liubavkin!—gritódeprontocon tantavehemenciaque todos losempleadosy losclientes se estremecieron—.Trae una silla. ¡Y tú espera!—le gritó a unamujer que letendía una carta certificada a través de las rejas—. ¿Esquenoves que estoyocupado?Olvidemos lo pasado —prosiguió con delicadeza, dirigiéndose a Andréi Yefímich—.Siéntese,amigomío,seloruego—duranteunratoseacariciólasrodillasensilencioyacontinuacióndijo—:Nisiquierasemehabíapasadoporlacabezaofenderme.Anadieleagradaestarenfermo,loentiendo.Suataquedeayernosasustómuchoaldoctoryamí,yestuvimosunbuenratohablandodeusted.Queridoamigo,¿porquénoquieretomarseenserio su enfermedad? ¿Leparece a ustedbien?Perdoneque, comoamigo, le hable contotal franqueza —susurró Mijaíl Averiánich—, pero vive usted en unas condicioneslamentables:apreturas,suciedad,nadiequecuidedeusted,faltademediosparacurarse…Miqueridoamigo,eldoctoryyo lerogamosde todocorazónquesiganuestroconsejo:¡ingrese en el hospital! Allí recibirá una buena alimentación, cuidados, tratamiento.Yevgueni Fedórich, aunque es un hombre de mauvais ton, dicho sea entre nosotros,conocesuoficioysepuedeconfiarplenamenteenél.Mehadadosupalabradeocuparsedeusted.

AndréiYefímichsequedóconmovidoporesasincerapreocupaciónyporlaslágrimasquebrillarondeprontoenlasmejillasdeljefedeCorreos.

—¡Estimadoamigo,nolescrea!—susurró,llevándoselamanoalcorazón—.¡Esunengaño!Mienfermedadconsisteúnicamenteenqueenveinteañossóloheencontradounhombreinteligenteentodalaciudadyesehombreestáloco.Nohayningunaenfermedad,simplementehecaídoenuncírculoviciosodelquenopuedosalir.Medatodoigual,estoydispuestoatodo.

—Ingreseenelhospital,amigomío.

—Medaigual,comosiquierenmetermeenunhoyo.

—Demesupalabra,queridoamigo,dequeobedeceráentodoaYevgueniFedórich.

—Seladoy,siustedquiere.Perolerepito,estimadoMijaílAveriánich,quehecaídoen un círculo vicioso. En estosmomentos todo lo queme rodea, hasta la comprensiónsincera demis amigos, conduce a un único fin:mi perdición.Estoy perdido y tengo elvalordereconocerlo.

—Securaráusted,queridoamigo.

—¿Paraquéhablar?—dijoAndréiYefímichconirritación—.Sonpocosloshombresque al final de su vida no experimentan lo que yo siento ahora. Cuando a usted lecomuniquen,porejemplo,quetieneunaafecciónenlosriñonesyelcorazóndilatado,ysepongaentratamiento,ocuandoledeclarenlocooculpabledealgúndelito;endefinitiva,cuandolagentedeprontolepresteatención,sedarácuentadequehacaídoenuncírculoviciosodelqueyanopuedesalir.Cuantomástratedeescapar,másseextraviará.Ríndase,porqueningunafuerzahumanalosalvará.Esaesmiopinión.

Entre tanto, el público se agolpaba ante la ventanilla. Andréi Yefímich, para nomolestar,sepusoenpieyempezóadespedirse.MijaílAveriánichvolvióapedirlequeledierasupalabradehonoryloacompañóhastalapuertadesalida.

Esemismodía,aúltimahorade la tarde,Jóbotovsepresentó inopinadamenteensucasa, vestido con su chaquetón de piel y sus botas altas, y le dijo, como si no hubierasucedidonadaeldíaanterior:

—Vengoaverloporunasunto,colega.Quierohacerleunaproposición.¿Leimportaríaasistirconmigoaunaconsultamédica?

PensandoqueJóbotovqueríadistraerloconunpaseoo,enefecto,darlelaoportunidaddeganaralgúndinero,AndréiYefímichsevisitóysalióconélalacalle.Sealegrabadepoder repararelentuertode lavísperayhacer laspacesconJóbotov;enel fondodesualma, le agradecíaqueni siquierahubieramencionadoel incidenteyque, alparecer, lohubieseperdonado.Nohabíaesperadotantadelicadezadeesehombreinculto.

—¿Dóndeestáelenfermo?—preguntóAndréiYefímich.

—Enelhospital.Hacetiempoquequeríaenseñárselo…Esuncasointeresantísimo.

Entraron en el patio del hospital, rodearon el edifico principal y se dirigieron alpabellón de los locos. Sin saber por qué, hicieron todo el camino en silencio. Cuandoentraron,Nikitasepusoenpiedeunsaltoysecuadró,comodecostumbre.

—Hayaquíunenfermoconunacomplicaciónpulmonar—dijoJóbotovamediavoz,entrandoenlasalaconAndréiYefímich—.Espereustedaquí,vuelvoenseguida.Voyporelestetoscopio.

Ysalió.

XVII

Caíaya lanoche. IvánDmítrich estaba tumbadoen su cama, con la carahundida en laalmohada;elparalítico,inmóvil,llorabaensilencioyremovíaloslabios.Elmujikgordoyelantiguoclasificadordecartasdormían.Noseoíaniunruido.

AndréiYefímich se sentó en la cama de IvánDmítrich y siguió esperando. Pero alcabodemediahoraenlugardeJóbotoventróenlasalaNikita,llevandobajoelbrazounabata,ropainterioryunaszapatillas.

—Hagaelfavordecambiarse,excelencia—dijoenvozbaja—.Esaessucama,ladeallí—añadió, señalandoun lechovacíoquesindudahabían traídopocoantes—.Nosepreocupe;siDiosquiere,securará.

AndréiYefímichlocomprendiótodo.Sinpronunciarpalabra,seaproximóalacamaque le había indicado Nikita y se sentó; viendo que este seguía de pie, esperando, sedesnudóporcompleto,apesardelavergüenzaquesentía.Luegosepusolasprendasdelhospital;loscalzoneserandemasiadocortos;lacamisa,demasiadolarga,ylabataolíaapescadoahumado.

—SiDiosquiere,securará—repitióNikita.

CogiólaropadeAndréiYefímichysalió,cerrandolapuertatrasél.

«Da lomismo…—pensabaAndréiYefímich, envolviéndoseen labataconpudorysintiendoqueconsunuevotrajeparecíaunpresidiario—.Dalomismo…Pocoimportallevarfrac,uniformeoestabata…».

Pero ¿y el reloj? ¿Yel cuadernodenotas que llevaba enunbolsillo lateral? ¿Y loscigarrillos?¿Adóndesehabía llevadoNikitasu traje?Probablemente,hastaeldíadesumuerte, ya no tendría ocasión de volver a ponerse pantalones, chaleco y botas. En unprimermomento todo eso parecía extraño y hasta incomprensible. Incluso ahora estabaconvencidoqueentrelacasadelaseñoraBélovaylasalanúmeroseisnohabíaningunadiferencia,dequetodoenestemundoeraabsurdo,vanidaddevanidades;sinembargo,lasmanosletemblaban,teníalospiesheladosyleaterrorizabapensarqueIvánDmítrichsedespertaríadeunmomentoaotroyloveríavestidoconesabata.Selevantó,dioalgunospasosyvolvióasentarse.

Asíestuvomediahora,unahora,sintiendoquesemoríadeaburrimiento.¿Acasoeraposible pasar allí un día, una semana e incluso años, como esas personas? Se habíasentado,habíadadoalgunospasosyhabíavueltoasentarse;podíaacercarsealaventanayecharunvistazo,pasearsedenuevodeunrincónaotro.¿Yluegoqué?¿Quedarsesentadotodoeltiempocomounaestatuaymeditar?No,nolocreíaposible.

AndréiYefímichse tumbó,perose levantóenseguida, seenjugóel sudor fríode la

frenteconlamangaysintióquetodasucaraseimpregnabadeolorapescadoahumado.Denuevosepusoadarvueltas.

—Esunmalentendido—dijo,abriendolosbrazosconperplejidad—.Hayqueaclararquesetratadeunmalentendido…

Enesemomento IvánDmítrich sedespertó.Se sentóy apoyó la cara en lospuños.Escupió. Luego dirigió una mirada desganada al doctor; en un principio tardó encomprender,peroluegosucarasoñolientaadoptóunaexpresiónmalignayburlona.

—¡Vaya,conquetambiénaustedlohanencerradoaquí,querido!—dijoconvozroncadesueño,guiñandounojo—.Mealegromucho.Antesleschupabaustedlasangrealosdemásyahoraselachuparánausted.¡Estupendo!

—Es unmalentendido…—dijo Andréi Yefímich, asustado de las palabras de IvánDmítrich;seencogiódehombrosyrepitió—:unmalentendido…

IvánDmítrichescupiódenuevoysetumbó.

—¡Maldita existencia! —farfulló—. Lo más amargo y ofensivo es que la vida noterminaconunarecompensaporlossufrimientospadecidosniconunaapoteosis,comoenlaópera,sinoconlamuerte;vendránlosceladores,cogeránelcadáverporlospiesyporlas manos y lo llevarán al sótano. ¡Brrr! Bueno, da igual… En el otro mundo nosresarciremos…Yo volveré desde allí en forma de espectro y asustaré a estos canallas.Haréqueselesponganblancosloscabellos.

Moiseikavolvióy,alveraldoctor,letendiólamano.

—¡Demeunkopek!—dijo.

XVIII

AndréiYefímichseacercóalaventanaycontemplóelcampo.Yahabíacaídolanocheyenelhorizonte,aladerecha,surgíaunalunafríayempurpurada.Nolejosdelavalladelhospital,aunosciensazhens[40]comomucho,sealzabaunedificioaltoyblanco,rodeadodeunmurodepiedra.Eralacárcel.

«Ahítieneslarealidad»,pensóAndréiYefímich,yelespantoseapoderódeél.

Laluna,lacárcel,losclavosdelavallaylallamalejanadeunquemaderodehuesosdabanmiedo.Oyóunsuspiroasuespalda.Sediolavueltayvioaunhombreconelpechorecubiertodebrillantesestrellasycondecoraciones,quesonreíayguiñabaunojoconairemalicioso.Tambiénesolepareciópavoroso.

AndréiYefímichtratabadeconvencersedequelaLunaylacárcelnoteníannadadeparticular,dequetambiénlaspersonascuerdasllevabancondecoracionesydequeconeltiempo todo se pudriría y se convertiría en barro, pero de pronto la desesperación lodominó, aferró los barrotes con ambas manos y los sacudió con todas sus fuerzas. Lasólidarejanocedió.

Luego,paramitigarsumiedo,seacercóalacamadeIvánDmítrichysesentó.

—Estoydesanimado,queridoamigo—farfulló,temblandoyenjugándoseelsudorfrío—.Desanimado.

—Puesconsuélesefilosofando—comentóconsarcasmoIvánDmítrich.

—Diosmío,Diosmío…Sí,sí…UsteddijoenciertaocasiónquenohayfilosofíaenRusia,peroquetodoelmundofilosofa,hastalachusma.Peroquelachusmafilosofenohacedañoanadie—dijoAndréiYefímich,ysuvozsonabacomosiestuvieraapuntodeecharseallorarytrataradedespertarlacompasiónajena—.¿Aquéviene,queridoamigo,esa risa malévola? ¿Y por qué la chusma no va a filosofar si está insatisfecha? ¡A unhombre inteligente, instruido, orgulloso, independiente, hecho a imageny semejanzadeDios,nolequedaotrasalidaquehacersemédicoenunvillorriosucioyestúpidoypasarsetodalavidaentreventosas,sanguijuelasycataplasmas!¡Charlatanería,estrechezdemiras,trivialidad!¡Ah,Diosmío!

—No dice usted más que sandeces. Si la medicina le disgustaba, haberse hechoministro.

—No se puede llegar a nada, a nada. Somos débiles, amigo… Yo era un hombreimpasible, razonabaconsensatezybuen juicio,perohabastadoel rudo rocede lavidapara hacerme perder el ánimo… para caer postrado… Somos débiles, unos pobresdiablos… Y usted también, amigo mío. Es usted inteligente, generoso, ha mamadoimpulsosnoblescon la lechedesumadre,peroapenasempezóavivir se fatigóycayóenfermo…¡Somosdébiles,débiles!

Ademásdelmiedoydel sentimientodeofensa,unasuertedeobsesiónangustiabaaAndréiYefímich desde la caída de la tarde. Finalmente comprendió que tenía ganas detomarseunacervezaydefumarseuncigarrillo.

—Voy a salir, amigo mío—dijo—. Diré que den la luz…Así no puedo…Me esimposible…

Andréi Yefímich se acercó a la puerta y la abrió, pero en ese momento Nikita seincorporódeunsaltoylecerróelpaso.

—¿Adóndeva?¡Estáprohibido,prohibido!—dijo—.¡Eshoradedormir!

—Pero¡sóloquierosalirunmomento,darunavueltaporelpatio!—explicóAndréiYefímichconperplejidad.

—Imposible,imposible,estáprohibido.Ustedmismolosabe.

Nikitalecerrólapuertaenlasnaricesyseapoyóenellaporfuera.

—Pero ¿a quién puede importarle que salga de aquí?—preguntóAndréi Yefímich,encogiéndose de hombros—. ¡No lo entiendo! ¡Nikita, tengo que salir!—dijo con voztemblorosa—.¡Lonecesito!

—¡Nocausedesórdenes,noestábien!—dijoNikitaentonosentencioso.

—¿Quédiablosesesto?—gritódeprontoIvánDmítrich,poniéndoseenpie—.¿Quéledaderechoanodejarnossalir?¿Cómoseatrevenatenernosaquíencerrados?¡Laleydiceclaramente,sinorecuerdomal,quenosepuedeprivaranadiedelibertadsinjuicioprevio!¡Estoesunatropello!¡Unaarbitrariedad!

—¡Eso es, una arbitrariedad!—dijoAndréiYefímich, alentado por el grito de IvánDmítrich—. ¡Necesito salir, es indispensable! ¡No tiene ningún derecho! ¡Te estoydiciendoqueabras!

—¿Looyes,borrico?—gritóIvánDmítrich,descargandounpuñetazoenlapuerta—.¡Abreoechoabajolapuerta!¡Matarife!

—¡Abre!—gritóAndréiYefímich,temblandodepiesacabeza—.¡Teloexijo!

—¡Repítelo!—respondióNikitadesdeelotroladodelapuerta—.¡Repítelo!

—¡Almenos ve a llamar aYevgueni Fedórich!Dile que le ruego que venga… ¡uninstante!

—Yavendrámañanasinnecesidaddeavisarlo.

—¡No nos soltarán nunca!—continuaba entre tanto IvánDmítrich—. ¡Dejarán quenospudramosaquí!Ah,Señor,¿esposiblequenohayainfiernoenelotromundoyestoscanallasquedensincastigo?¿Dóndeestálajusticia?¡Abre,miserable,quemeahogo!—gritóconvozronca,lanzándosecontralapuerta—.¡Meromperélacabeza!¡Asesinos!

De pronto,Nikita abrió la puerta y empujó aAndréiYefímich brutalmente, con lasmanosyconlarodilla;luegollevóelbrazohaciaatrásylepropinóunpuñetazoenlacara.AndréiYefímichtuvolaimpresióndequeunaenormeolasaladasedesplomabasobresucabeza y lo arrastraba hasta la cama; en realidad, tenía un sabor a sal en la boca:probablementelesangrabanlasencías.Agitólosbrazoscomositrataradesalirafloteyseaferróalacama,peroenesemomentosintióqueNikitadescargabadosgolpessobresuespalda.

IvánDmítrichprofirióunalarido.Seguramentetambiénleestabanpegando.

Luegotodoquedóensilencio.Lalíquidaclaridaddelalunapenetrabaatravésdelosbarrotes proyectando en el suelo una sombra semejante a una red.Dabamiedo.AndréiYefímich se tumbó y contuvo la respiración; esperaba aterrorizado que volvieran agolpearlo.Eracomosialguienhubieracogidounahoz,selahubieraclavadoenelcuerpoylahubieraretorcidovariasvecesensupechoyensusentrañas.Mordiólaalmohadadedoloryapretólosdientes;derepente,enmediodeesecaos,seabriópasoensucabeza,con toda nitidez, una idea terrible, insoportable: aquellos hombres, que ahora parecíansombrasnegrasalaluzdelaluna,habíanpadecidoesemismodolorduranteaños,díatrasdía.¿Cómoeraposiblequea lo largodemásdeveinteañosnohubiera sabidonadani

hubiera querido saberlo? No tenía idea de lo que era el dolor, lo desconocía; enconsecuencia,noeraculpable,perolaconciencia,nomenosrudaeintratablequeNikita,lodejóheladodelacabezaalospies.Pegóunsalto,quisogritarcontodassusfuerzasysalircorriendoparamataraNikita,aJóbotov,algerenteyalpracticante,ydespuésacabarconsigomismo,perodesupechonosalióningúnsonidoysuspiernasnoloobedecieron;con la respiración jadeante, se arrancó la bata y la camisa del pecho, las desgarró y acontinuacióncayósobrelacamasinconocimiento.

XIX

Alamañanasiguienteledolíalacabeza,lezumbabanlosoídosysentíamalestarentodoel cuerpo.El recuerdode supusilanimidadde lavísperano le avergonzaba.Había sidocobarde,sehabíaasustadohastadelaLuna,habíaexpresadoconsinceridadsentimientosy pensamientos que jamás había sospechado que existiesen en él. Por ejemplo, lainsatisfaccióndelachusmafilosofante.Peroahoraledabatodoigual.

Nocomía,nobebía,yacíainmóvilyguardabasilencio.

«Me da todo lo mismo—pensaba cuando le hacían alguna pregunta—. No voy aresponder…Medatodolomismo».

DespuésdelalmuerzovinoMijaílAveriánichyletrajouncuartodetéyunalibrademermelada.Dáriushka también fueaverloysequedódepieunahoraentera juntoa lacama,conunaexpresiónausentedepena.TambiénaparecióeldoctorJóbotov.TrajounfrascodebromurodepotasioyordenóaNikitaquefumigaralasalaconalgúnproducto.

AndréiYefímichmurióporlatardedeunataquedeapoplejía.Enunprincipiosintiónáuseas y unos escalofríos tremendos; algo repugnante parecía extenderse por todo sucuerpo,hasta lodedos, subiéndoledelestómagoa lacabezae inundandosusojosysusoídos.Empezóaverlotodoverde.AndréiYefímichcomprendióqueelfinestabapróximoyseacordódequeIvánDmítrich,MijaílAveriánichymillonesdepersonascreíanenlainmortalidad.¿Ysienverdadexistía?Peronoteníaningúnansiadeinmortalidadysólopensóenellaun instante.Unamanadadeciervosextraordinariamentegrácilesybellos,sobrelosquehabíaestadoleyendoeldíaanterior,pasójuntoaél;luegounacampesinaletendió una carta certificada…Mijaíl Averiánich dijo algo. Después todo desapareció yAndréiYefímichsedurmióparasiempre.

Llegaronunosceladores,locogieronporlosbrazosyporlaspiernasyselollevaronala capilla.Quedó allí tendido sobre unamesa, con los ojos abiertos, iluminado durantetoda la noche por la luz de la luna. Por la mañana llegó Serguéi Sergueich, rezó condevocióndelantedelcrucifijoycerrólosojosdesuantiguojefe.

Al día siguiente lo enterraron. Al sepelio sólo acudieron Mijaíl Averiánich yDáriushka.

Relatodeundesconocido

(1893)

I

Por razones que no vienen al caso explicar ahora con detalle, tuve que emplearme decriadoencasadeunfuncionariopetersburguésdetreintaycincoañosllamadoGueorguiIvánichOrlov.

Había entrado al servicio de ese Orlov para recabar informaciones sobre su padre,famoso hombre de Estado a quien consideraba un importante enemigo de mi causa.Considerabaque,alvivirencasadesuhijo,podríaconocerenprofundidadlosplaneseintenciones del padre, gracias a las conversaciones que escuchase y los papeles y notasqueencontrasesobrelamesa.

Por lo común, a esode lasoncede lamañana sonaba la campanilla eléctrica enmicuarto,anunciándomequeelseñorsehabíadespertado.Cuandoentrabaensudormitorio,coneltrajecepilladoylasbotaslimpias,GueorguiIvánichestabasentadoenlacama,sinmoverse,noadormilado,sinomásbienextenuadoporelsueño,conlamiradafijaenunpunto,sinmanifestarningunasatisfacciónporelhechodehabersedespertado.Loayudabaavestirseyélsesometíademalaganayensilencioamiscuidados,comosinoreparaseenmipresencia; luego, con la cabezamojadayoliendoaaguadecolonia, sedirigía alcomedor para desayunar. Se sentaba a la mesa, bebía el café y hojeaba el periódico,mientras ladoncellaPoliayyonosquedábamos respetuosamente junto a la puertay lomirábamos.Dosadultosdebíancontemplarconlamayoratencióncómountercerobebíauna taza de café y mordisqueaba una tostada. Una situación probablemente ridícula yabsurda, pero yo no consideraba humillante quedarme junto a la puerta, aunque era unhombretannobleeinstruidocomoOrlov.

Poraquelentoncesestabaincubandolatuberculosisyquizáalgunaotracosatodavíamásgrave.Nosésifuebajolainfluenciadelaenfermedadodeminuevaconcepcióndelmundo,delaqueaúnnoeraconsciente,perocadadíaquepasabaseapoderabamásdemíun ansia apasionada y vehemente de una vida normal y corriente. Deseaba sosiegoespiritual,salud,airepuro,buenaalimentación.Meestabaconvirtiendoenunsoñadory,comotodoslossoñadores,nosabíaloquedeverdadnecesitaba.Tanprontomeentrabanganas de recluirme en un monasterio y pasar jornadas enteras sentado delante delventanuco,mirando los árbolesy los campos, comome imaginabaque compraba cincohectáreas de tierra y vivía como un hacendado, o me prometía a mí mismo que mededicaríaalacienciaymeconvertiríaencatedráticodealgunauniversidaddeprovincias.Siendotenientedelamarinaretirado,rememorabaelmar,nuestraescuadraylacorbetaenlaquedilavueltaalmundo.MeapetecíaprobarunavezmásesesentimientoinefablequeseexperimentacuandosepaseaporunaselvatropicalocuandosecontemplalapuestadesolenelgolfodeBengala,embargadodeentusiasmoyalmismotiempodenostalgiadelapatria.Soñaba conmontañas, conmujeres, conmúsica, y llenode curiosidad, comounniño,escrutabalosrostrosyprestabaoídosalasvoces.Deesemodo,mientrasesperabajunto a la puerta, contemplando cómoOrlov se tomaba el café, nome sentía como un

criado, sino como un hombre a quien todo le interesa en el mundo, incluso aquelindividuo.

Orlovteníaunafisonomíamuypetersburguesa:hombrosestrechos,cinturaalta,sieneshundidas,ojosdecolorindefinidoypelo,barbaybigoteralosydescoloridos.Surostro,acicalado,marchitoydesagradable,resultabaespecialmenterepulsivocuandosequedabapensativoodormía.No sé si vieneal casodescribiruna fisonomía tannormal, cuando,además, San Petersburgo no es España y el aspecto de los hombres no reviste mayorimportancia,ni siquieraencuestionesamorosas;únicamente seexigebuenapresenciaaloscriadosyloscocheros.SólohealudidoalrostroyloscabellosdeOrlovporquehabíaun rasgo de su personalidad digno demención: cuando cogía un periódico o un libro,cualquiera que fuese, o se encontraba con alguien, quienquiera que fuese, sus ojosempezabanasonreírirónicamenteytodosurostroadquiríaunaexpresióndeburlasutil,exentademalignidad.Antesdeleeroescucharalgo,teníayapreparadalaironía,comoelsalvaje el escudo. Era una ironía rancia, un viejo rasgo de carácter, y en los últimostiemposaflorabaenel rostrosinparticipaciónalgunade lavoluntad,másbiencomounreflejo.Peroyanosocuparemosdeesacuestiónmásadelante.

PocodespuésdelmediodíaOrlovcogía sucartera llenadepapelesy, sinabandonaresaexpresión irónica, semarchabaa laoficina.Comía fueray regresabadespuésde lasocho. Yo encendía la lámpara y las velas de su despacho y él se sentaba en el sillón,estirabalaspiernassobreunasillay,arrellanadodeesemodo,seponíaaleer.Casiadiariotraíalibrosnuevos,oselosenviabandealgunatienda;hastaenlosrinconesdemicuartoydebajodelacamaseacumulabanmontonesdelibrosentresidiomas,sincontarelruso,ya leídos y desechados. Leía a una velocidad extraordinaria. Hay un refrán que dice:«Dime lo que lees y te diré quién eres». Puede que sea cierto, pero era de todo puntoimposiblejuzgaraOrlovporloslibrosqueleía.Anadalehacíaascos:filosofía,novelasfrancesas, economía política, estudios financieros, poetas nuevos y las edicionesPosrednik[41];ytodololeíaconidénticaprestezayesaexpresiónirónicaenlosojos.

Despuésdelasdiezsearreglabaconesmero,seponíaporlocomúnunfracymuyraravez su uniforme de gentilhombre de cámara, salía de casa y no regresaba hasta elamanecer.

Vivíamos en paz y buena armonía, sin que se produjera entre nosotros ningúnmalentendido.Porlogeneral,nosepercatabademipresenciay,cuandohablabaconmigo,su rostronomostrabaesaexpresión irónica:eraevidentequenomeconsiderabaunserhumano.

Sólounavezlovienfadado.Undía—sucedióunasemanadespuésdehaberentradoasuservicio—regresódeunágapeaesodelasnueve;ensurostrohabíaunaexpresióndefatigaymalhumor.Cuandoloseguíaldespachoparaencenderlasvelas,medijo:

—Lashabitacionesapestan.

—Pueslasheventilado—repuse.

—Tedigoqueapestan—repitióenfadado.

—Abrolasventanastodoslosdías.

—¡Nomecontradigas,idiota!—gritó.

Ofendido,quiserebatirle,yDiossabecómohabríaacabadotodoaquellosiPolia,queconocíaalseñormejorqueyo,nosehubieraentrometido.

—¡La verdad es que huele mal! —dijo, arqueando las cejas—. ¿Qué puede ser?Stepán,abrelasventanasdelasaladeestaryenciendelachimenea.

Sindejardelanzarexclamaciones,fuerecorriendounatrasotratodaslashabitaciones,acompañadadel frufrúdesu faldaydel silbidodeunpulverizador.Orlov,por suparte,seguíademalhumoryeraevidentequehacíaesfuerzosparanoestallar;porúltimo,acabósentándoseysepusoagarrapatearunacarta.Despuésdeescribirunosrenglones,soltóunbufidoderabia,rompiólacartaysepusoaescribirotra.

—¡Que el diablo se los lleve! —farfulló—. ¡Quieren que tenga una memoriamonstruosa!—finalmente,acabólacarta,sepusoenpieydijo,dirigiéndoseamí—:Veala calleZnámenskaiay entregaesta carta aZinaídaFiódorovnaKrasnóvskaia enpropiamano. Pero antes pregúntale al portero si ha regresado su marido, es decir, el señorKrasnovski.Sihavuelto,noentregueslacartayregresaaquí.¡Espera!Encasodequeellatepreguntesihayalguienenmicasa,dilequedesdelasochomeacompañandosseñoresqueestánocupadosescribiendounospapeles.

FuialacalleZnámenskaia.ElporteromedijoqueelseñorKrasnovskiaúnnohabíaregresado, así que subí a la tercera planta.Me abrió la puerta un criado alto, gordo yatezado, con patillas negras, que me preguntó qué quería con ese tono desganado,indolenteygroseroqueloscriadossereservanparahablarconsusiguales.Antesdequetuviera tiempo de responder, una señora vestida de negro salió rauda al recibidor ymemiróconlosojosentornados.

—¿EstáencasaZinaídaFiódorovna?—pregunté.

—Soyyo—dijolaseñora.

—TraigounacartadeGueorguiIvánich.

Lamujerabriólacartaconimpaciencia,lacogióconambasmanosysepusoaleerla,mostrándome sus anillos de brillantes. Observé su rostro blanco de líneas suaves, elmentónprominenteylaslargaspestañasoscuras.Ajuzgarporsuaspecto,notendríamásdeveinticincoaños.

—Salúdeloydelelasgracias—dijo,cuandoacabólalectura—.¿Hayalguienencasade Gueorgui Ivánich? —preguntó con voz dulce y expresión alegre, como si seavergonzaradesudesconfianza.

—Dosseñoresqueestánescribiendounospapeles—respondíyo.

—Salúdeloydelelasgracias—repitióyseretiróensilencio,inclinandoaunladolacabezayleyendodenuevolacarta.

Enaquellaépocatratabaapocasmujeresyesaseñora,alaquevidemaneratanfugaz,me impresionó. Mientras desandaba el camino, rememoraba su rostro, el olor de sudelicado perfume, yme perdía en ensoñaciones.Cuando llegué,Orlov ya no estaba encasa.

II

Asípues,elseñoryyovivíamosenpazybuenaarmonía,aunqueeseelementoimpuroyofensivo que tanto temía encontrar cuando inicié mi servicio de criado se ponía demanifiestoysedejabasentiradiario.ConPolia,encambio,nomellevababien.Eraunacriaturabiennutridaymimada,queadorabaaOrlovporqueeraelamoymedespreciabaamíporqueeraelcriado.Esposiblequedesdeelpuntodevistadeunlacayoouncocinerode verdad fuera una mujer fascinante: mejillas rubicundas, nariz respingona, ojosprovocativos y formas generosas, rayanas ya en la gordura. Se empolvaba la cara, sepintaba las cejas y los labios, llevaba el corsé muy apretado y lucía miriñaque y unapulserademonedas.Teníaunosandaresmenudosysaltarines,y,aldesplazarse,movíaloshombrosylascaderas,o,comosedice,secontoneaba.Elfrufrúdesusenaguas,elcrujidodelcorsé,eltintineodelbrazaleteyeseolorvulgaralápizdelabios,esenciasyperfumesrobados al amo despertaban en mí, cuando recogíamos juntos las habitaciones por lamañana,lasensacióndequeestábamoscometiendoalgunaabominación.

Yafueraporquenoparticiparaensusrobos,porquenomanifestaraelmenordeseodeconvertirmeensuamante,algoqueprobablementelaofendía,oporquehubieraolfateadodealgúnmodomiverdaderacondición,elcasoesquemecogiómaníadesdeelprincipio.Mi torpeza, mi aspecto nada lacayuno y mi enfermedad le parecían lamentables ydespertabanenellaunsentimientodeasco.Losfuertesaccesosdetosquesufríaentoncesleimpedíandormir,yaquemihabitaciónylasuyasóloestabanseparadasporuntabiquedemadera,ycadamañanamedecía:

—Estanochetampocomehasdejadopegarojo.Enlugardevivirencasadeunseñor,deberíasingresarenunhospital.

Estabatanprofundamenteconvencidadequeyonoeraunserhumano,sinoalgomuyinferior a ella,que, como lasmatronas romanas,queno seavergonzabandebañarseenpresenciadesusesclavos,avecesnollevabapuestamásquelacamisacuandoyoestabadelante.

Undía, durante la comida (cadadía nos enviaban sopay asadodesdeuna taberna),estandodebuenhumoryconánimosoñador,lepregunté:

—¿CreeustedenDios,Polia?

—¡Cómono!

—¿Esposiblequecreausted—continuéyo—enquevendráelJuicioFinalyenquetendremosqueresponderanteDiosdenuestrasmalasobras?

Portodarespuesta,hizounamuecadesdeñosa;enesaocasión,cuandocontemplésusojosfríosysaciados,comprendíqueesacriatura,tanfirmeensusjuiciosyconvicciones,no teníaDios, ni conciencia, ni leyes, y que, sime encontraba en la tesitura dematar,incendiarorobar,nopodríaencontrarmejorcómplicequeella,siemprequelepagara.

Comoaquelambientemeresultabaajenoy,además,noestabahabituadoaltuteoniamentiracadamomento(afirmarqueelseñornoestabaencasacuandoestaba),laprimerasemanaquepaséalserviciodeOrlovnomeresultónadafácil.Conelfracdelacayomesentíacomosillevaraunaarmadura.Peroluegomehabitué.Comouncriadodeverdad,servía la mesa, arreglaba las habitaciones e iba de aquí para allá, a pie o en coche,cumpliendotodotipodeencargos.CuandoOrlovnoteníaganasdeacudiraunacitaconZinaídaFiódorovnaoseolvidabadequehabíaprometidoaparecerporsucasa,ibayoalacalle Známenskaia, le entregaba una carta en mano y mentía. En consecuencia, lasexpectativas que había albergado cuando entré a trabajar como criado no se habíancumplidonide lejos: cadadíadeesanuevavidaera tiempoperdidoparamíyparamicausa, porque Orlov no hablaba nunca de su padre, y mucho menos sus invitados, desuertequemisúnicasinformacionessobrelasactividadesdelfamosohombredeEstadosereducían, como antes, a lo que pudiera leer en los periódicos y en las cartas queintercambiaba con mis compañeros. Los centenares de notas y papeles que leí en sudespachonoteníanlamenorrelaciónconloquebuscaba.Orloveratotalmenteindiferentea la relevante actividad de su padre; parecía como si nunca hubiera oído hablar de susocupacionesosupadrehubieramuertohacíamucho.

III

Todoslosjuevesteníamosinvitados.

YoencargabaenelrestauranteunapiezaderosbifypedíaporteléfonoalatiendadeEliséievcaviar,queso,ostrasyotrosmanjares.Además,comprababarajasnuevas.Poliapreparabadesdelamañanaelserviciodetéylavajillaparalacena.Adecirverdad,esapequeñaactividadañadíaunanotadecoloranuestravidaociosa,convirtiendoel jueveseneldíamásinteresanteparanosotros.

Sóloacudíantresinvitados.Elmásimportanteyquizáelmásinteresanteeraunseñorllamado Pekarski, alto, enjuto, calvo, de unos cuarenta y cinco años, con larga narizaguileñaypobladabarbanegra.Teníaojosgrandesysaltones,ylaexpresióndesurostroeragraveypensativa,comoladeunfilósofogriego.Trabajabaenlaadministracióndelosferrocarrilesyenunbanco,erajurisconsultodeunaimportanteinstituciónestatalyteníarelacionesdenegocios concientosdeparticulares, ya en calidadde tutor, presidentedeuna comisión de acreedores, etc. Su rango no era muy elevado y él se definía

modestamente como asesor legal, pero su influencia era enorme. Bastaba su tarjeta devisitaounanotasuyaparaqueaunolorecibieradeinmediato,sinrespetarlosturnos,unmédicoeminente,eldirectordelferrocarrilounimportantefuncionario;secomentabaqueconsuprotecciónpodíaconseguirseunpuestohastadecuartacategoríaotaparcualquierasuntocomprometedor.Seleconsiderabamuyinteligente,perosuingenioeraextrañoysingular. En un momento era capaz de multiplicar mentalmente doscientos trece portrescientossetentay tresoconvertir librasesterlinasenmarcossinnecesidadde lápizytablillas;eraunexpertoenferrocarriles,conocíaaldedilloelmundodelasfinanzasytodolo concerniente a laAdministración carecía de secretos para él. Según se decía, era unhabilísimoabogadoencausasciviles,ynoeranadafácilganarleunpleito.Pero,apesarde esa inteligencia extraordinaria, era incapaz de comprender muchas cosas accesibleshasta para un tonto. Por ejemplo, no conseguía entender de ninguna manera por quéalgunaspersonasseaburrían,lloraban,sebatíanendueloyllegabaninclusoamatar;porqué se emocionaban por acontecimientos y situaciones que nos les concerníanpersonalmente,oporquésereíancuandoleíanaGógoloSchedrín…Todoloabstracto,todo lo que pertenecía a la esfera del pensamiento y el sentimiento, le resultaba tanincomprensible y tedioso como lamúsica para quien no tiene oído. A las personas lasjuzgabadesdeelpuntodevistaprácticoylasdividíaencapaceseincapaces.Paraélnoexistían otras clasificaciones. La honradez y la decencia no eran más que muestras decapacidad.Podíaunoirsedejuerga,jugaralascartasyllevarunavidadisoluta,contaldeque eso no perjudicara los negocios. Creer en Dios no era inteligente, pero la religióndebíapreservarse,porqueelpueblonecesitasinfaltaalgúntipodecortapisa;deotromodono trabajaría. Los castigos sólo eran necesarios comomedio de intimidación.No habíamotivoparapasarelveranoenelcampo,porqueenlaciudadseestababien.Ytodoporelmismoestilo.Eraviudoynoteníahijos,perovivíaalogrande,comosituviesefamilia,enunpisoporelquepagabatresmilrublosanualesderenta.

El segundo invitado, apellidado Kukushkin, uno de los consejeros de Estado másjóvenes,eradebajaestaturaysedistinguíaporlaimpresiónsumamentedesagradablequecausaba la desproporción entre su cuerpogordoy fofoy su carapequeñay enjuta.Suslabios tenían formade corazóny subigotito recortadoparecíapegadocon cola.Eraunhombreconmanerasdelagarto.Enlugardeandar,parecíaarrastrarseconpasosmenudos,balanceándose y dejando escapar una risita socarrona; cuando sonreía enseñaba losdientes.Eraun funcionariodecasosespeciales,asignado tanprontoaunocomoaotro,quenohacíanada,apesardequerecibíaunbuensueldo,sobretodoenverano,cuandoinventaban diversas misiones para él. Era un arribista no sólo hasta la médula de loshuesos,sinohastalaúltimagotadesusangre,yademásunarribistadebajaestofa,pocoseguro de sí mismo, que había hecho carrera gracias a pequeñas dádivas. Con tal deganarsecualquiercondecoraciónextranjeraoversunombreenlosperiódicos,juntoaldeotras personas de alta alcurnia que habían participado en un funeral o en un servicioreligioso, estaba dispuesto a someterse a cualquier humillación, a suplicar, adular,

prometer. Por cobardía adulaba a Orlov y a Pekarski, pues los consideraba hombrespoderosos; también nos adulaba a Polia y a mí, en calidad de criados de una personainfluyente.Cadavezque loayudabaaquitarse lapelliza,mepreguntabaconuna risita:«Stepán,¿estáscasado?»,yacontinuaciónsoltabaunaseriedevulgaridadesescabrosasque debía tomarme como una señal de especial deferencia. Kukushkin alababa lasflaquezasdeOrlov,sudepravaciónysugula.Paraganarsesufavor,sefingíasarcástico,burlónydescreídoycriticabaensupresenciaapersonasantelasquesehabríaarrastradocomounperroencualquierotrolugar.Cuando,durantelacena,hablabandemujeresydelamor,selasdabaderefinadoyrebuscadolibertino.Engeneral,debeseñalarsequealosvividores petersburgueses les gusta hablar de sus extraños gustos. Ciertos jóvenesconsejeros de Estado[42] pueden mostrarse más que satisfechos con las caricias de sucocineraodecualquierdesdichadaquesepaseaporlaavenidaNevski,pero,cuandolesoyeunohablar,podríapensarquehancontraídotodoslosviciosdeOrienteyOccidente,sonmiembroshonorariosdeunadecenadesociedadessecretaspocorecomendablesyhansidofichadosporlapolicía.Kukushkinmentíasinelmenorempachosobresusaventuras,ylosotrosnoesquenolecreyeran,peronoprestabandemasiadaatenciónasusembustes.

El tercer invitado,Gruzin, hijo de un respetable e instruido general, tenía lamismaedadqueOrlov,era rubio, llevabaelpelo largoy lucíaunasgafasdeoro,puesnoveíabiendelejos.Mevienenalamemoriasusdedoslargosypálidosdepianista;enrealidad,entodasufigurahabíaalgodemúsico,devirtuoso.Loshombresdeesaestampasuelendesempeñar el papel de primer violín en las orquestas. Tosía, padecía jaqueca, y enconjunto tenía un aire enfermizo y débil. Probablemente en su casa lo vestían y lodesvestían como si fuera un niño. Se había licenciado en Derecho y en un primermomento había trabajado en el departamento de Justicia, de donde pasó al Senado;después,valiéndosede influencias,habíaobtenidounpuestoenelMinisteriodeBienesEstatales,alquenotardóenrenunciar.Cuandoloconocí,trabajabaeneldepartamentodeOrlov,dondeerajefedenegociado,perodecíaqueenbreveregresaríaaldepartamentodeJusticia.Mostrabaunaindiferenciatotalporsustareasynoconcedíalamenorimportanciaaesacostumbresuyadeirsaltandodeunpuestoaotro;cuandoalguien,ensupresencia,hablabaconseriedadderangos,condecoracionesosalarios,sonreíabenévoloyrepetíaelaforismo de Prutkov[43]: «Sólo en el servicio del Estado se conoce la verdad». Estabacasado con una mujer menuda, de cara arrugada, muy celosa, y tenía cinco niñosescuálidos. Engañaba a su mujer y sólo sentía cariño por sus hijos cuando los teníadelante;engeneral, semostrababastante indiferentecon la familiayhacíabromasa sucosta.Vivíanacréditoy,cuandosepresentabalamenoroportunidad,Gruzinpedíadineroadiestroysiniestro,sinexcluirsiquieraasussuperioresyalosporteros.Eraunhombreabúlico,perezosohastaelextremodesentiruncompletodesinterésporsupropiapersona,quesedejabaarrastrarporlacorrientesinsaberadóndeniparaqué.Ibaacualquiersitioquelollevaran;siloconducíanaungarito,iba;sileponíanvinodelante,selobebía,y,sinoseloponían,nobebíanada;silospresentesinjuriabanasusmujeres,élinjuriabaala

suya,asegurandoquelehabíadestrozadolavida,ycuandolasalababan,élhacíalopropioydecíaconsinceridad:«Laquieromucho,pobrecita».Noteníapellizayllevabasiempreunamantadeviajequeolíaahabitacióndeniño.Cuando,durantelacena,sumidoensuspensamientos, hacía bolitas de pan y bebía gran cantidad de vino tinto, llegaba casi aconvencerme,porextrañoquepuedaparecer,dequehabíaalgoensu interior,algoqueprobablemente él mismo intuía de un modo vago, pero que ese ajetreo continuo y lavulgaridadreinanteleimpedíancomprenderyvalorar.Avecessesentabaalpiano,tocabadosotresacordesycantabaenvozbaja¿Quémedepararáestedía?[44],peroalinstante,comoasustado,selevantabaysealejabadelpiano.

Porlogeneral,losinvitadosllegabanalasdiez.JugabanalascartaseneldespachodeOrlov,mientrasPoliayyolesservíamoselté.Sóloentoncesapreciabadeverdadtodaslasalegríasdeloficiodecriado.Pasarcuatroocincohorasdepiejuntoalapuerta,ocuparsede que no quedaran vasos vacíos, cambiar los ceniceros, acercarse corriendo a lamesapararecogeruntrozodetizaounacartaquehubieracaídoalsueloy,sobretodo,esperar,prestandoatención,sinatreverseaabrirlaboca,atoser,asonreír;lesaseguroqueesunatareamásduraquecualquierfaenadelcampo.Enmistiemposdemarinohacíaguardiasdecuatrohorasen tempestuosasnoches invernales,una tareaqueconsideromuchomásliviana.

Jugaban a las cartas hasta las dos, a veces hasta las tres; luego, desperezándose, sedirigían al comedor para cenar o, como decíaOrlov, para tomar un bocado.Durante lacenaconversaban.ElprimercomentariosolíahacerloOrlovquien,conojosrisueños,seponíaahablardealgúnconocido,deunlibroqueacababadeleer,deunnombramientooproyectonuevo.ElobsequiosoKukushkinleseguíalacorrienteeiniciabaloqueentoncesmeparecíaunaperoratarepugnante.LaironíadeOrlovysusamigosnoconocíalímites,no respetaba nada ni a nadie. Si hablaban de religión, era con ironía; si hablaban defilosofía, del sentido y objeto de la vida, ironía también; si alguien planteaba algunacuestión relativa al pueblo, ironía de nuevo. Hay en San Petersburgo una categoríaespecialdepersonasdadasa ridiculizarcualquieraspectode lavida;ni siquierapuedenpasarpordelantedeunhombrehambrientoounsuicidasinsoltaralgunavulgaridad.Noobstante,Orlovysusamigosnobromeabanniseburlaban,sinoquehablabanconironía.Decían queDios no existe y que almorir el individuo desaparece del todo; los únicosinmortaleseranlosmiembrosdelaAcademiaFrancesa[45].Elverdaderobiennoexistenipuedeexistir,puessuplasmacióndependeríadelaperfecciónhumana,algoabsurdodesdeelpuntodevistadelalógica.RusiaeraunpaístanaburridoymiserablecomoPersia.Nopodía depositarse ninguna esperanza en la clase intelectual; en opinión de Pekarski, secomponíaensu inmensamayoríadegente inútile incapaz.Encuantoalpueblo,noeramás que una panda de vagos, borrachos, ladrones y degenerados. En Rusia no habíaciencia, laliteraturaeradesmañada,elcomerciosebasabaenelfraude:«Sinoengañas,novendes».Ytodoporelestilo,ytodoentonodebroma.

Porefectodelvino,alfinaldelacenaseponíanalegresyseocupabandecuestionesmásjoviales.SereíandelavidafamiliardeGruzin,delasconquistasdeKukushkinodelasocurrenciasdePekarski,encuyolibrodegastos,porlovisto,habíaunapáginaconelencabezamiento «Obras de beneficencia» y otra con «Necesidades fisiológicas».Comentabanquenohabíamujeres fielesniesposasdequienes,conciertahabilidad,nopudierarecibirseunacariciasinsalirdelasala,mientraselmaridoestabaeneldespachodeallado.Lasadolescenteseranperversasylosabíanyatodo.Orlovconservabalacartadeunacolegialadecatorceañosque,alvolverdelinstituto,«enganchóaunoficialitoenlaavenidaNevski»;este,porlovisto,selallevóasucasaynoladejósalirhastaúltimahoradelatarde,comolamuchachaseapresuróaescribirleaunaamiga,comunicándolealmismotiemposuentusiasmo.Asegurabanquenuncahabíahabidopurezadecostumbresyqueademásnohacíaningunafalta,pueslahumanidad,hastaahora,selashabíaarregladoperfectamente sin ella. Los daños causados por la llamada lujuria se exagerabanmuchísimo.ViciosquecontemplabanuestrocódigopenalnohabíanimpedidoaDiógenesser filósofoymaestro.CésaryCicerónhabían sidounosdisolutosy, almismo tiempo,grandeshombres.ElviejoCatónsecasóconunajovencitay,sinembargo,noperdiósuconsideracióndeseveroascetayguardiándelosprincipiosmorales.

Alastresolascuatrolosinvitadosseseparabanosemarchabantodosjuntosfueradelaciudadoa lacalleOfitsérskaia, acasadeuna talVarvaraOsípovna;yoentoncesmeretiraba a mi cuarto, pero el dolor de cabeza y la tos me impedían conciliar el sueñodurantemuchotiempo.

IV

UnastressemanasdespuésdeentraralserviciodeOrlov,undomingoporlamañana,sinorecuerdo mal, alguien llamó al timbre. Eran casi las once y Orlov aún no se habíadespertado.Fuiaabrir.Ycuálnoseríamisorpresacuandovienelrellanodelaescaleraaunadamacubiertaconunvelo.

—¿SehalevantadoGueorguiIvánich?—preguntó.

PorlavozreconocíaZinaídaFiódorovna,lamujeraquienyollevabacartasalacalleZnámenskaia. No recuerdo si me faltó tiempo o reflejos para responderle, pues suapariciónmehabía turbado.Por lodemás,nonecesitabaparanadami respuesta.Enuninstante pasó a mi lado, llenó el vestíbulo con la fragancia de su perfume, que aúnrecuerdoperfectamente,yseinternóenlashabitaciones,dondeelrumordesuspasosseapagó. Transcurrió almenosmedia hora sin que se oyera nada.Al cabo de ese tiemposonódenuevoeltimbre.Estavezeraunamuchachaemperifollada,porlovistodoncellaenalgunacasa rica,acompañadadenuestroportero,ambos jadeantes,cargadoscondosmaletasyunacestadeviaje.

—EsparaZinaídaFiódorovna—dijolamuchacha.

Ydesapareciósinañadirnadamás.Todoeseasunto,tanmisterioso,suscitóenPolia,

respetuosa con las travesuras de los señores, una sonrisamaliciosa, con la que venía adecir: «¡Así somos nosotros!», y siguió andando de puntillas. Al fin se oyeron pasos.ZinaídaFiódorovnaentróvelozenelvestíbuloy,alvermejuntoalapuertademicuarto,medijo:

—Stepán,llevelaropaaGueorguiIvánich.

CuandoentréeneldormitoriodeOrlov,coneltrajeylasbotas,loencontrésentadoenlacama,conlospiesapoyadosenlapieldeoso.Todasufiguraexpresabaconfusión.Nome prestaba atención nimostraba interés pormi opinión de lacayo; sin duda, se sentíaconfusoyturbadoantesímismo,antesu«ojointerior».Despuésdevestirseylavarse,seacicalóconpeinesycepillos,sinapresurarsenipronunciarpalabra,comodándosetiempoparaponderaryevaluarlasituación;inclusodeespaldasseapreciabasudesconciertoysucontrariedad.

Tomaronjuntoselcafé.ZinaídaFiódorovnallenóunatazaparaOrlov,otraparaella,pusoloscodossobrelamesayseechóareír.

—Todavía nome lo creo—dijo—.Cuando, después de un largo viaje, llegas a unhotel, no acabas de creerte que ya no es necesario seguir viajando.Y qué agradable esrespiraraplenopulmón.

Conelairedeunaniñaquedeseacometerunatravesura,emitióunprofundosuspiroydenuevoseechóareír.

—Perdóneme—dijoOrlov,señalandoconungestodelacabezaelperiódico—.Leermientrastomoelcaféesunviejohábitoalquenosoycapazderenunciar.Peroséhacerdoscosasalavez:leeryescuchar.

—Lea, lea…Sus costumbres y su libertad no van a sufrir ningúnmenoscabo. Pero¿porquétieneunaspectotanapenado?¿Siempreestáasíporlasmañanasoessólocosadehoy?¿Estáusteddescontento?

—Alcontrario.Peroreconozcoquemesientountantoperplejo.

—¿Por qué? Ha tenido tiempo de prepararse para mi invasión. He estadoamenazándoloundíatrasotro.

—Sí,peronoesperabaquecumplierasuamenazaprecisamentehoy.

—Tampocoyo,peroesmejorasí.Esmejor,amigomío.Cuandoauno ledueleunamuela,lomejoresarrancarlayasuntoconcluido.

—Sí,desdeluego.

—¡Ah,querido!—exclamóella,entornandolosojos—.Bienestáloquebienacaba,perocuántohesufridoantesdequetodoacabarabien.Quenoloengañemisonrisa:estoycontenta, me siento feliz, pero tengo más ganas de llorar que de reír. Ayer libré unaauténticabatalla—prosiguióenfrancés—.SóloDiossabeloduroquefueparamí.Pero

meríoporquenoacabodecreérmelo.Estoyaquíconusted,tomandocafé,yescomosinadadeestofuerareal,comosiestuvierasoñando.

Luego,siempreenfrancés,lecontócómoeldíaantessehabíaseparadodesumarido,ysusojostanprontosellenabandelágrimascomosonreíanymirabanextasiadosaOrlov.Le refirió que sumarido sospechabade ella desdehacía algún tiempo, pero evitaba lasexplicaciones; discutíanmuy amenudo, pero por lo general, en elmomento demayortensión, el marido se callaba de repente y se retiraba a su despacho, para no acabarrevelando sus propias sospechas, presa de un arrebato, y para evitar que ella mismaconfesara.YZinaídaFiódorovnasesentíaculpable,insignificante,incapazdedarunpasodecidido y arriesgado; como consecuencia, cada día odiaba más a su marido y estabapadeciendonomenos tormentosqueenel infierno.Peroeldíaanterior, enmediode ladiscusión,cuandoélgritóconvozllorosa:«¿Cuándoacabarátodoesto,Diosmío?»,yseretiróasudespacho,ellalopersiguiócomoungatoaunratón,leimpidiócerrarlapuertaconllaveylegritóqueloodiabacontodasualma.Entonceséllahabíadejadoentrareneldespacho y ella se lo había contado todo, le había confesado que estaba enamorada deotro, que ese otro era su verdadero y legítimo marido y que consideraba un deber deconciencia trasladarseasucasaesemismodía,sinrepararennada,aunque ledisparaseconuncañón.

—Lateenustedconfuerzaunavenaromántica—lainterrumpióOrlov,sinapartarlosojosdelperiódico.

Ellarompióareíryprosiguiósurelato,sintocarelcafé.Reparóenqueleardíanlasmejillasy,algoturbadaporesedetalle,nosmiróconfusaaPoliayamí.Porloquecontóacontinuaciónmeenterédequeelmaridohabíarespondidoconreprochesyamenazas;porúltimo,sehabíaechadoallorar,desuertequeseríamásexactodecirquehabíasidoél,noella,quienhabíalibradounabatalla.

—Sí,amormío,mientrasmisnerviosestabanentensión,todofuebien—continuó—,pero,encuantocayólanoche,mesentíabatida.UstednocreeenDios,Georges,peroyotengo algo de fe y temo su castigo. Dios exige de nosotros paciencia, magnanimidad,sacrificio,yyomenegadaatenerpacienciayqueríaorganizarlavidaamimodo.¿Acasoestá esobien? ¿Y si esono esgrato a losojosdeDios?A lasdosde lamadrugadamimaridoentróeneldormitorioymedijo:«Noseatreveráustedaabandonarme.Latraerédevueltaescoltadaporlapolicía.Armaréunescándalo».Alcabodeunratoviqueestabade nuevo en la puerta como una sombra. «Tenga compasión demí. Sumarcha podríaperjudicarmicarrera».Esaspalabrasmecausaronunainmensaimpresión;eracomosimehubieran cubierto de herrumbre, pensaba, como si ya hubiera empezado el castigo;meestremecídeterrorymeechéallorar.Teníalaimpresióndequesemeibaacaerelmundoencima,dequeibanallevarmeenesemismoinstantealacomisaría,dequeusteddejaríadequerermeyDiossabecuántascosasmás.Meiréaunmonasterioomeharéenfermera,pensaba, renunciaré a la felicidad, pero en esemomentome acordaba de que ustedme

amabayconsiderabaquenoteníaderechoatomardecisionessinsuconocimiento;luegotodoempezóaconfundirseenmicabeza,mesentídesesperada,yyanosabíaquépensarniquéhacer.Noobstante,cuandosalióel sol, recuperé laalegría.Esperéque llegara lamañanaymevinedirectamenteaquí.¡Ah,cuántohesufrido,amormío!Llevodosnochesseguidassinpegarojo.

Estabafatigadayalterada.Teníaganasdedormiryalmismotiempodehablar, reír,llorar;queríairadesayunaraunrestauranteparasentirselibre.

—Tupisoesacogedor,perotemoqueparalosdosresultepequeño—dijo,despuésdetomarel café,haciendoun rápido recorridopor lashabitaciones—.¿Quéhabitaciónmecedes?Megustaesta,porqueestáalladodetudespacho.

Después de la una se cambió de ropa en la habitación contigua al despacho, queempezó a llamar suya a partir de ese momento, y se marchó con Orlov a desayunar.Comieron también en un restaurante, y en el largo intervalo entre el desayuno y elalmuerzo fueron de tiendas. Hasta última hora de la tarde estuve abriendo la puerta arecaderos y mandaderos de los comercios y recogiendo de sus manos las distintasadquisiciones.Entreotrascosas,trajeronunmaravillosotremó,untocador,unacamayunlujoso servicio de té, que no nos hacía ninguna falta, así como una batería entera decacerolas de cobre, que colocamos en fila en un estante de nuestra cocina fría y vacía.Mientrasdesempaquetábamos el serviciode té, aPolia se le encendieron losojosymemiródosotresvecesconodioytemor:¿nomeadelantaríaaellaalahoraderobarunadeesasdelicadastazas?Trajeronunescritoriodemujer,carísimoeincómodo.EraevidentequeZinaídaFiódorovnateníaintencióndequedarseconnosotrosdemanerapermanente,desempeñandoelpapeldeseñoradelacasa.

Regresaron los dos a eso de las diez. Sintiéndose orgullosísima de ese actoextraordinario y valeroso, apasionadamente enamorada y, según creía ella,apasionadamente amada, lánguida, saboreando por anticipado una noche de sueñoprofundoyfeliz,ZinaídaFiódorovnasesentíaembriagadaporesanuevavida.Rebosantedefelicidad,sefrotabaconfuerzalasmanos,asegurabaquetodoeramaravillosoyjurabaque amaría a Orlov eternamente; esos juramentos y el convencimiento ingenuo, casiinfantil, de que también a ella la amaban profundamente y la amarían siempre, larejuvenecíancincooseisaños.Secomplacíadiciendosimpáticastonteríasysereíadesímisma.

—¡Nohaybienmáspreciadoquelalibertad!—exclamaba,obligándoseapronunciaralgúncomentarioserioeimportante—.Silopiensaunounpoco,esalgobastanteabsurdo.Noconcedemosningúnvaloranuestrapropiaopinión,aunqueseaatinada,yencambiotemblamosantelaopinióndecualquieridiota.Hastaelúltimomomentohetenidomiedodelaopiniónajena,peroencuantoheprestadooídosamipropiavozyhedecididoviviramimanera, seme han abierto los ojos, he superadomis estúpidos temores y ahoramesientofelizydeseoatodoelmundolamismafelicidad.

Peroenesemomentoelcursodesuspensamientosseinterrumpióysepusoahablardetrasladarseaotropiso,deempapelarlasparedes,decomprarunoscaballos,dehacerunviajeaSuizaeItalia.EncuantoaOrlov,estabaextenuadodeeserecorridoportiendasyrestaurantes y seguía haciendo gala de lamisma confusión que yo había notado por lamañana.Sonreía,peromásporcortesíaquepor satisfacción,ycuandoellapronunciabaunafraseseria,mostrabasuaquiescenciaconironía:«¡Ah,sí!».

—Stepán,encuentrecuantoantesunbuencocinero—medijoZinaídaFiódorovna.

—Elasuntodelacocinanocorreprisa—comentóOrlov,mirándomeconfrialdad—.Primerohayquemudarseaotropiso.

Orlovnuncahabíatenidopersonaldecocinanicaballosporque,comodecíaél,nolegustaba «meter suciedad en casa»; aPolia y amí nos soportaba sólo por necesidad.Elllamado«hogarfamiliar»,consusalegríasysusdiscusionescotidianas,ofendíasubuengustoyse leantojabaunavulgaridad.Nopodíanipensarenunamujerembarazada,entenerhijos:hastahablardeesascosasleparecíademaltono,unachabacanería.Yosentíaunaenormecuriosidadporvercómoibanaarreglárselasesasdoscriaturasbajoelmismotecho:ella,hogareñayhacendosa,consuscacerolasdecobreysuambicióndetenerunbuen cocineroy caballos, y él, que solía decir a sus amigos que en casa de unhombreproboyordenado,comoenunnavíodeguerra,nodebíahabernadasuperfluo:nimujeres,niniños,nitrapos,nibateríasdecocina…

V

Paso a relatarles ahora lo que sucedió el jueves siguiente. Ese día, Orlov y ZinaídaFiódorovna comieron en Conten o Donon[46]. Orlov volvió solo a casa; en cuanto aZinaída Fiódorovna, según me enteré después, se fue a ver a su antigua institutriz, aPetersbúrskaiaStoroná,parapasarallíeltiempoquesequedaranlosinvitados,puesOrlovnoqueríapresentárselaasusamigos.Yomedicuentadetodoesoalamañanasiguiente,durante el desayuno, cuando él afirmó que para tranquilidad de ella era indispensablesuprimirlasreunionesdelosjueves.

Losinvitados,comodecostumbre,llegaroncasialmismotiempo.

—¿Estálaseñoraencasa?—mepreguntóKukushkinenunsusurro.

—Noseñor—respondíyo.

Entrósonriendomisteriosamente,conunamiradamaliciosayzalamera,yfrotándoselasmanosheladas.

—Tengoelhonordefelicitarle—ledijoaOrlov,temblandodepiesacabeza,sacudidoporunarisaaduladorayservil—.LedeseoquecrezcanysemultipliquencomoloscedrosdelLíbano.

Los invitados se dirigieron al dormitorio e hicieron algunas bromas sobre unas

zapatillasdemujer,laalfombraquehabíaentrelasdoscamasyunablusagrisquecolgabaenunodeloscabeceros.Leshacíagraciaqueaqueltipotantestarudo,quedespreciabalosaspectosmás triviales del amor, hubiera caído de pronto en las redes femeninas de unmodotansimpleybanal.

—Acabamossiendoesclavosdeloquenosburlamos—repitióvariasvecesKukushkinque,porlodemás,teníaladesagradablecostumbredepresumircitandotextoseneslavoeclesiástico—.¡Silencio!—susurró, llevándoseundedoa los labioscuandopasarondeldormitorio a la habitación contigua al despacho—. ¡Tsss!AquíMargarita sueña con suFausto.

Y se desternilló de risa, como si hubiera dicho algo de lo más divertido. Eché unvistazoaGruzin,esperandoquesualmamusicalnosoportaraesarisa,peromeequivoqué.Surostrobondadosoyenjutoresplandecíadesatisfacción.Cuandosesentarona jugaralascartas,tartajeandoypartiéndosederisa,dijoqueloúnicoquelefaltabaaGeorgeparacompletarsufelicidadfamiliareracomprarseunapipadecerezoyunaguitarra.Pekarskitambién se reía de lo lindo, pero en su expresión concentrada se veía que la nuevaaventuraamorosadeOrlovnolehacíalamenorgracia.Nocomprendíaloqueenverdadhabíasucedido.

—¿Yquépasaconelmarido?—preguntóperplejo,alfinalizarlatercerapartida.

—Nolosé—respondióOrlov.

Pekarskiseacariciólaespesabarbaconlosdedos,sequedópensativoynovolvióaabrir la boca hasta la hora de la cena. Cuando se sentaron a lamesa, dijo lentamente,alargandocadapalabra:

—Perdonaquetelodiga,peronoosentiendoaningunodelosdos.Podéisenamoraroselunodelotroyquebrarelséptimomandamientocuantoqueráis,esoloentiendo.Sí,esolo entiendo. Pero ¿por qué dar cuenta al marido de vuestros secretos? ¿Acaso eranecesario?

—¿Esquenodalomismo?

—Hum…—sepusoapensarPekarski—.Oyeloquevoyadecirte,miqueridoamigo—prosiguióconvisibleesfuerzomental—.Sialgunavezvolvieraacasarmeya tise teocurrieraponermeloscuernos,preferiríanoenterarme.Esmuchomáshonradoengañarauna persona que arruinar su régimen de vida y su reputación. Os entiendo. Creéis queviviendo juntos abiertamente actuáis de la manera más noble y liberal, pero no puedomostrarme de acuerdo con ese (¿cómo llamarlo?) con ese romanticismo —Orlov norespondió. Estaba de mal humor y no tenía ganas de hablar. Pekarski, que seguía sincomprender, tamborileó con los dedos en la mesa, se quedó meditabundo y al cabocomentó—: En cualquier caso, no os entiendo. Tú no eres un estudiante ni ella unamodistilla.Ambostenéismedios.Creoquepodíashaberlepuestounpiso.

—No,nopodía.LeeaTurguénev.

—¿Paraqué?Yaloheleído.

—Turguénev nos enseña en sus obras que cualquiermuchacha de buena posición ynoblespensamientosdebe seguir alhombreamadoal findelmundoyconsagrarsea sucausa—dijo Orlov, entornando los ojos irónicamente—. Lo del fin del mundo es unalicentiapoëtica;enelapartamentodelhombreamadocabedesobraelmundoentero,contodos sus fines.Por tanto, novivir en elmismopiso con lamujer que te ama significanegarlesuelevadamisiónynocompartirsusideales.Sí,miqueridoamigo,Turguénevloescribióyahorametocaamísufrirlasconsecuencias.

—NoentiendoquétienequeverTurguénevcontodoesto—dijoGruzinenvozbaja,encogiéndosedehombros—.Recuerdeusted,Georges,esepasajedeTresencuentrosenque, yendo él a última hora de la tarde por algún lugar de Italia, oye de pronto:Vienipensandoamesecretamente![47]—yGruzinsepusoacantar—.¡Québonito!

—Porqueellanosehavenidoaquíalafuerza—dijoPekarski—.Hassidotúquienlohaquerido.

—Pero¡quédices!Nosólonoquería,sinoquenisiquierasemepasabaporlacabezaquepudierasucederalgunavez.Cuandomedecíaqueseibaaveniravivirconmigo,melotomabacomounasimpáticabroma—todosseecharonareír—.Nopodíaquererlo—prosiguió Orlov, con el tono de quien se ve obligado a justificarse—. Yo no soy unpersonaje de Turguénev y, si un día me viese en la tesitura de liberar Bulgaria, nonecesitaríalacompañíadeunaseñora[48].Consideroelamorantetodounanecesidaddemi organismo, una necesidad baja y contraria a mi espíritu. Hay que satisfacer esaexigenciadeunmodorazonableorenunciaraelladeltodo;deotromodo,introduceentuvida elementos tan impuros como el propio amor. Para que sea un placer y no untormento, me esfuerzo por embellecerlo y rodearlo de toda clase de ilusiones. No voynuncaaveraunamujersiantesnomeheaseguradodequeeshermosayfascinante,ynovoy simi estado de ánimo no es el apropiado. Sólo en tales condiciones conseguimosengañarnoselunoalotroynos figuramosquenosamamosy somos felices.Pero¿quéplacerpuedoencontrarenunascacerolasdecobreyenunoscabellosdespeinadosoendejar que me vea cuando aún no me he lavado y no estoy de buen humor? ZinaídaFiódorovna, llevada de la ingenuidad de su corazón, quiere que aprecie lo que hedesdeñado durante todami vida. Quiere quemi vivienda huela a cocina y a fregonas;deseaquenosmudemosdepisocuantoantes,pasearseensupropiocarruaje,contarmiropa interior, preocuparsedemi salud;necesita entrometerse enmividaprivada a cadamomento y seguir cada uno de mis pasos, y al mismo tiempo me asegura con totalsinceridad que ni mis costumbres ni mi libertad sufrirán el menor menoscabo. Estáconvencidadequepartiremosdeviajelomásprontoposible,comodosreciéncasados;esdecir, quiere encontrarse permanentemente ami lado en trenes y habitaciones de hotel,pero,cuandoyoviajo,loquemegustaesleer,ynopuedosoportarlasconversaciones.

—Puestratadeexplicárselo—dijoPekarski.

—¿Cómo? ¿Crees que iba a entenderme? Nuestras formas de pensar sondiametralmenteopuestas.Paraella,abandonarasupapáyasumamáoasumaridoparaunirse al hombre amado es la cima del valor cívico, mientras a mí se me antoja unachiquillada.Creequeenamorarsedeunhombreyunirseaél representaelcomienzodeuna nueva vida, mientras que para mí no significa nada. El amor y el hombre amadoconstituyenlaesenciadesuvida,yquizáenesesentidosedejellevarporlafilosofíadelsubconsciente. Intentaconvencerladequeelamornoesmásqueunasimplenecesidad,comolacomidaylaropa,dequeelmundonovaavenirseabajoporqueaunolecaigaensuerteunmalmaridoounamalaesposa,dequeunlibertinoyunseductorpuedeseralmismotiempounhombrenobleygenialyque,porelcontrario,unopuederenunciaralgocedelamoryseralmismotiempounabestiaestúpidaymalvada.Elhombrecultodenuestrosdías, aunqueseadebajaextracción,porejemplo,unobrero francés,gastadiezsousdiariosencomer,cincoenvinoparaacompañarlacomidaydecincoadiezenunamujer, mientras dedica su inteligencia y sus energías por entero al trabajo. ZinaídaFiódorovna,porsuparte,nosonsousloquededicaalamor,sinosualmaentera.Sitrataradeexplicarlemipuntodevista,meresponderíaconunchillidoymediríaconlamayorsinceridadquelehedestrozadolavidayquenolequedanadaenelmundo.

—No ledigasnada—comentóPekarski—.Simplemente alquilaotropisopara ella.Asídesencillo.

—Esmuyfácildecirlo…

Seprodujounsilencio.

—En cualquier caso, es simpática y encantadora—dijo Kukushkin—. Las mujerescomoellaseimaginanqueelamoreseternoyseentreganconpasión.

—Perohayquetenerlacabezasobreloshombros—repusoOrlov—,hayquerazonar.Todosloscasosqueconocemosdelavidadiaria,asícomolosquehanquedadograbadosenlastablasdeinnumerablesnovelasydramas,confirmanunánimementeque,enelcasodepersonasdebuenaposición,cualquierrelaciónadúlteraocohabitaciónnoduramásdedoso, comomucho, tres años, pormucho amorquehubiera enunprincipio.Ella debesaberlo.Poresarazón,eseproyectodemudanza,esascacerolasyesasesperanzasdeamoreternoyconcordianosonmásqueunintentodeengañarmeyengañarseasímisma.Essimpáticay encantadora, ¿quién lodiscute?Perohapuestomividapatas arriba.Mehaobligadoaelevaralacategoríadecuestionesseriasloquehastaahoraheconsideradounabsurdoyunabobada;estoysirviendoaun ídoloquenuncaheconsideradoundios.Essimpática y encantadora pero, vaya usted a saber por qué, cuando vuelvo de la oficinasiento un peso en el alma, como si en casa fuera a encontrarme algún espectáculodesagradable,como,porejemplo,unacuadrilladefumistasquehandesmontadotodaslasestufas y han dejado montones de ladrillos por todas partes. En definitiva, no estoy

pagandoelamorconsous, sinoconunapartedemisosiegoydemisnervios.Yesoesespantoso.

—¡Y ella no escucha a este canalla!—suspiró Kukushkin—.Mi querido señor—añadió con gran teatralidad—, lo liberaré de la dura tarea de amar a esa encantadoracriatura.¡LearrebataréaZinaídaFiódorovna!

—Comoquiera…—dijoOrlovconindiferencia.

Kukushkinemitióunarisitaaguda,temblódepiesacabezayalcabodemediominutodijo:

—¡Mirequenobromeo!¡LuegonomevengaustedhaciendoelpapeldeOtelo!

Todos se pusieron a hablar de la infatigable energía de Kukushkin en asuntosamorosos, de la fascinación que ejercía sobre lasmujeres y el peligro que representabaparalosmaridos,ydecómoenelotromundolosdiablosloquemaríansobrecarbonesporsuvidadisoluta.Élguardabasilencio,entornabalosojosy,cuandonombrabanaalgunadama conocida, amenazaba con elmeñique: no estaba bien revelar secretos ajenos.Depronto,Orlovmiróelreloj.

Losinvitadoscomprendieronysedispusieronamarcharse.RecuerdoqueGruzin,queestabaalgoachispado,tardómuchísimoenponerseelabrigo,unaespeciedecapotecomolosquellevanlosniñosdelasfamiliasmodestas,selevantóelcuelloysedemoróenuncomentario larguísimo; luego,viendoque losdemásno loescuchaban, seechósobreelhombro esa manta que despedía un olor desagradable a habitación de niño y, conexpresiónculpableysuplicante,mepidióquelebuscaraelgorro.

—¡Georges,ángelmío!—dijoconternura—.¡Escuche,amigo,vámonosfuerade laciudad!

—Vayanustedes,yonopuedo.Escomosiestuvieracasado.

—Esunamujerestupenda,noseenfadará. ¡Vamos,miqueridopatrón!El tiempoesexcelente, hayunpocodehielo, ráfagasdenieve…Leaseguroquenecesitadistraerse,estáusteddemalhumor,eldiablosabeloquelepasa…

Orlovsedesperezó,bostezóysequedómirandoaPekarski.

—¿Vasairtú?—lepreguntóindeciso.

—Nolosé.Talvez.

—¿A tomar un trago, eh? Bueno, de acuerdo, vamos—decidió Orlov, después deciertavacilación—.Esperad,voyacogerdinero.

Fueasudespacho,seguidodeGruzin,quearrastrabalamantaporelsuelo.Alcabodeunminuto regresaron al vestíbulo.Gruzin, algo ebrio ymuy satisfecho, estrujaba en lamanounbilletedediezrublos.

—Mañana ajustaremos cuentas —dijo—. Ella es buena, no se enfadará… Es lamadrina de mi Lízochka y le tengo cariño, pobrecita. ¡Ah, mi querido compañero!—exclamódepronto,riéndosealegrementeyapoyandolafrenteenlaespaldadePekarski—.¡Ah,Pekarski,amigodelalma!Advocatissimusysecocomoélsolo,perolegustanlasmujeres…

—Las gordas, debería añadir usted —dijo Orlov, poniéndose la pelliza—. Bueno,vámonos,noquieroencontrármelaenlaentrada.

—Vienipensandoamesecretamente!—canturreóGruzin.

Por finpartieron.Orlovpasó lanoche fueray regresóaldía siguiente,a lahoradelalmuerzo.

VI

ZinaídaFiódorovnaperdióunrelojitodeoroquelehabíaregaladosupadretiempoatrás.Esa pérdida la sorprendió y la asustó. Pasó la mitad de la jornada recorriendo lashabitaciones,examinandoconimpotencialasmesasylosalféizares,peroeracomosiselohubieratragadolatierra.

Alcabodeunostresdías,alregresaracasa,olvidóelportamonedasenelvestíbulo.Por suerte para mí, esa vez no fui yo quien la ayudó a quitarse el abrigo, sino Polia.Cuandoreparóenlapérdida,elportamonedasyanoestabaenelvestíbulo.

—¡Quéraro!—exclamóZinaídaFiódorovna,perpleja—.Recuerdoperfectamentequelosaquédelbolsilloparapagaralcochero…yquelopuseaquí,alladodelespejo.¡Noloentiendo!

Aunqueyonolohabíarobado,seapoderódemílasensacióndequeelladrónerayoydequemehabíandescubierto.Cuandosesentóaalmorzar,ZinaídaFiódorovnaledijoaOrlovenfrancés:

—Está casa está embrujada.Hoy perdí el portamonedas en el vestíbulo y acaba deaparecer en mi mesa. Pero los duendes no han hecho ese juego de manos de maneradesinteresada.Sehanllevadounamonedadeoroyveinterublosporlasmolestias.

—Primeroselepierdeaustedelrelojyahoraeldinero…—dijoOrlov—.¿Porquénomesucedeamínuncanadadeeso?

Unosinstantesdespués,ZinaídaFiódorovnayanoseacordabadeljuegodemanosdelosduendesycontabariendoquelasemanaanteriorhabíaencargadopapeldecartas,perohabíaolvidadoinformardelanuevadirección,asíquelatiendalohabíaenviadoacasadesumarido,quetuvoquepagarlosdocerublosdelafactura.DeprontoreparóenPoliaysela quedó mirando fijamente. Mientras la observaba, se ruborizó y se mostró tanconfundidaquesepusoahablardeotracosa.

Cuando le llevé el café a su despacho,Orlov estaba de pie junto a la chimenea, de

espaldasalfuego,mientrasellaestabasentadaenunsillón,enfrentedeél.

—En absoluto estoy de mal humor —decía en francés—. Pero he estado dándolevueltasyahoraloveotodoclaro.Puedodecirleeldíayhastalahoraenquemerobóelreloj.¿Yelportamonedas?Enesecasonocabeningunaduda.¡Ah!—sonrió,cogiendolataza de café que le ofrecía—.Ahora entiendo por qué pierdo tan amenudopañuelos yguantes.Puededecirloquequiera,peromañanamismopongoaesaurracadepatitasenlacalleymandoaStepánapormiSofia,quenoesunaladronanitieneeseaspectotan…repelente.

—Está usted de mal humor.Mañana, cuando se le haya pasado el enfado, se darácuentadequenosepuededespediraunapersonasóloporquesesospechedeella.

—Nadadesospechas,estoysegura—dijoZinaídaFiódorovna—.Mientrassospechéde su criado, ese proletario de aspecto tan tristón, no dije una palabra. Me ofende,Georges,quenomecreausted.

—Que tengamos opiniones distintas sobre algunas cosas no quiere decir que no lacrea.Aunquetuvieraustedrazón—dijoOrlov,volviéndosehaciaelfuegoyarrojandoelcigarrillo—, no habría motivo para alterarse de ese modo. Si le digo la verdad, noesperabaquemimodestohogarlecausaratantaspreocupacionesyquebraderosdecabeza.Haperdidounamonedadeoro.Bueno,puesaldiabloconella;coja,siquiere,ciendelasmías.Peroalterarelordenestablecido,meterencasaaunadoncelladesconocidayesperara que se acostumbre a sus nuevas tareas es un proceso largo, tedioso y contrario amicarácter.Ciertoquenuestraactualdoncellaestágordayquequizátengadebilidadporlospañuelos y los guantes, pero por otro lado es muy decente y disciplinada y no chillacuandoKukushkinledapellizcos.

—Resumiendo,quenopuedesepararsedeella…Dígalosintapujos.

—¿Estáustedcelosa?

—¡Sí,estoycelosa!—afirmóZinaídaFiódorovnacondecisión.

—Gracias.

—¡Sí,estoycelosa!—repitióella,yensusojosbrillaronlaslágrimas—.No,nosoncelos,sinoalgopeor…Nisiquieraséquénombredarle—sellevólasmanosalassienesyprosiguióacalorada—:¡Ustedes,loshombres,sonavecesrepugnantes!¡Quéhorror!

—Noveoentodoestoningúnhorror.

—Nuncahepresenciadoesaclasedecosasy,enrealidad,nosénada,perosedicequeustedes,loshombres,empiezanyaenlaadolescenciaatenerrelacionesconlasdoncellasyqueluego,porcostumbre,nosientenningunarepulsión.Nolosé,nolosé,perohastaloheleído…Georges, tienes túrazón—añadió,acercándoseaOrlovyadoptandountonocariñoso y suplicante—, la verdad es que hoy no estoy de buen humor. Pero trata de

comprenderme, no puedo evitarlo. Me repugna y me da miedo. Su sola presencia memolesta.

—¿Esquenopuedeprescindirdeesasmezquindades?—dijoOrlov,encogiéndosedehombros en señal de perplejidad y apartándose de la chimenea—. No le preste ustedatención,asídesencillo.Deesemodo,no leparecerá repugnanteydejarádehacerunamontañadeungranodearena.

Como en ese momento salí del despacho, no sé qué respuesta recibiría Orlov. Encualquiercaso,Poliasequedóconnosotros.Despuésdeeseincidente,ZinaídaFiódorovnano le dirigía la palabra para nada; era evidente que trataba de arreglárselas sin susservicios.BastabaquePolialetendieraalgúnobjetoosimplementepasaraasulado,coneltintineodesubrazaleteyelfrufrúdesusenaguas,paraqueseestremeciera.

CreoquesiGruzinoPekarski lehubieranpedidoaOrlovquedespidieraaPolia, lohabría hecho sin lamenor vacilación, sin exigir explicaciones de ningún tipo, pues eracomplaciente, como todas las personas indiferentes. Pero en sus relaciones conZinaídaFiódorovna,vayaustedasaberporqué,hacíagaladeunacerrazónrayanaaveceseneldespotismo, aun tratándose de cuestiones insignificantes. Pronto comprendí una cosa:bastaba que a ella le gustara algo, para que a él le desagradara. Cuando ZinaídaFiódorovna volvía de sus compras y se aprestaba a enseñarle, muy ufana, sus nuevasadquisiciones,élselimitabaaecharlesunvistazosomeroydecíaconfrialdadque,cuantomás se llenara la casa de objetos superfluos, menos aire habría en las habitaciones. Aveces,yaconelfracpuestoparasalir,yhabiéndosedespedidodeZinaídaFiódorovna,leentraba de pronto la cabezonada de quedarse en casa. En tales ocasiones yo tenía laimpresióndequeactuabadeesemodoconelúnicoobjetodesentirsedesdichado.

—¿Porquénosehamarchadousted?—preguntabaZinaídaFiódorovna,fingiéndoseenfadadayenverdadresplandeciendodesatisfacción—.¿Porqué?Noestáhabituadoapasarlasveladasencasayyonoquieroquealteresuscostumbresporculpamía.Hagaelfavordeirse,sinoquierequemesientaculpable.

—¿Quiénlaculpaausteddenada?—decíaOrlov.

Sedesplomaba en el sillónde sudespacho con aire devíctimay, protegiéndose losojos,seponíaaleer.Peroalpocoratoellibroselecaíadelasmanos;entoncessedabalavueltaconindolenciaenelsillónydenuevoseprotegíalosojos,comosilemolestaraelsol.Yaporentoncessearrepentíadenohabersemarchado.

—¿Puedopasar?—decíaZinaídaFiódorovna,entrandoconindecisióneneldespacho—.¿Estáustedleyendo?Meaburría,asíquehevenidounmomento…aecharunvistazo.

Recuerdoqueunatardeentróenunmalmomentoy,consuhabitualindeterminación,sesentóenlaalfombra,alospiesdeOrlov;porsusmovimientostímidosydelicadossepodíaverquenoentendíasuestadodeánimoyqueteníamiedo.

—Se pasa usted todo el tiempo leyendo… —se aventuró a decir por fin, con laintenciónevidentedeadularlo—.¿Sabe,Georges,cuáleselsecretodesuéxito?Esustedmuycultoeinteligente.¿Quélibroes?

Orlov respondió. Pasaron unosminutos en silencio, que amí seme antojaronmuylargos.Yoestabaenlasala,ydesdeallílosobservaba,siempretemiendoquemevinieraunaccesodetos.

—Queríadecirlealgo…—comentóenvozbajaZinaídaFiódorovnayseechóareír—.¿Seladigo?Puedequeseburleusteddemíymedigaquenohagomásquefantasear.Puesverá:mehacemucha,muchísima ilusiónpensarquehoy sehaquedadoustedpormí…parapasarlaveladaconmigo.¿Esasí?¿Puedopensarlo?

—Piénselo—dijoOrlov,protegiéndoselosojos—.Dichosoaquelquecreenosóloloquees,sinotambiénloquenoes…

—Hadichousteduna frasemuy largayno lahe entendidodel todo. ¿Quiereusteddecirquelaspersonasfelicesvivendefiguraciones?Sí,esverdad.Amímegustapasarlasveladasensudespachoydejarvolar la imaginación…¡Quégratoes soñar! ¡Venga,Georges,soñemosenvozalta!

—Yonoheidoauninternadofemeninoy,portanto,noheaprendidoesassutilezas.

—¿Noestáusteddehumor?—preguntóZinaídaFiódorovna,cogiéndole lamano—.Dígame por qué. Cuando se pone usted así,me damiedo.No sé si es que le duele lacabezaoestáenfadadoconmigo…—denuevoseprodujounlargosilencio—.¿Porquéhacambiadousted?—preguntóellaenvozbaja—.¿PorquéyanosemuestratancariñosoyalegrecomoenlacalleZnámenskaia?HaceyacasiunmesquevivoconustedytengolasensacióndequeaúnnohemosempezadoavivirnihemoshabladodenadacomoDiosmanda.Siempremerespondeustedconbromasoconfraseslargasyfrías,comosifueraunprofesor.Hastaensusbromashaycierta frialdad…¿Porquéhadejadodehablarenserioconmigo?

—Yosiemprehabloenserio.

—Bueno,puesvamosahablarenserio.PorelamordeDios,Georges…Hablemos.

—Vale.Pero¿dequé?

—Denuestravida,denuestrofuturo…—dijoZinaídaFiódorovnaconairesoñador—.Yo me paso el tiempo haciendo planes y más planes, ¡y soy tan feliz…! Georges,empezaréconunapregunta:¿cuándovaarenunciarustedasupuesto?

—¿Paraqué?—preguntóOrlov,apartandolamanodelafrente.

—Conlasideasquetiene,nopuedeustedserfuncionario.Esenoessusitio.

—¿Misideas?—preguntóOrlov—.¿Misideas?Pornaturalezayporconvencimientonosoymásqueunsimplefuncionario,unpersonajedeSchedrín.Meatrevoaasegurarle

quemetomaustedporotro.

—¿Yaestáustedconsusbromas,Georges!

—Nada de eso. Puede que mi trabajo no me satisfaga, pero en cualquier caso loprefieroacualquierotracosa.Estoyacostumbradoalaoficina;allílagenteescomoyo,demaneraquenomesientosuperfluoymeencuentromásomenosagusto.

—Ustedodiaeltrabajo.Estáhartodeél.

—¿Deveras?¿Ycreeustedque,sipidoelretiro,mepongoasoñarenvozaltaymetransportoaotromundo,esavidameresultarámenosodiosaqueeltrabajo?

—Contaldellevarmelacontraria,esustedcapazhastadecalumniarseasímismo—se ofendió Zinaída Fiódorovna y se puso en pie—. Lamento haber iniciado estaconversación.

—¿Porquéseenfadausted?Yonomeenfadoporqueustednotrabajeenunaoficina.Cadaunovivecomomejorleparece.

—¿De verdad vive usted como quiere? ¿Acaso es usted libre? Pasarse la vidaescribiendo documentos que son contrarios a sus convicciones —prosiguió ZinaídaFiódorovna,uniendolasmanosenungestodedesesperación—.Obedecer,felicitarelAñoNuevoalossuperioresyluegocartas,cartasymáscartas,y,sobretodo,someterseaunorden de cosas que no puede ser de su agrado. ¡No, Georges, no! Déjese de bromaspesadas.Esterrible.Ustedesunidealistaysólodebeservirasusideas.

—Deverdadquemetomaustedporotro—suspiróOrlov.

—Dígamesinmásquenotieneganasdehablarconmigo.Nomesoporta,esoestodo—profirióentrelágrimasZinaídaFiódorovna.

—Escuche, querida—dijo Orlov en tono sentencioso, retrepándose en el sillón—,ustedmismahatenidolabondaddecalificarmedehombrecultoeinteligente.Yenseñaralqueyasabenoconduceanada.Conozcomuybientodaslasideas,pequeñasygrandes,quetieneustedenmentecuandomellamaidealista.Enconsecuencia,siprefieroeltrabajoylascartasaesasideas,debedehaberalgúnmotivo.Esoenprimerlugar.Ensegundo,porloqueyosé,ustednohatrabajadonunca,demaneraquesusjuiciossobreelserviciocivilsólo han podido formarse a partir de anécdotas y novelas de cuarta fila. Por tanto, noestaríademásquenospusiéramosdeacuerdodeunavezparasiempresobreestepunto:nohablardecosasarchiconocidasodeasuntosquenosondenuestraincumbencia.

—¿Por qué me habla en ese tono? —exclamó Zinaída Fiódorovna, retrocediendocomo horrorizada—. ¿Por qué? ¡Por el amor de Dios, Georges, recapacite! —su voztemblabaysequebraba;eraevidentequetratabadecontenerlaslágrimas,perodeprontoestalló en sollozos—. ¡Georges, querido, me siento morir! —añadió en francés,postrándose de pronto delante de Orlov y apoyando la cabeza en sus rodillas—. Qué

angustia, qué tormento. No puedo más, no puedo… De niña una madrastra odiosa yperversa,luegomimaridoyahorausted…Usted…Amiamorapasionadorespondeconironíayfrialdad…¡Yesaespantosaydescaradadoncella!—prosiguió,entregemidos—.Sí,sí,yamedoycuenta:nosoysuesposa,nisuamiga,sinounamujeralaquenorespetaustedporquesehaconvertidoensuamante…¡Memataré!

NoesperabaqueesaspalabrasyesellantocausaranenOrlovtanprofundaimpresión.Se ruborizó, se removió inquieto en el sillón, y su rostro, en lugar de ironía, reflejó unmiedoobtusoypueril.

—Querida,nomehacomprendidousted,se lo juro—farfullóconfuso,pasándole lamanoporloscabellosyloshombros—.Perdóneme,seloruego.Hesidoinjustoy…medesprecioamímismo.

—Loimportunoconmisllantosymislamentos…Esustedhonradoygeneroso…unhombrecomohaypocos…Noloolvidoniunmomento,peroestosúltimosdíascasimemuerodetristeza…

ZinaídaFiódorovnaabrazóimpulsivamenteaOrlovylediounbesoenlamejilla.

—Peronollore,porfavor—dijoél.

—No,no…Yahelloradobastanteymesientomejor.

—Enloquerespectaaladoncella,mañanamismoabandonaráestacasa—exclamó,sindejarderemoverseinquietoenelsillón.

—No, que se quede, Georges. ¿Me oye?Ya nome damiedo…Hay que estar porencimadeesasmezquindadesynopensaren tonterías. ¡Tieneusted razón!Esustedunhombrecomohaypocos…¡unhombreextraordinario!

Prontodejódellorar.SentadaenlasrodillasdeOrlov,conlaslágrimasaúnbrillandoensuspestañas,sepusoacontarleamediavozunahistoriaconmovedora,quizárecuerdosdeinfanciayjuventud,mientrasleacariciabaelrostroconlamano,lobesabayobservabaatentamentelosanillosdesusdedosylosdijesdesucadena.Estabaentusiasmadaporsupropio relato y por la proximidad del hombre amado, y, quizá porque las recienteslágrimashabían limpiadoy refrescado su alma, su voz tenía unmatiz de extraordinariapurezaysinceridad.Orlov,porsuparte,jugueteabaconsuscabelloscastañosylebesabalasmanos,presionándolasconsuslabiossinhacerruido.

Luego tomaron el té en el despacho yZinaídaFiódorovna leyó en voz alta algunascartas.Pasadaslasdoce,sefueronadormir.

Esanochemedoliómuchouncostado,yhastaprimerahoradelamañananoconseguícalentarme y conciliar el sueño. Oí que Orlov salía de su habitación y entraba en eldespacho.Traspasarallí casiunahora, tocóel timbre.Olvidando todas las reglasde ladecencia, por culpa del dolor y la fatiga,me presenté en su estudio en ropa interior y

descalzo.Orlov,conbataygorrodedormir,meesperabaenelumbral.

—Cuandosetellama,debesacudirvestido—dijoconseveridad—.Tráememásvelas.

Quiseexcusarme,perodeprontomevinounfuerteaccesodetosy,paranocaer,tuvequeapoyarunamanoenlajamba.

—¿Estáustedenfermo?—preguntóOrlov.

Creoquedesdequenosconocíamoseralaprimeravezquemetratabadeusted.Diossabrá por qué lo haría. Es probable que vestido sólo con la ropa interior y con la caradesfiguradaporlatosnodesempeñarabienmipapelynoguardasemuchoparecidoconuncriado.

—Siestáustedenfermo,¿porquétrabaja?—preguntó.

—Paranomorirmedehambre—respondí.

—¡Quérepugnanteestodoesto,laverdad!—dijoenvozbaja,mientrasseacercabaasuescritorio.

Mientrasyo,yaconlalevitapuesta,colocabayencendíalasnuevasvelas,élsesentóal escritorioy, extendiendo laspiernas sobreun sillón, sepusoaabrirun libroconunaplegadera.

Lodejé sumidoen la lectura; estavezel librono se le cayóde lasmanos, como lajornadaanterior.

VII

Ahora, mientras escribo estos renglones, frena mi mano un miedo inculcado desde lainfancia:meaterraparecersentimentalyridículo.Cuandoquieromostrarmeafectuosoydecirpalabrastiernas,noconsigosersincero.Esetemor,asícomolafaltadecostumbre,meimpideexpresarcontodaclaridadloquesucedióentoncesenmicorazón.

No estaba enamorado de Zinaída Fiódorovna, pero en el simple sentimiento dehumanidadquealimentabaporellahabíamuchamásjuventud,frescurayalegríaqueenelamordeOrlov.

Porlamañana,mientraslustrababotasconuncepilloopasabalaescoba,esperabaconelalmaenviloelmomentoenqueporfinoiríasuvozysuspasos.¡Sisupieranustedesqué importanteeraparamíobservarlamientras tomabaelcaféydesayunaba,ponerle lapellizaenelvestíbulooayudarlaacalzarseloschanclosensuspequeñospies,mientrasellaseapoyabaenmihombro,yluegoesperaraquedesdeabajomellamaraelportero,aguardarla en la puerta y verla llegar con lasmejillas sonrosadas, aterida, salpicada denieve, escuchar sus exclamaciones entrecortadas sobre el hielo o el cochero! Ardía endeseosdeenamorarme,deformarmipropiafamilia,yqueríaquemifuturaesposatuvieraprecisamente esa cara, esavoz.Soñaba cuandocomíay cuando salíade casa a cumpliralgún encargo, y también por la noche, cuando no lograba conciliar el sueño. Orlov

rechazaba con repugnancia las prendas demujer, los niños, la cocina, las cacerolas decobre,mientrasyorecogíatodoeso,lomecíacondelicadezaenmissueños,loamaba,selo pedía al destino, yme perdía en ensoñaciones sobre una esposa, un cuarto para losniños,unjardínconsenderosdearena,unacasita…

Sabía que, si me enamoraba de ella, no podía contar con el milagro de sercorrespondido,peroesaconsideraciónnomeinquietaba.Elsentimientoquealbergabaeramodesto y recatado, nadamás que unamera inclinación, por lo que no sentía celos deOrlov,nisiquieraenvidia,puescomprendíaque,enelcasodeunhombretullidocomoyo,lafelicidadsóloesposibleenlossueños.

CuandoZinaídaFiódorovna,porlanoche,esperabaasuGeorges,mirandofijamenteunlibro,sinvolverlapágina,ocuandoseestremecíaypalidecíaporquePoliaatravesabalahabitación,yosufríaconellaysemepasabaporlacabezalaideadesajarcuantoanteseseenconadoabsceso,arreglándomelasparaqueseenteraradetodoloquesedecíaenlascenas de los jueves. Pero ¿cómo hacerlo? Cada vez más a menudo era testigo de suslágrimas.Durantelasprimerassemanassereíaycantabaunacancioncilla,inclusocuandoOrlovnoestaba,peroyaduranteelsegundomeslavidaencasasesumióenunsilencioominoso,quesólosequebrabalosjueves.

ZinaídaFiódorovnaadulabaaOrlovy,contaldearrancarleunasonrisainsinceraounbeso, estaba dispuesta a ponerse de rodillas y hacerle fiestas como un perrito faldero.Cuandopasabadelantedeunespejo,inclusocuandoestabaconelánimoporlossuelos,no podía dejar de mirarse y arreglarse el peinado. Me parecía extraño que siguierainteresándoseporlaropayquenohubieraperdidosuentusiasmoporlascompras,pueseraalgoquenocuadrabaconsusincerapesadumbre.Seguíalamodayencargabacostososvestidos.¿Paraquiényporquérazón?Recuerdosobretodounvestidonuevoquecostócuatrocientos rublos. ¡Pagarcuatrocientos rublosporunvestidosuperfluoe innecesario,cuandonuestrasjornalerasrecibenveintekopeksaldíaporsutrabajoextenuante,delosque hay que descontar la comida, y cuando a las bordadoras deBruselas yVenecia lespagansólomediofrancodiario,contandoconqueelrestoseloganaránhaciendolacalle!Meparecíaextraño,yhastameenojaba,queZinaídaFiódorvnanosedieracuentadeesascosas. Pero bastaba que saliera de casa para que se lo perdonara todo, para que lodisculparatodo,ymedispusieraaaguardaranhelantelallamadadelportero.

Me trataba comoa un lacayo, comoa una criatura inferior. Se puede acariciar a unperro sin prestarle atención. Los amos me daban órdenes y me hacían preguntas sinrepararenmipresencia.Considerabaninconvenientehablarconmigomásdelodebido.Sise me hubiera ocurrido, cuando servía la cena, entrometerme en una conversación oecharmea reír,probablementemehabrían tomadopor locoymehabríandespedido.Encualquier caso, Zinaída Fiódorovna era benévola conmigo.Cuandome enviaba a algúnsitioomeexplicabaelfuncionamientodeunalámparanuevauotracosaporelestilo,surostro adoptaba una expresión de lo más serena, afable y cordial, y me miraba

directamentealosojos.EntalesocasionessiempreteníalaimpresióndequeseacordabaconagradecimientodelascartasquelellevabaalacalleZnámenskaia.Cuandollamaba,Polia,quemeconsiderabaelfavoritodelamaymeodiabaporello,decíaconunasonrisaemponzoñada:

—Vete,tuamorcitotellama.

ZinaídaFiódorovnameconsiderabaunserinferiorynoalbergabalamenorsospechadequeeralaúnicapersonaenesacasaquepodíasentirsehumillada.Nosabíaqueyo,unlacayo,sufríaporellayunasveintevecesaldíamepreguntabaquéledepararíaelfuturoycómoacabaríatodo.Cadadíaquepasabalasituaciónempeorabaaojosvistas.Alparecer,después de aquella tarde enquehablarondel trabajo,Orlov, a quienno le gustaban laslágrimas,empezóatenermiedoyprocuróevitarcualquierconversaciónconella.CuandoZinaídaFiódorovnaempezabaadiscutir,oasuplicar,oparecíaapuntodeecharseallorar,élencontrabaalgunaexcusaplausiblepararetirarseasudespachooinclusoparasalirdecasa.Cadavezeramásraroquesequedaraapasarlanocheymásraroaúnquecenaraencasa. Los jueves él mismo pedía a sus amigos que lo llevaran a alguna parte. ZinaídaFiódorovna soñaba, como antes, con una cocina, con un piso nuevo y con un viaje alextranjero, pero sus sueños seguían sin hacerse realidad. La comida la traían de unrestaurante; en cuanto a la cuestión de la vivienda, Orlov le había pedido que no laplanteara hasta que regresaran del viaje al extranjero, que por lo demás no podríanemprender antes de que le creciera el pelo, porque no podía ir de hotel en hotel,consagradoasusideas,sinoteníaelpelolargo.

Como si no bastase con eso, Kukushkin empezó a aparecer por las tardes, cuandoOrlovestabaausente.Sucomportamientonoteníanadadeextraño,peroamínosemeibadelacabezaaquellaconversaciónenquehabíaafirmadoquelequitaríalaamanteaOrlov.Le servíamos té y vino tinto, y él soltaba esas risitas suyas y, deseando decir algoagradable, aseguraba que el matrimonio civil era superior al eclesiástico en todos lossentidosyque,en realidad, todas laspersonasdecentesdeberíanpostrarsea lospiesdeZinaídaFiódorovna.

VIII

LasfiestasdeNavidadpasaronenmediodelaburrimiento,comounvagoanticipodelacatástrofequeseavecinaba.LavísperadeAñoNuevo,mientrastomabasucafématinal,Orlov anunció de improviso que sus superiores, después de investirlo de poderesespeciales, habían dispuesto que se uniera a un senador que iba a realizar un viaje deinspecciónaciertaprovincia.

—Nomeapeteceir,peronosemeocurreningunaexcusa—dijodisgustado—.Tengoqueobedecer,nohaynadaquehacer.

Encuantoseenteródeesanovedad,aZinaídaFiódorovnaseleenrojecieronlosojos.

—¿Paramuchotiempo?—preguntó.

—Cincooseisdías.

—A decir verdad, me alegro de que te marches —dijo, después de pensarlo unmomento—.Tedistraerás.Tendrásunaaventuraduranteelviajeyluegomelacontarás.

Siemprequesepresentabalaocasión,tratabadedemostrarleaOrlovquenocoartabasulibertadyqueeradueñodehacerloqueseleantojase,peroesapolíticataningenuaytransparentenoengañabaanadieysóloservíapararecordarleunavezmásaOrlovquenoeralibre.

—Memarchoestatarde—dijoél,ysepusoaleerelperiódico.

ZinaídaFiódorovnateníaintencióndeacompañarloalaestación,peroélladisuadió,argumentandoquenosemarchabaaAméricaniestaríafueracincoaños,sólocincodías,talvezmenos.

Sedespidieronpocodespuésdelassiete.Éllerodeólacinturaconunsolobrazoylabesóenlafrenteyenloslabios.

—Sébuenaynoteentristezcasdurantemiausencia—dijoenuntonotanafectuosoycordialquemeconmovióinclusoamí—.QueDiostebendiga.

Ella miró con ansia su rostro, como tratando de imprimir con mayor fuerza en lamemoriaesosrasgostanqueridos;luegoleechólasmanosalcuelloconungestollenodegraciayapoyólacabezaensupecho.

—Nomeguardesrencorpornuestrosmalentendidos—dijoenfrancés—.Unmaridoyunamujer no pueden dejar de discutir si se quieren, y yo te quiero con locura.Nomeolvides…Telegrafíamelomásamenudoquepuedasydamenoticiasdetalladas.

Orlovvolvióabesarlaysaliósinañadirpalabra,sintiendociertaconfusión.Cuandoyase había oído el ruido del cerrojo en la puerta, se detuvo en medio de la escalera,meditabundo, y miró hacia arriba. Yo tenía la impresión de que, si en ese momentohubieraoídoahíelmenorruido,sehabríavuelto.Perotodoestabaensilencio.Searreglóelcapoteyempezóabajarlospeldañosconindecisión.

Enlaentradaesperabandostrineosdesdehacíaalgúntiempo.Orlovsesentóenunoyenelotromeacomodéyoconlasdosmaletas.Elfríoeramuyintensoyenloscrucesdelas calles ardían hogueras. La velocidad de la marcha hacía que el gélido viento mearañaralacaraylasmanosymecortaraelaliento;conlosojoscerrados, ibapensando:«¡Quémujertanmaravillosa!¡Cuántoloama!Hoydíaserecogenporlospatioshastalosobjetosinservibles,paravenderlosconfinesbenéficos;hastaunespejorotoseconsideraunamercancía aprovechable, pero algo tan valioso y raro como el amor de unamujerjoven, refinada, inteligente y decente se pierde completamente en vano. Un viejosociólogo consideraba que cualquier pasión negativa era una fuerza que, con sabiduría,podíaencauzarsealbien;ennuestropaís,encambio,unapasiónnobleyhermosanaceyluegomuereimpotente,sindirecciónalguna,incomprendidaodegradada.¿Porqué?».

Los trineos se detuvieron de pronto. Abrí los ojos y vi que estábamos en la calleSerguiévskaia, cerca del caserón donde vivía Pekarski. Orlov se apeó del trineo ydesaparecióenelinteriordeledificio.AlcabodeunoscincominutosaparecióenlapuertaellacayodePekarski,singorro,ymegritó,enfadadoporelfríoquehacía:

—¿Estássordooquétepasa?Despidealoscocherosysube.¡Tellaman!

Sin entender nada, me dirigí a la segunda planta. Había estado antes en casa dePekarski,esdecir,habíaechadounvistazoalasaladesdeelvestíbulo,ysiempremehabíaimpresionadoelesplendorde losmarcos,de losbroncesydelcostosomobiliario,sobretododespuésdeatravesarcalleshúmedasysombrías.Ahora,enmediodeeseesplendor,viaGruzin,aKukushkinyunpocodespuéstambiénaOrlov.

—Escucha,Stepán—dijo,acercándoseamí—.Voyaquedarmeaquíhastaelviernesoelsábado.Sillegancartasotelegramas,tráemelosadiario.Encasa,desdeluego,dirásquehepartidoyquemandounsaludo.Adiós.

Cuando regresé a casa, Zinaída Fiódorovna estaba tumbada en el sofá de la sala,comiendounapera.Sóloardíaunavela,colocadaenuncandelabro.

—¿Llegasteisatiempoalaestación?—mepreguntó.

—Desdeluego.Elseñorlemandaunsaludo.

Me retiré a mi habitación y tambiénme tumbé. No tenía nada que hacer y nomeapetecíaleer.Noestabasorprendidoniindignado,peromeexprimíalossesostratandodecomprenderlanecesidaddeeseengaño,puessólolosmuchachosengañandeesemodoasusamantes.¿Cómoeraposiblequeaunhombrequehabíaleídoyrazonadotantonoselehubiera ocurrido algomás elaborado?Reconozco que no tenía unamala opinión de suinteligencia. Creo que, si hubiera necesitado engañar al ministro de su ramo o a otropersonaje importante, habría empleado no pocas energías y artimañas; en cambio, paraengañar a una mujer había echado mano de lo primero que se le había pasado por laimaginación.Silaarguciateníaéxito,bien,ysino,pocoimportaba,puespodíamentirunasegundavez,conlamismafacilidadypresteza,sinromperselacabeza.

Amedianoche,mientrasenelpisodearriba recibíanelAñoNuevocon rumoresdesillas,gritosyvivas,ZinaídaFiódorovnallamódesdelahabitacióncontiguaaldespacho.Conciertalanguidez,despuésdehaberpasadotantotiempotumbada,sehabíasentadoalamesayestabaescribiendoalgoenunpedazodepapel.

—Hayquemandaruntelegrama—dijo,sonriendo—.Vayacuantoantesalaestaciónypidaqueloenvíendeinmediato.

Cuandosalíalacalle,leílanota:«FelizAñoNuevoymuchasfelicidades.Telegrafíaenseguida.Teechomuchísimodemenos.Hapasadounaeternidad.Lamentoquenoseaposiblemandarportelégrafounmillardebesosymipropiocorazón.Quelopasesbien,amormío.Zina».

Mandé el telegrama y a la mañana siguiente entregué el resguardo a ZinaídaFiódorovna.

IX

Lopeorde todoeraqueOrlovhabíacometido la torpezadehacerpartícipedel engañotambiénaPolia,ordenándolequelellevarasuscamisasalacalleSerguiévskaia.Apartirdeesemomento,PoliamirabaaZinaídaFiódorovnaconmalevolenciayunodioqueyonoalcanzabaaentender,ynodejabadebufardecontentocuandoestabaenelvestíbulooensuhabitación.

—¡Ya ha pasado aquí demasiado tiempo, es hora de que se vaya! —decía consatisfacción—.Eslaprimeraquetendríaqueentenderlo.

Barruntando que Zinaída Fiódorovna no se quedaría mucho tiempo entre nosotros,procurabanoperder el tiempoy arramblabacon todo loque se leponía a tiro: frascos,horquillas de carey, pañuelos, zapatos. El segundo día del año Zinaída Fiódorovnamellamóasuhabitaciónymeinformóamediavozdequelehabíadesaparecidounvestidonegro.Luegorecorriótodaslashabitaciones,pálida,conexpresiónasustadaeindignada,hablandoconsigomisma:

—¿Cómoesposible?Pero¿cómoesposible?¡Esdeunainsolenciainaudita!

Durantelacomida,quisoservirseellamismalasopa,peronopudo:letemblabanlasmanos. También le temblaban los labios.Miraba impotente la sopa y las empanadillas,esperandoqueselepasaraeltemblor,perodeprontonopudocontenerseymiróaPolia.

—Usted,Polia,puedesalirdelahabitación—dijo—.ConStepánmebasta.

—Nomeimportaquedarme,señora—respondióPolia.

—Nohaymotivoparaquesequedeaquí.Váyasedeunavezparasiempre…¡deunavezparasiempre!—gritóZinaídaFiódorovay,presadeunagranagitación,sepusoenpie—.Puedebuscarseotracolocación.¡Váyaseahoramismo!

—Nopuedoirmehastaqueelseñormeloordene.Esélquienmecontrató.Seharáloqueéldiga.

—¡Yotambiénledoyórdenes!¡Soylaseñoradelacasa!—dijoZinaídaFiódorovna,poniéndosecomolagrana.

—Puedequeseaustedlaseñoradelacasa,perosóloelseñorpuededespedirme.Fueélquienmecontrató.

—¡No se atreva a quedarse aquí ni un minuto más!—gritó Zinaída Fiódorovna ygolpeóelplatoconelcuchillo—.¡Esustedunaladrona!¿Meoye?

ZinaídaFiódorovnaarrojólaservilletasobrelamesaysalióatodaprisadelcomedor,con una expresión lastimosa y sufriente. Polia también salió, entre ruidosos gemidos y

lamentos. La sopa y la becada se enfriaron. Por alguna razón, esos suntuososmanjarestraídos del restauranteme parecieron de pronto nomenosmiserables y rufianescos quePolia.Dosempanadillasquehabíaenunplatoteníanunaspectoespecialmentepenosoylamentable.«Hoynosdevolveránalrestaurante—parecíandecir—ymañananosservirándenuevoenelalmuerzodeunfuncionarioounacantantefamosa».

—¡Esuna señoramuy importante, figúrate!—seoíaen lahabitacióndePolia—.Sihubiera querido, hace tiempo que yo también sería una señora así… ¡Pero me davergüenza!¡Yaveremosquiéndelasdossemarchaprimero!¡Sí!

ZinaídaFiódorovnallamó.Estabasentadaenunrincón,yporlaexpresióndesurostrosediríaquealguienlahabíapuestoallícomocastigo.

—¿Nohantraídoningúntelegrama?—preguntó.

—Noseñora.

—Pregúntelealportero,quizáhaya llegadoalguno.Peronosalgadecasa—añadió,cuandomedilavuelta—.Medamiedoquedarmesola.

Apartirdeesemomento,casicadahorateníaquebajarcorriendoparapreguntarlealportero si se había recibido algún telegrama. ¡Debo confesar que fueron unos díasterribles!ParanoveraPolia,ZinaídaFiódorovnacomíaytomabaeltéensuhabitación,dondetambiéndormía,haciéndosepersonalmenteellechoenunsofápequeñoyarqueado.Enlosprimerosdíaserayoquienseencargabadeenviarlostelegramas,pero,alnorecibirrespuesta,dejódeconfiarenmíyempezóairellamismaalaoficinadetelégrafos.Eratanta su ansiedad que también yo me puse a esperar con impaciencia un telegrama.Albergaba la esperanza de que a Orlov se le hubiera ocurrido alguna estratagema, porejemplo, que hubiera dado disposiciones para que enviaran un telegrama desde algunaestación.Siestádemasiadoabsorbidoconlaspartidasdecartas,pensabayo,ohatenidotiempo de encapricharse de otra mujer, seguro que Gruzin o Kukushkin le recuerdannuestra existencia. Pero esperamos en vano. Unas cinco veces al día entraba en lahabitacióndeZinaídaFiódorovnaconlaintencióndecontarletodalaverdad,pero,alversu aire desamparado, sus hombros caídos y sus labios trémulos, me retiraba sin decirpalabra. La compasión y la piedad me robaban todo rastro de valor. Polia, alegre ysatisfecha, como si la cosa no fuera con ella, limpiaba el despacho del señor y eldormitorio,husmeabaenlosarmarios,recogíalavajillacontintineodeplatosy,alpasarpor la puerta de Zinaída Fiódorovna, canturreaba y tosía. Le gustaba que la señora seescondiese de ella. Salía por la noche y no regresaba hasta las dos o las tres de lamadrugada;cuandollamabaal timbre,yoteníaqueabrirleyescucharsusobservacionessobre mi tos. Al poco rato se oía otro timbrazo y yo tenía que acudir corriendo a lahabitación contigua al despacho, dondeZinaídaFiódorovna, asomando la cabeza por lapuerta,mepreguntaba:«¿Quiénhallamado?».Ymemirabalasmanosparaversillevabaalgúntelegrama.

Cuandoelsábado,porfin,llamaronabajoyenlaescaleraseoyóunavozconocida,sealegrótantoquesepusoasollozar.Corrióasuencuentro,loabrazó,lebesóelpechoylasmangas,pronunciópalabrasincomprensibles.Elporterometiólasmaletasencasa,seoyóla voz alborozada de Polia. ¡Era como si hubiera llegado alguien a pasar unos días devacaciones!

—¿Por qué no has telegrafiado? —decía Zinaída Fiódorovna, con la respiraciónentrecortadaporlaalegría—.¿Porqué?Cuántohesufrido,yanopodíamás…¡Ah,Diosmío!

—¡Puesmuysencillo!ElsenadoryyopartimoselprimerdíaparaMoscú,demodoque no me llegaron tus telegramas —dijo Orlov—. Después de comer, querida, te locontaré todo en detalle; ahora quiero dormir, dormir y nadamás…Vengo agotado delviaje.

Era evidente que no había dormido en toda la noche: probablemente había estadojugandoalascartasyhabíabebidomucho.ZinaídaFiódorovnalollevóalacama,yluegotuvimosqueandartodosdepuntillashastalatarde.Durantelacomidatodomarchóalasmil maravillas, pero cuando pasaron al despacho para tomar el café, empezaron lasexplicaciones. Zinaída Fiódorovna hablaba en francés, y sus palabras se sucedíansusurrantesyveloces,comoelmurmullodeunarroyo;luegoseoyóunprofundosuspiroylavozdeOrlov.

—¡Diosmío!—dijoenfrancés—.¿Esquénotienenoticiasmásfrescasqueesaeternacantineladelasmaldadesdeladoncella?

—Pero,cariño,meharobadoymehadichotodaclasedeinsolencias.

—¿Yporquénomerobanimefaltaamíalrespeto?¿Porquéyonoreparonuncaenlasdoncellas,enlosporterosyenloslacayos?Querida,losuyonoesmásquecaprichoyfalta de carácter… Hasta empiezo a sospechar que está usted embarazada. Cuando lepropusedespedirla,insistióustedenquesequedara,yahoraquierequelaeche.Enestoscasos yo también soy testarudo: a un capricho respondo con otro. Usted quiere que sevaya;bueno,puesyoquieroquesequede.Eselúnicomododecurarleaustedlosnervios.

—¡Basta, basta!—dijoZinaída Fiódorovna, asustada—.Dejemos el tema…Ya nosocuparemosmañana.AhoraháblemedeloquehahechoenMoscú…¿Quésecuentaporallí?

X

Aldíasiguiente,7deenero,festividaddesanJuanBautista,Orlov,despuésdetomareldesayuno, se puso el frac y se prendió su condecoración para ir a casa de su padre afelicitarleelsanto.Teníaquemarcharsealasdos,perocuandoterminódevestirseerasólolaunaymedia.¿Cómopasaresamediahora?Sepaseóporlasala,recitandounosversosconlosquefelicitabaasupadreyasumadrecuandoeraniño.ZinaídaFiódorovna,que

estabaapuntodeirseacasadesucostureraoaunatienda,loescuchabaconunasonrisa.Nosédequésepondríanahablar,perocuandole llevélosguantesaOrlov,esteestabadelantedeZinaídaFiódorovnayconexpresióncaprichosaysuplicanteledecía:

—PorelamordeDios,por todos lossantos, ¡nomedigacosasquesondedominiopúblico!Quédesdichadotalentoeldenuestrasdamasinteligentesysabiasparahablarconentusiasmo y aspecto concentrado de asuntos de los que están hasta la coronilla, desdehace tiempo,hasta lascolegialas. ¡Ah,siexcluyesedenuestroprogramaconyugal todasesascuestionesserias!¡Cuántoseloagradecería!

—Lasmujeresnopodemospermitirnostenercriteriospropios[49].

—Ledoyplenalibertadparasertodololiberalquequieraycitaralosautoresquesele antojen, pero hágame el favor de no mencionar dos asuntos en mi presencia: ladepravación de la alta sociedad y las irregularidades delmatrimonio. Y le pido que loentienda. Siempre se critica a la alta sociedad para contraponerla al mundo de loscomerciantes, los curas, los pequeños propietarios y los campesinos, es decir, el de losSidorylosNikita.Ambosmundosmerepugnan,perosituvieraqueelegirenconcienciaentreunoyotro,mequedaríasindudarloconlaaltasociedad,yenesaelecciónnohabríarastrodementiranideafectación,porquetodosmisgustosvanenesadirección.Nuestromundo es vulgar y vano, pero al menos usted y yo hablamos fluidamente en francés,leemosalgúnqueotrolibroynonoszurramoslabadana,nisiquieracuandotenemosunafuertediscusión,mientras losSidor, losNikita, loscomerciantesydemásnohacenmásque decir «sus felicito», «yamesmo», «ojalá revientes» y viven en el desenfreno total,inmersosencostumbrestabernariasyunaciegaidolatría.

—Loscampesinosyloscomercianteslomantienenausted.

—Sí,¿yqué?Esedetallenosólomedejaenmallugaramí,sinotambiénaellos.Memantienen y se quitan el sombrero delante de mí, lo que significa que carecen de lainteligenciay lahonradeznecesariasparaobrardeotromodo.Yono insultonielogioanadie,peropermítamequeledigaunacosa:laaltasociedadylabajasonacualpeor.Meopongo a ellas con el corazón y con la cabeza, pero mis gustos están del lado de laprimera.Yenloquerespectaalasanomalíasdelmatrimonio—prosiguióOrlov,despuésdeconsultarelreloj—,yaeshoradequevayaentendiendoquenohayanormalidadesdeningún tipo, sino más bien, al menos de momento, una serie de vagas exigencias almatrimonio.¿Quéesperanustedesdelmatrimonio?Enlaconvivencialegítimaeilegítima,entodaslasunionesycohabitaciones,buenasymalas,laesenciaeslamisma.Ustedes,lasdamas,vivensóloparaesaesencia,quesignificatodoparaustedes,puessinellassuvidacareceríadesentido.Nonecesitannadamásqueesaesencia,asíquelatoman,perodesdequehanempezadoa leernovelas, lesdavergüenza tomarlayvandeun ladoparaotro,cambiandodeparejaconlamayorimprudencia,y,parajustificaresebarullo,hablandelasanormalidadesdelmatrimonio.Mientrassiganustedessinpoderniquererrenunciaralaesencia,suprincipalenemigo,suSatanás,mientrascontinúensirviéndolafielmente,¿qué

sentido tiene hablar de cuestiones serias?Todo lo queme digan será puro sinsentido yafectación.Nohayposibilidaddequelascrea.

Bajé para ver si el portero había conseguido un coche y, cuando regresé, ya habíaestalladoladiscusión.Comodicenlosmarineros,elvientoarreciaba.

—Ya veo que tiene usted hoy intención de sorprenderme con su cinismo —decíaZinaídaFiódorovna,paseándosemuyalteradaporlasala—.Medaascoescucharle.Soyinocente anteDiosy ante loshombresyno tengoquearrepentirmedenada.Dejé amimaridoparavivirconustedymeenorgullezcodeello.¡Meenorgullezco,selojuropormihonor!

—Puesestupendo.

—Siesustedunhombrehonradoydecente,tambiéndebeenorgullecersedemiacto.Noscolocaporencimademilesdepersonasquequerríanprocederde lamismamaneraqueyo,peronosedecidenporcobardíaocálculosmezquinos.Peroustednoesdecente.Leasusta la libertadyseburlade los impulsosnoblesporque temequealgún ignorantesospeche que es usted un hombre honrado. Teme usted mostrarme a sus amigos y noconcibe castigomayorque ir conmigopor la calle…¿Quédice? ¿Acasono esverdad?¿Porquéaúnnomehapresentadoasupadreyasuprima?¿Porqué?¡Ah,laverdadesqueestoyyahartadetodoesto!—gritóZinaídaFiódorovna,dandounapatadaenelsuelo—.Exijoloquemeperteneceporderecho.¡Hagaelfavordepresentarmeasupadre!

—Si tanto lo necesita, preséntese ustedmisma.Recibe todas lasmañanas de diez adiezymedia.

—¡Qué mezquino es usted! —dijo Zinaída Fiódorovna, retorciéndose las manos,desesperada—.Aunquenoesustedsinceroynodiceloquepiensa,sóloporesacrueldadpodríaodiarlo.¡Ah,quémezquinoesusted!

—Enlugardedarvueltasentornoalacuestión,seríamejorquefuéramosalfondodelasunto.Yelfondodelasuntoesquesehaequivocadoustedynoquierereconocerloenvoz alta. Se imaginaba que yo era un héroe y que tenía ideas e ideales extraordinarios,cuandohaacabadodemostrándosequesoyunfuncionariodelomásvulgar,unjugadordecartas,yquenotengounainclinaciónespecialporningunaidea.Soyundignovástagodeesemundopodridodelquehahuidousted,indignadacontrasuvanidadyvulgaridad.Seaustedjustayreconózcalo:noestáenfadadaconmigo,sinoconsigomisma,porqueesustedquiensehaequivocado,noyo.

—Sí,loadmito:¡meheequivocado!

—Muy bien. Gracias a Dios, ya hemos llegado al meollo de la cuestión. Ahora,escúchemeunmomento,siesustedtanamable.Yonopuedoelevarmehastaustedporqueestoy demasiado corrompido; usted tampoco puede descender hasta mí porque está ademasiadaaltura.Portanto,sóloqueda…

—¿Qué?—seapresuróapreguntarZinaídaFiódorovna,conteniendolarespiraciónyponiéndosederepentetanpálidacomounlienzo.

—Recurriralaayudadelalógica.

—Gueorgui,¿porquémeatormentadeestemodo?—dijodeprontoenrusoZinaídaFiódorovna,conlavozquebrada—.¿Porqué?Desecuentademissufrimientos…

Orlov,temerosodesuslágrimas,seretirórápidamenteasudespachoynoséporquérazón—talvezdesearacausarlemásdañoo simplemente seacordaradequeesaera lapráctica habitual en casos semejantes— cerró la puerta con llave. Ella pegó un grito ycorriótrasél,acompañadadelrumordesuvestido.

—¿Quésignificaesto?—preguntó,llamandoalapuerta—.¿Quésignifica…esto?—repitió, y su voz, que temblaba de indignación, subió de tono—. Ah, ¿conque esastenemos? ¡Pues sepa que lo odio y lo desprecio! ¡Todo ha terminado entre nosotros!¡Todo!

Seoyóun llantohistérico,acompañadodecarcajadas.En la salaunobjetopequeñocayó de la mesa y se rompió. Orlov pasó del despacho al vestíbulo por otra puerta y,dirigiendoasualrededorunamiradacobarde,sepusoatodaprisaelcapoteylachisteraysalió.

Transcurriómediahora,luegounahora,yellaseguíallorando.Meacordédequenoteníapadrenimadreni familiares,dequeennuestracasavivíaentreunhombreque laodiabayPolia,quelerobaba,ysuvidasemeantojóterriblementedesolada.Sinsaberyomismo la razón, entré en la sala. Abatida, impotente, con esos cabellos maravillosos,ZinaídaFiódorovna,queeraparamíunmodelodeternurayelegancia,sufríacomounaenferma; postrada en el sofá, con la cara oculta entre las manos, temblaba de pies acabeza.

—Señora,¿quierequevayaabuscaralmédico?—preguntéenvozbaja.

—No,noesnecesario…estoybien—dijo,mirándomeconojosllorosos—.Medueleunpocolacabeza…Graciasencualquiercaso.

Salí. Esa tarde escribió una carta tras otra yme envió primero a casa de Pekarski,luego a la de Kukushkin, más tarde a la de Gruzin, y por último a donde mejor mepareciese,contaldequeencontraraaOrlovcuantoantesyleentregaralacarta.Cadavezqueregresabaconlacartaenlamano,meinsultaba,mesuplicaba,medabadinero,comosifuerapresadeunaccesodefiebre.Pasólanocheenvela,sentadaenlasala,hablandoconsigomisma.

Orlovregresóaldíasiguiente,alahoradelacomida,ysereconciliaron.

El primer jueves después de esa escena, Orlov se quejó ante sus amigos de loinsoportablementeduraqueerasuvida.Fumómuchoydijoconenfado:

—Esto, más que vida, es un tormento. Lágrimas, alaridos, conversaciones de altosvuelos,súplicasdeperdón,máslágrimasyalaridos;endefinitiva,yanosoydueñodemipropiohogar,meatormentoylaatormentoaella.¿Esposiblequetengaquepasarunoodosmesesmásdeestamanera?¿Esposible?¡Puesesoparece!

—Hablaconella—dijoPekarski.

—Ya lo he intentado, pero es imposible. Se le puede decir cualquier verdad a unapersona independiente y razonable, pero en este caso estamos hablando de una criaturaque no tiene voluntad ni carácter ni lógica. Yo no puedo soportar las lágrimas, medesarman. Cuando se echa a llorar, estoy dispuesto a jurarle amor eterno y ponerme allorartambiényo.

Pekarski,sincomprender,serascópensativolaanchafrenteydijo:

—Hazmecaso,alquilaunpisoparaella.¡Asídesencillo!

—Loqueellanecesitaesmicompañía,nounpiso.Perodejémoslo—suspiróOrlov—.Nooigomásquediscursosinterminables,peronoveoningunasalidaamisituación.¡Heaquíloquesignificaserculpablesintenerculpa!Noquierescaldo,puestomadostazas.Todami vida he rechazado el papel de héroe, nunca he podido soportar las novelas deTurguénev, y de pronto, como si fuera cosa de burla, me encuentro convertido en unauténticohéroe.Ledoymipalabradehonordeque soy lomenosparecidoaunhéroe,presentopruebasirrefutables,peronomecree.¿Porqué?Despuésdetodo,puedequemicaratengarasgospropiosdeunhéroe.

—¿Yporquénosevaustedainspeccionarlasprovincias?—dijoKukushkin,riendo.

Una semana después de esa conversación,Orlov anunció que volvían a enviarlo encomisióndeservicio,acompañadodeunsenador,yesamisma tardesemarchóconsusmaletasacasadePekarski.

XI

Enelumbralhabíaunancianodeunossesentaaños,conunapellizaquelellegabahastalostobillosyungorrodecastor.

—¿EstáencasaGueorguiIvánich?—preguntó.

Alprincipiopenséqueseríaunodelosusureros,acreedoresdeGruzin,queavecessedirigíanaOrlovpara recuperarpequeñas sumas,perocuandoentróenelvestíbuloy sedesabrochó la pelliza, vi esas pobladas cejas y esos labios fruncidos que tanto habíaestudiado en fotografías, así como dos filas de estrellas en el frac de su uniforme. Loreconocí:eraelpadredeOrlov,elfamosohombredeEstado.

LerespondíqueGueorguiIvánichhabíasalido.Elancianofruncióaúnmásloslabiosymirópensativoaunlado,mostrándomesuperfilseco,subocadesdentada.

—Leescribiréunanota—dijo—.Acompáñeme.

Dejóloschanclosenelvestíbuloy,sinquitarselalargaypesadapelliza,sedirigióaldespacho.Unavezallí, sesentóenunsillón,delantedelescritorio,y,antesdecoger lapluma,estuvomeditandodosotresminutos,protegiéndoselosojosconlamano,comosilemolestaraelsol,elmismogestoquehacíasuhijocuandoestabademalhumor.Teníauna cara triste, pensativa, con ese aire de resignación que sólo había observado en losrostrosdelaspersonasmayoresyreligiosas.Yomequedédetrás,mirándolelacalvayelhoyo que tenía en la nuca, plenamente consciente de que ese anciano débil y enfermoestabaenmismanos,puesenlacasanohabíanadie,sólomienemigoyyo.Bastabaconquehicieraunpequeñoesfuerzofísico,lesustrajeradespuéselreloj,paraocultarelmóvildelcrimen,y salierapor lapuerta trasera,paraobtenermuchísimomásde loquehabíaimaginadocuandoempecéatrabajardelacayo.Penséquedifícilmentesemepresentaríaunaocasióntanfavorable.Pero,enlugardeactuar,contemplabacontotalindiferenciatanpronto la calva como la pelliza, mientras reflexionaba con la mayor serenidad en larelacióndeesehombreconsuúnicohijoyconsiderabaquelaspersonasmimadasporlafortunayelpoderprobablementenoquierenmorir…

—¿Hacemucho que has entrado al servicio demi hijo?—preguntó, trazando en elpapelunasletrasdegrantamaño.

—Másdedosmeses,excelencia.

Una vez terminada la nota, se puso en pie. Todavía estaba a tiempo. Haciendo unesfuerzo y apretando los puños, traté de destilar enmi alma al menos una gota demiantiguoodio;recordéquehastahacíapocohabíasidounenemigoencarnizado,implacableyobstinadodeesehombre…Peronoesfácilencenderunacerillaenunapiedrafriable.Eserostroenvejecido,melancólico,yelfríoresplandordelasestrellassólodespertabanenmípensamientosnimios,insignificanteseinútilessobrelafugacidaddetodoloterrenoylainminenciadelamuerte…

—¡Adiós,muchacho!—dijoelanciano,yacontinuaciónsepusoelgorroysemarchó.

Ya no cabía ninguna duda: se había operado un cambio en mí, me había vueltodistinto. A modo de prueba, me sumergí en los recuerdos, pero al punto me sentíhorrorizado,comosihubieraechadounvistazo, sindarmecuenta,aun rincónoscuroyhúmedo.Meacordédemiscompañerosyconocidos,yloprimeroquemevinoalacabezafuecómomeruborizaríayavergonzaríasimeencontraraconalgunodeellos.¿Enquémehabíaconvertido?¿Quédebíapensaryhacer?¿Quédireccióndebíatomar?¿Cuáleraelobjetodemivida?

Noentendíanadaysóloeraconscientedeunacosa:teníaquehacerlasmaletascuantoantes y marcharme. Antes de la visita del anciano mi posición de criado tenía algúnsentido, ahora resultaba ridícula. Mis lágrimas caían sobre la maleta abierta, meembargabauna tristeza insoportable, pero ¡qué ansias teníadevivir!Estabadispuesto aabarcar e incluir enmi breve existencia cualquier experiencia accesible al ser humano.

Queríahablar,leer,darmartillazosenunafábricadegrandesdimensiones,montarguardiaenlacubiertadeunbarco,arar la tierra.Meatraía laavenidaNevski,elcampo,elmar,cualquierlugaralquemellevaramiimaginación.CuandoregresóZinaídaFiódorovna,meapresuré a abrirle lapuertay la ayudéaquitarse lapelliza conespecial ternura. ¡Era laúltimavez!

Ademásdelanciano,esedíarecibimosotrasdosvisitas.Porlatarde,cuandoyahabíaoscurecido, apareció inopinadamente Gruzin para recoger unos papeles que Orlovnecesitaba.Abrióuncajóndelescritorio,sacóunosdocumentos, losenrolló,meordenóquelosdejaraenelvestíbulo,alladodesugorro,ypasóaveraZinaídaFiódorovna,queestabaenlasala,tumbadaenelsofá,conlacabezaapoyadaenlosbrazos.Habíanpasadocincoo seisdíasdesdequeOrlovpartiera enviajede inspección,ynadie sabía cuándoregresaría, pero ella ya no enviaba telegramas ni los esperaba. A Polia, que seguíaviviendoen lacasa,parecíanoprestarleatención.«¡Meda igual!», leíayoen su rostroimpasibleypálidocomoeldeunamuerta.IgualqueOrlov,tambiénellaseempeñabaenserdesdichadaporsimpletestarudez.Enfrentadaconsigomismayconelmundoentero,sepasabadíasenterosinmóvilenelsofá,deseandoyesperandosólolopeor.ProbablementeseimaginabaelregresodeOrlov,lasinevitablesdisputas,luegosufrialdad,sustraicionesy,porúltimo,laseparación,yesposiblequeesospensamientosangustiososleprocuraranciertoplacer.Pero¿quédiríasideprontoseenteraradelaverdad?

—Cuántolaquiero,madrina—dijoGruzin,saludándolaybesándolelamano—.¡Québuenaesusted!YGeorgessehamarchado—mintió—.¡Sehamarchado,elmuygranuja!—sesentóconunsuspiroyleacariciólamanoconternura—.Permitaquemequedeunahorita con usted, amiga mía —prosiguió—. No me apetece volver a casa y es muytemprano para ir a la de Birshov. Los Birshov celebran hoy el cumpleaños de su hijaKatia.¡Unamuchachaencantadora!—leservíunvasodetéyunagarrafitadecoñac.Élsebebióeltélentamente,conevidentedesgana,y,aldevolvermeelvaso,mepreguntócontimidez—:¿Notieneusted,amigo,algo…parapicar?Todavíanohecomido.

Noteníamosnada.Fuialrestauranteyletrajeunalmuerzocorriente,deunrublo.

—¡A su salud, palomita!—dijo, dirigiéndose a Zinaída Fiódorovna y se bebió unacopadevodka—.Mipequeña,suahijada,lemandasaludos.¡Lapobrecitatieneescrófula!¡Ah,losniños,losniños!—suspiró—.Dígaseloquequiera,madrina,peroesunaalegríaserpadre.Georgesnopuedeentenderesesentimiento.

Sebebióotracopa.Enjuto,pálido,con laservilletaenelpechoamododedelantal,comía con avidez, al tiempo que, arqueando las cejas,miraba con aire culpable, comohacenloschiquillos,tanprontoaZinaídaFiódorovacomoamí.Dabalaimpresióndeque,sinolehubierallevadolabecadaolajalea,sehabríaechadoallorar.Unavezsaciadaelhambre,semostrómásalegreysepusoacontar,entrerisas,unaanécdotasobrelafamiliaBirshov,pero,aldarsecuentadequenoteníainterésydequeZinaídaFiódorovnanosereía,secalló.Ydeprontoempezaronaaburrirse.Losdosguardabansilencio,alumbrados

porunasolalámpara:aéllecostabatrabajomentir;aella,porsuparte,lehabríagustadohacerlealgunaspreguntas,peronoacababadedecidirse.Asípasaronmediahora.Alcabodeesetiempo,Gruzinechóunvistazoalreloj.

—Eshoradequemevaya.

—No,quédeseunpocomás…Tenemosquehablar.

Volvieronaguardarsilencio.Élsesentóalpiano,apretóunateclayluegosepusoatocar y cantar en voz baja: «¿Quéme deparará este día?», pero como de costumbre selevantóenseguidaysacudiólacabeza.

—Toquealgo,compadre—lepidióZinaídaFiódorovna.

—¿Qué?—preguntóél,encogiéndosedehombros—.Heolvidadotodoloquesabía.Hacemuchotiempoquedejélamúsica.

Mirando el techo, como tratando de recordar, tocó dos piezas de Chaikovski converdadero sentimiento, pasión y delicadeza. Su rostro tenía la misma expresión desiempre,niinteligenteniestúpida,yamímeparecíaenverdadunmilagroqueunhombrealqueestabaacostumbradoaverenunambientetanmezquinoyrepugnantefueracapazde sentimientos tan sublimes e inaccesibles para mí, de semejante pureza. ZinaídaFiódorovnaseruborizóy,llenadeemoción,sepusoapasearporlasala.

—Espere,madrina—dijo—.Silogroacordarme,letocaréunapiezamás.Laheoídoalviolonchelo—ysepusoatocar,primeroinseguroycontitubeos,luegoconaplomo,LacancióndelcisnedeSaint-Saëns.Cuandoacabó,lainterpretóotravez—.¿Noesbonita?—dijo.

Profundamenteconmovida,ZinaídaFiódorovnasedetuvoasuladoylepreguntó:

—Compadre,dígameconsinceridad,comounamigo:¿quépiensausteddemí?

—¿Quéquierequelediga?—respondióél,arqueandolascejas—.Letengocariñoyguardounabuenaopinióndeusted.Y,encuantoalacuestiónqueleinteresa—prosiguió,frotándose lamangaa laalturadel codoy frunciendoel ceño—, lediré,querida…queseguir libremente los impulsos del corazón no siempre procura felicidad a los hombresdecentes.Enmiopinión,parasentirselibreyalmismotiempofeliz,debeunoaceptarquela vida es cruel, ruda y despiadada en sus pautas y que hay que pagarle con lamismamoneda, esdecir, tenemosque sernomenos rudosydespiadadosennuestrasansiasdelibertad.Esoesloquepienso.

—Nuncaserécapazdeeso—dijoZinaídaFiódorovna,conunatristesonrisa—.Estoyextenuada, compadre. Tan extenuada que ni siquiera soy capaz demover un dedo parasalvarme.

—Váyaseaunconvento,madrina—aunquelodijoenbroma,aZinaídaFiódorovnasele llenaron losojosde lágrimas,y luego tambiénaél—.Bueno—añadió—.Eshorade

quemevaya.Adiós,queridacomadre.QueDiosledésalud.

Lebesóambasmanos,selasacaricióconternuraydijoquevolveríaalcabodeunosdías.Unavezenelvestíbulo,sepusoelabrigo,parecidoauncapotedeniño,ypasóunbuenratorebuscandoenlosbolsillosparadarmeunapropina,peronoencontrónada.

—¡Adiós,muchacho!—dijocontristezaysalió.

Nunca olvidaré el estado de ánimo que dejó ese hombre al marcharse. ZinaídaFiódorovnaseguíapaseándoseporlasala,muyagitada.Elmerohechodequesemoviera,en lugar de quedarse tumbada, era una buena señal. Quise aprovechar esa nuevadisposición para hablar francamente con ella ymarcharme a continuación, pero apenashabíatenidotiempodeacompañaraGruzincuandosonóeltimbre.EraKukushkin.

—¿Está en casaGueorgui Ivánich?—preguntó—. ¿Ha regresado ya? ¿Todavía no?¡Qué pena! En tal caso, pasaré a besarle la mano a la señora y memarcharé. ZinaídaFiódorovna, ¿puedo entrar?—gritó—. Quiero besarle la mano. Perdone que venga tantarde.

No se quedó mucho tiempo en la sala, diez minutos a lo sumo, pero yo tenía lasensacióndequellevabaallíyamuchoratoydequenosemarcharíanunca.Memordíaloslabioscontrariadoeiracundo,yhastaempecéaodiaraZinaídaFiódorovna.«¿Porquéno lo echa?», me preguntaba indignado, aunque era evidente que la compañía de esehombrelaaburría.

Mientras lo ayudaba a ponerse el abrigo, me preguntó, en señal de su buenadisposiciónhaciamí,cómopodíaarreglármelassinunamujer.

—Peroestoysegurodequenopierdeseltiempo—dijo,riéndose—.SeguroquePoliaytúosdaisbuenosachuchones…¡Bribón!

Apesardemiexperienciaenlavida,enaquellaépocanoconocíabienalaspersonas,así que es muy posible que a menudo concediese una importancia excesiva a sucesosinsignificantes y en cambio no prestara ninguna atención a las cosas de valor. Tenía laimpresión de que las risitas y los halagos de Kukushkin no eran desinteresados:probablemente esperaba que yo, como buen lacayo, me pusiera a chismorrear con loscriadosycocinerasdelascasasvecinasypropalaraaloscuatrovientosquenosvisitabapor la tarde,cuandoOrlovnoestabaencasa,yquesequedabaconZinaídaFiódorovnahastaaltashorasdelanoche.Y,cuandomiscotilleosllegaranaoídosdesusconocidos,bajaríalosojosconfusoyharíaungestodeamenazaconeldedomeñique.¿Oacasoesamismanoche—pensé,contemplandosurostromelosoydiminuto—,sentadoalamesadejuego,pretenderíaeinclusollegaríaainsinuarqueyalehabíaquitadolaamanteaOrlov?

El odio queme había faltado amediodía, cuando nos visitó el anciano, se apoderóahorademí.Kukushkinsemarchóporfin,yyomequedéescuchandoelcrujidodesuschanclos de cuero, sintiendo un deseo enormede dirigirle, amodode despedida, algún

insultogrosero,peromecontuve.Cuandosuspasosseaquietaronenlaescalera,regreséalvestíbulo y, sin saber lo que hacía, cogí el rollo de papeles olvidado por Gruzin, meprecipitéescalerasabajoyechéacorrersingorroysinabrigo.Nohacíamuchofrío,perocaíaunacopiosanevadaysoplabaelviento.

—¡Excelencia!—grité,cuandoalcancéaKukushkin—.¡Excelencia!—Kukushkinsedetuvo junto a una farola y volvió la cabeza sorprendido—. ¡Excelencia! —repetí,jadeando—.¡Excelencia!

Y sin acertar a decir nada, le propiné un par de golpes en la cara con el rollo depapeles.Completamentedesorientado,hastaelpuntodenoexpresarnisiquieraasombro—tanta perplejidad le había causadomi proceder—, apoyó la espalda en la farola y secubrióelrostroconlasmanos.Enesemomentopasójuntoanosotrosunmédicomilitaryvioqueestabagolpeandoaunhombre,peroselimitóamirarnosconsorpresaysiguiósucamino.

Mesentíavergonzadoyvolvícorriendoalacasa.

XII

Jadeante,conlacabezahúmedadenieve,entréenmihabitación,mequite la librea,mepuselachaquetayelabrigoysaquémimaletaalvestíbulo.¡Teníaquehuir!Pero,antesdehacerlo,mesentéconpremuraymepuseaescribiraOrlov:

Aquí le dejomi pasaporte falso—empecé—. ¡Le ruegoque lo conserve como recuerdo, hombre falaz, señorfuncionariodePetersburgo!

Introducirseenunacasaconnombresupuesto,observar,protegidoporlamáscaradecriado,lavidaíntimadeotraspersonas,verloyescucharlotodo,paraluego,sinquenadielopida,revelarlahipocresíadeotrohombre:todoeso,diráusted,separeceaunrobo.Esverdad,peronoestoyahoraparalindezas.Heasistidoadecenasdealmuerzosycenasenestacasa,encuyotranscursohadichoyhechoustedloqueselehaantojado,mientrasyoteníaqueoír,verycallar,peroesosehaacabado.Además,sinohayasualrededorunasolapersonadecentequetengaelvalordedecirle laverdad,enlugardeadularlo,elcriadoStepánseencargarádelavarlesumagníficacara.

Esecomienzonomegustó,peronoteníaganasdecorregirlo.Porlodemás,¿nodabalomismo?

Lasgrandesventanasconcortinasoscuras, lacama,lalibreaarrugadaporelsueloylashuellashúmedasdemispies teníanunaspecto tristeysombrío.Yel silencioeraenciertomodoespecial.

Empecéasentirunintensocalor,probablementeporhabersalidoalacallesingorroysinchanclos.Lacarameardía,medolían laspiernas…Mecostaba trabajomantener lacabezaerguidasobrelamesaymispensamientosparecíandesdoblarse,comosicadaidea,enmicerebro,proyectasesupropiasombra.

Soyunhombreenfermo,débil,moralmenteenvilecido—proseguí—.Noconsigoescribirleloquequisiera.Enunprincipio, sentía deseos deofenderlo y humillarlo, pero ahoramehedado cuenta dequeno tengoningúnderecho a actuar de esemodo.Usted y yo hemos caído y jamás nos levantaremos, demanera quemi carta,aunquefueraelocuente,incisivayperentoria,seguiríapareciendoungolpecitoenlatapadeunataúd:¡yapuede

llamaruno,queelmuertonosedespertará!Ningúnesfuerzopuedecalentaresamalditayfríasangresuya,yesolosabeustedmejorqueyo.Entonces,¿porquéleescribo?Noobstante,micabezaymicorazónarden,ysigoescribiendo.Poralgunarazón,meembargalaemoción,comosiesacartapudierasalvarnosaustedyamí.Lafiebreconfundemispensamientosylaplumatrazaenelpapelpalabrassinsentido,perolacuestiónquequieroplantearlesealzaantemícontodaclaridad,brillantecomounaantorcha.

Noesdifícilexplicarporquéheperdidolasfuerzasyhecaídoantesdetiempo.Comoelgigantebíblico,hecargadosobremisespaldas laspuertasdeGaza[50]para llevarlasa lacimadelmonte,perosólocuandoperdítodomivigor,cuandolajuventudylasaludmeabandonaronparasiempre,medicuentadequeerandemasiadopesadasparamishombrosydequemehabíaengañadoamímismo.Además,meatormentabaundolorconstanteycruel.Hepadecidohambre,frío,enfermedades,privacióndelibertad;noheconocidoniconozcolafelicidadpersonal;carezcodehogar,misrecuerdossonopresivosymiconciencialosteme.Pero¿porquéhacaídousted?¿Quécausasfatídicasydiabólicashanimpedidoquesuvidabrotarayseabrieracomounaflorprimaveral?¿Porqué, cuando apenas había empezado a vivir, se apresuró a renegar de la imagen y semejanza de Dios y setransformóenunabestiacobardeque,llevadadesupropiomiedo,espantaconsusladridosalosdemás?Temeustedalavida;latemecomoeseasiáticoquesepasadíasenterosensucolchóndeplumas,fumandoelnarguile.Sí,leemuchoylesientamuybienelfraceuropeo,peroconquéesmero,conquécuidadopuramenteasiático,dignodeunjan,seprotegedelhambre,delfrío,delesfuerzofísico,deldolorydelainquietud,conquéprestezasualmaseocultadetrásdeunabataoriental,quécobardíahamostradoantelarealidadylanaturaleza,alaquecualquierhombresanoynormalseenfrenta.Quévidamásmuelle,cómoda,cálidayconfortableeslasuya,perotambién qué aburrida. Sí, un aburrimiento tan mortal y desesperante como el de una celda de castigo, perotambiénprocuraustedocultarsedeeseenemigo:sepasajugandoalascartasochohorasaldía.

¿Yquédecirde su ironía? ¡Ah,québien laentiendo!Unpensamientovivo, libreyaudazesescrutadoreimperioso;parauntemperamentoindolenteyperezosoresultainsoportable.Paraqueelpensamientonoturbarasuquietud,usted,comomilesdecoetáneossuyos,seapresuró,yaensusdíasdejuventud,aencerrarlodentrodeciertoslímites;sehaarmadodeunaactitudirónicaantelavida(llámelaustedcomoquiera),yelpensamiento,oprimidoyasustado,noseatreveasaltarlavallaquehalevantadoustedasualrededory,cuandoseburlaustedde las ideas, que pretende conocer en su totalidad, se parece a ese desertor que huye ignominiosamente delcampodebatallay,paraacallarsupropiavergüenza,seburladelaguerraydelvalor.Elcinismoahogaeldolor.En una novela deDostoievski un anciano pisotea el retrato de su amada hija porque se siente culpable anteella[51];ustedseríedemodoabominableyvulgardelasideasdebondadyverdad,porqueyanotienefuerzasparavolveraellas.Cualquieralusiónsincerayjustaasucaídaleaterra,yseharodeadoapropósitodepersonasquesólosabenaplaudirsusdebilidades.¡Noenvano,noenvanoloasustanaustedlaslágrimas!

Permítameahoraquedediqueunaspalabrasasuactitudconlasmujeres.Ladesvergüenzalahemosheredadoconlacarneyconlasangre,enladesvergüenzahemossidoeducados,perosomoshombresyesoquieredecirquedebemossometera labestiaquehayennosotros.Almadurary llegaraconocer todas las ideas,ustednopodíadejardeverlaverdad; lareconoció,pero,enlugardeperseguirla,seasustódeellay,paraengañarasupropiaconciencia,empezóadecirenvozaltaquelaculpanoerasuya,sinodelasmujeres,quelasmujereserantan viles como su actitud con ellas. ¿Acaso esas anécdotas frías y escabrosas, esas risotadas caballunas, esasinnumerablesteoríassuyassobrelaesenciadelmatrimonioysusexigenciasimprecisas,sobrelosdiezsousquepagaelobrerofrancésporunamujer,asícomosuscontinuasalusionesalalógicadelasmujeres,asufalsedad,debilidadydemás,norevelanensuconjuntoeldeseodearrastraralamujerporelfangoacualquierprecio,paraqueellaysuactitudesténalmismonivel?Esustedunhombredébil,desdichado,desagradable.

ZinaídaFiódorovna tocabaelpianoen lasala, tratandode recordar lacancióndeSaint-SaënsquehabíainterpretadoGruzin.Meacerquéalacamaymetumbé,pero,alrecordarquehabíallegadoelmomentodemarcharme,melevantéconesfuerzoyvolvíasentarmealamesa,conlacabezapesadayardiendodefiebre.

Perolacuestióneslasiguiente—proseguí—:¿porquénoshemosagotado?¿Porquésiendoenunprincipiotanapasionados, audaces, nobles e idealistas, nos convertimos a los treinta o treinta y cinco años en una ruinaabsoluta?¿Porquéunoseconsumedetisis,otrosepegauntiroenlacabeza,untercerobuscaolvidoenelvodkayenlosnaipes,uncuarto,paraahogarsumiedoysupesadumbre,pisoteacínicamenteelretratodesupurayhermosa juventud? ¿Por qué, tras caer unavez, nonos esforzamos en levantarnos y, tras perder una cosa, notratamosdebuscarotra?¿Porqué?

Elladróncolgadoenlacruzsuporecobrarlaalegríadevivirytuvoelvalordealbergarunaesperanzasegura,aunquequizánolequedaramásqueunahoradevida.Ustedtienepordelantelargosañosyyoprobablementenomueratanprontocomoparece.¿Ysiporunmilagroelpresenteresultaraserunsueño,unaterriblepesadilladelaquenosdespertáramosrenovados,puros,fuertes,orgullososdenuestraverdad?…Dulcesilusionesardendentrodemí,y laemocióncasime impiderespirar.Sientounosdeseosenormesdeviviryquisieraquenuestravidafuerasagrada,sublimeysolemnecomolabóvedaceleste.¡Vivamos!Elsolnosaledosvecesaldíaylavidanoseconcededosveces,asíqueaférreseconfuerzaalosrestosdesuvidaysálvelos…

Noescribíunapalabramás.Enmicabezarevoloteabanmuchospensamientos,perotodossedisolvíansinllegaraconcretarseenfrasessobreelpapel.Dejélacartainacabada,añadími nombre, mi apellido y mi rango y me dirigí al despacho. Reinaba la oscuridad.Encontré a tientas el escritorio y deposité la carta. Como me movía en medio de lapenumbra,debídetropezarconunmuebleyhacerruido.

—¿Quiénestáahí?—mellegódesdelasalaunavozinquieta.

Enesemomentoel relojquehabíasobreelescritoriodio launade lanocheconunleverumor.

XIII

Rodeadoporesaespesatiniebla,paséalmenosmediominutobuscandoatientaslapuerta,luegolaabrípocoapocoyentréenlasala.ZinaídaFiódorovna,queestabatumbadaenelsofá, se incorporó sobre un codo y seme quedómirando. Sin decidirme a hablar, pasélentamenteasulado,yellamesiguióconlosojos.Mequedéparadounosinstantesydenuevopaséasulado;ellamecontemplabaconatenciónyperplejidad,inclusoconmiedo.Porfinmedetuvey,haciendounesfuerzo,ledije:

—¡No regresará! —ella se levantó con premura y me dirigió una mirada deincomprensión—. ¡No regresará! —repetí, sintiendo que los latidos de mi corazón sedesbocaban—.No regresará porque no ha salido de San Petersburgo. Está viviendo encasadePekarski.

Ellameentendióymecreyó,comocertificabasurepentinapalidezyelhechodequedeprontocruzaralosbrazossobreelpechoenungestodetemorysúplica.Enuninstantepasó por su memoria el pasado reciente, sopesó diversas circunstancias y vio toda laverdadconclaridadimplacable.Peroalmismotiemporecordóqueyoerauncriado,unserinferior…Ungranujaconelcabelloalborotadoylacaraenrojecidaporlafiebre,talvezborracho,conunabrigovulgar,quesehabíaentrometidoconlamayordescortesíaensuvidaprivada,yesolaofendió.Medijoconseveridad:

—Nadielehapreguntadonada.Váyase.

—¡Ah, créame!—exclamé yo exaltado, tendiendo los brazos hacia ella—. No soyningún criado, sino un hombre tan libre como usted—le revelé cuál erami verdaderonombre y, sin perder un instante, para que no me interrumpiera ni se retirara a suhabitación,leexpliquéquiénerayporquévivíaenesacasa.Esesegundodescubrimientolecausóaúnmásasombroqueelprimero.Antes,almenos,lequedabalaesperanzadeque

elcriadohubiesementido,sehubieraequivocadoohubiesedichounabobada;ahora,encambio,despuésdemiconfesión,nolequedabalamenorduda.Porlaexpresióndesusdesventuradosojosydesurostro,quedeprontosevolviófeo,porquehabíaenvejecidoyperdido su frescura, entendí que sus sufrimientos eran insoportables y que esaconversacióntendríaconsecuenciasdesastrosas;peroproseguímidiscursoconelmismoacaloramiento—.Seinventólodelsenadorylodelainspecciónparaengañarlaausted.Yen enero sucedió lo mismo que ahora: no se fue a ningún sitio, se quedó en casa dePekarski;yoloveíacadadíayparticipabaenelengaño.Eraustedunacarga,supresenciaaquísehabíavueltoodiosa,sereíandeusted…¡Sihubieraoídocómosusamigosyélseburlabandeustedydesuamor,nosequedaríaaquíniunminutomás!¡Salgadeestacasa!¡Huya!

—Bueno,¿yqué?—dijoellaconvoztrémula,pasándoselamanoporloscabellos—.Bueno,¿yqué?Medaigual—teníalosojosllenosdelágrimas,letemblabanloslabiosytodo su rostro,mortalmente pálido, estabademudadopor la ira.La grosera ymezquinamentiradeOrlovlerepugnaba,seleantojabadespreciable,ridícula.Sonreía,yesasonrisamedesagradaba—.Bueno,¿yqué?—repitió,ydenuevosepasólamanoporloscabellos—.Medalomismo.Élseimaginaquememuerodehumillacióncuandoenverdad…medarisa.Nohayrazónparaqueseoculte—seapartódelpianoyañadió,encogiéndosedehombros—: No hay razón… Sería más sencillo explicarse que esconderse e ir dandotumbos por casas ajenas. Tengo ojos y hace tiempo queme he dado cuenta de lo quepasa…peroestabaesperandoqueaparecieraparaaclararlascosasdeunavezportodas.

Luegose sentóenel sillón, juntoa lamesa,apoyó lacabezaenelbrazodel sofáyestalló en amargos sollozos.Una sola vela ardía en el candelabro de la sala y el sillónestabarodeadoporsombras,peroyoveíaquesucabezaysushombrostemblaban,queelpeinado se ledeshacíay los cabellos le cubríanel cuello, el rostro, losbrazos…Era elsuyoun llantososegadoyuniforme,sinhisterismosdeningún tipo,unsimple llantodemujer,enelquevibrabalaofensa,elorgulloherido,elultrajeyelconvencimientodequeeraunasituaciónirremediable,desesperada,sinarregloposible,alaque,sinembargo,noera posible acostumbrarse. Su llanto causó una profunda impresión en mi almaemocionada y sufriente; olvidado de mi enfermedad y del mundo entero, iba de unextremoalotrodelahabitación,murmurandodesconcertado:

—¿Quéclasedevidaesesta?¡Ah,asínosepuedevivir!¡Nosepuede!Estoesunalocura,uncrimen,cualquiercosamenosvida.

—¡Quéhumillación!—dijoentrelágrimas—.Viveconmigo…Mesonríeyalmismotiempomeconsideraunacarga;seburlademí…¡Ah,quéhumillación!—alzólacabezay,mirándomeconojosllorososatravésdeloscabellosbañadosenlágrimas,queapartódelacaraparavermemejor,preguntó—:¿Sereían?

—Esoshombresseburlabandeusted,desuamorydeTurguénev,decuyasobras,porlo visto, se ha llenado usted la cabeza. Y, si ahora mismo usted y yo muriéramos de

desesperación, también lo encontrarían ridículo. Inventarían una broma divertida y lacontarían en su funeral. Pero ¿por qué seguimos hablando de ellos? —dije conimpaciencia—.Hayquesalirdeaquí.Yonopuedoquedarmeniunminutomás—elladenuevoseechóallorar,mientrasyomeacercabaalpianoymesentaba—.¿Aquéestamosesperando?—preguntédesanimado—.Sonmásdelasdos.

—Yonoesperonada—comentó—.Mividaestáarruinada.

—¿Porquédice eso?Másvaldría quepensáramos juntos loquedebemoshacer.Niustedniyopodemosquedarnosyaaquí…¿Adóndetieneintencióndeir?

Deprontosonóeltimbreenlaentrada.Elcorazónmediounvuelco.¿NoseríaOrlov,aquienKukushkinsehabíaquejadodemiconducta?¿Cómonoscomportaríamoselunoconelotro?Fuiaabrir.EraPolia.Entró,sesacudiólanievedesucapaenelvestíbuloy,sindecirmeniunasolapalabra,sedirigióasucuarto.Cuandoregreséalasala,ZinaídaFiódorovna,pálidacomounamuerta,estabaenmediode lahabitación,mirándomeconojosdesencajados.

—¿Quiénera?—preguntóenvozqueda.

—Polia—respondíyo.

Sepasóunamanoporloscabellosycerrólosojosextenuada.

—Voy a marcharme de aquí ahora mismo —dijo—. ¿Sería usted tan amable deacompañarmeaPeterbúrgskaiaStoroná?¿Quéhoraes?

—Lastresmenoscuarto.

XIV

Lacalleestabaoscuraydesiertacuando,alpocorato,salimosdelacasa.Caíaunanievecasilíquidayunvientohúmedoazotabaelrostro.Recuerdoqueestábamosaprincipiosdemarzo, había empezado el deshielo y los coches habían sustituido los patines por lasruedasdesdehacía algunosdías.Desconcertadapor lavisiónde la escalerade servicio,porelfrío,porlatinieblanocturnayporelporteroconabrigodepieldecorderoquenosinterrogóantesdeabrirnoslapuerta,ZinaídaFiódorovnahabíaperdidotodaslasfuerzasyelpocoánimoquelequedaba.Cuandosubimosauncocheybajamoslacapota,ellameexpresósuagradecimientoconpalabrasatropelladas,temblandodepiesacabeza.

—Nodudodesubuenavoluntad,peromedavergüenzacausarle tantasmolestias…—murmuraba—.Ah,ya loentiendo,ya loentiendo…Esta tarde,cuandoGruzinvinoaverme,notéquemeestabamintiendo,queocultabaalgo.Bueno,¿yqué?Medalomismo.Encualquiercaso,lamentocausarletantasmolestias.

Aúnalbergabaalgunasdudas.Paradisiparlasdeunavezportodas,ordenéalcocheroque pasara por la calle Serguiévskaia. Cuando nos detuvimos delante de la casa dePekarski,meapeédel cochey llamé.Encuantoaparecióelportero, lepreguntéenvoz

alta,paraqueZinaídaFiódorovnapudieraoírlo,siGueorguiIvánichestabaencasa.

—Sí—respondió—.Llegóhacemediahora.Seguramenteestarádurmiendo.¿Quéesloquequieres?

Zinaída Fiódorovna, incapaz de contenerse, asomó la cabeza por la ventanilla delcoche.

—¿YcuántotiempollevaGueorguiIvánichviviendoaquí?—preguntó.

—Casitressemanas.

—¿Ynohaidoaningúnsitiodeviaje?

—No,señora—respondióelporteroymemiróestupefacto.

—MañanaaprimerahorainfórmaledequehallegadosuhermanadeVarsovia—dije—.Adiós.

Nospusimosdenuevoenmarcha.Comoelcarruajecarecíademantaparacubrirlaspiernas, la nieve caía sobre nosotros en gruesos copos y el viento, sobre todo en lasproximidades delNevá, calaba hasta los huesos. Tenía la impresión de que llevábamosmuchotiempoviajando,muchotiemposufriendo,ydequehacíayaunbuenratoqueoíalarespiraciónentrecortadadeZinaídaFiódorovna.Fugazmente,enunasuertededelirio,comoenunduermevela,repasémiextrañaydesencaminadavida,yporalgunarazónmevinoalamemoriaelmelodramaLospobresdeParís[52]quehabíavistounpardevecesen mi infancia. Sin saber por qué, cuando quise sacudirme esa especie de modorra,mirandohacia fuera,ycontempléelamanecer, todas las imágenesdelpasado, todos lospensamientos nebulosos, se fundieron de golpe en un solo pensamiento, preciso yacuciante:Zinaídayyoestábamosperdidossinremedio.Estabafirmementeconvencido,comosielcieloazulmehubieracomunicadounaprofecía,peroalcabodeunmomentopensabayaenotracosayalbergabaotrasseguridades.

—¿Quévaserahorademí?—dijoZinaídaFiódorovnaconunavozroncaporelfríoylahumedad—.¿Adóndevoyair?¿Quévoyahacer?Gruzinmedijoqueingresaraenunconvento.¡Ah,loharíacongusto!Cambiaríadeatuendo,decara,denombre,deideas…Todo cambiaría, y me ocultaría allí para siempre. Pero no me admitirán: estoyembarazada.

—Mañananosiremosjuntosalextranjero—dije.

—Imposible.Mimaridosenegaráadarmeelpasaporte.

—Lasacarédelpaíssinpasaporte.

Elcocherosedetuvofrenteaunacasademaderadedosplantas,pintadadeuncoloroscuro.Llamé.Cogiendodemismanosunapequeñayligeracesta,elúnicoequipajequehabíamosllevadoconnosotros,ZinaídaFiódorovnaesbozóunaamargasonrisaydijo:

—Sonmisbijoux[53].

Peroestabatandébilquenisiquieraeracapazdecargarconesasbijoux.Tardaronenabrirnos.Después de la tercera o cuarta llamada en las ventanas parpadeó una luz, y acontinuaciónseoyeronpasos,toses,susurros;porúltimo,chirrióelcerrojoyaparecióenelumbralunamujergorda,decararojayasustada.Detrásdeella,aciertadistancia,habíaunaviejecitadelgada,depelocortoycanoso,conunablusablancayunavelaenlamano.ZinaídaFiódorovnaseprecipitóenelzaguánysearrojóalcuellodeesaviejecita.

—¡Nina,mehaengañado!—exclamóentrefuertessollozos—.¡Mehaengañadodelaformamásvilymiserable!¡Nina!¡Nina!

Lealargué lacestaa lamujer.Aunquecerraron lapuerta,seguíanoyéndosegritosysollozos:«¡Nina!¡Nina!».SubíalcarruajeylepedíalcocheroquemellevarasinprisasalaavenidaNevski.Teníaquepensarenalgúnlugarparapasarlanoche.

Aldíasiguiente,amediatarde,fuiaveraZinaídaFiódorovna.Estabamuycambiada.Ensurostropálidoydemacradonohabíanirastrodelágrimas,ysuexpresióneradistinta.Nosésiesaimpresiónsedebíaaquelaveíaenotroambiente,enabsolutolujoso,yaquenuestrasrelacioneserandiferentes,oaqueelintensodolorhabíadejadoyasuhuellaenlosrasgosdesucara,peronomepareciótaneleganteyrefinadacomoantes;eracomosisu figura sehubieravueltomásmenuda,y en susgestos, en sus andaresy en su rostroadvertíunnerviosismoexcesivo,ciertaprecipitación,comosituvieraprisa;encuantoasuanterior delicadeza, había desaparecido hasta de su sonrisa.Yo iba vestido con un trajecaroquemehabíacompradoesemismodía.Loprimeroenloquesefijófueenesetrajeyen el sombrero que llevaba en la mano; luego se quedó mirando mi rostro con ojosimpacientesyescudriñadores,comoestudiándolo.

—Su transformación sigue pareciéndome un milagro —dijo—. Perdone que loexaminecontantacuriosidad.Esustedunapersonafueradelocomún.

Le conté una vezmás quién era y por qué vivía en casa deOrlov, ofreciéndole unrelatomás prolijo y detallado que la víspera. Ellame escuchó con gran atención y, sindejarmeterminar,comentó:

—Allítodohaterminadoparamí.¿Sabeusted?Nohepodidocontenermeyheescritounacarta.Estaeslacontestación.

Enlahojaquemetendiópodíanleerselassiguientesrazones,escritasdepuñoyletradeOrlov:

Notengointencióndejustificarme.Peroreconozcaquehasidoustedlaquesehaequivocado,noyo.Ledeseofelicidadyleruegoquemeolvidecuantoantes.

Suhumildeservidor,G.O.

P.D.Lemandosuscosas.

LosbaúlesylascestasenviadosporOrlovestabanenunasala;entreellosseencontraba

tambiénmipobremaleta.

—Asípues…—dijoZinaídaFiódorovnaynoterminólafrase.

Guardamossilenciounosinstantes.Ellacogiólanotayduranteunpardeminutoslasostuvo delante de los ojos, mientras su rostro adoptaba esa expresión bastante altiva,desdeñosa, dura y orgullosa que tenía la víspera, al comienzo de nuestra explicación;algunaslágrimasasomaronasusojos,peroyanobrotabandeunsentimientodetimidezyamargura,sinodeorgulloyrabia.

—Escuche—añadió, levantándosebruscamenteyacercándosea laventanaparaquenovierasucara—.Hedecididomarcharmemañanaalextranjeroconusted.

—Estupendo.Yoestoydispuestoapartirhoymismo.

—Llévemeconusted.¿HaleídoaBalzac?—preguntódepronto,volviéndose—.SunovelaPèreGoriotacabaconunaescenaenlaqueelprotagonistacontemplaParísdesdela cima de una colina y amenaza a la ciudad: «¡Ahora ajustaremos cuentas!», y acontinuacióniniciaunanuevavida.Tambiényo,cuandoveaSanPetersburgoporúltimavez,desdelaventanilladelvagón,lediré:«¡Ahoraajustaremoscuentas!».

Y, tras pronunciar esas palabras, se rio de su propia broma y, por alguna razón, seestremeció.

XV

EnVenecia seme declaró una pleuritis. Probablementeme resfrié la noche en que nosdirigimosenbarcadesde la estaciónhasta elhotelBauer.Desdeelprimerdía tuvequeguardar cama, y no pude levantarme en dos semanas. Cada mañana, mientras estuveenfermo,ZinaídaFiódorovnasalíadesuhabitaciónparatomarelcaféconmigoydespuésme leía libros franceses y rusos que habíamos comprado enViena.Esas obrasme eranconocidas de antaño o no me interesaban, pero a mi lado resonaba una voz dulce yquerida,asíque,enelfondo,sucontenidosereducíaparamíaunasolacosa:noestabasolo.Ellasalíaadarunpaseo,regresabaconsuvestidogrisclaroyunligerosombrerodepaja,alegre,caldeadaporelsolprimaveral,sesentabajuntoalacama,seinclinabasobremicaraymecontabaalgunacosadeVeneciaomeleíaalgunodeesos libros.Yyomesentíafeliz.

Porlanocheteníafrío,mesentíamalymeaburría,perodedíameembriagabadevida—nosemeocurreunaexpresiónmejor—.Elsolcálidoybrillantequepenetrabaporlasventanas abiertas y la puerta del balcón, los gritos abajo, el chapoteo de los remos, elrepicardelascampanas,elretumbanteestrépitodelcañónamediodíayelsentimientodeplena libertad obraban milagros en mí. Era como si tuviera en los costados unas alasfuertes y anchas que me llevaran Dios sabe adónde. Y qué delicia, qué alegría meembargabaaveces,cuandopensabaquejuntoamividadiscurríaahoraotravida,quemehabía convertido en siervo, guardián, amigo y compañero indispensable de una criatura

joven, hermosa y rica, ¡pero débil, ofendida y sola! Hasta estar enfermo es un placercuandosabesquehayalguienqueesperaturestablecimientocomounafiesta.UnavezoíqueZinaídaFiódorovnacuchicheabaalotroladodelapuertaconelmédico;luegoentróenmihabitaciónconojosllorosos—unamalaseñal—,peroyoestabaconmovidoysentíaunaextraordinarialigerezaenelalma.

Por fin seme permitió salir al balcón. El sol y la leve brisamarina acariciabanmicuerpo enfermo.Yo contemplaba las familiares góndolas, que se deslizaban con graciafemenina,serenasymajestuosas,comosivivieranysintierantodalamagnificenciadeesacultura original y fascinante. Olía a mar. En algún lugar se oían las cuerdas de uninstrumento y el canto de dos voces. ¡Qué maravilla! ¡Qué diferencia con esa nochepetersburguesa enque caíaunanieve líquiday el vientomeazotaba el rostro con tantarudeza!Siseguíaconlavistaelcursodelcanal,podíadivisarlalagunay,enelfondo,elsolsobreelhorizonte,cuyosreverberosenelaguaerantanbrillantesquehacíandañoalavista. Mi alma sentía nostalgia de mi querido mar nativo, al que había ofrendado mijuventud.¡Ansiabavivir!¡Vivirynadamás!

Alcabodedossemanasempecéamovermeamiantojo.Megustabasentarmealsol,escuchar a los gondoleros, a quienes no entendía, y pasar horas contemplando la casitadonde, según dicen, vivió Desdémona, una casita modesta y melancólica, de aspectovirginal,delicadacomounencajey tan ligeraquedaba la impresióndequeunopodríacambiarladelugarconunasolamano.PasabalargoratojuntoalatumbadeCanova,sinapartarlavistadeltristeleón.Yenelpalaciodelosduxmeatraíasiempreelrincóndondeel desventurado Marino Faliero[54] había sido embadurnado de pintura negra. «Quémaravillososerartista,poeta,dramaturgo—pensabayo—.Peroyaquetodoesoestáporencimademisposibilidades,megustaríaalmenosabandonarmealmisticismo».¡Ah,sihubierapodidoacompañaresaplácidaserenidad,esasatisfacciónquecolmabamialma,deunapizcadefe!

Porlastardescomíamosostras,bebíamosvino,paseábamosenbarca.Recuerdocómosemecía suavemente nuestra góndola negra, sinmoverse de su sitio, mientras el aguarompíaconleverumorcontraelcasco.Aquíyallátemblabanyoscilabanlosreflejosdelasestrellasyde las lucesde lacosta.Nolejosdenosotros,enunagóndolaengalanadaconfarolescoloreados,quesereflejanenelagua,cantabanalgunaspersonas.Elsonidodelas guitarras, de los violines, de las mandolinas, así como las voces masculinas yfemeninas, se difundían en la penumbra, y Zinaída Fiódorovna, pálida, con expresiónseria,casisevera,sentadaamilado,apretabaconfuerzaloslabiosylospuños.Teníaelpensamientoenotrolugar,ynomovíaunacejanimeescuchaba.Surostro,supostura,sumiradainmóvilyvacía,esosrecuerdosinusitadamentesombríos,desoladosyfríoscomolanieve,yalrededor lasgóndolas, las luces, lamúsicayesacanciónacompañadadeungrito enérgico y apasionado: «¡Jam-mo!… ¡Jam-mo»!… ¡Qué contrastes tiene la vida!Cuando adoptaba esa postura y se quedaba como petrificada, afligida, con los puños

apretados,mefigurabaqueamboséramospersonajesdeunadeesasnovelaspasadasdemoda, tituladaLadesventurada,Laabandonada o algo por el estilo.Vaya pareja: ella,desventurada,abandonada,yyo,suamigodevotoyfiel,unsoñadory,simeapuran,unhombre superfluo, un fracasado, incapaz de otra cosamás que de toser, soñar y acasosacrificarse… pero ¿a quién o a qué podían servir ahoramis sacrificios? ¿Y qué iba asacrificar,simepermitenlapregunta?

Después del paseo vespertino tomábamos el té en su habitación y charlábamos.Noteníamosmiedo de hurgar en viejas heridas, aún sin cicatrizar; al contrario, por algunarazón,hastaexperimentabaplacercuandolehablabademividaencasadeOrlovoaludíasintapujosaunasrelacionesqueconocíadesobrayquenopodíanocultárseme.

—Enciertosmomentoslaodiaba—ledecía—.CuandoOrlovsemostrabacaprichoso,hablabaconesetonocondescendienteylementía,mesorprendíaquenosepercataranisedieraustedcuentadenada,apesardeloclaroqueestabatodo.Enlugardeeso,lebesabalasmanos,seponíaderodillas,loadulaba…

—Cuando… le besaba lasmanos yme ponía de rodillas, lo quería…—decía ella,ruborizándose.

—¿Acasoera tandifícil adivinar loquepensabadeverdad? ¡Menudaesfinge! ¡Unaesfingedisfrazadadegentilhombredecámara!Nolehagoningúnreproche,Diosmelibre—proseguía yo, comprendiendo que era un tanto descortés, que carecía del tacto y ladelicadeza necesarias para tratar con un alma ajena, un defecto en el que no habíareparado nunca antes de conocerla—. Pero ¿cómo es posible que no adivinara usted laverdad?—repetía,aunqueyaenvozmásbajaytonomásinseguro.

—Quiereusteddecirquedespreciamipasado,ytienerazón—decíaellamuyalterada—.Perteneceustedaesacategoríaespecialdepersonasalasquenosepuedemedirconelmismo rasero que a los demás mortales; sus exigencias morales se distinguen por suexcepcional severidad y no es usted capaz de perdonar, me doy perfecta cuenta; leentiendo y, si alguna vez le contradigo, eso no significa que vea las cosas de maneradistinta;digolasmismasbobadasdesiempresimplementeporqueaúnnohetenidotiempode desprenderme de mis viejos ropajes y prejuicios. Yo también odio y desprecio mipasado,detestoaOrlovymiamorporél…¿Quéclasedeamoreraese?Ahoratodoesohastameparece ridículo—decía, acercándose a la ventana y contemplando el canal—.Esos amores no hacenmás que enturbiar la conciencia y desconcertar. El sentido de lavidaresidesóloenlalucha.¡Daruntaconazoaunavilcabezadeserpienteysentircómosequiebra!Ahíesdondeestáelsentido.Ahíoenningunaotraparte.

Le contaba extensos episodios de mi pasado y le refería mis aventuras, en verdadsorprendentes.Peronodecíaniunapalabradelcambioquesehabíaoperadoenmí.Ellameescuchabasiemprecongranatenciónyenlospasajesmásinteresantesseretorcíalasmanos, como si lamentara no haber tomado parte en tales aventuras, ni experimentado

esos temores y alegrías, pero de pronto se quedaba pensativa, ensimismada, y por laexpresióndesucarayomedabacuentadequenomeestabaescuchando.

Llegadosaesepunto,cerrabalasventanasquedabanalcanalylepreguntabasiqueríaqueencendieralaestufa.

—No, déjelo.No tengo frío—respondía ella, con una lánguida sonrisa—, peromenotomuydébil.¿Sabe?Tengola impresióndequeenlosúltimostiemposmehevueltomucho más inteligente. Por ejemplo, cuando pienso en el pasado, en mi vida deentonces…bueno,yenlagenteengeneral,todosefundeenunasolacosa:laimagendemi madrastra, grosera, insolente, desalmada, falsa, depravada y, por si eso fuera poco,morfinómana.Mipadre,hombreflojoysincarácter,secasóconmimadrepordineroynoparóhastaqueellacontrajolatuberculosis;encambioasusegundaesposa,mimadrastra,la quería con pasión, con locura… ¡Lo que tuve que soportar! En fin, para qué hablar.Comodigo,todosefundeenunasolaimagen…Ymedarabiaquemimadrastrasehayamuerto.¡Cómomegustaríaverlaahora!

—¿Paraqué?

—Pues no lo sé…—respondió ella con una sonrisa, sacudiendo con elegancia lacabeza—.Buenas noches.A ver si se pone usted bueno. En cuanto se restablezca, nosocuparemos de nuestros asuntos… Que ya va siendo hora —después de despedirme,cuando ya había asido el picaporte de la puerta,me preguntó—: ¿Cree usted quePoliaseguiráenlacasa?

—Lomásseguro.

Ymeibaamihabitación.Asípasamosunmesentero.Undíadecieloencapotado,aesodelmediodía, estábamosasomadosa laventanademihabitación, contemplandoensilenciolasnubesqueveníandelmaryelcanalazulado,esperandoquedeunmomentoaotro empezase a llover; de pronto, una estrecha y compacta franja de lluvia, como unagasa,oscureciólalaguna,yeneseinstantealosdosnosganóelaburrimiento.EsemismodíapartimosparaFlorencia.

XVI

Habíallegadoyaelotoño,ynosencontrábamosenNiza.Unamañana,cuandoentréensuhabitación,lahallésentadaenunsillón,conlaspiernascruzadas,encorvada,demacrada,conlacaracubiertaconlasmanos,llorandoamargamente,sollozando,loslargoscabellosdespeinadoscayendosobre sus rodillas.La impresióncausadaporelmarmaravillosoymagníficoqueacababadever,yquequeríacomunicarle,desapareciócomoporensalmo,yelcorazónsemeencogiódedolor.

—¡Qué lepasa?—lepregunté; ella apartóunamanode la caraymehizoungestopara que saliera—. Pero ¿qué le pasa? —repetí, y por primera vez desde que nosconocíamoslebesélamano.

—¡Nada! ¡No es nada! —exclamó con premura—. Ah, no es nada, no es nada…Márchese…Yavequenoestoyvestida.

Salí terriblemente confuso. La calma y la serenidad de las que tanto tiempo habíadisfrutado,seveíanahoraenvenenadasporunsentimientodecompasión.Sentíundeseoacuciantedearrojarmeasuspies,desuplicarlequenolloraraasolas,quecompartierasupenaconmigo,yel rumoruniformedelmar resonabayaenmisoídoscomounaoscuraprofecía,puespreveíayanuevaslágrimas,nuevasafliccionesypérdidas.«¿Porqué,porquéllora?»,mepreguntaba,recordandosurostroysusufrientemirada.Meacordédequeestaba embarazada.Trataba de ocultar su estado a los demás y a símisma.En el hotelllevabaunablusaanchaounacamisaconmuchosplieguesalaalturadelpecho,ycuandosalíamos,seapretabatantoelcorséqueyaendosocasionessehabíadesmayadomientraspaseábamos.Nuncahablabaconmigodesuembarazo,yunavez,cuandolesugeríquenoseríaunamalaideaconsultaraunmédico,seruborizóynodijoniunapalabra.

Cuando,alcabodeunrato,volvíasuhabitación,yaestabavestidaypeinada.

—¡Basta,basta!—exclamé,viendoqueestabaapuntodeecharseallorarotravez—.Serámejorquevayamosadarunpaseoporlaorilladelmarycharlemosunpoco.

—Nopuedohablar.Perdóneme,peroenestosmomentosmeapeteceestarsola.Yotracosa,Vladímir Ivánich: la próxima vez, cuando quiera entrar enmi habitación, haga elfavordellamarprimeroalapuerta.

Ese «primero» me sonó de un modo particular, poco femenino. Salí. Volvió aenvolverme otra vez ese maldito humor de San Petersburgo, y todos mis sueños seabarquillaronyseretorcieroncomohojasalcalordelfuego.Sentíaqueestabadenuevosolo, que entre nosotros no había confianza. Yo era para ella lo mismo que para esapalmeraunatelaraña,formadaensushojasporcasualidadyqueelvientoarrancaríaysellevaría.Fuiadarunpaseoporlosjardines,encuyossenderossonabalamúsica,yentréen el casino, donde vi mujeres elegantes y muy perfumadas, que me miraban comodiciendo: «Estás solo, tanto mejor…». Luego salí a la terraza y pasé un buen ratocontemplandoelmar.Lejos, en el horizonte, no sedivisabani unavela; a la izquierda,junto a la costa, enmediodeunaneblinade color lila, despuntabanmontañas, huertos,torres,casas,todoiluminadoporelsol,perotodosemeantojabaextraño,indiferente,unasuertedeembrolloincomprensible.

XVII

ZinaídaFiódorovnaseguíaviniendoamihabitacióntodaslasmañanasparatomarelcafé,peroyanoalmorzábamos juntos.Segúndecía,no teníaapetito,y sealimentabasólodecafé,téydiversaschucheríascomonaranjasycaramelos.

Tampoco conversábamos ya por la tarde. No sé lo que sucedió. Después de que lasorprendierallorando,empezóatratarmeconciertadesconsideración;avecessemostrabadescortésyhastairónica,ymellamaba,vayaustedasaberporqué,«señormío».Loque

antes le parecía asombroso, sorprendente, heroico, suscitando en ella envidia yentusiasmo,ahoranoleafectabalomásmínimo;porlogeneral,despuésdeescucharme,sedesperezabaunpocoycomentaba:

—Sí,sucedióenPoltava,señormío,enPoltava[55].

A veces estábamos días enteros sin vernos. Yo llamaba con timidez y recelo a supuertaynoobteníarespuesta;volvíaallamar,ydenuevosilencio…Mequedabajuntoala puerta escuchando, y en eso pasaba una camarera que me anunciaba con frialdad:Madame est partie[56]. Luego recorría de un extremo al otro el pasillo del hotel…Metopaba con algunos ingleses, con damas de generoso pecho, con camareros vestidos delibrea…Y,despuésdecontemplarunbuenratolalargaalfombraarayasquerecorríatodoel pasillo, me daba cuenta de que, en la vida de esamujer, yo desempeñaba un papelextraño y probablemente falso, y que no estaba en condiciones de cambiarlo; entoncescorríaamihabitación,metumbabaenlacamaymeperdíaenreflexiones,peronolograballegaraningunaconclusión; loúnicoque teníaclaroesqueansiabaviviryque,cuantomásfea,secaydurasevolvíasucara,mayoreramiafectoymásintensaydolorosamentesentía nuestra afinidad. Llámame «señor mío», emplea ese tono despreocupado ydespectivo,hazloqueseteantoje,peronomeabandones,tesoromío.Ahoramedamiedoestarsolo.

Luegovolvíaasaliralpasilloyprestabaoídos,llenodeinquietud…Nocomía,nomedaba cuenta de la llegada de la tarde. Por fin, pasadas ya las diez, oía unos pasosconocidosyenlaesquinacercanaalaescaleraaparecíaZinaídaFiódorovna.

—¿Dandounpaseíto?—mepreguntaba,alpasaramilado—.Estaríamejorfuera…¡Buenasnoches!

—¿Esquenovamosavernosmáshoy?

—Meparecequeestarde.Encualquiercaso,comoustedquiera.

—Dígame,¿dóndehaestado?—lepreguntaba,entrandotrasellaenlahabitación.

—¿Dónde?EnMontecarlo—y,sacandodelbolsillounasdiezmonedasdeoro,añadía—:Puessí,señormío.Lasheganadoalaruleta.

—¿Nohabráempezadoustedajugar?

—¿Yporquéno?Mañanavoyotravez.

Melaimaginabaconsucarafeayenfermiza,embarazada,conelcorsémuyapretado,depieantelamesadejuego,enmediodeunamuchedumbredecocottesydeviejasmediolocas, que revoloteaban en torno al oro comomoscas alrededor de lamiel, y recordabaque,poralgunarazón,sehabíaidoaMontecarlosindecirmenada…

—Nolacreo—lecomentéunavez—.Ustednovaallí.

—Nosepreocupe.Nopuedoperdermucho.

—No se trata de las pérdidas—repuse con enfado—. ¿Es que no se le ha ocurridopensar, mientras está allí jugando, que el brillo del oro, todas esas mujeres, viejas yjóvenes,elcrupieryelambienteensuconjuntoconstituyenunvilyrepugnanteescarniodelasfatigasdelaclasetrabajadora,delosquesudansangre?

—Y,sino juego,¿quéquierequehaga?—preguntó—.Encuantoa lasfatigasde laclasetrabajadorayalosquesudansangre,déjeseesosdiscursosgrandilocuentesparaotraocasión,yahora,yaquehaempezadousted,permítamequesigaconeltemayplanteelacuestióncontodaclaridad:¿quéestoyhaciendoaquíyquévoyahacerenelfuturo?

—¿Qué va a hacer?—exclamé yo—.A esa pregunta no se puede responder así degolpe.

—Lepidoquemerespondasegúnledictesuconciencia,VladímirIvánich—dijoella,ysurostrosetorcióenunmohíndeenfado—.Unavezquemehedecididohaplantearleesa cuestión, no quiero escuchar lugares comunes. Le estoy preguntando—prosiguió,dandopalmadasenlamesa,comomarcandoelcompás—quédebohaceraquí.Ynosóloaquí, en Niza, sino en general —guardé silencio y me quedé mirando el mar por laventana. Mi corazón latía desbocado—. Vladímir Ivánich —dijo en voz baja, con larespiraciónentrecortada;eraevidentequelecostabatrabajohablar—.VladímirIvánich,sinisiquieraustedcreeenlacausa,siyanotieneintencióndelucharporella,¿porqué…porquémesacóusteddeSanPetersburgo?¿Porquémehizopromesasydespertóenmílocasesperanzas?Susconviccioneshancambiado,sehaconvertidoenotrohombre;nadielo culpa: no siempre podemos controlar nuestras convicciones, pero… pero, VladímirIvánich, por el amor de Dios, ¿por qué no es usted sincero?—prosiguió en voz baja,acercándose a mí—. A lo largo de todos estos meses, cuando yo soñaba en voz alta,deliraba,meentusiasmabaconsusplanes, reconstruíamivida sobrenuevasbases, ¿porquénomedijo laverdad?¿Porquéguardósilencioomealentóconesosrelatossuyos,comportándose como si estuviera plenamente de acuerdo conmigo? ¿Por qué? ¿Quénecesidadhabía?

—Cuestamuchoreconocerqueunohafracasado—murmuré,dándomelavuelta,perosinmirarla—. Sí, ya no tengo fe, estoy cansado, abatido…Es difícil ser sincero,muydifícil;poresoguardabasilencio.QuieraDiosquenadietengaquepasarporloqueyohepasado.

Teníalaimpresióndequedeunmomentoaotromeecharíaallorar,asíquemecallé.

—Vladímir Ivánich —dijo y me cogió ambas manos—. Usted ha vivido yexperimentado muchas cosas, y sabe más que yo. Piénselo y dígame qué debo hacer.Aconséjeme. Si ya no tiene usted fuerzas para seguir adelante y servir de guía a otros,indíquemealmenosadóndetengoqueir.Convengaconmigoenquesoyunapersonaviva,capaz de sentir y razonar. Encontrarse en una posición falsa… desempeñar un papelabsurdo…Todoesomedesagrada.Nolehagoreproches,noleecholaculpa,sólolepido

unconsejo—trajeronelté—.¿Ybien?—preguntóZinaídaFiódorovna,tendiéndomeunvaso—.¿Quémedice?

—Haymásluzquelaquebrillaenlaventana—respondí—.Vivenenelmundomáspersonasqueyo,ZinaídaFiódorovna.

—Puesmuéstremelas—dijoconanimación—.Esloúnicoquelepido.

—Yquierodecirleunacosamás—continué—.Haymuchoscamposenlosquepuedeservirseaunaidea.Siunosehaequivocadoyhaperdidolafeenunideal,puedebuscarotro.Elmundodelasideasesvastoeinagotable.

—¡Elmundode las ideas!—exclamóymemiróa lacaraconexpresiónburlona—.Serámejorquelodejemos…Novalelapena…—sepusoroja—.¡Elmundodelasideas!—repitióyarrojóaunladolaservilleta;surostroadquirióunaexpresióndeindignaciónydesdén—.Todas susmaravillosas ideas,medoyperfecta cuenta, se reducen aunúnicopasoinevitableeindispensable:deboconvertirmeensuamante.Esoesloquesenecesita.Estar al servicio de las ideas y no convertirse en la amante del hombremás honrado eidealistaquecabeimaginarsignificanoentenderlasideas.Hayqueempezarporahí…esdecir,primerodeboconvertirmeensuamanteylodemásvendráporsísolo.

—Estáustedirritada,ZinaídaFiódorovna—dije.

—¡No,soysincera!—gritó,respirandocondificultad—.¡Soysincera!

—Puedequeseasincera,peroseequivocausted,ysuspalabrasmecausandolor

—¡Dice queme equivoco!—exclamó, echándose a reír—. Eso lo puede decir otrapersona,peronousted,señormío.Quizáleparezcapocodelicadaeinclusocruel,peromeda igual: ¿me ama usted? ¿Me ama usted o no?—yo me encogí de hombros—. ¡Sí,encójasedehombros!—prosiguióconsutonoburlón—.Cuandoestabaustedenfermo,looí delirar; por no hablar de esas miradas llenas de adoración, de los suspiros, de losdiscursosbienintencionadossobrelaintimidadylaafinidadespiritual…Peroloprincipalesesto:¿porquéhastaahoranohasidosincero?¿Porquémehaocultadoloqueesymehahabladode lo que no es?Si desde unprincipiomehubiese aclarado cuáles eran lasideasqueloimpulsabanasacarmedeSanPetersburgo,habríaestadoalcorrientedetodo.Enesecasomehabríaenvenenado,comoeramiintención,ynoshabríamosahorradoestatediosacomedia…¡Enfin,paraquéhablar!—hizoungestodedesalientoconlamanoysesentó.

—Mehablaustedcomosisospecharaquetengointencionesdeshonestas—meofendí.

—Dejémoslo.¿Paraquéseguir?No leestoy recriminandosus intenciones, loque leestoydiciendoesquenoalbergabaustedintencionesdeningúntipo.Silashubieratenido,mehabríadadocuenta.Apartedelas ideasydelamor,noteníaustednada.Primerolasideasyelamor,yenperspectiva,laposibilidaddequemeconviertaensuamante.Taleselordendelascosas,tantoenlavidacomoenlasnovelas…UstedcensurabaaOrlov—

añadió,dandounapalmadaenlamesa—,peroalalargadebemosestardeacuerdoconél.Tienesusrazonesparadespreciartodasesasideas.

—Nolasdesprecia,lasteme—grité—.Esuncobardeyunembustero.

—De acuerdo. Es un cobarde, un embustero y me ha engañado, pero ¿y usted?Perdonemisinceridad,pero¿quéesusted?ÉlmeengañóymeabandonóamisuerteenSanPetersburgo,mientrasustedmehaengañadoymehaabandonadoaquí.Almenosélnovestíasuengañoconelropajedelasideas,mientrasqueusted…

—PorelamordeDios,¿porquédiceesascosas?—gritéhorrorizado,retorciéndomelas manos y acercándome con presteza a ella—. No, Zinaída Fiódorovna, no, eso escinismo, no debe caer uno en tales extremos de desesperación. Escúcheme —añadí,agarrándomeaunpensamientoquedeprontoseinsinuóenmicabezayque,mepareció,aún podía salvarnos a ambos—. Haga el favor de escucharme. He conocido muchasdesgraciasenmivida,tantasque,alrecordarlas,lacabezamedavueltas;peroahoramicerebroymialmaatormentadahancomprendidodeunavezportodasqueelsentidodelavida humana, si es que tiene alguno, consiste únicamente en el amor desinteresado alprójimo.¡Esaesladirecciónquedebemostomar,eseesnuestroobjetivo!¡Esaesmife!—teníaintencióndeseguirhablandodelamisericordiaydelperdónincondicional,perodeprontoel tonodemivozdejódeparecermesincero,ymeturbé—.¡Quierovivir!—exclamé con franqueza—. ¡Vivir, vivir!Ansío la paz, el silencio, el calor, estemar, sucompañía.¡Ah,cómomegustaríainculcarleestaapasionadaseddevida!Acabausteddereferirse al amor, pero a mí me bastaría con estar cerca de usted, con oír su voz, concontemplarlaexpresióndesurostro…

Ellaseruborizóysepusoahablarmuydeprisa,paraimpedirmecontinuar.

—Usted ama la vida y yo la odio. Así que debemos seguir caminos distintos—sesirvióté,peronoloprobó;seretiróasudormitorioysetumbóenlacama—.Creoqueserá mejor que interrumpamos esta conversación —me dijo desde allí—. Todo haterminadoparamíynonecesitonada…¡Paraquéseguirhablando!

—¡No,todonohaterminado!

—¡Dejémoslo!…Comosinolosupiera.Yaestoyharta…Basta.

Mequedéunratomás,paseandodeunextremoalotrodelahabitación,yluegosalíalpasillo.Mástarde,yaavanzadalanoche,cuandomeacerquéasupuertayprestéatención,oísullantocontodaclaridad.

Alamañanasiguiente,elcamarero,mientrasmetendíaeltraje,meinformóconunasonrisadeque la señorade lahabitaciónnúmero trece estabadandoa luz.Mevestí decualquiermaneray,muertodemiedo,fuicorriendoalahabitacióndeZinaídaFiódorovna.Encontréallíalmédico,alacomadronayaunaseñorayamayornaturaldeJárkov,quesellamabaDariaMijáilovna.Olía agotasdeéter.Nadamás traspasar elumbral,me llegó

desdelahabitaciónenqueyacíaellaungemidoapagadoyquejumbroso;eracomosielvientolohubieratraídodeRusia.YentoncesmeacordédeOrlov,desuironía,dePolia,delNevá,deloscoposdenieve,delcarruajesinmanta,delaprofecíaquehabíaentrevistoenelfríocielomatinal,deaquelgritodesesperado:«¡Nina!¡Nina!».

—Paseaverla—medijolaseñora.

EntréeneldormitoriodeZinaídaFiódorovnaconlaextrañasensacióndeserelpadredelacriatura.Laencontré tendida,conlosojoscerrados,delgada,pálida,conunacofiablancadeencaje.Recuerdoquehabíadosexpresionesensurostro:unaindiferente,fría,apática;otrainfantileimpotente,causadaporlacofiablanca.Nomeoyóentrar,otalvezsí,peronomeprestóatención.Mequedéjuntoallecho,mirándolayesperando.

Pero de pronto su rostro se contrajo de dolor, abrió los ojos y se quedómirando eltecho,comotratandodecomprenderloqueleestabasucediendo…Ensucarasedibujóunaexpresiónderepugnancia.

—¡Quéasco!—susurró.

—ZinaídaFiódorovna—lallameenvozmuybaja.

Ellamemiróconindiferenciaydesganayacontinuacióncerrólosojos.Aguardéunmomentoysalí.

Porlanoche,DariaMijáilovnamecomunicóqueZinaídaFiódorovnahabíadadoaluzunaniña,peroquelaparturientasehallabaengravepeligro; luegoseoyeroncarrerasyvoces en el pasillo. Daria Mijáilovna apareció de nuevo en mi cuarto y, con cara dedesesperación,retorciéndoselasmanos,medijo:

—¡Ah, es terrible! ¡El médico sospecha que Zinaída Fiódorovna ha tomado unveneno!¡Ah,quémalsecomportanaquílosrusos!

Aldíasiguiente,amediodía,ZinaídaFiódorovnaexpiró.

XVIII

Transcurrieron dos años. Las circunstancias cambiaron y yo volví a San Petersburgo,dondeahorapodíavivirsinesconderme.Yanoteníamiedodeseryparecersensible,ymeentregabaporenteroalsentimientopaternalo,mejordicho,idolátrico,quedespertabaenmí Sonia, la hija de Zinaída Fiódorovna. Yo mismo le daba de comer, la bañaba, laacostaba,nolequitabaojodurantenochesenterasygritabacuandomeparecíaqueseleiba a caer a la niñera.Amedida que pasaba el tiempo,mi ansia de una vida normal ycorriente se fue reforzando e intensificando, mientras mis grandes ilusiones seconcentraronenSonia,comosiporfinhubieraencontradoloquenecesitaba.Queríaconlocura a esa niña.Veía en ella la prolongación demi propia vida, y no era una simplefiguración,sinoqueestabacasiconvencidoysegurodeque,cuandomedespojaradeunavezdeesecuerpodesgarbado,huesudoybarbudo,seguiríaviviendoenesosojosazules,

en esos cabellos rubios y sedosos, en esasmanitas regordetas y rosadas que con tantocariñomeacariciabanlacaraymerodeabanelcuello.

El futuro de Sonia me preocupaba. Su padre era Orlov, pero en el certificado denacimiento figurabaelapellidoKrasnóvskaia;además, laúnicapersonaquesabíadesuexistenciayseinteresabaporella,esdecir,yo,estabaconunpieenlatumba.Habíaqueocuparseseriamentedelacuestión.

Al día siguiente de mi llegada a San Petersburgo fui a ver a Orlov. Me abrió unancianogordo,conpatillaspelirrojasysinbigote,porlovistoalemán.Polia,queestabaarreglandolasala,nomereconoció;encambio,Orlovsediocuentaalmomentodequiénera.

—¡Ah,señorconspirador!—dijo,mirándomeconcuriosidadysonriendo—.¿Quéletraeporaquí?

Nohabíacambiadonada:elmismorostrocuidadoydesagradable,lamismaironía.Ysobre lamesa,comoantaño,habíaun libronuevoconunaplegaderademarfilentre laspáginas.Porlovisto,estabaleyendoenelmomentodemillegada.Mepidióquetomaraasiento,meofrecióuncigarroy,conesadelicadezapropiadelaspersonasbieneducadas,ocultandolaimpresióndesagradablequelehabíacausadomicaraymiescuálidafigura,señalócomodepasadaquenohabíacambiadonadayqueerafácilreconocerme,apesarde queme había dejado crecer la barba.Hablamos del tiempo y de París. Tratando deliberarsecuantoantesde ladesagradablee inevitablecuestiónque tantoaélcomoamínosagobiaba,mepreguntó:

—¿HamuertoZinaídaFiódorovna?

—Sí—respondí.

—¿Departo?

—Así es. Elmédico sospechaba que la causa había sido otra, pero… tanto a ustedcomoamínosconvienepensarquemuriódeparto.

Emitióunsuspiroporcortesíayguardósilencio.Seprodujounapausa.

—Yaveo.Encambio,aquí todosigue igual,nohahabidocambiossignificativos—dijoconanimación,cuandoadvirtióquehabíaechadounvistazoaldespacho—.Mipadre,comosindudasabráusted,sehajubiladoyllevaunavidadelomástranquila;encuantoamí,sigoocupandoelmismocargo.¿SeacuerdadePekarski?Puesnohacambiadonada.Gruzinmuriódedifteriaelañopasado…Kukushkinestávivoyamenudoseacuerdadeusted.Apropósito—prosiguióOrlov,bajandotímidamentelosojos—,cuandoKukushkinseenteródequiénerausted,empezóacontarportodaspartesquelehabíaatacadoyhabíaintentadomatarlo…Dicequesesalvóporlospelos—yoguardabasilencio—.Losviejoscriadosnoolvidanasusseñores…Esundetalleporsuparte—bromeóOrlov—.Pero¿noquieretomarunvasodevinoouncafé?Mandaréquelopreparen.

—No,gracias.Hevenidoaverloporunasuntomuyimportante,GueorguiIvánich.

—Nomegustanmucholosasuntosimportantes,peromealegrodepoderhaceralgoporusted.¿Dequésetrata?

—Pues verá —empecé yo, bastante nervioso—. La hija de la difunta ZinaídaFiódorovna se encuentra aquí conmigo…Hasta ahorame he ocupado de su educación,pero,comove,cualquierdíadeestospasaréamejorvida.Megustaríamorirsabiendoquesufuturoestáasegurado.

Orlovenrojeciólevemente,fruncióelceñoymedirigióunamiradaseverayfugaz.Lehabíacausadounaimpresióndesagradablenosóloel«asuntoimportante»,sinotambiénlaalusiónamipróximofin,amimuerte.

—Sí,habráquepensarenalgo—dijo,protegiéndoselosojos,comosilemolestaseelsol—.Seloagradezco.¿Diceustedqueesunaniña?

—Sí,unaniña.¡Unaniñamaravillosa!

—Ya.Desdeluegonosetratadeunperritofaldero,sinodeunserhumano…Nocabedudadequehayque tomárselomuyen serio.Estoydispuesto a participar y… le estoymuyagradecido—sepusoenpie,sepaseóporlahabitación,mordiéndoselasuñas,ysedetuvodelantedeuncuadro—.Hayquepensarenalgo—dijoconvozsorda,dándomelaespalda—. Hoy mismo pasaré por casa de Pekarski y le pediré que vaya a ver aKrasnovski.CreoqueKrasnovskinoseharáderogaryaceptaráquedarseconlaniña.

—Perdone, pero no entiendo qué tiene que ver Krasnovski en todo esto—dije yo,poniéndometambiénenpieyacercándomeauncuadroquehabíaenelotroextremodeldespacho.

—¡PerollevaráelapellidodeKrasnovski,espero!—exclamóOrlov.

—Sí,puedequelaleyloobligueaquedarseconlaniña,nolosé,peroyonohevenidoaverloparahablardeleyes,GueorguiIvánich.

—Sí, sí, tiene usted razón —convino de buena gana—. Creo que estoy diciendotonterías.Peronosepreocupe.Encontraremosunasoluciónsatisfactoriaparaambos.Sinoesta,aquella,ysino,unatercera;perodeunmodouotroresolveremosesadelicadacuestión. Pekarski lo arreglará todo. Tenga la bondad de dejarme su dirección y yo leinformaré lo antes posible de la decisión que adoptemos. ¿Dónde vive usted?—Orlovanotómidirección,suspiróyañadióconunasonrisa—:¡Quéresponsabilidad,Señor,serpadredeunaniñadecortaedad![57]PeroPekarski loarreglará todo.Esunhombremuy«tinteligente»[58].¿SequedóustedmuchotiempoenParís?

—Unpardemeses.

Se produjo un silencio. Era evidente que Orlov tenía miedo de que yo volviese aabordarlacuestióndelaniña,asíque,paradistraermiatención,medijo:

—Seguramente se habrá olvidado usted de su carta. Pero la he conservado.Comprendoelestadodeánimoqueteníaenaquellaépocayleconfiesoquerespetosusrazones.«Sangrefríaymaldita»,«asiático»,«risacaballuna»,sonexpresionesafablesypintorescas —prosiguió con una sonrisa irónica—. Y la idea de fondo puede que seacerque a la verdad, aunque sobre ese particular podríamos discutir hasta el fin de lostiempos.Esdecir—vaciló—,nodiscutirlaideaensímisma,sinosumaneradeencararlacuestión, su temperamento, por decirlo de algún modo. Sí, llevo una vida anormal ydepravadaqueanadieaprovecha,ymicobardíameimpideiniciarunavidanueva:enesotieneustedrazón.Peroesirracionalqueselotomeustedtanapecho,quesealtereysedesesperedeesemodo:enesepuntoseequivocausted.

—Unserhumanonopuededejardealterarseydesesperarsecuandoveque tantoélcomoquieneslorodeanseestánhundiendoenelabismo.

—¡Sin duda!No estoy predicando la indiferencia, lo único que pido es una actitudobjetiva ante la vida. Amayor objetividad, menos riesgo de caer en el error. Hay queexaminarlasraícesdelascosasybuscarencadafenómenolacausadetodaslascausas.Nos hemos vuelto débiles, nos hemos desanimado y al final hemos caído. Nuestrageneraciónsecomponeexclusivamentedeneurasténicosyllorones,sólosabemoshablarde cansancio y de fatiga, pero ni usted ni yo tenemos la culpa: somos demasiadoinsignificantes para que el destino de toda una generación pueda depender de nuestroarbitrio. Por tanto, debemos suponer que hay causas más importantes y generales, quetienen una sólida raison d’être desde un punto de vista biológico. Somos unosneurasténicos,unosseresamargados,unosapóstatas,perotalvezesoseaútilynecesarioparalasgeneracionesvenideras.NiunsolocabellocaedelacabezasinoesporvoluntaddelPadrecelestial;enotraspalabras,nadasucedeporcasualidadnienlanaturalezanienla sociedad humana. Todo es fundamental e indispensable. Y, si eso es así, ¿por quédebemospreocuparnostantoyescribircartasdesesperadas?

—Es verdad —respondí, después de pensarlo un momento—. Creo que para lasgeneraciones venideras la vida será más fácil y comprensible; podrán aprovecharse denuestra experiencia.Perounoquierevivirpara símismo,no sólopara lasgeneracionesfuturas. La vida sólo se concede una vez, y todos desean una vida interesante, sensata,bella. Todos quieren desempeñar un papel importante, independiente, noble, hacerhistoria, para que esasmismas generaciones no tengan derecho a decir de cada uno denosotros:«Esefueunanulidad»,oalgoinclusopeor…Creotantoenlaoportunidadcomoen la necesidad de lo que sucede a nuestro alrededor, pero ¿quéme importa a mí esanecesidad?¿Porquétengoquesacrificarlemi«yo»?

—¡Bueno,quélevamosahacer!—suspiróOrlov,levantándoseydándomeaentenderque nuestra conversación había terminado.Yo cogími gorro—.En sólomedia hora decharla, hay qué ver la de cosas que hemos resuelto —dijo Orlov, acompañándome alvestíbulo—.Me ocuparé de ese asunto…Hoymismo iré a ver a Pekarski. Puede estar

seguro.

Esperóaquemepusieraelabrigo,muysatisfecho,sinduda,demiinminentemarcha.

—GueorguiIvánich,devuélvamemicarta—dije.

—Comoquiera.

Fueasudespachoy,alcabodeunminuto,regresóconlacarta.Yoledilasgraciasysalí.

Aldía siguiente recibíunanota suya.Me felicitabapor la feliz solucióndel asunto.Pekarskiconocíaaunaseñora,escribía,quedirigíauninternado,unaespeciedejardíndeinfancia,dondeadmitíaninclusoaniñosmuypequeños.Laseñoraeradetodaconfianza,pero en cualquier caso, antes de entrar en tratos con ella, sería conveniente discutir lacuestión conKrasnovski, aunque sólo fuerapara cumplir con las formalidadesde rigor.Me aconsejaba que acudiera cuanto antes a casa de Pekarski, llevando la partida denacimiento,siesqueexistía.«Reiterandomimássinceraestimayrespeto,sedespidedeustedsuhumildeservidor…».

Mientrasleíaesacarta,Soniaestabasentadaalamesaymemirabaconatención,sinpestañear,comosientendieraqueseestabadecidiendosusuerte.

Tresaños

(1895)

I

Reinabayalaoscuridad,enalgunascasaslasventanasestabaniluminadasyalfinaldelacalle,detrásdeloscuarteles,empezabaaremontarseunapálidaluna.Láptev,sentadoenunbanco,alapuertadesucasa,esperabaquefinalizaraeloficiovespertinoenlaiglesiade SanPedro y SanPablo.Contaba con queYulia Serguéievna, al regresar de lamisa,pasaraporallí;entalcaso,élpodríadirigirlelapalabraytalvezdisfrutardesucompañíatodalatarde.

Llevabaallíyaunahoraymedia,yduranteesetiempohabíaestadoacordándosedesucasadeMoscú,desusamigosdelacapital,delcriadoPiotr,desuescritorio;algunaqueotra vez contemplaba con incredulidad los árboles sombríos e inmóviles, y le parecíaextrañonohallarseensudachadeSokólniki[59],sinoenunaciudaddeprovincias,enunacasa junto a la que cada mañana y cada tarde pasaba un gran rebaño que levantabaenormes nubes de polvo, conducido por unos cuantos pastores que de vez en cuandotañíanelcuerno.Leveníanalamemorialaslargasconversacionesmoscovitas,enlasqueél mismo había tomado parte hacía relativamente poco, conversaciones en las que seasegurabaque sepodíavivir sin amor,queel amor apasionadoconstituíauna suertedeaberración,quenoexistía loquehadadoen llamarseamor,sólounaatracciónfísicadesexosopuestos,ycosasporelestilo;seacordabadeesascosasypensabacontristezaque,sienesosmomentosalguienlehubierapreguntadoquéeraelamor,nohabríasabidoquécontestar.

Una vez concluido el oficio vespertino, empezó a aparecer gente.Láptev observabacon nerviosismo las oscuras figuras. Había pasado ya el arcipreste en un coche, lascampanashabíandejadode repicarysehabíanapagadouna trasotra las lucesverdesyrojasqueiluminabaneltemploconmotivodelafestividaddelpatrón.Lagentepasabasinprisas, charlando, deteniéndose debajo de las ventanas.De pronto, Láptev oyó una vozconocida y el corazón empezó a latirle con fuerza; pero, al darse cuenta de que YuliaSerguéievna no estaba sola, sino acompañada de otras dos señoras, fue presa de ladesesperación.

—¡Esterrible,terrible!—susurraba,sintiéndoseceloso—.¡Esterrible!

En la esquina, antes de entrar en el callejón, Yulia Serguéievna se detuvo paradespedirsedesusacompañantes,yenesemomentovioaLáptev.

—Voyasucasa—dijoél—.Paracharlarunratoconsupadre.¿Nohabrásalido?

—Nocreo—respondióella—.Estempranoparairalclub.

El callejón discurría entre jardines, y junto a las cercas crecían tilos que en esosmomentos, a la luz de la luna, proyectaban una ancha sombra, cubriendo de oscuridadtantolasempalizadascomolascancelasdeunapartedelacalle.Dealgúnlugarllegabaunrumordevocesfemeninas,risascontenidasyapagadosacordesdebalalaika.Olíaatiloyaheno.EsesusurrodeseresinvisiblesyeseolorexcitabanaLáptev.Deprontosintióun

deseoapasionadodeabrazaraYuliaSerguéievna,cubrirdebesossucara,susmanos,sushombros, estallar en sollozos, caer a sus pies y contarle cuánto tiempo llevabaesperándola.La jovenexhalabaunolora inciensomuysuave,apenasperceptible,yesafragancialerecordólostiemposenquetambiénélcreíaenDios,acudíaa lasfuncionesvespertinasyseperdíaenensoñacionesdeunamorpuroypoético.Y,comoesamuchachano lo quería, le parecía que había perdido para siempre la posibilidad de alcanzar esafelicidadconquetantosoñaraantaño.

Yulia Serguéievna hablaba con preocupación de la salud de Nina Fiódorovna, lahermanadeLáptev:dosmesesanteslehabíanextraídountumoryahoratodostemíanquesereprodujeralaenfermedad.

—Fuiaverlaestamañana—dijoYuliaSerguéievna—ymeparecióqueestasemananohaadelgazado,perolaencontrémustia.

—Sí,sí—asintióLáptev—.Noharecaído,perolanotomásdébilcadadíaquepasa;seestáconsumiendoaojosvistas.Noentiendoloqueleestásucediendo.

—¡Señor, con lo sana, fuerte y colorada que estaba!—exclamóYulia Serguéievna,despuésdeunabrevepausa—.Aquílallamabatodoelmundo«lamoscovita».¡Ycómosereía!Losdíasdefiestasevestíacomounasencillacampesina,yeseatuendolequedabamuybien.

EldoctorSerguéiBorísichestabaencasa;grueso,rojo,cortodepiernas,conunalevitalargaquelellegabapordebajodelasrodillas,sepaseabaarribayabajoensudespacho,conlasmanosenlosbolsillos,canturreandoamediavoz:«Ru-ru-ru-ru».Ibadesgreñado,con las grises patillas alborotadas, como si acabara de levantarse de la cama. Y sudespacho,concojinesenlossofás,rimerosdepapelesviejosenlosrinconesyunperrodeaguas sucio y enfermo debajo de lamesa, producía lamisma impresión de descuido eincuriaquesupropiapersona.

—ElseñorLáptevquiereverte—ledijolahija,entrandoeneldespacho.

—Ru-ru-ru-ru—canturreóelmédico,envozmásaltaqueantes,dirigiéndosealasalaytendiéndolelamanoaLáptev,aquienpreguntó—:¿Quéhaydenuevo?

Lasalaestabaaoscuras.Láptev,sinsentarse,conelsombreroenlamano,empezóadisculparseporlasmolestiasquelecausaba.Lepreguntóquésepodíahacerparaquesuhermanadurmieraporlanocheysiteníaalgunaideadeporquéhabíaadelgazadotanto,perodeprontosesintióconfundido,puesselepasóporlacabezaquequizáyalehubieraformuladoesaspreguntasdurantesuvisitamatinal.

—Dígame—preguntó—, ¿no convendría llamar a algún especialista de Moscú enenfermedadesinternas?¿Quécreeusted?

Elmédicosuspiró,seencogiódehombrosehizoungestoindeterminadoconambasmanos.

No cabía duda de que se había ofendido.Era un hombre sumamente quisquilloso ysuspicaz; siempre tenía la impresión de que los demás no le creían, no reconocían susméritosynolorespetabanlosuficiente;quelospacientesloexplotabanysuscolegaslotrataban con desconsideración. Siempre se estaba riéndose de símismoy decía que lostontoscomoélsólohabíannacidoparaquelagenteseaprovecharadeellos.

YuliaSerguéievnaencendiólalámpara.Sehabíafatigadoenlaiglesia,comoseveíaen su rostro pálido y extenuado, en la languidez de sus movimientos. Tenía ganas dedescansar. Se sentó en el sofá, apoyó las manos en las rodillas y se quedó pensativa.Láptevsabíaqueerafeo,yahoraleparecíasentiresafealdadentodosucuerpo.Bajodeestatura, delgado, tenía las mejillas sonrosadas y le quedaba tan poco pelo que se leenfriaba lacabeza.Suexpresióncarecíaporenterodeesaelegantesencillezquevuelveatractivashastalascarasmástoscasydesagradables;encompañíademujeressemostrabatorpe,demasiadodicharachero,amanerado.Yahoracasisedespreciabaporeso.ParaqueYulia Serguéievna no se aburriera en su compañía tenía que hablar. Pero ¿de qué? ¿Denuevodelaenfermedaddesuhermana?

Ysepusoadecirlugarescomunessobrelamedicina,elogiólahigieneyañadióquedesdehacía tiempoalbergabaelpropósitodeconstruir enMoscúunalberguenocturno,cuyoscostesyahabíacalculado.Segúnsuproyecto,cualquiertrabajadorquesepresentarapor la tardeenelasilo recibiríaporcincooseiskopeksunhumeanteplatodesopaconpan,unlechosecoycaliente,conunamanta,yunlugardondesecarsuropaysucalzado.

Porlogeneral,YuliaSerguéievnaguardabasilencioensupresencia,mientrasél,porextraño que pueda parecer, lograba adivinar sus pensamientos e intenciones, gracias,quizá,aesaintuicióndelosenamorados.Enesaocasióndedujoque,sinoseretirabaasuhabitaciónacambiarsederopaytomarelté,despuésdeacudiralserviciovespertino,eraporquesedisponíaasalirdevisita.

—Peronotengoprisaconlodelalberguenocturno—prosiguió,conuntonodevozyairritadoydisplicente,dirigiéndosealmédico,quelomirabaconsorpresayperplejidad,sinacabarde entenderquénecesidadhabíade sacar a colación lamedicinay lahigiene—.Probablemente pasará mucho tiempo antes de que pueda ponerme manos a la obra.Además,medamiedoque nuestro albergue caiga enmanos de esas santurronas y esasseñorasfilantrópicasmoscovitasqueacabanarruinandocualquieriniciativa.

YuliaSerguéievnasepusoenpieytendiólamanoaLáptev.

—Discúlpeme—dijo—,perotengoqueirme.Hagaelfavordesaludarasuhermanademiparte.

—Ru-ru-ru-ru—canturreóelmédico—.Ru-ru-ru-ru.

YuliaSerguéievnasalió,yalpocoratoLáptevsedespidiódelmédicoysemarchóasucasa.Cuandounapersonasesienteinsatisfechaydesdichada,¡quévulgaresseleantojanlos tilos, las sombras, las nubes, todas las bellezas de la naturaleza, tan presuntuosas e

indiferentes!La lunaestabayamuyalta,y lasnubespasaban raudaspordebajo.«¡Quéluna tan ingenua y provinciana! ¡Qué nubes tan escuálidas y lamentables!», pensabaLáptev. Se avergonzaba de lo que acababa de decir sobre la medicina y el alberguenocturno y le horrorizaba saber que, al día siguiente, su falta de carácter lo llevaría abuscarlayhablarledenuevo,yunavezmásseconvenceríadequeeraunextrañoparaella.Ydosdíasdespués,otravezlomismo.¿Paraqué?¿Ycuándoycómoterminaríatodoeso?

Unavezencasa,fueaverasuhermana.NinaFiódorovnaaúnteníabuenaspectoydaba la impresióndeserunamujer robustaybien formada,perosupasmosapalidez ledaba cierto aire demuerta, sobre todo cuandoyacía de espaldas, con los ojos cerrados,como ahora. A su lado estaba su hijamayor, Sasha, de unos diez años, que le leía unpasajedeunaantología.

—¡HallegadoAliosha!—dijolaenfermaconvozqueda,comosiestuvierahablandoconsigomisma.

EntreSashay su tío sehabía establecidodesdehacía tiempoun tácito acuerdopararelevarseunoaotro.AhoraSashacerrólaantologíay,sinpronunciarpalabra,saliódelahabitación sin hacer ruido. Láptev cogió de la cómoda una novela histórica, buscó lapáginaenlaquesehabíanquedado,sesentóysepusoaleerenvozalta.

NinaFiódorovna había nacido enMoscú.Como sus dos hermanos, había pasado lainfanciaylajuventudenlacallePiátnitskaia,enelsenodeunafamiliadecomerciantes.Lainfanciahabíasidolargayaburrida;supadrelatratabaconseveridadydosotresveceshabíallegadoaazotarlaconvarasdeabedul;encuantoasumadre,habíamuertotrasunalargaenfermedad; laservidumbreerasucia,grosera,hipócrita.Aparecíanconfrecuenciapor casa curasymonjes, tambiéngroseros ehipócritas, que, ademásde comerybeber,prodigabanburdasalabanzasasupadre,porquiennosentíanlamenorsimpatía.Losdoshermanos tuvieron la fortuna de acudir al instituto, pero ella no recibió instrucción, desuerteque,enlugardeletras,seguíagarrapateandounosgarabatosincomprensiblesysóloleía novelas históricas. Hacía cosa de diecisiete o dieciocho años, cuando contabaveintidós, había conocido en la dacha de Jimki a su actual marido, el terratenientePanaúrov, de quien se había enamorado y con quien se había casado en secreto,contraviniendo la voluntadde supadre.Panaúrov, hombre apuesto, algodescarado, queencendíaloscigarrillosenlaslamparillasyestabasiempresilbando,leparecióasupadreunacompletanulidad,ycuandomás tarde,elyerno,ensuscartas,empezóaexigirle ladote,elancianoescribióasuhijaparacomunicarlequeleenviabaalpueblolosabrigosdepiel,elserviciodeplata,diversosobjetosquehabíanpertenecidoalamadreytreintamilrublos,peronolabendiciónpaterna;alcabodeuntiempoleenvióotrosveintemil.Esedineroyladoteseesfumaron,lahaciendasevendió,yPanaúrovsetrasladóconsufamiliaa la ciudad, donde encontró un puesto en la administración provincial. Una vezestablecido, fundó una segunda familia, con la que vivía abiertamente, dandomotivo a

habladuríasdetodotipo.

Nina Fiódorovna adoraba a su marido. Y ahora, mientras escuchaba la novelahistórica, pensaba en lasmuchas desdichas por las que había pasado, en lomucho quehabía sufrido a lo largo de su vida, y se dijo que, si alguien describiera su vida, elresultadoseríauncuadrodelomáspatético.Comoeltumorloteníaenelpecho,estabaconvencidadequelosculpablesdesuenfermedaderanelamorylavidaconyugal,ydequeeranloscelosylaslágrimaslosquelahabíanpostradoenlacama.

DeprontoAlekséiFiódorichcerróellibroydijo:

—Seacabó,graciasaDios.Mañanaempezaremosotro.

Nina Fiódorovna se echó a reír. Siempre había sido risueña, pero en los últimostiemposLáptevhabíaempezadoadarsecuentadeque,porculpadelaenfermedad,habíamomentos en que daba muestras de debilidad mental y se reía por la menor fruslería,inclusosinmotivoalguno.

—Antesdelacomida,cuandoestabasfuera,vinoYulia—dijo—.Mediolaimpresióndequenotienedemasiadaconfianzaensupadre.«Dejequelecuremipadre—dice—,peroescríbaleensecretoalsantoeremitaquereceporusted».Yasabesqueenlaciudadseha establecido un eremita. Yulia se olvidó aquí la sombrilla. Envíasela mañana —prosiguió,despuésdeunabrevepausa—.No,cuandohallegadoelfinal,nilosmédicosniloseremitaspuedenservirdeayuda.

—Nina,¿porquénoduermesporlanoche?—preguntóLáptev,tratandodecambiardeconversación.

—No lo sé. El caso es que no logro conciliar el sueño. Me paso todo el tiempopensando.

—¿Yenquépiensas,querida?

—Enlosniños,enti…enmivida.Yasabesquehetenidoquesoportarmuchascosas,Aliosha.Cuandomepongoarecordar…¡Diosmíodemialma!—seechóareír—.Noesningunabromatenercincohijosyenterraratres…Aveces,cuandoestabaapuntodedaraluz,miGrigoriNikolaichestabaconlaotraynoteníaanadiequepudierairabuscaralacomadronaoaunapartera;ibaalzaguánoalacocinaenbuscadelacriada,peroallísólohabía judíos, tenderos, usureros, esperando la llegadademimarido.La cabezamedaba vueltas… Sé que nuncame ha querido, aunque jamásme lo ha dicho. Ahoramiánimo está tranquilo, mi corazón en paz, pero antes, cuando era más joven, cuántosufría…¡Ah,cuántosufría,hermanomío!Unavez,cuandoaúnvivíamosenlaaldea,losorprendíeneljardínconunamujerymemarché…Memarchésinmiraradóndeiba;sinsaber cómo,me encontré en el atrio de la iglesia yme puse de rodillas: «Reina de loscielos»,murmuraba.Eradenoche, la lunabrillabaenelcielo…—sefatigóyempezóajadear;luego,despuésdereposarunmomento,cogiólamanodesuhermanoyprosiguió

con voz débil y apagada—: ¡Qué bueno eres, Aliosha!… ¡Qué inteligente!… ¡Te hasconvertidoenungranhombre!

AmedianocheLáptev sedespidiódeellay, al salir, cogió la sombrillaque sehabíaolvidadoYuliaSerguéievna.Apesardeloavanzadodelahora, loscriadosylascriadasestaban tomando té en el comedor. ¡Qué desbarajuste! Las niñas no dormían y estabantambiénenelcomedor.Lospresenteshablabanenvozmuybajaynosehabíanpercatadodequelaluzdelalámparasehabíavueltomástenueyestabaapuntodeapagarse.Tantolosmayorescomolospequeñosestabanpreocupadosporunaseriedemalosauguriosysesentían abatidos: se había roto el espejo del recibidor, el samovar zumbaba cada día y,comohechoapropósito,tambiénzumbabaenesosmomentos;contabanque,cuandoNinaFiódorovna se estaba vistiendo, de uno de sus botines salió un ratón. El significadosiniestrode todasesasseñalesnoeradesconocidopara losniños.Lahijamayor,Sasha,morenaydelgaducha,estabasentadaalamesa,inmóvil,concaradesustoydepena;lapequeña,Lida,desieteaños,rubiayregordeta,depiejuntoasuhermana,mirabaelfuegodereojo.

Láptev se dirigió a la planta inferior, donde tenía sus habitaciones de techo bajo,siempresofocanteseimpregnadasdeolorageranio.EnlasalaestabaPanaúrov,elmaridodeNinaFiódorovna,leyendoelperiódico.Láptevhizoungestoconlacabezaenseñaldesaludoysesentóenfrentedeél.Ningunodelosdosdijonada.Avecessepasabanveladasenterassinhablar,yesesilencionolescausabalamenorincomodidad.

Lasniñasbajaron adar lasbuenasnoches.Panaúrov, en silencio, sinprisas, hizo laseñaldelacruzsobreambasvariasvecesylesdioabesarsumano.Esaceremonia,conlosbesosylasreverencias,serepetíacadajornada.

Cuandolasniñassalieron,Panaúrovdejóaunladoelperiódicoydijo:

—¡Quéaburridaesestabenditaciudad!Mealegromucho,amigomío—añadióconunsuspiro—dequehayaencontradoporfinunadiversión.

—¿Dequémehabla?—preguntóLáptev.

—HaceunratolovisalirdelacasadeldoctorBelavin.Supongoquenoiríaparaveralpadre.

—Enefecto—dijoLáptev,yseruborizó.

—Claro.Apropósito, pormásque lobusque,no encontraráotro jumento comoesepapaíto.¡Nopuedeimaginarseustedlosucio,torpeeincapazqueeseseanimal!Allí,enlacapital,lagentesigueinteresándosesóloporelladolíricodelaprovincia,pordecirlodealgúnmodo,porelpasaje,porAntónGoremika[60],pero le juroausted,amigomío,quenohaylirismoporningunaparte,sólobestialidad,vileza,abominación.Fíjeseenlossacerdoteslocalesdelaciencia,pordecirlodealgúnmodo,enlosintelectualesdellugar.Imagínese,sehanestablecidoenlaciudadveintiochomédicos;todoshanhechofortunay

vivenencasasdesupropiedad,mientraslapoblaciónseencuentraenlamismasituaciónde abandono. Cuando hubo que operar a Nina, en realidad una operación de lo másnormal,tuvoqueveniruncirujanodeMoscú,porqueningunodelosdeaquísedecidióapracticarla. No puede usted imaginárselo. No saben nada, no entienden nada, no seinteresan por nada. Pregúnteles, por ejemplo, qué es el cáncer. ¿Qué es? ¿Cómo seorigina?

Y Panaúrov empezó a explicarle lo que era el cáncer. Era especialista en todas lascienciasyanalizabatodoslostemasquetratabadesdeunpuntodevistacientífico.Peroloexplicaba todoa sumanera.Tenía supropia teoría sobre la circulaciónde la sangre, supropia idea de la química y de la astronomía. Hablaba despacio, son voz suave yconvincente, y pronunciaba las palabras «No puede usted imaginárselo» en tonosuplicante,entornandolosojos,emitiendounasuertedelánguidosuspiroyesbozandounasonrisacondescendiente,comosifueraunrey;eraevidentequeestabamuysatisfechodesímismoyquenoeraconscientedequeyateníacincuentaaños.

—Mehaentradohambre—dijoLáptev—.Megustaríacomeralgosalado.

—¿Yporquéno?Podemosarreglarloahoramismo.

AlcabodeunratoLáptevyPanaúrovestabancenandoenelcomedordelaplantadearriba.Elprimerobebióunvasodevodkaydespuéssepasóalvino,mientraselsegundono bebió nada. No bebía nunca ni jugaba a las cartas, pero de todos modos habíadilapidadosupropiopatrimonioyeldesumujeryhabíacontraídounmontóndedeudas.Paradespilfarrar tantoen tanpoco tiemponobastacon tenerpasiones: senecesitaalgomás,untalentoespecial.Panaúroveraaficionadoalabuenamesa,legustabanlasvajillasde calidad, lamúsicadurante la comida, losdiscursos, las reverenciasde los lacayos, aquienesarrojabacondespreciopropinasdediezyhastadeveinticincorublos;participabaentodaslassuscripcionesyloterías,enviabaramosdefloresatodassusconocidaseldíadesusanto,comprabatazas,posavasos,gemelos,corbatas,bastones,perfumes,boquillas,pipas, perritos falderos, papagayos, artículos japoneses, antigüedades; sus camisas dedormir eran de seda; su cama; de ébano y madreperla; su bata, de auténtico paño deBujará,etc.,yportodasesascosasgastabaadiario,comoélmismodecía,«montañasdedinero».

Alolargodelacenanohizomásquesuspirarysacudirlacabeza.

—Sí,enestemundotodotienesufin—dijoenvozqueda,entornandolosojososcuros—.Teenamorasysufres,dejasdequerer,tetraicionan,porquenohaymujerquenoseainfiel,sufres,tedesesperas,túmismoacabastraicionando.Perollegaunmomentoenquetodo eso se convierte en un recuerdo; entonces lo contemplamos con frialdad y loconsideramosunaauténticanadería…

Láptev, cansado y algo achispado, miraba su hermosa cabeza, su barba negra yrecortadaycreíaentenderporquégustabatantoalasmujeresesehombremimado,seguro

desímismoyfísicamenteatractivo.

DespuésdelacenaPanaúrovsemarchóasusegundohogar.Láptevsalióadespedirlo.En toda la ciudadPanaúrov era el únicoque llevaba chistera.Y, cuandopasabapor lascercas grises, las lamentables casitas de tres ventanas y lasmatas de ortigas, su figuraelegantey refinada,suchisteraysusguantesnaranjasproducíansiempreuna impresióntristeyextraña.

Trasdespedirsedeél,Láptevregresósinprisasalacasa.Lalunabrillabaconfuerza,se distinguía cada brizna de paja en el suelo, y tuvo la impresión de que esa luz leacariciaba la cabeza descubierta, alisándole los cabellos con algo tan suave como unapluma.

—¡La amo!—pronunció en voz alta, y de pronto sintió deseos de echar a correr,alcanzar aPanaúrov, abrazarlo,perdonarlo,darleunmontóndedineroya continuaciónsaliralcampo,internarseenelbosque,siemprecorriendo,sinecharlavistaatrás.

Unavezencasa,encontrósobreunasillalasombrillaolvidadaporYuliaSerguéievna,la cogió y la besó apasionadamente. Era de seda, bastante usada, atada con una viejagoma, y tenía unmango sencillo y corriente de hueso blanco.Láptev la abrió sobre sucabeza y en ese instante tuvo la impresión de que a su alrededor hasta podía olerse lafelicidad.

Se acomodó en una silla y, sin soltar la sombrilla, se puso a escribir a uno de susamigosdeMoscú:

Querido y estimado Kostia, voy a comunicarle una novedad: ¡de nuevo estoy enamorado! Digo «de nuevo»porqueharácosadeunosseisañosmeenamorédeunaactrizmoscovita,conlaquenisiquieraconseguítrabarconocimiento,yenelúltimoañoymediohevividoconesa«persona»queconoceusted,unamujernijovennihermosa.Ah,amigomío,¡quépocoafortunadohesidoenelamor!Nuncahetenidoéxitoconlasmujeres,asíque, sidigo«denuevo», sólo lohagoporqueme resulta tristeymortificanteconfesarmeamímismoquemijuventudhapasadosinamoryquees laprimeravezquemeenamorodeveras,a los treintaycuatroañosdeedad.Asípues,«denuevo»estoyenamorado.

¡Sisupieraustedquémuchachaheconocido!Nosepuededecirqueseaunabelleza:tieneunrostroancho,esmuydelgada,pero,encambio,¡quémaravillosaexpresióndebondad,quésonrisa!Suvoz,cuandohabla,cantaytintinea.Conmigonuncaentablaconversación,apenasnostratamos,pero,cuandoestoyasulado,sientoqueesuna criatura excepcional, extraordinaria, inteligentísima y con aspiraciones elevadas.Es religiosa, y no puedeimaginarsehastaquépuntoesedetallemeconmueveylaelevaamisojos.Sobreeseparticularestoydispuestoadiscutirsintreguasusargumentos.Puedequetengaustedrazónylascosasseancomousteddice,peromegustaverlarezarenlaiglesia.Esprovinciana,perohaestudiadoenMoscú,ciudadqueapreciamuchísimo;vistealamoscovita, y sólo por eso la amo, la amo, la amo…Ya veo que frunce usted el ceño y se pone en pie paraofrecermeunalargadisertaciónsobreloqueeselamor,aclararmeaquiénsepuedeamaryaquiénno,etcétera,etcétera.Pero,queridoKostia,antesdeenamorarme,tambiényosabíaperfectamenteloqueeraelamor.

Mihermana leagradecesussaludos.Amenudorecuerda laépocaenque llevabaaKostiaKochevóia lasclases preparatorias, y aún sigue llamándolo el «pobreKostia», ya que en sumemoria ha quedado como unpequeñohuérfano.Ensuma,pobrehuérfano,estoyenamorado.Demomentosetratadeunsecreto;nodigaallínadaala«persona»queustedsabe.Lascosassearreglaránporsímismas,o,comodiceuncriadoennoséquéobradeTolstói,seordenarán…

Una vez terminada la carta, Láptev se tumbó en la cama. Los ojos se le cerraban de

cansancio,pero,poralgunarazón,nolograbaconciliarelsueño;teníalaimpresióndequela culpa la tenía el ruido de la calle. Junto a la puerta pasó el rebaño, entre tañidos decuerno; poco después repicaron las campanas llamando a maitines. Luego se oyó elchirrido de un carro, resonó la voz de una aldeana que se dirigía al mercado. Y losgorrionesnodejabandepiar.

II

Lamañanaeraalegre,festiva.AesodelasdiezNinaFiódorovna,ataviadaconunvestidode colormarróny peinada con esmero, fue llevada del brazo a la sala, dondedio unospasos y se detuvodelante de le ventana abierta; lucía una sonrisa tan amplia e ingenuaque,almirarla,seacordabaunodeciertoartistalocal,unborrachuzo,quecomparabasurostro a un «icono»y quería tomarla comomodelo para pintar una escena del carnavalruso. Todos, los niños, los criados, hasta su hermano Alekséi Fiódorich y ella misma,albergarondeprontolacertidumbredequeserestablecería.Lasniñasperseguíanasutíoentreestridentesrisas,tratandodeatraparlo,ylacasasellenóderuidoyalboroto.

Acudieron algunos conocidos a informarse de la salud de la enferma, trajeron panbenditoydijeronqueesedíaencasitodaslasiglesiassehabíarezadoporsucuración.Eraunabenefactorade laciudad, lagente laquería.Seocupabadeobrasdecaridadconundesprendimiento extraordinario, igual que su hermano Alekséi, que distribuía dinero adiestro y siniestro, sin pararse a pensar si era necesario. Nina Fiódorovna pagaba losgastos escolares de los alumnos pobres, distribuía té, azúcar y mermelada entre lasancianas, compraba trajesdebodaa lasnoviasquecarecíande recursosy, siemprequecaíaensusmanosunperiódico, loprimeroquebuscabaerasihabíaalgunapeticióndeayuda o un artículo sobre alguien que se encontrara en una situación de extremanecesidad.

Ahora tenía en la mano un motón de papeletas con las que varios mendigos, susprotegidos,adquiríandiversosartículosenlatiendadeultramarinos,yqueelpropietariole había remitido la víspera, pidiéndole que le abonara una cantidad de ochenta y dosrublos.

—¡Hayqueverloquehancompradoesosdesvergonzados!—decíaella,distinguiendoaduraspenassutoscaletra—.¿Esunabroma?¡Ochentaydosrublos!Medanganasdenopagarlos.

—Lospagaréyohoymismo—dijoLáptev.

—¿Por qué? ¿Por qué?—se inquietóNina Fiódorovna—.Basta con los doscientoscincuenta rublos que tu hermano y túme entregáis cadames.QueDios os bendiga—añadióenvozqueda,paraquenolaoyesenloscriados.

—Sí, pero enunmesyogastodosmil quinientos—dijo él—.Te lo repitounavezmás,querida:tieneselmismoderechoagastarqueFiódoryyo.Aversiloentiendesdeunavez.Somostreshermanos,ydecadatreskopeksunoteperteneceati.

Pero Nina Fiódorovna no lo entendía, y por la expresión de su rostro se diría quetrataba de resolver mentalmente un problema muy difícil. Esa incapacidad paracomprender los asuntos monetarios preocupaba y desconcertaba a Láptev. Además,sospechabaquesuhermanateníadeudaspersonalesqueleavergonzabaconfesaryquelecausabandesasosiego.

Seoyeronunospasosyuna respiración trabajosa: elmédico estaba subiendopor laescalera,tandespeinadoydesarregladocomosiempre.

—Ru-ru-ru—canturreaba—.Ru-ru.

Paranocoincidirconél,Lápteventróenelcomedoryacontinuaciónbajóalaplantainferior.Teníamuyclaroqueno le resultabaposible entablaruna relaciónmásestrechaconelmédicoyvisitarsucasademanerainformal;además,ledisgustabaconversarconese«jumento»,comolohabíallamadoPanaúrov.PortodasesasrazonesveíatanraravezaYuliaSerguéievna.Enesemomentosedijoque,comoelpadrehabíasalido,sillevabalasombrillaaYuliaSerguéievna,probablementelaencontraríasolaencasa,ysucorazónsedesbordódefelicidad.¡Rápido!¡Rápido!

Muy agitado, cogió la sombrilla y voló en alas del amor. Fuera hacía calor. En elenormepatiodelmédico,invadidodeortigasymalashierbas,unaveintenademuchachosjugaba a la pelota. Todos eran hijos de los artesanos que arrendaban tres viejos ycochambrosos pabellones que el médico siempre estaba pensando en restaurar, aunquesiempre acababa dejándolo para el año siguiente. Resonaban voces estridentes y sanas.Lejos,aunlado,cercadelporchedeentradaalacasa,sehallabaYuliaSerguéievna,conlasmanosalaespalda,contemplandoeljuego.

—¡Buenosdías!—lasaludóLáptev.

Ella se volvió. Por lo general, siempre tenía un aire indiferente, frío o, como ayer,cansado;ahora,encambio,suexpresióneravivazyanimosa,comoladelosmuchachosquejugabanalapelota.

—Fíjese,enMoscúnuncajuegancontantaalegría—dijo,saliéndolealencuentro—.Claroqueallílospatiosnosontangrandesynohayespacioparacorrer.Mipadreacabadesalirparahacerlesunavisita—añadió,volviendoamiraralosniños.

—Lo sé, pero no vengo a verlo a él, sino a usted —dijo Láptev, admirando sujuventud, en la que no había reparado antes y que sólo hoy parecía haber descubierto;teníalaimpresióndeverporprimeravezsucuelloblancoyfino,conesacadenitadeoro—.Vengoaverlaausted…—repitió—.Mihermanaleenvíaestasombrillaquedejóayerolvidadaennuestracasa.

Ellaalargó lamanoparacoger la sombrilla,peroél laapretócontra supechoy, sinpoder contenerse, exclamó con pasión, entregándose de nuevo al dulce entusiasmo quehabíaexperimentadolanocheanterior,alabrirlasombrillasobresucabeza:

—Regálemela,porfavor.Laguardarécomorecuerdodeusted…denuestraamistad.¡Estanmaravillosa!

—Bueno, quédese con ella—dijo ella, ruborizándose—. Aunque no tiene nada demaravilloso—él lamiraba extasiado, en silencio, sin saber quédecir—.Pero ¿cómo letengoahífueraconelcalorquehace?—dijoalcabodeunapausa,ysonrió—.Hagaelfavordepasar.

—¿Nolamolesto?

Entraronenelzaguán.YuliaSerguéievnaempezóasubirlospeldañosquellevabanalaplantadearriba,acompañadadelsusurrodesuvestido,blancoconflorecillasazules.

—Nopuedemolestarmeporquenuncahagonada—respondió,deteniéndoseenmitaddelaescalera—.Paramítodoslosdíassonfestivos,delamañanaalanoche.

—Loquedicemeresulta incomprensible—dijoLáptev,acercándoseaella—.Enelambienteenelqueyomehecriadonohabíanadiequenotrabajara,yafuerahombreomujer.

—¿Ysiunanotienenadaquehacer?—preguntóella.

—Hay que organizar la vida de talmanera que el trabajo sea indispensable. No sepuedellevarunavidapurayalegresinosetrabaja—volvióaapretarlasombrillacontrasupechoy,parasupropiasorpresa,añadiócasienunsusurro,conunavozirreconocible—: Si consintiera en ser mi esposa, lo daría todo. Todo… Estaría dispuesto a pagarcualquierprecio,aafrontarcualquiersacrificio.

Ellaseestremecióylomiróconsorpresaypavor.

—Pero ¡qué dice! —exclamó, palideciendo—. Es imposible, se lo aseguro.Perdóneme.

Subióatodaprisalospeldañosquelequedaban,conelmismosusurrodelvestido,ydesapareciódetrásdelapuerta.

Láptev entendió lo que eso significaba, y su estado de ánimo sufrió un brusco yrepentinocambio,comosideprontounaluzsehubieraapagadoensualma.Sintiendolahumillaciónylavergüenzadelhombrequehasidorechazado,quenogusta,queresultaantipáticoyquizárepulsivo,cuyacompañíaseevita,abandonólacasa.

«Lodaríatodo—remedabasuspropiaspalabras,mientrassedirigíaacasaenmediodel calor, repasando cada detalle de su declaración—.Lo daría todo… ¡Lomismo quediríauncomerciante!¿Aquiénlehacefaltaesetodo?».

Loqueacababadedecirleparecíarepulsivamenteestúpido.¿Porquéhabíamentido?¿Porquéhabíadichoquehabíacrecidoenunambienteenelquenohabíanadiequenotrabajara?¿Porquéhabíahabladoenese tonoedificantedeunavidapurayalegre?Eraunabobada,unasimpleza,unafalsedad…Unafalsedadtípicamentemoscovita.Peropoco

a poco fue cayendo en esa indiferencia que se apodera de los delincuentes después deescuchar una severa condena. Pensaba que, gracias a Dios, ya había pasado todo, quehabía dejado atrás esa horrible incertidumbre, que ya no tenía que pasarse días enterosesperando,atormentándose,pensandoenunasolacosa;ahoraestabatodoclaro;habíaquerenunciaracualquieresperanzadefelicidadpersonal,vivirsinningúndeseo,sinilusiones,renunciaralossueños,noanhelarnada,y,paraescapardeeseaburrimientoquetantolepesabaya,podíaocuparsedeasuntosajenos,delafelicidadajena,y,antesdecaerenlacuenta,seharíaviejo,seacabaríalavidayyanonecesitaríanada.Ledabatodolomismo,noalbergabaningúndeseo,podíarazonarconlacabezafría,peroensurostro,sobretododebajodelosojos,seadvertíaciertapesadumbre,lafrenteseletensabacomounagomaylaslágrimasseasomabanasusojos.Sintiendounaterribledebilidadentodosucuerpo,setumbóenlacamayalcabodecincominutossequedóprofundamentedormido.

III

AquellainesperadapropuestahabíadejadoanonadadaaYuliaSerguéievna.

ApenassabíanadadeLáptev,aquienhabíaconocidoporcasualidad.Eraunhombrerico,sociodelaconocidaempresamoscovitaFiódorLápteveHijos,deaparienciagraveypor lo visto inteligente, que semostraba preocupadopor la enfermedadde su hermana.YuliaSerguéievnacreíaquenoleprestabalamenoratención;encuantoaella,leresultabadetodopuntoindiferente.Ydeprontoesadeclaraciónenlaescalera,eserostrolamentableyentusiasta…

Lapropuestalahabíaturbadonosóloporinopinada,sinotambiénporquehabíasalidoa colación la palabra «esposa» y porque se había visto obligada a rechazarlo. Ya norecordaba lo que le había dicho, pero seguía percibiendo las huellas de esa sensaciónimpulsivaydesagradableconque lehabíanegadosuconsentimiento.Esehombreno legustaba; tenía aspectodedependiente y carecía de todo atractivo, así queno cabía otracontestación, pero de todas formas se sentía incómoda, como si hubiera cometido unamalaacción.

—Dios mío, sin entrar en casa, directamente en la escalera —decía desesperada,mirandoel iconocolgadoa lacabecerade lacama—,ysinhabermecortejadoprimero.Quéextrañoeinsólito…

Al estar sola, su preocupación aumentaba cada hora que pasaba, y no hallaba lasfuerzas necesarias para combatir sin ayuda ese opresivo sentimiento. Necesitaba quealguienlaescucharayledijeraquehabíaactuadocorrectamente.Peronoteníaconquiénhablar.Hacíamuchoquesumadrehabíamuertoyasupadreloconsiderabaunhombreextrañoconquiennosepodíahablarenserio.Lemolestabansuscaprichos,suexageradasusceptibilidad,susgestosincomprensibles.Bastabaconentablarconversaciónconélparaque se pusiera a hablar de sí mismo. Ni siquiera durante sus oraciones podía serplenamentesincera,puesnosabíaconexactitudloquedebíapedirleaDios.

Trajeronelsamovar.YuliaSerguéievna,muypálida,fatigada,conaireabatido,entróenelcomedor,preparóelté—eraunadesusobligaciones—ysirvióasupadreunvaso.Serguéi Borísovich, con su larga levita que le llegaba por debajo de las rodillas, rojo,desgreñado,lasmanosmetidasenlosbolsillos,sepaseabaporlaestancia,nodeunrincóna otro, como es costumbre, sino como una fiera enjaulada. Se detenía junto a lamesa,tomabaunsorboconavidezyseguíaconsusidasyvenidas,pensandoenalgunacosa.

—HoyLáptevmehahechounaproposición—dijoYuliaSerguéievna,yseruborizó.

Elmédicolamirócomosinolahubieraentendido.

—¿Láptev?—preguntó—.¿ElhermanodePanaúrova?—queríamuchoasuhija;eraprevisibleque tardeo tempranoacabaracasándoseyabandonándolo,pero tratabadenopensarenello.Leasustabalasoledady,poralgunarazón,creíaque,sisequedabasoloenesaenormecasa,sufriríaunataquedeapoplejía,peronolegustabahablarabiertamentedeesacuestión—.Mealegromucho—dijo,yseencogiódehombros—.Tefelicitodetodocorazón.Setehapresentadounamagníficaoportunidaddeseparartedemí,algoquesindudateproporcionaráunenormeplacer.Loentiendoperfectamente.Atuedaddebedesermuydurovivirconunpadreviejo,enfermoymedioloco.Teentiendoperfectamente.Ysiestiraralapataenestemismomomentoymellevaranlosdiablos,osquedaríastodostancontentos.Tefelicitodetodocorazón.

—Loherechazado.

Elmédicosesintióaliviado,peroyanoeracapazdecontenerseyprosiguió:

—Es sorprendente que aún nome hayan encerrado en unmanicomio. ¿Por qué, enlugardeestalevita,nollevounacamisadefuerza?Aúncreoenlaverdad,enlabondad,soyunestúpidoidealista.¿Acasoenlostiemposquecorrennoestodoesounalocura?¿Yquépago recibenmi rectitudyhonradez?Poco faltaparaqueme tirenpiedrasy semesubanalaespalda.Hastamisseresqueridosquierenaprovecharsedemí.¡Aldiabloconeseviejoloco!

—¡Conustednosepuedetenerunaconversacióncivilizada!—dijoYulia.

Se levantóde improvisoy se retiró a suhabitaciónmuy irritada, recordandocuánamenudosupadreerainjustoconella.Peroalpocoratosintiólástimadeél,ycuandosemarchó al casino, lo acompañóhasta abajo y ellamisma cerró la puerta.El tiempo eradesapacible,revuelto; lapuerta temblabaporlafuriadelvientoyenelzaguánsoplabandesdetodaspartesráfagastanfuertesqueestuvoapuntodeapagárselelavela.Unavezenlaplantadearriba,Yuliarecorriólashabitaciones,haciendolaseñaldelacruzantetodaslaspuertasyventanas;elvientoaullabayseteníalaimpresióndequealguienandabaporeltejado.Nuncasehabíaaburridotanto,nuncasehabíasentidotansola.

Sepreguntósihabíahechobienrechazandoaunhombresóloporquenolegustabasuaspecto.Cierto que no sentía nada por él y que si se casaba tendría que renunciar para

siempre a sus sueños, a su idea de la felicidad y de la vida conyugal, pero ¿llegaría aconoceralhombredesussueños,seenamoraríaalgunavez?Teníayaveintiúnaños.Enlaciudad no había jóvenes casaderos. Pasó revista a todos los hombres que conocía,funcionarios,maestros, oficiales: unos estaban ya casados y su vida familiar sorprendíaporlovacíayaburridaqueera;otroscarecíandeatractivo,interés,inteligenciaocualquierideademoralidad.Láptev,almenos,eramoscovita,teníaestudiosuniversitarios,hablabafrancés; vivía en la capital, donde había mucha gente ingeniosa, noble y distinguida,dondelavidaeraruidosa,conmagníficosteatros,veladasmusicales,modistasexcelentes,confiterías…EnlasSagradasEscriturassedecíaquelaesposadebeamarasumarido,yen las novelas se concedía gran importancia al amor, pero ¿no era todo eso un pocoexagerado?¿Esquenopodíahabervidaconyugalsinamor?Tambiénsedecíaqueelamorpasapronto,quesóloquedalacostumbreyqueelfindelavidaconyugalnoeraelamorni la felicidad, sino las obligaciones, por ejemplo, la educación de los hijos, las tareasdomésticasydemás.Porotrolado,puedequeenlasSagradasEscriturasseinterpretaseelamoralmaridocomoamoralprójimo,esdecir,comorespetoycondescendencia.

Antes de irse a la cama, Yulia Serguéievna dijo muy concentrada sus oracionesvespertinas,luegosepusoderodillasy,llevándoselasmanosalpechoymirandolallamadelalamparilla,imploró:

—¡Ilumíname,Virgensanta!¡Ilumíname,Señor!

A lo largo de su vida había conocido a muchachas ya maduras, pobres einsignificantes, que se arrepentían amargamente de haber rechazado a los pretendientesque habían tenido en su juventud. ¿No le sucedería a ella lo mismo? ¿No acabaríaingresandoenunconventooconvirtiéndoseenunahermanadelacaridad?

Sedesvistióysemetióenlacama,despuésdesantiguarseyhacerlaseñaldelacruzasualrededor.Deprontoresonóenelpasilloeltintineobruscoyquejumbrosodeltimbre.

—¡Ah,Diosmío!—exclamó,sintiendounaespeciedeexcitaciónnerviosaentodoelcuerpoaloíresesonido.

Tumbadaenlacama,pensabaenlopobreenacontecimientos,monótonayalmismotiempoinquietaqueeraesavidaprovinciana.Sepasabaunoeldíaentreestremecimientosytemores,enfadándoseosintiéndoseculpable,yalfinallatensiónnerviosaeratangrandequehastadabamiedomirardebajodelamanta.

Mediahoramástardevolvióasonareltimbreconlamismabrusquedad.Porlovisto,loscriadossehabíanquedadodormidosynolohabíanoído.YuliaSerguéievnaencendióunavelay,temblando,enfadadaconlaservidumbre,empezóavestirse,pero,cuandosalióalpasillo,vioquelacriadaestabayaabajo,cerrandolapuertadeentrada.

—Noeraelseñor,comopensaba,sinoalguienqueveníaensubusca—dijo.

Yulia Serguéievna volvió a su dormitorio. Sacó unmazo de cartas de la cómoda y

decidióque,sidespuésdebarajarbienycortar,lacartaquequedabadebajoeradeunpalorojo,equivaldríaaunsí,esdecir,deberíaaceptarlaproposicióndeLáptev;encambio,sisacabaunacartadeunpalonegro,seríaunno.Salióundiezdepicas.

Esolatranquilizóylogróquedarsedormida;peroporlamañanavolvióavacilarentreelsíyelno;ahorapensabaque,siquería,teníalaoportunidaddecambiarsupropiavida.Esospensamientoslaextenuaron;estabaagotada,sesentíamal,perodetodosmodospocodespuésdelasoncesevistióyfueavisitaraNinaFiódorovna.DeseabaveraLáptev:talvezahora leparecieramejor;puedeque sehubiera formadounaopiniónequivocadadeél…

El viento de cara le dificultaba la marcha; a duras penas conseguía dar un paso,sujetándoseelsombreroconambasmanos,ynopodíavernadaporculpadelviento.

IV

Al entrar en la habitación de su hermana y encontrarse inesperadamente con YuliaSerguéievna, Láptev volvió a experimentar la humillante sensación del hombre que sesabe repudiado.Ydedujo que, si después de lo que había sucedido la víspera, la jovenencontrabatansencillovisitarasuhermana,dondecorríaelriesgodetoparseconél,eraindudable que no le prestaba la menor atención o que lo consideraba una completanulidad.Perocuandolasaludóylamuchacha,pálida,conpolvobajolosojos,lomirócontristezayaireculpable,comprendióquetambiénellasufría.

Estabaalgoindispuesta.Sequedómuypoco,unosdiezminutos,yselevantóparairse.Yacuandosalía,ledijoaLáptev:

—Acompáñemeacasa,AlekséiFiódorich.

Avanzabanensilencioporlacalle,sujetándoseelsombrero;élibadetrás,tratandodeprotegerladelviento.Enelcallejón las ráfagasnoeran tan intensasypudieroncaminarunoalladodelotro.

—Perdónemesiayerfuidescortés—empezóella,ylavozletemblócomosiestuvieraapuntodeecharseallorar—.¡Quétormento!¡Nohepegadoojoentodalanoche!

—Puesyohedormidodemaravilla—dijoLáptev,sinmirarla—,peroesonosignificaquemeencuentrebien.Mividaestáhechapedazos,soymuydesdichado;despuésdesurechazodelavísperamesientocomosihubieratomadounveneno.Lomásdesagradablesucedióayer;hoynomesientocohibidoypuedohablarconustedcontodafranqueza.Laquieromás que ami hermana,más que ami difuntamadre…He podido vivir sinmimadreysinmihermana,perosinustedlavidacarecedesentido.Nopodrésoportarlo…

Comodecostumbre,tambiénenesaocasiónprocurabaadivinarlasintencionesdelajoven.Sedabacuentadequeellaqueríaprolongarlaescenadelavíspera,queesaeralaúnicarazóndequelehubierapedidoquelaacompañarayahoraloinvitaraaentrarenlacasa. Pero ¿qué podía añadir a su rechazo? ¿Qué nueva excusa se le habría ocurrido?

Todo,lamirada,lasonrisa,inclusolaformademoverlacabezayloshombrosmientrasandaba, le revelaba que no lo quería, que seguía considerándolo un extraño. ¿Quémásqueríadecirle?

EldoctorSerguéiBorísichestabaencasa.

—Bienvenido,FiódorAlekseich,mealegromuchodeverlo—dijo,confundiendosunombreypatronímico—.Mealegromucho,mucho.

Comoantesnoeratanafable,Láptevdedujoqueestabaaltantodelaproposición,yesacircunstancia ledesagradó.Sehallabaen la sala,unahabitaciónque lecausabaunaextraña sensación por la pobreza ymal gusto de sumobiliario y sus horribles cuadros;aunquehabíasillonesyunaenormelámparaconpantalla,parecíaunlocaldeshabitado,unespaciosocampamento;eraevidentequesólounhombrecomoelmédicopodíasentirseagustoenunahabitaciónasí.Laotraestancia,casidosvecesmayor,recibíaelnombrede«salón»,ysóloalbergabaalgunassillas,comounasaladebaile.MientrasLáptevhablabade su hermana con elmédico, empezó a atormentarlo una sospecha. ¿No habría estadoYulia Serguéievna en casa de su hermana Nina y luego lo había conducido allí paraanunciarlequeaceptabasuproposición?¡Ah,quéhorrible!Perolomáshorribledetodoeraquesualmafueracapazdeconcebirsemejantessospechas.Seimaginóqueelpadreylahijahabíanpasadolatardeybuenapartedelanochedeldíaanteriorhablandolargoytendidodel asunto, inclusodiscutiendo,hastaque llegarona la conclusióndequeYuliaSerguéievna se había precipitado al rechazar a un pretendiente rico. En sus oídoszumbabanlaspalabrasquepronuncianlospadresentalesocasiones:«Deacuerdo,noloquieres,peropiensaenlasmuchasobraspiadosasdelasquepodrásocuparte».

Elmédicosedisponíaasalirparaatenderasuspacientes.Láptevquisomarcharseconél,peroYuliaSerguéievnadijo:

—Quédese,porfavor.

Atormentada,abatida,tratabadeconvencersedequeeraunalocura,uncaprichoyunaligereza,porlaqueDiospodíacastigarla,rechazaraunhombrerecto,buenoyafectuososóloporquenolegustaba,sobretodocuandoesematrimonioleofrecíalaposibilidaddecambiarsuvida,esavidatriste,monótonayociosaenqueseconsumíasujuventud,sinqueelfuturoleofrecieraningunaperspectivamásbrillante.

Elpadresalió.Cuandosuspasosdejarondeoírse,YuliasedetuvodeprontodelantedeLáptevyledijocondecisión,altiempoquesurostrosecubríadeunapalidezmortal:

—Heestadopensandotodalanoche,AlekséiFiódorich…Aceptosuproposición.

Élseinclinóylebesólamano;ella,conescasadesenvoltura,lebesólacabezaconsuslabiosfríos.Láptevsentíaqueenesadeclaracióndeamorfaltabalofundamental,elamordeella,ysobrabanmuchascosas;sintiódeseosdegritar,desalircorriendo,demarcharseenesemismoinstanteaMoscú,peroellaestabaasuladoyleparecíatanhermosaquela

pasiónseapoderódeél;sediocuentadequeyaeratardeparareflexionar,laenvolvióenunardienteabrazo, laapretócontrasupechoy,balbuceandopalabras incompresibles, latuteó,lebesóelcuelloyluegolamejilla,lacabeza…

Ella se retiró a la ventana, temerosa de esas caricias; en ese momento los dos searrepentían ya de lo que había sucedido y, confusos, se preguntaban para sus adentros:«¿Quéhehecho?».

—¡Sisupieraustedlodesdichadaquesoy!—exclamóella,retorciéndoselasmanos.

—¿De qué se trata?—preguntó él, acercándose a ella y retorciéndose también lasmanos—.Hable,amormío,porelamordeDios.¿Quéleocurre?Perodígamelaverdad,selosuplico,¡nadamásquelaverdad!

—Notiene importancia—dijoella,conunasonrisa forzada—.Leprometoqueseréunaesposafielydevota…Vengaestatarde.

Pocodespués,yaencasa,mientrasleíaasuhermanaunanovelahistórica,levinoalamemoriatodaesaescena,yledolióquesupuro,sublimeygenerososentimientohubierarecibido una respuesta tan mezquina; ella no lo amaba, pero había aceptado suproposición,porlaúnicarazón,probablemente,dequeerarico;enotraspalabras,habíaconcedido especial relevancia al aspecto de su persona que él menos valoraba. Era desuponerqueYulia, puray creyente, nohubiesepensadoen el dinero, pero en cualquiercaso era evidente no lo quería, así que en su decisión debía de haber influido ciertocálculo, confuso y no del todo consciente, pero cálculo al fin y al cabo. La casa delmédico,consumobiliariodemalgusto, le repugnaba,yelpropiomédico leparecíaunavaro obeso y lastimoso, una especie de Gaspar, el protagonista de la opereta Lascampanas de Corneville; hasta el nombre de Yulia le sonaba vulgar. Se imaginó laceremonia en que se convertirían en marido y mujer: en realidad, dos completosdesconocidos,y,enelcasodeella,sinunagotadeamor;eracomosiloshubieseunidounacasamentera.Sólolequedabaelconsuelo,nomenosbanalqueesematrimonio,dequeno era el primero ni sería el último, de que así se casabanmiles de personas y de queYulia,coneltiempo,quizállegaríaaamarlo,cuandoloconocieramejor.

—¡Romeo y Yulia! —dijo, cerrando el libro y echándose a reír—. Yo, Nina, soyRomeo.Puedesfelicitarme:hoylehepedidolamanoaYuliaBelávina.

Nina Fiódorovna pensó que estaba bromeando, pero, cuando se dio cuenta de quehablabaenserio,rompióallorar.Lanoticianolegustó.

—Bueno,tefelicito—dijo—.Pero¿porquéhastomadounadecisióntanrepentina?

—Notanrepentina.Todoempezóenmarzo,perotúnotehasdadocuentadenada…Meenamoréenmarzo,cuandolaconocíaquímismo,entuhabitación.

—Yyoque creía que te casarías conunamoscovita denuestro círculo—dijoNinaFiódorovna, después de una pausa—. Las muchachas de nuestro ambiente son más

sencillas. Pero lo principal, Aliosha, es que seas feliz; eso es lo más importante. MiGrigoriNikoláichnuncamehaquerido,ynohayrazónparaocultarlo,puesyavescómovivimos.Desdeluego,cualquiermujerpuedeamarteportubondadytuinteligencia,peroYuliaesunamuchachadebuenafamiliaqueharecibidounaeducaciónesmerada,ynolebastanlainteligenciaylabondad.Ellaesjoven,Aliosha;tú,encambio,yatienestusañosynoeresatractivo—paraatenuarsusúltimaspalabras,leacariciólamejillayañadió—:Noeresatractivo,perosíencantador.

Seemocionó tantoque susmejillas secubrierondeun ligeroarreboly sepreguntó,presadeunagranagitación,siseríaconvenientebendeciraAlioshaconelicono,yaque,después de todo, era la hermana mayor y ocupaba el lugar de la madre. Procurabaconvencer a su desanimado hermano de que había que celebrar la boda con la debidapompa,solemnidadyalegría,paraquenadiepudieradecirnada.

ApartirdeentoncesLáptev,ensucondicióndeprometido,empezóaacudiracasadelos Belavin tres o cuatro veces al día; ya no tenía tiempo para relevar a Sasha y leernovelashistóricas.Yulialorecibíaensusdoshabitaciones,lejosdelasalaydeldespachodel padre, y esos dos aposentos le gustaronmucho. Las paredes eran oscuras y en unrincónestabalavitrinadelosiconos;olíaaperfumedecalidadyalaceitedelalamparilla.Yuliaocupabalashabitacionesmásapartadas;lacamayeltocadorestabanseparadosporbiombos; unas cortinillas verdes cubrían por dentro las puertas de una librería; el sueloestabacubiertoporalfombras,desuertequesuspasosnoseoían;esedetalleconvencióaLáptev de que la joven tenía un carácter reservado y era aficionada a una vida serena,silenciosa y retirada. En la casa todavía se la consideraba menor de edad, así que nodisponíadedineropropio;aveces,cuandosalíandepaseo,ellaseturbabaporquenoteníaniunkopek.Supadreleentregabaunapequeñasumapararopayparalibros,nomásdecienrublosalaño.Laverdadesqueelpropiomédiconoandabamuysobradodedinero,apesardesunumerosaclientela.Todaslastardesjugabaalascartasenelcasinoysiempreperdía.Además,comprabacasasenunasociedaddecréditomutuo,todashipotecadas,ylas arrendaba; los inquilinos no le pagaban con regularidad, pero él aseguraba que esasoperacioneseranmuylucrativas.Habíallegadoahipotecarlacasaenlaquevivíaconsuhijayconeldinerohabíacompradounsolarenelqueyahabíainiciadolaconstruccióndeunedificiodedosplantas,quetambiénpensabahipotecar.

Láptevvivíaahoracomoenunanube;parecíaquenoeraélmismo,sinounaespeciededoble,yhacíamuchascosasqueantesnoselehabríanpasadoporlacabeza.Dosotresveces fue con el médico al casino, cenó en su compañía y le ofreció dinero para laconstruccióndeunacasa;hastallegóavisitaraPanaúrovensusegundohogar.UndíaesteloinvitóacomeryLáptevaceptósinpensárselo.Lorecibióunaseñoradeunostreintaycinco años, alta y delgada, con alguna cana, cejas negras y un aspecto nada ruso. Seadvertíanrastrosdepolvosenalgunospuntosdesucara;ledirigióunasonrisaalmibaradayleestrechólamanocontantoímpetuquelaspulserasquellevabaenlosblancosbrazostintinearon.ALáptevlediolaimpresióndequesonreíadeesemodoporquequeríaocultar

a losdemásya símismaqueeradesdichada.Tambiénvioadosniñas,decincoy tresaños,parecidasaSasha.Lacomidaconsistióensopadeleche,ternerafríaconzanahoriasy chocolate, viandas insípidas y desabridas, pero a cambio en la mesa centelleabantenedoresdeoro,frascosconsalsadesojaypimientadeCayena,unavinagreradelomásextravaganteyunpimenterodeoro.

Sólo cuando terminó la sopa de leche, Láptev se dio cuenta de lo inapropiado quehabíasidoacudiraesealmuerzo.Laanfitrionaestabaconfusaynohacíamásquesonreír,mostrando los dientes, mientras Panaúrov se había embarcado en una explicacióncientíficadelenamoramientoydesuscausas.

—Nosencontramosanteunfenómenoeléctrico—decíaenfrancés,dirigiéndosealaseñora—.Enlapieldecadapersonahayglándulasmicroscópicasquecontienencorrientesdeelectricidad.Siseencuentraustedconunapersonacuyascorrientessonparalelasalasuya,surgeelamor.

CuandoLáptevregresóacasaysuhermanalepreguntódóndehabíaestado,sesintióincómodoynorespondió.

Durante las semanas previas a la boda se sintió en una posición falsa. Su amor seacrecentabadíaadíayYulialeparecíapoéticayelevada,peroencualquiercasosuamorno era correspondido, y todo el asunto se reducía a que él la había comprado y ella sehabía vendido. A veces, cuando se perdía en reflexiones, llegaba a desesperarse y sepreguntabasinoeracuestióndehuir.Sepasabaenblanconochesenteras,pensandoque,cuandoregresaraaMoscú,seencontraríaconesaseñoraalaquellamaba«persona»enlascartasasusamigos,ybarruntandocómosetomaríansubodaytrataríanaYuliasupadreysu hermano, hombres de armas tomar. Temía que su padre le soltara una grosería laprimera vez que la viera. En cuanto a su hermano, Fiódor, en los últimos tiempos secomportaba de unmodo extraño. En sus largas cartas se refería a la importancia de lasalud, a la influencia de las enfermedades en la condición psíquica de las personas, alsignificadodelareligión,peronodecíaniunapalabradeMoscúnidelosnegocios.Esascartas irritaban a Láptev y le daban a entender que el carácter de su hermano estabaempeorando.

Labodasecelebróenseptiembre,enlaiglesiadeSanPedroySanPablo;esemismodía, después del oficio, los jóvenes partieron paraMoscú. Cuando Láptev y su mujer,ataviadaconunvestidonegrodecola,conelqueyanoparecíaunamuchacha,sinounaauténtica señora, acudieronadespedirsedeNinaFiódorovna,el rostrode laenfermasecontrajo,perosusojossecosnovertieronniunalágrima.

—Simemuero,noloquieraDios—dijo—,ocupaosdemishijas.

—¡Seloprometo!—respondióYuliaSerguéievna,ysuslabiosysuspárpadostambiénseestremecieron.

—Vendréaverteenoctubre—dijoLáptev,conmovido—.Pontebuena,queridamía.

Viajaronenuncompartimentoreservado.Losdossesentíantristesyviolentos.Ella,sentada en un rincón, sin quitarse el sombrero, hacía como que dormía, mientras él,tumbadoenelasientodeenfrente,pensabaconinquietudensupadre,enesa«persona»,ensucasadeMoscú,quenosabíasiseríadelagradodeYulia.Yalmirarasumujer,quenoloquería,pensabadesesperado:«¿Quéhehecho?».

V

EnMoscú,losLáptevteníanunnegociodeventaalpormayordeartículosdemercería:flecos, cintas, ribetes, hilo de algodón para labores de ganchillo, botones, etcétera. Losingresosbrutos ascendíanadosmillonesde rublos al año,peronadie, exceptoelviejo,conocía la cuantía de las ganancias netas. Los hijos y los empleados calculaban quealcanzaríanlostrescientosmilrublosydecíanquehabríacienmilmássielviejo«noseablandara», es decir, si no vendiese a crédito demanera indiscriminada; en los últimosdiezañossehabíanacumuladoletrasdecambioinsatisfechasporvalordecasiunmillón,ycuandoese temasalíaacolaciónel empleado jefeguiñabaconmaliciaelojoydecíaunaspalabras,cuyosignificadonotodosentendían:

—Consecuenciaspsicológicasdelaépoca.

Lasprincipalesoperacionescomercialesserealizabanenelmercadodelaciudad,enun local que recibía el nombre de «almacén», al que se entraba por un patio siempresombrío,dondeolía a esterasy resonaban sobreel asfalto los cascosde los caballosdetiro.Lapuerta,deaspectomuymodesto, revestidadehierro, conducíaaunahabitacióncon humedades y pintarrajos de carbón en las paredes, iluminada por un ventanucoestrechoconuna reja;másadelante, a la izquierda,habíaotrahabitación,másampliaymás limpia, conunaestufadehierro fundidoyunpardemesas, pero tambiénconunaventanaenrejada:era laoficina,desde laquepartíaunaestrechaescaleradepiedraqueconducíaa lasegundaplanta,dondeseencontrabael localprincipal.Eraunahabitaciónbastantegrande,pero,porculpadelacontinuaoscuridad,eltechobajo,losmontonesdecajas y bultos y los grupos de personas que iban de un lado para otro, causaba unaimpresióntandesagradablecomolasdosdeabajoaquienlacontemplabaporprimeravez.Arriba, y también en la oficina, había estanterías conmercancías apiladas sin orden niconcierto, metidas en paquetes y cajas de cartón; en suma, de no haber sido porque atravésdelosagujerosdelosenvoltoriosasomabantanprontohilosdecolorpúrpura,comouncepillooelextremodeunfleco,nohabríasidoposibleadivinaraprimeravistaquésevendía en ese lugar. Al contemplar esos envoltorios y cajas de cartón aplastados, noacababa uno de creerse que con esas fruslerías pudieran ganarse millones y que en elalmacéntrajinasenadiariocincuentapersonas,sincontarconlosclientes.

Cuando,aldíasiguientedesullegadaaMoscú,amediodía,Láptevsepresentóenelalmacén,losempaquetadores,queestabanembalandolamercancía,hacíantantoruidoconlascajasqueenlaprimerahabitaciónyenlaoficinanadielooyóllegar.Porlaescalerabajabaelcartero,queloconocía,llevandounmazodecartasenlamanoyfrunciendoel

ceño,molestoconlosgolpes,perotampocoélreparóensupresencia.Cuandollegóarribala primera persona que salió a su encuentro fue su hermano, Fiódor Fiódorich, tanparecidoaélquemuchagentelosconsiderabangemelos.Esasemejanzalerecordabaentodomomento aLáptev su propio aspecto, y ahora, al ver ante sí a unhombrede bajaestatura,mejillasrubicundas,conpocopeloenlacabeza,caderasdescarnadasyplebeyasyunaspectotanpocointeresanteyvulgar,sepreguntó:«¿Deverdadsoyasí?».

—¡Cuántomealegrodeverte!—dijoFiódor,besándoloyestrechándoloconfuerzalamano—.Teesperabaconimpacienciacadadía,queridohermano.Encuantomeescribistequetecasabas,empezóaatormentarmelacuriosidad;además,teechabademenos.Fíjate:nonoshemosvistoen seismeses.Bueno,¿qué?¿Cómo teencuentras?¿YNina?¿Estámuymal?

—Sí.

—HágaselavoluntaddeDios—suspiróFiódor—.Bueno,¿ytumujer?¿Esbonita?Letengoyacariño,porque,despuésdetodo,esmihermanamenor.Lamimaremosjuntos.

Láptev vio la ancha y encorvada espalda de su padre, Fiódor Stepánich, que tanfamiliarleresultaba.Elviejoestabasentadoenuntaburetejuntoalmostrador,charlandoconuncliente.

—¡Papá,mira qué alegría nos ha enviadoDios!—gritó Fiódor—. ¡Mi hermano havuelto!

FiódorStepánicheraaltodeestaturaydecomplexióntanrobustaque,apesardesusochentaañosydesusarrugas,seguíateniendoelaspectodeunhombresanoyvigoroso.Hablabaconvozdebajo,grave,profunda,ronca,quesalíadesuanchotóraxcomodeuntonel.No se dejaba crecer la barba, llevaba un bigotito recortado de soldado y fumabacigarros.Comosiempreteníacalor,tantoenelalmacéncomoencasaibaconunaampliachaquetadelienzoencualquierépocadelaño.Lehabíanoperadodecataratashacíapoco,veíamaly suparticipaciónenelnegocio sehabía reducidoa charlar con los clientesytomartéconmermelada.

Láptevseinclinóylebesólamanoyluegoloslabios.

—Hace tiempo que no nos veíamos, mi querido señor —dijo el anciano—. Hacetiempo.¿Yqué?¿Quieresque tefelicitepor tumatrimonio?Bueno,pues tefelicito—yacercóloslabiosparaqueselosbesara.Láptevseagachóyvolvióabesarlo—.¿Ybien?¿Hastraídoatujovenesposa?—preguntóelancianoy,sinesperarlarespuesta,sedirigióalcliente—:Porlapresentelecomunico,queridopapá,quevoyacasarmeconlaseñoritadetalytal.Sí,enlostiemposquecorrenyanosesolicitalabendiciónnielconsejodelpadre.Cadacualactúacomomejorleparece.Cuandoyomecasé,teníamásdecuarentaaños,peromearrojéalospiesdemipadreylepedíconsejo.Ahoraesoyanoseestila.

El anciano se alegraba de ver a su hijo, pero consideraba inadecuado hacerle

carantoñasomanifestarsupropiafelicidad.Suvoz,sumaneradehablaryelhechodequese hubiera referido aYulia como«joven esposa» infundieron enLáptev esemal humorquesiempre lodominabacuandovisitabaelalmacén.Enese lugarcualquierfruslería lerecordabasupasado,aquellaépocaenqueloazotabanyloobligabanacomerdevigilia;sabíaquetambiénahoraseazotabaalosniñosyselespegabahastasaltarleslasangredela nariz y que, cuando esos niños crecieran, harían lomismo con sus hijos.Le bastabapasar cinco minutos en el almacén para tener la sensación de que iban a insultarlo ypropinarleungolpeenlacaradeunmomentoaotro.

Fiódordiounapalmadaenelhombroalclienteydijoasuhermano:

—Aliosha, te presento a nuestro benefactor Grigori Timofeich, de Tambov. Puedeservirdeejemploalajuventudmoderna:hadejadoatrásloscincuentaytieneunniñodepecho.

Losempleadosseecharonareíryelcliente,unancianoenteco,derostropálido,losimitó.

—La naturaleza excede la capacidad normal—observó el encargado principal, queestabadetrásdelmostrador—.Loqueentradebetambiénsalir.

Elencargadoprincipal,hombrealto,deunoscincuentaaños,conbarbaoscura,gafasyunlápizdetrásdelaoreja,solíaexpresarsuspensamientosdeformapococlara,convagasalusiones,ysusonrisamaliciosadabaaentenderqueatribuíaasuspalabrasunsignificadoespecialysutil.Legustabaoscurecersudiscursocontérminoslibrescosqueentendíaasumanera,ynosóloeso,sinoqueamenudodabaamuchaspalabrasnormalesunsignificadoquenotenían.Porejemplo,elvocablo«además».Cuandoexpresabademodocategóricosupensamientoynoqueríaquelocontradijeran,extendíalamanoderechayexclamaba:

—¡Además!

Lomássorprendentedetodoeraquelosdemásempleadosylosclientesloentendíanalaperfección.Se llamaba IvánVasílichPochatkinyeranaturaldeKashira.Ahora,parafelicitaraLáptev,seexpresódelsiguientemodo:

—Por parte de usted es una muestra de valor, ya que el corazón femenino es unShamil[61].

Otropersonaje importanteenelalmacéneraelempleadoMakéichev, rubio,gordoyrobusto, con una gran calva en la coronilla y espesas patillas. Se acercó a Láptev y lefelicitórespetuosamente,envozbaja:

—Tengo el honor, excelencia… El Señor ha escuchado las oraciones de su padre.GraciasaDios.

Luego empezaron a acercarse otros empleados para felicitarle por su matrimonio.Todosvestíanalamodayteníanaspectodepersonaseducadaseinstruidas.Decían«o»en

lugarde«a»yarticulabanla«g»alamaneralatina.Comoañadían«excelencia»acadapaso, sus frases de felicitación, pronunciadas muy deprisa (por ejemplo: «Espero,excelencia, que le vaya todo bien, excelencia»), sonaban como un latigazo en el aire:ssss…

EsaceremonianotardóenaburriraLáptev,queteníaganasdevolverasucasa,peroleresultabaviolentomarcharse.Porcortesíadebíaquedarseenelalmacénalmenosdoshorasmás.SeapartódelmostradoryempezóapreguntaraMakéichevsihabíaidobienelverano y si se había producido alguna novedad, y este respondió respetuosamente, sinmirarloalosojos.Unmuchachoconelpelocortoyunablusagrisleentregóunvasodetésinplatillo;alpocorato,otromuchacho,alpasarporallí,tropezóenunacajayestuvoapuntodecaerse;entonceselfornidoMakéichev,torciendoelrostroenunamuecaterribleyferoz,debestiasalvaje,legritó:

—¡Aversimiraspordóndevas!

Los empleados se alegraban de que el joven dueño se hubiese casado y hubieseregresado;lomirabanconcuriosidadycordialidad,ycadaunodeellos,alpasarasulado,considerabasudeberdirigirleconelmayor respetounaspalabrasamables.PeroLáptevestabaconvencidodequenoeransinceros,dequeloadulabanporquelotemían.Nopodíaolvidarqueunosquinceañosantesunempleado,enunataquedelocura,habíasalidoalacalleenropa interior,descalzo,y,blandiendoelpuñoendireccióna lasventanasde losdueños, había gritado que lo estaban martirizando; luego, cuando se recuperó, suscompañeros seburlarondeéldurantemucho tiempo, recordándolequehabía llamadoalosdueños«plantadores»,en lugarde«explotadores».Engeneral, losempleadosde losLáptev vivían en condiciones lamentables, comohacía tiempo se comentaba en todo elmercado.LopeordetodoeraqueelviejoFiódorStepánichsecomportabaconelloscomoun déspota asiático. Así, nadie sabía a cuánto ascendía el sueldo de Pochatkin yMakéichev, sus favoritos; recibían tresmil rublos anuales, gratificaciones incluidas, nomás,peroélfingíaquelespagabasietemil.Sedistribuíangratificacionescadaañoatodoslosempleados,peroensecreto,demaneraquequienesrecibíanpocoseveíanobligadosadecir,poramorpropio,quehabíanrecibidomucho.Ningúnmuchachosabíacuándoseríapromovidoaempleado;ningúnempleadosabíasieldueñoestabasatisfechodeél.Nadieprohibíaexplícitamentenadaalpersonal,demaneraquenosesabíaquéestabapermitidoyquéno.Noselesprohibíacasarse,peronosecasaban,puestemíandisgustaralamoyperdersupuesto.Selespermitíateneramigosyvisitarlos,peroalasnuevedelanochesecerraban las puertas y cada mañana el patrón examinaba a todos los empleados consuspicacia,cerciorándosedequenooliesenavodka:

—Aver,respira.

Losdíasdefiesta losempleados teníanqueasistiralprimeroficioycolocarseen laiglesia demodo que el dueño los viese a todos. Los ayunos se observaban demaneraestricta.Enlasocasionesseñaladas,porejemplo,enlaonomásticadelpatrónodealgún

miembrodesufamilia,losempleadosdebíanhacerunacolectaparacomprarunatartaenFlei[62]ounálbum.VivíanenlaplantabajadelacasadelacallePiátnitskaiayenunodelos pabellones, a razón de tres o cuatro por habitación, y comían de lamisma cazuela,aunquecadaunoteníaunplatodelante.Sialgunodelosdueñosentrabaensuhabitaciónduranteelalmuerzo,todosseponíanenpie.

Lápteveraconscientedequesóloquienesestuvierancompletamentepervertidosporlos preceptos de su padre podían considerarlo un benefactor; los demás veían en él unenemigo, un «plantador». Ahora, después de una ausencia de medio año, no advertíaninguna mejora; al contrario, había una novedad que no presagiaba nada bueno. Suhermano, Fiódor, que antes se mostraba sereno, reflexivo y bastante discreto, ahora sepaseabaporelalmacénconaspectodehombreocupadoyatareado,el lápizdetrásdelaoreja, dando palmadas en el hombro a los clientes y gritando a los empleados:«¡Amigos!». Por lo visto, desempeñaba un papel, y en ese nuevo papel Alekséi no loreconocía.

Lavozdelviejozumbabasincesar.Comonoteníanadaquehacer,sermoneabaalosclientes sobre cómo debían vivir y llevar sus propios asuntos, y para ello se ponía deejemplo.Láptev llevaba escuchando esas jactancias, ese tono autoritario e intimidatoriodiez, quince, veinte años. El viejo tenía una alta opinión de símismo; de sus palabrassiempresedesprendíaquehabíahechofelizasudifuntaesposayatodoslosparientesdeesta, que había sido generoso con sus hijos, había favorecido a sus empleados ydependientes y se había ganado que todos sus conocidos, y aun la calle entera, lorecordasen siempre en sus oraciones. Cualquier iniciativa suya era pertinente, y, si aalguien le iban mal los negocios, era porque no había querido pedirle consejo; sin suasesoramientonadapodía salirbien.En la iglesia siempre se situabadelantede todosyhasta se permitía hacer observaciones a los sacerdotes cuando, según su opinión, nooficiaban correctamente, convencidodequeDios aprobaba suproceder, yaqueDios loamaba.

Hacialasdostodosestabandenuevoocupadosconsutrabajo,exceptoelanciano,queseguíaconsucháchara.Láptev,paranoestarsinhacernada,cogióunribetetraídoporunacosturera;luegosepusoaatenderauncliente,uncomerciantedeVólogda,yordenóaundependientequeseocuparadeél.

—«Te», «be», «a»—se oía por todas partes, pues en el almacén se empleaban lasletrasdelalfabetoparadesignar lospreciosy losnúmerosde lasmercancías—.«Erre»,«i»,«te».

Almarcharse,LáptevsólosedespidiódeFiódor.

—MañanairéconmimujeralacallePiátnitskaia—dijo—,perotejuroque,siapapáseleocurredecirleunasolapalabrainconveniente,nomequedaréniunminuto.

—Sigues como siempre —suspiró Fiódor—. Aunque te hayas casado, no has

cambiadonada.Tienesquesermáscomprensivoconelviejo,hermano.Entonces,mañanaalasonce.Teesperaremosconimpaciencia.Venencuantotermineeloficio.

—Yonovoyamisa.

—Bueno, da igual. Lo importante es que no llegues después de las once, para quetengamos tiempoderezaraDiosydesayunar juntos.Saludaamihermanitaybésale lamano.Tengo el presentimiento de quevoy a quererlamucho—añadióFiódor con todasinceridad—.¡Teenvidio,hermano!—gritó,mientrasAlekséibajabaporlaescalera.

«¿Ypor qué tiene siempre ese aspecto tan apocado y encogido, como si se sintieradesnudo? —pensaba Láptev, mientras avanzaba por la calle Nikólskaia, tratando decomprender el cambio que se había operado en Fiódor—.Hasta su lenguaje es nuevo:“hermano, querido hermano, Dios nos ha concedido una alegría, rezaremos a Dios”…IgualitoqueelJudasdeSchedrín[63]».

VI

Alasoncedeldíasiguiente,domingo,Alekséi,encompañíadesuesposa,ibaporlacallePiátnitskaiaenuncocheligerotiradoporunsolocaballo.Temiendoquesupadrepudieracometer alguna indelicadeza, se incomodaba por anticipado. Después de dos nochespasadas en casa de su marido, Yulia Serguéievna consideraba su matrimonio unaequivocación,unadesgracia;teníalaimpresióndeque,situvieraquevivirconsumaridonoenMoscú,sinoencualquierotraciudad,noseríacapazdesoportaresehorror.Moscú,en cambio, la distraía; sus calles, casas e iglesias le gustaban mucho; si hubiese sidoposible recorrer la ciudad de lamañana a la noche en uno de esosmagníficos trineos,tiradoporespléndidoscaballos,avanzandomuydeprisayrespirandoelfrescoaireotoñal,quizánosehabríasentidotandesdichada.

Juntoalacasablanca,dedosplantas,enjalbegadarecientemente,elcocherorefrenóelcaballoyempezóatorceraladerecha.Yalosestabanesperando.Juntoalacancelaestabaelporteroconuncaftánnuevo,botasaltasychanclos, acompañadodedosguardias.Elcaminoquedebíanrecorrer,primerodesdeelcentrode lacallehasta lacancelay luegodesde allí hasta la escalinata, atravesando el patio, estaba rociado de arena fresca. Elporterosequitóelgorroylosguardiassellevaronlamanoalavisera.Antesdellegaralaescalinata,Fiódorsalióasuencuentroconairemuyserio.

—Mealegromuchodeconocerla,hermanita—ledijoaYulia,besándolelamano—.Bienvenida.

Cogiéndoladelbrazo,subióconella laescaleray luego lacondujoporunpasillo,atravésdeunamultituddehombresymujeres.Tambiénelvestíbuloestabaabarrotado;olíaaincienso.

—Voyapresentarleanuestropadre—susurróFiódorenmediodeunsilenciosolemneysepulcral—.Unancianovenerable,unpaterfamilias.

Enunaespaciosasala,preparadapara lasoraciones,esperabanFiódorStepánich,unsacerdoteconlacasullayundiácono.ElancianoletendiólamanoaYuliasinpronunciarpalabra.Todoscallaban.Yuliaestabaconfusa.

El sacerdote y el diácono iniciaron los preparativos. Trajeron el incensario, del quesaltabanchispasysedesprendíaunolorainciensoyacarbón.Encendieronlasvelas.Losempleadosentraronenlasaladepuntillasysequedaronjuntoalasparedes,formandodosfilas.Reinabaelsilencio,nadieseatrevíaniatoser.

—Bendícenos,Señor—empezóeldiácono.

El oficio religioso se celebró con solemnidad, sin omitir nada, entonándose doscánticos:unhimnodedicadoaldulcísimonombredeJesúsyotroalaSantísimaMadredeDios.Elcorocantabamuydespacio,siguiendolaspartituras.Láptevadvirtióquesumujerestabaturbada;mientrasserecitabanlossermonesyelcoroentonabaeltripleSeñor, tenpiedadentonalidadesdiversas,esperabaconlosnerviosdepuntaqueelviejosevolvierae hiciese alguna observación, del tipo: «No sabe usted persignarse». Y se sintiócontrariado:¿aquéveníaesamultitudytodaesaceremoniaconcurasycantantes?Parecíaalgo demasiado típico demercaderes. Pero, cuandoYulia, junto con el viejo, colocó lacabezadebajodelEvangelioy luegosearrodillóvariasveces,comprendióqueaella legustabatodoeso,ysetranquilizó.

Unavezterminadoeloficio,enelmomentodedesearlargavida,elsacerdotealargólacruzalancianoyaAlekséiparaquelabesaran,perocuandoYuliaSerguéievnaseacercó,lacubrióconlamanoydioaentenderquedeseabadecirunaspalabras.Alguienhizounaseñalalosmiembrosdelcoroparaquesecallaran.

—ElprofetaSamuel—empezóelsacerdote—llegóaBelénporordendelSeñor,yallílos ancianosde la ciudad le preguntaron temblorosos: «¿Hasvenido en sondepaz, oh,vidente?».Yelprofetarespondió:«Sí,porquehevenidoacelebrarelsacrificioennombredel Señor; santificaos y regocijaos hoy conmigo». Debemos preguntarte también a ti,Yulia,siervadeDios,sihasvenidoaestacasaparatraerlapaz—Yuliaseruborizó,tanalteradaestaba.Alacabar,elsacerdotelediolacruzabesaryañadió,enuntonoyamuydistinto—:AhorahayquecasaraFiódorFiódorich.Yaeshora.

El coro retomó sus cánticos, la gente empezó a moverse y la habitación volvió allenarsederuidos.Elanciano,conmovido,conlosojosllenosdelágrimas,besótresvecesaYulia,hizolaseñaldelacruzsobresurostroydijo:

—Estaesvuestracasa.Yoyasoyviejoynonecesitonada.

Losempleadoslafelicitaron,peroloscánticosdelcororesonabancontantafuerzaquesuspalabrasnoseoyeron.Luegoalmorzaronybebieronchampán.Yuliaestabasentadajuntoalanciano,quelehablabadelopeligrosoqueeraviviralmargendelafamilia:habíaquevivirjuntos,bajoelmismotecho,pueslasseparacionesylosdesacuerdosllevabanalaruina.

—Yo he hecho dinero; mis hijos, en cambio, sólo lo malgastan—decía—. Ahoraviviréisconmigoenestacasayacrecentaréislafortunadelafamilia.Yoyasoyviejo,eshoradequedescanse.

AntelosojosdeYuliaaparecíaunayotravezlafiguradeFiódor,muysemejanteasumarido,peromásvivazymástímido.Noparabadedarvueltasasualrededorydebesarlelamano.

—Somos gente sencilla, hermanita—decía, y al pronunciar esas palabras le salíanmanchasrojasenlacara—.Llevamosunavidahumilde,hermanita,comocorrespondearusosycristianosdepuracepa.

Deregresoacasa,Láptev,muysatisfechodequetodohubierasalidobienydeque,encontradeloesperado,nosehubieraproducidoningúnincidentedesagradable,ledijoasumujer:

—TehabrásorprendidoqueunhombretanrobustoycorpulentohayatenidodoshijostanachaparradosyenclenquescomoFiódoryyo.Pero¡todotienesuexplicación!Cuandomis padres se casaron, él tenía cuarenta y cinco años y ella, sólo diecisiete.Mimadretemblabaypalidecíaenpresenciadesumarido.Ninafuelaprimogénita;cuandonació,mimadre aún gozaba,más omenos, de buena salud, por eso saliómás fuerte y demejoraspectoquenosotros.Fiódoryyo,encambio,fuimosconcebidoscuandomimadreestabayaextenuadaporuntemorcontinuo.Recuerdoquemipadreempezóaeducarme,esdecir,apegarme,antesdecumplirloscincoaños.Meazotabaconvarasdeabedul,metirabadelas orejas, me daba golpes en la cabeza; cadamañana, al despertarme, lo primero quepensaba era si ese díame pegaría. Fiódor y yo teníamos prohibido jugar y divertirnos;debíamosacudiramaitinesyalprimeroficio,besarlasmanosaloscurasyalosmonjes,leersalmosencasa.Ati,queeresreligiosa,tegustanesascosas,peroamímedanmiedolasreligionesy,cuandopasoporunaiglesia,mevienealamemoriamiinfanciaysientopavor. Cuando cumplí ocho años, me llevaron al almacén, donde trabajaba de simpleaprendiz; allími salud se resintió, porquemepegaban casi a diario.Más tarde, cuandoingreséenelinstituto,estudiabahastalahoradelacomida;luegoteníaquequedarmetodala tarde en el almacén, y así hasta que cumplí veintidós años; entonces conocí en launiversidadaYártsev,quienmeconvenciódequememarcharadecasademipadre.EseYártsevmehizomuchobien.¿Sabesunacosa?—dijoLáptevconunasonrisa,encantadodesuidea—.Vamosavisitarloahoramismo.¡Eselhombremásnobledelmundo!¡Cómoseemocionará!

VII

Un sábado de noviembre se celebraba un concierto sinfónico dirigido por AntónRubinshtein[64].Enlasala,abarrotada,hacíamuchocalor.Láptevestabadepie,detrásdelascolumnas,mientrassumujeryKostiaKochevóisehabíansentadomuchomáscercadel escenario, en tercera o cuarta fila. Nada más empezar el entreacto, esa «persona»,

PolinaNikoláievnaRassúdina,pasóal ladodeLáptevdemanera totalmente inesperada.Desdequesecelebrólaboda,pensabaconpreocupaciónenunposibleencuentroconella.Yahora,cuandoesamujerlomiródirectamentealacara,seacordódequeaúnnolehabíaofrecidoningunaexplicaciónnilehabíaescritounanotaamistosadealmenosdosotreslíneas;eracomosiseestuvieraescondiendodeella.Sesintióavergonzadoyseruborizó.Lamujer,trasestrecharlelamanoconfuerzaeímpetu,lepreguntó:

—¿HavistoustedaYártsev?

Y, sinesperaruna respuesta, siguió sucaminodecidida,congrandespasos, comosialguienlaestuvieraempujandoporlaespalda.

Eramuydelgadaybastantefea,conunanarizrespingonayunaexpresiónconstantedefatigaypreocupación;dabalaimpresióndequelecostabagrandesesfuerzosmantenerlosojos abiertos y no desplomarse. Tenía unos espléndidos ojos oscuros y una expresióninteligente,afable,sincera,perosusmovimientoseranbruscosytorpes.Noresultabafácilconversarconella,yaquenosabíaescucharnihablarconserenidad.Ycomoamanteeraunamujer difícil.A veces, cuando se quedaba a solas con Láptev, se reía a carcajadaslargo rato, cubriéndoseel rostrocon lasmanos,y asegurabaqueel amornoera lomásimportanteensuvida;podíaser tanmelindrosacomounamuchachadediecisieteaños;porejemplo,antesdebesarla,habíaqueapagartodaslasvelas.Teníayatreintaaños.Sehabíacasadoconunprofesor,delquesehabíaseparadohacíamuchotiempo.Seganabalavidadandoclasesdemúsicaytocandoenuncuarteto.

Durante laNovena sinfonía volvió a pasar a su lado, como por causalidad, pero lamultituddehombresagolpadosdetrásdelascolumnasformabaunmuroimpenetrablequelecerrabaelpaso.Llevaba lamismablusade terciopeloconque ibaa losconciertoselaño pasado y el anterior. Los guantes y el abanico eran nuevos, aunque este último noparecía gran cosa. Le gustaba arreglarse, pero carecía de gusto y le molestaba gastardineroenropa;endefinitiva,vestía tanmalycon tantodescuidoque,cuandoavanzabaporlacalleconsuslargosyapresuradospasos,endirecciónalacasadealgúnalumno,selapodíaconfundirfácilmenteconunjovennovicio.

Elpúblicoaplaudíaypedíaunbis.

—Quédese esta tarde conmigo—dijo Polina Nikoláievna, acercándose a Láptev ymirándoloconairesevero—.Desdeaquínosiremosatomarelté.¿Meoye?Seloexijo.Estáendeudaconmigoynotienederechoanegarmeesamenudencia.

—Bueno,iré—convinoLáptev.

Después del concierto, empezaron las innumerables salidas a escena. El público selevantaba de sus asientos y buscaba la salida con extremada lentitud. Láptev no podíamarcharsesindecírseloasumujer,asíquetuvoquequedarseesperandojuntoalapuerta.

—Meapetecemuchísimotomarunatazadeté—selamentabaRassúdina—.Tengola

gargantaseca.

—Podemostomaralgoaquí—dijoLáptev—.Vamosalambigú.

—Notengodineroparairlogastandoenbebidas.Yonomededicoalcomercio.

Láptev le ofreció el brazo, pero ella lo rechazó, profiriendo una frase larga yextenuante que él yahabía oídode sus labiosmuchasveces: a saber, queno se incluíaentrelosmiembrosdelbellosexoyquepodíapasarseperfectamentesinlosserviciosdeesospresuntoscaballeros.

Mientras hablaba con él, miraba al público y a menudo intercambiaba saludos conalgúnconocido:compañerasdelaescuelaGuerrierydelconservatorio,alumnosdeunoyotrosexo.Lesestrechabalamanoconfuerzaeímpetu,dándolesuntirón.Perodeprontose puso a sacudir los hombros y a temblar como si tuviera un ataque de fiebre, y porúltimodijoenvozbaja,mirandoaLáptevconhorror:

—¿Conquiénsehacasadousted?¿Dóndeteníaustedlosojos?¿Esquesehavueltoloco?¿Quéesloquehavistoenesamuchachatontaeinsignificante?Yoloamabaporsuinteligencia,porsucorazón,mientrasaesamuñecadeporcelanasóloleinteresasudinero.

—Dejemos eso, Polina —dijo él con voz suplicante—. Todo lo que pueda usteddecirmesobremimatrimoniomelohedichoyomismomuchasveces…Nomelohagaaúnmásdoloroso.

AparecióYuliaSerguéievna, conunvestidonegroyunenormebrochedebrillantesquelehabíaenviadosusuegrodespuésdelaceremoniacelebradaensucasa;trasellaibasu séquito:KostiaKochevói, dosmédicos conocidos, un oficial y un joven gordo, conuniformedeestudiante,apellidadoKish.

—VeteconKostia—dijoLáptevasumujer—.Yoirémástarde.

Yuliaasintióconlacabezaysiguiósucamino.PolinaNikoláievnalaacompañóconlamirada, entre estremecimientos y espasmos nerviosos; era una mirada llena derepugnancia,deodioydedolor.

A Láptev le dabamiedo ir a casa de ella, pues temía que se produjera una escenadesagradable,acompañadadepalabrasdescortesesylágrimas,ylepropusoquefueranatomareltéaunrestaurante.Peroelladijo:

—No,no,iremosamicasa.Niseleocurrahablarmederestaurantes.

No le gustaban los restaurantes porque le parecía que el aire estaba viciado por eltabaco y la respiración de los hombres. Sentía una extraña prevención por los varonesdesconocidos, los consideraba depravados a todos, capaces de arrojarse sobre ella encualquier momento. Además, la música de esos locales la irritaba tanto que acababadándoledolordecabeza.

Al salir del Círculo de la Nobleza, tomaron un coche que los llevó al callejón

Savélovski,nolejosdeOstózhenka,dondeestabalacasadeRassúdina.Láptevnodejódepensarenellaalolargodetodoelcamino.Eraciertoqueledebíamuchascosas.LahabíaconocidoencasadesuamigoYártsev,alqueellaenseñabateoríamusical.Rassúdinalohabía amado con pasión, de manera totalmente desinteresada; aun después de queintimaran,habíaseguidodandoclasesparticularesytrabajandocomosiempre,hastacaerrendida.Graciasaella,Láptevhabíaempezadoacomprenderyestimarlamúsica,porlaqueantesnosentíamásqueindiferencia.

—¡Daría la mitad de mi reino por un vaso de té! —exclamó con voz sorda,cubriéndoselabocaconelmanguitoparanoresfriarse—.¡Hoyhedadocincolecciones,queeldiablo se las lleve!Los alumnos son tanobtusos, tan ineptos, quemeha faltadopocoparaestallardeira.Ynosécuándoacabaráesesuplicio.Yanopuedomás.Encuantoreúnatrescientosrublos,lodejarétodoymemarcharéaCrimea.Metumbaréenlaplayayrespiraréaplenopulmón.¡Cómomegustaelmar!¡Ah,cómomegustaelmar!

—No irá usted aningunaparte—dijoLáptev—.Enprimer lugar, porqueno ahorraustednada,yensegundo,porqueesmuyavara.Perdonequevuelvaarepetírselo:¿acasoreuniresostrescientosrubloscéntimoacéntimo,dandoclasesapersonasociosasqueseocupandelamúsicaporquenotienennadaquehacer,esmenoshumillantequepedírseloprestadoasusamigos?

—¡Yonotengoamigos!—dijoellaconenfado—.Yleruegoquenodigabobadas.Laclase trabajadora, a la que yo pertenezco, sólo tiene un privilegio: la conciencia de suincorruptibilidad, el derecho a no aceptar préstamos de comerciantes y a despreciarlos.¡No,señor,amínomecomprausted!¡YonosoysuqueridaYulia!

Láptevnointentópagaralcocheroporquesabíaqueesodesencadenaríauntorrentedepalabrasoídasyamilesdeveces.Pagóellamisma.

Rassúdinaalquilabaunapequeñahabitaciónamuebladaencasadeunaseñorasolitariaquetambiénseocupabadesumanutención.Demomento,sugranpianodecolasehabíaquedadoencasadeYártsev,situadaenlacalleBolsháiaNikítskaia,adondeellaibaatocartodos los días. En su habitación había sillones enfundados, una cama con una colchablanca de verano, unas macetas con flores propiedad de la dueña, oleografías en lasparedes,peronoseveíanadaquerecordaraqueallívivíaunamujeryunalicenciada:nitocador,ni libros,ni siquieraunescritorio.Eraevidenteque se ibaa lacamanadamásllegaracasayqueporlamañanasemarchabaencuantoselevantaba.

Lacocineratrajoelsamovar.PolinaNikoláievnapreparóeltéy,sinparardetemblar—enlahabitaciónhacíafrío—,empezóainsultaraloscantantesquehabíanintervenidoenlaejecucióndelaNovenasinfonía.Estaba tanextenuadaquese lecerraban losojos.Bebióunvasodeté,luegootroyacontinuaciónuntercero.

—Asíquesehacasadousted—dijo—.Peronosepreocupe,novoyaconsumirmedepena; seré capaz de arrancar su imagen de mi corazón. Sólo me aflige y entristece

comprobarqueesustedigualdeabyectoquetodosdemás:noleatraelainteligencianilamentedelamujer,sinoelcuerpo,labelleza,lajuventud…¡Lajuventud!—dijoconvoznasal,comoremedandoaalguien,yseechóareír—.¡Lajuventud!¡Buscaustedpureza,Reinheit, Reinheit![65] —añadió, estallando en carcajadas y reclinando la cabeza en elrespaldodelsillón—.Reinheit!—cuandodejódereírse,teníalosojosllenosdelágrimas—.¿Almenosesustedfeliz?—preguntó.

—No.

—¡Loquiereella?

—No—Láptev,muyalteradoy sintiéndosedesgraciado, sepusoenpieyempezóapasearse por la habitación—. No —repitió—. Por si quiere saberlo, Polina, soy muydesdichado. ¿Y qué puedo hacer?He cometido una estupidez y ahora ya es tarde pararemediarlo. Debo tomármelo con filosofía. Ella se ha casado conmigo sin amor, de unmodoinsensato;puedequeobraratambiénporcálculo,perolohizosinreflexionar;ahora,claro,sehadadocuentadesuerrorysufre.Loveo.Denochedormimosjuntos,perodedía teme quedarse a solas conmigo aunque sea cinco minutos y busca distracciones,compañía.Leavergüenzayledamiedoestarconmigo.

—Perodetodosmodos,aceptasudinero,¿noesasí?

—¡Eso es una bobada, Polina! —gritó Láptev—. Acepta mi dinero porque no leconcede lamenor importancia.Esunamujerhonradaynoble.Secasóconmigoporquequeríaescapardelatuteladesupadre,esoestodo.

—¿Yestáustedsegurodequesehabríacasadoconustedsinohubierasidorico?—preguntóRassúdina.

—Noestoy segurodenada—contestóLáptevcon tristeza—.Denada.Noentiendonada.PorelamordeDios,Polina,dejemoseso.

—¿Laquiereusted?

—Conlocura.

Seprodujounapausa.Ellabebíasucuartovasodeté,mientrasélibadeunladoparaotro, pensando que en esos momentos su mujer probablemente estaba cenando en elCírculodeMédicos.

—Pero ¿se puede amar a alguien sin saber por qué? —preguntó Rassúdina,encogiéndosedehombros—.¡No,esosonlosarrebatosdelapasiónanimal!¡Estáustedembriagado,envenenadoporesecuerpohermoso,poresaReinheit!¡Váyasedeaquí,estáustedsucio!¡Vuelvaconsumujer!

Hizoungestodedesagradoconlamano,luegocogióelgorrodeLáptevyselotiró.Élsepusoensilenciolapellizaysalió,peroellacorrióalzaguán,seaferrófebrilmenteasubrazo,casialaalturadelhombro,yestallóensollozos.

—¡Basta, Polina! ¡Deje de llorar! —dijo él, incapaz de librarse de sus dedos—.¡Cálmese,seloruego!

Ella cerró los ojos y palideció; su nariz respingona adquirió un desagradable colorcerúleo,comoeldeunamuerta.Láptevseguíasinpoderdesprendersedesusmanos.Sehabíadesmayado.Lalevantóconcuidado,latendióenlacamaysequedóasuladounosdiezminutos,hastaquerecobróelconocimiento.Tenía lasmanosfríasyelpulsodébil,irregular.

—Váyaseasucasa—dijoella,cuandoabriólosojos—.Váyase;sino,mepondréasollozarotravez.Tengoquedominarme.

AlsalirdecasadeRassúdina,LáptevnosedirigióalCírculodeMédicos,donde loesperabansusamigos,sinoasupropiodomicilio.Alolargodetodoelcaminonodejódepreguntarse,entonodereproche,porquénohabíaformadounafamiliaconesamujerquetanto lo quería, que había sido para él una verdadera esposa y una amiga.Era la únicapersonaque le teníaafecto;además,¿nohabría sidoun rasgodenoblezaygenerosidadhacerfelizaesamujerinteligente,orgullosayatormentadaporeltrabajo,proporcionarleuntecho,ofrecerleunpocodepaz?¿Lecuadrabanaél,sepreguntaba,esaspretensionesdebellezayjuventud,eseanhelodefelicidadimposible,que,comounasuertedecastigooburla,hacíaya tresmesesque lo teníasumidoeneseestadosombríoydepresivo?Laluna de miel había terminado hacía tiempo y él todavía no sabía, por ridículo quepareciera,quéclasedepersonaerasumujer.Asuscompañerasdeestudiosyasupadreles escribía largas cartas de cinco páginas; siempre encontraba algún tema del quehablarles.Encambio,aélsólosedirigíaparahablarledeltiempooparacomunicarlequeera hora de comer o cenar. Cuando, antes demeterse en la cama, pasaba largo tiemporezandoybesandosuscruceseiconos,élselaquedabamirandoypensabaconodio:«Nohacemásquerezar.Pero¿paraqué?¿Paraqué?».Seinsultabamentalmenteasímismoylainsultabaaella,diciendoque,alacostarseconellayenvolverlaensusabrazos,estabadisfrutando de lo que había pagado, y aquello sonaba horrible. Si al menos fuera unamujerfuerte,audaz,pecadora,peroesajuventud,esareligiosidad,esamansedumbre,esosojosinocentesypuros…Enlostiemposenquesóloerasuprometida,sureligiosidadloconmovía;ahora,elcarácterconvencionalyexplícitodesuscreenciasyconviccionesseleantojabaunabarreraqueleimpedíaverlaauténticaverdad.Ensuvidaconyugaltodoerayauntormento.Cuandosumujer,sentadaasuladoenelteatro,suspirabaoestallaenuna risa sincera, a Láptev le dolía que se divirtiese sola, que no quisiese compartir suentusiasmoconél.Ylomásnotableeraquehabíacongeniadocontodossusamigos;todosellos sabían ya qué clase de persona era, mientras él no sabía nada y andaba siempremelancólico,reconcomiéndosedecelosensilencio.

Al llegaracasasepusolabatay laszapatillasysesentóensudespachoa leerunanovela.Sumujernoestabaencasa.Peroantesdequepasaramediahorasonóeltimbreenel vestíbulo y se oyeron los pasos sordos de Piotr, que se aprestaba a abrir. EraYulia.

Entróeneldespachoconlapelliza,lasmejillascoloradasporelfrío.

—Hay un gran incendio en la Presnia[66] —dijo, casi sin respiración—. Unasllamaradasenormes.MevoyaverloconKonstantínIvánich.

—¡Adiós!

Suairedefrescuraylozanía,asícomoeltemorinfantilquesereflejabaensusojos,tranquilizaronaLáptev.Estuvoleyendomediahoraydespuéssefuealacama.

AldíasiguientePolinaNikoláievnaleenvióalalmacéndoslibrosquelehabíapedidoprestadoshacíatiempo,asícomotodassuscartasyfotografías,acompañadasdeunanotaquesecomponíadeunasolapalabra:«¡Basta!».

VIII

Ya a finales de octubre Nina Fiódorovna sufrió una grave recaída. Adelgazaba a ojosvistas y cambiaba de cara. A pesar de los intensos dolores, creía que estabarestableciéndose;cadamañanasevestíacomosiestuvierasanay luegosepasabaeldíaenteroenlacama,conlaropapuesta.Enlosúltimostiempossehabíavueltomuylocuaz.Tumbadabocaarriba,contabaalgúnepisodioenvozbaja,congranesfuerzo,respirandocondificultad.Muriódeimproviso,enlascircunstanciasqueacontinuaciónserelatan:

Eraunaclaranochedeluna.Fuera,lostrineossedesplazabansobrelanievefrescayhasta la habitación llegaba el rumor de los patines. Nina Fiódorovna estaba tendida,mientrasSasha,queyanoteníaquienlasustituyera,sehallabaalacabeceraydormitaba.

—No recuerdo supatronímico—contabaNinaFiódorovna envozqueda—,pero sellamaba Iván y se apellidaba Kochevói; era un funcionario muy pobre y un borrachoempedernido,queDioslotengaensugloria.Veníaanuestracasaycadamesledábamosunalibradeazúcarydosonzasdeté.Yavecestambiénunpocodedinero,claro.Sí…UnbuendíanuestroKochevóisecogióunaborracheratremendaysemurió,abrasadoporelvodka.Dejóunchiquillodeunossieteaños.Noshicimoscargodelpobrehuérfanoyloocultamos en las habitaciones de los empleados, donde vivió un año entero, sin quenuestropadreseenterara.Eldíaquelodescubrió,selimitóahacerungestoconlamanoyno dijo nada. Cuando Kostia, el huerfanito, tenía ocho años (yo ya estaba entoncesprometida)lollevéatodoslosinstitutos,peroenningunoqueríanadmitirlo.Éllloraba…«¿Porquélloras,tontuelo?»,ledecíayo.LollevéalsegundoinstitutodeRazguliáiyallí,Diosselopague,loadmitieron…Yelchiquilloempezóairapietodoslosdíasdesdelacalle Piátnitskaia hasta Razguliái, y luego desde Razguliái hasta la calle Piátnitskaia…Aliosha se hacía cargo de los gastos… Gracias a Dios, el muchacho era aplicado einteligente, y pudo hacer carrera…Ahora es abogado enMoscú, amigo de Aliosha y,comoél,hombredeampliosconocimientos.Ensuma,fuimoscaritativos,loalojamosencasayahoraélruegaaDiospornosotros…Sí…

NinaFiódorovnahablabacadavezmásbajo,conprolongadaspausas;luego,después

deguardarsilenciounosinstantes,seincorporódeprontoysesentó.

—Algomepasa…Nomeencuentrobien—dijo—.Señor,tenpiedaddemí.¡Ah,nopuedorespirar!

Sashasabíaquesumadrenotardaríaenmorir,yahora,alverquesurostrodeprontosedemudaba,comprendióquehabíallegadoelfinyseasustó.

—¡No,mamá,porfavor!—sollozaba—.¡Porfavor!

—Correalacocinaydiquevayanabuscaratupadre.Meencuentromuymal.

Sashaatravesóalacarreratodaslashabitaciones,solicitandoayuda,peronohabíaunsolo criadoen toda la casa; laúnicapersona a laque encontró fue a suhermana,Lida,dormida sobre un baúl del comedor, vestida y sin almohada. Sasha salió al patio comoestaba,sinponerseloschanclos,yluegoalacalle.Sentadaenunbancoquehabíaalotrolado de la cancela, el aya estabamirando cómo la gente patinaba.Desde el río, dondeestabalapista,llegabanlosacordesdeunabandamilitar.

—¡Aya,mamásemuere!—dijoSasha,sollozando—.¡Hayqueirabuscarapapá!

Elayasubióaldormitorio,echóunvistazoalaenfermaylepusoentrelasmanosunavela encendida. Sasha, horrorizada, iba de un lado para otro, suplicando, sin saber ellamismaaquién,quefueranabuscarsupadre;luegosepusoelabrigoyelpañueloysalióalacalle.Sabíaporloscriadosquesupadreteníaotramujerydoshijas,conquienesvivíaen la calle Bazárnaia. Al atravesar la cancela, dobló a la izquierda y echó a correr,llorando,asustadade losextraños,peroprontoempezóahundirseen lanieveyasentirfrío.

Viouncochevacío,peronolocogió:talvezelcocherolallevarafueradelaciudad,larobara y la abandonara en el cementerio (mientras tomaban el té los criados habíanhabladodeuncasosemejante).Siguiósucamino,jadeandodecansancioysollozando.Alllegara lacalleBazárnaia,preguntódóndevivíael señorPanaúrov.Unadesconocida leofrecióunaprolijaexplicacióny,viendoquenoentendíanada,lallevódelamanohastaunacasadeunaplantaconporche.Lapuertanoestabacerrada.Sashaatravesóelzaguán,luego un pasillo y llegó a una habitación luminosa y caldeada, donde su padre estabasentado a la mesa, acompañado de una señora y de dos niñas. Incapaz de pronunciarpalabra,Sashanohacíamásquesollozar.Panaúrovcomprendióloquesucedía.

—Mamásehapuestopeor,¿verdad?Dime,niña:¿sehapuestopeormamá?

Panaúrovsealarmóymandóporuncoche.

Cuandollegaronacasa,NinaFiódorovnaestabasentada,sostenidaporcojines,conlavelaenlamano.Elrostroteníaunatonalidadoscuraylosojosestabanyacerrados.Eneldormitorio, junto a la puerta, se amontonaban el aya, la cocinera, la doncella, elmujikProkofiyalgunosdesconocidosdeaparienciasencilla.Elayasusurrabaórdenesque los

demás no entendían. En el fondo de la habitación, junto a la ventana, se hallaba Lida,pálida,concaradesueño,mirandoconairesombríoasumadre.

PanaúrovcogiólavelademanosdeNinaFiódorovnay,conunamuecadedisgusto,laarrojósobrelacómoda.

—¡Quéhorrible!—exclamó,ysushombrosseestremecieron—.Nina,debestumbarte—dijoconternura—.Túmbate,querida.

Ellalomiróynoloreconoció…Latendieronbocaarriba.

Cuando llegaron el sacerdote y el doctor Serguéi Borísich, los criados ya estabansantiguándosepiadosamenteyrezandoporsudescanso.

—¡Menudahistoria!—dijoelmédico,meditabundo,pasandoa la sala—.Yaúnerajoven,todavíanohabíacumplidoloscuarenta.

Seoíanlosruidosossollozosdelasniñas.Panaúrov,pálido,conlosojoshúmedos,seacercóalmédicoyledijoconvozdébilylánguida:

—Amigomío,hagaelfavordeenviaruntelegramaaMoscú.Yonotengofuerzas.

El médico se procuró tinta y escribió a su hija el siguiente telegrama: «Panaúrovafalleció ocho tarde.Dimarido que en calleDvoriánskaia se vende casa hipotecada pornuevemil.Subastadíadoce.Aconsejonoperderoportunidad».

IX

Láptevvivíaenunode loscallejonesde laMálaiaDmítrovka,apocadistanciadeStariPimen.Ademásde lagrancasaquedabaa lacalle,habíaalquiladounpabellóndedosplantas en el patiopara su amigoKochevói, asistentedeun abogado, aquien todos losLáptev llamaban simplemente Kostia[67], ya que lo conocían desde niño. Frente a esepabellónsealzabaotro,tambiéndedosplantas,enelquevivíaunmatrimoniofrancésconcincohijos.

La temperatura era de unos veinte grados bajo cero. Los cristales de las ventanasestaban cubiertos de escarcha. Al despertarse por la mañana, Kostia, con cara depreocupación,tomóquincegotasdeunmedicamento;luego,cogiódospesasdelalibreríaysepusoahacergimnasia.Eraalto,muydelgado,congrandesbigotes rojizos;pero loquemásllamabalaatenciónensufiguraeransuspiernas,extraordinariamentelargas.

Piotr,mujikdemedianaedad,conchaquetaypantalonesdepercalmetidospordentrodelasbotasaltas,trajoelsamovarypreparóelté.

—Hoyhaceuntiempoexcelente,KonstantínIvánich—dijo.

—Sí,excelente;lástima,amigomío,quellevemosestavidadeperros.

Piotrsuspiróporpuracortesía.

—¿Quépasaconlasniñas?—preguntóKochevói.

—Elpopenohavenido.AlekséiFiódorovichlesestádandolaclase.

Kostiaencontróenelcristalunpuntosinescarchaysepusoamirarconunosanteojos,dirigiéndolosalaventanadelacasadelafamiliafrancesa.

—Nosevenada—dijo.

Entretanto,abajo,AlekséiFiódorovichenseñabaHistoriaSagradaaSashayLida,quellevabanyaunmesymedioviviendoenMoscú,enlaplantabajadelpabellón,juntoconsu institutriz; tres veces a la semana acudía a darles clase un profesor de la escuelamunicipal y un pope. Sasha estaba estudiando ya el Nuevo Testamento, mientras LidahabíaempezadohacíapococonelAntiguo.EnlaúltimaclaselehabíanpuestocomotarearepasarhastaAbraham.

—Asípues,AdányEvatuvierondoshijos—decíaLáptev—.Muybien.Pero¿cómosellamaban?Aversiteacuerdas.

Lida, adusta como de costumbre, callaba, miraba la mesa y sólo movía los labios,mientrasSasha,lamayor,lamirabaalacaraysufría.

—Lo sabes de sobra, lo único que tienes que hacer es no ponerte nerviosa—decíaLáptev—.Bueno,¿cómosellamabanloshijosdeAdán?

—AbelyCaín—susurróLida.

—CaínyAbel—lacorrigióLáptev.

PorlamejilladeLidarodóunagruesalágrimaquecayósobreellibro.TambiénSashabajó losojosyse ruborizó,apuntodeecharsea llorar.Láptev,apenado,era incapazdehablar; teníaunnudoenlagarganta.Se levantóde lamesayencendióuncigarrillo.EnesemomentoKochevóibajóporlaescaleraconelperiódicoenlamano.Lasmuchachassepusieronenpiey,sinmirarlo,lehicieronunareverencia.

—Por el amor de Dios, Kostia, ocúpese usted de ellas—le pidió Láptev—. Temoecharmeallorar;además,tengoquepasarporelalmacénantesdelalmuerzo.

—Vale.

AlekséiFiódorichsalió.Kostia,conairemuyserioyelceño fruncido, sesentóa lamesaycogióelmanualdeHistoriaSagrada.

—¿Ybien?—preguntó—.¿Dóndeoshabéisquedado?

—Lidasesabeyalodeldiluvio—dijoSasha.

—¿Lodeldiluvio?Muybien,vamosameternosdellenoconeldiluvio.Adelanteconello—Kostiarepasólabrevedescripcióndeldiluvioquesehacíaenellibroyañadió—:Deboadvertirlesqueundiluviocomoelqueaquísedescribenuncasehaproducido.YnohaexistidoningúnNoé.UnosmilesdeañosantesdelnacimientodeCristo,latierrasufrió

unainundacióntremenda,delaquenosólodacuentalaBibliahebrea,sinotambiénloslibrosdeotrospueblosantiguos,comogriegos,caldeosehindúes.Encualquiercaso,pormuy grande que fuera la inundación, no pudo cubrir toda la Tierra. Tal vez anegó lasllanuras,pero lasmontañasquedaronporencimadelnivelde lasaguas.Leedel librositenéisqueleerlo,peronoleconcedáisdemasiadocrédito.

Lidavertiódenuevoalgunaslágrimas,sevolvióhaciaelotroladoydeprontoestallóenunossollozostanruidososqueKostiaseestremecióysepusoenpie,presadeunagranconfusión.

—Quieroirmeacasaconmipapáyconmiaya—dijo.

Sashatambiénrompióallorar.KostiasubióalaplantadearribayledijoporteléfonoaYuliaSerguéievna:

—Lasniñasestánllorandootravez,querida.Yanoséquéhacer.

YuliaSerguéievnasaliócorriendodelacasagrandeconunsimplevestidoyunchaldepunto sobre los hombros; llegó al pabellón aterida de frío y trató de consolar a lasmuchachas.

—Creedme,creedme—decíaconvozsuplicante,apretandocontrasupechotanprontoaunacomoaotra—,vuestropadrevendráhoymismo,leheenviadountelegrama.Osdamuchapenadevuestramadre;yotambiénestoymuytriste,semeparteelcorazón,pero¿quélevamosahacer?¡NosepuedeircontralavoluntaddeDios!

Cuandolasniñasdejarondellorar,lasabrigóbienylasllevóadarunpaseoentrineo.Primero pasaron por la Málaia Dmítrovka, luego recorrieron el bulevar Strastnói ydesembocaronenlacalleTverskáia;sedetuvieronjuntoalaiglesiadeIvérskaia,pusieronsendasvelas ante el iconoy rezaronde rodillas.Enel caminodevuelta, entraronen lapanaderíadeFilíppovycompraronrosquillasconsemillasdeamapola.

LosLáptevalmorzabanentrelasdosylastres.Piotrseencargabadeservir lamesa.EsePiotrsepasabaeldíahaciendorecados:tanprontoibaaCorreoscomoalalmacénoalaAudienciaProvincial porordendeKostia; por la tarde liaba cigarrillos, por la nochecorríaaabrir lapuertaya lascincode lamadrugadayaestabaencendiendolasestufas.Nadiesabíacuándodormía.LegustabamuchodestaparlasbotellasdeaguadeSeltz,ylohacíacongranhabilidad,sinruidoysinderramarunasolagota.

—¡Avuestrasalud!—dijoKostia,tomándoseunacopadevodkaantesdelasopa.

EnunprimermomentoaYuliaSerguéievnano legustóKostia; suvozdebajo, susexpresiones del tipo «poner de patitas en la calle», «untar el hocico», «morralla», «unpedazodesamovar»ysucostumbredechocarlascopasypronunciarbrindisleparecíantriviales.Pero,cuandoloconociómejor,empezóasentirsemuycómodaensupresencia.Erasincero,legustabaconversarconellaenvozbajaporlastardeseinclusoledabaaleernovelasqueélmismohabíaescritoydelasquenisiquierasusamigosmásíntimos,como

Láptev o Yártsev, sabían nada. Ella las leía y, para no apenarlo, las elogiaba,proporcionándole una gran alegría, pues contaba con convertirse, más tarde o mástemprano, en un escritor famoso. En sus novelas describía siempre el campo y lashaciendasdelosterratenientes,aunqueraravezsalíadelaciudad,únicamentecuandoloinvitabanaladachadealgúnamigo,yentodasuvidasólohabíaestadounavezenunahacienda, cuando fue a Volokolamsk por un asunto de trabajo. Evitaba las escenas deamor,comosiledieranvergüenza,yprodigabadescripcionesdelanaturaleza,enlasqueempleaba expresiones como «las caprichosas configuraciones montañosas», «lasextravagantes formas de las nubes» o «un acorde demisteriosas armonías»…Nadie sedecidíaapublicaresasnovelasyélloexplicabarecurriendoalacensura.

Encontrabainteresantesuactividadjurídica,peroencualquiercasoconsiderabaquesuoficioprincipalnoeralaabogacía,sinolaredaccióndenovelas.Creíaqueestabadotadodeunafinasensibilidadartística,ysiemprelehabíaatraídoelarte.Nocantabanitocabaningún instrumento, y no tenía ningún oído para la música, pero acudía a todas lasreuniones sinfónicas y filarmónicas, organizaba conciertos con fines benéficos, habíatrabadoconocimientoconalgunoscantantes…

Durantelacomidaloscomensalessolíanentablarconversación.

—Es increíble—dijo Láptev—.Mi hermano, Fiódor, ha vuelto a dejarme perplejo.Dicequedebemos informarnosdecuándosecumpliráelcentenariodenuestraempresaparasolicitareltítulonobiliario,yelcasoesquehablaenserio.¿Quélehabrápasado?Laverdadesqueestáempezandoapreocuparme.

HablarondeFiódorydeesamaníaquelehabíaentradoalagentedepasarporloquenoera.Fiódor,porejemplo,tratabadecomportarsecomounsencillocomerciante,aunquesuposiciónsocialyanoeraesa,osedabaairesdesuperioridad,cambiandodevozyhastadeactitud,cuandounmaestrodelaescuelapatrocinadaporelviejoLáptevveníaacobrarsusueldo.

Después de la comida, como no tenían nadamejor que hacer, pasaron al despacho.HablarondelosdecadentesydeLadoncelladeOrleáns[68],yKostiarecitóunmonólogoentero;estabaconvencidodequeimitabamuybienaYermólovna[69].Luegosepusieronajugaralascartas.Lasniñas,enlugarderetirarsealpabellón,sequedaronallí,sentadasenelmismosillón,pálidasy tristes,prestandoatencióna los ruidosde lacallepor sioíanllegar a su padre. Por la tarde, la oscuridad y la luz de las velas las llenaban depesadumbre.Encontrabanenojosalaconversaciónalamesadejuego,asícomolospasosde Piotr y el chisporroteo de la madera, y no querían mirar el fuego. Por la tarde nisiquierateníanganasdellorar,elcorazónselesencogíaysesentíanatemorizadas.Ynoentendíancómolosdemáspodíanhablaryreírcuandosumadrehabíamuerto.

—¿Quéhavistohoyconlosanteojos?—lepreguntóYuliaSerguéievnaaKostia.

—Hoynada,peroayervialviejofrancésbañándose.

AlassieteYuliaSerguéievnayKostiasefueronalteatroMali.Láptevsequedóconlasniñas.

—Yaeshoradeque lleguevuestropapá—dijo,mirandoel reloj—.El trendebedehaberseretrasado.

Lasniñasseguíansentadasensilencio,apretadaslaunacontralaotra,comofierecillasateridas de frío, mientras Láptev se paseaba arriba y abajo por las habitaciones,consultandoconimpacienciaelreloj.Noseoíaunruidoenlacasa.Peropocoantesdelasnuevealguienllamóalapuerta.Piotrfueaabrir.

Alescucharlavozdesupadre,lasniñaspegaronungrito,estallaronensollozosyseprecipitaronenelvestíbulo.Panaúrovllevabaunaelegantepellizaysubarbaysubigoteestabanblancosdeescarcha.

—Unmomento,unmomento—farfullaba,mientrasSashayLida,riendoyllorandoaun tiempo, le besaban las manos frías, el gorro, la pelliza. Apuesto, lánguido,acostumbrado al homenaje de sus semejantes, Panaúrov las acarició sin prisas; acontinuación entró en el despacho y dijo, frotándose lasmanos—:No puedo quedarmemucho,amigosmíos.MañanapartoparaSanPetersburgo.Mehanprometidotrasladarmeaotraciudad.

SehabíahospedadoenelhotelDresde.

X

IvánGabrílichYártsevvisitaba amenudoa losLáptev.Eraun individuo sanoy fuerte,moreno,conunrostroagradableeinteligente.Seleconsiderabaatractivo,aunqueenlosúltimos tiemposhabía empezado a engordar, y sus facciones y su figura habían sufridociertomenoscabo; tampoco le favorecía supronunciadocortedepelo: lo llevabacasialrape. En sus tiempos de universitario, los estudiantes lo llamaban «el Coloso», por suestaturaysufuerza.

Se había licenciado en la Facultad de Filología, junto con los hermanos Láptev, dedondehabíapasadoaladeCienciasNaturales,yahoraeradoctorenquímica.Noaspirabaaunacátedra,nisiquieraeraauxiliardelaboratorio,yseganabalavidadandoclasesdefísica e historia natural en una escuela técnica y en dos internados femeninos. Estabaencantado con sus alumnos, sobre todo con sus alumnas, y afirmaba que la nuevageneracióneraextraordinaria.Nosóloseocupabadequímica,sinotambiéndesociologíaehistoriarusa,yavecespublicababrevesartículosenrevistasyperiódicos,quefirmabaconlaletraY.Cuandohablabadecuestionesdebotánicaozoologíaparecíaunhistoriador,ycuandodiscutíaalgunacuestiónhistóricasemejabaunnaturalista.

OtrodeloshabitualesencasadelosLápteveraKish,apodado«eleternoestudiante».HabíaacudidodurantetresañosalaFacultaddeMedicina,luegosehabíapasadoaladeMatemáticas, donde había repetido curso todos los años. Su padre, un boticario de

provincias, le enviaba cuarenta rublos al mes, a los que sumadre, a escondidas de sumarido, añadía otros diez; con esedinero tenía para ir tirando, y hasta podía permitirsealgúnlujo,comounabrigoconcuellodecastorpolaco,guantes,perfumesyfotografías(legustaba fotografiarse, para repartir luego los retratos entre sus conocidos). Pulcro, algocalvo, con patillas doradas, modesto, nunca dejaba pasar la posibilidad de hacer algúnfavor.Siempreestabaocupadoconasuntosajenos: tanpronto ibadeun ladoaotroconunahojadesuscripción,comohacíacoladesdeprimerahoradelamañanaantelataquilladeun teatroparacomprarleunas localidadesaalgunaseñoraconocida,o ibaaencargarunacoronaounramodefloresapeticióndealguien.Deélsolíandecir:«IráKish»,«loharáKish», «lo compraráKish».Lamayoría de las veces cumplíamal los encargos.Amenudolocubríandereprochesyolvidabanpagarlelascosasquelehabíanpedido,peroél nunca se quejaba, limitándose a suspirar en los casos más espinosos. Nunca estabaespecialmentecontentoni triste, todossuscomentarios resultabanprolijosyaburridosysusbromasserecibíansiempreconrisas,precisamenteporquenoteníanningunagracia.Así,unavez,tratandodehacerunchiste,ledijoaPiotr:«Piotr,noeresunesturión»,yesaapreciaciónsuscitó lahilaridadgeneral; tambiénélse rio largorato,satisfechodehaberdichoalgotaningenioso.Cuandoenterrabanaalgúnprofesor,ibasiemprealacabezadelcortejo,juntoalosportadoresdelasantorchas.

YártsevyKishsolíanacudirporlatardeatomarelté.Silosdueñosdelacasanoibanalteatrooaunconcierto,eltévespertinoseprolongabahastalacena.Unaveladadelmesdefebrero,seentablóenelcomedorlasiguienteconversación:

—Unaobradeartesóloesrelevanteyútilcuandosuideaencierraalgunaimportantecuestiónsocial—decíaKostia,mirandoconenfadoaYártsev—.Siunaobraincluyeunaprotestacontraelrégimendeservidumbreoelautorsepronunciacontralaaltasociedadysus vulgaridades, esa obra es relevante y útil. En cambio, todas esas novelas y relatosllenos de suspiros y amores no correspondidos son obras insignificantes y bien podríanirsealdiablo.

—Compartosuopinión,KonstantínIvánich—dijoYuliaSerguéievna—.Unodescribeuna entrevista amorosa; otro, una infidelidad; aquel, un encuentro después de laseparación. ¿Es que no pueden encontrar otros temas? Debe de haber muchísimaspersonas enfermas, desdichadas y atormentadas por la necesidad a quienes sin dudarepugnalalecturadeesaclasedecosas.

ALáptevledisgustabaquesuesposa,unajovenqueaúnnohabíacumplidoveintidósaños,serefirieracontantagravedadyfrialdadalamor.Noeradifíciladivinarloquehabíadetrásdeesasvaloraciones.

—Si la poesía no resuelve las cuestiones que les parecen importantes —intervinoYártsev—,ocúpense de libros técnicos o de derechopenal y financiero, lean folletonescientíficos.¿QuénecesidadhaydequeenRomeoyJulieta,enlugardehablardeamor,sediserte,pongamos,delalibertaddeenseñanzaodeladesinfeccióndelascárcelescuando

esosasuntosyaseanalizanenartículosespecializadosymanuales?

—¡Estás exagerando, amigo! —lo interrumpió Kostia—. No estamos hablando degigantescomoShakespeareoGoethe;nosreferimosaloscentenaresdeescritoresdotadosy mediocres que serían mucho más útiles si se olvidaran del amor y se dedicaran adifundirentrelasmasasconocimientoseideashumanitarias.

Kish, con suvozgangosaynasal, se puso a contar el contenidodeunanovela quehabíaleídohacíapoco.Lorefirióendetalle,sinapresurarse;pasarontresminutos,cinco,diez,yélseguíaconsuhistoria,aunquenadieentendíaloqueestabadiciendo;supropiacara fue adquiriendo una expresión cada vezmás indiferente y sus ojos, unmatizmássoñoliento.

—Acabe de una vez, Kish —exclamó Yulia Serguéievna, sin poder contenerse—.¡Estoesunatortura!

—¡Cállese,Kish!—legritóKostia.

Todosseecharonareír,hastaelpropioKish.

AparecióFiódor.Conmanchasrojasenlacara,dedicóalospresentesunapresuradosaludoysellevóasuhermanoaldespacho.Enlosúltimostiemposevitabalasreunionesconcurridasypreferíalacompañíadeunasolapersona.

—Mientraslosjóvenessedivierten,nosotrosnosocuparemosdecuestionesmásserias—dijo, sentándoseenunmullidosillón, lejosde la lámpara—.Hace tiempoquenonosvemos,hermanito.¿Cuántohacequenopasasporelalmacén?Puedequeunasemana.

—Sí.Allínotengonadaquehacer.Además,deboreconocerqueestoyunpocohartodelviejo.

—Desde luego, en el almacénpuedenarreglárselas sinnosotros, perohayque tenerunaocupación.Yaconoceselproverbio: teganarás elpanconel sudorde tu frente.EltrabajoesgratoaDios.

Piotr trajounvasode té enunabandeja.Fiódor se lo tomó sin azúcarypidióotro.Bebíamuchoté,aveceshastadiezvasosenunasolavelada.

—¿Sabesunacosa,Alekséi?—preguntó,levantándoseyacercándoseasuhermano—.Si te las ingeniaras para que te eligieran concejal, poquito a poco te promoveríamos amiembrodelconsistorioymástardeatenientedealcalde.Luego,comoeresunhombreinteligenteeinstruido,repararíanentiyteinvitaríanaSanPetersburgo,dondeahoraestánmuydemodalosadministradoresmunicipalesyprovinciales,hermano.Seguroqueantesdecumplirloscincuenta,tehasconvertidoenconsejeroprivado[70]ylucesunabandaalpecho.

Láptevnodijonada.Sedabacuentadequetodasesascosas—labandayeltítulodeconsejeroprivado—lasdeseabaFiódorparasímismoynosabíaquéresponder.

Losdoshermanospasaronun rato en silencio.Fiódor abrió la tapade su reloj y sequedó mirando la esfera mucho tiempo, con atención reconcentrada, como si quisierapercibirelmovimientodelasmanecillas.ALáptevlaexpresióndesurostroseleantojóextraña.

Llamaron para la cena. Láptev pasó al comedor, mientras Fiódor se quedaba en eldespacho.Ladiscusiónhabíaterminado,yYártsevcomentaba,coneltonodeunprofesorqueestuvieradictandounaclase:

—Las diferencias de clima, energías, gustos y edad hacen que la igualdad entre loshombresseafísicamenteimposible.Perolaspersonascultivadaspuedenpropiciarqueesadesigualdad se vuelva inocua, como han logrado ya con las ciénagas y los osos. Uncientíficoha conseguidoqueun ratón, ungato, un azoryungorrión comandelmismoplato;esdeesperarquelaeducaciónalcancelosmismosfinesconlossereshumanos.Lavidaavanzamásymás, laculturaexperimentaenormesprogresosantenuestrosmismosojosynocabelamenordudadequellegaráunmomentoenque,porejemplo,lasituaciónactualdelosobrerosfabrilesseconsiderarátanabsurdacomonospareceahoraelrégimendeservidumbre,cuandosepodíancambiarmuchachasporperros.

—Esono sucederámañana,nipasadomañana—dijoKostiay soltóuna risotada—.Pasará mucho tiempo antes de que Rothschild considere absurdo seguir llenando sussótanos de oro, y hasta que llegue esemomento los obreros seguirán trabajando comomulas y muriéndose de hambre. No, amigo mío, nada de eso. No podemos seguiresperando,hayqueluchar.¿Seimaginaustedqueesegatocomedelmismoplatoqueelratónporquesehadespertadosuconciencia?Enabsoluto.Lohanobligadoporlafuerza.

—Fiódor y yo somos ricos, nuestro padre es un capitalista, unmillonario, ¡así quetendréisquelucharcontranosotros!—dijoLáptev,frotándoselafrenteconlapalmadelamano—.Lucharcontramí…¡Esalgoquenomeentraenlacabeza!Soyrico,pero¿quémehadadohastaahoraeldinero?¿Quémehadadoesafuerza?¿Soyacasomásfelizquevosotros?Miinfanciafueuninfierno,yeldineronomelibródelosazotes.CuandoNinaenfermó y murió, mi dinero no la ayudó. No puedo obligar a nadie a que me quiera,aunquegastaramillones.

—Encambio,puedehacerustedmuchobien—apuntóKish.

—¡Menudo bien! Ayer me pidió usted que ayudara a un matemático que estababuscandocolocación.Créamecuandoledigoquepuedohacertanpocoporélcomousted.Puedoproporcionarledinero,peronoesesoloqueélquiere.Unavezlepedíaunmúsicofamosoque colocara aunviolinistapobreyme respondió lo siguiente: «Sehadirigidoustedamíporquenoesmúsico».Lomismolecontestoyo:hasolicitadoustedmiayudacontantaconfianzaporquenuncasehaencontradoustedenlasituacióndeunrico.

—¡No entiendo a qué viene esa comparación con un músico famoso!—dijo YuliaSerguéievna,ruborizándose—.¡Elmúsicofamosonotienenadaquevercontodoesto!—

un estremecimiento de odio recorrió su rostro. Aunque bajó los ojos para ocultar esesentimiento, todos los presentes, no sólo sumarido, entendieron lo que significaba esaexpresión—.¡Aquévieneaquíelmúsicofamoso!—repitióenvozbaja—.Nohaynadamásfácilqueayudaraunapersonanecesitada.

Se produjo un silencio. Piotr sirvió las becadas, pero nadie quiso probarlas,contentándose con la ensalada.Láptev ya no recordaba lo que había dicho, pero estabaconvencidodequenohabían sido suspalabras loquehabía irritadoa sumujer, sinoelhechodequesehubieraentrometidoenlaconversación.

Despuésdelacenaseretiróasudespacho;tenso,conelcorazónacelerado,esperandonuevashumillaciones,prestóoídosaloquesucedíaenlasala,dondesehabíaentabladootra discusión. Luego Yártsev se sentó al piano y cantó una romanza sentimental. Erahabilidosoparatodo:cantaba,tocaba,hastasabíahacerjuegosdemanos.

—Haganustedesloquequieran,señores,peroamínomeapetecequedarmeencasa—dijoYulia—.Deberíamosiraalgúnsitio.

DecidierondarunavueltaporlosalrededoresdelaciudadyenviaronaKishalCírculodeComerciantesparaqueconsiguieraunatroika.NoinvitaronaLáptevporquenosolíaparticipar en esas salidas y porque además estaba allí su hermano, pero él lo interpretócomounindiciodequesupresencialosfastidiaba,dequeenesacompañíajovenyalegreera una figura superflua. Su pesadumbre y su amargura eran tan intensas que estuvo apuntodeecharseallorar;hastallegóaalegrarsedequelotratarancontantadescortesía,dequelomenospreciaran,dequesecomportaranconélcomosifueraunmaridotontoyaburrido,unsacodeoro,yleparecióqueaúnsealegraríamássisumujerloengañabaesamisma noche con sumejor amigo y luego se lo confesaba todomirándolo con odio…Sentíacelosdelosestudiantes,loscantantesylosactoresalosqueellatrataba,deYártsevy hasta de los conocidos causales, y ahora deseaba ardientemente que le fuera infiel,deseaba sorprenderla con alguien, para después envenenarse y librarse de una vez parasiempredeesapesadilla.Fiódortomabaté,haciendoruidoaltragar.Depronto,tambiénélsedispusoamarcharse.

—Elviejodebedetenerglaucoma—dijo,mientrasseponíalapelliza—.Cadavezvepeor.

Láptev también se puso la pelliza y salió. Tras acompañar a su hermano hasta elbulevarStrastnói,tomóuncocheysefuealrestauranteYar.

«¡Y a esto se le llama felicidad conyugal!—se burló de símismo—. ¡A esto se lellamaamor!».

Lecastañeteabanlosdientes,ynosabíasierapor loscelosoporalgunaotrarazón.UnavezenelYar,recorriólasmesasyoyóaunacantanteenlasala.Nollevabapreparadaningunafraseporsiacasoseencontrabaconlossuyos;estabaconvencidodeantemanodeque,encasodetoparseconsumujer,sóloseríacapazdeesbozarunasonrisalastimosay

estúpida,ytodoscomprenderíanelsentimientoquelohabíaimpulsadoabuscarlos.Laluzeléctrica,lamúsicaalta,elolorapolvoylasmiradasdelasseñorasquepasabanasuladoledabannáuseas.Sedetuvoantelaspuertasdelosreservados,intentandoveryoírloquesucedía en su interior, y tuvo la impresión de estar representando un papel tan bajo ydespreciablecomoeldelacantanteoeldeesasmujeres.DeallísemarchoalStrelna,perotampocoallíencontróalossuyos;sóloenelcaminodevuelta,cuandopasabadenuevojunto alYar, lo adelantó una ruidosa troika; el cochero, borracho, gritaba, y se oían lascarcajadasdeYártsev:«¡Ja,ja,ja!».

Láptevregresóacasapasadaslastres.YuliaSerguéievnayasehabíaacostado.Viendoquetodavíanodormía,seacercóaellayledijoconbrusquedad:

—Entiendosurepugnanciaysuodio,peroalmenosenpresenciadeextrañospodíaseralgomáscomedidaydisimularsussentimientos.

Ellasesentóenelbordedelacama,conlaspiernascolgando.Alaluzdelalamparillasusojosparecíangrandesynegros.

—Lepidoperdón—dijo.

Láptev seguía delante de ella y guardaba silencio, pues la agitación y losestremecimientos que recorrían todo su cuerpo le impedían pronunciar palabra. Ella,tambiéntemblorosa,parecíaunadelincuenteenesperadelasentencia.

—¡Cuántosufro!—dijoporfinLáptev,cogiéndoselacabezaconlasmanos—.¡Estoesuninfierno!¡Voyavolvermeloco!

—¿Creequenoespenosoparamí?—preguntóellaconvoztemblorosa—.SóloDiossabeloqueestoypasando.

—Haceyaseismesesqueeresmimujerynohayentualmaniunachispadeamor,niunrastrodeesperanza,niunsolorayodeluz.¿Porquétecasasteconmigo?—prosiguió,desesperado—.¿Porqué?¿Quédemoniotearrojóenmisbrazos?¿Quéesperabas?¿Quéquerías? —ella lo miraba con espanto, como temiendo que fuera a matarla—. ¿Tegustaba?¿Estabasenamoradademí?—continuó,conlarespiraciónentrecortada—.¡No!Entonces,¿porquétecasasteconmigo?Dime,¿porqué?—gritó—.¡Ah,malditodinero!¡Malditodinero!

—¡TejuroporDiosquenofueporeso!—chillóella,santiguándose,anonadadaporelinsulto,yporprimeravezél laoyó llorar—.¡Te juroporDiosqueno!—repitió—.Nopensabaeneldinero,nolonecesito;simplementeteníalaimpresióndequehabíaobradomalalrechazarte.Teníamiedodeecharaperdertuvidaytambiénlamía.¡Yahoraestoypagandomierrorconunsufrimientoinsoportable!

Yuliaestallóenamargossollozos;élcomprendiócuángrandeerasudolory,sinsaberquédecirle,cayóderodillasanteella.

—Basta,basta—balbuceó—.Teheofendidoporqueteamoconlocura—deprontolediounbesoenlapiernay laenvolvióenunabrazoapasionado—.¡Sialmenoshubieraunachispadeamor!—susurró—.¡Miénteme!¡Engáñame!¡Dimequenohasidounerror!

PeroYuliaseguíallorando,yLáptevsediocuentadequeellasoportabasuscariciascomo una consecuencia inevitable de su error, y había recogido, como un pajarillo, lapiernaqueéllehabíabesado.Sintiópenadeella.

Yulia se tumbó y se cubrió la cabeza con las sábanas; él se desvistió y también semetióen lacama.A lamañanasiguienteambossesentíanconfusosynosabíandequéhablar,yLáptevllegóaimaginarsequeYuliaapoyabaconinseguridadlapiernaqueéllehabíabesado.

AntesdelacomidallegóPanaúrovparadespedirse.Yuliasintióunosdeseosenormesdevolverasucasa,asutierranatal.Seríamaravillosomarcharse,pensaba,descansardelavidaconyugal,deesaturbaciónydelaconcienciaconstantedehaberobradomal.DuranteelalmuerzodecidieronquesefueraconPanaúrovysequedaraencasadesupadredosotressemanas,hastaqueleapetecieraregresar.

XI

Yulia y Panaúrov viajaron en un compartimento reservado; él llevaba en la cabeza ungorrodepieldecorderodeformauntantoextraña.

—No, no han satisfechomi petición en San Petersburgo—dijo entre significativaspausasysuspiros—.Prometenmucho,peroluegonoconcretannada.Asíes,queridamía.Hesidojuezdepaz,miembropermanentedelaComisiónLocal,presidentedelConsejodeMagistradosy,porúltimo,consejerodelaDiputaciónProvincial.Creoqueheprestadounbuenservicioalapatriayquemerezcounpocodeatención,peroyaloveusted:noconsigodeningunamaneraquemetrasladenaotraciudad…—Panaúrovcerrólosojosysacudió lacabeza—.Noreconocenmisméritos—prosiguió,comoadormilado—.Yaséquenosoyunadministradorgenial,peroalmenossoyunhombreproboyhonrado,yenlos tiempos que corren eso es una rareza. Confieso que a veces he engañado a algunamujer con excesiva ligereza, pero en lo que respecta al gobierno ruso siempre me hecomportado como un caballero. Pero dejemos esas cosas —dijo, abriendo los ojos—.Hablemosdeusted.¿Porquéselehaocurridodeprontoiravisitarasupadre?

—Pues verá, mi marido y yo hemos tenido algunas diferencias—respondió Yulia,mirandoelgorrodePanaúrov.

—Sí, la verdad es que es un poco raro. Todos los Láptev son raros. Y su maridotodavíapuedepasar,peroFiódores tontoderemate—Panaúrovsuspiróypreguntóconaireserio—:¿Tieneyaalgúnamante?

Yulialomirósorprendidaysoltóunarisita.

—¡SabeDiosloqueestáusteddiciendo!

Pasadasyalasdiez,seaperaronlosdosenunaestaciónimportanteysefueronacenar.Alreanudarelviaje,PanaúrovsequitóelabrigoyelgorroysesentóalladodeYulia.

—Es usted muy bonita, si me permite que se lo diga —empezó—. Perdone estacomparacióndignadeunafonda,peromerecuerdaustedunpepinilloreciénsalado;aúnhuele a invernadero, por decirlo de algúnmodo, pero ya contiene algo de sal y sabe ahinojo. Poco a poco se está convirtiendo usted en una mujer espléndida, maravillosa,fascinante.Sihubiéramosemprendidoesteviajehacecincoaños—añadióconunsuspiro—, habría considerado un agradable placer unirme al cortejo de sus admiradores, peroahora,ay,soyyauninválido.

Conunasonrisatristeyalavezgentil,lacogióporlacintura.

—¡Sehavueltoustedloco!—dijo,ruborizándoseyasustándosetantoquelasmanosylospiesselequedaronfríos—.¡Basta,GrigoriNikolaich!

—¿Dequé tienemiedo,querida?—preguntóPanaúrovconvozmeliflua—.¿Quéestanterrible?Loúnicoquepasaesquenoestáustedacostumbrada.

Ensuopinión,cuandounamujerprotestabaeraporquelehabíacausadoimpresiónyle había gustado. Sin soltarla, le dio un fuerte beso en lamejilla y luego en los labios,totalmente convencido de que le estaba procurando un enorme placer. Yulia sedesembarazóde su turbacióny sumiedoy se echóa reír.Élvolvióabesarlaydijo, altiempoqueseponíasuridículogorro:

—Esoesloúnicoquepuededarleuninválido.Ciertobajáturco,unvejetebondadoso,recibió como regalo, o quizá se trataba de una herencia, todo un harén. Cuando susjóvenesyhermosasmujeressepusieronenfiladelantedeél,éllespasórevista,lesdiounbeso a cada una y comentó: «Eso es lo único que estoy en condiciones de daros». Lomismodigoyo.

A Yulia esa escena se le antojó estúpida e insólita, y la puso de buen humor. Leentraronganasdebromear.Sesubióenelasiento,tarareandounacancioncilla,cogiódelarejillaunacajadebombonesygritó,lanzándoleaPanaúrovuntrozodechocolate:

—¡Atrápelo!

Éllocogió.Ellalearrojóotroriéndoseacarcajadas,luegountercero,yélsiempreloscogíayselosmetíaenlaboca,mirándolaconojossuplicantes;aYulialeparecíaquelosrasgosylaexpresióndesurostroeranmuyinfantilesyfemeninos.Cuando,jadeando,sesentóenelasiento,sindejardemirarloconaireburlón,éllepasódosdedosporlamejillayledijocomoenfadado:

—¡Niñatraviesa!

—Tome—dijoella,entregándolelacaja—.Nomegustaeldulce.

Élsecomiótodoslosbombones,delprimeroalúltimo,yguardólacajavacíaensu

maleta;legustabanlascajascondibujos.

—Bueno,bastadechiquilladas—dijo—.Eshoradequeelinválidosevayaalacama—sacódelabolsadeviajesubatadeBujaráyunaalmohada,setumbóysecubrióconlamanta—. ¡Buenasnoches, palomita!—dijo envozbaja y exhalóun suspiro como si ledolieratodoelcuerpo.

Alpocoratosepusoaroncar.Sinsombraalgunadeembarazo,tambiénellasetendió,ynotardóenquedarsedormida.

Alamañanasiguiente,cuandosedirigíaencochedelaestaciónasucasa,lascallesdesu ciudadnatal le parecieronvacías y despobladas; la nieve, gris; las casas,muybajas,comosialguienlashubieraaplastado.Porelcaminosecruzóconunentierro:almuertolotransportabanenunataúddescubierto,entreflameardeestandartes.

«Dicenqueencontrarseconunmuertodasuerte»,pensó.

En las ventanas de la casa en la que vivióNinaFiódorovna habían pegado cartelesblancosdealquiler.

Conelcorazónencogidoentróenelpatioyllamóalapuerta.Leabrióunadoncelladesconocida, gruesa, adormilada, con una blusa enguatada de mucho abrigo. Mientrassubía por la escalera, Yulia se acordó de que había sido allí donde Láptev le habíaconfesado su amor, pero ahora la escalera estaba sin fregar, llenade rastros depisadas.Arriba,enelfríopasillo,esperabanlospacientes,conlapellizapuesta.Poralgunarazónelcorazónlelatíaacelerado,yeratantalaemociónquesentíaqueapenaspodíaandar.

Elmédico, todavíamásgordo, rojocomoun ladrilloycon loscabellosalborotados,bebía té.Alverasuhija,sealegrómuchoyhastaderramóalgunalágrima.Yuliapensóqueellaconstituíalaúnicaalegríaenlavidadeeseancianoy,conmovida,loabrazóconfuerza y le dijo que se quedaría mucho tiempo con él, hasta la Pascua. Después decambiarsederopaensuhabitación,sedirigióalcomedorparatomareltéencompañíadesupadre,queibadeunrincónaotro,conlasmanosenlosbolsillos,tatareando:«Ru-ru-ru»,señaldequeestabadescontento.

—DebesdepasártelomuybienenMoscú—dijo—.Mealegromuchoporti…Yosólosoyunviejoynonecesitonada.Prontoestirarélapatayosdejaréatodosenpaz.Loquemesorprendeesquetengaelpellejotanduroyaúnsigavivitoycoleando.¡Esincreíble!

Dijoqueeraunviejoburrodecargaencuyoslomossesubíantodos.HabíatenidoquecuidaraNinaFiódorovna,ocuparsedesushijas,organizarsuentierro;eselechuguinodePanaúrovnohabíaqueridosabernadaeinclusolehabíapedidoprestadoscienrublosquetodavíanolehabíadevuelto.

—¡LlévameaMoscúyenciérrameenunmanicomio!—dijoelmédico—.Estoyloco,soyunniñoinocente,yaqueaúnsigocreyendoenlaverdadylajusticia.

Luegoacusó aLáptevde cortedaddemirasporno comprar casasque sevendían aprecios tanventajosos.EntoncesYulia llegóa la conclusióndeque ellano era laúnicaalegríaenlavidadeeseanciano.Mientrassupadrerecibíaalospacientesyluegovisitabaalosenfermosensuscasas,Yuliarecorriólashabitaciones,sinsaberquéhacernienquépensar.Sehabíadeshabituadoyaasuciudadyasucasa:yanolaatraíannilacalle,nisusconocidos,yalrecordarasusamigasdeantañoysuvidadesolteranoseponíatristenisentíanostalgiadelpasado.

Porlatardesevistióconmáseleganciayacudióalasvísperas.Peroenlaiglesiasólohabía gente sencilla, de suerte que su magnífica pelliza y su sombrero no causaron elmenorefecto.Leasaltólasospechadequesehabíaoperadouncambiotantoenlaiglesiacomoensímisma.Anteslegustabaqueenlasvísperasseleyeranlasoracionesdeldíayel coro entonara himnos como, por ejemplo, Abriré mi boca; le gustaba avanzarlentamente,enmediodelamultitud,haciaelsacerdote,depieenmediodela iglesia,yluegosentirensufrenteelóleosagrado;ahora,encambio,sóloesperabaquelafunciónterminase.Y,al salir, teníamiedodeque lospobres lepidiesen limosna:habría sidounaburrimiento detenerse y rebuscar en los bolsillos; además, ya no llevaba encimacalderilla,sólorublos.

Sefuealacamatemprano,perotardóendormirse.Soñóconciertosretratosyconelentierro que había visto por la mañana:metían en el patio el ataúd descubierto con elcadáverysedetenían juntoa lapuertade lacasa; luego, sirviéndosedeunas toallas, lobalanceabanlargoratoyacababanlanzándolocontra lapuerta.Yuliasedespertóypegóun brinco horrorizada. En realidad, alguien estaba llamando abajo, y el alambre de lacampanillachirriabaenlapared,aunquenoseoíaeltimbrazo.

Elmédicosepusoatoser.Ladoncellabajóporlaescalerayalpocovolvióasubir.

—¡Señora!—dijo,llamandoalapuerta—.¡Señora!

—¿Quépasa?—preguntoYulia.

—¡Untelegramaparausted!

Yuiacogióunavelaysalió.Detrásdeladoncellaestabaelmédico,conelabrigoporencimadelaropainterior,tambiénconunavelaenlamano.

—Senoshaestropeadoeltimbre—dijo,bostezandomediodormido—.Hacetiempoquetendríamosquehaberloarreglado.

Yuliaabrióeltelegramayleyó:«Bebemosasusalud.Yártsev,Kochevói».

—¡Ah,quétontos!—dijo,echándoseareír.Sesintióaliviadayalegre.

Devueltaensuhabitación,selavósinhacerruido,sevistió,sepusoaempaquetarsuscosas,operaciónquelatuvoatareadahastaelamanecer,yamediodíapartióparaMoscú.

XII

Durante la Semana Santa los Láptev acudieron a una exposición de pintura en laAcademia de Arte. Fueron en familia, a la moscovita, llevando a las dos niñas, a lainstitutrizyaKostia.

Láptev conocía los nombres de todos los pintores famosos y no se perdía ni unamuestra.Aveces,enverano,élmismopintadapaisajesensudacha;estabapersuadidodequeteníamuybuengustoydeque,sihubieraestudiado,habríapodidoconvertirseenunbuen pintor. Cuando se encontraba en el extranjero, en ocasiones visitaba tiendas deantigüedades,examinabalosobjetosconairedeentendido,expresabasupropiaopinión,comprabaalgunacosa,porlaqueeldueñolecobrabacuantoquería,ylapiezaencuestiónquedaba luegoolvidadaenunacajaoeneldesvánde lacochera,hastaquedesaparecíavayaustedasaberdónde.Obien,entrandoenuncomerciodeestampas,contemplabacondetenimientoyatenciónloscuadros,losbronces,hacíaalgunasobservacionesydeprontoadquiríaunsimplemarcoounainsignificantecajitadepapel.Loscuadrosqueteníaensucasa eran de grandes dimensiones, pero de escaso mérito, y los pocos buenos estabancolgadosensitiosnadaidóneos.Másdeunavezhabíapagadomuchodineroporobjetosquedespuéshabíanresultadoburdasfalsificaciones.Lomássorprendenteeraque,apesarde su inveterada timidez, se comportaba con bastante audacia y aplomo en lasexposicionesdearte.¿Porqué?

Yulia Serguéievna contemplaba los cuadros como sumarido, con los gemelos o lasmanosamododeanteojos; semaravillabadeque laspersonas representadasparecieranvivasy los árboles, auténticos.Perono entendíanada; creíaque en la exposiciónhabíamuchos cuadros iguales y que el único fin del arte consistía en que las personas y losobjetosrepresentadosparecieranverdaderoscuandosecontemplabanatravésdelpuño.

—Ese bosque es de Shishkin[71] —le explicaba su marido—. Siempre pinta lomismo…Yfíjate:¿dóndesehavistoesanievedecolorlila?…Yesemuchachotieneelbrazoizquierdomáscortoqueelderecho.

CuandotodossecansaronyLáptevfueabuscaraKostiapararegresaracasa,Yuliasedetuvodelantedeunpaisajedepequeñasdimensionesylocontemplóconindiferencia.Enprimertérminoaparecíaunarroyuelo,atravesadoporunpuentecillodetroncos;enlaotraorillasedivisabaunsenderoquedesaparecíaenlaoscuramaleza,despuésuncampoyacontinuación,a laderecha,unaporcióndebosque,enunodecuyosextremosardíaunahoguera;probablemente,algunoshombresvigilabanmientrasloscaballospastaban.Yenlontananzaseapagabanlosúltimosresplandoresdelcrepúsculo.

Yuliaseimaginóqueellamismaatravesabaesepuentecilloyluegosealejabacadavezmás por el sendero; a su alrededor reinaba el silencio, interrumpido por el soñolientochillidodelosrascones;unaluztitilabaenladistancia.Depronto,vayaustedasaberporqué,leparecióquehabíavistohacíamucho,yenrepetidasocasiones,esasmismasnubesqueseextendíanporlafranjaenrojecidadelcielo,esebosqueyesecampo;sesintiósolay le entraron ganas de andar y andar por ese sendero, y allí donde se ponía el sol,

centelleabaelreflejodealgoultraterrenalyeterno.

—¡Québienpintadoestátodo!—exclamó,maravilladadequeelcuadro,depronto,sele hubiera vuelto comprensible—. ¡Mira, Aliosha! ¿No es verdad que transmite unsentimientodepaz?

Tratabadeexplicarporquélegustabatantoesepaisaje,peronisumaridoniKostialaentendieron.Seguíacontemplandoelpaisajeconunatristesonrisa,disgustadadequelosdemás no vieran en él nada especial; luego se puso a recorrer de nuevo las salas,examinando loscuadros.Quería comprenderlosyyano tenía la impresióndequeen laexposiciónhubieramuchoscuadrosiguales.Deregresoacasa,cuandoprestóatenciónporprimera vez al enorme cuadro que colgaba en la sala, encima del piano, lo encontródetestableydijo:

—¿Cómopuedequereralguientenercuadrosasí?

Apartirdeesemomento,losmarcosdorados,losespejosvenecianosconfloresyloscuadros como el que estaba colgado sobre el piano, así como los razonamientos de sumaridoydeKostia sobrearte, suscitabanenellaun sentimientode tedioydespecho, avecesinclusodeodio.

La vida seguía su curso habitual día tras día, sin prometer nada de particular. Latemporadadeteatrosehabíaacabado,habíallegadoelbuentiempo.Sesucedíanjornadasespléndidas.UnamañanalosLáptevsedisponíanaacudiralaAudienciaProvincialparaescucharaKostia,quehabíasidonombradodefensordeoficioenunjuicio.Noobstante,tardaronensaliry,cuando llegaronal tribunal,yahabíacomenzadoel interrogatoriodelostestigos.Aunsoldadodeladefensaseleacusabaderoboconfractura.Habíamuchaslavanderas citadas como testigos.Declararonque el acusado iba amenudoa casade ladueñadelalavandería;lavísperadelaExaltacióndelaCruz,sepresentóaúltimahoradelatardeyempezóapedirdineroparabeber,peronadieselodio;entoncessemarchó,perovolvió al cabo de una hora con cerveza y unos dulces de menta para las muchachas.Bebieronycantaroncasihastaelamanecer,yalamañanasiguientedescubrieronquelacerraduradelsobradoestabarotayquefaltabantrescamisasdehombre,unafaldaydossábanas.Kostiapreguntabaa todas las testigos,en tonodeburla,sihabíanbebidode lacervezaquehabíallevadoelacusado.Porlovisto,tratabadedemostrarquelaslavanderassehabíanrobadoasímismas.Pronunciósualegatosin lamenoremoción,mirandoconenfadoalosmiembrosdeljurado.

Explicó lo que era un robo con fractura y un simple robo. Se expresó con muchodetalle, de manera convincente, demostrando una extraordinaria capacidad para hablarlargoy tendidoyconenormeseriedaddecosasarchisabidas.Eradifícilentender loquepretendía.Desuprolijodiscursolosmiembrosdeljuradosólopodíanextraerlasiguienteconclusión: «Hubo fractura, pero no hurto, ya que la ropa se la bebieron las propiaslavanderas,ysihuborobo,fuesinfractura».Peroeraevidentequedecíaprecisamentelo

quedebía,yaquesuarengaconmovióaljuradoyalpúblico,ygustómucho.Cuandosepronunciólasentenciadeabsolución,YuliahizoungestoconlacabezaaKostiayluegoleestrechóconfuerzalamano.

EnmayolosLáptevsetrasladaronasudachadeSokólniki.EnesaépocaYuliaestabayaembarazada.

XIII

Transcurriómásdeunaño.EnSokólniki,cercadelavíadelferrocarrildeYarosavl,YuliayYártsevsehabíansentadoenlahierba;unpocomáslejosestabatumbadoKochevói,lasmanosbajolanuca,mirandoelcielo.Fatigadosdelacaminata,esperabanelpasodeltrendelasseisparairacasaatomarelté.

—Las madres siempre ven algo excepcional en sus hijos, pues así lo quiere lanaturaleza —dijo Yulia—. Una madre puede pasar horas enteras al lado de la cuna,contemplandoentusiasmadalasorejas, losojosy lanaricitadesuhijo.Sialgúnextrañobesaalacriatura,lapobrecreequeesodebeprocurarleungranplacer.Ynosabehablarmásquedesuhijo.Conozcoesadebilidaddelasmadres,perolaverdadesquemiOliaesunaniña fuerade locomún. ¡Cómomiracuandomama! ¡Cómose ríe!Sólo tieneochomeses,perojuroquenohevistounosojostaninteligentesnienniñosdetresaños.

—Porcierto,dígame—preguntóYártsev—.¿Aquiénquieremás,asumaridooalaniña?

Yuliaseencogiódehombros.

—Nosé—dijo—.Nuncahequeridomuchoamimarido,asíquepuededecirseque,enrealidad,Oliaesmiprimeramor.YasabequenomecaséconAlekséiporamor.Antesera tonta, sufría, estaba todo el tiempo pensando que iba a echar a perder su vida ytambién lamía; ahoramedoycuentadequeno senecesitaningúnamor.Todoeso sonbobadas.

—Pero,sinoeselamor,¿quéotrosentimientolaataasumarido?¿Porquéviveconél?

—No lo sé…Debe de ser queme he acostumbrado.Lo aprecio, lo echo demenoscuandopasomucho tiempo sin verlo, pero eso no es amor.Es un hombre inteligente yhonrado,ymebastaconesoparaserfeliz.Esmuybuenoysencillo…

—Alioshaesinteligente,Alioshaesbueno—dijoKostia,levantandoperezosamentelacabeza—.Pero,queridamía,paraconvencersedequeesbueno,inteligenteeinteresantehayquepasarseasuladounaeternidad…¿Ydequélesirvensubondadysuinteligencia?Le procura a usted todo el dinero que quiere, no lo niego, pero, cuando hace falta darmuestrasdecarácter,pararle lospiesaunsinvergüenzaouncaradura,seacobardaysedescompone.LaspersonascomosuamableAlekséisonestupendas,peronovalenparalalucha.Engeneral,novalenparanada.

Porfinaparecióeltren.Delachimeneasalíaunhumorosadoqueseelevabasobreelbosquecillo,ydosventanasdelúltimovagónreverberarondeprontocontantaintensidadquehacíandañoalavista.

—¡Vamosatomarelté!—dijoYuliaSerguéievna,levantándose.

Enlosúltimostiemposhabíaengordadoysusandaressehabíanvueltomásindolentesypropiosdeunaseñora.

—Encualquiercaso,nosepuedevivirsinamor—dijoYártsev,yendotrasella—.Nohacemosmásquehablardelamoryleerlibrosalrespecto,peroamamosmuypoco,yesonoestábien.

—Todoeso sonbobadas, IvánGavrílich—dijoYulia—.La felicidadnoconsisteeneso.

Tomaron el té en el jardincillo, donde florecían la reseda, el alhelí y el tabaco ydespuntaban ya los primeros gladiolos.Yártsev yKochevói, al contemplar el rostro deYulia Serguéievna, se daban cuenta de que estaba atravesando un período feliz deserenidadespiritualyequilibrio,dequenonecesitabanadamásdeloqueyatenía,yesaconstataciónlesproporcionabatambiénaellosunsentimientodepazybienestar.Dijéraseloquesedijera,todoresultabaatinadoyoportuno.Lospinoseranespléndidos,elolordela resina nunca había sido tan maravilloso, la nata estaba exquisita y Sasha era unamuchachabuenaeinteligente…

Despuésdelté,Yártsevcantóunasromanzasacompañándosealpiano,mientrasYuliayKochevóiescuchabanensilencio;sóloYuliase levantabadevezencuandoysalíaensilencioparaecharunvistazoasuhijayaLida,quellevabayadosdíasenlacama,confiebre,ynocomíanada.

—Mi querido y fiel amigo…—cantó Yártsev, y a continuación dijo, moviendo lacabeza—:No, señores,quemematen si entiendoporqué soncontrariosal amor.Sinoestuvieraocupadoquincehorasaldía,meenamoraríasinfalta.

Lacenasesirvióenlaterraza;elambienteeratibioyapacible,peroYuliaseenvolvíaen un chal y se quejaba de la humedad. Cuando oscureció, por alguna razón se sintióincómoda; no paraba de temblar y de rogar a los invitados que no se marcharan; lesescanciabavinoydespuésdelacenaordenóquesirvierancoñac,paraquenosefueran.Noqueríaquedarsesolaconlosniñosyloscriados.

—Losveraneantesestamosorganizandounespectáculoparalosniños—dijo—.Yalotenemos todo: el teatro, los actores, sólo nos falta la obra. Nos han enviado ya unaveintena,perononosvaleninguna.Silegustaelteatroyconocebienlahistoria—añadió,dirigiéndoseaYártsev—,escríbanosunapiezahistórica.

—Comoquiera.

Losinvitadossebebierontodoelcoñacysedispusieronamarcharse.Eranyamásdelasdiez,horabastantetardíaparalosveraneantes.

—¡Quéoscuridad,no sevenada!—dijoYulia, acompañándoloshasta la cancela—.Nosécómovana llegaracasa,señores. ¡Yquéfríohace!—searrebujóaúnmásenelchalyvolviósobresuspasos—.MiAlekséidebedeestarenalgunapartejugandoalascartas—gritódesdeelporche—.¡Buenasnoches!

A un paso de las habitaciones iluminadas no se veía nada. Yártsev y Kochevói,avanzandoatientas,comociegos,llegaronhastalavíadelferrocarrilylaatravesaron.

—No se ve un pimiento—dijoKostia con voz de bajo, deteniéndose ymirando elcielo—.¡Ylasestrellasparecenmoneditasnuevasdequincekopeks!¡Gavrílich!

—¿Qué?—respondióYártsevdesdealgúnlugar.

—Digo que no se ve nada. ¿Dónde estás?—Yártsev, silbando, se acercó a él y locogiódelbrazo—.¡Eh,veraneantes!—gritódeprontoKostiaavozencuello—.¡Hemosatrapado a un socialista! —cuando se achispaba, siempre se mostraba muy inquieto,vociferaba, discutía con los agentes y los cocheros, cantaba, prorrumpía en carcajadasdesaforadas—.¡Naturaleza,queeldiablotelleve!—gritó.

—Bueno,bueno—procurabacalmarloYártsev—.Déjeloya,hagaelfavor.

Susojosnotardaronenacostumbrarsealaoscuridad,yprontolograrondistinguirlassiluetas de los altos pinos y de los postes telegráficos. De las estaciones de Moscúllegaban de vez en cuando silbidos, los cables zumbaban quejumbrosos. El bosque, encambio, no emitía sonido alguno, y en su silencio se percibía cierto matiz de orgullo,fuerzaymisterio;ahoraqueeradenocheparecíaque lascopasde lospinos rozabanelcielo.Losdosamigosencontraronelsenderoylosiguieron.Laoscuridaderatotal,sólolalarga franja del cielo, sembrado de estrellas, y el suelo endurecido que pisaban lespermitíansaberqueavanzabanpor lavereda.Caminabanjuntos,sinpronunciarpalabra,conlasensacióndequealguienveníaasuencuentro.Losefectosdelalcoholsedisiparon.AYártsevledioporpensarquequizáporesebosquevagaranlasalmasdeloszares,delosboyardosydelospatriarcasmoscovitas,yestuvoapuntodedecírseloaKostia,perosecontuvo.

Cuando llegarona laspuertasde la ciudad, el cielo empezabaa clarear.Siempreensilencio,Yártsev yKochevói avanzaron por una calzada bordeada de dachasmodestas,fondas y depósitos de madera; bajo el puente de un ramal, los envolvió una humedadagradable,conoloratilo,yalpocodesembocaronenunacalleanchaylarga,enlaquenose veía un alma ni brillaba una sola luz… Cuando llegaron a Krasni Prud ya estabaamaneciendo.

—Moscú es una ciudad a la que aún le queda mucho por sufrir —dijo Yártsev,mirandoelmonasteriodeSanAlejo.

—¿Quétehacepensarasí?

—Nolosé.MegustamuchoMoscú.

TantoYártsevcomoKostiahabíannacidoenMoscú,laadorabany,poralgunarazón,semostrabanhostilesconlasdemásciudades.EstabanconvencidosdequeMoscúeraunaciudadmaravillosayRusia,unpaísmaravilloso.TantoenCrimea,comoenelCáucasoyen el extranjero se aburrían, se sentían incómodos y molestos, y encontraban sano yagradableeltiempogrisáceodeMoscú.Losdíasenquelalluviafríabatíaenloscristales,oscurecía en seguida y losmuros de las casas y de las iglesias adquirían una tonalidadparduscay tristona, esosdías enqueunono sabíaquéponersepara salir a la calle, losembargabaunaagradableexcitación.

Porfin,cercadelaestación,tomaronuncoche.

—Laverdadesqueseríaunabuenaideaescribirunaobrahistórica—dijoYártsev—,pero sin los Liapunov[72] y los Godunov, ambientada en los tiempos de Yaroslav o deVladímir Monómaco[73]… Me repugnan todas las obras históricas rusas, excepto elmonólogo de Pimen[74]. Cuando consultas alguna fuente histórica o lees unmanual dehistoria rusa, tienes la impresión de asistir a una sucesión ininterrumpida deacontecimientosinteresantesydepersonajesextraordinariosygeniales,perocuandovasal teatro averunapiezahistórica, sacas la conclusióndeque lavida rusa esmediocre,enfermiza,pocooriginal.

CercadelacalleDmítrovna,losdosamigossesepararon,yYártsevsiguióenelcochehastasucasa,enlacalleNikítskaia.Mediodormido,sebalanceabadeunladoaotroynodejabadepensarenlaobra.Deprontoseimaginóunestrépitoespantoso,acompañadodeun entrechocar de armas y de gritos en una lengua incomprensible, quizá calmuco;tambiénviounaaldeaenvueltaenllamas; losbosquescercanos,cubiertosdeescarchayteñidosdeunrosapálidoporel fulgordel incendio, sevislumbrabanen lontananzacontantaclaridadquesepodíadistinguircadaabeto;gentesalvaje,acaballoyapie,recorrelaaldea,ytantoloshombrescomolasmonturastienenlamismatonalidadpurpúreaqueelresplandor del cielo. «Son polovtsianos[75]», piensa Yártsev. Uno de ellos, viejo,espantoso,conelrostroensangrentado,todoquemado,ataalasillaaunamuchacharusade blanco rostro. El anciano grita furioso y la muchacha lo mira con ojos tristes einteligentes…Yártsevsacudiólacabezaysedespertó.

—Miqueridoyfielamigo—canturreó.

Mientraspagabaalcocheroysubíaporlaescalera,aúnnodespejadodeltodo,seguíaviendo cómo las llamas alcanzaban el bosque, y los árboles crepitaban y se cubrían dehumo; un enorme jabalí, enloquecido de terror, vagaba por la aldea…Y lamuchacha,atadaalarzón,loveíatodo.

Cuando entró en su casa, ya había amanecido.Sobre el piano, junto a una partitura

abierta, dos velas acababan de consumirse. Rassúdina, con un vestido negro, un anchocinturónyunperiódicoenlamano,estabatumbadaenelsofá,profundamentedormida.Probablementehabíaestadotocandomuchotiempo,esperandoqueregresaraYártsev,yalfinalsehabíaquedadodormida.

«¡Nohaaguantadomás!»,pensó.

Lequitóconcuidadoelperiódicodelasmanos,lacubrióconunamanta,apagólaluzysefueasudormitorio.Metidoyaenlacamanodejabadepensarenlaobrahistórica,yelestribillo«Miqueridoyfielamigo»noseleibadelacabeza.

AlcabodedosdíasLáptevpasóunmomentoporsucasaparadecirlequeLidahabíaenfermadodedifteriayhabíacontagiadoaYuliaSerguéievnaya lacriatura.Cincodíasmás tarde llegó la noticia de que Lida y Yulia se estaban recuperado; la pequeña, encambio,habíafallecidoylosLáptevhabíandecididoabandonarSokólnikiatodaprisayregresaraMoscú.

XIV

A Láptev se le hacía insoportable quedarse mucho tiempo en casa. Su mujer solíamarcharsealpabellón,conlaexcusadequedebíaocuparsedelasniñas,peroélsabíaquenoibaallíporesemotivo,sinoallorarencompañíadeKostia.Transcurrieronnuevedías,luegoveinte,mástardecuarenta,yhabíaqueseguiryendoalcementeriodeSanAlejoaescuchareloficiofúnebre,yluegoatormentarsedurantejornadasenteras,pensandosóloenesa criaturadesdichadaydiciendo todaclasede lugares comunespara consolar a sumujer.Apenasibayaalalmacénysóloseocupabadeobrasdebeneficencia,inventándosedistintas tareas y gestiones, y se alegraba cuando cualquier menudencia lo obligaba apasarse el día entero de un lado para otro. En los últimos tiempos había planeadomarcharse al extranjero para informarse de cómo funcionaban en otros países losalberguesnocturnos,yesepensamientoleservíadedistracción.

Era un día de otoño. Yulia acababa demarcharse al pabellón a llorar; en cuanto aLáptev, tumbado en el sofá de su despacho, pensaba adónde podía ir. En ese precisoinstantePiotrleanuncióquehabíallegadoRassúdina.Láptevsealegrómucho,sepusoenpiedeunsaltoysalióalencuentrodesuinesperadavisita,suantiguaamiga,delaqueyacasisehabíaolvidado.Nohabíacambiadonadadesde la tardeenque lavioporúltimavez,seguíasiendolamisma.

—¡Polina!—exclamó, tendiéndole ambasmanos—. ¡Cuánto tiempo ha pasado! ¡Sisupieracuántomealegrodeverla!¡Hagaelfavordepasar!

Rassúdina,amododesaludo,lepegóuntirónenlamano,y,sinquitarseelabrigonielsombrero,entróeneldespachoysesentó.

—Sólomequedaréunmomento—dijo—.Notengotiempoparahablardetonterías.Hagaelfavordesentarseyescucharme.Medaabsolutamenteigualsisealegraustedono

de verme, porqueme importa un bledo la benévola atención de los caballeros. Sólo hepasadoporaquíporque,despuésdeacudiracinco lugaresdistintos,noherecibidomásquenegativas,yelasuntoesurgente.Escuche—prosiguió,mirándoloalosojos—,cincoestudiantesalosqueconozco,bastantelimitadosytorpes,peropobresdesolemnidad,nohanpodidopagar lamatrículayvanaexpulsarlos.Losmediosdequedisponeusted loobliganairahoramismoalauniversidadyhacersecargodeesascostas.

—Conmuchogusto,Polina.

—Aquítienesusapellidos—dijoRassúdina,entregándoleaLáptevunanota—.Vayaenseguida;yatendráustedtiempomástardededisfrutardelafelicidadconyugal—enesemomento,alotroladodelapuertaqueconducíaalasala,seoyóunaespeciederumor:probablemente era el perro que se rascaba.Rassúdina enrojeció y se puso enpie de unsalto—.¡SuDulcineanosestáescuchando!—exclamó—.¡Quéasco!

ALáptevledolióquefuerataninjustaconsumujer.

—Noestáaquí,estáenelpabellón—dijo—.Yleruegoquenohabledeellaenesetono.Senoshamuertonuestrahija,yestásufriendomuchísimo.

—Puedetranquilizarla—dijoRassúdinaconunarisita,volviendoasentarse—.Tendráunadocenamás.¿Quéinteligenciasenecesitaparatraerniñosaestemundo?

Láptev recordó que había oídomuchas veces ese comentario u otro parecido hacíamuchotiempo,yporuninstanteloenvolvióelefluviodelapoesíadelpasado,desuvidalibreydespreocupadadesoltero,cuandoaúnsesentíajovenycapazdetodo,noamabaasumujerynoteníaningúnrecuerdodesuhija.

—Vayamosjuntos—dijo,desperezándose.

Cuando llegaron a la universidad, Rassúdina se quedó esperando en la entrada,mientrasLápteventrabaenlasecretaría.Alcabodeunrato,regresóyentregóaRassúdinacincorecibos.

—¿Adóndesedirigeahora?—lepreguntó.

—AcasadeYártsev.

—Laacompaño.

—Peroleimpedirátrabajar.

—Yaverácomono—dijoyselaquedómirandoconexpresiónsuplicante.

Llevabaunsombreronegro,comodeluto,conunadornodecrespón,yunabrigomuygastadoymuycorto,conlosbolsillosdeformados.Sunarizparecíamáslargaqueantes,ysu cara no tenía ni un atisbo de color, a pesar del frío.A Láptev le agradaba seguirla,obedecerlayoírlarefunfuñar.Mientrasandaba,ibapensandoenella:«¡Quéfuerzainteriortendrá esta mujer para parecer tan fascinante a pesar de ser tan poco atractiva, tan

angulosa y tan inquieta, por no hablar ya de su horrible vestuario, sus cabellosdespeinadosysueternodesaliño!».

EntraronencasadeYártsevporlapuertatrasera,atravesandolacocina; lacocinera,una viejecitamuy pulcra, con rizos grises, se turbómucho al verlos, esbozó una dulcesonrisaqueconfirióasufinorostrounaaparienciadetortaydijo:

—Pasen,porfavor.

Yártsev no estaba en casa. Rassúdina se sentó al piano y se puso a ensayar unosejerciciosaburridosycomplicados.Comolehabíaordenadoquenolamolestara,Láptev,enlugardedistraerlaconsuconversación,sesentóaciertadistanciaysepusoahojearElMensajero de Europa. Después de tocar un par de horas, que era su dosis cotidiana,Rassúdinacomióalgoenlacocinaysefueadarsusclases.Láptevleyólacontinuaciónde una novela y luego se quedó un buen rato sentado, sin experimentar el menoraburrimiento,apesardequehabíadejadodeleer,muysatisfechodequefuerademasiadotardeparairacomeracasa.

—¡Ja, ja, ja!—seoyó la risadeYártsev, y al poco apareció en lahabitación, sano,animoso,rubicundo,conunfracnuevodebotonesbrillantes—.Ja,ja,ja.

Losdosamigoscomieronjuntos.LuegoLáptevsetumbóenelsofá,mientrasYártsevsesentabaasuladoyencendíauncigarrillo.Habíacaídoyalanoche.

—Por lo visto me estoy haciendo viejo —dijo Láptev—. Desde que murió mihermana,Nina,heempezadoapensaramenudoenlamuerte,vayaustedasaberporqué.

Sepusieronahablarde lamuerte,de la inmortalidaddel alma,de lo agradablequesería resucitar e irvolandohastaMarte,vivir siempre felices, encompletaociosidad,y,sobretodo,pensardeunmododistinto,noalamaneradelaTierra.

—Yonotengoganasdemorir—dijoYártsevenvozbaja—.Ningunafilosofíapuedereconciliarmeconlaideadelamuerte,queconsiderounaaniquilación,nimásnimenos.Quierovivir.

—¿Amaustedlavida,Gavrílich?

—Sí.

—Puesyonoconsigoaclararmesobreeseparticular.Miestadodeánimounasvecesessombríoyotras,indiferente.Soytímido,inseguro,temerosopornaturaleza,incapazdeadaptarmealavida,dedominarla.Algunosdicenbobadasosededicanaengañar,y,sinembargo, viven tan contentos; yo, en cambio, hago el bien conscientemente y sóloexperimento inquietudounacompleta indiferencia.Laúnicaexplicaciónqueencuentro,Gavrílich,esquesoyunesclavo,unnietodeunsiervodelagleba.Antesdequenosotros,plebeyos, encontremos el verdadero camino, muchos de los nuestros perecerán en elintento.

—Todo eso está muy bien, amigomío—dijo Yártsev con un suspiro—, pero sólodemuestraunavezmásloricayvariadaqueeslavidarusa.¡Ah,quéricaes!¿Sabeusted?Cadadíameconvenzomásdequenoshallamosalaspuertasdeuntriunfoapoteósico,ymegustaríavivirparapoderparticipar.Créameonomecrea,peroenmiopiniónestamosasistiendoaldesarrollodeunageneraciónexcepcional.Esunadeliciaenseñaraloschicos,ysobretodoalaschicas.¡Unosmuchachosmaravillosos!—Yártsevseacercóalpianoytocóunacorde—.Soyquímico,piensocomounquímicoymorirécomounquímico—prosiguió—.Perotengounapetitovorazytemomorirantesdehabermesaciado.Ynomebastaconlaquímica,tambiénmeocupodelahistoriadeRusia,delahistoriadelarte,delapedagogía,de lamúsica…Esteverano sumujermepropusoqueescribieraunaobrahistórica,yahoratengoganasdeponermemanosalaobra;creoquepodríapasarmetresdíasenterossinlevantarmedelamesa,escribiendosinparar.Lasimágenesmeagotan,seamontonan en mi cabeza y noto los latidos de la sangre en el cerebro. No quieroconvertirme en un ser excepcional ni crear una obra maestra, sólo quiero vivir, soñar,albergaresperanzas,noperdermenada…Lavidaesbreve,amigomío,yhayquevivirladelmejormodoposible.

Despuésdeesaconversaciónamistosa,queseprolongóhastalamedianoche,LáptevempezóavisitaraYártsevcasiadiario.Sesentíaatraídoporél.Solíapresentarseantesdelacaídadelatarde,setumbabaenunsofáyesperabapacientementesullegada,sinprobarel menor aburrimiento. Cuando Yártsev regresaba de sus ocupaciones, almorzaba yretomaba sus actividades, pero Láptev le formulaba una pregunta, se iniciaba unaconversaciónyyanoeracuestióndetrabajar.Losdosamigossedespedíanamedianoche,muysatisfechoselunodelotro.

Peroesasituaciónnoseprolongómucho.Undía,alllegaracasadeYártsev,Láptevsólo encontró aRassúdina, que estaba sentada al piano, ocupada con sus ejercicios.Alverlo,ledirigióunamiradafría,casihostil,ylepreguntó,sindarlelamano:

—Dígame,porfavor,¿cuándoterminaráesto?

—¿Aquéserefiere?—preguntóLáptev,sincomprender.

—VieneaquícadadíaynodejatrabajaraYártsev.Yártsevnoesuncomerciante,sinoun científico: cadaminuto de su tiempo es precioso. ¡Debe usted entenderlo y tener almenosunpocodedelicadeza!

—Siconsideraustedquelomolesto—dijoLáptev,sumisoyturbado—,interrumpirémisvisitas.

—Estupendo.Váyaseahoramismo,novayaaserquevuelvayloencuentreaquí.

El tono con queRassúdina pronunció esas palabras y la indiferencia de sus ojos lodesconcertaron totalmente. Ya no sentía nada por él, sólo deseaba que desaparecieracuanto antes… ¡Qué diferencia con su amor de antaño! Se marchó sin darle la mano,creyendo que ella lo llamaría y le diría que volviera, pero las escalas se reanudaron.

Mientras bajaba lentamente por la escalera, comprendió que se había convertido en unextrañoparaesamujer.

Dosotresdíasdespués,Yártsevfueabuscarloparapasarconéllavelada.

—Tengoquecomunicarleunanoticia—dijo,echándoseareír—.PolinaNikoláievnasehamudadoamicasa—sesintióuntantoconfusoyprosiguióenvozbaja—.¿Yporquéno?Desdeluego,noestamosenamorados,perocreoqueeso…noimporta.Mealegrapoder ofrecerle un techo, algo de sosiego y la posibilidad de no trabajar si se poneenferma;ellasefiguraquesupresenciaharáquemividaseamásordenadayque,bajosuinfluencia,meconvertiréenungrancientífico.Esoes loquepiensa.Bueno,dejémosla.Losmeridionalessuelendecirquelaimaginaciónvuelvericosalostontos.¡Ja,ja,ja!—Láptevguardósilencio.Yártsevsepaseóporeldespacho,contemplandounoscuadrosqueyahabíavistomultituddeveces,yalcabodeunratoañadióconunsuspiro—:¡Sí,amigomío! Soy tres años mayor que usted y ya es tarde para pensar en el amor verdadero;además, unamujer como PolinaNikoláievna es un hallazgo paramí; viviremos feliceshasta lavejez,peroel casoesque sientociertanostalgia,undeseo impreciso, eldiablosabráporqué.EscomosiestuvieratendidoenunvalledeDaguestán[76],soñandoquemeencuentroenunbaile.Enotraspalabras,elhombrenuncaestásatisfechoconloquetiene.

Pasóalasalay,comositalcosa,sepusoacantarromanzas,mientrasLáptev,sentadoensudespacho,cerraba losojosy tratabadecomprenderporquéPolina sehabía idoavivirconYártsev.Luegoloembargóunaprofundatristeza,alpensarquenohabíaafectosconstantesniduraderos;loirritabaquePolinaNikoláievnasehubieraunidoaYártsevyseenfadabaconsigomismoporquesussentimientosporsumujernofueranlosmismosdeantaño.

XV

Sentado en una mecedora, Láptev leía; a su lado estaba Yulia, también sumida en lalectura.Parecíaquenoteníannadaquedecirse,apesardequenohabíanintercambiadounasolapalabradesdelamañana.Devezencuandoéllamirabaporencimadellibroypensaba: «¿Acaso no es lomismo casarse locamente enamorado que casarse sin sentiramoralguno?».Ylostiemposenqueloatormentabanloscelos,sealterabaysufríaseleantojabanmuylejanos.HabíapasadounatemporadaenelextranjeroyahoradescansabadelviajeyhacíaplanesparatrasladarselapróximaprimaveraaInglaterra,paísdondesehabíaencontradomuyagusto.

YuliaSerguéievna,porsuparte,sehabíaacostumbradoasudoloryyanosemarchabaalpabellónallorar.Entodoelinviernonohabíaidodecompras,nihabíaacudidoalteatroni a los conciertos; había preferido quedarse en casa. Poco amiga de las habitacionesgrandes,estabasiempreeneldespachodesumaridooensucuarto,dondeteníalosiconosquehabíarecibidocomodoteyesepaisajequetantolehabíagustadoenlaexposición.Nogastabacasinadaenellamismaymanejabatanpocodinerocomocuandovivíaencasade

supadre.

Elinviernotranscurríasinalegrías.EntodaslascasasdeMoscúsejugabaalascartas,y,siaalguiense leocurríacualquierotropasatiempo,como,porejemplo,cantar, leeropintar,elresultadoeratodavíamástedioso.Porotrolado,comoenMoscúhabíatanpocaspersonasdetalentoyentodaslasveladasparticipabanlosmismoscantantesyrecitadores,poco a poco el placer de esas actividades artísticas fue desvaneciéndose, hasta acabarconvirtiéndoseparamuchosenunaobligaciónaburridaymonótona.

Además, en casa de los Láptev no pasaba un solo día sin que se produjera algunacontrariedad.ElviejoFiódorStepánichveíamuymalyyanoibaalalmacén;losoculistasafirmaban que no tardaría en quedarse ciego; también Fiódor, por alguna razón, habíadejadode iralalmacén,ysepasabatodoel tiempoencasa,escribiendo.APanaúrovlohabíantrasladadoaotraciudad,ascendiéndoloaconsejerodeEstadoefectivo;ahoravivíaenelhotelDresdeycasitodoslosdíasibaaveraAlekséiparapedirledinero.Kish,porfin, había concluido sus estudios universitarios y, mientras esperaba que los Láptev leencontraranunacolocación, sepasabaconellosdíasenteroscontandohistorias largasyaburridas.Todoesocausabafastidioyfatigayhacíadesagradablelavidacotidiana.

Piotr entró en el despacho y anunció la llegada de una señora desconocida. En latarjetaquelehabíaentregadopodíaleerse:«IosefinaIosífovnaMilán».

YuliaSerguéievnaselevantócondesganaysaliócojeandounpoco,porqueselehabíadormido una pierna. En el umbral apareció una señora delgada, muy pálida, con cejasoscuras y vestida toda de negro. Se llevó las manos al pecho y exclamó con vozsuplicante:

—¡Monsieur Láptev, salve usted amis hijas!—Láptev reconoció el tintineo de laspulserasylasmanchasdepolvosenelrostro:eralaseñoraencuyacasahabíacometidolaindelicadezadecomerpocoantesdecasarse, lasegundamujerdePanaúrov—.¡Salveamishijas!—repitió;surostroseestremeció,adquiriendodeprontounaspectoavejentadoylastimoso,susojosseenrojecieron—.Sóloustedpudesalvarnos.¡ParaveniraMoscúhegastadotodoeldineroquemequedaba!¡Mishijassemorirándehambre!

Hizoademándeponersederodillas.Láptev,asustado, lacogióporencimadelcodoparaimpedírselo.

—Siéntese,siéntese…—balbució,ofreciéndoleunsillón—.Hagaelfavordesentarse.

—Nisiquieratenemosdineroparacomprarpan—dijo—.GrigoriNikolaichsemarchaasunuevodestino,peronoquierellevarnosconélysegastaensuspropiasnecesidadeseldineroquecon tantagenerosidadnoshaestadoustedmandando.¿Quépodemoshacer?¿Qué?¡Pobresniñasdesventuradas!

—Leruegoquesetranquilice.Daréordenenlaoficinadequeenvíeneldineroasunombre.

Laseñoraestallóensollozos,luegosetranquilizó,yLáptevreparóenquelaslágrimashabíanabiertosurcosensusmejillasempolvadasyenqueteníaunpocodebigote.

—Sugenerosidadnoconocelímites,monsieurLáptev.Peroquisierapedirleotracosa:seanuestroángeldelaguardia,nuestrahadabenéfica,ypersuadaaGrigoriNikolaichdequenomeabandoneymelleveconél.Loamo,loamoconlocura,estodamialegría.

Láptev le dio cien rublos, le prometió que hablaría conPanaúrov y la acompañó alvestíbulo,temiendoquevolvieraaecharseallorarosepusieraderodillas.

AcontinuaciónllegóKish.LuegoaparecióKostiaconunaparatofotográfico.Enlosúltimostiempossehabíaaficionadoalafotografíayretratabavariasvecesaldíaatodaslaspersonasdelacasa;esanuevaocupaciónlecausabatantosdisgustosquehastahabíaadelgazado.

AntesdeltévespertinollegóFiódor.Sesentóenunrincóndeldespacho,abrióunlibroy pasó un buen ratomirando lamismapágina, aunque era evidente que no leía.Luegobebió el té poco a poco; tenía la cara roja.Láptev se sentía incómodo en su presencia;hastasusilencioledesagradaba.

—YapuedesfelicitaraRusiaporlaaparicióndeunnuevopublicista—dijoFiódor—.Enfin,bromasaparte,heescritounarticulillo,paraafilarlapluma,comosueledecirse,ylohetraídoparaenseñártelo.Léelo,querido,ydametuopinión.Peroqueseasincera.

Sacódelbolsillouncuadernoyse loentregoasuhermano.Elartículo, titulado«Elalma rusa», estaba escrito en ese estilo aburrido e incoloro que suelen emplear laspersonas carentes de talento, pero secretamente orgullosas. La idea principal era lasiguiente: un hombre inteligente tiene derecho a no creer en lo sobrenatural, pero estáobligadoaocultarsuincredulidadparanotentaralosdemásniquebrantarsufe;sinfenopuede haber idealismo, y el idealismo está destinado a salvar a Europa ymostrar a lahumanidadelverdaderocamino.

—PeronoexplicasdequéhayquesalvaraEuropa—dijoLáptev.

—Esosesobrentiende.

—Nadadeeso—dijoLáptev,paseándosemuyagitado—.Noentiendoporquélohasescrito.Peroesoescosatuya.

—Quieropublicarloenunfolleto.

—Allátú.

Guardaronsilenciouninstante.Fiódorsuspiroydijo:

—Lamento mucho, muchísimo, que pensemos de manera diferente. ¡Ah, Aliosha,Aliosha,miqueridohermano!Losdos somos rusos,ortodoxos, tenemosampliasmiras.¿Acasosondignasdenosotrosesasideasdealemanesyjudíos?Nosotrosnosomosunosbribonescualesquiera,sinolosrepresentantesdeunailustrefamiliadecomerciantes.

—¿Una ilustre familia? —farfulló Láptev, reprimiendo su irritación—. ¡Menudafamiliailustre!Anuestroabueloloazotabanlospropietariosyhastaelúltimofuncionariologolpeabaenlosmorros.Elabuelopegabaanuestropadre,nuestropadrenospegabaatiy amí. ¿Qué nos ha dado, a ti y amí, esa ilustre familia? ¿Qué nervios y qué sangrehemosrecibidoenherencia?Haceyacasitresañosquerazonascomounsacristán,dicestoda clase de bobadas y ahora te da por escribir ese delirio de esclavo. ¿Y yo? ¿Yo?Mírame…Niagilidad,niaudacia,ni fuerzadevoluntad; tengomiedodecadapasoquedoy,comosifueranazurrarme,meacobardoantenulidades,idiotasybrutosinfinitamenteinferioresamítantoenelordenintelectualcomoenelmoral;measustanlosporteros,losujieres,lospolicías,losgendarmes;lostemoporquemedioaluzunamadreacorralada,porquedesdelainfanciamehanpegadoyatemorizado…Túyyoharíamosmuybienenno tener hijos. ¡Ah, ojalá quiera Dios que acabe con nosotros esta ilustre familia decomerciantes!

YuliaSerguéievnaentróeneldespachoysesentójuntoalamesa.

—¿Dequéestáisdiscutiendo?—preguntó—.¿Noosestarémolestando?

—No, hermanita —respondió Fiódor—. Estábamos hablando de una cuestión deprincipios. Tú dices que nuestra familia es esto y lo otro—añadió, dirigiéndose a suhermano—,cuandoesafamiliahalevantadounnegocioquevalemillones.¡Nocreoqueseapoco!

—¡Vayaunacosa,unnegociomillonario!Unhombresinuna inteligenciaparticular,sin capacidades de ningún tipo, se convierte en comerciante por casualidad y luego sevuelverico;traficadíatrasdía,sinningúnsistema,sinningúnfin,sintenersiquieraansiade dinero; trafica maquinalmente, y es el dinero el que viene a él, no él al dinero.Consagra toda su vida al negocio, actividad que acaba gustándole simplemente porquepuededarórdenesalosempleadosyburlarsedelosclientes.Esmayordomoenlaiglesiaporqueasípuedeejercersupodersobreloschantresytenerlosbajosuférula;escuradorde una escuela porque le gusta pensar que elmaestro es un subordinado suyo y puededarseairesdesuperioridad.Anuestrocomercianteloquelegustanoestraficar,sinodarórdenes.¡Yencuantoavuestroalmacén,noesunaempresacomercial,sinounacárcel!Sí,paraunnegociocomoelvuestrosenecesitanempleadossinpersonalidadnirecursos,yvosotros mismos los vais preparando, obligándolos desde niños a haceros reverenciashastaelsueloporunpedazodepaneinculcándolesdesdelainfancialaideadequesoissusbenefactores.¡Seguroquenoadmitesentualmacénaununiversitario!

—Losuniversitariosnosirvenparanuestronegocio.

—¡Noesverdad!—gritóLáptev—.¡Mentira!

—Perdona,peromeparecequeestásescupiendoenelpozodelquesacasagua—dijoFiódor, poniéndose en pie—. Nuestro negocio te repugna, pero te aprovechas de losbeneficiosquereporta.

—¡Ah,yasalimosconeso!—exclamóLáptevyseechóareír,aunquemirócoléricosuhermano—.Sí,sinopertenecieseavuestrailustrefamilia,tendríaalmenosunadarmedevoluntadyvalor,mehabría desembarazadohace tiempode esosbeneficiosyhabríabuscado la manera de ganarme el pan. ¡Pero vosotros, en vuestro almacén, me habéisprivadodemipersonalidaddesdelainfancia!¡Ahorasoyvuestro!

Fiódorconsultóelrelojyseapresuróadespedirse.BesóaYuliaenlamanoysaliódeldespacho,pero,enlugardedirigirsealvestíbulo,pasóalasalaydespuésaldormitorio.

—Heolvidadoladisposicióndelashabitaciones—dijo,presadeunagranconfusión—.Quécasatanextraña.¿Noesciertoqueesmuyextraña?

Mientras seponía lapelliza, estabacomoaturdidoy su rostrodenotaba sufrimiento.Láptevyanosesentíairritado;estabaalgoasustadoyalmismotiempoledabapenadesuhermano;elcálidoynobleamorfraternalque,segúncreía,sehabíaapagadoenesostresaños,sereavivóensupechoysintióundeseoincontenibledeexpresarlodealgúnmodo.

—Fiódor, vente mañana a comer con nosotros —dijo, pasándole la mano por elhombro—.¿Vendrás?

—Sí,sí.Perodameunpocodeagua.

ElpropioLáptevfuecorriendoalcomedor,sacódelaparadorloprimeroquelevinoalamano—unajarraparacerveza—,lallenódeaguayselaentregóasuhermano.Fiódorsepusoabeberconansia,perodeprontomordiólajarra,seoyóunchirridoydespuésunsollozo.Elaguasederramóporlapellizaylachaqueta.YLáptev,quenuncahabíavistollorar a un hombre, se quedó inmóvil, aturdido y asustado, sin saber qué hacer. Miródesesperado cómoYulia y la doncella le quitaban a Fiódor la pelliza y lo llevaban devueltaalinteriordelacasa,yacontinuaciónlossiguió,sintiéndoseculpable.

YulialepidióaFiódorqueseacostarayacontinuaciónsearrodillóasulado.

—Noesnada—dijo,tratandodeconsolarlo—.Unsimpleataquedenervios…

—¡Ah,quépesadumbre,querida!—exclamó—.Soytandesdichado…Peroos loheocultadotodoeste tiempo—lepasóunbrazoporelcuelloy lesusurróaloído—:CadanocheveoamihermanaNina.Vieneysesientaenelsillónquehayjuntoamicama.

Al cabo de una hora, cuando volvió a ponerse la pelliza en el vestíbulo, estaba yasonrienteyse sentíaavergonzadodehaberdadoeseespectáculodelantede ladoncella.LáptevloacompañóhastalacallePiátnitskaia.

—Venmañanaacomer—ledijoporelcamino,cogiéndolodelbrazo—.YenPascuanosiremostodosalextranjero.Necesitascambiardeaires,acabarconestamonotonía.

—Sí,sí.Irécontigo…Yllevaremostambiénanuestrahermanita.

Al regresar a casa, Láptev encontró a su mujer en un estado de intensa excitaciónnerviosa. Lo sucedido a Fiódor la había impresionado y no había manera de que se

tranquilizara.No lloraba, pero estabamuypálida, se agitaba en la camay aferraba condedosfríosyagarrotadostanprontolamantacomolaalmohadaolasmanosdesumarido,aquienmirabaconojosdesencajadosyhorrorizados.

—No tealejes,no tevayas—lesuplicaba—.Dime,Aliosha,¿porquéhedejadoderezar? ¿Qué ha pasado con mi fe? Ah, ¿por qué habéis hablado de religión en mipresencia?Tusamigosytúmehabéisconfundido.Yanorezo.

Láptevlepusounacompresaenlafrente,lecalentólasmanos,leofrecióunatazadeté,mientrasella,asustada,seapretabacontraél…

Porlamañana,rendidadecansancio,sequedódormida;Láptev,sentadoasulado,leteníacogida lamano.Comonopegóojoen todalanoche,sepasótodoeldíasiguientecomosonámbulo,embotado,sinpensarennada,vagandosinrumboporlashabitaciones.

XVI

LosmédicosdictaminaronqueFiódorpadecíaunaenfermedadmental.LáptevnosabíaloquesucedíaenlacallePiátnitskaia,yeloscuroalmacén,porelqueyanoaparecíannielancianoniFiódor, le causaba la impresióndeunacripta.Cuandosumujer ledecíaquedebíairadiariotantoalacasadelacallePiátnitskaiacomoalalmacén,obienguardabasilencio o se ponía hablar con enfado de su infancia, asegurando que no se sentía confuerzasparaperdonarasupadreloquehabíahechoenelpasado,quelacasadelacallePiátnitskaiayelalmacénselehabíanvueltoodiosos,etc.

Undomingoporlamañana,lapropiaYuliafuealacallePiátniskaia.SeencontróalviejoFiódorStepánichenlamismasalaenlaquesehabíacelebradoeloficiodeaccióndegraciasconocasióndesullegada.Consuchaquetadelienzo,sincorbata,enzapatillas,elanciano,inmóvilensusillón,pestañeabaconsusojosciegos.

—Soyyo,sunuera—dijoYulia,acercándoseaél—.Hevenidoavercómoestá.

El anciano, emocionado, empezó a respirar con dificultad.Yulia, conmovida por sudesdichaysusoledad,lebesólamano,mientraséllepalpabalacaraylacabezay,unavezconvencidodequeeraella,hizosobresufrentelaseñaldelacruz.

—Gracias,gracias—dijo—.Semehannubladolosojosynoveonada…Percibolaventana y el fuego como un resplandor borroso, pero no distingo a las personas ni losobjetos.Sí,meestoyquedandociego,Fiódorseencuentramal,ylosnegociosnomarchancuandoeldueñonolosvigila.Siseproducealgúndesmán,nohaynadiequepuedapedircuentas, y el personal acaba haciendo lo que le da la gana. ¿Y de qué ha enfermadoFiódor?¿Esqueseharesfriado?Yonuncaheestadomaloniherecibidotratamiento.Entodamividaheidoalmédico.

Y el anciano, como de costumbre, empezó a alabarse. Entre tanto, los criados seapresuraronaponerlamesadelsalónyasacarunosentremesesyunasbotellasdevino,diezentotal,unadelascualesteníalaformadelatorreEiffel.Trajeronunplatollenode

empanadillascalientes,queolíanaarrozcocidoyapescado.

—Ruegoamiqueridainvitadaquetomeunbocado—dijoelanciano.

Yulialocogiódelbrazo,lollevóhastalamesaylesirvióunacopadevodka.

—Mañana vendré a verlo—dijo—y traeré conmigo a sus nietas, Sasha yLida. Secompadecerándeustedylocubrirándeatenciones.

—No,nolastraiga.Sonilegítimas.

—¿Cómovanaserilegítimas?Supadreysumadreestabancasados.

—Sinmipermiso.Nolosbendijeynoquieroconocerasushijas.QuesequedenconDios.

—Qué cosas tan extrañas dice usted, Fiódor Stepánich —exclamó Yulia, con unsuspiro.

—EstáescritoenelEvangelio:loshijosdebenrespetarytemerasuspadres.

—Nada de eso. En el Evangelio se dice que debemos perdonar incluso a nuestrosenemigos.

—Ennuestronegocionosepuedeperdonar.Si losperdonasa todos,alcabode tresañostearruinas.

—Pero perdonar, decir una palabra amable y afectuosa a un hombre, aunque seaculpable,esalgoqueestáporencimadelosnegociosydelariqueza.

Yuliapretendíaablandaralanciano, inculcarleunsentimientodepiedad,moverloalarrepentimiento, pero él oía todas sus razones con condescendencia, como los adultosoyenalosniños.

—Fiódor Stepánich—dijoYulia con determinación—, es usted ya viejo yDios notardaráenllamarloasupresencia.Ynolepreguntarácómollevóustedsusasuntososiprosperaron sus negocios, sino si fue usted caritativo con los demás, si no se mostródemasiado severo con quienes eran más débiles que usted, por ejemplo, con susempleadosysuscriados.

—Siempre he buscado elmodo de favorecer amis empelados, y todos deben rogareternamenteaDiospormí—dijoelancianoconconvencimiento,pero,conmovidoporeltonosincerodeYuliaydeseandocomplacerla,añadió—:Deacuerdo,traigamañanaamisnietas.Ordenaréquelescomprenunosregalos.

Elviejovestíaconnegligencia, teníacenizadecigarroenelpechoyenlasrodillas;por lo visto, nadie le cepillaba las botas ni la ropa.El arrozde las empanadillas estabaduro, elmantel olía a jabón, los criados hacíanmucho ruido al andar.Tanto el ancianocomolacasaenterateníanunairedecompletoabandono,yYulia,aldarsecuenta,sintióvergüenzadesímismaydesumarido.

—Vendrémañanasinfalta—dijo.

Recorrió las habitaciones y dio órdenes de que arreglaran el dormitorio del viejo yencendieran la lamparilla. Fiódor estaba en su habitación ymiraba un libro abierto sinleerlo.Yuliahablóunratoconélymandóquetambiénlimpiaranallí;luegobajóaverlasdependenciasde losempleados.Enmediode lahabitaciónen laquecomían,habíaunacolumna demadera sin pintar que apuntalaba el techo para que no se desplomara. Lostechoseranbajos,lasparedesestabancubiertasdeunpapelbarato,elaireolíaahumoyacocina.Comoeradíafestivo,todoslosempleadosestabanencasa,sentadosensuscamas,esperando la hora de la comida. Cuando entró Yulia, se pusieron en pie de un salto yrespondieronasuspreguntascontimidez,mirándoladesoslayo,comosifuerandetenidos.

—¡Diosmío,quéviviendatanhorribletienenustedes!—dijo,juntandolasdosmanos—.¿Noestánapretados?

—Apretados, pero no agraviados —respondió Makéichev—. Les estamos muyagradecidosylostenemospresentesennuestrasoraciones.

—Hay que vivir en concordancia con las ambiciones personales —sentencióPochatkin.

DándosecuentadequeYulianolehabíaentendido,Makéichevseapresuroaaclarar:

—Somosgentehumildeydebemosvivircomonoscorresponde.

Yuliaexaminólaviviendadelosaprendicesylacocina,conocióalamadellavesysequedómuydescontenta.

Alregresaracasa,ledijoasumarido:

—DebemosmudarnoscuantoantesalacasadelacallePiátnitskaiayvivirallí.Ytúirástodoslosdíasalalmacén.

Luegoestuvieronunbuenratosentadoseneldespacho,sinpronunciarpalabra.Láptevsentíaunpesoenelcorazón;noqueríatrasladarsealacallePiátnitskaianiiralalmacén,perointuía loquepensabasumujerynoteníafuerzasparacontradecirla.Leacarició lamejillayledijo:

—Tengolaimpresióndequenuestravidahaterminadoydequeahoraseiniciaparanosotrosunasemiexistenciagris.Cuandomeenterédeque laenfermedaddeFiódornoteníacura,meechéallorar.Pasamosjuntoslainfanciaylajuventud,yantañoloqueríacontodamialma.Ydeprontoseproduceestacatástrofe.Dealgunamanerahaarraigadoenmíelconvencimientodeque,alperderloaél,herotodefinitivamenteconmipasado.Yahora,cuandomehasdichoquedebemosmudarnossinfaltaalacallePiátnitskaia,mehaasaltadolasospechadequeyanotengonifuturo—sepusoenpieyseacercóalaventana—.Seacomofuere,debemos renunciaracualquier ideade felicidad—dijo,mirando lacalle—.Lafelicidadnoexiste.Nuncalaheconocido,yesprobablequenoseencuentre

enningunaparte.Noobstante,unavezenlavidahesidofeliz:fuelanocheaquellaenqueabrí tusombrillasobremicabeza.¿Recuerdasqueunavezte laolvidasteencasademihermanaNina?—preguntó,volviéndosehaciasumujer—.Entoncesestabaenamoradodetiyrecuerdoquepasélanocheenteradebajodelasombrilla,sintiéndomeembargadodedicha.

Eneldespacho,juntoalasestanterías,habíaunacómodadecaobaconincrustacionesdebronce,enlaqueLáptevconservabadiversosobjetosinútiles,entreelloslasombrilla.Lasacóyselatendióasumujer.

—Aquíestá.

Yulia,despuésdemirarlaunmomento,lareconocióysonriócontristeza.

—Larecuerdo—dijo—.Cuandotemedeclaraste,lallevabasenlamano—yviendoquesedisponíaasalir,añadió—:Sino te importa,porfavor,vuelveunpocoantes.Meaburrosinti.

Luegoseretiróasuhabitaciónypasóunbuenratocontemplandolasombrilla.

XVII

Enelalmacén,apesarde lacomplejidadde losnegociosydelelevadovolumende lasoperaciones, no había contable, y de los libros que llevaba uno de los oficinistas no sepodía sacarnadaen limpio.Cadadía sepresentabancomisionistas alemanese ingleses,conquieneslosempleadoshablabandepolíticaydereligión;tambiénaparecíaporallíunnoble alcoholizado, enfermo y digno de lástima, que traducía en la oficina lacorrespondenciaenlenguasextranjeras,yaquienlosempleadosllamaban«renacuajo»ydabanabebertéconsal.Engeneral,todaesaactividadcomercialleparecíaaLáptevelcolmodelaextravagancia.

Ibaalalmacéntodoslosdíasytratabadeintroducirreglasnuevas.Prohibiópegaralosaprendicesyburlarsedelosclientes,seponíafueradesícuandolosempleados,conunaalegre sonrisa, enviaban a provincias mercancías deterioradas y defectuosas como sifueran el último grito de lamoda.Ahora era el personajemás importante del almacén,peroseguíasinsaberacuántoascendíaelpatrimonio,silosnegociosibanbienomal,quésueldo percibían los encargados, etc. Pochatkin y Makéichev lo consideraban joven einexperto,leocultabanmuchascosasycadatardeteníanensusurrosentrevistassecretasconelviejociego.

Unajornadadeprincipiosdejunio,LáptevyPochatkinfueronalafondadeBúbnovadesayunary,depaso,ahablardenegocios.Pochatkin llevabamucho tiempo trabajandoparalosLáptev,acuyoserviciohabíaentradoconsóloochoaños.Eracomounomásdelafamilia,se leconsiderabadignode todaconfianzay,cuando,alsalirdelalmacén,cogíatodoeldinerodelacajayselometíaenlosbolsillos,nodespertabalamenorsospecha.Era una figura relevante en el almacén, en la casa y también en la iglesia, donde

reemplazabaalviejoenlasfuncionesdemayordomo.Losempleadosylosaprendiceslehabía puesto el apodo deMaliuta Skurátov[77] por el trato brutal que dispensaba a sussubordinados.

Cuandollegaronalafonda,llamóalcamareroyledijo:

—Muchacho,tráenosmediamaravillayveinticuatrodisgustos.

Alcabodeun rato, el camarero les sirvióenunabandejamediabotelladevodkayvariosplatitoscondistintosentremeses.

—Yahora,amigomío—ledijoPochatkin—,tráenosunaporcióndelgranmaestrodelacalumniaydelamaledicenciaconpurédepatatas.

Elcamarero,quenoentendíanadayestabadesconcertado,hizointencióndepreguntaralgo,peroPochatkinlomiróconseveridadyledijo:

—¡Además!

Elcamarero,despuésdeestrujarselossesos,fueapedirconsejoasuscompañeros,y,unavezdilucidadoelenigma,lesllevóunaracióndelengua.Cuandosetomaronunpardecopasyalgúnqueotrobocado,Láptevlepreguntó:

—Dígame,IvánVasílich,¿esciertoquenuestronegocioseharesentidoenlosúltimosaños?

—Enabsoluto.

—Dígame con toda sinceridad y franqueza, ¿cuáles eran antes nuestras ganancias,cuántassonahorayacuántoasciendenuestropatrimonio?Nosepuedeavanzaraoscuras.Hacepocomellegóelbalancedelalmacén,pero,contodosmisrespetos,lediréquenoconcedo lamenorcredibilidadaesascifras;ustedconsideranecesarioocultarmealgunacosaysóloledicelaverdadamipadre.Estáacostumbradoalastriquiñuelasdesdequeera pequeño y ya no puede pasarse sin ellas. Pero ¿para qué sirven?Le ruego que seaustedsincero.¿Enquésituaciónseencuentranuestronegocio?

—Tododependedelafluctuacióndelcrédito—respondióPochatkin,despuésdeunosmomentosdereflexión.

—¿Quéentiendeustedporfluctuacióndelcrédito?

Pochatkin trató de explicárselo, pero Láptev no entendió nada y mandó llamar aMakéichev, que se presentó en el acto, comió algo, no sin antes santiguarse, y con sufuerteypastosavozdebarítonosepusoadecirantesquenadaquelosempleadosestabanobligadosarogaraDiosdíaynocheporsusbenefactores.

—Muybien,perohagael favordenoconsiderarmeunode susbenefactores—dijoLáptev.

—Cada hombre debe recordar lo que es y saber cuál es su posición. Usted, por la

graciadeDios,esnuestropadreybenefactor,ynosotrossomossussiervos.

—¡Estoyyahartodeesacantinela!—seenfadóLáptev—.Lepidoqueseaustedahoramibenefactorymeexpliqueenquésituaciónseencuentrannuestrosnegocios.Yhagaelfavordenoconsiderarmeunmuchacho,deotromodomañanamismocerraréelalmacén.Mi padre se ha quedado ciego, mi hermano está ingresado en un manicomio y missobrinasaúnsondemasiadopequeñas.Odioestenegocioyloabandonaríademuybuenagana,peronohaynadiequepuedasustituirme,comobiensabenustedes.¡Asíquedéjensedetriquiñuelas,porelamordeDios!

Se fueronalalmacénaecharcuentas.Siguieroncon loscálculospor la tarde,yaencasa, donde contaron con la ayudadel propio anciano, quien, al iniciar a suhijo en losmisteriosdelcomercio,empleóuntonodevozmáspropiodelasartesdebrujeríaquedelas transacciones mercantiles. Resultó que los beneficios aumentaban cada añoaproximadamenteunadécimaparteyqueelpatrimoniode losLáptev,contandosóloeldineroylosvalores,ascendíaaseismillonesderublos.

Pasadas ya las doce, cuando Láptev salió a tomar el aire, una vez concluidos loscálculos,sesentíamareadoporesascifras.Eraunanochedeluna,serena,sofocante;losblancos muros de las casas del otro lado del río Moskova, la visión de los pesadosportonescerrados,elsilencioylasnegrassombrassecombinabanparadarlaimpresióndeunafortaleza;paracompletarelcuadrosólofaltabauncentinelaconunfusil.Láptevseinternóeneljardincilloysesentóenunbanco,juntoalavallaqueseparabalapropiedaddelpatiovecino,dondetambiénhabíaunjardincillo.Florecíauncerezosilvestre.Recordóque, cuando era niño, ese árbol era igual de nudoso y tenía lamisma altura, no habíacambiadonada.Cadarincóndeljardínydelpatiolerecordabanelpasadolejano.Tambiénensuinfancia,atravésdelosescasosárboles,seveíaelpatioentero,bañadoporlaluzdelaluna;lassombraseranigualdemisteriosasyseverasqueahora;tambiénhabíaunperronegrotumbadoenmediodelpatioylasventanasdelaviviendadelosempleadosestabanabiertasdeparenpar,igualqueahora.Noeranrecuerdosnadaalegres.

Másalládelavalla,enelpatiovecino,seoyóunrumordepasos.

—¡Tesoromío! ¡Amormío!—susurróunavozdehombre tancercade lavallaqueLáptevdistinguióhastalarespiración.

Losamantessebesaron.Láptevestabaconvencidodequelosmillonesylosnegocios,paralosquenoteníaningunavocación,arruinaríansuvidayacabaríanconvirtiéndoloenunesclavo;se imaginóquepocoapocose iríahabituandoasusituación,asumiendosupapelde jefedeunaempresacomercial,al tiempoqueseembrutecíayenvejecía,hastaacabarmuriendocomomoríanlosdesuclase,amargado,asqueado,envenenandolavidade cuantos lo rodeaban. Pero ¿qué le impedía desembarazarse de losmillones y de esenegocio,escapardeesejardínydeesepatio,quetantoodiabadesdequeeraniño?

Lossusurrosylosbesosalotroladodelavalla loponíannervioso.Avanzóhastael

centrodelpatio,sedesabrochólacamisa,contemplólalunayacariciólaideadeordenarque abrieran la cancela en esemismo instante, para escapar de ese lugar y no regresarnuncamás.Porunmomentosucorazóndejódelatir,alborozadoanteladulceperspectivade la libertad, y Láptev sonrió alegre, imaginándose lo maravillosa, poética e inclusosagradaquepodíaseresavida…

Pero no dio un paso y se quedó donde estaba, preguntándose: «¿Qué me retieneaquí?».Yseenfadóconsigomismoyconeseperronegroque,enlugardecorrerporloscamposyporlosbosques,dondehabríasidoindependienteyfeliz,seguíatumbadosobrelas losasdelpatio.Supusoqueunmismomotivoles impedíaabandonar lacasa tantoalperro como a él: ambos se habían acostumbrado a la cautividad, a su condición deesclavos…

Aldíasiguiente,amediamañana,fueaverasumujery,paraqueelviajenoresultaratanaburrido,lepidióaYártsevqueloacompañara.YuliaSerguéievnasehabíainstaladoenunadachadeBútovoyLáptevllevabayacincodíassinvisitarla.Cuandollegaronalaestación,losdosamigosmontaronenuncoche;alolargodetodoelcamino,Yártsevnoparódecanturrearydemanifestarsuentusiasmoporelmagníficotiempoquehacía.Ladacha estaba cerca de la estación, enmedio de un gran parque. Yulia Serguéievna losesperabadondeempezabalaavenidaprincipal,aunosveintepasosdelacancela,sentadaa la sombra de un viejo y frondoso álamo.Lucía un vestido ligero y elegante de colorcrema,guarnecidodeencaje,yteníaenlasmanoslaviejasombrillademarras.Yártsevlasaludóysedirigióaladacha,desdedondellegaronlasvocesdeSashayLida;Láptev,porsuparte,sesentóalladodesumujerparahablarledelamarchadelosnegocios.

—¿Porquéhasestadotantotiemposinvenir?—lepreguntóella,sinsoltarlelamano—.Mehepasadoaquísentadadíasenteros,mirandoaversivenías.¡Teechodemenos!—sepusoenpie,lepasólamanoporloscabellosycontemplóconcuriosidadsucara,sushombros, su sombrero—. Ya sabes que te quiero —dijo, ruborizándose—. Significasmuchoparamí.Fíjate,sóloconvertellegarnopuedesimaginartelocontentaquemehepuesto.Bueno,hablemosunpoco.Cuéntamealgo.

Mientrasella ledeclarabasuamor,aLáptevleparecíaquellevabancasadosyadiezaños, y le entraron ganas de desayunar. Ella le echó los brazos al cuello, rozándole lamejilla con la seda de su vestido; él le apartó lasmanos con cautela, se levantó y, sinpronunciarpalabra,sedirigióaladacha.Lasniñascorrieronasuencuentro.

«¡Cómo han crecido!—pensó—. Cuántos cambios se han producido en estos tresaños…Ypuedequetodavíamequedentreceotreintaañosdevida…¿Quénosdepararáelfuturo?Eltiempolodirá».

AbrazóaSashayaLida,quesecolgarondesucuello,ylesdijo:

—El abuelo osmandamuchos besos…El tío Fediamorirá pronto, el tíoKostia haescritodesdeAméricayosenvíaunsaludo.SehaaburridomuchoenlaExposición[78]y

volverápronto.YeltíoAlioshaquieretomaralgo.

Luegosesentóenlaterrazayvioquesumujeravanzabadespacioporlaavenida,endirecciónaladacha.Estabapensativa,surostroteníaunaexpresióntristeyencantadorayen sus ojos brillaban las lágrimas.Ya no era esamuchacha grácil, delicada y pálida deantaño, sino unamujermadura, bella y robusta. Láptev advirtió con qué entusiasmo laesperaba Yártsev, cómo esa nueva y maravillosa expresión de Yulia se reflejaba en elrostrodeél,tambiéntristeyalavezfascinado.Sediríaqueeralaprimeravezquelaveía.Mientrasdesayunabanenlaterraza,Yártsevsonreíaentrealegreycohibido,sinapartarlavistadelhermosocuellodeYulia.Láptev,sinquerer,seguíalosmovimientosdeYártsevypensabaquequizálequedaranpordelantetreceotreintaañosdevida…¿Quésorpresasloaguardaba?¿Quéledepararíaelfuturo?

Ysedijo:«Eltiempolodirá».

ANTÓNPÁVLOVICHCHÉJOVnacióenTaganrog,aorillasdelmardeAzov,enelsurdeRusia,en1860.Hijodeunmodestocomerciante,antiguosiervoquehabíaconseguidocomprarsulibertad,asícomoladesumujerysushijos,hizosusprimerosestudiosensuciudadnatal.En1879 ingresóen laFacultaddeMedicinade laUniversidaddeMoscú.Desdeelprimercursoempezóapublicar«cuadroshumorísticos»enrevistas,conlosqueconseguíamantener a toda su familia (su padre, endeudado, sumadre y sus hermanoshabían tenidoque trasladarse conél aMoscú), ypocos añosdespuésya eraun escritorprofesionalreconocido.1888fueunañoclaveensucarrera:publicósunovelacortaLaestepa, escribió su primera obra teatral, Ivanov, y recibió el premio Pushkin. En 1890viajó a la isla de Sajalín, «con la intención de escribir un libro sobre nuestra coloniapenal»,queapareceríaalañosiguienteconeltítulodeLaisladeSajalín.En1896estrenóLagaviotayen1899TíoVania,alasqueseguiríanTreshermanas(1901)yEljardíndelos cerezos (1904). Maestro del relato corto, algunas de sus obras más importantes seencuentranenesegénero,enelquehaejercidounainfluenciaqueaúnhoysiguevigente.ChéjovmurióenBadenweiller(actualmenteAlemania)en1904.

Notas

[1] Nikolái I. Pirogov (1810-1881), famoso cirujano y anatomista ruso. Konstantín D.Kavelin (1815-1885), abogado liberal, historiador y sociólogo. Nikolái A. Nekrásov(1821-1878), uno de los grandes poetas rusos del siglo XIX. [Esta nota, como lassiguientes,esdeltraductor].<<

[2]Historialmédico.<<

[3]VentséslavL.Gruber (1814-1890), anatomistayprofesorde laAcademiaMédicadeSanPetersburgo.A.I.Babujin(1835-1891),histólogoyfisiólogo,fundadordelaEscueladeHistologíadeMoscú.<<

[4]MijaílD. Skobélev (1843-1882), famoso general ruso que se distinguió en la guerraruso-turcade1877-1878.<<

[5] VasiliG. Perov (1833-1882), famoso pintor ruso, profesor de la Escuela de Pintura,EsculturayArquitecturadeMoscú.<<

[6]AdelinaPatti(1843-1919),cantantedeópera.<<

[7]ProtagonistadelaobradeteatroLadesgraciadeserinteligente(1825),deldramaturgoAleksandrGriboiédov.<<

[8]PrimerversodelpoemadeMijaílLérmontov(1814-1841)«Meditación»(1840).<<

[9] Nikolái A. Dobroliúbov (1836-1861), importante crítico y publicista de tendenciasradicales.<<

[10] Aleksandr A. Arakchéiev (1769-1834), favorito todopoderoso del zar Alejandro I.Patrocinó la creación de colonias militares donde los soldados, con sus familias,cultivabanlatierraparasusustento.<<

[11] Nikita I. Krilov (1807-1879), profesor de derecho romano de la Universidad deMoscú.<<

[12]NombregermanodelaciudadhoyconocidacomoTallin,capitaldeEstonia.<<

[13]DelafábuladeIvánKrilov(1769-1844),Eláguilaylasgallinas.<<

[14] Los ciudadanos rusos de la época necesitaban un pasaporte tanto para viajar alextranjerocomoparamoverseporelinteriordelpaís.<<

[15] Título correspondiente a la quinta clase de la tabla de rangos. El tratamiento de«excelencia»sólocorrespondíaalosfuncionariosylosmilitaresdeterceraycuartaclase.<<

[16]Antiguamedidarusadesuperficiequeequivalea1,09hectáreas.<<

[17]ElCáucasoerapartedelImperioruso,peronodelapropiaRusia.<<

[18]MijaílVorontsov(1782-1856),militarruso.De1844a1856fuegobernadorgeneraldelosterritoriosdelCáucaso,dondegozódeunpodercasiabsoluto.<<

[19] Bazárov, protagonista de la novela Padres e hijos (1862), de Iván Turguénev.Pechorin, protagonista de la novela Un héroe de nuestro tiempo (1840), de MijaílLérmontov.<<

[20]AntiguonombredelaciudadestoniadeTartu.<<

[21]Lasisbasconpatasdegallinasonunmotivorecurrentedeloscuentospopularesrusos.<<

[22]VinodelCáucaso.<<

[23]Pequeña imagensagradaque losobisposortodoxos llevanalpechocomodistintivo.<<

[24]VersodelprimercapítulodeYevgueniOnieguin(1833),deAleksandrPushkin(1799-1837).<<

[25]Mateo,18,6.<<

[26]PersonajedelanovelahomónimadeTurguénev,publicadaen1856.<<

[27]FortalezadeSanPetersburgo,fundadaen1703,enlaqueserecluía,entreotros,alospresospolíticos.<<

[28]Bebidarusaabasedecebadafermentada.<<

[29]DuodécimaclasedelatabladerangosintroducidaporPedroelGrande.<<

[30]Losmédicosdelaépocasolíanllevarunacorbatablanca.<<

[31]HimnosortodoxosenhonordeJesucristo,laVirgenolossantos.<<

[32]AldeaocomunidadnómadaenelCáucasoyenAsiaCentral.<<

[33]Enelfuturo.<<

[34]LacumbremásaltadelCáucaso,con5.642metrosdealtura.<<

[35]IconomuyveneradoquehabíasidollevadoaMoscúen1648yseconservabaenunacapilladelaPlazaRoja,hoydestruida.<<

[36]DospiezashistóricasdelKremlin:uncañóngigante,fundidoenelsigloXVI,conuncalibrede890milímetrosyunpesode40toneladas,yunacampanademásdeseismetrosdealturay200toneladasdepeso,fundidaenbronceenlaprimeramitaddelsigloXVIII.<<

[37]Barriosituadoalsurdelacapital.<<

[38]LaiglesiadelSalvadorestabaenelcentrodeMoscú.Construidaen1812enrecuerdode la liberación deMoscú, fue destruida en 1917. ElmuseoRumiántsev se fundó paraalbergar lascoleccionesdel condedelmismonombre, e incluíaunagaleríaetnográfica,unagaleríadepinturayunabiblioteca.<<

[39]Conocidorestaurantemoscovita.<<

[40]Antiguamedidarusaequivalentea2,134metros.<<

[41]EditorialfundadaporLevTolstóien1884,quepublicaba,enedicionesbaratas,obrasdecortepopular,relatosmoralizantesylibrosdeagricultura.<<

[42]Quintaclasedelatabladerangos.<<

[43]SeudónimoconelqueAlekséiK.Tolstói (1817-1875)yAleksandrZhemchúznikov(1821-1908), con algunas contribuciones de los hermanos de este último, firmaban susobrassatíricas.<<

[44]VersodelaobradePushkinYevgueniOnieguin,musicadoporChaikovskienlaóperadelmismonombre.<<

[45] En la Academia Francesa, cuandomuere uno de susmiembros, es reemplazado alpunto por otro. Por esa razón se la conoce con el nombre irónico de «academia de losinmortales».<<

[46]DosrestauranteslujososyexclusivosdelSanPetersburgodelaépoca.<<

[47]ReferenciaalrelatodeTurguénevTresencuentros(1852).ElversoVienipensandoamesecretamenteformapartedeunacanciónitalianaqueTurguénevutilizacomoepígrafedelaobra.<<

[48] Orlov se refiere al búlgaro Insárov, protagonista de la novela de Turguénev Envísperas(1860).<<

[49]RéplicapronunciadaporMolchalinenlaobradeAleksandrGriboiédovLadesgraciadeserinteligente(1825).

<<

[50]ReferenciaaunadelashazañasdeSansón(Jueces,16,3).<<

[51]SetratadelviejoIjménev,protagonistadelanovelaHumilladosyofendidos(1861)deFiódorDostoievski.<<

[52] Melodrama de los autores franceses Edouard Brisebarre y Eugène Nus que serepresentóenTaganrog,ciudadnataldeChéjov,enladécadade1870.<<

[53]Joyas.<<

[54]MarinoFaliero (h.1274-1355),duxdeVeneciaqueencabezóuna revueltacontra lanobleza,porloquefueejecutado.<<

[55] Primer verso de una poesía de Iván E.Molchánov (1809-1881),muy difundida enformadecanción.<<

[56]Laseñorahasalido.<<

[57]Orlovcitademaneracasi literalunaréplicade laobradeAleksandrGriboiédovLadesgraciadeserinteligente(1825).

<<

[58]OrlovimitaelmododehablardePekarski.<<

[59] Extensa franja boscosa que en la actualidad se ha convertido en parte de la propiaciudaddeMoscú.Eraunlugarmuyapreciadoparahacerexcursiones.<<

[60] Figura trágica del siervo ruso, que aparece en la obra del mismo título de DmitriGrigoróvich(1822-1899).<<

[61]Shamil (1799-1871),caudillocaucasianoqueemprendióunaguerra santacontra losrusosyqueeraconocidoporsuferocidad.<<

[62]FamosaconfiteríadeMoscú.<<

[63]Personajede lacélebrenoveladeMijaílSaltikov-Schedrín (1826-1849)LosseñoresGoloviov(1872-1876).<<

[64]AntónRubinshtein(1829-1894),famosocompositor,directorypianistaruso.<<

[65]Pureza,enalemán.<<

[66]DistritodelestedeMoscú.<<

[67]DiminutivodeKonstantín.<<

[68]TragediadeSchiller,compuestaen1801.<<

[69]MariaN.Yermólovna(1853-1928),famosaactrizdramática.<<

[70]Terceraclasedelatabladerangos.<<

[71]IvánShishkin(1832-1898),conocidopaisajistaruso.<<

[72]ProkopiP.Liapunov(muertoen1611),héroedelaresistenciarusacontralainvasiónpolacadecomienzosdelsigloXVII.<<

[73] Yaroslav I, el Sabio (978-1054), y Vladímir Monómaco (1053-1128), príncipes deKiev.<<

[74]IncluidoenlatragediadeAleksandrPushkinBorísGodunov.<<

[75]PueblodehablaturcaqueocupólasestepasmeridionalesentreelVolgayelDanubioyentablódiversoscombatesconlospríncipesrusos,comoeldescritoenElcantardelashuestes del príncipe Igor, obra cumbre de la literatura rusa medieval. En las fuentesbizantinasseconocencomocumanos.<<

[76]ReferenciaalprimerversodelapoesíadeLérmontovElsueño(1841).<<

[77]MaliutaSkurátov(muertoen1573),el temiblecabecilladelaoprichnina, laguardiapersonaldelzarIvánelTerrible.<<

[78]ReferenciaalaExposicióndeChicagode1893.<<