Antonio Navarro - Ayahuasca Chamanismo - Perú · Entre las consideraciones del ensayo se propone...

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Antonio Navarro Del pecado original y otras alegorías samsara

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Antonio NavarroDel pecado original

y otras alegorías

samsara

ISBN 978-970-94-2661-6

Del pecado original y otras alegorías© Antonio NavarroPrimera edición, marzo 2010

© Samsara Editorial, [email protected]://www.samsaraeditorial.com

Diseño de portada:LotoLab

Diseño de interiores:Sergio Santiago Madariaga

Todos los derechos reservados.

Impreso en México

Detrás de la potencialidad está el Ser. El Ser es fuente de la potencialidad. Quien realiza su potencial se une al Ser. El deseo original del Ser es celebrar.

Contenido

Introducción 7

Capítulo I Criterios rectores 11

Capítulo II Del pecado original 18

Capítulo III De las tentaciones del demonio 23

Capítulo IV De la salvación del alma 27

Capítulo V De la segunda venida 30

Capítulo VI Del juicio final 36

Capítulo VII De la trinidad 39

Capítulo VIII De florecer para celebrar 42

Capítulo IX Redención de la densidad 53

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Introducción A lo largo de la historia el ser humano se ha comunicado a través del arte, entre otras formas de expresión. Mediante el arte, el hombre se vale de sus recursos para imitar o interpretar lo que percibe en su entorno o lo que concibe como misterio.

Una forma particular del arte es la alegoría: ficción o simbolismo para comunicar figuradamente realidades sutiles. Si trasladamos las alegorías que se han registrado históricamente a hechos literales, como una serpiente que habla o un carro que vuela con alas de ave, corremos el riesgo de distorsionar la idea original que pretendió comunicar el autor en su contexto específico. Con la literalidad no sólo distorsionamos los eventos sino que creamos culturas completas fundamentadas en supuestos que pueden alcanzar considerables arbitrariedades.

Ahora bien, es posible clasificar como arbitraria cualquier interpretación que se haga para descubrir la idea original que alguien quiso comunicar mediante una alegoría. Riesgo que se puede ir salvando si contemplamos que cada vez existe un mayor sustento para precisar las ideas que los autores registran en sus propios escritos, como el caso de Platón cuando explica la alegoría de la Caverna en La República, o de los autores contemporáneos que fundamentan propuestas cosmogónicas, místicas y relativas a la legalidad universal en la física cuántica. Con tales argumentos ofrecen referencias para que se comprendan mejor las ideas centrales que buscan comunicar. Observamos mayor precisión en función de los fundamentos metodológicos cada vez más comunes, sin embargo la subjetividad y la

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posible arbitrariedad pueden estar presentes, de cualquier manera, en nuestras interpretaciones.

Se pretende con este documento comentar las alegorías citadas con apoyo en cuatro criterios rectores, que además son parámetros enfocados a sustentar decisiones para actuar con sabiduría y plenitud en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana. Sin pretender dominar la complejidad por la vastedad de posibilidades que se dan en nuestro mundo, sí buscamos desde la sencillez vivir felizmente en la diversidad, del modo como Charles Darwin, autor del Origen de las Especies, explicó con el criterio de la selección natural un tema tan complejo como la evolución, dejando pautas para que los científicos actuales integren los conceptos previos con los modernos, y explicar así otros aspectos de la naturaleza.

Entre las consideraciones del ensayo se propone trasladar la actividad relativa al polo negativo de la realidad colectiva física a la realidad virtual, característica de la mente, donde se puede considerar cualquier situación sin necesidad de llevarla al plano físico de la colectividad, con el propósito de optimizar los recursos de que se dispone en el presente al aprovechar las referencias de la negatividad densificada en el pasado.

El concepto oriental Maya -relativo a que el ser humano percibe la realidad de manera ilusoria y a que la frecuencia donde se dan las relaciones es temporal- envuelve que en última instancia la naturaleza absoluta de la realidad, aun cuando es la esencia que se actualiza en el contexto de la dualidad, no se afecta. De tal manera, que la esencia potencial se mantiene intacta con independencia de que el hombre disponga de ella para asumirla de acuerdo con su libre albedrío, lo que en el

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universo de naturaleza dual conlleva la actualización tanto de lo positivo como de lo negativo.

Ahora bien, no obstante acordemos que la potencialidad no se afecta, la sensación en la realidad colectiva de cada individuo no parece ilusoria cuando se goza o se sufre. Además, la referencia histórica que poseemos sobre la actualización de lo negativo en la realidad colectiva es medida suficiente para contemplar la posibilidad de asumir virtualmente, en la mente, la polaridad negativa y así, no densificarla más en lo físico, pues resulta innecesario en el contexto contemporáneo, trasladarla, de la mente individual a los ámbitos compartidos.

*** Hemos referido como alegorías las narraciones que presentamos, aun cuando algunas de ellas pueden ser clasificadas como mitos. Escogimos la noción de alegoría por el matiz ficticio que refleja más la imaginación que la realidad conocida, pero que no implica el tono de inocencia que en la actualidad entraña la palabra mito. Ingenuidad originada por la reserva a los dogmas tradicionales que el hombre acusa en nuestros días como resultado de su cuestionamiento natural. Tanto un mito como una alegoría son ficticios, mas preferimos el término alegoría para facilitar un acercamiento favorable a los conceptos, al reconocer que a pesar de fundarse la alegoría en la imaginación no se intenta hacerla literal, a diferencia de lo que aún se pretende con algunos mitos. El objetivo es disfrutar las narraciones creativas que comunican algo valioso de acuerdo con el tiempo de su registro. Así como las alegorías fueron influidas por las

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condiciones del momento en que fueron concebidas, las interpretaciones que hacemos son influenciadas por las condiciones actuales.

En el capítulo I se presentan los cuatro criterios rectores que sustentan la interpretación que damos a las alegorías. Por cada criterio rector se registran comentarios en incisos que enriquecen los argumentos. Al momento de interpretar las alegorías se encierran entre paréntesis los incisos de referencia que se propone consultar. De cualquier manera se sugiere que el propio lector diseñe vínculos entre los parámetros que sustentan la disertación y los puntos de su interés.

Se considera una especie de cronología para la presentación de las alegorías, que corresponde tanto al proceso individual de actualización como al colectivo, de acuerdo con el siguiente orden:

• Del pecado original. Inicio de las posibilidades para la sensación humana.

• De las tentaciones del demonio. Elegir en virtud de un propósito valioso.

• De la salvación del alma. Actualización de la potencialidad disponible para el hombre.

• De la segunda venida. Conciencia de Unidad. • Del juicio final. La liberación de juzgar. • De la Trinidad. Nuevas posibilidades de creación. • Florecer para celebrar. Ser para sentir en la

realidad contemporánea.

Finalmente, mediante las interpretaciones y los criterios rectores, se intenta descubrir la bendición que sustenta cualquier matiz de realidad.

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Capítulo I Criterios rectores

Para la interpretación de las alegorías requerimos delimitar nuestro planteamiento a parámetros concretos, pues en el intento de ser justos debemos aclarar la perspectiva que sustenta nuestros comentarios. Éstos, de cualquier manera, conllevan el riesgo de ser arbitrarios.

Enumeramos cuatro criterios rectores. La noción de cada criterio es ampliada mediante observaciones registradas en incisos. Criterio 1. Existe una potencialidad de naturaleza absoluta que se actualiza de forma relativa.

a) La naturaleza absoluta de la potencialidad significa que en la dimensión potencial no hay relaciones. Todo es una sola Unidad. Todo es posible pero nada es sensible.

b) En la naturaleza relativa, la potencialidad se diversifica, dando origen a las distinciones y a las relaciones. Del Todo surgen individuos. Aparecen los límites pero también las sensaciones.

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Criterio 2. El propósito de la actualización de la potencialidad es que lo posible advenga sensible.

a) El propósito de la potencialidad es fluir para celebrar.

b) Cada individuo está dotado de libre albedrío para dejar fluir o bloquear el flujo potencial.

c) Al dejar fluir la potencialidad a través de sí, el individuo se actualiza y accede a los estados de regocijo y celebración.

d) La potencialidad se dispone para el ser humano en forma de cualidades primordiales, de las que la conciencia y la responsabilidad son cardinales en virtud de que al ser asumidas derivan en otras de manera natural. Quien ejerce responsabilidad cultiva simultáneamente solvencia y disciplina. Quien realiza la conciencia despliega tolerancia y paciencia. Las facultades primordiales son de naturaleza universal.

e) Para acceder al estado de celebración, el individuo cultiva la conciencia y la responsabilidad en dos sentidos: al asumir alternativas directas para actualizar sus facultades y al dejar fluir lo potencial para dar substancia a dichas facultades.

f) En la medida en que el individuo actualiza sus facultades incrementa el impulso de trasladar su esencia posible a su existencia sensible. De cualquier manera, conserva su libertad para bloquear o dejar fluir lo potencial.

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Criterio 3. La potencialidad corresponde a la dimensión espiritual del ser humano, que se actualiza a través de sus dimensiones operativas: mente, emociones y cuerpo, y a través de las relaciones entre los individuos.

a) El ser humano se conforma de cuatro dimensiones: una espiritual o trascendente, integrada por facultades potenciales, y tres operativas: mental, emocional y física, como instrumentos para la actualización del espíritu.

b) La realización del ser, al actualizar las facultades potenciales, es un medio para acceder al sentir. El ser deviene en virtud de llegar a ser, al trasladar la potencia al acto. El sentir adviene como acontecimiento que se presenta cuando se actualiza el ser.

c) Cuando el hombre actualiza sus facultades primordiales accede a los sentimientos trascendentes. Del ejercicio de la responsabilidad resultan los estados de libertad y abundancia. Al asumir la conciencia el ser humano experimenta gratitud y compasión. Los sentimientos tienen carácter intencional y no están sujetos a las polaridades.

d) Cuando el hombre cumple sus expectativas mentales accede a las emociones positivas. De la misma manera, cuando lo que sucede es contrario a sus anhelos experimenta emociones negativas. Las emociones no tienen carácter intencional y están sujetas a las polaridades.

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e) La conciencia se actualiza como resultado de la amplitud de la comprensión del individuo.

f) La comprensión es entendimiento en la dimensión mental y capacidad de contener en la dimensión trascendente.

g) La dimensión trascendente se caracteriza por su naturaleza inclusiva. La dimensión mental funciona en polaridades.

h) Aun cuando la elección de actualizar lo potencial es individual, el ser humano requiere de relacionarse con sus semejantes para acceder a los estados de regocijo y celebración que advienen por el ejercicio de sus facultades primordiales.

i) Para acceder a los sentimientos trascendentes, sin limitar su vida sensible a las emociones, el ser humano requiere de ser consciente y responsable de su carácter individual y de su naturaleza en virtud de la Unidad.

Criterio 4. La humanidad vive en una realidad caracterizada por la dualidad, donde la potencialidad se ha desdoblado en opuestos con el fin de actualizarse.

a) Se contemplan tres frecuencias de realidad: 1) la realidad potencial de naturaleza absoluta, 2) la realidad virtual de naturaleza dual y 3) la realidad colectiva de naturaleza relativa.

b) La realidad potencial dispone de las realidades virtual y colectiva para cumplir el propósito de actualizar los estados de celebración.

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c) La realidad virtual se considera aparentemente real al ser comparada con la realidad colectiva.

d) En la realidad colectiva se dan las relaciones entre los individuos. Aun cuando contemplamos una realidad colectiva mental, nos referimos a lo colectivo más en el contexto de la realidad física que comparten los individuos y a lo virtual relacionado principalmente con la individualidad.

e) Al elegir entre las polaridades de manera virtual, en su mente, el ser humano actualiza la esencia potencial en la realidad colectiva.

f) La dualidad es un mecanismo que brinda un contexto de opuestos para que lo potencial se actualice.

g) El mecanismo de la dualidad consiste en la generación de opuestos para que surja la experiencia sensible, en que la conciencia potencial se actualiza mediante los actos de comprender y de elegir. Para que el individuo sea consciente de estar dentro dispone del parámetro de estar fuera.

h) Las facultades primordiales del hombre, absolutas en la realidad potencial, se desdoblan en opuestos a partir de la mente humana. La responsabilidad encuentra su contraparte en la dependencia; la conciencia lo hace en dos sentidos: ignorancia y negligencia. La primera, relativa al desconocimiento de la naturaleza de las cosas, y la segunda, a la indiferencia a pesar de conocer dicha naturaleza.

i) En la realidad virtual, equivalente a la dimensión mental, la polaridad positiva corresponde a las

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facultades primordiales de la realidad potencial y la polaridad negativa equivale a sus opuestos.

j) El ser humano tiene la libertad de elegir virtualmente entre las facultades primordiales o sus opuestos, para actualizarlos en la realidad colectiva.

k) El desdoble de lo potencial en opuestos implica un primer matiz de sensación en la dimensión mental, que manejado virtualmente, actualiza la energía potencial lo suficiente para ser actualizada en la realidad colectiva. Así como la realidad potencial origina la realidad virtual, ésta es fuente potencial de la realidad colectiva.

l) En virtud del libre albedrío, el mecanismo de las polaridades conlleva el riesgo de que el individuo actualice el polo opuesto a sus facultades primordiales cuando elige actualizar el parámetro negativo. Lo que era una mera referencia para realizar su espíritu resultó en que lo negativo se actualizó en la realidad colectiva.

m) La tentación de actualizar lo negativo en la realidad colectiva deja de ser un problema cuando el individuo la resuelve virtualmente, como una consideración en su mente, consciente del mecanismo de las polaridades, al comprender que para acceder a los sentimientos trascendentes dispone de referencias de polo contrario a su naturaleza esencial.

n) Cuando el individuo dispone equívocamente del mecanismo de las polaridades se percibe fragmentado de la Unidad, y por lo tanto del entorno y sus integrantes. En esencia no puede

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separarse de la Unidad, aunque sí puede sentirse así.

o) Si el hombre ignora, olvida o evade el mecanismo de la dualidad sigue impulsos entre lo positivo y lo negativo, de manera inconsistente. A veces aprovecha los recursos, a veces los desperdicia, pero el resultado más grave de decidir y actuar en ignorancia, olvido o evasión de la naturaleza de la realidad es la confusión y el sufrimiento que resultan por juzgarse, culparse y resentirse, y habituarse a ello.

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Capítulo II Del pecado original

En el Génesis, en una amalgama surgida de relatos previos, el pecado original se presenta en la alegoría del árbol del bien y del mal, donde el hombre desobedece la indicación de Dios al comer del fruto prohibido. Adán cae en la tentación y es expulsado, junto con Eva, del Paraíso. En algunas ideologías, el pecado original acarrea pecados subsecuentes, en otras, confirma la noción de libre albedrío propio del ser humano.

Para la disertación sobre la alegoría del pecado original, primeramente definimos el término pecado como el estado que resulta de elegir, conscientemente, el polo opuesto a nuestra esencia (4 h, l). Si contemplamos la noción de elección virtual, tenemos que los opuestos son aspectos de un mecanismo diseñado con el propósito de actualizar la esencia del hombre (4 f, g, j).

De tal manera, no consideramos una condición de pecado la resultante de un estado de inconsciencia, pues el pecado se relaciona con dejar de actuar de manera impecable o con evadir la dinámica del mecanismo de las polaridades, pero cuando se le conoce (4 m).

Si definimos la palabra original como característico de origen y así, principio, nacimiento o causa de algo,

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obtenemos que el pecado original es el primer acto de no impecabilidad del cual surgen actos subsecuentes.

El pecado original es el primer acto en que desvirtuamos el mecanismo de las polaridades, donde nos fragmentamos de nosotros mismos y del entorno, y nos damos cuenta de lo que estamos haciendo (4 n).

La palabra pecado tiene como etimología faltar o fallar, que significamos como imprecisión al decidir y al actuar, más que como una condición sujeta a juicio por condiciones morales.

El problema con el primer acto consciente de no impecabilidad, al actuar con mácula, radica en que origina una serie de acciones que forman hábitos, que luego devienen en norma de operación del individuo. Se incurre en un desgaste continuo de recursos, pero sobre todo, se pierde la oportunidad de actualizar la esencia del ser humano: sus facultades primordiales y los estados que advienen por su ejercicio: la celebración y el regocijo (2 a, c; 3 b, c, i; 4 b).

Más que rehuir del pecado nos conviene ser, sentir, hacer y tener (3 a) impecablemente, sin mácula, en virtud de nuestra naturaleza y de la naturaleza de las cosas (1 a, b).

El pecado no es un problema si nos permite aprender y tomar decisiones más sabias en el futuro. Es un problema cuando juzgamos nuestras acciones fallidas, pues abrimos un nuevo desgaste de recursos y la percepción de mayor fragmentación respecto a la potencialidad (3 a, b, c), haciendo del juzgar un hábito, y alejándonos de la posibilidad de la alegría y la celebración (2 a; 3 i; 4 n).

Actuar de manera impecable conduce finalmente a la plenitud, a la libertad y al gozo que resultan naturalmente del ejercicio de las facultades primordiales, al actualizar

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lo potencial, en virtud de ser y sentir, en la realidad sensible (3 a, c).

Relacionamos entonces el pecado original con la primera vez que se falla de modo consciente, al darnos cuenta de que estamos por fallar y de cualquier manera, en lugar de manejarlo virtualmente (4 e), perpetramos en la realidad colectiva (4 l). El pecado original es la primera vez que actuamos sin impecabilidad, lo que conduce al hábito de actuar así.

Consideramos que el árbol del bien y del mal se corresponde con la dualidad presente en la mente del ser humano (3 a; 4 h), en que éste puede asumir su libre albedrío (2 b, f; 4 l) con el riesgo de no comprender o malinterpretar el mecanismo de las polaridades (4 m, n), que alegóricamente se relaciona con desobedecer la indicación de Dios respecto a comer el fruto del árbol. Si el individuo actualiza en la realidad colectiva el polo negativo (4 h, i, j, l) tendrá las consecuencias naturales de disminuir sus recursos, confundirse y alejarse de la posibilidad de actualizar su plenitud, equivalente a ser expulsado del Paraíso.

Desobedecer se vincula con la ruptura del orden. En el contexto del mecanismo de la dualidad desobedecer equivale al ejercicio imprudente del libre albedrío que resulta en no actualizar la potencialidad (4 l, n). Desobedecer o romper el orden corresponde a caer en tentación, al elegir el polo negativo para actualizarlo en la realidad colectiva, con fines de obtener beneficios a corto plazo a costa de los recursos de otros. Al romper el orden, el individuo refuerza su percepción de hallarse fragmentado (4 n, o) y la sensación de sufrimiento correspondiente.

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Lo maravilloso de las alegorías es que nos permiten ampliar las posibilidades de comprensión (3 f) para los misterios que históricamente el hombre ha cuestionado. Podemos interpretar la expulsión del Paraíso como un evento desafortunado o como una forma de ingresar en la Creación, caracterizada por la dualidad, para que el hombre pase de un estado latente perfecto a un estado sensible perfecto (1 a, b; 2 a). Hubo que salir de un estado de posibilidad para actualizar la celebración, que consideramos el deseo original que sustenta a la Creación (2 a, b, c, d, e, f). El Paraíso es una visión que hay que actualizar.

Lo potencial es un estado de no sensación que se actualiza sensible a través de la Creación (1 a, b). El ser humano no ha perdido nada; más bien tiene la posibilidad de realizar todo lo que puede ser y sentir. Las polaridades no son un castigo sino un mecanismo (4 f) que hay que reconocer.

Observemos los beneficios para la comprensión que facilita un panorama inclusivo, pues diversas teorías tienen cabida en una perspectiva trascendente (3 g). El planteamiento de la reminiscencia sugerido por Platón aparentemente está en oposición con la entelequia de Aristóteles. El primero sugiere que todo está dado y basta recordarlo. El segundo plantea la potencialidad que debe ser actualizada. Analizado en opuestos, Platón se vincula con la teoría de recuperación y Aristóteles con la de desarrollo. Al considerar ambas teorías y ambos planteamientos filosóficos desde la comprensión característica de la conciencia, sin limitar el entendimiento a la dimensión mental (3 f, g), sostenemos que todo cabe en una postura incluyente. Es importante recurrir a la reminiscencia como el proceso de recordar la

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propia naturaleza para liberarla (Platón, recuperación); naturaleza que originalmente es potencial (Aristóteles, desarrollo). El recuerdo no implica que se haya perdido algo o que se deba sufrir un castigo por desobediencia, cuando el libre albedrío es inherente a la naturaleza humana. Significamos el recuerdo como el acceso a la conciencia para el despertar de la potencialidad, a la que dejamos fluir para ser testigos de la celebración universal (2 c), del regocijo por ser conscientes de la Unidad (1 a, b).

La comprensión del deseo original de celebrar (2 a) concluye en que todo es bendición y regocijo. Para actualizar los sentimientos trascendentes se dispone del mecanismo de la dualidad (4 f), el cual es contenido en la naturaleza inclusiva de la Unidad.

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Capítulo III De las tentaciones del demonio

Analicemos la noción de ser tentados por el demonio. De acuerdo al evangelio de Mateo, Jesús es tentado por el diablo durante su retiro en el desierto, después de haber sido bautizado en el Jordán. El demonio le ofrece los reinos del mundo y la gloria de ellos a cambio de que se postre ante él y lo adore. Jesús lo aparta y se menciona fiel a Dios.

Para interpretar la alegoría de la tentación del demonio, comenzamos con la definición de la palabra tentación, referida al impulso que induce a obrar pero que envuelve un matiz de incorrección. Al ser dotados de libre albedrío (2 b, f), los seres humanos tenemos la opción de elegir entre las polaridades que nos presenta la vida operativa, conformada por las dimensiones mental, emocional y física (3 a), en que tenemos la oportunidad de actualizar nuestro espíritu potencial para que devenga actual y, así, advenga sensible (3 b, c); o bien, disponer de lo opuesto a nuestras facultades inherentes, cuando éstas se han desdoblado en positivo y negativo en la dimensión mental para efectos de la sensación (4 i, j, k, l).

La razón de ser del libre albedrío es disponer del acto de elegir (4 e, g) para que mediante la sensación de la

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tentación actualicemos, al no caer en ella, nuestra naturaleza esencial, que en la dimensión mental equivale al polo positivo (4 i). En la realidad virtual requerimos de los opuestos para actualizar el ser (4 a, b, c, d, e) ya que la realidad potencial es de naturaleza absoluta, donde todo es Unidad y no hay relaciones ni sensaciones (1 a).

De esta manera, las tentaciones son parte integral de la vida, pero no como un juego arbitrario de quien dota de libre albedrío a los individuos (2 b). Afirmar tal arbitrariedad equivale a una proyección de la propia inmadurez. La tentación es un elemento del mecanismo de la dualidad, con el que inicia en la mente humana el primer atisbo de sensación, virtual pero sensación al fin (4 k), para que la persona, al sentir la tentación por el polo negativo, elija la actualización del aspecto positivo (4 h), y actualice así el propósito original: el regocijo que resulta del ejercicio de sus facultades primordiales (2 a). Sin el polo negativo el polo positivo queda limitado a una posibilidad, y en consecuencia el ser y el sentir del individuo se conservan latentes, sin cobrar realidad actual (1 a; 4 g).

Si comprendemos el significado de la palabra tentación desde la perspectiva planteada, se deduce que sin la tentación no hay actualización de la esencia potencial (4 m). En el universo de las polaridades hay bendición y hay maldición, pero en la realidad potencial, de condiciones absolutas por no haber relaciones, todo es bendición potencial (1 a). Con esta comprensión podemos asumir un criterio de bendición continua, incluso en el mundo de la dualidad, donde para celebrar la dicha tenemos como parámetro la desdicha (4 g, h). Si aprendemos a elegir virtualmente (4 j), dejaremos atrás la actualización del polo negativo en la realidad colectiva (4 m),

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experiencia bastante conocida tanto en lo colectivo como en lo individual, en la actualidad y a través de la historia (4 n). Las consideraciones virtuales que llevamos a cabo en la dimensión mental no tienen la suficiente carga energética para perjudicar al entorno colectivo (4 k). Es más sencillo administrar una consideración en la mente que restaurar los recursos por haber dañado la realidad física que compartimos los seres humanos (4 a, b, c, d).

En la alegoría de la tentación de Jesús, suponemos que para sentirse tentado tiene un propósito a lograr. La tentación surge como el impulso que siente para evitar su propósito, pero es precisamente cuando elige su objetivo original, en el plano virtual, que niega rotundamente la desviación y asume plenamente su convicción, con la correspondiente actualización de su intención primaria (2 b, d; 4 m).

Mediante la tentación, pero sin caer en ella, actualiza su solvencia (2 d), la que hubiera quedado en estado potencial en ausencia del posible desvío. La realidad de los opuestos obedece al mecanismo de la dualidad, que resulta en la actualización de nuestros propósitos originales al ser asumido con sabiduría (4 f, g). El riesgo del mecanismo (4 l) y de la libertad de elegir del individuo es que al desviarse de su propósito se fragmenta de la naturaleza de las cosas y se aliena del mundo, lo que se complica al convertirse en un hábito sujeto al juicio moral del propio individuo. El resultado final de la fragmentación es la actualización del sufrimiento en lugar de la celebración que se busca de origen (2 a; 4n, o).

Notemos que el sufrimiento aparece a partir de la dimensión mental, por lo que el ser humano está sujeto o libre de ello en virtud del ejercicio de su facultad de elegir (2 b, f).

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El contexto de la dualidad y las sensaciones se caracteriza por la intensidad. Precisamente después de su bautizo en el Jordán, cuando Jesús confirma su propósito, cuando lo que más aprecia se intensifica en su conciencia, surge la tentación a desviarse. Es un momento crítico: o se desvía o consolida el enfoque a su objetivo. Dentro de la intensidad, por más aguda que sea la tentación, contempla menor inversión energética resolverla virtualmente que actualizarla y luego reorientarla al propósito original en la realidad colectiva (4 a, b, c, d).

Finalmente, si somos congruentes a lo que señalamos valioso, las tentaciones son bendiciones. Si elegimos con sabiduría, las tentaciones contribuyen como referencias para la actualización de nuestros propósitos. Todo se ampara y es contenido en la Unidad, no obstante el ser humano se perciba apartado de Ella (1 a, b).

Sin la tentación, la esencia del hombre queda en estado potencial (1 a). La lealtad es solamente una posibilidad hasta que sentimos el impulso a ser desleales. La intensidad del polo negativo hace intenso y sensible el polo positivo. El deseo de ser leales se actualiza en la realidad colectiva al negar la sensación virtual de deslealtad (4 k). No se obtiene la experiencia de lealtad hasta solventar la tentación de ser desleales. La lealtad, antes de cualquier sensación, es una mera posibilidad. Las acciones derivadas de una elección virtual efectiva nos confirman en el mundo de acuerdo con nuestra naturaleza.

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Capítulo IV De la salvación del alma

La salvación del alma es tema central de algunas religiones. La alegoría plantea la liberación de una condenación eterna que amenaza tras la muerte del individuo. En el cristianismo, la salvación corresponde a la liberación de la esclavitud del pecado y de la condenación que brinda el acceso al Reino de Dios, al aceptar el sacrificio de Jesucristo. Cada religión tiene sus particulares pormenores en cuanto a la salvación y a los criterios para lograrla.

Para comenzar con el análisis, definimos salvación como la liberación de los obstáculos que nos lleva a un estado deseado.

De acuerdo a los criterios rectores que sustentan nuestros comentarios, el alma o espíritu humano más que requerir de salvación, requiere de realización, para que lo que es posible advenga sensible (3 b).

La liberación del espíritu consiste en dejar fluir el potencial del propio espíritu (2 d, e) para actualizarlo en la realidad colectiva. El hombre, mediante su libre albedrío, facilita o bloquea, en su experiencia individual, el flujo de sus cualidades esenciales (2 b, f).

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Cada ser humano tiene la libertad de asumir su naturaleza potencial o dejarla en estado latente. Más que ser condenado tras la muerte por haber vivido en pecado durante su vida terrena, el hombre, cuando es sabedor de la naturaleza que puede actualizar (2 c) y evade la plenitud que puede realizar, condena su propio potencial.

Al actuar con impecabilidad, al conocer su naturaleza esencial, el individuo se realiza y se regocija en las sensaciones que advienen por el florecimiento de su carácter (2 d; 3 b).

El estado de condenación que el hombre siente lo amenaza, no será en el futuro sino que se da en el presente, al no vivir plenamente su vida posible por dejar su potencial en estado latente (2 a, b).

El tema de la liberación del espíritu, en términos de dar paso a la potencialidad, resulta central si fundamentamos lo que el ser humano puede sentir, hacer y tener en la actualización de su ser o florecimiento de su carácter (2 c).

Cuando el hombre conoce sus posibilidades y evade asumirlas, se auto impone el estado de condenación que tanto teme, y lo hace en su vida cotidiana, que es donde puede sentir, donde tiene la posibilidad de celebrar con sus semejantes, pues en la realidad potencial sólo hay posibilidades pero no sensaciones (1 a, b).

La muerte se presenta en la vida cuando se evita la propia naturaleza. La esclavitud respecto al pecado surge por vivir sin impecabilidad, sin calidad. La calidad es un estado que se goza por vivir de acuerdo a la realidad de lo que un ser humano es: un espíritu conformado por cualidades esenciales que al ser actualizadas integran un carácter.

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El Reino de Dios es el estado de regocijo y celebración que se alcanza en la vida cotidiana como consecuencia de florecer el propio potencial.

La actualización de la potencialidad involucra dos aspectos: 1) las alternativas directas que debe asumir el ser humano para actualizar su conciencia y 2) el dejar fluir la fuerza potencial, que en términos alegóricos se corresponde con la entrega de la voluntad del individuo a la Voluntad de Dios (2 e).

La liberación de la potencialidad resulta en el estado de bienaventuranza que tanto añora el hombre. En el universo relativo la libertad misma es bienaventuranza, en que la salvación es un estado continuo de dar paso a la fuerza potencial, en una celebración constante. El mayor obstáculo es el mismo ser humano, cuando se pierde la oportunidad de atestiguar el orden y el gozo. Para la salvación es suficiente con dejar de ser el obstáculo, con dejar de condenarse a la percepción de hallarse fragmentado de la Unidad.

La añoranza que siente el ser humano no surge por algo que se perdió. Es el impulso de la fuerza potencial que busca abrirse camino en beneficio de quien le permita fluir (2 a). El hombre, aun en su ignorancia, intuye que algo se abre paso (2 b).

Al principio, en la realidad potencial no hay sensaciones (1 a). En el proceso, en las realidades virtual y colectiva, surgen las sensaciones (4 a, b, c, k). Al final, en la realización, se alcanza la sensación y la conciencia, que también es una sensación, de que todo ha sido siempre Uno. La condenación corresponde a perder la oportunidad de ser testigos de la actualización de lo que es posible (2 c). La salvación es darle paso (2 a).

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Capítulo V De la segunda venida

La segunda venida es una alegoría que aparece en los escritos de ciertas religiones y filosofías. Sus elementos se vinculan con las alegorías de la salvación y del juicio final. Cuando se combinan ambas, el juicio define quiénes serán salvos y quiénes condenados.

De acuerdo a nuestro planteamiento, la salvación corresponde a la liberación de la fuerza potencial para actualizar la naturaleza esencial del ser humano y atestiguar los estados de regocijo y celebración (2 c); y el juicio final, como veremos en el próximo capítulo, se refiere a la última vez que el individuo juzga, acto que lo lleva a la compasión, a la integración con la Unidad.

Desde esta perspectiva y al contemplar la alegoría de la segunda venida de Cristo, asumimos que Cristo es un estado de conciencia potencial que puede ser actualizado. Cristo, lo mismo que Buda, más que individuos son estados de conciencia potenciales disponibles para ser alcanzados por el hombre. Jesús de Nazaret dio testimonio del estado de Cristo; Siddhartha Gautama atestiguó el estado de Buda.

¿En qué consiste entonces la segunda venida? En la realidad potencial no hay relaciones, todo es absoluto. En

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la realidad colectiva, donde se dan las relaciones, surge también la individualidad (1 a, b). Si partimos de la realidad potencial, como fuente de la realidad sensible, y de la individualidad, como condición dual para la actualización de las facultades humanas y de los sentimientos trascendentes (3 a, b), tenemos que en el ámbito del tiempo y en virtud de la variedad de estados de conciencia de los individuos, algunos acceden a la conciencia de Unidad y otros se enfocan en competir por el poder, en experimentar el placer o apenas en sobrevivir. La primera venida se da cuando un individuo actualiza el estado de Cristo o de Buda y comparte la posibilidad de vivir en conciencia trascendente. La segunda venida será entonces cuando cada individuo sea consciente de la Unidad. La alegoría del regreso a casa equivale a que la Unidad potencial deviene Unidad actual.

La alegoría nadie va al Padre sino por mí más que imponer un camino rígido y exclusivo a la celebración, mediante rituales o dogmas específicos, es una confirmación de que se requiere actualizar la conciencia para acceder a la Unidad. Al alcanzarse el estado de Cristo surge el regocijo en la conciencia de totalidad.

En la realidad colectiva -caracterizada por estar sujeta al tiempo, a la dualidad y al libre albedrío individual (2 b, f; 4 f, g)- quien accede al estado de Cristo como primera venida, cuando no todos los individuos comparten el mismo estado de conciencia trascendente, despierta la compasión por sus semejantes. La compasión se relaciona con la conciencia de saber que compartimos la misma esencia y con la comprensión de que no todos los individuos son conscientes de la Unidad. De tal manera que quienes alcanzan el Cristo o el Buda como primera venida, en lo particular, saben que habrá una segunda

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venida, en lo colectivo, en que cada individuo compartirá la misma conciencia de trascendencia. La segunda venida se vincula con el voto del Bodhisattva, relativo a la liberación universal.

La segunda venida es un despertar compartido, pero requiere de un florecimiento individual. La realización del ser es un camino de responsabilidad personal. El sabio hindú Krishnamurti, quien fue preparado para encarnar a Maitreya, renunció a la identidad de mesías al tiempo que manifestó la intención por la liberación del ser humano. Comprendió que al seguir a un individuo, el hombre se dispersa de la Verdad, que está presente todo el tiempo en cada persona. Cuando se intenta compartir para que cada cual asuma su potencial, renunciar a un puesto de poder humano es un acto de solvencia, de conciencia y de responsabilidad (2 d; 4 h; 3c), que se corresponde con la alegoría de trascender la tentación del demonio.

Más que esperar que venga un individuo a quien seguir, la segunda venida consiste en el ejercicio individual para actualizar lo potencial (3 a, b). En la medida en que una persona florece su naturaleza esencial aprende a esperar, de manera paciente y compasiva, los procesos de madurez de sus congéneres.

Esperar la segunda venida de un individuo que dejó un legado espiritual que aún no se comprende es una espera vana. Incluso, es probable que volviera a ser rechazado, para de nuevo ser idolatrado, en un círculo vicioso caracterizado por la dependencia que aleja a las personas de la conciencia y la responsabilidad.

La expectativa de la segunda venida para acabar con el sufrimiento humano se traslada a la vida cotidiana como la espera irracional de soluciones externas en lo que corresponde a la competencia individual.

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Mientras la humanidad siga esperando un salvador, sea en primera o segunda venida, continuará la expectativa de que alguien satisfaga sus necesidades. Esta expectativa resulta en los desórdenes sociales que abren las brechas en la distribución de los recursos, entre otros problemas, pues algunos asumen astucia y otros dependencia, pero pocos responsabilidad. Es necesario agruparse para lograr objetivos comunes, pero al evadir la responsabilidad individual las comunidades se convierten en cobijo para la dependencia (4 h).

Es innecesario cambiar las estructuras sociales, pues los ajustes que se lleven a cabo serán insuficientes mientras los individuos mantengan limitada su naturaleza esencial (2 b, f). Una estructura social sana resulta de individuos conscientes y responsables (3 c). Mientras las personas requieran que alguien más resuelva sus carencias, surgirán las argucias y los trucos para obtener recursos en función de la dependencia, y habrá pocas probabilidades para que surja el orden -expresado como equilibrio y armonía- en las familias, empresas y en cualquier tipo de agrupación humana.

Es en los grupos donde surge la fraternidad. Es necesario el intercambio entre los seres humanos (3 h), pero un intercambio donde cada cual asume conciencia y responsabilidad. Mientras la persona espere a que le digan cómo vivir, cómo actuar, cómo pensar, cómo sentir, y que busque le expliquen todo sin involucrarse, es poco probable que aproveche incluso lo que se le pueda mostrar.

La cantidad de información disponible en la actualidad es tan vasta -no sólo la escrita, sino la que puede deducirse mediante la percepción- que confirmamos que cada individuo es responsable por reconocerse a sí

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mismo, sin tener que esperar a que le digan cómo hacerlo. Tal vez requiera de ciertas referencias, pero sólo eso.

A la vez, la individualidad no consiste en apartarse, por el contrario, un individuo autónomo actúa con determinación en los intercambios que realiza con otros seres humanos. La lucha por el poder se deja de lado como consecuencia natural de aportar la propia plenitud, al comprender que el conflicto entre las personas se da por ignorancia de la Unidad. Cuando el individuo reconoce que la fuerza potencial es el poder de que dispone para disfrutar la vida (2 a), deja de luchar por el poder desde una perspectiva de escasez -en la que al percibir recursos limitados pelea por ellos. Si cada individuo actualiza su naturaleza esencial, el orden y la paz son derivaciones naturales, y no algo por lo que se deba entrar en conflicto.

La expectativa de la segunda venida para que alguien externo lo libere es una esperanza proyectada por el sufrimiento actual del hombre, en que no reconoce sus alternativas directas ni confía realmente en quien espera lo salve, pues la evasión de la responsabilidad es también proyectada, por lo general de manera inconsciente, como irresponsabilidad de su salvador.

De esta manera, el ser humano vive en ignorancia de la fuerza potencial tanto en su vida cotidiana como en sus nociones espirituales, cuando en realidad, el espíritu se actualiza en el quehacer común del hombre (3 a).

La segunda venida no corresponde a la presencia de un ser extraordinario, ni a la presencia majestuosa de un grupo de seres sobresalientes, sino al despertar interno de cada individuo que decida expresarse en plenitud (2 a). Es una decisión personal a la que la humanidad se habrá de

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habituar, hasta acceder a los estados de fraternidad, amor, bondad, compasión, gratitud, abundancia y libertad que resultan del ejercicio de la conciencia y la responsabilidad, de la solvencia del ser humano (2 b, c).

La información está disponible, las condiciones están disponibles. Es posible asumir lo que cada individuo es. No es necesario crearlo sino actualizarlo. Cada cualidad soñada está allí, conformando potencialmente al individuo. Basta dejar fluir la fuerza potencial al asumirse uno mismo (2 a, b, c).

La conciencia es una sola, un solo espectro que se alumbra en virtud de la luz que cada individuo porte (1 a, b). La luz proviene de lo potencial y se actualiza por la responsabilidad del individuo (2 b, e). Cada ser humano trae su lámpara para alumbrar el espectro de la conciencia. Cada uno decide con qué intensidad alumbrar. Alguien puede sugerir una lámpara más grande o baterías más potentes, pero nadie puede llevar la lámpara de otros. La luz debe surgir a través de uno mismo y es decisión propia la intensidad con que se deje pasar (2 e). Dentro de las polaridades, tenemos la opción de buscar una lámpara prestada o asumir la fuente de luz que se dispone para nosotros.

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Capítulo VI Del Juicio Final

Se suelen dar diversas interpretaciones a las alegorías, pues nacen en un contexto determinado y cuando se extienden más allá del pensamiento inicial que representan, sus aplicaciones se diversifican en múltiples ideas y se amplían a nuevos ámbitos.

Contemplamos recibes lo que das como mito en virtud de que asumir la bondad no garantiza que se reciba bondad del entorno. De la misma manera, al ejercer la maldad no necesariamente se recibe maldad a cambio. Recibes lo que das se refiere más bien a que el ser humano siente lo que actualiza de sí al ambiente, en el momento que lo hace. Si un individuo expresa comprensión siente compasión, con independencia de lo que reciba del medio, positivo o negativo, por asumir la comprensión. Si asume responsabilidad experimenta libertad, incluso si su cuerpo se halla prisionero. Si genera odio sentirá odio, pero no un odio externo sino el propio. Es posible amar y recibir rechazo, o actuar con agresión y recibir compasión. Lo que el individuo actualiza de sí, garantiza la sensación correspondiente, no por devolución sino por generación. Cuando la persona no comprende que las sensaciones sublimes advienen al asumir su carácter

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queda cautiva de una idea limitada del Karma, en que traslada las diversas formas de sufrimiento, como la culpa o el resentimiento (4 o), a periodos más amplios de tiempo que una sola vida humana. Prisionero de su sufrimiento actual al considerar cuentas pendientes por su pasado, el ser humano se auto condena para el futuro, cuando en realidad, sufre ya en el presente lo que teme pueda suceder. Observemos, que tanto los mitos como las alegorías guardan ideas relacionadas con el sufrimiento o la gloria eternos o a largo plazo.

En este sentido, la alegoría del juicio final expresa la salvación para quienes hicieron lo correcto. Ahora bien, lo correcto es una noción que desde una perspectiva moral puede generar confusión. De acuerdo con los criterios rectores que fundamentan nuestra interpretación, preferimos referir lo correcto como el vivir en función de la naturaleza primordial, al asumir los recursos potenciales y sus aspectos operativos (3 a) en pos de los estados de celebración (3 b).

Recapitulando el término, hemos definido salvación como liberación. Liberación de la percepción de la fragmentación humana, más que de una opresión externa que induce el temor a sufrir por la eternidad. La liberación es la emancipación que da acceso a la integridad, lo que resulta al dejar de juzgar y al disponer del mecanismo de la dualidad (4 f, g) con respeto a la naturaleza de las cosas (1 a, b; 2 a-f; 3 a-i; 4 a-o).

Recordemos que no contemplamos el pecado como veredicto de un juicio llevado a cabo por quien otorgó el libre albedrío al ser humano ni como resultado por la ignorancia del hombre, sino como el acto no impecable que resulta de actuar como si la realidad estuviera fragmentada, cuando sabemos que no es así. Acto que

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actualiza el hábito del sufrimiento y que es pecable cuando somos conscientes de nuestra naturaleza potencial y de los estados de celebración que advienen al asumirla.

No juzgamos el sufrir pero sí consideramos un acto con mácula el facilitar el sufrimiento cuando sabemos cómo celebrar. No es un asunto moral, es un acto de pecabilidad, lo que tampoco está sujeto a juicio pero sí tiene la consecuencia de aplazar los estados de regocijo, libertad y abundancia. El primer pecado es dejar de lado la gracia y vivir en ingratitud cuando se sabe la causa de la dicha. El siguiente acto pecable es juzgar la evasión anterior.

De tal manera que el juicio final equivale al momento en que se deja de juzgar y se accede así a la acción impecable, borrando también el pecado original, que pasa a ser una referencia para la sabiduría. El juicio final es el último juicio que lleva a cabo el individuo, con lo que inicia su percepción de la realidad tal como es.

Suponer un juicio final -que conlleva el riesgo de la condenación eterna- ejercido por un ser superior que dotó de libre albedrío al ser humano es una confusión generada por una proyección de la pecabilidad humana y por limitar la comprensión del término juicio a su acepción moral. Más bien contemplamos el juicio final como el instante en que el hombre deja de juzgar y se realiza consciente de la Unidad. Alegóricamente, al ser libre del juicio final, el ser humano accede al Reino de Dios, al Paraíso donde habita el Padre, no como un regreso al origen perdido sino como una realidad plena y actualmente sensible.

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Capítulo VII De la Trinidad

Entre las diferentes etapas en que evoluciona la concepción del hombre respecto a un ser o estado superiores, hay momentos de transición que involucran los conceptos previos con los nuevos paradigmas. La evolución del politeísmo al monoteísmo, por ejemplo, envuelve la noción de la tríada de manera simultánea con la idea de un solo Dios. Durante la transición de los conceptos se genera una confusión al entrar los modelos en conflicto. Esto sucede si se limita la percepción a los opuestos, pues desde una perspectiva inclusiva (3 g), se pueden comprender los diversos planteamientos y dar cabida a cada uno de sus elementos. En esta tesitura, el ser humano puede confundirse por estar sujeto al conflicto entre las características de la individualidad y la naturaleza de la Unidad o, de manera inclusiva, comprender que a través de la individualidad se actualiza la Unidad. La realidad de las relaciones no conlleva necesariamente la desvinculación con la esencia absoluta (1 a, b).

Si tomamos la Trinidad de la doctrina cristiana y la relacionamos con nuestros criterios rectores, ubicamos al Padre como el aspecto causal de Dios o Fuente de la

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potencialidad, al Hijo como el aspecto actualizado de Dios en la Creación y al Espíritu Santo como la potencialidad disponible para la realización del ser humano. Más que entrar en conflicto por comprender si son seres o estados, o si es uno o son varios, contemplamos una potencialidad que se actualiza y que, suponemos, es causada por Algo. Es posible que una vez actualizado, el ser humano se integre a la Fuente de la potencialidad para cocrear otras potencialidades, pero consideramos que antes de comentar más ampliamente tal tema, nos conviene corroborar la actualización de la potencialidad que tenemos disponible en este momento.

Al seguir la noción de la Trinidad y expresado de manera alegórica, aceptar la potencialidad para que se revele en nuestra vida equivale a recibir al Espíritu Santo (3 b).

Los términos utilizados por las diferentes culturas, ciencias y los planteamientos filosóficos o religiosos contribuyen a consolidar matices ideológicos que las identifican. En lo tradicional, la palabra potencialidad se vincula principalmente con fuerza en virtud de la ciencia física. La noción de Espíritu Santo se relaciona más con aspectos devocionales. Sin embargo, desde la perspectiva inclusiva que guía nuestra disertación (3 g) tanto la naturaleza de la potencialidad como la del Espíritu Santo dan cabida a estas dos características y a tantas otras en virtud de la Unidad, pues con independencia del término que se disponga, se contempla de manera inherente la Totalidad de Dios (si nos expresamos en alegoría) en la plenitud de sus aspectos -bondad, poder, amor, conciencia, determinación, dulzura, fiereza, etcétera.

Recordemos que en la realidad absoluta no hay relaciones ni dualidad y que en la realidad de las

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relaciones (la Creación) lo absoluto se desdobla en opuestos para que surjan las relaciones y así, las sensaciones (1 a, b). La percepción únicamente devocional respecto al Espíritu Santo sería una percepción parcial del ser humano, pues la potencialidad (Espíritu Santo) es la substancia que da realidad y sostiene a la Creación. Lo potencial incluye a lo devocional entre todas sus cualidades.

Al trascender el conflicto entre la individualidad y la Unidad, el ser humano reconoce su voluntad de elegir mediante el libre albedrío al tiempo que comprende una Voluntad que lo trasciende. Al fluir en la noción de Unidad se desapega de su individualidad y accede a la perspectiva de abundancia, en que dispone de la potencialidad para celebrar (recibir al Espíritu Santo).

En términos alegóricos, el hombre vive expulsado del Paraíso cuando se halla en conflicto por pretender imponer su voluntad limitada a la Voluntad de Dios, que en términos de nuestros criterios rectores equivale a la pretensión del individuo de usar su poder limitado para alterar la naturaleza de la potencialidad, percibiéndose así fragmentado de la Unidad. Su percepción de fragmentación es resultado de una ignorancia que puede solventar para integrarse a la Realidad y ser testigo de la gloria y la celebración.

Interpretamos la analogía de Alfa y Omega en virtud del Padre Creador, que al disponer del Espíritu Santo se revela como Hijo en la Creación. Al actualizarse, realiza el estado de celebración. Alfa es el principio creador y Omega la celebración. La potencialidad hace posible la dinámica (2 a).

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Capítulo VIII Florecer para celebrar

La complejidad de la Realidad es vasta y pretender comprenderla plenamente desde la limitación humana -que es una bendición para gozar de los sentimientos sublimes (1 a, b)- es un intento destinado a fracasar.

Una realidad es gozar del estado de Unidad, donde el individuo se rinde a la Conciencia, integrándose al misterio en un estado transhumano, y otra muy distinta es aspirar, desde la limitación meramente humana, a comprender y explicar la vastedad desde la dimensión mental.

Sin embargo, no es necesario renunciar a la comprensión de la Unidad sino dar tiempo y espacio en virtud de nuestra realidad actual. De tal forma que se sugiere involucrar la totalidad de lo que somos, sentimos, hacemos y tenemos en este momento, al vivir el presente con criterios simples que nos faciliten fluir y celebrar en la Unidad, sin la necesidad de asirla.

Enseguida comentamos actos para vivir con plenitud en lo cotidiano. De cualquier manera sugerimos que cada persona ubique los fundamentos que la inspiren para vivir en plenitud y alegría.

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Florecer para celebrar es la alegoría que proponemos para la realidad contemporánea, la cual representa figuradamente los cuatro criterios presentados en el capítulo I. El propósito es asumir alternativas directas con sencillez y sabiduría dentro de una complejidad incomprensible en virtud de su naturaleza trascendente y de nuestra propia naturaleza, limitada por la condición humana (1 b).

Florecer es el proceso de trasladar las cualidades que conforman el carácter del ser humano de la potencia al acto –conciencia, responsabilidad y sus derivadas por cardinalidad (2 d)- al suponer que cada individuo dispone potencialmente de todo lo que puede llegar a realizar en términos de ser (3 b).

Celebrar es el estado que adviene al asumir el ser. Celebrar es un sentimiento trascendente que resulta de ejercer las facultades primordiales que integran el carácter del hombre. La realización del ser es el medio para el advenir del sentir. El ejercicio consistente del carácter, mediante la asunción de las cualidades inherentes del individuo, es el fundamento de los estados de regocijo, fin último de la experiencia humana (3 b).

Florecer para celebrar es vivir plenamente dentro de la Creación sin requerir de comprenderla y explicarla en su totalidad, y sin la necesidad de estar completamente actualizados. Es vivir en un proceso de actualización continua hasta la culminación de todas nuestras plenitudes.

Expresiones análogas a la alegoría florecer para celebrar son:

• Ser para sentir. • Despertar para festejar.

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• Realizar para sublimar. • Desarrollar para atestiguar.

Cada expresión guarda la semejanza de contemplar al ser como medio para culminar en la experiencia de sentir, en que la identidad individual es secundaria en virtud de la Unidad (1 a, b; 2 a, b).

Al actualizar nuestro ser potencial accedemos a los estados de abundancia, libertad, confianza, gratitud y generosidad, entre otros característicos del regocijo. El regocijo es la sensación en que los individuos se realizan conscientes de proceder de la misma Esencia y tender naturalmente a Ella. El regocijo es una de las razones de ser de la Creación.

Entre los actos fundamentales para facilitar el florecimiento del ser y acceder a la celebración consideramos la elección, la comprensión y la compasión. Actos representativos de la conciencia y la responsabilidad. El acto de elegir La responsabilidad es el aspecto de la voluntad, característica del libre albedrío, que se asume mediante el acto de elegir. Elegir corresponde al ejercicio consciente de las alternativas directas en los planes y las circunstancias de la vida cotidiana, al reconocer lo que depende de nuestras acciones y lo que compete, en un sentido, al entorno que nos rodea y sus integrantes en virtud de su particular naturaleza, y en otro, a la Unidad (2 e). De esta manera, ubicamos tres aspectos relativos a elegir:

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1. El ejercicio consistente de actuar de acuerdo con nuestra voluntad, al reconocer nuestras alternativas directas.

2. Reconocer y aceptar lo que no compete a nuestras decisiones y acciones en función del contexto en que vivimos.

3. Disponer nuestra libertad al flujo de la Unidad, o dicho alegóricamente: rendir nuestra voluntad a la Voluntad, al entregarnos al Espíritu.

El acto consciente y consistente de elegir en función de la Unidad resulta en la realización del carácter, en que primero se conforma una identidad y luego se trasciende. Se conservan los estados de sensación pero sin apego a la individualidad. El acto de comprender La comprensión es el aspecto de la conciencia que se actualiza como acto de dar cabida. La comprensión, en sentido mental, es el entendimiento que se logra a través de la razón, y en sentido trascendente -que incluye la faceta mental- es la capacidad de contener (3 e, f, g).

En una perspectiva inclusiva, la comprensión significa el reconocimiento de las preferencias del individuo de acuerdo con sus parámetros mentales al tiempo que da cabida a lo que sale de sus expectativas, pues reconoce el derecho a existir de todo lo que le rodea. De este modo, valida la realidad que percibe con independencia de estar de acuerdo con la manera en que ésta se presenta (3 c, d). Hablamos de un estadio inicial de comprensión, en que el individuo acepta en su mente la noción de dar cabida, que gradualmente extiende como gusto por la variedad.

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En primera instancia entiende que las cosas son así, para más adelante abrazar y celebrar la diversidad de la Unidad.

La comprensión también es fundamental en el proceso de actualización del individuo. El desarraigo de los malos entendidos tradicionales puede ser un proceso hasta doloroso si no se tiene la capacidad de contener los conflictos ideológicos. Es común en un momento del propio desarrollo -mediante el servicio a los semejantes- la tendencia a suponerse un mesías que comparte los aspectos de la Verdad que le son revelados. Esta confusión se aclara cuando se comprende la noción de Unidad y la responsabilidad individual por la actualización de la potencialidad (3 h, i). En el camino, es importante compartir lo que se descubre como testimonio de referencia para otros. El problema surge cuando las personas se hacen dependientes y siguen a quien les ha compartido algo, pues nacen las estructuras y las jerarquías que alejan a todos de la Realidad. Al soslayar la conciencia y la responsabilidad se nutre la dependencia, se fragmentan las personas y se confirman las brechas entre los que disfrutan y los que sufren, ambos limitados, por lo general, a la supervivencia y al bienestar emocional.

Cuando un ser humano es representativo de la libertad puede reunir seguidores, pero, aun cuando estén confundidos por la cultura de la dependencia, en esencia siguen la libertad y no a la identidad. Cuando un líder reconoce esta confusión facilita su propia liberación y la de quienes lo han tomado como estandarte.

La comprensión se vincula con el deseo original de celebrar (2 a, 3 e). Con la comprensión se trasciende el

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matiz negativo de las polaridades, pues finalmente todo es bendición y regocijo.

Para actualizar los sentimientos trascendentes se dispone del mecanismo de la dualidad (4 f), el cual queda absorbido en la naturaleza compasiva de la Realidad. El acto de compartir o compasión Mediante la comprensión y la elección, el ser humano traslada de la potencia al acto la conciencia de compasión, que surge cuando comprende que comparte la misma Esencia y que sufre por la percepción de estar fragmentado de la Unidad (4 n).

La conciencia de la compasión resulta en el deseo de contribuir para cesar con el sufrimiento y con la falsa percepción de ruptura en que el ser humano experimenta la vida. La compasión se relaciona con la comprensión de la temporalidad de las situaciones. En un acto de compasión el individuo brinda sus talentos en beneficio de la Unidad.

La compasión nace como un deseo y se convierte en una responsabilidad por la liberación del sufrimiento humano. El deseo se actualiza en una sensación de plenitud en la realidad colectiva. La compasión, fruto de la comprensión y la elección, equivale al cuidado voluntario y consciente de la Totalidad, que podemos definir como el acto de amar. Comprender, elegir y compartir es amar.

La compasión es un acto y también un sentimiento trascendente que adviene con la Conciencia de Unidad. Al ser un sentimiento, trasciende a la mente. La compasión se diferencia de la empatía en función de las dimensiones humanas. La empatía es un estado

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cognitivo-emocional de lo que otros pueden pensar y sentir, que facilita el interactuar con ellos de manera inteligente. La compasión es un estado que resulta al darse cuenta que se comparte la misma Esencia, donde se reconoce la realidad dual con sus polaridades pero se sostiene la perspectiva de que en última instancia todo está bendito, lo positivo y lo negativo, al provenir de la misma y única Fuente (1 a, b).

Mientras la empatía conlleva un nivel de comprensión preponderantemente mental y emocional, la compasión envuelve la comprensión de compartir el mismo Origen, en términos trascendentes. La empatía es un camino hacia la compasión, en que se pasa de la comprensión como entendimiento -entiendo al otro- a la comprensión como dar cabida -el otro y yo somos lo mismo (3 e, f, g).

Cuando el individuo se ha integrado lo suficiente consigo mismo tiene la capacidad para integrarse con el otro. Asume la bendición como un ejercicio cotidiano de su naturaleza. Pasa de juzgar a bendecir. Así, la bendición es un acto de la compasión.

Si contemplamos gracias porque no nos hacemos daño, en lugar de orar por protección desde una perspectiva de fragmentación, reconocemos que no es posible dañarnos en un estado de bendición. Estamos sujetos a la dualidad pero la bendición y la compasión la trascienden. Las dimensiones operativas: mente, emociones y cuerpo están sujetas a lo negativo, pero en la conciencia del libre albedrío se goza de la posibilidad de elegir bendecir en lugar de juzgar, de asumir la compasión en lugar de sufrir.

Agradecer el no hacernos daño conlleva un matiz negativo, al mencionar los términos no y daño, que puede facilitar una imagen mental correspondiente a dichas

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palabras, pero en una perspectiva trascendente las polaridades son incluidas sin tener un efecto en la intención, pues ésta prevalece y la imagen mental finalmente será de Unidad, de acuerdo con la voluntad expresada por quien bendice y se compadece. Limitar la percepción a la dimensión mental sí genera imágenes en función de las palabras que se utilicen, pero desde la dimensión trascendente se dispone de la mente para crear las imágenes que correspondan a nuestra determinación. Las palabras son códigos limitados a las frecuencias operativas que pueden resultar un estorbo si no se procede desde la conciencia (3 g).

De cualquier manera, mientras se accede con consistencia a una perspectiva inclusiva, es favorable ajustar nuestras expresiones a un tono positivo. En este caso, más que decir gracias porque no nos hacemos daño diríamos gracias porque Nada pasa y porque pasa nada, donde contemplamos que la potencialidad (Nada) sucede o se actualiza, al tiempo que no hay riesgo (pasa nada). Otra forma de expresarlo sería gracias porque Todo Es y porque es todo, donde apreciamos nuevamente la realización de la potencialidad (Todo Es) y la temporalidad de lo negativo en el contexto de la dualidad (es todo) (1 a, b).

La comprensión, la elección y la compasión facilitan la Conciencia de Unidad en la vida de todos los días. Son actos para la realización del ser y el advenir del sentir (3 b), para pasar de la Unidad latente a la Unidad sensible. El acto de dar cabida, el acto de elegir y el acto bendecir actualizan la conciencia y la responsabilidad que preparan al ser humano para atestiguar el regocijo de la Realidad.

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*** Observemos que con pocos elementos tenemos parámetros amplios para vivir con gozo dentro de lo que aún rebasa nuestra comprensión y capacidad de explicación.

Estos parámetros son sólo referencias. Lo ideal es que cada persona diseñe parámetros o criterios rectores que la inspiren y conmuevan. Proponemos que los criterios sean universales y que se instrumenten como valores operables en la particularidad. La elección, la comprensión y la compasión son universales. Son criterios, actos y estados cardinales que contemplamos para florecer y celebrar la vida. Sin embargo, la universalidad es tan vasta que se puede escoger la propia cardinalidad, lo que proponemos ampliamente. Cómo vivir con sabiduría en la dualidad Presentamos un ejemplo para el diseño de criterios rectores mediante la noción de elección virtual, que hemos comentado en el Capítulo I como uno de los cuatro argumentos para la disertación sobre las alegorías (4 a-o).

Elegir virtualmente significa que en lugar de actualizar las consideraciones mentales en la realidad colectiva, donde compartimos con otros individuos, las manejamos en la dimensión mental. En la realidad virtual disponemos de alternativas directas individuales para tomar decisiones antes de afectar al entorno y a sus integrantes (4 h, i).

La justicia es una facultad primordial potencial que se actualiza en la realidad colectiva mediante la elección del

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individuo, al encontrar en la realidad virtual su polo opuesto (4 g). La injusticia es el polo negativo de la justicia en el contexto de la dualidad. Si se comprende que las polaridades son elementos de un mecanismo para actualizar los estados de sensación, se asume el libre albedrío para manifestar la naturaleza esencial, que en el caso particular es la justicia. Ser consciente de la función de la dualidad libera al hombre del apego a lo positivo y del temor a lo negativo. Al reconocer sus facetas polares en la mente y al aceptar la totalidad de sí mismo como ser humano, se libera de la confusión por los juicios morales en que se percibe fragmentado y, en lugar de ello, da paso al flujo de la potencialidad esencial.

De la misma manera, es posible proceder con cualquier facultad primordial, que en la vida operativa encontrará su opuesto, no como una tentación arbitraria sino como un parámetro, virtualmente sensible, para manifestar la sensación de regocijo que resulta al asumir el carácter en la realidad colectiva (4 g, h).

Ubicamos dos elementos principales para el diseño de criterios rectores: un propósito y el criterio mismo. Por ejemplo, el propósito de vivir con sabiduría en la dualidad, donde somos sujetos a lo positivo y a lo negativo, se sustenta en el criterio rector de la elección virtual, al manejar como una consideración en la dimensión mental la tendencia a lo negativo, y actualizar el carácter o el ser, conformado por las facultades primordiales, en la interacción humana (3 h). El criterio facilita la actualización del propósito.

Al distinguir la alegoría de florecer para celebrar entre criterio rector y propósito último, tenemos que florecer es un criterio (actualizar las facultades esenciales), y celebrar es el propósito que adviene al asumir tal criterio.

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Con estas pautas, entre otras que se puedan contemplar, sugerimos concebir propósitos de acuerdo con lo que favorezca lo valioso e importante para cada uno y diseñar criterios consistentes que faciliten su logro.

Por último, comentamos que cuando el propósito es la actualización del ser, el criterio es el ser mismo, pues cuando el libre albedrío se afirma a esta voluntad, la voluntad, que es un aspecto del ser, es el sustento, el criterio. Cuando el propósito es el florecimiento de la conciencia y la responsabilidad, el argumento es el ejercicio de la conciencia y la responsabilidad. Al trasladar esta idea a lo colectivo, las normas humanas que pudieran requerirse para lograr metas compartidas desaparecen en la medida en que las voluntades individuales son congruentes al deseo original de celebrar.

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Capítulo IX Redención de la densidad

En el corazón de cada hombre está toda la gloria del universo. Ahora ya no importa qué haya expresado de sí hasta este momento de su vida, lo que importa en este instante es qué escoge de la totalidad de sí mismo para brindarse al mundo.

En ese corazón también está toda la oscuridad que sea posible imaginar. Y ese hombre tiene la libertad para escogerse a sí mismo.

Tal vez lo que ha expresado en su pasado lo lleve a ciertas circunstancias en su futuro, o lo tenga aparentemente atrapado en su presente, pero aun en esas circunstancias su libertad para decidir qué expresa de sí, sigue siendo respetada por toda la Creación y garantizada por el respaldo más grande que jamás haya logrado concebir.

En los criterios rectores que sustentan la alegoría florecer para celebrar se contempla la actualización de una potencialidad disponible de naturaleza absoluta en una realidad de naturaleza dual (1 a, b), donde el individuo tiene la libertad de elegir entre las facultades primordiales y sus opuestos (2 a; 4 j), con el propósito de actualizar su naturaleza esencial y ser testigo del regocijo universal (2 c). La individualidad se requiere para que a través de las relaciones surjan los sentimientos (1 b), pues al no haber relaciones en la realidad absoluta tampoco hay sensaciones (1 a).

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Ahora bien, el planteamiento parte de la operación efectiva del mecanismo de la dualidad para actualizar la esencia que conforma el carácter del hombre y celebrar los sentimientos sublimes (4 a, b, c, d, e, f, g). Sin embargo, es necesario reconocer que se ha densificado sobremanera la potencialidad virtual en su matiz negativo (4 l), tanto en la realidad colectiva física como en las dimensiones operativas de cada ser humano: mente, emociones y cuerpo (3 a, h).

Denominamos potencialidad virtual a la fuerza disponible desde de la mente para ser actualizada en la realidad colectiva, pues por potencialidad esencial nos referimos a la fuerza latente en la dimensión absoluta (4 e). La potencialidad finalmente es la misma, pero a partir de la mente se vincula con el libre albedrío del ser humano (2 b). De la misma manera, describimos el proceso de actualización como el traslado de la potencia al acto de la esencia del individuo a la realidad colectiva, al elegir el polo positivo en la dimensión mental (4 h, i, j, k), y cuando la actualización es negativa la nombramos densificación. En última instancia también es una actualización pero, como en el caso de la potencialidad esencial y virtual, utilizamos el término densificar, en este apartado, en lugar de actualizar para facilitar el lenguaje en el contexto de los opuestos.

La densificación de la potencialidad virtual complica la claridad que el individuo requiere para ejecutar de manera efectiva el mecanismo de la dualidad y acceder a los estados de dicha (3 b; 4 f). Es necesario entonces llevar a cabo una redención de la potencialidad densificada en la realidad colectiva física y en las dimensiones operativas individuales (3 a).

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La redención de la densidad es un rescate de la potencialidad actualizada con matiz negativo, que en la realidad colectiva se relaciona con el respeto a la ecología y con el uso sabio de los recursos, y en las dimensiones operativas individuales se vincula con el rescate del bienestar físico y emocional, y con la liberación de la percepción mental de individualidad fragmentada (4 n). Por definición, el individuo es indivisible, pero por percepción, el ser humano se puede experimentar dividido tanto de lo que le rodea como de sus propios contenidos mentales, con el consecuente sufrimiento emocional (4 o) y físico. El origen de la densidad: la subversión y la condición de incapacidad En virtud de la condición de límites, para que a través de las relaciones surjan las sensaciones (1 b), al libre albedrío, mediante el cual el individuo asume la facultad de elegir (2 b, f; 4 j, l), y a la naturaleza de la dualidad, característica de la realidad operativa (3 a; 4 a), es posible la presencia de la subversión en la experiencia humana.

La subversión consiste en que las dimensiones operativas toman el dominio de la dimensión trascendente (3 a) cuando, de acuerdo al mecanismo de la dualidad (4 f), la razón de ser de las dimensiones operativas es facilitar el escenario para la actualización de las facultades potenciales del hombre. En la subversión el individuo queda sujeto a su limitación mental, cuyo contenido considera la verdad de las cosas. Si el contenido de la mente es confuso, el ser humano sufre como resultado de su ignorancia.

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Al no comprender la realidad desde la conciencia sino al entenderla desde los márgenes de su mente (3 f, g) el individuo desconoce el propósito y la naturaleza de los límites del universo dual, que no son un problema cuando es consciente de ellos (4 m, n, o). Si confunde la necesidad de los límites, de la individualidad y de las relaciones para culminar en el advenir de los sentimientos sublimes (1 a, b; 2 e; 3 h) con una incapacidad imputable a sí mismo, genera una serie de juicios y se implementa la subversión.

En lugar de reconocer su capacidad potencial para actualizar su esencia como una situación de latencia que se actualiza mediante el libre albedrío, la persona se juzga incapaz de alcanzar la plenitud y la felicidad. Cuando el hombre comprende que la naturaleza de la potencialidad es fluir para celebrar (2 a) se hace consciente de su impulso natural al regocijo (2 f; 3 e) pero si no la comprende, sufre el impulso a la dicha, que siempre está latente, por sentirse incapaz de realizarla. La situación potencial de capacidad se convierte, por la subversión, en una condición de incapacidad para actualizar la plenitud y ser feliz.

A partir de reconocer esta condición como su verdad fundamental, el individuo genera una serie de juicios e ideas que lo llevan a percibirse fragmentado y al sufrimiento. El contenido de su ignorancia puede contemplar combinaciones complejas de emociones, juicios y arquetipos negativos. Enseguida presentamos un ejemplo de densificación en virtud de las generalidades que hemos observado. La persona, a partir de asumir la condición de incapacidad para vivir en plenitud como su naturaleza básica, se juzga inadecuada, idea de la cual genera emociones de vergüenza, culpa y resentimiento,

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que la llevan a densificar contenidos mentales y emocionales en una dinámica que puede llegar al deseo de morir o a los estados de dependencia y apatía como resultado de renunciar al ejercicio de su libre albedrío (2 b).

En la medida en que la plenitud y la felicidad no acontecen en su vida, confirma que el sufrimiento es la naturaleza de la existencia, consolida la subversión y queda en una percepción de fragmentación, inmersa en una lucha por los recursos que considera escasos.

Observemos entonces que cuando el manejo virtual no se opera en la mente, de manera que se actualiza el polo opuesto a la esencia del hombre en la realidad colectiva y en las dimensiones operativas (4 l, m, n, o), la potencialidad virtual se densifica y el ser humano se satura y evita el paso de la potencialidad esencial (2 b), con lo que su enfoque se centra en densificar más fuerza potencial en lugar de actualizar su carácter primordial y atestiguar el advenimiento del regocijo universal. Finalmente, dispone de su libre albedrío para negarlo y cae en la dependencia que lo lleva al sufrimiento por evadir sus alternativas directas, dejando de lado el ejercicio de la responsabilidad (2 d; 4 h). En esta dinámica se aleja de la conciencia o conocimiento del mecanismo de la dualidad.

De la misma manera en que contemplamos a la conciencia y a la responsabilidad como facultades cardinales (2 d), consideramos una cardinalidad negativa de la que surgen complicaciones emocionales y más confusión mental, donde el individuo se atrapa en los estados de desdicha y sufrimiento.

La cardinalidad negativa que planteamos gira en torno de la condición de incapacidad para actualizar la

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plenitud. La densificación de más potencialidad virtual de matiz negativo se complica cuando el individuo juzga sus actos pasados como si los hubiera llevado a cabo en su estado de conciencia actual. En expresión alegórica, no pecó en el pasado por haber actuado en ignorancia, como tampoco está pecando en la actualidad por juzgar sus actos pasados en la ignorancia presente de que juzgar lo llevará al hábito de densificar más potencialidad virtual negativa. Actuaría de manera pecable si se diera cuenta de lo que hace y de cualquier manera lo hiciera, pero un juicio por ignorancia previa es innecesario. El ser humano tiene la opción en tiempo presente de redimirse, de liberar su confusión y trascender la ignorancia. Desde la perspectiva de la Unidad no hay nada que perdonar.

Proseguimos con el ejemplo. Del malentendido por juicios irracionales, reforzado por la cultura tradicional, la sensación de vergüenza y la calificación de ser inadecuado se complican, pues el individuo, ya consciente de su accionar, densifica la potencialidad virtual negativa como un acto cada vez más cotidiano que encuentra sustento en la noción básica de incapacidad para ser pleno y feliz. El juicio innecesario por reprochar eventos realizados en ignorancia se convierte en un juicio continuo, en que la persona actúa con inconsistencia entre lo positivo y lo negativo, culpándose, resintiéndose o justificando sus actos como aspectos de su normalidad.

El individuo llega a creer que la incertidumbre y el sufrimiento son su naturaleza. Si no se redime de la confusión, continúa densificando la potencialidad virtual negativa y complicando la posibilidad de actualizar su naturaleza primordial.

La idea básica de hallarse en una condición de incapacidad para alcanzar la plenitud, en lugar de

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reconocer la naturaleza de la potencialidad, alimenta la densificación mental y emocional, y la subversión se consolida. La persona confirma constantemente su incapacidad para ser plena al no acontecer en su vida cotidiana la celebración que añora. Aun cuando no puede explicar que existe una añoranza, sí la siente, pues la potencialidad esencial, en su naturaleza, busca abrirse paso a través del hombre (2 a). El ser humano piensa y siente que no es posible ser feliz y acepta sobrevivir en carencia, al tiempo que extraña un bienestar que no recuerda.

La condición de incapacidad lleva al hombre a negar su intención, a evadir el ejercicio de su libre albedrío y a caer en una dependencia que aparenta ser cómoda pero realmente resulta frustrante. La escasez y el sufrimiento se vuelven estados cotidianos, que pasan de lo individual a lo colectivo, con lo que se fortalece el círculo tanto de actuar en ignorancia como en conciencia de hacer daño. La persona ya sabe que actúa de manera negativa pero lo considera su naturaleza, cultura que luego transmite a las nuevas generaciones, quienes inician en ignorancia pero acaban dándose cuenta de sus actos negativos.

En la medida en que la densificación se hace hábito, el individuo la considera norma de vida. No es feliz pero aparenta serlo. No tiene poder pero practica estratagemas que le facilitan la supervivencia y el bienestar a costa de otros. Aprende a vivir fragmentado, lucha por recursos que percibe escasos y obstruye la posibilidad de fluir a la potencialidad esencial (2 c).

En la ignorancia o negligencia del ser humano, la potencialidad virtual continúa fluyendo sin orden, entre positivo y negativo, como resultado del desconocimiento del mecanismo de las polaridades (4 l, m, n, o).

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Si la densidad en que se halla el individuo alcanza una magnitud que no le permite disponerse a la actualización de sus facultades primordiales es necesario redimir dicha densidad, al rescatar la fuerza potencial de las frecuencias física, emocional y mental.

El rescate de la fuerza potencial que se ha densificado en las dimensiones operativas individuales requiere de asumir una perspectiva incluyente, característica de la conciencia, para administrar la potencialidad en recuperación de manera virtual, en la mente, de acuerdo al mecanismo de la dualidad (4 g). Esta dinámica conlleva la atención a lo negativo como referencia de sensación para actualizar la potencialidad esencial en la realidad compartida (4 l, m). El rescate de la fuerza potencial densificada como daño físico requiere de actividad tanto mental como física para la restauración de la ecología.

En lo individual, la redención de la densidad implica poner atención en lo negativo, pero con la intención de ubicarlo como parámetro de referencia para actualizar la naturaleza esencial. La dinámica se sustenta en la contemplación. La contemplación conlleva la perspectiva incluyente, pues los juicios a la condición de incapacidad incrementan la densidad y la persona queda atrapada en sus dimensiones operativas, en lugar de disponer de ellas para actualizar su esencia (3 a).

La redención de la densidad equivale a depurar las dimensiones mental, emocional y física de la acumulación negativa para dar paso al espíritu dentro de la realidad dual que comparten los seres humanos (3 a), y a depurar el entorno colectivo físico con el propósito de conservar las condiciones ecológicas para la presencia de la vida.

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Es fundamental disponer del conocimiento tanto para actualizar la esencia potencial como para cuando se requiere redimir lo que se ha densificado. De tal manera que complementamos los criterios rectores presentados en el capítulo I con un quinto criterio. Criterio 5. Cuando la potencialidad virtual negativa se ha densificado a tal punto que el individuo se halla en una condición de incapacidad para dar paso a la potencialidad esencial, es necesario redimirla en cada una de sus dimensiones operativas.

a) La potencialidad esencial es la fuerza original que proviene de la realidad absoluta para ser actualizada en el universo relativo.

b) La potencialidad virtual es la fuerza latente para ser actualizada en la realidad colectiva. Esta actualización se da a partir de la mente del ser humano, en el contexto de la dualidad y en relación con su libre albedrío.

c) El proceso de actualización consiste en trasladar de la potencia al acto la esencia primordial del ser humano.

d) La densificación es la actualización del parámetro virtual negativo en la realidad colectiva.

e) En la colectividad física, la redención equivale al rescate ecológico y a la restauración de los daños físicos.

f) En lo individual, la redención consiste en depurar las dimensiones operativas del ser humano: mente, emociones y cuerpo.

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g) La redención del cuerpo consiste en depurar el organismo para llevarlo a la condición de salud óptima.

h) La redención de las emociones radica en depurar sensaciones como vergüenza, culpa y resentimiento.

i) La redención de la mente reside en depurar la condición de incapacidad y sus derivados, como el deseo de morir, la percepción de ser inadecuado, la negación a la intención y la tendencia a la dependencia (renuncia al libre albedrío), en que el ser humano se concibe fragmentado de sí mismo y del entorno.

j) Para redimir la densificación continua en que se generan más emociones negativas a partir de las concepciones mentales de fragmentación, es fundamental dejar atrás los juicios sujetos a una moralidad ignorante.

k) La dinámica para redimir las frecuencias operativas mentales y emocionales consiste en contemplar las ideas y las sensaciones negativas que se presenten con más intensidad en la conciencia del individuo.

l) Cuando se perciba que la densidad de una idea o sensación disminuye, es posible que surja con fuerza otro aspecto de la densidad, al cual se debe poner atención para contemplarlo, hasta que la densidad se agote y fluya libremente la potencialidad esencial.

m) Las ideas y las sensaciones densas toman la forma de condiciones negativas (incapacidad de lograr la plenitud y la felicidad, no sucede la celebración, dependencia, escasez), percepciones negativas

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(fragmentación, aislamiento, ser inadecuado, los recursos no son suficientes), juicios morales arbitrarios (de acuerdo a la cultura del individuo y a las influencias ideológicas a que está sujeto), intenciones confusas (deseo de morir, renuncia al libre albedrío) y emociones negativas (vergüenza, culpa, resentimiento, coraje, miedo o tristeza).

n) Contemplar significa observar con desapego tanto lo positivo como lo negativo, en una postura de serenidad, característica de la conciencia, en que simultáneamente se redime la densidad y se da paso a la potencialidad esencial. Las condiciones y las sensaciones negativas se contemplan hasta que surja la intención para que fluya la potencialidad. Con la intención dispuesta, la potencialidad esencial se actualiza para dar substancia a las facultades primordiales del individuo.

o) El propósito fundamental de la dinámica de redimir la densidad es enfocar la voluntad al flujo de la potencialidad esencial.

p) La dinámica es una liberación simultánea, en que a rescatar la densidad se libera el paso para la potencialidad primordial.

q) El problema básico que evita la plenitud y la felicidad es la condición de incapacidad para dejar pasar el flujo potencial que da substancia a la conformación del carácter y hace posible el advenimiento de la celebración. El resto de las ideas y sensaciones negativas son derivadas de la condición de incapacidad, factor cardinal de la negatividad.

r) La condición de incapacidad para alcanzar la plenitud es una percepción particular del ser

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humano por no comprender la naturaleza de la potencialidad y el mecanismo de la dualidad.

s) La condición de incapacidad para el advenir de la dicha se confirma en un estado de subversión, en que el espíritu potencial queda sujeto a la mente del individuo, que en su ignorancia y confusión densifica el sufrimiento.

t) Es posible relacionarse con la potencialidad mediante la mera comprensión, en que la saturación de los contenidos mentales y emocionales se libera al darle cabida, prácticamente por sí misma. Pero cuando la densidad es tal que el individuo no accede a la comprensión es necesario contemplar la densidad para redimirla.

Al recapitular el contenido del quinto criterio rector, observamos el grave inconveniente que surge cuando el ser humano juzga y despierta emociones negativas por actos que realizó por ignorancia en su pasado, como si los hubiera llevado a cabo siendo consciente de lo que hacía. El hombre densifica potencialidad virtual negativa de manera innecesaria, pues se culpa y experimenta vergüenza por pecados que no cometió. Si recordamos que el primer acto de pecado se fundamenta en la conciencia, cuando el individuo perpetra dándose cuenta de que lo hace, confirmamos que el hombre se avergüenza sin fundamento por hechos de su pasado que juzga con una moralidad actual, avergonzándose por lo que debió haber hecho, siendo que cuando lo hizo era lo que consideraba adecuado para satisfacer sus necesidades. Es innecesario también que el hombre continúe actuando de manera negativa cuando ya sabe

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que lo hace, pero avergonzarse por su ignorancia merece ser reconsiderado para redimirse. En este contexto, es necesario rescatar la fuerza potencial, en una redención en que el ser humano queda depurado.

La redención es una depuración que facilita la condición para dar paso a la potencialidad esencial. Se requiere de un estado de pureza para atestiguar el flujo potencial. Después de la ignorancia viene el conocimiento. Lo que se ha densificado hasta el momento deja de ser un problema si se transforma en experiencia para administrar con pericia el mecanismo de la dualidad (4 m).

En virtud del libre albedrío del individuo, las situaciones del pasado en que se ha densificado la potencialidad virtual negativa, sea por ignorancia o por negligencia, pueden aprovecharse como experiencia y referencia para actualizar la esencia potencial o la persona puede continuar densificando, de manera innecesaria, más potencialidad virtual en su polo negativo (2 f).

Si ubicamos el deseo original de celebrar (2 a) podemos observar que la densificación equivocada de la potencialidad virtual concluye en la negación a celebrar dicho deseo, cuando el individuo acepta la incapacidad de celebrar como verdad fundamental (5 r, s).

Si el ser humano se hace consciente de su verdadera naturaleza y del propósito de su existencia (1 a, b; 2 a), y si asume su libre albedrío para salir de la apatía y del sufrimiento en que se encuentra por su ignorancia o por su confusión (5 o, p, q, r, s) al ejercer su libertad de elegir para ser feliz, tendrá la fuerza necesaria para redimir la densidad y actualizar su carácter primordial y ser testigo de la celebración universal (3 b).

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Una técnica para redimir la densidad La palabra redención se ha utilizado en las alegorías clásicas con un matiz de rescate del ser humano de su sufrimiento y del estado de pecado por un ser superior. Con sustento en nuestros criterios rectores hemos trasladado la noción alegórica de redención al rescate de la potencialidad virtual negativa que se ha densificado (5 d, e, f).

Como para cualquier aspecto instrumental conviene para la redención de la densidad disponer de conocimiento y tecnología. De tal manera, sugerimos una técnica, entre muchas otras que puede haber, para el rescate de la potencialidad que se ha densificado. Para nuestra propuesta es fundamental el conocimiento de la mecánica de la potencialidad esencial en el universo de la dualidad y del funcionamiento del mecanismo de las polaridades (1 a, b; 2 a-f; 3 a-i; 4 a-o).

La cardinalidad negativa radica en la condición de incapacidad para realizar la plenitud al ignorar el ser humano la noción de potencialidad y su dinámica. Para la redención de la densidad es posible utilizar técnicas diversas, incluso otras cardinalidades, siempre y cuando sean universales en virtud de reconocer el hecho de que la fuerza potencial no es aún una experiencia actual de carácter y celebración en la conciencia del ser humano.

La técnica consiste, primeramente, en dominar de manera conceptual los cinco criterios rectores y los tres actos del amor: elegir, comprender y compartir (compasión), para que al poner atención y contemplar la condición de incapacidad y sus juicios relativos, el individuo se sustente en la comprensión de la razón de ser de la técnica, hasta que se rescate la potencialidad

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densificada y la persona tenga la sensación de que la potencialidad es una sola, la cual fluye para nutrir su carácter y llevarlo al advenir de la celebración universal.

Es fundamental que el ser humano asuma su libre albedrío y la responsabilidad al vivir en un mundo de naturaleza dual para elegir en tiempo presente su relación con la potencialidad.

La técnica no consiste en escarbar en lo negativo sino más bien en dejar manar lo positivo. La atención en lo negativo se asume cuando lo positivo no fluye. El riesgo de hurgar en lo negativo de manera innecesaria radica en que más que redimir una supuesta potencialidad negativa se puede densificar la que está en estado virtual.

Para la dinámica de redimir la densidad deben estar presentes los actos de elegir, comprender y compartir, pues la técnica se fundamenta en el ejercicio de la naturaleza esencial del ser humano.

La técnica implica la responsabilidad de ubicar la manera particular en que hemos densificado la potencialidad. Así como hemos sugerido que cada cual diseñe sus criterios rectores y escoja la cardinalidad de acuerdo a sus tendencias naturales, reconocemos que la complejidad y las combinaciones posibles de la densificación de la fuerza potencial son tantas que no podemos abarcar en un documento o en una sola propuesta tal diversidad. Sin embargo, hemos compartido criterios que consideramos sólidos al tiempo que reconocemos la responsabilidad de cada persona para actualizar su carácter y disponerse para el advenimiento de la dicha.

Del pecado original y otras alegorías de Antonio Navarro se terminó de imprimir en marzo de 2010 en los talleres de RAM

Impresores, Ursulo Galván 107, Col. Carlos Hank González. Está compuesto en tipos Warnock de 12, 16 y 20 pts. El papel de los forros es cartulina sulfatada SBS de 12 puntos y el de

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