Antonio Negri, Imperio y Extraña Trayectoria Del Obrerismo Italiano_albertani, Claudio

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=28600611 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Claudio Albertani ANTONIO NEGRI, IMPERIO Y LA EXTRAÑA TRAYECTORIA DEL OBRERISMO ITALIANO Bajo el Volcán, vol. 3, núm. 6, primer semestre, 2003, pp. 169-199, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla México ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Bajo el Volcán, ISSN (Versión impresa): 8170-5642 [email protected] Benemérita Universidad Autónoma de Puebla México www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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    Claudio AlbertaniANTONIO NEGRI, IMPERIO Y LA EXTRAA TRAYECTORIA DEL OBRERISMO ITALIANO

    Bajo el Volcn, vol. 3, nm. 6, primer semestre, 2003, pp. 169-199,Benemrita Universidad Autnoma de Puebla

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    Imperio1 de Antonio Negri y Michael Hardt es, junto al libro de ManuelCastells sobre el nacimiento de la sociedad en red, el intento ms ambi-cioso de interpretar la nueva realidad mundial posterior al derrumbe delbloque sovitico.2 Ambos textos desembocan en una suerte de legitima-cin implcita del nuevo orden.

    La tesis central de Imperio, enunciada desde las primeras lneas y re-petida continuamente de manera casi obsesiva, es la siguiente: con elsurgir de la globalizacin y la crisis del Estado-Nacin emergen nuevasformas de soberana y un nuevo sistema social, el imperio, cuyos atribu-tos es preciso estudiar. En el nuevo sistema Estados Unidos ocupa un

    RESUMENImperio de Antonio Negri y Michael Hardt es un intento ambicioso de explorar lanueva configuracin del sistema capitalista introducida por la globalizacin neoliberaly replantear las categoras fundamentales de la poltica que nos lega la moderni-dad. Contribuye el libro a una mejor comprensin del mundo actual? Qu alcancetiene para la reconstruccin de una teora radical de la sociedad? Qu es el mar-xismo autonomista?

    ABSTRACTAntonio Negri and Michael Hardt's Empire is an ambitious attempt to explore thenew configuration of the capitalist system introduced by neo-liberal globalisation,and to re-pose the fundamental categories of the politics which we inherit frommodernity. Does the book contribute to a better understanding of the present-dayworld? What implications does it have for the reconstruction of a radical theory ofsociety? What is autonomist Marxism?

    ANTONIO NEGRI, IMPERIOY LA EXTRAA TRAYECTORIA DEL OBRERISMO ITALIANO

    Claudio Albertani

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    lugar importante pero no central, sencillamente porque el imperio no tie-ne centro, es un no-lugar sin lmites, descentrado y desterritorializante quese apropia de la totalidad de la vida social. Ninguna frontera puede limitarsu poder ya que es un orden que, suspendiendo la historia, cristaliza elestado de cosas presente por la eternidad.3

    De tales afirmaciones resulta que el imperio no coincide con el siste-ma imperialista de Estados soberanos en competencia entre ellos. A dife-rencia de ste, aquel no tiene centro ni periferia, tampoco dentro nifuera, lo cual implica que no se puede pensar ms en las viejas divisio-nes entre el Primer y el Tercer Mundo, ni en una guerra de carcter impe-rialista. Negri y Hardt admiten, por cierto, la existencia de contradiccionesinterimperialistas, pero sostienen que stas no se pueden reducir a losmecanismos clsicos.

    Y las clases sociales? En el imperio no hay proletariado, ni muchomenos campesinos. Lo que s hay es un sujeto revolucionario nuevo ymisterioso: la multitud (en singular, como el espritu santo), cuya existen-cia es celebrada mas no precisada desde la introduccin.

    Frente a estos prembulos, el lector crtico tiene diferentes opciones.La primera es, desde luego, abandonar la empresa de adentrarse en untexto tan abstruso. Otra es armarse de paciencia y escudriar palabra porpalabra, argumento por argumento, las 360 pginas (ms 60 de notas)que siguen a la introduccin.

    Es lo que pretende Atilio Boron quien, ensombrecido por las extrava-gancias de Negri y Hardt, les consagra un libro entero.4 Si bien esta op-cin tiene la no despreciable ventaja de proporcionar al lector un cuantioso(mas no exhaustivo) inventario de las tonteras de Imperio, Boron no daen el clavo porque clasifica a nuestros autores como posmodernos, cuan-do la verdad es que, tras el lenguaje foucaultiano (biopoder, biopoltica), odeleuziano (desterritorializacin, nomadismo), la argumentacin permane-ce anclada en el marco del llamado obrerismo italiano, corriente a la queNegri se adhiri en los aos sesenta, y de la cual nunca ha renegado.

    No me parece una impugnacin de las grandes narraciones ni tam-poco una sensibilidad posmoderna, atenta a percibir la singularidad delos sucesos, la que modela Imperio, sino una voraz y hegeliana voluntad

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    totalizadora. Crticos a la vez de la modernidad y de las posmodernidad,los autores se ubican en algn ter terico posmarxista. Una lecturacrtica, en lugar de rebatir punto por punto las tesis del libro en ocasio-nes francamente delirantes puede optar por explorar los orgenes delmarco que las sostiene.

    El intento no parece totalmente ocioso ya que, despus de EstadosUnidos y Europa, el arsenal ideolgico de Negri y Hardt est ahora inva-diendo Amrica Latina. No se puede comprender Imperio si no se conocen,al menos en sus rasgos fundamentales, los aciertos y tropezones delobrerismo italiano.

    En das lejanos esta corriente hizo contribuciones innegables a la re-construccin de la prctica revolucionaria y de la teora radical. Su inter-pretacin del marxismo marc una poca del conflicto social en Italia,pero existe bastante confusin sobre sus verdaderos hitos. En la literatu-ra de lengua espaola, por ejemplo, se habla de un marxismo autonomis-ta y en la inglesa de autonomist marxism, trminos que evocan la ideade una autonoma de los movimientos sociales con respecto a las orga-nizaciones y partidos polticos, lo cual, al menos en el caso de AntonioNegri y Mario Tronti los dos autores ms conocidos fuera de Italia, estlejos de corresponder a la verdad.

    RASE UNA VEZ LA CLASE OBRERA

    La corriente marxista que en Italia se conoce como obrerismo naci aprincipio de los aos sesenta alrededor de las revistas Quaderni Rossi yClasse Operaia.5 En esta poca, Italia viva el final del capitalismo agrarioy el milagro econmico. Eran los aos sombros de la Guerra Fra y el paspadeca tanto las ingerencias de Estados Unidos como las de Mosc. Trasun semblante amenazador el Partido Comunista Italiano (PCI) aceptaba,de buena gana, las reglas del juego que implicaban su permanente aleja-miento del poder central, a cambio de (reducidas) cuotas de poder local.

    La figura pujante en las luchas sociales era el obrero profesional, esdecir, aquel trabajador que todava ejerce cierto control sobre el procesoproductivo, es poseedor de un importante acervo de conocimientos tcni-

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    cos, y piensa poder administrar la empresa mejor que el patrn. En Italiaste era un sujeto dotado de una fuerte memoria histrica y una marcadaconciencia antifascista, que declaraba con orgullo: pertenezco a la nacio-nalidad obrera.6

    La cosas no tardaron en cambiar. El xodo del campo, el despegueindustrial, el aumento del sector terciario y la difusin del consumo masi-vo, modificaron profundamente la estructura social del pas. Aunque siem-pre haban existido estratos de obreros no calificados, las industrias delnorte empezaron a requerir cantidades crecientes de mano de obra baratapara impulsar el desarrollo de los sectores automotriz y petroqumico. Laproduccin se fragment y, con la difusin de la cadena de montaje, sur-gi una nueva generacin de jvenes emigrantes procedentes del sur, queno tenan la cultura poltica ni los valores de la resistencia. Vivan unasituacin particularmente difcil, pues la sociedad local no los aceptaba yel sindicato desconfiaba de ellos. Pronto, sin embargo, seran protagonis-tas de importantes movimientos de protesta.

    La reflexin de Quaderni Rossi, cuyo primer nmero sali en 1961, secentr en el anlisis de esta realidad abigarrada. La revista se publicabaen Turn, ciudad de la FIAT y centro neurlgico de las nuevas formas deorganizacin del trabajo. Su director, Raniero Panzieri, era un ex dirigen-te del Partido Socialista de tendencia luxemburguiana que mantena rela-ciones con la izquierda internacional no stalinista.

    Panzieri quera emancipar el marxismo del control de los partidos po-lticos, y asumir un punto de vista obrero intentando una lectura deMarx a partir de la lucha de clases.7 Su atencin se concentr en la plani-ficacin; entenda el capital en cuanto poder social y no solamente comopropiedad privada de los medios de produccin. El Estado ya no era sim-plemente el garante, sino el organizador de la explotacin que actuabadirectamente en la produccin.

    Encontr en la cuarta seccin del tomo I de El Capital, los conceptosde mando capitalista, obrero social (trabajador colectivo, en la tra-duccin espaola que consult8), y antagonismo, que quedaron despusen el acervo terico del obrerismo.

    Fue, adems, de los primeros en estudiar obras hasta entonces casi

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    desconocidas de Marx, como los Grundrisse (en particular el fragmentosobre la maquinaria) y el Captulo Sexto Indito, recuperando el conceptofundamental de crtica de la economa poltica y las categoras de su-misin formal y real del trabajo al capital.9

    Mientras la izquierda oficial se empantanaba en el desarrollismo,Panzieri estudiaba el entrelazamiento de tcnica y poder, llegando a laconclusin de que la incorporacin de la ciencia en el proceso producti-vo es un momento clave del despotismo capitalista (y de la organizacindel Estado).

    De esta manera, Panzieri realizaba una inversin del marxismo orto-doxo una verdadera revolucin copernicana y abra el camino a la crti-ca de las ideologas sociolgicas y organizativas norteamericanas que lcomprenda como tcnicas destinadas a neutralizar las luchas obreras.10

    Ms que otros, este autor prematuramente desaparecido (muri en 1964),intent construir un pensamiento poltico distinto del comunista, emanci-pndose del esquema del intelectual orgnico, donde el intelectual quese dice orgnico a la clase slo es orgnico al partido.

    Otro personaje importante de esta primera fase fue Romano Alquati,quien se dio a la tarea de emprender investigaciones empricas en lasfbricas empleando el mtodo de la encuesta participativa (en italiano:conricerca) lo cual implicaba un encuentro de igual a igual entre investiga-dores e investigados es decir, entre intelectuales y obreros en la bs-queda de una liberacin comn.

    Alquati nombr obrero-masa (en ingls, unskilled worker o massproduction worker) al nuevo sujeto poltico: el trabajador emigrante no ca-lificado y totalmente separado de los medios de produccin que estabasuplantando al obrero profesional.

    El obrero-masa era la concrecin de tres fenmenos paralelos: 1) elfordismo, o sea, la produccin masiva y la revolucin del mercado; 2) eltaylorismo, es decir, la organizacin cientfica del trabajo y la cadena demontaje; y 3) el keynesianismo, o sea, las extensas polticas capitalistasque llevaron a la construccin del Estado del bienestar. El conjunto detales medidas expresaba la respuesta del capital al asalto al cielo obre-ro de los aos diez-veinte del siglo XX.

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    Los obreristas pensaban que las grandes trasformaciones fordistas yase haban llevado a cabo tambin en Italia, y que en ese momento se esta-ba gestando la etapa del rechazo del trabajo, o sea, aquel extraamientototal del obrero con respecto a los medios de produccin, que desembocaen el ausentismo y en un cuestionamiento ms radical del mecanismode explotacin.

    Desde este punto de vista, la historia de la clase obrera apareca comouna formidable novela pica en donde las grandes transformaciones pro-ductivas, desde la Revolucin industrial hasta la automacin, correspon-dan la progresiva realizacin del ms viejo sueo de la humanidad:liberarse de la fatiga.

    Tal enfoque se apartaba radicalmente de la tica del trabajo, caballode batalla del PCI. Segn Sergio Bologna, Quaderni Rossi tritur la hege-mona en las prensas de Mirafiori, es decir, se alej del pensamiento delfundador del partido, Antonio Gramsci.11

    En mi opinin, la relacin era ms compleja: los obreristas no amabanel historicismo del fundador del PCI pero apreciaban las notas sobreAmericanismo y Fordismo, donde Gramsci bosquejaba la transicin ha-cia la nuevas formas de dominacin capitalista.

    Pronto, madur la certeza de que el fenmeno de la migracin internatenda a volver obsoletos los antiguos desequilibrios entre norte y sur (ejede las preocupaciones de Gramsci). Y esto no porque el capitalismo italia-no los haba resuelto sino, al contrario, porque la cuestin meridionalen ese momento se estaba extendiendo a todo el pas y, en particular, a lasfbricas del norte, donde se vena acumulando la rabia de este nuevo pro-letariado.

    Un indudable acierto de estos autores fue la elaboracin del conceptode composicin de clase. As como en Marx la composicin orgnica delcapital expresa una sntesis de composicin tcnica y de valor, para losobreristas la composicin de clase remite a un nexo entre rasgos tcnicosobjetivos y rasgos polticos subjetivos. La sntesis de los dos aspectosdetermina el potencial subversivo de la luchas, y esto permite enmarcarla historia en periodos, cada uno caracterizado por la presencia de unafigura pujante.

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    En cada momento, el capital responde a una determinada composicinde clase con una reestructuracin a la que sigue una recomposicin pol-tica de la clase, o sea, el surgimiento de una nueva figura pujante.12 Asi-mismo, las diferentes expresiones de esta recomposicin favorecen unacirculacin de las luchas.

    Una primera manifestacin de la nueva composicin se haba observa-do en el verano de 1960 cuando, en ocasin de una convencin del partidoneofascista (que entonces participaba en un gobierno de centro-derecha)a celebrarse en Gnova, una serie de violentas manifestaciones haba sa-cudido sta y otras ciudades del pas. Hubo varios muertos, casi todosjvenes, y la prensa habl despectivamente de una revuelta de rockeroscriminales (teddy-boys, segn la expresin entonces de moda) pero, enuna crnica escrita por un autor cercano al obrerismo, leemos que loshechos de julio son la manifestacin de clase de la nueva generacin cre-cida en el clima de la posguerra [] Una generacin que est fuera delos partidos.13

    En 1962 explot el caso FIAT. Al vencerse los contratos de trabajo delsector automotriz, la corporacin se encontr en el centro de un graveconflicto laboral que desemboc en los violentos enfrentamientos de PiazzaStatuto (7, 8 y 9 de julio). Acusados de firmar contratos-burla, los sindica-tos oficiales se vieron desplazados por decenas de miles de obreros enhuelga que protagonizaron una verdadera revuelta urbana. La polica nopudo retomar Piazza Statuto sino hasta tres das despus, y slo graciasa refuerzos llegados de otras ciudades. Otra vez los protagonistas eran,en gran parte, jvenes y meridionales.

    El PCI se deslind inmediatamente, denunciando a los insurrectos comoprovocadores fascistas. Era el amanecer de una nueva etapa de la histo-ria italiana: mientras las prcticas y los tiempos del enfrentamiento declase cambiaban rpidamente, aumentaba la distancia entre la izquierdahistrica y los movimientos contestatarios.

    La discusin en Quaderni Rossi fue muy viva y en 1963 sobrevino unaprimera ruptura. Si bien haba acuerdo en valorar los potenciales revolu-cionarios de la nueva situacin, tambin existan serias discrepancias sobrelos pasos a dar. Mientras Panzieri era muy cauteloso, otros queran ac-

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    tuar. En 1964, fundaron Classe Operaia, peridico poltico de los obrerosen lucha. Adems de la investigacin terica, el grupo se propona con-solidar la red de relaciones y contactos madurados en los aos anteriores.

    LAS PARADOJAS DE MARIO TRONTI

    Firmado por su director, Mario Tronti, el editorial del primer nmero, deClasse Operaia, Lenin en Inglaterra, trazaba el camino a recorrer: unanueva poca de la lucha de clases est por comenzar. Los obreros la impu-sieron a los capitalistas con la fuerza objetiva de su fuerza de fbricaorganizada [] La clase obrera conduce e impone cierto tipo de desarro-llo del capital [] Es necesario un nuevo comienzo.14

    Pensador controvertido y paradjico, Tronti estaba convencido de quela reciente intensificacin de las luchas obreras abra la posibilidad de unatransformacin revolucionaria. Pero, en lugar de confiar como Panzierien la espontaneidad de las masas, l crea ms bien en el partido.

    Sus ideas encontraron una formulacin acabada en 1966 con la publi-cacin de Operai e capitale (Obreros y capital), un libro salpicado de intui-ciones brillantes e imgenes sugestivas que condensa las miserias yesplendores de esta segunda etapa del obrerismo.

    Mientras en otras partes, los neomarxistas se enfrascaban en intermi-nables diatribas sobre las teoras de la crisis y el derrumbe del capitalis-mo por causa de sus propias contradicciones, Tronti afirmaba la centralidadpoltica de la clase obrera, destacaba el factor sujetivo y propona un an-lisis dinmico de las relaciones de clase. La fbrica ya no era el lugar de ladominacin capitalista, sino el corazn del antagonismo.

    Su planteamiento volteaba la tradicin reformista: la lucha por el sala-rio era considerada una lucha inmediatamente revolucionaria si lograbadoblegar el poder del capital. La crisis no era entendida como el productode abstractas contradicciones intrnsecas, sino como consecuencia de lacapacidad obrera de arrebatar ingresos al capital.

    El discurso de Tronti se concentraba en las tendencias, lo cual en ade-lante sera una constante del pensamiento obrerista: construir un modeloterico que permita anticipar el sentido de las cosas. Por eso haba que

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    colocar a Marx en Detroit, es decir, estudiar los comportamientos delproletariado en el pas ms avanzado, donde el conflicto asuma la formams pura.

    El enfoque podra ser atractivo pero las propuestas prcticas eran fran-camente decepcionantes:

    [...] la tradicin de organizacin de la clase obrera norteamericana es la mspoltica del mundo, porque la carga de sus luchas es la ms cercana a laderrota econmica del adversario, la ms prxima no a la conquista del po-der para construir otra sociedad en el vaco, sino a la explosin del salariopara reducir al estado subalterno al capital y a los capitalistas dentro deesta misma sociedad.15

    Derrota del adversario? En Estados Unidos? No, aada Tronti, de todosmodos la pura lucha sindical no puede salirse del sistema [] se necesi-ta una organizacin de tipo leninista.16

    Ms interesante era el anlisis de la relacin entre fbrica y sociedad:en el nivel ms alto del desarrollo capitalista, la sociedad entera se vuelveuna articulacin de la produccin, es decir, toda la sociedad vive en funcinde la fbrica y la fbrica extiende su dominio a toda la sociedad.17

    Contra la interpretacin de que la extensin del sector terciario signi-ficaba un debilitamiento de la clase obrera, Tronti sostena que, con lageneralizacin del trabajo asalariado, un nmero cada vez mayor de per-sonas se estaba proletarizando, lo cual ampliaba en lugar de reducir elantagonismo.

    Aunque Obreros y Capital se volvi una referencia obligada para losmilitantes del 68, es curioso saber que su autor nunca sali del PC y queen la actualidad sigue siendo miembro del poscomunista Partido Dem-crata de Izquierda. Es ms: recientemente Tronti explic que la interpre-tacin izquierdista de su libro haba sido el fruto de una lamentableequivocacin: jams he sido espontaneista. Siempre pens que la concien-cia poltica tena que venir del exterior...18

    Aun as es claro que en los aos sesenta Tronti y los obreristas abrie-ron un frente contra la tradicin nacional popular de la izquierda italiana

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    que abarcaba no slo la poltica sino tambin la cultura: filosofa, literatu-ra, cine y ciencias humanas. Proveyeron, asimismo, una primera respues-ta a las teoras de la dominacin total que privaban incluso en la izquierdacrtica.

    Del libro me parece actual la crtica del logos tcnico-productivistatanto marxista como liberal y la idea ya adelantada por Panzieri de queel conocimiento est relacionado con la lucha, que no es neutral, sinopartidista.19 De tal manera, que Obreros y Capital queda como un intentoserio y, al mismo tiempo, fracasado de renovacin del marxismo.

    Su subjetivismo expres una rebelda contra el objetivismo delmarxismo vulgar e, incluso, de la Escuela de Frankfurt (con la salvedadde Marcuse). Tronti percibi el plan del capital de controlar la sociedaden su totalidad, pero, a diferencia de Adorno, lo interpret como una es-trategia para contener las protestas obreras.

    Este subjetivismo fue, al mismo tiempo, la fuente de muchos errores.El ms grave es que Tronti pensaba que la lgica del desarrollo capitalis-ta no es la extraccin de ganancia, sino la combatividad obrera. Por ciertoque este enfoque lo alejaba de Panzieri y del primer obrerismo que conce-ba capital y clase obrera como dos realidades antagnicas igualmenteobjetivas. Panzieri, adems, no cometa el error de pensar que los au-mentos salariales podan provocar la ruptura del sistema.20

    Hay ms. Sin que de mi parte haya un afn especial de reivindicar unmarxismo verdadero, el planteamiento de Tronti implica, evidentemen-te, una lectura parcial de Marx y, peor an, una grosera simplificacin dela realidad.

    Si bien es cierto que Marx escribi que la lucha de clases es el motorde la historia, su anlisis se centraba en la relacin social entre dos poloscontradictorios: por un lado, el capital como potencia social, trabajo muer-to, objetividad pura, espritu del mundo; y, por el otro, el trabajo vivo, laclase obrera que, siendo parte y fundamento de la relacin es, al mismotiempo, su negacin.

    El origen de la contradiccin se debe a la naturaleza doble del trabajoobrero que es al mismo tiempo trabajo abstracto, productor de plusvala,y trabajo concreto productor de valores de uso. El problema aada es

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    que el valor no lleva escrito en la frente lo que es.21

    Segn Marx, las antinomias entre subjetivismo y objetivismo notienen solucin en la teora, sino en la prctica. Slo la creacin de unnuevo modo de produccin la famosa negacin de la negacin o expro-piacin de los expropiadores las puede resolver.

    En Tronti, en cambio, hay una hipstasis del polo subjetivo. El capitalse vuelve funcin de la clase obrera y sta en algo as como el fundamentoontolgico de la realidad. La subjetividad ya no es la fuerza concreta deindividuos conscientes que se organizan para cambiar el mundo, sino unacategora hermenutica para comprender el desarrollo del capitalismo.

    Y lo negativo? Esfumado. Desaparecido.Es de sealar que casi cuarenta aos despus, el mismo esquema vuel-

    ve a repetirse, una y otra vez, en Imperio. Aqu el subjetivismo extremo, lalectura de la historia a partir de la potencia obrera, se vuelve puro delirio:de la manufactura hasta la gran industria, del capital financiero hasta lareestructuracin trasnacional del mercado y la globalizacin, es siempre lainiciativa organizada de la fuerza de trabajo que determina las figuras deldesarrollo capitalista. O tambin: vivimos un momento extremadamentedelicado en que la lucha de clases transforma el imperialismo en imperio,por lo cual es necesario entender la naturaleza global de la lucha de laclase obrera y su capacidad de anticipar y prefigurar la direccin del desa-rrollo capitalista hacia la realizacin del mercado mundial.22

    En estas y en muchas otras oraciones, la dialctica obreros-capital seesfuma en la apologa de un presente sin contradicciones. Si los obrerosson tan fuertes y poderosos: por qu habran de hacer la revolucin?

    RUPTURAS

    La principal funcin de Classe Operaia fue impulsar la articulacin de diver-sos grupos locales que trabajaban sobre el tema de las fbricas en variaspartes del pas. El grupo, sin embargo, no tuvo vida larga ya que se disolvia finales de 1966. Por qu? En una reunin celebrada en Florencia haciafinales de 1966, Tronti, Negri y otros se plantearon un gran viraje poltico.El tema central era la relacin clase-partido: la clase encarnaba la estrate-

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    gia y el partido la tctica. El problema era que si la primera conoca muybien su tarea demoledora, el segundo estaba perdiendo el rumbo.

    En esta situacin, ms que echar lea al fuego de las protestas obre-ras, haba que hacer entrismo en los sindicatos y sobre todo en el PCI. Laidea era formar una dirigencia obrera para ensartarla como cua (sta erala palabra) en el partido y modificar sus equilibrios internos.

    Cabe sealar que hasta entonces el obrerismo haba sido un laborato-rio colectivo, una suerte de red informal conformada por intelectuales,sindicalistas, estudiantes y revolucionarios de varias tendencias que te-nan en comn una sensibilidad antiburocrtica, y el descubrimiento deun nuevo universo obrero en conflicto.

    Por cierto que, salvo en el caso de Tronti, la cuestin del leninismo nose haba enfrentado abiertamente. Se aceptaba al Lenin que haba capta-do la convergencia entre crisis econmica, crisis poltica y disponibilidadobrera a la autonoma, mas no se tocaba la cuestin del partido.

    Una tendencia que podemos definir libertaria, integrada por militan-tes de Gnova y Turn, no acept el entrismo considerando que las fuerzassubversivas se estaban agrupando fuera de la lgica partidista o sindical.Encontraron una fuente de inspiracin en el comunismo consejista, en losanarquistas espaoles, y en Amadeo Bordiga. En los aos sucesivos com-partieron las posiciones de Socialisme ou Barbarie, y de la InternacionalSituacionista, rompiendo definitivamente con toda pretensin de dirigirel movimiento.

    Una tendencia ms, encabezada por Sergio Bologna, intent atenerseal obrerismo original, regresando al trabajo de hormiga en la FIAT y enalgunas fbricas de Lombarda.

    De tal manera que el viraje propuesto por los entristas no funcion. Enpalabras del propio Tronti: no pudimos llevar a cabo el crculo virtuosoentre lucha, organizacin (no autoorganizacin) y posesin del terrenopoltico.23

    Al mismo tiempo, una larga secuela de hechos sobresalientes lleg acomplicar el proyecto de convertir al PC al obrerismo. En 1968, la tempe-ratura social en Italia empez a elevarse a niveles preocupantes. Se pro-pagaban fermentos culturales nuevos y cada vez ms intensos. Los

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    problemas nacionales se fueron juntando con la situacin internacionalde finales de la dcada (las protestas contra la guerra en Viet Nam, elmovimiento hippie, las Panteras Negras, etctera) y se inaugur una tem-porada de grandes cambios.

    Los primeros en moverse fueron los estudiantes que ocuparon las prin-cipales universidades del pas: Trento, Miln, Turn y Roma. Empezaroncuestionando el autoritarismo universitario y terminaron haciendo la cr-tica del capitalismo, el Estado, la patria, la religin, la familia... Guarda-ban un desprecio especial para los partidos de izquierda a los que acusabande haberse convertido en engranajes fundamentales del rgimen.

    A finales del 68, y sobre todo en el 69, cuando se intensificaron lasprotestas obreras, el sistema entr en crisis. La gran ruptura social queen otras partes se consum en unos cuantos meses, en Italia y en estoradica su singularidad se extendi durante unos diez aos.

    Huelga decir que tal explosin de radicalidad corroboraba las ms atre-vidas hiptesis obreristas. La estrategia del rechazo se estaba volvien-do realidad material y, sin embargo, Tronti pens que no era una nuevapoca la que se anunciaba sino el ltimo, desesperado empujn de unciclo de luchas llegado a su fin.

    Ahora es fcil ver en su pesimismo innegables elementos de verdad,pero entonces todo estaba en juego. De pronto, Tronti le otorg al Esta-do atributos que eran una rotunda negacin de todo lo que l mismohaba escrito.

    [Ya] no hay autonoma, autosuficiencia, autoreproduccin de la crisis fueradel sistema de mediacin poltica de las contradicciones sociales, precis.Traducido a un lenguaje ms claro, esto quera decir que la lucha econmicaya no poda ser poltica y que, de ser fuerza antagonista, la clase obrera seconverta en la nica racionalidad del Estado moderno[!]24

    La verdad es que para Tronti la utopa haba llegado a su fin. A esto lenombr autonoma de lo poltico, una ideologa de vida corta que sirvipara trasladar una parte de los obreristas a la academia oficial, y al PCI enel que fueron aceptados como arrepentidos. La creencia en una esfera

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    poltica pura al interior del Estado justific para otros emprender unalarga marcha dentro de las instituciones.

    De manera poco gloriosa se conclua as la parbola de un trozo de losmarxistas autonomistas. Y los otros? La mayora entre ellos AntonioNegri interpret la nueva situacin como la posibilidad de impulsar unapoltica revolucionaria ya no en los partidos de izquierda sino fuera y encontra de ellos.

    En 1969 hubo una multiplicacin de grupos y grupitos extremistasque se proponan reproducir en Italia la estrategia bolchevique (en susdiferentes versiones: leninista, trotskista, stalinista y maosta), es decir,crear un partido duro y puro con el objetivo de tomar el poder. Los obreristasfundaron Potere Operaio (PO) y Lotta Continua (LC), formaciones que tam-bin gravitaban en la rbita del marxismo-leninismo, aun sin ser admira-dores especiales del modelo sovitico (y, en honor a la verdad, tampocodel chino).

    El proyecto era irreal, pero los conflictos sociales eran autnticos y amedida que los grupos subversivos iban ganando terreno, el Estado sevolva ms agresivo. El desenlace fue la estrategia de la tensin, esdecir, la serie de atentados, bombazos y asesinatos cometidos por los ser-vicios secretos italianos entre 1969 y 1980 con la complicidad de los go-biernos en turno. No cabe la menor duda y hay decenas de documentosque lo comprueban de que el primero en hacer terrorismo en Italia fue elEstado y no los movimientos izquierdistas.

    La historia de aquellos sucesos trgicos est fuera de los objetivos delpresente texto. Aqu me limitar a sealar tres cuestiones: 1) adoptandoen 1974 la estrategia del compromiso histrico que aspiraba a la entradaal gobierno por medio de una alianza estratgica con los demcratas cris-tianos el PC se desplaz aun ms a la derecha, contribuyendo de manerasustancial a criminalizar cualquier protesta; 2) esto, y las matanzas deEstado convencieron a muchos de que el nico terreno practicable era elmilitar y que haca falta un partido estructurado de manera vertical, jerr-quica y clandestina; 3) la lucha armada fue un error de consecuenciasincalculables que arrastr el movimiento a un enfrentamiento sangrientoque no poda ganar con el Estado.

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    LAS DESVENTURAS DEL OBRERO SOCIAL

    Es en este contexto que debemos analizar el pensamiento de quien tomel relevo del obrerismo: Antonio Negri. l mismo ha contado su trayecto-ria en varias oportunidades: familia de clase baja, estudios en la universi-dad de Padua con una tesis sobre el historicismo alemn, posgrados enAlemania y Francia, y una brillante carrera acadmica que lo ha llevado apublicar unos veinte libros, adems de un sinnmero de artculos en todoel mundo. Desde finales de los aos cincuenta, al lado de la docencia,emprendi la militancia poltica, primero en el ambiente catlico, despusen el Partido Socialista y, finalmente, en el entorno obrerista.25

    En la primera etapa, y hasta Classe Operaia, el aporte de Negri no fuedecisivo, pero con la fundacin del PO se volvi determinante. El gruponaci en el verano de 1969 en el contexto de una crisis del movimientoestudiantil, generada porque, desde el punto de vista marxista-leninista,las revueltas estudiantiles slo tenan sentido si se subordinaban a unahegemona obrera; es decir, a la lnea de la organizacin. Era urgente, porlo tanto, construir una direccin poltica para encauzarlas en este sentido.

    Negri impuls la idea de construir un partido centralizado,compartimentado y vertical. Nuestro anlisis se fundamenta en la obrade los clsicos, de Marx, de Lenin, de Mao; no hay espacio en nuestraorganizacin para inquietudes ni veleidades; escribi en un texto que,ciertamente, no deja lugar a interpretaciones autonomistas.26

    A diferencia de LC, un grupo de carcter ms bien activista, el PO valo-raba la elaboracin terica y sta giraba entorno a una interpretacin ex-tremista del obrerismo originario. La subjetividad ya no radicaba en laclase, sino en la vanguardia comunista; es decir, en el PO. La tarea eracentralizar y radicalizar los antagonismos espontneos para convertirlosen accin insurreccional contra el Estado.

    Otra vez el intento no dio resultados. El ciclo de luchas obreras arran-cado a principio de los aos sesenta comenz una fase descendiente. Unode sus ltimos destellos fue la ocupacin de la FIAT Mirafiori (en Turn)que, en marzo de 1973, cerr en Italia la poca de los grandesenfrentamientos entre obreros y capital. Como legado permanecera, du-

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    rante largo tiempo, el Estatuto de los Trabajadores, un paquete normativopro laboral, hoy reducido a un cascarn vaco.

    En lo que quedaba de la dcada, los conflictos sociales no bajaron,pero su centro de gravedad ya no estaba en las fbricas. Mientras lasprincipales formaciones extraparlamentarias entraban en crisis (el PO sedisolvi en 1973, LC en 1976), naca una constelacin de pequeas forma-ciones en torno al lema tomemos la ciudad. Algunos de estos grupos senombraban indios metropolitanos, otros proletariado juvenil. Ocupa-ban viviendas, formaban centros sociales, fundaban revistas, ponan enmarcha proyectos de comunicacin alternativa, creaban asociaciones fe-ministas y ecologistas.

    Con base en las fbricas y en los barrios, estos grupos empezaban adejar atrs las viejas concepciones del partido separado y del dirigismoleninista para buscar alternativas en la organizacin de espacios de con-vivencia e intercambio social autnomos de la legalidad dominante.

    Negri interpret la nueva etapa con un triunfalismo militante que erael opuesto ideolgico del pesimismo de Tronti (y de su autonoma de lopoltico). No haba repliegue: el rechazo del trabajo taylorista haba de-rrumbado los muros que separaban la fbrica del territorio. Todo el proce-so social se encontraba en ese momento movilizado en pos de la produccincapitalista, aumentando as la importancia del trabajo productivo.

    En esta situacin, el obrero-masa sala de la fbrica para desplazarseal territorio, la fbrica difusa, y hacerse obrero social, el nuevo sujeto cuyacentralidad nuestro autor empez a proclamar. Tcnicos, estudiantes,maestros, obreros, emigrantes y okupas terminaban as en el mismo cos-tal, sin que mediara ningn anlisis de sus diferencias, especificidades ycontradicciones.

    Puesto que se propona voltear (en italiano: rovesciare) las categorasde Marx, Negri introduca la categora de autovalorizacin (misma que, sinmayores explicaciones, reaparece un cuarto de siglo despus en Impe-rio).27 De qu se trata? Mientras la valorizacin capitalista se centra enel valor de cambio, la auto-valorizacin pivote de todo edificio terico deNegri se fundamentara en el valor de uso, as como en las nuevas necesi-dades proletarias. Generalizando en el territorio la fbrica difusa las

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    prcticas de autovalorizacin, el obrero social tena ahora que luchar porel salario garantizado.

    El ncleo del conflicto (y del anlisis) se desplazaba en ese momentohacia el Estado. Negri pensaba que el Estado keynesiano que llamabaEstado-plan haba inscrito los logros de la Revolucin de Octubre en elcorazn del desarrollo capitalista, transformando el poder obrero en unavariable independiente.

    La lucha principal se jugaba entonces en el terreno de la autova-lorizacin y puesto que ya no haba reproduccin del capital fuera delEstado, la sociedad civil dejaba de existir y slo quedaban frente a fren-te los dos grandes contendientes: proletarios y Estado.28

    A pesar de su aparente coherencia, este razonamiento se fundamenta-ba en una interpretacin equivocada del concepto marxiano de valor. ParaNegri, el valor de uso expresaba la radicalidad obrera, su potencialidadsujetiva, en cuanto antagonista del valor de cambio. Era, pues, el ladobueno de la relacin. Desde el punto de vista de la crtica de la economapoltica, sin embargo, tal planteamiento carece de sentido.

    Como lo explica Marx en el primer captulo del tomo I de El Capital, elvalor de uso no es, ni mucho menos, una categora moral, sino la basematerial de la riqueza capitalista, la condicin de su acumulacin. Si enalgn momento del proceso de circulacin, los valores de uso no se con-vierten en valores de cambio, cesan de ser valores y en este sentido limi-tan y condicionan el proceso de valorizacin.

    Una de las fuentes de Negri era Agnes Heller, la conocida integrantede la escuela de Budapest, quien haba puesto al centro de su reflexinsobre Marx el concepto de necesidades radicales. Heller se cuidaba, sinembargo, de caer en la apologa de las necesidades inmediatas.

    La necesidad econmica [escribi] es una expresin de la extraacin capitalis-ta en una sociedad en donde el fin de la produccin no es la satisfaccin de lasnecesidades, sino la valorizacin del capital, en donde el sistema de las necesi-dades se sostiene en la divisin del trabajo y en la demanda del mercado.29

    Negri cay en tal apologa, apartndose as del marxismo crtico y olvi-

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    dando que un mundo enajenado no se puede combatir de manera enajena-da. La autonoma, adems, no puede expresarse en la situacin inmediatade la clase. En tiempos del capital, la autonoma es proyecto, tendencia o,mejor dicho, tensin. Slo en los momentos de ruptura, en los espaciosdescolonizados, la autonoma se constituye en realidad prctica. Y cuan-do esta realidad prctica se socializa llegan los grandes momentos comoel 68 en Francia o el 77 en Italia.

    Contrariamente a lo que piensa Negri, el comunismo no es el elemen-to dinmico constitutivo del capitalismo,30 sino otra sociedad sin antago-nismos de clase, sin poder del Estado y sin fetichismo mercantil.

    Y el partido? En mi conciencia y en mi prctica revolucionaria nopuedo cancelar este problema, escriba quien se consideraba a s mismoel Lenin italiano y aada: es urgente empezar la discusin sobre la dic-tadura comunista.31

    El partido, en efecto, segua como tarea pendiente, aunque su embrinya exista, y era la Autonoma Organizada (con maysculas, para distin-guirse de la autonoma con minsculas) el conjunto de organizacionessemiclandestinas y servicios de orden militarizados que, empujados porla represin estatal, practicaba la lucha armada con el intento de filtrary recomponer el antagonismo de masas en la espera de la lucha final.32

    El desastre fue mayor. El sueo de tomar el poder se estrell prontocontra los arrecifes de la realidad. A partir de 1977, ltima grande esta-cin creativa del laboratorio Italia, el PC hizo un frente unido con lagobernante Democracia Cristiana. La represin entr en nueva fase, arra-sando con todo lo que se mova ms all de la izquierda parlamentaria, ycancelando la diferencia entre terrorismo y protestas sociales.

    Cada quien por su lado, y a menudo en competencia recproca, la Auto-noma Organizada (o, mejor dicho, algunas de sus organizaciones33) y lasneostalinistas Brigadas Rojas persiguieron el absurdo asalto al corazndel Estado (como si el Estado tuviese corazn!) arrastrando en su ruinaal rico y complejo tejido de la autonoma con a minscula.

    Todava en 1978, en ocasin de la ejecucin de Aldo Moro por parte delas Brigadas Rojas uno de los errores ms nefastos y grvidos de conse-cuencias negativas jams cometido por un grupo revolucionario Negri,

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    aun manifestando su desacuerdo, escriba que lo positivo de la accin erahaber impuesto al movimiento la cuestin del partido.34

    El 7 de abril de 1979 la alucinacin concluy, de manera trgica, cuandoNegri y decenas de militantes de Autonoma fueron encarcelados bajo lafalsa acusacin de ser los idelogos de las Brigadas Rojas. Pasaran entredos y siete aos tras las rejas, designados por la mezquindad del podercomo vctimas sacrificables ante el altar de la paz social.35

    En 1980, con el ltimo intento de ocupacin de la fbrica Mirafiori secerraba simblicamente una larga temporada de conflictos sociales endonde caso nico en la historia europea luchas obreras, movimientosestudiantiles y reinvencin de la vida haban marchado juntos en un for-midable intento de liberacin colectiva.36

    LAS HAZAAS DE LA MULTITUD

    En las dos dcadas sucesivas Negri no abandon la costumbre de leer losmovimientos sociales como comprobacin de sus tesis, escribiendo nume-rosos y crpticos libros, sin jams ventilar la menor autocrtica.

    De Foucault, Deleuze y Guattari, nuestro autor hered una marcadaaversin por la dialctica.37 Ya en el estudio sobre los Grundrisse fruto deun seminario en Pars haba escrito que el horizonte metdico marxianonunca se centra en el concepto de totalidad; ms bien ste se encuentracaracterizado por la discontinuidad materialista de los procesos reales,de tal manera que el materialismo subordina a s mismo a la dialctica.38

    Negri entiende la sociedad capitalista como un campo de fuerzas enlucha constante. A diferencia de los posestructuralistas franceses, sinembargo, l piensa que el motor de los procesos sociales es la separacino, mejor dicho, el antagonismo social.

    A la investigacin corresponde la tarea de identificar el antagonismodeterminante, escudriar sus tendencias, y llevarlo a la explosin. Actoseguido, el anlisis se desplaza hacia un nuevo campo, lo redefine, y assucesivamente.39 El capital ya no es entendido como contradiccin enproceso (Marx) sino como la progresiva afirmacin de un sujeto conocidode antemano.

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    En Spinoza, la anomala salvaje, escrito en la crcel, Negri fue aclaran-do su proyecto: seguir la constitucin material de la subjetividad radicalen Occidente, excavando una ruptura entre las filosofas del poder y lasde la subversin. En torno a Spinoza vea condensarse una tradicin an-mala que, afirmando la productividad del sujeto, se extiende de Maquiaveloa Marx contra el eje dialctico encarnado en la triada Hobbes-Rousseau-Hegel.40 Negri encontraba en Spinoza una crtica anticipada de la dialcti-ca hegeliana as como el nacimiento del materialismo revolucionario.

    De tal manera que al engendro stalinista del diamat, Negri opone unnuevo horizonte ontolgico que se sustenta en la categora spinoziana depotencia. Este planteamiento ignora las crticas al marxismo soviticohechas cinco dcadas antes por los comunistas de izquierda, a saber, queel materialismo marxiano no es una filosofa ni una economa, sino lateora revolucionaria del proletariado en lucha.

    El movimiento dialctico, para los radicales de izquierda, nunca ex-pres una ley de la historia universal, ni mucho menos una ciencia, sinola lgica especfica de un objeto especfico, el capitalismo, un sistemasocial opaco que se sostiene en el fetichismo.41

    Es en el libro sobre Spinoza donde aparece, por primera vez, el con-cepto de multitud, o sea, el nuevo sujeto global que, poco a poco, ir su-plantando al obrero social hasta transformarse, casi dos dcadas despus,en el hroe indiscutible de Imperio.42

    De dnde viene esta aclamada multitud? En los albores de la moderni-dad, Hobbes y los filsofos de la soberana as nombraron al conjuntohumano antes de ser pueblo. La multitud, sin embargo, era para ellos algopuramente negativo que remita a un conjunto humano indiferenciado ysalvaje, todava no organizado en el Estado. Negri volte el concepto, to-mndolo como el sujeto antagonista del imperio.

    La multitud contempornea sera la forma de la existencia social ypoltica de los muchos, el conjunto abierto, que se erige como alter-nativa a la constelacin pueblo-voluntad general-Estado. Mientras elpueblo tiende a la identidad y a la homogeneidad explica Negri lamultitud remitira a ste ms all de la nacin que, frente a la crisis delEstado, sera el sujeto plural de un nuevo poder constituyente abierto,

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    incluyente y posmoderno.43

    Aqu se impone una pregunta: cmo plantea nuestro autor el saltodel siglo XVII a nuestros das? Y, ms concretamente: cmo se da el pasodel obrero social a la multitud? Sencillamente, no considera el problema.

    Lo que s intenta es darle cuerpo y espesor sociolgico a su nuevacreacin, valindose de Marx, por un lado, y de la abundante literaturaque acompaa a la revolucin informtica, por el otro.

    Con la crisis del fordismo, argumenta Negri, la clase obrera industrialpierde su posicin central en la sociedad. Una parte consistente de lafuerza de trabajo se desempea ahora en el trabajo inmaterial, o sea, en elconjunto de actividades consagradas a la manipulacin de signos, sabertcnico-cientfico, mensajes y flujos de comunicacin. Poco a poco sigueNegri, el elemento de saber humano acumulado tiende a volverse pre-ponderante.

    No tengo mucho que objetar a estas afirmaciones que se fundamentanen el famoso fragmento sobre las mquinas que se encuentra en losGrundrisse. Ah Marx seala que, con el desarrollo de la gran industria, lacreacin de riqueza ya no guarda relacin alguna con el tiempo de traba-jo inmediato que cuesta su produccin, sino que depende ms bien delestado general de la ciencia y del progreso de la tecnologa o de la aplica-cin de la ciencia a la produccin.44 Y aade:

    [] tan pronto como el trabajo en su forma inmediata ha cesado de ser la granfuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja, y tiene que dejar, de ser sumedida y por lo tanto el valor de cambio deja de ser la medida del valor de uso.El plustrabajo de la masa ha dejado de ser condicin para el desarrollo de lariqueza social, as como el no-trabajo de unos pocos ha cesado de serlo para eldesarrollo de los poderes generales del intelecto humano. Con ello se desplo-ma la produccin fundada en el valor de cambio, y al proceso de produccininmediato se le quita la forma de la necesidad apremiante y el antagonismo.45

    Es necesario precisar que estas palabras de Marx, evocadas muchas ve-ces, son oscuras y, al mismo tiempo, visionarias. Oscuras porque no estmuy claro el significado de la afirmacin: se desploma la produccin fun-

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    dada en el valor de cambio. Acaso quiere decir que el capitalismo seacaba, rebasado por su propio desarrollo? O que se resuelve al fin elantagonismo obreros-capital? No lo creo, pero el problema queda abierto.Y, tambin, estas son palabras visionarias porque nos otorgan estimulan-tes claves para leer el tiempo presente y, en particular, el sentido de larevolucin informtica.

    Sigue Marx: los productos de la industria se vuelven ahora

    [] rganos del cerebro humano creados por la mano humana: fuerzaobjetivada del conocimiento. El desarrollo del capital fixe revela hasta qupunto el conocimiento o knowledge social general se ha convertido en fuerzaproductiva inmediata y, por lo tanto, hasta qu punto las contradicciones delproceso de la vida social misma han entrado bajo los controles del generalintellect y (han sido) remodeladas conforme al mismo.46

    Lo que yo entiendo aqu es que las contradicciones de la produccin fabrilse extienden a la esfera del trabajo inmaterial. Negri tiene razn al afir-mar que, en tal situacin, el problema del sujeto revolucionario se planteade manera diferente. En mi opinin, agotndose la centralidad de la fbri-ca, se multiplican los posibles sujetos antagonistas, a la vez que cae cual-quier nocin de necesidad. Por qu entonces proponer una categoranica, la multitud, que forzosamente cancela toda diferencia?

    Hay ms. Interpretando de manera unilateral las afirmaciones de Marx,Negri parece sostener que el capitalismo ya se extingui en cuanto modode produccin y que sobrevive slo como mero dominio o dispositivo decontrol.47 No satisfecho, le guia el ojo a todas las utopas tecnolgicas,desde el fin del trabajo hasta los mitos de la sociedad posindustrial y lasantropologas del ciberespacio.

    El crculo se cierra: el obrerismo de Negri desemboca en una apologade las fuerzas productivas muy parecida a la que, tan atinadamente, habarechazado Panzieri casi cuarenta aos antes. Y, exactamente como enTronti, se esfuma toda nocin de una autonoma concreta fundada en laaccin independiente de los sujetos sociales en lucha. De tal manera quelos dos contrincantes de hace treinta aos se vuelven a estrechar la mano.48

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    Suscita hilaridad que, al final del libro, Negri y Hardt evoquen a SanFrancisco como la figura paradigmtica del nuevo militante.49 Militante:alguien que profesa la milicia, segn el diccionario de la Real Academia.En los actuales movimientos sociales, se prefiere la palabra activista, quees menos truculenta y remite a la accin directa. Las festivas acciones delos jvenes (y, tambin, no tan jvenes) que desde los das de Seattle lequitan el sueo a los poderosos de la tierra, poco tienen que ver con lamilitancia.50 Las sostiene, al contrario, una voluntad ldica de invertirla perspectiva, de acabar con la poltica tradicional, y de crear nuevasformas comunitarias.

    Hoy los movimientos sociales son plurales por definicin. Es urgentevolver a hacer este mundo que no nos pertenece. Cada sujeto, cada movi-miento, cada comunidad en lucha busca el encuentro con el otro exigien-do, asimismo, conservar una perspectiva e identidad propia. Y esto meparece un gran paso adelante.

    Negri critica, creo que con razn, el concepto de pueblo. Es cierto quenecesitamos conceptos nuevos para valorar las diferencias. Sin embargo:por qu aplastar estas mismas diferencias anulndolas en una abstrac-cin filosfica vieja de tres siglos?

    Como su antecesor, el obrero social, la multitud es un forzamiento. Alfinal del recorrido, Negri vuelve al pecado original del obrerismo italiano:la bsqueda siempre renovada de alguna centralidad, el fetiche del tra-bajo productivo, y la incapacidad de salir del horizonte de la fbrica. Elresultado es un sujeto sin historia, y una forma sin contenido, ltima adap-tacin de la vieja torsin por la cual la clase obrera nunca deja de acosaral capitalismo.

    EPLOGO. FIN DEL ESTADO-NACIN?

    As como el Espritu del Mundo se manifiesta progresivamente en la histo-ria brincando de un lado a otro del mundo, la epifana imperial se encarnaen etapas y figuras sobresalientes que en cada momento le otorgan carac-teres distintivos. La epopeya arranca en la bodega de Spinoza, y la Cons-titucin norteamericana es uno de sus momentos fundamentales ya que,

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    segn los autores, se sustenta en el xodo y en valores afirmativos nodialcticos (como) el pluralismo y la libertad.51

    Sin embargo, uno de los mejores analistas de Estados Unidos, NoamChomsky, nos ha enseado que la Constitucin de este pas no es msque una criatura concebida para mantener a la chusma a raya y para evi-tar que ni siquiera por error el populacho pudiera tener la mala idea detomar el destino en sus propias manos.52

    Otra de las fantasas neoliberales, avaladas por los autores de Impe-rio, es que el Estado-nacin est en proceso de extincin. No deja de serirnico que Negri un admirador de Lenin y, adems, un viejo estratega dela conquista del poder estatal salga ahora con tal disparate.

    Entre las pocas propuestas prcticas de Imperio, estn las dos campa-as por el salario social (refrito del viejo salario garantizado de PotereOperaio), y la ciudadana global, es decir, ingresos y papeles garantizadospara todo el mundo independientemente de la nacionalidad, clase y condi-cin social de cada quien. Sin entrar ahora en la discusin sobre el sentidopoltico y la oportunidad de tales reivindicaciones, sealo una paradoja: siel Estado-nacin ya no existe, a quin se dirigen Negri y Hardt? A la ONU?

    En realidad, el proceso de evolucin del Estado-nacin es sumamentecontradictorio. Por un lado, la ola privatizadora ha erosionado sus prerro-gativas distribuidoras (y su credibilidad), destruyendo las esferas pbli-cas a favor de los sectores privados; por el otro, al elevar la conflictividad,ha aumentado enormemente sus funciones represivas.

    De tal manera que, lo que tenemos hoy no son los Estados adelgazadosde los que hablan los neoliberales avalados por Negri, sino una suerte dekeynesianismo de guerra que devora recursos pblicos quitando ingresosa los pobres para entregarlos a los ricos, en una escala antes desconocida.

    La conclusin es que, tanto en la economa como en la poltica, lafuncin del Estado-nacin sigue siendo imprescindible para el capitalis-mo; ste no podra sobrevivir ni una semana si aquel dejara de proporcio-nar no solamente garantas polticas y militares, sino tambin cuantiososrecursos econmicos.

    El caso de Estados Unidos es significativo: baste con pensar en losastronmicos subsidios agrcolas o en las medidas de apoyo al sector del

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    transporte areo despus del 11 de septiembre. La prctica de los subsi-dios agrcolas, dicho sea de paso, ha sido condenada incluso por la OMCcomo ilegal, sin lograr que los dirigentes norteamericanos siquiera seruboricen! Huelga decir que el apetito por esta clase de subvenciones noda seales de disminuir.

    Y qu decir del imperialismo? El punto de partida debera ser recono-cer que todos los Estados son potencialmente imperialistas, aunque la di-nmica entre ellos cambie en continuacin. Acto seguido es necesarioadmitir que hoy ningn Estado se encuentra en la condicin de competircon Estados Unidos militar, econmica, poltica o culturalmente. Esto haceque venga a menos una de las principales caractersticas del imperialis-mo clsico, tal como lo analizaba, por ejemplo, Rosa Luxemburg, es decir,la existencia de cierto nivel de competencia por la conquista de mercados,territorios o materias primas. Despus de la cada del bloque sovitico,ningn Estado, o regin geopoltica, ha podido contrarrestar el poder delos Estados Unidos.

    Cmo vamos a designar esta nueva realidad? Imperio? Imperialis-mo? El nombre no tiene mucha importancia, siempre y cuando est claroque un solo pas Estados Unidos est imponiendo un sistema planetariode Estados vasallos organizados en soberanas limitadas que, irnicamente,se parece mucho al que durante dcadas impuso la Unin Sovitica a sussatlites.53

    El sistema exige a los Estados que sean dbiles hacia el exterior, esdecir, maleables y sensibles a las necesidades de Estados Unidos; perofuertes hacia el interior, o sea, represores y capaces de imponer estasmismas necesidades a sus subordinados. Negri tiene algo de razn cuan-do crtica a los defensores de la soberana, pero nicamente en el sentidode que la soberana no es, ni puede ser, un valor en s mismo. Es, como loseala Chomsky, un valor nicamente en la medida en que aumenta lalibertad y los derechos de los seres humanos.54

    Y esto es, exactamente, lo que hace el nuevo orden: acabar por do-quier con los derechos adquiridos en dcadas de luchas sociales. El inten-to, obviamente, no deja de generar fricciones y malestares, en particularaunque no exclusivamente entre las clases peligrosas de un mundo

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    cada vez ms acosado por la pobreza, la inseguridad y los problemas am-bientales.

    Las rupturas, cuando las hay, surgen de los movimientos sociales, comoun ya basta generalizado, y no por efecto de los partidos polticos que,salvo contadas excepciones, aceptan el orden establecido aunque sean deizquierda.

    De cualquier manera, estamos lejos del imperio descentrado ydesterritorializante que describen nuestros autores. Los eventos del 11 deseptiembre y ahora la aventura colonial en Irak prueban, una vez ms, elfracaso de su modelo terico: la reaccin norteamericana es la de un esta-do imperialista que pretende ajustar el planeta a sus intereses.

    Negri, en efecto, se sinti incmodo. Primero interpret la cada de lastorres gemelas como un asunto interno al imperio, algo que le pertene-ce, y despus rectific, sosteniendo que estamos frente a una reaccinimperialista contra el imperio.55

    Proclamar el fin del Estado no nos ayuda en nada. Es una mala teoraporque no sirve para la accin. Parece una banalidad, pero es necesarioreiterarla cuando nos enteramos que los compaeros de la revista Rebel-da se sienten parte de una izquierda que no est dispuesta a seguir per-diendo el tiempo en la disputa de un poder nacional que no existe ms(subrayado mo).56

    Qu va! Una cosa es decir, como John Holloway y antes de l loszapatistas, y mucho antes los libertarios de todas las tendencias, que elmundo no se puede cambiar tomando el poder estatal, y otra, muy dis-tinta, es declarar que el poder nacional ya no existe.57 Quin manda lostanques a Chiapas? Quin arma a los paramilitares? Quin est detrsdel Plan Puebla Panam? El dichoso aparato descentrado y deste-rritorializante?

    Noo! Un poder nacional que tiene nombre y apellido: el Estado mexicano.Los Estados-nacin siguen ah; son nuestros enemigos y tambin son

    nuestros interlocutores. No podemos bajar la guardia: tenemos que pre-sionarlos, hostigarlos, acosarlos. En ocasiones habremos de negociar y loharemos con autonoma. Los zapatistas han demostrado que esto se pue-de hacer. Y si bien los resultados no son satisfactorios, ellos, a diferencia

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    de otros, han conservado la dignidad.Nuestro camino, el camino de los movimientos por la humanidad y

    contra el neoliberalismo, no es fcil. Tal y como lo advierte Michael Albert,animador del sito Znet, adems de radicalidad terica y prctica, necesita-mos ductilidad, paciencia y cierta dosis de pragmatismo.58

    Hay que repetirlo una vez ms? El capitalismo y el Estado-nacin, losdos monstruos creados por Occidente, llegaron juntos y no pueden msque desaparecer juntos. Y, si no sabemos enterrarlos en un mar de risas,se quedarn con nosotros un rato ms, como el dinosaurio de TitoMonterroso.

    NOTAS

    1 Michael Hardt/Antonio Negri, Empire, Harvard University Press, Cambridge,Mass., 2000. Traduccin italiana, Impero. Il nuovo ordine della globalizzazione,Rizzoli, Miln, 2002. Las traducciones son mas (entre parntesis anoto la pginade la edicin en ingls que se puede consultar en internet).

    2 Manuel Castells, The Rise of the Network Society, tres tomos, Cambridge, Mass.,1996

    3 Impero, op. cit., p. 16 (p. 14).4 Atilio A. Boron, Imperio. Imperialismo. Una lectura crtica de Michael Hardt y

    Antonio Negri, Buenos Aires, CLACSO, mayo de 2002.5 Esta breve reconstruccin se fundamenta en: Nanni Balestrini, Primo Moroni,

    LOrda dOro. 1968-1977. La grande ondata rivoluzionaria e creativa, poltica edesistenziale, Feltrinelli, Miln, 1997; Oreste Scalzone-Paolo Persichetti, La rvolutionet lEtat, Insurrections et contre-insurrection dans lItalie de laprs 68: la dmocratiepnale, ltat durgence, Dagorno, Paris, 2000; AAVV Futuro Anteriore. Dai QuaderniRossi ai movimenti globali: ricchezze e limiti delloperaismo italiano, Derive/Approdi,Roma, 2002. Consult, asimismo, el sito http://www.intermarx.com (y en particu-lar los excelentes escritos de Mara Turchetto y Damiano Palano), las revistasVis--Vis, y Primo Maggio, as como un viejo escrito mo, Al tramonto. Operaismoitaliano e dintorni, publicado annimo en: Proletari se voi sapeste, suplementode la revista Insurrezione (Renato Varani editore, Miln, 1982).

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    6 Franco Alasia, Danilo Montaldi, Milano, Corea, Feltrinelli, Miln, 1978, p. 184.7 Vase: R. Panzieri, Spontaneit e Organizzazione. Gli anni dei Quaderni Rossi.

    Scritti Scelti, Biblioteca Franco Serantini, Pisa, 1994.8 Carlos Marx, El Capital, Editorial Libreras Allende, 1977, pp.328-330.9 Vase: Karl Marx, Elementos fundamentales para la crtica de la economa pol-

    tica (Grundrisse) 1857-58, Siglo XXI, Mxico, 1971, tomo II, pp 225-230; y KarlMarx, El Capital. Libro I, Captulo VI (indito), Siglo XXI, Mxico, 1975.

    10 R. Panzieri, Sulluso capitalistico delle macchine nel neocapitalismo yPlusvalore e pianificazione. Appunti di lettura del Capitale, en: Spontaneit,op. cit.

    11 Sergio Bologna, Il rapporto fabbrica-societ come categoria storica. Va-se: Primo Maggio, nm. 2, Miln, 1974. Mirafiori es el nombre de la principalfbrica de FIAT en Turn.

    12 R. Alquati, Composizione organica del capitale e forza-lavoro alla Olivetti,Quaderni Rossi, op. cit., nm. 2, 1962, pp. 63-98. En 1975, este autor public unarecopilacin de sus escritos en: Sulla FIAT e altri scritti, Miln, Feltrinelli.

    13 Danilo Montaldi, Il significato dei fatti di luglio, Quaderni di Unit Proleta-ria, nm. 1, Cremona, 1960. Ahora en: Danilo Montaldi, Bisogna sognare. Scritti1952-1975, Colibr, Miln 1994, pp. 578-595.

    14 Classe Operaia nm. 1, enero de 1964. Despus en: Mario Tronti, Operai eCapitale, Einaudi, Turn, 1966 (nueva edicin, 1971), pp. 89-95. La obra es unacoleccin de ensayos publicados anteriormente en Quaderni Rossi y Classe Operaia.

    15 Tronti, op. cit., pp. 298-299.16 Tronti, op. cit., pp. 81 y 84.17 Tronti, op. cit., p. 53.18 Tronti, entrevista al diario LUnit, Roma, 8 de diciembre de 2001. En otra

    entrevista, con fecha 8 de agosto de 2000, Tronti precis: fuimos vctimas de unailusin ptica. Vase el cd-rom anexo a Futuro Anteriore, op. cit.

    19 Tronti, op. cit., p. 14.20 Vase, por ejemplo: R. Panzieri, Plusvalore e capitale, op. cit., en donde el

    autor seala la unidad del capitalismo en cuanto funcin social.21 Marx, El Capital, op. cit., tomo I, p. 88.22 Impero, op. cit. p. 200 (p. 208 edicin en ingls) y 223 (235).23 Tronti, entrevista citada, 8 de agosto de 2000.

  • ANTONIO NEGRI, IMPERIO...

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    24 Mario Tronti, Sullautonoma del poltico, Feltrinelli, Miln, 1977, pp. 7, 19 y 20.25 Vase: Antonio Negri, Du Retour. Abcedaire biopoliique., Calmann-Levy, Paris,

    2002. Tambin se puede consultar la entrevista con fecha 13 de julio de 2000 en elcd-rom anexo a Futuro anteriore, op. cit.

    26 Antonio Negri, Crisi dello stato-piano, comunismo e organizzazione rivoluzionaria,Feltrinelli, 1972, p. 181. Este neoleninismo insurreccional encontrar una sis-tematizacin en: A. Negri, La fabbrica della strategia. 33 lezioni su Lenin, Libri Rossi,Padova, 1977.

    27 Negri desarroll el tema de la autovalorizacin en: Il dominio e il sabotaggio.Sul metodo marxista della trasformazione sociale. Felrinelli, 1978. Vase tambinEmpire, op. cit., p. 359.

    28 Antonio Negri, Proletari e Stato. Per una discusin su autonomia operaia ecompromesso storico, Feltrinelli, Miln, 1976, p. 30. La cuestin de la disolucin dela sociedad civil en el Estado vuelve en Impero, op. cit., pp. 40, 306-7, 313 (25,328-29, 336).

    29 Agnes Heller, La teoria dei bisogni in Marx, Feltrinelli, Miln, 1977, p. 26.30 A. Negri, Marx oltre Marx. Quaderno di lavoro sui Grundrisse, Feltrinelli,

    1979, p. 194.31 A. Negri, Il dominio op. cit., pp. 61 y 70.32 En los aos setenta hubo en Italia decenas, y posiblemente centenares, de

    grupos que practicaban la lucha armada.33 Al contrario a lo que leo en Memoria nm. 167 (enero de 2003, p. 5), nunca

    existi en Italia un grupo llamado Autonoma Obrera. Negri diriga una entre lasmuchas organizaciones que integraban el rea de la autonoma obrera.

    34 Rosso, mayo de 1978. La revista se editaba en Miln y era el rgano delGruppo Gramsci, organizacin dirigida por Negri.

    35 Tras dos aos de crcel, Negri sali libre gracias a su eleccin como diputa-do en las listas del Partido Radical. En 1983, se march al exilio en Francia.

    36 En los aos ochenta y noventa la hiptesis de un obrerismo libertario semantuvo viva en la reflexin de algunos colectivos, como Primo Maggio,Collegamenti-Wobbly y Vis-Vis.

    37 Imperio, op. cit., pp. 131 y 139.38 A. Negri, Marx oltre Marx, op. cit., p. 55.39 A. Negri, Marx oltre Marx, op. cit., pp. 24-25.

  • BAJO EL VOLCN

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    40 A. Negri, Spinoza, Derive Approdi, 1998, p. 394.41 Vase por ejemplo: Karl Korsch, Karl Marx, Laterza, 1970, p. 101.42 Spinoza, op. cit., p. 35.43 Impero, op. cit., p. 107.44 K. Marx, Grundrisse, op. cit., tomo II, p. 228.45 Grundrisse, op. cit., pp. 228-29.46 Grundrisse, op. cit., p. 230.47 Maria Turchetto, Dalloperaio massa allimprenditorialit comune. La

    sconcertante parabola delloperaismo italiano en el citado sito http://www.intermarx.com

    48 En Il lavoro di Dioniso, op. cit., pp. 29-30, Negri confiesa aceptar las teorasde Mario Tronti sobre la autonoma de lo poltico. En Imperio, en cambio, nosinforma que la autonoma de lo poltico lleg a su fin. Vase: Impero, op. cit.,p. 288 (pc. 307).

    49 Impero, op. cit., p. 381-82 (413).50 Las primeras crticas a la figura del militante se remontan a 1966 y se

    deben a la Internacional situacionista. Vase: De la misre en mileu tudiant, traduci-do a unos veinte idiomas.

    51 Impero, op. cit., p. 353 (380).52 Citado en: Boron, op. cit., p. 110. El lector interesado en profundizar sobre el

    tema puede consultar los primeros captulos de: Howard Zinn, A people s historyof the United States. 1492 Present, Harper Collins Publishers, New York, 1999.

    53 Tito Pulsinelli, Sobre el seor y los vasallos. Estados Unidos en el atarde-cer del neoliberalismo, en: http://www.lafogata.org/02inter/8internacional/sobre.htm

    54 Vase: Noam Chomsky, Socioeconomic Sovereignity, conferencia dictadaen Albuquerque, el 26 de febrero del ao 2000 (incluida en Rogue States, PlutoPress, Londres, 2000). De paso, sealo que este apretado texto de unas 20 cuar-tillas dice sobre el imperio ms que Negri y Hardt en su voluminoso libro.

    55 Du reotur, op. cit., pp. 185 y 209; entrevista a I1 Manifesto, 14 de septiem-bre de 2002.

    56 Rebelda, editorial del nm. 1, Mxico, D. F., noviembre de 2002.57 John Holloway, Cambiar el mundo sin tomar el poder, Universidad Autnoma

    de Puebla, 2002. De manera tramposa, muchos comentaristas han querido colo-

  • ANTONIO NEGRI, IMPERIO...

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    car a Holloway y Negri en el mismo costal.58 Benedetto Vecchi, Democrazia in Movimento, Il Manifesto, 18 de enero

    de 2003.