Antropología y estudios culturales. Alteridades, año 3, núm. 5, 1993

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Antropología y estudios culturales Alteridades, año 3, núm. 5, 1993 García Canclini, Néstor Introducción: antropología y estudios culturales .............................................................. Yúdice, George Tradiciones comparativas de estudios culturales en América Latina y los Estados Unidos............................................................................................................... Artículo no disponible por el momento Franco, Jean Angst global en la ciudad letrada................................................................................... Bartra, Roger Salvajismo, civilización y modernidad: la etnografía frente al mito............................. Sarlo, Beatriz Modernidad y después: la cultura en situación de hegemonía massmediática............... Martín-Barbero, Jesús La comunicación en las transformaciones del campo cultural......................................  Nieto Calleja, Raúl y Eduardo Nivón Bolán Etnografía, ciudad y modernidad: hacia una visión de la metrópoli desde la  periferia urbana ................................................................................................................. Rosas Mantecón, Ana Globalización cultural y antropología...................................................................... 79-91 Jameson, Frederic Conflictos interdisciplinarios en la investigación sobre cultura...................................93-117 (Traducción) Silvia M. Hirsch y Pablo G. Wright De Bali al posmodernismo: una entrevista con Clifford Geertz .................................119-126 5-8 9-20 21-33 35-50 51-58 59-68 69-77  --No disponible en versión original de la revista, se presenta en su lugar una transcripción del artículo, sin paginación, salvo referencia a la página inicial y la página final.--

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García Canclini, NéstorIntroducción: antropología y estudios culturales..............................................................Yúdice, GeorgeTradiciones comparativas de estudios culturales en América Latina y losEstados Unidos...............................................................................................................Franco, JeanAngst global en la ciudad letrada...................................................................................Bartra, RogerSalvajismo, civilización y modernidad: la etnografía frente al mito.............................Sarlo, BeatrizModernidad y después: la cultura en situación de hegemonía massmediática...............Martín-Barbero, JesúsLa comunicación en las transformaciones del campo cultural......................................Nieto Calleja, Raúl y Eduardo Nivón BolánEtnografía, ciudad y modernidad: hacia una visión de la metrópoli desde laperiferia urbana.................................................................................................................Rosas Mantecón, AnaGlobalización cultural y antropología...................................................................... Jameson, FredericConflictos interdisciplinarios en la investigación sobre cultura...................................(Traducción)Silvia M. Hirsch y Pablo G. WrightDe Bali al posmodernismo: una entrevista con Clifford Geertz.................................69-77 Abstracts.................................................................................................................

Transcript of Antropología y estudios culturales. Alteridades, año 3, núm. 5, 1993

  • Antropologa y estudios culturalesAlteridades, ao 3, nm. 5, 1993

    Garca Canclini, NstorIntroduccin: antropologa y estudios culturales..............................................................

    Ydice, GeorgeTradiciones comparativas de estudios culturales en Amrica Latina y losEstados Unidos...............................................................................................................Artculo no disponible por el momento

    Franco, JeanAngst global en la ciudad letrada...................................................................................

    Bartra, RogerSalvajismo, civilizacin y modernidad: la etnografa frente al mito.............................

    Sarlo, BeatrizModernidad y despus: la cultura en situacin de hegemona massmeditica...............

    Martn-Barbero, JessLa comunicacin en las transformaciones del campo cultural......................................

    Nieto Calleja, Ral y Eduardo Nivn BolnEtnografa, ciudad y modernidad: hacia una visin de la metrpoli desde laperiferia urbana.................................................................................................................

    Rosas Mantecn, AnaGlobalizacin cultural y antropologa...................................................................... 79-91

    Jameson, FredericConflictos interdisciplinarios en la investigacin sobre cultura...................................93-117(Traduccin)

    Silvia M. Hirsch y Pablo G. WrightDe Bali al posmodernismo: una entrevista con Clifford Geertz.................................119-126

    5-8

    9-20

    21-33

    35-50

    51-58

    59-68

    69-77

    AmiloTexto escrito a mquina

    AmiloTexto escrito a mquina --No disponible en versin original de la revista, se presenta en su lugar una transcripcin del artculo, sin paginacin, salvo referencia a la pgina inicial y la pgina final.--

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  • Abstracts.................................................................................................................127-128

  • ALTERIDADES, 19933 (5): Pgs. 5-8

    NSTOR GARCA CANCLINI*

    Introduccin:antropologa y estudios culturales

    Por qu una revista antropo-

    lgica dedica un nmero a los

    estudios culturales, ese proyecto

    de superar las ciencias sociales

    clsicas y fusionarlas en

    investigaciones conjuntas? Una

    motivacin es el desarrollo pe-

    culiar que los estudios culturales

    vienen dando a ciertas preocu-

    paciones constitutivas de la

    antropologa: la extensin del

    concepto de cultura hasta

    abarcar la totalidad de los pro-

    cesos simblicos especializados

    y cotidianos; la crtica del saber

    acadmico y de los saberes or-

    dinarios desde una reflexin

    sobre la alteridad; el tratamien-

    to no antagnico de los vnculos

    entre tradiciones y moderni-

    zacin.

    Pero los estudios culturales

    recolocan estas lneas antro-

    polgicas en los procesos

    masivos de multiculturalidad generados por la glo-

    balizacin. La corriente llamada estudios culturales

    naci en Inglaterra inmersa en las investigaciones

    sobre medios de comunicacin y ha tenido su mayor

    desarrollo en los Estados Unidos dentro de las artes

    cultas y la literatura. En los ltimos aos los deba-

    tes multiculturales y sobre globalizacin han servido

    para incorporar los aportes an-

    tropolgicos y vincular a antro-

    plogos y especialistas en hu-

    manidades con la problemtica

    comunicacional. Es significa-

    tivo que algunos prominentes

    investigadores de literatura,

    por ejemplo Frederic Jameson,

    Jean Franco y George Ydice

    en los Estados Unidos, Beatriz

    Sarlo y Anbal Ford en la Ar-

    gentina, enfoquen sus instru-

    mentos de anlisis literario

    hacia el anlisis de procesos

    massmediticos en sus textos

    recientes, como algunos que

    publicamos aqu.

    Mientras en los Estados

    Unidos, seala George Ydi-

    ce, los estudios culturales se

    mantienen preferentemente

    dentro de las humanidades, en

    Amrica Latina se desarrollan

    en las ciencias sociales y con-

    vocan a los especialistas humansticos o literarios,

    como los nombrados, a dialogar con estas ciencias.

    Ydice interpreta la mayor versatilidad de los estu-

    dios latinoamericanos y su disposicin a ocupar las

    fronteras disciplinarias como una consecuencia del

    carcter endeble del sistema universitario en estos

    pases y de sus bajos recursos econmicos. Pienso que

    tambin hay que tomar en cuenta que los investiga-

    dores de Amrica Latina combinamos nuestra per-

    tenencia universitaria con el periodismo, la militancia* Profesor-investigador del Departamento de Antropologa, UAM-I.

  • 6Introduccin: antropologa y estudios culturales

    poltica y social, o la asesora a organismos estatales,

    todo lo cual posibilita relaciones ms mviles con los

    campos del saber y de la accin.

    La cada de tabiques entre las disciplinas, que de

    algn modo se correlaciona con los borrosos contor-

    nos de la vida social, poltica y cultural, genera incer-

    tidumbre sobre el lugar de los intelectuales, observa

    Jean Franco. Podemos superar la angustia que

    produce esta indeterminacin declarndonos intelec-

    tuales globales? Cmo diferenciar globalizacin de

    norteamericanizacin del planeta? Tienen las cultu-

    ras populares y locales posibilidades de resistir o ne-

    gociar? La reterritorializacin intentada por los latinos

    en Estados Unidos y por las reacciones nacionalistas

    frente a los acuerdos de libre comercio parecen, a

    veces, modos de conjurar esa angustia. Como en otros

    textos que hacen de Jean Franco una de las ms in-

    cisivas analistas de lo que le ocurre a Amrica Latina

    al confrontarse con Estados Unidos, y a este pas al

    tratar con los latinoamericanos (de fuera y de dentro),

    dicha autora muestra lo que significa hoy que las

    identidades de unos y otros se construyan en una

    reciprocidad desigual.

    Estas cuestiones estn presentes en muchas

    reuniones de artistas, escritores y cientficos, pero

    recuerdo pocos encuentros donde se trabajaran con

    perspectivas tan diversas como en el efectuado en

    Mxico, del 3 al 5 de mayo de 1993, cuando se form

    la Red Interamericana de Estudios Culturales. Las

    sesiones se hicieron en la Universidad Autnoma Me-

    tropolitana, moderno y extrao campus-isla en esa

    vasta zona de la ciudad de Mxico llamada Iztapalapa,

    que parece un suburbio por su mezcla reciente de

    fbricas y talleres, por su crecimiento atropellado,

    marginal, y que al mismo tiempo es una de las reas

    ms tradicionales de la urbe.

    A ratos en espaol, a ratos en ingls, en portugus

    y en combinaciones de las tres lenguas, unos 45

    estudiosos de esta multiculturalidad experimenta-

    mos las dificultades de vivir con ella, aunque slo

    fuera en la atemperada reelaboracin de los discursos.

    Habra que hacer una etnografa de las maneras en

    que estas reuniones, donde tantas ritualizaciones del

    programa buscan neutralizar las asimetras (equili-

    brio en cada mesa entre mujeres y hombres, entre

    norteamericanos y latinoamericanos, entre humanis-

    tas y cientficos sociales), finalmente dejan irrumpir

    las hegemonas y hacen pensar, como deca Jean

    Franco en su ponencia, que lo global es, quiz, un eu-

    femismo de fuerzas que no se atreven a identificarse.

    Tal vez lo que diferencia a seminarios como ste de

    encuentros multiculturales de polticos o empresa-

    rios no es la menor tensin entre lo global como

    proceso objetivo y como eufemizacin simblica, sino

    que en ciertas reuniones acadmicas esa tensin es

    nombrada. Los norteamericanos diseccionaron las

    nuevas tcticas retricas con que la dominacin esta-

    dounidense se presenta como devocin filantrpica

    por los derechos humanos, otros cuestionaron que se

    idealice la resistencia de los subalternos como ca-

    pacidad transformadora, otros la benevolencia de los

    antroplogos que permite a la gente hablar por s

    misma, un gesto que ha procurado brillantes finales

    a muchos libros latinoamericanos.

    Ese deseo llamado estudios culturales, escribi

    Frederic Jameson, en un texto que no ley en esta

    reunin, pero que se reparti a los asistentes y por eso

    incluimos aqu, como algo que form parte de los

    debates, es menos una disciplina novedosa que el

    intento de construir un bloque histrico. Tal vez esta

    unificacin de los innovadores en la investigacin so-

    bre cultura sea otro recurso para conjurar la angustia

    o la incertidumbre de la ruptura con los cnones. La

    radicalidad de los planteamientos surge de los dra-

    mas sociales de la multiculturalidad en este fin de

    siglo, de la insatisfaccin hacia las disciplinas que

    vienen ocupndose de los campos simblicos, pero en

    gran medida, tambin, de conflictos por la orientacin

    de los estudios y la distribucin del poder en las ins-

    tituciones acadmicas, sobre todo en los Estados

    Unidos. El mapa que traza Jameson de las aperturas

    y los atrincheramientos de los cientficos sociales

    respecto del trabajo interdisciplinario es til para re-

    pensar la actual definicin de lo antropolgico. Cmo

    reformular el trabajo etnogrfico cuando se trata no

    slo de la formacin de la cultura en conexin con un

    espacio propio sino de procesos de desterritorializa-

    cin, cuando ya el trabajo de campo no privilegia las

    relaciones de residencia sino como en los textos

    recientes de James Clifford las relaciones de viaje? La

    migracin social como objeto de estudio metafori-

    zada en las migraciones de una disciplina a otra. Los

    estudios culturales, para algunos investigadores

    desencantados, como sustitutos del marxismo. La re-

    formulacin de las nociones de articulacin, de popular

    y de la cultura como ensamble de estigmas que un

    grupo porta ante los ojos de otro (y viceversa), son

    algunos de los apuntes que hacen del texto de Jameson

    uno de los ms imaginativos en lo que an puede

    leerse sobre los conflictos entre antropologa, socio-

    loga y marxismo.

    Los artculos de los autores latinoamericanos se

    interrogan, ante todo, por las condiciones sociocul-

    turales en que se form la modernidad y por las que

    condujeron a sus fracasos y transformaciones en este

    fin de milenio. Las preguntas se vuelven ms acucian-

  • 7Nstor Garca Canclini

    comunicacional que deja a la difusin massmeditica

    la democratizacin de los bienes. Construir alternativas

    estticas apropiadas a esta reestructuracin de los

    mercados simblicos es mucho ms que una cuestin

    de artes y gustos; se trata de saber quines y de qu

    modo pueden acceder hoy no slo al consumo, sino a

    los trabajos calificados y a la ciudadana poltica.

    De estos cambios en la cultura cotidiana de las

    mayoras se ocupa tambin Jess Martn-Barbero.

    Habla desde los estudios comunicacionales, pero in-

    dica como ya lo haba hecho en sus ltimos libros

    que esos estudios slo pueden comprender a los me-

    dios si los sitan en el conjunto de formas de juntarse

    y de excluirse, de reconocerse y desconocerse. La

    investigacin comunicacional es vista menos como

    una disciplina que como un captulo, o mejor una di-

    mensin, del anlisis cultural. La agenda que entonces

    se dibuja expande el trabajo de los comuniclogos. Se

    deben interrogar las nuevas imgenes de lo nacional

    que surgen en las culturas sin memoria territorial de

    los jvenes; la desarticulacin de lo pblico y de las

    experiencias urbanas cuando agonizan los espacios

    tradicionales de encuentro colectivo; los intentos de

    las culturas electrni-

    cas de compensar esa

    desintegracin con ima-

    ginarios de la globali-

    zacin.

    La crisis sociocultu-

    ral de la modernidad

    tiene, adems de las

    alteraciones suscitadas

    por los medios, otra ma-

    nifestacin elocuente:

    la inadecuacin de las

    grandes ciudades al

    ritmo de crecimiento y

    a las contradicciones

    econmicas de la mo-

    dernizacin. Mediante

    el anlisis de dos urbes

    sometidas a muy dife-

    rentes reestructura-

    ciones La Habana y la

    ciudad de Mxico Ral

    Nieto Calleja y Eduardo

    Nivn Boln examinan

    qu sucede con las con-

    tradicciones locales en

    este proceso. Estos au-

    tores revisan algunas

    propuestas tericas

    efectuadas en Amrica

    tes en nuestras sociedades, donde los xitos moder-

    nos son an ms dudosos. La perspectiva crtica est

    nutrida en algunos textos por la problemtica de Am-

    rica Latina: megaciudades agobiantes, reorganizacin

    massmeditica de la cotidianeidad, crisis de nuestras

    insatisfactorias democracias. Pero la situacin peri-

    frica puede generar tambin planteamientos reno-

    vadores sobre los asuntos que los estudios culturales

    vienen tratando en las metrpolis.

    As lo comprobamos en el artculo de Roger Bartra

    que sigue el papel cambiante del mito del hombre

    salvaje. Idea motriz del mundo moderno, ese mito se

    forma con elementos culturales italianos y alemanes,

    mezcla tradiciones populares y refinamiento intelec-

    tual, ingredientes heroicos e irnicos: su composicin

    hbrida anticipa muchos bricolages caractersticos de

    la modernidad. Sus reelaboraciones muestran cmo

    se las arreglan las estructuras mticas para persistir

    en medio de la racionalizacin de lo social buscada en

    los ltimos siglos. Se ha reproducido una y otra vez,

    como el ms poderoso smbolo imaginado por el

    Occidente, en tanto sigue sirviendo para representar

    y explicarse a la masa de los otros hombres.

    Entender la moder-

    nidad es tambin tratar

    de volver inteligible la

    coexistencia de institu-

    ciones como la escuela

    y los medios masivos.

    Cmo se relacionan la

    alfabetizacin y su

    crisis con las destre-

    zas adquiridas en los

    medios audiovisuales

    y electrnicos? Esta

    pregunta lleva a Beatriz

    Sarlo a averiguar, des-

    de una estrategia disci-

    plinaria distinta de la

    folclrico-antropolgica

    de Bartra, aunque no

    la contradice, cmo se

    transmiten las tradi-

    ciones culturales le-

    tradas en un espacio

    hegemonizado por la

    televisin y los video-

    juegos. Su argumenta-

    cin busca un camino

    entre la confianza ilus-

    trada en la superiori-

    dad de la cultura esco-

    lar y el populismo

  • 8Introduccin: antropologa y estudios culturales

    Latina para tratar esas cuestiones y aportan su propia

    investigacin sobre los vnculos entre centro y peri-

    feria en la capital mexicana. Qu significa vivir en la

    periferia de la capital de un pas perifrico? La com-

    binacin de anlisis cuantitativos y observaciones et-

    nogrficas les permite demostrar que no es lo mismo

    ser habitante de los mrgenes norte, oriente o po-

    niente de la ciudad. Aunque se pertenezca a la misma

    urbe, aunque se viva en los bordes, se participa de ma-

    neras muy diversas en los espectculos localizados y

    en la apropiacin de los medios, en los deportes y en

    el conocimiento, en los usos reales e imaginarios del

    espacio. Se necesitan, por eso, estrategias mltiples

    de estudio, cuidadosas de la diversidad emprica. Esa

    atencin a la variedad de procesos exige a los estudios

    culturales latinoamericanos flexibilizar o replantear

    los paradigmas de la investigacin social para hacerse

    cargo de situaciones en que la gestin popular de los

    servicios parece ms eficaz que su planificacin cen-

    tralizada, y cuando, frente a la ingobernabilidad, es la

    improvisacin lo que mantiene en funcionamiento el

    precario orden urbano.

    Pero cmo puede participarse en la globalizacin

    desde la precariedad? Esta pregunta, que recorre casi

    todos los trabajos reunidos en este volumen, encuentra

    un tratamiento especfico en el artculo de Ana Rosas

    Mantecn. A partir de los estudios de Saskia Sassen y

    Armand Mattelart, seala que la reorganizacin glo-

    bal de las sociedades implica no slo mayor difusin

    de los bienes sino ms concentracin de las decisio-

    nes. Surgen as nuevos conflictos entre la cultura-

    mundo y las formas tnicas, regionales o locales que

    siempre interesaron a la antropologa. Esta discipli-

    na debe repensar las condiciones de desarrollo y au-

    tonoma de cada sociedad, los riesgos etnocntricos de

    la re-etnizacin y otras reacciones fundamentalistas.

    No basta ya con documentar la variedad de respues-

    tas de cada grupo, tarea con la cual muchos antrop-

    logos creen seguir justificando su especializacin en lo

    micro y lo distinto en medio de la globalizacin. Se

    precisa reconceptualizar las interacciones entre las

    culturas locales y las de amplia escala, dar a las tc-

    nicas etnogrficas la capacidad de captar lo local

    globalizado, o dicho de otro modo, todo lo que hay

    de extranjero en lo nuestro y las maneras en que lo

    nuestro se las arregla para tener un lugar en el

    mundo.

    En suma: as como la globalizacin no sustituye a

    las culturas locales ni clausura los Estados-naciones,

    los estudios culturales no suprimen la variedad de

    tradiciones disciplinarias con que los hombres hemos

    venido tratando de entender cmo interactuamos con

    los otros. Las condiciones multiculturales complejas

    del desarrollo global no llaman a las ciencias par-

    ticulares ni a las humanidades a suicidarse; son ms

    bien estmulos para reconsiderar lo adquirido y reno-

    varlo. Los trabajos expuestos en la 1a. Reunin de la

    Red Interamericana de Estudios Culturales, as como

    los balances bibliogrficos de Ana Rosas Mantecn y

    Frederic Jameson que agregamos en este volumen,

    muestran que en los estudios sobre cultura preva-

    lece la convergencia colaborativa de los especialistas

    sobre las luchas a muerte. Todos sabemos que an la

    mejor disposicin de buena vecindad terica suele

    estar mezclada con intereses por la distribucin de

    los presupuestos universitarios, los prestigios y los

    poderes. Pero por qu la multiculturalidad acad-

    mica habra de estar exenta de los atractivos y los

    egosmos que dan su sabor y su desazn a otros mer-

    cados materiales y simblicos? Quiz la discusin

    razonada (epistemolgica) pueda volver ms civiliza-

    dos los encuentros entre cientficos que en los otros

    grupos: tal vez sta sea una de las justificaciones para

    seguir organizando congresos y publicando revistas.

  • TRADICIONES COMPARATIVAS DE ESTUDIOS CULTURALES: AMRICA LATINA Y LOS ESTADOS UNIDOS1

    George Ydice*

    Comenzar con una renuncia: puedo hablar de algunas tradiciones de estudios culturales, pero sera imposible para m, e inclusive para un equipo completo de

    investigadores, cubrir exhaustivamente el terreno implicado por las tradiciones

    comparativas de los estudios culturales en Amrica Latina y los Estados Unidos. Aun en

    la mejor de las circunstancias, es decir, apoyado por un eficiente sistema de difusin de

    los trabajos en estudios culturales, como ocurre en los Estados Unidos, uno se enfrenta

    al problema del acceso desigual: a esferas pblicas subalternas dentro de los lmites del

    Estado-nacin, integrado por personas que tienen que lidiar no solamente con sus pobres

    condiciones de vida, sino tambin con representaciones problemticas de esas

    condiciones y, adems, el acceso desigual de los investigadores al conjunto de las

    prcticas culturales de los diversos grupos. La dificultad para aprender acerca de la vida

    cultural de colectividades variadas se multiplica geomtricamente en Latinoamrica, y no

    solamente para los investigadores norteamericanos y europeos: tambin para los

    investigadores locales.

    Me gustara concentrarme en esta dificultad diferencial y extrapolar de ella un

    marco ms amplio, que adoptar para discutir las tradiciones de los estudios culturales

    norte y latinoamericanos. Este marco implica examen de las diferencias en las

    estructuras estatales; las relaciones del mercado global y su impacto en las economas

    de consumo nacionales, las universidades y los sistemas de la industria cultural, entre

    otros ejemplos. Comienzo mi exposicin bajo este esquema porque hace la discusin

    ms manejable, aun a cambio de una mayor especificidad. Intentar ser muy concreto en

    algunos de mis ejemplos, que no deben tomarse como representativos de la totalidad a

    comparar, sino ms bien como ilustrativos de algunas similitudes y diferencias

    significativas.

    Sin este marco -que abarca diferentes circunstancias para el estudio de la cultura

    en las dos regiones- sera difcil aseverar cmo es que las similitudes en el anlisis de la

    cultura tienen diferentes funciones segn la regin de que se trate. Si me limitara al

    legado del Centro Birmingham de Estudios Culturales de los Estados Unidos y a muchos

    1 "Tradiciones comparativas de estudios culturales: Amrica Latina y los Estados Unidos", en Alteridades 3 (5). 1993 9-20 * Traduccin de Jos Hernndez Prado.

  • proyectos de investigacin poltico-culturales latinoamericanos, tendra que enfatizar la

    permanencia de los trabajos que abordan lo popular y sus relaciones con la industria

    cultural y de masas. Por supuesto que lo popular puede construirse y analizarse desde

    muchas perspectivas, pero lo que ambas tradiciones tienen en comn, al menos como yo

    generalmente las he caracterizado, es el cambio en la definicin de cultura, entendida

    como prctica especializada particularmente de lites, hasta concebirla como parte de la

    vida cotidiana. A este respecto, las metodologas no difieren mayormente. A finales de los

    aos sesenta y en los setenta hubo un giro hacia el postestructuralismo y en especial

    hacia un enfoque althusseriano para erigir el lugar de lo popular. Las clases (como objeto

    de estudio) fueron crecientemente desplazadas por la vida cotidiana y, en particular, el

    foco del anlisis se traslad de los modos como las fuerzas econmicas y sociales

    determinaban la conciencia de los grupos dominados hacia las maneras como, aun bajo

    las circunstancias ms colonizadas, estos grupos retaban y resistan a aquellas fuerzas,

    conduciendo a lo que se ha convertido ms recientemente en una poltica de identidad y

    representacin. La etnografa ha llegado a ser, por ejemplo, un importante instrumento

    para determinar cmo ha tenido lugar aquella resistencia. As, sin un marco de anlisis

    ms amplio, parecera que estas tendencias tienen la misma significacin en ambas

    regiones. Puede reconocerse una asimetra en el sentido de que muchas de las nuevas

    corrientes tericas y metodolgicas se desplazaron de Norte a Sur, lo que no significa

    que no se hayan generado perspectivas en Amrica Latina que viajaran hacia el Norte. El

    emergente movimiento de concientizacin, tpico de la Pedagoga del oprimido de Paulo

    Freire y de las Comunidades Cristianas de Base, hizo importantes contribuciones a la

    teora pedaggica, como lo atestiguan las obras de Ira Schor, Henry Giroux, Peter

    McLaren y otros autores. Sin embargo, las tendencias dominantes por lo menos de

    acuerdo al marco que estoy trazando aqu, apuntan ms bien hacia un flujo desigual del

    conocimiento y de metodologas. Me explico.

    En primer lugar, como ya lo he sugerido, el mercado para determinadas clases de

    teora y de investigacin es mucho ms grande en los Estados Unidos y algunos pases

    de Europa occidental, lo que no significa que los acadmicos norteamericanos tengan un

    acceso ms fcil a Foucault o a Bourdieu. Por el contrario, ciertos tericos de prestigio

    han escrito algunos textos clave de los estudios culturales que se pueden adquirir en

    Amrica Latina, aunque comparativamente ms caros que en Norteamrica,

    precisamente porque se estima que el filo intelectual corta todava deslizndose de norte

    a sur.

    En segundo trmino, la recepcin de aquellos textos que David Bordwell ha

    denominado la Teora SLAB (Saussure, Lacan, Althusser y Barthes, aunque pudieran

  • aadirse otros autores ms) difiere en Latinoamrica respecto de lo que podra juzgarse

    que ocurre en los Estados Unidos, donde esos textos han tenido un impacto ms grande

    en las Humanidades (particularmente en idioma ingls), en las que habitualmente ha sido

    encasillada la transdisciplina, junto con los estudios sobre los medios y las

    comunicaciones. Por lo general el trmino estudios culturales se usa muy poco en

    .Amrica Latina. Sin embargo hay mltiples y firmes tradiciones latinoamericanas de

    anlisis cultural que reciben los nombres de comunicacin, historia intelectual, anlisis del

    discurso, estudios interdisciplinarios y otros trminos empleados en disciplinas

    particulares. Inclusive el trmino Humanidades significa en Amrica Latina algo ms,

    que generalmente no es incorporado al campo de las disciplinas cientficas. Ms a

    menudo que el trmino Humanidades se emplea el de Facultad de Letras, pero incluso

    ese nombre es de reciente acuacin, pues data de los aos veinte. El estudio de la

    cultura incluyendo la cultura artstica y literaria, se refiere a menudo a lo que en los

    Estados Unidos se consideran ciencias sociales. Ms an, desde que la

    interdisciplinariedad se promueve en instituciones regionales de ciencias sociales como

    CLACSO o FLACSO, lo que aqu referimos como estudios culturales se identifica

    mucho ms con el anlisis antropolgico y sociolgico. Por esta razn el anlisis cultural

    en Latinoamrica se relaciona ms directamente con el estudio de la sociedad civil y

    poltica que en los Estados Unidos. Adase a eso el poderoso rasgo social de los

    estudios literarios, como sucede en las obras de Antonio Cndido o de ngel Rama, que

    procuran al crtico estadounidense la impresin de que la teora y la crtica

    latinoamericana son ms sociolgicas que estticas.

    Ms all de estas diferencias terminolgicas y estructurales dentro de la

    academia, existe adems una diferencia entre el trabajo de los estudios culturales

    realizado en la universidad y el elaborado de acuerdo a criterios no acadmicos, que se

    asocia a veces a peridicos, estaciones de radio, organizaciones civiles, grupos

    feministas, museos, municipalidades e incluso acadmicos independientes. Las

    Organizaciones No Gubernamentales (ONG) han sido particularmente importantes para

    hacer posible este trabajo, ya que las fuentes de financiamiento son en general escasas.

    Tanto en estos programas interdisciplinarios extrauniversitarios como en los cientfico-

    sociales e institucionalizados, hay una clara tendencia a emplear metodologas

    cuantitativas para el estudio de la cultura, particularmente las impulsadas por Bourdieu, y

    tambin mtodos de encuesta desarrollados en los Estados Unidos. Ello es una reaccin,

    en parte, a aquella tradicin dominante en el anlisis cultural que es el ensayo intelectual,

    algunos de cuyos exponentes canonizados son Jos Mart, Jos Enrique Rod, Gilberto

    Freyre, Jos Carlos Maritegui, Jos Vasconcelos, Fernando Ortiz y Ezequiel Martnez

  • Estrada. Tambin es notable que esta tradicin, que forma parte de la autocomprensin

    nacional y continental de Amrica Latina, excluya visiblemente a mujeres intelectuales

    as, como a gente negra o indgena. Mary Pratt ha caracterizado esta tradicin como la

    hermandad nacional, significando con ello que ha tenido un efecto reforzador de las

    jerarquas, allanando el terreno cultural, por ejemplo, para la construccin de una

    hegemona favorable a las clases dominantes y al patriarcado.

    A pesar de estas caractersticas ideolgicas, debiera decirse que la tradicin

    ensaystica es un importante precursor de la nueva interdisciplinariedad, que podemos

    identificar como estudios culturales en el contexto latinoamericano. El hecho de que estos

    intelectuales evitasen muchos discursos que ahora son codificados como disciplinas

    institucionalizadas hizo posible que atrajeran el espectro completo de la filosofa y de las

    prcticas culturales estticas y cotidianas al anlisis de los procesos sociales. Su punto

    dbil, sin embargo, fue una excesiva confianza en las aproximaciones especulativas, que

    limitaban la practicidad de sus formulaciones. Hay una escasa atencin a las cuestiones

    de gnero y orientacin sexual, incluso hasta la fecha, por ejemplo en el trabajo de

    Nstor Garca Canclini, el mejor conocido de los exponentes de los (que ahora se llaman)

    estudios culturales latinoamericanos. Por lo general, la categora de gnero se est

    abriendo camino en varias disciplinas a travs del trabajo de las feministas, pero todava

    no posee la misma importancia que en los Estados Unidos. Tal vez esta carencia relativa

    pueda explicarse considerando otra pieza de mi marco: la poltica.

    Aqu en los Estados Unidos los estudios culturales se consolidan rpidamente

    alrededor de lo que ha dado en llamarse el paradigma de la poltica de representacin, que propone que elementos iniciales como la injusticia social basada en la raza o en la

    clase y la discriminacin sexual, puedan pensarse como reparables a nivel discursivo.

    Contrariamente a esto, se juzga que algunas prcticas y formas culturales populares,

    especialmente la msica y otras formas altamente tecnificadas como el cine o el video,

    tanto como la prctica ms tradicional de escribir de las minoras raciales,2 tienen, otra

    vez a nivel discursivo, efectos subversivos contra el statu quo. Desde este punto de vista,

    2 Es un fenmeno interesante ver cmo algunas prcticas culturales tradicionalmente desprestigiadas, por ejemplo, la escritura literaria, han perdido en el ltimo medio siglo su posicin central en la definicin de la identidad nacional, y cmo las minoras y los grupos subalternos han adoptado crecientemente aquellas prcticas. Esto es an ms evidente en los Estados Unidos, donde la escritura constitutiva de grupos latinos y de afro, asitico y nativo-americanos se ha colocado en el centro de un movimiento multicultural que intenta desconstruir la cultura nacional y reconfigurarla como algo muy variado. Esta tendencia, sin embargo, es tambin muy evidente en muchos pases latinoamericanos en los que, al menos desde la perspectiva de los estudiosos, las prcticas culturales de los sectores populares de campesinos, obreros, habitantes de ciudades perdidas, jvenes urbanos, etctera- pudieran ubicarse a la par de prestigiosas formas culturales. Un resultado importante de este movimiento ha sido la conformacin del testimonio como una forma literaria legtima. Vase Ydice, 1991[a] y 1991 [b].

  • las representaciones multiculturales suelen considerarse instrumentos viables para

    enfrentar los efectos de la discriminacin. Pero la prctica de la poltica cultural en

    Amrica Latina es, en todo lo esencial, muy diferente. Las representaciones de ciertos

    grupos subalternos, dgase los negros en el Brasil o los pueblos indgenas de Mxico

    forman parte, por un lado, del mestizaje o de la identidad hbrida que constituye lo nacional popular, pero por otro lado, contribuyen a su propia estigmatizacin. Hay, desde

    luego, una poltica de representacin de gente marginada, pero esa poltica no est

    usualmente al servicio de la rectificacin de injusticias. Los acadmicos norteamericanos

    especializados en Amrica Latina, sin embargo, cada vez interpretan ms las prcticas

    culturales de esos grupos precisamente de esta manera, es decir, de acuerdo con el

    paradigma de la poltica de representacin. Uno tiene que preguntarse si esta tendencia

    tambin se har manifiesta en Latinoamrica o si no lo har. Despus de todo, como

    otras transferencias culturales, es una cuestin de transnacionalizacin y globalizacin de

    los discursos ms prestigiosos y, en este caso, de la proyeccin de un cambio

    norteamericano en la poltica de identidad hacia las prcticas populares de los grupos

    subalternos latinoamericanos. Sin embargo, hay lmites para esta poltica de

    representacin, y son mucho ms obvios en el contexto latinoamericano

    En primer lugar, debe reconocerse que una poltica de representacin

    generalmente se acompaa de cierto grado de compromiso en el campo material por

    ejemplo, en la participacin universal en un capitalismo de consumo, por lo menos a nivel

    de las mercancas baratas. Intervenir a nivel de las representaciones pudiera tener una

    funcin compensatoria en sociedades como la norteamericana, donde a pesar de los

    problemas de falta de vivienda, el acceso limitado a los servicios de salud y la movilidad

    descendente, los requerimientos bsicos de la inmensa mayora de la poblacin estn

    resueltos. Pero ese no es el caso, de casi toda Amrica Latina. En segundo lugar , en

    tanto que no es la norma que el Estado norteamericano, administre la produccin cultural

    (pues se supone que somos una sociedad con una intervencin estatal relativamente

    baja, aunque en efecto sentimos la creciente presencia del poder del Estado en la toma

    de decisiones en torno a aspectos culturales, a pesar del nfasis conservador sobre los

    beneficios de un gobierno que se encoge), el Estado, en la mayora de los pases

    latinoamericanos, est directamente implicado en la conduccin de lo cultural, tanto a nivel popular como a nivel de las lites. De hecho, puede decirse que ha sido una

    prctica generalizada de los pases llamados en desarrollo proteger su patrimonio cultural

    y su industria cultural, pues ese es uno de los medios para reforzar el consenso. Acorde

    con el proyecto de modernizacin brasilea, la refuncionalizacin de la zamba con el

    propsito de insertar a los negros y a los mulatos en una obediente fuerza laboral, bajo el

  • gobierno de Vargas, es un caso evidente al respecto.

    Aunque la formacin de la identidad nacional difiere de pas en pas en Amrica

    Latina, hay algunas constantes en el modo como se articulan modernizacin,

    representaciones de las razas subalternas, grupos tnicos y de inmigrantes y lo que

    podemos denominar dependencia. Esta forma comn de articulacin difiere radicalmente

    de las soluciones nacionales adoptadas en los Estados Unidos y hace toda la diferencia

    en la comprensin del estudio de la cultura en Latinoamrica. Si en Gran Bretaa Arnold,

    Leavis y Eliot privilegiaban el poder de la alta cultura en la formacin de los ciudadanos y

    en los Estados Unidos el nfasis recaa en la cultura de masas, en Amrica Latina las

    bases de la cultura hegemnica nacional descansan en lo popular. Esta tradicin se

    remonta a

    mediados del siglo XIX y se centra en la literatura como el medio idneo para crear una

    cultura autnoma independiente de la europea. Andrs Bello (1847) al igual que Jos

    Mart, aduca que Amrica Latina no tendra una cultura propia hasta no contar con una

    literatura claramente definida, basada en prcticas locales y que no imitara los modelos

    europeos. Esta tradicin an est viva en el trabajo de ngel Rama, quien en los aos,

    setenta y hasta su muerte, en los primeros ochenta, luch por probar que la cultura

    latinoamericana se hallaba a la par con las de Europa y los Estados Unidos ya que, en su

    opinin, hasta el modernismo del siglo XIX, Amrica Latina haba estado completamente integrada a las fuerzas globales del capitalismo, que Rama comprenda en parte como la

    fuerza conductora a la que responda la cultura. Por supuesto que entonces, segn

    Rama, esta respuesta slo se expresaba a s misma en la forma simblica y por tanto

    compensatoria de la literatura, pues era slo en esta esfera donde poda decirse que la

    prctica latinoamericana se encontraba a la par con la de los pases metropolitanos

    (Rama, 1965; 1970 y 1985). La integracin de Latinoamrica al capitalismo tuvo un

    sello propio tal que anticip nociones como reconversin o hibridacin, y que Rama llam

    transculturacin, siguiendo al antroplogo cubano Fernando Ortiz.

    Si desde el principio los estudios culturales de lite se centraron en la literatura, la

    raza fue el terreno sobre el que se negoci la relacin entre nacin y Estado en los

    estudios de cultura popular. De hecho, el problema de la raza, como factor de

    complicacin en

    la definicin de la identidad Latinoamericana y como elemento principal de la poltica de

    identidad, se remonta al momento de la conquista (debo reconocer, por lo menos entre

    parntesis, que el gnero fue un factor importante ante el hecho de que muy pocas

    mujeres ibricas acompaaron a los conquistadores y colonizadores, lo que hizo del

    problema del mestizaje un asunto marcadamente sexual: sin embargo, este es un terreno

  • que, con pocas excepciones, no ha sido cultivado hasta el presente). Ms

    especficamente, desde los aos veinte y en los treinta, cuando los intelectuales de la

    mayora de los pases latinoamericanos empezaron a examinar el asunto de la raza de

    manera consistente como el factor principal en la definicin de la cultura -la cultura

    nacional (la patria chica) y la continental (la patria grande)- nuevas intuiciones sobre la

    interaccin de la raza, la cultura popular y las relaciones norte-sur (caracterizadas

    tradicionalmente como Imperialismo) desarrollaron lo que hasta el da de hoy se halla

    lejos de poder reconocerse en otras tradiciones de los estudios culturales. La obra del

    peruano Jos Carlos Maritegui, el brasileo Gilberto Freyre y el cubano Fernando Ortiz -

    que acu el trmino transculturacin como un correctivo para la nocin unidireccional de

    aculturacin- implica un tipo de anlisis holstico, si no es que organicista, que se

    aproxima a la clase, la economa regional, la inmigracin, la religin. la msica popular, la

    literatura y a otras prcticas culturales donde lo popular se refiere, ms etimolgicamente,

    al pueblo -de las clases trabajadoras- que a la popularidad de mercado, es decir, a la

    cultura de masas. De un modo muy interesante, este anlisis holstico de la cultura fue

    posible en el estilo de produccin de conocimientos de la tradicin ensaystica que nunca

    se defini claramente a nivel de disciplina en el contexto Latinoamericano. Por supuesto,

    muchos de los analistas de la cultura popular pertenecieron tambin a las elites: fueron

    Intelectuales orgnicos al servicio de los nuevos proyectos nacional-capitalistas de

    modernizacin; otros de esos analistas, como Maritegui, trabajaron en cambio al lado de

    los oprimidos.

    Fue en los aos veinte y en los treinta que se modelaron nuevas formas estatales

    para que Amrica Latina entrara en la economa global de la primera posguerra, en

    calidad de productora de sustitutos de importacin. Este nuevo papel requiri de una

    novedosa interpelacin de los ciudadanos como trabajadores y, como los trabajadores

    ms factibles eran de diferente raza (indgenas, negros o mestizos) o bien de diferente

    etnia (inmigrantes), el resultado fue un estado autoritario (como el peronista en Argentina

    o el varguista en Brasil) que buscaba legitimidad entre los sectores populares para sus

    proyectos modernizadores, ante la oposicin de la oligarqua tradicional. Al respecto de

    los estudios culturales, la cuestin no es tanto si este populismo fortaleci efectivamente

    los sectores populares; ms bien es si puso en la agenda de cualquier anlisis social y

    de cualquier poltica la cuestin de la cultura popular, inclusive hasta el presente, cuando

    sta se estudia en trminos de movimientos sociales ms que sobre la base exclusiva de

    las clases. La experiencia Latinoamericana ha realizado, de hecho, una gran contribucin

    a la teora social contempornea bajo el reconocimiento ya expresado por Gramsci, de

    que la poltica, el conocimiento legitimo y la cultura se funden en el proceso de

  • hegemona, como lo explica Ernesto Laclau, y asimismo funcionan, bsicamente, como

    una articulacin de contenidos no clasistas interpelaciones y contradicciones- que

    constituyen la materia prima sobre la que operan las practicas ideolgicas de clase. En

    otras palabras, lo cultural es terreno de conflicto y articulacin de conocimientos legtimos

    y contestatarios. Debiera agregarse que la obra temprana de Laclau sobre el populismo

    se inscribi dentro de y revoluciono la tradicin argentina de anlisis de la poltica

    populista. Slo su trabajo posterior, en colaboracin con el de Chantau Mouffe, se vio

    inspirado por el movimiento britnico de estudios culturales.

    Otra corriente principal de estudios culturales que deriva de la experiencia

    Latinoamericana es la que se refiere a la nocin de flujos culturales, particularmente de

    norte a sur, vinculados a la tecnologa, la ciencia, la informacin, los medios, las

    tendencias artsticas e intelectuales y las relaciones de mercado. Ya en la dcada de los

    ochenta del siglo XIX, Jos Marti escribi perspicazmente sobre los cambios culturales

    producidos en el eje Norte-Sur. Por supuesto que Marti, al igual que la mayora de los

    estudiosos de la cultura latinoamericana hasta tiempos recientes, reduca esa relacin al

    imperialismo cultural. Posteriormente, un anlisis transnacional de los flujos culturales

    arroj Importantes intuiciones en torno a procesos sociales y polticos ms generales. Por

    ejemplo, se ha percibido que los mass media norteamericanos no pueden ser vistos slo

    como colonizadores de Amrica Latina, sino que tienen un efecto generador de

    contradicciones en comunidades donde la igualdad de los sexos no forma parte del

    sentido comn. Esto ha conducido a toda una nueva generacin de estudiosos sociales a

    acuar trminos tales como reconversin cultural (Nstor Garca Canclini) o mediaciones

    de recepcin diferenciada (Jess Martn-Barbero), desde mediados de los aos setenta.

    Enfocando, por ejemplo, el consumo y otros instrumentos de mediacin cultural, estos

    crticos han logrado medir cmo y hasta qu punto los diversos grupos que componen la

    heterogeneidad cultural de Latinoamrica interactan entre si, y qu perspectivas tienen

    los grupos subalternos de ganar una mayor participacin en la distribucin del saber, los

    bienes y los servicios.

    El estudio de la relacin de la cultura con los movimientos sociales tiene tambin

    una larga historia. A principios de los aos sesenta se desarroll a travs del continente

    una corriente conocida como concientizacin. Su propsito fue retar a la poltica estatal,

    las instituciones elitistas y la estratificacin social desarrolladas sobre la base del

    conocimiento legtimo, a fin de propagar la causa de los sectores populares de la

    poblacin. Esto se hizo creando instituciones alternativas, y buscando una alianza con

    instituciones tradicionales como la iglesia o el establishment educativo para legitimar los

    conocimientos incorporados en las prcticas populares. El movimiento se dedic no slo

  • al estudio de la cultura sino, ms all, a la redefinicin de la propia cultura con un criterio

    no elitista y popular. Como tal, este movimiento oper multidisciplinariamente, abarcando

    Ia pedagoga (Paulo Freire ), la economa poltica (el marxismo), la religin (la Teologa

    de la liberacin), el activismo fuertemente enraizado (las comunidades cristianas de base

    entre las clases trabajadoras de la ciudad y del campo y las organizaciones estudiantiles),

    la etnografa, el periodismo, la literatura y otras prcticas culturales. De lo ms

    significativo fue una nueva modalidad expresiva que surge del movimiento: el testimonio. Dar testimonio implicaba la produccin de un conocimiento popular que acceda a los campos de diferentes disciplinas de otras configuraciones culturales: la

    historia social, la etnografa, la autobiografa, la literatura, el anlisis poltico y el alegato.

    Especficamente, este conocimiento quera oponerse al conocimiento legtimo que

    justificaba la modernizacin, es decir, la reestructuracin social, poltica y econmica

    segn el modelo del desarrollo europeo y norteamericano; una reestructuracin que

    haba tenido consecuencias de deterioro entre los sectores populares. Este reto al

    desarrollismo ha subrayado, inclusive, una duradera resistencia epistemolgica a los

    flujos de conocimiento con sentido de Norte a Sur en Amrica Latina, sin contemplar que

    esos flujos funcionan para integrar a la regin en una situacin desventajosa y en

    beneficio de la poltica econmica de los Estados Unidos.

    Mucho de lo discutido en este ensayo engarza en una cuestin de valor; es decir,

    el valor de la produccin, circulacin, recepcin, transformacin, respuesta, etctera, del

    conocimiento y las formas culturales en general. Finalmente, la manera como estos

    procesos puedan ser mediados en y a travs de relaciones de poder determina su valor.

    Estas relaciones de poder atraviesan clases, razas, gneros, geopolticas y distintas

    fronteras. Reconocer ello es afirmar la crisis actual del conocimiento y su legitimacin, no

    slo en el Norte, sino tambin en el Sur.

    Son muchos los cientficos sociales y los crticos de la cultura latinoamericanos

    que escriben acerca de una crisis de paradigmas, a menudo insertndola en la crisis

    global de la modernidad. Uno de los escassimos centros de investigacin dedicados

    actualmente a los estudios culturales en Amrica Latina, el ILET (lnstituto

    Latinoamericano de Estudios Transnacionales), fundado en Mxico en 1976, con

    sucursales en Buenos Aires y en Santiago, se ha centrado en los flujos transnacionales

    de comunicaciones, Informacin, imgenes de identidad de gnero y estilos de vida en

    relacin con el colapso de la poltica formal y los nuevos movimientos sociales, la

    democratizacin y la creciente importancia de lo cultural en la integracin de modos

    transnacionales de vida. Difcilmente pudiera decirse, entonces, que la cultura

    corresponde al way of life de una nacin como entidad discreta y separada de las

  • tendencias globales. Ms an, el socilogo chileno Jos Joaqun Brunner propone que lo

    que puede parecer una crisis de la modernidad en el contexto norteamericano y europeo,

    de hecho es norma en Amrica Latina. Brunner rechaza la idea de que la modernizacin

    sea inherentemente extranjera en relacin a un supuesto ethos cultural novo hispano,

    barroco, cristiano y mestizo, y tambin que sea falsa (al decir de intelectuales como

    Octavio Paz) en tanto que est colonizada por valores culturales distintos. Brunner objeta

    esa nocin esencialista de Amrica Latina y piensa que ms que debido a ese realismo

    mgico implcito que los hombres de letras han promovido para legitimar mezclas

    contradictorias, estas ltimas se han generado por la diferenciacin de modos de

    produccin, la segmentacin de mercados de consumo cultural y la expansin e

    internacionalizacin de la industria cultural. Las peculiares formas latinoamericanas de

    hibridacin, por consiguiente, no debieran elogiarse por sus maravillosas cualidades, ni

    tampoco denunciarse como falsas; ms bien habra que entenderlas como

    presentaciones que caracterizan la emergencia de una esfera cultural moderna en

    sociedades heterogneas. (1987: 4)

    El antroplogo mexicano Guillermo Bonfil tambin se ha referido a una crisis

    paradigmtica al afirmar la viabilidad de la antropologa en el contexto presente. l aduce

    que la antropologa surgi en Mxico como materia adjunta al proyecto de integracin

    nacional del Estado cardenista. Cul es, entonces, el espacio para la antropologa,

    ahora que el Estado promueve una integracin de Mxico en el arreglo transnacional que

    es en lo inmediato el Tratado de Libre Comercio de Amrica del Norte, y que tan slo es

    la primera etapa de la empresa del presidente Bush para impulsar una iniciativa de las

    Amricas secundada por muchos gobiernos latinoamericanos.3 Mientras los antroplogos

    formaron parte integral del proyecto nacional del Estado, pudieron apuntalar en algo las

    decisiones polticas, pero en la actualidad, sugiere Bonfil (1991:18-19), los antroplogos

    necesitan aliarse con la sociedad, es decir, modificar la relacin con sus informantes e

    implicarlos en proyectos al servicio de las propias comunidades y de los movimientos

    sociales.

    Semejante reconversin de la prctica del antroplogo tiene importantes

    repercusiones en los estudios culturales. La sugerencia de Bonfil se est llevando a cabo,

    de hecho, por parte de otros cientficos sociales que conciben los estudios culturales no

    3 El afn de congeniar con el lado agradable de Bush fue tan fuerte que el presidente Menem, de Argentina, envi tropas a la Guerra del Golfo Prsico, a pesar de las airadas protestas de la ciudadana. El New York Times report que Menem envi dos barcos de guerra, un avin de transporte y 450 efectivos, declarando que esta nueva actitud de argentina (... su renuncia a protestar por el imperialismo norteamericano) nos abre enormes posibilidades en el nuevo orden internacional (Golden, 1990 A14) Bush, por supuesto recompens a buenos Aires con un desayuno privado.

  • solamente como el estudio de la cultura, sino como una intervencin en ella y como una

    colaboracin con las luchas de los nuevos movimientos sociales. Aqu las interrelaciones

    entre poltica cultural, formacin de identidades, construccin de instituciones y

    reconstruccin de una ciudadana corren parejas. Por ejemplo. Elizabeth Jelin y otros

    miembros del CEDES (Centro de Estudios del Estado y la Sociedad) han trabajado los

    ltimos tres aos con vctimas de las violaciones a los derechos humanos en .Argentina.

    La premisa de Jelin es que el concepto de ciudadana en una cultura democrtica debiera

    considerar aspectos simblicos tales como la identidad colectiva y no nicamente un

    discurso racionalizable en relacin a derechos. (Jelin. 1991) A este respecto, ella se

    acerca mucho al concepto de Nancy Fraser sobre la correlacin entre la Identidad y las

    interpretaciones sobre las necesidades en conflicto. De acuerdo con Fraser , los

    conflictos entre necesidades opuestas en la sociedad contempornea revelan que

    habitamos un nuevo espacio social distinto a la esfera pblica ideal, en la que suelen

    prevalecer los mejores argumentos. Las interpretaciones sobre las necesidades en

    conflicto encierran la viabilidad de expertos que supervisan burocracias estatales y otras

    instituciones que administran servicios, la legitimidad de las peticiones de los grupos

    sobre la base de su ethos cultural, y los discursos de reprivatizacin de los grupos de

    electores que buscan repatriar necesidades nuevamente problematizadas hacia sus

    anteriores enclaves domsticos o econmicos oficiales. (1989: 157) A las esferas de

    Fraser deberamos aadirles, adems, los enclaves estticos tradicionales que relegaran

    las prcticas individuales sobre la base del gusto a formas elitistas o populares reguladas

    por los aparatos estatales.

    Para continuar con Jelin, ella postula tres dominios en los cuales se produce la

    ciudadana: a) el intrapsquico, donde estn las bases para las relaciones intersubjetivas;

    b) el de las esferas pblicas; y c) el de las relaciones del Estado con la sociedad, desde

    las autoritarias hasta las participativas, tomando en consideracin inclusive formas de

    clientelismo, demagogia y corrupcin. La cuestin principal es cmo fomentar un ethos

    democrtico. La respuesta de Jelin es expandir las esferas pblicas, es decir, aquellos

    espacios no controlados por el Estado en los que las prcticas que conducen o se

    oponen a una conducta democrtica se ven obstaculizadas o promovidas. La

    proliferacin de esferas pblicas asegurar que no sea slo una concepcin de

    ciudadana (con sus derechos y responsabilidades) la que prevalezca. En tal sentido, la

    tarea del investigador es trabajar en colaboracin con grupos a fin de crear espacios

    donde la identidad y el ethos cultural de aquellos grupos pueda tomar forma. Este

    proyecto, que incluye entonces una dimensin de estudios culturales, se convierte en

    parte de la lucha por la democratizacin de la sociedad, de la misma manera que el

  • Estado se convierte en agente de las polticas de libre mercado y de la privatizacin de

    los espacios pblicos y culturales.

    Otro ejemplo de estudios culturales que ha tomado una direccin diferente,

    aunque complementaria de la de Jelin, es el de Nstor Garca Canclini y el equipo de

    Investigadores de la Universidad Autnoma Metropolitana, que ha llevado a cabo

    recientemente un estudio acerca de los efectos del inminente Tratado de Libre Comercio

    sobre la educacin y la cultura. Esta es una poltica de anlisis que considera aspectos

    tales como la economa poltica, por lo comn nunca incluida en el tipo de estudios

    culturales que predomina en los Estados Unidos. Para dar slo un ejemplo de este

    trabajo -que tiene diferentes secciones referentes al probable impacto de los acuerdos

    comerciales sobre la educacin, las diversas industrias culturales, la innovacin

    tecnolgica, la propiedad intelectual y los derechos de autor, el turismo y la cultura

    fronteriza-, digamos que la industria mexicana de las publicaciones se ver adversamente

    afectada cuando el Estado ponga a concurso la produccin de libros de texto de

    educacin primaria (de los que se editan 96 millones de ejemplares al ao). Lo que

    complica el asunto es que ese concurso admitir editores extranjeros, haciendo entonces

    improbable que las compaas mexicanas logren competir en trminos de costos o

    calidad. (Garca Canclini, 1991:111) Pero ms importante a nivel de lo cultural es la

    descentralizacin del propio sistema cultural, prevista en los planes de privatizacin

    educativa. En lugar de que el Estado subsidie a las comunidades, ellas mismas debern

    adquirir los libros para sus estudiantes, como ocurre en los Estados Unidos. Esto significa

    que las comunidades controlarn el contenido de los libros de texto, un aspecto del plan

    que la Iglesia Catlica est ansiosa por ver puesto en prctica. La Iglesia ya ha iniciado

    un ataque a la educacin sexual y otras cuestiones ticas que hasta el momento reflejan

    una posicin relativamente liberal.

    Como es evidente a partir de nuestro breve ejemplo, las repercusiones culturales

    del acuerdo de libre comercio son potencialmente inmensas. Aunque emprendiendo una

    aproximacin diferente, el grupo de artistas, escritores, ejecutivos de la industria cultural,

    periodistas, acadmicos y otros, reunidos en la Fundacin Friedrich Ebert de Montevideo,

    constata adems el impacto de un inminente acuerdo comercial: el MERCOSUR (un

    mercado regional compuesto por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay). (Achugar,

    1991) Traigo a colacin este esfuerzo slo para dar otro ejemplo del creciente

    reconocimiento de cmo los estudios culturales deben ir ms all de una poltica de

    representaciones en la que las relaciones de poder se entiendan casi exclusivamente

    como una funcin de la manipulacin simblica. Si el ejemplo del trabajo de los nuevos

    estudios culturales en Amrica Latina tiene algo que ofrecer a las tradiciones anglo-

  • americanas es ese reconocimiento de que las instituciones estatales y civiles, los cuerpos

    polticos, la economa poltica, los tratados comerciales, etctera, son indispensables

    para cualquier proyecto viable de estudios culturales. Mas an, estos estudios subrayan

    el papel que el crtico cultural pudiera tomar: no permaneciendo ajeno y celebrando la

    supuesta subversividad de la estrella de rock o de la situacin teatral fabricada por los

    medios: no condenando las polticas estatales sin enfrentar el problema de una

    intervencin ms directa en la poltica institucional. Por ello me resulta gratificante ver en

    la nueva antologa de Cultural Studies de Routledge un ensayo de Tony Bennet intitulado

    Putting Policy into Cultural Studies, que contradice a cada uno de los dems ensayos

    del libro, toda vez que los estudios culturales necesitan examinar las prcticas culturales

    desde el punto de vista de su imbricacin con, o dentro de las relaciones de poder.

    Bennet adelanta cuatro objetivos en relacin a las condiciones necesarias para cualquier

    forma satisfactoria de compromiso, tanto terico como prctico, en las relaciones entre

    cultura y poder. (1992: 23) Pienso que estos cuatro objetivos son muy consistentes con

    la seleccin misma del trabajo latinoamericano de estudios culturales que he revisado

    aqu. Ellos son

    primero, la necesidad de incluir consideraciones polticas en la

    definicin de cultura, como si fuera un campo particular de gobierno;

    segundo, la necesidad de distinguir diferentes regiones de cultura dentro de

    ese campo general, en trminos de los objetos, objetivos y tcnicas de

    gobierno que les son peculiares; tercero, la necesidad de identificar las

    relaciones polticas especficas a las diferentes regiones de cultura as

    definidas y de desarrollar modos especficos apropiados para

    comprometerse con y dentro de ellas; y cuarto, lo conveniente de un trabajo

    intelectual conducido de manera tal que tanto en su sustancia como en su

    estilo, pueda calcular su influencia o sus servicios a la conducta de agentes

    identificados en la regin de cultura involucrada. (1992: 23)

    Aparte de ciertas crticas convincentes a esta aproximacin polticamente

    orientada de los estudios culturales (la cual pudiera quedar subordinada a los dictados

    estatales. problema que ha afectado a muchos investigadores latinoamericanos,

    especialmente antes de la privatizacin en curso), tal aproximacin pudiera servir para

    fortalecer la poltica de representacin tpicamente norteamericana. Por lo general no se

    piensa que mucho de lo que constituye una identidad se debe en, parte a presiones

  • ejercidas desde el Estado. Si en Latinoamrica el eje de los estudios culturales se ha

    desplazado a las cuestiones de ciudadana luego de las dictaduras autoritarias, y a la

    transicin a la democracia bajo las difciles circunstancias de las polticas de libre

    mercado, que han acentuado los conflictos sociales durante el mismo periodo, en los

    Estados Unidos el Estado mismo ha colaborado en el cambio de cuestiones, pasando de

    una ciudadana apoyada en el discurso de los derechos a una basada en la

    interpretabilidad de las necesidades y las satisfacciones. Permtaseme explicar este

    cambio relacionado con lo que he llamado antes el imperativo social de actuar (the social

    imperative of perform). (Ydice, s/f)

    En las dos ltimas dcadas ha habido numerosos debates acerca de si la

    identidad es una esencia o es socialmente construida. Es comn que la mayora de las

    aproximaciones de los estudios culturales se adhieran a la perspectiva construccionista.

    Sin embargo, aquella perspectiva ha resultado insatisfactoria porque no reconoce la

    experiencia. No hablo aqu de la experiencia en el sentido en que Hoggart emplea el

    trmino para referirse a la cultura de la clase trabajadora. El uso que este autor hace de

    la nocin raya en el esencialismo, pues habla de maneras autnticas para la pertenencia

    a la clase obrera. El regreso del Centro de Birmingham al trabajo subcultural desdice esa

    aproximacin y enfoca identidades que se constituyen en un proceso de hegemona.

    Pero tal aproximacin no es suficientemente adecuada para tomar en cuenta la

    experiencia o los desempeos de experiencia (performances of experience) que se han convertido en el modo en el que funciona la poltica cultural en los Estados Unidos, la

    cual explica, en parte, un retorno a la Identidad en la mayora del arte del performance de

    los aos ochenta y los noventa. Creo que es muy difcil trazar en el presente una lnea de

    demarcacin entre la comprensin de la poltica de identidad y lo que he denominado

    desempeos de experiencia. Ambas entidades coinciden en muchas, si no es que en la

    mayora de sus instancias. Pero permtaseme tratar de diferenciar. La poltica de

    identidad en Norteamrica tiene su origen en las luchas del movimiento por los derechos

    civiles que, como han afirmado Michael Omi y Howard Winant, fueron la primera

    expresin verdadera de democratizacin en los Estados Unidos. (1986: 75) Por ello

    queran sealar que a diferencia del periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial, en el

    que las minoras raciales se vieron constreidas a una guerra de maniobras ( war of maneuver) una situacin en la que grupos subordinados buscan preservar y extender

    un territorio definido, para resistir asaltos violentos y desarrollar una sociedad interna

    como alternativa para el sistema social represivo que confrontan (1986:74)-, los

    derechos civiles transformaron el carcter de la poltica racial en una lucha poltica o

    guerra de posiciones (war of position), que necesita de la existencia de diversos

  • terrenos institucionales y culturales sobre los que puedan montarse proyectos polticos de

    oposicin. (1986: 74) En otras palabras, los derechos civiles devinieron posicin

    emergente y definida en la lucha por la hegemona, hasta el punto de que la

    transformacin de la matriz cultural y poltica que propiciaron permiti a otros grupos

    subordinados impulsar sus propias guerras de posicin. Desde luego que el Estado y la

    economa estuvieron envueltos en esa lucha por la hegemona, de ello result que

    muchas instituciones y polticas estatales se redefinieran y que las industrias cultural y del

    consumo aprendieran a seguir su propio mercadeo de posiciones. Los grupos de

    Identidad en los Estados Unidos, tal como los entendemos ahora, comenzaron a actuar o

    a desempearse en las esferas pblicas acaso inventndose a s mismos (authoring

    themselves) en cada proceso. La identidad se hizo necesariamente una prctica, un

    desempeo, un desplegamiento sobre el terreno institucionalizado de la formacin social,

    y actuar se convirti en el medio para apropiarse, por un reacentuamiento o una

    reconfiguracin de los gneros disponibles para la participacin social: las formas para

    negociar todos los aspectos de la vida, desde la salud, la educacin y la vivienda, hasta

    el consumo, lo esttico y la sexualidad. De hecho, como lo sostienen las nuevas teoras

    de las esferas pblicas, no solamente la identidad, sino tambin la comprensin misma

    de las necesidades y las satisfacciones se abrieron a la interpretacin y la ejecucin.4

    Ese proceso de autora (authoring process) va ms all de los limites del trmino

    construccionismo, que enfatiza las presiones de las instituciones y la economa. Tambin

    va ms all de la nocin de grupo de Inters, cuyo autoconocimiento, dado de antemano,

    lo posibilita para buscar ventajas sociales y polticas. Desde luego que los grupos de

    identidad se comprometen tambin en la poltica de inters, pero los grupos de identidad

    nuevos o reinventados delinean y ejecutan sus identidades contingentemente. Todo lo

    que he dicho hasta el momento puede, tal vez, sostenerse para todos los grupos de

    identidad en los Estados Unidos. Sin embargo, parte de la comprensin de las

    identidades actuantes de manera contingente implica que diferentes grupos harn lo

    mismo sobre bases muy diferentes. Michael Warner, por ejemplo, previene acerca de la

    disposicin de acto reflejo del paraIelismo de identidades, es decir, la idea de que todos

    los grupos marginados por la raza, la etnicidad, el gnero, la preferencia sexual, la clase,

    etctera, son de alguna manera equivalentes:

    Diferentes condiciones de poder implican diferentes estrategias que no

    siempre pueden hacerse homogneas. A veces la poltica de alianzas puede

    4 Para un recuento de la poltica de las interpretaciones sobre las necesidades en el contexto de la esfera pblica ver Fraser, 1990 y Ydice, 1990: 56-80 y 129-145.

  • forzar importantes correcciones. Muchos temas y esfuerzos organizacionales

    en la poltica gay han sido empleados sobre el modelo de hombres blancos de

    clase media, de tal manera que slo en principio resultan aparentes. Pero los

    requerimientos estratgicos pudieran diferir aun cuando la gente acte de

    buena fe. Debido a que la apariencia homosexual es comnmente invisible, por

    ejemplo, ella ocasiona una poltica peculiar de dejar hacer y saber erigiendo a

    muchos aspectos del movimiento homosexual en tcticas de visibilidad

    -clsicamente, en el modo activo de salirse del closet, o descararse, o ms

    recientemente, de salir de paseo y en las polticas a la cara promovidas por

    Queer Nation y ACT UP-. Una tensin considerable, tanto dentro de estas

    organizaciones como en relacin con otros grupos polticos, ha resultado del

    hecho de que estas nuevas tcticas y su despliegue pblico responden en lo

    principal a la poltica especfica de la apariencia homosexual.5

    Es verdad que la particularidad de la apariencia fsica es el criterio crucial en la

    comprensin de un desempeo. No puedo imaginar el mismo tipo de actuacin en un

    chicano masculino hecho y derecho, a partir de su chicanidad, su masculinidad o su

    cabalidad. Generalmente, los afroamericanos, los chicanos y las mujeres no pasan por el

    ritual de salirse del closet como tal. Sin embargo, hay diferentes clases de desempeo que se relacionan con formas de vestir, gesticular, hablar, etctera y que son parte del

    desempeo de la identidad en todos los grupos de identidad. La diferencia, me parece,

    remite a las fantasas que soportan la ejecucin, y a lo que todos los aspectos del mismo

    significan en relacin con el deseo y la fantasa.

    Atender a la fantasa en el reino de las ayudas sociales modifica la poltica de

    identidad desde su nfasis en corregir representaciones, hasta la comprensin de que el

    desempeo no slo consiste en adoptar un papel (como propone la sociologa

    convencional), o en convertirse en un simulacro (en el sentido baudrillardiano). En primer

    lugar aceptemos, por el bien de nuestro argumento, la definicin psicoanaltica de

    fantasa como una escena imaginaria en la que el sujeto es el protagonista,

    representando la plena satisfaccin de un (deseo). (Laplanche y Pontalis, 1973: 314) A

    este respecto, me aventurara a aducir que en la sociedad estadounidense

    contempornea en la que los medios y la cultura del consumo han planteado la cuestin

    de la identidad en el pblico y en la que las necesidades y satisfacciones no son simples

    5 Michael Warner, 1991:13. En este nmero especial de Social Text sobre la teora homosexual se incluyen ensayos seleccionados que sern publicados por la Universidad de Minnesota en un extenso volumen.

  • datos, sino fenmenos a ser interpretados y remontados, la fantasa no se limita a la

    psique privada, sino que se proyecta a la pantalla de lo social. El deseo es, precisamente,

    el operador en semejante situacin, (apareciendo) como la grieta que separa la

    necesidad de la demanda. (Laplanche y Pontalis, 1973: 483) Despus de todo, los

    grupos de identidad intentan satisfacer sus demandas de reconocimiento sobre la base

    de cmo pueden ellos proyectar sus necesidades ticamente legitimadas en el terreno

    social y poltico. En segundo lugar, puesto que ningn grupo tiene el control de la poltica

    de la interpretacin de las necesidades, el proceso de la fantasa social debe continuar,

    sujeto a la compulsin de repetirse. En tercer trmino, lo dicho arriba parecera indicar

    que la fantasa, como el proceso en el que y a travs del cual la identidad y la poltica se

    enfrentan, es incapaz de producir fcilmente aquellas clases de lectura cognitivista

    (cognitivist) y poltica que persiguen las corrientes de orientacin marxista en los estudios

    culturales. Jacqueline Rose es til en este aspecto:

    La fantasa y la compulsin a repetir aparecen como los conceptos frente

    a los que la idea de una objecin plenamente poltica ante la injusticia estorba de

    continuo. Me parece que tal es el terreno sobre el que el debate feminista acerca

    del psicoanlisis se ha desplazado en la actualidad: pero con ello tan slo se ha

    subrayado un problema ms general en el anlisis poltico que siempre ha

    estado presente en las lecturas radicales de Freud. Cmo reconciliar el

    problema de la subjetividad que asigna actividad (pero no culpa), fantasa (pero

    no error) y conflicto (pero no estupidez) a los sujetos individuales, -en este caso

    las mujeres- con aquella forma de anlisis que tambin pudiera reconocer la

    fuerza de las estructuras en una urgente necesidad de cambio social? (1986:14)

    Me parece que la poltica de identidad ha encontrado la manera de tratar los

    callejones sin salida que ha frustrado histricamente las interpretaciones polticas de la

    cultura esttica. El desempeo (performativity) que caracteriza la poltica de identidad en

    los Estados Unidos y que es un importante, aunque poco teorizado, objeto de anlisis en

    los estudios culturales, tiene sus premisas en la expansin de la fantasa; en la dimensin

    imaginativa que siempre se ha atribuido al arte y a la totalidad del espacio pblico. Ello,

    desde luego, tiene su precio, pues el efecto principal es, tal vez la absoluta erradicacin

    de lo privado, aquel lugar a que se supone que tradicionalmente ha sido inherente la

    actividad esttica.

    Una discusin ms completa de esta dimensin de Ia poltica cultural trasciende

  • las fronteras de este ensayo. Es suficiente con decir aqu que las actuales guerras

    culturales en los Estados Unidos tienen algo que ver con esta transferencia de la

    ejecucin de lo esttico de la experiencia privada hasta la pblica. La teora esttica

    clsica define la prctica artstica como constitutiva del reino de la libertad. Pero esa

    libertad es precisamente lo que est en riesgo cuando la fantasa se convierte en sujeto

    de presiones polticas. Se ha aducido, por supuesto, como lo ha hecho Terry Eagleton,

    que semejante libertad siempre fue una ilusin que encubra la dominacin burguesa, una

    especie de prtesis de la razn o de carta poder del poder mismo. (1990:16) Pero ms

    que pensar todo ello en trminos de libertad, lo ms productivo sera caracterizarlo como

    el signo de la satisfaccin y la demanda que estructuran la fantasa y la identidad.

    Me gustara concluir refirindome al marco en que he comparado las tradiciones

    de los estudios culturales en los Estados Unidos y en Latinoamrica. He usado este

    esquema como punto de partida y por ello no es del todo completamente adecuado

    repasar sus similitudes y diferencias. Me gustara sin embargo reiterar el hecho de que en

    los Estados Unidos quienes cultivan los estudios culturales tienden a poseer un

    background propio de las Humanidades y que en Amrica Latina la abrumadora mayora

    de esos cultivadores tienen una formacin en ciencias sociales. Incluso aquellos como el

    argentino Anbal Ford o como la brasilea Heloisa Buarque de Holanda, que trabajan la

    literatura y las artes. Pero al igual que sus contrapartes norteamericanas, ellos han

    superado las fronteras de sus disciplinas, e incluso las fronteras de sus instituciones para

    adentrarse en otras esferas ms mundanas, y esto es as necesariamente porque el

    sistema universitario de la mayora de los pases latinoamericanos es terriblemente

    endeble y con muy bajos recursos econmicas (tema que inicia una importante discusin

    que no puede abordarse aqu).

    En lugar de algn punto definitivo, concdaseme proponer una agenda a manera

    de conclusin que pudiera ayudarnos a reunir las diferentes tradiciones de estudios

    culturales, pues estimo que esas tradiciones tienen mucho que ofrecerse unas a otras, y

    no exclusivamente en las esferas terica y poltica. Proyectos de investigacin

    comparativos y en colaboracin seran, desde mi punto de vista, indispensables para la

    posible conduccin de un mundo crecientemente transnacionalizado, en el que los

    efectos pueden sentirse siempre de un modo agudo a nivel local. Slo produciendo

    vinculaciones acadmicas transnacionales podremos enfrentar ese fenmeno.

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    JEAN FRANCO***

    Angst* globalen la ciudad letrada**

    Armas para los iraques en la bodega de

    adelante. Armas para los iranes en la

    bodega de al lado. Los estibadores

    espaoles de Barcelona ren ante la irona

    de llevar cargamento a destinos rivales.

    Por un instante la red global de aprovisio-

    namientos se concentra cmicamente,

    condensada de un modo grfico como en

    un cartn de caricatura poltica.

    (Alan Sekula; texto con fotografa

    en la Bienal de Whitney)

    Ronald Reagan, el Arqumedes

    simblico de un nuevo mundo de flujos

    desbordados de capital.

    (Alan Sekula)

    Uno de los extraordinarios espectculos de nuestro

    tiempo es la conciencia gradual de que lo global puede

    ser menos grande y menos completo de lo que pens

    originalmente Marshall McLuhan, cuando habl de su

    aldea global de telecomunicaciones, o cuando Arjun

    Appudarai habl de corrientes (scapes) globales con

    flujos de comunicaciones, gente y dinero. (Appudarai,

    1990) La pura escala de lo global produce un voca-

    bulario que da vrtigo y cierto sentido de lo sublime,

    porque lo global est ms all de la capacidad de un

    solo estudioso o de una sola disciplina. Hay en ello

    tanta homogeneidad masiva y tanta particularidad a

    un mismo y nico tiempo!

    * Angustia en lengua alemana. N. del T.** Traduccin de Jos Hernndez Prado.*** Profesor de la Universidad de Columbia, E.U.

    Nos hemos emborrachado con aquello sublime. In-

    mensas corrientes en movimiento (Appudarai, 1990);

    flujos globales de gente, informacin, dinero, armas,

    culturas... Cmo podemos manejarlos?; con juegos

    de lenguaje?; necesitamos de una esttica de la car-

    tografa cognoscitiva?; hemos de regresar a la escala

    ms limitada de la interaccin comunicativa?; lo que

    se requiere es tanto especificidad como un anlisis

    geopoltico a nivel macro, y si es as, quin es capaz de

    desarrollar ese anlisis en instituciones donde el

    premio est en la competencia individual?; nos cen-

    traremos en las tcticas del dbil (De Certeau, 1984)?;

    o en las microprcticas (Foucault)?; son los inte-

    lectuales nmadas (Deleuze), o perros lazarillos

    cognoscitivos (Jameson, 1991), o portadores itineran-

    tes de teora (Said), o chamanes de las fronteras

    (Hicks, 1993)? Mientras ms global es este espectro,

    ms nos centramos los intelectuales en la angst de

    nuestro desplazamiento extrado, tal vez, de la atencin

    exagerada a una tecnologa que a menudo no compren-

    demos. Por otro lado, lo global pudiera ser como aquel

    cuarto de tortura argentino descrito por Timmerman,

    en donde se les daba a prisioneros encapuchados la

    impresin, por parte de sus torturadores, de un uni-

    verso tecnolgicamente sofisticado y grandioso, que

    en realidad era slo una srdida habitacin trasera

    alambrada.

    En contraste con lo global, que produce una reaccin

    sublime, las microprcticas de la vida cotidiana y de la

    cultura popular demandan participacin y nuevas

    formas para evaluar lo espontneo y efmero. Cuando

    le Culturas hbridas. Estrategias para entrar y salir de

    la modernidad, de Garca Canclini (1989), me impact

    el hecho de que el libro se presentaba como un

  • 22

    Angst global en la ciudad letrada

    experimento, como una nueva forma de escribir so-

    ciologa, antropologa social o lo que fuese. En La jaula

    de la melancola, Roger Bartra (1987) ha propuesto un

    estilo irnico que parte de los ensayos sobre el carc-

    ter nacional de los que es una crtica. Michael Taussig,

    en Shamanism, Colonialism and the Wild Man (1987),

    utiliza el collage y yuxtapone ilustracin, experien-

    cias participativas (sueos ayahuasca), referencias

    literarias e investigacin histrica para evitar jerar-

    quas abstractas. Estas son algunas de las muchas

    bsquedas formales con las que se quiere expresar

    la adaptabilidad de camalen de nuestros tiempos, o la

    inmersin del intelectual en las culturas de lo fronteri-

    zo y de la marginalidad y en el caos puro del momento

    que es quizs el barmetro de la extraeza y la intoxi-

    cacin. La imagen predominante de Culturas hbridas

    es aquella del viajero, del paseante que cae en un mu-

    seo, se detiene a mirar un poco de televisin, maneja

    hasta un pueblo o toma un avin hacia el norte, a la

    ahora legendaria pacha mama de toda creatividad:

    los lmites.

    Aunque Culturas hbridas no es una obra que

    consiga sumergirse por completo en la crnica con-

    tempornea (como s lo hace, por ejemplo, Carlos

    Monsivis) es, sin embargo, sintomtica de una in-

    mersin en aguas inexploradas. Su repetitivo uso de

    los signos de interrogacin indica no tanto una cues-

    tin retrica cuya respuesta

    se conoce de antemano, sino,

    ms bien, cierto rechazo a

    hacer declaraciones definiti-

    vas que pudieran sugerir ge-

    neralizaciones apresuradas.

    Cmo hablamos de la

    modernidad?; cmo pode-

    mos reconciliar diferentes

    aproximaciones disciplina-

    rias a este problema?; cul

    es el rasgo distintivo de La-

    tinoamrica, ahora que

    existe una industria cultu-

    ral global?; qu entiende un

    productor de televisin o

    un investigador de mercado

    por popular?; cmo pue-

    den estudiarse los millones

    de indgenas o de campesi-

    nos que emigran a las ciu-

    dades principales, o bien los

    trabajadores incorporados a

    la organizacin industrial

    del trabajo y del consumo?;

    cmo pueden analizarse los

    fenmenos que no llegan a contemplarse en las ca-

    tegoras tradicionales sobre alta cultura o cultura

    popular?; es posible ser radical sin ser fundamen-

    talista?; por qu arriban nuestros pases tarda y

    defectuosamente al modelo metropolitano de mo-

    dernizacin?; es factible fomentar una modernidad

    cultural cuando la modernizacin socio-econmica es

    tan dispareja?

    Esta serie de preguntas refleja angst , una angst

    que parece emerger a la superficie siempre que ins-

    peccionamos nosotros los borrosos contornos de la

    vida social, poltica y cultural. Surge la cuestin po-

    ltica de la movilizacin en una sociedad donde los

    partidos polticos y los sindicatos se han convertido en

    dinosaurios; la cuestin cultural de la especificidad y

    la cuestin pedaggica de cmo teorizamos lo global

    y lo local, por no aludir aqulla acerca de la forma en

    que instituciones tales como las universidades conci-

    ben las fronteras siempre cambiantes. Y sobre todo,

    surge el problema de ubicar al intelectual a partir de

    la erosin de los lmites disciplinarios establecidos.

    Me centro en Culturas hbridas porque es un libro

    que probablemente muchos de los que estamos aqu

    hemos ledo (y que por lo tanto nos aporta una base

    comn), pero no sera difcil encontrar paralelos de su

    angst en escritos de acadmicos de muchas otras par-

    tes del mundo. En los Estados Unidos, aquella angst

    aflora particularmente en la

    lucha entre las versiones del

    multiculturalismo y la defen-

    sa de los valores occidentales.

    En la literatura acadmica de

    todas las regiones encontra-

    mos reiteradas referencias a

    nuestro dilema (es decir, el de

    los intelectuales). He aqu

    una seleccin al azar. En un

    ensayo sobre India, leemos

    que el ejemplo del desempe-

    o femenino es una instancia

    particularmente afortunada

    de los dilemas que se confron-

    tan en el esfuerzo simultneo

    de hablar dentro de lo diferen-

    te, en momentos diferentes y

    para auditorios discrepantes.

    (Mani, 1989: 20) Un estudio-

    so afro-americano intitula un

    captulo de su libro La crisis

    postmoderna del intelectual

    negro. (West, 1993) No sera

    difcil encontrarse con ensa-

    yos numerosos sobre el dilema

  • 23

    Jean Franco

    del intelectual migrante o, por ejemplo, del intelectual

    este-alemn. Enfatizo lo penetrante de esta angst (y no

    soy inmune a ella), al tiempo que aprecio la irona del

    hecho de que quienes ms subvirtieron los lmites y

    las jerarquas, fueron alcanzados primero por las

    consecuencias; hay una extraa complicidad entre el

    trabajo del intelectual como decodificador, como quien

    ha cometido los peores sacrilegios, y el trabajo del ca-

    pitalismo en s.1

    La subversin que por tanto tiempo fue el pro-

    yecto del intelectual progresista, ha sido en realidad

    sobrepasada por el radicalismo puro del capital con-

    temporneo, con su indiferencia hacia la soberana

    nacional, las costumbres locales, la familia (la nueva

    fbrica obrera sweat shop) y el bienestar de la po-

    blacin obrera, especialmente en la periferia; ese

    radicalismo ha transformado al Estado de Estado-

    Nacin en gestor de la libre empresa. Y ello es lo que

    en trminos generales Deleuze y Guattari han deno-

    minado procesos de desterritorializacin del socius y

    de necesidad del capitalismo por reterritorializar lo

    afectivo y lo social. (Deleuze y Guattari, 1972) Aunque

    tal cosa es cierta, como apunta David Lloyd (1987:

    173), esa desterritorializacin ha adquirido ahora un

    significado muy prximo a (y a menudo parece ser si-

    nnimo de) emigracin, lo que presupone un proceso

    de abstraccin que opera particularmente a nivel glo-

    bal. En el Estado global, todo parece suceder por s

    mismo, en forma acorde o de acuerdo con las leyes

    del libre mercado productor de milagros econmicos.

    A tal nivel de abstraccin, los trminos son fcilmente

    malabarados. Ahora la revolucin es capitalista y los

    dinosaurios son los socialistas, los sindicalistas y el

    partido comunista. El discurso habitual de los me-

    dios de comunicacin en los Estados Unidos repite

    incansablemente esta celebracin de la sociedad libre,

    progresista, dinmica, abierta (a despecho del pro-

    teccionismo), en oposicin a las sociedades socialistas

    reaccionarias, burocrticas y cerradas. Es un discurso

    del que se han apropiado los medios de comunicacin

    latinoamericanos. Por ejemplo, lo sustancial de un

    artculo de Robert A. Weill, Venezuela y el socialismo

    en tobogn, publicado en el peridico El Universo de

    Caracas, el 3 de abril de 1993 un nmero que inclua

    un material sobre el tratado de libre comercio entre

    Chile y Venezuela pudiera sintetizarse como sigue:

    El problema de Venezuela no es la herencia, el clima

    o la raza. Es sistmico. No hay socialismo eficiente. El

    mundo cabalga hacia la libertad y hacia el individua-

    lismo responsable.

    Lo que llega a ser problemtico aqu es la posicin

    de esos intelectuales que no pueden desenredar sus de-

    mandas de libertad y apertura de aqullas propias del

    mercado. En ciertos casos Mario Vargas Llosa, por

    ejemplo la libertad es una aliada de la libre empresa.

    (Vargas Llosa, 1991) La plataforma libertaria sobre la

    que el escritor bas su campaa a la presidencia, sus-