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PATRICIA RAMIREZ –PSICOLOGA- ARTICULOS EN EL PAIS SEMANAL y El HUFFINGTON POST La ira no es la respuesta Nadie quiere relacionarse con personas que estallan de forma descontrolada Salvo situaciones de peligro real, la rabia ciega, altera y nos aleja de las soluciones Patricia Ramírez 2 MAR 2014 - 00:00 CET 3 Muchas personas reaccionan con rabia cuando se sienten amenazadas. Es un estado de alerta que genera adrenalina a través de la activación del sistema nervioso simpático para que podamos combatir lo que en un momento se interpreta como una amenaza. En su acepción más positiva, la ira tiene como objetivo darnos fuerza para protegernos y poder sobrevivir. Pero muchas veces mostramos exacerbación cuando no la necesitamos. Esta emoción tiene muchas consecuencias a nivel fisiológico y de comportamiento: el pulso se acelera, el corazón late rápido, la respiración se agita; pero también conlleva que las personas a su alrededor se sienten incómodas, amedrantadas, con miedo y deseos de alejarse. Nadie quiere relacionarse con una persona que estalla de forma descontrolada y que dice y hace cosas que luego cuesta olvidar, y que en muchos casos condicionan el trato de por vida. Lo que empieza en cólera acaba en vergüenza” BenjamIn Franklin Esta forma de actuar tiene un claro desencadenante: el pensamiento. El iracundo está valorando el contexto como algo terrible, y sinceramente no lo es, salvo que detrás de usted corra un oso fiero. La cólera no es una

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PATRICIA RAMIREZ –PSICOLOGA-

ARTICULOS EN EL PAIS SEMANAL y El HUFFINGTON POST

La ira no es la respuesta

Nadie quiere relacionarse con personas que estallan de forma descontrolada

Salvo situaciones de peligro real, la rabia ciega, altera y nos aleja de las soluciones

Patricia Ramírez 2 MAR 2014 - 00:00 CET 3

Muchas personas reaccionan con rabia cuando se sienten amenazadas. Es un estado de alerta que genera adrenalina a través de la activación del sistema nervioso simpático para que podamos combatir lo que en un momento se interpreta como una amenaza.

En su acepción más positiva, la ira tiene como objetivo darnos fuerza para protegernos y poder sobrevivir. Pero muchas veces mostramos exacerbación cuando no la necesitamos. Esta emoción tiene muchas consecuencias a nivel fisiológico y de comportamiento: el pulso se acelera, el corazón late rápido, la respiración se agita; pero también conlleva que las personas a su alrededor se sienten incómodas, amedrantadas, con miedo y deseos de alejarse. Nadie quiere relacionarse con una persona que estalla de forma descontrolada y que dice y hace cosas que luego cuesta olvidar, y que en muchos casos condicionan el trato de por vida.

Lo que empieza en cólera acaba en vergüenza” BenjamIn Franklin

Esta forma de actuar tiene un claro desencadenante: el pensamiento. El iracundo está valorando el contexto como algo terrible, y sinceramente no lo es, salvo que detrás de usted corra un oso fiero. La cólera no es una respuesta eficaz para comunicarse. Así que olvide la idea irracional de que por las malas se consigue todo o de que hay personas que no reaccionan salvo que se les dé un grito.

El campo de las emociones es riquísimo: la tristeza, la frustración, la alegría, los celos o la pena. Tiene cientos de ellas. ¿Por qué ha elegido expresarse con furia? Si lo que necesita es desahogase, hágalo, pero no con este traje que le genera malestar a usted y a quienes le rodean. No existe ningún manual en el que se especifique que la ira es la respuesta idónea para expresarse cuando algo sienta mal.

También puede practicar el humor y contemplar la vida como un lugar más divertido. Que alguien le adelante por la derecha puede ser una amenaza o una situación cómica si se imagina a su conductor desnudo con un gorro de Papá Noel en la cabeza. ¿Va a cambiar su forma de conducir proyectando su rabia a través del cristal del coche? No, seguramente su estado de tensión le lleve a precipitarse en la siguiente maniobra.

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Hay personas que muestran ira para escenificar su enfado. Como si la irritación fuera más real si se evidencia de forma violenta que si se escenifica con tranquilidad. Busque la causa y localice el motivo de su enojo. Y pregúntese: ¿el motivo justifica la respuesta? Si es no, piense con hoja de papel y lápiz delante en otras alternativas para enfrentarse a su enfado y resolverlo. Busque muchas, haga una tormenta de ideas, incluso basadas en el humor: ¿cómo pensaría y reaccionaría alguien que vive en la campiña, rodeado de pájaros y con un ritmo lento de vida? Ojalá consiguiera reírse mientras realiza el ejercicio. La risa relajará su sistema nervioso y podrá contemplar el momento desde un punto de vista más enriquecedor.

Una vez que tenga escritas todas las alternativas, léalas y decida, en función de su forma de ser, cómo le gustaría comportarse la próxima vez ante esta situación.

Si te enfadas, piensa en las consecuencias” Confucio

Igual no consigue actuar de esta forma alternativa inmediatamente, pero a base de interés y entrenamiento, seguro que en un futuro muy próximo consigue ir controlando poco a poco su manera de proceder.

Los consejos para controlar su ira y buscar otras alternativas más sanas para mostrar su enfado deben empezar por preguntarse cómo de amenazante es el motivo que lo genera. La valoración racional de la situación, contemplarla desde otra perceptiva, le dará una dimensión diferente.

Practique un idioma sereno. Lo que se dice a sí mismo le lleva a sentir de una forma determinada. Si no quiere experimentar furia, no se hable con términos como “horrible”, “no lo soporto”, “estoy hasta las narices”. Suavice y utilice expresiones del tipo “es desagradable, pero es pasajero”, “a veces esto es cansino”, “si tuviera que elegir, no sería esta mi decisión”.

Para conectarnos

PELÍCULA

‘Un día de furia’,

dirigida por Joel Schumacher y

protagonizada por Michael Douglas.

CANCIÓN

‘Cruz de navajas’

Mecano

Nos cuenta cómo los celos, el impulso

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y la rabia nos llevan

a situaciones que no tienen vuelta atrás.

Trabaje su información propioceptiva. Exprésese lento, sonría a pesar de que no tenga ganas, exprese serenidad con los gestos de su cara y de su cuerpo, hable bajo y entone sin rabia. Adoptar la postura corporal y el volumen y tonalidad de una persona tranquila hará que su cerebro interprete que está en paz y mandará la orden de serenar el sistema nervioso.

Si la ira y el estado de enfado se mantienen en su vida como una constante en lugar de ser algo puntual, practique alguna técnica que le relaje: yoga, deporte, mindfulness, técnicas de relajación muscular. Cualquier ejercicio que le permita equilibrar el interior para ser paciente en el exterior.

Entrénese en habilidades sociales e inteligencia emocional. Entender los puntos de vista de los demás le permitirá ser más flexible y tolerante. Uno de los factores que nos llevan a ser irascibles es la falta de comprensión con los demás, o con los tiempos que manejan los otros, o con las formas de proceder. Entienda que no todos somos iguales, que llevamos ritmos distintos, que funcionamos de diferentes formas. Escuche por qué las personas actúan de otra manera y trate de entenderlos de forma sincera y de ponerse en el lugar de ellos. Igual esta otra visión le relaja.

Mejor ser prudente. Las personas irascibles creen que tienen el derecho a verbalizar todo lo que les pasa por la mente. A pesar de que ser sincero es una virtud, la sinceridad sin tacto es mala educación. No se crea con el derecho a decirle a todo el mundo lo que tiene que hacer y a dar consejos que nadie le ha pedido. Resérvese parte de información y quédese tranquilo, no reventará si no dice todo lo que piensa. Muchas de las personas bocazas terminan arrepintiéndose más tarde de lo que dijeron. Ahórrese este malestar.

Vaya sacando piedras de la mochila y no deje que se le acumulen los malos ratos. Resuelva problemas, tome decisiones, llame a quien le ofendió o con quien se siente ofendido y ponga en su agenda sonrisas en lugar de caras tristes. Pruebe a hacer este ejercicio: anote en una hoja todos los frentes que tiene abiertos y que le generan malestar. Al lado de cada frente anote cómo va a proceder, no lo que necesita de los demás para resolverlo, sino lo que usted tiene que hacer para cerrar esa carpeta. Ponga fecha y actúe. Y cuando lo solucione, ponga al lado un smile. Ahora tiene un motivo de felicidad y no una carga.

Practique actividades que le hagan sentir bien. La ecuación es sencilla. Si en su balanza hay más placer que obligaciones, se sentirá bien y a gusto. Se sentirá feliz, y las personas felices son menos agresivas e irascibles.

Tenga siempre en la mente una palabra clave: stop, tranquilo, slow… cualquier señal que lleve implícita la orden de parar, tomarse las cosas con calma, imprimir otro ritmo. Repítala y recuerde que siempre tendrá tiempo para dispararse si al final cree

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que es la mejor opción. Pero dese tiempo para analizar si otras posibilidades le harán sentir mejor, alcanzar otros resultados, sentirse cómodo con las personas.

Por cada minuto que permanece con rabia,

usted pierde sesenta segundos de paz”

Ralph Waldo Emerson

Y recuerde: usted no es globo, no hace falta que reviente cuando algo le pincha. Tiene capacidad para controlarse e inhibirse si así lo decide. Una de las consecuencias emocionales de las personas con ira es la sensación de falta de control. Son las situaciones las que los controlan a ellos.

Los coléricos pueden llegar a sobrepasar límites insospechados. Las consecuencias pueden ser muy peligrosas, no solo para el que recibe el ataque verbal o físico, sino para quien se emplea a fondo en este descontrol. No se deje arrastrar por arranques emocionales. Tener control es posible y está en su mano.

Los adultos son modelos de conducta no solo para los hijos, sino para cualquier adolescente o niño que les observa; también para otros adultos. Si aprenden que la ira es una forma de obtener poder, también querrán hacer lo mismo.

Todos podemos ser felices

La depresión es un trastorno que impide el funcionamiento diario; la tristeza es otra cosa

Disfrutar de la vida depende de valorar lo realmente importante y evitar recrearse en lo negativo

Patricia Ramírez 26 ENE 2014 - 00:05 CET 23

“¿Por qué estás triste?”. “No lo sé, no sé qué me pasa, tengo una pena encima todo el día. Miro a mi alrededor y debería ser feliz, porque lo tengo todo: una casa bonita, una pareja que me quiere, unos hijos sanos, tengo amigos, pero no consigo disfrutar de la vida”.

La tristeza no siempre lleva a una depresión. Eso son palabras mayores que se refieren a un trastorno psicológico que impide el funcionamiento cotidiano. Hasta lo más sencillo, como arreglarse, cocinar y comer de forma equilibrada, se convierte en un mundo. La depresión afecta a su vida personal, familiar, laboral y social. El futuro se contempla como un lugar desolador, y algunos afectados pierden hasta las ganas

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de vivir. La persona con depresión suele requerir tratamiento farmacológico y psicológico.

La felicidad generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”

Benjamin Franklin

Pero ¿y la tristeza, esa pérdida de ilusión, la sensación de vivir a medias, esa dificultad para sentir placer? Afecta a muchísima gente. No llega a incapacitar, pero sí los sumerge en una vida gris, pobre en emociones, en la que el tiempo pasa sin dejar huella.

¿Por qué hay personas que disfrutan de la vida y otras que no? Aquí tiene algunas claves, que además dependen de usted.

Tener otro ritmo de vida. Huya de la “prontomanía”. Es la obsesión por contestar a todo de forma inmediata, pronto, ya, como si el mundo se fuera a acabar en los próximos segundos. Las nuevas tecnologías le están quitando los mismos minutos que cree que adelanta dando respuesta a todo ipso facto. Frene, pare. Usted y su entorno han decidido que son urgentes tareas que no lo son. Reeduque a sus compañeros de trabajo, amigos y familia.

Pasar de la fantasía a la acción. En mis conferencias suelo preguntar a los asistentes: ¿si pudiera elegir ahora con su varita mágica otra vida en la que no fuera profesionalmente quien es, a qué le gustaría dedicarse? Nadie contesta “ser millonario”. La mayoría de las respuestas están relacionadas con actividades o formación a la que uno puede acceder cuando quiera: “sería cocinero, fotógrafa, músico, daría la vuelta al mundo en bicicleta, escribiría un libro…”. Casi todo tiene que ver con la parte más creativa de las personas y con nuestra capacidad para expresar nuestro talento. Son profesiones, pero pueden ser hobbies. ¿Por qué no organiza su agenda y busca tiempo para apuntarse a un curso de cocina, o de fotografía, o para hacer más deporte? Igual debería establecerlo como una prioridad. Le hará más feliz que cualquier antidepresivo.

Para conectarnos

PELÍCULA

‘En busca de la felicidad’, dirigida por Gabriele Muccinoy protagonizada por Will Smith

MÚSICA

‘Color esperanza’, de Diego Torres

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LIBRO

‘El guerrero pacífico’, de Dan Millaman (Books4Pocket)

Busque el placer con los amigos y familia, y disfrute de la vida social. Un estudio del investigador y profesor en psicología Richard Wiseman demostró que somos más felices con las experiencias que vivimos con amigos y los viajes que hacemos que con cualquier objeto material que compramos. Nos da felicidad los momentos que compartimos, las risas, y lo recordamos siempre como un placer, mientras que el valor de lo que compramos se olvida rápidamente. Invierta tiempo en experiencias, le será más gratificante que lo que gasta en comprar ropa, zapatos o relojes.

No deje para la jubilación todo lo que tiene pendiente: leer, aprender a dibujar o bailes de salón. Las personas se preocupan tanto por el futuro que dejan de vivir y ser felices en el presente. Ser responsable con las obligaciones es genial, pero tener la agonía de que nunca puede estar tranquilo es un sinvivir. La vida tiene tanto de incertidumbre que es imposible mantenerlo todo bajo control. Disfrute de lo que la vida le ofrece con las personas que quiere. Ahora, aquí y en este momento.

Bese, toque, achuche, busque el calor. El afecto y el amor son grandes fuentes de bienestar. A las personas les gusta sentirse queridas, y las muestras de afecto son la prueba más sincera y directa de amor. Toque incluso a la gente más lejana, mire con cariño a quien le atiende en una cafetería, verá cómo recibe enseguida una respuesta recíproca. El afecto se siembra.

Esperar cosas buenas de la vida. Significa tener esperanza. ¿Hasta ahora ha tenido éxito en su vida cuando se ha dedicado a anticipar las desgracias? No, rotundo. Pensar que va a tener suerte y creer que su momento le espera a la vuelta de la esquina le permite implicarse con más esfuerzo y dedicación en sus proyectos. Y lo hará porque espera obtener un resultado. Pero si piensa que la vida no le depara nada bueno, bajará los brazos y no se esforzará. La esperanza es una fuente de motivación, le empuja para darlo todo. Es la profecía autocumplida. Espere también cosas buenas de las personas, “bieninterprete” las intenciones y comentarios que reciba.

Cambiar el foco de atención. ¿En qué está pensando, en lo que tiene o en lo que le falta? Las personas felices lo son no porque tengan más que los demás, sino porque centran la atención en lo importante.

Dé otro valor a lo que siente. Las emociones son buenas todas, incluso las que cree que le hacen daño. Se necesita el miedo, la ansiedad y la tristeza. Son termómetros. El miedo y el estrés le advierten de que existen amenazas, y su tristeza, de que algo va mal. Pero el termómetro solo es el pistoletazo de salida, no un aviso para que nos recreemos en lo mal que nos encontramos. Deje el victimismo de lado, le hace débil y no le permite reaccionar. Sus emociones son el aviso de que tiene que reaccionar. Si la amenaza es verdadera, luche, corra, y si lo está pasando mal, actúe e introduzca un cambio en su vida. Si espera que las circunstancias cambien para empezar a dar pasos, igual se queda sentado toda la vida. Y no exagere lo que siente, no le da más

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valor del que tiene. Si decide dedicarle toda su atención, sentirá las emociones más intensas de lo que son. Deje la hipervigilancia para otros temas y busque algo que le cambie el estado de ánimo: la música, una charla con amigos, pasear, maquillarse y un largo etcétera.

Compararse. Siempre hemos dicho que uno es como es y que no debe compararse con nadie. Pero a veces las personas se vuelven el ombligo del mundo y pierden la perspectiva de lo afortunadas que son en la vida. Solo se miden con su estado de bienestar anterior o con quienes tienen más suerte o están mejor posicionadas. Rara vez se comparan con quien sufre, con quien tiene dificultades o con quien no tiene trabajo o menos recursos económicos. Sea empático, póngase en ese lugar, verá cómo su vida no es tan miserable. Y si fuera capaz de echar una mano a personas más desfavorecidas, comprobaría cómo recupera la ilusión por detalles de su propia existencia a los que ahora no da ningún valor.

Tanto si cree que puede como si no, tiene razón” Henry Ford

Convénzase de que merece ser feliz. ¿Por qué tiene esa idea absurda de que en esta vida estamos para sufrir? Estamos para disfrutar y para sacarle todo el jugo que se pueda. Hay personas a quienes les da miedo ser felices. Tienen la creencia completamente irracional que relaciona este sentimiento con sentirse culpables y atraer las desgracias. Un pensamiento del tipo “estoy tan feliz que algo malo tiene que llegar”. Estas ideas les llevan a frenar su estado de bienestar, por miedo a tentar a la mala suerte y que se pongan enfermos o se muera alguien o pierdan el trabajo. No hay una relación directa entre disfrute y que vengan mal dadas. Lo cierto es que la vida trae buenos y malos momentos, no siempre controlables por nosotros. Así que es normal encontrarse con piedras y dificultades en el camino, pero no son la consecuencia de que seamos felices, sino de que se tienen que vivir y nos pasan a todos, vienen en el reparto de la vida. Hay que buscar y provocar nuestros estados de paz y felicidad personales.

La felicidad no se compra, sino que se deleita en cada momento de nuestra vida. Deje de invertir en cosas y hágalo en tiempo, risas, cenas, una buena copa de vino, disfrutar de la amistad, de un café, de una llamada de teléfono relajada, de un paseo, de los detalles que se le escapan buscando la felicidad en el mapa del tesoro. Claro que podría estar mejor de lo que está, usted, su vecino y yo también. Pero pensar en ello le limita. Disfrute lo que tiene y no deje de esforzarse para seguir viviendo experiencias.

Cómo sobreponerse a los golpes de la vida

Las personas resilientes ven los problemas como misterior a los que hay que dar salida. Abandone el victimismo, le dejará fuera de juego.

Patricia Ramírez 1 DIC 2013 - 00:00 CET 2

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Cada vez que en alguna presentación de equipos pongo el vídeo de Rocky , cuando habla con su hijo y le dice durante el discurso: “Hay que soportar sin dejar de avanzar; si tú sabes lo que vales, ve y consigue lo que quieres. Pero tendrás que soportar los golpes de la vida”, me emociono.

Frente a los problemas, más o menos graves, parecidas circunstancias socioeconómicas, familiares y laborales, hay personas que se hunden y que contemplan la vida como un lugar en el que ya no hay capacidad de reacción, o personas que piensan que la vida vale la pena, que ahí fuera quedan oportunidades para todos, y que a mal tiempo, buena cara.

La resiliencia se define como la capacidad de soportar los golpes y los avatares de la vida y sobreponerse a las circunstancias. La persona resiliente sufre, siente y padece, pero no se recrea en estas emociones, no se recrea en el dolor. Sino que lo interpreta como parte del proceso, o del bache. El dolor y las circunstancias difíciles forman parte de la vida, son parte del juego.

¿Alguna vez se ha preguntado si tiene resiliencia? ¿Es capaz de olvidar el pasado, sobreponerse y mirar hacia delante?

Para conectarnos

Frase: “La totalidad está presente incluso en las piezas rotas” (Aldous Huxley)

Película: ‘Patch Adams’, comedia-drama protagonizada por Robin Williams y dirigida por Tom Shadyac. Basada en una historia real

Imagine la existencia como un juego; un juego en el que parte de las reglas las escribe usted, pero otra parte vienen determinadas. La definición que haga de cada piedra determina la forma como se enfrenta o huye de ella. Si vemos la vida como ese lugar en el que tiene que aprender a vencer obstáculos, luchar como un guerrero fuerte contra los dragones, un tablero con pruebas de lógica y estrategia en las que debe pensar para resolver las situaciones, seguro que será más atractivo que si define las piedras como mala suerte, desgracias, o como algo dado en lo que no puede intervenir. Esta visión le hace ser víctima y no protagonista.

La vida es un juego en el que tiene que ganar; entendido este concepto como la capacidad de ir solventando obstáculos, aprendiendo de los errores y de sus victorias, siendo feliz y disfrutando de los detalles. Y también significa no dejar que el pasado le condicione, de tal forma que siempre pueda estar en la casilla de salida. Siempre hay oportunidades, pero se deben tener los ojos bien abiertos para poder verlas. Su atención es como un faro que alumbra en la oscuridad. Deje de enfocar a lo que no funciona, esto no le va a ayudar a avanzar.

Stephen Crane: “El que puede cambiar sus pensamientos, puede cambiar su destino”

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¿Por qué hay personas con resiliencia y otras no? ¿Podemos entrenarnos para convertirnos en alguien resiliente, o tiene que aceptar su victimismo y derrotismo como modo de vida? Es importante tener presente:

Aceptar la parte injusta de la vida. Todos vivimos alguna vez una situación que no nos merecemos. ¿Qué hacer? La decisión inteligente es centrar la atención en cómo puede actuar para sumar. Refunfuñar, quejarse sin sentido, dedicarse a hurgar en la herida no le devolverá la justicia. Abandone el victimismo, le hace débil y le deja fuera de juego.

Valorar sus recursos y capacidades. Se percibirá como alguien valioso si le da valor a lo que funciona, si en su memoria están más presentes los éxitos que los fracasos. Tener un autoconcepto positivo da confianza y autoestima. Es importante fomentar esto en los niños, para que sean adultos resilientes. Reconozca y potencie sus fortalezas.

Cómo observa su potencial. A pesar de que el juego de la vida le haya ganado una partida, quedan muchas por delante. Debe contemplarse como alguien con capacidad para volver a superarse. ¿Por qué? Porque tiene capacidad de aprendizaje. Los fracasos nos dicen cómo no hacer algo, pero no dicen que no sea capaz de volver a intentarlo. Analice el error para aprender de él. Y luego haga borrón y cuenta nueva. Es el momento de empezar otra vez.

Solución de problemas. Las personas resilientes ven los problemas como misterios a los que hay que dar salida. No son problemas que bloquean sus vidas. Son enigmas, juegos y pruebas. Imagine que es otra persona, con una manera distinta de observar el mundo… más positiva, más atrevida, más creativa. Intente buscar propuestas desde ese punto de vista.

Viktor Frankl: “El hombre que se levanta es aún más fuerte que el que no ha caído”

Diga adiós al victimismo. Las personas resilientes no se lamentan de su pasado, ni del que ellos provocaron, ni del que fueron víctimas. Su pasado les sirve para analizar y tomar decisiones, pero no para sufrir. Su atención está puesta en hoy, en qué puedo hacer ahora para ser más fuerte, más feliz y para alcanzar mi objetivo. Se trata de evitar que la vida decida por usted. Deje de mirar por el retrovisor.

Implicarse con responsabilidad. A principio de los años setenta, Kobasa y Maddi definieron la personalidad resistente. Y una de sus virtudes era la responsabilidad con lo que depende de uno mismo. Busque atribuir sus éxitos y sus fracasos a variables internas suyas. Así sabrá qué tiene que repetir la próxima vez que se enfrente a un reto y qué tiene que cambiar para mejorar ante futuros problemas.

Comprométase. El compromiso es una de las características de los resilientes. Depende de su escala de valores, del respeto que tenga a su palabra. Pero también está vinculado a su implicación, a cómo se involucra en sus obligaciones y en sus placeres. Tener compromiso significa decir que va a hacer algo y hacerlo; tener

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palabra con uno mismo y con los demás. Si tiene dudas de no ser capaz de llevar a cabo lo que está diciendo, es mejor pecar de prudente que de bocazas.

Ponga un ritmo diferente en su vida. Si se dedica a pasar por la vida a toda velocidad, no será consciente de qué le está pasando, de qué puede disfrutar ni de vivir en el presente. Querrá todo el rato buscar la felicidad en el futuro, llegar a ese lugar en el que cree que será feliz. Pero la felicidad está aquí, hoy, con usted y con todo su entorno. Tiene que aprender a relacionarse de forma diferente, de manera que le favorezca, que sea capaz de contemplar y degustar lo que ve, oye, siente, huele y toca. El presente es el lugar en el que tiene margen de maniobra, no lo desprecie ni lo ningunee.

Observe la vida de forma positiva. Confíe en que la vida le deparará momentos felices e involúcrese para conseguirlo. Puede dirigir su cerebro, su mente, sus pensamientos, y orientarlo como un radar para buscar los aspectos positivos. Su manera de pensar determina en gran parte cómo se siente y las cosas que hace.

Buscadores de tesoros. La vida es un continuo desafío, un lugar en el que aparecen oportunidades. Si se aferra a la idea de que hay un tren y que si no se sube al vagón preferente perderá la oportunidad, se está condicionando. La vida está llena de trenes, de todos los tipos y de todas las clases; si no pasa hoy, será mañana. En alguno tiene que subirse, pero no hay solo uno que si se le pasa, pierda la oportunidad. La vida ha dejado de tener ese carácter de “para toda la vida”. Ahora se acepta el cambio, tanto en la vida personal como en la profesional.

Enfrentarse en lugar de huir. Los resilientes postergan menos. ¿A qué le conduce postergar? A nada positivo. Solo a que retrase la obligación, se sienta mal consigo mismo y le aumente el nivel de pereza y ansiedad para resolver lo que tiene pendiente. Los obstáculos se analizan, se solucionan, se saltan, pero no se evitan. Evitar no es la solución, sino parte del problema y de su malestar. No tenga miedo, ni siquiera a pasarlo mal. ¿Realmente lo va a pasar tan mal “metiéndole mano al asunto”? Seguro que no, es más lo que cree que es que lo que realmente tiene frente a usted.

Recuerde: la vida no le deja en el camino si usted no se lo permite.

Lo que necesitas para ser feliz

Sensaciones, personas, afectos, armonía… Si tuviéramos que elegir, las emociones estarían antes que los bienes materiales

Patricia Ramírez 11 AGO 2013 - 00:00 CET 5

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Imagínese que le han ofrecido el proyecto de su vida… no importa si es personal, laboral o de cualquier otro tipo. Es un proyecto que ni puede ni desea rechazar. Se tiene que marchar muy lejos y le conceden diez deseos para convencerle. Usted puede llevarse diez cosas, lugares, experiencias… Diez hábitos, elementos u objetos a los que no querría renunciar bajo ningún concepto. ¿Preparado para viajar, preparado para hacer esta elección? Se trata de diez imprescindibles en su vida para ser feliz en su nuevo destino y con su nueva historia. ¿Qué se llevaría?

A pesar de que con esta pregunta todo el mundo empieza a fantasear, al final la elección del decálogo es muy similar para todos. Lo que la mayoría de las personas dicen necesitar para ser felices es más básico y más fácil de obtener de lo que imaginamos. Nadie elige al final un coche de superlujo ni a una mujer u hombre espectacularmente atractivos.

La familia. Sobre todo la familia inmediata, esa que convive con usted: sus hijos, su pareja, su compañero de piso, el padre o madre que admira o la abuela que tanto adora. Personas con las que comparte miedos, alegrías, decisiones, que están para dar apoyo y seguridad. Acompañantes con los que se puede estar en silencio sin que el silencio parezca incómodo. Su núcleo.

Sus amigos. A quienes confía sus secretos, sus inquietudes, y con quien abre su alma. Los que le dan la mano para tirar de usted cuando está en lo más hondo y los que se alegran de forma sincera de sus éxitos. Amigos que le quieren de verdad, sin envidia y sin rencor.

“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días”

(Benjamín Franklin)

Su trabajo. El trabajo es un lugar en el que uno se siente productivo, aporta ideas, participa, resuelve problemas, se relaciona con gente. El trabajo, bien gestionado y bien dirigido, es una fuente de placer. De hecho, uno de los principales motivos por los que las personas deciden trasladarse de ciudad y distanciarse de su gente. Si eligieron su dedicación por vocación, a pesar de las quejas, el esfuerzo, los horarios o la rutina, si tuvieran que viajar lejos, querrían llevarse el concepto “desempeñar una profesión”.

Sus libros, su música, las fotos y todo lo que le identifica y con lo que se ha sentido en armonía durante su vida. La cultura es ocio, es crecimiento personal, es disfrute, es fluir. Es una seña de identidad. La literatura y la música provocan un potente chorro de emociones, le hacen sentir vivo, le evocan recuerdos de la infancia, del momento en el que se enamoró e incluso de cuando sufrió.

Hay libros de los que no se desprendería jamás, cedés que volvería a comprar cada vez que los perdiera, fotos que le provocan sonrisas… Ese material que de vez en cuando desempolvamos para revivir, para sentir la nostalgia y el paso del tiempo y recuperar esas sensaciones que nos dejaron huella en el alma.

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El estilo de vida. Las actividades que le hacen sentir de forma plena, como ir al cine, practicar deporte, pasear, jugar al fútbol, quedar con amigos, su manera de cuidarse, etcétera. El estilo de vida está relacionado con elecciones que ha ido haciendo a lo largo de su existencia y que la experiencia le dice que le sientan bien, tanto a nivel de salud como de ánimo.

El Baúl de los recuerdos. Lugares especiales que fueron formando la memoria de la vida, la de las experiencias tristes, románticas, apasionadas, salvajes, irascibles. En este baúl no hay tangibles, hay momentos: una cena en la que tomó una decisión importante, una mirada, el amigo que le traicionó, una pelea que no olvida, la cara emocionada de su hijo, el agradecimiento hacia la gente que le ha hecho bien en su vida… En el baúl también se lleva la experiencia, la formación y todo lo que ha ido aprendiendo de la vida.

Mirar con el corazón

Una canción

- 'El sitio de mi recreo', de Antonio Vega.

Una película

- 'Como agua para chocolate', de Alfonso Arau.

Una frase y un libro

- "Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos", en 'El principito', de Antoine de Sant-Exupéry.

El baúl condiciona mucho su carácter. Las personas que guardan más momentos felices que tristes tienden a estar en paz y en equilibrio. Mientras que las personas que miran atrás y se centran en los agravios, en las deslealtades o en sus errores se sienten irascibles y con la idea de que la vida les debe una.

Los animales domésticos. Para las personas que comparten su vida con uno, forma parte de su familia. No los abandonarían ni los dejarían fuera del proyecto.

Las emociones, las risas, el llanto, la pena, la frustración, la alegría. Ni el baúl de los recuerdos ni la lectura ni las fotos ni la música tendrían sentido si no generaran emociones. Las emociones nos hacen sentir vivos. Huimos de la rutina aburrida, la que nos convierte en autómatas, la rutina que nos pinta el alma de gris. Las personas buscan agitarse, enamorarse, sentir mariposas, ilusionarse, porque las emociones son nuestro motor.

Tecnología. Hay personas que, por trabajo o por diversión, le dedican muchas horas al día, que, bien gestionadas, han colaborado para que tenga una vida más fácil. Es cierto que le pueden esclavizar y provocar la sensación de tener que vivir deprisa,

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dando respuestas inmediatas a todo, pero a pesar de sus inconvenientes, pocas son las personas que hoy rechazarían los avances tecnológicos.

La ciencia, la medicina, los descubrimientos, la ingeniería, la inteligencia… todo lo que al ser humano le ha permitido avanzar, descubrir e investigar. Estas disciplinas son una fuente de superación para la humanidad. Nadie quiere dejar atrás los grandes avances que permiten vivir en un mundo más cómodo, confortable y seguro.

¿Y a usted qué le falta para ser feliz? ¿Coincide con el decálogo? Sea cual sea el déficit, tiene arreglo. Porque este decálogo, excepto el tener trabajo, no depende de la crisis. Depende de su valentía, de tomar decisiones, de orientarse hacia lo que se disfruta en lugar de hacia lo que resta. Está al alcance de casi todos los que disfrutamos del privilegio del primer mundo. Somos nosotros quienes tenemos que plantarle cara a la vida y envalentonarnos.

Diversos estudios científicos han demostrado que las personas son mucho más felices con las experiencias que con los bienes materiales. Lo material pierde valor nada más adquirirlo, pero la huella que dejan las emociones fruto de las experiencias perdura en el tiempo, en la memoria. Y recordando una vivencia podemos volver a experimentar lo que sentimos sin tener que repetirlo.

“La felicidad es interior, no exterior; por tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos”

(Henry van Dyke)

Empiece por decidir qué punto del decálogo le gustaría potenciar o tener en el caso de que no lo posea, y defina cómo quiere satisfacerlo. Tener experiencia con los puntos del decálogo depende en gran parte de nosotros mismos. Elegimos a nuestras parejas, decidimos tener hijos, escogemos a los amigos, formamos nuestro estilo de vida, decidimos recordar un agravio u olvidarlo, disfrutamos con nuestros hobbies, damos valor a los avances, nos fascinamos con una obra de arte o nos recreamos en la lectura. A pesar de que el valor del dinero es importante, en el decálogo no es determinante para ser feliz.

Lo de pedir un deseo y que se elija "que me toque la primitiva” es más utópico que real. Cuando nos vemos en la tesitura de tener que elegir con criterio y de verdad, su atención está puesta en lo importante. Las personas felices lo son no porque tengan más que otros, sino porque ponen su atención en lo que tiene sentido.

Entrenarse para ser feliz es entrenarse para vivir, o viceversa. Lo uno lleva a lo otro. Pero entendiendo este concepto en toda su envergadura, existir para soñar y para recrearnos en lo que suma. Nadie firma un contrato ni promete pasar por un calvario para ser dichoso. No hay mejor paraíso que el que generamos a nuestro alrededor. La vida es un lugar para disfrutar, para rodearse de buena gente, para sacar lo mejor que lleva dentro, para compartir, para ser bondadoso; en definitiva, para ser persona. ¿A qué espera? Hoy es un buen día para ser feliz.

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Cómo encajar las críticas

Buscamos ser valorados, por eso nos cuesta aceptar los reproches

La forma de realizarlas y el fin que persiguen son básicos para que resulten efectivas

Dime cómo criticas y te diré quién eres… Dime cómo recibes juicios ajenos y te diré cómo quieres ser.

Defenderse de los ataques verbales y encajar los reproches no es una labor sencilla. Se necesitan grandes dosis de confianza y seguridad para recibir la opinión de los demás, y paciencia y autocontrol para criticar a otros de forma constructiva. Cada vez que recibe una censura, su autoestima se viene abajo. La reprobación le abre los ojos y se da cuenta de que no es perfecto, que tiene fallos. Vivimos en una sociedad en la que se sobrevalora el éxito y se menosprecia el fracaso. Por eso cuesta tanto encajar lo que a otros no les gusta de nosotros.

“Nuestra crítica consiste en reprochar a los demás el no tener las cualidades que nosotros creemos tener”(Jules Renard)

Un primer motivo por el que no recibimos con agrado la crítica es por la necesidad de sentirnos aceptados por los demás. Buscamos que nos valoren, que es justo lo contario de ser criticados. El modo con el que las personas suelen formular reproches es la segunda razón por la que nos cuesta aceptarlos. La mayoría de las veces se hace en tono despectivo, con ira, rabia y por personas que no son capaces de controlar lo que dicen.

El tercer motivo por el que no queremos escuchar cosas negativas sobre nosotros mismos radica en que normalmente a ninguno nos gusta equivocarnos, porque hace que sintamos que no somos perfectos.

Existen distintas causas por las que las personas hacen reproches. En cada una de ellas encontrará la fórmula para responder con asertividad.

Por rabia. Personas que se han enfadado y necesitan desahogarse diciéndole cómo se ha equivocado y lo mal que lo ha hecho. Proyectan el odio que sienten en ese momento. Son juicios llenos de rabia, dirigidos a la persona y no a lo que ha sido el motivo del conflicto. Estas opiniones dolorosas le hacen sentir ridículo, mala persona… Lo peor de todo es que este tipo de crítica sirve para poco. No comunican qué se espera de usted, ni cómo poner fin al conflicto. Son comentarios destructivos que poco a poco van quemando la relación. Ante esta gente, uno termina por callar y sucumbir, hasta que llega el día en que no puede más y toma decisiones.

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La persona que las realiza no tiene por qué tener intención consciente de querer dañarle. Simplemente, le falta capacidad para transmitir su enfado de forma asertiva.

Aprender de los demás

Ilustración de Alberto Vázquez

1. PELÍCULA

‘El club de los cinco’ (‘The breakfast club’), de John Hughes.

2. FRASE.

“Aprobarlo todo suele ser ignorancia; reprobarlo todo, malicia”, de Baltasar Gracián.

3. CANCIÓN.

‘A quién le importa’, de Alaska.

¿Cómo debe actuar con ellos? Pídales calma y un volumen y un tono de voz conversacionales. No se ponga a la defensiva. No servirá para nada. Dé ejemplo.

Cuando tenga ese clima de tranquilidad, siéntese y escuche. Esté pendiente de lo que le dicen y pregunte.

Si encuentra que la queja o la petición tienen fundamento, reconozca su equivocación o su torpeza y comprométase con el cambio. Escuchar la crítica no le obliga a estar de acuerdo con ella o con su totalidad. En este caso, dígaselo. Todo siempre en un ambiente tranquilo.

Por machacar. A veces, el objetivo es minusvalorar a los otros. Hay personas que solo así se sienten importantes. Como son muy manipuladores, la mayoría de las veces nos damos cuenta tarde, cuando ya nos sentimos débiles y pequeños. Este tipo de comentarios están relacionados con el maltrato psicológico. No permita que le falten al respeto, no siente precedentes. Corte a la persona y dígale que no se vuelva a

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dirigir a usted en términos destructivos. No deje que se explique ni que le argumente si no va a ser bajo un clima de autocontrol.

¿Cómo debe actuar con ellos? Piense que si ellos no cambian, que es lo más probable, usted tiene que hacerse respetar. Así que tome decisiones. Mantenga un contacto ocular directo y transmita de forma clara y directa, pero sin gritar, que no va a escuchar ningún comentario en el que se le falte al respeto.

Practique el tiempo fuera. Comunique a la persona que va a salir de la habitación que están compartiendo y que no volverá hasta que ella no se calme y puedan hablar sosegadamente. Si es necesario, salga de casa o del lugar de trabajo y dígale cuánto tiempo tardará en volver. Muchas de estas personas van detrás de usted porque no son capaces de parar y reflexionar, le asfixian. No refuerce su comportamiento prestándoles atención ni dándoles explicaciones.

Si se calma y le habla con respeto, aplique los pasos del punto anterior.

Porque realmente le interesa. Las críticas que vale la pena escuchar son las que desean que pueda mejorar en alguna faceta de su vida. No siempre se realizan de forma constructiva, pero la intención suele ser buena.

¿Cómo debe actuar? Escuche y esté receptivo. Abra la mente y los oídos. Puede que al principio le cueste encajar lo que le dicen, pero trate de quedarse con el fin… ¿Cómo cambiaría su vida, será para bien, le puede ayudar lo que le están pidiendo? Sea curioso y pregunte: “¿Hay algo más que me puedas comentar, hay algo más irritante en mí?”.

Si cree que lleva razón, reconózcalo. No se trata de ganar una batalla. La persona que le está haciendo el comentario trata de ayudarle, está en su bando. Recuerde agradecerle su valentía y sinceridad e implíquese en el cambio.

Si usted no estuviera de acuerdo, agradézcaselo de todos modos por haberse molestado en ayudarle. Dígale, por ejemplo: “Agradezco tu interés por ayudarme, aunque ahora no es el momento de hacer lo que me pides”.

A LA HORA DE HACER CRÍTICAS se deben seguir algunos consejos para aumentar la probabilidad de tener éxito y evitar que la otra persona se sienta mal:

Decida si es importante. ¿Es esta una batalla que desea tener? Puede ser que sea algo nimio, algo con baja probabilidad de repetirse. Si se coge la costumbre de criticarlo todo, terminará por machacar la autoestima de aquel a quien critica.

Una sola vez. No insista, repita y vuelva a repetir. El que no le obedezcan no se debe a que no le hayan escuchado, puede ser que la persona no comparta su opinión, que no tenga motivación para hacerlo o que no sepa cómo poner en práctica lo que le pide. Sea breve, claro y conciso.

Cuide las formas. Utilice un tono de voz conversacional, no mire con cara de enfado, puede estar serio, pero no irascible. Piense que persigue un cambio de la otra

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persona, no que se sienta mal. Busque además el momento ideal para ello. Hablar cuando uno tiene prisa o cuando está agotado por la noche son momentos poco propicios. No haga juicios de valor. Empiece la crítica con un “me sienta mal… que me digas que me vas a llamar y luego no lo hagas”. Aquí no está humillando a la persona ni sacando conclusiones como “te olvidas de mí, no soy importante para ti…”. Simplemente está verbalizando lo que no le agrada.

Hágale saber qué necesita. “Me encantaría que cuando no pudieras llamarme, me mandaras un mensaje o me hicieras una llamada perdida, así me quedaría tranquila”.

Valore cualquier cambio. Toda variación supone un esfuerzo. Si no recibe una recompensa, la persona puede concluir que el giro no es importante para usted. Refuércele. Pare si ve que la conversación sube de tono. Igual no es el momento idóneo. Pregúntele cuándo pueden hablar de forma tranquila.

Cada vez que recibe o hace un comentario hiriente queda una cicatriz. Las cicatrices curan, pero no desaparecen. A todos nos gusta recibir amor y afecto, incluso cuando somos criticados. Ser asertivos depende de nosotros, hagamos uso de esta baza para tener mejores relaciones personales.

Sentimientos que dañan el alma

La culpa, la envidia, la inseguridad... forman parte de nuestra evolución

Lo inteligente es saber dosificarlos para que cumplan su función y no dejar que nos bloqueen

La envidia hace sufrir, hay que reconocer tenerla para poder llegar a vencerla

Patricia Ramírez 26 MAY 2013 - 00:00 CET 3

Si les pidiera que contestaran a la pregunta: ¿cuál es su misión en la vida? Seguramente no me darían una sola respuesta, sino muchas. Todas las personas tienen objetivos diferentes relacionados con su vida familiar, personal, social y laboral. Pero hay un deseo que nos une a todos, y ese es el de ser feliz. Todos anhelamos equilibrio interior, paz y tranquilidad.

El bienestar no viene genéticamente predeterminado, sino que se busca, se entrena. Las personas se rodean de circunstancias, de otros compañeros de viaje y de momentos que les aportan felicidad, buscan la seguridad y tratan de desprenderse de

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todo lo que les incomoda y provoca dolor. De hecho, vivimos en la era de la felicidad. Se cultiva y practica una filosofía dirigida a cuidarse y mimarse, y muchas personas dejan de salir de su zona de confort para evitar enfrentarse a sus miedos y no sentir la incomodidad del sufrimiento. Pero la envidia, la culpa, el remordimiento, la inseguridad, la frustración, la vergüenza…todos esos sentimientos forman parte nuestra evolución. Lo inteligente es saber dosificarlos para que cumplan con su función y no dejar que nos bloqueen.

Hay un remedio para las culpas, reconocerlas” (Franz Grillparzer)

Todo tiene su razón de ser y una explicación lógica. Los sentimientos negativos funcionan como un termómetro, nos indican que algo no funciona y se manifiestan a través del malestar. Pero tienen su parte positiva: educan, permiten evolucionar y generan aprendizaje. ¿Si no sintiera culpa, cómo sabría que ha herido a alguien? Si no sintiera frustración, igual no le daría valor al esfuerzo cuando consigue su objetivo. ¿Y qué me dice de la inseguridad?…También tiene un sentido evolutivo, le protege de las amenazas, aunque muchas de ellas no sean tan aterradoras como imagina. Ahora, deje espacio a sus sentimientos y, cuando estime que han convivido con usted el tiempo suficiente, ábrales la puerta y déjeles marchar.

Siente envidia porque anhela aquello que desea y que sí tienen otras personas. Siente envidia porque valora el mundo como un lugar injusto en el que usted no está ni tiene lo que desearía. Una de dos, o acepta su realidad o se implica en modificarla. Pero sufrir sin invertir tiempo y esfuerzo, no. Para abrir la puerta de salida a la envidia:

Trampas y miedos

LA PELÍCULA

– ‘Revolutionary road’, de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Culpa, reproches, miedos…

UN LIBRO

– ‘La trampa de la felicidad’, de Russ Harris. Editorial Planeta.

UNA CANCIÓN

– ‘Irremediablemente, celos’, de Antonio Orozco.

Reconozca su sentimiento. La envidia es un sentimiento que, además de hacerle sufrir, es feo. Dígase a sí mismo: “Tengo envidia”. Si no lo hace, siempre tratará de justificar su malestar, pero no llegará a vencerlo.

Analice por qué. Esfuércese y acepte lo no controlable. Las personas suelen tener envidia porque perciben una situación como injusta. Los motivos por los que no tiene aquello por lo que suspira (tipo, inteligencia, dinero, poder…) pueden ser muy

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variados, pero sean los que sean tiene dos opciones: la primera, implicarse y trabajar en lo que dependa de usted para conseguirlo, la segunda, aceptar lo que no puede gestionar.

Si es de los “envidiosos buenos”, compórtese como si no tuviera envidia. Pregunte a su amigo qué tal le va en ese trabajo en el que está triunfando y escuchele; dígale a su amiga que la ve más delgada y esbelta, alégrese de forma sincera por el viaje de vacaciones que va a hacer esa pareja de conocidos o familiares. Y refuércese por haber superado una situación difícil. Dígase a sí mismo: “Ves, lo haces muy bien, ahora te sientes mejor por haberte interesado por ellos”.

Céntrese en usted mismo. El valor no está en la comparación, sino en su propio yo. Plantéese un objetivo y piense en qué medida puede involucrarse para alcanzarlo. A veces pierde más tiempo criticando, desprestigiando y deseando lo de otros que invirtiéndolo en su mejora. Esa energía sería muy productiva si la gastara en evolucionar.

Pida perdón para vencer a la culpa y el remordimiento. Usted siente culpa cuando sabe que ha herido a otra persona, con intención o sin ella. Ver que otro sufre por algún comportamiento que ha tenido le hace sentir mal. Ese malestar es el motor que le lleva a reflexionar para que la próxima vez tenga más cuidado. Gracias a esta sensación incómoda conseguimos aprender. Si cada vez que hiriésemos a alguien no sintiéramos ese dolor, estaríamos hablando de una persona sin empatía, incapaz de ponerse en el lugar de otros, y esto le dificultaría mucho sus relaciones sociales. Nadie quiere convivir, ni trabajar, ni tener como amigo a una persona que hace daño y que no es consciente del mismo.

Pero sentir culpa no significa que tenga que machacarse toda la vida. La culpa le permite pensar qué haría de forma diferente la próxima vez, y a partir de ahí, borrón y cuenta nueva. Siga estos pasos para deshacerse de su malestar.

Pida perdón de forma sincera. Pero no lo haga de forma cobarde, no utilice el whatsapp, dé la cara. Pronuncie el nombre de la persona y acompáñelo diciendo que lo siente y por qué.

Repare el daño. Pedir perdón es el primer paso, el segundo es tener un detalle. Si ha roto algo, repárelo; si ha sido borde, tenga el gesto de llevar unos bombones, si no ha sido atento con algo que era importante para esa persona, mande un correo, una canción o algo gracioso que haga sentir especial a la persona herida.

“El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son” (Tito Livio)

Sea el de siempre. Haberse equivocado una vez no le obliga a convertirse en alguien sumiso con esa persona, como si tuviera que estar avergonzado toda la vida. Todos cometemos errores. Si el desliz entra dentro de lo razonable y, sobre todo, si no ha tenido una mala intención, tendría que poder perdonarse. El rencor y la soberbia de las personas heridas a veces superan su buena intención. Cuando haya hecho todo lo

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que podía, deje que la otra persona tenga su tiempo. Y si le parece excesivo, decida cómo comportarse usted a partir de ahora con esa persona que no tiene capacidad para perdonar y cerrar heridas.

Enfréntese con valentía a su inseguridad y su vergüenza. La inseguridad, la vergüenza y el miedo son sentimientos y reacciones del cuerpo y de la mente ante lo que usted interpreta como una amenaza. Siente inseguridad cuando no controla el ambiente, cuando lo que le rodea no es predecible. Siente vergüenza cuando percibe la posibilidad de no estar a la altura, de perder, cuando las expectativas le superan. Y el miedo se apodera de usted pensando que puede pasarlo mal, puede contagiarse, darle un infarto, perder el trabajo o ser rechazado por esa persona que le atrae. ¡Qué más da el miedo que sienta! El verdadero peligro es dejar escapar las oportunidades, no luchar por ellas, porque ahí es donde está la derrota.

Aprenda a convivir con el fracaso y con las emociones negativas, forman parte de la evolución y de la vida. ¿Alguna vez le dijo alguien que esto sería fácil? Cometer errores, ser criticado, sufrir… es parte del camino. Coexisten con la felicidad, la recompensa y el orgullo.

“La felicidad es darse cuenta de que nada es demasiado importante”

(Antonio Gala)

Si quiere conseguir salir de su zona confortable:

Busque un motivo. Seguro que lo tiene. Póngalo ahora por escrito, en grande y en un lugar visible.

No piense que puede fallar y centre su atención solo en lo que desea hacer y cómo. Describa su plan de actuación.

Es válido, bueno y fuerte. Tiene ejemplos en su vida que lo demuestran. ¿Qué tiene en la cabeza, lo que le debilita o sus fortalezas? Son sus puntos fuertes los que debe potenciar, no los que restan.

Pensar en el éxito. ¿Qué hace pensando en lo que puede fracasar o en lo que no desea que ocurra? ¡Menudo gasto de energía inútil! El tiempo es limitado, inviértalo en pensar en lo que ¡sí! desea que pase. Prepárese con la palabra y con el pensamiento para conseguirlo. Repítase: “¡Yo puedo! ¡Estoy preparado! ¡Me lo he trabajado!”.

No a las emociones negativas. No es el único que las tiene, las tenemos todos, pero muchos de nosotros hemos decidido dejar de escucharlas. Es lo que nos diferencia. Su vida no es más difícil, ni tiene menos suerte que otros. Solo que los otros, en lugar de escuchar el peligro, lo valoran, y luego deciden enfrentarse a él. No se trata de ser temerario, solo valiente.

Actúe. Los cinco puntos anteriores son geniales solo si los pone en marcha. Los propósitos solo tienen sentido si se materializan.

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“Solamente aquellos espíritus verdaderamente valerosos saben la manera de perdonar”

(Laurence Sterne)

Los sentimientos negativos le permiten ver el mundo desde otro punto de vista, pero no significa que le tengan que paralizar. Analice y saque una lectura positiva de su emoción y de su presencia. Aproveche lo que le pueden aportar y, luego, desármelos.

Hay muchas personas con miedo a ser felices. Hacen extrañas deducciones, como que si se entregan al placer recibirán un castigo. Cuando cometen un error se lo reprochan una eternidad, para tomar consciencia del tremendismo de lo que han hecho. Ser sufrido, negativo, sumiso… no es la pócima de la felicidad. Nadie le va a recompensar en otra vida por haber sufrido en esta de forma gratuita. Atrévase a ser feliz y a tener recuerdos de esos que vale la pena almacenar. 

Personas víricas que consumen energía

Llegan, nos contagian sus emociones negativas y nos dejan sin fuerzas.

Defenderse y protegerse de este tipo de personas es una obligación.

Parar los pies a los víricos victimistas no es abandonarles sino invitarles a tomar las riendas.

Seguro que usted se ha visto alguna vez en esa situación en la que después de mantener una conversación con un amigo se ha sentido desolado, ha contemplado el mundo con más tristeza y menos entusiasmo que antes de empezar la conversación, o ha pensado: “Madre mía, a este amigo no le pasa nada bueno, siempre tiene una queja”. Y en situaciones extremas, ha escuchado el teléfono, ha visto el nombre de la llamada entrante y ha dejado de atenderlo porque sabe que esa persona, de alguna manera, le va a complicar la vida: le va a contar un nuevo problema o seguirá hablando de su monotema, por lo general con temática “desgracia”. La pregunta que uno se plantea siempre después de pasar un rato con las personas víricas es: “¿Y yo qué necesidad tengo de estar oyendo esto?”.

¿Quiénes son las personas víricas? Aquellas que llegan y le contagian de mal humor, de tristeza, de miedo, de envidia o cualquier otro tipo de emoción negativa que hasta

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ese momento no se había manifestado en su cuerpo. Es igual que un virus: llega, se expande, le hace sentir mal y cuando se aleja, poco a poco, usted recobra su estado natural y, con suerte, lo olvida.

El origen de la persona vírica puede ser variado: el mal genio, la envidia, la falta de consideración, el egoísmo, la estupidez o la falta de tacto. Lo importante es verse con recursos suficientes para protegerse del contagio. El mundo está lleno de personas víricas de diferentes tipologías, unas menos dañinas y otras malévolas que dejan memoria y cicatriz.

Víricos pasivos. En esta categoría incluyo a los victimistas, los que echan la culpa de todo su mal a los que tienen alrededor, nunca son responsables de lo malo que les ocurre porque son los demás o las circunstancias los que provocan su malestar. Si les escucha y a usted le va bien, llegará a sentirse mala persona por disfrutar de lo que los victimistas no tienen. Y no porque no tengan posibilidad de hacerlo, sino porque han aprendido a obtener la atención a través de la queja y eso es cómodo. Se sienten maltratados por la vida y abandonados de la suerte. Por supuesto, le hacen sentir mal a quien no les presta la atención de la que se creen merecedores. Con estas personas sufrirá el contagio del virus tristeza, frustración y apatía.

“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien” (Víctor Hugo)

Víricos caraduras. Son los que siempre le pedirán favores, pero a la vez no son capaces de estar atentos a sus necesidades. No mantienen relaciones bidireccionales en las que entreguen tanto como reciben. Tiran de otros sin preguntarles si están bien, si necesitan ayuda, si les viene bien prestársela en ese momento. Son egoístas y egocéntricos, y en el momento en el que se deja de satisfacer sus necesidades comienza la crítica y el chantaje emocional. Con estas personas sufrirá el contagio del virus “siento que abusan de mí”, aprovechamiento y resignación.

Víricos criticones. Viven de vivir la vida de otros porque no les vale con la suya. Su vida es demasiado gris, aburrida o frustrante como para hablar de ella, así que destrozan todo lo que les rodea. No espere palabras de reconocimiento hacia los demás ni que hablen de forma positiva de nadie, porque el que a los demás les vaya bien, les potencia su frustración como personas. No saben competir si no es destruyendo al otro. Arrasan como Atila. Con estas personas sufrirá el contagio del virus desesperanza, vergüenza, incluso culpa si participa en la crítica. Y la culpa luego arrastra al virus del remordimiento.

Compañías peligrosas

Frase

– “Se puede confiar en las malas personas, no cambian jamás”, de William Faulkner, narrador y poeta estadounidense, premio Nobel de literatura en 1949.

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Canción

– ‘Las malas compañías’, de Joan Manuel Serrat.

Película

– ‘Las amistades peligrosas’, con Glenn Close, John Malkovich,

Michelle Pfeiffer, Keanu Reeves y UmaThurman.

Víricos con mala idea. Manténgalos bien lejos. Están resentidos con la vida, ya sea porque no han sido capaces de gestionar la suya o porque la suerte no les ha acompañado. Anticipan que las personas son interesadas y no esperan nada bueno de ellas. Todo lo interpretan de forma negativa, a todo el mundo le ven una mala intención. Viven en un constante ataque de ira, como si el mundo les debiera algo. No soportan que otros tengan éxito, esfuerzo y fuerza de voluntad, porque estas actitudes de superación les ningunean todavía más. Con estas personas sufrirá el contagio del virus indefensión, inseguridad, impotencia y ansiedad.

Víricos psicópatas. Para los que no lo sepan, no hace falta ser asesino en serie para ser un psicópata. El psicópata es aquel que inflige dolor a los demás sin sentir la menor culpabilidad, remordimiento y sin pasarlo mal. De estos hay muchos de guante blanco. Son los que humillan, faltan al respeto a propósito, pegan, amenazan y provocan que se sienta ridículo, menospreciado, y se cargan la autoestima. Ante ellos, salga corriendo, porque el que lo hace una vez, repite. Si le permite que le maltrate, usted terminará pensando que ese es el trato que merece. Con estas personas sufrirá el contagio del virus miedo y odio. Muy difícil de erradicar, perdura durante mucho tiempo en su memoria.

Mecanismos de defensa. Para evitar el contagio de los víricos victimistas, lo primero que hay que hacer es pararles. Decirles que estará para ayudarles a tomar decisiones y solucionar problemas, pero no para ser el pañuelo en el que ahogan sus penas sin implicarse. Estas personas se acostumbran a llamar la atención con sus desgracias, pero son incapaces de responsabilizarse y actuar porque optan por el camino fácil: llorar.

Dígale que estará encantado de ayudarle siempre y cuando se movilice. Y si no lo hace, decida alejarse de alguien que ha tomado la decisión de ser un parásito toda la vida. No lo está abandonando, le está dando aliento para que actúe. Si decide no tomar las riendas de su vida, ser su paño de lágrimas, tampoco será una ayuda. Se gasta la misma energía quejándose que buscando soluciones. La primera opción consume y resta, y la segunda suma.

“La tristeza del alma puede matarte mucho más rápidoque una bacteria”(John. E. Steinbeck)

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Ante el virus de pedir, el antivirus de decir no. Si usted no hace prevalecer sus necesidades y prioridades, ellos tampoco lo harán. Una cosa es ser solidario y otra muy distinta estar a disposición de todos y no estar nunca para uno mismo.

No permita que la persona vírica criticona haga juicios de otras personas que no estén presentes. Si lo hace con otros, también lo hará cuando usted no esté presente. No entre en su juego ni se identifique con esa conducta. Dígale que no le gusta hablar de personas que no están presentes. Y si se trata de rumores, dígale que no tiene la certeza de que el rumor sea cierto. Los rumores, la mayoría de las veces, son infundados, falsos o exagerados. Se propagan como el viento, y a pesar de que luego se compruebe que son falsos, el daño ya está hecho. Actúe como le gustaría que lo hicieran, con respeto, discreción y veracidad. Es más importante ser ético que evitar un conflicto con un criticón.

Y por último, no permita que nadie le falte al respeto y mucho menos le maltrate ni psicológica ni físicamente. Como personas, todos merecemos un trato digno. Hágase valer. Pida ayuda, póngase en su sitio, no consienta una segunda oportunidad a quien le ha hecho daño. El que le daña no le quiere; olvídese de justificarle por su pasado, su carácter, su educación, el alcohol o sus problemas. Nada, absolutamente nada, autoriza la falta de respeto y el maltrato físico y psicológico. Y esto es válido en el ámbito familiar, laboral y entre los amigos.

Rodéese de personas de bien, que le quieran y que se lo demuestren, que le hagan feliz, con las que salga con las pilas recargadas. Tenemos la obligación de ser felices y disfrutar. Hay mucha gente dispuesta a ello. No las deje escapar. Las personas estamos para ayudarnos, somos un equipo.

Stop a las manías y obsesiones

Supersticiones, rituales y obsesiones no deben condicionar el día a día

Seguramente alguna vez se ha sentido identificado con los ejemplos que le voy a detallar, a pesar de reconocer el absurdo y la falta de lógica. A menudo se ve atrapado por sus manías y rituales. Nada de lo que haga, diga o repita alterará esa parte de la suerte que no depende de usted, pero a pesar de ello seguirá contando, buscando números pares, haciendo repeticiones, echando la sal por encima del hombro y un sinfín de cosas más.

Mañana Elisa tiene una entrevista de trabajo, la tercera en los dos últimos meses, y por ahora no ha tenido suerte. Por la noche contempla el armario abierto de par en par desde su cama. “¿Qué me pongo? El vestido verde

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que me favorece tanto, no; la última vez que me lo puse, la entrevista me salió fatal, estuve muy nerviosa y no daba pie con bola”.

El caso de Elisa es tan común como la vida misma, y si no es la elección de la ropa, seguro que usted alguna vez ha cerrado y vuelto a cerrar el coche, y se ha dado la vuelta y se ha preguntado: “¿he cerrado el coche?”. Y a sabiendas de que sí lo había hecho, ha vuelto para comprobarlo. ¿Y qué me dice de las comprobaciones de enchufes, calefacción, braseros, la llave de la puerta, la espita del gas o revisar que la vitro esté apagada? No se revisa una vez, ni dos, sino muchas; eso le da tranquilidad.

Otro tipo de rituales son los relacionados con la contaminación y las enfermedades. Los hay que se lavan muchas veces las manos, otros evitan tocar todo aquello con lo que puedan contagiarse (pasamanos, pomos de las puertas, barras de autobuses…). Hay rituales relacionados con los números pares, las repeticiones, el orden y muchos otros más.

Mágico alivio. “La suerte favorece solo a la mente preparada” (Isaac Asimov)

Los rituales acompañan a la obsesión; mejor dicho, son su sombra. Primero se presenta en su cabeza una preocupación: “Mañana tengo una entrevista de trabajo”. Esta situación le genera ansiedad, incertidumbre o alguna otra emoción molesta. Y para calmar ese estado emocional desagradable, usted realiza algún tipo de ritual: toca madera o coloca todos los zapatos en el miso orden. Y, hala, como por arte de magia, usted se siente aliviado. Y este estado de tranquilidad le refuerza y le enseña que la próxima vez que piense en algo que le preocupa, podrá realizar algún otro acto repetitivo o de orden que le volverá a calmar. Pero, lejos de ser una ayuda, las manías potencian las obsesiones e incrementan el nivel de ansiedad.

La mayoría de las personas reconocen que es absurdo, pero… ¿Puede haber algo más incoherente que santiguarse antes de despegar en el avión no siendo cristiano? ¿Por qué? La explicación es muy sencilla. Cada vez que realiza un ritual, se siente seguro y le da tranquilidad. Asocia ritual con dominar su destino. Aunque es consciente de que por mucho que se abroche o desabroche una pulsera, o porque entre en el campo con el pie derecho, o toque madera, no va a alterar la suerte, lo sigue practicando. La pregunta es: ¿dónde está el límite? ¿Cuándo son solo manías y cuándo pasan a convertirse en un trastorno obsesivo compulsivo? Por simplificar, el límite está en cómo afectan estas manías a su vida, cuánto tiempo le ocupan y cómo limitan su trabajo, sus relaciones personales, familiares…

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Santiguarse cuando uno se sube a un avión aun no siendo creyente no supone un problema, pero sí lo es lavarse cuarenta veces las manos cada vez que toca la puerta de un sitio público; tampoco es un inconveniente grave entrar con el pie derecho en el campo antes de salir a jugar, pero sí es un problema tener que tocar todo tres veces.

¿Se siente libre a pesar de sus manías, puede hacer una vida normal o, por el contrario, se siente atrapado y con la sensación de que se le está yendo la cabeza con los pensamientos repetitivos que entran en su cerebro? Usted no es perfecto, como no lo es nadie, y tiene derecho a tener sus rarezas, y también tiene la libertad de decidir si le vale la pena intentar un cambio y enfrentarse a la ansiedad que supone dejar de tocar madera, no santiguarse o no repetir una idea. Si está indeciso y se está planteando si empezar a liberarse o no, aquí dos criterios que le ayudarán a tomar la decisión:

¿Vale la pena? “Nunca convencerás a un ratón de que un gato negro trae buena suerte” (Graham Greene)

Valore la inversión emocional que tiene que hacer para dejar de tener manías. Puede que sean pocas, que se presenten en muy contadas ocasiones o que no interfieran para nada en su vida. Aplique el sentido común y no se vuelva loco por detenerlas. A veces las manías incluso tienen su lado positivo, le dan orden y le preparan para lo que va a ocurrir. Por ejemplo, el jugador que se santigua antes de salir al campo, entra con el pie derecho y toca la hierba para estar en contacto con el partido, se está preparando para empezar a jugar, son los pasos que le dicen: ¡esto empieza ya, vamos! El problema aparece cuando las manías no dependen de algo que usted pueda realizar, es decir, una manía en la que usted no es el único protagonista y depende de terceros.

También debe plantearse hacerles frente si las manías, los rituales o los pensamientos obsesivos están bloqueando su vida e interfieren significativamente con ella, cuando no puede realizar su vida de forma plena y libre. Entonces tiene que frenar y decir: ¡basta! Puede hacer los rituales o el pino con las orejas, pero estará perdiendo su tiempo y dejando que su vida esté en manos de las manías.

Buscar la suerte. “Yo creo bastante en la suerte. Y he constatado que cuanto más duro trabajo, más suerte tengo” (Thomas Jefferson)

Una vez que ha decidido liberarse, que le da igual que se caiga la sal en la mesa o que las pinzas de colgar la ropa sean de colores diferentes…, es el

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momento de actuar. Saber cómo se va a encontrar y cuáles son las dificultades le permitirá estar más tranquilo en el proceso.

En primer lugar, prepárese para el cambio. Formúlese esta pregunta: ¿de verdad cree que tendrá mala suerte? La tendrá si usted se predispone para ello, porque a la primera que se encuentre con una dificultad, la interpretará como consecuencia de haber dejado de realizar el ritual. Si le concede atención, si atiende a esa dificultad, estará usted desplegando el radar con el que busca problemas… y los encontrará.

Haga un análisis al finalizar el día, sea objetivo, y se dará cuenta de que su día sigue siendo igual de suertudo o de poco suertudo que cuando realizaba los rituales. Porque la suerte la busca cuando crea oportunidades. Y la otra parte de la suerte que depende del azar no depende ni de sus manías ni de su capacidad de control, solo es fortuna.

Cruce los dedos

– Una película: ‘Mejor imposible’, con Jack Nicholson.

– Una frase: “La superstición trae mala suerte”, de Umberto Eco.

– Una canción: ‘Tocar madera’, de Manolo Tena.

Si usted siente ansiedad al dejar de practicar los rituales, es normal. Es más, tiene usted que pasar por este estado de ansiedad y desasosiego, pero es el camino para vencerlas. Como la ansiedad es una emoción muy desagradable, contémplela como si no fuera algo amenazante. Tenga pensamientos del tipo: “es normal estar nervioso, estoy venciendo mis manías”, “si me doy un tiempo, me tranquilizaré y me encontraré bien”.

Utilice estrategias cognitivas que le permitan distanciarse del pensamiento que le atormenta. Es libre para dejar de pensar en lo que le atormenta, solo hace falta decir basta cada vez que empiece a pensar en ello. No se recree en lo que no puede controlar; solo va a consumirle y no encontrará soluciones. Recuerde: no depende de usted, apague la lavadora que tiene en el cerebro, deje que desagüen las ideas que le atormentan y dirija su atención a lo que sí controla.

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La vida es del color del cristal con que se mira. Siempre hemos oído esta frase y además, tiene una explicación científica. Significa elegir el lugar al que prestas atención. Las últimas investigaciones sobre la atención aseguran que el cerebro es incapaz de prestar atención a dos estímulos o dos situaciones a la vez, en todo caso, salta de una a otra, pero no las compagina. ¡Ni siquiera las mujeres somos capaces de hacerlo! Y mira que se nos ha atribuido esta capacidad durante mucho tiempo. Un mito, como otro cualquiera.

Volviendo a la atención. Recibimos cientos de miles de estímulos diarios y simultáneos: olores, mensajes, imágenes, colores, sonidos, teléfono, televisión, personas, sensaciones, emociones... estamos sobreestimulados. Pero atendemos conscientemente solo a aquello en lo que focalizamos nuestra atención. Os voy a poner un ejemplo que me ha sucedido a mí. De adulta nunca había tenido perro hasta este verano pasado. Y al estar pendiente del perro, bueno el que está pendiente es mi marido, pero al sacarlo a pasear, me he dado cuenta que hay muchísimos perros en el mundo. Perros que antes para mí no existían, no los veía. Pero no es que no estuvieran en el entorno, en la calle o paseando, es que no les prestaba atención porque la idea de perro no existía en mi cabeza, no tenía la necesidad de buscar perros para que el mío jugara con ellos. Ahora que tengo perro, veo perros.

Lo mismo ocurre cuando cambias de modelo de coche, cuando te quedas embarazada, cuando estás dieta... solo ves ese modelo nuevo de coche que tú también te has comprado, otras mujeres embarazadas y todo lo que tiene que ver con bebés o productos, alimentos y dietas relacionados con tu objetivo de perder peso. Por eso decimos que la atención es selectiva. Estímulos llegan miles, pero tú eres el que decide a qué prestas atención.

Los estados anímicos como la tristeza, la alegría, el miedo o la ansiedad, están relacionados directamente con la manera que tenemos de contemplar

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el entorno y de valorar lo que sucede a nuestro alrededor. Las personas felices tienen puesta su atención en lo que suma, en lo positivo del día, en esperar cosas buenas, en tener buena suerte, en que la gente está para ayudar en lugar de para jugártela. Las personas felices además disfrutan de los pequeños detalles como la sonrisa de sus hijos, un café con un compañero de trabajo, descasar en el sillón por la noche, un rato de lectura, prepararse un té, una llamada de teléfono, una nota de agradecimiento... detalles sencillos. No esperan los grandes acontecimientos como sacarse el carné de conducir, casarse o aprobar la carrera. Estas cosas ocurren tan de vez en cuando, que si relacionas el estado de bienestar con los grandes acontecimientos, tendrás muy pocos momentos para ser realmente feliz. Pero si por el contrario, eliges dirigir tu atención a las pequeñas cosas, tu día será pleno, te sentirás agradecido por disfrutar de actividades y momentos que ahora pasan desapercibidos. Y pasan desapercibidos porque no les prestas atención. Tu atención está en la discusión, en que hay tráfico, en la mala cara de un compañero, que no te atienden en tu compañía de teléfono y un largo etc. El día tiene 24 horas, de las que duermes como mínimo seis. Elegir el resto de las 18 depende de ti. Tienes que elegir tus batallas para reducir el nivel de conflictos. Pero también tienes que elegir contemplar momentos de tu vida que ahora pasan desapercibidos.

Te voy a proponer dos pequeños ejercicios, fáciles, que te van a llevar muy poco tiempo, pero que si los practicas a diario, mejorará tu estado de bienestar y te sentirás más afortunado y en equilibrio con la vida.

1. EL DIARIO DE BIENESTAR

Se trata de escribir cinco minutos, cuando puedas estar relajado por la noche, un pequeño relato de todo lo que has disfrutado durante el día. Pequeñas cosas que tengan que ver contigo, tu trabajo, tu pareja, los hijos, amigos, familia, un paseo, tu capacidad para manejar tus emociones, o el haberte enfrentado a una situación con éxito, haber ordenado algo que lleva tiempo en el caos, acabar un informe, pasear dándote el sol en la cara, la película que has visto, ese sueño de diez minutos tan reparador después de comer. Lo que sea que te haga sentir mínimamente bien. Anótalo todo. No te llevará más que unos minutos y te sentirás a gusto, tendrás la sensación que el día ha valido la pena y te meterás en la cama muy tranquilo.

Además, el hecho de tener que escribir el diario por la noche, provocará que durante el día andes buscando pequeños placeres para poder

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redactarlos más tarde. Tu cerebro se estará orientando a las cosas bonitas, a los detalles y a la benevolencia. Será como un rastreador de momentos felices para tener material que escribir por la noche. Estarás eligiendo dónde centrar tu atención. Y tal como he explicado al inicio, mientras centras la atención en un tema, impides que se vaya a otros. Si buscas lo que suma, te distraes de lo que resta. Es así de fácil.

2. TUS INNEGOCIABLES

Elabora una lista con cinco cosas que te hacen sentir bien, sencillas, y no dejes de practicarlas durante el día. Tus innegociables pueden ser: media hora de lectura, tomar todos los días un té, hacer una llamada relajante y reír con algún amigo, cenar con el teléfono apagado y darte un baño con música. Cada uno tiene sus innegociables. Tienen que ser actividades que dependan de ti, que no cuesten mucho dinero ni te hagan perder mucho tiempo y que de verdad te reconforte. Cuanto antes confecciones tu lista, antes estarás pensando y trabajando en tus pequeños placeres.

La felicidad está más cerca de lo que te imaginas, pero dejamos de prestar atención a los detalles porque forman parte de la rutina. El valor que damos a las cosas lo decidimos nosotros, tanto a las batallas que nos amargan, como cuando dejamos escapar segundos y minutos de felicidad.

Deja espacio para tus deseos Publicado: 25/12/2013 10:01

¿Cómo vas a conseguir objetivos nuevos si no tienes espacio?

Se acerca el nuevo año, el famoso día uno de enero dónde parece que la actitud se transforma. Nombrar el día uno es apelar al cambio, a la fuerza de voluntad, a fantasear con deseos y darle al ON para que se cumplan. El día uno de enero de todo año nuevo es el día de los Reyes Magos de la fuerza de voluntad.

Pero solo es el pistoletazo de salida, el "preparados, listos, ya". Las teorías sobre establecimiento de objetivos siempre te hablan sobre cómo planificar, la importancia de calendarizar lo que te propones, pero olvidan el primer paso fundamental: deshacerte primero de lo que no te conviene.

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Es más sencillo sustituir un hábito del que quieres deshacerte por otro que te conviene, que simplemente planificar todo lo que vas a emprender. Porque, ¿dónde tienes pensado meter tanto cambio?

Esto es cuestión de física: quieres hacer deporte, ponerte a dieta, salir más con los amigos, arreglar esa ropa a la que llevas sin coserle botones algunos meses, llevar a la modista ropa que llevas tiempo sin ponerte porque no te sirve, meterte en un curso de cocina, leer más... pero, ¿cuándo, cómo y dónde?

Pues empecemos por desprendernos. Nos cuesta mucho desprendernos de las cosas. Nos excusamos en que les tenemos cariño, que nos traen recuerdos, y poco a poco nos vamos convirtiendo en Síndromes de Diógenes en potencia. ¡Cuántas cosas no llevarás en esa mochila, que ni te hacen feliz, ni necesitas! Y cuántas exigencias te impones en tu vida para seguir conservando ese peso de la mochila que ya forma parte de tu rutina. ¿De qué te tienes que desprender? Estamos a una semana de la entrada de año, una semana mágica en la que vas a deshacerte de todo lo que no te conviene. ¿Estás preparado para hacer tu lista? La sensación de entrar en 2014 libre de carga es un gustazo, o por lo menos libre de mucha carga que ahora puedes solucionar.

Te voy a dar ejemplos. Puedes desprenderte de:

La obligación de quedar bien con todo el mundo. De la necesidad absurda que crees que tienes de beber alcohol. Si lo

haces de forma moderada y porque disfrutas una copita de vino en las comidas, genial. Si lo haces porque no sabes qué tomar cuando sales, fatal. Hay muchas otras alternativas.

Puedes decir adiós a los complejos que te limitan: que si te sientes gordo por esos dos kilos de más, que si eres el que te has quedado en paro y te sientes poca cosa, que si tu nariz es aguileña, que si te estás quedando sin pelo. Jolín, acéptate de una vez y cambia lo que puedas cambiar. Pero deja de mirarte con desprecio. Tú eres valioso, por el simple hecho de ser persona.

Deja de hablar cada dos por tres con esa persona que te chupa la energía, sí, esa persona con la que cada vez que cuelgas el teléfono te sientes agotado y triste. Vete reduciendo las llamadas, o dile que por favor te hable de cosas positivas. No eres la hermanita de la caridad emocional.

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Despréndete de cosas en casa: esa ropa que llevas años sin utilizar y te quita espacio en el armario, ese electrodoméstico de la teletienda que fue un gasto inútil y que no llegas a utilizar o del regalo ese de boda que te da pena tirar pero que te parece horroroso.

Mete simbólicamente en una caja todas las preocupaciones que no dependen de ti y a las que ahora no puedes dar una solución. Y guarda esa caja en una estantería hasta nueva orden.

Y deja de enviar mensajes a ese chico o chica que no te hace ni caso. El día uno de enero no se le va a encender una bombilla en su cabeza y se va a dar cuenta que eres el amor de su vida, el día uno tampoco va a cambiar de idea. ¡Cómo quieres que llegue tu hombre o mujer de tus sueños si no te has desprendido de quien te ningunea! ¡PUERTA! Ah, y despréndete también de la idea de que no podrás soportar la emoción de no tenerlo. Lo podrás soportar como lo hemos hecho todos, el desamor es algo natural.

Y apaga la obsesión por tener un coche mejor, un bolso más caro, esos zapatos sin los que no puedes vivir o ese reloj que te fascina. Haz más el amor y piensa menos en temas materiales, que seguro que te hará más feliz, tendrás una piel más bonita, más endorfinas y una sonrisa en tu cara de oreja a oreja.

Para hacerlo más divertido, puedes hacer una fiesta de despedida de cosas e ideas absurdas. La puedes hacer tú solo o con compañía. Igual que se hacen despedidas de soltero, nosotros vamos a hacer una despedida de todo lo que no necesitamos, aunque ahora creas que son imprescindibles.

Para que lleguen cosas buenas a tu vida, tienes que dejar hueco permitiendo que salgan las malas.

El cambio necesita espacio.

Ahora que has hecho hueco... SUEÑA. Imagina tu vida como un sendero, un camino, una carrera de fondo, como tú quieras. Tu PEDAZO DE SUEÑO MARAVILLOSO está al final. Coge una cartulina o un papel continuo de un metro y escríbelo por favor, con letras grandes, con colores, sé creativo incluso para escribirlo. Y ahora, vete al inicio de ese sendero y empieza a pensar y a escribir todo lo que necesitas para alcanzarlo (lo de escribir es importante, porque nada cambia solo por tenerlo en la mente). Haz un mapa del proceso y del final: contactos, lugares, formación que necesites, visitas, nivel de esfuerzo, tiempo, recursos, etc. Haz un collage con fotos, dibujos, en el que vayas plasmando

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tu proyecto y lo que has soñado. A medida que vayas dando pasos, vete poniendo ticks, rediseñando tu esquema, añadiendo. Ese sueño que ahora es visual, que está plasmado por escrito y dibujado, es flexible, para que vayas añadiendo y quitando lo que necesites.

No pierdas nunca la parte interactiva con tu sueño. Fantasear con lo que quieres está genial, pero tienes que materializarlo. Tienes que trabajarlo, planificar, calendarizar, llamar, visitar, hacer, ACTUAR. Si no actúas, no estás siendo protagonista de tu sueño. No dejes lugar a la improvisación, cuanto más planifiques y te involucres con tu objetivo, más fácil será alcanzarlo y modificar lo que no esté funcionando.

No te agobies queriendo cambiar ahora todo a la vez. De la lista que tengas, empieza por lo que más te apetezca o lo que más necesites. No siempre coindice la necesidad con el placer. Eres tú quien tiene que priorizar. Querer hacer todo de una puede llevar a agobiarte y que al final no hagas nada.

Y cuidado con el querer todo ya y ahora. No, tranquilo, paciencia. Llevas tiempo sin hacer lo que ahora empiezas. Ni medio agobio. Piensa que estás en el proceso que deseas, ¿qué más puedes pedir?

Deja que las cosas fluyan. Y disfruta.

El éxito y la vida Publicado: 04/09/2013 07:37

No cometer errores a veces no es sinónimo de ser mejor, sino de atreverse menos.

¿Te has preguntado alguna vez por qué hay personas que triunfan y otras que no? ¿Por qué a algunas les sonríe la vida y a otras menos? Hay personas blancas, negras y grises. Siempre se ha dicho que algunos nacen con una estrella y otros estrellados. Como si la suerte y el éxito dependieran del destino o estuviera en nuestro código genético. Nada más lejos de la realidad. La suerte y el éxito, en gran parte, dependen de cómo nos relacionamos e interpretamos nuestro entorno. O ves un entorno lleno de oportunidades, o lo miras con los ojos de alguien que no espera nada.

El deporte es un reflejo de la vida. En el deporte hay jugadores exitosos y otros, que a pesar de tener talento, no llegan a triunfar. En el deporte, como en la vida, no hay una relación directa entre lo que te mereces y lo que inviertes para conseguirlo. No basta con tener talento, hay que saber darle valor. Muchos deportistas y muchos trabajadores se esfuerzan, entrenan, trabajan, son buenos compañeros y mejores

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personas, son coherentes con su escala de valores y a pesar de todo, no consiguen el éxito. Porque además de todo lo que depende de ti, también existen variables ajenas a nosotros...los rivales, el clima, los jueces, los jefes, los malos compañeros. Pero prestar a tención a lo que no podemos manejar es absurdo y una pérdida de energía.

¿De qué depende tener éxito en la vida?

La carga genética. Impepinable, y si no que se lo digan a Usain Bolt. Claro que si Usain no se entrena, no hubiera llegado a ser el mejor velocista del mundo. Así que la carga genética es importante, pero no determinante. Necesitas materia prima. ¿Has probado a hacer un salmorejo con unos tomatitos vulgares y luego otro salmorejo con unos buenos tomates, rojos, brillantes, gustosos y carnosos? ¿No es lo mismo verdad? El sabor cambia completamente. Pues lo mismo con nuestra biología. Pero... no tires la toalla si no tienes el físico o la inteligencia que deseas. La actitud y otros factores pueden suplir o ayudar a conseguir tu objetivo.

La inteligencia emocional y la capacidad de comunicación. Muchos alumnos que no obtuvieron un expediente brillante en cuanto calificaciones, han llegado a ser grandes triunfadores. La inteligencia emocional te permite estar en tu sitio, relacionarte con la gente de forma exitosa, entender emociones y expresar las tuyas de forma apropiada, defender tus derechos, en resumen, ser un animal social. Ser emocionalmente inteligente es un ingrediente importantísimo, la capacidad de expresarte en público y de saber estar, están presentes en cualquier trabajo. Las personas que tienen un discurso coherente, que sonríen, que se expresan de forma adecuada, las contemplamos con credibilidad, nos dan confianza y les otorgamos un valor añadido. Y esta inteligencia, a diferencia de otras, sí es entrenable. Puedes llegar a ser todo lo socialmente habilidoso que desees. En lugar de ir a la carnicería y pedir medio kilo de solomillo, puedes ir a un psicólogo y pedirle "quiero kilo y medio de inteligencia emocional, ¿me entrenas, por favor?"

El descaro y atrevimiento. La valentía tampoco viene en el código genético. La valentía se educa dejando que los hijos y los alumnos se equivoquen, priorizando el intento por encima del éxito. Si solo buscas éxito en tus alumnos, dejarán de intentar cosas nuevas con las que se sienten incómodos. Valora la creatividad y la búsqueda de oportunidades por encima de hacerlo bien o hacerlo mal. Está claro que hay errores debidos a los despistes y falta de profesionalidad a los que no se les puede hacer la vista gorda. Pero las equivocaciones fruto de querer intentarlo, de hacer las cosas de forma diferente, de probar a tener autonomía, deberían ser incentivadas. Ha hecho mucho daño esa madre que por hacer las cosas rápidas y bien te quitaba los platos de las manos y te impedía que fueras experimentando en las tareas domésticas... "quita, quita, que así termino yo antes... que si tengo que esperarte, se nos echa la noche encima..."

Lidiar con el fracaso y el error. La mayoría de los deportistas que no comenten errores no son mejores, sino que se atreven menos. Evolución implica equivocarse. Nadie evoluciona sobre la base del éxito. El error de hecho es una forma de aprendizaje. Estamos acostumbrados y educados a machacarnos con el error, porque así parecemos más responsables. Si no te flagelas porque te has equivocado, parece

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que no lo sientas. El peor error es darle vueltas y rumiar, en lugar de mirar al frente y buscar soluciones. Equivocarse debe conducirnos a analizar qué hemos hecho para buscar alternativas, nuevos caminos, otras formas de lograr el objetivo. Nada más. Rumiar el error para que "te quede clarito que eres malo y que lo has hecho mal" es gastar energía en lo que no tiene vuelve atrás. El error es para aprender, punto.

La resilencia o la capacidad de sobreponerse. Es imposible salir adelante y triunfar si te recreas en todo lo malo que llevas sufrido, en las oportunidades perdidas, en qué pudiste haber hecho, en lo que falló, en quien te hizo daño y en que la vida es injusta. A pesar de que todo esto sea cierto, ¿qué haces dándole vueltas a lo que ya no tiene solución? Las personas con resilencia miran al frente y dejan en la cuneta todo lo que resta. Y es muy fácil, solo tienes que decidir a qué le prestas atención. Tu cerebro no puede ocuparse de dos temas tan dispares a la vez: o te dedicas a pensar qué es lo que no funciona o te dedicas a pensar qué hacer para que funcione. La segunda opción te abre puertas y te aleja del sufrimiento. La elección la haces tú. Sobreponte a la vida, porque la vida no lo hará por ti. Las personas resilentes se centran en el positivismo, en creer en las personas, en pensar que el futuro les traerá el premio si se esfuerzan. El resilente no es despistado e imprudente. Es alguien con capacidad para sufrir, para dar más, para volver a intentarlo, alguien que analiza de forma objetiva los más y los menos.

El apoyo social. Rodéate de personas que te aconsejen bien, de gente que te quiera de verdad y te desee lo bueno. El apoyo social, ese ánimo que todos necesitamos en los momentos duros y en los buenos, ese aliento te alimenta. La familia, tus socios, tus amigos, hasta el señor que te pone el café en el bar y te pregunta que cómo va ese negocio. Busca gente parecida a ti, con calidad humana, con la que te sientas a gusto. Es una fuente de placer y bienestar.

Actuar, tomar decisiones, implicación, esfuerzo y ser coherente con tu escala de valores. Si no hacemos triunfar el talento es como no tenerlo. El éxito no está en SER excepcional, sino en HACER las cosas de forma excepcional. Hay personas que esperan que la suerte les llame a la puerta. Pero para encontrar el éxito, hay que cruzar la puerta y hacer cosas. Hacer cosas suena vago y general...pero hay tanto que se puede hacer que cuesta mucho especificar. Cada uno en su terreno, en su área, dentro de su especialidad, puede actuar. Actuar significar poner en práctica todas las grandes ideas que almacenamos en la cabeza. La cabeza está bien para idear, crear, darle forma, analizar, ver las ventajas y desventajas. Pero si tus grandes ideas se quedan solo en eso, en ideas, no las podrás disfrutar y vendrá otro, que tarde o temprano, las haga valer. Actuar también significa trabajar, esforzarte, abrir puertas y que te las cierren, muchas veces en tus narices. Pero tú lo volverás a intentar, porque siempre hay algún momento en la vida que te da paso o alguien que confía en ti para darte esa oportunidad. Solo es cuestión de intentarlo un poco más, con más intensidad, con más contactos, tocando a más puertas. Es cuestión de la calidad que ofreces con tus ideas pero de la cantidad de oportunidades que creas. En este caso, más si es sinónimo de mejor.

La formación. Tienes talento, actitud, un grupo de personas que te apoyan... pero si no te especializas, si no estudias, te formas, coges experiencia, imitas a los mejores,

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no llegarás a nada. No se para de aprender en ningún momento de la vida, y todo lo que puedes aprender te sirve en algún momento. No menosprecies la formación ni la cultura, cultívate como persona y como profesional.

¿En qué medida depende el éxito de ti? No tengas dudas, tú eres el protagonista de tu vida y de lo que sucede en ella.

Tu crítico interior es tu mayor enemigo

Todo tiene un límite, incluso la educación en valores. Desde pequeños nuestros padres y educadores nos inculcan el valor del esfuerzo, la importancia del compromiso y del trabajo para alcanzar nuestros sueños. Y que tenemos que hacer las cosas bien hechas. Hasta aquí, amén.

Pero, ¿cuál es el límite entre lo que está bien hecho y lo perfecto? ¿Cuánto tiempo pierdes dándole vueltas a una tarea, a una relación, a un comentario que dijiste porque dudas de que esté todo lo bien que podría estar? Muchas personas sufren ansiedad y frustración en su trabajo y en su vida personal y social porque tienen la sensación de que lo que hacen nunca está lo suficientemente perfecto, de que se podría haber mejorado y se sienten culpables. Culpables por detalles que los demás nunca seremos capaces de apreciar.

Querer ser perfecto es imposible, absurdo y poco eficaz. Nada es perfecto, porque siempre te queda la impresión de que lo podrías haber mejorado. El tiempo que inviertes en esos detalles que nadie aprecia lo podrías invertir en mejorar tu calidad de vida, en disfrutar, en dejar que todo fluyera en lugar de atormentarte.

El perfeccionismo es un monstruo, con ojos grandes, que te pone cara de malo cada vez que no le haces caso. Y es amigo de la mala conciencia, una bruja, que a veces se pasa de listilla y también te hace sufrir.

A veces racionalizas de más, te das explicaciones a ti mismo para llegar a encontrar el argumento con el que quedarte tranquilo. Pero no siempre funciona. A veces le das demasiadas explicaciones a tu mente, das demasiadas vueltas a todo, y lo que provocas con este método es darle más valor a lo que te preocupa. Buscas quedarte tranquilo, y a cada preocupación y miedo que genera tu mente, le das una explicación que te calme, que baje el nivel de ansiedad y frustración, incluso miedo. ¿No te das cuenta de que llevas toda la vida argumentando y luchando contigo mismo? ¿No te das cuenta de que no funciona, que una y otra vez tu monstruo perfeccionista y tu bruja mala conciencia te boicotean, que no te dejan ser feliz? Igual ha llegado la hora de PASAR DE ELLOS. Tu conciencia, tu perfeccionismo, en definitiva, tus pensamientos, tienen el valor que tú les quieras dar. Son mensajes que te dices a ti mismo, impresiones, interpretaciones, pero no son una realidad. Tienes que aprender a dejarlos pasar.

La manera en cómo tu mente se relaciona con el entorno, la eliges tú. Nadie te impone tu estilo cognitivo. Nadie te ha pedido que te machaques, que te sientas mal,

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que sufras... a pesar de que lo lleves en tu mochila de la experiencia y en la educación que recibiste. Igual que lo adquiriste, puedes soltarlo en el momento en el que tú lo decidas y estés preparado. Esas emociones, como la tristeza y la ansiedad, no necesitan solución. Solo necesitas contemplar lo que está pasando desde otra perspectiva.

¿Cómo pasar de tu perfeccionismo y de tu mala conciencia? Lo primero es tener claro que lo has dado todo, que te has entregado, que pusiste entusiasmo e interés. Nadie está obligado a dar más de lo que tiene. Después de esta premisa, ya puedes pasar.

Pasar implica no prestarles atención, no escuchar a tu mente. Que los pensamientos tengan presencia, no significa que tú les atiendas. Piensa en la siguiente metáfora sobre la rabieta de un niño. Que un niño coja una rabieta en la calle porque desea que le compres algo no te obliga a que se lo compres. Al revés, te equivocarías si lo hicieras. La técnica adecuada en este caso es decirle al niño, con un tono de voz tranquilo y paciente "cuando se te pase, seguimos caminado" y dejar que llore hasta que se tranquilice. Con los pensamientos machacones, con las exigencias del perfeccionismo hay que actuar igual. Cuando se presenten en tu mente, contémplalos como si no fueran contigo y di "gracias, sé que estáis ahí, si nos os importa yo sigo disfrutando de mi libro, mi película o lo que estés haciendo en ese momento...y cuando os parezca bien, os vais". Esto es no prestarles atención, porque en el momento en el que les prestas atención, tu mente interpreta que te preocupan, que es algo que debes atender, y te los repite una y otra vez.

Hay ejercicios, sobre todo los basados en el humor, que te ayudarán a pasar de tu perfeccionismo. Cada vez que te exijas:

Imagina el monstruo del perfeccionismo en tu cabeza, dale una forma graciosa y haz el gesto mental de ponerle un esparadrapo en la boca y dile "tú, calladito, que hablas mucho y ayudas poco. Ahora voy a disfrutar de esto que estoy haciendo. Ya luego, si me apetece, te quito el esparadrapo".

Imagina también cómo sientas a tu bruja de la mala conciencia y al monstruo del perfeccionismo encima de un palo de escoba y los mandas de viaje espacial. Y a la par, les dices "muy agradecido por vuestros consejos, pero si no os importa voy a seguir con lo que estaba haciendo".

Ejercicios como éstos puedes idear todos los que quieras, cuanto más creativos y más te rías con ellos mejor. Lo que buscan es ACEPTAR LO QUE TE PREOCUPA y a la vez, NO PRESTAR ATENCIÓN, porque aquello a lo que prestas atención, se expande y magnifica. Eres tú el que decides que ese perfeccionismo es importante y una amenaza para ti, y le das valor, le das vueltas, te sientas a argumentar con él, le das la razón, te sientes culpable y te bloquea... y lo más importante, te impide ser feliz y centrarte en el presente.

Deja de boicotearte. Se acabó, dale vacaciones. Reírte de la situación te confiere control. Y estate tranquilo, reírte no te convierte en alguien poco responsable, no vas a caer en la dejadez. Lo que vas a conseguir es ser feliz y no convertir en tremendo algo que no lo es.

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Muchos pensamientos inútiles desaparecerán si rompes con hábitos negativos. Romper hábitos es sencillo, más que querer cambiar la mente. Romper un hábito que te lleva al perfeccionismo es ponerte un tiempo y horario de trabajo. Muchos perfeccionistas se dejan llevar por su dedicación, no se ponen tiempo, no se organizan, no hay límites, por lo que sus mentes siempre están trabajando y dando vueltas. Romper el hábito significaría establecer tiempos y horarios en los que no se puede trabajar, y rellenar ese espacio con lo que te haga pasarlo bien... hacer deporte, estar con la familia, ir al cine, leer o no hacer nada.

Los pensamientos no son ni malos ni buenos, ni negativos ni positivos. Son útiles o inútiles. Clasifícalos. Inútiles son todas aquellas preocupaciones que, en este momento, aquí y ahora, no tienen solución por tu parte. Igual en dos horas o dentro de dos meses se convierten en útiles, pero hoy, no lo son. Con los pensamientos inútiles, actúa con pasotismo. Por prevención de tu salud emocional. Si quieres ser feliz, acepta lo que no depende de ti y centra toda tu energía en lo que sí puedes manejar.

Dos frases que condicionan el estado de ánimo Publicado: 09/08/2013 07:35

Lo que nos decimos a nosotros mismos condiciona lo que hacemos, cómo actuamos y también nuestra relación con los demás. Pero sobre todo, condiciona nuestras emociones. Si te encuentras con alguien por la calle y te pregunta "¿cómo estás?" y le contestas "BIEN, PERO...". No es lo mismo que cuando le contestas "estoy genial". Piensa por un momento en cómo sería la expresión de tu cara en ambas respuestas. En la primera, no hay alegría, porque a pesar de estar bien, siempre hay un pero detrás que lo estropea todo. Ni tu cara es de felicidad ni la de la persona que te está escuchando. Pero en la otra versión, "estoy genial", tú sonríes, muestras tu alegría y la persona con la que estás, también. Hay una transmisión de sentimientos positivos, las dos personas os sentís bien.

Fíjate ahora en esta otra conversación, también muy típica. Se encuentran dos amigas y una le dice a la otra "oye chica, enhorabuena, qué bien el trabajo que tienes ahora, cuánto me alegro de que te hayan cogido...", y la amiga le contesta "si, la verdad, está bien...pero hija, está todo tan mal, Y SI me largan dentro de seis meses". El "Y SI..." famoso.

Estar bien y ser feliz no es un pecado, es casi una obligación. Es tu misión. ¿Para qué estás en la tierra? Para ser feliz. Entre el "y si" y el "bien, pero..." no hay manera de disfrutar y de recrearnos en el presente. Porque en lugar de sentir plenamente lo que tienes ahora, el trabajo, o estar bien, o

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tener una situación medio cómoda, solo estás pensando en qué puede pasar si pierdes lo que ahora tienes, si algo sale mal, si te fallan, si enfermas, si, si, si...

¿Has pensado qué es lo peor que podría pasar si te abandonaras al bienestar? Si simplemente te quedaras en "estoy genial, todo nos va bien" ... o si contestaras "chica, una maravilla mi trabajo, qué bien que me han cogido, ahora a disfrutarlo"... ¿no crees que de alguna manera condicionarías tu felicidad?

Es cierto que el estado de felicidad no es eterno, ni siempre es el mismo, pero anticipar lo que puede fracasar no te previene de nada. No eres mejor persona ni más responsable por anticipar las consecuencias de perder lo que ahora tienes. Deja de prevenirte de lo que no deseas que ocurra. Así impides dirigir toda tu atención a lo que sí depende de ti en este momento.

Otro motivo por el que puede que no acabes tus frases transmitiendo tu estado de bienestar es la superstición. Muchas personas piensan que si se recrean en que están bien, si lo comunican... "vendrá una plaga o un castigo divino y les quitará lo que más desean, la felicidad". FALSO, rotundamente FALSO. Puedes hartarte de decir que estás bien, que tu vida es genial, que te sientes pletórico, que nada de eso condiciona la felicidad futura. Al revés, igual te metes en un bucle en el que cada vez estás más pendiente de lo que sí funciona en lugar de lo que no. ¿Por qué deseas prepararte para lo peor? ¿Y si lo peor no llega? ¿Qué haces pensando en lo que no quieres que pase?

Un tercer motivo es llamar la atención. Desde pequeñitos nos enseñaron que el que no llora no mama. Así que si vas por la vida de persona feliz, contento, enérgico, intuyes que nadie te va a llamar, que no te van a preguntar cómo estás y que dejarás de tener atención. Falso, REFALSO. Las personas están deseando llamar a los que se sienten bien, porque son una fuente de energía positiva para los demás. Nadie quiere mantener una conversación, por norma general, con personas que solo hablan de lamentaciones, desgracias, de crisis y de problemas. Esto quema y te contagia. La energía positiva genera fuerza, inspira a otros, los motiva, los alienta y hace que se sientan bien. Yo quiero tener al lado gente que me haga sentir bien.

A partir de ahora, cuando te pregunten ¿cómo estás?, trata de focalizar la atención en lo que sí marcha: "Bien, los niños bien, yo estoy haciendo deporte, ah... y ¿sabes que me llamó el otro día aquella amiga que hace tanto tiempo que no hablaba con ella? Fue genial". De verdad, no

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aproveches cada interacción para contagiar que eres un alma en pena o que siempre hay un fallo. Vivir así te condiciona a ti y a los tuyos. Cada vez que contestas de esta manera, la persona que interactúa contigo, piensa "madre mía, no hay un día en que pregunte a fulanita qué tal y no tenga un pero". Uno se cansa de los "Y SI..." y de los "BIEN, PERO...".

¿Y si miras a la vida con soluciones? ¿Y si las cosas salen mejor de lo que esperabas? ¿Y si terminas teniendo éxito? ¿Y si te responden al mensaje que estás esperando? ¿Y si no es nada grave?

BIEN, PERO sería demasiado bonito :)

Tu cerebro funciona como un GPS Publicado: 07/07/2013 09:20

La pregunta es sencilla, cuando programas el GPS del coche para que te lleve a una dirección que desconoces, ¿qué información introduces en el navegador? ¿Le metes la calle concreta y el número al que te diriges, o le indicas varias opciones de direcciones por las que no debería ir?

Tanto con la primera opción, introducir la dirección correcta, como la segunda, en la que descartas las alternativas que te conducen a un lugar equivocado, buscas llegar al sitio deseado. Pero la primera es fácil y eficaz, y por ello es la que siempre utilizamos, y la segunda solo te complica la vida.

Pues esta metáfora del GPS también te la puedes aplicar a tu forma de procesar la información, a los pensamientos que eliges para alcanzar tus metas, a cómo interpretas lo que ocurre a tu alrededor y que condiciona tus emociones y tus actuaciones.

Tu cerebro es un GPS y el que lo programa eres tú. Si le metes la dirección equivocada, si centras la atención en los fallos, en lo que no tienes que hacer, al final aumentas la probabilidad de fallar, de desconcertarte y obtienes información contradictoria, en lugar de darte instrucciones sencillas, claras, positivas y útiles.

Fíjate en el ejemplo que te describo a continuación.

Has quedado con una persona que te gusta mucho y tienes miedo a estropear la cita. Durante el camino hasta el restaurante vas pensando...

• No te pongas nervioso.• No seas aburrido.• No parezcas un sieso.

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• A ver si no vas a estar a la altura.• Seguro que le parezco poco interesante.• Etc.

Estás introduciendo en tu GPS lo que no deseas que ocurra, estás dando valor al fracaso, a todo aquello que puede echar por tierra tu cita. En el fondo deseas gustarle, triunfar, que se interese por ti, pero en lugar de hablarte en términos útiles, te hablas con miedo, anticipando lo que no deseas que pase porque piensas que así lo previenes. Pero lo único que consigues es acrecentar el error. ¿No sería más sencillo que te dijeras algo así como...?

• Sonríe, estate tranquilo.• Piensa en qué te gustaría contarle. Vete buscando temas de conversación.• Compórtate con naturalidad, como tú eres.• Siendo amable y simpático, siendo yo mismo, no corro el riesgo de equivocarme. • Disfruta.

Si al final te hablas a ti mismo en estos términos, no te asegura el éxito, ni gustarle a la chica o al chico, pero seguro que sí aumenta la probabilidad de que ocurra lo que estás planeando. Estás introduciendo en el navegador la dirección correcta.

No importa la temática, el ejemplo es una cita, pero podría ser una competición, la interpretación de una ruptura, una pérdida, una entrevista de trabajo... Lo que trato de hacer llegar a través de este artículo es la importancia de facilitarte la vida, incluyendo lo que piensas.

Nuestro cerebro está programado para buscar amenazas y para detectar el peligro. Es una función biológica que nos protege y nos permite reaccionar con bravura ante situaciones que podrían acabar con nuestra vida. Pero ahora hemos convertido en amenaza todo lo que nos rodea, por lo tanto estamos todo el día en tensión, anticipando cosas negativas, viendo fantasmas donde no los hay.

Hay pacientes que convierten un catarro de sus hijos en una pulmonía, un dolor de pecho en un infarto (que pueden ser hasta gases), un mal día de trabajo en un despido, un "no me cogen el teléfono" en un "ya he hecho algo y se ha molestado conmigo"... La vida es más fácil.

¿Qué haces todo el día pensando en lo que no quieres que ocurra? Trata de focalizar la atención en lo que tiene que pasar, en lo que depende de ti, en programar al GPS con la dirección correcta. No te vuelvas loco anticipando miedos y situaciones catastróficas que puede que nunca ocurran.

La próxima vez que tengas un reto por delante, una situación en la que te gustaría estar relajado o un miedo al que te tengas que enfrentar, deja sencillamente de pensar en lo que sientes o en lo que puede salir mal. Verbaliza en alto lo que quieres que pase. Mientras llenas tu depósito de pensamientos útiles, mientras eliges lo que tiene que pasar por tu mente, impides que entren esas ideas negras, tristes, marchitas, aterradoras que te bloquean y te impiden avanzar. Esos pensamientos los eliges tú.

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Sólo tienes que tomar conciencia de qué deseas que ocurra y verbalizarlo. Nada más. Y repetir este ejercicio hasta que se automatice.

Para facilitarte la tarea, puedes empezar por preparar lo que deseas pensar por escrito. Ante una situación, describe la historia que te gustaría vivir, pero siempre en términos de lo que hay que hacer y no en términos de aquello en lo que puedes fallar. El cerebro obedece mejor cuando le damos órdenes claras y sencillas, que cuando le damos frases con dobles negaciones y contradictorias.

Y olvídate de la FALSA NEGATIVIDAD, que es esa que procesan algunas personas pensando que si anticipan lo peor, les llegará algo bueno. Dicen que si fantasean con el éxito, el batacazo será mayor. Pero la ciencia ha demostrado que las personas que se preparan para fracasar pueden caer en la profecía autocumplida. Su cerebro se convierte en ese radar que está pendiente de los estímulos que confirman su teoría, esa que dice que todo puede salir mal.

Las personas que se preparan para tener éxito, se esfuerzan más, porque confían en que al final tendrán un premio. Y cuando se equivocan o no consiguen aquello para lo que se esforzaron, les duele, pero con la misma intensidad que los que anticipaban el fracaso. Así que ser pesimista ni siquiera te protege del malestar y el dolor cuando no alcanzas lo que deseas.

Tú puedes vencer tus fobias y miedos Publicado: 23/04/2013 08:02

La fobia es un MIEDO exagerado a algo. Las personas no compartimos los mismos miedos. Por ejemplo: todos tenemos miedo cuando nuestra vida está en peligro, pero no todos desencadenamos la respuesta de miedo cuando vemos un inocente ratoncillo. Las personas que lo padecen lo pasan tan mal y puede llegar a ser tan incapacitante, que este tipo de miedos están recogidos como un trastorno de ansiedad dentro de los manuales de diagnóstico psicológico y psiquiátrico. Hoy te voy a enseñar a identificar y tratar la fobia simple.

Puedes saber si tienes una fobia cuando...

Sientes un temor acusado y persistente, que se desencadena ante la presencia de tu fobia. Y reconoces que es irracional... a ti te parece absurda tu respuesta, pero no la puedes evitar. Por ejemplo: tener lloros, gritos,

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descontrol, sensación de pavor cuando vas a coger un avión, cuando ves un animal que temes, cuando te metes en un ascensor...

Evitas estar en contacto con tu fobia. Dejas de ver países maravillosos porque no coges un avión, incluso te pierdes una oportunidad de trabajo. No vas de visita a casa de amigos que tengan animales que te dan miedo; subes seis pisos por la escalera porque no coges el ascensor o incluso dejas de ir a casa de alguien por no subir a pie.

Evitar te lleva a limitar tu vida por completo. Tu vida poco a poco se va reduciendo, no te sientes con la misma libertad y oportunidades que tienen los demás, pero no porque esas oportunidades no existan, sino porque tú vives en un mundo pequeño, en el que existen unas amenazas que te impiden hacer lo que quieres.

Las fobias simples más comunes son las relacionadas con:

Los animales: insectos de todo tipo, pájaros, perros, gatos, serpientes, arañas...

La naturaleza: tormentas, rayos, lluvia...

Salud y daño: inyecciones, sangre, sufrir dolor...

Situaciones: aviones, autobuses, ascensores, altura, aglomeraciones...

Otras

Las fobias aparecen por diferentes motivos:

1. En la infancia. Interpretas una situación que has vivido como peligrosa y sigues viviendo después con ella. Muchos niños que se han quedado encerrados alguna vez, de adultos tienen claustrofobia.

2. Vivir una situación traumática, como quedarte encerrado en un ascensor durante horas.

3. Observando a personas con fobias y de los que aprendiste a dar esa respuesta, como una madre que gritaba de forma descontrolada cada vez que se encontraba con una araña. Tú viste esa respuesta y aprendiste que las arañas son peligrosísimas... si no, ¿por qué tendría tu madre que gritar de esa manera?

4. La sobreprotección, como que te estén alertando todo el día y advirtiendo del peligro de todo. Hay personas muy sensibles y susceptibles que les cuesta de racionalizar la información que reciben. Todo les afecta en

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exceso y si les dicen que estamos en un mundo peligroso, lo engrandecen y contemplan con más peligro del que realmente tiene.

¡Pero estás de suerte!

Como las fobias son patrones de comportamiento adquiridos, es decir, que has aprendido en la infancia o a lo largo de tu vida, en el momento en el que tú lo decidas, puedes desaprender y educarte en cómo te gustaría relacionarte con tu fobia. Tu miedo no viene genéticamente determinado, como el color de los ojos, sino que en un momento determinado lo aprendiste y te lo quedaste para ti. ¡Ay pillín, suéltalo que no es tuyo... y además te está limitando!

No se trata de eliminar la respuesta de miedo. De hecho, hoy estamos vivos porque hemos sido capaces de tener miedo y ansiedad, y éstas emociones nos han permitido luchar y huir de lo que SÍ ERAN AMENZAS REALES... las fieras en las cavernas.

Pero un ratoncito no es un mamut, volar no pone en peligro tu vida, estar en un ascensor no es un lugar en el que te vayas a quedar encerrado de por vida. Así que, en todas esas situaciones dónde el peligro esté más en tu imaginación que en la realidad, trata de poner en práctica estos consejos.

1. Lo primero es saber que NO ESTÁS LOCO, sólo reaccionas de forma exagerada, y eres consciente de ello.

2. Empieza por practicar alguna técnica de relajación, como la de Jacobson, que te permitan reducir ese nivel de activación de tu sistema nervioso. Así, llegado el momento de enfrentarnos a la situación, estarás en pelín más tranquilo. Si aprendes a respirar con el diafragma, mejor todavía. Te dejo una técnica para que te la pongas cada noche antes de dormir. No sólo te relajará, sino que tendrás un suelo reparador y profundo.

3. Ahora es el momento de elaborar una jerarquía de tus miedos. Si tienes miedo a un animalito, elije diez ejemplos y situaciones en las que aparezca ese bicho, como te detallo a continuación.

a) Ver un ratón de dibujos animados en un cuento.b) Ver un ratón de dibujos animados en una serie de dibujos.c) Ver un ratoncito blanco e inofensivo en un cuento de niños.d) Ver un ratoncito blanco e inofensivo en una serie de televisión.e) Ver un ratoncito blanco e inofensivo en un terrario en una tienda de animales.

Como ves, las situaciones van desde la más inofensiva a la menos.

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4. Ahora trata de visualizar, imaginar, en casa cada una de las cinco situaciones. Imagínate relajado, tranquilo, viendo el ratoncito en el cuento. Trata de relajarte como te he enseñado con la técnica mientras creas las imágenes en el cerebro. Le puedes dedicar a este ejercicio quince minutos al día. Ten paciencia. Llevas toda la vida con tu fobia, no tenemos prisa en eliminarla. Cuando consigas relajarte con esa escena y no pasarlo mal, pasa a la de mayor dificultad. Y así hasta terminar con la lista.

5. Cuando te hayas expuesto a todo en la imaginación, puedes pasar a exponerte en la vida real. Sigue los mismos pasos, empieza por lo más sencillo, no huyas, deja que suba tu ansiedad, respira, es una emoción normal. No le temas al miedo, si aguantas un poco, desparecerá.

Y vete poniéndote a prueba con las situaciones que describiste al principio.

Muchas personas son capaces de saltarse el paso 4, el de la imaginación, y directamente exponerse en la realidad. Pues genial, si te ves capaz, adelante. Y si tienes que dar un paso atrás, tampoco pasa nada.

Si tienes decidido vencer tus miedos... no te agobies en querer hacerlo deprisa y corriendo. No te marques un tiempo fijo, deja que todo fluya. Vete a tu ritmo, no hay un ritmo mejor ni peor. No te machaques cuando no superes una situación. Simplemente piensa que no era el momento. Y prémiate mucho por tus avances.

Recuerda SI QUIERES, PUEDES. Y si te ves incapaz de hacerlo solo, pide ayuda a algún psicólogo. Pedir ayuda y consejo es una conducta inteligente. En esta vida no siempre puedes solucionarlo todo tú mismo.

Lo que guardamos en el baúl de los recuerdos condiciona nuestro presente

Y tú, ¿qué guardas en el baúl de los recuerdos?Uno de los responsables de por qué hay personas más felices que otras, es el BAÚL DE LOS RECUERDOS.

El baúl de los recuerdos es un gran condicionante, para bien y para mal. Influye en cómo nos relacionamos con las personas, en las decisiones que tomamos, en las elecciones que hacemos, en cómo nos sentimos y lo que esperamos del futuro. El baúl de los recuerdos es nuestro alma, la experiencia, los detalles de nuestra vida... puede llegar ser nuestro mejor amigo pero también el peor enemigo.

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No tiene una localización concreta. El baúl puede ser una caja en la que guardas cosas, pero también está en tu memoria, en tus recuerdos. Y estos recuerdos son los que condicionan en gran parte tu felicidad.

Hablando con mi amigo Jordi Juste, decidimos el otro día dividir a las personas en dos grupos... -hoy no viene al caso... Jordi, esto lo explicamos en otro artículo, eh? ;)-. Pero existe otra división: las personas que guardan recuerdos con rencor, que prestan más atención a los que les fallaron, a los fracasos en su vida... frente a las personas que guardan en su baúl los agradecimientos, los éxitos y los detalles que suman.

¿En qué grupo de los dos tienes más probabilidad de ser feliz? Sin duda en el de los recuerdos positivos. Nuestro pasado condiciona el futuro, la motivación con la que nos enfrentamos a lo nuevo, los prejuicios que tenemos hacia las personas, lo capaz que nos vemos de tomar decisiones y seguir avanzando. Los recuerdos positivos nos dicen que tenemos potencial, que hemos superado pruebas en el pasado, que tenemos experiencia para triunfar, que las personas nos aportan y enriquecen, que la vida es un lugar para ser feliz y desarrollarse, que podemos confiar y que nos deparan cosas bonitas.

Los recuerdos negativos son negros, grises, oscuros. Hablan sobre lo que no salió, sobre esa persona que te falló, aquel amigo que no se comportó como tú esperabas, la entrevista de trabajo en la que estuviste nervioso y de la que saliste diciendo que no volverías a otra más. Los recuerdos negativos tienen mucha capacidad para empequeñecer a los positivos. Y además son como las cucarachas, que ni echándoles lejía desaparecen... salvo que tú decidas que no te aportan y que serías más feliz no teniéndolos.

Cada vez que la memoria positiva del baúl asoma la cabeza, y te dice: "Hombre, tampoco es todo tan horrible, puedes confiar en esta persona, seguro que no te falla"... aparece esa memoria oscura que te recuerda: "Pero si te han fallado amigos, compañeros de trabajo, no seas pardillo, todo el mundo es igual, aquí va cada uno a lo suyo... bla, bla, bla".

Y tú, que necesitas sentirte protegido porque es ley universal, le prestas más atención al baúl negro, te dices a ti mismo que igual tiene razón, y te limitas. Dejas de confiar, de relacionarte, de buscar oportunidades... porque solo ves expectativas negativas.

Además, si llenas tu baúl de recuerdos que restan, te sentirás apagado y desolado, porque tu mundo será un lugar en el que pasan cosas malas, con personas feas, en el que tú no tienes control sobre la situación, sino que son los demás los que condicionan tu vida. Las personas que interpretan el contexto así se sienten más tristes, con menos optimismo, con menos confianza en ellos mismos y en los demás.

No trato aquí de transmitirte que todo el mundo es bueno ni ideas utópicas de este tipo. Sólo trato de que limpies tu mente, y de que la abras, que observes más allá del agravio. Que no cierres la puerta a las oportunidades y no saques conclusiones sin preguntar.

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Si quieres ser feliz, empieza por hacer una limpieza en ese baúl:

De esas experiencias que te marcaron, con las que te sientes ridículo, trata de buscar lo que te aportaron, qué te enseñaron. Y luego piensa: "Si te vieras otra vez en la misma situación ¿cómo actuarías, qué dirías?" Y una vez saques el aprendizaje, escribe en una hoja la experiencia, arrúgala y mete un tiro libre en la primera papelera que tengas en tu casa. Y cada vez que vuelva a tomar presencia en tu mente (la preocupación), di "gracias Pepito Grillo, ya conozco este tema". Y no le des más vueltas. No eres más responsable por machacarte.

Si tienes carpetas abiertas con personas que son importantes para ti, tienes dos opciones: o les llamas y hablas de forma franca, comentas qué te molestó y lo que te distancia... o eliminas a la persona definitivamente de tu vida.Mira a la gente que crees que te ofendió con otros ojos. Trata de ser empático, ¿existe otra explicación más benevolente para justificar lo que te hirió? Se encontraría enfermo, estaría nervioso, tendría un problema... o simplemente es un capullo. Si es un capullo... vuelve a repetir el ejercicio del tiro libre. Pon su nombre en la hoja, arrúgala, di BORRÓN Y CUENTA NUEVA y lanza. Si cabe la posibilidad de que no tuvieras toda la información para juzgar a esa persona, pregunta. Llama y pide explicaciones, tienes derecho a hacerlo, quédate tranquilo. Y con lo que te diga, luego, toma decisiones. Puede que te convenza lo que argumente o que no. Pero dale la oportunidad.

Con las experiencias traumáticas, como un accidente de coche en el que no tuviste responsabilidad ninguna, o alguna otra situación de éstas que la vida nos guarda de vez en cuando... acepta. Si no aceptas la parte injusta de la vida, por la que todos atravesamos alguna vez, te quedarás rumiando en el "por qué a mí, por qué yo". Y por supuesto, nadie te dará una respuesta, porque sencillamente, no la hay. Dale vacaciones al victimismo, es un mal compañero de viaje.

También nos contaminan errores nuestros que nos hacen sentir culpables, irascibles, frustrados. Para manejar estos sentimientos piensa que eres humano, que no tenías mala intención, pide perdón, disculpas. Nunca es tarde para hacerlo. La persona a la que has ofendido puede que te perdone o que no lo haga, pero seguro que valorará tu gesto y tu honestidad.

Y ahora, parte de cero. Lleva contigo un diario de bienestar encima. Basta con que sea una libretita pequeña. Y vete buscando cosas positivas con las que rellenarla. El hecho de buscar lo bueno aumenta el nivel de atención sobre lo que SÍ FUNIONA. Tu radar, ese que tienes en el cerebro, te llevará a estar pendiente de lo que te hace feliz, y este simple ejercicio ya mejora nuestro estado de ánimo.

Aprende a buscar la esencia, el detalle, lo que suma. Para conseguirlo tienes que entrenarte en ello. No sale solo si no lo has hecho hasta ahora. Mira a las personas con bondad, espera cosas buenas de ellas y de la vida. Si actúas así, si tienes ese tipo de expectativas, aumentas la probabilidad de que ocurran.

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No dejes que el pasado condicione el futuro de tu vida. Llena el baúl de experiencias, de esos momentos que quieres llevarte contigo.

Si no sabes qué ponerte, elige una sonrisa Publicado: 31/03/2014 06:57

Imagina la escena en la que alguien se dirige a su armario, abre la puerta y reflexiona delante de él. Para sus adentros piensa, "y hoy, ¿qué me pongo?" Con la misma facilidad con la que uno decide si vaqueros o falda, arreglarse más o salir informal, también podemos hacerlo con nuestras emociones.

¿Por qué? Porque nuestro estado anímico depende también de lo que nosotros elegimos.Es cierto que existen estresores, dificultades, piedras, baches. Pero no es lo que ocurre ahí fuera lo que condiciona nuestros sentimientos, sino la manera en cómo nos lo tomamos. Si las emociones tienen un sentido evolutivo, una función... ¿por qué no nos damos cuenta de que la ansiedad para conducir, ir a una entrevista de trabajo, un examen, quedar con la persona que amas, la revisión médica, no tiene función ninguna?

Tú puedes elegir la emoción que necesitas para presentarte en la situación que sea. ¿Cómo?

1. Elige cómo quieres vivir el momento. Idealiza, fantasea, recréate en qué vas a pensar, sentir y hacer. Dedica cinco minutos a este ejercicio. No te asegura el éxito pero prepara a tu cerebro para encontrarlo. Visualiza con todo lujo de detalles, lo ves a tu alrededor. Pon los cinco sentidos. No te frustres si al principio tu capacidad de visualización no es perfecta. Con el tiempo cogerás la destreza.

2. Pon por escrito tu plan. Fantasear solo no te lleva a donde deseas. Pero planificar el plan de actuación, lo facilita. Verbaliza qué estás preparado, piensa en soluciones, anticípate, imagina lo que quieres decir, cómo vas a mantener el contacto ocular, la calma con la que deseas contestar. Pon por escrito los pasos que vas a dar y lo que te vas a decir (aunque sean palabras y frases sueltas).

Imagina que te vas a presentar a una prueba, o una entrevista. Podrías redactar algo como:"Llego a la dirección que me han dado y me siento bien. Me siento a la espera de que me llamen, sonrío a los candidatos que hay alrededor, sé que puedo hacerlo. Me digo que estoy preparado. Mostraré mi entusiasmo por este trabajo. Hablaré tranquilamente de mi experiencia. Escucharé al entrevistador con tranquilidad. Pondré de mi parte para crear un clima de distensión y complicidad. Me gusta lo que hago y se lo voy a demostrar. Ah, y que no se me olvide darle la mano con decisión".

3. Y por último, ACTÚA. La vida es un escenario en el que puedes representar el papel que quieras y cuando quieras. Que te falta seguridad, compórtate como si la

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tuvieras. Que eres tímido, compórtate como alguien extrovertido. Que tienes miedo al ridículo, compórtate como alguien descarado.

No necesitas hacer un entrenamiento largo ni acudir a largas sesiones a un psicólogo. La vida es lo que tú decides.

La información propioceptiva, la que va desde nuestros sentidos hasta el cerebro, es un potente motivador para el cambio. Informa al cerebro de la postura que representa tu cuerpo, y el cerebro interpreta "si mi postura indica seguridad, es que me debo sentir seguro".

Puedes elegir mirar al frente, levantar la cabeza, sonreír a las personas, tener gestos que denoten seguridad (mantén la mirada, saca el pecho, camina erguido), hablar un poco más alto... aunque sea para que se te oiga. Puedes comportarte, caminar, mirar y relacionarte como la persona que deseas ser. Al principio puede parecer fingido, pero no te preocupes, te estás responsabilizando de tu cambio. Estás eligiendo sentir de otra manera. Y todo cambio, hasta que se automatiza, necesita tiempo y dedicación.

Mírate al espejo y juega con tu cuerpo: las posturas, háblate con contundencia y decisión. Dile a la persona que se refleja que vas a salir a por todas.

Tú eres grande, enorme, grandísimo. La vida no puede elegir por ti. No permitas que nadie te deje en el camino. Si supieras lo divertido que es ponerte delante del espejo y decir, con fuerza, y con música de fondo: "Tengo valor porque me lo curro", "tengo valor porque me apasiona lo que hago", "tengo valor porque me entrego a la gente" o "tengo valor porque disfruto la vida".

Manda al sentido del ridículo a paseo y ríete tú, con tu pareja o tus hijos al hacer ejercicios como estos. Si sales cada mañana habiéndote hablado así, ya has elegido tu estado emocional.

¡Maldita y bendita motivación!

Publicado: 18/03/2014 07:03

La queremos siempre a nuestro lado y a veces no sabemos cómo conseguirla. La motivación es la fuerza interior que predispone y arrastra hacia un objetivo. Es ese estado interno que te activa, guía y mantiene para que llegues a tus metas. Hace que persistas en ciertas acciones, es tu combustible, tu muelle cada mañana, lo que te da energías y fuerzas para mantenerte en tu propósito. Nos da igual de donde venga pero la queremos y la necesitamos para conseguir lo que nos proponemos.

"Tanto si crees que puedes como si crees que no, tienes razón", ya apuntó Henry Ford.

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Las expectativas condicionan la forma de comportarse y esto es extrapolable a cualquier faceta de la vida diaria. Y aquellos que piensan que es posible conseguir un objetivo, invierten más esfuerzo en lograrlo.

Necesitas motivación cuando te enfrentas a cualquier desafío en tu vida diaria -como dejar de fumar, adelgazar, leer, salir más, buscar pareja-, laboral o deportiva como puede ser apuntarte a un gimnasio, correr más, aumentar el número de series de un ejercicio, entrenar más y mejor, no faltar a los entrenamientos. La clave es que la emoción que sientas por desarrollarlo sea mayor que el esfuerzo que requiere. La necesitamos antes y durante. Al final solo estarás tú y tus circunstancias, así que más vale que vayas preparado con tu kit de supervivencia motivacional.

La motivación pasa por diferentes fases. Al principio se fantasea con la idea de conseguir esa meta, analizar los beneficios, los logros que implicará. Para después pasar a la acción y día a día trabajar para conseguir ese reto. Ante un mismo reto las motivaciones no son iguales para todos, lo que motiva a unos no motiva a otros. Lo mismo ocurre con la persistencia, que no todos la desarrollan igual. La motivación es algo tan dinámico, que tienes que aprender a relacionarte con ella, aquí está la clave. No esperes un nivel estable, porque la motivación no juega con esa regla.

A continuación te presentamos unos puntos de los que se alimenta la motivación, así que a por ellos. Podrás aumentar tu motivación, y lo más importante, disfrutar del camino que recorres hasta que llegas a conseguir lo que te propones. Piensa que la motivación hay que trabajarla, así que de ti depende que te acompañe en tus desafíos:

Date tiempo para elegir tu objetivo: Las prisas no son buenas consejeras, sin prisa pero sin pausa. Anota aquellos objetivos que sean específicos, medibles, alcanzables, realistas y acotados en el tiempo. Trabajar en un objetivo con estas características te dará mayor seguridad para poder empezar.

Conócete a ti mismo: Analiza tus puntos fuertes y tus debilidades para trabajar y poner soluciones. Se trata de adelantarte a ciertas situaciones y escribir la historia a tu manera. Te dará sensación de control, tú eres el que diriges. ¿Qué quieres que ocurra, cómo quieres comportarte, pensar y sentir? Si tu cerebro se prepara para ello de forma exitosa, aumentas la probabilidad de conseguirlo.

Decide un plan de acción: Centrándote en pequeños logros que debes celebrar. Deben estar por escrito, es la mejor manera de que el cerebro se comprometa aún más con el objetivo. Céntrate más en lo que llevas conseguido que en lo que te queda, y sobre, todo, en el presente: en este momento y no en lo que todavía no has conseguido. De este modo no se dispara la alarma de la ansiedad.

No desaproveches tu energía física o mental: en personas, cosas, situaciones que te alejan o te dejan en el camino. No olvides que lo que no suma, resta. No te quejes, no rumies porque no solucionas nada. La conducta victimista, además de aportarte pocas soluciones, te deja fuera de juego la mayoría de las veces. En este caso "quien no llora no mama" no es una solución. Recuerda que estás superándote a ti mismo.

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Esfuerzo: Luchar por conseguir algo implica un gran esfuerzo a diferentes niveles. Es parte del proceso. Nadie dijo que fuera fácil. No pretendas conseguir algo sin esforzarte.

Refresca tu objetivo en los malos momentos: Háblale a tu mente de tu objetivo y hazlo en positivo, lo que quieres, por lo que estas luchando y sacrificándote. Te posiciona de nuevo. Toma las dificultades como retos que te quieren poner a prueba y saber si lo que decías que querías, realmente lo quieres.

Sí o sí, actúa: No esperes a tener ganas para hacer algo. Hazlo y ya está, es lo que hay. Si esperas a tener ganas, dejarás de hacer muchas cosas en tu vida. En la mayoría de las ocasiones aparece la motivación cuando haces las cosas. Todos hemos vivido ese momento de "no fue para tanto, y al principio no quería, no tenía ganas o no me sentía capaz..." Rompe con esa idea. Hay que ponerse a ello y cuanto antes empieces antes disfrutarás del proceso y de lo que consigues.

Visualiza tu objetivo: Tu mente se familiarizará con ello y sus consecuencias. Así estarás más predispuesto a seguir. El cerebro no distingue entre lo real y lo imaginado. Visualiza e imagínate tu objetivo, tus logros, sus etapas. Tu mente, tu cuerpo y tú disfrutaréis de las sensaciones y emociones y aumentará la adherencia.

Aprovecha esos días que estás a tope: Hay días en que te sientes con más energía, más alegre esos días que te comes el mundo, no los desaproveches, ese día dedícalo a lo que más te cuesta, a lo que no piensas que no puedes hacer. Demuéstrate que a veces es solo cuestión de saber elegir el momento.

Rodéate de optimismo: Las personas tenemos un gran poder de contagiar, ya sea pesimismo u optimismo. Tú eliges de qué quieres impregnarte. Habla con tu gente de tu objetivo, de tu meta, de tu ilusión. No seas hermético. Comenta tus vivencias, lo que te ayuda, lo que vas consiguiendo, lo que te cuesta porque todo aporta y sirve para conseguir lo que te has propuesto. De todo esto se alimenta parte de la motivación que necesitas. Así que lo que depende de ti te lo tienes que trabajar tú, porque nadie lo hará por ti.

Cuando en la vida consigues tus retos, aumentas el nivel de autoeficacia y estás preparado para asumir nuevos retos. Esta es la clave.

Si tienes que ganas de tirar la toalla, si sientes que no lo consigues, ¡espera! Analiza los pasos descritos porque puede que en alguno hayas fallado, reorganiza y comienza. No fracasaste, solo estabas entrenando. Así que a seguir con esfuerzo y optimismo, y sobretodo disfrutando del proceso.

Artículo coescrito con Yolanda Cuevas Ayneto, psicóloga de la Salud y el Deporte.

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No te pierdas el respeto a ti mismo Publicado: 21/02/2013 08:02

En el momento en el que te pierdes el respeto a ti mismo...

- te lo pierden los demás,- te sientes mal contigo mismo,- terminas por interiorizar que ese es el trato que te mereces,- pierdes tu confianza y seguridad,- sientas un precedente contigo y con los demás.

Conseguir que te respeten es un derecho y tienes que hacerlo valer. Una persona respetada se siente a gusto y cómoda en los grupos sociales con los que se relaciona. También piensa que sus opiniones son importantes y las emite sin miedo a la crítica ni al rechazo. Es capaz de defenderse cuando identifica que le atacan, porque su dignidad es más importante que evitar un conflicto con alguien que se está pasando de la raya. Valora su bienestar y su paz interior, y ambas pasan por concebirse como una persona digna de respeto y del buen trato de los demás. Una persona que se respeta vive en equilibrio, con su tiempo, sus obligaciones, su trabajo y su ocio.

¿Qué significa perderte el respeto?

El respeto te lo puedes perder por diferentes motivos. Aquí tienes algunos ejemplos.

Cuando sobrevaloras las necesidades de los demás e infravaloras las tuyas. Aprende a decir que NO. Aprende a dar valor a tus hobbies y a tu tiempo, al fin y al cabo, ¿no es el rato en el que mejor te sientes?

Cuando no te pones en el lugar que te corresponde y dejas que los demás abusen de ti y de tu tiempo. Ponerte en tu sitio no tiene nada que ver con el orgullo y la soberbia. Ponerte en tu sitio significa informar a los demás que hay comentarios y situaciones que te sientan mal. Los otros deben conocerlos, por el simple hecho de que estar informados puede evitarlos la próxima vez. Si no dices a la gente qué te molesta o qué puede ser humillante o ridículo para ti, los demás tampoco tienen por qué adivinarlo. Piensa que cada uno funciona y se comporta atendiendo a su escala de valores y no siempre tiene que coincidir con la tuya. Aunque tú la tengas muy clara. Recuerda, que los demás te traten mal, no es una opción.

Cuando eres infiel a tu escala de valores. La vida a veces te pone a prueba, desde esa cartera que te encuentras y que no es tuya, al cambio de más que te han dado en la cafetería. Te sentirás muy mal contigo mismo y te arrepentirás, si no te comportas fiel a tu escala de valores. Si llevas toda la vida diciendo que no te quedarías con nada que no fuera tuyo, devuelve esa cartera y ese cambio. Ejemplos como este hay muchos. Hay muchas cosas accesibles y momentos en la vida en los que si traspasamos el límite, igual

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otros no se enterarían nunca, pero ni un así es un motivo que lo justifique. Porque los que te valoran no son los demás, sino tú a ti mismo, y te lo aseguro, te dará remordimiento. Y si cuando cruzas tu escala de valores no te sientes mal, igual es que nunca la tuviste.

Cuando justificas el maltrato de los demás. No existe una sola excusa para aquellos que faltan el respeto a otros, mucho menos para los que ridiculizan. Ni el estrés que tengan en el trabajo, ni el que estén atravesando un momento duro en sus vidas, ni su personalidad descontrolada. He oído muchas veces decir... "es que tiene un pronto muy feo, pero en el fondo es buena persona". El que es buena persona lo es en el fondo y en la superficie, y se piensa muy mucho lo que va a decir antes de hacer daño a otros.

Cuando crees que las personas que están por encima de ti jerárquicamente, tienen el derecho de permitirse ese lujo. Ni tu jefe, ni tu padre, ni alguien que tú creas que está por encima, tiene derecho a tratarte mal. No es la jerarquía lo que les otorga poder faltar al respeto, sino la poca calidad como personas.

En el caso en el que te estés faltando el respeto a ti mismo sin que intervengan terceros, ¡PÁRATE! Piensa en qué te estás equivocando, con qué no te sientes a gusto, qué te gustaría que fuera de otra manera. No te sigas sientiendo mal por lo ocurrido hasta ahora, simplemente invierte tiempo en planificar lo que deseas cambiar de ti... ¿Es la gestión de tu familia, de tu trabajo, de ti mismo? Sea lo que sea, seguro que es susceptible de cambio, y cuanto antes empieces, mejor. No te lamentes por lo que has perdido o lo que has hecho de una forma que te avergüenza. Tú tienes valor a pesar de los errores y las "torpezas", y te hace grande rectificar y volver al camino... al tuyo, porque cada uno tenemos el nuestro y nadie puede juzgar si es mejor o peor que el de los demás.

En el caso de que el motivo de "faltarte el respeto a ti mismo" sea el trato que recibes de otro y el que tú lo toleres... ¡PÁRATE TAMBIÉN! A pesar de que los procedentes son difíciles de modificar, nunca es tarde. Sigue estas reglas sencillas:

Decide si la persona que te está haciendo daño en tu vida merece seguir teniendo tu aprecio, tiempo o dedicación. Si es alguien de quien puedes prescindir... ya estás tardando. No le debes ninguna explicación, simplemente sácalo de tu vida e ignóralo.

Si es alguien muy importante para ti, alguien que merece otra oportunidad, aplica las siguientes reglas de comunicación.

Dile claramente lo que te está haciendo daño, haciendo referencia a lo que dice o hace contigo. Y añade, por favor, cómo te hace sentir y cómo desearías que te tratase. Y para finalizar, comenta cuáles serán las consecuencias si no cambia contigo. Mira el ejemplo: "No me gusta que me levantes la voz, haces que me sienta ridícula y menospreciada. Me encantaría que pudiéramos hablar de lo que no estamos de acuerdo en un tono de voz conversacional. Así podría expresarme con naturalidad y sin miedo. Si no dejas de darme voces, tendré que cortar nuestra comunicación y eso nos separará en nuestra relación".

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Acompaña lo que dices con el contacto ocular, con seguridad en tus palabras, pero con un tono y volumen de voz que no sean acusatorios. Estás informando, no regañando. No ganas nada si te pones a su altura. Piensa que además estás actuando como ejemplo de lo que necesitas del otro. No se le puede pedir a alguien que deje de gritarte si tú le estás dando voces.

Sé coherente con lo que le has dicho. Si ves que te sigue gritando, sal de la habitación, o dile que vas a colgar el teléfono y que no retomarás la conversación hasta que no cambie en lo que le has pedido. No sigas repitiendo tu crítica y amenazando con que te vas si no lo haces, porque perderás todo el valor si no lo haces.

Hacerse respetar es parte del camino para valorarte y ser feliz. No pierdas la oportunidad.

La importancia de LEER Publicado: 27/02/2013 07:00

En esta sociedad tan "sobreestimulada" con Ipads, Ipods, programas chorras de televisión y alguno que otro que vale la pena, videojuegos, videoconsolas de todas las marcas (¿hay alguna maquinita de marca blanca?), ordenadores, móviles que parecen una tienda de suvenir en los que puedes encontrar de todo; wathsapp, facebook, twitter, mensajes de audio, de texto y multimedia, internet, incluso alguna llamada, etc., ¿de verdad pensáis que los niños ven atractivo leer? Pues por desgracia, no. Pero ni los niños ni los que han dejado de serlo.

La lectura es un hábito y como todos los hábitos se educa. ¿Cómo quieres que tu hijo lea si no te ha visto nunca con un libro en la mano? Si queremos un futuro de personas que tengan un nivel cultural razonable, que sean capaces de crear, de tener ideas propias, de argumentar y persuadir, ser imaginativos y que tengan un pensamiento PROPIO, fomentemos la lectura. Los adultos, tanto los padres como los educadores, tenemos la obligación y responsabilidad de educar no solo en valores sino en conductas sanas para los niños.

Este artículo no es una guerra abierta contra la telebasura ni contra los avances tecnológicos, sino un clamor hacia los beneficios de leer. Los videojuegos y muchos de los entretenimientos audiovisuales fomentan la atención, concentración y muchas otras habilidades y destrezas que favorecen diferentes aspectos del desarrollo de los niños y adultos. Pero ninguno de ellos puede suplir los beneficios de la lectura.

Las carencias que pueden tener los niños que no tienen el hábito de leer se relacionan con bajo nivel cultural, más dificultades escolares, menor velocidad lectora, pobreza de vocabulario y menor creatividad, entre otras.

La lectura forma parte de educar en valores. Leer puede ayudar a fomentar la imaginación, la creatividad, la fantasía e incrementa la capacidad crítica, así como la mejora de procesos cognitivos como concentración y atención, mejora la comprensión de relaciones entre las cosas y la formación de conceptos. Algunos

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libros ayudan al cambio de actitudes. Leer ayuda a soñar, a viajar, crear y pensar, incluso reír, porque hay niños que mientras leen, se ríen a carcajadas.

La lectura también está relacionada con la confianza, autoestima y seguridad. Las personas con un bagaje cultural son capaces de participar en conversaciones de todo tipo, se sienten con argumentos y formación suficientes para opinar. La cultura que aporta la lectura hace que te sientas más seguro a la hora de expresar opiniones en grupo, ya que el lector puede fundamentar y contrastar información sobre un determinado tema o problemática. Así que no solo aporta seguridad, sino que mejora tus relaciones personales y sociales. Y esto es una fuente de bienestar y felicidad.

El debate no está en si es mejor regalar libros o videojuegos, porque cumplen funciones diferentes. No podemos permitir que los videojuegos suplanten a la lectura o a las relaciones sociales. Cada actividad debe ocupar su lugar en el espacio de ocio de un niño o adolescente. Los videojuegos pueden ayudar a introducirte en la informática, a estar al día en las nuevas tecnologías, pero algún tipo de videojuegos puede fomentar la competitividad, la rivalidad y comportamientos agresivos. El atractivo audiovisual de los videojuegos (música, colores, etc.) compite con el esfuerzo que para algunos niños supone coger un libro y empezar a leerlo. Podemos aprovechar el interés de algunos videojuegos y películas para introducir al niño en la lectura.

Existen libros para cualquier edad. Si el niño no sabe leer, siempre hay cuentos con los que empezar a familiarizarse. Libros que tienen diferentes texturas, sonidos, colores y dibujos. El niño empieza a comprobar que el cuento es una fuente de información. Es de vital importancia el papel que juegan los padres, maestros y gente allegada en el fomento de la lectura, no solo como modelos sino como estimuladores de la lectura.

Para fomentar la lectura es mejor que el niño empiece a leer aquello que le gusta, siempre y cuando sea adecuado para su edad. Todos los libros, cómics y cuentos pueden aportar aspectos positivos, aunque existen libros que estimulan más la creatividad, la imaginación y el pensamiento crítico. Existe un libro muy atractivo para los niños que permite que el lector vaya eligiendo y decidiendo la trama y el desenlace a través de las opciones que te ofrece el final de cada capítulo. No hay que obligar al niño a leer un tipo de lectura determinado, sino dejar que él intervenga y decida. Es muy positivo que el libro te haga pensar.

Consejos para "enganchar" a los niños a la lectura:

Habla de la lectura en términos positivos. Exprésate con frases como "me acabo de leer un libro que me ha tenido entretenidísimo", "cuando leo siento una paz interior increíble"... Y verbaliza todo esto con tus hijos.

Háblales de los libros que lees, de sus historias, personajes, de la intriga, el amor... despiértales el gusanillo.

Igual que los llevas de compras cuando vas a por ropa o al súper, llévalos a ver librerías. Hay secciones, incluso librerías de niños, que son paraísos de lectura. Hay libros con ilustraciones preciosas, las tapas, los títulos sugerentes,

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el olor de las librerías, el colorido. Déjales que se entretengan viéndolos, tocándolos, abriendo, leyendo las contras, deja que elijan el suyo. Las librerías son lugares maravillosos para perderse. Siempre he pensado que una buena librería debería ofrecerte un café al entrar y dejar que te sumerjas en ese mundo tan especial. Seguro que la gente se llevaría más libros y volvería más a menudo.

Lee con ellos por las noches. Hay libros de adultos que tratan de valores, ideas que se pueden leer en familia. Yo leí El mundo amarillo de Albert Espinosa por las noches con mis hijos. Cada noche leíamos un capítulo en alto, y a pesar de las partes duras del libro, creo que fue una experiencia maravillosa con ellos, les hizo ver el mundo desde otra perspectiva. Gracias Anita por regalármelo (Ana es la megacrack del maquillaje en el programa de Para Todos la 2, en TVE. Consigue que cada semana salga sin ojeras, gracias guapa).

Incúlcales el hábito de leer antes de acostarse, aunque sean quince minutos. Pregúntales de qué va el libro, que lo relacionen con su vida, con otras historias, etc.

Y sobre todo, haz tú el esfuerzo por leer... y que te vean con las manos en la masa. Fomentar el hábito está bien, pero predicar con el ejemplo, mejor. No podemos esperar que un niño lea si no ve a sus padres leer o si no recibe estimulación por parte de ellos; si no les contamos cuentos, si no les presentamos la lectura, los libros y los cuentos como algo fantástico, curioso y atractivo. Debería mantenerse el rol de cuentacuentos tradicional, como lo han hecho multitud de abuelos. Tenemos que olvidar la lectura como una actividad meramente escolar.

No hay nada más triste que entrar en una casa y no ver un libro, a mí esas casas me deprimen. Es de las primeras cosas en las que me fijo cuando me invitan a una casa, enseguida empiezo a buscar los libros y si hay confianza, los toco, los miro, leo el lomo. Me encanta.

Elegir está más al alcance de lo que crees Publicado: 29/11/2012 08:02

En el colegio nos enseñan matemáticas, lengua, sociales y alguna asignatura más. Pero no se suelen impartir lecciones para la vida. ¿A qué tipo de lecciones me refiero? A las que te permiten, además de desarrollarte a nivel profesional, hacerlo también como persona... y si es posible, como persona de bien. Llegar a ser un buen profesional tiene la metodología bien definida: te examinas de la selectividad, estudias tu carrera, te especializas en un postgrado, coges experiencia y trabajas con pasión para convertirte en uno de los buenos.

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¿Pero cuál es el camino para ser feliz y "profesionalizarte como persona"? Aquí la respuesta es más dudosa, porque versiones hay muchas, pero cursos académicos para ello hay pocos.

La receta para mí consiste en el decálogo que describo en Entrénate para la vida: Orientarse a las personas, elegir tus batallas, disfrutar con tu vida, potenciarte, pensar en ti, disfrutar del amor, decir NO a lo que resta, crear un entorno agradable, contar hasta diez y practicar la paciencia y ser una persona de bien.

Hoy vamos a hablar de ELEGIR. Te invito a reflexionar y contemplar la posibilidad de DECIDIR y RESPONSABILIZARTE del viaje que te queda por andar, porque solo así los demás dejarán de dirigir tu vida.

Reflexiona durante un minuto. ¿Eres el protagonista, el actor principal de la película que estás viviendo o un simple actor secundario? ¿Alguna vez te has hecho esta pregunta? Y esta otra ¿estás viviendo la vida que deseas, la has elegido tú, o sigues la corriente y te dejas llevar?

Contestar a estas preguntas puede llevarte a una dura reflexión, incluso puedes sentirte mal si no encuentras la respuesta que deseas. Reflexionar permite tomar conciencia de dónde estás posicionado en tu propia vida. Si vives hacia delante, sin mirar, ni contemplar el por qué de las cosas, sin preguntarte si eres feliz y si esto es lo que tú quieres para ti, tu vida estará vacía. Serás un mero autómata, un robot que se levanta, va a atrabajar, se relaciona, vuelve a casa, se acuesta y al día siguiente repite un mismo despertar para meterse en una rutina idéntica.

¿Por qué te cuesta tanto decidir y elegir lo que quieres? Hay varios motivos:

Por comodidad. Te sientes seguro dentro de tu rutina, protegido, sabes lo que tienes que hacer en cada momento. Todo es predecible. Si te plantearas si eres feliz dentro de esta zona de confort y la respuesta fuera "no, no lo soy del todo", te verías obligado a introducir cambios, esforzarte. Y le tienes miedo al cambio. Porque el cambio es incertidumbre, ansiedad, desprotección, nuevos objetivos, lidiar con emociones que no son familiares... que podrían llevarte a estar mejor, pero como no tienes la certeza ABSOLUTA de que eso vaya a ser así, has decidido no arriesgar.

Por temor al fracaso. Dios mío, qué palabra más bonita y qué devaluada está. Me encanta fracasar, de verdad, porque la palabra fracaso lleva implícito conceptos como vivir, valentía, arriesgar, aprender, levantarse otra vez, humildad, tolerar la frustración. Escribe la palabra FRACASO bien grande en una hoja y rodéala de corazones, verbaliza para ti mismo "alguna vez fracasaré y me volveré a levantar", sé empático con el fracaso de algún amigo tuyo. Llámalo ahora mismo y dile "eres un valiente" y pregúntale qué aprendió de su fracaso. Quítate el miedo a la palabra. El fracaso es como el gatillazo... mañana tendrás otra oportunidad para tener una buena erección. La anterior ha sido una experiencia, te puedes reír de ella, sentirte humano,

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pero lo que no puedes hacer es sentirte menos hombre ni fracasado. Ironiza y ríete, verás como enseguida pierde valor en lugar de generar ansiedad.

A veces crees que no puede elegir porque muchas veces te ves vendido. Tiendes a ser complaciente y estás en manos de los deseos de los demás. Podrías ser mucho más feliz si decidieras vivir la vida a tu manera, según tu escala de valores y lo que deseas, pero le das mucha importancia a lo que los demás opinan y esperan de ti. Lo que otros han elegido por ti puede coincidir con lo que tú deseas, pero si no lo deseas, di BASTA. Haz el cálculo de lo que te queda por vivir, seguro que es mucho. ¿No sería genial vivir ese tiempo con más plenitud, con más risas, fluyendo en lugar de forzando? Pues hazlo. No tengas miedo a defraudar a la gente, porque ahora te estás defraudando a ti. El que te quiere de verdad se alegrará de tu cambio, te apoyará, te dará su punto de vista, pero ante todo, te respetará. Y los que no lo hagan, igual no te quieren como tú te habías imaginado, igual tenían más interés en cómo los complacías que en tu propia persona.

Dar un cambio no significa que te vuelvas temerario y dejes de tener sentido común. Significa que empieces a construir una vida basada en ilusiones, con las obligaciones que tienes, pero que cuando despiertes por la mañana tengas ganas, de lo que sea, pero ganas.

Deja de poner excusas, que si el trabajo, que si los hijos, que si la pareja, bla bla bla. No te das cuenta de que son una forma de justificarte para no actuar. El que algo quiere y lo quiere de verdad, va a por ello. Esto no supone tirarse a la piscina, evitar las responsabilidades y ser temerario, significa plantearte un plan de actuación, valorar los riesgos y las ventajas y empezar a tomar decisiones que te pongan en el camino de la felicidad. Porque la felicidad es un viaje en el que puedes subirte en el momento en el que lo decidas. No es un tren que pasa una vez por tu vida y si no te subes, lo pierdes.

La felicidad está ahí, puedes decidir ir a por ella cada vez que tomes la decisión.

Y sólo tú, con tus experiencias, tus valores, tus condicionantes y preferencias, eres el que está capacitado para elegir lo que te va a hacer feliz.

En definitiva, decidir es el resultado de un proceso de análisis en el que tomas conciencia de que la vida es un regalo, que solo tienes una, que esa vida no tiene repetición y que ha llegado el momento de decir BASTA, y empezar a disfrutar un poco más de todo lo que te rodea, sobretodo de las cosas sencillas. Cada día que no contemplas como "si fuera el último que te toca vivir", como dice mi amor platónico Serrat, es un momento en el olvido, podrás tener otro similar, pero ese, ese en concreto, ya no está.

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 Si quieres vivir de forma plena, sal de tu zona de confort

"No haberte conocido hubiera sido como vivir en la sombra... pensar que era feliz sin saber lo feliz que podría haber sido". Al escribir estas palabras en un mensaje a mi amor, me di cuenta lo triste que sería vivir en la cueva de Platón, ¡me da vértigo sólo de pensarlo! ¿Cuántas personas viven en la sombra, cuántas tienen miedo a entregarse por completo y vivir con todos los sentidos?

Muchos son los que tratan de evitar el sufrimiento y las emociones negativas a toda costa. Pero evitar tiene un precio demasiado alto: vivir de forma gris, vivir a medias o pasar de puntillas, sin hacer ruido. Quien se entrega al amor, a los amigos, al trabajo, incluso a sí mismo, corre un riesgo mayor que quien no lo hace... pero merece la pena. Porque la otra alternativa, la de esconderte, protegerte y poner el escudo "anti dolor" no es la solución. Nadie consigue aislarse del sufrimiento, porque no es algo que solo dependa de ti. Puedes ser cauto y no ser apasionado en el amor por miedo a que te abandonen, puedes ser comedido y no cambiar nunca de trabajo a pesar de no sentirte realizado, por miedo a no encontrar nada mejor; o puedes ser protector y no permitir que tus hijos vayan de excursión por miedo a que se caigan o tengan un accidente. Pero nada de esto será suficiente, porque la vida es caprichosa y te depara situaciones y momentos que no puedes controlar, por mucho que tú te lo propongas.

Las personas con miedo a sufrir viven en su burbuja, en la zona de confort. En esa zona tu mundo es controlable, ahí te sientes seguro y a gusto... pero es un lugar limitante, en el que cuesta evolucionar y dar un paso al frente. En la zona de confort no existe el peligro y te sientes como pez en el agua.

La única forma de superarnos y crecer es salir de la zona, enfrentarte a lo que te da miedo, atreverte, ser valiente. Hay una incompatibilidad entre la idea de "en dónde estamos" y "en dónde tenemos que estar". Estar en la zona de confort no significa estar confortable.

Cuando decides salir de la zona y buscar otra oportunidad en la vida que te enriquezca más, al principio tendrás la sensación de pérdida o de dar un paso hacia atrás. Dejarás de tener ese trabajo cómodo en el que todo es predecible, o te sentirás solo hasta que superes el duelo de esa pareja con la que te sentías marchito, incluso puede que tengas agujetas porque empezaste a hacer ejercicio. No te preocupes, esta sensación es pasajera, forma parte del cambio. Porque quien se atreve a cambiar cuenta con que tiene que sufrir, aprender a andar solo, formarse o luchar por lo que anhela... A nadie nos regalan nada, y si decides ir a por algo, porque piensas que esta opción te hará feliz a corto, medio o largo plazo, tienes que contar con que todo no va a ser un camino de flores, sino que te encontrarás con el bache del esfuerzo, el de la soledad y del cansancio...

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pero al final del camino te sentirás orgulloso por lo que invertiste en alcanzar el premio.

Si interpretas que las emociones negativas forman parte de la evolución y de la naturaleza humana, y que aprender a lidiar con ellas es signo de madurez y fortaleza, entonces serán mucho más llevaderas... porque sabes que son parte del proceso.

La vida pasa mientras tú sigues en tu zona de confort. Necesitas observarte como alguien sin límites, con potencial, capaz de ir más allá del lugar en el que estás ahora. Seguro que tienes mucha más capacidad de la que tú percibes. ¿Quién te está limitando, tú?

Las personas emocionalmente valientes no piensan en protegerse de los demás, ni de tomar decisiones con riesgo (como todas las decisiones), ni de las consecuencias catastróficas de actuar... porque sobre todo valoran lo que les aporta el amor, la amistad, crecer y superarse, innovar y reinventarse. Saben que siempre pueden perder, pero valoran más lo que pueden ganar. Y en el caso de que las cosas no salgan como desean, se quedan con el aprendizaje y la experiencia.

Como dice Sabina en El Joven Aprendiz de Pintor: "Si no hubiera arriesgado tal vez me acusaría de quedarme colgado en Calle Melancolía, y eso sí que no... no, no, no, no, no, no..."

Entrénate para la vida

Si hay una frase y un momento memorable ese es el que protagonizó Francisco Umbral en el programa de Mercedes Milá cuando pronunció "Yo vengo aquí a hablar de mi libro". Yo era pequeña, pero recuerdo perfectamente ese momento y me impactó. Imagino que tanta sinceridad en una frase tan corta me llamó la atención cuando de niña tratas de ser lo que los demás esperan de ti. Me pareció tremendo que alguien fuese capaz de ser tan directo, es más, me dejó anonadada, no sé si para bien o para mal, pero alucinada. La cara de Mercedes fue genial. Lo miraba desde el extremo de la mesa como si no se creyera el momento y siendo consciente a la vez, de que estaba siendo parte de la historia de la televisión. Mercedes, complaciente, le preguntó "¿Qué querías decir de tu libro?". Y Francisco le contestó, "lo que tú me preguntes".

Desde ese día la frase pasó a la historia y todos hemos fantaseado con pronunciarla en algún momento de nuestras vidas. A mí me ha llegado hoy.

Hoy vengo a hablar de mi libro. No soy capaz de expresar el sentimiento con el que lo he escrito y el orgullo de haber sido invitada a hacerlo. Recuerdo el mail de Olga,

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mi editora de Espasa, comentando que tenían interés en conocerme. Y a partir de ahí nos enamoramos del proyecto y de los que codo con codo hemos compartido estos meses de trabajo. Es un libro fácil de leer. Si seguís habitualmente mis tuits y mis artículos, sabréis que cuando escribo voy directa al grano, que teorizo poco y que intento ser muy práctica. Sólo deseo, que ya que vas a leer el libro, tengas la sensación de que puedes aplicarlo a tu vida. Todos tenemos problemas, y casi todos salimos airosos de ellos. Pero si de vez en cuando alguien nos da un empujoncito y nos ayuda a ver las cosas desde otro prisma, bienvenido sea. Eso espero con mi libro, dar ese pequeño empujón para que te animes a emprender, o para que pierdas tu miedo, o te puedas organizar mejor, veas la luz donde hoy hay tinieblas, te eduques en el esfuerzo, en fin, un pequeño manual de autoayuda. Lidiar con la vida cotidiana puede ser a partir de hoy un poquito más sencillo, y si de verdad lo consigues, me sentiría muy feliz si me lo hicieras saber.

En el libro encontrarás en cada capítulo una parte teórica muy breve y una parte práctica que podrás aplicar en tu vida. Tienes capítulos para todos los gustos:

Sueños y deseos hechos realidad: todos tenemos un por qué y todos queremos llegar a una meta. Puedes aprender a establecer las tuyas, a priorizarlas e invertir esfuerzos en alcanzarlas.

El buen ambiente y los buenos jefes: tengo la experiencia de haber convivido con dos cuerpos técnicos cohesionados, con buen humor y en los que primaba el respeto. El buen ambiente de trabajo es importante y tener un buen jefe, más.

Disfrutar de las pequeñas cosas: las personas felices lo son no porque tengan más cosas ni un entorno más favorecido, sino porque son capaces de centrar la atención en lo que es importante.

Rituales y obsesiones: tú puedes intervenir en tu suerte, crear oportunidades, salir a por ellas.

Si quieres algo... trabaja duro: la educación en valores y la cultura del esfuerzo son las vías más eficaces para lograr lo que deseas. Olvídate de la cultura del pelotazo, es poco ético y un mal modelo para los que vienen detrás.

Conocer a mi grupo me une a él: aquí encontrarás información sobre el grupo. Tus hijos y tu pareja son tu equipo. Tus amigos también. Aprende a conocerlos y a comunicarte en el mismo plano.

¡Elegir lo que piensas depende de ti!: Tus ideas las eliges tú, lo que verbalizas lo eliges tú y lo que escribes, también. El pensamiento determina cómo te sientes y cómo actúas. Puedes aprender a controlarlo.

Así, reina, con seguridad, con paso firme: Sentirte seguro y confiado es el primer paso para atreverte. Atreverte en el amor, en el trabajo, en ese cambio de proyecto, en definitiva, en cambiar tu vida.

Las ventajas de ser un martillo pilón: este capítulo es una exaltación del valor de la perseverancia. Si quieres algo, si tienes tu sueño en la cabeza y no se trata de algo completamente lunático, insiste. No tires la toalla, esfuérzate y vuelve a insistir.

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Expectativas y Pigmalión: las expectativas que ponemos en los demás nos condicionan el trato que tenemos con ellos. Y las que ponemos en nosotros, o nos limitan o nos potencian.

Aprende a asumir responsabilidades: si cada vez que cometes un error, echas balones fuera, no podrás corregirlo. Necesitas saber cuáles son tus puntos fuertes y cuáles son los débiles. Te permitirá crecer y no depender de la opinión de los demás.

La estabilidad emocional: si quieres ser feliz, busca el equilibrio. Miedo y ansiedad: la ansiedad es el mal del siglo XXI. Aprende a controlar la

ansiedad y a enfrentarte a tus miedos. Podrás ser libre y mejorar tu estado de bienestar.

La ira: si eres de los que no tienen paciencia, no se pueden controlar dando voces, este es tu capítulo. La conducta irascible te aleja de las personas que quieres.

Ser empáticos nos une: te gustan las personas que te ayudan y ayudar a las personas que te gustan. La empatía es la capacidad de ponerte en el lugar del otro.

La terapia del jódete : no siempre encontrarás motivación para hacer lo que debes. Hay cosas que tienes que hacer porque sí, y punto.

La importancia de ser benevolente y agradecido para ser feliz: las personas agradecidas despliegan un radar con el que buscan el bien de los otros. Están atentas a los buenos gestos.

El poder de la comunicación: la comunicación está presente las 24 horas. Una buena comunicación une. Las personas carismáticas y con liderazgo se comunican bien.

El punto de no retorno: hay momentos en la vida en los que, una vez iniciada la acción, no tienes vuelta atrás. Trabajar con esta filosofía te permite luchar por lo que deseas.

El desamor: que se muera un amor no significa que tengas que morirte tú. Existen formas de afrontarlo para que sufras menos.

Decálogo. Sobrevivir , crecer y ser feliz gracias a los propósitos

La que más ha aprendido con este libro soy yo. Porque hubiera sido imposible escribirlo sin la experiencia que he tenido con mis deportistas, entrenadores y pacientes. Ellos han sido mi fuente de inspiración, los que me han permitido pensar para dar soluciones, acompañarlos en los momentos buenos y los menos buenos, ser creativa, inventar y pasarlo tremendamente bien a pesar de que todo el día lidio con problemas.

El libro tiene como objetivo SER ÚTIL. En el momento en el que no lo puedas aprovechar o te veas incapaz de aplicarlo, no te machaques, llegará el momento en el que sí lo puedas hacer, estoy segura. La vida tiene que vivirse para FLUIR, disfrutar, incluso cuando te propones cambiar algo de tu forma de ser, de pensar o actuar. No

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metas nada con calzador porque te aburrirás, frustrarás y querrás abandonar. Coge el libro con ilusión, y hazte a la idea de que es FÁCIL. De verdad que lo es.

Gracias a todos. Mi padre dice que la parte final, la de los agradecimientos es casi más larga que el libro. Y aun así me he olvidado de gente, ahora recuerdo dos, a mi Clara Mantero y Miguel Ángel "2son2". Por supuesto es una exageración, lo de la longitud de los agradecimientos, pero es que yo me siento tremendamente agradecida, desde el tiempo que sacrifico por no estar con mis hijos a cualquiera de las personas que han sido importantes en mi vida.