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GIUSEPPE TUCCI APOLOGÍA DEL TAOÍSMO

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    A P O L O G A D E LT A O S M O

    Diego Ruiz

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    Errara quien quisiera encontrar la expresingenuina del Taosmo en los ritos demasiadogroseros, en las vulgares supersticiones, en los usosmgicos que absorben y constituyen gran parte de lavida religiosa del pueblo chino. Este Taosmo notiene mayores relaciones con el Taosmo primitivoque las que pueden existir entre las creenciaslamasticas y el Budismo de Cakyamuny. Y por lodems, este hecho se explica. Taosmo y Budismo,en su esencia originaria, fueron formulaciones depensamientos filosficos que, por el contacto cadavez ms intimo con la vida, se modificaron a la vezen sistemas religiosos, los cuales tanto ms sebastardearon cuanto mayor fue la fortuna quetuvieron.

    Y esto deba ocurrir mucho mejor en elTaosmo, en donde el elemento especulativo tienetanta preponderancia, que ha hecho creer a algunos

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    crticos que se trata de un sistema metafsico puro ysimple, que excluye completamente toda exigenciatica. Equivocadamente, como veremos; porque laindagacin metafsica slo sirve de propedutica aaquellos preceptos de carcter y valor puramenteprcticos que constituyen, en realidad, el objetivoesencial del Taosmo antiguo; para el cual el conocerslo es un necesario instrumento para obrar bien.

    El Taosmo debe su ms completa y altaformulacin a algunos sistematizadores, entre losque se distinguen Lao-tze y Chuang-tze; el primeroest considerado errneamente, como el fundadordel sistema; el segundo vivi algunos siglos despusque el maestro, y, sin temor de exageracin, es elms profundo, sutil y ardiente apstol de la fetaosta, que en sus pginas, admirables por laexpresividad artstica y la originalidad delpensamiento, ha encontrado la ms alta y completasistematizacin. De uno y otro conocemos muypoco, como si el hado mismo no hubiera queridooponerse a aquel vivo deseo de olvido y a aquellamodestia que animan la obra de los dos misteriososfilsofos. Cuando el nombre de ambos se hizoclebre, la leyenda se apoder de ellos, sobre todode Lao-tze, y se ingeni, en mltiples obras, para

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    narrar eventos milagrosos y extraas aventuras,queriendo de tal modo suplir la escasez de los datoshistricos.

    Por eso, cuando, introducido en China elBudismo, las dos fes intentan una alianza en la luchacontra la ortodoxia confuciana, se tiende a hacer deLao-tze una encarnacin de Buda, con graveescndalo de los budistas ms intransigentes,quienes, consolidada la nueva doctrina en el suelochino, no dejaron de responder a los secuaces deLao-tze con vivas y no siempre serenas obraspolmicas. Sea lo que fuere, podemos, sin embargo,afirmar que de la biografa ms antigua debida aSse-ma Ts'ien, resulta que Lao-tze naci en la Chinameridional y fue contemporneo, si bien un pocoms viejo, de Confucio.

    Vivi, pues, en el siglo VI a. C., y parece que fuebibliotecario de la corte de los Chou, hasta que,cansado de la vida al lado de los poderosos, se retira una soledad especulativa, durante la cual escribe elTao-te-king, coleccin de sentencias y pensamientosque encierran en forma concisa y alegrica susistema filosfico. Parece tambin que emprendilargos viajes por el Occidente, que tanta materiaofrecieron a la ulterior literatura legendaria; as,

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    cuando comenzaron a establecerse frecuentes yconstantes relaciones con el Asia Central, se quiereencontrar en Kotan, en el templo de P'i-mo, unrecuerdo de la conversin de los Hu-o-Trani,debida a Lao-tze, devenido Buda en aquel lugar.Episodio ste que se encuentra en un apcrifofamoso y que tiene una historia por demsafortunada. Me refiero al Hoa Hu King de Wang-fu.

    De Chuang-tze se sabe todava menos. Delmismo Sse-ma Ts'ien se desprende que fue hombrede singular sabidura y de no comn inteligencia. Sufama crece pronto, a tal punto, que muchosprncipes lo invitaron repetidamente a que tomaseparte activa en la cosa pblica; pero, fiel a susconvicciones, responde con desdeosa negativa atodas las ofertas, y prefiere vivir oscuro y pobre yseguir filosofando. Vivi en el siglo IV a. C. Porcuanto la corriente taosta tuvo en China viejsimastradiciones, suele considerarse el Tao-te-king comoel punto de partida de la escuela, y a Lao-tze, comofundador de sta. Entre los sinlogos, no faltaron nifaltan quienes propenden a negar la existencia deLao-tze y la autenticidad del Tao-te-king; aparte deque sus argumentos no resisten una critica severa, lacuestin, de cualquier modo que se resuelva, tiene

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    una importancia harto secundaria. No puedenegarse, en efecto, que el Tao-te-king es el primerdocumento literario en que encontramos laexpresin exacta de un pensamiento filosfico quetoca alturas hasta ahora no alcanzadas por laespeculacin china.

    Esto no hubiera podido ocurrir si a las variascorrientes que vagamente lo preanunciaron nohubiese dado forma orgnica una mente selecta yuna poderosa individualidad, que logr formar unsistema de aquellos simples esbozos y tentativasmisticorreligiosos que le precedieron. Solamente as,pueden explicarse las citas que del Tao-te-king seencuentran en el seudo Lieh-tze, en Chuang-tze yen Han Fei-tze y el mismo estilo de la obra. El Tao-te-king refleja un pensamiento lgicamentecoherente, pero que, expresado como est pormedio de metforas, alusiones, smbolos y elipsis, sedeja ms bien intuir que demostrar racionalmente,por cuanto suscita en quien lee una serie deconceptos, cuyo sentido nos corresponde anosotros reconstruir con aproximacin, que sermayor o menor, segn la mayor o menor afinidadespiritual que tengamos con el orden de ideas que seexpone en el libro. ste requiere, adems, ser ledo

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    como los libros de todos los msticos. Es decir, quees necesario superar la forma para intuir y revivir enuna inmediatez espontnea su real contenido. Puntode partida es, sin duda, la hermenutica filolgica;mas quien quiera entender el Tao-te-king con slola ayuda de sta, correr el riesgo de equivocar elsentido, como ha ocurrido tantas veces a losintrpretes fillogos. Otros, por el contrario,imaginando que poseen una luz interior capaz dealumbrar el arcano sentido del ms oscuro textomstico, creen poder aferrar el significado oculto delTao-te-king tomando, basados en sus propiasespeculaciones, las traducciones preexistentesincapaces, sin embargo, de juzgar el mritointrnseco de las mismas; o, ms audaces an, conun escaso e insuficiente conocimiento del chino,proponiendo nuevas interpretaciones. Y ocurre loque inevitablemente tena que suceder: unaequivocacin del pensamiento de Lao-tze; es decir,un Lao-tze disfrazado de occidental, una proyeccinde toda nuestra experiencia filosfica, una creacinde nuestra fantasa y de nuestros preconceptos deescuela. Porque si hay razn para decir que todoslos msticos se asemejan, no es menos verdad queexisten entre unos y otros msticos, segn tiempos y

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    lugares, diferencias irreductibles. Chuang-tze es, sinduda, un mstico; mas para Chuang-tze hubiera sidoabsolutamente incomprensible el pensamiento deun Toms de Kempis o de un Ruysbroech. As, paraentender a Lao-tze es necesario, sin duda, comoprimera providencia, una cierta afinidad espiritualcon el gran pensador chino, que haga posibleaquella perfecta fusin con el autor que ningnmedio extrnseco y puramente filolgico podrnunca provocar; pero tambin es necesario no slodominar la lengua en que el Tao-te-king fue escrito,sino, adems, no ignorar las interpretaciones que losindgenas le han dado, tener cierta familiaridad conla muchedumbre de comentadores y, cuandomenos, una idea de las formas asumidas por elpensamiento de Lao-tze y de las influenciasejercidas por ste a travs de los siglos sobre laliteratura, sobre el arte, sobre el alma china, ensuma.

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    A mi juicio, el Taosmo tiene un valor intrnsecoque le hace digno por s mismo: de la simpata y delestudio de cualquiera que aprecie todo generoso

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    vuelo hacia un ideal de perfeccin y de bien, todanoble tentativa por desgarrar el angustioso misteriode la vida, y tiene, adems, un valor singularsimocuando se lo confronta con la concepcin de la vidadominante en China. Las exigencias espirituales ylas caractersticas intelectuales de dicha nacin estnrepresentadas por el Confucianismo, el cual debe almaestro de que se habla la definitivasistematizacin, en la que el pueblo chino asciende,por decirlo as, a una clara conciencia de s mismo,encontrando reflejadas y codificadas sus esencialesparticularidades de raza y de pensamiento; unavisin prctica y antihistrica de la vida, que,inculcando el sacro respeto por las tradiciones, poneen el lejano pasado un ideal de virtud suprema, alque debe volver la Humanidad, si quiere participarde nuevo de la prosperidad de que se goz untiempo. Ideal prctico y bonachn, sin mpetus nientusiasmos, que hace de la obediencia y de lapiedad filial los deberes supremos del hombre queno siente el ansia del misterio, y de lo divino, que nose preocupa de Dios ni de metafsica y que a todaprctica religiosa atribuye un contenido social, queriendo, al mismo tiempo, regularla y dirigirla segnminuciosos preceptos, los cuales ms bien que a un

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    contenido religioso miran, sobre todo, a consolidarlos vnculos familiares y civiles. Y desea vincular lams pequea accin a un ceremonial complejo ysevero, pero al mismo tiempo, considerado tanesencial, que pronto se acaba por confundir elcontenido con la forma, haciendo degenerar lavirtud, el precepto, moral verdadero y propio en unformulismo exterior y tal vez no siempre sincero.sta es en sustancia la mentalidad confuciana que siest indiscutiblemente llena de orden, de sentidoprctico, de virtud poltica, tiene tambin notablesdefectos, por cuanto contribuye a sofocar todaaspiracin que trascienda de la cotidianacontingencia y de las exigencias prcticas, y mientrasentorpece con un formulismo que puede degeneraren ficcin, confirma a los espritus en una visinharto limitada y angosta, y, celebrando con exceso alpasado, refrena toda tendencia al progreso y todalibre indagacin.

    El Taosmo, por el contrario, considera lospreceptos confucianos como demasiadosuperficiales y extrnsecos para que puedanrealmente mejorar el alma humana. La doctrina delos literatos quiere mirar fuera del hombre,construye esquemas y forja preceptos, afanndose

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    por guiar a la trabajada Humanidad por un rectosendero que no puede conducir ms que a unracional acomodamiento social y poltico; elTaosmo, por el contrario, como veremos, no slose preocupa de indagar qu puesto ocupa el hombreen el angustiado misterio del universo, sino quedirige, sobre todo, su atencin hacia el mundointerior, inculcando que ninguna victoria tiene tantovalor como la victoria sobre s mismo, y que todavams que predicar a los dems vale pensardirectamente por nosotros mismos en nuestroperfeccionamiento.

    Ningn discurso quiz podra contraponermejor y distinguir los pensamientos de las dosescuelas antagnicas que el episodio, contado porSse-ma Ts'ien, del encuentro de los dos maestros,Lao-tze y Confucio; cierto que el episodio eslegendario, por lo mismo que es de antiguo origen;pero, sin embargo, tiene para nosotros unindiscutible valor, por cuanto caracterizaexactamente las expresiones asumidas por las dosdirecciones del pensamiento desde su iniciacin:Habiendo llegado Confucio al estado de los Choupara or la opinin de Lao-tze sobre los ritos, Lao-tze le responde: Los hombres de que hablas han

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    muerto y de ellos slo queda hoy su palabra.Cuando el sabio encuentra favorables los tiempos,va adelante; en caso contrario, vaga errabundo deaqu para all. A mi parecer, ptimo comerciante esaquel que, cargado de riquezas parece un pobre;sumo sabio, aquel que, aun siendo de perfectavirtud, parece un estulto. Deja estar a tus vanosespritus, a tus muchos deseos, a tus formasexteriores y a tus licenciosos propsitos. Son cosastodas que no te podrn ayudar.

    El aserto no es nuevo: es, en el fondo, laexpresin propia de todos los msticos, que hanpreferido siempre las serenas meditaciones y lascontemplaciones plcidas a la actividad inquieta dela vida. El mundo se ha burlado y se sigue burlandode ellos. Acaso porque ignora que los ms grandeshombres de la historia fueron esencialmentemsticos; y de la renuncia que ellos supieronimponerse, del aislamiento indagador en que seencerraron, de los xtasis en que gustaron sumirse,surgieron renovaciones espirituales quetransformaron la Humanidad. Por lo dems, lalucha entre Confucianismo y Taosmo no es tanslo un acontecimiento que deba interesarnicamente a la historia de la sociedad china y

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    quedar confinado en el lejano pas de los pequeoshombres amarillos. En el fondo, en el antagonismode las dos corrientes, vemos reflejarse una disensinque podemos apreciaren la vida contempornea.

    Confucio afirm que prefera el estudio a todolo dems (Lun-yn, XV, 30). Y por eso elConfucianismo se trueca pronto en sinnimo deerudicin; una erudicin quiz un tantoexcesivamente homognea, bien definida en loslmites de una tradicin inexpugnable y que, comocomprenda los preceptos de gobierno y lasvicisitudes histricas de la China antigua, inclinatambin hacia las normas puramente morales.

    De tal modo, no poda dejar de establecerse unconductor que coartaba las conciencias obligndolasa una forma mentis consagrada por la tradicin y auna inerte receptividad de cuanto el pasado supocodificar de los dichos atribuidos a aquellos sabiosantiguos que se proponen como modelosinsuperables a las generaciones posteriores. Algo dela mentalidad confuciana lo hallamos tambin entrenosotros. Quiz nos falten libros cannicos, perotenemos esquemas que apenas osamos violar pormiedo a ofender a la tradicin, al mundo acadmico,a los usos y las costumbres del ambiente, por un

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    irrazonable temor al qu dirn. Hay un pasaje deChuang-tze que, aun escrito en China trescientosaos antes de Cristo, parece de tan viva actualidad,que no puedo por menos de dar aqu su traduccin:

    Se cree hijo ideal al que no aprueba una obramala del padre, ministro ideal, a quien no adula alprncipe; en cambio, todo el mundo vitupera al hijoque acepta incondicionalmente cuanto el padre diceo hace y califica de inepto al ministro que da suanuencia a cuanto el prncipe sostiene o realiza. Tales la creencia de todos los hombres, sin que ellosmismos sepan, empero, por qu motivo. Sinembargo, cuando siguen la opinin universal yaprueban cuanto ha sido aprobado por los dems,no piensan por esto que son aduladores olisonjeros. Luego, la costumbre es mucho msterrible y respetable que los progenitores y losprncipes. Si dices a cualquiera que es un adulador oun lisonjero, le vers al punto incomodarse ycambiar de color, pero sin que deje por eso de serloefectivamente. Todos tienen los mismos gustos yninguno se da cuenta por eso de los defectoscomunes. Los hombres siguen pedestremente en elvestido, en los gestos, en el movimiento, lascostumbres del tiempo; pero no se creen por ello

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    aduladores, y dicen que es buena o mala una cosasegn la opinin comn, y no por ello piensan queson hombres vulgares.

    Para que el hombre pueda rebelarse contra elyugo de la tradicin y la coercin de la costumbre,el mundo de creencias, a que desde nio lohabituaron abuelos y padres, que ha odo repetir amaestros y amigos ao tras ao, es necesario queposea no slo dotes de espritu fuera de lo comn,sino tambin el hbito de la reflexin, que sedetermina, sobre todo, extrandose de loshombres. Mientras nuestra actividad est absorbidapor completo, o casi por completo, porpreocupaciones contingentes y materiales, nuncatendremos la posibilidad y el tiempo de permitirnosel pensativo recogimiento, mediante el cual seconsigue una mejor conciencia de nosotros mismosy una ms clara nocin de nuestra propiapersonalidad.

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    El ambiente confuciano trataba de refrenar ycoartar las personalidades singulares bajo el yugo deuna tradicin considerada como sagrada, impona la

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    rendicin completa del individuo al grupo social,consideraba la costumbre como inviolable herenciade los antepasados y miraba con malos ojos todatentativa innovadora. Pero a eso se opone abierta ytambin violentamente al Taosmo, que por boca desus profetas afirma el valor de la individualidad y dela libertad humana, sustituyendo, comoafirmaciones que puedan parecer tambindemasiado radicales, a la visin centrifuga delConfucianismo, una visin centrpeta. No yaprodigar todas las energas propias en la comunidad,sino el aislamiento, el extraamiento para alcanzareficazmente por medio de la meditacin y delascetismo a esa selfculture que nicamente podrhacernos perfectos y, por lo tanto, felices (Tao-te-king, captulo 19): Repudiad a todos los sabios,echad a todos los doctores, y el pueblo ser milveces ms afortunado; renunciad a todos lospreceptos de la moral, y el pueblo reconquistar supiedad y su bondad; abolid todo artificio y todolujo, y los ladrones y brigantes desaparecern de lafaz de la tierra. Estas tres cosas que yo os aconsejoque abandonis no son ms que puro artificio y, porlo tanto, intiles. He aqu, por el contrario, lo quehay que hacer: sed simples, tened pocos intereses

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    particulares y poqusimos deseos.(Ibd., cap. 46.) "Si todos vivieran segn los

    principios del tao, los caballos de carreras serandestinados al cultivo de los campos; cuando no sevive segn estos principios, los caballos de guerra seadiestran en los burgos. No hay mayor culpa queceder a los propios deseos, desventura ms grandeque buscar la ganancia. Por eso quien sabecontenerse est siempre contento.

    Ya preveo las objeciones que se harn a estaindicacin. En sustancia, sern las mismas que enChina no dejaron de formular nunca los literatoscontra la escuela rival y que, en mayor escala, suelenotros lanzar contra el Budismo.

    Esto es: que semejantes pensamientos soninconciliables con la vida prctica; que quererseencerrar en la beatitud indiferente del xtasis,mientras alrededor acomete la tempestad mstrgica, es signo del ms fro egosmo; que larenuncia al mundo se debe con harta frecuencia a ladebilidad o a vileza, como quien desprecia cuantosabe que no puede obtener. Pero a estas crticas, delas que se hicieron portavoces en la China ortodoxaconfucianos clebres como Han-y y Chu Hi, sepuede responder siempre que en la realizacin de

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    todo ideal filosfico o religioso hay un mximo y unmnimo. El santo o el sabio realizarn un grado deperfeccin que no puede alcanzar el humildeadepto. Pero en la convencida admiracin de stepor aqullos y en el continuo esfuerzo que haga pormantenerse dentro de una regla de conducta que nocontradiga los preceptos fundamentales de loselegidos, inculcados por el ejemplo, debemosreconocer otros tantos motivos capaces de mejoraral individuo cuando la fe seguida tenga, como en elcaso del Taosmo, un intrnseco valor moral.

    Por lo dems, esta negacin de la vida prcticamejor parece en el Taosmo una exageracinretrica encaminada a desviar a los espritus de laexcesiva aficin por las cosas materiales que unprecepto para cumplirlo al pie de la letra. Segn laleyenda - que tiene orgenes harto remotos -, Lao-tze estuvo empleado en los archivos del prncipe deChou; Hoi-nan-tze tom parte en intrigas polticasque acabaron por costarle la vida. Muchostratadistas de la llamada "escuela jurdica" (Takia),que con la reforma y la rgida y escrupulosaaplicacin de las leyes creyeron poder reformar almundo, tuvieron decisivo contacto con el Taosmo:Han-tei-tze, por ejemplo.

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    Adems, esa apata que mueve a algunos a noinmiscuirse en las turbias vicisitudes polticas, nosiempre es un fro egosmo, sino ms bien la apatadel espritu superior que contempla con sentimientode serena piedad las convulsas pasiones no siemprehonestas ni sinceras que trastornan individuos ypueblos con las avalanchas turbias del odio, y que,por lo regular, no son justificables ni aunmirndolas como un momento transitorio en eldevenir de la humanidad. Si es verdad que tambinen el Oriente son numerossimos los conventos, porlo mismo que la vida del claustro ofrece lustre,decoro y comodidades a costa de los fieles, esinnegable asimismo que nunca podr atribuirse avileza o debilidad la admirable renuncia de Buda,quien, nacido y criado entre los regalos de una vidaprincipesca, en la flor de los aos, arroja la coronareal para vestir el sayal del monje; como tampoco enla plcida sonrisa, cargada de benvola irona, conque un Lao-tze o un Chuang-tze contemplan lavana contienda humana, podr verse el guio dequien finge no desear o no tomar en cuenta cuantosabe que le es imposible conseguir.

    Pero es preciso entenderse bien acerca de estapretendida renuncia a la vida atribuida al Taosmo.

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    Ciertamente, no equivale al cupio dissolvi et essecum Deo de nuestros msticos medievales. ElTaosmo, en su formulacin originaria, no conoce aDios, ni el creyente debe pensar en su saludultraterrena. El contraste entre ste y el otromundo, entre un mundo de pecado y otro debeatitud, era desconocido por Lao-tze y por susdiscpulos. Sus preocupaciones se refierennicamente a la vida que se vive en el breve espaciode aos que el destino asigna; su doctrina, comoluego se ver, no quiere ser otra cosa que unateraputica moral, intelectual y tambin fsica queponga a los individuos en condiciones de vivir suvida ms completa y plena, verdaderamente felices,por encima de todas las pasiones.

    Hay motivo para escandalizarse tanto por lasinvectivas del Taosmo contra la sociedad? Se suelerepetir que la vida del individuo seria imposiblecomo no existiese la mutua colaboracin, lareciprocidad de derechos y deberes que crean elequilibrio social, sin el cual no podra realizarse ellibre desarrollo de nuestra personalidad. Todo ellopuede ser cierto; pero tambin resulta innegable quecuanto ms inviolables son las relaciones sociales,cuanto ms las castas imperantes, temerosas de

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    perder su dominio, imponen normas y sanciones,tanto ms el individuo est sacrificado por el estado,sea ste aquella abstraccin tica a que algunosteorizantes lo quieren reducir, o ms concretamente,las voluntades de las clases dirigentes. Pero cuantoms progresa la conciencia, ms quiere el individuoconservar toda su independencia y su libertad,modelando su obrar segn las leyes supremas yuniversales que constituyen la caractersticafundamental del alma humana, y que no es raro quepuedan ser contrapuestas a los deberes yobligaciones impuestos por el Estado. Frente a lamentalidad poltica confuciana, para quien el Estadolo es todo y el individuo nada, la crtica delTaosmo, que en Chuang-tze asume el tono deverdadera polmica, representa la protesta de losespritus ms selectos, que tolerando mal losvnculos, despreciadores de toda servidumbre y detodo compromiso, buscan en la soledad y en elsilencio de las serenas meditaciones aquella libertadque el tumulto y las obligaciones de la vida social noles consentira.

    Se cuenta que un prncipe envi a Chuang-tzevarias veces embajadores con ricas ofertas y donespara que se decidiese a aceptar importantes servicios

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    en su corte. El filsofo se mantuvo en su firmenegativa, y cansado al fin de tanta insistencia,despidi de este modo a los petulantes mensajeros:Grande es la paga que me prometis e importanteel oficio de que queris investirme; pero, habisvisto alguna vez al toro que se inmola en lossacrificios? Cuando est bien apacentado durante unao, se le reviste con suntuosa gualdrapa y se lelleva al templo. Bien quisiera l entonces trocarseen un lechoncillo extraviado; pero es en vano! Idpor vuestro camino y no me perturbis. Yo prefierorevolcarme a mi placer en el estircol, a dejarmeoprimir por mis amos. Mientras viva, no quieroentrar al servicio del Estado, sino libremente seguirmis inclinaciones...

    *

    Tales doctrinas son consecuencia de laconcepcin del equilibrio csmico, que constituyeuna de las principales caractersticas del Taosmo, yque establece una perfecta ecuacin entre la vida delindividuo y la vida del universo. El mundo es, enefecto, un inmenso organismo cuyas partessingulares estn coaligadas por una simptica y

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    misteriosa correspondencia, por la cual el equilibriode las partes determina el equilibrio del todo.

    Todo cuanto ocurre en el mundo que es, comoen Bruno, no ya materia inmvil, sino vida, la rbitade los astros, la alterna sucesin de las estaciones, laconservacin de las especies a travs de la muertede los individuos, demuestra la existencia de algoque todo lo gobierna y todo lo rige y por razn delcual todo es. Y este algo es el Tao. Como el v deParmnides o el atma upanishdico, este principiode todas las cosas es indefinible y capaz slo deatributos negativos, porque trasciende los lmites delo cognoscible: toda su determinacin no puede serotra que la negacin de los atributos que solemospredicar de la realidad sensible y emprica. Pero otrosignificado del Tao, que podemos llamar metafsico,se encuentra en los escritores taostas: Tao puedeser, ante todo, sinnimo de Universo, que, siendo elTao en accin, se identifica con l; pero eso indicatambin aquella ley inmanente en l, aquellaintrnseca necesidad por la cual l crea y reabsorbeen si la infinita variedad de la realidad contingente.

    Esta concepcin deba conducir, como dehecho conduce, a un taopanismo, por el cual elindividuo siente en s mismo, como en toda cosa

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    creada, la presencia inmanente del Tao, en el cualtodo es y deviene. Insensiblemente, se llega a unaforma de pensamiento que recuerda el tat tvam asi(eso eres t) del advata Vedanta, con esto, sinembargo, de caracterstico: que mientras el Vedantaniega toda realidad a las formas transitorias queconstituyen la experiencia cotidiana, entendidacomo maya o ilusin, el taosta cree y estconvencido de esta realidad, en la cual,precisamente, en sus manifestaciones perennementemudables, acta el mismo Tao. No debesorprender, pues, que en los textos taostasencontremos el mpetu religioso a que el froceremonialismo confuciano, slo preocupado porlas cosas de este mundo, haba des habituado, y queel taosta hable del Tao con la misma conmovidareverencia con que el creyente habla de su dios.

    Aquel que yo he tomado como maestro mosocorre a todos los seres, sin que la preocupacin deser justo sea la causa de su obrar; difunde sobretodos sus beneficios, sin querer por ello serhumano; es anterior a la antigedad ms remota,pero no por esto es viejo; recubre el cielo, sostienela tierra, plasma formas infinitas, pero sin arte. sees el principio en el que yo me sito. (Chuang-tze,

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    cap. 6.)Pues si en todo est el Tao, todo es divino, as

    en nosotros como fuera de nosotros. Nace de estoesa intima y profunda comprensin de la naturalezaque est fatalmente vedada a las almas fras ymezquinas, a todos los espritus que no sabenapreciar el ritmo divino que hay en el universo. Elmundo es, como dice Chuang-tze, un granconcierto, en el cual las ms variadas notas sefunden en una sublime armona, que suscitadulzuras infinitas en el espritu del contemplador:estado inefable en que, frente a la inmensidad de lanaturaleza, en el gran templo del infinito, el almaparece dilatarse, en el universo en una ascensinluminosa, y, rotos los confines de la vida individual,salir mediante la contemplacin a la unidad deltodo. En uno de estos estupores extticos habacado precisamente aquel maestro Tze-k'i, de quenos habla Chuang-tze en el segundo captulo de sulibro.

    "El filsofo Tze-k'i estaba sentado, apoyado enuna mesita. Mir al cielo, suspir y cay en xtasis,como si el alma y los sentidos lo hubieranabandonado. Yen Ch'en Tze-yu, que estaba a suvera, exclam: Qu ha sucedido? Un rbol seco

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    parece tu cuerpo, ceniza esparcida tu espritu; ahorano ests apoyado en la mesita, como lo estabasantes. Tze-k'i responde: Tu pregunta es oportuna.Sbitamente me he olvidado de m mismo...; perocomprndeme t, que oyes slo la msica de loshombres, pero no la de la tierra, o, si lograsentender sta, no sabes entender la del cielo?Despus, invitado por el discpulo, aade: Elaliento del universo es el viento, el cual por si esinactivo; pero cuando se desata, todas las aberturasresuenan. No has odo nunca su fragor por todoslos ngulos de los montes y de las florestas, en lascavidades ms deformes de los rboles gigantescos?El viento corre por todos los parajes y grita,resuena, sopla, gime, clama, vocea; la armona esperfecta: dbiles notas, cuando el viento es dbil, uncontinuo crescendo, cuando es impetuoso.

    Este sentirse uno con el todo, esta facultad depoder entender el misterioso lenguaje con que noshablan criaturas y cosas, esa trpida excitacinfrente al misterio del universo, la serena alegra de lavirtud que se revela, el dulce naufragio en el granmar del ser, constituyen las notas dominantes detoda la literatura taosta, en la cual palpita el soplode la naturaleza, soplo ignorado por la prosaica

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    mentalidad confuciana, soplo mstico quepredispona mejor al taosta a una ms ntima yeficaz expresividad artstica. Donde exista unesquema impuesto por la tradicin, all hay unapreocupacin moralizadora; donde falte un vivo yespontneo sentimiento de la naturaleza, all lafantasa no puede producir arte, y verdadero arte noencontramos hasta que no se afirma y expande lacorriente taosta que, si no surgida realmente, al me-nos, difundida por el sur de China, lleva en el estilouna exuberancia de imgenes y una vivacidad deforma de las que Chuang-tze es el ejemplo mscaracterstico. Mencio, uno de los ms grandesintrpretes del Confucianismo (siglo IV antes deCristo) es, sin duda, uno de los primeros escritoresde China: sobrio, terso, preciso, elegante. Puescuando se le compara con Chuang-tze y aun conalgunos captulos del seudo Lieh-tze y conYang-chu, cun fro y montono resulta! Y es queel contenido mismo casi exclusivamente poltico,tico y social, se refleja en la forma. Los taostas,por el contrario, presa de sus msticas embriagueces,agitados por conmociones inslitas, parece que secomplacen en oponerse a la tradicin aun en elestilo vario, nervioso, personal. Ora conciso hasta la

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    obscuridad, ora amplio hasta parecer prolijo; unasveces con expresiones lapidarias y otras, de pronto,como un ro de palabras, una muchedumbre deimgenes que se amontonan y se condensan porperodos enteros. La discusin filosfica seinterrumpe a cada instante con parbolas yancdotas, mientras que basta una fugaz advertenciade las doctrinas adversarias para dar lugar a nolarvadas ironas contra los daos de Confucio y desus escolares. En tanto que no es raro que losescritores confucianos representen lecturaspenossimas, los taostas - cuya prosa, como sucedecon frecuencia con Chuang-tze, llega a lo sublime -se leen con verdadero agrado y sostenida atencin.

    No hay en sus pginas educativosamaestramientos, sino toda su libre e inquietaindividualidad. Y el influjo que ejercieron en laliteratura no fue modesto ni transitorio: cuando lainmensa mole del canon taosta sea mejor estudiada,estoy seguro de que podr demostrarse con laseguridad de las pruebas la durable huella que estacorriente del pensamiento ha dejado en el alma, lacultura y el arte del pueblo chino.

    La nueva poesa que surge al final de la dinastaChou y durante los Han, est evidentemente

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    influida por las concepciones taostas. De esprituexclusivamente taosta son los cantos de Ch'u,entre los que se distingue el Li sao, el famosolamento lrico-elegaco de K'iu Yuen. Cuntadiferencia existe entre estas poesas y las viejascanciones del Sheking, que, en su origen cantospopulares y rsticos, dichos acaso, aun ligeramente,en las fiestas campesinas, Confucio recogi ycoment, haciendo composiciones alegricas, en lasque la crtica ortodoxa se obstin en ver respuestasaleccionadoras de gobierno y preceptos de moral!

    *

    La concepcin taosta es por lo tanto, unaconcepcin mstica. Tiene de comn con elmisticismo el desdn por la dialctica, por lossofismas y los conceptos contradictorios de que sealimentan la ciencia y los hombres. La verdaderaciencia - dice Chuang-tze - no es la analtica, sino lasinttica; es decir, es la unin de todos loscontrarios, porque el Tao, como todo, no puede serni "esto ni aquello, puesto que esto y aquelloestn en l y son por l. Los conceptos contrariosson relativos, puesto que estn condicionados; lo

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    bello presupone lo feo; lo grande, lo pequeo, y assucesivamente. Ni habra manera de que nosconciliramos en la muchedumbre de opinionesdiscordantes de individuo a individuo, de tiempo atiempo, pues cada cual est casi siempre convencidode aquello que cree; ni la ciencia, de la que tanto sevanaglorian los hombres, podr nunca hacer callarde un modo definitivo y satisfactorio lasinterminables discusiones: Imaginemos que yodiscuto contigo: si t me vences, es cierto que yo nohe vencido; pero, es acaso seguro que t tengasrealmente razn y que yo est equivocado? Si yo tevenzo, es seguro que t no me has vencido; pero,acaso es seguro que yo tenga realmente razn y quet ests equivocado? 0, en parte, los dos tenemosrazn y estamos, en parte, equivocados? O los dosestamos equivocados y los dos tenemos razn? Niyo ni t podemos saberlo con seguridad, y por eso,nosotros, los hombres, estamos condenados a viviren la ignorancia. Si nombramos un rbitro para queresuelva la cuestin, si tiene las mismas ideas que t,la resolver en tu favor. Se podr decir entoncesque la haya resuelto efectivamente? Si tiene mismismas ideas, la resolver en favor mo. Pero,cmo se podr decir en tal caso que la haya

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    resuelto? Si elegimos uno que piense de mododistinto a ti y a m, cmo ser, a su vez, como yo ycomo t, capaz de resolverla? As que, ni yo ni t, ninadie en el mundo, es capaz de conocer, desde elinstante en que se basa siempre sobre algoextrnseco. Pero en el Tao, que es lo absoluto, nose puede poner lo relativo, o, mejor dicho, lorelativo se anula en l y desaparece. Para nosotrosun monte es grande y una hebra de yerba pequea;pero en el Tao, el monte puede ser ms pequeoque la hebra de yerba, y la hebra de yerba msgrande que el monte, porque en el Tao no hay lugarpara unidad de medida. En l se encuentran yarmonizan todos los contrarios, as como los radiosde la rueda convergen en el centro. La unificacinde los contrarios es para el taosta la verdaderaciencia, la intuicin, a la que Chuang-tze haconsagrado algunas de las pginas ms bellas yprofundas de su libro, y con las que quisiera que loscultivadores de los estudios filosficos adquiriesenun poco de familiaridad. S bien que poner laintuicin sobre la razn no lo aceptan hoy muchostericos de la filosofa. Se dice que ella es el suicidiodel pensamiento, la negacin del espritu. Yo noquiero ni puedo entrar en la difcil cuestin, pero

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    noto slo que quien disecciona el estado mstico eintuitivo a la fra luz de la razn suele tener untemperamento en anttesis completa con el que serequiere para esos xtasis arcanos que confrecuencia satisfacen y serenan el espritu mejor quelas sutiles contiendas de la dialctica. El estadomstico es de breve duracin y de por s, inefable.Quin podr nunca describir ese mundo deimgenes, de deseos, de abandonos, de emociones,de indescriptibles impresiones que, como diceAmiel, ponen al alma en comunin con la propiaesencia, en paz y en efusin con el universo y conDios, y que en algunos espritus surgenespontneos y prepotentes al contemplar untramonto o una noche de verano que nos mira consu miradas de estrellas, o uno de esos maravillososespectculos naturales que conquistan yconmueven? Pero la ciencia y la filosofa se aprestana negarnos an estas dulces ilusiones y repiten quetodo eso es sueo y delirio y quieren quemarchemos a la fuerza por sus caminos luminosos,en donde todo est claro y demostrado. Pero elmisterio se presentar nuevamente, obstinadamentemudo a todas nuestras indagaciones, velo de Isistormentoso que nadie podr nunca levantar, y el

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    aviso de Hamlet:

    Demasiadas cosas hay en el mundoque tu filosofa no descubre

    resonar como un vaticinio fatal a los con excesocelosos sostenedores de la omnipotencia de la raznhumana. Chuang-tze precisamente niega la primacade la ciencia y afirma la superioridad de la intuicin,tratando de rehabilitar entre los hombres la vidainterior, de abrir esos ojos internos que las pasionesciegan y cierran, de restablecer ese contacto entre lanaturaleza y nosotros, que la humanidad pareceestar en camino de perder definitivamente.

    Viajando la Ciencia hacia el Norte, superado elocano tenebroso y traspasadas las montaas de laoscuridad, se encontr con la Inaccin silenciosa yle pregunt:

    Deseo saber si el Tao puede ser conocido conla reflexin o la meditacin. Cmo podemosregular nuestra vida para acercarnos a l? Por qusenderos podemos alcanzarlo? Por tres veces repitila misma demanda, y otras tantas, la Inaccin norespondi, no ya porque no quiera responder, sinoporque no sabe responder. La Ciencia, cuyo deseono se apag, se volvi hacia el sur, ms all del mar

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    Blanco, traspas la montaa de la indagacin, vio ala Abstraccin y le hizo las mismas preguntas.

    - Yo lo s - responde la Abstraccin -: ya teexplicar.

    Mas apenas haba comenzado a hablar, cuandode sbito olvid cuanto tena intencin de decir.

    La Ciencia, todava ilusionada, march alPalacio imperial e hizo la misma pregunta a Huang-ti.

    No razonar, no reflexionar! Slo entonces secomenzar a conocer el Tao. No fijarse en ningnlugar, no seguir ningn precepto. Slo entonces sepodr llegar al Tao. Se alcanzar sin recorrer ningncamino determinado.

    - Yo y t - replica la Ciencia - pensamos as;pero la Inaccin silenciosa y la Abstraccin nosaben nada. Quin tiene razn?

    - La Inaccin silenciosa - responde Huang-ti -est en la verdad; prxima a la verdad est laAbstraccin; yo y t estamos muy alejados, porquequien sabe no habla, y quien habla no sabe.

    Hemos visto ya cmo todos los contrarios estnrecprocamente condicionados y son por esorelativos, y cmo desaparecen en la intuicin delTao, porque en el Tao no pueden coexistir un tuyo

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    y un mo, un esto y un aquello. Por otra parte, elTao, que es infinito y eterno, es el mismo devenir,que deviene por necesidad inmanente. No se trataya de un Dios que crea un mundo fuera de s, al queimprime una impulsin inicial, que en sus fasesulteriores ms o menos depende de l, sino que es eluniverso mismo en sus formas infinitas y sucesivas,en su continuidad, en su infinita y espontneaenerga creadora. Por eso no existe una voluntadconsciente en el Tao, sino slo una intrnsecanecesidad, por la cual todos los seres y todas lascosas no pueden dejar de ser lo que son.

    Hablar de fines predeterminados significa nohaber intuido el Tao. Y el taosta, fiel a estaspremisas, aparta de su sistema toda teologa, sea conrespecto del hombre, o con respecto del universo.Los varios sistemas religiosos se asemejan un pocoa las formas primitivas que el concepto de nacinasume entre los pueblos. Cada grupo social, enefecto, cree que el mundo se limita al territorio porl habitado: ms all de la cintura de brbaros,con los que se est en relaciones de comercio o deguerra, el mundo acaba. As pensaban tambin loschinos, as pensaban los pueblos clsicos. En lasreligiones sucede algo parecido. En un sentido

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    estrecho, el creyente; en un sentido ms lato, elhombre; las dems criaturas que pululan por eluniverso no interesan. Como mximo, se decreta sueterna esclavitud y se afirma que fueron hechas porDios en provecho nico del hombre. Estasconcepciones por las cuales se ha credo casisiempre la humanidad la elegida de Dios, dependenacaso del hecho de que cuanto el hombre hace ensu vida cotidiana tiende siempre a un fin, queconstituye precisamente la justificacin y el mvil detodas sus acciones. Y del mismo modo que elhombre crea a los dioses a su imagen y semejanza,es evidente que el mecanismo del mundo por aqulideado y realizado se cree debido a un nico fin, queno puede ser otro que el bienestar de la humanidad.Ms tarde - como la historia del Cristianismo puededocumentar ampliamente- concernir a los telogosespiritualizar estas concepciones originarias,especulando sobre la beatitud que Dios prueba en elreflejo de su exteriorizacin, que es lo creado, osobre su deseo de que el hombre, contemplando lamagnificencia del universo, intuya la omnipotencia yle adore. No es misin ma hacer aqu la crtica desemejantes teoras, ya, por otra parte, promovidanada menos que por Spinoza en su famoso

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    apndice a la Primera Parte de la tica, en el cualrefuta largamente el concepto de las causas finales.Dir tan slo que si en los filsofos taostas noencontramos ciertamente una crtica tanmatemticamente precisa y silogsticamentedesarrollada, el principio teolgico est igualmentecombatido, como en el gran pensador holands, consingular franqueza. Ya hemos visto un pasaje deChuang-tze en que se habla de la espontnea obradel Tao, que lo hace todo sin proponerse nada: mesera fcil citar otros muchos en que se habla delmismo tema.

    En el seudo Lieh-tze encontramos un graciosoaplogo que tiende a poner en ridculo esa falsaopinin, segn la cual el hombre ha credo siempreser el rey del universo y la criatura predilecta deDios. Porque all donde por un instante se hagaabstraccin de nuestra cualidad de hombres,situndose en un punto de vista superior, esto es,donde se identifique con el Tao, segn el cual todoslos seres son iguales, puesto que todos son el Tao,aparecer de sbito la evidente estulticia desemejante pretensin. Todos, admitido que tenemosla facultad de razonar, sern llevados por su propioyo a considerarse igualmente el centro del universo.

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    Pero leamos el aplogo de Lieh-tze, que, mutatismutandi, tiene tambin su correlativo en la literaturaeuropea, en el conocidsimo fragmento de Senofanedel Alta Troll, de Heine (cap. VIII).

    Un tal Tien de Ts'i, en ocasin de unos festejosen honor de sus abuelos, invit a un banquete a uncentenar de amigos. Uno de los invitados llevcomo presentes peces y aves. Tien, cuando lo vio,suspir y dijo: Grande, en verdad, es labenevolencia del cielo para con los hombres, puestoque ha creado en su provecho toda suerte decereales y dado vida a los peces y las aves! Todoslos comensales aplaudieron estas palabras, conexcepcin de un tal Pao, nio, de doce aos, el cual,dando un paso hacia adelante, dijo:

    - No soy de tu parecer, oh seor. Todos losseres son iguales. De hecho no existen seresinferiores ni seres superiores. Claro que, segn eltamao, la astucia y la fuerza, los individuos luchany se devoran recprocamente, pero esto no quieredecir que hayan sido creados los unos paraprovecho de los otros. El hombre captura aquellosanimales de que puede alimentarse; pero, es acasoel cielo quien ha creado los dems seres para suprovecho? Los mosquitos viven succionando la

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    sangre humana; los tigres y los lobos se alimentancon nuestra carne; debemos por esto decir que elcielo ha creado al hombre para provecho de esosinsectos y de esos animales?.

    As, pues, todo en el mundo sigue su lnea dedesarrollo, dictada por el Tao, que en todo habla yen todo se efecta y todo, desaparece en el Tao, elcual es y es por todas partes inmanente, as en elpecador como en el hroe, en el homicida como enel asceta: son tantas las gradaciones que del hombresuperior que ha intuido la verdad y a ella conformatoda su vida colaborando al gran devenir csmico,se desciende al delincuente, el cual, ahogando lossupremos principios que tambin estn latentes ensu alma, infringe las leyes universales en cuyaobediencia puede slo residir la felicidad. Porque laadversidad, a cuyo encuentro va el hombre, y eldolor que experimenta, son el mejor signo con queel Tao nos advierte de nuestras culpas cuandonuestra vida deja de estar de acuerdo con sus leyes.Mister Eckart dice que la mejor cabalgadura parallegar al cielo es el dolor: los taostas afirman que elque experimenta dolor no es perfecto. El santo, elhombre superior, est ms all de todo dolor, noslo porque ha vencido, superado todas las

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    emociones y todas las pasiones, sino tambinporque ha realizado en su norma de vida laperfeccin; y es perfecto, en cuanto vive en plenaconsonancia y armona con todo. Este concepto dela conexin ntima del orden moral con el ordenfsico y csmico constituye uno de los ejes sobre losque gira toda la filosofa china. Tambin laconfuciana. sta, sin embargo, al afirmar talprincipio, no slo se mova por preocupacionesprcticas, sino que, en sustancia, se refera alprncipe, o, en general, a los responsables de la cosapblica, los cuales, siendo en la tierra losrepresentantes del T'ien, cielo o providencia, comoquiera decirse, deban obrar conforme a las leyespor aqul establecidas. Por eso, cuando su conductase alejaba de los caminos debidos, el desequilibriomoral repercuta en el orden fsico: las estaciones noseguiran ya el curso de costumbre, sequas ydiluvios atormentaran al pueblo hambriento, ysucedera as hasta que hacindose intrpretes de losdeseos del T'ien, no enmendaban lo que era la nicacausa de sus males. Por el contrario, para elTaosmo, la preocupacin es completamentedistinta: el encontrarse en desacuerdo con lossupremos principios csmicos, con el Tao, por lo

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    tanto, que est en nosotros, y en el cual nosotrosestamos, significa crearse un orden de vida que escompletamente contrario a nuestras tendenciasnaturales, por medio de quienes se realiza ymanifiesta el te, literalmente, la virtud, es decir, laenerga del mismo Tao, esa fuerza innata ennosotros, y por la cual todo ser es lo que es y hacelo que hace. De donde el hombre se parecera a uncaminante que hubiese perdido su camino,crendose un mundo de artificiosas ilusiones, en lascuales irremediablemente madura el dolor; porque,en el .fondo, a dolor se reducen todas nuestraspasiones, por las cuales la mayor parte de loshombres ve destruida la propia serenidad de esprituy consumidas tambin las propias energas vitales,constreidas al uso sin descanso, que la continualucha contra la naturaleza lleva consigonecesariamente. Pero quien haya intuido la verdad ya ella conforme la conducta de la vida, podrrealizar una perfecta fusin con el todo, que,identificndolo con el Tao, no slo le har posibleaquella serena beatitud que est ms all de laspasiones, sino que le dar tambin aptitudes ycapacidades que jams podr tener el hombrevulgar.

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    As, insensiblemente casi, se abra la puerta a lamagia y a lo maravilloso. En efecto, los posteriorestaostas se aprovecharon de esos presupuestos desus maestros, para atraerse a las muchedumbres conlos relatos de las extraordinarias virtudes que poseeel santo. Pero aunque en Lao-tze y Chuang-tze nofalten, este elemento de lo maravilloso est, sinembargo, un poco atenuado, y, por decirlo as, engermen, y se insina solamente para demostrar lasreales ventajas que el vivir al unsono con el Taolleva consigo, no slo en cuanto nuestraindividualidad, anulada en el Tao, se libera deaquellas limitaciones de tiempo y de lugar quevinculan toda realidad contingente, sino, sobretodo, porque reprime los enfermizos impulsos delespritu y de la mente, que sirven siempre deobstculo para el pleno y espontneo desarrollo denuestra actividad.

    Y no es difcil la cosa: la misma naturalezaconstituye un modelo viviente que nos otrosdebemos imitar en lo posible; es decir, hacer, perono contender; evitar lo excesivo y lo demasiadopoco; mantenerse, por lo tanto, en ese justo limiteen que consiste el equilibrio que vemos reflejarse enla armona universal.

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    "Si t quieres de verdad el bien del mundo -hace decir Chuang-tze a Lao-tze en un imaginadocoloquio entre ste y Confucio -, mira: ah tienes elcielo y la tierra, que estn sujetos a leyes inmutables;ah tienes el sol y la luna, que eternamenteresplandecen; ah tienes las revoluciones biendeterminadas de las estrellas y de los planetas; ahtienes los animales, que, por una natural necesidad,se unen en asociaciones; ah tienes los rboles, queestn destinados a crecer. Obra tomando como guala energa (del Tao), obra educndote en el Tao.

    Ningn artificio, pues, sino espontaneidad ynaturalidad en todo: el artificio es sinnimo deimperfeccin, es error. La verdad est en lasencillez, el xito, en la ingenuidad.

    Como los maestros taostas combatan todocuanto en la vida es exterior y artificioso,denodados defensores de la simplicidad y lafrugalidad que la ceremoniosa pompa de losliteratos amenazaba con matar, tambin tratabande suprimir todo cuanto no fuera natural,pretendiendo instaurar la espontaneidad deconducta, que es la respuesta inmediata de la internavoz del Tao que habla en nosotros. Cuanto ms enla mente tenemos los criterios y los detalles a seguir

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    para que nuestra obra tenga xito, tanto mspreocupados nos mostramos por el resultado aconseguir, cuanto ms queremos alardear dehabilidad, tanto ms embrollados estamos; cuantoms expertos queremos parecer, tanto ms seguroes el engao. Afirmaciones son stas quedemuestran en los maestros taostas un profundoconocimiento del alma humana y una verdaderaseguridad de indagacin psicolgica.

    Probad a caminar por el borde de un abismoobsesionado por el terror del vaco y con la msansiosa atencin para no poner el pie en falso: lacada ser inevitable. O, tambin, probad a atravesarun espacio vaco entre dos hileras de personas queos miren: si os dejis impresionar por las miradasque se fijan en vosotros, no sabris mover un pie.Lo mismo suele suceder en mil otras circunstanciasde la vida, en que nuestra obra est destinada a fallir,porque nuestro espritu ha estado distrado en elmomento de la accin o preocupado o incierto. Laseguridad en s mismo y la espontaneidad irreflexivaen el obrar son por lo corriente, los mejorescoeficientes del xito.

    En Chuang-tze se lee (21-9) que una vez Lieh-tze se ejercitaba al tiro de arco en presencia del

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    maestro Pai-hum Wu-jen, dando pruebas de unaextraordinaria valenta. Pero Pai-hun Wu-jen, quehaba alcanzado el wei-wu-wei famoso, del cualhablaremos dentro de poco, en vez de elogiarlo, lovituper. Ese modo de tirar el arco es de quienestudia tirar (con arte), pero no de quien tira comosi no tirase, naturalmente, sin reflexiones. Si viniesesconmigo a la cima de aquel monte y pusieses el piesobre una piedra peligrosa, junto al borde de unabismo profundo, podras tirar acaso como tirasahora?

    Entonces, seguido por Lieh-tze, fue a la cima deuna montaa y se detuvo sobre una piedrapeligrosa, junto al borde de un precipicio profundo.Sus pies sobresalan dos tercios en el vaco. Sevolvi hacia Lieh-tze, le hizo una reverencia y loinvit a que se pusiese a su lado. Pero Lieh-tze,presa del vrtigo, estaba encogido en el suelo,sudando de la cabeza a los pies (invadido por elmiedo al vaco). Pai-hun Wu-jen le dijo as: Elhombre superior levanta la mirada hacia el cielo azulo escruta los abismos de la tierra, o mira los puntosdel espacio con la misma imperturbable calma. Param tienes ahora el aspecto de quien est fuera de spor el espanto. Cmo podrs dar en el blanco?

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    *

    Hemos llegado con esto al punto que mscontroversias ha suscitado en el Taosmo, y contrael cual han dirigido sus hachazos los crticosindgenas y europeos; esto es, el principio del wei-wu-wei. Qu significan estas palabras? Traducidasliteralmente rezan: hacer el no hacer. Y comnmentehan sido traducidas a los idiomas europeos comoobrar el no obrar o la prctica de la inaccin, burdocontrasentido ste, que repugna atribuir a mentes,en verdad, superiores, como fueron las de Lao-tze yChuang-tze.

    La accin - como dice la Bhagavadgita,afirmando un principio no del todo dismil deltaosta - no puede suprimirse, por el hechosimplcisimo de que la vida misma es accin. Elmismo Tao, en el cual somos y que, al par, est ennosotros mismos, no es, acaso, impulso, devenir, y,por lo tanto, accin? Pues entonces, qu se debeentender por wei-wu-wei? Precisamente, ese operardel Tao, que es un operar irreflexivo, espontneo yomnipotente, y que en el hombre ser renuncia atodo artificio; ese enfrentamiento de las pasiones,

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    esa ingenuidad natural, en suma, que hace de loshombres simples criaturas, como nios, de los niosque con tanta frecuencia se recuerdan y sontomados como modelos en los escritos taostas."Las leyes celestes benefician, pero no perjudican anadie - dicen las ltimas palabras del Tao-te-king -.El camino del santo es operar, pero no contender.

    Este ideal quietstico y asctico puede repugnara nuestras ms inveteradas convicciones, por lascuales el valor del hombre est estimado en razndirecta de su laboriosidad. El Renacimiento, enefecto, ha habituado a considerar a la humanidad,no ya como esclava de una providencia suprema ycomo una fuerza bruta que obedezca a leyesimperiosas y necesarias, sino como una libreactividad capaz, no slo de sufrir la naturaleza, sino,mejor, de dominarla.

    Nadie dejar de reconocer las innegablesventajas que una concepcin semejante ha trado. Aella se deben las conquistas de la ciencia, elmejoramiento de las condiciones de la vida. Peropor todo esto que hemos ganado, cunto nohemos perdido? Y los progresos tcnicos ocientficos representan verdaderos progresoscuando no van acompaados de una refinada

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    sensibilidad tica, un mejoramiento de costumbres,un reavivamiento del sentido religioso? En el fondo,hay ms que temer de la viquiana barbarie de lareflexin que del plcido ascetismo del monje budistao taosta. La cruel ltima guerra mundial demuestracun distintos son los caminos de la inteligencia ydel corazn y cmo la ciencia, puesta al servicio delas malas causas, merece que se la desprecie antesque se la celebre. Es bien cierto que hoy se va deRoma a Pekn en un tiempo por lo menos diezveces menor que en el pasado; pero han mejoradopor esto las almas? Por mi parte, lo dudo mucho.Este correr, este afanarse, este anhelar, no tiene, enel fondo, otro objeto que hacer la cartera mspinge y la vida ms cmoda y bajo el hlito de esecraso materialismo que parece amenazar con ahogarlos impulsos de toda noble y desinteresadaidealidad, de la que el grupo de los poderosos estsiempre dispuesto a rerse, pierde valor todo cuantono tenga una utilidad prctica e inmediata.

    Las mismas leyes, que se han hecho tancasusticas y minuciosas, atestiguan, en sustancia,que ha aumentado en nosotros la voluntad y lacapacidad de pecar, las estadsticas de ladelincuencia prosiguen en un crescendo aterrorizador

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    su ascensin, y no hay casi otro campo en donde loshombres den muestra de su codicia y de su refinadaastucia como en el arte de engaar al prjimo.Nuestra sociedad, con todos sus filantropismos y sushumanitarismos, etc., es, en el fondo, profundamenteegosta, y las vestiduras que asume son de purahipocresa. Cuando tanto preocupan los problemasmorales es que la moral falta; cuando preocupa laforma, falta la sustancia. Con la rectitud se gobiernaun estado - dice Lao-tze (cap. 57) -; con lasestratagemas se combate; con refrenar todaactividad se obtiene el dominio sobre el mundoentero.

    Cuanto ms numerosas son las leyes, msmiserable est el pueblo; cuanto ms aumentan lasfuentes de lucha, ms crece la corrupcin. Cuantoms perfectas son las artes y la habilidad prctica,con tanta mayor frecuencia se fabricarn objetosextraos e intiles; cuanto ms leyes se elaboran,tanto ms frecuentes son los delitos. Por eso, elsabio recomienda reducir al mnimo toda actividad,para que el pueblo pueda libremente educarse;estarse quietos y tranquilos, para que el pueblo sehaga virtuoso por si mismo; no darse excesivoquehacer para que el pueblo por s mismo pueda

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    enriquecerse; reducir al mnimo los propios deseos,para que el pueblo pueda mantenerse sincero. Ytambin (cap. 18): Cuando el Tao perdi entre loshombres su eficacia, entonces se comenz a hablarde Humanidad y de justicia, y cuando surgi laciencia, naci el error; cuando los parientes dejaronde vivir de acuerdo, se inventaron la piedad filial y elamor fraterno; cuando el estado estuvo revuelto pordesrdenes interiores, se predic la lealtad de losministros.

    Por eso, dejando a un lado la forma paradojal,queda del principio del wei-wu-wei esta profundaverdad: que mucho ms que la inquieta actividadprctica, la cual, arrojndonos en el turbin de lalucha por la vida y por el xito, desarrolla ennosotros las tendencias egostas y consume lamisma resistencia fsica, as como debilita nuestrosentido religioso y moral y nos roba a nosotrosmismos, vale la pena reconcentrarse en nuestroespritu, dejar hablar en nosotros las voces arcanas,dejar libre el curso a las inspiraciones naturales, quenunca sabemos de dnde vienen, pero que suelenvaler ms que cualquier ponderado consejo. Y porlo dems, despojada de sus exageraciones verbales,resta otro lado positivo y esencial y moralmente til

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    en esta concepcin: quiero decir ese espritu demodestia, de moderacin y de tolerancia que Lao-tze llama sus tres gemas. La tolerancia, sobretodo,una virtud casi rara en esta nerviossima Europa,que no es ciertamente la resignada inercia delfatalista. El hado es una fuerza ciega contra la cualchoca y se rompe toda voluntad humana, es unacoercin que el hombre ha de sufrir quiera o no porparte de una fuerza extrnseca y necesaria.

    Para el Taosmo, por el contrario, el hombre eslibre artfice de su propia felicidad, si sabe ahogarlas insanas pasiones y acomodar su vida en losprincipios universales que rigen todas las cosas.Cuando esa conformacin se haya realizado, serentonces completamente libre; poseedor de unalibertad que los taostas, condescendiendo, acaso,con ese deseo de lo maravilloso y lo legendario quetanto place a las muchedumbres, acabanfrecuentemente con confundir con una milagrosaomnipotencia, con lo que hacen del adepto untaumaturgo. En cambio, faltar a aquellas leyes,ofender el orden csmico, que, en sustancia,coincide despus con el orden moral, significa caeren la red de la infelicidad: y aqu s que todo estdeterminado, con una determinacin tanto ms

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    dolorosamente sentida cuanto ms el hombre, en superniciosa ilusin, cree ser libre.

    Tolerancia, pues, y no ambicin de supremaca,ese pretender imponer el propio yo a toda costa ycontra todos.

    En el patriarcal ambiente confuciano, estosprincipios de Lao-tze deban sonar como verdaderareforma. A un escolar, quien verosmilmente, debihaber odo hablar de los nuevos preceptos ticosafirmados por Lao-tze, y le preguntaba si se debapagar con el bien al que haba cometido el mal,como precisamente se lee en el Tao-te-king,Confucio responde que si as se hiciese en la vida,no se sabra ya cmo pagar a nuestros benefactores;se debe, pues, hacer el bien con quien ha hecho elbien, y con justicia castigar al que ha ofendido.

    Es, en suma, no ya el filsofo, que perdona yabsuelve sino el legislador, que, severo custodio delorden social, no conoce debilidad ni excitacin paracastigar al culpable. La palabra de Lao-tze es clida,de amor, como la de Buda o la de Cristo, y bastapor s sola para refutar la opinin de cuantosquieren ver en l a un metafsico solamente. Ciertoes que fue un gran pensador y por eso, como Buda,no poda limitarse a la sola enunciacin de

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    preceptos morales, sin haber encontrado unajustificacin en las leyes universales, sin antes haberintentado resolver el gran problema del ser. Perouna vez ante el hombre, la fra y acompasadapreceptiva confuciana, que confundeceremonialismo con moral, el imperativo tico conlas sanciones jurdicas, no le poda pareceraceptable. Y la sustituye con un espritu defraternidad y de benevolencia que anima lalaconicidad nerviosa de las breves sentencias delTao-te-king. No odio ni lucha, sino impulso deamor por todas las criaturas; no guerra, sino paz; nosoberbia, sino humildad. Y he aqu que el mismoestilo del precioso librito se anima y adquiere laexpresiva elocuencia de algunas de las ms bellassentencias del Dhammapada con el que el Tao-te-king y Chuang-tze tienen muchas analogas yafinidades, no slo de concepto, sino tambin deexpresin (Cap. 49). El santo no tiene un almaparticular y suya propia: el alma de todo el pueblo essu alma. Yo pago el bien con el bien y el mal con elbien. Y obtengo bondad. Soy sincero con quien es.sincero y con el que no es sincero. Y obtengosinceridad. El sabio vive quieto y tranquilo en estemundo abrazando a todos con su alma. El pueblo

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    tiene fijos en l los ojos y los odos, y l lo tratacomo si tratara a nios.

    En este siglo, en que tanto nos aferramos a laconquista de la vida en una lucha que no siempre esleal, y que est caracterizado por un egosmodescarado, la moral de Lao-tze no puede ser, enverdad, fcilmente comprendida. Tal vez nadieacepte hoy como buenas las afirmaciones en que elvidente chino gusta insistir de preferencia; es decir,que vale ms ser dbil que fuerte, ceder el propiopuesto antes que empearse en ir adelante a todacosta, y as sucesivamente. Sin embargo, seramucho mejor para nosotros no obstinarse en ver enestas sentencias extraas paradojas. Que no sonparadojas, sino profundas verdades que la vidatormentosa y extrnseca de nuestros das nos impideapreciar con justeza: no pocas veces la ira ms ferozfue aplacada por la sonrisa de un nio, o por lamirada de una mujer implorante, o por la serenidadde la vctima que se ofrece sin injurias y sinlamentos al arma del homicida. En cambio, esinnegable que cuanto ms fuerte se es, tanto msfcil es la cada; el vrtice de la potencia es lainiciacin de la ruina; y esto vale tanto para losindividuos como para los imperios. Tambin, pues,

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    el Taosmo ha recordado a las criaturas que searruinan en los odios y las luchas; que el hombre hasido hecho para amar y no para odiar, casicontemporneamente con Buda, insistiendoigualmente en una verdad que hoy parecedesconocida; es decir, que quien siembra odiorecoge odio y que la enemistad no se aplaca con laenemistad o con la represalia, sino con labenevolencia y con el amor. Y este amor lo extiendeel taosta a todas las cosas creadas.

    Tambin a los animales. Sin llegar a laexageracin del monje Jaina, que por temor dematar los microbios beba slo agua filtrada, obarra con una escobilla, de la que siempre ibaprovisto, el terreno que atravesaba para que su pieno aplastase a ningn ser viviente. Antes bien,renovando la concepcin herclita de la luchacsmica, como en el pasaje antes recordado deLieh-tze, est firmemente convencido de que laconservacin de los individuos, por lo regular, llevaa una inevitable superabundancia, fatal necesidadpor la que, mediante la muerte de los individuos, sedesarrolla el eterno devenir del cosmos. Mas si lasmismas leyes del universo imponen con frecuenciael sacrificio de un individuo a otro, no por esto el

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    hombre deber proceder contra las Criaturas. Eseamor por las bestias, que es uno de los elementoscaractersticos de las civilizaciones orientales, nofalta tampoco en el Taosmo. El Cristianismo, salvola sublime excepcin de San Francisco, parece notener por el mundo animal ms que desdn, y porboca de uno de sus filsofos, Malebranche, se noshabita a creer que las bestias no son ni ms ni menos que cosas. Y es lgico en cuanto se admita queDios ha creado al hombre, seor del Universo, a suimagen y semejanza, dotndolo de un alma racionale inmortal. Las religiones orientales, por elcontrario, aun aquellas que no han aceptado lateora de la transmigracin de las almas - y eltaosmo est entre ellas -, no han trazado nunca unalnea de demarcacin bien definida entre el hombrey la bestia.

    La ciencia moderna, con su pithecantropusDubois y otras criaturas gemelas, parece que seacerca ms a la concepcin del taosta que a la fecristiana, al hacer entrar la creacin del hombre enlas vas de una evolucin natural, extraa a todaintervencin divina y en poner as, al menosgenticamente, al mismo nivel los hombres y losanimales. En tanto, los famosos caballos de

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    Elberfed, cualquiera que sea la verdaderaexplicacin del portento, siempre oscura en lascontradictorias hiptesis de los innumerablescientficos que les han hecho objeto de estudio, nopuede negarse que han dado un solemne ments acuanto hasta ayer se crea sobre la facultadintelectiva de las bestias; que no se reducenexclusivamente a simples impulsos instintivos, sinomuy frecuentemente a verdaderas combinaciones deelementos dispares con subsiguiente eleccin ydecisin. Por lo dems, si ponemos en contrastenuestra inteligencia con la de un chimpanc, ladiferencia nos podra parecer insuperable; pero ladistancia disminuira ms si como trmino decomparacin, no tomsemos al inteligente europeodel siglo XX, sino qu s yo, un pigmeo, unaustraliano, un bant, que tambin, al menos hastaprueba en contrario, pertenecen al gnerohombre. Mas para ilustrar mejor la posicintomada por el Taosmo frente al mundo animal,creo que vale ms que mis palabras este pasaje delseudo Lieh-tze, harto caracterstico y notable paraque yo me calle y le ceda la palabra: El aspectohumano no implica inteligencia humana y,viceversa, la inteligencia humana no implica que se

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    deba tener necesariamente un cuerpo humano. Alos sabios importa slo la inteligencia, de ser ciertoque dan poca importancia a las apariencias, mientrasque, al contrario, los hombres vulgares se atienenslo al aspecto exterior y no piensan en lainteligencia. Aquellos que tienen una aparienciasemejante a la propia se aproximan y aman; aquellosque se diferencian, huyen y temen. Llmese hombrea un ser que tenga siete pies de alto, posea manos ypies, tenga pelo y dientes y camine sobre dospiernas; no est excluido, sin embargo, el que tengaalma de bruto. Pero, aun en este caso, basta slo suaspecto para que reciba la simpata ajena.

    "Los animales estn provistos de plumas, decuernos, de colmillos o de garras, vuelan por losespacios celestes, o se agazapan, o corren; no estexcluido el que tengan inteligencia humana. Y aunas, los hombres les huyen igualmente, aterrados tanslo por su aspecto exterior... (Siguen algunos ejemplospara demostrar la inteligencia en los animales.) Luego lainteligencia es comn a los animales y los hombres.Cierto es que por su aspecto y los sones que emitenaqullos se diferencian de stos; pero no existendel mismo modo medios para poderse entender conellos? Los sabios, que en todo triunfan, son capaces

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    de atraerse y amansar a los animales."Que la inteligencia de los animales sea igual a la

    de los hombres, que tambin ellos aman igualmentela vida, es cosa de todos advertida: el amor de lahembra y el macho, el afecto entre madre e hijo, elbuscar lugares tranquilos donde habitar, el evitar elfro y desear climas templados, el unirse en grupos,el caminar segn un determinado orden, lospequeos en el centro y los grandes a los lados, elandar juntos en cantidad para beber, el reunirsevoceando para comer.

    En la ms remota antigedad, los animalesvivieron juntos con los hombres. Cuando stos secrearon emperadores y reyes, comenzaron aatemorizarse y alejarse. En las edades sucesivas, enfin, se escondieron para sustraerse a los peligros conque el hombre les amenazaba.

    Pues bien; todo esto no es retrica solamente.No puede negarse que hay all elementosfantsticos, como sucede siempre en los inicios delas ms dispares construcciones cientficas; perotambin es verdad que en el Occidente antiguo sonrarsimas observaciones tan agudas sobre la vida delos animales y su afinidad con los hombres. Y esque el taosta no mira solamente con la fra mirada

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    del naturalista, sino con esa tierna simpata quetiende a establecer arcanas relaciones entre l y lacriatura contemplada, y que es la nica que puedepermitirnos la ms completa e ntima comprensin.

    No se diga que es poco decoroso para nosotrosel que se nos ponga en tan bajo lugar, al par de lasbestias, privadas del origen divino, de que otrossistemas religiosos se burlan. El hombre, que, parael Taosmo, no goza de especiales preferencias, notiene por qu avergonzarse si se le parangona conlos dems seres, aun los ms humildes y msdesemejantes a l, que el Tao ha llamado a la vida,como a l. Es, por el contrario, harto verdad quemuchos de sus pretendidos privilegios se suelenconvertir en su dao y en su vergenza.

    No faltan en la historia dolorosos excesos queprueban con cunta frecuencia esta criatura de Dios,como gusta llamarse el hombre, hace tan psimouso de su razn, que resulta mucho msdespreciable que los brutos.

    *

    Llegados a este punto, alguien podra objetarque la moral taosta no dice nada acerca de los

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    imperativos categricos que las distintas escuelasfilosficas y religiosas codifican asumiendo en elloslas normas ticas consideradas como esenciales, yapara la estabilidad de los grupos sociales como paranuestra salud espiritual. Pero esta objecin no meparece justa. Cierto es que en los textos taostas noencontramos los diez mandamientos cristianos nilas cinco restricciones del Budismo. Pero yahemos visto qu alto contenido tico existe en elconjunto de la doctrina taosta y cmo se presentaen muchos aspectos superior, aun no ocupndoseex profeso de semejantes problemas, a la demasiadofra, formalstica y minuciosa moral confuciana. ElTaosmo no enumera las acciones que no se debencometer, ni con una casustica minuciosa prescribecmo hay que comportarse en las variascircunstancias de la vida. Y es lgico. La moral esmucho ms vasta que un limitado nmero deimperativos, los cuales, por fundamentales que sean,jams podrn acotar el campo. Antes bien, son ellosde una tan evidente generalidad, que de normasmorales acaban por ser, con el tiempo, sancionesjurdicas, cuya violacin en los rdenes socialesimporta, con dao para los transgresores, serias einevitables consecuencias. Pero cuntas personas

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    que no caen bajo las penas conminadas por loscdigos no son por eso de indudable moralidad!Miles y miles son las ocasiones de la vida diaria enque nuestras relaciones con la sociedad ponen aprueba nuestra rectitud y nuestra sinceridad. Y esprecisamente el conjunto de estos actos singulares,de estas continuas reacciones frente al ambiente, loque hace aparecer como persona de bien o no. Peroestos actos y estos comportamientos son tantos ytantos, que un catlogo que quisiese intentar elmoralista no los abarcara nunca; y tan dependientesde las ms varias circunstancias de lugar y detiempo, tan distintos segn los individuos, tanmudables, tan elsticos, tan relativos son, que seescapan a cualquier definicin. Aquello que hoy espara m apropiado y justo, maana, o para otro, nolo ser ya. Por eso no creo que yerren los taostas, sino se preocupan de legislar en materia de moral.Slo insisten en una cosa y nunca se cansan devolver sobre ella: en la necesidad de ser dueo de smismo para no ser esclavo de los sentidos y de laspasiones. Porque por muchas vueltas que se den,siempre volvemos al mismo punto: fuera de laspasiones, fuera del desenfreno de los sentidos, noexiste pecado ni existe mal. La virtud es, pues, la

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    , que libertando al individuo de todoimpulso desenfrenado y contradictorio, lo pone msall del bien y del mal. Y ms all del bien y del malest, en efecto, el sabio taosta, como el yogui de laIndia. Y seguro de esta superioridad suya parece quealgunas veces se divierte en confundir a los necios ylos presuntuosos, que quisieran con demasiadafacilidad y rpidamente, llegar sin preparacin a superfeccin.

    Un cierto Kuo de Ts'i era muy rico, y un talHiang de Sung, muy pobre. ste dej su pas ymarch a Ts'i para aprender el secreto de la fortunade Kuo. Yo - le dice Kuo - soy un solemnsimoladrn: cuando comenc a robar, al cabo de un aotuve lo necesario; al cabo de dos, la comodidad, ydespus de los tres fui rico. Hiang, sin habercomprendido el sentido de las palabras dichas porKuo, fuera de s por la alegra, creyendo tener en lasmanos el arte de la riqueza, comenz a escalarmuros, horadar paredes y robar cuanto caa bajo susojos. Mas a poco fue apresado y castigado, vindoseconstreido a perder aun lo poco que antes tena.Creyendo haber sigo engaado, fue nuevamente aver a Kuo, y speramente se lament ante l. PeroKuo le dijo: T no has comprendido lo que

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    significa ser ladrn. Yo he sabido robar al cielo y ala tierra, a las nubes y a la lluvia, a los montes y a lasllanuras, apropindome de cuanto ellos hacen nacery desarrollar: hierbas y animales. Yo he robado,pues, lo que es de la naturaleza y por eso no estoyincurso en ningn delito. El oro y los objetospreciosos no son cosas del cielo, sino propiedad delos hombres. Quien se los quiera apropiar, sernecesariamente castigado por stos. Por qu telamentas?.

    *

    La innovacin trada por el Taosmo no fue, sinembargo, metafsica y tica solamente: tiene uninters y un contenido cientfico real, que sera errorobstinarse en no reconocer.

    Sera absurdo pretender que los maestrostaostas que vivieron muchos siglos antes de nuestraera tuvieran la severidad de mtodo o las exactasconcepciones fsicas, astronmicas y biolgicas queconstituyen la gloria de nuestra ms joven ciencia.Pero no podemos negar al Taosmo algunas genialesintuiciones que se anticiparon con mucho a lasulteriores evoluciones de la ciencia en China y

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    atestiguan, si no otra cosa, la profundidad y laoriginalidad de sus maestros. A ellos corresponde,como ya se indic, el mrito indiscutible de haberintentado liberar las conciencias del yugo de latradicin con que amenazaba encadenarlas lamentalidad confuciana, favoreciendo la libreindagacin y ejerciendo un agudo examen crtico delos prejuicios de las convicciones imperantes.Precisamente bajo el influjo del pensamientotaosta, Han Fei-tze niega todo valor a las leyendascomnmente aceptadas y ms o menos alteradaspor las distintas escuelas con fines ticos yeducativos, considerando primero la historia comouna experiencia a posteriori, que, mostrando conejemplos vividos cmo algunos prncipes endeterminadas circunstancias triunfaron o fracasaron,puede llegar a ser vlida ayuda para el hombrepoltico en la resolucin de las dificultades prcticas.Adems, niega todo valor al pasado legendario, quelos confucianos se obstinaban en magnificar con elaserto de que el mejoramiento de las costumbrespodra slo verificarse cuando las antiguasinstituciones y las antiguas costumbres tornaran aestar en vigor. Han Fei-tze no quiere or hablar deesos laudatores temporis acti, que son los ms

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    perniciosos enemigos de todo progreso, y muestrael lado dbil detenindose en sealar irnicamentelos mltiples puntos en que la apreciacin de laantigedad difiere segn las escuelas.

    Se afana por combatir este tradicionalismo queconsidera absurdo, por cuanto se obstina enmantener en vida instituciones y prncipes que hanllegado a ser inactuales por no estar de acuerdo conla mudanza de espritu de los tiempos. En ciertomodo, aunque ms extensa y menos genial, en HanFei-tze se anuncia la crtica y el sarcasmo de WangCh'ung, ese Voltaire de la China antigua que noescatim los mordaces golpes a la escuelaconfuciana.

    La historia pierde el carcter moralizador que lehaban impreso los confucianos y se trueca ensencillas narraciones de los hechos humanos, en loscuales no hay que ver ya la obra de la Providencia odel Tien, o cielo, como quiera decirse, sino laespontnea, contradictoria y con frecuencia tambinirracional explicacin del insondable misterio que esnuestra alma. La historia, pues, como todo en elequilibrado y conexo organismo universal, devienetambin necesariamente: es el espritu humanoactuando a travs de los siglos siempre mudable en

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    sus formas, pero sustancialmente idntico en susmotivos. De qu sirve que los confucianos hablende sus modelos, de esa: legendaria edad de oro quepas para siempre y que nunca ms podr volver?El mundo sigue su camino y es vano pretenderdetenerle. La obra del sabio no consiste tanto encoartar la propia actividad para obedecer acategoras extrnsecas, cuanto en acomodar suconducta a la espontnea naturaleza, que nuncapuede fallir, puesto que es la voz misma del Tao.

    El Confucianismo ha dado a la literatura chinalas crnicas y los anales; el Taosmo ha creado laverdadera y propia historia. Y no es ciertamentecasualidad que, adems, de Han Fei-tze, de quien yase hizo mencin, Sse- ma Tan, que escribi laprimera gran historia de China, seguida ycompletada por su ilustre hijo Sse-ma Ts'ien, fueseun ferviente taosta; aunque no hiciese otra cosa, sucrtica documenta a las dems escuelascontemporneas y el captulo CXXX del She ki estconsagrado a celebrar la metafsica y la moraltaostas.

    Taostas fueron los alquimistas chinos, quienes,en edades ms recientes, se afanaron tanto en hallarel elixir de larga vida y la piedra filosofal como en

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    especular sobre los signos somticos, que se creapodan presagiar el porvenir y la fortuna de loshombres. Pues a estas investigaciones, que laortodoxia confuciana no ve con buenos ojos enteora, puesto que en la prctica recurre a lasconsultas del bonzo, del Tao-sse y del geomante, apesar de tantos elementos fantsticos, a pesar de lasvulgares supersticiones y los pueriles errores, sedebe el descubrimiento de muchos principioscientficamente exactos. Y la ciencia no puedeignorar que si no lograron siempre afirmarse con unvalor independiente, quedaron asegurados comofines prcticos y religiosos. La alquimia china -nacida en ambientes y escuelas taostas - est conrespecto a la ciencia en la misma relacin quenuestra alquimia medieval, a travs de cuyasaberraciones y fantasas se fueron lentamentedesarrollando y preparando la qumica y la fsica delos tiempos modernos. No cabe duda de quecuando se puede hacer un vasto sondaje en lainmensa mole del canon taosta, aun casicompletamente inexplorado, nos encontraremoscon muchas sorpresas. No ya la limitada concepcindel T'ien-hia que en los escritos confucianos es casiuniversalmente sinnimo de China, sino una visin

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    mucho ms vasta y cientfica. Los confines seamplan y el Tien-hia se trueca en el Universo, elUniverso constituido por una infinidad de mundoseternamente existentes, aunque sujetos a unacontinua evolucin. (Liet-tze, cap. 5.) Tang(antiguo emperador de la dinasta Yin) pregunt aHia-ko: Ms all de los cuatro mares, qu hay?Lo mismo que entre nosotros, responde Tang.Cmo lo puedes asegurar? Dirigindome haciael Oriente, llegu a Ying (donde encontr) hombresen todo semejantes a nosotros. All pregunt quhaba al Oriente de Ying y me respondieron (quehaba tierras y pueblos) como en Ying.Dirigindome hacia el Occidente, llegu al pas dePin, en donde encontr hombres en todosemejantes a nosotros. All pregunt qu haba alOriente de Pin y se me dijo que (haba tierras ypueblos) como en Pin. Por eso estoy convencido deque por todos los puntos del Universo debe ocurrirlo mismo.

    Esta original concepcin del mundo, a la que elulterior progreso de la ciencia deba dar tanesplndida confirmacin, no queda como puradivagacin literaria, sino que, unida al espritu vidode saber y curioso de novedad que distingue a los

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    taostas, acab pronto por estimular a algunosaudaces navegantes a cruzar el ocano para teneruna idea ms precisa de aquellos continentes que lospensadores ascetas taostas afirmaban que existanms all del horizonte y para ver de cerca lasmaravillas que se decan opulentas y de las que unaliteratura surgida e inspirada en estas creencias,hacia amplias y minuciosas descripciones. En elShan-hai-king, por ejemplo - obra clebre en China -,uno de los principales libros filosficos, aunquecontiene mucho de fantstico y legendario, conservaindicaciones geogrficas y etnogrficas precisas, sibien, por lo regular, irreconocibles, y en ciertomodo, contrahechas. La mana de los viajesinspirada por estos ambientes taostas se difunde yencuentra amparo aun en los mismos emperadores.Wuti, por ejemplo, el clebre fundador de la dinastaHan, tuvo la imperdonable debilidad de mostrarsedemasiado crdulo con la chusma de brujos ycharlatanes que hbilmente especulaba sobre suespritu inquieto y curioso.

    *Quiz no exista misterio que haya atormentado

    ms las mentes como el angustioso y torturante

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    misterio de la muerte. Pocos sern los que,prximos a la hora del trnsito, puedan afrontarlocon serena tranquilidad. El adis a un orden decosas que ms o menos se conoce, a un mundo quenos obstinamos en amar a pesar de todos losdolores y las desilusiones de que est toda la vida, yla incertidumbre del dudoso ms all, sobre el cualtodas las filosofas han especulado de diverso modoy que todas las religiones pretenden hacerdescubierto, no pueden dejar de turbar aun al almams serena.

    En las religiones - en las cuales el ms all varasegn la conducta terrena -, el individuo no puedetener otro escudo que la feen la misericordia divina, que tiene un

    brazo tan largo,que coge cuanto a ella se vuelve,

    o en la tranquila conciencia del deber cumplido.Pero qu criatura, aun confiando ciegamente en labondad de su dios, podr estar segura nunca de queel arrepentimiento de la hora extrema ser vlidopara la remisin de todas sus culpas? O quinpodr afrontar el juicio divino con el absolutoconvencimiento de estar limpio de toda mancha? La

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    angustia del paso fatal pone en crisis muchasconvicciones que, mientras se est sano y se vegeta,parecen nuestro ms vlido refugio. Por eso, cuantoms firmes son los principios religiosos, tanto ms,pienso yo, debe estar lleno de agitaciones elmomento de la partida.

    El escptico y el ateo, habituados a burlarsegroseramente de cuanto no ven ni tocan con lamano, sienten que se estremecen en un momentocon indecible turbacin sus exclusivas y apriorsticasnegaciones. Unicamente el filsofo es el que estacorazado para afrontar el difcil momento; peroaun entre los filsofos, acaso no sean muchos losque hayan realizado una tan perfecta fusin delpensar y del sentir que acalle toda duda y todotemor al acercarse la hora suprema.

    Bien pocos son los Marco Aurelio y los Plotino,ejemplos clsicos de esa euthanasia, que si bien no esdesconocida para nosotros los occidentales, esmucho ms frecuente hallar en el Oriente remoto,en la India de los yoguis y de Buda o en la China deLao-tze y Chuang-tze.

    La concepcin budista de la muerte no est, enel fondo, libre de preocupaciones morales: elnirvana slo se consigue cuan do hayan sido

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    destruidas todas las pasiones y eliminada toda causade renacimiento. Cuando no se haya conseguidoeso, el Karma se consume y la rueda del samsarasigue rodando de existencia en existencia. Para elTaosmo, por el contrario, no hay ningunapreocupacin moral, puesto que la muerte no esms que una concepcin cientfica.

    El taosta - entendiendo, como ya he dicho, eltaosta de las grandes y nobles tradiciones antiguas,no el supersticioso alquimista de los tiemposposteriores - est seguro de no ir en contra deningn dios; sabe que bien y mal no son ya cosasreales, sino que existen slo en la mente de quienesno han intuido la verdad y que, por lo tanto, nadapueden influir en la suerte que aguarda a loshombres en su partida. La muerte del individuo esun hecho natural, ni ms ni menos como elnacimiento y como la vida: la muerte sucede a lavida, y la vida a la muerte en un continuo devenirfatal, a travs del cual se desenvuelven las leyes delTao. Por lo tanto, no debe sentirse alegra por lavida ni dolor por la muerte, como tampoco se debelanzar lamentos por la caducidad de las cosashumanas. El lucreciano:

    Quidve mali fuerat nobis non esse creatis?

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    parecera blasfemia a los odos del taosta, comoblasfemia sera para l la colrica imprecacin de laGinestra leopardiana. Su filosofa, precisamenteporque es filosofa, no es ni triste ni alegre: suconcepto de la vida es un concepto cientfico, que,descubiertas las leyes que regulan el universo todo,le sugiere una norma de conducta que es serenasumisin a aqullas. El taosta no tiene miedo antela muerte, porque, en realidad, la muerte no existepara l, como no existen todos los contrarios. Unpoco de serenidad taosta no nos sentarla mal a losoccidentales, que nunca hemos puesto en peligro lavida tan frecuentemente como ahora, y quiz nuncaestuvimos tan poco preparados como ahora paraafrontar la muerte.

    En nosotros vive an el miedo a la muerte. Yomismo conozco muchas personas instruidas, yciertamente superiores a lo comn, que cuandooyen hablar de muerte pierden su buen humor yprefieren cambiar de conversacin.

    El espectculo de la muerte suscita en nosotrosun sentimiento confuso de dolor por las cosas deque inexorablemente nos separa, de terror por loignorado, de locas rebeliones contra este destinociego que sabemos que nadie podr nunca evitar y

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    que tan desconsoladas lgrimas nos hace vertercuando se abate sobre nuestros afectos. Pero acaso,como dice Sneca, es ms el aspecto de la muerteque la muerte misma lo que nos conturba; porquerenunciando a pensar sobre esta suerte comn queincumbe a todo cuanto ha nacido, estamos a la vezpoco habituados a considerar la muerte no ya comoun hecho natural, como una de las leyes que regulanla estabilidad misma del universo, sino como unafuerza oculta y amedrentadora, o como obra demisteriosas potencias. Pero entre el espanto deloccidental y la plcida serenidad del taosta, yo nodudo en proclamar como superior a sta, aunqueparezca demasiado fra y harto difcil de conseguir,puesto que presupone el desapego de las cosas delmundo y de los afectos, que muy pocos de nosotrossabra realizar.

    Por lo dems, ese llamado desapego nosignifica, como antes sealbamos, abandono yrenuncia a las cosas de este mundo, no; sino sloesa firme conviccin, que es fruto de muymeditadas reflexiones y de repetidas experiencias, deque nada sobre la tierra nos pertenece, en realidad,para siempre; de que personas y cosas, aun las msqueridas, estn sujetas a destinos casi siempre muy

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    distintos a los nuestros, y de que el afecto msgrande que podamos dedicarles no puede hacernosolvidar que podemos perderlas de un momento aotro; porque todo transita en este eterno ro del ser,mediante el cual y en el cual el Tao se realiza y es.Pero mejor que mis palabras, pienso que parailustrar la actitud del taosta frente a la muerte,valdr un pasaje justamente famoso de Chuang-tze(cap. XIII): "Cuando se muri la mujer de Chuang-tze, Hoei-tze fue a verle, y lo encontr sentado entierra, al lado del cadver, cantando al mismotiempo que daba golpes rtmicos sobre unaescudilla. Tu mujer vivi contigo mucho tiempo -le dijo -. El mayor de los hi