APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la...

14
é^^m ^^^A ^H Julio fll ^H ^^j .^H ^^^^^ ^^^^^^^ ^^F^^^^^^k fli i^^^ ^H ^^F dB^k I 1967 I I ^^ I ^r ^^^ I V I £^L flB» t^^s!^^^^^ B Fascícu| ° I B ^^^ H vL Mr B ^^^ B ^r^^^^^^k DR. LEOPOLDO CORTEJOSO UN SINGULAR REMEDIO CONTRA LA TISIS: APORTACIÓN HISTÓRICA PUBLICACIONES MEDICAS BIOHORM. • SECCIÓN: MEOICINA E HISTORIA | N.° R.: B. 1023-63 | D. L.: B. 27541-63 | EDITORIAL ROCAS. - DIRECTOR: DR. MANUEL CARRERAS. COLABORAN: DR. AGUSTÍN ALBARRACIN - DR. DELFÍN ABELLA - PROF. P. LAIN ENTRALGO - PROF. J. LÓPEZ IBOR - DR. A. MARTIN DE PRADOS - DOC- TOR CHRISTIAN DE NOGALES • DR. ESTEBAN PADROS - DR. SILVERIO PALAFOX -PROF. J. ROF CARBALLO - PROF. RAMÓN SARRO - PROF. MANUEL USANDIZAGA • PROF. LUIS S. GRANJEL - PROF JOSÉ M * LÓPEZ PINERO • DR. JUAN RIERA - SECRETARIO DE REDACCIÓN: DR. FELIPE CID . DIRECCIÓN GRÁFICA: PLA-NARBQNA

Transcript of APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la...

Page 1: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

é^^m ^^^A ^H Julio fll ^H ^^j .^H ^^^^^ ^^^^^^^ ^^F^^^^^^k fli i^^^

^H ^^F dB k̂ I 1967 I I ^̂ I r̂ ^̂ ^ I V I £̂ L

flB» t^^s!^^^^^ B Fascícu|° I B ^^^ H vL Mr B ^̂ ^ B ^r^^^^^^k

DR. LEOPOLDO CORTEJOSO

UN SINGULAR REMEDIOCONTRA LA TISIS:APORTACIÓN HISTÓRICA

PUBLICACIONES MEDICAS BIOHORM. • SECCIÓN: MEOICINA E HISTORIA | N.° R.: B. 1023-63 | D. L.: B. 27541-63 | EDITORIAL ROCAS. - DIRECTOR: DR. MANUELCARRERAS. COLABORAN: DR. AGUSTÍN ALBARRACIN - DR. DELFÍN ABELLA - PROF. P. LAIN ENTRALGO - PROF. J. LÓPEZ IBOR - DR. A. MARTIN DE PRADOS - DOC-TOR CHRISTIAN DE NOGALES • DR. ESTEBAN PADROS - DR. SILVERIO PALAFOX -PROF. J. ROF CARBALLO - PROF. RAMÓN SARRO - PROF. MANUEL USANDIZAGA •PROF. LUIS S. GRANJEL - PROF JOSÉ M* LÓPEZ PINERO • DR. JUAN RIERA - SECRETARIO DE REDACCIÓN: DR. FELIPE CID . DIRECCIÓN GRÁFICA: PLA-NARBQNA

Page 2: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

De esta edición se han separado cien ejemplaresnumerados y firmados por el autor,

Ejemplar n.° | 1 C T

-<\ y'*""""" • *'-J

i

Page 3: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

DR. LEOPOLDO CORTEJOSO

UN SINGULAR REMEDIOCONTRA LA TISIS:APORTACIÓN HISTÓRICA

Page 4: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

4

Como casi siempre sucede, cuando se trata de investigar el origen exacto de una terapéutica no fundamentada enirrebatible doctrina, las primeras huellas, los hitos iniciales, se pierden en la noche de los tiempos. Tal ocurre,por ejemplo, con el empleo de la leche de mujer y de burra en el tratamiento específico de la tuberculosis. ¿Naceen el oscuro medioevo, como han pretendido análisis superficiales, o más lejos aún, en la Grecia clásica, o enel seno de las religiones primitivas? Imposible saberlo con exactitud. Por lo pronto, una hipótesis aparececomo cosa cierta : su lejanísima aparición en documentos de toda índole. No ya la iconografía artística, la mis-ma Mitología viene en nuestro auxilio cuando tratamos de desentrañar el misterio.¿Acaso no fue una gota de leche, escapada del seno de Hera, mientras lactaba a Hércules, lo que formó la VíaLáctea ? ¿ No se habla igualmente del jugo nutricio de los senos de la diosa hindú May, como de algo que dionacimiento a un mar de leche, principio de todas las cosas ? Según L. Masson, las religiones primitivas con-sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas, yéste puede ser —si se me permite— un buen punto de arranque que nos facilite a la postre la comprensión desu empleo terapéutico. A mi modesto entender, las Venus prehistóricas :—representadas siempre con un consi-derable desenvolvimiento de las mamas— no son ajenas a esta importancia de la leche como líquido de valorexcepcional. Las características femeninas, en las representaciones del paleolítico, son en este aspecto inconfun-dibles : adiposidad y senos ubérrimos, como si de ellos hubiese mucho que esperar.Se encuentra también a la leche en el nacimiento de Brahma, primera persona de la trinidad hindú, como se laencuentra en el cristianismo, pero ya no con propiedades maravillosas, sino como símbolo de la fuerza ; de ahíque se administre a los catecúmenos, mezclada con miel, e incluso a los moribundos, en el acto de la extre-maunción. Habrá que llegar, andando los siglos, hasta la Edad Media, para encontrar en la leche de mujer lavirtud de operar milagros ; esto sucede, naturalmente, cuando la leche procede de la Virgen María, madre porexcelencia ; la lactancia entonces, más que un remedio material, tiene un altísimo valor espiritual que reciben en-tre otros San Fulberto de Chartres, Alacir de la Roche, Santa Catalina de Ricci y, sobre todo, San Bernardo,de quien existe una copiosa iconografía alusiva al acto de su lactación. Pero vale más no precipitarse y seguir,paso a paso, la historia de este singular remedio terapéutico.Digamos, antes de seguir adelante, que entre las representaciones artísticas que prueban la antigüedad de suuso curativo, se encuentra una pintura mural de la XVIII dinastía egipcia, actualmente en el museo de El Cairo,y en la cual Amenofis II mama directamente del seno d la diosa Hattor, representada en forma de vaca, la«leche de la vida eterna». Anotemos también la existencia de una antigua terracota, que se guarda en el museode Etnología de Berlín, y en la cual una joven china aparece dando el pecho a una señora de cierta edad, y asi-mismo de un fresco pompeyano que representa a una joven griega lactando a Cimón, su viejo padre condenadoa morir de hambre en la cárcel. Algunas de estas representaciones se refieren más a una simple lactación ge-riátrica que a una verdadera administración terapéutica de la leche de mujer. Pero es significativo que en talescasos la mujer lactante sea representada joven y sana, en contraposición a quien recibe su ayuda, casi siempre unser depauperado.

Page 5: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

I •••

I Terracota donde una joven china wJ~*^^tkaparece dando el pecho a una & r «**señora de cierta edad. (Museo * *%t ¿**de Etnología de Berlín.) Yjt :<J(

•HJI&iiiliSÍ^HSil^HflB^HI^H

— ; _ _ « _ _ _ — _ _ _ _ _ _ . ,

Escasas son las referencias a la leche como elemento terapéutico en el mundo antiguo, pero no tanto que resultedifícil rastrear su presencia entre fármacos de tan diverso valor y origen como el tuberculoso empleó a lo largode la historia. En el antiguo Egipto, por ejemplo, sabemos que se recomendaba la leche en el tratamiento dediversas enfermedades, mas con la exigencia de que procediera de mujer joven «que acabase de dar a luz un mu-chacho» o de vacas «que no hubiesen tenido más que terneros». Esta exigencia hemos de verla confirmada mástarde obedeciendo a misteriosos designios. Por lo demás, en el mismo papiro de Ebers puede leerse esta fór-mula de conjuro empleada precisamente para cortar la fiebre : «¡ Vete! Yo aporto un remedio contra ti, lapoción contra ti, la leche de una mujer que ha amamantado a un niño...»Otra curiosa exigencia que igualmente hemos de ver resucitada con vigor en otras épocas, especialmente en elromanticismo, es la que se expresa en el Ayurveda indio, y concretamente referida al tratamiento de la tuber-culosis, la «reina de las enfermedades» según su léxico. Se trata no sólo de la utilización de la leche, sino de lapermanencia del enfermo en los propios establos para alcanzar un supuesto mayor beneficio.Es, sin embargo, en la medicina griega donde la utilización de la leche en el tratamiento de los tuberculososaparece más claramente definida y donde —lo que es más importante-— se hace referencia por primera vez a laleche de burra. Con anterioridad se hablaba insistentemente de la leche de mujer, de la de vaca e incluso de lade cabra ; al aparecer Hipócrates se añade la de este animal tan vilipendiado y, a pesar de todo, tan útil, sijuzgamos por lo que hemos de seguir conociendo.Por las referencias que nos legaron, se tiene una idea bastante completa de lo que fue la terapéutica de la tuber-culosis en la medicina griega. A redondear estos conocimientos contribuyen escritos no médicos, tal como elde Isócrates relativo a la enfermedad de Trasilocos, ciudadano libre de la Atenas del año 4000 antes de Jesucris-to. Defendido por Isócrates en un célebre juicio, parece ser que Trasilocos había cuidado a su padre adoptivo, dequien seguramente se contagió. Pues bien, de la relación que hace Isócrates, se deduce que Trasilocos consultósu enfermedad con Hipócrates, quien le dispuso una larga ordenanza con minuciosos detalles acerca de lo quehabía de hacer y tomar ; la leche cruda de vaca, acidulada con un tercio de hidromiel, figura en el tratamiento.Sin embargo, es Eurifon, de la escuela de Cnidos —rival como se sabe de la de Cos— quien hace mayor hin-capié en estos extremos, aconsejando de forma concreta leche de mujer o de burra y cauterizaciones en los cos-tados del enfermo.Como se ve, existe aquí una clara discrepancia en cuanto a la procedencia de la leche. Mientras Hipócrates laprescribe de vaca, con hidromiel y orégano, Eurifon la aconseja de mujer o de burra, y mejor succionada di-rectamente de la mama. En realidad, leyendo los Aforismos hipocráticos, se encuentra alguna contradicciónya que el padre de la Medicina no parece mostrarse muy entusiasta. De todos modos se lee en alguno de ellos :«Puede ser útil en las calenturas pequeñas de larga duración y apenas sensibles...»

Page 6: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

Julia de Lespinasse.

Page 7: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

7

¿Perspicacia que acredita su buen juicio clínico? Eso parece deducirse al limitar su empleo a casos más bienleves y de larga duración. Mas, como es sabido, el ejercicio de la Medicina se presta a la picaresca como ningúnotro oficio, y no podemos extrañarnos demasiado de que entonces como ahora las modas y los modos intentasencaptar la voluntad del enfermo. Digo esto porque •—trasladándonos de golpe a la medicina de la antigua Roma—nos encontramos con un personaje como Asclepiades de Bitinia, médico muy discutido pero que para nosotros te-nía la particularidad de tratar a sus tísicos por medio de fricciones, juegos gimnásticos y leche. Cobró famade disponer cosas que alegraban el ánimo del enfermo y le complacían sobremanera, arguyen Piery y Roshem.En todo caso parece ser que lograba éxitos indiscutibles, lo que no desprestigia ni mucho menos el empleo te-rapéutico de la leche.También Plinio el Viejo y Areteo de Capadocia se muestran partidarios de la misma, el primero de mujer, el se-gundo sin especificar procedencia. ¿Y Galeno? : ¿qué opinión sustenta acerca de esta cuestión hombre de tanaudaces saberes médicos?Piery y Roshem dicen a este propósito que Galeno, «siguiendo a Hipócrates» recomienda a sus tísicos la lechede burra, cosa que no concuerda exactamente con lo que hemos visto al hablar de la medicina griega. Tambiénprescribe la de mujer, ciertamente, mas ¿no recuerda esto la terapéutica antituberculosa de la escuela de Cnidos,frente a la de Cos? Por lo demás no era menester establecer ligazón alguna entre uno y otro, ya que Galeno—que juzga el valor sintomático y pronóstico de las hemoptisis con gran acierto— tiene sus ideas personalesacerca del tratamiento específico de la tuberculosis, y procura llevarlas a la práctica.Por lo pronto, «las cosas que han de curar requieren quietud» afirma Galeno, con lo que alude a la importanciavital del trauma respiratorio. Lógico es, según esto, que aconseje reposo, y que a él añada aire puro, estancia enel mar o en la montaña, buenos alimentos y desde luego leche. Y es curioso que, refiriéndose a las condicionesclimáticas que debe reunir un lugar para curar a los «ulcerosos del pulmón», como denomina a los tísicos, digaque en él deben pastar vacas, burras y cabras para tener leche espesa, fresca y abundante. Incluso —asegura—sería conveniente que acudiesen, junto a los que padecen de tisis, mujeres lactantes.La importancia que concede a la leche es, por tanto, incuestionable, cosa que no nos puede extrañar demasiadosi tomamos en cuenta otros aspectos de la Medicina en tiempo de los Césares. Celso hace notar que los oculistasempleaban la leche de mujer en el tratamiento de las oftalmías del recién nacido, y como cosmético facial se sabeque la empleaban asiduamente las damas romanas, haciendo una masa precisamente con harina y leche deburra. Ésta es por cierto la razón de que Popea, mujer de Nerón, viajase con una recua de burras que leproporcionaban la leche para sus abluciones lácteas.Desde esta época hasta el auge de la medicina conventual, apenas es posible dar con nuevas alusiones al tra-tamiento de los tuberculosos con leche de burra o de mujer. Acaso la más importante de las citas encontradassea la de Casiodoro, filósofo y médico, quien escribe refiriéndose al Monte Lactarius : «Contra esta execrableenfermedad (la tisis) el cielo nos ha ofrecido generosamente esta montaña». Una montaña que las gentes repu-taban bienhechora no solamente por la salubridad de su aire, sino también por la leche de sus vacas. Y de quetanto ésta como la de burra y la de mujer se siguen usando en los tuberculosos, da fe el texto del RégimenSanitatis salernitano en uno de cuyos capítulos, el XXXIV, se lee :

Lac ethicis sanum caprinum, post camelinum,A c nutritivum plus ómnibus est asininum:Plus nutritivum vaccinum sit et ovinum.Si febriat, caput et doleat, non est bene sanum.

De todos modos no parece existir un entusiasmo desmesurado por el remedio en esta época, al contrario de lo quehemos de apreciar en siglos posteriores. Realmente, ¿qué podía ser útil en una enfermedad apenas individua-lizada? Ni siquiera los sanos consejos de Galeno perduran en toda su amplitud higiénicodietética, y lo que nosofrece en este aspecto el análisis de la medicina árabe, no deja de ser una repetición monótona de fórmulas eindicaciones. Así el consejo terapéutico de Avicena, referido estrictamente a la leche de mujer y de burra, conuna •—si se quiere— singular novedad : la de su empleo también en forma de aspersiones antes del baño.Aparece sin embargo por entonces -.—hacia el año 970— un libro que después se haría famoso : el Liber funda-mentorum pharmacologiae, de Aben-Mansur-Muvaffack, y en él, al lado de la prescripción de leche de burracontra la tisis, aparece por primera vez otra terapéutica que podemos llamar sin reparo alguno «calcica», elpolvo de cangrejos de río. Hasta no hace muchos años, aunque administradas las sales de calcio en forma másracional, ¿no constituía esta terapéutica la base del tratamiento de los tuberculosos? También Jahia-Ben-Mas-nik, de la corte del califa Harun-Al-Raschid, asegura que llegaba a cicatrizar la úlcera del pulmón adicionandoa la leche azúcar de rosas, y el mismo Arnaldo de Vilanova la prescribe igualmente en los casos febriles aña-diéndole sal, miel y anís. Pero con una condición : que la burra habría de ser alimentada con hojas de encinay cebada.

Page 8: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

8

Propiedad en los alrededores deMontpellier, donde se trasladóRachel.

Sabiendo que el Corán concede una gran importancia a la leche —«Es un líquido reservado en el Paraíso paralos creyentes» se lee en una de sus páginas—, pero sabiendo también que excluye la de burra, echamos de verentre las ordenanzas de los médicos citados y la sumisión a las creencias religiosas una cierta contradicción. Po-siblemente los enfermos árabes, con su fatalismo tradicional, preferirían someterse a la imposición coránica,mientras que judíos y cristianos se inclinarían por aceptar la leche de un animal a primera vista tan desprecia-ble. ¿ Qué otra cosa han hecho, al fin y al cabo, los enfermos incurables de todos los tiempos y latitudes ?Leche se aconseja igualmente a los tísicos en el Thesaurus Ruberli, aparecido en el siglo xiv, y leche se sigueaconsejando al alborear el Renacimiento, con más convencimiento si cabe cuanto que las leyendas de la lac-tación de la Virgen a San Bernardo, y otros santos y monjes, la han convertido en un remedio milagroso. El re-lato más antiguo que se conoce, respecto a esta forma de admitir el influjo de la leche, se refiere a un monje, yestá narrado por Gauthier de Coinsy, benedictino de la abadía de San Medardo, en Soissons. Según el mismo,hallándose el monje —muy devoto de María— en un estado de debilidad impresionante, recibió la extremaun-ción, y tras escuchar las oraciones de los agonizantes, le dieron sus hermanos de devoción por muerto. Cubiertoya el rostro con el capuchón, acudió la Virgen en socorro suyo, le limpió las llagas que tenía y, para demos-trarle su afecto, le dio leche de su propio seno, con lo cual vino a recobrar vida y fortaleza. Cierto o no el hechomilagroso, se comprende que a partir de entonces el empleo terapéutico de la leche alcanzase una mayor difusión.¿Y cómo evitar que, al referirse a la leche de burra, surja un copioso anecdotario en el que venga a compararse lapropiedad curativa de la misma con la ignorancia de los pobres médicos ? Ejemplo máximo de este anecdotario loconstituye Francisco I, rey de Francia, de quien se dice que, encontrándose muy débil, hizo llamar a un mé-dico judío del que le habían hecho desmesurados elogios. Llegó a la corte el médico y no dispuso al monarca otracosa que leche de burra, con lo cual sanó. La noticia de su rápida curación se extendió por todas partes y apa-reció entonces la sátira, plasmada en estos versos insultantes :

Par sa bonté, par sa substance,La lait de mon ánesse a refait ma santé.Et je dois plus en cette circonstanceAux ánes qu'a la Faculté.

En boca de Fontenelle y también en dura prosa, no en verso, se pondrían andando el tiempo palabras semejan-tes. ¡ Pobres galenos sometidos a partir de este instante a la innoble comparación! Menos mal que, como no po-día por menos de suceder, la terapéutica, llevada a ciertos extremos, no resultaba exenta de peligros, y estoaminoró la rechifla. Altomare, un médico italiano apasionado por el remedio, acabó por proponer que se llevasedirectamente la burra a la cabecera del enfermo, a fin de que pudiera succionar la leche en la misma cama. Peo-res consecuencias tuvo en algunos casos la lactación directa por el enfermo del seno de mujer. A. de Pinet había

Page 9: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

escrito con entusiasmo en 1922 : «La leche de mujer, succionada de los senos, es muy buena para los tísicos».Y, unos años más tarde, en 1635, he aquí que otro médico, Riviére, da cuenta de un caso observado por él,en el cual se desarrolló una tuberculosis rápidamente mortal en una mujer joven que había dado el pecho confines curativos a un abad poitnnaire. Ya no era cosa de seguir haciendo sátira a costa de un remedio queiba a tener sus lógicos partidarios, pero también sus razonables detractores.En algunos libros, como en el Thesaurus pharmacologicuSj de Schróder, aparecido en 1646, se hace alusióna la leche como medicación antituberculosa, refiriéndose de paso a otros productos salidos del reino animal cadauno de los cuales tiene una indicación más o menos extravagante. Se habla, por ejemplo, de las uñas como re-medio contra la epilepsia, de la sangre como diurético, del estiércol como hemostático, etc. Esto, en realidad, máspredispone en contra del remedio que a favor de él, al menos a la luz de nuestros actuales conocimientos. Pero laleche, en definitiva, no puede negarse que tiene un valor alimenticio evidente, y esto puede haber influido en supermanencia en todas las farmacopeas, cosa que no puede decirse de los otros preparados citados. Y es tal vezeste valor nutritivo lo que aclara que algunos historiadores refieran que el duque de Alba y el dominico frayBartolomé de las Casas, protector de los indios —entre otros personajes célebres— dándosela, se curasen. Nose dice de qué mal, pero sí que la leche de pechos de mujer les fue administrada directamente.Más concreta es la referencia que hacen los historiadores acerca de las enfermedades y tratamiento de MaríaLuisa de Saboya, primera mujer de Felipe V. Aparte d sus padecimientos ginecológicos, estudiados con detallepor el malogrado Fernández-Ruiz, María Luisa de Saboya sufrió infartos ganglionares que la obligaron a doscosas : a usar cuellos altos y pañuelos con los cuales ocultar o disimular sus adenopatías, y a tomar la lechede burra como era de rigor. Y concreta es también la referencia de uno de los conquistadores que fueron al Nue-vo Mundo con Hernán Cortés, aunque referida a la leche de mujer. La escribe en su Crónica Marcos de Agui-lar, y dice así : «... los médicos mandaron que mamase a una mujer de Castilla». Y como esto, según el cro-nista, resultó imposible, no hubo más remedio que dársela al enfermo de cabras. El paciente, al cabo de ochomeses, falleció.Indudablemente, la leche de mujer y de burra se habían convertido ya por entonces en un remedio universal. Laprimera había sido aconsejada incluso con gran empeño —saliéndose del marco de sus habituales tareas quirúrgi-cas— por el propio iVmbrosio Paré, siempre en forma de lactancia directa del tísico en pechos de mujer sana, ya ser posible «en el mismo lecho», y en cuanto a la segunda, he aquí que el eminente Federico Hoffmann, queen sus disertaciones terapéuticas la había juzgado óptima -.—no sólo en el tratamiento de la tisis sino tambiénde otras enfermedades—, llega hasta el establecimiento de una hipótesis que justificase su benéfico influjo.Dice a este propósito que la leche de burra «en el estómago, se coagula con grumos más finos que la leche devaca», lo que permitiría su mejor aprovechamiento. Después de esto, ¿qué de particular tiene que la recomien-den médicos como Van Swiéten y Tissot? ¿Y qué de extraño que la ingieran, sin resultado práctico, tubercu-

Page 10: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

10

losos célebres como Pascal y Moliere? Para Van Swieten, un cierto quid debe emanar del cuerpo vigoroso dela mujer lactante, el cual sería absorbido por el enfermo y de ahí el resultado positivo de la terapéutica ; paraotros, posiblemente por su valor nutritivo, el remedio resultaría insustituible en todos los procesos de «consun-ción». Sea como sea, junto a éxitos espectaculares se señalan espectaculares fracasos, como el obtenido en eltratamiento de Pascal. Ya en 1659, un tal Ismael Bonillian escribía a Leopoldo de Médicis, que declaraba haberusado la leche de burra con gran éxito : «Dettonville, este gran geómetra cuyo verdadero nombre es Pascal, haaplicado su inteligencia con tan grande asiduidad y tan gran concentración del cerebro a inventar y demostrarestos teoremas de geometría, y lo ha hecho en tan poco tiempo, que casi ha agotado sus fuerzas y caído enuna especie de languidez, y se ve obligado a cuidar sus males de entrañas y de cabeza bebiendo leche de burray usando caldos refrescantes». Todo resultaría inútil, porque la enfermedad de Pascal iría de mal en peor. Peroeso no sería obstáculo para que tras el Barroco llegase el siglo de la Ilustración y con él un auge cada vez másvivo de la leche de burra y de mujer como remedios soberanos en el tratamiento de la tisis.Dígalo si no la extensa nómina de personajes que a partir del 1700 hacen uso frecuente de esta terapéutica. Pre-cisamente el hecho de encontrar en la relación de sus males la mención del tratamiento —sobre todo con leche deburra— ayuda a establecer un diagnóstico retrospectivo, sobre todo si la sintomatología contribuye a aclarar lanaturaleza del proceso morboso. En todo caso ello nos da una idea clara de lo que los médicos pensaron ante suenfermo. Eso ocurre, por ejemplo, con la marquesa de Pompadour y con su hija Alejandrina, como ocurrirá mástarde con Voltaire, con la señorita de Lespinasse, amiga de los enciclopedistas, y con tantos otros.La Pompadour, con una evolución bastante lenta de su enfermedad pero en un estadio ya avanzado de la mis-ma, digamos en honor a la verdad que no hizo mucho caso de esa leche de burra que, en unión de largos pa-seos, la prescribió con gran solicitud Francois Quesnay, fundador de la escuela fisiócrata y médico personal dela favorita. ¿Lo tomó poco en serio tal vez porque su hija Alejandrina murió precozmente, al parecer de unalocalización meníngea, pese a haberse medicinado con tal remedio ? ¿ O fue una intolerancia gástrica lo que mo-tivó su abandono ? Esto parece deducirse de la carta de un médico en la que puede leerse : «La frecuencia detales accesos de tos me determinaron a usar la leche de burra durante dos períodos del año ; la leche le provo-caba libertad de vientre...»

Esto hace pensar, desde luego, que los médicos observan ya con mayor cuidado y extraen consecuencias. Aun-que esto no impide que sigan aconsejando ambos tipos de leche en el tratamiento de la tisis, como lo prueban laspublicaciones de Matteo Salvatori en Italia, Howison en Inglaterra y diversos autores en España, recogidoséstos en un magnífico trabajo por nuestro compatriota Zamora Nodal.

Page 11: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

11

Salvadori aconseja una alimentación lacteovegetariana, a base sobre todo de leche de burra, sin excluir la de mu-jer. Y lo aconseja principalmente «al principio de la cura», esto es, cuando la sintomatología no es aún alarman-te. Howison por su parte resucita la vieja teoría de hacer vivir a los tísicos en establos «porque el aire húme-do y cargado de efluvios animales resultará especialmente vivificante». Los médicos españoles del siglo XVIII selimitan simplemente a recomendar la ingestión de leche de burra, sin otras particularidades. Ello permite a al-gún fabulista, como Tomás de Iriarte, reverdecer la vieja sátira que se encerraba en el epigrama francés salidode la corte de Francisco I. Lo que ahora escribe Iriarte en castellano dice de este modo :

¡ Que con la leche de burraasí la salud recobre!Más les debo a los borricosque les debo a los doctores.

Por esta fidelidad al empleo de la leche, nos vamos a encontrar en este siglo con una forma de utilización queya tuvo su ascendiente en la medicina árabe, y es la forma de baño. No basta por lo visto bebería, hay que su-mergir el cuerpo en la misma, y es la bella Paulina Bonaparte, tuberculosa e hipersexual por probable hiper-foliculinismo, como apunta Fernández Ruiz, quien puede permitirse el lujo de llevar a cabo este tratamiento.Hoy escandalizaría a los timoratos, pero entonces pudo realizarse, bañando Paulina su bello cuerpo en lechede burra, sin el menor escrúpulo. De todos modos, frente a esta excepción, lo habitual es que se siga adminis-trando en forma de tomar varios vasos al día, y así es tratado el hijo de Bonaparte, el desventurado rey de Roma,a quien sus médicos Standenheimer y Malfatti se la prescriben mezclada con agua de Seltz primero y de Ma-rienbad después. Nada práctico debió sacarse de esta terapéutica pues ni siquiera la marcha evolutiva se detieney el hijo de Napoleón habrá de abandonar el tratamiento que le produce —al igual que a la Pompadour— un se-rio «relajamiento intestinal».En el mundo parisino del amor y del arte, no hay enfermo de languidez —o poitrinaire para ser más exac-tos— cuyo nombre suene en las crónicas de sociedad, que no rinda su tributo a la leche de burra. Así ocurre, porejemplo, con Julia de Lespinasse, quien a trueque de confesar sin rodeos que los tres calmantes seguros paraella son el amor del hombre a quien ama, el opio y la música, escribe en cierta ocasión que ha logrado un pocode sueño «gracias a una buena criatura de borriquilla que viene a hacerme una visita todas las tardes». TambiénMadame Charles, la Elvira literaria de Lamartine, toma su correspondiente leche de burra en la PensiónParrier, de Aix, a donde llegan los tuberculosos en busca de curación. Y la misma Rachel, gran trágica comose sabe, cuando su organismo se hunde en la caquexia se hace trasladar a una propiedad de los alrededoresde Montpellier donde, entre otras cosas, se la somete a un régimen lácteo.

Page 12: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

Retrato de Elisa Rachel.

Page 13: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

13

En todos estos casos no es la difusión de una terapéutica que parece más popular que científica, lo que llevaa los enfermos a buscar el remedio, sino la prescripción seria y formal por parte de médicos que han alcanzadoun notorio prestigio. La llamada «fórmula láctea de Latour», por ejemplo, logra en pleno romanticismo unadifusión extraordinaria, aunque a decir verdad es la propia leche, casi siempre de burra y sin ningún adita-mento, lo que tiene más aceptación. El doctor Borda, de Milán, se la prescribe al genial Paganini cuando el mú-sico se le presenta con el cuello tumefacto y con ataques de tos que no le dejan conciliar el sueño, como al nomenos genial Chopin se la prescriben los médicos mallorquines durante su accidentada estancia en Valldemosa.Pero tiene en este aspecto un interés médico más acusado la Ordenanza que en determinado momento evoluti-vo de su enfermedad disponen a María Duplessis, la Dama de las Camelias, los doctores Davaine y Chomel.Dicha Ordenanza, dispuesta como resultado de la consulta celebrada el 13 de noviembre de 1846, se iniciapomposamente con la fórmula tradicional «Los médicos abajo firmantes entienden que...» y después de abar-car una serie de recomendaciones relativas al tratamiento de la tos, sigue : «Procurará mantener todas susfuerzas mediante la ingestión de alimentos suaves, pero sustanciosos. Continuará tomando leche de burra enidénticas dosis a las señaladas anteriormente, endulzada con jarabe de tolú, siguiendo en el uso de agua deBussang».Cuenta Eduardo Aunós que desde febrero de 1845, es decir, casi dos años atrás, la Duplessis tomaba la leche deburra con puntualidad rigurosa, y que cada taza que la enferma se llevaba a los labios costaba un franco. Elremedio se lo proporcionaba un lechero de la calle de los Molinos que en sus facturas advertía : «Lleva a domi-cilio leche caliente, leche de burras y de cabras ; alquila burras para la ciudad y el campo...» En esa mismafecha de la Consulta, noviembre de 1846, la pobre Duplessis le debía a su lechero nada menos que 251 fran-cos, y Davaine y Chomel no parecen, por lo que se ve, haber perdido la fe en el remedio. Cuenta Jules Clare-tie años después que, en vista del empeoramiento progresivo, se la dispuso en los alrededores de París unahabitación deliciosamente amueblada y situada encima de un establo, de forma tal que la enfermera res-pirase los olores que subían del mismo. Es la vieja historia, de nuevo resucitada, de los efluvios bienhechores.Y estamos ya ••—no lo olvidemos— en los albores del positivismo, etapa que abarca, según el Prof. Laín Entral-go, de 1848 a 1914. ¿Persistirá, en estos largos años, una terapéutica de la tisis que se ha mantenido incólumedurante tantos siglos ? Examinando el panorama con mirada crítica, se advierte que el empleo de la leche de mu-jer ha ido decayendo y apenas si algunos médicos como Lemery y Witkowsky la aconsejan en este período. Encambio, la de burra sigue teniendo una evidente aceptación entre médicos y profanos. Lo prueba de forma indu-bitable que se sigue vendiendo en todas las ciudades. En Valladolid, por ejemplo, y justamente en la casa don-de murió Cristóbal Colón, hay en 1874 un rótulo donde puede leerse: «Leche de vacas y de burras». Porcierto que esta irreverencia mueve a un periódico satírico local a publicar un dibujo reproduciendo la fachadade la histórica casa —hoy perdida-— y bajo el dibujo estos versos mordaces :

¡ Oh casa de Colón, cuál te destacasde la historia del mundo en los anales!Un pastor : —¿ La quiere usted de burras o de vacas ?j Tenemos leche de ambos animales !

Unos años más tarde, en la misma ciudad y en las cuentas de la administración del Hospital de Esgueva ;—fun-dado en el siglo xi y también perdido—> aún puede leerse la anotación de esta partida : «Leche de burra : 1.000 pe-setas». ¿No es ésta una prueba evidente de que se sigue utilizando, incluso en los tuberculosos hospitalizadospor la beneficencia pública ? Álvarez Sierra ha hecho la misma observación respecto a Madrid, mientras que enlugares tan distantes como América, señala Gudiño el uso de la leche en los tuberculosos, en la medicina popu-lar rioplatense.Tal vez uno de los últimos personajes célebres tratados con este remedio haya sido nuestro colega Tchekov, quienen su peregrinación por diversos lugares tratando de recobrar la salud, usó también la leche de burra, de granpredicamento en Rusia, según Irene Nemirovsky, sobretodo desde los primeros años del siglo xix. Cuando Tche-kov toma su leche de burra, se ha dejado muy atrás el descubrimiento del bacilo y corren vientos muy distintosen cuanto a la terapéutica específica. Sin embargo, el remedio no es aún abandonado. Puede decirse que se haalcanzado ya un estimable —aunque indeciso— positivismo terapéutico, cuando todavía el humilde animal es can-tado por los poetas gracias a su leche, fuente de inesperadas curaciones. Díganlo, si no, las páginas de Plateroy Yo, la inmortal obra de Juan Ramón Jiménez. En ella justamente puede leerse esta categórica afirmación :«Y ahí está la burra, rascando su miseria en los hierros de la ventana, farmacia miserable, para todo otroinvierno, de viejos fumadores, tísicos y borrachos».

Page 14: APORTACIÓN HISTÓRICA · Según L. Masson, las religiones primitivas con- sideraron siempre a la leche como substancia dotada de propiedades no sólo maravillosas, sino casi divinas,

14

BIBLIOGRAFÍA

AUNÓS, E. — María Duplessis, la Dama de las Camelias. Ediciones Biblis. Madrid. S. A.BENEDICENTI, Prof. A. — Malati, medici e farmacisti. Tomo II. Hoepli editor. Milano, 1925.CABANES, Dr. — Remedes d'autrefois. Maloine édit. París, 1905.CABANES, Dr. — Poitrinaires et grandes amoreuses. 3.a serie. Ed. Lab. Cortial. París, 1927.CASTIGUONE, Prof. A. — Historia de la Medicina. Salvat. Barcelona, 1941.DÍAZ GONZÁLEZ, J. — Historia de la Medicina en la antigüedad. Ed. Barna. Barcelona, 1950.FERNÁNDEZ-RUIZ, C. — La esterilidad en la Historia. Ed. Rocas. Barcelona, 1965.GUDIÑO KBAMER, L. — Médicos, magos y curanderos. Emecé editor, S. A. Buenos Aires XII. 1942.HIPÓCRATES. — Aforismos. Trad. de D. Blas Román. Madrid, 1794.HOWISON. — A case of phtisis pulmonalis from the patient breading mephistic air. Edimburgo, 1798. (Cit. por A. Ilvento.)ILVENTO, A. — La tubercolosi a traverso i secoli. Roma MCMXXXIII-XI.LAIGNEL LAVASTINE, Prof. M. — Histoire Genérale de la Médecine. Tome I. Albin Michel. Ed. París, 1936.LAS GRANDES RELIGIONES ILUSTRADAS. Tomo I. Editorial Mateu-Rizzoli. Barcelona, 1966.M. D. — Números de noviembre de 1964 y mayo de 1965.MASSON, L. — Miracle de la lactation de St. Bernard. Aesculape, Mars, 1930.PIERY, M. et ROSHEM, J. — Histoire de la Tuberculose. G. Doin et Cié, ed. París, 1931.RÉGIMEN SANITATIS SEU FLOS MEDICINAE SALERNI. Ed. Stedar. Milano, 1957. (A cura di Ercole V. Ferrario.)SALVADORE, Matteo. — Del morbo tísico. Libro III.0 Trento, 1787. (Cit. por A. Ilvento.)THESAURUS RUBERTI, de Ruberti di Guido Bernardi. Ed. Stedar. Milano, 1957. (A cura di Ercole V. Ferrario.)TiEDRA, José de. — El hospital de Santa María de Esqueva en Valladolid. Ed. C. Martín. Valladolid, 1937.ZAMORA NODAL, J. V. — Medicina española del siglo XVIII. Cuadernos de Historia de la Medicina Española. Vol. III. Sa-lamanca. Julio-diciembre, 1964.