Aportes Para Pensar El Maltrato Social y El Institucional

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Aportes para pensar el Maltrato Social y el Institucional Por: Juan José Castellano Introducción En Argentina, como en el resto del mundo, la violencia en todas sus manifestaciones reconocidas pasó a ser una problemática prioritaria. Las sociedades debaten sobre ella en cualquiera de sus formas: familiar, doméstica, simbólica, institucional, producto del terrorismo de Estado, bélica, religiosa, de género, entre pares, etc. al mismo tiempo que los medios de comunicación exhiben, sin pausa, miles y diversos sucesos que impactan en la sensibilidad de los sujetos. Se muestran casos de maltrato y abuso infantil de niños muy pequeños, asesinados en guerras, o de niños que padecen o cometen acciones de violencias inesperadas e inexplicables. Se enuncian cifras de mortalidad, desnutrición y analfabetismo que golpean nuestra subjetividad con la misma fuerza con que pasan instantáneamente al olvido, frente a nuevas y sucesivas noticias deportivas, políticas o de espectáculos. Quizás la novedad tiene que ver con que se están visibilizando más, casi cotidianamente, los casos de violencia hacia niños ocurridos en instituciones creadas para su protección y desarrollo: jardines maternales, de nivel inicial, escuelas, instituciones de internación, y de los servicios de Salud, etc. Como también es significativo que se preste más atención al factor social que atraviesa cualquier acto de esta naturaleza. En este sentido, la intención del presente artículo es interrogarnos sobre si además de reconocer los factores sociales del maltrato, no tendríamos que hablar de la existencia de un maltrato social que cuenta con características específicas y elementos que le son propios. Con el objetivo de alcanzar una respuesta, seguiremos tres pasos: la deconstrucción de la noción misma de maltrato, el análisis del maltrato institucional intentando describir sus 1

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EL MALTRATO DEVENIDO DE LAS POLITICAS SOCIALES

Aportes para pensar el Maltrato Social y el Institucional

Por: Juan Jos Castellano

Introduccin

En Argentina, como en el resto del mundo, la violencia en todas sus manifestaciones reconocidas pas a ser una problemtica prioritaria. Las sociedades debaten sobre ella en cualquiera de sus formas: familiar, domstica, simblica, institucional, producto del terrorismo de Estado, blica, religiosa, de gnero, entre pares, etc. al mismo tiempo que los medios de comunicacin exhiben, sin pausa, miles y diversos sucesos que impactan en la sensibilidad de los sujetos. Se muestran casos de maltrato y abuso infantil de nios muy pequeos, asesinados en guerras, o de nios que padecen o cometen acciones de violencias inesperadas e inexplicables. Se enuncian cifras de mortalidad, desnutricin y analfabetismo que golpean nuestra subjetividad con la misma fuerza con que pasan instantneamente al olvido, frente a nuevas y sucesivas noticias deportivas, polticas o de espectculos.

Quizs la novedad tiene que ver con que se estn visibilizando ms, casi cotidianamente, los casos de violencia hacia nios ocurridos en instituciones creadas para su proteccin y desarrollo: jardines maternales, de nivel inicial, escuelas, instituciones de internacin, y de los servicios de Salud, etc. Como tambin es significativo que se preste ms atencin al factor social que atraviesa cualquier acto de esta naturaleza.

En este sentido, la intencin del presente artculo es interrogarnos sobre si adems de reconocer los factores sociales del maltrato, no tendramos que hablar de la existencia de un maltrato social que cuenta con caractersticas especficas y elementos que le son propios. Con el objetivo de alcanzar una respuesta, seguiremos tres pasos: la deconstruccin de la nocin misma de maltrato, el anlisis del maltrato institucional intentando describir sus caractersticas principales y por ltimo, como resultante del recorrido propuesto, el abordaje concreto del maltrato social.

1. Deconstruyendo la nocin de Maltrato

Como primera medida hablamos de maltrato y no de violencia, haciendo una distincin totalmente arbitraria entre ambas nociones con la finalidad de delimitar caractersticas diferenciales.

Mientras la violencia tiene un nivel de complejidad mayor que implica reflexiones que abarcan aristas problemticas como la violencia legtima, la fuerza, la coaccin, la agresin, el poder, la norma y hasta el orden social, el maltrato ha estado, casi siempre, asociado a la descripcin prescriptiva de una serie de conductas y procedimientos que se buscan identificar para evitar sus efectos daosos. Es decir, mientras la primera es polifnica y cuenta con mltiples recorridos en cada una de las disciplinas sociales, la segunda, sin desconectarse de la anterior, resulta ms operativa y reduce la amplitud de sentidos e interpretaciones.

La nocin de maltrato tiene su historia y, dentro de ella, un gran abanico de conceptualizaciones, principalmente en dos campos de saberes: el jurdico y el mdico. Gran parte de su significacin actual y fuerza tiene base en la acepcin mdica surgida a fines de los aos sesenta, con los estudios publicados por Kempe.

Ms all de las interesantes disquisiciones que se pueden hacer sobre el discurrir de este concepto en ambos discursos sociales, podemos acordar que el maltrato infantil ha estado ceido a ellos; y si definir algo implica, de alguna manera, constituirlo conformando sus lmites y alcances, ese enmarque de dominios ha llevado a la delimitacin de sus posibilidades y, por lo mismo, a encuadrar la deteccin y comprensin de ciertas conductas lesivas bajo determinadas relaciones, estableciendo as ciertas vctimas y victimarios en razn de los daos reconocidos.En ese sentido, es importante problematizar las concepciones de maltrato para ver si no se puede pensar la existencia de otros elementos, en los hechos, que estn lesionando a un individuo o grupo y de los que an no damos cuenta con la misma claridad con que lo hacemos en relacin al maltrato fsico, el abuso o el abandono. Es ms, es posible plantearnos si ciertas circunstancias, que en algn momento de la historia -aun hoy- se encuadraron como malos tratos por abandono o negligencia, no son ms bien producto de focalizaciones sobre indicadores familiares que ocultan u opacan otras dimensiones ms poderosas y que, para ser captados, requieren cambiar todo el encuadre y hacer estallar la grilla con la que miramos el problema.

Con respecto al maltrato en general, Jorge Barudy entiende que:toda accin u omisin cometida por individuos, instituciones o por la sociedad en general, y toda situacin provocada por stos que prive a los nios de cuidados, de sus derechos y libertades, impidiendo su pleno desarrollo, constituyen, por definicin, un acto o una situacin que entra en la categora de lo que nosotros llamaremos malos tratos o negligencia (Barudy, 1998: 35).

La definicin es interesante por varios motivos. Por un lado, no incluye el elemento de la intencionalidad del actor a la hora de determinar la existencia del maltrato, lo que permite pensar una accin que lesiona sin tener esa finalidad en quien la ejerce. No se juzga la intencin del actor, sino los efectos sobre quien lo padece. Esto tiene la ventaja de establecer una base concreta de anlisis: los alcances de una conducta. Por otro, y en consecuencia, se ampla el campo de acontecimientos que pueden ser considerados malos tratos e igualmente el de sus agentes activos, pues adems de tener en cuenta a los sujetos en el plano de las relaciones individuales, se suman el institucional y el social.

En la misma lnea ubicamos la explicacin de lo que significa maltrato institucional:

Cualquier legislacin, programa, procedimiento, actuacin u omisin de los poderes pblicos o bien derivada de la actuacin individual del profesional o funcionario de las mismas que cometen abuso o negligencia en detrimento de la salud, la seguridad, el estado emocional, el bienestar fsico, la correcta maduracin o que viole los derechos bsicos del nio/a o de la infancia (...) aquellos que mantienen la funcin institucional por encima de las necesidades del sujeto infantil (...) el producto que se obtiene cuando no se cuidan ni desarrollan aquellos aspectos de la institucin que nos permiten obtener mejores resultados (Martnez Roig, 1997: 258).La definicin, adems de partir de los efectos y no de la intencin y de ampliar el agente activo, deja claro que los elementos de afectacin pueden ser de lo ms variados, yendo desde la accin de algn individuo en su funcin o posicin, hasta el producto de ciertos dispositivos jurdicos, pedaggicos, procedimientos, representaciones, elementos arquitectnicos, reglamentaciones, concepciones de infancia, entre otros. Reflexionar desde el hecho daoso en s mismo, tal como ha sido percibido intersubjetivamente en un momento dado, permite advertir sus consecuencias independientemente de las representaciones que tengan cada uno de los agentes que participan. La historia de los pueblos civilizados del occidente moderno cuenta con polifacticas muestras de acciones violentas a gran escala que, en tiempos de su realizacin, fueron justificadas mediante saberes y racionalidades que, a su vez, las legitimaron y/o naturalizaron. Acciones que recin hoy estn siendo debatidas, repensadas y entendidas como violencia o dominacin. Lo mismo ocurre, aunque por ms cercanas se descubren con posterioridad, con gran parte de nuestras prcticas relacionales que responden a modelos autoritarios o patriarcales, basados en la opresin, que afectan a miles de seres humanos desde pocas inmemoriales. Pensemos, por ejemplo, las formas de castigo que se usaban hacia los nios por parte de los padres o adultos responsables; o el lugar de las mujeres en las prcticas violentas cotidianas fsicas, psicolgicas y de discriminacin cultural, etc.- que han padecido durante siglos, y que aun padecen por otros medios ms sutiles.2. Del Maltrato Interpersonal al Institucional

Un detenido anlisis del maltrato institucional requiere de la consideracin de nuevos elementos, diferentes a los que utilizamos convencionalmente para abordar el intrafamiliar o, ms bien, interpersonal, porque en aqul el agente acta, no slo desde su individualidad, sino tambin desde la posicin que ocupa dentro de la institucin y en la sociedad. Hay efectos que van ms all de la subjetividad de cada uno en las relaciones interpersonales, pues implica la relacin misma, los dispositivos que se juegan en ella y los rituales que mantiene la institucin y llevan a la produccin de determinadas prcticas daosas.En el caso de la infancia, el maltrato institucional sigue manteniendo una lnea gravosa, ya presente en el familiar. En la violencia paterna, el sujeto activo no es cualquier individuo para quien la padece, sino que es precisamente el encargado de su crianza, cuidado y proteccin, en nuestro tiempo. El dao causado por esa persona va ms all de la lesin en lo fsico, ya que produce un estado de vulneracin que coloca al nio en un juego de dominacin que permite la aceptacin o legitimacin de un ejercicio de sometimiento o sujecin que afecta, entre otras cosas, la confianza en el otro y en s mismo. Es propio de este cuadro relacional que la culpa se deposite en quien soporta el maltrato y no en quien lo ejecuta.

Cuando un docente lesiona a sus alumnos, un mdico a sus pacientes, un sacerdote a sus fieles, etc., los que padecen reconocen al otro por su lugar institucional o social. Esto los lleva a pensar y sentir que la culpa de lo que les ocurre radica en ellos mismos y, en muchos casos, a no creer que lo que estn viviendo les es lesivo.

Por fortuna, el poder simblico de quien detenta una posicin como sta se est debilitando -quizs producto de la difusin constante de la existencia de abusos (conocimiento que, por otra parte, implica reconocimiento)-, lo que posibilita romper la magia que envuelve dicho poder relacional. Magia que no solo no permite ver la posicin de abusados o dominados por parte de algunos, sino tambin de ser partcipes de esa situacin que les toca vivir.Este mecanismo se ejerce, en el maltrato institucional, por parte de establecimientos y sujetos-funcin que generalmente, estn para cuidar, formar o proteger a los nios. El dao escapa a la relacin interpersonal, gravitando la posicin que tiene un individuo dentro de ella.

Si hoy una maestra argentina le pega a un estudiante como medida correctiva, hablamos de un hecho reprochable, pues convencionalmente no est admitida tal sancin. Puede ser que el acontecimiento sea aislado, es decir, que no estemos ante una prctica instituida. De ser as, se trata solamente de una situacin violenta censurable para el adulto que la protagoniza. Pero cuando esa conducta se viene repitiendo desde hace tiempo y la escuela no logra detectarla, aunque es de pblico conocimiento, o la legitima mediante argumentos racionales de cualquier tipo, o si sta modalidad est incorporada a la institucin independientemente de las personas que ocupan el cargo, nos encontramos ante un caso de maltrato institucional. Si un director, un docente, un celador, etc., abusa de su poder de posicin frente a un nio y los otros miembros que conforman la escuela actan por omisin o lo justifican, la accin se logra o sostiene a travs de la propia institucin.

La creadora de la fundacin Los Carasucias escribi un libro autobiogrfico en el que narra las numerosas peripecias por las que atraves. Sus vivencias muestran cotidianos y pequeos hechos de violencia:

Una vez, vendiendo flores, una seora a la que le haba pedido pasar al bao me ense que no me deba sentar en ningn inodoro porque era muy malo. En aquel instituto de La Paternal yo hice pis en el bao parada Eso fue terrible para ellos; me revisaron de mala manera, me dijeron que era una asquerosa, una degenerada (creo que me revisaban para saber si yo tena pito). Les expliqu lo que la seora me haba enseado, pero al otro da nos mandaron a un correccional en San Miguel. Apenas entramos, nos pelaron y pusieron unos delantales hasta el piso, grises, a cuadritos. Eso era una crcel.Recuerdo que haba una chica que tena pesadillas; siempre le pegaban. Una vez en el comedor, encontr un mechn de pelo en el plato de mi sopa. Lo separ y lo puse en el costadito del plato. Pas la celadora Hortencia (era el ser ms verdugo que pude conocer en mi vida) y me peg una y otra vez para que me comiera el mechn de pelo. Yo vi a mi hermanita llorando en silencio mientras me pegaba Me acuerdo que un da le peg a la Dubi; ella era mayor que yo y la celadora no paraba de arrastrarla por el suelo. Mi hermana no se defenda, tena los brazos cados como si estuviese desmayada; me volv loca! (..) Entonces corr, la agarr y le mord el culo y la celadora la larg... le echaba agua a mi hermana para que volviera en s (las celadoras estaban acostumbradas a verduguear a las pibas) y a m me peg tal paliza, que me sali sangre de la nariz y me haba lastimado un ojito. (Carranza, 2005:18).Si hiciramos un anlisis teniendo en cuenta solamente la persona de la celadora no veramos los otros elementos que atraviesan la accin maltratante. Dentro de los establecimientos -ms all de los agentes- hay disposiciones que se potencian; lgicas que hacen actuar, pensar y decir de un modo determinado, arrastrando los mandatos institucionales.

Para que lo narrado por Carranza ocurriera se necesit de la coparticipacin de otras celadoras, monjas, maestras, jueces, abogados, equipos tcnicos, etc., quienes tomaron conocimiento o debieron tomarlo-, pero dejaron que ese accionar lesivo contine sin ser denunciado o discutido para su transformacin.En nuestro paso por ciertas instituciones de nios internados por causas prevencionales, observamos algunas medidas correctivas aplicadas a nios de seis aos, que consistan en baarlos con agua fra en invierno o colocarlos en fila y semi desnudos en zonas como los pasillos o al borde de la casita. Acciones que eran realizadas de tal manera que no trascendan la puerta de los establecimientos. No eran ocultadas, pero no se vean. Pues no se ve lo que no se mira.Lo anterior, muestra claramente la existencia de dispositivos institucionales, del manejo de espacios, tiempos y discursos que no estn en los reglamentos pero que cotidianamente dan lugar a la construccin de una autoridad basada en la obediencia por dominacin, bajo la marca profunda de la arbitrariedad y el miedo.Los individuos que han estado recluidos en correccionales, orfanatos, casas cunas y dems, recuerdan constantemente esos pequeos actos que marcan la vida (estratgica del orden) institucional. Esto es posible porque las instituciones instituyen saberes y prcticas que justifican sus acciones, al mismo tiempo que recrean estrategias, algunas de ellas reprochables, que cumplen funciones tcticas que nada tienen que ver con los objetivos que se materializan en planificaciones, proyectos o reglamentos. Son prcticas, modos de hacer, que no se captan desde lo que explicita la institucin, sino en las prcticas cotidianas desde cada uno de sus detalles, donde seguramente se configura la autoridad, el poder, o la violencia. Prcticas diminutas donde se filtran las miserias y virtudes de cada uno de los sujetos que intervienen.No es extrao que los institutos para nios expsitos de mediados del siglo XIX hayan adquirido tcnicas disciplinarias parecidas a las de los ejrcitos o crceles: pelarlos, pegarles, establecer un sistema de autoridad en base a la sumisin y el ejercicio abusivo del poder que, aunque con sutiles modificaciones, an subsisten. Un adulto que en su infancia estuvo internado en la ex Casa Cuna de Crdoba, coment cierta vez que cuando cay preso, una de las cosas que ms le afectaba era el abuso de poder que ejercan algunos guardias sobre l y los otros reclusos; por ejemplo, cuando los familiares le llevaban azcar o cigarrillos en las visitas, una forma de castigo consista en tirrselo frente a su ojos.Es acaso una medida educativa o correctiva? Se trata de un castigo sobre el cuerpo? O, como dira Foucault, es una sancin sobre el alma del recluso mediante el uso de una autoridad-poder que busca someter ciegamente hacindole saber del manejo arbitrario de la arbitrariedad que implica la sumisin institucional.En el caso de los nios en instituciones de internado pasa muchas veces con la toma de la leche, el bao, la hora de dormir, toda una serie de acciones minsculas que son regimentadas bajo un orden riguroso que no tiene que ver ni con medidas afectivas, ni con la enseanza de hbitos que respondan a la consigna del bienestar del nio, sino que estamos ante microviolencias que someten mediante el manejo de un poder relacional e institucional.El maltrato institucional no slo se ejerce mediante la posicin-funcin de los sujetos que la conforman, sea en forma directa o indirecta, sino que puede ser efecto de dispositivos materiales e inmateriales que no implican a individuos. Lo que no quiere decir que no sean ellos los que acten la posicin que los dispone a pensar, sentir y actuar de determinada manera, sin ser plenamente conscientes de ello. Lo que se pone en juego y en parte nos hace jugar, es lo instituido de la institucin.Podemos acordar que estamos ante un maltrato institucional cuando se privan o entorpecen las visitas familiares de los nios institucionalizados, en pos de priorizar el ritmo institucional por sobre el inters del nio de tener contacto; cuando el sistema de justicia ante un caso de malos tratos no resguarda la integridad de la vctima y se la expone a una revictimizacin mltiple, teniendo que dar reiteradas declaraciones de su padecer o pasar por una serie de prolongadas revisaciones del mismo contenido y resultado; cuando los procedimientos judiciales o policiales son largos y llevan a retener a nios y jvenes en espacios de encierro ms tiempo del necesario o del acordado hasta por las mismas leyes; ms aun, cuando los establecimientos no renen los requisitos necesarios para cumplir con su funcin o los sujetos no estn suficientemente preparados o no logran comprender la situacin del otro, tambin estamos ante un maltrato institucional.

En todos estos ejemplos la circunstancia violenta se relaciona ms con los modos y las formas instituidas de realizar la tarea que con el actuar intencional de los sujetos. Aqu, el dao surge del procedimiento o de la desarticulacin con que se procede.Martnez Roig enumera toda una serie de factores que lesionan los derechos de los nios -algo semejante a los tan mentados indicadores- y explica que cada uno: los personales, fsicos, laborales, organizacionales, infraestructurales, geogrficos o los especficos a la finalidad del organismo pueden estar presente o no, relacionarse o no segn la institucin de la que se trate.La falta de adiestramiento pre-grado de los operadores, de formacin continua o la carencia de exigencias para el desempeo de determinadas funciones son variables que encontramos habitualmente -dentro de los personales- en el sistema educativo, de salud, de justicia y en los servicios de proteccin. Si bien es real que muchos profesionales se construyen en el hacer, a los golpes, no podemos dejar de pensar que del otro lado hubo nios y familias que oficiaron de conejillos de indias de estos aprendices.En la misma lnea, aunque centrndonos ahora en el mbito de la educacin, localizamos dos analizadores suficientemente grficos. El primero es la escasez de formacin de base que tienen los maestros para el trabajo en contextos de vulnerabilidad: pobreza, erradicacin de Villas, interculturalidad tnica, etc.; esto aumenta las posibilidades de que se desconozcan las condiciones de vida de los nios y sus familias y, con ello, se activen prejuicios o usen estrategias equivocadas a la hora de producir una instancia pedaggica de aprendizaje. Tales circunstancias no slo lesionan al nio y su ncleo familiar, sino tambin al propio docente involucrado. El segundo, es el sistema de capacitacin por puntaje que ha establecido mecanismos de transaccin, en muchos casos, con una lgica de oferta y demanda en la que los educadores hacen cursos sin un criterio de formacin integral o de especializacin, slo con el fin de obtener los puntos requeridos para un nombramiento.Y si bien los docentes distinguen lo improductivo de este modelo, no siempre ven con la misma claridad los efectos que producen sobre los alumnos y la comunidad. A la hora de analizar las dificultades que se les presentan suelen depositar el problema en las capacidades del nio y en la ausencia de los padres, no reconociendo el lugar activo que la misma escuela, el sistema educativo y el Estado tienen en ello.Otro factor relevante es la infraestructura inadecuada que tienen los establecimientos escolares, de salud, de justicia, de proteccin en razn de la finalidad propuesta, las promesas realizadas por el gobierno o las entidades privadas. En Argentina (los medios de comunicacin se encargan todo el tiempo de mostrrnoslo) observamos constantes ejemplos: escuelas donde no hay bancos ni aulas suficientes, no tienen agua potable ni luz y carecen de las condiciones mnimas de higiene; hospitales y psiquitricos que no cuentan con la cantidad de camas acordes a su funcin, lo que lleva a producir recortes en el tratamiento.Por otro lado, y con respecto al laboral, en las instituciones donde se interacta con nios, el recambio frecuente o la inestabilidad de los agentes de salud, educacin o proteccin ocasiona dos consecuencias graves: la no creacin de los lazos de confianza necesarios para el vnculo educativo o curativo y la debilitacin de conformaciones de redes comunitarias, pues los operadores, que son los que las establecen, viven rotando.En cuanto al factor organizativo, la falta de cierta cantidad de profesionales para cubrir las reiteradas demandas de salud de los nios y sus familias se convierte en una situacin problemtica.No estamos diciendo que todo sea as, pero s que stos hechos existen y deben ser pensados como maltrato institucional. Cada ejemplo muestra las disfunciones que tienen las instituciones y el dao que producen sobre los sujetos con los que interactan, ya sean nios, familiares o los mismos agentes.Tambin se debe sealar que los factores se articulan y cruzan creando dispositivos complejos que deben ser descompuestos para lograr desactivar sus efectos negativos. Dispositivos donde no siempre se debe buscar el dolo de los operadores ni una accin de corrupcin o patologa institucional, sino que se trata de microprcticas institucionalizadas que son parte del modelo funcional no explcito que producen daos irreparables. El conformismo y la aceptacin ante situaciones de deterioro laboral o personal repercuten en la tarea de gestin, asistencia o prevencin hacia nios. (Martnez Roig, 1997: 258).Toda accin que no propenda a mejorar las condiciones de existencia del nio y su familia debe ser considerada como maltrato institucional. Una concepcin errnea de infancia, la falta de formacin, de empata, de una mirada reflexiva que permita comprender la problemtica del otro para intervenir, ingresan dentro de este parmetro.

A modo de sntesis, el Maltrato Institucional se diferencia del Interpersonal en que:

a) Varan las caractersticas de los actores activos y pasivos del maltrato: se ampla la cantidad de agentes que lo ejecutan, como as tambin sobre los que se ejerce; tanto unos como otros, en ciertos casos, actan las prcticas instituidas de la institucin.b) La accin no se ejerce sobre una persona individualizada, sino que se despliega sobre categoras de sujetos o posiciones: alumnos, contribuyentes, internados, pacientes, etc., que son blancos por el lugar que ocupan, ms que por sus cualidades particulares.c) El maltrato institucional se puede ejercer en forma directa o indirecta. Segn Martnez Roig existen dos tipos de maltrato institucional: en la institucin, que se da en contacto directo entre el adulto y el nio. Y desde la institucin, que se produce sin ese trato. Esta modalidad es propia del poltico o profesional con tareas gestoras que desde su lugar lejano favorece o permite situaciones maltratantes. Asimismo, son ejemplificadores aquellos hechos en los que determinadas decisiones tomadas por sujetos con cargos representativos en una sociedad, afectan en la vida cotidiana de las nias y nios; o ciertas resoluciones de presupuesto, impartidas desde la poltica social, que pueden perjudicar a todo un sector en lo que hace a salud, alimentacin, educacin; o cuando un puesto intermedio demora la solucin para que una escuela sea refaccionada o un hospital cuente con los materiales mnimos.d) Algunos estudios espaoles establecen que es asintomtico, siendo ms difcil reconocer los indicadores para su deteccin. En el caso del accionar indirecto no suelen presentar manifestaciones clnicas detectables a corto o mediano plazo. Desde nuestro punto de vista, entendemos, que no es que sea ms difcil de reconocerlos, sino que responden a una lgica que debe ser deconstruida para visibilizar los dispositivos de la violencia institucional; o tambin, que para poder indagar estos efectos, los indicadores tradicionales intersubjetivos no bastan. Slo a travs de procedimientos de anlisis institucional, de tcnicas estadsticas, demogrficas, socio-antropolgicas, de gestin poltica, educativa, de salud, etc., se puede captar la hiatrogenea de algunas medidas que lesionan la vida de los nios en la sociedad.e) Es frecuente la presencia de prcticas naturalizadas que conminan o condicionan el mantenimiento o legitimacin de determinadas acciones que daan o someten a otros. En este sentido, se crean saberes, ideologas, hasta leyes y estructuras polticas que le dan sustento a este tipo de maltrato. Ciertas concepciones errneas de infancia o familia pueden generar manejos y posicionamientos lesivos por parte de los agentes que tienen que interactuar con los nios de una institucin u organizacin.f) Para abordar el maltrato infantil es necesario reflexionar y trabajar teniendo en cuenta un conjunto heterogneo de elementos que se interrelacionan para producirlo, al modo de los dispositivos foucaultianos.

3. Del Maltrato Institucional al Social El hambre es un crimen.

Para algunos autores que abordan el tema, mucho de lo enunciado sobre maltrato institucional es considerado social, ya que es la sociedad con sus representantes, sus servicios o sus profesionales dedicados a la atencin directa o indirecta hacia el nio y la infancia, la que acta desconsideradamente hacia ellos de manera protocolaria o puntual. Sin embargo, si bien el maltrato social, tal como lo entendemos, comparte ciertas caractersticas diferenciales con el institucional -ms cuando tomamos al propio Estado como institucin- resta reflexionar sobre si cuenta con particularidades que le son especficas.

Partimos de la siguiente hiptesis: hay una dimensin o esfera social donde se dan un conjunto de prcticas que le son propias, que necesitan ser descriptas y analizadas sin remitir a los actos de los sujetos individuales aunque los implique, ni a las instituciones, no obstante sean el medio por excelencia para su materializacin.En este marco, lo primero que se requiere para captar el maltrato social es sacar la vista de la accin directa, el golpe y la violencia explcita para ampliar la mirada, no slo a lo institucional con sus establecimientos, organizaciones y procedimientos, sino justamente a lo social.Adems, para aprehender una categora tan abstracta e incorprea por s misma como es la sociedad, creemos necesario distanciarnos de los discursos mdico y jurdico que son los que han aportado a la discusin y a la vez, constituido determinados tipos de maltrato: el fsico, el emocional o el abandono, entre otros, a lo largo del tiempo. Se deben tener en cuenta otros campos analticos y disciplinarios que estn ms cerca de la filosofa social, lo histrico-social, la demografa, la sociologa, la sociosemitica, la antropologa y las investigaciones o marcos referenciales que abordan esta problemtica desde un modelo multifactorial que intenta captar lo social -el socius (Deleuze y Guattari)- o los aspectos macrosistmicos, en donde los procesos de subjetivacin son vistos desde una lgica compleja que valora una multiplicidad de elementos que incluyen lo biolgico, lo tico y lo poltico.

Cuando se toma como hecho la existencia de un nio de cuatro aos pidiendo limosna o trabajando en la calle a largas horas de la noche (o en cualquier hora del da), si se lo analiza desde una mirada focalizada en la familia, ms de una vez se diagnostica que estamos ante un caso de abandono y negligencia. Y frente a ello se desprende todo un cuadro de intervencin jurdico mdico asistencial. Asimismo, con esta lgica-mirada ante cada hecho de la misma naturaleza, desatamos idntica intervencin. Pero si ubicamos la mirada de otra manera, con un foco ms amplio, vamos a encontrar otras facetas del problema. En nuestro pas como en muchos otros, son millares los nios que estn en las mismas condiciones. La pregunta entonces es: Las estrategias de intervencin y anlisis deben seguir reducindose a la indisciplina del nio para acatar los mandatos paternos (patologizacin)? Se debe seguir enmarcando el problema en la familia o su entorno, tal como se viene haciendo desde comienzo del siglo XX, dando lugar a leyes como la de Residentes o la del Patronato de Menores (Ley 10.903)? A decir verdad no nos tendramos que preguntar ante tantos nios en la misma condicin, sobre cul es el lugar de la sociedad con sus instituciones, entre ellas el Estado, para que esto se d o deje de darse?Para que tantos nios estn en las calles pidiendo se necesita la conformidad colectiva de esa conducta. Conformidad o aceptacin de que este cuadro forma parte de nuestra realidad cotidiana, algo que transcurre y, como dicen algunos antroplogos, se ha convertido en parte del paisaje. Si aqu hablamos de aceptabilidad o tolerancia es porque la mendicidad y el trabajo infantil no suscitan una reaccin o movilizacin conjunta tal como la provocan otros acontecimientos como corralitos, secuestros, quiebra de un club de ftbol o el aumento de salario de algn sector, etc. Evidentemente, hay racionalidades que estn alimentando imaginarios sociales que hacen que estos hechos no sean rechazados como inhumanos o insoportables y que no pensemos y actuemos desde la reciprocidad, aunque s desde el juzgamiento que condena de culpables y responsables del padecimiento a los propios nios, padres y su entorno inmediato.La situacin no puede ser explicada slo a partir de la esfera individual o institucional porque tienen responsabilidad los Estados, como tambin las polticas internacionales o globales que llevan a mantener cierto estado de cosas. En definitiva, de lo que debemos hablar es de la sociedad en s, entendida como autocreacin: creacin de s misma; donde cada sociedad es una creacin particular que se mantiene unida por las instituciones que genera y por las significaciones que stas encarnan en un tiempo determinado.Por otra parte, los integrantes de una sociedad, formados o socializados por y dentro de ella, no pueden ampararse en responsabilizar al Estado y a los representantes de los organismos internacionales por las polticas que implementan, pues stas vienen a ejecutar, ejercer, desarrollar, perfeccionar un ncleo de acciones que la sociedad misma en un momento dado acepta, ms no sea con su silencio. Es decir, las instituciones con sus tejidos de significaciones, son producto de una sociedad especfica que produce y permite ciertas configuraciones sociales, con los efectos negativos que conlleva para un sector de los individuos que la integran.Los daos ecolgicos son un buen ejemplo para entender lo que estamos diciendo. En ellos se observa cmo los sujetos que conforman una sociedad pueden ser partcipes, de distintas maneras, de acciones que, aunque extremadamente minsculas, generan graves consecuencias para la sociedad toda. Conductas gregarias que afectan la capa de ozono, contaminan las aguas o hacen escasear los recursos naturales ante el uso indiscriminado de gas, agua, petrleo, etc.Todos actan la sociedad que produjeron y los produce: la masa indiscriminada de personas que con el actuar cotidiano ejecutan el perjuicio; las empresas multinacionales que obtienen ganancias sin importarles las prdidas ocasionadas a las generaciones futuras o a la misma naturaleza, y los Estados que, bajo la disposicin actual en la que domina el capital, no logran controlar o regular la existencia de elementos nocivos para sus habitantes.Si hacemos este rodeo, es porque hay algo de la lgica capitalista neoliberal que se filtra o sostiene ms por estos mecanismos minsculos que se insertan en las subjetividades singulares, que por los mecanismo estructurales devenidos desde los Estados. Con esto no estamos diciendo que las empresas y los Estados no sean los mayores responsables, puesto que son los organismos inventados por las sociedades para resguardar la integridad de los sujetos que la conforman y, adems, tienen los medios para ello. Slo remarcamos que las prcticas sociales son ejecutadas por los sujetos que da a da alimentan el aparato, tal como lo conocemos.En este sentido, un elemento esencial de anlisis para captar el maltrato social es lo que Guattari denomin micropoltica, que consiste en pensar y abordar problemas sociales o colectivos desde los reductos ms pequeos de los manejos individuales cotidianos. Como tambin encontrar una explicacin a cuestiones del deseo personal en esa lgica de sentido que impera en la maquinaria globalizacin.Desde un enfoque ecolgico sistmico, Barudy reconoce que cualquier vnculo de maltrato o de violencia implica a la vctima y al agente ejecutor, pero tambin requiere la presencia necesaria de los otros, los instigadores, los idelogos, los cmplices, pero tambin los pasivos, los indiferentes, los que no quieren saber o los que sabiendo no hacen nada para oponerse a estas situaciones y/o tratar de contribuir a crear las condiciones para un cambio. (Barudy, 1998: 21)Esos terceros, con sus instituciones, se encuentran en un plano de co-responsabilidad en relacin con el maltrato infantil. De esta manera, se desbarata el dispositivo por el cual la problemtica siempre queda reducida a la dicotoma vctima-victimario y entra a jugar un rol la sociedad en general, ya que todos y cada uno tenemos participacin en estos acontecimientos por los que atraviesan los nios.Por ejemplo, en el caso de la violencia familiar, comprende a los miembros que no estn implicados directamente, as como a los del entorno social quienes generalmente no intervienen, a veces porque no se dan cuenta, otras veces porque no quieren saber; o por complicidad ideolgica con lo que est pasando o simplemente por temor. Entre estos terceros estn tambin los mdicos, psiclogos, asistentes sociales, etc., que minimizan o niegan la existencia y/o el impacto de estas experiencias traumticas en la etiologa de los trastornos y sufrimientos que presentan sus pacientes. (Barudy, 1998: 24).En suma, para pensar el maltrato institucional y los padecimientos sociales tenemos que salirnos del pensamiento binario que divide individuo y sociedad, vctimas y victimarios, pero tambin dejar de separar sociedad y Estado para ubicarnos a nivel de la co-responsabilidad que les compete a los ciudadanos que actan el sistema social.Con lo dicho hasta aqu, podramos a modo de ejemplo, problematizar la pobreza.Mientras que para muchos la pobreza es una realidad existencial que se patentiza en una multiplicidad de vivencias diarias, para otros es solamente una palabra. As, debemos abordar sus efectos desde esos diversos detalles cotidianos que conforman la vida de un gran sector, para no caer en una observacin alimentada por creencias y especulaciones que nada tienen que ver con la situacin de millones de personas.Argentina est en una regin del globo que se denomina pases en desarrollo, donde aproximadamente el 50% de los habitantes estn por debajo de la lnea de pobreza y de los cuales el 40% es indigente. Esto corona el siguiente mapa: familias que viven durante tres o cuatro das a mate-cocido y un pedazo de pan, cada tanto; comunidades enteras sin luz, agua potable o cloacas, morando en casas de chapa o con paredes de cartn o tela; sectores con ndices altsimos de desocupacin en los que la mayora subsiste bajo la asistencia de planes sociales que constan de ciento cincuenta pesos a doscientos cincuenta, en tiempos donde las luchas de los asalariados est por encima de los un mil y la canasta familiar ronda, aproximadamente, los cuatro dgitos; un lugar, donde en un radio de diez hectreas, conviven lujosos countries, barrios humildes y villas populares, con la violencia de todo tipo que esto genera para cada una de las partes.Un argentino que tiene dificultades socio-econmicas, adems de vivir en condiciones extremadamente precarias de existencia, cuenta con servicios sociales de educacin y salud tambin precarizados.La escolaridad infantil est desmembrada. El personal docente, ms all de su voluntad, no recibe un salario digno y no cuenta ni con la formacin, ni con la capacitacin adecuada para comprender la compleja realidad de las nias, nios, jvenes y las familias que concurren a la escuela; muchos de los edificios no renen los requisitos mnimos para su funcionamiento: son inseguros, estn contaminados y no poseen gas, agua o luz. Los padres y maestros tienen que recurrir a la toma pacfica a veces apelan a los medios de comunicacin- para pedir que se hagan mnimamente habitables: se les coloquen vidrios, se cierren fisuras peligrosas en las paredes o se saquen las ratas del tanque de agua.Con respecto a la salud la situacin no es mejor. No son suficientes los profesionales que deben cubrir la gran demanda social. Los hospitales pblicos, provinciales o municipales, de cada regin no logran dar respuestas satisfactorias a todas las solicitudes de maltrato o abuso sexual, por ejemplo, y los de alta complejidad se encuentran saturados. Un sujeto de escasos recursos, para obtener un turno para un servicio infantil o adulto, debe hacer interminables colas durante la noche entera y, cuando lo consigue, esperar varias semanas o meses, segn la gravedad del caso, para ser atendido. Adems, mediante las tcnicas de flexibilizacin laboral, la mayora de los especialistas se encuentran en condiciones precarias de trabajo, lo que disminuye la calidad de la atencin que prestan. En suma, tanto los servicios municipales, provinciales como nacionales no logran articularse para suministrar una prestacin mnima acorde a las necesidades.Mientras algunos pases implementan tratamientos estatales denominados pesquisas activas, esto es, van casa por casa intentando detectar las enfermedades -oftalmolgicas y dems- de la poblacin para luego tratarlas, otros desarrollados o no- no alcanzan a cubrir las urgencias bsicas de los ciudadanos empobrecidos en lo que respecta a salud y educacin, derechos universales esenciales.Este cuadro de vida lleva a que hombres, mujeres, ancianos y nios tengan que trabajar en condiciones de explotacin, prestndose a encrucijadas acuciantes. Muchos nios caen en estado de desproteccin mediante todas las formas que ya conocemos: trabajo infantil desde los cuatro aos, prostitucin con edad de inicio a los siete u ocho (practicada con adultos de todas las clases sociales), desnutricin, malnutricin, analfabetismo, mortalidad por causas evitables, etc.

Asimismo, ser pobre, en Argentina como en cualquier parte del mundo, tiene un efecto cardinal: el proceso de diferenciacin negativo que desata una feroz discriminacin y estigmatizacin sobre las personas posicionadas en ciertos sectores populares de la sociedad. As, se las convierte en peligrosas, excluidas, desafectadas y, desde una mirada individualista, se les hace creer que son los propios forjadores de sus destinos.Esto ltimo, junto con otros elementos, hace posible que como integrantes de una sociedad tengamos una cubierta de tranquilidad al depositar la culpa y la responsabilidad en el mismo sujeto que padece: cada uno es lo que quiere ser dicen algunos, mientras otros piensan cada uno es lo que merece. Mirada focalizada que ubica a millones de personas como los perdedores del sueo americano, cuando a decir verdad, estamos ante una estrategia de individualizacin que trasmuta las causas de un padecer social a la esfera particular de cada sujeto. Aqu vemos en pleno el ejercicio de la violencia simblica.

La pobreza en s misma sera un tipo de maltrato, adems de ser un factor de riesgo para sus otras formas. En ese sentido, Antonio Bao Rodrigo define el maltrato socioeconmico como:El conjunto de circunstancias econmicas, culturales, psicosociales, etc., que hacen que objetivamente exista una clase de nios que, comparados con otros en circunstancias diferentes, no van a desarrollarse con la misma competencia y capacidad que los dems. La comunidad slo les garantiza el ser ciudadanos de segunda o tercera, al someterlos a condiciones objetivas de maltrato (Bao Rodrigo, 1997: 242).

En todos aquellos casos que pertenecen a la categora de lo que denominamos el Sndrome de Lazarillo -el de Mnica Carranza o el del padre que estuvo en prisin-, pareciera que las personas, por el lugar social que ocupan, estn condicionadas -o por lo menos los hechos as lo indican- a constituirse como sujetos vulnerables y abusables. Carranza fue abusada y/o maltratada por sacerdotes, policas, padrastros y discriminada por ciudadanos comunes en su rol de vecinos, amigos, compaeros, etc., ya sea por accin o por omisin. Como ella, hay centenares de vidas que transitan por caminos extremadamente difciles, indignos y conocen lo peor de las instituciones de cuidado y seguridad. Estas situaciones, que se vivencian como destinos individuales, en realidad responden a un conjunto de disposiciones valorativas que hacen que una sociedad, va su imaginario, diferencie fragmentando, distanciando y, desde hace dcadas, excluyendo.Actualmente son de pblico conocimiento estas circunstancias. Han escapado de la esfera limitada del especialista o del investigador con sus campos de circulacin de informacin. El pblico en general conoce a nivel de la singularidad por medio de numerosos programas televisivos y radiales el padecimiento de personas de escasos recursos; que trabajan en la calle; que sufren malos tratos; la falta de asistencia en los servicios pblicos, o el infierno de las instituciones de internacin de adultos, jvenes o nios, etctera. Sin embargo nada de esto lleva a una reaccin colectiva.Insistimos en este punto, porque lo que queremos mostrar es como en un momento de la historia el nuestro-, donde los derechos humanos imperan y se han creado normas e instituciones internacionales para mejorar las condiciones de vida de los nios, donde cualquier individuo como efecto de la globalizacin sabe de los padeceres de los nios de la guerra, de la explotacin sexual, la pobreza extrema y sin embargo no se generan resistencias y alternativas acordes al problema.Para nosotros estos hechos, con sus consecuencias, son maltrato social, especialmente hacia la infancia. Maltrato social entendido como aquel efecto daoso que sufre una persona o grupo mediante el accionar de una multiplicidad de sujetos, instituciones, discursos, procedimientos, teoras, sistemas, que ejecutan un rgimen de prcticas sociales instituidas en un momento determinado, las cuales son reconocidas como lesivas por la misma sociedad al tiempo de su realizacin.Tal como se viene desarrollando, as como se indic que el maltrato debe ser analizado desde sus efectos ms que desde sus intenciones, esto es tanto ms as, cuando abordamos el maltrato institucional o el maltrato social. Maltrato que adems requiere salirse de las reducciones binarias de anlisis, para comprender el lugar de todos los agentes sociales a la hora de la ejecucin de un acto lesivo. Tanto en el maltrato institucional como el social, un anlisis minucioso, permite ver cmo la posicin de la vctima, el victimario y los terceros en juego, son constituidos socialmente en un juego relacional. Juego que pone en accin dispositivos de poder conformados por una multiplicidad de discursos, planificaciones edilicias, legislaciones, procedimientos, reglamentos institucionales, paradigmas conceptuales de infancia, disputas polticas, que se articulan produciendo un sentido.Asimismo, para estar ante un caso de maltrato social se requiere que la sociedad reconozca que ciertos actos que realiza son daosos, es decir, que los individuos que la conforman registren esos efectos y no los deseen en el mismo tiempo en que acontecen. Reconocimiento que no obsta se despliegue todo un arsenal de discursos justificantes que intenten desactivar aquello que comprometa a los dos grandes ausentes en los anlisis del maltrato hasta hace un tiempo: La sociedad con sus instituciones de gobierno.A lo largo de este trabajo se ha insistido en la importancia de contextualizar cada situacin en una sociedad determinada y en un tiempo preciso, pues si no valdra la pregunta de si cierto comportamiento social del pasado no puede ser definido como maltrato social hoy. Aunque la pregunta es vlida, y mirar hacia atrs en la historia y observar los acontecimientos resulta fundamental para entender la actualidad, tal como lo han demostrado los estudios histricos sociales y, en especial, los genealgicos, en este momento nos interesa priorizar aquellos hechos lesivos que se dan en nuestras sociedades actuales y de los cuales los mismos integrantes son conscientes que no debieran ocurrir; es decir, cuando el colectivo de una sociedad tiene, en su conjunto, conocimiento de que algo no debe hacerse o se ha consensuado que determinadas conductas lesionan los intereses de otros y sin embargo se siguen ejecutando. La infancia en su conjunto es un buen ejemplo.En mayo del ao 2002, en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU), se realiz la Sesin Especial a Favor de la Infancia. La reunin fue una de las ms importantes desde que se sancion la Convencin sobre los Derechos del Nio en 1989. La conclusin a la que se arrib es que estamos ante un retroceso en la lucha de los derechos de la infancia que se mide en razn de las metas que se haban propuesto en aquella oportunidad: el propsito es implicar a toda la sociedad en el respeto de los derechos de la niez, solicitando el apoyo de millones de personas a los siguientes diez principios y objetivos: poner a los nios y nias en primer lugar, erradicar la pobreza invirtiendo en la infancia, eliminar todas las formas de discriminacin, cuidar de todos los nios, protegerlos de la violencia y la explotacin, preservar a los nios de la guerra, luchar contra el Sida, escuchar a los nios y asegurar su participacin y proteger la tierra para ellos. (Moreno, A, 2002: 30-31).Estos fines no buscaban una sobredimensin o valoracin de la infancia en detrimento de otros actores de la sociedad como los adultos -hombres o mujeres- o los ancianos. Tampoco eran irrealizables. Haca cincuenta aos que se haba reconocido a los nios, legalmente y a nivel mundial, como sujetos de derechos, pero no se lograba cambiar su estado de vulnerabilidad desde la propia sociedad. Por lo tanto, con la Convencin y los compromisos asumidos por los Estados, se pretenda que dejaran de ser los sostenedores de guerras, de ganancias econmicas a travs de su explotacin va mano de obra barata, explotacin sexual, pornografa infantil, etc. Se procuraba que la infancia fuera un tema de Estado, por lo menos para los pases -casi la totalidad de los del planeta- que haban ratificado el instrumento internacional. No obstante esto, y a doce aos de la Convencin, se pudo escuchar a Kofi Annan denunciar en la cumbre mundial: Lamentablemente hemos fracasado en la proteccin de los derechos esenciales de los nios.Para Ana Moreno, el no cumplimiento de las metas no se debe a que eran ambiguas, irreales o de difcil consecucin, sino que la razn asienta, principalmente, en tres factores: la infancia no es considerada un sector prioritario, las inversiones precisas no se realizan y los gobiernos carecen de la voluntad poltica necesaria. Todava no hemos podido cumplir con la exigencia, que como sociedad nos impusimos, de escuchar al nio desde una posicin que lo legitime y reconozca como sujeto no slo de derecho, sino tambin tico y poltico.Este cuadro de situacin por el cual se sostienen perjuicios previsibles sobre grandes poblaciones humanas es maltrato social, pues la infancia, como grupo, est padeciendo el dao que producen ciertas prcticas polticas, legislativas, religiosas y educativas que se ejecutan mediante una multiplicidad diversa de instituciones, discursos, procedimientos, legislaciones, teorizaciones que no aportan al mejoramiento del desarrollo integral de los nios del mundo. Estos hechos podran evitarse usando los mismos elementos, pero desde una lgica que priorice el bienestar de la especie humana.Podramos nombrar lo dicho como maltrato institucional, sin embargo lo supera, ya que en el social casi siempre est involucrada ms de una institucin. Se da en un marco interinstitucional porque lo que est accionando es un imaginario social particular que las envuelve.La problemtica de los nios en contexto de pobreza y de guerras no puede ser analizada desde una institucin. En cada caso se juegan factores econmicos, polticos, religiosos y de todo tipo que se articulan estratgicamente. La desnutricin infantil, la malnutricin, la mortalidad, la pornografa son productos de tejidos complejos donde interaccionan intereses de mercado, polticos, como tambin deseos sexuales, patologas y hasta elementos de supervivencia por parte de quien se somete. Hay grupos humanos que apetecen el sexo de una criatura, existen corporaciones que explotan esos apetitos y hay nios que los usan para sobrevivir. Por ende, pensar estos conflictos slo desde una dimensin individual o institucional implica hacer un recorte que no permite captar los dispositivos de poder social que estn en juego y lo hacen posible.As como se puede hablar de sentido social, de imaginario social y de prcticas sociales, de igual manera podemos reconocer la existencia de afectaciones sociales que son producidas y padecidas por los individuos que conforman una sociedad determinada.Denominar a estas acciones maltrato social posibilita sacar este conjunto de hechos que describimos del campo de la especulacin y la reflexin bien intencionada, para pasar a ser reconocidos como actos reprochables y daosos. Es por este motivo que hablo de maltrato social y no slo del factor social del maltrato. Independientemente de los rdenes de subsidiariedad que queramos darles a las instituciones implicadas, la sociedad en su conjunto es la responsable, pues estos acontecimientos tienen gnesis social. Debemos hablar de co-responsabilidad. Todos lo somos, aunque en distintos grados.Cuando una accin pasa a ser reconocida, localizada y calificada como daosa las sociedades deben recrear mecanismos para eliminarla y los Estados deben convertirla en prioridad de su agenda. Si no se ve materializado en prcticas que efectivamente muestren mejoras en la reduccin de los daos, tiene que ser reprochable a travs de la operacin de sanciones.La pobreza no puede ser parte de nuestro paisaje social. Los Estados y organismos internacionales no deben quedarse tranquilos slo con realizar algunas intervenciones aisladas y ceder una parte del presupuesto anual. Los actos deben ser efectivos porque estamos ante un delito social.Los seres humanos, como especie, tenemos que hacernos responsables de las muertes de los nios en situacin de guerra, de los que mueren de hambre o por enfermedades evitables, de los que perecen bajo la violencia en todas sus formas porque muchas sociedades, por intermedio de sus Estados, no implementan las medidas necesarias para evitarlo, de los que se socializan analfabetos dentro de las escuelas, de los que padecen la presin social que los lleva a sufrir pnico, anorexia, fobia, etc. En definitiva, responsabilizarnos de todos aquellos perjuicios que padecen nias y nios de todo el mundo, productos de un modo de constitucin social que an no logra dignificar la infancia, pese a contar con las herramientas para hacerlo.Bibliografa

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MORENO, A., Un paso atrs en la defensa de los derechos de la niez En Le Monde Diplomatique El diplo Arg., nm. 36, junio de 2002.Palabra clave: Maltrato infantil, maltrato social, maltrato institucional, pobreza

Lo que no quiere decir que las acciones de maltrato no se dieran anteriormente. Si uno indaga el discurso jurdico, a nivel del derecho positivo, encuentra que la nocin est presente en los Cdigos Civiles que aparecen a mediados del siglo XIX y, an antes, en el Derecho Patrio y de Indias, en nuestro caso.

Decimos esto porque no siempre preponder sta idea a la hora de pensar el lugar de los padres en relacin con el nio.

Lo interesante -y el ejemplo que sigue muestra la complejidad de lo enunciado- es que existen casos donde las conductas violentas han sido legitimadas e incorporadas al conocimiento pblico, al folclore popular de una comunidad. En Crdoba, un sacerdote a cargo de una escuela sola ejercer violencia fsica sobre sus alumnos y -hasta se coment socialmente- los padres. Alguna vez presenciamos cmo, a modo de castigo, dejaba sin aire a un nio de diez aos porque estaba jugando con otros en la pileta de natacin, de manera poco apropiada. Esto es reprochable, pero ha sido justificado, a lo largo de los aos, por los propios padres y alumnos que han sufrido este tipo de escarmiento, ya que defendan el argumento el mismo del clrigo- de los beneficios que produce la disciplina en el rendimiento escolar y social de los nios.

Una de las caractersticas del poder simblico, tal como lo analiza Pierre Bourdieu, es la participacin del agente que padece mediante el reconocimiento del poder del otro. Las relaciones de dominacin se ejercen con la complicidad objetiva de los dominados, de los que lo sufren, quienes hacen que por un acto mgico entren en sumisin u obedezcan una orden.

En otro tiempo de nuestra historia argentina esas medidas aplicadas sobre el cuerpo eran frecuentes y aceptadas por la sociedad. Hay otros pases, Inglaterra por ejemplo, que desde hace una dcada pretenden recuperar esas viejas costumbres.

Un caso tpico es el de un nio -o una mujer- que entra al sistema porque ha sufrido abuso sexual. Cuando ocurre, se activan los sistemas de constatacin, que instalan un eterno retorno que lleva a que la persona violentada deba revivir lo padecido delante del mdico forense de la polica judicial, de la psicloga y trabajadora social del equipo tcnico de los Tribunales y, posiblemente antes, del especialista que hace la verificacin en el Hospital que lo atendi y del mdico del dispensario quien fue el primero en revisarlo.

Cfr. Martnez Roig, Nios maltratados, 1997: 260.

Cfr. Martnez Roig, 1997: 258.

Cfr. Martnez Roig, 1997: 258.

Cuando hablamos de dispositivo, parafraseando a Foucault, se hacer referencia a complejos entretejidos de prcticas sociales que relacionan de una manera determinada y estratgica, un conjunto heterogneo y mltiple de elementos (discursos, teoras, construcciones arquitectnicas, instituciones, acciones,..) que tienen como funcin responder a una urgencia. Dispositivo que siempre est dentro de unas relaciones de poder y de saber, que mutuamente se interrelacionan y condicionan.

Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo (Argentina).

Cfr. Martnez Roig, 1997: 258.

Visin que se agudiza cuando se hace una lectura diferenciante con relacin a los sectores ms pobres de la sociedad. En ese caso brotan los estigmas en relacin a las caractersticas congnitas de esos nios, de esos padres abandnicos, y de esas calles llenas de delincuentes. Como deca un polica que estaba cuidando una escuela de sector popular, esos nios llevan la delincuencia en la sangre. etc.

En este aspecto, compartimos el pensamiento de Cornelius Castoriadis.

En la misma lnea de investigacin, aunque con ciertas particularidades, encontramos elementos de anlisis semejantes en los trabajos de Pierre Bourdieu, Michel Foucault y Cornelius Castoriadis.

Nominacin tpica de la provincia de Crdoba de una infusin de yerba mate tradicional de nuestro pas.

Nocin que cada vez reduce ms los casos que entran en esta categora, por no contar con los recursos materiales y humanos para su tratamiento.

Bao Rodrigo, A. y Otro. Pobreza y Maltrato en: Nios Maltratados. Espaa. Dias de Santos.1997

En otras pocas de la humanidad los padres podan matar y vender a sus hijos porque esa conducta estaba legitimada y enmarcada bajo leyes que la autorizaban.

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