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1. INTRODUCCIÓN: LAS MERCANCÍAS y LA POLÍTICA DEL VALOR AIuuN Al'PADURAI Este capitulo tiene dos objetivos. El primero es introducir y estable- cer el contexto en que se enmarcan los ensayos que componen el presente volumen. El segundo es proponer una nueva perspectiva acerca de la circulación de las mercancías en la vida social. La esencia de esta perspectiva puede formularse del modo siguiente: el intercam- bio económico crea valor. El valor está contenido en las mercancias que se intercambian; Centrándose en las cosas que se intercambian, y no simplemente en las formas o las funciones del intercambio, es posible argüir que lo que crea la conexión entre intercambio y valor es la política, entendida en sentido amplio. Esta afirmación, por desarrollar a lo largo del presente ensayo, justifica la idea de que las mercancías, como las personas, tienen una vida social.' Las mercancías pueden definirse provisionalmente como objetos de valor económico. Con respecto a cómo debemos entender el término de valor económico, la guia más útil (aunque no la más común) es ofrecida por Georg Simmel. En el primer capitulo de The Filosophy of Money (1978), Simmel proporciona una descripción sistemática del modo en que se define mejor el valor económico. Para él, el valor nunca es una propiedad inherente de los objetos, sino un Juicio acerca de ellos emitido por los sujetos. Con todo, la clave para la comprensión del valor, de acuerdo con Simmel, descansa en la región donde "la subjetividad es sólo provisional y noverdaderamen- te muy esencial" (SimmeI1978: 73). 17 LA VIDA SOCIAL DE LAS COSAS Perspectiva cultural de las mercancías Título original en inglés: The Social Lífe of Things Commodities in Cultural Perspectíve Traducción: Argelia Castillo Cano, de la ediciónde Cambridge University Press, Cambridge, 1986 ©1986, Cambridge University Press D.R.© 1991 por EDITORIAL GRIJALBO, S.A. de C.V. Calzo san BartolaNaucalpan núm. 282 Argentina Poniente 11230 Miguel Hidalgo, México, D.F. Primera ediciónen la colección Los Noventa Coedición: Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacionalparala Cultura y las Artes/ Editorial Grijalbo, S.A. de C.V. ISBN 910-05-0288-0 IMPRESO EN MÉXICO

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1991La Vida Social de Las Cosas (Introducción)

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1. INTRODUCCIÓN: LAS MERCANCÍASy LA POLÍTICA DEL VALOR

AIuuN Al'PADURAI

Este capitulo tiene dos objetivos. El primero es introducir y estable­cer el contexto en que se enmarcan los ensayos que componen elpresente volumen. El segundo es proponer una nueva perspectivaacerca de la circulación de las mercancías en la vida social. La esenciade esta perspectiva puede formularse del modo siguiente: el intercam­bio económico crea valor. El valor está contenido en las mercanciasque se intercambian; Centrándose en las cosas que se intercambian,y no simplemente en las formas o las funciones del intercambio, esposible argüir que lo que crea la conexión entre intercambio y valores la política, entendida en sentido amplio. Esta afirmación, pordesarrollar a lo largo del presente ensayo, justifica la idea de que lasmercancías, como las personas, tienenuna vida social.'

Las mercancías pueden definirse provisionalmente como objetosde valor económico. Con respecto a cómo debemos entender eltérmino de valor económico, la guia más útil (aunque no la máscomún) es ofrecida por Georg Simmel. En el primer capitulo de TheFilosophy of Money (1978), Simmel proporciona una descripciónsistemática del modo en que se define mejor el valor económico. Paraél, el valor nunca es una propiedad inherente de los objetos, sino unJuicio acerca de ellos emitido por los sujetos. Con todo, la clave parala comprensión del valor, de acuerdo con Simmel, descansa en laregión donde "la subjetividad es sólo provisional ynoverdaderamen­te muy esencial" (SimmeI1978: 73).

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LA VIDA SOCIAL DE LAS COSASPerspectiva cultural de las mercancías

Título original en inglés: The Social Lífe of ThingsCommodities in Cultural Perspectíve

Traducción: Argelia Castillo Cano, de la edicióndeCambridge University Press, Cambridge, 1986

©1986, Cambridge University Press

D.R.© 1991 por EDITORIAL GRIJALBO, S.A. de C.V.Calzo san BartolaNaucalpan núm. 282Argentina Poniente 11230Miguel Hidalgo, México, D.F.

Primera ediciónen la colección Los NoventaCoedición: Dirección General de Publicaciones delConsejo Nacionalparala Cultura y las Artes/Editorial Grijalbo, S.A. de C.V.ISBN 910-05-0288-0IMPRESO EN MÉXICO

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Al explorar este intrincado dominio, el cual no es dcl todo subje­tivo ni de! todo objetivo, dondc el valor surge y funciona, Simmel sugicre que los objetos no son dificiles de adquirir porquc sean valiosos, "sino que llamamos valiosos a csos objctos que se resistcn contra nuestro deseo de posecrlos" (p. 67). Lo quc Simmcl denomina objetos econ6micos en particular, existc en cl espacio comprendido entre el deseo puro y cl disfrute inmediato, lo cual implica cicrta distancia entre ellos y la persona que las desea, distancia que puedc salvarse. Esta distancia sc cubrc en y·a traves del intcrcambio econ6-mico, donde el valor de los objetos es ta dctcrminado rcciprocamente. Es decir, cl desco de uno por un objeto se alcanza mediantc el sacrificio de algun otro objeto, quc es cl centro del dcseo de otro individuo. Ta! intcrcambio de sacrificios constituye cl tema de la vida econ6mica, y la economia -como una forma social particular­"consiste no s6lo en valores intercambiables, sino tambien en el intercambio de valores" (p. 80). El valor econ6mico, para Simmel, cs generado mcdiante este tipo de intercambio de sacrificios.

Varios argumentos se desprenden de este analisis dcl valor econ6-mico efectuado par Simmel. El primero res.ide en que el valor econ6mico no es s6lo valor en general, sino tambien una suma definida de valores, el cual es producto de la proporci6n de dos intensidades de demanda. La forma quc es ta proporci6n adquierc es el intercambio de sacrificio y ganancia. Asi, cl objcto econ6mico no tiene un valor absoluto coma rcsultado de su demand.a, sino que Cs ta, en tanto base de un intcrcambio real o imaginario, data al objeto de valor. El intercambio es cl que cstablece los parametros de utilidad y escasez, en lugar de que succda al rcves, y cl intercambio cs el quc representa la fuente de valor:

La dificultad de adquisici6n, el sacrificio ofrecido en el intercambio, es el Unico elen)ento conslitutivo de! valor, de! cu al la escasez cs s6lo la n1anifes­taci611 exlerna, su objctivaci6n en forn1a de cantidad.'{p. 100.)

En una palabra, el intercambio no es un subproducto de la valoraci6n mutua de objetos, sino su fuente.

Estas breves y brillantes observaciones preparan el esccnario para el aniilisis de lo quc Stmmel considcra cl tnstrumcnto mas complcjo en la conducci6n dcl tntercamblo ccon6mico -d dinero- y su lugar en la vida moderna. Sin embargo, las obscrvaciones de Simmel pueden tomarse en una direcct6n muy distinta. Este camino alterna­tive, que es ejemplificado en lo que rcsta de este ensayo, motiva la exploraci6n de las condiciones bajo las cuales los objetos ccon6micos

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circulan en diferentes regimenes de valor en espacio yen tiempo. La mayoria de los ensayos. incluidos en este volumen examinan cosas especificas (o grupos de cosas) ta! como circulan en ambientes cultu­rales e hist6ricos particulares. Loque estos ensayos ofrecen es una serie de ideas en torno a las formas en las cuales el deseo y la demanda, el sacrificio reciproco y el poder, interactuan para crear el valor econ6mico en situaciones sociales especificas.

El sentido comun occidental contemporaneo, construido con base en diversas tradiciones hist6ricas en filosofia, derecho y ciencia natu­ral, ticne una fuerte tendencia a oponer "palabras" y "cosas". Aunque este no ha sido siempreel caso aun en Occidente, co mo Marcel Mauss lo sefiala en su famoso trabajo The Gift, la tendencia contemporanea predominante es considerar el mundo de las cosas como inerte y mudo; el cual es puesto en movimiento y animado, y en verdad conocible, s61o mediante las personas y sus palabras (vease tambien Dumont 1980: 229-230). Sin embargo, en muchas sociedades hist6ri­cas, las cosas no han estado tan divorciadas de la capacidad de actuar de las personas y del poder comunicativo de las palabras (vease el capitulo n). El hecho de quc ta! percepci6n de las cosas no haya desaparecido, incluso en las condiciones de! capitalismo industrial occidental, es una de las intuiciones que apoyan el celebre analisis de Marx, contenido en El capital, sobre el "fetichismo de las mercan­cias".

A pesar de que nuestro propio enfoque de las cosas este necesa­riameilte condicionado por la idea de que las cosas no tienen otros significados sino aquellos conferidos por las transacciones, las atri­buciones y las motivaciones humanas, el problema antropol6gico reside en que es ta verdad lbrmal no ilumina la circulaci6n concreta, hist6rica, de las cosas. Por ello, debemos seguir a las cosas mismas, ya que sus significados estan inscritos en sus formas, usos y trayectorias. Es s6lo mediante el analisis de estas trayectorias que podemos inter­pretar las transacciones y calculos humanos que animan a las cosas. As!, aunque desde un punto de vista te6rico los actores codifican la significaci6n de las cosas, desde una perspectiva metodol6gica son las cosas-cn-movimiento las que iluminan su contexto social y humano. Nin gun analisis social de las cosas ( efectuado por un economista, un historiador de! arte o uil antrop61ogo) puede evitar un grado mlnimo de lo que podria Oamarse fetichismo metodol6gico. Este fetlchfsmo metodol6gico, que centra nuestra atenct6n en las COIBI mllmas, es en parte un correctivo a la tendencia de sociologlzar exc:4!1ivamente las transacciones en cosas, una tendencia que dobemoa a Mauss, como lo ha advertido recientemente Firth (1983: 89),1

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Las mercancias, y las cosas en general, son de inter.es inde­pendiente para los distintos tipos de antropologia. Constnuyen el primer y ultimo recurso de los arque6Jogos. Son la sustancia de la "cultura material", que unifica a los arque6logos con los d1ferentes tipos de antrop6logos culturales. En tanto objetos de valor, se hallan en el coraz6n de la antropologfa econ6mica; co mo media de obsequio o dote se ubican en el centro de la teorfa de! intercambio y de la antrop'otogia social en general. La perspectiva mercantil de las ~sas representa un acceso Util al interes semi6ticamente rev1V1do y onen­tado en la cultura material, el cual ha sido recien destacado y eiem­plificado en una secci6n especial de RAIN (Miller 1983). Con todo, las mercancias no s6lo son de gran 1mportancia para los antrop6logos. Constituyen tambien un t6pico de viv? interes para los historiadores econ6micos y sociales, para los h1stonadores de! arte y, no lo olvide­mos, para los economistas, aunque cada disciplina aborde el proble­ma de un modo diferente. Las mercancias representan, pues, un tema respecto del cual la antropologia tiene algo que ofreci;r a las discipli­nas vecinas, asi como un tema en relaCJ6n con el cual uene una buena oportunidad de aprender de ellas.

Los ensayos del presente volumen cubren una buena parte de terreno hist6rico, etnografico y conceptual, pcro de ningun modo ago tan la relaci6n emre cultura y mercancias. Lo~ coautores son cinco antrop6logos sociales, un arque6logo y cuatro h1stonadores sociales. Ni los economistas ni los historiadores de! arte estan representados aqui, aunque sus puntos de vista no han sido de ningun modo igno­rados. Algunas grandes areas del mundo no estan representadas (co mo China y Latinoamerica ), pero la cobertura espacial es, a. pesar de ello, bastante amplia. Si bien en estos ensayos se examma una gama interesante de bienes, serfa muy larga la lista de mercancias no analizadas, y existe una tendencia a retomar los bienes especializados ode lujo, en lugar de las mercancias "primarias'.' o "de volumen": Por ultimo, la mayoria de los au tores estudian los bienes y no los servicws, a pesar de que estos tambien sean, evidentemente, objetos imRortan­tes de mercantilizaci6n. No obstante que cada una deestas om1s10nes resulta significativa, sugerire en el curso de este ensayo que algunas de ellas son menos importantes de lo que parecen.

Las cinco secciones de que se compone este ensayo estan dirigidas a los objetivos siguientes: la primera, sob re el espiritu de la mercancia, es un ejercicio crftico de definici6n, cuya tesis es que las mercancias propiamente entendidas no son monopolio de las economia~ moder­nas, industriales. La segunda, refenda a las rutas y desv1ac1ones, realiza las estrategias (tanto individuales como institucionales) que

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hacen de la creaci6n de! valor un proccso politicamente mediado. La tercera, en torno al deseo y la demanda, vincula patrones de corto y largo plaza en la circulaci6n de mercancias, para mostrar que el consumo csta sujeto al control social ya la redefinici6n politica. La sccci6n menos sustantiva, la cuarta, sabre la relaci6n entre conoci­micnto y mercancias, trata de demostrar que la polftica del valor cs en muchos contextos una politica del conocimiento. La secci6n final vuelve a centrar la reflexi6n en la politica, en tanto piano de media­ci6n entre el intercambio y cl valor.

EL ESPIRITU DE LA MERCANciA

Pocos negarfan que la mercancia es una cosa profundamente sociali­zada. Con fines definidores, la pregunta es: len que consiste su sociabilidad? La rcspuesta purista, atribuida de modo rutinario a Marx, es que la mercancia es un producto destinado principalmente al intercambio, y que tales productos surgen, por definici6n, en las condiciones institucionales, psicol6gicas y econ6micas del capitalis­mo. Definiciones menos puristas consideran a las mercancias coma bicncs dirigidos al intercambio, independientemente de la forma que este adopte. La definici6n purista cancela la indagaci6n de manera prematura. Las definiciones mas vagas amenazan equiparar mercan­cia con obsequio y muchas otras clases de cosas. En esta secc16n, a trav6s de una critica de la comprensi6n marxista de la mercancia, sostendre que las mercancfas son cosas que poseen un tipo particular de potencial social, que son discernibles de "productos", "objetos", "bienes", "artefactos" y otros tipos de cosas (aunque s6lo lo sean en ciertos aspectos y desde dcterminada pcrspcctiva ). Si mi tesis es ta bien fundada, de ella se seguira que es Util con· fines definidores considerar que.las mercancias existen en una varicdad muy amplia de sociedades (aunque con una intcnsidad y promincncia especial en las sociedades capitalistas modernas), yqueexiste una coincidencia ines­perada entre Marx y Simmel acerca de las mercancias.

La tesis mas elaborada e intelectualmentc provocativa de la idea de mercancia aparece ·en el libro primero, sccci6n primcra, de El capital de Marx, aunque la noci6n fue difundida en las discusioncs de economia politica del siglo xrx. El propio analisis que hacc Marx del concepto de mercancia constituye una parte central de su crltica de la economfa politica burgucsa, y un punto de apoyo en la transici6n desde su pensamiento previo referido al capitallsmo (v6ase particu­larmente Marx 1978) hasta su analisis complotamente dcsarrollado

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de El capital. H?y dia, la importancia conceptual de la idea de mercancia ha ced1do ante la concepci6n neoclasica marginalista de "bienes", y la ~alabra "mercancia" utilizada par la ~conomia neo~Ja­s1ca s6lo se ref1ere a una subclase especial de bienes primarios y ya no desempefia un papel analitico central. Esto no ocurre, par supuesto, en el caso de Jos enfoques marx1anos en economia y sociologia, o en el de las estudios neorricardianos (co mo el de Piero Sraffa ), don de el analisis de la "mercancia" aun desempefia un papel te6rico funda­mental (Sraffa 1965; Seddon 1978).

No obstante, en la mayoria de las ana!isis econ6micos modernos (realizados fuera de! campo de la antropologia), el significado del termino mercancia se ha estrechado hasta reflejar s6lo una parte de la herencrn de Marx y de las primeros exponentes de Ja economia polftica. ?5 decir'. en la mayor pa rte desus usos contemporaneos, las n:iercancrns son t1pos especiales de bienes manufacturados (o servi­CIOS), que se asocian unicamente al modo de producci6n capitalista y que, por tanto, s6Jo existen en donde este ha penetrado. As!, aun en lo? debates ac.tuales acerca de la protoindustrializaci6n (vease, por e1emplo, Perlm 1982), el tema en cuesti6n no es si las mercancias es tan asociadas al capitalismo, sino si ciertas formas organizaciona­Jes y tecmcas asociadas al capitalismo son unicamente de origen europeo. En gen_eral, ,las mercancias son vistas coma repre­sentac1ones matenales 1ip1cas de! modo de producci6n capitalista, a.unque sea.n clas1ficadas coma insignificantes y su contexto capita­hsta coma mc1p1ente.

Con todo, esta clam que esto s6lo representa un acercamiento a una vertiente de la propia concepci6n de Marx acerca de la naturaleza de la mer_cancia. El tratamiento de esta en las primeras cien paginas de El rnp!la/ const1tuye una de las partes mas dificiles, contradictorias y amb1guas de la obra de Marx. Parte de una definici6n extremada­mente amplia de la mercancia: "La mercancia es, en primer Jugar, un ob1eto extenor, una cosa que merced a sus propiedades satisface necesidades humanas del tipo que fueran" (p. 43). Luego, avanza drnlcct1camente, a travcs de una serie de definiciones mas parsimo­mosa.s, lo cual permite la elaboraciOn gradual de! enfoque Msico marxrnno_ en materia de valor de uso y valor de cambio, el problema de la eqmvalencta! la clrculaci6n y el lntercambio de productos, y Ia 1mportancia de! dmero. El desarrollo de esta concepci6n de Ia rela­ci6n entre la forma merca~ciay la rorma dlnero hace posibleque Marx establezca s'.1 famosa d1sttncl6n entre los dos tipos de Ia circulaci6n de mercancrns (mercancia-dlnero-mercancfa y dinero-mercancia-di­nero), donde esta tiltima represents la f6rmula general de! capital. A

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lo largo de este movimiento analitico, las mercancias se vuelven intrincadamente ligadas al dinero, a un mercado impersonal y al valor de cambio. Aun en la forma simple de circulaci6n (vinculada al va­lor de uso), las mcrcancias se relacionan mediante la capacidad de conmensurabilidad de! dinero. Hoy dia, en general, la vincula­ci6n de las mercancias a las formas sociales, financieras yde intcrcam­bio postindustriales sc da por sentada, incluso par parte de aquellos queen otros aspectos no toman a Marx en serio.

Ahora bien, en las prcipios escritos de Marx, se ha Ila la base para emprender un enfoque de las mercancias mucho mas amplio y mas util en terminos interculturales e hist6ricos, cuyo espiritu se atenua tan pronto coma eJ se enreda en las detalles de! analisis de! capitalis­mo industrial dcl siglo XIX. De acuerdo con su formulaci6n, a fin de producir no meros productos sino mercancias, el hombre debc pro­ducir valores de uso para otros, valores de uso sociales (Marx 1975: 50). Esta idea fue comentada par Engels en un parentesis que intro­dujo en el texto de Marx: "Para transformarse en mercancia, el producto ha de transferirse a traves de! intercambio a quien sc sirve de el coma valor de uso" (Marx 1975: 50). Aunque Engels se contenta con esta aclaraci6n, Marx procede a trazar una serie compleja (y ambigua) de distincioncs entrc las productos y las mercancias; pcro, con fines antropo16gicos, el pasaje clave merece citarse en extenso:

Bajo todas las condicioncs sociales, el producto del trabajo cs objeto para cl uso, pero s6lo una Cpoca de desarrollo hist6rica111entc detern1inada -aquClla que presenta el trabajo gastado en la producci6n de un objeto Util co1no atributo "objetivo" de tste U!tin10, o sea, como su valor­transforma el producto del trabajo en mercancfa. Sc desprende de csto que la forn1a sin1ple de valor de lan1ercancfa es a la vez la forma n1ercantil sin1plc adoptada par el producto de\ trabajo y que, par tanto, el desarrollo de la forma de n1ercancfa coincide ta1nbi6n con el desarro\lo de la forma de valor. (Marx 1975: 75-76.)

La dificultad de distinguir, en es ta formulaci6n, el aspecto 16gico de! aspecto hist6rico'ha sido tratada por Anne Chapman (1980), cuyo analisis abordarc mas adelante. En el pasaje citado de El capital, el cambio de producto a mercancla es cxaminado hist6ricamcnte; pero la resoluci6n es todavia muy esquematica, y no es facil cspecificarla o probarla de un modo claro.

La cuesti6n cs que Marx estaba aun atrapado por dos prlncipios de la epistcmologia de mcdiados del siglo XIX: en primer fugar, s6lo podia concebir la cconomia en rclaciOn con IOI problemas de la producci6n (Baudrillard 1980); en scgundo, conslderaba cl movi-

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miento hacia la producci6n de mercancias como evolutivo, unidirec­cional e hist6rico. Como resultado de ello, las mercancias existen o no existen, y son productos de un tipo particular. Cada una de estas presuposiciones requiere ser modificada.

A pesar de las limitaciones epistemol6gicas, en SU famoso analisis de! fetichismo de las mercancias, Marxadvierte, co mo lo hacc en otros pasajes de El capital que:

... la Jonna de mercanc{a es Ia mas general y la menos evolucionada de la producci6n burguesa-a lo cu al se debeque aparezca ten1pranan1ente, aun cuando no de Ia misma manera dominante y por tanto caracterfstica que adopta en nuestros dfas ... (Marx 1975: IOI).

A pesar de que rebasa los objctivos de! presente cnsayo el explorar las dificultades de! pensamiento de Marx referido a las economias precapitalistas, no estatales y no monetarias, podcmos sefialar que Marx deja la puerta abierta a la existencia de mercancias, al menos en su forma primitiva, en muchos tipos de sociedad.

La cstrategia de definici6n que propongo es ccntrarnos en la correcci6n que hace Engels de la amplia definici6n marxiana sabre la producci6n de valor de uso para otros, la cual coincide con el cnfasis otorgado por Simmel al intercambio como fuente del valor econ6mt­co. Empecemos con la idea de que una mercancia es cualquier cosa destinada al intercambio. Esto nos aparta de la preocupaci6n exclusiva en torno al "producto", la "producci6n" y la intenci6n original o predominante del productor, y nos permite consagrarnos a la dina­mica del intercambio. Con fines comparativos, pues, la pregunta no serfa "lque es una mercancfa ?", sino "lque tipo de intercambio es el intercambio mercantil?". Aqui, y como parte del esfuerzo por definir mejor a las mercancias, necesitamos abordar dos tipos de intercambio que suelen oponcrse formalmente al intercambio mercantil.·El pri­mero cs el trueque (a veces llamado intercambio directo ); el segundo, el intercambio de obsequios. Comenccmos con el trueque.

El trucque, como forma de intercambio, ha sido analizado recien­temcnte por Chapman (1980) en un ensayo que, entre otras cosas, discrcpa con el analisis de Marx sabre la relaci6n entre intercambio directo e intercambio mercantil. Con base en la combinaci6n de aspectos de algunas definiciones actuates del trueque (incluyendo la de Chapman), sostengo que el trueque es el intercambio de objetos que se efectua sin una referenda al dinero y con la maxima reducci6n posible de costos de transacci6n sociales, culturalcs, politicos y per­sonales. El criteria anterior distingue trueque de intercambio mer-

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cantil en el estricto sentido marxista, yeste ultimo del intercambio de obscquios (independientemente de la forma en que se le defina).

Chapman esta en lo corrccto cuando afirma que, hasta donde la teoria del valor de Marx es tomada seriamente, su tratamiento de! trueque plan tea problemas te6ricos yconccptuales insolubles (Chap­man 1980:68-70), ya que Marx postula que el trueque asume la forma directamente intercambiable de! producto (x valor de uso A= y valor de uso B), asi como tambien la forma dircctamente intercambia­ble de la mercancia (x mercancia A = y mercancia B). Sin embargo, esta visi6n marxiana de! trueque cualquiera que sean los problemas que plantee a la teorla marxista de! origen del valor de cambio, tiene la virtud de acoplarse bien a la formulaci6n mas persuasiva de Chap­man: a saber, que el trueque, ya sea como una forma predominante o subordinada de intercambio, existe en una variedad extremadamente amplia de sociedades. Chapman critica a Marx por introducir a la mercancia en el trueque, y pretende mantener mercancia y trueque bien separados, basandose en el planteamiento de que las mercancfas son utilizadas como objetos monetarios (y, por tanto, como valor o cristalizaci6n de trabajo), y no s6lo el dinero, en tanto unidad conta­ble o medida deequivalencia. Para Chapman, el intercambio mercan­til ocurre unicamente cuando un objeto monetario interviene en el intercambio. Debido a que el trueque excluye, en su modelo, tal intervenci6n, el intercambio mercantil y el trueque son formal y completamente distintos, aunque puedan coexistir en ciertas socie­dades (Chapman 1980: 67-68).

En mi opini6n, Chapman adopta, en su critica a Marx, una pers­pectiva excesivamente estrecha del papel desempefiado por el dinero en la circulaci6n mercantil. A pesar de que Marx hall6 dificultades en su analisis de la relaci6n entre trueque e intercambio mercantil, tuvo raz6n al destacar, como Polanyi, la existencia de una comunidad de espiritu entre trueque e intercambio mercantil capitalista, una comu­nidad vinculada (en esta perspectiva) a la naturaleza asocial, relati­vamente impersonal, centrada en cl objeto, de ambos. En las diversas formas simples de trueque, advertimos un esfuerzo dirigido a inter­cambiar cosas sin, por una parte, las limitaciones de la sociabilidad y, por la otra, las complicaciones del dinero. En el mundo contempora­neo, el trueque va en aumento: se estima que alrededor de 12 mil millones de d6lares en bienes y servicios se intcrcambian anualmente en los Estados Unidos. El trueque internacional (jarabe de Pepsico por vodka rusa; Coca-cola por palillos coreanos y clcvadores de carga bUlgaros, por citar algunos ejemplos) es ta convlrtl6ndose tambien en una compleja economia alternativa. En esta11ituaclones, cl trueque

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es una respuesta al creciente numero de barreras impuestas alcomer­cio y las finanzas internacionales,y desempefia un papel cspecffico en la economfa general. El trueque, como una forma de comercio, vincula pues el intercambio de mercancias a circunstancias sociales, tecno16gicas e institucionales muy distintas. En consecuencia, el trueque puede verse coma una forma especial de intercambio mcr­cantil; una forma en la cual, por diversos motivos, cl dinero no desempefia ningun papcl o uno complctamente indirccto (co mo mera unidad contable). Con base en esta definici6n de trueque, es dificil localizar alguna sociedad humana don de el intercambio mcrcantil sea completamente irrelevante. En apariencia, el trueque cs la forma de! intercambio mercantil en la que la circulaci6n de cosas esta mas divorciada de las normas sociales, politicas y culturales. Con todo, dondequiera que se disponga de evidencias, la detcrminaci6n de quc puede trocarse, d6nde, cuando yentre quienes, asi como quc conduce a la demanda de los bienes del "otro", es una cuesti6n social. Existe una arraigada tendencia a considerar esta regulaci6n social como un as unto muy negativo, de modo que el trueque cfcctuado en socicdadcs a pequefia escala y en periodos tempranos suclc verse como algo rcstringido al piano intercomunitario y no al piano intracomunitario. De acuerdo con este modelo, el trueque se halla en proporci6n invcrsa a la sociabilidad, y el comercio internacional, por extensi6n, es considerado como "predccesor" del comcrcio domcstico (Sahlins 1972). Sin embargo, existen s6lidas razones empiricas y mctodol6gi­cas para cuestionar es ta pcrspectiva.

La noci6n de que el comercio en las economias no monetizadas y preindustriales es generalmente vis to como antisocial desdc cl pun to de vista de las comunidades vecinas y por tan to, co mo al go restringido a mcnudo a tratos con los forasteros, tiene su contraparte en la perspcctiva de que el espiritu del obscquio y el de la mercancfa son profundamente opucstos. Segun este planteamiento, el intcrcambio de obsequios y el mercantil son fundamentalmente contrarios y mu­tuamente excluyentes. A pesar de que han habido algunos recicntes y notables intentos por silenciar el exagerado contraste entre Marx y Mauss (Hart 1982; Tambiah 1984), prevalece la tcndencia a concebir estas dos modalidades del intercambio como fundamentalmente opuestas, tendencia que se ha convertido en una importante caractc­ristica de! discurso antropol6gico (Dumont 1980; Hyde 1979; Gre­gory 1982; Sahlins 1972; Taussig 1980).

La exageraci6n y reificaci6n de la oposici6n cntre obsequio y mercancfa en las textos antropol6gicos tiene divcrsos origenes. Entre ellos se halla la tendencia a romantizar las socicdades a pequcfia

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escala; a mezclar el valor de uso (en el sentido marxiano con la gemeinschaft (en cl sen ti do de Toennie ); a olvidar que las sociedades capitalistas funcionan tambien de acuerdo con prop6sitos cullurales ya marginalizar y subestimar las caracteristicas planificadoras, impcr­sonales _Y autoexaltadoras de las sociedades no capitalistas. Estas tenden~1~s, a su vez, son producto de una perspectiva simplificada de la opos1c16n entre Mauss y Marx que, como ha sugerido Keith Hart (1982), pasa por alto aspectos importantes de las coincidencias entre ellos.

Los obsequios, y el espiritu de reciprocidad, sociabilidad y cspon­tane1dad con el cual son tipicamente intercambiados suelen ser co~cebidos en rigurosa opos_ici6n al espiritu calculad~r, egoista y onentado a la ganancia de la ctrculac16n mercantil. Ade mas mientras que los obsequios vinculan cosas a personas e introducen ~l flujo de las cosas en aqu_el de las relaciones sociales, las mercancias repre­sentan la transm1Sl6n -en gran medida lib re de limitaciones morales o culturales- de bienes de uno a otro flujos, transmisi6n que es ~ed1~da por el dmeroy no por la sociabilidad. Muchos de los ensayos mclmdos en este volumen, asi como mi propia argumentaci6n, estan dmg1dos a mostrar que la anterior es una serie simplificada y exage­rada de opos1c10nes. Por el momenta, propondre un rasgo importante que es compart1do por el intercambio de obsequios y la circulaci6n de mercancias.

Mi punto de vista sabre el espiritu del intercambio de obsequios debe mucho a Bourdieu (1977), quien ha desarrollado un aspecto hasta la fecha subestimado del analisis de Mauss en torno al obsequio \Mauss 1976), el cual destaca ciertos paralelos estrategicos entre el mtercamb10 de obsequios y las practicas mas ostensiblemente "eco­n6micas". La argumentaci6n de Bourdieu, que enfatiza la dinamica tem~oral de obsequiar, incluye un examen intcligente del espiritu comun que subyace tanto al intercambio de obsequios como a la circulaci6n mercantil:

Si es cierto qu.e el lap~ temporal in_terpuesto permite que el obsequio y el contraobsequ10 sean vtstos y expenmentados coma un acto inauoural de generosidad, ~in pasad_o n~ futuro, es decir, sincdlculo, entonces que°da claro que ~l r~ducir lo pohtetico a lo monotetico, el objctivismo destruye la e_spec1fic1dad de todas las pr~cticas que, coma el intercambio de obsequies, tie~den o pretenden poner en suspense Ia Icy dcl egofsrno. Un contrato rac1ona~ con~ensarfa en un instante una transacci6n que el lntercarnbio de obsequ1os d1sfraza, al extenderlct en el ticmpo; por el101 el intercambio de obsequies es, si no el Unico modo practicado de clrculaci6n nlcrcantil al menos el Unico modo reconocido con1plctamcnte en sociedades quc, ctcbi.

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28 LA VIDA SOCIAL DE LAS COSAS

do a que nicgan "la verdadera sucicdad de su vida", con10 sen.ala Lukacs, tienen una·economfa en sfy no para sf. (Bourdieu 1977: 171.)

Este tratamiento de! intercambio de obsequios en tanto forma parti­cular de la circulaci6n mercantil surge de la critica realizada por Bourdieu no s6lo de las aproximaciones "objetivistas" de la acci6n social, sino tambien de cierto ti po de ctnoccntrismo, en si mismo un producto hist6rico dcl capitalismo, que adopta una dcfinici6n muy restringida de! interes ccon6mico. 3 Bourdieu sosticne que " .. .la practica nunca cesa de conformarsc al calculo ccon6mico, incluso en los casos en que muestre la apariencia de dcsinteres, al dcsviarse de la l6gica de! calculo interesado (en el sen ti do estricto ), y al pretender que no es material y dificilmcnte cuantificablc" (ibid: 177).

Utilizo este argumento para coincidir, aunque desde un angulo un poco distinto, con las propuestas de Tambiah (1984), Baudrillard (1969; 1980; 1989), Sahlins (1976) y Douglas c lsheiwood (1981), todas las cuales representan esfuerzos para rcstaurar la dimcnsi6n cultural de las sociedades que muy a menudo son represcntadas simplemente como economias grandes por mandato, y para restaurar la dimensi6n de calculo de las sociedades que con demasiada frecuen­cia son retratadas como solidariamente pequefias por mandato. Parte de la dificultad implicada en el analisis intercultural de las mercancias reside en quc, al igual que en otros aspcctos de la vida social, la antropologia es excesivamente dualista: "nosotros y ellos"; "materia­lista y religioso"; "objetivaci6n de las personas'' contra "personifica­ci6n de las cosas"; "intercambio de mcrcado" contra "reciprocidad", y asi sucesivamente. Estas oposiciones parodian ambos polos y redu­ccn de modo artificial las diferencias humanas. Un sintoma de este problema ha sido la concepci6n excesivamente positivista de la mercancia, en tanto cierto tipo de cosa, que restringe el analisis a la decisi6n referida a que tipo de cosa es. Sin embargo, al tratar de comprender el rasgo distintivo de! intercambio mcrcantil, no ticne sentido diferenciarlo claramcnte ya sea de! trueque o dcl intercambio de obsequios. Como sugiere Simmel (1978: 97-98), es importantc advertir la dimensi6n de calculo contenida en todas estas formas de intercambio, aunque varien en la forma y la intensidad de sociabilidad asociada a ellas. Ahora, es menester caractcrizar cl intercambio mer­cantil dcsde la pcrspcctiva de la comparaci6n y el proceso.

Vamos a abordar las mercanc!as como cosas que se hallan en una situaci6n detcrminada, la cual puedc caracterizar muchos tipos dis­tintos de cosas, en difcrcntcs puntos de su vida social. Esto significa centrarse en cl potencial merC11ntll de todas las cosas, en lugar de

!NTRODUCCl6N 29

buscar imitilmente Ja distinci6n magica entre mercancias y otros tipos de cosas. Asimi~mo, representa romper con la perspectiva marxista de la mercancia, dommada por la producc16n, y retomar su trayectoria total, desde la producci6n hasia el consumo, pasando por cl intercambio/distribuci6n.

Con todo, lc6mo podemos definir la situaci6n merc~ntil'! Propon­go que la situaci6n niercantil en la vida s?cial de c~alq~ier "cos a

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se defina como la situaci6n en la cual su zntercambwbzlldad (pa~a.da, presente o futura) par alguna otra cosa se convierta en su caracteristzca socialmente re/evante. Mas aun, la situaci6n mercantil, delimitada de este modo, puede dividirse en: a) la fase mercantil de la vida social de cualquier cosa; b) la candidatura mercantil de cualquier cosa, ye) el contexto mercantil donde puedecolocarsecualquier cosa. Cada uno de estos aspectos de "mercantilizaci6n" necesita ser exph­cado.

La idea de fase mercantil en la vida social de una cosa es un modo conciso de capturar la idea central de! imi;ortante ensayo de Igor Kopytoff incluido en este volumen, donde c1ertas cosas son conceb1-das en el marco de un proceso de entraday salida de! es ta do mercantil. En Ja secci6n siguiente, afiadire otros comentarios sobre el enfoque biografico de las cosas; pero, por el momento, quiero destacar que las cosas pueden entrary salir de! estado mercantil, y que tales movimien­tos pueden ser lentos o rapidos, reversibles? terminales, .o normat1-vos o desviados.4 A pesar de que el aspecto bmgrafico de c1ertas cosas (como Jos bienes heredados, las estampillas postales y las antigiieda­des) puede ser mas notorio que el de otras (como las barras de acero, la sal y el azucar), este componente nunca es completamente irrele­vante.

La candidatura mercantil de las cosas es menos temporal que un rasgo conceptual, yse refiere a los estandares y criterios (simb6licos, clasificatorios y morales) que definen la intercambiabilidad de las cosas en un contexto social e hist6rico particular. A primcra vista, esta caracteristica podria interpretarse como el marco cultural den­tro de! cual se clasifican las cosas, Jo cual constituye la preocupaci6n central del ensayo de Kopytoff. Sin embargo, esta interpretaci6n oculta una variedad de problemas. Es cierto que, en las sociedades mas estables, seria posible descubrir una estructura taxon6mzca que defina el mundo de las cosas, agrupando algunas, discriminando otras, atribuyendo significados y valores a estos grupos, y suminis­trando la base de las reglas y practicas que gobiernan su circulaci6n. En el caso de la economia (es decir, del intercamblo), la descripci6n de Paul Bohannan (1955) sobre las csferas de! lntercambio entre los

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30 LA VIDA SCX:IAL DE lAS COSAS

tiv representa un ejemplo evidente de este tipo de marco para el intercambio. Empero, hay dos tipos de situaciones donde los estan­dares y criterios que gobiernan el intercambio son tan tenues que parecen virtualmente ausentes. El primero es el caso de las transac­ciones efectuadas a travcs de las fronteras culturales, donde lo unico que se acuerda es el precio (ya sea monetario o no) y don de no existe un conjunto minimo de convcnciones con respecto a la transacci6n misma.5 El segundo es el caso de aquellos intercambios intracultu­rales donde, a pesar de la existencia de un vasto universo de enten­dimientos compartidos, el intercambio especffico se basa en percepciones profundamente divergentes de! valor de las cosas in­tercambiadas. El mejor ejemplo de tal divergencia intracultural en materia de valor se encuentra en las situaciones de extrema penuria (como el hambre o la guerra), donde la l6gica de los intercambios tiene poco que vcr con la conmensurabilidad de los sacrificios. De este modo, el hombre bengaH que entrega a su esposa a la prostitu­ci6n a cambio de comida, o la mujer turkana que vende sus joyas personalcs para comprar alimentos, establecen transacciones que pueden ser vistas como legitimas en circunstancias extremas, pero que dificilmente pueden considerarse operativas de acuerdo con el rico marco de valores compartido por el vendedor y el compra­dor. Otra forma de caracterizar tales situaciones es sostener que, en tales contextos, el valor y el precio se han separado casi completa­mente. · Asimismo, como lo ha destacado Simmel, desde el punto de vista de! individuoysu subjetividad, todo intercambio puede tener este ti po de discrepancia entre los sacrificios del comprador y Ios de! vendedor discrepancia que normalmente se pasa por alto debido al sinnumer~ de convenciones acerca del intercambio que son observadas por ambas panes (Simmel 1978: 80). Podemos hablar entonces de! marco cultural que define la candidatura mercantil de las cosas, pero debe­mos tener en mente que algunas situaciones de intercambio, tanto interculturales como intraculturales, se caracterizan por im conj unto mas superficial de estandares compartidos de valor que otras. Por ello, prefiero usar el termino reg(menes de valor, que no implica que todo acto de intercambio mercantil presuponga una completa comu­ni6n cultural de presuposiciones, sino que el grado de coherencia de! valor puede variar grandemente de situaci6n en situaci6n y de mer­cancia en mercancia. Un regimen de valor, en este sentido, es consis­tente tanto con la comuni6n muy alta como con Ia muy baja de estandares entre las panes respecto de un intercambio mercantil particular. Tales regfmenes de valor dan cuenta de la constante

INTRODUCCI6N 31

trascendencia de las fronteras culturalcs mediante el flujo de mercan­cfas, donde la cultura es entendida como un sistema de significados limitado y localizado. .

Finalmente el contexto mercantil alude a la variedad de arenas sociales den tr~ o entre unidades culturales, que ayudan a vincular la candida;ura mercantil de la cosa a la fase mercantil de su carrera. Asi, en muchas sociedades, las transacciones matrimoniales pueden cons­tituir el contexto donde las mujeres scan vistas mas intensa y apro­piadamente como valores de cambio. Uis tratos con extraiios pueden suministrar contextos para la mercantrlrzacr6n de las cosas que, de otro modo, estan protegidas en contra de la mercantilizaci6n. Las subastas acentuan la dimensi6n mercantil de los objetos (tales como las obras de arte ), lo cual puede considerarse profundamente inapro­piado en otros contextos. Quiza, los contextos de bazar promuevan los flujos mercantiles de una mancra en que no podrian hacerlo los escenarios domesticos. La variedad de tales contextos, dentro y a traves de las sociedades, proporciona el vinculo entre el ambiente social de la mercancia, y su estado temporal y simb6lico. Como ya lo he sugerido, el contexto mercantil, en tanto asunto social, puede rcunir actores de muy distintos sistemas culturales, qmenes s6lo comparten el mas minimo entendimiento (desde el punto de vista conceptual) acerca de Jos objetos en cuesti6n y solo estan de ?cuerdo en los terminos de! comercio. El fen6meno llamado comerc10 srlen­cioso constituye el ejemplo mas claro del acuerdo minimo entre las dimensiones cultural y social de! intercambio mercantil (Price 1980).

En consecuencia, la mercantilizaci6n descansa en la compleja intersecci6n de factores temporales, culturales y sociales. En la me­dida en que algunas cosas se ha lien con frecuencia en la f?se mercantil, cumplan con los requisitos de la candidatura mercanul y aparez~an en un contexto mercantll, estas cosas son en esenc1a rnercancias. Siempre que muchas o la mayorfa de las cosas de una sociedad satisfagan en ocasiones esos criterios, puede decirse que dicha socie­dad es altamente mercantil. En las sociedades capitalistas modernas, la mayor parte de las cosas suelen experimentar una fase merca~til en sus propias trayectorias, la mayor parte de los contextos se convierten en legitimos contextos mercantiles, y los estandares de la candidatura mercantil abarcan una porci6n mas amplia de! mundo de las cosas queen las sociedades no capitalistas. As!, aunque Marx estaba en lo correcto al considerar que el capitalismo industrial moderno lmplica el ti po de sociedad mas intensamente mercantilizado, la CO~P~,raci6n de las sociedades con base en su grado de "mercantlllzacr6n es un asunto mas complejo, dado el enfoque oporaclonal aqul adoptado.

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32 LA VIDA SOCIAL DE LAS COSAS

Con fundarnento en esta definici6n, el termino "mercancia" se utiliza en lo que res ta ~e este ensayo para referirse a cosas que, en cierta fase de su trayectona yen un contexto particular, cubren los requisitos de la cand1datura mercant11. El rec1ente analisis de Keith Hart (1982) sobre la importancrn de la crec1ente hegemonia de la mercancia en el piano mundial, coincide _con nues_tra aproximaci6n, aunque para nosotros la mercant1hzac16n const1tuye un proceso diferente (que afecta de un modo distinto los aspectos de fase, contexto y categori­zac16n) y el modo cap1tahsta de mercantilizaci6n intcractua con un sinnU.mero de formas sociales indfgenas de mercantilizaci6n.

Vale la pena mencionar tres conjuntos adicionales de distinciones entre las mercancias (otras diferenciaciones serfa examinada~ mas adelante). El primero, que es una aplicaci6n modificada de la distinci6n ongmal planteada por Jacques Maquet (1971) a prop6sito de las pro­duccmnes estet1~,6 d1v1de a las mercancias en los cuatro tipos siguien­tes: (a) mercancias por destzno, es decir, objetos dirigidos por sus productores prmc1!lalmente al mtercambio; (b) mercancias por meta­morfosis: cosas destmadas a otros usos que son colocadas en el estado mercant1l; (c) un caso especial de las metcancias pormetamorfosis son las mercancias por desviaci6n, objetos colocados en el estado mercantil a?nque original yespecificamente protegidos contra ei y ( d) ex mercan: cw.s, cos~ r~t1radas, ya sea temporal o permanentemente, del estado mercant1l y s1tuadas en algun otro estado. Asimismo, resulta util distin­gu1r las mercancias "homogeneas" de las "singulares", con objeto de separar las _mercancias cuya candidatura para el estado mercantil de­penda precisamente de sus caracteristicas de clase (una barra de acero perfect_amente estandarizada, indistinguible en tcrminos practicos de cualgu1er otra _barra de acero), de aquellas cuya candidatura este en func16n de su smgulandad dentro de una clase determinada (un Manet en vez de un Picasso; cierto Manet en lugar de otro Manet). Muy ce:cana, aunque no identica, es la distinci6n entre las mercancias pnmanas Y las secundarias; entre las necesarias y las suntuarias, y entre lo que yo llamo mercancias m6viles y las estaticas. No obstante todos los esfuerzos dirigidos a defipir las mercancias estan condenad~s a la estenhdad, a menos de que iluminen las mercandas en movimiento Este es el principal objetivo de la secci6n siguicnte. ·

RUTAS Y DESVIACIONES

Las mercanc!as suelen ser representadas como productos mecanicos de los regimenes de producci6n gobernados por las !eyes de la oferta

1NTRODUCCI6N 33

y la demanda. Mediante el uso de ciertos ejemplos etnograficos, espero mostrar en esta secci6n que el flujo de las J1lercancias en una situaci6n dada es un arreglo que se desplaza entre rutas socialmente reguladas y desviaciones competitivamente inspiradas. .

Las mercancias, ta! cual lo destaca Igor Kopytoff, pueden conce­birse provechosamente como si tuvieran historias vitales. En este enfoque de proccso, la fase mercantil en la historia vital de un objeto no ago ta su biografia; es ta culturalmente regulada, y su interpretaci6n queda abierta en cierto grado a la manipulaci6n individual. Mas aun, como Kopytoff tambicn lo cnfatiza, la pregunta de que tipos de objctos pueden tener que clases de biografias es mas una cuesti6n de compctencia social y gusto individual en las sociedades modernas, queen aquellas de pequeiia escala, no monetizadas y preindustriales. Existe, en el modelo de Kopytoff, un perpetuo y universal estira-y­afloja entre la tendencia de toda economia a expandir la jurisdicci6n de la mercantilizaci6n y la tendencia de toda cultura a restringirla. En esta perspectiva los individuos, pueden elegir la tendencia que ~on­vcnga a sus intereses o la que se a1uste a su sent1do de 1done1dad moral, aunquc en las sociedades premodernas el espacio de maniobra no es a menudo amplio. De entre las muchas virtudes de! modelo de Kopytoff, la mas importante, en mi opini6n, es la que propone un modelo general de proceso de la mercantilizaci6n, donde los objetos entran y salen del estado mercantil. Me siento menos a gusto con la oposici6n entre singularizaci6n y mcrcantilizaci6n, ya que algunos de los casos mas intercsantes (respecto de los cuales Kopytoff adm1te que se hallan en una zona intermedia de su contraste tfpico-ideal) involucran la mas o menos permanente mercantilizaci6n de las sin­gularidades.

Dos asuntos pueden plantearse en relaci6n con este aspecto de la argumentaci6n de Kopytof( Uno seria que la definici6n misma de lo que constituye las singularidades, en tanto opuestas a las clases, es una cuesti6n cultural, de! mismo modo en que pueden existir ejem­plos unicos de las clases homogeneas (la barra de accro perfecta) y clases de singularidades culturalmente valuadas (co mo las obras de arte y las creaciones de diseiiadores de alta costura). Por una pane, la critica marxista de csta oposici6n sugeriria que es la mercantiliza­ci6n, como proceso hist6rico mundial, la que detcrmina de muchas maneras importantcs la cambiante relaci6n entre las cosas smgulares y homogeneas en cualquier mo men to dado de la vida de una sociedad. Sin embargo, el aspecto significativo reside en que la mercancla no es un tipo de cosa en vez de otro, sino una fase en la vlda de algunas cosas. Aqui, Kopytoff y yo es ta mos complotamonto de acuerdo.

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34 IA VIDASOCIALOELASCOSAS

Este enfoque de las mercancias y Ia mercantilizaci6n tiene varias implicaciones importantes, algunas de las cuales son abordadas en la argumentaci6n de Kopytoff. Otras se analizan posteriormente en este ensayo. Con todo, mi preocupaci6n inmediata tiene que ver con un aspecto relevante de esta perspectiva temporal sabre la mercantiliza­ci6n de las cosas, el cual alude a lo que he denominado rutas y desviaciones. Debo ambos terminos, as! coma cierto grado de mi comprensi6n sabre la relaci6n entre ellos, a la aportaci6n de Nancy Munn (1983), publicada en una importante colecci6n de ensayos referidos a un fen6meno de gran significaci6n para el tema abordado en el presente libro, a saber, el cC!ebre sistema kula del Pacifico occidental (Leach y Leach 1983).

La kula es el ejemplo mejor documentado de un sistema de inter­cambio no occidental, preindustrial, no monetiz.ado y translocal; ademas, con base en la publicaci6n de esta reciente colecci6n de ensayos, se convierte en el ejemplo mas profunda y fructiferamente analizado. En apariencia, la ya clasica descripci6n de Malinowski de este sistema (Malinowski 1973) resulta parcial y problematica, aun­que sent6 las bases para efectuar analisis en la materia mas sofistica­dos. Las implicaciones de la reconsideraci6n contemporanea del fen6meno kula, en lo que respecta a las preocupaciones generates de este volumen,son varias. Aunque los ensayos incluidos en el presente libroreflejan distintas perspectivas, tanto etnograficas coma te6ricas, permiten formular ciertas observaciones generates.

La kula es un sistema regional extremadamente complejo de cir­culaci6n de tipos particulares de objetos valiosos, com(mmente esta­blecido entre las habitantes acaudalados del grupo insular Massim, perteneciente al estado de Papiia, Nueva Guinea. Los principales objetos intercambiados son de dos tipos: co Ila res decorados ( quc circulan en una direcci6n) y brazaletes de conchas (que circulan en la direcci6n contraria). Estos objetos valiosos adquieren biografias muy especificas al moverse de lugar en lugar y de mano en mano; de! mismo modo, las hombres que las intercambian ganan o pierden prestigio al adquirir, retener o desprenderse de estos objctos. El termino keda (cuyo significado es camino, ruta, sendero o curso) sc usa en algunas comunidades Massim para describir el viaje experi­mentado por las objetos valiosos de isla en isla. Sin embargo, keda tambien tiene un con jun to mas difuso de significados, que se refieren a las lazos mas o menos estables, desde el punto de vista social, polftico y de la reciprocidad, sostenidos entre las hombres que inte­gran esos caminos. De un modo mas abstracto, keda alude a la ruta (i:reaaa a traves del intercambio de los objetos valiosos) hacia Ia

!NTRODUCC!6N 35

riqueza, el poder y el prestigio de los homb~es que poseen tales objetos (Campbell 1983a: 203-204). . . ,

En consecuencia, keda es un concepto pollsemico que r~une. la circulaci6n de objetos, Ia producci.6n de recu~rdos Y prest1~1os, Y Ia persecuci6n de Ia distinci6n social par med10 de estrategias de asociaci6n. Los delicados y complejos vinculos entre las h?mbres Y las cosas, que son centrales en la polll~ca de! keda, so.n descntos en el extracto siguiente, que versa sabre la 1sla de Vakuta.

El keda exitoso est(\ compuesto de hombres que ~~ capaces de o:antener asociaciones relativamente estables (mediante.hab11ld~des orato~1as Y ma­n'puladoras) y de trabajar en equipo (par med10 de la mterpretac16n de las ~ovimientos' mutuos). No obstante, muchos kedas desaparecen, y suele volverse necesaria 1a reagrupaci6n. En ocasiones, sc f?rman kedas co.mgl~­tamente diferentes; en otras, Jos ex micmbros se asoc1an con nuevo~ tn 1v1-duos; en otras m~s, Ios sujetos ya no pueden est~blecer .la kula, deb1do a su incapacidad para constituir un nuevo keda, 1ncapac1dad basada en. su re utaci6n de haber realizado una "mala" kula. En realidad, Ia_ ~oblac1?n d!conchas valiosas en cualquier kcda es migratoria, y la compos1c1611 social del keda, transitoria. La acumulaci6n de historia en t~rn? a l~s concha~ valiosas experimenta retrasos, a causa del continua mov1m1ento 1ntcrkeda. las reclamos de inn1ortalidad de las hombres se des~ane~n .al perderse el intercambio de conchas, como resultado de la atracc16n eJerc1da e~ alg~nos de ellos por otros kedas, y Ios objetos valiosos adoptan entoncesla 1denttdad de SUS nuevos propietariOS. (C3mpbell 198 3:218-219.)

La ruta seguida par estos objetos valiosos es tanto un rcflejo como un elemento constitutivo de las asociaciones sociales y de las luchas

or Ia preeminencia. Empero, son dign~s de me.nci6n algunas otras ~osas referidas a la circulaci6n de las ob1etos vahosos. La pnmera es

ue su intercambio no se clasifica faciJmente coma mtercamb10 ;eciproco simple, ajeno al espiritu de! negocio y el comerc10. Aunque las valuaciones monetarias estan ausentes, tanw la naturaleza.de Ios objetos coma una variedad de fuentes de flex1b11tdad. dd s!5tema posibilitan el tipo de intercam~io calculado que, en mt op1nt6n, se halla en el centro de! intercambto mercanttl. Esto~ comple1.os modos no monetarios de valuaci6n permiten que las soc1~~. negoc1en !o que Firth denomina (de acuerdo con Cassady, 1974) m!ercamb10 par acuerdo privado" donde se llega a alga similar al prec10, con base en cierto proceso negociado y no en I3s fuerzas impersonales de la ofert~ . y Ia demanda (Firth 1983: 91 ). As!, a pesar de Ia presencla de !as~s convencionales de intercambio, existe un complejo al~ul.o cuahtat1-vo 'Campbell 1983: 245-246), el cual pcrmltc. la negoc1ac16n compe­titiva de estimaciones personalcs de valor 1ulada por las intereses

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36 IA VIDA SOCIAL DE !AS COSAS

individuales de corto y largo plaw (Firth 1983: 101 ). Lo que Firth llama "in~enierfa de las obligaciones" es una variedad de! tipo de mtercamb10 calculado que, segun mi definici6n, borra la linea diviso­ria entre intercambio mercantil y otras variedades mas sentimental es. La diferencia mas importante entre el intercambio de estas mercan­cias y el intercambio mercantil de las modernas econom(as industria­l~s reside en que el acrecentamiento perseguido par los sistemas de! t1po de la k~la es un 1~cremento de prest!gio, nombre o fama, donde la forma Ms1ca de! capital para la generac16n de este beneficio se halla en la gente y no en otros factores de la producci6n (Strathern 1983: 80; Damon 1983: 339-340). La carencia de precio es un lujo que pocas mercanc(as pueden permitirse.

Quiza aun mas importante que el aspecto de calculo contenido en el intercambio kula sea el hecho de que los estudios recientes en la materia hacen muy dificil concebir el intercambio de objetos valiosos como un sistema restringido a las fronteras entre las comu­nidades, segun lo cual los intercambios de obsequios ocurririan d~ntro de e_sas comun_idades (Damon 1983: 339). El concepto de kitoum sumr_mstra el vmculo conceptual y tecnico entre las grandes rutas recorndas por estos objetos valiosos y los intercambios mas intimos, regulares y problematicos efectuados en el interior de la is la (Weiner 1983; Damon 1983; Campbell 1983; Munn 1983). Aunque el termino kitoum es complejo yen ciertos aspectos ambiguo, queda claro que representa la articulaci6n entre la kulay otras modalidades de intercambio en donde hombres y mujeres nego9ian dentro de sus propias comunidades. Los kitoums son objefos va'.liosos que se pue­den colocar en la kula o retirar legitimamente de ella a fin de efectuar "conversiones" (en el sentido de Paul Bohann'an) entre niveles dispar~ de "tra~smisi6n" (Bohannan 1955). En el uso de! kuoum advert1mos los vmculos conceptuales e instrumentales b3si­cos entre las rutas cortas y largas que integran el mundo total de! intercambio verificado en Massim. Como lo ha mostrado Annette Weiner, es un error aislar el amplio sistema de intercambio interin­sul~~· de las tran~ferencias locales, de objetos, mas intimas pero mas asflXtantes, que llenen lugar a causa de deudas, muertes y afinidades (Werner 1983: 164-165).

El sistema kula otorga cierto grado de dinamismo y de proceso a las ideas de Mauss sobre la fusi6n o el intercambio decualidades entre los_hombres ~las cosas. Asl, Munn (1983: 283) sefiala, en relaci6n con el mtercamb10 kula en Gawa, lo siguiente: "Aunque los hombres parecen ser los agentes que definen el valor de las conchas en realidad, sin las conchas, los hombres no podrian definir su pr~pio

INTRODUCC!6N 37

valor; en este sentido, las conchas y los hombres son mutuamente agentes de la definici6n de! valor de! otro". Pero, como tambien Munn lo ha destacado, en la construcci6n rec!proca de! valor, no s6lo las rutas desempefian un papel importante, sino tambien las desvia­ciones. La relaci6n entre las rutas y las desviaciones es fundamental en la politica de! valor de! sistema kula, y la orquestaci6n apropiada de ta! relaci6n se halla en el nucleo estrategico de! sistema:

En realidad, la desviaci6n est::1 irnplfcita en el sistema de rutas, ya que es uno de tos medias para crear nuevos caminos. La existencia de m::1s de una ruta indica tambi€n la probabilidad de futuras desviaciones de un camino esta· blecido a otro, en la medida en que los hombresqueden subordinados a los interescs y las persuasiones de m~s de un conjunto de socios ... De hecho, en la kula, los hon1bres acaudalados deben desarrollar cierta capacidad para equilibrar las operaciones: las desviaciones de una ruta a otra tienen que ser sustituidas mas tarde, con objeto de aplacar a las socios tran1posos y evitar que el camino desaparezca, o de prevenir que ellos mismos sean •>1JUlsados de la ruta. (Munn 1983: 301.)

Los intercambios a gran escala representan esfuerzos psicol6gicos para trascender los flujos de cosas mas modestos; pero, en el marco de la politica de! prestigio, las ganancias en las arenas grandes tienen implicaciones en las mas pequefias, y la idea de! kitoum asegura que tan to las transmisiones como las conversiones scan cuidadosamente administradas para obtener los mayores beneficios posibles en el conjunto de arenas (Damon 1983: 317-323). La kula puede ser vista como el paradigma de lo que propongo denominar contiendas de valor.'

Las contiendas de valor son complejos acontecimientos peri6dicos que se apartan, de un modo culturalmente bien definido, de las rutinas de la vida econ6mica. La participaci6n en dichas contiendas suele ser tanto un privilegio para aquellos que detentan el poder como un instrumento de competencia de estatus entre ellos. Asimis­mo, la generalizaci6n de las contiendas tiende a separarse o diferen­ciarse mediante puntos diacrlticos culturales bien entendidos. Por ultimo, lo que esta en disputa en tales contiendas no s6lo es el estatus, el rango, la fama o el prestigio de los actores, sino tambien la dispo­sici6n de los simbolos fundamentales de! valor en la sociedad en cuesti6n.8 A pesar de que las contiendas de valor ocurren en lugares y tiempos particulares, sus formas y resultados siempre son lmpor­tantes para las realidades mas mundanas de! poder y el valor en la vida cotidiana. Al igual queen el caso de la kula, en .las c:ontlendas de valor las habilidades estrategicas se miden culturalmente a traves de! exno

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38 LA VIDA SOCIAL DE LAS COSAS

con el cual los actores intentan desviarse o de subvertir las rutas convencionalizadas de! flujo de cosas.

La idea de contiendas de valor constituye un esfuerzo por crear una categoria general, de acuerdo con una reciente observaci6n de Edmund Leach (1983: 535), quien compara el sistema kula con el mundo moderno de! arte en Occidente. El analisis de Baudrillard sobre las subastas de obras de arte verificadas actualmente en el mundo occidental nos permite ampliar y refinar esta analogia. Bau­drillard advierte que la subasta de arte, en sus aspectos ludicos, rituales y reciprocos, permanece separada de! caracter distintivo de! intercambio econ6mico convencional: "va mucho m~s alla de! calculo econ6mico e interesa a todos los procesos de transmutaci6n de los valores ... de una 16gica a otra 16gica de! valor ... localizablcs en lugares e instituciones determinados" (Baudrillard 1989: 136). El analisis de Baudrillard sobre el caracter de la subasta de obras de arte merece · citarse en extenso, puesto que representa una caracterizaci6n apro­piada de otros ejemplos de contiendas de valor:

Opuestamente a la operaci6n comercial, que instituye una relaci6n de co1npetencia econ6mica entre particulares sabre un pie de igualdad forn1al, en la que cada cual lleva su c:ilculo de apropiaci6n individual, la puja, con10 la fiesta o el juego, instituye un espacio-tiempo concreto y una ccimunidad concreta de intercan1bio entre iguales. Cualquiera que sea el venccdor de! reto, la funci6n esencial de la puja es la instituci6n de una con1unidad de privilegiados que se definen coma tales par la especulaci6n agonfstica en torno de un corpus restringido de signos. La competici6n de tipo aristocr3-tico sella su paridad ( que no tiene nada que ver con la igualdad formal de la competencia econ6mica), y par lo tanto su privilegio colectivo de casta por relaci6n a todos los dem~s, de los cuales los separa no ya su poder de compra, sino el acto colectivo y suntuario de producci6n y de intcrcambio de valores/signo. (1989: 129.)

Al hacer un analisis comparativo de tales contiendas de valor, quiza no sea recomendable seguir la tendencia de Baudrillard a aislarlas analiticamente de! iritercambio econ6mico mundano, aunque es probable que la articulaci6n de tales arenas de valor con otras arenas econ6micas resulte muyvariable. Mas adelante, durante el analisis de la relaci6n entre conocimiento y mercanclas, formulare otros comen­tarios acerca de las contiendas de valor.

En todo caso, la kula represents un slstema altamente complejo de intercalibraci6n de las biograflas de las personas y las cosas. Nos muestra la dificultad de separar el intercambio de obsequios y el mercantil incluso en los sistemas preindustriales y no monetarios, y

INTRODUCCI6N 39

nos recuerda Jos peligros implicitos en el acto de correlacionar muy rigidamente las wnas de intimidad social con las distintas formas de! intercambio. Sin embargo, quiza de mayor importancia resulta el intrincado ejemplo de la po Utica de las contiendas de valor, donde los actores manipulan las definiciones culturales de ruta y potencial estrategico de desviaci6n.

Con todo, las desviaciones no s6lo aparecen como partes de estra­tegias individuales dentro de las situaciones competitivas, sino que tambien pueden institucionalizarse devarios modos, los cuales extraen o protegen a los objetos contra los contextos mercantiles socialmente relevantes. Los monopolios de la realeza son quiza los ejemplos mas conocidos de tales "mercancias de enclave", como lo sefiala Kopytoff en el capitulo II de este libro. Uno de los estudios mas interesantes y extensos sobre este tipo de restricci6n monop6lica de! flujo mercantil es el de Max Gluckman (1983), ubicado en el contexto de la propiedad real de Lozi, en Rodesia de! Norte. Al examinar las categorias de "obsequio", "tributo" y "cosas reales", Gluckman muestra c6mo in­cluso en un reino de bajo excedente agricola, el flujo mercantil tuvo implicaciones muy diversas e importantes. En su analisis de las "cosas reales'', queda claro que la funci6n principal de esos monopolios de la realeza era mantener la exclusividad suntuaria (co mo en el caso de mono polio real de los cepillos deantilope), la vcntaja comercial (co mo en el caso de los colmillos de elefante) y la ostentaci6n de rango. Tales restricciones reales de las cosas con respecto a esferas mas promiscuas de! intercambio forman parte de! modo en que, en las jefaturas y reinos premodernos, la realeza puede asegurar las bases materiales de la exclusividad suntuaria. Este ti po de proceso puede denominarse "des­mercantilizaci6n desde arriba". No obstante, el caso mas complejo concierne a wnas enteras de actividad y producci6n que se dedican a producir objetos de valor que no pueden ser mercantilizados por nadie. En sociedades de pequefia escala, la esfera de! arte y el rito, constituye una de tales zonas de enclave, donde el espiritu de la mercancia s6lo interviene en condiciones de cambio cultural masivo. Para un analisis extenso de este fen6meno, contamos con el ensayo de William Davenport, rcfcrido a la producci6n de objetos destinados al uso ritual en las islas Salom6n orientates.

Los fen6menos examinados en el ensayo de Davenport iluminan Jos aspectos mercantiles de la vida social, precisamente porque llus­tran un tipo de marco moral y cosmol6gico dentro del cual la mer­cantilizaci6n es restringida. En las practicas funerarla5 de es ta regi6n, particularmente en los murina a gran escala, se inYierten gran energia y gastos en la fabricaci6n de objetos que desempefian un papel central

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en el rito, pero que son escrupulosamente colocados en la categoria de mercancias "terminales" (Kopytoff, capitulo II), a saber, objetos que, debido al contexto, prop6sito y significado de su producci6n, efectuan s6lo un viaje desde la producci6n has ta el consumo. Despues de ello, aunque en ocasiones se utilicen fortuitamente en asuntos domesticos, nunca reingresanal estado mercantil. Loque los desmer­cantiliza es una percepci6n compleja de! valor (en donde se fusiona lo estetico, lo ritual y lo social), y una biografia ritual especifica. Podemos parafrasear las observaciones de Davenport y destacar que lo que ocurre en el nucleo de un conjunto muy complejo y calculado de inversiones, pa gos y creditos, es un ti po especial de transvaluaci6n, donde los objetos son colocados mas alla de la zona de mercantiliza­ci6n culturalmente delimitada. Esta clase de transvaluaci6n puede adquirir distintas formas en diferentes sociedades; pero es tipico que a los objetos que representan una elaboraci6n estetica ya los objetos de uso sacro nose !es permita, en muchas sociedades, ocupar el es ta do mercantil durante largo tiempo. En el rigido compromiso de los isleftos de Salom6n de situar sus productos rituales mas estetizados fuera de! alcance de la mercantilizaci6n, podemos advertir una varia­ci6n de la tendencia generalizada.

Un ejemplo un tanto diferente de la tensi6n entre el intercambio de objetos sacros y el mercantil, se halla en el analisis que Patrick Geary presenta sobre el comercio de reliquias en Europa, durante la Alta Edad Media. Las reliquias descritas son, por supuesto, "encon­tradas" y no "hechas", y su circulaci6n refleja un aspecto muy impor­tante de la construcci6n de la identidad comunitaria, el prestigio local y el control eclesiastico en la Europa latina de! periodo temprano medieval.

Estas reliquias pertenecena unaeconomia particular de intercambio y demanda donde la historia vital de cada reliquia es esencial (no accidental) para determinarsu valor. Asimismo, la verificaci6n de dicha historia es de gran importancia para establecer su valor. Con base en el enfoque general de la diferencia entre obsequio y mercancia que ha adoptado en este ensayo, me parece que Geary traza un contraste demasiado marcado entreambos; de hecho,su propio material muestra que el obsequlo, el roboy elcomercio eran modos de movimiento de los objetos sacros, en el ampllo contexto de! control eclesiastico, la competencia local y la rlwlldad comunaL Desde esta perspectiva, las reliquias medlevales estuvieron en aparlencia menos protegidas contra los peligros de la mercantilizaci6n que los objetos rituales de Daven­port. Con todo, la implicaci6n sigue siendo que los modos comerciales para la adquisici6n de reliquias eran menos deseables que aquellos de!

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obsequio o el robo, debido no tanto a una antipatia moral directa respecto de! comercio de reliquias, sino a que los otros dos modos eran mas emblematicos de! valor y la eficacia de los objetos.

Asi, las reliquias tambien pueden clasificarse como objetos cuya fase mercantil es idealmente breve, cuyo movimiento es restringido, ya los que aparentemente no se !es fija un "precio" de! mismo modo en que se procede con las demas cosas. Con todo, la fuerza de la demanda es ta! que circulan a gran velocidad y de una manera muy similar a sus contrapartes mundanas. En consecuencia, aun en el caso de los objetos "transvaluados", que adoptan las caracteristicas de las mercancias de enclave y no de las m6viles, existe una considerable variaci6n en la motivaci6n y la naturaleza de su enclave. Los "objetos reales" de Gluckman, las reliquias de Geary y los objetos rituales de Davenport son distintos tipos de mercancias de enclave, objetos cuyo potencial mercantil esta cuidadosamente limitado. Cabe mencionar tambien que un modo institucional muy importante de restricci6n de la zona misma de! intercambio mercantil es el "puerto de comercio" asociado a muchos reinos premodernos (Geertz 1980), aunque tales limitaciones impuestas al comercio por la politica premoderna pu­dieron haber sido menos extensas de lo que se ha imaginado en ocasiones (Curtin 1984: 58). Las razones de dicha restricci6n son muy variables; pero, en cada caso, las bases morales de la limitaci6n tienen claras implicaciones en la estructuraci6n y facilitaci6n de los inter­cambios politicos, sociales y comerciales de tipo mas mundano. Di­chas mercancias de enclave se parecen a otra clase de cosas, frecuentemente analizadas en la bibliografia antropol6gica como "objetos primitivos valiosos'', cuya particularidad esta directamente vinculada al intercambio mercantil.

Aunque las mercancias, en virtud de su destino de intercambiabi­lidad y su mutua conmensurabilidad, tienden a disolver los lazos entre las personas y las cosas, dicha tendencia siempre esta balan­ceada por la contratendencia, existente en toda sociedad, a restringir, controlar y canalizar el intercambio. En muchas economias primiti­vas, los objetos valiosos exhiben estas cualidades socialmente res­tringidas. Debemos a Mary Douglas (1967) la idea de que muchos de tales objetos se parecen a los cupones y licencias de las economias industriales modernas. Es decir, aunque parezcan dinero, no son el medio generalizado de cambio sino que tienen las caracterlsticas siguientes: a) los poderes de adquisici6n que representan son mlly especificos; b) su distribuci6n es controlada de divenas maneras; c) las condiciones que rigen su emisi6n crean un conj unto de relaciones patr6n-cliente; d) su funci6n principal ea proporclonar la condici6n

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necesaria para acceder a posiciones de alto estatus, para mantener el rango o para combinar acometidas al estatus, ye) los sistemas sociales donde funcionan dichos cu pones ylicencias es tan adaptadas para la eliminaci6n o reducci6n de la competencia, con objeto de mantener ~n patr6n fijo de estatus (Douglas 1967: 69). La ropa de rafia en Africa central, las cuentas cilindricas de concha utilizadas por los indios de! este de los Estados Unidos, las conchas usadas como dinero entre los yurok, y las conchas empleadas como moneda en la isla Rossell y otras partes de Oceania, son ejemplos de tales "cu pones mercantiles" (de acuerdo con la terminologia de Douglas); cuyo flujo restringido esta al servicio de la reproducci6n de los sistemas sociales y politicos. Las cosas, en tales contextos, perma­necen como mecanismos para la reproducci6n de las relaciones interpersonales (vease tambien Dumont 1980: 231 ). Dichos cu pones mercantiles representan un punto intermedio de transformaci6n entre los obsequios "puros" y el comercio "puro". Comparten con el obsequio cierta insensibilidad con respecto a la oferta y la dcman­da, una alta codificaci6n en terminos de etiqueta e idoneidad, y una tendencia a seguir las rutas socialmente establecidas. Con el trueque, su intercambio comparte el espiritu de calculo, una franqueza en relaci6n con el interes personal, y una preferencia por las transac­ciones con ciertos extrafios.

En estos sistemas restringidos de flujo mercantil, donde los objetos valiosos desempefian el papel de cupones destinados a proteger los sistemas de estatus, hallamos eJ equivalente funcional pero la inver­si6n tecnica de "la moda" en las sociedades mas complejas. Mientras que, en el primer caso, los sistemas de estatus estan protcgidos y son reproducidos mediante la restricci6n de las equivalencias y el inter­cambio dentro de un universo estable de mercancias, lo que sc limita y controla en el sistema de la moda es el gusto, dentro de un universo siempre cambiante de mercancias, que crea la ilusi6n de la intercam­biabilidad completa y de! acceso irrestricto. Las !eyes suntuarias constituyen un mecanlsmo intcrmedio de regulaci6n de! consumo, digno de las sociedades consagradas a la ostentaci6n de estatus esta­bles que desacreditan a los contextos mercantiles, tales como India, China y Europa, durante el periodo premoderno. (Estas comparacio­nes seran precisadas en un punto posterior de este ensayo.)9

Tales formas de restricci6n y las mercancias de enclave por ellas creadas suministran en ocasiones el contexto y los objetivos de las estrategias de desviaci6n. Es decir, la desviaci6n a veces involucra el traslado calculado e "interesado" de cosas desde una zona de enclave hastaotra, donde el intercambio sea me nos limitado y mas redituable,

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a corto plazo. Mientras que el enclave suele ser de interes para los grupos, en particular para los grupos politicos y econ6micos podero­sos_de un_a sociedad, la desviaci6n es a menudo el recurso de! empre­~ano md1v1dual. Empero, ya sea que se Irate de grupos o individuos mvolucrados en cualquier ti po de actividad, la oposici6n fundamental reside en que el enclave busca proteger ciertas cosas en contra de la mercantilizaci6n, mientras que la desviaci6n aspira con frecuencia a arrastrar las cosas protegidas a la zona de mercantilizaci6n. Sin embargo, las _desviaciones tambien pueden adoptar la forma de cam­b10s estrateg1cos de ruta dentro de una zona de mercantilizaci6n.

En un estudio extremadamente interesante de! comercio britanico realizado en Hawai, a fines de! siglo XVIII y principios de! XIX, Marshall Sahlins muestra c6mo los jefes hawaianos, al extender las· concepciones tradicionales de! tabU para cubrir nuevas clases de bienes comerciales (en concordancia con sus propios intereses cos­mopolitas), tuvieron exito en la transformaci6n de la "finalidad divi­na", incluso de los tabues econ6micos, en instrumentos de utilidad momentanea (Sahlins 1981: 44-45). Asi, lo que Sahlins denamina "la pragmaticadel comercio"erosiona y transforma los limites culturales dentro de las cuales se le concibi6 inicialmente. En sintesis, la politica del enclave, lejos de ser una garantia de la estabilidad sistematica puede constituir el caballa de Troya del cambio. '

La desviaci6n de las mercancias de sus rutas especificas siempre es un signo de creatividad o crisis, ya sea estetica o econ6mica. Estas crisis pue~en adoptar distintas formas: la penuria econ6mica, en todos los t1pos de sociedades, lleva a las familias a desprenderse de b1enes heredados, antigiiedades y recuerdos, para mercantilizarlos. Es~o es vali~o tanto para los objetos valiosos de la kula como para los ObJetos vahosos mas modernos. La otra forma de crisis en que las mercancias se desvian de sus propias rutas es, par supuesta, la guerra y el saqu~ q~e hist6ricamente la ha acompafiado. En este saqueo y el despo10 as1 generado, vemos el casa opuesto al comercio. En la guerra, la transferencia de mercancias siempre tiene una intensidad si~b6lica especial, ejemplificada en la tendencia a enmarcar la explo­rac16n mas mundana en el traspaso de armas, insignias o partes de los cue_rpos pert_en~cientes al enemigo. En el saqueo prestigioso que dehm1ta el pllla1e mas mundano, advertimos la analogia hostil de la superposici6n dual de circuitos de intercambio mundanos y mas personalizados en otros contextos ( como los de la kula y el gimwali

. en Melanesia). El robo, condenado en la mayorla de las sociedades humanas, es la forma mas modesta de desviaclOn de mercancias de sus rutas preestablecidas.

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Empero, existen ejemplos mas su tiles de desviaci6n de las mercan­cias de sus rutas acostumbradas. Toda un area involucra lo que ha sido llamado arte turistico, donde los objetos producidos por comu­nidades pequeiias con fines esteticos, ceremoniales o suntuarios, son transformados cultural, econ6mica y socialmente por los gustos, los mercadosy las ideologias de economias mas grandes (Graburn 1976). Agregare otras observaciones sobre el arte turistico en la secci6n de este ensayo referida al conocimiento y las mercancias. Otra area relacionada es aquella de la historia y la naturaleza de las colecciones artisticas y arqueol6gicas de! mundo occidental, cuya formaci6n re­presenta mezclas extremadamente complejas de saqueo, venta y he­rencia, combinadas con el gusto occidental por las cosas de! pasado y de los otros.1° En este trafico de artefactos, podemos encontrar hoy la mayorfa de los aspectos culturales Msicos de! flujo internacional de mercancias "autenticas" (vease Spooner, capitulo VII) y "singula­res" (vease Kopytoff, capitulo II). Las controversias actualcs entre los museos ingleses y estadunidcnses y los gobiernos de varios paises plantean todas las sutilezas morales y polfticas que estan en juego cuando las cosas son desviadas de sus rutas minimas y convencionales, siendo transferidas mediante ta! diversidad de modos que se vuelve muy dificil juzgar su historia de reclamos y contrarreclamos.

La desviaci6n de las mercancias de sus rutas acostumbradas con­lleva siempre un aura riesgosa y moralmente ambigua. Cada vez que lo que Bohannan (1955) llama transmisiones cede ante lo que deno­min6 conversiones, el espiritu de empresa y el de corrupci6n moral entran simultaneamente en escena. En el caso de los intercambios kula de Melanesia, el movimiento de las mercancias a traves de las esferas, aunque un tanto fuera de orden, esta tambien en el centro de la estrategia de! Mbil y exitoso participante kula. Las conversiones inapropiadas de una esfera de intercambio a otra son fortalecidas con frecuencia por el recurso de la excusa de crisis econ6mica, sea el hambre o la bancarrota. Si tales excusas no son asequibles o creibles, es probable que aparezcan acusaciones referidas a motivos inapro­piados o venales. Ejemplos excelentes de las implicaciones pollticas de la desviaci6n pueden encontrarse en el campo de los intercambios mercantiles ilegales o cuasi legales, un caso que se analiza a continua­ci6n.

El interesante ensayo de Lee Cassanelli incluido en este volumen examina el cambio, verificado durante los ultimas cincuenta aiios en el noreste de Africa, de la econom!a polftica de la mercancia cuasi legal llamada qat (catha edulis). El qat proporciona un excelente ejemplo de! cambio experimentado por lo que puede llamarse ecu-

INTRODUCCI6N 45

mene mercantil,11 es decir, una red transcultural de relaciones que vmcula a productores, distribuidores y consumidores de una mercan­cia particular ode un grupo de mercancias. Loque resulta especial­mente mteresante de este caso es la dramatica expansi6n de la escala de! consumo (y de la producci6n) de! qat, la cual esta claramente vm~ulada a cambios en la infraestructura tecnica y en la economia pohuca de la reg16n. Aunque la expansi6n de la producci6n parece cons1stente con las condiciones requeridas por patroncs mas univer­sales de comercializaci6n de la agricultura, destaca la expansi6n de la demanda y la respuesta estatal--especialmente en Somalia- ante la explosi6n tanto de la producci6n coma de! consumo del qat.

La reciente prohibici6n (1983) impuesta por el gobierno somali contra la plantac!6n, importaci6n y mascadura del qat representa claramente la dec1s16n mas novedosa de una larga tradici6n de ambi­valenc1a estatal ante una mercancia cuyo consumo se percibe coma vmculado a formas de sociabilidad improductivas y potencialmente subverstvas. En el caso de la actual prohibici6n somali, parece que el qat ( como la ropa en la ret6rica de Ghandi) es considerado un problema de muchos niveles, que desafia no s6lo el control estatal de la e~anomia, sino tambien la autoridad estatal sabre la organizaci6n social del t1empo hbre de los nuevos ricos y los ciudadanos en ascenso de la poblaci6n urbana de Somalia. Con base en este ejemplo, pode­mos recordar que cuando los cambios rapidos en la esfera de! consu­mo no son inspirados y regulados por los detentadores de! poder, parecen amenazar a estos. Asimismo, en el caso de Somalia, hallamos un muy buen ejemp,lo de la tensi6n existente entre un cambio rapido en la economfa poht1ca de un ecumene mercantil regional y la auto­ridad de un estado sabre ese ecumene.

Desde luego, los mejores ejemplos de desviaciones de mcrcancfas de sus nexa_s originales. pueden encontrarse en los campos de la moda, la ostentac16n domes\Jca y la colecci6n en el Occidente moderno. De acuerdo co~ la apariencia de alta tccnologia inspirada por Bauhaus, la func1onahdad de fabricas, almacenes yoficinas se desvia a la estetica de los hogares. Los uniformes de diversas ocupaciones se convierten en un vocabulano de la vestimenta. Segun la 16gica del arte descu­b1erto, se enmarca y estetiza la mercancia diaria. Todos estos son ejcmplos de lo que podemos llamar mercantilizaci6n por dcsviaci6n, donde el valor, en el mercado de! arte ode la moda es acelerado o incrementado al colocar objetos y cosas en contexto; lnveroslmiles. La estetica de la descontextualizaci6n (impulsada por la bl!squeda de la novedad) se halla en cl nucleo de la ostonllGl6ft en las casas de los intelectuales de Occidente, de herramlellta y a:tefactos de los

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"otros": la alforja turca, la lanza masai, la canasta dinka.12 En estos objetos, no s6lo advertimos la equiparaci6n de lo autentico con el objeto ex6tico cotidiano, sino tambien la estetica de la desviaci6n. Tai desviaci6n no s6lo constituye un instrumento de desmercantili­zaci6n de! objeto, sino tambien de intensificaci6n (potencial) de la mercantilizaci6n, mediante el incremento de! valor concomitante a su desyiaci6n. Este incremento de! valor, a traves de la desviaci6n de las mercancias de sus circuitos acostumbrados, subyace al saqueo de objetos valiosos de! enemigo en tiempos de guerra, a la compra y ostentaci6n de objetos "primitivos" utilitarios, a la enmarcaci6n de los objetos "encontrados" y a la formaci6n de colecciones de cual­quier tipo.13 En todos estos ejemplos, las desviaciones de las cosas combinan el impulso estetico, cl vinculo empresarial y el contacto con lo moralmente ofensivo.

No obstante, las desviaciones son s6lo significativas en relaci6n con las rutas respecto de las cuales se apartan. De hecho, al observar la vida social de las mercancias en cualquier sociedad o periodo dado, parte del desafio antropo16gico es definir a trayectorias relevantes y habituates, de modo que la 16gica de las desviaciones pueda entender­se adecuada y correlativamente. La vinculaci6n entre rutas y desvia­ciones es en sf misma hist6rica y dialectica, como Michael Thompson (1979) lo ha mostrado Mbilmente con respecto a las objetos artisticos de! Occidente moderno. Las desviaciones que se vuelven predecibles estan en camino de formar nuevas rutas, las cuales inspiraran, a su vez, otras desviaciones o regresos a las antiguas trayectorias. Estas relaciones hist6ricas son rapidas y faciles de advertir en nuestra propia sociedad, pero menos visibles en las sociedades dondc tales cambios son mas graduales.

El cambio en la construcci6n cultural de las mercancias puede buscarse en la variante relaci6n entre rutas y desviaciones a lo largo de la vida de las mercancias. La desviaci6n de las mercancias de sus rutas acostumbradas da Ingar a otras trayectorias; pero, la desviaci6n esta con frecuencia en funci6n de deseos irregulares y demandas nuevas, motivo par el cual tenemos que considerar el problema de! deseo y la demanda.

DESEO Y DEMANDA

Parle de la causa por la cual la demanda permancce generalmcnte como un misterio reside en que suponemos que tiene algo que ver con, par una parte, el deseo (cuya naturaleza parece ser infinita y

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t~.anscultural) y, por la otra, la necesidad (cuya naturaleza parece ser f1p). De acuerdo con Baudrillard (1989), propongo que abordemos la d~manda, y por tan to el consumo, co mo un aspecto de la economia pol1t.1ca total de Jas sociedades. Es decir, la demanda surge como una func16n de la d1vemdad de practicas y clasificaciones sociales en Ingar de como una emanaci6n misteriosa de las necesidades huma~a• una respuesta mecamca a la manipulaci6n social (el caso de! modelo de los efectos de la publicidad sobre nuestra propia sociedad), 0 una reducc16n de! deseo umversal y voraz por los objetos o por cualquier cosa asequ1ble.

La maravillosa descripci6n de Alfred Gell, contenida en elcapitulo IV, acerca de lo~ d1lemas de! consumo entre los muria gondos de Ja India centr~I senala muchos puntos interesantes e importantes sobre las compleJidades culturales de! consumo y las disyuntivas de! deseo en soc1edades a pequeiia escala que experimentan un cambio rapido: Despues .de leer el ensayo en cuesti6n, es diffcil considerar el deseo por las b1enes como algo insondable o independiente de la cultura, y la demanda como una respuesta natural y mecanica a Ia disponibili­dad de bienes y al dinero para comprarlos. El consumo entre Ios ~ondos ~sta estrecha1Mnte vinculado a la ostentaci6n colectiva, al 1guahtansmo econ6m1co ya la sociabilidad. Esto plantea un proble­ma para aquellos muria que, como resultado de los cambios de Ja econom!a tnbal durante el ultimo siglo, han adquirido una mucho mayor nqueza que el resto de sus comunidades. La consecuencia es un patr6n de lo que, invirtiendo a Veblen, podemos Uamar"mezquin­dad consp1cua", donde se sostiene la sencillez en el estilo de vida y las poses10nes, a pesar de las crecientes presiones de un ingreso en ascenso. Cuando se gasta en mercancias, estas tienden a girar alrede­dor de formas mercantiles tradicionalmente aceptables, coma enva­ses de lat6n, atavios ceremoniales y casas, donde se encarnan los val~r~ colect1vos co~u~es. Este no es un mundo dominado por el espmtu de los b1enes hm1 ta dos, como pareceria a primera vista sino uno donde no existe un interes real en la mayor parte de las ::Osas ofrec1d~s por el mercado. La. identidad. grnpal, Ia homogeneidad suntuana, la 1gualdad econ6m1ca y la sociabllidad hedonista, consti­tuyen una estructura de valor dentro de la cual las bienes introducidos mas externamente no generan interes o preocupaci6n. Aqui, Ia regu­lac16n colect1va de la dema~da (y, por tanto, de! consumo) forma par.te de.una estrateg1a consc1ente por pa rte de los ricos para contener las 1mphcac10ne~ potencialmente divisorias de la difercnclaci6n. Esto representa un eiemplo sorprendente de regulacl6n IOCfal del desco de b1enes, a pesar de que se hayan alcanzado 111 oondlclones tecnicas

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48 LA VIDA SOCIAL DE LAS COSAS

y logisticas para una revoluci6n del consumo, como es cl caso de la ropa en la India, el cual examinaremos a continuaci6n.

La contribuci6n de Christopher Bayly a este volumen consiste en un analisis enormemente agudo y sugerente del cambio en la moral y la economia politica de las prendas de vestir en la India, verificado desde 1700.14 Demuestra con claridad los vinculos existentes entre la politica, el valor y la demanda en la historia social de las cosas. Se gun la argumentaci6n de Bayly, la producci6n, el intercambio y el consu­mo de ropa constituyen el material de un "discurso politico" (co mo el qat lo es en Somalia) que une la demanda imperial, las estructuras de producci6n y las solidaridades sociales en el piano local, y la red de legitimidad politica. En este discurso politico, la esfera del consumo explica Ja profunda penetraci6n de Jos textiles ingleses en Jos mercados hindues durante el siglo XIX, y no s61o la 16gica de la utilidad y el precio. Por ultimo, en el movimiento nacionalista de fines del siglo XIX y principios del xx, particularmcnte en la ret6rica de Gandhi, las muchas ramificaciones del discurso politico sobre las prendas de vestir son reconstituidas y vueltas a dcsarrollar en lo que puede llamarse un lenguaje de resistencia mercantil, donde los signi­ficados mas antiguos y mas recientes de la vestimenta se rcvierten contra el imperio britanico. El ensayo de Bayly (el cual constituye, cntre otras cosas, una explicaci6n extraordinariamente rica de las ideas de Werner Sombart), al adoptar una perspectiva de largo alcan­ce con respecto a la vida social de una mercancia de particular importancia, nos ofrece dos ideas de gran intercs comparativo: en primer lugar, que la 16gica del consumo acostumbrado en comumda­des pequeiias esta intimamente ligada a regimencs de valor mas amplios, definidos por politicas a gran escala. En segundo, que el vinculo entre los procesos de "singularizaci6n" y "mercantilizaci6n" (de acuerdo con los terminos de Kopytoff) en la vida social de las cosas es en si mismo dialectico yes ta sujeto (en las manos de hombres co mo Gandhi) a lo que Clifford Geertz denomina juego profundo.

La demanda es entonces la expresi6n econ6mica de la 16gica politica del consumo y, por tanto, su fundamento debe buscarse en es ta 16gica. Apoydndome en Veblen, Douglas e Isherwood (1981), y en Baudrillard (1969; 1980; 1989), sostengo que el consumo es emi­nentemente soda!, correlallvo y active, en lugar de privado, atomiza­do y pasivo. Al rcspecto, Douala• aventaja a Baudrillard, porque no restringe su noci6n de con1umo a la 1ocledad capitalista contempo­ranea, sino que tambi6n la ex1lende a otras sociedades. Baudrillard, por su parte, coloca la 16glca de! consumo bajo el dominio de las 16gicas sociales tanto de la produccl6n como de! intercambio. Ade-

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mas, Baudrillard plantea una critica inmensamente persuasiva de Marx y de sus colegas, los economistas politicos, en relaci6n con los conceptos gemelos de "nccesidad"y "utilidad", los cuales son conce­bidos en la perspectiva marxiana como arraigados a un sustrato primitivo, universal y natural de requerimientos humanos basicos.

Mi propuesta consiste en Jlevar mas adelante la critica de Baudri­llard a la "necesidad" y la "utilidad'', (y la reubicaci6n que este autor efectua de ambos terminos, en la esfera mas amplia de la producci6n y el intercambio ), y extender es ta idea a las sociedades no capitalistas. lQue implica esta perspectiva de! consumo? Significa considerar el consumo (y la demanda que lo hace posible) como un punto central no s6lo para enviar mensajes sociales (ta! como lo ha propuesto Douglas), sino tambien para recibirlos. La demanda esconde asi dos relaciones diferentes entre el consumo y la producci6n: por una parte, la demanda es ta determinada por fuerzas sociales y ccon6micas y, por la otra, la demanda puede manipular, dentro de ciertos limites, estas fuerzas sociales y econ6micas. La cuesti6n importante es que, desde una perspectiva hist6rica, ambos aspectos de la demanda pueden influirse mutuamente. Tomemos, por ejemplo, la demanda imperial, tal como aparece en el analisis de Bayly sobre la India premoderna. Aqui, desde cl punto de vista interno de la sociedad hindu del siglo XVIII, la demanda imperial es una fuerza emisora de mensajes y forjadora de la producci6n. Es decir, la demanda imperial establece Jos parametros tanto para el gusto como para la producci6n, dentro de su esfera relevante de influencia. Sin embargo, tambien es una fuerza receptora de mensajes, como se confirma en su relaci6n con los estilos y productos europeos contemporaneos. En general, los gustos de la elite tienen esta funci6n de "embudo", al seleccionar entre posibilidades ex6genas,y suministrar modelos y controles poli­ticos directos, para los gustos y la producci6n internos.

Un mecanismo que con frecuencia traduce el control politico a la demanda del cons11midor es aquel de las "leyes suntuarias'', caracte­r!stico de las complejas sociedades premodernas, pero tambien de las sociedades a pequeiia escala, preindustriales y prealfabetizadas. Don­dequiera que el vestido, la comida, la vivienda, la ornamentaci6n corporal, el numero de esposas o esclavos, o cualquier otro acto visible de consumo, esten sujetos a la regulad6n externa, podemos observar que la demarida est:! supcditada a la definici6n y cl control sociales. Desde esta perspectiva, la pletora de "tabues" en las socie­dades primitivas, que prohiben tipos particulares de matrimonio, de consumo de alimentos y de interacci6n (asi como sus correspondien­tes preceptos positivos), pueden considerarse estrictas analoglas mo-

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50 IA VIDA SOCIAL DE IAS COSAS

rales de las !eyes mas explicitas, Iegalizadas y suntuarias de las socie­dades mas complejas y alfabetizadas. Con base en este vinculo, pode­m0s entender la esclarecedora analogia trazada por Douglas (1967) entre sistemas de racionamiento "primitivos" y "modernos".

Loque es el dinero moderno para los medios primitivos de cambio, Io es Ia moda para las regulaciones suntuarias primitivas. Existen claras similitudes morfol6gicas entre ambos, pero el termino moda sugiere gran velocidad, rapida rotaci6n, ilusi6n de acceso total y alta convertibilidad, y presuposici6n de una democracia de consumidores y de objetos de consumo. Por su parte, los medios primitivos de cambio, como las !eyes suntuarias y Jos tabues, parecen rigidos, de movimiento lento, debiles en su capacidad de conmensurabilidad y vincuJados a la jerarquia, Ia discriminaci6n y el rango en Ia vida social. Sin embargo, como Baudrillard (1989) y Bourdieu (1984) Io han demostrado tan acertadamente, Ios establishments que controlan la moda y el buen gusto en el Occidente contemporaneo no son menos eficaces en Iimitar la movilidad social, sefialar el rango y la discrimi­naci6n sociales, y colocar a Jos consumidores en un ju ego cuyas reglas siempre cambiantes es tan determinadas por los "hacedores dcl gus­to" y sus colegas expertos, quienes ha bi tan en la cima de Ia sociedad.

Los consumidores modernos son victimas de la velocidad de la moda, de! mismo modo en que los consumidores primitivos son vlctimas de la estabilidad de I~ Iey suntuaria. La demanda de mercan­cias esta regulada basicamente por esta diversidad de mecanismos hacedores del gusto, cuyo origen social se entiende mas claramente (tanto por parte de Ios consumidores como de los analistas) en nuestra sociedad que en aquellas distantes a Ia nuestra. Desde la perspectiva de Ia demanda, la diferencia fundamental entre las socie­dades modernas y capitalistas, y aquellas basadas en formas mas simples de Ia tecnologia y el trabajo, no reside en que nosotros tengamos una economla completamente mercantilizada y ellos una donde la subsistencia es dominante y el intercambio econ6mico limitado, sino en que las demandas de consumo de Jos individuos de nuestra sociedad es tan reguladas por criterios ampliamente variables de "Jo apropiado" (la moda), en oposici6n a Jos cambios menos frecuentes en los sistemas suntuarios o tradicionales mas directamen­te regulados. Sin embargo, en ambos casos, Ia demanda es un impulso socialmente regulado y generado, y no un artefacto de los caprichos o las necesidades individuales.

Desde luego, incluso en las sociedades modernas y capitalistas, Ios medios publicitarios y el impulso a la imitaci6n (en el sentido confe­rido por Veblen) no son los unicos motores de la demanda de!

INTRODUCCI6N 51

consumidor. La demanda puede manipularse mediante instancias politicas directas, ya sea en la forma pa~ti.cular de! recurso al boicot de! cultivo de Ia Iechuga basado en cond1c10nes Jaborales deficientes, 0 en las formas generalizadas de! proteccionismo "oficial" o "no oficial". De nuevo, el enfoque de Bayly sobre la manipulaci6n efec­tuada por Gandhi del signif.icado de la ropa prod.ucida Io~almente constituye un ejemplo de pnmer orden de Ia pohuzac16n d1recta de la demanda. Con todo, es ta manipulaci6n a gran escala de la demanda de prendas de vestir en la India de! siglo xx, s6lo fue posible debido a que Ia ropa habla sido durante mu~ho tie~po, en el piano .local'. un instrumento para el envlo de mensaies sociales fmamente smtomza­dos. De este modo, podemos decir que, como regla general, aquellas mercanclas cuyo consumo esta mas intrincadamente relacionado con Jos mensajes social cs Msicos suelen ser menos .sensibles a Ios camb.ios bruscos en la ofcrta o el precio, pero mas sensibles a la mampulac16n politica a nivel social. . .

Desdc el punto de vista social, y en el transcurso de la h1stona humana, Jos agentes decisivos para la articulaci6n de la oferta y la demanda de mercanclas han sido no s6lo Ios gobernantes, smo tam­bien, por supuesto, Jos comerciantes. El reciente trabajo monumental de Philip Curtin sobre el comercio intercultural en el ~undo. p_rem­dustrial postula que Jos modelos tempranos de comercto adm1mstra­do como el de Polanyi, pueden haber exagerado el control estatal sobre las complejas economias premodernas (Curtin 1984: 58). Lo que queda claro es que las relaciones entre Jos gobernantes y I.os Estados ha variado cnormemente a traves de! uempo y el espac10. Aunque estudios como el de Curtin estan empezando a mostrar los patrones que subyacen a esta diversidad, elcomponente de la ~eman­da en estas dinamicas de comercio permanece oscuro. Los vmculos hist6ricos muy estrechos entre los gobernantes y los comerciantes (ya sea de complicidad o antagonismo) pueden derivarse parcialmente de que ambas partes han exigido el ctesempeiio del papel central en Ia regulaci6n social de la demanda. La politica de la demanda des"'.'n­sa a menudo en la ralz de Ia tensi6n entre los mercaderes y las ehtes polfticas; mientras que aquellos tienden a ser los representantes sociales de la equivalencia redimida, las mercancias nuevas y los gustos extraiios, estas tienden a ser los guardianes del intercambio restringido, los sistemas mercantiles fijos, y los gustos establecidos y las costumbres suntuarias. Este antagonismo entre bienes "e.xternos" y estructuras locales suntuarias (y, por tanto, poUticu) quiz4 sea la raz6n fundamental de la tendencia, en ocasiones marcada, de las sociedades primitivas a restringir el comercio a un conjunto limitado

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de ~ercancias y a tratos con extraftos en Ingar de con parientes o allllgos. En las sociedades complejas la noci6n de que el comercio "!ola el espfritu de! ~bsequio puede s~r s6lo un subproducto correla­tlv~ de este antagomsmo mas fundamental. En consecuencia, en las soc1edades premodernas, la demanda de mercancias refleja a veces las dinamicas en el piano estatal o, como en el caso de la kula la funci6n esencial de la competencia de estatus entre los miembros' de la elite al vincular los sistemas interno y externo de intercambio. '

. Este pu~de ser un punto adecuado para destacar que existen d1ferencrns 1mportantes entre la biograffa cultural y la historia social de !as cosas. Las distinciones tienen que ver con dos tipos de tempo­rah~ad, dos formas de identidad de clase y dos niveles de la escala social. El enf<?que de la biograffa cultural, formulado por Kopytoff, e~ caracteristico de cosas especificas, que se mueven a traves de d1ferentes manos, contextos y usos, acumulando as( una biograffa particular o un eonjunto de biograffas. Sin embargo, cuando obser­vamos clases o l!pos de cosas, es importante considerar cambios a largo plazo (con frecuencia de la demanda) y dinamicas a gran escala, que trasaendan las biograffas de los miembros particulares de esas clases '? t1pos. Asl, una reliquia particular puede tener una biografia especlflca, pero todos los lipos de reliquias y, de becbo, la clase de cosas llamadas "reliquias", pueden tener un flujo y reflujo bist6rico mas ampho, en el curso del cual su significado puede cambiar de un modo notable. . El ensayo de Colin Renfrew, reproducido en el capitulo v de este libr~, formula una serie de importantes preguntas metodol6gicas y te6nc:as acerca de las mercanclas vistas a largo plazo. Su ensayo enfat1_za que las mercancias -ban tenido gran importancia en algunos camb1os muy tempranos y fundamentales de la vida social bumana especifi.camente en la transformaci6n de las sociedades relativamenw indiferenciadas de cazadores y recolectores en sociedades estatales tempranas mas eomplejas. En primer Ingar, el considerar a largo plazo esos procesos significa necesariamente ballarnos envueltos en mode­los in_ferenciales que vinculan producci6n y consumo. En segundo, el exa~mar los ~rocesos productivos en la bistoria bumana temprana 1mphca adve~tlr el cambio tecnol6gico. Aqui, Renfrew nos muestra muy persuas1vamente que los factores decisivos de la innovaci6n tecnol6gica (la cual es esenclal para el desarrollo de nuevas mercan­cias) son con.tJ;ecuencia socialesy pollti<XlS, y no meramente tecnicos. Una ~ez ad~1l!do es to, se desprende, de acuerdo con Renfrew, que las eons1derac1ones de! valor y la demanda aon esenciales para compren­der lo que parecen ser, a primera vllta, estrictos saltos tecnol6gicos.

!NTRODUCCI6"1 53

Asi, al analizar el papel desempeiiado por el oro y el cobre en Varna, y el de objetos similares de "valor principal" en otras situacio­nes prebist6ricas europeas, Renfrew nos aleja de una perspectiva de reflejo ( donde los objetos valiosos simplemente reflejan el alto esta­tus de la gente que los usa), para llevarnos a un enfoque de interpre­taci6n dinamica, donde el uso de objetos de alta tecnologia es fundamental para los cambios en la estructura de estatus. La cuesti6n por explicar es ta constituida por las nociones cambiantes de valor que, a su vez, implican nuevos usos de los descubrimientos tecnol6-gicos y nuevas formas de control politico de los productos de tales innovacioncs. La compleja argumentaci6n de Renfrew ilustra el plan­teamiento de que los cambios en el papel social desempeftado por los objetos de ostentaci6n (basados en el control sobre los materiales de valor principal) iluminan las modificaciones a largo plazo en el valor y la demanda. Al mismo tiempo, su ensayo nos recuerda que el papel culturar de las mercandas no puede divorciarse en ultima instancia de la tecnologia, la producci6n y el comercio. Con todo, aunque el problema arqueol6gico sirve para destacar la complejidad y la pro­fundidad bist6rica de la relaci6n entre valores, diferenciaci6n social y cambio tecnol6gico, la ausencia de documentos escritos u orales convencionales dificulta mas la reconstrucci6n del cambio del valor que la rcconstrucci6n del cambio social o tccnico. El ensayo de Renfrew tiene la virtud de ir contra la naturaleza de lo que su evidencia apoya mas c6modamente .

Los procesos a largo plazo que involucran el papel social de las mercancias ban sido estudiados rccientemente en tres tratados im­portantes, dos de ellos elaborados por bistoriadores (Brandel 1984; Curtin 1984), y el otro por un antrop6logo (Wolf 1982). Cada una de estas obras posee ciertas virtudes distintivas, pero tambien existen algunas superposiciones significativas entre ellas. El libro de Curtin es un examen audaz y comparativo de lo que el llama "diasporas comerciales", comunidades de comerciantes que traficaban mercan­cias a traves de las fronteras culturales, a lo largo de la historia registrada y bas ta la era de la expansi6n industrial europea. Se esfuer­za por mantener una perspectiva no eurocentrica del mundo del comercio anterior al periodo industrial, y en esto tiene mucbo en comun con los objetivos perseguidos por Eric Wolf. Con todo, el trabajo de Wolf, en parte debido a la perspectiva te6rica del autor y en parte a su .Preocupaci6n por un capitulo mas reciente en la bistoria de los vlnculos europeos con el resto del mundo, est4 mucbo mas orientado a Europa. Los hallazgos de Curtin y Wolf refutan en· gran medida la idea de las flujos mercantiles como fenl'lmenos relaciona-

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dos. ya sea reciente o ~xclusivamente con el capitalismo de la metr6-poh, ! Haman la atenc16n sobre los marcos institucionales, logisticos y pohucos que han contextuado al comercio a traves de las fronteras socfales Y culturales. Empero, por distintas razones en cada caso, Curtm Y Wolf estan mcnos mteresados en la cuesti6n de la demanda Yen el problema ~orrelativo de la interpretaci6n cultural de! valor. Los ensayos mclmdos en el p~esente votumen complementan y enri­quecen e~ extenso panorama mstitucional, tecnol6gico y econ6mico de los flu1os mercantiles contenido en esos dos estudios.

Braudel, el formidable decano de la escuela de los Anna/es, es un caso a~arte. En .el segundo volumen de su magistral estudio de! cap1tahsmo y la v1da material, que abarca de! aiio 1500 al aiio 1800 d. de C., Braudel no se content~ con brindarnos una descripci6n apre­tada Y dramat1ca de la creac16n de! mundo industrial moderno. En este volumen, cuyo titulo .es Los juegos de/ intercambio, Braudel se o~upa? co mo lo hacen Curlln y Wolf (jun to con, por supuesto,'muchos h1stonadores ccon6m1cos y S?cialcs), de la naturaleza, estructura y dmam~ca de! comerc10 mundial, a partir de! siglo xvi. De hecho, en su c?nJunto, estas tres obras presentan una sorprendcnte imagen de! con1unto extremadamente complejo e interrelacionado que he deno­min~do "ecumenes mercantiles", las cuales, desde aproximadamcntc el ano 1500 .ct. de C., vmculan a partes muy divcrsas de! mundo. Braudel analiza brevemente la esfera de la demanda dentro de este gran diseno. Su argumentaci6n acerca de la relaci6n entre la oferta y la demanda en el mundo capitalista temprano (Braudel 1984) esta­blece el asunto en su perspect1va temporal; pero, en relaci6n con las fuentes Y las co~secuencias de los cambios en la demanda, aiiade muy poco a lo anllc1pado por Werner Sombart, a quien nos referiremos ma.s adelante .. No obstante, estos tres importantes enfoques sobre el flu]~ ~ercanlll en la construcci6n de! sistema mundial, resaltan y su~1~1stran un contexto a l?s en~ayos incluidos en este volumen, cuyo ob1et1vo .es esclarecer las dmam1cas sociales y culturales de! flujo de mer~anc1~s. Esta mclmac~6n hacia cuestiones de valor, trayectoria y clas1f1cac16n pretende e~nquecer nuestra percepci6n de Ia idiosincra­srn de las cosas, d1mens16n a la cual la academia no ha prestado una gran atenci6n sistematica.

La historia social de las cosas y su biografia cultural no son asumos completamente separados, ya que la historia social de las cosas, a lo far&o de penodos prolo~~ados y en amplios niveles sociales, ha hmltado la forma,_ ~I s1grnf1~do y la estructura de las trayectorias a corto pla~o, espec1f1cas e fnt1mas. Tambicn ocurre, aunque suele ser mas d1fic1l de documentary predecir, que muchos cambios pequenos

INTRODUCCI6N 55

en la biografia cultural de las cosas puedan, con el paso del tiempo, conducir a cambios en la historia social de las cosas. Los ejemplos de estas relaciones complejas entre las trayectorias de corto y largo plazo y entre Jos patrones de corto y largo alcance del movimiento de las cosas, no abundan en la bibliografia en la materia pcro podemos comenzar advirticndo estas relaciones con respecto a las transforma­ciones de los sistemas de intcrcambio bajo cl impacto de la domina­ci6n colonial (Dalton 1978: 155-165; Strathern 1983), y a las transformacioncs de la sociedad occidental quc ban llevado al surgi­miento de los objetos de rccuerdo y de colccci6n (Stewart 1984). En este volumcn, Jos cnsayos de Bayly, Geary, Cassanclli y Reddy cons­tituycn rcflexiones particularmente interesantes sobre la relaci6n entre estas dos dimcnsiones de temporalidad de las cosas. No es coincidencia que estos cstudiosos sean historiadorcs sociales, preo­cupados por los procesos a largo plazo. El m.cjor tratalllicnto &eneral de la relaci6n cntrc la dcmanda, la Clfculac16n de objetos vahosos y los cambios a largo plazo en la producci6n mcrcantil, aparecc en el trabajo de Werner Sombart (Sombart 1979).

A Sombart le dcbemos la importame noci6n hist6rica de queen el periodo curopeo comprendido cntre los afios 1300 y 1800, el cual considera como cl ncxo de! capitalismo tcmprano, la causa principal de la expansi<)n del comercio, la industria y el capital financicro fuc la demanda de bicnes de lujo, sobrc todo de parte de los nouveaux riches, las cones y la aristocracia. Sombart localiza el origen de esta demanda creciente, a su vez, en cl nuevo entendimiento de la venta de! amor "libre", el refinamiento sensual y la economia politica de! cortejo durante este periodo. Este nuevo fundamcnto de la demanda implic6 quc la moda se convirtiera en la fuerza impulsora de las clases altas, saciadas s61o con cantidadcs siempre crecicntes y cualidades sicmprecambiantes de los artfculos de consumo. Esta intensificaci6n de la demanda, sexual y politica en sus origencs, seiial6 el fin de un modo de vida seiiorial y, al mismo tiempo, estimul6 a la manufactura y cl comcrcio de! naciente capitalismo.

A pesar de que cl enfoque general de Sombart sobre la historia social <lei capitalismo fue, en vida de! autory aun dcspucs de mucrto, criticado legilimamente por una divcrsidad de deficicncias cmplricas e idiosincrasias melodol6gicas, pcrmanece co mo una opci6n vigorosa (aunque subtcrranca) rcspecto de las perspectivas marxiana ywebe­riana rcfcridas a los origenes del capitalismo occidental. Al centrarse en cl consumo y la demanda, Sombart se situa en una tradlcl6n opuesta y minoritaria, situaci6n de la que cstuvo blelt«>nsciente. E~ este sentido, Sombart es un critico tcmprano d .. loque Jean Baudn-

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Hard llama el "espejo de la producci6n", donde se ha visto reflejada a si misma la teorla dominante de la economla poHtica de! Occidente moderno. En SU enfasis en la demanda, en SUS observaciones claves acerca de la politica de la moda, en su colocaci6n de las directrices econ6micas dentro de! contexto de las transformaciones de la sexua­lidad, y en su aproximaci6n dialectica de la relaci6n entre lujo y necesidad, Sombart anticipa las recientes aproximaciones semi6ticas del comportamiento econ6mico, tales como las de Baudrillard, Bour­dieu, Kristeva y otros.

El enfoque de Sombart ha sido recientemente rcvivido en un estudio muy interesante de los antecedentes culturales de! capitalis­mo temprano, elaborado por Chandra Mukerji (1983). La tesis de Mukerji, que coincide en muchos aspectos con la mia, reside en que lejos de ser un resultado de la revoluci6n industrial-tecnol6gica de! siglo XIX, la cultura materialista y el nuevo consumo orientado a productos y bienes de todo el mun do constituyeron el prerrequisito de la revoluci6n tecnol6gica del capitalismo industrial. En esta inteli­gentecritica de la hip6tesis weberiana refcrida al papel desempei\ado por el ascetismo puritano en tanto suministrador del contcxto cultu­ral para el calculo capitalista, Mukerji se apoya en Nef (1958) y otros. Su trabajo consiste en una sofisticada descripci6n hist6rica del marco cultural del capitalismo temprano en Europa. Ofrece nuevas cviden­cias y argumcntaciones que ubican el gusto, la demanda y la moda en el m\cleo de una narraci6n cultural de los origenes de! capitalismo occidental, y que revaloran la importancia de las "cosas" en la ideo­logia de! renacimiento europeo (vcase tambien Goldthwaite 1983).

De acuerdo con nuestros prop6sitos, la rclevancia dcl modelo de Sombart concerniente a la relaci6n entre el lujo y el capitalismo temprano reside menos en las especificidades tcmporales y espaciales de su tesis (las cuales son de interes para los historiadores de la temprana Europa moderna), queen la generalizaci6n de la 16gica de su argumentaci6n relativa a las bases culturales de la demanda de por lo menos ciertos tipos de mercancias, las que eJ denomina lujosas.

Sugiero que consideremos a los bienes de lujo no tan to en contra­posici6n a las necesidades (una oposici6n llena de problemas), sino como bienes cuya utilizaci6n principal es ret6rica y social, bienes que simplemente son signos encamados. La necesidad a la que el!os res­ponden es fundamentalmente polftica. Mejor aiin, debido a que la mayoria delos bienes de lujo son usados (aunqueen formas ya costos especiales), tcndria mas sentido concebirlos como un "registro" es­pecial del consumo (por analogfa con el modelo lingiiistico) que Como clases especiales de cosas. Los signos de este registro, en

IN1RODUCCI6N 57

relaci6n con las mercancias, tienen todos o algunos de los atributos siguientes: a) restricci6n, ya sea por precio o por ley, a las elites; b) complejidad de adquisici6n, la cual puede estar o no en funci6n de la "escasez" real; c) virtuosismo semi6tico, es decir, la capacidad de comunicar mensajes sociales muy complejos (co mo lo hace la pimien­ta en la cocina, laseda en la vestimenta, las joyas en la ornamentaci6n y las reliquias en el culto); d) el conocimiento especializado en tan to prerrequisito de su consumo "adecuado", es decir, la regulaci6n por medio de la moda, y e) un alto grado de vinculaci6n de su consumo con el cucrpo, la persona y la personalidad.

Desde el punto de vista de! consumo, los aspectos de estc registro del lujo pueden acumularse en cierto grado en alguna o todas las mercancias; pero, en determinados contextos, ciertas mercancias ejemplifican cl regis!ro de! lujo y pueden describirse libremente co mo bienes lujosos. Vistas de este modo, todas las sociedades despliegan cierta demanda por los bienes lujosos, y puede argumentarse que s6lo en Europa, despues del ai\o 1800 (al cabo del eclipse de las !eyes suntuarias), esta demanda se liber6 de la regulaci6n politica y fuc abandonada al "libre" juego del mercado y de la moda. Desde esta perspectiva, la moda y la regulaci6n suntuaria son los polos opuestos de la regulaci6n social de la demanda, particularmente de bienes con un alto valor discriminatorio. En ciertos periodos, el flujo de bicnes lujosos muestra una podcrosa tensi6n cntre estas dos fuerzas; por ejemplo, los iiltimos siglos dcl ancien regime en Europa exhiben tcnsiones en ambas direcciones. Las primeras decadas de contacto colonial casi en todas partes muestran tambien esta tensi6n entre las modas nuevas y las regulaciones suntuarias existcntes. En estos con­textos, la moda es el impulso para imitar a los nuevos podcres, y este impulso se integra con frecuencia, para bien o para mal, con los imperativos suntuarios tradicionales. Esta tensi6n, en el piano de la demanda y el consumo, esta ligada desde luego a las tensiones exis­tentes entre los bienes y sistemas de producci6n indigenas y los introducidos, y cntre los medios de cambio locales y los introducidos. Un estudio de caso extremadamente interesante sobre los complejos vinculos entre el comercio, la moda, la ley suntuaria y la tccnologia es el ofrecido por !vlukerji en relaci6n con la conexi6n cntablada cntre Inglaterra y la India, en cl siglo xvn, a prop6sito del calic6 (Mukerji 1983: 166-209).

El segundo aspecto importante examinado por Sombart es la complejidad de los vinculos entre los bicnes lujosos y las mercanclas mas mundanas. En el caso del cual sc ocupa, cstos vlnculos involucran sobre todo procesos de producci6n. Asf, en la temprana Europa

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moderna, lo que Sombart considera bienes lujosos primarios tienen sus prerrequisitos en procesos de producci6nsecundanos y tercrnnos: la manufactura de las maquinas para hilar la seda apoya a los centros de tejido de la seda, los cuales favorecen, a su vez, la creaci6n de muebles y vestimcnta de lujo; el ascrradero produce la madera que e; esencial en la producci6n de ebanisteria fina; cuando el maderamen se agota, aumenta la demanda de carb6n de pane de la industria de! vidrio y otras industrias de lujo; las fundidoras de acero summ1stran la tuberia esencial para las fuentes de Versalles (Sombart 1979: 146-173). En la medida en que el crecimiento en la demanda de bienes primarios lujosos es Msica para la expansi6n de la produc_c16n de instrumentos de segundo y tercer ordcc la demanda de objetos de Jujo tiene implicaciones econ6micas en touJ el sistema. Tai es el caso de las complejas y tempranas economias moderQaS. . .

No obstante, en economias de escala, estructura y orgamzac16n industrial diferentes, la conexi6n entrc los bicnes lujoso"s y los bienes de otros registros de uso puedc no involucrar los m~vimientos de un conjunto complejo de medias y formas de producc16n, smo_ Ms1ca­mente Jos dominios de! intercambio y el consumo. Asi, volv1endo al sistema kula de Oceania, estudios recientes clarifican que el "comer­cio" de objetos valiosos de la kula esta relacionado, dentro de una intrincada dialectica social y estrategica, con otros registros de inter­cambio, los cuales incluirian el matrimonio, la muerte, la herencia, la compraventa, etcetera (vease, particularmente, Weiner 1983).

Por ultimo, el comercio de objetos lujosos bien podria suministrar un marco amistoso, duradero y sentimental para la conducci6n de intercambios de otros bienes y a traves de otras maneras: aqui de nuevo, la existencia delgimwali o el intercambio de ti po mercantil en el contexto kula es un ejemplo primitivo adecuado (Uberoi 1962). Un caso modcrno de este tipo de relaci6n entre el comercio segun el registro lujoso y el comercio segun registros menos connotados sim­b61icamcnte es el vinculo comercial existente entre Estados Unidos y la URSS. Al rcspecto, las platicas entabladas sobre la limitaci6n de las armas estrategicas pueden considerarse una espccie altamente competitiva de comcrcio de lujo, donde el lujo_ en cucsti6n_ es la restricci6n nuclear garantizada de! bando contrano. Los aluba1os de este comercio constituyen el prerrequisito para el movimiento de otras mercancias, tales co mo los cereal es y la alta tecnologia. Este ti po de relaci6n mediada politicamente entre los diferentes registros de! comercio mercantil fue agresivamente explotado por la politica esta­dunidense de "articulaci6n", seglln la cual la renuencia sovietica en una esfera de intercambio es castigada en otra esfera. En epocas y

INTRODUCCI6N 59

sociedades mas simples, el equivalente a las platicas de limitaci6n de las armas estrategicas puede hallarse en la diplomacia de! intercam­bio de obsequios entre comerciantes y jefes, o simplemente entre jefes, cuyas alteraciones pueden frustrar el ccimercio menos cargado de registros.

En todos estos casos, puede advertirse que la demanda de! tipo de objetos valiosos que llamamos lujosos, y que yo he denominado el registro de lujo de cualquier flujo particular de mercancias, esta conectada intimamentc con otros registros mas cotidianos y de alta rotaci6n, de acuerdo con el lenguaje de las mercancias en la vida social

Este es un punto adecuado para plantear una observaci6n general sabre las mercancias examinadas en este volumen, la mayoria de las cuales tienen una fuerte dimensi6n de lujo y, por tanto, parecen constituir una muestra favorecedora de un enfoque cultural, en con­traposici6n a las mercancias mas humildes, de producci6n masiva. El hecho es que la linea divisoria entre mercancfas lujosas y cotidianas no es s61o una linea que se modifica hist6ricamente, sino que ademas, incluso en cualquier momento, lo que parece ser un item homogeneo de un rango semantico extremadamente limitado puede convertirse en a Igo muy diferente en el transcurso de la distribuci6n y el consumo. Quiza el mejor ejemplo de una mercancia comun cuya historia esta llcna de idiosincrasias culturales es el azucar, como lo muestra Sydney. Mintz (1979) y Fernand Braudel (1984). Asi, la distinci6n entre mercancias modestas y ex6ticas no se basa en una diferencia de tipo, sino con mayor frecuencia en una desemejanza en la demanda a lo largo del tiempo o, a veces, en una desigualdad entre los lugares de la producci6n y los del consumo. Desde el punto de vista de la escala, el estiloy la importancia econ6mica, Mukcrji ha desarrollado una argu­mentaci6n elocuente, al menos en el caso de la temprana Europa moderna, con objeto de no trazar fronteras rigidas entre el consumo de elite y cl masivo, los bicnes lujosos y los modestos, los bienes de consumo y los de capital, y la estetica de la ostentaci6n y los prop6si­tos de los cscenarios de la producci6n primaria (Mukerji 1983: capi­tulo 1).

En consecuencia, la demanda no es una respuesta mec:!nica a la estructura y el piano de la producci6n, ni un apetito natural inson­dable. Es un mecanismo social complejo que media entre los patro­nes a corto y largo plaza de la circulaci6n mercantil. Las estrategias de desviaci6n a corto plaza (co mo las examinadas en la secci6n anterior) pueden acarrear pequeiios cambios en la demanda, los cuales podrfan transformar gradualmentc IOI Q11jos de mercancias a

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60 LA VIDA SOCIAL DE lAS COSAS

largo plazo. Sin embargo, desde la perspectiva de Ia reproducci6n de patrones de flujos mercantiles (y no desde el punto de vista de su alteraci6n), los patrones de la demanda por largo tiempo estableci­dos funcionan como restricciones sobre cualquier conj unto dado de rutas mercantiles. Uno de los motivos por los cuales estas trayecto­rias son inherentemente inconstantes, particularmente cuando invo­lucran flujos mercantiles transculturales, es que descansan en distribuciones inestables de conocimiento, un tema que analizare­mos a continuaci6n.

CONOCIMIENTO Y MERCANciAS

Esta secci6n trata de las peculiaridades de! conocimiento que acom­paiia a los flujos interculturales de mercancias, relativamente com­plejos y efectuados a gran distancia, a pesar de que aun en los lugares de flujo mercantil mas homogeneos, a pequefta escala y de baja tecnologia siempre existe el potencial para que surjan discrepancias en el conocimiento sob re las mercancias. Empero, cuando la distancia aumenta, la negociaci6n de la tensi6n entre conocimicnto e ignoran­cia sevuelve en si misma una determinaci6n fundamental del flujo de las mercancias.

Las mercancias representan formas sociales y distribuciones de conocimiento muy complejas. En primer Ju gar, yen terminos gene­rales, ta! conocimiento puede ser de dos tipos: el conocimiento (tecnico, social, estetico y demas) que acompafta a la producci6n de la mercancia, y el conocimicnto que acompafta al consumo apropiado de la mercancia. El conocimiento productivo que se atribuye a una mercancia es muy distinto del conocimiento de consumo que se confiere a la mercancia. Por supuesto, ambas atribuciones divergiran proporcionalmente, en cuanto aumente la distancia social, espacial y temporal entre los productores y los consumidores. Como veremos, no es correcto considerar el conocimiento en el piano de la produc­ci6n de una mercancia como exclusivamente tecnico y empirico, y el conocimiento en el piano del consumo coma exclusivamente valora­tivo o ideol6gico. En ambos polos, el conocimiento tiene componen­tes tecnicos, mitol6gicos y valorativos, y son susceptibles de interacci6n mutua y dialectica.

Si concebimos que algunas mercancfas tienen una "historia vital" o una "carrera" en un sentido significativo, entonces se vuelve Util considerar la distribuci6n de! conocimiento en distintas eta pas de su carrera. Tales carreras son mas uniformes en el polo productivo, ya

INTRODUCC!6N 61

que resulta probable que, durante la producci6n, la mercancia en cuesti6n haya tenido menos oportunidades de acumular una biografia idiosincrasica ode disfrutar de una carrera peculiar. Asi, el sitio de la producci6n mercantil quiz:\ este dominado por recetas de fabricaci6n estandarizadas culturalmente. Las tabricas, los campos, las fundicio­nes, las minas, los talleres y la mayoria de los demas sitios de la producci6n son despositarios, en primer termino, de un conocimien­to tecnico productivo muy estandarizado. No obstante, es importante resaltar aqui que el conocimiento tecnico requerido para la produc­ci6n de mercancias p~imarias (cereales, metales, hidrocarburos) tien­de a ser mas estandanzado que aquel necesario para la fabricaci6n de mercancias secundarias o de lujo, donde el gusto, el juicio y la experiencia individual suelen provocar claras variaciones en el cono­cimiento productivo. Ahora bien, la tendencia de la mercantilizaci6n en el piano productivo se orienta hacia la estandarizaci6n de! cono­cimiento tecnico. Por supuesto, en el caso de todas las mercancias, sean primarias o no, el conocimiento tecnico siempre esta profunda­mente compenetrado con presuposiciones cosmol6gicas, sociol6gi­cas y rituales, las cuales son ampliamente compartidas. Los alfareros azande de Evans-Pritchard (1976), las campesinos colombianos de Taussig (1980), los fabricantes gawan de canoas de Nancy Munn (1977), los productores panameftos de azucar de StephenGudeman (1984), todos ellos combinan los aspectos tecnol6gico y cosmol6gico / en su discurso productivo. En la mayoria de las sociedades, este conocimiento productivo esta sujeto a cierta desigualdad en su distri­buci6n social, debido a los criterios simples de edad y sexo, a criterios complejos qu.e distinguen a familias, castas o pueblos artesanales del resto de la sociedad, o a divisiones mas complejas del trabajo que separan a los empresarios y los trabajadores, con base en su papel, de las amas decasa y los consumidores, ta! coma ocurreen la mayor parte de las sociedades modernas.

No obstante, existe otra dimensi6n de! conocimiento productivo, a saber, el conocimiento de! mercado, del consumidor y de! destino de la mercanda. En las sociedades pequeftas y tradicionales, este' conocimiento es relativamente directo y completo con respecto a~ consumo interno; pero resulta mas erratico e incompleto en rela­c16n con la demanda externa. En los contextos precapitalistas, la traducci6n de las demandas externas a los productores locales cons­tituye el dominio de! comerciante y sus agentes, quienes proporclo­nan puentes logisticos y de precio entre mundos de conoclmiento cuyo contacto directo es minimo. As!, es casi seguro que los habitan­tes tradicionales de las selvas de Borneo lgnoraran que los nidos de

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62 LA VIDA SOCIAL DE LAS COSAS

pajaros por ellos vendidos a los intermediarios eran utilizados en China c?n fines ~urativos y culinarios. Este paradigma de puentes mercanules, tend1dos a traves de los enormes vacios de conocimiento entre productores y consumidores, caracteriza el movimiento de la mayoria de las mercancias a lo largo de la historia. En la actualidad, esos puentes persisten, en virtud de las diferencias culturales insalva­ble:5 ( como aquellas, entre i?s productores de opio en Asia y el Medio On~nte; y los ad1ctos y traf1cantes en Nueva York), ode la especiali­zac16n mf1mta de la producci6n mcrcantil (la distancia entre un volumen me_rcantil particular, por ejemplo de cobre, y los cientos de transform~c10nes que ocurnran antes de que llegue al consumidor). Se debe senalar que estas grandes difcrencias de conocimien10 sobre el mercado por parte de los productores, suelen ocasionar cuantiosas ganancias para el comercio y perdidas relativas para la clase o el pals productor en relaci6n con los consumidores y comerciantes (vcase Spooner, capitulo VII).

~s proMemas que inv?lucran el conocimiento, la informaci6n y la 1gnoranc1a no se restrmgen a los polos de la producci6n y el consum? dentro de las _carreras de las mercancias, sino que tambicn caractenzan a los prop1os procesos de circulaci6n e intercambio. En ".n~ vigoro~a descripci~n cultural de! bazar marroqui, Clifford Geertz s1.ua la busqueda de mformaci6n confiable en el nucleo de esta instituci6n y muestra cuan diffcil es para los actores de este sistema obtener informaci6n confiable sobre las personas o las cosas (Geertz 1979). Una buena parte de la estructura institucional y la forma cultural de! bazar es de dos filos, lo cual dificulta la obtenci6n de! conocimiento confiable y, al mismo tiempo, facilita su bUsqueda. Es ten~ador conclu!f que estos Jaberintos informativos complejos y or­g_amzados culturalmente son un rasgo particular de las economias de t1~0 bazar, y q ue es tan ausentes en las economias simples no mercan­ubzadas, as( como en las economias industriales. Con todo, como el propi? Geertz lo sostiene (p. 224), el bazar es una categoria analftica que b1en puede aphcarse al mercado de autom6viles usados (aunque no al de los nuev?s) en las economias industriales contemporaneas. s_e puede generah~r esta aserci6n: la busqueda de informaci6n de t1po bazar caractenzarla todo escenario de intercambio donde la calidad y la apropiada evaluaci6n de los bienes no este estandarizada a pesar de que puedan variar enormemente los motivos de est; car~ncia_ d~ estandarizaci6n, de la volatilidad de Jos precios y de la c:ihdad mc1~rta de co_sas esp~cmcas de cierto tipo. De hecho, Jos s1stemas de mtercamb10 de ObJetos valiosos kula de Jos autos usados yde las alfombras orientales, aunque ocurran en ~cenarios culturales

INTRODUCCI6N 63

e institucionales muy diferentes, pueden involucrar todos economias informativas de ti po bazar. Con todo, las diferencias de conocimiento y las dificultades de comunicaci6n entre productor y consumidor no son obstaculos reales en contra de! vigoroso flujo de mercancias destinadas a multiples transformaciones industriales, antes de que lleguen a manos de! consumidor. En el caso de tales mercancias (a veces llamadas mercancias primarias), series casi infinitas de peque­ftos y superpuestos circulos de conocimiento pueden vincular al productor original con el consumidor terminal. Empero, este no es el caso de las mercancias por destino, las cuales son ampliamente "fabricadas", en el sentido de Nancy Munn, en una etapa temprana de sus carreras (Munn 1977). Estas requieren mecanismos mas direc­tos para la negociaci6n satisfactoria de! precio, y la equiparaci6n de! gusto de! consumidor con la destreza, el conocimiento y la tradici6n de! productor. Quiza, los mejores ejemplos de este tipo de comuni­caci6n mas directa incluyan el comercio intcrnacional de ropa hecha (Swallow 1982) y el comercio de! arte turistico en lo que Nelson Graburn (1976) ha denominado el Cuarto mundo.

Dondequiera que existan desigualdades en el conocimiento que acompafta al movimiento de las mercancias, entran en escena los problemas referidos a la autenticidad y la experiencia. Varios de los ensayos incluidos en este volumen abordan ambos temas. El primero es el de Brian Spooner acerca de las alfombras orientales, el cual constituye una interpretaci6n antropol6gica estimulante sobre un problema que combina la historia de! arte, la historia econ6mica y el analisis cultural. El tema de Spooner -los cambiantes terminos de la relaci6n entre los productores y consumidores de alfombras orien­tales- trae a colaci6n un ejemplo particularmente sorprendente de una mercancia que vincula dos mundos muy aislados de significado y funci6n. Comercializadas originalmente a traves de una serie de centres ubicados en Asia y Europa, cada uno de los cuales imponia filtros econ6micos y de gusto, las alfombras orientales involucran hoy dia una negociaci6n mucho mas directa entre los gustos de la clase media alta occidental y las organizaciones de tcjedores de! Asia central. Sin embargo, este cambio no conlleva simples modificaciones en el contexto de la negociaci6n de! precio. Lo quese es ta negociando, ta! como lo enfatiza Spooner, es la autenticidad. Es decir, conforme se acentua el ritmo de movilidad social y el apiftamiento en la cima de las sociedades occidentales, y conforme la tecnolog!a permite la multiplicaci6n de los objetos de prestigio, tiene lugar un creclente dialogo ir6nico entre la necesidad occidental de crltcrlos siempre cambiantes de autenticidad y los motivos econOmlcos de los produc-

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tores y mercaderes. Ademas, el mundo de los comerciantes se entre­laza con la politica de los <;0nocedores y peritos, y la formalizaci6n de! saber popular en matena de alfombras en el Occidente.

En general, puede a~rmarse queen el caso de mercancias Jujosas coma la.s alfombras onentales, cuando se acorta la distancia entre consum1dores y productores, la cuesti6n de la exclusividad cede su lugar a la autenticidad. D~rante las condiciones premodernas, el mov1m1ento a larga d1stancm de las mercancias preciosas implicaba costos que convertian su propza adquisici6n en un distintivo de exclu­S!Vldad y un instrumento de diferenciaci6n suntuaria. En donde el control de tales objetos no estaba directamente sujeto a la regulaci6n estatal, se hallaba indirectamente regulado por el costo de adquisi­~6n, de modo que permanecian en las manos de unos cuantos indi­v1duos. Con el cam?io tecnol6gico, la reproducci6n masiva de estos obJeWs se hace posible, el d1alogo entre lo.s consumidores y la fuente ongmal se vuelve mas dtrecto, y los consumidores de clase media se vuelven capaces. (legal y c~on6micamente) de competir por la obten­ci6n de estos ObJetos. La umca forma de preservar la funci6n de estas me~cancias en las economias de prestigio de! Occidente moderno reside .en enredar los criterios de autenticidad. La competencia muy comph~ada, y la colaboraci6n entre "expertos" de! mundo de! arte, comercrnntes, p~oduc~ores, acadcm1cos y consumidores, forman par­te d.e la economrn P?ht1~ de! gusto en el Occidente contemporaneo. Qmza esta economia pohtica haya sido mejor explorada en Francia por Baudrillard ~1989) y Bordieu (1984). '

ExISte un coniunto particular deasuntos relativos a la autenticidad Y la p~ritaci6n que infestan al Occidente moderno, y este conjunto, que gtra alrededor de cuestiones co mo el buen gusto, el conocimiento e~~erto, la "originalidad" y la distinci6n social, es particularmente ~mble en el dommw de! arte y los objetos artisticos. En su ensayo Th~ Work of Art m the Age of Mechanical Reproduction" Walter

Benpmm (1968; edici6n original, 1936) reconoci6 que el aur~ de una auten!Ica obra de arte se entrelaza con su originalidad, y que esta aura que es la_ base de su aute?ticidad, es ta amenazada por las moderna; tecno~og.rns de reproducc1.6n. En este sentido, las copias, falsificacio­nes e 1m1tacwi;ies ----<jUe t1enen una larga historia- no amenazan cl aura de lo ongmal, smo que buscan compartir la originalidad. En una nota de este ensayo, Benjamin incluy6 la observaci6n siguiente: "Sin duda, en la ~poca de su producci6n, aun no podia decirse que una pmt~r~ medieval de la Madonna era 'autentica'. S6lo se volvi6 'au­ten!Ica durante los siglos subsecuentes y, ta! vez mas sorprendente­mente, en el siglo XIX" (Benjamin 1968: 243). En un trabajo referido

INTRODUCCI6N 65

al concepto de "firma" en el mundo de! arte moderno, Baudrillard (1989: 108-109) va mas lejos:

. .. hasta el siglo XIX, la copia de una obra original tenfa un valor propio, era una prc1ctica Iegftima. En nuestros dfas la copia es ilegftima, "inaut~ntica.": ya no es Arte. Igualmente, el concepto de falsificaci6n ha cambiado, o m:is bien ha surgido con la modernidad. En otro ticn1po, los pin tores solfan usar colaboradores, a negros: uno era especialista en 6.rboles, otro en animates. El acto de pintar, y (Xlf lo tanto la firma, tampoco reveslfan ta misma exigencia nlito16gica de autenticidad-in1pcrativo nloral al que esta consa­grado el arte moderno, par el cual es moderno- desde que la relaci6n con la ilusi6n, y par lo tanto el sentido mismo del objeto arlfstico, han cambiado al misn10 tien1po que el acto de pintar.

Con esto en mente, es posible colocar cl polo del consumo de los procesos observados por Spooner en el contexto de lo que Baudri­llard concibe co mo el surgimicnto de! "objeto", es decir, una cosa que ya no es un producto o una mercancia, sino csencialmcntc un signo dentro de un sistema de signos de estatus. Los objetos, en la pcrspectiva de Baudrillard, s61o cmergcn complctos durantc cstc siglo en el Occidente moderno, en el contexto de las formulacioncs te6ricas de la Bauhaus (Baudrillard 1981: 224), aunque se ha mos­trado rccientcmcnte que el surgimiento de los objctos en la cultura europca puede situarse en el Renacimiento (Mukcrji 1983). La moda cs cl media cultural dondc los objetos, en el sentido de Baudrillard, sc muevcn.

Con todo, los problemas de la autenticidad, pcritaci6n y evalua­ci6n de las mercancias no son obviamcnte fen6mcnos del siglo xx. Ya hcmos mencionado el ensayo de Patrick Geary, incluido en este volumen, sob re cl comercio de reliquias en la Europa carolingia. Aqui cxiste un problema fundamental con respccto a la autenticaci6n y, tambicn en cstc caso, dicho problcma esta vinculado al hecho de que las rcliquias circulan a traves de largos periodos de tiempo, de mochas manos y de extensas distancias. Ademas, esta prescnte la preocupa­ci6n por la falsificaci6n, que constituye una obscsi6n en torno a los origenes. Sin embargo, el regimen cultural de autenticidad es muy distinto de! moderno. Aunque existe un conj unto pequefio de proce­dimientos tccnicos y prerrogativas clcricalcs implicado en la autenti­caci6n, cs con mucho una cucsti6n en la cual descmpefia un papel central cl cntendimiento popular rcfcrido a la eficacia de! ritual y las critcrios tradicionales. La autenticidad no es aqui el coto de los cri­terios expertos y esotcricos, sino cl de los criterios populares y p6bli­cos de verificaci6n y confirmaci6n.

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El problcma de! conocimiento especializado y de la autenticidad adopta otra forma en el fas~inante estudio de caso de William Reddy, que versa sabre Ios camb1os en Ia organizaci6n de! conocimiento experto en_ Ia industria textil francesa, verificados antes y dcspues de Ia revoluc16n de 1789. Con base en dos diccionarios comerciales publicados en Francia, uno hacia 1720 y cl otro en 1839, Reddy sost1ene que, a pesar de que Ia Rcvoluci6n franccsa pareci6 destruir de Ia ~oche a Ia mafiana todo un modo de vida, esto no fue lo que ocurn6. EI gran ed1fJc10 del conocimiento y Ios Mbitos cotidianos se modific6 gradual: incierta y renuentemente. Un ejemplo de es ta crisis general -un penodo durante el cual el conocimicnto, la practica y la polit1ca eran d1scordes-, puede advertirse en el codificado mundo de! conocimicnto relativo al comercio de textiles. En los complejos y tempranos s1stemas modernos de flujo mercantil, Reddy nos muestra q_ue Ia relaci6n entre_ conocimiento tecnico, gusto y regulaci6n poh­!Jca es muy complcja y de cambio gradual. Son mas dificilcs de modifi"'.lr Ios modos de conocer, juzga~, comerciar y comprar, que las t~eologias que_subyacen a_ las asociac10ncs, los precios y Ia produc­c1~n. Se _neccs1t6 una, sene muy complcja de cambios graduales y asmcr6mcos en Ia pohttca, la tccnologia y Ia cultura, verificados a lo largo de mas de una centuria, antes de que surgiera una nueva estructura epistemol6gica de clasificaci6n de los productos comercia­Ies. En este nuevo esquema, puede dccirse quc los bienes fueron reconcebidos como productos, y Ia "mirada" (en el sentido que le da Foucault) de! consumtdor y cl comerciante ccdi6 su lugar a la "mira­da" ~el productor. En el primer tercio del siglo XIX, los textiles fueron consider.ad~~ con base en Io _que Baudrillard llama el "espejo de Ia producc16n . En este marco mdustrial temprano, Ia autenticidad ya no_se .relaciona con Ia p_eritaci6n, sino con Ios metodos de producci6n ~bje!Jvamente dc_te~mmados. La expericncia de! comerciante y el fmanciero es susll!utda por el conocimiento de Ia producci6n indus­trial. El ensayo de Reddy nos recuerda que la historia social de las cosas, aun de cosas modestas coma la ropa, refleja modificaciones muy complejas en la organizaci6n del conocimiento y Ios modos de producci6n. Talcs cambios tienep una dimensi6n cultural que no puede d_educirse de, o reducirse a, las variacioncs tecnol6gicas y econ6m1cas.

Un ultimo cjemplo de la lntrincada rclaci6n entrc la autenticidad el gusto y la politica vinculadora productor-consumidor tiene quc ve; con lo que se ha llamado artes ~tnicas o turlsticas. Estas han cstado sujet_as a un cstudio min~cioso por parte de los antrop6Iogos, y cxiste una tmportante antologia de ensayos en la materia (Graburn 1976).

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Aunque los fen6menos agrupados en este rubro incluyen una enreda­da diversidad de objetos, tal y como Graburn lo advierte en su ensayo introductorio, tales fen6menos constituyen quiza el mejor ejemplo de las diferencias en gusto, entendimiento y uso entre los productores y los consumidores. En el extrema de! productor, se hallan las tradicio­nes de manufactura (de nuevo, segun Munn), las cualcs cambian en respuesta a las imposiciones o tentaciones comercialcs y esteticas de los consumidores a gran escala y ubicados a gran distancia. En el otro extrema, se encuentran los objetos de rccuerdo, las curiosidades, las colecciones, las cxhibiciones, y las compcticiones de estatus, experien­cia y comercio en que se apoyan tales cosas. Entre ambos extremos, cxiste una serie de vinculos comcrciales y estcticos, en ocasiones complejos, multiples e indirectos y, en otras, abicrtos, escasos y direc­tos. En los dos casos, cl arte turistico constituye un trafico mercantil especial, donde las identidades grupales de los productorcs son sim­bolos de la politica de cstatus de los consumidorcs.

El cnsayo de Alfred Gell, contenido en este volumen, presenta algunas observaciones particularmente intcligentes acerca de los ti­pos de rcfraccioncs complicadas de perccpci6n que pueden acompa­fiar Ia intcracci6n cntre pcqucfias poblaciones tradicionales, y cconomias y sistemas culturales a gran escala. AI reflexionar sabre el intercs de las muria en la Iatoneria producida fucra desu regi6n, Gell sefiala Io siguicnte:

.. .Jos n1uria, quc carecen de una tradici6n artcsanal propia y de una produc­ci6n de bicncs de prestigio, son en realidad n1ucho n13s parccidos a las oCcidcntalcs, quiencs buscan la autcnticidad en lo cx6tico, que a las micn1-bros de las socicdades artcsanales tradicionalcs, catcgorfa a la cual crecn err6ncan1cntc que pertenecen.

Trabajos rccientes en matcria de exhibicioncs y muscos, elaborados por antrop61ogos e historiadores (Bcnedic 1983; Breckenridge 1984), asi como por scmi61ogos y te6ricos literarios, ampHan y profundizan nuestra comprcnsi6n dcl papel dcscmpefiado por los objetos dcl "otro" en la creaci6n del objcto de recucrdo, la colecci6n, Ia exhibi­ci6n y el trofeo en el Occidente modcrno (Baudrillard 1969, 1989; Stewart 1984 ). De un modo mas general, puede dcclrse que, conforme se complican los viajes instilucionalcs y espacialcs de las mercandas, y se incrementan las desavencncias cntrc productorcs, comerciantes y consumidorcs, suelcn apareccr las mitologias culturalmentc forma­das acerca de! flujo mercantil.

Las historias e ideologias culturalmcnte construldas acerca del flujo mercantil constituyen un Iugar comlln en todas las sociedades.

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Sin embargo, tales historias adquieren cualidades particularmente intensas, novedosas y sorprendentes, cuando son muy grandes las distancias espaciales, cognitivas o institucionales entre la producci6n, la distribuci6n y el consumo. Tai distanciamiento puede ser institu­cionalizado dentro de una so la economia compleja o es tar en funci6n de nuevos tipos de vinculos entre sociedades y economias hasta entonces separadas. El divorcio institucionalizado (en materia de conocimiento, interes y papel) entre las personas involucradas en diversos aspectos de! flujo mercantil genera mitologias cspecializa­das. En esta secci6n, analizo tres variaciones de tales mitologias y los contextos en que aparecen. En primer lugar, se hallan las mitologias producidas por los comerciantes y especuladorcs que son ampliamen­te indiferentes con respecto a los origenes de la producci6n y el destino de consumo de las mercancias, excepto cuando estas esferas influyen en las fluctuaciones de los precios. Los mejores ejcmplos de este tipo son los mercados de mercancias de entrega futura en las complejas economias capitalistas, particularmente el intercambio de cereales en Chicago a principios de siglo. En segundo lugar, se encuentran las mitologias producidas por los consumidorcs ( o por los consumidores potenciales) ajenos a los procesos de producci6n y distribuci6n de las mercancias Msicas. Aqui los mejores ejemplos provienen de los cultos de cargo de Oceania. En tcrcer lugar, estan las mitologias producidas por los trabajadores que participan en el proceso de producci6n, quienes es tan completamente alejados de la 16gica de la distribuci6n y el consumo de las mercancias que ellos elaboran. Al respecto, los modernos mineros bolivianos de! estafio, descritos por Michael Taussig en The Devil and Commodity Fetichism in South America, constituyen un excelente ejemplo. A continuaci6n, examinare brevemente cada una de estas variantes, comenzando por los mercados capitalistas de mercancias.

A primera vista, la esfera mercantil de! moderno sistema mundial capitalista parece ser una gran maquina impersonal, gobernada por movimientos a gran escala de los precios, intereses institucionales complejos, y un caracter totalmente desmitificado, burocratico y autorregulado. En apariencia, nada se encuentra mas alejado que es to respecto de los valores, los mecanismos y la etica de los flujos mcr­cantiles en sociedades a pequefia escala. Co.n todo, esta impresi6n es fa Isa.

En este punto, dcbe qucdar claro que el capitalismo no s6io representa un disefio tecno-econ6mico, sino tambien un sistema cultural complejo con una historia muy particular en el Occidente moderno. Esta perspectiva, que siempre ha tenido exponentes distin-

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guidos en la historia econ6mica y social (Weber 1976; Sombart 1979; Nef 1958; Braudel 1984; L6pez 1971; Thrisk 1978), ha recibido un nuevo impulso de los antrop6logos y soci6logos de la cultura euroa­mericana (Baudrillard 1989; Bourdieu 1984; Douglas e Isherwood 1981; Mukerji 1983; Sahlins 1976).

El estudio de! disefio cultural del capitalismo en su forma nortea­mericana ha sido emprendido con gran vigor durante la ultima deca­da, y Jos historiadores, los antrop6logos y los soci6logos estan comenzando a elaborar un rico panorama de la cultura capitalista en los Estados Unidos (Collins 1979; DiMaggio 1982; Lears 1984; Mar­cus, en prensa; Schudson 1984). Aunque este amplio contexto esta fuera de! alcance de! presente analisis, queda claro que el capitalismo es en si mismo una formaci6n cultural e hist6rica muy compleja, donde las mercancias y sus significados han desempefiado un papel fundamental. Un ejemplo de las peculiares y sorprendentes expresio­nes culturales de! capitalismo moderno es el mercado de mercancias de entrega futura de los Estados Unidos el cual se desarroll6 a mediados de! siglo XIX y cuyo caso paradigmatico es el intercambio de cereales de Chicago.

El comercio de mercancias a granel perdura como una pane extremadamente importante de! comercio mundial y de! sistema econ6mico mundial (vease por ejemplo, Adams y Behrman 1982), y este comercio mercantil a gran escala permanece quiza como el terreno esencial donde pueden observarse las contradicciones de! capitalismo internacional. Una de tales contradicciones es la existen­te entre la ideologia librccambista de! capitalismo clasico, y las diver­sas formas de proteccionismo, carteles y acuerdos de regulaci6n que restringen la libertad de acci6n de las coaliciones de productores (Nappi 1879). Los mercados de mercancias de entrega futura repre­sentan el espacio institucional donde los riesgos corridos por los flujos nacionales e internacionales de estas mercancias se negocian mediante la protecci6n de unos y la especulaci6n de otros. Los mercados de mercancias de entrega futura giran alrededor de un gran numero de transacciones, que involucran la firma de contratos para compraryvender mercancias en fechas futuras. Este comercio basado en contratos es un comercio de papel que rara vez implica intercam­bios real es de mercancias entre los comerciantes. Al igual q ue la bolsa de valores, estos mercados son torneos especulativos, donde la inte­racci6n entre el precio, el riesgo y el intercambio parece estar total­mente separada, desde la perspectiva de! espectador, de todo el proceso de producci6n, distribuci6n, venta y consumo. Se puede decir que la especulaci6n de mercancias de entrep flltura lleva a cabo una

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disociaci6n dramatica entre el precio y el valor, donde cste ultimo carece de importancia. En cste scntido, la 16gica de! comercio en las mercancias de entrega futura cs, siguiendo a Marx, un tipo de meta­fetichizaci6n dondc no s6lo la mercancfa se vuclve un sustituto de las relaciones sociales subyacentes, sino que tambicn el movimiento de las precios se convierte en un sustituto aut6nomo de! flujo de las mercancfas mismas.

A pesar de que este doble piano de remoci6n de las rclaciones socialcs de producci6n e intcrcambio difcrencia las mercados de mercancias de entrega futura de otras contiendas de valor, coma aquellas reprcsentadas en la kula, existen algunos paralelos intere­santes y revcladores. En ambos casos, la contienda ocurre en una arena especial, aislada de la vida econ6mica practica y sujeta a reglas espcciales. En ambos casos, lo que se intercambia son sfmbolos de valor, las cualcs pueden transformarse en otros medias s6lo a traves de un conjunto complcjo de procedimientos y en circunstancias inusualcs. En ambos casos, hay formas cspccificas segun las cualcs la reproducci6n de la cconomfa en su conjunto se articula con la cstruc­tura de la cconomia de contienda.

Con todo, quiza lo mas importante sea que, en ambos casos, existe un espiritu agonistico, romantico, individualista y ludico que se con­trapone al espiritu de! comportamiento econ6mico cotidiano. El papel de la kula en la construcci6n de fama y prestigio para las habitantes de Oceania cs muy claro. Sin embargo, ocurrc lo mismo en las mercados de mercancfas de cntrcga futura. En la segunda mi tad del siglo XIX, el "rciiidcro de! trigo" (el mercado de cereal es) en Chicago fue obviamcnte cl escenario donde se incrcmcntaba y decre­cfa la rcputaci6n de las individuos, donde tenian lugar competcncias intensas y obsesivas cntre sujctos especificos, y donde sc cxhibian arrogantcs esfucrzos par pane de algunas personas para acaparar el mercado (Dies 1925 y 1975). A pesar de que este espiritu agonistico, obsesivo y romantico no ha desaparccido de las mercados, coma lo indica el caso de los hermanos Hunt con rcspccto a la plata (Marcus, en prensa ), la cstructura moral, institucional y politica que rige la espcculaci6n mercantil ha cambiado sustancialmente desde el siglo XIX. Por supuesto, cxisten muchas diferencias de escala, medias, contexto y objetivos cntre la kula y los mercados de mercancfas de cntrega futura. Empero, las similitudes son reales y, coma ya lo he apuntado, muchas sociedades crean terrenos especializados para las contiendas de valor, donde sc comcrcian sfmbolos mercantiles espe­cializados, y ta! comcrcio influye, mcdiante las economias de estatus, pocler o riqueza, en las flujos mercantiles mas mundanos. El comercio

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de reliquias, cl mercado de mercancias de entrega futura, la kula, el potlatch y el buzkashi de Asia central (Azoy 1982) son ejemplos de tales "contiendas de valor". En cada caso, se necesita efectuar un analisis mas exhaustivo de los modos de articulaci6n de las economias de "contienda" con sus contextos mercantiles mas rutinarios.

La mitologia de la circulaci6n generada en los mercados de mer­cancias (asf coma, de otras maneras, en las mercados de valores) es una mitologfa de! rumor mezclada con informaci6n mas confiable referida a las reservas mercantiles, las regulaciones gubcrnamentales, las cambios de estaci6n, las variables del consumidor, las desarrollos intramercado (incluyendo la intenci6n o las motivos divulgados por otros especuladores), etc. Esto constituye un escenario siempre cam­biante (y potencialmente infinito) de variables que influyen en el precio. A pesar de que existen significativas mejoras en la base tecnica para analizar y participar exitosamente en el mercado, persiste la busqueda casi magi ca de la f6rmula (adivinatoria en vez de eficaz) que resulte ser de predicci6n infalible en materia de fluctuaciones de precios (Powers 1973: 47). La base estructural de esta mitologia de circulaci6n mercantil consiste en el hecho de que juega indefinida­mente con la modificaci6n de los precios; de que busca extinguir una seric inagotable de variables que influyen en el precio, y de que su preocupaci6n por las mercancias es puramente informativo y semi6ti­ca, yest:! divorciada par completo de! consumo. El deseo irracional de acaparar el mercado de cierta mercancfa, la busqueda no intuitiva de f6rmulas magicas para predecir los cambios de precios, la histeria colectiva controlada, todos ellos son productos de esta completa conversi6n de las mercancias en signos (Baudrillard 1989), los cuales son ca paces de producir utilidades si se !es manipula correctamente. La contraparte primitiva de este tipo de construcci6n mitol6gica y descontextuada de mercancias se encuentra en uno de los temas antropol6gicos fundamentales, a saber, las cultos de cargo, las cuales se multiplicaron en las sociedades carentes de Estado y ubicadas en el Pacifico, durante este siglo.

Los cultos de cargo son movimientos sociales de caracter profundo y milenarista centrado en el simbolismo de las bienes europeos. Se han verificado principalmente en el Pacifico, a partir de los primeros con­tactos coloniales, aunque tienen antecedentes precoloniales y analog!as con otras sociedades. Han sido objeto de un exhaustivo an~lisis por pane de las antrop6logos, quienes las conciben como fen6menos psicol6gicos, religiosos, econ6micos y poHticos. A peaar de que existe una considerable variaci6n en la interprctaci6n antropol6gica de estos movimientos, la mayoria de las observadorea concuerda en que el

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surgimiento de los cultos de cargo en las tempranas sociedades colo­niales de! Pacifico esta vinculado a la transformacion de las relaciones de produccion en ese nuevo contexto; la incapacidad de los nativos para comprar los novedosos y atractivos bienes europeos; el arribo de un nuevo sistema teologico y cosmologico a traves de los misioneros, y la ambivalencia resultante con respecto a las formas rituales indigenas. La consecuencia de ello fue la aparicion de una serie de movimientos diseminados a lo largo de Oceania (y, despues en Melanesia), cuyo exito, duracion y fuerza fueron desiguales. Tales movimientos imitaban y protestaban en contra de las formas sociales y rituales europeas, y adoptaban posturas ya sea fuertemente opuestas o bien fuertemente restauradoras en relacion con sus propios mitos y ritos de prosperidad e intercambio. En el simbolismo de muchos de estos movimientos, desempefi6 un papel importante la promesa de! lider-profeta referida al arribo de bienes valiosos europeos (por avian o por barco) y a su "diseminacion" entre los verdaderos creyentes.

Es dificil cuestionar la argumentacion de Worsely (1957) y otros en el sentido de que el simbolismo de la llegada misteriosa de bienes europeos tiene mucho que ver con la distorsion de las relaciones indigenas de intercambio durante el dominio colonial, y con la per­cepcion nativa de la contradiccion aparente entre la riqueza de los europeos (a pesar de su minimo esfuerzo) y la pobreza aborigen (a pesar de su arduo trabajo ). No es sorprendente, dada su repentina sujecion al complejo sistema economico internacional del cual solo percibian pocos y misteriosos aspectos, que su respuesta fuera en ocasiones el intento de duplicar lo que consideraban el modo magico de produccion de esos bienes.

Cuando observamos el simbolismo y la practica ritual de estos movimientos, es posible advertir que constituyen no solo un mito acerca de los origenes de las mercancias europeas, sino tambien un intento de duplicar ritualmente lo que se percibla como modalidades sociales de la vida europea. Tai es el significado del uso de formas, giro~ id_iomaticos, titulos, etc., de la milicia europea por parte de estos moVImtentos. Aunque ordenada con frecuencia segun patrones indi­genas, la practica ritual de los cultos de cargo no fue en muchos casos mas que un esfuerzo maslvo por imitar aquellas formas sociales enropeas que pareclan mu favorables para la produccion de bienes europeos. En este tipo de fetlchismo lnvertldo, lo que se duplicaba era aquello que se conslderaba como las formas sociales y lingii!s­ticas europeas mas eficaces, con el prop6sito de incrementar la pro­babilidad del arribo de las mercancfas europeas. Empero, Glynn Cochrane (1970) nos recuerda que estos cultos -aunque distorsio-

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nados- no perseguian la obtencion dctodas las mercancias curopeas, sino solo la de aquellas que eran vistas como particularmente propi­cias para el mantenimiento de las desigualdades de estatus en las sociedades locales. Asimismo, Ios cultos de cargo representan una mitologia especifica de produccion europea de bienes terminados, con~e:bida por los nativos involucrados en la producci6n de mercan­cias primarias dirigidas al comercio mundial, as! co mo el rito asociado imitativo y de renovaci6n. Las mercanc!as incluidas en el cargo, de! mismo modo que los objetos valiosos de la kula y otras formas indigenas de intercambio especializado, son consideradas como me­tonimicas de todo el sistema de poder, prosperidad y estatus. Las creencias de! cargo constituyen un ejemplo extrema de las teorias que suelen proliferar cuando Ios consumidores se mantienen completa­mente ignorantes de las condiciones de producci6n y distribuci6n de las mercancias, y carecen de un acceso libre a ellas. Tai privaci6n crea las mitologias de! consumidor alienado, de manera similar a aquella en que los modcrnos mercados capitalistas generan las mitologias del comerciante alienado. Por ultimo, abordaremos la tercera variante: las mitologias de Ios productores al servicio de las fuerzas de Ia demanda y la distribuci6n que se hallan fuera de su control y mas alla de su universo de conocimiento.

Para cste tipo de mitologia, Ia mejor descripci6n con la cual contamos es el trabajo de Taussig sabre el cambio de! simbolismo demoniaco entre Ios mineros bolivianos de! estaiio, ocurrido a partir de la llegada de Ios espaiioles (Taussig 1980). El relato discurre brevemente como sigue. Antes de la llegada de los espaiioles, la mineria era una actividad a pequeiia escala manejada como mono­polio estatal. Con el arribo de los espaiioles, la mineria se convirti6 en el fundamento voraz de la economla colonial, la causa de! trastor­no masivo y de Ia incrementada mortalidad entre la poblacion de indios aimaraes de Bolivia. La mineria habia involucrado siempre el rito y Ia magia, pero solo despues de la conquista espaiiola implic6 al espiritu de! ma!, simbolizado en la figura Hamada Tio, entendido en el nuevo idioma cristiano como el demonio, quien era considerado el espiritu propietario de las minas. La figura demoniaca vino a repre­sentar a todas las fuerzas extraiias de la nueva economla capitalista, a la cual los mineros simultaneamente temlan, odiaban y servlan, en oposici6n a sus formas tradicionales de economia reciproca. Atrapa­dos entre, por una parte, el control estatal de la produccl6n y el mercado internacional y, por la otra, el demonio, desarrollaron un rito que refleja las ambigiiedades y contradicclones de una practica econ6mica que nada en las aguas de dos mundos Incompatibles:

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De hecho, la extensa cadena de intercan1bios efectuados en las Andes es tsta: las ~mpesinos intercambian obsequios con el espfritu propietario; tste conv1erte esos regalos en el metal precioso; Ios mincros extraen este metal, que s6lo "encucntran" cuando ban reatizado rites de intercambio de obsequioscon el espfritu; el trabajo de los mineros, encarnado en el mineral de est~fi?, se vende coma mercancfa a tos propietarios y patrones legates; ~stos ultimos venden el mineral en et mercado internacional. A<if el inter­cambio recfproco de obsequies finaliza coma intercan1bio merca~til; situa­dos entre el demonic y el Estado, tos mineros median esa transformaci6n. Este cfr~ulo asegura la esterilidad y Ia muerte, en lugar de la fertilidad y la prosp.endad. Esta basado en la transformaci6n de ta reciprocidad en inter­camb10 mercantil. (Taussig 1980: 224.)

L<;s rit~s de producci6n en las minas de estai\o de Bolivia y su m1tolo~1a asocrnda no constituyen un simple remanente de ritos campesmos de producci6n. Refiejan las tensiones de una sociedad donde la mercantilizaci6n nose ha vuelto un lugar comun, donde el fe1Ich1smo de las mercancias, debido a es ta hegemonia incompleta, se cons1dera mall~no y peligroso y, en consecuencia, tiene lugar un mtento pa~ad.611co de envolver al demonio en ritos reciprocos. Estc no es el fc11ch1smo mercantil en el clasico sentido marxista (don de las productos es~onden y representan relaciones sociales), sino un feti­ch1smo mas literal, en el cual la mercancia, iconizada como el demo­n~o, ~e conviertc en el pivote de un conjunto de transacciones rilualcs dmg1das a eclipsar los riesgos cosmol6gicos y fisicos de la mineria. ~n esta mitologia de productores/extractorcs alienados, las fuentes 1mpersonales e _invisibles de control (cl Estado) y la demanda (el mercado mundrnl) se concentran en un icono de peligro y avidez, meta~oras sociales ~e la economia mercantil. A pesar de que la descnp~16n de Taussig, como la de Gregory y muchos otros, tiende a so_brest1mar el ci;ntraste entre la economia de obsequios y la econo­m1a de 1!'e~canc1as, conslituye un relalo pcrsuasivo del fetichismo merca~t1I literal q~e parcce acompafiar a la producci6n de mercan­cias pnmanas destmadas a mercados desconocidos e incontrolables.

En cada uno de los ejemplos examinados, las mercancias de entre­ga. futura, los cultos de cargo y la mitologia minera, las percepciones m1'.016~1cas de la circulaci6n mercantil se generan co mo resultado de! alepm1ento, la md1ferencia o la ignorancia de los participantcs con respecto ~ todos los aspcctos, salvo uno de ellos, involucrados en la t~ayectona econ6mica de la mercancia. Aislado ya sea en la produc­c16n, end mercado especulativo o en el Iugar de consume de! fiujo mercant1l, e~ conoc1miento tecnico tiende a subordinarse rapidamen­te ante teonas subculturales mas idiosincrasicas acerca de los orige-

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nes y destinos de las cosas. Se trata de algunos ejemplos de las numerosas formas que puede adoptar el fetichismo de las mercancias cuando existen marcadas desigualdades en la distribuci6n de! cono­cimiento relacionado con la trayectoria de la circulaci6n mercantil.

Resta un ultimo aspecto por analizar acerca de la relaci6n entre conocimiento y mercancias, el cual nos recuerda que la comparaci6n de las sociedades capitalistas con otros tipos de sociedades es una cuesti6n complicada. En las sociedades capilalistas complejas, no s6lo se trata del caso de que el conocimiento este segmentado (aun fragmentado) entre los productores, distribuidores, especuladores y consumidores (y entre las diferentes subcategorias de ellos). El hecho es que el conocimiento sob re las mercancias se ha mercantilizado. Tai mercantilizaci6n del conocimiento relacionado con las mercancias forma parte, por supuesto, del problema mas amplio de la economia politica de la cultura (Collins 1979), donde la experiencia, el creden­cialismo y el asccntismo intelectual (Bourdieu 1984) desempeiian distintos papeles. Asi, aunque en las economias mas simples existe un complejo intercambio de cosas, s6lo con base en la creciente diferen­ciaci6n social, tecnica y conceptual podemos hablar de un intercambio de criterios con respecto a las cosas. Es decir, s6lo en esta ultima situaci6n se generaliza la compraventa de experiencia con respecto a lo apropiadamente tecnico, social y estetico en materia de mercan­cias. Desde luego, semejante intercambio de criterios mercantiles no es exclusivo de las sociedades capitalistas, pero existen s61idas eviden­cias de queen tales socicdades este intercambio es mas denso.

Ademas, en las economias capitalistas contemporaneas, es dificil separar la mercantilizaci6n de los bienes de aquella de los servicios. De hecho, la rutinaria uni6n de bienes y servicios representa en sf misma una herencia de la economia neoclasica. Esto no quiere decir que los servicios (sexuales, ocupacionales, rituales o emocionales) esten completamente fuera de! dominio de la mercantilizaci6n en las sociedades no capitalistas. Sin embargo, s6lo en las complejas econo­mias postindustriales los servicios constituyen un rasgo dominante e incluso determinante del mundo de! intercambio mercantil. Con todo, un analisis comparativo profundo de la dimensi6n mercantil integrada por los servicios es una labor que el presente libro s61o puede estimular.

Empero, quiza el mejor ejemplo de la relaci6n entre conocimiento y control de la demanda lo suministra el papel desempefiado par la publicidad en las sociedades capitalistas contemporaneas. Se ha es­crito mucho acerca de este importanle 16pico, yen Estados Unidos existen signoe de un renovado debate acerca de la efectividad funcio-

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nal de la publicidad. En un reciente estudio ampliamente divulgado, Michael Schudson (1984) ha cuestionado los analisis neomarxistas de la manipulaci6n de! consumidor mediante la publicidad. Sefiala que las imagenes textuales y graficas producidas por la maquinaria publi­citaria pueden considerarse una especie de "realismo capitalista", una forma de representaci6n cultural de las virtudes de! modo de vida capitalista, en lugar de concebirlas como tecnicas seductoras de actos especificos de consumo. La adulaci6n con que los publicistas han recibido este argumento constituye una fuente de dudas circunstan­ciales sobre la tesis en cuesti6n. Lo que sucede es que cualquier analisis decisivo de los efectos de la publicidad debe examinar las imagenes de la publicidad de acuerdo con las ideas cambiantes en materia de arte, disefio, estilo de vida y distinci6n, a fin de desenma­rafiar el papel desempefiado por este tipo de "realismo capitalista" en la movilizaci6n social de la dcmanda (Hebdige 1983; Bourdieu 1984).

No obstante, vale la pena incluir una observaci6n acerca de la publicidad, la cual resulta pertinente en nuestra argumentaci6n. Cualquiera que sea la efectividad de la publicidad para asegurar el exito de un producto especifico, parece cierto que los modos contem­pon1neos de representaci6n en el campo de la publicidad (sobre todo la transmitida por televisi6n) comparten ciena estrategia. Esta con­siste en tomar productos perfectamente ordinarios, producidos en masa, baratos e incluso de mala calidad, y presentarlos co mo aniculos deseables-pero-asequibles (segun la terminologia de Simmel). Bien es de! todo ordinarios son colocados en una especie de zona pseudoais­lada, como si no estuvieran al alcance de cualquiera que pudiese pa gar su precio. Las imagenes ampliamente sociales que crean esta ilusi6n de exclusividad pueden interpretarse como el fetichismo de! consu­midor, en lugar de aquel de la mercancia. Las imagenes de sociabili­dad (pertenencia, atractivo sexual, poder, distinci6n, salud, fraternidad, camaraderia) que subyacen a buena pane de la publici­dad se centran en la transformaci6n de! consumidor, al grado de que la mercancia especifica en venta es casi una idea tardia. Esta inversi6n doble de la relaci6n entre las personas y las cosas puede considerarse la jugada cultural fundamental de! capitalismo avanzado.

La relaci6n entre conocimiento y mercancias tiene muchas dimen­siones que nose han analizado aqui. Sin embargo, para nuestros fines, el aspecto esencial es este: en cuanto las mercancias viajan a mayores distancias (institucionales, espaciales o temporales), el conocimiento acercade ellas tiendea volverse parcial, contradictorioydiferenciado; pero, esta diferenciaci6n puede en si misma (a traves de los mecanis-

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mos de contiendas de valor, autenticaci6n o deseo frustrado) llevar a la intensificaci6n de la demanda. Si concebimos el mundo de las mercancias como una serie cambiante de rutas mercantiles locales (reguladas culturalmente), advertimos que las politicas dedesviaci6n y enclave es tan vinculadas con frecuencia a la posibilidad o la realidad de intercambios mercantiles con otros sistemas mas distantes. En cada nivel donde un sistema pequefio interactiia con otro mas grande, la interrelaci6n de conocimiento e ignorancia sirve como un filtro, el cual facilita el flujo de cienas cosas y obstaculiza el movimiento de otras. En este sentido, aun los ecumenes mercantiles mas grandcs son producto de interaccioncs complejas entre los sistemas de demanda locales, politicamente mediados.

CONCLUSJ6N: POLfTJCA Y VALOR

Ademas de conocer ciena informaci6n moderadamente inusu?i! y considerarla desde un punto de vista poco convencional, lexiste algiin beneficio general en concebir la vida social de las cosas de! modo propuesto en este ensayo? lQue aspecto nuevo nos ofrece esta pers­pectiva en relaci6n con el valor y el intercambio en la vida social? lQue sentido tiene adoptar la posici6n heuristica de que las mercan­cias existen en todas panes y que el espiritu de! intercambio mercantil no esta completamente divorciado de! cspiritu de otras formas de intercambio?

Para responder estas preguntas, no hare una revisi6n tediosa de las principales observaciones planteadas a lo largo de este ensayo, sino que ire dircctamente a la esencia de mi propucsta. Este ensayo pani6 de la perspcctiva de Simmel, a saber, que el intercambio es la fuente de! valor y no a la inversa. Los ensayos contenidos en cste volumen nos permiten afiadir una dimensi6n critica a la intuici6n mas bien abstracta de Simmel acerca de la genesis social de! valor.

La politica (en cl amplio sentido de las relaciones, presupuestos y luchas concernientcs al poder) es lo que une valor e intercambio en la vida social de las mercancias. Este hecho no es visible en los intercambios mundanos, cotidianos ya pequefia cscala de las cosas que se verifican en la vida comiin, ya que el intercambio parece tan rutinario y convencionalizado como todos los componamientos habituales. Sin embargo, cstos abundantes tratos ordinarios no Hdan posibles, si no fuese por un vasto conjunto de acuerdos rllalivos a que es deseable, que implica un "intercambio razonable d••criflclo1", a quien esta permitido ejercer que ti po de demanda

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efectiva yen cu~les circunstancias. En cste proccso, lo politico no es s6lo el hecho de quesignifica yconstituycrelaciones de privilegio y control social, sino tambien la tensi6n constantc cntrc las estruc­turas existentcs (de prccio, de regateo, etc.) y la tcndcncia de las mercancias a quebrantar dichas estructuras. Esta tcnsi6n sc origina en el hecho de que no todas las panes comparten los mismos intereses en ningun regimen de valor espccifico, ni los intereses son identicos para cualquicra de las dos panes involucradas en un intercambio determinado.

En la cima de muchas socicdades, tencmos la politica de las contiendas devalory de las desviaciones calculadas, que pucden llevar a nuevas rutas de Ilujo mcrcantil. En tanto cxpresioncs de los interc­·~es de las elites en re}aci6n con }a genie COmun, SC halla la politica de a moda, de Ia ley suntuaria y del tabu, todas las cualcs rcgulan la emanda. Sin embargo, co mo las mercancias rebasan constantementc

las frontcras de las culturas particularcs (y, por tan to, de los rcgfme­nes especificos de valor), ta! control politico de la dcmanda sicmpre est~ amenazado por altcraciones, En una sorprcndente varicdad de sociedades, es posible presenciar la paradoja siguientc: a los dctenta­dores de! poder !es interesa congclar completamenteel Ilujo mercan­til, creando un universo cerrado de mercancias y un conj unto rigido de regulaciones sobre cl movimiento de estas. A pcsar de ello, la naturaleza misma de la competcncia cntre aquellos que poseen cl poder (o entrc aquellos que aspiran a tencr un mayor poder) tiende a provocar un relajamiento de talcs rcgulacioncs y una expansi6n de! conjunto de mercancias. Estc aspccto de la politica de la elite es a menudo cl caballo de Troya de los cambios de! valor. En lo quc se refiere a las mercancias, el origen de la politica cs la tcnsi6n entrc cstas dos tendencias.

Hemos visto que la polftica en cuesti6n puede adoptar muchas formas: la polftica de la desviaci6n y la ostentaci6n; la polftica de la autenticidad y la autenticaci6n; la polftica de! conocimiento y la ignorancia; la politica de la expericncia y cl control suntuario; la poHtica de la pcritaci6n y la dcmanda dcliberadamente movilizada. Los altibajos de las interrelaciones e intrarrelacioncs de cstas diversas dimensiones de la polftica explican Ios caprichos de la demanda. En este sentido, la polftica cs cl vfnculo entre los regimcncs de valor y los Ilujos cspccificos de mercancias. A partir de Marx y los primeros economistas politicos, desaparccicron muchos mistcrios en torno a la relaci6n entre politica y producci6n. Hoy dfa, estamos en una mejor posici6n para dcsmistificar la csfcra de la demanda de la vida econ6-mica.

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NOTAS

Este ensayo [uc cscrito cuando el au tor era catedr~tico becado del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias del Comportamiento, en Stanford, California, durante 1984-1985. Agradezco et apoyo financiero de la Fundaci6n Nacional de Ciencias, ndm. BNS 8011494, del ccntro antes citadoy la pensi6n sabatica de la Universidad de Pensilvania.

Durante la plancaci6n y redacci6n de cste ensayo, acumulC rouchas deudas, que me complacere en rcconocer aquf. Adem:'.is de los colaboradores de este volun1en, otras personas proporcionaron, en 1983-1984 y en la Universidad de Pcnsilvania ensayos acerca de las mercancias; estos autores, que me ofrecicron mucho material sabre el cual reflexionar, son los siguientes: Marcello Carmagnani, Philip Curtin, Mary Douglas, Richard Goldthwaite, Stephen Gudeman, George Marcus, Jane Schneider, Anthony Wallacey Annette Weiner. Los participantes y comcntaristas de las varias scsiones de! Taller de Etnohistoria de la Universidad de Pensilvania, verificadas en 1983-1984, y de! Simposio sabre mercancfas y cultura, efectuado en n1ayo de 1984, enriquecieron n1is ideas. El ensayo de Igor Kopytoff incluido en el prcsentc volutnen constituyc la 1n:'.is rccicnte aportaci6n que ha brindado a n1i pers­pectiva accrca de las mercandas.

Las pri1neras vcrsiones de estc ensayo fueron prcsentadas en cl Centro de Estudios Avanzados en Ciencias dcl Comportamicntoy en cl Departamcnto de Antropologfa de la Univcrsidad de Stanford. En ambos contcxtos, las siguientes pcrsonas hicieron dtilcs crlticas y sugcrencias: Paul DiMaggio, Donald Donham, Michael Epelbaum, Ulf 1-Ian­nerz, Virginia I-Icld, David Ilollinger, Mary Ryan, G. William Skinner, Burton Stein, Dennis Thompson, Pierre van den Ilerghe y Aram Yengoyan. Por dltimo, Carol A. ilrcckcnridge nle ofrcci6, con10 siemprc, claridad, estfn1ulo y un agudo ojo crftico.

1Estoy conscicnte de que, al partir dcl intercambio estoy oponiCndomc a una corriente de la nueva antropologfa ccon6mica1 que ha qucrido can1biar el centro de atenci6n hacia, par un lado, la producci6n y por el otro, el consunio. Esta corriente constituyc una rcspuesta justificada a la excesiva prcocupaci6n en cl intercan1bio y la circulaci6n. Sin embargo, el :'.ingulo mercanti! promcte iluminar aspcctos en el cstudio del interca1nbio quc ban comenzado a verse coma aburridos o incorrcgiblcn1cnte n1istcriosos.

2En Alfred Sclunidt (1976: 77) se halla una cri'tica similar en contra de la tcndencia "idcalista" de los estudios marxistas, la cual pron1ucve la perspcctiva de quc " ... Marx habrfa resucllo todas las catcgorfas econ6n1icas en rclacioncs cntre las hombres y que, por lo tanto, no habria en el mundo cosas corp6rcas y materiales, sino s6lo relacioncs y procesos". Evidcntcmente, la adopci6n descuidada de este punto de vista puede conducir a exageracioncs de tipo ''vulgar".

3EJ ur>o de tCrn1inos como "interCs" y "cllculo" ocasiona problen1as importantcs accrca dcl estudio comparativo de la valoraci6n, cl intercambio, el comercio y lor; obsequies. A pcsar de que es grave el pcligro de exportar presuposiciones y modelos utilitarios (asf con10 sus parientcs, el economismoy el individualisn10 euroan1cricano), resulta igualmcnte tendencioso rescrvar para el hombre occidental el "interes" en el ton1a y daca de la vida n1aterial. Lo que sc ncccsita, y adn es inexistente, excepto en cn1bri6n (vCasc Medick y Sabean 1984), es un marco para cl estudio comparalivo de las cconomfas, en donde la variabilidad cultural del "yo'', la "persona" y el "individuo., (de acuerdo con Gcertz y Dumont) se una al estudio con1parativo de! c<'ilculo (siguiendo a Ilourdieu) y de! intCrCs (siguicndo a Sahlins). S6lo dcspuCs de habcr desarrollado dicho marco, podren1os estudiar de un modo genuinamcnte con1parativo las n1otivos, los inatrumcntos y el car:'.ictcr distinto de la actividad econ6n1ica.

<ISimmcl (1978: 138),en un contexto muydistinto, anticipa la noci6n de que lascosas sc mucvcn dentro y rucra del estado n1ercantil, y enfatiza su herencia aristotelica.

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5Gray (1984) realiza un excelente an~lisis, aunque influido por Simmel, sobre las divergencias de valor que pueden moldear la naturaleza del intercambio efectuado a travbide confines culturales. Su estudiode las subastas de corderos en la zona fronteriza angloescocesa representa un ti.tit ejemplo etnogr~fico de lo que he denominado con­tiendas de valor.

6Estoy en deuda con Graburn (1976), cuyo uso de la terminologfa original de Ma~uet, en su clasificaci6n de arte 6tnico y turfstico, inspir6 mi propia adaptaci6n.

El uso de Marriott (1968), en un contexto muy distinto, del concepto de contiendas de rango estimul6 mi acufiaci6n del ttrmino contiendas de valor.

8En su reciente an<"ilisis de las ferias y exposiciones mundiales, Burton Benedict (1983: 6) destaca los elementos de rivalidad, ostentaci6n competitiva yestatus polflico, constitutivos de tales eventos.

9Simmel (1957) presenta unoriginal estudio de la 16gica cultural de la moo.a. V~ase tambi~n la referenda al an<"ilisis de Bough~, referido a los patrones de consumo en las aldeas ~hinddes, que aparece en el ensayo de Christopher Bayly, incluido en este volumen, y Max Weber (1978).

10Un excelente ejemplo de cste proccso aparecc en 1-Iencken (1981). 11Mi uso del ttrmino ecumcne es una modificaci6n un tanto idiosincr<"isica de la

utilizaci6n que Marshall Hodgson hace de ese t~nnino en The Venture of Islam (1974). 12Comp<"irese esto con la noci6n de Alsop (1981) referida a que la colecci6n de arte

invariablemente "arranca" las cosas coleccionables de suscontextos originarios de uso y las despoja de su prop6sito social significante.

13Vale la pena destacarque, a pesardesu oposici6n superficial, ex.isle una profunda afinidad entre comercio y arte, al menos desde el punto de vista de la vida material de las sociedades nt<"is simples. Ambos involucran lo que puede Jlamarse la inte11sificaci611 de la objctivaci611, aunque de distintas maneras. El a rte turfstico se basa en est a cercana afinidad.

14Para una descripci6n fascinante del papel desempefiado por las prendas devestir en una sociologla colonial del conocimiento de la India, v6isc Cohn (en prensa ).

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