Apuntes Dworkin (2)

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DWORKIN, Ronald Nacido en Worcester, Massachusetts (EE.UU) en 1931, fallecido en el año 2013. Filósofo del derecho norteamericano, y considerado como uno de los mayores pensadores contemporáneos en el ámbito de la filosofía jurídica y política. Por sus ideas es considerado como uno de los representantes del iusnaturalismo moderno, y en términos constitucionalistas, sustenta y defiende la tesis de la “Constitución viviente”, que se contrapone a la tesis del textualismo u originalismo. Sucesor en las cátedras de Jurisprudencia en la Universidad de Oxford del profesor H.L.A. Hart, antecesor al que le criticaba su concepción positivista, esencialmente la tesis de la “regla de reconocimiento”, alegando que ésta deja por fuera de la interpretación jurídica los principios y los valores, que son elementos indispensables en el derecho. Conforme a Dworkin, las proposiciones jurídicas se basan en determinados fundamentos que dan lugar a desacuerdos teóricos. Fruto de estos desacuerdos existen dos teorías: (a) las teorías semánticas; y (b) las teorías interpretativas. Normas, principios y directrices políticas. Inicia Dworkin este tema estableciendo que cuando los juristas razonan o discuten sobre derechos y obligaciones jurídicas - especialmente en casos difíciles-, se hacen valer de estándares que no funcionan como normas, sino más bien como principios, directrices y otros tipos de pautas. En ese tenor, el positivismo es un modelo de y para un sistema de normas, y siendo su única fuente del derecho la legislativa, nos obliga a pasar por alto los importantes papeles de estándares no- normativos. En sentido genérico, se refiere a principios cuando habla de todos aquellos estándares que no son normas, pero esta definición nada tiene que ver con la concepción strictu sensu de principio. La diferencia entre principios jurídicos y normas

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DWORKIN, Ronald

Nacido en Worcester, Massachusetts (EE.UU) en 1931, fallecido en el año 2013. Filósofo del derecho norteamericano, y considerado como uno de los mayores pensadores contemporáneos en el ámbito de la filosofía jurídica y política. Por sus ideas es considerado como uno de los representantes del iusnaturalismo moderno, y en términos constitucionalistas, sustenta y defiende la tesis de la “Constitución viviente”, que se contrapone a la tesis del textualismo u originalismo. Sucesor en las cátedras de Jurisprudencia en la Universidad de Oxford del profesor H.L.A. Hart, antecesor al que le criticaba su concepción positivista, esencialmente la tesis de la “regla de reconocimiento”, alegando que ésta deja por fuera de la interpretación jurídica los principios y los valores, que son elementos indispensables en el derecho.

Conforme a Dworkin, las proposiciones jurídicas se basan en determinados fundamentos que dan lugar a desacuerdos teóricos. Fruto de estos desacuerdos existen dos teorías: (a) las teorías semánticas; y (b) las teorías interpretativas.

Normas, principios y directrices políticas.

Inicia Dworkin este tema estableciendo que cuando los juristas razonan o discuten sobre derechos y obligaciones jurídicas -especialmente en casos difíciles-, se hacen valer de estándares que no funcionan como normas, sino más bien como principios, directrices y otros tipos de pautas. En ese tenor, el positivismo es un modelo de y para un sistema de normas, y siendo su única fuente del derecho la legislativa, nos obliga a pasar por alto los importantes papeles de estándares no-normativos.

En sentido genérico, se refiere a principios cuando habla de todos aquellos estándares que no son normas, pero esta definición nada tiene que ver con la concepción strictu sensu de principio. La diferencia entre principios jurídicos y normas jurídicas es una distinción lógica. Ambos conjuntos de estándares apuntan a decisiones particulares referentes a la obligación jurídica en determinadas circunstancias, pero difieren en el carácter de la orientación que dan. Las normas son aplicables a la manera de disyuntivas. Si los hechos que estipula una norma están dados, entonces o bien la norma es válida, en cuyo caso la respuesta que da debe ser aceptada, o bien no lo es, y entonces no aporta nada a la decisión.

Si tomamos como modelo las reglas del béisbol, veremos que las normas de derecho, como la que establece que un testamento no es válido si no está firmado por tres testigos, se adecúan bien al modelo. Si la exigencia de los tres testigos es una norma jurídica válida, entonces no puede ser válido un testamento que haya sido firmado solamente por dos testigos. La norma puede tener excepciones, pero si las tiene es inexacto e incompleto enunciarla de manera tan simple, sin enumerar las excepciones. En teoría, por lo menos, se podría hacer una lista de todas las excepciones, y cuantas más haya, más completo será el enunciado de la norma.

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Pero no es así como operan los principios: Decimos que nuestro derecho respeta el principio de que nadie puede beneficiarse de su propio delito, pero no queremos decir con ello que la ley nunca permite que un hombre se beneficie de las injusticias que comete. De hecho, es frecuente que la gente se beneficie, de manera perfectamente legal, de sus injusticias. El caso más notorio es el de la usucapión; si penetro reiteradamente en predio ajeno, algún día tendré el derecho de atravesarlo siempre que quiera. Hay muchos ejemplos menos espectaculares. Si un hombre deja un trabajo por otro mucho mejor pagado, y para hacerlo incumple un contrato, es posible que tenga que indemnizar por daños y perjuicios a su primer patrono, pero por lo común tiene derecho a conservar su nuevo salario.

Pero nada de esto demuestra que el principio de no beneficiarse de las propias injusticias no sea un principio de nuestro sistema jurídico, ni que sea incompleto y necesite de excepciones que lo limiten. Este principio no pretende siquiera establecer las condiciones que hacen necesaria su aplicación. Más bien enuncia una razón que discurre en una sola dirección, pero no exige una decisión en particular. Si un hombre tiene algo o está a punto de recibirlo, como resultado directo de algo ilegal que hizo para conseguirlo, ésa es una razón que la ley tendrá en cuenta para decidir si debe o no conservarlo.

Cuando decimos que un determinado principio es un principio de nuestro derecho, lo que eso quiere decir es que el principio es tal que los funcionarios deben tenerlo en cuenta, si viene al caso, como criterio que les determine a inclinarse en uno u otro sentido.

Una diferencia crucial entre normas y principios es que éstos últimos tienen una dimensión del peso o importancia que falta en las normas. Cuando los principios se interfieren (la política de protección a los consumidores de automóviles interfiere con los principios de libertad de contratación, por ejemplo), quien debe resolver el conflicto tiene que tener en cuenta el peso relativo de cada uno. En esto no puede haber, por cierto, una mediación exacta, y el juicio respecto de si un principio o directriz en particular es más importante que otro será con frecuencia motivo de controversia. Sin embargo, es parte esencial del concepto de principio el que tenga esta dimensión, que tenga sentido preguntar qué importancia o qué peso tiene.

La forma de un estándar no siempre deja en claro si se trata de una norma o de un principio. «Un testamento no es válido si no está firmado por tres testigos» no es una proposición muy diferente, en la forma, de «Un hombre no puede beneficiarse de su propio delito», pero quien sepa algo del derecho norteamericano sabe que debe tornar el primero de estos enunciados corno la expresión de una norma, y el segundo corno la de un principio. Una vez identificamos los principios jurídicos como una clase de estándares aparte (diferentes de las normas jurídicas), comprobamos de pronto que estamos completamente rodeados de ellos. Los profesores de derecho los enseñan, los textos los citan, los historiadores del derecho los celebran. Pero donde parecen funcionar con el máximo de fuerza y tener el mayor peso es en los casos difíciles.

La interpretación en Dworkin.

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Interpretación Jurídica: actividad intelectual encaminada a desentrañar el alcance de una norma jurídica (FEDERICO PUIG PEÑA); la interpretación de las normas es la indagación del verdadero sentido y por ende del contenido y alcance de las normas jurídicas (CASTAN, ¿??); interpretar una ley consiste en explicar su sentido frente a un caso concreto (…) declarar cual es, puesta en contacto con la realidad el resultado práctico del mensaje que contiene.

Para Ronald Dworkin, existen dos clases de interpretaciones: a. Interpretación en el campo científico. b. Interpretación en una conversación.

Este autor anglosajón emplea la categoría de interpretación reconstructiva, que supone más que indagar acerca de la intención del autor, de los propósitos empíricos de la obra de arte; el buen intérprete es el que muestra desde la mejor perspectiva de la artisticidad de la obra.

En cuanto al modelo general de interpretación, Dworkin aboga por un modelo constructivo, que implica un esfuerzo del intérprete de mostrar de la mejor manera posible el caso de cuestión. Conforme a este modelo, el derecho escrito es una cadena, es una obra colectiva; al desarrollar el derecho se debe procurar mantener cierta coherencia con lo existente en la ley y con el futuro de la misma, en el sentido de representar de manera correcta los valores que persigue una legislación para una sociedad justa. En las prácticas sociales se asume una actitud interpretativa que reconoce las normas y su vigencia y que les atribuye un sentido, un valor.

El modelo de la interpretación en Dworkin es constructivo, ya que trata de interpretar algo creado por personas y que adquiere una entidad distinta a la de sus creadores; esta interpretación creativa tiene como objetivo defender alguna propuesta acerca del significado o sentido del de derecho.

“La interpretación constructiva trata de imponer un propósito a u objeto o práctica para hacer del mismo el mejor ejemplo posible de la forma o género al cual se considera que pertenece”.

Desde esta perspectiva constructiva, el objetivo de la interpretación es presentar el objeto como el mejor ejemplo posible del género al cual se considera que pertenece, y siendo para Dworkin el derecho un práctica social que se compone tanto de un conjunto de reglas, como además de una serie de valores que dichas reglas pretenden desarrollar, debemos presuponer que esta práctica posee un sentido, es decir, que sirve a ciertos propósitos o valores. Para ello, el fenómeno jurídico debe analizarse a partir de tres etapas interpretativas, como veremos en detalle más adelante.

Etapas de la interpretación: a.- Etapa pre-interpretativa: instancia en la cual se examinan los materiales. Esta es una fase meramente descriptiva, pero implica un mínimo de interpretación. La teoría de Hart, con su regla de reconocimiento, se centra en este aspecto, ya que en esta fase se trata de identificar el

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objeto interpretado y calificarlo como perteneciente a un determinado género; que en el caso del derecho, serían los distintos materiales jurídicos que conforman la práctica jurídica.

b.- Etapa interpretativa (strictu sensu): en esta fase el intérprete debe poseer una teoría que le garantice la mejor manera de abordar el material jurídico. En esta fase es vital la noción de coherencia e integridad. Esto así, ya que aquí se trata de averiguar cuál es el “sentido” del derecho en el caso concreto, que viene configurado fundamentalmente por los principios que son los que permiten ver a la práctica como un unidad que sirve a ciertos valores o propósitos; todos los materiales jurídicos deben verse como una unidad.

c.- Etapa post-interpretativa: que también es considerada como una etapa reformadora y consiste que una vez identificado el valor, se trata de mostrar su objeto de la mejor manera posible. Se trata aquí de elegir, de entre las teorías desarrolladas, la que pueda ofrecer la mejor interpretación de los materiales jurídicos. En esta etapa interviene activamente la relación entre el derecho y la moral, ya que son los principios morales los que se utilizan para juzgar la solidez de las teorías que pugnan por interpretar estos materiales y elegir, dentro de ellos, una mejor visión de la práctica jurídica.

“La constitución Norteamericana consiste en la mejor interpretación disponible del texto y la práctica constitucional norteamericana en su totalidad, y su juicio acerca de cuál interpretación es la mejor es sensible a la gran complejidad de virtudes políticas correspondientes a la misma cuestión”

El caso difícilDworkin plantea que un caso difícil es el que se presenta cuando un determinado asunto no se puede subsumir claramente en una norma jurídica establecida previamente por alguna institución; son tanto aquellos respecto de los cuales no hay norma aplicable como aquellos en los que se detectan en las normas aplicables vaguedades, ambigüedades, contradicciones o imprecisiones que desconciertan al juez y le sugieren que el caso tiene más de una alternativa de solución. Contrario a Hart, que sostiene que el juez tiene discreción “para decidir el caso en uno u otro sentido”, mientras que Dworkin sostiene que atribuir al juez semejante competencia es enteramente inadecuado. Esto así, ya que para adoptar la decisión del caso se empuja al juez fuera del ordenamiento jurídico, a la vez que se vulnera la seguridad jurídica de quienes han solicitado la intervención del juez, y que, en fin, porque en una democracia no se puede otorgar semejante poder a quienes, a diferencia de lo que ocurre con los legisladores, no han sido elegidos por sus ciudadanos por medio de una votación popular ampliamente participativa.

Parábola de la novela en cadenaDworkin se vale de esta parábola para hacernos entender la complejidad con la que el intérprete se encuentra a la hora de aplicar una norma jurídica de la que no es autor, máxime cuando se plantean problemas y dudas, como ocurre en los casos difíciles:

“un grupo de novelistas escribe una novela en serie; cada novelista de la cadena interpreta los capítulos que ha recibido para poder escribir uno

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nuevo, que luego agrega a lo que recibe el siguiente novelista y así sucesivamente. Cada uno tiene la tarea de escribir su capítulo para construir la novela de la mejor manera posible”.

Esta tarea resulta compleja cuando se intenta hacer bien, cuando lo que se pretende es escribir la mejor novela posible, y es aquí donde encuentra el paralelismo con la decisión jurídica de un caso difícil: la tarea de completar del cuento sin conocer el final. Las decisiones difíciles pueden llevar a resultados diversos, como aquellos a los que llegaría un novelista en cadena tras interpretar el texto recibido de una manera o de otra. Pero sobre lo que no cabe duda es que, si a estas soluciones técnico-jurídicas o literarias correctas, el desacuerdo entre los diferentes resultados no va a ser el método empleado, que habrá sido impecablemente seguido y aplicado al caso por cada uno de los intérpretes, sino que la discrepancia se va a encontrar en el significado y alcance que para uno de los intérpretes ha tenido el texto original.

Parábola del juez Hércules. El juez Hércules es “un juez imaginario de un poder intelectual y una paciencia sobrehumanos y acepta el derecho como integridad”. Este juez ficticio tiene un papel protagónico en “Los derechos en serio”, como en “El imperio de la justicia”, y sigue el método en cadena, concienciándose de que sus decisiones no son sino un eslabón en una larga cadena previa que ha de interpretar y luego continuar según su buen entender y siempre de acuerdo con los criterios de moralidad política vigentes incorporados a la integridad. Cuando nos presentamos ante la jurisdicción de Hércules, éste examina nuestros derechos y los de nuestros oponentes entendiéndolos existentes previamente al surgimiento del conflicto.

“Hércules no busca primero los límites del derecho para después completar con sus propias convicciones políticas lo que éste requiere. Se vale de su propio juicio para determinar qué derechos tienen las partes que se presentan ante él, y una vez hecho este juicio, no queda nada que pueda ser sometido a convicciones, sean las suyas o las del público”.

Hércules, en ese sentido, se deja guiar por un sentido de la integridad constitucional que supone que aplica la mejor interpretación posible del texto legal en relación con su juicio acerca de cuál es la mejor interpretación acorde con la gran complejidad de cuestiones políticas inherentes a la misma, fundamentalmente relacionadas con los principios de justicia e imparcialidad.

El derecho como integridad“El principio adjudicativo de integridad instruye a los jueces a que identifiquen los derechos y deberes legales, hasta donde sea posible, sobre la suposición de que todos fueron creados por un mismo autor que expresa una correcta concepción de justicia y de equidad”.

Esta noción parte de una premisa inicial –similar a la tópica de Viehweg- de que existe una especie de lugar común del que van a partir después todas aquellas concepciones del derecho, que si podrán ser varias y diferentes, tenderán a mejorar la inicial e indiscutible interpretación.

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El juez que acepta este ideal interpretativo de integridad del derecho, deciden casos difíciles tratando de hallar, en un grupo de principios coherentes sobre los derechos y deberes de la persona, la mejor interpretación posible que integre la estructura política y la doctrina legal de su comunidad. Al aceptar el derecho como integridad, es necesario asumir que los elementos políticos que van a influir en la interpretación no van a ser siempre los del intérprete y siempre los influyentes van a ser los de la comunidad.

Críticas a Dworkin. Dworkin sostiene, por un lado, que el juez experto con muchas decisiones judiciales en su carrera, adopta una concepción del derecho propia sobre la que se apoya para tomar decisiones y formar juicios, pero que “…la mayoría de jueces será como las demás personas de su comunidad, y por lo tanto, la equidad y la justicia no rivalizarán a menudo por ellos”.

A esto MUÑOZ GONZALEZ sostiene que, cuando estas últimas afirmaciones resultan tranquilizadoras para Dworkin, para su persona provoca un efecto contrario, por el hecho de estar sometido a una jurisdicción capaz de las más surrealistas decisiones judiciales basadas en los principios de moral política, ya sean propios del juez o propios de esas comunidades. ¿Qué ocurre, entonces, en casos donde la moral política de una comunidad vacía de contenido los derechos constitucionales de ciertas minorías, por ejemplo?

Réplicas de Dworkin

Recapitulación

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BIBLIOGRAFIA

MUÑOZ GONZALEZ, Antonio José, “CASOS DIFÍCILES Y DERECHO COMO INTEGRACIÓN. (ESTUDIO SOBRE LA TEORÍA JURÍDICO FILOSÓFICA DE RONALD DWORKIN). En: Revista Telemática de Filosofía de Derecho número 3, año 1999/2000. Páginas 57-66.

LIFANTE VIDAL, Isabel, “LA TEORIA DE RONALD DWORKIN: LA RECONSTRUCCION DEL DERECHO A PARTIR DE LOS CASOS”

SQUELLA NARDUCCI, Agustín, “INTRODUCCION AL DERECHO”, Editorial Jurídica de Chile.