Apuntes literatura medieval

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1 Tercero de ESO. IES García Lorca (Algeciras) LA EDAD MEDIA LA EDAD MEDIA 0. INTRODUCCIÓN Llamamos Edad Media al período histórico comprendido entre los siglos V y XV. En su conjunto, la etapa se caracteriza por la inestabilidad política, un sistema social rígido y una fuerte presencia de la religión. Los primeros siglos de la Alta Edad Media son considerados como un período oscuro como consecuencia de la relativa pérdida del orden y la cultura romanas: desde la caída de Roma en 476, los reinos germánicos van avanzando y anexionándose las antiguas provincias. La sociedad medieval estaba formada por tres estamentos: la nobleza, el clero y el pueblo llano. La nobleza tenía bajo su dominio las tierras heredadas o ganadas en batalla; su ocupación fundamental era la guerra. El clero vivía también de las tierras que poseía y de las donaciones que obtenía; la oración y el estudio eran las actividades principales de sus miembros. El pueblo llano dependía del rey o de algún noble, y subsistía trabajando en la agricultura, la ganadería o la artesanía. En España se da la peculiaridad de que, desde 711, existe una presencia musulmana trascendental. Su cultura alcanzó un extraordinario esplendor y sirvió como vehículo de transmisión de la ciencia griega por toda Europa. Sin embargo, los reinos cristianos iniciaron la reconquista de los territorios bajo dominio musulmán. Los ocho siglos que duró esta reconquista dieron lugar a un período rico en cuanto a mezclas de religión, culturas, lenguas, literaturas, ciencias… a pesar del constante clima bélico. La mentalidad medieval estaba presidida por la religión. El hombre del medievo concebía la vida terrena como un tránsito hacia la vida eterna. Por eso la Iglesia consiguió influencia y prestigio durante este período. Muchos monasterios se convirtieron en depósito del sabes gracias a sus bibliotecas y a la labor de los amanuenses 1 , que copiaban e ilustraban los códices medievales. La propia evolución de la sociedad y de la técnica literaria hace que en la literatura se distingan dos períodos dentro de la Edad Media: la literatura medieval (siglos X-XIV) y la literatura prerrenacentista (siglo XV). 1 Persona que tiene por oficio escribir a mano, copiando o poniendo en limpio escritos ajenos, o escribiendo lo que se le dicta (DRAE).

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Tercero de ESO. IES García Lorca (Algeciras)

LA EDAD MEDIALA EDAD MEDIA0. INTRODUCCIÓN

Llamamos Edad Media al período histórico

comprendido entre los siglos V y XV. En su

conjunto, la etapa se caracteriza por la

inestabilidad política, un sistema social rígido y

una fuerte presencia de la religión.

Los primeros siglos de la Alta Edad Media son

considerados como un período oscuro como

consecuencia de la relativa pérdida del orden y la

cultura romanas: desde la caída de Roma en 476,

los reinos germánicos van avanzando y

anexionándose las antiguas provincias.

La sociedad medieval estaba formada por tres

estamentos: la nobleza, el clero y el pueblo llano.

La nobleza tenía bajo su dominio las tierras

heredadas o ganadas en batalla; su ocupación

fundamental era la guerra. El clero vivía también

de las tierras que poseía y de las donaciones que

obtenía; la oración y el estudio eran las actividades

principales de sus miembros. El pueblo llano

dependía del rey o de algún noble, y subsistía

trabajando en la agricultura, la ganadería o la

artesanía.

En España se da la peculiaridad de que, desde 711,

existe una presencia musulmana trascendental. Su

cultura alcanzó un extraordinario esplendor y

sirvió como vehículo de transmisión de la ciencia

griega por toda Europa. Sin embargo, los reinos

cristianos iniciaron la reconquista de los

territorios bajo dominio musulmán. Los ocho

siglos que duró esta reconquista dieron lugar a un

período rico en cuanto a mezclas de religión,

culturas, lenguas, literaturas, ciencias… a pesar del

constante clima bélico.

La mentalidad medieval estaba presidida por la

religión. El hombre del medievo concebía la vida

terrena como un tránsito hacia la vida eterna. Por

eso la Iglesia consiguió influencia y prestigio

durante este período. Muchos monasterios se

convirtieron en depósito del sabes gracias a sus

bibliotecas y a la labor de los amanuenses1, que

copiaban e ilustraban los códices medievales.

La propia evolución de la sociedad y de la técnica

literaria hace que en la literatura se distingan dos

períodos dentro de la Edad Media: la literatura

medieval (siglos X-XIV) y la literatura

prerrenacentista (siglo XV).

1 Persona que tiene por oficio escribir a mano, copiando o poniendo en limpio escritos ajenos, o escribiendo lo que se le dicta (DRAE).

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1. LA SOCIEDAD MEDIEVAL

La sociedad medieval es esencialmente agraria. Su

organización sigue los principios del feudalismo: el

señor es el propietario de la tierra; con la ayuda de

sus siervos explota directamente el territorio

próximo a su residencia. En parcelas más alejadas

permite el asentamiento de colonos que deben

contribuir a su señor con productos y con su

trabajo para que este los proteja.

Este régimen origina una organización en rígidos

compartimentos aislados. En la sociedad

medieval se distinguen tres tipos de individuos:

guerreros, clérigos y trabajadores. Cada uno

pertenece a una de estas categorías por

nacimiento, y sus hijos continuarán en ellas sin

posibilidad de cambio; es el orden divino.

En España, el régimen feudal no pudo darse en

toda su pureza porque los campesinos sometidos

podían emigrar a tierras musulmanas; además, las

constantes guerras permitían que individuos de la

baja nobleza pudieran convertirse en grandes

señores (el ejemplo fundamental es el ascenso del

Cid, como veremos).

En medio del mundo agrario del feudalismo, surgieron las

ciudades y los burgueses, dedicados a la industria y el

comercio. Este nuevo grupo social, que no encajaba en la

división tradicional, será el más revolucionario e

innovador, pues acabará trastocando este orden medieval,

dando origen a la sociedad moderna.

En la España medieval convivieron desde 711 tres

religiones y tres culturas: cristiana, musulmana y judía.

Además, los movimientos de fronteras permiten la

existencia de otras minorías:

-Mozárabes: son los cristianos que viven en Al-Andalus sin

abandonar su fe.

-Mudéjares: son los musulmanes que permanecieron en

territorio cristiano sin abandonar su fe.

A esto hay que añadir la presencia de numerosos

extranjeros, en su mayoría de origen francés, que llegaron a

España a través del Camino de Santiago o para repoblar las

zonas conquistadas a los musulmanes. Con ellos vinieron

también el arte y la literatura del occidente europeo.

El sentimiento religioso impregna todos los aspectos de la

vida: es una sociedad teocéntrica2. En la literatura y el arte

hay un tema único fundamental: la relación del hombre con

Dios.

La religión canalizaba toda la cultura medieval. En una

sociedad analfabeta, los únicos focos de saber eran los

monasterios. Hasta tal punto fue así que la palabra clérigo

designaba a todo el que sabía leer y escribir, aunque no

perteneciesen a la Iglesia. En literatura, el influjo de la

Iglesia fue enorme, como iremos viendo.

2 Dios está en el centro de toda la existencia, es lo más importante en la vida del ser humano. Veremos cómo posteriormente esta visión variará.

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Lo más característico de la arquitectura medieval

son las catedrales y los castillos, donde se fijan los

estilos característicos de la baja Edad Media: el

románico y el gótico. La magnificencia de estos

templos se relaciona con la necesidad de

comunicarse con los fieles a través de símbolos;

así, la grandeza del templo y sus imágenes eran el

símbolo del poder divino y de la variedad y belleza

del mundo3.

En el siglo XV, como veremos, todo este sistema de

valores entra en crisis, especialmente debido a la

irrupción ya mencionada de la burguesía como

nueva clase social.

3 Es una alegoría. Estudiaremos este recurso tan empleado durante este período.

No podemos dejar a un lado el estado de la lengua durante

la Edad Media. Las lenguas romances son aquellas que

derivan del latín hablado en las distintas provincias del

Imperio romano. Las divergencias y las desintegración del

Imperio produjeron una evolución particular según los

territorios.

Las primeras muestras escritas de los dialectos romances

son notas sueltas que servían para la contabilidad o las

transacciones comerciales. A medida que el habla cotidiana

se apartaba del latín,

crecían las dificultades para comprender los textos escritos

en esa lengua. Para facilitar la comprensión, los escribas

comenzaron a utilizar breves explicaciones con términos

romances. Los textos más arcaicos dignos de consideración

son las «Glosas emilianenses», de finales del siglo X, que se

encuentran en el monasterio riojano de San Millán de la

Cogolla.

La evolución del latín hispánico fue distinta según las

zonas y regiones. Al expandirse el reino de Castilla durante

la Reconquista, su lengua fue asimilándose y utilizándose,

de tal forma que quedan tres grandes dominios lingüísticos

en la Península: el occidente galaicoportugués, el centro

castellano y el oriente catalán.

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2. LA LITERATURA MEDIEVAL

2.1. Características

La literatura medieval se distingue principalmente

por tres rasgos:

-TRANSMISIÓN ORAL: se transmite generalmente

mediante el canto o la recitación, por eso quedan

tan pocos testimonios escritos.

-CARÁCTER ANÓNIMO: no conocemos quién es el

autor de la mayoría de las obras.

-DIDACTISMO: transmiten modelos de

comportamiento y valores cristianos.

2.2. La lírica tradicional

Las primeras manifestaciones de la lírica medieval

son cancioncillas que el pueblo cantaba con

ocasión de las festividades o celebraciones y para

acompañar sus tareas diarias. Los testimonios

escritos son muy escasos, sólo conservamos

aquellos textos que despertaron el interés de

autores cultos que los llevaron al papel.

Las formas más conocidas de estas canciones son

las jarchas y las cantigas de amigo.

Las JARCHAS son la manifestación más temprana de la

lírica (siglos X-XI). Son poemillas que la gente cantaba y

que los poetas árabes y hebreos incluyeron al final de sus

poemas cultos escritos en sus respectivas lenguas. El tema

de las jarchas es el lamento de una mujer por la ausencia

de su amado. Algunos ejemplos de jarchas se recogen en el

cuadro del final de esta página.

Frente al lenguaje elaborado del poema culto, se

caracterizan por su sencillez y su ardiente expresividad,

que aún hoy podemos detectar en canciones

contemporáneas.

Los poetas gallego-portugueses de los siglos XIII y XIV

recogieron en sus cancioneros las CANTIGAS DE AMIGO,

canciones populares en las que, como en las jarchas, una

mujer expresa el lamento por la ausencia de su amado.

Abundan las albaladas, donde se canta la separación de los

amantes al amanecer, o al contrario, la muchacha cita a su

enamorado a esa hora.

Texto original Transcripción Traducción

1 b'n sydy b'n 1 Ven sidi veni 1 Ven dueño mío, ven,

2 l'qrd's tntb'n 2 el querido es tan beni 2 porque el amor es un gran bien

3 dst 'lzm'n 3 De este al-zameni 3 que nos depara esta época

4 bn flyw dbn 'ldy'n 4 ven filyo de Ben al-Dayyeni. 4 feliz gracias al hijo de Ibn al-

Dayyan

1 gryd bš'y yrmn'lš 1 Garid vos ay yermanellas 1 Decid vosotras, ay hermanillas,

2 km kntnyr 'mwm'ly 2 com contenir a meu male 2 ¿cómo resistiré mi cuita?

3 šn lḥbyb nn bbr'yw 3 Sin al-ḥabīb non vivireyu 3 Sin el amigo no podré vivir;

4 'dbl'ry dmnd'ry. 4 advolarey demandare. 4 ¿a dónde le iré a buscar?

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La forma métrica más característica es la canción

paralelística, y la fórmula más habitual, el

leixaprén4: los versos se emparejan de dos en dos,

con igual contenido semántico y con versos que

repiten todas las palabras, excepto las rimadas. Por

ejemplo:

Castilla desarrolla su propia lírica tradicional de

forma tardía, aunque proceden de este mismo

tronco común. Aunque se cultiva desde los

primeros tiempos, los textos que conservamos

datan del siglo XV, por eso la veremos más

adelante.

4 Palabra medieval compuesta de leixa (deja) y pren (coge) que consiste en la repetición de los segundos versos de un par de estrofas como primeros versos del par siguiente (Wikipedia).

2.3. El mester de juglaría

La exaltación del valor en el combate, sea en la caza o en la

guerra, ha sido objeto preferido del arte, tanto en su

expresión plástica como en la verbal, desde las más

antiguas muestras conservadas de la actividad humana. En

el ámbito literario, esta actitud cristalizó tempranamente

en lo que, de modo general, puede denominarse poesía

heroica, es decir, aquella que canta las proezas de una

figura dotada de extraordinario valor o de un grupo de

ellas, los héroes. La celebración del héroe revistió, en su

forma poética, dos hábitos fundamentales: el del

panegírico, cuando se trataba fundamentalmente de una

alabanza de sus cualidades y de una mera enumeración de

sus hazañas, y el de la épica, en aquellos casos en los que se

referían por extenso las acciones a las que debía su

renombre.

La palabra «epos» significa en griego ‘narración’. Poesía

épica es la que narra las hazañas de héroes históricos o

legendarios; por esto se le llama también poesía heroica. Se

ha dicho que es la poesía de lo objetivo y exterior al poeta,

pero el poeta nunca procede con absoluta objetividad, ya

que de ordinario celebra héroes de su pueblo o religión, y

el amor que les profesa, así como el odio que siente hacia

sus enemigos, se refleja en el modo de pintar a unos y

otros. Además hay ocasiones en que la trama sirve para

manifestar ideas y concepciones personales del universo.

Al alba venid, buen amigo,

al alba venid.

Amigo el que yo más quería,

venid al alba del día.

Amigo el que yo más amaba,

venid a la luz del alba.

Venid a la luz del día,

non trayáis compañía.

Venid a la luz del alba,

non traigáis gran compaña.

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En la Edad Media, con las invasiones, surgen

nuevas epopeyas nacionales. Sin embargo, el hecho

de que se designe a esta producción como poesía

épica no debe hacer pensar que se trata de una

continuación de las obras grecorromanas incluidas

bajo la misma denominación. Los héroes de los

cantares de gesta pueden ser valientes y coléricos

como Aquiles, astutos como Ulises, píos como

Eneas; las obras que los celebran pueden a veces

traer ecos de la «Eneida» o de otros textos clásicos;

pero ni los poemas modernos se basan en los

antiguos ni podemos concebir una identidad de

género entre ellos, puesto que las semejanzas de

tema y aun de tono no deben ocultar las enormes

diferencias entre lo narrado en hexámetros

dactílicos latinos y lo que cuentan los modernos

decasílabos franceses.

Esta alusión no es gratuita. La épica medieval tiene

como centro indiscutible la producción francesa y

como época dorada la que va desde finales del siglo

XI, fecha de composición de la «Chanson de

Roland», hasta mediados del siglo XIII. Por

supuesto, no se produce épica sólo en francés ni es

el suyo el único modo de componerla. Los países

germánicos poseen un núcleo diferenciado, donde

se integran la poesía alemana, como los

«Nibelungos», la escandinava, como los «Eddas», y

la anglosajona, como el «Beowulf».

Para comprender los textos épicos de una forma global es

necesario referirse a los autores que los creaban y al

público que los recibía, en otras palabras, al mundo en el

que existieron. En ese mundo, pocos eran los que sabían

leer y escribir. Por eso la épica, como casi toda la literatura

medieval, estaba compuesta para ser oída, a menudo

acompañada de música.

Llegaba a su público mediante un ejecutor profesional del

canto, el juglar, que en ocasiones, era también poeta y

elaboraba sus propias piezas, en este caso sus cantares de

gesta o sus vidas de santos.

La epopeya castellana, que es la más reciente de todas,

tomó por asunto leyendas referentes a los primitivos

condes castellanos, la muerte de los infantes de Lara, las

luchas fratricidas entre los hijos de Fernando I, acabadas

con la muerte de Sancho II en Zamora, los hechos del Cid y

de Bernardo del Carpio, etc. Tanto la epopeya francesa

como la castellana tuvieron como forma usual la de

cantares de gesta, compuestos de series más o menos

largas de versos monorrimos e irregulares, aunque de

dimensiones parecidas, con una pausa central (cesura) en

cada uno. La rima era asonante. El mayor ejemplo en

nuestra historia literaria, el «Cantar de Mio Cid».

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2.3.1. El Cantar de Mio Cid

Dicen que la realidad supera a la ficción, y qué duda cabe de que en sorprendente la vida, una vida cualquiera,

sobrepasa a menudo lo que la imaginación puede dar de sí. De ahí que, desde siempre, la literatura (vale decir, el

lector) prefiera lo imposible verosímil a lo real increíble. La Edad Media, aunque pródiga en relatos fantásticos, no es

excepción a esta regla. Por un lado, porque lo maravilloso era algo mucho más real para quienes veían en un cometa o

en un eclipse una señal del Altísimo que para el lector actual. Por otro, porque la leyenda, aunque a veces deforme

fantásticamente la realidad, ante todo la estiliza.

El valeroso Rodrigo Díaz, infanzón de Vivar, capitán afamado de Sancho II de Castilla, indisciplinado adalid de Alfonso

VI, exiliado y brillante mercenario en la Zaragoza mora, caudillo por libre que se adueña del Levante musulmán, con

Valencia como joya de su corona, ¿qué necesitaba para ser superior a los héroes homéricos Paris o Héctor? Y sin

embargo, tuvo que ser el Cid Campeador quien de verdad hiciese de él un mito. Porque Rodrigo Díaz era humano,

demasiado humano, para encarnarse en la materia de la que se hacen los sueños. Su peripecia vital era demasiado

errática (dos destierros eran excesivos); su personalidad presentaba claroscuros (desobediente, vengativo).

Por eso está ahí el Cid Campeador, un Rodrigo

Díaz inmaculado... o casi, porque el héroe del

Cantar no salió a la plaza pública plano como un

pergamino; antes bien, es un personaje matizado,

sin dejar de estar bien definido. Es ese Cid el que

ha cautivado la imaginación y el afecto de

generaciones de oyentes y lectores durante siglos,

llegando a imponerse al personaje real en que se

inspira.

Lo que sabemos por la historia y lo que narra el

cantar guardan un parecido general, pero

discrepan en numerosos detalles.

Las diferencias que existen no ocultan, sin

embargo, que la segunda se basa netamente en la

primera y que sus divergencias son fruto bien de

la deformación de los sucesos característica de su

transmisión oral, bien de los requisitos propios de

la obra literaria, cuyos condicionantes de ritmo

narrativo, verosimilitud argumental y equilibrio

interno no suele molestarse en guardar la vida

real. Esto ocurre con la segunda parte del cantar,

que relata unos sucesos que nada tienen que ver

con la biografía real de su protagonista: las hijas

del Cid nunca se casaron con los infantes de

Carrión.

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En cuanto a la datación, se ha propuesto un arco

que va de 1140 a 1207, en mayo del cual el poema

estaba concluido, como se sabe por el colofón del

único manuscrito que los transmite. En cuanto a su

procedencia, se han propuesto Burgos, patria del

héroe, la ciudad fronteriza de Medinaceli (Soria) y

algunos otros lugares. No hay datos suficientes

para decantarse por uno u otro lugar.

También la autoría es muy discutida, habiendo

pensado varios críticos que el Per Abbat que firma

el manuscrito fue el creador del poema. Sin

embargo, ese colofón es una típica suscripción del

copista, así que dicha interpretación posee escaso

fundamento. Por otro lado, se ha caracterizado al

anónimo poeta dentro de una amplia gama que va

del juglar errante y analfabeto al docto letrado que

trabaja en su escritorio con documentos de

archivo. Probablemente la realidad esté en un

punto intermedio, pues si bien cabe que su autor

fuese un juglar profesional, como sugiere su

formada capacidad poética, todo apunta a que

poseía además un nivel notable de conocimientos

jurídicos y un léxico con ecos del latín de la iglesia

y de los tribunales.

El “Cantar de Mio Cid” es la obra capital de la épica

española de la Edad Media, no sólo por ser el texto

mejor conservado, sino por su elevada calidad

estética. Sin embargo no se le puede considerar

propiamente como el poema más representativo

del género. Sucede así porque el cantar presenta

una serie de rasgos peculiares que le otorgan un

lugar diferenciado respecto del conjunto de las

gestas españolas del período y aun de la totalidad

de la épica románica. Esta idiosincrasia se

manifiesta especialmente en dos aspectos: la

caracterización del héroe y el modo en el que se

llega al desenlace.

Frente a modelos heroicos caracterizados por una

conducta extremada o por un componente casi

sobrenatural, el Cid del cantar es una figura, aunque de

adecuadas dimensiones épicas, mucho más humana. No

hay polaridades, sino equilibrio, mesura: es un buen padre

y esposo, un excelente guerrero, un perfecto caudillo y un

sabio gobernante, pero ante todo es un héroe mesurado,

algo bastante inusitado en el panorama de la épica

medieval. Relacionado con este punto es el segundo

aspecto: en lugar de vengarse de los infantes de Carrión,

opta por poner el caso en manos de la justicia y obtener

reparación por medios legales, en este caso presentando

una querella al rey Alfonso. Hay perfecta reparación, pero

los medios de obtenerla y su resultado son mucho más

sutiles que la tradicional masacre épica.

El “Cantar de Mio Cid” que hoy conocemos se conserva en

un solo manuscrito de 74 folios, más o menos cuatro mil

versos. Como el resto de la épica medieval española, estos

versos son anisosilábicos, es decir, de medida variable,

donde el elemento esencial, más que el cómputo silábico,

parece ser el número y distribución de los acentos dentro

del verso. Éste viene delimitado por una pausa versal, pero

contiene otra interna, la cesura, que determina la

existencia de dos hemistiquios, también de longitud

irregular. Cada uno de ellos puede oscilar entre las tres y

las once sílabas, si bien predominan los de seis, siete u

ocho. Además existe cierta tendencia a compensar un

hemistiquio corto con otro más largo, a fin de equilibrar

algo el verso.

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Las tiradas son de longitud bastante variable y, como cualquier otra estrofa, suelen tener cierta unidad temática, sin

que haya una equivalencia entre tiradas y episodios. El cambio de asonante, pues, no implica cambio de tema, aunque

sirve a veces para marcar determinadas transiciones, por ejemplo las distintas partes de una batalla, el paso de la

narración al estilo directo o el cambio de interlocutor.

Aunque el manuscrito de la obra aparece sin interrupciones, se suele dividir en tres partes o tiradas. Esta tripartición

recubre un desarrollo argumental que básicamente consta de dos secciones: la que se centra en el destierro del Cid y

en la conquista de Valencia, hasta el perdón real, y la que abarca desde que las hijas del Campeador se han casado con

los infantes hasta que, una vez vengadas, lo hacen con los príncipes de Navarra y Aragón.

Por todo esto, el viejo poema medieval puede seguir atrayendo y aun cautivando al lector moderno que, superando el

recelo que pueda inspirarle la lengua antigua y la reverente distancia que impone su carácter de clásico de nuestra

literatura, se atreva a asomarse a sus versos, para disfrutar con ellos.

2.4. El mester de clerecía

Durante los siglos XIII y XIV, en pleno apogeo de la

poesía juglaresca, se desarrolla paralelamente

una

escuela poética que entiende la poesía como un

oficio de hombres doctos y sabios. Es el

denominado mester de clerecía, al que se

adhieren los clérigos y las personas cultas en

general.

A pesar de su voluntad de oponerse al mester de

juglaría, las diferencias entre ambos mesteres no

son tajantes. La más evidente, en cuanto a la

forma, es el empleo de la cuaderna vía. La

apertura del «Libro de Alexandre» se puede

considerar el acta fundacional de esta nueva

escuela:

Características del mester de clerecía

Como ya hemos mencionado, la estrofa característica del

mester de clerecía es la cuaderna vía: cuatro versos

alejandrinos (catorce sílabas en dos hemistiquios de

siete) con una sola rima consonante. A diferencia, pues,

de los juglares, los poetas de clerecía respetan, en lo

posible, rigurosamente la métrica.

El lenguaje del mester de clerecía pretende ser mucho

más cuidado y selecto que el de los juglares. El poeta de

clerecía ha dejado el latín y emplea el romance para que

el pueblo lo comprenda, lo que lo obliga a ponerse a su

nivel. Por esto, y sin prejuicio de su mayor perfección

formal y frecuente exhibición erudita, el mester de

clerecía relata sus historias en tono menos elevado que

el de la épica, pues ésta, por el carácter heroico de sus

temas, tiende habitualmente a levantar el tono narrativo

de su relato.

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Otra característica fundamental del mester de

clerecía radica en su temática. Lo esencial reside

en que el mester de clerecía trata de temas

eruditos, es decir, de materias que no han sido

tomadas de la directa observación de la vida

ordinaria, de la experiencia o de los

acontecimientos del país (como hacían los

juglares), sino del saber escrito al que no se tenía

acceso sin una dedicación estudiosa.

Dos son las características que diferencian el

mester de clerecía en el siglo XIII:

1) fuerte apego a la cuaderna vía.

2) anonimia (con la sola excepción de

Berceo): obras de carácter mucho más impersonal,

más rígido y literariamente más objetivo (el

natural primitivismo de la época no consiente

todavía en la proyección personal del escritor).

Tres obras que destacan en este período fueron el

«Libro de Apolonio», el «Libro de Alexandre» y el

«Poema de Fernán González», que aunque de tema

épico su forma deriva de la cuaderna vía. Sin

embargo, sobre estas tres obras se alza la figura del

primer poeta castellano del que conocemos el

nombre, Gonzalo de Berceo, y su obra más

representativa, los “Milagros de Nuestra Señora”.

El siglo XIV representa el inicio de una crisis que

atañe a todos los aspectos de la vida y la cultura y

que provoca el giro decisivo hacia una nueva

sociedad a partir del siglo siguiente. Van a empezar

a caducar muchos valores que antes se

consideraban inconmovibles y el ascenso de la

burguesía supone una ruptura con las instituciones

y fórmulas consagradas por la tradición.

También con la burguesía aparece una nueva literatura de

tono realista y satírico en la que la astucia y el dinero

reemplazarán a los ideales caballerescos y religiosos de

épocas anteriores. Se aprende el goce de vivir, se descubren

los placeres del cuerpo, se desea el amor en toda su

plenitud carnal.

Didáctica, realismo, sátira, humor, sentido práctico de la

existencia, gusto por lo inmediato, afán de gozar, son las

más sobresalientes características de las producciones

literarias del siglo XIV. Es precisamente en esta época de

cambios cuando ve la luz el «Libro de Buen Amor» de Juan

Ruiz, el Arcipreste de Hita, y las últimas muestras del

mester de clerecía.

Se reduce, además, la producción anónima, mientras, junto

a la literatura burlesca, encontramos fábulas y apólogos

con moralejas que intentan trazar pautas de convivencia y

normas morales de conducta. En esta nueva literatura, la

cuaderna vía se mezcla con formas métricas nuevas.

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2.5. La lírica del siglo XV

En el siglo XV entra en crisis el sistema de valores medieval

y se va imponiendo cada vez más una mentalidad terrenal.

Se consolida la burguesía: el comercio y las ciudades

adquieren un protagonismo decisivo, así como valores

mundanos (bienestar material, ansia de riquezas…).

Además, la cultura se convirtió en signo de distinción entre

nobles y burgueses adinerados (comienzan a escribir

poesía trovadoresca), y las cortes y las universidades

fueron sustituyendo a los monasterios como principales

centros del saber, recuperando el arte y el pensamiento

clásico, que se convierten en modelo.

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2.5.1. La poesía culta: los cancioneros

Denominamos poesía culta o lírica cortesana a la

que se desarrolla en las cortes y que se ha

conservado por medio de cancioneros que, a modo

de antologías, recogían la producción de los poetas,

sin criterio ordenador ninguno.

En ellos se revela una fuerte influencia

trovadoresca y provenzal. Se trata de breves

canciones líricas, hábiles e ingeniosas

composiciones de estilo ligero y metros cortos (el

octosílabo), destinadas al canto. Sus temas, ya sean

amorosos o satíricos, siguen reflejando los tópicos

provenzales, en especial, el amor cortés.

Sin embargo, a medida que avanza el siglo, se deja

sentir la progresiva influencia italiana de Dante

(1265-1321) y Petrarca (1304-1374), y el gusto

por la imitación de la literatura clásica latina.

Dos autores que reflejan bien este tipo de poesía

son el Marqués de Santillana (1398-1458) y Juan

de Mena (1411-1456). Aunque el poeta más

representativo de este periodo es Jorge Manrique,

que escribió un poema que aún hoy nos sigue

conmoviendo, las “Coplas a la muerte de su padre”.

Son pocos los datos que tenemos de Jorge Manrique: nació

en Palencia, alrededor de 1440, en una familia noble

castellana, se dedicó por igual a las armas y a las letras, y

murió como soldado en 1479.

Su creación literaria también es escasa, con composiciones

que hablan de amor (al estilo de Dante y Petrarca) y

algunos poemas burlescos. Sin embargo, su mejor poema,

el que le ha dado la inmortalidad, es el que dedica a su

difunto padre poco después de su muerte.

El poema consta de 44 coplas de pie quebrado, esto es,

estrofas ordenadas en dos sextillas cuyos versos tercero y

sexto son de 4 o 5 sílabas: 8a8b4c 8a8b4c. Aunque la

utilizaron otros poetas, Manrique le dio fama, llegando a

ser citada también como copla manriqueña.

En cuanto a la estructura interna del poema, suele dividirse

en tres partes:

- Estrofas 1-13: Brevedad y caducidad de la vida. La vida es

vista como un camino, un río, y la muerte no como una

enemiga, sino algo natural y esperable.

- Estrofas 14-24: Ejemplificaciones. Desarrolla la fórmula

del ubi sunt?: ¿dónde están los que vivieron en el mundo

antes que nosotros? Todos somos iguales ante la muerte.

- Estrofas 25-40: Elogio de su padre, especialmente por su

forma de enfrentarse a la muerte, tránsito a otra vida.

La fama y el éxito de las Coplas fue inmediato, no solo por

la gran cantidad de copias que se encuentran desde finales

del siglo XV, ni tampoco por las múltiples versiones

musicadas que podemos escuchar de ellas, sino porque la

forma de abordar la muerte por Manrique ha calado en la

tradición popular y sus imágenes y metáforas siguen

siendo utilizadas hoy, casi 600 años después de que las

compusiera. Esa es la magia de la buena literatura.

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Tercero de ESO. IES García Lorca (Algeciras)

2.5.2. La poesía popular: los romances

Dentro de las formas poéticas populares, el

romance ocupa un lugar destacado. En el siglo XIV,

los cantares de gesta entran en decadencia y, a

causa de su excesiva longitud, comienzan a

fragmentarse. Sobrevivirían así las partes de

mayor interés para el público, los momentos más

intensos desde un punto de vista narrativo o

emotivo.

Ante el rápido éxito de estas composiciones,

pronto los juglares crearían sus propios romances,

con temas épicos o de naturaleza más lírica, y los

difundirían por toda la Península. Por ello, no

puede identificarse el romance con el género épico,

ya que desde muy temprano aprovecha también

los recursos propios de la lírica popular. Suele

definirse, entonces, como un género épico-lírico.

El conjunto de romances tradicionales de creación

anónima, transmisión oral y compuestos para el

canto recibe el nombre de ROMANCERO VIEJO.

Estos romances surgen en los siglos XIV y XV, pero

la popularidad de este tipo de poesía llevó a que en

siglos posteriores se imitaran y construyeran

nuevos romances, algo que llega hasta nuestros

días.

Características métricas y estilísticas

El romance es un poema no estrófico, es decir, de

extensión no fija, de versos octosílabos con rima

asonante en los versos pares y en el que quedan

sueltos los impares. Esta característica métrica

parece confirmar su origen a partir de los cantares

de gesta, en los que la medida más frecuente era la

de dieciséis sílabas. El romance resultaría de

dividir en dos una tirada de un cantar de gesta.

La transmisión oral es la causa, al igual que ocurría en los

poemas del mester de juglaría, de que algunos recursos

estén dirigidos a actualizar los acontecimientos y a

modelar la actitud del auditorio.

Quizá la característica más peculiar sea la tendencia a la

fragmentación, debida a su origen: las escenas comienzan

in media res, sin exponer los antecedentes de la acción. Sin

apenas introducciones, se nos sitúa bruscamente en mitad

del hecho narrado. Basta el primer verso para dar el tono

de la acción y crear la atmósfera del poema.

Pero más significativo es que se truncan también

abruptamente en el momento de mayor intensidad. Así, el

romance se va a caracterizar por su capacidad de

sugerencia, pues causa una gran intensidad imaginativa y

emocional en el oyente.

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3. LA PROSA MEDIEVAL

3.1. Alfonso X "El Sabio"

La prosa medieval tuvo un desarrollo tardío. Durante los

primeros siglos de la Edad Media el latín siguió siendo

empleado como lengua de cultura en los textos legales,

religiosos y literarios. Habrá que esperar hasta el reinado

de Alfonso X "El Sabio", en el siglo XIII, para que el

castellano comience a convertirse en una lengua de

prestigio.

Tercero de ESO. IES García Lorca (Algeciras)

El reinado de Alfonso X abarca desde 1252, cuando

sucede a su padre Fernando III, hasta 1284. La

gran importancia de Alfonso X en nuestra historia

radica en el impulso que dio al romance castellano

a través de la reorganización de la Escuela de

Traductores de Toledo y de su

equipo de trabajo.

Entre las obras jurídicas de Alfonso X dos son las

fundamentales:

-el «Fuero Real»: el primer código unificador

castellano, que intenta superar la diversidad de

ordenamientos y costumbres locales.

-«Las Siete Partidas»: compuestas entre 1256 y

1265, forman un compendio de la vida medieval

castellana, insustituible para conocer los detalles

de la organización religiosa, política, social y

económica del momento.

Dos son las grandes obras historiográficas de

Alfonso X:

-la «Estoria de España»: también llamada «Primera

Crónica General», se refiere únicamente a la

Península, desde sus míticos primeros pobladores

hasta la invasión árabe de 711. Fue la primera

historia de cualquier nación europea, exceptuada

la anglosajona, que se haya escrito en “lengua

moderna”.

-la «Grande e General Estoria»: es una historia

universal, la más antigua de esta especie escrita en

lengua vulgar, que comienza con la creación del

mundo y trata sobre los pueblos de la Antigüedad.

Reciben el nombre de “tratados científicos” unos

libros a los cuales Alfonso X debió, en gran parte,

su gran fama entre sus contemporáneos, y son:

-los «Libros del Saber de Astronomía»: una

recopilación de las doctrinas de Ptolomeo en la

que trata de sistematizar los movimientos de los

astros y las constelaciones.

-las «Tablas alfonsíes»: resultado de miles de anotaciones

realizadas en el observatorio que el rey hizo construir en el

castillo de San Servando de Toledo. Tratan del sol, de la

luna, de los planetas y de algunas estrellas.

-el «Lapidario»: que trata de las propiedades de las piedras

preciosas.

-el «Setenario»: libro misceláneo que trata sobre asuntos

jurídicos o referentes a las siete artes medievales.

En cuanto a las obras de recreo, destacan los «Libros de

açedrex, dados e tablas», que mandó redactar a la vista de

originales árabes y que es el más bello tratado sobre dicho

juego compuesto en la Edad Media.

Sin embargo, la prosa de ficción en castellano tendría que

esperar al siglo XIV para eclosionar, especialmente debido

a la figura de don Juan Manuel.

3.2. Don Juan Manuel

Nieto de Fernando III, sobrino de Alfonso X, primo de

Sancho IV, tío de Fernando IV, tutor de Alfonso XI… don

Juan Manuel nunca olvidó quién era y de dónde venía ni

permitió que otros lo olvidaran. Desde muy joven

desempeñó importantes cargos políticos.

Nació en Escalona (1282), hijo de doña Beatriz de Saboya y

de don Manuel, último hijo del rey Fernando

III. En poco menos de un mes pasa de la mayor gloria

política a sufrir la mayor afrenta: Alfonso XI pide la mano

de su hija en matrimonio; pero la encierra e inicia

conversaciones para casarse con María de Portugal.

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Siendo de avanzada edad se retiró al monasterio de Peñafiel – que él mismo había fundado – para entregarse al

reposo y al cuidado de su obra; allí fue enterrado, probablemente, en 1348

Se tomó más molestias que ningún otro escritor medieval en preservar su obra; fue inútil, porque los textos que

guardó con celo en el monasterio de Peñafiel corregidos de su mano se perdieron en un incendio.

En la obra de don Juan Manuel predomina el elemento didáctico-moral, fundamentalmente inspirado en la religión

cristiana y en los conceptos tradicionales de la Edad Media. Su obra más importante y a la que le debe la fama, «El

Conde Lucanor».

Terminado en 1335, se conserva en la actualidad en cuatro códices, si bien se sabe de la existencia de un gran número

de manuscritos (perdidos hoy) que dan cuenta de la fama y difusión de que gozó la obra en su tiempo: representa el

momento de mayor perfección del arte narrativo de don Juan Manuel y es, sin duda, por la que es reconocido

universalmente como el mejor prosista español del siglo XIV.

El libro se compone de dos prólogos y cinco

partes diferenciadas entre sí, aunque la más

importante es la que se compone de 51 ejemplos.

Don Juan Manuel concibe y escribe su obra con

una misión específica: su vocación de escritor es

fundamentalmente didáctica. La forma que elige

para comunicar este didactismo es el exemplum,

insertándose en un contexto general que va desde

el «Calila e Dimna» al «Libro de Buen Amor» del

Arcipreste de Hita.

Los temas tratados están condicionados y se

basan en la honra del caballero: la fama, la

amistad, el desinterés, la gratitud, la prudencia,

las malas consecuencias de la ira, la codicia, la

soberbia, la adulación… La posición, sin embargo,

de don Juan Manuel ante la vida no siempre se

puede decir que se inspira en la moral más

estricta: el disimulo y la cautela son consejos

frecuentes en el libro. Entre tan variados temas

destaca el del consejero, que además de formar

parte de la base estructural de la obra, se

convierte en central: del consejero se hace una

continua alabanza y se insiste en su necesidad.

Los cuentos siguen siempre una misma estructura: el

conde Lucanor plantea un problema a Patronio y le pide

consejo; este lo relaciona con una anécdota de la que se

deduce una pauta de conducta y que después refuerza

con un cuento; al final, en unos versos finales se recoge la

moraleja de la historia.

Si para Alfonso X la lengua tenía un valor esencialmente

instrumental, en su sobrino la lengua se hace arte. Su

ideal fue la selección, claridad y concisión a la vez, como

correspondía a la finalidad didáctica de su obra:

consiguió hacer amena y agradable una enseñanza. Sin

embargo, su prosa, precisa siempre, conserva aún rasgos

que revelan la inmadurez de la lengua.

De todas formas, el léxico rico y selecto, la adjetivación

precisa y colorista, la frase cargada de intención, el

equilibrio perfecto entre las partes del periodo,

convierten a don Juan Manuel en el máximo prosista de

nuestro siglo XIV.

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4. EL TEATRO MEDIEVAL

Antes del siglo XV apenas existen textos teatrales

en lengua castellana. El más antiguo que ha llegado

hasta nosotros es el «Auto de los Reyes Magos», del

siglo XII.

En el siglo XV surgen autores que cultivan teatro

religioso y también de entretenimiento, pero sin

duda la pieza más importante es «La Celestina» de

Fernando de Rojas, una de las obras maestras de la

literatura universal.

La primera edición se publicó en Burgos en 1499.

Constaba de 16 actos y se titulaba «Comedia de

Calisto y Melibea». Al frente llevaba una carta

donde explicaba que había encontrado el comienzo

de un autor anónimo, y le había gustado tanto que

en quince días la acabó él.

En los preliminares figura también un poema en

versos acrósticos en que se lee: "El Bachiller

Fernando de Rojas acabó la comedia de Calisto y

Melibea y fue nascido en la Puebla de Montalbán".

Las ediciones hechas en Sevilla, Toledo y

Salamanca, de 1502, se titulan «Tragicomedia de

Calisto y Melibea» y tiene 21 actos (cinco más).

Este es ya el texto definitivo.

«La Celestina» (título con el que se llegó a conocer)

debe su trascendencia al vigor con que los

personajes viven pasiones llevadas al extremo,

desde la pasión carnal a la codicia o la avaricia.

El personaje de la alcahueta remite a la

Trotaconventos del «Libro de Buen Amor». El

“argumento de toda la obra”, que hoy se admite

como de Rojas, dice:

«Calisto fue de noble linaje, de claro ingenio, de gentil

disposición, de linda criança, dotado de muchas gracias, de

estado mediano. Fue preso en el amor de Melibea, muger

moça, de alta y serenísima sangre, sublimada en próspero

estado, una sola heredera de su padre Pleberio, y de su madre

Alisa muy amada. Por solicitud del pungido Calisto, vencido

el casto propósito della (entreveniendo Celestina, mala y

astuta muger, con dos servientes del vencido Calisto,

engañados, e por ésta tornados desleales, presa su fidelidad

con anzuelo de codicia y de deleyte), vinieron los amantes e

los que les ministraron, en amargo y deostroso fin. Para

comienço de lo cual dispuso el adversa fortuna lugar

oportuno, donde a la presencia de Calisto se presentó la

deseada Melibea».

Podríamos tal vez decir que en «La Celestina» la pasión,

diosa del desorden, verdadera dueña de cada vida

individual, se alza a la categoría de destino. Pasión y

destino son, en el fondo, una sola máscara trágica. Dios, al

que se invoca, irónicamente, para la realización de los

propios fines, está ausente de la humana ciudad de «La

Celestina».

«La Celestina» supera todo lo que se hacía en su época para

convertirse en una de las obras maestras de la literatura

española. Sabe trascender de su momento histórico.

Muestra de ello es que, desde el siglo XVI, es una de las

obras más leídas de nuestra literatura. Su valor es

indiscutible.

Se hicieron continuaciones de la obra, se ha señalado su

importancia para el futuro del teatro español, sobre todo al

romper con la tradición anterior de férrea distinción de

géneros. Sin embargo, en su época sólo se valoraba lo más

zafio y grotesco de la obra, como se comprueba en las

continuaciones. Es el precio que pagó por su asombrosa

originalidad.

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