Apuntes Sobre Narrativa y Poesía Hoy

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Apuntes sobre narrativa y poesía hoy Nancy Fernández A Elsa Kalish Preliminares Hablar de “escrituras contemporáneas”, implica detenerse en un proceso de trabajo y de creación; supone pensar un conjunto de operaciones materiales de realización en base a prácticas del lenguaje que atañen al imaginario social, la cultura, el orden simbólico. Como lectores del presente, se trata de asumir el riesgo y la dificultad de construir un objeto sin la mediación de una distancia histórica. En este trabajo no propongo cierres ni quiero dar soluciones; estoy lejos de creer que sea un perspectiva total y acabada pero si confío en que sea un punto de partida para pensar, ni más ni menos. Se trata, sobre todo, de esperar una proyección, una continuidad a largo plazo en el trabajo de constituir poéticas (obras o textos). Con el uso de un lenguaje a menudo disfuncional en cuanto a las preceptivas, normas y convenciones, los textos de hoy se afirman en la neutralidad de los géneros, sosteniendo la condición inacabada de su forma, prescindiendo de toda demanda de especificidad. Como sea, la escritura que de alguna manera se quiere literaria, nunca deja de señalar la condición de su tiempo, en cuanto al presente pero también en relación con la historia; y en este sentido, la contemporaneidad es signo y motivo de una hipotética representación. La escritura asume la necesidad de construir el mundo con los restos de la esfera pública, con lo que queda de una cultura dispersa entre los residuos del discurso social y los fragmentos de una esfera privada. Sin duda, el acto de escribir consigna todavía las marcas de un sujeto de enunciación, los rastros de un artificio que se hace cargo, no obstante, de una tarea impropia: borrar el sello de la firma, jugar con el nombre civil y los personajes protagónicos en primera persona. Por lo tanto se diría que hoy, la escritura pone de manifiesto la caducidad del blindaje en torno a una estable propiedad identitaria. Si el “si mismo” manifiesta sus grietas, la figura y el motivo que aparecen en los textos, ahora están más ligados a la intemperie, a una noción muy actual de vacío o de despojo, a la falta de rescoldo o de morada que reserven al silencio el tono bajo de la confidencia y la intimidad. Probablemente, en la ausencia de refugio resalten mejor los rasgos más temperamentales, la pulsión más genuina en los trazos de la letra, en la fisonomía de los personajes, en el tono de la voz; así, la puesta en escena va de la escritura poemática, la narratividad fragmentaria al montaje con lenguas urbanas y sucesos

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Apuntes sobre narrativa y poesa hoy Nancy FernndezA Elsa Kalish

PreliminaresHablar de escrituras contemporneas, implica detenerse en un proceso de trabajo y de creacin; supone pensar un conjunto de operaciones materiales de realizacin en base a prcticas del lenguaje que ataen al imaginario social, la cultura, el orden simblico. Como lectores del presente, se trata de asumir el riesgo y la dificultad de construir un objeto sin la mediacin de una distancia histrica. En este trabajo no propongo cierres ni quiero dar soluciones; estoy lejos de creer que sea un perspectiva total y acabada pero si confo en que sea un punto de partida para pensar, ni ms ni menos. Se trata, sobre todo, de esperar una proyeccin, una continuidad a largo plazo en el trabajo de constituir poticas (obras o textos). Con el uso de un lenguaje a menudo disfuncional en cuanto a las preceptivas, normas y convenciones, los textos de hoy se afirman en la neutralidad de los gneros, sosteniendo la condicin inacabada de su forma, prescindiendo de toda demanda de especificidad. Como sea, la escritura que de alguna manera se quiere literaria, nunca deja de sealar la condicin de su tiempo, en cuanto al presente pero tambin en relacin con la historia; y en este sentido, la contemporaneidad es signo y motivo de una hipottica representacin. La escritura asume la necesidad de construir el mundo con los restos de la esfera pblica, con lo que queda de una cultura dispersa entre los residuos del discurso social y los fragmentos de una esfera privada. Sin duda, el acto de escribir consigna todava las marcas de un sujeto de enunciacin, los rastros de un artificio que se hace cargo, no obstante, de una tarea impropia: borrar el sello de la firma, jugar con el nombre civil y los personajes protagnicos en primera persona. Por lo tanto se dira que hoy, la escritura pone de manifiesto la caducidad del blindaje en torno a una estable propiedad identitaria. Si el si mismo manifiesta sus grietas, la figura y el motivo que aparecen en los textos, ahora estn ms ligados a la intemperie, a una nocin muy actual de vaco o de despojo, a la falta de rescoldo o de morada que reserven al silencio el tono bajo de la confidencia y la intimidad. Probablemente, en la ausencia de refugio resalten mejor los rasgos ms temperamentales, la pulsin ms genuina en los trazos de la letra, en la fisonoma de los personajes, en el tono de la voz; as, la puesta en escena va de la escritura poemtica, la narratividad fragmentaria al montaje con lenguas urbanas y sucesos policiales. Podra decirse que la imagen figura lo efmero o una desaparicin prxima: del mundo, del sujeto o del yo. Es posible que no podamos definir con certeza el estatuto de lo nuevo en la literatura de hoy; quizs tampoco sea necesario reclamarlo. Qu es la literatura hoy? Variaciones sobre el realismo. Toda vez que surge el realismo, la representacin literaria se instala como problema cognitivo, filosfico, terico y esttico, segn lo cual el peso de la referencia puede incidir en una abstraccin dialctica y conceptual (en tanto condicin de la generalidad objetiva que vimos en la perspectiva ms ortodoxa de Georg Luckacs). Pero ms all del sistema de mediaciones cuya perspectiva de totalidad instal las bases del realismo clsico (basado en la esttica de la mmesis), el lenguaje propone sus propios regmenes entre lo verdico y lo verosmil. Ms que en la certeza del dato, la eficacia de un texto realista depender sobre todo de la estrategia diseada para hacer creer (en trminos de De Certeau) en la materia de la escritura, como resultado (y como proceso) de la dinmica de una enunciacin. As, cercana o distancia, presente o pasado inscriben la posicin y el estilo del escritor en funcin del objeto de su decir. La literatura argentina de hoy, en narrativa, puede tener a la historia nacional como intencin explcita (Martn Kohan), a la identidad cultural del yo (los libros, la msica, la lengua en Florencia Abbate); en poesa, el corte que Arturo Carrera establece en Los Monstruos hace ingresar a la poesa finisecular (los ms jvenes, los ms recientes), en una fase posbabel, en cuanto al umbral de los 90 y los comienzos de un nuevo milenio. Convengamos que el fin de siglo siempre fue un problema para la cultura occidental, en cuanto a la delimitacin de sus objetos, la coexistencia de corrientes distintas, en cuanto a los sntomas de la subjetividad. El caso de Los Monstruos irrumpe con la seal intempestiva de un prodigio o de un acontecimiento, hacindose, por ello mismo, visible, notable en su mostracin (cfr. prlogo de Carrera). De cualquier manera, es necesario volver siempre hacia las lneas ms notorias de ese mapa, donde la literatura se concibe como paradoja constitutiva entre autonoma y heteronoma (T.W. Adorno; pero tambin J. Ludmer y A. Huyssen). La autonomizacin esttica fue necesaria para consumar el proceso histrico de secularizacin cultural y tambin es cierto que el arte manifiesta desde sus comienzos su paradjica constitucin, autosuficiente y desvinculado, segn las leyes de la mercanca. Pero si la separacin de esferas fue posible por la emergencia de la sociedad civil, hoy podramos preguntarnos en que consiste la civilidad y cuales son las formas que regulan los lugares de uso, de prstamo e intercambio en las producciones artsticas; la pregunta sera en qu condiciones (histricas, econmicas, institucionales, culturales, polticas), tal o cual poema, tal o cual relato es un producto del margen (por eleccin deliberada) o un residuo marginal (en tanto decisin externa que impone el mercado, la institucin, las editoriales, etc. De ah en ms, el arte dar cuenta de las condiciones tcnicas de produccin, independientemente de su integracin o su rechazo. Hoy por hoy, la literatura es impensable fuera del circuito tcnico y masivo. Daniel Link, que fue colaborador de la revista Babel, es sin duda un referente bisagra en cuanto a las operaciones que realiza con el canon de la literatura, y los usos ms contemporneos de la cultura masmeditica (La ansiedad, Monserrat). En la poesa actual, la forma de lo real sintetiza al menos una lnea que repara en la circulacin de las lenguas sociales y en otra que adopta un giro ms intimista o confidente. Pero tambin, se puede pensar en un trabajo simultneo entre ambas. Para narrativa o para poesa, el marco genrico lo sigue brindando la historiografa, la crnica, el diario ntimo, el diario de viajes, la autobiografa, ahora con las posibilidades tcnicas de la comunicacin ciberntica. En todo caso, la escritura hoy manifiesta la migracin de lo literario, con el acento puesto en una neutralidad e indeterminacin de las formas, gradualmente sustitutas de aquellas que fueron cannicas. Sin embargo, an hoy se puede reconocer un residuo secular insistente en el culto de la palabra, en el enigma retrico que descansa sobre la confidencia delicada, o en la gracia genuina de la belleza y del amor. De qu hablamos cuando hablamos de lo real? Silvio Mattoni (El bizantino, Canforas, Hilos, Poema sentimental, y la reciente aparicin de El descuido, entre otros) testimonia el interrogante, con una prctica potica que complementa como crtico y como traductor (Bataille, Agamben; Michaux). Precisamente es en este, su ltimo libro donde hace de la fotografa (el invento de la modernidad, el objeto privilegiado por la vanguardia histrica) el pretexto para grabar una imagen familiar. La intimidad, la experiencia de la propia vida sobre el filo riesgoso del lenguaje, la ficcin consciente y deliberada de la sinceridad, no son ajenas al material ms autntico de lo real en tanto materia de escritura y de representacin. Del humor melanclico al humor dichoso, Mattoni manifiesta una concepcin experimental de la poesa en la relectura, conocedora por desprejuicida, de la cultura clsica (de la antigedad a la modernidad). En una lnea afn, se podra situar a Walter Cassara (Juegos apolneos) y a Osvaldo Bossi (Fiel a una sombra). Mientras, Martn Gambarotta (Punctum, Seudo) pone a prueba los cortes significantes donde la palabra atomizada apunta a superar la lgica racional. As es como la experiencia social aparecer desde el ejercicio ms singular que se ve permeado, filtrado por la forma de un lenguaje esclerosado. En la recuperacin de aquel mbito que la literatura quiso salvar como su propio recinto; o de aquel modo que la concibe ms cercana al detritus de las hablas sociales, la escritura hoy (ms que literatura) sigue poniendo en prctica el desvelo intenso por tocar el objeto imposible de su deseo. -------------------------------------Frente a cierto escepticismo ante la repeticin de frmulas y procedimientos, a pesar de posiciones sostenidas sobre principios normativos de buen gusto y calidad, la literatura actual sincroniza los efectos de su impacto; contra el riesgo crtico que supone hablar de falta de originalidad, algunos de estos libros sintonizan la frecuencia de su propio tiempo, ah donde el presente muestra su condicin inaugural insistiendo en la pertenencia de lo cotidiano. Sin la premura de ver en todos grandes autores, se trata sin embargo de evitar la penalizacin nihilista a quienes recurren otra vez a la stira o al pastiche. De este modo, Metal pesado, de Alejandro Rubio (Siesta), Cosa de negros (pero tambin Las aventuras del Sr. Maiz), de Washington Cucurto, Guan to fak, de Alejandro Lopez (Interzona) son muestras de una produccin actual que llega ms all de lo bizarro. Tomando el caso de Rubio, la Carta abierta del comienzo no slo inscribe un destiempo entre el sujeto de enunciacin y los sujetos de su invectiva sino tamben entre los espacios recorridos. Es clara la diferencia entre la guarida y la masa annima resguardada en las pancartas de Tradicin, Familia y Propiedad. Pero la diferencia para constituirse, necesita de una descripcin que enfatice los contornos de las figuras y lleguen a ser hiperblicamente visibles para el lector (con una visibilidad que encuentra afinidad con Andi Nachon). As contrasta los felices hogares repletos de T.V., freezer y microondas con el celular policial, all donde el consumo y violencia son las bisagras para un cambio de ritmo: de la retrica denostativa a la narracin. Esa es la excusa para jugar con variaciones de retratos y objetos como materia de un realismo potico a medias; la escritura irregular en versos junto a los motivos ligados con la cotidianeidad de la pobreza provinciana, constituyen la base de un mundo (lazos y cortes desde el margen), de una posicin del yo (alternancia entre contaminacin y observacin distante) y un tono (lejos de una actitud lacrimgena y ms cerca de la irona). En este sentido, La puta sadomaso abre un repertorio de usos y costumbres en relacin al trabajo y al sistema de creencias; por eso conviven el deseo de vagar por el Once con cenas magras compartidas en pocilgas de servidumbre; aunque aqu no falten estatuillas de santos. Tanto las calles y esquinas sin referencia como las seales concretas de un espacio, dan comienzo a la ciudad como el motivo clave de una escritura poemtica emparentada con el argot propio de la neogauchesca; y ah se pondr en juego, con las transformaciones del caso, las frmulas dialogadas, no como intercambio de cuitas sino como apelacin en sordina a un interlocutor annimo. Locucin que adems de un exceso de consonancia en la rima, lo que da pie a la comicidad de la lengua como pudo haberla entendido Nstor Sanchez, motiva la fragmentacin inconclusa de un historia en sintona continua con el inicio de una nueva; de recordar el andn de Constitucin a caminar por el pasillo entre los ranchos, se revela la presencia oracular y sentenciosa del compadre Cristforo Butn, entre consejos metafsicos y profecas sobre tierras baldas. La marca del yo es fuerte en casi todos los poemas de Rubio (El gran arte, El carancho -con la parodia resonante en la voz de nevermore- Cuatro meditaciones, Oeste), y de los tres este ltimo ensambla las palabras sueltas a las que busca dar forma mirando por la ventanilla del vagn, o acerndose con la friccin de las torcidas vas del Sarmiento. Pero el autor tambin recurre a la tercera persona en Domingo al medioda y paradojicamente, la distancia es el modo ms directo de entrar en la materia; las cosas se ven (se tocan) tan cerca como la imagen desdoblada del que se lava los dientes frente al espejo del bao. Entre los detalles de un tiempo que pasa y no pasa, los objetos entrevistos se despliegan como instantneas de una naturaleza muerta, rmoras de la cotidianeidad actual: lo que queda de una cena pobre se complementa con restos de yerba y un atado de Marlboro box. Alternando con el hiprbaton y el artificio de la lengua rural (ortografa, lxico), se cruzan campo, suburbio y ciudad. Son motivos pero tambin ndices formales; porque el margen no es otra cosa que el borde para tordos, vacas, arrieros, para chongos y psicpatas; el lmite de una estructura repetitiva donde el punteo (metlico, pesado) parece ir siempre hacia la direccin de un punto fijo. Real, virtual.Si algo se pone en evidencia es que cambiaron los vientos para la pregunta de Barthes, acerca de qu es lo publicable en el campo de lo literario. El caso de Alejandro Lopez contempla la posibilidad de trabajar con tipos y estereotipos sociales, bordeando los lmites de lo que podra acercarse a algn modo de realismo con la puesta en escena de un dilogo entre Vanesa (un travesti) y su prima Ruthy, sobre sus historias de amor, de sexo y trabajo; cuando despus aparecen los discursos vinculados al periodismo, a los expedientes y actas judiciales a la manera testimonial, la novela o el guin cinematogrfico (tenindolo en cuenta como pretexto) se arma con fragmentos al modo de un puzzle. Cada pieza aade algo, permitiendo entrever lo cada una mostr o escondi; tal es el modo en que funcionan los ritos religiosos, las ciencias ocultas y los nmeros mgicos de la quiniela. Esa ficcin que trafica con el registro documental, dio lugar a la polmica en torno del lugar que ocupa Lopez en la literatura, su inscripcin en el sistema de legados y filiaciones. Sin embargo, lo que quiza coloque a Lopez en el centro del conflicto (cfr. Sarlo; cfr. Giordano), resida en el registro que toma. Desde el momento en que hablamos de la escritura de Lopez, en cuanto a los efectos, es claro que desaloja deliberadamente el sistema de valores (gusto, clasificaciones, admisin o exclusin del territorio de lo literario). Pero si introduce una diferencia con respecto a Puig (lgica por otra parte), no se trata tanto de una novedad sino de una marca cultural que garantiza la pertenencia a un momento histrico determinado. Lo distintivo reside precisamente en el carcter del medio con el que trabaja: una suerte de ficcin en segundo grado. Mientras Puig representaba las voces medias y populares de su Villegas natal (pensemos en Boquitas pintadas, en los secretos de alcoba, inconfesables para la moralina pequeoburguesa pero incontenibles en su sentimentalismo y su pasin), Lopez muestra el proceso de su construccin con materiales que vienen simultaneamente de la escritura (el chat, el messenger, el e-mail) en tanto simulacro de la oralidad. O hablan como si escribieran, donde la mediacin del tiempo es un factor determinante (no se trata del instantneo dilogo oral) o escriben como si hablaran (donde el tiempo es el medio para fingir una conversacin en sincro); un trueque de historias corre en paralelo a la transformacin inminente: de la estructura de la lengua y de la lengua del cuerpo. La velocidad y la transformacin concretan los cambios en el nivel de las reglas lingusticas. Vane se transforma a la vez que modifica su fraseo respecto respecto al sistema general de cdigos. Ella se entiende con su interlocutora en el cambio, la modificacin literal del discurso. La letra simula, compone una inflexin oral, en los cortes, en los cambios, en los giros; y entonces all toma la oralidad como lo dado, como lo real en su facticidad. La grafa que re-presenta la escritura electrnica, es un hecho en tanto proceso y resultado de una construccin. Si, comparado con Puig, Giordano vea una desventaja para Lopez, lo inaudible puede que radique en la naturaleza del soporte que toma Lopez para su ficcin. Est claro que el ciberespacio de Lopez sube la frecuencia del susurro indebido que circulaba en Puig. Al no estar la voz en juego (porque, insisto, no se re-presenta una charla cara a cara), la altura o la cada del tono confidente o intimista depender de la base material; as, la escritura electrnica ficcionaliza la simultaneidad de una economa discursiva que intercambia sus enunciados. Keres cojer? se escribe rpido, como si yendo directamente al grano, se jugara con la posibilidad de terminar con la teleologa sin fin de una cultura moderna, tal como Simmel la vea. En Kers cojer?, ni la eficacia del enunciado depende del sonido (de la phon), ni su real materialidad queda obturada en su inherente virtualidad. En este sentido, el texto se propone desde asignaturas pendientes de un interrogante: quines son y dnde estn esos nuevos sujetos sociales, destinatarios de estos cdigos que desplazan a las normas y reglas lingusticas; cmo se formulan los nuevos pactos de admisin y exclusin en una esfera virtual del ciberespacio? Qu nuevos modos de relacin aparecen entre las personas? Qu seas de certeza e identidad manejan? El E-mail y el chat parecen asumir una funcin paralela al sistema de la lengua, en torno de la aceleracin y la velocidad. Llegado este punto, es lcito preguntarse acerca de lo que hoy significa cultura de masas y de que modo la cultura tecnolgica, produce, en trminos de Sloterdijk, un nuevo estado de agregacin del lenguaje y la escritura. Si Cucurto (ni tan clsico ni tan simple), jugaba en el lmite de la autenticidad y el simulacro a partir del seudnimo como versin del nombre propio (lo cual aparece no solo como firma en la tapa del libro sino como personaje), Lopez experimenta con lo real participando de la reconstruccin de los hechos en el papel de informante; pero tambin, al hacer un relato con los materiales de la televisin y de la informtica, se coloca en su presente para plantear al cuerpo de la lengua sus posibilidades de uso y transformacin. En tanto productos efectivos de una programtica anticorreccin, tanto Lopez como Cucurto potencia el artificio desde lo representado como desde el acto de representacin, mostrndonos no una nivelacin proporcionada y recproca, sino una contaminacin deliberada entre arte y vida. Deudas, prstamos y tributos.La escritura es el modo de enlazar literatura y experiencia. Si bien es cierto que hay una puesta en escena, un teatro de la accin, no se trata de la misma composicin programtica de la vanguardia histrica, ocupada en desautomatizar los mecanismos de la percepcin con una sintaxis distinta de la del modernismo. Hoy podra decirse que, de existir lo nuevo, su frmula se concentra en la captura de sensaciones que promuevan la potencialidad de lo visible, impregnando al texto con marcas de exhibicin, desenfadada y provocadora. La vanguardia histrica sealaba la expansin del campo visual a partir a partir del desarrollo de la fotografa (conjuntamente a la reestructuracin del espacio urbano). Ahora no se trata tanto de la imagen como postal o diagrama fugaz entrevisto desde un colectivo (con resonancias del viejo tranva); se trata ms bien de la notacin simultnea entre la fabricacin y el artefacto, algo distinto de la moderna experimentacin vanguardista que Girondo, a saber, la descomposicin de formas geomtricas. Escribir hoy tendra que ver sobre todo con el efecto de contaminacin inmediata entre el autor y su materia. En este sentido, arte y vida se afirman en una bsqueda que, sin grandes ambiciones genealgicas, podemos s anotar en torno de la vanguardia de los 70, en Osvaldo Lamborghini y Literal, en Zelarayn, en Nstor Sanchez, y ms ac, en Aira o en Fogwill, en Carrera y por otro lado tambin en Copi. Arte y vida hoy implica volver a pensar en el contexto cultural pertinente, las categoras de tradicin y vanguardia; tambin en motivos, materiales y medios de produccin que involucran incluso circuitos y formaciones, grupos, concursos y certmenes, instituciones, mercado, editoriales. Desde un marco histrico que incluye lo que deja el menemismo y la desocupacin, ms una cosmtica social que encubre el vaco del consumo (la presencia de las marcas publicitarias en la escritura por ejemplo) y el peligro de la violencia, la escritura contempornea vuelve a preguntarse por las categoras de factor social y autonoma (por el alcance, posibilidad y condicin de las mismas). Pero sobre todo, los escritores definen un espacio de lectura y all refractan la imagen de su propia subjetividad: como sea, es claro que se dirigen a un pblico culto o mejor, a un circuito de lectores habituados a ciertos cdigos y prcticas discursivas. Si podemos hablar de lo nuevo, esto sera la materia que en estado de elaboracin, seala el instante, no tanto el producto, sino el proceso, el continuo por el cual la imagen va tomando forma. Como si la imagen y la accin fueran susceptibles de una elaboracin por secuencias; en escena, dibujo o guin el objeto del decir sube a la superficie del lenguaje, como gesto y acto de mostracin, como historias en micro que excluyen los relatos maximalistas. Hay un efecto de sntesis y concentracin de lo mnimo o de lo comn, como rezagos de la rutina y del mundo diario; de cualquier manera, estos textos dan cuenta de su condicin ms singular, porque son sntomas culturales del mundo contemporneo: textos sobre sujeto, cuerpo y sociedad. Sin duda fue Arturo Carrera quien en La campana de palo (un texto publicado en enero del 2004 por el diario Pgina 12), revela el punto de inflexin donde la poesa contempornea define su singularidad. Sin embargo y en parte por obra de operaciones conjuntas de lecturas poticas y crticas, los artistas ms jvenes que Carrera ubica hacia los noventa, ponen de manifiesto una relacin nica entre el pasado y la contemporaneidad, all donde la tradicin es sustento para cumplir el efecto de una presencia incierta. Porque si la vanguardia haca con la historia la versin de una parodia crtica, en la poesa argentina de hoy el pasado persiste intermitente o mejor con palabras de Carrera, cumpliendo un efecto de esfumado una ecualizacin de los gneros. Ah podra estar lo nuevo, en el misterio residual de la lengua, tanto en el mpetu del estreno como en el vestigio ms arcaico; no se trata sino de la sntesis entre las huellas remanentes de la cultura y la irrupcin sbita de la letra (y la lectura) ms reciente. En los textos de los nuevos artistas, escribir no solo implica situarse en el sistema de la literatura, sino tambin la doble operacin de leer la tradicin en el desplazamiento horizontal del presente. Materiales, frmulas y tcnicas constituyen una interferencia, la simultaneidad entre lo clsico y lo moderno, sustento para una forma (un estilo) donde la neutralidad es sntoma del acontecimiento clave: el despojo, la prdida. Solo asumindolo como condicin del presente, los autores ms jvenes pueden obrar a partir de la apropiacin y del reconocimiento de la potestad onomstica, el nombre propio antecesor, faro y gua. Entonces, parodia, estilizacin y montaje sern procedimientos para realizar el lugar de una identidad, procedimientos que toman en prstamo pero que saben adaptarlos a las necesidades y usos genuinos de su tiempo. As se afirman, en la insistencia que hace de la ficcin (el lenguaje y su forma) el modo ms paradjicamente natural de asimilar la potencia de la repeticin. Y si son copias, lo sern en tanto rplicas contestatarias frente a la abstraccin inerte del original, poniendo todo el nfasis sobre la materialidad fsica antes que en la trascendencia de la Idea. En los retazos que quedan del trabajo con los registros y los motivos que dan pie a relatos o poemas, el universo cultural se disemina en fragmentos que deponen la concepcin maximalista y taxonmica de los gneros. No es otro el modo de operar de la repeticin y el desplazamiento, la diferencia y la repeticin. As, Carrera aluda al modo por el que el pensamiento y los textos de estos jvenes arrasan y devienen para desestabilizar las convenciones y los lmites del lenguaje, a lo cual llam omnipresencia, omnilectura que borra las normas a favor de una micropoltica lrica (con palabras de Foucault). Pero tambin, y desde una concepcin deleuziana de la forma y la materia, Carrera se detiene en la captura sensitiva del instante efmero pero intenso entre la extincin y la renovacin, en el cambio y mutacin de un mundo, natural y humano, relativizado en la desvalorizacin desesperanzada y pobre, mundo lumpen que no obstante resulta cuantificable desde su propio misterio: en la cantidad hechizada que Rimbaud vea dispersa en el alma universal. Pobreza e intemperie parecen ser las condiciones para amortizar los costos del trabajo artstico..Ms que espacio colmado de presencias, tal vez podamos pensarlo como el despertar reincidente de una antigua inocencia; la irresponsabilidad y la inmadurez de lo inacabado y de lo incompleto (al decir de Gombrowicz); la sensacin propagada en la estela de lo sensible, el sentido mnimo de lo visual y de lo audible. Polmicas. Premios y sanciones. Beatriz Sarlo se detiene en cambio en la falta de lo in-audito por ausencia de imaginacin. Carencia de lo impensado como el terreno frtil para el asombro o privacin de la extraeza ante eso que la costumbre no deja escuchar. No se trata de lo nimio o lo pequeo, sino de la exposicin que deja al descubierto (como inconveniencia o como ineficacia) la trama interna de un secreto. Si siguiramos a Sarlo podramos decir: sin culpa y sin escndalo, la pornografa hoy queda al resguardo tranquilizador con que el mercado, las editoriales y los medios fiscalizan la produccin, circulacin y recepcin de los textos. En la prohibicin superada, la pornografa encontrara su dficit, y en la obscenidad excesiva, el desgaste previsible, la estandarizacin de su forma. Y con el juego divertido y fashion, se pone de manifiesto el estadio final al cual llega el gnero que fue materia de experimentacin al filo del crimen y la subversin (en lo moral y en lo poltico) para Sade o para Bataille o para Klossowski. Si no hay nada de inaudito, es porque Alejandro Lopez ingresa protegido y exitoso mediante el juego aceptado con la cultura de masas y la tecnologa actual. La excepcin de lo que fueron voces extremadamente transgresoras, modernas y experimentales, hoy llega a ser efecto de lo post, en un horizonte de experiencias homogeneizado. De este modo, en textos como Pornografa o fashion y La novela despus de la historia. Sujetos y tecnologas (2006), Sarlo plantea un argumento crtico desde la lnea inmutable con que Theodor Adorno pens la industria cultural esa que sign en parte, su destino de exiliado. Porque mientras Adorno (y Horkheimer) pens la cultura de masas desde su estatuto intemporal, Sarlo impugna en perspectiva de totalidad lo que ella concibe como una prctica metdica, asimilada en su ajuste de cuentas con la estructura del campo artstico (e intelectual). Si nos detenemos en su lectura, probablemente notemos que los parmetros en juego se concentran en torno del gusto y la calidad, o entre lo alto y lo bajo. Porque a pesar de los vacilantes presupuestos estticos expuestos en Cucurto o en Lopez (y podemos aadir en Rubio), Sarlo detecta bien que de alguna manera se trata de escritores cultos que en algn punto hacen sistema (concursos, editoriales, premios y subsidios aunque todava el ingreso en programas de estudio universitarios sea bastante excepcional). Incluso si es verdad que la materia con la que trabajan satisface las demandas de lo que la clase media mira por televisin, la recepcin de estos escritores dista mucho de la de Crnica TV. Se trata, entonces, no del trabajo sobre un gnero que pertenece a la literatura (menor, popular, industrial, de mercado), sino de la captacin de procedimientos con los que nadie hace literatura sino los escritores cultos. Entre la representacin excesiva del cuerpo y el simulacro documental de la oralidad, los libros de ahora para Sarlo buscan, en definitiva, estabilidad y normalizacin. Porque si bien Sarlo reconoce la funcin y el efecto revulsivo de aquellas escrituras del margen como son las de Osvaldo Lamborghini y Copi, sus marcas de acreedores literarios no alcanzan para eximir a los nuevos artistas de la sancin contra lo polticamente correcto. Quiz resulta viable pensar en nuevas, diferentes articulaciones en el campo simblico a partir de la configuracin de nuevos sujetos sociales. Porque si Adorno en un punto pas por alto la praxis vital sin detenerse en las luchas por el sentido de las imgenes, an en una sociedad invadida por los medios masivos, los libros de ahora con toda su ambigedad esttica, provocan y nos dicen algo. No un mensaje sino el acto. Es decir, son un eslabn en un proceso cultural que siempre es conflictivo y signa sus espacios con intereses. De hecho, Rubio, Cucurto y Lopez, por citar unos pocos, son emergentes de grupos sociales y formaciones culturales. De algn modo queda claro que Sarlo sustrae los materiales tcnicos (chat, messenger, mensajes de texto y grabaciones automticas), fuera de la esfera esttica; a su vez, parece pensar en la especificidad de un canon, como si la cultura elevada frente a la infraliteratura, fuera una solucin por derecho propio. Quiz y en parte la desolacin (la irritacin o el fastidio) que hoy manifiestan algunos crticos, tenga que ver con que el arte de ahora no se desprende ni de la visin de una praxis vital racionalmente organizada ni de la fuerza revolucionaria que desafa la organizacin bsica de la sociedad. Rozar o hacer pornografa hoy, est lejos de deparar los dolores y fracasos extremos por los que pas un artista como Egon Schiele (el pintor alemn). Como el lenguaje constituye a los sujetos (y no a la inversa) la relacin es siempre social y moldea los trminos de aquellos modos de hacer o de los esquemas de accin donde el sujeto autor es el pase; all, las nociones de cultura popular , de marginalidades y consumo nos prestan el espacio de una nueva indagacin en torno a las prcticas de lo cotidiano. En este sentido podemos pensar en los intereses y desvelos de los espectadores, transformados y condensados en show televisivo. Aqu es donde cabe preguntarse por eso que productores y consumidores fabrican frente a las representaciones y las imgenes difundidas por la tcnica; y lo que aparece es una paradoja porque los efectos son visibles, muchas veces espectaculares y a su vez diseminados en la fragmentacin de una totalidad. La singularidad en las imgenes de autor que plantean Rubio, Cucurto y Lopez consiste en inscribir la paridad entre un acto de habla (la manifestacin sintomtica de la lengua) y otras prcticas de ndole cotidiana (leer-mirar, habitar, deambular). A esto me refera cuando mencionaba la impronta popular de la cultura que aparece en el fraseo de un sentido o de trama social, alternando en diversas posiciones pronominales (la voz potica en Rubio, en tercera y en primera persona; la primera persona en Cucurto, el distanciamiento del observador en Lopez; los tres autores son adems lectores cultos). Las voces aqu entreodas, corresponden entonces a la cifra de una multitud flexible y continua, al tejido lbil de una masa annima y heterognea, cuyas tretas y ardides imponen el tiempo de la ocasin: de esto se trata el sntoma. Gombrowicz en Cosmos y Musil en El hombre sin atributos, anunciaban esta erosin de lo singular o de lo extraordinario signada por la sociedad de masas. Se trata entonces de pensar hoy el funcionamiento del hombre comn en tanto personaje diseminado; porque en el campo de lo annimo y lo cotidiano, sujetos, imgenes y prcticas extraen los detalles metonmicos, partes tomadas por el todo en un sitio donde las familias, los grupos y sectores se borran para dar paso al nmero amorfo de la ciudad y de la ciberntica. Aunque el trmino costumbrismo aqu resulte discutible, tiene razn Sarlo cuando habla de etnografa; pero mejor an, si partimos de las reflexiones de Michel De Certeau, la historia que comienza al ras del suelo, con los pasos, supone una serie de operaciones a futuro en trminos de representacin; pasos que son nmero, variables pero que no se pueden contar porque pertenecen a lo cualitativo enunciacin peatonal. En los textos que tomamos en esta ocasin, los autores promueven el acto de enunciacin en tanto acto de caminar en direccin a un sistema urbano. Y en el proceso de reapropiacin de la lengua y la retrica, hay un andar que afirma, sospecha, arriesga, miente, transgrede y respeta. En la voz del lumpen, del bailantero, la puta o del travesti, pesa menos lo verdico que lo verosmil; pero en todo caso, las modalidades de la ficcin se mueven con intensidades que varan en relacin a las legalidades de la sintaxis y del sentido propio. Esto es lo que Lopez hace con los malos giros del discurso. Cuando la gramtica vigila la propiedad de los trminos, las alteraciones lingusticas (desviaciones metafricas, condensaciones elpticas, fallas ortogrficas y fonticas, etc.). se recompone la forma de las prcticas (como hablan las protagonistas, donde circulan y donde habitan, que margen de maniobra les depara el sistema a sus intereses y deseos). Pero sobre todo aparece el lenguaje de lo real transformado en el viaje ptico: para Rubio sern las marcas comerciales y los objetos de uso domstico, para Cucurto la exhibicin escnica y para Lopez su imagen de autor transformado en participante donde la realidad huidiza juega con su orden. Una singular etnografa, que, en todo caso, presta su atencin menos al sistema que a las historias que en el proliferan.

Nancy Fernndez

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