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Arcamadre 10
Publicación de la Asociación Cultural ARCAMADRE
Nº 10- enero 2010
ARCAMADRE 10
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Edita
Dirección:
Consuelo Escribano
Redacción
Gustavo Herguedas Roberto Losa
Marcos Arranz Fito
Ismael González Julio Andrés
Ana Martín
Fotografías: Los autores
Portada: Fotografía ganadora del premio 2009 del II Concurso Fotográfico Arca-
madre. Autor: Marcos Arranz. “Fuentecita”.
Contraportada: Fotografía de la segunda década del siglo XX. Niños de luto por la
muerte de su padre: Teódula, Felipa y Daniela García con su hermano Julito. Corte-
sía de la familia Miguel García para el registro de fotografía antigua de Cogeces del
Monte de la Asociación Cultural Arcamadre
Sede de la Asociación:
Plaza de la Constitución 1.
Tel.983/ 699220
Los correos electrónicos:
El equipo de redacción de la revista Arcamadre respeta todas las opiniones y no se hace res-
ponsable de los comentarios personales vertidos en los artículos de opinión ni necesariame n-
te está de acuerdo con ellos.
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Índice
.- Editorial Pág. 3
.- Actividades de la Asociación (2º semestre de 2009) Pág. 6
.- El aprovechamiento de los recursos hídricos en la sociedad medieval cas-
tellana.
Juan Carlos Martín Cea Pág. 9
.- La cultura del agua en la Edad Media
Juan Antonio Bonachía Pág. 14
.- Las industrias del agua en la Edad Media
Olatz Villanueva Zubizarreta Pág. 22
.- Abastecimiento de agua a las ciudades y villas medievales
Mª Isabel del Val Valdivieso Pág. 26
.- Mujeres fantásticas: Una visión etnográfica de las creencias populares en
el área del Valcorba.
Consuelo Escribano Velasco Pág. 30
.- Romances tradicionales: “Blancaflor y Filomena”. Recopilación, trans-
cripción y comentarios.
Consuelo Escribano Velasco Pág. 42
.- El arte de librarse de la mili. Un caso del siglo XIX
Roberto Losa Hernández Pág. 50
.- Cuidar la Tierra.
Felix Ángel Velasco Pág. 56
.- La nota oculta.
David González Pág. 60
.- Comentario literario. pág. 64
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EDITORIAL.
FOLKLORE Y CULTURA POPULAR.
Tal vez sea la cultura uno de esos aspectos de la vida que constit uyendo
alimento del pensamiento y del espíritu, también se esgrime para justificar casi
cualquier cosa hasta llegar, en ocasiones a manipular la verdad rayando en la per-
versidad y el intervencionismo máximo -desde la falta de preparación- que, desgra-
ciadamente, viene a favorecerse desde algunas instituciones públicas, algo que ya
comenzó en época romana dando pan y circo a las masas.
Descendiendo a lo cultural más cotidiano adscrito al ámbito de las socieda-
des agrarias tradicionales es necesario diferenciar entre lo que constituye la cultura
popular o folklore (del inglés Folk, pueblo, y lore, acervo) y el populismo o el folklo-
rismo.
Según la Real Academia Española la cultura es el conjunto de conocimientos
que permite a alguien desarrollar su juicio crítico, así como el conjunto de modos
de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, in-
dustrial, en una época, grupo social, etc. Por lo que respecta a cultura popular, se
entiende el conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de
un pueblo. Así pues englobaría los ritos y costumbres relacionadas con el ciclo vital,
el conjunto de actividades materiales, las creencias y todo tipo de manifestaciones
de la realidad de una sociedad en vías de desaparición, que existía inmediatamente
antes del desarrollismo y de la que aún nos llegan ciertos retazos, como elementos
aislados dentro del conjunto de manifestaciones de la civilización contemporánea.
Responsabilidad nuestra es su conocimiento y fundamentalmente la preservación
de los valores que engloban como elementos de comprensión de una realidad hu-
mana.
Cultura popular son muchas cosas. Los romances, su texto y reiterativo so-
niquete, pero también la forma de trasmitirlos, la manera de modificarlos y acomo-
darlos a las nuevas realidades son cultura popular. Lo son también las canciones
populares, sus intérpretes y formas de expresión cantada; los cuentos, sus conteni-
dos, protagonistas, los momentos en qué se contaban y su forma de contarlos. Los
versos, las manifestaciones religiosas, incluyendo sus protagonistas y sus fórmulas,
las técnicas de trabajo cotidiano y las manufacturas y objetos artesanales, las for-
mas de agruparse en cofradías, gremios, colectivos, etc., forman igualmente parte
de la cultura popular.
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Vivir hasta donde se puede, recopilar, y más allá de esto, estudiar e inter-
pretar desde un punto de vista científico, estas costumbres, actividades, etc., es
algo que sí podemos y debemos hacer ante su desaparición ya que forman parte de
un sistema de vida en buena parte obsoleto.
No es lo mismo sentirlas como propias, entenderlas, conocerlas y estudiarlas
y valorarlas, que repetirlas miméticamente (refiriéndonos a los pseudoetnógrafos
de la actualidad, y salvando la vivencia de la reiteración que a través de los siglos-
ha permitido su trasmisión cotidiana tradicional entre las gentes que sí compren-
dían su contenido o contexto), sin tener consciencia alguna de su significado real
para el colectivo humano que a base de tiempo las ha ido creando. Esta repetición
mimética actual es la base de un populismo que se nutre del mantenimiento a ul-
tranza sin sentido, de la recreación, poco escrupulosa, de una serie de manifesta-
ciones inconexas de un pasado reciente, la exaltación de lo propio sin medida y la
falta de contextualización general de los fenómenos. El populismo está englobando
aquello que se hace para halagar al pueblo y está compuesto de regalías no de de-
rechos y casi nunca el populismo hace que lo cultural sea comprendido y estimado
por el pueblo. Este populismo, en realidad una práctica política bien contrastada,
llevado al terreno de una pseudocultura se convierte en algo que podríamos llamar
folklorismo, una descontextualización absoluta de lo popular que tiene a gala consi-
derarse a sí mismo como lo auténtico.
No es lo mismo recuperar un romance tradicional y entender su procedencia,
cambios, utilización, ritmo, adecuación e interpretación, siendo consciente de que
hoy nadie lo utilizaría para trasmitir algo vivo, que interpretarlo mas o menos bien
sin que eso signifique necesariamente que se sabe trasmitir algo mas que una me-
lodía cantada de la que no se sabe contar nada más (cuándo y quienes lo cantaban,
desde cuando, de quién lo escuchó y en qué condiciones).
Los folkloristas de nuestro terruño suelen dar importancia a cosas que con-
sideran que son las mejores y más significativas sólo por ser de su pueblo, aunque
en realidad se conozcan en toda la Península Ibérica, parte de Europa y Nuevo
Mundo. Por el contrario, en otras ocasiones desvirtúan y descontextualizan lo que sí
es propio de su pueblo o su territorio. Así, no faltan ejemplos en la actualidad: al-
gunas personas bailan la jota desconociendo u olvidando que había muchos tipos
de música para bailar (bailes a tres, rueda, habas verdes…) o danzan con pasos
aprendidos de otros lugares o de personas foráneas, en vez de aprender y repro-
ducir el elegante estilo de nuestra tierra, o cantan las canciones aprendidas de sus
mayores como si lo hiciera un grupo folklórico mas o menos conocido, aunque su
estilo al cantar no tenga nada que ver con el propio, y un sinfín de cuestiones más,
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habiendo dado lugar a una renuncia deliberada o no a una cantidad enorme de
elementos y manifestaciones que autentificaban su sentido cultural popular.
Los que aman la cultura popular y el folklore lo recuperan, lo analizan y es-
tudian en su contexto temporal y espacial, lo aprenden, lo trasmiten, lo interpretan
y lo valoran en su justa medida, armonizándolo con su territorio y la historia de los
hombres que allí vivieron, trabajaron y se divirtieron.
En este sentido creo que es loable el mantenimiento de las tradiciones ha-
ciendo de ellas elementos vivos, con algunas transformaciones paulatinas entendi-
bles, que son las que precisamente las permiten sobrevivir. La misa pastorela, las
escrituras cotidianas de algunos cogezanos, la memoria popular de nuestros mayo-
res, fuente inagotable de conocimiento social y cultural, son sólo algunos ejemplos.
Considero que como miembros de una Asociación Cultural tenemos no sólo
que afianzarnos en nuestros principios y objetivos básicos, sino contribuir de forma
decidida a la salvaguarda y conocimiento de la cultura popular en nuestro territorio.
De algunas de estas cuestiones da cuenta este nuevo número de la revista
Arcamadre. Sin embargo aún queda mucho por hacer y todos somos en parte res-
ponsables de ello. No esperemos a que nos lo den todo hecho y pongamos nuestro
granito de arena para configurar el montón con el que se favorezca la recopilación
de nuestro folklore y nuestra cultura ancestral. Tampoco es justo convertirse sólo
en espectadores de conciertos folklóricos y consumistas de información. Todos po-
demos ofrecer algo de tiempo y ganas en recuperar nuestras raíces desde el buen
hacer y la emoción de comprender y valorar nuestras costumbres.
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ACTIVIDADES DE LA ASOCIACIÓN
en el 2º SEMESTRE de 2009.
.- Este año bajo el título “9 siglos can-
tando”, tuvieron lugar las VI Jornadas
Culturales y de la Naturaleza de la
Armedilla durante los días 24 a 26 de
julio.
El acto oficial de inauguración
se celebró en el entorno de la plazuela
de la iglesia con la presentación a
cargo de Emilia Arranz del Grupo de
Teatro la Solana, Ana Martín de la
A.C. Arcamadre y Teodoro Herguedas,
alcalde de Cogeces del Monte, para
después dar paso a la charla “La mú-
sica litúrgica en el Monasterio Medie-
val de la Armedilla” a cargo de Joa-
quín Díaz, etnógrafo, musicólogo y
estudioso del folklore tradicional. El
acto concluyó un concierto a cargo del
grupo Alquitara Tradicional, bajo el
título “Puro Azar”
El sábado 24 dieron comienzo
las visitas guiadas a cargo de la A.C.
Arcamadre en la Iglesia de Ntra. Sra.
de la Asunción, Castro de la Plaza y
el Casco Urbano.
En el pórtico de la Iglesia Va-
nesa Muelas, intérprete e investigado-
ra de la música tradicional castellana
ofreció un concierto taller, organizado
por la A. C Arcamadre
A las 12,00 apertura del mercado de
oficios tradicionales en la explanada al
lado de la charca de las ruinas del
Monasterio de la Armedilla., con la
colaboración de la ADJ. de Peñas con
su puesto de abalorios, la A. de Muje-
res “La Hantanilla” con su puesto de
rosquillas y la A. de Jubilado el Chorri-
llo con la limonada, también pudimos
disfrutar del librero, del puesto de las
cometas, pastword, cuero, miel, obje-
tos antiguos y el puesto de la A. C
Arcamadre con sus revistas, libros,
carpetas, postales….
La ambientación estuvo a car-
go del ciego y su lazarillo con sus
coplas sobre los orígenes y evolución
de la Armedilla, con texto de Consuelo
Escribano Velasco, y por los distintos
grupos que pasaron a lo largo de la
tarde, tales como Erguedela, grupo de
pandereteiras de la casa de Galicia,
Arcipreste Folk, grupo de dulzaineros
Campoaspero, la bandita del Xarao.
Ya entrada la noche se inter-
pretó el Romance de los Comuneros,
cargo de las Mesnadas Comuneras y
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la ambientación estuvo a cargo del
Grupo de Teatro la Solana.
El domingo por la mañana tu-
vieron lugar las visitas guiadas al
Chozo de los Hilos y el Monasterio de
la Armedilla-
Por la tarde se celebró el pri-
mer certamen de Chascarrillos y des-
pués charla a cargo de músico Luis
Delgado, “La aventura del sonido, los
instrumentos de música en la época
Medieval.” compositor, interprete,
productor, coleccionista de instrumen-
tos originales
La clausura la realizaron el Co-
ro Polifónico Arcamadre y los niños
con una representación de instrumen-
tos musicales.
.- El día 24 de octubre, se celebró una
conferencia sobre “Representación
del horror y la teatralidad” a cargo de
D. Pedro Piedras Monroy, doctor en
Geografía e Historia por la Universi-
dad de Santiago de Compostela
.- Los días 31 de octubre, 1 y 2 de
noviembre estuvieron expuestas en la
capilla de la Iglesia las fotografías del
III Concurso de la Asociación, los visi-
tantes pudieron votar la foto que más
les gustó.
.- El domingo 13 de diciembre se llevó
a cabo la jornada de plantación con la
Asociación ARBA. Se realizó en la zo-
na de Fuentelapeña, donde tuvo lugar
la anterior, ya que mayoría de las
plantas que se pusieron en la jornada
anterior en el mes de marzo, se seca-
ron, esperemos que estas no; con un
par de riegos que se hagan en verano
será suficiente para tiren para adelan-
te.
.- El día 26 de diciembre a las 20,00 h
tuvo lugar la Asamblea General Ordi-
naria de la A.C. Arcamadre en la bi-
blioteca del Ayuntamiento.
Del orden del día de la convocatoria
hemos de destacar los puntos siguien-
tes:
. El cambio de Junta Directiva,
que ha pasado a ser formada por,
Consuelo Escribano, Gonzalo Velasco,
Gustavo Herguedas, Ismael González,
Jerónimo Villar, Julio Andrés, Marcos
Arranz, Maruja Arribas, Puri Niño, Ro-
sa Helena Villar. Los cargos se desig-
narán y distribuirán entre los miem-
bros de la misma.
. La colaboración de la Asocia-
ción en la mejora y mantenimiento del
centro parroquial, junto con otras
asociaciones de la localidad.
. La subida de la cuota a 20
euros anuales, que se pagarán en el
primer trimestre del año en el número
de cuenta 058 5051 48 2810007113
de Cajamar, indicando en el concepto,
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cuota 2010, y el nombre y apellidos
del socio.
. Propuesta de actividades para
el año 2010:
- Ciclo de conferencias en cola-
boración con la UVA.
- II Encuentro Coral Arcamadre
- Con motivo del año jubilar,
realizar 4 jornadas del camino de
Santiago probablemente los días de
Semana Santa. Las personas intere-
sadas podéis poneros en contacto
con la Asociación a través de los
miembros de la Junta Directiva o por
correo electrónico arcama-
- Marcha por el valle Valcorba
con los pueblos que forman parte del
mismo
- Curso de percusión
- Excursión a Ciudad Rodrigo y
Siega Verde (Salamanca) y Almeida
(Portugal)
- III Concurso de Fotografía y
Relatos Cortos
- Taller de tintes y adobes, que
quedó pendiente del año pasado
-Publicación semestral de la
revista
- VII Jornadas culturales y de
la naturaleza de la Armedilla
-VI curso de guía intérprete.
.- El día 2 de enero se hizo público el
fallo del II Concurso de Fotografía y
Relatos Cortos Arcamadre en la
Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. De la
Asunción, los ganadores en la catego-
ría general han sido
Modalidad Fotografía: Marcos Arranz,
con la foto “Fuentecita en invierno”
Modalidad Relato: David González,
con su obra “La nota oculta”
La categoría infantil quedó desierta en
ambas modalidades por no haber el
número mínimo de participantes exi-
gido.
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EL APROVECHAMIENTO DE LOS
RECURSOS HÍDRICOS
EN LA SOCIEDAD MEDIEVAL
CASTELLANA
Juan Carlos Martín Cea
Universidad de Valladolid
Como es perfectamente cono-
cido, el agua es un elemento indis-
pensable para la vida; sin embargo,
no todas las sociedades gestionan
dicho recurso de la misma manera: ni
lo hacen ahora, en un mundo cada
vez más consciente de su importan-
cia, ni lo han hecho tampoco durante
el pasado, en función sobre todo de
sus identidades culturales. Desde este
punto de vista, es evidente que averi-
guar cómo se utilizaban los recursos
hídricos en la Castilla medieval y sa-
ber cómo aprovechaban sus posibili-
dades tanto para garantizar el abaste-
cimiento como en las distintas activi-
dades económicas, sociales e incluso
culturales puede depararnos una ex-
celente oportunidad para reflexionar
sobre la trascendencia que el agua
tenía en el desarrollo de la vida social
y para extraer algunas conclusiones
sobre la necesidad de introducir unos
criterios de sostenibilidad en la explo-
tación de tan preciado bien1.
1 Este trabajo ha sido realizado en el marco del
proyecto de investigación HAR2008-01441,
financiado por el Ministerio de Ciencia y Tec-
nología
Usos del agua para personas y animales
La primera pregunta, por tan-
to, de la que podemos partir en esta
reflexión es: ¿para qué usaban nues-
tros antepasados medievales el agua?
Pues bien, parece claro que su princi-
pal prioridad era cubrir las necesida-
des biológicas tanto de las personas
como de los animales; garantizarse
un suministro estable y seguro y ha-
cerlo además a un agua de buena
calidad es tan importante en el mundo
medieval que sin ello no se explicaría
la propia ubicación de los núcleos de
poblamiento, que como es lógico
siempre eligen emplazamientos bien
abastecidos, situados en las márgenes
de los cursos fluviales, en las inme-
diaciones de manantiales, etc. Pero
junto a esta faceta, sin duda decisiva,
es indudable que el agua se utiliza
también para otras funciones asimis-
mo relevantes en la vida cot idiana,
como, por ejemplo, en la higiene per-
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sonal diaria, en los baños públicos a
los que la gente acudía una o varias
veces por semana, como norma de
higiene y de buen comportamiento en
la mesa, donde poco a poco se va
imponiendo la costumbre de lavarse
las manos antes de comer y, por su-
puesto, para la limpieza periódica de
la ropa, los espacios domésticos, la
vajilla y el menaje, etc.
Ahora bien, junto a ello, el
agua tiene también un elevado valor
económico, ya que se emplea para el
riego de campos, huertas y frutales,
de los que se obtienen frutas, hortali-
zas y verduras de gran importancia
para la alimentación de la población,
para el aprovisionamiento de peces y
crustáceos que complementan la dieta
habitual de los castellanos y en la
fabricación de un gran número de
productos artesanales como:
En las actividades de alfarería
y cerámica.
En las tenerías y en el encurt i-
do de los cueros.
En las “ferrerías”, bien de ca-
rácter industrial o bien de ca-
rácter doméstico.
Y también en las diver-
sas fases de producción de paños y
prendas de vestir, particularmente
durante el bataneo de la lana para
depurarla de impurezas y poder tra-
bajar más fácilmente con ella o du-
rante las diversas operaciones de tin-
tado realizadas sobre las madejas o
directamente sobre las telas y los
lienzos ya elaborados o cortados.
Pero, además, el agua suminis-
tra la energía que mueve los numero-
sos ingenios hidráulicos empleados
por la industria medieval; en este
sentido, y aunque el tema será trata-
do después en otros artículos, no deja
de llamar la atención la amplia varie-
dad de molinos hidráulicos que se
documentan en la Castilla medieval y
que se emplean en los más diversos
procesos productivos. Una variedad
que rompe, sin duda, con la imagen
de atraso económico que tradicional-
mente se achaca a las tierras caste-
llanas, ya que existen aceñas –o mo-
linos con rueda vertical—, molinos de
rodezno –con rueda de desplazamien-
to horizontal—, molinos de barca, mo-
linos de cubo, molinos de “rodezno” –
que suponen una auténticas revolu-
ción tecnológica a finales del siglo
XV—, molinos de varias “paradas”,
etc., que permiten que cada localidad
aproveche racionalmente la energía
hidráulica para adaptarla a sus nece-
sidades locales.
En cuanto a su uso, también
aquí es importante romper con el mito
de que los molinos sólo se emplean
para las labores de molturación del
cereal; efectivamente, esa es una de
las actividades primordiales que cum-
plen las instalaciones molineras caste-
llanas, pero no la única, puesto que
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sirven también para alimentar las fra-
guas, para moler esparto, para bata-
near y pulir los paños –los famosos
batanes que han dejado incluso su
huella en la toponimia de numerosas
localidades de Castilla—, para fabricar
pasta de papel, para triturar y elabo-
rar la pólvora, usada ya desde media-
dos del siglo XV, etc. Es decir, que la
energía hidráulica se utilizaba de ma-
nera intensiva en el proceso de pro-
ducción de los más diversos bienes
materiales.
Ahora bien, a partir de mediados
del siglo XIV, especialmente tras los
efectos de las devastadoras pande-
mias de Peste Negra, sobre todo la
que tuvo lugar entre 1348 y 1351,
poco a poco se irán introduciendo
cambios que afectarán de forma no-
table a los usos que la sociedad caste-
llana venía haciendo tradicionalmente
del agua.
Baños públicos
Uno de los más significativos e in-
mediatos será la creciente preocupa-
ción por la higiene y la salubridad de
las poblaciones; no en vano, algunos
tratadistas habían culpado precisa-
mente a la mala calidad de las aguas
o al envenenamiento deliberado de las
mismas de las grandes mortandades
del Trescientos.
. En consecuencia, los baños públi-
cos, que antes estaban perfectamente
integrados en la vida y las costumbres
de los castellanos y castellanas, van a
ser contemplados con creciente rece-
lo, al entenderse que facilitaban la
transmisión de varias enfermedades;
el resultado fue que la mayor parte de
estos establecimientos acabaron ce-
rrándose o arruinándose a lo largo del
siglo XV.
Pero la ofensiva por garantizar
unas mínimas condiciones higiénicas
no se limitó tan sólo a este aspecto;
junto a él, aumentaron las medidas y
disposiciones para mantener las calles
y plazas limpias, crecieron también
las ordenanzas que sancionaban a
quienes arrojaban inmundicias o
aguas fecales a las vías públicas y se
iniciaron también numerosas obras
municipales para eliminar las aguas
residuales, como la construcción de
albañales, cloacas y fosas sépticas.
Un segundo polo de intervención,
será el de las mejoras introducidas en
la red de aprovisionamiento de agua,
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mediante la construcción de nuevas
fuentes, albercas y aljibes que facilita-
ran su acceso de la población y que
permitieran segregar el consumo de
bestias y personas. Una vez consegui-
do esto, la preocupación se desplaza-
rá entonces hacia el mantenimiento
de la calidad de las aguas suministra-
das, con medidas que prohibían cual-
quier tipo de práctica contaminante –
como lavar madejas, cueros, aperos y
curtidos dentro de las fuentes del re-
cinto urbano— o que obligaban a la
limpieza periódica de estas instalacio-
nes y a su reparación o reconstrucción
cada vez que se estropearan.
También los lavaderos serán objeto
de esta política de mejora de las in-
fraestructuras hidráulicas, dotándoles
de techados y sobrecubiertas para
facilitar el trabajo de las lavanderas o
abasteciéndolos mediante caños a lo
largo del siglo XV.
Mecanismo de un molino de rodezno
Un tercer foco de intervención, se
concentrará en la reordenación o en el
traslado de todas aquellas act ividades
artesanales consideradas como poten-
cialmente insalubres; es el caso de
toneleros, curtidores, tintoreros, etc.,
a quienes se ordena establecerse fue-
ra de la villa y efectuar siempre sus
vertidos aguas abajo de las poblacio-
nes, pero también de los carniceros,
pescaderos , a quienes se les obliga a
limpiar cotidianamente sus puestos y
tenderetes y a mantenerlos siempre
en perfectas condiciones higiénicas
dentro de los cánones de la época.
Finalmente, un último campo de
actuación se concentrará en la limpie-
za de todas las aguas corrientes y
estantes existentes en las villas y ciu-
dades; en este sentido, y al margen
de las medidas ya implantadas, van a
aumentar espectacularmente las nor-
mativas sobre la pesca, prohibiendo
que ésta se realice con “artes” y téc-
nicas agresivas –como el envenena-
miento de las orillas o la utilización de
redes demasiado estrechas que no
permitan la evasión de los alevines—,
imponiendo la veda temporal sobre
determinadas especies durante el
año, etc. Por lo demás, las autorida-
des también intervendrán exigiendo a
los molineros que mantengan limpios
y operativos sus cauces, “cuérnagos”
y “cazeras” o delimitando espacios
específicos para su utilización como
vertederos –generalmente, arroyos
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marginales situados en la periferia de
los núcleos habitados a los que se
conocerá, como en Piedrahita, con el
expresivo término de “arroyo merda-
cho”—.
Así pues, a lo largo de la Edad Me-
dia, los castellanos van a gestionar el
uso del agua con una intensidad cada
vez mayor, regulando sus modalida-
des de aprovechamiento colectivo y
procurando no sólo mejorar las redes
de abastecimiento y aprovisionamien-
to del preciado elemento sino también
la propia calidad y salubridad de las
aguas.
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LA CULTURA DEL AGUA EN LA
EDAD MEDIA
Juan Antonio Bonachía
Universidad de Valladolid
Desde los tiempos más remotos
y entre las más diversas culturas de la
Tierra, el agua ha ocupado siempre un
papel central en la existencia de los
pueblos, ha sido un elemento capital
de la vida ---y, a veces, de la muer-
te--- de las gentes. En nuestro propio
ámbito cultural, una misma herencia
impregna las tres grandes religiones
del Libro (judíos, cristianos y musul-
manes), para las que el agua se erige,
desde los primeros versículos del Gé-
nesis, como materia sustancial en la
aparición del Universo:
“Al principio creó Dios los cielos
y la tierra (…) Dijo luego Dios:
“Haya firmamento en medio de
las aguas, que separe unas de
otras”; y así fue. E hizo Dios el
firmamento separando aguas
de aguas, las que estaban de-
bajo del firmamento de las que
estaban sobre el firmamento. Y
vio Dios ser bueno… Dijo luego:
“Júntense en un lugar las
aguas de debajo de los cielos, y
aparezca lo seco”. Así se hizo;
y se juntaron las aguas de de-
bajo de los cielos en sus luga-
res y apareció lo seco; y a lo
seco Dios llamó tierra, y a la
reunión de las aguas mares… ”
(Génesis, 1, 1-10)
Pero es también en el Antiguo
Testamento donde el agua nos ofrece
ya un doble rostro: Dios la utiliza para
la creación del mundo y como fuente
de vida (como le ocurrió a Moisés
quien, en su travesía del desierto y
por mandato divino, pudo saciar la
sed de sus gentes y ganados tras gol-
pear la roca con su cayado y hacer
brotar de ella el agua), pero también
es el instrumento al que Yahvé acudió
para castigar, mediante el Diluvio uni-
versal, la maldad de los hombres.
Vida y muerte, salvación y condena:
se trata de ese componente ambiva-
lente que el agua ha tenido en todas
las culturas y también en la sociedad
medieval del Occidente europeo.
El Nuevo Testamento, por su
parte, recuerda a los cristianos la im-
portancia del agua que, a través de
numerosísimas referencias, se con-
vierte en un símbolo de purificación y
salvación. No en vano, el Bautismo, el
primer Sacramento de los cristianos,
el que abre la puerta de entrada al
seno de la comunidad e inicia el ca-
mino hacia la salvación eterna, se
otorga mediante el agua. Siglos más
tarde, en la revelación recibida por
Mahoma, el agua vuelve a aparecer
como medio de purificación elemental,
de tal forma que su uso es necesario
cuando el fiel se prepara para realizar
sus oraciones y dirigirse a Alá.
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Elemento integrante de las
grandes visiones cosmogónicas de la
Humanidad, no es extraño que el va-
lor del agua haya sido recogido, a lo
largo de los tiempos, en la mitología y
en las tradiciones populares con un
fuerte valor simbólico, pero igualmen-
te ambivalente, de peligro y virtud, de
mal y bien, de muerte y renacimiento.
Y si de lo mítico y lo simbólico pasa-
mos a la realidad material, nos vol-
vemos a encontrar con ese doble va-
lor y significado. El agua puede ser
muy peligrosa (pensemos, sencilla-
mente, en una gran inundación y en
la devastación de vidas y bienes que
arrastra consigo), pero a pesar de
todo, a pesar de su potencial y des-
tructiva peligrosidad, el agua se ha
erigido en todas las culturas como un
elemento imprescindible para la vida:
sin ella, le sería imposible subsistir al
hombre.
En definitiva, el agua es ----y
ha sido siempre--- sinónimo de vida.
Se trata, como ha señalado Mª Isabel
del Val, una de las más destacadas
especialistas de su historia, de un
bien económico estratégico para la
humanidad, pero escaso al mismo
tiempo. La preocupación del hombre
por su conservación ha dado lugar en
los últimos decenios a múltiples ac-
tuaciones locales, nacionales e inter-
nacionales (como las lideradas por la
ONU o por la Unión Europea) destina-
das a sensibilizar a las gentes frente a
los problemas vinculados al agua. De
esa sensibilización da una buena
muestra el hecho de que, a fecha ac-
tual, si se teclea en Google la frase
“no hay vida sin agua” aparecerán
1.360 páginas, sólo en español; y si
se teclea la frase “el agua es vida”, el
número de páginas en español ascen-
derá a más de 25.000.
Pero el agua no es un proble-
ma exclusivo de los tiempos actuales.
Por el contrario, ha sido un motivo de
preocupación de las sociedades de
todas las épocas, del presente y del
pasado y, muy probablemente, lo se-
guirá siendo en la sociedad del futuro.
Si nos centramos en la Edad Media, el
agua también ha sido uno de los pro-
tagonistas de la historia de estos si-
glos y ha estado ligada, en ocasiones
de forma muy estrecha, al desarrollo
de la sociedad. Son numerosas las
preguntas que surgen sobre la rela-
ción establecida por los hombres y
mujeres de aquella época con el agua,
pero me centraré principalmente en
dos aspectos: a) en primer lugar, la
conexión que existe entre la búsqueda
por el ser humano de un fácil acceso
al agua y la ubicación de los núcleos
de población, así como el papel que
juegan los ríos en el desarrollo de la
morfología urbana; b) en segundo
lugar, la consideración de la gestión
de los recursos hídricos como elemen-
to que sirve para promover el bien
público y avalar, de ese modo, el
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16
“buen gobierno” ejercido por las auto-
ridades ciudadanas.
1. EL PAPEL DEL AGUA EN LA UBI-
CACIÓN Y DESARROLLO DE LAS
CIUDADES.
Debemos tener en cuenta,
desde un principio, que la presencia
de agua juega un papel fundamental
en la elección del emplazamiento de
un núcleo y en su desarrollo posterior.
Esto es así, inicialmente, porque el
agua es un elemento absolutamente
necesario para la vida de una comuni-
dad, tanto en lo que se refiere a la
propia subsistencia como en lo que
concierne a la práctica de sus activi-
dades económicas. Pero, además de
resolver la necesidad de agua, en
ocasiones también se busca un medio
de defensa frente a posibles ataques
del exterior: en ese caso los cursos
fluviales juegan un papel como foso
natural que impide o, al menos, difi-
culta el acceso a la ciudad en caso de
guerra. A lo largo del Duero podemos
encontrar varios ejemplos (Zamora,
Aranda de Duero…), pero también
sucede lo mismo en otras zonas, co-
mo es el caso de Cuenca, asentada
sobre una magnífica muela que recor-
tan el río Júcar y su afluente el Hué-
car. Otras veces lo que se busca con
el agua es tener una vía de comunica-
ción que favorezca el comercio. Este
fenómeno lo observamos en destaca-
dos núcleos musulmanes como Sevi-
lla, junto al Guadalquivir, pero tam-
bién en nuevas y más tardías funda-
ciones urbanas, como Bilbao, cuyo
emplazamiento favoreció, mediante la
salida al mar, su desarrollo comercial.
Las fuentes, pozos y, sobre
todo, ríos, actúan como polos de
atracción de la población y, desde ese
punto de vista, el fácil acceso a los
recursos hídricos juega un papel des-
tacado en la ordenación del territorio.
En términos generales, cuando se
trata de aglomeraciones de cierta
densidad, son los ríos los que tienen
mayor influencia en la elección del
emplazamiento de los núcleos. Pue-
den tratarse de pequeñas corrientes,
como el Bernesga, en cuyas proximi-
dades se levanta León. En otras oca-
siones, se trata de ríos de mayor en-
vergadura, como es el caso de Zamo-
ra o el de Aranda, en las orillas del
Duero, o de Toledo, instalado en las
riberas del Tajo. O, como ocurre con
las villas que se fundan en la costa
cantábrica, se elige una ría: Bilbao es
un buen ejemplo. Otras veces se trata
de ciudades que se han desarrollado
en torno a una o varias corrientes. Así
ocurre en Valladolid, asentada en las
proximidades del río Pisuerga, pero
cuyo desarrollo se produce en torno a
uno de sus afluentes, el Esgueva. En
este caso, el caserío se organiza en
torno a los brazos en que se divide
este pequeño río poco antes de la
ARCAMADRE 10
17
desembocadura. También Burgos está
surcado por pequeñas corrientes que
atraviesan el caserío hasta desembo-
car en el Arlanzón.
Si el agua, y en especial los
ríos, están en la base del asentamien-
to de las ciudades, no hay que olvidar
que también influyen en su desarrollo
espacial y en su morfología: en buena
medida, la estructura urbana está
marcada por los recursos hídricos
existentes. Salamanca organiza su
espacio urbano en función del río
Tormes, que constituye un límite ex-
plícito a su expansión. Pero también
ve influido su desarrollo espacial por
dos arroyos, el de los Milagros y el de
San Martín, transversales a la corrien-
te principal, en torno a los cuales or-
ganizará su caserío. Por un lado, el
espacio entre ambos arroyos configu-
ra el centro de la ciudad; por otro, los
dos riachuelos determinan la dirección
del trazado viario que, como ellos, se
orienta hacia al río; por su parte, la
importancia del Tormes en relación
con la urbe se pone de manifiesto en
el hecho de que varias puertas de la
muralla se abran en esa dirección: los
salmantinos buscan los recursos que
el Tormes les ofrece y también las
ventajas de la “Vía de la Plata”, que
atraviesa el casco urbano tras fran-
quear el puente.
En otros casos, los ríos influyen
en la estructura urbana orientando la
dirección de su crecimiento. Así suce-
de en Medina del Campo. Esta villa
conoció una notable expansión en el
siglo XV, gracias al éxito de sus ferias.
Tras nacer en un pequeño cerro, en el
que se mantuvo el castillo, el crec i-
miento de la villa la condujo hacia el
llano, a una zona comprendida entre
el río Zapardiel y el arroyo Adajuela.
Sin embargo, la excesiva abundancia
de lagunas y cursos de agua acabaron
siendo un obstáculo para la población.
De ese modo, la expansión terminó
orientándose hacia la margen izquier-
da del río, una zona con mejores con-
diciones de salubridad y menos
anegada que la anterior. Fue en esa
nueva zona donde se centró la activi-
dad mercantil más importante, y don-
de se ubicaron la plaza principal, la
iglesia mayor y las residencias de los
personajes más destacados. Los espa-
cios más fácilmente inundables y con
peores condiciones higiénicas, debido
al exceso de humedad, se convirtieron
así en territorios marginales, mientras
que las zonas más alejadas de esos
peligros se transformaron en el prin-
cipal centro de la vida urbana.
En todo caso, hay que tener en
cuenta que, como dije al principio, el
agua no es un elemento con una sola
dimensión. Sin lugar a dudas, el agua
es un bien. Es necesaria para la sub-
sistencia humana y animal, y para
llevar a cabo diversas actividades
productivas. Es percibida también
como un medio indispensable para
ARCAMADRE 10
18
luchar contra uno de los mayores pe-
ligros que acechan a toda aglomera-
ción medieval: el fuego. Además, los
ríos son un elemento beneficioso por-
que aportan pesca, energía hidráulica
y posibilidades de riego e, incluso,
porque pueden proporcionar, si es
necesario, agua para el consumo.
Pero el agua, además de ser
un bien, también puede acarrear peli-
gros. Si el cauce es irregular, se es-
tanca o está sucio, se convierte en un
foco de infección que puede provocar
enfermedad y muerte. Eso sucede,
como hemos visto, en Medina del
Campo, cuya población prefirió alejar-
se del arroyo Adajuela por sus malsa-
nas condiciones. En Valladolid, el Es-
gueva era utilizado como una autént i-
ca cloaca. En León, un tramo del cau-
ce de la Presa Vieja era tan sucio que
en 1434 recibía el expresivo nombre
de “río merdero”. Y en Burgos otro
tramo de uno de los cauces interiores
era conocido como el "río Merdancho".
El otro gran peligro que los ríos po-
dían ocasionar era la inundación, ori-
gen de muerte y ruina entre la pobla-
ción. Cuando las aguas crec ían no
había defensa posible: todo podía re-
sultar arrasado por la fuerza de la
naturaleza. Por eso se adoptan me-
didas preventivas, en un intento de
conjurar en lo posible sus amenazas:
se procura que los cauces estén lim-
pios, que nada dificulte el libre discu-
rrir de las aguas, que las viviendas
construidas sobre los puentes no en-
torpezcan las aguas, y que sus ojos
sean lo suficientemente amplios para
que pueda correr el agua.
Por último, para atravesar las
corrientes el hombre se ve en la nece-
sidad de construir puentes, un ele-
mento arquitectónico que, como el
propio agua, también tiene una carác-
ter ambivalente. Por un lado, los
puentes sirven para controlar y dar
seguridad a los ríos, para reforzar el
poder de las ciudades y villas, y para
multiplicar sus fuentes de ingreso;
pero, al mismo tiempo, se convierten
en motivo de preocupación para los
gobiernos locales puesto que deben
ser vigilados y fortificados (sobre todo
allí donde los ríos se transforman en
una defensa natural) y, por si fuera
poco, su construcción y mantenimien-
to eran muy costosos y obligaban a
emitir impuestos extraordinarios, muy
contestados por el conjunto de la po-
blación.
2. EL AGUA, UN BIEN PÚBLICO.
Más allá de ser algo imprescin-
dible para la vida, el agua era consi-
derada como un auténtico bien, “uno
de los principales bienes de la ciu-
dad”, en palabras de Enrique IV. La
sociedad castellana bajomedieval per-
cibe el agua como un bien de interés
público, un bien que concierne a toda
la comunidad. Por eso, los gobiernos
ARCAMADRE 10
19
locales tienen la obligación de velar
para que la población pueda satisfacer
sus necesidades, tanto en la cant idad
suficiente como en una adecuada cali-
dad de las aguas que consume.
Según el pensamiento político
de la Baja Edad Media, la obligación
de todo gobernante es conseguir el
“bien público”. A su vez, si el gober-
nante desempeña su cometido polít i-
co, es decir, si busca el orden y la
justicia y promueve el bien colectivo,
esta consiguiendo al mismo tiempo
que su poder sea reconocido y legit i-
mado por sus súbditos. En este sent i-
do, la política municipal sobre el agua
también juega su papel en el escena-
rio del ejercicio del poder: la gestión
de los recursos hídricos actúa como
un instrumento más de la actuación
del poder ciudadano.
Inevitablemente se generan
conflictos, pues, a la postre, ni la so-
ciedad ni el poder son igualitarios ni
equitativos: hay tensiones entre vec i-
nos y aldeanos, se producen enfren-
tamientos de los habitantes de la ciu-
dad con los lugareños de la comarca,
o de los propios vecinos entre sí, por
intereses personales, familiares o de
grupo. Pero, por encima de esos con-
flictos y más allá de ellos, se encuen-
tra ese objetivo último que no es otro
que la consecución del bien general,
el beneficio de los intereses colect i-
vos. En consecuencia, el gobernante
debe proveer por un buen abastec i-
miento de agua para el conjunto de la
población; ampliar los recursos hídri-
cos y facilitar su acceso a ellos; cuidar
por su salubridad; facilitar las comu-
nicaciones de personas y animales y
proteger su seguridad; o regular el
aprovechamiento del agua en las act i-
vidades económicas, tratando de es-
tablecer un equilibrio entre los dere-
chos personales y los colectivos...
Por otra parte, el poder muni-
cipal también juega sus bazas en el
terreno del imaginario colectivo, en el
terreno de la formación de una de-
terminada imagen de su ciudad o nú-
cleo de población. A fines de la Edad
Media se está generando en Castilla
un imaginario urbano en el que se
integran conceptos como los de hon-
ra, belleza y ennoblecimiento, concep-
tos que incumben al prestigio colect i-
vo, fundamentan el orgullo cívico y
funcionan como mecanismo de inte-
gración social. En este sentido, la ges-
tión de las aguas y de sus infraestruc-
turas e instalaciones ya no era, sólo,
una cuestión de abastecimiento, segu-
ridad o salud de las personas. Era
algo que iba más allá, que trascendía
a la “ciudad real” para formar parte
de la “ciudad ideal”. Al reparar el
puente de San Pablo de Burgos, cuyas
condiciones a fines del siglo XIV su-
ponían un grave peligro para la inte-
gridad física de hombres y animales,
no se pensaba únicamente en hacerle
transitable: también se pretendía con-
ARCAMADRE 10
20
seguir, como resultado de la repara-
ción, “la onrra e provecho” de la ciu-
dad. Multiplicar las fuentes, elevar
puentes bellos y bien construidos,
canalizar el agua o mejorar las condi-
ciones de higiene y salubridad de una
ciudad eran obras promovidas por el
poder local ya que, todas ellas, for-
maban parte de su deber político de
consecución del bien público y, al
mismo tiempo, servían para acrecen-
tar la hermosura y prestancia de la
ciudad, propagar su “buen parecer” y
exteriorizar las aspiraciones locales de
belleza y ostentación. Poco a poco,
con estas y otras actuaciones, los go-
bernantes locales no sólo cumplían
con su máxima obligación política
(promover el bien común), sino que,
además, iban configurando y desarro-
llando la imagen de unas ciudades
bellas, nobles y honradas. Una ima-
gen destinada a incrementar la cohe-
sión social y amortiguar el conflicto.
Una imagen que, en definitiva, cola-
boraba en la conservación del orden y
en la legitimación del poder estableci-
do.
El valor ambivalente del agua: el agua es, a la
vez, vida y muerte, salvación y condena (El
diluvio universal, Gustave Doré)
El fácil acceso a los recursos hídricos juega un
destacado papel en la ordenación del territorio.
ARCAMADRE 10
21
Valladolid en 1080 según A. Rucquoi, Valladolid
en la Edad Media). La importancia de los cursos
fluviales en el origen de los núcleos urbanos:
Valladolid nace entre el Pisuerga y el Esgueva;
Aranda de Duero entre el Duero y el Bañuelos.
Peribáñez Otero, J. G., y Abad Álvarez, I.,
Aranda de Duero, 1503)
La influencia de los recursos hídricos en la mor-
fología urbana: Salamanca organiza su espacio
urbano en función del Tormes y de los cursos
de dos arroyos que desembocan en el río: el de
los Milagros y el de Santo Domingo.
La gestión del agua y de sus infraestructuras
debe servir para promover la honra y el prove-
cho de la ciudad (El Puente de Valentré, en
Cahors).
Arroyo
de Santo
Domingo
Arroyo de los
Milagros Arroyo de Santo
Domingo
ARCAMADRE 10
22
LAS INDUSTRIAS DEL AGUA EN LA
EDAD MEDIA
Olatz Villanueva Zubizarreta
Universidad de Valladolid
El agua ha jugado a lo largo de
la Historia un papel crucial en la vida
del hombre: vital para su propio sus-
tento, pero indispensable también
para la manufactura de muchos pro-
ductos que el hombre necesita en su
vida diaria. Y en la Edad Media, prec i-
samente, la capacidad tecnológica
adquirida por el hombre hace que el
agua constituya también un elemento
activo y protagonista en numerosas
actividades artesanales2.
En algunos casos, el agua for-
ma parte de los elementos naturales
constitutivos que se necesitan para la
transformación de una materia prima
en producto: pensemos en las alfare-
rías, las curtidurías, tintorerías…. En
otros, el agua interviene como fuerza
de energía en determinadas instala-
ciones artesanales: los molinos, las
ferrerías, las aceñas, etc.
Podríamos empezar haciendo
alusión a dos actividades en las que el
agua es el elemento u objeto prota-
gonista de la actividad profesional (en
este caso, no artesanal): aguadores y
lavanderas. Normalmente, eran dos
2Este trabajo ha sido realizado en el
marco del proyecto de investigación
HAR2008-01441, financiado por el
Ministerio de Ciencia y Tecnología
actividades diferenciadas por sexos:
los aguadores eran hombres y las
lavanderas, mujeres. Aunque su pre-
sencia se registra en los documentos
desde tiempos tempranos, no será
hasta fines de la Edad Media e inicios
de la Edad Moderna cuando ambas
actividades se regulen en ordenanzas
municipales específicas. Ambos son
oficios urbanos.
Pero centrándonos ya en las
actividades artesanales que requieren
de agua, habría que hablar primero de
aquellas en la que el agua es uno de
los elementos constitutivos de la pro-
pia manufactura. Podemos citar tres
ejemplos: las curtidurías, las alfare-
rías y las salinas. Cuero, menaje y sal,
tres elementos indispensables para el
hombre medieval.
En la Edad Media el trabajo del
cuero se desarrolló como una activi-
dad artesanal reconocida, con instala-
ciones y organización laboral propias,
existente en prácticamente todas las
ciudades debido a la disponibilidad de
la materia prima y a la utilidad de sus
productos manufacturados. Las pieles
de los ganados sacrificados y consu-
midos en las carnicerías pasaban a las
curtidurías o tenerías (del verbo tanar
o tenar, es decir, curtir con corteza o
tano) de donde salían los cueros para
abastecer a otras industrias medieva-
les: calzado y vestimenta, odres y
botas para líquidos, guarniciones para
las caballerías, productos, en definiti-
ARCAMADRE 10
23
va, imprescindibles en cualquier so-
ciedad.
Aunque el proceso de curtición es
laborioso y largo, no requiere de ins-
talaciones complejas ni de espacios
muy especializados. Eso sí, necesita
abundante cantidad de agua, de ahí
que casi siempre estén próximas a
puntos de suministro, como ríos, po-
zos, fuentes…
La alfarería constituye un segundo
ejemplo en el que el agua tiene un
papel importantísimo en la creación
de productos manufacturados. En el
caso anterior el agua servía como
elemento externo pero vital en el pro-
ceso de transformación de piel a cue-
ro, aquí el agua juega un doble papel:
es elemento constituyente y externo a
la vez, es el elemento que hace que el
barro se transforme en cerámica y por
lo tanto que se considere el primer
material artificial creado por el hom-
bre. La cerámica es la combinación
perfecta de los 4 elementos que cons-
tituían el mundo según los antiguos
griegos: está hecha con tierra, mode-
lada con agua, secada al aire y endu-
recida al fuego.
El tercer ejemplo es la sal, un pro-
ducto de extraordinaria importancia
en la Edad Media, tanto para la indus-
tria alimentaria: salazones, conserva
de carnes y pescado…, como para la
industria de las curtidurías, como para
la propia alimentación del hombre y
de los animales. Desde el punto de
vista de la producción, existían las
salinas marinas y las terrestres, y de
éstas las que se obtenían del propio
terreno (minas de sal mineral y sal
gema, llamada entonces sal de com-
pás) y las que se obtenían por evapo-
ración del agua sobrante: el modo de
piletas.
Pero el agua también se empleaba
en la industria como fuente de ener-
gía. Los ingenios hidráulicos contaron
con una importancia capital en la eco-
nomía medieval: las ruedas y norias
sirvieron para la extracción de agua
para el consumo humano y para el
riego, pero también, acompañadas de
instalaciones específicas, para el
desarrollo de variadas actividades
artesanales: molinos, batanes, ferre-
rías, etc.
Estas instalaciones hidráulicas se
conocían ya desde época romana. En
ellas se utilizaba únicamente la rueda
vertical o vitrubiana, que podía poner-
se en movimiento por medio de la
circulación de una corriente de agua
inferior o por arriba mediante un ca-
nal elevado que dejaba caer el agua
sobre los cangilones, activando así el
movimiento de la rueda. Las ruedas
hidráulicas se utilizaron en un variado
tipo de industrias que necesitan de
energía motriz para imprimir mayor
productividad a su actividad: la mo-
lienda de cereales, de esparto o de
papel, el abatanado de los tejidos, el
trabajo del hierro, etc., todas ellas
ARCAMADRE 10
24
actividades que generaban productos
de primera necesidad para la sociedad
medieval.
La tecnología de los molinos me-
dievales (de eje horizontal y rueda
vertical de paletas) tomó el modelo
romano documentado en el Tratado
de Architectura de Vitrubio.
Unos versos del siglo I A.c ., ade-
más de la descripción poética del mo-
lino, ya hacen alusión a que los avan-
ces técnicos servían al hombre para
mejorar su calidad de vida: que las
mujeres sigan durmiendo que su ta-
rea ya la harán las máquinas acciona-
das por las ninfas del agua.
Dejad de moler, oh mujeres
que trabajáis en el molino
Seguid durmiendo, aunque los
gallos canten
la llegada del alba
Démeter ha ordenado a las
ninfas del agua
que hagan ellas vuestra tarea.
Saltando en la rueda, hacen gi-
rar el eje
que hace moverse las grandes
piedras trituradoras
Algunos apuntan a que el fin de la
mano de obra esclava a fines del Im-
perio romano propició el despegue de
los molinos hidráulicos. El libro que
recoge las leyes del reino visigodo (el
Fuero Juzgo) mandadas redactar por
el rey Recesvinto en el 654 (revisadas
en 681 y 693) introduce ya medidas
de protección contras las aguas que
alimentan los molinos y medidas de
castigo de especial dureza a quien
robara en los molinos y otras máqui-
nas de tecnología avanzada: Si algún
omme furta fierros de molino, u otro
engeno, entregue lo que tomó, e de-
más, peche por el furto quanto debe
pechar quien furta otras cosas, e de-
más reciba 100 azotes.
Otras fuentes aluden a que hacia
el siglo IX el molino hidráulico se en-
contraba ya consolidado tanto en los
reinos cristianos del Norte, como en
los musulmanes del Sur, de al-
Andalus. El rey leonés Bermudo II
(984-999) deja en su testamento:
“viñas, pumaradas, tierras cultivadas
e incultas, con sus entradas y salidas
y conductos de agua y presas de mo-
linos…”.
Esta herencia tecnológica romana
se vio además enriquecida por el
aporte musulmán. Los musulmanes
introdujeron mejoras para poder dis-
poner del agua de doble forma: el
mismo ingenio servía para el riego de
las huertos y la molienda del cereal
para obtener harina (la alimenta-
ción…). El geógrafo al-Idrisi escribió
en su Geografía (1154) su admiración
por los molinos de Córdoba en el
Guadalquivir, cerca del puente de la
ciudad. Y a medida que avanzaba la
Edad Media, los ingenios de molienda
no se limitaron a la molienda de ce-
real, sino que las utilidades se amplia-
ARCAMADRE 10
25
ron: a la obtención de papel (los mo-
linos de Játiva son muy nombrados,
al-Idrisi), a la obtención de zumaque
(producto curtiente indispensable en
las tenerías), a la obtención de pólvo-
ra (partir del siglo XV), a la obtención
de vidriados (para los alfareros que
tienen gran volumen de producción),
etc.
Molino sobre el río Duero a su paso por la villa de Aranda de Duero (1503)
Escena de cocción de ladrillos
ARCAMADRE 10
26
ABASTECIMIENTO DE AGUA A LAS
CIUDADES Y VILLAS MEDIEVALES
Mª Isabel del Val Valdivieso
Universidad de Valladolid
A lo largo de la Edad Media las
ciudades y villas fueron buscando la
forma de contar con suficiente abas-
tecimiento de agua, de buena calidad,
y lo más accesible que fuera posible.
Pero será en el siglo XV, con la nueva
mentalidad que se va fraguando en
los centros urbanos, cuando los con-
cejos procuren dotar a la población de
un sistema que permita un fácil y có-
modo acceso al agua, buscando a la
vez que ésta fuera de buena calidad;
con ello procuraban además embelle-
cer y ennoblecer el núcleo de habita-
ción, y mejorar las condiciones de
vida de los vecinos. Es entonces
cuando se acometen obras de nueva
conducción, y se reparan los sistemas
heredados de siglos anteriores. De
esta forma el agua se va acercando a
las casas particulares mediante fuen-
tes que se instalan en lugares estra-
tégicos y accesibles3.
Antes de la realización de las nuevas
obras de acometida, la norma general
es el aprovisionamiento mediante la
perforación de pozos; acudiendo a los
manantiales naturales, en alguno de
los cuales puede
3 Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto
de investigación HAR2008-01441, financiado por el Ministerio de Ciencia y Tecnología
Pozos en el Museo do Carmo (Lisboa)
haberse construido una fuente;
o bien tomándola directamente del
río. Allí donde la capa freática es ac-
cesible, se abren pozos, tanto priva-
dos como públicos. La importancia de
esta instalación es tal que no es ex-
traño encontrar en villas y ciudades la
denominación de “calle del pozo” co-
mo sucede en Medina del Campo,
donde se documenta en 1488. Pero en
ocasiones los pozos se contaminan,
por lo que no siempre la población se
muestra favorable a su utilización.
Es muy frecuente acudir al río
a por agua, como lo hacen los valliso-
letanos, a pesar de que, debido a que
hay épocas en la que viene turbia, y
también a que se puede contaminar
por los vertidos de algunas industrias
o ciertas prácticas de pesca, la fluvial
no es siempre un agua de buena cali-
dad. Por eso las ordenanzas concejiles
establecen normas precisas para ga-
rantizar que el agua que se coge en el
río o que se compra a los aguadores
tenga unas condiciones mínimamente
aceptables.
ARCAMADRE 10
27
Aguador
Cuando el abastecimiento procede de
una corriente próxima al núcleo habi-
tado, nos encontramos con un traba-
jador específico, el aguador. Pero las
familias pueden prescindir de sus ser-
vicios y conseguir el agua por si mis-
mas. En estos casos lo habitual es que
sean las mozas las que acudan a los
ríos, a las fuentes de las proximidades
o a los pozos públicos, para coger
agua que luego transportan ellas
mismas hasta la casa.
Llegado el siglo XV empieza a
ser cada vez más frecuente que las
ciudades y villas, al menos las más
destacadas, y aquellas que cuentan
con más recursos, vayan buscando la
forma de conducir el agua hacia el
interior del recinto con el fin de contar
con fuentes que la proporcionen
abundante y de buena calidad, pero
también que permitan a los vecinos
abastecerse con mayor comodidad.
Nos encontramos así con dos tipos de
acciones.
En primer lugar la reparación y puesta
en servicio en las mejores
Qanat de Fuentelapeña
condiciones posibles de obras
heredadas de siglos anteriores. Ese es
el caso del Acueducto de Segovia,
mandado reparar por Enrique IV y los
Reyes Católicos. Allí donde existen
también se siguen utilizando los
qanats, conducciones subterráneas de
época musulmana que encontramos,
por ejemplo, en Madrid.
Pero aunque sea menos espec-
tacular, lo más frecuente es la realiza-
ción de obras de nueva planta que por
conductos de piedra, madera o cerá-
mica llevan el agua hasta la fuente, o
fuentes, de la ciudad. Lo habitual es
que estas obras las acometa el conce-
jo, pero también encontramos a part i-
culares o instituciones que se dotan
de este recurso, con el que, además
ARCAMADRE 10
28
San Benito, en Valladolid.
de conseguir agua de forma más có-
moda, logran mostrar su poder y su-
perioridad social, a la vez que reforzar
su posición preeminente en la jerar-
quía social.
Este es el caso, por ejemplo,
de los monjes de San Benito de Valla-
dolid, que, entre 1441 y 1443, logran
llevar hasta el monasterio San Benito
de Valladolid agua desde la fuente de
la huerta de Argales, en las afueras
de la villa; construyen con ello la pri-
mera obra de esta naturaleza que se
hace en la localidad. Más tarde cuan-
do el concejo decidió realizar una
conducción similar para llevar las
aguas de la huerta de Las Marinas
hasta una fuente pública y céntrica, el
plan fracasa, teniendo que conformar-
se con instalar una fuente y lavadero
en un lugar próximo a la Puerta del
Campo.
Otro ejemplo de ese proceder
lo ofrece la familia Mendoza, cuando
dota a su espléndido palacio de Gua-
dalajara de un sofisticado sistema de
fuentes y estanques abastecidos por
agua que traen desde un manantial
próximo a la ciudad. En este caso, lo
mismo que en el “viaje” que se realiza
en Valladolid en los últimos años del
siglo XV, los ingenieros artífices de la
obra son mudéjares.
La última pieza de las obras de
acometida de agua es la fuente, habi-
tualmente pública, que se construye
para abastecimiento de toda la pobla-
ción y que se ubica en un lugar cen-
tral. Esto significa que será la pobla-
ción de esa área la más beneficiada
con la nueva dotación; pero también
que la fuente sirve al concejo para
manifestar su poder. Por eso (porque
el objetivo perseguido es doble, enno-
blecer la ciudad y manifestar el buen
gobierno ejercido por el concejo, así
como facilitar a la población el acceso
a un agua abundante, de buena cali-
dad, y fácil de coger), lo habitual es
que todos estén dispuestos a afrontar
el esfuerzo económico que tal obra
exige.
Pero no sólo son los concejos y los
habitantes de las villas y ciudades
quienes están interesados en esa do-
tación. También los reyes, interesados
por ennoblecer el reino y mostrarse
igualmente como buenos gobernan-
tes, instan a veces a villas y ciudades
para que se doten de un mejor siste-
ma de abastecimiento de agua. Esto
explica que, en contrapartida, acep-
ten, por regla general, las peticiones
de los concejos, cuando éstos solicitan
recaudar ingresos extraordinarios
ARCAMADRE 10
29
Fuente de Becerril de Campos
mediante sisas, préstamos o repart i-
mientos entre la población, para ob-
tener los recursos suficientes para
pagar la obra.
Desde el otro lado, el de los vecinos
que han de pagar, las resistencias no
parecen ser ni frecuentes ni firmes; al
contrario, en términos generales se
acepta relativamente bien la nueva
imposición, sin duda debido a que su
fin es el de dotar a la población de
una infraestructura deseada y útil. Y
esto a pesar de que, como decía an-
tes, no beneficia a todos por igual:
por ejemplo, su emplazamiento marca
ya un trato desigual al conjunto de la
población, en beneficio de quienes
residen en la zona elegida para su
ubicación.
Por último hay que indicar que
lo habitual es que se busque construir
una fuente hermosa, que embellezca
su entorno, aunque no siempre se
logra este objetivo. Además en oca-
siones el agua que llega hasta los ca-
ños no es suficiente, debido a que en
el recorrido no son infrecuentes los
robos del preciado líquido. Aquí tene-
mos que pensar en la rivalidad entre
ciudad y campo. La necesidad de utili-
zar la fuerza hidráulica para mover los
molinos y el agua para regar los cam-
pos, entra en competencia con la cre-
ciente necesidad de contar con agua
abundante que siente la población
urbana. Esto abre otro frente de aten-
ción, la defensa del agua disponible, y
la lucha por la deseada, pero no po-
demos atender ahora este problema,
ya que nos llevaría a un tema diferen-
te al que hasta aquí se ha desarrolla-
do.
ARCAMADRE 10
30
MUJERES FANTÁSTICAS. UNA VI-
SIÓN ETNOGRÁFICA DE LAS
CREENCIAS POPULARES EN EL
ÁREA DEL VALCORBA.
Consuelo Escribano Velasco
Hablar de creencias populares
o tradicionales me ha parecido siem-
pre mas acertado o mas ajustado a la
realidad que si empleamos otros tér-
minos como leyendas y supersticio-
nes. En mi opinión creencia tiene un
sentido más positivo que los términos
siguientes, mucho más identificados
con la superchería gracias al afecto
que la religión cristiana católica ha
tenido con las creencias que lo han
precedido y de las que tanto se ha
aprovechado. Por supuesto, además,
en los estudios etnográficos se usa de
forma sistemática intentando evitar
así lo peyorativo del término paga-
nismo.
Algunos autores, como Tylor y
Frazer, hablan de que existe una su-
pervivencia de las creencias, descu-
briendo, bajo el apabullante edificio
del cristianismo, los restos de religio-
nes anteriores. Aquí, según los mis-
mos investigadores, la labor del etnó-
grafo es similar a la del arqueólogo,
destapando capas para vislumbrar las
precedentes.
En cualquier caso, es claro que
el sistema de creencias no ha cambia-
do de la noche a la mañana sino que
ha ido permeabilizándose con el tiem-
po quedando las creencias tradiciona-
les más antiguas como un sustrato
que sólo se manifiesta en elementos
aislados fuera del sistema religioso
oficial.
Conocemos como, durante la
Alta Edad Media, la jerarquía eclesiás-
tica insiste en la condena del paga-
nismo aún latente en la sociedad, pe-
ro cuando no consigue erradicarlo
intenta darle un sentido cristiano.
Un punto de inflexión impor-
tante se produce entre los siglos XI y
XII cuando comienzan a aparecer las
imágenes de la virgen y de los santos
sustituyendo al culto natural pagano.
Tampoco quiero obviar aquí
los momentos claves que supusieron
la reforma y La Contrarreforma de la
Iglesia durante los que se intensifica-
ron los combates contra cualquier
elemento que sonara a pagano.
El trabajo de campo
Con estas premisas, comienzo
hace más de 20 años a recopilar tra-
diciones sobre personajes fantásticos
que conformaron parte del mundo de
las creencias tradicionales en la zona
a la que se vincula mi discurrir cot i-
diano, el valle del Valcorba, por cre-
cimiento y por ascendencia familiar
materna. De este modo queda claro
que ni pensé por un momento que se
tratara de una unidad de trabajo es-
pecial, simplemente me era más ac-
cesible. Por lo tanto no trato de decir
ARCAMADRE 10
31
ni mucho menos que estas tradiciones
son singulares de aquí, sino simple-
mente que es esta la zona en la que
se llevó a cabo dicho trabajo y que
aquí he detectado su presencia o sus
posos.
Para su realización se ha utili-
zado de manera directa la consulta
oral, dándose cuenta en las líneas
siguientes de quienes fueron los in-
formantes y sus edades aproximadas,
con el fin de poder retrotraer en su
memoria datos que pueden rastrearse
hasta los comienzos del siglo XX. La
muestra es significativa pero no es
muy abundante, tratándose de ocho
personas que colaboraron conmigo y
que, creo, hoy están todas fallecidas.
De las tres localidades objeto
del trabajo: Cogeces del Monte, Al-
dealbar y Campaspero, fueron espe-
cialmente curiosas y expresivas las
noticias recogidas en estos dos últ i-
mos por, a mi entender, conservar de
un modo bastante natural dichas
creencias. En Cogeces sin embargo,
las personas encuestadas fueron en
un principio más cautelosas en sus
datos que se hallaban muy mediatiza-
dos por factores de índole religiosa
católica. Muy pronto y una vez derri-
bada esa fachada era posible identifi-
car elementos muy parecidos a los de
Campaspero y Aldealbar.
A esta encuesta oral se ha
añadido, por supuesto, la recopilación
de datos históricos, leyendas y el aná-
lisis de la bibliografía especializada al
respecto.
La elección del tema femenino
viene al caso de que las creencias en
seres fantásticos es bastante curiosa,
aunque no son los únicos seres de
leyenda. También comparecen los
duendes y otros seres que serán tra-
tados en otros momentos.
Los informantes fueron funda-
mentales para la realización de esta
aproximación antropológica y es mi
deseo tener un especial recuerdo para
ellos:
. En Aldealbar: Alejandro “Casadero”
Rico ( 73 años), Alejandra de Miguel
(80 años), Juana García (76 años) y
Maximina Molpeceres (68 años)
. En Campaspero: Asunción Jorge
Domingo (60 años) y Amparo Botas
(47 años)
. En Cogeces del Monte: Teófilo Velas-
co González (73 años), Fidela Arribas
Peña (70 años)y Felicia Arribas Peña
(72 años).
Igualmente debo decir que los
datos se obtuvieron hace más de dos
décadas (de ahí las edades recién
mencionadas), concretamente en el
año 1985.
Mujeres Fantásticas.
A lo largo de la historia del
hombre no son pocas las ocasiones en
las que la mujer es objeto de venera-
ción especial y divinización por su
papel como madre ( diosa madre de
las Culturas Paleolíticas y neolíticas
ARCAMADRE 10
32
europeas, diosa madre en las culturas
precolombinas andinas, Démeter
griega, la virgen María..), por su be-
lleza o sus dotes amatorias (Venus), o
por su pureza (santas vírgenes márt i-
res), etc.
Por el contrario otras tantas
mujeres han sido objeto de tratamien-
to como encarnación del mal por muy
diversas causas que tienen que ver
con el desarrollo de las sociedades
patriarcales, la relegación del papel
femenino y su supeditación al manda-
to del hombre, pero también por ha-
ber sido las depositarias de los sabe-
res ancestrales conservados y utiliza-
dos en el ámbito doméstico de las
sociedades tradicionales, etc.
Siempre me ha llamado la
atención esta dualidad, bien/mal, tan
marcada y sólo ese es el motivo de la
elección del título del trabajo: mujeres
especiales, diferentes, fruto de las
creencias de unas épocas pretéritas,
producto de la pervivencia de un sus-
trato remoto enmascarado por la su-
perposición de otras formas de inter-
pretación religiosa y no obstante con-
servadas aún de tal forma que se ha-
cen perfectamente reconocibles.
Definitivamente se creía en las
Brujas .
En el área de trabajo, así como
en toda la Península Ibérica y toda
Europa existen tradiciones a cerca de
seres legendarios que se mueven en
el viento, se transportan con el viento
o generan los vientos.
El aire o airón va ligado en al-
gunos casos a lugares antiguos y lle-
nos de misterio en relación con la os-
curidad y las corrientes, e incluso ha
sido interpretado como una divinidad
precristiana. Así, por poner un ejem-
plo cercano, Pozo Airón se denomina
a una cavidad que dicen hay bajo una
de las torres del castillo de Cuéllar, en
un lugar donde hubo un poblado amu-
rallado durante la Edad del Hierro.
Aún hoy hadas (con alas) y
brujas (con escobas), son representa-
das volando.
Recuerdo perfectamente cómo,
siendo niña, a los pequeños torbelli-
nos de aire que levantaban las hojas,
la paja y el polvo les llamábamos bru-
jas diciendo: ¡se han levantado las
brujas! o ¡ahí viene una bruja!.
Eso mismo se atestigua entre
la gente mayor encuestada. El viento
en remolino es asociado sistemática-
mente a las brujas en todos los casos.
Las brujas, además, salen de sus ca-
sas volando en el viento. Se transpor-
tan a través del viento y regresan con
el viento, entrando por las ventanas y
chimeneas y haciendo un ruido ensor-
decedor, que en algunos casos se de-
fine como un bufido intenso.
En Campaspero las brujas son
remolinos, mientras que en la locali-
dad de Aldealbar las brujas de co-
mienzos del siglo XX eran mujeres
ARCAMADRE 10
33
reales, con nombres y apodos, con
familia y procedencia, que los infor-
mantes conocieron directamente o a
través de las historias que les conta-
ron sus padres.
En cualquier caso no son nunca
seres abyectos, de maldad probada,
que se reúnen en torno al diablo como
ocurre con las brujas navarras o las
del País Vasco.
En toda Castilla la tradición de
las brujas las considera casi como
personajes traviesos, de relativa mal-
dad o más sorprendentes que malas,
que conviven con la gente, como ve-
remos a continuación, pero de las que
hay que protegerse en cualquier caso.
En Campaspero Asunción Jorge
afirmaba que su aspecto era el de
personas normales, pero que tenían
poderes para hacer el bien y el mal,
eligiendo preferentemente hacer este
último.
Es muy curiosa la afirmación
inicial de que en Aldealbar no había
brujas. Lo mismo nos dijeron en Co-
geces y Campaspero. Sin embargo, en
los tres pueblos nos hablaron del mal
de ojo y la necesidad de preservar del
mal a niños, haciendas y ganados.
Curiosa es igualmente la ob-
servación de que en Aldealbar no ha-
bía brujas hasta que hacia 1908 llega-
ron algunas de estas procedentes de
otros pueblos como ¡Cogeces del Mon-
te! – si no las había ¿no?- y de Mon-
temayor de Pililla.
Pero ¿qué era lo que se conta-
ba de ellas, de sus fechorías y trans-
formaciones?.
Estos son los testimonios ora-
les recopilados en Aldealbar:
. La Tía Pañales era la primera
bruja de Cogeces, de donde la echa-
ron. Hacía daño a la mujer del señor
Braulio en un pueblo cercano, así que
pusieron en la casa de este señor un
puchero a cocer con agua bendita. La
tía Pañales se presentó allí mismo en
burra para pedirles que lo retiraran
porque le estaban haciendo daño.
ARCAMADRE 10
34
En otra ocasión esta mujer se
transformó en pájaro y así fue a mo-
lestar a un vecino. La cogieron y se
convirtió en una castaña. El vecino
mordió la castaña y al día siguiente la
bruja apareció con el mordisco en la
cara.
Por las noches salía su espíritu
y por eso tenía que dejar algo abierto,
para poder regresar. Si no podía ha-
cerlo bramaba y daba vueltas por el
tejado.
Si su marido la oía bufar por
las noches, le tapaba la boca.
. La Tía Lebruna, otra bruja,
fue a vivir a Aldealbar al trasladarse
allí su marido como pastor. Se cuenta
de ella que se transformaba en gato y
mataba las ovejas del Sr. Toribio. Es-
te, cansado, lo vio y le dio con un pa-
lo. El gato arañó al pastor, que se
puso muy malo. Desde ese día la Tía
Lebruna no volvió a levantarse de la
cama.
Se comentaba que los bueyes
no pasaban de su casa.
Su suegra, la Pañales, se con-
virtió en una nuez a la que alguien dio
un corte y ese día aquella murió en
Cogeces.
A la tía Lebruna se le culpaba
de haber hecho trizas con las tijeras la
camisa de la Sra. Simona durante la
noche, sin que esta se diera cuenta y
a pesar de llevarla puesta encima.
Cuando el informante tenía 12
años iba con su padre a Valladolid a
vender huevos. Aprovecharon para
llevar a la Lebruna al hospital. Toma-
ron el camino de Montemayor y al
llegar a la finca de la Fraila, se paró la
mula y comenzó a relinchar. No hubo
forma de continuar el viaje y hubieron
de regresar al pueblo. Tras su muerte,
se le aparecía al marido cuando esta-
ba con las ovejas. Tras varias apari-
ciones, dijeron una misa, pusieron un
rosario al marido recitando :”Si eres
ánima del otro mundo dime a lo que
vienes”. Esta fórmula servía para re-
conocer a las brujas si el rosario se
caía. Así fue.
. La Tía Ruala (de los Ruales de
Montemayor).
Su marido tenía una casa vieja
y grande en cuyo desván aparecía un
gato todos los días. Esto le daba mie-
do y no se detuvo en tirar por ello
aquella casa. Aún así quedó una viga
ARCAMADRE 10
35
quemada en forma de gato y no paró
hasta destruirla.
Otro día este hombre fue al
prado. Un pájaro se le metió en el
bolsillo y pensó que se trataba de una
bruja.
Cuentan que tenía una bodega
y la despensa llena de chorizos. Una
noche sintió un fuerte ruido, como un
tiro. Le quitaron todo y pasó mucho
miedo viendo bailar los platos.
. La Gertrudis. Era una mujer
muy mala, pero no una bruja. Si lo
hubiera sido habría matado a todo el
pueblo.
También en Campaspero he-
mos recopilado la siguiente informa-
ción:
… a las brujas se les relaciona
con el mal de ojo, que no sólo podía
afectar a las personas sino también a
las cosas: las brujas invertían las cu-
bas y se caía el vino, tiraban los ape-
ros del desván, etc.;
Mientras en Cogeces nos ha-
blaron de que hacían correr las bello-
tas por el sobrao y podían llegar a
matar animales grandes como los bu-
rros.
Las fórmulas para saber si al-
guien era bruja son fundamentalmen-
te dos: la ya mencionada del rosario
que caía al suelo en presencia de la
bruja, recopilada en Aldealbar mien-
tras en Campaspero se cogía una cri-
ba en la que se clavaban las tijeras
suspendiendo esta. Si la criba no se
movía era claro que se trataba de una
bruja.
Para que las brujas no entren
en las casas o, si ya están dentro ex-
pulsarlas nos refieren lo siguiente:
-En Campaspero se ponía una
cruz pintada o realizada en hierro en
la trasera de la casa, tanto por dentro
como por fuera. Igualmente podían
colocarse las tijeras abiertas encima
de una silla o de una mesa o se cla-
vaban en una argállara; También se
colocaban una cruz de Caravaca en el
cuello.
- En Cogeces se ponían en las
puertas cruces de alambre o estam-
pas o el Corazón de Jesús. Recuerdan
los informantes como se mojaban con
agua bendita para protegerse, hacían
ventanas pequeñitas y ponían calde-
ros de agua caliente en la chimenea
para evitar el embrujo de los niños.
Si alguien se encontraba con
ellas debía recitar una oración, pero
fundamentalmente, como medida pro-
filáctica frente a las brujas, se coloca-
ban sobre personas y animales obje-
tos protectores, evangelios, cintas,
medallas, escapularios, etc.
ARCAMADRE 10
36
Amuleto contra las brujas:
Detente, el corazón de Jesús está conmigo
Respecto a otras cuestiones
como las costumbres de las brujas, se
refieren en Campaspero a que se col
gaban cascabeles de los vest idos y se
reunían en el desván de algunas ca-
sas, llegando a entrar por la chime-
nea.
En Cogeces las brujas ser rela-
cionaban con los martes, diciéndose
que ese era el día en que se conver-
tían en gatos e incluso recitándonos
una frase que las brujas decían en sus
reuniones para ir a una bodega: “Mar-
tes hoy, martes mañana, martes toda
la semana… a la bodega de…”. Cuan-
do se transformaban en gatos mata-
ban a los corderos.
En Aldealbar andaban en esco-
bas e iban de Rábano a la Seca para
beber vino de Serrada y cantaban:
Tres somos de la Seca, Tres de Serra-
da y el tamborilero de Rodilana” y los
segadores al oírlas les ofrecían la bo-
ta.
Preguntados los informantes sobre la
trasmisión de sus poderes afirmaron
que estos no pueden pasar de unas
personas a otras.
De lo referido hasta ahora se
deducen algunas cuestiones genera-
les:
1.- Las brujas son mujeres fo-
ráneas, casadas con hombres más
débiles que incluso las temen, relacio-
nadas en dos casos familiarmente, y
de una extracción social rural (mujer
de pastor)
2.- Vuelan y braman o bufan,
3.- Se relacionan con el viento.
Se mueven con el viento entrando por
chimeneas y ventanas y se asocian a
los remolinos.
4.- Se relacionan con animales
o tienen capacidad para convertirse
en animales (gatos y pájaros) y en
frutos silvestres (castañas, nueces) En
uno de los casos el animal (un gato)
ataca y mata a las ovejas.
5.- Producen fenómenos extra-
ños como el referido de hacer bailar
los platos o provocar que los animales
quedaran parados a su puerta, ante
su presencia, etc.
6.- Se les otorga la capac idad
de reconvertirse en personas conser-
vando las características (mordiscos,
corte, golpes) que les produjeron
cuando se manifestaron como frutos o
como animales, fundamentalmente
gatos negros.
7.- Se cuelgan cascabeles de
los vestidos
8.- Se reúnen en los desvanes,
9.- Les gusta beber vino.
ARCAMADRE 10
37
10.-Se documentan fórmulas
para detectar a las brujas
11.- Existen medios protecto-
res comunes para las personas y ani-
males, así como otros espec íficos para
las viviendas.
De Moras Encantadas, Serpientes
y Vírgenes.
Una figura femenina singular
de la tradición, repartida igualmente
en toda Europa, es la de las jóvenes
doncellas que habitan junto a las
fuentes y en las cuevas. De ellas se
dice que se manifiestan en determi-
nadas circunstancias sin que se esta-
blezca relación alguna, casi como una
visión que asusta pero a la vez es
muy atrayente.
Es bien conocida la existencia
de creencias prerromanas muy exten-
didas ligadas a elementos que con-
forman los paisajes naturales entre
los que se encuentran las cuevas y
fuentes ligados al culto de dioses y
ninfas en época romana. Este es un
hecho bien contrastado en Cueva Ro-
mán, bajo la ciudad romana de Clu-
nia, sede de un santuario priápico
donde se da culto a la fertilidad mas-
culina.
En Aldealbar existe la leyenda
de la Mora que vive en una cueva. En
lo que hoy llamamos la Fuente de la
Mora no es posible identificar visual-
mente nada porque a finales de la
década de los ochenta o principios de
los noventa fue cegada.
La Mora, una joven de cabello
largo y aspecto lánguido, se aparece
de una manera particular, peinando
su cabellera con un peine de oro o
marfil.
Moras como esta se reconocen
en numerosos lugares de los que sólo
pondré algunos ejemplos para que
veamos la enorme dispersión del fe-
nómeno: La Quilama, la reina mora
casada con D. Pelayo, que peina su
pelo en la Sierra del mismo nombre
en la provincia de Salamanca es uno
de los más significativos y práctica-
mente idéntico a este de Aldealbar.
En estas mujeres tenemos un
ser mitificado -mora, xana, señora,
ARCAMADRE 10
38
etc.- cuya existencia se halla ligada a
la de una cueva, y con frecuencia, y al
mismo tiempo, a una fuente y, en
ocasiones a tesoros.
Así, en ciertas cuevas como la
de la Mora en Garcibuey y la del mis-
mo nombre en Herguijuela de la Sie-
rra, dentro de la provincia de Sala-
manca, las respectivas moras tienden
la ropa al sol a la entrada de la cueva.
Al igual que sucede, en el caso de las
cuevas catalanas de Can Fábregues y
Castelví de la Marca, y en otras mu-
chas del ámbito peninsular.
En algunas otras leyendas se
alude al cernido de la harina que efec-
túan las moras principalmente en la
noche de San Juan y en las noches de
tormenta. Esto se dice de las encan-
tadas de Marmellá y de las mouras de
Portugal, por citar algunas.
El arquetipo incluye la particu-
laridad de que las mujeres encantadas
peinan sus cabellos con peines de oro,
en muchos de los casos recogidos.
Según hace observar Caro Baroja, se
podría atribuir tal creencia a un tipo
de contaminación o influencia indoeu-
ropea, aunque sin descartar un origen
anterior.
El investigador J. M. González
Reboredo consigna que en ciertas re-
giones de Galicia (San Martín del Gro-
ve, Pontevedra) las encantadas son
identificadas con los primeros pobla-
dores o simplemente como habitantes
de los castros,
En otras ocasiones estos seres míticos
son mitad serpiente mitad mujer, un
hibridismo que atiende a considera-
ciones relativas a creencias y cultos a
la fertilidad.
A este respecto debo traer a
colación la documentación de una
creencia de este tipo en el valle del
Valcorba. En este caso no se trata de
un híbrido precisamente sino una ser-
piente. Este animal está directamente
ligado a una cueva, esta vez en Baha-
bón de Valcorba, situada sobre la ca-
becera del valle, en la zona del naci-
miento del propio arroyo Valcorba.
Allí, se conserva la leyenda de
que esta serpiente ( recordemos el
cuélebre de Asturias), que vivía en la
cueva de Castrogordo, salió para be-
berse la leche, en unas versiones, o
para envenenar el agua, en otras,
suponiendo este último hecho el fin
legendario del poblamiento de Min-
guela.
Es exactamente y de manera
sorprendente en este lugar, en reali-
dad un covacho, donde hace unos
años, un grupo de arqueólogos hemos
reconocido la existencia de pintura
rupestre en color rojo adscrita a la
ARCAMADRE 10
39
Edad del Bronce, con una antigüedad
de unos 4000 años.
¿Casualidad? ¿Superposición
de creencias a lo largo de milenios de
ocupación humana del territorio?.
De forma general, algunos de
estos genios femeninos custodian te-
soros en lo más profundo de las cue-
vas recibiendo el nombre de moras en
la Meseta. Pero en el país vasco son
conocidas bajo el nombre de gentilba-
ratza; en el mediodía de Francia usan
para la designación correspondiente el
gentilicio bergères; equivalen a las
korrigan de Bretaña.
En cualquier caso estas moras
guardan las riquezas contra la codicia
de los hombres, quienes solamente
podrán apoderarse de éstas mediante
el desencantamiento de aquéllas. y
parejo a ello, puede producirse el des-
cubrimiento de tesoros en las inme-
diaciones.
De hecho, en el caso de la
cueva de la Quilama se conserva me-
moria de un hallazgo de ese tipo en
un castro próximo, a cargo de un pas-
tor. En el lugar del supuesto hallazgo
hay vestigios de dólmenes y otros
restos prehistóricos.
Otro tanto ocurre en el caso de
la cueva de la Mora, ubicada en la
Sierra de Castillo (Herguijuela de la
Sierra) y en la del mismo nombre, de
Garcibuey, ambas como expuse unas
líneas más arriba, en la provincia de
Salamanca .En todas ellas hay memo-
ria del descubrimiento de tesoros.
Como venimos viendo, se se-
ñala la presencia de monumentos o
referentes prehistóricos en las inme-
diaciones de estas cuevas de moras,
que también aparecen ligadas a los
castros de la Edad del Hierro. Es más,
de las fées y las korrigan de Francia
concretamente, se dice que se hallan
en las proximidades de los dólmenes
y no debemos olvidar, sin ser este
nuestro caso que los dólmenes se han
ligado a lugares de ocultación de teso-
ros, lo que ha supuesto, en ocasiones,
su desmantelamiento y destrucción.
Por otra parte, es interesante
estimar las concomitancias de tipo
cultural existentes entre las cuevas de
moras encantadas y esas mismas
cuevas, posteriormente cristianizadas.
Las cuevas de la Quilama y de la Sie-
rra del Castillo no escapan a tal fenó-
meno, que por lo demás, se produce
igualmente en el caso de otros puntos
o centros de hierofanía sistemática-
mente cristianizados en un momento
dado por la Iglesia. Tal sucede por
ejemplo, con los primitivos santuarios
convertidos más tarde en ermitas.
Asimismo, encontramos manifestacio-
nes de solapamiento de formas reli-
giosas en cuevas, tales como la de
Covadonga, la Gruta de Lourdes, la
denominada cueva de Simón Vela, en
la Peña de Francia, donde según la
t
ARCAMADRE 10
40
Imagen románica de la Virgen de la Armedilla.
tradición fue descubierta la imagen de
la Virgen del mismo nombre.
¿Podría haber ocurrido otro
tanto en la Armedilla de Cogeces del
Monte, en Valladolid, La Fuencisla de
Segovia, la Fuensanta en Murcia,
Sonsoles en Ávila, etc. y en otras
áreas de rica y variada mitología, cual
pueda ser el País Vasco, donde ha
persistido la veneración hacia Nuestra
Señora de Amboto, antiguo lugar sa-
grado.?
A este respecto quiero traer al
caso que frente a la cueva de la Ar-
medilla, al otro lado del Valle, en el
lugar conocido como Los Poyatos de la
Armedilla y ya hace más de 50 años,
se encontró un conjunto de brazale-
tes metálicos, hoy lamentablemente
desaparecidos, que bien pudieron
formar parte de un depósito votivo
durante los últimos compases de la
Edad del Bronce, más de 1000 años
antes de Cristo, un auténtico tesoro.
Con ello se relacionarían al menos
tres premisas de las que venimos ha-
blando: cueva y/o fuente- lugar sa-
cralizado por el cristianismo - tesoro o
lugar simbólico en la Prehistoria.
Quiero creer, como otros mu-
chos investigadores, que las mujeres
especiales que aparecen en cuevas y
fuentes, por mor del tiempo transcu-
rrido y de los cambios sociales, reli-
giosos, etc., han ido transformándose
en unos casos y permaneciendo en la
tradición oral, en otros, pero que res-
ponden a una creencia ancestral co-
mún que se ha ido adaptando en fun-
ción de las necesidades. Así que no
me parecería extraño que, aún a falta
de una contrastación científica fiable,
la leyenda inicial y culto a la imagen
de la Virgen de la Armedilla pudiera
estar aprovechando y transformando
una creencia mucho más antigua, que
ya apuntábamos en trabajos anterio-
res y que hemos vuelto a retomar
unas líneas más arriba.
Un hecho parecido, aunque
mucho más evidente, ocurre en Hon-
tangas (Burgos), donde una pequeña
ermita dedicada a la actual patrona
“La Virgen de la Cueva” se levanta
sobre una fuente deificada en la que,
eso sí, se conserva una inscripción de
época romana dedicada a una deidad
celtibérica AEIO DAICINIO. Se trata
ARCAMADRE 10
41
de una divinidad indígena prerromana
de carácter acuático que ya ha sido
identificada en otros lugares donde
además el agua no sólo es de calidad
sino que tiene propiedades salutíferas
contrastadas como Baños de Monte-
mayor en la provincia de Cáceres.
Queda pues una vez más pro-
bada la relación divinidad-agua-cueva
y en muchos casos su advocación a
una virgen o una doncella mora.
Hay excepciones que confir-
man la regla, para las que puede exis-
tir una explicación: en Hontangas la
ermita de la Virgen de la Cueva se
dedicó a San Juan Bautista, igual que
ocurre en el santuario acuático de San
Juan de Baños (Palencia) o en San
Bernabé, en el complejo cárstico de
Ojo Guareña, (Burgos), advocaciones
que al parecer son consecuencia de la
confluencia de varios elementos de
una compleja cristianización y del es-
tablecimiento de paralelos con santos
cristianos ligados al agua.
No obstante lo anterior, estas
líneas sólo pretenden apuntar conco-
mitancias y paralelos con otros casos
de características similares.
Su valor está en la recopilación
de datos sobre las creencias tradicio-
nales de todas las épocas, intentando
entender el galimatías de las superpo-
siciones y transformaciones a que el
cambio social, mental y religioso las
ha ido sometiendo y valorando todas
ellas en la medida más justa atenién-
donos a los conocimientos y estudios
más recientes así como a las obras
clásicas de interpretación y estudio
entre las que cabe destacar las de
Caro Baroja .
Quede claro que nuestros an-
tepasados creían en la existencia de
las brujas, que eran capaces de reco-
nocer y ahuyentar, así como que en
las cuevas moraban seres mágicos:
moras, serpientes y vírgenes.
ARCAMADRE 10
42
ROMANCES TRADICIONA-
LES: “BLANCAFLOR Y FILOMENA”.
Recopilación, transcripción y co-
mentarios.
Consuelo Escribano Velasco
El trabajo de recuperación de
romances y canciones tradicionales
está dando sus frutos.
Durante los meses de julio y
agosto de 2009 se ha llevado a cabo
un trabajo de campo con la colabora-
ción de algunas de las mujeres y
hombres de nuestro pueblo. Quiero
agradecer especialmente la magnífica
disposición y colaboración de Matilde
de la Fuente, Agustina García, Luisa
Aragón, Milagros Molpeceres Velasco,
Teresa García Casado, Juana Fuentes
Tejero y Luis Velasco Herguedas.
De muchos ratos compartiendo
interés y experiencias, son una mues-
tra las líneas siguientes en las que
incluimos las dos versiones recopila-
das en Cogeces.
El romance de Blancaflor y Fi-
lomena ha sido además grabado por
Carlos Porro, director del Fondo Sono-
ro de Castilla y León” tanto a Milagros
Molpeceres, luego ampliada por Tere-
sa García Casado, como a Juana
Fuentes, ambas vecinas de Cogeces,
aunque esta última proveniente de
Cuenca de Campos. Las dos han can-
tado y recitado sus versiones, prácti-
camente idénticas en contenidos y
que tienen igualmente en común unas
características musicales generales,
aunque la melodía sea diferente.
Pasamos a dar cuenta de la le-
tra del romance para después entrar a
comentar aspectos antropológicos e
históricos relativos al mismo.
Recopilado a Teresa García Ca-
sado y Milagros Molpeceres Velasco:
-Paseaba la viudita por el mar y por la
arena. con sus dos hijas preciosas Blancaflor y Filomena (bis)
.-(Pasa)Ha pasao por allí Torquino, se
ha enamorado de una de ellas. Si
quiere usted señora me caso con Fi-lomena (bis).
- Cásate con Blancaflor que es mayor
y te respeta (bis). Me caso con
Blancaflor no olvidando a Filomena (Bis).
- Al año de estar casados se ha levan-
tado (demundado) una guerra. A Tor-
quino le(han llevado) nombraron por
(de) capitán de bandera (bis)
.- Ya se ha acabado la guerra, Tur-
quino fue en ca su suegra. Buenos
días suegra mí. Buenos días, enhora-buena (bis
.- ¿Qué tal quedó Blancaflor? De salud
quedó muy buena (bis). Me ha encar-
gado Blancaflor que la lleve a Filome-na (bis).
-Filomena no saldrá(se va) por que es
mocita soltera (bis). No tenga cuidado tía que su cuñado la lleva. (bis)
.-La ha (montado) cogido en el caba-
llo, (empezó) ha empezado a correr
con ella (bis)y en los sitios más ocul-
tos (empezó) Ha empezado a menes-terla (bis)
.- Estate quieto Turquino mira que el
diablo te tienta (bis)ç
.- Si me tienta que me tiente. He de
lograr tu belleza (bis)
ARCAMADRE 10
43
.-La ha bajado del caballo hizo lo que
quiso de ella, y para el mayor dolor la ha despuntado la lengua.
.-Ya los gritos que ella daba un pastor
se acerco a ella. Pidiole pluma y papel para escribir cuatro letras.
.- Pluma y papel yo te doy pero tinta
yo no tengo. Con la sangre de mis
labios cuatro letras escribiremos
.-Dieron la carta para alto y un paja-
rito la lleva. Déjala en el balcón de mi
hermana Blancaflor.
.- Blancaflor no estaba en casa, que
estaba a misa de once y cuando vino
de misa y echó la vista pa el alto.
.- Que ha sido la desgracia que ha
pasado en esta casa, y a un hijo que
tenía le preparó de comida.
.- Sube Torquino a comer que la mesa
ya está puesta, y a la primer cuchara-da la mano del niño encuentra.
.- Que has echado en la comida que
tan tierna está la cazuela,
.- más tierna estaba la honra de mi
hermana Filomena.
.- La agarrado los cabellos la tiro por
la escalera, y la primera puñalada, Blancaflor quedó allí muerta.
.- Padre todo aquel que tenga hijas
nos caséis con forasteros, que las dos
hijas que tuve , las dos con pena mu-
rieron, una murió apuñalada y la otra despuntada la lengua
.- y aquí se acaba el cantar del
Blancaflor y Filomena.
A Juana Fuentes Tejero corresponde
la siguiente versión:
.- Se paseaba Doña Aldea por los pa-
lacios de Aldea, con una hija en cada
mano, Blancaflor y Politena (bis)
.-Ha pasao por allí un caballero. Se ha
enamorado de una de ellas. El quería
a la mayor. Le dieron la más peque-ña(bis).
.- A los seis meses casados, el dice
que va a la guerra (bis).- Tu mientes
como un villano. Que vas a ver a tu suegra.
.- Buenos días tenga suegra. Buenos
días, yerno tengas (bis)
.- ¿Qué tal quedó Blancaflor?. Blancaflor no quedó buena (bis).
.- Tiene unas calenturitas. Que no se
separan de ella (bis)
.- Coge mula y criado y véteme a por
ella (Bis).
.- Qué mula ni que criado. Yo quiero a
Napolitena (Bis).
.- Ha abusado muy bien de ella. Has-ta sacarle la lengua (Bis)
.- Si viniera un pastorcito. Mandado
de Dios viniera (bis).
.- Que me escribiera una carta. Que
Blancaflor lo supiera (Bis)
.- No tengo papel ni tinta. De pluma
serviría esta que tengo en la oreja (bis)
.- y de tinta serviría la sangre de mi
cabeza (bis)
.- Ya lo sabe Blancaflor. Cargo una
cesta con cera (bis)
.- Y en vez de alumbrarse a su her-
mana. Se la alumbrado a ella (bis)
.- Vamos a cenar marido. Que te ten-
go rica cena (bis)
.- Que me tendrás tu a mi mujer que
a mi bueno me supiera (bis)
.- Mejor te supiera a ti los gozos de mi
hermana Politena (Bis).
El romance de Blancaflor y Fi-
lomena, muy popular en la tradición
oral moderna y geográficamente ex-
tendido por la península ibérica, Ma-
rruecos y las Américas (incluso existe
una versión recogida por Violeta Pa-
ARCAMADRE 10
44
rra), deriva de la leyenda mitológi-
ca de Philomela y Procne (ó Progne).
Este mito, narrado por escrito-
res clásicos como Ovidio, Demóstenes
y Apolodoro, contó también con una
fuerte tradición en la península Ibéri-
ca.
Alfonso X lo describió exten-
samente en su General e Grand Esto-
ria.
Pandión I, soberano de Atenas,
recibe la ayuda salvadora de Tereo,
rey de Tracia, con quien concierta una
alianza ofreciéndole la mano de su
hija Procne.
El matrimonio se celebra y
consuma en medio de malos presa-
gios, que no impiden el nacimiento de
un heredero, Itis, y la felicidad matri-
monial durante unos pocos años.
Pero Procne no es feliz, siente nostal-
gia del hogar que dejó atrás y sobre-
todo una tremenda añoranza de su
hermana Filomela por lo que manda a
Tereo a Atenas en su busca.
Banquete de Tereo. Rubens
Al llegar a Atenas, la espléndida belle-
za de Filomela deslumbra a
Tereo que queda inmediata-
mente subyugado por la hermosura
de la joven, lo que le provoca el ena-
moramiento instantáneo
Tereo disimulando a duras pe-
nas, la lujuria que lo desborda, logra
el permiso de Pandíon para que la
princesa emprenda el viaje. Pero al
desembarcar en Tracia, Tereo loco de
deseo, incapaz de contener su lasc i-
via, viola a su cuñada, y para que no
pueda hablar de lo sucedido le corta
la lengua y la encierra.
Sin embargo, Filomela se las ingenia,
gracias a una tela bordada, para avi-
sar a su hermana de que no está
muerta como le han hecho creer.
Procne disfrazada de bacante, libera a
Filomela y la conduce a palacio donde
las dos hermanas se vengan de Tereo
de una forma atroz: dan muerte al
niño Itis, hijo de la propia Procne, lo
guisan y se lo sirven a la mesa a su
padre. Cuando Tereo descubre el ma-
cabro menú que ha ingerido, persigue
a las hermanas espada en mano, pero
una triple metamorfosis impide su
castigo. Procne se convierte en golon-
drina (ave migratoria), Filomela en
ruiseñor (pájaro con un canto muy
melodioso) y Tereo en abubilla, (pája-
ro insectívoro, que es muy agradable
a la vista, pero de olor fétido y canto
monótono.
ARCAMADRE 10
45
Durante la Edad Media y el Re-
nacimiento, muchos poetas como el
Marqués de Santillana, Juan de Mena,
Boscán y Garcilaso de la Vega lo men-
cionaron en sus poemas, interesándo-
se más por la figura del ruiseñor (Phi-
lomela) que angustiado busca a sus
polluelos, que por la leyenda comple-
ta.
Durante el Siglo de Oro el mito
continuó atrayendo la atención de los
dramaturgos (Juan de Timoneda,
Francisco de Rojas Zorrilla y Guillén
de Castro, entre otros) que lo recrea-
ron en diversos dramas de gran éxito.
El romance, conservando de
modo general el argumento y los per-
sonajes de la leyenda, incorpora no-
vedades que lo distinguen y apartan
de la tradición erudita tanto clásica
como hispana.
Algunos autores, es el caso de
Beatriz Gómez Acuña, sugieren que
las variantes que el romance presenta
enfatizan la importancia de las muje-
res en la historia y sobre todo resalta
el papel que la comunicación entre las
dos hermanas juega en la resolución
del conflicto. En el romance se puede
percibir la presencia de una voz fe-
menina que utiliza esta historia para
criticar aspectos sociales, como la
exogamia (salida de mujeres hacia
otros lugares por o para matrimonio),
que afectan principalmente a las mu-
jeres. El romance puede explicarse
como una variación del mito desde la
perspectiva femenina, ya que son las
mujeres las principales trasmisoras de
la tradición oral.
El romance de Blancaflor y Fi-
lomena cumple, pues, con una de las
funciones primordiales del folklore,
que es criticar o al menos ponderar
sistemas sociales, económicos o ideo-
lógicos.
Echemos un vistazo rápido a
alguna de estas variaciones del ro-
mance respecto del mito clásico
1.- Ausencia de la figura paterna
Mientras en la leyenda clásica
el protector de las mujeres es Pan-
dión, el padre de Progne y Philomela,
que concierta el infausto matrimonio,
en la tradición oral, el tutelaje de
Blancaflor y Filomena se debe a la
madre: la viudita y Doña Aldea, según
versiones. La inclusión de la figura
materna produce que el romance sea
una narrativa esencialmente femeni-
na, donde tanto las protagonistas de
la historia como las receptoras y
transmisoras son mujeres. Conse-
cuentemente, también femeninas son
las soluciones y estrategias que las
hermanas elaboran para resolver el
problema.
Pandión, según la recreación
de Ovidio y de Alfonso X, entre otros,
activamente intercede para que se
celebre la boda entre Procne y Tereo.
La motivación principal de Pandión es
emparentar con una familia de linaje
ARCAMADRE 10
46
ilustre, acaudalada y de gran fama y
valor.
En el romance, el error de la
madre consiste en ser demasiado in-
genua y dejarse engañar por Tur-
quino. La madre, en principio, no tie-
ne intención de casar a sus hijas y
sólo accede al matrimonio tras las
insistencias del extranjero, a quien
pronto en la narración se le reconoce
como el único culpable de las desgra-
cias.
La madre queda exonerada de
culpabilidad, aunque a su personaje,
que representa a todas las madres, se
le sugiere tener mayor cautela y no
dejarse engañar por hombres con
malas intenciones.
De esta manera, el romance
muestra a las mujeres como un colec-
tivo vulnerable que debe mantenerse
unido y vigilante ante posibles ata-
ques masculinos.
El romance, al carecer de pa-
terfamilias, evita tener que seguir
comportamientos sociales preestable-
cidos y permite utilizar estrategias
femeninas que en el transcurso del
romance serán alabadas.
2. La mutilación y la importancia de la
oralidad.
La mutilación de Philomela,
que tiene lugar acto seguido a su vio-
lación. Es un episodio crucial y se pre-
senta tanto en las reediciones clásicas
como en el romance. Ovidio y Alfonso
X explican con detalle los sucesos
previos a la violación, prestando es-
pecial interés a los sentimientos de
Philomela y Tereo y convirtiendo el
pasaje en un estudio psicológico de
los personajes.
Se detalla, por tanto, la gra-
dual ascensión de la lascivia de Tereo
y la indefensión de Philomela, que
paulatinamente se va dando cuenta
de la precaria situación en que se en-
cuentra. La violación en sí, es enten-
dida por ambos autores como la cul-
minación lógica del estado de Tereo,
El proceso de la mutilación aparece
más elaborado que el de la violación y
es solo percibida como un sufrimiento
más por el que Philomela pasa.
Al quedar muda, Philomela,
haciendo uso de su ingenio, utiliza un
recurso alternativo a la oralidad y de
este modo logra comunicarse y ven-
gar su violación.
Mientras, en el romance, el
episodio de la mutilación cobra gran
importancia. La violación se expresa
concisamente y normalmente median-
te eufemismos, pero la mutilación
está narrada con gran detalle.
Las referencias a la violación
son, casi siempre, eufemísticas, "hizo
de ella lo que quiso" o “ha empezado
a menestrela”, y de una gran conc i-
sión.
Sin embargo, las referencias a
la mutilación están hechas con un
lenguaje directo que atrae la atención
ARCAMADRE 10
47
del oyente y que hace que se desta-
que sobre cualquier otro acontec i-
miento de los descritos en la misma
secuencia.
La extracción de la lengua ocu-
rre siempre después de la violación e
indefectiblemente causa "mayor do-
lor" a Filomena y más agrado al cri-
minal que cualquiera de los agravios
anteriores. En consecuencia se enfat i-
za que la desgracia mayor de Filome-
na consiste en haber perdido su capa-
cidad de expresarse oralmente. Se
describe a veces como se (le) ha des-
puntado la lengua, le ha sacado la
lengua….
Muchas versiones terminan
lamentando la desgracia de las dos
hermanas: la una, por ser mal casa-
da, y la otra, curiosamente, no por
haber sido violada, sino por haber
perdido la lengua.
La lengua define a Filomena
como mujer, por lo que el romance
expresa un profundo lamento ante su
condición de muda. El recurso que
Filomena (Politena o Napolitena) utili-
za para transmitir el suceso es la es-
critura, que lleva a cabo utilizando la
sangre.
A pesar de la incidencia que se
hace en la descripción del proceso de
escritura, las noticias llegan a
Blancaflor. Frecuentemente, en otras
versiones, de manera oral y la misiva,
pareciendo cobrar vida propia, le llega
en un tiempo récord: "Mucho corría
Turquino / pero más corrió la nueva",
"Si mucho corrió la carta / mucho más
corrió la nueva". Además, el romance
deja patente la vigencia de la historia
y el compromiso que las cantoras tie-
nen hacia ella: "las cartas de Filomena
/ andan por mar y por tierra". Estos
versos patentizan la popularidad del
caso de Filomena y Blancaflor, que de
manera ejemplar circulan oralmente
entre el colectivo femenino.
De este modo el romance pue-
de entenderse como un homenaje y
una celebración de la oralidad, el mé-
todo de comunicación preferente en-
tre las mujeres.
3. Ausencia de la metamorfosis e in-
clusión de moralejas
Los finales del romance, que
son múltiples y variados, nunca inclu-
yen el episodio de la metamorfosis de
Filomena y Procne en pájaros, como
ocurría en la obra clásica. Es com-
prensible que los transmisores del
romance rechazaran incorporar la
transformación de los personajes en
pájaros por considerar este ac to de-
masiado fantástico ya que el roman-
cero, en efecto, se caracteriza por su
realismo, donde todas las acciones,
excepto en contadas ocasiones, son
justificadas. Al evitar este final, los
cantores crean unos finales, normal-
mente moralísticos en los que se en-
salza a la mujer que ha sido capaz de
vengar su afrenta, se enfatiza la tra-
ARCAMADRE 10
48
gedia familiar remarcando el estado
de Blancaflor y Filomena y se hace
una condena explícita a la exogamia.
Algunas versiones terminan
con el asesinato de Tarquino, frecuen-
temente a manos de su mujer
Blancaflor. Las acciones de Blancaflor,
que antes de ejecutar el crimen había
espontáneamente abortado o matado
(según versiones) a su hijo y se lo
había ofrecido a Tarquino en la cena,
no suelen ser condenadas, sino por el
contrario, encomiadas. Abundan en
estas versiones versos como: "La mu-
jer que mata a un hombre / la corona
mereciera". Estos finales, aún no
siendo los más numerosos, son in-
teresantes porque muestran la gran
empatía que las cantoras muestran
hacia la figura de Blancaflor, a quien
consideran víctima a pesar del crimen
que ha cometido. Es revelador con-
trastar los sentimientos del público
hacia Blancaflor frente los que Ovidio
muestra hacia Procne y Filomela, a
quienes describe como vengativas y
crueles: "Progne no puede disimular
el gozo cruel". De un modo similar
describe Alfonso X a Progne en su
afrenta: "Et tanto era ella ya encendi-
da en el mal que non pudo encubrir
los gozos que ende auie"24. Sin duda,
en la versión popular del mito se ha
desarrollado una simpatía hacia las
hermanas que no existía en las ver-
siones eruditas, y es posible argüir
que esto se debe al predominio de
mujeres que interpretan y reelaboran
este romance.
Muchas versiones terminan
recalcando la tragedia y los infortu-
nios de las dos hermanas: "una le
quedó viudita / otra le quedó sin len-
gua", "una murió degollada / otra sa-
cada la lengua.", "la una tengo mal
casada / la otra sacada la lengua".
Estas versiones no ofrecen una reso-
lución al conflicto, sino que a modo de
moraleja reiteran el fatal desenlace de
las dos mujeres. Con este final se
intenta concienciar al público sobre
los peligros que la exogamia presenta.
En efecto, la mayoría de las versiones
incluyen un comentario moralístico en
el que se condena la exogamia: "Ma-
dres, las que tengáis hijas / casadlas
en vuestra tierra". Puesto que la exo-
gamia es una práctica fundamental
para el patriarcado, donde el paterfa-
milias es la persona que decide el in-
tercambio o regalo de sus hijas, este
final puede ser percibido como una
crítica al orden simbólico. La moraleja
contiene una reflexión sobre esta cos-
tumbre y muestra la ansiedad y tris-
teza que produce en las mujeres,
quienes tienen que sufrir dicha práct i-
ca.
En conclusión
El romance de Blancaflor y Fi-
lomena, bien conocido y trasmitido
por las mujeres de Cogeces del Monte
y de gran difusión, es una recreación
ARCAMADRE 10
49
bastante fiel del antiguo mito de Phi-
lomela y Progne.
En el romance, no obstante, se
han introducido una serie de cambios
que lo transforman en una rendición
femenina de la leyenda.
Así se ha producido la exclu-
sión de la figura paterna, que se ha
visto reemplazada por la materna.
Este cambio predispone desde el prin-
cipio a que las soluciones empleadas
por las protagonistas no sean las dis-
puestas por el orden simbólico de las
sociedades patriarcales.
El romance es a su vez una
apología de la tradición oral, la cual se
celebra como medio de comunicación
esencialmente femenino, constitutivo
de un vínculo de unión entre las mu-
jeres. Es a través de la comunicación
oral que las mujeres pueden libre, y
quizás secretamente, expresarse.
El romancero, como medio de
expresión oral, es una de las múltiples
herramientas que las mujeres utilizan
para mostrar sus sentimientos, sufri-
mientos y críticas. En Blancaflor y
Filomena es precisamente lo que ocu-
rre.
Novedosamente, el romance
difiere de la tradición erudita en la
resolución de la historia, se evita la
metamorfosis y se crean finales alter-
nativos.
ARCAMADRE 10
50
EL ARTE DE LIBRARSE DE
LA MILI. UN CASO DEL SIGLO XIX
Roberto Losa Hernández
Soldado español según un grabado del año
1888
Hace unos días un cogezano
me enseñaba la copia de un docu-
mento de finales del siglo XIX referen-
te a un antepasado suyo y cuyo origi-
nal por las disgregaciones de las fami-
lias había ido a parar a un pueblo se-
goviano. Se trata de un certificado de
la Diputación Provincial de Valladolid
que determina que se ha depositado
una carta de pago de una cierta can-
tidad de dinero para la sustitución del
servicio de armas, cuya copia y tras-
cripción adjuntamos a estas líneas.
Librarse del paso por el ejército
ha sido la una de las mayores preocu-
paciones de los jóvenes a lo largo de
la Historia. Ya en el Antiguo Egipto los
jóvenes nobles se cortaban el meñi-
que para ser declarados inválidos para
las armas mientras lucían orgullosos
sus muñones de fiesta en fiesta. En
España estas mismas preocupaciones
comenzaron a mediados del siglo XVII
cuando se instauró más o menos el
sistema de reclutamiento que desapa-
reció tras un largo proceso muy va-
riable en el año 2001 en que fue su-
primido el alistamiento obligatorio de
los soldados de reemplazo. Cierto es
que ya mucho antes de su desapari-
ción la instauración de la objeción de
conciencia -1984-, la disminución de
los meses de vida cuartelaria, la afor-
tunada ausencia de guerras y la crea-
ción de un ejército profesional mo-
derno habían endulzado lo suficiente
el trance, pero ello no implicaba que
no existiese un verdadero y auténtico
propósito de eludir por parte de una
importante parte de los quintos la
cesión gratuita del tiempo personal a
una causa que muchos –incluidos polí-
ticos de diestras y de siniestras- con-
sideraban condenada a su justa desa-
parición.
Pues bien, imaginemos que
viajamos al año 1880 –que es cuando
se fecha el documento al que arriba
nos referíamos-, que somos un joven
varón de unos dieciocho años que
jamás ha salido de su pueblo y al que
la Patria obliga a servirle generosa-
mente durante cuatro años en el ser-
vicio militar -y otros cuatro en la re-
serva- con el riesgo de tener que par-
ARCAMADRE 10
51
ticipar en alguna de las guerras –o
trifulcas, como queramos- en que an-
daba la decrépita España de Alfonso
XII, recién salida de la I República y
siempre bajo la amenazante tutela de
militares más o menos ilustrados.
Hacía seis años que había acabado la
III Guerra Carlista -1872-1876-, la
última –aunque nadie podía asegurar-
lo entonces- de un dilatado proceso
de guerras civiles; los enfrentamien-
tos por la defensa de los territorios
españoles en Marruecos eran una
constante a pesar de que la primera
guerra abierta entre ambos países
había acabado hacía ya veinte años y
la próxima no comenzaría hasta trein-
ta y un años después; y, por último,
existía un flujo continuo de soldados
hacia Cuba, especialmente, y Filipi-
nas, los últimos residuos del gran im-
perio hispano. Los riesgos, pues, a lo
largo de esos cuatro años eran más
que evidentes.
Son muchos los autores que
relacionan indefectiblemente el proce-
so del servicio militar y todo lo aso-
ciado a ello previamente –los quintos-
con viejos ritos de paso de la puber-
tad a la madurez del individuo, pero
esas cuestiones, interesantes sin du-
da, han de quedar para otra ocasión,
porque lo que nos concierne ahora
son los procesos que evitaban que un
quinto cumpliese con sus deberes mi-
litares. Durante el siglo XVI y gran
parte del XVII se podía a llegar a ser
soldado mediante según dos modelos
siempre voluntarios: individualmente
al enrolarse en la compañía de un
capitán al servicio del rey; o bien co-
lectivamente en épocas de sobre-
abundancia bélica cuando la monar-
quía exigía a las ciudades que aporta-
sen cierto numero de soldados y asu-
miesen el sostenimiento económico de
los reclutas voluntarios. Pero desde
mediados del siglo XVII los problemas
de la Corona para pagar las soldadas
puntualmente y el escaso interés de
los aristócratas por las armas hicieron
desparecer el ejército español de tinte
noble formado por caballeros, hidal-
gos y señores aventureros que tantos
éxitos había cosechado –recordemos a
los tercios, el mejor ejército de Euro-
pa-. El Estado intentó entonces rear-
mar su ejército aumentando las grat i-
ficaciones a los capitanes o aplicando
la ley de vagos por la que vagabun-
dos, desertores o presos podían aca-
bar como soldados. En todo caso, las
medidas aplicadas resultaron, antes
de ponerse incluso en marcha, insufi-
cientes para lograr un ejército mo-
derno. Por ello, sin olvidarse de las
levas de voluntarios, se comenzó a
instaurar un sistema de reclutamiento
forzoso entre los hombres de pueblos
y ciudades consistente en que cada
comunidad tenía que cubrir un cupo
de reclutas proporcional al número de
sus habitantes. Cada lugar determi-
naba el modo de contribuir con sus
ARCAMADRE 10
52
hombres: pago a voluntarios, sorteos,
recogida de vagos y maleantes,…,
pero el sistema resultó fraudulento y,
finalmente, el primer rey Borbón, Fe-
lipe V, determinó el sistema de sorteo
–la quinta- para nutrir sus ejércitos
cuando la ocasión lo requería; y aun-
que aún no existía un servicio militar
obligatorio y de reemplazo, surgió ya
una nueva estampa en las comunida-
des, la de la quinta y todo su proceso:
alistamiento, tallaje, sorteo, juicio de
excepciones, partida de los mozos,
etc.
Durante el resto del siglo XVIII
se comenzaron a valorar las ventajas
de tener un ejército permanente, in-
cluso en épocas de paz, y en 1770 se
implantó el Reemplazo Anual del ejér-
cito para cubrir las bajas por muerte,
enfermedad o deserción, y, en defini-
tiva, tapar así los huecos que los vo-
luntarios no llegaban a llenar. En el
siglo XIX, periodo que más nos intere-
sa para situar concretamente el do-
cumento que arriba citábamos, se fue
consolidando la idea de ejército na-
cional frente al ejército de la monar-
quía o real y en 1837 acabó por im-
plantarse la obligatoriedad del servicio
a la Patria mediante el sistema de la
quinta anual. Así, la confección de la
lista de quintos se realizaba en febre-
ro, incluyendo en ella a todos los
hombres del municipio entre los 17 y
los 36 años sin excepción. En marzo
se leía públicamente la lista para
aceptar reclamaciones -estaban exen-
tos los hijos de viudas, por ejemplo- y
después se realizaba el tallaje tras el
que rechazaba a los que no supera-
sen, más o menos, el metro c incuenta
de altura, a los cojos, mancos, balda-
dos y estropeados. Este procedimien-
to era público para evitar en la medi-
da de lo posible irregularidades, por-
que, como arriba decíamos, librarse
del servicio militar ha sido un eterno
objetivo de los mozos y si para ello
había que aplicar técnicas propias de
la picaresca y amplificar males, de-
formidades o incapacidades, a buen
seguro que lo iban a hacer.
Finalmente, a comienzos de abril se
procedía al sorteo. En un cántaro –
según el método más primitivo- se
metía en nombre de cada recluta y en
otro un número similar de bolas, unas
con la palabra “soldado” y otras en
blanco. Un niño sacaba las bolas
mientras los mozos rezaban por salir
exceptuados, de no ser así se enfren-
taban a ocho años de servicio militar
en un lugar incierto del que a veces
no se regresaba nunca, compartiendo
vida con “gentes de mal vivir” y de-
jando en su pueblo novia, familia,
casa y medios de subsistencia. En
1876 la duración estaba establecida
en cuatro años de servicio y cuatro de
reserva, con posibilidad, pues, de ser
llamado de nuevo a filas en caso de
conflicto armado. Esta situación, como
podemos suponer, levantó no pocas
ARCAMADRE 10
53
protestas entre la población y conflic-
tos entre los propios vecinos, pues si
alguien lograba libarse del sorteo por
medios ilícitos -inventándose enfer-
medades, huyendo,…- las posibilida-
des de salir por soldado de los demás
aumentaban matemáticamente; otras
veces era todo el pueblo quien se ar-
maba e impedía el sorteo, dando lu-
gar a lo que en el siglo XVIII se co-
nocía como motines de quintas.
Existían, en definitiva, cuatro
modos legales de librarse del servicio
militar: a- resultar inútil en el tallaje y
reconocimiento médico o por circuns-
tancias familiares especiales; b- salir
exento en el sorteo; c- posibilidad de
conmutar el servicio por el pago de
una alta cantidad de dinero; y, d- pa-
gar a un sustituto para que se incor-
porara a filas en lugar de un quinto,
aunque esta última práctica fue poco
usada por las incertidumbres que con-
llevaba. Los medios ilícitos o ilegales
eran muchos más, sin duda.
Fuera el método utilizado el
que fuese, la cuestión es que la prio-
ridad de cualquier joven parecía ser la
de librarse de cumplir los ocho años
de servicio, máxime en una sociedad
tradicional donde cualquier mano era
casi indispensable en el sostenimiento
de la economía familiar. En Torralba
del Río, Navarra, José Manuel Pedrosa
recogió unas coplillas que entonaban
las jóvenes al hilo de esta cuestión:
“Al señor le pido / y a la Virgen del
Pilar / que salga Cirilo libre / del ser-
vic io militar“.
La posibilidad de reunir una
importante suma de dinero con la que
conmutar los años de servicio militar
realmente no estaba al alcance de
todo el mundo, aunque, como vere-
mos, existían algunas alternativas
para lograr el dinero. Evidentemente,
estas prácticas no eran del agrado del
resto de mozos con menos medios
materiales: “si te toca te jodes / que
tienes que ir / que tu madre no tiene
seis mil reales pa ti / porque soy quin-
to / por eso lloro / porque me llevan /
a ver al moro” -recogida por V. Gutié-
rrez Macías en Extremadura-, que
ciertamente veían como una supina
injusticia el librarse de este modo de
“salir por soldado” lo que, además,
aumentaba sus propias posibilidades
de no exención; incluso los tratadistas
militares del siglo XIX sintieron una
honda preocupación por esta cuestión
que tanto perjudicaba a las clases
populares, aunque en realidad lo que
les intranquilizaba alarmantemente
era la certera falta de sentimiento
patrio y guerrero de sus soldados que
derivaba de ello.
El modelo de redención en me-
tálico, instaurado en 1835 y visto en
la época como una discriminación so-
cial, no fue, en todo caso, propio ex-
clusivamente de España sino que re-
petía el esquema de muchos otros
regímenes liberales europeos. Los
ARCAMADRE 10
54
gritos de abajo las quintas y contra la
segregación por el nivel de rentas
fueron un clamor en la sociedad del
siglo XIX y de ellos se hicieron eco
escritores como Clarín, Galdós, Pereda
o Pardo Bazán y la propia literatura
anónima popular -romances, pliegos
de cordel, coplas,…-. Además hubo
quien vio en la situación una posibili-
dad de negocio, surgiendo las compa-
ñías de seguros de quintos en las que
se depositaba una cuota -a veces
desde el mismo nacimiento del niño- y
en caso de salir por soldado ellas se
encargaban de pagar la cantidad es-
tablecida para su redención; el truco y
el beneficio residía en el alto número
de excedentes de cupo, cuya aporta-
ción no reintegrable servía para “sal-
var” a otros quintos y, por supuesto,
para aumentar las cajas de contabili-
dad de las aseguradoras. El negocio
fue tal que, por ejemplo, el Banco
Vitalicio tiene su origen en una de
estas aseguradoras de quintos. Ello
supuso que hasta la crisis financiera
de 1866, de forma genérica, se libra-
sen de la mili por este medio entre el
20 y el 25% de los quintos. La segun-
da mitad del siglo está minada de
manifestaciones, debates y disturbios
por la abolición del servicio militar y
se llegó incluso a valorar la conve-
niencia de tener un ejército perma-
nente. Por poner un ejemplo, en Va-
lladolid capital aconteció en 1870 una
gran manifestación de 3000 personas
contra el sistema de quintas, y las
protestas se generalizaron después
por los principales núcleos de la pro-
vincia. Con la llegada de la I República
en 1873 el nuevo gobierno se hizo eco
del malestar generalizado y decretó la
desaparición de la mili creando un
ejército de voluntarios, quedando los
quintos de cada año no como solda-
dos de reemplazo sino como meros
reservistas. Sin embargo, la experien-
cia fracasó porque hacer frente a las
guerras carlistas implicaba movilizar a
80.000 hombres, cuando el ejército
sólo disponía de 10.000 voluntarios.
Además, se había abolido el sistema
de redención en metálico y la sustitu-
ción por lo que sólo era posible librar-
se del ejército por enfermedad o inca-
pacidad o convirtiéndose en un prófu-
go. Con la caída del gobierno republi-
cano en 1876, las cosas volvieron a su
situación anterior.
La segregación por el nivel de
rentas, en todo caso, fue abolida en
gran medida en 1912 cuando se de-
cretó la obligatoriedad de que todos
los ciudadanos varones de dieciocho
años cumpliesen con el servicio militar
de tres años, pudiendo, eso sí, reducir
su estancia en el ejército en tiempos
de paz pagando una cierta cantidad
de dinero: por 2000 pesetas o, lo que
es lo mismo, el jornal de un año o año
y medio de un campesino, la mili sólo
duraría 5 meses. El sistema se man-
tuvo hasta 1936 y tras la Guerra Civil
ARCAMADRE 10
55
se instauró definitivamente el sistema
de mili que todos conocemos con una
progresiva disminución de los años de
servicio desde los dos años de 1940
hasta los nueve meses instaurados en
1991.
El documento que adjuntamos a con-
tinuación, concluyendo, es un ejemplo
de aportación monetaria para eludir el
servicio militar, en concreto 2000 pe-
setas, cantidad que, haciendo algunos
cálculos no sencillos, estimamos equi-
valentes a al salario de dos años de,
por ejemplo, un trabajador del ayun-
tamiento de Valladolid en esos años.
Desconocemos, finalmente, si el padre
del quinto, que es quien ingresa el
pago, disponía del dinero, lo pidió
prestado o recurrió a alguna asegura-
dora, en cualquier caso, transcribimos
el documento como ejemplo de las
prácticas que aplicaron, más o menos,
uno de cada cuatro quintos en el siglo
XIX para eludir una angustiosa situa-
ción que convertía a cualquier ciuda-
dano en soldado y que rechazaba toda
la población española por lo que de
dramático tenían las consecuencias.
Trascripción
LA COMISIÓN PERMANENTE DE LA
DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE VALLA-
DOLID CERTIFICA: QUE D. Narciso
Sacristán Velasco, Soldado por el cu-
po de Cogeces del Monte, en el lla-
mamiento decretado en Real decreto
de 2 de febrero del año actual para el
Ejército permanente, ha presentado
documento legal que acredita la cuali-
dad que exige el párrafo 4 art. 179 de
la Ley de 28 de Agosto de 1878 y Car-
ta de pago expedida con el número
170 por el Jefe de Caja de la Adminis-
tración económica de esta provincia,
de haberse entregado por D. Vicente
Sacristán Andrés la cantidad de dos
mil pesetas que para la sustitución del
servicio de las armas señala el mismo
artículo 179, cuya carta de pago,
identificada y registrada en el corres-
pondiente libro, queda por ahora en la
Secretaría de la Diputación.
Valladolid a cinco de Abril de mil
ochocientos ochenta.
ARCAMADRE 10
56
CUIDAR LA TIERRA
Felix Angel Velasco
Un único modo de producción,
el capitalista, está haciéndose hege-
mónico y, asentado sobre la concu-
rrencia, está destruyendo los lazos de
sociedad y cooperación. El pensa-
miento único neoliberal se hace oír en
todos los rincones de la tierra, desca-
lificando cualesquiera diferencias y
alternativas.
Lo más grave, sin embargo, es
que la tierra ha sido transformada en
un banco de negocios donde todo está
mercantilizado. Todo minerales, plan-
tas, semillas, aguas...genes) se vende
y es objeto de lucro. No se respeta la
autonomía de la tierra y su subjetivi-
dad. Se desconocen nuestras raíces
telúricas y nuestro origen común co-
mo hombres y mujeres que venimos
de la tierra, del humus, de la tierra
fértil.
Es la edad del hierro de la glo-
balización, que también calificamos de
2tiranosaúrica”, porque en su virulen-
cia, guarda una innegable analogía
con los tiranosaurios, los mas voraces
de todos los “dinos”. En efecto, la ló-
gica de la competencia mercantilista,
sin el menor rastro de cooperación,
confiere rasgos de impiedad a la glo-
balización imperante, pues exc luye a
más de la mitad de la humanidad y
chupa la sangre de las economías de
los países débiles y atrasados, conde-
nando cruelmente a millones y millo-
nes de seres humanos al hambre y la
inanición.
Este tipo de globalización tiene
tales costos ecológicos, que pone en
peligro la biosfera, pues poluciona los
aires, envenena los suelos, contamina
las aguas y quimicaliza los alimentos.
No frena su voracidad ni siquiera fren-
te a la posibilidad real de imposibilitar
el proyecto planetario humano. prefie-
re el riesgo de la muerte antes que la
reducción de sus beneficios materia-
les. Una sociedad cuyo motor es la
competitividad es una sociedad que
me propone el suicidio. Si entro en
competición con el otro, no puedo
intercambiar con el, sino que debo
eliminarlo, destruirlo.
El escandaloso y perverso pro-
ceso hace que únicamente el 20% de
la humanidad consuma el 80% de los
recursos y servicios naturales. 500
grandes empresas acumulan el 52%
de la riqueza del planeta, l que equi-
vale al producto interior bruto de los
135 países más pobres. Cada año
crece en 25 millones el número de
chabolistas y “suburbios” que poco a
poco van confiriendo a nivel mundial
un rostro miserable, degradado…a
todo el planeta.
Por un lado tenemos un pe-
queño grupo de naciones opulentas
sumidas d lleno en el consumo mate-
rial, dando muestras de una pobreza
espiritual y humana espantosas y po-
niendo todos los beneficios de la tec-
ARCAMADRE 10
57
nología a su servicio; por otro lado,
las multitudes “barbarizadas”, entre-
gadas a su propia suerte, convertidas
en combustible para la máquina pro-
ductivista, condenadas a morir antes
de tiempo, víctima del hambre cróni-
ca, de las enfermedades de los pobres
y de la degradación generalizada de la
Tierra.
La globalización de hierro, a
pesar de las contradicciones ya seña-
ladas, supone una contribución indis-
cutible para la globalización tomada
en sentido más amplio: político, cultu-
ral, ético, espiritual.
Ahora, una vez establecida la
globalización material, la globalización
humana debe reapropiarse sus bene-
ficios en un marco mayor y más inclu-
yente y conquistar la hegemonía, pro-
cesándose además en diversos fren-
tes: antropológico, político, ético y
espiritual. El precio de nuestra super-
vivencia terrestre depende de que
consigamos que otras formas de glo-
balización determinen l curso de nues-
tra historia y garanticen el futuro co-
mún de la Tierra y de la Humanidad.
Cada vez se extiende más el
convencimiento de que toda persona
es sagrada y sujeto de dignidad. La
persona es un fin en si misma y jamás
podrá ser rebajada a la condición de
simple medio por cualquier otro pro-
pósito. Es un proyecto infinito, el ros-
tro visible del Misterio del mundo. En
nombre de esa dignidad se han codifi-
cado los derechos humanos funda-
mentales, personales, sociales y eco-
lógicos y se han concretado los dere-
chos de los pueblos.
Finalmente, se ha elaborado la
dignidad de la Tierra traducida en los
derechos de esta como súper-
organismo vivo, así como los ecosis-
temas de los animales y de todo
cuanto existe y vive, unos derechos
expresados en la Carta de la Tierra.
Todo ser humano tiene dere-
cho a participar en el mundo social
(democracia) al que pertenece y que
él contribuye a crear con su presencia
y su trabajo y el poder debe ser con-
trolado para que no se vuelva despó-
tico.
Poco a poco esta irrumpiendo
una nueva era, caracterizada por un
nuevo acuerdo de respeto, veneración
y mutua colaboración entre la Tierra y
la Humanidad. Es la era de la ecología
integral y de la razón cordial. Los se-
res humanos van tomándose en serio
el hecho de que no son más que un
simple momento dentro de un proceso
de miles y millones de años. Van to-
mándose conciencia de que forman un
entramado de relaciones vitales de las
que son corresponsables; de que pue-
den potenciar la vida, los ecosistemas
y el futuro de la Tierra del mismo mo-
do que pueden ponerla en peligro,
frustrar su destino y diezmar la bios-
fera.
ARCAMADRE 10
58
Debemos preservar lo que ha
quedado de la naturaleza y regenerar-
la de las heridas inflingidas. Esta
preocupación debe englobar a todos y
gestar la nueva era de la globaliza-
ción.
Libres de las constricciones de
nuestro tiempo de civilización consu-
mista y predatoria, podemos convivir
humanamente como hermanos y
hermanas y ser capaces de articular lo
local con lo global, la parte con el todo
y conjugar trabajo con poesía, eficacia
con gratuidad.
La tierra crucificada.
La tierra pende de una cruz, y
necesitamos bajarla de ella y resuc i-
tarla. O salvamos la Tierra junto con
la Humanidad o no habrá futuro ni
sentido para nadie más.
Factores que están crucificando o
maltratando la Tierra:
1.- El ser más amenazado de la natu-
raleza es hoy por hoy el pobre. Un
79% de la humanidad vive en el Gran
Sur pobre. 1300 millones de personas
viven en situación de pobreza. Cada
año mueren de hambre 60 millones
de personas. Cada año crece el núme-
ro de seres humanos que viven en
chabolas o tugurios. La solidaridad de
los humanos es prácticamente inexis-
tente.
2.- Sobre la biodiversidad pende una
amenaza semejante. Últimamente la
aceleración de la desaparición de las
especies es tan rápida que se calcula
que en el año 2020 desaparecerá en-
tre el 10 y el 38% de las especies
existentes.
3.- El calentamiento global y los cam-
bios climáticos. No nos encaminamos
hacia el calentamiento global, sin o
que, estamos metidos ya de lleno en
él.
La primera expresión de la cri-
sis tuvo lugar en 1972 con el informe
del Club de Roma y se titulaba “Los
límites del crecimiento”. Se vio que
todo lo que giraba en torno a la idea
de progreso y desarrollo pensando
que la tierra era inagotable y que po-
dríamos progresar indefinidamente en
dirección al futuro eran ilusorias.
Existe una diferencia entre los
antiguos y nosotros. Para los antiguos
el fin del mundo estaba en lo imagina-
rio, no en el proceso de las cosas
realmente existente. Para nosotros,
en cambio, está en el proceso real
empírico, porque, de hecho, hemos
creado el principio de autodestrucción.
Lo importante es que nos e
acaba la vida, sino que puede acabar-
se este tipo de vida insensato que
ama la guerra y la destrucción masi-
va. Intentemos inaugurar un mundo
humano que ame la vida, desacralice
la violencia, muestre solicitud y pie-
dad para todos los seres, practique la
justicia verdadera, venere el Misterio
del mundo que llamamos “Fuente ori-
ginaria” o “Dios”; un mundo que haya
ARCAMADRE 10
59
aprendido a tratar humanamente a
todos los seres humanos y a realizar-
se solícita, respetuosa y compasiva-
mente con todos los demás seres.
Todo lo que existe merece existir.
Todo cuanto vive merece vivir. espe-
cialmente en los seres humanos.
Para ello se requiere un cambio
de mente y corazón en el sentido de
un nuevo sentimiento de interdepen-
dencia global y de responsabilidad
universal. Estaremos poniendo las
bases para la construcción de una
sociedad humana en la que el uso
racional de los recursos, el cuidado de
los mismos y la preservación del me-
dio ambiente estén en adecuada sin-
tonía y en equilibrio saludable con la
conciencia colectiva de la población.
Las religiones son las escuelas
naturales que deberían educar al ser
humano en esta nueva mirada, pues
hablan del Creador y del proveedor de
todos los seres. La misma fe cristiana
afirma la encarnación del Hijo de
Dios, con lo cual está diciendo que
asumió al ser humano entero y, en
cierta manera, todo el universo, del
cual forma parte.
ARCAMADRE 10
60
LA NOTA OCULTA
Premio II Concurso de Relato Corto
Arcamadre. 2009
David González
Ignoro de dónde procede esa
manía que tengo de revisar los cajo-
nes de los dormitorios en los hoteles
donde pernocto, como si pretendiera
hallar un tesoro escondido en su inte-
rior, tal vez un grueso fajo de billetes
o las indicaciones para encontrar un
cofre repleto de monedas de oro. Y
ciertamente no consigo ponerle ni un
ápice de voluntad en dicho acto pue-
ril. Pero el caso es que, desde que
acepté este trabajo que me obliga a
desplazarme largas temporadas fuera
de casa, constituye uno de los rituales
en los que resumo mi vida. Quizá la
falta de rutina y un cierto sentimiento
de desarraigo y soledad hayan hecho
el resto. La cuestión es que llevo
aceptando esta costumbre, como ad-
mito el hábito de disponer de mis
efectos personales siguiendo siempre
la misma querencia casi automática.
Es lo más parecido que he logrado
para hacer de una simple habitación
de hotel un lugar algo más entrañable
y humano. Y por supuesto, nunca he
encontrado nada más que suciedad y
alguna sorpresa de tipo entomológico.
Pero aquella vez fue diferente. El ho-
tel de Amberes donde me alojaba te-
nía buena pinta. Era invierno y la hu-
medad era tan alta que parecía licuar-
se en una especie de niebla viscosa,
pero al menos fui rec ibido con una
grata sonrisa por el recepcionista,
para contrarrestar el día de perros
que dejaba en el exterior. Se trataba
de un edificio restaurado del XVIII, y
la habitación era muy bonita, con
unos tapices ajados que pendían de la
pared y muebles que pretendían rete-
ner ese tiempo pasado de historia.
Dejé la maleta en el suelo, tiré mi
gabardina sobre la cama, y con un
rápido mapa mental organicé el espa-
cio para depositar todos mis enseres,
siguiendo una rutina un tanto enfer-
miza. Había dado comienzo a mi ri-
tual.
Abrí, cerré, y rebusqué con sol-
tura en todos los cajones, puertas,
altillos, armarios, y demás lugares en
los que alguien, posiblemente el últ i-
mo morador de dicha cámara, hubiera
podido dejar olvidado algún objeto
personal. Y aquella vez, como tantas
otras, fue infructuosa. Completé el
círculo ritual de búsqueda condenada
al fracaso con la rutina de mi firme
mentalidad ejecutora, husmeando
como un sabueso. Pero no existía ni
rastro del inquilino que me precedió.
Ya me había habituado a la decepción
prematura, sabedor de la eficacia del
personal de limpieza de los hoteles,
así que una vez completada mi pecu-
liar liturgia, dispuse en orden mis ob-
jetos personales. El libro en la mesita
de noche, mis inseparables pantuflas,
la ropa ordenada en las baldas del
ARCAMADRE 10
61
armario, y las camisas en sus per-
chas. Después hice lo propio con el
cuarto de baño. El colofón del orden lo
puse con mi ordenador portátil. Me
acerqué a la escribanía dispuesta
frente a la ventana, y en ese momen-
to me percaté que la ventisca parecía
transportar un incómodo aguanieve
que invitaba al recogimiento. Me dio
un escalofrío. Ya haría turismo otro
momento, pensé mientras buscaba un
enchufe donde poder conectarlo. Lo
hallé bajo la mesa, detrás de las
gruesas cortinas de la ventana. Así
que me deslicé gateando con el cable
de la mano, lo inserté en la toma de
corriente, y regresé a trompicones.
Me levanté antes de tiempo. El cabe-
zazo contra la escribanía fue tremen-
do que hizo que cayera el polvo de
alguna de sus partes inaccesibles.
Pero también cayó otra cosa. Un pa-
pel. Una nota manuscrita que decía
así:
“Te espero en la cafetería del Hotel a
las diez de la noche. Rebeca.”
Mi incursión espeleológica ha-
bía surtido efecto. Tenía en mis ma-
nos un trozo de papel caligrafiado en
la lengua de Cervantes. Algo extraño
en Bélgica. Sin fecha ni otro indicador
que me permitiera ponerle en un con-
texto temporal correcto. Nada. Un
tanto decepcionado, releí la nota me-
dia docena de veces, hasta que la
memoricé completamente. Tampoco
era difícil. Podía ser de esa misma
mañana como de hacía dos años.
Tomé una ducha, y aproveché
el momento para decidir qué hacer. El
tiempo no acompañaba, así que decidí
tentar al destino. Al menos no tenía
nada que perder. Estuve tanto tiempo
cavilando bajo la ducha que casi se
me hace tarde. Me vestí con ropa lim-
pia y salí cerrando la puerta de la ha-
bitación un tanto azorado por la prisa,
aunque faltaban quince minutos para
mi cita. Sonreí para mis adentros ese
arrebato pretencioso. Mi relación con
las mujeres no pasaba, digamos, por
su mejor momento. A mis 45 años
pervivía un absurdo temor al rechazo
que me había condenado a una solte-
ría ya preocupante, rayana en lo paté-
tico. Resulta curioso pensar cómo a
medida que se iban desgranando los
minutos que restaban para mi cita
quimérica, el pulso se me aceleraba
como a un colegial excitado.
Entré en el bar y pedí un café
con leche. Deslicé la mirada de forma
inopinada hacia el televisor, obser-
vando de soslayo a mis vecinos. El
bar estaba poco concurrido a esas
horas. Una hoguera artificial crepitaba
con olor a gas a mi espalda, imitando
el rojo intenso de la leña ardiendo.
Entonces fue cuando la vi. Supe que
era ella cuando nuestras miradas se
cruzaron de manera azarosa en un
soplo de luz que me hizo ruborizar.
Era muy guapa. Tenía el pelo largo y
ARCAMADRE 10
62
rizado, de color castaño, y su rostro
se giró al sentir mi mirada clavada en
ella. Era algo visceral. Manoseé la
nota que se alojaba en algún pliegue
de mi bolsillo y percibí que no era un
sueño. En ningún momento valoré la
rebuscada carambola del destino que
me había llevado a descubrir un papel
adherido en un lugar tan poco accesi-
ble como la cima de una montaña
helada. Pero mi extraña cita a ciegas
al menos ya tenía perfilado un rostro
femenino.
No entiendo cómo pude hacer-
lo, pero me armé de valor. Era como
si otra persona moviera mis piernas y
las dirigiera hacia ella. Pretendía im-
provisar algo para dirigirle la palabra,
pero como no fumo lo de pedir fuego
no colaba. Me detuve ante ella.
-Hola. ¿Puedo sentarme aquí?
Giró su cabeza y pude admirar lo pre-
ciosa que era. Intuí cierto patetismo
en mi ademán, pero su respuesta no
tardó en llegar. En español. Como la
nota que palpitaba en el bolsillo.
-Claro.
Me regaló una sonrisa que tar-
dé una eternidad en digerir. No esta-
ba acostumbrado a relacionarme con
mujeres, y todo mi vínculo con el sexo
opuesto se resumía en un vago re-
cuerdo materno y breves escaramu-
zas en mi adolescencia, tan perdidas
en el pasado que acumulaban el polvo
del olvido en algún rincón de mi cere-
bro.
-Eres española.
-Sí. Como tú. Soy Rebeca -me clavó
la mirada.
-Encantado –balbuceé-. Yo soy Adal-
berto.
Nos dimos dos besos y sentí el
contacto de su rostro. Rebeca volvió a
hablar.
-Son las diez –consultó su reloj de
muñeca-. Es la hora.
Enarqué una ceja. Supe con mayor
certeza que era ella. Entonces pun-
tualizó.
-Cierran el restaurante. Las diez es la
hora límite para entrar a cenar. ¿Vie-
nes?
-Estoy hambriento –admití.
Apagó su cigarrillo aplastándo-
lo con sumo cuidado en el cenicero, y
observé que el filtro tenía un sugeren-
te cerco de carmín. Justo del color
brillante de sus labios. El camarero se
acercó, quizás intuyendo nuestra in-
tención. Me adelanté hacia la barra.
-Anote nuestras consumiciones a la
habitación 414 –dije en inglés.
Rebeca escuchó la conversación, y se
volvió para hacerme un guiño.
-Bonito número. Capicúa –puntualizó
mientras se giraba y enfilaba la salida
del bar, buscando el restaurante. Yo
por aquel entonces ya la perseguía
con el corazón.
Han pasado bastantes años,
pero aún retengo la emoción de aque-
llos momentos irrepetibles, como si
fuera un colegial embelesado ante un
ARCAMADRE 10
63
trozo de plastilina. Rebeca dormita a
mi lado, su respiración pausada me
infunde el sosiego que me inoculó
cuando la conocí. En la habitación de
al lado duermen los niños, agotados
después de un día de cole y toda la
actividad que derrochan. Y entre tanto
yo todavía me pregunto cada instante
de mi vida porqué será que el azar no
existe. Que en cambio existe un ex-
traño plan infinito obstinado a perge-
ñar que nosotros nos encontráramos.
Dejo de leer una novela y marco la
página con aquella enigmática nota
que Rebeca rechazó fuera suya. No
coincide con su tipo de letra. Apago la
luz y me arrebujo en ella. Al menos ya
no rebusco tesoros en las habitacio-
nes de los hoteles que visito. Porque
ya encontré mi tesoro.
ARCAMADRE 10
64
COMENTARIO DE UNA REVISTA.
Argaya nº 39.
Cuando hace unos meses se
anunció que la Excma. Diputación
Provincial de Valladolid estaba detrás
del encargo de unos artículos para
hacer una monografía de Monasterios
en la provincia de Valladolid, esto
constituyó un motivo de felicitación.
Además, esta monografía se había
promovido desde Cogeces, y se ha-
bían presentado algunos textos. Esta
alegría inicial fue nuevamente aplau-
dida cuando estuvo en la calle dicha
publicación (septiembre de 2009) cu-
ya portada recogía una típica fotogra-
fía del Monasterio de la Armedilla. Una
vez ojeada se desvanecieron algunas
de las expectativas iniciales, ya que
buena parte de las aportaciones, pre-
cisamente las que más nos interesan
por proximidad y vinculación emocio-
nal, que presenta ni son demasiado
sustanciales, ni científicas, ni aportan
nada nuevo al mejor conocimiento y
divulgación de los datos.
Por poner precisamente estos
ejemplos quisiera referirme puntual-
mente a tres artículos. El primero
suscrito por E. García del Pozo bajo el
título de la Función de la Arqueología
en los Monasterios, carece de base
técnica y teórica, desconoce los traba-
jos realizados y por lo tanto los resul-
tados y aportaciones generales y con-
cretas son inexistentes. ¿Por qué ha-
biendo tan buenos profesionales se
acude a estos otros?. Fuera de perso-
nalismos inadecuados ha quedado
ampliamente probada la aportación de
la técnica y método arqueológico en el
conocimiento histórico de los monas-
terios en Valladolid, recogida en los
magníficos trabajos que algunos ar-
queólogos han realizado en el solar
vallisoletano tanto en Matallana, en
Villalba de los Alcores, como en San
Bernardo de Valbuena de Duero, El
Monasterio de San Benito y El Monas-
terio de Prado, ambos en Valladolid
capital y La Armedilla, en Cogeces del
Monte, por poner sólo unos de los
ejemplos recogidos en Argaya 39.
El segundo, se refiere precisa-
mente al Monasterio Jerónimo de la
Armedilla. Nada en contra del magní-
fico trabajo de fondo de la archivera
cuellarana Doña Julia Montalvillo, au-
tora de las líneas. No obstante lo an-
ARCAMADRE 10
65
terior, se optó esta ocasión por cerce-
nar y publicar un extracto de dos pá-
ginas de una charla dada en Cogeces
sobre las relaciones entre la villa de
Cuéllar y el Monasterio de la Armedilla
que, por cierto, ya había sido ínte-
gramente recogida en 16 páginas de
la revista Arcamadre 9, publicada en
el mes de julio de 2009. Por todo ello
ni en el contenido ni en las formas se
ha sido fino ni riguroso, ambas cuali-
dades que deberían adornar indefecti-
blemente esta aportación.
El tercero recoge el título de
Convento de Oreja. Con una dosis de
inocencia y mucha brevedad, se hace
constar que no se trata de hacer nin-
guna aportación histórica. ¿entonces
para qué se incluye? A estas alturas sí
hay investigadores con datos sobre
este antiguo lugar, pero no se ha con-
tactado con ellos.
Valgan sólo estos ejemplos pa-
ra ilustrar una nueva oportunidad de
haber hecho algo mejor, de buena
calidad, con tiempo y un poco más de
profesionalidad en la divulgación del
conocimiento de nuestros monaste-
rios.
Para no faltar a la verdad en
otros capítulos se consigue el objet i-
vo, tal y como ocurre con el de Julia
Ara sobre Matallana.
La descompensación es osten-
sible, por lo que se ha convertido una
buena ocasión en un fruto inmaduro.
Y lo sentimos especialmente y
de forma directa por el Monasterio de
la Armedilla.
Hagan su propio juicio.
Argaya se puede descargar gratis en
www.diputaciondevalladolid.es
Arcamadre 10