Arguedas, José María. Libro Lambayeque 1

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Observaciones

• En este archivo se encontraron dificultades, como por ejemplo, el dialecto del norte. Por otro lado, en el archivo original se encontrarón faltas ortográficas y errores de tipeo que no permiten saber con exactitud a qué palabra se refiere.

• De otro lado, las historias son muy divertidas y se puede traslucir e imaginar como se vivían en esos tiempos, llenos de cumanas alrededor de la jarana con guitarra.

BENJAMIN CALDERON Y CALLE

DE PURA CEPA

(Motivos folklóricos de la Villa Etem)

Departamento de Lambayeque

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A MIS RESPETABLES LECTORES

Obediente a los mandatos de mi conciencia y, sin tener la pretensión de creerme erudito en la materia, me es grato, presentar a Uds. Este librito que intitulo: DE PURA CEPA, que contiene mi modesta contribución al FOLKORE del departamento de Lambayeque, en el que, de conformidad con el CUESTIONARIO respectivo, hago, la reconstrucción de muchas costumbres típicas de nuestros indígenas particularmente de las de los autóctonos de la Villa de Eten, que yo pacientemente he tenido coleccionadas desde el año 1897 a 1909, que me cupo la honra de ser colaborador oficioso de mi malogrado amigo, el sabio Arqueólogo Alemán, Sr. Enrique Brüning, durante la época en que ambos residíamos en ella.

Como quiera que muchas de estas costumbres van desapareciendo con la evolución del tiempo y el avance de la cultura moderna en todo orden de cosas, he creído conveniente, darlas a la publicidad para que las NUEVAS GENERACIONES y las PERSONAS AFICIONADAS a esta clase de cosas de ANTAÑO, las conozcan y comenten como mejor les parezca.

No dudo que para los doctos, mi trabajo carezca de la literatura que a ellos les agrada; pero, les ruego, que tengan presente que soy criollo y, por lo tanto me gusta la ORIGINALIDAD Y EL CASTICISMO, antes que la EXAGERACIÓN Y EL FLOREO.

Ahora, si mi franqueza les agrada, me daré por satisfecho y, les estimaré, se sirvan: aceptar, mis anticipados AGRADECIMIETOS por su GENEROSA, BENEVOLENCIA.

EL AUTOR

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Índice

CUESTIONARIOS

Origen de los apodos o sobrenombres de los oriundos de la Villa de Eten 5 Desde el requerimiento amoroso hasta el matrimonio con todos sus detalles. 7 El papel de los mensajeros. 8 La ceremonia del consentimiento. 10 El día del matrimonio. 11 Costumbres absurdas que observan los indígenas de Eten. 13 El bautismo. 15 El primer coste de las uñas, el del pelo y la perforación de las orejas. 18 Muerte y funerales de los adultos. 20 Lo que son las cofradías. 21 Las mingas. 23 Como he visto yo elaborar la chicha. 24 Lo que son los panderos. 27 Lo que eran las gobernaciones en muchos distritos del Departamento. 29 Lo que fueron las llamadas petaterías. 30 Contratos leonios. 32 ¿Tú has visto a donde ha caído el proyectil? 33 Manuel moreno (a) “El Loco” y el chino Atay de la Villa de Eten. 36 La geringa de Misiá Elvira. 37 Sambie, sambie. 39 Guenes diyes siñoríe. 41 Después del gusto vino el susto y tras de ambos el Disgusto. 44 Un paseo de campestre y la despedida de soltero que tuvo un etenano. 45 Un paseo a la bocanada del río y una aventura como pocas. 47 Baila mi comadre que o siaburra, mi mamá nues burra. 49 Sambio dame un golpe si sos mi amigo 51 China facinerosa hoy te rompo el poto. 53 Sí Doctor ya lo sabíamos pero luamos llamar. 54 ¿Por qué te ríes, te has vuelto loca o te estás burlando de mí? 56 Culpable castigado por sí mismo. 58 Otra aventura de época. 60 Otra de nuestras diabluras infantiles en la Villa de Eten. 62 El miércoles santo y la mesa de la cena en la Villa de Eten, año 1892. 63 Mi gato Martín y mi vecino Alfonzo 65 Mañana lus espere pa que mus cumines una pete. 68 La economía de Nor Ligorio. 70

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Se asé ti lo tienes por juera, como ti lo tinerás por dentro. 72 ¿Quiorés ñor Jusé? Déiguee la yape púe. 74 Plome a tenide, nivel lumesme, oie ni se digue. 76 ¿De quién es la gallina? 77 Adios ñor Pedre, quengride tasté. 79 Come liagues otre guelte. 82 Male ley, mia dade Miade. 83 Manifestaciones de Alegría. 85 Pa eso es mi maríu. 87 Malaye su purqueriye, paquiaguem. Tante gritere. 89 Déigueme la griye que lus hay traide. 90 Tan bruto sos suá nimal. 92 Una eshibiciòn política i sus consecuencias. 94 El Tore liá cachade mi chine. 97 Guele que guele. 100 Después de la octova. 103 El hombre de siete oficios. 105 Gobernador que hacía hablar a los Mudos. 106 San Sebastián bendito. 108 Costumbres atávicas. 110 Asine nues la gracie con sósferes. 112 Sabesté vecine, su chulite lua rote el pote a mi chine. 114 No lo sigasté contando, porque sino se va dir mermando. 118 ¿Por qué el etenano ha sido siempre refracuario al Servicio Militar? 120

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ORIGEN DE LOS APODOS O SOBRENOMBRES DE LOS ORIUNDOS DE LA VILA DE ETEN

Desde que la chola está con síntomas de parto, la familia que la rodea se preocupa vivamente en tomar nota de lo que ocurra en el preciso momento que ella da a luz, para ponérselo como sobrenombre al recién nacido, por que tiene la arraigada costumbre de creer, que sino lo hace así, peligra la vida de la “chinite” o “Varuncite” que ha venido a alegrar el hogar.

Supongamos, que al nacer una criatura, estuviera lloviendo, se produjera un movimiento sísmico, ladrara un perro, visitara el pueblo alguna autoridad de otros lugar, o candidato para alguna representación parlamentaria, sonara la sirena de una locomotora o Buque a Vapor, cantara un gallo, explosionara un cohete, o se produjera algún suceso, &,&. Irremediablemente, el parvulito, recibirá como sobrenombre, cualquiera de ellos para toda su vida, porque así lo llamarán sus padres, parientes y paisanos, aunque él, cuando llegue a su mayor edad quiera evitarlo.

Por este motivo, existe en Villa de Eten, indígenas que responden a los apellidos de Castilla, Pardo, Billingursts, Piérola, Cáceres, Leguía, Iglesias, Ferro; Macho, Chisco, Cañazo, Rata, Pulpo, Conejo, Perro, Río, Temblor, Aguacero, Tazita, Canasta, Cabrito, Manteca, Sobaco, Machetero, Camarón, Chaleco, Melón, Zorro, Guardaplata, Tinaja, Poto, Perolito, pato, porrón, Viento, Toro Tramboyo, Pejerrey, Cachema, Mondongo, Cuchara, Burro, que por lo general le dicen “Piajene”, pero, antes de pronunciar esta palabra, en presencia de personas extrañas a ellos, tienen el cuidado de pedirles permiso, porque creen que si no lo hacen así, les faltan al respeto.

Como se ve pues, toda la fauna y la flora del lugar tienen en los indígenas de la Villa de Eten, alguien que lleve su nombre.

También existen muchos que tienen sobrenombres cuyo origen y significado, no me ha sido posible conseguir persona que entre ellos me los expliquen. Por ejemplo: “Currundengue”, “Turuque” “Cayambes”, “Zhatute”, “Fhiscal” “Pashuma”, “Rempujhis”, “Manana”, “Nesho”, “Pinaje”, “Cohtal”, “Chimbe” “Turrumpithes”, “Moshque” “Hanhán”, “Shéteque”, “Ojhis”, “yonce”, “Noshavo”, “Shingue”, “callallite”, “Ruque”, “calabashe” y otros que sería largo enumerar.

Como esta costumbre es generalizada entre todos los indígenas de esta Villa, resulta que los párrocos, el empleado del registro civil, como el del militar y aún el del electoral, así como los maestros de las escuelas, se han visto en grandes apuros para inscribirlos porque cuando les han preguntado por su ombre siempre les ha dado su apodo o sobrenombre, porque desde que nacieron se les ha llamado por eli, raro es, el que de primera intención le diga el de pila.

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Son tan conservadores de sus costumbres los indígenas, que se las transmiten de generación en generación con toda la fidelidad que hasta la fecha no hay poder humano que les desvanezca este error. Es por esto que con muy contadas y raras excepciones, se puede encontrar uno de ellos que al preguntarle su nombre, le de el verdadero que recibió en la pila bautismal.

Cuando alguna persona quiere saber aunque sea por curiosidad el nombre de algún cholito, e tiene que preguntar en esta forma: “Cuyije soyes vos?” seguramente, que le dá el sobrenombre de su papá. I, si quiere saber también de la madre, lettiene que agregar:” “Heche cun quien?. Es seguro, que le dá el sobrenombre de ella.

Es por esto que resulta muy difícil encontrar en la Villa de Eten, indígena que cuando uno le pregunte por determinado etenano, le dé razón de él por su nombre, salvo que sea autoridad local y el interrogado sea cholo “leído y escribido”

De conformidad con su dialecto, todas las palabras que terminan en a, o en o, las dicen con e, o con u, verbigracia: en vez de decir: soldado dicen “Soldau o soldade” y así sucesivamente, a personas o cosas, las denominan a su modo; por ejemplo: Al perro, le dicen: “Lial”, al plátano, “Plantane”, al maíz, “Maice” al vaso de cristal, “Cope”, a la soga “Huaraque” a la madre, “mame”, al padre, “Taite”, al suegro, “Cuñade” y viceversa; al hijo hombre, “Varuncite”, a la mujer “Chinite”, al alcalde, “Juez”, a éste, “siñoríe”, a toda mujer que no viste con “capús” aunque sea indígena le dicen “Mistiade” que suñe, le giede a quese y su sobaque a salsa de frite”, a la chola que tiene marido y no es casada, “Mancevede”, a la que con vive con un cholo casado, “Cunucide”, a la que ha tenido dos o tres maridos, “Repartidore”, a la Botija, “Tinaje”, a las sillas, “Banquetes”, al conjunto de ollas, porrones y demás artefactos que le sirven para elaborar y vender la chicha, “Mueblerte”, a las aves de corral, “Críes”, al mèdico, “Doctor”, a las mujeres que asisten a las parturientas, “Sobadores”, a los brujos, “Mestres”, a la mujer adúltera, “Mañoce”, al marido de ésta, “Machón”, palabra que para ellos es ofensiva y que da motivos para enjuiciar criminalmente a quien se lo diga.

A las personas que tienen los pómulos deformes les dicen “cachetudes”, a los de mentón largo, “Cancudes”, a los flacos y grandes “Varilludes”, a los chicos y espigados, “Saltoje sin rabe”, a los chicos y gordos, “Chape sin pates”, a la persona blanca, “serrane”, a los mixtos, “Sambies”, a los negros, “Kuhques” o “Huihques”.

A pesar de que hacen más de setenta años que diariamente pasa por la Villa de Eten, el ferrocarril de la Empresa de Eten, en el que viene a ella multitud de personas de toda condición social, una a comprar sombreros, otras a pasear o a apadrinar bautizos y matrimonios, o a residir temporal o definitivamente, porque tiene buen clima y vida apacible, existen todavía un enorme porcentaje de analfabetos porque sus padres los

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dedican al tejido de sombreros de “mocora” o de “junco de agua”, o a las famas del campo, antes de mandarlos a las escuelas, por eso no evolucionan ni progresan. Los etenanos que han tenido la suerte de cursar aunque sea la instrucción primaria completa, han emigrado de su tierra y se han abierto campo de acción en otros lugares, siendo muy contados los que se preocupen por librar a su pueblo y a sus paisanos del abandono y del atraso en que viven. Los indígenas de la Villa de Eten, son gente sana, honesta y trabajadora, pero necesitan que los Poderes Públicos, así como los que mediante su perseverancia en el trabajo, se han conquistado una situación expectable y gozan de independencia económica, como sus autoridades locales, se coludan para llevar a cabo una campaña de culturización y de progreso que tanta le hace a ese pueblo digno de mejor suerte.

DESDE EL REQUERIMIENTO AMOROSO HASTA EL MATRIMONIO CON TODOS SUS DETALLES

Cuando un cholo joven usa los domingos y días feriados, sombrero fino de mocora, con cinta de colores llamativos, pañuelo de seda al cuello, camisa blanca con puños y pechera bien almidonada y planchada, pantalón azul o negro de casimir o franela, cinturón de cuero amarillo, hebilla plateada, los pies bien lavados y fua cigarrillos parado o recostado en alguna esquina, silbado de cuando en cuando a los que pasan, es prueba inequívoca que está “enquete ieche un Jusé de Nechina que le ha llenado el ojo” y para declarársele, comienza por estacionarse en la esquila contigua a la casa donde ella reside, buscando el momento propicio en el que pueda disipar su genio y hacerla depositaria de los secretos que bullen en su cerebro y palpitan al compás de su corazoncito de impúber mancebo, expuesto a todas las tentaciones femeninas que al fin y al cabo lo tienen que vencer.

Como “no hay plazo que no se cumpla”, y “quien la sigue la consigue” llega por fín, el ansiado momento, en que la esperada china, sale de su casa y pasa por delante de este moderno Adonis, el que, como l rapidez de un gavilán de presa, le tira un pellisco a los senos, al que ella, le retorna con un revés y una serie de palabras de subido color rojos, con las que se lleva de encuentro hasta a la madre de su futuro con toda su parentela.

Mi gallo, que por atavismo, es un buen ejemplar de su raza, no se acocora con la intempestiva respuesta de su adorado tormento, y antes bien, ataca con más bríos y resolución; pero, la polla, nada lerda, se defiende como se pide y piedar en mano lisura en boca, enviste con furor, poniendo seriamente en peligro la tutuma de mi “Chanteclair”, él que esquiva el golpe, y mediante una táctica muy de su caso, consigue que decline su ofensiva y sobreando la requiere de amores, pidiéndole que le señale día y hora para mandarle a sus padres sus “Mensajeres” a empedirle su mane”.

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Si la china, no tiene “otre ENQUETE”, que le haya quitado alguna “priende”, (otro enamorado que le haya arrebatado alguna de sus prendas como señal de compromiso) ella misma, busca la oportunidad de volverse a encontrar con mi cholo que desde luego sabe muy bien en que pié tiene la navaja, y llegado el caso le dá otro pellizco, teniendo cuidado, en esta vez, de atraparle la mano a la china tan luego ésta, haga el ademán de ponérsela violentamente en cualquiera parte vulnerable, y a continuación, trata de quitarle alguna sortija o el guardapelo que por costumbre, llevan las cholas pendiente de una cinta negra de terciopelo en el cuello, para tener así la consabida “Priende”.

Una vez que o consigue, se la guarda inmediatamente en alguno de los bolsillos del pantalón, porque esta representa para él, la base fundamental de su conquista, y e eso de volubilidad de su Dulcinea, él, hace valer sus derechos de prioridad amorosa, y entabla reclamación contra sus procedimientos; primero, por medio de amonestaciones directas a ella misma, y si no consigue su objeto, recurre a la campaña pasquinezca, que denuncian sus “enquetes” con mi cholo, poniéndole debajo de la puerta de su contendor y en todas las esquinas y lugares públicos de la población , bien pegadas con engrudo, las hojas volantes sin pié de imprenta que al efecto ha mandado imprimir para satisfacer su venganza.

En esta inicua campaña, se repite casi con frecuencia, haciendo cada vez derroche de un lenguaje impropio y de una construcción sintáctica extravagante, nutrida de barbarismo muy vulgares entre ellos y en su propio dialecto, llamando mucho la atención, que hayan imprentas y sobre todo editores propietarios, que le den cabida a esta clase de inmundicias que está en abierta pugna con la civilización, con la cultura, con la moral pública y social y aún contra su propio prestigio profesional.

Concretándonos al curso legal de la segunda envestida de mi cholo a su china, ésta, desde el momento que “él le quitó la “Priende” ella le hace recriinaciones y forcejeos para que la deje partir antes que sus padres los sorprendan en tales actividades, pero él no a deja, hasta que ella, le prometa que acepta el envío de “Lus mensajeres”, y coieza a rascar el suelo con el dedo gordo del pié, señal infalible de que la plaza se rinde y el triunfo es del sitiador, que si el caso lo permite, aprovecha la oportunidad y asegura su candidatura.

EL PAPEL DE LOS MESAJEROS

Una vez que el cholo cuenta con la voluntad de la china, se va en pos de los “Mesajeres”, dos indios viejos, que se dedican a servir de portavoces de los pretendientes ante los padres de la que tiene ya bien “palabriade”, para que en nombres de su representado ”empedirle aguije” (pedirle la mano de su hija”.

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Puesto al habla con éllos, y previo pago adelantado por sus servicios, éstos, de acuerdo con él, señalan el día en que van a cumplir su misión, para que desde la víspera, él les dé una botella de aguardiente y una copita, para “gierrar” a su futuro suegro, tan luego “Lúa aceite su pedido”.

A las cuatro de la mañana del día indicado, los “Mensajeres”, van a la casa del padre de la china, cuya puerta al momento de tocársela, le agregan estas sacramentales palabras : “ Avemari Purísima”, a las que responde el dueño de casa con las siguientes. “Sin pecau consebiu santísima”, abriéndola e invitándolos a pasar adelante y a tomar asiento, haciéndlo él, al lado de ellos, y preguntándoles que es lo que se les ofrece.

Entonces ambos a una voz, le dicen lo siguiente: “Sabeste, ñor Fulano, quilmés veníu, a cuente diél chole X. a empedirle su chine la X. pá que case cun él, quiés un cholo que tiene su chacra, su fínque, sus criyes y su poque muse; pere, comé soltero, y lúa gustau suite diusté, nos ha mandado pá que lu palabriemes, pur que quiere casar cun elle, y pur ese, nos mande empedír su chine, pá saber siusté luaceite, y lus díce que diye júeren hacer el cunsentimiento; ya sabesté pá luquiames venido. Agore, esperamos su palabra, p adir decirele ondél”.

El padre, que escuchó atentamente lo que le han dicho los “Mensajeres”, rompe su silencio, y les dice: “Guene taitites, mi persone núa sabide lus enquetes de mi chine cun ese chole, pere, agore le pregunti en dielente dustedes, pá que venguen lo quelle me consteste”, luego con voz estentórea llama a su hija y a la madre, las que no tadan en presentarse y saludar a los “Mensajeres”.

El padre, dirigiéndose a su mujer, le cide: “Vos chine, debes saber, los enquetes desta tal vez por cual, con el chole X, cuando la mande empedir cun lus “Mensajeres, pero, agore les hagui confesar cun la guaraque, y se avalanza contra ellas, pero intervienen Hells, y le piden que se siente y le pregunta a su hija, si ellas, quiere casarse con su representado, lo que el padre hace, recibiendo la respuesta afirmativa de su hija.

Luego, ambas chinas largan el llanto, y el cholo XXX las resondra severamente, repitiendo su amenaza de que zurriagazos las tiene que hacer confesar.

Entonces el más viejo de los “Mensajeres”, saca la botella de debajo de su poncho, y la copa de uno de los bolsillos de su pantalón, la que llena hasta los bordes y diciéndoles salúd al padre de la china, se bebe de un solo trago, alcanzándole la botella y la copa a él, para que se sirva y comprometa al otro “Mensajere”.

Si la recibe y toma, como queda dicho, e prueba que acepta la petición de su futura yerno,, y entre copa y coa, se deben todo el líquido y acuerdan el día en que se debe

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relalizar en “Consentimiento”, o sea el cambio de aros, y se despiden así “Quedesté taitite, quedesté”, y él les responde : “vaiguestitusté taitites, vaiguestuieté”.

Acto contínuo, los “Mensajeres”, le comunican el resultado a su mandante, y ésta, con esa seguridad, procura entrevistarse con mayor frecuencia con su china, y cada vez que se pueda, ir materializando su obra, por si acaso, los padres o éllas, le juegue alguna mala pasada, y su contendor se burle de su desgracia en sus propias barbas.

LA CEREMONIA DEL CONSENTIMIENTO.

Desde el día que el cholo recibe la noticia de los “Mensajeres” comunicándole que ha sido aceptada su petición, tiene que aportar a la casa de sus futuros suegros, e sus fainas cotidianas del campo, cortar leña, cargar agua y segar pasto para traerlos a cas de aquel todas las tardes (salvo que sea persona que tenga dinero con que pagar un peón que lo reemplace,) y a aguantar los pencazos que propine cuando no sepa manjar vien la yunta, el hacha, la lampa o el calabozo.

Tanto su familia como la de su china, le participan este suceso a toda su parentela y, las invitan para que concurran a realizar con su presencia este acto y prestar su consentimiento.

Desde la víspera, el cholo contrata al arpista que va amenizar la fiesta; a los cargadores que de s casa lleven colgadas de las patas e una larga caña, todas las aves y los víveres que tiene acumulados, a la casa de sus futuros suegros.

En todos estos ajetreos, sirven como maestros de ceremonia, los “Mensajeres”.

El día señalado, se reconcentran en la casa de los padres de la china, todos los parientes de ambas familias, las que son atendidas con toda solicitud por los dueños de cas; bailan incesantemente marineras y serranitas; mas es lo que beben que lo que comen, y a cada momento, san vivas, con lo que demuestran su júbilo, y se escucha un murmullo de voces que, para quienes nunca han presenciado tal acto, creen, que toda esa gente está loca.

En la noche, a eso de las 7, mas o menos, se sírve la comida; los “Mensajeros”, les dan el aviso para que todos ocupen su asiento, y cuando cada uno está en el suyo, reanudan la bebida, conversan y comen, hasta que poco a poco, aquellos, hablan sobre el objeto de esta reunión, y píden a su modo, que los presentes, emitan su opinión al respecto.

Se sobre entiende, que, desde el momento que han asistido a dicho acto, es por que lo han tenido a bien, pero, como es una arraigada costumbre entre éllos, hacer todas estas

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pantominas, que no tiene objeto, que el de emborracharse, cada uno expone en su dialecto y conforme a su criterio, lo que mejor le parece terminando por dar su consentimiento para que el matrimonio se realise cuando man pronto a fin de que haya motivo, para volver a lo mismo.

Esta fiesta, dura cuando menos ocho días, durante los cuales han bebido como elefantes, han comindo como heliogábalos.

Tanto la pared fronteriza de la cas, cuanto la de los vecinos, así como las veredas y calzadas de las mismas quedan hechas un verdadero charco, porque las pobres han servido a todos los fiesteros y aún a los curiosos o fisgones de urinario público, que las hace intransitables por muchos días.

En uno de los días subsiguientes, ante del octavo, designan a las personas que deben apadrinar el matrimonio, a los que los padres de los novios acompañados de los “Mensajeros”,, les participan su designación.

Conseguida su aceptación, Acuerdan, entre éllos, la casa en donde debe ser depósitada la novia, hasta el día de su casamiento, con el fin de que, aprenda a rezar, a cocinar, a lavar y la preparan para la confesión.

El reseto de la parentela, se preocupa de conseguir le “mane tapáu”, el regalo de boda que la van a dar a los novios el día de que se casen.

Y el novio, a prepararse para hacerle frente a todos los gastos que le va a demandar la elebración de su enlace.

EL DIA DEL MATRIMONIO

Este día, el novio, o mejor dicho, los padres y parientes más cercanos, se encargan de dar los últimos toques a todo lo que se necesita para que la casa de los novios esté en condiciones de recibir y poder atender a todos los que concurran a la ceremonia que se va a realizar.

La parentela de ambos contrayentes, se ponen todo el repero y el cofere encima, reconcentrándose en ella, horas antes de la fijada para la ceremonia matrimonial, llevando las mujeres debajo de su manta o paño, “su mane tapáu”, para entregarlo a la oportuna.

Una banda de Músicos contratada exprofesamente por el novio, preside el desfile nupcial tocando en el trayecto hasta las alminias de la Iglesia una alegre marcha, y mientras el Sacerdote cumple con su ritmo y les lee la epístola de San Pablo, ella ameniza el acto, dejando oír las más selectas piezas de su repertorio.

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Cuando los novios trasponen el quicio de la puerta, la Banda, se pone a la cabeza y vuelven a tocar otra archa hasta que ellos y su comitiva han concluido de.

Despues alterna con la arpa, hasta que termina su contrato. Los presentes, toman asiento al rededor de las dos mesas que paralelamente están colocadas, pero en este orden, los hombres en una las mujeres en la otra.

Frente a cada uno de los padrinos, hay un pavo hornado, para éste disponga de el en la forma que desee, es decír; ya descuartizándolo con sus propias manos y repartiéndolo entre todos sus compañeros de mesa, o encomendándole esta tarea a otra persona.

Como es de suponerse en estos casos, los brindes se suceden con inusitada frecuencia en honor de los casados y por su eterna luna de miel.

La novia está dedada de provar bocado, salvo que la madrina disponga locontrario y rompa así esta inexplicable tradición, pero, en tal caso, tendrá sobre sí, mirada interrogativa de todos los que la rodean, que aún que les cause asombro semejante profanación, tiene sin embargo, la prudencia de no contrariar a su comadre común.

Como para que indio baile, es menestar que este cargado a la chicha o al alcohol, en toda fiesta como en esta, su preocupación principal es comer , por supuesto mas bebida que comida para ir preparando el ánimo y en seguida rendirle homenaje al divino arte de Tersipcores.

Como el almuerzo toca a su fín, aparece por la puerta de calle, un cholo portando un baúl a cuestas, el que avanzando hasta el centro de la sala, lo baja cuidadosamente depositándolo en el suelo.

Acto contínuo, prevío permiso de la madrina y demás personas que rodean la mesa, la madre de la novia, sale con dirección al baúl y sanando una llave que ella tieene entre el ceñidor de su capúz, lo abre, y ayudada por los “Mensajeros”, saca y enseña levantado el brazo en alto, todos los objetos y alhajas que contiene, agragando al finillo siguiente: “Tueste que lus aimostrade, es heche cun el trabaje de mi chino, pur ese lus aimandade pa que lus veiguen toda mis comadres, mis cumpadres, mis suegres, mis cunsuegres, mis cuñados asine como lus deye, y mis ahijados, pa que sepen, que núa side une chine comequiere, y mañanaa, naides lus digue, quiés arriemade ni reviente el male ley”. Luego llorando guarda nuevamente todo, le pone llave, entregándoles esta a su hija; los “Mensajeros”,, hacen conducir el baúl al dormitorio y, a continuación, -traen al novio al centro de la sala, en cuyo sitio permanece depié, para recibiír “EL Mane Tapáu” que le ha traído su parentela.

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Esta “mane tapáu”, consiste por lo general, en camisas, calzoncillos, ponchos, alforjas, paños de cara o manos, pañueleso,&, a veces ental cantida, que parece un mercanchifle cargado de abundante mercadería.

COSTUMBRES ABSURDAS QUE OBSERVAN LOS INDIGENAS DE ETEN

Cuando una china está en meses mayores, contrata los servicios a una Comadrona, que ellos denominan “Partere”, o “Sobadore”, para que la asista en su alumbramiento.

Si el recién nacido es del sexo masculino, al que ellos llaman “varunciete”, la parturienta recibe los cumplidos de toda la parentela y tiene derecho a ocho días de dieta, a base de caldo de gallina, arroz jugoso con la misma ave, chocolate y atención esmerada por parte de su marido y demás parientes.

Pero, si es de sexo femenino, al que denominan “chinite”, entonces, se burlan de ella, y entre broma y broma, le dicen: “Cicuniente, male ley has reventade, mejore seríe que jueres prestade su camise o justán a tu vecine pa que tienseñe hacer varoncites”, china esta, que sin duda, solo ha dado a luz hijos hombres.

En este caso, solo le permiten que guarde cama por tres días, durante los cuales le dan como dieta, caldo de mondongo de res, arroz suelto con carne de cabro castrado que le dicen “Capáu o Capade”, y chicha ordinaria de la llamada entre ellos “Aguade”.

Ella, tiene que trabajar para pagarle a la “Partere” sus servicios y hacer sus demás menesteres.

Si el rerecién nacido se torna llorón, le atribuyen muchas enfermedades, cuyos nombres y sistema de curación, ellos les asignana el que les sugiere su mente las mñs comunes son: “El mal de siete diyes; la Ganguere; el Oje; el Cuchaque; el viche; el Mal vietne, el Espante; el Dañe.

Para la curación d todas estas enfermedads, hay chinas y cholos que en el concepto de sus “paisanes”, son los únicos que las curan, por este emotivo, son refractarios al Médico.

Pero, es justo, dejemos constancia, que a partir del año 1922 que el Dr. Don José Ignacioio Portocarrero Carrasco, desempeñaba el cargo de Médico Sanitario del Puerto, Villa Eten, Monsefú y Reque hizo una plausible labor catequizadora, y consiguió, después de vencer toda clase de supersticones, costumbres y resistencias, que l os indígenas de ambos sexos y edades en su mayor parte, ocupan profesionales, tomen medicamentos aconsejados por la ciencia para combatir las enfermedades y que les pongan inyecciones.

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Vamos a suponer, que una criatura recién nacida, llora varias veces en el día y la noche, y que esto, lo consideren las “Curanderes”, El mal de siete diyes”, ésta, lo Copaiba, para ellos “Copáu”, luego, la cubren bien con una torta de algodón pardo que lo zahuman con alhucema, y lo abrigan con bastantes trapos de lana, dejándolo así hasta el día siguiente, que si a seguido llorando, muelen hasta convertir en pasta, las pepitas del algodón y se la embadurnan al bebe en su cabeza, volviendo a empaquetarlo como el día anterior, y recomendado a la familia, que no hagan ruido de ninguna clase, por que “siá rajade la cabece del cholite, cun el mal de siete diyes, y siaguen buye, tape su gete”. Es decir, que se les muere.

Si dentro del tercero día, el enfermito según éllos no ha mejorado, entonces, suponen que “Está cun Ojé, y procede a ponérselo sobre las faldas, y después de persignarse,lle hacen varisosignos cabalisticos con la mano derecha, misitante y el cuerpecito, un huevo fresco o huero de pato, el que después rompen en una palangana, le aplican un poco de agusa fresca y tomándole primero, un brazo y después tiene que ser la izquierda, isucesivamente baten todo con ellas hasta que levante espuma, la que es arrojada a media calle, o en algún sitio traficable, dizque, “Pá que le viente se yeviel mal y cure el cholite.”

Cuando el niño esta resfriado y n o puede respirar con facilidad dicen que está “cun ganguere”, lo primero que hacen es absorverle con la boca puesta sobre la naríz, los mocos que contenga, y luego, machucan con los dedos un insecto que llaman “Agüelite”, y hacen que el bebe lo huela, por que así dicen que sana.

Si a medida que tiene mayor edad, el niño es dormilón o comedor de dulce dícen que está “Cun viche”, y para curarlo, le introducen con el índice envuelto en algodón con alcohol, a los hombrecitos en el ano, y a las mujercitas en la vulva, con lo que los vuelve locos de dolor y lloran desesperadamente, hasta que quedan dormidos. Este es el motivo, por el cual, existen muchas chinas desvirgada prematuramente, cuando se casan sufren maltratos de su marido, por que él lo atribuye a causa distinta.

Conozco casos, en que, cuando un niño o niña de cierta edad, comete alguna falta, o no avanza en el tejido de sombreros, es suficiente que le dígan: “Hoy tieche víche so gedionde”, para el pobrecito o pobrecita, enmiende el rumbo, tal es el miedo y el terror que seinten son solo oírlo como amenaza.

Cuando el bebe está estético, le introducen por el ano una vela de sebo repetidas veces, para hacerlo defecar, por que no les gusta purgarlos.

El “Espante, el Daño y el Mal Viente”, son enfermedades que los indígenas recurren a los Brujos y a ciertas “curanderes”, para que se las curen, los que saben sacar muy buen partido de estas de todos estos incautos que caen en sus redes.

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El “Chucaque”, cuando tiene dolor de cabeza, le dan masajes sobre el cuero cabelludo, y tomando pequeñas porciones de pelo entre los dedos, se los tiran hacia arriba o a un costado, repitiendo esta operciòn en varias partes de la misma, tirándoles las orejas para abajo suavemente y finalizando su trabajo, tomándole el mentón con una mano y, conla otra la parte del cerebro, haciéndosela mover de izquierda a derecha paulatinamente, hasta que en una de esas, se la empujan rápidamente a cualquiera de los dos lados y se la sueltan.

Cuando el “Chucaque” es el estómago, o lo que es lo mismo un cólico, ponee bocarriba al paciente, sobre su cama, le hacen que se baje el pantalón y el calzoncillo, y se levanta la camisa y la camiseta si la tiene, luego le dan un masaje en todo el vientre; después toan el tabaco de un cigarrillo, una cabeza de cebolla pequeña y un poquito de sal molida, todo lo que desparraman sobre la barriga del enfermo y vuelven a mazajarlo hasta reconcentrar en el ombligo todos los susodichos ingredientes, y ya con el pulgar o con el índice y el mayor unidos, le hacen un movimiento de rotación hundiéndoselo así todo lo que pueden; y finalmente lo hacen que se vuelva de espaldas bocabajo, para masajeárselas también, y le dan a beber un poco de zumo o jugo de sauce verde con un poco de sal, que les provoca nauseas y los dejan adoloridos con tato machucón.

Como esta gente es muy supersticiosa, es susceptible al engaño, y por eso, los “vivos”, han formado una apreciable legión con el nombre de “curanderes, santiguadores y Mestres o Brujes”, que los explotan a maravilla, y ejercen sobre ellos tal influencia, que son sus fanáticos, porque les creen a pié de juntillas todas las farsas que les dicen y obedecen ciegamente lo que les mandan.

Con esto, no quiero decir, que todos son iguales, porque también existen muy honrosas excepciones; pero, desgraciadamente, estas están en mínima escala, y aún, a la fecha, todavía, subsisten estas absurdas costumbres, que ojalá, pronto desaparezcan, para bienestar prestigio de ese pueblo y de todos sus habitantes, entre los cuales, contamos, con muy buenos y respetables amigos, dignos de toda nuestra consideración y aprecio.

EL BAUTISMO

En la Villa de Eten, acostumbraban los padres del bebe, buscar como padrinos del bautismo de sus hijos, a personas que según ellos, fueran personas influyentes, de cierta posesión económica o que estuviera investida con algún cargo de autoridad, tanto para contar en caso dado con su apoyo; cuanto para que le regalen el ajuar al ahijado y su buen capillo a toda la páretela.

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El día en que se iba a realizar el bautismo, la madre del bebé, le entregaba la criatura a la madrina, solo en camisita, para que ésta, se encargara de poerle el respectivo ajuar que desde luego, ya debería llevar consigo, salvo que la madrina fuera novel en esta clase de costumbres, en este caso, tenía que pagar su noviciado y experimentar la sorpresa consiguiente, así como las miradas desdeñosas e interrogativas de todos los parientes de sus futuros “compadritos y cumadrites” que pa esta clase de actos, se reunían desde las primeras horas del día indicado, dispuestos a recibir el consabido “capiye” que se creían con derecho a reclamarlo a fuerza de vela y a sol y sombra.

Este era un poderoso motivo, para que ya muchas personas escarmentadas, no aceptaran la repetición de tal deferencia, y que se lo adviritieran a sus amigos y familiares, para que estuvieran prevenidos en caso de que aceptara el padrinazgo de algún indígena.

Vestido el bebe, por la madrina esta se los entregaba a la ama que debía llevarlo a la Iglesia, y a continuación se iniciaba el desfile encabezado por los padrinos y seguidos por todos los parientes de los padres y multitud de palomillas entre los que no faltaban hasta padres de familias, que tan luego el sacerdote daba por terminada la ceremonia bautismal, comenzaba la vía crucis de los padrinos, a los que los rodeaban completamente, pidiéndoles a gritos el capillo.

Si por desgracia para estos, o se habían provisto con anticipación de buena cantidad de centavos para obsequiárselos a los pedigüeños, entonces, menudeaban los siguientes insultos: “Capiye padrene, bulsique rancáu; si no tegues medie, pa que tegues hijáu”, luego lo tiraban del saco y hasta querían desfaltricarlo.

Otros, alentados con la primera embestida, le gritaban en coro, “Capiye padrine, deíguéme tuisté, quiamí no miá dáu; pur que no me deigue , se muere su hijáu”, y hasta les arrojaban a los padrinos puñados de tierra acompañados de frases hirientes, que les ponían a los pobres con las orejas más rojas que brazas de candela y los hacían sudar a chorros de tanto que forcejeaban para poder caminar.

Yo he presenciado casos, en que el padrino, herido e su amor propio y, ante la insolencia de los granujas y de todos los maganzones que los azuzaban, se negaron rotundamente a darle un solo centavo, y para evitar mayores ultrajes, alguno de los acompañantes, tuvieron que tirarles a larga distancia, puñados de monedas a fin de los dejaran caminar.

Ahora, en el caso de que los padrinos fueran bondadosos y accequibles a la demanda de los pedigüeños, estos nunca se daban por satisfechos, y a cada instante, exigían que les dieran más.

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Las dichas improvisaciones, tenía como fin, dedicárselas indirectamente o directamente, a determinada pareja de bailadores, para que éstos, les dieran su gratificación en efectivo o les convidaran su copa de licor.

Una vez asistí en calidad de invitado, a un bautizo, del que fue padrino un amigo mío, en compañía de su enamorada; pareja esta, que los padres del niño, tenían bien estudiada, y fácil de explotarla, dadas las circunstancias que mediaban entre ambos enamorados.

Mi citado amigo, cuando se le solicitó su venia para apadrinar dicho bautismo, y se le dijo que su compañera sería su adorado tormento, o se hizo repetir la solicitud y hasta abrevió el plazo con el fin de tener la oportunidad que él ansiaba para satisfacer sus más caros anhelos, de poder pasear en público y de brazo con su predilecta; hablarle de cerca sobre sus proyectos y arrancarle una satisfactoria y definitiva declaración, que pusiera fin a sus cuitas.

Entregados ambos a su idilio, él, durante el trayecto, casi maquinalmente les arrojaba a largas distancias puñados de centavos a los palomillas y, hasta parece que le encantaba que le fueran reteniendo el paso, para ir aprovechado el tiempo.

Que los capillos fueron de consideración no cabe la menor duda, pero, se olvidaron de darle a los “Menestres” su parte. Entonces el cantor, se la guardó para cuando saliera a bailar la primera marinera, que por regla general y de ordenanza, eran los llamados a iniciar el baile.

Llegado ese momento, el susodicho cantor, les cantó con estentórea voz lo siguiente:

(Estribillo)

“Están bailando amor miye

Lus padrines del hijáu,

Pere ningune miá dáu

Hastore mi capiye.

“No seyen tan citateres

Cuneste chole cantore

“Come pué taitite

Siguen bailande,

Y olviden al cholite,

Questá cantande.

Saque de tu bolsiye

Veinte centades,

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Que no luan dáu hastore

Ni chice pa su güerguere”.

Yiécheles a larpe

Come capiye”.

El padrino, se abrió en quinta, y le tiró sus cuantas monedas de plata, que o pudo aprovecharlas ninguno de los “Mestres”, porque la palomillada, se abalanzó a recogerlas y se armó una pelotera, que el pobre instrumento resultó seriamente averiado y algunos contusos. Para seguir la fiesta fue necesario contratar obra arpa y echar puerta afuera a todos los granujas para poder bailar.

Si por desgracia se muere el ahijado, el padrino tiene que correr con los gastaos del sepelio y, contribuir la madrina con la mortaja y flores para adornar el altar donde se van a velar los restos.

Después que el cortejo regresa del cementerio, los padres eligen a la pareja, que ha de apadrinar la ceremonia del desarme del altar, par que estas a su vez, manden por el aguardiente y paguen la música que amenice la jarana que se debe formar, para bailar el “angelite que a dide al ciele pa lumbrarce el camine a sus taite, asine como a su mame y sus padrines, el diye que mueren, pa que mia me siñore lus tengue en su gracie”.

Después de cada baile, hacen recuerdos del muertecito, lloriquea la madre y la parentela, para reanudar la bebida y el baile, hasta altas horas de la noche, que para retirarse cada uno a su casa, encienden los hombres un cigarrillo “para que no le vaigue espantare el alme”.

Al padrino que se le mueren dos ahijados, no lo vuelven a buscar más porque dicen que tiene “MALE MANE”.

EL PRIMER CORTE DE UÑAS

Cuando la madre ve que su nene tiene grandes las uñitas, se pone de acuerdo con su marido, para elegir a los padrinos que se las corten. Por lo general designan a personas que ellos, sepan que son enamorados o novios, y que desde luego, tengan alguna posesión económica y social.

Puesto al habla con ellos, le lleva la ñaña para que se las corté, quedando desde ese momento consagrados como compadres de toda la parentela, y a la vez padrinos de la chiquillería, a los que les enseña a a que cada vez que los vean, los saluden y le pida su “centade”.

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Si los padrinos son mano abierta, le regalan al ahijadito, su sortija o sus cuantos soles, y ya tiene para rato, cuando esté grandecito y los centave.

EL PRIMER CORTE DEL PELO

Una vez que el niño tiene un año, y es abundante de cabellos, le buscan padrinos para que se lo corte, en esta forma:

El día señalado, arreglan la casa, preparan una buena y extraordinaria comilona, bastante que beber, y contratan un arpa para el baile.

Invitan a cuantas personas les parece bien, y a la vez le hablan a un peluquero para que esté listo a la hora que le necesiten.

Una vez que todos está reunidos, se sirve la comida y todos los asistentes pasan a ocupar sus asientos y o se levantan de éstos, hasta que la ceremonia termine, para proceder al baile.

Concluida la comida, ponen al bebe sobre una mesa, al que han peinado haciéndole multitud de moñitos, y al pie de él, un azafate con su respectiva tijera bien afilada.

Entonces, la madre invita a la madrina para que ella le de el primer corte hasta quedarse con el moñito en los dedos, después de cuya operación, tiene que depositar en el azafate su respectivo capillo.

A continuación toma las tijeras el padrino, y le corta otro moñito, debiendo doblar el capillo de la madrina y luego todos los presentes vn cortando los demás moñitos y depositando también su óbolo pecuniario en la proporción que lo deseen.

Cuando ya todos han cumplido esta ceremonia, el peluquero se encarga de emparejarle el cabello al bebé, cuya cabecita, se la dejaro los primeros como paal de avispas agujereado a pedradas por los palomillas.

El padrino le paga al peluquero su trabajo, y la madrina le pone al chico un gorrito para que le abrigue la pelada, porque se la dejan como bola de billar.

En seguida, comienza el baile, y la madre se lleva al bebé y el azafate a su dormitorio, en donde cuenta la cantidad de dinero que contiene, si este no alcanza para cubrir los gastos de la comida, licores y arpa, busca la ocasión para hacérselo saber a su compadre, a fin de que éste le de el resto y si es tacaño participa a su comadre para que ella sufrague lo que falta, o lo haga a medias con su compañero.

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LA PERFORACIÓN DE LAS OREJAS es una ceremonia más o menos similar a la de la uñas, con la única diferencia, de que en ésta sólo hay madrina, la que está obligada a regalar su par de aretitos, y tampoco se prestan como las otras dos a que las hagan cortar cuantas veces crezcan y los padres quieran explotarlas y sacar provecho a expensas del sacrificio de los inocentes que son las víctimas.

MUERTE Y FUNERALES DE LOS ADULTOS

Cuando se produce el deceso de un indígena adulto, lo que ellos llaman “Ya tapade su gete”, sus deudos proceden a colocar en ambas hojas de la puerta de calle, dos aspas de género negro, un farol con una vela o lámpara colgada en el umbral de la misa y en el fondo de la sala dando frente la puerta referida, un túmulo con varias calaveras sobre dos tibias hechas en género blanco, al pie del cual, colocan una mesa toda cubierta de negro, en la que ponen al ataúd con el cadáver y cuatro cirios a los costados, que en conjunto representan la capilla ardiente.

Los deudos cercanos se encargan de darle aviso a toda la parentela de la desgracia ocurrida para que asistan al duelo. Las mujeres de éstos, o mejor dicho todas las mujeres que van a asociarse a este suceso, llevan dos cirios enlutados como ofrenda póstuma y acompañan a llorar y lamentarse a la familia del occiso.

A la llegada de cada acompañante, largan el llanto y sacan a relucir en su dialecto, todo cuanto conocen acerca de las actividades y costumbres del difunto, haciendo paradas para tomar chicha, aguardiente o comer lo que les presentan y conversar en baja voz haciendo comentarios acerca de los motivos que según ellas suponen que ha sido la causa de la enfermedad y muerte del “Finado o finau”.

Esta cantaleta dura hasta los nueve días que los deudo le mandan hacer su misa y desarman el túmulo, que este acto ellos le dominan “Bajade de lute”.

Media hora antes de la fijada para conducir los restos del cementerio, llega la banda de músicos compuesta de saxofón, dos flautas, un bajo cantante, un clarinete, un trombón de vara, un contrabajo, un pistó y la batería destemplada, la que desde que el cadáver es sacado de la casa mortuoria hasta que llega al borde de la fosa en que va a ser sepultado, tocan marcha fúnebre.

Como los indígenas tienen por costumbre, que las mujeres asistan al sepelio, éstas durante todo el trayecto y hasta que el cadáver queda sepultado van llorando y repitiendo a viva voz, todo lo que en sus concepto creen que deben de decir acerca de lo que dijo o hizo el “pobre defunte”.

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Por ejemplo esto: “Páque pue siastemoride taitite, y nus a dejade güaches cumiél lial; que será de osotros agore cuande estemes en la case, o vaiguemos a la chacre a coger lus frijoles, las yuques y las caigües pal aguadite y no lus entremes” “Purqué púe siate mueride, cuando me parece que lus lveigue motade en su perdonesté que lus falte su respeto, trepade en su piajene, cargado cun suaflafe, con su panque y cun su leñe, &.”

Hecha la inhumación, regresan a la casa mortuoria en la que reinician su llanto sus lamentaciones y sus juicios críticos.

En seguida, comen, beben y hablan acerca de los bienes que ha dejado el extinto, opinando, cada uno a su criterio, como se debe hacer el reparto, y quienes son los llamados a correr con los gastos que les a originado el sepelio.

Si por desgracia de la viuda, aportó a su matrimonio hijos de otros, los legítimos, ven en ellos a sus enemigos, y tratan de echarlos de la casa lo más pronto posible, temerosos de que también les reclamen herencia, y hasta no es extraño, que los parientes cercanos del muerto, hagan lo mismo con la viuda, si ésta, no ha sido ni es de su simpatía.

Pues, a de tenerse en cuenta que, para la mayor parte de los indígenas de cierta edad, viudos por ejemplo, tiene más valor una mujer, con hijos que estén en estado de poder servir y que sepan tejer sombreros, porque los explota haciéndolos trabajar a todo rigor, y guay de la madre, si se atreve a protestar, porque también ella, sufre las consecuencias y se expone a que le enrostre su pasado.

LO QUE SO LAS COFRADÍAS

Las cofradías o hermandades que se forman en la Villa de Eten, y que yo he conocido allá por el año de 1898 y aún hasta la fecha, no tienen como muchos suponen, sanos fines religiosos, sino, más bien, pretextos para rendirle homenaje a Dios Baco, como vamos a verlo enseguida.

Un grupo de los más VIVOS, se ponen de acuerdo para formar una hermandad bajo la advocación de “San Armando Líos”, santo que nadie conoce pero que a ellos les conviene explotar y basta.

Co su botella de cañazo o anisado y su copa respectiva, visitan en la madrugada, a todos los tontos que tienen catalogados en su libreta de apuntes, y tocándoles la parte débil, les hablan de sus propósitos, de los milagros de su santo patrón y de la conveniencia de que sean sus devotos, para celebrarle su fiesta, en determinado día, que cuando menos es el del cumpleaños, del Cabecilla, para lo cual, le piden que señale el monto de su limosna, a fin de anotarlo en el libro de inscripción de la Cofradía o Hermandad que ellos han formado.

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Luego, le sirven una copa y después que algunos de ellos se la bebe, le sirve otra al visitado, para que haga lo mismo, si la recibe y se la seca, ya cayó en la trampa, y le asegunda otra, para que quede bien “gierrade”, o sea comprometido formalmente.

Cuando ya han hecho buena casa de esta clase de incautos, cuya contribución asegura los gastos de la festividad, van en pos de las personas principalmente mujeres, para comprometerlas a que cada una, durante los días que dure la payasada, les den que comer y beber sucesivamente a todos los miembros de la susodicha hermandad y a los músicos; y a otras, para que contribuyan con ramos de flores, velas, adornos, misas, &, &.

Después, buscan a los que pueden darles cierta cantidad de libras de cera para hacer velas, cuya labranza la llevan a cabo en la casa de la alguno de estos tontos que a la vez tienen que darle de comer y beber a los Mayordomos y demás componentes de la Cofradía después que ha hecho explosionar en el espacio media docena de cohetes surgidores que denominan “diarranque”, son los que indican que ha quedado terminada la labranza

Desde el día que comienzan las novenas hasta el tercero de la octava de San Armando Líos, vienen quemando cohetes frente a la puerta de alguno de los devotos que están de turno, haciendo que la banda de músicos toque cualquiera pieza que sea de su agrado y si se ofrece, alegres marineras que los paisanos las bailan de cualquier manera.

A partir de la víspera, los mayordomos presididos por la banda de músicos, y portando un báculo el que está de turno, visitan a todos sus compañeros invitándolos a misa y demás ceremonias religiosas que tienen programadas.

Las medidas, estampas y cordones conmemorativas de su milagrosa imagen, las venden exclusivamente los mayordomos, los mismo que la limosnas y ofrendas que depositan los fieles, las recogen y guardan ellos.

El tercer día de la octava, se reúnen en casa del devoto respectivo y después que comen y beben hasta no poder eligen a los que entre ellos van a ser los mayordomos para el siguiente año, a fin de que estos vayan buscando con tiempo a cuantos mentecatos puedan pescar para celebrar a sus costillas la fiesta del pobre santo cuyo nombre explotan.

Como estas fiestas no tienen otro fin que el de la borrachera, el pueblo no recibe ningún beneficio en su ornato público, pues por el contrario sus calles se convierten hasta en reservados comunes y los devotos entrampados hasta las orejas.

Todas las aves que con tanto trabajo cuidaron durante el año, pasaron a los estómagos de los miembros de su cofradía o hermandad y cuando termina la fiesta, su familia no encuentra ni las plumas para consolarse.

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Estas son en puridad de verdad las famosas cofradías o hermandades que tanto les agrado a los oriundos de la Villa de Eten que a nada bueno los conduce, pero, que les tienen ley.

LAS MINGAS

Las mingas, están constituidas por grupo determinado de indígenas, que de mutuo acuerdo, se prestan entre sí, servicios recíprocos y también aceptan trabajos de tal índole por contrato a particulares, para invertir su producto, en la celebración de alguno de los tantos santos que, los mayordomos o gerentes de las llamadas cofradías o hermandades, los comprometieron como devotos.

Por ejemplo: un agricultor necesita peones para desyerbar su arroz o para hacer cualquiera otra faena en su chacra, busca al cabecilla de alguna de estas mingas, al que le participa, lo que desea; éste de acuerdo con sus comparos, hacen una visita ocular y ajustan con el interesado el precio respectivo.

Desde el día que van a dar comienzo a la obra, hasta que la terminan, cada uno porta sobre el hombro su herramienta necesaria y presididos por un cholo, que lleva en la diestra, una cruz de caña brava y, a manera de bufanda un cabestro, que le dan la jerarquía de caporal, a cuyo costado, lo acompaña otro cholo tocado un pito de carrizo y un tamboril de más o menos de ocho pulgadas de alto, por otras tantas de diámetro que lleva pendiente del dedo meñique de la mano izquierda que es con la también sostiene el pito, sirviéndole los demás dedos como llaves para dar las notas de las piezas que toca, y en la derecha un palillo a baqueta, con el que le da acompasados golpecitos al tamboril, que hace de batería y de dos en fondo, marchan al lugar de su destino todas las mañanas para regresar en las tardes a casa del caporal a tomar sus cuantos mates de chicha y retirarse de cada cual a su domicilio.

Cuando llegan al trabajo, hacen alto; el caporal, pone la cruz bien plantada en el sitios más alto que encuentre en el terreno, y en los brazos de esta, el cabestro.

Enseguida, a golpe de pito y caja, comienzan y termia la faena de cada día, comiendo y bebiendo a intervalos, lo que sus mujeres les llevan preparado, o les cocinan allí, las personas que el dueño del trabajo, manda con ese fin según su contrato.

El día que terminan el trabajo, se reconcentran todos frente a la cruz colocan sus herramientas a un costado en forma de pabellón, se descubren ate ella, y de uno en uno l doran sucesivamente, pasando luego a sentarse alrededor del mantel o manteles que están tendidos en el suelo, para comer lo que les hayan preparado y beber su chicha.

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Terminado este acto, el caporal, hace que recen el bendito, y a continuación, se encamina a la cruz, tomando el cabestro en la diestra, va llamando a su lado a todos los que durante la faena estuvieron sacando la vuelta o no hicieron bien la tarea que tuvieron a su cargo, increpándole su conducta, y ordenándoles que se crucen de brazos, les faja tres pencazos bien sentados en las posaderas, con el aplauso y el beneplácito de sus demás compañeros que se ríen y se burlan de ellos , secundados por músico que toca una alegre diana o una marcha.

Acto continuo, recogen sus herramientas y vuelven al pueblo quemando cohetes en el trayecto, con los que indican, que la minga ha terminado el trabajo y esto da motivo, para que en casa del caporal, se propinen su buena mona y bailen hasta altas horas de la noche.

El íntegro de la contrata, pasa de hecho, a aumentar los fondos de la cofradía a que pertenezcan.

Por este mismo sentido, son las mingas de sombreros, las de materiales de construcción y todas aquellas que realizan como pretexto para justificar sus borracheras, más que los beneficios que les reportan o pueden reportarles.

COMO HE VISTO YO ELABORAR LA CHICHA

La chicha, como bien lo saben todos, es una bebida fermentada de cualidades tóxicas degenerantes, que los indígenas la usan hasta para lactar a sus bebés cuando quieren hacerlos dormir para dedicarse a sus quehaceres o jolgorios, sin importarles las funestas consecuencias ni el mal que le causan a esos pobrecitos inocentes, que desde que los engendran, ya llevan consigo el germen alcohólico que se transmiten por atavismo fatal de generación a generación.

O tengo la menor intención de herir las para mí, muy respetables suceptibilidades, de los que se crean ofendidos con mis juicios críticos pero lo hago, con el sao y patriótico propósito, de que los poderes públicos y todos los buenos hijos y vecinos de esos pueblos desamparados como el de la Villa de Eten, tomen nota de lo que denuncio, y traten de remediar en la mejor forma, los males que se ciernen sobre los que consumen esta repugnante bebida.

He aquí, como he visto yo preparar la chicha:

1. Hacen germinar en arena húmeda, una gran cantidad de maíz colorado hasta que sus raíces y hojas, han alcanzado uno o dos centímetros de largo; luego lo tienden sobre los tejados de sus chozas, para que los refrigerios del sol lo sequen bien y, los gatos lo usen como cama y receptáculo de sus urgentes necesidades, idem de los

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gallinazos y de las ratas que tanto abundan en estos trigales de Dios, icluso el polvo que los cubre piadosamente.

2. Cuando ya está seco, lo recogen poniéndolo el saco para llevarlo a los molinos ad hoc que los pulverizan con todo lo que contiene, convirtiéndolo en lo que denominan: “Jorge”.

3. En su casa, lo mezclan con abundante agua, ya sea de la que discurre por las acequias o de las norias que nunca les falta en su corral, en una olla de barro calcinado, que en conjunto llaman: “Taberne”, en las que lo cocinan por espacio de 6 a 8 horas consecutivas, agregándole algunos, astillas de taczana, o ramas de una planta que se conoce con el nombre de “Vichayo”, la primera según dicen, es, para facilitar la fermentación, y la última para que los que la consuman sientan insaciable sed y la sigan tomando.

4. Cuando ya está frio el cocimiento, cuelan el líquido en unos crudos de yute o balletas de lana, (que por lo general sirven para otros usos) depositándolo en unos porrones que les dicen “Murlos”, en los que dejan que se asiente el sedimento, para extraer cuidadosamente el líquido de encima que lo endulzan con miel de caña y después que lo dejan fermentar varios días lo embotellan dándole el nombre “Clare”.

5. El resto, lo trasegan a otros depósitos que llaman “Chapes” el que endulzan y venden fermentado a medida que sus clientes con el nombre de “Colade”.

6. El afrecho lo vuelven a cocinar con regular cantidad de agua, y cuando está frio, lo endulzan y venden con el nombre de “Chiche Agüade” mucho más barato que las dos anteriores.

7. Algunos industriales de ese ramo, le agregan al cocimiento, mayenes, patas de res y hasta gallinas, cuando las necesita para su consumo personal o para celebrar alguna fiesta familiar.

8. La venta de la chicha, la anuncian colocando en el umbral de la puerta de calle o del callejón de la misma, una figura de cualquiera animal hecho y pintado en hojalata, adornado con flecos de papel de colores vivos, y si la vendedora está de luto, le ponen negro.

9. La del “Agüade” la indican colando una caña brava en forma oblicua sobre una de las hojas de la misma puerta, con un manojo de ramas de una planta conocida con el nombre de “chope”, otras veces las sustituyen con las de mamey o naranjo; esta chicha sola la consumen los pobres y las chinas que dan a luz mujercitas.

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10. Cuando se concluye la venta de la chicha, cuyos residuos quedan en el fondo de los “chapes”, los juntan todos y, los ponen nuevamente a cocinar, agregándoles buena porción de agua, por un par de horas, cocimiento que después de colado y frio, lo endulzan, dejándolo fermentar por unos dos o tres días, el que con el nombre de “San Juan”, la “Parcera”, calificativo que le dan a la chichera, casi se lo obsequia a sus parroquianos que le apuraro la venta de toda su tabernada.

He conocido cholas, que le echaban a su chica, bicarbonato de soda o cal viva, según ellas para aligerar la fermentación y hacer que levante bastante espuma cuando la sirven.

También he tenido ocasión de comprobar, que hay otras, que tan luego está en fermentación la chicha que han endulzado, le ponen huesos de falanges humanas amarradas en un trapo en el fondo de los “chapes”, disque, para que la pruebe, no se retire rápidamente y siempre vuelva a beberla con mayor avidez, pues, creen, que estos los atraen a los borrachos, como el imán al acero.

Queda plenamente demostrado, que la chica tal como yo la he visto preparar, no es la bebida nutritiva, fortificante y alimenticia que muchos se suponen, ni se igualan a la que elaboraba y consumían los incas, porque según los estudiosos practicados por el sabio arqueólogo alemán, Sr. Enrique Brüning, de quien tuve la honra de ser amigo y colaborador oficioso, durante el tiempo que el residió en la Villa de Eten, la chicha de los incas era solo de maíz bien germinado, cocido y sin más dulce que el del mismo grano.

En la serie de artículos que yo publique el año 1924 en el diario “La tarde” de Chiclayo, sobre diversos tópicos regionales, he denunciado esto y, aún opiné en el sentido, de que por humanidad y por patriotismo, se dictara una ley, que prohíba terminantemente la elaboración de la chicha de jora en la forma que hasta la fecha se sigue haciendo en el departamento de Lambayeque, o en su defecto, se le creara un impuesto progresivo semestral o anualmente que doble el que tuvo el año anterior, para de esta manera, elevarle el precio a tal extremo, que la convierta en artículo de lujo, poniéndola así fuera del alcance de la clase trabajadora y de la media también, porque en este sector, es notorio que tenemos muy apreciable número de consumidores, que, como ignoran como la elaboran, la beben, creyéndola una especialidad.

Y propuse también que solo se permitiera, que la elaboraran como lo hacían los incas, para que la raza indígena contemporánea, y sus descendientes, sean fuertes y sanos, para que contribuyan al engrandecimiento patrio y a su propio bienestar común.

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LO QUE SON LOS PANDEROS

Un día del mes de marzo de 1900, un amigo me invitó la que lo acompañara a la inauguración de un Pandero de $500.00, quinientos soles de plata, encabezado por un destacado financista a quien llamaremos Don Ambrosio Lancetilla, a quien asesoraba su dignísimo secretario Don Pío Rebusquillas a quienes Dios crió y el rabudo juntó para desplumar a cuantos incautos cayeran entre las mallas de su red o entre sus filudas garras.

El citado amigo era nada menos que uno de los arrastradores que tenía a su orden el honorable señor Lancetilla, en cuya casa, se erguía sobre el techo de la sala, o mejor dicho, en la cornisa de la puerta de la calle, una hermosa caña de Guayaquil a manera de asta, en cuyo extremo superior flameaba al tope una gran bandera blanca con la siguiente inscripción: “Pandero de Don Ambrosio Lacetilla, compuesto de 125 socios, que pagarán S/. 4.00 semanales cada uno y el favorecido está obligado a dar comida y chicha par todos sus consocios”.

En el reverso tenía pintado, una mesa sobre la que se veía mates para beber chicha, botellas y vasos; en uno de sus costados una arpa y otro una botija, con lo que significaba la obligación de los asociados, según la explicación que me dio ladinamente mi invitante, que sea dicho de paso, me creyó un manso y tuvo la candorosidad de quererme catequizar.

Cuando estuvimos en la casa del Jefe Panderista, me presentó a él y a su secretario, quienes me recibieron con muestras de la mayor cortesía, poniéndose a mis órdenes y brindándome asiento.

Luego se hacían lenguas hablándome de la ardua misión que tenían a cuestas, todo por hacerles el bien a sus asociados, enseñándoles el ahorro y las ventajas que este sistema les reporta, así como las facilidades que el cabecilla les da cuando se atrasan el e pago de sus cuotas semanales, cobrándoles solamente el 10% “Cade oche díyes”

A medida que me ponderaban las excelencias de su industria, iban llegando cholas y chinas, las que después del saludo le entregaban al señor Lancetilla los cuatro morlacos sonantes contantes, que él deposita en una especie de cofre, mientras que su secretario anotaba la entrega en una cuartilla de papel de despacho.

Los que no asistían personalmente por alguna emergencia mandaban su cuota con sus parientes, hasta que se completó el número y los quinientos soles pasaron a depositarse en “Baule” del cabecilla.

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Esta suma por ser la de inauguración del Pandero, queda íntegramente a favor del jefe o cabecilla del pandero, sin cargo de reciprocidad.

En seguida el secretario, dio lectura a la nómina de los socios, resultando que los diez primeros números corresponden a la mujer, hijo, hermanos y parientes más cercanos de este moderno redentor, y todos los que ocupa la segunda decena, tienen que tomar forzosamente otro número de la última decena, es decir, el 11 con el 125; el 12 con el 124; así sucesivamente.

El que sale favorecido, tiene que presentar una fianza hipotecaria con pacto de retroventa a favor del cabecilla, o la garantía de persona abonable a su entera satisfacción. Llenado este requisito tiene que correr con los gastos que le originan darle de comer, beber y bailar a todos sus consocios por partida doble, porque es costumbre que los primeros platos y una jarra de chicha para directamente a la casa de la familia de cada uno de ellos, y en seguida les tiene que servir su parte.

Por consiguiente, esto le cuesta una merma de más o menos la quinta parte de lo que debe de recibir y si el favorecido es suelto de manos, se abre en quinta y gasta muchas veces hasta la mitad.

El único compromiso que voluntariamente contiene el cabecilla es el de agasajar con su media docena de botellas de cañazo, su picante de pescado con mote o cancha y su botija de chicha, que en aquella época no representaba más de 10 o 15 soles en total el día de la inauguración; pero en cambio, él y su parentela, les sacan el kilo a sus cabritos.

El día menos pesado se da por quebrado el panderista alegando que los socios fulano, zutano y mengano, que cuando menos ha pasado a mejor vida, recibieron el pandero y no siguieron pagando lo que les correspondía; como nadie tiene la vida comprada, él explota la muerte de aquellos y sin lugar a reclamo.

Otras de las disculpas que también suelen hacer es que el socio X no ha pagado sus cuotas desde que recibió su primer número; que el socio B se ha mandado cambiar entre gallos y media noche, en resumen los paganos son los tontos que contribuyeron para que otros se armen.

Yo he conocido individuos tanto en Eten como en Monsefú, que sólo con productos de sus combinaciones como cabecillas de panderos se han hecho propietarios de fincas agrícolas, han derrochado dinero a manos llenas y como gala han tenido hasta cuatro mujeres en su mismo pueblo.

Por eso, al comprobar, yo estas inmoralidades y negociados tan censurables y dolosos también los he denunciado en 1924, en el diario “La tarde” de Chiclayo,

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para que llegue a conocimiento de las autoridades superiores del Departamento y de los Poderes Públicos, para que dicten una ley que ampare el derecho de los coios de esos panderos y le reglamente sus funciones, a fin de que desaparezca el agio y la rapacidad que predomina en el ánimo de los que encabezan y explotan maliciosamente.

COMO SE REBUSCABAN LOS GOBERNADORES

Con muy contadas excepciones, la mayor parte de los que han desempeñado el cargo de Gobernador en muchos distritos del Departamento de Lambayeque, lo primero que han hecho es tener como amanuenses o secretarios a cualquier conocido bribón, experto en papeluchadas y a un Alguacil que conociera al pueblo y sus habitantes al derecho y al revés.

Instalaban su Despacho en la misma sala de su domicilio familiar y hacían publicar su Bando respectivo, para conocimiento de todos los de su mando.

Cuando se presentaba algún vecino a demandar a alguien, tenía que pagarle S/. 0.20 al contado rabioso, al Alguacil, por derecho de notificación y otros S/. 0.20 al demandado por derecho de comparecencia, si ambos litigantes eran indígenas.

Hecho el comparendo y deslindadas las responsabilidades multa al delincuente desde S/.2.00 hasta donde resistiera éste, porque sino, pasaba a la cárcel amenazado por el Gobernador para remitirle al siguiente día a órdenes del Subprefecto de la Provincia.

Pero esta amenaza, no era mas que una treta, por que a cierta hora, el Secretario, visitaba al preso y le contaba el cuento haciéndole creer que él había intercedido en su favor, para que el Gobernador no lo remitiera a disposición del Superior Jerárquico, porque eso le iba a costar pérdida de tiempo, vergüenza y gasto de dinero en buscar quien lo defienda; que mejor pagara la multa impuesta para útiles de escritorio y que sería puesto inmediatamente en libertad.

El hecho es que el sujeto era su víctima y hacía lo que él le sugería para evitarse mayores molestias.

Con este truco ya tenía asegurado el Secretario el 50% de la multa y su respectivo agasajo por parte de su deudo defendido, que desde luego había contraído con él una deuda de gratitud.

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Cuando la mini crisis económica estaba aguada para el Gobernador y sus corchetes, hacía llamar con su Alguacil al “Comisario” o Jefe de Patrulla Urbana, al que le ordenaba que esa noche con sus hombres, le pidieran boleta de Inscripción Militar a todo individuo que encontraran en la calle, después de las ocho de la noche y el que no la tuviera consigo que le pusiera en detención hasta que él fuera a entenderse con ellos.

Como la patrulla rondaba sólo hasta las dos de la mañana el Gobernador acompañado por su Secretario iban a las cuatro a visitar a los omisos a quienes les increpaban su conducta, hacían el simulacro de afiliarlos, tomar sus nombres, participarles que estaban enrolados, luego salían dejándolos bajo esa impresión por supuesto nada edificante para los pobres que no tenían ni con quién hacérselo saber a su familia.

Media hora más tarde se les presentaba el Secretario y después de conversar aisladamente con cada uno, pactaba el precio de su libertad y el que tenía dinero a la mano ipso facto se iba a su casa, pero con la advertencia de que guardara reserva, porque si el gobernador lo llegaba a saber lo haría recapturar y entonces lo enrolaban en el ejercito.

Esta maniobra les reportaba buena suma de soles y a la mañana siguiente no amanecia ningún omiso en la cárcel y todo era paz y aquí gloria.

Como el Secretario se ofrecía para darle aviso a la familia de los que en ese momento carecían de dinero, ellos le daban al dirección y él se encargaba del resto, por que para eso maestro en la materia y le servía de asesor a todos los novicios que asumían al mando gubernativo de la población que tenía la suerte de contarlos en su seno como buenso hijos o vecinos para prestigiarla y administrar justicia con honestidad (¿?).

Particularmente en la Villa de Eten, en donde estos puestos son ambicionados por ciertos individuos, para explotarlos a su entera satisfacción.

LO QUE FUERON LAS LLAMADAS PETATERIAS.

Con el nombre de Petaterías, establecieron en la Villa de Eten y aún en Monsefú, determinado grupo de Caciques de los mismos pueblos, casi desde los albores del Siglo XIX, enormes salones en el interior de casas adhoc, en los que recluían a todos los indígenas de ambos sexos y hasta a los hijos de éstos, que les debieran pequeñas sumas de dinero que les hubieran prestado, para que se la pagaran con el tejido de sombreros, que ellos, les hubieran prestado, para que se la pagaran con el

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tejido de sombreros, que ellos, les valorizaban su trabajo como les diera la gana, los mismos que negociaban a otros lugares obteniendo píngües ganancias a expensas de los pulmones de sus pobres esclavos, a los que hacían trabajar a todo rigor, bajo la severa vigilancia de un Verdugo, que denominaban Caporal, sugeto este, que, estaba autorizado para moles a palos y poner en el cepo a todos los que no terminaran la tarea que les señalara, y aún tenía la barbaridad de zurriagarle sobre las hornas de madera, los dedos a los niños o niñas que no pudieran hacer bien el tejido de los sombreros que les encomendaban.

Antes de continuar, es justo declarar, que entre los dueños de esas Petaterías lo que voy a relatar enseguida.

1. Importaban de Guayaquil, grandes cantidades de paja de mocora, a la que ellos le ponían el precio de venta que les convenía;

2. Al venderle la paja a los compradores, les advertían la clase de sombreros que debían de tejer, por que como ellos, eran los únicos que los compraban, y después de esta industria, no tenían los tejedores en que ocuparse, no había caso, que hacían lo que les ordenaban, estos señores de horca y cuchillo, a muchos de los cuales yo conocí, hasta hace algunos años;

3. Cuando se les ofrecían en venta, ellos, les fijaban el precio, calculando que no ganaran los tejedores más de quince a cincuenta centavos en cada uno, que según la clase, empleaban de uno a tres días para terminarlos.

4. Si por desgracia, para estos infelices, se veían en la imprescindible necesidad, de hacerles un préstamo de S/.10.00 por ejemplo, para descontárselos por dividentos de uno o dos soles semanales, y no cumplirán por que el producto de los que tejían, solo les alcanzaba para vivir a ración de hambre, los hacían recluír con su mujer e hijos supieran tejer en su Petatería, para que el Caporal, los hiciera trabajar a todo rigor día y noche a fin de completar el pedido que sus clientes les decían,

5. Cuando el cholo que solicitaba el préstamo, tenía hija o mujer que le gustaba al dueño de la Petatería, no le entregaba a él el dinero, pretextando alguna ocupación, y le decía que mandara a la víctima que había elegido a tal hora, para atender su pedido, oportunidad que aprovechaba, para abusar cobardemente de ella, con la seguridad, de que todo quedaría impune, porque en aquella época, eran los amos y señores del pueblo y de todos sus explotados.

6. Consumado su crimen, todavía tenían la villanía de anotarle en una libreta, la cantidad entregada, a cargo del que había cometido su miserable prestamista.

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7. Cuando el ultrajado cholo, hacía la primera entrega, se encontraba con la inesperada sorpresa, de que su deuda se había triplicado y al hacer el reclamo respectivo, recibía como respuesta, amenazas y groserías tales como estas “indio sinvergüenza, ladrón y zamarro; ¡como te permites la insolencia, de dudar, de la honorabilidad de un caballero como yo. ¿Has crído que soy tu padre o… para que niegues la plata que te hice el favor de darte, para que aplacaras tu hambre y el de todos los perros de tu familia, so indio canalla? Fíjate, S/: 10.00 que me pediste; S/. 10.00 que le dí a tu mujer y S/. 10.00 que te apunté en tu libreta, son S/. 30.00 soles ¿Qué alegas ahora? Retírate de mi presencia antes que te eche de aquí a puntapiés, indio imbécil, o te haga poner en el cepo del cogote por animal; y

8. Si el pobre paria se aventuraba a replicarle, lo hacía poner en el capo de los dos pies, y trabajar a todo rigor, hasta que pagara la deuda, lo que era imposible que lo hiciera, dado el bajo precio que ese desalmado le pagaba por el tejido de cada sombrero, que no le alcanzaba ni para comer; siendo este el motivo porque muchos índigenas murieron sin poder cancelar su triplicada cuenta, que para mayor sarcasmo, todavía se la cobraron esos malvados a los descendientes de sus víctimas, validos a que como eran los Capituleros de todos los políticos arribistas, estaban con todos los gobiernos, gozaban de influencias ilimitadas y tenían el privilegio de ser alcaldes, gobernadores o jueces de paz, cuantas veces les diera la gana o de hacer nombrar al autómata que ellos manejaban a su antojo y conveniencias.

Por eso también, procuraban mantener como sus cancerberos a ciertos tipos, a quienes le encomendaban la requisa de sus peones y la de los hijos de éstos, en su Petatería, para explotarlos, impidiendo así la instrucción de los pequeños para que sean analfabetos y nunca sepan defender sus derechos.

CONTRATOS LEONINOS

El año 1928 llegó a mi poder y la hice publicar comentándola, una fórmula conforme a la cual los llamados Contratistas de peones para las haciendas del Valle de Chiclayo, explotaban la ignorancia las necesidades y la idiosincrasia de estos infelices, que tienen la desgracia de que los atrapen en sus redes.

La famosa fórmula a que me refiero, dice literalmente esto: “Conste por el presente documento que yo…………….. hábil y expedito para contratar, declaro que con esta fecha he celebrado con don……… un contrato de locación de servicios personales, recibiendo al efecto y adelantado la cantidad de…… soles plata, la que

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me obligó a amortizarla en jornales en la hacienda…. O en el lugar que designe mi acreedor a razón de……….. por tarea o por día, según la naturaleza del trabajo y circunstancia del tiempo, entendiéndose que esta locación de servicios es preferentemente a cualquiera otra obligación, por lo que me someto a la competencia de la autoridad que designe mi acreedor señor………… para conseguir que yo pague con mi trabajo personal, la cantidad que hoy recibo y la que en adelante recibiré en la forma pactada, y para lo que en caso necesario a mi costo se me hará constituir en el lugar del trabajo que me designe mi patrón y obligándome además con mis bienes en general a renunciar las leyes y excepciones que pudieran favorecerme en juicio o fuera de él.

Como se ve por el texto de este documento, el infeliz socorrido, queda maniatado de pies y manos, condenado a sufrir toda clase de vejámenes, de humillaciones, de martirios y de sacrificios, sin derecho a reclamo alguno, porque para él no existe ley ni autoridad que lo redima de la esclavitud a que su Contratista lo reduce.

Y si por desgracia, hastiado de sufrir los rigores de su infortunio, se fugara de donde lo explotan y maltrata a su amo; el Contratista lo hace perseguir por sus corchetes que nunca le faltan y, una vez que lo capturen, le recarga a su cuenta los gastos que según ellos han hecho en su persecución, poniéndolo así en la triste condición de no poderse redimir jamás de semejante condición y expuesto todavía a que le rebajen el 20 o 30% del mísero salario que lo tiene a ración de hambre.

Ahora sí como consecuencia del rudo trabajo a que se le somete, caerá en el lecho del dolor para no levantarse más, su pobre y desventurada familia queda obligada a responder por la deuda que aquel contrajo y nadie ni nada podrá librarlo de esa interminable cadena que los aprisiona porque sus explotadores están seguros de que esos parias no serán capaces de denunciar ante las autoridades competentes a esos agiotistas que trafican con la desgracia, con el hambre y la ignorancia de tantas víctimas, ni recurrirán a la prensa honrada....... etc.

¿TU HAS VISTO DONDE HA CAIDO EL PROYECTIRL? Si siñorie.

Era Juez Instructor de la Provincia de Chiclayo el Dr. Don Augusto R. Llontop, Magistrado integérrimo, recto, sagaz o incorruptible que tenía muy elevado concepto de su misión.

Una tarde, a eso de las 7 y media p.m. mas o menos, se produjo una reyerta entre varios indígenas con un forastero, en el interior de una chichería, el que para evitar que lo molieran a palos dio un salto a la calle, creyendo que así se tendría

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libre el camino para retirarse a toda máquina del campo de batalla, que ponían en peligro su vida; pero, le fallo la suposición, por que los mirones, lo recibieron de muy mala manera, que no le quedó otro recurso que el de desenfundar su 38, y hacer dos disparos al aire, para amedrentarlos y aprovechar el pánico para poner las Villadiego.

Al oir las detonaciones los indígenas, unos se tiraron al suelo y otros se atropellaron por correr en diversas direcciones, resultando algunos contusos y dos con ligeras heridas en la frente por haber caído de bruses sobre el sardinel de la vereda.

A los gritos de “agárrenle, salían muchos cholos a inmpedirle el paso al “forastero”, el que a medida que corría disparó tres tíros mas, pero, al tratar de volver a cargar su revolver, un cholo de apodo “Manteca”, se le tiró a los pies, y consiguió traérselo a tierra, circunstancia que aprovecharon otros paisanos para desarmarlo y llevarlo a golpes a presencia del Gobernador, que era un indio alto corpudo y viejo, a quien sus paisanos llamaban “Burro Grande”, apodo que sin averiguaciones de ninguna clase, lo hizo poner en el cepo de los pies, después de insultarlo en su dialecto.

A continuación se presentaron al Gobernador los dos heridos, que ya se habían embadurnado la cara, la pechera y las mangas de la camisa, con la sangre que le manaron las heridas, y por donde alguien los tocaba, daban gritos alarmantes simulando que estaban fracturados de los brazos de las piernas y de las costillas, haciéndose los que se caían cuando sus paisanos los soltaban para hacer la demostración gráfica de la escena que se había desarrollado.

Inmediatamente el Gobernador, hizo llamar a su Secretario que era un tinterillo mas borracho y zamarro que él mismo, el que en menos de los que canta un gallo, lo empapeló al preso hasta las orejas, acumulándole multitud de faltas y poniendo como testigo presenciales a determinados sujetos que siempre se prestaban para tales, entre los que figuraba Sebastián Nuntón “a) “Chéteque”.

Puesto al segundo día a disposición del Juez Instructor, y después de los trámites de ley, hizo comparecer a su despacho a “Chéteque”, al que sometió a un severo interrogatorio, deduciendo de las respuestas de éste, que era un testigo falso del que ya él tenía referencias, y para acabarse de convencer, lo invitó a que pasara al corral, en el que le enseñó un revolver a cuyos cinco proyectiles les había quitado anticipadamente el plomo, y le dijo: “De manera que tu puedes ver fácilmente cuando el proyectil sale del revolver y a donde casi”.

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“Si siñorie”, responde el cholo con la mayor naturalidad. “Bueno, díce el juez, “Ahora fíjate bien por que voy a disparar”, “Gueno siñorie”.-Pum. Hace el disparo, y le pregunta que si ha visto a donde a caído, y el le contesta afirmativamente dirigiéndose a la pared en la que hace el que busca la bala, pero como nunca la iba a encontrar el Juez, le díce: ¿Cómo, tu me digiste que la habias visto a donde cayo, y sin embargo, no la encuentras?. No importa, voy a disparar otro” “Fijate bien”, Pum. Anda tráemela”.

“Gueno siñorie” y va para hacer lo mismo, entonces el Juez le dice que por tercera vez va a disparar, pero que tenga mucho cuidado de ver en donde cae la baja y dispara.

“Chéteque”, que a cada disparo, daba un salto atrás y ya estaba temblando como un carrizo, se fue nuevamente a la pared cuyas grietas de los adobes, hundía el índice y las hurgaba repetidas veces.

Hasta que el Juez, no pudiendo reprimír mas su impaciencia, le díce cólerico”, mentiroso, tú crees, que a mí me vas a engañar con lo que estas haciendo ni con lo que me has dicho, hoy te mando preso a la Cárcel para que otra vez no permitas la insolencia de prestarte para ser testigo falso” “vamos a mi despacho”.

Ante esta amenaza, “Chéteque” se le arrodilla por delante al Juez y con las manos juntas le díce: “Si es verd siñorie que lus ay engañade, pero no tengui la culpe, pur que ami siempre me mande mi compa juse timoteye pa que seye testigue, y puroso hai venide, purque sino llagui me mente en el cepo y no me pague”.

“Perdoneme este siñorie, que le jure que no guelvi a ser mas testigue false de naides, por lore miame taitite siñorie, no me mandi prese, dejemo dir mi pueblo”, llorando como un niño que el Juez, comprendiendo el gran sus to que el cholo experimentaba, lo hizo que se levantara y una vez que estuvo en despacho lo amonestó seriamente, haciéndole ver el delitos que cometía siendo testigo falso y después de amenazarlo con ponerlo preso si reincidía, lo dejó en libertad.

Tan luego “Chéteque” estuvo en la calle, las puso hasta la Villa llegando a su casa como a las siete de la noche echando los bofes por la boca, y no volvió a prestarse de testigo en el resto de su vida.

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MANUEL MORENO (a) “EL LOCO”, ATAY DE LA VILLA DE ETEN

Estaba en todo su apogeo la revolución de Piérola contra el gobierno del General Cáceres, en el departamento de Lambayeque, abundaban los Pierolistas, y hasta los alumnos de las Escuelas eran de su causa, los gobernistas estaban reducidos al mínimum, pero no obstante esto, existían los dos bandos, y donde quiera que se encontraban, presentaban combate a piedra limpia; el triunfo era de los revolucionarios irremediablemente, tanto por el número, cuanto por que sus filas estaban engrosadas por mocetones de 18 a 20 años de edad, y multitud de granujas que no respetaban baches.1

Cada domingo o día feriado, los alumnos de las Escuelas del Puerto y de la Villa de Eten, se reconcentraban en ésta, y asaltaban los parapetos enemigos que improvisaban los Caceristas, a los que detrotaban con 1

Cada Comandante General, tenía la obligación de hacer acopio de víveres y de municiones para el grueso de su ejército, y todo prisionero era cangeado por un “cupo” consistente en pan, frutas o galletas.

frecuencia.

Manuel Moreno, como Jefe de una Compañía, fue comisionado por el Estado Mayor Revolucionario de la Villa, a conseguir provisiones para un Regimiento de Caballería que los aliados del Puerto, les ibam a mandar la noche del 24 de Diciembre de 1894, para celebrar unidos el nacimiento del niño Jesús, esto era, atacando al enemigo en sus poseciones con la seguridad de vencerlos.

Moreno, hizo su excursión primero al campo, y tomó de facto, cuanta fruta encontró a su paso, y con las debidas precausiones requeridas, se apropió de un Panal de Pulatos, el que guardó cuidadosamente en un sito reservado.

A las ocho de la noche el Regimiento de Caballería aludido, hizo su entrada a la Villa, siendo recibido desde las afueras por sus colegas en medio de atranadores hurraha y sonoras palmas, acompañadas de vivas al triunfo de su causa. La Banda de Músicos de los revolucionarios de Eten, compuesta por mas de cuarenta profesores de rondín, pitos, latas peines escarmenadores forrados con papel de seda y, tubos de metal, tocó alegres dianas, y con una marcha militar capáz de volver loco a un sordo mudo de nacimiento, los condujo a su cuartel que estaba ubicado en la parte Este de la población.

1 Baches: En el texto original la palabra estaba borrosa.

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Amarrados los caballos de palo de escoba y los fusiles puestos en pabellón, se mandó romper filas, y se dio comienzo a la distribución de víveres a los recién llegados.

Moreno, dándose cuenta que muchos se iban a quedar sin parte, pidió permiso y salió al mando de diez soldados de su confianza, con dirección al sitio en donde tenía guardado el panal, y una vez que lo tenía en la mano, dispuso que sus hombres entraran a la tienda del chino Atay, y cada uno pidiera rosquitas, pan sardinas, galletas, bizcochos, cigarrillos y fósforos, que el se encargaría de pagar todo, advirtiéndoles, que tuvieran buen cuidado de asegurar lo que pidieron y que estuvieran listos para correr puerta afuera, tan pronto él les diera la voz de “ya vienen las tropas del gobierno”.

Hecho y dícho, cuando cada uno tenía su respectivo paquete debajo del brazo y hacía la apariencia de sacar el dinero para pagar lo pedido, aparece intempestivamente, Moreno y les grita, “muchachos, corran que ya vienen las tropas del gobierno”, y a continuación tira con violencia el panal sobre el mostrador, volando en distintas direcciones los pulatos y acribillando a picotones al chino Atay, que tuvo que tirarse al suelo y gritas no solo de rabia sino de dolor, por que los pulatos le habían puesto los ojos como globos de carnaval y las orejas y los pómulos como papas amarillas.

LA GERINGA DE MISIA ELVIRA

Misiá Elvira, era una anciana muy popular en el Puerto y Villa de Eten, que se dedicaba a la curación de enfermos con yerbas caseras, y a la vez hacía de comadrona, habiendo adquirido tal práctica, que siempre se veía solicitada por numerosos clientes de ambos sexos, y día tras día su prestigio iba en aumento, por que en aquellos tiempos idos, estos pueblos no tenían médico permanente ni profesora de partos. Por consiguiente, aquí tenía plena justificación ese sabio aforismo que dice: “En la tierra de los ciegos de tuerto es Rey”.

Era el año de 1894, un día a eso de las 7 de la noche, una chola de la Villa de Eten, cuyo nombre o apodo no viene al caso, le solicitó apresuradamente sus servicios a Misiá Elvira, para que atendiera a su hijos “Agüadite”, que se encontraba muy mal, por que “Había golpiado el alma en la madrugada de los otros diez, y estaba ya pa tapar la gete”.

Como Misiá Elvira, estaba autorizada para usar el carrito de mano de la Cuadrilla del Muelle o el de la reparación de la línez, ordenó a sus conocidos “muchachos”,

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que se lo alistaran, mientras ella se cambiaba de indumentaria y proveía su maleta de las medicinas y demás artefactos que el eran indispensables para cualquier caso de emergencia.

En menos de media hora, ya todo estaba lista, y emprendió el viaje con toda celeridad hasta la Estación de la Villa, en la cual sus “muchachos” procedieron a desarmar el carrito piniéndolo a un costado de la línea como medida precautoria hasta el regreso, y la emprendieron al domicilio del enfermo, al que iso facto, examinó minuciosamente Misiá Elvira, llegando al convencimiento de que el cholo estaba con un empacho de la madona, producido sin duda alguna por el exceso de mote “arrechite”, que había consumido y por otros desarreglos alimenticios que le tenían postrado en tal estado.

Ante esta conclusión, Misiá Elvira, le suministró un purgante de ricino y dispuso la clase de agua de tiempo que deberían darle cuando tuviera sed, así como el régimen alimenticio, con cargo de regresar al siguiente dia, para ver el efecto que le había hecho y, según eso, darle otras medicinas.

Tenían tan dura la tuza el cholo “Agüadite”, que eran las seis y media de la tarde del día siguiente y el purgante no podía encontrar salida.

Obvio es decir que el cholo estaba grave y la familia optó, por ver a Misiá Elvira, para informarla del estado del enfermo, puesto que élla, no había ido en todo el dia como se lo había ofrecido.

Tal como lo pensaron lo hicieron, la madre del cholo y una de sus hermanas que a toda prisa vinieron y llegaron en los precisos momentos, que Misiá Elvira, llegaba a su casa después de atender a una parturienta que había dado a luz mellizos con toda felicidad.

Verla las cholas, y decirle lo ocurrido, fue cosa de un instante, derramando a continuación copiosas lágrimas y recriminaciones contra Misiá Elvira, a quien culpaban de la gravedad de su enfermo, y le pedían que fuera a verlo antes que “tapare su gete”.

Como ella estaba acostumbrada a esta clase de acusaciones, y no obstante su avanzada edad y lo cansada que estaba hizo lo posible y se encaminó a la Villa en la forma que acostumbraba.

Estando en presencia del paciente, lo examinó y comprobó que efectivamente el purgante no le había hecho efecto, y que algo muy duro le impedía la defecación. Entonces, resolvió ponerle una enema, y tal como lo pensó lo hizo. Pero, sucede, que como consecuencia del forcejeo que hacía para introducirle el bitoque de la

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geringa, que era un aparato de cobre, de dos pies de largo, por tres pulgadas de ancho, incluso el bitoque que tenía cuatro pulgadas de largo en forma cónica con una bola en la punta de más o menos tres cuartos de pulgadas de circunferencia, logró romperle la tuza, y con el fuerte pujado del cholo, lo destapa, y recibe en pleno rostro y vestido una formidable descarga de los intestinos, que la dejó casi ciega por largo rato y perfumada en toda forma.

Ante esta inesperada sorpresa, Misiá Elvira, suelta la sinhueso y le propina al cholo en las posaderas dos terribles geringas que lo hacen evacuar, el resto que le había quedado de reserva, y con las mismas sale puerta a fuera maldiciendo hasta la hora en que hizo tal operación.

La pobre Misiá Elvira tuvo que regresar al Puerto, toda confitada, a desinfectarse como el caso lo requería y a cambiarse de ropa porque ni ella misma resistía la fragancia.

El cholo “Agüadite”, recobró la salud, y según supe después, no le pagó la curación a Misiá Elvira, so pretexto, de que con el purgante casi “lo hace tapar su gete”.

“SAMIE” “SAMBIE”

Celébrase en la Villa de Eten, el 16 de setiembre, la fiesta del Sr. De los Milagros, o sea, la del “primer hermanos de nuestre ame siñor del Cautibles de Monsefú”, como le dicen los paisanos.

En este día como es costumbre acuden los devotos, los mayordomos y los feligreses a oír la misa en la antigua Capilla del Puerto de Eten, y después de esta ceremonia, se dedican los asistentes a darle que hacer a las mandíbulas y a libar sendos potos de chica, así como licores de diversas clases.

En la parte Este de la Capilla, las vivanderas bajo la sombra de sus toldos crudos y esteras, hacen varios potajes típicos y picantes de todo lo que puedan, vendiéndolos a precios razonables, que contribuyen a su demanda y consumo inmediato.

Los devotos de Dios Baco, que forman la Legión mas numerosa de todo el Universo, se propinan su buena #turca”, que muchas veces pasan de la octava, y como entre los indígenas la chicha y el cañazo son las bebidas favoritas, las consumen con avidez, y por cualquier motivo le ceban agua a la caballada, llegándose a poner en tal estado de embriaguéz, que hasta se idiotizan por varios días, y comenten multitud de disparates que cuando vuelven a su estado normal, reniegan de haberlos cometido; pero, como el arrepentimiento de los borrachos es

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hermano carnal del de las paridas, vuelven a delinquir cuantas veces se ofrece, por que no es fiebre para que se les quite, ni necesitan que los empujen para caerse.

Pero, vamos al grano, y dejémonos de tantos rodeos, que para el ganado que tenemos, estamos perdiendo el tiempo en darle tanto valor al cobre, y dejando que se mueran los terneros.

Entro los comerciantes de Saña, que habían traído Naranjas en conserva, Dátiles confitados, huevos de ídem, confites y chancaquitas, &, &. Se contaba un sambo corpulento, que desde de haber vendido todos sus productos en la Feria de Monsefú, se vino a la Villa de Eten, a divertirse, y empinó numeroso vasos de anizado marca “Payaso”, y multitud de mates de chicha embotellada, que lo hicierón subirse al cerezo y, le dieron ánimo para cabalgar un pobre jumento en pelo que en esos momentos pasaba por media calle recogiendo las hierbitas que a su paso encontraba.

Aunque el burro tiene fama de ser un animal paciente, y resignado, éste de mi cuento, resultó todo lo contrario, por que mas tardó el sambo en hacer el ademán de cabalgarlo, cuando le hizo un quite a los Belmonte, que lo hizo caer de bruses en plena calzada, dejándolo grogí y haciéndolo devolver por boca y naríz, casi todo lo que con tanto gusto almacenó durante el día en su insaciable vientre. Esta escena, produjo la hilaridad de los espectadores y la compasión de algunas mujeres sencibles que cuando están en punto de caramelo, se deshagan llorando por cualquiera nimiedad y todo les causa pena.

Recogido el jinete por un cuaderno de borrachitos, lo llevaron entre tumbos y zigzag, a la taberna en donde se encontraban empinando el codo, y después de limpiarle el rostro y cepillarle el encapillado, lo acostaron en una estará para que siguiera durmiendo hasta que le pasara el susto.

Este sueño le duró mas o menos dos hora, y cuando despertó, sus camaradas que ya estaban con exesivo vapor en la chimenea, le exigieron que tomara una dosis doble de aníz y chica para que “se le entonara el cuerpo y se enfrentara a la “perseguidora.

Como el combustible era bueno, por su grado alcohólico, levantó vapor el caldero, y mi hombre se puso como camareta lista para estallar al primer contacto que tuviera.

En tales circunstancias, uno de los contertulios, vió y concilió a un campesino que en esos momentos venía del campo montados en su burra que estaba cargada de pasto y leña, a quien invitó para que tomara una copa, lo que éste aceptó de sumo agrado, por que quien le ofrece chica al cholo, es como darle agua al pato.

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Mientras ambos libaban la segunda, unos mataperros trataban de agarrar al pollino que había venido siguiendo a la madre lo que les era difícil conseguirlo, por que el no se consentía.

Como otra partida de palomillas trataban de hacer cosa semejante con la burra, el cholo, se despidió y cabalgó sobre de ella, diciendo a viva voz, “Sambie, Sambie”Sambie”. Palabras que el sambo las tomó a pecho, y le dijo al cholo, “oye cholo, déjate de tonterías, y no le digas a sambo a tu burro, porque si lo repites le rompo el hocico”.

Todos tomaron a broma la actitud del sambo, y el cholo sin hacerle caso a la amenaza, volvió a decir, “Sambie, Sambie”, y continuación silvó en el mismo tono a su pollino, el que le respondía con un rebuzno.

El sambo que no aguantaba pulgas, dio un salto hacia la calle, y acercándose al lado de la burra, coge con rapidez una raja de leña, y diciéndole, “Indio Indio”, le pega su estacazo al cholo y se lo trae al suelo, en donde queda privado del conocimiento y con una herida de muy apreciable dimensión en la cabeza, y otra en la frente como consecuencia de la caída.

Se arma una pelotera, por que los borrachos se dividen en dos grupos, uno a favor sambo, y otro a favor del cholo, que tiene que intervenir el Gobernador y cargar con los pujilietas a chirona, hasta el siguiente día que se hicieron las aclaraciones, y se puso fin amistoso al incidente, por que se aclaró, que en la Villa, los indígenas se dícen “Sambie” a los pollinos, y que como el sambo no sabía esto, se había dado ofendido y por eso procedió.

La curación del cholo, corrió a medias con el herido y los demás boseadores fueron multados con un par de soles de nueve décimos cada uno para desagravio y beneficio del señor Gobernados que no tenía por que molestar su atención en estos escándalos de borrachos, cuando a él le faltaba tiempo para recibir la invitación de los mayordomos de la fiesta, y para asistir a la “Boda del Devoto del día”.

GUNES DIYES SIÑORIE

Desde que el Puerto Eten, nació a la vida pública, fue anexo a la Villa, cuya Municipalidad, le designó como Agente Municipal a don Dario San Jinéz, sobreviviente del Húascar, que a la vez desempeaba el cargo de Cabo de Matrícula.

Este ciudadano, era semianalfabeto, pero, se interesaba vivamente, por que todos los niños de ambos sexos, recibieran la Instrucción elemental que entonces se daba en

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la Escuala N°4 de varones, sostenida por el Concejo de la Villa de Eten, que cuando mas funcionaba tres meses al año, tanto por que el sueldo que le pagaban al Maestro, fluctuaba entre S/. 30. A S/.40.00 al mes, que en verdad no le alcanzaba sinó para no morirse de hambre, cuanto por que, por este sueldo, solo se avenían a servirlos que no tenían en que ocuparse o por que necesitando hacer méritos, se sacrificaban en tan noble pero mal recompensada carrera, que francamente para dedicarse a ella, se necesitaba y aún se necesita ser un Mártir; y no me retracto de lo que digo, por que hasta la fecha, a pesar de que ya los Gobiernos han hecho algo en favor del Maestro, todavía falta mucho que hacer por el, para que pueda ocupar el puesto de honor que le corresponde ante el concierto social y la vida contemporánea.

Yo, que he sido testigo de la vía crucis que han sufrido mis Maestros, Srs. Leopoldo Arbulú Boggel, Torcuato Barueto y Pedro Ponce Merino, a quienes Dios tenga en su Gloria y a su diestra, me descubro reverente ante su memoria y, hago muy sinceros y fervientes votos, por que a todos los Maestros que saben cumplir con sus deberes, se les reconozca sus méritos y se les asigne sueldos que les permita vivir en armonía con el cargo que desempeñan.

Como hasta el primer trimestre de 1901, el Capitán de Puerto era la única autoridad que tenía el Puerto, por que no había Gobernador, Juez de Paz ni Municipio, ante él, acudían todos los que necesitan interponer alguna queja o hacer demandas de carácter policial o judicial &. Y en ausencia de éste, el Cabo de Matrícula, hacía sus veces.

Una mañana, como de costumbre, una vendedora de verduras de la Villa de Eten, que estaba en estado interesante, llegó a la casa de una respetable familia, que estaba veraneando en este Puerto, en circunstancias, que se disponía a tomar su desayuno, al ver la dueña de casa, que la chola estaba en tal estado, y creyendo que le hubiera provocado el café con leche que ya estaba servido y humeando en las tazas, la invitó a sentarse a su mesa y ordenó que su mayordomo le sirviera una taza, mientras ella misma le arreglaba un plato con carne fría, pan y mantequilla, instándola a que comiera y bebiera de todo.

La chola, a medio sentarse en la silla, dejando de lado el cubierto, tomó la carne con los dedos y comenzó a comer conjuntamente con el pan, y de cuando en cuando, le ponía una cucharada de azúcar al café, moviéndolo y probándolo pero sin pasar trago, hasta que poco a poco, se fue parando y luego se despidió dando las gracias.

Todos notaron, que a la chola, no le había gustado el café y no le hicieron exigencias para que lo tomara, por que comprendieron que estaba desagradada.

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Tan luego, salió de la casa, se fue en busca del Capitán de Puerto, que entonces era el Teniente de la Armada Sr. Federico del Haza, ante quien la chola hizo la siguiente demanda: “Guenes diyes siñorié, sabesté, la siñorie de lo tre lade miadade venene, si mi persone lu juere tomade, yabríe tapade mi gete ¿Qué liayache yó siñoríe a eye, paquigue cun yo este?. Purese siñorie, le demandi, pa que veiguesté come le castigue, no pur que seye yo une chine probe, quiere matarme como si juere lial.”

El Sr. Capitan, que era eamigo de la señora a quien se refería la chola y después de que el Cabo de Matrícula don Darío San Jinéz, le explicó lo que ella le había dicho, se fue en persona acompañado de la demandante de ver a la demandada para averiguar lo que había ocurrido, y según eso saber a que atenerse. Una vez en presencia de la susodicha señora, quien respondiendo a las preguntas, que el le hiciera, lo puso al corriente de la verdad, el Sr. Capitán, comprendió que solo la ignorancia y la falta de costumbre de la chola, la habían hecho creer que el café era veneno, y como viera que la chola le pedía el castigo para la dama mencionada, él para contentarla, le dijo, que se fuera tranquila, que luego la iba a mandar presa con el Cabo de Matrícula, riéndose despues que se fue la chola, a caquino batiente en compañía de la dueña de casa, de la ocurrencia de pobre indígena, que no hubo poder humano que la convenciera de que el café no era veneno.

Con el transcurso del tiempo, la chola dio a luz, y de acuerdo con su marido, designaron al Cabo de Matrícula don Darío San Jinéz, como padrino de butismo de su bebe, el que no tuvo inconveniente en aceptar el padrinazgo y, la noche que se llevó a cabo la ceremonia bautismal, creyó la chola que era necesaria su presencia en el acto, y así lo hizo, en unión de varias de sus parientes.

En el momento que el Párroco, díjo: “Ego te bautizo, crisma te salutie” y el Sacristán le respondió: “Bolo”, la chola se apresuró a decirle: “No lo ponga siñor cure, Bole, pongüeleste, Jusé Mnongue, ques el mesme nombre desu taite, y el apelative de su madre que luá paride”.

Entonces el Sacerdote, dándose por ofendido, le replica indignado ¿y por que no le pones el de la tuya, so india atrevida?

“Satesté siñor cure, díce el marido, queye no luá mentade su madre diusté, sinuel de su persona, ques su madre del cholite”.

Bueno, bueno, dijo el Sacerdote, acabemos de una vez y no me sigan interrumpiendo.

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DESPUES DEL GUSTO, VINO EL SUSTO Y TRAS DE AMBOS, EL DISGUSTO DEL PROTAGONISTA.

Era el 28 de julio de 1905, por segunda vez, a iniciativa de un grupo de jóvenes amigos, celebrábamos en la Villa de Eten, el aniversario Nacional, con nuestro propio peculio, por que la Municipalidad de ese distrito, lo miraba con el mas alto indiferentismo, pero si, entre los Concejales se gastaban la respectiva Partida del Presupuesto.

Este año, le obsequiamos a la Banda “Grau” una hermosa farola para su crinolina, y después de la retreta que ella ofreció en el Parque, pasamos a tomar una sostenida cena, la que fue realzada con al familia de todos los organizadores del festival patriótico, y bailamos hasta que Dios aclara el día 29.

Después de entregarnos unas cuantas horas en los amorosos brazos de Morfeo, nos volvimos a reunir en la casa de una amiga que también conmemoraba sus narales, demás está decir, que nos divertimos como se pide, y a eso de las 12 de la noche, una bien dirigida orquesta, le daba una grata sorpresa, que acrecentó el entusiasmo de todos los presentes.

Uno de nuestros amigos, que ya se había pasado de punto, pero no de juicio viendo que el licor se agotaba, inició una colecta entre los machos, y con la misma se fue en busca del que pudiera encontrar, no permitiendo que lo acompañaran.

Como transcurriera más de una hora sin que volviera, se designaron a dos amigos para que lo buscaran, por que todos presumían que se hubiera quedado dormido en algún banco del Parque o en alguna otra parte donde lo bolsiquearan.

Efectivamente, la comisión hizo una prolija búsqueda por todos los lugares que creyeron conveniente, y al fin resolvieron regresarse, porque no daban con él, ni había ser viviente que a esa hora estuviera por esas calles que parecían las tenebrosas fauces de una fiera, pues estaba la noche lóbrega y no había ni un solo farol encendido, pro que el alumbrado terminaba diariamente a las 10 ni mas ni menos.

Como el silencio era sepulcra., uno de ellos, oyó un ronqudo que al principio lo atribuyó a una simple aprehensión, pero detuvo el paso y le dijo a su compañero que escuchara atento para ver si se repetía.

Así sucedió, y ambos guiados por los ronquidos que se sucedían, llegaron al sitio de donde partían y rasgando un fósforo, se encontraron con el amigo que buscaban, tendido largo profundamente dormido, con el vestido todo encharcado y hasta mal olísco.

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Entonces, determinaron llevarlo en brazos a su domicilio y una vez ahí, examinarlo bien para saber de donde emanaba ese olor escrementicio que no lo dejaban en ningún momento.

Una vez que estuvieron en la casa del amigo, y prendieron luz, éste, como quien despierta de letárgico sueño, vuelve en sí y abre desmesuradamente los ojos, mira a sus amigos, y demostrando el espanto que aún sentía, dio una repentina retrocedida que por poco se cae de la silla donde sus amigos lo habían sentado y teniendo éstos que sostenerlo y hablarle cariñosamente pidiéndole que se tranquilizara y les contara lo que le había sucedido.

Vuelta la calma, les cuenta que al ir en buses del licor para seguir la jarana, recuerda, que al pasar por la frontera de una casa en construcción de la calle X, le salió al encuentro un bulto que envolviéndole las piernas con una soga, le dio un fuerte tirón y se lo trajo al suelo, haciéndolo caer tan fuerte que perdió el conocimiento, y desde ese momento no sabía nada.

Los amigos, le revisaron el pantalón en el sitio que él les indicó, y pusieron constatar que efectivamente habían huellas de soga, lo que los intrigó sobremanera, y después de hacerlo que se cambiara de ropa, acordaron ir los tres al sitio aludido con una linterna sorda a fín de ver si podían descubrir al asaltante, planearon bien lo que debían hacer y partieron armados hasta los dientes, para hacerse respetar en caso dado.

Al llegar al sitio señalado, se pusieron de uno en fondo y bien pegados a la pared, paso a paso se acercaban al lugar del suceso, cuando al pasar frente a la puerta del mencionado sitio, sale un burro que estaba amarrado en el interior, y el primero de ellos, se tropieza con la soga y cae bocabajo y a continuación los otros dos, que daba la violencia de su caída, rompen la soga y el burro del susto que recibe parte a correr rebuznando desesperadamente, como si se riera de los tres valientes, que tuvieron que levantarse avergonzados de lo ocurrido, y retirarse cada uno a su casa a cambiarse de ropa por que en esta vez sentían que algo húmedo les corría por las piernas a los tres, que tuvieron el buen cuidado de no contárselo a nadie para que todo quede en misterio.

UN PASEO CAMPESTRE Y LA DESPEDIDA DE SOLTERO QUE

TUVO UN ETENANO.

El Dr. Don José Julio Farfán, y Ramirez, hijo de la Villa de Eten, prestigioso ciudadano y profesional destacado, era muy querido y respetado por sus paisanos,

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por que su carácter familiar y sus modales de gente, lo popularizaban en todo sentido.

Estas bellas cualidades, su jovialidad y democracia, pues era un fervoroso Demócrata, y por que no decirlo, un Pierolista a las derechas, lo hacían accequibles a cualquiera solicitud de carácter social, y raro el matrimonio que no le tuviera como padrino o compadre.

Un día domingo, me invitó para hacer un paseo campestre, en compañía de otros amigos, a la huerta de uno de sus compadres, que nos agazajó con un suculento almuerzo criollo y nos obsequió con frutas y flores de la estación en tal cantidad, que nos vimos en grandes apuros para traerlas consigo al pueblo, dada la distancia en que nos encontrábamos y, el hecho de que todo el recorrido lo hicimos la mitad a pié y la otra mitad andando.

De regresó del campo, y encontrándonos en casa del Dr. Farfán, haciéndonos de policía personal, llegó una comisión de conocidos etenanos en su totalidad compadres de él, a invitarlo para la comida de despedida de soltero que esa noche le daba al cholo “Pashumá”, que al siguiente día contraería matrimonio y el Dr. Farfán apadrinaría la ceremonia.

Nosotros, quisimos dejarlo solo para que atendiera a sus compadres, pero él, no lo permitió, y nos comprometió para que también lo acompañarámos, lo que no tuvimos inconveniente en aceptar, puesto que sus compadres aprobaron unánimemente “la palabra de su cumpá José Julio”.

Cuando llegamos a la casa de los invitantes, nos encontramos con una Arpa y sus respectivos tocadores que tan luego nos vieron, nos obsequiaron con una bien ejecutada marcha, y la parentela del novio nos recibió con vívas y aplausos, invitándonos asiento alrededor de la gran mesa que ostentaba un alto mantel de damasco, multitud de botella de vino, cerveza, aguardiente., chicha, roscas de yema dibujadas, los hermosos ramos de flores en ambos extremos, brillantes, cubiertos, vasos de cristal bicolor y frente a cada asiento, un palto contenido rebanadas de queso aceitunas en caldo, sardinas en aceite y dos panes de yema de muy regular tamaño, que era el antipasto.

La comida fue, de solo dos platos, pero colmados como para Músicos parecidos, con grandes presas de ave y volumétricas tronchas de cabrito.

Que difícilmente hubo quien pudiera darles fín, teniendo que devolverlos a medio comer. El hijo del Arpista, se acomidió desde el principio, a alcanzar y recoger los

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platos, teniendo buen cuidado de separar para él, en un matecito toda troncha que llegaba a sus manos.

El Dr. Farfán, que había estado observando esto, pidió en el momento oportuno que le tocarán una marinera, sanando a renglón seguido a su pareja, e invitándome para que lo secundara, lo que no me dejé repetir.

El Arpista que ya tenía bien “Parlade a su cholite”, le hizo señas para que se fuera a su casa, y éste poniéndose el mate debajo del poncho salía con rumbo a la puerta de calle, el Dr. Farfán sin perder el compás de la Marinera, le da zancandilla y se lo trae a tierra al cholito, el que al caer larga el mate con las tronchas, las que los perros se disputan a dentelladas armándose una terrible pendencia que peligraban las piernas de todos los presentes, quienes por instinto de conservación, tratan de ponerse a cubierto de los tarascones de los enfurecidos canes que pasaban de veinte, de todo tamaño, raza y color, subiéndose unos a las sillas, otros a la mesa, otros corrieron al callejón, otros al cuarto inmediato, dejando a los perros dueños de la sala.

El único que no pudo safar el cuerpo fue Manuel Villanueva (a) “Pepillo”, que al verse en tan apurado trance, no tuvo otro recurso que tomar su Sarita, y defenderse cada vez que algún perro se le acercaba, hasta que en una de esas, un perro negro, grande y flaco como una espina de cardo, al sentirse mordido en el anca por otro de sus compañeros, le enviste a “Pepillo”, y éste, recibe a la fiera con su Sara, pero con tan mala suerte, que la cabeza del perro, atraviesa el sombrero arrojándole el techo a regular distancia y quedándose con el resto como cuello.

Ya es de suponerse, la hilaridad que causó este inesperado acto, y la pifia que le hacían a “Pepillo” los mirones de la calle que cuando terminó la pendencia, no tuvo mas remedio que retirarse avergonzado y sin sombrero.

Como consecuencia de esto, el Arpa salió averiada por varias partes y fue necesario mandar a traer otra, para seguir la jarana.

UN PASEO A LA BACANA DEL RIO Y UNA AVENTURA COMO BOCAS

Una tarde riguroso verano, varias familias del Puerto Eten, en compañía de otras personas de Eten, Monsefú y Chiclayo, puestas de acuerdo, hicieron un paseo a la Bocana del Río, llevando en un burro todo lo necesario para pescar, preparar y comer en ese lugar y buen picante típico.

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Hecho y dicho, cuando estuvieron en el referido sitio, se dispuso convenientemente todo; los hombres, a casar peces y camarones; las mujeres, a preparar los utensilios de cocina para usarlos en su oportunidad; y los que quisieran podían desaguarse en agua dulce o salada.

Hora y media después, los pescadores y los camaroneros, regresaban satisfechos en su faena, por que ambos habían hecho buena cacería, tanto en la diversidad de clases, cuanto en la apreciable cantidad, que desde luego alcanzaba para que todos se dieran un buen atracón estomacal y acumularon fósforo en el cerebro para el use que mejor les conviniera.

La limpieza y confección culinaria, corrió a cargo del sexo femenino, que se portó a la altura de su deber y en perfecta armonía con los cánones del arte, que a cada minuto transcurrido, despertaban mas el apetito i todos se formaban muy gratas ilusiones que ya querían convertirlas en realidades.

La improvidasa mesa estaba adornada regiamente, cuando se tocó rancho, cada uno ocupó el sitio que la mayordoma le indicaba a la voz de salud, todos levantaron su copa y tomaron el “abre apetito” y a continuación, fueron colocadas una tras otras las fuentes humeantes conteniendo los guisos preparados para que fueran consumidos por los modernos Hliógabalos que se relamían por saciar su apetito.

En este momento, llegaban al mismo lugar, otro grupo de familias portando en una burra, varías canastas contiendo víveres para tomar su lunch, y gozar de brisas marinas.

Como se trataba de gente amiga, tras del saludos recíproco, vino la invitación para que tomaran parte del menú que ostentaba la mesa servida y a continuación, les abrieron campo para que se sentaran cómodamente encima de la mullida arena, lo que hicieron con sumo gusto.

El burro que al principio cuando estuvo solo se ha´bia potado como todo un buen sujeto, con modales de caballero y paciencia de filósofo, pero cuando estuvo cerca de la de su sexo, opuesto, alzó la cara al cielo, atizvó las naríces oteando el ambiente, relució su marfilina dentadura y alzó al espacio de un recio rebuzno, que las ondas hercianas transmitieron rápidamente por todos los ámbitos de la playa; de la tibias aguas que discurrían por el lecho del río; del esmeraldino mar que estaba en plana seca y, de los múltiples médanos de arena que lo circundaban .

Incontinentemente, dio dos fuertes tirones a la estaca que lo sostenía, sacándola de raíz, y sin pedirle permiso al dueño ni a los invitados, se abalanzó bruscamente contra la pacífica burra que estaba entretenida en comerse la verdolaga que tenía al

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pié, pegándole tal susto, que la hizo salir a todo correr con dirección a la mesa, de la que tuvieron que salir a trompa teñida todos los que estaban sentados a su rededor, y safar el bulto, para evitar el atropello a que estaban expuestos, si cometen la imprudencia de permanecer inmóviles.

La burra adelante y el burro detrás, pasaron y repasaron cuantas veces quisieron sobre la mesa, pisoteando todo cuando encontraron a su vertiginoso paso, y cuando consumó su obra, tuvo la temeridad de mandarse cambiar a su querencia a descansar de su fatigosa empresa, y dejar abandonado en la playa de la bocana, no solo a su amo, sinó a todos los paseantes y todo cuanto éstos, le hicieron cargar para confeccionar y comer los picantes, que solo olieron y no probaron por que él, con su imprudencia, les aguó la fiesta, y los debó hambrientos y rabiando, lo que dio motivo, para unas viejas cascarrabias haciéndose cruces dijera “Ave María Purísima”, estos facinerosos burros, parece que fuéran el propio demonio” respondiéndole otra jamona: “Nuay duda ña Pilar, que uno pone, Dios dispone y el diablo lo descompone, mejor será que nos regresemos por que este sitio parece que estuviera espirtúau”.

Como todo estaba perdido, no tuvieron más, que regresar a casita cargando cada uno el recuerdo de esta aventura y comentarla a su gusto y sabor, ya que no podían remediarla ni hacer otra cosa mejor.

DILA A MI COMADRE QUE NO SIABURRA.- MI MAMA NUES BURRA

SINO COSTUTA SUANIMAL.

Como los indígenas por lo general, son muy afectos a las fiestas religiosas y tienen por estas, un fanatismo ilimitado, se había formado los interesados auspicios del Sr. Cura de la Parroquia, la Cofradía de los Devotos de “San Haragón Apostol”, cuya Mayordomía le tocaba ese año, al chelo Patricio Huaracas, (a) Burro, en compañía con su “comá ña Rafela” (a) Chicote de Camarón, costurera popular de toda la gente campesina de ese pueblo analfabeto, alcohólico y fiestero como todos los de sus alrededores.

La consabida pesca de los devotos, fue persistente y tuvo éxito, por que les hubieron para costear todas las distribuciones de la Iglesia y para todas las de carácter social, de tal manera que, los Mayordomos al fín, de cuentas resultaban líbres de todo gasto pecuniario y todavía comían, bebían, bailaban y se armaban de todos los milagros y limosnas que los peregrinos le daban a “San Haragán Apostól”, mejor dícho, hacían un negocio redondo, sin arriesgar capital, lo que desde luego, era una lucrativa

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industria, que ellos la sabían concomendado las devotas y devotos del milagroso Santo, cuya festividad se venía a pasos acelerados, y el que menos, quería estar con la funda nueva y a tono con su cargo.

La hija de ña Rafaela, trabajaba día y noche con la pegadera de botones a las camisas y calzoncillos de los cholos, y en la hilvanadera de los adornos en los vestidos de las chinas que no la dejaban ni bostezar tranquila, para que les diera preferencia a éllas, el día de la antevísperas, ño Patricio Huaracas, les hizo una visita de recorderis a todos los devotos que tenía pescados, y le faltó boca y barriga para comer y beber todo lo que le obsequiaron sus incautos víctimas, regresando a su casa a media noche, en completo estado de fermentación, que no pudo avanzar hasta su cama, y tuvo que darse el gusto de tumbarse solo apenado tras de la puerta de calle, durmiendo a sus anchas y roncando como chancho en estado de camal.

A la mañana siguiente, los devotos de las vísperas fueron a entrevistarse con ñor Patricio, para entregarle en manos propias su óbolo respectivo, pero se encontraron con la puerta cerrada y solo percibían los fuertes ronquidos que daba su Mayordomo.

Por más que lo llamaron, no consiguieron que les respondiera ni una sola palabra, y esto dio motivo, para que presumieran, que algo grave le había ocurrido, y comenzaron a desparramar voces de alarma por todas partes, y al poco rato, se situaban frente a la casa de ñor Patricio, una compacta masa de gente ávida de saber la verdad de lo que se decía.

Ya para esto a ña Rafaela, la tenían fuera de quicio con tantas preguntas referente a su compañero de Mayordomía, que le restaban tiempo y la atrasaban en sus costuras, teniendo que salír en persona a cerciorarse de lo que ocurría, pero con el mismo resultado de toso los noveleros, que temían un caso fatal y sobre todo, que la fiesta no se celebrara ese año, cuando el programa estaba tan nutrido de sorpresas.

El esposo de ña Rafaela, ño Lorenzo Camarón (a) Perro de todas las Bodas, fue en busca del Gobernador, quien no tardó en constituirse en casa de ñor Patricio, que ya éste, se había puesto en pié en vista a las reiteradas voces que escuchaba en la calle, y en el preciso momento que el Gobernador le iba a tocar la puerta, él abrió de par en par, y todos quedaron convencidos que estaba sano y salvo y cada cual se retiró comentando su chasco a su sabor.

En esto, la hija de ña Rafaela, al saber por sus vecinos la última noticia, se fué a ver si era verdad, y cuando lo vió con sus propios ojos, le díjo: “gracias a San Haragán Apóstol, que lúa a salvau a Ud. Ñor Patricio, que mi máma ya estaba aburrida con la gente que no la dejaba ni hablar”.

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A lo que ñor Patricio le responde: “Dílo a mi comá, que no siaburra, que no miá pasau nada y que lo doy las gracias, pero que no siaburra: Entonces, la cholita le contesta: “mi máma nués burra, sinó costurera suánimal” y salió a toda prisa, dícen que mentándole la madre y otras cositas que no se pueden repetír.

SAMBIO DAME UN GOLPE SI SOS MIAMIGO, QUESTAS LOCO CHOLO BANDIDO.

Desde la edad de doce años, el sambo Ramón Chancafuerte, y el cholo Lureano Chilampa, ambos húerfanos de padre y madre, emigraron de su pueblo y se contrataron como peones de campo en un fundo arrocero, eran los inseparables, hasta que un día el Mayordomo dispuso que el primero, pasara a trabajar en otro lugar distante algunas leguas, separando así a estos íntimos amigos que no volvieron a verse durante muchos, por mas que ellos buscaban la ocación.

Llegados a su mayor edad, cada uno formó su hogar y, como eran perseverantes y formales en el trabajo, hicieron sus ahorros y por rara coincidencia o telepatía natural, determinaron, dejar para siempre el campo y establecerse con su familia en el mismo pueblo de su nacimiento.

Un día, la casualidad, los puso frente a la frente en la puerta de la Iglesia, en el preciso momento, en que ambos salían de oír la misa de San Isidro Labrador, que los agricultores de su pueblo habían mandado hacer en conmemoración de su santo patrón.

Al principio, se miraron atentamente un buen rato, porque con el trascurso d elos años, habían cambiado casi de fisonomía, pero, terminaron por reconocerse y dándose un fuerte abrazo consagrado por las lágrimas que involuntariamente virtireron de emoción, acordaron pasar juntos el día con sus respectivos familiares, que mutuamente se presentaron en ese mismo instante.

Tres días consecutivos duró la fiesta de estos viejos amigos, cuay alegría de haberse vuelto a ver, era indescriptible y justa, puesto que los dos desde su tierna infancia, perdieron a los seres más queridos y, tuvieron que luchar a brazo partido contra todas las adversidades del destino, para llegar a adquirir lo que tenían, experiencia, familia e independencia económica, que les permitiría vivir más tranquilos los últimos años que les restaba la vida.

Chanca- fuerte, se pasó de la mediada y el tercer día a eso de las 8:00 p.m. se quedó dormido, circunstancia que aprovechó Chilampa, para salír a la calle solo, a darse un paseo recorriendo sus viejos lares, pero el viento le subio el alcohol a la tutuma y

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le impidió que siguiera adelante, teniendo que recostarse a la vuelta de la esquina sobre la pared para poderse tener en pié.

En este momento, un sambo que era vecino del barrio donde nació Chilampa, y desde luego, su antiguo amigo, que se traía consigo una bomba de marca registrada, al desdoblar la esquina, se dá un encontrón con éste, que estaba preocupadísimo en lanzar a la vía pública todo cuanto había dentro de su estómago, y ambos caen al suelo, inculpándose recíprocamente la falta, apresurándose a levantarse para irse a las manos a saldar la cuenta a puño límpio.

Pero, dos personas que habían sido testigos presenciales de lo ocurrido, intervinieron amistosamente y los hicieron reconciliarse, acto que dio como resultado que ambos se reconocieran y a continuación entraran a la taberna de “ña Sandijuela”, a tomarse un buen trago de “dos deditos ralos”, que los puso en peor estado, y comenzaron a balancearse como Buques sin lastre en tiempo de braveza, y la dio el sambo por “jumar su cigarro pa que le pase”.

El cholo, que no quería ser menos que su compañero, aunque él nunca fumaba le dice: “Sambio, dáme un golpe si sos miamigo”, a lo que el sambo le responde, “questás loco cholo bandido”.

Laureano le replica, mas loco tarás vos, por que tás engrido y agora desprecias a tuamigo; dáme un glope sambio, por que si no me lo dás, sos un perro y no me guelgas a liamar tuamigo.”

El sambo tomando como un insulto lo de perro, le díce: “Mías dicho perro por que no te doy un golpe, pues tómalo, y le dá un fuerte trompón en la boca que lo derriba al suelo, por poco le saca los dientes.

El cholo al verse atacado por el sambo, en forma tan brusca, y sin poder ponerse en pié, le díce, “por que miás pegauasí? Y el sambo le contesta, por que tú me has pedido que dé un golpe, y más dicho perro”.

Entonces el cholo le díce: “lo que lió te aidicho es, que me dieras un golpe del cigarro que jumas y vos miás dau un guantón que miás rompido la boca eso nués de amigos, pero ya luiciste y emos concluiu”.

Entonces el lsambo, dándose cuenta de la mala interpretación que había hecho, le pidió perón por la ligereza, y para cortar toda diferencia, se abrazaron quedando como siempre buenos amigos, y bebiendo otras copas mas, que no los dejarón ni levantar la cabeza, y la dueña de la Taberna, tuvo que darle aviso a su familia de ambos, para que los llevaran a su domicilio por que como la hora era avanzada, ella

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tenía que cerrar su puerta antes que le callera encima la papeleta de multa de la alta policía.

CHINA FACINEROSA HOY TE ROMPO EL POTO

Huyendo del brusco juego del Carnaval a la criolla, en el cual nadie estaba libre de que al pasar por cualquiera calle le arrojaran su baldaso de agua sucia y hasta le embadurnaran el rostro con lodo poniéndolo como Payaso, expuesto a la mofa de todos los espectadores, un grupo de amigos, se pusieron de acuerdo para ir al campo de cacería y pasar todo el martes de Carnestolondas en contacto con la Naturaleza.

Llegados al lugar designado, se dividieron en tres grupos, tomando cada uno su ruta, con cargo de reconcentrarse a cierta hora, en el mismo sitio de partida.

Demás esta decir, que a este paseo, también concurrieron las familias de todos los excursionistas o cazadores, las que tenían la misión de preparar el rancho. Disimuladamente, fue la invación de los súbditos de Dios Momo, a los dominios de San Isidro Labrador y de su Majestad Seres.

Era de verse cuan numerosa resultó la cabalgata, por que las mujeres hicieron el viaje a lomo de burro y los hombres en una real “Calesa de Bueyes, y otra de mulos que portaba el menaje de cocina y los víveres que demanda el arte culinario para satisfacer a estas alturas el gusto gastronómico de los concurrentes que pasaban de cincuenta.

Después de hacer provisiones de boca, y de tomar como asentativo un buen par de copitas de “Mencía”, los cazadores se internaron en el campo. A dos grupos los favoreció la suerte, por que hicieron abundante cacería, que tuvieron que traerla inmediatamente a la choza, para que las familias se encargaran de guisarla, dando esto motivo para que recibieran las felicitaciones consiguientes alegraran el ánimo con unas cuantas copitas mas, rasgaran las guitarras y echaran sus canitas al aire.

Comprendiendo los cazadores que la cholita les tenía miedo, la volvieron a llamar cariñosamente, y le suplicaron que les hiciera el favor de venderles chica, que no tuviera miedo que ellos no eran gente mal, y que les cobrara lo que quisiera.

Al fin la cholita poco a poco fue saliendo, y les sirvió su mate a cada uno el que al llegar a las manos de ellos lo apuraron con avidez hasta las heces pidiendo la repetición.

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Pero uno le tocó en los labios algo extraño, que lo hizo detenerse para examinar y ver lo que era, que sea dicho de paso, ya había bebido casi las cuatro quintas partes de la chicha y la espuma representaba el resto, dentro de la cual, encontró un pericote muerto é inflado como un globo de carnaval al que poco le faltaba para reventar.

“India facinerosa, así vendes la chica (enseñándole el pericote y tirándose con violencia) hoy te rompo el poto “haciendo el ademan de estrellarlo contra el suelo, actitud que da lugar para que la china se acerque corriendo hacia él, y en tono suplicante le diga, “no lo vaiga a rancar su poto a mi máma, por que sinó, liá no tiene en que mellár denoche”.

Una sonora carcajada lanzaron todos inclusive el afortunado cazados de pericotes en mates de chicha, que hizo trisas de un formidable porrazo a tan indispensable utensilio de la chola, y tomando el camino real, volvieron a la choza en donde contaron a los demás lo que les había ocurrido, cuidando que no lo supieran las mujeres, por que es bien sabido que secreto confiado a ellas, es secreto a voces, y por eso nadie lo sabe, ni lo sabrá hasta la fecha.

SI DOCTOR YA LO SABILLAMOS, PERO, LUAMOS LLAMAU

Cuentan las malas lenguas (aunque la mía no es muy buena) que allá por los años de 1855 a 1860 y tantos, o muchos más, Chiclayo exhibía hasta en sus principales calles, puertas de carrizo con bizagras y cerraduras de cáscara de toro con pelo y todo.

La mayor parte de las casas eran chozas de caña y barro oscuras como cuevas de forajidos en las que convivían en perpétua promiscuidad, racionales e irracionales de toda especie, tal como si se tratara de una Arca de Noé, es decir en lo que se refiere a éstos no en la construcción.

Particularmente, se distinguían por la abundancia de cuyes, conejos y ratones que hasta la fecha, le dan tanto que hacer a los miembros de la Sanidad, que aún no logran exterminarlos.

En una de estas pocilgas, residía un indígena llamado Marcelo, con toda su parentela, el que se manejaba mas o menos, sus noventipicos de edad, bien sostenidos con “maise, chicha, yuca, camote y pescau”.

Pero, como todo lo que nace, por ley natural tiene que morir, una traidora y cruel enfermedad atacó a ñor Marcelo, postrándolo en el lecho del dolor, si que los

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“Curanderos” ni los “mestros de su época, pudieran curarlo, a pesar de las “mesas” que le pusieron en su propia chácara” para cortarle el mal viento que le había mandau un Brujo de Salas que era malero”.

Una madrugada, ñor Marcelo, “templó larpa”, la boca y siestiró”. Cuando la viuda se dio cuenta de su deceso, lloriqueó de lo lindo a lo mejor, y el resto de los deudos cercanos, le dieron aviso inmediato a toda su parentela, para que como es de costumbre entre ellos, vinieron al duelo trayendo cada uno su par de cirios para la capilla ardiente, cuyo velorio duraba hasta el noveno día, que estaba destinado a “recoger el luto después de la misa de finados”, y durante los cuales, ya han averiguado que clase de bienes muebles e inmuebles ha dejado el difunto, para después de enterrado meterle jucio a la viuda si le tienen ojeriza.

Serían las once de la mañana mas o menos, hora en la cual, la pocilga de ñor Marcelo, estaba llena de sus parientes y amigos, cuando uno de ellos vió que montado sobre su conocido jamelgo esqueletizado, pasaba el anciano Médico Dr. Velez, y así se lo participó a la viuda de ñor Marcelo, quien sin pérdida de tiempo salió a la puerta, y con voz ahogada por el llanto, le díjo: “dotor, detre, véngasté dotor pa que veiga a mi mariu questá malito dotor”.

El doctor volviendo bridad, atiende la llamada, y haciendo un esfuerzo se desmonta y le pregunta a la viuda, que a donde estaba su marido, a lo que élla le responde, “aquisito nomás dotor entraste.”

Al trasponer el quicio de la puerta el doctor, vió que le interior estaba oscuro, y que la sala además de la numerosa cantidad de gente que estaba de pié en ella, habían sillones y aperos de burros , tercios de alfalfa, sacos de maíz, y multitud de palos y vasijas que estorbaban el paso, y ya medio fastidiado, le dijo que abriera la ventana para que entrara luz, y la viuda le contesta: “sino tuvimos ventana dotor”, entonces le replica, enciende una vela y date prisa por que tengo que atender a otros enfermos, “tampoco tuvimos vela dotor, pero déigame su mano que yo luenseño onde está mi maríu”.

Al momento que el doctor lo tomó del brazo y quiso pulsarlo, se dio cuenta que ñor Marcelo, tenía mas de seis u ocho horas de muerto, y sumamente intrigado por lo ocurrido, le díce a la viuda; “pero, mujer, como es posible que me llames para examinar un cadáver, y no me llamaste cuando estuvo enfermo para haberlo asistido oportunamente.

Entonces la viuda le contesta, diciéndole; “Si dotor, ya lo sabíamos, pero luamos llamau, pa tener a quien echarlo la culpa de la muerte de mi Marcelo”, y se echa nuevamente a llorar desesperadamente seguida de toda la parentela.

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El doctor mas furioso que un león de bengala, le constesta, “india facinerosa, criminal, por que no le echas la culpa a tu abuela”, y con las mismas da media vuelta y sale como disparado a la calle a cabalgar su jamergo ayudado por dos cholos, y partió a media rienda profiriendo a boca libre las mas sabrosas palabritas que en esos momento concebía su mente.

¿Por qué TE RIES, TE HAS VUELTO LOCA O TE ESTAS BURLANDO DE MI?

Encontrándonos reunidos varios amigos en la casa de conocida familia de la Villa de Eten, que celebraba el cambio de ros de uno de sus hijos con una paisana, después de haber bailado animadamente durante varias horas, hicimos un aparte, y nos pusimos a conversar sobre diversos tópicos relacionados con las costumbres que observaban los indígenas para la realización de sus fiestas tanto religiosas como sociales.

Uno de ellos, que ya tenía entre los paisanos algunos años de residencia, y que desde luego había asistido a muchas de estas fiestas, nos contó lo siguiente: que conoció a una china apodada “Pongue”, amasia del cholo “Poto”, con el que ya llevaba cerca de seirs años de convivencia, pero sin tener cría, hecho que según él, no es del agrado de los etenanos, por que lo consideran de mal agüero y no ven la hora de deshacerse de la “Machorre” como ellos le dícen a las mujeres estériles.

En cambio, tienen mucho aprecio, por las fecunda, y aunque sean viudas les dan preferencia, por que al casarse con ellas, ya tienen la ventaja de contar con quienes les tejan los sombreros que necesitan para sostener sus Panderos y contribuír con las limosnas que tienen ofrecidas a determinadas Cofradías que patrocinan la celebración de ciertas fiestas.

En sus andanzas el cholo “Poto”, se enamoró y por último se casó con una viuda que aportaba al matrimonio, seis hijos de su difunto marido, tres hombres y tres mueres, de diez, nueve, ocho, siete, seis y cuatro años respectivamente de edad, que ya podían dar un buen rendimiento en el tejido de “Guambrites”, “Modites” y “Cutre Treces”, fuera de los “Mode Grance” que hacía la Viuda, dos chácaras y algunas casas que también producían renta.

De tal manera, que el “poto”, se había encontrado una mina que la tenía que explotar con todas de ley.

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La pobre “Pongue”, se quedó tirando piedras a la Luna, y aun que el “Poto”, quiso reanudar sus relaciones con ella, ésta se negó rotundamente a ser su “Cunucida”, puesto que no era justo, que después de haber sido olla, la convirtiera en tapadera.

En tales circunstancias, llegó a Eten, un Catacaos, mercachifle y negociante en sombreros, que desde el primer día que vió a la “Pongue”, se le fue a la carga y no la dejaba ni a sol ni a sombra, convencido, de que el que la sigue la consigue y que no hay Plaza sitiada por muy fuerte que sea, que al fín se siempre tomada.

Como la porfía mata la caza y el porfiado nunca se cansa, el catacaos erre que erre, ganaba día a día terreno en el cariño de la “Pongue”, la que no tuvo mas remedio que hacerle conocer su pasado, el que ya de antemano lo tenía bien averiguado su pretendiente, el que le prometió pasar por desapercibido todo lo ocurrido siempre que ella, le aceptara como su esposo.

Aceptada por ambas partes esta proposición, se pactó el día que debía de efectuarse el matrimonio, y cada cual, se dedicó a preparar y disponer lo conveniente a fín de que la ceremonia resultara lo mejor posible.

Cuando la noticia tuvo trascendencia pública, el “Poto” casi se desmaya de sentimiento y de celos; sus amigos, lo hicieron masticar achicorias a punta de cachonadas, pero, nada ni nadie podía ya detener su realización.

El “Poto”, no sabiendo como vengarse de la “Pongue”, consibió un plan y lo puso en ejecución, el mismo día que los novios estuvieron en la Iglesia escuchando la epístola de San Pablo que el Sacerdote les leía para consagrar su unión.

Ese día, el “Poto”, fue el primero en entrar a la Iglesia, y tan luego los novios y su comitiva nupcial, tomaron sus debidas poseciones, él se puso frente a ellos, y le hacía varias morisquetas a la novia, tanto con gestos y muecas faciales, cuanto que los dedos de ambas manos, los que simultáneamente se los abría y cerraba, morisquetas que provocaron la hilaridad de ella, que al ser notada por el Párroco, le dijo cólerico: ¿Por qué te ries, te has vuelto loca o te estás burlando de mí?.

Entonces ella le responde “no estoy loque siñor cure, ni me bofeneyo disté, sinó por que el pote mestá haciendo asine”; y le hace con los dedos de ambas manos, los mismo movimientos que el cholo “Poto” le había estado haciendo.

El Sacerdote, que ya estaba atufado y resoplando de pura rabia, le replica “y a mí que me importa que el poto te haga así, eso has debido pensarlo antes de dar el sí, no ahora que ya estás en la casa de Dios, cumpliendo con uno de sus divinos mandatos, que constituye la base fundamental de la sociedad.

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El “Poto”, tan luego oyó que la “Pongue”, lo habían nombrado se escurrió de la Iglesia y una vez que ganó la puerta de calle, partió a toda prisa como liebre seguida de cerca por los galgos.

Terminada la ceremonia, todas las parejas que formaban el cortejo nupcial, comentaban lo ocurrido y cada cual lo interpretaba a su modo y leal saber y entender.

No faltando quienes creyeran que efectivamente le había estado latiendo el poto a la “Pongue”, pero nadie suponía que elaa se había referido a las guasadas del “Poto”, que por poco casi hace fracasar el matrimonio.

Fue necesario que trascurriera algún tiempo, para que se supiera la verdad, por que la misma “Pongue”, se lo contó a una de sus íntimas amigas y ésta, que no guardaba pepita, se lo contó a unas cuantas y estas a otras tantas, hasta que con toda la reserva del caso, se hizo un secreto a voces y, yó, para que ya no lo sepa nadie, lo he catalogado en este librito con puntos y comas.

CULPABLE CASTIGO POR SI MISMO

Al iniciarse el verano de 1982, tomaron en arrendamiento la casa contigua a la mía, una familia ferreñafana, compuesta de cuatro personas, don José del Carmen, doña Cruz y sus dos únicas hijas, Emilia Simona, antiguas amigas de mis padres y luego, conocidas mías, que tenían por costumbre a pasar la temporada en nuestra compañía.

Yo era el mayor de mis cinco hermanos y como tal tenía a cargo la supervigilancia del muchacho llamado Anselmo, para que hiciera temprano la policía general de la casa y le diera que y le diera que comer a todas las aves del corral, que mi madre tenía de toda especie y tamaño como si fuera una Arca de Noé en tierra fírme.

A mí, que no me gustaban los huevos crudos, me vino como anillo al dedo al cargo que sempeñaba, por que seguramente me sorbía todas las mañanas un parcito como quien no díce nada, fuera desde luego, de los que comía en el almuerzo, el lunch y a veces hasta en la comida.

Dificulto que en mis juveniles años, en lo que todo me parecía color de rosa, haya habido un retoño mas serio y contraído al trabajo que yó. (¿?)

Jugador insigne de trompos, de cometas, de bodas, de gimnasia y sobretodo de “las escondidas” con la de sexo antagónico, que eran mi diablo y mi flaco.

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Eso sí les advierto, que todo esto lo hacía a hurtadillas de mi señora mamá, por que parece que me adivinaba el pensamiento, y no me dejaba ni al sol ni a sombra fuera de su vísta, pero yó, haciéndome el Juan de buena alma, jamás demostraba ante élla, ningún interés por el juego, ni por las amiguitas, temeroso, de que me contrariara mis inclinaciones, ni me saliera con la antifona de decirme “manera choclo, por que si te caes de la planta de desgrano”, y me sacudiera el polvo que se adhiriera en alguno de mis inocente juegos (¿?)

Mi padre era un santo varón al lado de mi madre, por que mientras élla tenía la mala costumbre venírseme a la mano por cualquiera nimiedad que no era de su agrado; él, me defendía y aún me daba mi propina semanal de veinte a cincuenta cobres, que en mi época, valían por dos soles actuales, que au uno le servían para comprar sus golosinas en apreciable cantidad y calidad.

Una noche, mis citadas vecinas, estuvieron de visita en casa y yo me dí un salto a la tienda inmediata, en la que compré naranjas, turquitas de manteca y alfajores de manjarblanco, todo lo que escondí entre la funda de mi almohada para banquetearme a media noche cuando los malcriados de mis hermanos estuvieran dormidos.

Por tren de 7 de la noche, llegaron a casa como húesped dos amigas de mi madre a las que élla les dio nuestro cuarto y nuestra cama, teniendo que cargar yo, uno de los colchones a la sala para hacer la nuestra en el suelo, a la hora de 10 como de costumbre, nos fuimos a acostarnos con la venia de nuestra mamá. Yo, procuré que mis hermanos pasaran su almohada a mis pies a fin de que me dejaran en libertad, para banquetearme a mi gusto.

Cuando calculé que ya todos estaban dormidos, principió a comerme una naranja, que sea dicho de paso, estaba como almíbar; mi hermana Leonor, sintiendo el olfato, me dijo que le diera un pedazo, quedándome conforme.

Luego, tomé una turquita y abriendo desmesuradamente las fauces me la introduje íntegra, cayéndome en ela cara una especie de arenilla que la atribúi al desmenuzamiento de la misma, pero oh sorpresa, tan inesperada para mí, habían sido hormigas que tan luego les arrebaté su presa me picaron bravamente por donde la suerte las ayudaba, que me hicieron dar un espantoso grito, con el cual desperté bruscamente a las huéspedes, a mi madre y a mi hermanita Leonor, por que los otros, dormían beatíficamente sin darse cuenta de mis tragedias.

Acto contínuo, mi madre vela en mano, se vino a nuestra cma, lo mismo que las húespedes, y al constatar que eran hormigas, comenzaron a sacudir las sábanas y al retirar mi almohada mi propia madre, salen a toda prisa las demás naranjas, las

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turquitas y los alfajores que tenía almacenados, y sin mas prueba, se me vino a las manos, por que se le puso, que yó era el dueño y por lo tanto, el único culpable, felizmente las húespedes estuvieron de mi parte y consiguieron que pasara la tormenta, llevándome a la vez a su dormitorio, en cuyo lavatorio me labaron la cara, y después me pusieron paños mojados en no sé que líquidos, para desinflamarme las ronchas que me habían hecho las facinerosas hormigas, particularmente en los labios que me los pusieron como riñón de toro padre, los ojos, como chirimoyas; la naríz, como tomate italiano, y las lapas como tamarindos maduros sin vaina.

Al día siguiente, los huéspedes, mis vecinas y mi madre celebraban la ocurrencia, y yó estaba mas caliente que santo sin limosna, o que desocupado con familia y sin trabajo, pensando en la suerte que habrían corrido mis naranjas, mis turquitas y mis alfajores, que según supe después, se los comieron en mi nombre mis hermano.

OTRA AVENTURA DE MI EPOCA

A fines del año 1984, visitaron este Puerto, mejor dicho, el Puerto Eten, un grupo de montoneros compuesto de tres, capitaneados por Juan Horna, que sin mas trámite, con bala en boca, le impusieron cupo al chino Achín conocido comerciante, entonces de la localidad, el que gracias a la oportuna intervención del Sr. José Carmona, y a su amistad con Horna, el cupo se redujo solo a S/.20.00 en efectivo, 12 cajas de sardinas, 6 botellas, dos de aguardiente, un poco de pan, fósforos y cigarrillos.

Esta incursión tan impensada, puso en tención la nerviosidad de los vecinos, particularmente de los Mayordomos de la fiesta de San Jacinto y de la Purísima, que el día 8 de diciembre debían celebrar conjuntamente, por que así lo tenían acordado los devotos y la hermandad respectiva.

Como medida precautoria, a invitación del Agente Municipal don Darío San Jimenez, se reunieron en su casa, varios vecinos y acordaron fromar la Guardia Urbana, para cuidar los intereses del pueblo, que estaban seriamente amenazados por ciertos tipos que haciéndose pasar por revolucionarios, asaltaban en el campo y aún en los pueblos a determinadas personas que tenían señaladas como víctimas para ejercer su venganza.

Es entendido, que en esta clase de procedimientos era absolutamente ajena la Coalición Demócrata Liberal, lo mismo que los Coroneles Teodoro Seminario y Juan Orozco Jefes del movimiento revolucionario del Norte.

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El 7 de diciembre día de vísperas de la Purísima, hizo su entrada una Banda de Músicos de la Villa de Eten, y con ella se exhibieron por todas las calles los fuegos artificiales que se quemarían esa noche; las vivanderas prepararon sus “Gutifarras”, su “Biñuelos”, su Chicha de Maní &,&.

Yo hice proezas en mi casa, lavando personalmente todo el servicio de comedor, dándoles de comer temprano a todos los animales del corral y barriendo desde el corredor hasta la última pieza del gallinero. Todo esto, con el fin de congraciarme la simpatí de mi madre y de esta manera, arrancarle el sí, para que me permitiera ver los fuegos artificiales y oir la retreta.

A las ocho en punto, mi señora madre, me dice a secas, “a dormir temprano”, y no hubo mas remedio que obedecer sin regañar, por que élla, no aceptaba que la contrarían cuando impartía una orden.

Yo, lejos de desvestirme y acostarme, me tiré aparado sobre mi cama, y me eché a llorar a moco tendido, haciéndose mas sensible mi caso, cuando oia la explosión de los petardos y de los cohetes surgidores.

Esa noche, le tocó la guardia a don Darío San Jinéz, y cuando calculé que mi madre estaba dormida, escalé por el corral el techo de mi casa y descendí por el corredor a la calle, sin ser visto por nadie.

Luego me encaminé a lugar donde estaba reconcentrada la fiesta y me di el gusto de oir la retreta, de ver los fuegos artificiales y de comer “Gutifarras y Biñuelos”.

Inmediatamente que estos terminaron regresé a mi casa y en momento que ya tenía ganada la subida al techo, una estéforea voz, me dice: “alto quien vive”, y yó apresuro la subida, peo otra vez me vuelve a decir lo mismo y prepara el fusíl que portaba para hacerme un disparo a la tercera vez si no le daba mi nombre, en esto una familia que me había conocido le dijo quien era yo y entonces se dirige a la puerta de mi casa, y llamando a mi madre que era su comadre, le cuenta lo ocurrido y me acusa ante élla.

Una vez que se despidió el compadre, se vino directamente a mi dormitorio, y sin mas preámbulo, me tomó de los cabellos y de un tirón me saco de la cama, propinándome a la vez una delicada cachetada que me puso la cara como ascua y con la misma me cerró a latigazos, a pesar de que yó protestaba de semejante acusación, por que negaba haber salido en la calle, pero, no tuve en cuenta que estaba con mi ropa ensalitrada y mi calzado ídem.

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Gracias a mi padre, que siempre era para mi el ángel de mi guardia, me pudo librar de que esa noche, mi señora madre siguiera gastándose conmigo tan pesadas bromas por cosas tan pequeñas.

EL MIERCOLES SANTO Y LA MESA DE LA CENA EN LA VILLA DE ETEN AÑO DE 1892

Como en los años anteriores, celebrábase en éste, la tradicional fiesta de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, en la Iglesia Matriz de la Villa de Eten, cuyas naves estaban todas las noches de bote, no solo vecinos de ella, sino también del Puerto Eten.

Las ceremonias religiosas se cumplían conforme al ritual establecido por el párroco, y en menos de cinco minutos, el Miercoles Santo, la Iglesia quedaba en tinieblas, excepto, un pequeño cirio, que el Sacristán sostenía en una mano, para alumbrar la parte del libro que el Sr. Cura le indicaba, a medida que él explicaba al crucificación del Redentor del Mundo.

En la Sacristía, los Myordomos de la fiesta, habían reconstruído en forma patética, la Mesa de la Cena, en la que bundaban frutas de la estación, panes especiales y garrafas llens de jugo de uva y de granada; sentados alrededor estaban los doce Apóstoles presididos por Jesucristo.

Como a la vista de los muchachos no existe nada oculto, uno de mis colegas y paisano, viendo que de esa pieza salía luz, se fue a constatar si era verdad o una simple ilusión.

Cual no sería su sorpresa, que de puro susto, se llenó todos los bolsillos que tenía su vestido y después de comer lo que pudo, tomó las que le cabían en las dos manos, y luego, nos pasó la voz para que también participáramos, lo que no esperamos que nos lo repitiera, por que en menos de lo que piensa el lector, ya nosotros nos habíamos apropiado del resto de los manjares y líquidos que contenía la mesa de la cena, dejando perpeljos a los Apóstoles y al Divino Maestro, con nuestra frescura, pues, entramos sin saludarlos y nos fuimos sin despedirnos, después que los dejamos sin aprobar bocado.

La noche del Jueves Santo, volvimos a entrar a la Iglesia de uno en uno, con todas las precauciones necesarias, por que presumíamos que por la cobarde delación de algún Judas, las autoridades de la Villa cometieran la imprudencia de hacer averiguaciones en días de semana santa, que son de recogimiento cristiano y de fervor religioso.

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A nuestro lado, oímos los seres comentarios que contra los “Herejes”, hacían unas biatas mas arrugadas que una pasa de corinto, y unos cholos en su dialecto, que nos mentaban hasta la madre, lo que calentó a muchos de nuestra colegada, quienes tan luego la Iglesia estuvo en tinieblas, les dieron a comer “pan de boda”, por donde les caía, es decir, pelotazos de cera amarrada al extremo de un jebe que cada uno de nosotros teníamos le pasábamos la mano por las narices dejándoles impregnados en ella los polvos de veretrina que siempre llevábamos consigo, haciéndolos estornudar por arriba y por abajo.

Pero, antes que nos atraparan, ganamos la calle, seguidos por una apreciable cantidad de indígenas que a medida que corrían tras de nosotros, nos insultaban a su modo, y nosotros les contestábamos en forma muy comedida y sobrosa, lanzándoles de cuando en cuando, sus cuantas piedras, algunas de las cuales hicieron muy buenos impactos.

Al siguiente día, los comentarios eran terribles, pero como ninguno de nosotros lo conocían los indígenas, no pudieron demandarnos, y nosotros, de puro macho, no volvimos a ir a ver la semana santa, porque temíamos hacerlos sudar, y correr como locos tras de nosotros.

OTRAS DE NUESTRAS DIABLURAS INFANTILES DEN LA VILLA DE ETEN EL VIERNES SANTO

Remontándonos al año 1891 a 1899, o séa a las postrimerías del siglo XIX en el que el fanatismo estaba todavía en su riguroso apogeo; en el que las damas usaban trajes o batas con excesiva cola semejantes a la del Cometa “Haley”, anchas como carpas de Circo, mangas, como piernas de jamón de Búfalo; zapatito estilo ruso con pasadores, o botas ala media pierna, contacos anchos y bajos para no resentir a los riñones.

Siglo, en que los hombres lucían sombreros aloes de junco de agua o mocora con ancha cinta de colores vivos, vestido de clasticotín de pura lana, seda cruda, dril de hilo, zapatos de una pieza de buen cabritilla, de cuero de Rusia, o ante la primera calidad con punta encorvada que parecían “caballitos de totora pantalón bombacho a lo Waterloo, camisa blanca con simétricas bastillas y tira bordada en la pechera, pulcramente lavadas y planchadas que brillaban como espejo de luna biselada, cuello marca “Garcia Hermanos” y corbata a lo Miguel Grau.

Siglo en el que los muchacho, usábamos terno de “Diablo Fuerte”, que cuando nuestra mamá lo ponía a remojarse en el balde para lavarlo, se paraba solo en señal

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de protesta, amenazando salirse de un salto, y cuando lo tuvimos puesto, nos ponían como espantapájaros con los brazos y las piernas abiertas, o como santos de palo, que casi no nos dejaba andar con libertad.

Siglo, en el que las muchachas estaban condenadas a ser analfabetas, a rezar tres veces al día el rosario y la “doctrina cristiana” para que estuvieran en la gracia de Dios, y no le escribieran al “namorau”, a confesarse durante toda la cuaresma con el Cura de la Parroquia, a comulgar y comer la Santa Hostia Consagrada que el reverendo sacerdote les suministraba y a rendirle culto a Himeneo, después de los cuarenta años cumplidos, sin requisito, no podían escuchar la Epístola de San Pablo no formar hogar, por que caían en pecado mortal.

Siglo, en el que, cuando había visita en casa, toda la gente menuda, tenía que refundirse en las piezas interiores, guardar profundo silencio, y darle agua a los cuyes, por que si uno cometía la imprudencia de quedarse a corta distancia para escuchar la conversación, “de los viejos”, le caía la Parca, las posaderas pagaban el pato, amén del sermón del acto, los pellicos por donde menos se pensaba y los tirones a las papas, que se ponían como amapolas en peligro de vertír la colorada.

En ese siglo de mis más gratos recuerdos, toda la camarilla de mi época, elucubrábamos las mataperradas que debíamos poner en práctica determinada fecha, y es así com ola Semana Santa era para nosotros la mejor oportunidad para hacer de las nuestras, sencillamente, por que nos dividíamos en dos grupos, y de cualquiera manera, nosotros entrabámos a la Iglesia de Eten, sobre todo, los Miercoles, Jueves, Viernes Santo, en los que la concurrencia de los fieles a las procesiones era númerosa.

Durante el trayecto recorrido por las calles les íbamos amarrando cuidadoseamente a las chinas, las puntas de sus mantas o las trenzas, y a los cholos los ponchos, a todos los que estaban vestidos de negro, le estampábamos en la espalda una calavera sobre dos tibias en forma de aspa o una cruz de malta, que cada uno de nosotros, llevaba a manera de guante en la palma de la mano, calada en un pedazo de franela, embadurnada con tiza en polvo.

A la hora que nos daba la gana, atacábamos simultáneamente a los cholos que escalonadamente marchaban delante de la procesión el uno portando una caña brava con sus respectivas hojas, que según ellos, representaba la vara de San José; el otro, un pito de carrizo que según los mismos, le sirvió a los judíos para burlarse de Cristo; el tercero, con una campaña que según los referidos era para tocar arrebato contra el Redentor, y el cuarto, con tambor para no sé qué, arrebatándoselos de las manos y dándonos a la fuga, los obligábamos a correr tras de nosotros como unos

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locos, sin que pudieran atraparnos, por que les hacíamos diversas jugarretas, que muchas veces se iban de bruces, mientras nosotros nos reíamos a sus costillas, finalizando por echarles puñados de tierra a los ojos que los cegaba por largo rato.

Tantas mataperradas hicimos durante aquellos años, que en 1899, los cholos nos dieron una batida que por poco nos muelen a palos, pues, estaban con buenos garrotes, debajo del poncho, listos para sacudirme el polvo, pero la suerte nuestra fue, que uno de ellos, equivocadamente tomó preso al hijo de un cargados de la anda de la “Bendite Marlene”, creyéndolo compañero nuestro, el que al verse en tal lance, gritó a su papá, y éste, certificó que su hijo no “se juntaba con los puerteños”, declaración que la escuchó uno de los nuestros, quien se apresuró a darnos aviso, teniéndonos que retirarnos precipitadamente del escenario por distintas rutas, lo que desorientó a nuestros perseguidores y privándonos nosotros de acompañar la procesión como lo teníamos por costumbre.

Sobre todo de darnos el gusto de ver como iba a terminar la amarrada de mantas, trenzas y ponchos que habíamos hecho con tanta maestría.

Por que en años anteriores, presenciamos que al despedirse en alguna esquina cualquiera de nuestras víctimas, le daba su tirón al que le hacía yunta según de la parte donde los teníamos atados, rasgándose a veces la manta o el poncho, que como ambos ignoraban el origen, se insultaban mutuamente y hasta hubo quienes se fueron a combos, mientras nosotros como buenos espectadores, alentábamos a los pugilistas para que continuara la pelea.

Como cuando ocurría un caso de estos, los acompañantes de la procesión picados por la curiosidad, corrían al lugar del suceso, la escena se sucedía entre todos lo que estaban también enyuntados, y entonces era de oir las lindezas que pronunciaban sus labios, y el alboroto que se producía, que tenía que intervenir el Sr. Cura y las autoridades para establecer el orden y continuar la procesión.

Tal era la devoción que teníamos por la semana santa, todos los que después somos padres de familia, y enemigos que nuestros hijos nos hagan ninguna diablura.

MI GATO MARTIN Y MI VECINO ALFONSO.

Mi gato “Martín”, era negro azabache, travieso y consentido como niño criado por abuela, mi vecino Alfonso Curo, era de raza indígena de pura sepa, que trabajaba como Lanchero en la Empresa del Ferrocarril y Muelle de Eten, allá por el año de 1895, en que ésta solo les pagaba S/.25 por lancha cargada hasta donde no podía más, la misma que entre los nueve hombres que formaban la tripulación, tenían que

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llevarla a remo al costado de las naves mercantes o visiveras, exponiéndose a todas las contingencias que se le presentaran, tales como fuertes vientos o bravezas del mar, que muchas veces les dio vuelta de campana y resultaron ahogados varios de los de ese Gremio, cuyas pobres familias quedaron desamparadas por que entonces no existían las leyes sociales que actualmente están en vigencia.

Este mi citado vecino, tenía como mujer a una samba cuarentona de muy regualr estatura y de buena estampa, llamada Juana Corrales, que cada domingo o día cualquiera que Curo se “curaba”, sufría la de Dios es Cristo, por que sin darle el diario para parar la olla, le exigía que le sirviera la comida, y como ella le hiciera ver que él no le había dejado con qué, era suficiente para que se le fuera a trompadas y puntapiés, que la pobrecita para librarse de su acometida salía a todo correr a guarecerse a la casa de alguna vecina, en al que permanecía hasta el día que se reconciliaba con su cara mitad.

El 28 de julio de ese memorable año, Curo se puso de parada y en compalía de otros amigos, se fueron en tren de siete de la mañana a la Villa de Eten, en donde de antemano tenían una fiesta organizada para celebrar el grandioso día de nuestra Madre Patria, en cuyo nombre tomaron sendos mates de “colade”, “clare” hasta “Montesierpe”, que en coro con los “paisanes”, cantaban el “Semes liebres seigames lu siempre”, a veces como Himno, y otras veces como Marinera acompañada de palma y cajón.

A eso de las 10 de la noche, hora en que nosotros los muchachos de mi barrio nos entrábamos jugando el “Tu galgo”, fuimos gratamente sorprendidos por los acordes de un conjunto de músicos que tocaban admirablemente dos guitarras, uan concertina, dos quenas y un violín, a los que también acompañaban dos mozos con una voz bien educada y melodiosa que cantaron en duo entre otros trístes, yaravíes y cumananas, la siguiente canción que estaba entonces en todo su furor:

“Levante pueblo peruano

“Las aras del corazón,

“Que herido por su ambición

“Cayó a tus pies el Tirano,

“Hoy el Perú vibra ufano

“En su guerrero Laúd

“I una canción de salúd

Luego, para finalizar cantaron lo que sigue.

“Triste suspiro que del alma salles

“Agobiado por la fuerza del dolor.

“Vence el espacio y cuéntale mis males.

“A la dueña absoluta de mi amor”.

“Dila que sufro mucho, y que sin ella

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“Con su eco martillego,

“Díce: Ahora si que veo:

“La salvación del Perú”

“Mi vida es un contínuo padecer.

“Que hasta el Cielo desoye mi querella

“I en nada la ventura puedo ver.

En este momento mi vecino se acercó a los cantores y quizo obligarlos a que lo acompañaran a la Villa de Eten, por que él suponía que se encontraba en ella, proposición que se la rechazaron de palmo y para evitar sus majaderías se retiraron.

Igual cosa hicimos nosotros, yéndonos cada uno a su casa, Mdia hora después cuando ya todo el vecindario estaba durmiendo, menos yó que me entretenía jugando con mi gato “Martín” y mi perro “Huáscar” llegó a la puerta de su domicilio mi vecino Curo, dándole un fuerte empellón a la pobre, la abrió de par en par despertando con el golpe a su “Samba” la que inmediatamente se puso como pudo el fustán y el traje, que no llegó a asegurarle la pretina, por que su marido la tomó de un brazo y le pidió la comida. Esta entre soñolienta y asustada le respondió “que ni ella había comido, por que el chino no le quizo dar créditos por que no le había pagado la cuenta de la semana anterior.

Respuesta que sulfuró a Curo, y brutalmente le dio un puñetazo en el pecho que la hizo irse de bruces contra la mesa que tenía en el centro de la sala, la que se convirtió en un hacinamiento de astillas por la pobre era anciana, y la madera estaba apolillada por todas partes.

Enseguida, le dio sobre caída un puntapié y la tomó de los cabellos, sin duda con el propósito de barrer con ella el suelo; pero yó que había sido testigo de esa cobarde hazaña, y sin tener en cuenta mi tierna edad que en aquella fecha solo contaba con once años escasos, cogí un palo de escoba, y le descargué dos garrotazos por la espalda con todas mis fuerzas, que lo hice lanzar un tremendo grito y, caer bocabajo en el suelo, circunstancia que aprovechó su “Samba”, para salír despavorida con rumbo desconocido.

Curo repuesto de la sorpresa, se levantó y se volvió contra mí, con el propósito de extrangularme si me atrapa, o de darme un contra suelazo que me hubiera deshecho, dada su hercúlea musculatura y lo colérico que se encontraba.

Pero, en ese momento, mi gato “Martín”, que me había seguido, restregaba su lomo entre mis piernas, y se me ocurre levantarlo y tirárselo con violencia a mi atacante,

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el que al caerle encima, le hace con las garras en el rostro, en el pecho y en los brazos, multitud de trazos geométricos como si se tratara de un Mapamundi, táctica que él no la tenía en su libro, y que lo hace retroceder con tal violencia que sin quererlo, cae boca arriba contra los restos de la mesa, caída que yo la aprovecho, para cerrarle la puerta de calle, y amarrarle con una piola de armellas del candado, con lo que le impedí de hecho la salida.

Acto contínuo, llamó a mi perro “Huascar” para que me prestara su ayuda en caso de que mi vecino rompiera la puerta y se viniera a pedirme explicaciones. Pero, parece que la chicha y el alcohol que había bebido, no le permitieron levantarse, y después de lanzar gran parte de lo consumido, se entregó en los amables brazos de Morfeo, hasta el siguiente día que no pudiendo abrir su puerta, me tocaba la cerca que lindaba con mi dormitorio y me pedía que se la abriera, lo que hice acompañado de mi perro “Huascar”, regresándome a mi casa tan luego se la dejé desatada.

Esto sería mas o menos a las 12 m, y al poco rato me visitaba mi vecino, pregúntandome, si yo sabía lo que le había pasado a él, y a donde se encontraba su “Samba”, porque al despertar se había encontrado sobre astillas de su mesa y lastimado de la cara, del pecho y de los brazos, heridas que ya se las había curado protegiéndolas con algodón y esparadrapo.

Claro está, que yo me hice el ignorante, y aparenté lamentar lo ocurrido, por que si se dá cuenta que yo y mi gato lo habíamos puesto en el estado, me chanca, o me acusa a mi madre que esa tarde debía regresar de Chiclayo, y seguramente que la señora me pega mi calda que no me la hubiera quitado nadie.

MAÑANE LUS ESPERE PA QUE NOS CUMINES UNA PATE.

Era Juez de Paz de 1°, Nominación de la Cilla de Eten, el Sr. José Carmona, cuando una mañana del 2 de junio de 1905, se presentaron a su despacho cuatro indígenas, quienes interpusieron demanda contra un paisano al que acusaban de que el día anterior los había engañado malamente “cun la merienda, dispúes que lus había heche gastar en dirle celebrar su sante”.

Comprendiendo el Sr. Carmona, que este era un caso interesante por su originalidad, quiso conocerlo a fondo, para reírse de la ocurrencia, y sin exigirles la papeleta de demanda, hizo notificar inmediatamente al demandado urgiéndolo para que el término de la distancia, compareciera a contestar la demanda so pena de ponerlo preso.

Al poco rato presentose el demandado, y el Sr. Juez, ordenó que los demandantes concretaran sus acusaciones. Como todos quisieron hablar a un mismo tiempo, él les llamó

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la atención haciéndoles ver que eso no era posible, y dispuso que el más viejo de ellos, tomara la palabra, el que expreso así: “Sabes té siñorie, antianoche, juímes todos nosotros a saludarle a este cholo, quiere su víspera, lu quemame sayes riales de cuates, lo llevamos dos boteyes de pisque yún catarite de chicha, todal que le tiramos cunél, y cuando ya nus despedimes, él nus invitó para que júeremos al otre diy, (ayer a la meriende, luqué nosotros luaceitamos; pero risulte, que después de que tante luá víyemes esperade, nus sale dande una patade toroe sancochado con sarce di cebolle encime cun un plato de yuques y chicha agüade, que mas a side luque ámes gaste, que tode luquél nos ha dade, pur ese siñoríe, luamos demandade, pa que nos deguelvi tode lu que siareventade y lus seyes riales de los cuetes que liames quemade quse es luque querimes siñorís.

El Sr. Juez, conteniendo la risa, tomando un pose apropiada a su alta investidura, frunció el seño, y le pregunó a los otros demandantes que si era confrome lo que su compañero había dicho, respondiendo todos afirmativamente y pidiendo que les devolviera lo gastado, que según ellos, ascendia a dos soles plata, (por que entonces costaba el “pisco”) cañazo, cuarenta centavos botella, seis reales el cántaro de chicha y seis reales de los cohetes).

Entonces, el Sr. Juez, dispuso que hablara el acusado, quien dijo lo siguiente: “Siñoríe, mi persone estaba antianoche gurmiendo, cuando, redepente, tronaban en la calle lus cuetes que jéren dade arte suste, pur que creyibe, queren lus sambíes dil Puerte, dicièndeme quién eren, y come lus conozqui, lus abrí paque dentrarin, entoce todes miembrasaren y me convidaren pisque y chice, hasta que liá cabames; come mi persone es chole probe, cuande ellos se despediyen, cierte siñoríe que les envité paque ayer, jueren cumer cunmigui, una pate cun yuques y chiche, quiés lúnique que pidiye dálos, ese es tode siñoríe; mi persone no lus engañade ni liaieche diagreles paque me demanden, y agore quieren que lus pagui luquiangaste con suguste”.

Bueno, díce el Sr. Juez, dirigiéndose a los demandantes, Uds. No tiene derecho a reclamarle al Señor, lo que Uds. Mismos hicieron por supropia voludad, puesto que en casos de esta naturaleza, no hicieron sinó cumplimentar al amigo, y si éste no pudo agazajarlos mejor que lo que hizo, es por que su condición económica o se lo permite ynadie tiene el derecho de exigirloselo.

Ahora, como Uds. Han sorprendido a la autoridad con mentiras voy a oficiarle al Gobernador, para que por mi órden los arreste veinticuatro horas en la Cárcel Pública.

Luego, dirigiéndose al demandado, Ud. Puede retirarse tranquilo, y no vuelva a aceptar a amigos de esta clase.

Los demandados protestaron del fallo, pero no hubo caso, pasaron a disposición del Gobernador quein los arrestó las veinticuatro horas, no quedándoles mas ganas de ir a borreguear para sacarse la cúadruple.

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LA ECONOMIA DE ÑOR LIGORIO

Después de haber trabajado durante todo el año como peones líbres en una hacienda, los indígenas Ligorio Nizama, (a) Ñor Ligorito y Manuel Chiro que (a) Ñor Manongo, se pusieron de acuerdo, para ir juntos a pasar la feria de Mongsefú, pero desde las vísperas hasta la octava.

Una semana antes le participaron al patrón su deseo y le pidero permiso, el que les fue concedido, ocn cargo de que regresaran a su trabajo, por que eran buenos peones y durante el tiempo que estaban a su servicio se habían portado correctamente, de manera que tenían derecho a un justo descanso.

Suceda la casualidad, que ese año, las vísperas caen día sábado, y fue motívo, par que se avivara mas el deseo de ambos amigos de estar en dicho pueblo lo mas temprano posible.

De conformidad con el órden alfabético de sus apellidos, recibió su pago Chiroque, el que ipso facto, se fue a su choza, se hizo la toilet y con las mismas ensilló su piajeno, poniéndolas a todo correr hasta Monsefúe, sin tener ni el acomedimiento de participárselo a su compañero.

A las siete mas o menos, recibía su pago ñor Ligorio, y con la ligereza consiguiente, puso rumbo a su rancho, para retocarse y enyuntarse con su compañero ñor Manongo, que él creía que lo estuviera esperando, pero, al preguntar por el a sus vecinos, estos le respondieron que ya lo habían visto partir.

Como no le quedaba otro recurso que el de quedarse o rise, optó por lo segundo, pero antes de hacerlo, se fue a la Fonda de la Hacienda a pasar lista, y mientras masticaba los potajes que pedía, pudo escuchar que en la mesa inmediata un sambo a quien él no conocía, le conversaba a uno de sus compañeros, que la economía era riqueza, sobre todo para el trabajador, por que el hecho de que se economizara un fósforo al día, al fín del año habían 365 que podían servír para un año más, y el dinero que se economizaba, se podía emplear en la compra de algunos objetos que fueran necesarios; de manera pues, que la economía se hacía aunque fuera de cinco centavos al día, entonces, los resultados tenían que ser mas favorables.

Parece que a ñor Ligorio, le gustó mucho la disertación del sambo, y una vez que concluyó de comer, pagó lo consumido, compró cinco centavos de cigarrillos y una caja de fósforos, para “dir juniando puél camino, pá espantar la mala visión”, y regresó a su choza a sacar su piajeno en el que una vez encillado lo cabalgó y las emplumó rumbo a Monsefú.

Cuando la oscuridad de la noche, lo cubrió con su negro manto y ya iba dejando los linderos de la Hacienda, creyó prudente, encender un cigarrillo y puso manos a la obra; pero al encender el primer fósforo, el viento se lo apagó de un fuerte soplicon y al sacar

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otro de la caja, se le cayó sin pedirle permiso; entonces recordó la lección de economía que momentos antes había escuchado en la Fonda de la Hacienda, y se dijo para sí, he aquí la oportunidad de ponerla en práctica, y comenzó a encender de uno en uno todos los fósforos que contenía la caja, hasta que al fín se dio cuenta, que no le quedaba ninguno y que tampoco había encendido su cigarrillo, lo que lo hizo rabiar y maldecír contra el sambo, al que calificó animal como su piajeno y hasta le mentó la madre.

Como el tenía el ánimo hecho de ir a la feria, volvió a cabalgar y siguió adelante, recibiendo de cuando en cuando algunos ramazos en el rostro, hasta que en una de esas, tropieza el burro al pasar un puente que tenía un palo sobresalido, y cae al centor de acequia llevándose de encuentro a ñor Ligorio, que se dio sin quererlo, un baño intempestivo mojándose casi medio cuerpo, costándole mcuho trabajo, salír de su improvisada tina.

Hubieron momentos en que ñor Ligerio, pensó regresar a la Hacienda, pero como ya había avanzado mas de la cuarta parte, se decidió a seguir, el camino después de esprimir con todas sus fuerzas su calzoncillo y su pantalón.

Al llegar a Monsefú, trató de hacerlo por las calles apartadas hasta que diera con la casa de un paisano en donde se iba a alojar, y a quien le prestaría ropa para ir personalmente a comprar la que le necesitaba para lucirla en la feria. Pero, al pasar or la segunda cuadra, divisó que en el quicio de la puerta de una casa, estaba su compañero Manongo, limpiándose el sudor después de haber bailado su marinera.

Apuró a su piajeno, y parándolo, frente a la casa referida, i le díjo: “Que buena melastiecho compañero Manongo, se vinió usté diade temprano y me plantó en la Hacienda, sin decirme nada, eso nués di amigos, yo por cumplír mi palabra, y venirle a ver a usté, miá empuñau la noche oscurana, y mi piajeno, perdonaste que lo falto a su respeto, siá veniú trompsando todo el camino, asíne como Dios gracia se trompieza también usté compañero cuando va de madrugada a la casa ajena, y véigame como me he podido, al cayerme con el piajeno a una cequi”,

Ñor Manongo, le responde: “Sabesté compañero Ligorio, luible francamente, no miacordé diusté, y me vino temprano, pero, apeyése compañero, pá que biremos un poto y caliente su cuerpo, que asté de venír con frío.

Enseguida entró a la casa y sacó un mate de chicha del que tomó un poco, y al entregárselo a su compañero Ligorio, se asusta el burro, y larga a tierra al jinete quien al caer se hecha la chicha encima y hace trizas el mate.

Los palomillas que vieron esto, se burlaron de ñor Ligorio y comenzaron a tomarle tierra, mientras otros correteaban al burro, broma que molestó a ñor Ligorio, y al levantarse, logra atrapar a uno de los mataperros y le dá su par de guantadas que lo hacen sangrar por las

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narices; entonces se arma el tole tole, y viene la patrulla de ronda, la que informa de lo ocurrido, dispone que vaya preso ñor Ligorio por haber maltratado brutalmente a un menor de edad y por preferir palabras obsenas sin respetar a nadie.

Una vez en la Cárcel ñor Ligorito, tuvo que pasar la noche como gallo en la traba, y sin tener en que acostarse, con frío y sin cobija.

Al siguiente día, lo hicieron barrer todo el local, y cuando se presentó el padre del chico golpeado, le impuso a ñor Ligorio el Gobernador, S/. 10.00 de multa, mas cuarentiocho horas de arresto, suma que tuvo que pagarla inmediatamente y, cuando cumplió su pena, retiraras a la Hacienda, sin burro, sin plata y sin haber visto ni la feria.

SE ASE TI LO TIENES POR JUERA, COMO TI LO TINERAS POR DINTRO.

Celebrábase con todo entusiasmo y rítos consiguientes, la fiesta de Corpus Christi, en la Villa de Eten, alla por el año de 1898, en cuyas calles, por donde iba a pasar la procesión, los devotos habían colocado numerosos arcos hechos en cañas de Guayaquil, adornados con papel de colores vivos y cuajados de frutas de la estación.

Una Banda de Músicos precedida por la típica de Chirimía y Tambor, y un cholo con un tizón encendiendo cohetes surgidores a medida que recorrían la población tenían en constante inquietud a todos los paisanos, para asistír a las distribuciones religiosas y a las demás ceremonias que contenían los programas que los mayordomos de turno habían hecho circular con treinta días de anticipación.

Los alumnos de las Escuelas, se habían hecho “La vaca”, los únicos que permanecían en ellas, eran los Maestros y sus Auxiliares dedicados a encontrar la fórmula, como resolver el problema para contentar a sus acreedores, a fin de que les sigan dando crédito, hasta que la Municipalidad, les abonara los tres meses que les debía de sus haberes, por que ya habían pasado por el doloroso caso, ayunar algunas veces, a lo Ghandi, con la diferencia, que este lo hace voluntariamente, con el propósito de sentar los principios de su doctrina, y hacer que sus connacionales, se mantengan fírmes en la desobediencia civil contra Inglaterra, hasta que le dé su independencia y su autonomía a la India; mientras que ellos, lo habían, por que no tenían con que desayunarse.

Como el analfabetismo, es el mejor vehículo que conduce a las gentes al fanatismo, nuestra raza indígena y la huachafería, son las que mas se prestan para todas las mojigangas fiesteriles que con tanta frecuencia se suceden en esa Villa, las que no tienen otros fines, que el de servír de pretexto, para las orgías o bacanales que les absorbe el tiempo, los enferma y hasta los hace cometer multitud de papeles nada edificantes ni beneficiosos para

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ellos, para los suyos ni para el pueblo, que cada día va en retroceso en vez de mejorar en todo órden de cosas.

Rara era la calle, en donde no hubieran jaranas, particularmente chicherías atestadas de adoradores de Baco, que vociferaban discutiendo a su modo cual quiera tontería, mientras otros , se dedicaban al juego de Tejas como lo tenía por costumbre, para matar el tiempo, y dar lugar a que la parcera, les dé picantes i hasta el almuerzo o la comida gratuitamente, por diez o veinte centavos que le compran de chicha, sistema ingeniado por ellos, que les daba admirable y positivos resultados, convirtiéndolos en perfectos sinvergüenzas.

Un grupo de trasnochados, deseosos de “componer el cuerpo”, averiguaron y supieron, que en donde se les podía atender como se pide, era en la Taberna que son motivo a la fiesta, había instalado en cierto sitio, “Ña Arpía de Manganzones en caya sal, yacían tumbados en esteras, petates, costales y bancas, numerosos borrachos en tales poces, que a la simple vista, parecían cadáveres después de un terrible combate.

El resto, a duras penas, se podía tener en pié, y una partida de granjas aglomerados en la puerta se burlaban de todos ellos. En estas circunstancias, hicieron su aparición los trasnochados, y al ver el cuadro que presentaban los parroquianos, le dijo uno de ellos a “Ña Arpía lo siguiente: “Como esta su material señora?”, y ella sin mas demora le responde: “Como siempre caballero”, y señalándole con el índice de su diestra a los caídos, le agrega: “Ayi tiene las muestras, puede uste pasar adelante con sus amigos, pa darles la prueba.

Entonces, los que estaban tambaleantes, dícen en coro: “Aquí solo dentran los machos, y los que se sienten tales, sole se marchan ates que los saquemos a espeta perros”.

Uno de los trasnochados que era cáscara amarga, y creyendo que a todos los habían llamado perros, traspuso en quicio de la puerta a grandes zancadas, y sin mas explicaciones, cerró con todos los borracho a trompadas, derribándolos de hecho, los que ya no pudieron pararse, dado el estado en que la mona les tenía agarrados, actitud desde luego, que sus compañeros no pudieron impedírsela por la forma tan intempestiva con que la llevó a cabo.

“Ña Arpía, zagasmente calmó al atacante, y ceremoniosamente, invitó a los visitantes que pasaran adelante, lo que éstos hicieron con el mayor agrado.

Pero, los palomillas, tuvieron motivo, para hacer mayor algazara, lo que trajo la atención de la Ptrulla, que en esos momentos desdoblaban la esquina inmediata, la que se hizo presente para inquirir lo que ocurría en esa casa, cuando lo primero que ven, es la tonelada de borrachos que de primera intención los creyeron muertos, y a otros que se contorsionaban lanzando algunas bocaradas de chicha mezclada con otras sustancias.

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Como era natura, el Jefe llamó a la dueña de casa, y cuando ésta se presentó le preguntó “Que era lo que había ocurrido ahí, y que quienes eran los hechores de semejante tragedia”.

A lo que élla sonriente le responde: “No se alarme caballero por que aquí no ha sucedido nada, todos los que están ahí, son mis parroquianos, que así me hacen reclame, para atraerme clientela; ahora, si uste y sus, compañeros quiern convencerse, pasen adelante, pa darles la prueba, que les garantizo; que dentro de media hora, estarán como las muestras”.

Entonces, uno de la Patrulla, que era chuto de deveras, le contesta a quema ropa: “Nochas gracias manceta, se ase ti lo tienes por juera, como ti lo tineras por dentro; pero a negun sordo se lo has decho, espérate que termenemos la ronda, y entonces te vasetaremos pa ver se la tienes guena.”

Todos sus compañeros rieron a carcajadas de la ocurrencia, y con las mismas se despidieron para continuar su ronda.

¿QUIORES ÑOR JUSE?. DEIGUEME LA YAPE PUES.

Desde que los señores Antonio Lossio, Genaro Scarpati y Vicente Carbone, introdujeron al departamento los pianitos ambulantes, los etenanos Tomás Angeles (a) “Coreque”, Faulino Carrillo (a) “Pinaje” y Manuel García (a) “Morroque”, adquirieron ya comprada o alquilada dos o tres cada uno, los mismo arrendaban a ciertos individuos para que los explotaran cobrando cincuenta o cuarenta centavos por hora.

Cuando los contrataban para una jarana de 6 a 6, el precio era convencional y hasta se hacían la competencia era arrebatarse al cliente.

De manera que, con sus cuatro troncos máximun, se pegaban su amanecida y bailaban sus interminables marineras acompañadas con el tamboreo que el mismo pianista les obsequiaba tocando con la mano la tapa del ambulante.

Cuando el compromiso era a tanto por hora, y los jaranistas estaban pasaditos de punto el tocador cada media hora, dada la señal preventiva anunciadora que “Ya dive cavar lore”, para que el que quisiera, reanudara la contrata y se viniera con su agua, para seguir dándole, sinó alzaban el instrumento y adios por ahcerte visto, media vuelta y puerta afuera a tocar en las esquinas para hacer réclame para llamar la atención de los que estuvieran despuestos a echar su canita al aire.

Los relojes que usaban estos sujetos, eran de los conocidos marca Dedo Metro, que raras veces andaban cuatro horas seguidas por que como eran tan fino a cada rato se dansaban y tenían que darles cuerda con anticipación por que si nó de seguro que se plantaban pero,

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tenían el privilegio de que eran tan veloces que doblaban las horas con una rápidez admirable.

Una noche que en el barrio de Mansiche de la Villa de Eten, se celebraba víspera del cumpleaños del cholo “Pashumá”, hizo su aparición en la esquina contigua a su casa, un pianito moderno de los llamados de “andolina, el que lanzó al espacio sus armoniosas notas musicales atrayendo la atención de todos los que por primera vez lo escuchaban, y fue motivo suficiente para que fuera inmediatamente contratado desde esa hora 12 de la noche hasta las seis de la mañana.

Pero resulta que, al sacar su reloj el pianista para ver la hora, este estaba parado marcando las 10 que sea dicho de paso, el cholo creía que era la exenta, la que al ser confrontada con la que marcaba el uno de los presentes, arrojaba una diferencia de hora y media, falta que fue subsanada.

Como el cholo no estuviera satisfecho, dejó a su ayudante que tocara, mientras él, se fue a la tienda del Sr. José Carmona a tocarle la puerta para que le diera la hora; pero, no era posible que esto le importunara el sueño, se valió una estratagema que ipso facto la puso en práctica de esta manera: primero, tocó por varias veces seguidas la puerta hasta que consiguió que le respondiera, y entonces, al ser interrogado para que dijera que es lo que quería, éste le responde: Vengue ñor Juse, pa que me vende este, un remedie que traigue escribide en este papel, que no lus digue, por que mi persone no sabe lectura, y quiere que abraste su puerte pa que le veigue y me despache esta, hagueme ese servicie ñor juse, que tengui que di dir pronte”.

El señor Carmona, creyendo que se trataba de algún caso urgente, y aunque el era valetudinario, hizo un esfuerzo y abrió la ventanilla de su puerta para atender al supuesto comprador, a quien le pidió el mencionado papel, pero éste, simulando que se le había caído, le díjo: Sabaste ñor Juse, el viente mia quitade el papel de mis manos y se lia llevade volande, pero es nuimporte, dígueme nomás lore, pa saber purque está mi piano tocando onde “Pashumá”.

Donde la tuya, le contesta el señor Carmona y cierra la ventanilla, renegando de la audacia del cholo. Pero, éste, vuelve a insistír en tocar la puerta y preguntar por la hora hasta que de aburrido él, le dá la que se le vino a la mente en ese momento, agregándole unas frases gordas en represalia a la terquedad del imprudente; que, con el mayor desparpajo, sin dares por aludido le díce, “Guene ñor Juse, agore deigueme la yape pue”, y parte a la carrera, dejando al ñor Carmona comiendo achicorias y mentándole toda su generación y descendientes al facineroso cholo.

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PLOME A TENIDE, NIVEL LU MESME, OJE NI SE DIGUE.

Era el mes de julio del ao 1897, la municipalidad había hecho publicar un Bando, notificando a todos los propietarios para que hicieran blanquear las fronteras y pintar las puertas de sus casas, a la vez, que cercaran los sitios solares con pared de cuatro metros de altura, so pena de que el Municipio lo made hacer por cuenta del propietario, recargándole el 50% como multa a los infractores para cuyo efecto, les fijaba quince días de plazo improrrogable.

La Viuda de “Tinaje”, que tenía un sitio en una calle central, contrató los servicios de un Alarife del lugar, para que a todo costo, le hiciera el trabajo, y convinieron, en que la obra se la entregaría a su entera satisfacción en ocho días a partir de la fecha de firmado el contrato ante un Juez de Paz.

El pago debía hacerlo la Viuda, en tres entregas iguales la primera, al comenzar la obra; la segunda al tercero día y la última cuando estuviera terminada.

Durante los días del trabajo, la Viuda, le mandaba su picante y chicha al Alarife graciosamente, con el fin de halagarlo, para que pusiera esmero en la obra.

Este, en cambio, por ahorrar material y obtener mayores utilidades, hizo la pared que tenía doce metros de largo, por cuatro de alto, si la traba ni los pilares respectivos y por último sin la debida cimentación.

Al octavo día, entregó la obra a su propietaria, quien, sea dicho de paso, confiada en la buena fé del contratista, no le paso vista ocular, y le canceló el resto dándole las gracias.

A media noche, la pared sin pedirle permiso a andie, se vino al suelo haciendo un formidable estrépito, que alarmó al vecindario, al estreno que muchas personas creyendo que se trataba de un temblor, salieron precipitadamente a la calle, con la sorpresa consiguiente, registrándose como consecuencia de este incidente varios contusos y hasta la rotura de algunos muebles.

Notificada la Viuda de lo ocurrido, hozo llamar al Alarife, al que alarmada le preguntó, el porque había sucedido esto, quien le dio fútiles pretextos, y como se negara a reedificarla por su cuenta y riesgo como era su deber, ni menos quería devolverle el dinero que por ella le había cobrado, ésta se vió precisada de demandarlo ante el mismo Juez de Paz que hicieron el contrato, quien lo notificó señalándole día y hora.

Presente el demandado y la demandante en el despacho del Juez, éste le hizo saber el motivo de la demanda y le dijo que espusiera sus razones al respecto, para deducír su responsabilidad i emitir su fallo.

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Entonces el Alarife, se pone de pié, y dice: “Siñoríe, la pader que yo hai hecho, plome a tenide, nivel lu mesme, oje ni se digue, Ahore siñorie, sieye sia caide, ha sido de pure cargue, pa que yo se guelve hacer”.

El Juez para mejor resolver, hizo en compañía de los litigantes y de un perito en la materia, una vista ocular y se comprobó, que la citada pared, no había tenido buen cimiento, que no fue trabada en sus extremos con la vecina y oye tampoco le había puesto los pilares que le correspondía.

Entonces el Juez, lo condenó a que inmediatamente procediera a redificarla por su cuenta y riesgo, o a que le devolvería el dinero a la demandante.

Para salír del apuro, el Albañil díjo, que haría lo primiro, pero, en quínce días para que tuviera buena seca el cimiento, lo que fue aceptado por la demandante sentándose el acta respectiva que ambos firmaron con el Juez.

Como el plazo que había fijado la Municipalidad se venció con exeso, y el Alerife, no había retirado el material de la vía pública, la hizo construír por cuenta de la propietaria a la que le cobró el 50% de recargo, la que tuvo que recurrír nuevamente al Juez para que hiciera respetar su autoridad y lo obligara a pagar también, el recargo que como multa le había cobrado ella el municipio.

Lo que con el auxilio del Gobernador del Distrito, tuvo que reintegrar el Alarife y sufrir un arresto de veinticuatro horas por desacato a la autoridad judicial.

¿DE QUIEN ES LA GALLINA?

Siendo Juez de Paz del Cercado de Chiclayo, don Pedro Falla, vecino honorable del lugar, que tenía fama de ser un hombre muy ocurrido, y popular desde luego, al que sus numerosos amigos, siempre buscaban, para que les contara chascarros de su época, que los sabía por toneladas y de todos los gustos y matices, que los hacia reír a carcajadas.

Una mañana, que él se disponía a tomar su desayuno, fue urgentemente, llamado por una chola, que lo necesitaba para demandar a su vecina, que según ella, le había robado momentos antes una gallina, la que no quería devolvérsela bajo ningún punto de vista.

Como él, atendía las demandas en su propio domicilio, extendió la papeleta de notificación para el respectivo comparendo, y se la entregó a su auxilio el cholo Pablo Mil, para que se entregara a la demanda, con cargo de que inmediatamente se la trabajera a su despacho disponiendo a la vez, que la demandante tomara asiento, mientras él se desayunaba y llegaba la notificada.

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Efectivamente, al poco rato, se presentó la “Come sambe”, que así la conocían todos los de su barrio por ese apodo, y desde que vío a la “No shabes queré que era el sbore nombre de la demandante, le dijo vela verde y el sol por salida, recibiendo el retorno simultáneo de su contendora, lo dio para que el Juez las llamara seriamente al órden, y hasta las amenazas con mandarlas presas a las dos si seguían insultándose en su presencia.

Hecho el silencio, interrogó sucesivamente a las litigantes, la demandante dijo: “Siñoríe, disde que fue poyite, yo le compré en la plaza y luai criyade con maice molide en mi sene, haste que ha side criye yastade pariende en mi curral, dionde este gedione de la “Come Sambe”, me liá robade esta mañana”.

La demandada, quiso interrumpír a la demandante, pero el Juez no se lo permitió, diciéndole, que ya le llegaría su turno para que dijera lo que quisiera.

Una vez que terminó de hablar la demandante, el Juez le cedió el uso de la palabra a la demanda, la que dijo lo siguiente: “Miente la “No Shabes queré”, siñorie, pur que la criye es miye, hije de miGaye Cóquile, cun su madre, “ (el Juez, como movido por el electricidad, le pregunta, ¿Con la madre de quien?) a lo que ella le responde: “Cun la de mi criye, siñorie”, (ah, exclama el Juez y le dice que continue).

Entonces, ella agrega: “purque pué agore se la quiere agarrá esta lagrona, y tuaviya me demande”.

Como la demandante, le replicara que mas ladrona era ella y ya hicieran el ademán de irse a las manos, el Juez volvió a amonestarles, y dispuso que la demanda trajera la gallina a su despacho para comprobar a cual de los dos pertenecía.

Una vez que fue traída la gallina, el Juez, se le pidió, y cuando la tuvo en sus manos, les volvió a preguntar que de quien era, respondiendo cada una que a ellas, y reanudando los dimes y diretes entre ambas, que para coratar toda diferencia y evitar una desagradable escena, falló, declarando así: “Indias ladronas, la gallina, no es de ninguna de ustedes, la gallina es mía, y ahora mismo, se mandan mudar de mi despacho, antes que les mande presas a las dos, por ladrones y escándalos, que no saben respetar la casa donde se encuentra ni a la autoridad que les está haciendo justicia, ya lo oyeron, entonces, afuera, afuera de aquí, sinvergüenzas bochincheras ladronas, afuera he dicho, afuera;

Las dos cholas, salieron inmediatamente puerta afuera, y una vez que estuvieran en la calle, la demandante le dijo a la demanda plena de regocijo y dándose una mano con otra, “Bieneche, bieneche, gedionde, bieneche que Juez se reviente la griye, y que no te le revientes vos, ese el guste que tengui, já, há jaáá.

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Y la demandada le responde: “Ese mesmo digue yo, que se reviente la griye el Juez, antes que te lo jueres reventame, vos, si, si, que se le reviente, que se le reviente el Juez, so chine gedidode lagronase, que se le reviente, ese el guste que llevi, já, já, jaaaaá.

Y a continuación, se prenden de los cabellos, que tuvo que intervenir el Juez y el cholo Pablo Mil, para separarlas y hacer que primero se fuera una y después la otra, para que no se volvieran a trenzar a golpes.

El único perjudiciado fue Pablo Mil, por que no le pagaron la llamada.

ADIOS ÑOR PEDRE QUENGRIDE TASTE

Ñor Pedre, era un viejo mosefuano, propietario de varias fincas urbanas y agrícolas de importancia, que tenía acuestas, mas de ochentitantos años de edad, y sin embargo, se conservaba como un roble; como todos los de su época, tuvo sus aventuras amorosas, pero en ninguna de sus amasias, tuvo desendencia, ni achacada siquiera, hecho que mucho intrigaba a las cholitas que cortejaba el vegete, por que la que menos quería ser su heredera.

Dícen, que entre aquellas, tuvo etenena que nunca lo pudo llamar por su verdadero nombre, y le puso cariñosamente el de “ñor Pedre” que llegó tanto a popularizarse, que hasta sus mismos paisanos y amigos lo llamaban lo mismo.

Como hay un sabio proverbio que díce: “Agato viejo, ratón tierno ñor Pedre, andaba siempre a la caza de estos apetecidos frutos, los que no le eran díficiles conseguír, por los poderosos motivos que quedan expresados.

A medida que los años trascurrían, el fue sintiendo la necesidad de tener una mujer, con quien formar su hogar en debida forma, por que su vida de soltero empedernido, ya lo tenía hostigado y temía que al caer en el lecho del dolor no tuviera ni quien le alcanzara ni un vaso de agua oportunamente.

Un buen día, se dio de manos aboca, con una paisanita, que como el imán atrajo toda la atención de ñor Pedre, y entonces se dijo para sus adentros, que su hora le había llegado, y tratando de rejuvenecer sus laureles, comenzó a requerirla de amores acompñando hasta la puerta de su casa, con lo que dio por terminada su primera jornada, reservándose el derecho de volver a ella, pero en forma mas aceptable y estratégica, para sitiar las plaza hasta tomarla.

Hecho y dícho, valiéndose del pretexto, que los padres de la cholita, eran devotos del Sr. Del Cautivo, y que precisamente, los tocaba ese año, darle de comer el día de las vísperas a los Mayordomos y demás compañeros de la cofradía, él le ordenó a sus pones que

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recogieran y le llevaran a sus futuros suegros, desde la mañana, los mejores frutos y verduras de una de sus chácras, diciéndoles, que él se les remitía para que atendieran a sus invitados, como limosna voluntaria que él hacía en homenaje al milagroso Santo de su devoción.

Su órden como bien se comprende, fue cumplida al pié de la letra, y en reciprocidad o agradecimiento a esta inesperada atención, fue invitado a participar de la fiesta, que era lo que él quería, para tener entrada a la casa y dar pincipio a su conquista.

Ese día, ñor Pedre, hizo derroche de largueza, de buen humor y de galantería con todas las hembras que encontraba a su paso, particularmente con la que él quería, que fuera la dueña absoluta de su anciano pero amoroso corazón que aún le palpitaba de alegría dentro del pecho, como en sus mejores tiempos don juanescos.

La madre de la cholita, que no era tonta, comprendió de inmediato las intenciones de ñor Pedre, y sea dícho en honor a la verdad, que le gustó el partido y abiertamente lo protegió, para que cuanto antes se formalizara el contrato y su hija fuera la única y universal heredera del Mtusalén, que ya poco le faltaba para doblar la esquina y le digan su misa de réquiem in pace amén.

Terminada la fiesta, ñor Pedre, visitaba casi de contínuo a su adorado tormento, y le hacía muy apreciables regalos para irla catequizando poco a poco, y de esta menta conseguir que le diera el sí, para pedírle su mano a sus padres y darle a ella su nombre y su fortuna.

Pero, la cholita se mostraba refractoria, por que como toda mujer joven son desafectas a hombres viejos, y su inclinación es siempre favorable a los mocetones que tienen el don de saberlas engañar.

No sabía caso, que la cholita, era atrayente por sus cuatro costados, y hasta se decía que las autoridades locales, le hacían también la rueda, pero ella, se defendía rechazándoles sus propuestas.

Ñor Pedre, que ya se ha´bia encariñado con la cholita, no se daba por vencido, y no la dejaba ni a sol ni a sombra, por que se había apoderado de él, la creencia, de que “No hay mujer honrada, siendo bien enamorada”, y de que “el que la siguie la consigue”, y por que “dádivas quebrantan peñas”, aunque otros dícen, que, “Amor viejo es amor chocho” o “Viejos a la tumba, y Mozos a la obra”

El hecho es, que él no dejaba, y como buen artillero de su época, disparaba al objetivo con admirable puntería, que hubieron momentos que muchos creían que la plaza se rendía y que ñor Pedre cantaría victoria.

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Un buen día, hizo personalmente la recolección de los mejores choclos de una de sus chácras, ensilló su yegua blanca, con el mejor apero plateado que tenía, colocó los frutos en una bonita alforja bien labrada, la puso a la grupa, y enfiló rumbo a la casa de su adorada, Michela, que así era su nombre, pero que todas la llamaban “Miquela”.

Pero, cual no sería su sorpresa, cuando paró su yegua en la puerta, y lo primero que vé, es a su Miquela en las faldas de un sujeto que la tenía con el brazo izquierdo sobre el hombro, y en la otra una copa vacía, en momentos que pedía con voz estentórea, que le sirvieran mas cerveza para tomar a la salud de su Miquela, a la que le dio un sonoro beso, que a ñor Pedre le cayó como latigazo en pleno rostro.

Ante tan inesperado cuadro, espoleó a su yegua, pero en ese instante, lo vió la madre la Miquela, ña Trina, que sin pérdida de tiempo, saltó a la puerta y le díce: “Adios ñor Pedre, quengride que taste, parede que lus juere lajar sus choclos, apeyese oste, y venga pa que tomemos un poto”.

Entonces, él le responde, “Nues engredices ninguna, sino el modo de saber sentir las palabras, ya lo sabe uste ña trina”, en esto se mueve la yegua, por que nerviosamente él la había sofrenado, y por hacerla mantener quieta, le díce: “yegua mañosa”, palabra que la toma a pecho la Trina, y rápidamente se la contesta así: “Mañosa, será suaguela, so viejo animal atrevido, como estuviera aquí mi marido pa que lo sacara las muelas.

El sujeto aludido, que no había escuchado bien el diálogo, y solo ha´bia oído las últimas palabras de ña Trina, desenfundo su revolver, y dirigiéndose a ñor Pedre, le díjo “yo no tolero, que nadie le falte a mi suegra, ni que se tome como bandera el nombre de mi Miquela”, y a continuación dispara dos tíros, con los que se espanta la yegua, que casi larga al suelo a ñor Pedre, y con las mismas parte la carrera, sin que el jinete pudiera contenerla hasta que llegó a su casa entrando precipitadamente en ella y atropellando a cuanto encontró a su paso.

Mientras esto le sucedía a ñor Pedre, la casa de ña Trina se convistió en una olla de grillos, y aprovechando esta confusión, el otro, ayudado por cuatro de sus compañeros, levantaron en peso a la Miquela, la pusieron a la grupa del caballo que cabalgaba el valentón y abriéndose paso a tíros, partieron sin rumbo conocido, y sin temor a ser perseguidos, por que no había policía rural ni quienes se abrevieran.

Dícen, que cuando ñor Pedre, supo lo ocurrido, exclamó lleno de la mas profunda indignación: “Bien decillan los viejos, que naides sabe pa quien trabaja”, “mas es lo que yo he gastau en ella, paque otro venga y la provecha, pero, conmigo está, porque aunque sea su mama me la tiene que pagar”.

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COME LIAGUES OTRE GUELTE

José de Neque, era un cholo alto, fornido, de mas o menos cuarenta años de edad y semi tonto, debido a la abundancia de chicha que desde niño había consumido, así como de los golpes que en las pendencias que armó en su época de mocetón, le dieron muchos de sus contrincantes y taberneros como él.

Varias veces estuvo de novio con inminente probabilidad de casarse, pero, otras taantas quedaron sin efecto, por que tuvo la mala pata, de que cualquiera hijo de vecino lo adelantara cargándose la polla o por que él daba motivo que la novia o la familia de esta estimaba suficiente para que no se realizara.

Pero al fin llegó el día en que Jusé de Neque, a pesar de ser cuarentón, hubiera quien lo tomara como marido ante la Santa Madre Iglesia de la “Bendita María Malene” de la Villa de Eten, y formara su hogar propio con una china de tercera o cuarta mano, que tenía como apodo la “Repartidores” y como fruto de esos honestos procederes, nada menos que una docenita de hijos que equivalía a razón de tres por uno, esto, que aquella época, no se conocía ni por el forro el aceite que después los “gringues” bautizaron con este nombre.

La “Repartidores”, como buena gallina de raza, y desde luego buena calculista, aceptó como marido a “Jusé de Neque”, que por éste a la muerte de sus padres, había quedado como el único heredero legal de ellos, y por lo tanto, no era humano ni justo, que un hombre en tales condiciones, se quedara condenado a la soledad y sin tener quien le alcance un vaso de agua cuando estuviera enfermo, o uno de chicha cada vez, que él deseara saciar la sed, devoradora que nunca le faltaban.

Uno de los útiles maridos de la “Repartidore”, volvió a requerirla de maores, con tal constancia, que al fín recobró sus fueros, por que estaba convencido, de que “Carbon que hasido braza con facilidad se enciende, y por que “Perro que come huevo aunque le quemen el hocico”.

Pues, no cabía duda, que estos viejos y sabios aforismos, les venían respectivamente a estos flamantes esposos, como “anillo al dedo”, a ella por sus hechos que le valieron el significativo apodo que ostentaba y a “Jusé de Neque”, por su hábito a la chicha.

Circunstancia, que su antecesor aprovechaba admirablemente, para reemplazarlo casi a diario, lo que dio motivo, para que el vecindario se fuera dando cuenta de lo que ocurría, y para que no faltaran muy acren comentarios, contra la censurable conducta de los examantes, que daban al barrio tan mal ejemplo.

Pero, una noche, se les “Durmió la mosca”, y cuando menos lo pensaron, les cayó “Jusé de Neque”, de una manera impensada y los sorprendió entregados a ambos bis a bis y en el mas profundo sueño.

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Ante cuadro semejante “Jusé de Neque”, se sintió herido en sus fueros, y pensó en la clase de castigo que debía darle a quien así ultrajaba su hogar y su dignidad, hasta que tomó una resulta determinación, y en seguida la puso en práctica en esta forma.

Se sacó la faja que la sostenía a manera de cinturón el pantalón y cuidadosamente le ató a su contendor, los pies y las manos sin que este sintiera, debido a la borrachera que tenía encima, y luego valido a sus fuerzas, lo levantó en peso, se lo puso sobre el hombro y salió con su bulto cargado con dirección a las afueras de la población, hasta que llegó a un sitio que lo separaba de su casa, unos quinientos metros, en el cual, lo bajó con cuidado, y después que lo desató, le dijo: “So gedionde, quien ria diche quentres mi case, y que tieches gurmir cun mi chine”, el culpable que era un cholito endeble y pequeño, no tuvo ni alientos para contestarle, temiendo que el ofendido lo apanara de un solo combo, o que le hiciera algo grave.

Entonces, “Jusé de Neque”, viendo que no le contestaba nada, le díjo: “come otre guelte liagues, mas lejos te voi dejare! Y dándole un empellón que que el otro aprovechó para poner las de Villadiego, él se regresó tranquilamente a su casa a ocupar sin recelo alguno, su nido nupcial, y a vivir en paz y armonía con su irremplazable esposa.

Desde que aquel suceso, se hizo del dominio público, los “paisanes” le dícen a todos los que tienen quien los suplante, “Juée de Neque”, sustituyendo así, la palabra “Nachón”, tiene le mismo significado.

MALE LEY MIA DADE NIAQUE

Aprovechando los tres días de las fiestas patrias, se pusieron de acuerdo varias familias residentes en la Villa de Eten,para hacer un paseo a lahuerta de un conocido cholo, que hacía fecha las venían invitando, en correspondencia a las atenciones que estas le dispensaban, cuando él las visitaba.

La caravana hizo el viaje a lomo de burro y, los víveres así cómo todo el menaje de cocina, licores e instrumentos musicales, fueron conducidos en una carreta, de bueyes que el mismo cholo proporcionó a los paseantes.

Llegados todos al lugar designado, se procedió a descargar y poner en orden todo cuanto constituía la base de la fiesta.

Cada cual, se esforzaba por hacer su parte, a fín de quedar líbre para dedicarse a recorrer el campo a comer frutas, a bailar y a todo lo que se presentase, desde que su presencia allí, era para salír de la vida rutinaria del pueblo y con vivir con la Naturaleza, esos momentos que

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muchas veces es imposible que se repitan, por causas ajenas a la volu tad de uno mismo, o por otras de fuerza mayor que uno no puede vencerlas.

En ese paseo, habíanse hermanado estrechamente, todo cuanto los humanos pueden ambicionar para estar ampliamente satisfechos.

Primero, la magna fecha de nuestra satisfechos.

Segundo, que cada uno estaba rodeado de su familia.

Tercero, que se aspiraba aire puro saturado por el perfume de las flores.

Cuarto, un explendoroso sol, que daba vida y calor a todo cuanto existía en ese simpático lugar.

Quinto, el día estaba sereno, la brisa movía lentamente las ramas de los árboles que nos daban sombra;

Sexto, las aves lanzaban al espacio los trinos armoniosos de sus gorjeos.

Séptimo, la orquesta tocaba las mejores notas de su repertorio.

Octavo, las ollas con el calor del fuego, conteniendo los guisos condimentados, dejaban escapar por entre su tapa el vapor acuoso de los apetitosos potajes que teníamos que devorar; y por último, todos bailaban, cantaban, saltaban y gozaban con entera libertad.

De consiguiente, todo era alegría, dicha y libertad. Durante la comida, se hicieron algunos bríndes en homenaje a nuestra Emancipación Política, se pronunciaron discursos alusivos al acto y a los postres se declamó la siguiente décima.

“Por este bello jardín

De flores tan primorosas,

En el que abundan las rosas

Las diamelas y el jasmin.

Por ellas, que nos saturan

El ambiente que aspiramos,

Y extasiados nos quedamos

Contemplando su hermosura:

Bebamos todos por éllas,

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Hasta encanciar las botellas.

En seguida, se reanudó el baile con todo entusiasmo, y cuando ya se consideró oportuno, se sirvió una copa general de cerveza ;arca Gallo inglesa, para asentar unos sandwichs de jamón que estuvieron artísticamente preparados.

Hecho el salúd de ordenanza, todos se llevaron las copas a la boca apurando el contenido, por que la condición fue, que el que dejaba algo pagaría una multa. Cuando, el dueño de la huerta, haciendo un gesto desagradable, larga la bocarada de cerveza que había absorbido, tira la copa por un lado y notoriamente molesto díce: “Mala ley nian dade miede de cabaye pur vine, si yo se este, un diable lus aceibe, come asine traten a suamigue que lus a traide pa su chacre, agore mes me mandese todes disqui, antes que lus suelte mis liales paque les saqui.

Por mas que le hicieron ver su error, el indio se mantuvo en sus siete y todos tuvieron que abandonar la huerta, para evitar desagrados.

Es que el, nunca había tomado cerceza, por eso se le ocurrió decir que era orines de caballo.

MANIFESTACIONES DE ALEGRIA

Cuando los indígenas de la Villa de Eten, celebran alguna fiesta religiosa, social o familiar, su primera preocupación es, la de beber cañazo, anizado o aguardiente del mas barato que haya en palza; raras veces toman vino o cerveza; pero tan luego aprueban aunque sea un pedazo de pescado salado con ají picante, se embotan de chicha y se tornan habladores, cantores y hasta improvisadores de díchos y de versos que en algunos casos, les resultan a pedir de boca, pero en la mayor de las veces, unos perfectos disparates, que era ellos, da lo mismo por que malos o buenos son aplaudidos por los que los rodean.

Por ejemplo, cuando están bailando, hacen una pequeña parada y a voz en cuello dícen: “Que víve sante trinidad, hoy estamos vivos y mañana esteremos muertes, y naides a de comer por nosotros hi luñe diel joque, Vivee…..

Si están con un mate de chicha en la mano y quieren invitar a su compadre a beber, le dícen: “Venguesté cumpá, tiraremes un pote, no criguesté que pur que en la tinaje nuay, mi peche la redame”.

Cuando alguien pasa por la puerta de la casa a donde está jaraneando alguna chola que lo conoce, y quiere hacerlo que entre, la grita así: Adios siquiere ñor Nauxime, que tiese que pasasté, parece que jueramos pelieade, vengueesté pa que divertimes con nosotros, pur que si mañane murines, naides divierte pur su persone”.

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Si el cholo, está ya “enjurriade” (enchichado) no es extraño que también le conteste en este forma: “no diuesté ese ña Simone, perdondesté que ni liabiye reparade, sinó cuantuá dentro a tirarme su pote cun su persone, pere, aquí vengui pa veiguesté que lus atiende su llamade y que noliaeche diagreles”.

En una casa en donde se celebraba el cumplaños de una china que tenía varios cholitos que la pretendían, llegaron como invitados de un compadre de los padres de élla, dos sambos de los pueblos de la provincia de Lambayeque, que también les gustó la china, y cuando el arpista se preparaba a tocar la marinera que le habían pedido éstos para bailar con ella, por su turno, el cantor le largo este verso:

“Paquías salido a bailare

Cun un sambe forastere,

Quiá penes llegue ya quiere,

Que nus punimes dantare.

Cuidade lustés oyende

Al sambo su palabreye,

No seigue cose que creye

Que ya vos lustás queriende.

Entonces el compañero del sambo, se acerca a la arpa, y canta lo siguiente:

“La china que quiere a cholo

No tiene mas que una luz,

Camotes por desayuno

Y al año un solo capúz.

Ahora si te conviene

Elige entre los dos,

Al cholo que nada tiene

O a Marcelino Muñoz.

Nombre del sambo que estaba bailando con la china, al que sacando de su bolsillo un par de soles de plata con varias pesetas, se las tiró sobre el arpa al compañero, pero el cantor del

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arpista éste, se tendieron a recogerlas, armándose una bolina entre ellos, por que cada cual se creía con derecho a su propiedad, mientras por otro lado los granujas también se las disputaban a empellones hasta que de tanto forcejeo, uno cauyó sobre el arpa, haciéndola astillas, con lo que se puso fin a la jarana, y hubieron demandas entre músicos que como se insultaron mutuamente en presencia del Gobernador, éste, los puso presos a los dos cuarentiocho horas, para que no vuelva a pelear.

PA ESO ES MI MARIU

En la época en que don José Carmona, desempañaba la Gobernación de Monsefú, tuvo muchos ahijados y compadres desde luego, entre los indígenas, una noche, que él personalmente, hacía ronda en la población acompañado de la Patrulla de turno, con el fín de darles una batida a los rateros que mortificaban a los habitantes de su jurisdicción, al pasar por una calle, oyó el llanto de una mujer, que lastimeramente, con voz cavernosa imploraba perdón, y a lejos se dejaba oir claramente el chasquido del látigo que le caía sobre el cuerpo.

Con la premura del caso, se dirigió al sitio donde sucedía esto, y antes de tocar la puerta atizvó la mirada por la boca llave de la chapa, encontrándose frente a un cuadro indigno de seres racionales.

Los protagonistas, eran nada me menos que dos compadres de los que muchos que él tenía por ese barrio.

Ese cuadro era el siguiente: amarrada de pies y manos contra el hocón que sostenía en el centro de la sala las vigas del techo, estaba su comadre solo en camisa, y el marido de ésta, con un grueso catastro de esos que usan los gañanes para manejar los bueyes, la crucificaba ferozmente sin ninguna compasión.

Al ver semejante salvajismo y cobardía, tocó violentamente la puerta, dándole a la vez su nombre y el cargo que investía, urgiéndolo para que inmediatamente abriera.

Chafloque, que así se apellidaba el castigador, obedeciendo la llamada de la autoridad, abrió enseguida, y le preguntó que para que lo buscaba.

Entonces el Sr. Carmona, entrancó y encaminándose al sitio a donde estaba su comadre hecha un Cristo, le respondió “Para esto, y sacando su cortaplumas, procedió a cortarle las ligaduras que la aprisionaban, increpándole a su compadre su contucta, y haciéndole ver, el delito que cometía.

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Chafloque, que aún tenía en la diestra el cabestro, le díce: “Deigasté gracias, qués mi compadre y el Gobernador, sinó agora mesmo, lo votara de mi casa, por que ésta es mi mujer, y naides tiene por que meterse en lo que yó hago coneya, en mi casa yen mi mujer, mandó solo yó, ya lo sabesté”,

Como la china, desde que la desató, se había refugiado en su dormitorio para evitar la mirada de los presentes, se puso su ropa exterior y permaneció al pié de la puerta, sin darle cara a su compadre..

Ante la brusca respuesta del delincuente, el Sr. Carmona, dispuso su detención, para levantar el sumario correspondiente y remitirlo al siguiente día a Chiclayo, a disposición del Juez del Crimen para que le aplique la sanción que merecía.

Tan luego la china vió, que los miembros de la Patrulla, apresaban a su marido, salió de su escondite y se le enfrentó, a su compadre diciéndole con indignación: “Oigasté siñor compadre, porque manda preso a mi maríu, el nuá, robaú,niá matáu a naides; a usté ue li importa, nas que pegue, pas eso es mi maríu, páque me deiga criyanza; lárguelo usté, pórque sinó, lo meto juicio, páque no se guelva meter en la casa ajena, como luastecho agora”, enseguida corrió al lado de su marido y hacía forcejeos por librarlo de las manos que lo sostenían.

El señor Carmona, profundamente indignado con el procedimiento de sus compadre, descolgó el freno con guarniciones de niquel, que estuvo en la pared, y se lo dio a Chaflo, diciéndole: “puesto, que tu mujer díce, que nadie debe de meterse a defenderla, por que tu como marido, tienes derecho a darle crianza, toma este freno y dále con el hasta que te canses.

Enseguida, abandonó la casa, y se fue comentando la escena que cada vez que a alguien se la contaba, le agregaba estos versos.

“Pagar un bien con un bien

No lo he visto todavía.

Pagar un bien con un mal

Lo veré toda la vida.

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NELAYE SU PURQUERIE, PAQUIANGUEN GRITERE

Había un sujeto que tenía como dícen los eruditos y los ciéntificos, la enfermedad de la Cleptomanía, que criollamente conocemos los empíricos y profanos, con el nombre y lenguaje pueblerino de “mala Maña”.

Este sujeto, estaba especializado, en apropiarse de todo lo que encontraba a su paso, con tal rapidez y maestría, que dejaba turulatas a sus víctimas, y en completa indecisión, por que nadie presumía que un tipo como éste, raquítico, de aspecto humilde, voz afeminada, cabeza baja, con el mentón descansado sobre el pecho, y con ademanes de mosquita muerta, fuera un aprovechado dicípulo de Raffles o de Fantomas.

Como “tanto va el cántaro al agua, que al fin sale sin aza” le llegó su día, y lo pillaron infraganti con las manos en la masa, esto es, con una buena colección de ejemplares de corral, entre los cuales sobresalían gallinas de diversas razas; varias parejas de patos, ídem de ganzos, un vanidoso pavo y hasta un meditabundo y paciente jumento que el dueño de casa tenía destinano para trasportarlas en una gran alforja aneguera, a los Mercados de consumo.

Obvio es decir, que el dueño de las aves, casi lo muele a palos, si la oportuna intervención de unos vecinos, no se lo impiden amistosamente y lo persuaden, de que mejor lo entregara a las autoridades, para que ellas lo castigaran como merecía.

El incidente fue rápidamente conocido, por todo el pueblo, en menos tiempo que el lector emplea para darle su vistazo a estas líneas.

Todas las victimas de este tió, se aglomeraron en la puerta de la Gobernación, para conocer de cerca a su asiduo visitante nocturno, que tan malos ratos y zozobras les había venido causando.

Presente el Sr. Gobernador, e informado de todo lo ocurrido, trató con riguroso desenfado al delincuente.

Los agraviados, descargaron contra él todas sus acusaciones; algunos los mas exaltados, pedían a grítos que la autoridad se lo entregara al pueblo, para que éste, lo ajusticiara, mientras otros recomendaban calma.

Como la gran algazara subiera de tono a cada momento y la agitación era inusitada, el Gobernador estaba en cuitas, y no sabía como calmar los enardecitos ánimos, por que sus palabras, sus recomendaciones a sus promesas, para entregarlo a la autoridad competente, era rechazada por el pueblo, el que hizo varios intentos de allanar su Despacho, para apropiarse del acusado, que humildemente y semiacurrucado en un ángulo de la

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Gobernación, escuchaba con la mayor sangre fría, los gritos de su víctimas y, el rágico fín que le esperaba si la suerte no lo acompaña en este delicado trance.

En estos críticos momentos y por obra de la casualidad, llegó a la Gobernación un comisario Rural con varios Gendarmes, al ser aquel informado por el Gobernador, de todo lo ocurrido, y del peligro que se cernía sobre el ratero, de todo lo ocurrido, y del peligro que se cernía sobre el ratero, convinieron en que inmediatamente se lo llevara a la Capital de la Provincia, para que ella se le juzgara.

Dicho y hecho, el Comisario ordenó que dos Gendarmes lo amarraran con codo, y se lo llevaran a la grupa, debidamente custodiado, para que el pueblo no lo linchara. Una vez que estuvo en el anca de uno de los caballos, el tumulto lo insultaba, y como quien despierta de un sueño letárgico, alza la cara, mira acuciosamente a los que lo rodean, y con vos burlona y faz sonriente, les díce: Malaye su puquerie, paquiaguen tante gritere, hyn sus criyes paque se les reviente cualquiera”.

Como los manifestantes, comenzaron a tirarle piedras, al Comisario, dio orden de partida y así hicieron.

DEIGUEME LA CRIYE QUE LUS HAI TRAIDE I

Siendo Gobernador de Monsefú, el Sr. José Carmona, tuvo que aceptar el padrinazgo de varios matrimonios y bautismos, respetando así las costumbres del lugar, a fín de que no le creyeran egoísta ni tacaño.

Un matrimonio etenano que hacía fecha se había radicado en dicho distrito, y que se dedicaba al tejido de sombreros, de junco y de mocura, industria que se la enseñaron, a muchas familias monsefuanas, también lo hicieron padrino de dos de sus tiernos hijos.

Durante tres días, se bailó con bastante entusiasmo, se comió opíparamente y se bebió muy buenos licores de la época.

Los padrinos obsequiaron a su ahijados con magnificos regalos, y cuando terminó la fiesta, todos llevaron muy gratos recuerdos de ella.

Hacía fecha, que en la ciudad y en el campo, se sucedían frecuentes robos, sin que nadie pudiera dar con los cacos, fechorías que tenían alarmadas a las víctimas, por lo que el Gobernador, al aproximarse la feria del Sr. Del Cautivo, reunió en su despacho a los mas connotados vecinos, con quienes acordó darles una batida en forma a fín de poderles dar garantías a todos los habitantes y a los millares de visitantes que acudieron a solemnizar con su presencia, dicha festividad, social religiosa.

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Para conseguirlo, se resolvió, que se organizara el servicio de Patrullas Nocturnas, integradas por los mismos damnificados, para que hubiera mayor interés en la pesquisa.

Estando el pueblo en víspera de la tradicional feria, al Gobernador dispuso, que la Patrulla de esa noche, se fraccionara en cuatro grupos, uno con órden de rondar todas las calles del pueblo y, que los otros tres actuaran en el campo, señalándole a cada uno su sitio correspondiente.

En uno de estos grupos fue el mismo Gobernador, cuando eso de las tres de la mañana, sorprenden a un indivíduo, que portando una guitarra al hombre, venía arreando por delante un burro cargado con dos costales llenos de hortalizas, maíz en choclos y frutas de estación, el que hacer rodeado por la Patrulla, reconocido y preguntado por la procedencia de lo portaba, no supo responder satisfactoriamente, por lo que el Gobernador, le hizo apresar y lo puso en detención junto con todo lo que se había robado, hasta el siguiente día, que se hicieran los esclarecimientos.

El Gobernador, como consecuencia de la mala noche, se quedó dormido hasta las 10 de la mañana, hora en la cual, ya lo esperaba sentada en una silla de la sala de su casa de familia, la mujer del preso, la que al verlo salír de su dormitorio, lo saludó cariñosamente y a continuación le dijo; “Veiguesté cumpadrite, aquí lus traigue este criye, paque lu comesté cun mi siñore cumadre y sus niños, en nombre de sus hijades”.

El señor Carmona, recibiéndosela, le da las gracias, la invita a sentarse, llama a su señora, y se la entregó para que la mandara al corral.

Como en ese momento le servían el desayuno, invitó a su comadre para que lo acompañara, lo que ésta aceptó de sumo grado.

Una vez que estuvo sentada en la mesa del comedor frente a su compadre, le preguntó entre sollozos si era cierto que es madrugada, la Patrulla, ha tomado a su marido y lo tenía preso. A lo que él le respondió afirmativamente.

Entonces, la chola, le díce: “Pere, sior cumpadre, pur que pué, liastieche ese con mi maride, no sabiyesté cual es su cumpadre diusté y que sus hijades y todos mis chulites y mis chinites están en griteres diade la mañane?”

“lo siento comadre, pero, la autoridad, tomó anoche a un ladrón y como tal, que mandarlo hoy a Chiclayo, para que el Juez del Crímen, resuelva lo que él crea por conveniente, ya lo sabe Ud. Comadre.

Como movida por un resorte eléctrico, se puso de pié la chola y después llorar desesperadamente, reacciona, y con voz entrecortada por los sollozos, le díce: “Gueme

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cumpadre, comiuste lu va nada a mi marido prese a Chiclayo; deigueme la criye que lus hay traide”.

“Muy bien”, le contestae el Sr. Carmona, y llama nuevamente a su señora y le díce, que le devuelva la gallina a su comadre, lo que inmeditamente se hace.

Cuando la chola tuvo la gallina en las manos, la cubrió totalmente con su manta y se sentó sin proferir una sola palabra.

Como la hora era avanzada, el Sr. Carmona, le díjo: “Comadre, yo tengo que ir a la Gobernación, de manera, que Ud. Puede quedarse aquí hasta la hora que guste, que después que me desocupe, volveré y tendré el gusto de atenderla”.

Entonces, la chola, le responde; “yo también me tengui que ír, pere, sabesté cumpadre, que a la criye, le falte el hubite quiatráide, pur eso no me haidido.”

“Bueno comadre, espérese un momento” Luego por tercera vez a su señora, le díce: “Vete a ver adonde ha puesto la gallina, por que mi comadre esta reclamando el huevo, y lo traes para devolvérselo.

Hecha la búsqueda, se encontró al huevo, sobre una de las camas de la familia, que por descuido dela sirviente, en vez de haber soltado al gallina en corral, la dejó en el callejón que comunicaba con los dormitorios, en uno de los cuales entró el animal y puso su huevo en la cama mas inmediata.

Ya puede deducír al lector, lo que la chola había hecho con la gallina antes de obsequiársela a su compadre y después que éste se la devolvió a su solicitud.

TAN BRUTO SOS SUANIMAL

Dos mozos veinticuatrinos, trasnochadores de oficio, files adoradores de Dios Baco, guitarristas de taberna y bolineros como ellos, solos no había quien los igualara en diez leguas a la redonda por que eran de toda broza y hasta de manos sueltas, por lo general alternaban en los calabozos y hasta en las celdas de la Comisaría y todos los días del año los hacían fiesta.

Como arrastradores de hembras, paralos “patrones” no tenían precio; para Capituleros del Hampa, eran el número uno; para soplones una notabilidad y para Comodines, nadie les iba en zaga, de tal manera que eran múltiples y a todo evento se acoplaban con asombrosa facilidad.

Conocían el pueblo hasta sus últimos extramuros y a sus habitantes de uno en uno, con todos sus defectos y virtudes, en resumen eran los don Necesarios para las propagandas

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políticas, a cual fuere la idiología o la doctrina de los Partidos; por que ellos estaban el agua, ahí estaba el pescado”, su compromiso partidarista en las garras de un gato.

Como canturriadores populares, estaban al día con la letra de los cancioneros y la música arrebalera de sus barrios, lo que les facilitaba el desempeño de la misión que les encomendaban los políticos ventrales o los “Barba Azul” que en todos los pueblos nunca faltan, y que todavía tienen la suerte de que sus víctimas se los disputen.

Pero, volvamos a nuestros referidos sujetos, que sumadas a sus características biográficas y singular lenguaje, plagado de terminados vulgares, lo daba suge para hacerse entender de todos los de su clase, y para llevar a cabo sus honestos trabajitos que tanto los prestigiaba.

Estos, que llamaremos nuestros Campeones, tuvieron cierto día, una reyerta de boca o boca, por la que simultáneamente se lanzaban un nutrido fuego de plabrotas, capaces de hacer temblar hasta los cimientos del averno, hasta que en una de esas, azuzados por los espectadores, se fueron a los manos propinándose a la criolla, buenos combos a la sambo, mordiscos a la chola, cabezazos a lo chalaco, zancadillas a lo palomilla, ganchos a lo Demseym recti a lo Pantera Negra, y sus numerosos tirones de cabello a lo meretriz, Refee los separó, poniendo fin al primer Gon.

El segundo encuentro, fue bien reñido, porque ambos pújiles, emplearon una tren de combate activísimo, que ya lohubiera querido tener para su gasto, Campertier, Jer, Lois, Smelling, Fierpo y todos los ex Campeones y Campeones habidas y por haber en todos los emisferios.

Después de sacudirse bienel canasto, desternillarse las troneras hincharse el hocico y mandarse una colección de patadas como machos chùcaros, logra uno de ellos, darle un artícico ycariñoso trompón en el ojo izquierdo a su respetable colega, que se lo pone como chirimoya estrellada contra el suelo por un palomilla, y se lo trae a tierra después de hacerle ver toda la constelación estelar, haciéndole decir al tambalearse y caer “basta”.

Entonces, el Refee lo ayuda a levantarse y comprobarse, y comprobando que estaba fuera de combate, proclama al vencedor, y hac e que se estrechen los dos la mano, pero, como el vencido le preocupaba mas el ojo averiado, le díce; “Tan bruto sos suanimal, que no ves onde das” a lo que el otro le responde: “Parese semos amigos, aguanta nomas”.

Con lo que terminó el Mach, quedando siempre como amigos hasta la fecha, sin pretender revancha.

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UNA EXHIBICIÓN POLÍTICA Y SUS CONSECUENCIAS

Era el 18 de mayo de 1904 día en el cual, mediante la intensa propaganda de dirigentes políticos del Civilísmo, que patrocinaban la Candidatura Presidencial del Sr. Manuel Candamo, y la de los de la Coalición Demócrata Liberal, que apoyaba la del Coronel don Fernando Seminario debían reunirse en la Plaza de Armas de Chichayo, “Hoy Parque Principal” las fuerzas electorales de ambos contendores para definir popularidad.

Con tal motivo, fueron puestos a disposición de los adeptos trenes especiales con sendos convoys, que recogieron en todos los pueblos y haciendas unidas por ferrocarril, a todos los que quisieron engrosar las fílas de sus candidatos.

En la Villa de Eten, a la voz de “Vanes chiclaye que van dar harte chiche cun gutijarres”, faltaron coches y carros para conducír a los manifestanes. Muchos de los cuales, cantaban durante el viaje, lo siguiente.

Ñor Manuel Gandame

Nus quiere guberna

Pero ñor de seminarie

No lus dejara.

En la Plaza del mercado de Chiclayo, habían colocado en varios sitios, barriles abiertos de vino corriente, de chicha y de aguardiente, a disposición, de los adeptos del Sr. Candamo, y multitud de Butifarras que las custodiaban su respectivo Guardían.

Como toda la gente que venía de los Pueblos y de las Hciendas, tenían que reconcentrar en la Plaza aludida, ésta se vió repleta de cabo a rabo como el que menos se trincaba sus buenos tragos y cuantas butifarras, se pusieron habladores y lanzaban sonores vívas a su Candidato; mueras al contrario, sátiras indirectas y hasta sus cuantos intergecciones, que después las ahogaban a copasos.

Los paisanos de la Villa, no perdían al tiempo en discusiones, pero ello aprovechaban, comiendo “gutifarras” y asentandolas con todos los licores que tenían a su alcance, guardadndo precavidamente algunas en el seno, por si acaso, llegaran a agotarse.

Un grupo de mataperros, aprovechando el descuido de los Guardianes que se entretenían viendo las avalanchas de gente que venían de distintos lugares del departamento, les echaron buena cantidad de sulfato de soda a todos los depósitos de aguardiente y vino; y jalapa en polvo a los de chicha, moviendo el líquido con sus bastones, convirtiéndolos en purgantes.

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Como los Civilistas atendían a su gente, a medida que ingresaban, les propinaban sendos jarros de aguardientes, vino y chicha para que tuvieran ánimo en caso dado, inclusive su dotación de butifarras.

A las 5 más o menos, se oyó la explosión de un petardo de esos que hacen los Pirotécnicos para dar salvas, y esto dio motivo para que los matones sacaran a relucír sus revólveres, hicieran algunos disparos al aire; y, los “Cachacos” también los secuendara. El que menos puso piés en polvorosa, a una velocidad de 500 kilómetros por minuto, saltando baches y todos los obstáculos que encontraban a su paso, con tal agilidad, que parecían radio eléctricos.

Los etenenos que se encontraban en su carrera con algún paisano, o pariente, le decían: “Corre gedionde, no queries gutijarres, tome tus gutijarres”.

Otros con los pantalones en las manos, salían de los sitios solitarios, y en las mismas las picaban con rumbo a la estación de la Empresa del Ferrocarríl y Muelle de Eten, para tomar los trenes extraordinarios, pero los granujas las perseguían a piedra límpia gritándoles: “Oye gedionde, no queríes chiche con gutijarras, tome tus gutifarres” y piedra con ellos.

Los pobres músicos, corrían con sus instrumentos abollados, el Bombo y el redoblante, cortados y por este órden, como los soldados derrotados y perseguidos de cerca por enemigo que trataba de exterminarlos.

Los que llegaron primero a los coches, cerraron puertas y ventanas y cuando las Máquinas salían con rumbo a su pueblo, una lluvia de piedras rompía celosías y vidrios, haciendo alguinos impactos, gritándoles los atacantes, “tóme tu gutijarre”.

Los que no alcanzaron los extraordinarios, hicieron su regreso a Eten, por caminos extraviados, llegando a su tierra hechos una desdicha, cansados y maldiciendo hasta en la hora en que fueron a “Tirar chiche y reventar gutijarres”, por que mas era lo que habían sufrido y los sustos que pasaron, que todo, lo que ganaron.

A los que llegaban así a su pueblo, sus paísanos que ya sabían lo que les había ocurrido, les preguntaban con sorna, como les había ido en Chiclayo, ellos les respondían: “Ay gedionde, cuasi nus han matade”. Sí”, replicaban los otros “No querives gutijarres”, tome tus gutijarres”, debes golver pa que te deigan la yape lus chiclayenes”.

Mientras esto sucedía con los despavoridos etenanos, en la casa de don Augustín Iturbe, “Hoy Royal Hotel” donde estaba alojado todo el Estado Mayor del Civilismo, hicieron algunos disparos de revólver, matando instantáneamente a Juan Mayorga, un fervoroso partidario de la Coalición Demócrata Liberal, que indignó al pueblo, el que proveyéndose de una lata de kerosene Marca “Rosa Blanca”, le iban a pegar fuego a su casa, para arder a todos los que en ella se encontraban, pero la oportuna intervención del Dr. Don Juan de

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Dios Lora y Cordero y la del Sr. Manuel María Izaga, prestigiosos líderes chiclayanos a quienes el pueblo quería y respetaba, impidieron que tal acto se consumara, sino esa tarde se hubiera presenciado una dolorosa tragedia, de sabe Dios que lamentables consecuencias por que el pueblo enfurecido quería lincharlos.

Hubieron muchos heridos a pedradas, y los de la Coalición Demócrata Liberal, fueron dueños de la Plaza.

Los Garibaldinos, Angle Badarellí, Miguel Pereda, Guillermo Matienzo, Pedro Dávila, Ezequiel Bravo Llúncos y otros de esa Legión de Izquierdistas de entonces, fueron los jefes de esa resistencia, y los que junto con Camilo Esquerre, formaron la Escolta del gran líder Chiclayano, Dr. Don Juan de Dios Lora y Cordero, luchador infalible, por el bien, la Justicia y la verdad.

Esta aventura política, dio motivo para que fuera comentada por mucho tiempo y para que los arpistas de Eten, le sacaran letra y música a su modo y la cantaran en Marinera, particularmente uno de apodo “Chivín”, que era una gran disparatero para hablar, al que le oímos la siguiente;

“Cuande vaigues a Chiclaye

Chole gedionde bribón

Amarra dure el calzón

Yande sole pur las calles.

Purque siandes en montón

Avivande a ñor Candames,

Te tiren lus chiclayanes

Pierde pur gutijarres.”

(Estribio)

¡Que te vanse corré

Comialme que siguel Diable,

Yasta luis diche

Reviente tuespesade

Y tire tu chiche;

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Que ñor Seminario

No lus dejará

Que lus Cevilistes

Nos guelvan mandá”.

I al final agregaba: “Que canti bien, o que canti ma, amí me tienen que pagá, sino ne paguen les hagui… sudá.

EL TORE LIA CACHADE MICHINE

Fieles a sus viejas costumbres, los etenanos, para celebrar la Pascua de Navidad, los Mayordomos, trataban de conseguir entre los devotos, varias niñas y niñas de diez a doce años de edad, para que don Antonio Quesñay (a) “Alzaburre”, los preparara en los cantos y danzas que deberían tanto a la procesión del niño Jesús, cuanto a la de Reyes.

A las niñas, las vestían con falda azul, blusa biacanca y sombrero de macora con cinta roja; a otras con falda amarilla, blusa rosada, pañuelo chalón a manera de mantón y sombrero de paja de trigo con cinta blanca; y a otras con falda de diversos colores, blusa ídem y lazo de cinta a la cintura, a todo este conjunto, las denominaban “Pastorcitos”, cada una de ellas lucía en el cuello collares de oro, perlas falsas o vidrios de colores y, grandes aretes.

Los cholitos, usaban trajes de colores vivos combinados con lentejuelas, cascabeles y máscaras de diversos animales, que los conocían con el nombre de “Diabliques”.

Las primeras, tenían la misión de asistír a la Misa del Gallo y cantar dentro de la Iglesia, y durante la procesión cuando recorría, las calles, la siguiente canción:

“Vames partorcites

Vames a Belén

Quia nacido el niño

Pare nuestre bien”

“vames pues de Price

Quel gaye canto,

Yen su canto dice,

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Ya criste nació.

Cada canto de estos iba acompañado de un baile, que consistía, en ponerse las manos en la cintura, balancearse de derecha a izaquierda y dar dos pasos adelante para retroceder uno.

Al final de cada verso, daban una vuelta completa y hacina una venia con la cabeza, a la ves que hacina el simulacro de arrodillarse.

Los “Diabliques”, tan luego las “Partorcitas”, terminaban su canto y danza, todos ellos bailabagn levantando sucesivamente los pies y los brazos, dando un salto atrás y dos adelante y dos medias vueltas, una para la izquierda y otra para la derecha; enseguida, salía el que tenía máscara de cochino y decía:

“Yo soy el diable zucchine

Que vengui de mi chiquere,

Pare sustare mi suegre

Yebar consigue su chine”.

Luego, los demás repetían en coro el mismo verso, per cantándolo y bailando su misma danza.

La que una vez terminada, salía otro, que tenía máscara de Jabalí, y en la misma mímicca, declamaba lo siguiente:

Yo como diablo mayore

A este pueblo he venide

Pa yebarmele agore

A las questen sin maride.

Terminando el coro y el baile, salía un grupo de cholitos vestidos con camisa blanca, pañuelo de seda de colores llamativos amarrados en punta sobre el hombra, sombrero de mocora o de cartón con papel plateado con una parte del ala de medio lado, una rosa de cinta colorada, azul, verde, celeste, amarilla, rosa o morada, pantalón del color de la cinta y una bolda al costado izquierdo conteniendo una pequeña cantidad de maíz en grano, del que tenían un poco en la mano y para danzar, hacían la apariencia de que lo arrojaban, cantando en coro lo que sigue:

“Venguen venguen mis Tiltiles

Venguen venguen a cumá

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El maice de mis Pajuiles

Que nus han hecho curré.

Al finalizar el canto y la danza, hacían el ademán de correr en distintas direcciones, pero, daban tres saltos y una vuelta completa hacia la derecha.

A continuación de éstos, danzaba solo y correteaba a los cholitos, un cholo disfrazado con un par de balletas de algodón cerrada en los costados, y abierta en la parte superior para que pueda entrar con facilidad la cabeza, mas abajo, dos aberturas para las piernas ceñidas en el centro, con una faja, dejándole un seno entre el abdomen y el pecho en las casas que penetraba, particularmente botellas de chicha, frutas.

Sobre la cabeza, pero cubriéndole la cara, una máscara de venado co su respectiva cornamente y una gran cabestro en la diestra para hacer despejar a “guaracaces” a los muchachos que se interpusieran entre los danzarines.

Detrás de éste, danzaba un grupo de cholitos con la cara enbadurnada de betún y vestidos con ropa vieja de gente mayor, que les daba el aspecto de esapanta pájaros, los que portaban un bastón de caña brava y un sombrero de pelo usado de cualquier color. La misión de éstos, era tocar matracas, latas, pitos y tambores, gritando a viva voz:

A la mishe a mishe

Anque no tengues camise.

Yeben todes su chine

Pa que cante la gayine

Al final de la procesión,

Vames todes andande

Quel cure estasperande.

No dejen todes de dir

Quioy nues de gurmir.

Al final de la procesión, venía “El tore”, una armazón de cañas cubierta con balletas, provista de en la parte delantera, de un par de astas de buey y en la tracera un rabo del mismo, en el centro, iba un cholo que lo manejaba y envestía a dos cholos ridículamente trajeados, que lo toreaban y le sacaban suertes con el beneplácito de los asistentes a tal espectáculo.

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Al llegar a una bocacalle, uno de los toreros, hizo varias suertes de capa, y en el preciso momento que el “tore” le enviste, él esquiva el cuerpo, y coge al “tore” le enviste, él esquiva el cuerpo, y coge el “tore” de una cornada, a un achola de mas o menos quince años de edad, y la estrela contra el pavimento, haciéndole una herida en el brazo izquierdo y una rotura en la cabeza que la priva del conocimiento.

Al darse el cholo cuenta de lo ocurrido, abandonó el “tore” y se las puso a todo correr hasta su chácra.

Como es de suponerse, se produjo la alarma consiguiente, y la herida fue conducida en camilla a casa de sus padres. La madre de esta, al ver a su hija en tal estado y creyéndola muerta, después de informarse de lo ocurrido, salió apresuradamente a darle parte al hecho, y cuando estuvo en presencia de él, le dijo entre sollozos; “Ay gogierne, el tore lua cachade, mi chine, y tapo su gete siñor, vames pa que le veigueste, antes que vengue mi maride del monte, no seigue cosa que me guaraqueye yo, pir que hay dejade que el tore le cache mi chine”.

El Gobernador, se constituyó inmediatamente a casa de la herida, pero, esta, ya había vuelto en sí, debido, a las atenciones que le habían prestado sus vecinas, y después de hechas las averiguaciones, se comprobó, que el acto había sido casual, y como el diagnóstico del curandero que la examinó, decía que las heridas eran leves, y que se curarían dentro de ocho días a lo sumo, se resolvió que el heridor, pagara la curación, al que se le hizo traer con el auxilio de la Patrulla, y después que se comprometió a acatar lo dispuesto por el Gobernador, se puso en libertad.

Eso, sí, este cholo, no volvió a manejar el “Tore” ni a entrar en ninguna danza.

GUELE QUE GUELE

Estando en vísperas de contraer matrimonio un laborioso obrero sus compañeros y amigos, acordaron darle una comida despidiéndole de la vida de soltero, para lo cual, hicieron una colecta entre todos y, cuando tuvieron listo lo necesario, se lo participaron por medio de una comisión adhoc, que fue integrada por los mas allegados a él.

Reunidos en la casa designada para agazajarlo, a la hora convenida, se dio principio a la fiesta, en medio de calurosos aplausos, atronadores vívas y un bríndis general por que le porveír le depare al futuro marido, una eterna luna de miel y por que en su nuevo hogar, le sonría la felicidad en todas sus manifestaciones.

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Después de hacerle los honores de ordenanzas a todos los potajes que constituían la comida prenupcial, se cambiaron significativos discursos alusivos al acto, asentándolos con buenos sorbos de aristocrático champagne.

Luego, se pasó a la sala de recibo, en la que les contertulies hicieron derroche de buen humor, emitiendo cada uno su concepto sobre el matrimonio.

Uno de ellos, haciendo constar que no conocía al otro, recitó los siguientes versos:

“Un amigo preguntó

A otro amigo que tenía,

La suerte de los casados

Por que él casarse quería.

Y el amigo contestó

Bajo de fiel amistad

No te cases todavía

Goza de tu libertad.

Por que eso de cautivarse

Es una cadena muy fuerte

Que solo podrá acabarse

En la vida, con la muerte.

Estos versos los compuso

Un casado arrepentido

Y po título le puso

¡Señor para que he querido!

Hubieron diversos comentarios en pro y en contra, entonces, para dirimir la controversia, se pidió que emitiera su opinión, uno que hasta ese momento había guardado silencio, y éste, en forma bromista, dijo: “Yó, también dejo constancia, que no soy el autor del cuarteto que les voy a espetar, de consiguiente, les recomiendo que, todos los que estén el asimuera o que pretendan casarse, le presten su debida atención, para que cuando lo hagan, y les resulte

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la contraria no aleguen ignorancia, no me echen la culpa a mí, acusándome de egoísta o de monopolizador de esta primicia, que a la letra dice:

“Amigo, si es que te casas,

Busca la novia más chica,

Porque en el aliño de la comida

La pimienta es la que pica”.

He dicho.

Es decir, lo que otro dijo

No sé, si tuvo o no razón

Pero llegó la ocasión

Que cumplió lo que predijo.

Y le tocó, una “chica” mujer

De príquete mangazueta

Que le daba con la chancleta

Y no le hacía ni que comer

Lo premiaron con aplausos a granel. Enseguida, se trajo la conversación, acerca de la forma como sería más conveniente que los casados pasaran su luna de miel, ya que la ciencia había puesto a disposición de la humanidad, muchas facilidades para hacerla mas atractiva y llena de emociones.

Entonces, un etenano que ya casi se ha´bia pasado de la medida dándose de la de gracejo dijo: “Yo creigue, que nuestre amigue, tar pronte come se case, debe dirse cun su novie a pesar su lune de miel en moreplan, purque asine tuel tiempo que esteu trepade con su mujer, y dure el viaje, tiene questar lus dos guele que huele hasta que lleguen pa poderse apeyar y dirse a buscar onde estar mas tranquile, sin que naides los molesten, purque pa ese se han casade. ¿nues verdad?

Si respondieron todos tienes mucha razón, esto merece copa, por que los viajes de bodas, hay que hacerlos en Moreplanes para que mientras dure el recorrido y los recién casados estén trepados en él “Guele que guele” hasta que lleguen y se puedan “Apeyar” para ir a buscar en donde estar mas tranquilos, sin que nadie los moleste, por que para eso se ha casado, muy bien dicho, cholo a tu salud.

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DESPUÉS DE LA OCTAVA

Terminada la feria del cautivo con su respectiva octava, se vinieron a la Villa de Eten, un grupo de amigos casa de un etenano, que hacía fecha los había invitado a darse un verde a golpe de Arpa y, a probar la “Nellicera” que según los doctos de la materia, era de esas que levantaba enfermos desauciados por los Médicos; avivaba a los tontos; ponía guapos a los cobardes y le devolvía el habla a los sordos mudos de nacimiento.

Después de un atracón de chilcano, seviche, arróz con pato y causa, bien “jurriada” como dicen los paisanos, se alegraron los ánimos y el cuerpo pedía baile, por lo que el invitante, puso a disposición de sus huéspedes, una típica Arpa con su respectivo “Mestre” que la tañía inclusive su “Tammoriste”, expertos en Marineras, de esas que desde que comienza la introducción a golpe de bordoneo, hasta las sillas de las mesas se mueven solas.

Si esto suecede con los muebles que les falta vida, facultades y sentimientos; es fácil deducir, las sensaciones que experimenta todo ser humano, que tiene en perfectas condiciones de normal funcionamiento todos esos Dones con lo que ha dotado la Madre Naturaleza.

De manera pues, que:

“A donde se oiga tocar sobre todo si hay cajón y dígase lo que se quiera una alegre marinera, i dos que sepan cantar, yo sostengo mi opinión, saca pareja cualquiera seguro, que al terminar para alegrar la reunión aunque no sepa bailar. El pide repetición, no hay como la marinera.

Pero concretándonos a la Arpa, el cantor, era enamorado de una de las cholas dueñas de la casa, de manera que, cuando se dio cuenta de que uno de los visitantes la cortejaba, lo mordieron los celos, con mucha mayor razón porque ella, a pesar de que cuando el entró con el instrumento cargado y lo puso en sitio conveniente, ni siquiera tuvo el acomedimiento de brindarle asiento ni de darle un bocadito de lo que estaba comiendo, mientras que al “forastero” lo atendía cariñosamente.

Como todos desde que vieron arpa en casa, pidieron Marinera y, entre los que buscaron pareja, estaba en primera línea la china del Cantor de brazo con su contendor, él comenzó cantando la siguiente letra:

Marinera mian pedide con pañuele colorade agore paisane todes lus questan bailande, esta bailande mi chine, eche cadere, marinere estoy cantande pere a mi en la cucine paque te veigue per hastore nue cumide, niun guesite mia dejade, el forastere.

Bravo, Bravo, dijeron muchos, que a la vez pidieron que cante otra, o mejor dicho que la repitiera, pero precisamente, el chole que acababa de bailar con la enamorada del Cantor,

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dijo: “Un momente paisanes, un momento; que primero vaigue reventare este hambriente, paque vengue cantar bien su Marinera y no seigue tan sicuniete”.

Aplausos muy nutridos y sonoros, premiaron esta respuesta, y otro paisano con poto en mano, se puso de pié y dijo: “Yo pide que guelve canta otra Marinera el mesme Cantore”, sí, sí, que cante, corearon todos, inclusive su enamorada, que en son de burla le dio un tirón de orejas diciéndole: Cante “Jusé de Neque” (Sonzo).

Entonces el cholo herido en su amor propio, tamborea y canta la siguiente:

Anoche yuestaba viende

Que un chole tembrazabe,

Y que vos te estases riende

Cada vez que te besare.

Agore quisiere verte

Otre guelte con el chole,

Pa que tu taite ñor lole

Sepe quienes tuenquete.

(Estribillo)

Tome lu quiasqueride

Su sicuniente,

Paquiotre guelte no diguez,

José de Neque a este viejo,

Jusé de Neque, que luas tirade, vos de loreja.

Como la chola se había mosquiado, los demás bailadores dijeron: Copa general y cámbiase de Marinera.

B. Calderón y Calle.

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EL HOMBRE DE SIETE OFICIOS

Pablo Míl, era un indio chiclayano de los de pura sangre, que tenía la singular cualidad de ser muy servicial y, por lo tanto, bastante popular en la populosa urbe del arróz con pato y sin Padre Eterno.

No había fiesta ni defunción que Pablo Míl, no tuviera que desempeñar algún importante papel, ya sea en el repique de las campanas, en los mandados que se le encomendaban, en el acarreo de platos a la mesa.

Los Jueces de Agua, lo ocupaban para que hiciera a viva voz la respectiva notificación a la Comunidad, para la limpia de los causes de las acequias de su Rama.

Los que perdían algún animal un objeto, también recurrían a él para que en la misma forma, ofreciera una gratificación en efectivo de cierta cantidad de soles de plata, a quien le diera razón al dueño del paradero de su acémila o de la especie perdida.

De manera, pués, que Pablo Míl, era don necesario, y así se ganaba la vida y sostenía su hogar.

Raro el día en que este sujeto, se acostara si llevarse entre pecho y espalda, cuando muy monos, su galoncita de buen “Jurra” y su botellita de cañazo perfumado con esencia de aníz.

Una madrugada salió Pablo Míl, provisto de su “caja” de un tambor de regulares dimensiones, tocándolo animadamente por todas las calles de la ciudad, y cuando llegaba a cada esquina, dejaba de tocarlo para pregonar lo siguiente: “Guenos diyas señores, el señor Juez diaguas, manda correr el bando, pa que dende el lunes de pasau mañana, salgan todos los comuneros a la limpia de las sequias, con sus hachas, calabozos y palanas, desde las seis de la mañana”.

“Todos los que no vaigan, tendrán S/.10.00 de multa, veinticuatro horas de cárcel y no les dara el agua para regar su chacra”.

“Ahora, oigan tamien señores, una burra si aperdido color mojina con criya, tiene un gierro en la tabla del pescuezo del lau derecho, contragierro en el cachete del otro lau, yen lanca trasera también tiene otro gierro de golpe que su dueño lo ha puesto”.

“El que deiga razón onde siencuentra lo darán seyes soles de plata de gratificación y el que luaya robau, que la guelga a soltar, por que si luencuentra su dueño, luace poner preso. Por que ya lo tiene demandau onde el Juez de primera minación”.

“Ya dejo corrido del bando, pa lo sepan, todos los que quieran armarse a los seyes soles de plata sin trabajar”.

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Terminado el pregón, reanudaba el toque de su tambor, hasta que en su recorrido, llegó a la esquina, en donde residía en nuevo Sub-Prefecto, que el día anterior, se había encargado de su pueto, al que ya sea, por que no estaba acostumbrado a esta clase de pregones o por el genio que se manejaba, se amostazó de tallar a Pablo Míl, y a continuación lo mandó preso al Cuartel de Policía, sin prestarle atención a lo que el pregonero le decía.

Al saber la mujer de este, que su marido estaba preso, se fue a entrevistarse con el Sr. Sub- Prefecto, ante quien abogó por la libertad de su marido, diciéndole lo siguente: “Pa que pues, haste puesto preso a mi mariu, un hombre tan necesario al pueblo, que tienen sus siete picios, y todos lo buscan p aquel los sirva en todo lo que necesitan”.

Entonces el Sr. Sub- Prefecto le dijo los motivos por que lo había puesto preso, i le preguntó que cuales eran esos siete oficios que tenía su marido.

I la chola comenzó diciéndole: “Toca la campana grande en la iglesia, cuando se muere un dijunto; repica tamien las campanas pa llamar misa o vísperas de jiestas; reparte la boda entre los mayordomos y los devotos; hace mandaus pa la plaza o pa comprar chicha; toca la campanita cuando el cura celebra misa y va beber su vino; corre el bando del Jues diaguas y lo pregona a usted si se pierde.

El Sub- Prefeco al escuchar la última parte, d elo pergona a Ud, si se pierde, montó en cólera, i retó a la chola durante, pero el Secretario, le hizo luz sobre el asunto y le pidió que perdonara a la china, consiguiendo a la vez, la libertad de Pablo Míl, que desde entonces, no volvió a pregonar porque había sido mayúsculo su susto que se había llevado esa madrugada.

B. Calderón y Calle.

GOBERNADOR QUE HACIA HABLAR A LOS MUDOS

Era Gobernador de la ciudad de Monsefú, don Carmen Chérres, vecino notable del lugar, y hombre de carácter recto, que le gustaba que todo marchara derecho y no entraba en compadrerías ni en componendas de ninguna clase.

Aunque el como autoridad política no tenía nada que ver con los asuntos Municipales, su celo y su cariño por Monsefú era tal, que por servir los intereses comunes, se abrograba facultades que no le convenían.

Una de ellas era nada menos, que el alumbrado público, que encones lo había por su cuenta y riesgo cada vecino, colocando a las siete de la noche y retirándolo a las diez, un farolito de hojalata con su velita de sebo o su candileja de kerosene.

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Otra de esa atribuciones, era la exigir que los vecinos tuvieran bien barrida todas las mañanas las fronteras de su casa.

Ordenes que él las hacía cumplir al pié de la letra, y guay del que osara desacatarlas, por que de seguro, iba a para con su humanidad a la cárcel pública, sus veinticuatro horas sin escapatoria alguna.

Con el fin de evitar a la población la visita de los rateros que de cuando en cuando hacían sus incursiones nocturnas, organizó el servicio diario de Patrullas, las que hacían rondas hasta altas horas de la noche.

También perseguía a los borrachos consetudinarios y a los taberneros, a los que obligaba a que desde el día lunes, buscaran en que trabajar, y si por desgracia para ellos, los pillaba en algún chichero o cantina en horas hábiles de trabajo, se los arrunzaba al calabozo, y los hacía trabajar en alguna de las obras públicas que estuviera ejecutnado el Municipio.

Toda la gente de órden y de trabajo de Monsefú, miraban con simpatía la labor gubernativa de su Gobernador, sólo los maleantes, los adoradores de Baco y los haraganes, lo odiaban y huían de él, a todo trance.

Una noche, que la Patrulla rondaba por las calles limítrofes al campo, escucharon voces que denunciaban ser la de algunos pendencieros, y quedó confirmada esta suposición, por que en plena calle, había un numeroso grupo de personas de diversas actitudes; hecho que abrevió el paso a los Patrulleros, a cuya cabeza iba el Sr. Gobernador, armado de un grueso bastón de haya, de mango arqueado regatón de metal.

Al ser notada la presencia de la Patrulla, por los curiosos, dieron la voz de aviso a los pugilistas, y cada cual se las picó a toda máquina hasta su huarique, antes que les cayera encima el Gobernador.

Varios de los pendencieros, alentados por licor que habían consumido, seguían discutiendo acaloradamente, y hasta tuvieron palabras gruesas contra el Gobernador cuando alguien les dijo que éste se acercaba.

Lo que dio lugar, para que tan luego se enterara de lo ocurrido, procediera a ordenar la detención de los guapetones.

Uno de ellos viendo que la cosa se ponía ofrida, se recostó sobre la mesa y se hizo el dormido, esperando que pasara la marejada para ponerlas, pero el Gobernador, se acercó a él y poniéndole la mano sobre el hombro, le dio varios sacudones para despertarlo, y este haciéndose el asustado y el mudo, se lo quedó mirando, y con movimiento de manos y sonidos guturales, le demostraba asombro y le interrogaba.

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El Gobernador que ya estaba indignado con lo que había sabido, le fajó un bastonazo por respuesta al seudo Mudo, que lo hizo decir ¿Por qué me peda Ud. Señor Gobernador?. Y éste dándole otro palo más, le dice, “Que tal Gobernador soy yó, que hasta los mudos los hago hablar, ahora como ya tienes el uso de la palabra y desde luego oyes lo que te digo, estas preso, y anda entrégate a la Patruya antes que te faje otro”.

Bueno señor Gobernador responde el mudo, y acto contínuo fue a engrosar las filas de sus compañeros de jarana i de pendencia.

SAN SEBASTIAN BENDITO

Un amigo de la infancia, que después de muchos años de ausencia nos encontramos el dos (2) de Junio de 1899, en la Villa de Eten, al enterarse de que yo venía anotando las costumbres típicas de los indígenas, me contó la siguiente escena que según él, tuvo como protagonistas a una chepenana devota de San Sebastian, y a varios de los Mayordomos de su Cofradía.

Ante el auge que año tras año, venía alcanzando la festividad de San Sebastian, y en vista de que el Santo era de pequeña estatura, que los numerosos devotos, ya no tenían en donde colocarle las ofrendas que le hacían, optaron los Mayordamos, contratar los servicios de un buen escultor, para que les hiciera un buen San Sebastian, lo más alto posible, y la efecto, hicieron diversas gestiones al respecto, y al fin consiguieron que de la Capital de la República, viniera con seis meses de anticipación, un esperto en la materia.

El que una vez que se puso al habla con los interesados, y después de discutir en debida forma todo lo concerniente al caso, convinieron, en buscar un palo apropiado para hacer el trabajo a entera satisfacción de los Mayordomos.

Todos lo que tenían Huertas o Chácras, las pusieron a disposición de la Mayordomía, para que el Escultor, escogiera en ella, el árbol o palo que necesitaba el artista, y cuando ya casi se iban a dar por desistidos, uno de los miembros de la comitiva que acompañaba al Escultor, les hizo presente, que cierta señora, cuyo nombre no me quiso dar el amigo aludido, tenía en el corral de su casa habitación, un viejo naranjo, cuyo ramaje, servía para sombrear a los chanchos que criaba en cuatro chiqueros muy bien tenidos.

Como dicha señora, era una de las más fervorosas devotas de San Sebastian y esto lo conocían al dedillo todos los miembros de la Cofradía y los vecinos del pueblo, se cambiaron inmediatamente ideas entre los circunstantes, y acordaron sin pérdida de tiempo, ir en cojunto a solicitárselo a dicha señora, siempre que el maestro Esculto, lo creyera apropiado para lo que se necesitaba.

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Hecho y dicho. Puestos al habla con ella, e informada del objeto de la visita y de los propósitos de la Mayordomía, no tuvo inconveniente en hacerlos pasar delante, y enseñarles el susodicho naranjo, que efectivamente, de tan maduro de edad, ya hacía fecha que no daba frutos y, antes bien, se iba quedando sólo con las ramas sin hojas, o lo que es lo mismo, muriéndose por senectud.

Desde que Escultor vió al naranjo, exclamó de júbilo, eureka, eureka, y hasta dio sus cuantos saltos de alegría, por que lo encontraba ideal para hacer de él, un gigantesco San Sebastian, que los Mayordomos y todos los devotos habidos y por haber, tenían que agradecércelo hasta los siglos de los siglos amén.

La propietaria, como buena devota, tuvo la generosidad de obseguiar el naranjo a la Mayordomía, y aún les invitó una gran comilona a todos los de la comitibva inclusive al Escultor, que ese día se la pegó como Dios manda.

La única condición que puso la donante, fue que el San Sebastian, fuera trabajado en su propia casa, para lo cual les señaló una pieza que tenía muy aceptables dimensiones y que según el Escultor, reunía todas las comodidaes que era menester.

Cuando la obra estuvo terminada, la Mayordomía la hizo conducir en una elegante anda, cubierta totalmente con un velo, a fin de sólo fuera descubierta la imagen, en el momento que recibiera la bendición el día de su víspera, de conformidad con el novedoso Programa que al efecto habían confeccionado y distribuido profusamente, en todos los ámbitos de la República.

En la Iglesia, quedó colocada la imagen en el sitio que le correspondía y la Mayordonmía, la cubrió con un hermoso y costoso manto que cuando los feligreses fueron a conocerla, no tenían palabras con que elogiar la perfección y el lugo que ostentaba.

A la hora de la bendición, los Mayordomos, fueron a (no se entiende pag. 149) que la dueña del naranjo, apadrinaría la ceremonia, por que se había hecho digna de ese honor, y como gratitud de la Mayordomía que ya tenía asegurado el éxito de la fiesta y el rendimiento económico.

Cuando se descorrió el velo y terminó la ceremonia de la bendición que fue presenciada por millares de personas de toda condición social, la Madrina, recibió los parabienes de todos los presentes por su generoso desprendimiento y presa de la emoción que la embargaba se arrodilló delante de la imagen, con voz clara y palabras pronunciadas paulatinamente, dijo: “San Sebastian Bendito.- naranjo te conoci- frutos yo no te he visto.- pero si ahora haces milagros.-perdoname taitito.-que me la peguen aquí”. (Tocandose varias veces la frente con los dedos de su diestra)

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Después se santiguó por tres veces consecutivas y se retiró apresuradamente a la Iglesia, para no volver a ella durante la festividad de San Sebastian, por lo que no lo creía milagroso como el anterior.

B. Calderón y Calle.

COSTUMBRES ATAVICAS

Durante el tiempo que residí en la Villa de Eten, pude constatar personalmente, las siguientes costumbres atávicas entre los indígenas que me llamaron mucho la atención y que las anoté cuidadosamente, para enriquecer mis apuntes sobre el Folk-lore que de esste pueblo deseaba hacer:

1°.- que para hacerse la toilet las cholas, se sentaban ya sea en una estera o en el quicio de la puerta de calle de su casa, provistas de un peine asentador y un recipiente con agua que no era otro, que alguno de los platos o mates que comían, la taza o el poto que hacían chicha, o la bacinica, en los que introducían el peine para llevárselo a la cabeza y bajarse los piojos, que seguidamente los mataban de una dentellada, sin ninguna repugnancia y a vista y paciencia de quienes estuvieron presentes. Idéntica muerte le daban a las pulgas, y cuando alguien les reprochaba esto, le respondían: “asine cumeyes me comen mi sangre, temien mi persona les comeneyes”. Es decir, que así como los parásitos les chupaban la sangre, ellos también se los comían.

2° que la razón, por la cual en la casa de los indígenas abundan los perros, es por eso que desde que les nace un hijo, se cnsiguen un “lial”, y lo enseñan a que cada vez que el chico se defeque, le lamen el tracero, evitándose así el trabajo de limpiarlos ellos mismo; siendo necesario, que el párvulo tenga una edad suficiente, para que cuando satisfaga esta necesitdad, ya sea en los muladares o en plena calle, se limpie él personalmente, ya sea con una tuza, con un pedazo de adobe, ladrillo, piedra, callana, panca, palo, trapo viejo o a falta de estos, sentándose sobre la parte superior de los timones de las carretas de bueyes o de mulas que sus conductores tienen por costumbre de dejar durante la noche en estos lugares, y dejándose resbalar hasta el suelo, con lo que dejaban por terminada la operación.

3°.- Que el indígena, es refractario a tener reservado en su casa por que según su criterio, es muy “cuchine” (antihigiénico), pero prefieren defecarse en las veredas y calzadas de sus propias casas, en los sitios solares que no están tapiados y en muladares inmediatos a sus residencias, también he visto a ciertas madres, resondrar acremente a sus hijos, cuando alguien les han dicho que no deberían permitir semejante procedimiento; diciéndoles: “Chole o chine gedionde, purque luagues en la calle, y no lagues en el curral pa que luaprovechen las criyes su desperdiciade”, (Que por que lo hacían en la calle, en vez de

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hacerlo en el corral, para que lo aprovecharan las aves y no se desperdiciara inútilmente su excremento).

4°.- la misma estera que les sirve durante la noche de colchón, la utilizaban en el día, como asiento y como mesa para sus comidas y picantes. Que la generalidad, come con los dedos en vez de hacerlo con cucharas, con tal destreza, que llama la atención a todos los que por primera vez se reúne con ellos, por que todos comen de un solo plato, llevándose los dedos a la boca, que se los chupan con tanto gusto, que los dejan completamente limpios y brillantes como si se se los hubieran lavado con abundante agua y jabón. Como un acto de cortesí y de especial deferencia para determinadas amistades, se permiten hacer un bocadito con sus dedos y ofrecérselo en la boca, como la cosa más natural del mundo.

5°.- Tomar sucesivamente chicha en un poto de regulares dimensiones, con sólo pasarle el talón de la mano sobre la parte donde el que ha bebido ha puesto su boca, y luego pasarsélo al vecino para que hago lo mismo. Esto es tan corriente que no les causa ninguna repugnancia y merece entre ellos general aprobación.

6°.- Cuando había peste de aves o de pescado, los recogían y se los comían sin temos a coger alguna epidemia, por que según ellos, “la candele quite toda y dende que muestre nuestro amo siñor le mande pa sus pobres, pur que pué no le vamos apreciare ya sentarle cun harte chiche”. Como los indígenas son muy fiesteros, abundan las Cofradías y salína por las calles determinados sujetos portando cajoncitos ad hoc, pequeñas imágenes con las que pedían limosna de casa en casa, dando el nombre del santo en esta forma: “Nuestre ame siacalentade”.- “El siñore de guebe sante”.- “La bendite Malene”.- “Las animes del PUrgatorie”, (o lo que es lo mismo, el Señor de Jueves Santo; Nuestro Amo Sacramentado; la Bendita Magdalena; las Animas del Purgatorio, respectivamente y así por este estilo, según el nombre del Santo, Santa o Virgen de su devoción.

Esas limosnas, bien pueden ser de dinero, como también de verduras, pescado, menestras, frutas, pan chicha, cañazo, velas, por que para ellos, todo trigo es limosna y, debe de ir a la capacha. Nada de extraño tenái que estos demanderos de limosnas, se emborracharan hasta decir basta, dejaran el santo encargado en cualquier chichero o se quedaran dormidos en plena calle y, cuando despertaran, no encontraran ni santo ni limosna.

A partir del año 1908, la Municipalidad del Puerto Eten, creó una gabela de c/.50 por día a cada demandadero de limosnas para santos, con la que limitó su propagación, por que estos ya formaban una Legión de pedigüeños, que mortificaban al vecindario, en la actualidad, es muy raro encontrar esta clase de pordioseros, pululando por las calles de este Puerto, y sólo el que no sabe que al venir tiene que pagar sus cincuenta chuyos del alma, se aventura a visitarnos, pero una vez que el Cobrador le casa el detalle le extiende el recibo, que tiene

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que pagárselo al contador rabioso, no le quedan más ganas de regresar a que le repitan el verso.

El único cholo que siempre se ha resistido a pagar dicha gabela, pero que el terco Cobrador Municipal se la sacaba a pesar de su resistencia, fue Manuel Cumpa, (a) Lorenzo Iglesias Shalanco.

7°.- Que hiceran uso y mal uso de la Bandera Nacional; por que no había fiesta, picantería o chichería, en la que nuestro Emblema no fuera enarbolado como reclame de su vendimia, mientras tanto, cuando llegaba el 28 de julio eran muy contaas las personas que cumplieran con el deber cívico de colocarle ene el frontispieto de su domicilio, para rendirle homenaje a quienes nos hicieron líbres e independientes.

Tales son a grances rasgos, las costumbres que tradicionalmente las conservaban intangibles los etenanos, trasmitiéndoselas de generación a generación con admirable fidelidad, digna de mejores causas.

Es muy probable, que en la actualidad, hayan desaparecido o aminorado dichas costumbres, pero posiblemente, en tan mínima parte, que bien merece la protectora mano del gobierno, tanto para culturizar al pueblo, cuanto para proteger las industrias del sombrero a que se dedican la casi totalidad de sus habitantes, buscándoles plazas en donde tenga buena aceptación y valor, a fin de que les resulte lucrativa y puedan vivir con mayor comodidad y en armonía con la cultura y el progreso contemporáneo.

B. Calderón y Calle.

ASINUES LA GRACIE CON SOSFERES

Residía en al Villa de Eten, una familia compuesta de tres personas que por encontrarse enfermo el Jefe de la casa, un buen día, se marchó del todo a la tierra de los calvos sin decirle a nadie, sin despedirse de los suyos sin pedirle permiso al Médico que lo asistía.

Al mes de sepultado el difunto, vino el hermano a visitar a la viuda y a su sobrina una mocetona de diecisiete abriles bien llevados, y con busto veneciano que daba la hora.

El luto, parece que contribuyó a hermosearla más y sea dicho de paso, que tenía infinidad de admiradores que se la disputaban, muchos de los cuales le propusieron buenos partidos siempre que ella les diera el ansiado sí.

Pero, a la verdad, según el decir de los mismos, era impenetrable y nada asequible a lso requerimientos amorosos de ellso le hacían.

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Como es lógico, la Viuda, atendió a su hermano político como mejor pudo, y le cedió el dormitorio de su sobrina que tenía puerta a la calle.

A eso de la media noche, cuando él estaba entregado de hecho a los cariñosos brazos de Morfeo, sintió que algo extraño subió intempestivamente a su cama, les levantaba confianzudamente las cobijas y se acostaba junto a él, sin proferir una sola palabra.

Hecho, que lo alarmó sobremanera, y repuesto de la primera impresión que esto le causara, dio un fuerte grito, sentándose rápidamente sobre la cama y pretendiendo saltar al suelo para encender la luz y conocer a punto fijo que quien le había interrumpido el sueño.

Pero, antes de que hiciera lo que había pensado, sintió, que la puerta de su dormitorio era abierta y cerrada con violencia; lo que dio motivo, para que se intrigara más y diera voces de alarma.

Como es natural, su cuñada, vela en mano, se apresuró a venir al dormitorio y después enterarse de lo ocurrido, se dieron cuenta, que la ropa de su cuñado había desaparecido por completo, dejando en paños menores e impedido de salir a ninguna parte.

Ante este lance, la Viuda le proporcionó un vestido del difunto, para que al siguiente día pudiera salir al comercio a comprarse ropa nueva ya que por le momento era imposible hacer otra cosa.

Los comentarios entre la Viuda, el cuñado y la hija se sucedían a cada instante, y cada cual emitía su opinión.

Demás está decir, que se hizo revisión de cerraduras en general, sin encontrar huellas delatoras. Pero la Viuda, era la que más intrigada y descontenta estaba con lo ocurrido; en su monte bulliando multitud de pensamientos y no veía el momento de descubrir quien era el impertinente.

Al tercero día, amanecieron en el dormitorio de su cuñado, todas las ropas perdidas, incluso los documentos y el dinero que en ellas dejó la noche del incidente, hecho que intrigó más a la Viuda y al huésped que ya sospechaban algo más grave y comprometedor para la sobrina.

Inmediatamente que se despidió el tío, la Viuda tomó sus precauciones a la hora de acostarse, y extremó su vigilancia para con su hija, pero sin decirle nada, a fin de que esta no sospechara ni se diera cuenta de lo que le tenía preparado.

Una noche, como de costumbre, puso detrás de la puerta de calle del dormitorio de su hija, una lata vacía, cuando esta estaba profundamente dormida, y no transcurrida ni una hora, cuando siente, que alguien se da un encontrón con la lata, la que dio el aviso consiguiente.

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Entonces la Viuda con toda la rapidez que el caso requería, cogió el garrote que tenía en su cabecera y una caja de fósforos, partiendo al acto al dormitorio de su hija, actitud, que desorientó por completo al visitante que no tuvo más tiempo que el de rehuír a pies juntillas la persecución de la dueña de casa, recostándose a la pared y andando de costado hasta poder encontrar la puerta y salir disparado antes que lo conociera, por que la persecución la hacía la Viuda al tacto y a oscuras, hasta qu dándose cuenta que perdía infructuosamente el tiempo y de que tenía en una mano la caja de fósforos, rasgó uno, y se encuentra frente a frente con un sujeto que no sabiendo como disculpar su presencia en ese dormitorio, fingió el dialecto de los etenanos, y sin más preámbulo, al verse descubierto, le dice: “Asine nues la gracie con sósferes, ¿purque pué me sigueste buscando a oscuranes a ver simencuentre?”

La Viuda, que era manca ni lerda, de buenas a primeras y por lo que potis contíngeres, le mandó un garrotazo que por mucho que el seudo eteno esquivó el golpe, le hizo un hermoso chinchón en la tutuma y se salvó de que cayeran otros más, por que como ya estaba orientado y conocía al dedillo la entrada y salida del dormitorio, ganó la puerta y pies para quien te ha visto.

El postizo etenano, cada vez que contaba su aventura, aseguraba, que esa noche, de la ropa, se pegó tal susto con el tío de su Dulcinea, que no se explicaba como pudo tomar toda la ropa y llevárselo consigo, creyendo que fuera solo la suya, y que cuando se dio cuenta que también se había llevado la otra, toda su preocupación era ver la manera de devolverla lo más rápido posible, y desde luego averiguarle a ella, que quien había sido el sujeto que en vez de él, estuvo en su cama, por que creía que otro lo había suplantado.

Hasta que hechas las averiguaciones del caso, supo toda la verdad y le entregó a ella la ropa para que se la colocara en el mismo sitio a su tío que por su culpa, le desvarató todo su castillo y, para evitarse mayores complicaciones y desagrados, puso fin a sus aventuras, conservando intactos e imperecederos recuerdos, y dadndo gracias a Dios, que esa nefasta noche, no le rompiera el bautismo ni le moliera algunas otras partes del cuerpo, su pacífica y queridísima suegra.

B. Calderón y Calle.

SABESTE VECINE, SU CHULITE, LUÁ ROTE EL POTE A MI CHINE

Es muy común entre los indígenas, usar como platos, matecitos, tanto para comer, cuanto para beber su chicha y aun para otros usos personales y domésticos.

Por regla general, ellos, a cualquiera de estos artefactos, les dicen “pote” o “lapa” cuando es de tamaño de una palangana.

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También hay otros muy pequeñitos que los niños lo usan como juguetes y aún otros más grandecitos, que los adultos los ocupan como alcancía.

Un día como de costumbre, una chinita de más o menos siete a ocho años de edad, se entretenía jugando sentada al pié de la puerta de calle de su casa, con un matesito de regulares dimensiones y bien pintarrajeado con motivos incaicos que durante la Feria de Monsefú, su padre se lo compró en un puesto de venta.

A la siguiente puerta, vivía una familia que tenía un solo hijo de casi la misma edad de la chinita.

El tratamiento que entre vecinas se daban las dos madres era el siguiente: la chinita le decía “mamite” a la del cholito, por que era mayor de edad, y esta a la otra “vecina”.

Entre ambas existía la más cordial amistad y un mútuo respeto.

Cierto día, la madre del cholito, consiguió que su hermana le prestara una gallina para hacer cría con un gallo alazan que ella tenía de muy buena raza, y a medida que ponía los huevos, ella los recogía y guardaba entre un cajón de maíz que exprofesamente había colocado en un rincón de su cocina.

Posiblemente su hijo, le casó el detalle, y entonces le robaba los huevos y los vendía por lo que le dieran para gastar el dinero en golosina.

Una mañana, precisamente, a la hora que la chinita se entretenía jugando con su matecito, de pura mala fé, le dio un pisotón al matecito, y se lo hizo trizas partiendo enseguida, al que le vendía los huevos robados.

La chinita, que no era de las que se dejaba pisar así nomás los callos tan luego vió hecho pedazos su matecito, lejos de dar gritos de alarma, se fue a toda prisa tras del dañino, y lo pilló en el preciso momento que sacaba del bolsillo de su pantalón el huevo para vendérselo al pulpero; sin darle tiempo para nada se abalanzó sobre él, y con la rapidez que el caso requería, se los arrebató de la mano, y a continuación le mandó un aristocrático lapo en pleno rostro que lo dejó semi grogui, aderesándole con su buena porción de ajos maduros y algunos otros condimentos de conocido sabor incaico y en su propio dialecto, que desde luego resulta más sabroso.

Enseguida la dio parte a su mamá del daño que le había causado el vecino, la que recogiendo todos los pedazos del matecito, se fue a casa de la vecina, a denunciarle lo ocurrido en esta forma:

I

“Guenes diyes vecine”

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“Guenes diyes mamite”

“Sabesté, su chulite”

“Lua rote el pote mi chine”

II

“Véiguste como lús ponide

Su cholite malcriyade,

De tante que lúa jalade

Cuasi el brace lua rompide”

III

“Espere esté un poquite

Agore mesme lus yame,

Este chole malcriyade:

“Cayayite, ¡Cayayite!”.

IV

“Máme, ¿Qué quierestuisté?

“Veni gedionde pronte,

“Que te vas dir pal monte

“Cune vecine Pedre jusé”.

V

“Me, pur que lúas rompide

Su potite a la vecina?

¡Pur que también su chine

Mi guebe liá comide”!

VI

¿Qué buege tiá comide

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A vos gedionde la chine?

¡Une que estabe en la cucine

Entre el máice escundido,

VII

¿Asine que mias robade

El guebe de la criye,

Que miá prestade tú tiye

So chole malcriyade?

VIII

¿Es cierte que lias comide

El guege desde cholite?

¡Nués cierte mamite;

Pere si luay escondide!

IX

“En debaje de miestere

La que me pague el pote,

Quel mesme mia rote

Enela puerte diajuere!

X

“Dejesté que mi maride

Vengue agore de su chacre,

Pa que lu déigue guaraque

Ondeste chole atrevide.

XI

“tome este pote vos chine

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Pa que comes tues pesade,

Puel quel chole tiarrancade

Cuande yués tabi en mi cocine.

XII

Agore mesme vecine

asine a mi case llegue

Lus mande también el guebe

Que lúa quitade mi chine.

De esta manera, quedó zanjada toda dificultad, y las vecinas siguieron cultivando como siempre su buena amistad, pero en la madrugada, el padre del cholito, le dio una zurrigada que lo paso como uso y más serio que un santo sin fiesta, misa ni limosna.

Varios años después, contrajeron matrimonio los dos vecinos, y al siguiente día de bodas, tuvieron su reyerta y el cholo le rompió a la china hasta la “Pongue” de chicha en la cabeza, celoso con otro cholo, que la noche anterior, había bailado mucho con él, “lus embrazades”.

NO LO SIGASTE CONTANDO POR QUE SINO SE VA DIR MERMANDO

Tenía el cholo Juan, una barra de cría como no había dos de toda la Comarca, bien plantada, buena estampa, alta ropusta i de paso sus suave que ya lo hubiera querido tener la yegua mas pintarrajada de las Haciendas del Valle, o de cualquiera del departamento.

El dueño sabía, desde luego, lo que tenía, y aunque en aquella época, los “Piajenos”; Por lore de miame, que las falte su respete”, costaban cuando más S/.10.00. Diez Soles Plata, Había un Catacaos, que le ofrecía S/:20.00. veinte, por ella, y se comprometía a darle el primer pollino que pariera en su poder.

Pero Juan Pedro nunca quiso aceptar la oferta y, se sentía orgulloso poseer tan codiciado ejemplar.

El Catacaos, tampoco2

2 La palabra que sigue no es legible en el texto original pág. 59.

xxxx en su empeño de comprarle la burra, y le hacía diversas ofertas, pero nones.

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Viendo ya que era imposible que Juan Pedro, accediera a la venta, tramó un plan, y conforme a él, consiguió que cierta noche, un vecino, le robara la burra y se la llevara al sitio que él le había señalado de antemano, para de ahí mandarla a su tierra con persona de confianza.

Al siguiente día, Juan Pedro, hechó de menos su “Piajena”, y la buscó hasta donde le fue humanamente posible hacerlo, sin encontrar ni los menores indicios de ella.

Teniendo en cuenta, que el Catacaos, había demostrado siempre vivo interés en comprársela y que en repetidas ocaciones le había hecho tentadoras ofertas, y creyó conveniente, demandarlo ante el Juez de Paz de la Nominación, el que le hizo notificar para que en el término de distancia, se constituyera a su Despacho a contestar ipso facto la demanda, so pena de hacerlo comparecer de fuerza o grado.

Presente el demandado, y enterado del motivo de la demanda, negó rotundamente ser el autor del robo que se le atribuía, y amenazó con enjuiciar criminalmente al demandante por calumnia ante el Juez competente, sinó le probaba el delito que le imputaba.

El Juez de Pz, que actuaba bajo la inspiración de su Amanuense, un chupatinta de primera clase y más enreda pleitos que Caifáz y su Corte Demoniaca, a insinuación de éste, dispuso la detención precautoria del acusado, y acto contínuo, lo mando a chirona, bajo buena guardía y custodia.

Al tener conocimiento la mujer del Catacaos, que éste estaba en la jaula pulguera, se fue a entrevistar con el Juez de Paz, en cuyo Despacho, sólo encontró a su insustituible Amanuence, quien la amedrentó en tal forma, que la pobre, no tuvo más recurso, que salir en busca del dindero para pagarle a Juan Pedro, el valor de su burra, S/.10.00.de gratificación para el Amanuence, a fin de que el Juzgado, quedara todo arreglado.

Media hora después, la atribuida chola traía el dinero sonante y contante, encontrando ya en funciones al Sr. Juez, quien enterado de todo lo que pasaba, ordenó que compareciera el demandante y el demandado a su presencia.

Presentes ambos, el Juez, hizo convenir al demandante, que recibiera los S/.20.00. como pago de su burra robada y, que el demandado, prometiera bajo juramento, acatar la resolución del Juzgado y no presentar demanda al Juez Instructor, contra Juan Pedro. Todo lo que fue aceptado por las partes.

Acto contínuo, el Juez, dispuso que la mujer del Catacaos, le entregara el dinero a su Amanuence, para que lo cuente, el que después de hacerlo, dijo: “Señor Juez, aquí sólo hay diecinueve soles”, y le dio el dinero al Juez, el que después de contarlo, dijo: Ud. Se ha equivocado, por aquí solo hay dieciocho soles”, y se los pasó a Juan Pedro para que él los contara, y éste sólo encontró diecisiete.

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Entonces el Amanuence, haciéndose el que se inmutaba, se los arrebató a Juan Pedro y volvió a contarlos, declarando que sólo habían dieciséis; y pasárselos al Juez, Juan Pedro, le dijo: “NO LO SIGASTE CONTANDO SIÑORIE, POR QUE SINO ASI SE VAN DIR MERMANDO A CADA RATO, MEJOR DEIGAMELOS A YO Y HAMOS ACABAU”.

Muy bien, dijo el Juez, queda terminado el acto, y todos pueden retirarse.

POR QUE EL ETENANO HA SIDO SIEMPRE REFRACTARIO AL SERVICIO MILITAR

La villa de Eten, como casi todos los pueblos indígenas del Perú, tuvo su Cacique, cuyo nombre no merece ni consignarse en letras de molde, este sujeto era como los Camaleones, por que siempre estaba al Sol que alumbrara mejor,, y conocedor a fondo de la idiosincrasia de sus pobres paisanos, y sobre todo, de que la mayor parte son analfabetos, hacía y deshacía a su antojo y real conveniencia lo que a él, le placía, procurando desde luego, sacar todo el provecho que le fuera posible; lo que le era sumamente fácil, por que para eso contaba con el incondicional apoyo de los Representantes Parlamentarios que el Civilismo le imponía al departamento de Lambayeque, los que, a su vez, le hacían nombrar como autoridades Municipales, judiciales y políticas, a quienes él, les indicaba, que como bien se comprende, eran parientes, compadres, y secuaces que ciegamente obedecían sus mandatos, por que para ellos, no había más Dios que Mahoma” ni más “Jabón que el hecha espuma”.

Cuando se aproximaba el período eleccionario, ya estaba él, en plena actividad, dispuesto a cumplir la consigna que le daban sus amos, y tenía el buen cuidado, de anotar a todos los ciudadanos que no fueran de su mismo credo político, o Candidato que él patrocinaba, para vengarse en la forma que ya tenía bien estudiada y de fácil ejecución.

Estas venganzas, consistían, por lo general en tenderles alguna celada por intermedio de sus corchetes o Capituleros, a los que tenía aleccionados convenientemente, para que al momento dado, después de consumar el asalto o armar algún motín se hicieran aparecer como víctimas unos, y los demás como testigos, a fin de entablar querella contra sus adversarios llevando bien aparejada por sus autoridades adhoc, el respectivo atestado que serviría de cabeza de proceso para confundir al seudo delincuente y, por este medio, conseguir su encarcelamiento, cuando menos, hasta que pasaran las elecciones, o éste, firmara el acta de adhesión al Candidato que el Cacique patrocinaba, y se comprometiera a darle su voto, única manera como podía obtener su libertad y tomar parte activa en el proceso electoral, pero estrictamente vigilado.

Pero, se ha de tener en cuenta, que en el caso de que el preso, mantuviera sus convicciones y por lo tanto, no pudiera obtener su libertad para cumplir con su deber cívico, no tenía

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importancia alguna para el Cacique, por que como él, contaba con todos los “Elementos legales (¿?) “Alguien votaría por el preso, y aún por los muertos.

Pués se ha dado casos, en que el número de votantes a excedido al de inscriptos en el Registro Electoral, por que desde antes que comience la votación ya el Anfora contenía buena cantidad de votos, no sólo de los de la misma causa, sino que lo importante estribaba, en que abundaban los de los adversarios, pero en favor desde luego, del Canditado del Cacique. Con la agravante, de que si el elector, al depositar su voto, se le decía que ya había votado y, protestaba, el Presidente de la Mesa, lo mandaba a chirona, y con las mismas, levantaba el ánfora y se mandaba cambiar a casa del Cacique, en la que había el escrutinio y regulación a su antojo. De manera, que, ya el triunfo estaba de antemano descontado y lo de la votación no era más que un simple simulacro.

La antevíspera de las elecciones, el Cacique, disponía el apresamiento de todos los adversarios que fueran habidos, los que pasaban a la Cárcel, sindicados como enrolados, y aunque exhibieran su carta de Conscripción Militar, bastaba el hecho de que no eran de su causa, por lo que la Patrulla se los arrunzara hasta a palo limpio si acaso resistiera o protestara del abuso.

Capturados algunos, se hacía circular por el pueblo la noticia, de que al siguiente día, habría “Leva”, y esto era sufieciente, para que los paisanos, se ocultaran a donde mejor podían y, aún, para que otros se fueran al monte y no regresaran al pueblo, hasta que sus parientes les daban el aviso de que ya todo estaba tranquilo y que los que fueron apresados, ya estaban en libertad.

Por que el Cacique por intermedio de sus xxxx3

Por todos estos motivos, los etenanos, han sido siempre refractarios al Servicio Militar obligatorio, y esa ha sido la razón también por la cual ya sean las madres, las esposas o las hermanas de los que escapaban al campo, les decían ¡ANDE ESCUNDETE EN LA CHACRE, QUE YO TE YEBI TU CUMIDE Y TU CHICHE, QUE CUANDE ESTEA EN EL CERQUE, TE GRITE, PA QUE VOS LE VENGUES RECIBIRE Y NAIDES SEPA QUE TIESCUNDIDES AYA; NO VAIGUES VOS A VENIRE AL PUEBLE; PUR QUE TE VAN TOMAR PRESE LA LEVE Y SI TIEMPUNEN, TE METEN PA SOLDADE Y TE VAN MATARE.

había hecho propaganda la especie, de que todo el que ingresaba a las filas del Ejército, sufría mucho, lo fragelaban y hasta los fusilaban cuando era enrolado o lo tomaba la “Leva”. Pero la verdad de esta estratagema, no tenía otro móvil, que la conveniencia política, y la rebuzca para el Gobernador y sus corchetes que hacían su agosto, a costillas de los infelices que caían entre sus garras.

3 La palabra no es legible en el texto original página 163.

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Yo por supuesto, ha desaparecido esta clase de abusos, sobre todo, desde que la Policía actual, requisa los contingente; y a al vez el pánico que sentían los etenanos para servir en el Ejército o en la Marina de Guerra por que la misma Policía, se encarga de darle instrucción militar a todos los Movilizables y a los niños de las Escuelas Fiscales.

(FIN).