Arguedas: su corazón, rey entre sombras

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    los cuentos infernales y mgicos deDiamantes y pedernales , deltrgico y solemne Yawar Fiesta , de la desconsoladora y tenebrosanovelaEl Sexto , de la inmensa ternura deLos ros profundos y del

    riguroso estudio social de Todas las sangres , l haba conocidotinieblas ms hondas, ms terribles que las sugeridas por el poeta:"He aqu que te he escrito, feliz, en medio de la gran sombra demis mortales dolencias", habra de decir al lder campesino HugoBlanco, una semana antes del suicidio.

    Era un nio apenas cuando su padre, abogado de pobres,perseguido por los grandes gamonales, debi dejarlo en manos decrueles parientes:

    "El subira la cumbre de la cordillera que se elevaba alotro lado del Pachachaca; pasara el ro por un puente de

    cal y canto, de tres arcos... Y mientras en Chalhuanca,cuando hablara con los nuevos amigos, sentira mi

    ausencia, yo explorara palmo a palmo el gran valle y el

    pueblo; recibira la corriente poderosa y triste que golpea

    a los nios, cuando deben enfrentarse solos a un mundo

    cargado de monstruos y de fuego..."

    As nos cont Jos Mara esa separacin en su novela Los rosprofundos. El 17 de mayo de 1969 le confesaba a su diario ntimo:"A m la muerte me amasa desde que era nio, desde esa tardesolemne en que me dirig al riachuelo de Huallpamayo, rogando alSanto Patrn del pueblo y a la Virgen que me hicieran morir..."

    Siete das antes haba escrito: "Anoche resolv ahorcarme enObrajillo, de Canta, o en San Miguel, en caso de no encontrar unrevlver. Ha de ser feo para quienes me descubran, pero me heasegurado de que el ahorcamiento produce una muerte rpida".

    Mientras el suicidio madura definitivamente en su cerebro, JosMara va dando forma tambin a su ltima novela. Dicen los mitosantiguos de Huarochir que el mundo consta de una parte de arribay una parte de abajo. Estas dos partes se unen, de vez en cuando,gracias a dos zorros que conversan relatndose los pormenores desus planos respectivos. Ese dilogo entreEl zorro de arriba y el

    zorro de abajo es cabalstico, esotrico, pleno de ingenio y poesa.Arguedas introduce estos dos zorros en su novela: ellos le dan elttulo y le permiten explicar cmo "la parte de arriba", la sierra

    peruana, se volc hacia la costa, hacia "la parte de abajo", en el

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    auge tremendo de Chimbote, el gran puerto pesquero del Per.Entretejidos con el hilo central de la novela aparecen los diariosntimos de Arguedas; por ellos nos enteramos del proceso interno

    en cuyo cauce se va precisando el suicidio.

    Entretanto, Jos Mara llega al ms alto grado de comunicacinpersonal con la naturaleza. All en la casa de Los ngeles, en lasafueras de Lima, yo le vi conversar frecuentemente con los perrosde sus vecinos: Tarzn, Nern, Laila, Poncho, Chalaco, El Doctor.Pero entindase bien:

    "Muchas veces he conseguido jugar con los perros de los

    pueblos, como perro con perro. Y as la vida es ms vida

    para uno. S; no hace quince das que logr rascar lacabeza de un nionena (cerdo) algo grande, en San Miguel

    de Obrajillo. Medio que quiso huir, pero la dicha de larascada lo hizo detenerse; empez a gruir con delicia,

    luego (cunto me cuesta encontrar los trminos necesarios)

    se derrumb a pocos y ya echado y con los ojos cerrados,

    gema dulcemente..."

    Yo era apenas un misti , un blanco. Esa comunicacin con elmundo no humano slo despertaba en m una indefinida ternura.En cambio, l, entenda: era un indio , un indio quechua queadems de haber sido moldeado por la experiencia secular ycolectiva de los suyos, hombres que viven fundidos al corazn deluniverso, enredados al alma del orden natural, haba tambinquedado solo dbil cachorro de hombre en medio de "unmundo cargado de monstruos y de fuego". Desde pequeo,buscando refugio, haba puesto los sentidos atentos en el rumor dela hoja, el silbo del pjaro, el pulso imperceptible de la piedra,porque los hombres "algo nos hicieron cuando ms indefensos

    ramos; yo recuerdo muchas cosas, pero dicen que las mspeligrosas son aquellas de las que no nos acordamos. As ser".

    As ser, pues. Pero su risa explosiva ha quedado para siempreresonando dentro de m; l tena una carcajada que casi siempre lehaca perder el equilibrio. La repiti muchas veces ese mircoles,la antevspera del disparo fatal; porque aquella noche, en unprodigio de simulacin, la charla de Jos Mara fue feliz,ocultando su ya resuelto designio de matarse.

    Pero tambin, durante los largos meses que en su casa viv,

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    habamos hablado de otras cosas que esa noche no recordamos."El marxismo, deca, me dio disciplina, pero no mat en m lomgico". Amaba a Melville, Dostoievsky, Guimaraes Rosa, Garca

    Mrquez.

    Rulfo, el gran mexicano, era cuento aparte:

    "Quin ha cargado a la palabra como t, Juan, de todo elpeso de padeceres, de conciencia, de santa lujuria, de

    Hombra, de todo lo que en la criatura humana hay deceniza, de agua, de pudridez violenta por parir y cantar,

    como t?"

    Y es que "la palabra, pues, tiene que desmenuzar el mundo". Es elzorro de abajo quien habla as, en la ltima novela de Arguedas. Ydice:

    "El canto de los patos negros que nadan en los lagos dealtura, helados, donde se empoza la nieve derretida, ese

    canto repercute en los abismos de roca, se hunde en ellos;se arrastra en las punas, hace bailar a las flores de las

    hierbas duras... no es as?"

    El zorro de arriba responde: "S. El canto de esos patos es grueso,como de ave grande; el silencio y la sombra de las montaas loconvierte en msica que se hunde en cuanto hay".

    Y el zorro de abajo:

    "La palabra es ms precisa y por eso puede confundir. El

    canto del pato de altura nos hace entender bien todo elnimo del mundo".

    Mientras los dos zorros dialogan hacindonos conocer por qu elidioma de la naturaleza es, para los hombres del mundo quechua,ms claro e inteligible que el idioma que brota de la boca humana,Jos Mara compone y recompone su novela. Cambia el ordenoriginal de los captulos, corta mitades de pgina para trasladarlasde sitio con ayuda de la cinta transparente, intercala sus diariosntimos. A veces parece confundirse y anota en mitad del relato:"A qu habr metido estos zorros tan difciles en la novela"?

    Ha estado trabajando en el libro en Santiago de Chile, donde,segn dice, "soy feliz y escribo sin interrupciones". Lee a sus

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    amigos captulos enteros de la obra. Escucha sugerencias. Pideconsejos. Acepta transformar una y otra vez los nombres de lospersonajes. Consiente en dar a conocer la armadura, el esqueleto,

    la gestacin ntima de la novela. Bsquese otro ejemplo parecidode humildad y modestia intelectuales en la historia literaria deAmrica. No se encontrar.

    En agosto de 1969 regresa al Per con la estructura de la obraresuelta y el plan del suicidio en plena ejecucin. Se reintegra a laUniversidad. Los hechos polticos producidos en los claustros luchas de facciones, incomprensiones, sectarismos, acentan ladepresin de su nimo. Pero no olvida sus afectos y conviccionesprofundas, y escribe

    "al pueblo hermano de Vietnam, llameante. A este pueblo

    que, en el medio mismo del mundo, en la edad del espanto,nos hace conocer que el fuego que hizo el hombre con su

    mano sigue ardiendo en el fuego de sus manos".

    "Cuando unas gentes, los yanquis, pretendieron inmolar en

    Vietnam al pueblo entero con mquinas de fuego, a fuego

    construidas, cuando creyeron que as podan dominar el

    mundo, el pueblo de Vietnam, con el slo vigor de sus

    manos eternas, los ha hecho correr hasta la luna".

    Pero los estados depresivos son ms frecuentes ahora. En losprimeros das de noviembre decide dejar la novela como est.Enva con Sybila, su compaera, un ejemplar de su libro Todas las

    sangres , al dirigente campesino Hugo Blanco, preso desde hacecinco aos en la crcel- isla de El Frontn, retribuyendo as elrelato que Blanco le enviara para animarlo, al saberlo decado.

    Es entonces cuando Hugo Blanco escribe a Jos Mara una cartaen quechua, agradecindole el obsequio. Es un mensaje lleno deesa ternura que slo los indios de los Andes saben dar " taytayJos Mara, padrecito mo" y que transforma la depresin delnovelista en una exaltacin embriagadora y contagiosa.

    Esa noche nos amanecemos Jos Mara, Sybila y yo. Ebrio dealegra, Arguedas nos lee una y otra vez la misiva de HugoBlanco. Trasladamos la traduccin al papel. A cada instante, JosMara exclama: "Es un indio! Puro indio!"

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    S. Con l poda entenderse. Jams se conocieron personalmente,pero Hugo Blanco lo haba comprendido mejor que los mejorescrticos, mejor que sus mejores amigos mistis. l era de los suyos:

    "hermano Hugo, querido, corazn de piedra y de paloma...hermano Hugo, hombre de hierro que llora sin lgrimas: t, tansemejante, tan igual a un comunero, lgrima y acero".

    El suicidio se posterga. La respuesta al hermano Hugo, tambinescrita en quechua, deber ser un mensaje de esperanza y desolidaridad, pero tambin una despedida cuidadosamenteredactada para que su significado profundo slo pueda descubrirsedespus de la muerte:

    "Yo no estoy bien, no estoy bien; mis fuerzas anochecen.Pero si ahora muero, morir ms tranquilo. Ese hermoso

    da que vendr y del que hablas, aquel en que nuestrospueblos volvern a nacer, viene, lo siento, siento en la nia

    de mis ojos su aurora; en esa luz est cayendo gota por

    gota tu dolor ardiente, gota por gota, sin acabarse

    jams..."

    La noche de aquel mircoles, cuarenta y ocho horas antes deldisparo fatal, Jos Mara me pregunt sobre la posibilidad depublicar su breve y conmovedora correspondencia con HugoBlanco. Quera que fuese una revista de izquierda, extranjera,

    Punto final, la primera en dar a conocer esas cartas. Pensaba queello ayudara a la campaa internacional en favor del indulto parael lder campesino. Me compromet a adelantar mi previsto viaje aSantiago de Chile para cumplir sus deseos, y de comn acuerdofijamos la fecha de mi partida: sera el domingo siguiente.

    Pero el viernes se desat la tragedia.

    Maana se dir, tal vez, que lo mat el cansancio, laincomprensin o la neurosis. Pero mientras existan los "pongos",los siervos de la tierra; en tanto suene en el aire "el rezo de las

    seoras aprostitutadas, mientras el hombre las fuerza delante deun nio para que la fornicacin sea ms endemoniada y eche una

    salpicada de muerte a los ojos del muchacho"; mientras los indiosde las punas sean "piojosos, diariamente flagelados, obligados alamer tierra con sus lenguas", mientras existan la injusticia, lahumillacin y el oprobio, habr muchos Arguedas muriendo y

    renaciendo sin cesar en el doliente pero algn da victorioso

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    corazn de los que sufren.

    S: "tremenda y deslumbrante la aurora me matara, si yo no

    llevase, ahora y siempre, otra aurora dentro de m", era la frasede Withman que Arguedas repiti incansablemente durantenuestras largas conversaciones. Porque habiendo perdido hasta lafe en s mismo, jams perdi la fe en el porvenir de los suyos.

    Jos Mara se dispar un balazo en la cabeza el viernes 28 denoviembre de 1969. Pero durante cinco das terribles estuvo anlatiendo su poderoso corazn, rey entre sombras.

    (Publicado por primera vez en ESTRAVAGARIO, Revista Cultural de "El

    Pueblo" de Cali, N 39, pgina 1, domingo 19 de octubre de 1975. Laviuda de Jos Mara Arguedas, Sybila Arredondo, sufri crcel oprobiosadurante largos aos en el Per, bajo condiciones inhumanas. Fuefinalmente puesta en libertad en 2002.)

    C.V. (Estocolmo, 1997-2003).

    http://hem.bredband.net/rivvid/carlos/ARGUED.HTM

    http://hem.bredband.net/rivvid/carlos/ARGUED.HTMhttp://hem.bredband.net/rivvid/carlos/ARGUED.HTM