Arnold Wesker- Interpretación. Imponerse o Explicar

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 29/07/13 Teatro del Puebl o - Somi w ww.teatrodelpuebl o.or g. ar/sobretodo/06 sobr e_l a_creacion_dramatica/w esk er 001.htm 1/7 Interpretación: ¿Imponerse o explicar? por Arnold Wesker  El autor de "La cocina" y "Sopa de pollo" analiza una perspectiva contemporánea el papel del dramaturgo y del director. Sus reflex iones conduc en a un redescubrimiento de e stos clásicos roles. El problem a de que debiera ocurrir cuand o un director a cepta realizar sobre el escenario aquel lo que ha sido escrito e n la página - proceso con frecuencia llamado interpretación- es sumamente complejo y suscita principios de importancia ética fundamental. Una locura asola el teatro europeo, tal vez el teatro mundial. Se trata de una locura que ha elevado el papel del director por encima del papel del autor. Los escenarios aturden con los sonidos de la vanidad del director; sus trucos y efectos visuales atiborran. Ningun a obra de te atro se halla a salvo de sus a menudo hi stéricas manipu laciones. Las producci ones que vemos son su llamado de atención hacia si mismo, más que por sus esfuerzos por llamar la atención hacia la obra. La visión autoral de la condición hum ana se ha vuelto se cundaria en relación a la am pulosa búsqu eda del director de lograr impacto personal. El tex to del autor, sus conceptos visuales, el arreglo rítm ico de las escenas, sus tensiones em ocionales, sus percepciones de la conducta hum ana, el flujo de su narrativa, se ve n cortados, alterados, distorsio nados o i gnorados por el director, y a v eces por los actores. Esta locura ha recibido un nombre: la arrebatiña del mérito (1), y la alimenta algo que podríamos llamar "complejo de fuhrer". Ya no se nos invita a ver el rey Lear de Shakespeare sino, quizá, el Rey Lear de Strehler. No se trataba del Mono Velludo de Eugene O'Neill en la reciente producción alemana, sino del Mono velludo de Peter Stein. Recordemos algo que quizá se ha olvidado. La materia prima del dramaturgo es su experiencia individual de la vida. esta experiencia es una suerte de caos en el que ocasionalmente brilla una luz, una diminuta luz de significado. Una minúscula parte del caos es identificada, en ocasiones com prendida. El dram aturgo puede entonces dar una f orm a, un orden, a su caos. Y lo llam a una obra de teatro. Y tal como un estudioso, maneja lo que -como todos saben- se llaman fuentes primarias, que nadie más ha explorado. Esas fuentes primarias son su propio ser y su propia experiencia, y no han sido tocadas con anterioridad. Sabemos lo que sucede con frecuencia con la obra de los sabios -justa e inevitablemente: otras personas leen esos trabajos y, basados en ellos, escriben li bros m enos formidabl es. Manejan l o que se conoce como m aterial de segunda mano. Son tra bajos interesantes, a veces importantes, pero no son lo mismo que el trabajo original del estudioso que utilizó una clase de imaginación más original y apeló a una suerte de coraje porque llegó hasta donde nadie se había atre vido antes que é l. Estas mismas distinciones debieran operarse en el teatro. El texto origi nal debiera consi derarse como la obra primaria. pero lo qu e está ocurriendo es una extraña metamorfosis: el director trata al texto como su fuente primaria, como su materia prima, para hacer con ella lo que se le ocurra. El dramaturgo sufre la vida y de ello nace su obra; llega el director y hace su propio festín. No tiene que esf orzarse por dar forma al trabajo, ni tam poco -y a quí reside la diferencia m ás im portante entre am bos- se e spera que com prom eta su ser privado a la exposición públ ica. Por supuesto que el director se enfrenta con m uchos otros problem as, y como director sé en qué consisten, pero al cabo de una producción sólo sabemos acerca del director el calibre de su talento para organizar el espectáculo. No sabemos nada acerca de su vida privada, de sus temores o dudas. No conocemos la cualidad de su pensam iento, la fuerza poética de sus percepciones. No h a com prom etido o arriesgado sus dudas, no ha articulado op ini ones que vay an en contra de la je rga o boga. No con ocem os en detalle lo qu e piensa del sexo, la política o l os seres humanos del mod o que lo hacemos cuando un escritor lo ha escrito. Sólo sabem os acerca de su dest reza para orquestar actuaciones y movim iento sobre el escenario. Si un director im agina que está diciendo algo a travé s de la distorsió n de las intencio nes del autor, ese a cto de distorsión hace de lo qu e el di rector cree de lo que está diciendo , algo m uy sospechoso. Su labor podría descri birse com o suert e de robo, de pillaje, de violación . De dónde obtiene el di rector ese perm iso? Resulta difícil rastrea r la histori a. Sólo sabe m os que su poder para poder hacerlo, para utilizar una fuente secundaria com o si se tratar a de su propia fuente prim aria, ha crecido a lo largo de los últim os 70 años. Y al ejercer est e poder parece estar apoy ado por críticos y académicos y, en últi ma instancia por el pú bli co. Todos el los parecieran ser cóm plices en alim enta r aque llo que he sugerido podr íam os llam ar "buscadore s de méritos", con un alim ento que también he sugerido podríamos llamar el "complejo de fuhrer". El director se ha convertido en una suerte de adicto que requiere una dosis regular de complejo de fuhrer. (Hay por supuesto muchas clases de fuhrers: directores de colegio, guardias de tránsito, sacerdotes,

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    Interpretacin: Imponerse o explicar?por Arnold Wesker

    El autor de "La cocina" y "Sopa de pollo" analiza una perspectiva contempornea el papel del dramaturgo y del director. Sus

    reflexiones conducen a un redescubrimiento de estos clsicos roles.

    El problema de que debiera ocurrir cuando un director acepta realizar sobre el escenario aquello que ha sido escrito en la pgina -

    proceso con frecuencia llamado interpretacin- es sumamente complejo y suscita principios de importancia tica fundamental.

    Una locura asola el teatro europeo, tal vez el teatro mundial. Se trata de una locura que ha elevado el papel del director por

    encima del papel del autor. Los escenarios aturden con los sonidos de la vanidad del director; sus trucos y efectos visuales

    atiborran. Ninguna obra de teatro se halla a salvo de sus a menudo histricas manipulaciones. Las producciones que vemos son su

    llamado de atencin hacia si mismo, ms que por sus esfuerzos por llamar la atencin hacia la obra. La visin autoral de la condicin

    humana se ha vuelto secundaria en relacin a la ampulosa bsqueda del director de lograr impacto personal. El texto del autor, sus

    conceptos visuales, el arreglo rtmico de las escenas, sus tensiones emocionales, sus percepciones de la conducta humana, el flujo

    de su narrativa, se ven cortados, alterados, distorsionados o ignorados por el director, y a veces por los actores.

    Esta locura ha recibido un nombre: la arrebatia del mrito (1), y la alimenta algo que podramos llamar "complejo de fuhrer". Ya no

    se nos invita a ver el rey Lear de Shakespeare sino, quiz, el Rey Lear de Strehler. No se trataba del Mono Velludo de Eugene

    O'Neill en la reciente produccin alemana, sino del Mono velludo de Peter Stein.

    Recordemos algo que quiz se ha olvidado. La materia prima del dramaturgo es su experiencia individual de la vida. esta

    experiencia es una suerte de caos en el que ocasionalmente brilla una luz, una diminuta luz de significado. Una minscula parte del

    caos es identificada, en ocasiones comprendida. El dramaturgo puede entonces dar una forma, un orden, a su caos. Y lo llama una

    obra de teatro. Y tal como un estudioso, maneja lo que -como todos saben- se llaman fuentes primarias, que nadie ms ha

    explorado. Esas fuentes primarias son su propio ser y su propia experiencia, y no han sido tocadas con anterioridad. Sabemos lo

    que sucede con frecuencia con la obra de los sabios -justa e inevitablemente: otras personas leen esos trabajos y, basados en

    ellos, escriben libros menos formidables. Manejan lo que se conoce como material de segunda mano. Son trabajos interesantes, a

    veces importantes, pero no son lo mismo que el trabajo original del estudioso que utiliz una clase de imaginacin ms original y

    apel a una suerte de coraje porque lleg hasta donde nadie se haba atrevido antes que l.

    Estas mismas distinciones debieran operarse en el teatro. El texto original debiera considerarse como la obra primaria. pero lo que

    est ocurriendo es una extraa metamorfosis: el director trata al texto como su fuente primaria, como su materia prima, para

    hacer con ella lo que se le ocurra. El dramaturgo sufre la vida y de ello nace su obra; llega el director y hace su propio festn. No

    tiene que esforzarse por dar forma al trabajo, ni tampoco -y aqu reside la diferencia ms importante entre ambos- se espera que

    comprometa su ser privado a la exposicin pblica. Por supuesto que el director se enfrenta con muchos otros problemas, y como

    director s en qu consisten, pero al cabo de una produccin slo sabemos acerca del director el calibre de su talento para

    organizar el espectculo. No sabemos nada acerca de su vida privada, de sus temores o dudas. No conocemos la cualidad de su

    pensamiento, la fuerza potica de sus percepciones. No ha comprometido o arriesgado sus dudas, no ha articulado opiniones que

    vayan en contra de la jerga o boga. No conocemos en detalle lo que piensa del sexo, la poltica o los seres humanos del modo que

    lo hacemos cuando un escritor lo ha escrito. Slo sabemos acerca de su destreza para orquestar actuaciones y movimiento sobre el

    escenario. Si un director imagina que est diciendo algo a travs de la distorsin de las intenciones del autor, ese acto de distorsin

    hace de lo que el director cree de lo que est diciendo, algo muy sospechoso. Su labor podra describirse como suerte de robo, de

    pillaje, de violacin.

    De dnde obtiene el director ese permiso? Resulta difcil rastrear la historia. Slo sabemos que su poder para poder hacerlo, para

    utilizar una fuente secundaria como si se tratara de su propia fuente primaria, ha crecido a lo largo de los ltimos 70 aos. Y al

    ejercer este poder parece estar apoyado por crticos y acadmicos y, en ltima instancia por el pblico. Todos ellos parecieran ser

    cmplices en alimentar aquello que he sugerido podramos llamar "buscadores de mritos", con un alimento que tambin he sugerido

    podramos llamar el "complejo de fuhrer". El director se ha convertido en una suerte de adicto que requiere una dosis regular de

    complejo de fuhrer. (Hay por supuesto muchas clases de fuhrers: directores de colegio, guardias de trnsito, sacerdotes,

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    funcionarios del gobierno, periodistas, policas, ministros funcionarios de inmigracin, crticos, agentes del impuesto...la lista es

    interminable. Algunos de los fuhrers son colaboradores, justos y a menudo muy gentiles. La mayora -cosa bien documentada- se

    vuelven insufribles, con frecuencia peligrosamente intoxicados con su poder, ya sea grande o pequeo. El dramaturgo creador (2)

    se ha visto relegado al rol de nio inocente que requiere la severa mano de un padre, de un fuhrer que lo controle).

    Mi opinin es que este poder ha nacido de un complejo de inferioridad, y tal vez de una envidia inconsciente. Se envidia al escritor

    creativo. El es quien corre los riesgos ms grandes, quien maneja el material ms explosivo, quien se atreve a pensar, a proferir, a

    registrar, a describir lo que muy pocos se atreven, y a identificar lo que nadie ha identificado antes. Por lo tanto, l es quien ha

    sido escuchado en el pasado; el es quien, de ser suficientemente bueno, sobrevivir en la historia, quien ser amado y respetado.

    Tal vez el director ha llegado a sentirse herido por este fenmeno. No puede re-pintar a Da Vinci, no puede re-escribir Crimen y

    Castigo, no puede colocar la parte coral de la 9 sinfona de Beethoven al comienzo o en el medio en lugar de al final, no puede

    publicar el Infierno del Dante de atrs para adelante: se trata de formas artsticas en las que el talento interpretativo puede

    ejercer poca o ninguna accin como creador. Pero hay algo en el proceso de ensayos de una obra que permite al director

    introducirse y abandonarse a sus deseos y caprichos a expensas de la visin del autor. La obra del dramaturgo puede ser

    distorsionada, incluso censurada, y nadie se opone. Y cuando es una obra nueva, nadie se entera.

    Por qu el crtico y el acadmico le han otorgado ese permiso al director? El profesor Talmon, de la Universidad hebrea, dio en una

    ocasin una conferencia tratando de explicar cmo el desarrollo sociolgico y poltico de los siglos precedentes condujo al

    holocausto nazi que incluy la eliminacin sistemtica de 6 millones de judos. No es nuestro propsito investigar si sus razones eran

    slidas o no. Hago referencia a la conferencia porque en ella el utiliz una frase sumamente interesante: "Exonerar de la

    reverencia y el respeto". En la civilizacin europea se ha desarrollado gradualmente un estado mental para el cual "el grupo" fue

    considerado instrumento ya sea para el bien o para el mal. Para algunos "la burguesa" fue instrumento del sufrimiento, y la clase

    obrera fue instrumento del cambio para mejorar. Para los protestantes, los catlicos eran el instrumento de los males del mundo;

    para los catlicos, en una poca, los culpables eran los protestantes. No haba individuos, slo haba grupos. Por ende, razonaba

    Talmon, era inevitable que tarde o temprano el mundo se volviera contra los judos como la causa de todos los males. Resultaba

    ms fcil emitir un juicio acerca de un grupo. Tratar de evaluar las virtudes y carencias de cada individuo exiga demasiado tiempo.

    Era ms simple, incluso ms cmodo, declarar que "el grupo" estaba en falta. Tal razonamiento condujo a una "exoneracin de la

    reverencia y el respeto". Exoneracin de la reverencia y el respeto que el individuo poda requerir. El grupo era demasiado

    nebuloso para requerir reverencia y respeto. estamos obligados a sentir reverencia y respeto por el rostro individual; el grupo, en

    cambio, carece convenientemente de rostro humano. No hay ojos que mirar, ni conciencia individual que cuestionar, la reverencia y

    el respeto resultan superfluos.

    Por supuesto que he simplificado el razonamiento del Profesor Talmon. Y ni por asomo quisiera comparar la masacre de la obra de

    un dramaturgo con la masacre de los judos. Sera un absurdo, una comparacin obscena. Pero creo til considerar si esta

    "exoneracin de la reverencia y el respeto por la visin individual del artista creador. se lo debe hacer descender a nuestro nivel

    porque la fuerza de sus percepciones resulta demasiado deslumbrante, demasiado amenazadora. El crtico y el acadmico apoyan

    al director porque se sienten ms cmodos, ms confortables con l. Al igual que l, no son artistas creadores. En algn ensayo

    Susan Sontag sugiri que la moderna crtica literaria es la venganza del intelectual sobre el escritor creador. La cito porque necesito

    compaa en mis sospechas.

    No me malentiendan. No estoy sugiriendo que todo artista creador es un genio. Muchos son mediocres. Si el artista creador puede

    ser descripto como manejando percepciones, debe reconocerse que muchos artistas perciben mal, o expresan percepciones muy

    banales. Por esa razn, todo arte debe estar abierto al cuestionamiento y la crtica. Pero me encuentro aqu tratando de identificar

    un desarrollo extremo en el teatro, segn el cual se asume automticamente que toda la nueva dramaturgia es mala, deficiente,

    errnea en sus percepciones de la vida y por lo tanto un director o un actor pueden hacerle a una pieza nueva lo que deseen. No

    existe humildad entre los intrpretes. Se hallan exonerados de toda necesidad de adoptar incluso una reverencia provisoria para

    considerar que el texto y las indicaciones del dramaturgo podran tener valor y propsito y por ello requerir cierto respeto.

    Tan extremo es este desarrollo que los directores rehusan dirigir obras que estn ajustadamente construidas que no quedan

    espacios en ellas para "inventar". Gran parte del teatro contemporneo le es negado al pblico porque los directores no dirigen

    obras en las que no puedan brillar intensamente. Se ha dicho que algunos directores trabajan en textos clsicos de tal modo que al

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    reescribirlos han logrado exigir derechos (beneficios) no slo como directores sino tambin como autores.

    Prosigamos haciendo una distincin entre piezas clsicas que en el tiempo han demostrado la perdurabilidad de su valor y que son

    razonablemente conocidas por un pblico informado, y piezas contemporneas que han de representarse por primera vez.

    An esta distincin no es tan simple como pudiera parecer, porque hay piezas clsicas que, si bien reconocidas por la posteridad y

    a pesar de haber estado publicadas durante dcadas o siglos, pueden ser desconocidas para el pblico. Hay siempre una primera

    vez para ver una obra, incluso un clsico contemporneo. Por ejemplo "La muerte de un Viajante" puede ser una obra desconocida.

    Sin embargo, si algn razonamiento puede hacerse para dar lo que se llama nueva interpretacin a una pieza, ese razonamiento

    puede resultar ms aplicable a una pieza clsica y conocida que a una pieza contempornea nueva.

    Dnde estn las razones para ese curioso proceso llamado interpretacin? Si lo aplicamos a una pieza clsica, la respuesta parece

    obvia: cada perodo de tiempo -ya sea que dividamos el tiempo en perodos de dcadas o generaciones (el Diccionario Ingls

    Oxford dice que una generacin se computa generalmente como 30 aos); o si hablamos de la primera mitad del siglo o la segunda

    mitad, 50 aos; como quiera que hagamos nuestras divisiones con el objeto de identificar tendencias sociales, polticas o culturales,

    cada perodo ha estado sometido a cambios de actitudes, a la fertilizacin cruzada de la conducta humana, a series de cambios

    complejos debidos a miradas de causas y efectos. Y estos cambios afectan al modo en que comprendemos y respondemos a una

    obra de arte. Y por supuesto que estos cambios tambin afectan el modo en que comprendemos y respondemos muchos otros

    aspectos de la vida: a la religin, a una filosofa determinada, al sexo, a las relaciones familiares, entre nosotros mismos.

    Esta es la respuesta obvia y simple que se da por lo general a la pregunta: por qu una pieza clsica requiere interpretacin?

    Podramos ir un paso adelante y decir que ni siquiera es cuestin de requerir interpretacin. Ya sea que la pieza exija una visin

    nueva o no, eso es lo que inevitablemente debe ocurrir, nos guste o no. Los directores y actores no pueden evitar dar una visin

    nueva. Al vivir en 1988 poseen sensibilidades muy diferentes al director y los actores que vivieron, digamos, en 1930. Cincuenta

    aos de historia los han afectado. Nueva informacin, nuevos conocimientos, nuevos pensamientos, los han convertido en gente

    muy diferente.

    Pero decir esto, que un perodo diferente conforma una nueva visin, suscita muchas preguntas. La primera y la ms importante es

    : qu es nuevo?

    Tomemos dos ejemplos. Galileo demostr que la tierra no era el centro del universo, sino que el sol se hallaba en el centro y que la

    tierra era un planeta poco importante girando alrededor de aquel. Galileo vivi en una poca en que la Iglesia Catlica consideraba

    tal nocin socavaba su autoridad. La iglesia le pidi a Galileo que negara la validez de su descubrimiento. Le sometieron a una

    pregunta: qu era ms importante, el anuncio de su descubrimiento cientfico, que no posea beneficios visibles inmediatos para la

    humanidad, o el sostenimiento de la iglesia, sin la cual la humanidad, aseveraban, caera en la anarqua. Se encontr colocado ante

    un dilema moral: revelar la verdad incontrovertible acerca de un fenmeno cientfico, o suprimir la verdad con el objeto de

    mantener el status quo? He simplificado el dilema. Y todos ustedes saben que Bertolt Brecht, el dramaturgo alemn escribi una

    famosa pieza sobre el tema.

    Ahora veamos: qu es nuevo en esta historia? El descubrimiento cientfico o el dilema moral? obviamente el descubrimiento

    cientfico. El dilema moral -decir la verdad tal como uno la ha descubierto, o cree en ella, o mantenerse en silencio en procura de

    una vida fcil- es eterno. Y sobre qu decidi escribir Brecht? no sobre lo que era nuevo acerca de esos tiempos, sino lo que era

    viejo, eterno. Opt por escribir acerca del dilema moral. Que nocin interesante: lo eterno.

    Robert Bolt es un dramaturgo ingls que escribi una pieza acerca de un filsofo/clrigo del Siglo XV llamado Sir Thomas Moore

    (Toms Moro), famoso por su libro llamado "Utopa". Sir Toms Moro estaba en conflicto con Enrique VIII de Inglaterra, quien le

    pidi que bendijera un divorcio y subsiguiente matrimonio, cosa que iba contra su conciencia. Bolt escribi una pieza acerca de este

    dilema moral: "A Man For All Seasons". Conciencia versus autoridad similar al dilema de Galileo. Un tema eterno interpretado a

    travs de una historia diferente. Quiz toda la gran literatura consiste en esto, uno o otro aspecto de la condicin humana que ha

    sido y ser eterno: Amor apasionado, amor no correspondido, crimen y castigo, el miedo a la muerte, a bsqueda de la armona, el

    derrumbe de la fe, los siete pecados capitales, conciencia versus autoridad. Y cada vez que un escritor crea un poema, un cuento,

    una novela, una pieza de teatro, tal vez est interpretando uno de esos temas eternos.

    Lo que ha sido

    Es lo que ser;

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    Y lo que est hecho

    Es lo que ser hecho;

    Y no hay nada nuevo bajo el sol. ECC. 1:9

    Observen lo que estamos diciendo. Decimos que es el escritor quien interpreta. El escritor toma el tema eterno y le explora un

    nuevo entorno, a travs de una nueva narrativa. Ahora bien, si es el escritor quien est interpretando el tema qu es lo que

    estn haciendo el director y los actores? Interpretando una interpretacin? Puede ser? Es posible?.

    Y as vemos que hay una necesidad de identificar funciones, de hacer distingos entre funciones y asignarles el nombre completo. Si

    no conseguimos hacerlo, los participantes se superponen en sus respectivos territorios y empaan recprocamente sus voces. El

    escenario se convierte en un saln de reuniones en el que todos gritan a un tiempo, y no sabemos quien dice que. Y esta otra

    nocin interesante que quiz podra conducirnos un paso ms adelante: quin dice qu? Es importante cuando presenciamos una

    obra de teatro que sepamos si estamos oyendo la voz del autor, del actor, del director o del escengrafo. Sin duda no queremos

    oir todas las voces juntas, verdad? Y aqu llegamos a la ms importante de todas las preguntas. de quin es la voz que habremos

    de escuchar prioritariamente en el teatro? y qu queremos decir con voz? Seremos muy claros al respecto.

    La gente de teatro se conduce a menudo como si la suya fuera la nica forma de arte en el mundo. No lo es. El teatro es

    simplemente una de las muchas. Y as como en pintura no se trata de pinceles o pigmentos, y en msica no se trata de violines o

    violinistas, y en la novela no es cuestin de imprentas o de editores, as tambin en teatro no se trata de actores, directores o

    espacios vacos. Todo arte es acerca de, o tiene que ver con, la vida. Para ser precisos las percepciones del artista acerca de la

    vida.

    Quiz sea eso lo que realmente queremos significar cuando hablamos de "voz" en el teatro. Queremos saber, escuchar,

    comprender cuales son las percepciones del escritor sobre la vida. El dramaturgo es un tonto que no reconoce dudas al equipo que

    lleva su pieza al escenario, pero los teatros no existen para la comodidad de los utileros o para la mayor gloria del actor, director,

    escengrafo o crtico; por encantados que estemos cuando esa gloria ha sido ganada.

    "Oh", exclama el actor. Y el director: qu pasa con mi derecho a decir algo, que hay de mi punto de vista? Acaso no soy

    inteligente? No poseo tambin percepciones sobre la vida? Hasta podra ser que mis percepciones fueran ms interesantes que las

    tuyas, escritor!"

    Es verdad! Tienen derechos, y podran tener percepciones ms interesantes. Pero cul es la manera mejor, correcta, ms

    honesta de ejercer estos derechos, de presentar esa percepciones? tiene un director el derecho de reacondicionar o cortar el

    texto de un autor, de modo que la pieza deja de comunicar lo que el autor desea comunicar, para en cambio comunicar lo que el

    director desea comunicar? Tiene una actriz el derecho de presentar a una esposa infiel sobre el escenario como una mujer cruel

    porque ella piensa que las esposas infieles son mujeres crueles, cuando en realidad el dramaturgo ha querido que la esposa infiel

    fuese presentada como amable, perpleja o provocando nuestra piedad?. Creo que estarn de acuerdo en lo que desean escuchar

    es la voz del autor, sus percepciones acerca de la mujer y del problema de la infidelidad, y no las de la actriz. As pues, Cmo

    puede la actriz ejercer su derecho a comentar? Bien, quiz haya dos caminos. En primer lugar, puede decidir no hacer el papel

    porque carece de simpata hacia el mismo, y ese ser su comentario. Y puede entonces buscar una pieza donde la esposa infiel sea

    presentada como cruel, o puede escribir su propia obra de teatro. Tiene una tercera alternativa: puede hablar con el autor y

    persuadirlo de que ests equivocado y de que ella est en lo cierto. pero tiene el derecho de aceptar el papel para luego

    interpretarlo de una manera que vaya en contra del espritu y la intencin del autor?

    Igual guin puede ser escrito para el director. Tiene el derecho de aceptar o no la direccin de una pieza, de discutir sus opiniones

    con el autor, de buscar otra pieza o de escribir la suya propia. Pero me niego a pensar que ustedes estn de acuerdo en que tenga

    el derecho de remezclar, cortar o agregar de maneras que hagan de la pieza algo diferente de lo que el autor se propuso.

    Nos hemos apartado de donde comenzaremos. (Este debate es un caballo desbocado que sigue desplazndose en diferentes

    direcciones, y resulta difcil de controlar). Permtanme tratar de reunir los cabos sueltos, puesto que an no hemos tocado todos los

    aspectos del problema (si es que jams llegaremos a hacerlo).

    Comenzamos haciendo una distincin entre piezas clsicas conocidas y piezas contemporneas que deben darse a conocer por

    primera vez. Sugerimos que las piezas clsicas seran presentadas inevitablemente con novedad porque las personas que las

    presentaban pertenecan a una poca diferente. Pero entonces descubrimos que lo que estaramos presentando es un tema

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    eterno que poda ser descripto como la interpretacin del autor a ese tema, e hicimos la pregunta, Pueden el director o el autor

    interpretar lo que de por s es una interpretacin? Es esto posible?.

    Prosigamos, y consideremos que tal vez debiramos utilizar una palabra diferente para describir lo que est ocurriendo, lo que el

    director o el actor estn haciendo. Y quisiera sugerirles otras dos palabras que podran resultar ms tiles e incluso ms precisas

    como descripcin de lo que est sucediendo en el escenario. El director no est interpretando una pieza, tal vez est tratando de

    comprenderla. Comprender, no interpretar. Y dado que diferentes directores poseen diferente capacidad de comprensin, montan

    diferentes producciones que parecen diferentes interpretaciones. Ms an, los directores varan en la fuerza de su talento, de su

    imaginacin, y por eso rodean su comprensin de mayor o menor talento, de mayor o menor fuerza visual, de imaginacin

    coreogrfica o sonora, y una vez ms ello produce la ilusin de diferentes interpretaciones, pero en realidad no estn

    interpretando: estn comprendiendo e imaginando. Y no se trata de la misma cosa. Comprender es intentar entender significado e

    intencin; interpretar suena como una invitacin al director a cambiar el significado. Y digo "suena como" por que de hecho el

    Diccionario Oxford define "interpretar" como "exponer el significado, clarificar, dilucidar, explicar". Pero algo ha ocurrido con la

    palabra "interpretar", y los directores la han usurpado para que signifique otra cosa. Han hecho que la palabra signifique "imponer

    sus propias opiniones, hacer su propio comentario". Volveremos sobre esto en un instante.

    La segunda palabra que quisiera sugerir se refiere a lo que hace el actor. Y ya hemos escuchado esta palabra del Diccionario

    Oxford. Ms que decir que el actor debiera interpretar -en el sentido de que debiera imponer sus propios puntos de vista- tal vez

    resultara ms til y preciso decir que el actor est "dotando" (3). Recordemos que el Diccionario Oxford define la palabra

    "interpretar" como "clarificar", "hacer claro". A estas alturas ustedes deben estar dicindose: pero Wesker no hace sino usar

    palabras diferentes que se reducen a lo mismo. No lo creo. Si interpretar se ha convertido en "imponer los propios puntos de vista",

    "dotar" podra utilizarse para significar "tratar de transmitir los puntos de vista del autor". Tratar: en ello reside la diferencia

    importante, y es una diferencia de intencin. Una ignora las opiniones del autor, la otra trata de comprenderlas.

    Aceptemos por un momento el derecho moral del director y el actor a interpretar en el sentido de imponer sus propias opiniones, de

    hacer su propio comentario, transmitiendo el texto con el nfasis y la meloda que segn ellos el texto debera tener. El director,

    dicen ustedes, es un artista como el Sr. Wesker, y queremos conocer sus puntos de vista. Pero sus puntos de vista acerca de

    qu? Si estuviramos en una habitacin discutiendo ustedes diran: Sr. Wesker, hable usted primero, oigamos su voz, y luego

    queremos saber qu tiene que decir el director. Eso sera justo, equitativo, razonable. Sera tambin el mtodo ms prctico de

    proceder. Pero si el director est imponiendo sus puntos de vista en una puesta en escena cortando texto, reordenando el orden

    de los acontecimientos, ubicando la accin en un entorno diferente del imaginado por el autor; y si la actriz acta a la esposa infiel

    no como mujer amable y perpleja sino como una mujer cruel, cmo harn para saber que era lo que el autor quera decir? En la

    habitacin se poda escuchar la voz del autor. En el escenario su voz ha sido suprimida. Cmo puede evaluarse la validez del punto

    de vista de director y actor, si se ignora acerca de que sostienen ese punto de vista? Crticos y pblico no estn posesin de los

    nuevos textos, como para que puedan saber quien es responsable de qu, distinguiendo entre la supuesta interpretacin del

    director y actor y la intencin del autor. Y ni siquiera hago referencia a la mera rudeza de todo ello.

    Imaginen al autor u otra persona saltando sobre el escenario, haciendo al actor a un lado y diciendo "esto se hace as". Cuando la

    intencin del autor es ignorada o distorsionada eso es lo que ocurre con el: se lo est haciendo rudamente a un lado. O imaginen

    la furia de un director si un ensayo fuera convocado por el autor o por otro director que comenzara a modificar la forma de su

    puesta.

    En el caso de una pieza clsica el director y el actor pueden asumir que el pblico la conoce y por lo tanto su "punto de vista" posee

    algn inters. La voz del autor ha sido escuchada antes. (Si bien una vez ms les recuerdo el peligro de que para algunas personas

    del pblico incluso una pieza clsica puede resultar nueva).

    Pero en el caso de una pieza nueva no puede hacerse la misma suposicin. En una pieza nueva el autor habla por primera vez y

    creo firmemente que todo aquel vinculado con esa produccin tiene la responsabilidad moral de asegurar que esa voz sea

    escuchada y comprendida como la del autor, y de nadie ms. Si otra voz se inmiscuye, ello se convierte en un acto de censura, y

    en las sociedades democrticas eso es inaceptable.

    No quiero dar la impresin de que cuando termino de escribir una pieza esa es la ltima palabra y nada puede modificarse. Todo lo

    contrario, necesito los comentarios de todo el mundo: La familia, los amigos, el director, los actores, el escengrafo. En realidad,

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    me gusta dirigir mis propias obras porque en ese caso puedo hablar directamente con los actores sin preocuparme en socavar la

    autoridad del director. Asimismo, al obrar como director asumo un mayor grado de objetividad. Y aqu quiero hacer una pausa y

    hablar de otro aspecto de este conflicto sin fin.

    Se dice que un escritor no puede ser objetivo acerca de su trabajo y que el valor de un director reside en que aporta una

    objetividad, una distancia necesaria. De acuerdo a mi experiencia, a veces si, y a veces no. Pero me preocupa ms la nocin de

    que un escritor no puede ser objetivo con respecto a su propia obra. La mayora de los escritores producen ms de un bosquejo de

    una obra. Yo lo hago. Nunca lo logro la primera vez, a veces ni siquiera la quinta. "Their very own and golden city" pas por trece

    redacciones, "The merchant" va por la novena y le sigo haciendo cambios, y cada vez que hago un cambio es porque estoy siendo

    objetivo acerca de lo hecho con anterioridad. Al observar a los actores ensayando la pieza, al escucharlos envolver el texto con

    sonidos, sentimientos y ritmos, al observar su movimiento, su lenguaje corporal logr otra oportunidad de ser objetivo. Y mi

    objetividad est ms informada porque al haber vivido con la pieza desde su nacimiento comprendo y s lo que se ha empleado en

    su construccin y por lo tanto que puede hacer falta para su realizacin.

    Claro que hay otro aspecto en todo esto. Un escritor puede haber sido objetivo acerca de cada redaccin previa de la pieza, pero

    su objetividad puede haberse vuelto muy endeble o fatigada. Ya no puede "ver" la pieza. Es como una palabra que uno se repitiera

    constantemente o una cancin cantada sin cesar: al cabo de un tiempo se desmoronan, esto es verdad. Y por eso presenciar los

    ensayos es para m una experiencia refrescante, en especial como director. La representacin de los papeles por parte de los

    actores le da a la obra una sensacin fresca.

    Pero si se utiliza el razonamiento de que el escritor es incapaz de ser objetivo acerca de su pieza, es necesario formular otra

    pregunta (y habra toda una conferencia sugiriendo que la objetividad no es deseable ni posible , pero no podemos irnos por all): si

    se considera tan importante la objetividad, quin va a ser objetivo con respecto a la produccin del director? Y hay ms

    preguntas. Si el actor y el director deben tener libertad de un punto de vista sobre la pieza de un escritor, tendr el escritor el

    mismo derecho a ejercer su punto de vista acerca del trabajo del actor, o de la puesta del director? Es que esta libertad artstica

    ha de operar en un slo sentido? Y por qu habramos de suponer que esto slo ocurre en teatro? Podramos imaginar a crticos o

    dueos de galeras recoloreando o re-pintando a Tintoretto, Turner, Picasso? O re-distribuyendo los captulos y recortando La

    Guerra y la Paz, Madame Bovary, El Paraso Perdido? aparecen toda clase de preguntas que poca gente de teatro se atreve a

    enfrentar.

    Un cuento

    En una ocasin fui testigo de una escena significativa.

    Una noche estbamos reunidos para cenar en casa de un amigo algunos eminentes directores e igualmente eminentes

    dramaturgos. Creo que nuestro anfitrin sospech la friccin que podra producirse. Inevitablemente la conversacin deriv hacia

    las diferencias que pueden surgir entre escritor y director durante los ensayos. Un escritor, cuya fama es internacional y que no

    era ingls, finalmente confes algo ms o menos lo siguiente:

    "Mi problema es que rara vez encuentro un director cuya imaginacin teatral sea ms interesante que la ma". Hubo sofocones y

    sonrisas de superioridad. El hombre prosigui: "Estn llenos de trucos y engaos y efectos tcnicos que son infantiles y banales.

    Soy muy puritano. Hay que ganarse lo que se le hace sentir al pblico y no usar tecnologa y trucos para atajos y manipulaciones.

    Todos mis cuidadosamente construidos ritmos discursivos son ignorados; el desarrollo de las tensiones emocionales se pierde y

    debilita; la metfora, las razones para yuxtaponer escena con escena la importancia de ciertas acciones fsicas, la exigencia de

    determinados elementos de utilera, de colores,de texturas, nada de eso es entendido. Quiero renunciar y escribir novelas".

    Uno de los directores de quien se sabe que ha declarado que prefiere trabajar con dramaturgos muertos (quiz algunos

    dramaturgos preferiran trabajar con directores muertos?, respondi:

    "Y que pasa con la objetividad? Cuntos dramaturgos conoce que hayan sido jams objetivos acerca de su obra?"

    "Cuntos directores conoce que hayan sido objetivos acerca de sus producciones?", replic nuestro dramaturgo. El director sigui

    presionando: "Que enorme arrogancia su declaracin de que jams encontr un director cuya imaginacin teatral fuese ms

    interesante que la suya". Ante lo cual el dramaturgo call en lo que slo podemos describir como mudo asombro.

    "Pero seguramente" se esforz en articular "cuando un director insiste en introducir cambios no est declarando acaso que su

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    imaginacin teatral es ms interesante que la ma?"

    El resto de los escritores presentes no dijo nada, temiendo quiz por nuestros futuros. Lo que me qued grabado fue la mirada de

    total anonadamiento del temerario escritor. La rplica lo haba dejado sin palabras.

    El director dijo:

    "Jams podra trabajar en una de sus obras, no cabe duda. Usted no me dejara nada por decir. "Ante lo cual l a estas alturas

    desdichado dramaturgo visitante estall y sospecho que ms tarde lament su estallido:

    "Pero es que yo no escribo mis malditas piezas para permitirle a usted decir nada. Hgase su propio bote para navegar. Paso a

    veces dos aos construyendo mi bote, y no tengo el menor inters en que usted le practique caprichosos orificios en el costado

    para que entre el agua, y todo lo que usted tenga que hacer es saltar al bote de otro infeliz dramaturgo y agitar un pauelo de

    despedida mientras yo me hundo hasta el fondo"

    "Bueno, bueno", dijo otro de los directores, "alguno de nosotros podra llegar y rescatarlo un da y piense en todas las piezas que

    usted podra escribir en la isla desierta hasta la cual sin duda lograr llegar, ya que todos sabemos que es un sobreviviente".

    "Maldito si se nadar", mascull el derrotado dramaturgo. "Por eso es que construyo esos malditos botes". Pero a estas alturas de la

    burla inglesa haba salvado una vez ms la velada. Todos remos. Ignoro que puede hacerse con este eterno conflicto. Me limito a

    ilustrarlo.

    Salvo esto: Bond, Hare, Fugard, Bercoff y otros dirigen sus propias obras. No todo dramaturgo lo desea o es temperamentalmente

    apto para hacerlo. Pero de haber otro importante desarrollo en puerta para dar forma al futuro del teatro, ese ser el surgimiento

    de una nueva raza de dramaturgo/director. No una raza exclusiva; una raza adicional para enriquecer la escena.

    En ello deposito mis esperanzas, incluso mis apuestas.

    Traduccin de Alejandro Saderman

    Notas

    (1) "Credit-grabbing" en el original.

    (2) "Creador", utilizado para diferenciarlo del artista "intrprete". N. de T.

    (3) "Render" en el original. Trmino de muchas acepciones y de difcil traduccin. N. de T.

    Buenos Aires, julio 1988