Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional

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SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGIA COLECCION TESIS DOCTORALES ISBN 978- Entre otros títulos publicados por la Sociedad Argentina de Antropología: En la COLECCIÓN TESIS DOCTORALES Identidades impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia, de Lidia R. Nacuzzi. (agotado) Cazadores de guanacos de la estepa patagónica, de Guillermo Mengoni G. Arqueología de la educación. Textos, indicios, monumentos, de Irina Podgorny. La fundación de villas en San Juan (siglo XVIII), de Catalina Teresa Michieli. El consumo en grupos cazadores recolectores. Un ejemplo zooarqueológico de patagonia meridional, de Mariana E. De Nigris. Tierra, encomienda e identidad: Omaguaca (1540-1638), de Carlos E. Zanolli Arqueología de alfareros, cazadores y pescadores pampeanos, de María Isabel González Los indígenas del río Negro. Un enfoque arqueológico, de Luciano Prates [email protected] Ramiro Barberena nació en la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires. Se graduó como arqueólogo en el año 2001 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y obtuvo el título de Doctor en Ciencias Antropológicas en el año 2008 en esta misma facultad. Actualmente trabaja en el Departamento de Investigaciones Prehistóricas y Arqueológicas del IMHICIHU, dependiente de CONICET. Desde el año 1999 ha participado en trabajos de campo desarrollados en distintas regiones de Patagonia, incluyendo las provincias de Santa Cruz, Tierra del Fuego y Neuquén. Los trabajos realizados en la región volcánica de Pali Aike, Santa Cruz, constituyeron la base para llevar a cabo la tesis doctoral que se presenta en este libro. En el mismo se presenta un estudio geográfico de las poblaciones humanas que habitaron Patagonia meridional durante los últimos 4000 años, basado en la integración de diferentes tipos de evidencia arqueológica. ramidus28@fibertel.com.ar Ramiro Barberena Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional Ramiro Barberena Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional Ramiro Barberena

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SOCIEDAD ARGENTINA DE ANTROPOLOGIACOLECCION TESIS DOCTORALES

ISBN 978-

Entre otros títulos publicados por la Sociedad Argentina de Antropología:

En la colección TeSiS DocToRAleS

identidades impuestas. Tehuelches, aucas y pampas en el norte de la Patagonia, de Lidia R. Nacuzzi. (agotado)

cazadores de guanacos de la estepa patagónica, de Guillermo Mengoni G.

Arqueología de la educación. Textos, indicios, monumentos, de Irina Podgorny.

la fundación de villas en San Juan (siglo XViii), de Catalina Teresa Michieli.

el consumo en grupos cazadores recolectores. Un ejemplo zooarqueológico de patagonia meridional, de Mariana E. De Nigris.

Tierra, encomienda e identidad: omaguaca (1540-1638), de Carlos E. Zanolli

Arqueología de alfareros, cazadores y pescadores pampeanos, de María Isabel González

los indígenas del río negro. Un enfoque arqueológico, de Luciano Prates

[email protected]

Ramiro Barberena nació en la ciudad de Azul, provincia de Buenos Aires. Se graduó como arqueólogo en el año 2001 en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y obtuvo el título de Doctor en Ciencias Antropológicas en el año 2008 en esta misma facultad. Actualmente trabaja en el Departamento de Investigaciones Prehistóricas y Arqueológicas del IMHICIHU, dependiente de CONICET. Desde el año 1999 ha participado en trabajos de campo desarrollados en distintas regiones de Patagonia, incluyendo las provincias de Santa Cruz, Tierra del Fuego y Neuquén. Los trabajos realizados en la región volcánica de Pali Aike, Santa Cruz, constituyeron la base para llevar a cabo la tesis doctoral que se presenta en este libro. En el mismo se presenta un estudio geográfico de las poblaciones humanas que habitaron Patagonia meridional durante los últimos 4000 años, basado en la integración de diferentes tipos de evidencia arqueológica.

[email protected]

Ramiro Barberena

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Arqueología y biogeografía humanaen Patagonia meridional

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Arqueología y biogeografía humanaen Patagonia meridional

SOCIEDADARGENTINADE ANTROPOLOGIA

Ramiro Barberena

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Colección Tesis Doctoralesdirigida por Victoria Horwitz

Diseño de tapa y composición de originalesBeatriz Bellelli.

© 2008 by Ramiro Barberena

Sociedad Argentina de AntropologíaMoreno 350. (1091) Buenos Aires

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escritade los titulares del "copyright", bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducciónparcial o total de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y eltratamiento informático.

Los mapas de la presente publicación se ajustan a la cartografía oficial, establecida por elPoder Ejecutivo Nacional a través del I.G.M. -Ley 22.963- y fueron aprobados porExpte. GG 08497/5, del 14 de marzo de 2008.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723Impreso en la Argentina - Printed in Argentina

La Tesis Doctoral “Arqueología y biogeografía humana en Patagonia meridional”estuvo dirigida por Luis A. Borrero y fueron sus jurados los doctores José Cocilovo,Adolfo F. Gil y Laura L. Miotti. Fue defendida el 5 de marzo de 2008 en la Facultadde Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

Barberena, Ramiro Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional. - 1a ed. - Bue-nos Aires : Sociedad Argentina de Antropología, 2008. 396 p. ; 21x15 cm. (Tesis doctorales de la SAA dirigida por Victoria Horwitz)

ISBN 978-987-1280-10-0

1. Arqueología. I. Título CDD 930.1

Fecha de catalogación: 17/03/2008

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ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS 13

PRÓLOGO 17

CAPÍTULOS

1. ¿De qué se trata este libro? 19

2. Aspectos teóricos y escalas de análisis 23

Biogeografía 23Orígenes y desarrollo histórico 24Antecedentes en arqueología 26

Estudio del paisaje 27Perspectiva idealista 28Nuestra perspectiva 31

Escalas de análisis 33Espacio 33Tiempo 36

3. Geografía de cazadores recolectores: lecciones desde el tiempoetnográfico 39

Organización espacial en cazadores recolectores etnográficos 40Dimensiones de la organización espacial y unidades poblacionalesde análisis 41Rangos de acción y territorios: ¿Qué categoría es más adecuada paraun análisis geográfico? 42Factores condicionantes de los rangos de acción: consumo de recursosmarinos 44

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Estructura de los rangos de acción: nodos demográficos y áreasmarginales 46

Rocas y cuevas con ojos: Pali Aike en un contexto geográfico 49El paisaje de cuevas Nunamiut 52Un contexto más amplio para el análisis de reparos rocosos 54El paisaje de cuevas y aleros en Pali Aike 57

4. Patagonia Meridional y el campo volcánico Pali Aike

Geología, geomorfología y ecología: implicaciones biogeográficas 61

Geología volcánica 62Aspectos cronológicos 62Aspectos morfológicos 63Ordenamiento geográfico de los rasgos volcánicos 66

Geomorfología 68Hidrografía y disponibilidad de agua 68Ecología y productividad de los ambientes terrestres 71

Condiciones climáticas generales 72Comunidades vegetales en Patagonia meridional 73Capacidad de carga: marco para una evaluación arqueológica 75

Productividad primaria de los ecosistemas marinos 77Segmentación del espacio: base para un análisis biogeográfico 78

5. Nuestras preguntas: alcances y limitaciones 81

Subsistencia y organización geográfica 81Interacción entre las costas marinas y el interior del continente 83Jerarquización del espacio 84Áreas marginales, nucleares y barreras biogeográficas 85

Estructura espacial de la muestra arqueológica 88Orejas de Burro – Estancia Monte Aymond 89Cóndor – Estancia 3 de Enero 90Cerro Norte – Estancia Don Bosco 90Estancia La Carlota 90

Limitaciones explícitas de nuestro análisis 91

6. Paisaje desde una perspectiva biogeográfica 93

Geoarqueología en escalas Regional y Supra regional 94Geoarqueología en escalas de Sitio y Localidad 95Líneas de evidencia 96

Registro pedogenético y evidencias arqueológicas a cielo abierto 97Historia sedimentaria de los depósitos estratificados: Pali Aike comoun laboratorio 98

7. Evidencias arqueológicas en un marco biogeográfico 101

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Distancias 102Transporte de objetos 102Movilidad de los individuos 103

Intensidad de uso humano: de lo local a lo regional 104Indicadores sedimentológicos 105Conjuntos faunísticos 108Conjuntos líticos 111

Arqueología de la muerte en un marco geográfico 114Tendencias temporales y demografía 114

8. Nuestras herramientas: métodos y técnicas 117

Estudio del paisaje: suelos, sedimentos, excavación y estratigrafía 117Tratamiento de las líneas arqueológicas de evidencias 118

Estudio de sedimentos 118Isótopos estables en restos humanos 120Conjuntos faunísticos 122Información cronológica 126

9. Evolución paleoclimática y cambios en el paisaje 129

Registros ‘continuos’: núcleos sedimentarios de fondos de lago 130Registros discontinuos: turberas, cuevas y suelos 132Historia paleoclimática del CVPA 133

Anomalía Climática Medieval y Pequeña Edad de Hielo 137

10. Localidad Orejas de Burro (OB)- Estancia Monte Aymond 139

Geoarqueología del paisaje: registro pedogenético 139Geomorfología y registro pedogenético 142Cronología 144

Evidencias mortuorias y contactos con el mar: sitio Orejas de Burro 1 145Geoarqueología y estratigrafía en reparos rocosos 145Prácticas mortuorias e implicaciones del estudio estratigráfico 149Isótopos estables 152

OB1 en contexto arqueológico regional 155Conductas mortuorias 155

Sitios Cerro Sota y Cañadón Leona 5 156Causas de muerte y elementos para una discusión demográfica 158

Vinculación con ambientes marinos 161

11. Localidad Cóndor - Estancia 3 de Enero 165

Geoarqueología del paisaje: registro pedogenético 166Cóndor 1: intensidad de uso humano en el sector meridionalde Pali Aike 167

Geoarqueología y estratigrafía en reparos rocosos 168

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Sector interno de la cueva: cuadrículas 4E y 4F 169Evidencias geoquímicas y estratigrafía 171Sector externo de la cueva: cuadrícula 12H 174Síntesis y correlación estratigráfica 175

Columna de sedimentos e intensidad de descarte 177Estudios zooarqueológicos 178

Sector interno de la cueva: cuadrícula 4E 179Sector externo de la cueva: cuadrícula 12H 182Indagaciones tafonómicas 185Fragmentación de las diáfisis de huesos largos 188Densidad ósea y anatomía económica en guanaco 192Aspectos metodológicos: comparación de las medidas decuantificación observacionales y derivadas 194

Resumen de la información e inserción en un marco arqueológicoregional 195

Evaluación tafonómica y zooarqueológica integral de los conjuntos 195Integración con evidencias sedimentarias y líticas 200Densidad de materiales a nivel vertical y cronología 203Implicaciones regionales 208

12. Estratigrafía y biogeografía: localidades Cerro Norte - EstanciaDon Bosco y Estancia La Carlota 211Localidad Cerro Norte - Estancia Don Bosco 211

Estratigrafía en reparos rocosos 212Propiedades locacionales de los reparos 219Cronología de las ocupaciones humanas 221Evidencias estratigráficas y pautas de ocupación humana 222Interpretación local y regional 223

Localidad Estancia La Carlota 224Sitio cueva La Carlota 1 225Arqueología en escalas de sitio y localidad 228

13. Paisaje y formación del registro: arqueología en contextos a cielo abierto 231

Registro pedogenético en Patagonia meridional y Tierra del Fuego 231Registro pedogenético en el CVPA 233

Paisajes estables: depósitos glacifluviales, fluviales y coluviales 233Paisajes dinámicos: depósitos eólicos 234

Integración del registro de suelos en Patagonia meridional 237Geomorfología y registro pedogenético: un enfoque sedimentológico 238

Estado de los sistemas sedimentarios eólicos en Patagoniameridional: aplicación inicial 239

Modelo regional de formación del registro arqueológico 242Cronología y contexto paleoclimático del suelo del Holoceno tardío 244

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Cronología 245Paleoclima 247Planteos alternativos 249

14. El registro arqueológico de reparos rocosos en Patagoniameridional 255

Formación del registro arqueológico en reparos rocosos 256Evolución morfológica de los reparos rocosos en Pali Aike 257Historia sedimentaria: factores endógenos y exógenos 259Discordancias estratigráficas y humanos como agentes desedimentación 262

Geología volcánica y disponibilidad de reparos: implicacionesarqueológicas 266Aspectos conductuales 268

Marco cronológico de las ocupaciones en reparos 269Variación conductual en las muestras de reparos 271

Redundancia de uso y amplitud conductual 272¿Uso planificado o circunstancial de los reparos? 275

Reparos rocosos y conductas mortuorias 277Integración de localidades y pautas de circulación humana 281

Reparos y espacios abiertos: integración arqueológica 282Evidencias de superficie 283Evidencias estratificadas en espacios abiertos 285

15. Arqueología de Patagonia meridional en un marco biogeográfico 291

Distancias: indicadores distribucionales de transporte y movimiento 291Transporte de objetos: elementos marinos en el interior 292Movimiento de individuos: isótopos y recursos marinos 297

Arqueología de costas marinas en Patagonia meridional 303Costa del océano Atlántico 304Costa del estrecho de Magallanes 311Integración de las evidencias costeras 314

Intensidad de uso humano del CVPA: aporte del registro faunístico 316Tendencias geográficas generales 322

Registro bioarqueológico y geografía humana 322Tendencias temporales y aspectos poblacionales 324

Cronología de las ocupaciones en la costa y el interior 328Cronología de las ocupaciones en el interior: sectores meridional yseptentrional del CVPA 330Registro temporal, demografía y paleoclima 332

Conclusiones: geografía humana en Patagonia meridional 338Interacción entre la costa y el interior 339Intensidad de uso y jerarquización del espacio 340Indicadores de distancia e intensidad de uso: integración en

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un marco biogeográfico 342Demografía y aspectos temporales 345Perspectivas 348

16. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 349

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Dedico este trabajo a las siguientes personas, paraquienes ninguna forma escrita de agradecimiento

resulta suficiente:

Luis A. Borrero, mi amigo, cuya generosidad hizoposible este trabajo.

Ana M. De Benedictis, Juan A. Barberena yFederico A. Barberena, por la suerte de una familia

maravillosa.Clara Otaola, por el orgullo y la alegría de

compartir con ella mi vida.

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AGRADECIMIENTOS

Es innumerable la gente que contribuyó para la realización de estetrabajo, que no habría sido posible sin su apoyo. Fabiana M. Martin yAdriana Blasi han brindado generosamente mucho de su tiempo y cono-cimiento, guiando distintos aspectos de mi trabajo. El apoyo de Lili Zahny Federico Rodríguez Zahn en Río Gallegos ha sido fundamental y mu-cho de nuestro trabajo pudo realizarse por su ayuda y amistad a lo largode los años. María Curto y Hugo Laubscher forman parte de los amigosque nuestro trabajo nos permite tener a pesar de las distancias. Los‘Marcelos’ en Viedma fueron desde hace muchos años una enorme ayu-da, así como un incentivo para nuestros viajes por la Ruta 3: MarcelaMartin, Marcelo Pérez, Flori, Octavio, Paulina y Jerónimo son personasexcepcionales que uno querría ver más seguido. Victoria D. Horwitz fuemuy importante en la instancia de transformación de mi tesis doctoral enun libro que ofrezca una lectura más ‘placentera’. Le agradezco por suincentivo y por los consejos cruciales que me brindó en este proceso. ALaura Miotti, José Cocilovo y Adolfo F. Gil, jurados de mi tesis, por susaportes.

Soy muy afortunado al contar con la amistad de Tirso Bourlot, KarenBorrazzo y A. Francisco Zangrando, personas excepcionales con las cua-les discutí numerosas partes de este trabajo y cuyas opiniones me benefi-ciaron en forma notable. Este proceso también fue compartido con MarciaBianchi Villelli, Marcelo Cardillo, Lorena Carrera, Javier Musali, VictoriaNuviala, Luciano Pafundi, Leticia Rafaelle, Anahí Re, Augusto Tessone yAngie Tivoli. Con todos ellos hemos compartido nuestros estudios, tra-

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bajos de campo, largas charlas y, en conclusión, todo un período de nues-tras vidas que considero muy feliz.

Mis compañeros de trabajo han brindado un ámbito humano y pro-fesional fantástico: con Judith Charlin fuimos compañeros en el procesode hacer la tesis, compartiendo las alegrías y nervios asociados; su amis-tad, ayuda y conocimiento fueron fundamentales para mi trabajo. A CarolaCastiñeira le agradezco por su ayuda ‘geoarqueológica’, que fue una guíapara mí en los momentos de duda; siempre estaré agradecido por ésto ypor su amistad surgida en los viajes a La Plata. Lorena L’Heureux ha sidomuy generosa con la información producto de su trabajo, que fue un aportemuy importante para el desarrollo de mi trabajo. Patricia Campan es unaamiga excepcional que siempre me ha ayudado en muchas formas y esuna presencia que se extraña en Buenos Aires. Juntamente con LilianaManzi y Flavia Carballo Marina me han ofrecido toda su ayuda para eltrabajo en Estancia La Carlota, respondiendo numerosas preguntas y fa-cilitando sus datos con generosidad. Los miembros del IMHICIHU con-forman un ámbito donde se trabaja con gran libertad y con un apoyo quesiempre ha sido total; una gran parte de esto se debe a los notables valo-res humanos de Ariel Guiance. Daniel Hereñú merece una mención espe-cial por su constante disposición para ayudar, sin la cual muchas de lastareas desarrolladas no hubieran sido posibles. Lo mismo quiero decirpara Marcia Bianchi Villelli, Silvana Buscaglia y María Marschoff, quie-nes además me han ayudado con los -para mí- desconcertantes materia-les históricos. A Cristian Favier Dubois le agradezco por sus investigacio-nes geoarqueológicas pioneras que constituyeron una importante base yguía para mi trabajo. Numerosas charlas mantenidas con Juan B. Belardia través del tiempo han servido para enriquecer esta investigación; junta-mente con Silvana Espinosa han sido una ayuda y compañía muy impor-tante en Río Gallegos. A Nora V. Franco le agradezco por los años detrabajo compartidos y por las charlas que me han ayudado a comprenderdistintos aspectos de la arqueología patagónica. A Virginia Mancini porsu ayuda en el campo y con la interpretación de los datos paleoclimáticosy a Mauro Graham por su colaboración con el análisis polínico. A MartínFugassa por el trabajo realizado conjuntamente, que me ha servido paraaprender sobre un campo novedoso. Adolfo F. Gil brindó importantescomentarios isotópicos que dispararon lo que terminó siendo una discu-sión más interesante.

Hay un conjunto de personas que me han influido y enseñado sobredistintos aspectos del trabajo y la vida en arqueología. Por esto y por sucalidad humana considero a Julieta Gómez Otero, María Gutiérrez, Adolfo

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Gil, Ricardo Guichón, Gustavo Martínez y Gustavo Neme como mis ami-gos. A Flavia Morello y Manuel San Román deseo agradecerles por mu-chas cosas, pero principalmente por su carácter de excelentes personas,siempre dispuestas a brindar su ayuda. A Torsten Haberzettl por su ge-nerosidad y por su conocimiento; haber contado con su excelente tesisdoctoral en Pali Aike ha sido una circunstancia increíblemente afortuna-da para mí. Por todo esto deseo agradecer también a Bernd Zolitschka.

La biblioteca del Museo Etnográfico «J.B. Ambrosetti» ha sido unlugar importante a lo largo de toda mi carrera, lo que en gran parte sedebe a Mónica Kelly, quien tiene la capacidad de apreciar profundamen-te su trabajo, ayudándonos a mí y a todos quienes allí concurren. Lasclases sedimentológicas de Oscar Limarino inspiraron aspectos impor-tantes de la discusión sobre dinámica del paisaje, así como también lohicieron las charlas con Alfonsina Tripaldi. A Gabriel Oliva por compar-tir su conocimiento sobre ecología de Patagonia. Hugo Corbella nos ayu-dó a comprender distintos aspectos de la geología de Pali Aike. Agradez-co a Néstor Landoni (Museo Argentino de Ciencias Naturales «BernardinoRivadavia») por su asesoramiento con la determinación taxonómica demoluscos y a M. Estela Mansur y Julieta Gómez Otero por la bibliografíagentilmente facilitada. A Silvia Ametrano por su enorme disposición ha-cia nuestro trabajo en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata, ya quesu apoyo hizo posibles distintos aspectos de nuestro trabajo. Por la mis-ma razón agradezco a Aníbal Figini. A Leónidas Carrasco-Letelier, IrinaCapdepont, Laura Del Puerto y Hugo Inda por su colaboración desinte-resada en el análisis de muestras de sedimentos.

Hemos contado con el apoyo logístico de «Compañía de Tierras delSud» en las Estancias Cóndor y Monte Aymond, por lo cual agradezco alDr. Esteban Perazzo y al Sr. Marcelino Díaz. Aníbal Cufré y el ‘maestro’Hugo Zaldivar fueron muy importantes para nosotros allí y tengo ungran recuerdo de ellos. Finalmente, deseo agradecer a las institucionesque han financiado la beca y los proyectos que permitieron el desarrollode la tesis que conforma este trabajo, dirigidos por Luis A. Borrero:CONICET (PIP 2390, PIP 5676), ANICyT (PICT 04-9498), NationalGeographic Society (Grant 7736-04) y Facultad de Filosofía y Letras, Uni-versidad de Buenos Aires (UBACyT F133).

Buenos Aires, 27 de enero de 2008

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PRÓLOGO

Este libro -condensación de la tesis doctoral de Ramiro- gira alrede-dor del tema central del proyecto PICT-04-9498 “Modos de interacción en-tre las poblaciones humanas de la Patagonia Meridional”, que se focalizó en laarqueología del Campo Volcánico Pali Aike. Este proyecto buscaba, entreotras cosas, entender la localización de los nodos poblacionales prehistó-ricos, la circulación humana dentro de un paisaje volcánico y el grado decomplementariedad entre el interior y la costa marítima. Estos son temasque en distintas escalas espaciales -a través de una rara combinación deacercamientos geoarqueológicos, arqueofaunísticos, isotópicos ydistribucionales (en el sentido de “pensar distribucionalmente”, no en elde realizar un estricto estudio distribucional para el que la visibilidad dela región no es adecuada)-, tienen plena y muy satisfactoria discusión eneste libro. Así es que Ramiro identifica las variaciones topográficas rele-vantes para la instalación humana, la intensidad y ritmos ocupacionalesde distintos sectores y, en fin, el papel de los aparatos volcánicos -aisla-dos, alineados, concentrados- dentro de la geografía cultural prehistóricade la Patagonia meridional.

Localización, circulación y complementariedad adquieren una nue-va dimensión a partir de estos resultados, que en la planificación del equi-po de trabajo se integran en una escala espacial más amplia, que contem-pla las conexiones establecidas entre las poblaciones que habitaban lascostas Pacífica y Atlántica de la Patagonia meridional y, combinados conotros estudios realizados en éste y otros proyectos, prepararon el caminopara nuestro actual trabajo en la región de los morros al oeste de PaliAike y en el sector central del estrecho de Magallanes.

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En suma, entiendo que los resultados presentados en este libroejemplifican la forma de definir y desarrollar objetivos regionales ymicroregionales no solo sin perder la perspectiva supra-regional, sinoaspirando a contribuir activamente a la misma.

Luis Alberto Borrero

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¿De qué se trata este libro?

El entusiasmo contagioso de Lars Brundin se sitúa en un contextohistórico apasionante en términos del desarrollo de una disciplina, vin-culado a la asimilación de una nueva metodología de análisisbiogeográfico que aportó un poder explicativo previamente insospecha-do. Esta situación de ‘transición’ metodológica no es representativa delcontexto en que se desarrolla este trabajo; afortunadamente, podemosapoyarnos en un conjunto de excelentes investigaciones arqueológicasque aportan interesantes preguntas y algunos de los métodos necesariospara responderlas. En este contexto, nuestro objetivo general consiste enprofundizar el desarrollo de un esquema metodológico que permita in-tegrar las diferentes líneas de evidencia arqueológica en un marco dereferencia común. No obstante estas diferentes circunstancias, comparti-mos con Brundin la actitud entusiasta de trabajar en función de pregun-tas que nos incitan a buscar nuevas formas de respuesta. El tema centralde este libro es el estudio arqueológico de la organización geográfica de socie-dades cazadoras recolectoras que habitaron ambientes de la costa y el interior dePatagonia meridional. A tal fin hemos realizado trabajos arqueológicos in-tensivos en el interior del continente, particularmente en el campo vol-cánico Pali Aike (de aquí en más denominado CVPA), conjuntamente contrabajos previos desarrollados en ámbitos de costa marina (Figura 1).

Los trabajos realizados en el marco del Proyecto Magallania en di-ferentes regiones de Patagonia meridional (Borrero 1998, Borrero y Franco2002) proveyeron los criterios geográficos para la elección del CVPA como

“there is no way around, and we are short of time ...Let us do it, with enthusiasm and humbleness

and freedom from preconception”Lars Z. Brundin (1966: 64)

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Por su posicionamiento, adyacente a la costa septentrional del es-trecho de Magallanes y a la costa atlántica, el CVPA es relevante paraevaluar problemas geográficos tales como las formas de interacción es-tablecidas por las poblaciones humanas entre los ambientes marinos ydel interior del continente. A su vez, dado que este campo volcánico secaracteriza por una gran variabilidad geológica, geomorfológica yecológica, cabe esperar que contenga un amplio espectro de variabilidadespacial en los indicadores arqueológicos de ocupación humana. Al in-

una unidad de análisis adecuada para un tratamiento arqueológico in-tensivo. Los patrones arqueológicos observados en la escala espacialmayor, que incluye al CVPA, guiaron la definición de las preguntas quediscutimos aquí (Borrero 2002). En este sentido, proveen un contexto paralas discusiones desarrolladas en este trabajo.

Figura 1. Patagonia meridional y CVPA.

Referencias: CVPA. Campo Volcánico Pali Aike; RG. río Gallegos inferior; CV. Cabo Vírgenes.

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tegrar estos espacios del interior con las localidades costeras que los ro-dean, como Cabo Vírgenes, la desembocadura del río Gallegos y la costanorte del Estrecho, se define una unidad de análisis geográfico de granamplitud. Consideramos que esta escala de análisis es adecuada paraevaluar las propiedades de los rangos de acción y territorios de pobla-ciones de cazadores recolectores que pueden tener una dimensión espa-cial comparable (Foley 1981, Gamble 1986, Borrero 2002). El marco tem-poral de estas discusiones corresponde al Holoceno tardío, concretamentea los últimos 5.000 años 14C. No obstante, el desarrollo de algunas discu-siones implica considerar las variaciones en la distribución de las pobla-ciones humanas en un lapso más amplio, que abarca todo el Holoceno.

La biogeografía constituye el marco de referencia que empleamospara la evaluación de los problemas arqueológicos de nuestro interés, yaque ofrece conceptos que permiten la integración de todas las líneas deevidencia arqueológica (Yellen 1977, Keegan y Diamond 1987, Borrero1989-90, Veth 1993). Este enfoque se basa en el análisis de las pautas deconducta y distribución espacial y temporal de poblaciones de organis-mos en relación con las propiedades del paisaje que habitan, e implicaevaluar la influencia que el mismo ejerce en las características de pro-cesos históricos de largo plazo. Por lo tanto, el estudio de la configura-ción del paisaje habitado por los humanos y de los cambios ocurridosen el mismo a través del tiempo constituye uno de los principales ejes detrabajo. Los temas a ser discutidos pueden ordenarse en tres grupos,cuya relevancia para un análisis biogeográfico ha sido señalada pordiferentes autores (Gamble 1993, Lahr y Foley 1998).

El primero de ellos es el de los aspectos geográficos que, como semencionó, es el que enfatizamos aquí. Las discusiones geográficas im-plican evaluar la distribución espacial de las poblaciones humanas, eltamaño y la configuración de los rangos de acción o territorios y el tipode vinculaciones establecidas entre diferentes ambientes. Esto permitejerarquizar los espacios que componen una región en función de la im-portancia que tuvieron para las poblaciones que la habitaron y construirla geografía cultural de una región (Binford 1983a). La evaluación arqueo-lógica de estos temas implica un trabajo en escalas espaciales de diferen-te amplitud, definidas por su relevancia para reflejar distintos niveles enla distribución de las poblaciones humanas en el pasado (Ames 2004).En segundo lugar se consideran los aspectos temporales o históricos, queintroducen variación en los patrones de organización espacial. Esto mar-caría la necesidad de segmentar el registro arqueológico en subunidadescronológicas significativas para la comprensión de los cambios.

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Finalmente, estos datos son empleados para el tratamiento de as-pectos demográficos del poblamiento humano, cuyo análisis implica unmayor grado de abstracción, pero que no obstante pueden ser adecua-damente evaluados en términos cualitativos (Gamble 1986, Hiscock yWallis 2005, Veth 2005). El análisis demográfico provee un marco para lainterpretación de los cambios a nivel espacial y temporal en el registroarqueológico (Beaton 1990). La delimitación de estos tres ejes es arbitra-ria, dado que constituyen diferentes aspectos del proceso de poblamientohumano de una región. No obstante, consideramos que un tratamientoindividual de los mismos es operativo a nivel metodológico. El objetivofinal consiste en integrar los aspectos geográficos, temporales y demo-gráficos para la reconstrucción de la historia de las ocupaciones huma-nas en Patagonia meridional.

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Aspectos teóricos y escalas de análisis

“La biogeografía es un ámbito para los procesos”R M. McDowall (2004)

En este capítulo presentamos los elementos teóricos necesarios parael desarrollo de un enfoque biogeográfico de la arqueología de Patago-nia meridional. Este enfoque es apropiado para nuestros objetivos pordos simples motivos: las discusiones que presentamos son relativas aamplios espacios, lo cual nos ubica en el terreno propio de la biogeogra-fía, y nos interesa evaluar los condicionamientos establecidos por la es-tructura del paisaje sobre la organización geográfica de las poblacioneshumanas. En el largo plazo, estos elementos pueden contribuir al estu-dio de la variabilidad biológica y cultural existente en las sociedadeshumanas (Diamond 1997, Terrell 2006). El análisis de la estructura y laevolución del paisaje -que se canaliza principalmente por medio de lageoarqueología- es un aspecto central de esta propuesta.

Biogeografía

Comenzamos con una aclaración: nuestras discusiones arqueológi-cas no contribuyen en forma directa al tratamiento de los temas clásica-mente estudiados desde una perspectiva biogeográfica, ya que el regis-tro no se vincula a dichos temas. Entre ellos cabe mencionar procesos deespeciación, identificación de endemismos o establecimiento de filogenias(Scheinsohn y Szumik 2007). Desde una perspectiva estrecha podríacuestionarse, entonces, la pertinencia de este cuerpo teórico para los pro-

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blemas que estudiamos. Sin embargo, creemos que la biogeografía ofre-ce a la arqueología, por sobre todo, un marco de referencia para el estu-dio de la historia de las poblaciones humanas desde una perspectiva es-pacial. Parafraseando a R. McDowall, constituye un ‘lugar para los pro-cesos’ que nos interesa estudiar. En este trabajo se busca, entre otras co-sas, justificar esta afirmación. La biogeografía ha sido empleada en rela-ción con otros marcos teóricos complementarios, tales como la teoría dela evolución (Borrero 1989-90). En este trabajo hacemos uso de herra-mientas aportadas por éste u otros marcos en la medida en que los pro-cesos estudiados en el registro material se vinculen en forma tangiblecon los contemplados en dichos esquemas teóricos. La amplitud tempo-ral de las evidencias tratadas y el tipo de cambio cultural o biológico quese registra marcarán, entre otros temas, la eventual existencia de proce-sos de cambio evolutivo (Boone y Smith 1998, Bamforth 2002).

Orígenes y desarrollo histórico

Los orígenes de la biogeografía moderna pueden rastrearse hasta elRenacimiento en Europa, ya que en este momento comienzan a produ-cirse cambios graduales en la actitud existente frente a la explicación quela Biblia otorga a la variabilidad biológica (Briggs y Humphries 2004).Un paso central en la configuración del pensamiento biogeográfico sevincula a tres individuos estrechamente relacionados en vida por las dis-cusiones que establecieron y por vínculos de amistad: Sir J.D. Hooker[1817-1911], C.R. Darwin [1809-1882] y A.R. Wallace [1823-1913]. Los dosúltimos han pasado a la historia de la ciencia como quienes diseñaron lateoría de la evolución, en gran parte sobre la base de observaciones decarácter biogeográfico. La unión con la teoría de la evolución marca unelemento que demostró ser fundamental para el surgimiento de labiogeografía histórica, que busca explicar el cómo, cuando y porqué delas distribuciones actuales o fósiles de diferentes especies. Con posterio-ridad, las dos escuelas biogeográficas principales de la primera parte delsiglo XX se articulan alrededor de diferentes mecanismos históricos dediferenciación poblacional: dispersión y vicariancia (Myers y Giller 1988,Giller et al. 2004).

Muchos de los defensores de la dispersión como explicación de lavariación geográfica en los diferentes continentes descreían de la teoríade la tectónica de placas, lo cual restaba peso a la vicariancia como meca-nismo alternativo. Este fue el caso de Darwin y Wallace, quienes defen-

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dían la estabilidad de los continentes y favorecieron a la dispersión através de grandes distancias como el mecanismo que produjo los patro-nes actuales en la distribución geográfica de las especies (Briggs yHumphries 2004). Uno de los defensores más destacados de la versiónmoderna de la posición ‘dispersionista’ fue el paleontólogo G.G. Simpson,quien sugería que las especies se dispersaban a partir de centros geográ-ficos de origen, y la existencia de antiguos puentes terrestres que comu-nicaban regiones actualmente inconexas era una explicación usualmen-te invocada. Simpson (1964) propuso otros mecanismos de dispersiónde organismos, entre los que cabe mencionar a las sweepstake routes o ru-tas de azar, que se basan en procesos aleatorios y no predecibles, como eltransporte esporádico de organismos terrestres a través del agua. Comobalance de los aportes de Simpson a la biogeografía, señalamos que sustrabajos dieron lugar a conceptos de gran importancia como los de co-rredores, rutas de azar y filtros o barreras geográficas. Los mismos ocu-pan un lugar central en el pensamiento biogeográfico actual y permitenconectar los procesos geográficos con la evolución biológica de los dife-rentes organismos. A su vez, han influido en diferentes campos actualesde trabajo, entre los que cabe mencionar a la ecología del paisaje, queaplica estos conceptos para el diseño de reservas destinadas a la conser-vación de la variabilidad biológica (Meffe y Carroll 1997).

La segunda escuela de pensamiento biogeográfico se asocia al con-cepto de vicariancia e incluye diversos desarrollos. Uno de los mismosse denomina Panbiogeografía y se asocia al investigador venezolano L.Croizat, quien propone que muchas de las especies actualmente ubica-das en diferentes regiones o continentes tuvieron distribuciones conti-nuas en el pasado que fueron interrumpidas por procesos tectónicos uotros semejantes (Morrone y Crisci 1990). El análisis de Gamble (1998)sobre la dispersión de los homininos tempranos fuera de África utilizaen un modo muy interesante el concepto de generalized tracks propuestopor Croizat, que se refiere a líneas geográficas que unen espaciosbiológicamente vinculados. Borrero (1989-90) retoma el debate entre lasalternativas de vicariancia o dispersión a través de una barrera para laevaluación arqueológica de las implicaciones de la formación del estre-cho de Magallanes en la historia de las poblaciones humanas dePatagonia. En relación con esta misma situación histórica, L’Heureux(2005, 2007a) evaluó la importancia de procesos micro evolutivos asocia-dos al aislamiento de poblaciones de guanacos en la isla de Tierra delFuego por medio de evidencias morfométricas sobre restos óseos.

La teoría de biogeografía de islas ocupa un lugar importante en

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trabajos arqueológicos recientes (Yesner 1996). Este cuerpo teórico fueinicialmente aplicado a islas en el sentido tradicional del término, aun-que luego fue extendido para la comprensión de las denominadas ‘islasclimáticas o ecológicas’, que constituyen hábitats ecológicamente homo-géneos rodeados por espacios diferentes, que funcionan como barrerasgeográficas para la dispersión de determinadas especies. Este conceptoes una herramienta de gran valor para comprender procesosbiogeográficos y evolutivos en territorios continentales, y se cuenta conexcelentes ejemplos a nivel paleoecológico (Grayson 2005) y arqueológi-co, en el cual se destaca el trabajo de P. Veth (1993) en Australia.

Antecedentes en arqueología

A lo largo de las últimas dos décadas Borrero ha postulado y discu-tido un amplio número de hipótesis vinculadas a un marco biogeográficode trabajo. El modelo de poblamiento propuesto por este autor es unbuen punto de partida (Borrero 1989-89, 1994-95), ya que se articula so-bre una base conceptual biogeográfica. En el mismo se modela alpoblamiento humano de una región como un proceso basado en unajerarquización de los espacios disponibles para ser ocupados. Estajerarquización condiciona las historias de ocupación de diferentes am-bientes, tales como el bosque (Borrero 2004) o el desierto (Borrero 2005);a su vez, esto le otorga a este proceso un carácter discontinuo a nivelespacial (Borrero 2001a). La ocupación de un espacio no es concebidacomo un proceso lineal y menos aún irreversible. Borrero propone cua-tro instancias -exploración, colonización, ocupación efectiva y satura-ción del espacio- caracterizadas por diferentes modos de interacción en-tre los humanos y el ambiente que ocupan, sobre la base de un conoci-miento variable de las propiedades del mismo. La jerarquía de cada es-pacio en relación con las alternativas disponibles condiciona el eventualabandono de lugares explorados, lo cual abre la posibilidad de sucesivasexploraciones de una misma región por parte de una o más poblacioneshumanas. Esto otorga un carácter discontinuo en la dimensión temporalal proceso de poblamiento.

El primero de los casos desarrollados se relaciona con la apertura delestrecho de Magallanes hace ca. 8.000 años AP (McCulloch et al. 1997), enun momento en el cual ya había poblaciones humanas instaladas al nortey al sur del mismo. Para discutir la historia poblacional de ambas regio-nes, Borrero (1989-90) considera las alternativas de dispersión y vicariancia.

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Un concepto importante que se desprende de estos trabajos es el dejerarquía de espacios, que se asocia al concepto de ambientes margina-les, definidos del siguiente modo: “la marginalidad no se conecta con ‘se-gunda clase’ o con alguna otra forma de significado despreciativo, sino con posi-cionamiento espacial. Por ejemplo, puede preguntarse si la marginalidad impli-ca un ambiente más pobre o costoso, y la respuesta es, ‘No necesariamente’. Lamarginalidad es el resultado de la distribución y el funcionamiento delas poblaciones” (Borrero 2004: 55, nuestra traducción, resaltado agrega-do). El carácter marginal de un espacio está determinado por la distribu-ción de las poblaciones que lo ocupan a lo largo del tiempo. Así comopodemos reconocer áreas marginales en estos términos, podemos defi-nir áreas nucleares que se corresponden con las áreas centrales de losrangos de acción de las poblaciones a lo largo del tiempo. La informa-ción sobre la intensidad de uso humano que presenta un espacio contri-buye al reconocimiento de áreas nucleares y marginales en términos delreposicionamiento de los sistemas humanos. Estas ideas son retomadasen nuestro análisis biogeográfico del CVPA y los espacios que lo rodean.

Veth (1993) ha desarrollado una muy interesante discusiónbiogeográfica sobre el desierto de Australia que aporta conceptos y herra-mientas metodológicas de gran utilidad. A nivel teórico, Veth estratifica eldesierto en áreas que se consideran barreras y espacios localizados queconstituirían refugios, denominados ‘islas en el interior’, algunos de loscuales se encontrarían conectados entre sí por corredores. El carácter debarrera geográfica de un espacio puede establecerse por factores geológicos-como una cadena montañosa- o por factores climáticos -como la presen-cia de desiertos-, como en el caso de Australia. Diferentes propiedades lepermiten a Veth diferenciar entre distintos tipos de barreras: “Patronesclimáticos fluctuantes pueden hacer que grandes extensiones de territorio actúencomo barreras temporarias (áreas de uso intermitente) a las ocupaciones humanas,mientras que rasgos determinados del paisaje pueden representar barreras conti-nuas” (Veth 1993: 106, nuestra traducción).

Estudio del paisaje

El concepto de paisaje no tiene un significado unívoco en la biblio-grafía arqueológica, y algunas de las aplicaciones desarrolladas bajo esterótulo tienen pocos aspectos en común, más allá de dicho rótulo. Dife-rentes autores enfatizan alternativamente aspectos naturales o cultura-les en la conformación de un paisaje (Wandsnider y Dooley 2004). Estos

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enfoques se asocian a diferentes concepciones teóricas de la arqueología,distinguiéndose esquemas materialistas (Belardi y Borrero 1999, Potts etal. 1999), idealistas (Ingold 1993, Bradley 2000) y también interesantescombinaciones de ambos (Gamble 1999). Para ilustrar la variedad deperspectivas teórico-metodológicas actualmente existentes mencionamosalgunas de las propuestas evaluadas por Wandsnider y Dooley (2004):paisajes como sistemas de asentamiento, paisajes geo-tafonómicos y pai-sajes de significado simbólico. Empleando la metáfora propuesta por losautores, podemos decir que el uso del concepto de paisaje en arqueologíase asemeja a una casa con un gran número de habitaciones -los enfoquesteóricos-, usualmente poco conectados entre sí.

Existen dos posturas principales para lidiar con esta gran variabili-dad teórica. Por un lado, se ha sugerido la necesidad de desarrollar un“paradigma del paisaje” que combine elementos de todos los esquemasmencionados (Anschuetz et al. 2001). Por otra parte, se ha planteado queesta tarea unificadora es poco operativa y que aspira a objetivos de in-vestigación difíciles de recortar (Wandsnider y Dooley 2004). Aunque laintegración última de niveles materiales y simbólicos en la investigacióndebe ser un fin insoslayable para todo esquema de trabajo, coincidimoscon Wandsnider y Dooley en las limitaciones que presenta la integraciónde enfoques radicalmente diferentes. El principal argumento consiste enque no se trata sólo de objetivos diferentes, sino que éstos se asocian adistintos paradigmas que no comparten una posición sobre la existenciaobjetiva del mundo que nos rodea y, por ende, sobre la naturaleza de suinvestigación (Ingold 1993, Potts et al. 1999). Consideramos que dentrode este espectro de “arqueologías del paisaje” hay, por lo tanto, extremosque no pueden interactuar entre sí en forma productiva para alguna delas partes. Este contexto teórico heterogéneo marca la necesidad de plan-tear en forma explícita el uso que hacemos de estos conceptos en nuestrotrabajo, que tiene una orientación materialista. A este fin, caracterizamosbrevemente algunos enfoques alternativos que han experimentado unaamplia difusión en la actualidad y que se inscriben dentro de una pers-pectiva idealista de pensamiento (Criado Boado y Villoch Vázquez 1998,Bradley 2000).

Perspectiva idealista

No nos resulta posible, ni pretendemos, realizar una evaluaciónexhaustiva de este campo de trabajo, que presenta una gran variabilidad

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interna. Nos interesa discutir determinados desarrollos explícitamentevinculados al concepto de paisaje que han adquirido una cierta relevan-cia a nivel teórico o metodológico en nuestro país y en Patagonia en par-ticular (Miotti 2006). En el marco de las perspectivas idealistas algunosinvestigadores buscan comprender diferentes niveles de significado queciertos rasgos del paisaje tuvieron para los grupos humanos que vivie-ron en asociación con los mismos (Bradley 2000). Otros, orientados des-de una perspectiva más cercana a lo etnográfico que a lo arqueológico,sugieren que el desenvolvimiento del cuerpo en el espacio construye si-multáneamente al paisaje y al individuo (Ingold 1993). Este cuerpo teó-rico tiene elementos teóricos interesantes, aunque muchas de las afirma-ciones -desarrolladas en forma innecesariamente compleja- han sido tra-dicionalmente reconocidas en otros campos de trabajo. Esto sucede conla noción de paisaje construido como oposición a paisaje habitado, a lacual adherimos, que tiene una larga tradición en estudios sobre nichosecológicos (Odling-Smee et al. 2003).

Un problema más serio es que la evaluación arqueológica de lospostulados del cuerpo teórico del embodiment requiere acceder a nivelessistémicos de conducta, de carácter etnográfico. La aplicación de estosconceptos desarrollada por C. Gamble al Paleolítico europeo nos mues-tra algunas de estas limitaciones, tales como la necesidad de basar lainterpretación en casos arqueológicos caracterizados por una preserva-ción excepcional (Gamble 1999: 153-173). La escala etnográfica de las afir-maciones se enfrenta pobremente al carácter usualmente promediadodel registro arqueológico. Con respecto al análisis de Gamble debe seña-larse, sin embargo, que ha abierto una nueva perspectiva para el estudiode la construcción de las redes sociales en el Paleolítico.

A diferencia de Ingold, quien no desarrolla un programa específicode trabajo en arqueología, otros investigadores han enfatizado los as-pectos metodológicos necesarios para la evaluación de sus ideas pormedio del registro arqueológico. El primero de ellos es que la configura-ción geográfica y topográfica del paisaje constituye una vía de entradapara el planteo de hipótesis. En segundo lugar, la asociación de diferen-tes evidencias arqueológicas con estos rasgos del paisaje constituye untema central. El trabajo de Bradley (2000) en relación con el paisaje sim-bólico de los Saami de Escandinavia es un buen ejemplo. Las investiga-ciones de F. Criado Boado sobre arqueología del paisaje (Criado Boado1993, 2000, Criado Boado y Villoch Vázquez 1998) han recibido una cre-ciente atención en nuestro país en tiempos recientes (Miotti 2006, Recalde2006). Aunque no consideramos al esquema de trabajo de Criado Boado

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particularmente atractivo, dada la atención que ha recibido y la explícitaasociación que tiene con el concepto de paisaje lo desarrollamos breve-mente. Este investigador postula una arqueología de la percepción delos paisajes, resaltando la existencia de paisajes naturales y construidos.A diferencia de los enfoques fenomenológicos, en este esquema no sebusca acceder al nivel de percepción y sentimiento del individuo, que esconsiderado fuertemente subjetivo, sino a niveles de percepción social-mente pautados (Criado Boado y Villoch Vázquez 1998). La evaluaciónde los rangos de visión desde ciertos puntos del paisaje y de laintervisibilidad entre puntos destacados del paisaje, algunos de ellosconstruidos, son herramientas útiles. El marco teórico estructuralistapropugnado en algunos de estos trabajos (Criado Boado 1993, 2000) tie-ne, por otra parte, un conjunto de problemas que consideramos serios,ya que constituye una visión clasificatoria de las configuraciones socia-les cuya base se puede rastrear fácilmente al pensamiento histórico cul-tural europeo. Criado Boado (2000) sugiere la existencia de cuatro for-mas de pensamiento que denomina cazador, salvaje, domesticado y je-rarquizado, y que corresponden respectivamente a los períodos Paleolí-tico Superior-Epipaleolítico, Mesolítico-Neolítico inicial, Neolítico final-Calcolítico-Edad del Bronce y Edad del Hierro. La división entre menta-lidades salvajes y domesticadas impone un límite falso, dado que todaslas sociedades domestican el paisaje que habitan, aunque las señalesmateriales producidas nos resulten invisibles en la actualidad. A pesarde estas críticas, es interesante enfatizar la utilidad de algunos de losplanteos realizados, como la búsqueda de condicionamientos objetivosa la percepción y la circulación, que constituyen temas de trabajo queconsideramos de interés.

El análisis fenomenológico del paisaje presenta dificultadesmetodológicas aún mayores, ya que enfatiza la escala de las sensacionesy sentimientos del individuo (Ingold 1993, Thomas 1996, Cummings yWhittle 2003). Las críticas realizadas por A. Fleming (2005) resaltan lasprincipales debilidades del esquema fenomenológico en su versión másreciente. Fleming resalta las falencias existentes en dos nivelesmetodológicos: primero, la absoluta carencia de un método adecuadopara verificar las relaciones postuladas entre las construcciones arqui-tectónicas -megalíticas en ese caso- y los rasgos del paisaje. Segundo,dada la ambivalencia y contradicción de las múltiples inferencias pro-puestas, cualquier manifestación arquitectónica en casi cualquier locali-zación geográfica resulta adecuada para satisfacer los planteos teóricosfenomenológicos. Por ejemplo, en el caso de la ubicación de las tumbas

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megalíticas con respecto a las costas marinas en Gales: “... las tumbas sonvistas diversamente como (a) construidas para dominar amplias vistas al mar opara ‘referenciar’ el mar, construidas ignorando el mar o (c) cuidadosamenteposicionadas para tener sólo una visión restringida del mismo… Esto no soloimplica la existencia de una desconcertante diversidad de acercamientos al cos-mos en una región pequeña, sino que este acercamiento también permite a losfenomenologistas decir algo aparentemente significativo sobre casi cualquier si-tio costero” (Fleming 2005: 924). Debe señalarse que estos comentarios noimplican negar las connotaciones simbólicas del paisaje, sino reclamaruna forma sistemática de análisis del mismo, como la desarrollada porBradley (2000).

Nuestra perspectiva

Este trabajo se orienta desde una perspectiva materialista para unanálisis geográfico del paisaje. Esto no implica que no se aspire a accedera determinados niveles de significado del espacio, sino que las priorida-des de discusión son otras. Enfatizamos dos dimensiones de trabajo. Laprimera de ellas, que podemos definir como paisaje en sentido estricto,se relaciona con la reconstrucción del contexto geográfico que habitaronlas poblaciones humanas a lo largo del Holoceno. Determinadosparámetros climáticos y ecológicos pueden tener una especial relevanciapara comprender la organización espacial y las pautas de subsistenciahumana (capítulo 4). Al respecto, cabe preguntarnos: ¿el concepto depaisaje en sentido estricto es meramente una forma diferente de deno-minar al ambiente? Hay una diferencia sutil entre ambos conceptos, peroque merece ser considerada. El concepto de ambiente ha sido concebidotradicionalmente como el espacio que habita un determinado organis-mo o conjunto de organismos, y que a su vez condiciona ciertos aspectosde su conducta y evolución. Esta definición no contempla la actividadde estos organismos como modeladores del ambiente, a partir de lasinteracciones establecidas con el mismo. El concepto de paisaje, por elcontrario, no está referido a una entidad ambiental externa a los organis-mos, sino que define al contexto como el producto de la interacción entrelos organismos y su espacio (Anschuetz et al. 2001). Esta definición pre-senta aspectos en común con el concepto de nicho, construido por losindividuos como producto de la interacción con el ambiente y con otrosorganismos (Odling-Smee et al. 2003).

El segundo nivel de trabajo relacionado con el concepto de paisaje

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debe ser explicado en el contexto de las unidades de análisis empleadasen la investigación arqueológica, y puede ser operativamente denomi-nado como “paisaje en sentido amplio”. Tradicionalmente, el sitio ar-queológico ha sido la unidad de análisis en función de la cual se articula-ron las observaciones arqueológicas (Dunnell 1992). Desde la década de1970 comenzaron a desarrollarse nuevos enfoques que enfatizaron elcarácter espacialmente continuo del registro arqueológico. El desarrollode los estudios distribucionales dio lugar a una rama de los estudios delpaisaje que considera como unidad de análisis a los artefactos en rela-ción con los elementos geológicos, geomorfológicos y/o ecológicos delespacio donde se ubican (Stafford 1995, Belardi y Borrero 1999). Esta vin-culación permite caracterizar puntos específicos del espacio en términosdel tipo de señal arqueológica existente. Al disponer de información pro-cedente de localidades que difieren en ciertas variables relevantes -dis-tancia a costas marinas, productividad ecológica-, comenzamos a com-prender la jerarquía de estos espacios en relación con los patrones decirculación e instalación humana. El esquema de arqueología del paisajeha contribuido a extender la perspectiva distribucional al análisis delregistro estratificado (Stafford 1995, Potts et al. 1999, Barberena y Borrero2008), facilitando la integración con evidencias de superficie.

Uno de los objetivos de la biogeografía es evaluar loscondicionamientos establecidos por el paisaje en la distribución espacialde poblaciones. Dado que el paisaje no es estable en el tiempo, el estudiode los cambios ocurridos en diferentes variables ambientales es un pri-mer paso necesario. Esto señala la necesidad de integrar informaciónpaleoambiental y paleoecológica que nos informe sobre variaciones enlos parámetros ambientales relevantes para comprender las decisioneshumanas de circulación e instalación en el espacio. En el largo plazo, lasconsecuencias materiales de estas decisiones se promedian y constitu-yen el registro de los cambios en la distribución geográfica de dichaspoblaciones. La existencia de alteraciones abruptas en el paisaje ha sidocontemplada como un factor de especial relevancia para explicar cam-bios en la localización de las poblaciones humanas (Ambrose 1998,Hiscock y Wallis 2005). Estos procesos pueden tener implicaciones de-mográficas y evolutivas, ya que influyen en la viabilidad de diferentesmodos de vida y pueden llevar a la extirpación de poblaciones (Borrero1994-95). El estudio de la arqueología del paisaje en sentido amplio aportados tipos de datos para cada lugar muestreado. El primero de ellos seasocia a las propiedades geomorfológicas o ecológicas del espacio y elsegundo al tipo de evidencias arqueológicas que éste contiene, siendo la

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ausencia de las mismas un indicador de gran importancia. En términosgenerales, estos son los dos tipos de datos sobre los que se construye unadiscusión biogeográfica. El estudio del paisaje en sentido estricto es ne-cesario para desarrollar una arqueología del paisaje en sentido amplio.El objetivo consiste en interpretar la distribución del registro arqueoló-gico en términos de las características del ambiente en el tiempo de sudepositación. Esto nos llevará a ver que ciertos elementos del paisaje nohan sufrido modificaciones históricas importantes, y pueden ser consi-derados como constantes, mientras que otros sí las han experimentado(Stafford 1995, Potts et al. 1999).

Escalas de análisis

Las escalas son la dimensión -en tamaño o duración- de las unida-des de análisis en relación con las cuales se articulan las hipótesis, larecolección de los datos, su análisis e interpretación. Por lo tanto, inci-den en la organización de todas las instancias de una investigación (Stein1993, Bailey 2007) y constituyen el puente entre los conceptos teóricos ylas herramientas metodológicas. El éxito en el desarrollo de un marcobiogeográfico en arqueología reside en la capacidad de integrar eviden-cias regionales y supra regionales procedentes de distintos contextos desuperficie y estratigrafía, y los problemas de escalas se encuentran en labase de esta integración. Dado que un enfoque de este tipo implica avan-zar desde casos específicos, que corresponden a escalas espaciales pe-queñas, hacia patrones de mayor amplitud, empleamos un esquema deescalas jerárquicas e inclusivas. El mismo también permite realizar elcamino contrario, o sea, generar expectativas para puntos específicos delespacio a partir de hipótesis generadas para espacios amplios.

Espacio

El paisaje puede actuar como condicionante de las decisiones hu-manas de movilidad e instalación en diferentes niveles espaciales, y lasevidencias arqueológicas empleadas para evaluarlo deben organizarseen escalas concordantes. Podemos postular que el paisaje presenta unaestructura jerárquica conformada por niveles sucesivos con unainclusividad creciente (Delcourt y Delcourt 1987, Dincauze 2000), y queen cada uno de ellos se detectan patrones significativos para el análisis

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de la organización espacial de poblaciones humanas. La naturaleza je-rárquica de la relación entre los diferentes niveles escalares es un aspectofundamental, ya que permite discutir el significado de las evidenciasrecuperadas en un nivel determinado en términos de los patrones visi-bles en la escala inmediatamente superior. Los procesos de formacióndel registro arqueológico también pueden concebirse en un esquema je-rárquico de este tipo (Dincauze 1987, Holliday et al. 1993). En términosde Delcourt y Delcourt (1987: 27, nuestra traducción), “Los niveles de micro-escala, meso-escala, macro-escala y mega-escala … son una serie de configura-ciones espacio temporales jerárquicas, cada una limitada por el nivel mayor su-cesivo e integrando todos los patrones y procesos que ocurren en los niveles máspequeños dentro de la jerarquía”. El cambio pautado en las escalas espacia-les en las cuales observamos un fenómeno es una herramienta de granutilidad. Esto puede llevar, por ejemplo, a aislar factores de localizaciónde la instalación humana (Borrero 1982) que actúen en un determinadonivel, pero que sean poco relevantes para comprender la organizaciónde la movilidad en otras escalas. Nuestras discusiones se desarrollan encuatro escalas, cuyo uso complementario permite resaltar patrones demovimiento humano asociados a rasgos del paisaje de diferente ampli-tud. Para la definición de estas escalas seguimos propuestas previas de-sarrolladas paralelamente en los campos de la ecología del paisaje y laarqueología (Delcourt y Delcourt 1987, Dincauze 1987, 2000: 198-201).

El nivel de Micro escala corresponde a la entidad tradicional de si-tio arqueológico. Esta escala presenta una amplitud espacial máxima de 1km2 (Dincauze 2000: 199) y operativamente coincide con aquella del sitioarqueológico1. Esta es una definición arbitraria, ya que se ha señaladocorrectamente que la delimitación de un sitio no es tanto una observa-ción como una decisión metodológica (Dunnell y Dancey 1983: 271). Estoimplica que se trata de una entidad de naturaleza artificial, aunque estono le resta validez. Por el contrario, permite ajustar la escala local a lasnecesidades impuestas por diferentes objetivos de trabajo y/o configu-raciones del registro arqueológico (Binford 1992). Nuestros objetivos enesta escala espacial acotada consisten en caracterizar el tipo de uso quepresentan diferentes rasgos del paisaje, que constituyen unidades deanálisis.

1 Un sitio estratificado con una amplitud mayor a 1 km2 escaparía a esta definición;no obstante, dado que nuestros métodos de muestreo no nos permitirían detectarlo,podemos hacer este problema a un lado.

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El nivel de Meso escala corresponde a la localidad arqueológica y seubica entre 1 y 10 km2 (Dincauze 2000: 199). Los ejemplos de rasgos delpaisaje mencionados para este nivel incluyen segmentos de planicies deríos y terrazas, cuencas fluviales pequeñas, campos de dunas y, de parti-cular importancia para nuestro trabajo, volcanes y flujos de lava. En tér-minos operativos, una localidad puede incluir un conjunto determinadode sitios o distribuciones arqueológicas, aunque a diferencia de lo pro-puesto por Willey y Phillips (1958), en nuestro esquema no se requierenmuchos sitios para constituir una localidad. Se trata exclusivamente deuna escala espacial apropiada para visualizar ciertos problemas. Su prin-cipal utilidad se asocia a discusiones sobre la importancia de determina-dos rasgos del paisaje en la estructuración de la movilidad y el asenta-miento de las sociedades humanas. En el caso del CVPA es interesantetrabajar de modo jerárquico en la escala de localidad, ya que el paisajepresenta agrupamientos de rasgos volcánicos cada vez más inclusivos(capítulo 4). Esta escala espacial es importante en términos de circula-ción humana, pues tiene el potencial para afectarla, ya sea en forma po-sitiva o negativa. Esto permitirá jerarquizar los rasgos geográficos deacuerdo a su importancia para la circulación o instalación humana.

La Meso escala corresponde a la región, delimitada entre 10 km2 y 10km4 (Dincauze 2000: 199); lógicamente, la misma puede agrupar diferen-tes localidades arqueológicas. Un ejemplo de división del espacio en estaescala estaría dado por los dos grandes sectores en los cuales dividimosal CVPA -septentrional y meridional- (capítulo 4). Priorizamos un crite-rio geográfico y no geomorfológico o geológico para la delimitación delas unidades en esta escala. Dado que uno de nuestros objetivos princi-pales es la evaluación de las pautas de circulación entre segmentos am-plios del paisaje, como las costas marinas y el interior, el uso de unidadescon contenido geográfico explícito es adecuado. En esta escala se trabajacon unidades espaciales que pueden tener un importante grado de hete-rogeneidad interna a nivel geológico y/o ecológico, ya que integran es-pacios amplios. Esto implica que cada unidad contiene diferentes rasgosgeomorfológicos y/o geológicos, como ilustra el caso de los dos sectoresdel CVPA2. Alternativamente, también pueden emplearse unidades que

2 Esto marca una diferencia con el esquema de Dincauze (2000: 199), dado que suclasificación se relaciona con la dimensión espacial de rasgos geomorfológicos; eneste sentido, se trata de unidades ‘naturales’. Aquí empleamos los parámetrossugeridos por la autora para definir unidades artificiales para el análisis de lasevidencias arqueológicas, que pueden no coincidir con estas unidades naturales.

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coinciden con rasgos geológicos específicos, como las unidades geológicasdefinidas para los pulsos volcánicos que formaron el CVPA, lo cual sirvepara evaluar su importancia como condicionantes de las decisiones hu-manas de movilidad.

Finalmente, el nivel de Macro escala corresponde a la supra región, ala cual Dincauze (2000: 199) asigna una dimensión que va de 10 km4 a 10km7 y denomina escala de provincia fisiográfica, correspondiendo a ca-denas montañosas, glaciares continentales o grandes cuencas fluviales.La discusión de procesos en esta escala es producto de la comparaciónde evidencias procedentes de diferentes regiones como las ejemplificadaspreviamente. En el contexto de poblaciones de cazadores recolectorescaracterizadas por una movilidad elevada, ésta sería la escala adecuadapara evaluar la dimensión de los rangos de acción. Dincauze (2000: 199)define una mega escala en el nivel más amplio, que es alternativamentecontinental o global. Nuestras discusiones no contribuyen en forma di-recta a ninguna de estas escalas, por lo cual no serán tratadas. Aunquelos datos aportados pueden, en última instancia, ser incluidos en el mar-co de discusiones comparativas que funcionen en dicho nivel (Binford2001, Erlandson 2001, Borrero y Barberena 2006).

Tiempo

Los aspectos temporales de las propuestas que empleamos a nivelespacial son de menor utilidad para nuestras discusiones. En dichas pro-puestas el rango característico de una micro escala -ya sea de sitio o loca-lidad- va de 1 a 500 años y el de una meso escala va de 500 a 10.000 años.La primera escala puede resultar demasiado ambiciosa en términos deresolución temporal -aunque puede encontrarse dentro de la resolucióndel 14C- y la segunda es de un grano demasiado grueso, ya que abarcaprácticamente la totalidad del rango de ocupaciones humanas enPatagonia.

Inicialmente, dado el énfasis espacial de este trabajo, consideramoslas evidencias arqueológicas en una escala temporal amplia. En esta ins-tancia el objetivo consiste en tratar en forma conjunta toda la informa-ción arqueológica disponible para el Holoceno tardío, a fin de caracteri-zar los patrones a nivel espacial en un marco más robusto de datos.Enfatizamos en particular la información correspondiente a los últimosca. 4.000 años 14C. En segundo lugar, introducimos al tiempo como unavariable de análisis, que es aplicable a cada una de las escalas espaciales

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previamente mencionadas. En las escalas de sitio o localidad esto permi-te considerar la existencia de variaciones diacrónicas en la intensidad dela presencia humana o en el carácter de las ocupaciones. En las escalas deregión o supra región se evalúan cambios en la distribución geográficade poblaciones, continuidad en el uso de una región, cambios en la orga-nización de la subsistencia o vinculaciones entre la intensidad de la se-ñal arqueológica y las variaciones paleoclimáticas.

Dado que la posición de diferentes elementos arqueológicos conrespecto a las costas marinas es un indicador de importancia aquí, y con-siderando que las variaciones en el nivel del mar posteriores a la trans-gresión del Holoceno medio son de baja magnitud (capítulo 4), la escalatemporal del Holoceno tardío provee un marco adecuado para integrarlos datos en un mismo esquema geográfico. Se cuenta con evidenciasarqueológicas producidas por otros equipos que son relevantes para estelapso. Estos aspectos robustecen la calidad de las muestras disponiblespara el desarrollo de discusiones en una escala espacial amplia. Resu-miendo, a nivel temporal nuestro análisis se centra en una escala relati-vamente restringida que corresponde al Holoceno tardío, aunque deter-minadas discusiones son desarrolladas en el marco de las evidencias dis-ponibles en una escala temporal más amplia, como la que corresponde ala cuenta larga de una región (sensu Borrero et al. 1992). Las discusionesrealizadas en ambos niveles temporales se retroalimentan entre sí. En elcapítulo siguiente presentamos una perspectiva en escala temporaletnográfica sobre los temas geográficos de nuestro interés en este traba-jo. Esta visión constituye una base adecuada para comenzar a observarla complejidad inherente a los fenómenos que estudiamos.

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Geografía de cazadores recolectores:lecciones desde el tiempo etnográfico

“Returning history to prehistory can only beaccomplished if it is realized that the latter

has a different reality to the former”Clive S. Gamble (1993: 248)

La comprensión en una escala temporal de corto plazo de los fenó-menos geográficos que estudiamos ilustra ciertos niveles de la compleji-dad conductual existente, contribuyendo notablemente a su evaluaciónarqueológica. La etnografía y la etnoarqueología aportan un fascinantepanorama de la variabilidad que caracteriza a fenómenos sociales comola organización de la territorialidad, la movilidad y la interacción entrepoblaciones (David y Kramer 2001). Por otra parte, un conjunto de estu-dios etnográficos comparativos en escala global sugieren patrones gene-rales en la expresión de estos fenómenos (Murdock 1969, Shott 1986, Kelly1983, 1995, Binford 2001, Marlowe 2005). El análisis de los casos específi-cos puede favorecerse a partir del contexto que ofrecen estas propuestas,que contribuyen a su vez a explicarlos (Johnson et al. 2007). Por otra par-te, esto implica tener presentes las diferencias que existen entre los pro-cesos implicados en cada caso, algo inherente a su diferente amplitudtemporal. En pocas palabras, puede haber no sólo una diferencia de gra-do entre ambos, sino que los procesos pueden ser cualitativamente dife-rentes según la escala en la que los observamos (Borrero 1993, Stern 1994).

El desafío que se nos presenta al tratar con estos datos es traducirsus implicaciones al lenguaje que impone el registro arqueológico, algoque está contenido en el epígrafe de Clive Gamble con que comienzaeste capítulo. Dicho lenguaje se refiere al largo plazo e implica un cam-bio intrínseco en la naturaleza de los fenómenos bajo estudio, tal comofue tempranamente advertido a los arqueólogos por Marvin Harris (1968).

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Esta situación metodológica también fue señalada por Martin Wobst(1978: 303), quien llamó la atención sobre las limitaciones de desarrollaruna arqueo-etnología: “Quiero alertar a mis lectores sobre algunos aspectosde la arqueología de cazadores recolectores donde una arqueo-etnología, o sea,investigación arqueológica con expectativas, implicaciones y medidas derivadasde la etnografía, ha sido particularmente rampante”. La interpretación de lasevidencias arqueológicas basada en categorías conductuales etnográficaspuede acarrear problemas profundos ya que el paso de una escala tem-poral etnográfica a una arqueológica introduce una transformación cua-litativa en la naturaleza de los procesos estudiados. Discusiones teóricasy metodológicas comparables han sido desarrolladas en el marco de lapaleobiología, vinculadas a la interacción entre el tiempo ecológico y elevolutivo (Behrensmeyer et al. 1992, 2000).

En este capítulo presentamos una discusión de los datos etnográficosrelevantes para algunos de los temas arqueológicos que estudiamos, queincluyen: las formas de organización territorial en cazadores recolectores,el rol de los recursos marinos como condicionante de las mismas y la es-tructura interna de los rangos de acción -en términos de nodos de asenta-miento y áreas marginales-. A su vez, el registro arqueológico de reparosrocosos en el CVPA es central para nuestro trabajo, por lo cual realizamosuna revisión de la información etnográfica del uso de reparos por parte degrupos cazadores recolectores actuales y subactuales. En ese nivel especí-fico, el objetivo consiste en proveer un marco conductual para analizar larepresentatividad de este tipo de muestras arqueológicas.

Organización espacial en cazadores recolectores etnográficos

La revisión presentada en este apartado no pretende ser exhausti-va, sino que nos interesa explorar tendencias generales con respecto atemas geográficos que tratamos en capítulos siguientes a nivel arqueoló-gico. Este análisis tiene la utilidad de sensibilizarnos sobre ciertos aspec-tos de la organización espacial en cazadores recolectores estudiados enescala etnográfica y, a partir de esto, inspirar preguntas relevantes parael registro arqueológico. Incluimos las siguientes preguntas: ¿Cuales sonlas diferentes dimensiones de organización espacial en sociedades decazadores recolectores? Derivado de esto, y con respecto a una dimen-sión en particular: rangos de acción y territorios, ¿Cuál es la categoríamás adecuada para un análisis arqueológico? ¿Cuáles son algunos de losfactores condicionantes de la organización espacial? Por último, y en re-

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lación con el tema anterior: ¿Cuál es la estructura de los rangos de acciónen términos de nodos demográficos y áreas marginales?

Dimensiones de la organización espacial y unidades poblacionales de análisis

En numerosos trabajos se ha documentado la existencia de diferen-tes dimensiones de movimiento que se vinculan con distintos aspectosde la organización de estas sociedades. El esquema propuesto porMacDonald y Hewlett (1999) ilustra esta complejidad sobre la base dedistintos casos etnográficos. Estos autores postulan la existencia de tresniveles de movilidad, respectivamente asociados a la realización de dis-tintas actividades. El nivel más acotado corresponde a los micro movi-mientos y se relaciona principalmente con la obtención de los recursosnecesarios para la subsistencia (MacDonald y Hewlett 1999: 511-512). Elsegundo nivel, denominado de meso movimientos, se refiere a viajes endistancias intermedias para visitar parientes y amigos. Esta suele ser ladistancia usual para la realización de viajes con fines matrimoniales. Fi-nalmente, los macro movimientos designan espacios circulados en for-ma excepcional con el objetivo de satisfacer fines específicos, como laobtención de bienes exóticos. Esta dimensión de movilidad no puedeconsiderarse como un segmento de los rangos de acción de estos grupos.La propuesta de MacDonald y Hewlett (1999) presenta claros paraleloscon la caracterización realizada por Binford (1980, 1983a) para los circui-tos de movilidad de grupos Nunamiut en Alaska. En su esquema se di-ferencian tres dimensiones que son concordantes con las que hemosmencionado: radio de predación (foraging radius), rango anual y rangoextendido o lifetime range. Otros casos ilustran la existencia de una orga-nización semejante de la movilidad (Sutton 1990, Politis 1996). En térmi-nos de expectativas para el registro arqueológico, podemos plantear quecada uno de los niveles de organización mencionados puede constituiruna esfera para la distribución de determinados ítems materiales (Gamble1986, Borrero 2002).

La información etnográfica también ha sido útil para comprenderla unidad poblacional en la que puede funcionar la territorialidad. Tra-dicionalmente se ha asociado la presencia de territorios con entidadessocial y espacialmente amplias, tales como grupos étnicos, lo cual llevó aconcebir la existencia de enormes territorios cuya defensa -si fuera nece-saria- sería inviable desde un punto de vista económico (Dyson-Hudsony Smith 1978). La información etnográfica disponible para diferentes

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sociedades de cazadores recolectores marca la organización en espaciosy entidades sociales de menor amplitud (Lee 1979, Gusinde 1982, Clastres2000 [1972]). Para el caso de Patagonia, el análisis detallado de la infor-mación etnohistórica también ha marcado la necesidad de emplear uni-dades menos abarcativas en términos espaciales y étnicos para la com-prensión de la territorialidad (Nacuzzi 1998). En este caso, las socieda-des europeas aglutinaron bajo determinados rótulos (como ‘Tehuelches’,Casamiquela 1991) a numerosas entidades étnicas diferenciadas e inde-pendientes tanto en términos territoriales como políticos, generando unafalsa imagen con respecto a la organización espacial. Para casos de Áfri-ca meridional se ha sugerido que el contacto con poblaciones europeasincentivó la formación de unidades sociales mayores coordinadas porlíderes con un poder más concentrado, que facilitaban la interacción conlos europeos (Lee 1979: 348-350). Estos casos marcan la necesidad de to-mar cada situación en su contexto histórico, evitando la extrapolaciónde las observaciones a situaciones radicalmente diferentes, como aque-llas previas al contacto. Este es uno de los temas que llevó a Borrero (1997)a marcar la necesidad de estudiar la profundidad temporal de los patro-nes etnográficos de subsistencia y organización social.

Rangos de acción y territorios: ¿Qué categoría es más adecuada para unanálisis arqueológico?

Aquí nos centramos en el análisis de una de las dimensiones espa-ciales de organización ya mencionadas, que corresponde a los espaciosusualmente circulados por un grupo humano. Esta dimensión es alter-nativamente asociada a los conceptos de rango de acción o territorio,que hemos empleado sin una definición precisa hasta aquí. Dado queeste tema ha recibido abundantes discusiones (Foley 1981, Layton 1986,Peterson 1986, Hitchcock y Batram 1998), nuestro tratamiento es muybreve y se dirige específicamente a remarcar una diferencia establecidahace cuarenta años por W. Stanner para los aborígenes de Australia, queno ha perdido su relevancia para la arqueología en la actualidad:

“… cada grupo territorial se asociaba con un rango y un territorio -estate-.La distinción es crucial. Tradicionalmente, el territorio fue el ámbito re-conocido (‘country’, ‘home’, ‘ground’, ‘dreaming place’) de un tipo degrupo patrilineal de descendencia, que forma el núcleo de dicho grupoterritorial. El rango era el espacio en el cual el grupo, incluyendo al núcleo

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y sus adherentes, ordinariamente cazaba y recolectaba para mantener suvida. Normalmente, el rango incluye al territorio: no es usual que la gentepertenezca a un lugar y viva en otro, aunque bajo determinadas circunstan-cias, los dos ámbitos pueden estar prácticamente disociados” (Stanner 1965: 2,traducción nuestra, resaltado agregado).

Destacamos la existencia de dos dimensiones independientes dereferencia para cada individuo: una de ellas, que corresponde a su terri-torio de pertenencia, tiene una connotación social o simbólica y se vincu-la al espacio que éste identifica como su lugar de procedencia. El rango,por el contrario, corresponde a los espacios usualmente habitados porun individuo o grupo. El punto a resaltar es que estas dos dimensionespueden covariar ampliamente, llevando a que en ciertos casos haya unasuperposición plena del territorio y el rango, mientras que en otras losmismos se encuentran completamente disociados espacialmente. El trabajoetnográfico de Binford con los Nunamiut también ilustra esto, marcandoque a priori los grupos locales podían ser considerados como compuestospor personas que compartían una identidad de procedencia. Sin embar-go, al profundizar las preguntas se vio que esta suposición era incorrecta.Los patrones de asociación de individuos en un espacio determinado te-nían poca relación con el lugar de procedencia -o territorio- de cada unade las personas entrevistadas (Binford 1983a: 30-31).

Estudios etnográficos y etnoarqueológicos desarrollados en Áfricay Australia muestran un panorama semejante. En el caso de los !Kung (oJu hoansi), el sistema de organización del régimen de visitas a los N!ore-territorios- de distintos grupos ilustra la flexibilidad existente en la re-lación entre el lugar de procedencia de un individuo y su lugar de resi-dencia en determinado momento (Lee 1979: 335-339, Yellen y Harpending1972: 246-247). Estas observaciones resaltan la fluidez que existe en lacomposición de los grupos locales en el desierto de Kalahari, algo que hallevado a Yellen y Harpending a relativizar el significado tradicional delconcepto de banda, entendido como un conjunto estable de individuosvinculados a un determinado territorio. Los datos procedentes de regio-nes de Australia comparables con el Kalahari a nivel ecológico marcanun panorama semejante (Hiatt 1968). Información etnográfica sobre losPintupi del desierto Occidental de Australia señala un nivel aún mayorde flexibilidad en la forma en que se definen los territorios a los que unindividuo pertenece y con los cuales se vincula mediante los mitos aso-ciados a los tiempos del ‘Dreaming’. Los motivos mencionados comobase para la identidad con un territorio son diversos y se basan en que

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los lugares tienen la marca de las personas que se vinculan con ellos deun modo u otro. Esto implica que cada individuo puede tener reclamosde ‘propiedad’ con más de un territorio (Myers 1988: 65). Myers enume-ra diferentes situaciones alternativas o complementarias sobre las quepuede basarse el reclamo de identidad con un espacio determinado, queincluyen: nacimiento en dicho espacio, nacimiento en otro lugar vincu-lado por los ancestros con el mismo, iniciación en el lugar, nacimiento depadre o madre en el lugar y residencia en o cerca del lugar (Myers 1988: 65-66). Tal como sugirió Stanner tempranamente, sólo en la última situa-ción mencionada, que es la residencia en el lugar en cuestión, hay unacoincidencia entre el ámbito usualmente habitado, que constituye elrango de acción, y el territorio socialmente definido a partir del cualun individuo establece su identidad.

Por lo tanto, resulta claro que el territorio socialmente definido cons-tituye un aspecto de la organización espacial de los cazadores recolectores,mientras que el rango de acción es otro, y que ambos pueden ser alta-mente variables en una escala temporal etnográfica. También resulta cla-ro que la relación entre los mismos varía de acuerdo a múltiplescondicionantes, entre los cuales está la organización del parentesco. Vol-viendo a la pregunta del encabezado, ¿Alguno de estos dos niveles esmás adecuado para un tratamiento arqueológico? Evidentemente no hayuna respuesta unívoca, ya que esto se vincula a la perspectiva de cadainvestigador. Lo que debe resaltarse desde un punto de vistametodológico es que el análisis de los territorios de pertenencia social-mente construidos (o estates) no puede hacerse mecánicamente a partirde las evidencias vinculadas a los espacios cotidianos donde un grupo oindividuo desarrolla su vida. De otro modo, es altamente probable quesólo nos limitemos a analizar los rangos de acción bajo otro nombre. A suvez, la marcada fluidez existente en los espacios usualmente habitadospor los individuos a lo largo de su vida es un tema que debe ser tenidoen cuenta al evaluar la amplitud de los rangos de acción. La informaciónarqueológica que presentamos para Patagonia nos permitirá poner endiscusión ciertos aspectos de este interesante tema.

Factores condicionantes de los rangos de acción: consumo de recursos marinos

Se han señalado diversos factores condicionantes del tamaño y lamorfología de los rangos de acción de grupos cazadores recolectores.Aquí exploramos el rol del consumo de recursos marinos, que es rele-

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vante para nuestro trabajo arqueológico en Patagonia. La informaciónque presentamos se basa en discusiones desarrolladas recientemente(Borrero y Barberena 2006).

Uno de los primeros tratamientos exhaustivos de este tema fue pro-puesto por George Murdock (1969), quien exploró las relaciones existen-tes entre las principales actividades de subsistencia de un grupo, la or-ganización espacial y la densidad demográfica. Este autor emplea cua-tro categorías para clasificar las sociedades humanas en términos demovilidad: nómades, semi nómades, semi sedentarias y sedentarias.Murdock postula que los grupos que basan su subsistencia en la pesca(en sentido amplio) ocupan una posición intermedia, dado que se mue-ven menos que otros cazadores recolectores pero más que la mayoría delos grupos agrícolas: “La pesca es el único modo relativamente simple de sub-sistencia que parece conducente a un modo sedentario de vida, y es altamenteprobable que antes de la aparición de la agricultura unos 10,000 años atrás, lasúnicas poblaciones sedentarias durante muchos milenios fueran grupos de pes-cadores”. Luego sugiere que “No sólo las sociedades pescadoras son usual-mente sedentarias, sino que suelen generar instituciones sociales de una mayorcomplejidad que aquella observada entre grupos de cazadores o recolectores nopescadores” (Murdock 1969: 145, nuestra traducción).

Desarrollos posteriores se basaron en medidas más específicas parala medición de la movilidad. Sobre la base de los conceptos de movili-dad logística y residencial desarrollados por Binford (1980), Robert Kelly(1983, 1995) plantea un conjunto de variables que constituyen una buenamedida de la movilidad en sociedades etnográficas. Las mismas son: nú-mero de movimientos residenciales al año, distancia promedio implica-da en estos movimientos, distancia total recorrida en un año, área totalanual y longitud promedio de los movimientos logísticos. En relacióncon la evaluación de los rangos de acción, el número de movimientosresidenciales anuales y las distancias cubiertas anualmente seríanindicadores indirectos, mientras que el área anualmente ocupada seríauna medida directa. En términos generales, Kelly (1995: 125) sugiere quela dependencia de los recursos acuáticos se asocia casi siempre a bajamovilidad residencial. Esto es consistente con generalizaciones realiza-das por David Yesner (1980), quien plantea que las sociedades con unaorientación económica marítima se caracterizan por un patrón depredación de lugar central. Plantea también que el registro etnográfico decazadores recolectores marinos indica que suelen ser sociedades densas,semi sedentarias, y que exhiben un mayor grado de territorialidad queotros tipos de sociedades de cazadores recolectores (Yesner 1980: 731).

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Recientemente, Lewis R. Binford (2001) ha publicado el análisis másamplio y exhaustivo disponible sobre éste y otros temas etnográficos.Binford presenta información sobre el número de movimientos residen-ciales anuales, las distancias totales anuales recorridas, la amplitud delas áreas ocupadas y la intensidad en el consumo de diferentes clases derecursos (emplea la categoría de recursos acuáticos sin diferenciar con-textos marinos o fluviales). Su análisis se basa en el concepto de intensi-ficación, definido como un cambio en la comunidad biótica explotadapara la subsistencia. La intensificación se produce como respuesta a unadisminución en los espacios disponibles para ser ocupados. Binford (2001:209-210, 276) postula que aquellos grupos basados principalmente en elconsumo de animales terrestres presentan el menor grado de intensifica-ción y ocupan, por lo tanto, las áreas de mayor amplitud. Por otra parte,la explotación de recursos acuáticos y vegetales se asocia a una reducciónen la movilidad y a una situación de compresión demográfica relativa opacking (Binford 2001: 226).

Sintetizando, la imagen etnográfica predominante muestra que hayuna correlación negativa entre la importancia de los recursos marinospara la subsistencia y el tamaño de los rangos de acción o territorios.Lógicamente, existe una gran variabilidad detrás de esta generalización.

Estructura de los rangos de acción: nodos de asentamiento y áreas marginales

El desarrollo de este tema puede comenzar con una simple obser-vación: la ocupación humana de una región no es espacialmente homo-génea, lo cual es válido tanto en escala temporal etnográfica como ar-queológica. Por el contrario, dicha ocupación suele basarse en unajerarquización de los segmentos del paisaje en función de distintas va-riables, entre las cuales se destacan las propiedades ecológicas y geográ-ficas (Sutton 1990, Yacobaccio 1994, Borrero 2004). A nivel etnográfico,esto puede llevar a que la mayor parte de las actividades realizadas porun grupo se concentren en determinados espacios por sobre otros; losprimeros constituirían los sectores nucleares de los rangos de acción ypueden tratarse como nodos dentro de las redes de circulación humanaen el paisaje3 (Borrero y Barberena 2006). La localización de los lugares

3 El concepto de ‘localidad dominante’ (sensu Mengoni Goñalons y Yacobaccio2000) puede representar algo semejante, aunque tendría connotaciones funcionalesde agregación que no incluimos en nuestra definición, que es de tipo distribucional.

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que muestran un uso humano intenso es informativa sobre los factoresque condicionan las decisiones humanas de asentamiento. La identifica-ción de nodos de asentamiento no es simple aún en la escala etnográficade observación, aunque la restricción temporal que brinda la etnografíafacilita el planteo inicial del análisis. En el marco del presente trabajo nosinteresa evaluar la disposición de las áreas nucleares de los rangos deacción de sociedades que habitaron espacios de costas marinas y del in-terior.

Sutton (1990) presenta un análisis etnográfico referido a gruposaborígenes de Australia que es de gran interés. Los casos que contemplaproceden de ámbitos caracterizados por una marcada aridez, donde lascostas marinas presentan una productividad más elevada y una mayorestabilidad y predictibilidad en la disponibilidad de los recursos que losambientes del interior. En este caso resulta claro que la presión demográ-fica se localiza en los ambientes costeros, que sostienen una mayor den-sidad poblacional. Los datos etnográficos que emplea marcan la presen-cia de sociedades diferentes en la costa y el interior, y este ordenamientoétnico también refleja la mayor presión demográfica sobre los espacioscosteros. Sutton plantea que los grupos costeros ponen un mayor énfasisen el mantenimiento de los límites territoriales que los grupos del inte-rior: “El carácter de la distinción demográfica entre la costa y el interior es claroal examinar el registro de unos 150 casamientos en Western Cape York Penínsu-la, ya que observamos que los hombres de la costa se casaron con mujeres delinterior sólo en un 13% de los casos. Las evidencias de relocalizaciones te-rritoriales, ya sean aspiradas o efectivamente realizadas, muestran unapresión desde el interior hacia la costa …” (Sutton 1990: 75, nuestra tra-ducción, resaltado agregado).

Debe evaluarse la pertinencia de estas observaciones al pasar a unaescala temporal arqueológica, ya que cabe esperar la existencia de cam-bios en la localización espacial de los nodos de asentamiento (Binford1983a). Consideramos que el registro arqueológico mostrará un prome-dio de estas decisiones de relocalización; en aquellos casos en que existauna mayor congruencia espacial en la ubicación de los nodos, cabe espe-rar un registro arqueológico con estructura más heterogénea. Esta situa-ción representa una lectura en el largo plazo del funcionamiento de lossistemas humanos que Binford (1980, 1983b) tipifica con el concepto decollector, e invita a evaluar la existencia de ‘lugares persistentes’ en elpaisaje, que constituyen factores de localización de las ocupaciones(Schlanger 1992). Por el contrario, en situaciones caracterizadas por unabaja congruencia espacial en las ocupaciones sucesivas producto de una

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acción laxa de los factores de localización, cabe esperar un registroespacialmente más homogéneo, que se correspondería con los sistemasde tipo forager definidos por Binford (1980).

La ubicación de los nodos de asentamiento en los espacios local-mente más productivos constituye una hipótesis relevante para un acer-camiento geográfico inicial a la distribución de las poblaciones huma-nas, y será considerada para el caso de Patagonia meridional. Al compa-rar el registro de localidades de la costa y el interior se puede plantearuna jerarquía entre estos ambientes, evaluando la existencia y el posicio-namiento de los nodos de asentamiento (Borrero y Barberena 2006). Paraesto se debe contemplar que el registro costero puede ser más obtrusivopor su estructura usualmente lineal (Yesner 1980), que amplifica la vi-sión de ocupación intensiva, y también por la presencia de recursos conuna alta proporción de biomasa desechable, como los moluscos (Bailey1999). A modo de ejemplo, indicamos que la información arqueológicade diferentes localidades australianas muestra que los nodos demográ-ficos se ubicaban en la costa, a partir de los cuales se articulaba la ocupa-ción de espacios localizados hacia el interior (Lourandos 1997, Mulvaneyy Kamminga 1999). Esto es consistente con la impresión de demografíadiferencial que surge del análisis del registro etnográfico desarrolladopor Sutton (1990), ya comentado. Una situación semejante ha sido seña-lada para la región Cantábrica, en el norte de España (Clark 1983), y paraEscandinavia (Bang-Andersen 1996).

Hay dos trabajos arqueológicos recientes que constituyen antece-dentes fundamentales para el desarrollo de este tema en la arqueologíaargentina. Mariano Bonomo presenta un exhaustivo análisis de las vin-culaciones existentes entre la costa atlántica y el interior de la regiónpampeana (Bonomo 2005a, 2005b) del cual surgen numerosos puntosrelevantes para nuestra investigación. La hipótesis central contrastadapor Bonomo postula la existencia de poblaciones humanas que habita-ban exclusivamente en la costa y basaban su subsistencia en el consumode recursos marinos. El análisis de diferentes líneas de evidencia arqueo-lógica le permite conectar las ocupaciones costeras con el interior delcontinente y viceversa; por otra parte, no se registraron evidencias queindiquen que los recursos bióticos marinos fueron importantes en la sub-sistencia humana (Bonomo 2005a: 216-231, 276). Ambas situaciones per-miten refutar la hipótesis de la existencia de poblaciones humanas“costeras” en la región pampeana. Luego, Bonomo analiza la amplitudespacial de las interacciones costa-interior y evalúa el rol que habríandesempeñado estos espacios en la organización geográfica de las pobla-

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ciones humanas durante el Holoceno tardío. Estas discusiones sonretomadas en nuestro trabajo, ya que permiten establecer comparacio-nes con un caso que en determinados niveles funciona de un modo dife-rente a Patagonia meridional.

El trabajo de J. Eduardo Moreno (2002) en la costa septentrional dela provincia de Santa Cruz también está dirigido a evaluar la historia delas ocupaciones humanas en un ambiente costero. En una escala espacialsupra regional este trabajo corresponde al mismo ámbito geográfico quela presente investigación; no obstante, hay un conjunto de diferenciasgeográficas y ecológicas entre estas dos regiones que pueden asociarse adiferencias en la organización espacial humana. Por lo tanto, nos intere-sa establecer comparaciones sobre la expresión de determinadosindicadores arqueológicos relevantes para estos temas (ver tambiénZubimendi et al. 2004). Finalmente, el estudio de Moreno presentaría unasituación opuesta con respecto al caso de la región pampeana tratadopor Bonomo, ya que se concluye que los recursos marinos fueron centra-les para la subsistencia humana en los espacios costeros ubicados entreMonte León al sur y Punta Loberías al norte (Moreno 2002: 155-156).

Estas evidencias aportan información comparativa de gran interésen términos del lugar que ocupan la costa y el interior del continente encada caso arqueológico. Consideramos que las mismas pueden ser inte-gradas en un esquema general de análisis, dirigido a evaluar laestructuración espacial y demográfica de las sociedades humanas bajodiferentes circunstancias históricas y ecológicas. En estos casos el consu-mo de recursos marinos es una variable particularmente relevante.

Rocas y cuevas con ojos: Pali Aike en un contexto geográfico

Un título alternativo para este apartado es ‘Binford y laetnoarqueología del paisaje’, ya que este investigador ha sido quien másclaramente destacó la relevancia de los problemas que tratamos aquí,proponiendo las herramientas más útiles para su evaluación arqueoló-gica. La siguiente cita resume el aspecto central de este apartado:

“He asociado esta perspectiva a la de una ‘roca con ojos’ ubicada en elfondo de un pozo profundo. Esta roca sería capaz de observar breves vis-tazos o segmentos de un sistema social que pasa por sobre el pozo en quese encuentra. Nuestro trabajo es aprender a (a) identificar que partes delsistema total pasaron por sobre dicho pozo -o sitio arqueológico-, (b) com-

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prender que implican las partes identificadas para los tipos de sistemastotales representados y finalmente, (c) comprender qué condiciona lossesgos en las partes de un sistema representadas en los diferentes sitios”(Binford 1983b: 224-225, nuestra traducción).

El principio de la ‘roca con ojos’ marca una realidad a la que seenfrenta la arqueología en forma inevitable, independientemente del tipode muestras empleadas -de superficie, estratigrafía- o el contexto histó-rico estudiado -hominización, arqueología histórica-. Construimos nues-tra visión del pasado a partir de elementos incompletos sobre el mismo.Esto genera preguntas que nos remiten a la cita previa: ¿Cómo identifi-camos qué aspectos del proceso que nos interesa están representados enel segmento del registro arqueológico que observamos? Y en forma deri-vada, ¿Cómo identificamos aquellas partes que no lo están, si es que estoes posible? Cuando el objetivo es realizar inferencias cuya escala tras-ciende la amplitud de las muestras empleadas, es necesario realizar unaestimación de esto, al menos para evaluar las limitaciones de nuestrasinferencias y los caminos mediante los cuales podemos superarlas(Binford 1972). El único modo de no caer en esta necesidad es realizarinferencias cuya amplitud se corresponda exactamente con la de las ob-servaciones empleadas, por lo cual es probable que las mismas sean tri-viales. Por ejemplo, limitar nuestro trabajo a la caracterización del sitioarqueológico que hemos excavado, con lo cual el mismo pasa a consti-tuir un fin analítico en sí mismo. En el caso de sociedades cazadorasrecolectoras este es un objetivo con pocas aspiraciones explicativas.

Hay distintas formas de canalizar el análisis de la representatividadde las muestras con respecto a los procesos históricos totales. En nume-rosos casos se procede a realizar detalladas reconstrucciones conductualesde las ocupaciones registradas a nivel arqueológico. Esto permite situarun sitio -u otra entidad arqueológica- en un esquema de las actividadesdesarrolladas en el espacio más amplio que lo contiene. Sin embargo,creemos que esto puede introducir otros problemas en nuestro trabajo,ya que el registro arqueológico tiene una resolución temporal intrínsecaindependiente de nuestros métodos y objetivos, que condiciona el carác-ter de las inferencias que pueden y no pueden realizarse (Yacobaccio yBorrero 1982). Repetidas veces se ha forzado la interpretación del regis-tro en términos conductuales inapropiados (Boschín 1993, Estévez y Vila2006), lo cual no contribuye al objetivo de proveer un contexto de refe-rencia como el que queremos desarrollar aquí. A su vez, consideramosque estas reconstrucciones conductuales específicas -que se asocian a la

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tendencia ‘microscópica’, tal como la define Bailey (2007)- son irrelevan-tes para responder a las preguntas que nos interesan sobre organizacióngeográfica humana. Nuestro objetivo consiste en realizar inferenciasconductuales en una resolución de grano grueso. No nos interesa saber si unlugar fue usado para trabajar pieles cerca de un fuego o para realizar untrozamiento primario de una carcasa de guanaco. Nos interesa caracteri-zar la amplitud de usos que denota cada espacio, sin aspirar a conocercon exactitud cuales fueron los mismos. Este es un tema que ha sidorecurrentemente planteado en la bibliografía. La propuesta de Binfordsobre espacios residenciales y de actividades específicas (1978: 483-495)se aproxima hasta cierto punto a la discusión que buscamos establecer,mientras que la propuesta de Wilmsen (en Borrero 1987) sobre localida-des de actividades múltiples y restringidas refleja más claramente nues-tros intereses (ver también Goñi 1995). La redundancia ocupacional quepresenta un espacio condiciona nuestra interpretación a este respecto,ya que puede sugerir una diversidad funcional que probablemente nofue tal y que es producto exclusivo del aumento en el tamaño de la mues-tra generado por la recurrencia (Bettinger et al. 1994). Más adelante plan-teamos algunas formas de tratar esto. De aquí en más aportamos ele-mentos destinados a la evaluación de estos temas en el caso de Patagoniameridional haciendo especial referencia al CVPA, para lo cual adelanta-mos algunas observaciones de carácter general.

El registro arqueológico de la costa y el interior que hemos estudia-do difiere en ciertos aspectos generales, lo que se debe tanto a la estruc-tura geográfica de ambos contextos como a la existencia de diferentesprocesos regionales de formación del registro. Dado que la integracióndel registro de estos espacios constituye la base de nuestras inferenciassobre organización geográfica, debemos establecer una base adecuada.El CVPA constituye un paisaje de cuevas, dado que la morfología volcá-nica ha generado innumerables refugios o aleros diseminados en am-plios espacios (capítulo 4). Las buenas condiciones para la preservaciónde restos en estos contextos, conjuntamente con la baja visibilidad y bajopotencial de enterramiento del registro arqueológico en espacios abier-tos, han producido un registro arqueológico orientado -y probablemen-te sesgado- hacia el análisis de este tipo de reparos. Aunque hemos tra-bajado en situaciones diferentes a éstas, nuestro trabajo no ha escapadocompletamente a estos condicionamientos. De aquí la frase de ‘cuevascon ojos’ que da su título a este apartado: una parte importante de la visiónarqueológica de esta región está mediada por los ojos de estos reparos. Por dis-tintos motivos, que discutimos en detalle a lo largo de este trabajo, nues-

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tras chances de interceptar fenómenos ocurridos por fuera de estas si-tuaciones son menores, por lo cual pueden estar subrepresentados. Loimportante a partir de aquí es, siguiendo a Binford, estimar qué segmen-tos de los procesos que nos interesan se encuentran registrados en losespacios relevados y su grado de representatividad con respecto a losprocesos totales. Lógicamente, esto debe realizarse sin un conocimientode dichos procesos totales, ya que de otro modo esta investigación nosería necesaria. Lo importante aquí es contar con un marco que nos per-mita identificar los puntos débiles de nuestros argumentos y luego dise-ñar los pasos de trabajo necesarios para fortalecerlos. Esto demuestra laimportancia de comprender el rol de cuevas específicas en el contextoregional más amplio donde se insertan. Deben considerarse las escalasen que operan la territorialidad, el grado de movilidad y la amplitud delas redes de intercambio a fin de ubicar adecuadamente los reparos en elpaisaje cultural de una región (Veth et al. 2005).

El trabajo etnoarqueológico de Binford en las sociedades Nunamiutidentificó correctamente las preguntas relevantes para una evaluaciónarqueológica de temas de geografía cultural. Desde nuestro punto devista, mucho del trabajo actualístico realizado con posterioridad desvióla atención de algunos de los temas más relevantes para la arqueología.El análisis realizado por Binford (1978: 489-490) sobre el lugar que ocu-pan las cuevas y aleros en la organización espacial de los Nunamiut cons-tituye un ejemplo excelente de etnoarqueología en la escala del paisaje.A su vez, en trabajos posteriores evaluó las implicaciones de estas obser-vaciones etnográficas para el registro arqueológico (Binford 1980, 1983a).El caso de los Nunamiut es empleado aquí como un parámetro para lacomparación con el CVPA.

El paisaje de cuevas Nunamiut

En términos de la discriminación entre usos múltiples o específicosde un lugar, resulta claro que los reparos reciben un uso específico entrelos esquimales Nunamiut (Binford 1978: 490). Las cuevas y aleros ofre-cen una ventaja para grupos logísticos de caza o trampeo, que suelenocuparlos por una o dos noches a fin de no desempacar los trineos don-de portan reparos artificiales. Dado que el emplazamiento de estos rasgosno cambia y que ciertas actividades tienen requerimientos topográficosespecíficos, los reparos son utilizados repetidamente para las mismas ac-tividades a través del tiempo. Sobre esta base, Binford sugiere que la pro-

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piedad más característica de estos conjuntos es la redundancia ocupacio-nal, pero siempre para la realización de las mismas actividades de carácterestrictamente logístico: “Virtualmente cada reunión para planificar un viajeen la que participé estaba centrada en torno a la pregunta ¿Tenemos que llevaruna carpa? La selección de una ruta frecuentemente implicaba elegir un caminolevemente desviado a fin de tomar ventaja de reparos disponibles, permitiendoasí viajar sin un reparo portable. De este modo, las rutas se planificarían deacuerdo a la ubicación de refugios invernales abandonados, aleros o material dereparo almacenado en el paisaje. El rol que las cuevas y aleros juegan en el siste-ma Esquimal es el de un reparo natural que, bajo circunstancias de planificaciónadecuada, posibilita a una partida logística viajar sin el peso agregado de unreparo portable” (Binford (1978: 489, nuestra traducción).

Es importante analizar estas propuestas identificando los elemen-tos relevantes para nuestro trabajo. En primer lugar, los reparos rocososson utilizados en forma exclusivamente logística y marcada por una ele-vada redundancia, usualmente vinculada a la realización de las mismasactividades. En este sentido, resulta claro que el registro arqueológico enestos reparos no tiene el potencial de monitorear todo el funcionamientodel sistema social Nunamiut. Por el contrario, sólo ciertas instancias defuncionamiento logístico tendrán chances de incorporarse al registro fó-sil procedente de estas situaciones del paisaje. Si careciéramos de todoconocimiento sobre el sistema Nunamiut y pretendiéramos reconstruir-lo en función del registro de estas localizaciones, claramente produciría-mos una imagen sesgada. Esto ha sido señalado y discutido para dife-rentes contextos de Patagonia (Borrero 1989a: 129, Goñi 1995) y de otroslugares del mundo (Gorecki 1991). El segmento residencial de los siste-mas Nunamiut tiene lugar en diferentes contextos ubicados a cielo abiertoque, contrariamente al caso de las localidades de uso específico, comocampamentos de pesca, caza o trampeo, presentan una muy baja redun-dancia ocupacional (Binford 1978: 490).

Estas pautas de uso de los reparos marcan importantes limitacionesa la amplitud de las conductas reflejadas en el registro arqueológico aso-ciado. Esto es algo que ha sido discutido por Goñi (1995) para Patagoniaempleando información etnográfica sobre formas de uso de reparos endistintos contextos. A su vez, estas observaciones marcan una cierta ge-neralidad para los planteos de Binford sobre el lugar que ocupan losreparos en la geografía cultural humana. Sin embargo, no debemos per-der de vista que establecemos generalizaciones a partir de una suma decasos específicos que están vinculados a una estructura regional de cuevasy aleros específica en términos de propiedades clave, que incluyen: distri-

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bución en el espacio, posición topográfica -y por ende accesibilidad- y elgrado de segregación espacial con respecto a otros recursos básicos, talescomo agua, combustible y alimentos. Esto es discutido para el CVPA enapartados siguientes.

La distribución espacial de reparos rocosos en la zona de Alaskaestudiada por Binford es heterogénea. Las cuevas y aleros se ubican prin-cipalmente en valles laterales y zonas altas de los taludes, siendo másusuales en paredones abruptos de valles restringidos donde se empla-zan las mejores sendas de migración de las presas (Binford 1978: 489).Esta situación topográfica hace que la circulación sea restringida en es-tos espacios y el acceso relativamente difícil. A su vez, Binford planteaque vivir donde se debe cazar asegura que uno no será exitoso (Binford1978: 489). A esto se suman otras propiedades que van en detrimento deun uso residencial o prolongado de las cuevas y aleros, entre los quecabe mencionar su distancia con respecto al agua y materiales combusti-bles, que se localizan en las zonas bajas de los valles, la ausencia de hieloque pueda utilizarse para obtener agua y el carácter húmedo de estosespacios en invierno. Estas propiedades de los reparos confluyen, pro-duciendo un uso planificado y logístico sólo bajo situaciones específicas,en las cuales se prescinde de transportar reparos artificiales. Bajo estascaracterísticas, el registro arqueológico de estos espacios reflejará unadimensión específica de las sociedades Nunamiut; más importante aún,no tiene el potencial de reflejar una gran parte de su ciclo anual.

Los datos proporcionados por Binford indican también que el repa-ro -natural o artificial- es un factor que, bajo ciertas condiciones, actúacomo limitante para decisiones vinculadas a la movilidad y el asenta-miento. Esta situación identificada para Alaska debe ser tenida en cuen-ta en el caso de Patagonia, que es un ámbito en el cual la intensidad delos vientos constituye un factor limitante estacionalmente agregado. Alhacer estos comentarios no estamos pensando en la comodidad o faltade ella que podrían experimentar las poblaciones humanas del pasado,dado que toda impresión nuestra al respecto seguramente será errónea,sino que pensamos en los elevados costos energéticos que implica unaprolongada carencia de reparo en un ambiente exigente como el dePatagonia meridional.

Un contexto más amplio para el análisis de reparos rocosos

Hay otros trabajos etnoarqueológicos referidos al uso de reparos

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rocosos que amplían nuestra perspectiva a nivel espacial (Galanidou 2000,Pannell y O’Connor 2005). Contamos también con casos arqueológicosque ubican estas observaciones etnoarqueológicas en una perspectivatemporal más amplia. Gorecki (1991) desarrolla un trabajo etnoarqueo-lógico en sociedades horticultoras de Nueva Guinea que coincide enenfatizar algunas de las tendencias señaladas por Binford. Con respectoal segmento del universo total representado en estas localizaciones, se-ñala que ninguno de estos grupos dejó evidencias de su economía horti-cultora en estos reparos, ya que por el contrario, el registro observadoindicaría una organización cazadora recolectora (Gorecki 1991: 254). Eneste caso también los reparos rocosos experimentan un uso logístico,aunque el autor no lo define específicamente de ese modo. El trabajo deGorecki es destacable dado que aporta datos útiles para conectar susobservaciones etnoarqueológicas con el registro arqueológico local. Losdatos aportados en éste y otros trabajos remarcan la existencia de impor-tantes variaciones en la funcionalidad de un reparo rocoso a través deltiempo. En Nueva Guinea, determinados eventos -como la depositaciónde restos humanos- modifican la percepción posterior que los gruposhumanos tienen de un reparo, atrayendo o repeliendo posteriores ocupa-ciones (Gorecki 1991: 247).

El trabajo de Nicholson y Cane (1991) en campamentos históricosdel desierto de Australia brinda otro caso de variación funcional, al reco-nocer la existencia de aleros de uso doméstico y de uso ritual. Estos auto-res sugieren que esta variación funcional condiciona la tasa de descartede restos en forma más directa que la intensidad ocupacional (Nicholsony Cane 1991: 339, 347), remarcando la necesidad de ubicar funcionalmentelos conjuntos -en una escala de grano grueso- a fin de estimar larepresentatividad de las muestras que ofrecen. A su vez, el uso de unaescala temporal amplia, en la cual cabe esperar que ocupaciones con pro-piedades excepcionales se promedien, sitúa las inferencias sobre intensi-dad de uso en un esquema sólido. La utilización de numerosas líneas deevidencia y de muestras procedentes de contextos diferentes refuerza elsustento de estas inferencias (capítulo 7).

Si realizamos un cambio en la escala temporal y pasamos a un nivelarqueológico, obtenemos una visión sobre las consecuencias materialesde distintas historias de uso. Esto nos sensibiliza sobre variaciones tem-porales en el rol geográfico de estos rasgos topográficos. El registro de laquebrada de Humahuaca, en el noroeste argentino, aporta un caso inte-resante de variaciones en el contexto general donde se inserta el uso delos reparos. Se ha postulado una secuencia temporal para sitios en cue-

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vas y aleros como Tomayoc, Quebrada Seca 3 o Inca Cueva 7 (Aguerre etal. 1973, Yacobaccio 1994, ver discusión en Nielsen 1996). En determi-nado momento los mismos son empleados para ocupaciones específicas-probablemente logísticas- de pastores que habitan en centros urbanosubicados en los fondos de los valles (Nielsen 1996: 319, 321), mientrasque luego se ocupan para otras funciones en el marco de la red Inka decaminos (Nielsen 1996: 324-325). Las implicaciones de estos marcos re-gionales para la interpretación de las evidencias locales son profundas, yviceversa.

Trabajando con registros ‘Paleoindios’ de América del Norte, Kellyy Todd (1988: 237) vinculan el uso de cuevas y aleros con la instancia depoblamiento de una región. Postulan que en una instancia de ocupacióninicial de una región en el marco de estrategias de elevada movilidadestos espacios no serían ocupados en forma conducente a la formaciónde un registro arqueológico visible. De este modo, se podría explicar elescaso uso de estos recursos topográficos llevado a cabo por los grupos‘Paleoindios’. Juan B. Belardi (1996) realiza sugerencias semejantes parael caso de Patagonia al analizar el registro temporal de reparos en la re-gión de Cerro Castillo, Chubut. Belardi sugiere que su ocupación siste-mática comienza a partir de la instancia de ocupación efectiva del espa-cio (sensu Borrero 1989-90) en el marco de una estrategia de uso estacionalde la región. Estas observaciones sirven para contextualizar el registroprocedente de reparos a nivel del proceso local de poblamiento de unaregión y de las estrategias de organización espacial.

El trabajo de J. Walthall (1998) puede ser visto como una continua-ción temporal de los planteos de Kelly y Todd (1988), ya que estudia elregistro de ocupaciones ‘post Paleoindias’ en aleros, asociadas a las pun-tas denominadas ‘Dalton’. Estas ocupaciones representan el primer usosistemático de los reparos, aunque como señalan Kelly y Todd, las po-blaciones ‘Paleoindias’ los han habitado esporádicamente con anteriori-dad. Walthall (1998: 231) sugiere transformaciones organizacionales quellevan a una inclusión sistemática de los aleros en los circuitos de movi-lidad. Esto se vincula a una instancia más estabilizada del poblamientoregional, en la cual estos rasgos específicos del paisaje han sido integra-dos dentro de los mapas cognitivos. Gorecki (1991: 240) ilustra esto apartir de sus investigaciones en la selva de Papua Nueva Guinea, seña-lando que los adultos tienen un mapa mental del paisaje que habitan,incluyendo la ubicación precisa de numerosos reparos, ya sean natura-les o artificiales, que se encuentran escondidos en la selva.

Resumiendo los planteos etnográficos y arqueológicos previos, hay

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dos niveles analíticos que deben ser evaluados: (1) la estructura regionalde reparos rocosos que ofrece un área y (2) diferentes dimensiones de laorganización de los grupos humanos. Estas últimas incluyen las estrate-gias de movilidad y aprovisionamiento de recursos y la instancia depoblamiento de una región en un momento dado. La demografía es untercer factor que se superpone a los previos. Estos pasos permitencontextualizar el registro arqueológico de estas localidades específicascon respecto a los sistemas sociales totales que lo han producido. Es esen-cial enfatizar que estas observaciones no se aplican exclusivamente alregistro de reparos naturales, sino que son válidas para todo tipo de con-texto dentro del paisaje de una región. En este sentido, el principio quese desprende es simple: numerosas rocas ven más que una, rocas diferentestienen el potencial de mostrar mayor variabilidad que rocas semejantes.

El paisaje de cuevas y aleros en Pali Aike

Los casos etnoarqueológicos y arqueológicos tratados sirven comoun parámetro para la comparación con el registro del CVPA. A tal fin,adelantamos algunas observaciones generales necesarias para contex-tualizar los casos previos en el marco de las discusiones que desarrolla-mos aquí (detalles en capítulo 4).

Pali Aike constituye un paisaje volcánico en el cual los aleros, cue-vas o galerías son uno de los rasgos más conspicuos y abundantes, alpunto de plantearse que constituyen uno de sus rasgos definitorios (Mar-tin y Borrero 2004). A su vez, dichos reparos se encuentran ampliamentedistribuidos en el espacio, ya que cada aparato volcánico suele presentarun número elevado de ellos. Es importante señalar que estos reparosestán disponibles a diferentes distancias de las costas marinas, que vandesde unos pocos km hasta más de 100 km; aunque cabe señalar que nohay reparos en las propias costas o en los ambientes inmediatos a ellas,lo cual es un factor a ser tenido en cuenta. Mazzarini y D’Orazio (2003:297) han mapeado la existencia de 467 conos volcánicos en el CVPA, quepor motivos del muestreo geológico aplicado constituye un número mí-nimo. Esta región presenta pocas restricciones topográficas a la circula-ción humana y no existirían limitantes marcados para el acceso a los dis-tintos tipos de reparos. A su vez, tampoco hay una segregación marcadacon respecto a lugares potenciales de aprovisionamiento de recursos comoagua, rocas o materiales combustibles (aunque en el caso del agua cabepensar que ha sido un factor de localización importante, particularmen-

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te en momentos de mayor aridez). El carácter topográficamente laxo deeste paisaje hace que no haya una superposición necesaria entre los repa-ros y los espacios usualmente circulados por los guanacos. Otra propie-dad que nos interesa destacar es la existencia de una gran variabilidadmorfológica en los reparos de Pali Aike, que abarca desde grandes cue-vas con amplios espacios bajo reparo hasta aleros de pequeño tamaño.Esto tiene el potencial de canalizar una variación equivalente dentro dela gama de conductas humanas representadas. Una de nuestras preocu-paciones ha sido distribuir los esfuerzos de muestreo a fines de contem-plar esta variación, los que se complementan con trabajos desarrolladospreviamente por distintos investigadores en Chile y Argentina.

En conclusión, todas estas propiedades marcan un paisaje de repa-ros diferente al habitado por los Nunamiut en un conjunto de propieda-des clave: distribución, variación morfológica, accesibilidad y segrega-ción con respecto a otros recursos. Las propiedades mencionadas para elCVPA sugieren que, también a diferencia del caso Nunamiut, existe elpotencial para interceptar varios segmentos de comportamiento de lassociedades que habitaron esta región.

Contamos con el trabajo previo de Julieta Gómez Otero (1989-90,1993) en el CVPA, que constituye un importante antecedente dirigido aevaluar la funcionalidad de los reparos pequeños. Esta investigadorapropuso tres hipótesis alternativas para dar cuenta del lugar que ocupa-ba este tipo de reparos en la organización espacial de los cazadoresrecolectores del Holoceno tardío: (a) las bases residenciales siempre selocalizaban en asociación con reparos rocosos, por lo cual no utilizaríanmedios artificiales de protección, (b) eventualmente utilizaban a los re-paros con fines residenciales, o (c) nunca los utilizaban con estos fines(Gómez Otero 1993: 340-341). De acuerdo con Gómez Otero, este caso seasimila a la situación descripta por Binford para los Nunamiut. Esta pro-puesta es interesante y dado que contribuye a operativizar nuestra dis-cusión, es retomada en capítulos siguientes.

Las propuestas tratadas en este apartado generan expectativas di-ferentes sobre la amplitud de las ventanas que proveen distintos empla-zamientos del paisaje hacia los procesos del pasado que estudiamos.Dichas propuestas son evaluadas aquí en función del registro arqueoló-gico de Patagonia meridional, con el objetivo de contextualizar a nivelconductual nuestras inferencias sobre geografía humana, patrones tem-porales y fluctuaciones demográficas.

En este capítulo hemos presentado una revisión general de los fe-nómenos que analizamos desde una perspectiva temporal etnográfica.

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Esta visión nos ofrece la posibilidad de sensibilizarnos hacia la variabili-dad existente en ciertos aspectos de la organización espacial humana ynos permite comprender como operan en el corto plazo algunos de losprincipios sobre los que se articula dicha organización. Sin embargo, nin-guno de estos puntos evaluados puede funcionar por sí mismo comouna guía adecuada para el trabajo arqueológico. Este paso implica tra-ducir las expectativas y patrones sugeridos a códigos observables a ni-vel arqueológico. En el capítulo 7 presentamos el conjunto de líneas deevidencia que empleamos a fin de poner estos temas geográficos en laperspectiva de largo plazo que es propia del registro arqueológico.

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Patagonia meridional y elcampo volcánico Pali Aike.

Geología, geomorfología y ecología:implicaciones biogeográficas

El CVPA se localiza en el extremo meridional de Patagonia, exten-diéndose entre la margen norte del río Gallegos y el estrecho deMagallanes (Corbella 2002, Figura 1). Ocupa un área aproximada de 4500km2 ubicada entre 50° y 52° de latitud sur y 69° y 71° de longitud oeste,abarcando un espacio actualmente comprendido en los territorios deChile y Argentina. El origen de este campo volcánico se asocia a activi-dad tectónica producida por el contacto entre la dorsal de Chile y la trin-chera chilena, que conformó una zona de contacto entre las placastectónicas Antártica, Sudamericana y de Nazca (D’Orazio et al. 2000).Desde hace 14 millones de años la dorsal de Chile ha entrado en contactocon la masa continental sudamericana, lo cual produjo la subducción dela primera. En una situación de intraplaca alejada del arco volcánicocordillerano, como la que presenta el CVPA, esto generó el surgimientode ventanas de exposición del manto astenosférico y la consiguiente efu-sión de lavas. La presencia de xenolitos procedentes del manto incluidosen este magma sustenta esto e indica la existencia de un profundo siste-ma de fracturas que permitieron un ascenso rápido del magma a la su-perficie (Selverstone y Stern 1983). La región se caracteriza por una abun-dante actividad freato-magmática producto del contacto del magma as-cendente con distintos tipos de reservorios de agua, incluyendo masasglaciarias (Wohletz 1993). Esto le ha otorgado una morfología particular ala región, caracterizada por la presencia de maares de origen freato-magmático y sus anillos hialoclásticos correspondientes.

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Geología volcánica

La historia geológica del CVPA es compleja e incluye diferentespulsos de efusividad volcánica que se extienden entre el Plioceno y, pro-bablemente, el Holoceno, y que han generado rasgos volcánicosmorfológicamente diferentes (Skewes 1978, Corbella 1999). Dado queestos rasgos presentan cronologías variables, también se observa una granvariabilidad en las condiciones de meteorización y sedimentación quehan experimentado. La interacción entre la morfología y la cronologíade los rasgos volcánicos ha producido una gran variabilidad geológica ygeomorfológica en este paisaje volcánico. Por otra parte, al comparardistintos sectores de esta amplia región también se perciben variacionesimportantes en precipitaciones y humedad efectiva, que condicionandiferencias en términos de productividad. Englobando estos aspectosgeológicos, geomorfológicos y ecológicos, observamos que el CVPA cons-tituye un paisaje heterogéneo en términos de las condiciones que ofrecepara las poblaciones humanas. El análisis de las implicaciones que estasdiferencias han tenido sobre las decisiones de circulación e instalaciónen el espacio es uno de los principales temas a evaluar para un estudiobiogeográfico.

Aspectos cronológicos

El lapso de efusividad que da origen al CVPA se ubica entre elPlioceno y el Pleistoceno tardío / Holoceno temprano. El conocimientosobre la cronología de los eventos volcánicos ha sido producido mayor-mente en relación con estudios glaciológicos, dado que la edad de lasefusiones magmáticas constituye una edad máxima o mínima para losdepósitos glaciarios, glacifluviales o glacilacustres. Los primeros fecha-dos fueron realizados por Mercer (1976) mediante el método de K/Ar.Luego, Meglioli (1992) produjo un gran número de dataciones Ar40/Ar39

para estos basaltos. Estos datos permiten conocer adecuadamente la se-cuencia de los eventos efusivos. En la Figura 2 se presenta el conjunto defechados disponibles para la región, que han sido compilados y evalua-dos por Hugo Corbella (1999, 2002). Estos datos indican que la morfolo-gía de los rasgos volcánicos no es independiente de su cronología, dadoque los distintos pulsos de efusividad volcánica han generado formasvolcánicas diferentes.

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Aspectos morfológicos

Se ha propuesto una secuencia compuesta por tres pulsos principa-les que generaron unidades volcánicas que pueden ser diferenciadasmorfológicamente (Skewes 1978, D’Orazio et al. 2000). El primer estudiofue desarrollado por Skewes (1978), quien señala la existencia de tresepisodios de efusión magmática que denomina como antiguo, medio yreciente. La cronología de una gran glaciación, que marcaría la antigüe-dad máxima posible de estos eventos, le permite asignar una edad tenta-tiva de 1 millón de años para el episodio antiguo. Luego, un conjunto defechados obtenidos por Mercer (1976) para basaltos ubicados en el ríoGallegos sugiere una edad de 170.000 años para el episodio medio. Porúltimo, se sugiere una edad máxima de 15.000 años para el episodioreciente, sobre la base de fechados arqueológicos obtenidos por Bird(1988) en la cueva Pali Aike. Esta propuesta nunca tuvo respaldo, dadoque las fechas obtenidas por este autor se ubican en ca. 8000 años AP.Por otra parte, esta edad en sí misma debe ser tratada con cautela, dadoque es producto del análisis conjunto de distintos huesos que puedentener cronologías variables. La caracterización que realizamos a conti-

Figura 2. Distribución espacial de los fechados sobre formas volcánicas(Corbella 1999).

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nuación se basa principalmente en las propuestas de D’Orazio ycoautores (2000) y de Corbella (1999, 2002), que incluyen la totalidaddel CVPA y presentan datos cronológicos actualizados. D’Orazio ycoautores (2000) también identifican tres unidades, que se correspon-den con los episodios reconocidos por Skewes para el sector chilenodel CVPA (Figura 3).

Figura 3. Geología del CVPA (D’Orazio et al. 2000).

La unidad 1, denominada ‘Basal Lava Plateaus’, es la más antigua ytiene unos 3.8 millones de años (D’Orazio et al. 2000). Se depositan úni-camente coladas mesetiformes de lava y no se reconocen aparatos volcá-nicos asignables a esta unidad. Estos afloramientos dan cuenta de un83% de la superficie del CVPA, teniendo una amplia dispersión espacial.Conforman la totalidad de los rasgos volcánicos ubicados al norte delrío Gallegos, una parte considerable de los ubicados entre los ríos Galle-gos y Chico y sectores más acotados dentro del sector meridional, al surdel río Chico. La cronología de esta unidad determina que los aflora-mientos volcánicos se encuentran altamente disectados por meteorizacióny sedimentación; por lo tanto, a pesar de su amplia dispersión espacial,no constituyen los rasgos más ubicuos dentro del paisaje del CVPA. Esinteresante señalar que esta unidad volcánica es dominante en el sector

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septentrional del campo volcánico, donde no se ha registrado la influen-cia de otros pulsos volcánicos, lo cual implica que este sector se encuen-tra "envejecido" con respecto a las otras regiones de Pali Aike, ofreciendocondiciones particulares para el asentamiento humano.

Para la unidad volcánica 2, denominada ‘Older Cones and Lava Flows’,se han reconocido 442 aparatos volcánicos, que incluyen maares, conos yanillos de tufa (D’Orazio et al. 2000). Esta unidad constituye el 15% delCVPA a nivel espacial y se distribuye principalmente en los sectores cen-tral y meridional del mismo. Los conos volcánicos que componen estaunidad representan la mayor parte de los existentes en Pali Aike, mu-chos de los cuales han sido erosionados y rellenados por sedimentos.También hay coladas de lava asociadas que se encuentran relativamentemeteorizadas, cubiertas por sedimentos y en algunos casos vegetadas.Los fechados disponibles sugieren que esta unidad sería producto deactividad volcánica prolongada en el tiempo, por lo cual cabe esperarimportantes variaciones en meteorización y sedimentación en los rasgoscorrespondientes a la misma. Algunos de los rasgos volcánicos que con-forman esta unidad conectan al campo volcánico con los ambientes decosta marina. La Sierra de los Frailes, por ejemplo, se ubica a 20 km de lacosta atlántica y a 34 de la costa norte del estrecho de Magallanes. Elcerro Convento, donde se ubica la localidad Cóndor (ver más adelante),está a 37 km de la costa atlántica y 33 km del Estrecho. Estas circunstan-cias hacen que una parte importante de nuestro muestreo arqueológicose localice en esta unidad, espacialmente adecuada para una evaluaciónde las formas de movilidad y conectividad entre ambientes de la costa yel interior. En relación con el potencial de ocupación humana, es impor-tante señalar que estas formas volcánicas presentan abundantes aleros,cuevas y grietas, que podrían presentar un atractivo especial para el asen-tamiento. Por otra parte, dado que los mismos suelen funcionar comoeficientes trampas de sedimentos (Farrand 2001), aportan secuenciasestratificadas de notable importancia para la preservación del registroarqueológico y tafonómico (Martin y Borrero 2004).

Por ultimo, la unidad volcánica 3 ha sido definida como ‘YoungerCones and Lava Flows’ (D’Orazio et al. 2000). Incluye los eventosmagmáticos más recientes, que se habrían prolongado con seguridadhasta el Pleistoceno tardío y probablemente hasta el Holoceno tempra-no. Corbella (2002) ha obtenido fechas de ca. 10.000 años AP para rasgosde la unidad volcánica 3 en la localidad Laguna Azul. D’Orazio ycoautores (2000) han registrado 26 conos volcánicos de escoria asociadosa esta unidad con coladas de lava asociadas. Estos rasgos volcánicos se

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restringen al sector sureste del CVPA (Figuras 3 y 4) y serían producto dela efusividad del volcán Cerro Diablo (Corbella 1999). Estos eventos hanproducido un 2% de los rasgos volcánicos registrados por D’Orazio ycoautores (2000) y ocupan una superficie algo mayor a 100 km2. Su ca-rácter reciente en relación con el resto de las formas volcánicas les con-fiere una morfología particular: los conos se encuentran muy bien pre-servados y sus paredes están caracterizadas por marcadas pendientes,dado que han sufrido escasa meteorización y sedimentación. Las cola-das de lava asociadas a estos conos tienen una cubierta sedimentaria yedáfica muy limitada, lo que disminuye notoriamente las posibilidadesde circular a través de ellas y aumenta el potencial de encontrar un regis-tro arqueológico de cierta densidad en sus límites. Esta expectativa nosería tan marcada para las coladas asociadas a eventos previos, dadoque no presentan restricciones de importancia para el movimiento hu-mano o animal en general.

Figura 4. Unidad volcánica 3 y rasgos principales.

Ordenamiento geográfico de los rasgos volcánicos

Se ha estudiado detalladamente el ordenamiento geográfico de losrasgos volcánicos a fin de caracterizar los procesos tectónicos y volcáni-cos que dieron lugar al mismo (Mazzarini y D’Orazio 2003). Estos inves-tigadores han llevado a cabo un análisis de imágenes satelitales que lespermite detectar alineamientos de rasgos morfológicos en escala regio-

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nal a continental, registrando la existencia de 467 conos volcánicos(Mazzarini y D’Orazio 2003: 297). Las estructuras de alineamientos con-sisten en conos y cráteres "en nido" y están constituidas al menos porcuatro conos separados entre sí que tengan una misma orientación (Lá-mina 1). Hemos realizado muestreos arqueológicos y pedogenéticos enalgunos de los rasgos identificados en la Lámina 1 (ver capítulo siguien-te). El número 2 indica las localidades arqueológicas Cóndor y CerroNorte (ver más adelante), que corresponden a la unidad volcánica 2. Losnúmeros 3 y 4 identifican rasgos espacialmente asociados a la unidadvolcánica 3, entre los que se ubica Laguna Azul, que contiene importanteinformación paleoclimática (Mayr et al. 2005, capítulo 9). Se percibe cla-ramente el contorno de las coladas de lava reciente, que no están cubier-tas por sedimentos o vegetación. El punto 3 corresponde también a lalocalidad Orejas de Burro, que ha sido intensivamente prospectada ydonde se ha excavado un importante número de sitios arqueológicos ytafonómicos (Borrero et al. 2004, Barberena et al. 2006a).

El análisis del azimuth de la elongación de los conos ha mostrado laexistencia de orientaciones predominantes asociadas a factores estructu-rales que controlan el vulcanismo en la región, particularmente las frac-turas que alimentan el magma que conforma los conos. El total de orien-taciones registradas por Mazzarini y D’Orazio es de 1881 y los rasgostienden a ordenarse en sentido NE-SO, NO-SE, E-O y N-S (Figura 5). Elsistema de alineamientos N-S corresponde a las estructuras de mayorantigüedad, mientras que los sistemas NO-SE y E-O son los más recien-tes. La orientación NO-SE da cuenta de un 46% de los rasgos volcánicosanalizados y la orientación NE-SO de un 28% de ellos.

Figura 5. Diagrama del azimuth de los alineamientos volcánicos(Mazzarini y D’Orazio 2003).

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Geomorfología

Las lavas que conforman el CVPA se han depositado principalmen-te sobre depósitos de origen glaciario y glacifluvial de diferente cronolo-gía, ubicados entre la margen sur del río Gallegos y el estrecho deMagallanes. Al norte del río Gallegos se desarrolla un conjunto de mese-tas sedimentarias de cronología Mesozoica y Terciaria, que en ciertossectores constituyen el límite septentrional de Pali Aike. Las mismas es-tán conformadas por sedimentos marinos y continentales parcialmentecubiertos por una capa de ‘rodados patagónicos’ (Clapperton 1993).

La historia geológica de Patagonia meridional en los últimos cuatromillones de años se caracteriza por sucesivos procesos de avance y retro-ceso glaciario, que han sido los principales modeladores del paisaje dePali Aike a nivel geomorfológico. Andrés Meglioli (1992) ha realizado elestudio más abarcativo para la región, cubriendo la cuenca superior delrío Gallegos y los espacios ubicados al sur del río Chico. Por medio dedataciones relativas y absolutas -de Ar40/Ar39 sobre rocas basálticas-sistematizó el marco cronológico disponible para estos depósitos, pro-duciendo una gran parte de los fechados disponibles para los rasgosvolcánicos del CVPA. A partir de esta información geomorfológica ycronológica reformuló la secuencia regional tradicional, desarrollada porCaldenius en la década de 1930 y propuso una secuencia compuesta porun mínimo de seis eventos de avance glaciario.

Estos aspectos geomorfológicos son el principal condicionante dela disponibilidad de materias primas líticas para la talla de artefactos enel CVPA. Por este motivo, las diferencias que existen entre los diferentesavances glaciarios en términos de amplitud espacial y contenido litológicopueden tener importantes implicaciones a nivel de la organización de latecnología. Judith E. Charlin ha evaluado estos aspectos en forma siste-mática, registrando la existencia de patrones significativos en términosde la organización geográfica de las sociedades de Patagonia meridional(Charlin 2005, 2007a, 2007e).

Hidrografía y disponibilidad de agua

En Patagonia meridional hay dos grandes cuencas fluviales quecorresponden a los ríos Coyle y Gallegos (Caballero 2000). La cuenca delrío Coyle se ubica al norte del CVPA y es tratada sólo en forma colateralaquí. Diferentes propiedades ecológicas sugieren que la misma habría

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constituido una zona particularmente atractiva para las poblaciones hu-manas (Belardi et al. 2006a). En éste y otros casos es particularmente im-portante el aporte hídrico de los mallines, ya que los cauces de los ríosson el contexto geomorfológico más adecuado para su génesis (Mazzoniy Vázquez 2004). Dado que los mismos constituyen uno de los ambien-tes de mayor biomasa vegetal en Patagonia meridional, podrían habersido atractivos tanto para poblaciones de herbívoros como para los hu-manos.

La cuenca del río Gallegos se ubica casi en su totalidad en los terri-torios volcánicos de Pali Aike (Lámina 2). Nace en la intersección entrelos ríos Rubens, Penitentes y Turbio. A lo largo de su cuenca tambiénrecibe el aporte de otros tributarios, como los ríos Gallegos Chico, ElZurdo y el chorrillo Carlota. En su desembocadura el río Gallegos con-fluye con el río Chico, formando un estuario de complejas característicasque ingresa unos 30 km en el continente (Perillo et al. 1996). El Gallegospresenta un diseño de cauce meandroso, con un alto poder de divaga-ción lateral que ha dado lugar a la formación de terrazas asimétricas yde carácter impar. Estas terrazas han sido estudiadas y se ha establecidouna secuencia de cinco terrazas denominadas de I a V en orden de edaddecreciente (Ercolano et al. 2000, Corbella y Ercolano 2002). El origen delas mismas responde a una combinación variable de procesosglacifluviales y fluviales.

Estas terrazas de la cuenca del río Gallegos han sido empleadas porotros equipos como unidades de muestreo de los materiales arqueológi-cos en superficie; por lo tanto, los datos aquí presentados son retomadosen nuestra discusión. La secuencia total de cinco terrazas es segmentadaen dos grandes unidades de paisaje: la unidad ‘Terraza Antigua’, que esla más elevada (170-130 msnm) y corresponde exclusivamente a la terra-za I, y la unidad ‘Terrazas glacifluviales’, que abarca las terrazas II a V(Ercolano et al. 2000, Carballo Marina 2007). En las terrazas II y III seregistraron rasgos criogénicos y suelos con un importante desarrollo,indicando que las mismas tienen una gran antigüedad y que habríanestado expuestas a condiciones periglaciares. Las terrazas IV y V se ha-brían formado durante el Holoceno a causa de procesos fluviales. Laprimera de ellas se ubica entre 50 y 10 msnm y presenta un paleosuelofechado por 14C en 820-390 años calendáricos AC (no se consigna la edadradiocarbónica), lo cual aporta una edad mínima para la formación de laterraza (Corbella y Ercolano 2002). Por último, la terraza V tiene un dise-ño anastomosado y se eleva unos pocos metros sobre la planicie actualde inundación. Sobre la misma se han recuperado restos de ballena

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(Balaenoptera sp.) en la localidad Güer Aike, fechados en 1150 ± 35 años14C AP (Cruz et al. 2000). Esta fecha también provee una edad mínimapara la formación de la terraza, aunque no ha sido corregida por el efec-to reservorio que afecta a las especies marinas, que produce un envejeci-miento en la edad. El promedio global para este efecto es de 400 años(Stuiver y Braziunas 1993), mientras que estimaciones disponibles parael área de Punta Bustamante, en la costa norte de la desembocadura delrío Gallegos, marcan un valor de 529 ± 90 años (Cordero Otero et al. 2000).Por lo tanto, la edad radiocarbónica "real" de esta muestra sería al menos400 años más reciente que la obtenida. Aunque estas terrazas definen unamplio valle que alcanza unos 14 km en algunos tramos, la planicie acti-va de inundación del río se encuentra restringida, por lo que los mallinestienen una escasa humedad (Mazzoni y Vázquez 2004: 50).

La morfología del valle y el diseño de drenaje del río Chico sonsemejantes a los del río Coyle, ya que presenta un bajo gradiente topo-gráfico y un diseño de tipo distributario, conformado por numerososcauces pequeños que irrigan una amplia superficie del piso del valle.Estas condiciones generan una muy buena cobertura de mallines quepresentan elevada humedad. Por otra parte, dado que los límites del valleestán constituidos por coladas volcánicas, el río recibe un aporte adicio-nal del agua que filtra desde las laderas (Mazzoni y Vázquez 2004). Su-mado a que este río recibe una mayor proporción de precipitaciones queel Gallegos, el mismo posee un desarrollo más importante de pastizaleshúmedos y mallines.

La principal fuente de agua dulce alternativa a los ríos Gallegos yChico está dada por diferentes tipos de lagunas y ‘bajos sin salida’, losmás estables de los cuales se localizan en rasgos volcánicos como maareso conos. Los ejemplos principales corresponden a las lagunas Azul yPotrok Aike, localizadas respectivamente en los sectores meridional ycentral del CVPA. Para la laguna Potrok Aike existen evidencias que se-ñalan la presencia continua de agua desde hace al menos 16.000 años(Haberzettl 2006, capítulo 9). Lagunas de este tipo son escasas y se en-cuentran irregularmente distribuidas, aunque su estabilidad a través deltiempo hace que sean fuentes de agua altamente predecibles y confiables.El otro tipo de fuente de agua de carácter puntual está dado por los de-nominados ‘bajos sin salida’, que son "... depresiones de variada génesis,edad y tamaño que, al actuar como geoformas concentradoras de agua, permitenla formación de lagunas en su base, cuyo régimen puede ser transitorio o perma-nente de acuerdo a la fuente de provisión de agua" (Mazzoni 2001: 6). Estascuencas endorreicas se localizan en diferentes unidades de paisaje, entre

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ellas mesetas sedimentarias aterrazadas, mesetas volcánicas, terrazas flu-viales y fluviogaciales y morenas terminales y basales. Su génesis y ca-racterísticas geomorfológicas varían en cada uno de estos ambientes; loscasos más usuales en el CVPA corresponden a mesetas volcánicas y te-rrazas de distinto origen. Estas pequeñas fuentes puntuales de agua sedistribuyen en forma más abundante y homogénea que las grandes la-gunas en rasgos volcánicos, sin embargo, a nivel general no presentan elmismo potencial de retención de agua en momentos de aridez. Mazzoniy coautores (2006) han desarrollado un monitoreo de la permanencia delos bajos sin salida en una escala temporal de décadas que muestra quela mayor parte de los mismos desaparece en momentos prolongados debaja humedad. Consistentemente con esto, en su evaluación arqueológi-ca de la importancia de estas fuentes de agua, Carballo Marina (2007: 85-86) sugiere que su comportamiento extremadamente variable en el cortoplazo determina una muy baja predictibilidad y confiabilidad.

En conclusión, las grandes lagunas en maares son muy escasas y sedistribuyen irregularmente, aunque son confiables, lo cual sugiere quepodrían ocupar un lugar importante en la planificación de los movimien-tos humanos en el pasado. Los bajos sin salida, por el contrario, tienenuna distribución más ubicua y homogénea, aunque no son fuentes deagua confiables. Esto permite sugerir que podrían haber ocupado unlugar diferente en la organización de los circuitos de movilidad4. Estascondiciones son relevantes para comprender las decisiones humanas decirculación e instalación en un ambiente semi árido como Patagoniameridional, en el cual el agua es uno de los factores más importantes delocalización espacial (Goñi 1988, Borrero y Franco 2000).

Ecología y productividad de los ambientes terrestres

Nos interesa explorar la variabilidad ecológica actual que existe enel CVPA y en los ambientes costeros que lo rodean. Nuestro acercamien-to es de carácter actualístico; en este sentido, analizamos la variaciónambiental actual que, en un nivel cualitativo, contribuye a generar unesquema con el cual evaluar la configuración de los ambientes en el pa-sado. Este acercamiento de carácter analógico es simple, más no ingenuo(contra Gould 1980: 29-47), ya que existen límites para toda analogía quedeben estimarse a partir de fuentes independientes de datos (Binford

4 Veth (1993) realiza una importante discusión del rol de las fuentes temporariasde agua en el desierto de Australia.

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1981). Las posibilidades de transpolar esta información actual para lainterpretación del paisaje habitado por los humanos en el pasado sonlimitadas, tal cómo ilustran algunas de las críticas que se han realizadoal método de site catchment. No obstante, consideramos que los datosactuales tienen un papel importante que desempeñar para la generaciónde modelos cualitativos sobre la estructura ecológica del paisaje. Se debeemplear información paleoambiental y paleoecológica para contrastarla validez y el alcance de estos modelos actualísticos (Behrensmeyer etal. 1992).

Condiciones climáticas generales

Las precipitaciones son una variable ambiental crítica para la con-figuración ecológica de los ambientes de Patagonia meridional; las va-riaciones fitogeográficas se vinculan directamente con diferencias enlas precipitaciones, conjuntamente con las condiciones de temperatura(Boelcke et al. 1985, McCulloch et al. 1997). Al actuar en forma conjunta,estos factores determinan el balance hídrico propio de un área, resul-tante de la relación entre la humedad disponible y la evapo-transpira-ción. En Patagonia meridional la abundancia de las precipitaciones sevincula principalmente con la acción de los vientos occidentales owesterlies, que traen masas de aire húmedo del Pacífico sur. La cordille-ra de los Andes actúa como una barrera para el paso de esta humedad,generando el efecto denominado sombra de lluvia, o rain shadow, queestablece un abrupto gradiente en la abundancia de las precipitacionesa uno y otro lado de la Cordillera (Burgos 1985, McCulloch et al. 1997).Si realizamos una transecta oeste-este a la latitud media del CVPA (52ºS), observamos que el promedio de precipitaciones varía entre 3200 y200 mm anuales, dependiendo de la posición longitudinal (Lámina 3).

En las regiones occidentales, que corresponden a los canales chile-nos, se registran precipitaciones casi constantes y virtualmente no hayposibilidades de incendios naturales debido a la elevada humedad. Sedesarrollan comunidades arbóreas perennifolias compuestas por Notho-fagus betuloides en conjunto con extensas turberas ombrotróficas. Unospocos km hacia el este las precipitaciones disminuyen marcadamentehasta alcanzar valores medios entre 2000 y 1200 mm anuales, en regio-nes dominadas por bosques caducifolios de Nothofagus pumilio y antarc-tica. Por su menor humedad en combinación con la elevada disponibili-dad de materiales combustibles, estos son los espacios más proclives a la

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acción del fuego. Más hacia el este, entre las isohietas de 400 y 200 mmanuales, se ubican las comunidades que corresponden a la estepa, dondese sitúa Pali Aike (Láminas 3 y 4).

Comunidades vegetales en Patagonia meridional

Las comunidades que conforman el ambiente globalmente conoci-do como la ‘estepa’ patagónica presentan importantes variaciones quecondicionan su productividad o capacidad de carga de herbívoros. Esteparámetro puede tener una gran influencia en el atractivo que diferentesregiones fitogeográficas ofrecen para las poblaciones humanas (Higgs yVita-Finzi 1972, Smith 1993). En este apartado exploramos la baseecológica para una estratificación del CVPA y sus alrededores en térmi-nos de productividad. Estos datos sirven para diseñar un modelo cuali-tativo sobre el ranking de distintos espacios, que puede ser testeado conevidencias paleoecológicas y comparado con los datos arqueológicossobre intensidad ocupacional humana. Seguimos la clasificación de lascomunidades vegetales propuesta por Oliva y coautores (2001), quienestrabajan con las comunidades vegetales de la provincia de Santa Cruz ydel CVPA en particular (González et al. 2005). Analizamos las propieda-des de tres comunidades vegetales que se vinculan específicamente connuestra área de trabajo (Lámina 4). Dos de ellas dan cuenta de todo elCVPA y de los segmentos de costa marina que lo rodean, mientras que latercera se ubica en los límites septentrionales del campo volcánico, en lazona ubicada al sur del río Coyle. Cabe destacar que se cuenta con infor-mación cuantitativa actual sobre la capacidad de carga de ganado ovinopara cada una de estas tres regiones (Borrelli et al. 1997, Gabriel Oliva,comunicación personal 2006).

El ‘matorral de mata negra’ corresponde a una estepa arbustivadominada en un 70% por el arbusto conocido como ‘mata negra’ (Junelliatridens) y ocupa actualmente unas 2.83 millones de hectáreas (Oliva etal. 2001). Las precipitaciones medias anuales oscilan entre 150 y 200mm, con un máximo durante el invierno, el clima es frío con tempera-turas medias ubicadas entre 6.5 y 8.5º C. Borrelli y coautores (1997)señalan una capacidad de carga de 0.20 ovinos por hectárea, que cons-tituye el valor más bajo dentro de las comunidades vegetales aquí con-sideradas.

La ‘estepa Magallánica seca o xérica’ constituye una estepa herbá-cea o graminosa compuesta principalmente por coirón fueguino (Festuca

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gracillima), que representa 50 a 70% de la comunidad. Esta región ocupaactualmente 1.17 millones de hectáreas que cubren una gran parte de lasuperficie del CVPA, principalmente en su sector central (Oliva et al. 2001,Lámina 4). Dentro de la misma se verifica un gradiente en la abundanciade precipitaciones: en el límite con el matorral de mata negra, ubicadohacia el norte, el promedio de lluvias es de 170 mm anuales. Hacia el sury el este las precipitaciones aumentan a causa de la influencia marinaejercida por el océano Atlántico, alcanzando 200 o 300 mm anuales. Porel contrario, en el centro de esta región, de carácter más marcadamentecontinental, las precipitaciones promedio también son menores a 200 mmpor año. El promedio anual de las temperaturas varía entre 6 y 7º C. Estaregión fitogeográfica tiene una capacidad de carga de 0.30 ovino porhectárea, lo cual la ubica levemente por sobre los valores disponiblespara el matorral de mata negra (Borrelli et al. 1997).

Por último, la ‘estepa Magallánica húmeda o mésica’ ocupa unasuperficie de 0.39 millones de hectáreas solamente en la provincia deSanta Cruz, aunque dado que esta comunidad se prolonga en el territo-rio chileno, esta medida es tan sólo un valor mínimo ubicado por debajode su real extensión (Lámina 4). Corresponde a una estepa graminosa decoirón fueguino ubicada en los extremos suroeste y sureste de Santa Cruz,que ocupa la región de Cabo Vírgenes y también el norte de la isla deTierra del Fuego. El ambiente es subhúmedo y el clima tiene característi-cas oceánicas, dado que la porción austral de la cordillera de los Andespresenta una menor elevación y permite la entrada de los vientos húme-dos procedentes del océano Pacífico (Oliva et al. 2001: 48). Las precipita-ciones oscilan entre 200 y 400 mm anuales y se distribuyen durante todoel año con un máximo estival. Las temperaturas medias anuales se ubi-can entre 5.5 y 6.5º C, con una mínima diferencia estacional. La capaci-dad de carga de la estepa húmeda es de 0.80 herbívoros por hectárea, locual establece una importante diferencia con respecto a las dos situacio-nes previas.

Existe una clara correlación entre la disposición actual de lasisohietas de 200, 250 y 300 mm y la configuración de los límites entre losdistintos tipos de estepa. Con precipitaciones por debajo de 200 mm anua-les tienden a desarrollarse comunidades arbustivas o graminosas xéricas.La otra cara de esta situación la ofrecen los datos sobre déficit hídricopara estos mismos espacios, que son consistentes con lo observado en laLámina 3. El sector central del CVPA presenta las mayores restriccioneshídricas, lo cual es consistente con el aumento en la proporción de Stipasp. y géneros arbustivos y el decrecimiento en la abundancia de los de-

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nominados pastos dulces, como Festuca gracillima. En la Lámina 4 pre-sentamos una reconstrucción aproximada de la extensión total de la es-tepa húmeda sobre una imagen satelital, basada en los criterios visualesempleados por Oliva y coautores (2001) para el reconocimiento de estacomunidad.

La información sobre los suelos actuales es relevante a fines de eva-luar la productividad general de los distintos ambientes. La informacióndisponible para la provincia de Santa Cruz marca interesantes tenden-cias espaciales en la productividad de los suelos (Salazar Lea Plaza yGodagnone 1990), que son complementarias con los datos ya presenta-dos sobre precipitaciones y comunidades vegetales. A su vez, proveenun contexto a la información sobre capacidad de carga que desarrolla-mos en el apartado siguiente. A nivel productivo, la región que coincideaproximadamente con la estepa mésica es definida como semiárida su-perior, mientras que aquella que coincide con la estepa xérica comosemiárida inferior (Salazar Lea Plaza y Godagnone 1990: 442-444). Lasdos subregiones presentan diferencias en los valores de los índices deproductividad que no comentamos en detalle aquí (ver Salazar Lea Pla-za y Godagnone 1990: 447-452).

Capacidad de carga: marco para una evaluación arqueológica

Borrelli y coautores (1997) aportan datos cuantitativos sobre la pro-ductividad actual de estos ambientes en términos de su capacidad decarga de ganado ovino. Cabe preguntarse, ¿Cuál es la utilidad de estosdatos para un acercamiento arqueológico? Los detalles cuantitativos tie-nen un uso arqueológico muy limitado por diferentes razones. Primero,estas variaciones menores en la productividad de un ambiente son fácil-mente modificadas por cambios climáticos. Los ambientes actuales, porotra parte, han sufrido una transformación radical a partir de la intro-ducción intensiva del ganado europeo entre fines del siglo XVIII y co-mienzos del XIX (Huber y Markgraf 2003, Haberzettl et al. 2005). A pesarde estos aspectos, los datos cuantitativos pueden simplificarse en unaescala ordinal que refleje el ranking de productividad de los diferentesambientes. Dado que las diferencias en la productividad entre la regióndel matorral de mata negra y la estepa seca son menores (en el orden de0.10 ovino por hectárea), las mismas pueden agruparse para un trata-miento cualitativo, conformando una macro unidad caracterizada poruna baja productividad promedio. Por otra parte, las diferencias con res-

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pecto a la estepa húmeda son importantes, ubicándose en el orden de0.50 ovino por hectárea, lo cual representa una productividad mayor enun 200% con respecto a la media global de las otras dos regiones.

Al trabajar en términos de escalas ordinales, menos exigentes en lacalidad de los datos que requieren, cabe esperar que modificacionesclimáticas que afecten esta región como un todo no alteren seriamente elordenamiento ambiental propuesto, inclusive cuando la intensidad delos procesos sea localmente variable. Estos datos sirven para diseñarmodelos sobre la jerarquía de los diferentes espacios, que pueden sercontrastados por medio de evidencias paleoecológicas y arqueológicas.

Hay dos niveles específicos en los cuales no pretendemos que esteacercamiento tenga una alta resolución. En primer lugar, en conocer lacomposición precisa de las comunidades vegetales, que pueden variaren algunos de sus representantes menos conspicuos5. Un segundo nivelde este análisis está dado por la localización de los límites precisos de lasdiferentes comunidades vegetales. Esto es importante, dado que peque-ños cambios climáticos pueden generar retracciones o expansiones en ladistribución geográfica de las especies, por lo cual puede ser difícil de-terminar los límites o las zonas periféricas de una comunidad determi-nada. Nuevamente, las dificultades que este tema genere dependen engran medida de las aspiraciones del análisis que se busca establecer.Nuestro acercamiento es, vale la pena repetir, cualitativo, y requiere unabaja resolución espacial con respecto a la distribución de las diferentescomunidades. Como hemos mencionado, en una escala más amplia deanálisis los datos paleoecológicos permiten caracterizar grandes espa-cios a nivel cualitativo (Haberzettl et al. 2005). Esta discusión contribuyea establecer una jerarquía de los ambientes en términos de su producti-vidad, permitiendo estratificar el paisaje en espacios más y menos pro-ductivos en términos de su capacidad de carga de herbívoros. Este es unmarco de referencia importante para un análisis distribucional del regis-tro arqueológico y es contemplado para el diseño de algunas de las hipó-tesis que presentamos más adelante.

5 Señalamos que la información polínica puede satisfacer inclusive estosrequerimientos más específicos, ya que la representación porcentual de especies‘clave’ permite realizar estimaciones cualitativas de cambio o estabilidad en lacomposición de una comunidad vegetal (Mancini 2003, 2005, Mancini et al. 2005).

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Productividad primaria de los ecosistemas marinos

El CVPA se encuentra rodeado por las costas del océano Atlánticoal este y del estrecho de Magallanes al sur. Se cuenta con informaciónactual sobre la productividad primaria de estos ambientes marinos, quees un factor determinante de su biomasa animal. Magazzù y coautores(1996) han realizado un intensivo estudio de la productividad marinaprimaria a lo largo de todo el estrecho de Magallanes, desde el océanoPacífico al Atlántico; a su vez, presentan una comparación de estos datoscon la información disponible para el océano Atlántico. Sus resultadosmarcan la existencia de variaciones interanuales y estacionales en la pro-ductividad marina, aunque hay tendencias generales que se mantienena lo largo del lapso estudiado.

Se registra un aumento progresivo de la productividad desde lasbocas oriental y occidental del Estrecho hacia el sector central (Magazzùet al. 1996: 261, 265), y el punto de mayor productividad se localiza en lazona la península Brunswick, en torno al emplazamiento de la ciudadde Punta Arenas. La zona de San Gregorio, ubicada entre Primera An-gostura y Segunda Angostura, también presenta valores elevados deproductividad, aunque los mismos son comparativamente inferiores conrespecto a la zona ya mencionada. En un nivel de comparación más am-plio, el estrecho de Magallanes presenta valores de productividad pro-medio considerablemente más elevados que las aguas abiertas del océa-no Atlántico, que caracterizan a la costa oriental del continente (Magazzùet al. 1996: 266). Esto se debe al carácter relativamente cerrado del Estre-cho, que genera una disminución en la intensidad del oleaje y la mezcladel agua, produciendo una mayor estabilidad de la columna de agua.

Cabe esperar que estas propiedades hayan fluctuado en el largoplazo, por lo cual no pueden ser transferidas hacia el pasado en el marcode un análisis cuantitativo de variación. Sin embargo, algunas de las pro-piedades estructurales que condicionan los valores de productividadelevados del Estrecho con respecto al océano Atlántico se han manteni-do constantes en el lapso que nos interesa; en particular, el carácter ce-rrado del Estrecho que condiciona una mayor concentración de losnutrientes (ver Yesner 1980, para una discusión general). Por lo tanto,consideramos que las tendencias señaladas a nivel general son válidaspara una comparación cualitativa de la productividad de diferentesmacro regiones marinas.

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Segmentación del espacio: base para un análisis biogeográfico

Las implicaciones de los aspectos geológicos, geomorfológicos yecológicos del paisaje en la organización geográfica de los grupos huma-nos deben analizarse en diferentes escalas espaciales. Esto se debe, enprimer lugar, a la magnitud variable intrínseca que tienen estos aspec-tos, y en segundo lugar, a que la influencia de los rasgos del paisaje pue-de verificarse en relación con distintos niveles de la organización de lamovilidad y el asentamiento humano. Como hemos planteado, las esca-las espaciales son empleadas en forma jerárquica, lo que nos permitedetectar patrones arqueológicos asociados a estos diferentes niveles delpaisaje y de la organización espacial humana (Dincauze 2000). En estetrabajo proponemos evaluar las estrategias de uso del espacio en rela-ción con rasgos que se expresan en escala regional (configuración de lascuencas hidrográficas o localización de las unidades volcánicas), en es-cala de localidad (disponibilidad de abrigos rocosos) y con rasgos que seevalúan en una micro escala de sitio (condiciones de visibilidad y repa-ro, que denominamos propiedades ‘locacionales’). Sin embargo, algu-nos de los datos geográficos y ecológicos que empleamos para segmen-tar el espacio del CVPA se expresan más adecuadamente en escala regio-nal.

La variabilidad espacial a nivel de la geología volcánica de Pali Aikeprovee un criterio posible para la segmentación regional del espacio, afin de evaluar la importancia de estos aspectos geológicos en la organi-zación de la movilidad humana (Borrero 2002). Esto presenta una granventaja: esta configuración no se modificó sustancialmente en la escalatemporal implicada por las ocupaciones humanas en Patagonia (Corbella1999, D’Orazio et al. 2000) y constituye un conjunto de elementos cons-tantes del paisaje (Stafford 1995). Aunque este nivel de variabilidadgeológica es importante, en la meso escala de región que desarrollamosaquí priorizamos una estratificación cuya base combina aspectos geográ-ficos y ecológicos. La base geográfica de esta división del espacio se basaen la disposición de los dos principales sistemas hidrográficos en el CVPA(Luis A. Borrero, comunicación personal 2005). En función de este crite-rio pueden definirse tres amplios sectores que se orientan en sentido oeste-este, siguiendo el eje principal de dichos cursos fluviales (Lámina 2).

El sector meridional comprende la cuenca del río Chico y abarca has-ta las costas del océano Atlántico y el estrecho de Magallanes. Este sectorincluye el segmento más oriental del CVPA y las localidades costeras deCabo Vírgenes y Cañadón Gap en Argentina, y Bahía Santiago, Bahía

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Posesión y Punta Delgada en Chile. Corresponde principalmente a laestepa magallánica húmeda descripta previamente, por lo cual es el sec-tor más productivo de los tres definidos.

El sector central del CVPA comprende un amplio espacio ubicado enel interfluvio de los ríos Chico y Gallegos. Este espacio se extiende haciael oeste aproximadamente hasta el lugar donde se ubica el río GallegosChico. A nivel fitogeográfico, la mayor parte del mismo se ubica en laestepa Magallánica seca, lo cual le confiere una productividad baja.

El sector septentrional comprende la cuenca del río Gallegos, dondese encuentran los afloramientos más septentrionales del CVPA, que sontambién los más antiguos. Esta unidad se encuentra muy extendida ensentido oeste-este, ya que abarca desde las mesetas adyacentes a la cor-dillera de los Andes hasta la costa atlántica. Las comunidades vegetalespresentes son la estepa Magallánica seca y el matorral de mata negra; laproductividad es baja y, como hemos mencionado, semejante a la delsector central del CVPA.

La definición de estos sectores es, hasta cierto punto, arbitraria. Noobstante, los mismos presentan una relación diferente con las costasmarinas y son distintos en términos geológicos y ecológicos. En este sen-tido, cabe esperar que sean unidades relevantes para el análisis de patro-nes en la circulación e instalación humana. La información arqueológicadisponible para el sector central es sumamente escasa y hay amplios sec-tores del mismo que son desconocidos en este nivel. Por este motivo, nosinteresa enfatizar que la mayor parte de las discusiones son desarrolla-das haciendo referencia solamente a los sectores meridional y septen-trional del CVPA. En nuestros argumentos, el sector septentrional abar-ca la mayor parte del central, muy poco conocido arqueológicamente.Esto se debe a que ambos comparten ciertas propiedades ecológicas ge-nerales, que se expresan en forma distinta en el sector meridional delCVPA. La función que damos a esta segmentación del espacio es impor-tante a nivel operativo. Por la escala de grano grueso que empleamos norequerimos una elevada resolución en términos de la distribución de lascomunidades ecológicas; creemos, sin embargo, que el ordenamientogeográfico propuesto conjuga variables geográficas y ecológicas relevan-tes para nuestras preguntas.

Los datos sobre productividad primaria de los ambientes marinospueden ser incluidos en este esquema de trabajo. En el nivel más generalde análisis se observa que el sector meridional presenta la mayor pro-porción de ambientes costeros representados, incluyendo segmentos dela costa atlántica y del estrecho de Magallanes. De este modo, tiene las

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vinculaciones más directas con los ámbitos costeros -a nivel en general-y con los segmentos más productivos de la costa -a nivel particular-. Ensu conjunto, los sectores central y septentrional se relacionan exclusiva-mente con la costa atlántica, que se caracteriza por una productividadprimaria menor (Magazzù et al. 1996). En el capítulo siguiente emplea-mos la información aquí presentada para la formulación de las hipótesisbiogeográficas que guían nuestras investigaciones.

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Nuestras preguntas: alcances y limitaciones

Este trabajo se apoya en investigaciones previas que proveen unabase para la formulación de las preguntas que buscamos responder. Poreste motivo, contamos con un esquema de conocimiento previo sobreaspectos de la subsistencia y la organización espacial humana que con-tribuye al alcance de nuestras discusiones (Barberena 2002, Borrero yBarberena 2006). Por razones de simplicidad en la presentación, no to-dos los temas que tratamos son formalizados como hipótesis.

Subsistencia y organización geográfica

Los ambientes marinos ofrecen un conjunto de recursos específi-cos, que en muchos casos son abundantes y predecibles (Yesner 1980,Erlandson 2001). Numerosos datos etnográficos sugieren que, a excep-ción de sociedades basadas en el consumo de recursos domesticados, losalimentos marinos han sustentado las mayores densidades demográfi-cas registradas para cazadores recolectores (Binford 2001, capítulo 3). Sehan presentado evidencias de que los ambientes marinos pueden ofre-cer virtualmente todos los alimentos necesarios para la subsistencia deun grupo humano (por ejemplo, Tauber 1981). La eventual existencia deesta situación ha sido evaluada críticamente para los casos de Patagoniacentral y la región pampeana (Moreno 2002, Bonomo 2005a). Los datosde isótopos estables sobre restos humanos disponibles para Patagonia

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meridional han permitido dejar de lado esta situación (Borrero et al. 2001,Barberena 2002). Se ha observado la importancia de los recursos mari-nos para una gran parte de los individuos analizados y en una propor-ción considerablemente mayor a lo esperable en función de las descrip-ciones etnohistóricas (Musters 2005 [1871], Boschín y Nacuzzi 1979,Casamiquela 1991), sin embargo, no puede postularse una subsistenciabasada fundamentalmente en el consumo de recursos marinos, algo quetambién es indicado por los análisis faunísticos (Miotti 1998, Barberenaet al. 2004). Esto nos permite partir de un conjunto de supuestos genera-les que utilizamos para orientar nuestras preguntas:

Los recursos terrestres -principalmente el guanaco- constituyeron labase de la subsistencia humana en Patagonia meridional.Distintos tipos de recursos marinos fueron consumidos en forma sis-temática, aunque no predominante, por parte de las poblaciones hu-manas que habitaron las costas de Patagonia meridional durante elHoloceno tardío.

Los datos empleados para realizar estas afirmaciones funcionan enuna escala temporal gruesa, vinculada a los últimos 4000 años aproxi-madamente.

La obtención de recursos marinos implica algún tipo de contactocon los ambientes costeros, aunque esta situación puede adoptar unamplio rango de variantes. Las situaciones teóricas extremas a nivel es-pacial serían: ocupaciones humanas permanentes en los propios ambien-tes costeros (Clark 1983, Orquera y Piana 1999, Bergsvik 2001) u ocupa-ciones permanentes en ambientes no costeros, desde donde se articulaun uso logístico de la costa. Una situación comparable a esta última hasido discutida para la región pampeana (Bonomo 2005a) y para Tierradel Fuego en momentos históricos, en un contexto de evitación del con-tacto con poblaciones europeas (Borrero 1989a). El correlato material deestos extremos teóricos de organización espacial para la explotación delos recursos marinos sería diferente en numerosos aspectos. En el segun-do caso planteado se generaría un registro costero menos denso que elesperable por la importancia de los recursos marinos en la subsistencia.Por otra parte, dado que los recursos terrestres están disponibles en am-bientes del interior y de la costa, la presencia de evidencias arqueológi-cas en la costa puede darse en forma independiente del atractivo quehayan constituido los recursos que ésta ofrece. La covariación entre laocupación de los ambientes de costa e interior y el consumo de los recur-

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sos que ambos ofrecen es informativa sobre diferentes estrategias deposicionamiento en el espacio para la obtención de los recursos.

Los datos disponibles sobre paleodieta y distribución espacial deítems de procedencia marina en el interior marcan un uso integrado de lacosta y el interior en Patagonia meridional, tanto en el sector meridional dela costa atlántica como en los sectores central y oriental del estrecho deMagallanes (Barberena 2002, Borrero y Barberena 2006). Este planteogeneral da lugar a un gran número de temas específicos que profundiza-mos aquí.

Interacción entre las costas marinas y el interior del continente

La pregunta más general con respecto a las pautas de interacciónhumana entre los ambientes de la costa y el interior es:

i. ¿Cuál es la amplitud de los espacios del interior que fueron ocu-pados en forma integrada con los ambientes costeros?

Esta pregunta implica estimar la amplitud de los rangos de acciónde los individuos que ocuparon los ambientes costeros, en particular enun eje transversal a la costa. Se dispone de datos previos que son adecua-dos para comenzar a evaluar algunos aspectos de este tema. Por ejem-plo, como mencionamos, la información isotópica marca que no es via-ble la hipótesis de base etnohistórica (Boschín y Nacuzzi 1979,Casamiquela 1991, Gómez Otero 1991) que postula la existencia de uncircuito estacional de asentamiento que conectaba la costa atlántica y lacordillera de los Andes. Datos diversos sugieren que la territorialidadfuncionaba en escalas espaciales y poblacionales más acotadas que loanteriormente pensado (Nacuzzi 1998, Barberena 2002, capítulo 3). Entrabajos previos hemos propuesto que las mayores evidencias deinteracción entre la costa y el interior están contenidas en una franja peri-costera de aproximadamente 100 km de ancho (Barberena 2002, Borreroy Barberena 2006). Esta afirmación es de carácter general y debe ser eva-luada con mayor profundidad, ya que puede existir variabilidad en lasformas de interacción con el interior en distintos segmentos de la costa.Por otra parte, tampoco cabe esperar que la intensidad y el carácter delas vinculaciones establecidas con el mar sean homogéneas dentro dedicha franja espacial. En forma derivada, cabe preguntarse sobre el tipode interacciones ocurridas entre las costas marinas y los espacios ubica-dos más allá de dicha franja peri-costera:

ii. ¿Existieron espacios del interior desvinculados de los ambientescosteros?

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Jerarquización del espacio

La jerarquía ocupacional de los espacios disponibles dentro de unaregión es una variable continua cuyos dos extremos teóricos están dadospor: (1) regiones no ocupadas, que se ubican en una posición jerárquicabaja y (2) regiones que presentan las mayores evidencias de intensidadocupacional, que se asocian a los nodos de asentamiento o nodos demo-gráficos. El análisis de este tema se construye a partir de la suma de losdatos sobre los distintos espacios disponibles para los humanos (Belardi2005, Veth 2005). Comenzamos este análisis a partir del estudio de laeventual existencia de nodos de asentamiento. Para operativizar el tra-tamiento de este tema nos basamos en un conjunto de situaciones alter-nativas contempladas por Clark y Lerner (1983) para el estudio de lamovilidad entre la costa y el interior durante el Mesolítico ‘Asturiense’de Cantabria, en el norte de España. Aunque los autores utilizan catego-rías conductuales etnográficas para el análisis del asentamiento, los es-quemas alternativos de organización que contemplan pueden utilizarseen referencia a categorías conductuales más generales. La pregunta ini-cial es:

iii. ¿Existen nodos de asentamiento?La ausencia de este tipo de nodos se asocia al ‘Modelo C’ definido

por Clark y Lerner (1983: 133, nuestra traducción): “El Modelo C no pre-senta campamentos bases [con un rol exclusivo]. Propone el movimiento deun grupo local entero a lo largo del ciclo anual a lo largo de los mayores cursos deagua”. Esta situación se asocia a sistemas de tipo forager, que presentanuna baja segmentación conductual del espacio (Binford 1980). A nivelarqueológico cabe esperar un registro relativamente homogéneo en den-sidad y diversidad, aunque debe contemplarse que un mismo tipo deocupaciones que ocurren en distinto grado de intensidad puede produ-cir un registro heterogéneo. El uso conjunto de diversas líneas de evi-dencia permitiría evaluar esto (Bettinger et al. 1994). Si, por el contrario,se detecta la existencia de nodos de asentamiento, el estudio de su loca-lización y distribución pasa a ser un tema de interés, dado que contribu-ye al estudio de los factores de localización del asentamiento humano.En relación con nuestro caso, nos preguntamos:

iv. ¿Los nodos de asentamiento se ubican en ambientes costeros y/o del interior?

Aquí también son útiles los modelos desarrollados por Clark yLerner, que modificamos de acuerdo con nuestros objetivos. El ModeloA marca una organización bipolar del asentamiento, en la cual hay nodos

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de ocupación en la costa y el interior, que pueden vincularse entre sí dediversos modos (Clark y Lerner 1983: 132). El Modelo B propone unaorganización en la cual los nodos de ocupación se ubican solamente enuno de estos ambientes (en el caso de Cantabria se postula la costa). Fi-nalmente, estos planteos nos llevan a un nivel derivado de discusióngeográfica, que concierne las vías usuales de circulación. Las mismas pue-den evaluarse por medio de un análisis distribucional de los nodos deasentamiento, ya que éstos denotan intensa ocupación humana. Estopermite discutir si la circulación humana fue articulada en relación conlos ordenamientos geográficos existentes en la región a nivel geológico oecológico. Este análisis se desarrolla en distintos niveles espaciales, al-gunos de los cuales incluyen a los otros. En el CVPA hay dosordenamientos espaciales principales que pueden funcionar comovectores predominantes de la circulación humana: las cuencas de los ríospermanentes (Gallegos y Chico), que tienen una orientación aproxima-da suroeste-noreste (Carballo Marina 2007: 10), y el ordenamiento de losrasgos volcánicos, que tiene una orientación preferencial sureste-noroeste(capítulo 4). Las hipótesis que tratamos en el apartado siguiente se arti-culan a partir de los interrogantes mencionados hasta el momento y sutratamiento implica un mayor contenido inferencial. Las mismas inclu-yen un conjunto de conceptos biogeográficos que han sido previamenteaplicados para otros casos arqueológicos (capítulo 2).

Áreas marginales, nucleares y barreras biogeográficas

En función de los planteos previos la pregunta que surge inmedia-tamente es: ¿Cuáles son los procesos que producen una configuracióndeterminada en un ordenamiento jerárquico del asentamiento humano?Las sucesivas decisiones sobre qué espacios ocupar y con qué intensidadhacerlo se promedian a través del tiempo y cuanto más heterogénea seala estructura de una región, mayores pueden ser las diferencias esperablesen la estructura espacial del registro arqueológico. Al evaluar la intensi-dad de uso humano en localidades que presentan diferencias a nivelgeológico (tipo de unidad volcánica), geográfico (distancia con respec-to a la costa) o ecológico (productividad), comenzamos a comprenderel lugar que ocuparon estos diferentes niveles de variabilidad del pai-saje en la toma de dichas decisiones (Bailey y Davidson 1983, Schlanger1992).

En términos reales, son pocos los espacios en el mundo para los

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cuales cabe esperar ausencia absoluta de ocupaciones. El concepto demarginalidad de un área en términos de la distribución de las poblacio-nes humanas puede acercarse más exactamente a los casos arqueológi-cos reales y es retomado en la formulación de las hipótesis (Borrero 2004,capítulos 2 y 3). Es casi innecesario aclarar que estos planteos no impli-can que la jerarquía ocupacional reflejará la variabilidad estructural delpaisaje en forma mecánica, ya que el ambiente puede condicionar ran-gos de variación posibles para las decisiones humanas, más no determi-nar su carácter específico. La variabilidad estructural del paisaje consti-tuye, en nuestro esquema de trabajo, un marco de referencia (sensu Binford2001) con el cual confrontar las evidencias arqueológicas. Hay dos di-mensiones básicas de variación en el tratamiento de las jerarquías en eluso del espacio. En primer lugar, la discusión puede establecerse en va-rias de las escalas espaciales planteadas; los patrones arqueológicos vincu-lados a cada una de ellas son informativos sobre diferentes niveles deorganización de la movilidad y el asentamiento humano. El segundo nivelde variación está dado por las escalas temporales empleadas, ya que unespacio puede ser marginal en un momento determinado y no serlo enotro. Paralelamente, el tiempo introduce variaciones en la estructura delpaisaje, ya sea a nivel de su heterogeneidad como de los contrastes exis-tentes entre los diferentes parches o subambientes (Goñi 2000, Borrero yManzi 2007).

La información que hemos presentado en el capítulo previo sobrela capacidad de carga de ciertos ambientes en Patagonia meridional pro-vee un marco de referencia para nuestro trabajo. Hemos postulado queel sector meridional del CVPA presenta una capacidad de carga unosórdenes mayores de magnitud que los sectores central y septentrional enconjunto. Esta información es utilizada para el diseño de las siguientesdos hipótesis:

v. El sector meridional del CVPA fue ocupado en forma más inten-sa que los sectores central y septentrional

Señalamos que se cuenta con algunos antecedentes arqueológicosque indican ocupaciones humanas intensas en el sector meridional delCVPA (Bird 1946, 1988). Esta hipótesis se articula en la escala espacialmás amplia que corresponde al nivel de supra región, y se estructura apartir de las unidades espaciales menores. La segunda hipótesis se cons-truye a partir de la primera y tiene, por lo tanto, un mayor contenidoinferencial:

vi. Los sectores central y septentrional del CVPA funcionaron comouna ‘barrera biogeográfica temporaria’ (sensu Veth 1993)

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Puede notarse que si la primera hipótesis es refutada, lo mismo su-cedería con la segunda, ya que el eventual carácter de barrera de estossectores de Pali Aike implica la existencia de evidencias arqueológicasmás densas por fuera de ellos, en este caso en el sector meridional. Aun-que si la primera hipótesis es verificada, esto no se traslada a la segunda,dado que la existencia de evidencias de mayor densidad en el sur noconlleva necesariamente que el sector central haya actuado como barre-ra. O sea que la verificación positiva de la primera hipótesis es una con-dición necesaria pero no suficiente para la evaluación de la segunda. Elconcepto de barrera temporaria (Veth 1993) ha sido desarrollado en elcapítulo 2 y lo repetimos brevemente. El mismo fue definido en referen-cia a otros dos conceptos biogeográficos: barreras continuas y refugios.La idea de barrera continua denota la existencia de dificultades notablespara la circulación o instalación en un espacio determinado, ya sea pormotivos geográficos o climáticos (Veth la aplica a los sectores másinhóspitos de Australia). Las condiciones geográficas y climáticas gene-rales que caracterizan a Patagonia meridional no sugieren la existenciade barreras continuas en el Holoceno tardío (Borrero y Carballo Marina1998). Sin embargo, cabe esperar la existencia de barreras temporarias, queserían espacios ocupados en forma intermitente, discontinua y no siste-mática (Veth 1993). Este concepto de barrera temporaria se diferencia dela propuesta de barreras temporarias desarrollada por Pafundi (2007) enrelación con las fluctuaciones en el sistema lacustre al sur del lago Ar-gentino, asociadas a los avances y retrocesos del glaciar Perito Moreno.En este último caso se enfatiza la existencia de una barrera lacustre queactúa en forma recurrente, aunque durante un lapso acotado de tiempo,y que luego desaparece.

El contenido de las dos hipótesis propuestas es espacial y las mis-mas funcionan en una escala temporal de grano grueso, aunque las evi-dencias arqueológicas pueden marcar la necesidad de refinarlas a nivelcronológico. El diseño de estas hipótesis se basa en los datos ecológicos ygeomorfológicos presentados en el capítulo previo a partir de un proce-dimiento actualístico. Las evidencias paleoambientales y paleoecológicasevaluadas en el capítulo 9, así como un conjunto de datos que aporta-mos aquí, marcarán el lapso para el cual este marco de referencia ecológico-de carácter cualitativo- es aplicable.

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Estructura espacial de la muestra arqueológica

Para el desarrollo de las discusiones presentadas en este libro hace-mos un uso exhaustivo de la información producto del trabajo de otrosequipos de investigación. Sin embargo, aquí nos interesa identificar enforma clara cual es nuestro aporte fáctico específico. Para esto, presenta-mos una breve descripción de las cuatro localidades principales que he-mos muestreado a nivel arqueológico y geoarqueológico, brindando unaimagen inicial de la estructura espacial de la muestra estudiada. La pre-sentación de los resultados se articula en la escala de localidad, que cons-tituye el nivel intermedio dentro de nuestro esquema. Esta decisión esoperativa y su principal ventaja es que facilita una presentación más or-denada de la información; el uso de escalas menores -como el sitio- mul-tiplica innecesariamente los apartados necesarios, mientras que emplearunidades mayores -como regiones- implica englobar contextos que di-fieren en numerosas propiedades geográficas y ecológicas relevantes paranuestro análisis.

En la Figura 6 se presentan las localidades en las que hemos traba-jado, cuatro de las cuales son tratadas en forma detallada en los capítu-los 10 a 12, mientras que otras son integradas en forma más breve en ladiscusión. Las secciones de cada localidad incluyen las evidenciasgeoarqueológicas sobre suelos y sedimentos y los datos arqueológicosen sentido estricto, lo cual facilita la integración de líneas de evidenciaque nos interesa realizar. En todas estas localidades se realizaronmuestreos sistemáticos de disponibilidad de materias primas líticas parala talla, cuyos resultados son desarrollados por Charlin en distintos tra-bajos (Charlin 2005, 2007e).

La intensidad de trabajo en todas estas localidades no es homogé-nea y tampoco hemos realizado el mismo tipo de tareas en todas ellas.En algunos espacios tan sólo hicimos observaciones geoarqueológicas,mientras que en otros también desarrollamos muestreos arqueológicosintensos. Consideramos que esto no afecta el desarrollo del análisis glo-bal, ya que estas evidencias son empleadas para distintos fines,concordantes con el muestreo que las produjo. Este esquema de trabajoha permitido realizar observaciones específicas y dirigidas en espaciosde interés, pero en los cuales no era posible desplegar un muestreo másamplio por razones de tiempo y fuerza de trabajo. Estas observacionesdirigidas adquieren sentido en un marco exploratorio de trabajo.

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Orejas de Burro – Estancia Monte Aymond

Esta localidad se ubica en el sector meridional del CVPA; su límitemeridional está a 15 km de la costa norte del estrecho de Magallanes y ellímite septentrional a unos 10 km al sur del río Chico. Se asocia a lasunidades volcánicas 2 y 3, que incluyen una gran variedad de rasgoscomo maares, conos, anillos de tufa y coladas de lava (D’Orazio et al.2000). En esta localidad se encuentra el cráter Laguna Azul, que aportainformación paleoclimática de alta resolución para el Holoceno tardío(capítulo 9). Existen antecedentes de trabajo arqueológico (Molina 1972:178, Guerra de Fretes 1977) que comentamos más adelante; reciente-mente se ha realizado un estudio de impacto en Laguna Azul, que noarrojó hallazgos (Carballo Marina y Belardi 2000). Los resultados ar-queológicos y pedogenéticos que hemos obtenidos se desarrollan en elcapítulo 10.

Figura 6. Ubicación de las localidades arqueológicas muestreadas.

Referencias: 1. OB-Monte Aymond, 2. Cóndor - 3 de Enero, 3. Cerro Norte-Don Bosco,4. La Carlota, 5. Palermo Aike, 6. Markatch Aike, 7. Cabo Vírgenes, 8. Potrok Aike.

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Cóndor – Estancia 3 de Enero

Se localiza en el sector meridional del CVPA y está unos 20 km alnoreste de la localidad previa. Se encuentra a unos 33 km de distancia dela costa atlántica, a 28 km de la costa norte del estrecho de Magallanes ya 8 km del río Chico. A nivel de los rasgos del paisaje se destacan el cerroConvento, donde se ubica el sitio Cóndor 1, y el maar 3 de Enero, dondehemos realizado observaciones pedogenéticas. No hay antecedentes detrabajo arqueológico en esta localidad. Los resultados que hemos obte-nido son desarrollados en el capítulo 11.

Cerro Norte – Estancia Don Bosco

Al igual que los dos casos ya mencionados, se ubica en el sectormeridional del CVPA, a poca distancia de la localidad Cóndor. En térmi-nos de la geología volcánica, puede postularse que ambas localidadesconstituyen un gran alineamiento de rasgos con una misma orientacióngeográfica, aproximadamente noroeste/sureste. En Cerro Norte hemosrealizado un muestreo intensivo de sitios asociados a distintos tipos derasgos volcánicos (Borrero 2007) en conjunto con muestreos de superfi-cie en espacios acotados, que presentaban condiciones de visibilidadadecuadas a tal fin. El análisis de los materiales arqueológicos recupera-dos está siendo desarrollado por Judith Charlin y Lorena L’Heureux yno es presentado aquí. Detallamos y discutimos los resultados del análi-sis estratigráfico en una serie de sitios estratificados, lo que nos permiteidentificar aspectos relevantes para el análisis geográfico. Los resultadosse desarrollan en el capítulo 12.

Estancia La Carlota

Esta localidad se ubica en el sector septentrional del CVPA, en lamargen derecha del valle medio del río Gallegos. Los resultados preli-minares que presentamos son específicamente geoarqueológicos y con-sisten en el análisis estratigráfico de los perfiles expuestos en lasexcavaciones realizadas por Patricia Campan, Flavia Carballo Marina yLiliana Manzi en la cueva La Carlota durante los años 2005 y 2006. Estosresultados se desarrollan en el capítulo 12.

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Limitaciones explícitas de nuestro análisis

Las evidencias que hemos producido presentan ciertas limitacio-nes para la evaluación de las hipótesis vinculadas a las diferencias en lajerarquía del espacio. El muestreo arqueológico realizado en el CVPA,que constituye una porción enorme del territorio de Patagonia meridio-nal, no es homogéneo, como se desprende de la caracterización previa.Nuestras actividades de campo y laboratorio y los antecedentes genera-dos por otros equipos no se distribuyen en forma equitativa en las dosunidades geográficas empleadas para el análisis biogeográfico (sectoresseptentrional/central vs. meridional). La mayor parte de nuestrosmuestreos y resultados se circunscribe al sector meridional, ubicado en-tre el estrecho de Magallanes y la margen norte del río Chico. Con menorintensidad y cobertura hemos realizado estudios complementarios enlocalidades del sector central; por último, en el sector septentrional sólohemos realizado observaciones específicas sobre la configuración delpaisaje en determinadas localidades. Aunque contamos con datos muyimportantes generados por otros investigadores para la unidad que de-finimos como septentrional/central (Sanguinetti de Bórmida 1976,Gómez Otero 1993, Campan et al. 2007, Carballo Marina 2007), resultaevidente que la cobertura no es homogénea para todo el CVPA. Comohemos señalado, esto conlleva algunas limitaciones para la evaluaciónde ciertos problemas geográficos, frente a lo cual adoptamos un enfoqueexploratorio. Marcamos las tendencias que surgen de los datos disponi-bles, señalando aquellos aspectos que requieren de una profundizaciónfutura a nivel de trabajos de campo y/o análisis de laboratorio. Estasdiscusiones constituirán el contexto para la extensión de nuestro trabajoa determinados sectores de Pali Aike y de Patagonia meridional en gene-ral. Las muestras disponibles son adecuadas, por el contrario, para untratamiento exhaustivo de los temas que conciernen al registro de laslocalidades costeras y de los espacios adyacentes ubicados inmediata-mente hacia el interior. En este sentido, el muestreo sistemático que he-mos realizado en el sector meridional del CVPA nos permite contar conuna cobertura que abarca una franja de 40 o 50 km desde las costas mari-nas hacia el interior. Por otra parte, estos datos también se complemen-tan con otros de gran importancia disponibles en la bibliografía.

En resumen, el CVPA y las costas marinas que lo rodean han sidoseleccionados como universo de muestreo en función de su localizacióngeográfica, adecuada para la resolución de las preguntas presentadas.De aquí en más, el desafío consiste en definir qué tipos de datos son

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relevantes para responderlas y cuales son los métodos más adecuados.Repetimos, aquí radica el verdadero alcance de esta propuesta, que implica co-nectar estas ideas con el mundo de las evidencias arqueológicas.

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Paisajes desde una perspectiva biogeográfica

“todo problema arqueológico comienza como unproblema en geoarqueología”

Colin Renfrew (1976: 2, nuestra traducción)

Parte de los elementos teóricos necesarios para desarrollar un enfo-que biogeográfico ya ha sido tratada por distintos investigadores. Con-sideramos que el desafío actual más importante es construir un esquemametodológico adecuado para el tratamiento de dichos objetivos teóri-cos. Este es el nivel de trabajo que determinará el alcance explicativo real denuestras propuestas. Se requiere contar con un conjunto sofisticado de he-rramientas metodológicas que permita integrar distintos tipos de evi-dencias, localizadas en amplios espacios y procedentes de contextosgeológicos y arqueológicos diferentes. Concebimos a la metodologíacomo altamente ‘cargada’ a nivel teórico, ya que se la articula directa-mente en función de los interrogantes teóricos. La geoarqueología es laherramienta adecuada para estudiar la estructura del escenario en el cualocurrieron los procesos que estudiamos y para comprender la integra-ción de sus productos materiales en el registro arqueológico. El esquemade escalas espaciales planteado debe ser utilizado para establecer unaconcordancia con las discusiones arqueológicas generales. En primerlugar, el trabajo geoarqueológico debe realizarse en una escala espacialconcordante con la escala de las observaciones estrictamente arqueoló-gicas. Este principio de concordancia escalar, que se encuentra en la basede la tafonomía regional (Borrero 1988, 2001b), contribuye al estableci-miento de puentes entre diferentes clases de datos (Gladfelter 1977, Stein1993).

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Geoarqueología en escalas Regional y Supra regional

Los principales objetivos geoarqueológicos en estas escalas ampliasson dos: el estudio de la configuración del paisaje a nivel geológico yecológico, incluyendo los cambios ocurridos a través del tiempo, y elanálisis de la historia de sedimentación, erosión y pedogénesis, que con-diciona los procesos de formación del registro en escalas regional y supraregional.

La estructura del paisaje que habita una población de organismoses un marco de referencia fundamental para el desarrollo de discusionesgeográficas en arqueología. El conocimiento sobre las variacionesgeológicas y ecológicas a nivel espacial constituye la base para compren-der la organización de las sociedades humanas en ambientesheterogéneos. Esto ha sido reconocido desde los comienzos del pensa-miento biogeográfico; no obstante, recién en el marco de la escuelaPaleoeconómica de Cambridge impulsada por Higgs en la década de1970 se diseñó un marco de trabajo dirigido a la evaluación arqueológicasistemática de estos temas (Higgs 1972, 1975). El actualismo fue uno delos principios metodológicos fundamentales empleados para compren-der la variabilidad arqueológica desde una perspectiva espacial. Si esempleado en forma adecuada, este principio es una herramienta de granvalor, ya que permite formular modelos de la estructura del ambiente enel pasado. El procedimiento consiste en partir de un análisis de la confi-guración actual del paisaje, que brinda un esquema más completo que lainformación fósil, y descomponer el paisaje actual en aquellos elemen-tos principales que lo componen (Stafford 1995). Dado que no puedeasumirse que las propiedades del espacio sean constantes, el paso si-guiente es evaluar su profundidad temporal. Esta forma de trabajo im-plica discriminar aquellos rasgos fisiográficos que han permanecido re-lativamente invariables en la escala temporal que se ajusta a nuestrosproblemas, de aquellos otros que se han modificado.

El segundo nivel de trabajo geoarqueológico se vincula a la forma-ción del registro arqueológico en escala regional, que es la otra cara de losprocesos que constituyen el paisaje. La historia de un espacio en térmi-nos de su dinámica de sedimentación/erosión y estabilidad -producidapor la formación de suelos- condiciona diferentes propiedades del regis-tro arqueológico, tales como resolución temporal (Stern 1994), potencialde preservación de evidencias orgánicas (Behrensmeyer et al. 1992) ypotencial de mezcla con materiales depositados por procesos naturales(Borrero 2001b). En las escalas espaciales amplias de región y supra re-

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gión nuestro principal objetivo es evaluar los modos tafonómicos (sensuBehrensmeyer y Hook 1992) característicos de los diferentes ambientesimplicados en las hipótesis. La comparación del registro de ambientesde la costa y el interior del continente en términos de intensidad de lasocupaciones humanas es un paso fundamental para estudiar temas comola jerarquía de dichos ambientes para la instalación humana. Esta com-paración constituye un desafío importante, dado que se trata de mun-dos geomorfológicos diferentes que condicionan procesos de pedogénesisvariables. Por lo tanto, la generación de herramientas que permitan ajus-tar la comparación de estas evidencias arqueológicas, integradas en de-pósitos que funcionan de modo diferente, es una línea de particular prio-ridad para nuestro trabajo. A este fin, aportamos evidencias sedimentariasy pedológicas que son informativas sobre los procesos de formación delregistro en escalas amplias. Por otra parte, utilizamos un cuerpo de da-tos de gran importancia desarrollado por Favier Dubois (2001, 2003a)para el registro pedogenético costero. Estos antecedentes proveen unaimportante base de referencia para la comprensión del registro costero yse complementan con los aquí presentados, que proceden principalmen-te del interior del continente.

Geoarqueología en escalas de Sitio y Localidad

La información arqueológica en meso y micro escalas juega un pa-pel muy importante en nuestro esquema de discusión. Los datosgeoarqueológicos pertinentes para estas escalas contribuyen a recons-truir las tasas de sedimentación y evaluar la intensidad de uso humanode localidades específicas a través del tiempo. O sea, proveen losparámetros adecuados para la interpretación del registro arqueológicoestratificado. Para estimar dicha intensidad de uso a partir de las tasasde descarte de artefactos y ecofactos debemos contar con informaciónsobre los procesos que han conformado los depósitos y/o superficiesque contienen a los materiales. De este modo, se puede acotar la resolu-ción temporal que los mismos proveen (Farrand 1993, 2001, Bailey yWoodward 1997). Este es uno de los puntos de conexión entre lageoarqueología y las preguntas biogeográficas.

Martin y Borrero (2004) han caracterizado al CVPA como un paisajecompuesto por dos niveles superpuestos, dado que una de sus particu-laridades es la existencia de un paisaje subterráneo conformado por nu-merosas cuevas, aleros, cámaras y galerías volcánicas. Un conjunto de

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datos arqueológicos ya disponibles, así como nuestra propia informa-ción, sugieren que algunos de estos contextos podrían haber presentadoun atractivo particular para los humanos. Por lo tanto, el estudio de lahistoria del relleno sedimentario de estos espacios rocosos constituye unobjetivo geoarqueológico fundamental en las escalas de sitio y localidad(Farrand y McMahon 1997, Favier Dubois y Borrero 1997, Goldberg ySherwood 2006).

El estudio de registros a cielo abierto, ya sean estratificados o ensuperficie, constituye el segundo nivel de análisis de los procesos de for-mación. En promedio, el CVPA presenta condiciones poco apropiadaspara la visibilidad de materiales arqueológicos en superficie, aunque enpuntos específicos del espacio se han registrado evidencias de este tipo.Por otra parte, se cuenta con evidencias estratigráficas a cielo abiertoprocedentes de contextos fluviales y lacustres (Nami 1999a). La informa-ción pedogenética empleada en una escala micro contribuye a lacontextualización de este tipo de registros en el marco de las discusionesregionales (Holliday et al. 1993).

Líneas de evidencia

Desarrollamos dos líneas principales de trabajo geoarqueológicodirigidas a la integración de los diferentes tipos de evidencias arqueoló-gicas. Las mismas se aplican a las diferentes escalas espaciales (Hollidayet al. 1993), aunque veremos que ciertos datos se aprovechan a fondo enescalas de supra región y región, mientras que otros resultan más infor-mativos en escalas de localidad y sitio. El paso de integrar evidenciasprocedentes de distintos contextos es la instancia fundamental de inte-gración de la geoarqueología con las discusiones biogeográficas, ya queesta última requiere la evaluación conjunta de evidencias procedentesde diferentes segmentos de un paisaje. La geoarqueología aporta el co-nocimiento sobre las condiciones cronológicas y formacionales adecua-das para la interpretación del registro contenido en cada uno de estossegmentos. Por estos motivos, consideramos que la combinación de unmarco conceptual biogeográfico y un marco metodológicogeoarqueológico es fundamental para cristalizar nuestra propuesta detrabajo (Potts et al. 1999). Las doss líneas de trabajo se vinculan respecti-vamente con las situaciones más usuales en que se encuentran los mate-riales arqueológicos en Pali Aike.

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Registro pedogenético y evidencias arqueológicas a cielo abierto

El estudio del registro pedogenético permite identificar los momen-tos de estabilidad en el paisaje, y también refleja la geomorfología previasobre la cual se desarrollaron los procesos de formación de suelos(Birkeland 1999, Retallack 2001). Un suelo es un indicador regional delas condiciones ambientales y ecológicas características del momento desu formación, y el análisis de su distribución y propiedades, así como delas características del material parental a expensas del cual se formó, sonrelevantes para estudiar las sucesivas formas del paisaje a través del tiempo(Birkeland 1999). La estabilidad de un espacio se relaciona con bajas ta-sas de acreción o erosión y condiciona el potencial de integración demateriales arqueológicos y tafonómicos a nivel estratigráfico, así comola resolución temporal e integridad de los conjuntos. El esquema de esta-bilidad del paisaje que proponemos para diferentes regiones del interiory las costas de Patagonia servirá para evaluar los modos tafonómicospredominantes, proveyendo lineamientos para la interpretación de losconjuntos arqueológicos a cielo abierto, ya sean estratificados o en su-perficie. Estos modos tafonómicos de la costa y el interior se integran enun modelo regional de formación del registro arqueológico. Dado queestos ambientes se encuentran implicados en nuestras hipótesis, este pasoes necesario para su discusión.

Otro nivel de trabajo vinculado con el registro pedogenético es elestablecimiento de cronologías relativas. Los suelos pueden servir comoun indicador cronológico, ya que bajo ciertas condiciones constituyenmarcadores estratigráficos útiles para el posicionamiento de materialesarqueológicos relacionados con ellos (Holliday et al. 1993). De este modo,pueden servir para correlacionar evidencias arqueológicas en superficiey estratigrafía a nivel regional y supra regional (aunque esto implica con-siderar la existencia de procesos de migración vertical). La existencia deun suelo fechado en el Holoceno tardío en la costa atlántica de PuntaDungeness-Cabo Vírgenes (Favier Dubois y Manzi 2002, Manzi y FavierDubois 2003) es un dato de gran utilidad que permite ajustar las crono-logías asociadas al uso humano de los espacios costeros implicados enlas hipótesis.

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Historia sedimentaria de los depósitos estratificados: Pali Aike como unlaboratorio

Estos datos se vinculan con las escalas de localidad y sitio, obser-vándose claras diferencias en la expresión de las evidencias estratificadasen las costas y el interior. Resumiendo a fines de simplificar el planteometodológico, señalamos que la mayor parte de las evidenciasestratificadas en la costa se ubican en depósitos eólicos vegetados(L’Heureux y Franco 2002, Barberena y Borrero 2008), mientras que lamayor parte de las evidencias estratificadas en el interior del continente-que proceden principalmente del CVPA- se ubican en relación con re-paros rocosos. Esta situación limita las condiciones de comparabilidad,aunque un análisis geoarqueológico de las condiciones de formación yde la cronología aporta un marco que permite el desarrollo de esta com-paración.

El CVPA puede ser definido como un laboratorio para el estudio delos procesos de formación del registro arqueológico en relación con dis-tintos tipos de reparos rocosos (Martin y Borrero 2004, Barberena et al.2006a, 2007b). Nuestros objetivos al respecto son dos: en primer lugarpresentamos evidencias sedimentológicas y estratigráficas para un con-junto de casos cuyos materiales arqueológicos discutimos; esta informa-ción aporta un marco para su interpretación. Este objetivo de corto plazoaporta los lineamientos para un segundo objetivo mayor, que será desa-rrollado en el largo plazo, y que consiste en comprender las variablesgeológicas y geográficas que condicionan la formación de los depósitosestratificados en el CVPA. Operativamente, definimos cuatro variablesque condicionan la historia sedimentaria de los reparos: localización geo-gráfica, posición topográfica, contexto geológico y morfología del repa-ro (Tabla 1). Existen datos procedentes de distintos lugares del mundoque muestran que estos niveles condicionan la historia de formación delos depósitos estratificados (Laville et al. 1980, Mandel y Simmons 1997,Farrand 2001).

Dentro de las variables geográficas la más importante es la localiza-ción, que condiciona el tipo de sedimentos disponibles en el área de cap-tación o catchment de sedimentos de una cueva o alero (Vita-Finzi 1978,Mandel y Simmons 1997). En este sentido, la distancia con respecto a lascostas marinas establecerá el potencial para la captación de sedimentosprocedentes de geoformas costeras, como las dunas longitudinales. Enel caso de Patagonia meridional, donde predominan los vientos proce-dentes del oeste, esta variable interactúa con la orientación cardinal de

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los reparos, condicionando las tasas de sedimentación y los procesoserosivos. Los factores topográficos locales también condicionan el poten-cial de un reparo para captar sedimentos transportados por suspensión,saltación o reptación, interactuando con los factores geográficos regio-nales. A nivel de los factores geológicos, y en relación con el caso específicodel CVPA, hay dos variables principales: primero, las distintas unidadesgeológicas tienen cronologías diferentes y cobertura sedimentaria varia-ble; segundo, existen variaciones en la roca de caja que compone los re-paros, ya sea a nivel petrográfico como de la descomposición de dichossustratos. Este factor geológico condiciona la intensidad de los aportesendógenos y exógenos y tiene gran importancia para evaluar la evolu-ción morfológica y sedimentaria de un reparo (Collins 1991, Farrand2001). Por último, en escala micro de sitio se encuentran los factoresmorfológicos que incluyen, entre otros aspectos, el tamaño del espacio bajoreparo y el número y tamaño de las conexiones con el ambiente exterior(en el caso de las cuevas). Estos factores interactúan de forma variable ycondicionan la preservación de la señal fósil en un espacio bajo reparo. Asu vez, dichos factores condicionan no sólo los procesos sedimentarios yla formación del registro arqueológico, sino también las decisiones hu-manas de instalación en un espacio. Siguiendo una propuesta de Borrero(1982), denominamos a este conjunto de variables factores locacionales.Los mismos se vinculan con las decisiones humanas de circulación o ins-

Factor VariableEscala espacial

implicada

GeográficoDistancia a costas marinas Supra región y

región Orientación cardinal Sitio

Topográfico

Altura (msnm) Localidad

Relación con elementos circundantes del paisaje Localidad

Rango de visibilidad en grados Localidad

GeológicoRoca de caja Región

Unidad geológica (sensu D’Orazio et al. 2000) Sitio

Morfológico

Tamaño del área bajo reparo SitioAlturas máxima y mínima del espacio bajo reparo Sitio

Carácter de la comunicación con el ambiente externo (número, posición y tamaño de las bocas) Sitio

Tabla 1. Factores condicionantes de la sedimentación en abrigos rocosos.

Geográfico

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talación en una escala espacial micro o meso. Eventualmente, puedenllegar a condicionar decisiones de movilidad en escalas de mayor ampli-tud.

El nivel de formación del registro discutido previamente incide di-rectamente en los aspectos cronológicos de los depósitos. Los temas demayor interés en función de nuestros objetivos son las tasas de sedimen-tación y la evaluación de la existencia de discontinuidades estratigráficas,ya sean erosivas o no depositacionales. Se ha reconocido que las condi-ciones de sedimentación son un factor esencial para estimar la intensi-dad de las ocupaciones humanas a través del tiempo, lo cual aplica tantoal registro arqueológico bajo reparos rocosos (Borrero 1993, Farrand 1993)como a otros contextos (Stein et al. 2003). Un aspecto específico que nosinteresa evaluar es el rol de los humanos como agentes de sedimenta-ción (Stein 2001, Veth 1993), dado que pueden marcar diferencias en laresolución temporal de los depósitos con ocupaciones intensas.

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Evidencias arqueológicasen un marco biogeográfico

“... nos enfrentamos con más de 10.000 años deocupaciones a lo largo y a lo ancho de cientos dekilómetros, implicando ... pulsaciones climáticas, ajustesen la extensión de las tierras disponibles y cambios en labiomasa explotable. Nuestras armas metodológicas debenponerse a la altura de estos problemas“

Luis A. Borrero (1989b: 134, resaltado agregado)

Proponemos un esquema metodológico dirigido a la integraciónde todo tipo de evidencias arqueológicas en el marco de preguntasbiogeográficas. Esta propuesta se basa en el análisis de diferentes dimen-siones de la organización geográfica humana. A nivel teórico, todas laslíneas de evidencia son relevantes para una discusión biogeográfica delregistro arqueológico. En la práctica, puede ocurrir que ninguna de ellasalcance a serlo. La clave radica, como en cualquier otra discusión, en laselección de las variables de análisis y las muestras adecuadas para laspreguntas que se realizan. Este paso puede ser denominado como deoperativización de las discusiones y es fundamental para trascender elnivel de declamación de objetivos y acceder a una instancia de evalua-ción real de las ideas en cuestión. Presentamos el esquema que conside-ramos adecuado para referir los distintos tipos de evidencias arqueoló-gicas a un marco biogeográfico, siendo nuestro interés que los datos en-tren realmente en juego en relación con las preguntas.

Planteamos un esquema en el cual se organizan las evidencias endos grandes conjuntos: evidencias sobre distancias de transporte de obje-tos y movimientos de los individuos, que funcionan en escalas espacia-les amplias, y evidencias sobre intensidad de uso de puntos específicos delespacio. Este segundo aspecto puede discutirse en cualquier escala espa-cial, aunque su evaluación debe comenzar a partir de los niveles máspequeños. Estos dos niveles de análisis son complementarios, ya que in-forman respectivamente sobre la amplitud espacial de los sistemas hu-

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manos y sobre la estructura interna de los espacios ocupados en térmi-nos de nodos de asentamiento y áreas marginales.

Distancias

Esta dimensión se refiere a la escala espacial de distintos niveles deorganización de un sistema humano. Puede medirse por medio de lasdistancias de transporte de objetos materiales y de las distancias de mo-vilidad de los individuos. Bajo especificaciones muy claras, estos datospueden ser indicadores del tamaño de los rangos de acción u esferasmás amplias de interacción interpoblacional (Borrero 2002, Barberena2005). Los patrones observados a nivel regional y supra regional sirvenpara generar expectativas con respecto a la historia ocupacional de luga-res específicos. La discusión sobre distancias se basa necesariamente enindicadores que tienen una procedencia geográfica conocida, aunque lamisma puede ser definida con diferente grado de precisión. En el casode ciertas materias primas líticas puede conocerse el lugar específico delcual provienen y trazar las distancias mínimas de transporte (Stern yFranco 2000). Los análisis de elementos traza sobre restos óseos huma-nos también permiten trazar patrones de migración con un grado im-portante de detalle, siendo dependientes de la variabilidad geológica dediferentes ambientes, que establece el grado de resolución (Price et al.2000). Otras evidencias, que son las desarrolladas aquí, permiten un acer-camiento de carácter menos preciso a las distancias de transporte o mo-vimiento. En este esquema, la superposición de las áreas definidas a par-tir de la expresión de distintos indicadores de distancias -como isótoposy moluscos- es sumamente informativa a nivel biogeográfico, ya quepuede señalar diferentes dimensiones de movilidad e interacciónpoblacional (Borrero 2002).

Transporte de objetos

Los artefactos o ecofactos adecuados para esta discusión deben te-ner un punto o área de procedencia determinable. En función de las dis-cusiones de nuestro interés, los indicadores más relevantes son los ele-mentos de procedencia marina, como moluscos, huesos de mamíferos orodados costeros (Politis et al. 2003, Bonomo 2005a). Variaciones en lafrecuencia, densidad y variabilidad de estas evidencias marinas a medi-

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da que nos alejamos de los espacios costeros pueden servir como unamedida de la amplitud y la forma de los contactos -directos o indirectos-entre la costa y el interior del continente (Borrero y Lanata 1988, Bonomo2005a, Borrero y Barberena 2006). Un paso fundamental previo a la in-terpretación de estas distribuciones en términos conductuales es la eva-luación del carácter antrópico vs. natural de la depositación de los restos,que es un problema mayor en espacios cercanos a la costa. Se puedenemplear criterios que han comenzado a ser desarrollados (Erlandson yMoss 2001), entre los cuales el contexto arqueológico de los elementos esfundamental. Pueden encontrarse variaciones en los contextos de ha-llazgo a diferentes distancias de la costa y en relación con mecanismosvariables de depositación. Se comenzó un análisis exploratorio de estasdistribuciones en escala espacial amplia (Borrero y Barberena 2006); aquíintegramos la información recientemente obtenida para el CVPA.

Movilidad de los individuos

Los valores de isótopos estables de δ13C y δ15N sobre restos óseoshumanos otorgan información sobre las principales clases de recursosconsumidas por los individuos. Cuando estos recursos tienen lugares deprocedencia particulares, se obtiene un acercamiento a las distanciasmínimas de movimiento necesarias para su obtención. Nos interesa dis-cutir el caso de los recursos marinos, que pueden ser obtenidos en cual-quier sector de las costas del océano Atlántico o del estrecho deMagallanes. Para cada muestra se puede definir una distancia mínimade movilidad entre el lugar en que la misma aparece y el segmento decosta más cercano. Esto no aporta una medida exacta de movilidad, peroconstituye un acercamiento de gran utilidad (Borrero et al. 2001, Barberena2002, Sealy 2006). Al analizar la distribución espacial de estos indicadoresen escala amplia puede definirse la dimensión y morfología de las áreasdonde se registran determinadas prácticas de subsistencia, como el con-sumo de recursos marinos. Esto contribuye a evaluar la amplitud espa-cial de los espacios del interior ocupados en forma integrada con la cos-ta. Discusiones comparables pueden desarrollarse a partir de datos so-bre las materias primas líticas empleadas para la confección de artefac-tos (Morello et al. 2001, Franco 2002, 2004, Charlin 2007d).

Los isótopos estables otorgan información particular en términosde unidades de análisis, ya que funcionan en la escala del individuo. Porel contrario, las evidencias artefactuales y ecofactuales suelen asociarse

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a entidades menos precisas, que pueden corresponder al nivel del indi-viduo o a agregados promediados a través del tiempo. Ninguno de estosdatos es más completo que el otro, sino que son producto de procesosque se desarrollan en diferentes escalas temporales. Esto impone ciertostérminos a la comparación de estas evidencias, aunque no la impide(Barberena y Borrero 2005). Por el contrario, al contar con datos inde-pendientes y de distinta escala, pero que en última instancia nos infor-man sobre un mismo tema -como la subsistencia-, podemos acceder adiferentes dimensiones de complejidad de los procesos que estudiamos.

Intensidad de uso humano: de lo local a lo regional

La segunda dimensión de análisis se refiere a la intensidad de usohumano de lugares específicos del espacio. Esta medida se articula ini-cialmente a partir del trabajo en escalas espaciales acotadas, a nivel delsitio arqueológico o la localidad; luego, la suma de historias de intensi-dad ocupacional permite avanzar hacia escalas espaciales cada vez másinclusivas, dando de este modo contenido espacial amplio a las observa-ciones arqueológicas en escalas de sitio y localidad (Gamble 1986, Hiscocky Wallis 2005). Al contar con medidas de intensidad de uso procedentesde espacios diferentes a nivel geográfico, geológico o ecológico, se pue-de armar un esquema sobre las formas de uso humano de una región(Potts et al. 1999). Esta es una forma de avanzar de lo local a lo regional.

El nivel de ‘formas de uso’ tal como lo empleamos aquí no se refierea las actividades específicas realizadas en un lugar determinado, sinoque buscamos caracterizar el modo en que una región fue ocupada entérminos conductuales amplios (Dunnell y Dancey 1983: 274-275), em-pleando categorías relevantes para discusiones geográficas sobre circu-lación o instalación humana. Un ejemplo de esto que desarrollamos bre-vemente es la propuesta de J.B. Belardi y R.A. Goñi (2006), quienes su-gieren que la meseta del lago Strobel funcionó como una zona de con-vergencia de distintas poblaciones humanas en forma estacional. Esteconcepto es propuesto como una alternativa a la idea tradicional de si-tios de agregación (Aschero 1996). El concepto de áreas de convergenciano funciona en una escala conductual sistémica, por lo cual presentaimportantes ventajas. A nivel temporal, no implica simultaneidad en lasocupaciones por parte de los diferentes grupos humanos; por lo tanto,no requiere un registro caracterizado por una excepcional resolución tem-poral para ser evaluado. A nivel espacial, opera en una escala mayor a la

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del sitio arqueológico, que suele caracterizar a los acercamientos a laagregación, permitiendo integrar evidencias procedentes de amplios es-pacios para su discusión. Este tipo de esquemas contribuye a segmentarfuncionalmente el espacio en una escala regional y proponer inferenciasconductuales en un nivel acorde con el del registro y con las preguntasbiogeográficas.

La información “cruda” sobre frecuencias de materiales arqueoló-gicos no puede ser interpretada en forma directa en términos de intensi-dad ocupacional humana. Tampoco puede desarrollarse este análisis enfunción de una caracterización nominal de las evidencias. Hay al menosdos pasos metodológicos necesarios. En primer lugar, la discusión de losindicadores sobre intensidad de descarte y uso humano implica una eva-luación de diferentes propiedades de las muestras como un paso previoa la comparación de conjuntos, que es necesario para la construcción de“paisajes de intensidad de uso humano” (Potts et al. 1999). Deben eva-luarse el tamaño de las muestras, las técnicas de recuperación emplea-das y las condiciones de preservación en diferentes contextos. En segun-do lugar, es esencial establecer las medidas adecuadas para lacuantificación de los conjuntos arqueológicos. Aquí discutimos el casode los conjuntos arqueofaunísticos y líticos estratificados (ver Charlin2007e, para un análisis detallado de las evidencias líticas).

Estas discusiones tienen importantes antecedentes que señalan al-gunos niveles que deben ser considerados (Hiscock 1984, Borrero 1993,Veth 1993). Al trabajar con datos generados por otros investigadores, elprimer paso es evaluar los pasos seguidos en la generación de los datos,desde las estrategias de recuperación empleadas en el campo hasta elgrado de detalle en la publicación de los resultados. En segundo lugar,están los aspectos asociados al tamaño de las muestras que se comparan,particularmente relevantes para el estudio de la intensidad ocupacional.En el caso de materiales procedentes de sitios estratificados, la informa-ción sobre el volumen de sedimentos excavados y su resolución tempo-ral sirve para estandarizar las evidencias en términos de tasas dedepositación y para estimar la densidad de restos arqueológicos en undepósito por unidad de tiempo (Gould 1980, Gamble 1986).

Indicadores sedimentológicos

El desarrollo de un enfoque geoarqueológico en el marco de la ar-queología contextual (sensu Butzer 1982) produjo una integración siste-

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mática del estudio de los sedimentos en la práctica arqueológica (aun-que hay importantes antecedentes tempranos: Cook y Treganza 1947).Desde entonces, el estudio de sedimentos se encuentra integrado a lapráctica arqueológica como una línea complementaria de evidencias(Stein 2001). En el contexto de las discusiones que presentamos aquí, seemplea a los sedimentos como un indicador independiente de la intensi-dad de presencia humana en un punto del espacio.

La historia de la arqueología está marcada por una ampliación en elespectro de evidencias estudiadas en forma sistemática. En determina-do momento surgió como una necesidad el estudio de los restos orgáni-cos usualmente dejados de lado, como huesos, valvas o restos macrobotánicos. En este contexto se sitúa la integración del estudio de los sedi-mentos y a esto se asocia un interés por el análisis físico de los restosarqueológicos pequeños (<1 cm) allí contenidos. Estos desarrollos die-ron lugar a una forma alternativa de evaluar la intensidad de la señalarqueológica por medio del análisis del peso de los restos arqueológicosen columnas sedimentarias (Veth 1993). En este trabajo empleamos estemétodo para el análisis cuantitativo de una columna sedimentaria pro-cedente de la localidad Cóndor. Este procedimiento es particularmenteútil en casos de mala preservación de evidencias orgánicas, ya que per-mite un análisis cuantitativo detallado de fragmentos minúsculos de car-bón, artefactos y huesos. También puede cuantificarse la abundancia defragmentos de roca de caja, constituyendo así un indicador sobre los pro-cesos de sedimentación tratados en el capítulo previo.

Los análisis químicos de sedimentos, como el pH, materia orgánica yfósforo, también constituyen una medida de la intensidad de la señalarqueológica, particularmente a partir de la descomposición de restosorgánicos, ofreciendo una herramienta cuantitativa complementaria alos análisis físicos mencionados (Kligmann 2003). Aquí discutimos losanálisis de materia orgánica correspondientes a las localidades Cóndory Orejas de Burro (detalles en Barberena 2008). Estamos desarrollandoun diseño de trabajo para análisis de fósforo sobre los sedimentos desitios del CVPA, aunque no son incluidos aquí.

La morfología de las estructuras antrópicas constituye otro indicadorsedimentario de la intensidad ocupacional humana, para cuyo estudioempleamos los criterios delineados por Chatters (1987), dirigidos prin-cipalmente al estudio de estructuras de combustión (ver Gómez Otero1993: 338). La variable morfológica que Chatters enfatiza en su análisises la delimitación espacial de las estructuras: “Una estructura producto dela realización de una actividad en una única oportunidad debería ser discreta y

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fácilmente discernible en la superficie. A medida que la misma actividad es lle-vada a cabo en el mismo emplazamiento durante ocupaciones más continuas, loslímites de la estructura serán más indefinidos” (Chatters 1987: 346). La deli-mitación de los límites de una estructura aporta un indicador comple-mentario de la duración y redundancia de las ocupaciones humanas enescala de sitio. Chatters propone una secuencia ideal de los cambiosmorfológicos experimentados por una estructura en función del aumen-to en la redundancia con que es utilizada. Dicha secuencia está compuestapor cuatro estadios, de los cuales nos interesa describir los dos casos ex-tremos (Figura 7). El número 4 refiere a una situación de baja intensidadocupacional, donde los límites de una estructura son fácilmentediscernibles en planta. El número 1 marca un contexto de elevada re-dundancia y/o intensidad en la ocupación de un lugar, donde los lími-tes entre diferentes estructuras han sido borrados y se solapan entre sí.En este caso puede reconocerse una única gran estructura que provee unabaja resolución conductual y constituye un conjunto de grano grueso.

Hay información etnoarqueológica que ilustra algunos de los prin-cipios postulados por Chatters. Para el caso de los Efe, que habitan laselva Ituri en Zaire, se ha señalado: “Pueden surgir complejidades adiciona-les en los campamentos ocupados por tiempos prolongados por los Efe, donde el

Figura 7. Variación en la delimitación de una estructura de combustión(Chatters 1987).

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uso secuencial de múltiples fuegos exteriores asociados con chozas individualescomplejiza el patrón de distribución de fuegos” (Fisher Jr. y Strickland 1991:227, nuestra traducción). Para su aplicación a nuestro caso introducimosdos cambios en los procedimientos planteados por Chatters, a fin deadaptar estos indicadores a nuestra metodología de excavación. En pri-mer lugar, el tamaño de las exposiciones que realizamos medianteexcavaciones es espacialmente acotado, lo cual limita un análisis de lamorfología horizontal de una estructura. Por este motivo, basamos nues-tra discusión en un análisis vertical o estratigráfico de la morfología delas estructuras. Las propiedades observadas en los perfiles de lasexcavaciones y sondeos son suficientes a estos fines. En segundo lugar,no empleamos los cuatro estadios morfológicos sugeridos por Chatters,sino que realizamos un análisis cualitativo más general. Nos interesa sersensibles a los extremos de variación morfológica que se vinculen alter-nativamente a una muy baja o alta intensidad de ocupación, que sonaquellos que hemos descripto (casos 1 y 4 en Figura 7). De este modo, serequiere una menor resolución analítica, que consideramos suficiente parainiciar esta discusión.

Conjuntos faunísticos

Los análisis faunísticos tienen una larga trayectoria en el desarrollode discusiones espaciales y adquirieron un gran poder explicativo al serempleados conjuntamente con modelos sobre estrategias de aprove-chamiento de carcasas generados por Binford desde la etnoarqueología(Lupo 2001, 2006). La asignación de funcionalidad a diferentes sitios olocalidades en el paisaje permite otorgar un significado espacial a lasevidencias. No obstante, este análisis funcional de los conjuntosfaunísticos -en referencia a sitios de matanza, trozamiento- no tiene unsignificado geográfico intrínseco y presenta la limitación de ser operati-vo en escala conductual etnográfica. La superposición de eventosfuncionalmente disímiles en conjuntos usualmente promediados produceuna señal material que no refleja ninguna de las formas conductualesparticulares, sino la suma de las mismas (Borrero 1993, Lupo 2001). Aun-que si son empleadas en un nivel determinado de resolución, estas evi-dencias contribuyen a caracterizar una muestra en términos de los seg-mentos generales de conducta que representa (capítulo 3). La discrimi-nación entre espacios vinculados a actividades múltiples o restringidases un ejemplo adecuado.

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Hay otros dos niveles en los cuales los restos faunísticos pueden serintroducidos útilmente en una discusión biogeográfica. El primero deellos es la presencia de restos óseos de especies fieles a determinadosambientes registrada fuera de los mismos. Estas evidencias pueden cons-tituir un indicador de transporte antrópico y, por ende, de vinculaciónentre ambientes. Un ejemplo es el caso tratado de los restos de proceden-cia marina en el interior (Borrero y Barberena 2006). La segunda dimen-sión de trabajo arqueofaunístico se vincula específicamente a la intensi-dad de las ocupaciones humanas.

Nos interesa generar medidas de intensidad de uso humano paradiferentes espacios. Esto tiene dos ventajas comparativas con respecto aotras medidas conductuales: en primer lugar, ubica nuestras inferenciasen una escala concordante con la naturaleza promediada del registro ar-queológico -lógicamente hay excepciones, aunque nuestros comentariosse dirigen al conjunto de situaciones más usuales-. Las inferencias sobreintensidad de presencia humana no requieren una gran resolución entérminos de las actividades específicas realizadas en un lugar (aunquetampoco lo impiden si existe dicho interés). En segundo lugar, las histo-rias individuales sobre intensidad de uso pueden ser fácilmente conec-tadas en un marco espacial de discusión. Al medir la densidad de huesosen distintos conjuntos se está midiendo la tasa de depositación, aunquedesde aquí hasta el tratamiento de la intensidad de uso de un emplaza-miento el camino no es corto ni simple. Hay procesos alternativos a lapresencia humana que afectan la frecuencia de especimenes óseos en unconjunto, y la conducta humana también genera variaciones en la fre-cuencia de restos en forma independiente de la intensidad de las ocupa-ciones. En resumen, hay tres niveles de análisis que deben ser considera-dos.

El primero se asocia a las decisiones humanas sobre el tratamiento delas carcasas. Operativamente, podemos asumir que la tasa de descartede restos es, en el largo plazo, una función de la intensidad de uso huma-no. No obstante, hay una gran variedad de prácticas de tratamiento delas carcasas y depositación de los restos que modifican esta función (Politis1996), y los análisis tafonómicos que presentamos contribuyen a eva-luarlo. Si comparamos los conjuntos resultantes de dos eventos discretosde matanza, las prácticas de trozamiento y transporte de las presas in-fluirán en la frecuencia de especimenes recuperados. Este efecto puedeser minimizado aumentando el tamaño de la unidad de análisis emplea-da. Al considerar conjuntos que correspondan a segmentos importantesde la secuencia estratigráfica de un sitio, o a la totalidad de la misma, se

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promedia y minimiza el impacto que tendrían decisiones humanas es-pecíficas en la constitución del conjunto (Lupo 2001).

Un tema relacionado es el de posibles cambios temporales en lafuncionalidad de un espacio. Aunque la funcionalidad no es uno de lostemas principales que discutimos, es un claro condicionante de la com-posición de los conjuntos. No obstante, los datos anatómicos ytafonómicos permiten detectar casos en que esta situación interfiera enlas inferencias sobre intensidad de uso. Por último, el aspecto conductualmás relevante para nuestra discusión se asocia con la fragmentación delos elementos óseos, que tiene una influencia directa en los valores deNISP y que debe ser estimada (Grayson y Delpech 1998).

El segundo nivel de análisis a tratar es el de los procesos tafonómicos,que puede dividirse en dos discusiones. La primera se refiere a los agen-tes de depositación de restos distintos al que nos interesa medir. A nivelfósil, los signos de abrasión por transporte, las marcas de carnívoros oroedores, o las huellas antrópicas constituirán una evidencia local sobrelos agentes de depositación implicados (Behrensmeyer 1991). A nivelactualístico, la información brindada por la tafonomía regional de unespacio (sensu Borrero 1988) constituye una herramienta fundamental.Al estimar la tasa de depositación natural de restos en una región enasociación con el potencial de enterramiento y preservación se cuentacon un marco para la interpretación tafonómica de los conjuntos. Aque-llos casos que presenten abundantes evidencias de depositación naturalde restos no deberían ser incluidos en estas discusiones, ya que puedenconducir a una sobreestimación de las tasas antrópicas de depositación.El segundo aspecto tafonómico relevante se relaciona con los procesos postdepositacionales de fragmentación de los restos, que pueden incrementarel NISP de un conjunto independientemente de la tasa de descarte.

Finalmente, el tercer nivel de análisis se refiere a las condiciones derecuperación de las muestras faunísticas. Por ejemplo, algunos conjuntosdel CVPA recuperados durante la primera mitad del siglo XX son pro-ducto de una selección intencional de determinados restos óseos y eldescarte de otros. Estos conjuntos no son adecuados para esta discusión,aunque pueden ser útiles como indicadores de la presencia de restos co-rrespondientes a ciertas especies.

Los factores que deben ser evaluados en forma previa a una discu-sión de la intensidad de uso humano son muchos, de naturaleza diferen-te y de tratamiento complejo. No obstante, consideramos que esta bús-queda es de gran interés. Las inferencias sobre tasas de descarte e inten-sidad de uso humano no son novedosas, aunque el énfasis de los estu-

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dios faunísticos no ha estado ligado a estos temas. Las discusiones hantendido a focalizarse en el análisis de las estrategias de procesamientode las carcasas, el aprovechamiento de los diferentes tipos de utilidadque brinda una presa, la funcionalidad de los sitios arqueológicos o laimportancia de los distintos recursos en la dieta humana. Debeprofundizarse el significado de los conjuntos faunísticos como indica-dor de la redundancia e intensidad de uso humano del paisaje dentro deun esquema biogeográfico (Borrero 2004). En el largo plazo, este podríaser un paso para la inclusión de los conjuntos faunísticos en un marcodemográfico o poblacional.

Conjuntos líticos

Esto se basa en los estudios de los materiales líticos realizados por J.Charlin (2005, 2007a, 2007b) y en la información disponible en la biblio-grafía. Hay dos temas a los cuales las evidencias líticas contribuyen enforma directa: el estudio de la intensidad ocupacional humana y la ca-racterización conductual de las localidades. La información sobre tasasde descarte de artefactos es una medida útil para caracterizar un espacioen términos de su posición en una jerarquía ocupacional que va desdesectores marginales hasta nodos de asentamiento en las redes regionalesde movilidad (Hiscock 1984, Bettinger et al. 1994, Veth 2005). A nivelmetodológico nos guiamos por un tipo de análisis que realiza Hiscock(1984), quien propone variables de análisis informativas sobre distribu-ción espacial de poblaciones humanas y demografía, planteando que unasencilla descripción de densidades, tasas de descarte y proporciones en-tre clases artefactuales es adecuada para desarrollar esta propuesta. Estemarco otorga significado geográfico y poblacional a los datos sobre ta-sas de descarte de artefactos en reparos rocosos, basándose en el análisisde los factores que pueden introducir variaciones en las mismas, quedeben ser descartados en forma progresiva en función del nivel de sucomplejidad. Las variables consideradas para explicar cambios en la tasade descarte de artefactos incluyen: sesgos de muestreo, transformacio-nes post depositacionales, cambios en la localización espacial intra sitiode las actividades, cambios tecnológicos, aumento en la ocupación delos reparos rocosos por sobre otro tipo de contextos, presión demográfi-ca por relocalización poblacional sin aumento demográfico intrínseco y,finalmente, aumento demográfico (Hiscock 1984). La concordancia con-ceptual existente entre estos planteos y el esquema faunístico de análisis

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presentado constituye una clara ventaja para nuestro trabajo. Las varia-ciones observadas en la intensidad del descarte en escala de sitio o loca-lidad pueden funcionar como hipótesis al pasar a las escalas más am-plias. Veth (1993, 2005) propone expectativas para localidades intensa oligeramente ocupadas, sugiriendo que en casos de alta intensidad de usose espera mayor diversidad artefactual, mayor proporción de materiasprimas no locales y abundancia de instrumentos conservados y recicla-dos (Chatters 1987, Franco 2002). Estas observaciones dan paso al segun-do nivel de trabajo, vinculado a la caracterización conductual de losemplazamientos muestreados.

La información sobre densidades de materiales y tasas de descarteno puede ser directamente interpretada como una medida de intensidadocupacional humana, sino que debe ser contextualizada mediante el po-sicionamiento de los conjuntos en el sistema regional de asentamiento(Binford 1979, Bettinger et al. 1994). Tanto un sitio como una región pue-den experimentar un uso humano funcionalmente específico o generali-zado (Binford 1978, Bailey y Davidson 1983), y estas diferencias produ-cen variaciones en la densidad de materiales en forma independiente de laintensidad ocupacional intrínseca. Indicadores de composición y diver-sidad de los conjuntos han sido empleados para tratar este tema (Bettingeret al. 1994, Hiscock y Wallis 2005). Sobre la base de planteos de Binford yChatters, Andrefsky (1998: 201-202) propone que la diversidad debe serelevada en los conjuntos de campamentos residenciales en comparacióncon otro tipo de sitios, ya que los primeros incluyen por definición unamplio rango de actividades. Proponemos utilizar medidas más senci-llas en un esquema exploratorio dirigido a contrastar y complementarlas inferencias realizadas a partir de los análisis faunísticos yestratigráficos. El índice de instrumentos en un conjunto es el primerindicador planteado, sumamente simple aunque de gran importanciaya que es un parámetro central para comprender distintos niveles en lasformas de uso de un sitio: propiedades funcionales generales, intensi-dad, duración y/o redundancia de las ocupaciones (Hitchcock y Bartram1998, Franco 2002). El segundo indicador es un índice de la abundanciade determinadas clases de instrumentos de carácter conservado (sensuBinford 1979) sobre el total de instrumentos en un conjunto.

De acuerdo con las observaciones etnoarqueológicas de Binford, elconcepto de artefactos conservados se asimila al ‘personal gear’ y‘household gear’ o ‘site furniture’ (Binford 1979: 262, 264), que corres-ponden a artefactos cuya confección se anticipa a necesidades futuras yque suelen tener una utilidad realizada alta. Binford indica que los ins-

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trumentos que componen el ´personal gear´ -implementos personales-eran muy conservados mediante mantenimiento intenso y reciclaje, sien-do chequeados en forma previa a cada salida al campo, por lo cual losque estaban agotados o requerían mantenimiento eran descartados o re-parados antes de salir al campo (Binford 1979: 264). Señala que los ‘im-plementos personales’ suelen ser producidos y mantenidos en contextosresidenciales y que es poco probable que los mismos, que tienen largavida de uso potencial, sean descartados en sitios de actividades específi-cas, ya que su reemplazo o mantenimiento propician el descarte en con-textos residenciales (Binford 1979: 270). Estas generalizaciones tienen unimportante respaldo en la literatura etnoarqueológica (Hitchcock yBartram 1998, Shott y Sillitoe 2001) y arqueológica (Chatters 1987,Andrefsky 1998). Hay variación en su aplicabilidad a cada caso arqueo-lógico debido a numerosas circunstancias, aunque lo importante es queel análisis tecnológico y la integración con otras evidencias permiten iden-tificar situaciones que inhiban la validez de estos planteos. En conclu-sión, cabe esperar que los instrumentos conservados se depositen en for-ma más usual en localidades empleadas por más tiempo y/o para unmayor número de actividades.

Los raspadores son un tipo de instrumento adecuado para Patagoniameridional a fin de monitorear las tendencias existentes en este tema(Luis A. Borrero, comunicación personal 2006). En forma independientede las actividades específicas para las que fueron utilizados (raspar cue-ros o madera), cabe pensar que constituyen un implemento de tipo ‘per-sonal gear’, utilizado principalmente en contextos de usos múltiples. Lainformación disponible marca que son un tipo artefactual confecciona-do en materias primas altamente seleccionadas y en muchos casos noabundantes o disponibles en escala local (Franco 2002, Prieto I. et al. 1998).Los datos de Charlin (2007a, 2007e) marcan que estas observaciones sonválidas para el CVPA, donde las evidencias de reactivación y los peque-ños tamaños en que se recuperan los raspadores indican su conserva-ción. También se registran abundantes evidencias de filos múltiples queindican su carácter multifuncional o la existencia de enmangues. En con-clusión, todos estos datos sugieren que los raspadores son instrumentosconservados que tienen vidas de uso extendidas, conllevando un apro-vechamiento importante de su utilidad potencial (Charlin 2007e).

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Arqueología de la muerte en un marco geográfico

Los datos bioarqueológicos pueden ser empleados como indicadorde la organización geográfica y la movilidad de los grupos humanos(Barrientos 2002). Estos datos contribuyen a la interpretación del regis-tro isotópico en términos de rangos de acción o espacios usualmente cir-culados por los individuos (Barberena y Borrero 2005), aunque debenconsiderarse las lecciones aprendidas de la etnografía (capítulo 3). Pue-de asumirse que los individuos son depositados en o cerca del lugardonde se produce su muerte, lo cual sustenta la interpretación de losdatos isotópicos en términos de espacios cotidianos de movimiento. Sinembargo, la etnografía y la arqueología sugieren que esto no siempre esasí (Walthall 1999). Los restos humanos pueden, de acuerdo con circuns-tancias variables, ser depositados en espacios correspondientes a cual-quiera de las tres dimensiones de movilidad -micro, meso y macro- pro-puestas por MacDonald y Hewlett (1999). Las decisiones humanas sobretratamiento de los muertos son uno de los condicionantes de la distribu-ción espacial de las señales dietarias que recuperamos en el registroisotópico (Barberena et al. 2006b). Esta situación adquiere una importan-cia central en nuestro caso, ya que discutimos la extensión de los rangosde acción de los individuos a partir de la distribución espacial de losvalores isotópicos. Diferentes indicadores pueden colaborar para la re-solución de estos problemas: la presencia de entierros primarios o se-cundarios, el número de individuos por conjunto y la estructura demo-gráfica de las muestras en términos de sexo y edad. Cabe señalar que enel caso de Patagonia meridional es poco probable que las distancias detransporte de los muertos hayan implicado distancias mayores a las queestos individuos circularían usualmente en vida (Luis A. Borrero, comu-nicación personal 2006).

Tendencias temporales y demografía

La jerarquización del espacio es producto de las decisiones huma-nas de movilidad y asentamiento y el carácter marginal o nuclear de unaregión está determinado por la distribución espacial de poblaciones através del tiempo. Esto debe complementarse con una estimación de lademografía de las poblaciones humanas en diferentes momentos, ya quela señal arqueológica que se interpretará como indicativa del caráctermarginal de un área en un contexto supra regional de baja demografíano será comparable con la que corresponda a áreas marginales en una

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situación de demografía elevada. Buscamos evaluar la intensidad de usoinferida en localidades específicas con las tendencias demográficas ge-nerales, inferidas a partir de múltiples líneas de evidencias (Beaton 1990).Este puede parecer un razonamiento circular, aunque no lo es. En pri-mer lugar, para estimar el marco demográfico general adecuado para lainterpretación de las evidencias locales se emplean los datos en una es-cala espacial más amplia, que las incluye (Borrero 1994-95). En segundolugar, se utilizan datos independientes con respecto a los que discutimosaquí. Desarrollamos este tema a partir del análisis de la distribución defechados 14C disponibles para el CVPA y las regiones costeras. En nume-rosos trabajos se explora el rol de la información radiocarbónica comoindicador de la historia demográfica de una región (Rick 1978, Neme etal. 2005). Los procesos demográficos tienen una señal arqueológica decompleja lectura e implican contemplar aspectos teóricos (Gamble et al.2004), metodológicos (Pettitt et al. 2003, Shennan y Edinborough 2007),tafonómicos (Surovell y Brantingham 2007) y de muestreo (Barrientos etal. 2005). Si esta información es analizada en un marco crítico de la cali-dad de los datos y conciente de las limitaciones, entonces contamos conuna herramienta de utilidad excepcional.

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Nuestras herramientas:métodos y técnicas

Presentamos los métodos y técnicas necesarios para implementarlas líneas de trabajo postuladas en los dos capítulos previos (para mayo-res detalles ver Barberena 2008).

Estudio del paisaje: suelos, sedimentos, excavación y estratigrafía

El muestreo pedogenético se basó en la realización de transectassistemáticas cuyas unidades de observación fueron sondeos realizados apala (Favier Dubois 2001, Favier Dubois y Manzi 2002, Barberena et al.2003) complementados con observaciones dirigidas en puntos específi-cos del paisaje. Para la descripción de los perfiles de suelo se siguieronlos métodos tradicionalmente empleados (Soil Survey Division Staff1993).

Para la excavación de sitios arqueológicos se emplearon unidadesde extracción artificiales de 5 o 10 cm de potencia. En todos los casos sediferenciaron las unidades naturales. Los sedimentos fueron tamizadosa través de una malla de 2 mm de ancho a fin de recuperar restos depequeño tamaño. En el caso específico del sitio Cóndor 1 (capítulo 11) seobtuvo en el campo una columna sedimentaria destinada a ser tamizadaen el laboratorio. Se seleccionó este sitio para realizar este muestreo in-tensivo porque ofrece la secuencia estratigráfica más extensa. Esto per-mitió realizar una separación y cuantificación total de los restos orgáni-cos e inorgánicos.

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En todas las localidades arqueológicas y geoarqueológicasmuestreadas se aplicó el mismo criterio para la discriminación de unida-des estratigráficas y rasgos. Esto otorga una equivalencia en la escala delos indicadores empleados para la segmentación estratigráfica que faci-lita las comparaciones. Dado que en ciertos casos estas unidadesestratigráficas son empleadas como criterio de agregación de materialesarqueológicos (Grayson 1984, Stein 1990), esta comparabilidad es im-portante. En nuestro esquema, cada estrato constituye una unidad natu-ral, ya que tiene una existencia independiente del observador que res-ponde a procesos depositacionales y post depositacionales específicos.Sin embargo, pueden emplearse criterios variables para otorgar a un ele-mento el estatus de unidad estratigráfica. La estructura epistemológicade este problema es comparable a la delimitación de especies enpaleoantropología, que, independientemente de la existencia biológicainequívoca de los individuos empleados para la definición de especies,genera interminables discusiones en torno a los límites entre ellas.Operativamente, se ha sugerido la existencia de enfoques más y menosconservadores al momento de definir una nueva especie, denominadosrespectivamente lumpers y splitters (Lewin 1997). La definición de unida-des estratigráficas se maneja en términos comparables. En determinadostrabajos se tiende a maximizar el número de unidades estratigráficasdefinidas (Gradin et al. 1976, Fernández 2001); nuestro criterio es opues-to y puede ser definido como ‘minimalista’. Otorgamos estatus de uni-dad a entidades de una determinada escala, significativas en términosde dinámica sedimentaria, lo que confiere un significado sedimentológicoa las unidades empleadas como referente para la agregación de materia-les arqueológicos (Etchichury 1976). Las unidades sedimentarias fuerondescriptas empleando dos categorías (Barberena et al. 2006a): en el nivelde análisis más general están las unidades estratigráficas, a las que aplicanlos comentarios previos, definidas sobre la base de criterios litológicos(Stein 1990). En segundo lugar, diferenciamos rasgos horizontal y verti-calmente acotados, que suelen corresponder a estructuras producto deexcavaciones o rellenos antrópicos.

Tratamiento de las líneas arqueológicas de evidencia

Estudio de sedimentos

Se determinó la acidez y alcalinidad de muestras representativas

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de cada unidad estratigráfica mediante técnicas tradicionales. Para lacaracterización cualitativa de los valores de pH en sedimentos y suelosse empleó la propuesta de Baas-Becking y coautores (1960, en Retallack2001), quienes proponen seis intervalos de pH. Para establecer la pro-porción de materia orgánica se tamizó cada muestra en una malla de 2mm y se empleó el método de pérdida por ignición.

En el sitio Cóndor 1 se obtuvo una columna sedimentaria que fuetamizada en el laboratorio para realizar una separación y cuantificacióntotal de los restos orgánicos e inorgánicos. Esta columna está compuestapor una muestra que corresponde a cada capa artificial, cuya potencia esde 10 cm y su dimensión horizontal de 15 x 15 cm (Figura 8). Todas lasmuestras proceden del mismo ángulo de la cuadrícula de excavación,conformando una columna sedimentaria continua. Para la separaciónde los restos se empleó un tamiz de Φ 0 con malla de abertura de 1000micrones (1 mm), que retiene todas las partículas cuyo tamaño es mayoral grado granulométrico de arena media. Esto permite separar práctica-mente la totalidad de los vestigios arqueológicos identificables con lupade bajos aumentos. Las categorías discriminadas al separar los sedimen-tos retenidos son: artefactos líticos, huesos, carbones, vegetales no que-mados, clastos endógenos y rodados exógenos. Se observaron los sedi-mentos retenidos en el tamiz con una lupa de 2 aumentos, que permiteidentificar las evidencias de tamaño mayor a 1 mm.

Figura 8. Muestreo de sedimentos en Cóndor 1.

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Isótopos estables en restos humanos

Presentamos un pequeño conjunto de nuevos valores de isótoposestables para el CVPA, ya que la mayor parte de la información fue dis-cutida en detalle (Borrero et al. 2001, Barberena 2002). Recientemente seconsideraron criterios posibles para determinar el consumo de recursosmarinos en el interior de Patagonia meridional, particularmente en laregión del lago Salitroso, en el noroeste de la provincia de Santa Cruz(Tessone et al. 2005). Aunque estos criterios no han sido presentados endetalle, dada la existencia de diferencias interpretativas realizamos unbreve tratamiento6. Proponemos un marco para la determinación feha-ciente del consumo de determinadas clases de recursos, como los anima-les marinos.

La mayor parte de las muestras humanas y de recursos fueron pro-cesadas por el Dr. Robert H. Tykot en la University of South Florida(EEUU). Los datos aportados por este laboratorio incluyen valores deδ13Ccolágeno, δ13Capatita y δ15N. Esto constituye una fortaleza de estosanálisis, dado que el enfoque multi isotópico provee una mayor resolu-ción y confiabilidad en las reconstrucciones paleodietarias (Richards yHedges 1999, van der Merwe et al. 2000). Los valores isotópicos sobrerestos humanos no tienen un significado intrínseco, sino que deben serinterpretados contextualmente. La ecología isotópica de una región, osea, los rangos de valores característicos de los alimentos potencialmen-te consumidos, provee dicho contexto. El caso de Patagonia meridionalpresenta dos ventajas en este sentido. En primer lugar, es un ambientesencillo a nivel de su ecología isotópica, ya que a grandes rasgos sólohay dos cadenas tróficas relevantes para la interpretación de las dietashumanas: una corresponde a los recursos terrestres y la otra a los recur-sos marinos. Las cadenas tróficas terrestres son exclusivamente de tipoC3, lo cual simplifica las reconstrucciones, dado que de haber especiesvegetales con la vía fotosintética C4 generarían cadenas tróficas cuyos

6 Sobre la base de valores elevados de δ13Ccolágeno para guanaco, Tessone ycoautores (2005) sugieren una interesante hipótesis que puede modificar este pa-norama para ciertas regiones. Plantean que determinados ecosistemas -como lossalobres- pueden presentar una señal isotópica asimilable a C4. Sin embargo, losabundantes datos disponibles sugieren que esta situación hipotética no es aplica-ble al CVPA y sus regiones vecinas (Barberena 2002: 74-75). En función de esto, ydado que no se comprende aún el significado de estas diferencias, estos datos noson incluidos para evaluar la variabilidad isotópica de guanaco.

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valores de δ13C se superponen con los de ambientes marinos. En segundolugar, se cuenta con una gran cantidad de determinaciones isotópicaspara los principales recursos terrestres y marinos de Patagonia meridio-nal, permitiendo caracterizar sus rangos de valores y demostrar que nohay superposición entre ellos (Figura 9). No obstante, los rangos de va-riación que presenta cada clase de recursos establecen límites a la resolu-ción que pueden alcanzar las reconstrucciones en relación con la propor-ción en que fueron consumidas. Esta situación afecta en particular a lasmuestras que son producto de un consumo en baja proporciones de cier-tas clases de recursos (Hedges 2004).

En el caso de clases de recursos cuyos valores tienen un rango devariación acotado, al sumar el valor del fraccionamiento isotópico a lamedia de dichos recursos se obtiene el resultado esperable para indivi-duos cuya dieta se basa exclusivamente en su consumo. Cuando sólohay dos clases de recursos que funcionan como referente, se puede se-guir el siguiente procedimiento: la diferencia entre los valores medios deδ13C de ambas clases de recursos, por ejemplo 10‰, representa un 100%.De este modo, una muestra humana que se ubique a 4‰ del extremoterrestre implicaría un consumo de recursos marinos equivalente al 40%del total de la dieta (Ambrose 1993). En el caso de los valores deδ13Ccolágeno esto aplica sólo a la fracción proteica de la dieta y en losvalores de δ13Capatita aplica a todos los macro nutrientes que aportan losrecursos que consumimos -proteínas, lípidos e hidratos de carbono-(Ambrose y Norr 1993). Dado que todos los recursos tienen una ciertavariabilidad a nivel isotópico, cuando las muestras humanas se alejanmuy poco del valor esperable, por ejemplo, para una dieta completa-mente terrestre, no se puede discriminar entre dos alternativas que pro-ducen una situación de equifinalidad: bajo consumo de recursos mari-nos o consumo de recursos terrestres cuyos valores tienden a ubicarse enel segmento más elevado de su rango de distribución. La información deδ15N es una herramienta independiente que contribuye a diferenciar es-tas alternativas en determinados casos (Richards y Hedges 1999), aun-que no en todos (Corr et al. 2005, Hedges y Reynard 2007). Por lo tanto,consideramos metodológicamente incorrecta la determinación del con-sumo de una clase determinada de recursos en una proporción baja. Enlenguaje isotópico dicho consumo es invisible y no puede exigirse delmétodo más de lo que éste ofrece.

La cuantificación del consumo de una clase de recursos determina-da constituye solamente un valor mínimo, y es realizada en función delos datos de δ13Ccolágeno. Los datos de δ15N son un indicador indepen-

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diente del consumo de recursos marinos y nos permiten chequear la va-lidez de las inferencias realizadas mediante el δ13C. Sin embargo, en nues-tro esquema de trabajo no son usados en forma cuantitativa, ya que nose conocen adecuadamente los factores que condicionan la magnitud delenriquecimiento isotópico en función de cambios dietarios de pequeñamagnitud, lo que llevó a cuestionar la aplicabilidad del modelo lineal deenriquecimiento para los isótopos de este elemento (Hedges y Reynard2007).

Para una discusión detallada sobre la ecología isotópica de Patagoniameridional remitimos a otros trabajos (Barberena 2002, 2008). Señalamosque la información disponible sugiere que el umbral a partir del cualpuede inferirse el consumo de recursos marinos es de ca. 20% del total dela dieta (Figura 9, ver Hedges 2004). Nuestra postura es conservadora alrespecto, ya que al trabajar con valores mínimos para el consumo de re-cursos marinos se evitan inferencias sobre el mismo en casos en que noexiste. Considerando que la distribución espacial de las muestras queindican consumo de recursos marinos es central en nuestras discusioneseste tema adquiere particular relevancia. Estos comentarios son perti-nentes para numerosas muestras procedentes de la costa del océanoAtlántico y del estrecho de Magallanes. Discusiones recientes sobre elconsumo de recursos marinos en el Paleolítico superior ilustran, por losproblemas que presentan, la necesidad de trabajar en la definición deestos umbrales (Richards et al. 2005, 2006, Bocherens y Drucker 2006). Apartir de las proporciones en el consumo de recursos terrestres y mari-nos ubicamos a las muestras en tres categorías dietarias: dietas terres-tres, que no indican el consumo de recursos marinos; dietas mixtas, quemarcan un consumo de recursos marinos ubicado entre 20 y 70% deltotal de la dieta; y dietas marinas, con un consumo de recursos marinosmayor al 70% (Barberena 2002, 2004). De acuerdo con una correcta apre-ciación realizada por Gil (2007), evaluamos la correlación entre los valo-res de δ13Ccolágeno y la distancia a la costa en que aparece cada muestra.

Conjuntos faunísticos

Los conjuntos faunísticos analizados en el marco de esta investiga-ción han sido estudiados desde una perspectiva tafonómica yarqueofaunística. La relevancia de los estudios tafonómicos radica enidentificar los agentes bióticos y abióticos implicados en la depositacióny transformación post depositacional de los conjuntos (Behrensmeyer

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1991). Conjuntamente con el estudio geoarqueológico de los depósitos,el análisis tafonómico provee los parámetros formacionales adecuadospara interpretar las muestras, permitiendo evaluar la representatividadde los conjuntos recuperados con respecto a los originalmente deposita-dos, identificar los agentes implicados en el transporte y la depositaciónde los restos y analizar la fidelidad entre la ubicación actual de los ha-llazgos y su lugar de depositación original (Behrensmeyer et al. 1992). Encontextos de cuevas las modificaciones post depositacionales productode alteraciones químicas pueden presentar una gran complejidad, y éstefue el caso con algunos de los conjuntos tratados. Las evidencias regis-tradas incluyen presencia de carbonatos, manganeso, disolución quími-ca y tinción por factores desconocidos. Señalamos que hay una gama dealteraciones químicas vinculadas con óxidos que son difíciles de discri-minar macroscópicamente con respecto a la exposición al fuego (Shahack-Gross et al. 1997), por lo que empleamos la categoría de huesos ‘ennegre-cidos’, que tiene el potencial de agrupar procesos diferentes.

Empleamos dos indicadores de representación anatómica que tie-nen significado tafonómico y complementan a los indicadorestafonómicos clásicos. El primero es el índice de abundancia de dientesen relación al conjunto total de cada capa: el esmalte otorga a los dientesuna mayor capacidad de resistencia frente a diferentes procesos de des-

Figura 9. Dispersión de los valores isotópicos de los recursos disponibles.

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trucción (Lee-Thorp 2000), por lo que cabe esperar que los conjuntos másafectados se vean enriquecidos en dientes enteros o fragmentados noasociados a cráneos o mandíbulas. En segundo lugar aplicamos un crite-rio propuesto por Binford (1981) y localmente utilizado por Borrero(1990), que consiste en medir la proporción entre los fragmentos distalesvs. proximales del húmero y la tibia, que tienen diferencias en su densi-dad media (Stahl 1999: 1354). Este indicador es útil al trabajar con datospublicados para muestras de las cuales se carece de un análisis tafonómicodetallado. Para el análisis de las huellas antrópicas se observaron las su-perficies de los huesos con lupa binocular de mano de diez aumentos;las categorías y criterios diagnósticos empleados están discutidos en labibliografía a nivel arqueológico y experimental (Blumenschine 1995,Pickering y Egeland 2006).

El análisis de la fragmentación de los huesos es importante para nuestradiscusión sobre tasas de depositación de materiales. Hay dos nivelesmetodológicos que deben establecerse claramente: el primero es descrip-tivo y concierne a los procedimientos necesarios para medir la fragmen-tación a nivel cuantitativo; el segundo nivel es explicativo y se vincula ala identificación de los procesos causantes de la fragmentación. El méto-do que empleamos para cuantificar la fragmentación estuvo dirigido prin-cipalmente al análisis del esqueleto apendicular, aunque se consignó estainformación para todos los especímenes. El mismo consiste en medir losespecímenes correspondientes a diáfisis, independientemente del niveltaxonómico al que sean asignados, incluyéndose también a losespecímenes indeterminados. Estos datos proveen una medida de la in-tensidad con que actuaron los diferentes procesos de fragmentación (Veth2005). Todo espécimen que pudo ser clasificado como fragmento dediáfisis fue medido. Luego realizamos análisis estadísticos (Kruskal-Wallis, Tukey-Kramer) para caracterizar los rangos de variación repre-sentados en los subconjuntos.

Para la cuantificación taxonómica y anatómica seguimos una meto-dología defendida por D.K. Grayson (1984, Grayson y Frey 2004), vincu-lada a debates sobre las ventajas y desventajas que presentan diferentesmedidas de cuantificación de la abundancia taxonómica. Podemos de-nominar a este debate como NISP vs. MNI, aunque otras medidas decuantificación anatómica como MNE o MAU han recibido críticas seme-jantes al MNI (Grayson 1984: 88-90, Mengoni Goñalons 1988: 98-101). Ladiscusión se centra en torno a la interdependencia entre los especímenescuantificados y los criterios empleados para la agregación de los conjun-tos comparados (Mengoni Goñalons 1999: 55-58). La interdependencia

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entre especímenes se refiere a que cada especímen de una especie deter-minada, que suma una unidad en términos de NISP, puede ser productode la fragmentación de un mismo hueso. Por lo tanto, no hay necesaria-mente independencia entre los especímenes que se contabilizan en elNISP; aún cuando la hubiera, ésta es muy difícil o imposible de determi-nar (Grayson 1984: 17-26). Esta es la principal desventaja en el uso delNISP; dado que el MNI es un número mínimo, no presenta este proble-ma de interdependencia. El segundo aspecto se refiere a los criterios em-pleados para la agregación de conjuntos y es el principal problema delMNI (Grayson 1984: 27-49): diferentes modos de segmentar una mues-tra arqueológica para el cálculo del MNI acarrean resultados diferentes.

Hay abundante información que sugiere que los valores de MNIpueden ser adecuadamente predichos a partir de los de NISP (Grayson1984: 92), conclusión que ha recibido un importante sustento reciente(Grayson y Frey 2004). Cuando se dispone de un análisis tafonómicodetallado que permite estimar el peso de la interdependencia de losespecímenes producto de fragmentación diferencial entre conjuntos, elNISP puede ser empleado sobre una base sólida. Desde un punto devista conceptual, estos argumentos inclinan nuestra opinión a favor deluso del NISP, y también hay razones tafonómicas que nos orientan en elmismo sentido. Una propiedad importante de los conjuntos faunísticosdel CVPA es su elevada fragmentación (Borrero 1984, Barberena et al.2007a), que conlleva una considerable dificultad para el diagnóstico ana-tómico y taxonómico de los especímenes, lo que introduce otra limita-ción en el significado de los valores de MNI y MNE. En este tipo de con-juntos dichos valores representarían, en el mejor de los casos, una esti-mación ‘extremadamente mínima’ del número real de individuos o ele-mentos presentes. Como defiende Gamble (1997), el NISP permite in-cluir estos conjuntos muy fragmentados (Marshall y Pilgram 1993). Es-tos comentarios son igualmente válidos para el análisis anatómico, yaque el MNE también es una medida reconstruida, derivada y depen-diente del NISP (Grayson 1984: 88-90). Sin embargo, optamos por eva-luar y presentar la información sobre las medidas anatómicas derivadas.Como plantean Grayson y Frey (2004), este debate debe ser enriquecidoa partir de la comparación de las diferentes medidas en un número ma-yor de muestras con diferentes propiedades tafonómicas y faunísticas.Dado que nos interesa contribuir al mismo, hemos comparado ambosesquemas de análisis (Barberena 2008), aunque aquí nos limitamos adescribir las conclusiones arribadas.

Las dos cuadrículas estudiadas del sitio Cóndor 1 presentan pro-

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piedades tafonómicas diferentes, por lo cual su comparación es uno denuestros objetivos en el análisis a escala de sitio. En función de esto, estasmuestras fueron analizadas en forma separada. Para las reconstruccio-nes de las medidas derivadas se empleó un criterio conservador de agre-gación de los conjuntos, dado que definimos sólo una muestra para cadacuadrícula. No obstante, cuando se lo consideró adecuado, estos conjun-tos también fueron analizados en forma segmentada.

Se aplicaron los marcos anatómicos de referencia de la densidadósea (DO) y la utilidad económica. Para el análisis de la DO se emplea-ron los datos de Stahl (1999). Realizamos este análisis en función de losdatos de NISP% ya que nuestro registro, que no fue realizado con la basede datos de Stahl en mente, no nos permite contar con valores de MNEpara los 101 sitios de escaneo contemplados por este investigador (nopodemos calcular estos valores para seis sitios, que corresponden a loselementos con mayor número de determinaciones). Para evaluar la re-presentación anatómica en relación con la utilidad económica utiliza-mos dos conjuntos de datos analizados a partir de NISP% y MAU%, afin de comparar los resultados. En primer lugar, la información sobreutilidad económica en términos de abundancia de carne presentados porBorrero (1990) para Lama guanicoe (Lyman 1992). Este análisis se realizóde dos modos: considerando la totalidad de los elementos que compo-nen el esqueleto del guanaco o tomando en cuenta sólo un conjunto me-nor de elementos que pueden definirse como de ‘alto potencial de su-pervivencia’ frente a diferentes procesos tafonómicos (Marean y Cleghorn2003). En segundo lugar, empleamos los datos sobre contenido de mé-dula ósea en camélidos para los huesos largos y primeras falanges pre-sentados por Mengoni Goñalons (1996, 1999).

Información cronológica

Se recopiló la totalidad de las fechas 14C para el CVPA y las regionescosteras vecinas, seleccionando aquellas que se vinculan en forma de-fendible a actividad humana. Se siguió el criterio empleado previamen-te de no incluir las muestras con desvíos estándar mayores a 200 años, yaque al calibrarlas se obtienen rangos temporales demasiado amplios(Barrientos et al. 2005). Las edades restantes fueron calibradas emplean-do el programa OxCal4 (Bronk Ramsey 2007). Se decidió trabajar sola-mente con las edades calibradas, dado que esto es fuertemente recomen-dado para interpretar la relación entre distintos eventos como sucesión o

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penecontemporaneidad, ya sean ambientales, culturales o ambos (Bartleinet al. 1995). Cuando fue necesario efectuamos una corrección por efectoreservorio. Todas las edades calibradas que se presentan en este trabajocorresponden a dos sigmas. Para los análisis cronológicos generales op-tamos por no corregir las fechas en función de la diferenciainterhemisférica, dado que se conoce la existencia de variaciones tempo-rales en la misma, que no han podido ser acotadas para todo el Holoceno.Sin embargo, para correlacionar con las evidencias paleoclimáticas loca-les para los últimos 1000 años se debió tomar en cuenta esta corrección,ya que las mismas fueron calibradas de ese modo (Haberzettl et al. 2005).En aquellos casos en que hay al menos dos muestras de un mismo sitiocuyos rangos temporales no se discriminan a nivel estadístico, se optópor trabajar con edades combinadas. Esto fue realizado mediante la fun-ción R-Combine del programa OxCal4 (Bronk Ramsey 2007, Shennan yEdinborough 2007). De este modo, se evita sobre representar determina-dos segmentos de una secuencia que hayan sido repetidamente datados.Finalmente, el análisis de las distribuciones de los fechados calibrados serealizó a partir de la función ‘suma de probabilidades’ del programaCalPal 2007 (Weninger et al. 2007), que al trabajar con muestras represen-tativas debería proveer una medida adecuada de las variaciones en laintensidad de la señal arqueológica (Gamble et al. 2005, Shennan yEdinborough 2007). Este programa ya ha sido ampliamente utilizado eninvestigaciones arqueológicas (Gamble et al. 2004, 2005, Barrientos et al.2005, Shennan y Edinborough 2007).

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Evolución paleoclimáticay cambios en el paisaje

Hemos presentado un análisis de la variabilidad geológica,geomorfológica y ecológica actual de Patagonia meridional (capítulo 4).Esta visión actualística de la configuración del paisaje tiene un mayorgrado de detalle que los datos fósiles o arqueológicos, no obstante, dichavisión debe ponerse en una perspectiva temporal de largo plazo. En estecapítulo complejizamos ese panorama utilizando la informaciónpaleoclimática y paleoecológica disponible. Esto nos permite evaluar laexistencia de cambios climáticos y ecológicos y caracterizar su intensi-dad y frecuencia. A nivel metodológico, uno de los primeros pasos con-siste en evaluar la profundidad temporal de la estructura actual del pai-saje, lo cual implica discriminar aquellos rasgos fisiográficos que hanpermanecido relativamente invariables en la escala temporal que se ajustaa nuestros problemas, de los que se han modificado. Los aspectos que nohan sufrido modificaciones de importancia en esta escala temporal pue-den ser considerados, operativamente y en función de los problemas deinterés, como elementos constantes del paisaje (sensu Stafford 1995). Aldiscutir la profundidad temporal de los elementos que constituyen unpaisaje se establecen los parámetros adecuados para la aplicación arqueo-lógica de un esquema biogeográfico.

La geología volcánica del CVPA no experimentó modificacionessustanciales en el período potencial de ocupaciones en la región, o cuen-ta larga. Las evidencias cronológicas marcan que todos los rasgos volcá-nicos se formaron con anterioridad a la llegada de los humanos, con la

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probable excepción de algunos ubicados cerca de Laguna Azul, que po-drían ser holocénicos (Corbella 1999). Esto implica que el paisaje volcá-nico estuvo conformado del mismo modo durante todo el rango tempo-ral de las ocupaciones humanas, y que puede ser considerado como unelemento constante del paisaje.

Los diferentes indicadores paleoclimáticos tienen alcances y limita-ciones específicos y su sensibilidad frente a distintos cambios ambienta-les es variable. Por lo tanto, la combinación de múltiples líneas de evi-dencia constituye el modo más adecuado para comprender cambiosclimáticos y su impacto sobre la distribución y densidad de diferentesrecursos como agua, vegetales y animales. Operativamente, losindicadores paleoclimáticos pueden organizarse en dos grupos, en fun-ción del carácter continuo o discontinuo de la información que aportan(Gamble 1986). Los archivos paleoclimáticos de ambientes continentalesson de carácter discontinuo en oposición al registro de columnas de hie-lo o sedimentos de fondos oceánicos. No obstante, dentro de los regis-tros continentales se pueden discriminar evidencias que, con limitacio-nes, pueden tratarse como continuas. Las columnas sedimentarias defondos de lagos endorreicos constituyen el mejor ejemplo. Dentro de losregistros de carácter más discontinuo, contamos con tres fuentes de da-tos para el CVPA y las regiones vecinas: columnas sedimentarias proce-dentes de turberas, de reparos rocosos y registros pedogenéticos asocia-dos a diversas geoformas. El objetivo final es integrar la totalidad deestas evidencias, proponiendo un esquema general de la evoluciónpaleoclimática (Figura 10).

Registros ‘continuos’: núcleos sedimentarios de fondos de lago

Recientemente se han presentado importantes estudiosmultidisciplinarios sobre núcleos de lagos de Patagonia meridional (Gilliet al. 2005a). Un equipo alemán de investigación ha realizado perforacio-nes y estudios sobre columnas sedimentarias procedentes de dos lagosubicados en rasgos volcánicos del CVPA: las lagunas Azul y Potrok Aike(Zolitschka et al. 2004, 2006a). La combinación de estos trabajos nos ofre-ce un registro local de las fluctuaciones climáticas ocurridas desde elPleistoceno final hasta la actualidad. Laguna Azul es un lago de 560 mde diámetro y 56 m de profundidad, contenido en un cráter volcánicocompuesto (Mayr et al. 2005, 2007a, Figura 11) que se ubica en el sectormeridional del CVPA, a 22 km del estrecho de Magallanes y 120 km al

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Referencias: 1. L. Potrok Aike, 2. L. Azul, 3. Cabo Vírgenes, 4. Las Buitreras, 5. Río Rubens.

Figura 10. Principales localidades con información paleoclimática.

Figura 11. Laguna Azul.

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este de la actual línea de bosques (Figura 10). El origen de la forma vol-cánica que contiene al lago es relativamente reciente, lo cual se evidenciaen la superficie irregular y poco erosionada que posee su fondo(Zolitschka et al. 2006a) y en la poco potente cobertura sedimentaria, desólo 6.5 m (Mayr et al. 2005). Se cuenta con información paleoclimáticaproducto del análisis de testigos sedimentarios cortos que cubren losúltimos 1.100 años calendáricos (Mayr et al. 2005). La Laguna Azul estácercana a la localidad Orejas de Burro, donde hemos realizado muestreospedogenéticos y arqueológicos. Esta información paleoclimática indicala existencia de una fuente predecible de agua durante el Holoceno tar-dío y ofrece un referente climático para la interpretación de las secuen-cias estratigráficas locales.

Laguna Potrok Aike es un lago de 3700 m de diámetro y 100 m deprofundidad (Zolitschka et al. 2004, 2006a, 2006b) ubicado en el sectorcentral del CVPA, a 67 km de la costa del estrecho de Magallanes y 60 kmal este del límite actual del bosque andino (Figura 10), en un ambientede estepa Magallánica xérica. Las evidencias geológicas indican que lalaguna se ubica en un maar de origen freato magmático, formado haceunos 770.000 años sobre un sustrato de depósitos fluvioglaciales. La in-formación paleoclimática de esta laguna es la más completa de la región,ya que cubre de un modo relativamente continuo y con alta resoluciónlos últimos 16.000 años calendáricos. Una de las columnas obtenidas al-canza, con un hiato estratigráfico de por medio, una cronología de 44.500años AP (Haberzettl et al. 2007a). Se estima que el registro sedimentariototal, que será muestreado próximamente, puede cubrir los últimos240.000 años (Zolitschka et al. 2006a). Por estos motivos, Potrok Aike cons-tituye la secuencia climática de referencia para el CVPA. Gómez Oteroha desarrollado trabajos arqueológicos en esta localidad, que ofrecen im-portantes evidencias para el sector central del CVPA (Gómez Otero 1988,1993).

Registros discontinuos: turberas, cuevas y suelos

Los registros discontinuos aportan información importante paraevaluar el significado local de cambios climáticos registrados en escalaregional. Los testigos procedentes de turberas se caracterizan por la exis-tencia de condiciones adecuadas para la preservación de evidencias or-gánicas. Por ejemplo, la abundancia de partículas de carbón en una se-cuencia cuya génesis es natural se vincula a la intensidad de grandes

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incendios (Huber et al. 2004). Los carbones macroscópicos se producenpor incendios locales, mientras que los microscópicos son transportadospor el viento y pueden vincularse a incendios ocurridos en una escalamayor (Huber y Markgraf 2003). En Patagonia, las condiciones más ade-cuadas para la ocurrencia de incendios se dan en el ecotono entre el bos-que y la estepa, por la presencia de materiales combustibles como condi-ciones de sequía intermitente, que permiten su ignición. Una exposiciónprolongada a condiciones de sequía y recurrencia en los fuegos lleva auna disminución en la cobertura arbórea, por lo cual la proporción depolen arbóreo vs. herbáceo es un indicador complementario de la hume-dad efectiva (Huber et al. 2004). Finalmente, el polen de taxones dehumedales presente en las turbas es informativo sobre las condicioneshidrológicas de estos microambientes. Los depósitos de turbas no se de-sarrollan por igual en todos los diferentes ecosistemas patagónicos, yaque son abundantes en ambientes de bosque y ecotono y disminuyennotablemente en la estepa (Boelcke et al. 1985). En el CVPA, situado enambientes extra andinos de estepa, las únicas posibilidades para el desa-rrollo de turberas se vinculan a condiciones topográficas o edáficas loca-les, que son excepcionales (Mancini 2007).

Las cuevas configuran un contexto adecuado para la acumulaciónde sedimentos que provean información paleoclimática. En compara-ción con las turberas, las columnas sedimentarias de cuevas son muydiscontinuas, aunque pueden ofrecer datos valiosos si son evaluadas enun marco estratigráfico detallado (Prieto et al. 1998). Por último, los sue-los constituyen un indicador paleoclimático de carácter discontinuo degran importancia, ya que también ofrecen información para el estudiode la formación del registro arqueológico. En el capítulo 14 discutimos elregistro pedogenético del Holoceno tardío en localidades de Santa Cruzy Tierra del Fuego.

Historia paleoclimática del CVPA

Para la presentación de los datos seguimos el esquema de cambiosgenerales propuesto para Laguna Potrok Aike, que presenta una serie deventajas: abarca todo el Holoceno, es relativamente continuo y se ubicaen el CVPA (Haberzettl et al. 2005, Haberzettl 2006). Seguimos el esque-ma cronológico propuesto por estos investigadores, que puede comple-mentarse con un conjunto de importantes revisiones regionales que tam-bién cubren estos temas (Zárate 2002, Mancini 2003, 2007, Schäbitz 2003).

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En función de nuestros objetivos, las evidencias asociadas al Holocenotardío son presentadas en mayor detalle.

El Tardiglacial temprano (16.000/ 12.800 cal AP) se caracteriza por unnivel del lago elevado que se mantiene en forma relativamente constan-te, lo cual se refleja en los niveles de concentración de Carbono Inorgáni-co Total (TIC) más bajos de la secuencia (la concentración de TIC, o calci-ta, es más elevada a medida que disminuye el tamaño de un cuerpo deagua [Haberzettl et al. 2005]). Esto implica una humedad efectiva eleva-da que se asocia a las bajas temperaturas predominantes. Este registrode un nivel elevado del lago es seguido por un abrupto descenso, lo cuales consistente con el registro del lago Cardiel (Gilli et al. 2005b). Luego, elTardiglacial tardío (12.800 / 11.400 cal AP) corresponde a un período cáli-do y seco, asociado a tasas elevadas de evaporación que producen unnivel bajo del lago. Este período es contemporáneo con el rangocronológico del Younger Dryas en el hemisferio norte (12.700 / 11.500años cal AP, Haberzettl et al. 2007b). Como mencionamos, estas sequíasse corresponden con el registro del Cardiel, que marca una desecacióncompleta en 13.000 años cal AP (Gilli et al. 2005b).

Durante el Holoceno temprano (11.400 / 9.200 cal AP), todos losindicadores evaluados en Potrok Aike señalan condiciones marcadamentehúmedas. Esto se vincularía, entre otros factores, a la menor intensidadde los westerlies en este rango latitudinal, que permite el ingreso de ma-sas de aire húmedo procedentes del Atlántico (Mayr et al. 2007b). Hayevidencias palinológicas procedentes de los sitios arqueológicos cuevaFell y Las Buitreras, respectivamente ubicados en los sectores meridio-nal y septentrional del CVPA (Figura 10), que son consistentes con lastendencias registradas en Potrok Aike. Las secuencias estratigráficas deestas cuevas son discontinuas, aunque ofrecen interesantes indicadoresde la vegetación local durante la transición Pleistoceno/Holoceno(Markgraf 1988, Prieto et al. 1998, 1999). En ambos sitios se registran con-juntos polínicos representativos de una estepa graminosa mésica duran-te el Pleistoceno final. En el caso de Las Buitreras, para las muestras de10.000 años AP se identifica la predominancia de gramíneas poaceas,mientras que Asteraceae y Nothofagus se encuentran en proporcionesmínimas (Prieto et al. 1998). En cueva Fell, la parte más temprana de lasecuencia también se caracteriza por la predominancia de Poaceae, mien-tras que Nothofagus y los taxa arbustivos están escasamente representa-dos. Markgraf (1988) plantea que este registro denota precipitaciones ele-vadas, en el orden de los 400 mm anuales. Es interesante remarcar queeste registro de estepas mésicas, que se asocian a condiciones húmedas,

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se observa en registros locales de los extremos meridional (Fell) y sep-tentrional (Las Buitreras) del CVPA. Estas condiciones también se iden-tificaron en registros fuera del CVPA para momentos previos a 11/10.000años AP, como Torres del Paine, Cueva del Milodón y Lago Sofía 1 (Prie-to et al. 1998: 288).

El Holoceno medio temprano (9.200 / 7.300 cal AP) se caracteriza porcondiciones de aridez interrumpidas por breves transgresiones en el ni-vel de Potrok Aike (Haberzettl 2006, Haberzettl et al. 2007b). Se ha pro-puesto que esta aridez se vincula a la localización de los vientos westerliesen esta latitud, que llegan secos a Potrok Aike y no permiten el ingresode las masas de aire húmedo procedentes del Atlántico (Mayr et al. 2007b).Huber y coautores (2004) presentan evidencias de turberas relevantespara este lapso, sugiriendo un carácter marcadamente árido. La secuen-cia del río Rubens, que se ubica en un ambiente sensible a las variacionesen la intensidad local y regional de los incendios, indica fuegos sistemá-ticos y recurrentes entre 11.700 y 5.500 años AP. Esto define un patrón defuegos intensos característico del Holoceno temprano, que sería produ-cido por un aumento en las temperaturas. Evidencias polínicas proce-dentes de diferentes regiones también marcan condiciones de aridezdurante el Holoceno medio (Mancini et al. 2005). Los registros de LasBuitreras y Fell indican un cambio de condiciones mésicas a xéricas apartir del Holoceno temprano, aunque no hay una clara coincidenciacronológica con Potrok Aike (Markgraf 1988, Prieto et al. 1998, 1999). Enambos sitios este cambio está acompañado por un aumento en la abun-dancia de polen de Nothofagus, de carácter extra regional, que puede in-dicar una menor cobertura vegetal local. Markgraf postula que estos cam-bios se asocian al paso de una pradera mésica con precipitación mediaanual de 400 mm a una pradera xérica con precipitación media de 200mm.

Durante el Holoceno medio tardío (7.300 / 6.300 cal AP) se registra unaumento en el nivel del lago asociado a una mayor humedad (Haberzettlet al. 2007b), puntuado por pulsos breves de disminución en el nivel la-custre. En el lago Cardiel se observa un máximo transgresivo en ca. 6780años cal AP (Stine y Stine 1990) y otros registros paleoclimáticos marcancondiciones húmedas que se prolongan hasta períodos más recientes queen Potrok Aike. El registro de carbones de río Rubens presenta una dis-minución en la recurrencia de los fuegos, que son infrecuentes a partirde 5.500 años AP, y un aumento en el polen de Nothofagus, que marca laexistencia local de un bosque cerrado. Huber y coautores (2004) propo-nen que el Holoceno medio se asociaría a condiciones de mayor hume-

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dad efectiva relativas a las del Holoceno temprano (que en la secuenciade Potrok Aike serían las del Holoceno medio temprano). Esto se expre-sa en una notable disminución en la abundancia de partículas de carbónen las secuencias de turba, un aumento en el polen de taxa arbóreos y uncambio hacia sistemas de turbas indicativas de alta humedad.

Diferentes evidencias sugieren que este cambio hacia mayor hume-dad en el Holoceno medio se vincula a condiciones globales de circula-ción atmosférica, en particular a la disposición espacial del anticiclóndel sureste del océano Pacífico y a la magnitud del hielo Antártico, queafectan conjuntamente la localización de los westerlies, que son los vien-tos cargados de humedad que condicionan la abundancia de precipita-ciones en el flanco occidental de los sectores meridional y central deSudamérica (Lamy et al. 2001). Su posición latitudinal no ha sido establedurante el Holoceno, condicionando mayor humedad o aridez en dis-tintos ámbitos de Sudamérica. En este sentido, existe un funcionamientoen antifase entre distintos espacios, ya que condiciones de humedad enalgunos se vinculan a condiciones de aridez en otros.

Estudios en núcleos marinos de la plataforma submarina de Chilecentral a 41º S indican aridez a partir de 7.700 años cal AP, expresada conmayor intensidad entre 6.000 y 5.300 AP (Lamy et al. 2001). Gilli ycoautores (2005a) muestran el posicionamiento meridional de loswesterlies durante el Holoceno medio para el lago Cardiel (49º S), lo queproduce condiciones locales de humedad. Datos de susceptibilidad mag-nética y sedimentología indican que a partir de 6.800 años cal AP se in-tensifica la acción de los westerlies (Gilli et al. 2005a, 2005b).Coincidentemente con estas observaciones, a partir de 6.000 años AP sesugiere el inicio de los avances Neoglaciarios en Patagonia, vinculados acondiciones más frías y húmedas (Glasser et al. 2004). En resumen, losregistros de Patagonia meridional que indican condiciones de humedaddurante ciertos lapsos del Holoceno medio son: los sedimentos de PotrokAike, la secuencia de carbones del río Rubens, las evidenciassedimentológicas y sísmicas del lago Cardiel y el inicio de los avancesneoglaciarios. Esta información constituye la cara opuesta con respectoa los registros de Chile central (Lamy et al. 2001), el altiplano chileno(Núñez et al. 2002), el noroeste argentino (Yacobaccio y Morales 2005),Cuyo (Zárate 2002, Gil et al. 2005) y otras regiones de Sudamérica, paralas cuales se infieren condiciones áridas durante el Holoceno medio.

En el registro de Potrok Aike, el Holoceno tardío se caracteriza poruna sucesión de períodos particularmente húmedos que corresponden alas siguientes fechas calendáricas AP: 4.800, 3900-3700, ca. 3000, 2500,

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1980, 950-750 y 530-20 (Haberzettl 2006). Los últimos dos casos corres-ponden respectivamente a los períodos denominados como AnomalíaClimática Medieval y Pequeña Edad de Hielo, y representan los momen-tos de cambio más intenso del Holoceno tardío (ver contexto históricoen Lamb 1995).

Anomalía Climática Medieval y Pequeña Edad de Hielo

La Anomalía Climática Medieval (ACM) fue originalmente identi-ficada a partir del análisis de registros históricos medievales de Europa,que señalaron la existencia de veranos cálidos entre 1080 y 1200 añosAD, por lo cual el período fue denominado Período Cálido Medieval(Lamb 1995). Con posterioridad, estudios geológicos determinaron va-riaciones climáticas referibles a este momento en América del Norte ydel Sur (Stine y Stine 1990, Stine 1994, 1998). Durante el lapso señaladopara Europa, en Patagonia se registraron condiciones húmedas y frías,por lo cual Stine (1994) propuso reemplazar la denominación tradicio-nal por la de ACM. Como señalan Stine y otros investigadores posterior-mente (Haberzettl et al. 2005), en Patagonia el período se caracterizó pormarcadas anomalías en las precipitaciones, que fluctuaron en forma drás-tica y recurrente. Stine (1994, 1998) señala para estos momentos la exis-tencia de sequías épicas que producen un importante descenso en el ni-vel de los lagos Cardiel y Argentino. El impacto de estas sequías sobrelas poblaciones humanas de Patagonia meridional ha sido evaluado desdeuna perspectiva arqueológica (Goñi 1988, 2000, Borrero y Franco 2000,Franco et al. 2004) y es discutido más adelante.

La pequeña Edad de Hielo (PEH) también fue originalmente regis-trada en Europa, aunque tiene una expresión clara en América del Nortey en el hemisferio sur (Villalba 1994, Luckmann y Villalba 2001, Villalbaet al. 2003, Haberzettl et al. 2005). Este período abarca unos cuatro siglosy se caracteriza por la existencia de condiciones frías y húmedas. Ambosperíodos -ACM y PEH- son caracterizados en mayor profundidad y eva-luados en función de nuestras evidencias pedogenéticas y arqueológi-cas.

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Localidad Orejas de Burro (OB) -Estancia Monte Aymond

Nuestras actividades en esta localidad se organizan en función detres líneas de trabajo: inicialmente presentamos estudios pedogenéticosdirigidos a evaluar las condiciones de dinámica y estabilidad del paisajeen diferentes contextos geomorfológicos, lo cual contribuye al estudioarqueológico del registro a cielo abierto. Luego presentamos en formaconjunta datos geoarqueológicos y arqueológicos producto del muestreoen diferentes situaciones: a cielo abierto o bajo distinto tipo de reparos,en superficie o estratigrafía. Los datos arqueológicos incluyen informa-ción zooarqueológica vinculada a elementos de procedencia marina enel interior del continente y resultados isotópicos sobre restos óseos hu-manos. Finalmente, caracterizamos el marco regional de evidencias en elcual se insertan estos datos, cuyo análisis es retomado en la discusióngeneral.

Geoarqueología del paisaje: registro pedogenético

Realizamos muestreos de suelos en contextos topográficos ygeomorfológicos variables a fines de contemplar las situaciones más cons-picuas del paisaje local (Figura 12), incluyendo contextos glacifluvialesasociados a conos volcánicos y contextos fluviales. La transectageoarqueológica Monte Aymond se emplaza en cercanías del casco de laEstancia homónima y está constituida por cuatro perfiles. Esta transecta

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intercepta tres situaciones geomorfológicas principales, que son bastan-te representativas del CVPA: el interior de un cono volcánico, que pre-senta una sedimentación eólica importante (perfil 4), la ladera externadel mismo cono con una dinámica coluvial (perfil 3) y espacios llanos endepósitos glacifluviales modelados por procesos coluviales (perfiles 1 y2), con gran amplitud espacial en Pali Aike (Meglioli 1992). La descrip-ción detallada de estos perfiles se desarrolla en otro trabajo (Barberena2008, Figura 13).

Figura 12. Muestreos pedogenéticos en la localidad OB - Monte Aymond.

Referencias: 1) Transecta geoarqueológica Monte Aymond, 2) Curso Fluvial.

Los perfiles 1 y 2 corresponden a depósitos glacifluviales que apo-yan sobre unidades cuya génesis es volcánica. En el perfil 3 se registróun aporte coluvial más importante que se expresa en la abundancia degravas. El perfil 4 se ubica en un contexto geomorfológico diferente, quecorresponde a médanos fijados por vegetación arbustiva y por escasasgramíneas, localizados en el sector sureste de la amplia superficie inte-rior del cono volcánico. Una parte de estos sedimentos está en deflación,produciendo la exposición de perfiles de gran potencia caracterizados

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por estructura masiva. A nivel pedogenético hay similitudes entre losperfiles 1, 2 y 3 y diferencias con respecto al 4. En los tres primeros seregistró un suelo en superficie con un desarrollo importante y abundan-te materia orgánica (molisol de perfil A/AB/C). Los perfiles 1 y 2 pre-sentan un desarrollo levemente mayor que el perfil 3, lo cual se debería asu ubicación en un contexto topográfico más estable. En el perfil 4 sediscriminaron dos unidades de suelo: la primera se vincula a la cobertu-ra vegetal actual que fija los médanos y tiene un desarrollo mínimo, co-rrespondiendo a un entisol. A una profundidad de 50 cm se observó unsuelo sepultado que evidencia desarrollo leve, aunque algo mayor queel entisol de la superficie. Este suelo enterrado tiene un perfil A/C, conmenor desarrollo que el suelo superficial en los perfiles 1, 2 y 3. El sueloenterrado se sigue lateralmente sólo por 30 m, ya que ésa es la extensiónde los médanos que constituyen su material parental.

Figura 13. Corte estratigráfico de transecta Monte Aymond.

El otro emplazamiento de muestreo pedogenético corresponde aun contexto fluvial y se ubica también en Ea. Monte Aymond, al norte delos casos presentados (Figura 13). Este caso fue seleccionado a fin de con-tar con una situación geomorfológica contrastante con respecto a latransecta. Este cauce fluvial actualmente inactivo se ubica al norte delaguna Azul y forma parte de la red de drenaje conectada con el río Chi-co. Está profundamente excavado y en sectores se exponen perfiles de 2m de potencia. En el cauce se observó una terraza pequeña sobre la quese desarrolla el perfil de suelo estudiado. Se realizaron muestreos en dos

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perfiles denominados 5 y 6, que se ubican en lados opuestos del cauce.El depósito sobre el que se desarrollan estos perfiles se vincula a proce-sos fluviales y coluviales de sedimentación. En ambos casos se observóun perfil de suelo desarrollado desde la superficie actual hasta una pro-fundidad aproximada de 50 cm. La secuencia de horizontes en el perfiles A/AB/C; la abundancia de materia orgánica en los horizontes A y ABes importante, otorgándoles un color oscuro. En el perfil 6 se realizó unmuestreo intensivo de los sedimentos con intervalo de 5 cm para reali-zar fechados de OCR de la materia orgánica (Figura 14).

Figura 14. Perfil 6 y fechados OCR.

Geomorfología y registro pedogenético

Los muestreos realizados en Monte Aymond interceptan los siguien-tes contextos geomorfológicos: 1) planicie de drift, 2) depósitos coluvialesen el talud de un cono volcánico, 3) depósitos eólicos en el interior dedicho cono y 4) cauce fluvial. Estas diferencias geomorfológicas producenvariación a nivel pedogenético (Birkeland 1999), sin embargo, los datosindican la existencia de un registro de suelos relativamente homogéneo.

En los depósitos que conforman la planicie entre los conos volcáni-cos (1) predominaron procesos glaciales y glacifluviales, luego seguidospor acción coluvial. El registro sedimentario holocénico en estos espa-cios tiene baja potencia estratigráfica que no suele superar los 60 o 70 cm.Los estudios glaciológicos disponibles (Meglioli 1992) conjuntamente connuestras observaciones de campo, sugieren que estas propiedades pue-

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den extenderse a una gran parte de los espacios ubicados entre conosvolcánicos. El registro pedogenético asociado presenta una única uni-dad de suelo que en todos los casos se observa en superficie formando elsuelo actual; corresponde a un molisol de perfil A/AB/C con abundantemateria orgánica. Este contexto geomorfológico - pedogenético tieneimplicaciones directas para ciertas propiedades del registro arqueológi-co y tafonómico de los espacios a cielo abierto.

El contexto de talud del cono volcánico (2) también es representati-vo de un gran número de situaciones en el CVPA. En el cono predomi-nan procesos coluviales de sedimentación; la importante pendiente con-diciona una baja estabilidad de los depósitos en comparación con lossectores ubicados en la planicie de drift adyacente, observándose secuen-cias estratigráficas poco potentes que no superan los 50 o 60 cm. En se-mejanza a los perfiles de la planicie de drift, a nivel pedogenético tam-bién se observó un suelo desarrollado desde la superficie. La sucesiónde horizontes es comparable a la observada en el drift, aunque con me-nor desarrollo vertical y con una proporción de materia orgánica apa-rentemente menor.

El perfil procedente del interior del cono volcánico (3) se desarrollasobre depósitos eólicos; la presencia de clastos basálticos tamaño gravaprocedentes del propio cono indica un aporte coluvial subordinado. Lasedimentación eólica ha generado depósitos con un importante desarro-llo vertical, aunque muy acotados lateralmente. En una escala más am-plia, la mayor parte de los conos volcánicos prospectados en ésta y otraslocalidades no presenta este tipo de depósitos en su interior. El cono Orejasde Burro es una excepción en esta localidad y también se han observadootros casos en localidades más cercanas a la costa atlántica. El registropedogenético relevado en este contexto es diferente con respecto a losespacios externos, ya que se registró un suelo enterrado con escaso desa-rrollo. El significado regional de esta unidad sepultada no es claro debi-do a su restricción espacial. Desde un punto de vista geomorfológico, esinteresante señalar que las condiciones de sedimentación elevadasimperantes en este micro ambiente específico posibilitaron la segrega-ción estratigráfica del evento pedogenético. Al comparar el caso fluvial(4) con los perfiles de la planicie de drift vemos que el material parentalde los suelos es diferente, aunque el registro pedogenético es semejante.En ambos casos se verificó la presencia de una única unidad de sueloque se desarrolla desde la superficie actual del terreno. Hay informaciónpublicada sobre suelos en el valle del río Chico que muestra un panora-ma diferente (Nami y Frink 1999), discutido más adelante.

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En conclusión, el interior del cono volcánico es la única situación enla cual predominan condiciones de agradación sedimentaria importan-te, por procesos eólicos ayudados por el carácter de trampa sedimentariade este espacio. Esto es conducente al sepultamiento de un suelo y con-diciona nuestra capacidad de discriminar diferentes unidadespedoestratigráficas. En oposición, en los espacios ubicados fuera de losconos predominan condiciones de estabilidad que producen el escasodesarrollo estratigráfico de estas secuencias. Por lo tanto, no se dan con-diciones geomorfológicas adecuadas para la discriminación estratigráficade diferentes unidades de suelo. Cabe señalar que estas situaciones dancuenta de una gran parte del paisaje de la región. Estos patrones sirvencomo criterio para la búsqueda de materiales arqueológicos a cielo abiertoen superficie y estratigrafía, y también proveen información sobre pro-piedades del registro, entre las que se destaca la baja resolución tempo-ral producida por bajas tasas de agradación. Esta situación presenta se-mejanzas con el concepto de registro somero propuesto para la regiónpampeana (Zárate et al. 2000-2002).

Cronología

Contamos con información cronológica de OCR para el perfil 6 enel cauce fluvial, que reproduce la secuencia del perfil 5. Las semejanzasexistentes a nivel pedogenético con los perfiles 1 y 2 sugieren que estasedades también pueden proveer una estimación de los procesos de ilu-viación actuantes en ellos. Dado que el suelo fechado se encuentra ex-puesto a los procesos actuales de pedogénesis, las edades obtenidas cons-tituyen tan solo una medida de la Tasa de Residencia Media Aparente dela materia orgánica en el perfil (Stein 1992, Zárate 1997). Las edades OCRmarcan que la materia orgánica presente en el perfil corresponde a losúltimos ca. 200 años calendáricos, lo cual reflejaría el tiempo de perma-nencia de la materia orgánica en la sección estudiada, antes de perdersepor iluviación. Conjuntamente con los datos estratigráficos, estos resul-tados refuerzan la conclusión de que se trata de un paisaje estable carac-terizado por una baja resolución temporal. Esto tendría dos implicacio-nes a nivel del registro arqueológico: la formación de conjuntos artefac-tuales muy promediados temporalmente y malas condiciones para lapreservación de evidencias orgánicas. Los valores de pH obtenidos parael perfil 6, que se ubican en un rango entre 4.9 y 5.4, pueden caracterizar-se como ‘moderadamente ácidos’ y contribuyen en este sentido. Douglas

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Frink (comunicación personal 2005) sugiere que ciertos parámetros físi-co químicos (variaciones granulométricas, manganeso) obtenidos al pro-cesar las muestras para los análisis de OCR marcan discontinuidades enla historia de formación del suelo. De ser así, podrían segmentarse estosperfiles, que son homogéneos a nivel macroscópico. No obstante, pornuestra falta de comprensión clara sobre el significado específico de lasvariaciones en estos indicadores, no profundizamos este tema por elmomento.

Evidencias mortuorias y contactos con el mar: sitio Orejas de Burro 1

El sitio Orejas de Burro 1 (OB1) tiene una gran importancia en lasdiscusiones generales desarrolladas aquí, ya que aporta evidenciasisotópicas y de elementos marinos que permiten vincular ámbitos delinterior con las costas marinas. Por otra parte, el contexto mortuorio allíexcavado contribuye a diferentes temas que son retomados más adelan-te. Por este motivo, describiremos en un cierto detalle la informaciónobtenida para el mismo (L’Heureux y Barberena 2007, Barberena 2008).Este sitio se localiza en el sector sureste del CVPA (Figura 6), emplazadoen una cueva en el interior de un cono volcánico. Fechados de Ar40/Ar39

realizados sobre las rocas que conforman estos conos proveen una edadde 0.36 millones de años AP (Corbella 1999). Su cronología y morfologíapermiten vincular a este cono a la unidad volcánica 2 (sensu D’Orazio etal. 2000), aunque en estrecha asociación con coladas y conos volcánicosde la unidad 3. Las dimensiones generales de la cueva son de 12 x 5 m(Figura 15); la boca de la cueva presenta un rango de visión de 40º, ubi-cado entre 50º y 90º (noreste). La posición topográfica es destacada, dadoque el sitio se ubica en un sector elevado del cono, aunque existen res-tricciones a la visibilidad impuestas por su borde opuesto.Consistentemente con la información geológica regional, los cortes del-gados realizados indican que la roca de caja corresponde a basaltosolivínicos con un relativo a elevado grado de meteorización.

Geoarqueología y estratigrafía en reparos rocosos

Los datos geoarqueológicos y estratigráficos de este sitio ya han sidodesarrollados en detalle (Barberena et al. 2006a, Barberena 2008), por locual solo presentamos un breve resumen dirigido a introducir la discu-

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sión mortuoria y formacional a la que contribuyen. Para la reconstruc-ción de la estratigrafía de la cueva se empleó la información de los perfi-les expuestos durante la excavación de las cuadrículas 1, 2, 3 y 4, en elsector sureste de la cueva, conjuntamente con un perfil expuesto en elcentro de la misma, en un área alterada por excavaciones previas (Figura15). Este último sector se correspondería con el emplazamiento de la ex-cavación realizada por aficionados en la década de 1970, en la cual seobtuvieron restos humanos correspondientes a dos individuos (Guerrade Fretes 1977). Consistentemente, al realizar la limpieza del perfil seencontró un fragmento distal de húmero humano.

El entierro humano fue recuperado en una unidad estratigráficadiscreta (unidad XI) de origen antrópico que se vincula a la excavaciónde una fosa para la inhumación (Figura 16). La misma se caracteriza porla abundancia de pequeños restos vegetales que serían producto de ladisgregación de una camada de vegetales teñida con ocre, recuperada

Figura 15. Planta de OB1 y ubicación de los sectores muestreados.Nota: la zona subcircular en el centro del sitio correspondería a la excavación deGuerra de Fretes.

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entre los esqueletos y la roca de caja (L’Heureux y Barberena 2007). Lossedimentos que componen la unidad se caracterizan por una distribu-ción granulométrica bimodal, siendo la muestra con peor seleccióngranulométrica de todas las analizadas para este sitio. El pH medio de launidad es alcalino, lo cual favoreció una buena preservación de los res-tos humanos. Dado que esta unidad se genera a partir de la redepositaciónantrópica de sedimentos preexistentes, sus propiedades sedimentológicasy químicas son importantes para evaluar la procedencia de los sedimen-tos en escala intra sitio. El histograma granulométrico de la muestra delentierro es semejante al de la muestra VII, que es una de las unidadesinterceptadas por la excavación de la fosa (Figura 16). Desde un puntode vista estratigráfico puede postularse que el mayor volumen de sedi-mento empleado para rellenar el entierro procede de dicha unidad, aun-que otras unidades también fueron afectadas por la excavación. Dadoque las mismas tienen granulometría arenosa, esto explica el enriqueci-miento en arenas gruesas que presenta la unidad XI con respecto a sufuente potencial, la unidad VII. En resumen, consideramos que la uni-dad XI es un estrato artificial formado a expensas del materialsedimentario interceptado al realizar la excavación del entierro. La in-formación mineralógica señala una composición similar con respecto adichas unidades (Barberena 2008).

Figura 16. Estratigrafía general de la cueva OB1reconstruida en un perfil ideal.

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Apoyando por sobre el entierro se ubica la unidad X, que contienenumerosos bloques de roca de caja que cubren los esqueletos. En fun-ción de la abundancia de huesos de guanaco y de los numerosos puntosde contacto entre ellos, importantes sectores de la unidad X tienen es-tructura clasto sostén, siendo relativamente escaso el sedimento que cons-tituye la matriz. Durante el avance de la excavación se observó un“entrampamiento” de los huesos entre sí, predominando orientacioneshorizontales y subhorizontales; se observaron también espacios huecoscarentes de sedimento. Estas propiedades sugieren que se trata de undepósito de relleno, en el cual tanto los restos óseos como los sedimentosson depositados en forma simultánea y relativamente caótica. La uni-dad X se encuentra parcialmente delimitada por estructurassedimentarias que se relacionan con la excavación de la fosa del entierro(Figura 16): la estructura B está conformada por agregados arcillosos yláminas de sedimento oscuro que buzan hacia el sur, orientación cohe-rente con la reptación de los sedimentos hacia el sector del entierro. Pordebajo se ubica la estructura C, compuesta por sedimentos arcillosos decolor gris oscuro. Se asocia al límite norte de la excavación del entierro ytambién corresponde a sedimentos redepositados. Esta excavación pro-dujo la formación de la unidad estratigráfica XI y de las estructuras B yC. La unidad X también se vincula a la depositación del entierro, for-mando un relleno compuesto por sedimentos y materiales óseos dispues-to a fines de cubrirlo.

A modo de síntesis estratigráfica señalamos que existe un continuumde menor a mayor impacto antrópico en los sedimentos de este sitio (Fi-gura 16). En un extremo se ubica el segmento inferior del perfil 2, dondeno se registraron evidencias de presencia humana. En el otro extremoestán los depósitos asociados al entierro humano, cuya génesis esantrópica (L’Heureux y Barberena 2007). En un nivel intermedio se en-cuentran los depósitos superiores del perfil 2, donde las evidenciasartefactuales, ecofactuales y sedimentarias de presencia humana son muyabundantes y los sedimentos evidencian cambios físicos producto de esto,aunque no se puede defender que la depositación de la matriz que con-tiene a estos restos sea globalmente antrópica. El estudio de la génesis deestas unidades estratigráficas contribuye a estimar los patrones de sedi-mentación y la resolución temporal propia de los conjuntos que contie-nen.

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Prácticas mortuorias e implicaciones del estudio estratigráfico

La información contextual y bioarqueológica detallada no es publi-cada aquí (ver L’Heureux y Barberena 2007). El conjunto óseo humanorecuperado en el entierro está conformado por cinco individuos estre-chamente asociados (Figura 17). Dos de ellos son adultos masculinos -uno adulto mayor y el otro adulto joven-, dos son infantiles y uno esneonato. Los dos últimos tendrían pocos meses de vida. Dado lo peque-ño que es el conjunto, la variabilidad etaria observada es importante (Ta-bla 2). Los esqueletos se alinean en un eje sur-este, aunque tienen dife-rentes orientaciones: los individuos 1, 2 y 4 tienen el cráneo orientado aleste y el individuo 3 hacia el oeste. Los dos esqueletos recuperados porGuerra de Fretes (1977) tenían una disposición semejante y su orienta-ción coincide con la del individuo 3, siendo aproximadamente opuestaen relación con los tres individuos restantes. La información estratigráficaindica que es un conjunto primario depositado en un foso excavado a talfin. Luego, los cinco esqueletos fueron cubiertos con los sedimentos re-movidos al cavar la fosa, numerosos huesos de guanaco aparentementeredepositados y rocas procedentes de la roca de caja del sitio. Como pro-ducto de este proceso de inhumación se crearon dos unidadesestratigráficas artificiales que corresponden respectivamente a la matrizdel entierro (XI) y al depósito de relleno que lo cubre (X). Esta situación

Figura 17. Vista en planta del entierro de OB1: excavación en avance.

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se corresponde con los criterios estratigráficos propuestos por Gargett(1989) para discriminar entre entierros intencionales e incidentales.

El análisis estratigráfico y la información contextual permiten de-fender que se trata de un único evento de depositación de los cinco es-queletos y la matriz sedimentaria que los contiene. A nivel estratigráficose localizó y se pudo seguir una clara discordancia erosiva presente enlos límites de la estructura. Dada la estrecha vinculación horizontal en-tre los esqueletos, cabe esperar que la existencia de eventos sucesivos dedepositación hubiera producido un cierto desarreglo anatómico en elconjunto, que no fue verificado. Señalamos que el esqueleto 2 -poco visi-ble en Figura 17- corresponde a un individuo infantil que se encuentraapoyado sobre los brazos del esqueleto 1. Algo semejante puede ocurrircon el esqueleto 5, neonato representado por pocos huesos, que no fueregistrado durante la excavación, sino en el laboratorio durante el análi-sis del individuo 4 (L’Heureux y Barberena 2007). También hay contactoanatómico entre los individuos 3 y 2 y aparente contacto entre los indivi-duos 3 y 1. Eventos sucesivos de depositación muy cercanos en el tiem-po, por ejemplo en el lapso de semanas y en forma previa a una pérdidaimportante del tejido blando, pueden constituir una alternativa a la pro-puesta de entierro simultáneo. No obstante, consideramos que la mismaes poco probable en función de los datos estratigráficos sobre los límitesde la estructura. A su vez, para ciertos fines esta situación también puedeser tratada como de ‘sincronía’. En otras palabras, el conjunto presentauna gran resolución temporal, aunque puede haber ocurrido la migra-ción vertical de materiales no asociados. Señalamos que no se verifica-ron importantes diferencias en el tratamiento mortuorio otorgado a losdistintos individuos.

Un aspecto de interés se vincula al conjunto faunístico recuperadopor sobre el entierro, compuesto por numerosos restos de guanaco y con-tenido en la unidad X (L’Heureux 2007b). El análisis geoarqueológico desu formación contribuye a evaluar la relación existente con el entierrosubyacente. En primer lugar debemos evaluar su tempo de formación, yaque puede tratarse de un conjunto formado atricionalmente o en formasimultánea. En segundo lugar, y en forma derivada, tenemos que consi-derar la posición cronológica de los materiales que componen el conjun-to: ¿Es concordante con la del entierro o posterior? Estos temas tienenimplicaciones para el análisis de las prácticas mortuorias, ya que permi-ten evaluar si la asociación entre el entierro y el conjunto faunístico tieneuna base conductual o es meramente estratigráfica.

Ciertas propiedades estratigráficas son relevantes para tratar el pri-

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mer tema (tempo de formación del conjunto faunístico). La estructura ofábrica de dicho conjunto es clasto sostén, ya que muestra abundantescontactos entre huesos, espacios vacíos y una distribución heterogéneadel sedimento que conforma la matriz. Estas propiedades permiten de-fender una depositación simultánea y caótica del conjunto, lo cual favo-rece la explicación de una depositación sincrónica. Con respecto a la re-lación cronológica entre el conjunto faunístico y el entierro, hay una es-trecha asociación estratigráfica, ya que los huesos de guanaco apoyansobre los bloques que cubren el entierro. Sin embargo, ésta no es unaevidencia concluyente. Se realizó un fechado sobre una tibia de guanacodel conjunto faunístico, obteniéndose una fecha de 3490 ± 75 años 14C AP(LP-1681). Al comparar esta edad con la del esqueleto 1, de 3565 ± 45años AP (Ua- 23097, δ13Ccol. = -18.8‰), vemos que son indistinguibles anivel estadístico. Esto sugiere una situación de penecontemporaneidadentre ambos conjuntos, ratificando las inferencias realizadas a partir delos datos estratigráficos (Barberena et al. 2006a). Resumiendo, entonces,defendemos que el conjunto faunístico se depositó en forma sincrónica ypenecontemporánea con el entierro. Es difícil alcanzar una resolucióntemporal mayor que permita defender que los restos de guanaco forma-ron parte del mismo evento de depositación de los esqueletos, aunque losdatos estratigráficos y cronológicos son consistentes con las expectativasque se desprenden de dicha situación.

Los datos presentados por Guerra de Fretes para OB1 son limitadosy poco precisos, aunque su integración con nuestra información aportaelementos interesantes. La autora informa que realizó una excavación enel sector central de la cueva y recuperó restos humanos correspondien-tes a dos individuos alineados uno al lado del otro (Guerra de Fretes1977, Figura 15). Los mismos habrían sido encontrados por debajo debloques de roca de caja y sedimentos. Nuestro trabajo indica que ambosconjuntos mortuorios no forman parte de la misma inhumación, ya queel pozo realizado por Guerra de Fretes está alejado del entierro excavadopor nosotros (L’Heureux y Barberena 2007). A su vez, en nuestra excava-ción se expusieron los límites de la estructura de entierro recuperada, loque permite defender que la misma no se extendía en forma continuahasta el sector excavado por Guerra de Fretes. Estos datos marcan queOB1 fue utilizado en más de una ocasión para la depositación formal deentierros múltiples.

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Isótopos estables

Se realizaron análisis de δ13C (sobre ambas fracciones del hueso),δ15N y δ18O para cuatro esqueletos humanos de OB1 (Tabla 2). Este con-junto constituye un caso excepcional en el marco de los análisis que he-mos realizado hasta el momento, ya que está compuesto por cinco indi-viduos depositados simultáneamente. En forma independiente del tipode vinculación social y/o biológica existente entre los mismos7, esto su-giere que accedemos a la posibilidad de evaluar la variación dietaria exis-tente en algún nivel intra poblacional definido en sentido amplio. Parael resto de las muestras analizadas -que corresponden a 28 individuos-no puede defenderse una asociación de este tipo. Hay otros casos proce-dentes de la costa y el interior de Santa Cruz septentrional que presentanuna situación en la cual esta variación es más fácilmente observable anivel bioarqueológico, por la existencia de densidades mayores de indi-viduos (Castro y Moreno 2000, Goñi y Barrientos 2004). Otro elementode interés radica en la variación etaria presente en OB1, con un rangoque va de un individuo neonato, lactante, a un adulto mayor. La edad esel principal eje de variación que puede tratarse a partir de los datos deOB1, ya que no se registró variación a nivel de sexo (L’Heureux yBarberena 2007).

El individuo 1 es adulto joven y de sexo masculino; el valor deδ13Ccolágeno (-18.1) se ubica en el sector que definimos como umbralpara la identificación del consumo de recursos marinos. Una interpreta-ción lineal del valor implica un consumo de estos recursos en un nivelaproximado al 20% de la dieta, aunque es justamente en estos valoreslimítrofes donde la incertidumbre es mayor. Dada la existencia de mues-tras de guanaco con valores de δ13C de ca. -19 ‰, no consideramos queeste valor aislado puede ser confiablemente atribuido al consumo de re-cursos marinos. Aquí es donde la información de δ15N es fundamental:el valor de 13.1 es elevado y consistente con un consumo de alimentosdel mar de la magnitud mencionada. Ante la ausencia de un enriqueci-miento en los valores de δ15N en los herbívoros a causa de un efecto dearidez (Ambrose 2000), un valor superior a 13 implicaría el consumo derecursos marinos en una proporción baja. Este caso es interesante a nivel

7 Inicialmente se enviaron a la Dra. E. Hagelberg (Universidad de Oslo) muestrasde los esqueletos 1 a 4 para análisis de ADN, obteniéndose resultados negativos. ElDr. M. Moraga (Universidad de Chile) muestreó nuevamente estos esqueletos yeste análisis está en proceso.

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metodológico, dado que la interpretación conjunta de los valores deδ13Ccolágeno y δ15N nos permite identificar el consumo de recursos ma-rinos en bajas proporciones. Sin embargo, este mecanismo no aplica ne-cesariamente a todos los casos comparables, ya que hay un rango de con-sumo de recursos marinos que es absolutamente invisible a nivel isotópico.Esta afirmación es válida para cualquier tipo de recursos, aunque puedeexpresarse de modo diferente en distintos contextos ecológicos. Por ejem-plo, la posición del umbral a partir del cual ciertas pautas de alimenta-ción son reconocibles fehacientemente varía de acuerdo con la compleji-dad trófica de los ecosistemas, el número de clases de recursos poten-cialmente consumidos y el espaciamiento isotópico existente entre losmismos.

El individuo 2 es un adulto mayor de sexo masculino y representauna variación dentro de la situación recién comentada. El valor deδ13Ccolágeno se ubica levemente empobrecido con respecto al umbralideal que hemos definido, lo cual sugiere que no ha consumido recursosmarinos. Sin embargo, el valor de δ15N es elevado (13.7), aún más que enel individuo 1. El valor de δ13C nos ubica en un terreno de probable con-sumo de recursos del mar en bajas proporciones y el uso conjunto de lainformación de δ15N lo respalda. El individuo 3 es infantil con una edadde 8 ± 2 años y sexo indeterminado. Sus valores son consistentes y mar-can que no hay consumo de recursos marinos: el valor de δ13C se ubicaclaramente empobrecido con respecto al umbral y es típico para las mues-tras terrestres en Patagonia meridional (Barberena 2002), mientras que elvalor de δ15N es bajo y tampoco permite defender el consumo de recur-sos marinos. Esto es interesante dado que marca una diferencia con res-pecto a los individuos 1 y 2, que son adultos. Este posible eje etario devariación paleodietaria no puede ser desarrollado a partir de este caso,aunque sirve como base para proponer una hipótesis contrastable a fu-turo: los recursos marinos son consumidos en forma sistemática a partirde una cierta edad mínima de ca. 8 ± 2 años. El individuo 4 es infantil conuna edad de 6 ± 3 meses, lo cual implica que es lactante y por lo tanto seencuentra un nivel trófico por sobre su madre (Dupras et al. 2001). Estopermite descartar el consumo de recursos marinos como explicación parael valor elevado de δ15N. Otra observación que puede realizarse es que lamadre de este individuo tendría valores de δ15N más bajos que los dosindividuos adultos de OB1 y presentaría valores que no sugieren el con-sumo de recursos marinos.

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OB1 en contexto arqueológico regional

Hay tres niveles de las evidencias recuperadas que son relevantespara una discusión regional. Comenzamos tratando la cronología e in-tensidad de las ocupaciones humanas, que se ubican en los últimos 3600años 14C (4000 años cal, Tabla 3). No hay evidencias que sugieran unapresencia humana anterior a esta cronología. Entre 4000 y ca. 2000 años14C AP se depositó el entierro con el relleno de materiales óseos que locubre y otras evidencias no asociadas al mismo, las cuales no serían muyabundantes (L’Heureux y Charlin 2007). Un análisis preliminar de lasevidencias faunísticas -incluyendo las malacológicas- sugiere que las ta-sas de descarte habrían aumentado durante los últimos 2000 años AP.No obstante, es llamativa la baja densidad de hallazgos líticos en toda lasecuencia, lo cual puede tener interesantes implicaciones funcionales(Charlin 2007e). Estas observaciones preliminares deben ser evaluadasen función del análisis exhaustivo de las evidencias faunísticas y líticas(L’Heureux 2007b, Franco et al. en prep.). En conclusión, las evidenciaspresentadas marcan que OB1 fue redundantemente visitado para dife-rentes fines. Se depositaron restos humanos en estructuras formales, abun-dantes restos óseos de guanaco y moluscos marinos, estos últimos parti-cularmente durante los últimos 2000 años (Tabla 3).

Tabla 3. Fechas 14C para OB1.

Procedencia Edad 14C Código MuestraEdad calibrada

(años AP)

1 Entierro 3565 ± 45 Ua-23097 Homo sapiens 3980 / 3710

2 Unidad II 3490 ± 50 Ua-21901 Lama guanicoe 3890 / 3630

3 Unidad X 3490 ± 75 LP-1681 Lama guanicoe 3970 / 3570

4 Unidad II 1760 ± 70 LP-1462 carbón 1864 / 1529

5 Unidad II 620 ± 200 AC-1735 Mytilus sp. 978 / 0

6 Unidad II 490 ± 130 AC-1736 Mytilus sp. 691 / 154

Conductas mortuorias

En conjunto con la información de Guerra de Fretes (1977), nues-tros datos marcan que OB1 fue utilizado en forma recurrente para la

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depositación de restos humanos, que alcanzan un número mínimo deocho individuos ubicados en dos estructuras diferentes8. Hay eviden-cias antrópicas no asociadas al entierro y ubicadas en el mismo rangocronológico, lo cual indica que no hubo una segregación del espacio dela cueva para fines mortuorios específicos. Esto es consistente con lo ob-servado en otros sitios en cuevas de Patagonia meridional, como PaliAike, Cerro Sota y Cañadón Leona 5 (Bird 1988). En estos casos, las evi-dencias disponibles muestran que los emplazamientos continuaron sien-do ocupados, en algunos casos en forma intensa, con posterioridad a ladepositación de los restos humanos. Esta situación puede ser contrasta-da con el registro etnográfico de Nueva Guinea, que marca la posteriorevitación de emplazamientos conocidos con restos humanos (capítulo3). Hay un segundo aspecto en el cual OB1 presenta similitudes con otrossitios de la región, particularmente Cerro Sota y Cañadón Leona 5 (Figu-ra 18): la existencia de un número importante de inhumaciones prima-rias depositadas en forma simultánea, lo que implica la muerte cercana osimultánea de los individuos.

Figura 18. Sitios con entierros múltiples: OB1,Cerro Sota y Cañadón Leona 5.

8 Se recuperó un hueso humano aislado en el conjunto faunístico de la unidad X,que no corresponde a los representados en la estructura de entierro (L’Heureux yBarberena 2007).

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157

Sitios Cerro Sota y Cañadón Leona 5

El sitio Cerro Sota se ubica en la Ea. Brazo Norte, Chile, en una cue-va situada a corta distancia de la margen sur del río Chico (Figura 18).Está conformado por siete esqueletos depositados en forma conjunta enuna pequeña estructura excavada en el fondo de la cueva, de 1.2 m dediámetro por 0.6 m de profundidad (Bird 1988: 210-271). Los esqueletosfueron ubicados en forma apretada dado el pequeño tamaño de la es-tructura, luego fueron cubiertos con abundantes gramíneas y fragmen-tos de roca de caja y finalmente fueron cremados. El cráneo del esqueletoVI estaba en contacto con abundantes pelos de piel de guanaco teñidoscon colorante rojo (Bird 1988: 211, 217). También se registraron trazas depintura en los cuerpos, lo que pueden indicar que estuvieron cubiertoscon cueros teñidos. Otro aspecto que indica una importante semejanzacontextual con OB1 es que los cuerpos también habrían sido cubiertoscon sedimentos producto de la excavación de la fosa (Bird 1988: 211).

Hyslop realizó tres dataciones directas para dos individuos de esteentierro, que produjeron las siguientes edades: 3645 ± 65 (AA-7788) y3755 ± 65 (AA-7789) años 14C AP para dos fragmentos de mandíbula deun mismo individuo (realizadas en la Universidad de Arizona’). Tam-bién se realizó un tercer análisis que dio una edad de 3380 ± 70 años AP(OxA-2850) para un segundo individuo no identificado del mismo en-tierro (realizada en Oxford). Hedges y coautores (1992: 354-355) realiza-ron este último fechado y publicaron toda la información cronológica.Para análisis siguientes empleamos esta muestra, que es la única publi-cada con cierto detalle. Las edades obtenidas para los dos individuosfechados son muy semejantes, aunque no se superponen por una dife-rencia de 70 años calendáricos. Esto puede deberse a una diferencia interlaboratorio o a un mínimo error inherente al método, dado que la infor-mación contextual de asociación es defendible. Al ser calibrada con dossigmas, la muestra analizada en Oxford se ubica en un rango de 3829 a3465 años AP, marcando una edad que no puede distinguirse a nivelestadístico de la de OB1. Neves y coautores (1999a) analizaron uno deestos esqueletos a nivel morfológico, concluyendo que tiene afinidades“mongoloides” que lo diferencian de un individuo con cronología mástemprana del sitio Pali Aike, con características “pre-mongoloides”.

El entierro II del sitio Cañadón Leona 5 (CL5) se ubica en un cañadónque desemboca en la laguna Blanca, al oeste del CVPA. El entierro estáformado por siete esqueletos de adultos y un perinato (Bird 1988: 62-65).Fue depositado en un pequeño pozo de 0.5 m de profundidad y 1.5 por

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0.9 m de amplitud, excavado en sedimento arenoso que conforma la basede la secuencia. La excavación de la fosa no habría producido un corteen el estrato superior, que podría ser posterior. El conjunto fue cubiertocon abundante ocre rojo; en todos los casos las extremidades inferioresse encontraban flexionadas y las superiores extendidas, uniéndose a laaltura de la pelvis. Bird (1988: 62) plantea que esta posición sugiere quelas muñecas y tobillos podrían haber estado atadas. En la pelvis del es-queleto 1 se encontraron restos del cráneo y costillas de un individuomuy pequeño, lo que sugiere la posibilidad de que fuera un nonato (Bird1988: 65). No se cuenta con información cronológica directa para esteconjunto.

A partir de posteriores excavaciones se realizaron fechados 14C paracarbones antrópicos procedentes del estrato superior, que produjeron lassiguientes edades: 2130 ± 80, 1740 ± 70, 2270 ± 50 y 2280 ± 60 años 14C AP(Prieto I. et al. 1998). Estas edades podrían aportar una posicióncronológica relativa para el entierro II, aunque esto no es claro: “El sectorexcavado abarcó la primera capa estratigráfica definida por Bird, llegando a unaprofundidad muy cercana al techo del estrato inferior (sector de división en elque se encontraron los dos entierros exhumados” (Prieto I. et al. 1998: 103). Laedad de 2280 ± 60 es la que tiene una mayor proximidad vertical con elentierro II. Dado que el estrato 2 se ubica por sobre el entierro sinindicadores de que el mismo haya sido cortado al excavar la fosa, cree-mos que estas edades pueden constituir edades mínimas para el entie-rro, aunque esto debe ser evaluado.

Causas de muerte y elementos para una discusión demográfica

Los conjuntos de OB1, Cerro Sota y CL5 son interesantes en térmi-nos del número de individuos enterrados en forma simultánea en cadauno de ellos: cinco, siete y ocho respectivamente (en CL5 una de lasmujeres representadas podría haber estado encinta). Ante la ausencia deevidencias de transporte de los restos, surge como una posibilidad fuer-te que los individuos representados en cada sitio hayan fallecido en unmismo momento y probablemente bajo las mismas circunstancias. Estasituación llamó la atención de Bird, quien se pregunta en relación con lacremación de Cerro Sota: “Uno no puede dejar de preguntarse sobre la muertede siete individuos de edades tan dispares: tres mujeres, dos de las cuales eran deavanzada edad, … tres niños y un infante. Pareciera improbable que todos pu-diesen haber muerto de alguna enfermedad tan próximamente como para ser

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quemados en grupo. Existen dos alternativas, que todos ellos fueron deliberada-mente muertos por alguien o que enfrentaron una muerte accidental” (Bird(1993 [1988]: 243). Las preguntas que realiza Bird son importantes. A priori,en sociedades cazadoras recolectoras de baja demografía no cabría espe-rar la depositación simultánea de números de individuos como los re-gistrados en estos casos. Siguiendo a Bird, la primera pregunta que rea-lizamos es: ¿Cuáles fueron las posibles causas implicadas en la muertede estos individuos? Las alternativas mencionadas por este autor tam-bién son adecuadas: muerte violenta, accidental o alguna enfermedadque actúe en forma abrupta, pudiendo producirse numerosas muertesen un lapso muy acotado (esta última posibilidad es cuestionada porBird, aunque no debe ser descartada). Aunque la información disponi-ble es limitada, da una idea general de la composición demográfica deestos tres conjuntos.

OB1 y Cerro Sota se caracterizan por una importante variabilidadetaria, destacándose la presencia de individuos muy jóvenes que inclu-yen neonatos. La información de CL5 es limitada y puede enmascararuna mayor variabilidad, aunque también allí se registraron individuosadultos y un neonato. En todos los casos, dentro de los individuos adul-tos hay algunos que tendrían edad avanzada. Esta importante variaciónse ejemplifica claramente en OB1, para el cual tenemos un mayor con-trol, donde los cinco individuos recuperados corresponden a rangosetarios diferentes (L’Heureux y Barberena 2007). Esto indica que las cau-sas de muerte implicadas afectaron a las poblaciones de las cuales proceden estosindividuos en forma independiente de la edad. En sentido estricto, esta afir-mación aplica sólo a los eventos que analizamos aquí, sin embargo, pue-de tener un alcance mayor. Dado el pequeño tamaño de la muestrabioarqueológica de la región para este lapso del Holoceno tardío (3.000/4.000 años AP), que se circunscribe a dos de los casos que discutimos,creemos altamente probable que este registro refleja procesos de un al-cance más amplio.

Las evidencias discutidas no pueden ser empleadas para respaldaro refutar alguna de las causas de muerte mencionadas previamente, dadoque todas pueden generar un patrón etario como el observado. Para so-ciedades de cazadores recolectores, aún en el caso de enfrentamientosviolentos que suelen tomar la forma de incursiones sorpresivas (Gat 1999),es esperable que ocurran muertes de individuos de edades diferentes,respondiendo a un conjunto de circunstancias (Hill et al. 2007). No secuenta con estudios dirigidos al tratamiento de este tema en Patagoniameridional, aunque sí hay escasas evidencias de violencia en esta región

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(Constantinescu 2003, Barrientos y Gordón 2004). Por el momento, nopodemos especificar las causas de muerte implicadas en estos casos. ParaCerro Sota y CL5 no se cuenta con análisis bioarqueológicos detallados,que sí fueron realizados para OB1 (L’Heureux y Barberena 2007), aun-que no se observaron evidencias sobre las causas de muerte. Sin embar-go, el carácter múltiple de estos tres sitios, que conforman un total de 20individuos, es en sí mismo un dato de interés para plantear hipótesissobre ciertos aspectos del funcionamiento demográfico de estas socieda-des. También es de interés que dos de estos tres sitios, ubicados a 38 kmde distancia entre sí, no pueden ser diferenciados a nivel temporal. Nocontamos con fechados directos para CL5, aunque los datos disponiblesno permiten descartar una posición temporal semejante, que podría serprevia a 2300 años 14C AP. La obtención de muestras humanas adecua-das para fechar este sitio es un objetivo futuro9.

Estudios demográficos recientes coinciden en señalar que las po-blaciones de cazadores-recolectores tienen un elevado potencial de cre-cimiento intrínseco, con tasas que varían entre 0.7 y 3% anual (Hill yKaplan 1999, Pennington 2001, ver también Beaton 1990, Shennan 2002).En este sentido, el panorama de relativa estabilidad demográfica quesugiere el registro arqueológico global de los últimos 100.000 años surgecomo un tema que debe ser explicado. Pennington sugiere que “Para al-canzar las tasas de crecimiento cercanas a cero experimentadas por nuestra espe-cie durante los últimos 100.000 años o más, las tablas de vida [etnográficas]indican que la supervivencia debería haber sido mucho más difícil que lo obser-vado entre los cazadores recolectores modernos… Si las tasas demográficas evi-dentes en estos datos caracterizan a los cazadores recolectores del pasado y delpresente, la idea de que nuestra especie creció lentamente durante milenios no essostenible. Parece más plausible que períodos de rápido crecimiento ydeclive son característicos de la historia de nuestra especie” (Pennington2001: 197-198). Estos conceptos demográficos trascienden el alcance denuestro trabajo; no obstante, nuestro objetivo consiste en utilizarlos comomarco de referencia para la formulación de hipótesis demográficas decarácter cualitativo, que pueden ser discutidas a partir de la integraciónde evidencias sobre cronología e intensidad de uso humano del espacio(White et al. 1990, Borrero 2001a).

9 La colección Bird de Cañadón Leona 5 está almacenada en el American Museumof Natural History de Nueva York. Muñoz y Belardi (1998) han analizado parte delconjunto faunístico.

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Vinculación con ambientes marinos

Contamos con dos tipos de indicadores de contacto de las poblacio-nes humanas con las costas del mar: la presencia de ítems de proceden-cia marina, como los moluscos, y los valores de isótopos estables en res-tos humanos. Para OB1 se dispone de información faunística detalladarelevada por G.L. L’Heureux, que marca la presencia de centenas demoluscos marinos correspondientes a diferentes géneros (Tabla 4). Serecuperó un total de 2625 especimenes de moluscos marinos, con unnúmero mínimo de valvas de 1024, establecido a partir de la suma decharnelas o valvas enteras, y un número mínimo de individuos de 513(L’Heureux 2007b). Guerra de Fretes (1977) también indica la presenciade abundantes moluscos en este sitio, por lo cual los números de la Tabla4 son valores mínimos de la abundancia de elementos marinos en OB1.Además de estos moluscos se recuperaron 20 especimenes óseos de pe-ces, dos restos de balánidos y dos especimenes de aves marinas -cormorány albatros (G. Lorena L’Heureux, comunicación personal 2007)-. En elcaso de los moluscos, es interesante señalar la marcada predominanciade Mytilus sp., que da cuenta de un 98.66% del total de moluscos recupe-rados. Por el contrario, las frecuencias de Patinigera sp. y Aulacomya aterson bajas (L’Heureux 2007b). Se cuenta con fechados para dos muestrasde Mytilus que dan edades de 620 ± 200 (AC-1735) y 490 ± 130 años 14CAP (AC-1736). Estas edades tienen desvíos estándar sumamente ampliospara su cronología, lo cual limita seriamente la resolución de la informa-ción que aportan. Tomando en cuenta que podrían tener un efectoreservorio de unos 400 años (Stuiver y Braziunas 1993, Cordero et al.2003), puede defenderse que los mismos fueron recolectados en algúnmomento de los últimos 500 años.

Dado que OB1 se ubica a 17 km de la costa marina más cercana, estees un caso excepcional dentro de las evidencias conocidas hasta el mo-mento sobre distribución de elementos marinos en el interior del conti-nente (Borrero y Barberena 2006). Este registro también es llamativo enel marco de las limitadas evidencias etnoarqueológicas disponibles so-bre transporte de moluscos sin procesar. En el caso de los Meriam delestrecho de Torres, Australia, para los cuales se cuenta con detallada in-formación, las especies transportadas completas alcanzan distanciasmáximas de unos 5 km (Bird y Bliege Bird 1997). Sin embargo, estos soncasos muy particulares, dado que la mayor parte de las especies demoluscos son transportadas completas por distancias menores (Bird yBliege Bird 1997, Thomas 2002). A nivel arqueológico se han registrado

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distancias de transporte de cantidades importantes de moluscos com-pletos de hasta 4 km para Sudáfrica (Henshilwood et al. 1994) y de unmáximo de 12 km para el este de Australia (McNiven 1992).

En OB1, el elevado número de especímenes recuperados y la au-sencia de modificaciones antrópicas sugieren que los moluscos fuerontransportados con fines principalmente alimenticios. Consideramos queesto marca una diferencia con respecto a lo registrado en otros casos delinterior, en los cuales aparecen elementos de procedencia marina en muybajas densidades, y en algunos casos también con evidencias de modifi-cación antrópica (por ejemplo, Cueva de las Manos, Cueva Grande delArroyo Feo, Los Toldos 2 y 3, Punta Bonita 2 y La Martita 4, entre otros,Borrero y Barberena 2006). Todos estos sitios, conjuntamente con mu-chos otros, se ubican a distancias mayores a 50 km de la costa marinamás cercana. Presentamos una discusión basada en la inferencia previasobre el fin alimenticio del transporte de estos moluscos.

Independientemente del número de eventos de transporte implica-dos en la formación del conjunto malacológico y de la cantidad demoluscos transportados en cada evento potencial, planteamos que cadauno de dichos eventos se articuló en una sola instancia de movimiento. Estoimplica que las distancias que separan a OB1 de la costa se encontrabandentro de la dimensión posible -y tal vez usual- para un radio depredación, que Binford (1980) define como los círculos en torno a cada

Tabla 4. Abundancia de especies marinas en OB1(información completa en L’Heureux 2007b).

Nota: (*) se incluyen los géneros Mytilus, Choromytilus y Semimytilus. Los especímenes deAulacomya ater no se incluyen aquí, sino que se discriminan a nivel de especie.

Taxones Total

moluscos 2625

peces 20

balánidos 2

aves 3

Total de elementos marinos 2650

MNE de elementos marinos 1049

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base residencial en los cuales se desarrollan las actividades diarias luegode las cuales se retorna a dicho campamento base. La distancia de 17 kmse acerca a la amplitud máxima del transporte hacia el interior de recur-sos marinos para consumo en una sola instancia de movimiento. Consi-deramos que esto refleja la alternativa más plausible para explicar el trans-porte de estos restos desde las costas marinas al sitio OB1.

Una explicación alternativa considerada para la cueva La Riera, enel interior de la región Cantábrica de España, se basa en el potencial deconservación de varios días que tienen ciertos géneros de moluscos, per-mitiendo diferentes formas de transporte y almacenamiento (Ortea1986). Esta alternativa abre la posibilidad de eventos sucesivos de trans-porte que permitan recorrer la distancia que separa la costa marina delsitio OB1. Estudios experimentales conducidos con mitílidos deSudáfrica -Choromytilus meridionalis- indican que pueden permanecervivos sólo durante cinco o seis horas si son expuestos al sol, aunque po-drían sobrevivir hasta dos o tres días si son mantenidos en estado fresco(Henshilwood et al. 1994). En Patagonia meridional, el géneroChoromytilus duplica en tamaño medio al género Mytilus (Forcelli 2000:148), que es el más representado en OB1, lo cual puede producir un tiem-po menos prolongado de preservación de la carne de este último en con-diciones consumibles. En balance, y aunque no contamos con estudiosexperimentales comparables para Patagonia meridional, consideramosque por su menor potencial de preservación esta alternativa es poco pro-bable para Mytilus.

De acuerdo con los argumentos presentados, una situación plausi-ble es que los moluscos sean obtenidos en el marco de movimientoslogísticos desde el interior hacia la costa. Esto implica que, al menos endeterminados momentos, los 17 km que separan OB1 de la costa habríanestado contenidos dentro de un área integrada en forma logística. Eneste contexto, el transporte de los moluscos con las valvas verificado enOB1 facilita su conservación en estado fresco durante un tiempo mayor(Henshilwood et al. 1994, Bird y Bliege Bird 1997). Estas distancias seencuentran cerca del límite máximo medido a nivel etnográfico paramovimientos logísticos diarios (Hitchcock y Bartram 1998). Hay dos ele-mentos que deben señalarse respecto de este tema: en primer lugar, quela recolección de los moluscos pudo realizarse en el marco de otras acti-vidades (o embedded, sensu Binford 1979). En segundo lugar, que la formade movimiento logística postulada para esta franja de espacio peri coste-ro no es excluyente de otras formas de movilidad.

Los datos isotópicos sobre restos humanos constituyen la segunda

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línea de evidencias que nos permite conectar los ambientes marinos conOB1. Dos de los esqueletos recuperados presentan una señal isotópicaque indica el consumo regular de recursos marinos. La cronología delentierro marca la existencia de estas conexiones con el mar en torno a3500 años AP. Dado que la cronología de los moluscos es más reciente,contamos con evidencias diacrónicas de interacción entre este sitio y losambientes marinos para distintos momentos de los últimos 3500 años.

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Localidad Cóndor - Estancia 3 de Enero

Las actividades desarrolladas incluyen, como en el caso previo, treslíneas de trabajo: estudios pedogenéticos dirigidos a evaluar las condi-ciones de dinámica y estabilidad del paisaje y vinculados al análisis delregistro de espacios a cielo abierto, datos geoarqueológicos de la cuevaCóndor 1 y datos arqueológicos procedentes de esta misma cueva. Losrasgos volcánicos asociados a las localidades Cóndor-3 de Enero y CerroNorte están alineados en sentido aproximado sureste - noroeste (Figura19). Estos alineamientos son un rasgo usual del CVPA que puede canali-

Figura 19. Ubicación del sitio Cóndor 1 y el maar 3 de Enero.

Nota: 1 marca el perfil de suelo muestreado.

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zar las pautas de circulación humana, y las evidencias que presentamoscontribuyen a evaluar este tema.

Geoarqueología del paisaje: registro pedogenético

Los datos pedogenéticos que presentamos proceden del maar 3 deEnero, ubicado en una posición intermedia entre las localidades Cóndory Cerro Norte (Figura 19). Este maar fue estudiado a nivel geológico ycronológico, por lo cual contamos con información de base de gran utili-dad. Estas investigaciones indican un origen freato magmático para esterasgo, asociado a la interacción entre magma y agua, ya sea en estadolíquido o sólido (Haller et al. 2005). Sobre la base de fechados disponi-bles para rasgos volcánicos cercanos al maar se sugiere una edad máxi-ma de 1 millón de años, aunque podría ser más tardío y ubicarse en losúltimos 300.000 años (Haller et al. 2005), lo cual lo asociaría a la unidadvolcánica 2 (D’Orazio et al. 2000).

Analizamos en forma intensiva un perfil de suelo seleccionado enfunción de su importante desarrollo vertical. El mismo se ubica en elinterior del maar 3 de Enero, en una posición topográfica intermediaentre el sector más profundo y la superficie externa. El perfil es de textu-ra limo arenosa homogénea y contiene escasos clastos tamaño grava dis-persos que implican un aporte coluvial subordinado. Se registró un per-

Figura 20. Perfil Estancia 3 de Enero y fechados OCR.

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fil de suelo de tipo A/AB/C (Figura 20). El horizonte A se desarrolladesde la superficie actual del terreno y tiene 15 cm de potencia. Los sedi-mentos que lo componen son de color marrón oscuro, friables, con bajocontenido de materia orgánica y estructura migajosa. Por debajo se veri-fica una transición gradual a sedimentos de color marrón muy oscuro(horizonte AB) con abundante materia orgánica y estructura migajosa.Ambos horizontes se caracterizan por abundancia de raíces pequeñasvinculadas a la vegetación actual. Se pasa en forma gradual al horizonteC, de color marrón oscuro.

La cronología indica que la materia orgánica contenida en los pri-meros 50 cm del perfil de suelo se extiende entre la actualidad y unos 400años AP. Esto es consistente con el desarrollo del suelo desde la superfi-cie actual y se asocia a la introducción de materia orgánica moderna alperfil. Las edades más antiguas registradas probablemente se asocian altiempo de residencia media de la materia orgánica (Zárate 1997). Algu-nos indicadores físicos y químicos ofrecidos por los análisis de OCR -granulometría, manganeso- indican discontinuidades en la formacióndel suelo que no fueron observadas a nivel macroscópico. Su significadono es claro y este análisis debe ser profundizado. Esta misma secuenciafue analizada a nivel polínico por M. Graham y M.V. Mancini (Universi-dad Nacional de Mar del Plata), quienes discriminan dos sectores de lasecuencia con propiedades polínicas que difieren, entre otros aspectos,en la concentración total de polen. Los primeros 30 cm desde la superfi-cie alcanzan los valores más elevados, que disminuyen notablementehacia la base del perfil (Graham 2007).

Cóndor 1: intensidad de uso humano en el sector meridional de Pali Aike

La cueva Cóndor 1 se ubica en el talud externo de un cono volcáni-co denominado Cerro Convento, que forma parte de un alineamientogeológico mayor (Figura 19). Su posición topográfica y la ausencia deobstáculos en el paisaje le confieren un rango de visión de gran ampli-tud (90º), que abarca la cuenca inferior del río Gallegos, la costa atlánticay otros afloramientos volcánicos ubicados a distancias variables (Frailes,OB, El Volcán, Cerro Norte). La cueva tiene una orientación cardinal de300º (Figura 21). Se excavaron tres cuadrículas de 1 x 1 m, dos de ellas enel sector más profundo de la cueva (4E y 4F) y una cercana a la línea degoteo, aunque también ubicada bajo el reparo (12H, Figura 22). Las ca-pas artificiales de extracción son de 10 cm.

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Geoarqueología y estratigrafía en reparos rocosos

Desde un punto de vista geoarqueológico y estratigráfico, lascuadrículas 4E/4F ubicadas en el fondo de la cueva y la cuadrícula 12H,que se localiza en la boca, representan situaciones completamente dife-rentes. La correlación de estas dos secuencias estratigráficas es un objeti-vo en sí mismo a fin de vincular los materiales arqueológicos que contie-nen. Estas diferencias tienen claras implicaciones a nivel de la formaciónde los conjuntos arqueológicos.

Figura 21. Cerro Convento y boca de la cueva Cóndor 1.

Figura 22. Planta del sitio Cóndor 1.

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Sector interno de la cueva: cuadrículas 4E y 4F

Estos datos ya fueron tratados por que los desarrollamos brevemente(Barberena et al. 2007b, Barberena 2008, Figura 23). Describimos las uni-dades desde la base de la secuencia hacia la superficie, seleccionando losdatos más relevantes para las discusiones que presentamos aquí. La uni-dad VIII apoya sobre la roca de caja y conforma la base de la secuencia.Sedimentos finos como limos y arcillas constituyen el 95% de la muestra,señalando el máximo registrado para el sitio. Estas propiedades sugie-ren un carácter eólico distal para la unidad, cuyo mecanismo principalde transporte habría sido la suspensión. Se recuperaron restos mal pre-servados de megafauna. La unidad VII también presenta unagranulometría muy fina. En balance, hay importantes semejanzas entrelas unidades VIII y VII: predomina un modo sedimentario eólico distal ytambién hay semejanzas a nivel químico, ya que ambas unidades sonExtremadamente ácidas y presentan bajas proporciones de materia or-gánica (ver más adelante).

Figura 23. Estratigrafía de Cóndor 1, cuadrícula 4E (perfil Este).

La unidad V es una arena limosa y presenta un cambio abrupto enpH, que es Moderadamente alcalino (Tabla 5). El límite es neto y presen-ta un buzamiento hacia abajo en el centro del perfil. La morfología ensección de este límite, semejante a un canal somero, y el carácter neto delcontacto sugieren que puede corresponder a una discordancia erosiva. Apartir de la unidad IV hasta la superficie actual de la cueva se registró unnotable aumento en la densidad de evidencias arqueológicas, que sugie-

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170

ren una gran redundancia e intensidad en las ocupaciones humanas co-rrespondiendo con las primeras cinco capas artificiales de extracción. Elcarácter fuertemente antrópico de las unidades IV, III y II inhibe la re-construcción de la dinámica sedimentaria responsable de su depositación.No obstante, en todas las muestras hay abundancia de arenas (entre 60 y35%), lo que sugiere su disponibilidad en escala local.

La unidad I, de color gris claro, fue determinada al microscopiocomo formada por depósitos piroclásticos de caída. El componente delimos y arcillas es muy importante, lo cual es concordante con las obser-vaciones mineralógicas que muestran que se trata de una chonita o pol-vo volcánico, que puede definirse como un depósito piroclástico distaltransportado largas distancias por suspensión. A nivel mineralógico latefra está compuesta por piroxenos, plagioclasas, epidoto y hornblenda,entre otros. La posición estratigráfica de la tefra, por sobre un fechado de965 ± 40 años 14C AP, sugiere que se asocia a un evento volcánico recien-te. El volcanismo del CVPA es básico y no suele producir grandes volú-menes de sedimentos piroclásticos; de haberlos, los mismos se restrin-gen a las cercanías del foco y en granulometría de tamaño grande(D’Orazio et al. 2000). Por lo tanto, este polvo volcánico debe provenir dealgunos de los volcanes cordilleranos de la zona volcánica Austral, ubi-cados al menos a 300 km de Cóndor 1 (Stern 2007). Señalamos que estaunidad presenta una granulometría semejante a los depósitos de cenizasdel volcán Hudson a unos 400/500 km de su fuente (Scasso y Limarino1997: 116).

Se registró un túnel de roedor contenido en la unidad estratigráficaVII (estructura VII.A, Figura 24). En la cuadrícula 4F se observó que eltúnel ascendía, afectando la parte superior de la estratigrafía y en parti-cular las unidades estratigráficas II y III, dando lugar a la formación dela estructura A. Hay importantes diferencias entre la unidad VII y el se-dimento redepositado que constituye el relleno del túnel en esta cuadrí-cula. La unidad VII es limo arcillosa y presenta una gran humedad. Ambaspropiedades producen una importante agregación de los sedimentos yuna marcada compactación. El túnel está relleno por sedimento muy fria-ble, lo cual generó una reconocible pérdida de la humedad que caracte-riza a la unidad estratigráfica VII. Señalamos que el túnel no se encon-traba relleno en forma completa lo cual sugiere, en conjunto con la esca-sa compactación del sedimento, que puede ser reciente. Estas diferen-cias permitieron recuperar en forma separada los materiales contenidosen los túneles y su análisis faunístico se realizó en forma discriminada.

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171

Evidencias geoquímicas y estratigrafía

Exploramos el significado estratigráfico de los datos de pH y mate-ria orgánica. En el pH se observa un aumento de la acidez desde la su-perficie de la excavación hacia la base (Tabla 5, Figura 25). Esta tenden-cia es lineal, aunque no gradual. Para mostrar esto, al valor de cada uni-dad estratigráfica le restamos el correspondiente a la unidad inferior, loque permite ver en forma clara que hay dos transiciones marcadas: entrelas unidades I y II y entre las unidades V y VI/VII. La primera puedeexplicarse a partir de la composición mineralógica distinta de las unida-des I y II. La unidad I está compuesta por sedimentos piroclásticos ypresenta el valor más alcalino. Las unidades II, III, IV y V presentan va-lores semejantes, entre 8.87 y 8.18, que por sus condiciones de alcalinidadfavorecen una muy buena preservación de los conjuntos óseos. A partirdel límite inferior de la unidad V -en contacto con las unidades VI y VII-hasta la base de la secuencia se verifican condiciones también homogé-neas, aunque en un campo de gran acidez. Los valores obtenidos fluc-túan entre 5.09 y 4.13 y determinan un mal estado de preservación de losrestos óseos, que corresponden mayormente a megafauna.

En el marco de esta tendencia a valores más ácidos hacia la base, launidad V marca una pequeña inflexión, ya que sus valores son másalcalinos que los de la unidad suprayacente. Este pequeño cambio sevincularía a la abundancia de carbonatos en dicha unidad. Conjunta-

Figura 24. Vista en planta del túnel de roedor.

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172

mente con una incipiente estratificación laminar observada, la abundan-cia de carbonatos puede sugerir un aporte por circulación intermitentede agua en condiciones de baja energía. Sin embargo, dada la gran abun-dancia de arenas registrada (68%), este mecanismo no es suficiente paraexplicar la formación del estrato. Consideramos que esto sugiere la pre-sencia de un aporte eólico local predominante.

La proporción de materia orgánica también presenta variacionesinteresantes, con una trayectoria que a diferencia del pH no muestra ten-dencias lineales (Tabla 5, Figura 25). Se restó al valor de cada unidad elcorrespondiente a la unidad infrayacente. El primer cambio abrupto se

Tabla 5. Datos sobre proporción de materia orgánica y pH de Cóndor 1.

Unidad estrati-gráfica

Capas

% materia orgánica pH

ValorDiferencia con valor inferior

ValorDiferencia con valor inferior

Caracterización

I 1 0 30 10,51 1,64 Extremadamente alcalino

II 2 30 12,43 8,87 0,22 Alcalino

III 2/4 17,57 2,28 8,65 0,47 Alcalino

IV 4/5 15,29 12,85 8,18 - 0,23 Moderadamente alcalino

V 6 2,44 - 0,7 8,41 3,32 Moderadamente alcalino

VI 7 3,14 - 2,29 5,09 0,96 Moderadamente ácido

VII 7/9 5,43 1,96 4,13 -0,28 Extremadamente ácido

VIII 9/13 3,47 - 4,41 - Extremadamente ácido

verificó entre las unidades I y II, ya que la primera no tiene materia orgá-nica mientras que la segunda presenta el valor más elevado de la se-cuencia (30%), algo consistente con lo observado en el pH. Entre las uni-dades II y III también se observó una gran diferencia, que equivale a12.43%, aunque en ambos casos los valores son elevados e implican unaporte importante de restos orgánicos en la sedimentación. Una terceratransición se observa entre las unidades IV y V: la primera evidencia

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173

valores elevados, semejantes a los de las unidades II y III, mientras quela segunda registra el menor aporte de la secuencia (2.44%) exceptuandoa la tefra, aún por debajo de unidades que no contienen evidenciasantrópicas (VI, VII y VIII). De aquí en adelante los valores son más ho-mogéneos y en todos los casos son bajos.

Hay una correlación positiva entre los porcentajes de materia orgá-nica y la densidad de restos óseos. Las unidades estratigráficas II, III yIV, que dan cuenta del 97% del material óseo recuperado en la cuadrícu-la 4E, presentan valores que fluctúan entre 15 y 30%. Queremos destacarque este último valor es particularmente elevado. A partir de la unidadIV hasta la base de la secuencia descienden los valores de materia orgá-nica y la densidad de huesos. No se observa una correlación importanteentre pH y proporción de materia orgánica (r de Pearson = 0.3, Figura25), sugiriendo que el descarte antrópico de restos orgánicos no contri-buye en forma importante a explicar la acidez de los sedimentos.

Integrando los datos de pH y proporción de materia orgánica pue-den realizarse las siguientes agrupaciones estratigráficas geoquímicas:unidad I, se diferencia por su valor alcalino de pH y la ausencia de mate-ria orgánica; unidades II, III y IV, tienen valores alcalinos de pH y abun-

Figura 25. Proporción de materia orgánicay pH de Cóndor 1, cuadrícula 4E.

dancia importante de materia orgánica; unidad V, se diferencia de lasunidades superiores por la virtual ausencia de materia orgánica y de lasinferiores por las notables diferencias en pH; unidades VI, VII y VIII, seagrupan en virtud de que comparten valores bajos de materia orgánica ycondiciones de pH marcadamente ácido. Estas tendencias son retomadas

0

5

10

15

20

25

30

35

1 2 3 4 5 6 7 8

pH

m. organica

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174

al evaluar la existencia de discontinuidades en la estratigrafía. Por elmomento señalamos que la unidad V funciona como un punto de in-flexión en la historia sedimentaria del sitio.

Sector externo de la cueva: cuadrícula 12H

Esta cuadrícula se ubica en la boca de la cueva, a 10 m de distanciade las cuadrículas 4E y 4F. Una vez realizada la excavación de estas últi-mas, se eligió muestrear 12H por su situación completamente diferente,que podía tener implicaciones a nivel formacional y conductual. Su ubi-cación en la boca de la cueva le otorga condiciones distintas de sedimen-tación, historia postdepositacional y exposición a condiciones subaéreas,y también puede haber condicionado un uso humano distinto en com-paración al sector profundo. La secuencia estratigráfica en el sector fron-tal de la cueva es diferente con respecto a la presentada para el sectorinterior (Lámina 5). No se realizaron análisis granulométricos para estacuadrícula, por lo que la caracterización textural es cualitativa.

La unidad V está en contacto con el basalto de la roca de base a unaprofundidad de 175 cm. Es limo arcillosa, de color marrón oliva claro,masiva y contiene rodados endógenos y exógenos dispersos. Hay abun-dante manganeso en los sedimentos y cubriendo los huesos. La unidadIV es limo arcillosa, de color marrón fuerte y masiva. Se recuperaronhuesos de megafauna mal preservados. El límite superior es neto y buzahacia la boca de la cueva (Lámina 5). La unidad III es limo arenosa, decolor marrón oscuro. Contiene a la estructura III.a, constituida por tresláminas delgadas compactas y de diferente color, con algunos huesos. Ellímite inferior de la estructura se vincula a un cambio gradual en la in-tensidad del color y consideramos que corresponde a sedimentosrubefaccionados. La unidad II es limo arenosa, marrón muy oscura ymasiva. Hay abundantes materiales arqueológicos y estructurasantrópicas, entre las que se encuentra la estructura II.a, una lente de car-bones con morfología de cubeta levemente esbozada que incluye restosóseos y artefactos. Se tomó una muestra de estos carbones para fecharpor 14C, produciendo una edad de 1550 ± 60 años AP (GX – 32280, δ13C =-24.0‰).

Al procesar en tamices la columna de sedimentos se separaron losclastos exógenos con una lupa binocular de bajos aumentos y se midie-ron sus tamaños máximos. A partir de esto podemos evaluar variacionesen la abundancia relativa a nivel vertical (ver Barberena 2008). Todos

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175

estos clastos están redondeados y bien redondeados y son variables anivel litológico. Los tamaños máximos sirven para estimar la competen-cia de los agentes de transporte. Se registró un aumento importante enlos tamaños máximos a partir de la capa 8 (unidad III) y hasta la base dela secuencia. Los tamaños mayores se ubican en las capas 11 (unidad IV)y 14 (unidad V). Los depósitos de drift que rodean al cerro Conventoserían la fuente de los rodados, que no están disponibles en otros contex-tos. Estos depósitos se ubican a menor altura relativa con respecto a laboca de la cueva y no cabe esperar que los rodados sean transportadoshacia arriba por el talud de la cueva, de unas decenas de metros y conuna pendiente cercana a 15º. Consideramos que tampoco podrían haberingresado a la cueva por transporte eólico. En este contexto, los agentesbiogénicos aparecen como la alternativa más plausible. En las unidadespleistocénicas no se registraron evidencias antrópicas, lo que lleva a con-siderar otros agentes biogénicos. Hay numerosos registros sobre trans-porte de sedimentos por diferentes animales, entre los que están losgastrolitos, depositados como parte de excrementos o en los estómagosde animales transportados o muertos in situ. Nuestros datos sugierenque los mayores tamaños de rodados se dan en las unidades delPleistoceno y en asociación física a huesos de Mylodontidae. Sobre estabase, postulamos como hipótesis que el ingreso de los rodados a las uni-dades IV y V se debe a su acción. Los datos sobre frecuencia relativa ytamaños máximos abonan esta hipótesis. Este agente sedimentario debeconsiderarse para otros casos, como cueva Las Buitreras en el río Galle-gos.

Síntesis y correlación estratigráfica

Las secuencias estratigráficas representadas en los sectores internoy externo de la cueva son diferentes en numerosas propiedades, aunquehay procesos en común. Proponemos ciertas correlaciones estratigráficasy desarrollamos las evidencias que las sustentan (Lámina 6). Conjunta-mente con los fechados, estos agrupamientos estratigráficos contribu-yen a vincular a nivel cronológico los conjuntos recuperados en las dosáreas de excavación.

La primera instancia de correlación se vincula al Pleistoceno final, yen particular a una discordancia erosiva registrada en la parte superiorde estas unidades. La presencia de huesos de megafauna en la base deambas secuencias indica una cronología pleistocénica, confirmada por

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176

un fechado 14C realizado sobre huesecillos dérmicos de Mylodontidaede la base de 12H (28.690 ± 200 años AP, δ13C = -19.4‰, GX-32585-AMS).Estas unidades inferiores comparten una granulometría fina, marcadapor el predominio de limos y arcillas. En ambos sectores se distinguie-ron dos unidades pleistocénicas (IV/V y VII/VIII), aunque las mismasno pueden vincularse entre sí. Creemos que las diferencias verticalesobservadas en cada cuadrícula se deben a procesos postdepositacionalesque responden a factores microtopográficos actuantes dentro del espa-cio de la cueva. La circulación intermitente de agua, que se vería reteni-da durante mayor tiempo en estos depósitos impermeables, puede ser elfactor principal. En 12H, al pasar de la unidad IV a la V se observa unaumento gradual en la abundancia de manganeso y óxidos reducidos enconjunto con una disminución de óxidos ferrosos. Esto se vincula a lasdiferencias en el color de la matriz: el color de la unidad IV (marrónfuerte) indica que han prevalecido condiciones oxidantes, mientras queel de la unidad V (marrón claro oliva) muestra condiciones gley, propiasde ambientes reductores. El pH de ambas unidades pleistocénicas es ‘ex-tremadamente ácido’, condicionando la mala preservación de los restosóseos.

El límite superior de las unidades pleistocénicas es de carácter netoen ambos casos. En el sector profundo de la cueva presenta una morfolo-gía de canal somero en sección, mientras que en la boca de la cueva buzahacia el exterior. Esta morfología y el carácter abrupto del límite sugie-ren que se trata de una discordancia erosiva que afectó la parte superiorde los sedimentos pleistocénicos. Esta discordancia aporta otro elemen-to sobre el cual basamos nuestra correlación estratigráfica. No contamoscon evidencias sobre el lapso implicado en los sedimentos faltantes enambas secuencias, aunque puede estimarse su amplitud con los fecha-dos disponibles. En 4E tenemos una fecha de 3100 ± 70 años AP (LP 1670)ubicada a unos 20 cm por sobre la discordancia. Para 12H tenemos unafecha de 3440 ± 70 años AP (GX 32281) a 10 cm por sobre la misma. Dadoque los sedimentos erosionados corresponden al Pleistoceno, se puedesugerir que el tiempo faltante en estas secuencias es amplio y da cuentade todo el Holoceno temprano.

La base de las unidades del Holoceno tardío se ubica en ambascuadrículas en ca. 4000 años 14C AP. Sus propiedades están fuertementecondicionadas por las pautas antrópicas de descarte, que varían entreestos sectores. En conjunto con las diferencias en exposición al ambienteexterior de la cueva, se observaron diferencias en el color y otras propie-dades de los sedimentos. No obstante, los fechados disponibles para el

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techo y la base de estas unidades permiten correlacionarlas sobre unabase firme. De modo tentativo sugerimos como hipótesis que hay unacorrelación entre las unidades II y II/III de las cuadrículas 12H y 4E res-pectivamente (asociadas a fechados de 1550 ± 60 y 1360 ± 35 años AP).Las mismas pueden representar los momentos caracterizados por lasmayores tasas de descarte antrópico.

Columna de sedimentos e intensidad de descarte

Este estudio se desarrolló exclusivamente para la cuadrícula 12H.Presentamos tan sólo un resumen de las tendencias registradas y lasinferencias realizadas sobre esta base (ver Barberena 2008). En la Tabla 6se presenta la información cronológica para 12H, que brinda un marcopara interpretar la intensidad del descarte. La abundancia de materialeslíticos y óseos se midió por peso y frecuencia y la de carbones sólo porpeso (Figura 26). Entre capas 2 y 4 se dan las mayores abundancias demateriales culturales. En el caso de los carbones, no necesariamente cul-turales, el pico se da en capa 3, mientras que para los materiales líticos yóseos se da en capa 4. En función del peso, los primeros tres muestreos(capas 2 a 4) dan cuenta de una gran proporción de los materiales de lasecuencia: 45% de los huesos, 77% de los artefactos y 55% de los carbo-nes. Estas capas se ubican en los últimos 2 o 3000 años 14C. Un segundopico en la abundancia de carbón se verifica en capa 7 y se asocia a unaedad de 3440 ± 70 años 14C AP. En capa 8 la densidad de materiales esmuy baja y en capa 9 es nula. A partir de esta última inclusive y hasta labase de la secuencia (capa 16) se observa una transición, ya que no seregistran artefactos líticos ni carbones. Los huesos recuperados en elmuestreo y en la cuadrícula corresponden a megafauna y no presentanevidencias antrópicas. Esto señala un carácter natural para las capas 9 a16 (unidades IV y V). En resumen, estos datos marcan una tasa elevadade descarte antrópico entre las capas 2 y 4 que luego disminuye, a excep-ción del pico mencionado para la abundancia de carbón en capa 7. Apartir de capa 9 las distintas líneas de evidencia sugieren un origen na-tural para los depósitos.

Se observa una correlación positiva aunque no significativa para larelación entre abundancia de huesos y artefactos (r = 0.68, p. 0.92). No seobserva una correlación entre la abundancia de carbones y artefactos (r= 0.11, p. 0.81) y en la abundancia de carbones y huesos (r = 0.29, p. 0.52).

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Estudios zooarqueológicos

Realizamos el análisis zooarqueológico de dos de las tres cuadrículasexcavadas en Cóndor 1. El conjunto total analizado se distribuye de lasiguiente forma: 12.154 especímenes de la cuadrícula 4E y 2.324 de lacuadrícula 12H, de los cuales 1.469 proceden de la excavación general y855 de la columna de muestreo. El total global para el sitio es de 14.478especímenes óseos10. Los materiales de las dos cuadrículas se analizanen forma separada.

Tabla 6. Cronología 14C de la cuadrícula 12H de Cóndor 1.

Capa Unidad estratigráfica Profundidad Tipo de

muestra Código Edad 14C

3 II 24-27 cm carbones GX-32280 1550 ± 60

7 II 60-70 cm carbones GX-32281 3440 ± 70

12 V 110-120 cm Mylodontidae GX-32585 28.690 ± 200

Figura 26. Abundancia de restos por peso en la columna de muestreo,cuadrícula 12H.

10 Se recuperó un conjunto de huesos de roedor en la cuadrícula 4E que seráestudiado por el Dr. U. Pardiñas (CONICET-CENPAT).

0

0,5

1

1,5

2

2,5

3

2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16

%

capas

Carbón

Lítico

Óseo

Page 173: Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional

179

Sector interno de la cueva: cuadrícula 4E

Las primeras cinco capas artificiales de extracción aportan el 97%del material óseo (N = 11.674). En la Figura 27 graficamos la abundanciade huesos por frecuencia y peso, variables entre las que se verifica unaelevada correlación positiva (r = 0.98). El conjunto se caracteriza por unabaja diversidad taxonómica: 22% (N = 2.682) fue identificado como Lamaguanicoe; una gran parte de los especímenes asignados al ordenArtiodactyla e indeterminados corresponderían también a guanaco, locual remarca esta baja diversidad. Los demás taxones representados in-cluyen choique (Pterocnemia pennata), carnívoro, mamífero pequeño y avepaseriforme, que agrupados alcanzan 1% del conjunto. Si asumimos quelos restos identificados como Artiodactyla se engloban con los de guanaco,este subconjunto alcanza 84% (N = 10.238), y si se agrupan también losespecímenes ‘indeterminados’ alcanza casi 99% (N = 12.017). Se encuen-tran representados todos los segmentos del esqueleto incluyendo partesdel cráneo, esqueleto axial y apendicular. Los mayores valores de MAU%corresponden a tibia proximal seguidos por falange primera, carpianos,húmero proximal y radioulna proximal. Aunque predomina el esque-leto apendicular, el segmento axial se encuentra bien representado.

En la Figura 28 resumimos los resultados sobre modificaciones óseasen las dos cuadrículas analizadas (huellas antrópicas, acción de fuego,roedores, manganeso). Los especímenes con huellas antrópicas alcanzan

Figura 27. Abundancia de restos óseos en la cuadrícula 4E de Cóndor 1.

Nota: ‘t’ identifica los sedimentos procedentes de túnel de roedor interceptados en cada capa.

0

10

20

30

40

50

60

70

1 2 3 4 5 6 6 t 7 7 t 8 8 t 9 10 11 12

%

capas

N peso

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180

14.5% (N = 1.750). Las capas artificiales del Holoceno con menor abun-dancia de huellas tienen valores cercanos al 10%: la capa 1 tiene 9.7% y la4 tiene 8.9%. En otros casos el porcentaje de huesos con modificacionesculturales supera el 20%. A partir de capa 8 y hasta la base no se registra-ron evidencias antrópicas, así como tampoco artefactos. Esto se vinculaa las unidades estratigráficas VII y VIII, de cronología pleistocénica. Losdatos sobre meteorización marcan una exposición muy limitada a con-diciones subaéreas. Esta variable pudo ser medida sólo en 4.3% de losespecímenes (N = 526), debido en gran parte a su pequeño tamaño. Den-tro de este subconjunto el 99.6% se ubicó en estadio 0, mientras que sólodos huesos fueron asignados al estadio 1. Esto es consistente con la ubi-cación de la cuadrícula en el sector profundo de la cueva y poco o nadaexpuesta a irradiación solar. Hay 1.385 especímenes (11.4%) afectadospor fuego, principalmente entre las capas 1 y 6. Éstos también fueronregistrados en los túneles de roedor de las capas 6, 7 y 8, lo que puedesugerir su procedencia de las capas superiores. Si consideramos que encapa 6 sólo hay seis huesos quemados, podemos circunscribir el sectormás afectado por fuego a las capas 1 a 5 (98.1% de los especímenes que-mados). Puede defenderse que una parte importante de estas evidenciasfue producida por acción humana, ya que se registraron abundantesindicadores de actividades de combustión, como carbones, cenizas y se-dimentos rubefaccionados. Por otra parte, por su ubicación en el sectorprofundo de la cueva que no tiene vegetación, la ocurrencia de fuegosnaturales no es probable. En las capas 9 a 16 (unidades VI, VII y VIII), enlas que no hay evidencias antrópicas, tampoco se registraron huesos afec-tados por fuego.

Los óxidos de manganeso afectaron a 572 huesos (4.7%) aumentan-do hacia la base de la secuencia (Figura 28), algo consistente con su ori-gen post depositacional por circulación de agua. Las evidencias de man-ganeso deben analizarse en relación con los huesos que denominamos‘ennegrecidos’ (N = 2.258, 18.6%), que pueden incluir huesos carboniza-dos o totalmente teñidos por manganeso. Si agrupamos las abundanciasde huesos con manganeso y ‘ennegrecidos’ se observa una tendencia alaumento en las capas inferiores, algo que cabe esperar bajo condicionesde circulación de agua. Los porcentajes más elevados se observan en lascapas 5, 6 y 7 (unidades estratigráficas V y VI), que apoyan por sobreunidades VII y VIII, limo arcillosas y poco permeables. Sugerimos comohipótesis a evaluar que la mayor parte de los huesos ‘ennegrecidos’ esproducto de una intensa depositación de óxidos de manganeso que cu-bren la totalidad de la superficie ósea.

Page 175: Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional

181

Hay 433 (3.5%) huesos con marcas de roedor, con picos en las capas2, 3 y 6. Los porcentajes son bajos, aunque alertan sobre la posibilidad demigración vertical de materiales. Los subconjuntos incluidos en los tú-neles de roedor de capas 6 y 7 también presentan marcas. Otras variablestafonómicas fueron registradas en frecuencias muy bajas: precipitaciónde carbonatos (1.7%), disolución química (0.4%) y marcas de carnívoro(0.3%). Este último indicador es interesante a nivel cualitativo, ya quemarca la presencia de un agente que tiene el potencial de transportarespecímenes hacia o desde el conjunto. Sin embargo, la baja frecuenciade las marcas no sugiere un rol importante para los carnívoros en suformación. Finalmente, dieciocho especímenes (0.1%) mostraron condi-ciones de estabilidad producidas por la expresión diferencial de ciertosindicadores tafonómicos en distintas superficies de un hueso. Esta bajaabundancia de huesos que indiquen estabilidad puede deberse a que elconjunto se caracterizó por una dinámica importante de movimiento delos huesos, que sería consistente con la elevada intensidad de uso inferi-da, o a que no hay condiciones adecuadas para la formación de una se-ñal de estabilidad. La falta de exposición a condiciones atmosféricas o laexistencia de un rápido enterramiento pueden producir esto.

Un tema importante es el subconjunto óseo recuperado en el túnel

Figura 28. Modificaciones óseas en las cuadrículas 4E y 12H de Cóndor 1(datos en NISP%).

0

5

10

15

20

25

30

35

1 2 3 4 5 6 7 8

%

capas

huellas4E12H

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

1 2 3 4 5 6 7 8

%

capas

huesos quemados4E12H

0

1

2

3

4

5

6

7

8

1 2 3 4 5 6 7 8

%

capas

roedor4E

12H

0

10

20

30

40

50

60

70

1 2 3 4 5 6 7 8

%

capas

manganeso4E

12H

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182

de roedor. Las capas afectadas por el túnel presentan baja densidad demateriales. Son más abundantes los huesos recuperados en el interior delos túneles que en las partes no afectadas de dichas capas, aunque éstosrepresentan un volumen mucho menor de sedimentos (Figura 27). Aúnenglobando los materiales del túnel y las zonas no afectadas, la densi-dad en las capas modificadas es baja. El enriquecimiento en materialesóseos en los túneles con respecto al sedimento que los rodea y con res-pecto a las capas infrayacentes sugiere que los materiales de los túnelesproceden de arriba. La presencia de sedimentos oscuros y orgánicos delas unidades superiores en el ángulo noroeste de esta cuadrícula respal-da ésto, permitiendo asignar los materiales recuperados en el túnel deroedor de capas 6, 7 y 8 a las capas superiores. Los mismos no son consi-derados para evaluar tasas de descarte, ya que no se puede establecer suprocedencia precisa. Esto no introduce un error importante, dado queestos huesos constituyen sólo 2.4% del conjunto (N = 296).

Sector externo de la cueva: cuadrícula 12H

Los resultados de la excavación general y de la columna de muestreose tratan en forma separada. En la columna de muestreo se recuperaron855 huesos (ver Figura 31, más adelante). La mayor frecuencia se da encapa 2 (N = 313 huesos, 36.6%), luego hay un descenso en forma no linealhasta la capa 8; en las capas 9 y 10 no se recuperaron huesos. En las capaspleistocénicas inferiores hay escasos materiales. El tamaño predominan-te es de huesos muy pequeños, con un peso medio global de 0.2 gramos,por lo que numerosas variables tafonómicas no pueden ser registradas.Las variables más fácilmente observables son la acción de fuego y la pre-sencia de manganeso.

Las primeras ocho capas se caracterizan por el predominio deespecímenes calcinados, que fluctúan entre 42.8 y 75.4%, y los huesoscon manganeso son escasos (entre 0.8 y 12.5%). En las capas 11 a 16 nohay huesos quemados y predominan los afectados por manganeso, quea partir de la capa 12 dan cuenta del total de los especímenes (N = 54). Enconclusión, hay una importante correlación negativa entre estas dos va-riables (r = -0.70, Figura 29). Consistentemente con las observacionesestratigráficas, estos datos sugieren que el sector inferior de la secuenciaestuvo sometido a intensa precipitación de manganeso, que puede aso-ciarse al carácter impermeable de las unidades estratigráficas IV y V. Porel contrario, los materiales de las unidades II y III, con textura más grue-

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183

sa y menor potencial de retención de agua, presentan menores frecuen-cias de huesos afectados por manganeso.

Figura 29. Especímenes afectados por manganeso (Mn) y calcinados:muestreo, cuadrícula 12H.

Pasando a los materiales de la excavación general, se analizaron losprocedentes de la superficie y las primeras ocho capas de extracción ar-tificial, que son los sedimentos holocénicos. Presentamos los datos deabundancia de materiales por peso y frecuencia (Figura 30), consistentesentre sí (r = 0.96). Las capas 2 y 3 tienen la mayor abundancia, con 366 y538 huesos respectivamente (24.9 y 36.6% de la muestra de la cuadrícu-la). La capa 2 se asocia a un fechado de 1550 ± 60 años AP. Esta edad y lade 3440 ± 70 años AP procedente de capa 7 sirven como límites tempora-les para la depositación de la mayor parte de los materiales. A partir decapa 3 se observa una disminución gradual y constante en la abundan-cia de especímenes hasta capa 8, que no presenta huesos. El conjuntoestá compuesto por especímenes asignados a Lama guanicoe (32.6%),Artiodactyla (43.9%) e indeterminados (23%). En bajas frecuencias serecuperaron restos de choique (N = 3), carnívoro pequeño (N = 1) y ma-mífero pequeño (N = 1). Hay elementos que sugieren que los especímenesasignados a Artiodactyla corresponden mayormente a Lama guanicoe ylo mismo puede extenderse, aunque con menor certeza, a los especímenesindeterminados. Los astrágalos tienen el MAU más elevado a partir delcual se estandarizan todos los elementos y el esqueleto apendicular estásobre representado en relación con el axial. Los elementos con los valo-

0

10

20

30

40

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60

70

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90

100

2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16

capas

Mn

quemados

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184

res más elevados corresponden al segmento inferior del esqueletoapendicular (astrágalo, metapodios, falanges y tarsianos).

Figura 30. Abundancia de especímenes en la cuadrícula 12H, Cóndor 1.

El porcentaje de huellas antrópicas es 13.2% (N = 198). Se registra-ron diferentes evidencias culturales en frecuencias bajas, como repetidashuellas de machacado, especímenes con corte y lascado o lascas óseascon huellas de corte. Hay variaciones en la frecuencia de huellasantrópicas entre las capas (Figura 28): en un extremo, la capa 3 presenta16.5% (N = 89), mientras que la capa 7 tiene un solo espécimen con hue-llas. Para el análisis de la meteorización sólo se pudieron incluir las ca-pas 1 a 5, con tamaños de muestra suficientes. Las capas con perfiles demeteorización más marcados son 2, 3 y 4, con porcentajes relativamenteimportantes de huesos en estadios 2, 3 y 4, conformando un perfil madu-ro de meteorización. Los especímenes de capa 1, por el contrario, se ubi-can mayormente en estadios 0, 1 y 2, mientras que los de capa 5 se ubicanen una situación de exposición intermedia, ya que predominan los esta-dios 1, 2 y 3 (Barberena 2008).

Se evaluó la presencia de otras variables tafonómicas que afectarona pequeños porcentajes del conjunto. Las mismas constituyen indicadorescualitativos que informan sobre la presencia de ciertos procesos o agen-tes, aunque hayan tenido una baja incidencia. Se registraron dos huesosafectados por carnívoros (0.1%) y ocho por roedores (0.5%). Hay eviden-cias de precipitación de carbonatos en 27 casos (1.8%) y disolución de lasuperficie de los huesos en 36 (2.4%), indicativa de exposición al agua.Evidencias estratigráficas y datos sobre huesos afectados por mangane-

0

10

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30

40

50

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sup. 1 2 3 4 5 6 7

%

capas

N

Peso

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185

so sustentan esto, ya que en casi todas las capas hay huesos con manga-neso (Figura 28). Se verifica un aumento gradual en estas frecuenciashasta la capa 5, que alcanza el nivel máximo con 44 casos (44%). Esto esconsistente con las inferencias sobre circulación de agua que produce unefecto acumulativo mayor en los huesos de las capas inferiores.

Indagaciones tafonómicas

Las muestras de la excavación general y la columna de muestreo decuadrícula 12H son producto de diferentes estrategias de recuperación.En el primer caso se incluyen los huesos recuperados durante la excava-ción, mientras que en el segundo se separaron los materiales con lupa enel laboratorio a partir de muestras completas de sedimento. Por lo tanto,la columna de muestreo tiene un mayor potencial de representar los hue-sos más pequeños. El peso medio de los huesos en ambos subconjuntosilustra este punto, ya que en la excavación general es 1.7 gramos y en lacolumna de muestreo 0.2 gramos. La comparación de estas dos muestrases adecuada para comprender la génesis del conjunto a nivel tafonómico.Para esto nos centramos en dos variables que pueden ser adecuadamen-te registradas en ambos subconjuntos: frecuencia de huesos y porcentajede especímenes afectados por fuego.

Las variaciones en frecuencia son semejantes: las capas 2 y 3 pre-sentan las mayores frecuencias en excavación y muestreo, y a partir decapa 4 hay una disminución en la abundancia general (Figura 31). Aun-que un análisis más detallado muestra que hay diferencias, que se expre-san en un valor intermedio de correlación (r = 0.56). La principal dife-rencia se observa en las capas inferiores, ya que la disminución en lafrecuencia de materiales en la excavación es acompañada por un aumentode la frecuencia en el muestreo. La abundancia de especímenes afecta-dos por fuego marca un panorama sumamente diferente para ambossubconjuntos (Figura 32). El aspecto más notorio es la sobre representa-ción de huesos calcinados en el muestreo: en todos los casos los mismosestán por sobre 40%, y en las capas 5, 6 y 7 por sobre 60%. En la excava-ción se encuentran en frecuencias considerablemente menores, a excep-ción de la capa 7 con 76% de especímenes quemados. Una segunda ten-dencia visible es el aumento global de restos quemados hacia la base dela secuencia en ambos subconjuntos.

En conclusión, vemos que una gran parte de los huesos del muestreoestán quemados, sugiriendo que el fuego es uno de los principales agen-

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186

tes de fragmentación. En las capas 6, 7 y 8 se registra un predominio dehuesos quemados en el muestreo y en la excavación general. Esto puedeindicar que el fuego, al degradar la fracción orgánica de los huesos, fa-voreció su preservación bajo condiciones de exposición subaérea. Con-juntamente con otras evidencias como la meteorización, esto muestraque en ciertas capas de cuadrícula 12H la frecuencia de materiales esproducto de procesos de destrucción post depositacional, lo que aplicaen particular a las capas inferiores. Esto implica que estos datos no pue-den ser empleados para estimar tasas de depositación de materiales.

Figura 32. Especímenes quemados en excavación generaly muestreo, cuadrícula 12H, Cóndor 1.

Figura 31. Frecuencias en la excavación generaly el muestreo de cuadrícula 12H, Cóndor 1.

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1 2 3 4 5 6 7 8

%

capas

excavación

muestreo

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50

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1 2 3 4 5 6 7 8

%

capas

excavación

muestreo

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187

Las dos cuadrículas estudiadas representan diferentes situacionesen escala intra-sitio que condicionan diferentes historias tafonómicas.Por otra parte, estos dos sectores de la cueva difieren en propiedadesque pueden influir en el tipo y la intensidad de las actividades desarro-lladas por humanos. Entre estas propiedades cabe mencionar el reparode las condiciones exteriores, luminosidad y visión del exterior. Estascondiciones deben ser integradas para reconstruir la intensidad de pre-sencia humana a través del tiempo.

La precipitación de manganeso se ha dado en forma intensa enambas cuadrículas, lo que sugiere circulación intermitente de agua. Lameteorización es la variable que más difiere entre las cuadrículas, refle-jando las diferencias en exposición al ambiente exterior a la cueva. En 4Evirtualmente no hay huesos con meteorización, mientras que en 12H lasituación es diferente, ya que hay evidencias en todo el segmentoholocénico de la secuencia, marcando condiciones de exposición persis-tentes. La correspondencia entre la ubicación de los huesos y los perfilesde meteorización indica una cierta fidelidad en la localización intra sitiode los huesos a través del tiempo; o sea que los mismos no se moviliza-ron en una escala que afecte la identificación de este patrón. Las huellasantrópicas son relativamente abundantes en ambas cuadrículas, aunquela frecuencia global es mayor en 4E (Figura 28). Esto puede vincularse auna mejor preservación de las superficies óseas. Esta cuadrícula no sólopresenta evidencias más intensas de procesamiento, sino también másdiversas, incluyendo distintos tipos de huellas superpuestas. Conjunta-mente con la información de fragmentación de huesos largos, esto mar-ca que el conjunto ha estado expuesto a intensas condiciones de procesa-miento y reducción antrópica de los huesos (ver Lámina 7). La acción defuego se registra en forma relativamente homogénea en ambascuadrículas hasta capa 5 inclusive (Figura 28). Para 12H nos interesa re-saltar el caso de capa 7, que presenta un marcado aumento en la propor-ción de huesos quemados aunque el N total de la capa es pequeño.

Los datos sobre el índice de abundancia de dientes y proporción deespecímenes proximales vs. distales de húmero y tibia son consistentescon las tendencias tafonómicas identificadas. El índice de abundanciade dientes siempre es mayor en 12H, en particular en las capas 5 y 7,donde se dispara en relación al resto del conjunto (Figura 33). En 12H,los datos sobre frecuencia de dientes en conjunto con los huesos calcina-dos dan cuenta de una parte importante de las capas 5 y 7, por lo cual seobserva un importante enriquecimiento en los especímenes más esta-bles frente a procesos de degradación. Esto remarca que el conjunto su-

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188

frió una mayor pérdida ósea hacia la base de la secuencia. El carácterprogresivo de estos indicadores hacia la base sustenta a los procesosdiagenéticos post enterramiento como los principales generadores de estasituación, por sobre procesos de exposición previos al enterramiento.Aunque no las desarrollamos aquí, señalamos que las proporciones deespecímenes proximales vs. distales de húmeros y tibias indican tenden-cias consistentes con los datos sobre frecuencia de dientes (Barberena2008). En resumen, los indicadores tafonómicos y anatómicos tratadosmarcan historias tafonómicas diferentes en los conjuntos de lascuadrículas 4E y 12H.

Figura 33. Abundancia de dientes en cuadrículas 4E y 12H, Cóndor 1.

Nota: *, % medido sobre el total de cada cuadrícula.

Fragmentación de las diáfisis de huesos largos

Incluimos los especímenes asignados a Lama guanicoe y Artiodactyla,excluyendo los conjuntos de superficie (ver estadística descriptiva enTabla 7). Se emplearon dos test estadísticos: el test Tukey-Kramer de com-paración múltiple, que consiste en una comparación de a pares de laslongitudes medias de cada capa, y el test Z-Kruskal-Wallis, basado enuna comparación múltiple de las medianas de cada muestra. Este últimoes no paramétrico y por lo tanto se ajusta a las características de las mues-tras. Los resultados obtenidos con ambos tests son consistentes (Tablas 8y 9).

El test de comparación de las medias de Tukey-Kramer indica queen 12H las medias de cada capa se diferencian estadísticamente entre sí.

0

5

10

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30

1 2 3 4 5 6 7 8

%

capas

4E

12H

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189

Tabla 7. Estadística descriptiva de la fragmentación de huesos largos enCóndor 1.

cuadrícula 12H

cuadrícula 4E

Capa N media mediana Capa N media mediana

1 118 2,12 2,12 1 479 3,04 2,7

2 231 1,33 2,58 2 1843 3,29 2,8

3 292 2,12 3,70 3 873 3,69 3

4 97 2,58 3,26 4 167 3,24 2,7

5 28 2,63 2,63 5 379 3,02 2,6

6 20 1,33 1,33 6 16 3,20 3,2

7 22 1,32 1,32 Total 3757 --- ---

Total 808 --- ---

Tabla 8. Test de comparación de medias de Tukey-Kramer:huesos largos en Cóndor 1.

Cuadrícula 12H

Capas N MediaDiferente a los

siguientes grupos

7 22 1,327273 2, 5, 4, 3

6 20 1,33 2, 5, 4, 3

1 118 2,127966 4, 3

2 231 2,581385 7, 6, 4, 3

5 28 2,632143 7, 6, 3

4 97 3,265979 7, 6, 1, 2

3 292 3,705479 7, 6, 1, 2, 5

Cuadrícula 4E

Capas N MediaDiferente a los

siguientes grupos

5 379 3,027704 3

1 479 3,045303 3

6 16 3,20625

4 167 3,241916

2 1843 3,295551 3

3 873 3,691638 5, 1, 2

Nota: muestras ordenadas en orden creciente por el valor de la media.

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190

Figura 34. Box plot de la dispersión de valores y medias en tamaños:cuadrículas 12H y 4E.

En 4E, por el contrario, hay una gran semejanza entre las medias de to-das las muestras a excepción de capa 3, que se diferenciasignificativamente de las capas 1, 2 y 5 (Tabla 8). La diferencia entre lamedia menor y la mayor es de 0.6 mm, considerablemente menor que laregistrada para 12H (2.3 mm). Por lo tanto, dispersión de las medias esconsiderablemente menor en este caso (Figura 34).

Los resultados del test Z-Kruskal-Wallis de comparación de lasmedianas también resaltan importantes diferencias entre las cuadrículas.En 12H, a excepción de cinco casos sombreados las medianas de todaslas muestras son significativamente diferentes entre sí. En 4E se observaque hay un gran número de casos en que las dos medianas comparadasno son significativamente diferentes, lo cual verifica nuevamente unaconcordancia entre los resultados de ambos tests.

En conclusión, hay importantes diferencias en fragmentación entrelas cuadrículas 4E y 12H. 4E muestra homogeneidad en los tamaños re-presentados en las diferentes capas, a pesar de representar un lapso de4.000 años. Esto permite defender que el o los agentes de fragmentación

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191

implicados actuaron en forma semejante durante este período. Por elcontrario, 12H muestra una mayor variabilidad, ya que los tamañosmenores están más representados en las capas inferiores. Nuestro análi-sis tafonómico indica que los materiales de 4E no estuvieron expuestos acondiciones subaéreas que produzcan fragmentación. Por otra parte, seobservaron abundantes huellas de procesamiento antrópico en todas lascapas. En 12H, diferentes líneas de evidencia confluyen en señalar im-portantes procesos de pérdida de materiales que han actuado más inten-samente hacia la base de la secuencia. Esto favorece una explicación porprocesos diagenéticos antes que una basada en destrucción por exposi-ción subaérea. Esta información marca que los dos conjuntos no pueden

Tabla 9. Test Kruskal-Wallis Multiple-Comparison Z-Value:huesos largos en Cóndor 1.

CapasCuadrícula 12H (capas)

1 2 3 4 5 6

1 - 4,2484 10,9878 6,2691 2,1714 2,8475

2 4,2484 - 8,1526 3,1283 0,1213 5,0166

3 10,9878 8,1526 - 2,896 3,7513 8,1647

4 6,2691 3,1283 2,896 - 1,8774 6,3026

5 2,1714 0,1213 3,7513 1,8774 - 3,911

6 2,8475 5,0166 8,1647 6,3026 3,911 -

7 3,0006 5,2775 8,5731 6,5893 4,0479 0,0266

CapasCuadrícula 4E (capas)

1 2 3 4 5

1 - 1,1318 4,8386 0,5733 0,8456

2 1,1318 - 5,2835 0,0807 2,0598

3 4,8386 5,2835 - 2,6474 5,4175

4 0,5733 0,0807 2,6474 - 1,1806

5 0,8456 2,0598 5,4175 1,1806 -

6 0,3278 0,1006 0,7603 0,1215 0,5542

Nota: las medianas son significativamente diferentes entre sí cuando elvalor de Z es > a 1.9600.

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192

ser empleados en la misma forma para el análisis de densidad de materialesy tasas de descarte.

Densidad ósea y anatomía económica en guanaco

La comparación de las dos cuadrículas marca interesantes diferen-cias en la abundancia de partes anatómicas: en 4E hay una representa-ción equitativa de los diferentes segmentos del esqueleto expresada enfrecuencias relativamente elevadas de especímenes del cráneo y el es-queleto axial; en 12H estos segmentos del esqueleto se encuentran subrepresentados a expensas del esqueleto apendicular, principalmente delsegmento inferior (metapodios, astrágalo y calcáneo). Con respecto alesqueleto apendicular, en 4E los elementos más representados son húmeroproximal, tibia distal, huesos del carpo, tarso y primeras falanges. En12H son el húmero distal, radioulna proximal y distal, metapodios yastrágalos. Estas diferencias producen un valor intermedio de correla-ción entre estos dos perfiles anatómicos (r = 0.41, p. >0.005).

El análisis de la relación entre densidad ósea (DO) y partes anató-micas representadas se desarrolla a partir de valores de NISP%. Para 4E,esta relación muestra una correlación negativa y significativa, algo con-sistente con la información tafonómica que marca buenas condicionesde preservación. El análisis de DO en 12H no muestra un patrón claro,con una correlación levemente negativa aunque virtualmente nula (r = -0.11, p. >0.005).

Presentamos los valores de correlación entre abundancia anatómi-ca medida por NISP% y MAU% y los índices de utilidad económica decarne y médula para las cuadrículas 4E y 12H (Tabla 10). En 4E el pano-rama que surge de ambas medidas de cuantificación es consistente: elNISP% indica una correlación levemente positiva y el MAU% una corre-lación levemente negativa, que puede ser caracterizada como nula. Am-bos cuerpos de datos sugieren que los huesos están presentes en propor-ción independiente de su utilidad. En 12H hay una correlación nula conMAU% y una correlación también nula aunque levemente positiva conNISP%. Nos interesa señalar que el panorama reconstruido en funciónde NISP% y MAU% es consistente. Aunque en algún caso hay diferen-cias de cierta magnitud en los valores de correlación, las interpretacio-nes que realizadas a partir de uno y otro no varían en forma sustancial.Estos datos se caracterizan por correlaciones cercanas a nulas con la ana-tomía económica y hay una abundancia importante de partes de bajo

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193

rendimiento. Como señala Lyman (1992), procesos tafonómicos media-dos por la DO también pueden producir este tipo de conjuntos. Mareany Cleghorn (2003) resaltan esto, señalando que gran parte de los conjun-tos arqueológicos de contextos ‘residenciales’ producen curvas de utili-dad reversa, algo contra intuitivo de acuerdo con las decisiones huma-nas de transporte a nivel etnográfico (Lupo 2006). Los autores sugierenrealizar los análisis sobre el set de huesos de alto potencial de supervi-vencia. Presentamos la relación entre utilidad económica con MAU% yNISP% para estos elementos. De acuerdo a lo que predicen Marean yCleghorn, se observa que las relaciones adquieren un carácter positivomás marcado, aunque tampoco indican una correlación fuerte o signifi-cativa (Tabla 10).

NISP% MAU%

Índice de carne

Índice de médula

Índice de carne (huesos densos)

Índice de carne

Índice de

médula

Índice de carne (huesos densos)

Cuadrícula 4E r 0.10(p. > 0.05)

r 0.42(p. > 0.05)

r 0.33(p. > 0.05)

r -0.10(p. > 0.05)

r 0.02(p. > 0.05)

r 0.25(p. > 0.05)

Cuadrícula 12H r 0.12 (p. > 0.05)

r 0.14(p. > 0.05)

r 0.41(p. > 0.05)

r 0.01(p. > 0.05)

r -0.02(p. > 0.05)

r 0.22(p. > 0.05)

Tabla 10. Correlaciones con los índices de anatomía económica en Cóndor 1.

El segundo conjunto de datos sobre utilidad económica se basa enla proporción de médula ósea en huesos largos y primeras falanges(Mengoni Goñalons 1996, 1999). También lo aplicamos a estos conjuntosen función de NISP% y MAU% (Tabla 10). Los resultados obtenidosmarcan correlaciones levemente positivas para las dos cuadrículas, sien-do un poco más fuertes en 4E a partir de ambas medidas. Es sumamenteinteresante que los dos índices de utilidad económica presentan valorespoco robustos de correlación, ya sean de carácter positivo (como en el ín-dice de médula) o negativo (como el índice de carne y MAU% en 4E). Estopuede indicar que no se produce una selección importante de las partesintroducidas al sitio, ya sea en función de su rendimiento de carne o mé-dula.

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194

Aspectos metodológicos: comparación de las medidas decuantificación observacionales y derivadas

Hay diferentes posturas con respecto a la utilidad de las diferentesmedidas de cuantificación taxonómica y anatómica. Compartimos lapostura defendida por Grayson con respecto a las ventajas que presentael NISP por sobre las medidas derivadas (Grayson 1984, Marshall yPilgram 1993, Grayson y Frey 2004). En los apartados previos presenta-mos los datos sobre DO y anatomía económica a partir de ambos tiposde medidas, señalando que en general se alcanzan las mismas conclusio-nes. A fin de contribuir a este tema, y siguiendo la línea de trabajo deGrayson y Frey (2004), hemos comparado los perfiles anatómicos obte-nidos mediante NISP% y MAU%. Los dos conjuntos de Cóndor 1 tienenpropiedades tafonómicas diferentes, lo que agrega un elemento de inte-rés metodológico a la comparación, ya que podemos comprender aspec-tos de la relación entre las medidas de cuantificación en faunas con dis-tintas historias tafonómicas. Por razones de espacio, no desarrollamosaquí el contenido de esta comparación, sino tan solo las conclusiones alas que arribamos (ver Barberena 2008).

La comparación de la relación NISP%/MAU% en ambas cuadrículasnos permitió identificar un aspecto que disminuye nuestra capacidad depredecir los valores de MAU% desde los de NISP%. Los conjuntos carac-terizados por la abundancia de los denominados huesos compactos, bá-sicamente tarsianos y carpianos, pueden presentar divergencias en larelación entre NISP% y MAU%. Este principio tiene un sólido respaldotafonómico (Marean 1991), ya que estos huesos usualmente se recupe-ran completos, por lo cual cada espécimen suma un elemento, introdu-ciendo una divergencia importante con respecto a los demás elementos.Sin embargo, esto no debe interpretarse como una dificultad intrínsecaal uso de las medidas observacionales. Conjuntamente con otras circuns-tancias señaladas por Grayson y Frey (2004), este principio contribuye acomprender el funcionamiento de las medidas de cuantificación. Pun-tualizamos algunas de las conclusiones a las que hemos llegado:

La relación entre perfiles anatómicos y densidad ósea mostró con-clusiones consistentes a partir de NISP% y MAU%. Lo mismo ocu-rre con la relación entre perfiles anatómicos y anatomía económica.Los valores de MAU% de un conjunto pueden ser ajustadamentepredichos a partir del NISP% (en concordancia con lo señalado porGrayson y Frey 2004).Los huesos compactos tienen una relación NISP%/MAU% particu-

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195

larmente baja. En conjuntos caracterizados por la abundancia deestos huesos compactos se puede producir una divergencia entrelas medidas de cuantificación observacionales y derivadas (si, comoocurre usualmente, dichos huesos no están muy fragmentados).Los dos conjuntos de Cóndor 1 presentan niveles muy elevados de

fragmentación. No obstante, tomando en cuenta la presencia de los hue-sos compactos no se verifica una divergencia importante entre las re-construcciones anatómicas en función de NISP% y MAU%. En nuestrocaso, el criterio empleado para la agregación de los conjuntos es conser-vador, ya que sólo se definió una unidad de análisis por cuadrícula. Estasituación tiende a disminuir la fuerza de la correlación entre ambas me-didas de cuantificación, ya que implica un criterio más exigente para laadición de nuevos casos al MNE (Mengoni Goñalons 1988: 101). A pesarde esto, los resultados obtenidos para la correlación entre ambas varia-bles son altamente positivos. En el marco de las ventajas metodológicasseñaladas para el NISP, principalmente que no es susceptible a diferen-tes decisiones de agregación de los conjuntos y que se calcula en formaaditiva (Grayson 1984), el caso presentado aquí refuerza el uso de lasmedidas observacionales de cuantificación.

Resumen de la información e inserción en un marcoarqueológico regional

Comenzamos integrando los diferentes indicadores faunísticos ana-lizados a fin de evaluar la historia tafonómica de los subconjuntos deCóndor 1. Luego incluimos la información sobre estructuras antrópicasde combustión y frecuencias y diversidad de materiales líticos (Charlin2007a, 2007e); en tercer lugar, evaluamos los aspectos cronológicos enrelación con las variaciones en la intensidad ocupacional humana. Porúltimo, planteamos un conjunto de implicaciones regionales que se des-prenden de la información en escala de sitio.

Evaluación tafonómica y zooarqueológica integral de los conjuntos

Hemos sustentado la existencia de diferencias tafonómicas yformacionales entre los conjuntos de las cuadrículas 4E y 12H consisten-tes con su respectiva localización en la cueva, ya que 12H ha estado ex-puesta a las condiciones subaéreas propias del ambiente externo al repa-

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196

ro mientras que 4E no (Tabla 11). La reconstrucción de estas historiastafonómicas es un paso previo a la integración de los materiales en unanálisis de la historia de uso humano de la localidad y esta integraciónes necesaria para situar el registro de la localidad en un marco más am-plio de evidencias. Uno de los aspectos más llamativos es la gran dife-rencia existente en densidad de huesos. En un volumen sedimentario yun lapso temporal equivalentes, que comprende los últimos 4000 años14C, en la cuadrícula 4E se depositaron unos 12.000 especímenes óseos yen 12H alrededor de 1.700. Los análisis realizados muestran que esto noes producto de fragmentación diferencial, ya que por el contrario, en12H se alcanzan tamaños medios de huesos largos menores que en 4E.La dimensión de análisis inmediatamente relevante para este tema sevincula a las condiciones diferenciales de preservación. ¿Pueden expli-car las diferencias en densidad de huesos?

4E es un conjunto caracterizado por buena preservación, a la cualha contribuido el pH alcalino de las unidades sedimentarias que lo con-tienen. Aquí se midió una correlación negativa y de fuerza intermediacon la DO. En conjunto con los indicadores tafonómicos, esto sustentaque la pérdida de huesos no es importante. A nivel formacional, el análi-sis estratigráfico y cronológico nos permite defender que se trata de unconjunto promediado y de baja resolución conductual que representalos últimos 4000 años. El carácter promediado se debe a la notable super-posición de ocupaciones y a la intensidad del descarte de materiales. Noobstante, los fechados disponibles sugieren que el conjunto óseo puedeser segmentado en dos subconjuntos de grano grueso: uno correspondea los últimos ca. 1000 años y se vincula a las capas 1 y 2; el otro correspon-de al período entre 1000/1500 y 4000 años AP y se asocia a las capas 3 a 8.La cuadrícula 12H se emplaza en la boca de la cueva y presenta eviden-cias de exposición subaérea con variaciones verticales en su intensidad,que aumenta desde la superficie hacia la base. Inferimos que las capas 1a 4 sufrieron una cierta destrucción por estos procesos, aunque a excep-ción de la capa 4 la misma no habría sido intensa. Todos los indicadorestafonómicos y zooarqueológicos indican que las capas 5 a 8 (unidad III)tienen una historia tafonómica diferente. Una gran parte de losespecímenes corresponde a fragmentos de dientes o pequeños huesoscalcinados, con una mayor resistencia a los procesos diagenéticos. Dife-rentes líneas de evidencia sugieren que esta pérdida progresiva de mate-riales hacia la base de la secuencia se vincula a procesos diagenéticospost depositacionales. En conclusión, podemos segmentar la secuenciade 12H a partir de las diferencias en su historia de formación. Desde la

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197

Cuadricula 4E Cuadricula 12HPropiedades generales

Ubicación fondo de cueva boca de cueva

Rango de fechas calibradas (*) 3465 / 1141 cal AP 3886 / 1316 cal AP

Dispersión vertical de materiales arqueológicos 0/80 cm 0/70 cm

N total de huesos 12.154 2.324

Modificaciones antrópicas

Huellas antrópicas 14,4% 13,2%

Huesos quemados 11,46% 13,1%

Modificaciones tafonómicas

Meteorización nula condiciones intermedias a maduras

Procesos diagenéticos manganeso, poca destrucción

manganeso, destrucción importante

Acción de carnívoros 0,3% 0,1%

Acción de roedores 3,6% 0,53%

% de dientes 1,89% 6,57%

Relación px/ds en húmeros baja destrucción(98,57)

destrucción importante(45,45)

Relación px/ds en tibiasmuy baja

destrucción (187,87)

destrucción importante(30,76)

Índice de completitud de huesos compactos 81,43% 89,57%

Representación anatómica (sobre valores de NISP%)

Correlación con DMO negativa baja(-0.30, p. 0.002)

negativa baja(-0.11, p. 0.25)

Correlación con índice de carne(Borrero 1990a)

nula(0.10, p. 0.60)

nula(0.12, p. 0.52)

Correlación con índice de médula(Mengoni Goñalons 1996)

positiva media (0.42, p. 0.39)

positiva baja (0.14, p. 0.78)

Tabla 11. Propiedades generales de los conjuntos faunísticos de Cóndor 1.

Notas: los porcentajes corresponden a valores de NISP. (*) Las edades más recientes sonmínimas.

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198

base hacia la superficie, las capas 8 a 5 muestran intensos procesos dedegradación y pérdida casi total del material orgánico. La capa 4 presen-ta un panorama que puede asociarse a pérdida considerable, aunquemenos importante que en los casos previos. La situación es diferente enlas capas 1, 2 y 3: los huesos están afectados e inferimos que hubo pérdi-da de materiales, aunque defendemos que la misma no fue intensa. Elanálisis de correlación entre DO y partes anatómicas presentes indica unvalor de correlación más fuerte que en 4E, aunque de carácter nulo. Conrespecto a la anatomía económica, en función de la carne se registró unacorrelación nula al analizar el conjunto total, bastante más positiva alincluir sólo los elementos con alto potencial de supervivencia. Este cam-bio hacia una correlación más positiva es más importante aquí que en4E, algo esperable dado que presenta peores condiciones de preserva-ción. El índice de médula ósea muestra correlaciones neutras a partir deambas medidas de cuantificación. A nivel cronológico el subconjunto de12H representa los últimos ca. 4000 años, lo cual lo superpone con elrango de 4E. Dado que hay una tasa menor de descarte de materiales enconjunto con tasas de sedimentación relativamente elevadas este con-junto está menos promediado que 4E.

Como planteamos, buscamos evaluar si las diferencias en densidadde materiales entre cuadrículas pueden explicarse por las respectivascondiciones de formación. Para las capas 1 a 3, que representan los últi-mos 2000 años, planteamos que no: una pérdida ósea de magnitud talcomo para equiparar ambos conjuntos debería haber ejercido una selec-ción mucho más intensa de los elementos en función de la DO, introdu-ciendo un sesgo mayor al registrado a nivel anatómico. Por otra parte,las capas inferiores de 12H efectivamente han sufrido una intensa pérdi-da de materiales que no puede ser evaluada a nivel cuantitativo, por loque es imposible estimar la dimensión de los conjuntos depositados. Lasevidencias del muestreo de sedimentos y los conjuntos líticos aportanuna evidencia indirecta sobre esto. En conclusión, se puede defender quehubo una diferencia intra sitio en las pautas de ocupación humana paralos últimos 2000 años. El sector interno de la cueva recibió unadepositación de huesos en una magnitud muchas veces mayor a la delsector externo, algo que no puede explicarse exclusivamente en funciónde factores tafonómicos.

Otro tema de interés es la elevada fragmentación registrada, que en4E es de carácter básicamente antrópico. Basamos esta conclusión en dosaspectos: la elevada frecuencia e intensidad en que se registran las hue-llas antrópicas, algo llamativo dada la alta fragmentación del conjunto

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199

que tiende a disminuir el porcentaje de especímenes con huellas(Blumenschine 1995), y la baja incidencia de agentes alternativos de frag-mentación, ya sean bióticos o abióticos. Esto es notorio en 4E, donde es-tos agentes alternativos tienen un rol ínfimo. Registramos una reducciónsistemática de los huesos largos hasta alcanzar tamaños muy pequeños,homogéneos en sus rangos de variación. Esto aplica para los últimos4000 años, ya que no hay diferencias significativas en las pautas de re-ducción. Esta ‘estandarización’ en la fragmentación no puede explicarseexclusivamente en función de la obtención de médula ósea, dado queeste nivel de fragmentación es innecesario y contraproducente a tal fin(Binford 1981: 158, Bunn 1989, Blumenschine 1995). Es importante elanálisis realizado por Enloe (1993) de los conjuntos formados por losNunamiut, quien evalúa los perfiles de fragmentación producto de dis-tintas formas de obtención de médula. En todos los casos, los valoresmedios de fragmentos de huesos largos medidos por Enloe (1993: 91)son mucho mayores que los registrados en la cuadrícula 4E. Los conjun-tos Nunamiut también presentan una mayor completitud de las epífisis.

Una posibilidad que está siendo evaluada para Patagonia es la exis-tencia de formas de hervido de los huesos que no requieren el uso detecnologías sofisticadas y perdurables (Bourlot 2006), como ha sido re-gistrado en contextos etnográficos (White 1992: 321-323, Lupo 2006).Bourlot (2006) discute esta situación para conjuntos del lago Cardiel, enel noroeste de Santa Cruz. Gómez Otero (1988: 72-73) toma en cuentaesta alternativa para explicar la elevada fragmentación registrada en elsitio Juni Aike 1, en el sector meridional del CVPA. Citando una referen-cia histórica de Claraz, plantea: «Las mujeres los trituran [a los huesos]entre piedras y derriten la grasa». El estrés de lípidos es una circunstanciapostulada y aceptada para Patagonia meridional dado que el guanaco,que ha sido la principal presa, es un recurso empobrecido en estos macronutrientes (Borrero 1990, Miotti 1998: 228-235, Mengoni Goñalons 1999:212-222). Como señalan estudios médicos y arqueológicos desarrolladosdesde una perspectiva nutricional (Cordain et al. 2000, Hockett y Haws2005), distintos ácidos grasos son fundamentales para el funcionamien-to del organismo humano, particularmente en ambientes fríos que esta-blecen requerimientos metabólicos elevados. Desde un punto de vistanutricional, Patagonia constituye un escenario propicio para el uso detécnicas de obtención de lípidos como las mencionadas, que se expresa-rían a nivel del registro material en la presencia de conjuntos óseos alta-mente fragmentados (White 1992).

Es importante aclarar que dada la baja resolución conductual de los

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200

conjuntos que estudiamos, producto de la elevada redundancia ocupa-cional, no esperamos reconstruir pautas específicas de trozamiento ytransporte. Los perfiles anatómicos de este tipo de conjuntos reflejan lasuma de múltiples decisiones de transporte y, como tal, nos alejan de loseventos específicos, aunque probablemente nos acercan a aspectos gene-rales de las estrategias humanas entendidas como procesos en el largoplazo (Bailey y Davidson 1983). El análisis de los perfiles anatómicos enrelación con los índices de utilidad de carne y médula no mostró correla-ciones fuertes, por el contrario, en muchos casos los resultados son vir-tualmente neutros. Como sugiere Lupo (2006: 56-57) para registrosetnográficos y arqueológicos, esto puede implicar que el marco para latoma de estas decisiones balancea costos y beneficios diversos que noson adecuadamente reflejados por cada índice de utilidad. Una explica-ción alternativa se basa en los modelos de aprovechamiento de carcasasdesarrollados por Blumenschine (1989), quien sugiere que perfiles ana-tómicos que no denotan una importante selección de partes, o sea quereflejan la conformación esqueletaria de las presas, se asocian a un apro-vechamiento integral de los recursos como producto de la existencia delimitaciones en la energía disponible (ver Mengoni Goñalons 1999: 211-212). Estos planteos son consistentes con una reciente propuesta de Lupo(2006: 23) sobre el procesamiento de carcasas por los Hadza de Tanzania,quien postula que el objetivo suele ser la minimización de los productosdescartados en el campo y la maximización del alimento transportado aun lugar central. Los perfiles anatómicos de Cóndor 1 son consistentescon la minimización de partes remanentes no aprovechadas de lascarcasas. Desde un punto de vista nutricional, este escenario adquieresentido en relación con la existencia de factores nutricionales limitantes.Dadas las importantes restricciones en grasas que presenta la carcasa deguanaco en cualquier estación del año (Mengoni Goñalons 1996), cabepensar que este factor actúa, aunque con distinta intensidad, en formaanual.

Integración con evidencias sedimentarias y líticas

Los datos geoquímicos y la morfología de las estructuras antrópicasson indicadores de la intensidad de las ocupaciones humanas. Por otraparte, el análisis de las estructuras contribuye a caracterizar la diversi-dad funcional de un espacio (Galanidou 2000). Para la cuadrícula 4E con-tamos con estos dos indicadores sedimentarios: la información

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201

geoquímica, y en particular los datos sobre proporción de materia orgá-nica (30%), marcan un pico en la intensidad de las ocupaciones para launidad II, que corresponde básicamente a la capa 2. El valor obtenido essumamente elevado y consistente con la gran densidad de huesos recu-perados. En forma también consistente con las evidencias faunísticas paralas unidades III y IV se registran valores altos de materia orgánica, aun-que menores que en el caso previo. Por debajo, la depositación de mate-ria orgánica decrece a niveles bajos y relativamente constantes. Con res-pecto al análisis de los rasgos antrópicos, la presencia de límites difusosy poco definidos implica alta redundancia ocupacional y superposiciónde numerosas estructuras, como define Chatters (1987) en su estadio 1de preservación morfológica (capítulo 7). Las unidades II, III y IV (capas2 a 5) de 4E ejemplifican esta situación (Figura 35). Las evidencias dispo-nibles para 12H son sólo morfológicas y marcan la existencia de diferen-tes estructuras de combustión. A diferencia de lo observado en 4E, lamorfología de las estructuras está preservada a nivel vertical, y podríacorresponder a la situación 3 de Chatters (1987), que indica un bajo gra-do de transformación morfológica (Lámina 5). Esto es consistente conlas inferencias sobre tasas de depositación de materiales óseos más bajasque en 4E.

La segunda instancia de integración de evidencias se refiere a losartefactos líticos. Para 12H contamos con datos de frecuencia de artefac-

Figura 35. Estratigrafía con estructuras antrópicas superpuestas:cuadrícula 4E, perfil Este.

Page 196: Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional

202

tos procedentes de la excavación general y de la columna de muestreo.La tendencia general en ambas muestras marca una disminución de ha-llazgos desde los niveles superiores hacia las capas 6 y 7 (Figura 36). Enla excavación general no se registraron materiales en capa 8, mientrasque en el muestreo se registró un conjunto de micro lascas muy peque-ñas que pueden haber sido redepositadas por migración vertical.

Figura 36. Frecuencias de material lítico en excavación generaly columna de muestreo: cuadrícula 12H.

Nota: la capa 1 no fue incluida en la columna de muestreo.

Se verifica una proporción inversa en la abundancia de materialesóseos y líticos en ambas cuadrículas: mientras que los huesos son muchomás abundantes en 4E, los artefactos predominan en 12H (Tabla 12, Fi-gura 37). Para 12H se incluyen los huesos del muestreo pero no los arte-factos, lo cual tiende a emparejar levemente la relación óseo/lítico, gene-rando un panorama más semejante al de 4E. Sin embargo, las diferenciasentre las cuadrículas persisten en forma notoria. Hemos inferido condi-ciones diferentes de preservación entre las cuadrículas, que se expresanen la pérdida de materiales óseos en ciertas capas de 12H. Esta destruc-ción puede explicar parte de las diferencias en las proporciones entremateriales en ambas cuadrículas, aunque no constituye una causa sufi-ciente para dar cuenta de la misma, ya que las diferencias se mantienenal considerar capas de 12H con buena preservación. Por ende, esta situa-ción formacional tampoco puede explicar la relación diferente que seobservó en la abundancia de los materiales líticos/óseos. En conclusión,estas diferencias no se deben a las formas de muestreo implementadas

0

5

10

15

20

25

30

2 3 4 5 6 7 8capas

Muestreo

Excavacion general

%

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203

ni a la historia de formación del registro, sino que registramos diferen-cias intra sitio en las pautas de descarte antrópico (Figura 38).

Densidad de materiales a nivel vertical y cronología

Las tasas de descarte de materiales son una medida de la intensi-dad ocupacional humana de un espacio. Obviamente, diferentes eviden-cias tienen implicaciones distintas y experimentan historias de forma-ción particulares. Al emplear datos sobre frecuencias de materiales orgá-nicos deben tenerse en cuenta en forma central las condiciones de pre-servación. En Cóndor 1, los datos tafonómicos y anatómicos indican quela cuadrícula 12H no tiene condiciones homogéneas de preservación anivel vertical. Esto no implica que la muestra no contribuya al análisisde tasas de descarte, aunque marca serias limitaciones. Esto no sólo pro-dujo la destrucción de especímenes, sino que también habría generadoun incremento en los valores de NISP no vinculado a decisiones huma-nas de descarte o procesamiento (Grayson y Delpech 1998). Los datos

Tabla 12. Frecuencias generales de artefactos líticos y restos óseos en Cóndor 1.

Cuadrícula Óseo Lítico Total

4E 12.154 (83,9%) 3.100 (33,2%) 15.254 (64,1%)

12H 2.324 (16%) 6.222 (66,7%) 8.546 (35,9%)

Total 14.478 (100%) 9.322 (100%) 23.800 (100%)

Figura 37. Abundancias de materiales líticos y óseos en Cóndor 1.

0

20

40

60

80

100

4E 12H

%

óseo

lítico

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204

sobre fragmentación de huesos largos avalan esta inferencia. Para inte-grar este segmento temporal en el análisis nos basamos en las frecuen-cias de materiales óseos de la cuadrícula 4E y en las frecuencias de arte-factos líticos de ambas cuadrículas.

El punto que interesa resaltar es que, si son referidas a un esquemade análisis adecuado, todas las líneas de evidencia arqueológica puedenser integradas para el estudio de la intensidad ocupacional humana. Lasuma de casos nos permite acceder a un nivel regional de discusión. Estedesarrollo implica contar con un marco cronológico que otorgue signifi-cado temporal a los datos de frecuencias faunísticas y artefactuales(Farrand 1993), ya que permite traducir las densidades registradas envalores de tasas de depositación, que concebimos como indicadores cua-litativos de la intensidad depositacional. Presentamos los fechados paralas unidades holocénicas de Cóndor 1 (Tabla 13).

El primer tema que tratamos es la distribución vertical de las eviden-cias faunísticas y líticas (Tabla 14, Figura 39). Las tendencias marcadasglobalmente para cada cuadrícula son aplicables a cada capa en formaindividual: en 4E los materiales óseos son siempre más abundantes que

Figura 38. Resumen de los patrones intra sitio en Cóndor 1.

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205

los líticos y viceversa en 12H. Esto puede marcar una persistencia tem-poral de las pautas de descarte diferencial de restos óseos y líticos, im-plicando una cierta estabilidad en la organización intra sitio de las acti-vidades. Planteamos que las capas inferiores de 12H experimentaronprocesos de destrucción que afectaron particularmente a los huesos, locual condiciona su abundancia y la relación con la abundancia de arte-factos. La incidencia de estos procesos de destrucción no puede ser cuan-tificada, aunque puede ser estimada en forma cualitativa. En las capas 2a 6 de 12H hay diferencias de pequeña magnitud para la frecuencia deartefactos, mientras que la abundancia de huesos disminuye en formamarcada a partir de capa 3. Una parte de estas diferencias tiene una ex-plicación formacional, relacionada con las peores condiciones de preser-vación de huesos registradas por debajo de dicha capa. Sin embargo, enlas primeras tres capas de esta cuadrícula no hay indicadores contun-dentes de mala preservación ósea y las diferencias en densidad de arte-factos y huesos son importantes. Por otra parte, hacia la base de la se-cuencia no sólo se verifica un decrecimiento en la frecuencia de huesossino también en la de artefactos, en particular en la capa 8. En esta capano se registraron artefactos en la excavación general, aunque se recuperóun conjunto de 57 micro lascas en la columna de muestreo que implicauna marcada selección por tamaño (tienen un peso total de 4.2 gramos yun peso promedio de 0.07 gramos). Defendemos que la pérdida de ma-teriales óseos registrada para 12H no explica la magnitud de las diferen-cias existentes con respecto a los artefactos líticos a nivel global. Estoindica que las diferencias entre cuadrículas en la relación restos líticos/

Tabla 13. Información cronológica del sitio Cóndor 1.

CapaUnidad

estratigráfica

Profun-didad(cm)

Tipo de muestra

Código Edad 14C 13Ccol.Edad

calibrada (años AP)

Cuadrícula 4E

2 II 10-20 tibia de guanaco Ua-24658 965 ± 40 -20.3 955 / 788

4 III 30-35 radioulna de guanaco Ua-23835 1360 ± 65 -19.5 1401/ 1141

4 IV 35-40 carbones de fogón LP 1670 3100 ± 70 --- 3465/ 3081

Cuadrícula 12H

3 II 24-27 carbones de fogón GX-32280 1550 ± 60 -24.0 1553/ 1316

7 II 60-70 carbones GX-32281 3440 ± 70 -22.7 3886/ 3486

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206

óseos se deben principalmente a diferencias en las pautas antrópicas dedescarte.

Tabla 14. Frecuencias verticales de artefactos líticos y restos óseos en Cóndor 1.

Artefactos líticos

Capas

4E 12H 4E 12H

Frecuencias %

1 351 320 11,57 5,14

2 356 988 11,94 15,88

3 955 1035 32,04 16,63

4 536 1112 17,98 17,87

5 730 1093 24,49 17,56

6 40 966 1,34 15,52

7 1 707 0,03 11,36

8 11 1 0,36 0,01

Total 2980 6222 100

Restos óseos

Capas

4E 12H 4E 12H

Frecuencias %

1 1140 180 9,71 12,32

2 6291 366 53,6 25,05

3 2405 538 20,49 36,82

4 730 183 6,22 12,52

5 1108 100 9,44 6,84

6 44 35 0,38 2,39

7 12 59 0,09 4,03

8 - 0 - 0

Total 11735 1461 100

El segundo tema que discutimos es la cronología inicial de presenciahumana en el sitio. En ambas cuadrículas la base de las ocupaciones seubica en torno a 3500 años 14C AP, indicando que los dos sectores de lacueva comenzaron a ser ocupados en forma relativamente contemporá-

Capas

Capas

Page 201: Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional

207

nea. No hay evidencias claras de presencia humana previas. Distintosindicadores sugieren que los escasos restos óseos y líticos que infrayacena las capas 6 y 7 en 4E y 12H respectivamente experimentaron procesosde migración vertical. Por debajo de estas unidades se verificó una dis-cordancia erosiva que separa las unidades sedimentarias holocénicas delas pleistocénicas. Cabe preguntarse si el inicio aparente de las ocupacio-nes humanas en la cueva en ca. 3500 años AP se debe a la ausencia desedimentos correspondientes a momentos previos, que pueden haber sidoremovidos por procesos de erosión (capítulo 14).

En tercer lugar evaluamos cambios en la intensidad de presencia hu-mana partiendo de esta fecha tentativa de ocupación inicial y focalizandoen la distribución vertical de hallazgos de la cuadrícula 4E, que no pre-senta pérdida ósea importante. Hemos justificado que la variación endensidad de huesos no se debe a fragmentación diferencial. Losespecímenes contenidos en las primeras cinco capas de extracción dancuenta de 96.7% (N = 11.753) de los materiales recuperados y algo seme-jante ocurre con las evidencias líticas (N = 2928, 94.4%). Contamos conuna fecha de 3100 ± 70 años 14C AP para el sector inferior de capa 4; estamuestra se acercaría al momento en que se inicia la depositación de ma-teriales en la cuadrícula. Disponemos de otras dos fechas para 4E (Tabla13): la primera es de 1360 ± 65 años AP y procede de la parte superior decapa 4. La cercanía estratigráfica de esta fecha con respecto a la anteriorde 3100 remarca que en este segmento de la secuencia el conjunto consti-tuye un paquete de baja resolución temporal. Por último, se cuenta conuna tercera fecha de 965 ± 40 años AP que procede de capa 2 y se vinculaa las mayores densidades de huesos en la cuadrícula (Figura 39). Presen-tamos unos cálculos sencillos sobre tasas de descarte de huesos para 4E,que son muy informativos en un marco exploratorio de análisis de losdatos (Barberena et al. 2007a).

Figura 39. Tendencias verticales en las abundanciasde materiales óseos y líticos.

0

1000

2000

3000

4000

5000

6000

7000

1 2 3 4 5 6 7 8

N

capas

r = 0.43

lítico

óseo

cuadrícula 12H

0

1000

2000

3000

4000

5000

6000

7000

1 2 3 4 5 6 7 8

N

capas

r = 0.33

lítico

óseo

cuadrícula 4E

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208

La fecha de 965 ± 40 procedente del sector inferior de capa 2 puedefuncionar como una edad de base para los materiales contenidos en lascapas 1 y 2, que aportan un subconjunto de 7.431 huesos (61% de 4E).Entre 965 ± 40 y 3100 ± 70 años AP se habrían depositado 3.135especímenes (26%). Para calcular las tasas de depositación empleamoslas fechas calibradas: el límite cronológico más reciente del primer seg-mento estratigráfico (capas 1 y 2) es establecido en forma arbitraria en1900 AD, aunque probablemente sea anterior, ya que no se registraronelementos de origen europeo. En sentido estricto, esta fecha es tomadacomo una edad máxima para los materiales de capas 1 y 2. En este esque-ma hipotético el primer segmento se extiende entre 1900 y 1070 AD yrepresenta un lapso de 830 años calendáricos; el segundo segmento seextiende entre 1070 AD y 1350 AC, dando cuenta de 2420 añoscalendáricos. La tasa de descarte para el segmento más reciente es denueve especímenes por año y para el segundo segmento es de 1.29especímenes por año. Dado que los patrones de fragmentación son ho-mogéneos, planteamos que esto implica un aumento en la intensidad y/o redundancia de las ocupaciones. En conclusión, aunque estos númerosparecen bajos en términos absolutos, denotan un cambio en las tasas dedescarte en 4E. Dada la baja resolución temporal propia de este conjun-to, estos límites temporales deben tomarse con cautela. La informacióndel muestreo de sedimentos de 12H complementa estas inferencias, yaque los picos en las frecuencias de carbones y artefactos líticos se danpor sobre o en asociación con la fecha de 1550 ± 60 años AP. Este conjun-to de datos permite defender un marcado aumento en la tasa de descarteantrópico hacia la parte de la secuencia que corresponde a los últimos1500 o 2000 años, indicando que el sitio fue ocupado en un modo másregular y/o intenso.

Implicaciones regionales

A nivel geográfico regional, la localidad Cóndor se ubica en una posi-ción equidistante con respecto a la costa septentrional del estrecho deMagallanes y la cuenca del río Chico, que es una de las fuentes de aguadulce de mayor magnitud en la región. A su vez, se sitúa en un contextoecológico de estepa mésica, que actualmente presenta la capacidad decarga más elevada dentro de los existentes en Patagonia meridional. Al-gunas de estas propiedades son persistentes a nivel temporal y otras no,aunque cabe defender que aún la menos factible de ser proyectada al

Page 203: Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional

209

pasado, que es la productividad diferencial de los ambientes, es aplica-ble para el Holoceno tardío en una escala ordinal de análisis. En resu-men, Cóndor 1 se ubica en una localidad favorable por su posición geo-gráfica que brinda acceso a distintos tipos de recursos.

A nivel cronológico señalamos la ausencia de ausencia de ocupacio-nes previas a 4000 años AP en los dos sectores excavados. Dado que estasituación aplica a ambos sectores de la cueva, cabe plantear que el pa-trón no se debe a una distribución particular de las actividades humanasen el sitio. Es esperable que existan evidencias culturales previas que nohan sido interceptadas por el muestreo, algo que en última instancia nohace más que sustentar el planteo de baja intensidad en la señal antrópicaprevia a 4000 años AP. Las fechas iniciales para Cóndor 1 son interesan-tes en el marco de los datos disponibles para Patagonia meridional, quemarcan la presencia de poblaciones humanas desde al menos 10.000 años14C AP. En escala regional hay evidencias antrópicas procedentes del si-tio Don Ariel en la cuenca del río Chico, a 18 km de Cóndor, fechadasdesde 6930 ± 190 años 14C AP (Nami 1995). En conclusión, aún cuando laregión ya había sido explorada y habitada desde miles de años antes,Cóndor 1 se integraría en forma sistemática en las redes de circulaciónhumana recién a partir de 4000/3500 años AP.

Un tercer tema de interés se vincula a las variaciones temporales enla intensidad de las ocupaciones con posterioridad a esta fecha de presenciahumana inicial. Las evidencias presentadas indican un notable incremen-to en las tasas de descarte de materiales con posterioridad a 2000 años14C AP, una situación que se extendería hasta tiempos recientes. Las evi-dencias faunísticas, artefactuales estratigráficas y geoquímicas indicanla realización de actividades múltiples y recurrentes. Cabe mencionar losabundantes restos faunísticos, líticos, carbones, vegetales y estructurasantrópicas con morfología difusa. La información geoquímica marca unaintensidad llamativa en la abundancia de materia orgánica en el sectorinterno de la cueva en asociación estratigráfica con la fecha de 965 ± 40años AP. En forma complementaria a las estrategias generales de proce-samiento y consumo de las presas, la fragmentación elevada y sistemáti-ca de los huesos puede asociarse a contextos de uso redundante y activi-dades múltiples (Ambrose 2001).

Las pautas de fragmentación elevada y sistemática de los conjuntosóseos tienen una persistencia temporal importante, ya que se verifican alo largo de toda la secuencia de la cuadrícula 4E. Esto no puede ser expli-cado exclusivamente en función de la obtención de médula ósea y puedeasociarse a formas de procesamiento dirigidas a obtener otros nutrientes

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contenidos en el hueso (Bourlot 2007). Esta situación adquiere sentidoen un contexto en el cual existe un fuerte estrés de lípidos, favorecidopor el contexto nutricional de Patagonia meridional (Miotti 1998, MengoniGoñalons 1999, De Nigris 2004). Concluimos señalando un aspecto es-pacial que es profundizado en la discusión: la localidad Cóndor se ubicaen una franja peri costera de territorio para la cual se cuenta con eviden-cias isotópicas en restos humanos que indican un contacto regular conlos ambientes marinos y el consumo de los recursos que éstos ofrecen(Barberena 2002). La distribución espacial de ítems de procedencia ma-rina sugiere un panorama semejante (Borrero y Barberena 2006).

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12

Estratigrafía y biogeografía:localidades Cerro Norte - Estancia Don Bosco

y Estancia La Carlota

Integramos los resultados preliminares para dos localidades ubica-das en los sectores meridional y septentrional del CVPA. Estos resulta-dos se vinculan específicamente a un estudio geoarqueológico del regis-tro estratigráfico de sitios en distintos tipos de reparos rocosos. La inten-sidad ocupacional es el concepto que conecta estas observaciones connuestro objetivo geográfico de trabajo, sobre la base de un análisisdistribucional de evidencias estratificadas en reparos.

Localidad Cerro Norte (CN) - Estancia Don Bosco

Esta localidad se caracteriza por una baja intensidad global de usohumano, por lo cual representa un importante contraste con Cóndor.Implementamos un muestreo intensivo de sitios asociados a distintostipos de rasgos volcánicos (Borrero 2007). Los resultados geoarqueológi-cos obtenidos conforman una base necesaria para la posterior interpre-tación de los materiales recuperados. Se prospectó intensivamente y seexcavaron sitios ubicados en dos conos volcánicos denominados 1 y 2,rasgos elevados que se destacan visiblemente en el paisaje regional ypueden ser vistos desde grandes distancias. Se trabajó en un total dedoce sitios aunque sólo desarrollamos evidencias para siete de ellos, re-levantes para nuestras discusiones. Cinco se ubican en el interior del conovolcánico 1 (Figura 40) y dos en el sector externo del cono 2.

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Estratigrafía en reparos rocosos

Los reparos excavados presentan diferencias morfológicas ylocacionales importantes con respecto a los casos presentados para laslocalidades OB y Cóndor. Estos reparos tienen dimensiones variables,aunque en comparación con los anteriores son pequeños, y también hayimportantes diferencias en términos de morfología, posición topográficay rangos de visión (Tabla 15). Estas propiedades marcan una importantevariabilidad morfológica y locacional, aunque todos estos sitios son más

Figura 40. Localidad CN: vista del interior del cono volcánico 1.

Sitio(CN)

Dimen-siones

(m)

Orien-tación

Rango de visión

Amplitud de visión

Caracterización general

14 x 2

x 2 (h) 300º 315º/ 328º 7ºvisión interrumpida por borde opuesto del como

23,9 x 5,6 x 1,6 (h) 340º 315º/ 328º 7º

visión interrumpida por borde opuesto del como

3 3 x 3 --- --- 0º visión virtualmente nula

4 5 x 2,5 100º 30º/150º 120º alero pequeño con visión relativamente buena

5 3,5 x 2 x 2 (h) 100º 30º/150º 120º alero pequeño con buena

visión

6 5,5 x 2 m 200º 230º /110º 120º buena visión, sin obstáculos

7 4 x 3 x 1,5 (h) 340º 322º/330º 8º visión interrumpida por

borde opuesto del como

Tabla 15. Propiedades generales de los sitios Cerro Norte.

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semejantes entre sí que con respecto a los casos previos. Esto marca unpunto de interés para la comparación de los respectivos registrossedimentarios.

El sitio CN1 se ubica en el cono volcánico 1 y es una cueva pequeñaen la cual se realizó una recolección de materiales en superficie y se excavóuna cuadrícula de 1 x 1 m con una profundidad máxima de 45 cm (Figu-ra 41). Las observaciones presentadas para este sitio corresponden a N.Franco, L. L´Heureux y P. Campan, quienes condujeron la excavación.Se identificaron cuatro unidades estratigráficas: la unidad I está com-puesta por guano de oveja consolidado y sedimentos finos, entre los cua-les se recuperaron artefactos líticos y pequeños huesos calcinados. Launidad II es una lente relativamente potente de sedimento carbonosocon clastos endógenos. La unidad III es la matriz que contiene a la es-tructura de la unidad II y se extiende hasta 34 cm de profundidad, estácompuesta por sedimentos limosos con clastos dispersos y contiene ar-tefactos y huesos de guanaco. Finalmente, la unidad IV es arcillosa, pre-senta abundantes clastos endógenos y alcanza la roca de caja. Se cuentacon información preliminar sobre la composición de los conjuntos líticosrecuperados en la excavación. El total de artefactos es 751, de los cuales25 son instrumentos, entre los que se incluyen tres puntas y seis raspa-dores (Charlin 2007e). El porcentaje de instrumentos sobre el total delconjunto es de 3.3% y el índice para la abundancia de raspadores sobreel total de instrumentos es de 0.2%. Este último valor es de carácter inter-medio de acuerdo a los criterios definidos en el capítulo 8.

Figura 41. Vista de los sitios CN1 y CN2.

El sitio CN2 se ubica en el cono 1, a pocos metros de distancia deCN1 (Figura 41); realizamos dos sondeos adyacentes de 50 x 50 cm conuna profundidad máxima de 47 cm. La secuencia fue segmentada en

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cinco unidades estratigráficas (Figura 42). La unidad I está compuestapor guano y fragmentos de roca de caja. Se recuperaron restos culturalesque incluyen un elemento de origen europeo. La unidad II (10-20 cm) esheterogénea, diferenciándose pequeñas lentes y otras estructuras; lamatriz está compuesta por cenizas. Se recuperó un conjunto óseo com-puesto básicamente por huesos calcinados. Esta unidad contiene a la es-tructura A, una lente de color rojo pálido con carbones y contenido orgá-nico elevado, y a la estructura B, compuesta por dos delgadas láminassuperpuestas. En una posición cercana a la base de la unidad II se recu-peró un fragmento de vidrio con abundantes burbujas en su pasta y muyafectado por pátina o fuego. Estas características pueden implicar unacronología previa a comienzos del Siglo XIX (Silvana Buscaglia y MaríaMarschoff, comunicación personal 2007). El mismo estaba asociado aabundantes huesos calcinados y artefactos. También se recuperó otro frag-mento de vidrio de confección reciente, cuyas superficies no presenta-ban signos de exposición prolongada al sedimento o a condicionessubaéreas. Esto marca un contraste con el estado del otro fragmento ytiene implicaciones a nivel de su permanencia en el sitio. Estas observa-ciones sugieren una cronología histórica para la unidad I y para parte dela unidad II. Los análisis preliminares que están siendo conducidos mar-can que la unidad II contiene un conjunto relativamente denso compuesto

Figura 42. Sitio CN2: sondeo 2 (perfil Sur).

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por artefactos y huesos mayormente calcinados. Las característicasestratigráficas descriptas y el contenido cultural de la unidad sugierenque tiene un origen antrópico. La unidad III (20-34 cm) es gris rojizooscura, limo arenosa y con abundantes clastos endógenos. Presenta bajocontenido orgánico en relación con las unidades suprayacente einfrayacente y materiales arqueológicos poco abundantes. La unidad IV(34-45 cm) es limo arenosa, carbonosa y negra. Se recuperó un conjuntoimportante de artefactos, huesos quemados y carbones. Se fechó unamuestra de estos carbones ubicada a 40-45 cm de profundidad con unaedad de 2070 ± 80 años AP (GX 32608). La unidad V (42-47 cm) es limoarcillosa, marrón amarillenta y está en contacto con el basalto de la rocade base.

El sitio CN3 es una cueva pequeña de acceso restringido. Por su li-mitado acceso y visibilidad hacia el exterior, la cueva fue originalmentemuestreada en función de objetivos tafonómicos, aunque se recupera-ron materiales arqueológicos relativamente abundantes. También se re-gistró una potente y compacta capa de guano de oveja en la superficie,que indica su uso repetido por parte de estos animales en tiempos re-cientes. El sitio tiene dos pequeñas entradas por donde se habrían pro-ducido los procesos abióticos de sedimentación, predominantementeeólicos. Se realizó un sondeo de 1 x 1 m con una profundidad máxima de96 cm (Figura 43). La unidad I está compuesta por guano muy compactocon estructura tabular; su límite inferior es neto y regular y no presenta

Nota: a la derecha se observa un detalle de las estructuras antrópicas de unidad II.

Figura 43. Sitio CN3: perfil Oeste.

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materiales arqueológicos. La unidad II (48-86 cm) es limo arenosa, ma-rrón oscura, aunque el color es heterogéneo por la presencia de tres es-tructuras de combustión. Las estructuras antrópicas, denominadas A, By C, son limosas con arena subordinada, de color gris oscuro y negro porsu contenido carbonoso. La base de las estructuras presenta una transi-ción gradual hacia colores más claros, producto de alteración térmica(detalle en Figura 43). La estructura B contiene huesos de guanaco, roe-dor y artefactos. Se tomó una muestra de carbones de la estructura B (57-60 cm) para fechar, obteniéndose un resultado de 1120 ± 60 años AP. Sefechó una segunda muestra procedente de 65-70 cm con una edad de2160 ± 60 años AP (Tabla 16). La unidad III es limo arcillosa, marrónamarillento y tiene estructura masiva.

El sitio CN4 es un alero ubicado en el sector superior de la laderainterna del cono 1, a 40 m de CN7. Realizamos un sondeo de 50 x 50 cmcon una potencia de 25 cm. La estratigrafía es homogénea, por lo cual nofue segmentada en unidades litoestratigráficas. Representa un sitio detipo ‘somero’ (sensu Zárate et al. 2000-2002) contenido en un perfil desuelo pobremente desarrollado de perfil A/C. La matriz es limo areno-sa, de color marrón claro y contiene abundantes clastos de roca de caja.También es abundante la presencia de raíces pequeñas. Se recuperaronalgunas micro lascas, pocos artefactos de tamaño mayor y huesos deguanaco.

CN5 es un pequeño alero ubicado en el sector superior del bordeexterno del cono 2, en una posición elevada sin restricciones a la visibili-dad con un amplio rango de visión que abarca desde la desembocaduradel río Gallegos al noreste a Sierra de los Frailes al este. Las condicionesde reparo con respecto a los vientos son mejores aquí que en CN6, que esel otro caso que no se ubica en la ladera interna de los conos volcánicos(ver más abajo). La roca de caja del sitio también es volcánica, aunquedifiere a nivel macroscópico con respecto a los demás casos. Tiene colo-ración rojiza y es muy friable, pudiendo desagregarse fácilmente enclastos angulosos de tamaño grava. Se realizaron dos sondeos de 50 x 50cm en el centro del reparo, con una profundidad máxima de 120 cm (Fi-gura 44). La unidad I (0-13 cm) tiene sedimento fino con una importantefracción de gravas angulosas de roca de caja. La unidad II es limo areno-sa con gravas con contactos entre sí, produciendo sectores caracteriza-dos por estructura clasto sostén. Es marrón clara y tiene menor conteni-do orgánico que I. Contiene a la estructura II.A, con morfología lentiformey una potencia de 7 cm, de color negro por su contenido carbonoso. Estaestructura tiene límites difusos e irregulares. Luego, la unidad III se ex-

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tiende hasta la roca de base. Tiene matriz clasto sostén producto de ladesagregación de la roca de caja, proceso que se hace más importantehacia la base de la secuencia. Es muy friable, lo que puede deberse a sucomposición litológica enriquecida en clastos endógenos y empobrecidaen su contenido de matriz. Inferimos la presencia de túneles de roedorque afectaron a la unidad III, aunque los mismos no fueron reconocidosa nivel macroscópico por las propiedades sedimentarias de la unidad. Seregistraron concentraciones de huesos de roedor que incluyenespecímenes frágiles, como vértebras y costillas. También se recuperó unconjunto de huesos de guanaco bien preservados, que son principalmentearticulaciones y calcáneos, que estarían seleccionados por su tamaño ymorfología. Creemos que su presencia en esta unidad responde a proce-sos selectivos de migración vertical. Si esto es así, las evidenciasdefendibles de presencia humana se limitarían a las unidades I y II.

El sitio CN6 es una cueva pequeña, aunque ofrece un espacio dereparo considerable (Tabla 15, Figura 45), emplazada en la parte supe-rior del borde externo del cono 1. Junto con CN5 es el único reparomuestreado que tiene una localización externa, por lo que la visión noestá limitada por el propio cono volcánico. Por su orientación y posiciónestá relativamente expuesta a los vientos. Se realizó un sondeo de 50 x 50cm en el sector central, con una profundidad máxima de 56 cm. No serecuperaron materiales arqueológicos en la excavación, sólo escasos ar-

Figura 44. Sitio CN5 y perfil Oeste del Sondeo 1.

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tefactos en superficie; se discriminaron cinco unidades estratigráficas.Las unidades I y II están compuestas por guano cuya depositación seríareciente, ya que son producto de la presencia de ovejas en la cueva. Launidad III corresponde a cenizas de color gris claro, cuya apariencialitológica sugiere que se trata de guano quemado. Habría tenido unamisma forma de depositación que I y II. El carácter verticalmente acota-do y horizontalmente continuo de estas cenizas y la ausencia de eviden-cias antrópicas en estratigrafía sustentan la posibilidad de un incendionatural, o quizás asociado a la actividad reciente de los habitantes de lasestancias, favorecido por la presencia del guano en superficie. En la uni-dad IV predominan limos, es de color marrón oscuro y tiene elevadocontenido orgánico. La unidad V es fina, de color marrón claro. El sectordenominado V.A se caracteriza por la presencia de decenas de bolos deregurgitación de aves rapaces concentrados en buen estado de preserva-ción (Figura 45). En conclusión, las evidencias de presencia humana selimitan a escasos artefactos en superficie. El sitio constituye una cuevade tamaño considerable que virtualmente no fue ocupada por humanos,lo cual es consistente con el elevado aporte sedimentario producido poraves rapaces, que introdujeron un gran número de egagrópilas.

El sitio CN7 se ubica en el cono 1, cuatro metros al este de CN3 (Fi-gura 40). Se realizó un sondeo de 50 x 50 cm con una potencia de 50 cm.

Figura 45. Sitio CN6.

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La unidad I está compuesta por guano de oveja y tiene 18 cm de poten-cia, donde se recuperó un molusco marino y un fragmento de vidrioprobablemente retocado. La unidad II (18-31 cm) es de color marrón ro-jizo oscuro, limo arenosa y contiene clastos endógenos y nódulos de car-bonato. Presenta el mayor aporte orgánico a nivel sedimentario, ya quetiene abundantes restos vegetales, huesos, carbones y artefactos. En elcontacto con la unidad III está la estructura A, una delgada lámina desedimento negro y compacto con carbones que correspondería a una lentelevemente definida. La unidad IV (43-50 cm) es rojo oscura, limo arcillo-sa y aparenta tener condiciones de mayor acidez que pueden explicar laescasez de huesos recuperados, que son pequeños y están calcinados, loque puede favorecer su preservación. Se dispone de un fechado de 1640± 70 años 14C AP sobre carbones de la unidad III (Tabla 16).

Propiedades locacionales de los reparos rocosos

Las propiedades locacionales de los sitios bajo reparo fueron pre-sentadas en el capítulo 6. Las más relevantes a nivel conductual serían eltamaño y morfología de los reparos, la orientación cardinal y la ampli-tud del rango de visión del paisaje circundante (Tabla 15). Los siete sitiosde CN son de tamaño pequeño, con superficies bajo reparo de 3.5 x 2 mpara el sitio de menor tamaño (CN5) y 3.9 x 5.6 m para el sitio mayor(CN2). Los espacios reparados son mucho menores que en OB1, Cóndor1 y cueva La Carlota (ver más adelante). Esto también marca un contras-te con numerosos sitios trabajados por otros equipos, como Pali Aike,Cerro Sota (Bird 1988) o Las Buitreras (Sanguinetti de Bórmida 1976),que son cuevas de tamaño importante. El carácter pequeño de los sitiosCN los asimila a los excavados en la localidad El Volcán (Sanguinetti deBórmida 1984). Dado que todos los sitios CN tienen superficies semejan-tes bajo reparo, esta no sería la principal variable para explicar las dife-rencias observadas en densidad de materiales.

Los datos de rangos de visión indican que tres sitios tienen buenascondiciones de visibilidad, mientras que cuatro tienen una amplitud devisión restringida o nula (Tabla 15). CN5, CN6 y CN7 tienen buenos ran-gos de visión, en el orden de los 120° de amplitud. Los dos tienen unaamplia visión hacia el Atlántico no obstaculizada por rasgos topográficos.CN7 presenta una visión buena, aunque parcialmente obstaculizada porel cono volcánico. De estos tres sitios, CN6 virtualmente no presenta evi-dencias culturales y contiene abundantes indicadores de la presencia de

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aves rapaces. CN5 tiene evidencias antrópicas importantes, entre las quecabe mencionar una estructura, huesos de guanaco y artefactos. CN7 tie-ne una señal cultural mínima, probablemente indicativa de eventos ais-lados de descarte. Por otra parte, CN1, CN2, CN3 y CN4 presentan ma-las condiciones de visión. No obstante, los conjuntos recuperados sugie-ren un uso humano redundante, algo también observable a partir delestudio estratigráfico. Por lo tanto, en la escala de la localidad puedegeneralizarse que la amplitud del rango de visión no actuó como un fac-tor estricto en la selección de los espacios a ocupar, con la probable aexcepción de CN5, que tiene un amplio rango de visión y un conjuntoarqueológico importante.

Un segundo factor en la selección de los reparos es la orientacióncardinal (Legge 1972, Bailey y Davidson 1983). En Patagonia meridionalesto es relevante por los intensos vientos procedentes del suroeste/oes-te-suroeste, que en la actualidad dan cuenta de 45% de los vientos. Lossitios CN presentan buenas condiciones de reparo en este sentido, yaque la mayor parte se localiza en el interior del cono 1, que ofrece reparodel viento en forma independiente de la orientación. CN5 y CN6, ex-puestos a causa de su posición topográfica externa y elevada, tienen di-ferente orientación: CN5 se orienta casi en sentido este, por lo cual estáprotegido de los vientos predominantes. CN6 se orienta a 200° y estáplenamente expuesto a dichos vientos. Esta puede ser una variable im-portante para explicar las diferencias en la intensidad de la señal arqueo-lógica en estos sitios, ya que ambos presentan buenos rangos de visión yespacios bajo reparo comparables. En resumen, planteamos que el repa-ro de los vientos fue una variable importante para la selección de losemplazamientos a ocupar en CN. Esta sería una variable de peso aún enel caso de ocupaciones de carácter oportunista o circunstancial, algo con-sistente con la ausencia de evidencias culturales en CN6, el único sitioque tiene condiciones claramente desfavorables. Las condiciones de vi-sión no fueron una variable central en la toma de decisiones de instala-ción, ya que la mayor parte de los sitios con ocupaciones intensas tienenuna amplitud de visión restringida o nula y CN6, con un amplio rangode visión, casi no presenta ocupaciones. El único caso que difiere en estapropiedad es CN5, que tiene un buen rango de visión y una señal ar-queológica fuerte. En relación con el tamaño del espacio bajo reparo, esinteresante resaltar la existencia de ocupaciones humanas redundantesen estos reparos pequeños, que difieren de la mayor parte de los casospreviamente informados para el CVPA.

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Cronología de las ocupaciones humanas

Contamos con cuatro fechados para tres de estos sitios (Tabla 16,ver Borrero 2007). El rango total de estas edades calibradas va de 2324 a928 años AP. Señalamos que en los niveles superiores de CN2 se recupe-ró un artefacto de origen europeo, que por su contexto puede correspon-der a ocupaciones indígenas post hispánicas. Los fechados marcan unacronología relativamente tardía para las ocupaciones. La informacióndisponible para CN2 y CN3 permite evaluar en forma preliminar lostempos de depositación de materiales arqueológicos.

Sitio MuestraProf.(cm)

Unidad Edad 14C 13C Laboratorio CódigoEdad

calibrada (AP)

CN2 carbones 40-45 IV 2070 ± 80 -23.4 Geochron GX-32608 2308 / 1871

CN3 carbones 55-60 II est. B 1120 ± 60 --- LATYR LP-1764 1176 / 928

CN3 carbones 65-70 II 2160 ± 60 -23.6 Geochron GX-32606 2324 / 2002

CN7 carbones 35-40 III 1640 ± 70 -22.5 Geochron GX-32607 1707 / 1387

Tabla 16. Cronología 14C para los sitios de Cerro Norte - Ea. Don Bosco.

En CN2 hay una muestra de carbones a 40-45 cm de profundidaden la unidad IV, que da una edad calibrada de 2308 / 1871 años AP y seasocia a abundantes materiales óseos y líticos. Se registró en 15-18 cm unfragmento de vidrio manufacturado con anterioridad a comienzos delSiglo XIX, lo cual da una edad máxima para su depositación. Fue recu-perado en la unidad II, conformada por cenizas antrópicas y que contie-ne un conjunto arqueológico relativamente denso. En el segmentoestratigráfico que separa ambos puntos de la secuencia -equivalente a launidad III- hay materiales arqueológicos, aunque en muy baja densi-dad. Este análisis sugiere, entonces, la existencia de dos pulsos dedepositación importante de materiales, separados por sedimentos conescasas evidencias. Aunque las unidades II y IV sólo están separadasverticalmente por 25 cm, la distancia temporal entre ellas es de unos 2000años.

Para CN3 contamos con dos fechados que marcan la amplitud tem-poral de las ocupaciones, ya que la fecha más reciente está cercana allímite superior y la más antigua se asocia a su base. El lapso entre ambas

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fechas se ubica entre 2324 y 928 años calendáricos AP. Finalmente, CN7tiene una fecha calibrada de 1707 / 1387 años AP para una muestra decarbones ubicada a 35-40 cm, que cae dentro del lapso de las ocupacio-nes en CN3, a cuatro metros del mismo. A su vez, en el segmento supe-rior de la estratigrafía se recuperó un fragmento de vidrio que puedecorresponder a momentos de contacto, aunque esto no es claro.

Evidencias estratigráficas y pautas de ocupación humana

Enfatizamos la evaluación de datos estratigráficos obtenidos pormedios macroscópicos, que incluyen el análisis de la morfología de lasestructuras antrópicas. Esta información es relevante para el análisis dela intensidad ocupacional humana de un espacio. Se registraron distin-tos grados de incidencia antrópica en la sedimentación en estos sitios. Enun extremo se ubican CN4 y CN6, que corresponden respectivamente aun contexto de alero abierto y de cueva, ambos con mínimas evidenciasde presencia humana. Aunque los regímenes de sedimentación son dife-rentes en ambos casos, en ninguno de ellos los humanos fueron agentesimportantes. CN4 representa condiciones básicamente ‘exógenas’, mien-tras que CN6 está desconectado de los procesos de sedimentación pro-pios de contextos a cielo abierto; una parte importante del aportesedimentario es biogénico y se asocia a aves rapaces. A pesar de estasdiferencias, en ninguno de estos casos hay una señal antrópica consis-tente. CN7 puede representar una situación intermedia en términos delaporte sedimentario antrópico. Se recuperó un conjunto arqueológicoque incluye carbones, artefactos, restos óseos y vegetales, que se encuen-tra verticalmente circunscripto a la unidad II. Más allá de esto, las pro-piedades generales de la estratigrafía responderían a procesos naturalesde sedimentación. Finalmente, hay un conjunto de sitios conformado porCN1, CN2, CN3 y CN5. Hay importantes diferencias entre ellos, aunquese caracterizan por una señal estratigráfica y arqueológica que indicapresencia humana más prolongada, recurrente y/o intensa a través deltiempo. En los casos de CN1 y CN2 esto es confirmado por la cronologíadisponible. Esta situación marca una importante diferencia con los casosprevios. En un nivel más específico, vemos que CN3 y CN5 tienen es-tructuras antrópicas con límites definidos, asignables a los estadios 3 o 4de Chatters (Figuras 43 y 44). Esto implica una intensidad ocupacionalbaja, ya que de otro modo estos límites no se habrían preservado (FisherJr. y Strickland 1991). Esta observación es relevante para espacios

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circunscriptos como los reparos, en los cuales se maximiza la posibilidadde superposición de ocupaciones sucesivas y sus estructuras asociadas,conllevando una pérdida en su definición morfológica (Straus 1979,Chatters 1987). CN2 presenta una situación diferente en términos demorfología de las estructuras, que no está preservada. Esto es significati-vo si tomamos en cuenta que la unidad II, con 10 cm de potencia y unaextensión horizontal mínima de 1 x 0.5 m, está conformada casi exclusi-vamente por cenizas antrópicas, huesos calcinados y artefactos (Figura42), donde se recuperó también el fragmento de vidrio histórico. Estaunidad es asimilable a los estadios 1 o 2 de Chatters, que se asocian aocupaciones humanas intensas y/o recurrentes.

Interpretación local y regional

La integración de los datos estratigráficos y cronológicos presenta-dos para los sitios de CN nos permite caracterizar el registro en la escalade localidad que los engloba. La intensidad global de uso humano de lalocalidad se ubica en un nivel intermedio dentro de una escala relativa.Es difícil ajustar esta discusión hasta contar con el análisis final de losmateriales, aunque observaciones preliminares indican ocupacionesmenos intensas que en las localidades Orejas de Burro y Cóndor. Au-mentando la escala de análisis, esta observación conecta el nivel de aná-lisis de localidad con el de región, al integrar los datos de diferentes loca-lidades. En la escala espacial de región surge como un tema de impor-tancia la vinculación entre las localidades CN y Cóndor, ubicadas a seiskm de distancia en sentido geográfico sureste-noroeste, siguiendo loslineamientos estructurales predominantes en el CVPA (Figura 19). En unesquema distribucional y en escala temporal amplia, el registroestratificado de estas dos localidades puede ser interpretado en el marcode una red de lugares conectados por movimientos humanos. Sugeri-mos que estos lugares ocupan posiciones jerárquicas y funcionales dife-rentes en términos de la organización geográfica de las poblaciones. Pa-sando a un nivel espacial aún mayor, planteamos que esto puede marcarvectores usuales de circulación entre espacios distantes, que se susten-tan en distintos tipos de datos distribucionales (ver más adelante). Entreestos espacios conectados se destacan la costa norte del estrecho deMagallanes y la cuenca del río Chico (Borrero y Barberena 2006, Charlin2007a).

Al analizar los patrones temporales de CN notamos que aún los

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sitios con evidencias más intensas de uso presentan hiatos detectablesde importancia. Esto se observa particularmente en CN3, que presentauna diferencia de 1000 años para dos estructuras separadas verticalmen-te por sólo 10 cm, y en CN2, donde el primer pulso de ocupación ocurrióhace unos 2000 años mientras que el sucesivo sería reciente, pudiendocorresponder a tiempos históricos. En una escala temporal mayor ve-mos que la localidad fue incluida en forma sistemática en los circuitos demovilidad recién a partir de 2200 años AP, a pesar de que los rasgos delpaisaje estudiados estaban disponibles con anterioridad. Esto es intere-sante dado que en escala supra regional hay evidencias de presenciahumana más temprana (Bird 1988, Neves et al. 1999b). A priori, esto pue-de marcar un aumento en el tamaño de las poblaciones que habitan laregión que produce una ocupación más exhaustiva de estos rasgos am-pliamente disponibles en el paisaje, o una modificación en las pautas deasentamiento, que pasan a incluir en forma más sistemática la instala-ción en los reparos que ofrecen los afloramientos del CVPA.

Resumiendo, planteamos que la localidad CN - Ea. Don Bosco fueocupada en forma relativamente poco intensa, en el marco de pautas demovilidad que vinculaban la costa y el interior. No hay evidencias loca-les que permitan defender, como en el caso de OB1, que estos movimien-tos pueden estar contenidos dentro de un radio de predación (sensuBinford 1980). O sea que probablemente hay sucesivas instancias demovimiento implicadas en la conexión entre las costas marinas y estalocalidad. A continuación pasamos a la localidad Ea. La Carlota, que seencuentra una distancia mucho mayor de las costas marinas marcandoun contraste con las situaciones discutidas hasta aquí, que están conteni-das dentro de una franja peri costera de 25 km de amplitud.

Localidad Estancia La Carlota

Presentamos resultados geoarqueológicos preliminares para estalocalidad ubicada en la cuenca media del río Gallegos (capítulo 5, Figura6). Esta información contribuye a completar nuestra visión del sectorseptentrional del CVPA, donde el muestreo es menos intenso. Las evi-dencias producidas por otros equipos para este sector también son com-parativamente escasas (Sanguinetti de Bórmida 1976, 1982, CarballoMarina 2007). Esta localidad se asocia a afloramientos que correspondena la unidad volcánica 1, que es la mas antigua en el CVPA, por lo quenumerosas expresiones de esta unidad están erosionadas y vegetadas.

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Discutimos información producida por P. Campan, F. Carballo Marina yL. Manzi para la localidad en general y para el sitio La Carlota 1 en par-ticular. Nuestros resultados consisten en el análisis estratigráfico de losperfiles expuestos en excavaciones realizadas durante los años 2005 y2006 (Campan et al. 2007). Este conjunto de datos nos permite situar elregistro de reparos en el marco espacial más amplio del paisaje que losrodea.

Sitio cueva La Carlota 1

La Carlota 1 (de aquí en más LC1) se ubica a 400 m de la margen surdel sector medio del río Gallegos y es una cueva que mide 9.8 x 8 m, cuyaaltura oscila entre 1.40 y 3.80 m. Su boca tiene una orientación principalde 290° y un rango de visión de 80° que abarca un sector del valle del ríoGallegos. Se ubica en una posición topográfica elevada (Figura 46) y pre-senta buenas condiciones de visibilidad, interceptando un espacio atrac-tivo para los guanacos por la presencia de agua y muy buenas pasturasen el fondo del valle. Sin embargo, la visión está limitada en el lado opues-to del río por la presencia de sus terrazas y afloramientos volcánicos. Laroca de caja de la cueva es volcánica y ha tendido a desagregarse en for-ma importante a través del tiempo, produciendo abundantes bloquesangulosos de gran tamaño. En la línea de goteo hay numerosos nidos debandurrias que contienen ramas, excrementos y cáscaras de huevos. Es-

Figura 46. Sitio cueva LC1.

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tas aves habrían sido un importante agente sedimentario en la cueva.Se realizaron excavaciones en dos sectores del sitio que pueden re-

flejar condiciones diferentes de formación y ocupación humana (Campanet al. 2007). El primer muestreo (Sondeo 1) se ubica en la boca de la cuevay tiene una amplitud 0.5 x 1 m. El segundo sector excavado se denominasondeo 2, se localiza en el centro de la cueva y tiene una amplitud de 2 x1 m. Los datos geoarqueológicos son preliminares, ya que deben ser com-plementados con análisis químicos y sedimentológicos aún no realiza-dos. Como hicimos para Cerro Norte, analizamos los datos estratigráficosen referencia a la intensidad ocupacional humana que denotan. Estasestimaciones son cualitativas y deben ser contrastadas por medio de lí-neas independientes de evidencia.

En el sondeo 1 se alcanzó una profundidad de 1.2 m y se definierondos unidades estratigráficas. Diferentes propiedades de los sedimentoscomo los colores claros predominantes y el carácter poco orgánico sugie-ren el predominio de condiciones exógenas de sedimentación. Lascuadrículas 1 y 2 se ubican en el sector central de la cueva, donde serealizó una excavación de 2 x 1 m con una profundidad de 1.6 m. Sereconocieron seis unidades estratigráficas que buzan hacia el este, don-de se ubica el límite más cercano de la cueva (Figura 46). La unidad Itiene un origen básicamente natural, en el cual las aves fueron un impor-tante agente sedimentario. Los excrementos, restos vegetales y plumasrecuperados son semejantes al material que compone los nidos de ban-durrias. La unidad II está compuesta por cenizas que alcanzan una po-tencia de 35 cm y contiene una estructura de gran tamaño que se deno-mina II.A, compuesta por sedimentos gris muy oscuro, limo arenososcon gravas subordinadas, morfología lentiforme y una gran extensiónlateral (Figura 46). En las cenizas ubicadas por debajo de la estructura serecuperaron huesos calcinados. Esta unidad tiene un importante aporteantrópico, que habría generado la depositación de las cenizas. La uni-dad III tiene estructura clasto sostén y también presenta marcada influen-cia antrópica. La unidad IV está compuesta por sedimentos muy orgáni-cos y presenta camadas formadas por vegetales, abundantes huesos yartefactos. Se fechó un hueso de guanaco a una profundidad de 1.10/1.15 cm con un resultado de 1070 ± 40 años AP (Beta-215184, δ13C =-21.2‰). La unidad V no presentó aporte antrópico importante y la VIestá compuesta por numerosos bloques endógenos con contactos entresí y escasa matriz. Está en contacto con la roca de base y es estéril a nivelarqueológico.

En resumen, vemos que la unidad I no tiene abundantes materiales

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arqueológicos y presenta, por el contrario, un gran aporte sedimentariopor parte de aves. Las unidades II, III y IV contienen un importante aportesedimentario antrópico, que habría ocurrido a partir de 1000 años AP yhasta una fecha probablemente reciente. Finalmente, para las unidadesV y VI, que conforman la base de la secuencia, no se registró un aporteantrópico defendible.

En forma global, las evidencias sugieren un aporte antrópico a ni-vel sedimentario que difiere entre ambos sectores de la cueva. En la zonaexterna este aporte habría sido menos intenso que en el sector interno,

Figura 46. Perfil Sur de las cuadrículas 2 y 3 en LC1.

algo consistente con la abundancia de materiales arqueológicos. El apor-te antrópico de materia orgánica a los sedimentos del sector interno seexpresa en la existencia de concentraciones de cenizas, sedimentocarbonoso y huesos quemados conformando estructuras poco definidasa nivel morfológico. De acuerdo a los criterios de Chatters (1987), estaspropiedades implican un uso humano intenso de este sector de la cuevaen el lapso de sedimentación. Debe considerarse que las diferencias en-tre los sectores de excavación pueden tener un significado conductual oformacional, ya que existen condiciones menos conducentes a la preser-vación de evidencias orgánicas en la boca de la cueva.

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Arqueología en escalas de sitio y localidad

Los análisis disponibles corresponden sólo a los materiales del son-deo 1, por la cual estas observaciones, basadas en el análisis de Campany coautores (2007), son preliminares. A nivel artefactual es interesanteseñalar que los raspadores son los instrumentos más representados, comosucede en otros reparos del CVPA. Esto puede tener un significadoconductual de interés en función de los planteos realizados en el capítu-lo 7. El conjunto faunístico está compuesto básicamente por restos deguanaco con abundantes huellas de procesamiento antrópico. Se regis-traron distintos tipos de marcas de carnívoros que, aunque están en fre-cuencia baja (N = 18, 2.1%), se ubican en un nivel mucho mayor al verifi-cado en las muestras de Cóndor 1, que se caracteriza por su virtual au-sencia. Se registró la superposición de diferentes tipos de marcas comohoyuelos y arrastres, así como también la superposición de huellasantrópicas y marcas de carnívoros (Campan et al. 2007). Dado que unaparte de los huesos está mal preservada y no presenta condiciones parael registro de estas variables, estos pueden ser valores mínimos de laprevalencia de marcas. Como plantea Gamble (1986) para reparos deEuropa, este puede ser un indicador de baja intensidad de presenciahumana en el lapso de depositación de los huesos (ver Otaola 2008). Estaobservación es sólo una propuesta tentativa, aunque es consistente conotras evidencias disponibles para la cuenca del río Gallegos que trata-mos en la discusión. Al vincular estos datos con la información sobremorfología de las estructuras vemos que surgen implicaciones opuestas,ya que las mismas indican una intensidad importante de uso humanoque acarrea una pérdida de su definición morfológica. No obstante, dadoque estos dos indicadores proceden de diferentes sectores de excavación,y considerando que no podemos estimar su vinculación temporal, que-dan como temas a ser profundizados. Otro aspecto relevante es la pre-sencia de fragmentos de valva de Mytilus sp. en distintos niveles de lasecuencia (Patricia A. Campan, comunicación personal 2007). Esto es muyinteresante, ya que indica la presencia de elementos marinos a 85 km dela costa más cercana, que corresponde al estuario del río Gallegos.

Pasamos al nivel de localidad, integrando información distribucionalobtenida por Campan y coautores (2007) mediante transectas en torno alos afloramientos volcánicos donde se ubica LC1. Estas transectas cu-bren 400 m entre el río Gallegos y la cueva LC1, ofreciendo informaciónsobre variación en la densidad de materiales en superficie al alejarse delos reparos. Estas evidencias complementan nuestra información para el

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CVPA, que procede principalmente de espacios bajo reparo. Las densi-dades en los espacios a cielo abierto tienen un orden de magnitud de 10-4,mientras que las áreas cercanas a los afloramientos donde se ubica LC1tienen una magnitud mucho mayor, equivalente a 10-1 (Campan et al. 2007,Carballo Marina 2007). Esto es concordante con propuestas previas so-bre el papel de los abrigos rocosos como concentradores de actividadhumana (Belardi y Borrero 1999). Al evaluar los valores sobre riquezaartefactual se verifica una clara disminución con el aumento de la dis-tancia a los reparos potenciales, algo consistente con la información dedensidades (Campan et al. 2007). Esto contribuye a marcar los espaciosen torno a los reparos como emplazamientos redundantemente seleccio-nados para la ocupación humana. En escala local esto también es concor-dante con las abundantes pinturas rupestres registradas en el aleroRomario Barría, en el mismo afloramiento que LC1 (Campan et al. 2007).

Las evidencias presentadas se insertan en un marco geográfico másamplio que corresponde a la cuenca del río Gallegos y se ubica en elsector septentrional del CVPA. En esta escala, las evidencias de Ea. LaCarlota se integran con los datos de Las Buitreras y Abrigo de los Pesca-dores y con las evidencias distribucionales de superficie disponibles paralas secciones media e inferior del río Gallegos (Carballo Marina 2007).En la discusión desarrollamos este tema a fin de estimar el lugar queocupó el sector septentrional a nivel de la distribución de poblaciones enel CVPA. Actualmente, este sector del CVPA corresponde a un ambientede estepa xérica, caracterizado por los valores más bajos de precipitacio-nes a nivel regional. Esto produce una baja disponibilidad ypredictibilidad de las fuentes de agua dulce. En este contexto de bajaoferta hídrica, la cuenca del río Gallegos representa la principal fuentepermanente de agua. A su vez, la cuenca del río Gallegos ha sido descriptacomo una importante vía de circulación humana entre la costa y el inte-rior del continente (Carballo Marina 2007).

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Paisaje y formación del registro:arqueología en contextos a cielo abierto

Integramos los datos pedogenéticos y geomorfológicos obtenidospara el CVPA con la información disponible para otras regiones del inte-rior y la costa. Para los ambientes costeros se consideran también datosdel norte de Tierra del Fuego (Favier Dubois 2001), relevantes para ana-lizar procesos actuantes en escala supra regional. Sobre la base de unacomparación de secuencias en diferentes contextos geomorfológicos de-sarrollamos un modelo de formación del registro arqueológico a cieloabierto en la costa y el interior de Patagonia meridional. La aplicabilidadde esta propuesta trasciende nuestra región de estudio.

Registro pedogenético en Patagonia meridional y Tierra del Fuego

Los antecedentes disponibles para Santa Cruz y Tierra del Fuegoson producto del trabajo geoarqueológico desarrollado por C. FavierDubois, proveyendo el esquema a partir del cual se organizó nuestrotrabajo en el CVPA. Favier Dubois ha trabajado en localidades de costamarina, como Cabo Vírgenes en el continente y bahía San Sebastián enTierra del Fuego, y en el ambiente lacustre de lago Argentino (FavierDubois 1995, 2001). El eje principal ha sido la identificación, caracteriza-ción y mapeo de un evento pedogenético desarrollado durante elHoloceno tardío. Este evento, denominado ‘Evento PedogenéticoMagallania’ (Favier Dubois 2004, de aquí en más EPM), se asocia a con-

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diciones de humedad mayores a la actual. Integrando los datos de SantaCruz y Tierra del Fuego, defendió una causa climática actuante en escalasupra regional para la formación del suelo (Favier Dubois 2003a, 2004).Propone a su vez que las mismas se asocian a los eventos húmedos ocu-rridos en el marco de la Anomalía Climática Medieval (ACM de aquí enadelante), fechados por 14C en los lagos Cardiel y Argentino entre 1000 y1250 años AD (Stine 1994).

El EPM fue estudiado principalmente en ambientes de costa mari-na de Santa Cruz y Tierra del Fuego (Figura 48). Los trabajos que habíansido desarrollados en el interior corresponden a la localidad Ea. Alice, enla margen sur de lago Argentino. Los datos de Tierra del Fuego proce-den exclusivamente de ambientes costeros y en todos los casos se regis-tró un suelo enterrado, desarrollado a expensas de depósitos eólicos are-nosos. Los registros de Santa Cruz proceden mayormente de depósitoseólicos arenosos: los tres perfiles de Ea. Alice se ajustan a esta situación;en la localidad Cabo Vírgenes, cinco de los once perfiles analizados sedesarrollan en depósitos eólicos arenosos y tres en contextos de origeneólico con aporte coluvial. Hay dos casos que representan contextossedimentarios diferentes: proceden de un depósito de drift (CV7) y deuna berma marina (CV berma). Estos son los únicos casos en los que no

Referencias: 1. 3 de Enero, 2. Monte Aymond, 3. Valle fluvial, 4. Markatch Aike,5. Puente Blanco, 6. Cabo Vírgenes, 7. San Gregorio.

Figura 48. Localidades de costa e interior con información pedogenética.

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se registró un suelo enterrado. Resumiendo los datos de Santa Cruz yTierra del Fuego, se observa que todos los casos en los que se registró unsuelo enterrado corresponden a depósitos eólicos o depósitos eólicos conaporte coluvial adicional (Favier Dubois 2003a). Por lo tanto, hay unaestrecha asociación entre un tipo de depósito sedimentario y la expre-sión de una unidad de suelo enterrada (Favier Dubois 2001). Esta situa-ción es representativa de distintos ambientes de costa marina y lacustre.

Resumimos la información pedogenética presentada para el CVPAen conjunto con observaciones procedentes de otras localidadesmuestreadas. Dado que Pali Aike es un ambiente diferente a los contex-tos marinos y lacustres estudiados hasta el momento, esta comparacióncontribuye a comprender la variabilidad existente en la dinámica delpaisaje y su influencia en la formación del registro arqueológico.

Registro pedogenético en el CVPA

Hemos presentado información pedogenética para las localidadesMonte Aymond y 3 de Enero, ubicadas en el sector meridional del CVPA(Figura 48). Estos datos proceden de contextos glacifluviales, fluviales ycoluviales; también muestreamos los escasos depósitos eólicos localiza-dos, espacialmente restringidos.

Paisajes estables: depósitos glacifluviales, fluviales y coluviales

Se registró variación en la morfología de los suelos vinculada a fac-tores topográficos y sedimentarios locales. Sin embargo, los diferentescontextos geomorfológicos muestreados en el CVPA tienen propiedadesen común a nivel morfológico y cronológico. Las secuencias procedentesde contextos glacifluviales, fluviales y coluviales no mostraron unida-des de suelo enterradas. Por el contrario, en todos los casos se registróun suelo desarrollado en forma continua desde la superficie actual delterreno. A nivel morfológico estas secuencias presentan un epipedónócrico con desarrollo importante y bien provisto de materia orgánica quecorresponde al suelo actual. La cronología de las secuencias datadas porOCR marca que la materia orgánica que contienen es reciente: los perfi-les de Monte Aymond y 3 de Enero presentan edades de 234 y 425 añosOCR para su base. Consideramos que el significado de estas edades esestimativo y no les asignamos valor absoluto. Estos datos proceden en

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forma continua desde la superficie y nos permiten medir la tasa de resi-dencia media de la materia orgánica en el perfil (Zárate 1997), por lo quelas edades no pueden atribuirse a los materiales depositados en estoscontextos (Stein 1992). Las observaciones morfológicas y cronológicassugieren que estas secuencias tienen una baja resolución temporal y pue-den promediar materiales de cronología diversa, lo cual refleja el carác-ter marcadamente estable del paisaje asociado a estos contextosgeomorfológicos del interior. Estas propiedades se aplican a la mayorparte del CVPA.

Trabajos desarrollados en las planicies aluviales de los ríos Chico(Nami y Frink 1999) y Gallegos (Ercolano et al. 2000) marcan la presenciade suelos enterrados, marcando un contraste con el contexto fluvial se-cundario y efímero de Monte Aymond. Nami y Frink estudiaron la se-cuencia del sitio arqueológico Markatch Aike 1, en la margen norte delrío Chico, que se desarrolla en un depósito de mallín. Realizaron fechasOCR con edades que van de 154 a 1234 años AP (la última correspondeal suelo enterrado). También se obtuvo un fechado 14C de 1230 ± 60 añosAP para huesos de guanaco ubicados por sobre el suelo (Nami y Frink1999). Ercolano y coautores (2000) estudiaron secuencias de la cuencainferior del río Gallegos. En la terraza fluvial IV fecharon por 14C materiaorgánica de un suelo enterrado con una edad de 2500 ± 90 años AP. Estoscasos de los ríos Chico y Gallegos muestran que en depósitostexturalmente finos de planicie aluvial existieron condiciones adecua-das para la formación y segregación estratigráfica de suelos enterrados.Independientemente de las edades OCR, han sido tentativamente fecha-dos por 14C en edades mayores a 1200 años AP.

Paisajes dinámicos: depósitos eólicos

Los depósitos eólicos representan una situación diferente a niveldel registro pedogenético del CVPA. Tienen una distribución limitadaque se circunscribe a tres contextos del paisaje: el interior de ciertos co-nos volcánicos que funcionan como trampa de sedimentos eólicos, losvalles de los principales ríos y las márgenes de las lagunas de mayortamaño. En el caso de los conos volcánicos, sólo en pocas situaciones seregistró la presencia de dunas de arena en su interior, por lo que éstasería una situación bastante excepcional. El perfil 4 de la transecta Ea.Monte Aymond es el primer ejemplo (capítulo 10), ya que se registró unmédano edafizado que contenía un suelo enterrado con escaso desarro-

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llo. Dado que el depósito eólico tiene una limitada continuidad lateral,la expresión del suelo es muy localizada y no puede descartarse que sudesarrollo responda a condiciones topográficas y parentales locales. Tam-bién se observaron depósitos eólicos con un suelo enterrado en un conode la localidad Sierra de los Frailes (Lámina 8). Desde un punto de vistasedimentario, lo que nos interesa resaltar a partir de estos limitados ca-sos es la existencia de condiciones adecuadas para la formación de de-pósitos eólicos, que a su vez dan lugar al reconocimiento de suelos ente-rrados.

Los ambientes fluviales constituyen el segundo contexto en el que seregistraron depósitos eólicos. La primera localidad estudiada es Marka-tch Aike, en el sector medio de la cuenca del río Chico (Figura 48), donderealizamos observaciones que complementan las de Nami y Frink (1999).Nuestro trabajo se dirigió a un conjunto de depósitos eólicos longitudina-les ubicados en un sector externo de la margen norte del río, ubicadospor sobre los depósitos fluviales. Estas geoformas fueron interceptadaspor un camino que expone un perfil de unos 150 m de largo y potenciamáxima de 1.2 m (Lámina 9). La matriz del perfil es arenosa con limosubordinado; se observó una unidad de suelo de perfil A/AC/C ente-rrada a una profundidad variable de 40/60 cm. El horizonte A es marrónoscuro y tiene estructura migajosa débilmente desarrollada. El suelo estásepultado por sedimentos arenosos vegetados. Al comparar nuestrosdatos con los de Nami y Frink (1999) vemos que son dos contextos espa-cialmente asociados, aunque con diferentes historias de formación. Estacomparación integra el registro pedogenético de un potente depósitodesarrollado en un mallín del río, cuya formación se debería principal-mente a procesos fluviales, con el registro de depósitos eólicos supraya-centes. La segunda localidad fluvial estudiada es Puente Blanco, en lacuenca media-superior del río Gallegos (Figura 48). Registramos abun-dantes depósitos eólicos arenosos con una potencia considerable, en loscuales se desarrolló una unidad de suelo actualmente enterrada. La po-tencia máxima de estas geoformas es de 1.4 m y el suelo está enterradopor 30/50 cm de sedimento.

El tercer contexto analizado corresponde a ambientes lacustres ylagunares. Prospectamos cuerpos de agua de distinta magnitud, que in-cluyen desde una laguna efímera y somera hasta la laguna Potrok Aike,que es el cuerpo de agua de mayor estabilidad temporal en el CVPA. Enel caso de lagunas pequeñas realizamos observaciones detalladas en elmaar 3 de Enero, en el sector meridional del CVPA (capítulo 11). No seregistraron depósitos eólicos de magnitud en asociación al cuerpo de

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agua y, en forma acorde, tampoco se observaron suelos enterrados. Estelimitado panorama puede complementarse con los patrones planteadospor Zolitschka y coautores (2006a), quienes señalan que muchas de estaslagunas pequeñas se secan hacia el final del verano y sufren deflaciónpor procesos eólicos, llevando a la formación de pequeñas dunas de are-na como nebkhas o lunettes a barlovento (Zolitschka et al. 2006a, ver tam-bién Mazzoni 2001). Con respecto a cuerpos de agua de mayor tamaño yestabilidad, estudiamos el caso de laguna Potrok Aike, en el sector cen-tral del CVPA (Figura 48). Se recorrieron las márgenes norte y este de lalaguna que presentan terrazas lacustres holocénicas (Zolitschka et al.2006a: 305-307). Presentamos una imagen de la margen noreste de la la-guna con las principales unidades geomorfológicas (Figura 49). Se seña-la que la terraza ‘a’ corresponde a fluctuaciones estacionales del lago enla actualidad, y las terrazas ‘b’ y ‘c’ pueden vincularse tentativamente alfinal de la Pequeña Edad de Hielo, a fines del Siglo XIX (Zolitschka et al.2006a). Este fenómeno fue registrado en los núcleos de sedimentos dePotrok Aike (Haberzettl et al. 2005, 2006). A excepción de las nebkhasasociadas a la cárcava de Figura 49, no se identificaron depósitos eólicos,verificándose el desarrollo de un suelo desde la superficie actual de laterraza del Holoceno temprano.

Figura 49. Sector noreste de laguna Potrok Aike (Zolitschka et al. 2006a).

Recorrimos también la margen este de la laguna, que presenta unpanorama geomorfológico diferente: unos 100 m al sureste de la cárcavade erosión en Figura 49 se identificó un campo de dunas longitudinales

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desarrollado por sobre la terraza vegetada del Holoceno temprano. Tie-ne ca. 1.5 km de extensión y está compuesto por dunas con una potenciamáxima de 2 m. La posición de este campo de dunas en la margen este ysu ausencia en la margen norte estarían condicionadas por la direcciónpredominante (oeste-este) de los vientos. En numerosos sectores las du-nas están erosionadas por procesos eólicos que exponen los depósitos deplaya lacustre sobre los que apoyan, en conjunto con materiales arqueo-lógicos producto de talla sobre guijarros locales (observaciones de J.Charlin). Estos focos de erosión produjeron la exposición de perfiles enlos cuales se registró un suelo enterrado, cubierto por arenas estratificadas(Lámina 10). El perfil de suelo es A-AC-C y tiene abundante materiaorgánica. Su contexto geomorfológico y su morfología permiten vincu-larlo con los suelos registrados en los ríos Chico y Gallegos y en contex-tos de costa marina y lagos cordilleranos (Favier Dubois 2001). LagunaAzul es el otro cuerpo de agua permanente que prospectamos, donde nose detectaron depósitos eólicos. Esto puede responder al carácter encajo-nado de la laguna, rodeada por un anillo piroclástico de 60 m de altura(Mayr et al. 2005). Este cráter es de formación reciente, se encuentra pocoerosionado y aísla al cuerpo de agua de los sedimentos glacifluvialesque lo rodean; también lo protege de la acción del viento (Mayr et al.2007a). Esto hace que la erosión hídrica no exponga los sedimentos con-tenidos en dichos depósitos.

Los datos evaluados para contextos lacustres del CVPA marcan unadiferencia en la dispersión y magnitud de las geoformas eólicas entre loscuerpos de agua efímeros y de pequeño tamaño y laguna Potrok Aike,que es permanente. A partir de la limitada muestra de casos relevadospostulamos que la dimensión de los cuerpos de agua, que determina elalcance de la erosión hídrica, es un condicionante principal de la magni-tud de la dinámica eólica. Los médanos en cuerpos lacustres de mayortamaño que los del CVPA, como el lago Argentino, tienen una dimen-sión mucho mayor aún (Strelin y Malagnino 1996), sustentando esta ob-servación.

Integración del registro de suelos en Patagonia meridional

Hemos resumido los antecedentes sobre la distribución del suelodel Holoceno tardío (Favier Dubois 2004). Los datos sobre el materialparental a partir del cual se desarrolla marcan el predominio de depósi-tos eólicos. Como identificó Favier Dubois (2003a), hay una fuerte aso-

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ciación entre esta unidad pedogenética y cierto tipo de depósitos eólicos.Esta asociación entre un contexto geomorfológico determinado y un re-gistro pedogenético específico se asemeja a lo que Stafford (1995) deno-mina unidades geomorfológico-sedimentarias. La información presen-tada para el CVPA indica el predominio de contextos estables, caracteri-zados por bajas tasas de sedimentación, donde se desarrolla un único‘paquete’ de suelo desde la superficie actual del terreno. En estos casosno se observan suelos enterrados, que sólo se registraron en los siguien-tes contextos: depósitos eólicos en los valles de los ríos Chico y Gallegos,margen de la laguna Potrok Aike e interior de algunos conos volcánicos.La presencia en contextos sedimentarios comparables y la existencia deuna morfología semejante permiten vincular los suelos desarrollados enmédanos de los ambientes fluviales y lacustres. Los médanos en el inte-rior de conos volcánicos son muy sensibles a condiciones locales, lo cualestablece límites para su correlación regional.

La integración de los datos producidos por Favier Dubois, que pro-ceden de espacios con abundantes depósitos eólicos donde se segrega elsuelo a nivel estratigráfico, y de nuestros datos del CVPA, donde losdepósitos eólicos y los suelos enterrados adquieren una expresión muylocalizada, sugiere que la capacidad de detectar la presencia del sueloenterrado está condicionada por la distribución espacial de los depósitos eólicos.Estos depósitos presentan condiciones de sedimentación que posibilitanel sepultamiento y la consecuente segregación estratigráfica de suelosdel Holoceno tardío (Favier Dubois 2003a). Si tomamos en cuenta queesta unidad pedogenética es utilizada como un marcador cronológico ypaleoambiental (Favier Dubois 2004) y que suele presentar materialesarqueológicos asociados (Favier Dubois 2001, Borrero y Franco 2002), ladistribución espacial de los depósitos que la contienen adquiere una im-portancia central. Por este motivo evaluamos la distribución de los de-pósitos eólicos a fin de identificar los factores que condicionan su forma-ción en escala supra regional. Comprender los mecanismos que condi-cionan la expresión de suelos del Holoceno tardío contribuye a predecirlugares potenciales para su localización.

Geomorfología y registro pedogenético: un enfoque sedimentológico

El material parental o matriz sedimentaria sobre la que se desarro-lla un suelo es uno de los principales factores que condiciona su forma-ción (Retallack 2001). Las propiedades morfológicas y la distribución

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espacial de estos depósitos sedimentarios se vinculan a los procesosgeomorfológicos imperantes en cada ambiente (Birkeland 1999). Conta-mos con valiosos antecedentes que señalan los procesos y mecanismosimplicados en la formación de los depósitos eólicos en diferentes contex-tos geomorfológicos: costeros, lacustres y asociados a los ‘bajos sin sali-da’.

En relación con ambientes lacustres, Wenzens y coautores (1997)mapearon las dunas ubicadas en las márgenes norte y este del lagoViedma, proponiendo mecanismos implicados en su génesis. Tambiénhay estudios de los depósitos eólicos en lago Argentino (Strelin yMalagnino 1996). El segundo contexto en el cual se registraron depósitoseólicos corresponde a ambientes de costa marina. Uribe y Zamora (1981)estudiaron la geomorfología de Punta Dungeness y registraron el desa-rrollo localizado de dunas longitudinales. Ercolano desarrolló un estu-dio semejante para Punta Loyola, en la margen sur de la desembocaduradel río Gallegos, identificando depósitos eólicos restringidos (CarballoMarina y Ercolano 2002). Los ‘bajos sin salida’ son el tercer contexto parael que hay antecedentes relevantes: Mazzoni (2001) explica la formaciónde plumas eólicas adyacentes a estas depresiones producto de deflacióneólica. Para desarrollar el análisis geomorfológico de las evidenciaspedogenéticas empleamos un esquema diseñado para el estudio de sis-temas sedimentarios eólicos.

Estado de los sistemas sedimentarios eólicos en Patagonia meridional:aplicación inicial

El modelo de dinámica de los sistemas sedimentarios eólicos desa-rrollado por Kocurek y Lancaster (1999) está constituido por las siguien-tes variables: aporte sedimentario, disponibilidad de sedimentos y ca-pacidad de transporte. El ‘aporte sedimentario’ se refiere a la presenciade sedimentos de tamaño adecuado para el transporte eólico. La ‘dispo-nibilidad de los sedimentos’ define si éstos están en condiciones de sertransportados por el viento, ya que un ecosistema puede contener gra-nos de tamaño adecuado para la formación de dunas, pero los mismospueden no estar accesibles para el transporte eólico. Algunos de los fac-tores que producen esto son la fijación por cobertura vegetal y lacementación. En tercer lugar, la ‘capacidad de transporte’ mide la ener-gía del viento a fin transportar los sedimentos presentes y disponibles. Dadoque el registro de suelos enterrados del Holoceno tardío se asocia princi-

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palmente a dunas de arena, las mismas constituyen el eje del siguienteanálisis.

En relación con el aporte sedimentario, el tema central es evaluar lapresencia de sedimentos de tamaño adecuado para la formación de du-nas, para lo cual debemos analizar la composición sedimentológica delos depósitos más ubicuos en el CVPA y las regiones que lo rodean. Unagran parte de este paisaje es de origen glaciario o glacifluvial, constitui-do por morenas o mantos glacifluviales (Meglioli 1992, Clapperton 1993).Dada la gran competencia de transporte de estos agentes, estos depósi-tos presentan todo tamaño de clastos, incluyendo enormes bloqueserráticos. A nivel de su matriz, aunque predominan sedimentos finoscomo limos o arcillas, hay presencia de arenas que pueden funcionarcomo fuente para la formación de depósitos eólicos (Meglioli 1992,Wenzens et al. 1997). Una situación semejante fue registrada para cam-pos de dunas del Holoceno tardío en las Grandes Planicies del centro deEEUU (Muhs y Zárate 2001: 195-197). En conclusión, y aunque hay va-riaciones regionales en la composición sedimentológica de los depósi-tos, la información marca que hay arenas disponibles en todo el CVPA ylas zonas vecinas. Pueden existir limitaciones en la disponibilidad debi-das a las propiedades de los depósitos, aunque es defendible su presen-cia en una escala espacial amplia. Un tratamiento exhaustivo de este tematrasciende nuestro alcance, aunque en un nivel de análisis general estaafirmación es defendible. La segunda variable es la capacidad de transpor-te: el viento tiene una intensidad particularmente elevada en Patagoniameridional y no habría sido un factor limitante para la formación dedepósitos eólicos. Se han propuesto variaciones en la intensidad y locali-zación latitudinal de la faja de vientos occidentales durante el Holoceno(Gilli et al. 2005a, Mayr et al. 2007b), aunque estos cambios no habríansido tan importantes durante el Holoceno tardío. En forma independientede estos cambios, puede postularse que el viento no habría carecido dela energía necesaria para efectuar el transporte de estos sedimentos.

Una vez marcada la presencia de sedimentos de tamaño arena enlos depósitos de la región y la capacidad suficiente de transporte delviento, resta evaluar la disponibilidad de los sedimentos para ser transpor-tados. La distribución de los depósitos eólicos en Patagonia meridionales informativa sobre los ámbitos en los cuales las arenas están disponi-bles. Señalamos que los depósitos eólicos están muy circunscriptos en elCVPA, observándose dunas en el valle de los ríos Gallegos y Chico, lasmárgenes de laguna Potrok Aike y el interior de ciertos conos volcáni-cos. Las lagunas temporarias analizadas no se asocian a dunas (aunque

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ver Mazzoni 2001). Fuera del CVPA, mencionamos registros de estosdepósitos en ambientes de la costa atlántica, como Cabo Vírgenes (CV) -Punta Dungeness y Punta Loyola, y de la costa central del estrecho deMagallanes, como bahía San Gregorio. También se registraron camposde dunas en ambientes lacustres como lago Argentino y los lagos Cardiely Posadas, en el noreste de Santa Cruz (Re 2005, Bourlot 2007).

En resumen, todos los casos de formación de depósitos de dunas sevinculan a formas de erosión hídrica, ya sea de origen marino, lacustre ofluvial, de los depósitos glaciarios y glacifluviales predominantes. Estonos lleva a inferir que, a pesar de la presencia de arenas contenidas en losdepósitos y de la capacidad adecuada del viento para su transporte, usual-mente estas arenas no están disponibles para el transporte eólico. Lainteracción con la erosión hídrica establece una diferencia sustancial alrespecto. La notable abundancia de sedimentos muy finos -limos y arci-llas- y muy gruesos -gravas o mayores- en los depósitos glaciarios oglacifluviales puede explicar esta situación, ya que produce elacorazamiento de las superficies que no son fácilmente erosionadas porel viento (Tarbuck y Lutgens 1992: 333-335). Esta es una circunstanciausual en el CVPA, cuyo paisaje se conforma por planicies de drift asocia-das a dos eventos de avance glaciario (Meglioli 1992). Un factor comple-mentario que contribuye al acorazamiento de las superficies es la pre-sencia de horizontes Bt decapitados de antiguos paleosuelos, desarrolla-dos a expensas de depósitos de drift. Presentan estructuras prismáticasde gran tamaño, enriquecidas en arcillas y fuertemente compactadas porprocesos de iluviación. Este factor tendría una influencia menos ampliaque el anterior, aunque su efecto suele ser notorio. Mencionamos ejem-plos en las localidades Sierra de los Frailes, en el sector meridional delCVPA, Palermo Aike, en el sector central, y cantera El Indio, en el sectorseptentrional.

Resumimos los planteos realizados hasta aquí. Siguiendo a Kocureky Lancaster (1999) señalamos los siguientes puntos: los depósitosglaciarios y glacifluviales predominantes en Pali Aike y las costas que lorodean contienen sedimentos de tamaño adecuado para el transporteeólico y la formación de dunas. En general, los mismos no están disponi-bles por un acorazamiento de las superficies de dichos depósitos. Distin-tas formas de erosión hídrica modifican esta situación al ‘liberar’ a lossedimentos, que luego son transportados por el viento en forma selecti-va produciendo la formación de dunas que se encuentran espacialmenterestringidas. Wenzens y coautores (1997: 139) identifican este proceso enlago Viedma, que actúa a partir de la erosión de sedimentos lacustres. La

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interacción entre diferentes agentes geomorfológicos se asocia al regis-tro de dunas en localidades de costa marina, lacustres y fluviales dePatagonia meridional y Tierra del Fuego. Dado que los suelos delHoloceno tardío pueden ser discriminados principalmente en los depó-sitos eólicos, el mecanismo regional de formación de dunas identificadonos permite comprender y probablemente predecir la distribución espa-cial de dichos suelos.

Estas observaciones no implican la ausencia de arenas disponiblesen contextos no asociados a erosión hídrica, sino que éstas no serían su-ficientes para la formación de dunas. Sólo en contextos que funcionancomo efectivas trampas sedimentarias, como el interior de ciertos conosvolcánicos, se verificó la formación de pequeñas dunas no vinculadas aerosión hídrica. Por lo tanto, sería un sistema eólico dominado por ladisponibilidad de los sedimentos, que se vincula a causasgeomorfológicas. Proponemos un modelo de formación del registro ar-queológico articulado en función de estos planteos, que se dirige a inte-grar la información procedente de diferentes contextos geomorfológicos.Nos interesa explorar el contraste entre los ambientes de la costa marinay el interior del continente.

Modelo regional de formación del registro arqueológico

Se ha planteado una estrecha asociación entre ciertos procesosgeomorfológicos y la expresión del suelo del Holoceno tardío como uni-dad reconocible a nivel estratigráfico (Favier Dubois 2001, 2003a). Aquíevaluamos las implicaciones tafonómicas que se desprenden de estasobservaciones en relación con dos situaciones que denominamos modostafonómicos de depósitos eólicos y de paisajes estables.

Los depósitos eólicos formados a partir de sedimentos expuestos porerosión hídrica constituyen un modo tafonómico (sensu Behrensmeyer yHook 1992) específico, con propiedades particulares que posibilitan lasegregación estratigráfica del suelo EPM (Favier Dubois 2003a). Estosdepósitos se caracterizan por tasas elevadas de sedimentación en com-paración con la mayor parte del paisaje de Patagonia meridional(Wenzens et al. 1997, Favier Dubois y Manzi 2002). Esto es evidente enlas propiedades de los conjuntos arqueológicos allí recuperados, que secaracterizan por una buena preservación del arreglo espacial de las evi-dencias y de los materiales orgánicos en particular. Algunos ejemplos decasos costeros son los sitios CV2, CV8, CV6 y CV22 en Cabo Vírgenes

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(Borrero y Franco 2002, L’Heureux y Franco 2002, Barberena y Borrero2008) y RUD01BK en Punta Bustamante (Mansur et al. 2004). Parte de lasevidencias del sector central del estrecho de Magallanes se ubican enuna situación estratigráfica semejante (Massone 1979, 1984). Los contex-tos lacustres incluyen numerosas localidades en las márgenes de los la-gos Argentino y Viedma (Wenzens et al. 1997, Franco 2002). Tambiénpueden mencionarse los médanos estudiados desde una perspectiva ar-queológica en los lagos Cardiel, San Martín y Posadas (Belardi et al. 2006b,Re 2006, Bourlot 2007). Los contextos fluviales de los ríos Gallegos y Chicotambién se ajustan a estas condiciones. Una segunda propiedad de estosconjuntos vinculada con la elevada sedimentación es su alta resolucióntemporal (Favier Dubois 2001). En tercer lugar, estos contextos se carac-terizan por una elevada integridad; o sea que el número de agentes impli-cados en su formación es bajo, ya que las condiciones de sedimentaciónimperantes favorecen un rápido enterramiento de los materiales. A nivelde tafonomía regional, cabe esperar un buen potencial para la preserva-ción de restos orgánicos.

Las situaciones consideradas de aquí en más se vinculan a contex-tos geomorfológicos diferentes, aunque comparten una serie de propie-dades que justifican su tratamiento conjunto. Estos sectores constituyenuna gran parte del paisaje del CVPA. Los espacios incluidos experimen-taron condiciones bajas de sedimentación que no permiten que suelos delHoloceno tardío se expresen como una unidad sepultada. A nivelpedogenético se observó el desarrollo de horizontes de suelo relativa-mente potentes desde la superficie actual del terreno, que resumen am-plios lapsos de tiempo. Las bajas tasas de agradación condicionan uncarácter marcadamente estable para estos sectores del paisaje, que pre-sentan baja resolución temporal e integridad y promedian materiales depo-sitados en un amplio rango temporal. El concepto de registros ‘someros’propuesto por Zárate (1997, Zárate et al. 2000-2002) para la regiónpampeana es aplicable a los mismos. Surgen expectativas de un bajopotencial de enterramiento de restos en estos espacios, por lo que lascondiciones para la formación de un registro fósil de materiales orgáni-cos serían menores que en el modo tafonómico previo.

La comparación de estos dos modos tafonómicos contribuye a inte-grar evidencias procedentes de contextos geomorfológicos dispares, comola costa y el interior del continente. Los depósitos eólicos se localizan enla costa y el interior, sin embargo, mientras que están ampliamente dis-tribuidos en localidades costeras, sólo constituyen una pequeña fraccióndel paisaje del interior. En conclusión, los depósitos eólicos cubren una

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proporción mucho mayor de los ambientes costeros que del interior. Estohace que una fracción importante del registro arqueológico costero pro-ceda de este contexto sedimentario, mientras que los casos del interiorson poco abundantes. Esta afirmación es válida para el CVPA, que secaracteriza por la escasez de geoformas eólicas, y creemos que tambiénes aplicable a Patagonia meridional en general (con la excepción de losambientes lacustres, entre otros probables). El problema radica en com-parar los contextos a cielo abierto de la costa, ubicados mayormente enestos depósitos eólicos, con los del interior, que se localizan en perfilesde suelo de tipo ‘somero’. Las propiedades de los depósitos eólicos hansido discutidas en forma exhaustiva por Favier Dubois (2001, 2003a). Lacaracterización de los modos tafonómicos del CVPA y las costas que lorodean es utilizada para establecer los términos adecuados para una in-tegración del registro de la costa y el interior, que es uno de nuestrosobjetivos principales (Tabla 17). Otro paso de interés metodológico esintegrar las evidencias de depósitos eólicos costeros con las procedentesde reparos rocosos del interior. Ambos contextos se caracterizan, a nivelgeneral, por tasas elevadas de sedimentación. Sin embargo, veremos queexisten importantes diferencias formacionales y conductuales entre ellos.

VariablesModos tafonómicos

depósitos eólicoscontextos estables

o someros

Tasas de sedimentación elevadas bajas

Resolución elevada baja

Integridad elevada baja

Potencial de enterramiento alto bajo

Tabla 17. Propiedades arqueológicas de los modos tafonómicos.

Cronología y contexto paleoclimático del suelo del Holoceno tardío

Favier Dubois (2003a) ha propuesto un contexto cronológico ypaleoclimático para la formación del suelo del Holoceno tardío deno-minado ‘Magallania’ (EPM). La información disponible es consistentecon esta propuesta, aunque hay datos recientes que sugieren la necesi-dad de modificar ciertas implicaciones cronológicas y paleoclimáticas.

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Cronología

Sobre la base de fechas OCR de la materia orgánica de los suelos,Favier Dubois (2001, 2003b) propone que el suelo EPM se formó a partirdel siglo X AD, en asociación con fluctuaciones húmedas ocurridas en elmarco de la ACM. Este investigador plantea que en numerosos contex-tos del paisaje el suelo ha permanecido en superficie en estado relícticohasta tiempos recientes e inclusive hasta la actualidad (Favier Dubois2003a: 1662). Esto implica que el mismo puede promediar una señal ar-queológica, climática y cronológica vinculada a los últimos 1000 años.Para muchas de las localidades estudiadas se cuenta con un conjuntoimportante de fechados 14C que infrayacen a dicho suelo. En general,esta información es consistente con la propuesta cronológica de FavierDubois, aunque hay casos que la contradicen.

En el sitio 1 de la localidad San Genaro (SG) se obtuvo una edad 14Cde 610 ± 45 años AP sobre hueso de guanaco por debajo del suelo para elque se propone una edad de comienzo de formación de ca. 1000 años AP,marcando una inconsistencia estratigráfica como señala Favier Dubois(2001: 58). Esta muestra ósea se asocia a tres muestras de valvas marinasque arrojan edades en el orden de 1600/1100 años AP. SG2 tiene tres fe-chados 14C sobre huesos de guanaco (330 ± 70, 380 ± 70 y 440 ± 70 añosAP), más recientes que la edad OCR disponible para un horizonte desuelo que las suprayace (980 ± 29 años AP, Favier Dubois 2001: 48-53,57), implicando que hay una inversión de las edades 14C con respecto a lamuestra de OCR. Todas estas fechas coexisten a nivel estratigráfico ge-neral con muestras de moluscos datadas por 14C que tienen edades en elorden de 1400 años AP, por lo que son previas con respecto al suelo quelas sepulta. Con respecto a estos dos sitios, Favier Dubois señala que “Esmarcada la discordancia observada entre aquellas dataciones efectuadas sobrevalvas y carbón respecto a las efectuadas sobre huesos de guanaco provenientesde las mismas unidades estratigráficas en estos sitios” (Favier Dubois 2001:57). Esto llevó a analizar la preservación del colágeno en otras muestrasde hueso de estos sitios (Cordero Otero et al. 1999, 2000). A tal fin, seobtuvieron tres muestras de SG1 y dos de SG2, que se describen “… comopotencialmente representativas de los procesos que pudieran haber afectado a losmateriales enviados a datar por 14C” (Favier Dubois 2001: 58). Se realizaronanálisis de la proporción C/N, que permite caracterizar la preservacióndel colágeno (van Klinken 1999): de las cinco muestras, dos presentanvalores anómalos y tres se encuentran dentro del rango aceptado paramuestras modernas (Ambrose 1990). Tratamos dos aspectos que desde

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nuestro punto de vista están vinculados: la discordancia señalada para losvalores sobre huesos y moluscos y el análisis de preservación del colágenorealizado para explicarla.

Defender la existencia de una discordancia en las edades de huesosvs. valvas y carbones sólo por que son diferentes implicaría asumir quetodos los restos se depositaron en forma conjunta, cuando en realidadno sabemos si esto fue así. No consideramos que se deba ver este registrocomo anómalo, requiriendo una explicación especial. Con respecto a lapreservación del colágeno en los huesos datados, no se puede restar va-lidez a los valores obtenidos sobre estas muestras a partir de análisis deC/N realizados sobre otras muestras que no fueron escogidas para fe-char, aunque procedan de la misma unidad estratigráfica -de hecho, nin-guno de estos huesos pudo ser datado por la escasez de colágeno (Cor-dero Otero et al. 1999: 345)-. La preservación de los huesos en un mismocontexto no tiene por qué ser homogénea y la posibilidad de formaciónatricional del conjunto no puede descartarse. A su vez, que algunas mues-tras hayan sido seleccionadas para fechar y otras no tiene un significadoen sí mismo a nivel de la preservación, ya que el criterio es elegir mues-tras adecuadas que tengan un tamaño mínimo, dejando de lado huesospequeños y mal preservados.

El caso de Cerro de los Gatos consiste en depósitos eólicos desarro-llados sobre afloramientos terciarios donde se registró un suelo fechadopor OCR en 772/168 años AP. Por debajo del mismo se excavó una lentede gasterópodos marinos de aparente origen antrópico, fechada por 14Cen 900 ± 115 años AP (Favier Dubois 2001: 100-105). Este valor debe sercorregido por efecto reservorio marino, que varía a nivel local entre 80 ±35 y 265 ± 45 años (Cordero et al. 2003: 13). Empleando este rango devalores o la media global para este efecto se obtiene una edad virtual-mente equivalente o más reciente que la cronología estimada para el sueloque la sepulta. El sitio CV8 en el extremo sureste de Santa Cruz es otroregistro con dificultades cronológicas y estratigráficas. Por debajo de unhorizonte 2AC de suelo fechado por OCR en 958 ± 28 años AP se obtu-vieron dos fechados 14C de 120 ± 55 y 240 ± 40 años AP, respectivamentesobre muestras de carbón y hueso de guanaco (Favier Dubois 2001: 140,142), lo que marca una inversión entre el valor OCR y las edades 14C.

Nuestras preguntas se dirigen al significado de las edades OCR comofechas numéricas o ‘absolutas’. Como se ha señalado (Frink 1997, Zárate1997, Favier Dubois 2001), las edades OCR son valores mínimos para lossuelos, ya que la iluviación continua de materia orgánica rejuvenece sucontenido orgánico. Esto no es un problema sino una propiedad del

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método que puede ser evaluada por medios independientes de datación.Por otra parte, las edades sobre las que se basa la cronología de suelosdel Holoceno tardío en Patagonia se realizaron en una etapa del métodoOCR en la cual una o dos muestras de un perfil eran consideradas sufi-cientes para acotar su rango cronológico (ver también Barberena et al.2003). Estas edades fueron planteadas en términos comparables a losmétodos ‘absolutos’ de datación, ya que informaban la edad de cadamuestra en forma relativamente independiente de otros resultados enun mismo perfil. De este modo, en numerosos casos fueron empleadaspara datar una única muestra de materia orgánica de un perfil. Luego,D. Frink modificó su forma de analizar e interpretar las muestras de sue-los, planteando que cada edad obtenida varía en función del número demuestras disponibles para un perfil y del espaciamiento vertical existen-te entre ellas (Frink 2004, ver Harrison y Frink 2000). Esto implica la ne-cesidad de reconsiderar el significado de los valores obtenidos con ante-rioridad. Consideramos que el aporte de los parámetros físicos y quími-cos contenidos en el cálculo de las funciones de OCR radica en estudiarla historia de formación de un suelo. Esto no quita el valor cronológicorelativo que tienen los resultados OCR, aunque su precisión esta directa-mente condicionada por el número de determinaciones para cada perfily su espaciamiento vertical (Frink 2004). Los fechados 14C disponiblesinfrayacen al suelo y proceden de los depósitos a expensas de los cualesse desarrolla, por lo que proveen edades a partir de las cuales comenzó suformación y pueden ser más o menos cercanas con respecto a la edad‘real’ del evento suprayacente que queremos fechar. Sobre la base de estosplanteos consideramos que aunque hay importante informacióncronológica que posiciona los suelos del Holoceno tardío, aún no se hafechado en términos numéricos el inicio de su formación y el lapso impli-cado en la misma. La relevancia de esta discusión cronológica es clara enfunción de las evidencias paleoclimáticas que tratamos a continuación.

Paleoclima

Se ha defendido la asociación del suelo EPM con momentos demarcada humedad registrados en los lagos Cardiel y Argentino en elrango temporal de la ACM (sensu Stine 1994, ver Favier Dubois 2004).Esto posiciona el inicio de la formación del suelo en un lapso entre lossiglos X y XII AD (Favier Dubois 2003a: 1660-62). Stine (1998) proponeque entre 850 y 1350 años AD se dan condiciones de clima marcadamente

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árido en Patagonia meridional, interrumpidas por un período húmedoque se extiende por unas tres décadas y se da a partir de ca. 1100 AD. Anivel general, entonces, se trata de unos 500 años calendáricos caracteri-zados por condiciones de aridez que son interrumpidos por un períodohúmedo, breve en comparación. Durante los períodos áridos descendiónotablemente el nivel de los lagos Argentino y Cardiel permitiendo elcrecimiento de árboles en sus márgenes, que luego son cubiertos por aguaal subir el nivel de los lagos. Nuevas evidencias paleoclimáticas proce-dentes de la costa y el interior son de gran interés para este tema.

El estudio de núcleos de sedimentos de lagos volcánicos aporta in-formación de alta resolución sobre las fluctuaciones climáticas ocurridasen el Holoceno tardío (Zolitschka et al. 2006a). El registro de concentra-ción de carbono inorgánico total de Potrok Aike indica eventos asociablesa la ACM entre los Siglos X y XV AD, seguidos en forma inmediata por ladenominada Pequeña Edad de Hielo (PEH) desde comienzos del SigloXV hasta comienzos del XX (Haberzettl et al. 2005). Esto marca una posi-ción más tardía para la ACM que la postulada por Stine (1994). Estosestudios señalan que la PEH es el período frío y húmedo más intenso yprolongado desde el Holoceno temprano (Haberzettl et al. 2007b), algosustentado por los estudios de avances neoglaciares (Glasser et al. 2004).

Mancini (2007) estudió dos secuencias polínicas de Cabo Vírgenes,procedentes de una turbera y un perfil de suelo desarrollado en un mé-dano. La turbera tiene un fechado basal de 1270 años 14C AP y Mancinisegmenta su secuencia en dos zonas polínicas vinculadas a diferentescondiciones de humedad. La primera se extiende entre 1200 y 700 añosAP, como marcan fechados 14C disponibles, cubriendo el rango de loseventos húmedos de la ACM y del inicio de la formación del suelo enCabo Vírgenes (Stine 1994, Favier Dubois 2001). Se registró el predomi-nio de especies arbustivas asociadas a condiciones áridas. La segundazona polínica se desarrolla por sobre un fechado de 670 ± 70 años 14C APy alcanza hasta la superficie actual (Mancini 2007), incluyendo el lapsode la PEH (Villalba 1994, Haberzettl et al. 2005). La matriz es negra, arci-llosa y presenta un aumento en la concentración de materia orgánica. Lainformación polínica marca los máximos valores para gramíneas yjuncáceas de ecosistemas húmedos. Los últimos 20 cm de la secuenciapresentan un aumento en la concentración de ciperáceas y una marcadadisminución en taxones de condiciones xéricas. Las variaciones polínicasson consistentes con el registro sedimentológico del perfil (Mancini 2007).

La secuencia del médano también presenta dos zonas polínicas: laprimera representa una estepa herbáceo arbustiva asociada a condicio-

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nes áridas; la segunda tiene valores más elevados de concentraciónpolínica y muestra valores altos de gramíneas y bajos de arbustos. Lamuestra del límite superior del suelo tiene abundante polen de Rumex,un taxón europeo asociado a la introducción de ovejas en el Siglo XIX(Mancini 2007). Estos datos para ambas secuencias indican que el lapsode inicio de formación del suelo se caracteriza por condiciones de relati-va aridez. En contraposición, a partir de 700/600 años AP se verificancondiciones sostenidas de mayor humedad, que en la turbera se extien-den hasta tiempos recientes. Por lo tanto, las condiciones de mayor hu-medad se dan en forma posterior al período propuesto para el inicio de laformación del suelo. Un segundo punto de interés es que la abundantepresencia de Rumex en el horizonte A del suelo indica un enterramientoreciente, algo consistente con la situación contemplada por Favier Dubois(2003a: 1662).

Planteos alternativos

El análisis de estos datos nos permite sugerir modificaciones a laexplicación que afirma que el inicio de la formación del suelo se vinculaa eventos húmedos ocurridos durante la ACM entre los Siglos X y XIIAD. Los datos paleoclimáticos indican que entre los Siglos XV y XIX ADse dan las condiciones de humedad más elevadas y prolongadas desdeel Holoceno temprano hasta la actualidad, como reflejan los registros delas lagunas Azul y Potrok Aike, en el interior, y Cabo Vírgenes en la cos-ta, lo cual marca que esto es válido para Patagonia meridional en gene-ral. Estas edades se ubican en el lapso referible a la PEH (Villalba 1994,Luckmann y Villalba 2001). Comparativamente, los lapsos de humedadocurridos en el marco de la ACM son muy breves y presentan una me-nor intensidad (Stine 1994, Haberzettl et al. 2005, Figura 50). Bajo esteesquema, el suelo EPM puede no ser un indicador de la ACM en estadousualmente relíctico, sino responder a condiciones de humedad prolongadaregistradas durante los últimos cuatro siglos, en asociación con la PEH. Unasituación alternativa que se desprende del trabajo de Favier Dubois esque en ciertos contextos este suelo representa tanto a eventos de la PEHcomo a de la ACM y resume, por lo tanto, un lapso temporal de unos1000 años (Favier Dubois 2003a).

La información radiocarbónica disponible aporta edades máximaspara la formación del suelo, lo cual no permite descartar que ésta hayaocurrido durante los últimos siglos. Creemos que estos datos no com-

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Nota: se indican los períodos húmedos correspondientes a PEH y ACM.

Figura 50. Registros tardíos de Potrok Aike (TIC) y Laguna Azul(δ13Corg.) (Zolitschka et al. 2004).

prueban ni refutan las alternativas cronológicas existentes para el iniciode la formación del suelo: durante los Siglos X y XII en tiempos de laACM, o durante últimos cuatro siglos, en asociación con la PEH. Losdatos OCR disponibles no tienen un poder explicativo que permita dis-criminar entre estas alternativas. La principal implicación de ambas pro-puestas temporales se vincula al rango de permanencia del suelo en la super-ficie del paisaje, ya sea en condiciones relícticas a nivel climático o no. Lapropuesta de Favier Dubois implica un lapso de estabilidad del paisajede unos 1000 años y el desarrollo que sugerimos aquí se asocia a un lap-so de estabilidad más acotado, que abarcaría los últimos 300 o 400 años.Ambos escenarios se asocian a situaciones diferentes de integración delos materiales arqueológicos al registro sedimentario. Bajo la propuestade una permanencia más extendida del suelo cabe esperar que gran par-te de las evidencias del Holoceno tardío se depositen en una superficieestable y se entierren por procesos de migración vertical. Por el contra-rio, en el escenario cronológico que sugerimos este modo tafonómicoestable tiene una duración menor. A nivel general, Favier Dubois (2003a:1659) plantea que los materiales arqueológicos no suelen exhibir modifi-

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caciones superficiales producidas por meteorización o abrasión, indican-do el predominio de condiciones de sedimentación elevada. Con respec-to a la posición estratigráfica de los materiales sugiere: “El material cultu-ral fue frecuentemente recuperado en depósitos localizados por debajo del molisol,en ciertos casos en cantidades abundantes. Los sedimentos eólicos y coluvialessuperiores presentan escasas evidencias arqueológicas que fueron ocasionalmen-te recuperadas en contextos de resedimentación … Más aún, la distribución defrecuencias artefactuales es baja en la parte superior del perfil pedológico. Por lotanto, a pesar de presentar una superficie estable durante varios siglos, elmolisol no recibió cantidades significativas de material arqueológico”(Favier Dubois 2003a: 1662, nuestra traducción, resaltado agregado).

Esta descripción de la posición estratigráfica de los materiales esrepresentativa del registro de numerosas localidades en Santa Cruz yTierra del Fuego. Un programa de sondeos sistemáticos realizado recien-temente en depósitos eólicos de Cabo Vírgenes confirma esta situación(Barberena y Borrero 2008), que ejemplificamos con el sitio CV22 (Figura51), cercano a CV6. Allí se observa la posición del material arqueológicoque estaría in situ, claramente por debajo del horizonte A del suelo, con-tenido en el médano que constituye su material parental. Se obtuvo unfechado de 660 ± 50 años 14C AP (GX-32586, δ13C = -21,3%o) sobre unhueso de guanaco de esta acumulación, que también incluye restos deaves y mamíferos marinos (Barberena y Borrero 2008). La edad de estamuestra calibrada con dos sigmas es 1270/1402 años AD. Hay eviden-cias contextuales que indican que el material no está redepositado y quese ubica unos 20 cm por debajo del límite inferior de los sedimentos afec-tados por la formación del suelo (Figura 51). Dado que la edad es poste-rior a la propuesta para el inicio de la formación del suelo, esto implicaque dicha formación es posterior a lo planteado. Sugerimos que la fechaobtenida para las ocupaciones de CV22 aporta una edad mínima para elinicio de la formación del suelo más cercana a su edad real que las ya esta-ban disponibles en esta localidad sobre muestras de carbón, que corres-ponden a CV6 (1190 ± 60 y 1170 ± 50 años 14C AP, L’Heureux y Franco2002).

Para Cabo Vírgenes también se cuenta con dos fechas sobre huesode pinnípedo vinculadas al suelo, que requieren una corrección por efectoreservorio (Cordero Otero et al. 2000). Una de ellas procede de CV6 (1160± 70) y la otra de CV2 (1050 ± 70, Borrero y Franco 2002). Al ser corregi-das de acuerdo con el valor de reservorio local, de 516 ± 85 (Cordero et al.2003), estas edades se ubican en torno a 700 años 14C AP. Si se emplea elvalor promedio global, de 400 años (Stuiver y Braziunas 1993), se ubican

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en ca. 800 años AP. En ambos casos las mismas son posteriores a la crono-logía propuesta para el inicio del suelo que las sepulta.

La información cronológica de CV6 y CV22 tiene implicaciones anivel del resultado OCR de CV6. Ambos sitios se ubican en un mismocontexto geomorfológico de médanos, separados por unas decenas demetros. En ambos casos los materiales fechados por 14C se localizan pordebajo del suelo, que tiene una gran continuidad lateral. La muestra OCRdisponible para CV6 marca una edad de 1032 ± 30 años calendáricos APpara el horizonte 2AC (Favier Dubois 2001: 143). Dado que el suelo re-gistrado en ambos sitios es el mismo, el fechado 14C de CV22, de 660 ± 50años AP, subyace al valor de OCR de 1032 ± 30 (Figura 51). El arregloespacial de los huesos que forman el conjunto del que procede la mues-tra fechada permite descartar una migración vertical. Esto marca la ne-cesidad de reevaluar el valor aislado de OCR obtenido para esta secuen-cia. Esta situación estratigráfica es más parsimoniosa en un escenario enel cual el suelo se empezó a formar más recientemente y representa unperíodo de estabilidad más acotado. De otro modo, no se puede explicarla inversión estratigráfica de las edades.

El caso de CV22 se suma al sitio CV8 en esta localidad y SG1, SG2 yCerro de los Gatos en Tierra del Fuego, donde se obtienen edades 14C

Figura 51. Materiales en estratigrafía en el sitio CV22.

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más recientes que las fechas OCR suprayacentes (al aplicar la correcciónpor efecto reservorio a las muestras de pinnípedos ocurre lo mismo conCV6 y CV2). En todos los casos se verifica una clara inversión entre lasedades OCR y 14C, que puede ser fácilmente explicada en una escala supraregional si la cronología del suelo del Holoceno tardío es la que plantea-mos aquí. De otro modo, constituyen un conjunto de anomalías que per-manecen sin explicar. Pasando a otro aspecto del análisis, no es fácil ex-plicar la escasez o ausencia de materiales arqueológicos en asociacióncon un suelo que resumiría 1000 años de un período caracterizado porabundantes ocupaciones humanas a nivel regional. Las evidenciascronológicas y paleoclimáticas disponibles sugieren que el escenario queproponemos es más parsimonioso.

Un estudio desarrollado por Wenzens y coautores (1997) en secuen-cias de médanos al norte del lago Viedma es un antecedente directo paranuestra interpretación: “dataciones radiocarbónicas sobre raíces …. indicanuna edad de ± 400 años. Si esta edad indica el comienzo de la cubierta vegetal delos sedimentos eólicos, se corresponde con el avance reciente del glaciar en 1600A.D. En este caso un aumento en las precipitaciones o una disminución en lastemperaturas habría iniciado el proceso de fijación de las dunas” (Wenzens etal. 1997: 142, nuestra traducción). Esta propuesta vincula la formacióndel suelo al inicio de la PEH. Sumados a nuestras observaciones paraCabo Vírgenes, estos planteos tienen implicaciones para otras localida-des de Santa Cruz y Tierra del Fuego.

En resumen, hemos reevaluado ciertos aspectos del contexto pa-leoclimático y cronológico propuesto para el suelo del Holoceno tardío.En un nivel general analizamos la dinámica del paisaje y los procesos deformación del registro arqueológico en contextos a cielo abierto en esca-la supra regional. Se desarrolló una comparación entre los dos modostafonómicos más usuales en Pali Aike y las regiones costeras que lo ro-dean. Este modelo tafonómico tiene una aplicabilidad que trasciendenuestra región de estudio y provee un esquema para analizar las propie-dades del registro estratificado en diferentes contextos geomorfológicos.

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14

El registro arqueológico de reparosrocosos en Patagonia meridional

El registro arqueológico de reparos rocosos ha centrado la atenciónde los arqueólogos en el mundo en general y en Patagonia en particulardurante mucho tiempo (Gradin et al. 1979, Laville et al. 1980). El clásicodebate sobre el significado de la variabilidad artefactual de los conjun-tos Musterienses, por ejemplo, implicó una valoración diferencial del sig-nificado conductual de las muestras procedentes de reparos (Bordes yde Sonneville-Bordes 1970, Binford 1973). La amplitud de las activida-des representadas en los conjuntos procedentes de reparos es uno de losaspectos tratados en dicha discusión y está en la base de las inferenciasrealizadas por los distintos investigadores (Binford 1983b: 158-160). Enel acercamiento de Binford y Binford (1966), que enfatiza el estudio de lavariación funcional de los conjuntos, está implícita la necesidad de eva-luar la representatividad de estas muestras con respecto a los sistemashumanos que los produjeron. Partiendo de este tipo de cuestionamientos,la postura ‘reparo céntrica’ fue criticada sobre la base de diferentes datosentre los cuales la información etnoarqueológica jugó un papel impor-tante, mostrando que en gran parte de los casos actuales los reparos ocu-paban un lugar marginal dentro de los circuitos de movilidad de los ca-zadores recolectores (Binford 1978, Gorecki 1991, Borrero 1993, Goñi1995). El epígrafe de Goñi con el que comienza el capítulo es representa-tivo de esta crítica, que identifica un sesgo marcado en la comunidadarqueológica. La principal lección aprendida de los estudios actualísticos

“… una de las principales moralejas que me ha dejado este análisises que el uso más intensivo de los aleros está principalmente

relacionado con un grupo humano muy particular: los arqueólogos”Rafael A. Goñi (1995: 338)

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es que existe una gran variabilidad en las pautas de organización huma-na y en el lugar que ocupan los reparos en las mismas. Partiendo de esto,el estudio del paisaje de reparos propio de cada región y el estudio de lasrestricciones que marca cada ambiente surgen como una necesidad pri-maria (Gómez Otero 1989-90). La distribución espacial y la variabilidadmorfológica de los reparos son aspectos centrales, ya que determinan lavariabilidad conductual potencial que puede ser canalizada por estosemplazamientos.

El CVPA constituye un mundo subterráneo compuesto por innu-merables reparos que difieren ampliamente a nivel morfológico y abar-can desde pequeños aleros hasta cuevas de gran tamaño (Martin y Bo-rrero 2004). Esta amplia variación puede canalizar una magnitud equi-valente de variabilidad conductual, aunque esto no puede ser asumidosino que debe evaluarse. El primer paso es el estudio de ciertos aspectosde los procesos de formación del registro basado en nuestro trabajo geoar-queológico. Esto complementa las tendencias presentadas para la evolu-ción reciente del paisaje más amplio en el cual se sitúan los reparos. Elsegundo paso es integrar las escasas evidencias procedentes de espaciosabiertos del CVPA. Esto se inserta en una búsqueda por minimizar elsesgo implicado en la sub representación de estos contextos en la mues-tra de Pali Aike.

El paisaje del CVPA es estable, produciendo una muy baja visibi-lidad de materiales arqueológicos en superficie. Aunque fue posiblerealizar transectas y recolecciones de superficie dirigidas en algunospuntos de este amplio espacio, estas condiciones limitan la posibilidadde tratar problemas espaciales a partir de información distribucionalde superficie (Belardi 2005, Gil y Neme 2006). También es limitada lavisibilidad de materiales estratificados en contextos a cielo abierto. Lasevidencias de reparos proveen la mayor parte de la información dispo-nible para el interior de Patagonia meridional al sur del río Gallegos,generando dos necesidades a nivel metodológico: evaluar la variabili-dad de contextos arqueológicos representados en el registro de reparosy utilizar a fondo la limitada información disponible para ámbitos acielo abierto.

Formación del registro arqueológico en reparos rocosos

Discutimos tres temas formacionales principales: historia de los cam-bios morfológicos de los reparos, implicaciones climáticas cualitativas

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de la información sedimentológica y análisis de los humanos como agentede sedimentación en los reparos del CVPA.

Evolución morfológica de los reparos rocosos en Pali Aike

La evolución morfológica de los reparos a través del tiempo ha sidoun tema ampliamente tratado a nivel mundial (Binford 1972, Straus 1979,Laville et al. 1980, Collins 1991) y local (Aschero 1996, Favier Dubois yBorrero 1997, Miotti 2006, Borrero et al. 2007). El cambio en la estructurade los reparos condiciona diferentes propiedades del espacio disponiblepara los humanos: amplitud y características del espacio habitable -queincluye la eventual anulación de reparos o sectores de los mismos- y ex-posición a condiciones exógenas -radiación solar y humedad-. Estos pro-cesos también inciden en forma directa en la formación del registro ar-queológico, ya que influyen en las tasas de sedimentación. Pali Aike esun campo volcánico que contiene innumerables reparos de diferentemorfología, formados a expensas de basaltos que se asocian al contextotectónico de la región. Hay excepciones de reparos emplazados en con-glomerados o tobas de origen volcánico, que a nivel genético son rocassedimentarias volcaniclásticas (Scasso y Limarino 1997). Los sitios Fell yPeggy Bird son algunas de las principales excepciones (Prieto I. 1989-90). Las localidades arqueológicas cuyos reparos tienen roca de caja vol-cánica incluyen, entre otras, las siguientes: Pali Aike, Cerro Sota, El Vol-cán, Las Buitreras, OB, Cóndor, La Carlota, Cerro Norte, Güer Aike,Markatch Aike y Potrok Aike. En conclusión, los reparos asociados a rocade caja no volcánica son excepciones. Esto tiene implicaciones en dosaspectos de la desagregación de la roca de caja, produciendo un ciertonivel de estabilidad morfológica de los reparos y un aporte sedimenta-rio endógeno que se da principalmente en ciertas fracciones granulomé-tricas (Borrero et al. 2007).

Los patrones que presentamos fueron construidos en formainductiva con el objetivo de marcar tendencias que sirvan a fines compa-rativos con otras regiones. Los reparos que hemos muestreado experi-mentaron cambios morfológicos, en algunos casos de importancia, aun-que en general estos cambios no implicaron su anulación o una modifi-cación sustancial del espacio disponible para ser ocupado, algo que pue-de producirse por derrumbes que generan una subdivisión o anulacióndel espacio, como se registró en cueva del Mylodon (Bird 1988), Casa dePiedra 7 (Civalero y Aschero 2003) o alero de las Manos Pintadas (Aschero

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1975), y también puede producirse por una colmatación del reparo porla depositación de sedimentos finos. Presentamos datos cronológicosgenerales para la formación geológica de los reparos, en conjunto con suestado al momento de iniciarse el trabajo arqueológico (Tabla 18) 11.

11 La información sobre el carácter anulado de un reparo contempla situaciones dedisminución importante del espacio, aunque no se anule completamente. Fell esun ejemplo, ya que Bird lo encontró notablemente sedimentado aunque aún habíacierto espacio bajo reparo.

Notas: (*) unidades definidas por D’Orazio y coautores (2000) que tienen una posicióncronológica determinada. (-) definido al momento en que se inician las excavaciones. (+)tomado de información geológica y cronológica regional (capítulo 4).

Tabla 18. Datos morfológicos sobre reparos en el CVPA.

LocalidadUnidad

volcánica (*)Edad del reparo

(millones de años)Reparo

anulado (-)Fuentes

Orejas de Burro 2 0.359 no Corbella 1999, este trabajo

Cóndor 2 0.30 (+) no Corbella 1999, este trabajo

Cerro Norte 2 0.30 (+) no Corbella 1999, este trabajo

La Carlota 1 3.78 (+) no Corbella 1999, Campan et al. 2007

Fell 2 1.5/1.4 (+) sí Meglioli 1992, Bird 1988

Alero Peggy Bird 2 1.53 (+) ? Prieto 1989-90

Pali Aike 2 1.5/1.4 (+) no Meglioli 1992, Bird 1988

Cerro Sota 2 1.07 (+) no Meglioli 1992, Bird 1988

El Volcán 2 0.32 no Meglioli 1992,Sanguinetti de Bórmida 1984

Potrok Aike 2 1.53/ 0.77 no Gómez Otero 1993,Zolitschka et al. 2006

Las Buitreras 1 2.14/2.1 no Meglioli 1992, Corbella 1990, Sanguinetti de Bórmida 1976

Abrigo de los Pescadores 1 2.14/2.1 (+) no Meglioli 1992, Corbella 1999,

Molina 1969-70

Don Ariel 2? 1.5/1.23 (+) no Nami 1995

Todos los reparos tienen una cronología mayor a 30.000 años AP ymuchos de ellos mayor a 1 millón de años; no obstante, a excepción deFell, ninguno estaba colmatado o en condiciones de restricción del espa-cio que dificultaran su uso al momento de ser excavados. El caso de Felles interesante, ya que es uno de los pocos reparos cuya roca de caja no esvolcánica, sino sedimentaria, y es el único que fue encontrado en estadovirtualmente no utilizable. Esto permite plantear que los reparos estuvie-

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ron disponibles para ser ocupados a lo largo de todo el Holoceno -a excepciónde Fell-. Por lo tanto, los patrones temporales de presencia humana enlos sitios no se explican por falta de disponibilidad de los espacios. Lógi-camente, cabe esperar que no se hayan muestreado otros sitios que seencuentren actualmente anulados por procesos de cambio morfológico,ya que serían más difíciles de interceptar (Collins 1991). Pasando a unaescala mayor, es de interés comparar con otras regiones de Patagonia enrelación con estos aspectos de formación del registro (Borrero et al. 2007).Será importante comparar la evolución morfológica de los reparos enáreas donde predominan rocas de caja diferentes a las volcánicas básicasdel CVPA. El Nesocratón del Deseado surge como un área de interéspara esta comparación dada la existencia de abundantes registrosestratificados en reparos de origen usualmente sedimentario -que co-rresponden, en general, a rocas volcaniclásticas como tobas o conglome-rados- (Miotti 1998, Miotti et al. 2000). Cabe esperar una mayor inestabi-lidad morfológica en estos reparos, algo que parece sustentable en fun-ción de la información general disponible. Este tema contribuye a eva-luar la importancia relativa de los aportes sedimentarios endógenos yexógenos.

Historia sedimentaria: factores endógenos y exógenos

Al comparar los parámetros sedimentológicos en la secuencia deuna cueva hay ciertos factores que pueden tratarse como relativamenteconstantes, siempre y cuando pueda defenderse que su morfología no semodificó en forma sustancial. Algunos de estos factores son la posicióntopográfica del sitio y la orientación de la boca de la cueva. En este es-quema simplificado para el análisis de la captación de sedimentos porun reparo la principal variable no constante es el clima expresado en lahumedad efectiva o la carga de sedimentos finos en suspensión en unsistema eólico (Muhs y Zárate 2001, Gaiero et al. 2004). Dado su carácterde trampa sedimentaria de sedimentos circulantes, estos factores condi-cionan la dinámica sedimentaria de los reparos. Iniciamos este tema paraun conjunto específico de datos granulométricos y mineralógicos de lossitios OB1 y Cóndor 1 (cuadrícula 4E): la proporción de sedimentos co-rrespondientes a la fracción de las arenas (o sea, de tamaño mayor a 4 Φ).Presentamos los datos sobre abundancia de arenas para estos sitios (Fi-gura 52). Las unidades marcadas con color gris claro no fueron procesa-das en el contador de partículas; en estos casos la estimación de la abun-

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dancia de arenas se basa en su semejanza con unidades supra oinfrayacentes que fueron analizadas. No empleamos los datos de unida-des con ocupaciones humanas, centrándonos en la base de ambas se-cuencias. Hay dos grupos de unidades cuyo significado nos interesa dis-cutir: el primero corresponde a la base de la secuencia de Cóndor 1 eincluye las unidades pleistocénicas VII y VIII, con muy baja abundanciade arenas (4 y 19%); en segundo lugar está el conjunto de las unidadesVIII y IX en la base de OB1 y las unidades V y VI en la parte media de lasecuencia de Cóndor 1. En ambos casos se observa una frecuencia eleva-da de arenas que alcanzan las abundancias máximas (90% en OB1 y 53/68% en Cóndor 1).

Figura 52. Abundancia de arenas en las secuencias de OB1 y Cóndor 1.

El aumento en el ingreso de arenas en Cóndor 1 puede deberse auna desagregación más intensa de la roca de caja -factor endógeno- o aun aumento en la proporción de arenas exógenas. Para evaluar esto rea-lizamos un análisis mineralógico detallado de ciertas unidades (Barberenaet al. 2007b). Al comparar la composición de las arenas con los datospetrográficos de la roca de caja se puede establecer la procedencia de lossedimentos. La unidad V es muy interesante, ya que marca la mayor

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abundancia de arenas en la secuencia de Cóndor. Con la dirección de laDra. Adriana Blasi (CIC-UNLP) se analizaron por separado diferentesfracciones granulométricas (Φ 1, 2 y 4) de esta muestra que presentan unpanorama consistente, predominando clastos exógenos muy redondea-dos (Figura 53). Se observaron fragmentos basálticos angulosos de pro-cedencia endógena, aunque sólo dan cuenta de proporciones menores al10% de cada muestra. Eso permite defender que en Cóndor 1 el ingresode estos sedimentos se debe principalmente a aportes exógenos.

Figura 53. Composición de arenas al microscopioen Cóndor 1 (unidad V, fracción Φ 2).

La procedencia básicamente exógena de las arenas de la unidad Vde Cóndor 1 implica que el aumento en abundancia no se vincula a cam-bios en la desagregación de la roca de caja y sugiere la acción de factoresexógenos, que son referibles a dos situaciones alternativas: (a) durante laformación de las unidades pleistocénicas hay una mayor proporción desedimentos finos en suspensión que en tiempos posteriores, lo que pro-duce una disminución en la proporción de arenas independientementede su abundancia intrínseca, o (b) durante la formación de las unidadesholocénicas hay una mayor disponibilidad de arenas en el área de capta-ción del sitio. La primera alternativa implica que un aporte importantede sedimentos finos transportados por suspensión genera un empobre-cimiento en la fracción de arenas. Dado que esta situación estaría contro-lada por factores supra regionales (Muhs y Zárate 2001, Gaiero et al. 2004),puede ocurrir aún sin variaciones importantes en la disponibilidad local

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de arenas. Para la alternativa (b), los principales factores que condicio-nan la disponibilidad de arenas en escala local son la cobertura vegetal yotros procesos que generan una falta de disponibilidad de los sedimen-tos. Bajo condiciones de humedad elevada que producen una mayor co-bertura vegetal, el aporte sedimentario que reciben las cuevas se vincu-laría principalmente a transporte eólico por suspensión de sedimentosfinos y los depósitos generados serían de carácter distal. Por otra parte,se cuenta con información que indica que el Pleistoceno de Patagoniameridional se caracterizó por una importante carga de sedimentos fi-nos en suspensión (Gaiero et al. 2004), lo que da cierta fuerza a la alter-nativa (b).

Las condiciones sedimentarias registradas para las unidadespleistocénicas marcan un modo tafonómico en el que la mayor parte delaporte sedimentario es exógeno y corresponde a depósitos eólicosdistales. Hay otros registros que sugieren que se trata de un proceso re-gional, como Las Buitreras (Eugenio 1999, Scasso y Eugenio 1999) y cue-va de los Chingues (Fabiana M. Martin, comunicación personal 2007,San Román et al. 2000). Una gran parte de los restos de megafauna enreparos del CVPA se encontrarían en este tipo de contexto sedimentario(Martin 2007). El segundo conjunto de unidades mencionado (IX y VIIIen OB1 y VI y V en Cóndor 1, Figura 52) se caracteriza por abundanciade arenas. Creemos que esto se vincula a condiciones ambientales pro-pias del Holoceno, en las cuales se da un aumento en la cobertura vege-tal con respecto a momentos previos y una disminución en la carga desedimentos finos en suspensión. Este planteo preliminar marca la utili-dad de información granulométrica obtenida en escala de sitio para unanálisis regional de la dinámica sedimentaria en reparos.

Discordancias estratigráficas y humanos como agentes de sedimentación

El estudio de las discordancias estratigráficas es fundamental paracomprender qué representan las secuencias arqueológicas a nivel tem-poral. Los patrones temporales pueden responder tanto a variacionesreales como a la existencia de discordancias erosivas, que producen unadiscontinuidad en el registro sedimentario (Farrand 1993, 2001). Lageoarqueología practicada en escala local es una herramienta fundamen-tal para el desarrollo de discusiones en escala regional (capítulo 6). Elanálisis que desarrollamos se fundamenta en parte en las tendencias so-bre evolución de los reparos señaladas. Incluimos las muestras con in-

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formación estratigráfica adecuada (Tabla 19)12. Esta discusión parte deun supuesto que explicitamos inicialmente: los humanos fueron el princi-pal agente de sedimentación en los reparos rocosos del CVPA durante el Holoceno.Este desarrollo contribuye a interpretar el significado de las discordan-cias estratigráficas y los segmentos temporales faltantes en el registroestratigráfico de reparos. Comenzamos con los datos de Cóndor 1, yaque contamos con información detallada. Las dos secuencias relevadaspresentan indicadores de discordancias estratigráficas que representa-rían discontinuidades temporales.

Aunque hay diferencias estratigráficas importantes entre lascuadrículas 4E y 12H de Cóndor 1, inferimos la existencia de procesos encomún. Ambas secuencias se inician con sedimentos pleistocénicos cuyolímite superior está dado por una discordancia que los separa de los se-dimentos del Holoceno (capítulo 11). Las cronologías holocénicas mástempranas son 3100 ± 70 años AP en 4E y 3440 ± 70 en 12H. En 4E lamuestra se ubica 20 cm por sobre el límite erosivo y en 12H a 10 cm. Estoimplica que un importante segmento temporal del Holoceno está ausen-te en ambas cuadrículas, mostrando a su vez que virtualmente no hay sedi-mentos holocénicos estériles. Esto puede reflejar dos situaciones: (a) los se-dimentos holocénicos faltantes fueron afectados por el evento erosivo, o(b) durante el Holoceno no hubo tasas de sedimentación importantes enausencia de ocupaciones humanas (Luis A. Borrero, comunicación per-sonal 2006). Para Cóndor 1, creemos que la repetición de la misma suce-sión estratigráfica y cronológica en dos contextos tan diferentes de lacueva sugiere que no hubo ocupaciones significativas en el lapso ausen-te a nivel estratigráfico, aunque esto no puede ser demostrado. Para de-sarrollar esto pasamos a una escala regional, integrando todos los datosestratigráficos disponibles para reparos. Presentamos los datos sobreprofundidades máximas de las excavaciones y sobre profundidadesmáximas en que aparecen materiales arqueológicos, lo cual nos permiteevaluar la magnitud de los segmentos estratigráficos estériles en cadasitio (Tabla 19, Figura 54).

12 No se incluyen CN1 y CN5 ya que no contamos aún con información detalladasobre distribución vertical de materiales. Para OB1 se emplea el Sondeo 1 que nofue afectado por el entierro. Los dos sectores de Cóndor 1 son tratados por separado.No se consideran los segmentos pleistocénicos de Cóndor 1 y Las Buitreras, estérilesa nivel arqueológico. En Las Buitreras la potencia del segmento holocénico estérilvaría entre 0 y 20 cm en función de la cronología que se asigne a la capa VI (quetiene una edad mínima de 7670 ± 70). Para la Figura 54 empleamos el valor másconservador de 20 cm.

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Nota: medidas en cm y profundidades máximas desde la superficie. (*) Indica la potenciade los sedimentos holocénicos estériles.

Tabla 19. Datos para el análisis de las discordancias.

Figura 54. Segmentos estratigráficos estérilesen secuencias de reparos del CVPA.

Nota: códigos de sitios en Tabla 19.

SitioPotencia vertical

Profundidad máxima

hallazgos

Segmento estéril

Cronología inicial

Referencias

OB1 95 85 10 3525 ± 31 Barberena et al. 2006a,

Cóndor 1 4E 130 60 70 (10 *) 3100 ± 70 Barberena et al. 2007b

Cóndor 1 12H 175 ca. 80 ca. 90 (0*) 3440 ± 70 este trabajo

CN2 47 45 2 2070 ± 80 Borrero 2007b

CN3 91 ca. 80 11 2160 ± 60 Borrero 2007b

CN6 56 --- 56 --- Borrero 2007b

CN7 50 ca. 45 ca. 5 1640 ± 70 Borrero 2007b

La Carlota 1 (LC) 160 135 25 > 1070 ± 40 Campan et al. 2007

Potrok Aike 145 Capa VI (basal) ? 740 ± 180 Gómez Otero 1983-85, 1993

Juni Aike 1 (JA1) 148 ca. 148 0 850 ± 40 Gómez Otero 1989-90, 1993

El Volcán 4 (EV4) ca. 70 59 ca. 11 3600 ± 100 Sanguinetti 1984

El Volcán 2 (EV2) 76 ca. 76 0 --- Sanguinetti 1984

Las Buitreras (LB) 300 ca. 60 ca. 240(0/20 *) 7670 ± 70 Sanguinetti 1976, Prieto et

al. 1998

Pali Aike 2 (PA2) 115 75 40 2480 ± 100 Massone e Hidalgo 1981

Peggy Bird (PB) 40 40 0 --- Prieto 1989-90

0%

20%

40%

60%

80%

100%

OB

C14E

C112

H

CN2

CN3

CN6

CN7 LC JA1

EV4

EV2 LB

PA2

PB

sitios

no estéril

estéril

Observamos que no se registran tasas elevadas de sedimentación en for-ma previa a la presencia humana en cada reparo. CN6 es la única excepción,ya que no tiene evidencias antrópicas en estratigrafía y presenta una se-

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cuencia de 56 cm, siendo importante la sedimentación biogénica noantrópica. Si consideramos que la edad de las formas volcánicas que cons-tituyen los reparos es muy temprana (Tabla 18) y que la cronología depresencia humana inicial suele corresponder al Holoceno tardío (Tabla19), una conclusión posible es que los reparos se caracterizaron por tasasde sedimentación muy bajas durante el Holoceno temprano y medio.Prieto I. (1989-90: 82) señala: “Cabe la posibilidad de que los aleros fueranhabitables sólo a partir de unos 4.000 a 5.000 años atrás (Período IV) por razónde una mayor velocidad en la sedimentación”. Esta propuesta plantea quecondiciones más elevadas de sedimentación habrían conducido a la ocu-pación de los reparos por parte de los humanos. Nuestra explicación esopuesta: planteamos que recién a partir de la ocupación humana siste-mática de estos reparos se dan las condiciones para una sedimentaciónmás intensa.

Hay factores exógenos y endógenos que pueden conducir a estasituación. A nivel exógeno está la importante cobertura vegetal que fijalos sedimentos disponibles en escala local. A nivel endógeno, un factorque consideramos importante es la relativa estabilidad morfológica do-cumentada para los reparos basálticos. Cabe esperar que en contextos derocas sedimentarias exista una dinámica de desagregación y sedimenta-ción endógena más importante (Borrero et al. 2007). Al plantear esto nopensamos solamente en eventos de carácter físico o mecánico como de-rrumbes, que han sido registrados en todos los reparos volcánicos; plan-teamos que en los reparos de origen sedimentario se suman procesosquímicos de degradación que actúan en forma más intensa, aportandosedimentos en fracciones granulométricas finas. Estos procesos aumen-tan la inestabilidad de los reparos y los hacen más susceptibles a modifi-caciones físicas (Mandel y Simmons 1997). Los análisis sedimentológicosde los reparos volcánicos OB1 y Cóndor 1 indican una procedencia prin-cipalmente exógena de los clastos que componen las fraccionesgranulométricas analizadas, que tienen altos índices de redondez y unaimportante madurez mineralógica (Barberena et al. 2006a, 2007b). CN5puede marcar una situación diferente dentro de los casos estudiados, yaque a nivel macroscópico se observó que una parte importante de losclastos son angulosos, de tamaño grava y procedencia endógena (capí-tulo 12). Aunque no podemos evaluarlo aún, creemos que esto se debe aque la roca de caja es diferente al resto de los sitios, pudiendo represen-tar un depósito piroclástico localizado. A su vez, CN5 tendría tasas desedimentación más elevadas que los demás sitios CN, con una secuenciade 120 cm.

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Volviendo al tema inicial de este apartado, nos preguntamos: ¿Cuáles la relevancia de los datos sobre escasa sedimentación en ausencia deocupaciones humanas para el análisis de las discordancias estratigráficas?Para responderlo retomamos el supuesto inicial que afirma que los hu-manos fueron el principal agente de sedimentación en reparos duranteel Holoceno. Los datos presentados sustentan esta afirmación y nos lle-van a realizar otras preguntas derivadas con respecto a los lapsos ausen-tes en los sedimentos, que constituyen discontinuidades temporales:¿Estos períodos representan principalmente eventos erosivos?13 ¿O sontambién producto de la ausencia de humanos, que serían el principalagente sedimentario? La respuesta a estas preguntas implica una valora-ción sobre la completitud temporal del registro estratigráfico. Plantea-mos que los lapsos no representados a nivel sedimentario en estas se-cuencias reflejan principalmente la ausencia de ocupaciones humanas (Veth1993, Harrison y Frink 2000, Ambrose 2001). Dado que este argumentose basa principalmente en evidencias negativas, nuestras conclusiones sonsólo aproximaciones, aunque están bien justificadas por las evidencias dis-ponibles.

Geología volcánica y disponibilidad de reparos: implicacionesarqueológicas

Este apartado marca un nexo entre los temas formacionales discuti-dos y los aspectos conductuales que tratamos luego, y se basa en la infor-mación geológica presentada en el capítulo 4. Evaluamos las implicacio-nes de estos aspectos geológicos para un análisis de la organización geo-gráfica humana. Este paso nos sitúa en una dimensión exclusivamenteespacial de trabajo y nos permite considerar la variabilidad existente haciael interior del CVPA en ciertos aspectos relevantes para comprender elasentamiento humano. Este apartado contribuye a materializar algunosde los lineamientos señalados en el capítulo 3 sobre el paisaje de reparosrocosos del CVPA.

La información geológica marca importantes diferencias en la mor-fología y cronología de los rasgos asociados a las tres unidades volcáni-

13 En Cóndor 1 registramos un evento erosivo, el cual creemos que fue continuadopor un largo período de cierta estabilidad asociado a condiciones de bajasedimentación.

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cas (D’Orazio et al. 2000), que se corresponden parcialmente con los sec-tores geográficos que empleamos para subdividir el CVPA (meridional,central y septentrional, capítulo 4). El sector septentrional, ubicado alnorte del río Gallegos, se corresponde exclusivamente a la unidad 1; porotra parte, sólo en el sector meridional, al sur del río Chico, se reconocie-ron las tres unidades volcánicas. Las mismas ofrecen condiciones dife-rentes para la ocupación humana. La unidad 1 es la más antigua y tam-bién la más amplia a nivel espacial, ya que ocupa 83% de la superficie delCVPA. Está compuesta por coladas mesetiformes de lava y no se recono-cen aparatos volcánicos. Debido a su temprana edad de formación, estosrasgos son los más erosionados y sedimentados. Para la unidad volcánica2 se reconocieron 442 aparatos volcánicos que representan la mayor partede los existentes, distribuidos en forma homogénea en los sectores centraly meridional. La unidad 3 se restringe al sector meridional. A causa de laspropiedades morfológicas distintivas de las tres unidades, los rasgos queconstituyen reparos potenciales se distribuyen en forma heterogénea (Fi-gura 55).

Figura 55. Distribución espacial de rasgos volcánicos (Corbella 1999, 2002).

Referencias: 1. Güer Aike, 2. Las Buitreras, 3. La Carlota, 4. Potrok Aike, 5. Cerro Sota, 6.Fell, 7. Pali Aike, 8. OB, 9. Markatch Aike, 10. El Volcán, 11. Cóndor, 12. CN, 13. Frailes.

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En la margen norte del río Gallegos los rasgos volcánicos se restrin-gen a la localidad Güer Aike y a expresiones cercanas a Las Buitreras. Enla margen sur del río hay expresiones volcánicas importantes sólo en LasBuitreras y La Carlota. En el sector central los rasgos volcánicos sonmucho más abundantes y lo mismo ocurre en el sector meridional, don-de probablemente alcanzan la mayor densidad. En estos dos últimos sec-tores se registran los alineamientos geográficos de rasgos que caracteri-zan a la región. Además de estas condiciones geológicas, los rasgos vol-cánicos en ambas márgenes del río Gallegos están muy erosionados ysedimentados, lo cual disminuye su potencial en términos de oferta dereparo. Estas condiciones generan una disponibilidad diferente de repa-ros, que alcanza su punto de menor oferta en la margen norte del ríoGallegos (Carballo Marina 2007).

Esta situación es relevante en dos niveles: en primer lugar, proveeel contexto en el cual se deben situar las decisiones humanas de movili-dad e instalación; en segundo lugar, bajo el supuesto que los reparosfueron ocupados en forma regular cuando estaban disponibles, cabe es-perar una mayor densidad de evidencias en los reparos del río Gallegos,ya que son mucho menos abundantes. Por el contrario, en ambas márge-nes de la cuenca del río Chico la oferta de reparos es muy importante yse expresa en la existencia de innumerables cuevas y aleros potencial-mente utilizables. Esta situación distinta entre las cuencas de los ríos Chicoy Gallegos permiten predecir una mayor densidad de materiales arqueológi-cos en los reparos de la cuenca del río Gallegos que en los del río Chico, en formaindependiente de la intensidad de ocupación humana en escala regional. Estosería producto de la existencia de paisajes de reparos diferentes en am-bas cuencas y en los espacios asociados. Este tema funciona como hipó-tesis que evaluaremos al integrar la información sobre intensidad de usohumano en escala supra regional.

Aspectos conductuales

El objetivo de esta sección es evaluar la variabilidad conductualcontenida en el registro de reparos del CVPA. Este paso es necesario parareferir este tipo de muestras a los problemas generales de organizaciónhumana que discutimos.

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Marco cronológico de las ocupaciones en reparos

El marco cronológico contribuye a dos discusiones: a nivel específi-co provee una primera forma de contextualizar en términos conductualesel significado de las muestras de reparos; a nivel general, contribuye alanálisis de las variaciones temporales en la intensidad de uso de la re-gión y a explorar el significado poblacional de las distribuciones de fe-chados (Neme et al. 2005). Las fechas calibradas que presentamos para lacronología inicial de las ocupaciones son una aproximación, ya que setrata de fechas mínimas. Sin embargo, tomando en cuenta que ha habidouna búsqueda explícita de los arqueólogos por estimar la edad máximade las ocupaciones, defendemos que estas edades son buenas aproxima-ciones a la cronología inicial de las ocupaciones (Tabla 20, Figura 56).

Tabla 20. Resumen de la información cronológica para reparos del CVPA.

Sitio Sector del CVPACronología inicial

(años calibrados AP)

1 Fell meridional 13250 / 12724

2 Pali Aike meridional 6180 / 5468

3 Pali Aike 2 meridional 2754 / 2345

4 Las Buitreras septentrional 8591 / 8376

5 Don Ariel meridional 8160 / 7465

6 C. Leona 5 (*) meridional 2350 / 2150

7 Río Chico 1 meridional 2308 / 1871

8 El Volcán 4 meridional 4224 / 3640

9 Cerro Sota meridional 4224 / 3640

10 Juni Aike 1 septentrional 905 / 684

11 Potrok Aike septentrional 1061 / 334

12 Cerro Johnny (*) meridional 530 / 310

13 OB1 (*) meridional 3890 / 3700

14 Cóndor 1 meridional 3886 / 3486

15 Cerro Norte 2 meridional 2308 / 1871

16 Cerro Norte 3 meridional 2324 / 2002

17 Cerro Norte 7 meridional 1707 / 1387

18 La Carlota septentrional 1059 / 927

Notas: muestras calibradas con dos sigmas. (*) las edades son medias calcula-das para muestras redundantes con rangos no distinguibles a nivel estadístico.

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El primer tema de interés es el rango temporal global de las ocupacionesen reparos, que se registran en todo el proceso de poblamiento comenzan-do en el Pleistoceno tardío y hasta tiempos históricos. Cueva Fell presen-ta las evidencias más tempranas, incluyendo tanto las muestras de repa-ros como las de contextos a cielo abierto. Estas evidencias indican unaexploración inicial de Pali Aike cercana al Pleistoceno final, algo susten-table a partir de las evidencias disponibles en una escala espacial mayor.En una escala más fina de análisis se observan importantes diferenciasentre los sitios en la cronología inicial de ocupación (Figura 56). A partirde 4000 años cal AP hay un marcado aumento en el número de reparoscon evidencias antrópicas. Esto es muy importante para nuestros objeti-vos, ya que puede indicar el momento a partir del cual la mayor parte delos reparos se inserta en forma sistemática en las redes de circulación. Elsegundo tema de interés se vincula a las pautas temporales de ocupa-ción de los sitios. En casi todos los casos hay recurrencia ocupacionaldetectable a nivel radiocarbónico, que en numerosos casos se extiende alo largo de miles de años (Las Buitreras, Don Ariel, Cóndor 1 y OB1). Las

Figura 56. Distribución cronológica calibradade las ocupaciones humanas en reparos.

Nota: en gris se indica una fecha por segmento y en negro dos.

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excepciones corresponden a sitios para los que se cuenta con una únicafecha aceptada (Pali Aike, Cerro Sota, CN2, El Volcán 4 y Río Chico 1).En los cuatro primeros casos se puede defender una redundancia ocupa-cional a partir de evidencias estratigráficas (Bird 1988, este trabajo).

Variación conductual en las muestras de reparos

La arqueología debe enfrentar el cambio de escalas que implica pa-sar del nivel de las muestras individuales a la escala de mayor amplituden la cual se desenvuelven los procesos de largo plazo, y las muestras dereparos no son una excepción. Se ha defendido que las mismas tienenuna baja representatividad con respecto al universo del cual proceden(Borrero 1993, Gómez Otero 1993, Goñi 1995). Una parte muy importan-te de las muestras sobre las que se basa este trabajo procede de estoscontextos, por lo que es esencial evaluar su significado conductual. Nohacemos esto en términos de actividades específicas realizadas, sino bus-cando estimar qué segmento de los sistemas humanos pasados se en-cuentra reflejado en el registro con que contamos. Parafraseando aBinford, buscamos conocer qué fracción de los procesos históricos ocurridosen el CVPA y regiones vecinas fue ‘observada’ por los ojos de los reparos quecontienen las muestras que estudiamos. Lógicamente, estamos limitados porel desconocimiento a priori de la amplitud total de dichos sistemas. Sinembargo, puede darse un primer paso al caracterizar la variabilidad ar-queológica contenida dentro de las muestras con que contamos. El análi-sis de la variabilidad en estas muestras es un indicador de la amplitudconductual que intercepta el registro de reparos. Al considerar reparosque difieran a nivel morfológico y se ubiquen en distintas situacionesdel paisaje maximizamos la variabilidad conductual potencialmenteobservable a nivel arqueológico. Esto nos permite discutir propuestasprevias sobre el rol de estos rasgos en Patagonia meridional (Goñi 1995)y otros contextos del mundo (Gorecki 1991, Galanidou 2000). GómezOtero (1993) desarrolla una interesante propuesta con respecto a lafuncionalidad de los reparos del CVPA, que empleamos para articularuna parte de nuestro análisis. Para simplificar el desarrollo comenzamoscontrastando enunciados generales propuestos a partir de datosetnoarqueológicos (Goñi 1995, Galanidou 2000), con el objetivo de eva-luar su adecuación al registro arqueológico del CVPA. Esta comparaciónimplica un importante cambio de escala temporal, por lo que ciertos as-pectos conductuales de interés identificados no son tratados aquí (por

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ejemplo, Goñi [1995: 331] indica que la cantidad de personas que ocupanlos aleros en forma simultánea suele ser baja). Goñi (1995: 331, resaltadoagregado) plantea, entre otros, los siguientes patrones:

a. “[Los aleros] presentan una baja redundancia de uso”b. “Las actividades llevadas a cabo en ellos son usualmente limita-

das”c. “No hay información de su uso como bases residenciales”d. “Tienen igual o menor importancia que otro tipo de sitios y su

uso es ocasional. Entendemos por ocasional que es de tipo cir-cunstancial”

A partir de otra exhaustiva revisión de información global,Galanidou postula: “La muestra de sitios discutida aquí, aunque pequeña,ilustra la diversidad de formas en que distintos grupos utilizan el espacio decuevas o aleros. Hemos visto que estos nichos naturales son recursos cuyotamaño no afecta que los mismos sean o no ocupados o por cuanto tiem-po” (Galanidou 2000: 270, nuestra traducción, resaltado agregado). Estaobservación es interesante, ya que marca la ausencia de una correlaciónentre el tamaño de los reparos y el tipo de actividades desarrolladas;más aún, indica una falta de correlación entre el tamaño de los reparos yla posibilidad de que sean o no utilizados. En un nivel de análisis gene-ral, esto implica que la morfología de los reparos no es un condicionanteimportante de su historia ocupacional.

El registro de reparos del CVPA es una muestra adecuada para ana-lizar estos patrones, que empleamos como hipótesis nulas paracontextualizar a nivel conductual el registro arqueológico. No es unacontrastación en sentido estricto, dado que estos patrones no fueron pos-tulados en escala arqueológica o en referencia a esta región, sino que losmismos proveen puntos de partida para nuestro trabajo. Desarrollamosun estudio inicial de las relaciones entre morfología de los reparos y pau-tas de ocupación humana.

Redundancia de uso y amplitud conductual

Este tema se corresponde al enunciado (a), que afirma que los repa-ros presentan baja redundancia de uso. El concepto de ‘baja redundancia’no tiene un significado intrínseco, por lo cual no es directamentecontrastable. Sin embargo, sobre la base de nuestros datos del CVPA plan-teamos que hay una enorme variación en la intensidad ocupacional quedenotan los distintos aleros y cuevas. Señalamos la existencia de un

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continuum que va desde sitios ocupados en forma muy intensa (Cóndor1, OB1) a casos que presentan mínimas evidencias culturales (CN6, CN7).Estas evidencias permiten defender que hay variaciones muy importantesen la redundancia y/o intensidad de ocupación que presentan los reparos delCVPA.

En el enunciado (b) se postula que las actividades llevadas a caboen los reparos son usualmente limitadas. También registramos una nota-ble variabilidad en este aspecto. La composición de los conjuntos líticoses un indicador importante para este tema (Charlin 2007e). Una primeradiferencia se establece al comparar el registro de cuevas con el de alerospequeños: el análisis de materiales de las cuevas Cóndor 1 y Las Buitrerasindica una mayor diversidad de clases artefactuales que en todos losreparos pequeños estudiados, incluyendo los aleros y cuevas pequeñasde Cerro Norte (capítulo 12), reparos pequeños de la localidad Orejas deBurro (OB3, OB10, OB11), reparos pequeños de Laguna Azul y los alerosDon Bosco, entre otros (Charlin 2007c). El caso de OB1 es particular, yaque es un reparo de grandes dimensiones y contiene abundantes restosóseos, aunque los conjuntos líticos son pequeños y menos variables ensu composición que los de otras cuevas (L’Heureux y Charlin 2007). Unindicador complementario es la presencia de instrumentos con pigmentosadheridos, que son abundantes en Cóndor 1 y en comparación son esca-sos o están ausentes en los aleros pequeños (Charlin 2007e). La diversi-dad de materias primas representadas a nivel artefactual también con-tribuye a evaluar diferencias en la amplitud conductual de las muestras.Se alcanzan valores máximos en Cóndor 1 y OB1, y probablemente estesea también el caso en Las Buitreras, algo que está siendo evaluado(Charlin 2007e). En estos sitios están presentes las materias primas másrecurrentemente utilizadas en todas las localidades del CVPA, que sonlas ‘rocas de grano fino oscuras’ (sensu Charlin 2005) y las dacitas, a lasque se suman con cierta abundancia rocas menos usuales a nivel regio-nal, como obsidianas y rocas silíceas (Charlin 2007a, 2007b, 2007d). Enaleros o cuevas pequeñas, por el contrario, la diversidad de materiasprimas es menor.

El análisis de los conjuntos óseos contribuye a esta discusión. Sehan señalado niveles más elevados de fragmentación en contextos ocu-pados durante períodos más prolongados y para un mayor número deactividades (Ambrose 2001). No podemos desarrollar este tema en deta-lle, por lo que sólo presentamos algunas tendencias observadas (verBarberena 2008). A nivel general, todos los conjuntos faunísticos del CVPAse caracterizan por elevada fragmentación, que en muchos casos puede

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defenderse como antrópica. Sin embargo, el panorama no es homogé-neo, ya que parece haber una asociación entre intensidad de uso huma-no del emplazamiento y grado de fragmentación de los conjuntos. Estosurge al comparar los datos presentados para la cuadrícula 4E de Cón-dor 1 con los de reparos pequeños como Potrok Aike, Juni Aike 1 (GómezOtero 1993) y CN5 (capítulo 12). Aunque estos casos presentan historiastafonómicas diferentes que inciden en forma directa en la fragmenta-ción, estas tendencias son defendibles sobre la base de los datos disponi-bles. El conjunto de OB1 es nuevamente un caso diferente (L’Heureux yCharlin 2007). Una parte importante del mismo formaba parte del relle-no sedimentario depositado por sobre el entierro humano. Las edades14C calibradas obtenidas para el entierro y el relleno no permitendiscriminarlos. Aunque hay indicadores que indican un uso redundantee intenso del sitio durante los últimos 3500 años, los datos faunísticosmarcan que el conjunto presenta baja fragmentación (L’Heureux 2007b).Las tendencias identificadas son tentativas, aunque permiten identificardiferencias en las pautas de fragmentación de los conjuntos óseos delCVPA que pueden vincularse a la historia ocupacional de los sitios.

Las estructuras antrópicas son otro indicador relevante, aunque porrazones de extensión no lo desarrollamos aquí. Se han detectado estruc-turas de combustión en la gran mayoría de los reparos excavados, inde-pendientemente de su tamaño y de otras propiedades morfológicas (OB1,Cóndor 1, CN2, CN3, La Carlota, Potrok Aike, Juni Aike 1, Fell, Pali Aike,Pali Aike 2, Las Buitreras y CL5). Las camadas vegetales también pue-den ser empleadas para establecer diferencias entre distintos contextos,aunque es difícil interpretar el significado de su ausencia. Las mismashan sido registradas o inferidas en Cóndor 1, Juni Aike 1, Potrok Aike, ElVolcán 4 y La Carlota, entre otros (Sanguinetti de Bórmida 1984, GómezOtero 1993, Campan et al. 2007).

En resumen, presentamos una discusión inicial del enunciado (b),que afirma que las actividades llevadas a cabo en los reparos son usual-mente limitadas. Nuestro objetivo es integrar evidencias que marcan unagran variabilidad en el rango de actividades representadas en los repa-ros. En otros términos, las muestras consideradas presentan una diferenteamplitud conductual, independientemente de las actividades específicasimplicadas en cada caso. Como señala Borrero (1994-95: 15), “Estos sitiosde las cuencas del Gallegos y el Chico son relativamente variados en cuanto aalgunas propiedades de ubicación, intensidad de uso o abrigo requeridos, lo quelleva a pensar que, dentro de las limitaciones de trabajar solamente con cuevas,hay cierta variedad funcional representada”. Puede defenderse que algunas

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muestras son producto de un gran número de eventos de ocupación su-perpuestos que se asocian a actividades múltiples, siendo Cóndor 1 unejemplo adecuado. A partir de aquí se verifica un continuum en términosde amplitud conductual que alcanza su extremo opuesto en el caso dereparos con baja diversidad artefactual y de materias primas representa-das y conjuntos óseos con menor fragmentación relativa. Esto puedeejemplificarse a partir de sitios de la localidad Cerro Norte, como CN4,CN5, CN6 y CN7 (capítulo 12). Señalamos que también se realizaronsondeos en reparos pequeños que no contenían material arqueológico,que no informamos aquí.

El enunciado (c) plantea que no hay información etnoarqueológicasobre el uso de aleros con fines residenciales. Aunque no hemos emplea-do esta categoría funcional, creemos que la variabilidad evidenciada endistintos indicadores es informativa al respecto. Si los contextos residen-ciales pueden ser caracterizados como contextos de actividades múlti-ples en oposición a emplazamientos de actividades restringidas, la in-formación presentada sobre amplitud conductual de las muestras cana-liza este enunciado, prescindiendo de conceptos etnográficos cuya apli-cación en arqueología es problemática.

¿Uso planificado o circunstancial de los reparos?

El enunciado (d) afirma que el uso de los reparos es de carácter circuns-tancial y probablemente no programado. Este análisis implica evaluar el lu-gar que ocupan en el marco de las estrategias de organización espacial.Este tema ha surgido previamente en discusiones sobre uso humano dereparos en el CVPA, que constituyen la base para este análisis. A partirdel estudio de los aleros Potrok Aike y Juni Aike 1, que son reparos conmenos de 20m2 de superficie, Gómez Otero (1989-90, 1993: 340) plantealas siguientes alternativas con respecto a su forma de uso (capítulo 3):(a) Los sitios residenciales siempre se establecieron en reparos rocosos.

Esto implicaría que los mismos permiten monitorear una parte im-portante de los sistemas humanos, aunque redundante a nivel fun-cional.

(b) Los sitios residenciales se establecieron eventualmente en reparosrocosos. Esto implica una flexibilidad en la toma de decisiones deasentamiento, que estaría vinculada con numerosos condicionantesespecíficos.

(c) Los sitios residenciales nunca fueron emplazados en reparos roco-

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sos. Esta situación se asemeja a la planteada por Binford para losNunamiut.Estas alternativas tienen connotaciones importantes para el signifi-

cado del registro arqueológico de reparos. Gómez Otero postula que laspropiedades del registro de los dos aleros mencionados se explican deacuerdo con el punto (c), que implica que estos reparos pequeños nofueron ocupados con fines residenciales. Sugiere que los aleros fueronutilizados como refugios ocasionales por partidas de cazadores que en-frentaran circunstancias impredecibles que hicieran necesaria su ocupa-ción (Gómez Otero 1993: 341). Propone denominar a este tipo de sitios‘campamentos ocasionales’: “La función aparente de este tipo de sitio –deno-minado campamento ocasional- no se conecta con actividades regulares deasentamiento o con itinerarios establecidos, sino con respuestas a eventosimpredecibles ocurridos en el marco de los circuitos de subsistencia…” (GómezOtero 1993: 342, nuestra traducción, resaltado agregado). En esta defini-ción prima el componente de uso circunstancial y casi accidental porsobre el estratégico, implicando que el registro de reparos sería poco re-presentativo de la organización geográfica ‘usual’ de las poblacioneshumanas. Esto marca importantes limitaciones al valor de esta informa-ción para desarrollar análisis sobre la organización espacial de las pobla-ciones. Las propuestas de Gómez Otero se dirigen específicamente a re-paros pequeños, aunque tienen implicaciones conceptuales para la ocu-pación de todo tipo de reparos. Borrero (1994-95: 59) ha criticado la ex-plicación ‘circunstancial’ propuesta para el uso de estos rasgos del pai-saje, planteando que distintas evidencias indican que son utilizados enel marco de estrategias planificadas de movilidad. Señalamos que en laexplicación de Gómez Otero confluyen elementos que funcionan en es-calas espaciales diferentes y que deben ser tratados en forma indepen-diente.

En la escala espacial más amplia se ubica la eventual presencia dehumanos en laguna Potrok Aike, que implica un análisis claramente re-gional. La presencia de agua predecible que la laguna, única fuente per-manente durante todo el Holoceno en esta región semi árida (Haberzettl2006), habría constituido un importante factor atractor. Creemos que estose habría canalizado a partir de un uso programado de la laguna y losespacios circundantes. Potrok Aike podría haber actuado como un fac-tor de localización aún más estricto en momentos de marcada aridez lo-cal, como la Anomalía Climática Medieval, en los cuales las fuentestemporarias de agua dulce se desecarían, como sugiere la informacióncorrespondiente a las últimas décadas (capítulo 4). La escala de locali-

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dad corresponde a la laguna y sus alrededores y es aquella en la cualGómez Otero propone su explicación. En este nivel espacial es destacablela escasez de reparos, que se circunscriben a los afloramientos queflanquean la margen oeste donde se ubica el sitio Potrok Aike, que ofreceun dominio visual de la laguna y sus alrededores. De acuerdo a lo suge-rido por Borrero (1994-95, comunicación personal 2006), creemos que lasocupaciones que ocurren en el sitio también pueden explicarse en el marcode un uso planificado actuante en una escala menor. Las evidenciasestratigráficas presentadas por Gómez Otero son informativas en estesentido, ya que se registraron 26 estructuras de combustión bien delimi-tadas a nivel morfológico (Gómez Otero 1993). Esto marca una impor-tante redundancia en el uso del emplazamiento, que comenzaría a serocupado recién en torno a 740 ± 80 años AP. Por otra parte, la buenadelimitación morfológica de las estructuras puede indicar una baja in-tensidad o duración de las ocupaciones, que de otro modo podrían ha-ber causado una pérdida en su definición (capítulo 7). La presencia deelementos marinos en este sitio ubicado a 68 km de la costa también pue-de indicar un uso planificado más que circunstancial. En conjunto, cree-mos que estas evidencias son más acordes con una estrategia de uso pla-nificado en dos niveles espaciales diferentes: a nivel regional, en el mar-co de vías usuales de movimiento que incluían a la laguna como un fac-tor importante de localización; a nivel de localidad, en función de laspropiedades que ofrece el emplazamiento del sitio Potrok Aike. En con-clusión, y aunque esto no permite descartar el uso ocasional o circuns-tancial de los reparos, creemos que el registro de Potrok Aike se explicamás adecuadamente en el marco de una planificación de los movimien-tos y de la instalación en un espacio heterogéneo. El registro de algunossitios excavados en la localidad Cerro Norte, como CN6 o CN7, puederepresentar más adecuadamente un uso circunstancial (Luis A. Borrero,comunicación personal 2007). A continuación desarrollamos un análisisde las evidencias mortuorias en reparos rocosos, que da cuenta de unaspecto inherente a la amplitud conductual de los emplazamientos.

Reparos rocosos y conductas mortuorias

La depositación de restos humanos en el CVPA suele asociarse arasgos volcánicos y en particular a reparos. Estos contextos dan cuentade la mayor parte de los restos humanos de la región, ya que el únicoentierro a cielo abierto publicado corresponde al sitio histórico Laguna

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Sota, donde se recuperó el cuerpo de una niña con ajuar de origen euro-peo (Prieto I. y Schidlowsky 1992). Hay dos antecedentes de revisionessobre prácticas mortuorias en la región. Prieto I. (1993-94) realizó la pri-mera revisión; luego, Guichón y coautores (2001) desarrollaron una re-visión bibliográfica a partir de la cual propusieron patrones tafonómicosy conductuales para el registro mortuorio de la costa y el interior dePatagonia meridional. Estos autores postularon que los sitios con restoshumanos del interior no suelen presentar evidencias de actividades in-dependientes a la depositación de los mismos; o sea, se definen comositios arqueológicos en virtud de la presencia de los restos humanos. Esdestacable que las excepciones a este patrón general proceden del CVPAy corresponden a sitios en cuevas ocupadas en forma redundante: CerroSota, Pali Aike y OB, a los cuales se agregan Cañadón Leona 5 y JuniAike 6, que son aleros de gran tamaño (Tabla 21). Estos sitios compartenun conjunto de propiedades generales: se localizan en reparos de grantamaño, presentan evidencias no asociadas a la depositación de los res-tos humanos, tendrían cronologías previas a los últimos 1000 años y, aexcepción de Juni Aike 6, tienen depósitos mortuorios múltiples y/oredundantes.

El resto de los conjuntos mortuorios en reparos está conformadopor cinco casos y difiere en todas las propiedades mencionadas (Tabla21). Se localizan en reparos pequeños, como grietas o aleros que en algu-nos casos tienen una accesibilidad relativamente restringida (Frailes,Cerro Johnny, Cerro Tetera, CN11, Martin 2002, 2006). En segundo lugar,a excepción de CN11, corresponden a inhumaciones individuales. Porúltimo, no se asocian a evidencias que indiquen la realización de activi-dades independientes a la depositación de los restos humanos. F. Martin(2002, 2006) estudió estos conjuntos desde una perspectiva tafonómica,proveyendo importante información para comprender su génesis. Losmismos pueden asociarse a conductas de tipo más oportunista, ya queimplican una baja inversión de energía. Por otra parte, constituyen em-plazamientos de uso claramente restringido, ya que sólo habrían sidoempleados a los fines de un único evento de inhumación.

No se cuenta con información cronológica para todos los sitios, aun-que los datos disponibles sugieren que los dos conjuntos discriminadostendrían diferentes posiciones temporales. Los tres sitios con conjuntosmortuorios múltiples fechados -Pali Aike, Cerro Sota y OB1- tienen unacronología previa a 3000 años AP. Hemos sugerido que CL5 puede teneruna cronología semejante y no se cuenta con cronología para Juni Aike 6.Por otra parte, de los cinco sitios en reparos pequeños Cerro Johnny ha

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sido datado en ca. 400 años AP y CN11 se asocia a evidencias que indicanuna cronología histórica. Un indicador temporal indirecto es la presen-cia de tejidos blandos preservados en algunos de estos casos, comoChingues, Cerro Johnny y Frailes (Martin 2002, 2006). Estas evidenciaspermiten sugerir una cronología tardía para estas inhumaciones indivi-duales en reparos pequeños. En conclusión, estas evidencias indican quelos entierros múltiples en sitios de carácter ‘multifuncional’ son previosa los últimos ca. 1000 años, mientras que los esqueletos aislados deposi-tados en conjuntos con baja inversión de energía son tardíos. Este patróntemporal puede ser inverso al postulado para otras regiones de Patagoniameridional, como la cuenca del lago Salitroso (Zangrando et al. 2004).

Las evidencias mortuorias asociadas a reparos indican en formaindependiente una gran variabilidad en la amplitud conductual de estaslocalidades. El registro mortuorio de reparos grandes refuerza su carác-ter funcional múltiple inferido a partir de otros indicadores, mientrasque en reparos pequeños se evidencia un uso restringido a actividadesmortuorias, en particular para la depositación de individuos aislados.Estos datos se suman a los ya presentados y permiten sustentar a nivelespecífico que la morfología de los reparos condiciona el tipo de actividadesmortuorias llevadas a cabo. En un nivel más inclusivo vemos que la mor-fología condiciona la amplitud conductual general de los emplazamien-tos. Esta situación es diferente a la postulada por Galanidou (2000). Par-tiendo de esto retomamos un tema planteado en el capítulo 3 sobre elposicionamiento de los reparos en las redes regionales de asentamientoy movilidad humana.

Basados en la metáfora de Binford (1983b: 224-225) de la roca conojos, planteamos que el registro asociado a cada elemento del paisajetiene la capacidad de interceptar una fracción determinada de los siste-mas humanos del pasado, que puede ser de mayor o menor amplitud.Esto marca la necesidad de estimar la representatividad del registro ar-queológico que estudiamos con respecto a los procesos históricos que lohan producido. La mejor herramienta con que contamos es el estudio dela variabilidad arqueológica asociada a distintas porciones o elementosde un paisaje determinado (Borrero 1993). De este modo, se puede cono-cer la configuración de los sistemas humanos a partir de la suma de suspartes (Binford 1973, 1983a). En el caso de los reparos del CVPA hay dosaspectos que deben resaltarse. En primer lugar, y a diferencia del territo-rio Nunamiut, esta región ofrece una gran variabilidad morfológica ygeográfica de reparos potenciales. A priori, esta estructura del paisajepermitiría la canalización de una importante variabilidad conductual,

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que puede hacer uso de la variabilidad morfológica de los elementosdisponibles en el paisaje. También es importante que estos emplazamien-tos están ampliamente distribuidos en el CVPA, aunque como señala-mos no en forma homogénea. En segundo lugar, contamos con informa-ción arqueológica para tipos muy diferentes de reparos y observamosuna gran variabilidad en la amplitud conductual registrada.

Integración de localidades y pautas de circulación humana

Las localidades Cóndor y Cerro Norte se ubican a 8 km de distan-cia, en una posición intermedia entre la costa norte del estrecho deMagallanes y la cuenca del río Chico (Lámina 11). Se orientan en sentidosureste-noroeste siguiendo el ordenamiento geográfico más usual de losrasgos volcánicos en Pali Aike, por lo que la relación geográfica entreestas localidades se reproduce numerosas veces, particularmente en lossectores meridional y central. Las evidencias presentadas para Cóndor 1y para la localidad Cerro Norte marcan un fuerte contraste en la intensi-dad de uso humano. Las tasas de descarte de materiales óseos y líticosen Cóndor 1 indican que es uno de los contextos más redundantementeocupados durante los últimos 3000 años (Barberena et al. 2007a), y lainformación sobre porcentajes de materia orgánica en los sedimentoses consistente con esto. Registramos variación en el uso humano de lossitios en reparos pequeños de Cerro Norte, que en algunos casos esmedianamente intenso y en otros virtualmente nulo, aunque a nivelgeneral todos indican una menor recurrencia e intensidad de los even-tos de presencia humana, que comienzan unos 1300 años después queen Cóndor 1.

Estas evidencias de sitio pueden ser integradas en un esquemadistribucional a fin de evaluar patrones de circulación humana (Potts etal. 1999). Asumiendo que la formación de los depósitos es atricional, loque se sustenta a partir de datos cronológicos y estratigráficos, se obser-va que los mismos no ocuparon lugares equivalentes en las redes huma-nas de circulación a través del paisaje del campo volcánico. Si vemos aestos sitios como potenciales receptores de ocupaciones por parte de loscazadores recolectores, notamos que Cóndor 1 fue elegido a tal fin enforma más sistemática y recurrente que los sitios Cerro Norte, inclusiveagrupando las evidencias recuperadas en todos ellos. Se ha planteadoque conjuntos arqueológicos que difieran en su densidad y composiciónpueden explicarse tanto a partir de la realización de actividades diferen-

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tes como de la realización de las mismas actividades con distinta intensi-dad (Bettinger et al. 1994). Este punto es lógico, aunque no central en unesquema distribucional (Foley 1981), ya que la sola existencia de dife-rencias en la magnitud de los conjuntos, aún cuando sean producto delas mismas actividades, adquiere un significado crucial en términos dellugar que ocuparon dichos emplazamientos. Desde una perspectivadistribucional, la información de densidades de materiales se comple-menta con los datos que marcan la existencia de diferencias conductualesentre los conjuntos.

Hasta aquí evaluamos y comparamos la variabilidad existente enlas muestras arqueológicas de reparos, lo que nos permite defender queen una escala temporal amplia los mismos se posicionan en forma dife-rente a nivel conductual. Sobre esta base hemos contrastado la adecua-ción a nuestro caso de postulados generales sobre el carácter de la infor-mación procedente de reparos. Concluimos que el registro de reparos noes redundante en términos de la información que aporta, evidenciandouna gran variabilidad conductual en distintos niveles: redundancia eintensidad de uso, amplitud conductual, uso planificado vs. circunstan-cial y expresión de actividades mortuorias. El paso siguiente es poneresto en una perspectiva más amplia, posicionando a los reparos en elmarco de los espacios abiertos donde se sitúan.

Reparos y espacios abiertos: integración arqueológica

Si concebimos a cada segmento del registro arqueológico como unavisión parcial de la historia humana, podemos desarrollar la amplitudde nuestra visión a partir de la suma de diferentes instancias o perspec-tivas de análisis. O sea, rocas distintas tienen el potencial de ver segmen-tos diferentes del pasado y, por ende, enriquecer nuestra comprensióndel mismo. Hasta aquí hemos tratado en forma detallada el registro dereparos, quedando pendiente un tratamiento del registro de espaciosabiertos, que tiene el potencial de mostrar aspectos diferentes de la con-ducta humana. La discusión sobre dinámica del paisaje desarrollada enel capítulo 13 marca el predominio de contextos estables, con geoformasvegetadas y con importante desarrollo de suelos desde la superficie ac-tual del terreno. Esto es aplicable a todas las localidades trabajadas ygenera condiciones de baja visibilidad arqueológica en los espacios abier-tos del CVPA, por lo que contamos con un menor conocimiento de ladistribución y composición del registro asociado. Por lo tanto, el desa-

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rrollo que podemos dar a este tema en la presente instancia de trabajo escomparativamente menor, aunque podemos identificar tendencias queenriquecen los planteos realizados.

Evidencias de superficie

El trabajo distribucional de F. Carballo Marina aporta evidenciassobre intensidad de uso humano en distintos sectores de la cuenca delrío Gallegos, que es el sector para el que contamos con menos eviden-cias. También se dispone de un profundo estudio de la organización tec-nológica realizado por J. Charlin basado en el análisis de evidencias desitios estratificados y recolecciones de superficie en puntos específicosdel paisaje.

Carballo Marina (2007) desarrolló muestreos sistemáticos de superfi-cie en las secciones media e inferior del río Gallegos, incluyendo cuatrocontextos del paisaje que dan una cobertura importante de la cuenca: Te-rraza Antigua, valle fluvioglacial, mesetas basálticas y depósitos costeros.Dado que la visibilidad de superficie en estos contextos es buena, las mues-tras obtenidas reflejarían adecuadamente las propiedades generales delregistro. Las localidades muestreadas son Ea. La Carlota, en la sección mediade la cuenca, Güer Aike, Palermo Aike y Punta Loyola, en la sección infe-rior. Esta investigadora evalúa hipótesis espaciales que contribuyen enforma directa a nuestras discusiones, proponiendo: “El valle del río Gallegosfue utilizado como vía de comunicación entre las márgenes pacífica y atlántica delcontinente, integrando un rango de acción mayor, dentro de un ambiente con unadistribución heterogénea de recursos” (Carballo Marina 2007: 10). En una es-cala más acotada postula que los reparos funcionaron como atractores.Indicadores tecnológicos y morfológicos permiten asignar los conjuntosartefactuales de superficie a una instancia de ocupación efectiva (sensuBorrero 1994-95) del espacio regional (Carballo Marina 2007: 434).

Al comparar las densidades de materiales en distintos sectores dela cuenca se observa que “las mayores densidades se concentran en la costadel estuario… Estas concentraciones a lo largo de un espacio geográfico acotadoparecen ser producto de ocupaciones reiteradas en el tiempo, constituyendopalimpsestos... Podría proponerse entonces redundancia específica en el uso deeste sector del estuario” (Carballo Marina 2007: 413). La unidad de paisaje‘Mesetas basálticas’, que corresponde a las localidades Güer Aike y LaCarlota, presenta los menores valores de densidad artefactual, que sonparticularmente bajos. Carballo Marina señala que estas mesetas que

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rodean a los reparos presentan los menores valores de frecuencia y di-versidad artefactual, mientras que “… lo opuesto sucede en el radio circun-dante a los reparos donde la frecuencia y riqueza artefactual son altas… De estamanera, la proximidad a la línea de cuevas y aleros muestra la señal más clara eintensa de ocupación humana” (Carballo Marina 2007: 414). Esta situaciónse registró en Ea. La Carlota (Campan et al. 2007). Observaciones deCharlin (2005) sobre muestras de sitios bajo roca y a cielo abierto delsector meridional señalan que la mayor diversidad de materias primasestá representada en sitios bajo roca, indicando su uso diferencial. Análi-sis estadísticos marcan que esto no se debe a diferencias en el tamaño delas muestras comparadas (Charlin 2007b). Estas observacionescontextualizan los reparos en la escala de localidad, presentándolos comopuntos atractivos del paisaje recurrentemente utilizados (en forma inde-pendiente de la variación registrada).

Los datos sobre riqueza artefactual son consistentes con estas ten-dencias distribucionales, ya que los valores más elevados se registran enlos depósitos costeros de Punta Loyola y en la zona de mesetas basálticaspróxima a los reparos, como La Carlota (Carballo Marina 2007: 416). Elpanorama distribucional que surge para el registro de superficie de lacuenca del Gallegos es muy heterogéneo y se expresa en las diferenciasen densidad entre los muestreos no dirigidos -transectas sistemáticas- ylos dirigidos, que apuntan a sectores con atractivos específicos y presen-tan valores de densidad 350 veces más altos que los primeros. Esto su-giere que las poblaciones humanas seleccionaron en forma reiterada sec-tores puntuales del espacio para el asentamiento. Se sugiere también queuna circulación humana orientada por la cuenca, que no tiene limitantestopográficos marcados, explica las diferencias entre los muestreos diri-gidos y no dirigidos (Carballo Marina 2007: 457). Las evidencias de den-sidades decrecientes al aumentar la distancia al valle del río son consis-tentes con esto y sustentan la propuesta que el río Gallegos actuó comoárea concentradora de poblaciones en esta región con disponibilidad li-mitada de agua: “… la ausencia de una marcada estacionalidad, la posibilidadde usar complementariamente una zona de ecotono (recursos marinos y conti-nentales) y los paisajes arqueológicos que representan a la cuenca media e infe-rior del río Gallegos, apoyan el uso de la región durante todo el año”(Carballo Marina 2007: 467, resaltado agregado). A pesar de esto, las evi-dencias en la escala de toda la cuenca no indican un uso humano inten-so, llevando a sugerir que “… la cuenca media e inferior del río Gallegos fueun espacio marginal dentro de los circuitos de movilidad de las poblaciones ca-zadoras-recolectoras” (Carballo Marina 2007: 418).

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El segundo conjunto de evidencias a cielo abierto corresponde alanálisis de materiales líticos realizado por Charlin (2005, 2007a, 2007b),que cubre distintos contextos de recuperación además de los reparos,como hallazgos aislados a cielo abierto y concentraciones de superficieen sectores con buena visibilidad, como lagunas temporarias. Estos es-tudios se basan en una evaluación sistemática de la disponibilidad dematerias primas aptas para la talla, que permitió identificar tendenciasespaciales en la intensidad de reducción y agotamiento de los instru-mentos (Charlin 2007e). Nos interesa un aspecto particular que surge deeste análisis: Charlin (2007b, 2007e) plantea que la costa septentrionaldel estrecho de Magallanes y la cuenca del río Gallegos fueron las princi-pales áreas de abastecimiento de rocas, siendo superiores que otras fuen-tes en términos de su magnitud, predictibilidad y tamaño de nódulos.Hay evidencias del uso de otros espacios para el aprovisionamiento, comolas lagunas temporarias (Gómez Otero 1988, Nami 1999a), sin embargo,las evidencias tecnológicas regionales muestran que los instrumentos conmayor reducción y desgaste son descartados en mayor frecuencia al au-mentar la distancia al río Gallegos y al Estrecho, tendiendo a concentrar-se en la zona central del CVPA (Charlin 2007e). Estas tendencias en elaprovisionamiento de materias primas sugieren dos espacios a partir delos cuales comienza a producirse la reducción progresiva y el posteriordescarte de los instrumentos. Los espacios del centro del CVPA, entre lascuencas de los ríos Gallegos y Chico, son receptores de los instrumentoscuya utilidad ha sido más explotada (Charlin 2007b).

Evidencias estratificadas en espacios abiertos

Las evidencias estratificadas en espacios a cielo abierto constitu-yen, como en tantas otras regiones, la expresión menos conocida del re-gistro. Esto se debe tanto a condiciones adversas para interceptarlas anivel arqueológico como también para su formación. Las evidencias so-bre propiedades del paisaje discutidas marcan que el CVPA es estable ypresenta bajas condiciones de agradación, produciendo registros tiem-po-transgresivos condensados en secuencias poco potentes y de baja re-solución, comparables a los depósitos someros descriptos por Zárate(1997, Zárate et al. 2000-2002). En este contexto, hay situacionesgeomorfológicas espacialmente acotadas que proveen tasas de sedimen-tación más altas, conducentes a la formación de registros estratificadoscon mayor resolución temporal.

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En la localidad Juni Aike (JA) se reconocieron numerosos sitios condiferentes características, como JA1, un alero con depósitos estratificados(Gómez Otero 1989-90), y JA6, que corresponde a un entierro humano(Aguilera y Grendi 1996). Asociado a los mismos está JA2, cercano alcauce actual del río Chico (Prieto I. 1997). Su secuencia comienza con undepósito de turba cubierta por ceniza volcánica, sobre la que se deposi-taron sedimentos fluviales; finalmente hay sedimentos eólicos que cons-tituyen la matriz de los hallazgos arqueológicos. Las escasas evidenciaspresentadas indican que el río fue empleado como fuente de materiasprimas líticas. También se registró un “conjunto de talla adscribible a unsolo núcleo y un conjunto de vértebras articuladas” (Prieto I. 1997: 143), cuyaforma de depositación debería ser evaluada. En función de la presenciade instrumentos y desechos de talla y de huesos quemados, Prieto sugie-re que se desarrollaron actividades residenciales, ya que este emplaza-miento “debió alojar a un grupo mayor que aquel que habrían permitido lospequeños aleros ubicados en las cercanías [como JA1 y JA6]” (Prieto I. 1997:144). Esto marca un posible rol diferente para los pequeños reparos ubi-cados en torno al río, aunque no puede ser evaluado aún.

Un segundo caso para el que contamos con información es el sitioMarkatch Aike 1, localizado en un mallín en la margen izquierda del ríoChico. Se registraron materiales en superficie y estratigrafía a lo largo deunos 400 x 100 m incluyendo puntas de proyectil triangularespedunculadas, bolas y raspadores cuya morfología sugiere una cronolo-gía tardía; los huesos corresponden a guanaco (Nami 1995, 1999b). Secuenta con un fechado 14C sobre huesos de guanaco enterrados a 0.8/1mque posiciona las ocupaciones en torno a 1230 ± 60 años AP (Nami yFrink 1999). Se realizó una excavación de unos 9 m2 sobre la cual no con-tamos con información. El trabajo de Nami sugiere la existencia de abun-dantes materiales en sectores del valle del río Chico, algo que nuestrasobservaciones en Ea. Markatch Aike confirman. En conclusión, y aun-que esto debe evaluarse a partir de estudios sistemáticos, hay evidenciasque indican una elevada densidad de materiales a cielo abierto en el ríoChico.

El tercer caso corresponde a la localidad Thomas Gould, ubicada entorno a una laguna temporaria al sur del río Chico, en territorio chileno.Esta localidad fue originalmente muestreada por J. Bird y J. Fell, quienesrecolectaron 69 bolas de boleadora pequeñas y ovaladas (Massone 1989-90: 87); luego el sitio fue sondeado por la Misión Arqueológica Francesa(Laming-Emperaire 1972: 215-218), registrándose una importante secuen-cia estratigráfica. Ortiz-Troncoso (1972) realizó estudios de artefactos

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líticos recuperados en superficie. Finalmente, Bird y Massone retomaronlos trabajos a partir de 1980. Aunque aquí nos centramos en las eviden-cias estratificadas, hacemos unos breves comentarios sobre la informa-ción de superficie. Las recolecciones de bolas realizadas por Bird y losmateriales descriptos por Ortiz-Troncoso (1972: 55-56) son producto deuna selección del material, por lo cual no son representativas de su abun-dancia, aunque es llamativa la frecuencia de estos instrumentos en tornoa la laguna, así como su homogeneidad morfológica. Estos instrumentostambién fueron recuperados en excavaciones realizadas por Bird yMassone (Massone 1989-90: 95). Estas evidencias indican que ocurrieronuna gama de actividades que pueden estar subrepresentadas en las mues-tras de reparos, sugiriendo la importancia de estas pequeñas cuencasendorreicas como espacios destinados a la caza de guanacos o aves(Massone 1981, 1989-90: 97). Bate (1971: 36) también reporta sitios queinterpreta como producto de actividades de caza en la cuenca del ríoChico. Se excavó en distintos sectores de la laguna y se cuenta con infor-mación para los materiales recuperados en una trinchera de 14 x 3 m quecomienza al pié de la roca volcánica y se extiende hacia la laguna. Losconjuntos líticos están conformados por abundantes lascas e instrumen-tos que incluyen bolas, raspadores pequeños, raederas, puntas (asigna-das a los períodos IV y V de Bird) y percutores; también se recuperó unfragmento de valva marina (Massone 1989-90). No contamos con datossobre el tamaño de los conjuntos, aunque sí sobre su importante diversi-dad artefactual. Borrero analizó los conjuntos óseos recuperados porMassone permitiéndonos utilizar aquí sus resultados, que son la únicafuente de datos faunísticos cuantitativos en contextos a cielo abierto delCVPA (Borrero en prep.). Nos interesa evaluar las variaciones verticalesen el tamaño de los conjuntos, donde están representadas todas las par-tes esqueletarias de guanaco. Presentamos un esquema de la estratigrafíade la trinchera en conjunto con los datos cronológicos y de frecuencia demateriales óseos (Figura 57).

Se cuenta con información cronológica detallada producto de fe-chados sobre materiales arqueológicos y de la presencia de cenizas delMonte Burney, datadas por Stern en 7920 ± 385 años AP (Massone 1991,ver Stern 2007). Estas cenizas proveen una edad máxima para las ocupa-ciones humanas, que se registran en baja densidad a partir de la unidadVI. Los datos faunísticos marcan la existencia de un conjunto óseo deguanaco importante (NISP = 1294) en la unidad más temprana y de unobastante más pequeño en la unidad II (NISP = 147), con una edad máxi-ma de 1280 ± 130 y alcanza tiempos históricos (Borrero en prep.). Para

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evaluar tasas de descarte de materiales deberíamos realizar un análisiscronológico y faunístico detallado que trasciende nuestras posibilida-des. Sin embargo, surgen temas de interés como la cronología de las ocu-paciones más tempranas, que se ubica en 4500 años AP, marcando unparalelo con otros contextos de la costa y el interior. En segundo lugar,los datos preliminares sobre fragmentación sugieren una menor intensi-dad que en Cóndor 1, ya que la proporción de fragmentos de diáfisisindeterminados a nivel de elemento es considerablemente menor enThomas Gould (ca. 16%, Borrero en prep.). Esto se suma a lo señaladopreviamente al comparar conjuntos de cuevas vs. aleros pequeños. Comoconclusión, a pesar del carácter limitado de la muestra de sitiosestratificados a cielo abierto y considerando que estos casos deben serpublicados en mayor detalle, pueden plantearse algunas tendencias. Lasevidencias de Thomas Gould son las más informativas y sugieren pro-piedades conductuales diferentes con respecto a los reparos, en particu-lar por la abundancia de clases artefactuales como las bolas, que seríanmenos frecuentes en los primeros. A nivel cronológico, las evidenciasmás tempranas del sitio Thomas Gould coinciden con un aumento en lafrecuencia de evidencias en reparos.

El objetivo general de este trabajo es evaluar las pautas de organi-zación geográfica de las poblaciones humanas durante el Holoceno tar-dío, dentro del cual la interacción establecida entre la costa y el interiores un aspecto fundamental. Su evaluación implica integrar evidencias

Nota: estratigrafía tomada de Massone (1989-90).

Figura 57. Estratigrafía, cronología y conjuntos óseos en Thomas Gould.

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procedentes de diferentes contextos geográficos, geomorfológicos ysedimentarios. En este capítulo dimos dos pasos iniciales al integrar enprimera instancia las evidencias de diferentes tipos de reparos, y luego aéstas con los datos de contextos a cielo abierto. En el capítulo siguienteprofundizamos esto al discutir las evidencias procedentes de las costasmarinas que rodean al CVPA, que constituyen la otra dimensión de nues-tro análisis geográfico.

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15

Arqueología de Patagonia meridionalen un marco biogeográfico

El estudio arqueológico de la organización geográfica humana in-tegra aspectos estrictamente espaciales -como las diferentes dimensionesde movimiento- y aspectos asociados a la subsistencia -como el rol dedistintas clases de recursos-. Todos estos aspectos experimentan modifi-caciones a nivel temporal, dando lugar a otro eje de análisis, y la integra-ción de los datos espaciales y temporales nos permite tratar aspectos de-mográficos y poblacionales. Una perspectiva geográfica sobre la historiade las poblaciones humanas de Patagonia se completa mediante la inte-gración de estos diferentes niveles de análisis con los datos sobre la evo-lución del paisaje (Gamble 1986, Borrero 1989-90). Este capítulo final seestructura en cinco apartados generales: 1) transporte de objetos y movi-miento de individuos en perspectiva distribucional, 2) arqueología delos ambientes de costa marina, que ofrece la otra cara de los temas geo-gráficos que nos interesan, 3) intensidad de uso humano en distintas es-calas, 4) registro bioarqueológico desde una perspectiva espacial y 5)análisis de las tendencias temporales. La integración de estos niveles esrealizada en la sección final, donde proponemos un modelo de interacciónhumana entre la costa y el interior de Patagonia meridional durante elHoloceno tardío.

Distancias: indicadores distribucionales de transporte y movimiento

Estos indicadores constituyen medidas de distancia del transporte deobjetos y del movimiento de individuos en el pasado. El mayor poten-

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cial informativo de estas evidencias se obtiene desde una perspectivadistribucional en escala supra regional, que permite evaluar las conexio-nes existentes entre diferentes ambientes. Estas evidencias permiten en-trelazar los espacios que componen la región de estudio y generar ex-pectativas para el registro en una escala más acotada. Por ejemplo, unaspecto que se vincula en forma directa con estas evidencias es el regis-tro faunístico de la costa y el interior. El análisis de las pautas de trans-porte y movimiento se canaliza a partir de dos líneas de evidencia: dis-tribución de elementos de procedencia marina en el interior del conti-nente y evidencias isotópicas sobre el consumo de recursos marinos. Es-tos datos son informativos sobre la amplitud de los movimientos reali-zados por los individuos en el contexto de sus rangos de acción. En elcaso de la presencia de ítems marinos en el interior, su distribución pue-de responder tanto a pautas de movilidad como a mecanismos indirec-tos de distribución (Yacobaccio et al. 2004), aunque hay herramientas quecontribuyen a discriminar entre estas alternativas (Renfrew 1977).

Transporte de objetos: elementos marinos en el interior

Estos datos corresponden a elementos de procedencia marina loca-lizados a una distancia mínima de 5 km a la costa más cercana. Este umbralpara la inclusión de los datos es arbitrario y fue definido en formaoperativa, aunque contamos con un sustento para el mismo. Para distin-tas especies de moluscos, que constituyen gran parte de las evidencias,estudios etnoarqueológicos indican que la mayor proporción de descar-te de las partes no comestibles se da hasta unos 5 km desde el punto deobtención (Bird y Bliege Bird 1997, Thomas 2002), y algo semejante seregistró para situaciones arqueológicas (Borrero y Lanata 1988, McNiven1992, Bonomo 2007). Al emplear una distancia mínima de 5 km pode-mos discriminar los casos que responden al consumo y descarte in situde estos recursos. Defendemos que los elementos marinos utilizados enesta discusión fueron transportados por humanos y no por otros agentesbióticos, como aves o carnívoros (ver Erlandson y Moss 2001), ya quetodos ellos fueron recuperados en contextos arqueológicos y en asocia-ción con evidencias antrópicas. Para el caso específico del CVPA estotiene un sustento independiente en que no recuperamos elementos ma-rinos en los numerosos sondeos realizados en función de preguntastafonómicas (Martin y Borrero 2004). Partimos de un estudio previo de-sarrollado en una escala mayor (Borrero y Barberena 2006), aunque en

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293

función de los objetivos de este trabajo sólo consideramos el espacio com-prendido entre la margen norte del río Gallegos y la costa del estrechode Magallanes. El límite occidental está dado por los afloramientos vol-cánicos de Ea. Glencross, cercanos al CVPA. Comenzamos tratando losdatos producto de los trabajos desarrollados en el marco del ProyectoMagallania.

Recuperamos evidencias marinas en cinco localidades del interior:Orejas de Burro (las evidencias de OB1 fueron presentadas en el capítulo10), Cóndor, Cerro Norte, Frailes y La Carlota, que corresponden a untotal de 11 sitios (Tabla 22). Estas evidencias pueden ser tratadas en for-ma cuantitativa ya que se recuperó la totalidad del material presente enlas excavaciones, a diferencia de muestras procedentes de la bibliogra-fía. No obstante, a excepción de OB1, todos los casos presentan bajasdensidades: en cuatro sitios se registró un único elemento y en el restolos valores ascienden a pocos fragmentos. En Cóndor 1 se recuperaron22 especímenes (21 fragmentos de invertebrados y un diente de lobomarino), aunque esto puede deberse al volumen de sedimento excavado,mayor que en los demás sitios. Al emplear los valores de MNE vemos

Tabla 22. Elementos marinos en el interior: resultados del Proyecto Magallania.

Loca-lidad

Distancia a costa (km)

Sitio Procedencia Especie N Cronología

Cóndor

32

Cóndor 1

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4E, capa 2, unidad II molusco 2 fragmentos ca. 965 ± 40

4E, capa 2, unidad II Mytilus sp. 6 fragmentos ca. 965 ± 40

4E, capa 2, unidad II Gastropoda 7 fragmentos ca. 965 ± 40

4E, capa 3, unidad III molusco 2 fragmentos 965 ± 40/1360 ± 65

4F, capa 6 molusco 1 fragmento > 3100 ± 70

4F mamífero marino 1 diente …

MNE: 6

Cerro Norte

38

CN2

Sondeo 1, unidad IV, 35-40 cm molusco 1 fragmento < 2070 ± 80

Sondeo 2, unidad 20-25 cm molusco 1 fragmento < 2070 ± 80

CN5 Sondeo 3, 5-10 cm molusco 1 fragmento ---

CN7 capa 1, unidad I molusco 1 fragmento < 1640 ± 70

MNE: 4

Frailes 24 Frailes 6 superficie Mytilus sp. 1 fragmento ---

MNE: 1La

Carlota 85 LC cuadrícula 2, niveles 15 y 22 Mytilus sp. varios fragmentos > 1070 ± 40

MNE: 2

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294

que las frecuencias también son bajas. No obstante, en una escala cuali-tativa de análisis observamos que todas las localidades prospectadas contie-nen este tipo de evidencias, y esto es algo que nos interesa enfatizar.

El segundo paso consiste en incluir las evidencias más amplias dis-ponibles en la bibliografía (Tabla 23). La precisión de las determinacio-nes taxonómicas y de los valores de abundancias depende de las técni-cas de recuperación y del detalle de la información publicada. Nuestroobjetivo básico es integrar la totalidad de estos datos en forma indepen-diente del carácter de su recuperación, ya sea selectiva o total, a fin delograr una mayor cobertura espacial sobre la base de datos que son esca-sos. Realizamos un primer análisis cualitativo que consiste en mapear ladistribución de estos elementos en el interior. El segundo análisis es semicuantitativo y consiste en ordenar los datos en tres intervalos de abun-dancia: 1) sitios que contienen entre uno y cuatro elementos marinos, 2)entre cinco y nueve elementos o 3) diez o más elementos. Este análisisasume una cierta representatividad de los datos sobre las proporcionesrelativas en que aparecen estos elementos; en general los datos disponi-bles son suficientes para esto. No obstante, las inferencias presentadasson tentativas y se plantean en términos de exploración de los datos.Este acercamiento permite discriminar entre casos con abundantes ele-mentos marinos y casos con evidencias escasas (en Barberena 2008 sedetallan los pasos seguidos para el tratamiento de los datos).

A nivel cualitativo señalamos la amplia dispersión de estas eviden-cias en el interior (Lámina 12). Las mayores densidades de sitios se ob-servan al sur del río Chico y en la cuenca del río Gallegos. Esto puedetener algún significado conductual, aunque se debe considerar un sesgode muestreo, ya que no hay evidencias importantes sobre la amplia re-gión contenida entre ambos ríos. Se señalan en azul los casos con eviden-cias más abundantes; los puntos blancos indican las localidades costerascon restos de procedencia marina, que corresponden a la mayor parte delas muestreadas. En la Figura 58 graficamos las abundancias de elemen-tos marinos en relación con distancia a la costa, empleando las catego-rías semi cuantitativas.

En términos teóricos, bajo condiciones de aprovisionamiento direc-to de estos elementos cabe esperar un decrecimiento monotónico de suabundancia a medida que nos alejamos de la fuente potencial (Renfrew1977), que corresponde a la costa marina. Éste no es el caso con los ele-mentos marinos en el interior de Patagonia meridional si consideramosla muestra total, ya que su distribución desde la costa hacia el interior esbimodal. Hay dos alternativas principales que deben tenerse en cuenta:

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295

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296

la primera se vincula a mecanismos de obtención indirecta, que produci-rían curvas que no decrecen en forma gradual sino escalonada, algo queno puede ser descartado ni justificado por el momento. La segunda, quedefendemos aunque tampoco podemos justificar adecuadamente, es queesta muestra engloba dos ámbitos que funcionan bajo condiciones dife-rentes. Para evaluar esto segmentamos la muestra en dos subconjuntos:la cuenca del río Gallegos, que conecta en forma más directa con elAtlántico, y los casos más cercanos a la costa del Estrecho (Figura 58).Esta segmentación es arbitraria, ya que no hay indicadores que identifi-quen la procedencia precisa de estos elementos. El sustento para su cons-trucción es distribucional y el objetivo principal es identificar tendenciascontrastables a partir de muestras mayores. Si se analizan las muestrasdel río Gallegos por separado, el carácter bimodal de la curva desapare-ce. Esto se debe en particular a las muestras de Las Buitreras y Abrigo delos Pescadores, que aunque están a más de 80 km de la costa presentanfrecuencias elevadas de moluscos. Al tratar las muestras segregadas deeste modo se observa que aplican curvas de decrecimiento monotónico,aunque vinculadas a dos puntos de origen diferentes (el Atlántico y elEstrecho). De ser así, se verificaría una circulación más amplia de estosmateriales a lo largo de la cuenca del Gallegos que entre las costas delEstrecho y los espacios ubicados al norte del río Chico. Esto es consis-tente con planteos que sugieren que el río Gallegos fue una importantevía de circulación entre la costa y el interior (Carballo Marina et al. 2000).

La disminución gradual de la abundancia de elementos marinos

Referencias: en blanco, muestras asociadas al Estrecho; en negro, muestras del río Gallegos.El primer punto corresponde a las costas en sí mismas, con las mayores densidades.

Figura 58. Abundancia de elementos marinos y distancia a las costas.

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297

desde ambas costas es más acorde con la existencia de mecanismos di-rectos de aprovisionamiento, que implican la circulación efectiva de losindividuos a la costa, aunque funcionando en diferentes escalas de am-plitud. Al tratar los datos segmentados de este modo surgen semejanzascon el modelo de distribución que Politis y coautores (2003) denominanSelk’nam y con el registro de distribución de rodados costeros en la re-gión pampeana (Bonomo 2005a). Estos autores reconocen la presenciade dos escalones en las curvas de densidad, el primero de los cuales seasocia a la explotación de los recursos costeros in situ y corresponde a lapropia costa. En nuestro caso las mayores densidades también se regis-tran en la costa, ya sea del Atlántico o del Estrecho. El segundo escalónequivale a lo que Binford (1980) denomina daily foraging trips a niveletnográfico y se asocia a la explotación logística de recursos costeros desdeel interior. En el caso pampeano, estos comportamientos son asignadosal registro ubicado entre 3.5 y 11 km de la costa (Politis et al. 2003: 29, vertambién McNiven 1992). A partir de las evidencias de OB1 (capítulo 10)planteamos una amplitud mayor para los espacios desde los que se rea-liza un uso logístico de la costa en Patagonia meridional, que alcanza 17km transversales a la misma. Esto implica una movilidad diaria elevada,probablemente cercana al techo de este tipo de movimientos a nivel ge-neral (Kelly 1995, Binford 2001). La información isotópica aporta unaevidencia independiente sobre este tema.

Movimiento de individuos: isótopos y recursos marinos

Los isótopos estables sobre huesos humanos son un indicador di-recto y cuantitativo de la composición de la dieta de los individuos yofrecen importante información geográfica. Las fechas disponibles y lalocalización geomorfológica de algunas de las muestras costeras sugie-ren una cronología general que corresponde al Holoceno tardío.

La información etnográfica tratada en el capítulo 3 sobre rangos deacción y filiación de los individuos a determinados grupos sociales tieneun rol teórico importante que desempeñar. No buscamos transpolar di-chos patrones para la interpretación del registro arqueológico, sinosensibilizarnos sobre las formas de organización espacial e interacciónsocial más plausibles para un ámbito ecológico como éste. Una unidadde análisis posible para el estudio de los rangos de acción es lo que pue-de definirse como banda o grupo local, una entidad relativamenteabarcativa formada por un conjunto de individuos que coexisten en un

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298

espacio y que puede fluctuar entre 10 y 40 personas (Birdsell 1973,Marlowe 2005). En casos etnográficos de ambientes con baja capacidadde carga se ha observado una notable fluidez en la filiación de los indivi-duos a las bandas que integran, lo que conlleva importantes variacionesen la composición de dichos grupos locales (Hiatt 1968, Yellen 1977,Binford 1983a: 230-231, aunque ver Peterson 1986). En este sentido, des-de un punto de vista teórico la unidad de análisis adecuada para el estu-dio de los rangos de acción es el individuo. Estas observaciones proce-dentes de ambientes comparables a Patagonia sugieren una importanteflexibilidad en la composición de los grupos, por lo cual menos aún cabeesperar estabilidad en la escala temporal arqueológica. No obstante, alcaracterizar el rango usual de movimiento entre la costa y el interior deuna suma de individuos procedentes de un área y un período determi-nados se puede acceder a un panorama promediado de la amplitud es-pacial de los sistemas humanos. El uso del individuo como unidad deanálisis permite registrar pautas variables de movimientos en términosde género o edad (Sealy y Pfeiffer 2000).

Ya desarrollamos un análisis detallado de la información isotópica(Barberena 2002); aquí lo retomamos, incluyendo sólo las muestras ubi-cadas entre el río Gallegos y la costa norte del Estrecho, definiendo unámbito espacial coincidente con el empleado para estudiar la distribu-ción de elementos marinos. Al sumar las muestras de OB1 recientementeanalizadas obtenemos un conjunto compuesto por 17 individuos (el in-dividuo infantil de OB1 puede ser lactante, por lo cual no es incluido enla reconstrucción paleodietaria). Los tipos de dieta representados en lasubmuestra que analizamos corresponden a las categorías terrestre ymixta, ya que no se verificaron valores indicativos de dietas marinas,que implican un consumo de recursos marinos mayor a 60% de la dieta.Como hemos planteado en una escala mayor (Barberena 2002), no seobserva una distribución homogénea de las muestras que reflejan dietasterrestres y mixtas (Lámina 13). Describimos los casos desde mayor amenor distancia con respecto a la costa. En el CVPA hay tres muestrasubicadas a una distancia igual o mayor a 50 km de la costa (Cerro Johnny,Juni Aike 6 y Cerro Sota), que presentan dieta terrestre (Lámina 13). Estoes interesante si tomamos en cuenta que las mismas tienen edades quevan de 3300 a 400 años AP. Luego está Palermo Aike (Cruz et al. 2000),que se localiza a 40 km del Atlántico en la cuenca del río Gallegos y es lamuestra más alejada de la costa que evidencia consumo de recursosmarinos (muestra 15). De las tres muestras de OB1, a 17 km del Estrecho,dos indican consumo de recursos marinos y una no. Por último hay nue-

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299

ve muestras a una distancia menor a 1 km de la costa, ocho de las cualespresentan consumo sistemático de recursos marinos. Organizamos losvalores en función de su asociación más cercana con la costa del Atlánti-co o del Estrecho. Esto es importante, ya que estudios sobre biomasamarina marcan importantes diferencias de productividad entre las mis-mas (capítulo 4). Dado que estas costas flanquean al CVPA respectiva-mente en sus límites meridional y oriental, esta comparación es relevan-te para evaluar su grado de conexión con estos dos segmentos de costa.Este análisis tiene un alcance limitado, ya que hay importantes diferen-cias en el tamaño de ambas muestras: los casos vinculados al Atlánticoson cuatro (incluyendo las dos muestras de CV17, que están en la bocadel Estrecho aunque sobre el Atlántico), mientras que las muestras vin-culadas al Estrecho son doce (Lámina 13). No obstante, es importantemarcar las tendencias observables, que pueden ser discutidas a partirdel registro arqueofaunístico y serán manejadas como hipótesis.

Graficamos la relación entre la distancia a la costa y los valores deδ13Ccol. y δ15N (Figuras 59 y 60). Las muestras asociadas al Estrecho seubican entre < 1 y 70 km de la costa y las asociadas al Atlántico entre < 1y 40 km. Para graficar el subconjunto del Atlántico incluimos una quintamuestra que corresponde al sitio Fortaleza, aunque el mismo se ubica enla cuenca del río Santa Cruz, fuera de la presente área de estudio(Barberena 2002). Esta decisión es operativa y se basa en que dicha mues-tra se ajusta al patrón observado en la escala menor del CVPA, permi-tiendo plantear que las tendencias que discutimos pueden funcionar enuna escala mayor. En trabajos previos marcamos la existencia de unafranja peri costera de unos 90 km de ancho en la cual se verifica el consu-mo de recursos marinos a nivel isotópico (Borrero et al. 2001, Barberena2002). Al circunscribir este análisis a las muestras vinculadas a la costadel Estrecho vemos que esta distancia es considerablemente menor. Lasevidencias de consumo de recursos marinos más alejadas de la costa pro-ceden de OB1, a 17 km de la misma. Los tres casos más alejados de lacosta, que se asocian al sector ‘central’ de Pali Aike, presentan valoresque permiten descartar un consumo regular de recursos marinos. A suvez, a excepción de una muestra de Posesión Olympia 1, todos los indi-viduos recuperados en la costa del Estrecho evidencian el consumo usualde recursos del mar. Sobre esta base afirmamos que se registra una marca-da discontinuidad espacial en el consumo de recursos marinos desde la costa delestrecho de Magallanes hacia el interior. Esto se observa claramente en ladistribución de los valores de δ13Ccol. en función de la distancia al mar,ya que a partir de 17 km los valores se ubican por debajo del umbral

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300

definido para el consumo de recursos marinos (Figura 59). Esta tenden-cia también se observa en la información de δ15N, aunque en este caso nodefinimos umbrales en forma comparable (Figura 60). Al tratar las mues-tras asociadas al Atlántico se observa que los casos que indican consumode recursos marinos tienen una distribución espacial menos circunscriptaa los espacios peri costeros. La muestra de Palermo Aike refleja un com-ponente marino y se ubica a 40 km de la costa. Esta observación encuen-tra un correlato en la muestra de Fortaleza, que está a 90 km de la costaatlántica y también evidencia consumo de recursos marinos (Barberena2002).

El pequeño tamaño de la muestra vinculada al Atlántico atenta con-tra la identificación de conductas de subsistencia poco usuales, a pesar

Figura 60. Distancias a la costa y valores de δ15N.

Figura 59. Distancias a la costa y valores de δ13Ccol.

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301

de lo cual se interceptan casos que marcan el consumo regular de recur-sos marinos hasta una distancia de 90 km de la costa. Por el contrario,sobre la base de la muestra más amplia del Estrecho se ve que virtual-mente todos los casos ubicados en la costa reflejan consumo sistemáticode recursos marinos, mientras que ninguna de las muestras ubicadas amás de 20 km de la costa marca esta situación. Esto nos lleva a defenderque el consumo de recursos marinos está más circunscripto a los espa-cios peri costeros en el Estrecho que en el Atlántico. O sea que los indivi-duos asociados a la costa atlántica que consumieron recursos marinos en formausual habrían ocupado franjas más amplias de espacio que aquellos asociados ala costa del Estrecho. Señalamos la existencia de un ordenamiento espacialen el cual los individuos ubicados en posiciones adyacentes a los seg-mentos más productivos de costa marina se movilizaron menos hacia elinterior. Postulamos como hipótesis que la elevada productividad de lasaguas del Estrecho se asocia a territorios humanos más acotados que losvinculados al Atlántico. Esta hipótesis puede ser válida tanto para el seg-mento de costa atlántica asociado al CVPA, al sur del río Gallegos, comopara los espacios ubicados entre los ríos Gallegos y Santa Cruz. Estastendencias son tentativas, aunque creemos que su expresión a partir demuestras pequeñas como las utilizadas no es producto del azar, sino querefleja una situación de mayor amplitud.

Todas las muestras isotópicas con información contextual corres-ponden a inhumaciones primarias, ya sean de la costa o del interior, in-dicando un limitado transporte de los restos en forma previa a sudepositación (Barrientos 1997). Cabe defender que los mismos fuerondepositados dentro de sus rangos de acción usuales, lo que es importan-te para la interpretación de la señal isotópica como indicador de los ran-gos de movimiento. En este sentido, la interpretación espacial del regis-tro asociado a inhumaciones secundarias o partes anatómicas aisladaspuede presentar una mayor complejidad, aunque no en todos los casos(Barberena et al. 2006b). A nivel de la composición de los conjuntosmortuorios de los cuales proceden las muestras, se observa el predomi-nio de inhumaciones individuales. Las excepciones corresponden a OB1y Cerro Sota, que son múltiples. Hay casos procedentes de la costa delEstrecho que son múltiples y contienen desde dos a cuatro individuos,aunque las evidencias contextuales no permiten defender que seaninhumaciones simultáneas (Prieto 1993-94: 98).

Los moluscos e isótopos entendidos como indicadores de distanciapueden reflejar distintos aspectos de la organización espacial humana.Dado que su distribución se vincula a diferentes mecanismos sociales,

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302

su expresión puede variar en forma independiente. Hemos expresadonuestra opinión con respecto a que la distribución de elementos marinosen el CVPA responde a mecanismos directos de obtención y transporte,o sea que los mismos serían obtenidos dentro de los rangos de acción delos individuos. Planteamos que esto marca una cierta equivalencia conel registro isotópico asociado a las esferas usuales de movimiento huma-no. Lógicamente, distintos mecanismos de distribución de objetos mate-riales no son excluyentes sino que pueden funcionar en forma simultá-nea, aunque suelen hacerlo en diferentes escalas espaciales. En la escaladel CVPA notamos una concordancia entre las evidencias de transportede objetos y movimiento de los individuos: ambos indicadores marcanuna interacción humana entre la costa y el interior, aunque con diferenteamplitud. Los contactos costa-interior en la vertiente atlántica del conti-nente tienen una mayor amplitud que en los espacios asociados al sectorcentro oriental del Estrecho.

En una escala mayor, Charlin (2007d) estudió las evidencias sobredistribución y frecuencias de artefactos confeccionados sobre distintasobsidianas en el CVPA, cuyas fuentes se ubican entre 150 y 450 km delmismo (Stern y Franco 2000, Morello et al. 2001). Su baja frecuencia y elpredominio de instrumentos y desechos pequeños le permiten justificarque todas estas materias primas son adquiridas por mecanismos socia-les indirectos, como el intercambio (Charlin 2007d). A partir de un análi-sis tecnológico de puntas de proyectil tipo Bird IV, que marca la existen-cia de diseños compartidos en regiones distantes, se ha defendido lainteracción humana en una escala comparable (Franco et al. 2005). Porúltimo, algo semejante puede plantearse para la presencia de moluscosen localidades del noroeste de la provincia de Santa Cruz, ubicadas a 300km o más de la costa marina (Borrero y Barberena 2006) y para artefactosóseos decorados recuperados en Fell, Pali Aike y RUD01BK (Fiore 2006).

Estas tendencias que surgen del tratamiento de los datos en escalasamplias generan expectativas para propiedades del registro arqueológi-co en escalas menores. A su vez, las evidencias procedentes de escalasmenores contribuyen a evaluar estas tendencias supra regionales. En lasección siguiente disminuimos la escala de discusión, a fin de introducirotras líneas de evidencia. Los patrones en la distribución de elementosmarinos y valores isotópicos generan expectativas diferentes para el re-gistro de las costas del Atlántico y del Estrecho.

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303

Arqueología de costas marinas en Patagonia meridional

Independientemente del lugar que ocuparon los ambientes mari-nos y del interior en cada caso arqueológico, un análisis abarcativo de laorganización espacial humana implica integrar evidencias para ambossegmentos del paisaje. Aquí presentamos un resumen de los datos dis-ponibles para ambientes costeros de Patagonia meridional, que nos per-miten efectivizar dicha integración.

Hemos identificado diferencias en las pautas de movimiento aso-ciadas a la costa atlántica y del Estrecho. Estas diferencias deberían tenerimplicaciones a nivel de la intensidad ocupacional esperable para am-bas costas. A nivel isotópico se observó que en el Estrecho hay una cir-cunscripción mayor del consumo de recursos marinos al espacio pericostero que en el Atlántico. Aunque las inferencias realizadas son tenta-tivas, la distribución de elementos marinos puede sugerir un escenariosemejante. Creemos que esto se asocia a una ocupación humana másfocalizada en los ambientes costeros en el estrecho de Magallanes, lo quedebería producir un registro arqueológico más denso. Para evaluar estohemos hecho una revisión sobre ciertas propiedades del registro de es-tos dos segmentos de costa, que contribuye a estimar la incidencia de losrecursos marinos en cada caso (Barberena 2008). Beaton sugiere concep-tos de utilidad para este análisis: “En una ‘economía costera’ la forma devida es transformada por el factor marino, mientras que en un ‘uso costero’ elelemento marino es visible pero no transforma a la sociedad, y en ‘localizacióncostera’ los conjuntos y componentes faunísticos no son significativamente di-ferentes de aquellos que aparecen en sitios del interior” (Beaton 1995: 802, nues-tra traducción). El registro isotópico patagónico puede ser un indicadordel segundo caso de Beaton, denominado ‘uso costero’. En este nivel, laintegración de los datos faunísticos e isotópicos es un paso fundamental.

Realizamos observaciones metodológicas: para facilitar la inclusiónde la información publicada empleando los datos en términos de NISP yNISP% calculados sobre el conjunto total de cada sitio. No se incluyenlos especímenes indeterminados, aunque en muchos casos los mismoscorresponderían a guanaco (Miotti 1998: 185). Ciertos taxones no fueronincluidos a fin de minimizar la incidencia de procesos naturales dedepositación de huesos: no se incluyeron los restos de fauna europea ytampoco los de roedores, que pueden ingresar fácilmente a estos contex-tos en forma independiente de la acción antrópica. Estas decisiones sonarbitrarias y pueden acarrear un sesgo, aunque enfatizamos que no eva-luamos la diversidad taxonómica de los conjuntos, sino que los compa-

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ramos en términos de la abundancia de las principales especies marinasy terrestres.

Costa del océano Atlántico

El segmento de costa atlántica que consideramos tiene unos 100 kmde longitud y se caracteriza por un relieve abrupto, conformado por acan-tilados activos de gran altura que generan condiciones de acceso al marrelativamente difícil. La mayor accesibilidad se da en dos contextosgeomorfológicos (Figura 61): las geoformas marinas de acreción, comolas puntas Loyola y Dungeness, y la desembocadura de cauces fluvialesde cierta magnitud, que erosionan los depósitos de drift que constituyenel acantilado y conforman vías de fácil acceso al mar. Estos cauces pre-sentan una distribución regular a lo largo de la costa y podrían ser lasprincipales vías de acceso al mar en la mayor parte de la misma, aunquealgunos son valles ‘colgantes’ producidos por el rápido retroceso del

Figura 61. Costa atlántica meridional y principales vías de acceso al mar.

Referencias: 1. P. Bustamante, 2. P. Loyola, 3. L. Del Mosquito, 4. C. Gap, 5. C. Vírgenes.

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acantilado, que no ofrecen acceso a playas explotables por humanos. Poreste motivo, son los cauces de cierto caudal mínimo los que ofrecen unacceso adecuado al mar; también ofrecen agua dulce, aunque señalamosque actualmente los ríos Gallegos, Chico y el Chorrillo Frailes, que sonlos principales cauces, sólo proveen agua dulce varios km río arriba desus desembocaduras. En conclusión, esta estructura geomorfológica pro-duce restricciones en el acceso al mar, una situación que se canalizaría enpuntos específicos del espacio. Cabe esperar que los mismos concentrenlas evidencias de la circulación hacia el mar y el consumo de sus recur-sos. A nivel arqueológico, este segmento de la costa atlántica se caracteri-za por una baja intensidad de muestreo, concentrado en cuatro localida-des: Punta Bustamante, Punta Loyola, Cañadón Gap y Cabo Vírgenes.

Las localidades Punta Bustamante y Punta Loyola se ubican res-pectivamente al norte y sur de la desembocadura del río Gallegos. Suestudio integrado nos brinda un panorama del registro arqueológico delprincipal cauce fluvial de acceso al Atlántico, caracterizado como unaimportante vía de circulación humana (Carballo Marina et al. 2000). Esteespacio también habría ofrecido un conjunto localizado e importante derecursos alimenticios marinos y estuáricos (Albrieu et al. 2004). En PuntaBustamante se trabajó en sitios en superficie y estratificados en médanos,ubicados por sobre el acantilado (Mansur-Franchomme 1988, Mansur etal. 2004). La cronología disponible indica que las ocupaciones ocurrenentre 3690 ± 80 y 710 ± 40 años AP (Mansur 2006), marcando una posi-ción temprana en el marco de las evidencias costeras. Contamos con in-formación faunística cuantitativa para cinco sitios (Figura 62). En fun-

Figura 62. Recursos marinos y terrestres en el registrofaunístico de Punta Bustamante.

0%10%20%30%40%50%60%70%80%90%

100%

CA 1 CE1 CE2 -LPM CE 3 RUD01 -BK

NIS

P%

sitios

marinos

terrestres

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306

ción de los amplios volúmenes excavados, los datos de frecuencias dehuesos pueden indicar una densidad relativamente baja. A excepcióndel sitio CE3, se registra predominio de guanaco, aunque en todos loscasos hay restos de especies marinas, algo consistente con su posicióncon respecto al mar que no supera los 2 km. Hay una importante diver-sidad de taxones marinos que incluyen moluscos, pinnípedos, aves,cetáceos y peces (Miotti 1998, Mansur 2006).

A partir de la representación de partes anatómicas en algunos deestos sitios, Miotti los interpreta como contextos residenciales. Las evi-dencias líticas del sitio RUD01-BK, que tiene unos 1500 m2 de superficie,sugieren un panorama consistente. Empleando el índice de raspadores/raederas vemos un predominio de los primeros (55% vs. 36% de los ins-trumentos retocados). Cabe esperar un mayor descarte de este tipo deartefactos en contextos ocupados durante lapsos prolongados. Estosindicadores son consistentes con el desarrollo de actividades múltiples,por lo que estas muestras reflejarían una importante amplitud conductual.A su vez, es importante el descarte de instrumentos sobre materias pri-mas poco abundantes que tienden a ser conservadas en el CVPA y lascostas que lo rodean (Mansur et al. 2004, Charlin 2007e). Si tomamos encuenta que algunos de estos sitios tienen una importante dispersión demateriales (Mansur et al. 2004), que son multi componentes a nivelestratigráfico y que hay fechados que ubican las ocupaciones entre 3700y 700 años 14C AP, puede defenderse una importante redundancia tem-poral en el uso de este espacio (Mansur 2006, 2007).

Punta Loyola se ubica en un contexto geomorfológico diferente, yaque en esta margen de la ría la costa no es acantilada sino que desciendegradualmente hacia el mar (Figura 61). Dado que hay buenas condicio-nes de visibilidad de materiales en superficie, los muestreos realizadosse basaron en transectas sistemáticas en distintas unidades del paisaje(Ercolano y Carballo Marina 2005). Tanto en la costa atlántica como en elestuario hay disponibilidad de rodados aptos para la talla y las eviden-cias más usuales indican la realización de actividades iniciales de talla(Carballo Marina 2007: 405-411). Al comparar las muestras de la costaatlántica y el estuario, que proceden de superficies comparables, surgenimportantes diferencias en densidad de materiales: los artefactos del es-tuario son 1382 y los de la costa atlántica 325. Carballo Marina (2007)plantea que esto es acorde con la mayor oferta de recursos del primersector.

Pasando a una escala espacial mayor, comparamos estos datos dedensidad con los del sitio RUD01BK en Punta Bustamante, que tiene unos

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8000 artefactos en una superficie de 1500 m2 (Mansur et al. 2004). La su-perficie muestreada en RUD01BK constituye un 1% del espaciomuestreado en Punta Loyola. No obstante, las notables diferencias ensuperficie no hacen más que resaltar la magnitud de las diferencias endensidad de materiales. Aún tomando toda la superficie de Punta Loyolacomo una unidad, lo que implica integrar numerosas geoformas, per-manecen las enormes diferencias en densidad con respecto a un puntoespecífico del espacio de Punta Bustamante. Una alternativa es que estose vincule a la edad de las superficies sobre las que apoyan los respecti-vos conjuntos, que son mayores en Punta Bustamante. Sin embargo, siconsideramos las edades máximas registradas para las ocupaciones hu-manas allí, de 3600 años AP, vemos que hay una cierta equivalencia conla edad potencial máxima de los conjuntos de gran parte de las geoformasde Punta Loyola (Ercolano y Carballo Marina 2005). A nivel de la com-posición de los conjuntos en Punta Loyola se verificó un predominio deraederas por sobre raspadores (54% / 25% de los instrumentos, CarballoMarina 2007: 405-407). Estas proporciones son inversas a las de PuntaBustamante. Carballo Marina (2007: 365) caracteriza los conjuntos dePunta Loyola como expeditivos, conteniendo una mayoría de instrumen-tos poco conservados. En resumen, identificamos diferencias en la inten-sidad de uso humano y en ciertas propiedades conductuales de los con-juntos ubicados al norte y sur de la desembocadura del río Gallegos. Enpromedio, en Punta Loyola se habrían producido ocupaciones menosprolongadas que en Punta Bustamante, algo consistente con el menordescarte de instrumentos conservados; por otra parte, las mismas tam-bién pueden haber sido más específicas a nivel funcional. Estas observa-ciones son relevantes para evaluar la circulación humana en el sectorseptentrional del CVPA y en particular a través del río Gallegos, que entiempos históricos habría estado asociada a lugares de paso específicoscomo Güer Aike (Moyano 1999 [1887]: 19, 23).

Se cuenta con resultados preliminares para las localidades LagunaDel Mosquito y Cañadón Gap, las únicas ubicadas entre Punta Loyola yCabo Vírgenes (Figura 61). La primera se ubica a poca distancia delAtlántico y pocos km al sur del Chorrillo Frailes, señalado como una delas principales vías de acceso al mar y como una importante fuente deagua. Se informa la existencia de escasos restos de Mytilus sp. asociadosa carbones y huesos dispersos en estratigrafía, así como de artefactos ensuperficie (Carballo Marina 2007: 400-403). Se realizaron fechados sobremateriales en estratigrafía a distintas profundidades, que aportan eda-des de 3920 ± 70 y 3890 ± 70 años AP (Carballo Marina 2007: 421-422).

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Cañadón Gap es un curso fluvial intermitente que erosiona los depósi-tos glacifluviales que conforman los acantilados costeros, proveyendouna amplia salida al Atlántico (Figura 61). En el marco del ProyectoMagallania se prospectó principalmente la zona costera (Borrero et al.2006). Las observaciones que presentamos se basan en el análisis de ma-teriales líticos de superficie realizado por otros miembros del proyecto.Se cuenta con un análisis de los núcleos desarrollado en forma compara-tiva con el CVPA, que muestra tendencias compartidas en la selección dematerias primas, pautas de reducción y utilidad remanente al momentodel descarte (Charlin y Cardillo 2005). Sumado a las bajas densidades demateriales, estas tendencias sugieren un uso de los espacios costeros desdeel interior del continente. Algunas propiedades de los conjuntosartefactuales pueden sugerir un uso logístico de estos espacios articula-do desde otros ámbitos (Marcelo Cardillo, comunicación personal 2007,Cardillo en prep.). En conclusión, el uso general inferido para este sectorde la costa atlántica es de tipo esporádico y geográficamente marginal.

Las localidades Punta Dungeness-Cabo Vírgenes se ubican en elpunto de contacto entre la costa atlántica y el estrecho de Magallanes(Figura 61), y fueron intensamente prospectadas en el marco del Proyec-to Magallania (Borrero y Franco 2002, L’Heureux y Franco 2002, Borreroet al. 2006). También se cuenta con antecedentes para el sector chileno dePunta Dungeness (Massone 1978, 1979). Los trabajos se concentraron endos contextos: por sobre los depósitos glacifluviales que conforman elacantilado y en la geoforma de acreción formada al pie del mismo, deno-minada Punta Dungeness. Esta geoforma se habría comenzado a formara partir del Holoceno medio (Uribe y Zamora 1981) y permite acceder alAtlántico y al extremo oriental del Estrecho. Los fechados disponiblespara el sitio CV4 marcan una ocupación humana inicial de la región en2000 ± 40 (2101 / 1867 años cal AP), que se extiende en forma intermiten-te hasta tiempos históricos (Borrero y Franco 2002). Con respecto a lasrocas seleccionadas y sus frecuencias, hay semejanzas con las localida-des costeras ya tratadas y con el CVPA (Charlin y Cardillo 2005, Charlin2007e). Se excavó en nueve sitios que se ubican entre unos pocos metrosde la costa actual hasta una distancia de 3 km (Borrero y Franco 2002). Lamayoría de los conjuntos artefactuales son poco densos y presentan ba-jas frecuencias de instrumentos (Borrero et al. 2006). Independientemen-te de las diferencias en las superficies excavadas, a excepción de CV6todos los conjuntos son pequeños. Los estudios faunísticos marcan lapresencia de diferentes especies consumidas (Figura 63), registrándosela presencia de guanaco y taxones marinos como pinnípedos, cormoranes

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y pingüinos. Se verificó el consumo de moluscos en bajas frecuencias, yaque solo se presentan aislados o conformando lentes pequeñas, como enCV1 y CV11; no se observaron acumulaciones de mayor dimensión.

Figura 63. Recursos marinos y terrestres en elregistro faunístico de Cabo Vírgenes.

El consumo de aves marinas es importante y el registro de CV6 yCV22, ubicado en un contexto de depósitos eólicos, permite interesantescomparaciones (Figura 64). En ambos sitios se recuperó un conjuntofaunístico caracterizado por el predominio de aves marinas, pinnípedosy guanaco, dispuestos en forma de concentraciones discretas e imbricadasque sugieren una depositación conjunta. Dado que en ambos casos seregistra la presencia de varios individuos, se pueden inferir eventos decaza múltiple o eventos individuales poco separados en el tiempo(L’Heureux y Franco 2002, Barberena y Borrero 2008). Se cuenta con tresfechados para CV6 que no pueden ser discriminados a nivel estadísticoy al combinarlos se obtiene una edad de 1174 ± 34 (1180/980 cal AP).Para CV22 presentamos una edad de 660 ± 50 años AP (680/540 cal AP),por lo que ambos conjuntos tienen cronologías semejantes, aunque dife-rentes a nivel estadístico. Esto implica redundancia de ocupaciones conuna funcionalidad comparable. Las chances de interceptar este tipo decontextos están condicionadas por el modo tafonómico dinámico a nivelsedimentario que caracteriza a los depósitos eólicos (capítulo 13). Nu-merosos contextos excavados en Cabo Vírgenes presentan evidenciasdiscretas a nivel estratigráfico y espacial que tendrían una alta resolu-ción temporal (además de CV6 y CV22 pueden mencionarse CV2 y CV8).Creemos que estos registros son los que más se acercan a captar ‘eventos’en el registro arqueológico de Patagonia meridional.

0%

10%

20%

30%

40%

50%

60%

70%

80%

90%

100%

PD2 CV 1 CV2 CV 6

NIS

P%

sitios

marinos

terrestres

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310

Estas condiciones no existen en el interior del continente, con la ex-cepción de espacios acotados que se asocian a contextos lacustres y flu-viales, como Potrok Aike y Markatch Aike. Estas diferencias tafonómicasdeben ser tenidas en cuenta al comparar estas evidencias costeras con lasdel interior, ya sea que las mismas procedan de reparos (capítulo 14) ocontextos a cielo abierto. Sin embargo, consideramos que estos patronesarqueológicos no responden exclusivamente a determinadas condicio-nes de formación, sino que también se deben a pautas específicas de usohumano de los espacios costeros. Se ha postulado que esta localidad ocu-pó un lugar marginal en las redes de circulación humana durante elHoloceno tardío, dado que todas las líneas de evidencia sugieren un usoesporádico (Barberena et al. 2004, Borrero et al. 2006). Trabajosetnoarqueológicos indican que sólo los contextos de uso poco redundanteaportan una resolución que permite reconstruir comportamientos espe-cíficos (Lupo 2001). Esta variable antrópica interactúa con las condicio-nes de sedimentación, produciendo diferentes situaciones de resolucióntemporal en los depósitos y, por ende, de resolución conductual en nues-tro análisis. Por lo tanto, y en forma independiente de las tasas de sedi-mentación, un uso humano más intenso de un emplazamiento conduci-ría a una pérdida de la definición morfológica espacial y vertical de es-tos depósitos. Esto no implica que no haya habido redundancia en el usode los lugares, que fue registrada en CV6/CV22 y Punta Dungeness 2. Síimplica que las ocupaciones fueron poco intensas y temporalmentediscontinuas. Esto puede deberse al carácter disperso del asentamientohumano en escala local, en función de su emplazamiento no constreñido(sensu Wandsnider 1998) por determinados rasgos del paisaje, a diferen-cia de lo que ocurre con ciertos reparos en el interior. Para evaluar estorealizamos un ejercicio de comparación: si integramos todas las eviden-cias estratificadas y de superficie de Cabo Vírgenes no se construye una

Figura 64. Conjuntos de los sitios CV6 y CV22.

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muestra de tamaño comparable al de localidades del interior, como Cón-dor 1, u otras localidades costeras, como RUDBK01. Es fundamental re-saltar que el esfuerzo de muestreo por medio de transectas y sondeos enCabo Vírgenes ha sido equivalente o mayor al desplegado en estas otraslocalidades. A nivel temporal nos interesa señalar la incorporación siste-mática tardía de este espacio en las redes de circulación humana, que searticula recién a partir de los últimos 2000 años, aunque la mayor partede estos espacios estaba disponible con anterioridad (Borrero y Franco2002).

Costa del estrecho de Magallanes

A diferencia de lo descripto para el Atlántico, la costa del Estrechono presenta restricciones importantes para el acceso al mar y sus recur-sos. Aunque hay sectores amplios en los cuales el acceso es difícil, comoentre Punta Dungeness y el comienzo oriental de Bahía Posesión, los sec-tores adecuados son numerosos y amplios (Figura 65). A nivel arqueoló-gico, la mayor parte de los muestreos fueron desarrollados por Massoneen las bahías Posesión y San Gregorio, que se suman al caso de PuntaDungeness. También se cuenta con datos fragmentarios para Cañadón

Figura 65. Localidades arqueológicas en la costa del estrecho de Magallanes.

Referencias: 1. Vírgenes-Dungeness, 2. Posesión, 3. C. Cóndor, 4. Muni-ción, 5. Dirección, 6. San Gregorio.

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Cóndor (Bird 1938, Ortiz-Troncoso 1980-81), Bahía Munición (Laming-Emperaire 1972) y Bahía Dirección (Ortiz-Troncoso 1972).

Bahía Posesión es la principal localidad trabajada al oeste de PuntaDungeness. En la actualidad, este segmento de costa tiene una producti-vidad relativamente importante, con valores de nutrientes intermediosdentro del rango de variación registrado en el Estrecho (Magazzù et al.1996). El sitio sobre el cual se dispone de una mayor información es Po-sesión 3 (P3), con el fechado más temprano para este sector (2080 ± 200)y ocupaciones que se remontan hasta los últimos siglos (Massone 1979).Es un conchero con una superficie de 50 m2, parcialmente erosionadopor el viento. Massone (1979: 89) registró “la existencia de diferentes nivelesestratificados de conchas asociadas en todos los casos a restos de fogón, restosóseos y líticos. Los niveles culturales se encontraron en general intercalados pordepósitos estériles de escaso espesor”. Se observa una recurrencia en la ocu-pación de este sector durante los últimos 2000 años. Incluimos aquí losescasos datos sobre las localidades vecinas Cañadón Cóndor y BahíaMunición, ubicadas en torno a Bahía Posesión (Figura 65). Cañadón Cón-dor fue fechado por Bird, quien obtuvo dos valores sucesivos sobre unaúnica muestra de carbones (Massone 1979: 74). Los valores son muy se-mejantes y al combinarlos se obtiene una edad de 3601 ± 71, la más tem-prana para la costa centro oriental del Estrecho. El registro de BahíaMunición indica la presencia de un conchero de importantes dimensio-nes y con una secuencia vertical que estaría conformada por once nive-les culturales cuyas fechas definen un lapso de 3000 años (Massone 1979:76). Aunque no hay datos precisos, se puede señalar una importante re-dundancia ocupacional a través del tiempo en este punto del espacio, loque lleva a la conformación de una secuencia estratigráfica extensa.

En la localidad Bahía San Gregorio se trabajó en torno al cabo ho-mónimo. A nivel de productividad marina hay variaciones marcadasdentro del Estrecho, ya que hay zonas caracterizadas por un mayor olea-je que afecta la estabilidad de la columna de agua y disminuye la dispo-nibilidad de nutrientes (Magazzù et al. 1996: 261). En las cercanías deSan Gregorio hay valores heterogéneos de productividad, aunque lamisma aumenta notablemente un poco hacia el oeste alcanzando losmayores valores en torno a Punta Arenas (Magazzù et al. 1996). Massone(1979, 1984) ha trabajado en once sitios de esta localidad, que se locali-zan entre 3 y 30 msnm y hasta una distancia máxima de 600 m de la costaactual. Estos sitios reflejan diferentes contextos arqueológicos: SG1 y SG3corresponderían a ‘talleres’ con abundantes materiales líticos, SG2, SG4,SG5, SG6, SG7 SG8, SG10 y SG11 corresponden a depósitos de conchero

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asociados a huesos de distintas especies y conjuntos líticos estratificados(Massone 1984). Los sitios SG4, SG11 (Massone 1984, Massone et al. 1985-86), SG12 y SG13 (Prieto 1993-94) contienen entierros humanos en dife-rentes situaciones; SG4 es a su vez un extenso conchero de gran comple-jidad estratigráfica. La información cronológica disponible para SanGregorio marca la presencia humana inicial en 2830 ± 150 años AP, quese extiende hasta tiempos históricos como indican las evidencias de cuen-tas vítreas y placas de cobre asociadas al entierro de SG4 (Massone 1984).Algunos sitios presentan evidencias de redundancia ocupacional, comoSG5, donde también hay sucesión en la presencia de estructuras de com-bustión.

A nivel faunístico, las tendencias para P3, SG2 y SG5 marcan el pre-dominio de especies marinas que incluyen moluscos, pingüino y escasosrestos de peces, lo que indica que los conjuntos son diversos (Figura 66).Estos datos evidencian el consumo de diferentes especies de moluscos yaves a lo largo de la costa centro oriental del Estrecho. Se consigna lapresencia de abundantes restos de guanaco en otros de los sitios trabaja-dos, que no han sido publicados en detalle.

Figura 66. Recursos marinos y terrestres en elregistro faunístico del estrecho de Magallanes.

Hay abundantes referencias etnohistóricas para la presencia de po-blaciones humanas en la costa del Estrecho entre el año 1520, con la ex-pedición de Hernando de Magallanes, y principios del siglo XX, cuandomuere Mulato, el último cacique Tehuelche (Martinic 1984). Martinic harealizado un detallado estudio sobre la estación del año en la cual seobservó la instalación humana en la costa y señala, a diferencia de lo

0%10%20%30%40%50%60%70%80%90%

100%

P3 SG2 SG5

NIS

P%

sitios

marinos

terrestres

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sugerido por numerosos autores, que no se puede defender una ocupa-ción estacional de la misma. Por el contrario, sugiere para San Gregorioque “… no creemos exagerar al considerarlo como el centro real del ya perdidopaís Tehuelche meridional” (Martinic 1984: 24).

Integración de las evidencias costeras

Existen importantes diferencias en la disponibilidad de nutrientesen la costa meridional del Atlántico y distintos segmentos del Estrecho.A partir de estudios sistemáticos a lo largo del Estrecho y comparacionescon muestras del Atlántico se plantea que el primero tiene una producti-vidad primaria promedio considerablemente mayor a la del mar abiertoque caracteriza al Atlántico (Magazzù et al. 1996: 266). Esto permiteestratificar el espacio costero en sectores más y menos predecibles entérminos de su productividad (capítulo 4). Una segunda propiedad deestas costas ya discutida es la accesibilidad que ofrecen a los ambientesde playa y sus recursos. Bajo condiciones semejantes de intensidad ocu-pacional, la configuración geomorfológica de ambas costas debería pro-ducir un paisaje arqueológico más denso y concentrado en la costa atlántica queen la del Estrecho. Inclusive, hasta cierto punto esto sería independientede la intensidad ocupacional regional y se vincularía al carácter espacialconcentrado vs. no concentrado que debería asumir el asentamiento hu-mano por las diferentes restricciones de acceso al mar. Al integrar lasevidencias presentadas para ambas costas vemos que esto no es así: dife-rentes indicadores marcan que la intensidad de uso humano es conside-rablemente mayor en las costas del Estrecho que en la costa atlántica.Los datos sobre secuencias estratigráficas de los sitios en Bahía Posesión,Bahía Munición y San Gregorio indican situaciones que pueden definirsecomo multi componentes. Estos sitios presentan redundancia ocupacio-nal que se expresa en la existencia de secuencias potentes, tiempo-transgresivas. Esto fue documentado a partir de fechados para P3, BahíaMunición y SG5, y sin evidencias cronológicas directas para muchos otrossitios (Massone 1979, 1984).

Al comparar esto con las localidades ubicadas en la boca del Estre-cho y en la costa Atlántica surgen tendencias interesantes. El registroestratigráfico de Cabo Vírgenes se caracteriza por ocupaciones discretasa nivel espacial y vertical y las transectas realizadas muestran bajas den-sidades de materiales en superficie (Borrero et al. 2006). Algo semejanteocurrió con un programa de sondeos sistemáticos, la mayor parte de los

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315

cuales dio resultados nulos (Barberena y Borrero 2008). El panorama dePunta Loyola también se caracteriza por una baja densidad del registrode superficie y por la virtual ausencia de depósitos estratificados(Carballo Marina 2007). El caso de algunos sitios de Punta Bustamantepuede mostrar una situación diferente, ya que presenta una densidad demateriales relativamente alta en un espacio de muestreo acotado (Mansuret al. 2004). En este sentido, se ajusta más adecuadamente a las expectati-vas que surgen de la estructura geomorfológica de la costa atlántica, dadoque éste es uno de los espacios con buen acceso al mar por medio del ríoGallegos. Este registro refleja un uso redundante y diverso durante losúltimos 3000 años, aunque la información faunística sugiere un uso delos recursos marinos complementario al guanaco (Miotti 1998, Mansuret al. 2004). En términos de Beaton (1995), se trata de una instancia de‘uso costero’ en la cual el componente marino en la subsistencia es obser-vable, aunque no la transforma sustancialmente en términos de su orga-nización. Esto es consistente con los valores isotópicos que indican con-sumo de recursos marinos en bajas proporciones, como ocurre con loscasos de Ea. La Costa, Palermo Aike y Fortaleza. No obstante, esto noimplica disminuir la importancia de los recursos marinos, que desde unaperspectiva nutricional pueden haber tenido un aporte más cualitativoque cuantitativo.

La profundidad temporal de las ocupaciones en las diferentes loca-lidades es consistente con estos planteos, ya que sugiere una incorpora-ción más tardía del sector atlántico de Cabo Vírgenes que de las localida-des del Estrecho y que la cuenca inferior del río Gallegos a los rangos deacción (Borrero y Franco 2002, Borrero et al. 2006). En conclusión, lospatrones globales identificados nos permiten segmentar la costa dePatagonia meridional en función del lugar que habría ocupado en lasredes de circulación humana durante los últimos 4000 años. Puede de-fenderse que la ocupación en la costa atlántica fue menos regular, inten-sa y focalizada en el consumo de recursos marinos que en el Estrecho. Elregistro isotópico indica que el consumo de recursos marinos tuvo unamayor dispersión espacial en la costa atlántica que en el Estrecho. Esto esconsistente con las tendencias recién presentadas, ya que implica unamenor intensidad del asentamiento humano en la costa atlántica y en lafranja peri costera adyacente. Las evidencias de distribución de elemen-tos marinos en el interior también son consistentes con esto, dado quesugieren una distribución más amplia en la cuenca del río Gallegos, quesería la principal vía de conexión entre el interior y la costa atlántica.

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316

Intensidad de uso humano del CVPA: aporte del registro faunístico

La integración de datos sobre intensidad de uso humano de distin-tos sectores del espacio contribuye en forma directa a una discusiónbiogeográfica, ya que permite discriminar entre espacios usualmenteocupados y espacios poco ocupados o marginales. Hemos planteado unaserie de elementos útiles para el desarrollo de este tema al evaluar laintensidad ocupacional en el sitio Cóndor 1, en la localidad Cerro Nortey en el sitio La Carlota 1. Aquí integramos esta información con los datosdisponibles para otros contextos del CVPA. En esta instancia de análisisnos centramos en los conjuntos faunísticos.

La frecuencia de restos óseos en un conjunto está mediada por lafragmentación. El estudio de los agentes de fragmentación y su inciden-cia a lo largo de la secuencia de la cuadrícula 4E de Cóndor 1 evidencióperfiles homogéneos. A partir de esto, planteamos que los datos sobredensidad de materiales constituyen una medida adecuada de la intensi-dad ocupacional en este emplazamiento del sector meridional del CVPA.Al pasar a una escala más amplia, vemos que todos los conjuntos pu-blicados se caracterizan por una fragmentación elevada (Cóndor 1, PotrokAike, Juni Aike 1, El Volcán 4 y Las Buitreras), marcando condiciones decomparabilidad de los datos. Sin embargo, más allá de esta configura-ción general semejante hay diferencias en la fragmentación. Sugerimosque, entre otros factores, esto puede vincularse a la duración de las ocu-paciones en cada emplazamiento. A priori, esto marca una limitación enla posibilidad de emplear la densidad de huesos como medida de la in-tensidad de presencia humana a nivel inter sitio. No obstante, creemosque el punto central para evaluar la utilidad de este esquema reside enser sensibles a la existencia de este factor. Desarrollamos un análisisexploratorio siendo conscientes de las limitaciones de estas inferencias.Hay dos aspectos que nos permiten ser optimistas sobre su aporte: pri-mero, sabemos qué variables deben ser comprendidas para que los da-tos reflejen aquello que nos interesa medir; segundo, contamos conindicadores arqueológicos independientes que brindan un contexto a lasinferencias.

Hay dos motivos nos llevan a dirigir este análisis a conjuntos dereparos: por un lado, proveen la mayor parte de los conjuntos del CVPA,por otro, la comparación de densidades de materiales entre contextoscon restricciones morfológicas estables, como los reparos, y contextosque carecen de ellas, como los sitios a cielo abierto, agrega al análisis unfactor cuya incidencia es difícil de estimar. Este análisis se articula en

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317

torno a una hipótesis ya tratada (Barberena et al. 2007a), que profundiza-mos aquí: el sitio Cóndor 1 constituyó un nodo en las redes de circula-ción humana en el CVPA. El detalle en los datos no siempre cumple conlos requisitos necesarios, lo cual implica tomar ciertas decisiones en elmanejo de los datos. En todos los casos se optó por emplear criterios quefavorecieran la refutación de esta hipótesis. A nivel cronológico, la infor-mación disponible permite segmentar los conjuntos a fin de incluir sólolas muestras posteriores a 4000 años AP. No obstante, hay diferencias ensu amplitud temporal y solo se da una superposición de todas las mues-tras para los últimos 1000 años 14C (Tabla 24). Estas diferencias en losrangos de formación dificultan la comparación, aunque las fechas dis-ponibles permiten delimitar los conjuntos a fin de minimizar esto. ParaCóndor 1 se dejan fuera del análisis los conjuntos previos a 1360 ± 65años AP; los sitios Potrok Aike, Juni Aike y probablemente también PeggyBird corresponden a los últimos 1000 años. Por otra parte, los conjuntosincluidos de El Volcán 4 y Las Buitreras tienen edades máximas cercanasa 4000 años, por lo cual representan un período mayor y no pueden sersegmentados más allá de este nivel. Esto no favorece la corroboración dela hipótesis planteada sino que contribuye a su refutación, al dar unamayor amplitud de tiempo a estos otros conjuntos con respecto a Cón-dor 1. El procedimiento ideal sería comparar NISP y MNE, aunque dadoque no se cuenta con valores de MNE para estos sitios sólo empleamos elNISP. Esto hace que nuestras comparaciones sean sensibles a diferenciasen la fragmentación independientes de la intensidad del descarte, sien-do esto último lo que queremos medir. Optamos por plantear la discu-sión siendo conscientes de esta limitación, ya que hay elementos quecontribuyen a estimar su alcance.

Se incluyen los especímenes asignados a Lama guanicoe, Artyodactilay en algunos casos también los ‘indeterminados’. Dado que en Cóndor 1sólo se incluyen los especímenes de Lama guanicoe y Artyodactila, estadecisión tiene el efecto de sobreestimar el tamaño de las demás mues-tras. La densidad estandarizada se obtuvo al dividir los valores de NISPpor el volumen de cada excavación (Tabla 24, Figura 67). Se observa quehay una notable diferencia en la densidad de restos óseos entre Cóndor 1 y lasdemás muestras, que agrupadas representan ca. 50% del tamaño de lamuestra de Cóndor 1. Se debe evaluar si esto responde a diferencias enla intensidad de uso humano de cada emplazamiento o a factores inde-pendientes, ya sean tafonómicos o antrópicos. A este fin, hay tres facto-res que deben ser tratados: propiedades tafonómicas de los conjuntos,eventual existencia de fragmentación antrópica diferencial y diferencias

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319

en la morfología de los sitios comparados. No desarrollamos este análi-sis en detalle aquí (ver Barberena 2008).

Figura 67. Densidad estandarizada de restos faunísticos de sitios en reparos.

Todos estos conjuntos proceden de reparos y presentan condicio-nes de preservación relativamente buenas, con la probable excepción dePeggy Bird (Prieto 1989-90), aunque se observa una representación ho-mogénea de los elementos de guanaco en forma independiente de sudensidad mineral, destacándose la presencia en proporciones elevadasde elementos con bajo potencial de conservación (Prieto 1989-90: 81-82).O sea que éste no sería un conjunto residual de procesos de destrucción.El sitio El Volcán 4 constituye un contexto formacional diferente, ya queel fuego fue un agente importante en su formación (Borrero 1984, Lanata1990-92). En Las Buitreras es difícil estimar con precisión las condicionesde preservación en función de los datos publicados, aunque por suscaracterísticas endógenas puede descartarse una exposición importan-te a condiciones subaéreas. A nivel morfológico, y probablemente tam-bién a nivel tafonómico, Las Buitreras es un contexto comparable a Cón-dor 1. Las observaciones de Caviglia y Figuerero Torres (1976) no sugie-ren malas condiciones de preservación de los materiales del Holocenotardío.

El segundo de los tres temas es la intensidad de la fragmentación,para la cual señalamos que todos los conjuntos presentan evidencias defragmentación antrópica intensa. No obstante, hay diferencias de gradoen la intensidad de fragmentación que pueden responder al tipo de usohumano que experimentó cada sitio. Esto es particularmente importantepara la muestra de El Volcán 4, con evidencias marcadas de la acción defuego, que puede generar pérdida de materiales, una consiguiente dis-

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320

minución en el tamaño del conjunto y, por ende, en los valores de densi-dad estandarizada. Sin embargo, es difícil defender que estos factoresalternativos a la intensidad del descarte explican la magnitud de las di-ferencias entre estas muestras y Cóndor 1. Tomando la precaución deexcluir la muestra de El Volcán 4 (aunque la situación no se modifica si laincluimos), planteamos que la intensidad del descarte antrópico de huesosdurante los últimos 1000 años ha sido mayor en Cóndor 1 que en los demáscasos del CVPA. Dada la magnitud de estas diferencias, defendemos queesta inferencia de carácter ordinal no responde a procesos alternativos ala intensidad de ocupación humana.

Una conclusión del capítulo 14 es que hay importante variabilidadconductual en los reparos del CVPA que se vincula, entre otros factores,a sus propiedades morfológicas. Esto indica que las muestras aquí consi-deradas proceden de sitios diferentes a nivel morfológico: aleros de di-mensiones restringidas (Potrok Aike, Juni Aike 1, Peggy Bird y El Volcán4) y cuevas con amplias superficies bajo reparo (Las Buitreras y Cóndor1). Esto implica que parte de las diferencias en tasas de descarte puededeberse a una diferente posición de los sitios en los esquemas de circula-ción humana, más allá de la intensidad intrínseca de uso. Creemos reco-mendable refinar el análisis comparando sólo las muestras de Cóndor 1y Las Buitreras, que proceden de emplazamientos con propiedadesmorfológicas semejantes. Adelantamos la principal observación críticaque puede realizarse a este análisis: ¿Cuál es la relevancia de la compa-ración del registro de dos sitios para evaluar temas de organización es-pacial humana en escala supra regional? El aporte de un análisis compa-rativo de estos dos casos es exploratorio, ya que no cabe esperar queestas muestras reflejen en forma completa el registro de los espacios másamplios que los rodean. Sin embargo, las inferencias que surjan puedencontratarse sobre la base de mayores evidencias. Por otra parte, conside-ramos importante mantener un cierto grado de control sobre la homoge-neidad de las muestras comparadas a nivel morfológico y espacial. Am-bos casos corresponden a cuevas amplias, en posiciones topográficas ele-vadas y con buena visibilidad del paisaje circundante -aunque la visibi-lidad es mayor Cóndor 1 (90°/70°). A pesar de su orientación hacia eloeste, ambas cuevas tienen buenas condiciones de reparo frente a losvientos predominantes a causa de su amplitud. Un segundo aspecto deinterés en esta comparación está dado porque ambos sitios se localizanen puntos favorecidos del paisaje regional: Cóndor 1 se ubica a 14 km dela cuenca del río Chico, mientras que Las Buitreras está a unas centenas

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321

de metros del río Gallegos, que son los dos principales cursos fluvialesdel CVPA (Figura 68).

Estos dos sitios son plenamente comparables a nivel morfológico,ya que ambos ofrecen condiciones semejantes de reparo, visibilidad delpaisaje circundante y acceso al agua. Por el contrario, difieren en tresaspectos que funcionan en escala supra regional: en promedio, habríanestado asociados a ambientes terrestres con productividad diferente;presentan distinto grado de asociación con los ambientes marinos, yaque Cóndor 1 está a 32 km de la costa más cercana y Las Buitreras a 80km; los segmentos de costa marina a los cuales se asocian más estrecha-mente son diferentes en términos de productividad y condiciones deacceso: el Atlántico en el caso de las Buitreras y el sector centro orientaldel Estrecho en el caso de Cóndor 1.

Figura 68. Ubicación de Cóndor 1 y Las Buitreras.

En el capítulo previo concluimos que hay una disponibilidad dife-rente de reparos en el CVPA, que alcanza su punto de menor oferta en lacuenca del río Gallegos y en particular en su margen norte. Bajo el su-puesto que los reparos fueron en general ocupados en forma planifica-da, independientemente de la frecuencia con que se lo hizo, cabe esperarmayor densidad de evidencias en los reparos de la cuenca del río Galle-gos, mucho menos abundantes. Por el contrario, reparos con condicio-nes semejantes a las aquí discutidas son muy abundantes en el sectormeridional del CVPA. A partir de esta situación postulamos como ex-

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322

pectativa la existencia de una mayor densidad de materiales arqueológicos enlos reparos de la cuenca del río Gallegos que del río Chico, en forma independien-te de la intensidad de ocupación humana en escala regional.

Tendencias geográficas generales

La discusión previa marca la enorme diferencia existente en densi-dad de huesos en Cóndor 1 y Las Buitreras. Los analistas de este últimositio resaltan que “La presencia de un número muy bajo de individuos pornivel ocupacional y su concentración limitada a pocos sectores de la cueva, nosestaría indicando muy poca ocupación temporal, o al menos poco aprovecha-miento de la cueva como asentamiento” (Caviglia y Figuerero Torres 1976:319). Esto contradice las expectativas basadas en la disponibilidad dife-rencial de reparos en asociación con los ríos Chico y Gallegos. Sabemosque en función de su menor disponibilidad, los emplazamientos conbuenas condiciones de reparo habrían sido factores de localización másestrictos en el río Gallegos que en el Chico, donde son muy abundantes.No obstante, las diferencias registradas en la intensidad ocupacionaldurante el Holoceno tardío son de gran magnitud. En este contexto, to-mando a estos conjuntos como muestras aleatorias de la intensidad depresencia humana en cada cuenca, cabe defender que el asentamiento esmás intenso en el sector meridional del CVPA que en el septentrional(Barberena et al. 2007a).

Consideramos que no obstante sus limitaciones, al ubicar nuestrosresultados en el marco de las evidencias disponibles podemos jerarquizarel CVPA en términos de intensidad de uso humano y afirmar que, enpromedio, los espacios asociados a la cuenca del río Chico fueron circu-lados en forma más usual y redundante que los vinculados a la cuencadel Gallegos. Las evidencias de superficie del río Gallegos permiten de-fender un carácter geográfico marginal para la cuenca, a pesar de quehabría funcionado como concentradora de poblaciones (Ercolano et al.2000, Carballo Marina 2007). Esto brinda un contexto para las inferenciasde los sitios estratificados.

Registro bioarqueológico y geografía humana

El objetivo es referir las evidencias bioarqueológicas a nuestras pre-guntas geográficas, por lo que circunscribimos el análisis a evaluar la

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323

estructura espacial del registro mortuorio. El análisis se basa en el si-guiente supuesto: los muertos no fueron transportados a través de distanciasimportantes en forma previa a su depositación. El mismo puede ser criticado,aunque la ausencia de entierros secundarios y de otras evidencias detransporte en el marco de la existencia de conjuntos mortuorios peque-ños, permiten defenderlo como adecuado (Barberena et al. 2006b). Enrelación con nuestro objetivo, nos interesa defender que si existió un trans-porte de los restos, el mismo no trascendió la dimensión de los territo-rios usualmente ocupados (Luis A. Borrero, comunicación personal 2006).De este supuesto se desprende que los datos sobre abundancia de sitiosmortuorios y de individuos que los componen constituyen un indicadorde la intensidad de ocupación humana de un área (Goñi y Barrientos2004) y ofrecen información independiente con respecto a las líneas yatratadas. Presentamos la información empleada para este análisissegmentada en dos muestras que corresponden a la costa y al interior(Tablas 25 y 26, Lámina 14). Para la muestra de la costa contamos con 16sitios, 13 de los cuales se ubican en el Estrecho y tres en el Atlántico (in-cluyendo allí arbitrariamente a CV17 y Punta Dungeness 5). El númerototal de individuos representados es 33, 28 de los cuales proceden delEstrecho y cinco del Atlántico (Tabla 25). Esto marca un fuerte contrasteentre ambos segmentos de la costa de Patagonia meridional. La muestradel interior está compuesta por 12 sitios con 41 individuos, marcandoque el promedio de individuos por sitio es más elevado que en la costa(Tabla 26). Sólo Palermo Aike y Juni Aike 6 se ubican en relación con lacuenca del río Gallegos, en el sector central-septentrional del CVPA. Porlo tanto, sobre 41 individuos recuperados, 39 proceden de los espacioscontenidos entre el río Chico y el Estrecho (Lámina 14). Esto marca quetambién hay un contraste importante en la densidad de evidenciasmortuorias en los ambientes del interior.

Al integrar estos datos verificamos una concentración de las evi-dencias bioarqueológicas en el sector meridional del continente, inclu-yendo el sector meridional del CVPA y la costa del Estrecho. Es llamati-va la escasez de estas evidencias en la cuenca del río Gallegos, que hasido prospectada en forma relativamente homogénea. La abundancia decontextos mortuorios en la costa del Estrecho ya fue señalada por PrietoI. (1993-94: 98), quien considera dos alternativas para explicarla: la exis-tencia de intensas actividades de explotación petrolera que generan laexposición de estos contextos o la existencia de ocupaciones indígenasmás prolongadas e intensas en la costa, que generan más posibilidadesde muerte de los individuos allí. Debe agregarse a esto la existencia de

Page 315: Arqueología y biogeografía humana en Patagonia Meridional

324

abundantes depósitos eólicos costeros, que constituyen un modotafonómico dinámico conducente a la preservación de restos humanosque no hayan sido deliberadamente enterrados (Guichón et al. 2001). Estasalternativas resumen la situación en que nos encontramos al interpretarestos datos, para los cuales no se puede descartar una causa de intensi-dad diferencial del muestreo. Sin embargo, creemos que la escasez demuestras humanas en la cuenca del Gallegos refleja una menor abun-dancia de estas evidencias que en el río Chico, ya que el muestreo hasido relativamente importante (Molina 1969-70, Sanguinetti de Bórmida1971, 1976, Cruz et al. 2000, Campan et al. 2007, Carballo Marina 2007).

Tendencias temporales y aspectos poblacionales

Partiendo del trabajo pionero de Rick (1978), los fechados 14C nosólo son empleados como indicadores cronológicos sino que al ser eva-

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6 P. Olympia 2 chenque 1 Estrecho --- Prieto 1993-94

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8 Bahía Dirección entierro 1 Estrecho --- Prieto 1993-94

9 Punta Delgada entierro 4 Estrecho --- Prieto 1993-94

10 Bahía Santiago 1 chenque 1 Estrecho --- Prieto 1993-94

11 Bahía Santiago 2 chenque 5 Estrecho --- Prieto 1993-94

12 Bahía Santiago 3 chenque 4 Estrecho --- Prieto 1993-94

13 San Gregorio 4 entierro 4 Estrecho S.XVIII-XIX Massone 1979, 1984

14 San Gregorio 11 chenque 1 Estrecho --- Massone et al. 1985-86

15 San Gregorio 12 chenque 2 Estrecho --- Prieto 1993-94

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Total de individuos: 33

Tabla 25. Registro bioarqueológico en Patagonia meridional: muestra de la costa.

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326

luados en forma agrupada son considerados un indicador de tendenciasen la demografía y distribución espacial de las poblaciones humanas(Barrientos et al. 2005, Neme et al. 2005, Shennan y Edinborough 2007).Recientemente se han presentado críticas precautorias al uso de los da-tos radiocarbónicos de este modo, señalando que la preservación del re-gistro es tiempo dependiente y genera falsas curvas de crecimientopoblacional al aproximarnos a tiempos más recientes (Surovell yBrantingham 2007). Esta crítica es realista desde una perspectivatafonómica.

La base de datos empleada no se desarrolla aquí (ver Barberena2008). La misma está compuesta por dos conjuntos de datos: por unaparte, los conjuntos totales de muestras fechadas para la costa y el inte-rior; por otra parte, los datos filtrados de acuerdo a los pasosmetodológicos planteados en el capítulo 8, que son los empleados aquí.Este paso implicó dejar de lado muestras con desvío mayor a 200 años; asu vez, muestras procedentes de un mismo sitio que no pueden ser dis-criminadas a nivel estadístico fueron combinadas. Este paso implica unareducción del tamaño de la muestra final, aunque permite evitar proble-mas de sobre representación. Los datos se organizan en dos grupos quecorresponden al interior y la costa del continente. Al aplicar un criteriomás restrictivo para la aceptación de las muestras el conjunto del inte-rior pasó de un total de 82 a 55 muestras, ya que 26 de las mismas sonredundantes y fueron combinadas, pasando a constituir once muestrasaceptadas. A su vez, cuatro muestras fueron rechazadas, ya sea por tenerdesvíos estándar muy amplios (dos casos de Fell y uno de Pali Aike,datado por Libby sobre la base del valor original de vida media) o porestar realizada sobre materia orgánica post depositacional (Pali Aike,Neves et al. 1999b). En las muestras de sitios costeros el número pasó de43 muestras originalmente disponibles a 33 muestras incluidas en el aná-lisis final, que proceden de 20 sitios. Esto se debe a que quince de ellasfueron combinadas, constituyendo un subtotal de siete muestras. Ensuma, la muestra total que empleamos está compuesta por 87 muestras,55 de las cuales son del interior y 32 de la costa. Las mismas proceden de40 sitios, 21 de los cuales se ubican en el interior y 19 en la costa. Por lotanto, luego de realizar la combinación de las fechas en los casos necesa-rios hay un cierto balance entre el número medio de muestras por sitioen la costa y el interior, aunque la proporción es levemente superior eneste último caso. Entre otros factores, esto puede vincularse a que lossitios estratificados en reparos del interior suelen tener un carácter mástiempo-transgresivo.

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Comenzamos evaluando la distribución de las muestras sobre labase de un único universo que incluye toda la información del interior yla costa (todas las edades se presentan en años calendáricos AP). Esto dauna medida de los patrones temporales en la presencia de poblacionesen escala supra regional (Figura 69). Se observa una presencia humanapoco intensa y discontinua entre 13.000 y 6.000 años cal AP. Esto puederesponder a problemas de visibilidad, preservación o muestreo de losmateriales tempranos, aunque dado que en general se ha buscado datarlas partes más tempranas de cada secuencia probablemente refleja con-diciones reales de muy baja demografía (Borrero 1994-95). Aún toman-do la totalidad de los datos para esta amplia región persisten largos in-tervalos de tiempo caracterizados por ausencia de evidencias, destacán-dose el período entre 7.000 y 6.000 años cal AP, que es el lapso mayor sinseñal arqueológica. Dado que este hiato es más prolongado que los re-gistrados en momentos previos, puede responder a una disminución enel tamaño de las poblaciones. Señalamos que este hiato coincide con unode mayor alcance registrado en otras regiones áridas del sur de Américadel Sur (Gil et al. 2005, Neme et al. 2005, Yacobaccio y Morales 2005). Apartir de 6.000 años cal AP se observa un aumento gradual aunque fuer-temente discontinuo en la intensidad de la señal temporal, que alcanzaun punto máximo en torno a 1000 años cal AP y luego disminuye.

El primer nivel que debe considerarse es, como plantean Surovell yBrantingham (2007), tafonómico o formacional. Estos investigadores se-ñalan que en numerosos casos arqueológicos y paleontológicos se verifi-ca un aumento en la intensidad de la señal temporal a causa del mayorpotencial de preservación de evidencias más recientes. Esto no implicaque este indicador carezca de valor poblacional, sino que se debe contro-lar la incidencia de factores tafonómicos. A su vez, estas tendencias tem-porales deben evaluarse sobre la base de indicadores arqueológicos in-dependientes. La discusión sobre dinámica del paisaje (capítulo 13) esrelevante para este tema. Planteamos que hay dinámicas diferentes en-tre la costa, con tasas elevadas de agradación durante el Holoceno tardío(Favier Dubois 2001), y el interior, más estable a nivel geomorfológico.De las 55 muestras del interior sólo seis proceden de contextos a cieloabierto, mientras que 49 son de distintos reparos como aleros, grietas ocuevas. Las tendencias para el período que va de 13.000 a 6.000 años calAP se basan exclusivamente en este tipo de datos, ya que no hay fechastempranas de contextos a cielo abierto. Con posterioridad a 5.000 añoscal AP la situación se modifica, ya que hay numerosas muestrasestratificadas en la costa y algunas en el interior.

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Las muestras de reparos se sitúan en un contexto favorable para supreservación, relativamente estable a nivel morfológico. Esto no implicaque no haya destrucción, sino que el mayor aislamiento frente a las con-diciones exógenas favorece la preservación. Por otra parte, al incluirmuestras que reflejan modos tafonómicos diferentes se disminuye la in-cidencia de determinados sesgos potenciales. La existencia de patronescompartidos en el registro de contextos eólicos costeros y reparos delinterior no puede ser explicada como producto exclusivo de preserva-ción diferencial, dado que los factores que la controlan son diferentes.

Figura 69. Tendencias cronológicas generales(en miles de años calendáricos AP).

Cronología de las ocupaciones en la costa y el interior

De aquí en más nos limitamos al segmento temporal posterior a6.000 años cal AP (equivalente a 5.000 años 14C AP). Subdividimos lamuestra en dos subconjuntos que corresponden al interior -básicamenteel CVPA- y a las costas marinas (Figura 70). Dejamos fuera de la compa-ración los momentos tempranos del Holoceno medio, ya que la costapresentaba una posición más elevada que la actual (Rostami et al. 2000).Consideramos de interés comparar la morfología de las curvas de costa

(88 muestras)

miles de años calendáricos AP

miles de años cal AP

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329

e interior. Se señalan con líneas punteadas los aspectos compartidos ydiferentes más salientes (Figura 70). Estas curvas temporales son muysemejantes, lo que se ejemplifica con las líneas identificadas con los nú-meros 2 a 9, marcando variaciones compartidas en la intensidad de presen-cia humana. Esta información temporal es concordante con los datos dedistribución de elementos marinos en el interior y con los valoresisotópicos sobre restos humanos, mostrando que la integración entre am-bientes de la costa y el interior defendida previamente sería válida para los últi-mos 4000 años cal.

Al tratar con los indicadores distribucionales de elementos mari-nos e isótopos marcamos diferencias entre la costa del Estrecho y delAtlántico. Retomando estas diferencias, profundizamos la comparacióncosta-interior restringiéndonos al ámbito meridional de la región, queabarca la costa del Estrecho hasta Cabo Vírgenes y los espacios ubicadosentre la margen norte del río Chico y dichas costas. O sea que dejamosfuera del análisis las muestras de la costa atlántica y de la cuenca del ríoGallegos (que incluyen a Potrok Aike y Juni Aike). Dados los patronesen común señalados y considerando que estas subregiones son adyacen-tes, nuestra expectativa fue observar una mayor semejanza entre estas

Figura 70. Tendencias cronológicas en la costa yel interior (en miles de años calendáricos AP).

miles de años cal AP

miles de años cal AP

interior(55 muestras)

costa(33 muestras)

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330

curvas que en la comparación costa-interior más global. No obstante, alcomparar las curvas de estas unidades más circunscriptas se observaronmenos semejanzas que al tratar las muestras totales (Barberena 2008). Osea que hay mayores semejanzas entre las curvas de costa e interior al emplearlas unidades espaciales más amplias, que incluyen ambas líneas de costamarina y todo el CVPA. Parte de estas tendencias puede ser producto dedeficiencias en el muestreo, en particular en el sector septentrional, aun-que creemos que las tendencias más generales se asocian a procesosdemográficos. Los patrones identificados pueden indicar que a nivel delas fluctuaciones poblacionales amplias, todo el CVPA y las costas que lorodean funcionan como una unidad geográfica integrada. A partir deesto, nos interesa plantear un escenario posible para los últimos 4.000años calendáricos, que es una hipótesis consistente con las evidenciasdisponibles.

Los isótopos y elementos marinos marcan la posibilidad de subdi-vidir el espacio en dos unidades que funcionan de modo diferente: en elsector meridional se observa una mayor intensidad de uso humano re-gional y una menor amplitud en la dispersión de las evidencias de con-tacto con el mar. En términos de Binford (2001: 226), creemos que estosugiere la existencia de una situación de mayor packing demográfico enel sector meridional del CVPA y la costa del Estrecho, que son respecti-vamente los ambientes terrestres y marinos más productivos. Tambiénserían más predictibles en términos de disponibilidad de agua dulce.Por otra parte, la homogeneidad en el registro temporal analizado per-mite definir una unidad espacial mayor, que abarca todo el espacio ubi-cado entre el río Gallegos y el estrecho de Magallanes, incluyendo lasdos unidades previas. Los patrones cronológicos sugieren que los proce-sos más conspicuos de variación en intensidad de presencia humana ac-tuaron en esta escala mayor.

Cronología de las ocupaciones en el interior: sectores meridional yseptentrional del CVPA

Nos centramos en el análisis del CVPA que abarca virtualmente todoel interior, empleando como unidades de análisis a los sectores septen-trional y meridional. Esto contribuye a evaluar una de las hipótesis pre-sentadas en el capítulo 5 sobre el lugar que ocuparon estos distintos sec-tores en las redes humanas de movilidad e instalación en el paisaje:

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iv. El sector meridional del CVPA fue ocupado en forma más intensa quelos sectores central y septentrional.

En forma consistente con lo realizado al discutir los indicadoresdistribucionales, trabajamos con sólo dos unidades que corresponden ala cuenca del río Chico -y sus espacios adyacentes- y a la cuenca del ríoGallegos -y los espacios cercanos- (que incluye lo que denominamos sec-tores central y septentrional). La relevancia de esta segmentación resideen que, promediados en el largo plazo y en escala ordinal, estos sectoreshabrían tenido diferentes condiciones de capacidad de carga. Asimismo,estas dos unidades son comparables en términos de superficie (Figura 71).

Figura 71. Tendencias cronológicas en los sectores meridionaly septentrional del CVPA (en miles de años calendáricos AP).

La curva temporal del sector septentrional es muy discontinua, yaque sólo hay tres segmentos con evidencias de presencia humana. Entérminos especulativos, puede señalarse que esto concuerda con loesperable en función de la hipótesis mencionada previamente. La infor-mación cronológica contribuye a marcar diferencias en la intensidad re-

sector septentrional(7 muestras)

sector meridional(48 muestras)

789 6 5 4 3 2 1 0

789 6 5 4 3 2 1 0

8

(miles de añoscal. AP)

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gional de uso humano, al mostrar evidencias de presencia más o menoscontinuas. En este caso, los datos son consistentes con la hipótesis ya quesugieren una presencia humana menos continua y/o intensa en el sectorseptentrional. No obstante, dado que sólo se dispone de siete muestraspara dicho sector, no podemos realizar comparaciones en términos dedinámica del poblamiento. A pesar de esto, se observa un interesanteparalelo en un segmento de estas dos secuencias: en el punto identifica-do como 8 hay un marcado aumento en la intensidad de la señal, quecomienza en 1200 años cal AP y se extiende por unos 200 años, seguidopor un abrupto descenso en la señal en torno a 1000/800 años cal AP(Figura 71). En una escala de análisis mayor, observamos que el mismopatrón también fue registrado al evaluar la muestra total (Figura 69) y alfragmentar la muestra en costa e interior (Figura 70). En conclusión, estafluctuación abrupta que implica uno de los picos de mayor intensidadde toda la secuencia se registra en todos los niveles de análisis. Esto esllamativo en el sector septentrional, ya que se observa a pesar del peque-ño tamaño de muestra. Creemos que la coincidencia en el registro dedistintas regiones, con diferentes tamaños de muestra y procedentes demodos tafonómicos diferentes, implica que registramos un fenómeno conbase demográfica. El mismo puede describirse como la sucesión de dosseñales contrastantes, que denominamos segmentos B y C (Figura 72). Elsegmento B muestra la señal más intensa del Holoceno, que ocurre apartir de 1200 años cal AP y dura unos 200 años calendáricos. El segmen-to C es inmediatamente posterior y se caracteriza por un abrupto des-censo en la intensidad de la señal radiocarbónica entre ca. 1000 y 800años cal AP. La expresión regional de este fenómeno secuencial invita aevaluar sus potenciales causas.

Registro temporal, demografía y paleoclima

Para este análisis más detallado nos centramos en tres segmentosdel registro cronológico que denominamos A, B y C (Figura 72). Conrespecto al segmento A, nos preguntamos: ¿Tiene un significado demográ-fico? El mismo se ubica entre 4200 y 3800 años cal AP y marca un aumentoen la intensidad de la señal temporal, que se identifica con particularclaridad en la costa del Estrecho y el sector meridional del CVPA. En elEstrecho este pulso aporta las primeras evidencias antrópicas, aunqueesta situación puede estar asociada a las fluctuaciones en el nivel delmar que condicionan la falta de preservación de materiales previos. No

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obstante, es llamativo que este pico en la curva temporal también se iden-tifica en el sector meridional del CVPA, adyacente a la costa. Esto sugie-re la necesidad de considerar explicaciones alternativas.

Figura 72. Posición de los segmentos cronológicos A, B y C.

El segmento cronológico A se asocia a dos situaciones particularesdel registro del sector meridional del CVPA. En primer lugar, coincidecon la primera instancia de ocupación humana de numerosos reparosrocosos (Cóndor 1, OB1, Cerro Sota y El Volcán 4). Aunque los mismosestuvieron disponibles durante todo el Holoceno, recién a partir de estemomento son ocupados en forma detectable a nivel arqueológico (capí-tulo 14). En segundo lugar, este segmento se asocia estrechamente conlos entierros humanos múltiples de OB1 y Cerro Sota. Esto no puededefenderse para Cañadón Leona 5, el tercer entierro múltiple de la re-gión, aunque ésta es una alternativa probable. Estos tres sitios contienenrespectivamente cinco, siete y ocho individuos inhumados en eventosúnicos de depositación múltiple. La información etnográfica disponiblesugiere que estos números trascienden lo esperable para condicionesusuales de mortandad en poblaciones de baja demografía, y lo mismo seinfiere a partir del registro arqueológico de la región en tiempos previosy posteriores, ya que no se cuenta con este tipo de contextos. En resu-men, registramos la ocurrencia conjunta de un pico en la intensidad depresencia humana en costa e interior, la ocupación inicial de numerososreparos y la práctica de inhumaciones múltiples en una forma que im-plica mortandad simultánea de numerosos individuos. Esta confluenciade elementos es llamativa e interesante, aunque en sí misma no sugiere

miles de años cal AP

6 5 4 3 2 1 0

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334

una explicación determinada. En un nivel preliminar consideramos queestos indicadores son consistentes con una situación de importante cre-cimiento demográfico en el CVPA y las costas que lo rodean.

Esto puede darse por dos fenómenos que pueden actuar en formaconjunta: crecimiento poblacional local o migración de poblaciones pro-cedentes de otros espacios. Estos escenarios se asocian a contextos radi-calmente diferentes que pueden ser evaluados a nivel arqueológico ybioantropológico (Martínez 2002, Barrientos y Pérez 2005). Se ha plan-teado que un individuo de Cerro Sota tiene una morfología craneal dife-rente con respecto a uno del sitio Pali Aike que correspondería alHoloceno temprano. En el marco de evidencias más amplias, esto es in-terpretado como indicador de la existencia de dos grandes poblacionesen el sur de Sudamérica, que corresponden a morfologías pre-mongoloides y mongoloides (Neves et al. 1999a, 1999b). Por el momento,este escenario tiene poco sustento local, así como nulas precisiones conrespecto a las eventuales interacciones establecidas entre estas diferen-tes entidades. A futuro sería interesante que estas diferencias biológicaspuedan correlacionarse con otros segmentos del registro arqueológicoque marcan importantes discontinuidades. El análisis de los contextosmortuorios múltiples, que son casos únicos en el CVPA, es de gran inte-rés para evaluar el significado de estos patrones. En un marco de discu-sión adecuado, los datos lingüísticos sobre profundidad temporal y gra-dos de parentesco entre distintas lenguas también pueden contribuir aeste tema14. Finalmente, el segmento cronológico A es seguido por undecrecimiento marcado en la intensidad de la señal temporal que se re-gistra en escala regional (Figura 72).

El segundo tema cronológico que discutimos corresponde a lo quedenominamos segmentos B y C, ubicados entre 1200 y 1000 años cal APy 1000 y 800 años cal AP. Ambos se registran en la escala supra regionalque configuran el CVPA y las costas circundantes. El segmento B se ca-racteriza por un marcado aumento en la intensidad de la curva que seregistra en todas las escalas espaciales y constituye la señal más fuerte depoblamiento del Holoceno. Defendemos que esta señal no responde afactores tafonómicos o de muestreo ya que si éste fuera el caso no cabeesperar una misma señal en depósitos diferentes a nivel geomorfológico

14 Por ejemplo, Viegas Barros (2005: 62-64) señala que las lenguas Chon, en lascuales se inserta el Aoniken’k, se habrían escindido de su tronco lingüístico origi-nal a partir de 3000 años AP, una fecha levemente posterior a la del segmentocronológico A.

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y tafonómico. Creemos que el mismo refleja un aumento demográfico.El segmento C se expresa en la misma escala aunque con diferente inten-sidad, y consiste en una abrupta disminución de la intensidad de pre-sencia humana (Figura 72).

Los segmentos B y C se posicionan en la cronología sugerida parala Anomalía Climática Medieval (ACM), aunque hay posturas diferen-tes al respecto (capítulo 13). Dado que estas fluctuaciones climáticas ha-cia condiciones de aridez se cuentan entre las más intensas del Holoceno(Stine 1994, Haberzettl et al. 2005), nos interesa evaluar si hay correlacio-nes con estos patrones temporales. Correlacionamos los datoscronológicos con la información paleoclimática local de laguna PotrokAike (Lámina 15). Graficamos las tendencias en el porcentaje total decarbono inorgánico (TIC) o calcita, que es el indicador que se consideramás informativo sobre las condiciones climáticas (Haberzettl et al. 2005).El porcentaje de TIC está inversamente correlacionado con el nivel delagua, dado que se registra una mayor precipitación con los menores ni-veles del lago. No habría una correlación estrecha entre los momentosde mayor aridez postulados para Potrok Aike, que se corresponden conel punto más elevado en la curva de TIC (AD 1240/1410), con el segmen-to temporal C (AD 1000/1200), que corresponde al descenso en la inten-sidad de la señal arqueológica. De acuerdo con este esquema de la cro-nología de la ACM, este eventual descenso demográfico habría ocurridounos 200 a 100 años antes que las sequías más intensas, lo cual anula unaeventual relación causal entre ambos. Esto sugiere una falta de correla-ción entre las condiciones más áridas de la ACM y el descenso demográ-fico, señalando una asociación con un período más amplio de condicio-nes climáticas poco constantes y predictibles. En el largo plazo, esta pue-de haber sido una situación de incertidumbre.

La cronología originalmente propuesta por Stine (1994, 1998) paralas ‘sequías épicas’ de la ACM es más temprana que la de Potrok Aike.Stine propone que entre los años AD 850-1350 se dan condiciones declima muy árido interrumpidas por un período húmedo que se extiendepor unas tres décadas, a partir de ca. AD 1100 (Stine 1998). En este esque-ma, la ACM es un período de casi 500 años caracterizado por condicio-nes de gran aridez, interrumpido por un breve período húmedo. Por lotanto, de acuerdo con Stine el período de sequías épicas es anterior a losugerido para Potrok Aike, coincidiendo en forma más clara con el regis-tro cronológico que marca un nivel poblacional bajo hasta AD 1200, inte-rrumpido por el segmento B, que constituye el pico de mayor intensi-dad.

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Las evidencias temporales arqueológicas son un pobre e indirectoindicador de las condiciones climáticas imperantes (Caran 1998), por locual no pueden ser empleadas para evaluar entre las dos alternativaspara la cronología de la ACM. Esto deberá ser producto de un mayorrefinamiento en los propios análisis paleoclimáticos; aquí nos limitamosa plantear escenarios alternativos. Si empleamos la cronología más tem-prana para las sequías épicas (Stine 1994), observamos una coincidenciadel segmento temporal C, que marca un fuerte descenso poblacional,con dicho período de sequías. A su vez, el aumento poblacional del seg-mento B cae en una posición cercana al comienzo de la ACM (ca. AD900). Por el contrario, si empleamos la cronología más tardía para la ACM(Haberzettl et al. 2005) se observa un desfasaje entre los momentos dearidez y los eventos de disminución de la señal temporal.

Se han marcado correlaciones entre las fluctuaciones climáticas dela ACM y la historia de las poblaciones humanas en distintas partes delmundo (Allen 2006). Para Patagonia meridional se sugieren diferentessituaciones alternativas. Para momentos posteriores a AD 1000 en el lagoArgentino Borrero y Franco (2000: 351) proponen que “… los cazadores-recolectores dejaron de visitar lago Argentino, o al hacerlo, cambiaron tremen-damente sus sistemas de circulación y asentamiento”. Trabajos dirigidos porGoñi en los lagos Cardiel, Salitroso-Posadas y Strobel marcan una situa-ción diferente, indicando que los lagos fueron concentradores de pobla-ciones humanas durante los últimos 2000 años, incluyendo el lapso de laACM (Goñi et al. 2000-2002, 2004). No obstante, se señalan diferenciasentre las cuencas: “… la cuenca del Cardiel/Strobel habría presentado caracte-rísticas diferenciales respecto de la del Posadas/Salitroso, ya que, aunque ambascuencas habrían estado ocupadas aún durante momentos asignables a la Ano-malía Climática Medieval, la baja frecuencia de entierros humanos en Cardiel/Strobel las ubica jerárquicamente por debajo de los otros espacios residenciales yde uso más continuo” (Goñi et al. 2006: 63). En conclusión, en todas lasregiones de Patagonia meridional se verifican importantes cambios entorno a la ACM, aunque los mismos son de signo diferente. Algunos es-pacios son abandonados mientras que otros concentran poblaciones.Desde una perspectiva geográfica, esta situación es consistente con unafragmentación del espacio disponible a causa de la mayor aridez, quepuede llevar a la conformación de ‘islas’ aptas para la presencia humana(Goñi 1988, Veth 1993).

En el CVPA verificamos que las variaciones demográficas de ma-yor magnitud se dan en el lapso de AD 800/1300, en concordancia con lacronología de Stine para la ACM. Aún empleando el esquema de Potrok

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Aike, en el cual las sequías de mayor magnitud son posteriores, estasfluctuaciones demográficas ocurren en un período de gran inestabilidady sequías prolongadas. Nuestros datos indican que se dieron fuertesdiscontinuidades en la intensidad de presencia humana en todo el CVPAy en las costas marinas. No obstante, la señal cronológica indica la per-sistencia de poblaciones en la región. La diferencia con respecto al au-mento en la señal del lago Salitroso puede deberse al caráctergeográficamente circunscripto de este último, limitado por mesetas al-tas, mientras que el CVPA es un paisaje laxo que carece de este tipo derestricciones espaciales. Al tomar los espacios al sur del río Santa Cruz seobserva que su cuenca superior marca la ausencia de una señal arqueo-lógica positiva (Borrero y Franco 2000). En el CVPA y las costas adyacen-tes hay una señal constante de presencia humana, aunque fuertementedisminuida en intensidad. En una escala regional estos fenómenos sonconsistentes con respuestas canalizadas por medio de la organizaciónespacial, como pueden ser los reposicionamientos y el abandono deespacios marginales (Borrero y Franco 2000) y la concentración en am-bientes favorables (Goñi et al. 2004, 2006). Sin embargo, consideramosque al observar las tendencias en escala supra regional, agrupando to-dos estos casos, las evidencias reflejan una fuerte disminución en el tama-ño de las poblaciones, siendo la reorganización espacial una de sus prin-cipales manifestaciones en escala regional. Dos motivos principalessustentan esto. En primer lugar, la ACM ocurre en momentosinterpretables como de ocupación efectiva del espacio (Borrero 1989-90, 1994-95), lo que implica que los espacios más favorables ya estánincorporados dentro de redes organizadas de territorios. En este con-texto, los espacios favorables que pueden experimentar un cierto packingdemográfico ya se encuentran integrados en los territorios humanos(Goñi 2000). Bajo condiciones áridas e inestables que aumentan el ries-go inherente al uso de amplios sectores marginales se produce una frag-mentación del espacio utilizable. Parte de este escenario puedecanalizarse por medio de la concentración en sectores que actúan comorefugios, como revela el registro del lago Salitroso (Goñi y Barrientos2004), o como en una escala espacial mayor se defiende para sectoresde la península ibérica durante el Último Máximo Glacial (Straus 1995).Sin embargo, ante la ausencia de mecanismos que permitan intensifi-car en forma importante la capacidad de carga de estos refugios -quetambién son afectados por el cambio climático-, en el plazo de unasgeneraciones esta situación conduce a una disminución en el tamañodemográfico (Goñi et al. 2000-2002: 262). Cabe esperar que la expresión

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arqueológica de estos fenómenos trans-generacionales sea de carácterabrupto (Jones et al. 1999).

En conclusión, la información cronológica nos permitió identificarvariaciones abruptas en la intensidad de presencia humana en el CVPAy las costas marinas. A excepción del sector septentrional del CVPA, querequiere muestreos más amplios, todos estos espacios permanecieronocupados desde el Holoceno medio hasta tiempos históricos. Al compa-rar con numerosas áreas de Patagonia meridional que comienzan a serocupadas en forma tardía o son abandonas en el Holoceno tardío, la se-ñal del CVPA es persistente, aunque fuertemente discontinua en la reso-lución inherente al 14C. Retomando planteos de Borrero y Manzi (2007),creemos que esto puede deberse a que el CVPA ocupa un lugar estratégi-co en términos de circulación en Patagonia meridional, ya que la des-aparición de la cordillera de los Andes como una barrera efectiva en estalatitud hace que sea una vía de circulación de bajo costo con el Pacífico através de la costa centro-occidental del estrecho de Magallanes. Ésta es laescala espacial en la cual se puede enfrentar el riesgo ambiental propiode momentos áridos, ya que permite el acceso a ambientes y recursoscuya dinámica no se encuentra afectada en forma equivalente por lasfluctuaciones climáticas (Whallon 2006). Evidencias paleoclimáticas re-cientes sugieren que éste sería el caso en esta latitud de Patagonia meri-dional (Mayr et al. 2007b).

Conclusiones: geografía humana en Patagonia meridional

Sintetizamos los planteos e inferencias desarrollados en este traba-jo, considerando sus implicaciones en relación con las hipótesis plantea-das en el capítulo 5. Una consecuencia de las discusiones presentadas hasido construir una base de evidencias que sirve para el desarrollo denuevas preguntas. Dado que muchas de ellas no pueden ser evaluadassobre la base de los datos disponibles, una segunda consecuencia de esteanálisis es identificar temas que requieren trabajo futuro. Hemos plan-teado dos grandes líneas de análisis geográfico, sobre cuya integraciónproponemos construir un enfoque biogeográfico a la arqueología dePatagonia meridional (capítulo 7). En primer lugar están los indicadoresde distancias, que proveen medidas de la amplitud de la interacción humanaentre diferentes espacios. Distintos indicadores de distancia pueden vincu-larse con diferentes niveles de organización espacial humana, por lo queno otorgan información redundante sino complementaria. Para Patagonia

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meridional defendemos que los elementos marinos e isótopos reflejanprincipalmente un nivel espacial acotado, que corresponde a los rangosde acción o territorios. En segundo lugar hemos propuesto analizar lajerarquización del espacio establecida por las sociedades humanas a partirde sus decisiones de circulación e instalación en un paisaje heterogéneo.Este tema fue canalizado desde diferentes líneas de evidencia referidas ala intensidad de uso humano. Esto nos permite comprender el rol quelos mismos ocuparon en las redes de circulación de las poblaciones decazadores recolectores durante los últimos 4000 años.

Interacción entre la costa y el interior

En trabajos previos planteamos que la amplitud de la interacciónhumana sistemática entre la costa y el interior se registró en una franjaperi costera de unos 90 km de ancho (Barberena 2002). Esto implicó quelos movimientos humanos vinculados con las costas marinas noinvolucraron en forma directa los espacios adyacentes a la cordillera delos Andes (Borrero et al. 2001), como fue propuesto sobre la base de evi-dencias etnohistóricas (Casamiquela 1991). Las evidencias que presenta-mos permiten mantener esta descripción en un nivel general, aunqueposibilitan acceder a una evaluación más completa que indica una ma-yor variabilidad espacial. Los datos isotópicos y la distribución de ele-mentos marinos en el interior permiten segmentar a Patagonia meridio-nal en dos unidades, que tienen una expresión arqueológica diferente:un sector más estrechamente vinculado con la costa del océano Atlánti-co, que incluye la cuenca media e inferior del río Gallegos, y otro sectorespacialmente asociado a la costa del estrecho de Magallanes, que abar-ca desde el río Chico hacia el sur. En este último caso, la amplitud de losmovimientos entre la costa y el interior es acotada, ya que se verifica unadiscontinuidad marcada en la distribución de los indicadores ‘marinos’hacia el interior. Esto se refleja en la distribución de valores isotópicos yelementos marinos. Por el contrario, las escasas evidencias disponiblespara la vertiente atlántica indican vínculos más amplios, que respondenmás adecuadamente a la medida de 90 o 100 km de amplitud propuestapreviamente. En conclusión, inferimos que la amplitud de los rangos deacción que implicaron un contacto recurrente con la costa atlántica esmayor que la de los que implicaron contactos recurrentes con la costacentral del Estrecho.

Una pregunta derivada de estos planteos es: ¿Hay espacios del in-

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terior desvinculados de los ambientes costeros? Las evidencias disponi-bles señalan que, en la escala del CVPA, todos los espacios presentanconexión con la costa, ya sea atlántica o del Estrecho. Esto se evidenciaen la distribución de elementos marinos, que es relativamente continuaaunque decreciente en intensidad, y en los valores isotópicos. Plantea-mos que la morfología del continente en esta latitud, caracterizada porla intersección de dos líneas de costa, favorece la existencia de vincula-ciones con el mar desde la mayor parte de los espacios del interior. Haysectores del centro-oeste del CVPA que pueden haber experimentado unamenor conectividad con la costa, aunque las evidencias disponibles nopermiten evaluarlo.

Intensidad de uso y jerarquización del espacio

La intensidad de uso humano de un espacio puede ser evaluada endistintas escalas inclusivas, que van desde el nivel de sitio al de región.Nuestro trabajo en el CVPA nos permitió identificar distintos niveles dejerarquías entre espacios. En la escala espacial menos abarcativa, corres-pondiente al sitio, identificamos importantes diferencias en la intensi-dad de uso humano de reparos que se explican, entre otros factores, porsu morfología. En el sector meridional del CVPA, donde nuestro muestreoes más intensivo, verificamos situaciones diferentes al integrar el regis-tro de las localidades OB, Cóndor y CN. Hay notables diferencias en lamagnitud del descarte en conjuntos de los últimos 4000 años que indi-can que los emplazamientos fueron ocupados sobre una base muy dife-rente de recurrencia e intensidad. Dado que las localidades Cóndor yCN están separadas entre sí por solo pocos km, no se puede invocar unamayor intensidad regional de uso humano para explicar estas diferen-cias. Por el contrario, éstas responden a decisiones humanas que actúanen una escala menor, favoreciendo el uso de cierto tipo de reparos porsobre otros, aunque todos se encuentran disponibles en un mismo espa-cio regional. Esto permite refutar ciertas propuestas sobre homogenei-dad en las propiedades del registro asociado a reparos rocosos. Hemosregistrado una gran variabilidad en distintos aspectos materiales, su-giriendo que este registro canaliza una variabilidad conductual impor-tante.

Estas diferencias en escala local nos informan sobre la variabilidadconductual de los emplazamientos, permiten entrelazar su registro yposicionarlo en las redes regionales de circulación. Para profundizar el

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análisis de la jerarquización del espacio debemos pasar a un nivel ma-yor, incluyendo localidades que difieren en propiedades claves, comodistancia a la costa y productividad diferencial de los ambientes. Previa-mente integramos el registro de los sectores septentrional y meridionaldel CVPA y señalamos que la oferta de reparos no es homogénea, ya queson más abundantes y están distribuidos en forma más homogénea en elsector meridional. Defendemos que los reparos son un factor más estric-to de localización de las ocupaciones en el sector septentrional, ejercien-do una atracción más focalizada espacialmente. Por lo tanto, cabe espe-rar que las muestras de los reparos más atractivos del sector septentrio-nal, como Las Buitreras, Abrigo de los Pescadores o La Carlota, se en-cuentren amplificadas en su volumen por esta diferencia en disponibili-dad de reparos. A pesar de esto, el registro del sector meridional indica enforma clara una mayor recurrencia e intensidad de las ocupaciones.

Las hipótesis enunciadas en el capítulo 5 son relevantes para estetema. El primer nivel de análisis planteado se refiere a la existencia denodos de asentamiento. En el sector meridional del CVPA identificamoslocalidades visitadas en forma regular y sistemática, mientras que otrasindican un uso incidental, probablemente asociado a la circulación entreemplazamientos ocupados sobre una base más prolongada. Los datosfaunísticos, estratigráficos, sedimentológicos y artefactuales analizadosasí lo sustentan. Los sitios CN ejemplifican un caso de uso humano pocointenso, siendo ésta una localidad que se incorpora en forma sistemáticaa las redes de circulación recién en los últimos 2000 años, mientras queCóndor 1 ejemplifica la situación opuesta.

Pasando a una escala mayor, al comparar las evidencias de los sec-tores meridional y septentrional se observa que el primero evidencia ta-sas más elevadas de descarte de materiales faunísticos y artefactuales.La distribución de fechados discutida es consistente con esto, aunque eltrabajo en el río Gallegos debe ser profundizado. Sobre la base de estastendencias proponemos una jerarquización del CVPA: la señal arqueo-lógica es más fuerte y sistemática en los espacios asociados a la cuencadel río Chico que en el sector central/septentrional. Esta jerarquía es coin-cidente con nuestra organización ordinal de los sectores del CVPA enfunción de su capacidad de carga actual. Esta coincidencia puede impli-car que la jerarquización relativa de los ambientes es válida para elHoloceno tardío, algo consistente con la información paleoclimática quesugiere que los factores condicionantes de estas diferencias actuarondurante todo este lapso, aunque con intensidad variable.

También sobre la base de datos actuales propusimos un ordena-

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miento de los ambientes marinos en términos de productividad, mar-cando diferencias entre la costa atlántica y el Estrecho, que es más pro-ductivo. Nuevamente se verifica un correlato con el registro arqueológi-co. La revisión de las evidencias costeras permite defender una jerarquíaespacial para los ambientes costeros, que sería válida para los últimos3500 años: la costa centro oriental del Estrecho se caracteriza por unamayor intensidad y recurrencia de las ocupaciones que la costa atlántica,algo que se evidencia en diversas propiedades estratigráficas ycontextuales del registro arqueológico. En forma asociada con la mayorimportancia relativa de la costa del Estrecho, el registro faunístico deesta región evidencia un consumo más regular de los recursos marinosque el del Atlántico.

Indicadores de distancia e intensidad de uso: integración en un marcobiogeográfico

El objetivo final es integrar los datos geoarqueológicos, isotópicos,de elementos marinos, registro bioarqueológico, intensidad de uso hu-mano en costa e interior y tendencias cronológicas. Esta suma de líneasde trabajo nos permite identificar señales arqueológicas contrastantes anivel regional que graficamos en la Lámina 16, donde se observa unasegmentación del espacio en dos áreas diferentes en términos de intensi-dad de uso humano. La costa del Estrecho se vincula con el sector meri-dional del CVPA. A nivel arqueológico, estos dos espacios pueden sertratados en forma conjunta, definiendo una unidad geográfica caracteri-zada por uso humano muy intenso. Por otra parte, la costa atlántica sevincula en forma más directa con las secciones media e inferior de lacuenca del río Gallegos y, en un nivel más general, con el sector septen-trional del CVPA. A nivel arqueológico, estos espacios se caracterizanpor una señal que sugiere una menor intensidad de las ocupaciones hu-manas en comparación con el sector meridional (Lámina 16). Desarrolla-mos numerosos indicadores que justifican esta inferencia: el registromortuorio, que marca una densidad considerablemente menor en la cuen-ca del Gallegos, las tasas de descarte en sitios estratificados en reparos ylas relativamente bajas densidades de artefactos en superficie en la cuencadel río Gallegos (Carballo Marina 2007). La información cronológica esconsistente, aunque el pequeño tamaño de muestra septentrional limitasu alcance . Para algunas de las áreas marcadas en la Lámina 16 con líneablanca punteada, caracterizadas por uso humano poco intenso, se puede

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defender una posición marginal con respecto a las vías usuales de circu-lación humana (Borrero 2004). Este sería el caso de amplios segmentosde la costa atlántica y probablemente también de ciertos espacios delsector central del CVPA. Partiendo de esto, retomamos la pregunta plan-teada sobre la distribución espacial de los nodos de asentamiento.

Las evidencias presentadas para el interior y la costa marcan la exis-tencia de nodos en emplazamientos ubicados en la costa y el interior. En algu-nos casos estos nodos están geográficamente asociados, configurandounidades de espacio costa/interior caracterizadas por uso humano in-tenso. Esto se ilustra con el registro de las localidades Cóndor 1 y OB1 enel interior y las evidencias de Bahía Posesión en la costa del Estrecho. Laexistencia de nodos en la costa y el interior es consistente con los datosde isótopos estables que marcan un lugar importante, aunque variable,para los recursos marinos y terrestres. En contraposición, las evidenciascosteras relevadas marcan que ciertos segmentos de la costa atlánticaexperimentaron un uso poco intenso. Evidencias tecnológicas prelimi-nares sugieren que estas áreas pueden haber sido ocupadas en el marcode movimientos logísticos (Marcelo Cardillo, comunicación personal2007, Cardillo en prep.), probablemente articulados desde nodos de asen-tamiento ubicados en el interior. Hemos comparado el caso de Patagoniacon otros contextos del mundo en términos de la disposición de los nodos,ya sea en la costa o el interior, y las relaciones con la importancia de losrecursos terrestres y marinos (Borrero y Barberena 2006). El análisis delos factores que condicionan esto trasciende este trabajo, aunque consti-tuye una interesante línea para un desarrollo comparativo.

La distribución espacial de los nodos de asentamiento contribuye aidentificar vías favorecidas para la circulación (Lámina 16). A partir dela integración de evidencias de las localidades Cóndor y CN inferimosconexiones entre afloramientos volcánicos que denotan intensidad dife-rencial de uso. Concibiendo a este registro como la expresión promediadade fenómenos ocurridos en el largo plazo, esto es evidencia de circula-ción en una escala espacial acotada. Los rasgos volcánicos del CVPA tie-nen un marcado ordenamiento geográfico y están principalmente orien-tados en sentido suroeste-noreste. Estos rasgos son puntos del espacioque ofrecen abundantes reparos y en numerosos casos también agua,disponible en forma intermitente o permanente. Las evidencias presen-tadas permiten defender que estos reparos constituyeron lugares atrac-tivos para los humanos, que los ocuparon en forma recurrente, aunquecon intensidad variable. Esto es evidente en los casos de Cóndor 1, OB1y La Carlota, entre otros. En este último caso las evidencias de superficie

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marcan un aumento en las tasas de descarte de artefactos al aproximarsea los afloramientos volcánicos (Campan et al. 2007). En resumen, plan-teamos que estos rasgos volcánicos geográficamente ordenados han canalizadouna parte de los movimientos humanos entre las costas marinas y el interior.Esto sería válido en particular para los movimientos realizados desde lacosta del Estrecho. En el caso de la costa atlántica, el río Gallegos habríasido una de las principales vías de circulación (Carballo Marina 2007).En la Lámina 16 graficamos algunas de estas vías potenciales de circula-ción; las flechas gruesas señalan vías de movimiento favorecidas con res-pecto a las indicadas con flechas delgadas.

La última hipótesis geográfica que propusimos en el capítulo 5 afir-ma que:

iv. Los sectores central y septentrional del CVPA funcionaron como una‘barrera biogeográfica temporaria’

En el esquema biogeográfico de Veth (1993), el concepto de barreratemporaria adquiere sentido en relación con los conceptos de barrerascontinuas y refugios. Los mismos definen un continuum que va desdeámbitos ocupados en forma muy intensa a otros que virtualmente noson ocupados. Hemos defendido que el sector meridional del CVPA pre-senta una mayor intensidad de uso humano que los sectores central yseptentrional, aunque la corroboración de esta afirmación no se transfie-re mecánicamente a la hipótesis derivada sobre el carácter de barreratemporaria de estos espacios. Actualmente no se puede refutar ni corro-borar esta hipótesis, ya que hay amplios sectores implicados para loscuales se carece de información. En la Figura 73 identificamos los espa-cios implicados en esta hipótesis, hacia los cuales dirigimos nuestro tra-bajo futuro. A pesar de estas limitaciones, podemos proponer elementossurgidos a lo largo de este trabajo que contribuyen a acotar y definirdicha hipótesis.

En primer lugar, dadas las distancias implicadas que son relativa-mente pequeñas, es difícil pensar que estos espacios hayan representadobarreras para la circulación humana, aún en el sentido menos estrictoque implica el concepto de barrera temporaria. En segundo lugar, sí cabepensar que la disponibilidad de un recurso clave como el agua sería par-ticularmente difícil de predecir en estos espacios, ya que se sitúan en uncontexto caracterizado por las menores precipitaciones regionales, don-de no hay fuentes permanentes de agua (a excepción de Potrok Aike).Las lagunas temporarias son muy variables en su magnitud y perma-nencia, aún en el lapso de pocos meses o años (Mazzoni et al. 2006). Entercer lugar, evidencias tecnológicas sugieren que el valle del río Galle-

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gos y la costa del Estrecho habrían constituido las principales zonas deabastecimiento de rocas, mientras que hacia el centro del CVPA se regis-tra el descarte de instrumentos más agotados, al alejarse de estas fuentespotenciales (Charlin 2007e). La suma de estos elementos permite sugerirque ciertos espacios del centro del CVPA pueden haber sido utilizadosen forma discontinua, probablemente logística, desde emplazamientosubicados hacia el sur (cuenca del río Chico) y/o el norte (cuenca del ríoGallegos). La composición de los conjuntos artefactuales será un impor-tante indicador de la forma de uso de estos espacios, ya que puede mar-car mayor o menor asociación con respecto a otros espacios adyacentes(Belardi y Borrero 1999). De ser correcta nuestra propuesta sobre la for-ma de uso del sector central, los conjuntos artefactuales deberían mos-trar una menor diversidad regional que los ubicados al norte y al sur.

Demografía y aspectos temporales

Identificamos ciertas regiones de Patagonia meridional que presen-tan un uso humano mucho más intenso que otras. Las áreas poco ocupa-das pueden ser explicadas en referencia a dos escenarios teóricos gene-rales. Por una parte, pueden haber constituido sectores marginales a ni-vel geográfico, utilizados en asociación con otros espacios adyacentes.En este caso, estas áreas deberían contener un registro funcionalmenteespecífico y poco diverso (Belardi y Borrero 1999). Por otra parte, el re-

Figura 73. Sector central del CVPA: ¿barrera temporaria y/o uso logístico?

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gistro de estos espacios también puede ser producto de una historia debaja demografía a nivel relativo, sin necesidad de invocar un caráctermarginal y subordinado con respecto a otros espacios. Esto implica laexistencia de registros poco densos, aunque con una diversidad impor-tante que denota amplitud conductual. En otros términos, las alternati-vas son: 1) estamos observando distintos sistemas humanos o 2), distin-tos segmentos de los mismos sistemas humanos. Defendemos que la res-puesta a esto depende de la escala espacial.

En la escala menor, que corresponde a cada uno de los sectores delCVPA -meridional y septentrional-, hemos identificado nodos demográ-ficos y sectores marginales. En el sector meridional, éste es el caso de lazona central del estrecho (Posesión, San Gregorio) y Cóndor, intensa-mente ocupados, vs. los espacios orientales del Estrecho (Cabo Vírge-nes/Punta Dungeness) y la costa atlántica meridional, ocupados en for-ma discontinua y poco intensa. En este nivel, consideramos que se tratade segmentos del registro que están integrados dentro del funcionamientode los mismos sistemas humanos, siendo sectores nodales y marginalesde los rangos de acción (Barberena et al. 2004).

Definimos una segunda escala espacial de mayor amplitud que abar-ca la totalidad del CVPA y las costas que lo rodean. En este nivel hemosdefendido que el sector meridional muestra una intensidad ocupacionalmayor que el septentrional. Repitiendo la pregunta previa, planteamoscon respecto a estos sectores del CVPA: ¿Representan diferentes segmen-tos de los mismos sistemas humanos o diferentes sistemas humanos? Lasevidencias disponibles no son concluyentes y permiten sustentar aspec-tos de ambas alternativas. Por una parte, los elementos marinos y losisótopos sugieren la existencia de sistemas distintos, que actúan en aso-ciación principal con la costa atlántica y del Estrecho respectivamente.Por otra parte, las fluctuaciones demográficas inferidas del registro tem-poral sugieren que el CVPA funcionó como una unidad espacial integra-da, experimentando cambios comunes. Consideramos probable queambas situaciones sean correctas y que reflejen procesos que actúan enescalas de diferente amplitud. Las diferencias registradas al compararlos datos isotópicos y de elementos marinos entre ambas costas y secto-res del interior asociados pueden indicar la existencia de distintos ran-gos de acción que tendrían una amplitud diferente (Lámina 16). Estofunciona en la escala que a nivel etnográfico definiríamos como de gru-pos locales (Peterson 1986). Por otra parte, las fluctuaciones demográfi-cas discutidas desde la información temporal se expresan en forma ho-mogénea en un nivel espacial mayor, que engloba a las evidencias pre-

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vias. Creemos que esto refleja procesos que actúan en una escalapoblacional mayor, que probablemente refleja respuestas demográficasa fenómenos climáticos o sociales amplios.

En referencia a esto, nos interesa profundizar algunas implicacionesdemográficas que surgen de la morfología de las curvas temporales. Haytres modelos demográficos de poblamiento humano propuestos en refe-rencia al registro de Australia, que son útiles para comparar con las evi-dencias Patagonia (Figura 74). El primero de ellos es el modelo clásicode Birdsell, quien postula un importante crecimiento demográfico ini-cial hasta que se alcanza una situación de equilibrio, que es relativamen-te permanente. En segundo lugar está el modelo de Beaton (1990), quienpostula la existencia de un período prolongado de estásis poblacionalseguido de un crecimiento rápido. Por último está el modelo de Davidson(1990), que plantea un proceso de poblamiento caracterizado por fuertesdiscontinuidades demográficas: “Cada vez que la población decayóabruptamente en la región, siguió un lento proceso de reconstitución, crecimientorápido y luego una estabilización antes del siguiente decaimiento” (Davidson1990: 55, nuestra traducción).

Si comparamos estas curvas con el registro temporal de Patagonia,notamos una semejanza general con la propuesta de Davidson, ya que

Figura 74. Modelos alternativos de crecimientodemográfico (Davidson 1990).

dicho registro muestra una importante discontinuidad temporal. Hay dosalternativas que deben evaluarse: por una parte, hay una serie de factoresmetodológicos no contemplados, sesgos tafonómicos y deficiencias en elmuestreo -que sabemos existen- que pueden incidir en este panorama. Unasegunda alternativa no necesariamente excluyente de la anterior es que elregistro temporal refleja una historia de poblamiento humano disconti-nuo, como ha sido sugerido (Borrero 2001a). Esta propuesta es coherente

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con estudios etnográficos que resaltan el alto potencial de crecimiento de-mográfico de las poblaciones humanas ante la ausencia de factores gene-radores de discontinuidad poblacional, y su falta de consistencia con unregistro arqueológico global que refleja una marcada estabilidad hasta tiem-pos recientes (Hill y Kaplan 1999, Pennington 2001).

Perspectivas

Los resultados e inferencias presentados proveen una base más com-pleta para realizar nuevas preguntas, generando un amplio número detemas que deben ser profundizados. Los temas pendientes más importan-tes incluyen un trabajo de campo sistemático en el sector central del CVPA,que permita evaluar su historia de uso humano y las propuestas realiza-das con respecto a la posición que ocupó en la organización espacial de laspoblaciones humanas. También planeamos realizar un estudio sistemáti-co de colecciones arqueológicas procedentes del estrecho de Magallanes,que se encuentra implicado de manera central en nuestro trabajo. Por últi-mo, planeamos profundizar el análisis de las pautas de circulación huma-na articulado en una escala espacial mayor, que abarca todos los espaciosentre la cuenca del río Santa Cruz y el estrecho de Magallanes. Para estoutilizaremos información de elementos traza sobre restos humanos, quecomplementará la información isotópica ya disponible.

Desde nuestra perspectiva, la biogeografía ha ofrecido un marco detrabajo adecuado para lograr una mayor comprensión de problemas yaidentificados y para plantear nuevos problemas, más numerosos que losanteriores. Creemos haber mostrado el potencial de este enfoque para laintegración de distintas líneas de evidencia arqueológica, geoarqueológicay paleoclimática bajo los mismos objetivos generales. La mayor parte delas preguntas tratadas funcionan en escalas espaciales amplias, lo cualintroduce una complejidad intrínseca al análisis e implica que las evi-dencias requeridas siempre corren bastante detrás de dichas preguntas.Esto enfatiza la necesidad defendida por Borrero de emplear enfoquesexploratorios, en los cuales las preguntas preceden a los datos y estosúltimos no limitan el alcance de las primeras. El sentido de este enfoqueradica en identificar los caminos necesarios para avanzar en la profundi-dad de las preguntas y en el alcance de las respuestas. A su vez, nosbrinda también la incomodidad que surge frente a las certezas no per-manentes y el atractivo inherente a su búsqueda.

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