Arrojar a La Basura, Pasión de Nuestro Tiempo Los Desechos Urbanos en Fernando Contreras Castro
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Arrojar a la basura, pasión de nuestro tiempo:
los desechos urbanos en Fernando Contreras Castro
Carlos Raúl Narváez
Rutgers University, New Brunswick, New Jersey, EEUU
El día que me sienta mal no me pongo en manos de nadie.
Me boto yo mismo en el cajón de la basura.
García Márquez, Vivir para contarla
Suelo buscarme
en la ciudad que pasa como un barco de locos en la noche.
Jorge Gaitán Durán, “Si mañana despierto”
I. ARROJAR A LA BASURA: LA PASIÓN DE NUESTRO TIEMPO
La sociedad contemporánea, afirma Zygmunt Bauman en Los retos de la educación en la
modernidad líquida, se asemeja cada día más a “la „ciudad invisible‟ de Leonia de Italo
Calvino, una ciudad donde „la opulencia puede medirse, no tanto por las cosas que se
fabrican, se venden y se compran cada día; […] sino, antes bien, por las cosas que se tiran
diariamente para dejar lugar a las [cosas] nuevas‟. La alegría de „deshacerse‟ de las cosas,
de descartarlas, de arrojarlas al cubo de la basura, es la verdadera pasión de nuestro mundo”
(2008: 28-29). En este mundo líquido, como suele llamarlo Bauman, el deseo siempre
diferido es la fuerza insaciable que el capitalismo aprovecha convirtiendo a todo
consumidor en un irrefrenable productor de desechos, de objetos que disfrutan de una
efímera vida para luego ser reemplazados por otros que pretendidamente los superan en
calidad y versatilidad. La existencia en este orden de cosas se mide entonces por el poder
adquisitivo y por la capacidad de consumir y descartar, por usar y tirar, por poseer y
consumir antes que ser, en una danza vertiginosa en que todo en última instancia, objetos y
seres humanos por igual, al haber perdido su valor utilitario para los usuarios y para el
sistema, van a parar al mismo cubo de la basura.
En la novela breve Única mirando al mar (1993) de Fernando Contreras Castro, la ciudad
de San José de los años 90 se ilumina tras una densa cortina gris de gases tóxicos como una
maquinaria de desechos, tanto materiales como humanos, que encuentran su destino común
entre la inmundicia de un botadero-tugurio en Río Azul al sur de la ciudad. Contreras
Castro agrieta los discursos oficiales sobre la ciudad empaquetada para el consumo
turístico, rechazando su imagen idílica de tarjeta postal y los clichés habituales que
representaban al país ante el mundo como la Suiza de Centroamérica, como Paraíso
Natural, etc., revelando en sus pliegues y huecos una degradada realidad subterránea, un
repositorio de náufragos que luchan por sobrevivir, buceando y nadando a contracorriente
en un turbulento océano de desperdicios en avanzado estado de descomposición. Contra
las utopías que consuelan con su discurso aséptico y reconfortante de la realidad, la obra
describe una heterotopía en sentido foucaultiano o un no-lugar del anonimato que mina el
orden supuestamente normal de las cosas. Contreras Castro orienta la mirada hacia un
núcleo social de desclasados, usando como punto de referencia el terreno líquido, siempre
cambiante, del basurero (una especie de infierno, según las palabras del protagonista
Momboñombo, 30) en que los precaristas, sin ningún tipo de derecho civil, sin acceso a
servicios básicos de salud, nutrición, educación y de servicios sanitarios, apenas subsisten
en un imaginario de la fragilidad sumidos en la pobreza, la privación, la miseria, acechados
por la enfermedad y la muerte. Víctimas de los estragos de la violencia sistémica,
simbólica y subjetiva ejercida por y desde el establishment, estos sujetos desociologizados,
es, según el texto, desgente que, confundida con el excremento (111), con la basura, con
materia desvencijada, se alimenta de “los desperdicios, los despojos, los despilfarros, los
descuidos, los destrozos, los desaciertos” (64). Retirados de lugares “donde el resto de la
gente „normal‟ y „completa‟ evoluciona y vive” (Bauman 2005: 90), de lugares históricos
relacionales cargados de identidad en el sentido convencional de estos términos (Augé 78),
los protagonistas de la novela, Única, Momboñombo, El Bacán, el Oso Camuco, don
Retama, los buzos, se emplazan en la fluidez ubicua y constante del anonimato donde
experimentan una sensación de intemporalidad y una consecuente impresión de encontrarse
en una nowhereland, en un no-espacio o lugar ausente.
Al igual que Recycled Life (2006), documental de Mike Glad sobre la vida en las
profundidades tóxicas del basurero más grande de Centroamérica ubicado en Guatemala
hace más de 60 años, Única mirando al marde Fernando Contreras Castro representa desde
el panorama nacional costarricense un problema global que aqueja al universo líquido
contemporáneo. El film de Glad y esta obra de Contreras Castro son un crudo reflejo
especular de la tragedia de sujetos exílicos y de diásporas de pueblos enteros
protagonizadas en el escenario político internacional. A diario, oleadas migratorias de
sujetos descartados como basura en su región o país de origen se ven forzados a desplazarse
en masa a regiones inhóspitas en el interior de su país o a emigrar a suelo extranjero por
razones económicas, políticas, sociales, sectarias, religiosas o raciales, a regiones o países
donde la constante mirada del rechazo, del recelo y la desconfianza los arroja a zonas de
exclusión, a un afuera u otredad radical donde no representen en el país receptor una
amenaza a las costumbres y a la moral establecida. Es lo que hoy por hoy sucede, por
ejemplo, con mexicanos y centroamericanos indocumentados en suelo norteamericano.
Sobre esta producción de desecho humano que afecta la economía global, y que Contreras
Castro y Glad representan con fuerza expresiva en ámbitos centroamericanos, ha dicho
Zygmunt Bauman:
…se ha hecho evidente que una dimensión de la expansión occidental a nivel planetario, la
más espectacular y, tal vez, la de mayores consecuencias, ha sido la lenta pero implacable
globalización de la producción de desecho humano, o, para mayor precisión de „desechos
humanos‟: humanos que ya no son necesarios para completar el ciclo económico y que por
tanto, resultan imposibles de alojar en un marco social que se haga eco de la economía
capitalista. (2005: 91).
En un discurso fronterizo que oscila entre un crudo naturalismo neo-realista y una
orientación ideológica afín a la visión líquida de sociedades contemporáneas, Contreras
Castro recrea en Única mirando al mar un cuadro devastador de sujetos desahuciados,
obligados a levantar casa sobre la inmundicia y fetidez de un proceloso mar de basura
donde reciclan su vida, vuelven a vivir, comen y visten, aunque precariamente, de las
ochocientas toneladas de basura y desperdicios diariamente lanzados ahí por los habitantes
de San José. Aunque en un principio aceptan con estoicismo su destino irrevocable como
sujetos condenados al fracaso y a la pobreza, desmantelan y reciclan la vieja identidad
impuesta desde las gramáticas y discursos oficiales, y aprovechando una aparente libertad
para reinventarse a sí mismos, asumen inéditas identidades, viviendo la efímera ilusión de
poder autoconstruirse al margen, libre y soberanamente. Sobre la putrefacción inventan
lazos y alianzas de parentesco y relaciones de vecindad, imitan las pautas de tipos sociales
y de modelos de convivencia heredados, emulan códigos sociales, culturales, éticos,
intentando así crear un sentido de normalidad en una esquilmada y frágil realidad a punto
de naufragar. Única, ex-maestra agregada que ejerció su profesión sin título, y jubilada y
sin alojamiento digno, llega al botadero de basura (19), confecciona su proyecto de familia
y de identidad personal como figura matriarcal, como madre adoptiva de El Bacán, un
adulto-niño de 20 años “alto, flaco, de tez blanca ennegrecida por el sol y los vapores del
basurero, de ojos verde oscuro, barba negra y una mirada a la vez dulce y preocupante en su
gesto” (19). Ahí contrae nupcias con Momboñombo, quien había intentado quitarse la vida
botándose al camión de la basura a sus 66 años, al reconocerse “permanentemente
desahuciado de todo lo…reconocido socialmente como trabajo económicamente racional y
socialmente útil”, al sentirse “económica y socialmente superfluo” (Bauman 2001: 133), y
sin opciones viables para seguir viviendo en el espacio social sancionado por la ley, por las
buenas costumbres y por la moral establecida. La comunidad precarista extendida la
conforman protagonistas y personajes secundarios como el Oso Carmuco, cuya
cuestionable vocación religiosa lo lleva a hacerse sacerdote en el basurero, a oficiar en la
boda de Única y Momboñombo, la Llorona desquiciada quien había perdido a su bebé de
meses “en un intento de buceo de profundidad” (35), y los buzos que día a día se lanzan a
los abismos marinos del basurero en busca del sustento cotidiano.
II. LA METAFÓRICA NÁUTICA
La experiencia vital para estos personajes es una navigatio vitae, una riesgosa navegación
por los mares azarosos de la existencia. Su embarcación metafórica jamás toca tierra firme,
nunca llega a puerto seguro. Su universo vivencial se apoya sobre una frágil licuefacción.
Siempre a la deriva, su destino es bucear, nadar, intentar mantenerse a flote, timonear,
navegar, naufragar y volver a navegar una y otra vez para sucumbir en el mar de la vida, en
un naufragio mayor y definitivo, según lo revela Única y su sacrificio del ideal, y El Bacán,
cuya muerte deviene en el texto clave y síntesis metafórica del naufragio apocalíptico de la
nación y, por extensión, del universo entero (144). Para los habitantes del
basurero, navigare necesse est, vivere non necesse, navegar es necesario, vivir no. Su
consigna es intentar vivir con intensidad para trascender, es decir, navegar y no
necesariamente vivir en sentido estricto. Esta consigna hanseática de largo recorrido por la
historia de la cultura filosófica y literaria en Occidente llega a Contreras Castro a través de
la lírica de Gaetano Veloso, según él mismo lo ha afirmado en su página web: “Navegar é
preciso, viver não é preciso…Yo me…hice tatuar ¨ (este viejo lema de marinero) en la piel
y ahora es tan mío como de los marineros…como de todo aquel que esté de acuerdo con la
sentencia de que lo importante es vivir intensamente…navegar, no vivir por vivir, como
mandan la televisión y los diarios, los comerciales y los comerciantes.”
Contreras Castro inserta su obra en una trayectoria de textos filosóficos y literarios -
Nietzsche, Fernando Pessoa, Pablo Neruda, Hans Blumenberg et al- construidos sobre
variantes poliédricas de la metafórica náutica de la existencia. Intertextos extrapolados de
obras del acervo cultural hispánico como el poemarioMarinero en tierra de Rafael Alberti
(“un buzo en las calles de San José es un marinero en tierra”, 98) y como las Coplas de
Jorge Manrique (“todos los ríos -vidas- van a dar al mar –naufragan-”, 91), refuerzan
en Única mirando al mar la idea de que la vida es, en efecto, una riesgosa navegación, y de
que el darse por vencido ante las tragedias y los sinsabores de la vida equivale al fracaso, a
la muerte, al naufragio. La ciudad de San José es un vasto océano cuyas avenidas del mar
el urbanauta recorre con dificultad (40), el basurero de Río Azul es un “mar de los
olvidados” (87), un mar de desechos. El botadero se impone como una ciudad (barcaza)
flotante (47). Para evitar su naufragio: “Sólo se deja unas cuantas cosas que lejos de
pesarle le aligeren la carga, por eso hay que ir botando el lastre para no zozobrar al final,
sino encallar en alguna playa serena…” (81). Única, El Bacán, Oso Carmuco, la Llorona y
otros precaristas “de abordo”, diariamente bucean en las profundidades del basurero
líquido, y a veces en los subsuelos de la ciudad-capital licuada para alimentar su cuerpo con
residuos, y recomponer con sobras secciones de la frágil embarcación (sus viviendas) que
apenas los mantiene a flote sobre el mar picado de la existencia. Los conductores de los
recolectores de basura son “forzados marineros de los mares asfaltados de la ciudad”, y los
camiones que transportan las toneladas de basura a Río Azul son embarcaciones cuyo
“capitán daba la orden de levar anclas” (51). Momboñombo, convertido en portavoz de los
precaristas adquiere en el texto un aire de filósofo popular. No puede mantener su ataraxia,
su imperturbabilidad, ante el desastre marino (postura prototípica del filósofo clásico que
observa de lejos el drama vital que observa y analiza desde su puesto seguro), y como
sujeto implicado en el naufragio de la colectividad, habla contemplando a los sujetos y a las
cosas que tiene en su entorno, desde el interior del peligro, desde el centro de la tragedia
marítima que lo arrastra hacia las profundidades marinas con los demás náufragos. Intenta
crear conciencia en ellos, los organiza en manifestaciones contra el gobierno, los instruye
sobre sus derechos, pero todo se desvanece en el aire.
III. LA FAMILIA ALTERNATIVA: EL NAUFRAGIO FINAL
Única le rinde vocación a un destino de despojos y residuos no elegido. Con su naturaleza
de “celofán”, según el texto, tozudamente busca anclaje y vínculos indisolubles entre
sujetos apiñados sobre el universo de desechos y residuos del basurero de Río Azul, espacio
de flujo y transitoriedad, contrario a los lugares históricos, cargados de confort, de
identidad, de perdurables relaciones de vecindad, en el sentido convencional de estos
términos (Augé 78). Esta zona de exclusiones y extrañamientos comparte las
características transitorias de los nowherevilles de Garreau, de los non-lieux del anonimato
teorizados por Marc Augé y, sobre todo, de la mítica Narrenschiffe, stultifera navis o nave
de los locos, ampliamente comentada por Foucault en su célebre Historia de la locura en la
época clásica. En “Of Other Spaces”, habla Foucault precisamente de cómo los refugiados,
apartados de su lugar en el mundo, han sido lanzados hacia una extraterritorialidad, un
lugar muy otro, un lugar de la nada, “lugar sin lugar, que existe por sí mismo, que está
cerrado sobre sí y a la vez entregado a la vastedad del océano” (citado por Bauman 2004:
143).
Única configura un topsy-turvy world-view, un mondo a la rovescia con su fórmula o
proyecto de familia alternativa constituida por El Bacán, hijo sustituto a quien había
encontrado abandonado en el basurero hacía ya dieciocho años, y con Momboñombo, su
príncipe azul, a quien también encuentra entre desechos. Apropia códigos, leyes,
tradiciones, prácticas sociales, creencias populares y religiosas, imaginando una trabazón
indisoluble a la que declara absoluta lealtad sobre las chozas de escombros levantadas en el
hipergueto líquido en el que intenta mantenerse a flote contra viento y marea. Su invención
de esta frágil estructura familiar, su exigua emulación de las instituciones sociales de
identificación civil y nacional y de gobierno que presiden la sociedad hegemónica, y la red
de conexiones que establece sobre ese turbulento océano de basura con la oleada de buzos
que conforman el extendido núcleo comunitario, responde a su voluntad de pertenencia, a
su ficción de echar raíces, y particularmente a sus ansias de renacer y madurar ahí, entre
desperdicios, rodeada de tronchadas ilusiones y vidas fracasadas. Esta urgencia de volver a
empezar entre sujetos que, como ella, han sido expulsados de la sociedad normativa es una
condición común a todo sujeto que voluntaria o involuntariamente se exilia de una nación o
comunidad, según nos lo recuerda Zygmunt Bauman:
No es de extrañar que para mucha gente la promesa fundamentalista de „nacer de nuevo‟ en
un hogar parecido a una familia, cálido y seguro, sea una tentación a la que a duras penas
oponen resistencia. Podrían haber preferido…un tipo de seguridad que no exige borrar la
identidad ni renunciar a la libertad de elegir, pero una seguridad así no está en oferta. El
„patriotismo constitucional‟ no es una elección realista pero una comunidad
fundamentalista se les antoja seductora en su sencillez, así que se sumergirán en su calidez
de inmediato, aunque sepan que luego tienen que pagar por el placer. (Bauman 2005:
104)
Precisamente, la vocación de Única, lo que improvisa al margen de las agencias oficiales de
control social, político y económico es, en últimas, un improbable proyecto de vida
condenado a un naufragio metafísico, una comunidad imaginada de una frágil seguridad
que dura lo que dura el espectáculo escenificado por ella, como lo reafirma la traslación o
desaparición del basurero y, particularmente, la desmembración final de de la familia y de
la comunidad social alternativa inventada por ella. Había intentado anclar identidades fijas
tanto personales como familiares y grupales con sujetos vulnerables alojados en una
marejada de situaciones efímeras, fugaces, y sobre el torbellino de un espacio flotante
representado en la obra como un proceloso mar de desechos, que al final de la novela es
trasladado a otro lugar. Su armazón de permanencia temporal, de permanencia en lo
transitorio, no es sino, como diría Bauman, “una duración hecha con momentos pegados el
uno con el otro ninguno de los cuales es vivido [a pesar de los esfuerzos] como un elemento
de la perpetuidad o una contribución a ella” (2004: 146). El hijo adoptivo de Única, El
Bacán, enferma, muere y es tragado literalmente por el monstruo de basura: “El cadáver se
hundía suavemente entre la tierra y la basura como en arena movediza. Poco a poco se iba
hundiendo solo, hasta que quedó fuera únicamente un mechón de cabello…unos instantes y
desapareció luego entre las fauces de la tierra…Los zopilotes volaban alrededor en rígida
formación” (145).
Con su muerte sucumben las esperanzas de Única de seguir el performance de su gran
farsa. Había controlado su microuniverso con “sofisticados mecanismos”, había logrado
sostener con hilos de marioneta “la apariencia de una vida basada en modelos aburguesados
en medio del mierdero más ingrato del país” (150). Sobre la turbulencia de un mar de
escombros, había intentado perpetuar la tradición familiar, las buenas costumbres, las
virtudes de la maternidad, el horario de las comidas, había organizado ollas comunes para
los buzos, y había celebrado las navidades, las fechas patrias, los 15 de septiembre, los 12
de octubre, imaginando una perfecta normalidad, aparentando que más allá de las columnas
de humo y gases tóxicos del basurero no pasaba nada (152). Contra la transitoriedad y la
fugacidad encarnada en los residuos de biografías truncas y de objetos desvencijados que la
circundan, había intentado “encerrar el tiempo en una de sus botellas y no lo dejaba pasar”,
lo “había congelado” para poder seguir viviendo, “se había inventado la vida misma”
(152). Pero al morir El Bacán, le explota en pedazos su conglomerado artificial, “la esfera
herrumbrada y abolada de su mundo” (153), y queda al desnudo su frágil universo de
engaños y patrañas, y con él la precariedad de su condición humana. Así lo hace ver
Momboñombo en las páginas finales de la novela:
Todo era de mentirillas, Única, era como jugar de casita mientras la realidad era que te
estaba llevando puta de la tristeza de verte reducida a buzo después de haber sido maestra
tantos años y haber vivido con las maestras la ilusión de enseñar a los niños a leer, y de
creer firmemente que somos independientes y que Colón nos trajo la salvación y todo el
cuento de hadas que es nuestra historia, mientras te desechaban por no tener un título y te
daban una pensión de mierda que te llevó a la miseria… (149)
El cuerpo de Única es ingerido, regurgitado y vomitado por el basurero que le sirvió de
hogar durante veinte años, y pasiva y en silencio asume su destino irrevocable de
desarraigos y fracasos. Rendida ante la adversidad se deja ir de la mano de Momboñombo
hacia Puntarenas donde deja pasar su porción de tiempo, su tiempo de vida mortal, sin
propósito ni voluntad propia para volver a navegar o bucear en el océano de la existencia,
para reinventar su mundo y su vida, con la mirada fija en el océano eternizado extendido a
sus pies. Su claudicación, impotencia y languidez, la fugacidad de su vida corporal y de su
universo vivencial sin futuros ni esperanzas quedan así enfrentados a la enormidad,
infinitud y perpetuidad del universo marino y del univeso natural.
Como bien señala Bauman, “[e]n un universo fluido constantemente mudable, la idea de
eternidad, de duración perpetua o de valor duradero, inmune al flujo temporal no encuentra
sedimento en la experiencia humana” (2005: 155-156). La historia de Única y de su
mundo, de su familia alternativa y de su comunidad imaginada representa, en última
instancia, una realidad heterotópica, una contracara de las utopías confortantes de la
modernidad. En ella se anula la fe en los grandes proyectos o verdades de la „H‟istoria, se
hace añicos la ciega confianza en la idea del progreso, en la posibilidad de un destino
reinvindicador, de una felicidad y de bienestar individual y colectivo. Clausuradas las
puertas del pasado, y canceladas también las posibilidades de reinscripción en el fluir social
normativo con sus códigos, leyes y lenguajes prefabricados, bloqueados todos los senderos
hacia atrás (hacia la condición y el lugar de donde proviene) y sin poderse abrir camino
hacia adelante (el futuro), Única queda suspendida momentáneamente en un vacío témporo-
espacial, en una hora y en un espacio de nadie, para luego dejarse devorar, como objeto
desechable al fin y al cabo, por el paso implacable del tiempo frente a la inmensidad del
mar, según se infiere al final de la novela.
Bibliografía
Augé, Marc (1995). Non Places. An Introduction to an Anthropology of Supermodernity.
Trans. John Howe. London/New York: Verso.
Bauman, Zygmunt (2001). La sociedad individualizada. Cátedra: Madrid.
Bauman, Zygmunt (2004). La sociedad sitiada. Trad. de Mirta Rosenberg en la
colaboración con Ezequiel Zaidenwerg, México: Fondo de Cultura Económica.
Bauman, Zygmunt (2005). Identidad. Conversaciones con Benedetto Vecchi. Traducción
del inglés de Daniel Sarasola. Buenos Aires: Losada.
Bauman, Zygmunt (2008). Los retos de la educación en la modernidad líquida. Pról.
Violeta Nuñez. Barcelona: Gedisa.
Contreras Castro, Fernando (2007). Única mirando al mar. Heredia, Costa Rica: Farben
Grupo Editorial Norma.
Foucault, Michel (1992). Historia de la locura en la época clásica, 2 vols. Trad. de Juan
José Utrilla. México: Fondo de Cultura Económica.
Actas del
CUARTO CONGRESO INTERNACIONAL CELEHIS DE LITERATURA
Literatura española, latinoamericana y argentina
Mar del Plata, 7, 8 y 9 de noviembre de 2011
ISBN 978-987-544-517-8