ART.EVANGELIO: Tiempo Ordinario: Dom 11 (C): Jesús con un fariseo y una pecadora (Lc 7,36-8,3)

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“Cristo en casa de Simón el fariseo ” de Pedro Pablo Rubens (1618-1620) Hermitage (San Petesburgo)

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“Cristo en casa de Simón el fariseo ” de Pedro Pablo Rubens (1618-1620) Hermitage (San Petesburgo)

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Lectura del segundo libro de Samuel 12,7-10. 13 En aquellos días, dijo Natán a David: - ¡Eres tú! Así dice el Señor Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel, te libré de las manos de Saúl, te entregué la casa de tu Señor, puse sus mujeres en tus brazos, te entregué la casa de Israel y la de Judá, y por si fuera poco pienso darte otro tanto. ¿Por qué has despreciado tú la palabra del Señor, haciendo lo que a él le parece mal? Mataste a espada a Urías el hitita y te quedaste con su mujer. Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías.” David respondió a Natán: - He pecado contra el Señor. Y Natán le dijo: - Pues el Señor perdona tu pecado. No morirás. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2,16. 19-21 Hermanos: Sabemos que el hombre no se justifica por cumplir la ley, sino por creer en Cristo Jesús. Por eso hemos creído en Cristo Jesús para ser justificados por la fe de Cristo y no por cumplir la ley. Porque el hombre no se justifica por cumplir la ley. Para la ley yo estoy muerto, porque la ley me ha dado muerte; pero así vivo para Dios. Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí. Y mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí. Yo no anulo la gracia de Dios. Pero si la justificación fuera efecto de la ley, la muerte de Cristo sería inútil. Lectura del santo evangelio según san Lucas 7,36_8,3 En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un fras-co de perfume, y, colocándose detrás, junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado, se dijo: - Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que le está tocando y lo que es: una pecadora. Jesús tomó la palabra y le dijo: - Simón, tengo algo que decirte. Él respondió: - Dímelo, maestro. Jesús le dijo: - Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más? Simón contestó: - Supongo que aquél a quien le perdonó más. Jesús le dijo: - Has juzgado rectamente. Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: - ¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella en cambio me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungi-do los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor: pero al que po-co se le perdona poco ama. Y a ella le dijo: - Tus pecados están perdonados. Los demás convidados empezaron a decir entre sí: - ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados? Pero Jesús dijo a la mujer: - Tu fe te ha salvado, vete en paz.

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1618. Amberes. Flandes goza de una tregua de 12 años firmada en 1609 entre la España católica y los holandeses calvinistas. Ambe-res ha vuelto a ser católica tras un convulso período de guerra civil, donde ha sufrido la agitación religiosa, un gobierno extranjero y el estan-camiento económico. Isabel Clara, regente actual, inicia junto a la recuperación económica, una renovación religiosa a gran escala en la ciudad. En esta labor le ayudan los jesuitas . San Ignacio de Loyola ha popularizado el método de oración de los Ejercicios Espirituales que consiste en ejercitar las tres “potencias del alma” ejercitar la memoria e imaginación contemplando una escena del evangelio, recreando pala-bras y gestos de sus personajes; ejercitar el entendimiento para ver qué relación tiene con mi vida aquello que contemplo y ejercitar la vo-luntad para, viendo los afectos que crea en mí, ver qué puedo cambiar o proponerme para mi vida. El provincial de los jesuitas de Amberes consciente de que la gente encuentra dificultades en conocer la historia sagrada decide buscar un apoyo en la pintura. Para ello encarga a Rubens 39 pinturas para su nueva iglesia en Amberes . Rubens, pintor y humanista, es un erudito conocedor de la simbología religiosa adquirida en su larga estancia en Italia . Conoce ademas y consulta para elaborar sus cuadros bíblicos las “ Evangeliacae historiae “ del jesuita Jeronimo Nadal, que contiene propuestas para la meditacion de los evangelios. Seguramente echa mano de ellas para realizar esta pintura. Por ello, te propongo a ti y me propngo a mi, releer y contemplar esta pintura de igual forma: “Mirar, advertir y contemplar lo que hablan; y

reflexionando en mí mismo, sacar algún provecho.” (San Ignacio de Loyolal).

NO ME PUSISTE AGUA PARA LOS PIES, ELLA EN CAMBIO ME HA LAVADO LOS PIES CON SUS LÁGRIMAS. Mirar, advertir y contemplar. Me fijo primero en Simón. Observo que se trata de un fariseo, un experto intérprete y cumplidor de la ley. Lo sé porque Rubens ha colocado en su frente un tefilim, dos pequeñas cajas de cuero unidas a correas. Dentro hay 4 pasajes de la Biblia: Dt 6:4-9 (recuerda que hay un solo Dios), Dt 11:13-21 (Dios recompensa la fidelidad o castiga la idolatría), Éx 13:1-10 (recuerda siempre que Dios liberó al pueblo de Israel) y Éx 13:11-16 (la obligación de todo judío de enseñar esto a sus hijos.). Rubens nos informa así lo que aquel hombre , profundmente religioso, tiene dentro de su mente: un Dios omnipotente, juez del universo, amigo de sus amigos y enemigo de sus enemigos. Exigente y a veces amenazante. El gesto de Simón está a medio cami-

no entre la extrañeza y el ataque: Rubens le dibuja girando su cuerpo como si algo le hubiese llamado la atención y apoyada la mano en la silla como a punto de alzarse . Es

la imagen de un hombre al que algo le está quemando por dentro. Rubens para aclararnos más coloca junto a él a un grupo de personajes que acentúan esta actitud: dos hombres dirigen sus mira-das inquisitoriales, duras y penetrantes y casi se avalanzan sobre Jesús. Otro, atrás, con unos anteojos

que alzándose de la silla contempla a la mujer pecadora, con una mirada de arriba-abajo, llena de superio-ridad. Es el único que la mira. Para ver a aquella mujer no le bastan los ojos de la carne, interpone entre ella y su corazón todos sus prejuicios y esquemas. Por si fuera poco a los pies de Simón coloca a un perro con un

gesto de rabia y despectivo, Rubens lo ha antropomorfizado pues el perro tuerce el cuello mirando hacia otro lado, cuando lo normal es que un perro mire siempre de frente. Me recuerda a otros perros: los privilegiados que co-

men en la mesa de Lázaro, tratados mejor que un ser humano, Lázaro..o mejor que esta pecadora.

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Reflexionar en mí mismo. Me veo a mí mismo como aquellos hombres: seguro de mis creencias y valores pues en base a ellos guío mi vida. Sabedor que no son completamente míos porque les he ido descubriendo en mi relación con Dios. De repente veo en alguna persona que me rodea algo que me desagrada, que choca con mi forma de vivir. Y de mi mente (de aquel tefilim) sale el diosecillo juez que critica el peca-do condenando al pecador. Creo hacerlo en nombre de la virtud y el bien. Y puede que sea muchas veces así.. Pero Jesús le recuerda – me re-cuerda - algo importante al fariseo: “ella me ha amado, tú no. Ella me ha lavado los pies, tú no, Ella me ha mostrado su cariño, tú no”. Puede que Simón la juzgue según sus creencias y valores, pero en el fondo sabe que la está criticando porque ha sacado a la luz su propia imperfec-ción: su falta de amor y hospitalidad. No es la virtud sino mi propia imperfección no aceptada, el anteojos que mide, juzga, critica, condena a los demás. Son mis propias deudas de amor las que pretendo cobrar de los demás y a veces, pagarlas con la moneda falsa del orgullo de mi virtud.: “Odiarse a sí mismo (y añado yo: a los demás) es más fácil de lo que puede parecer. La gracia consiste en olvidarse de uno mismo, pero si todo orgullo muriese en nosotros, la gracia de las gracias sería la de amarnos humildemente a nosotros mismos (y a los demás, vuelvo a aña-dir) , como un miembro más de Cristo sufriente.” (Bernanos)

Sacar algún provecho . Conocerme mejor, a la luz de la mirada de Dios, para aceptar mejor mi imperfección. Dejar de tener miedo de los otros escondiéndome detrás de mi saber, mi seguridad, mi poder, mi simpatía..e incluso mi bondad . Renun- ciar a mi yo te-meroso, autosuficiente, siempre a la defensiva, para aceptar mi yo humano frágil, necesitado e imperfecto. Y saber que a tra-vés de mis pecados, debilidades, imperfecciones puedo hermanarme (construir fraternidad y humanidad) con mi prójimo, pues “conviene que distingamos cuidadosamente que a los vicios los debemos el ri- gor, pero a la naturaleza humana, la compasión” (San Gregorio de Nisa), Rezar más a menudo (de palabra y obra): Per-dónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores.

¿VES A ESTA MUJER? Mirar, advertir y contemplar. Miro ahora a Jesús. Rubens le ha colo-

cado dentro de un doble eje: uno equilibrado, el formado por sus discípulos, más armó-nico que el lado fariseo, y un eje diagonal con la mujer pecadora, con la que tiene un contacto, no visual, pero sí físico. Porque a quien mira Jesús es al fariseo, no con dureza o rabia, sino con una mirada de dulzura. Junto a Él los gestos de los discípulos: a su lado (quizás Pedro) un personaje en actitud pensativa, que intenta penetrar en lo que está viendo más allá de las apariencias; otro perso-naje que habla, busca contrastar lo que quizás piensa con otras opiniones y otro (quizás Judas) que mira a Jesús, tal vez analizando su reacción. Es un lado reflexivo, dialogante, armónico menos intolerante y oscuro, retorcido y violento que el de los fariseos. Jesús, sereno, relajado, en actitud de apertura . Le señala a Simón donde debe mirar: no a Jesús, juzgándole, sino a aquella mujer, compadeciéndola en su debilidad y pequeñez. En contraste Rubens dibuja sus pies desnudos (los de Si-mon llevan sandalias), Un pequeño detalle más: es en su lado es don-de hay comida, (ha comenzado la fiesta que el Padre ha preparado para el hijo pródigo). Mientras del lado fariseo está llegando..,pero aún no ha comenzado por la dureza de su corazón.

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Reflexionar en mí mismo. Intento mirar con el mismo amor con que mira Jesús. . Entrar en la vida de los otros a pie desnudo, con deli-cadeza y ternura. No estoy allí sólo para curar a la pecadora (para amar a los que me aman y merecen que les ame) sino para sanar y cu-rar a los que son diferentes o ajenos a mi. Y no elijo el camino negativo de la penitencia o el castigo, sino el camino constructivo y recrea-dor del amor. Jesús me ha invitado ya a mirar a los demás como él los mira: “¿Ves a esta mujer? Ámala . Esa mujer eres tú: no tengas mie-do, déjate amar como ella.” Notando la dureza del fariseo compruebo que el pecado es ausencia de amor hacia el otro...o hacia mí mismo. Es curioso como este cuadro de la pecadora en casa de Simon fue un motivo que la Contrareforma utiliza para fomentar e instruir sobre el sacramento de la Penitencia. El calvinismo no reconoce este sacramento pues cree que somos pecadores por naturaleza y somos justifica-dos de una vez para siempre en el bautismo. A partir de Trento la actitud de la pecadora es signo del perfecto de arrepentimiento: el per-fecto de contrición (por ser vos quien sois, Bondad infinita y porque os amo sobre todas las cosas) frente al imperfecto de atrición (me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno). No obstante poniéndome en el lugar de Jesús me entran las dudas de que el temor pueda sanar verdaderamente. No quisiera inspirar temor, Con Jesús no quiero llevar cuenta de los incumplimientos de amor y saldar la deuda a la fuerza. Quisiera comprobar con Él, que el gozo del perdón donado genera la mayor alegría del amor recibido. Sacar algún provecho . Dejarme amar por Jesús. Porque cuando Él dice que “no ha venido a salvar justos sino a pecadores, no quiere decir que excluya a los justos, sino que no los hay. Los hombres que no se consideran pecadores no existen para la redención o, mejor di-cho, su redención consiste ante todo en que reconozcan que son pecadores.” (Romano Guardini). Dejar a sí a Dios ser Dios. Y aprender a amar como él. En un triple ministerio (Cardenal Martini) : de consolación, inclinándome hacia los heridos de la vida; de paciencia y longani-midad ante los que yerran y se equivocan, teniendo esperanza y confianza en el cambio ; y de perdón para aquellos que me ofenden y hacen daño. Recordar que “amar a Dios sin amar al hermano es como abrazar a alguien pisándole los pies” (San Agustín). SUS MUCHOS PECADOS ESTÁN PERDONADOS, PORQUE TIENE MUCHO AMOR. Mirar, advertir y contemplar. Miro ahora a aquella mujer. El evangelio no lo dice expresamente pero Rubens tampo-co lo esconde: dibuja a una prostituta. Bellamente vestida, con un gran escote que deja entrever parte de un pecho. Ru-bens como ningún pintor ha creado un tipo de mujer en el arte: frente a la composición del hom-bre que es cuadrada, Rubens dibuja a la mujer con formas redondas, carnosas, a veces hasta la exageración, llenas de vida, casi desnudas para resaltar no tanto su belleza cuanto su fuerza vital. Es una imagen a priori escandalosa para una iglesia, pero Rubens quiere recordarnos que la primera mirada de Dios a nuestra carne fue de bondad (vio Dios que era bueno), que es la mirada posesiva del hombre la que ha desfigurado esa belleza. Y en un plano espiritual resalta que ante Dios siempre estamos desnudos, Él co-noce nuestro interior mejor que nadie. Inútil disfrazarse. Y además a esta mujer la dibuja llena de ternura, una ternura que se hace física: el tacto de unas manos como acunando a un niño en vez de abrazar un pie., el olor que aspira de los pies perfumados, los ojos cerrados pero para oír mejor las palabras del Maestro. Es una escena de tremenda comunión y comunicación física entre Jesús y aquella mujer.

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Reflexionar en mí mismoo Me veo yo en esta mujer, me coloco a los pies de Jesús ¿Qué le ha llevado allí? Segura-mente un gran amor, un amor violento, como una hambre o una gran sed . “Ella tenía esperanza de encon-trar a alguien que no la considerara objeto de placer; esperanza de ofrecer ya no su cuerpo, sino su corazón. En la presencia de Jesús se sintió habitada por aquel hombre”, (·Chalet). En ella oigo el eco de tanta gente que se acerca a confesarse y junto a sus pecados relata los de sus marido, familiares, convecinos… al princi-pio me sonaban a autojustificación, pero en el fondo escucho ese deseo de amor: “no soy amado, luego no sé, no puedo, no encuentro motivos para amar… me canso de tener paciencia, de preocuparme de los demás, de servir..” .Les entiendo a ellos y a esa prostituta porque a veces yo amo pero con el deseo de ser ama-do, y al no ser correspondido, insatisfecho, me invade ese deseo violento y rabioso de ser amado. Y lo sacio a los pies de Jesús. Convertirme no es un esfuerzo ético, que a la larga genera más desánimo y desconfianza en mí, sino es vivir en comunión con Jesús. Comunión espiritual y física. Si me pongo a sus pies, me toca con ternura en el sacramento de la reconciliación, me habla con paciencia en su Evangelio, comparte su mesa amigablemente conmigo en la Eucaristía y puedo saborearle, me regala mil detalles cada día… me ama no porque lo merezca , sino gratuitamente. Tal como soy y me sueña. Y entonces veo su mano que me dice que me levante, que estoy salvado del amor calculado, de la generosidad de intercambio, de la desilusión de tantas expectati-vas defraudadas…

Sacar algún provecho . Cambiar mi desilusión en esperanza, mi desánimo en gozo, mi interés defraudado en fecundidad . Aquella mujer “con sus ojos había codiciado las co-sas terrenas: ahora los aflige con el llanto de la penitencia. Sus cabellos le habían servido para adornar su rostro: y ahora con ellos enjuga sus lágrimas. Palabras vanas y soberbias habían pronunciado sus labios: y ahora los adhiere a los pies de Jesús. Para perfumar su cuerpo había usado las esencias: ya lo que había servido a la torpeza lo ofrece generosa-mente a Dios. Como la pecadora, lo que hayamos hecho servir para el pecado, utilicémos-lo para la justicia, · (San Gregorio Magno). Descubrir que Jesús no me pide actos heroicos, penitencias absurdas o sacrificios inútiles, me invita a vivir en profundidad y gozo lo que soy: que los muchos valores que tengo (mi capacidad de amar, de soñar, de esperar, de luchar, de ser libre, de mirar… ) no los ponga al servicio del pecado sino al disposición de los demás. Como esa mujer que buscando el amor decidió, quizás por primera vez, poner sus dones (su perfume, sus besos, sus hábiles manos, su desnudez) no al servicio de su sed de dinero o de colmar soledades y placeres fría y mecánicamente, sino al cuidado gratuito de unos pies cansados y sucios. Y en esos pies descubrió las huellas de un nuevo y posible camino. Más pleno y fecundo.

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“Cena en casa de Simón” Girolamo Romanino,, 1532

Pinacoteca Tosio Martinengo ( Brescia.)

“Banquete en casa de Simón” Autor: Paolo Veronese, 1570 Pinacoteca de Brera (Milán)

La cantidad de mundos que con los ojos abres,

que cierras con los brazos. La cantidad de mundos que con los ojos cierras, que con los brazos abres.

Miguel Hernández

“Danos entrañas de misericordia frente a toda miseria humana. Inspíranos el gesto y la palabra

oportuna frente al hermano solo y desamparado. Ayúdanos a mos-trarnos disponibles ante quien se

siente explotado y deprimido. Que tu Iglesia, Señor, sea un re-cinto de verdad y de amor, de li-bertad, de justicia y paz para que

todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando.”

(Plegaria Eucarística Vb)

Si tú mismo te examinas, el examen no es válido. Las reglas no son ésas, ni siquiera el asunto. Al medirte con la vara

de tu fanatismo te conviertes en una víctima, no en un penitente.

Pero el asunto es el amor, sobre el que no hay definiciones

ni escrutinios, el amor que está viviendo en ti

(como en toda criatura) una vida sufriente y misteriosa.

Por él serás juzgado, y tú no sabes dónde están los tesoros, los desiertos, las miserias, los espantos,

ni las silenciosas comuniones, ni las grandes alegrías del amor

que en ti padece.

Nada sabes, salvo que tenemos, simultáneamente,

que velar y confiar. Espera. Vive.

Sirve.

Cintio Vitier

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“ El Amor no es amado, el Amor no es amado” (San Francisco de Asís)

“Comprender que somos obra de Dios, es fácil; pero que la

crucifixión de un Dios sea nuestra obra, ¡es incomprensible!” (Juan María Vianney, Sto Cura de Ars)

Rubens siguiendo la tradición inaugurada por san Gregorio Magno que identifica a Esta mujer pecadora con María Magdalena y María de Betania, hermana de Marta y Lá-zaro. Dibuja al menos otras 6 veces este personaje. Incluso aparece en el cuadro que coro-na su sepulcro ofreciendo su tarro de perfume, con poco pudor (pues lleva un pecho des-cubierto) pero con mucho cariño, al Niño Jesús sostenido por su Madre, la Virgen. El “reencuentro” más famosos y significativo con este personaje se produce en este cuadro, el “Descendimiento de Jesús ”. En él aparece María Magdalena de nuevo a los pies de Jesús. Esta vez “recibiendo” el cuerpo de Jesús, o más bien, lo que queda de él,.

Rubens gusta de dibujar a sus personajes desnu-dos, porque afirma que la desnudez permite mejor vehicular la luz. Así, Jesús desnudo y muerto aparece paradójicamente como el rayo de luz que cruza toda la oscura y grave escena. En este nuevo encuentro de la pecadora con Jesús , propiciado por Ru-bens, se clarifica mejor el sentido del encuentro anterior: la luz-amor-misericordia de la carne crucificada por amor de Jesús pasa a vivificar-iluminar-vigorizar la carne viva pero frágil y pecadora de María Magdalena. Jesús ha tomado consigo sus pecados, su vida anterior, se ha dejado tocar por esa mujer pecadora y, se-gún la ley judía, Él mismo se ha hecho “pecado”. Ahora, como entonces, se abren nuevas posibilidades porque puede decir como Pablo: “Vivo yo, pero no soy yo. Es Cristo (su luz, su amor, su per-sona ) quien vive en mi”. P

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