ARTHUR MILLER-ERCILLA 1543,AÑO 1964

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Nº 1543, 1964, pp.44-45 Nueva York La caída de un dramaturgo El Arthur Miller que tanto admiramos ha muerto. Los años y las experiencias que la vida le ha deparado lo han separado de la existencia. Este hombre alto, delgado y enjuto solía ser un vocero de su generación. Sus palabras han perdido esa resonancia. Sumido en la contemplación de su fluir interior y de sensaciones de culpa que parecen agobiarlo, ha perdido el contacto con el mundo que lo rodea. Más aun, el autor de "La muerte de un vendedor" es -hoy en día- un mal dramaturgo. Estrenó "Panorama desde el puente" hace un decenio. Siguieron nueve años de silencio teatral; luego, "Tras la caída" y -la semana pasada- "Incidente en Vichy". "Tras la caída" En Chile admiramos al Miller de antaño. El de ahora es muy diferente. "Tras la caída" hasta podría interpretarse como una explotación comercial de la "fama" que le dio su matrimonio con Marilyn. No creo que lo sea. Simplemente constituye el reflejo de un pobre y confundido hombre, atormentado por las sombras de sus culpas. Arguye consigo mismo y hurga en su yo, pero sin alcanzar en lo que dice una validez que sobrepase su problema personal. El lenguaje es pobre y no tiene vuelo, aun en las escenas que decididamente lo exigirían; hay un marcado desequilibrio entre las dos partes de la pieza y la Marilyn que pinta allí es superficial y constituye un personaje podría estar basado en recortes de diario. Aun episodios dramáticos como las experiencias que él y sus amigos tuvieron ante el comité de actividades norteamericanas del senador McCarthy son mal explotadas. Para Miller la obra evidentemente constituyó una catarsis, pero al mismo tiempo puede estimarse como una sobre

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Articulo Hans Ehrmann

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Nº 1543, 1964, pp.44-45

Nueva York

La caída de un dramaturgo

El Arthur Miller que tanto admiramos ha muerto. Los años y las experiencias que la vida le ha deparado lo han separado de la existencia. Este hombre alto, delgado y enjuto solía ser un vocero de su generación. Sus palabras han perdido esa resonancia. Sumido en la contemplación de su fluir interior y de sensaciones de culpa que parecen agobiarlo, ha perdido el contacto con el mundo que lo rodea. Más aun, el autor de "La muerte de un vendedor" es -hoy en día- un mal dramaturgo.

Estrenó "Panorama desde el puente" hace un decenio. Siguieron nueve años de silencio teatral; luego, "Tras la caída" y -la semana pasada- "Incidente en Vichy".

"Tras la caída"

En Chile admiramos al Miller de antaño. El de ahora es muy diferente. "Tras la caída" hasta podría interpretarse como una explotación comercial de la "fama" que le dio su matrimonio con Marilyn. No creo que lo sea. Simplemente constituye el reflejo de un pobre y confundido hombre, atormentado por las sombras de sus culpas. Arguye consigo mismo y hurga en su yo, pero sin alcanzar en lo que dice una validez que sobrepase su problema personal. El lenguaje es pobre y no tiene vuelo, aun en las escenas que decididamente lo exigirían; hay un marcado desequilibrio entre las dos partes de la pieza y la Marilyn que pinta allí es superficial y constituye un personaje podría estar basado en recortes de diario. Aun episodios dramáticos como las experiencias que él y sus amigos tuvieron ante el comité de actividades norteamericanas del senador McCarthy son mal explotadas.

Para Miller la obra evidentemente constituyó una catarsis, pero al mismo tiempo puede estimarse como una sobre valoración en que incurre el autor con respecto a sí mismo. En esta obra sus problemas personales no sobrepasan lo individual, no se jerarquizan, no alcanzan una validez universal y este esquema milleriano simplemente no tiene un interés artístico que lo justifique.

"incidente en Vichy"

La nueva obra de Miller se desarrolla en Vichy, en septiembre de 1942. La acción transcurre en una comisaría. La policía francesa, asesorada por un grupo de alemanes, hace una redada. Diez personas, en su mayoría judíos, son arrojados al local. Al comienzo, les cuesta conversar. Intentan tranquilizarse: solamente se trataría de una rutinaria revisión de documentos. A medida que progresa la obra (más o menos 105 minutos sin entreacto), intercambian informaciones y se dan cuenta de que su destino será un tren de carga, un campo de concentración y la muerte. Hay un actor y un siquiatra, un muchacho y un gitano, un viejo barbudo judío y un elegante príncipe austríaco, un electricista comunista y un comerciante pequeño burgués, un pintor y un mozo de café.

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Uno por uno llaman a los personajes a una oficina interior. Allí se inspecciona si están circuncidados y se les interroga. Dos se salvarán. A medida que continúa este proceso, el banco de la comisaría se va despoblando. El nerviosismo de los que quedan aumenta. Hay poco movimiento en escena. La tensión se crea a través de la inmovilidad casi constante de los personajes en aquel banco. interrumpida a intervalos irregulares con la llegada de un alemán o un policía francés, que se lleva una nueva víctima al interior del recinto. Es una estructura dramática, sencilla, directa, tradicional, en algunos momentos eficaz.

Lo que falla radicalmente es la creación de caracteres. Son superficiales y abundan en lugares comunes. La construcción misma es forzada en varias de las situaciones específicas que se producen. Ni siquiera se nos perdona el episodio, tan explotado en el cine, del oficial de carrera alemán que es decente en el fondo y choca violentamente con un jerarca nazi.

Finalmente el príncipe austríaco, liberado tras el interrogatorio, se sacrifica para que otro (el siquiatra) se pueda salvar. Lo hace porque en una confrontación entre ambos, el príncipe se dio cuenta de que él también tenía su parte de la responsabilidad en lo que acontecía en el mundo. Y buscó esa forma para expiar su culpa. Hay una frase clave que reza aproximadamente: "Todos tenemos nuestro judío; hasta los judíos tienen el suyo". O sea, que nade está exento de los prejuicios, odios y culpas de esa índole. Ese es uno de los temas de la obra. El otro es de la responsabilidad individual, tan diluida en esta época de comités y ascensores.

Donde falla la obra es en el desarrollo de esas y otras ideas. Carecen de fuerza y de peso en el planteamiento de Miller. Las limitaciones en la creación de caracteres podría justificarse alegando que los personajes son desconocidos entre sí y que se da a conocer únicamente lo que de ellos surge en una situación determinada. Mas eso no impedía sugerir algo más sobre ellos. Se les llega a conocer mucho menos que si uno hubiese tenido la oportunidad de atisbar una situación real de índole similar. Esto y el esquematismo con que se desarrollan las ideas de "Incidente en Vichy" malogran l obra.

Miller, sumido en la contemplación de su "yo", hasta parece haber perdido una buena parte de su oficio. Es triste que eso le suceda a un hombre de apenas 49 años.

El hombre

Escrito ya lo anterior, tuve oportunidad de conocer a Miller y conversar con él en compañía de algunos otros periodistas extranjeros. Escuchémosle:

- "Hace tiempo supe de una situación en Vichy, en la cual un hombre cedió su lugar a otro. Esta primavera se me ocurrió tomarla como base para una obra. Si fuese romántico habría dedicado "Incidente en Vichy" a aquel hombre desconocido que se sacrificó por un semejante".

- "La gente suele ver la paja en el ojo ajeno, no en el propio. No podemos comprender a nadie a menos que entendamos que el mal no es una cualidad divorciada de nosotros

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mismos. Hay que asumir las culpas propias antes de poder asumir una responsabilidad real".

- "Cuando Caín mató a Abel, Dios le pregunta: "¿Dónde está Abel, tu hermano?" Y él le respondió: "No lo sé. ¿Soy acaso el guardián de mi hermano?" (Génesis, 4:9). La biología moral de esa idea es lo que desarrollo. La forma en que la culpa se transforma en una responsabilidad".

- "El mayor alemán de la obra apunta a alguien con su pistola, pero a su vez él está encañonado por el nazi, y ese por otra persona. Con esa cadena, ¿Cómo puede haber individuos? Es muy diferente a antaño, cuando un rey tomaba las decisiones. Ahora tenemos gobiernos populares. Diferentes personas deciden. Intervienen comités, técnicos, científicos, y hemos llegado al punto en que nadie puede hallar la línea de mando y en que el rechazo del mal de parte de un hombre no afecta a la máquina. El concepto de la responsabilidad se ha diluido. Todo el tiempo se escucha: "Si no lo hago yo, lo hará otra persona". Esta frase ha dado lugar a toda una moral".

- "La gente trata de creer que estar vivo es tan fácil. ¡No! Es inmensamente difícil. Uno jamás se libera de un acto de violencia. Esa es la tragedia".

- "¿La religión? La cristiandad lleva dos mil años, tiempo suficiente para que cualquier ideología pueda manifestarse. Hemos visto cómo ha fallado, aun ahora, en el sur de USA, con el problema básico de nuestro país".

- "¿Los juicios de Nuremberg? Sí, creo que debieron ejecutarse. La humanidad aún no ha digerido lo que dio lugar a ellos. No lo digo con espíritu vengativo, sino pensando en cómo la humanidad puede protegerse en una sociedad tecnológica cuando el individuo es atrapado en una cadena de mando".

- "Tampoco lo digo específicamente por los alemanes. Aquí mismo, en Nueva York, sucedió hace algunos meses que alguien mató una mujer a golpes, a la vista y paciencia de cuarenta personas. Nadie intervino, nadie llamó ala policía. Nadie quiso comprometerse o complicarse".

- "Hoy en día, el desenlace del problema se llama desastre universal. Por eso tenemos mayor conciencia de él. Por primera vez en la historia no se trata de una cuestión académica. Ya no se puede alegar que sólo el que a hierro mata a hierro muere. Tiene que llegar el reconocimiento de que algo hay que hacer".

- "Desconfío de las ideologías. No creo en la responsabilidad a través de una organización o una ideología. No hay ninguna que pueda garantizar una buena acción. La moralidad yace en el individuo, no en la ideología. La ideología es utilizada para excusarlo todo. No debemos jamás olvidar el trágico hecho de que un acto -en cualquier situación- es el producto de un hombre y no de una ideología".

- "¿Pesimista? No consideren pesimista lo que he dicho aquí. El optimismo es peligroso. Creo que comunicar el pesimismo es un acto optimista. No juzgo a nadie. Sólo digo que

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todos estamos comprometidos. Si quieren describir eso como pesimismo, que lo hagan. No es fácil vivir. En los últimos 40 años hemos matado cien millones de personas ¿No se comprende acaso que me preocupe por la culpa y la responsabilidad que de ello surge?"

-"Señor Miller, ¿cree usted que estas ideas se desprenden con la misma claridad y complejidad de su obra?"Me responde:- "Depende de quien sea el espectador. Hubo gente que vio "La muerte de un vendedor" y creyó que se trataba de una dificultad de vender. Yo dirijo mis obras a quienes considero mis iguales, sean camioneros o intelectuales".

Conclusión

Tal vez una buena respuesta, mas desgraciadamente la precisa involucrada en la pregunta es justamente el problema de "Incidente en Vichy". Como tantas veces sucede, hay una obra en la mente del autor y otra sobre el escenario.

Las ideas expuestas por Miller son claras, pero, por cierto, discutibles. La imagen que surge de la conjunción del hombre y sus palabras es de un egocentrismo total. Erica Vexler, presente en la conversación, comentó al salir: "Al fin comprendo por qué se suicidó Marilyn ¡Este hombre es incapaz de brindarle cariño a nadie ajeno a él!"

Miller es una mezcla de o pomposo y lo mesiánico. Es como si sintiera el peso del mundo sobre sus hombros; capta muchos de los problemas de la época en que vivimos. Más de su manera de enfocarlos se desprende que el peso es enorme y los hombros muy frágiles. No ha llegado a un equilibrio entre el mundo exterior y sus problemas propios. Reconoce la impotencia del individuo frente a la sociedad contemporánea; rechaza las posibilidades de religión o ideología como soluciones potenciales. "Algo hay que hacer", dice. Era muy diferente cuando usó una frase parecida en "La muerte de un vendedor".

El reconocimiento y expiación de la culpa personal traducida en un nuevo sentido de la responsabilidad que puede llevar hasta el auto sacrificio (como en el príncipe de "Vichy") puede ser una solución personal, pero como visión de los problemas de nuestro tiempo difícilmente convencerá. Arthur Miller se ha contemplado a sí mismo durante tanto tiempo, que ya perdió el contacto con el mundo.

Sólo cabe -por el momento- la conclusión de que él, como tantos otros hombres producidos por la depresión y la década del 30, perdió un rumbo sin hallar otro.

Queda apenas una posición personal, válida para él. Lo trágico del caso es que también ha perdido la facultad de expresarla en sus obras con la fuerza, oficio e inteligencia de antes.

Eso sólo puede producir una profunda tristeza en alguien que lo admirara durante tantos años.