Articulaciones Posibles y Puntos de Desencuentros Entre El Derecho y Las Disciplinas Psis

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Subjetividad y Cultura Revista Subjetividad y Cultura http://subjetividadycultura.org.mx Articulaciones posibles y puntos de desencuentros entre el Derecho y las disciplinas psis I. Armando una Historia Ya muy atrás en la historia del hombre el Derecho interpeló a otros saberes para agotar el conocimiento de su objeto. ¿Qué otra cosa es sino el recurrir a los adivinos, al movimiento de los astros, al análisis de los órganos internos de un animal, a los Oráculos? Sófocles, en Edipo Rey, nos muestra cómo se investiga y condena a un hombre por haber dado muerte a su padre a partir de la "verdad" enunciada por el Oráculo y discernida por Tiresias, el profeta ciego. Adivinanza, corroboración por distintos métodos, búsqueda de una verdad clara y legalmente objetiva. Recordemos sin ir más lejos, las Ordalías a las que se refiere Foucault, según las cuales, para saber si un sujeto es responsable del acto del que se lo acusa, se le atan los pies y las manos en forma cruzada y se lo arroja al río; si flota es culpable ya que la naturaleza no quiso recibirlo; si se ahoga es inocente. En 1911 un Tribunal de Flandes, en Bélgica, convoca a un maestro de escuela para que presente un "dictamen pericial" respecto del testimonio dado por unas niñas en un caso de homicidio. El Tribunal quiere saber sobre la confiabilidad de este decir y recurre a quien, supone, sabe de niños: un maestro que irrumpe de esta manera en la estructura judicial como portador de un saber, profano y distinto al del derecho, Hoy podríamos reconocer allí un antecedente de la llamada psicología del testimonio (veracidad del testimonio credibilidad del testigo). Será luego la Psicología Experimental la que se acercará a los Tribunales, como una ciencia pretendidamente objetiva. Mientras el Derecho reclama una Psicología concreta y práctica, para abogados, Sigmund Freud dicta una conferencia a magistrados y funcionarios alertándolos sobre el uso del método de asociación libre de palabras y remarcando que mientras que el delincuente oculta su secreto, éste, el secreto, se le oculta al neurótico. El mismo Freud en su artículo La Peritación Forense en el Proceso Halsman[1] señala que el descubrimiento del Edipo como fenómeno universal no puede constituir un elemento concluyente para determinar la culpabilidad de un sujeto. Puede, como mucho, hablar de ese sujeto si acaso el delito estuviera probado. Esto es lo que Marie Bonaparte, paciente y discípulo de Freud hace, en 1927, al publicar El caso de Marie Lefebvre. Se trata del análisis del material recogido en una larga entrevista con quien, por haber asesinado a su nuera embarazada, cumple su condena. Además del puntilloso estudio que realiza, este trabajo nos aporta un dato interesante y es que el psicoanálisis ha tenido su lugar en el tribunal, ya que la autora refiere que el Dr, Voivenal, perito oficial en el proceso, encuadró su dictamen en torno al Complejo de Edipo conceptualizado por Freud. 1 / 8

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Articulaciones posibles y puntos de desencuentros entre elDerecho y las disciplinas psis

I. Armando una Historia

Ya muy atrás en la historia del hombre el Derecho interpeló a otros saberes para agotar elconocimiento de su objeto. ¿Qué otra cosa es sino el recurrir a los adivinos, al movimiento delos astros, al análisis de los órganos internos de un animal, a los Oráculos?

Sófocles, en Edipo Rey, nos muestra cómo se investiga y condena a un hombre por haberdado muerte a su padre a partir de la "verdad" enunciada por el Oráculo y discernida porTiresias, el profeta ciego. Adivinanza, corroboración por distintos métodos, búsqueda de unaverdad clara y legalmente objetiva. Recordemos sin ir más lejos, las Ordalías a las que serefiere Foucault, según las cuales, para saber si un sujeto es responsable del acto del que se loacusa, se le atan los pies y las manos en forma cruzada y se lo arroja al río; si flota es culpableya que la naturaleza no quiso recibirlo; si se ahoga es inocente.

En 1911 un Tribunal de Flandes, en Bélgica, convoca a un maestro de escuela para quepresente un "dictamen pericial" respecto del testimonio dado por unas niñas en un caso dehomicidio. El Tribunal quiere saber sobre la confiabilidad de este decir y recurre a quien,supone, sabe de niños: un maestro que irrumpe de esta manera en la estructura judicial comoportador de un saber, profano y distinto al del derecho, Hoy podríamos reconocer allí unantecedente de la llamada psicología del testimonio (veracidad del testimonio credibilidad deltestigo).

Será luego la Psicología Experimental la que se acercará a los Tribunales, como una cienciapretendidamente objetiva.

Mientras el Derecho reclama una Psicología concreta y práctica, para abogados, SigmundFreud dicta una conferencia a magistrados y funcionarios alertándolos sobre el uso del métodode asociación libre de palabras y remarcando que mientras que el delincuente oculta susecreto, éste, el secreto, se le oculta al neurótico.

El mismo Freud en su artículo La Peritación Forense en el Proceso Halsman[1] señala que eldescubrimiento del Edipo como fenómeno universal no puede constituir un elementoconcluyente para determinar la culpabilidad de un sujeto. Puede, como mucho, hablar de esesujeto si acaso el delito estuviera probado.

Esto es lo que Marie Bonaparte, paciente y discípulo de Freud hace, en 1927, al publicar Elcaso de Marie Lefebvre. Se trata del análisis del material recogido en una larga entrevista conquien, por haber asesinado a su nuera embarazada, cumple su condena. Además delpuntilloso estudio que realiza, este trabajo nos aporta un dato interesante y es que elpsicoanálisis ha tenido su lugar en el tribunal, ya que la autora refiere que el Dr, Voivenal,perito oficial en el proceso, encuadró su dictamen en torno al Complejo de Edipoconceptualizado por Freud.

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II. Interpelaciones entre el Derecho y la Psicología

Es necesario destacar que la Psicología no ha tenido un espacio claro y definido en el edificiojudicial por varias razones. Por un lado, mientras que el Derecho reclama datos tangibles ycomprobables, la Psicología responde desde un saber conjetural; por otro lado la Psicología hamantenido su propio combate con la Medicina en general y con la Psiquiatría en particular.Durante años el saber médico de la mirada, lo observable, resultó hegemónico en el área de lasalud mental y, por extensión, en el consenso socio-cultural, toda vez que el discurso médicoera el oficial en esta ámbito. De todos modos el escuchar de la Psicología, aunque a menudodesprestigiado y relegado a cierta marginalidad, iba ocupando un espacio.

Herederos del Oráculo se nos tienta con un lugar pero a condición que develemos lo oculto,que demos pruebas positivas, que indaguemos las verdades negadas, que nos ubiquemos enel lugar del decodificador, portador de los códigos, para así decodificar aquello que aparececomo enigmático para el saber del derecho.

De esta manera el Derecho tardó casi 70 años en descubrir que la Psicología podía aportarleciertos conocimientos del comportamiento humano ligados a otro orden. A decir verdad,tampoco nosotros los psicólogos estábamos preparados para esta inserción que cuestionanuestro saber y redimensiona nuestro poder. En general la formación universitaria delpsicólogo, por lo menos en nuestros países del sur de Sudamérica, ha estado más ligada a laorientación clínica y educacional que a la forense o jurídica. De allí que la inserción delpsicólogo en instituciones de este corte han tenido más que ver con una clara alternativaconcreta de trabajo que con una opción vocacional. Es por ello que se ha hecho necesariorevisar las técnicas propias de la Psicología, clásicamente clínica o experimental, tal que éstasea adecuada a requerimientos institucionales tan precisos. Interrogados en nuestro saberdebemos así interrogarnos en nuestras estrategias y abordajes.

Verdadero desafío en el que la tentación por apuntar a la salud, implementando las técnicasaprendidas y las estrategias ya estudiadas y probadas en otros terrenos, nos juegan más deuna mala pasada en un lugar en el que la salud es una categoría más dentro de una trama depolaridades (sano - enfermo; insano - sano; imputable inimputable; inocente - culpable).

Nuestra inserción trae, por otra vía, una nueva dificultad y es que nuestra disciplina escuestionadora. Así es como si bien somos interpelados en nuestro saber, desde éstecuestionamos el poder de lo judicial. Juego de interrogaciones en el que, corridos de unapostura contestona, se hace necesario armar un corpus teórico -práctico específico. En tantoinsertos ahora en el entramado del Poder Judicial la vacilación parece plantearse entre dosespacios claramente definibles: el Lugar del Poder (Poder Judicial) vs. el Lugar del Saber.

Poder que silencia y que exige que el saber se constituya en su legitimante y su garante.Pretensión, desde el poder, de establecer, en el saber, cierta universalidad de conceptos(verdad, responsabilidad, culpabilidad, peligrosidad) que, en la medida en que no nosposicionemos en nuestro saber, nos harán trastabillar hacia la búsqueda y adhesión a criteriosy mecánicas que no nos son propias, al tiempo que nos ilusionará con el mito de la uniformidadsemántica[2] según el cual sería posible que todos habláramos de lo mismo y de la misma

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manera, facilitando así un engaño que nos protege de la diversidad, perdiendo de vista quenuestros marcos epistemológicos son diversos y diferentes.

En este posicionamiento, en nuestro saber, nos constituimos en cuestionadores cuestionadosque, ante el imaginario de la Institución, aparecemos como desafiando cierto saber-poderconstituido. La otra alternativa, de mucho mayor riesgo por cierto, es que nuestro discursoaparezca subyugado por el del poder dominante tal que nuestro saber no aporte ninguna luznueva a la estructura.

Queda así acotado el punto de mayor dificultad que es el de la difícil articulación entre ambaslecturas.

III. Discurso del Poder-Discurso del Saber

La intervención judicial tiene que ver con un conflicto, con un conflicto humano. Este conflicto,en el terreno de lo judicial, es un conflicto entre humanos, que se debate entre lo que debe sery lo que efectivamente es. Si lo que debe ser y lo que es, circula en el mismo sentido, no habríatal conflicto. El conflicto aparecerá entonces cuando, desde el órgano jurisdiccional, seproduzca un choque entre lo que la ley establece que debería ser y lo que de hecho es.

El objeto central de las Ciencias Jurídicas son las conductas humanas, en tanto producidassocialmente, interfiriendo con otras conductas humanas. El término interferir nos acota respectoa que no se trata de cualquier conducta humana sino de aquellos hechos en que una conductarevela un conflicto. Podemos concebir al derecho como una práctica social específica en la quese expresan el conflicto, y la tensión de los grupos sociales.

Así la producción, circulación y consumo del Discurso Jurídico será la manifestación más clarade esa "tensión social". Es importante resaltar así que este discurso jurídico, si bien se refiere algrupo y a sus integrantes, define también a quien lo enuncia. En otras palabras revela no sóloel particular material con el que trabajan los juristas sino que remite también a la particularposición social que éstos ocupan. Posición siempre cercana al ejercicio del poder en la queestán ubicados legisladores, jueces, abogados y teóricos.

El psicoanálisis, por su parte, se ocupa del poder en su articulación con el deseo. La Leysomete no sólo por la fuerza física que ella organiza sino también por la manipulación deldeseo, por el control de los impulsos. Freud, como ya está dicho, descubre que detrás deldiscurso manifiesto de un sujeto, hay otro texto, hay otra escena.

Por otro lado el discurso jurídico de Occidente es el discurso del Poder. El Derecho es así laciencia de las leyes para regir al género humano meaiante técnicas de "hacer creer"[3]. Alrespecto Pierre Legendre[4] es claro cuando establece que se crea en el sujeto una ilusiónamorosa hacia el poder tal que éste se sostiene en dicho lugar al tiempo que somete a suamante.

Este manejo de las creencias supone una creencia fundante: en el origen un mito: el de laencarnación de la Ley, la Ley hecha hombre. El Pontífice, figura representante de Dios en la

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tierra, dice el derecho que los legistas comentan y transmiten. Se asegura así sumisión ymesura, amor del jefe y amor al jefe. Su palabra, autorizada, es a la vez objeto de amor yciencia rigurosa que acompaña los avatares de la función dogmática. La función dogmática esla que manipulando el deseo de saber ejerce el Poder para asegurar la producción, circulacióny producción de un sistema de escritos de verdad. Estos escritos son producidos para asegurarque los mensajes de autoridad lleguen a destino; se trata así de instituir entre los humanos ylos escritos, el deseo. Y se instituye mediante las instituciones. El Derecho no es la palabra deun sujeto; es una avalancha de textos con los que se rellenan las estructuras, las instituciones,produciéndose un efecto de ficción; como si las instituciones hablaran ("y dijo el legislador...","Y la Cámara se pronunció...", etc.).

El Discurso Jurídico debe comprenderse y evaluarse no sólo por lo que descarta de sí sino porlo que atestigua con esa exclusión. Lo dicho habla de lo ocultado. La función de las dogmáticasen las ciencias sociales ha sido producir las palabras tranquilizadoras, hablar como se debe, ymantener cuidadosamente protegido aquello que no puede ser dicho, y que no debe ser dicho.Confusión entre Verdad y Validez en la producción discursiva. El autor del discurso es, a la vez,productor del Discurso y su propio fundamento de verdad.

IV. Sobre la práctica psicológico-forense

¿Y cuál es en este entramado el posible lugar del psicólogo?; ¿y cuál su función?. He aquí elriesgo de que el psicólogo se establezca como "auxiliar" sustentando un discurso jurídico que loasimila subyugándolo y lo borra subsumiéndolo con el solo fin de dictaminar lo "verdadero".Cabe así señalar el curioso lugar del especialista psi. En un punto resulta cómplice y agente delpoderoso en la medida que es su instrumento para, intervención mediante, ejercer el poder.Pero por otro lado es también él mismo víctima de ese mismo poderoso toda vez que no es elexperto quien ejerce, en realidad ese poder.

Y la urgencia del caso, y no importa ya en que ámbito, dado que puede ser indistintamente elforense, el escolar o el asistencial, resulta estar definida desde la emergencia del que asiste opor la urgencia y las características de la institución. Sea cual fuere el espacio al que laemergencia llega, es decir donde la situación emerge, las alternativas posibles de abordajeaparecen acotadas, siempre, en torno a un mismo término: la intervención.

El perito psicólogo que interviene en un expediente judicial lo hace justamente porque el sujetoa ser peritado está implicado en una causa. Esto enfrenta al psicólogo a una encrucijada éticade difícil resolución: es que acaso debe revelar todo lo que se le diga. No es un informantepolicial, no es quien debe hacer la "instrucción" del proceso y, por ello mismo, debe cuidar concelo de que el ejercicio de su profesión no sea utilizado como medio para lograr declaraciones.

Nuestra intervención puede surgir, entonces, a partir de cierta particularidad tramposa yseductora de la demanda. Se nos convoca bajo la consigna de ¿qué hacemos?. Y caemos enel riesgo de creer ser nosotros quienes debamos otorgar una paternidad o tengamos el "poder"de desestimar tal función.

Observemos que este Poder-Saber, resulta ser delegado desde la misma institución en el

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profesional actuante. Dice Legendre en relación a las intervenciones judiciales: "El psi ¿no estáhoy día en trance de convertirse en juez oculto?".

Pero volvamos al conflicto. La cuestión es que siempre se trata de conflictos ligados alsufrimiento humano. ¿Y quiénes son estos sufrientes?. No cabe duda que el compromiso conel proceso de la intervención, por lo menos en nuestros ámbitos, está ligado a un sufrimientopropio de los individuos que, colocados en situaciones sociales y/o familiares de dominación yde represión, parecen no contar con recursos propios que le ofrezcan alternativas de salida.

Escuchemos a Gillou García Reynoso, al referirse al papel de la superestructura: "Su acción(la del poder) se reduce entonces a la "limpieza' de los espacios públicos; exige barrer con todolo que perturba la imagen mitificada de un orden armónico. Deshumanizados, tratados comorestos a eliminar, esa población sobra".[5]

Resulta así que se trata de sujetos posicionados en un particular lugar por lo específico de sushistorias en las que el denominador común nos habla de marginación, abandono y violencia.Sin embargo es posible detectar en cada una de esas historias una combinatoria única eirrepetible.

Parece en este punto que se hace necesario, entonces, intervenir. Y sabemos que intervenires venir entre, es interponerse. También podríamos pensar que es sinónimo de mediación, asícomo lo es de intromisión, de intrusión. Situaciones todas éstas en las que la intención deintervenir, -y aún en los casos en los que dicha intervención es pedida por el supuesto asistido-lleva implícito un rasgo violento, o cuando menos pretendidamente correctivo, adquiriendo lascaracterísticas de un mecanismo regulador, por el que la coerción y la represión para elmantenimiento o el restablecimiento del orden establecido ocupan un importante lugar.

Es frecuente, por otro lado, asociar también con el término Intervención, otros conceptos comooperación y tratamiento; y todo ello en virtud de una pretendida objetividad e imparcialidad queparece autorizarnos a "intervenir" en función de un supuesto bienestar del asistido, quenosotros conoceríamos dado nuestro lugar de especialistas, es decir dado nuestro lugar enrelación con el Saber y con el Poder, y dada, también, nuestra pretendida objetividad.

Por otro lado el mito de la objetividad, tan apreciado en nuestras concepciones positivistas dela ciencia, es cuestionado actualmente, por lo menos parcialmente, en virtud de una exigenciade compromiso con el caso. La neutralidad es una trampa: siempre se está comprometido. Seestablece entonces un doble circuito de piedad y control social. Destaquemos entonces que elorden, racional o natural, se postula como lo normal, mientras que el desorden reviste uncarácter patológico que parece reclamar nuestra intervención para la defensa o la reinstalaciónde un cierto orden social. Desde aquí el interviniente se definirá naturalmente como apolítico enel ejercicio de sus funciones porque es, antes que nada, técnico e investigador-práctico.

Surgirán entonces los procedimientos a implementar dirigidos por las intenciones de ayuda, deasistencia, de reparación, o de cuidado. Estos procedimientos ocupan un lugar primordialdesde el que se postulan, para así, guiar nuestro quehacer en función de sistemas socialesregidos por leyes y reglas preestablecidas y que apuntan, a no dudarlo, a la reinstauración del

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equilibrio, si no perdido, por lo menos amenazado.

Sabemos que el interviniente es percibido, al mismo tiempo como un tercero mediador queaporta sus buenos oficios; pero también como un ser sospechoso de intromisión, de injerenciay de intrusión.

Más arriba aludí a la condición de especialistas que los intervinientes adoptamos en relación elPoder-Saber. Y así resulta que si la intervención involucra a un profesional de las disciplinaspsi-, va a resultar necesario sostener tal tarea desde un lugar de poder que, de suyo, pareceentrar en coalición con toda gestión de orden psi-. Freud había ya subrayado que uno de loslímites del análisis social era la necesidad de un poder sobre el que pudiera fundarse el lugardel analista, poder cuyo ejercicio es, por definición, contradictorio con todo trabajo analítico.

Por un lado el sentido de la intervención debería ser el de guiar al asistido a que se libere de larepetición de su acto, de su síntoma, a que logre un nuevo posiclonamiento subjetivo . Pero elriesgo de nuestro quehacer es el de fascinarnos con el lugar que ocupamos, lugar del Saber,lugar del Poder y que desde allí, adoptando el tentador modelo del asistido, en el quesostenemos nuestro Saber-Poder, nos hundamos en cierto dolorismo y complaciéndonos enello, transformemos nuestra gestión en sostén de los desheredados. Sostenimiento en su dobleacepción: sosteniendo al caído al mismo tiempo que dejándolo caído para seguir ostentando elPoder del Saber, en lugar de apuntar a una superación de la dialéctica dominantes -dominados, No debemos olvidar que nuestra intervención, por lo general está determinadadesde espacios como el Judicial, el Policial-Penitenciario, el Escolar o el Hospitalario, con todala connotación que estas instituciones tienen respecto al ejercicio del poder.

Si perdemos de vista esta cuestión y nuestra pertenencia, insistiremos en aislar al individuo desu entorno, desoyendo lo que allí ocurre a nivel macro, y nuestra intervención se convertirá enuna prueba de laboratorio de la que resultará claro que somos nosotros, ahora, los quedetentamos el poder, repitiendo una vez más el modelo de sometedor sometido, y todo bajo ellema "Quien bien te quiere te hará llorar".

La dirección de nuestras intervenciones debería apuntar a lograr que "las personas", en elmarco de sus actividades cotidianas, puedan reflexionar por sí mismas acerca de las fuerzasque actúan sobre su personalidad, que puedan ejercer un mayor poder sobre sus actos.

Cuando perdemos de vista la estrecha vinculación entre el sujeto y su entorno, del que laInstitución ya forma parte, lo que desaparece es el acto social, y sólo queda entonces unabordaje psicológico, reductor, y empobrecido de los hechos.

Dice Pierre Legendre en El crimen del cabo Lortie[6]: "Queda por situar, a partir de esteesquema, el lugar de los psiquiatras o, más generalmente, de los expertos psi en elfuncionamiento estructural. Sin duda alguna, en la realidad de los procesos, estos expertosestán en posibilidad de abrir o de cerrar con candado la evolución de un procedimiento, ya quela sociedad de hoy día parece en trance de delegar en ellos, aunque sin hacerlo de modoexplícito, la posibilidad de decidir sobre todo basándose en el principio de Razón."

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En la medida en que la institución interviene, los sujetos tienen menor posibilidad de ejercer supoder sobre lo que hacen y más se hunden en formas psicoafectivas regresivas. Pero atenciónporque la institución también impregna a los "técnicos" de este mismo tinte y así empezarán aaparecer también en nosotros verdaderos "síntomas": conflictos interpersonales, celosprofesionales ("el caso es mío" o bien "tengo un caso"), alergia y aburrimiento por el trabajo,ausentismo, etc..

Y ya en un aspecto estrictamente técnico se hace necesario advertir sobre ciertasconceptualizaciones que, con frecuencia y de manera casi inadvertida, utilizamos sinreflexionar sobre su contenido. Remarquemos, por ejemplo, que se postula una posturaproteccional que se sostiene en concepciones según las cuales un comportamiento discrepantees un comportamiento definido, procesado y tratado organizacionalmente como "extraño","anormal", englo-bando en ello conceptos como "robo", "delincuencia", etc.. Señalemosentonces aquí que el llamado comportamiento discrepante no soporta más definición que unatautológica, es decir, será discrepante todo aquello que sea definido como tal. Y cuántas vecescuántos de nosotros caemos en la tentación de referirnos al desvío? sin advertir que con elloestamos trayendo al pie de nuestro dictamen todo un marco ideológico del que no siemprepodemos rendir cuenta desde nuestro estricto saber, Otro tanto ocurrirá con formulaciones deltipo "peligrosidad, riesgo, daño, violencia, etc.".

Debemos resaltar entonces que, como dice García Reynoso[7], el poder no perdona,culpabiliza siempre más; ofrece participar del sacrificio, identificarse narcisísticamente con sudeseo de muerte, podríamos agregar, hasta siendo la propia víctima propiciatoria, si, a cambio,se le asegura la ilusión de un espacio, de una identidad. Y esto es válido tanto para el autor -víctima del hecho que se investiga como para el propio profesional que, tentado con la ilusiónde un mayor reconocimiento, con la fascinación de que nuestra disciplina psicológica seconstituya en una ciencia de corte positivo, termina argumentando aquello que, en realidad,trasciende su propio saber.

Legendre se refiere en este punto a cómo la sumisión se transforma en deseo de sumisióntoda vez que "la gran obra del Poder consiste en hacerse amar".[8]

V. A modo de conclusión

La pregunta, en síntesis, parece ser si es posible alguna otra alternativa distinta. Si es posiblepensar alguna manera de intervención que no sea intrusiva. Al respecto vale la pena recordaruna vez más la postura de Pierre Legendre cuando postula, en El amor al censor, la cuestiónde que el poder, para sostenerse en ese lugar impersonal, más allá de los personajes que sesienten en el sillón del Papa, el poder, decíamos, necesita armar un dispositivo tal que se haceamar por sus "subditos" a cambio de ofrecerles una identidad aglutinante, un lugar depertenencia, una identificación con el líder. Amor entonces que se ofrece como ilusión de unpoder compartido, de un poder que protege a cambio de la obediencia.

Si alguna vez dijimos que un episodio judicial suele reconocer su origen en un acto sinpalabras, de lo que se trata entonces es de "prestarle palabras" a los personajes, hacerloshablar para que, así, puedan enunciar oraciones poniéndose como sujetos de las mismas.

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Alternativa posible la de la palabra como puente hacia el deseo. Palabra que enuncia aquelloque falta, objeto del deseo.

Y prestarles palabras quiere decir hablar. Hablar de lo que pasa, explicar cada medida que setoma, y si es posible, hasta anticiparlas. Este mecanismo permitirá ofrecer así un marcosimbólico absolutamente diferente al habitual.

Para ello será necesario un nuevo posicionamiento profesional, corriéndonos de la pretensiónde ser poseedores de un saber cerrado y absoluto, permaneciendo abiertos a una práctica quedebe renovarse paso a paso, que debe estar atenta a sus propios recorridos para poder,cuando sea necesario, practicar las correcciones que correspondan, para así, luego, esbozarmínimas conceptualizaciones que vayan dando lugar a un corpus que reconozca su tronco enla psicología tradicional y pueda, al mismo tiempo, enriquecerla desde la experiencia.

Bibliografía

[1] FREUD, Sigmund, Obras completas.

[2] Comparar este concepto con el de interdisciplinariedad, pensándolo a éste como lainteracción de distintas regiones teóricas y no como la incorporación, en el discurso, deconceptos producidos por otra ciencia.

[3] Definimos la creencia como propia del registro imaginario, de lo mítico. Es efecto de lascreencias, la indicación del objeto de amor, la captura del deseo inconciente.

[4] LEGENDRE, Pierre, El amor al censor, Ed. Anagrama.

[6] LEGENDRE, Pierre, El crimen del cabo Lorfie. Un tratado sobre el parricidio. Siglo XXIEditores.

[7] GARCIA REYNOSO, G. ob.cit.

[8] LEGENDRE, P. El amor al censor, ob.cit.

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