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    Iconos. Revista de Ciencias SocialesFacultad Latinoamericana de Ciencias Sociales

    [email protected]

    ISSN (Versin impresa): 1390-1249

    ECUADOR

    2008Nora Rabotnikof

    LO PBLICO HOY: LUGARES, LGICAS Y EXPECTATIVASIconos. Revista de Ciencias Sociales, septiembre, nmero 032

    Facultad Latinoamericana de Ciencias SocialesQuito, Ecuador

    pp. 37-48

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina y el Caribe, Espaa y Portugal

    Universidad Autnoma del Estado de Mxico

    http://redalyc.uaemex.mx

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    Lo pblico hoy:

    lugares, lgicas y expectativas

    The public sphere today: Places, logics and expectations

    Nora RabotnikofDoctora en Filosofa. Instituto de Investigaciones Filosficas, UNAM.

    Fecha de recepcin: junio 2008

    Fecha de aceptacin y versin final: julio 2008

    Resumen

    El siguiente trabajo es un intento por articular algunas reflexiones en torno a la redefinicin delo pblico en el marco de las transformaciones en la relacin sociedad civil-Estado. Se parte de

    ciertos discursos polticos y acadmicos que invocaron la necesidad de fortalecimiento de unespacio de lo pblico, en un intento de clarificacin conceptual que apunta a los deslizamien-tos y matices presentes en esos discursos. Por supuesto, no se pretende zanjar la discusin a tra-vs de la estipulacin de definiciones convencionales sino, a lo sumo, de tratar de entendercmo esas ambivalencias y equivocidades aparecen en las distintas estrategias de los actores po-lticos y sociales. Sin pretensiones de realizar una historia conceptual rigurosa, el trabajo anali-za el deslizamiento de lo pblico-estatalalo pblico-social, y concluye con una aproximacin alas innovaciones que trae consigo la vuelta del Estado.

    Palabras clave: pblico, privado, Estado, sociedad civil, gestin pblica

    Abstract

    The following work offers a reflection on how the public sphere has been redefined. These re-flections are considered within the parameters of the transformations that have taken place inthe relationship between the State and civil society. The article begins by looking at some ofthe academic and political discourses that expressed the need to strengthen the public space.This point of departure emphasizes the need to clarify the definition of public space, as well asthe need to demystify the complex matrix of forces that underlie the discourses in question.Needless to say, this work does not pretend to bind the debate to traditional definitions, butrather to understand how such ambivalence and misunderstandings have come to feature in thestrategies adopted by political and social actors. Without attempting to undergo a rigorous

    conceptual history, this work analyzes the transformation of the state-public sphere into thestate-social sphere, concluding with some brief comments on the innovations that have ac-companied the return of the State.

    Key words: public sphere, private, State, civil society, public policy

    Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 32, Quito, septiembre 2008, pp. 37-48 Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Acadmica de Ecuador.

    ISSN: 1390-1249

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    El siguiente trabajo articula reflexionesgenerales sobre el espacio pblico conla hiptesis de una redefinicin de lo

    pblico en el marco de las transformacionesen la relacin sociedad civil y Estado. Se parte

    de ciertos discursos polticos y acadmicosque han invocado la necesidad de fortaleci-miento de un espacio pblico. Sin pretensio-nes de realizar una historia conceptual riguro-sa, el trabajo analiza el deslizamiento de lo

    pblico-estatala lo pblico-social, y concluyecon una aproximacin a las innovaciones quetrae consigo la vuelta del Estado.

    La dicotoma difcil

    Alguna vez fue llamada la gran dicotoma esdecir una dicotoma capaz de dividir al mun-do como universo de sentido, en dos conjun-tos exhaustivos. Y como gran dicotoma fuecriticada por prestarse con demasiada facili-dad a la naturalizacin, por su contenido degnero, por inconducente y traicionera(Weintraub y Kumar 1997). Me refiero a ladicotoma pblico-privado. Se abog por su

    liquidacin, por su redefinicin, y por su re-vitalizacin. Y en realidad, ms que verla de-saparecer, hemos visto redefinirse el trazadode sus lmites.

    Por todo ello, no est de ms recordar queel trmino pblico, como la mayor parte delos conceptos polticos relevantes, est muylejos de una definicin inequvoca; y que suutilizacin, en el contexto de vocabulariospolticos diferentes, construye o identificaproblemas distintos, evaluaciones y cursos de

    accin dispares. Tambin conviene advertirque el conflicto por la definicin de sus lmi-tes ha formado y forma parte de maneras es-pecficas de concebir la vida poltica.

    De manera muy general, se puede sostenerque el par pblico-privado (en tanto categor-as polticas) mantiene adheridos al menos tressentidos bsicos. Tal vez sea ms preciso ha-

    blar de tres criterios heterogneos para trazaresta diferencia. Tales criterios para trazar ladistincin han sido:

    a) Lo pblico como lo que es de inters o deutilidad comn a todos, lo que atae al colec-

    tivo, lo que concierne a la comunidad y porende, a la autoridad de all emanada, en con-traposicin con lo privado, entendido comoaquello que se refiere a la utilidad y el intersindividual. De all tambin que, en algunasdefiniciones, el trmino pblico aparezca co-mo lo perteneciente o concerniente a todoun pueblo, lo que emana del pueblo, delpo-

    pulus, y de all la referencia a la autoridad co-lectiva, al Estado (Bobbio 1998; Duby 1987).Lo privado designa en cambio lo que es sin-

    gular y personal, aquello que en su origenpretende sustraerse al poder pblico (entendi-do como poder del colectivo). La recupera-cin de este primer sentido en trminos jur-dicos ser bsica para la distincin entre dere-cho pblico y derecho privado, as como paralo que se ha dado en llamar dicotomas deri-vadas: sociedad poltica y sociedad domsti-ca, ley pblica y contrato privado, voluntadgeneral y voluntad particular.

    b) Lo pblico como lo que es y se desarrollaa la luz del da, lo manifiesto y ostensible encontraposicin a aquello que es secreto, pre-servado, oculto, que no puede verse, aquellode lo que no se puede hablar, que se sustrae acomunicacin y examen. Volver pblico eneste sentido, alude a la luz que torna visible (ysta fue la fuerza de la nocin ilustrada depu-blicidad) aquello que hasta entonces se sustra-a a la mirada y que incluso reivindicaba ex-plcitamente el requisito del secreto. Este se-

    gundo sentido no ha coincidido histrica-mente con el primero. Ni lo pblico (en elprimer sentido de lo comn a todos) fuesiempre tratado pblicamente, ni lo privado(tambin en el primer sentido de lo indivi-dual) se preserv tampoco de la mirada de losotros, de la luz pblica. Aqu, la connotacinespacial, en la medida en que hablamos de vi-

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    sibilidad y ocultamiento, es casi directa. Eseste sentido el que aparece jerarquizado en lasreivindicaciones por una esfera pblica o enla idea, aparentemente redundante, de vol-ver pblico lo pblico, presente en todos los

    reportes sobre acceso a la informacin, leyesde transparencia administrativa y rendicinde cuentas.

    c) Pblico como lo que es de uso o accesiblepara todos, abierto, en contraposicin con locerrado, que se sustrae a la disposicin de losotros. Pblico, en este caso, es aquello que, alno ser objeto de apropiacin particular, sehalla abierto, distribuido. En ese sentido, unuso del publicare latino es el de confiscar,sustraer al uso particular. Las plazas, la calle

    son lugares de uso pblico, abiertos a todos.Del otro lado, el signo ms ostensible de loprivado, como apropiacin, es la clausura, lacerca. Algo puede ser pblico (en el sentidode no oculto o no secreto), desarrollarse a laluz y no ser pblico (en el sentido de accesi-ble o disponible para todos). Los cdigos decaballera, la fiesta barroca, la liturgia eclesis-tica, las prcticas cortesanas combinan visibi-lidad con algn tipo de clausura, apertura a la

    mirada y exclusin en cuanto a la disponibi-lidad. Antes de la instauracin del sufragiouniversal, el carcter pblico de los procesoselectorales (a pesar de tratarse de la designa-cin de una autoridad comn) no coincidacon su accesibilidad pblica. De alguna for-ma, este tercer sentido, que remite a la oposi-cin abierto-cerrado, es el que ms relacionapblico-privado con la dimensin de inclu-sin-exclusin.

    Si intentamos una revisin de los desliza-

    mientos en el significado de lo pblico, du-rante los ltimos aos, veremos que los tressentidos asociados a lo pblico se han articu-lado de manera variable y que esta diferentearticulacin no siempre ha estado presentecomo problema explcito en la reflexin te-rica. Tambin veremos cmo, desde los aossetenta, con la llamada crisis del Estado y el

    cuestionamiento de la ecuacin pblico-esta-tal, hemos asistido a sucesivos intentos deconstruccin de ese lugar de lo comn, lo visi-ble y abierto.

    Lgicas y lugares:

    Estado, mercado y sociedad civil

    En trminos estrictos podra pensarse quep-blico yprivado califican dos lgicas de la ac-cin y del inters; una que se gua por la con-secucin del bien comn, acta en funcin dereglas y principios generales, hace explcitossus valores y apunta a la universalizacin; yotra que se gua por el clculo individual, que

    busca la maximizacin del beneficio particu-lar y que defiende el derecho a sustraerse delcontrol pblico. En otro sentido, la dicoto-ma podra aplicarse a dos conjuntos de valo-res que orientaran esas lgicas de la accin ydel inters. Aunque estas lneas de razona-miento estn presentes en las aproximacionesque comparecen en la reflexin acerca de lopblico, pareciera que la bsqueda de unlugar de lo pblico (de ah la adjetivacin de

    un espacio o una esfera) ha acompaado la re-flexin desde sus inicios. Un lugar en el quelo comn y lo general se articulen con lo visi-ble y con niveles de accesibilidad ampliados.

    Durante mucho tiempo, el lugar de locomn y lo general se identific con la comu-nidad polticamente organizada o Estado. Merefiero a la idea de un sujeto o de un actorinstitucional privilegiado en los procesos dedesarrollo econmico, de promocin e inte-gracin social y de garanta jurdica. La figu-

    ra del Estado, como actor privilegiado de unaestrategia de desarrollo econmico nacional,se articulaba con la presencia de un referentesimblico ms o menos comn (Estado-na-cin, soberana), que orientaba los procesosde socializacin (educacin pblica), de per-tenencia ciudadana y de integracin simbli-ca; y por ltimo, con la idea clsica de mono-

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    polio de la violencia legtima y de la legalidadfrente al ejercicio privado de la violencia. Esdecir, la dimensin pblica estaba ligada a lapresencia de un substrato pblico-legal, ga-ranta de los derechos individuales y de la di-

    mensin privada, que resultaba al mismotiempo central en la coordinacin social, yque a travs de su articulacin con la idea denacin, era referente de la integracin sim-blica.

    Es ms o menos reconocido que esta ima-gen del Estado, para bien o para mal, entr encrisis, en parte por problemas que fueron ge-nerados en un perodo anterior. Tambin poruna crtica dirigida hacia una ineficiencia in-negable que, proviniendo de distintos frentes,

    termin confundiendo reduccin con debili-dad, racionalizacin con privatizacin. En suorigen, adems, por otro tipo de impugnacio-nes que surgieron de aquellas situaciones enlas que, efectivamente, Estado era igual a Es-tado autoritario, y donde el impulso antiau-toritario convergi con la cruzada antiestatal.Ello fue claro en la literatura poltica surgidade la cada de los socialismos reales y en lasprimeras etapas de transiciones a la democra-

    cia en Latinoamrica.Se produjo entonces, tambin en el deba-te poltico y acadmico, un desplazamientode lo pblico hacia la sociedad civil. Este res-tablecimiento de la sociedad civil como lugarde lo comn y lo general frente al Estado au-toritario tuvo su punto de partida en los lla-mados pases del Este y en el derrumbe de lossocialismos reales. Es all donde el compo-nente utpico de las grandes ideologas delsiglo XIX (la reduccin al mnimo, la reab-

    sorcin por parte de la sociedad y, en ltimotrmino, la extincin del Estado, presente enel liberalismo, el socialismo y el anarquismodel siglo XIX) pareci encontrar, en un pri-mer momento, su confirmacin histrica y suinstancia de realizacin. El Estado en ningnsentido poda identificarse con lo general nicon lo comn, y no garantizaba ni los espa-

    cios de libertad y seguridad ni el marco legalpara el desarrollo de planes de vida indivi-duales. Emergi as, la consigna de la socie-dad civil, oscuramente identificada con el an-ti-Estado cuando no con el mercado, con re-

    des difusas de solidaridad o con la defensa delo estrictamente privado.Este nuevo discurso de la sociedad civil,

    cuya imprecisin conceptual fue, en su mo-mento, proporcional a su capacidad de movi-lizar energas antiautoritarias dispersas, inclu-y algunas discusiones significativas ligadas ala concepcin que identificaba lo comn y logeneral con la figura del Estado. La ideamisma de lo general se haba desplazado: yano era el sustrato fundante, garanta, punto

    de arranque explicativo y sustento normativode las pretensiones individuales; sino que, enel mejor de los casos, lo comn y lo general setransformaron en problema a resolver a partirdel pluralismo y la diferencia. En el plano dela integracin social y cultural, en algunosdiscursos la exaltacin de la diferencia borrdel horizonte el tema del Estado, que volvi aser identificado, en clave libertaria, como elexpropiador y concentrador del poder social-

    mente producido. En los discursos de la so-ciedad civil prim la reivindicacin de la pri-vacidad (individuos y asociaciones en su ca-rcter privado) y de la pluralidad encarnadaen el asociacionismo. El conflicto real o po-tencial con los derechos individuales y la exis-tencia de una pluralidad de formas de vida hi-cieron que lo comn-comunitario y lo pbli-co-general aparezcan, en todo caso, como al-go a construir, no como algo dado.

    Por otra parte, la consolidacin del discur-

    so sobre la sociedad civil coincidi con unarevalorizacin del mbito de lo privado-mer-cantil y lo pblico evidenci su carcter pro-blemtico en un segundo sentido. As, la so-ciedad civil se transform en un lugar, distin-to del Estado y del mercado (pese a algunasconfusiones iniciales que volvieron a encon-trar en el mercado la anatoma de la sociedad

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    civil), donde confluyen los individuos y lasasociaciones en su carcter privado.

    La reivindicacin de la privacidad, de lapluralidad y del asociacionismo es un rasgocomn a todas las teoras de la sociedad civil.

    Ms variable y problemtico parece ser el pa-pel de la legalidad, del tipo de mediacin(con el Estado y el mercado) y de la publici-dad (en el sentido de visibilidad del ejerciciodel poder). Los tres primeros rasgos se articu-laron en contextos de lucha antiautoritaria enla consigna de la sociedad frente al Estado.Los otros tres rasgos, es decir, legalidad, me-diacin y publicidad, de los que nos ocupare-mos en adelante, aparecieron precisamentecomo problemas cuando a las euforias inicia-

    les les sucedieron problemas serios de gober-nabilidad, de institucionalizacin y de crea-cin de orden colectivo.

    De lo pblico no exclusivamente estatal

    a lo pblico social

    Sin nimo de una historia conceptual riguro-sa, aqu merecera especial mencin la proble-

    matizacin explcita de lo pblico-no estatal. Yello a partir de dos vertientes que tuvieronimpacto diferente en la reflexin poltica yacadmica. Nos centramos en ellas, porquetuvieron fuerza en los aos ochenta y noven-ta, tematizaban explcitamente lo pblico-noestatal y reivindicaban la centralidad de unespacio pblico autnomo aunque no obe-decan a las mismas lecturas de la reforma delEstado ni tuvieron las mismas aspiracionestico-polticas. Sin embargo, las tratamos

    conjuntamente en tanto marcan un momen-to importante en los deslizamientos concep-tuales de la dicotoma pblico-privado.

    1. Una vertiente de la reivindicacin de unespacio de lo pblico no exclusivamente esta-tal, que proviene del pensamiento poltico la-tinoamericano, intent recuperar el contenidoantiautoritario de las primeras invocaciones a

    la sociedad civil, tratando de distinguir estavocacin antiautoritaria de toda identificacincon el mercado. Aqu, el espacio de lo pblicoaparecer caracterizado como mediacin entreEstado y sociedad (no slo civil), como lugar

    de autorreflexin de esa sociedad, y como es-pacio de gestacin de comunidad poltica.En esta propuesta, esbozada desde los aos

    ochenta, el espacio de lo pblico aparece amenudo pensado estructuralmentecomo me-diacin entre sociedad y Estado. Desde unpunto de vista terico, esta funcin de me-diacin intentaba superar la distincin abso-luta entre lo estatalylo privado (esqueleto delos diagnsticos neoliberales ms simplistas).Se reivindicaba as una dimensin aparente-

    mente ausente en los programas progresistasen Amrica Latina: la dimensin de lo pbli-co (Portantiero 1989; Lechner 1991 y 1997).Frente a la alternativamercado o Estado, entrela mercantilizacin de todas las relaciones so-ciales y el protagonismo exclusivo de una fi-gura estatal que pareca haber agotado sus po-sibilidades, el espacio pblico se pens ini-cialmente como una esfera autnoma, esce-nario de la participacin social, lugar de des-

    pliegue de la argumentacin pblica y, en al-gunos casos, instancia de descentralizacin delas decisiones.

    El espacio pblico fue as pensado comobisagra entre sociedad (con sus componentesciviles, no cvicos y tambin inciviles) y Esta-do, y fundamentalmente como lugar de crea-cin de comunidad. Creacin de comunidadpoltica, de una polis no fundada ni en la tra-dicin ni en una base tnico-religiosa ni enncleo sustantivo valorativo, sino en un con-

    junto de instituciones y valores que constitui-ran una suerte de hogar pblico, el logro deun lugar comn.

    Segn este diagnstico, que puso el nfasisen la creacin de comunidad ciudadana y enel problema de la integracin social, el dilemade la democracia en Latinoamrica pasabapor encontrar una legitimacin de orden.

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    Esto, a travs una integracin normativa, enun momento en que la eficiencia econmicaexiga medidas que impulsan la desintegra-cin social. Algo as como una insuficiente ydolorosa integracin sistmica que atentaba

    contra la integracin social.El argumento pareca basarse en que lana-cin como valor integrador estaba en crisis oque era insuficientemente moderno, al afir-mar un principio de unidad ms all de laeleccin y de la autonoma individual. Entodo caso, ni el mercado, como mecanismonatural, ni la nacin, como comunidad pre-constituida, lograban conjurar el fantasma dela desintegracin ni equilibrar los mecanis-mos de exclusin socialmente producidos. La

    bsqueda de lo pblico era tematizada, a vecescomo demanda de sentido, como necesi-dad de pertenencia, como respuesta a losproblemas de desafeccin poltica o desen-canto democrtico. Este temprano diagnsti-co vera en la necesidad de afirmar una iden-tidad colectiva, un conjunto de certezas com-partidas, valores comunes y referencias unita-rias, una demanda por lo pblico. Esta de-manda de sentido, a la que el Estado-nacin

    ya no poda dar respuesta, estaba disponiblepara canalizarse a travs de los fundamentalis-mos de todo tipo o de los rebrotes populistas.La incertidumbre de futuro, la inseguridadpersonal y colectiva, los riesgos percibidos co-mo peligros cotidianos tornaban ms fuerteesa demanda de pertenencia colectiva, en unmomento en que el Estado se dilua como re-ferente del futuro colectivo y personal.

    Se trataba entonces, de dar nuevo cauce aese espritu de civilidad a travs del fortaleci-

    miento del espacio pblico, pensado ante to-do como espacio comn y como espacio deaparicin. El espacio pblico era entendidoentonces como lugar de gestacin de una co-munidad basada en el reconocimiento mutuoy de emergencia para la presencia visible ymanifiesta de los ciudadanos, en principio ac-cesible a todos.

    Para este diagnstico, que ser continuadoen reivindicaciones ms contemporneas deun espacio pblico cvico o republicano, lamodernizacin profundiza el proceso de frag-mentacin social (cuestin que apenas si apa-

    rece en la vertiente que analizaremos luego).Se requera entonces, ms que nunca, de unaintegracin compensatoria frente a los lmitesde la racionalidad tcnico instrumental delmercado y de la lgica burocrtica. Esta lti-ma no aparece como el mal a combatir conpropuestas gerenciales ms cercanas a la lgi-ca de mercado, sino, en todo caso, como unaforma insuficiente, pero necesaria de coordi-nacin social (Lechner et al. 1999). El espaciopblico sera as lugar de expresin de la so-

    ciedad plural, de sus aspiraciones, valores,propuestas. Lugar de automediacin de la so-ciedad con un Estado entendido como n-cleo regulador en el que las distintas alterna-tivas generadas en la sociedad puedan tenerexpresin (ibid.:156).

    As, la reafirmacin del espacio pblicovena a encauzar la promesa de soberana po-pular, la demanda de sentido y la bsquedadel lugar de lo comn (Canovan 1999:26).

    La cara pragmtica de la democracia seguaencarnada en el sistema poltico, en las insti-tuciones formalizadas, en los polticos profe-sionales y en la poltica como empresa de in-teresados. Por ello, esta reivindicacin del es-pacio pblico como lugar de ejercicio de laciudadana, en un lenguaje con pretensionesnormativas, pero sociolgicamente sensible ypolticamente realista, no se eriga como al-ternativa a la poltica profesionalizada ni a lasdiferentes configuraciones burocrticas ni,

    por supuesto, al Estado.2. Para una segunda vertiente, en cambio,

    ms presente en la literatura sobre polticaspblicas y en algunos discursos de la sociedadcivil, lopblico-no estatalaparece como alter-nativa explcita al llamado Estado social-bu-rocrtico, que se caracterizaba en esos aoscomo social, porque buscaba garantizar los

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    derechos sociales y promover el desarrolloeconmico, burocrtico porque lo haca a tra-vs de un sistema formal-impersonal basadoen la racionalidad instrumental para ejecutardirectamente esas funciones sociales a travs

    del empleo de servidores pblicos (Bresser yCunill 1998:5). Esta vertiente, presente sobretodo en el rea de la reforma del Estado y dela administracin pblica, se entrecruz conreflexiones tericas de ms amplio alcance so-bre la llamada sociedad civil y con algunos delos problemas relevados por la perspectiva an-terior, hasta el punto que, en algunas versio-nes esta reivindicacin de lo pblico-no esta-tal aparece como la carta de ciudadana pol-tica y administrativa de la sociedad civil.

    Vista con la distancia de los aos, en estarecolocacin de lo pblico en la sociedad civilparecieron convergir dos aspiraciones ligadasal antiestatismo de las grandes ideologas de-cimonnicas: la idea (cara a la izquierda) deuna sociedad repolitizada que se emancipa dela tutela estatal, como poder ajeno y hostil ala vida social, y la idea de corte liberal que vis-lumbra en toda accin estatal una interferen-cia indebida en el libre juego de las fuerzas so-

    ciales y que en ese sentido, remite vagamenteal mercado como principio de orden autoor-ganizado. Es interesante notar cmo se arti-cularon, a veces de manera paradjica, las ne-cesidades de una modalidad ms eficiente deadministracin pblica con la defensa de laparticipacin ciudadana. Dicho de otro mo-do, en este tipo de discursos se confundieron:a) los procesos de democratizacin que se ins-criben en el nivel del rgimen poltico (divi-sin de poderes, papel de ejecutivo, represen-

    tacin poltica, etc.); b) los procesos de deses-tatizacin (que abarcaron diferentes nivelesde lo social y que estaban presentes en las re-flexiones acerca de la desintegracin y frag-mentacin social); y c) la reforma de un Es-tado, entendido como aparato de administra-cin pblica (Cavarozzi 1997), en su dimen-sin exclusivamente burocrtico-autoritaria.

    Democratizacin, desmantelamiento del Es-tado y reforma administrativa se confundie-ron en un proceso que mostrara despus di-ferentes grados de irreversibilidad.

    Este ltimo punto, el de la reforma admi-

    nistrativa, fue presentado en este caso comouna reforma tcnica, exigida por la moderni-zacin y el desarrollo tecnolgico, relativa-mente neutral ante las opciones polticas enconflicto en torno al desarrollo o disminu-cin de la extensin y grado de universalidadde los servicios pblicos, econmicos y socia-les (Narbondo 2008; Rabotnikof 2001;Hood 1991). Lo pblico-no estatal aparecacomo una forma no privada ni estatal de eje-cutar los servicios sociales garantizados por el

    Estado: organizaciones de servicio pblicooperando en el rea de la oferta de salud,educacin y cultura, con financiamiento delEstado. Se parta de la base de que lo que esestatal es, en principio pblico, pero que lopblico puede no ser estatal, si no hace partedel aparato del Estado (Bresser y Cunill1998). Estas organizaciones de la sociedad ci-vil no coincidan con los agentes polticostradicionales, pero eran pblicas porque esta-

    ban volcadas al inters general (lo comn atodos), en tanto constituan el espacio departicipacin ciudadana en los asuntos pbli-cos (apertura a la participacin) y en tantoejercan control pblico (visibilidad comocontrol social). El Estado no desapareca delhorizonte de esta dimensin pblico social(ms adelante se producir el trnsito de lopblico social, no estatal a lo pblico-anties-tatal) pero se reivindicaba una relacin con-tractual con las agencias prestadoras de servi-

    cios pblicos que, progresivamente autono-mizadas, se orientan a satisfacer a los usuarioso los consumidores. Esto supona una trans-formacin del sistema de reglas y directivasinternas de las burocracias estatales, tendien-do a disminuir la rigidez reglamentaria y legalpropia de los sistemas clsicos (Narbondo2008).

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    Desde el punto de vista poltico, si bien separta de la crisis del Estado keynesiano debienestar (como un dato), la reforma apunta-ba slo al lado burocrtico del Estado social-burocrtico. As se supona que era compati-

    ble por lo tanto, con polticas de desarrolloeconmico y de integracin social (el plura-lismo societal parece producir diferenciaspero no fragmentacin), que coincida con launiversalizacin de los derechos econmicos,sociales y culturales (Canto 2005). Adems,era directamente compatible, cuando no elequivalente, de una integracin simblica detipo ciudadano. En la reivindicacin de estesector pblico-no estatal, a menudo esta inte-gracin apareca como sinnimo de ciudada-nizacin de la poltica (en oposicin a los ac-tores polticos y poltico-estatales tradicio-nales).

    Sera prematuro diagnosticar el fracaso dela sociedad civil, as como hace unos aos sedecret el fracaso del Estado. Ambas con-signas son, en ltima instancia, eso: consig-nas. Sin embargo, los entusiasmos polticosiniciales y las potencialidades tericas delconcepto de sociedad civil se vieron cuestio-

    nados desde diferentes ngulos. En primerlugar, se puso en evidencia que el concepto desociedad civil encerraba contenidos normati-vos terriblemente exigentes (en cuanto a pre-sencia ciudadana, vigencia de la legalidad,tradicin asociativa, civilismo, etc.) y que ellono era fcilmente traducible en un conceptooperativo para cualquier sociedad. En segun-do lugar, en algunos casos dolorosos, el aus-picioso retorno de la sociedad civil culminen la desgarrante guerra de todos contra to-

    dos. En tercer lugar, en contextos no signadospor la violencia desenfrenada, de todos mo-dos, la reivindicacin de la sociedad civil seexpres en una proliferacin de demandasfragmentarias sin referentes generales, en laexaltacin de la diferencia sin que pudiera ar-ticularse unapoltica de las diferencias. Pero,de manera ms importante, el concepto y la

    apelacin a la sociedad civil sufrieron un des-prestigio importante en funcin del desempe-o poltico surgido de aquel doble origen. Esdecir, el de su asimilacin, por un lado, a unasociedad civil de mercado y su dinmica, en

    virtud de una lgica privatista; y el de suidentificacin, por el contrario, con una lgi-caautomticamentepblica, es decir, orienta-da hacia el inters general, potencialmente in-cluyente a partir de la adhesin voluntaria ydel funcionamiento abierto y pblico.

    La redefinicin de lo pblico y

    la bsqueda de un lugar comn

    La denominada apertura del horizonte post-liberal parece traer consigo, ms que unanueva reflexin sobre lo pblico, una redirec-cin de esa bsqueda del lugar comn. Se po-dra decir que estamos asistiendo a la redefi-nicin de varias lneas. En primer lugar, a lamaduracin de un proceso de desatanizacindel Estado, ya iniciado unos aos atrs. Estosupone volver a una concepcin amplia, queincluye no slo el aspecto burocrtico, sino su

    dimensin legal, su papel en el desarrollo eco-nmico y social, y su reubicacin como refe-rente simblico. En segundo lugar, a una re-definicin del espacio pblico (entendidocomo esfera pblica) que parece desprendersede su adherencia al Estado o a la sociedadcivil, para ser pensado, en trminos ms ge-nerales, como un espacio de comunicacinglobal. Espacio donde confluyen medios decomunicacin nacionales y globales, opininpblica, actores sociales y polticos, y Estado

    (en sentido ampliado). Por ltimo, a un re-torno de la nocin de proyecto (de pas o denacin), una orientacin poltica hacia el fu-turo (que haba desaparecido del horizontepoltico en las dos ltimas dcadas) que re-quiere la invocacin a algn tipo de comuni-dad poltica y parece redefinir los mapas deesa bsqueda del lugar comn.

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    En realidad, la recuperacin de la figuraestatal, en las vertientes ms clsicas de la tra-dicin liberal y republicana, comenz desdehace tiempo. Se trat, en este caso, de rela-cionar ms directamente el debilitamiento del

    espacio pblico (como espacio de ejercicio delos derechos polticos y civiles) con el virtualdesmantelamiento del Estado. En esta pers-pectiva, los aspectos de desregulacin econ-mica y de limitacin de las funciones del apa-rato estatal fueron puestos en relacin con eldebilitamiento del Estado como orden legalsobre un determinado territorio (ODonnell1997). La crisis del Estado como orden jur-dico vigente en un determinado territorio serelacionaba as con la crisis de lo pblico. El

    virtual desmantelamiento del Estado comoorden jurdico, se deca, en lugar de fortalecera la sociedad civil, pona en peligro la nocinmisma de ciudadana. En aquel diagnstico,lo pblico se relacionaba con la plena vigen-cia del Estado de derecho y su erosin, con laausencia de las garantas bsicas a los derechosy con la fragilidad del orden legal para tornarprevisibles las acciones y orientar el clculosocial. La ciudadana se pone en juego, por

    ejemplo, cuando en una relacin contractual,si una de las partes considera tener legtimomotivo de queja puede o no recurrir a la in-tervencin de una agencia pblica legalmentecompetente de la que pueda esperar un trata-miento justo para decidir la cuestin(ODonnell 1997:56). Esta capacidad de re-currir al orden legal y a las agencias especiali-zadas marcaba esta dimensin inherentemen-te pblica de las relaciones privadas.

    Los procesos de perversa privatizacin de

    lo pblico que se expresan en la corrupcin,en las formas de patrimonialismo y clientelis-mo eran signo de la crisis del Estado entendi-do como orden legal y de atomizacin de lasociedad. Vulnerado el ejercicio del control yla responsabilidad pblica, la distincin entrelas esferas del inters pblico y el privado sevuelve borrosa.

    El fortalecimiento de lo pblico se pensen esta lnea, como fortalecimiento de las ins-tituciones del Estado de derecho, separacinde poderes, alcance y efectividad del poder

    judicial. Este diagnstico recuperaba a la pu-

    blicidad como limitacin del arbitrio indivi-dual, en la referencia al gobierno e imperio dela ley. En algunos pases de Latinoamrica, elEstado se habra vuelto incapaz de proporcio-nar los bienes pblicos puros (defensa, segu-ridad, justicia, administracin) que remiten alos roles constitucionalmente fijados.

    Esta reivindicacin de la dimensin pbli-ca del Estado, entendida como vigencia delorden legal en un determinado territorio, enocasiones sirvi para legitimar una apelacin

    casi ritual al Estado de derecho, cuando no asu recuperacin exclusivamente en trminosdel monopolio de la fuerza legtima. La etapasiguiente incluy la revisin del Estado comoburocracia y como agente del bien comn.Estas dos dimensiones se relacionan en la re-cuperacin del problema del desarrollo comoen las nuevas propuestas de reforma estatal.Es interesante notar que en general, en esteabanico de propuestas se diluye un tanto el

    trmino sociedad civil y reaparece en cambio,la referencia a la nacin y al papel del Estadoen una estrategia nacional de desarrollo. Des-de el punto de vista conceptual, la nacinaparece conformada por clases y sectores declase y en casi todas ellas, an en las ms mo-deradas, se afirma que las instituciones que larepresentan no pueden limitarse a garantizarla propiedad privada y el cumplimiento de loscontratos. El Estado debe volver a pensarsecomo el instrumento por excelencia de la ac-

    cin colectivay que por ello debe serfuerte, s-lido y con capacidad de accin.

    Ladimensin pblica del Estado de la etapaanterior se ampla: ya no slo aparece comogarante de la dimensin privada sino tam-bin, como foco de identidad colectiva paralos habitantes de su territorio. Un Estado parala nacin, invita al reconocimiento generaliza-

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    do de un nosotros que cree o recree una iden-tidad colectiva que estara por encima o debe-ra prevalecer sobre conflictos y clivajes socia-les (ODonnell 2006:66). Tambin pareceredefinirse el alcance del Estado en la globali-

    zacin: El Estado (debe tambin ser pensa-do) como filtro que trata de regular cuanabiertos o cerrados estn los diversos espaciosy fronteras que median entre el adentro y elafuera del territorio y de la poblacin(ibid.:67). En algunos de nuestros pases seencara unatransicin estatal en la que se de-baten nuevas formas de participacin poltica,de descentralizacin y de creacin de espaciospara la forja deproyectos nacionales, en los quese contemplan diferentes formas de encauzar,

    o no, la tensin entre poltica institucionalconcentrada en el sistema de partidos y la po-ltica en las calles (Mayorga 2006).

    La bsqueda del lugar comn se desplazaentonces hacia nuevas formas de comunidad.Ests pueden ser pensadas sobre una base deciudadana ms o menos clsica, que incor-poran ahora la dimensin de la ciudadanasocial y cultural; la cual sigue apuntando a unnosotros cvico, pero que, sin embargo, debe

    ahora incluir cuestiones de consenso sobre elpasado y sobre el futuro, y articularse en tr-minos de proyecto de pas (Garretn2003:1). En otras soluciones, esa comunidadapela a la idea de nacin, recuperando el prin-cipio discursivo de lo nacional-popular o, enversiones aparentemente difciles de conciliar,de lo multinacional o plurinacional. Podrapensarse que la antigua idea del espacio p-blico como bisagra entre sociedad y Estado,como lugar diferenciado respecto del Estado

    y del mercado, como espacio de bsqueda decomunidad y como lugar del debate abierto,se desplaza hacia figuras donde comparecenactores tradicionales y no tradicionales; lugaren que se ponen en juego visiones de nacio-nalismos de Estado, visiones multiculturalis-tas (que reivindican un Estado multinacio-nal) y visiones liberales ms clsicas.

    Alguna vez se dijo que la reivindicacin delo pblico, haba servido como respuesta allado ms plausible del diagnstico neoliberal(crtica al autoritarismo y a la burocratiza-cin, a las polticas pblicas sin pblico, a la

    ineficiencia de la gestin, a la corrupcin, alocultamiento y el secreto de Estado). Lo p-blico, encarnado en la sociedad civil o en unespacio ciudadano autnomo, pudo erigirsefrente a un Estado colonizado por los intere-ses privados, frente a una prctica estatalatrincherada en el secreto; y tambin, frente aun Estado cuyo papel en las polticas redistri-butivas y de inclusin, las derechas nunca ha-ban valorado y las izquierdas haban denun-ciado por reformistas1. Esa reivindicacin

    tuvo, entre otras, la virtud de obligar a discu-tir y complejizar nociones como bien comn ointers generaly la de ligar lo pblico a la ideade una pluralidad de espacios donde poda es-cenificarse, en forma visible y abierta, el ca-rcter problemtico de aquello que podaconsiderarse comn a todos.

    Pero tambin, llev a pensar que esos es-pacios de lo pblico, diferenciados del Estadoy del mercado podran, en ltima instancia,

    remplazar a ambos. En cierta retrica polti-ca, esa nueva forma de pensar lo pblico sir-vi slo para movilizar energas antiliberales,para reconducir antiguos impulsos antiestata-les o para reeditar utopas de la sociedad au-torregulada. En ocasiones, se volvi a buscarlo pblico-comn-comunitario en comuni-dades imaginadas a partir de identidades cul-turales homogneas, que impondran deberesde solidaridad por encima o ms all, de losderechos y garantas individuales. Otras ve-

    ces, al revs, la crtica llev a la defensa, sinmediaciones institucionales ni colectivas, delindividuo-ciudadano. En otras, una especiede invocacin simplificada a la soberana po-

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    1 Ya Hirschman (1991) en sus Retricas de la intransi-genciahaba sealado la confluencia argumental, con-tra la vocacin reformista, de cierta izquierda y decierto pensamiento conservador.

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    pular llev al cuestionamiento automtico delsistema poltico. Al revs, desde una idea es-trecha de la dimensin pblica del Estado, enocasiones se vio en toda expresin externa a lapoltica, una amenaza a la estabilidad y la le-

    gitimidad de lo pblico-slo estatal.Los esfuerzos ms reflexivos tratan de vol-ver ms compleja esa bsqueda del lugarcomn. Uno de los desafos que supone re-pensar lo pblico parte de reconocer que enese espacio concurren formas de organiza-cin, de comunicacin, de construccinidentitaria que no pueden resolverse con unapura exaltacin de las diferencias o con unafcil celebracin del consenso. Tambin signi-fica reconocer, en trminos de globalizacin,

    que las restricciones impuestas al conceptotradicional de soberana o el reconocimientode nuevas formas de accin colectiva supra- otransnacionales, no implican dar por muertaslas fronteras jurisdiccionales de los Estados.

    En la hiptesis de ese lento dibujarse delllamado horizonte post-neoliberal quedapor ver cmo esto incidir en el otro elemen-to que conform el diagnstico de la pocaanterior: aquel que refera a la prdida de cen-

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