ARTICULOS DE ANTONIO GARCIA-TREVIJANO EN EL PAÍS 1985

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ARTÍCULOS ANTONIO GARCÍA-TREVIJANO EL PAÍS 1985

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ARTICULOS DE ANTONIO GARCIA-TREVIJANO EN EL PAÍS 1985

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  • ARTCULOS

    ANTONIO GARCA-TREVIJANO

    EL PAS

    1985

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    LA RUPTURA DEMOCRTICA/1 ............................................................................................. 3

    LA RUPTURA DEMOCRTICA/2 ............................................................................................. 5

    LA RUPTURA DEMOCRTICA/3 ............................................................................................. 7

    LA REFORMA OLIGOCRTICA/1 DE LA ESPAA DIFERENTE A LA ESPAA INDIFERENTE... 10

    LA REFORMA OLIGOCRTICA/2 EL REFERNDUM SOBRE LA OTAN.................................... 13

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    LA RUPTURA DEMOCRTICA/1

    EL PAS, 25 de junio de 1985

    ANTONIO GARCA TREVIJANO

    Un sistema poltico como el actual, que silencia el pasado de donde procede, se afirma como realidad presente en la misma medida que se niega como virtualidad futura. Relatar ese pasado entraa, pues, un acto de rebelda contra un presente sin origen y contra la ley del silencio, tcitamente aplicada, sobre los antecedentes de las organizaciones y de los hombres polticos que lo han fraguado. Es la primera vez, desde el inicio de la transicin, que se aborda en pblico el tab de la ruptura democrtica, y se hace por una voz que disiente de las instituciones y de las ideas consensuadas. Voz ciertamente aislada, pero segura de que nicamente del disentimiento puede surgir la novedad, sea en la ciencia o en la poltica. La expresin ruptura democrtica fue el lema que adopt la oposicin al rgimen franquista a comienzos de la dcada de los setenta como consigna para la movilizacin pacfica de las masas por sus libertades y como descripcin de sus objetivos polticos fundamentales: eleccin popular de la forma del Estado y de la forma de gobierno.

    Como consigna cumpli adecuadamente su cometido. Alrededor de tres millones de espaoles se movilizaron, mediante huelgas y manifestaciones pacifistas, bajo los auspicios de esta frmula feliz.

    Pero, como descripcin de la finalidad poltica perseguida, la frmula no pudo ser ms desgraciada. En el momento culminante de la accin emprendida, cuando la vida poltica de Espaa, incluida la de las instituciones oficiales, giraba en torno a la iniciativa y a la estrategia de la ruptura democrtica, bast el simple ofrecimiento de la legalizacin a algunos partidos y la celebracin del referndum sobre la reforma poltica para que desaparecieran como por encanto la iniciativa de la oposicin y el significado que hasta entonces haba tenido la expresin ruptura democrtica. La iniciativa pas a manos del Gobierno Surez, y el significado de la ruptura fue explicado como ruptura pactada y como reforma rupturista. La descripcin de la frmula sucumbi a manos de su explicacin.

    La transicin

    La iniciativa poltica, ya en manos del presidente Surez, fue exclusivamente empleada en acomodar la clase poltica y la clase burocrtica a una nueva situacin de libertades pblicas. A este fenmeno, que tiene una doble trascendencia, formal y material, se le llama transicin poltica. En cuanto a la forma, la transicin de la dictadura a la democracia se realiza dentro de la matriz institucional del franquismo, otorgando a los gobernados, en referndum, una Constitucin, una forma de Estado y una forma de gobierno pactadas con los principales partidos de la oposicin y con personalidades de Catalua y del Pas Vasco. La legalidad del franquismo pacta con la legitimidad democrtica de la oposicin. En cuanto al fondo, es decir, respecto a la cuestin del poder, la transicin mantiene intacto, aunque ms internacionalizado, el papel predominante del capital financiero, pero sustituye la anterior hegemona del Movimiento Nacional por la del PSOE, que realiza hoy la doble funcin de asegurar las libertades ciudadanas y el predominio del capital financiero.

    Explicar cmo fue posible este malabarismo de la clase poltica, este acto de ilusionismo, realizado a la vista de las masas movilizadas, de convertir la paloma de la ruptura en el conejo de la reforma, es el tema de este artculo.

    No me parece explicacin adecuada, por insuficiente, la del oportunismo poltico de los dirigentes de los partidos democrticos, ni siquiera fundndolo en el oportunismo social de sus bases.

    El oportunismo no puede dar una respuesta plausible a estas dos cuestiones: Por qu abandonaron voluntariamente la iniciativa poltica los dirigentes de las organizaciones democrticas, entregndola al Gobierno Surez? Por qu las bases sociales de sus organizaciones democrticas lo toleraron? Para comprender este singular fenmeno es necesario recordar la naturaleza de la crisis, que provocaba la ineficiencia del rgimen, y la

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    naturaleza de los dos modelos de transicin a la libertad poltica que entraron en pugna.

    Respecto a la naturaleza de la crisis, la Junta Democrtica insisti siempre en calificarla no como una simple crisis de Gobierno, sino como una verdadera crisis de Estado, es decir, institucional o de autoridad. Por esta razn tuve que acuar la expresin poderes fcticos para referirme, en los escritos de la Junta y de la Plataforma, a las instituciones no polticas del rgimen, el poder militar y el poder judicial principalmente, que habran de estar presentes en el proceso constituyente de la reestructuracin democrtica del Estado. Hoy nadie puede dudar de que aquel diagnstico fue certero.

    El modelo de la oposicin

    En cuanto al tratamiento de la crisis, a la naturaleza del modelo de transicin, la oposicin propuso la ruptura democrtica, que implicaba: 1. La formacin de un Gobierno provisional en el que participaran los partidos, los poderes fcticos, las plataformas unitarias de Catalua y del Pas Vasco y el capital industrial. 2. La derogacin inmediata de todas las leyes polticas de la dictadura y el reconocimiento simultneo de todas las libertades democrticas y de los estatutos de autonoma que estuvieron en vigor. 3. La eleccin por sufragio universal de la forma de Estado (monarqua o repblica; Estado central, de autonomas o federal), y de la forma de Gobierno (presidencialista o parlamentario), tras un perodo de ejercicio de todas las libertades democrticas. 4. Las elecciones generales como final del proceso constituyente del nuevo Estado. El rgimen franquista opuso a este modelo de transicin el de la reforma poltica, que implicaba: 1. La conduccin del proceso por el Gobierno del rgimen en crisis, formado con representantes del Movimiento Nacional, del capital financiero y del Ejrcito. 2. El reconocimiento sucesivo, y no simultneo, de las libertades y autonomas regionales. 3. Las elecciones generales como iniciacin del proceso. 4. La imposicin a los gobernados de la forma monrquica del Estado de las autonomas y de la forma parlamentaria de gobierno.

    Estos dos modelos, el de la ruptura y el de la reforma, no eran simplemente dos mtodos distintos para llegar a una misma meta, sino dos caminos opuestos que conducan a resultados polticos incompatibles.

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    LA RUPTURA DEMOCRTICA/2

    EL PAS, 26 de junio 1985

    ANTONIO GARCA TREVIJANO

    Cuando se trata de elegir entre dos modos de accin poltica entre s incompatibles, como efectivamente lo eran la ruptura y la reforma, la historia y la lgica tienen demostrado que es imposible un entendimiento intelectual entre los defensores de uno u otro modelo. Los criterios de racionalidad y de moralidad intrnsecos a cada uno de ellos ni siquiera son intercomunicables, porque falta la referencia comn a un mismo fin que proporcione el criterio de la mayor o menor adecuacin o coherencia de los medios propuestos. En el dilema entre reforma o ruptura surge, pues, indefectiblemente, el problema de su inconmensurabilidad. Si se produce un consenso o pacto entre los partidarios de la reforma y los partidarios de la ruptura, las bases de este pacto sobre lo inconmensurable han de ser forzosamente de naturaleza metaintelectual y metatica. Por ello es tan difcil explicarlo en trminos racionales o morales.

    A falta de una instancia suprainstitucional a quien someter el conflicto inconmensurable, ste no puede ser superado ms que por la va de la sucesin temporal o por la va de la persuasin.

    A la primera va acude, por ejemplo, Rosa Luxemburgo, cuando transforma el dilema revolucin o reforma en la consigna reforma y revolucin. Lo caracterstico de esta va es que los partidarios de la revolucin no combaten la reforma, pero tampoco participan en ella. Es evidente que los defensores de la ruptura democrtica no tomaron esta va, al entregarse de lleno a la reforma y al renunciar a los objetivos ltimos de la ruptura: eleccin democrtica de la forma del Estado y de la forma de gobierno.

    La segunda va de resolucin del conflicto, la va de la persuasin, es la ms habitual cuando la crisis poltica no va acompaada de una crisis social ms profunda. Esta va conoce histricamente dos variantes: la persuasin de los dirigentes y la persuasin de las masas.

    Los partidarios de la reforma, al estar situados en las instituciones del poder en crisis, pueden persuadir a los dirigentes de la ruptura, pero no a las masas. Los partidarios de la ruptura, sin poder burocrtico, no pueden persuadir a los defensores institucionales de la reforma, pero s a las masas que anhelan el cambio. En las negociaciones de pasillo persuaden siempre los reformistas.

    Aparentemente, la originalidad de la transicin poltica espaola ha consistido en la hibridacin de las dos persuasiones: el Gobierno persuade a los dirigentes de la oposicin en favor de la reforma, y stos persuaden a las masas de que se trata de una ruptura pactada. Digo aparentemente, porque esta es la opinin generalizada, pero la verdad histrica es otra.

    Como la causa y la tcnica de estas dos persuasiones han sido distintas, conviene tratarlas por separado. Y, a pesar de que en el orden temporal fue primera la persuasin de los dirigentes y luego la de las masas, en el orden intencional la persuasin de las masas fue un prius, un presupuesto de la persuasin de los dirigentes. Por ello la explicar en primer lugar.

    Persuasin de las masas

    Las masas pudieron ser persuadidas a favor de la reforma por una causa fundamental y por una razn tcnica. La causa: su falta de informacin sobre el mtodo y las finalidades concretas de la ruptura democrtica. La razn tcnica: que fueron llamadas a las urnas antes de haber experimentado las libertades polticas.

    La ignorancia poltica de las masas populares, e incluso de sectores sociales cualificados por su preparacin tcnica, fenmeno inherente a todas las dictaduras, fue aprovechada con habilidad por la propaganda reformista de los medios de comunicacin estatal y privados para difamar a la ruptura presentndola como un proyecto puramente destructivo del partido comunista.

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    Frente a esta manipulacin de la opinin, las masas y los cuadros profesionales, que se haban movilizado por la ruptura democrtica, carecan de respuestas constructivas, porque sus dirigentes no les haban transmitido el programa alternativo que contena esa consigna, ms all de la idea general de libertades y de Gobierno provisional.

    La propaganda de los reformistas fue facilitada, adems, por la propia estructura semntica de la frmula ruptura democrtica. En ella, el nfasis est en el modo democrtico de realizar la destruccin de las instituciones existentes, y no en el modo, tambin democrtico, de construir las nuevas.

    La debilidad de esta expresin hay que achacarla a mi impericia como publicitario y no a la de quien me la inspir. Un filsofo de la ciencia al que siempre rendir homenaje de admiracin y gratitud, porque, con sus conceptos sobre la ruptura de paradigmas y sobre la estructura de las revoluciones cientficas, me ense el paralelismo realmente existente entre la manera como se realiza el progreso en la ciencia y en la poltica. Su idea de la ruptura paradigmtica, en perodos de crisis de la ciencia normal, la transform yo en la idea de la ruptura democrtica como mtodo de superacin de la crisis poltica. Me estoy refiriendo a Thomas S. Khun, cuya obra fundamental conoc en 1968.

    El peligro de las libertades

    Ahora bien, para la persuasin de las masas a favor del proyecto poltico de la reforma era necesaria, pero no suficiente, la difamacin de toda alternativa que no fuera la de continuismo o reforma liberal de la dictadura. No suficiente, porque exista el peligro de que el ejercicio de las libertades que la reforma estaba dispuesta a conceder diese a los gobernados la conciencia y el conocimiento poltico de sus intereses, que usaran para apartar de la escena a las instituciones y a los hombres que los haban oprimido. Para conjurar este peligro era obvio que los reformistas del rgimen utilizaran el recurso tcnico de convocar elecciones generales antes de que las masas populares pudieran salir del estado de ignorancia poltica en que las tena sumidas la dictadura.

    Lo que no era lgico es que esta peticin de elecciones partiera d toda la oposicin democrtica, a excepcin del partido comunista, que an no estaba legalizado. Si esta oposicin pretenda cambiar una larga dictadura por un Estado democrtico, lo consecuente era impedir que las masas fuesen llamadas a las urnas hasta que hubiesen experimentado las libertades durante un perodo razonablemente corto, pero de intensa vida poltica, que es el nico modo de formacin poltica de los pueblos. Si Tocquville tuviera que caracterizar la historia de esta transicin dira que los espaoles prefirieron las elecciones a las libertades".

    Y esta es, en efecto, una de las notas esenciales que distinguen en todos los procesos de cambio poltico a un proyecto reformista de un proyecto constituyente del Estado. Las elecciones generales son el ltimo acto de la excepcionalidad poltica que supone el proceso constituyente de una nueva estructura del Estado, y el primer acto de la nueva normalidad poltica. Aqu se hizo al revs.

    Las elecciones generales fueron convocadas como acto de poltica normal que deba abrir y desarrollar un proceso poltico excepcional. Desde el punto de vista de la democracia, estas elecciones eran prematuras, aunque oportunsimas para que el trnsito hacia las libertades fuese gobernado por los hombres de las instituciones dictatoriales que las haban reprimido. Fueron ellos los que ensearon al pueblo espaol las excelencias de la libertad y de la democracia, con la misma fe y convencimiento con que poco antes les haban enseado las excelencias del mando y la dictadura.

    No es extrao que, despus, las masas democrticas permanecieran pasivas mientras sus lderes estaban secuestrados el 23 de febrero y se desbordaran de indignacin cuando el peligro haba pasado. Este es el resultado al que son reducidas las masas cuando sus lderes cambian de ideas para seguir mandndolas. Y, en esta situacin, quedan a merced de quienes controlan el dinero para la propaganda electoral y para la financiacin de las empresas periodsticas y de encuesta social, porque, en ltimo trmino, son ellos los que imponen la imagen y la conducta de una clase poltica., que se subordina dcilmente a la opinin de los medios de comunicacin, que es presentada como opinin pblica.

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    LA RUPTURA DEMOCRTICA/3

    EL PAS, 27 de Junio de 1985

    ANTONIO GARCA TREVIJANO

    Explicada la causa y el mecanismo de la persuasin de las masas a favor de la reforma, estamos en condiciones de comprender mejor la persuasin de los dirigentes de los partidos democrticos, que ha sido mucho ms compleja. Decir que lo que persuadi al lder del partido comunista fue la legalizacin de su partido, y que lo que persuadi al equipo dirigente del PSOE fue el sistema proporcional con listas cerradas, es caer en la circularidad del razonamiento que estoy tratando de evitar. Este razonamiento tautolgico hay que romperlo planteando ya la autntica cuestin: Por qu pensaron los dirigentes del PSOE y del partido comunista que sus respectivos partidos ganaran ms con el mtodo de la reforma rupturista que con el de la ruptura democrtica?

    Unos y otros tenan el suficiente conocimiento poltico para saber que el modo de alcanzarla condiciona la naturaleza y la autenticidad de la democracia, y que sta sera incompleta y de orden subalterno si se alcanzaba por la va de la reforma. Es claro tambin que unos y otros actuaron por patriotismo de partido. Pero existe el hecho indiscutible de que para pactar y para justificar el pacto con quienes antes los haban reprimido cambiaron tan radicalmente sus ideas como en el otro bando haban hecho sus antiguos represores. El claro oportunismo de este cambio repentino hay que explicarlo, en concreto, contestando a la siguiente especificacin de la cuestin planteada: Por qu creyeron que sus respectivos partidos ganaran ms con un poder subalterno y aparente, logrado fcilmente a travs de la reforma, que con un poder autnomo y real a travs de la menos fcil ruptura?

    Las explicaciones del gnero "ms vale pjaro en mano" pueden ser vlidas, con ciertas restricciones, para el partido comunista, pero no para el PSOE, que no necesitndolo fue el primero en decidir acogerse a la oferta de Fraga de pasar por su ventanilla, cosa que no lleg a realizar porque le sorprendi la cada del Gobierno Arias.

    Unidad de la oposicin

    La realidad fue que los dirigentes del partido comunista, desde comienzos de 1976, no tenan ms obsesin que la de establecer la unidad con el PSOE, y frenar las movilizaciones populares, al precio que fuese, incluso al precio de abandonar la Junta Democrtica si no logrbamos la fusin con la Plataforma. Lograda la unidad de la oposicin, dentro de lo que se llam popularmente platajunta, el partido comunista se alineaba indefectiblemente sobre las posiciones del PSOE, y era cada vez ms evidente que estas posiciones consistan simplemente en retirar una tras otra las reivindicaciones de la oposicin que obstaculizaban un posible pacto con el Gobierno. El arrinconamiento de la ruptura democrtica comenz al da siguiente de la constitucin de la platajunta.

    El PSOE necesit esta plataforma unitaria para negociar con el Gobierno desde una posicin de fuerza popular, de la que careca su partido de cuadros. Iniciado el dilogo pactista, la organizacin unitaria de la oposicin era, ms que intil, un estorbo. Para le negociacin de pasillos era mejor la comisin de los nueve. Y dentro de esta comisin de personas el PSOE tena las manos libres. La transicin poda ser pactada ya entre dos personas. Y es lo que sucedi. La poltica espaola se reduce a partir de entonces al puro tacticismo del presidente del Gobierno y del pequeo equipo dirigente del PSOE para la conquista del poder gubernamental a travs de unas elecciones generales, como si se tratara de una simple crisis de Gobierno, mientras el Estado y la economa se hundan en la crisis de todas sus instituciones.

    Autopersuasin del PCE

    Los dirigentes de la oposicin no fueron persuadidos, como se dice pblicamente, por las concesiones que les hizo el presidente Surez. Al pacto acudieron ya convencidos de la superioridad de la reforma. Las negociaciones se limitaron a temas de pura intendencia. El

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    partido comunista se autopersuadi a favor de la va reformista, no porque la considerase ms ventajosa que la ruptura, sino porque la estim vital para sus intereses de partido.

    Convencido de que el PSOE haba decidido ya el rechazo de la ruptura y el pacto con el rgimen franquista, consider catastrfica para la supervivencia del partido comunista la perspectiva de unas elecciones generales con la participacin del PSOE y con la exclusin del partido de la legalidad. Por ello renuncia desde entonces a una poltica propia y sigue la del PSOE, a quien intenta sobrepasar en sus gestos con el Gobierno Surez y con la Monarqua.

    Los dirigentes del partido comunista olvidaron las lecciones de la historia. En las crisis polticas, los defensores de la ruptura se distinguen de los reformistas por la tenacidad con que se resisten a ser asimilados por el rgimen reformado. La tenacidad de decir simplemente no a la legalizacin del partido, sin las dems condiciones exigidas para la ruptura democrtica, hubiese bastado para que la reforma, incluso con la participacin del PSOE, no hubiese alcanzado la legitimacin democrtica que necesitaba. En este aspecto, el presidente Surez, al legalizar al partido comunista antes de las elecciones, supo valorar mejor que los dirigentes del partido comunista el carcter absolutamente necesario de la participacin de este partido para la legitimacin de la reforma.

    Nos queda, finalmente, por explicar el camino de Damasco que convirti al PSOE a la reforma. Hasta ahora me he basado exclusivamente en hechos histricos, desnudos de interpretacin, que cualquier historiador honesto puede comprobar. Pero, desgraciadamente, este punto sobre la conversin del PSOE no puedo apoyarlo sobre bases tan firmes. Por ello expreso slo una opinin, fundada naturalmente en informaciones y razones objetivas.

    Creo que la conversin del PSOE se debi exclusivamente a un factor internacional. En el otoo de 1975, el Gobierno norteamericano expres al Gobierno socialista alemn, a los dems Gobiernos europeos y al Gobierno espaol su preocupacin por evitar que en Espaa los acontecimientos polticos evolucionasen como en Portugal, donde la revolucin liberal de abril haba conducido al Gobierno comunista de otoo. El medio adecuado para asegurar la estabilidad de la futura democracia espaola, ajuicio del Gobierno socialdemcrata alemn, era conseguir un pacto entre el rgimen y el PSOE, que excluyese al partido comunista. El PSOE debera seguir la misma evolucin que la socialdemocracia alemana. Un tiempo en la oposicin, o participando en un Gobierno de coalicin, y luego la conquista de poder gubernamental. El PSOE cumpli su rol internacional consiguiendo en Espaa la hegemona poltica a travs de su adhesin al proyecto reformista del ltimo Gobierno de la dictadura franquista.

    Explicada ya la va de la persuasin, podemos plantear las ltimas cuestiones: Por qu el presidente Surez pudo transformar con tanta facilidad la reforma de las instituciones que lo legitimaban en una ruptura parcial de las mismas? Por qu unos pocos dirigentes del PSOE pudieron utilizar con tanta facilidad la autorruptura parcial del rgimen autoritario, para dar a su partido la hegemona poltica en la sociedad civil y la burocracia en el Estado?

    La ruptura de Surez

    La accin del presidente Surez fue elemental y torpe, pero no carente de valor y de audacia. Las instituciones sobre las que se asentaba estaban muertas, pero le daban el poder de un principio, el de la legalidad. Utiliz esta legalidad, con el concurso de la legitimidad democrtica de la oposicin, para ir extendiendo poco a poco las correspondientes actas de defuncin de las instituciones polticas del rgimen. Tambin poco a poco pag a la oposicin el precio de su colaboracin concedindole todas sus reivindicaciones de intendencia.

    La elementalidad de la accin poltica del presidente Surez y, pese a ella, su xito en la destruccin de casi todas las instituciones polticas del franquismo constituyen la demostracin histrica irrefutable de que el proyecto de la ruptura democrtica de la oposicin era objetivamente realizable.

    La torpeza tctica de Surez con los partidarios del antiguo rgimen, con los notables de su propio partido, con los dirigentes del PSOE, con los problemas autonmicos y con los empresarios, es decir, su torpeza frente a todos, salvo con la Monarqua y con el partido comunista, le incapacitaron para gobernar, y fue forzado a una misteriosa dimisin, preludio

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    del 23 de febrero, que nunca ha querido explicar.

    La accin del pequeo equipo dirigente del PSOE ha sido tortuosa y timorata, pero muy hbil. Aprovechando una a una todas las torpezas del Gobierno Surez y del que le sucedi, y liquidada la Democracia Cristiana por su adhesin a la reforma, el PSOE pudo, sin competencia por la izquierda, dada la absurda derechizacin del partido comunista, heredar la mayor parte del electorado de centro, conquistando as, con el voto de la izquierda, la hegemona poltica y, a travs de ella, la burocracia del Estado.

    El xito electoral del PSOE se debe a que su conducta durante la transicin ha sido casi exclusivamente orientada a esta finalidad: desacreditar cualquier alternativa electoral que no fuese la de Fraga o Felipe.

    En cuanto a la tcnica empleada para quedarse solo, como nica alternativa democrtica de Gobierno, su habilidad ha consistido, como el filsofo Khun dijo de la habilidad de los cientficos normales, "en ir regularmente seleccionando aquellos problemas que podan resolverse con las tcnicas conceptuales e instrumentales vecinas de las practicadas en el rgimen anterior".

    Conclusin

    La causa del fracaso de la ruptura democrtica fue un factor internacional que oper como factor nacional a travs de la conversin del PSOE. Al comienzo de la transicin, la opinin fue manipulada por los reformistas para situarla ante una sola posibilidad de eleccin: continuismo del rgimen o reforma liberal del mismo. Al final de la transicin, la opinin se encuentra de nuevo manipulada ante una sola posibilidad de eleccin: Felipe o Fraga. A esto ha conducido, y en esto ha consistido, la transicin poltica espaola.

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    LA REFORMA OLIGOCRTICA/1 De La Espaa Diferente A La Espaa Indiferente

    EL PAS, 13 de febrero de 1986

    ANTONIO GARCA TREVIJANO

    Hace 10 aos existan motivos racionales para creer que la mayor parte del pueblo espaol deseaba adquirir sus libertades con la intencin de fundar en ellas un nuevo sistema de poder poltico, una nueva moralidad social y una nueva mentalidad pblica. Tambin haba motivos para confiar en que los dirigentes polticos de la oposicin a la dictadura tendran el discernimiento intelectual, la coherencia poltica y la audacia personal indispensables para impedir cualquier maniobra del rgimen agonizante que pretendiera prolongar, bajo unas libertades otorgadas, el viejo predominio de la banca sobre el Gobierno, la vieja dominacin del Gobierno sobre los funcionarios y la vieja prepotencia de la opinin oficial sobre el pensamiento crtico y la moralidad disidente.

    Hoy, al cabo de una dcada de transicin, existen razones fundadas para creer casi lo contrario. La mayora del pueblo espaol no desea utilizar sus libertades para participar en la dimensin pblica de su existencia, que le es impuesta desde fuera por los dirigentes de los partidos, convertidos en meros profesionales de la perfomance del sistema atlntico, del sistema bancario, del sistema burocrtico y del sistema informativo, que son los nicos subsistemas que funcionan dentro de la crisis general del sistema.

    Ante esta democracia performativa que no lo necesita, el ciudadano se desentiende de la poltica, se refugia en el modo privado de su existencia y busca en la ilusin de su realizacin individual el ideal que se le niega como ser comunitario.

    Entre la situacin de partida, plena de esperanza y de movilizacin poltica por la democracia, y la situacin de llegada, caracterizada por el escepticismo y el apoliticismo de las masas, se ha desarrollado el proceso histrico de la transicin, que ha realizado la perfomance de cambiar la Espaa diferente del franquismo por la Espaa indiferente del socialismo, conservando la jerarqua tradicional de la banca sobre el Gobierno, la de ste sobre los funcionarios y la de stos sobre la cultura y la opinin.

    Este resultado, la desmovilizacin y el desarme poltico de los ciudadanos, la desactivacin de la potencia democrtica acumulada durante 40 aos de dictadura y la conservacin de su jerarqua de poderes, ha sido mrito fundamental, aunque no exclusivo, de un nuevo mtodo de gobierno, el consenso, ideado por la clase poltica espaola para salir de la dictadura y entrar en una democracia performativa, sin que el pueblo se aperciba demasiado del cambio, no dndole participacin en la misma.

    El consenso

    El consenso no ha sido, como podra parecer a primera vista, un modo excepcional de tomar decisiones por unanimidad, frente al modo normal de la democracia de tomar decisiones por mayora. sta es slo la parte ingenua del consenso.

    La legitimacin terica y las races morales de este reciente hbito poltico se encuentran en un, real o supuesto, equilibrio de impotencias entre el poder autoritario residual y el poder democrtico emergente. Ninguno de ellos crey, o fingi creer, al final de la dictadura, que podra aniquilar al otro sin destruirse a s mismo. Su recproca disuasin de confrontarse les empuj a un pacto de condominio y de cartelizacin territorial del mercado poltico, regido por la regla de la unanimidad, para las cuestiones constitucionales del Estado de derecho y de las autonomas; por la regla de la mayora, para las cuestiones administrativas de gobierno, y por la regla de abstencin, para las cuestiones esenciales del poder: sistema monrquico, sistema bancario y sistema militar.

    Por esta razn no hubo, durante la transicin, una fase constituyente del Estado, con elecciones populares dirigidas a tal finalidad. Lo verdaderamente sometido a un perodo y a una negociacin constituyente no fue el Estado, sino el Gobierno.

    De un lado, y en los secretos de la Moncloa, se constituy el condominio y el cartel, sobre la administracin del poder, entre la clase poltica. De otro lado, y como tarea de unas Cortes

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    legislativas, se constituy el reglamento jurdico del Estado de las autonomas, bajo el que se dispona a perdurar el poder-heredero de la dictadura.

    La necesidad, o la conveniencia, de que el pacto de condominio y de cartelizacin sustituyera, y evitara, una fase constituyente del Estado democrtico jams ha sido demostrada. El nico alegato que los partidos de izquierda esgrimen es que el otro camino, el que propona la ruptura democrtica, era una utopa imposible de alcanzar. Pero esta afirmacin tampoco la deducen de datos objetivos, sino exclusivamente de una suposicin no contrastada, de un hecho histrico y de un razonamiento circular. La suposicin de que el poder militar no la habra tolerado. El hecho histrico de que la ruptura no se ha realizado y la reforma s. El razonamiento de que la ruptura no se ha intentado porque era utpica y de que la reforma ha sido real porque era racional. Con el mismo fundamento podemos aadir: puesto que la dictadura ha sido un fenmeno de la realidad, los espaoles hemos conocido bajo ella 40 aos de racionalidad poltica.

    Lo nico que de verdad era utpico, en el proyecto de la ruptura, era pretender hacerla con unos dirigentes como los de la oposicin. No hubo ruptura simplemente porque estos dirigentes no la quisieron. Despus de haber argumentado, durante varias dcadas, la necesidad y la posibilidad de la misma, cambiaron de idea en unos das, considerndola imposible. Incluso en la hiptesis de que su apreciacin de empate -en la relacin de fuerza existente entre los factores favorables a la dictadura y los favorables a la democracia- hubiese sido histricamente correcta, que no lo fue, habra bastado, para deshacer el empate a favor de la causa democrtica, el mero aplazamiento del pacto constituyente, dada la tendencia descendente de los elementos sociales que sostenan la dictadura y el carcter ascendente de los que promovan la democracia.

    Lo que el pacto de condominio consigui, en realidad, fue detener al mismo tiempo el declive del poder autoritario y el ascenso del poder democrtico, al fijar en una Constitucin del Estado, es decir, al dar carcter permanente, a un efmero e inestable equilibrio que, en algn momento anterior, tuvo que producirse entre un poder que agonizaba y otro poder que naca.

    El pacto de condominio, en que consiste el consenso, representa, pues, la suma de dos impotencias, la de un anciano y la de un nio. La falta de vigor y la falta de madurez son, por ello, los caracteres dominantes de la poltica de estos 10 aos, y tambin los de aquella inicial operacin trnsito, que, segn confesaba en televisin uno de los ms conspicuos representantes del partido socialista, consisti en el doble juego de pactar en secreto con el poder de la dictadura y de hacer declaraciones pblicas de ruptura con ese poder, porque la informacin a las masas democrticas de lo que se estaba tramando habra impedido la consecucin de los objetivos que sus dirigentes perseguan.

    La democracia 'performativa'

    La aspiracin de la clase poltica democrtica era la de cohabitar con la clase poltica franquista en el albergue de un Estado de derecho, para administrarlo, alternativa o conjuntamente, bajo la moralidad y mentalidad dominantes en los ltimos aos de la dictadura. La aspiracin de las masas populares era la de participar en la constitucin de un nuevo poder democrtico, bajo una moralidad social y una mentalidad pblica que hicieran posible, y tilmente deseable, su futura participacin en la vida poltica. Ambas aspiraciones eran incompatibles. En aras de su inmediata legalizacin y de su inmediata investidura como diputados, los dirigentes de los partidos democrticos sacrificaron las aspiraciones populares, y se acogieron a la oferta de reforma que les hizo el poder de la dictadura.

    A partir de ese momento, los partidos polticos basaron su legitimacin, no en su militancia, ni en su capacidad de convocatoria popular, sino en sus homologaciones internacionales y en su capacidad de financiar las campaas electorales, o, lo que es lo mismo, en el poder de su matriz internacional y en su posibilidad econmica de imponer, mediante la publicidad, la demanda poltica de los ciudadanos y la oferta del partido.

    La ideologa desaparece en la misma medida en que aparece el marketing. Los programas y plataformas de los partidos se convierten en ofertas y paquetes electorales. Los sondeos de opinin establecen, no las necesidades de los ciudadanos, sino las prioridades de la demanda efectiva del consumidor poltico. Todos los partidos dicen y prometen, poco ms o menos, lo

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    mismo. La participacin ofrecida al ciudadano se reduce a que, de cuando en cuando, elija a un grupo de delegados designado por el partido, teniendo en cuenta un solo criterio: el de la credibilidad del grupo.

    Reducida a esta funcin, la participacin del elector convierte en pura ficcin al concepto de soberana popular. Por dos razones. Porque el Gobierno elegido es irresponsable ante sus electores, y ante las propias bases del partido, pudiendo incumplir impunemente sus promesas electorales. Y, sobre todo, porque el elector ni siquiera puede, como consumidor poltico, definir su propia demanda.

    Del mismo modo que en un mercado de oligopolio no existe soberana del consumidor frente a las grandes empresas, tampoco el ciudadano puede esperar que sus verdaderas necesidades sean atendidas por los grandes partidos de la oligocracia, ya que estos partidos no estn concebidos como asociaciones de ciudadanos consumidores, sino como organizaciones de produccin de mercancas polticas.

    La proteccin del individuo frente al Estado fue la legitimacin del modelo liberal de la democracia. El neoliberalismo actual es una doctrina hueca si no fundamenta una vigorosa proteccin del individuo all donde hoy ms lo necesita, o sea, frente al oligopolio productor de la mercadera poltica, o lo que es lo mismo, frente a los partidos.

    La soberana no reside en el pueblo ni en el cuerpo electoral, ni siquiera en las bases militantes de los partidos. Con el sistema electoral impuesto a los espaoles, lo verdaderamente soberano es el directorio del partido, y ante l los ciudadanos, e incluso sus militantes y diputados, estn mucho ms indefensos que ante el Estado, y ms an que los consumidores ante las grandes empresas.

    Ante el Estado los individuos tienen la posibilidad de utilizar los recursos legales, y algunas veces la de ganarlos. Ante las grandes empresas existe, al menos, la presin de las asociaciones de consumidores. Pero ante la soberana de los directorios de los grandes partidos no hay nada. Estn todava por nacer las asociaciones de ciudadanos que la limiten o controlen, ya que la pretensin de que esta funcin la desempeen las bases del partido se ha mostrado irrealizable en los pases donde se ha intentado.

    A consecuencia de que la soberana est en el directorio de los partidos, en el que se ingresa por cooptacin, los polticos slo tienen que especializarse en una doble competencia: desempear el papel que les asigna el directorio y vender la imagen del partido. Es natural que las democracias con mejores performances prefieran para los primeros papeles del escenario poltico a verdaderos profesionales de la imagen y de la representacin: artistas y reyes.

    Esta funcin de la poltica y de los polticos es, sin embargo, el ideal de un tipo o modelo de democracia, la de mercado, que, como democracia performativa, se legitima por la optimizacin de sus resultados respecto a la eficiencia del sistema de produccin y consumo de mercaderas polticas, incluyendo en ellas la salud, el trabajo y la cultura.

    Y como este modelo de democracia es el que, mediante la reforma del rgimen anterior, nos han implantado en Espaa, est fuera de lugar condenarlo, o juzgarlo, con criterios distintos de aquellos en donde se legitima: equilibrio de la oferta y la demanda en el mercado poltico y cifras estadsticas del sistema productivo. Pues bien, situndonos en su propio terreno de juego, aceptando su propia base de legitimacin, la cifra de paro alcanzada por la transicin basta para juzgar severamente a esta democracia, cuya performatividad no puede equilibrar el mercado de trabajo y que ha rebajado la productividad del salario-hora espaol en relacin con la competencia internacional. Y ms grave es an su fracaso en el objetivo primordial de producir un alto grado de integracin.

    La estadstica referente a los actos de violencia, comn o poltica, y la asiduidad de conflictos en el seno de las instituciones represivas, ponen de manifiesto que nuestra democracia no es tan performativa como para pretender haberse legitimado con su ejercicio.

    No hay, por ello, necesidad de acudir a juicios de valor para criticarla por lo que no se propone ni pretende: el progreso moral e intelectual de los espaoles. La poltica y la moral no slo estn separadas, sino que en las cuestiones decisivas llegan a ser incompatibles. Un caso ejemplar de esta incompatibilidad nos lo est ofreciendo ahora la cuestin de la OTAN.

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    LA REFORMA OLIGOCRTICA/2 El Referndum Sobre La Otan

    EL PAS, 14 de febrero de 1986

    ANTONIO GARCA TREVIJANO

    Desde el punto de vista de la performance, no hay duda de que a la democracia performativa espaola le conviene permanecer, y completar su integracin, en la OTAN. La eficiencia del sistema atlntico, militar, burocrtico y bancario se vera reforzada. Lo coherente con nuestro tipo de democracia es pertenecer a la Alianza Atlntica....Pero si examinamos el asunto desde el punto de vista de la democracia participativa, que no tenemos, y con los criterios morales que le son inherentes, la cuestin capital, entonces, no es la permanencia o la salida de la OTAN, que puede resolverse sopesando los argumentos en pro y en contra, sino la degradacin moral de un sistema poltico que permite lo siguiente:

    1. Que un presidente del Gobierno, elegido, entre otras credibilidades, por su promesa electoral de sacar a Espaa de la OTAN, mediante un referndum, lo celebre despus de elegido para permanecer en ella.

    2. Que un presidente del Gobierno explique el incumplimiento de su compromiso electoral como si se tratara de un simple cambio de opinin.

    3. Que sus electores toleren el engao y el abuso de la explicacin sin exigir inmediatamente su dimisin.

    4. Que el principal partido de la oposicin proponga como remedio a esta falta de respeto del Gobierno con su cuerpo electoral que lo engae an ms no celebrando el referndum.

    5. Que el partido ms militar y atlantista, defensor a ultranza, por razones patriticas de seguridad, de la integracin en la OTAN anuncie que pedir la abstencin frente al referndum que proponga dicha integracin.

    6. Que los militantes y electores de este partido no se manifiesten inmediatamente exigiendo la dimisin de un lder que prefiere poner en peligro el valor mximo de sus creencias, la seguridad de Occidente, antes que colaborar en el xito de un referndum, por el solo hecho de que quien lo convoca es el partido con el que rivaliza.

    7. Que la Prensa y los dems medios de comunicacin critiquen o apoyen la decisin del Gobierno sin denunciar el fraude que implica para los electores el derecho que se arroga el presidente de cambiar de opinin y la libertad que se atribuye el jefe de la oposicin para pedir la abstencin.

    Para que la clase poltica en especial, y la clase dirigente en general, puedan actuar de esta guisa es indispensable que la gran mayora de la poblacin adulta viva de espaldas a la poltica. Y sta es, precisamente, una de las condiciones que requiere el buen funcionamiento del rgimen performativo de la democracia.

    Desmovilizacin poltica

    Del mismo modo que el pleno empleo, en determinadas coyunturas del mercado, es un obstculo al progreso econmico de la produccin, la plena participacin ciudadana en la actividad poltica hara prcticamente inviable el modelo de democracia delegativa, que es el tipo de Gobierno que los partidos polticos prefieren. De ah que, puestos a elegir entre un camino corto para gobernar con electores, y sin ciudadanos, y un camino largo para lograr un rgimen democrtico de participacin, los partidos polticos, incluso los de izquierda, opten por el primero. La reforma poltica del rgimen franquista era la va fcil que el poder tradicional ofreca a los partidos de izquierdas para establecer en Espaa un modelo de democracia performativa sin participacin ciudadana. La ruptura democrtica era la va difcil que las masas democrticas pedan a sus dirigentes para establecer un modelo de democracia tan representativa como participativa.

    El abandono de la ruptura supona, pues, la renuncia a un rgimen participativo de democracia y exiga, en consecuencia, la desmovilizacin poltica de los ciudadanos. La tarea era muy delicada, porque hasta ese momento los partidos polticos de izquierdas haban basado sus

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    consignas, y su propaganda ideolgica, sobre el supuesto de una democracia participativa y de una gran movilizacin popular. Era natural que en los pactos secretos de la Moncloa se encomendara este trabajo a los partidos y sindicatos obreros, y hay que reconocer que lo han realizado muy bien. Tal vez sea sta su verdadera performance, su genuina aportacin al triunfo de la reforma poltica emprendida por el poder-heredero del franquismo.

    Para cambiar la Espaa diferente de hace 10 aos por la Espaa indiferente de hoy no bastaba con la prctica del consenso por parte de la clase poltica. Las masas democrticas tuvieron que ser sometidas, adems, a una verdadera terapia colectiva de desinters y escepticismo, mediante una serie de choques psicolgico, que fueron destruyendo la confianza que ingenuamente depositaron en los partidos. A la clida esperanza suscitada por la ruptura sucedi la frustracin de la reforma. Al mgico encantamiento de las virtudes democrticas que los lderes de la izquierda descubran de repente en sus anfitriones palaciegos sucedi el desencanto poltico, tras agotarse el reparto de legalizaciones, autonomas, constituciones y sistemas electorales. Y, finalmente, a la gran ilusin, la del cambio, ha sucedido la desilusin de la pequea realidad socialista, producida, no tanto por las clamorosas claudicaciones del Gobierno con relacin a su propio programa, como por su estilo de gobernar.

    Bastaron los primeros gestos del nuevo Gobierno socialista para comprender que su propaganda de incorporar la tica a la poltica significaba, en los hechos, exactamente lo contrario: reafirmar la misma moralidad y la misma mentalidad que dominaron los aos del desarrollo bajo la dictadura.

    El Gobierno socialista, plenamente coherente con el modelo de democracia mercantil que ha elegido para los espaoles, llega a reivindicar para la poltica la moralidad inherente a los negocios. Pero su inexperiencia en este terreno le lleva a cometer excesos que no seran lcitos en el mercado econmico. La mayora de las grandes empresas industriales y de servicios no pueden permitirse, ante su clientela, las licencias que se permite el Gobierno socialista con sus electores.

    Pero no hay en realidad peligro para los gobernantes, ya que tampoco los consumidores espaoles de la mercanca poltica tienen la experiencia y la sensibilidad de los consumidores de comestibles, por ejemplo, y los que la tienen slo pueden optar por la abstinencia.

    La transicin no proporciona pues, evidencia alguna de la madurez de un pueblo y de la generosidad de sus dirigentes, como pretende la propaganda oficial.

    El verdadero declogo

    Las nicas evidencias que nos brinda la transicin son 10 hechos significativos, y reveladores, de que lo acontecido polticamente en Espaa es casi lo contrario de lo esperado por los demcratas, aunque fuera lo previsto por el mercado.

    Los 10 hechos histricos que marcan el paso y el rumbo de la transicin, y que descubren el estado de la verdadera cuestin, es decir, la cuestin del poder en Espaa son:

    1. Las libertades no constituyeron al poder poltico ni al Estado. Fue el rgimen de la dictadura quien, legalizndolas, constituy a las libertades.

    2. La principal institucin del Estado, la Corona, qued sustrada al proceso de legitimacin democrtica.

    3. Los particularismos nacionalistas fueron disueltos en la artificial particularizacin de todo el Estado.

    4. La base del Estado de derecho, el principio de legalidad, consagrado en el ttulo preliminar de la Constitucin, y nico limite al poder de los funcionarios, qued excluido del recurso de amparo constitucional.

    5. La institucin militar, como antes de la transicin, contina siendo un poder autnomo al que se somete el poder civil. No admite en su seno a los oficiales demcratas depurados por la dictadura y el ministro socialista de Defensa llega incluso a condenar el hecho mismo de que bajo la dictadura los militares de la UMD tratasen de difundir las ideas democrticas entre sus compaeros.

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    6. La institucin bancaria, como antes de la transicin, contina definiendo la. poltica econmica del Gobierno.

    7. El partido del Gobierno, como antes de la transicin, contina ocupando los puestos burocrticos de la funcin pblica.

    8. Los medios de comunicacin, como antes de la transicin, continan impidiendo la formacin de una verdadera y autnoma opinin pblica. La autocensura ha sucedido a la censura. Los intelectuales y artistas renuncian a una visin crtica de la transicin, o desaparecen de las plataformas de comunicacin con las masas. La Universidad ha dimitido. La disidencia est moral e intelectualmente condenada, o silenciada.

    9. Los sindicatos obreros se proponen como objetivo conseguir que la capacidad adquisitiva del asalariado disminuya slo un punto o dos cada ao.

    10. El empresariado, y no la clase poltica franquista, ni la clase financiera, ha sufrido la represin ideolgica de la democracia performativa, que de esta forma castiga a los principales agentes de la performance del sistema.

    A partir de estos hechos, que no tienen otra trascendencia que la de haber ocurrido en Espaa para impedir el paso del rgimen franquista a una democracia moderna, se puede construir una tica y un modelo terico de la transicin.

    La tica de la generosidad de la izquierda, que supo renunciar a sus ms arraigados principios para hacer posible la democracia de mercado exigida por el neoatlantismo de la socialdemocracia europea.

    El modelo terico de la transicin, basado en el hallazgo espaol del consenso, que debe proponerse como paradigma a los pases de Amrica que han de conducir sus dictaduras particulares hacia la democracia general de mercado exigida por el atlantismo norteamericano.

    Para ambas empresas intelectuales no faltarn profesores universitarios que conviertan el dato emprico espaol en imperativo categrico de valor universal y que magnifiquen a nuestra pobre historia interpretndola como un hermoso declogo de la transicin a la libertad.

    Cuando en realidad el verdadero declogo que contienen esos 10 hechos histricos es el mandamiento estratgico de la clase dirigente al pueblo espaol para que pase, a travs de una transicin de 10 aos, del franquismo, en el que estaba, al neofranquismo, en el que est.

    Nada tiene, pues, de extrao que al final de esta peculiar estrategia sea el Gobierno socialista quien haya, logrado la performance de tener al pueblo-elector-consumidor que merece, y no a la inversa. Porque el pueblo espaol, tras el sacrificio de una guerra civil y una larga dictadura, mereca algo mejor.