ART_La Política, El Liderazgo y Su Ejercicio Son Asuntos Muy Personales_VDEP

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A propósito de la marca personal y el liderazgo: ¡La política, el liderazgo y su ejercicio son asuntos muy personales! Tomémonos el liderazgo político como algo personal _______________________________________________________________________ Por : Vladimir Deléyade Estrada Portales (Profesor Estrada) La marca personal de los líderes políticos se construye y cultiva a través de lo que ellos son, hacen y logran a lo largo de sus trayectos de vida. Se trata de personas que no pueden sustraerse a tal condición en ningún momento ni espacio existencial, precisamente porque de su condición de personas depende el poder interactuar con esas otras personas a las cuales pretenden liderar. Y esto implica, entre otras muchas cosas, la necesidad de ser visto, percibido y sentido permanentemente por ellas como una persona accesible y cercana a la cual conocer, admirar y seguir. No se hace liderazgo desde el distanciamiento humano. Esta perspectiva choca fuertemente contra algunos planteamientos frecuentes de líderes políticos en los contextos que observo, estudio o frecuento; quienes, insistiendo en ostentar o pretender un supuesto liderazgo, o inclusive haciendo esfuerzos reales por construirlo, distorsionan con conductas y expresiones su marca personal en ese orden, y desde ella, la posible percepción de sus electorados. Voy a referirme a un enfoque que a mi juicio les puede resultar y de hecho resulta muy dañino a su marca personal, por la falacia implícita que contiene, y sus consecuencias. Se trata de la supuesta frontera o división entre lo personal y lo político. Nunca he logrado asimilar ni comprender como legítimo el sentido que subyace bajo la frase que muchos líderes políticos (o aspirantes a tales) utilizan con suma frecuencia, por ejemplo, en las múltiples ocasiones en que atacan públicamente, con razón o sin ella, el desempeño, la trayectoria y hasta las conductas personales de un rival. La frase es la siguiente: Esto no es personal, esto es político.

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Artículo sobre el enfoque personal en el ejercicio del liderazgo político.

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A propósito de la marca personal y el liderazgo:

¡La política, el liderazgo y su ejercicio son asuntos muy personales!

Tomémonos el liderazgo político como algo personal

_______________________________________________________________________ Por: Vladimir Deléyade Estrada Portales (Profesor Estrada) La marca personal de los líderes políticos se construye y cultiva a través de lo que ellos son, hacen y logran a lo largo de sus trayectos de vida. Se trata de personas que no pueden sustraerse a tal condición en ningún momento ni espacio existencial, precisamente porque de su condición de personas depende el poder interactuar con esas otras personas a las cuales pretenden liderar. Y esto implica, entre otras muchas cosas, la necesidad de ser visto, percibido y sentido permanentemente por ellas como una persona accesible y cercana a la cual conocer, admirar y seguir. No se hace liderazgo desde el distanciamiento humano. Esta perspectiva choca fuertemente contra algunos planteamientos frecuentes de líderes políticos en los contextos que observo, estudio o frecuento; quienes, insistiendo en ostentar o pretender un supuesto liderazgo, o inclusive haciendo esfuerzos reales por construirlo, distorsionan con conductas y expresiones su marca personal en ese orden, y desde ella, la posible percepción de sus electorados. Voy a referirme a un enfoque que a mi juicio les puede resultar y de hecho resulta muy dañino a su marca personal, por la falacia implícita que contiene, y sus consecuencias. Se trata de la supuesta frontera o división entre lo personal y lo político. Nunca he logrado asimilar ni comprender como legítimo el sentido que subyace bajo la frase que muchos líderes políticos (o aspirantes a tales) utilizan con suma frecuencia, por ejemplo, en las múltiples ocasiones en que atacan públicamente, con razón o sin ella, el desempeño, la trayectoria y hasta las conductas personales de un rival. La frase es la siguiente: Esto no es personal, esto es político.

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¿Es realmente posible hacer verdadera política de forma no personal? Veamos. Sucede que la política (sea cual sea la definición que asumamos de ella),

● la hacen personas, ● desde, con, por y para las personas, ● trabajando con personas, ● agrupando a personas, ● compitiendo con personas, ● a favor de personas, ● en contra de personas, ● aupando personas, ● atacando personas, ● otros muchos y diversos ando.. y endo… personas… ● y todo ello, para servir (supongo, espero… ¡ojalá!) a personas, que forman

grupos, comunidades y sociedades humanas. Aparentemente, está muy claro. Es un tema de personas. Inclusive si tomamos el tan socorrido (y a mi juicio falaz) abordaje de que el objetivo de la lucha política es la toma del poder (y hasta ahí, o sea, ¿el poder por el poder?), habría que preguntarse: ¿y para qué el poder, si no es para usarlo en servicio y beneficio de las personas? Porque el poder no es ni bueno ni malo en sí mismo: las valoraciones al respecto dependerán siempre de cómo y para qué se lo utilice. Entonces, desde cualquiera de las perspectivas, ¿cómo se puede no hacer ni tomar de forma personal, algo que es tan eminente y definitivamente personal como la política, puesto que las personas son su razón única y completa de ser? ¿O es que cuando un líder político entra a su espacio de interacciones en ese perfil, deja en la puerta sus principios, valores, conceptos, convicciones, ideales, conocimientos, habilidades, experiencias, relaciones, afectos, intereses, contradicciones, problemas y alegrías, su fe, sus virtudes y defectos, sus recuerdos y proyectos, sueños y aspiraciones, etc., etc… o sea, todo aquello que constituye su ser, que lo hace persona más allá de lo biológico, que aporta insumos críticos a su marca personal, y que de hecho, lo convierte en el ser humano, la persona, a la que sus liderados quieren seguir? ¿Es el oficio político un traje, un par de zapatos, un reloj u otra prenda, algo portátil y mutable según las circunstancias? ¿Se puede dejar de ser, de sentir, de pensar y de actuar como político cuando no se está “haciendo política”? O aún más, ¿hay alguna forma de no ser político 24

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horas al día? Porque los comportamientos de un político, inclusive cuando no está “haciendo política”, lo siguen definiendo a los ojos de su electorado. El político es una persona con alta visibilidad pública; es decir, vive bajo la lupa del mundo. Y todo, todo, todo lo que hace… lo hace calificar de una u otra forma… como político. ¿Será que la marca personal de un líder político excluye a su persona y todo lo que con ella se relacione, y especialmente, las relaciones? ¡Obviamente, imposible! A mi modo de ver, la aplicación de esa supuesta línea divisoria entre lo personal y lo político es altamente manipuladora y una especie de mecanismo defensivo y autoprotector, algo así como “con Dios y con el diablo”; se trata de un enfoque ambivalente, y en cierto sentido, cobarde, que atenta de forma directa y frontal contra la marca personal de liderazgo de quienes así actúan. Me explico. Para hacer política, para conquistar y ejercer un liderazgo político, y acceder a las posiciones y espacios de poder que con ello se persiguen y pueden conseguirse, usted tiene que mojarse los pies y mucho más, tomar y asumir los riesgos implícitos en la tarea, porque la política es en sí misma y por esencia un mundo altamente contradictorio y conflictivo; muy frecuentemente, a nivel de conflicto disfuncional, o según otra clasificación de enfoque progresivo, aniquilador. Algunos de tales riesgos (muy significativos, sobre todo en nuestra cultura latina tan dada al cultivo cercano de las relaciones humanas) están inevitablemente asociados al ámbito relacional. Porque no todo el mundo tiene que pensar, decidir y actuar como usted lo hace o quisiera que los demás hicieran; y por el hecho de que alguien es su amigo o pariente, no tiene porqué militar bajo sus ideas y propuestas. Incluso, puede hacerlo bajo las diametralmente opuestas. Y cuando tales contradicciones son trasladadas al campo de la lucha política por el poder, es inevitable el choque, primero ideológico y militante, luego colectivo y abarcador de la praxis vivencial-relacional, y finalmente, dolorosamente, muy personal, abarcando inclusive el ámbito familiar. Y si usted decide entrar al ruedo, tiene que asumir este riesgo y sus consecuencias. De otro modo, simplemente, lo estaría asumiendo como un hobby, como otra forma de lucirse en público (figurear, le dicen por acá), o en el mejor de los casos, como un trabajo más, sin las implicaciones e impactos inevitablemente asociados al ejercicio político… y mucho más, si lo hace desde el liderazgo político. En otras palabras: le faltará compromiso con la tarea. Y su desempeño, sus resultados, y finalmente, su marca personal de liderazgo sufrirán indefectiblemente las consecuencias: ese es un flojo, no se mete a fondo, no le gusta complicarse, se mete en miedo, cuando lo aprietan tiembla, etc, etc… ¿Le suena familiar?

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He aquí un interesante y espero que esclarecedor ejemplo para el análisis del tema. Fue muy notorio hace cierto tiempo en el país donde resido, el caso de un joven y conocido político y comunicador, que entonces era un opositor procurando construir un liderazgo político, quien asumió como bandera de lucha, desde la poderosa y muy escuchada emisora radial en que laboraba, el ataque público, constante y agudo a las ejecutorias administrativas y personales de un no menos conocido, muy veterano y poderoso político del partido de gobierno. Se trataba de algo extremadamente delicado, con presuntas implicaciones morales negativas en el manejo de recursos. Hubo momentos de aquella confrontación, que duró meses, en que llegaron a intercambiar epítetos pesados en el aire, y realmente era muy clara la índole a todas luces personal del caso. Hasta que un buen día, se personó en la emisora el padre del joven comunicador, un veterano político, ex funcionario gubernamental, y comunicador también muy conocido (de hecho había trabajado en la misma emisora en otros horarios), y conminó públicamente a su hijo, en el aire, en plena emisión del programa, a que cesara de inmediato sus ataques al político del gobierno, porque tal proceso podía llevar (o ya estaba llevando) a una crisis de relaciones entre las dos familias, que eran amigas y asociadas de negocios de toda la vida. ¿Primaba el interés personal y familiar por sobre la ideología (asumiendo que la hubiera y estuviera en juego) que motivaba el ejercicio político y las aspiraciones del joven comunicador en tal sentido? Cabría preguntarse: si así era, ¿cómo se habrá sentido él ante la pública y conminatoria exigencia paterna? Como dice una amiga y colega: se lo dejo de tarea… Precisemos brevemente algo más, antes de continuar avanzando en el tema. Aunque el enfoque que propongo está principalmente orientado al ejercicio del liderazgo político, no es ni mucho menos privativo o exclusivo de dicha actividad. No es posible tener resultados positivos en ninguna esfera de la vida profesional, despersonalizando su esencia y sentido. He aquí, a modo ilustrativo, sólo tres ejemplos:

● Los ingenieros no pueden construir sus obras al margen de las personas que ellos son (con todas sus competencias profesionales y características personales involucradas); pero menos aún, obviando a los seres humanos destinatarios y usuarios finales del producto de su tarea, sus necesidades, requerimientos, las medidas de seguridad que deben garantizarles un uso feliz y seguro, y un largo etc).

● Los docentes y los médicos no pueden ni siquiera concebir su actividad sin un enfoque total en las personas. Porque ellas son el centro y la razón de ser de sus respectivas profesiones. No se puede ejercer ninguna de ellas sin un abordaje absolutamente personal.

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● Los comerciantes y prestadores de servicios diversos basan su ejercicio y resultados en una palabra mágica: clientes. Y como dice Tom Peters en su clásico de los 80 Pasión por la Excelencia, refiriéndose al tema del servicio al cliente: “¿Cual es la primera y principal característica de un usuario de productos informáticos? ¡Es un ser humano!” Por ende, cualquier enfoque que no priorice a las personas, conduce inevitablemente al fracaso.

Resumiendo: en una actividad profesional, todo es personal. Regresemos a la política. Imaginemos un caso, por demás común y muy frecuente: dos amigos que militan en parcelas políticas diferentes, y que devienen rivales aspirando a una misma posición de gobierno o política en la eterna lucha por el poder. ¿Se resentirá o no la amistad, por antigua que sea, ante los inevitables ataques y contraataques que han de venir en el proceso? Porque, ¿cómo se demuestra que Juan no está haciendo bien su trabajo y que yo lo puedo hacer mejor, si no se ataca la gestión de Juan, y obviamente, a Juan mismo a través de su labor y resultados? No es posible evitarlo, simplemente. Lo más que puede hacerse es no mencionar a Juan por su nombre: sólo hacer referencia a los problemas existentes. Pero… ¿y quién es el responsable de esos problemas? ¿Y ese responsable no sentirá y resentirá el golpe? ¿Y qué sucederá después a nivel político… y personal-relacional? Y conozco casos aún más complejos: matrimonios cuyos miembros militan en partidos diferentes, política y electoralmente contendientes. Y que conviven y deben educar a sus hijos en unos principios, unos valores, una ideología, una praxis, un concepto y enfoque de la vida y de cómo debe ser vivida, y una orientación ideo-política, ofreciéndoles modelos en tal sentido. Las propuestas públicas de sus respectivas organizaciones políticas en algunos o todos estos temas son radicalmente diferentes, y ellos deben buscar o construir un punto o espacio intermedio de acuerdo que no afecte ni a los hijos ni a la pareja ni a otros parientes, ni dificulte la convivencia ni tampoco choque contra sus convicciones ideo-político-partidarias… Resulta muy difícil, y no siempre se logra. ¿Y entonces? ¿Cómo separamos la política de lo personal? Muchos autores tratan desde hace mucho y desde diferentes perspectivas esta problemática, y ofrecen diversos modelos, métodos, técnicas y algunos hasta “recetas” para manejarla con el menor daño posible a la esfera personal-relacional. Les leo, les respeto, incluso recomiendo sus textos, y acompaño a personas que lo intentan. Pero en el ámbito del ejercicio político, en los contextos que conozco, nunca he visto que funcionen al nivel requerido, y en la mayor parte, nada de nada. Porque en mi opinión, simplemente, no es posible. La lucha política es muy confrontativa, y el poder (por las razones que sea), muy

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apetecido. Por eso me gusta destacar a los líderes políticos que de buena fe se meten a fondo en la tarea y tienen el valor de asumirla con todo lo que trae. Como suelo decir: con lo bueno, lo otro y lo demás. Se la juegan en serio y comprometen su vida y su marca personal en el proceso. Por eso, generalmente, triunfan, y su marca personal de liderazgo crece y se consolida. Porque se toman la política de forma muy personal. Nunca olvido un concepto propuesto en el clásico de eterno retorno El Padrino, de Mario Puzo (salvando obviamente las lógicas distancias temáticas y de valores). Michael Corleone (¡Al Pacino!) ante un cuestionamiento de enfoque y de método de abordaje de la situación (la clásica fórmula “lo estás tomando como un asunto personal, y no es más que una cuestión de negocios”), le comenta a su hermano de crianza Tom Hagen (¡Robert Duvall!) sobre su padre don Vito Corleone gravemente herido (¡OH, MARLON BRANDO!) lo siguiente (cito textualmente el memorable diálogo, de las páginas 126 y 127): “– De acuerdo, Mike –convino Hagen–, pero déjame insistir una vez más en que no quiero que lo hagas para vengar el puñetazo en la mandíbula. McCluskey es un estúpido, ya lo sé, pero en su golpe no hubo nada personal. Por segunda vez, Tom Hagen vio en Michael la encarnación del Don. – Mira, Tom, no te equivoques. Todo es personal, incluso el más simple y menos importante de los negocios. En la vida de un hombre todo es personal. Hasta eso que llaman negocios es personal. ¿Sabes quién me enseñó eso? El Don. Mi padre. El Padrino. Si alguien perjudica a un amigo suyo, el Don lo toma como una ofensa personal. Mi alistamiento en la Marina lo tomó como una cuestión personal. Es ahí donde reside su grandeza. El Gran Don. Para él todo es personal. Lo mismo que hace Dios. Sabe todo cuanto sucede, es dueño de las circunstancias. ¿No es así? ¿Y tú? ¿Sabes algo? A las personas que consideran los accidentes como insultos personales, no les ocurren accidentes. Me he dado cuenta tarde, pero al final lo he comprendido. Por eso, el puñetazo en la mandíbula es un asunto personal, tanto como los disparos que Sollozzo efectuó contra mi padre.” ¡Sin comentarios! Más allá de la aparente herejía contextual de esta cita, debo decir que nunca he leído algo que ilustre tan bien el concepto que he procurado desarrollar en estas páginas. Y pienso que cada quien puede, y debe, extrapolarlo a su ámbito de acción, salvando la enseñanza, que es lo más importante: toda actividad profesional (¡y la política lo es!) debe basarse ineludiblemente en un abordaje

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totalmente personal. Hay un excelente texto reciente que desarrolla muy bien el tema a nivel conceptual y metodológico, y lo recomiendo: #SuperProfesional: Tómate tu vida profesional como algo personal, de Alfonso Alcántara Gómez. Para dejarles la miel en los labios, un brevísimo resumen de presentación: “Un #superprofesional no es un superhéroe, un #superprofesional es una persona que ha aprendido a aplicar sus seis superpoderes. Prepárate para desarrollar tus superpoderes y convertirte en el #superprofesional que quieres ser.

1. SuperHaztitud: ¿Y si lo intentas de todas formas? La mejor actitud es hacer.

2. SuperCambio: ¿Hacia dónde vas a dirigirte? Cambiar es inevitable, mejorar es una decisión.

3. SuperMétodo: ¿Qué deberías estar haciendo ahora? Gestiona bien para vivir como quieres.

4. SuperMarca: ¿Quién has decidido ser? Posiciónate en la mente de los clientes que quieres que te encuentren.

5. SuperIniciativa: ¿Empleado o emprendedor? Si quieres que te sigan, ponte delante.

6. SuperSocial: ¿Adicto a internet o adicto a las personas? Deja de buscar oportunidades y empieza a conocer gente.”

Todos ok, pero… ¿qué tal el número 6? ¿Nos suena muy personal? ¡Porque lo es! Cuando alguien quiere ser un líder político genuino, impactante y trascendente, tiene que asumir las inevitables implicaciones y consecuencias personales, muchas veces negativas, de tal ejercicio. Sólo así puede construir, cultivar y proyectar una sólida y efectiva marca personal de liderazgo político. Porque tanto en el liderazgo como en la política, todo se trata de personas, y la única manera de hacer política bien hecha, o sea, de poder servir bien a las personas desde el oficio y el liderazgo político, es hacerlo de modo muy personal. 

Vladimir Estrada about.me/profesor_estrada