as Parábolas del Evangelio Según los Padres de la Iglesia. La Misericordia con el Prójimo.

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En el segundo volumen de esta serie se nos presenta la interpretación patrística de las parábolas de El deudor sin entrañas, El rico necio y sus graneros, El administrador infiel, El rico inmisericorde y El pobre Lázaro.

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LAS PARÁBOLAS DELEVANGELIO SEGÚN LOSPADRES DE LA IGLESIA

La Misericordia con el Prójimo

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LAS PARÁBOLAS DEL EVANGELIO SEGÚN LOS PADRES DE LA IGLESIA

Alfredo Sáenz, S. J.

Asociación Pro-Cultura Occidental, A.C.Guadalajara, Jalisco, México

La Misericordia con el Prójimo

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Primera edición 1995Ediciones Gladius-Argentina

Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta obra porcualesquier medio, ya sea mecánico o digitalizado u otro mediode almacenamiento de información, sin la autorización previapor escrito del editor.

Impreso en México.Printed in Mexico.

© CopyrightDerechos ReservadosSegunda ediciónSeptiembre de 2001Editorial APCCalle Pino Suárez # 532C.P. 44560Tel. (0133) 36-14-41-01Guadalajara, Jalisco, Méxicowww.procultura.com0021

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Estote ergo misericordessicut et Pater vester misericors est

(Lc 6, 36)

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Presentación, por TOMÁS SPIDLIK, S. J. .................... 13Estudio Preliminar, por HORACIO BOJORGE, S.J.......... 15

Capítulo PrimeroEL DEUDOR SIN ENTRAÑAS ............................ 47

I. Setenta veces siete ............................................. 51

II. La gran deuda .................................................... 561. El rey y sus siervos......................................... 562. Los diez mil talentos........................................ 583. La justicia se rinde ante la misericordia............ 60

III. La pequeña deuda ............................................. 651. La actitud inmisericorde del pequeño acreedor..... 652. La hora de la justicia....................................... 71

IV. Perdonar de corazón .......................................... 741. Grandeza y límites del perdón......................... 742. Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores......... 773. Exhortación final............................................. 82

Índice

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Capítulo SegundoEL RICO NECIO Y SUS GRANEROS ................. 87

I. La angustia de la abundancia............................... 94

II. Los graneros del egoísmo................................. 103

III. La necedad de la inmanencia............................ 110

IV. Rico a los ojos de Dios .................................... 1171. El que atesora para Sí ................................... 1172. El que atesora para Dios ............................... 120

V. “Guardaos de toda codicia” .............................. 126

Capítulo TerceroEL ADMINISTRADOR INFIEL .......................... 139

I. El rico y el administrador infiel........................... 143

II. La astucia del administrador amenazado........... 148

III. Los hijos de este mundo y los hijos de la luz ..... 153

IV. Nuestros amigos, los pobres............................. 1601. “La mamona de iniquidad”............................ 1602. “Granjeaos amigos”...................................... 168

V. La opción inevitable.......................................... 1741. Lo poco y lo mucho ...................................... 1752. Los dos señores ............................................ 178

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Capítulo CuartoEL RICO INMISERICORDE Y ELPOBRE LÁZARO.................................................. 189

I. El opulento y el mendigo................................... 1961. Lázaro y el innominado................................... 1962. La figura del rico............................................. 2003. Lázaro o la aglomeración de sufrimientos......... 2034. La indiferencia del iico..................................... 2105. Simbología del rico y el pobre......................... 218

II. El fin de ambos................................................ 2241. Los posibles desemboques de esta vida ......... 2252. La muerte trágica y la vida que se trueca........ 2293. La escolta de los ángeles hasta el seno de Abraham . 2334. El gran teatro del mundo............................... 240

III. La primera súplica............................................ 2461. Epulón levantó sus ojos................................ 2462. La lengua reseca.......................................... 2493. Los bienes y los males en la vida.................. 2554. El abismo infranqueable................................ 264

IV. La segunda súplica........................................... 2671. Los cinco hermanos........................................... 2672. “Tienen a Moisés y a los profetas...”................... 2703. “Si alguno de los muertos va donde ellos...”........ 278

V. La exhortación parenética................................. 2851. Pobres y ricos ................................................... 2862. Alerta a los ricos y a los pobres ......................... 2913. Generosidad en el dar ........................................ 296

Breve reseña de los Santos Padres y autoreseclesiásticos citados............................................... 305

Índice de las principales siglas y abreviaturas.......... 310

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Presentación

�¡Dejad vuestro interés por los misterios �escri-bió León Tolstoi a una señora�, el evangelio essimple y comprensible para todos!�. ¿Tenía razónde hablar así el famoso escritor ruso? Es induda-ble que los evangelistas usan un lenguaje senci-llo. Pero es la sencillez del mar profundo, que bajoel azul de la superficie esconde la profundidad delos misterios divinos. ¿Quién puede descubrirlos?

Los libros de agricultura, escribe San Basilio,los interpreta justamente el que es práctico en eltrabajo del campo. Los libros de música son com-prendidos por los entendidos en música. ¿Y quiénestá llamado a interpretar los textos de la Escritu-ra? Dichos textos tienen un contenido espiritual,están escritos bajo la inspiración del Espíritu. Losverdaderos intérpretes de la Biblia son, pues, loshombres "espirituales".

En los primeros siglos del cristianismo dichoshombres fueron llamados "Padres", no obstantela prohibición expresa del Evangelio: a nadie lla-memos "padre" sobre la tierra, ya que uno solo esnuestro Padre, el que está en los cielos (Mt 23, 9).Entre ellos se contaron los obispos que defendie-ron la verdad ortodoxa contra los herejes. Los"Padres" �abades� fueron los directores espiritua-les de los primeros monjes y fundadores de losconventos, y, en fin, todos aquellos que contribu-yeron a comprender espiritualmente sea los li-bros sacros, sea el alma humana y el mundo. Son"padres", porque su ciencia no proviene de la sa-biduría humana sino del don del Padre celestial.

El presente libro del P. Alfredo Sáenz nos ofrecela interpretación de las parábolas del Evangelio"según los Padres". ¿Es todavía útil al hombre de

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hoy retornar a estas antiguas interpretaciones,cuando las ciencias bíblicas han hecho progresosnotables? La exégesis actual sabe aprovechar losnuevos estudios lingüísticos, arqueológicos, lite-rarios. Posee instrumentos de trabajo que en losprimeros siglos del cristianismo ciertamente fal-taban. El decreto del Concilio Vaticano II "DeiVerbum" aprecia y estimula tales estudios. Peroigualmente hace una advertencia. Los estudiosde la "letra" no se pueden separar del contenidoque se esconde bajo ella, el "Espíritu". La exégesispatrística se concentró justamente en ello: ayu-dar a los cristianos a descubrirlo.

Los grandes movimientos de renovación en lavida de la Iglesia se caracterizaron siempre por el"retorno a los Padres". Este fenómeno se verificó enla vida religiosa, en la teología, y hoy sentimosnecesidad de esta tendencia también en la exége-sis bíblica, y ello no sólo en el ámbito de los espe-cialistas, sino también en el gran público. Es unhecho consolador que la Biblia sea hoy más leíday meditada. El "retorno a los Padres" nos aseguraque la tendencia seguirá el recto derrotero en or-den al crecimiento espiritual de los cristianos.

TOMÁS SPIDLIK, S. J.Pontificio Instituto Oriental

Roma

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Estudio Preliminar

El Padre Alfredo Sáenz nos entrega el segundotomo de su obra Las Parábolas del Evangeliosegún los Padres de la Iglesia cuando aún estáfresca la tinta del primero, aparecido hace pocosmeses y ya en vías de agotarse. Indicio no sólo desu consabida laboriosidad sino del entusiasmo yel fervor con que está llevando adelante esta obrade largo aliento. Es ésta una obra de su madurez,en la que nos enriquece transmitiéndonos su co-nocimiento de las Sagradas Escrituras y de losprimeros y más autorizados testigos de la Tradi-ción: los Santos Padres.

Quien haya leído el Prólogo del Padre Sáenz alprimer tomo, habrá advertido que prologa de al-guna manera no sólo a ése, sino a todos los de-más tomos de la obra que allí se nos promete. Eseprólogo nos dispensa de incursionar ahora, ennuestro estudio preliminar, en los aspectos de suobra que él ha querido destacar allí. Sin embargoconviene recordar aquí resumidamente esos pun-tos. Nos decía el P. Sáenz: 1º) Cómo esta obranace de un deseo y un proyecto largamente acari-ciado y madurado, donde convergen dos viejosamores de su vida, que ya se habían destacado enotras obras suyas, pero que hoy se expresan juntosen ésta: la Sagrada Escritura y los Santos Padres;2º) Cómo el Magisterio de la Iglesia, desde LeónXIII hasta nuestros días, rectificando extendidosdesdenes, sigue valorando y recomendando la exé-gesis patrística; 3º) Cómo esa exégesis se reco-mienda como autoridad propiamente hermenéu-tica, validada por el hecho de la cercanía de losSantos Padres a las primeras generaciones cristia-nas, fuente de la Escritura y la Tradición: cercanía

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no sólo temporal, sino cultural y espiritual; ello lespermite por afinidad y empatía acceder al sentidodel texto y exponerlo fielmente; 4º) Cómo, poreste hecho, y por su reconocida santidad y ortodo-xia, así como por su condición y su carisma depastores, su interpretación y exposición de las Es-crituras tiene validez perenne como fuente de doc-trina y de actitudes homiléticas, capaces de inspi-rar a los predicadores de todos los tiempos.

Recordemos por fin cuáles son los límites queSáenz se ha autoimpuesto en esta obra: por unlado, reconoce que dada la magnitud inabarcablede la biblioteca patrística, sería ilusorio pretenderser exhaustivo, por lo que la sensatez impone elcamino antológico como el único practicable ycomo el que �agregamos nosotros� han recorridoautorizándolo con su ejemplo un Santo Tomás oun Cornelio a Lapide. Por otro lado, Sáenz advierteque su objetivo no es "científico" sino pastoral. Locual no implica que no lo persiga y lo logre conindeclinada competencia académica y literaria.

1. Un buen guía

Mientras leía esta obra del Padre Alfredo Sáenz,me vino a la memoria, en un momento que noalcanzo a precisar, pero en el que admiraba sudestreza en conducir la exposición, la circunstan-cia en que lo conocí. Reflexionando luego sobre elmotivo por el cual se habría suscitado esta remi-niscencia, creo explicármelo por una asociaciónde ideas, o mejor dicho, como se verá en seguida,por una asociación de impresiones entre la queme provocaba a cada paso la lectura de esta obra,con aquella otra a la que quiero referirme porqueme parece significativa.

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Conocí al P. Sáenz en Roma. Corrían los años1967-1968. Ambos estudiábamos en diversos ate-neos teológicos de la Urbe. El P. Sáenz preparabasu tesis doctoral y el que esto escribe cursaba sulicencia en Sagrada Escritura. Sin embargo nonos habíamos encontrado nunca, a pesar de serambos jesuitas y del Río de la Plata. Y quizás noshubiéramos vuelto de Roma sin habernos conoci-do, de no mediar el hecho que paso a referir.

El hoy obispo de Salto oriental, Monseñor Da-niel Gil Zorrilla, entonces estudiante en Roma comonosotros, y que nos conocía a ambos, me invitó avisitar la Basílica de San Clemente. El guía deaquella visita iba a ser el Padre Alfredo Sáenz, cuyapreparación me encarecía el entonces Padre Gil,para animarme a no perder aquella ocasión deconocer bien la Basílica. Acaparada mi atenciónpor las exigencias de los estudios en el InstitutoBíblico, recuerdo que era poco el tiempo, perosobre todo las energías disponibles para visitartantos y tan interesantes monumentos como Romaofrece. Acepté aquella invitación, en parte por lasinsistencias del Padre Gil, y porque era una opor-tunidad de conocer una creación tan importantede la antigüedad cristiana, ahorrándome el esfuer-zo de estudiarlo por mi cuenta. Y en parte tambiénpor concederme un rato de descanso en compañíade amigos que los estudios dejaban escaso tiem-po para frecuentar. La impresión que me produjola visita fue imborrable. Y a pesar de que despuésde ella no volví a ver al P. Sáenz, ni en Roma, ni pormuchos años en estas latitudes, no lo olvidé.

Leyendo ahora su libro, acabo de caer en lacuenta de que él seguía siendo para mí aquel guíade la visita a la Basílica de San Clemente. Aún hoy,

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cuando la evoco, vuelvo a encontrar todavía frescala impresión de aquel sacerdote, joven pero ya ma-duro tanto en erudición como en unción, lleno deamor a la Iglesia y por eso estudioso de sus oríge-nes, lleno también de respeto y de comprensiónpor la cultura antigua; hombre de fina sensibilidadhumanística y percepción artística. No pudimostener un guía mejor. Su erudición abrazaba todoslos aspectos de las ciencias que podían hacernosrevivir la historia de la basílica y de su iglesia a travésde los siglos: arquitectura, escultura y pinturas, his-toria de la liturgia, historia de la Iglesia en Roma yen particular la historia del edificio en cuestión, apartir del culto de Mitra sobre el cual fue erigido yhasta cuyas excavaciones nos introdujo. No fuesólo la visita de un templo, fue un viaje de descensoal pasado eclesial, a las raíces de nuestra identidadcatólica. Sin embargo, Sáenz no nos avasallabacon una avalancha erudita. Nuestro guía, ademásde un mistagogo o un psicopompo, era también unponderado didacta, casi un anfitrión que muestrasu casa a sus huéspedes; no como quien dictaclase, sino como quien departe sobre lo que allí haydigno de verse y de re-cordarse.

Han pasado, entre una y otra impresión, casitreinta años. Leyendo ahora Las Parábolas delEvangelio según los Padres de la Iglesia tuve la deestar siendo conducido y guiado a través de lafloresta patrística como hace tantos años lo habíasido a través de la basílica romana. El mismo guía,con su misma diestra y discreta elocuencia, en sumismo estilo lleno de unción o de sereno fervor,erudito y didáctico a la vez, entusiasta y a la vezapacible, generoso en la comunicación de sussaberes. Y en mí, la misma sensación de gratitudque en ocasión de la visita a San Clemente.

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Acabo de leer los dos primeros tomos de LasParábolas del Evangelio según los Padres de laIglesia, el segundo de los cuales tengo el honrosoencargo de introducir, y que tratan respectivamen-te de la misericordia de Dios y de la misericordiacon el prójimo. En esta obra Sáenz nos conduce,como en una visita guiada, al País de los SantosPadres; que no es otra cosa que nuestra patriaespiritual, demasiado a menudo ignorada u olvi-dada. Nos hace recorrerla mediante un itinerarionecesariamente parcial entre los muchos posibles,como sucede con los diversos circuitos que ofre-cen a la elección del viajero las guías turísticas.Sáenz ha elegido uno particularmente seductor yprovechoso para el espíritu: las exégesis patrísticassobre las parábolas de Jesús. Por allí nos conduce,ahorrándonos tantísimo esfuerzo, a través de esasregiones apenas conocidas y que no recorrería-mos, a buen seguro, si debiéramos hacerlo conestudio propio. Lo hace además con galana peri-cia. Porque no se limita a exponer una selectacolección de textos ordenados por temas, lo cualde por sí, puesto que supone haber sopesado mi-les de escritos para seleccionar y ordenar varioscentenares, no es pequeño servicio ni exiguo mé-rito. No se limita tampoco a desempeñar el rol depanelista o de moderador, que hiciese hablar porturno a los Padres. Sáenz es, más bien, como unexperto compositor de rapsodias que recrea lasmelodías al combinarlas con conocimiento de lasleyes de la armonía y del contrapunto; o como undiestro orfebre que engasta las gemas engarzán-dolas en un enjoyado original. Presenta los textospatrísticos siguiendo el hilo de una exposiciónpropia, la cual, si bien ceñida fielmente al texto decada parábola, los ordena, combina, comenta, eva-

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lúa, subraya o destaca con genio propio; con di-dáctica claridad expositiva, pero a la vez coninexhausta inventiva y creatividad para no repetir-se en el modo de presentar e introducir dichostextos y evitar el riesgo cierto de la monotonía.

El lector, guiado a través0 de aspectos recóndi-tos y muy poco divulgados del pensamiento de losSantos Padres, puede sopesar hasta qué puntomerecen éstos el título de "Sabios de la Iglesia".Sabios no sólo por su versación escriturística y porsu penetración del Misterio cristiano, sino comomaestros de vida. Personalmente, durante la lectu-ra de estos dos primeros tomos, tenía la impresiónde estar haciendo un retiro espiritual bajo la direc-ción de los mejores predicadores y más sabios maes-tros espirituales que la Iglesia haya tenido.

2. Descenso a nuestras raíces

Recordando la visita a la basílica clementiname referí a Sáenz como un mistagogo o unpsicopompo que nos conducía en un descenso alas raíces históricas de nuestra identidad católica.La literatura del descenso, desde el viaje de ladiosa Inanna a los Infiernos, pasando por la Odi-sea, la Eneida y la Divina Comedia, ofrece ejem-plos de esos guías o conductores. Ellos acompa-ñan a los que se aventuran en el viaje al pasadopara encontrarse con los númenes fundadores,con los héroes que fueron y en cuyas gestas en-cuentran inspiración los pueblos; viaje a las raíces,a los orígenes de las naciones.

Por cercano a nosotros, aunque sumido en lageneral inadvertencia y en parte por rescatarlo deella, no me resisto a traer aquí el ejemplo del

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poema Tabaré, del poeta oriental Juan Zorrilla deSan Martín. El Tabaré es un poema de descenso.A través de la tumba de una raza cuya existenciaquedó frustrada por los pecados de las que debie-ron originarla, ese descenso nos conduce, por víasoníricas, hasta el conflicto de razas fundante de lasnaciones iberoamericanas; hasta los a veces aúnindigestos pecados y rencores que pueden sor-prendernos con inesperadas y tan violentas comoinexplicadas erupciones. De esos pecados, quefrustraron hermosas posibilidades humanas, na-cerían las violencias y sufrimientos de inocentesque son el baldón de estos pueblos. El Tabaré, ensu epicidad apenas disimulable bajo el atuendode sus galas románticas, tiene algo de afloraciónonírica del inconsciente del blanco hispanoameri-cano. Zorrilla de San Martín, alma católica dignade ser llevada a los altares, se aventura en supoema a echar sobre las culpas fundacionales unamirada evangélica, profética, como suele ser lasuya cuando mira nuestra historia americana yaun mundial; la única mirada capaz de dar paz alas tumbas, tanto de los inocentes como de losviolentos, y hacer florecer sobre ellas el perdón y lamisericordia cristiana de que ambos son acreedo-res. En lo más profundo de este poema, el conflic-to épico se entabla entre la fuerza del Bautismo yla del pecado.

Nos hemos detenido, y quizás le haya parecidoal lector que nos hayamos desviado o distraído,con el tema de los descensos épicos. Los trajimosa cuento a propósito del P. Sáenz, comparando surol de guía y conductor hacia la patria de los San-tos Padres, con el de los guías en aquellos descen-sos. Pero lo dicho se aplica también maravillosa-mente y como por antonomasia a los mismos

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Santos Padres. Ellos son los rapsodas auténticosdel epos católico. Ellos cantan a Jesucristo. Comomistagogos nos inician y conducen a las raíces denuestra identidad eclesial; como psicopompos, alas razones últimas de nuestro ser y vivir creyente eidentidad bautismal. Ellos cantan la hermosura delo que somos y de lo que nuestra vocación nosllama a ser.

3. Del epos al etos

Pero todavía hay otro aspecto del fenómenoépico que tiene directa utilidad para nuestro estu-dio, como punto de partida de lo que queremospasar a decir, a continuación, sobre la relaciónentre la misericordia de Dios y la misericordia conlos prójimos. Se trata de la relación existente entreel epos y el etos de los pueblos. Porque a la luz deesa relación, existente en la universalidad de lasculturas y religiones, se comprende mejor la queexiste en el mundo bíblico y en particular en la fecatólica, entre el obrar divino y el obrar humano.Dicha relación ilumina, particularmente, la co-nexión, tan sentida y encarecida por Sáenz, entrela misericordia que Dios nos tiene graciosamentey la que los agraciados le debemos a nuestrosprójimos. Son éstos �dice Sáenz� "dos temas ínti-mamente concatenados que nos vimos obligadosa separar por la imposibilidad material de conside-rarlos a ambos en un solo tomo". Nuestro estudiopreliminar, por lo tanto, aunque aparezca al co-mienzo del segundo tomo, no puede menos quereferirse a la materia de ambos y oficiar a la vez depostlogion de uno y de prólogo del otro,incursionando precisamente en el análisis del nexoque los une inseparablemente.

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En todos los pueblos y culturas el epos funda eletos. La narración del pasado, mítico o histórico,como evocación de los orígenes, como rememo-ración de las gestas divinas o heroicas, tiene unafunción de hermenéutica existencial y quiere arro-jar luz sobre el presente. El conocimiento de loque fue, funda la normativa de lo que ha de ser, yde lo que se ha de hacer. La narración épica apun-ta y termina en la práctica, en la moral, en lascostumbres. Toda cultura consta de un relato y deun modo de actuar que lo prolonga y es sucorrelato.

No de otro modo sucede en las religiones bíbli-cas, el judaísmo y el cristianismo. Aquí, toda laSagrada Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento,puede considerarse como el gran relato épico quefunda y da su identidad a Israel y a la Iglesia, y delque deriva la conducta y el modo de vida delcreyente, judío o cristiano. En las religiones bíbli-cas la conducta de Dios es el modelo ejemplar y elfundamento de la conducta de los creyentes. Y esaconducta se pone de manifiesto, se revela y junta-mente se propone y se prescribe a la imitación, enlas Alianzas. Las Alianzas son el argumento centraldel epos bíblico. Los grandes "héroes" bíblicos sonlos hombres de las Alianzas: Adán, Noé, Abraham,los Patriarcas, Moisés, Josué, David, Jesús. De esasAlianzas nacen los pueblos bíblicos, Israel y laIglesia. La epopeya bíblica narra los dramas y peri-pecias de las infidelidades humanas y las fidelida-des divinas a dichas Alianzas. Las Alianzas son,por fin, el acto en que se anuda el obrar divino y elobrar humano. Es en su contexto donde debemossituar, para comprenderlo, porque es su lugar na-tural, el nexo existente entre el Dios que hace mi-sericordia y el deber de hacerla con el prójimo. La

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conducta del Dios de la Alianza es el fundamento,el modelo ejemplar y el precedente posibilitante ala vez, de la moral de la Alianza. Y esa conducta sedefine por un atributo principal que la caracteriza:la misericordia. La misericordia (jésed en hebreo)es la virtud de la Alianza. De un acto de misericor-dia divina brota la Alianza y ella debe perdurar yperpetuarse, expandirse y universalizarse, por ejer-cicio de misericordia.4. Misericordia divina y obras de misericordia

"Porque es eterna su misericordia" (hebreo: kileolám jasdó ), reza una confesión de fe que moti-va a menudo las invitaciones a la alabanza en laSagrada Escritura (véanse los Salmos 99, 5; 105,1; 106, 1; 135, y otros textos como Jer 33, 11; Dan3, 90). Conviene que nos detengamos un poco adibujar el contenido del concepto de jésed, comoatributo divino y como virtud humana, para recu-perar los ámbitos de significación del vocablo "mi-sericordia", que se ha desgastado y estrechado enel uso cultural corriente. Juan Pablo II nos lo harecordado en su Encíclica Dives in Misericordia(Dios Rico en Misericordia, del 30-11-1980, nº 4).Cuando el jésed se da entre dos hombres (pen-semos en David y Jonatán) éstos no sólo sonbenévolos el uno con el otro, sino al mismo tiem-po recíprocamente fieles hasta más allá de la muer-te, en virtud de un compromiso interior de amis-tad, y por lo tanto en virtud de una fidelidad a símismos, semejante a lo que en nuestra culturallamamos honor. Jésed designa una actitud com-pleja y difícilmente traducible a otras lenguas conun solo vocablo: es una actitud de profunda bon-dad, amor, gracia, compasión, atención a la nece-sidad del otro que mueve al cuidado protector y

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providente. En su sentido técnico teológico, comoatributo de Dios, jésed alude siempre al Dios de laAlianza con Israel. Como tal, el atributo divino esanterior a la Alianza, y es el que lo mueve a Dios apactarla. Las Alianzas bíblicas son siempre efectode una iniciativa jasídica de Dios. La Alianza seestablece por ejercicio de misericordia y es poreso que también debe perdurar y realizarse porejercicio de misericordia. Ese jésed divino es unabondad tan fiel que sigue amando a Israel a pesarde sus traiciones e infidelidades, a pesar de que noencuentre la reciprocidad que, en virtud de la Alian-za, reclama. Entonces jésed se carga del sentidode fidelidad de Dios a sí mismo, y de perdón.Entendemos, pues, que se confiese que "la miseri-cordia del Señor es eterna" (leolám), no cesa ja-más, y es además entera y perfecta.

En el Salmo 135 la misericordia eterna se con-fiesa en forma de estribillo litánico. El salmo 106,que comienza confesándola, merece nuestra aten-ción porque nos ilustra acerca de la relación entrela misericordia divina y la interhumana. Contieneeste salmo una sistematización de las gestas salvíficasde Dios con el hombre, configurada en tal formaque parece estar en el origen de nuestras tradicio-nales listas de obras de misericordia. Allí se cele-bra la misericordia (jésed) de Dios que visita ylibera al prisionero; auxilia al peregrino y le daalbergue; lo alimenta y le da de beber; salva lasalmas de la muerte y perdona el pecado. En estesalmo se enumeran alternadamente obras de mi-sericordia corporales y espirituales que en los pos-teriores elencos se clasificarán por separado. Pre-sumimos que ha sido de la enumeración meditativade los favores de Dios con su pueblo o con suscreaturas, de donde se han deducido luego las

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listas mnemónicas de obras de misericordia cono-cidas en la tradición judeocristiana. Este salmoejemplifica cómo, también en el universo bíblico,el epos inspira y funda al etos.

Lo que en la tradición cristiana conocemoscomo obras de misericordia se designa en la tradi-ción judía y rabínica con el nombre de guemilútjasadím. Queremos detenernos en esta expresiónporque la consideramos útil para seguir penetran-do en el cómo y el por qué del nexo entre lamisericordia divina y la exigencia de misericordiacon el prójimo. Guemilút significa reciprocidad,retribución o circulación. Jasadím, plural de jésed,designa los favores o actos de misericordia, losbeneficios, sin exclusión de las actitudes profun-das del corazón de las que éstos brotan. Guemilútjasadím es, pues, la reciprocidad de favores, laretribución de los beneficios, la circulación deljésed que viene de Dios y quiere difundirse. Laidea que vehicula esta expresión es que los favoresrecibidos de Dios se le retribuyen a Dios favore-ciendo al prójimo. En la tradición judía las obrasde misericordia tienen gran importancia. Segúnun dicho rabínico, cuando en el año nuevo Diosviene a visitar a las creaturas y se sienta a juzgarlas,éstas comparecen a juicio y son examinadas acer-ca de tres cosas: 1) acerca de la Ley; 2) acerca deljuicio; y 3) acerca de las obras de misericordia:guemilút jasadím. Y sobre estas tres cosas comosobre un trípode, afirma otro dicho rabínico, repo-sa el universo. No bastan la ley y el juicio, la mise-ricordia los completa. Esta idea de que la clemen-cia y la misericordia pertenecen también a la per-fección de la justicia y a la salvaguardia de losbienes que la Ley quiere preservar, será retomadaen la tradición cristiana. "La misericordia

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auténticamente cristiana �ha dicho Juan Pablo IIvolviendo en nuestros días a recordarnos esa tradi-ción� es también, en cierto sentido, la más perfec-ta encarnación de la igualdad entre los hombres y,por consiguiente, también la encarnación más per-fecta de la justicia, en cuanto también ésta, dentrode su ámbito, mira al mismo resultado" (Dives inMisericordia, nº 14).

Pero sigamos ocupándonos con los rasgos dela misericordia de Dios que nos muestra la Escri-tura, ya que, como decíamos, la conducta del Diosde la Alianza es fundamento, modelo y condiciónde posibilidad a la vez, de la moral bíblica; hasta elpunto de que se la haya caracterizado atinadamentecomo una moral de respuesta (L'Hour).

Una actitud muy importante que deriva de lamisericordia divina es su solicitud por nutrir a to-das sus creaturas. El Dios bíblico es un Dios-nutri-cio, que da de comer al hambriento. Recordemosalgunos ejemplos bíblicos. El relato sacerdotal dela Creación se presenta como la preparación deun gran banquete: al sexto día Dios agasaja atodas las creaturas con el don del alimento quehabía preparado desde el tercer día. Dios conduceal pueblo de los patriarcas a Egipto para salvarlosdel hambre. Alimenta al pueblo en el desierto y lointroduce por fin en una tierra de la que manaleche y miel. Él es el que da de comer al hambrien-to, de beber al sediento. Banquete son su Sabidu-ría y su Reino. Banquete es, por fin, la Eucaristía.

Pero el Dios bíblico, del que se dice que es "tiernocon todas sus creaturas", se apiada de ellas entodas las demás formas que reviste la misericordia:viste y alberga al peregrino, visita y libera al prisio-nero y al esclavo, auxilia al enfermo y al necesitado,

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se cuida del huérfano y la viuda, asegura la pareja yla descendencia. Y en cuanto a la misericordia espi-ritual: enseña al ignorante con sus leyes sabias, oyeel grito del oprimido y consuela al afligido, sufrecon paciencia y perdona a los ingratos.

Su misericordia, además de eterna e indefecti-ble, es también universal. No sólo abraza a losmiembros de la Alianza, sino que se extiende atodas sus creaturas, incluidos los animales.

Esta universalidad es lo que Jonás, el profetarebelde, no quiere aceptar. Este breve libro,notémoslo de paso, es una pequeña joya de laliteratura del descenso. Jonás, huyendo de la vo-luntad de Dios, en la rodada cuesta abajo de sudesobediencia, baja de Jerusalén a Jafo, descien-de a la nave y luego a su bodega, es arrojado almar y tragado por el monstruo. En lo más pro-fundo del abismo, sin embargo, se encuentra conla misericordia divina que allí lo estaba esperandopara recibir su arrepentimiento y devolverlo a sumisión. No basta, empero, todo esto para vencersu reluctancia. Jonás se irrita mortalmente con laconversión y el perdón de la ciudad odiada: "Biensabía yo �le reprocha� que tú eres un Dios cle-mente y misericordioso, lento a la ira y rico enamor, que se arrepiente del mal. Ahora, pues, tesuplico que me mates, porque mejor me es morir"(Jonás 4, 3). Y el librito termina con una proclama-ción de misericordia divina: "¿No voy a tener lásti-ma yo de Nínive, la gran ciudad, en la que hay másde ciento veinte mil personas que no distinguensu derecha de su izquierda y gran cantidad deanimales?" (Jonás 4, 11).

Tan universal es, pues, la misericordia del Crea-dor, que abraza a todas sus creaturas, incluidos los

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animales. Acerca de la atención de Dios a estosúltimos, corresponde recordar que en ocasión dela Alianza noáquica, Dios pacta con el hombre ycon los animales. Éstos, por expresa voluntad suyay por el mismo motivo de ser inocentes del peca-do que movía a Dios a salvar a Noé con su familia,habían sido preservados también de la extinción.Los Salmos celebran al Dios nutricio de los ani-males: las fuentes de Dios abrevan a todas lasbestias del campo, Dios hace brotar la hierba parael ganado, los leoncillos rugen por su presa, pi-diéndole su alimento: "todos los animales de tiestán esperando que les des a su tiempo su ali-mento, tú se lo das y ellos lo toman, abres tu manoy se sacian de bienes" (Salmo 103, 27-28). ¿Cómoentonces podría ceder el segador a su codicia yembozalar al buey que trilla? ¿Cómo no ceder a lospobres, como una especie de diezmo al Creador,los refugos de la vendimia y la cosecha? El hom-bre agraciado con los dones de la generosidad deDios, le retribuye con generosidad hacia los po-bres y necesitados. Reconoce así su propia ver-dad: él también es como un mendigo y un pobre aquien Dios hace abundante misericordia con losfrutos de la tierra.

Por semejantes motivos, el israelita deberá serbondadoso con el extranjero que vive en sus tie-rras o con el que las atraviesa como peregrino,porque también él fue extranjero en Egipto y pere-grinó como forastero por el desierto y a través delas tierras de Edom y de Moab. Y ha de ser justo ymisericordioso con su esclavo, porque él fue es-clavo en Egipto. Y en esas situaciones experimen-tó cómo Dios se apiadó de él cuando era extranje-ro, esclavo y peregrino, porque es un Dios miseri-cordioso y fiel. Misericordioso con los patriarcas y

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fiel con sus descendientes. Otros tantos ejemplosde cómo en el universo bíblico de la Alianza, elepos funda el etos. La conducta misericordiosa deDios ha de ser conmemorada e imitada, pero tam-bién reconocida y retribuida con una configura-ción de la conducta a su imagen y semejanza.

Que la conducta humana deba espejar a ladivina, es un caso particular de una ley más gene-ral de la fe bíblica, según la cual existe una rela-ción de especularidad entre las realidades celes-tiales y las terrenas: así, el templo celestial es elmodelo del que se debe erigir en la tierra, construi-do y ornamentado a imitación del paradigma eter-no revelado al vidente; así, la liturgia eterna es mo-delo de la terrenal; así, en el tribunal terreno Pedroata y desata, con el poder de sus llaves, cosas quequedan atadas y desatadas en el tribunal del cielo.Hacer misericordia en la tierra será, pues, adelantara esta vida las conductas celestiales.

5. La perfección de la santidad

Pero volvamos a lo que decíamos páginas atrásacerca de las Alianzas como argumento centraldel epos bíblico y acto en que se anuda el obrardivino con el obrar humano, fundando y recla-mando un etos propio. De qué naturaleza sea elnexo entre el obrar divino y el humano en el ámbi-to específicamente bíblico, se comprenderá mejorubicándolo a la luz de la Alianza bíblica que, comodijimos, es su marco natural y específico.

Los estudios sobre las Alianzas bíblicas hanmostrado cómo en lo que se ha dado en llamar"Formulario de Alianza", se han de considerar va-rias partes, de las cuales, para nuestros fines, nosinteresan las principales, que son tres: 1) Un así

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llamado "Prólogo histórico", en el que se narranlas gestas de Dios en favor del creyente o delpueblo. En ese prólogo histórico se recuerda yretrata la conducta de Dios que funcionará comoarquetipo ejemplar. 2) La "Estipulación fundamen-tal". Es lo que en los decálogos encontramos como"Primer mandamiento". En ella se estipularesumidamente la obligación de fidelidad, exclusi-va y excluyente. Se manda amar a Dios con cora-zón entero e indiviso. Se prohíbe adorar a otrosdioses. Se establece la relación de pertenenciarecíproca: "Yo seré tu Dios, tú serás mi pueblo". Semanda la reciprocidad de obligaciones y conduc-tas: "Seréis santos como Yo Yavé vuestro Dios soysanto" (Lev 19, 2 y passim en el Código de Santi-dad). 3) Siguen después los decálogos o códigosque desglosan y enumeran las obligacionesderivantes de los dos puntos anteriores.

La estipulación fundamental de los pactos deAlianza expresa el nexo o vínculo que anuda la con-ducta de Dios con la que éste prescribe a sus fielescomo respuesta razonable y condigna a los benefi-cios recibidos. En el caso del Código del Levítico, aesa conducta se la llama santidad. Pero el midrashcristiano, como vamos a mostrar en seguida, inter-pretará esa santidad como misericordia. Para ello dapie, es verdad, el contenido del atributo santidad,que incluye por un lado la trascendencia de Dios,pero por otro su cercanía o projimidad.

San Pedro, en efecto, retoma en su primeraCarta la estipulación fundamental del Código deSantidad del Levítico, manteniendo el nombre delatributo pero adaptándola a la nueva relación Pa-terno-filial en que se encuentran los fieles respectode Dios en la Nueva Alianza: "Como hijos obedien-

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tes, no os amoldéis a las apetencias de antes, deltiempo de vuestra ignorancia, más bien, así comoel que os ha llamado es santo, así también voso-tros sed santos en toda vuestra conducta, comodice la Escritura: Seréis santos porque santo soyyo" (1 Pe 1, 16). Pedro deducirá la conducta dignade un cristiano a partir de este principio.

Observemos ahora la fórmula que Mateo acu-ña, como versión cristiana del mandato del Levíti-co: "Sed perfectos como vuestro Padre celestial esperfecto" (Mateo 5, 48). La perfección del Padrecompromete a los hijos �a imitación del Hijo, Jesu-cristo, que es el modelo de fondo en todo el Ser-món de la Montaña� a superar la justicia, tanto deescribas y fariseos (5, 20) como de publicanos ygentiles (5, 46-47). Mateo tiene en mente el impe-rativo de esta excedencia cuando interpreta y ex-plica la santidad como perfección. En la justiciadel discípulo, en su santidad perfecta, debe alcan-zar su perfección la Ley, que �como enfatiza Mateo�no resulta abolida sino completada, excedida, paraperfeccionarla, por el etos filial. En él son supera-das y alcanzan su perfección tanto la Ley reveladacomo la natural.

San Lucas, profundizando en el sentido cristia-no de que se va revistiendo el midrash neotesta-mentario del "Sed santos porque Yo vuestro Diossoy santo", nos lo explica bajo la fórmula queatañe directamente a nuestro tema y a la quequeríamos llegar por fin: "Sed misericordiososcomo vuestro Padre celestial es misericordioso"(Lucas 6, 36).

Queda así esbozado el camino que nos permitereconducir esta fórmula lucana a su marco naturaly comprenderla en su verdadera naturaleza: ella es

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la estipulación fundamental del formulario de laNueva Alianza en la visión lucana. Dicho técni-camente en lenguaje exegético: queda así defini-do su género literario y su Sitz im Leben. En ella seanuda el epos, en nuestro caso la misericordia delPadre revelada en su Hijo, con lo que ha de ser laética de la respuesta cristiana. No hay que admi-rarse de que, de las ocho parábolas contenidas enestos dos volúmenes, seis sean de Lucas exclusi-vamente, otra de doble tradición con Mateo y sólouna exclusiva de Mateo. Lucas es, reconocidamente,el evangelista de la misericordia. A él, pues, per-tenece el mérito de mostrarnos que la misericor-dia está en el corazón de la Nueva Alianza y que enella han de anudarse los dos actuares: el divino y elhumano.

En el arquetipo del Levítico, la fórmula "Sedsantos como Yo Yavé vuestro Dios soy santo" tieneun sentido ambivalente o polivalente que tambiénheredan los midrashim cristianos de la misma yque por lo tanto conviene aclarar. El cómo, enhebreo ki, significa tanto la comparación (= como)cuanto la motivación (= porque). La ambivalenciaes intencional. La conducta divina es a la vez causaejemplar y motivación de la del creyente. Hemos deser misericordiosos porque Dios lo es y como Dioslo es. Pero en el espíritu de la Nueva Alianza esposible agregar, puesto que ingresamos en el reinode la Gracia de Cristo: "Sed misericordiosos graciasa que vuestro Padre celestial lo fue con vosotroshaciéndoos capaces de serlo". La misericordia divi-na, en la Nueva Alianza, no es, pues, sólo ejemplo ymotivo, sino causa posibilitante de la nuestra. Tan-to Lucas como Mateo, en su exhortación, dan aentender que la conducta cristiana, si bien es resul-tado de la condición filial, es en igual medida un ca-

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mino para llegar a ser hijos de Dios y por lo tantouna condición a cumplir: "y seréis hijos del Altísi-mo" (Lucas 6, 35), "para que seais hijos de vuestroPadre celestial" (Mateo 4, 53). Podríamos comen-tar, glosando una sentencia de la Escuela: la miseri-cordia supone hijos o los hace. Quizás más exacta-mente: supone hijos y los hace.

6. Fuente de toda vinculación

Hay que reconocer, efectivamente, a la miseri-cordia una capacidad vinculante, una virtud paragenerar o crear vínculos y relaciones. Decíamosque la Alianza nace del jésed divino. Jesús dirá"hacéos amigos con las riquezas de iniquidad", oafirmará que la misericordia del samaritano lo hizoprójimo del hombre caído. Contra lo que nos incli-namos a pensar, no es el vínculo el que reclama lamisericordia, sino que es la misericordia la queorigina el vínculo; aunque sea también verdad que,una vez establecido el vínculo, éste sigue motiván-dola, postulándola; a fortiori pero a posteriori.

La enseñanza de Jesús en la parábola del buenSamaritano, corrige un estrechamiento de la pers-pectiva según el cual sólo se debería la misericor-dia a los consocios de la Alianza porque sólo ellosserían el prójimo (hebreo: réa c). Es verdad que aellos se les debe en primer lugar, como sucedetambién en la Nueva Alianza, donde el manda-miento de Jesús, de amar a los hermanos, estable-ce una prioridad, a la vez que un criterio de discer-nimiento de la autenticidad de toda otra miseri-cordia con los externos a la comunión de fe. Peroasí como en su enseñanza sobre el matrimonioJesús reconduce su doctrina a lo que era en el

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principio de la Creación, así aquí nos reconduce alo que hay siempre en el principio de toda Alianza,no sólo de la divina, sino en las que anudan paren-tescos y amistades entre los hombres: una iniciati-va de amor, gratuita y libre, es decir misericordiosa.

Reflexionemos un momento, por lo tanto, acer-ca del fenómeno natural del parentesco entre loshombres, porque es un preámbulo convenienteantes de profundizar en ulteriores aspectos deltema que nos viene ocupando.

Hemos dicho que la misericordia (jésed) tieneuna capacidad de crear vínculos y relaciones entrelas personas, ya divinas, ya humanas. Pues bien,es un hecho universal, y por lo tanto puede decirseque de ley natural, que la fuente de todo parentes-co es el parentesco de alianza. Pensamos princi-palmente en la alianza matrimonial, pero tambiénen la alianza de adopción filial o en la alianza defraternidad, que lejos de ser formas de parentescohumano de segunda categoría son más "huma-nos" que los vínculos de parentesco de consan-guineidad, ya que son más libres. En todos estoscasos se establece un vínculo por concertaciónlibre de voluntades, por elección.

En la estructura de parentesco se distinguendos tipos de vínculos de parentesco: de alianza yde consanguineidad. Si nos preguntamos cuál deambos debe considerarse el más primitivo y origi-nario, debemos responder que es el parentesco dealianza: el matrimonio. La universal prohibicióndel incesto asegura que no haya una consan-guineidad anterior a este vínculo. Y de este vínculobrotan las relaciones de consanguineidad: filialesy fraternas. La principal diferencia entre ambosvínculos es que uno es libre y el otro necesario. Se

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elige la pareja, pero a los consanguíneos se losacepta. Así está inscripta en la naturaleza mismade la familia humana la prioridad de la libertadsobre la obligación, el hecho de que la gracia esanterior a la ley, con una anterioridad fontal. Demodo que puede decirse que la ley brota de lagracia y que la obligación nace de la libertad quese la autoimpone. Y a la luz de lo que Dios hace alpactar sus Alianzas con nosotros, podemos decirque la libertad tiende a autoobligarse por miseri-cordia. La Sagrada Escritura ha expresado lafontalidad de la alianza matrimonial como origende todo parentesco, excluyendo todo vínculo deconsanguineidad por generación entre Adán y Eva.

Con esto creemos haber mostrado suficiente-mente que el jésed, el amor de elección libre ymisericordioso, gratuito, no sólo tiene, como co-menzamos diciendo, una cierta capacidad vincu-lante, sino que es la fuente misma de toda vincula-ción y de toda relación, ya sea de Dios con loshombres, ya sea de los hombres entre sí. Y con estotambién podemos pasar a exponer las últimas con-sideraciones acerca de la naturaleza del nexo queexiste entre la misericordia de Dios y la que él nospide que tengamos hacia los demás, en primerlugar con los hermanos en la fe, pero también contodos los hombres e incluso con los enemigos.

7. El Dios-pariente en el Nosotros abierto

Es rasgo propio y distintivo de la religión bíblicael ver la epifanía de Dios en las relaciones deparentesco y en términos de Alianza de parentes-co. El Dios de los Patriarcas es un Dios-pariente yasegura, con sus promesas y con su providencia,

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tanto la descendencia como el alimento, primerodel clan y más tarde del pueblo entero. La fe bíbli-ca, en efecto, comparte con otras religiones cir-cunvecinas las epifanías cósmicas de Dios: en lamontaña, el rayo, la tormenta, el oleaje y asimis-mo en los astros. Comparte también con otroscultos vecinos la fe en que Dios se manifiesta en lafertilidad de la tierra, el sol y las lluvias que lafecundan, o por el contrario en las plagas de lan-gostas y otras pestes. Pero es propio y distintivodel Dios bíblico ser el Dios-pariente y tutelador, ala vez, de la santidad de los vínculos familiares. Lasantidad de la familia ha de ser, precisamente,como puede verse por ejemplo en el capítulo die-ciocho del Levítico, el rasgo que distinga a Israel,como pueblo de la Alianza con el Dios santo, delos demás pueblos, tanto de los egipcios como delos cananeos.

Si el Dios bíblico no es solamente una divini-dad cósmica y de la fertilidad, sino también unDios de la historia, es precisamente porque en-cuentra su inserción histórica como miembro delclan patriarcal o más tarde como Dios que acom-paña a su pueblo o habita en medio de él: "¿Hayalguna nación tan grande que tenga los dioses tancerca como lo está el Señor nuestro Dios siempreque lo invocamos?" (Dt 4, 7). Dios es para Israel unDios próximo porque es su Dios-prójimo. Y le esprójimo con la projimidad de un parentesco. Dioses su Dios-pariente por Alianza. La Alianza bíblica,que no es sólo con un individuo sino con su fami-lia o su pueblo, funda pues, siempre, un nosotros,divino-humano, que abarca en un solo nosotros aDios, al pactante y a su colectividad humana. LaAlianza es a la vez el contrato social de los pue-blos bíblicos, culminando en la Iglesia, porque

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Dios forma parte del nosotros y así funda, regula yposibilita las relaciones y la convivencia.

El epos bíblico narra cómo Dios se hace parientepor misericordia mediante la Alianza y cómo envirtud de esa Alianza se obliga a perseverar en lasactitudes y conductas de la misericordia, hasta su-plicar, en su Hijo, la reconciliación al que lo haofendido y la incorporación a la Alianza a los que loignoraban. En Jesús, en efecto, el Nosotros Divino-apostólico-eclesial es un nosotros familiar abiertoque invita a la incorporación a todos, incluso a losenemigos. En la Nueva Alianza brillan particular-mente las cualidades del jésed, como fuerzavinculadora y creadora, por Alianza, de un conglo-merado o estructura de vínculos de parentesco divi-no-humano; como comunión fundante de comuni-dad. A su vez, dentro del nosotros divino-humanoque la Alianza anuda, funda y establece, circula lamisma misericordia que la estableció y se derramahacia afuera, invitando a la vinculación.

8. Dios Goel y virtudes familiares

La misericordia familiar estaba regulada en Is-rael por una institución familiar llamada «goelato».El goel era el pariente más cercano al parientenecesitado, el que estuviese en condiciones deprestarle ayuda. Las principales obligaciones delgoel, que derivaban de la piedad familiar, consis-tían en vengar la sangre del pariente, liberarlo orescatarlo si caía en la esclavitud, asegurarle des-cendencia en caso de morir sin hijos, tomandocomo esposa a la viuda y engendrando hijos quellevarían el nombre del difunto, comprar las tierrasque se viese obligado alguien a vender para evitar

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que saliesen del poder de la familia. Éstos son losdeberes que encontramos enumerados por la ley.Pero, en realidad, se esperaba del goel todo lo queconocemos como obras de piedad o misericordia;sobre todo, la actitud interna de socorro y provi-dencia hacia las necesidades del pariente débil.

Un ejemplo muy conocido de ejercicio delgoelato es el de Booz en el libro de Ruth. Peroquizás el arquetipo, por lo general pasado por alto,es Abraham. Él se comporta como el piadosopariente o goel de su primo Lot: en la soluciónpacífica del diferendo entre los pastores de ambosy la generosa cesión de las mejores tierras; en elrescate de Lot y de los suyos a su costa y mensióny a mano armada; en la intercesión por ellos antela inminente destrucción de Sodoma. El goelatorecuerda y de alguna manera regula las obligacio-nes de piedad familiar, o sea del jésed que sedeben los consanguíneos; en una palabra: de lamisericordia que ha de circular entre los miem-bros del pueblo de la Alianza.

El Dios-pariente por Alianza recibe justamenteel nombre de goel en la Sagrada Escritura. Es ensu ejemplo y en su conducta donde se inspira lainstitución familiar del goelato. El Dios de la Alian-za es quien asegura, por su misericordia y prome-sas mediante, los bienes que más puede anhelarel corazón de un Patriarca: descendencia y tierra,libertad y vida. Llegamos así a los motivos másprofundos que explican los nexos existentes entrela misericordia de Dios y la exigencia de misericor-dia hacia los demás.

Cuando Dios es el miembro principal de unsistema de parentesco, lo que se hace con unmiembro del nosotros, toca, por solidaridad, a

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todos los miembros y, por lo tanto, también aDios. Este principio es el que rige la interpretacióncorrecta de la identificación del Rey y de los pe-queños en el Juicio de los gentiles de Mateo 25.

Por ser Dios miembro del sistema de parentes-co surge en la religión judeocristiana un tipo defamilia particular, portador de virtudes y actitudes"aprendidas de Dios". Y la principal de esas actitu-des, por ser la fontal, es la misericordia, el jésed.

9. En resumen

Hemos apuntado y bosquejado, con la celeri-dad que imponen los límites de una introducción,una serie de explicaciones por las cuales se com-prende mejor por qué es una constante en la Sa-grada Escritura proponer el modo de obrar deDios como paradigma de lo que debe ser nuestraconducta, y como razón última de que deba sertal. Aspirábamos así a iluminar la naturaleza pro-pia del nexo que existe entre la misericordia deDios y la misericordia con el prójimo, de que seocupan respectivamente estos dos primeros to-mos de Las Parábolas del Evangelio según losPadres de la Iglesia. Intentamos recolocar ese nexoen su contexto propio, primero universalmentehumano: nexo entre epos y etos. Luego en sucontexto específicamente bíblico, judeocristiano:el Dios-pariente por Alianza, el Jasíd, cuya miseri-cordia tiende a vincularse con todos los hombresen un «nosotros» universal divino-humano, en queDios los abrace a todos y todos se abracen y leabracen. El sueño de Beethoven Alle Menschenwerden Brüder, tiene esta raíz cristiana. Y elPrincipito de Saint-Exupéry expresa bien el carác-

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ter vinculante de la misericordia cuando le explicaal zorro que domesticar significa crear vínculos.Un solo impulso de misericordia desciende deDios y se difunde dentro del nosotros que Dioscrea por misericordia, y también se derrama haciaafuera del nosotros divino-humano convocando atodos a incorporarse a él. La misericordia es eletos de ese Nosotros abierto y convocante, acoge-dor y sediento de comunión, comunicación y co-munidad.

Convenía, pues, que el Padre Sáenz comenzarapor las parábolas de la misericordia. Ellas soncomo una clave hermenéutica para todas las de-más. La misericordia puede verse como el prin-cipal atributo del Dios que se ha revelado en elmisterio pascual de Cristo. "El Cristo pascual es laencarnación definitiva de la misericordia", ha dichoJuan Pablo II (Dives in Misericordia, nº 8). Y SanCirilo de Alejandría se refiere a la Eucaristía como"el Misterio del amor misericordioso" (Comm. inJoannem L. 11, 11: PG 74, 559). Nuestro descensobautismal nos sumerge en ese misterio, conduci-dos en él por Cristo, a quien la Carta a los Hebreoscelebra como guía y conductor (arjegós ), como elprotolíder de la fe y de la vida.

Creemos que convenía también que nuestro es-tudio contextualizase bíblicamente lo que hay enestas parábolas de imperativo ético, como forma decorregir, si fuese posible, la reducción moralizanteo filantropista de cuño ilustrado, en la interpreta-ción de las mismas, y aún más en general, en lainterpretación de la Escritura. En este sentido meparece ir guiado por el ejemplo de los mismosPadres y conducido por ellos. La exégesis patrísticaes un buen corrector y contrapeso para las tenden-

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cias racionalistas del mundo actual. Y el racionalismotiende a olvidar que el imperativo moral no es tantoun asunto de razón kantiana sino más bien de per-tenencia, y por lo tanto, de Alianza.

* * *

Quiero terminar con una palabra de aprecio alilustrador de estos volúmenes y con dos conside-raciones finales acerca de la oportunidad eclesialdel tema y de devolvernos a los Santos Padres.

La obra está ilustrada con dibujos de Ricardo P.Longo. Aunque sin cualificación crítica profesio-nal en cuestiones de estética, me ha parecido queson contemplaciones gráficas sugerentes de laspáginas evangélicas que comentan en forma vi-sual. Brindan al lector agradables pausas en lalectura, aptas para la meditación.

Y las dos consideraciones finales son éstas.

Primero, la actualidad soteriológica del pregónde la misericordia encarecida en estos términospor el Papa Juan Pablo II:

�En ningún momento y en ningún perío-do histórico �especialmente en una épocatan crítica como la nuestra� la Iglesia puedeolvidar la oración, que es un grito a la mi-sericordia de Dios ante las múltiples formasde mal que pesan sobre la humanidad y laamenazan (...)

Cuanto más pierde la conciencia humanael sentido del significado mismo de la pala-bra «misericordia», sucumbiendo a la secu-larización; cuanto más se distancia del mis-

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terio de la misericordia alejándose de Dios,tanto más la Iglesia tiene el derecho y eldeber de recurrir al Dios de la misericordia«con poderosos clamores» (Hb 5, 7)� (Divesin Misericordia, nº 15).

Segundo, el mérito de desempolvar en benefi-cio nuestro a los olvidados Santos Padres. ¡Felizolvido �me decía durante la lectura� que nos hamerecido tan sabrosos redescubrimientos!

HORACIO BOJORGE, S. J.Montevideo

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