Asalto y toma de San Fernando (12 de febrero de 1817)

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1 ASALTO Y TOMA DE SAN FERNANDO (12 DE FEBRERO DE 1817) 1 [BORRADOR] por Ernesto Guajardo Provincias de Talca y Colchagua. Claudio Gay, Atlas de la historia física y política de Chile, tomo primero, París, Imprenta de E. Thunot, 1854. COLABORADORES DE RODRÍGUEZ: PEDRO DE LAS CUEVAS GUZMÁN Y PEDRO JOSÉ MATURANA GUZMÁN Al igual como hemos visto a lo largo de toda esta investigación, obtener precisión en los datos referidos a las acciones realizadas por la insurgencia chilena durante el periodo de la Reconquista española es algo complicado. Debido a ello, al momento de reconstruir algunos de sus hitos más relevantes nos apoyaremos en la diversidad de textos que existen sobre estos hechos, tanto para apoyarnos en ellos en el proceso de reconstrucción de los mismos, como para realizar una crítica de ellos, a fines de delimitar con la mayor exactitud posible la historia de la leyenda. 1 Este texto es parte de un trabajo en curso, correspondiente a la escritura del libro Manuel Rodríguez, el insurgente. Montoneras en Chile (1814-1817). Este avance es un borrador, susceptible de ser modificado en futuras revisiones [al 14 de diciembre de 2015].

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Este texto es parte de un trabajo en curso, correspondiente a la escritura del libro «Manuel Rodríguez, el insurgente. Montoneras en Chile (1814-1817)». Este avance es un borrador, susceptible de ser modificado en futuras revisiones.

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ASALTO Y TOMA DE SAN FERNANDO (12 DE FEBRERO DE 1817)1

[BORRADOR]

por Ernesto Guajardo

Provincias de Talca y Colchagua.

Claudio Gay, Atlas de la historia física y política de Chile, tomo primero, París, Imprenta de E. Thunot, 1854.

COLABORADORES DE RODRÍGUEZ: PEDRO DE LAS CUEVAS GUZMÁN Y PEDRO JOSÉ MATURANA GUZMÁN

Al igual como hemos visto a lo largo de toda esta investigación, obtener precisión en los datos referidos a las acciones realizadas por la insurgencia chilena durante el periodo de la Reconquista española es algo complicado. Debido a ello, al momento de reconstruir algunos de sus hitos más relevantes nos apoyaremos en la diversidad de textos que existen sobre estos hechos, tanto para apoyarnos en ellos en el proceso de reconstrucción de los mismos, como para realizar una crítica de ellos, a fines de delimitar con la mayor exactitud posible la historia de la leyenda.

1 Este texto es parte de un trabajo en curso, correspondiente a la escritura del libro Manuel Rodríguez, el insurgente. Montoneras en Chile (1814-1817). Este avance es un borrador, susceptible de ser modificado en futuras revisiones [al 14 de diciembre de 2015].

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Es debido a lo anterior que ocuparemos, para describir las acciones previas al asalto de San Fernando, un texto publicado en la prensa a inicios del siglo XX2. En este artículo, cuyo autor no hemos podido identificar, se señala que se relatan algunos hechos “ignorados hasta ahora por los cronistas e historiadores de Manuel Rodríguez” y que han sido referidos por “un vecino de Doñihue, nieto de un amigo del héroe”. Como es posible apreciar, la veracidad de este ‘testimonio’ no será posible de confirmar.

Según este relato, luego del asalto y toma de Melipilla, Rodríguez junto a Magno Pérez, “el Enjergadito” y otros acompañantes se encontraba al sur del río Maipo, cuando se interna en las montañas de la hacienda Quilamuta3.

El cronista señala que “al sur del cordón de cerros de la cuesta de Carén, y al norte del Cachapoal”, se encontraba Pedro Cuevas, el manco Cuevas, agricultor que se dedicaba a la crianza de vacas y caballos, en su fundo “Lo de Cuevas”4.

Don Pedro de las Cuevas Guzmán, el «manco» Cuevas, según fray Pedro Subercaseaux.

2 Nos referimos al artículo “Manuel Rodríguez. Un episodio de su vida”, de Mártir, publicado en El Chileno, Santiago, 30 de mayo de 1904, p. 1 (Esta edición corresponde a Los Lunes de El Chileno, número suelto). 3 Como es fácil advertir, los nombres de los acompañantes de Rodríguez no corresponden a los que se han identificado como aquellos que lo acompañaron en el asalto a Melipilla. Cabría pensar, entonces, en que el autor ha creado estas identidades o, en el mejor de los casos, corresponderían a otros colaboradores. Por otro lado, no debe confundirse la referencia a la Hacienda Quilamuta con la localidad del mismo nombre, ubicada mucho más hacia el poniente, en la comuna de Las Cabras, Provincia de Cachapoal. La Hacienda Quilamuta tiene una antigua tradición en lo que dice relación a la crianza de caballos [caballares]. De hecho, se menciona que eran famosos los “caballos Quilamutanos de Santiago Valenzuela el cual desde 1790 al 1813 fue dueño de la hacienda Quilamuta, la que en 1853 pasó a manos de los hermanos Santiago y Ramón Toro”. Arturo Montory, “La raza chilena pura y su funcionalidad”, 21 de agosto de 2012. <http://www.caballoyrodeo.cl/portal_rodeo/site/artic/20120821/pags/20120821110305.html>. La actual Hacienda “Quilamuta” se ubica en la comuna de Alhué, provincia de Melipilla, Región Metropolitana. 4 Según este artículo, Cuevas era muy amigo de Juan José Carrera, quien lo había presentado a su hermano José Miguel, cuando este dirigía el país. Arturo Montory agrega que don Pedro de las Cuevas Guzmán nace en 1775 y fallece en 1861, siendo el criador más trascendente en la historia del caballo chileno. Su criadero era “El Parral de Doñihue”, (Rancagua). Y agrega: “Su hacienda orillaba el río Cachapoal, y aún existe Lo Cuevas en Doñihue, pueblo donde debería nacer un Museo en su nombre, que contara sus hazañas y trascendencia”. Arturo Montory, “Don Pedro de las Cuevas Guzmán”, 11 de enero de 2010 <http://www.caballoyrodeo.cl/portal_rodeo/site/artic/20100111/pags/20100111000001.html> Véase además: Arturo Montory G., “Merecidos homenajes a nuestros próceres corraleros”, 31 de diciembre de 2014, <http://www.tierradecaballos.cl/index.php/grandes-huasos/465-merecidos-homenajes-a-nuestros-proceres-corraleros>.

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Enterado Cuevas de la presencia de Rodríguez en Quilamuta, pasa la cuesta de Carén y logra encontrarlo. Cuevas le ofrece su ayuda y, junto a Rodríguez y sus colaboradores, cruzan los cerros de Carén y bajan al valle de Cachapoal. A partir de allí, Cuevas conduce al grupo a la quebrada de El Calabozo, cercana al fundo Parral, propiedad de la familia Vial. En dicho lugar, Rodríguez permanece algún tiempo, mientras Cuevas les lleva víveres y otros auxilios, entre ellos, una tropilla de sus caballos.

Siguiendo este relato, desde El Calabozo Rodríguez toma contacto con colaboradores en San Fernando, pero no indica quiénes, ni de qué manera. Gustavo Opazo Maturana sostiene que, en este período, Rodríguez se dirige a la hacienda de Popeta, propiedad del vecino de San Fernando, Pedro José Maturana Guzmán. Acota esta información con una cita de la cual, por desgracia, no identifica su fuente: “La tradición recuerda con veneración el montículo denominado el Centinela, en donde el ilustre guerrillero tenía su observatorio y guarda”5.

Por su parte, Óscar Muñoz Soto afirma que Rodríguez se refugiaba en los bosques de Naicura y hacia el sector de Los Maquis, realizando el trayecto por una huella que existía en los cerros de la Rinconada, hasta llegar a La Moralina6.

Opazo Maturana indica que toda esta actividad insurgente no podría haberse realizado sino hubiera sido por la ayuda que le dieron a ella algunos hacendados patriotas, como fue el caso de Maturana Guzmán.

Gran parte de los gastos de todo este movimiento de gente y de animales, de espías y

contra espías, como también la alimentación de toda esta numerosa guerrilla, –que silenciosamente se escondía en las serranías del lugar próximo a San Fernando, Roma, que tenía este nombre por haber sido estancia de la familia Román–, eran subvencionadas por don Pedro José Maturana y Guzmán. Era este dueño de la estancia de Popeta, y había constituido en mayorazgo de la familia las haciendas de Talcarehue, La Teja, Roma, y la gran estancia cordillerana llamada del Portillo, por donde existían caminos secretos y de corto tiempo para ir a Mendoza, que cruzaban los emisarios de Rodríguez y San Martín.

Él mismo nos ha dejado la siguiente nota sobre estos días: Declaro que con el motivo de mi adhesión a la causa de la libertad del país en la Revolución gasté más de

$40.000, que tenía en efectivo, en emisarios, correos y otros gastos de necesidad y correspondencia con el general San Martín y otros sujetos del mismo rango.

Este documento fue conocido por el historiador don Benjamín Vicuña Mackenna, quien

al reproducirlo dice que en Maturana ‘ardió la llama de aquel puro patriotismo que nos dio, sin empréstito y sin bonos la libertad y la independencia que hoy gozamos. Gastar cuarenta mil pesos en efectivo en aquellos tiempos, en que mil pesos eran cien mil inconvertibles, y declararlo por testamento para alivio de su alma, se tomara hoy día por una simple invención de rebuscadores de archivos’7.

Por último, cabe acotar que el hacendado Maturana Guzmán “había sido coronel de las milicias

de Colchagua, en la Colonia y en la Patria Vieja, coronel del Regimiento de Húsares ‘Defensores de la

5 Gustavo Opazo Maturana, «Manuel Rodríguez (III)», en Ernesto Guajardo, Manuel Rodríguez: historia y leyenda, ob. cit., pp. 156-157. 6 Óscar Muñoz Soto, Crónica de Rengo, Rancagua, Ilustre Municipalidad de Rengo, 1988, pp. 92-93. Esta obra obtuvo el primer premio en el Concurso Público sobre Historia de Rengo y Zona Adyacente. El mismo autor reitera este aserto en Breve historia de la ciudad de Rengo, Santiago, Centro Hijos de Rengo, 1985, p. 11 [Texto mecanografiado] y lo mismo hace Eduardo Tellez J., Orígenes históricos y primer desarrollo de una ciudad de Chile Central, Santiago, s. e., 1988, s. p. [Texto mecanografiado]. Luego de sucesivos traspasos de propiedad, hacia finales del siglo XIX e inicios del XX, la hacienda Popeta perteneció a Carlos Walker Martínez, amigo de Maturana y autor de la obra Manuel Rodríguez: drama histórico en cuatro actos. 7 Gustavo Opazo Maturana, ob. cit., p. 157. No hemos podido identificar dónde señala esto Vicuña Mackenna, sin embargo, una referencia similar indican los hermanos Amunátegui: “Fué, en general, muy laudable y generosa la conducta de la mayor parte de los hacendados de la ‘huasa’ Colchagua. Se distinguieron entre éstos, además de Villota y don Feliciano Silva, don Manuel Palacios, que después fue coronel de Milicias, y don Pedro José Maturana Guzmán, dueño de la hacienda de ‘La Teja’, en el valle de Talcarehue. Este caballero falleció en Santiago en 1836, y en su testamento, otorgado el 10 de junio de ese año, declara que gastó más de CUARENTA MIL PESOS en la independencia de su patria, especialmente por servir a San Martín”. Miguel Luis Amunátegui, Gregorio Víctor Amunátegui, Reconquista española en Chile en 1814, Madrid, Editorial América, p. 376.

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Patria’, en 1814, además de desempeñar diversos cargos en el Cabildo de San Fernando, Regidor, Alcalde, Juez de Tierras, etc.”, según nos informa Opazo Maturana8.

Continuando con el relato propuesto en el artículo periodístico que hemos venido citando, con los caballos facilitados por Cuevas, y con la ayuda de uno de sus baqueanos, Rodríguez y sus acompañantes se dirigieron a un vado del río Cachapoal, situado un poco más abajo de Colaco, para cruzar el curso de agua. Desde allí llegaron hasta el portezuelo de Chillehue9, ubicado en la provincia de Cachapoal, comuna de Rengo. Se detuvieron allí para comer y continuaron hacia los cerros de El Tambo, para acampar al pie de la serranía de la Angostura de Malloa. Al día siguiente continuaron hacia la Cañadilla. Desde este último lugar el grupo se desplazó hacia San Fernando, con el objetivo de realizar el asalto planificado.

Hasta aquí el relato que realiza Mártir de los momentos preliminares al asalto a San Fernando. El autor de este texto afirma que Manuel Rodríguez participó en el asalto a San Fernando, realizado el 12 de enero de 1817. Ello es del todo erróneo, aun cuando es así referido algunas veces en la bibliografía10. Por lo anterior, esta inexactitud tiende a restarle veracidad a todo el relato, sin embargo, este es reproducido casi textualmente por Ricardo Latcham –quien, de hecho, evita reiterar dicho error–. Creemos que la validación que hizo Latcham de este artículo ha contribuido a la reiteración de sus contenidos como si fueran propiamente históricos.

Es tan difícil poder reconstruir los desplazamientos de los insurgentes en este periodo, que incluso según los hermanos Amunátegui, afirman que, luego del asalto a Melipilla, Rodríguez y el grupo de insurgentes que lo acompaña no lograron romper el cerco de las fuerzas realistas que los buscaban, siendo rodeado en Alhué. Según ellos, solo después del asalto a San Fernando, y con el correspondiente desplazamiento de las tropas españolas hacia dicha zona, el grupo insurgente pudo desplazarse “a los cerros de Yaquil, i encaminarse de ahí a otros puntos mas seguros, en donde las circunstancias le permitían obrar con menos coacción”11, claramente, esta versión de los hechos es muy improbable, salvo que se refiera a la permanencia de Rodríguez y los insurgentes en la Hacienda Quilamuta lo cual, como hemos visto, no implicaba una situación de cerco que inmovilizara el desplazamiento de este grupo.

A pesar de todo lo anterior, hemos incluido aquí la relación de hechos publicada en El Chileno ya que, si bien no es posible sostener que sea estrictamente verídica, sí es probable que sea una aproximación plausible a lo ocurrido, a lo menos, en los lugares del territorio que se mencionan como los espacios de desplazamiento de los montoneros.

En efecto, Diego Barros Arana realiza una detallada descripción, tanto de la geografía en la cual se desplazaban los insurgentes, como de algunas de las acciones que se realizaban en dicha zona y de las reacciones que ellas generaban en la autoridad realista.

El territorio de Colchagua continuaba siendo el campo de acción de los guerrilleros. Sus

montañas, cubiertas de bosques, poco pobladas, y de difícil acceso, ofrecían excelentes escondites a las partidas patriotas que bajaban a los llanos a ejercer sus correrías, y que se asilaban en las quebradas y en los cerros huyendo de la persecución. En los primeros días de enero, una de esas bandas había hecho su aparición en Pelarco, persiguiendo a las partidas de milicianos, y poniendo en gran alarma a las autoridades de Curicó y de Talca. Marcó, a pesar del plan que se había impuesto de mantener su ejército reconcentrado en Santiago y sus contornos, se había visto en la precisión de mantener en esa comarca algunas milicias armadas, y de enviar casi la mitad de su caballería veterana, eso es, el escuadrón de carabineros de Abascal, que mandaba Quintanilla y una parte del regimiento de dragones bajo las órdenes del coronel Morgado. Como esas tropas no

8 Gustavo Opazo Maturana, ob. cit., p. 158. 9 En el texto que venimos citando se le menciona como Chillahue, sin embargo, esta localidad se encuentra al norte de Maullín, en la Región de Los Lagos. Tomás Thayer Ojeda, “Estudio histórico sobre las regiones de los Coronados y de los Rabudos”, Revista Chilena de Historia y Geografía, Santiago, año VIII, tomo XXVIII, número 32, cuarto trimestre de 1918, p. 196. 10 Solo a modo de ejemplo, así se indica en: Juan Agustín Rodríguez Sepúlveda, La vida militar de O'Higgins, Santiago, Editorial Andrés Bello, p. 82; Renzis Balthan [Enrique Sanhueza B.], Manuel Rodríguez: biografía de un rebelde, Santiago, Publicaciones Peldaño, 1973, p. 22. 11 Miguel Luis Amunátegui, Gregorio Víctor Amunátegui, ob. cit., p. 419.

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bastasen para destruir las montoneras y como el coronel Quintanilla hubiera tenido que avanzar con una partida de ellas a resguardar el camino de Planchón, el 10 de enero ordenó Marcó que el comandante don Manuel Barañao, que había llegado poco antes de Quillota, saliese de Santiago con su escuadrón de húsares para reforzar la guarnición de San Fernando y sus contornos12.

Es en ese contexto, señala Barros Arana, que, luego de la toma de Melipilla, algunos patriotas

en el distrito de San Fernando, de acuerdo con Manuel Rodríguez y Juan Pablo Ramírez, preparan las condiciones para realizar un asalto sobre dicha villa. Los esfuerzos los dirigen dos vecinos de dicho distrito, Francisco Salas, “hombre de condición modesta”, según señala Barros Arana, y Feliciano Silva, “arrendatario de una hacienda de campo”. Con la ayuda de algunos jóvenes conocidos por ellos lograron reunir una significativa cantidad de montoneros. Salas, unos cien hombres, en el lugar denominado Roma, al oriente de San Fernando; Silva, cincuenta más, cuatro leguas al norte13. Barros Arana precisa que “Silva reunió para esto algunas armas, i se mantuvo en una pequeña hacienda que arrendaba, llamada los Rastrojos, con el encargo de reunir i aleccionar la jente, miéntras Salas observaba los movimientos del enemigo en los alrededores del pueblo, i reclutaba soldados para dar el asalto. Por este medio, ambos estaban impuestos de las fuerzas del enemigo, i se preparaban a burlarlo con conocimiento de su situación”14.

El asalto habría estado planificado para ser realizado el día 7 de enero, “pero circunstancias especiales la dilataron. Los caballos para el asalto, que en gran parte facilitó don Pedro de las Cuevas, se debían enviar ocultamente, por senderos desconocidos y de noche, hasta llegar al lugar de Roma. Sólo el día 10 de enero Silva y Salas tenían lista toda la valerosa guerrilla para el asalto, que mandó don Ramón Maturana y Feliú”15. Continúa describiendo los hechos Barros Arana:

En la noche del domingo 12 de enero, esas bandas, convocadas por sus cabecillas, se

reunían cautelosamente a espaldas de un cerrito que se alza en el primero de aquellos lugares. Toda la gente estaba a caballo; pero los demás aperos bélicos dejaban mucho que desear. Sólo los jefes y unos cuantos hombres llevaban armas de fuego o sables. Algunos se habían provisto de puñales o machetes; pero el mayor número no tenía más armas que chuzos y garrotes. Salas, además, había hecho preparar cuatro rastras de cuero que fueron cargadas de piedras, y confiadas a ocho hombres escogidos, con el encargo de hacerlas arrastrar por sus caballos, y cuidando de producir el mayor ruido posible16. Tomadas sus últimas disposiciones, los montoneros se encaminaron a la villa a galope tendido, dando gritos estrepitosos de, ¡viva la patria!, ¡mueran los sarracenos! Durante su marcha, la marcha se engrosó con muchos curiosos atraídos por la novedad de ese movimiento o por la esperanza del saqueo que parecía inevitable17.

Con estas solas instrucciones, la banda insurjente marchó a galope tendido dando gritos

para llamar la atencion de todo el mundo. Antes de media hora, estaba ya en las goteras del pueblo acompañada de un inmenso séquito que, sea por la novedad o por el deseo de pillaje, se les agregó en el camino. De este modo entraron al pueblo mas de 300 hombres gritando víva la patria! i

12 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, pp. 346. 13 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, pp. 346-347. La localidad de Roma se encuentra aproximadamente a 14 kilómetros al noreste de San Fernando. Víctor León Vargas, San Fernando de Tinguiririca: 250 años, [Santiago], Nestlé Chile, [1992], p. 7. 14 Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile, ob. cit., volumen 3, p. 373. 15 Gustavo Opazo Maturana, ob. cit., p. 158. 16 Ibid. Según Gustavo Opazo Maturana, estas rastras de cuero fueron llenadas de piedras en el estero Ontiveros [sic, con toda seguridad se refiere al estero Antivero], ubicado a la entrada de San Fernando. La denominación antigua de este estero era Talcarehue. Fernando Neiman, San Fernando: 250 años ciudad de nobles tradiciones: 1742-1992, San Fernando, Ediciones Los Afines, [1992], p. 101. 17 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, ob. cit., p. 347. Opazo Maturana agrega que, desde el lugar de Roma a San Fernando, la distancia a caballo es solo de media hora. Acota que el ingreso al pueblo se verificó a las 3 de la madrugada del 11 de enero de 1817. Gustavo Opazo Maturana, ob. cit., p. 158. Sin embargo, lo que señala Barros Arana es que a esa hora los insurgentes y los montoneros iniciaron la marcha hacia San Fernando. Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile, ob. cit., volumen 3, p. 373.

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mueran los godos! Los vecinos de San Fernando despertaron con esta algazara, i creyeron que un ejército poderoso habia ocupado la ciudad18.

Víctor M. León Vargas sostiene que es probable que el lugar de encuentro de las montoneras,

luego de abandonar sus lugares de reunión y antes de iniciar el asalto a San Fernando, haya estado próximo al actual fundo El Trapiche, en donde, hasta inicios del siglo XX, “convergían el camino de Roma con el del Norte, para vadear el Estero Antivero, entrando a San Fernando, por lo que es hoy, la calle Chillán. La otra entrada norte era el colonial camino que llega a la Casa Lircunlauta. Es más probable la primera alternativa vial”19.

El mando de la villa, como subdelegado, estaba a cargo del sargento mayor de milicias de Talca, Manuel López de Parga, “español de nacimiento y realista obstinado e intransigente”, indica Barros Arana. Le acompañan ochenta carabineros, al mando del capitán español Osores20. Junto a López de Parga “vivia don Antonio Lavin, comandante de las milicias del partido, con encargo de reunirlas en el primer momento de peligro”21.

No sabemos con exactitud la ubicación y distribución de las fuerzas realistas en la villa, ni tampoco si realizaban patrullajes frecuentes en sus alrededores. Al parecer, ni siquiera tenían centinelas en los puntos de acceso del pueblo, según se desprende de la afirmación de Barros Arana, quien señala que, en San Fernando, “sus defensores, como toda la población, estaban entregados al sueño”22. Pareciera que los uniformados españoles se encontraban concentrados en un solo lugar. “El capitán Osores, sin embargo, puso apresuradamente sobre las armas a sus carabineros, y se dispuso a defender resueltamente la casa en que estaba acuartelado, ocupando para ello las ventanas y los tejados”23. Este conato de resistencia fue con rapidez sofocado por Salas, mediante la conocida argucia de simular que el ataque a la villa lo realiza una fuerza de ejército regular la cual, además, contaba con el apoyo de artillería (efecto logrado mediante el uso de las rastras de cuero cargadas de piedras, que simulan un ruido parecido al rodado de los cañones).

La sorpresa del asalto fue absoluta, y tanto la tropa española como sus oficiales abandonaron sus posiciones, huyendo del pueblo. El control de los insurgentes se logró en pocos minutos y sin disparar un solo tiro. Se ocupó el estanco, repartiéndose y destruyendo todo lo que se encontraba allí; lo mismo ocurrió con la casa donde vivían el subdelegado y el comandante de milicias, “saquearon hasta las camas”, acota Barros Arana24. Sin embargo, no realizaron acciones de violencia sobre otras viviendas o personas, de lo cual puede deducirse el carácter fundamentalmente insurgente que tuvo esta acción militar. De hecho, aparte de la ocupación y destrucción de los lugares que podrían ser asociados al poder político y militar de los españoles –el estanco y la vivienda de las autoridades–, otro objetivo de los montoneros fue la cárcel de San Fernando, en donde liberaron a todos los presos que se encontraban en ella, tanto patriotas como delincuentes25. Dos de las personas que participaron en este último hecho fueron los hermanos Miguel y Felipe de Bustamante y Benavides. De hecho su madre,

18 Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile, ob. cit., volumen 3, p. 374. 19 Víctor M. León Vargas, José Gregorio Argomedo y Montero de Águila. Participación colchagüina en la independencia de Chile, San Fernando, Sergio Morales Ediciones, 1990, p. 214. 20 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, p. 346. Este historiador acota que López de Parga es un hacendado “a quien los realistas habian dado el grado de sarjento mayor del rejimiento de milicias de Maule, en premio de su fidelidad”, Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile, ob. cit., volumen 3, p. 373. 21 Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile, ob. cit., volumen 3, p. 373. 22 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, p. 347. Opazo Maturana sugiere, además, que los insurgentes habían realizado labores de reconocimiento previo, por medio de espías que habrían logrado determinar la cantidad y calidad de las fuerzas españolas existentes en San Fernando. Esto es señalado también por Barros Arana cuando, luego de reseñar cuáles eran las autoridades que se encontraban en San Fernando, así como indicar la fuerza militar de la cual disponían, agrega: “Todo esto supo Salas; i al preparar el asalto marchaba sobre un terreno seguro”, Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile, ob. cit., volumen 3, p. 373. Véase también la nota 78, más arriba. 23 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, p. 347. 24 Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile, ob. cit., volumen 3, p. 375. 25 Desconocemos tanto la cantidad como las identidades de los patriotas encarcelados en San Fernando. En el censo efectuado el año 1813 se identifica la existencia de una cárcel en la villa, en la cual, a la fecha de realizado el registro, habían 11 detenidos. Censo de 1813, ob. cit., p. 302.

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Tomasa Benavides, esposa de José de Bustamante y Maturana, antiguo vecino de San Fernando, escribió la siguiente nota:

El año de 1817, oprimidos por la tiranía de la dominación española, tomaron a su cargo,

los expresados mis hijos, conseguir la libertad de varios patriotas decididos, que los realistas iban a embarcar. Sin tener ser víctimas del enemigo, conquistaron 116 hombres y con ellos lograron libertarlos, cuyo hecho es notorio. De allí emigraron unos y otros a Mendoza hasta reunirse con el valiente general Freire26.

Al amanecer del día 13 de enero, los insurgentes emprenden la retirada hacia la cordillera. Al

parecer, junto con ellos, abandonan San Fernando una gran cantidad de vecinos que adherían a la causa patriota. A medida que avanzan, la montonera se va disgregando. Sin embargo, el grupo más afianzado de insurgentes continúa unido:

Salas i Silva reorganizaron su banda i se pusieron en marcha por los caminos del oriente,

con direccion a la precordillera. Acompañados unicamente por sus mas fieles i decididos compañeros, caminaron por las orillas del rio Tinguiririca i se internaron en la cordillera hasta el lugar llamado los Morros, en donde encontraron una corta division patriota que habia salido de Mendoza, a las órdenes del valiente capitan don Ramon Freire27.

Tras ellos iba una partida de caballería enviada en su persecución, la cual no consiguió darles

alcance. El grupo de insurgentes no solo logra huir de sus perseguidores, sino que también elude “a las partidas que en esos sitios tenía destacadas el coronel Quintanilla”28.

Según Barros Arana, San Fernando no retornó de manera inmediata a la calma, luego de la partida de los insurgentes y los montoneros:

San Fernando entretanto habia quedado en el mayor desorden. El asalto dado por la

banda insurjente habia despertado tal contento en unos, tal pavor en otros, i tal confusion entre todos que nadie acertaba con la verdad de lo ocurrido. Las casas permanecieron cerradas todo ese dia: por todas partes se descubria el sobresalto i la ansiedad, i quizá la confusion habria inducido a la chuzma a cometer mil crímenes, si Osores i sus soldados, repuestos del miedo de la mañana, no hubiesen vuelto al pueblo. Su entrada se verificó a las tres de la tarde: solo a esa hora comenzó a volver la calma a los espíritus29.

La dimensión de la acción armada insurgente se amplificó en el relato que se hizo de la misma.

Al menos así se desprende del relato que realiza Barros Arana. En efecto, un soldado de la guarnición de San Fernando llega alrededor de las nueve de la mañana a Rancagua. Allí encuentra a dos oficiales españoles, al frente de sus respectivas guarniciones. Por un lado, el coronel Manuel Barañao con su escuadrón de Húsares de la Concordia, quien tenía la orden de avanzar hasta San Fernando, para tomar el mando militar de ese partido; por el otro, el coronel Antonio Morgado, que marchaba a Curicó a

26 Gustavo Opazo Maturana, ob. cit., p. 159. Santiago Lindsay, en “Escenas de la guerra de la independencia”, publicada en la Revista de Santiago, tomo segundo, septiembre de 1848, pp. 129-131, ofrece una versión novelada de este hecho, según la cual fue José Miguel Neira quien liberó a estos prisioneros. 27 Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile, ob. cit., volumen 3, p. 375. 28 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, p. 349. 29 Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile, ob. cit., volumen 3, pp. 375-376. En una nota al pie, que referida directamente a este párrafo, Barros Arana acota: “El asalto de San Fernando no se habia contado antes de ahora con sus pormenores i detalles. Los que contiene el testo son tomados de diversas fuentes, i mui particularmente de una curiosa relacion que escribió don Feliciano Silva un año antes de morir, a peticion de don Domingo Santa-María. A este buen amigo debo el conocimiento de tan interesante pieza”. Es muy probable que este documento sea “una presentación elevada al Congreso por don Feliciano Silva”, según indican Miguel Luis Amunátegui, Gregorio Víctor Amunátegui, ob. cit., p. 418. En su Historia general de Chile, indica: “Osores, que había logrado reunir sus carabineros al norte de la villa, volvió a recuperarla esa misma tarde y acabó de restablecer el orden”. Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, p. 347.

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reunirse con su regimiento de Dragones. A ellos les informa que la villa de San Fernando ha sido asaltada por “una verdadera división militar, provista de buenas armas y hasta de artillería”30.

La actitud de ambos oficiales españoles es muy decidora de la primera evaluación que los mismos hicieron de lo ocurrido en San Fernando. Barañao decidió detener su marcha hasta no recibir nuevos informes y refuerzos; además, envío un propio para informar a Santiago de la acción insurgente. Por su parte, Morgado ordenó a las fuerzas de Curicó ponerse en movimiento hacia San Fernando, pero sin aproximarse en demasía al pueblo. Pareciera que la creencia de que la villa había sido tomada por fuerzas regulares del ejército patriota era bastante consistente, al menos en estos oficiales españoles.

Ese mismo día 13 de enero, a las diez de la noche, la noticia del asalto a San Fernando llega a Santiago, y el convencimiento que inundaba a los oficiales españoles, también embargó a Marcó del Pont. Si las informaciones eran ciertas, el ejército patriota había logrado introducir una división entre las fuerzas asentadas en la capital y aquellos destacamentos españoles que se ubicaban hacia el sur. Marcó del Pont estimó que la reacción debía ser inmediata y perentoria.

En este caso, decía al comandante Barañao en oficio escrito a las diez y media de esa

misma noche, no hay más recurso que marchar contra ellos (los asaltantes de San Fernando) hasta exterminarlos, y abrir comunicación con las divisiones de Curicó y Quechereguas. Para ello conviene mandar tropas de reconocimiento a explorar el número y clase de gente, lo mismo que las posiciones que ocupan, y satisfechos de esto, atacarlos sin cesar hasta su exterminio. Con este objeto hago salir esta misma noche el batallón Chiloé con toda su fuerza y montado para que avance en su marcha y se reúna a V. oportunamente, formándose una división respetable para que en caso que sea necesario operar, que debe ser con rapidez y circunspección. Así se lo prevengo al coronel Morgado, y también encargo a V. previniéndole que donde encuentre un paisano con las armas en la mano, sin más sumario ni ceremonia lo fusile V. al momento; obrando en todo lo demás que exijan las circunstancias con el tino y prudencia que corresponde, dando de todo avisos oportunos a esta capitanía general31.

Al día siguiente, Marcó del Pont le envía un oficio a Barañao, en donde reitera las mismas

orientaciones:

Procure observar, le decía, los movimientos y disposiciones de esos enemigos que pudieran ser muy bien paisanos destacados para hacer una llamada falsa con el objeto de dividir nuestras fuerzas para dar el golpe verdadero por otro punto donde pudiera ser más difícil el concentrarnos. En fin, repito que V. use de la sagacidad que le caracteriza y obre como convenga, ordenándole que donde quiera que encuentre paisanos con armas en la mano, los fusile sin más autos ni ceremonias32.

Barros Arana informa, además, de un tercer oficio enviado a Barañao, en donde “le encarga

que investigue el estado de la opinión en San Fernando, el carácter, circunstancias y móviles de los asaltantes y todo lo que pudiera explicar el orden de esos hechos”. El oficio incluye la siguiente nota:

Convencido este gobierno de que las miras de los bandidos que nos incomodan por ahora

en diversas partidas, son las de dividir y distraer nuestras fuerzas para imposibilitarnos de obrar en masa cuando más convenga a los enemigos de la otra banda, he resuelto que todas las divisiones se mantengan concentradas en sus cantones sin permitir la separación de partida alguna, como no sea para aquellos servicios naturales de ordenanza en campaña y seguridad del mismo cantón; desentendiéndose de todas las demás ocurrencias de los pueblos y lugares distantes que tomarán por sí mismos la defensa, o sufrirán las extorsiones que quieran hacerles los bandidos, porque si así lo quieren, que lo padezcan en hora buena33.

30 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, p. 348. 31 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, p. 348. 32 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, p. 348. 33 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, p. 349, nota n° 14.

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De estos tres oficios emitidos por la máxima autoridad española es posible advertir que a sus ojos no era ajena la táctica que desplegaban las montoneras, al realizar diversas acciones militares con el objetivo de dispersas sus fuerzas; de hecho, de alguna manera Marcó del Pont está dispuesto a perder pequeñas guarniciones y localidades, en la comprensión de que ellas no tienen un carácter estratégico. Junto a ello, se destaca la completa búsqueda de información que ordena, en pos de comprender lo ocurrido en San Fernando. En ese sentido, pareciera expresar una preocupación tanto política como militar en lo que dice respecto al correcto análisis de lo ocurrido. Por último, las medidas de represión dispuestas, y en esto concordamos con Cristián Guerrero Lira, no parecen tan desmedidas, considerando el estado de guerra existente y el incremento del accionar insurgente.

El 14 de enero Barañao se queda en Rancagua, recabando la mayor cantidad de información posible sobre lo ocurrido en San Fernando. Cuando logra determinar, con la colaboración de emisarios y espías, los alcances reales de lo ocurrido, se dirige a marcha forzada con toda la fuerza a su mando hacia la villa. Llega a ella al día siguiente34.

El subdelegado López de Parga, recogiendo toda clase de informaciones, había formado

una lista bastante prolija de los cabecillas del asalto, de sus primeros acompañantes, de los que se les reunieron en el camino o en el pueblo, y, por último, de los vecinos sobre quienes recaían sospechas de que simpatizaban con los facciosos. Las diligencias para apresar a los culpables, sólo dieron por resultado la captura de siete humildes campesinos que fueron inmediatamente condenados a muerte en juicio sumario y ahorcados sin conmiseración el 18 de enero35.

Estos campesinos eran Manuel Llanca, Juan Llanca, Juan Moreno, José María Villavicencio,

José Régulo Gálvez, Juan Peñalosa y Tomás Niño. Sus nombres fueron a dados a conocer en la Gaceta del Gobierno, en su edición del 24 de enero. Barros Arana acota que la información que se publica allí es errada en algunos detalles: se informa que fueron fusilados y no ahorcados, al mismo tiempo que se señala que ello ocurrió en la plaza pública del pueblo, cuando en realidad el ajusticiamiento se verificó en la plazuela de San Fernando36.

En relación a la información recopilada por los españoles, Gustavo Opazo Maturana señala que, luego del asalto a San Fernando, Marcó del Pont le había oficiado a Santiago Zuaznábar, juez diputado de Río Claro, creyendo que era realista, pero era patriota y huyó con los insurgentes. Rafael Saavedra reemplazó en el cargo a Zuaznábar, y el 23 de enero de 1817 le envía el siguiente oficio a Marcó del Pont:

Lista de los individuos que han tenido parte en el saqueo de San Fernando, y han fugado,

según lo comprueban las ausencias de sus personas en sus casas: Don Feliciano Silva y sus peones. Don Gilberto Lazo. Don Santiago Zuaznábar y Araya. Don José Antonio Zuaznábar. Don Venancio Zuaznábar y Araya; y su hijo. Don Próspero Rivero y Toro. Don Pedro Salas y su hermano Francisco Salas. Don Antonio Molina. Don ... Bustamante y Guzmán, hijo de doña Rafaela Guzmán Navarrete. Bravo y su hijo. Juan Jaña. Pedro Jaña.

34 Sin embargo, Diego Barros Arana señala, en su Historia general de la independencia de Chile, que Barañao “se habia movido de Rancagua ántes de recibir las órdenes de Marcó. El 13 de enero ocupó a San Fernando...”, algo que es claramente un error, no solo en la fecha sino en la identificación del oficial que vuelve a ocupar la villa. Diego Barros Arana, Historia general de la independencia de Chile, volumen 3, p. 377. 35 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, p. 349. 36 Diego Barros Arana, Historia general de Chile, ob. cit., tomo X, p. 349, nota 15.

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Juan Alarcón. Mateo Ramírez. Santiago Valdovinos y Paredes. Domingo Díaz. Manuel León. Domingo Madariaga. Dos de los Ahumada. Pedro Riquelme y su hijo. José Antonio Farfán y todos sus hermanos. Pablo Jara. El Padre Salas y otro padre de San Francisco. José Antonio Bahamonde y su hermano. José Antonio, el negro que tienen los Prats. Pinilla.

Río Claro, 23 de enero de 1817.- Rafael Saavedra. Juez Diputado de Río Claro37.

No todos los patriotas pudieron o quisieron escapar de San Fernando junto a los insurgentes.

En efecto, Pedro José Maturana Guzmán y José María Vivar38 fueron detenidos por los españoles y enviados a Santiago39.

Respecto de la detención de Maturana Guzmán, las referencias son tanto dispersas como ambiguas. En general, no precisan si esto ocurre antes o después de la ocupación de San Fernando. Por ejemplo, Óscar Muñoz Soto señala que este hacendado es detenido, luego que el subdelegado de Gobierno denunciara que, en el lugar denominado El Centinela, al interior de la Hacienda Popeta –de propiedad de Maturana Guzmán–, existía una choza pobrísima en la cual se escondía Manuel Rodríguez40.

Valparaíso, 14 de diciembre de 2015

37 Gustavo Opazo Maturana, ob. cit., p. 160. 38 José María Vivar era un destacado patriota, que durante la Patria Vieja fue subdelegado de San Fernando. En dicha calidad, tuvo un destacado rol en la celebración de la instalación de la primera Junta de Gobierno: “San Fernando se distinguió en funciones que, gracias al patriotismo de su subdelegado, don José María Vivar, se prolongaron desde el 29 de setiembre hasta el 1º de octubre. En la plaza, levantaron un gran anfiteatro rodeado de arcos de triunfo sobre los cuales se leían muchos versos en honra de Fernando VII, de Rosas, Carrera, Rosales y otros miembros de la junta” (Claudio Gay, Historia física y política de Chile. Historia, tomo quinto, París, Imprenta de E. Thunot, 1849, p. 149); “El subdelegado de San Fernando, don José María Vivar, costeó de sus propias rentas las fiestas populares en celebracion de la junta, i durante tres dias presentó San Fernando la imajen halagüeña del entusiasmo patrio”, p. 217. (Manuel A. Tocornal, Memoria sobre el primer gobierno nacional: leida en la sesión pública de la Universidad de Chile el 7 de noviembre de 1847, Santiago, Impr. del Progreso, 1848, p. 120). También José Miguel Carrera le dedica unas líneas de su Diario. Véase Colección de Historiadores i de documentos relativos a la independencia de Chile, tomo I, Diario militar del jeneral don José Miguel Carrera, Santiago, Imprenta Cervantes, 1900, p. 76. 39 Gustavo Opazo Maturana, ob. cit., p. 160. 40 Óscar Muñoz Soto, ob. cit., p. 93.