Ascensión Del Señor 2015_2

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DOMINGO VII DE PASCUA - LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR Ciclo B 17 de Mayo de 2.015 Citas de las Lecturas: 1ª Lectura: Hechos 1, 1-11 Salmo: 47(46) 2ª Lectura: Efesios 1, 17-23 Evangelio: Marcos 16, 15-20

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Reflexión desde la palabra de DIOS correspondiente al Domingo de la Ascensión del Señor

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DOMINGO VII DE PASCUA - LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR Ciclo B 17 de Mayo de 2.015

Citas de las Lecturas:

1ª Lectura: Hechos 1, 1-11 Salmo: 47(46) 2ª Lectura: Efesios 1, 17-23 Evangelio: Marcos 16, 15-20

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Terminado el tiempo gozoso de la Pascua con la fiesta de la Ascensión y con una semana de oración para preparar e invocar al Espíritu Santo, Pentecostés es siempre actual y siempre indispensable para que la Iglesia se renueve y se llene de la valentía del Espíritu, el único que es capaz de sacar a la calle a los apocados discípulos. El evangelio de Marcos, siempre tan lacónico, anuncia la Ascensión de Jesús con una sencilla frase: “Jesús ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios” (Marcos 16, 19). No hemos sido creados para hundirnos en la nada sino para ascender, descansar y ser plenamente felices en DIOS. La Ascensión de Jesús sólo tiene sentido en la medida en que la humanidad toda es ascendida y asumida en el corazón de DIOS. Celebrar la Ascensión de Jesús no es celebrar una despedida o una ausencia, porque ÉL siempre está presente, en la Palabra, en los sacramentos, en la asamblea que formamos y presente en cualquier gesto de amor. Todas nuestras oraciones terminan siempre con la misma invocación: Por Jesucristo nuestro Señor. La Ascensión es una nueva manera de existir, es vivir una nueva relación. Mientras vivimos tenemos la sensación de vivir unas relaciones virtuales con DIOS que parecen no llenarnos del todo. En la Ascensión termina lo virtual y comienza lo verdadero, lo real. La siguiente narración nos puede ayudar a comprenderlo mejor: “Un ministro de agricultura recibió un día a un asesor que le presentó un informe minucioso sobre lo que consideraba que los mercados rurales necesitaban. El ministro le miró y le dijo: "No voy a leer este informe hasta que no vea barro". ¿Qué barro?, le preguntó el asesor. "El barro en sus botas de recorrer todos esos campos", le contestó el ministro. "No quiero oír nada de usted sobre los mercados rurales hasta que no pueda decirme qué clase de cerveza beben esos agricultores, qué hacen sus hijos después de la escuela y de qué hablan esas gentes cuando salen de la iglesia". Nuestras ideas religiosas, teología y doctrinas pueden estar basadas en una investigación sólida; podemos hablar muy elocuentemente de DIOS y de la Iglesia, pero Jesús quiere ver el barro del mundo en nuestras botas. El mismo Jesús al que rezamos y escuchamos no se quedó en la cima del monte Tabor sino que bajó y rompió la frontera que separaba el cielo de la tierra y subió al cielo con el barro de nuestros pecados, de nuestros sufrimientos y tragedias. Ahora hay acceso libre entre DIOS y los seres humanos. Después de su resurrección, Jesús se aparece a sus discípulos en la orilla del lago, en el cenáculo y en el camino de EMAÚS. Tienen la sensación de que Jesús baja de su mundo a nuestro mundo como un meteorito y les cuesta reconocerlo, a pesar de que siempre ha estado presente. Jesús vive entre nosotros, es nuestro constante compañero de camino, pero tal vez no lo reconocemos porque lleva demasiado barro en sus botas. ¿Cómo nos imaginamos a Jesús en nuestra propia vida? ¿Está sólo presente en un cielo limpio o está también presente en nuestro inmundo mundo? ¿Cómo podemos vivir nuestra vida cristiana en este tiempo entre el ayer de la Encarnación y el mañana de la Ascensión, entre el ayer de nuestro nacimiento y el mañana de nuestra muerte?: 1º) Centrándonos en lo que está sucediendo hoy, no en lo que no ha pasado aún. 2º) Siguiendo los mandamientos de DIOS y mantenernos conectados con ÉL a través de la oración para estar siempre preparados. 3º) Teniendo confianza, no porque nuestra confianza vaya a cambiar el resultado, sino porque las promesas de DIOS para nosotros, sus hijos, se realizarán. Queridos hermanos y hermanas en nuestro Señor JESUCRISTO, el evangelio nos dice que “los discípulos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes” (Marcos 16, 20). Ellos se despidieron de Jesús, pero no se olvidaron de su Maestro, no guardaron en un album sus recuerdos, no se encerraron a llorar su ausencia, sino que, guiados por el Espíritu, proclamaron el Evangelio por todas partes. Como más tarde dirá San Pablo: “Todo lo he llenado del Evangelio de Jesucristo” (Romanos 15, 19). Jesús, el predicador del Reino de DIOS, es ahora predicado en todas partes. La Iglesia entera, todos nosotros los seguidores de Jesucristo, los que celebramos su Ascensión a la derecha de DIOS, somos sus embajadores, los que hemos recibido la misión de continuar su tarea, los portadores de la Buena Noticia del perdón y del amor, con la esperanza gozosa de que:

“Este Jesús que nos ha sido quitado y elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo hemos visto partir” (Hechos 1, 11). Amén.

¡ALELUYA!

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En el Jardín de Tu Paz (Nº 47) ENCUENTRO CON DIOS

“Acércate con seguridad al trono de la gracia”

(Hebreos 4,16)

Tener amistad con el Creador del universo no es algo para pasar por alto. Pero el pensamiento de llegar a tener una relación íntima con Él, nos hará palpitar aceleradamente el corazón por el resto de la vida. Nada es más importante en la vida que un verdadero encuentro con DIOS, pero para que este se produzca es fundamental el concepto que tengamos de ÉL, ya que eso determinará nuestra manera de acercarnos a ÉL.

En la medida que consideremos a DIOS como un auditor ante el cual nuestras cuentas nunca están equilibradas o como un profesor del que tenemos miedo porque no podemos nunca obtener buenas notas o como un padre que no sabe nada más que castigarnos, sin animarnos jamás, ¿cómo podremos acercarnos a ÉL con seguridad? Lo más probable es que no nos acerquemos a ÉL del todo. Si tenemos un concepto equivocado de DIOS, la Sagrada Escritura nos muestra el camino cuando nos dice: “Ya que tenemos en Jesucristo, el Hijo de DIOS, un sumo sacerdote excelente que penetró en el cielo, mantengámonos firmes en nuestra confesión de fe. El sumo sacerdote que tenemos no es insensible a nuestra debilidad, ya que, como nosotros, ha sido probado en todo excepto el pecado. Por tanto, acerquémonos confiados al trono de nuestro DIOS, par obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno” (Hebreos 4, 14-16). El conocido autor y predicador, Max Lucado, escribió: “Si DIOS tuviera una nevera, verías tu foto en la puerta. Si tuviera una cartera, tu foto se encontraría en ella. ÉL te envía ramos de flores cada primavera y a la salida del sol todas las mañanas. Cada vez que tienes ganas de hablar, ÉL te escucha. Puede habitar el universo entero, y sin embargo es tu corazón donde ÉL ha elegido vivir. ¿Y qué haces del regalo que te ha enviado en Belén? Sin hablar de lo que te ha hecho, un cierto viernes, en el Gólgota”. Mucha gente cree en DIOS como el Creador del universo, pero muy pocos experimentan la relación maravillosa con ÉL como Padre, y es allí donde comienza la intimidad. La emoción y satisfacción que se reciben de experimentar una amistad íntima con DIOS, tienen que comenzar con el formar parte de la familia de DIOS. Tenemos que estar individualmente unidos a ÉL a través de una relación personal con su Hijo, el Señor Jesucristo. Nadie puede hacerlo por nosotros, es una experiencia que tenemos que vivirla, al igual que la moraleja de la siguiente narración: “El Maestro contaba siempre una parábola al finalizar cada clase, pero los alumnos no siempre entendían el sentido de la misma... - Maestro – lo encaró uno de ellos una tarde. Tú nos cuentas los cuentos pero no nos explicas su significado... - Pido perdón por eso. – Se disculpó el maestro – Permíteme que en señal de reparación te convide con un rico durazno. - Gracias maestro.- respondió halagado el discípulo - Quisiera, para agasajarte, pelarte tu durazno yo mismo. ¿Me permites? - Sí. Muchas gracias – dijo el discípulo. - ¿Te gustaría que, ya que tengo en mi mano un cuchillo, te lo corte en trozos para que te sea más cómodo?... - Me encantaría... Pero no quisiera abusar de tu hospitalidad, maestro... - No es un abuso si yo te lo ofrezco. Solo deseo complacerte... - Permíteme que te lo mastique antes de dártelo... - No maestro. ¡No me gustaría que hicieras eso! Se quejó, sorprendido el discípulo. El maestro hizo una pausa y dijo: - Si yo les explicara el sentido de cada cuento... sería como darles a comer una fruta masticada”. “Es nuestro deseo que cada uno muestre hasta el final el mismo entusiasmo,

para alcanzar lo que esperamos” (Hebreos 6, 11). Amén. ¡ALELUYA!

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CON LA FUERZA DEL ESPÍRITU SANTO

El culto a los santos en la Iglesia Católica inició con el culto a los mártires. Ellos constituyen la más alta expresión de la santidad en la historia de la Iglesia. Esto es así porque la forma de muerte del mártir se asemeja a la de Jesús. De hecho, el libro del Apocalipsis llama a Jesús «el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos» (1,5). Y este principio originario y fundante de la fe cristiana tiene su despliegue en la misión de los discípulos.

Así lo expresa el libro de los Hechos de los Apóstoles y lo recuerda la Iglesia, en este Domingo de la Ascensión del Señor: «Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (1,8). Uno de esos grandes testigos mártires de la Iglesia, será beatificado el próximo sábado 23: Monseñor Oscar Arnulfo Romero. Su beatificación constituye una buena noticia para la Iglesia y para el pueblo salvadoreño. Su santidad es reconocida en todo el mundo, ya sea por sus virtudes heroicas —paz, justicia, defensa de los pobres, solidaridad—, como por el modo en que vivió su ministerio episcopal. Ambas características son ampliamente admitidas en ambientes evangélicos y seculares, lo cual hace de Monseñor Romero un testimonio de santidad contemporáneo. Conviene, pues, preguntarse cuáles son los frutos de su santidad: 1º) Es un faro de luz que debe guiar el modo de vivir nuestra fe cristiana. En él, la vivencia de la fe no tiene nada de superficial, no pacta con la corrupción del mundo. A partir de su testimonio y del consiguiente reconocimiento oficial de su martirio por parte de la Iglesia, él se constituye en el ejemplo y el modelo a seguir en la vivencia de una fe cristiana que cada vez está más amenazada en varias partes del mundo. 2º) Es esperanza para las víctimas que la acción del mal va dejando en la historia. Víctimas del tiempo de la guerra civil salvadoreña y también las víctimas de nuestros días. En el caso de Monseñor Romero, como en el caso de Jesús, no tuvieron la razón sus detractores, es decir, el verdugo no ha triunfado sobre la víctima. Así como la resurrección de Jesús es la restitución de la dignidad de la víctima injustamente crucificada, así el reconocimiento del martirio de Monseñor Romero es la restitución de la dignidad de tantas personas que fueron asesinadas a partir de acusaciones interesadas y, en definitiva, falsas. 3º) La santidad de Monseñor Romero nos interpela, es decir, nos lleva a preguntarnos acerca de la manera cómo vivimos nuestra fe. En este sentido, la beatificación de Mons. Romero no solo es punto de llegada, sino también punto de partida. A partir de la sangre bendita del mártir debe alzarse una nueva Iglesia, más cercana a los pobres, más acorde con la aplicación de la justicia, no solo respetuosa de los sectores indefensos, sino abiertamente defensora de ellos; en definitiva, una Iglesia más responsable, una Iglesia samaritana, una Iglesia servidora. Queridos hermanos y hermanas en nuestro Señor JESUCRISTO, Monseñor Romero creía en su función como obispo y primado del país y se sentía responsable de la población, especialmente de los más pobres; por eso se hizo cargo de la sangre, del dolor, de la violencia, denunciando las causas en su carismática predicación dominical seguida a través de la radio por toda la nación. El clima de persecución era palpable. Pero Romero pasó a ser claramente el defensor de los pobres frente a la feroz represión. Después de dos años de arzobispado de San Salvador, Romero contaba 30 sacerdotes perdidos, entre los asesinados, los expulsados y los reclamados para escapar de la muerte. Los escuadrones de la muerte mataron a decenas de catequistas de las comunidades de base, y muchos de los fieles de estas comunidades desaparecieron. La Iglesia era la principal imputada y por lo tanto la más atacada. Romero resistió y accedió a dar su vida para defender a su pueblo.

“Estos son los que han salido de la gran tribulación, han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero”

(Apocalipsis 7, 14). Amén. ¡ALELUYA!