ASPECTOS GRAMATICALES DE LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

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TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ ASPECTOS GRAMATICALES DE LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL Verba ANUARIO GALEGO DE FILOLOXÍA ANEXO 60 2007 UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

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TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ

ASPECTOS GRAMATICALES DE LA FRASE NOMINAL EN

ESPAÑOL

Verba ANUARIO GALEGO DE FILOLOXÍA

ANEXO 60

2007UNIVERSIDADE DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

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© Universidade de Santiago de Compostela 2007

EditaServicio de Publicaciónse Intercambio CientíficoCampus niversitario Sur

15782 Santiago de Compostelawww.usc.es/spubl

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Campus universitario Sur

Dep. Legal: C3247-2007ISSN 1137-6759 = Verba. Anexo

ISBN 978-84-9750-899-5

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1. INTRODUCCIÓN*

1.1. A modo de presentación

La frase nominal es la unidad constituida por un determinante y otra unidad que queda caracterizada por éste. Los determinantes son palabras gramaticalizadas en gran medida que forman un paradigma encabezado por el artículo, y secundado por una serie de unidades, provenientes del inventario de adjetivos demostrativos y posesivos latinos, así como ciertos indefinidos de creación más reciente, y cuya formación, desarrollo, paradigmatización y definitivo asentamiento en el sistema fueron tratados recientemente (Jiménez Juliá, 2006)1. En este sentido, el término ‘determinante’ designa una unidad gramatical, no un valor semántico, lo que im-plica una distinción entre ‘valor determinativo’, que puede expresarse a partir de varios recursos (adjetivos, estructuras relativas o preposicionales, plurales o singu-lares genéricos), y ‘determinante’, que es una clase definida por características muy concretas y que tiene como causa fundamental de su existencia la expresión de la determinación.

Aunque la acción sintagmática del artículo y de los determinantes plenos es similar, es cierto que el primero tiene un ámbito de aplicación superior, por lo que lo más frecuente ha sido considerarlo como algo claramente diferenciado, cuando no opuesto a aquéllos. La singularidad del artículo, unido a la frecuente desatención a los determinantes como clase unitaria ha hecho que sea el descendiente de ille el que ha suscitado, con mucho, el mayor interés. Y a la hora

* Este trabajo se ha realizado dentro del proyecto Medidas de eficacia comunicativa en las ‘construcciones lingüísticas del habla infantil’ (dentro del proyecto coordinado Efi-cacia comunicativa y evolución del lenguaje en el habla infantil y afasia), financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia (HUM2004-05847-C02-01/FILO). Anterior-mente esta línea de investigación ha recibido ayudas de la Xunta de Galicia (XUGA PGIDT00PXI20401PR) (PGIDIT02PXI20403PN) y del Ministerio de Ciencia y Tec-nología (BFF2001-3234-C02-01), el 70% procedente de los fondos FEDER.1 La presente monografía es una continuación de esta otra. Si en aquélla se justificaba el paradigma determinante como el resultado de un proceso de gramaticalización que afectó a parte de los adjetivos determinativos latinos, en ésta se tratarán algunos aspec-tos de la unidad sintáctica en la que se integran los determinantes.

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de afrontar su estudio dos son las cuestiones en las que prácticamente todo el mundo está de acuerdo. La primera es su carácter especializado (por no utilizar el discutido término de ‘desgastado’), gramaticalizado y ajeno ya al valor adjetivo inicial de su étimo latino; la segunda, el valor nominalizador, habilitador de una unidad para funcionar como nombre con valor referencial, al margen de su significado específico, anafórico o genérico. Pero tras este acuerdo de base, existen discrepancias sobre otras dos cuestiones importantes, a saber, (a) el tipo de unidad formada par el artículo y la unidad a la que se adjunta, y (b), la naturaleza categorial del artículo y, con ello su relación con los demás determinantes (posesivos, demostrativos o indefinidos) de valor sintagmático similar pero de ámbito de aplicación más restringido.

1.2. El artículo y los determinantes

El tratamiento dado a estas dos cuestiones constituirá parte del objeto de interés de esta monografía, si bien los puntos de partida son los ya establecidos en la monografía antes aludida, que podemos sintetizar en (a-b) abajo:

(a) La gramaticalización del artículo como presentador anafórico o gené-rico, similar al nominativo casual, al tiempo que nominalizador de cualquier unidad dio como resultado una forma muy rentable que permitía expresar analíticamente, por tanto, sin coste morfológico, un valor fundamental para la expresión de las referencias. De hecho, este proceso se dio en diferentes lenguas y en diferentes épocas con trayectorias y resultados similares.

(b) Algunos aspectos de la gramaticalización del artículo eran fácilmente trasvasables a otras unidades con las que podían entrar en relación paradigmática para expresar presentaciones gramaticalmente similares aunque semánticamente más específicas. Entre estas unidades se encontraban las formas posesivas, de acortamiento y atonización temprana, las demostrativas, de cuya tercera persona original había surgido el propio artículo, y algunos indefinidos, empezando por la forma numeral un que ya en latín había sido utilizada sin valor numeral, y deriva-dos de ésta (alguno, ninguno), así como otros de formación posterior.

(c) La inclusión de posesivos y demostrativos, así como de ciertos indefini-dos, en el paradigma determinante viene dado por su particular comportamiento, entre ellos mismos y con respecto al artículo. El problema para su reconocimiento como tales unidades determinantes estriba en la pervivencia de los adjetivos de los que surgieron, o, más exactamente, en la aparición de usos adjetivos pospuestos, en

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el caso de los demostrativos fónicamente idénticos a las unidades determinantes, lo cual hace que el conjunto de los demostrativos, posesivos o indefinidos se vean como paradigmas únicos con variantes posicionales, y no como unidades diferentes con un origen común y unos rasgos semánticos similares (no idénticos).

(d) El resultado de todo ello es la existencia de un paradigma determinante constituido por el artículo, de gramaticalización extrema dentro de su pervivencia como unidad analítica, y una serie de determinantes ‘marcados’, cuya gramaticali-zación sigue el modelo de aquél, pero sin llegar a su grado por la sencilla razón de que nunca necesitaron llegar a tal ‘atonización’ para cumplir su cometido especiali-zado dentro del paradigma, configurándose así éste como constituido por una uni-dad general, el artículo, nominalizadora de todas las unidades, y unos determinan-tes marcados, demostrativos, posesivos y algunos indefinidos, que inciden siempre sobre sustantivos, y que expresan determinaciones especificas ligadas a contenidos inicialmente más concretos que la anáfora o la clase general.

Si en la aludida monografía mostré los procesos que llevaron a estas unida-des a comportarse como determinantes, y ya no como adjetivos, en la presente pretendo describir algunos aspectos de la unidad gramatical que forman, de acuerdo con los contenidos y plan de trabajo mostrados en § 1.4. Conviene, sin embargo, recordar el inventario de determinantes básicos en español establecidos allí y su relación con los elementos adjetivos que, antepuestos al sustantivo, tienen un valor semántico y nominalizador similar, pero un comportamiento sintagmático diferente. Repito, por tanto, el cuadro sinóptico allí incluido (Jiménez Juliá, 2006, 267) con el fin de dejar claros los puntos de partida. En él se establece una diferen-cia inicial básica entre los determinantes, con valor gramatical del mismo carácter, y las unidades que funcionan como modificadores sintácticos, entre lasque se in-cluyen los adjetivos herederos de los adjetivos determinativos latinos que no se incluyeron en el paradigma determinante, así como las formas pospuestas de pose-sivos, demostrativos e indefinidos, que se incorporaron tardíamente al inventario de adjetivos de la lengua.

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CUADRO IDETERMINANTES BÁSICOS Y ADJETIVOS DETERMINATIVOS EN ESPAÑOL INVENTARIO Y

RELACIONES

VALOR UNIDADPOSI-CIÓN

CARACTE-RIZADOR

TIPO SUBTIPOS

Ante-pues.

Determi-nante

Propiamente dicho

General(o vacío) ARTÍCULO

Específic. (o plenos):

DEMOSTRATIVOS

POSESIVOS

IndefinidoGeneral un

Específic. Unos cuantos, dicho, semejanteAlgún, ningún, cualquier

Distributivo (invariable) cada

MODIFICA-DOR

Adjetivo

Determina-tivo

-Numeral.-Cuantif.

-Indef. (1)

Muchos, bastan.PrimerPoco(s)

TresCierto

TalTodo, ambos

OtroSendos

-Demost.-Posesivos-Indef. (2)

Este/ese/aquelMío/tuyo/suyocualquiera

Pos.

Calificativo Pos/ante.

Frases preposicionales Pos.Estructuras relativas

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Según se constata en el cuadro, el grupo más afín a los determinantes es el de los adjetivos determinantes, de posición y posibilidades actualizadoras similares a aquéllos. De hecho, existe un juego de compatibilidades entre estos adjetivos y los determinantes que permite una subclasificación de estos últimos. Así, los de-terminantes propiamente dichos (con valor definido) son compatibles con la totali-dad de los adjetivos determinativos. Los indefinidos, en cambio, muestran una distribución complementaria en el interior de su propio grupo: su unidad general (un) puede preceder a todos los adjetivos determinativos excepto a la forma otro(s). Los indefinidos ‘marcados’ (algún, ningún, cualquier), por su parte, solamente son compatibles con esta forma otro(s).

1.3. La frase nominal y la ‘frase determinante’

La idea de una frase con determinante como diferente de la frase sustantiva no es precisamente original si tenemos en cuenta que la gramática de corte choms-kiano actual diferencia como unidades distintas la asociación de un determinante y un sustantivo (u otro elemento), y la expansión de un sustantivo mediante modifi-cadores adjetivos, preposicionales o relativos. En efecto, aunque la idea puede ser rastreada en escritos generativos bastante lejanos, se suele considerar a Brame (1982) como el iniciador, de un modo explícito, de la llamada frase determinante (Determinant Phrase o, en su abreviatura habitual, DP), en oposición a la que lla-man frase nominal (Noun phrase o NP). Brame, en el marco del government and binding chomskiano, propone utilizar las unidades asociadas a las unidades primi-tivas para posibilitar su integración (binding, en su forma de entender la gramática) como Head-Selector (HS) de las mismas. Estas unidades serían DET(erminant) en the girl, P(reposition) en with John, ‘Infinitival to’ en to leave y COMP de S(entence) en that Mary left. Ello le lleva a tomar estas unidades como las verdade-ras identificadoras de la categoría ligada a otra, hasta el punto de que en lugar de reglas seleccionales como las incluidas en (2), Brame propone utilizar las reflejadas en (3) (numeraciones del autor):

(2) a. <like; V ___ (NP)> por ejemplo, he likes the girlb. <go; V ___ (PP)> por ejemplo, he went to the shorec. <try; V ___ (VP)> por ejemplo, he tried to leaved. <say; V ___ (VP)> por ejemplo, he said that Mary left

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(3) a. <like; V ___ (DET)>b. <go; V ___ (P)>c. <try; V ___ (to)>d. <say; V ___ (that)>

Y aunque Brame no identifica totalmente su concepto de Head-Selector con el núcleo habitual de la gramática, incluida la generativa previa, al final acaba induciendo a la identificación al utilizar el término Head para esta unidad, inaugu-rando así un modo de entender el núcleo y, para lo que aquí nos ocupa, el determi-nante, totalmente alejado del punto de vista que me interesa describir en relación con la frase nominal en español. Como secuela de este concepto de núcleo, la frase nominal pasa a llamarse ‘frase determinante’ (determinant phrase o DP), pues con ello se evidencia el verdadero núcleo de la unidad en cuestión. Lógicamente, lo mismo ocurre con las preposiciones, o los elementos que introducen unidades como subordinadas a otras2.

La idea del DP se apoya, en realidad, en dos supuestos ya axiomáticos en la actual lingüística generativa, a saber,

(a) que toda unidad es por naturaleza endocéntrica y que, por tanto, posee un núcleo, y

(b) que el núcleo es la unidad que proporciona a la unidad con la que se relaciona ciertos rasgos identificadores de su valor sintagmático.

2 Al final de su breve trabajo Brame considera que categorías como PP, S, VP son ‘ata-jos’ para lo que en rigor sería P(DET(N)), etc., pero, a continuación, se corrige a sí mismo y dice:

“I would go even farther to suggest that linguists’ shorthand’ in terms of NP is misleading. Since DET is the HS of DET(N), or to use more traditional terminology, since DET is the head of NP, and not N as customarily supposed, it would be better to abbreviate DET(N) as DP, not as NP, and to speak of determiner phrases, rather than noun phrases. Similarly we should speak of COMP phrases, i.e. CP, and not S¯” (Brame, 1982, 325).

De este modo, Brame marca el camino para que posteriormente, trabajos como el de Zwicky (1985) postularan una idea de núcleo (ya sin matices) totalmente nueva y ale-jada del núcleo léxico relevante como punto de partida de una expansión.

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El primero de los presupuestos es discutible, y su justificación ha proporcionado bastantes dolores de cabeza a sus defensores a la hora de lidiar con estructuras como las coordinadas, aunque no es éste obviamente el lugar para co-mentar las objeciones. La naturaleza de los rasgos definitorios del núcleo, ya lla-mado así sin otras matizaciones, fue esbozada inicialmente por Zwicky (1985) y ampliada por muchos posteriormente. Sin entrar ahora en consideraciones que me apartarían de lo que aquí nos interesa, he de decir que tanto desde el punto de vista teórico, como desde la idoneidad descriptiva, meter en un mismo concepto teórico elementos sintagmática y categorialmente tan diferentes como un determinante, un morfema verbal o una conjunción, entre otras, difícilmente contribuye a una clarifi-cación de los mecanismos constructivos de las estructuras sintácticas, aunque, naturalmente, no es este aspecto lo que constituye la prioridad de los trabajos chomskianos, que prefieren centrar sus esfuerzos en mostrar generalizaciones hipotetizadas previamente o crear reglas ad hoc (normalmente de vigencia limi-tada) para justificar conclusiones establecidas de antemano. En este caso, la priori-dad teórica estaba en hacer girar la explicación gramatical en torno a las relaciones rectivas (government and binding), de ahí que, subvirtiendo jerarquías y priorida-des, se tomen los mecanismos expresivos de las relaciones como primitivos teóri-cos y se eleven a la categoría de núcleo de la estructura en la que se hallan y en la que, en realidad, son meros índices de una relación gobernada por otras unidades3. En relación con la función nuclear del determinante, en concreto, Szabolcsi (1994) considera que el carácter nuclear del artículo (en su caso, de ningún otro determi-nante) viene dado por ser el ‘posibilitador de la frase nominal para actuar como un argumento’, incidiendo una vez más en la confusión entre elemento activador de un cierto valor (o expresión de una relación) y valor nuclear. Entre nosotros, y fuera de la ortodoxia generativa, cabe destacar la defensa de posturas similares aunque con diferencias entre sí, en Eguren (1990) o Bosque-Moreno Cabrera (1990), de fechas similares a la aparición de la idea de la DP.

Está claro que el carácter teórico que los estudios generativos otorgan al determinante está lejos del valor que podemos admitir en un marco funcional como el que rige este estudio, y ello por varias razones: por el valor otorgado al concepto de ‘núcleo’; por la falta de distinción del generativismo en cuanto al valor comuni-cativo autónomo (palabras plenas) y estructural (palabras estructurales); por su indiferenciación entre determinantes con comportamientos sintagmáticos bien diferentes y, por supuesto, por los fines generales de los estudios generativos, muy lejos de los que persiguen una descripción del funcionamiento de la lengua de acuerdo con propósitos comunicativos. Si he aludido a estos estudios, aunque fuera

3 He criticado este concepto de núcleo en Jiménez Juliá (2000).

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tan superficialmente como lo acabo de hacer, es porque la distinción que la gramá-tica generativa hace entre una DP (el niño) y una unidad con núcleo sustantivo (niño bueno) puede hacer pensar en una similitud de planteamientos con los de esta monografía que está muy lejos de ser real. La fuerza que todavía hoy tiene la con-cepción filochomskiana en algunos ámbitos hace aconsejable aludir a esa propuesta aparentemente próxima, aunque solo sea para dejar clara la lejanía que en concep-ción del objeto, fines descriptivos y métodos y herramientas de trabajo existe entre ella y este trabajo4.

1.4. Plan de la monografía

La presente monografía, concebida inicialmente como parte de la publicada en 2006, no pretende −ni mucho menos− agotar las cuestiones relevantes en rela-ción con la frase nominal, sino tan solo tratar de aclarar algunas cuestiones que afectan a su naturaleza y a sus distintas posibilidades de realización. Me centraré fundamentalmente en las apariciones de la frase nominal con artículo, que es la que permite un mayor número de posibilidades de realización, justificando su identidad gramatical pese a las diferentes explicaciones que se han dado para muchas de ellas.

Así, en un primer capítulo tras esta breve introducción, abordaré el pro-blema de la diferenciación ente ‘frase nominal’ y ‘frase sustantiva’ desde la óptica funcional en la que me muevo (capítulo 2). En este mismo capítulo veremos las diferencias entre el artículo, como determinante general, y los determinantes es-pecíficos, dentro de una acción sintágmática fundamentalmente similar. En la última parte del mismo abordaré algunos problemas sobre la consideración del endocentrismo en relación con esta unidad.

En el capítulo 3 me centraré en la naturaleza del artículo y en una serie de prejuicios que normalmente han ido ligados a su estudio. Repasaré las concepcio-nes del artículo como morfema, como núcleo pronominal así como la tendencia a buscar un sustantivo siempre que vemos un artículo.

4 Como exponente de la vigencia de esta perspectiva dentro del enfoque filochomskiano, véanse los tomos presentados al respecto de Coene & D’hulst (eds.) (2003) y, para un rastreo de opiniones sobre el tema en el endogámico círculo generativo, la introducción que los editores hacen al 1º tomo de la obra (Coene & D’hulst, 2003).

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Este ‘prejuicio del sustantivo’ también está presente en los estudios de la frase nominal con relativos, o estructura relativa nominalizada, que constituirá el contenido del capítulo 4. En él dedicaré un apartado final a la opinión de R. Lapesa, expresada a lo largo de varios trabajos.

Terminaré la monografía con un breve capítulo conclusivo (capítulo 5) en el que se recogen las ideas fundamentales de la misma.

Soy consciente de que algunos de los problemas que pueden preocupar a algunos estudiosos de la frase nominal no han sido abordados, entre ellos, cuestio-nes relativas al significado de los determinantes, y, muy particularmente, su carác-ter definido o indefinido, que condiciona en gran medida las posibilidades de apari-ción de la frase en la que se integran como unidad temática. La propia definición de elemento definido está sujeta a controversia, pero también el carácter de los deter-minantes en relación a este valor. Sabemos que los determinantes ‘propiamente dichos’, de acuerdo con el cuadro I (§ 1.2. supra), tienen un carácter definido. Los llamados indefinidos, en cambio, pueden tener un valor definido genérico en cier-tos contextos (una ballena es un mamífero), por lo que la consideración del valor semántico de estos elementos depende de varios parámetros. Nada de esto se ha tratado en esta monografía, pues estas variaciones no afectan a los aspectos grama-ticales generales que me interesa destacar ni a la naturaleza de la frase nominal como estructura. Aquí me he centrado, por un lado, en describir aquellos rasgos cuya clarificación considero más necesaria con el fin de singularizar la frase nomi-nal como una construcción con características propias y diferenciadas de otras unidades con las que a menudo se funde, y por otro, en destacar la rentabilidad de la frase nominal con artículo, tanto como unidad presentativa general de cualquier contenido, como la derivada de la posibilidad de utilizar el artículo, para indicar los rasgos genéricos y numéricos de los que su nominal puede carecer, como ocurre en las llamadas estructuras relativas nominalizadas. Mi elección es producto, además del lógico interés personal en los temas estudiados, en la convicción de que cual-quier estudio de la frase nominal debe hacerse en el marco de una consideración global y coherente de la naturaleza de la unidad, por lo que la clarificación de as-pectos generales de la misma, como la naturaleza de sus componentes o su lugar en el panorama de las estructuras gramaticales constituye un paso previo a cualquier estudio parcial dentro de la misma. Este estudio quiere ser ese paso previo.

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2. LA NATURALEZA DE LA FRASE NOMINAL

De acuerdo con la consideración de los determinantes esbozada en la ante-rior introducción, y explicada en Jiménez Juliá (2006), partiremos de la base de que la unión de un determinante a una unidad plena da como resultado la habilitación de algo como potencialmente presentador, al margen de otros contenidos que el determinante pueda aportar. Se asume que los determinantes no solo son unidades cualitativamente diferentes de los adjetivos determinativos, pese a la zona común que pueden mantener en contextos apropiados, sino también las unidades resultan-tes de la intervención de unos y otros. Gramaticalmente, un adjetivo, determinativo o calificativo, actúa como una expansión de la unidad a la que se subordina, aunque un modificador pueda ser tan presentativo y, por tanto, tan necesario textualmente como un determinante (cfr. Jiménez Juliá, 2006, § 1.1.2). Como veremos dentro de un momento, el resultado de una expansión es una unidad endocéntrica (una frase sustantiva, una frase adjetiva, etc., dependiendo del núcleo) cuyas características generales son, en principio, las mismas que las de la unidad que se expande, esto es, de su núcleo. Los determinantes, en cambio, no son modificaciones (expansio-nes) de un núcleo, sino adjunciones paramorfológicas, por lo que la unidad resul-tante de este tipo de adjunciones también será cualitativamente diferente de una unidad endocéntrica5. Esta unidad es la que denominamos frase nominal, esto es, unidad ‘nominalizada’ o capacitada para nombrar y no tan solo para expresar con-ceptos.

El primer problema que nos encontramos en el estudio de la frase nominal es el de la tradicional polisemia de la expresión, pues, por una parte, existen dife-rencias importantes en el modo como se entienden los distintos componentes de la unidad y, con ello, la unidad misma, y, por otra, hay que luchar con una serie de prejuicios gramaticalmente injustificados, pero muy extendidos, acerca de las uni-dades nominales. Sin entrar en detalles ahora, podemos diseccionar las cuestiones cuya clarificación es fundamental para el estudio de la frase nominal en cinco (sin que ello agote la nómina necesariamente), si bien todas ellas remiten, en última

5 En § 2.2.2, infra veremos que ese principio general se quiebra aparentemente en el caso de los adjetivos determinativos sin determinantes. Pero solo aparentemente.

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instancia a una sola, a saber, el reconocimiento del paradigma determinante como tal. Estas cinco cuestiones, enumeradas a continuación, pueden, a su vez, ser divi-didas en dos grupos: las tres primeras hacen referencia a la entidad frase nominal como diferenciada de la mera expansión de un sustantivo, así como de la integra-ción en el paradigma determinante tanto del artículo, como determinante más gene-ral, como de las unidades gramaticalizadas de las series demostrativa, posesiva e indefinida. De un modo más específico, podemos identificar estas tres primeras cuestiones como sigue:

1) en primer lugar, el significado del propio término frase nominal, que puede acoger unidades sintácticas constructivamente muy distintas;

2) en segundo lugar, y continuando con el primer punto, la diferencia entre la ‘frase nominal’ y la ‘frase sustantiva’, centrada en la diferencia gramatical entre determinación y modificación;

3) en tercer lugar, la forma de entender la relación entre el determinante general (el artículo) y los determinantes específicos.

El segundo grupo, que abarca las dos últimas cuestiones de las cinco anunciadas, se refiere a la propia naturaleza del artículo como punto de partida de la frase nominal y, por su mayor ámbito de uso contextual frente a los demás de-terminantes, la unidad que observamos en las manifestaciones más conflictivas de la este tipo de estructura. Ligado a ello se encuentra la consideración habitual, explícita o implícita, de la existencia de un sustantivo siempre que haya un artículo. Desglosadas, las dos últimas cuestiones, estrechamente relacionadas con lo ante-rior, serán:

4) por una parte, la asociación que de un modo tan habitual como gratuito se hace entre la presencia del artículo y la de un sustantivo. Lo que más abajo tra-taré como el ‘prejuicio del sustantivo’.

5) Finalmente, la propia naturaleza del artículo, pues aunque el prejuicio del sustantivo está presente en las distintas consideraciones existentes sobre su naturaleza categorial, éstas son muy variadas: desde su consideración como mor-fema hasta su adscripción a la categoría de los pronombres, con soluciones inter-medias.

El primer grupo, esto es, las tres primeras cuestiones, las trataré en el capí-tulo 2. Las dos últimas, a partir del capítulo 3.

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2.1. El término ‘frase nominal’

Por lo que se refiere a (1), sabemos que el término ‘frase nominal’ se ha usado habitualmente para designar cualquier estructura que tenga como unidad central un sustantivo. En realidad, los factores que han contribuido a que la frase nominal (DETERMINANTE + NOMINAL) pase desapercibida como unidad diferenciada de otras ‘frases’, particularmente de la frase ‘sustantiva’, han sido varios. El primero, el propio término ‘frase’, tanto por su ambigüedad como por su historia; el segundo, la poca precisión en el tratamiento del artículo así como de los demás determinantes. El término frase nominal’, como el propio de ‘frase’ en su acepción técnica –y no con el valor de ‘expresión’–, es reciente y, salvo casos muy concre-tos, no muy definido. Dejando a un lado la tradición francesa, donde phrase equi-vale a lo que se denominaba ‘oración’, en la tradición anglosajona el término no aparece hasta Bloomfield. Henry Sweet, por ejemplo, no lo usa (vid., por ejemplo, sus descripciones gramaticales en Sweet (1891)), y tampoco encontramos noun phrase en Sapir (1921) –ni siquiera el de phrase en sentido técnico–. Jespersen (1924) tampoco utiliza phrase, limitándose a aludir en un momento dado a su cam-biante acepción según autores (vid. 1924, 95). Es Bloomfield quien en su fijación de conceptos lingüísticos (la mayoría de los cuales sigue vigente hoy día) define phrase como “A non-minimum free form” (1926, 156), y aunque no define el término noun phrase, su caracterización de las unidades endocéntricas (vid. 1933, 194 y ss.) no deja lugar a dudas de lo que es dicha unidad y de lo que puede inte-grarse en ella, además de dar pie a los usos posteriores del término. Además de esta definición distribucional de phrase, que engloba todo sintagma unitario susceptible de no constituir un enunciado y facilita la identificación de unidades genéricas, Bloomfield contribuye a la consideración de la frase nominal y la frase sustantiva como una sola unidad por su particular división de las unidades en endocéntricas y exocéntricas: las segundas son las frases preposicionales y subordinativas6; las primeras, todas las demás, definidas, según su núcleo, como nominales (noun), adjetivas, adverbiales o verbales. De este modo se llega a homologar todo aquello que se construya alrededor de un sustantivo como un solo tipo de unidad, despre-ciándose las diferencias categoriales y funcionales que no afectan a una caracteri-zación distribucional primaria de la secuencia, como las existentes entre el artículo u otros determinantes (reconocidos como categorías por el autor) y los adjetivos

6 Bloomfield (1933, 194) incluye dentro de las unidades exocéntricas, además de las frases preposicionales, secuencias como los segmentos en cursiva de “as big as I” o “bigger than John”, a las que denomina genéricamente phrase subordination.

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calificativos. Esta indistinción entre las variadas ‘adyacencias’ al sustantivo, otorgándole a los determinantes e, incluso, al artículo, una naturaleza vagamente adjetiva (por su carácter adnominal)7, es, por otra parte, habitual dentro de la lingüística anglosajona y viene a entroncar con la consideración clásica en Europa del artículo como una más de las partes orationis, como un accidente más del nombre sustantivo. Todo ello hace que la etiqueta ‘frase nominal’ (o noun phrase) se generalice como aquello que tiene al sustantivo como centro (o núcleo), y no se hagan distinciones entre expansiones modificadoras (que forman lo que llamamos frases sustantivas) y unidades caracterizadas mediante determinantes (que consti-tuyen las frases nominales). Incluso quienes llevan al extremo la diferencia entre el artículo y los demás determinantes, considerándolo un mero morfema, no ven razón alguna para la existencia de una frase nominal distinta de la sustantiva, entre otras cosas porque el artículo es visto como un mero transpositor, y los demás de-terminantes como adjetivos, como veremos dentro de un momento (vid. § 3.1 infra).

Simplificando el panorama anterior, podemos decir que, prescindiendo de las frases preposicionales, cuya naturaleza siempre se consideró diferente, según sancionó el propio Bloomfield con su inclusión entre las estructuras exocéntricas, o las frases ‘subordinativas’, sin sentido fuera del ámbito estrictamente distribucio-nal, las frases siempre se han identificado por la presencia de un núcleo, y, salvo contadísimos casos, la presencia del artículo u otros determinantes no ha alterado esta consideración. Esta situación se convierte en obligada en aquellos marcos que asumen el endocentrismo como estructura asociada a cualquier unidad segmentable (caso de los generativistas tras Chomsky (1981, § 3.2.1.). Vid asimismo § 1.4. supra). Y esta visión simplificadora de la ‘frase’ ha hecho, a su vez, que lo que normalmente se denomina ‘frase nominal’ incluya tanto la expansión de un sustan-tivo (la ‘frase sustantiva’) como la caracterización analítica de un nombre mediante un determinante (la ‘frase nominal’ propiamente dicha) o, dicho más brevemente, salvo entre los que distinguen la ‘frase determinante’, con el determinante como núcleo del sintagma, se considerará ‘frase nominal’ cualquier estructura unitaria caracterizada por la presencia de un sustantivo, sin que importe si el sustantivo va precedido de un adjetivo, un artículo, un posesivo u otro determinante, o que sea modificado posnuclearmente por un adjetivo, incluyendo posesivos, demostrativos o indefinidos (en el caso del español), estructuras relativas, frases preposicionales o

7 Bloomfield (1933, 203) incluye entre los determinantes definidos tanto a los ‘adjetivos posesivos’ como las ‘palabras’ this (these), that (those) y the, todas ellas expansiones del nombre, junto con los adjetivos.

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unidades con valor apositivo8. Precisamente esa indiferenciación, propiciada por la poca precisión de los términos ‘frase’ y ‘frase nominal’, está en la base de las críti-cas a la distinción entre frases sustantivas y frases nominales como las que leemos en Gutiérrez Ordóñez (1994, 183 y ss.) o Lanero Rodríguez (1994), críticas que denotan, por partes iguales, las deficiencias en la explicación del término ‘determi-nante’ (y, con ellas, el de ‘nominal’) por parte de los defensores de la frase nomi-nal, y las dificultades de sus críticos para salirse de ciertos conceptos formales en la descripción de las estructuras gramaticales9.

Es cierto que el término ‘frase nominal’ usado para denominar algo distinto de lo que en los últimos setenta y cinco años ha designado supone una cierta rup-tura terminológica difícil de digerir por muchos, sin embargo, la dificultad de hacer cambios terminológicos drásticos, sobre todo cuando éstos no son transparentes, parecen aconsejar seguir utilizando el término de “frase nominal”, pese a los ries-gos mencionados. En efecto, el término unidad caracterizada, que reflejaría más adecuadamente la unión de un determinante con otra unidad, además de ser vago, resulta farragoso, por lo que, pese a las particularidades paramorfológicas de los determinantes, y la naturaleza ‘subsintáctica’ de la construcción ‘frase nominal’,

8 Bello (1847, § 83) habla de ‘frase sustantiva’, y la define, como el resto de las frases, como la expansión de un sustantivo, siendo éste el tratamiento más habitual entre los que se ocupan de los sintagmas nominales. Company Company (1991, cap. 1), por ejemplo, incluye dentro de la frase sustantiva los determinantes, con lo que tiene los problemas habituales al hablar de las propiedades del núcleo de la propia frase. Fernán-dez Leborans (2003) evita los problemas del núcleo en frases con determinantes utili-zando una definición de núcleo que elude rasgos sintagmáticos: “el núcleo no se deter-mina por su función y distribución, sino por su relación léxica y estructural con un complemento adyacente” (2003, 19). Por lo demás, Fernández Leborans asume el prin-cipio chomskiano del endocentrismo y, de un modo más mecánico que convencido, el carácter nuclear del determinante en el caso de los sintagmas con determinantes (2003, 38), consideración muy alejada del punto de vista aquí defendido (vid. sobre esto Jimé-nez Juliá (2000).9 Los argumentos de estas críticas por parte de los defensores del carácter morfemático del artículo han sido variados. Algunos son, sin duda, derivados de la falta de explica-ción previa de lo que supone un determinante (por ejemplo, Lanero Rodríguez, 1994). Otros, sin embargo utilizan la conocida técnica de la crítica ad phantasmam (por ejem-plo, Gutiérrez Ordóñez, 1994). Y aunque –como acabo de decir– hay que reconocer que el concepto de determinante en el que se basan las críticas no ha sido suficientemente explicado, las consideraciones de Gutiérrez Ordóñez (1994, 184-187), mezclando de-terminantes átonos con tónicos, pronombres con formas adjetivas y, en definitiva, apli-cando las simplificaciones que aquí se tratan de desterrar, solo sirven como consumo interno para los previamente convencidos de sus premisas.

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parece más aconsejable una explicación clara de las características de la construc-ción que un cambio terminológico forzado.

2.2. Frase nominal y frase sustantiva.

La justificación de la diferencia entre la frase nominal y la frase sustantiva pasa por el reconocimiento de la existencia de un valor determinante gramatical-mente diferente de la mera expansión modificadora. Digo un valor determinante diferenciado gramaticalmente porque, como sabemos (vid. Jiménez Juliá, 2006 § 1.3.2.), a la determinación semántica puede llegarse a través de recursos muy dis-tintos. O, en otros términos, la evidente diferencia entre la modificación y la deter-minación semántica debe tener un correlato gramatical para que se justifique una distinción de tipos de unidad. La situación ideal sería aquélla en la que un tipo de unidad fuese semántica y gramaticalmente determinativa, y otro semántica y gra-maticalmente modificadora, y aunque, en términos generales, existe una cierta correspondencia, la lengua no mantiene una distinción tan nítida. Veamos, por tanto, los factores que tenemos que tener en cuenta para describir adecuadamente la situación en relación con estos dos procesos, para, finalmente, poder identificar los rasgos de uno y otro tipo de unidad.

Tres son los parámetros relevantes para determinar el valor gramatical de las unidades que inciden en elementos nominales:

(a) en primer lugar, la existencia, o no, de un proceso de oblicuidad semán-tica, según el cual la unidad caracterizada adquiere rasgos extensivos o intensivos de la unidad adjunta;

(b) en segundo, la existencia, o no, de un proceso de habilitación sintagmá-tica, según el cual la unidad caracterizada adquiere posibilidades (en concreto, temáticas), en principio, inexistentes sin la unidad adjunta.

(c) Finalmente, el carácter de proceso gramatical recursivo o único de la adjunción.

La determinación gramatical viene de la mano de la ausencia de oblicuidad semántica, de la habilitación sintagmática y del carácter de proceso único, no repe-tible ante una misma unidad, por parte del determinante. La modificación en cam-bio, suele tener la característica (a), puede tener (b) ―en el caso de los llamados adjetivos determinativos―, pero no puede atribuírsele (c), aunque, naturalmente, los adjetivos no son acumulativos de modo indefinido o irrestrictivo.

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2.2.1. Modificación y determinación

La existencia de oblicuidad semántica, entendiendo por tal el proceso de traspasar los rasgos semánticos de una unidad a otra de modo que la unidad que las recibe ve enriquecido su inventario de rasgos definitorios está ligada a la operación sintáctica de la expansión (modificación y complementación), al menos cuando se produce entre unidades analíticamente expresadas10. Así, podemos decir que un proceso de oblicuidad supone siempre, en el plano significante, esto es, sintáctico, una expansión, modificadora o complementaria. La modificación prototípica se puede definir como la adición de rasgos léxicamente expresados a una unidad pre-viamente establecida sin que dicha adición altere ni su naturaleza semántica inicial ni sus posibilidades sintagmáticas globales. La modificación es una expansión que, al igual que la complementación, define las estructuras hipotácticas construidas sobre la base de un núcleo y el conjunto de sus expansiones. Los recursos modifi-cadores de las unidades nominales son, básicamente, los adjetivos calificativos, así llamados precisamente por su propiedad cualificadora, las estructuras preposicio-nales ―que no son otra cosa que nombres subordinados expresados mediante un caso analítico oblicuo―, y las estructuras relativas. Algunos adverbios también pueden modificar elementos nominales.

La determinación (gramatical), por su parte, es la caracterización de una unidad como ‘actualizada’. En este proceso no hay, en sentido estricto, traspaso de rasgos de una unidad a otra, sino ubicación de una unidad cuyos rasgos definitorios permanecen inalterados11. O, con un ejemplo sencillo en las dos secuencias siguientes (1-2)

(1) Casa alta(2) Esta casa

10 No entro ahora en la cuestión de si la afijación morfológica (por ejemplo, libr-ero < libro; cas-ero < casa) implica una operación similar, pues los procesos que no se dan a través de unidades analíticamente expresadas, sino mediante unidades integradas en la estructura morfológica de la palabra, quedan fuera del ámbito de esta monografía.11 De acuerdo con Trujillo (1987, 351) un elemento con valor determinante

“sitúa contenidos en el universo del discurso, pero no como lo hace el adjetivo verdadero, es decir, añadiendo rasgos “descriptivos” al contenido nominal, sino “dando su situación”, esto es, bien indicando que un contenido referencial es ya conocido, bien cuál es su posición con respecto a la persona que habla, bien cuál es su cantidad o extensión, bien qué lugar ocupa en el eje del tiempo, bien qué rela-ción guarda con otros elementos del discurso, etc.”.

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hay una diferencia cualitativa de resultados tras la incidencia de, respectivamente, alta y esta con respecto a casa. En (1) los rasgos de alta se traspasan a casa, dando lugar a una unidad semántica nueva, producto de la suma de los rasgos de casa y de alta. Podríamos tener una unidad léxica cuyo significado fuese el de la construc-ción, pues no hemos hecho más que incorporar a una unidad semántica los rasgos de otra (de hecho, el significado de la palabra rascacielos está cercano al de (1)). En (2), en cambio, no podemos decir que tras la adjunción de esta tenemos un nuevo tipo de casa con unas características semánticas más completas. En absoluto. Tenemos la misma unidad semántica casa de antes, pero ahora identificada en cuanto a su posición deíctica12. Si en la modificación, al menos en la modificación prototípica, el proceso supone un enriquecimiento semántico de la unidad, dejando inalteradas sus propiedades clasemáticas y sus posibilidades sintagmáticas, en la determinación (prototípica) sucede lo contrario. La determinación ‘pura’ supone la inalterabilidad no solo de la clase semántica, sino también de los propios rasgos semánticos de la unidad inicial, y, en cambio, la transformación de sus posibilida-des sintagmáticas. La diferencia entre esta casa y casa reside en que la segunda tiene muy limitados los contextos en los que puede aparecer, mientras que la pri-mera tiene prácticamente todas las posibilidades. Como en el caso de la modifica-

12Fuentes Rodríguez (1989) habla de dos ‘huecos funcionales’ diferenciados, que rela-ciona directamente con el artículo y con el adjetivo, respectivamente. El primero es el del

“elemento que precede al sustantivo, que tiene una misión: actualizar, realizar una operación discursiva. El elemento que la cumple sin ningún otro valor añadido es un segmento, una lexía a la que se llama artículo, que tiene una misión en el sin-tagma y otra textual” (Fuentes Rodríguez, 1989, 246).

Este hueco funcional –de acuerdo con la autora– se opondrá al del adjetivo en tres parámetros (vid. 1989, 260), el distribucional, por su posición antepuesta, frente a la pospuesta o secundaria de los adjetivos, la relacional, por su interdependencia con lo actualizado, frente a la determinación de la modificación –o adyacencia– adjetiva y, fi-nalmente, su valor, de carácter ‘coordenativo’, esto es, básicamente textual, frente a la ‘adscripción sémica’ del adjetivo. De nuevo en sus términos:

“en los modificadores aparecen términos con contenido semántico. Es una descrip-ción semántica que Coseriu (1962) [= 1955-56 T.J.J.] llama “delimitación”, se modifican las características designativas del signo, afecta al contenido semántico del mismo. Los actualizadores, por el contrario, son elementos de contenido no semántico, no denotativo, sino coordenativo. Siguiendo el esquema de Coseriu (1962) desempeñan los procesos de selección (indefinidos), situación (demostrati-vos y posesivos) o cuantificación (numerales), en suma, lo que este autor llama “discriminación”, operación previa a la “delimitación” de los adjetivos” (1989, 251).

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ción, existe un grupo de elementos que prototípicamente realizarán la función de-terminante: los llamados, por eso mismo, ‘determinantes’, con las variaciones con-ceptuales, terminológicas y de inventario que encontremos según marcos teóricos. Como veremos dentro de un momento, las manifestaciones prototípicas de la de-terminación tendrán a su lado otras intermedias, con rasgos propios de la determi-nación y de la modificación, que son las que oscurecerán la descripción de los procesos y provocarán que los árboles dificulten la visión del bosque.

2.2.2. La habilitación sintagmática

Como acabamos de ver, la consecuencia fundamental de la ubicación en la esfera del conocimiento de los interlocutores proporcionada por la determinación es la habilitación sintagmática de la unidad. Más concretamente, su habilitación como unidad presentativa, temática. Determinantes y adjetivos determinativos, esto es, los tradicionales adjetivos determinativos, son el recurso más directo para esta habilitación. Hay que hacer, sin embargo, dos precisiones en relación con los me-dios de conseguirla. La primera es que, si bien existe una clase específicamente determinante, no todos sus miembros tienen el mismo ‘poder’ habilitador: un de-terminante indefinido, en una lengua de carácter fuertemente temático como el español, verá su ámbito de uso como caracterizador sintagmático más limitado con respecto a un determinante definido. O, dicho de otro modo, en castellano es poco esperable oír algo como (3), que suele sustituirse por (4). (5), sin embargo, es per-fectamente normal. De todos modos, (4) también supone una caracterización sin-tagmática, aunque sea de menor espectro que (5), como lo prueba la imposibilidad de (6):

(3) (?) Un tren cargado de juguetes llegó(4) Llegó un tren cargado de juguetes(5) El tren cargado de juguetes llegó(6) *Llegó tren cargado de juguetes

La segunda precisión hace referencia a la posibilidad de adquirir esta habilitación sintagmática por métodos indirectos. Así, sabemos ya que ciertas mo-dificaciones calificativas, preposicionales o relativas, así como algunos valores morfológicos contextualmente localizados pueden actuar como si de determinantes se tratasen. Así en

(7) veo nubes a través de la ventana(8) agua que no has de beber, déjala correr

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la determinación de nubes se consigue a través de medios que combinan los estric-tamente morfológicos, el plural del sustantivo (*veo nube) con, en menor medida, la posición posverbal (no temática); la determinación de casa, por su parte, se logra mediante la modificación relativa (*agua, déjala correr). Ahora bien, estos proce-dimientos determinativos son indirectos. El valor del plural morfológico se solapa con el del indefinido genérico (unas), y de ahí que en posición no-temática pueda sustituir una determinación más explícita. Igualmente, la modificación supone primariamente un proceso de oblicuidad mediante el cual se produce un traspaso de rasgos sémicos de una unidad (el modificador) a otra (el núcleo) que los recibe. Estos datos, sin embargo, dan pistas sobre cómo ubicar la entidad referida en la esfera del conocimiento que, con frecuencia, son suficientes comunicativamente, de modo que en estos ejemplos la adición de unidades como unas (nubes) o el (agua) no añadiría nada nuevo a lo ya interpretable sin ellas. Ello permite ver que a la hora de habilitar sintagmáticamente o, más específicamente, temáticamente, una unidad, los recursos prototípicos se ven acompañados de otros coyunturales pero, en ciertos contextos, igualmente efectivos.

2.2.3. Recursividad y proceso único

Sabemos que el conjunto de unidades con valor determinativo, esto es determinantes y adjetivos determinativos, tienen en común dos cosas: su valor habilitador de una referencia y su posición antepuesta a ella. Si nos fijamos sola-mente en estos dos aspectos, no habrá diferencia entre unos y otros, y esta es la razón de su fusión habitual, no solo en la llamada gramática tradicional, sino en un sentido más general, tradicionalmente.

Hay, sin embargo, una diferencia crucial desde el punto de vista gramati-cal: el proceso de gramaticalización que transformó un grupo de estas unidades. Esta gramaticalización no alteró, naturalmente, el valor de habilitador sintagmático de las unidades afectadas, y tampoco sus características posicionales, pero hizo desaparecer su carácter sintáctico y con ello, su posibilidad de recursividad, esto es, la posibilidad de aplicarse a un conjunto previamente caracterizado por una unidad de su mismo paradigma. Esta desaparición es el índice más claro de morfologiza-ción de una unidad, por cuanto sustituye la construcción libre y recursiva por la construcción fija e inamovible. Tras la gramaticalización, el conjunto de unidades determinativas quedó configurado en los dos grupos ya mencionados, a saber:

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(a) adjetivos determinativos o determinantes sintácticos, caracterizados por su posición antepuesta y su incidencia sintáctica, que tiene como resultado su posi-bilidad de acumulación, siempre dentro de los límites de las compatibilidades semánticas. Así, encontraremos secuencias como:

(9) Otras muchas cosas(10) Tales cuatro primeros días fueron terribles

La posición fijada como antepuesta, por otra parte, no implica necesaria-mente la morfologización de la unidad, aunque a menudo sea un índice de ello, sino que es un rasgo de identificación funcional que, aunque muy poco explotado en las unidades sintácticas en castellano –lo es en otras lenguas– lo encontramos con cierta frecuencia asociado a los modificadores nominales: los adjetivos clasificatorios solo van pospuestos a su núcleo, al igual que las estructuras preposi-cionales y relativas. Los restrictivos pueden ir delante o detrás del núcleo; si van detrás pueden llegar a interpretarse como clasificatorios, pero si van delante se interpretarán solo como restrictivos (cfr. Rojo, 1975). Los determinativos, final-mente, solo van delante.

(b) Un segundo grupo, el de los determinantes, de carácter subsintáctico o paramorfológico, que, como acabamos de ver, comparte con la categoría de la que procede tanto su posición como su valor habilitador sintagmático (temático), pero no la posibilidad de su uso recursivo, esto es, no comparte su carácter sintáctico, convirtiéndose en una unidad cuya aparición supone un proceso gramatical único, propio de las unidades paradigmatizadas.

2.2.4. Adjetivos calificativos, adjetivos determinativos y determinantes. Rasgos distintivos.

Podemos comparar los rasgos de los tres tipos de unidades incidentales vistas, a saber, adjetivos calificativos, adjetivos determinativos y determinantes mediante un esquema que nos muestre sus puntos de contacto y sus divergencias, o, más brevemente, sus oposiciones.

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CUADRO IIADJETIVOS Y DETERMINANTES. RASGOS DIFERENCIALES

RASGOS UNIDADES

Adjetivocalificativo

Adjetivodeterminativo

determinante

Incidencia semántica extensiva/intensiva + ― ―

Habilitación temática (―) + +Proceso único(subsintáctico) ― ― +

De acuerdo con el cuadro, podemos considerar que los adjetivos calificati-vos son las unidades con función de modificación sintáctica prototípicas, pues responden positivamente al rasgo de incidencia semántica, y negativamente a los otros dos, si bien, como vimos hace un momento, la mera modificación puede servir en contextos concretos como ubicación sintagmática, esto es, puede ‘deter-minar’ semánticamente una referencia. A este grupo se unirían los demás modifi-cadores típicamente nominales mencionados, las estructuras preposicionales y las relativas. En el otro extremo tendríamos los determinantes, cuya unidad prototípica es el artículo. Este grupo responde positivamente a los rasgos de ubicación sin-tagmática y de proceso único, y negativamente al de incidencia semántica extensiva o intensiva. En medio se situarían los adjetivos determinativos, esto es, las unidades inicialmente adjetivas pero fijadas en posición inicial y con capacidad por sí solas para ubicar sintagmáticamente una referencia. Comparten este último rasgo con los determinantes, pero comparten con los calificativos su cualidad sintáctica y, con ello, su valor recursivo. Si expresamos esto en un nuevo cuadro tendríamos el siguiente esquema:

CUADRO IIIADJETIVOS Y DETERMINANTES. RASGOS COMUNES

ADJETIVOS CALIFICATIVOS Rasgo comúnrecursividad

sin rasgoscomunes ADJETIVOS DETERMINATIVOS Rasgo común(directos) ubicac. Sintag.

DETERMINANTES

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2.2.5. Frase sustantiva vs. frase nominal

De acuerdo con lo visto, podemos plantear cuál es la descripción más ade-cuada para dar cuenta de la realidad de la lengua en cuanto a este tipo de adjuntos. Las posibilidades son tres:

a) considerar más importante el papel de ubicadores sintagmáticos que comparten adjetivos determinativos y determinantes, haciendo caso omiso a sus diferencias de comportamiento gramatical en relación con la recursividad. Ello nos lleva a hablar de una (única) función determinante que se opone a la modificación calificativa.

b) Considerar prioritario para la descripción las diferencias de grado de gramaticalización entre adjetivos (tanto calificativos como determinativos) y los determinantes, separando, entonces una función sintáctica modificadora, propia de los adjetivos, que puede tener variantes diversas, entre ellas, la modificación pre-sentadora y la intensiva, y un valor determinante subsintáctico.

c) Separar los tres tipos de unidad señalados como portadores de tres valo-res funcionales (o sintagmáticos, en general) diferentes.

La primera opción es la más habitual, pues es la adoptada de un modo implícito tanto por las gramáticas tradicionales como por los que separan radical-mente el artículo de los demás determinantes (vid. § 3.1. infra), lo que les exime de incluir en esta unidad una función sintáctica (articular) difícilmente justificable como tal. La tercera supondría multiplicar las funciones en exceso, pues la diferen-cia del comportamiento sintáctico entre una unidad como muchos y una unidad como buenos no es muy distinta a la que separa otras variantes dentro de una misma función sintáctica. Por ello, la descripción más adecuada, y la que permite poner en el lugar que le corresponde las modificaciones en la naturaleza de las unidades, es la que arriba se ha descrito como opción (b), esto es, la que considera dos grandes acciones sintagmáticas, una sintáctica, que agrupa la función modifi-cadora de adjetivos de distintos tipos, además de otros tipos de unidad, y otra sub-sintáctica que, igualmente, incluye la acción de determinantes con diverso grado de gramaticalización, pero unidos por la pertenencia a un mismo paradigma de valores mutuamente excluyentes. De este modo, aunque hay una evidente diferencia entre la modificación determinativa y la modificación cualitativa, ésta no rebasa los límites de lo que consideramos definitorio de la función sintáctica ‘modificador’, a saber, una horma significante portadora de un valor semántico, recursivamente expresable y manifestable sustancialmente por concordancias o elementos relacio-

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nales con un núcleo de carácter nominal. Las diferencias que podamos ver entre muchas y buenas en la frase sustantiva (11) no son distintas de las existentes entre verdaderamente y con sus padres en la frase adjetiva (12):

(11) muchas cosas buenas(12) verdaderamente bueno con sus padres

En todos los casos hablamos de ‘modificación sintáctica’ porque, como hormas significantes que son, no caben mayores distinciones sin caer en la descrip-ción casuística o puramente sustancial de los ejemplos concretos. Será la estructura jerárquica la que nos diga el lugar, más que la función, que ocupa cada uno de los modificadores dentro del sintagma, y, con ello, el valor relativo que cada modifica-dor tiene en el conjunto. O, con un ejemplo, todos los elementos señalados son modificadores, pero los antepuestos, reservados para valores no extensivos y prio-ritariamente cuantificativos o ponderativos, se sitúan ahí en castellano, y en otras muchas lenguas, por su mayor ámbito relacional, siendo habitualmente los modifi-cadores pospuestos menos externos y, por tanto, más integrados en la estructura semántica del núcleo. Por eso, la estructuración de (11) y (12) permitirá ver el dife-rente ámbito sintáctico de uno y otro modificador:

(11’) frase sustantiva

MODIF. NÚC.

adj.det.NÚC. MOD.

sust. adj.calif.

Muchas cosas buenas

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(12’) frase adjetiva

MOD. NÚC.

adverb.NÚC. MOD.

adj.calif. f.prep.

verdaderamente bueno con sus padres

Esta situación es la que ha aconsejado adoptar la opción (b) de las tres posibles, y, a consecuencia de ello, la distinción entre determinantes y adjetivos determinativos (estos últimos como subtipo de los adjetivos), con la consiguiente separación entre frase nominal y frase sustantiva.

La frase nominal será, por tanto, la unión de un determinante con una uni-dad que queda así referencialmente identificada. Aunque las posibilidades sin-tagmáticas del determinante general (el artículo) y los específicos (demostrativos, posesivos y ciertos indefinidos) no son las mismas, dado que el primero puede nominalizar cualquier unidad y los otros inciden sobre unidades (vistas como) sustantivas, su actuación relevante es la misma, de ahí que compartan acción gra-matical y, con ello, tipo de unidad que contribuyen a formar.

La frase sustantiva, por su parte, es el resultado de la expansión sintáctica de un sustantivo, esto es, de su expansión potencialmente recursiva (lo que no im-plica realmente ilimitada) con modificaciones (casa ALTA) o complementaciones (tendencia A LA DEPRESIÓN), que, como toda expansión, no varía la clase semántica de su núcleo. La frase sustantiva, en contraste con la frase nominal, pertenece al mecanismo constructivo endocéntrico que nos permite ampliar recursivamente otras unidades, sean éstas adjetivas (MUY fácil DE HACER), adverbiales (VERDADERAMENTE lejos DE LA CIUDAD), verbales (alquilé UN YATE), unidades sintácticamente complejas (VERDADERAMENTE, si haces eso eres tonto; TODOS LOS DÍAS, me levanto temprano y desayuno jalea real) o, incluso, unidades paramorfológicas ([algo] TOTALMENTE sin sentido; SOLAMENTE una vez DE CADA TRES), si bien la tradición gramatical reciente (desde Bloomfield) solo ha acuñado términos para aquellas estructuras endocéntricas cuyo núcleo es una de las cuatro clases de palabra plenas.

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2.3. Diferencias entre el artículo y los determinantes.

2.3.1. Generalidades

La tercera cuestión hace referencia a las diferencias entre el artículo, como determinante general, y los demás determinantes de carácter específico (o ‘plenos’, en términos de Lapesa). Las peculiaridades del artículo hacen que sea frecuente establecer una diferencia cualitativa entre el valor del conjunto ‘artículo + sustan-tivo’, por un lado, y el de ‘(otros) determinantes + sustantivo’, por otro. Alarcos y sus discípulos, de un modo explícito, pero también posturas muy alejadas de éstos, como la de Bosque-Moreno (1990) coinciden, por caminos opuestos, en separar radicalmente el artículo de las demás unidades determinantes: los primeros por considerar que éste no es sino un morfema sustantivador; los segundos, por verlo como un pronombre nuclear (dejando implícito que los demás, esto es, demostrati-vos o posesivos antepuestos, son adjetivos complementarios). Por el contrario, autores como Cohen (1967), Barrera Linares (1982), Trujillo (1987), Fuentes Rodríguez (1989, 1990), Eguren (1990) (éste desde un enfoque chomskiano), o el propio Lapesa, tienden a resaltar los aspectos comunes entre artículo y demás de-terminantes frente a los diferenciales, todos ellos con argumentos parcialmente diferentes.

Esta cuestión está estrechamente relacionada con la naturaleza categorial del artículo, que trataré en § 3. En efecto, la trayectoria histórica y el valor sin-tagmático del artículo nos permiten saber claramente qué no es. Hay, sin embargo, distintas opiniones sobre lo que realmente es. Así, partiendo siempre del reconoci-miento general de su carácter desgastado o gramaticalizado con respecto a su étimo latino hay que distinguir dos posturas iniciales sobre la naturaleza del artículo, de las que luego se desprenden variantes argumentativas. Por un lado, los que lo con-sideran como un elemento dependiente de la unidad a la que se adjunta, unidad ésta habitualmente identificada con un sustantivo. Dentro de este grupo, y frente a los que lo ven más o menos cercano a los demás determinantes, destaca el de quienes hacen hincapié en su carácter desgastado y, por ello, en sus rasgos diferenciales con los (otros) determinantes, tratándolo como una unidad sustantivadora de lo que viene detrás (si no es un sustantivo), consideración que tiene sus mayores defenso-res en Alarcos Llorach y sus discípulos (Gutiérrez Ordóñez, Álvarez Martínez, Martínez, Iglesias Bango), pero que, de un modo menos extremado, (sin relegar el artículo a la condición de morfema sustantivo, y hablando en la mayoría de los casos de sustantivación ‘funcional’) también defienden autores como Lenz (1920, § 172), Gili Gaya (1943, §§ 231-232, ciñéndose a las estructuras relativas), Lope Blanch (1962) o Alcina-Blecua (1975, § 3.4.0.2). Se pueden incluir aquí algunas

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consideraciones más matizadas como las de Briz (1989). Frente a la visión anterior se sitúan los que de un modo más o menos generalizado otorgan al artículo una naturaleza pronominal y, con ello, un valor subordinante con respecto a la unidad a la que acompañan, que se convierte así en una precisión de la referencia indicada por el pronombre. Esta visión está relativamente extendida cuando se trata de ana-lizar la unidad neutra lo, pero también se aplica en algunos casos a manifestaciones de las unidades el, la, los, las y, en posturas extremas, a todo el paradigma y en todos los casos. Sostiene esta opinión, así expresada en términos generales, Bello (1847, § 277 y §§ 973-981) quien habla claramente del artículo como una unidad pronominal y muy particularmente, del pronombre lo. Fernández Ramírez (1951, § 158) sigue la misma idea y la extiende de un modo algo vago a las formas masculi-nas y femeninas (cfr. §§ 140 y ss.). Y lo mismo encontramos en Lázaro Carreter, (1975, § 14.1). Lapesa (1966, 1970, 1979, 1984) habla de función sustantiva del artículo (no solo lo) en ciertos casos, si bien –como veremos (§ 4.6, infra)– destaca su naturaleza articular y no parece darle a esa función sustantiva la dimensión sintáctica que vemos en otros autores. Garrido Medina (1986) habla de núcleo pronominal en el caso de lo y de las relativas sin antecedente. Finalmente, y de un modo más categórico, Bosque-Moreno (1990) defienden, en la práctica, la inexis-tencia de un artículo salvo como nombre de lo que consideran pronombres clíticos de valor nuclear en el sintagma en el que funcionan. En (§ 3.3, infra) revisaré con cierto detalle estas propuestas. Si ahora hago alusión a ellas es porque en las dos posturas mencionadas, con pocas excepciones –como la de Lapesa–, el artículo se ve como algo cualitativamente distinto de los determinantes, y no como un miem-bro general y con mayor grado de gramaticalización de un paradigma más amplio. Veamos, por tanto qué rasgos diferencian al artículo de los demás determinantes y en qué medida estas diferencias justifican la habitual separación entre el primero y estos últimos.

A la hora de establecer los paradigmas de unidades analíticas en una lengua hay que tener muy en cuenta que sus miembros, palabras estructurales creadas a partir de unidades inicialmente léxicas, suelen tener orígenes parcial o totalmente distintos y períodos de formación igualmente variados. No hay más que echar un vistazo al inventario de preposiciones del español actual. Estas unidades, además, se han ido creando para cubrir necesidades expresivas concretas, por lo que la len-gua no siempre necesita que los nuevos miembros tengan las mismas posibilidades de aparición o los mismos efectos que las unidades ya existentes. De nuevo remito a las diferencias de comportamiento entre, por ejemplo, la preposición de y la pre-posición según, sin que a nadie –que yo sepa– se le ocurra poner en duda la perte-nencia de una y otra a la categoría preposicional. Podemos concretar las diferencias

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fundamentales que podemos encontrar en las unidades estructurales (analíticas) con valores básicamente comunes, en los rasgos (a-c):

(a) el grado de gramaticalización de cada miembro;(b) el ámbito de uso dentro de un valor uniforme, y (c) su valor sintagmático-paradigmático, esto es, su actuación en relación con el texto y en relación con otras unidades de su mismo valor sintagmá-tico.

Los dos primeros permiten ver variaciones en el interior de un paradigma y, por tanto, establecer subgrupos dentro del mismo. El tercero define propiamente el paradigma. Veámoslos por separado.

2.3.2. Grado de gramaticalización

Las distintas clases y subclases de palabras pueden clasificarse, entre otros criterios, según el grado de gramaticalización que hayan sufrido. Un sustantivo es, en principio, una unidad de gramaticalización 0, esto es, un elemento que no ha sufrido una restricción en su sintagmática general que le imposibilite para actuar como tal. Empieza a sufrirla en el caso de las colocaciones, pero hasta que pierda la posibilidad de comportarse dentro de los contextos donde habitualmente lo haga como lo hacen los sustantivos, o vea restringida su estructura morfológica, seguirá siendo una unidad no-gramaticalizada o, al menos, no recategorizada en virtud de su gramaticalización. Y lo mismo diremos de las demás palabras ‘plenas’ (adjeti-vos, verbos o, con mayor cautela, adverbios). En Jiménez Juliá (2006, § 4.4.1. tabla XIX) se hacía una aproximación al grado de gramaticalización que podía atribuirse a las distintas clases de palabras en español, según su comportamiento en relación con distintos rasgos, y más adelante (id., § 4.4.2., tabla XXII) veíamos una grada-ción más sutil que permitía establecer diferencias de grado de gramaticalización dentro de los propios determinantes. Pues, bien, podemos decir que el carácter gramaticalizado o no de una unidad (en este caso, de un determinante) viene dado por el grado de integración de la unidad en la palabra o palabras con las que se relacionan como elemento de carácter instrumental, definiéndose el tipo concreto de categoría instrumental según su actuación sintagmática con respecto a estas unidades. En este sentido, el artículo y los demás determinantes no observan dife-rencias relevantes entre sí, pues uno y otros tienen un similar grado de integración en la unidad a la que se adjuntan y unos mismos efectos sintagmáticos, pese al valor de ‘sustantivador’ que se otorga al primero por su distinto ámbito de actua-ción. Unidades como el, mi o un no solo comparten grado de gramaticalización,

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sino incluso desgaste fónico y, en gran medida semántico. Unidades bisílabas como este o algún), o trisílabas (como alguna) conservan el acento secundario en el sin-tagma (//ésteNiño//, //algúnaKOsa//) pero el grado de gramaticalización es similar al de los anteriores. Otra cosa, que puede confundir a quien no observe estos fenó-menos adecuadamente, es la pervivencia de la unidad origen de la gramaticaliza-ción como unidad plena: la utilización de un demostrativo antepuesto, pospuesto y pronominal, o de un posesivo abreviado antepuesto y otro pleno pospuesto o nomi-nalizado da la impresión de la existencia de un juego de unidades en este caso que no concurre en el artículo. Pero esto, como sabemos, es simplemente falso. El co-rrelato tónico del artículo es el pronombre personal, y si no hay un correlato adje-tivo pospuesto es porque las formas adjetivas pervivieron solo como los demostra-tivos originales que eran, y no, lógicamente, como formas del recién creado artí-culo. Pero aunque hubiera diferencias en este sentido –que, insisto, no las hay–, ello no tendría mayor relevancia: tanto la unidad de como la unidad según son justamente incluidas dentro del paradigma de las preposiciones por los aspectos antes indicados (grado general de gramaticalización y actuación sintagmática). No hay duda, sin embargo, de que existen diferencias tanto en el ámbito en el que pueden actuar como en ciertas condiciones relativas a sus términos (forma de inci-dir en los verbos, caso de los pronombres, posibilidades de elisión del término). Igualmente, tan verbo auxiliar es he en (13) como tengo en (14):

(13) Te he dicho mil veces que no hagas eso.(14) Te tengo dicho mil veces que no hagas eso.

El hecho de que tener conserve sus usos léxicos y haber los haya perdido no incide en absoluto en la consideración de uno y otro como verbos auxiliares de formas perifrásticas en igualdad de condiciones. La generalización de haber y el carácter más restringido de tener tan solo influyen en el ámbito de actuación de uno y otro, pero no en la actuación en sí.

De todo ello podemos concluir que artículo y demás determinantes, pese a las diferencias que podemos hallar en otros ámbitos, no observan diferencias rele-vantes en cuanto a su gramaticalización, siendo todos ellos unidades caracterizables como formas de un primer grado de gramaticalización que se adjuntan a una unidad, sin integrarse en su estructura morfológica, con el fin de convertirlas en formas nominativas, esto es, con capacidad presentadora, y formando un paradigma de miembros mutuamente excluyentes.

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2.3.3. Ámbito de uso.

El ámbito de uso es el factor que en mayor medida ha contribuido a separar el artículo de los demás determinantes y considerarlo como un ‘sustantivador’, dado que mientras (al menos, en principio) los determinantes ‘plenos’ solo podían asociarse a (unidades interpretadas como) sustantivos, el artículo podía asociarse a cualquier cosa, siendo el resultado sintagmático igual al de un determinante (de cualquier tipo) y un sustantivo. Esto es, mientras encontramos este chico o mi padre y no (?) este agradable o (?) mi de Murcia, podemos encontrar sin proble-mas el chico, el padre, el agradable y el de Murcia. Ello –se suele concluir– im-plica el carácter sustantivador del artículo.

2.3.3.1. Antes de nada hay que decir que la diferencia de ámbito de uso es relativamente habitual entre los paradigmas estructurales, sin que los elementos más limitados en cuanto a sus posibilidades sean considerados distintos del general (normalmente, uno) sino, tan solo, como elementos marcados. Por poner un ejem-plo de otro ámbito, en castellano tenemos coordinaciones como (15-16) o (19-20), que tienen una equivalencia tanto estructural como semántica, pero no podemos decir lo mismo de (17-18) o (21-22):

(15) Mis padres y mis hermanos llegaron ayer(16) Tanto mis padres como mis hermanos llegaron ayer(17) Dos y dos y tres son siete(18) Tanto dos como dos como tres son siete.(19) Ana estudia y trabaja(20) Ana tanto estudia como trabaja(21) Ana estudia y Luisa trabaja(22) (?) Tanto Ana estudia como Luisa trabaja

¿Cuál es el problema? Pues, sencillamente, que en el paradigma de las conjunciones coordinativas copulativas la unidad y constituye el elemento general, no-marcado, que puede unir todo tipo de valores semánticos asociativos (acción paralela, como en (15), o asociación necesaria, como en (17)), y todo tipo de uni-dades (frases nominales, como en (15), pronombres numerales, como en (17), fra-ses verbales, como en (19) o claúsulas, como en (21)). Tanto ... como, en cambio, pese a ser una conjunción correlativa sólidamente asentada como tal, producto de la gramaticalización de una construcción relativa13, supone una forma marcada

13 Para el estudio de la formación de construcciones con como es ineludible Cano Agui-lar (1995). Para los usos de como en español actual vid., asimismo, Jiménez Juliá

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limitada en su ámbito contextual, tanto semántico como sintagmático. Semántica-mente solo expresa coordinaciones con valor de ‘acción paralela’, de ahí la inade-cuación de (18) como equivalente de (17). Sintagmáticamente puede usarse con todo tipo de unidades, frases verbales incluidas, pero por razones en las que ahora no es pertinente entrar, no con cláusulas, de ahí la poca viabilidad de (22). Ello, sin embargo, no supone ninguna merma en el carácter de conjunción coordinativa (correlativa) de tanto ... como, que viene a expresar con un contenido específico lo que de un modo más general, semántica y sintagmáticamente también puede expre-sar y. O, dicho más brevemente, y aparece en todos los contextos de tanto ... como, pero no viceversa14.

2.3.3.2. En el caso de los determinantes, la diferencia entre el artículo, como actualizador ‘vacío’ (según término de R. Lapesa, 1973) y los demás (actua-lizadores ‘llenos’) reside, como recordaba Lázaro Carreter (1975, 40 y ss.), en que mientras el primero, por su propio vacío semántico, se limita a presentar una uni-dad dentro del universo (físico, empírico o natural) conocido por el interlocutor, los (demás) determinantes aluden a elementos que no se hallan dentro de ese universo y, por tanto, no son conocidos como tales elementos, sirviendo el determinante, precisamente, para dicha actualización15. Sabemos, igualmente, que los determinantes son inicialmente los herederos nocionales de las marcas de caso nominativo y, como tales, se asocian a elementos referenciales, esto es, a unidades susceptibles de actuar como temas –papel primordial de los nominativos– y, por tanto, reconocibles como entidades. Es evidente, por otro lado, que las unidades que expresan la realidad como entidad y que, por tanto, son susceptibles de adquirir inmediatamente el valor referencial son los sustantivos. Unidades como casa, niño, gente o verdad son sustantivos porque son nombres que designan clases de unida-des (aunque sean clases abstractas), y no propiedades de las mismas. No ocurre lo mismo con las demás unidades, que designan primariamente propiedades, como pueden ser adjetivos, como bueno, desconcertado o inteligente, o frases preposi-cionales16, como de aquí, sin tierra o con suerte, que carecen de la posibilidad de ser tomadas por sí mismas como indicadores de entidades, precisamente por su

(2003).14 Sobre esta restricción vid. Jiménez Juliá (1995a, § 3.1.1.2).15 O, dicho de otro modo, el artículo no aporta un contenido, por lo que presupone el conocimiento de lo determinado, mientras que los determinantes ‘llenos’ aportan un tipo concreto de presentación semánticamente diferenciado. Uno y otros, sin embargo, tienen un mismo resultado sintagmático como habilitadores nominales.16 O, si quisiéramos hablar con propiedad, una unidad oblicuamente caracterizada me-diante un procedimiento analítico, de carácter ‘paramorfológico’, como es la preposi-ción en castellano.

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inicial especialización en la designación de propiedades y no de entidades. O, de un modo más gráfico, nadie, en principio, tiene en mente una clase de entidades que se denomine de aquí, desconcertado o que llegó ayer. Estas unidades, por tanto, aunque pueden llegar a servir como indicadoras de entidades, no figuran inicialmente, como tales, como destinadas a tal fin. De ahí su necesaria ‘actualiza-ción’.

De acuerdo con esto, cuando utilizamos un sustantivo lo identificamos inmediatamente como designativo de una entidad, por eso podemos considerarlo, bien como algo ya presente de algún modo en el universo de discurso y, en conse-cuencia, actualizarlo ‘sin más’, o nombrarlo como algo no presente en el universo del discurso, que necesita ser introducido con respecto a algún parámetro. Esto es, podemos hablar de el hombre, considerando su presencia en el universo discursivo, o introducirlo en él mediante un determinante que, además de actualizar, lo identi-fique con respecto a algún rasgo (posesión, deixis espacial, cantidad indetermi-nada), como en mi/este/algún hombre. Pues bien, estos rasgos de contenido asocia-dos a los sustantivos a través de los determinantes ‘llenos’ no dejan de ser propie-dades asociadas a entidades, aunque no tengan un carácter extensivo o intensivo. No en vano son valores expresados adjetivalmente en latín, y, asimismo, expresa-bles adjetivalmente en castellano mediante las formas tónicas de los propios deter-minantes. Ello hace que la unidad determinada haya de ser, de entrada, decodifi-cada como entidad, pues es en las entidades en las que inciden oblicuamente las propiedades. De ahí la extrañeza de secuencias como mi inteligente o tu maravi-lloso, pues maravilloso e inteligente no son nombres que habitualmente se utilicen para designar clases de elementos definidos por tener tal propiedad (esto es, como sustantivos) sino tan solo para designar la propiedad (esto es, como adjetivos). Cuando los nombres adjetivos (señaladores de propiedades) se utilizan normativa-mente como sustantivos (señaladores de clases definidas por la propiedad desig-nada), como en americano o impertinente, entonces no hay problema en asignarles un determinante (ese americano, tus americanos, un impertinente, etc.), y no por-que sean éstos ‘más’ sustantivos que los otros, o que éstos tengan una doble cuali-dad formal (adjetiva y sustantiva) de la que carezcan los otros, sino porque estos nombres, indicadores de propiedades y usados consiguientemente como adjetivos son, a diferencia de los anteriores, normativamente utilizados para identificar clases de entidades, o, si se quiere, ‘como sustantivos’. Es más, un adjetivo habitualmente usado solo como tal, puede coyunturalmente adquirir valores ‘sustantivos’ en razón del contexto, y, en consecuencia, admitir determinantes llenos: en un contexto familiar, un padre orgulloso puede decirle a su hijo pequeño en plan cariñoso ¡mi aplicado!; está claro, sin embargo, que esto solo es posible si previamente se ha caracterizado que aplicado no solo es un rasgo del niño, sino

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que es lo definitorio de él: él es un aplicado, concretamente, mi aplicado.

Frente a esta asociación de rasgos necesariamente aplicada a entidades, propio de la determinación ‘llena’, el actualizador ‘vacío’ –el artículo– aparece asociado a una unidad lingüística sin aportación de otros rasgos que la misma actualización, esto es, la ‘nominativización’ de la unidad a la que se asocia. No exige, como los actualizadores llenos, que la unidad sea concebida de entrada como una entidad, porque no va a asociarle propiedades de ningún tipo. Se trata, simplemente, de una actualización ‘nominativizadora’. La consecuencia más inmediata de ello es el tratamiento de lo actualizado como una entidad referencial, concretamente, como una unidad definida por los rasgos de la unidad determinada. Es importante tener en cuenta que lo que hace el artículo, como unidad vacía –y en este sentido, también el otro determinante con cierto grado de ‘vaciedad’ semántica, el indefinido un– es tratar la unidad como una entidad, pero no como un sustantivo. Un sustantivo es algo que designa entidades, cierto. Es más, es la unidad que las lenguas especializan en la designación de (clases de) entidades. Pero estas unidades ‘no-sustantivas’ tienen unos rasgos estructurales y unas posibilidades sintagmáticas globales que ni son abandonadas cuando son tratadas como entidades reales en virtud de su actualización a través del artículo, ni son adquiridas por otras unidades cuando se actualizan. En el caso de que lo determinado sea un nombre adjetivo, la diferencia con respecto a la determinación de un sustantivo es escasa, pues se trata de unidades formalmente iguales con diferencias normativas de uso (vid. Jiménez Juliá, 2006 § 4.1.2.2). Pero aun así, las rasgos típicamente adjetivos (indicadores de propiedades) no se pierden y las posibilidades derivadas de ellos tampoco: Cuando decimos el muy tonto, tonto está siendo tratado como un adjetivo, no como un sustantivo, por mucho que se exprese como designador de una entidad: es una entidad definida por la propiedad ‘(ser) tonto’, y más concretamente, ‘(ser) muy tonto’ o, dicho de otro modo, es un adjetivo que, gracias a su uso con actualizador, designa tanto una clase como la propiedad por la que se define, y gracias a seguir siendo utilizado como tal, puede graduarse. En realidad, en este caso, la variabilidad podría discutirse no tanto por la acción del artículo, que en ningún momento cambia la entidad como tal, sino por la identidad formal de adjetivos y sustantivos, que hace posible el uso virtual de cualquiera de los primeros para designar entidades o de los segundos para designar propiedades: un ladrillo es claramente una entidad. Si tomo ciertas propiedades que asocio con la naturaleza de la unidad (tanto real como lingüística) ‘ladrillo’, puedo hacer, sin cambios formales, un adjetivo: ese profesor es muy ladrillo; lo ladrillo que resultan sus clases, etc. Solo es necesario conseguir que el sustantivo en cuestión tenga propiedades que puedan elevarse (en una extensión metafórica de la designación) al rango de definitorios de una propiedad, al igual que los adjetivos

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pueden usarse como sustantivos si se convierten en definitorios de una clase de entidades, llegando en este caso a normativizarse (con lo que se dice que ya son sustantivos). De ahí que, recogiendo el ejemplo de Briz Gómez (1989, 106) (y antes, de Bello)17 con una interpretación algo distinta, una misma unidad, como pobres, pueda ser vista como clase de entidad que tiene un rasgo, con lo cual le podemos aplicar una modificación típicamente sustantiva (los verdaderos pobres), o vista como una propiedad que define una clase, con lo que su tratamiento grama-tical será el de un adjetivo (los verdaderamente pobres). Y el artículo no ha tenido nada que ver en uno y otro caso.

Ahora bien, esto que podemos decir de los adjetivos es aplicable a las de-más unidades, con la particularidad de que en este caso sus diferencias formales con los sustantivos no permiten su asimilación a dicha categoría en ninguno de los casos. Cuando decimos los de Jaén, por ejemplo, estamos haciendo que un rasgo, en este caso expresado por una unidad preposicionalmente caracterizada, designe una clase. Y podemos hacerlo precisamente por el vacío semántico del artículo, que permite interpretar una propiedad actualizada como indicadora de una clase por no existir ninguna otra operación ‘de contenido’ que lo entorpezca18. No podremos decir, en cambio, *mis de Jaen, pues estamos introduciendo, a la par que con el determinante actualizador, un rasgo ‘adjetivo’ (la posesión) que presupone la com-prensión de ese sintagma como ‘entidad’, y eso normativamente no ocurre. Pero puede llegar a ocurrir si se crea esa caracterización, sin necesidad de que se llegue a una ‘lexicalización’ de la frase preposicional. En cualquier caso, ese conjunto ‘preposicion + sustantivo’ no se convierte en un sustantivo por el hecho de designar una clase de entidades, ya que conserva todas sus posibilidades –las que sean– y no adquiere las de un ‘sustantivo’, sino, las de una ‘entidad’, propiedades que afectan solamente a sus posibilidades de expansión.

La actualización de una unidad y su consiguiente interpretación como enti-dad o clases de entidades referenciales es, por tanto, lo que desde siempre se ha intuido y lo que se ha identificado de un modo ciertamente poco riguroso con la ‘sustantivación’, identificando ‘sustantivo’ con ‘carácter nominal’ o valor de enti-dad, y asimilando las unidades actualizadas a los sustantivos formales como perte-necientes todos ellos a una sola categoría ‘funcional’. Dejaré aquí cualquier co-mentario amplio sobre el carácter sustantivador del artículo, en el sentido utilizado

17 Y utilizado en su momento por I. Bosque (1989, 185).18 Insisto, operación ‘de contenido’, pues aporta rasgos al conocimiento de la referencia, pero no rasgos extensivos o intensivos, sino ubicadores.

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por los defensores de las transposiciones, 19 limitándome a señalar que tal consideración no es más que una confusión entre el valor semántico exigible a una unidad determinada, un valor referencial solo aplicable a entidades, y la categoría de sustantivo que, aunque creada para designar entidades, no agota las posibilida-des de expresión de éstas y posee unos rasgos formales y sintagmáticos que nada tienen que ver con otras unidades susceptibles de recibir el actualizador ‘vacío’, esto es, el artículo.

Resumiré este primer factor, de carácter semántico, responsable de la diferencia de uso de los determinantes llenos (inicialmente con sustantivos) y el vacío (con otras unidades), diciendo que todo determinante, vacío o lleno, supone la nominativización, por tanto, la referencialidad, de la unidad en cuestión y con ello, su capacitación para actuar como ‘tema’.

Los determinantes llamados ‘llenos’ actúan sobre la unidad proyectando sobre ellos unas ciertas propiedades, propiedades que solo se pueden proyectar sobre entidades existentes. Eso conlleva que para usar uno de estos determinantes (un mi, un este, un algún), las unidades determinadas deben ser usadas regular-mente para designar entidades, lo cual ocurre con los sustantivos o con adjetivos normativamente sancionados como nombres clasemáticos, además de alguna frase preposicional20.

19 I. Bosque (1989) resume con bastante acierto los problemas de la consideración de la sustantivación y, en general, de la transposición. Así, hablando de la consideración de sustantivo para todo lo que pueda ser sujeto (lo cual coincide con la filosofía que lleva a llamar transpositor a sustantivo al artículo), considera que el hecho de que dos o más unidades

“puedan desempeñar funciones análogas en ciertos contextos no significa que pertenezcan a la misma categoría. Obviamente no existe ningún sustantivo que no pueda ser sujeto de algún verbo, pero de eso no se deduce que podamos llamar “sustantivo” a todo lo que pueda ser sujeto, o –dicho de otra forma– que ganemos algo con esa denominación” (1989, 44).

Esta clasificación resulta inútil porque la reunión en una sola categoría de unidades tan dispares llevaría a la necesidad de hacer ‘subclasificaciones’ que “probablemente serían los grupos de los que hemos partido (oración, frase prepositiva, frase nominal, etc.)” (1989, 45), por lo cual,“A menos que optemos por excluir de la gramática” una serie de hechos que delatan di-ferencias categoriales,“no parece que se pueda evitar el mantener las diferencias entre las distintas categorías sintagmáticas, aunque se acepte que estas “unidades de construcción” diferentes desem-peñan funciones semejantes” (1989, 45).20 Dada la indistinción formal entre sustantivos y adjetivos, podemos hablar aquí de

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Frente a ellos, el artículo se ha desposeído de expresión de propiedad al-guna, se ha ‘desemantizado’ en este sentido, siendo tan solo una determinación actualizadora pura (anafórica o genérica). Ello hace que su adjunción a una unidad permita interpretar esta unidad como algo ‘referencial’, algo ‘determinado’ y, por tanto, como una entidad o clase de entidades. Sea lo adjuntado un sustantivo u otra cosa, el resultado es similar en cuanto a la designación, pero en ningún caso el artículo cambia las propiedades categoriales de la unidad determinada. La confu-sión entre carácter referencial de lo determinado y carácter ‘sustantivo’ no tiene, pues, mayor justificación, y las propiedades que los defensores de ésta aducen para convertir lo determinado en sustantivo son las propiedades semánticas de toda unidad con valor referencial.

2.3.3.3. La segunda razón, de carácter formal –en concreto, como resultado de una confluencia de unidades– que ha frenado el uso de los determinantes ‘lle-nos’ con unidades no sustantivas es, precisamente, la existencia de usos pronomi-nales de estas mismas unidades –a excepción del posesivo–. Acabamos de ver la poca probabilidad de encontrar un posesivo átono asociado a una unidad no sus-tantiva por el valor semántico del primero y la ausencia de valor referencial en el segundo, aunque ese valor referencial se pueda adquirir por el contexto. Sin em-bargo, aun cuando unidades no sustantivas puedan tener una interpretación cla-semática, lo cierto es que no solemos encontrar dichas unidades con un determi-nante lleno. Esto es, secuencias como un inteligente se da con poca frecuencia o, al menos, con mucha menos frecuencia de lo que el posible uso clasemático de inteli-gente haría esperable. La razón está en la posibilidad de sustituir una secuencia ‘marcada’ por otra ‘no-marcada’, por suponer una utilización diferente de la regular para un cierto tipo de unidad. En efecto, en principio, un nombre cuyas características semánticas designen primariamente propiedades –lo que llamamos un adjetivo– se adjunta a otra unidad que exprese una entidad para establecer una relación de oblicuidad. La posibilidad de expresar una entidad con un adjetivo (o una propiedad con un sustantivo) está siempre presente, pero no deja de ser una extensión del uso inicial no-marcado (aunque pueda institucionalizarse en la len-gua). Si queremos expresar una serie de clases que tengan como rasgo definitorio la posesión de, respectivamente, las propiedades inteligente y (ser) de Jaen, podré decir

(23) el inteligente(24) el de Jaén

adjetivos sustantivados.

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lo cual resulta totalmente adecuado por las razones vistas. Si ahora, dándose las circunstancias oportunas, quiero expresar estas entidades con, por ejemplo, el inde-finido cualquier, tendré dos posibilidades, una marcada y otra no-marcada. La primera será la que utiliza el determinante (por tanto, átono) cualquier y la unidad inteligente como adjetivo con valor clasemático (cualquier inteligente). La se-gunda, la que aprovecha la posibilidad de expresar el indefinido de modo pronomi-nal (cualquiera) para señalar una entidad, dado el valor actualizador que tiene todo pronombre, utilizando inteligente como expresión de una propiedad asociada a esa entidad, esto es, como adjetivo (cualquiera inteligente). En esquema:

CUADRO IVDETERMINACIÓN DE ADJETIVOS Y MODIFICACIÓN DE PRONOMBRES

SECUENCIA MARCADA SECUENCIANO-MARCADA

UNIDAD DETERMINANTE ADJETIVO PRONOMBRE ADJET.

VALOR DISCURSIVO

ACTUALIZADOR

CLASE DE ENTIDAD

(DEFINIDA POR UNA PROPIEDAD

ENTIDAD PROPIEDAD

Ejemplo Cualquier inteligente Cualquiera inteligente

En el ejemplo señalado ambas posibilidades están más o menos equilibra-das por cuanto la utilización de un adjetivo como inteligente para designar una clase (esto es, su utilización como sustantivo) está bastante normalizada21. Pero si cambiamos de tipo de unidad, veremos que las posibilidades de uso se decantan claramente en favor de las secuencias no-marcadas (siempre que no haya lexicali-zaciones); las secuencias (a) son esperables, las (b) son prácticamente imposibles:

(25a) Cualquiera con dos dedos de frente lo entendería(26a) Cualquiera de mi pueblo sabe de qué hablo(25b) (?) Cualquier con dos dedos de frente

21 En realidad, con cualquier se suelen usar adjetivos de fácil uso como sustantivos, por lo que puede haber cierta tendencia a utilizar la forma marcada en este caso; ahora bien, si le añadimos una modificación claramente adjetiva, la situación cambia sustancial-mente, siendo solo utilizada la secuencia no-marcada: decimos cualquiera mediana-mente inteligente, pero mucho más raramente cualquier medianamente inteligente.

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(26b) (?) Cualquier de mi pueblo sabe de qué hablo.

En los determinantes sin apócope (los demostrativos), la posibilidad de encontrar la secuencia (demostrativo/indefinido + unidad no-sustantiva) es prácti-camente nula, pues la coincidencia de formas entre las átonas y las tónicas resuelve siempre la balanza hacia la forma no-marcada aunque, teniendo en cuenta la poca fiabilidad de la entonación –por sí sola– como recurso de identificación de la toni-cidad de las unidades gramaticales, no hay manera de probar el carácter pronominal de estas unidades. Parece obvio, sin embargo que en las secuencias (27-30), las unidades iniciales son pronominales y las demás actúan como modificaciones, y no como unidades caracterizadas por un actualizador previo:

(27) Esa de la derecha, que venga (frente a la de la derecha)(28) Aquél amarillo me gusta más (frente a el amarillo)(29) Deme algÚnos maduros (frente a los maduros)(30) No vi llegar a ningÚna de mi pueblo (frente a la de mi pueblo).

En el caso de los posesivos, esta preferencia por el pronombre para indicar un contenido determinativo se sustituye, ante la ausencia de formas pronominales, por las formas tónicas adjetivas con otro determinante, preferentemente el artículo, recurso que en el caso de posesivos e indefinidos adquiere un valor semántico lige-ramente diferente al del uso de las formas átonas o de las formas pronominales de las otras series. En este caso, dado su carácter adjetivo, el posesivo tónico acompa-ñará sustantivos o unidades que designen entidades, si no va solo con el determi-nante. Así, ante la imposibilidad de (31-32), usamos (33-34):

(31) *Me gusta tuya /(tuya) casa (tuya)(32) *Quiero tu de ayer(33) Me gusta la (casa) tuya(34) Quiero el/lo tuyo de ayer / el/lo de ayer tuyo.

En relación con las unidades de relativo nominalizadas (sin antecedente), el español ha elegido el artículo con unos criterios probablemente similares a los que llevaron a elegirlo para las frases preposicionales y adjetivos no normativizados como clasemáticos. De todos modos, aquí pesa la tradición histórica, y al igual que el francés retuvo en la construcción relativa su demostrativo original (celui que, ce que, celle que), el español acabó utilizando el heredero directo del demostrativo ille, el artículo, y lo colocó al frente de dichas construcciones. Ahora bien, que esto es una construcción normativa derivada de una fijación histórica lo prueba la pervi-vencia del demostrativo reforzado eccille en su forma pronominal (actualmente

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aquél) para actuar como alternativa al artículo ante antecedente de las relativas con subjuntivo, en claro contraste con la –inicialmente injustificada– imposibilidad de usar los otros demostrativos éste, ése para un mismo fin: tenemos (35), pero no (36) ni (37)22:

(35a) El que venga tendrá un premio(35b) Aquél que venga tendrá un premio(36) *Éste que venga tendrá un premio(37) *Ése que venga tendrá un premio

Sobre la dualidad el que / aquél que volveré en. § 4.4. infra, y trataré sobre los relativos sin antecedente a lo largo de § 4, infra.

2.3.4. Valor sintagmático-paradigmático

Como hemos ido viendo a lo largo de los parágrafos anteriores, la determinación de la naturaleza categorial de las llamadas palabras estructurales, a diferencia de la de las palabras plenas, está directamente ligada a su actuación sintagmática, puesto que es la progresiva especialización en una cierta actuación la que las convierte en lo que son a través del correspondiente proceso de gramaticali-zación. Es éste, por tanto, el criterio fundamental para dilucidar cuáles son los rasgos definitorios de un paradigma y qué elementos, cualesquiera que sean sus diferencias en otros ámbitos, pertenecen a él.

Dado que es el valor sintagmático el que decide la naturaleza de los paradigmas, los rasgos que deberemos tener en cuenta a la hora de establecer la naturaleza de aquéllos y las características relevantes de sus miembros serán los dos siguientes:

1) las relaciones sintagmáticas, de carácter externo, que mantiene con el contexto en el que aparece; como hablamos de un caracterizador, deberemos tener en cuenta el tipo de valor que proporciona a las unidades a las que se adjunta; y

2) las relaciones de mutua exclusión que genera esa unidad, que evidencian la identidad de valores y, por tanto, la imposibilidad de coexistir en el mismo sin-

22 Para un estudio sobre el relativo con determinación (aunque se pueda discrepar de las conclusiones) Vid. Lapesa (1966).

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tagma. O, dicho más brevemente, las relaciones paradigmáticas que mantiene con los miembros de su propio grupo.

Unas y otras han sido objeto de atención en Jiménez Juliá (2006), por lo que aquí solo queda resumirlas muy brevemente diciendo que artículo y determi-nantes tienen un valor sintagmático específico que es la ubicación de una referencia en el ámbito de lo conocido dentro de un parámetro determinado (presentación referencial simple, mostración deíctica, posesiva o presentación indefinida) y, con ello, la habilitación del elemento caracterizado (nominalizado) como unidad temá-tica. Naturalmente la lengua tiene otros recursos para realizar esta labor, de los cuales el más semejante y proclive a confundirse con los determinantes es el de los adjetivos determinativos. La lengua ha hecho una selección y discriminación entre, por una parte, unidades determinantes, gramaticalizadas y alternativas al artículo, por tanto, de su mismo paradigma, y, por otra, unidades adjetivas, posibles sustitui-doras de los determinantes en contextos concretos, pero nunca bloqueadoras de su aparición, por tanto, ajenas al paradigma determinante como tal. En esa selección la actuación de los llamados determinantes ‘plenos’ ha venido a enriquecer el para-digma del artículo con unidades más específicas en cuanto a su valor semántico, y menos extensas en cuanto a su ámbito de actuación, pero claramente identificadas con los rasgos del paradigma.

Este tipo de características, por lo demás, son las que definen no solo los determinantes, sino cualquier otra categoría de tipo estructural: sabemos qué es una conjunción, un relator, una preposición o un relativo, precisamente, por estas cues-tiones. O, con ejemplos, sabemos que las unidad si y la unidad como pertenecen al mismo paradigma (e incluso subparadigma) en si vienes te divertirás y en como vengas te divertirás y al tiempo, que la forma pese a que ha dejado de ser una construcción verbal para entrar en el paradigma general de las conjunciones, además de por la inanalizabilidad de todos ellos, por su misma forma de actuar en los contextos en los que participan. Lo mismo nos ocurre con las mismas formas si y como en contextos como no sé si iré o en vi como llegó tarde, donde las formas homófonas de las anteriores son ahora relatores (completivos) que entran en rela-ción paradigmática con el que de casos como vi que llegó tarde. Y, para no prolon-gar la ilustración más de la cuenta, la misma unidad como puede encontrarse en contextos como en trabaja como secretario en relación paradigmática con unidades como de (trabaja de secretario), esto es, incluida en el paradigma preposicional. Unidades relativas como donde, cuando, participios como salvo excepto o incluso sustantivos como boca o calle pueden sufrir un proceso de gramaticalización, coyuntural o permanente, que los convierta en unidades estructurales de distinto tipo. Y será siempre su actuación sintagmática concreta y

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

el paradigma (o subparadigma) en el que entren, y no la necesidad de un grado máximo de gramaticalización, o una aplicación de su actuación a todos los ámbitos de sus compañeros de paradigma, lo que las defina como uno u otro tipo de unidad.

2.4. El endocentrismo y la representación estructural de la frase nominal

2.4.1. La frase nominal y el endocentrismo

Aunque los aspectos arriba mencionados pretenden señalar los temas rele-vantes para establecer la estructura dotada de un determinante (articular o de otro tipo) y una unidad nominalizada, existen, obviamente otras formas de entender este estudio y otros focos de atención primarios. Bosque (1989, § 9.2), por ejemplo, analiza las ‘opciones sintácticas’ de estas unidades partiendo del prejuicio del en-docentrismo (toda unidad gramatical es endocéntrica y, por tanto, tiene un núcleo), por lo que considera que dichas opciones, ante un sintagma como el libro, pasan por buscar el núcleo y encontrarlo en, (a) el sustantivo libro, (b) el artículo el o (c) el pronombre el. Y ahí centra el problema. Por lo que a mí concierne, sin embargo, para la descripción de la frase nominal la cuestión del endocentrismo o exocen-trismo de las frases nominales carece de excesivo interés práctico, y ello por dos razones fundamentales:

(a) En primer lugar, los términos, como tales son poco rentables. No tanto el de ‘endocentrismo’, que hace referencia a un mecanismo constructivo claro, siempre que se entienda el concepto de núcleo de un modo diáfano, apropiado a los fines descriptivos y coherente23, como el de ‘exocentrismo’, mecanismo que, en los términos en los que fue formulado en su momento por Bloomfield (1933), resulta excesivamente general y ambiguo, permitiendo interpretaciones del mismo muy diferentes y, en el mejor de los casos, pudiendo acoger en su interior estructuras gramaticales de lo más variopinto24.

(b) En segundo lugar, si partimos de la base de la naturaleza paramorfoló-

23 Sobre este concepto y ciertos abusos del mismo he tratado en Jiménez Juliá (2000b).24 Trato sobre las posibilidades de uso de los términos ‘endocentrismo’ y ‘exocentrismo’ en una visión funcional de la gramática en Jiménez Juliá (1997), si bien posteriormente he abandonado el uso de ‘exocentrismo’, no por considerar que toda estructura es en-docéntrica, sino por entender que para la descripción es más útil el uso de términos más específicos, correspondientes a las estructuras que cabrían dentro de aquél.

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gica, propia de las unidades ‘caracterizadas’ esto es, analíticamente completadas con elementos que matizan su valor y posibilitan su integración sintágmática, bien como unidad nominativa (los determinantes), bien como unidad oblicua (las prepo-siciones), pero que carecen de la independencia contextual y la capacidad de ex-pansión propia de toda unidad sintáctica, el mecanismo constructivo de estas uni-dades queda fuera de los mecanismos endocéntrico y exocéntrico. El mecanismo que es lícito oponer al endocentrismo debe tener, como él, una naturaleza sintác-tica. Ello implica que debe servir para la construcción de unidades cuyos constitu-yentes posean dicha naturaleza sintáctica, esto es, contextualmente no fijada, y este mecanismo es únicamente la parataxis. Las unidades carentes de autonomía, como los caracterizadores (determinantes y preposiciones), se adhieren a la unidad que caracterizan de un modo contextualmente rígido y secuencialmente fijado, convir-tiéndose en unidades paramorfológicas de construcciones cuya estructura interna no tiene carácter sintáctico, aunque la –sin duda, desafortunada– denominación de ‘frases’ nominal y preposicional, parezca indicar otra cosa. No son estructuras morfológicas en sentido estricto, pues los caracterizadores no representan morfe-mas definitorios o asociados necesariamente a un tipo específico de estructura léxica, pero están más cerca del comportamiento de los morfemas en una estructura léxica que de los elementos funcionales en una estructura sintáctica. Su mecanismo constructivo se sitúa por tanto, fuera del que define tanto la construcción endocén-trica como la paratáctica, pues se trata –insisto– de simples unidades ‘caracteriza-das’ esto es, analíticamente completadas con elementos gramaticalizados que mati-zan su valor y posibilitan su integración sintagmática. Pese a la consideración blo-omfieldiana de las ‘frases preposicionales’ como representantes del exocentrismo, creo que la descripción de la estructura interna, tanto de éstas como de las frases nominales se debe situar en el terreno de la caracterización analítica de unidades gramaticalizadas y no mediante un mecanismo ‘exocéntrico’ que se oponga al endocéntrico. Y solo se las puede incluir entre las endocéntricas y, por tanto, consi-derar la existencia de un núcleo en el conjunto ‘determinante + unidad’, o ‘preposi-ción + unidad’ flexibilizando el concepto de núcleo, se elija como tal la unidad que se elija, hasta límites teóricamente inaceptables y descriptivamente poco útiles. La perspectiva desde la cual Bosque considera oportuno enfocar la caracterización de las frases nominales con artículo, por tanto, está contaminada por un prejuicio metodológico que, como tal, resulta totalmente estéril para una descripción coherente y generalizable de la unidad, aunque sea útil para satisfacer ciertos prin-cipios teóricos ajenos a los que guían el presente estudio

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

2.4.2. Problemas en la representación de la frase nominal

De acuerdo con lo dicho, una representación gráfica de las distintas estructuras gramaticales incluidas en las secuencias que nos ocupan, tal como las hacemos habitualmente25 (vid. 11’-12’, de § 2.2.5 supra), no reflejaría demasiado claramente sus diferencias. Según las convenciones que utilizamos, todo lo que está por encima de la estructura morfológica de las palabras se representa de un modo similar en los diagramas arbóreos sintácticos, mientras que nada de lo que ocurre dentro de dicha estructura queda reflejado. Existen, sin embargo dos problemas en este tipo de representaciones: el primero es que prevén el reflejo de unidades y funciones sintácticas, y no otra cosa, lo cual implica que todo lo que se representa se trata como si fuera una unidad sintáctica con una función consiguientemente sintáctica. El segundo es la inconsistencia observada en la práctica a la hora de seguir esta regla, que hace que existan lagunas y soluciones ad hoc para estructuras específicas. Así, cuando queremos hacer un diagrama que refleje la estructura sintáctica –pues eso pretenden reflejar estas estructuras– de (38-40) haremos algo como (38’-40’):

(38) Ayer llegó Valentín(39) Las truchas del río(40) No puede haberlo reconocido sin ayuda

(38’) frase verbal

MODIFICADOR NÚCLEO

adverbioNÚCLEO SUJETO

verbo nombre propio

Ayer llegó Valentín

25 Una explicación, no excesivamente puesta al día, pero, al menos, explícita sobre el sistema de representación usado aquí se encuentra en Rojo-Jiménez Juliá (1989), Cap. 3.

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TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ

(39’) frase nominal

DETERM. NOMINAL

artículo frase sustantiva

NÚCLEO MODIFICADOR

sustantivo frase preposicional

DIRECTOR TÉRMINO

preposición frase nominal

DETER. NOMINAL

artículo sustantivo

Las truchas del río

(40’) frase verbal

NÚCLEO MODIFICADOR

verbo frase preposicional

DIRECTOR TÉRMINO

preposición sustantivo

No puede haberlo reconocido sin ayuda

En (38’) encontramos tres funciones sintácticas jerarquizadas y adecuada-mente representadas desde una óptica constitutivo-funcional. En (39’), en cambio, encontramos un tratamiento similar para realidades gramaticales diferentes. Para empezar, las preposiciones y los determinantes no tienen el mismo estatus catego-rial, ni valores sintagmáticos equiparables a los de los sustantivos o verbos, y, sin

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

embargo, nada hace pensar en el diagrama que haya diferencias. La contracción de los dos caracterizadores, oblicuo y nominativo, por otra parte, se trata como un fenómeno ‘del habla’, lo cual, en principio, parece adecuado, si bien es evidente que dicha contracción es posible por las peculiaridades fónicas de las unidades atonizadas26. Sin embargo, pese al reconocimiento teórico de las diferencias entre caracterizadores y palabras plenas, nada de eso se recoge en el diagrama, con la consiguiente merma de su eficacia y detrimento de la coherencia teórica de la ex-posición. Este problema se muestra más crudamente en (40’), con el agravante de que se produce una evidente contradicción en la representación de cada uno de los dos constituyentes de los que consta la secuencia global. Así, mientras el caracteri-zador (casual) sin está bien diferenciado en el árbol, hay una serie de elementos analíticos asociados al verbo, de distintos niveles de gramaticalización, que no solemos diferenciar, y cuando lo hacemos, utilizamos una caracterización inade-cuada. En concreto, en este verbo tenemos: 1. No: morfema verbal de polaridad, sin valor sintáctico, pero, como las preposiciones, utilizable en contextos diferentes, siendo incluso susceptible de adoptar el valor de proforma verbal sustitutoria de todo el conjunto léxicos (por ejemplo, en respuesta a preguntas polarizadas); 2. puede: verbo auxiliar de un conjunto perifrástico, que, frente a los compuestos con haber, conserva usos considerables como léxicos, sin necesidad de suponer omi-siones (Mi primo es muy fuerte y te puede; Yo no puedo contigo, etc.); como tal verbo auxiliar, porta los valores flexivos requeridos por el verbo; 3. haber-: verbo auxiliar integrado en el paradigma verbal por cuanto (a) ha eliminado usos léxicos, y (b) carece de alternativa para la expresión de valores temporales opositivos; 4. -lo: clítico verbal que expresa una valencia acusativa. No es, como se dice desde las ecuaciones alarquianas, un ‘complemento directo’, pues ni es una unidad sintáctica ni bloquea la aparición de tal función. Se trata de la expresión morfológica de una valencia que puede expresarse igualmente mediante unidades sintácticas (léxicas); 5a re-: morfema prefijal derivativo que incorpora un significado al del semema de la raíz léxica, cambiando globalmente el signo; 5b. -conoc(ido): raíz del verbo léxico dentro de la unidad verbal perifrástica, que aporta el contenido léxico del mismo.

Hay que reconocer, por tanto, que nuestros árboles adolecen del mismo defecto que vemos en las descripciones gramaticales habituales: no reconocer nada, en la práctica, entre la palabra plena (autónoma en el sentido de no dependiente

26 Lo cual no quiere decir que siempre que se dé esa coyuntura se refleje en la escritura: las ocasiones en las que un ejemplo como los peces de ese río se expresa contrayendo la preposición y el demostrativo (dese) son aproximadamente las mismas que las ocasio-nes en las que de el se expresa como del. Sin embargo las convenciones escritas en es-pañol actual, a diferencia de muchos textos antiguos, (todavía) no lo reflejan.

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contextualmente) y el morfema, con la consecuencia de encasillar las unidades de grados de gramaticalización intermedios entre estos dos extremos en una u otra categoría. En los ejemplos anteriores, las preposiciones y los determinantes caen, por razones históricamente explicables, pero teóricamente no justificadas, en el terreno de las palabras plenas (como conjunciones, relativos y relatores); morfemas derivativos o verbos auxiliares, en el de los morfemas flexivos. Los clíticos, en el caso de las descripciones que los consideran lisa y llanamente una función sintác-tica, caen en el saco de las palabras plenas. En la descripción que sigo, en el de los morfemas flexivos. En ambos casos, la inadecuación es manifiesta. Si quisiéramos representar la estructura gramatical de (38-40) –prescindiendo de la estructura flexiva– sin simplificar el lugar de las unidades con distintos grados de gramatica-lización, tendríamos que adaptar de algún modo nuestros diagramas para no reflejar de modo uniforme lo que tiene un comportamiento sintagmático diferenciado. A falta de cambios más profundos, y como simple ilustración de las diferencias de las unidades, podemos utilizar el cambio tipográfico: si en los diagramas habituales la convención usada es la de representar en mayúsculas los valores funcionales, y en minúsculas las unidades sintácticas (en cursiva los elementos léxicos terminales), podemos ahora reflejar estas diferencias de estatus, según el grado de gramaticalización, en el cuadro (V). Los morfemas flexivos (grado 4º de gramaticalización) quedan excluidos:

CUADRO VREPRESENTACIÓN DE UNIDADES SINTÁCTICAS Y SUBSINTÁCTICAS

GRADO DE GRAMATICALIZACIÓN REPRESENTACIÓN DE VALOR SINTAGMÁTICO

Nulo (unidades plenas) SUJETO, NÚCLEO, MODIFICADOR, etc.

Palabras estructurales

1º DIRECTOR, DETERMINANTE, NEXO

2º RELATOR, VERBO AUXILIAR

3º Clítico acusativo, afijo derivativo, etc.

De acuerdo con esto, una posible representación que, con un mínimo de cambio en el diseño, pudiese incorporar las diferencias de estatus gramatical de las unidades en (41-42) sería (41’’-42’’):

(41) Las truchas del río(42) No puede haberlo reconocido sin ayuda(43)

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

(41’) unidad nominalizada

DETERMINANTE NOMINAL

artículo frase sustantiva

NÚCLEO MODIFICADOR

sustantivo unidad caracterizadada

DIRECTOR TÉRMINO

preposición unidad nominal.

DETERM . NOMINAL

artículo sustantivo

Las truchas del río

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(42’) frase verbal

NÚCLEO MODIFICADOR

unidad verbal perifrástica27 unidad caracterizada

morf. polar. Soporte verbal DIRECTOR TÉRMINOmarcado

unidad verbal perif. preposición sustantivo

Forma aux Complejo léx.

Unidad verb. Perif.

Forma aux. Forma léx.

verbo verbo

Raíz Clítico Morf.der. Raíz verb.

No puede haberlo re conoc(ido) sin ayuda

Naturalmente, una representación como ésta se aleja de los fines para los que diseñamos un diagrama: la representación rápida y cómoda de los aspectos sintácticos relevantes presentes en la teoría. A cambio, sin embargo, permite reco-nocer las numerosas simplificaciones que se esconden en dichos diagramas y plas-mar gráficamente el puesto de los determinantes en la representación gramatical y sus diferencias con los constituyentes de las frases endocéntricas propiamente sintácticas (sustantivas, adjetivas, verbales …).

De lo visto en el presente parágrafo (§ 2) se desprende que (a) determina-ción y modificación son dos operaciones gramaticales distintas, subsintáctica y sintáctica, respectivamente, que, sin embargo, pueden tener una misma consecuen-

27 La jerarquización de las unidades no sintácticas es obviamente más discutible que las de las unidades plenas, como lo es las etiquetas de los distintos componentes. La repre-sentación aquí mostrada es solamente ilustrativa, sin que me parezca oportuno incluir aquí una discusión sobre su justificación.

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

cia en la ubicación sintagmática de las unidades nominales; (b) que las diferencias entre el artículo y los determinantes marcados son solamente de ámbito de uso, y no de naturaleza categorial, siendo esta diferencia común a los miembros de otros paradigmas cuya uniformidad categorial no se discute, y (c) que la naturaleza sub-sintáctica de los determinantes, al igual que la de otras unidades estructurales, ha quedado oscurecida en las descripciones habituales, incluidas las de quien esto escribe, por primar la simplicidad –a veces simplismo– comodidad y afán de clari-dad frente al rigor y la exactitud descriptiva.

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3. LA NATURALEZA CATEGORIAL DEL ARTÍCULO Y EL PREJUICIO DEL SUSTANTIVO

Aunque a estas alturas parece extemporáneo plantearse la naturaleza categorial del artículo, no puedo dejar pasar el hecho de que la mayoría de los problemas surgidos en los estudios sobre la frase nominal, entendida como la unión de un determinante y una unidad, se centran en los aspectos (4) y (5) vistos al co-mienzo del § 2. En efecto, prácticamente inatendida la frase nominal como tal, los estudios en torno a este tema se han centrado, sobre todo, en la naturaleza catego-rial del artículo, para la cual se han propuesto diversas, e incluso opuestas alterna-tivas que, lógicamente, condicionan la propia descripción de la frase nominal. Es curioso, sin embargo, el hecho de que en todas ellas suele subyacer un prejuicio común: el ‘prejuicio del sustantivo’, esto es, el de que todo artículo supone la exis-tencia de un sustantivo, si no se trata el propio artículo de un sustantivo. El pro-blema, por tanto, surge de manera más clara en los usos del artículo sin sustantivos, esto es, con adjetivos (el bueno, lo mío) unidades preposicionales (la de Ciudadela, lo de tu ascenso) o estructuras relativas, (el que vengas, lo que quieras), descri-biéndose estos casos de tres modos diferentes:

(1) como estructuras elípticas (falta el sustantivo), opinión ésta sostenida por Lázaro Carreter (aunque sin justificarla) (1975, § 13.8), Garrido Medina (1986), excepto para los casos de relativo sin antececedente (vid. §§ 3.2, infra) o Trujillo (1990, 23-27). Bosque (1989, §§ 2.4 y 9.2) apunta la viabilidad de los núcleos sustantivos nulos, que ve en cierto sentido equivalentes a su opción priori-taria (los núcleos pronominales), y Briz (1989, 92) considera la elipsis del sustan-tivo como el primer paso bien para la sustantivación del adjetivo, bien para la pro-nominalización del artículo;

(2) como estructuras con unidades ‘sustantivadas’, con diferencias, a su vez, en lo relativo al significado del término ‘sustantivación’, opinión tradicional radicalizada por Alarcos y seguidores;

(3) como estructuras con un pronombre átono (el artículo) en distribución complementaria con su correspondiente tónico, opinión de Bello y, modernamente, de Bosque y Moreno. Naturalmente, existen soluciones mixtas que combinan las alternativas anteriores, siendo particularmente frecuente la combinación de la pri-mera y esta tercera.

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Es obvio que hay más estudios sobre el valor del artículo y sus relaciones con los determinantes de los aquí citados, pero no quiero convertir este repaso a las posturas fundamentales en un análisis exhaustivo de propuestas28. Tan solo me interesa justificar los aspectos sintácticos que veo relevantes en la actuación del mismo, por lo que parece oportuno analizar los que considero argumentos más significativos o extendidos de cada una de ellas. Dedicaré, pues, los próximos parágrafos a examinar los argumentos de las visiones arriba esbozadas.

3.1. El artículo como morfema sustantivador La visión de A. Alonso y de E. Alarcos.

La consideración del artículo como un espécimen absolutamente único de-ntro de los presentadores ha calado en algunas descripciones del funcionamiento de la lengua, más que nada, por lo atractivo de la sencillez de la idea. Esta singulariza-ción no se basa tanto en la descripción de su comportamiento sintagmático, donde hay aspectos únicos (su ámbito de uso), pero también otros claramente uniformadores con otras unidades, sino en la asunción de la existencia de una oposición semántica y paradigmática (el artículo solo se opone a su ausencia) y en un carácter morfemático no asimilables a ninguna otra unidad. El primer paso importante para la consideración del artículo como algo totalmente separado de los determinantes es, dejando a un lado las observaciones de Correas (1625), el conocido trabajo de Alonso (1933), quien, en su minucioso análisis de los valores del artículo en español, establece las bases sobre las que asentará su tratamiento del tema Alarcos, y tras él, sus seguidores, quienes profundizarán y radicalizarán sus ideas. Hay que destacar que en la idea (pos)alarquiana del artículo se conjugan dos aspectos diferentes: su carácter morfemático, por una parte, y su valor sustantivador, por otra. Este último es ciertamente común a otras aproximaciones, aunque la de Alarcos y seguidores se caracteriza por lo drástico de su formulación. El primero, sin embargo, es específico de esta corriente.

28 Una visión general de algunas de ellas se encuentran, entre otros lugares, en Briz (1989, 91-93), en lo relativo a la elipsis, y Bosque (1989 § 9.2.), más en general. Y Para un tratamiento de las diferentes ópticas desde las que se ha estudiado el artículo según los aspectos que se quieran enfatizar, vid. el interesante trabajo de López García (1987).

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3.1.1. Alonso (1933)

3.1.1.1. Alonso considera que el artículo ha dejado de ser un determinante como, según él, lo era en latín, cuando todavía era un demostrativo, pues sus valo-res ya se han transformado tras el proceso de gramaticalización sufrido. Para él, el artículo en español no determina (se entiende, semánticamente), pues ni precisa el sustantivo entre sus congéneres ni lo da por consabido por el interlocutor (vid., 1933, 152). Así,

“Aquí llevan artículo los abstractos y los nombres individuales (la virtud, el sol). Decimos que se quitó el sombrero un hombre que puede contar con docenas en su guardarropa (y no se puede decir que el es determinante por-que se refiere de entre todos sus sombreros al que tenía entonces puesto, pues eso no lo expresa el sino que aparece en la reflexión, y además inter-pretado así resultaría también un, ein etcétera determinante: cuando nos di-cen que se comió una manzana ya entendemos que fue precisamente la que se comió). Indistintamente decimos extendió la mano o una mano en ademán implorante (…) La idea de la determinación falla, pues, como esencial, porque no es un valor idiomático, sino uno lógico al que a veces sirven los valores idiomáticos del artículo” (1933., 152-153).

El artículo no es determinante porque carece de la capacidad ubicadora concreta que se les supone a los determinantes, siendo su valor mucho más gené-rico o variable que el de, por ejemplo, un demostrativo, un indefinido o un pose-sivo. En este sentido, A. Alonso contrasta las características del artículo con las del indefinido un(o), tratando de demostrar el carácter significativo del segundo y el carácter cuasivacío, gramaticalizado y debilitado del primero.

3.1.1.2. En segundo lugar, este proceso de gramaticalización es visto como único en el caso del artículo, y no se da en ninguna medida en los demás determi-nantes del español. Para Alonso,

“El artículo, en cada lengua, es un antiguo pronombre demostrativo redu-cido en su cuerpo fonético, despojado de su originario acento de intensidad y de cuyo funcionamiento se ha borrado y desvanecido toda asociación implícita con sus antiguos compañeros de sistema (un proceso de gramati-calización)” (1933, 159).

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Esta gramaticalización ha dejado al artículo solo en un sistema cuya única oposición es la ausencia de artículo, y no los demás determinantes, ni siquiera el indefinido un, con el que tiene oposición solamente en algunos contextos:

“El artículo, en español, ha constituido, ciertamente, un nuevo sistema es-tricto y bilateral, pero no con un, ni con ningún otro elemento de la lengua; el nuevo sistema está formado por la presencia y ausencia del artículo, o si se quiere, por la aparición del sustantivo con y sin artículo” (1933, 131),

añadiendo, en nota a pie de página, que “con un forma un sistema, no semántico, sino de empleo” (1933, 131, nota 1).

3.1.1.3. Por lo que se refiere al valor que Alonso atribuye al artículo, lo fundamental es su virtud “marcadora y realzadora de unidades de representación”, que “obra en todo nombre que lo lleva” (1933, 154). Hay que destacar que Alonso no habla de que el artículo sustantive nada, sino tan solo de que realza. A este res-pecto es significativo su comentario a propósito de un texto de Feijóo:

“El pone aquí un marco todo alrededor de la frase (…) haciendo así resaltar la íntima conexión con que sus elementos forman una unidad mental supe-rior, una representación multimembre independiente, con la independencia y soltura de movimientos propia de su función sustantiva en la articulación idiomática del pensamiento” (1933, 154).

Para Alonso, por tanto, y frente a lo que sucederá en Alarcos y –sobre todo– sus discípulos (vid. infra), el valor fundamental del artículo no será la sus-tantivación, sino el realce de la unidad a la que se une. Así, a continuación del párrafo arriba mencionado, leemos:

“No se trata de sustantivar la frase, pues sin estos el ambas frases serían sustantivas, (…); pero sin el artículo, la unidad superior formada por la in-terdependencia de sus significaciones en sucesión no resulta para nuestro sentido idiomático tan formalmente acusada” (1933, 154-155)29.

3.1.1.4. Los determinantes, por su parte, son caracterizados como pronom-bres, sin hacer ningún tipo de diferencia entre las formas tónicas nucleares, las

29 Alarcos, que cita el párrafo anterior para apoyar sus tesis sobre el artículo –sobre la base de la validez de las de Alonso–, prescinde de este último (vid. Alarcos Llorach, 1967, 230).

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adjetivales pospuestas y las más atonizadas antepuestas a la unidad que caracteri-zan, entre otras razones porque Alonso duda de su atonicidad30. Así, tanto el un acompañado de sustantivo como el pronombre uno son vistos como una única unidad.

La aguda descripción del artículo de Alonso se ve empañada por afirmacio-nes drásticas o apreciaciones francamente desviadas de la comprobable realidad de la lengua; en concreto, su división tajante entre el artículo y las demás formas de-terminantes, postulando una única oposición semántica entre la ‘actualización pura’, propia del artículo, y la ‘no-actualización’, propia de su ausencia, sin con-templar ‘actualizaciones marcadas’31, o, desde un punto de vista formal, conside-rando el artículo el como una unidad átona, pero no así formas como mi o un, y utilizando como argumento para ello la existencia de formas tónicas (pronomina-les) de los determinantes, pero, sin aludir en ningún momento a los pronombres personales como correlato tónico del artículo.

3.1.2. El punto de vista de Alarcos

La visión de Alonso o, más concretamente, los aspectos antes reseñados, fueron asumidos por Alarcos quien acepta prácticamente todo, salvo probablemente el aspecto más interesante, el carácter ‘realzador’ del artículo, cambiando ligeramente su filosofía y haciendo hincapié en, precisamente, aquello en lo que Alonso se mostraba algo reticente: el papel sustantivador del artículo. En concreto, Alarcos refuerza dos aspectos de la visión de Alonso estrechamente

30 Sobre el valor de la atonicidad en las unidades del primer modo de articulación y, concretamente, sobre la atonicidad de los determinantes, he tratado en Jiménez Juliá, 2006, § 4.2.31 Aunque la cuestión no sea excesivamente trascendente, hay que señalar que en su afán de diferenciar el artículo de la forma un, realiza afirmaciones ciertamente inexac-tas. Así, considera que frente a la expresión del género propia de el, un nunca introduce el género, “sino sólo sus individuos: “el perro es el amigo del hombre”, pero “le ha mordido un perro””(1933, 189). Con esto se excluyen ejemplos como un perro es un cánido, y por extensión, combinaciones como un perro es un amigo para el hombre, pero ayer el perro me mordió. Para analizar adecuadamente ejemplos como éstos, es preciso tener en cuenta que las formas de expresión de la clase y del individuo no son rígidas, y que el valor tanto del artículo como de los demás determinantes, como actua-lizadores que son, puede luego matizarse en distintos sentidos a partir del contexto, siendo más o menos matizables según su valor significativo sea menos o más preciso. El y un, en este sentido, son más flexibles en su interpretación que, por ejemplo, mi o este.

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ligados: (1) el carácter debilitado del artículo como unidad, que en Alonso adquiría un papel de ‘realzador’ de la unidad representada, y que Alarcos convierte ni más ni menos que en un morfema (sustantivo) de la misma naturaleza que el género o el número y, a consecuencia de ello, (2) su valor transpositor a la función nominal.

En relación con (1), Alarcos ve con claridad el carácter gramaticalizado del artículo –para él, mero morfema32–, definiéndolo como “signo dependiente”, y considerando que

“pertenece al tipo de signos que se agrupan en paradigmas o inventarios limitados o cerrados: los signos morfológicos, cuyos contenidos -o morfe-mas- constituyen el sistema gramatical, en oposición a los signos léxicos, caracterizados por constituir inventarios abiertos, ilimitados” (Alarcos Llorach, 1967, 225)33

Asimismo, en relación con (2), Alarcos repasa los valores del artículo en español y, apelando a la ‘tradición académica’, detecta dos fundamentales, la de-terminación y la sustantivación. Sobre la primera, Alarcos transcribe las palabras de la Gramática de la R.A.E. (de 1931, aunque no mencione datos de la misma) según las cuales aquél

“sirve principalmente para circunscribir la extensión en que ha de tomarse el nombre al cual se antepone, haciendo que éste, en vez de abarcar toda clase de objetos a que es aplicable, exprese tan sólo aquel objeto determi-nado ya y conocido del que habla y del que escucha” (Academia, 1931, § 77, apud Alarcos Llorach, 1967, 223-227).

La otra función, de la cual Alarcos afirma que “no admite reparos” (1967, 229) es la de la sustantivación, que define de un modo estrictamente funcional:

32 Alarcos llega a considerar el artículo como un morfema sustantivo de idéntica natura-leza al género o al número:

“la independencia gráfica del artículo es engañosa (a diferencia de su aglutinación escrita en danés o en rumano) y parece conferirle una situación diferente a otras variaciones del nombre (como por ejemplo la de ‘singular-plural’, cuyas expresio-nes se aglutinan gráficamente), cuando en realidad se trata de lo mismo: de signos morfológicos que ‘determinan’ de cierta manera los signos léxicos con que se aso-cian” (1967, 225).

33 En la visión de Alarcos, la gramática estudia contenidos (vid., sobre todo, Alarcos Llorach, 1977), frente a la visión aquí mantenida según la cual son los significantes, y no los contenidos ni los significados, el objeto de la misma.

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“cuando un artículo se antepone a elementos cuya función habitual no es la de nombre, el papel de aquél evidentemente consiste en trasponer tales elementos a la función que el nombre desempeña en la oración. Sin duda, pues, el artículo es un traspositor a nombre de cualquier otro elemento fun-cional” (1967, 229, cursiva mía).

Y más abajo,

“El papel, pues, del artículo es simplemente en estos casos la indicación de que lo que sigue funciona como nombre” (1967, 229-230, de nuevo cursiva mía).

Y, finalmente, en su recapitulación final, considera que el artículo, además de identificar (determinar),

“traspone a función nominal los segmentos que originariamente desempe-ñan otra función” (1967, 233).

Su visión de los determinantes como unidades pronominales de distinta naturaleza del artículo, y entre ellos, el indefinido un, sigue las pautas de Alonso antes descritas, lo que le permite ahondar en las diferencias gramaticales que ve en la actuación éstos frente a la del artículo.

En realidad, la descripción de Alarcos no suponía una novedad. Desde siempre se ha destacado la singularidad del artículo como actualizador, con pecu-liaridades únicas dentro de las posibles determinaciones, y con tendencia a ligarlo necesariamente al sustantivo. Alarcos y seguidores reflejan la opción más extrema a partir de las características anteriores, identificando valor debilitado o gramatica-lizado (frente al origen demostrativo), con naturaleza morfemática (esto es, con gramaticalización extrema), y actualizador de entidades, con recurso sustantivador. Para Alarcos, por tanto, dos son los rasgos definitorios del artículo que, además, lo singularizan frente a cualquier otra unidad (a) su carácter de morfema dependiente, que determina su comportamiento diferente de los (demás) determinantes y (b) su valor sustantivador o, en términos de los más significados defensores de la idea, de transpositor de adjetivos (y adverbios y frases preposicionales, según autores) a sustantivos. Es preciso resaltar que aunque la visión de Alarcos llevaba el germen de la identificación entre unidad con artículo y ‘sustantivo’ como categoría, lo cierto es que, en general, él se limitó a afirmar la identidad funcional entre las uni-dades determinadas y los sustantivos (siguiendo en eso a la Real Academia). Sin

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embargo, la doctrina que se extendió entre sus seguidores fue la de la transcatego-rización de cualquier unidad a ‘sustantivo’ cuando se veía precedida del artículo o, dicho más rápidamente, la del carácter sustantivador del artículo. A partir de ahí, la distancia entre el artículo y cualquier determinante se hizo insalvable pues, además de la evidente diferencia entre uno y otros en ese aspecto, el artículo pasaba a for-mar parte, junto a las preposiciones, el que y alguna otra unidad, de la categoría de los ‘transpositores’, lo que obligaba, por imperativos teóricos, a que fuese otra cosa muy distinta de los determinantes. La doctrina alarquiana sobre el artículo y su valor transpositor se consolidó mediante una serie de trabajos de sus discípulos –directos e indirectos–, de entre los que se pueden destacar los de Álvarez Martínez (1986), Gutiérrez Ordóñez (1985, 1991 y 1993) o Iglesias Bango (1986a y 1986b). En general, los discípulos de Alarcos radicalizan la visión del artículo y lo con-vierten ya no en un reforzador de la representación de la unidad. Ni siquiera en un transpositor a la función nominal, sino directa, lisa y llanamente en un conversor de unidades en sustantivos. En defensa de su posición, rebaten con fuerza cualquier argumento que acerque otras unidades al artículo, considerando tal tipo de opinión como un mantenimiento irreflexivo de la tradición, como una confusión entre estu-dio diacrónico y sincrónico o como un trasvase al español de los estudios sobre el artículo en inglés34, y mantienen, por el contrario, el carácter del artículo de para-digma único (con su ausencia como miembro opositivo) visto hace un momento. Los contrargumentos utilizados, sin embargo, se basan en sus propias premisas, a saber, la existencia de sustantivación y, en general, la transposición35; la identidad entre adjetivos (‘adyacentes’) y pronombres y la radical diferencia de actuación –comprobada sobre la base de lo anterior– entre artículo y determinantes, por lo que solo pueden resultar convincentes si se aceptan de entrada sus presupuestos meto-dológicos.

3.1.2.1. La evidente gramaticalización del demostrativo latino y su conver-sión en artículo –siguiendo así la trayectoria habitual en la formación de artículos- es lo que ha hecho que Alarcos y seguidores lo consideren un morfema, identi-ficándolo con unidades cuyo carácter sintagmático tiene serias diferencias con él. Que el artículo no es el adjetivo que fue en latín es obvio. Que ello lo convierta en un morfema solo se puede aceptar si tan solo se consideran dos tipos de unidades:

34 Vid., por ejemplo, de Álvarez Martínez, 1986, 23 y ss.o 51, nota 80.35 La aceptación del propio concepto de transposición es probablemente fundamental para aceptar la visión (pos)alarquiana del artículo y, a su vez, esta visión del artículo es útil para reforzar el concepto de transposición. No es este el lugar para desarrollar una crítica a dicho concepto, por lo que me limitaré a dejar constancia de mi convenci-miento de que con él el funcionamiento de la lengua no solo no se explica mejor, sino que se trivializa y deja grandes lagunas sin posibilidad de tratamiento.

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palabras plenas y morfemas, sin unidades estructurales intermedias. Sabemos, sin embargo, que existen grados de gramaticalización diferentes36, y que llamar ‘mor-fema’ al artículo solo se justifica como modo de diferenciarlo de palabras plenas, como sustantivos o adjetivos, pero nunca si le aplicamos un tratamiento similar al de las unidades morfológicamente integradas en estructuras léxicas como parte de la definición de las mismas (lo que es el caso del género o el número, a los que Alarcos hace equivaler al artículo). En este sentido, son acertadas las palabras de Trujillo cuando, discutiendo este valor morfemático, afirma:

“Si el artículo puede separarse de su “base” y acompañar bases no sustanti-vas, al tiempo que forma frases sustantivas en concurrencia con otros de-terminantes (la bella, una bella, otra bella), parece claro que eso lo aleja de signos como los de tiempo, persona, género o número, cuya situación sintáctica es totalmente diferente” (Trujillo, 1987, 357).

Al margen de la poco acertada identificación entre la bella y otra bella (además de la ambigüedad de una bella), parece evidente que el artículo no es parte de la es-tructura de ningún tipo de unidad –ni siquiera parte de la estructura potencial, como podrían ser muchos afijos derivativos– y que, por tanto, difícilmente se puede integrar en la clase de unidades que conocemos como morfemas37. El carácter morfológico que se debe ver en el artículo, como, por lo demás, en el resto de los determinantes, se deriva, por tanto, de su naturaleza no léxica, esto es, no plena (al igual que las preposiciones) y, por tanto, no expandible ni libremente utilizable en el orden sintagmático, pero no como una auténtica morfematización, extremo al que, al contrario de ciertos prefijos, previamente preposiciones (ante poner > anteponer) no se pudo llegar en español porque frente al carácter invariable, monomorfemático de éstos, que favorecía su integración en la raíz léxica como prefijo, el artículo opone una naturaleza flexiva, lo que dificulta su integración proclítica. O, en dos palabras, su carácter no es morfemático, sino algo que podemos calificar de paramorfológico. Hablar de morfema es simplificar el problema y, lo que es más grave, cerrar los ojos a la realidad de la lengua y su

36 Hay muchas tentativas más o menos detalladas de establecer escalas de gramaticaliza-ción de las unidades. En sentido general, esto es, sin aplicarla a lenguas concretas, cabe citar Lehmann (1985, 304), Hopper & Traugott (1993, 7) o, de un modo resumido, Jiménez Juliá (2001a).37 Pero si de lo que se trata es de afirmar su función de caracterizador de la base (que Hjelmslev atribuía a los morfemas), Trujillo considera que, entonces, lo que no pode-mos hacer es circunscribirla a los artículos, pues esta función “puede aparecer tanto en el género como en el artículo, como en el demostrativo (esta bella) como en el distribu-tivo (cada bella), etc” (1987, 357).

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creación de formas de transición para la satisfacción de valores concretos, y, aunque pueda considerarse la ubicación exacta de este tipo de unidad dentro de la escala de gramaticalización como algo secundario, no deja de evidenciar una ausencia de rigor en una cuestión –la identificación de la naturaleza de las unidades– clave para cualquier análisis gramatical ulterior.

3.1.2.2. El carácter sustantivador del artículo es probablemente una de las cuestiones que menos controversia suscita, pese a la existencia de críticas al tipo de ‘transposición sustantiva’ de Alarcos y seguidores. Casi todo el mundo parece aceptar que el artículo acompaña a sustantivos y que, de un modo u otro, donde hay artículo hay una noción sustantiva. Las críticas a esta idea, aunque existen, son minoritarias y llenas de matices38. En el caso de Alarcos, el artículo convierte en sustantivo cualquier cosa con la que pueda asociarse, creando así la categoría ‘fun-cional’ sustantiva (como existe la adjetiva o la adverbial) que se distingue de la categoría ‘morfológica’ correspondiente. Así, el de Ciudadela es un sintagma en el que la frase preposicional (ya adjetivo funcional por acción de la preposición) se ha convertido en sustantivo ‘funcional’ por la acción del artículo, pero no en un sus-tantivo morfológico, del mismo modo que en Quiero que vengas el sintagma en función de complemento directo es un sustantivo funcional (aunque no, obvia-mente, morfológico) por la acción del ‘transpositor’ que. Esta idea del papel sus-tantivador del artículo ha tenido igualmente fuerza fuera del ámbito alarquiano, aunque las posiciones suelen ser más matizadas. La sustantivación se concibe a menudo de un modo puramente nocional, identificando ‘sustantivo’ con un valor que puede adquirir una unidad cuando se le adjunta a un artículo, como en Lapesa (1968) o Fuentes Rodríguez (1990)39, frente a la versión posalarquiana más ex-trema, como ‘transpositor’ a la categoría de sustantivo de las unidades no sustanti-

38 Como veremos enseguida, Briz (1989, 103) critica, con argumentos de Bello, la necesaria sustantivación de lo asociado con el artículo. Bosque hace algo similar, aun-que se muestre ciertamente ambiguo en sus argumentos (vid. infra).39 Para Lapesa, el artículo “ha pasado de ser índice del sustantivo a serlo de lo sustan-tivo”, indicando que lo que sigue funciona como un sustantivo (1968, 144), opinión que suscribe Fuentes Rodríguez, asumiendo incluso los postulados alarquianos sobre la na-turaleza sustantiva de la unidad en cuestión, aunque matizando que “es una capacitación transitoria, sólo funcional” (1990, 92, nota 14). En este sentido, resulta más completa (y parcialmente distinta) la descripción de Alcina Franch y Blecua (1975), para quienes el artículo puede provocar sustantivaciones léxicas (el pagaré), semántico funcionales (el amigo) o funcionales (el lápiz negro y el rojo), pues, aunque el adjetivo mantiene su contenido predicativo, existe en el artículo un “valor anafórico pronominal como signo que alude al antecedente sustantivo” (1975, 553), lo cual parece, a su vez, acercarles a la consideración del artículo como núcleo pronominal.

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vas a las que se adjunta. Hay que decir, no obstante, que el papel ‘sustantivador’ del artículo, sin aceptar su carácter morfemático, ha sido defendido en bastantes ocasiones, y, de uno u otro modo, está mayoritariamente presente en las gramáticas tradicionales40, donde es frecuente hablar de su papel para la sustantivación ‘pasa-jera’ (cfr. Lenz (1920, 73, 79); Gili Gaya (1943, § 232, para las relativas), o Alcina-Blecua (1975, § 3.4.0.2)), y la sustantivación ‘funcional’ es mantenida por autores como Lope Blanch (1962) o los propios Alcina-Blecua (1975) (vid.nota 38), con diferentes matices, entre otros.

Frente a estas posturas, existen otras que mantienen un notable rechazo a la idea de la sustantivación como tal. Los argumentos son variados, y van desde los que aluden al hecho de que existen sustantivaciones sin artículo (por ejemplo, La-pesa (1970, 83) o Lázaro Carreter (1975, 32)), argumento que no deja de ser un tanto débil por cuanto no niega que el artículo sustantive, sino tan solo que sea el único sustantivador, pasando por el igualmente precario de quienes afirman que el artículo no sustantiva, sino que incide sobre sustantivos (que ya lo son de por sí), mantenido igualmente por Lapesa (ibid.) y por Briz (1989, 43 y ss), quien sigue en esto a Lapesa, y, de un modo más vago, Bosque (1989, 184). En todos estos casos persiste, de un modo más o menos explícito, la idea, compartida con los defensores de la transposición, de la necesidad de que el artículo vaya asociado a un sustan-tivo, aunque ahora no se responsabiliza al artículo de la posibilidad de la presencia del sustantivo o de su creación.

Más incisivos son los argumentos contrarios a la necesaria acción sustantivadora del artículo que muestran el comportamiento interno de las unidades que lo llevan. Briz (1989) recoge algunos argumentos tendentes a deshacer la iden-tificación entre unidad con artículo y sustantivo, y Bosque (1989, 185) se hace eco de ellos, dentro de su contestación a la teoría de la transposición en la que se en-marca la sustantivación alarquiana. De momento, y mientras no volvamos sobre la cuestión, podemos decir que la idea de la sustantivación asociada al artículo es básicamente el resultado de la confusión entre la categoría formal de ‘sustantivo’, por una parte, y el valor nombrador de entidades asociado a él, por otra, lo cual hace crear la categoría ‘funcional’ sustantivo a todo aquel elemento que observe una capacidad nombradora similar a la que se atribuye a dicha categoría formal.

3.1.2.3. Consecuencia directa del estatus morfemático y transpositor del artículo es su radical diferencia con los determinantes, diferencia que conlleva, de acuerdo con la visión de Alonso, su pertenencia a un paradigma diferente. Concre-

40 Como origen de esta visión, dentro del siglo XX, cabe citar a Lenz (1920, 139-158).

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tamente, a un paradigma que tiene como miembros el propio artículo y su ausencia. La postura ‘oficial’ derivada de las ideas de Alarcos en cuanto a las diferencias entre artículo y determinantes puede resumirse como sigue:

1) El artículo no es un determinante, sino un morfema actualizador que, además constituye el transpositor a la categoría de sustantivo de otras unidades. Para Gutiérrez Ordóñez, por ejemplo, dos de las características del artículo son el hecho de que

“b) (…) es un signo no autónomo, lo que no significa que sea forzosamente dependiente o subordinado.

c) Posee doble función-Morfema nominal (o, para otros, determinante, actualizador … de

sustantivos)-Nominalización de adjetivos (fundamentalmente) y adverbios”

(1993, 235).

Aunque utilice el término ‘nominalización’, y aunque a veces aluda a la ‘función nominal’ del conjunto41, como hacía Alarcos, se trata naturalmente de una ‘sustantivación’, esto es de una transcategorización42, como, por otra parte, se hace evidente a partir del propio título de su trabajo.

2) Frente al artículo se sitúan los determinantes, considerados como sim-ples adjetivos y, al tiempo, pronombres (al menos, con posibilidades de uso nuclear sustantivo autónomo)43 caracterizados, de acuerdo con Prado Ibán, por

41 “Los adjetivos que vienen precedidos por alguna de las formas del artículo forman un conjunto capacitado para desempeñar cualquier función nominal y sólo una función nominal” (Gutiérrez Ordóñez, 1993, 6)42 “La transposición, hemos de insistir en ello, produce cambio de categoría sintáctica, no de función. Los cambios de función sintáctica que se derivan de una transposición son consecuencia de la variación efectuada sobre la categoría” (Gutiérrez Ordóñez, 1985, 96).43 No entro aquí en la contradicción que parece suponer para el funcionalismo ‘transpositorio’ la existencia de una unidad con una doble posibilidad funcional, que no necesita ningún tipo de transpositor. La naturaleza polifacética del pronombre (o adje-tivo II), como categoría ajena a las cuatro unidades primarias, no encaja con la rigidez de planteamientos propio del funcionalismo (pos)alarquiano, pues, ignorado el carácter diferencial de sus formas antepuestas, y su relación opositiva con el artículo, se con-vierte en una categoría un tanto ad hoc, muchos de cuyos miembros no llevan artículo en unas posiciones (precisamente las del artículo) pero lo llevan en otras y, en defini-

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“(i) desempeñar autónomamente la función de Adyacente Nominal:Esta casaLa casa verde (…)

(ii) funcionar como atributo en el marco del sintagma verbal:Juan es éseJuan es inteligente (…)

(iii) poder aparecer cumpliendo las funciones propias del sustantivo, en unos casos de forma aislada, es decir, autónomamente,

Estos están enfermosAlgunos son huérfanos (…)

y en otros, necesariamente sustantivados por el artículo:Quiero el nuevoTrajo el azul (…)” (Prado Ibán, 1993, 249-250)

De lo visto se desprende que tan adjetivo es verde como esta (antepuesto), o inteligente como ése o algunos (en Algunos son huérfanos). Esto es, los adjetivos y los llamados pronombres determinativos pertenecen a una misma clase funcional, la del adjetivo. Dentro de esta clase general se reconoce la distinción entre ‘califi-cativos’ y ‘determinativos’, según la reformulación de Alarcos (1968) en Adjetivos de tipo (I) –los primeros– y de tipo (II). Las diferencias entre uno y otro tipo se enumeran sin mayores explicaciones en los trabajos dedicados al tema desde esta perspectiva, sin reparar, al parecer, en los cabos sueltos o contradicciones de la enumeración (vid. Prado Ibán, 1993, 251 y ss.).

La base de esta doctrina, que cifra sus antecedentes en el Arte de la lengua española castellana de Gonzalo Correas (1625)44, con el escalón comentado de Alonso (1933) hasta su verdadero punto de partida, Alarcos, es la mencionada radical separación entre el artículo y los determinantes45. La defensa de este planteamiento está hecha sobre la base de la existencia de una ecuación axiomática

tiva, en algo cuya descripción requiere de una casuística muy poco acorde con la gene-ralización y simplicidad que se supone que buscan los defensores de esta postura. Vid, por ejemplo, Álvarez Martínez (1986, cap. IV), como ilustración de la inmanejable can-tidad de comportamientos con respecto al artículo que se obtienen cuando se mete en un saco una serie de unidades de comportamiento heterogéneo con la etiqueta común de ‘determinantes’.44 Quien, sin embargo, admitía como artículo (indeterminado) la forma un.45 Entre ellos hay que mencionar Álvarez Martínez (1986) o Prado Ibán (1993). De acuerdo con esta última, los determinantes se caracterizan por los siguientes rasgos:(a) la posición de los calificativos es libre (pre o posnuclear); la de los determinantes es, bien nuclear, bien antepuesta, o pospuesta con artículo ante el sustantivo, y nunca en posiciones intermedias o ante un calificativo: (Estas azules aguas / estas aguas azules; Estas aguas / *aguas estas / las aguas estas; Estas azules aguas / *azules estas aguas)

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según la cual el artículo, o es morfema, o es adjetivo (de tipo II). Como el debilita-miento evidente del demostrativo prearticular invita a pensar en su carácter no-sintáctico, debilitamiento que no se reconoce en grado alguno en los determinantes, entonces –se concluye– es evidente que artículo y determinantes son cosas distin-tas. Este rechazo a cualquier relación paradigmática entre artículo y determinantes, por otro lado, tiene argumentos algo sorprendentes. Álvarez Martínez, por ejemplo, afirma que toda la justificación de la consideración del artículo como un determi-nante es simplemente una secuela del punto de vista tradicional según el cual era una parte de la oración, pues se pensaba que podía tener una función sintáctica en la frase (adyacente nominal o núcleo) (vid. 1986, 51, nota 80). Lo sorprendente del argumento es que, exceptuando Bello, que considera que el pronombre personal es una sustantivación del artículo (vid. 1847, § 273), nadie aduce el papel ‘pleno’ del mismo para defender su valor determinante. Ni siquiera los griegos, en su caracte-rización del ¨rqron como mšro$ toà lÒgou, aludían a dicho carácter, sino, más bien a su valor caracterizador y dependiente46. Parece, más bien, que el argumento está viciado por el prejuicio de que si algo es determinante, entonces podrá funcio-nar como sustantivo, y si no funciona como tal, entonces es otra cosa. Claro que para eso han tenido que cerrar los ojos al hecho de que la ecuación que están dis-puestos a hacer entre ‘este niño’ y éste, se da, exactamente del mismo modo, en ‘el niño’ con respecto a él (ecuación que reconocía Bello y que no es sino una eviden-cia histórica). Por otro lado, la misma caracterización de los determinantes es un

(b) Los calificativos funcionan como sustantivos si llevan artículo. Los determinantes no lo necesitan (Los nuevos están ahí / algunos no han venido).(c) Los calificativos admiten gradación (muy/más blanco) y los determinantes no, si bien establece la excepción de los posesivos con formas analíticas (muy mío).(d) Los calificativos constituyen inventarios abiertos. Los determinantes, inventarios ce-rrados.(e) Tienen diferencias en sus posibilidades de coordinación: mientras los calificativos se coordinan en función de adyacente de un mismo sustantivo, los determinantes solo lo hacen si se aplican a distintos referentes: Esos y aquellos niños, pero *Estos, algunos y tus juegos de azar.(f) Finalmente, los calificativos conmutan con elementos “transpuestos a la categoría adjetivo” (Prado Ibán, 1993, 251-253). Los determinantes, según ella, no. No está muy claro qué quiere decir exactamente esto último, pero parece implicar que se excluyen expresiones como La casa SUYA /QUE LE PERTENECE; Ese niño MÍO / Ese niño DE MADRID, lo que no parece muy adecuado.46 En la sintaxis de Apolonio Díscolo, el artículo (¨rqron) es, como lo fue desde los estoicos, una parte asociada al nombre y al verbo, y nunca a la oración (al lÒgo$) aun-que fuese, como las conjunciones (sÚndesmoi) descrita dentro de los mšroi toà lÒgou , sin que ello implicase en ningún momento que fueran constituyentes directos

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conjunto de rasgos heterogéneo que deja sin explicar las diferencias de comportamiento de las unidades que se supone que incluye47 (aunque esto no sea exclusivo de los posalarquianos48).

3.1.3. El prejuicio del sustantivo.

La mera observación de los distintos usos del artículo nos permite comprobar que lo que hace en todos los casos (como cualquier otro determinante con sustantivos) es habilitar la unidad a la que se adjunta para convertirla en ‘nom-brador’. Pero, pese a la insistencia en la idea contraria, ‘nombrador’ no es sinónimo

de la misma (vid. a este respecto, Apolonio Discolo, s. II d.C., Lib. I, sobre todo §§ 36 y 37, págs. 89-90).47 Así, es fácil comprobar que para cada rasgo distintivo de los determinantes de entre los señalados por Prado Ibán (1993) (a-f), y mencionados en la nota 45, además de su dudosa adecuación, se toman rasgos de categorías distintas según convenga en cada caso. Por poner un ejemplo, con respecto a la primera característica (a), se menciona la existencia del artículo en el caso del determinante pospuesto, pero no que en lugar del artículo pueden estar otros determinantes y que, en definitiva, lo que hay es una distri-bución complementaria propia de los miembros de un paradigma; (b) tan solo constata el carácter pronominal de las formas tónicas con valor determinativo según su compor-tamiento latino. Sobre la gradación (c), poco hay que decir: no depende tanto de la cate-goría (muchos adverbios la admiten) como de la cualidad semántica de la unidad. En este sentido, un adjetivo como presbiteriano solo admitirá gradación si se resemantiza. Pero el rasgo en sí, como diferenciador de estas unidades, es bastante irrelevante. Más interesante sería que se explicase por qué mío (excepción a la regla) puede admitir gra-dación, pero no mi, si se trata en uno y otro caso de la misma unidad. La característica (d) se explica por sí sola. Los determinantes provienen (del latín) de series cerradas, y como determinantes antepuestos constituyen paradigmas cerrados y separados. Como adjetivos constituyen igualmente paradigmas formales cerrados, pero asimilados más o menos parcialmente al comportamiento de otras unidades léxicas. Y como pronombres, personales, demostrativos e indefinidos (subclasificables estos últimos), pero en ningún caso posesivos, constituyen asimismo el grupo de los pronombres tónicos en uno y otro caso. Y, finalmente, sobre la coordinación (característica (e)) se han dicho muchas co-sas, pero, como ya expliqué en su momento (vid. Jiménez Juliá, 1995a, § 3.2.1.2.1.2.), la coordinación entre determinantes no es muy factible por su propia entidad gramatical. Ahora bien, la dificultad se centra en la coordinación de los determinantes propiamente dichos. No hay problema de coordinación entre los pronombres de un mismo paradigma (éstas y aquéllas) o entre adjetivos determinativos (muchos y míos), incluso con un mismo referente, siempre que exista una cierta identidad de clase semántica (que no ca-tegorial) entre ellos, identidad esta que constituye el verdadero requisito de la coordina-ción. Finalmente, la última característica diferencial, referida a la conmutación de los calificativos, no acabo de entenderla bien, por lo que desisto de comentarla

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de sustantivo, y considerarlo así no es más que una muestra del prejuicio del sus-tantivo que está igualmente presente en la hipótesis de la elipsis y, junto con otros factores, en la de la naturaleza pronominal del artículo. Este prejuicio puede descri-birse en términos generales como una doble creencia, tan extendida como injustifi-cada, a saber (a) que toda acción de nombrar se ha de hacer a través de un sustan-tivo o de una unidad que equivale a un sustantivo, y (b) que siempre que hay un artículo hay, bien un sustantivo, bien un antecedente justificable gramatical-mente como tal.

3.1.3.1. La primera objeción a este planteamiento se centra, precisamente, en la identificación entre ‘sustantivo’ y capacidad nombradora. Una cosa es admitir que toda unidad con artículo tiene capacidad designativa de entidades sin necesidad de otra caracterización sintagmática49 y otra que ésta sea una característica del sustantivo. Los sustantivos son la clase de palabra destinada primariamente a de-signar la realidad vista como entidad (esto es, a designar clases de unidades con existencia independiente), frente a, por ejemplo, los adjetivos que designan propie-dades y, por tanto, rasgos dependientes de las entidades que los portan. Ahora bien, ‘designar (clases de) entidades’ no significa ‘nombrar’, por lo que esa identifica-ción de la labor nombradora de las unidades con artículo y la designadora de (cla-ses de) entidades de los sustantivos no es en absoluto adecuada. Los sustantivos no nombran. Lo que hacen es designar (clases de) entidades, pero no pueden identifi-car por sí solos entidades contextualmente situadas. Nombrar es ‘presentar’ una entidad dentro de la esfera posible de conocimiento del interlocutor, posibilitarle su identificación como entidad real. Esta capacidad solo la tienen por sí mismas aque-llas unidades, normalmente carentes de valor semántico clasemático, dotadas de valor puramente referencial (los nombres propios), anafórico-identificador (pro-nombres personales o indefinidos) o deíctico (pronombres demostrativos); todas las demás necesitan de un ‘actualizador’ que los convierta en nombradores en contex-tos en los que sus marcas sintagmáticas no las sitúan suficiente o adecuadamente, o en los que carece de ellas (como en la función subjetiva). En esto los sustantivos no difieren de otras unidades con valor léxico pleno, como adjetivos, estructuras rela-tivas o elementos preposicionalmente marcados. Y para esto sirve primariamente el artículo, así como los demás determinantes y adjetivos determinativos, con las diferencias de ámbito de uso señaladas en § 2.3.3. supra. Con éstos, o solamente con el artículo si se trata de unidades no-sustantivas, las unidades pueden nombrar

48 Leonetti (1999, 14-15), por ejemplo, incide en estos mismos rasgos, apoyándose en la ‘gramática tradicional’.49 De ahí que el artículo posibilite a un sintagma el ser sujeto de estructuras verbales, o, lo que es lo mismo, realizar la función carente de indicación sintagmática sustancial en sí misma.

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(esto es, presentar) entidades y habilitarlas para un cierto uso sintagmático, con-formando entonces la unidad que llamamos ‘frase nominal’, constituida por la adjunción de una unidad determinante a otra con valor designativo (lo nominali-zado).

Si, por tanto, lo que se quiere decir cuando se afirma que el artículo sustan-tiva es que permite a la unidad que lo recibe nombrar en el mismo sentido que lo hace un sustantivo, eso es ciertamente inexacto. La anteposición de un artículo a una secuencia como de Albacete, para formar una unidad nombradora autónoma-mente no es más necesaria que la anteposición de un determinante a niño para que el sustantivo se constituya en una unidad de esas características. O, dicho con ejemplos, (43-44) no es posible porque pese a que hay una indicación de entidades perfectamente reconocidas como tales, no están capacitadas para nombrar. En este sentido, no hay diferencia entre la imposibilidad de (43-44) y la de (45-47). Esta necesaria determinación (genérica o específica) puede adquirirse por la posición sintagmática de la unidad, como en (48)50, mediante la flexión casual distintiva, como en (49) o, finalmente, mediante un procedimiento analítico determinativo, como el artículo, como en 50-55:

(43) (?) Niñas suelen ser aplicadas, pero niños a menudo no(44) (?) Sillón es más práctico que sofá(45) (?) De Albacete es muy estudioso(46) (?) Mayor es muy estudioso(47) (?) Que llegó ayer es muy estudioso(48) Miro por la ventana y solo veo campo / árboles(49) Homo mortalis est(50) Las niñas suelen ser aplicadas, pero los niños a menudo no(51) El Sillón es más práctico que el sofá(52) El de Albacete es muy estudioso.(53) El mayor es muy estudioso(54) El que llegó ayer es muy estudioso.(55) Lo del otro día me dejó pensando

Lo que los ejemplos muestran, en definitiva, es que independientemente de la clase de unidad de la que se trate, lo que hace el artículo es capacitarla para que

50 En Jiménez Juliá (2006, § 1.3.2.) vimos que los recursos para determinar pueden ser variados, incluyendo los morfológicos (el plural en posición posverbal –no temática– en español). Cuando la unidad queda identificada en cuanto a su valor actual en el con-texto, tampoco requiere de determinación analítica, aunque siempre sea posible.

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se convierta en nombrador. E insisto, ‘nombrador’ no es ‘sustantivo’, porque el sustantivo, por sí solo, designa clases de entidades, pero no nombra. A la hora de nombrar algo, podemos hacerlo por la clase de entidad a la que pertenece, en cuyo caso ‘nominalizamos’ (esto es, convertimos en nombrador) un sustantivo (los ni-ños, esta casa, la mesa), por una propiedad (el bueno, el desagradable), por un rasgo expresable a través de una estructura predicativa (el que vengas) –en este caso, redundantemente– o de otro tipo (el de Mercadal), y en todos los casos esta-mos cumpliendo una misma finalidad comunicativa con medios idénticos. Nada nos permite decir ni que falte algo ni que las unidades caracterizadas estén ac-tuando como un sustantivo. En absoluto. Salvo en situaciones sintagmáticas deter-minadas, ilustradas en (48), el sustantivo sin un caracterizador determinante está tan huérfano de capacidad nombradora como cualquier otra unidad, con la circuns-tancia añadida de que cuando las unidades reciben artículo, todas se comportan de un modo similar y de un modo que solo pueden mostrar las unidades específica-mente diseñadas para nombrar, esto es, los pronombres (tónicos) y los nombres propios. Si somos rigurosos, nada justifica la asimilación de las unidades con artí-culo al sustantivo, por lo que hay que concluir que la llamada sustantivación me-diante el artículo, salvo en el caso de verdaderas lexicalizaciones sustantivas (un sinvergüenza, ese estudiante, etc.), no es sino uno más de los prejuicios enquista-dos en la tradición gramatical.

3.1.3.2. Tan importante como el carácter no nombrador de las unidades no específicamente deícticas o identificadoras, es la ausencia de rasgos internos y sintagmáticos de carácter sustantivo en muchas unidades nominalizadas con el artículo y, por tanto, la inadecuación de la consideración de las unidades con artí-culo como elementos transcategorizados en sustantivos. Briz (1989) es, de lo que conozco para el español, quien mejor ha señalado diferencias internas relevantes entre sustantivos y unidades con artículo, si bien se ciñe en su comentario a los adjetivos. Entre el conjunto de argumentos aducidos destacan aquéllos destinados a mostrar que las posibilidades de variación específicas de los adjetivos no se alteran con el artículo si no se ha producido una sustantivación léxica. Así, frente a los útiles de trabajo, que no admite la variación *los más útiles de trabajo, tenemos Los rojos y los fascistas o los blancos y los negros, donde existe la posibilidad de graduar: los más rojos y los más fascistas; los más blancos y los más negros (1989, 105-106). Las distintas posibilidades sintagmáticas de sustantivos y adjetivos se manifiestan claramente en la modificación y en la determinación. Con respecto a la modificación ya Bello había señalado la diferencia entre el mero necesario y lo meramente necesario, o el verdadero sublime y lo verdaderamente sublime, consi-derando, de acuerdo con su visión del artículo como pronombre, que

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“Necesario, sublime, en la primera construcción están usados como sustan-tivos, y son modificados por adjetivos. En la segunda el sustantivo es lo, modificado por necesario y sublime, que conservan su carácter de adjetivos y son modificados por adverbios” (1847, § 277)

En la misma línea, Briz considera que los ejemplos (cuya numeración ori-ginal respeto, al lado de la correspondiente a nuestros ejemplos)

(56) (13) Los verdaderamente ricos(57) (14) El verdaderamente hombre(56’) (13’) Los verdaderos ricos (57’) (14’) El verdadero hombre

muestran diferencias de categoría y contenido, pues

“Mientras la modificación adverbial que aparece en (13) indica que el ad-jetivo mantiene su carácter”, y en (14) que el sustantivo se ha adjetivado, la especificación adjetiva en (13’) y en (14’) demuestra que en el primer caso nos encontramos con un adjetivo sustantivado y en el segundo ante un sus-tantivo que permanece intacto” (1989, 106)

Independientemente de la interpretación sintáctica que se le dé a cada se-cuencia (con la consideración o no del valor sustantivo del propio artículo), lo importante es la pervivencia de la diferencia de modificación tras la nominalización de cada uno mediante el artículo, según el nombre se trate como adjetivo o como sustantivo.

Similares diferencias se observan en lo relativo a la admisión del indefinido un/una, solo posible con los sustantivos por las razones vistas en § 2.3.3.3. Así, los ejemplos (15-17) (de nuevo, numeración del autor):

(58) (15) El coche nuevo y el viejo(59) (16) Un coche nuevo y uno viejo(60) (17) Un coche nuevo y (*un) viejo

evidencian la imposibilidad de caracterizar un adjetivo mediante el indefinido, debiéndose sustituir por el pronombre uno con respecto al cual el adjetivo viejo

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sería modificador (1989, 106-107)51. Ya vimos que esta imposibilidad de utilizar el indefinido un/una con unidades no-sustantivas es extensible a todos los determi-nantes marcados, esto es, todos excepto el artículo, que se constituye en el recurso nombrador general y, por ello, utilizable sin restricción de categorías (tónicas)52. El propio Briz incluye entre sus argumentos el comportamiento de adjetivos y sustan-tivos con las unidades cada y todo (vid. 1989, 109).

Una cuestión diferente e igualmente ilustradora de la pervivencia de los valores adjetivos (por tanto, referencialmente dependientes) en adjetivos nominali-zados es la del orden de los elementos coordinados. De nuevo con sus ejemplos: mientras (29’-30’ en su numeración) son perfectamente intercambiables, porque se trata de verdaderas sustantivaciones léxicas:

(61) (29’) El/un joven y el/un señor viejo(62) (30’) El/un señor viejo y el /un joven,

no ocurre lo mismo en (32-32’’’), donde el adjetivo azul se mantiene como tal y, por tanto, no puede usarse sin una especificación contextual (previa o situacional)53

de la referencia (de ahí la inadecuación de (32’)), o determinarse mediante un inde-finido (lo que explica la de (32’’’).

(63) (32) Compré el lazo rojo y el azul(64) (32’) *Compré el azul y el lazo rojo(65) (32’’) Compré un lazo rojo y uno azul(66) (32’’’) *Compré un azul y un lazo rojo

51 Aquí Briz vuelve a mostrar una visión del papel del artículo como pronombre (a mi juicio, de un modo sumamente ambiguo), al afirmar con respecto a (15-17): “En todos estos casos viejo mantiene su carácter adjetivo y encuentra en el y en uno los soportes pronominales necesarios para poder funcionar” (1989, 107).52 Como veremos más adelante (§ 4).el artículo se antepone a unidades tónicas, con la única salvedad de las unidades relativas (el/la/lo que, el/la/lo cual) donde, ante la nece-sidad de dotar a estas unidades anafóricas de contenidos de género y número, la lengua optó por la solución más a mano: la de utilizar el caracterizador no marcado, asimilando la construcción a las frases nominales, solución a todas luces más sencilla y económica que la remorfologización de estos relativos invariables o semi-invariables.53 Briz, como Bello, y, como veremos posteriormente, Bosque, mantiene que el núcleo sobre el que se apoya el adjetivo azul es el artículo-pronombre el, aunque en el caso de el lazo rojo no parece tan claro que el artículo el siga siendo el núcleo de todo el sin-tagma. Esta postura se hace explícita en Bosque-Moreno (1990) (vid. § 3.3.3, y particu-larmente, § 3.3.3.7, infra).

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Entre algunas otras pruebas de menor relevancia54, Briz añade la posibili-dad de los sustantivos de ser término de preposición (se supone que sin determina-ción alguna) (1989, 109-110), lo cual es matizable: el propio autor señala excep-ciones con los adjetivos de color, y podrían añadirse otros: No veo razón para con-siderar sustantivos ejemplos como se fue de vacío o lo di por bueno y, en cualquier caso, aunque la norma es que la caracterización casual analítica que suponen las preposiciones tiene mayor rentabilidad asociada a sustantivos, ya que los adjetivos se benefician de la caracterización de aquéllos, lo cierto es que el papel de las pre-posiciones trasciende el de la caracterización casual (cfr. Jiménez Juliá, 2002), por lo que no se puede excluir a los adjetivos como posibles portadores de caracteriza-ción preposicional y, por tanto, resulta arriesgado utilizarlo como prueba. Resulta, en cambio, sugerente, aunque se trate de una cuestión aparentemente fónica, la ruptura de la norma según la cual todo sustantivo iniciado por /’a/ (tónica) utiliza la forma el55 para evitar la coincidencia fónica (1989, 110-111): frente a los sustanti-vos el águila, el alma, el ala, el aula o el ábaco, tenemos el águila torpe y la ágil (no el ágil), (ejemplo de Briz), si bien, por mi parte, tan solo puedo constatar la diferencia sin aventurar una explicación medianamente convincente. Bosque (1989, 184-186), por su parte, añade algunos argumentos contra la sustantivación, en el marco general del rechazo a la teoría de la transposición, si bien algunos de ellos están ligados a presupuestos teóricos muy concretos y no parecen tener validez fuera de ellos (el axioma del endocentrismo, la posibilidad de núcleos clíticos o el propio carácter pronominal de todo artículo).

3.1.3.3. Podemos resumir las líneas anteriores diciendo que si resulta ya problemático el término ‘sustantivación’ en un sentido general, por la falta de si-militud –pese a las apariencias– entre la acción referencial y valores sintagmáticos de los sustantivos, por una parte, y las unidades con artículo (esto es, las frases nominales), por otra, la total identificación de cualquier unidad ‘nominalizada’ con una categoría funcional sustantiva resulta mucho más problemática. Los argumen-

54 Briz señala hasta diez pruebas, si bien algunas resultan algo discutibles: la identifica-ción de las respuestas a los interrogativos quien/qué con sustantivos, y el cuál con adje-tivos (prueba X, id., 110) no resulta excesivamente útil. Y tampoco la posibilidad de llevar adjuntos (prueba VI, id., 109), pues podemos encontrar ejemplos como, Naranjas quiero de las buenas que llevé ayer y de las pequeñas muy rojitas, en los que un adje-tivo nominalizado identifica claramente una clase a través de un rasgo y, con ello puede ser posteriormente modificado con nuevas expansiones.55 Forma igualmente femenina procedente de illa, al igual que la, que sufrió apócope, en lugar de aféresis, en los casos de coincidencia fónica con la vocal tónica de la palabra que caracterizaba.

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tos de Briz en relación con las diferencias entre adjetivos y sustantivos son extensi-bles, con más argumentos, a estructuras relativas y frases preposicionales nominali-zadas.

Esta suposición de que siempre que hay un artículo hay un sustantivo, real o convertido, tiene como variante la idea de que en los casos en los que al artículo le sigue una unidad no sustantiva, el artículo no convierte dicha unidad en sustan-tivo, sino que éste está implícito, tácito o elíptico y, por tanto, el antecedente de forma sustantiva está igualmente presente. Trataré esta variante del ‘prejuicio del sustantivo’ en el apartado dedicado a la consideración de la elipsis en estos casos (vid. § 3.2. infra).

3.1.4. Recapitulación

Podemos concluir brevemente este apartado § 3.1 afirmando que los tres pilares en los que descansa la idea alarquiana del artículo, a saber, su carácter mor-femático, su papel sustantivador y, como consecuencia de ambos, su radical dife-rencia con los determinantes, resultan inaceptables si queremos ofrecer una expli-cación funcional sincrónica global (e históricamente documentada).

En primer lugar, el artículo solo se puede incluir entre los morfemas trivia-lizando el concepto de morfema. Existen grados de gramaticalización que explican los diferentes comportamientos de las unidades y las adaptaciones que la lengua introduce en su inventario para satisfacer sus necesidades. Seguir llamando mor-fema al artículo simplemente porque no es una unidad plena es ignorar todo el trabajo que, con mejores o peores resultados, según casos, se ha desarrollado en los últimos veinticinco años sobre los procesos de gramaticalización, además de ser descriptivamente poco útil (lo cual, sin duda, es peor).

En segundo lugar, y pese a su implantación en la tradición, decir que el artículo sustantiva, es, ante todo, un error en la valoración de los procesos sin-tagmáticos, pues en ningún caso asimila el comportamiento del conjunto (artículo + unidad) al de un sustantivo, sino al de otros elementos nombradores (pronombres o nombres propios). De ahí el más adecuado término de ‘nominalización’ como eti-queta que hace referencia a un proceso sintagmático, frente al de sustantivación, que hace referencia a una transformación categorial, y, con ello, la justificación del término ‘nominal’, que designa un valor gramatical (más que función), y no una

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categoría56. Y dado que lo que hace el artículo es ‘nominalizar’ tanto sustantivos como otras unidades (en exactamente la misma medida), la identificación de unida-des o secuencias con la categoría sustantiva es, simplemente, un error injustificado.

Otra cosa, que no tiene que ver con la transcategorización, es que las cate-gorías plenas, vivas y distintas como categorías textuales57, puedan tener sus límites formales borrosos o inexistentes. Las lenguas pueden no sentir la necesidad de diferenciar formalmente una categoría de otra, dejando al contexto sintagmático su interpretación de la clase de palabra que corresponda en cada momento. Así lo que llamamos ‘sustantivo’, por ejemplo, es en algunas lenguas, como en español (dígase lo que se diga), algo formalmente idéntico al adjetivo. En otros casos, es el adverbio el que es igual formalmente al adjetivo (en inglés, por ejemplo) y en otras lenguas, como en japonés, se podría asimilar las categorías de verbo y adjetivo sobre la base de ciertos rasgos formales comunes. Que un adjetivo inglés se pueda usar como modificador verbal y se convierta así en un adverbio (Do it good!) está en relación con la indiferenciación formal de adjetivos y adverbios en esta lengua. Y el mismo habitual salto se da, como acabo de mencionar, entre adjetivos y sus-tantivos en castellano, de ahí la frecuentemente irrelevante cuestión de si palabras como americano o millonario son sustantivos o adjetivos: de hecho pueden verse de uno u otro modo según designen entidades o propiedades de entidades, pues sus rasgos formales no cambian58. Ahora bien, esto tiene poco que ver con considerar

56 De ahí la total irrelevancia de la crítica a la ‘inflacción terminológica’ que, de un modo más interesado que desinformado, leemos en Gutiérrez Ordóñez (1994).57 Vid. en este sentido la conocida idea de E. Coseriu (1955) de las que podemos llamar clases de palabra ‘plena’, idea que suscribo en sus aspectos más importantes.58 Un caso distinto, pero igualmente significativo de lo idiosincrático de la fijación de marcas formales y posibilidades sintagmáticas en las categorías lo tenemos en las uni-dades japonesas ilustrables mediante kirei (bonito), yoki (alegre), suki (‘que gusta’, fa-vorito, ...), entre otras, que solemos traducir al castellano como adjetivos o estructuras de relativo. Su actuación, claramente adjetiva, pero sujeta a condiciones diferentes de las de los adjetivos ‘propiamente dichos’ hace que su denominación por parte de los gramáticos resulte conflictiva: las gramáticas japonesas las consideran keiyoo dooshi (verbos adjetivales), mientras que en las gramáticas occidentales de japonés es usual la denominación ‘adjetivos nominales’ (cfr. Martin, 1975; Shibatani, 1990, 215), siendo también habitual entre los japoneses la denominación de ‘cuasi-adjetivos’. A. Alfonso (1966) —una de las mejores gramáticas de japonés para extranjeros existentes, y, sin duda, la mejor en sintaxis— prefiere llamarlos Qualitative nouns (cfr. Alfonso, 1966, I, 93). Entre las gramáticas de japonés destinadas a hispano-hablantes, la diversidad es total: Isihara (1985) los denomina ‘adjetivos adverbiales’, mientras que Planas-Ruescas (1984) preferían considerarlos ‘nombres adjetivales’. Aray-Hanae-Ezaki (1981, I, 102 y ss.), por su parte, los incluyen dentro de los adjetivos, estableciendo dos tipos: los i-

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que las unidades se convierten, de un modo asimétrico, en miembros de una cate-goría cuando se les asocia un artículo que, curiosamente, también necesita esta categoría para homologarse a aquéllas.

Finalmente, no ver la relación paradigmática entre el artículo y las formas determinantes antepuestas y en gran medida gramaticalizadas de posesivos, de-mostrativos e indefinidos, supone cerrar los ojos a una evidencia lingüística. No se trata de homologar el artículo a los demás determinantes, ya que aquél es el miem-bro general y más gramaticalizado del paradigma, sino de, reflejando claramente las diferencias, fundamentalmente de ámbito, establecer el modo en que se oponen en la realización de un mismo valor sintagmático en la lengua, tras seguir caminos históricos similares en su naturaleza, aunque, naturalmente, no en su grado. Consi-derar que el artículo solo entra en relación paradigmática con su ausencia es, por tanto, y como mínimo, un enfoque parcial del tema pues, por un lado, olvida que pese a su gramaticalización, continúa entrando en oposición paradigmática con, en palabras de Alonso antes citadas, “sus antiguos compañeros de sistema”, lo cual resulta obvio. Pero es que, además, esa oposición que mantiene el artículo con su ausencia no deja de ser secundaria con respecto a la primaria mantenida con los demás determinantes, de carácter ‘pleno’, pues mientras la oposición, entendida como posibilidad de conmutación en un contexto, es constante con los demás de-terminantes59, no lo es con su ausencia, con la cual no suele conmutar en posición preverbal ni en muchos contextos preposicionales (entre otros). Tenemos, por ejemplo, (67-68), pero no (69-70):(67) Los / esos / unos / mis niños acaban de llegar(68) Dale los regalos al / ese/ algún / mi niño

keiyooshi (o adjetivos ‘propiamente dichos’) y los na-keiyooshi, a los que corresponde los que estamos comentado. Finalmente (aunque la lista podría aumentarse considera-blemente), el Diccionario básico japonés español (= Japón, Fundación, 1992) considera una palabra como kirai un ‘adjetivo verbal’. ‘Verbos adjetivales’, ‘adjetivos verbales’, ‘adjetivos adverbiales’, ‘cuasi-adjetivos’, ‘adjetivos en na’, ‘adjetivos nominales’, ‘nombres adjetivales’,‘nombres cualitativos’ ... prácticamente se agotan las posibilida-des matemáticas de combinación. En realidad, lo que esta unidad del japonés nos está mostrando más claramente que las de otras lenguas es que las categorías plenas pueden tener subdivisiones, incluso fijadas formalmente, cuyo valor semántico y sintagmático trasciende los rasgos prototípicos de la categoría.59 Salvo casos en los que el contexto idiomático exige un determinado valor semántico que solo puede proporcionar el artículo (dio la cara / ?dio su cara / ?dio una cara), equivalentes, por otra parte, a otros casos en los que es otro determinante el que no puede ser sustituido sin perder el valor de lengua (de profesión, sus labores / …?las la-bores / …??unas labores).

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(69) ?? Niños acaban de llegar(70) ?? Dale los regalos a niño

Que el artículo sea singular en su grado de gramaticalización y en su carác-ter de determinante genérico es una cosa. Que ello le aparte del paradigma de los demás determinantes, más específicos, con menor grado de gramaticalización y de menores posibilidades sintagmáticas, otra muy distinta.

Como resumen en dos palabras del presente parágrafo podemos decir que la visión del artículo como un morfema transcategorizador y sin más oposición que su ausencia no encaja ni con la trayectoria histórica del conjunto de los determi-nantes ni con la realidad de la lengua desde un punto de vista sincrónico.

3.2. El artículo y la elipsis del sustantivo

3.2.1. Generalidades

Las dificultades que entraña la hipótesis de la sustantivación, sin más, han hecho que, desde siempre, se busque el sustantivo sentido como necesario tras todo artículo en otra parte, en concreto, en una existencia virtual o elíptica, con lo cual evitar ciertas dificultades derivadas de las distintas formas de sustantivación. El problema es que cuando el artículo se adjunta a adjetivos, estructuras relativas o estructuras preposicionales, no siempre es fácil buscar un sustantivo elíptico que encaje adecuadamente, de ahí que lo más habitual entre los defensores de la elipsis sea la adopción de varias soluciones, según los casos. Bello, por ejemplo, punto de partida fundamental en la defensa del artículo como variante pronominal, parece aceptar, al tiempo, sustantivos ‘tácitos’, sin dejar de hablar de ‘sustantivación’. Así, partiendo de su idea de la identidad entre artículo y pronombre, afirma que el uso de formas tónicas (él, ella) o átonas (el, la) está condicionado contextualmente: para que se utilicen las que denomina “formas sincopadas del artículo”, esto es, las formas articulares átonas, frente a las pronominales (tónicas), considera que

“es necesario o que se construya con sustantivo expreso, o que se ponga al sustantivo subentendido alguna modificación especificativa “Alternando el bien con el mal, consuela a los infelices la esperanza, y hace recatados a los dichosos el miedo” (Coloma): dícese el bien, el mal, la esperanza, el miedo, sincopando el artículo, porque lo construimos con sustantivo ex-preso; en los infelices, los dichosos, se entiende hombres, y no se dice

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ellos, sino los, por causa de las especificaciones infelices, dichosos” (Bello, 1847. § 274),

lo cual podría entenderse como una aceptación de la hipótesis de la elipsis unida a la de la pronominalización, aunque la falta de especificaciones deja la puerta abierta a interpretaciones. En alguna ocasión, esta hipótesis parece que con lo que se funde es con la sustantivación:

“A veces se calla el sustantivo a que se refiere el adjetivo, como cuando decimos los ricos, subentendiendo hombres (...) o como cuando después de haber hecho uso de la palabra capítulo decimos, el anterior, el primero, el segundo, subentendiendo capítulo. En estos casos el adjetivo parece reves-tirse de la fuerza del sustantivo tácito, y se dice que se sustantiva” (1847. § 56).

En Bello, como se ve, las distintas hipótesis habitualmente manejadas para la explicación de la frase nominal con artículo están contempladas y fundidas, si bien de todas ellas, la del valor pronominal del artículo es claramente la dominante y desde la que se contemplan las demás.

Igualmente ‘mixta’ es la idea de Hansen (1913), si bien ahora la hipótesis prioritaria es la de la elipsis. Así, en el epígrafe Adjetivos que se convierten en Sustantivos (que venía tras el de Sustantivos que se convierten en Adjetivos), decía escuetamente,

“Adjetivos se sustantivan por elipsis: el negro en lugar de el perro negro. La sustantivación puede llegar á ser usual, y así se forman verdaderos sustantivos: el negro = el individuo de raza negra” (1913, 182).

Esta idea de sustantivación por elipsis (lo cual no deja de ser una contradic-ción60), muy difundida posteriormente, es defendida, entre otros, por Lázaro Carre-ter (1975), Garrido (1986) o Trujillo (1987), y es claramente mayoritaria entre los

60 Salvo que se considere (como Briz, 1989, vid. infra), que la elipsis es un primer paso para la posterior sustantivación (léxica), la afirmación de Hansen encierra la misma contradicción que la de Halliday & Hasan, cuando afirman:

“In non-elliptical nominal group, the Head is the Thing, the noun designating the individual or class referred to (...). In an elliptical nominal group, this element is not expressed, and one of the other elements (Deictic, Numerative, Epithet or Classifier) functions as Head” (1976, 147).

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gramáticos ingleses (vid., por ejemplo, Halliday-Hasan, 1976, 147; Huddleston, 1984, 284 y ss.), si bien es habitual que, dados los problemas que conlleva, se uti-lice conjuntamente con otras alternativas. Garrido Medina (1986), es un buen ejemplo de la diversificación de explicaciones según los casos. En su estudio sobre el con adjetivo o relativo Garrido distingue hasta tres casos distintos de el que, a los que hay que añadir el caso de lo que y, finalmente, los de ‘artículo + preposición o adjetivo’. El primer caso, donde parece apuntar hacia un carácter morfológico del artículo es, según Garrido, propio tanto de secuencias explicativas, en las que la reposición del sustantivo es posible, aunque no entre el artículo y el relativo, sino antecediendo al grupo (Un galán vocablo, (vocablo) del que yo (...) estoy muy enamorado), como de secuencias especificativas en las que –siempre según el autor– el artículo es prescindible (La persona a (la) que enviaste recado...)61. De estos casos, que incluyen la forma lo que, dice el autor

“las formas el, la, lo, etc., son indicadoras de concordancia (...), en lo que se asemejan a otros usos, pero parecen haber perdido su estatuto de ele-mentos con entidad propia, aunque sean un resto marginal (pero interesante como tales indicadores de concordancia o de su ausencia) de la evolución general de las formas latinas de ille” (1986, 30).

Un segundo el que, que coincidiría con el comportamiento de ‘el + adjetivo / preposición’ es el que se produce en secuencias como Los libros de aventuras son los que más me gustan, en los que

“las formas el, la, los, las concuerdan con un sustantivo, presente fuera de la construcción, o por lo menos disponible, “fresco en la memoria”, por in-ferencia a partir del contexto verbal o del entorno social o cultural. La cláu-sula de relativo, especificativa, tiene entonces la misma función de modifi-cador que la observada en el caso del adjetivo, y que la del sintagma con preposición de como en (37):(37) Los libros que más me gustan son los de aventuras” (1986, 31).

Finalmente,

Evidentemente, si hay un elemento elíptico, estructuralmente seguirá siendo el núcleo. Si el núcleo es cualquiera de los demás elementos, más que elipsis lo que tenemos es desaparición estructural del sustantivo.61 Ejemplos estos de los que Garrido dice extrañamente que “no admiten antecedentes” (1986, 60), cuando lo que probablemente quiere expresar es que no admiten interpola-ción del sustantivo que identifica la referencia que sustenta la concordancia del artículo.

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“encontramos las formas el, la, los, las, con la significación de persona, y también la forma lo, con la significación correlativa de no persona, es de-cir, de cosa o asunto para la que no existe o no se encuentra denominación léxica apropiada, o, si existe, y se dispone de ella, se decide no emplearla” (1986, 31-32),

formas ilustradas con ejemplos como El que estudia aprobará, en donde Garrido opta por la función nuclear del artículo, sin valor puramente indicador de la con-cordancia (ahora no es prescindible) ni existencia de elipsis62. Se apoya en A. Bello para justificar el doblete pronombre átono / tónico en

Ellos, que estaban cansados, se fueron a dormirLos que estaban cansados se fueron a dormir

como resultado del carácter explicativo del primero, separado fónicamente de la modificación explicativa, y el carácter especificativo del segundo, unido a la modi-ficación. Pese a la proliferación de explicaciones según la casuística, Garrido en-cuentra dificultades para encajar casos como

Cuando el cuervo da voces (...), no es el cuervo el que te avisa, sino DiosEl rayo es el que te avisa de la tormenta

que considera como “probable excepción” (1986, 67) sin llegar a dar una solución clara.

La postura de Garrido es indicativa de por dónde se mueven los partidarios de la elipsis: ante la imposibilidad de explicar todos los casos de ‘artículo + unidad no-sustantiva’ mediante la interpolación de un sustantivo, sin caer en ficciones inaceptables, establecen una casuística que varía de unos a otros autores. Briz (1989), por ejemplo, tiende a pensar en la elipsis como en el primer paso de un proceso que luego puede llevar a la sustantivación, pero en el que también puede implicarse la pronominalización (nuclearización) del artículo. En sus palabras

62 Más abajo resume: “en el uso anafórico a un sustantivo presente o disponible en el contexto las formas el, la, los, las no funcionan como término primario, sino como mo-dificadores concordantes con dicho sustantivo. Lo se emplea correferencialmente con otra forma análoga, como esto, o con un atributo, sintagma verbal, cláusula u oración. En el uso no anafórico, es decir, sin un sustantivo que sirva de antecedente, las formas el, la, los, las, por una parte, y lo, por otra, funcionan como núcleo, siendo término se-cundario la modificación especificativa con la que se construyen” (Garrido, 1986, 65)

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

“Ciertamente, la sustantivación del adjetivo deriva de un proceso de supre-sión o elisión. La elipsis influye en el proceso de sustantivación de ele-mentos no sustantivos (sobre todo adjetivos). Este proceso de sustantiva-ción se inicia u origina de estructuras elididas, aunque de dicha sustantiva-ción sólo pueda hablarse cuando este proceso de supresión haya terminado; esto es, cuando el hablante no pueda señalar de forma precisa el elemento elidido” (Briz, 1989, 92)

Y continúa

“No es posible hablar de sustantivación de pequeño en (4) El libro grande y el pequeño

si al mismo tiempo, como se observa aquí, es necesaria la presencia de un sustantivo en el contexto verbal. Si tal sustantivo está expreso en el dis-curso, el adjetivo seguirá funcionando como tal, es decir, como adyacente del sustantivo en cuestión. Así, en el ejemplo anterior, el adjetivo pequeño actúa como “modificador” del artículo-pronombre el, que se refiere anafó-ricamente a libro” (1989, 92)

Como se ve, en Briz la sustantivación es básicamente un proceso de catego-rización formal. Cuando no se puede hablar de tal cosa, hay que suponer un sustan-tivo elidido, si bien entonces el estatus del “artículo-pronombre” resulta un tanto confuso en cuanto a su naturaleza gramatical.

3.2.2. Problemas y alternativas

Pese a que lo atractivo y aparentemente sencillo de la propuesta ha hecho que la opción de la elipsis63 fuera la preferida en ciertos ámbitos, lo cierto es que

63 Aunque sea una cuestión secundaria, el uso del término elipsis en estos casos me pa-rece inapropiado. Como ya indiqué en ocasiones anteriores (Jiménez Juliá, 1991, 1995a, cap. IV) hay que distinguir dentro de las omisiones dos tipos cualitativamente distintos: la elipsis y la elisión. La primera es la eliminación de una unidad estructuralmente pre-sente con el fin de destacar lo no eliminado. Esta asociada, por tanto, a unas estructuras informativas y situaciones del foco determinadas, tiene un carácter sistemático, y no busca primariamente la economía sino el énfasis. La elisión, en cambio, es la mera omi-sión de algo por razones de simplificación discursiva, y no supone ningún tipo de es-tructuración informativa concreta. La consideración de sustantivos ausentes en las es-tructuras “Artículo + unidad no-sustantiva” supondrían, por tanto, un caso de elisión, nunca de elipsis, tal como lo planteo.

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TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ

tropieza con demasiados problemas, algunos de los cuales ya han aflorado al des-cribir las posturas de Bello, Garrido o Briz.

3.2.2.1. La consideración de la existencia de omisión de sustantivo viene justificada normalmente por la evidencia de la posibilidad tanto de sobrentender la referencia de un determinado sustantivo en la estructura con artículo como de in-cluirlo dentro de la misma. Así, parece claro que las secuencias en cursiva de (71-73)

(71) Los días lluviosos y los soleados ...(72) Los chicos de Cuenca y los de Alicante ...(73) Las personas que lleguen hoy, y las que lleguen mañana ...

no solo se están refiriendo, respectivamente, a días, chicos y personas, sino que esos sustantivos son perfectamente integrables dentro de las secuencias en cuestión. Además, el propio género femenino (por tanto, marcado) de (73) parece apoyar la idea de la existencia ‘estructural’ de un sustantivo omitido.

Y si en (71-73) la situación parece clara porque el propio contexto lingüís-tico proporciona inequívocamente el referente, lo mismo puede ocurrir cuando, aunque no exista su paralelismo referencial, el contexto situacional facilite su com-prensión, como en (74-75):

(74) En este río hay muchas truchas. Las arco-iris son las más numerosas(75) El kanji chino es, en su origen, un dibujo. El japonés es una herencia del pri-

mero,

donde truchas y kanji son fácilmente interpretados (e interpolables) en la secuen-cia, con la particularidad de que en (74), como en (73), la referencia a esta unidad justifica el género femenino y número plural del artículo.

El problema surge cuando la recuperación de este sustantivo no es tan fácil o, incluso, cuando es materialmente imposible, por no existir ninguno en el inven-tario de la lengua que se adecue a las exigencias referenciales de la secuencia. Es el caso de (76-79):

(76) El que quiera peces, ya sabe lo que tiene que hacer.(77) Se armó la de Dios es Cristo(78) La xenofobia es el rechazo a los de fuera.(79) Pese a las recomendaciones, hablaré con todo el que me dé la gana,

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

a los que hay que añadir, naturalmente, los ejemplos con neutro, en donde los de-fensores de la elipsis suelen acudir a la hipótesis pronominal. En (76) podríamos interpolar un sustantivo genérico de persona, pero tendría que ser masculino (no podría ser persona), y los existentes en el inventario (individuo, tipo, etc.) serían difícilmente utilizables en este contexto, con lo que la interpolación se convertiría en algo bastante alejado de los usos lingüísticos y –lo que es peor– de la propia secuencia supuestamente ‘omisiva’. Y algo parecido ocurre en (78), pues la reposi-ción de palabras como habitantes, o similares, resultaría de lo más artificial. En (77) ocurre lo mismo, y aunque aquí se puede aducir un sustantivo presente en el origen de la expresión, lo cierto es que el hablante medio que la utiliza desconoce totalmente cuál pueda ser y, en todo caso, no está pensando en ella al expresarla64. Es más, en estos casos puede aducirse la existencia inicial de un sustantivo como justificación del género femenino de la secuencia, aunque también puede verse como un uso típico del femenino presente en otras expresiones (tener la negra, prometérselas felices, etc.). Finalmente, en (79) la presencia de todo impide cual-quier interpolación sustantiva. Los defensores del carácter pronominal de el, en estos casos, lo justificarían diciendo que (76) equivale a toda persona que llegue, aunque tendrían que explicar a qué sustantivo remite el género masculino de la secuencia, con lo que tendríamos problemas similares a los de (76) y (78). Los defensores de la elipsis tendrán aquí un problema más.

Como acabo de comentar (cfr. § 3.1. supra) lo habitual entre los que han optado por la elipsis es recurrir a la solución mixta elipsis-pronominalización del artículo. Es interesante, sin embargo, observar el argumento sintáctico con el que J. Garrido Medina, claro exponente de este grupo, defiende la existencia de la elipsis en contra de la consideración del valor ‘nuclear’ de la unidad no-sustantiva que sigue al artículo. Según Garrido:

“En las construcciones en que para comprenderlas necesariamente se recu-pera el sustantivo, no se puede pensar que el adjetivo sirva de núcleo. Si lo fuera, ¿qué papel tendría el sustantivo una vez recuperado? Y si se supu-siera que el adjetivo es núcleo hasta que se procesa en la comprensión, el sustantivo, no se dispondría de ninguna indicación sintáctica para poder re-cuperar el sustantivo, puesto que ya habría un término primario, el adjetivo. La instrucción sintáctica de recuperar el núcleo de la construcción

64 Solo en una consideración de la elipsis como paso inicial a una ‘sustantivación’ de la unidad con artículo, como la defendida por Briz (1989), podría mantener la existencia de una omisión aquí. Pero, claro está, entendida como algo sincrónicamente no vigente.

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consiste precisamente en indicar que el adjetivo es modificador.” (Garrido Medina, 1986, 54).

Aunque no cabe dudar de la existencia de casos en los que argumentos de este tipo tienen vigencia, no parece que aquí sean adecuados. Esto es, y aunque no es éste el momento oportuno para profundizar en ello, podemos decir que este tipo de argumentos es relevante para determinar, por ejemplo, el carácter subjetivo (y no predicativo) de la secuencia en cursiva en (80)

(80) Parece que va a llover,(81) Lo parece(82) Parece evidente que va a llover,

pese a su aparente conmutación con lo, pues si en dicha secuencia reemplazamos el predicativo interno (sobrentendido en este contexto), del paradigma semántico de ‘evidente’, ‘seguro’, ‘claro’..., queda en evidencia el carácter de sujeto de la se-cuencia con que: No parece razonable pensar que haya un cambio de valores en la secuencia que va a llover en (80) y en (82); parece más lógico pensar que en (80) el predicativo, explícito en (82), se sobrentiende a modo de un predicativo interno, como existen acusativos internos y no necesariamente de raíz léxica similar al verbo65. Y parece, por tanto, que el lo de (82) hace referencia a ese predicativo y no, pese a las apariencias, a la secuencia con que, que funciona como sujeto66. En el caso del artículo y unidad no-sustantiva, sin embargo, la situación es bien distinta. Dedicaré el siguiente subapartado a comentar la naturaleza de esta construcción.

3.2.2.2. Es necesario empezar resaltando el hecho de que en este tipo de construcción no estamos ante funciones dentro de una estructura propiamente sintáctica, sino ante unidades caracterizadas como nombradoras a través de un artículo (esto es, a través de una unidad altamente gramaticalizada). Como men-cioné en § 3.1.3 supra, este proceso de ‘nombrar’ una referencia puede hacerse a

65 Por ejemplo, el verbo escribir seguido de un dativo se reinterpreta como escribir una misiva, sin que la expresión explícita del tipo de misiva altere ni la estructura ni el signi-ficado. O, dicho de otro modo, entre escribí a mi tío y escribí una carta a mi tío, solo existe una diferencia: el acusativo explícito de la segunda se incorpora al significado léxico de la primera, en un caso parecido al de vivir (la vida), en el que solo se rese-mantiza metafóricamente el verbo vivir cuando se explicita el acusativo del verbo como algo distinto de una vida: vivió los años sesenta con gran intensidad, vivió un infierno, etc. Para lo relativo a constituyentes internos vid. Jiménez Juliá, 2005a.66 De hecho, podemos decir, aunque por razones normativas no sea frecuente, que va a llover, lo parece. Sin embargo, no es posible encontrar *lo parece evidente.

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través de una etiqueta individualizadora (un nombre propio) o deíctico (un pro-nombre), a través de la alusión a la clase de entidades a la que pertenece (un sus-tantivo) o a través de una propiedad que lo caracterice (un adjetivo, una frase pre-posicional, una estructura relativa). Si en los dos primeros casos la capacidad nom-bradora es parte inherente de la clase de palabra (nombre propio y pronombre), en el resto de los casos podrá, o deberá, ser el artículo el caracterizador analítico que permita esta ‘habilitación’. Y si el artículo permite convertir tanto sustantivos como adjetivos en unidades nombradoras, independientemente de que su valor semántico habitual sea designador de entidades o de propiedades, lo mismo hará cuando la expresión de la propiedad que define la clase se efectúe mediante una frase preposicional o una estructura relativa. Esto es, si no necesitamos un sustantivo en el caso de

(83) Los misericordiosos obtendrán misericordia

tampoco lo necesitaremos en el caso de (76-79), o de (84-86):

(84) El alumno que llegue pronto irá a la excursión y el que llegue tarde se quedará sin ella.

(85) La hermana de Pedro y la de Luis se llevan muy bien(86) Me gustan las manzanas verdes, y también las maduras.

En (83-86), a diferencia de (76-79), hay unos referentes, susceptibles de expresarse como sustantivos, muy claros. Nadie duda de que con las unidades en cursiva nos estamos refiriendo a un ‘alumno’, a una ‘hermana’ y a ‘manzanas’, respectiva-mente. Lo que se niega es que esas referencias estén lingüísticamente aludidas a través de sus correspondientes sustantivos (elípticos). La referencia se hace direc-tamente a través de sus propiedades, sin sustantivo alguno en la estructura gramati-cal. Que en este caso la realidad designada esté previamente aludida mediante un sustantivo y facilite así la interpretación de que la referencia caracterizada como la de Luis se corresponde con la realidad expresable con el sustantivo ‘hermana (de Luis)’ no añade nada a los casos en los que no existe un sustantivo a mano que interpolar (como en (76-79)), aunque la interpretación de la referencia sea a me-nudo igualmente clara por razones contextuales. O como cuando la interpolación es posible, pero solo a través del contexto situacional, y no del contexto lingüístico previo. Como el fontanero que le dice a su ayudante:(87) Dame la del doce.

Y es, sin duda, de lo más forzado pensar que, ante recursos gramaticales idénticos –que, en definitiva, es de lo que se trata– hay una construcción si el hablante se

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apoya claramente en el contexto lingüístico previo, y otra distinta cuando lo hace en el contexto situacional, o una cuando existe un sustantivo susceptible de desig-nar la referencia a la que se alude, y otra cuando no sucede esto, pues en todos estos casos estamos ante la misma construcción, que denominamos frase nominal, y que consiste en la posibilidad explotada en español (en mayor medida que otras lenguas, como el inglés67), de nominalizar cualquier cosa a través del determinante general que es el artículo. En efecto, la gramaticalización del artículo, en mayor grado que otros determinantes, lo ha convertido en una unidad paramorfológica presentadora de cualquier unidad, que queda así habilitada como nombradora de una realidad a través de sus propias características. O, dicho de otro modo, a la lengua le resulta sumamente rentable disponer de un modo de nombrar aplicable a cualquier unidad tónica, sin que el uso de ésta presuponga la existencia o aparición de un sustantivo por el hecho de que la capacidad designadora de entidades de esta clase de palabras parezca más susceptible que otras para referirse a entidades de la realidad. Y no es en absoluto descriptivamente rentable simplificar el asunto di-ciendo que todos estos elementos se convierten en sustantivos cuando se les ad-junta un artículo.

Quedan algunos argumentos utilizados por los defensores de la elipsis para justificar su defensa de la existencia de un sustantivo, entre los que destacan la elección del género del artículo, que remiten al desaparecido sustantivo, pero dado que este tipo de argumento es común a las demás hipótesis, y muy particularmente, a la de la naturaleza pronominal del artículo, trataré primero ésta y recogeré, en §§ 4.1 y 4.5. infra estos argumentos comunes a las distintas posturas descritas.

3.3. El artículo como núcleo pronominal.

3.3.1. La estela de A. Bello

Las posturas favorables a la consideración de las unidades átonas el, la y, sobre todo, lo como el núcleo del sintagma al que pertenecen han sido diversas y con diferentes implicaciones. Uno de los puntos de partida fundamentales de la

67 De acuerdo con Jespersen (1914, 231 y ss.), el inglés rechaza en mayor medida que, por ejemplo, el alemán, la utilización del adjetivo sin artículo (cfr. al. ein armer; ing. a poor man; al. der alte, ing. the old man), salvo casos de verdaderas sustantivaciones léxicas: the dead, si bien –añade– coloquialmente sigue siendo preferible the dead man. Lapesa (1970, 78-79) apunta en la misma dirección en su breve alusión a las diferencias entre los recursos nominalizadores de diversas lenguas.

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idea es, sin duda, Bello68, quien considera las formas átonas articulares y las tónicas pronominales como variantes de una única forma básica derivada de ille, illa, illud: unas formas son íntegras, y se utilizan cuando su modificación es explicativa, y otras, sincopadas, para cuando hay modificadores especificativos69:

“Cuando la modificación es puramente explicativa se usa la forma íntegra del artículo, no la sincopada; “Ellos, fatigados de tan larga jornada, se fueron a dormir”” (1847, § 275)

La denominación de “forma íntegra del artículo” para ellos evidencia el carácter de variante combinatoria que Bello otorga a artículo y pronombre personal, carácter explícitamente expuesto más abajo70:

“Así como de los demostrativos este, ese, aquel, nacen los sustantivos esto, eso, aquello, de él o el nace el sustantivo ello o lo, empleándose la forma abreviada lo cuando se sigue una modificación explicativa: “En las obras de imaginación debe mezclarse lo útil con lo agradable (...)”

Dícese el mero necesario y lo meramente necesario, el verdadero sublime y lo verdaderamente sublime. Necesario, sublime en la primera construcción están usados como sustantivos, y son modificados por adjeti-vos. En la segunda, el sustantivo es lo, modificado por necesario y

68 Un análisis breve, pero sumamente preciso de la postura de Bello (y tras él, la Real Academia y Fernández Ramírez), y de la de Cuervo, Lenz y Gili Gaya, se encuentra en Vázquez Rozas (1996).69 Bello denomina artículo a unas y a otras, independientemente del valor concreto que adquieran en el contexto. En § 274 habla de la existencia de formas sincopadas del artí-culo, que se dan con sustantivo ‘expreso’ o ‘subentendido’ con alguna modificación es-pecificativa. Así, sobre el ejemplo “No cría el Guadiana peces regalados, sino burdos y desabridos, muy diferentes de los del Tajo dorado” dice:

“dícese sincopado el Guadiana, el Tajo, porque no se subentiende el sustantivo, y lo, no ellos, subentendiéndose peces, por causa del complemento especificativo del Tajo dorado”.

70 Es de destacar que para Bello forma abreviada y no abreviada no implica forma átona y tónica, respectivamente, sino que unas y otras vienen a corresponderse con los artícu-los y pronombres. Así, en § 279 considera que “las forma íntegras él, ella, ellos, ellas (no las abreviadas el la los las) se declinan por casos”, siendo las formas lo, la, le, los, las, les las formas acusativas y dativas de las formas íntegras.

En general, creo que la forma de presentar Bello la evolución de los herederos de ille, illa, illud en castellano, siendo históricamente correcta, resulta equívoca en cuanto al valor gramatical adquirido por las distintas formas (vid. §§ 279.291), y algo parecido le reprochan Fernández Ramírez (1951a, § 163. nota 471) y Cuervo (1945, nota 54).

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sublime, que conservan su carácter de adjetivos y son modificados por adverbios” (1847, § 277. Vid asimismo § 971).

En similar idea se mueve Fernández Ramírez al hablar del artículo neutro:

“El artículo neutro actúa siempre como término primario, asociado a térmi-nos secundarios nominales, I, a términos subordinados introducidos por de, II, y a oraciones de relativo introducidas por que, III.” (1951a, § 159.1).

Y este papel de unidad nuclear (‘término primario’) la extiende a otras mani-festaciones no neutras del artículo:

“En contraste con el artículo, los demostrativos que desempeñan función sustantiva –demostrativos concordantes y neutros– pueden actuar sin nin-guna clase de términos secundarios o de complementos preposicionales o de ampliaciones relativas. El artículo está privado enteramente de esta capaci-dad. Funciona siempre como término secundario o como término primario agrupado con un nombre adjunto o con un complemento preposicional o re-lativo” (1951a, § 163.1. Vid. también § 141).

Como en el caso de Bello, Fernández Ramírez ve en lo una variante combi-natoria de aquello. Esta última forma se utiliza “cuando el pronombre relativo se halla regido por una preposición”, como en “No hace falta probar la existencia de aquello de que se tiene experiencia inmediata”, pero también “fuera de estas condi-ciones” (id., § 159.4).

En la misma idea de Bello y Fernández Ramírez inciden García de Diego (19703)71 y Lázaro Carrerer (1975)72. Alcina Franch-Blecua (1975), por su parte,

71 “El artículo neutro lo con los calificativos tiene la equivalencia de un sustantivo, “lo bueno”, y añade

“también tiene este valor algunas veces el artículo masculino, pero es que en este caso no es adjetivo el que le acompaña, sino sustantivo (...) compárese la alterna-tiva entre el ridículo y lo ridículo” (García de Diego, 19703, 342)

con lo que parece que interpreta, en estos casos, el sustantivo como unidad que precisa el ámbito aplicable al artículo.72 Lázaro Carreter, en su presentación confusamente transformacional, afirma:

“el artículo, para nosotros, posee el estatuto gramatical de palabra “fronteriza”, junto con otros signos del idioma. Y constituye una misma categoría funcional con el pronombre personal de tercera persona: él siempre contiene el, aun en el caso de que sustituya a un nombre propio. Ambos signos, en las manifestaciones de super-

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aluden a la vacilación de los gramáticos entre la adscripción del lo a la categoría de los pronombres o a la del artículo, tomando el camino del medio y considerando que pertenece al sistema de los artículos, pero que también tiene carácter pronomi-nal. Así, al ilustrar la ‘orientación semántica del lo’, (en concreto, su naturaleza ‘selectiva’ y ‘colectiva’)73 afirman que el lo posee un carácter “primario y pronominal” que “dirige (...) la atribución expresada por el adjetivo que le acom-paña como adjunto hacia una realidad no lexicalizada” (vid. § 3.4.5.1), con lo cual se opone al artículo propiamente dicho (el, la), caracterizado previamente como ‘–pronominal’ y ‘+ caracterizador’ (vid. § 3.4.0.2), realizando su labor como “término primario” (vid. § 3.4.5.2). Todo lo cual no les impide considerar que el lo tiene una función sustantivadora.

En todos los casos citados, el carácter ‘nuclear’ del lo, o el de otras manifes-taciones articulares (con adjetivos, frases preposicionales o relativos) viene dado por el papel central que se atribuye a la referencia que implica, y no tanto por haberse definido de un modo teórico riguroso dicha nuclearidad en la estructura del sintagma en el que se inscribe. Así, Bello se limita a indicar que el artículo es un sustantivo, sin justificar que no se ajuste en modo alguno a los rasgos que previa-mente había mencionado como definitorios de dicha clase de palabra74. Fernández Ramírez, quien habla de su valor como ‘término primario’, tampoco establece unas condiciones definidas para la realización de dicha función75. Es más, su mezcla de

ficie, se hallan en distribución complementaria. Lo posee el rasgo categorial [neu-tro], funciona siempre como término primario (a diferencia de lo que ocurre con el artículo) y está en distribución complementaria con ello. Este signo y lo constitu-yen con algunos otros, como algo, la clase funcional de los sustantivos neutros, claramente diferenciada de la del artículo (y la del pronombre personal). Lo prueba el hecho de que lo + adjetivo y lo + sintagma preposicional funcionan sin la exis-tencia de un nombre en la estructura profunda, lo cual no sucede en las construc-ciones supuestamente equivalentes el + adjetivo y el + sintagma preposicional” (Lázaro Carreter, 1975, § 14.1).

73 En lo bueno, por ejemplo, se dice que “es aquello que es bueno dentro de un todo en el que se da lo que es bueno y lo que no lo es” –valor selectivo–, y que reúne los aspec-tos “de los que es verdad la predicación bueno” –valor colectivo– (Alcina-Blecua, § 3.4.5.1).74 “El SUSTANTIVO es, pues, una palabra que puede servir para designar el sujeto de la proposición. Se dice puede servir, no que sirve, porque además de esa función, el sus-tantivo ejerce otras” (1847, § 41). “Los sustantivos significan directamente los objetos que pensamos” (Bello, 1847, § 43).75 La idea de ‘pronombre’ de S. Fernández Ramírez está alejada de la de una clase de palabra concreta, siendo más bien una “magnitud lingüística” que afecta “longitudinal-mente” a todas las demás (cfr. Fernández Ramírez, 1951b § I.11). Para más detalles so-

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criterios entre valores funcionales y rasgos categoriales le hace hablar de “la falta de función pronominal de los indefinidos cuando actúan como términos secunda-rios” (1951b, § I.5. Cursiva mía)76. Lo que en realidad hace Fernández Ramírez es utilizar la identificación entre término primario y sustantivo, término secundario y adjetivo, y término terciario y adverbio, propiciada por Jespersen (1924), a cuya obra alude explícitamente en varias ocasiones77. El uso prácticamente equivalente de término primario y sustantivo es constante78, y la asimilación de los pronombres a éstos también, pese a la diferenciación que establece entre sustantivo y pro-nombre79. O, dicho más brevemente, el carácter nuclear que Bello o Fernández Ramírez, entre otros, atribuyen a lo (o a el o la) tiene su origen en la asimilación del artículo a la clase de los pronombres y, con ello, su identificación con el sus-tantivo y sus funciones, sin otras consideraciones sobre las diferencias formales o posibilidades sintagmáticas entre un pronombre átono y un sustantivo, sobre todo porque los fundamentos sobre los que basan su estudio gramatical (y, muy particu-larmente, el de los pronombres) son prioritariamente referenciales, y solo secunda-riamente formales. Y esta misma idea es la que preside la opinión de Lapesa (1966, 1970) quien afirma :

“En la anáfora y la catáfora parece clara la sustantividad del artículo; pero cuando éste no representa a ningún término expreso es muy difícil dilucidar si la noción de persona o entidad ha sido aportada por él o si está contenida en el adjetivo o participio, que en tal caso ejercerían la función sustantiva” (Lapesa, 1970, 80),

bre la noción de pronombre del autor vid § 3.3.2.2, infra).76 Para la fecha de la referencia (1951) he seguido las indicaciones del editor de la obra de Fernández Ramírez, José Polo, que la da como desconocida, advirtiendo que “lo único seguro es que no es anterior a 1951” (Fernández Ramírez, 1985, 279, nota 115).77 Vid., por ejemplo, (Fernández Ramírez, 1951b, §§ I.8 y I.9), donde identifica explícitamente sustantivos y adjetivos con los términos primario y secundario. Para ma-yor documentación sobre las alusiones de Fernández Ramírez a Jespersen, vid. la nota 123 de Polo en Fernández Ramírez (1985, p. 303).78 Los demostrativos sustantivos se agrupan menos frecuentemente que el artículo sustantivo con términos secundarios (1951a, § 123.1. Cursivas mías)79 “Todos los demostrativos de la serie este ese aquel pueden funcionar indistintamente como término primario o secundario, a excepción de los neutros esto eso aquello, que solo actúan como término primario. La doble posibilidad de actuar o bien INDIS-TINTAMENTE como término primario o secundario o EXCLUSIVAMENTE en una u otra función es la propiedad formal que caracteriza a los pronombres frente a los nombres, dotados por su parte de la capacidad de actuar PREFERENTEMENTE en una u otra de estas funciones” (Fernández Ramírez, 1951a, § 123.2. Vid. igualmente, 1951b, § I.9).

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esto es, Lapesa, quien ve ‘función sustantiva’ del artículo en básicamente los mis-mos casos que Bello y Fernández Ramírez, identifica –una vez más– ‘anáfora’ y ‘función sustantiva’. También Garrido Medina (1986), con algunas variaciones, sigue las ideas anteriores. Garrido considera que el artículo tiene carácter de ‘término secundario’ cuando precede al relativo explicativo que (con antecedente antepuesto posible) como en (88), o especificativo, como en (89a-b):

(88) Un galán vocablo, (vocablo) del que yo (...) estoy muy enamorado(89a) La persona a la que enviaste recado.(89b) Los libros de aventuras son los que más me gustan

También son términos secundarios los artículos ante frase preposicional o ante adjetivo, como en (90) y (91):

(90) Los libros que más me gustan son los de aventuras(91) Los buenos se salvarán,

todos ellos casos de elipsis, según vimos hace un momento (cfr. § 3.2), en los que considera que existe un sustantivo elíptico con respecto al cual tanto el artículo como los relativos, frases preposicionales o adjetivos funcionan como términos secundarios. Caso diferente es el de (92) o (93):

(92) El que estudia aprobará(93) Lo que quieras hacer, lo harás

donde, al igual que Bello, Fernández Ramírez o Lapesa (aunque de un modo más restringido que ellos), considera el artículo como el elemento nuclear80. No llega a calificarlo claramente de pronombre, aunque considera, como Bello, que en estos casos el artículo mantiene con las formas pronominales tónicas (él, ella, ellos, ellas) y con las formas artículares con sustantivo, que considera de algún modo distintas, “estrechas relaciones semánticas y sintácticas”, formando en su caso tres categorías relacionadas pero, al tiempo, diferenciadas. Hay por tanto, artículos adnominales con sustantivo explícito o elíptico, artículos nucleares (con relativos

80 “Del mismo modo que es artificial la reposición de sustantivos como cosa o asunto en el caso de lo (e impracticable si se desea mantener la forma lo), resulta poco plausi-ble la de hombre o persona en los casos de el. Es más, no está justificado hablar de sustantivo cuando no es posible precisar de cuál se trata, es decir, cuando no es impres-cindible uno en particular para comprender o producir la construcción” (1986, 36)

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sin antecedente disponible y todos los casos de lo), y pronombres tónicos, obvia-mente nucleares81. Las conclusiones del propio autor, que transcribo en su integri-dad, suponen el mejor exponente de una postura que aúna las explicaciones del artículo sin sustantivo apelando a la existencia de elipsis de un sustantivo, y las que, tras Bello, lo consideran nuclear:

“Las formas el, la, los las, construidas con adjetivo o con relativo (o con sintagma con preposición de) modificadores especificativos, funcionan como modificadores concordantes con un sustantivo que el oyente recupera a partir del contexto verbal, situacional o cultural (incluyendo en este último tanto conocimientos lingüísticos como generales acerca de la reali-dad). Las formas el, la, los, las, por una parte, y lo, por otra, sin sustantivo antecedente con el que concordar, funcionan en dichas construcciones como núcleo, sin anáfora a sustantivo alguno; tienen entonces los mismos rasgos sintácticos que diferencia a él, ella, ellos, ellas, por una parte, y ello, por la otra, en las construcciones de adjetivo o de relativo con función de modificación explicativa. Las primeras, concordantes, y entre las que no fi-

81 Garrido ilustra la diferencia entre los ejemplos (88-91) y (92-93) como sigue:“Nos encontramos, por tanto, ante dos usos diferentes. En uno, las formas el, la, los, las concuerdan con un sustantivo, presente fuera de la construcción, o por lo menos disponible, “fresco en la memoria”, por inferencia a partir del contexto ver-bal o del entorno social o cultural. La cláusula de relativo, especificativa, tiene entonces la misma función de modificador que la observada en el caso del adje-tivo, y que la del sintagma con preposición de como en (37):

(37) Los libros que más me gustan son los de aventurasEn el segundo uso, encontramos las formas el, la, los, las, con la significación de persona, y también la forma lo, con la significación correlativa de no persona, es decir, de cosa o asunto para la que no existe o no se encuentra denominación léxica apropiada, o, si existe, y se dispone de ella, se decide no emplearla” (Ga-rrido Medina, 1986, 61-62).

De este modo, la contraposición de ejemplos como (38) Esta mesa es la que te quiero regalar (39) Esta mesa es lo que te quiero regalar consiste en que

“en (38) la concuerda con mesa, y está unido como término secundario a la cons-trucción con relativo, también término secundario, especificativo, mientras que en (39) lo carece de antecedente y no han sustantivo “subentendido” que pueda fun-cionar como núcleo” (1986, 62)

Y continúa“En las construcciones en que no hay antecedente, el relativo tiene carácter de mo-dificador especificativo, como sugiere la comparación con las construcciones con antecedente (...). No queda más opción que atribuir a el, la, lo, etc., el carácter de núcleo” (1986, 62-63).

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gura lo, constituyen, como las que se construyen con sustantivo, las formas del artículo el. Mantienen con las segundas, y por tanto también con las co-rrelativas formas plenas del pronombre, estrechas relaciones semánticas y sintácticas, además de la relación analizadas aquí” (Garrido Medina, 1986, 68).

En todos estos casos la nuclearidad (o carácter sustantivo o primario) de la unidad lo (o el, la) viene dado por la consideración de la concentración en el artí-culo de los valores anafóricos o referenciales de la entidad que se nombra, y a la cual se atribuye algo en forma de adjetivo, frase preposicional o estructura relativa, sin que en ningún momento se plantee la naturaleza del concepto de núcleo ni, por tanto, la justificación de las identificaciones establecidas (valor anafórico = ‘valor’ sustantivo (o pronominal) = núcleo / término primario)82. Ni que decir tiene que esta fluctuación entre lo que se identifica como pronombre y lo que no, incluso en un mismo autor, proviene de la históricamente inestable entidad del pronombre como clase de palabra. Justificar que unidades como el, la o lo sean o no pronom-bres dependerá de la previa justificación de lo que se deba entender por tal. Vea-mos −someramente− cuáles han sido los ejes fundamentales para la consideración del pronombre, y, a continuación, cuál creo que debe ser su lugar en la descripción funcional. Ello nos permitirá considerar la relación entre el valor pronominal y los artículos sobre una base descriptiva más firme.

3.3.2. Sobre la noción de pronombre

Es evidente que considerar el artículo lo (o en su caso el, la, los, las), como un pronombre, pese a lo implantado de la idea en ciertos sectores, tiene problemas teóricos a los que no han sido ajenas las distintas visiones que de esta unidad se han tenido. Escavy Zamora (1987) ha trazado un exhaustivo panorama de las

82 Esta identificación también lleva al caso contrario: la falta de reconocimiento de un antecedente cuando no puede considerarse el núcleo de la relativa. Vázquez Rozas (1996, 247) alude a este hecho (aunque también destaca el que autores como Bello (1847 § 304) o Alcina-Blecua (1975, 1023) se refieran al antecedente como a un “con-cepto”, y no necesariamente a un elemento léxico textualmente identificable), y lo ilus-tra con ejemplos en los que no se incluyen como relativas con antecedente secuencias como (negritas de la autora): Este año y el que viene (Academia, 1973, 219); Porque ellos vinieron a Barcelona con una ilusión opuesta a la que a mí me trajo (Alcina-Ble-cua, 1975, 1035); La historia más inverosímil de cuantas se conocen (Academia, 1973, 221), concluyendo la necesidad de “desligar la función anafórica del antecedente de la función de núcleo sintáctico de la construcción relativa” (Vázquez Rozas, 1996, 247).

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vicisitudes del pronombre en la tradición hispana a lo largo de la historia, lo que me exime de entrar en más detalles de los estrictamente necesarios para abordar los relativos al artículo y su consideración como pronombre. Existen dos factores, además del origen demostrativo del artículo, que han justificado históricamente la inclusión del neutro (y en casos extremos, todos los artículos) en la categoría de los pronombres: en primer lugar, la versatilidad de la propia noción de pronombre; en segundo, ciertas necesidades de explicación gramatical en las estructuras en las que interviene el artículo neutro lo.

3.3.2.1. La enorme variedad de consideraciones sobre qué se debe entender por pronombre puede incluirse en dos visiones básicas: (a) la que considera que el pronombre es una clase de palabra definible frente a las otras clases de palabra, y (b) la que lo concibe como una categoría transversal, destinada a sustituir otras categorías, de las que toma ciertos rasgos. En este último caso el pronombre no sería una clase de palabra sino un rasgo asociado a formas que pertenecerían a alguna de las clases existentes (sustantivos, adjetivos, verbos o adverbios). Natu-ralmente, existen visiones que se sitúan en un punto intermedio entre éstas, si bien todas tienden hacia una u otra concepción.

La visión del pronombre como una más de las clases de palabras, a veces incluida dentro de la del artículo, otras veces independizada, viene de la gramática clásica83, cuando la separación propiciada por Dionisio de Tracia entre ¨rqron y ¢ntonimia sancionó la existencia del pronombre como categoría diferenciada, aunque la propuesta de fusión de ambas se reproduzca una y otra vez hasta hoy día. Los rasgos asociados a esta categoría pronominal varían de unos a otros autores, dependiendo en gran medida de las unidades que se incluyan. Escavy Zamora (1987, cap. II) incluye como rasgos históricamente asociados a la esencia del pronombre los siguientes: persona, locución, sustitución, deixis y relación. La descripción de estas características, incluso superficial, además de llevarnos tiempo, sería redundante, dada la detallada explicación que encontramos en el texto mencionado, por lo que me limitaré a constatar que dicha relación no ha servido para cerrar definitivamente la definición de pronombre. La razón, más que probablemente, se debe a su variedad y heterogeneidad, que hacen que, por una parte, debiera excluir de entre los pronombres unidades tradicionalmente incluidas (yo, normalmente, no sustituye; mucho, algo, carece de indicación personal, etc.) y, por otra, y muy fundamental, que incluya rasgos que exceden con mucho los que

83 Para una visión detallada de la historia del pronombre dentro del contexto de las cla-ses de palabras son todavía indispensables los trabajos clásicos de Robins (1957, 1966, 1986), así como el ya mencionado de Escavy Zamora (1987), centrado en esta unidad.

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pueden considerarse específicos de los pronombres: la sustitución, la deíxis, o la relación (como quiera que se especifique esta última) no son en absoluto privativos de una clase de palabra; más bien están en la base de la cohesión textual o relación anafórica. Como es sabido, la ana/cataforicidad es un rasgo ‘cohesivo’84, basado en la presuposición, que implica que el contenido una unidad se apoya siempre en el de otra unidad (la presupuesta), que puede ser lingüística o situacional. Las unidades ‘(ana/cata)fóricas’, si son puras, carecen de significado propio, y solo tienen valor referencial prestado (caso, por ejemplo, de los pronombres personales). El carácter anafórico, por otro lado no implica ninguna imposición en cuanto a la categoría que las realice: cualquier unidad puede tener rasgos ‘fóricos’ independientemente de la clase de palabra a la que pertenezca. En (94-96), todas las palabras en cursiva tienen o pueden tener valor anafórico, si bien pertenecen a clases muy diferentes, con posibilidades sintagmáticas muy distintas:

(94) Aquí la gente hace lo que quiere(95) El coche ese es muy bonito. Éste no me gusta tanto.(96) Tú siempre preguntas quién puede hacerlo mejor85.

En (94-96) tenemos una palabra pronominal personal (tónica) tú, otra deíc-tica (éste) y una interrogativa (quién); y una palabra adjetiva deíctica (ese). Incluso un verbo ‘comodín’ cuyo significado en este contexto es claramente cohesivo (hacer). Todas ellas tónicas. Pero también tenemos unidades átonas: artículos (la, lo, el), un relativo (que) y un clítico verbal (_ lo), sin que estos ejemplos agoten el inventario posible. Es evidente, pues, que salvo que nuestras generalizaciones se guíen por criterios absurdos, el rasgo (ana)foricidad no supone de mucha ayuda para describir el comportamiento gramatical de las unidades.

84 Halliday & Hasan (1976, 4) definen la cohesión como sigue:“Cohesion occurs where the INTERPRETATION of some element in the discourse is dependent of that of another. The one PRESUPPOSES the other, in the sense that it cannot be effectively decoded except by recourse to it”.El concepto de presuposición, por tanto, está ligado al de ‘anáfora’ (vid. 1976, 23)

y ambos definen la ‘cohesión’.85 Creo que no se debe confundir anaforicidad con valor relativo. Para Halliday & Hasan, unidades como más, mejor o mañana son anafóricas. En realidad, son relativas, pues tienen una referencia con respecto a la cual se interpretan, pero no anafóricas, pues no toman prestado un contenido de otra unidad o situación. En ese sentido observo una diferencia entre las unidades señaladas y los deícticos espaciales aquí, ahí, allí.

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Más concretamente, existen unidades con valor anafórico potencial para cada una de las palabras plenas (sustantivos, verbos, adjetivos y adverbios)86: los pronombres deícticos demostrativos (éste, ése, aquél) representan entidades sus-tantivas, al igual que los personales (yo, tú, él). Las mismas unidades demostrati-vas, con los mismos rasgos deícticos, en posición pospuesta a su núcleo, o las uni-dades posesivas tónicas, tienen naturaleza adjetiva (el niño ese, el valor tuyo), aun-que en este caso no hablaríamos de carácter pronominal, pues se adjuntan a un nombre sustantivo. Podemos hablar, en cambio de verbos anafóricos o proformales (el verbo hacer en contextos como (96))87. De acuerdo con la visión tradicional del pronombre como aquello que ‘sustituye al nombre’, se suelen excluir de entre los pronombres aquellas unidades anafóricas que acompañan a un sustantivo y, por tanto, no tienen un valor sustitutivo del mismo. Sin embargo, si definimos la (ana)foricidad como el apoyo de una unidad en otra para adquirir un valor referen-cial, tan anafórica es la unidad este en (97) como en (98):

(97) Éste me está fastidiando(98) El chico este me está fastidiando.

Dado el carácter pluricategorial de la anáfora88, denominar pronombre a cualquier cosa que pueda tener carácter anafórico es introducir el caos en la clasifi-cación de las palabras. Tradicionalmente el término ‘pronombre’ se utiliza para referirse a una serie de unidades que, además de tener carácter anafórico, tienen la capacidad de ocupar el puesto gramatical del elemento que les otorga su valor refe-rencial. Eso ocurre con los personales, demostrativos e indefinidos, o con las partí-culas interrogativas, cuyo valor tónico les permite un calco sintáctico de la unidad que les sirve de referencia89. Y se suele aplicar el mismo carácter a las unidades

86 Sobre las clases de palabra y sus jerarquías vid. Jiménez Juliá (2006, CUADRO I en § 1.1.1.1). En Jiménez Juliá (2001a) se comenta este cuadro brevemente.87 Mucho más claramente el auxiliar do en inglés en ejemplos como I like apples and you DON’T.88 Es evidente que los distintos recursos cohesivos reconocidos por Halliday & Hasan (1976), pese a su valor ‘dependiente’, incluyen unidades que no suelen entrar en lo ca-racterizado como ‘pronombre’, caso de lo que los autores denominan referencias espa-ciales (lo vi allí), las cohesiones léxicas (Llegué al restaurante y me encontré el local vacío) o las sustituciones plenas (ing, I work everyday and you don’t) o elípticas (A ti te gusta el arroz y a mí ∅ la pasta).89 Aunque la sustitución por una unidad referencial no siempre sea viable comunicativamente: ocurre con los pronombres personales de primera y segunda per-sona del singular (como pone de manifiesto Jespersen, 1924, 82. Vid. infra), y con los interrogativos en modalidad interrogativa.

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átonas (personales clíticos y relativos). Estas unidades han recibido la denomina-ción de pronombres por su carácter proformático, y no tanto por su carácter (ana)fórico. El carácter (ana)fórico debe ser condición necesaria para que hablemos de pronombres, pero no suficiente, pues lo que realmente los singulariza, como a cualquier unidad no-plena creada por la lengua, es su valor sintagmático, no sus propiedades cohesivas. Hay unidades con evidente carácter (ana)fórico que no tienen los valores gramaticales que se atribuyen a los pronombres, y que no deben considerarse como tales: ese en (95) no tiene la condición pronominal, por mucho que la unidad sea etimológicamente la misma que el pronombre (y el determinante) del mismo cuerpo fónico, y que haya quien considere más económico este tipo de descripción90. Su condición adyacente es equivalente a la de un adjetivo (blanco), una estructura preposicional (de Carlos) o relativa (que compré), y la clasifiquemos como adjetivo, o como algo aparte, no puede quedar encuadrada en la clase de los pronombres, salvo por la mencionada identificación entre carácter (ana)fórico y categoría pronominal.

Las dificultades que se han encontrado para definir de un modo unívoco y útil la categoría del pronombre provienen, por tanto, del número y cualidad de rasgos con los que se ha querido asociar la unidad. Cualquier otra unidad que se quisiese caracterizar con la variedad de criterios que se ha utilizado con los pro-nombres estaría condenada a mantenerse en una nebulosa de imposibles contornos y con un cierto número de miembros dudosos. La conciencia del problema, unido al hecho de que lo que realmente ha sido el eje central de ‘lo pronominal’ desde siempre ha sido su carácter anafórico (a menudo confundido con su valor sustitu-tivo, pese a las veces en las que la sustitución del pronombre por otra expresión de su referencia no sea posible) es lo que llevó, también desde muy temprano, a consi-derar el pronombre, no como una clase de palabra, sino como categoría ‘transver-sal’, esto es, un subtipo de las distintas categorías que actuaría como sustitutivo de las unidades ‘plenas’, y que, en la práctica, no sería más que una variante de cada categoría en la que el valor léxico ha sido sustituido por el anafórico (de carácter deíctico o personal). De este modo, llegamos a una tipología de definiciones del pronombre que va desde la mera homologación a otras categorías, en un inventario plano al modo de las partes orationis clásicas, hasta la consideración de lo prono-minal como un rasgo abstracto que incluso se puede manifestar morfológicamente (caso de Hjelmslev, 1937, 1938), pasando por estados intermedios.

90 Jespersen (1924), o Bosque (1989), por poner dos casos muy diferentes y ya mencionados..

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Dado que lo que aquí nos interesa no es la posible ‘esencia’ del pronombre, ni la descripción de valores que no determinen directamente sus posibilidades sin-tagmáticas, por muy importantes que sean para otras consideraciones, señalaré tres formas básicas de entender el pronombre como categoría gramatical, relevantes para el problema concreto que nos ocupa, esto es, para la identificación o no de las formas articulares como unidades pronominales. Estas tres formas serán.

(a) El pronombre como clase de palabra de carácter nominal o subsidiaria del nombre, con valores sustantivos y adjetivos.

(b) El pronombre como categoría transversal, no homologable a ninguna ‘parte de la oración’, que puede adoptar valores nominales, adverbiales o verbales, y que puede manifestarse de muchos modos, incluidos los morfológicos.

(c) El pronombre como clase de palabra con valores deíctico-referenciales que, por tanto, no admite determinación externa, y funciona como cualquier otra unidad deíctico-referencial (frases nominales o nombres propios).

3.3.2.2. La visión del pronombre como subtipo del nombre (sustantivo y adjetivo) ha sido defendida con fuerza por algunos autores, entre los que debe des-tacarse, por la importancia de su figura, a Jespersen (1924), quien, además, repre-senta un caso claro de identificación total entre los términos ‘pronombre’ y ‘valor anafórico-deíctico’. Jespersen comienza poniendo en evidencia las carencias de la definición tradicional de pronombre como aquello que sustituye al nombre (1924, 82). Según el autor, dada la variedad de proformas existentes podríamos hablar de “pronombres”, “proadjetivos”, “proinfinitivos”, etc., pero “it could hardly be called a real grammatical class” (id., 83). Sin embargo, y pese a sus críticas, en ningún momento proporciona una definición o, siquiera, un conjunto de rasgos aplicable a la totalidad de las unidades que llama pronombres. Es más, lo único que parece tener claro el, por lo general, clarividente danés, es su frontal rechazo a distinguir pronombres y adjetivos entre los diferentes resultados de un mismo étimo (mine, my, por ejemplo), si bien la vehemencia en su rechazo no va acompañada de argu-mento alguno.

“The term pronoun is sometimes restricted (generally in French books, but also in the Report of the Joint Committee on Terminology) to those words which function as what (...) I shall call “primary words”, while my is called a “possessive adjective” and this in this book a “demonstrative adjective”. There is, however, not the slightest reason for us tearing asunder my and mine, or, even worse, his in “his cap was new” and “his was a new cap” or this in “this book is old” and “this is an old book” and assigning the same form to two different “parts of speech” especially as it then becomes neces-

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sary to establish the same sub-classes of adjectives (possessive and demon-strative) as are found in pronouns” (1924, 84),

rechazando (a mayores) a pie de página que both pueda ser un adjetivo en both boys y un pronombre, con un modificador apositivo, en both the boys (ibid.). Sin embargo, Jespersen, ni entra en los argumentos de quienes defienden tal dualidad, ni proporciona un análisis (ni convincente ni de otro tipo) que dé cuenta de los distintos ejemplos enfrentados que él postula como idénticos. En este sentido, el autor defrauda y se muestra inusualmente trivial.

Opinión similar había ofrecido Bello (1847) para quien si el artículo no es más que una variante combinatoria del pronombre, éste a su vez, es una variante de un nombre. Toda explicación sobre la naturaleza de los pronombres en la 1ª edición de su gramática es la sucinta definición en § 229:

“Llamamos PRONOMBRES los nombres que significan primera, segunda o tercera persona ya expresen esta sola idea, ya la asocien con otra”.

En la edición de 1857, según apunta Trujillo, se añade una nota donde, entre otras cosas, considera que ,

“El pronombre, a semejanza del nombre, se divide en sustantivo y adjetivo, tiene número y género como el nombre, se declina (según dicen) como el nombre; no le falta, en suma, ninguno de los oficios y caracteres de los nombres. Y si es al uso de las palabras a lo que debe referirse su clasifica-ción, no comprendo cómo han podido colocarse el nombre y el pronombre en categorías diversas” (Bello, 1847, 751).

Así, los demostrativos o posesivos podrán ser nombres sustantivos o adjetivos, mientras que el artículo será siempre nombre adjetivo (vid. 1847, § 233).

Y visión parecida es la que encontramos en otra figura de la gramática his-pana, Fernández Ramírez. En realidad, Fernández Ramírez se muestra contradicto-rio en los dos lugares donde trata –con distinta amplitud– el pronombre. En la parte correspondiente de su Gramática española (1951a), su visión es paralela a la de Bello o Jespersen, definiendo el pronombre como sigue:

“Desde un punto de vista rigurosamente sintáctico podemos considerar la categoría del pronombre como un grupo nominal de semantemas caracteri-

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zados por el doble hecho de que actúan INDISTINTAMENTE como término primario y secundario o EXCLUSIVAMENTE en una u otra función” (1951a, 19)

“Frente al nombre, que actúa PREFERENTEMENTE como término primario o secundario” (1951a, 19 nota 4).

Según Fernández Ramírez, los pronombres tienen una forma de referencia particular, la deixis, pero no siempre son deícticos, si bien en algunos casos no hay deixis, sino insistencia en

“una mención nominal anterior en virtud del carácter de PALABRA VICARIA que poseen los pronombres o aluden a algo que está presente en la conciencia y en la situación, de tal manera que se trata, más que de una indicación o REFERENCIA, de lo que podríamos llamar deducción o EFERENCIA” (1951a, 21)

En otro trabajo, y frente a esta visión, Fernández Ramírez se situará en la órbita de Hjelmslev, según veremos dentro de un momento.

En esta primera visión, por tanto, el pronombre es una unidad nominal no distinguible de sustantivos y adjetivos (conjuntamente), que tiene como rasgo fun-damental el carecer de rasgos semánticos intensivos y poseer solamente rasgos deícticos o, en todo caso, necesariamente apoyados en una referencia externa para poder referir.

3.3.2.3. Aunque las visiones ‘transversales’ del pronombre están presentes a lo largo de la historia (vid. una vez más, Escavy Zamora, 1987, § 1.8), quizá sea la visión de Hjelmslev (1937) la más ilustradora –y extrema– de entre las del siglo XX. Los rasgos fundamentales del pronombre para Hjelmslev se pueden sintetizar en (a) ser una categoría con un contenido positivo “purement MORPHÉMATIQUE” (1937, 52), (b) que tiene como rasgo fundamental el haber absorbido al artículo (1937, 53), de modo que todo pronombre lo contiene (por tanto lo excluye analíti-camente, como en ™gè) o lo exige, bien el artículo mismo (Öde‹na), bien “un terme connexe à l’égard des articles (cf. oáto$ Ð ¢n»r, such a thing, mon amí), sans aucun autre article possible dans le terme régi” (1937, 53 y, (c), siguiendo a H.G. Wiwel, constitutivo de una categoría transversal:

“Le pronom se subdivise d’une façon naturelle selon les catégories dans lesquelles il entre. De même qu’il y a des pronoms nominaux, des pro-noms verbaux et des pronoms-participes, il y a aussi des pronoms-subs-

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tantifs, des pronoms-adjectifs, des pronoms-adverbes. Il peut avoir des sous-catégories fonctionelles, comme le nom propre à l’intérieur des pronoms-substantifs” (1937, 57-58).

También Fernández Ramírez, en una obra más especulativa que su Gramá-tica española, contempla una visión del pronombre como un tipo de categoría cua-litativamente diferente a las demás clases de palabras (‘partes de la oración’), y definido con otros criterios. En sus palabras:

“Tanto en la gramática antigua y tradicional como en la de nuestros días, el concepto de lo pronominal, cualesquiera que sean las posiciones de las dis-tintas escuelas, resulta ser una magnitud lingüística que no afecta a una ca-tegoría de partes de la oración frente a otras categorías, sino que afecta a todas, o dicho con otras palabras, es una categoría que corta longitudinal-mente a las demás. Supone otro plano distinto de ordenación. Existen ad-verbios deícticos, pronominales. Existen proverbos (...). En estas otras ca-tegorías o subcategorías pronominales no actúa el principio de la rección, naturalmente. ¿Qué haremos entonces? ¿Diremos que existen dos subclases de nomina –así lo hacen otros autores–, una afectada y otra no por el carácter de lo pronominal? ¿Sería entonces, dentro de su clase, la natura-leza de la rección el carácter diferenciador de una subclase, mientras que la posibilidad de funcionar deíctica o anafóricamente vendría a ser el dato externo a la clase y al mismo tiempo el caracterizador de todas las clases que en él participan?” (1951b, § I.11).

Ese carácter abstracto de ‘lo pronominal’ con el que especula Fernández Ramírez, entronca con la consideración de Hjelmslev (1937, 1938, y también 1929) de que el artículo definido está absorbido en la base de los pronombres en forma de morfema convertido (cfr. Fernández Ramírez, 1951b, § II.13).

Y esta idea de “lo pronominal” como prioritario al “pronombre” está igual-mente en la base de la descripción de Bosque (1989), pese a que su fuente directa explícita sea Bello. En realidad, Bosque, pese a dedicar su monografía a las clases de palabra, no define en ningún momento los pronombres, centrándose en describir de un modo general sus propiedades designativas y sus concomitancias con el artí-culo. Y aunque no lo dice abiertamente en ningún lado, el carácter pronominal parece ser para él una propiedad semántico-referencial, de carácter muy abierto, y no está ligada a un comportamiento sintagmático o a una forma determinada. En esa línea, niega que, en contra de la idea generalizada, el artículo se haya desgas-tado o degradado con respecto a su antecedente demostrativo, sosteniendo que ha

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adquirido un significado más abstracto “(abstracción” no es “degradación”)” (Bosque, 1989, 182). La identificación que Bosque hace entre artículo y pronombre no proviene, naturalmente, de una defectuosa percepción de los hechos históricos o un conocimiento insuficiente del funcionamiento de la lengua91, sino de un enfoque del estudio y unos intereses descriptivos concretos y, dicho sea de paso, muy alejados de los que aquí se proponen. Mientras aquí se trata de presentar y justifi-car, histórica y sincrónicamente, el funcionamiento gramatical, por tanto, signifi-cante, de unidades que, en virtud de los cambios producidos en el sistema y las necesidades expresivas de la lengua, han adquirido un valor y un estatus nuevo, Bosque pretende establecer correlaciones entre unidades que tienen valores refe-renciales similares, independientemente de su diferente comportamiento gramatical (en algunos aspectos, radicalmente diferente). Esta pretensión está explícitamente expresada en el texto, según leemos a continuación:

“Entre los lógicos el concepto de determinación no es tan básico como el de referencia. Es más, ante sintagmas tan simples como el libro no es de extrañar que el lingüista hable de la forma en que el especifica a libro, mientras que el lógico hable con frecuencia de la forma en que libro espe-cifica a el. Ello es debido a que en la tradición de la lógica de predicados es frecuente analizar los pronombres personales de las lenguas naturales como variables libres, que estarían categorizadas porque sus rasgos morfológicos las restringen a un cierto tipo de entidades. Por el contrario, los nombres comunes se interpretan en esa tradición como predicados. En dicha con-cepción resulta extraño que el precisa la referencia de libro porque libro no tiene referencia desde el momento que es un predicado (...) En el análisis del neutro lo que proponemos en Bosque y Moreno (1988) [= Bosque-Moreno (1990) T.J.J.] se acude a esta idea para mostrar que el adjetivo bueno en lo bueno representa el elemento que restringe el rango de la va-riable que corresponde a lo núcleo del sintagma y para sugerir incluso que

91 Muy al contrario, señala explícitamente que los estudios indican que la creación del artículo tiene que ver con factores como

“la pérdida de la flexión casual latina, la necesidad de introducir marcas de identi-ficación discursiva de la información nominal que se presenta para predicar algo de ella (...) En realidad, al igual que algunas marcas aspectuales son en varias len-guas el resultado de la evolución de formas que solo fueron apropiadas en un prin-cipio para expresar relaciones espaciales deícticas, también los artículos represen-tan tipos de identificación mucho más abstractos que las relaciones locativas o anafóricas que los demostrativos permiten” (1989, 182),

lo cual apunta de un modo muy preciso a las circunstancias y procesos que explican la diferenciación paradigmática que doy aquí por sentada.

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el papel del sustantivo en los sintagmas definidos no neutros puede ser el de restringir el rango de la variable que el artículo definido representa. Esta es una de las formas posibles de reinterpretar la clásica y polémica hipóte-sis de Andrés Bello, para el que los artículos determinados eran “formas abreviadas” de los pronombres personales.” (1989, 182-183)

Al margen del “salto” que supone identificar los artículos como pronom-bres, sin más, antes de cualquier justificación, para aplicarles la fórmula de la espe-cificación lógica y llegar a conclusiones sobre núcleos gramaticales, las palabras de Bosque explican varias cosas, y muy principalmente: (a) su objetivo relacional, alejado de la descripción las formas y paradigmas gramaticales y centrado en la formalización de relaciones de contenido de diverso tipo, y (b) que sus generaliza-ciones sobre conceptos como “núcleo” o “carácter pronominal” de una unidad difícilmente pueden aceptarse como generalizaciones gramaticales, al tiempo que muestran sobre qué base se suelen sustentar la idea del pronombre como categoría ‘transversal’. Ello no resta a esta visión interés para el conocimiento de los proce-dimientos de referencia deíctica, pero no hay duda de que nos aleja de una descrip-ción gramatical –significante– de las unidades, para adentrarnos en las redes de rasgos semánticos o capacidades deícticas que permiten subclasificar unidades según sus capacidades referenciales, atendiendo a supuestos rasgos internos. O, dicho de otro modo, la visión transversal es útil para mostrarnos lo común entre distintas categorías sintagmáticamente bien diferenciadas, pero es inoperante para encontrar justamente lo contrario, a saber, la delimitación de categorías distintas, aunque puedan tener un punto de unión en aspectos diferentes de los estrictamente sintágmáticos92.

3.3.2.4. La visión del pronombre como categoría nominal no-adjetiva ha convivido en la tradición con la que la identificaba con todo lo que tenía capacidad deíctica, si bien las descripciones no siempre han sido muy acertadas. La tradición británica ha sido mayoritariamente partidaria del pronombre como unidad con valores ‘primarios’ (esto es, no adyacentes), pese al rechazo de Jespersen. Es habitual que se considere como, simplemente, un subtipo de nombre. Así, resulta altamente ilustrativa la clasificación de las clases de palabra de Halliday-Hasan, (1976, 41):

92 Dado que en el trabajo aludido por él como Bosque-Moreno (1988) –en realidad, (1990)– insiste en su visión para elevar sus conclusiones al terreno estrictamente gra-matical, dedicaré el § 3.3.3 a revisar sus argumentos.

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word classes

verb noun1 adverb

noun2 (=substantive) adjective numeral determiner

common noun proper noun pronoun

que permite ver que los autores no hilan muy fino en la caracterización del para-digma funcional al que pertenecen los pronombres, pero sin que esto sea privativo de ellos93. Al lado de estos pronouns, que incluyen personales e ‘indefinidos’, entendidos estos últimos como categoría amplia, Halliday-Hasan hablan de pro-nouns (1976, 102 y ss.), que tiene como unidades más prototípicas one y thing, e incluye sus compuestos (something, nothing, etc.) y formas interrogativas, y cuyo puesto en el diagrama anterior difiere según contextos, al menos en el caso de one (cfr. 1976, 106).

Y algo similar vemos en R. Huddleston (1984), quien, siguiendo una clasi-ficación como la anterior, afirma, a propósito de los pronombres:

“We analyse them as nouns because the phrases they head are like those headed by common or proper nouns in terms of their functional potential and, though to a lesser degree, their internal structure” (1984, 272),

asimilando “common” y “proper nouns” en una sola categoría funcional muy lejos de su actuación real. Hay que reconocer, sin embargo que este autor se muestra más explícito en su explicación. Por un lado ve al pronombre como miembro de una clasificación de distinto nivel de las que llamamos palabras ‘plenas’

“pronouns should not be a distinct primary class on the same taxonomic level as noun, verb, adjective, etc.,” (1984, 96),

93 En las transposiciones alarquianas vemos identificaciones similares (‘artículo + adje-tivo’ = sustantivo), en lugar de “‘artículo + adjetivo’ = ‘artículo + sustantivo’/ ‘pronom-bre’ / ‘nombre propio’”

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considerándolo como una subdivisión del nombre. Así, a continuación de las palabras anteriores, afirma: “but [it] should be regarded as a subclass of an enlarged primary class ‘noun’” (1984, 96)

Más adelante, precisa algo más estas unidades, caracterizándolas como ‘po-tencialmente’ anafóricas, pero usables también con valor deíctico (1984, § 7.2.) y, desde el punto de vista gramatical, como equiparables a los nombres:

They are like other nouns in having the property (a) above -they function as head of phrases filling the position of subject, object, etc.- and insofar as they take any dependents at all within the phrase, they are like those found in Nps rather than phrases of other classes” (1984, 232)

Y más abajo,

“Functionally, pronoun headed phrases are like other Nps in that they occur as subject, object, complement of a preposition, and so on” (1984, 272).

La diferencia con los nombres, aparte de su carácter anafórico o deíctico, parece limitarse a que “they do not combine with determiners (or at least with the central determiners)” (id., 272). Esto excluiría de entre los pronombres unidades anafóricas que no tengan funciones nominales (más que sustantivas, en el sentido aquí utilizado), con lo cual, en último término, el pronombre queda caracterizado para Huddleston (y, en general, para la tradición británica), como una unidad cuyos dos rasgos definitorios son la ‘anaforicidad’ (o deixis), y su carácter nominal (o posibilidad de ocupar las mismas posiciones nucleares que un nombre-sustantivo).

Casi veinte años mas tarde, Huddleston afina su definición de pronombre, situándolo sintagmáticamente al lado del nombre propio y ya no del sustantivo (o nombre común). Ahora dirá que

“Syntactically, pronouns function as head in NP structure, and for that reason belong to the larger category of nouns” (Payne & Huddleston, 2002, 425),

considerando que las dos características que los separan de los common nouns son la imposibilidad de llevar determinantes (id., 429), así como una mucho más res-tringida posibilidad de adquirir expansiones (id., 430). En cualquier caso, lo im-portante de esta visión ‘británica’ del pronombre es su alineación inequívoca con la visión (c) reflejada en § 3.3.2.1, esto es, con la que excluye de entre las posibilida-

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des del pronombre otra cosa que el valor nuclear autónomo de la estructura nomi-nal en la que se integra.

En nuestra tradición hispana, y además de las poco explícitas indicaciones de la G.R.A.E. (1920)94, o de Gili Gaya (1943), quien parece considerar el pronombre como unidad con ‘función primaria’, o la intermedia de Lenz (1920, Cap. VII), vemos las tres posturas muy habitualmente entremezcladas, incluso en obras colectivas supuestamente unitarias y coherentes. Así, en la Gramática des-criptiva de la lengua Española, coordinada por Bosque y Demonte (1999), se trata de la naturaleza del pronombre en el capítulo dedicado al pronombre personal (I, cap. 19, 1209-1273 = Fernández Soriano, 1999), quien, aunque reconoce la difi-cultad de su caracterización y la diversidad de definiciones que se han dado, aven-tura una descripción que, en realidad, se circunscribe al pronombre personal, y que tiene los siguientes rasgos:

(1) Pertenece a la clase del sustantivo por sus rasgos formales95.(2) “desempeña las mismas funciones sintácticas que el sustantivo (que los sintag-

mas nominales)” (id., 1999, 1211).(3) A diferencia del sustantivo, no posee rasgos semánticos inherentes.(4) Denota inequívocamente, por lo que no puede llevar determinantes, modifica-

dores ni complementos96.Para lo que ahora nos importa, queda claro que el uso que en este capítulo

se hace del término ‘pronombre’ es el más restringido (y, sin duda, el más ade-cuado) tanto de los usos habituales como de los que encontramos en la obra en la

94 “Pronombre es la parte de la oración que designa una persona o cosa sin nombrarla, y denota a la vez las personas gramaticales” (Academia, 1920, § 39).95 El párrafo que describe este rasgo es ciertamente farragoso: “El nombre pertenece a la clase del sustantivo, al menos en un sentido: tiene propiedades comunes con los nom-bres y adjetivos, así como con el artículo, categorías estas que conforman la expansión máxima canónica de las expresiones nominales” (Fernández Soriano, 1999, 1211).96 Aunque ahora no sea oportuno entrar en profundidad en ello, hay que destacar que la capacidad denotativa, propia de los pronombres, excluye su uso con determinantes, pero no así con modificadores. En el caso de los personales podemos encontrar modificacio-nes explicativas (ella, que no quería jaleos, se fue) o, como la propia autora admite, los mismos adyacentes que los nombres propios (mismo, solo, juntos), además de cuantifi-cadores (vid. 1999, 1211-1212); en demostrativos o indefinidos, la modificación puede ser especificativa (esa de ahí, alguno sin nada que hacer, etc.). La modificación no está ligada necesariamente a un contenido léxico, sino a cualquier referencia cuyos rasgos se quieran explicar, especificar o ampliar en algún sentido, razón por la que la lengua no excluye su expresión, aunque establezca ciertas limitaciones de uso.

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que se inserta: son proformas, con todo lo que ello conlleva en relación con la identificación anafórica o deíctica, con rasgos formales y valores sintagmáticos nominales, que se usan –para decirlo con los conocidos términos de Jespersen– en funciones ‘primarias’, no como adyacentes. Aunque nada se dice explícitamente, se da a entender que las formas átonas articulares no son pronombres y, por extensión, cabe pensar que tampoco considera pronombres las formas demostrativas adya-centes (esta casa, el chico aquel). El pronombre queda delimitado como una forma léxicamente vacía, con capacidad designativa fijada por el contexto, y con valor sintagmático nominal global. Insisto en que aunque la caracterización se hace a partir del pronombre personal –lo que, sin duda, ayuda a fijar los rasgos anteriores– la introducción al concepto habla del pronombre como clase de palabra, sin restrin-girlo a un tipo concreto. Esta forma de definir el pronombre como categoría, aun-que pueda adolecer de falta de explicitud en algunas cuestiones clave, parece ade-cuada para establecer los límites sintagmáticos de la palabra en relación con otras, y no solo sus similitudes de valor de contenido. Lástima que la obra colectiva no sea coherente a la hora de tratar el tema en otros capítulos que inciden en aspectos relativos al pronombre y se convierta en una auténtica trampa para el incauto lector que busque coherencia teórica dentro de la claridad descriptiva97.

No deja de sorprender que, observando los argumentos utilizados, la ma-yoría de las adscripciones del artículo a la categoría pronominal (o sustantiva) que conocemos se han hecho sin un intento de justificación gramatical teóricamente consistente. Su justificación suele residir, conjuntamente, en el conocimiento de sus orígenes latinos, su valor anafórico y –no menos importante– la aparente imposibilidad de explicar de otro modo la inexistencia de sustantivos (o unidad con valor similar) en una construcción con artículo, si estamos inmersos en el prejuicio del sustantivo. Como vimos al comienzo del capítulo, si no hay un sustantivo explícito, o se considera que el artículo sustantiva todo lo que toca, o está elidido, o es él mismo un sustantivo. En este sentido, los mayores esfuerzos que conozco para justificar teóricamente, el carácter nuclear de las unidades el, la, lo, los, las, lle-gando a eliminar totalmente, y de un modo más explícito que Bello, su carácter de unidad articular para considerarlo lisa y llanamente un pronombre, son los de Bosque-Moreno (1990), que constituye la defensa más completa que conozco en castellano y sobre el castellano de la visión generativa del carácter nuclear del artículo (considerado como pronombre). Merece la pena, pues, detenerse en su este trabajo y entrar en la cascada de argumentos con los que los autores defienden su postura chomskiana, aunque dentro de la heterodoxia y flexibilidad que caracteriza a sus autores, por lo que antes de continuar con la descripción del pronombre como

97 Vid. § 3.3.2.5. infra.

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categoría gramatical desde una óptica constitutivo-funcional, dedicaré el apartado 3.3.3. a examinarlos. Antes, comentaré brevemente un ejemplo altamente ilustra-tivo de los problemas de identificación del concepto de pronombre a través de su uso en una obra pretendidamente unitaria: la Gramática descriptiva del español editada por Bosque y Demonte (1999).

3.3.2.5. Como acabo de apuntar hace un momento, el uso del término ‘pro-nombre’ de Fernández Soriano (1999) que acabamos de ver, (aparentemente) res-tringido y bien delimitado por rasgos formales y sintagmáticos, no es común en la obra –que se supone conjunta y unitaria– en la que se incluye su trabajo como uno de sus capítulos, y cada uno de los dedicados a los diferentes tipos de pronombre supone casi una nueva opción en la consideración del término (y el concepto). Así, si en el denominado “Pronombres y adverbios demostrativos. Las relaciones deícti-cas” (cap. 14, I, 929-972), de Eguren, no parece haber excesivo contraste (aunque tampoco total coindencia) con el de Fernández Soriano, en el uso del término, en otros la cosa cambia notablemente. Eguren se refiere a la “clase relativamente ce-rrada de unidades o expresiones lingüísticas –los llamados “deícticos” –” (1999, 931), aglutinando en esa clase unidades que tienen como vínculo primario su carácter deíctico. En esta clasificación, por tanto, lo primario, lo que permite hablar de una clase de unidades, es el valor deíctico, viniendo en segundo lugar la división en pronombres y adverbios y, después, ulteriores subdivisiones. Eguren, aunque sea en nota a pie de página (1999, 937, nota 21), distingue entre pronombres de-mostrativos y ‘determinantes’ demostrativos (que considera ‘adjetivos’), sin entrar en una definición rigurosa y distintiva de pronombre, probablemente por dar por supuesto que es aquello que ‘sustituye a un nombre’. Esta distinción, en cambio, está ausente en el siguiente capítulo del mismo libro (cap. 15, I 973-1023), en el que Picallo & Rigau (1999) –de orientación igualmente chomskiana– hablan de ‘pronombres posesivos’, pese al valor siempre adyacente (o predicativo) de los posesivos, distinguiendo, después, entre pronombres posesivos ‘antepuestos’ (áto-nos) y ‘pospuestos’ (tónicos) al nombre. Al hablar de los cuantificadores en el siguiente capítulo (cap. 13, I, 1025-1128), Sánchez López vuelve a la distinción entre categorías (distribucionales), considerando que

“la clase de los cuantificadores no puede tener una base categorial. Dado el diferente estatuto de tales elementos en cuanto a las categorías a las que modifican habría que considerarlos como una clase sincategoremática a la que pertenecen determinantes, adverbios y adjetivos, con el agravante de que un mismo elemento puede pertenecer a todas las clases a la vez” (Sánchez López, 1999, 1035),

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con lo que, de nuevo, tenemos una caracterización de etiquetas como ‘determi-nante’ o ‘adjetivo’ como conceptos distintos a diferencia de lo que ocurría en el capítulo 14, en la que ambos conceptos se daban como equivalentes. La distinción entre determinante y adjetivo, aunque nunca explícitamente explicada, se deduce de su cuadro y sus ejemplos (1999, 1036), y parece referirse a la necesidad de los adjetivos de llevar otro determinante (con lo que solo los ordinales son adjetivos), frente a la imposibilidad de los determinantes de aglutinarse. El problema para casar los conceptos teóricos de estos tres capítulos está en los pronombres: si en el capítulo 14 (Eguren) se distinguían pronombres de determinantes-adjetivos, y en el 15 (Picallo-Rigau) se hablaba de pronombres posesivos, aunque su valor fuera siempre adyacente, ahora (cap. 16) el pronombre será una categoría transversal caracterizada por su función primaria, pero que, siempre a tenor de los ejemplos, se superpone a la categoría adjetiva o a la determinante (salvo en el sintagma cada uno y las unidades algo, alguien, nada, nadie, que solo son pronombres). Es de destacar que unidades como uno (o alguno o ninguno) sean vistos como determi-nantes, incluso en casos como uno de nosotros. Pero es más de destacar la incon-gruencia en el uso del término ‘pronombre’ (y sus implicaciones teóricas) en tres capítulos sucesivos de una obra descriptiva que pretende ser de referencia. Mareante referencia, al menos teórica. Todo ello independientemente de la co-herencia interna de cada capítulo, aisladamente, o de su utilidad parcial como guía descriptiva.

Las desigualdades en el tratamiento de los pronombres no acaban ahí: Rigau (1999) (= cap. 5, I, 311-362) distingue entre pronombres neutros y artículo neutro (1999, 321), pero, al tiempo, considera que las formas masculina y femenina de los determinantes demostrativos “pueden combinarse con un SN o aparecer solas”, caso este último en el que “el determinante actúa como un pronombre en el sentido de que no requiere complemento” (1999, 328), con lo cual se está diciendo que (a) pronombre no es una categoría propiamente, sino un valor equivalente a ‘función primaria’, y (b) los determinantes pueden ‘actuar’ como tales, si bien al indicar anteriormente que el SN complementa al demostrativo, Rigau está asu-miendo el valor nuclear del determinante y, con ello, su valor pronominal, al igual que los que consideran el artículo un pronombre, todo lo cual no encaja demasiado bien con la distinción entre artículo (lo) y pronombre (ello) neutros hecha anterior-mente ni con la propia distinción de estatus que parece reconocer entre Aquella es mi hermana y Este no lo sabía. Queda, pues, la duda ¿qué estatus categorial tienen realmente los determinantes? Si son pronombres ¿cómo se define un pronombre? si solo lo son cuando no acompañan a un sustantivo ¿cómo puede ser que el SN los complemente?

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3.3.3. Una visión extrema: Bosque & Moreno Cabrera (1990)

La idea que preside todo el trabajo es la del carácter pronominal del neutro lo (y, en general, de todo artículo) y, con ello, su carácter nuclear. Hasta ahí se inscriben en la tradición de los autores vistos en § 3.3.1, con la única diferencia de su mayor radicalismo. Lo que distingue a estos autores de sus predecesores en la idea es su justificación teórica del concepto de núcleo a partir de las tendencias chomskianas de los últimos veinticinco años, llegando a un compromiso metodoló-gico difícilmente digerible desde una óptica ajena a los postulados en los que se apoyan. Sin embargo los autores utilizan toda una cascada de argumentaciones de lo más heterogéneo, que pueden dar la idea de firmeza en los postulados, por lo que conviene asomarse a los pilares de la defensa de su tesis con el fin de ver su con-sistencia real.

3.3.3.1. Bosque-Moreno comienzan defendiendo la existencia de dos los distintos:

(99) Lo pequeño del local *Lo pequeña de la casa (Lo pequeño de la casa)

(100) Lo pequeño que era el local *Lo pequeño que era la casa (Lo pequeña que era la casa)

Según los autores, en (99) estamos ante un pronombre, núcleo del sin-tagma. En (100), ante un “cuantificador adjetival”98 (1990, 8). El argumento utili-zado es el de la concordancia; esto es, la imposibilidad de decir *Lo pequeña de la casa implica que pequeño está regido por lo en (99), aunque no en (100). Recha-zan, por tanto, la idea de que el lo sea un artículo nominalizador pues, en ese caso, afirman,

“habría que proponer que los artículos deciden el género de los núcleos nominales o, en general, que son los complementos los que deciden el género y número de los núcleos. No se nos ocurre cómo se podría justificar independientemente tal propuesta” (1990, 9).

Parece claro que desde una óptica ajena a los presupuestos desde los que se formulan estas cuestiones su enfoque resulta irrelevante e, incluso, erróneo en cuanto a su análisis gramatical.

98 En el resto del trabajo no se vuelve a mencionar la existencia de tal tipo de categoría, incidiéndose más bien en su negación.

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Es irrelevante (y etnocéntrico) por cuanto se toma como axioma lo que se supone que todavía debe demostrarse, y eso ocurre cuando deciden que el carácter átono de lo y su naturaleza dependiente (admiten que es un clítico), no son obstá-culo alguno para su carácter nuclear y regente. Al no valorar adecuadamente el significado y trascendencia de los procesos de gramaticalización en la creación de unidades nuevas, en este caso, del artículo, no calibran el papel estrictamente ins-trumental del mismo, subvirtiendo la jerarquía de los procesos. Así, del mismo modo que el ablativo de in Roma no proviene, en sentido estricto, de in, sino de la unidad de la que el conjunto preposicional dependa, que puede decidir que la uni-dad Roma se convierta en acusativo (Romam), el género neutro de estas secuencias (coincidente sustancialmente con el masculino) y número invariable en singular del adjetivo en (99), no viene directamente del artículo, sino que es una forma que se le impone al articulo en razón del contenido que se quiere expresar. En concreto, de la nominalización de un valor abstracto (ni masculino ni femenino) que tiene como recurso analítico el resto neutro del artículo (que sobrevivió justamente para este tipo de nominalizaciones). Esto es, el neutro aquí es resultado del valor global del sintagma nominalizado en virtud de su naturaleza semántica (como ve muy clarivi-dentemente Lapesa, 1984, 187, según veremos en § 4.3.3.), y no responsabilidad de una unidad que aisladamente no existe99. Que lo bueno es una forma invariable creada, por su rentabilidad expresiva, mediante la unión de una unidad léxica –no sustantiva– y un caracterizador neutro, para aprovechar este artículo tras la atoniza-ción del illud original y la desaparición de sustantivos neutros en romance, es un hecho histórico, y no puede aducirse como argumento para proclamar la nucleari-dad del artículo la invariabilidad del género, pues, en casos como éste, y dada la naturaleza de lo nominalizado, no tiene alternativa. Por otra parte –continúan–,

“Las propiedades referenciales de lo de Pedro, cualesquiera que estas sean, no provienen, como parece lógico, de de Pedro, sino de lo” (1990, 12)

99 Naturalmente, en la actual visión chomskiana, muy lejos ya de sus orígenes distribucionales, detalles como el carácter libre o ligado de una unidad no tienen nin-guna incidencia para su consideración como núcleo de una unidad sintáctica y, como veremos dentro de un momento, el ver el artículo como núcleo, pese a ser clítico y, por tanto, ‘no aislable’, está en consonancia con proponer las preposiciones o la flexión ver-bal como núcleos de las unidades preposicionalmente caracterizadas (las llamadas frases preposicionales) y de la frase verbal (oración), respectivamente. Responsable en gran medida de esta visión es el axioma del endocentrismo, que obliga a buscar unidades nucleares donde no las hay y, consiguientemente, a ensanchar el concepto de núcleo hasta extremos –en mi opinión– absurdos (para estas cuestiones vid. Jiménez Juliá, 2000b).

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Sin entrar en cuestiones que se tratarán más abajo (vid. § 4.5 infra), hay que decir, de nuevo, que las propiedades referenciales de lo de Pedro, como de lo bueno, no provienen de lo, sino del carácter abstracto que la lengua asigna a la referencia nominalizada. En castellano, la lengua ha considerado oportuno elegir la unidad lo como vehículo expresivo de dicho carácter, como elige el o la para la nominalización de referencias (tratadas como) no abstractas, probablemente porque la desaparición de sustantivos neutros en romance dejaba esta unidad en una situa-ción idónea para la expresión de lo abstracto a partir de cualquier unidad no (nece-sariamente) abstracta100. Por ello lo se emplea con unidades de género cambiable (adjetivos –lo bueno– o sustantivos ‘adjetivados’ –lo señor que es Don Matías–) en cuyo caso el neutro coincide sustancialmente con el masculino, como ocurría en algunos casos de la flexión latina, o con unidades sin expresión genérica (frases preposicionales o estructuras relativas), lo que hace que todo el peso de la expre-sión del mismo recaiga en el artículo, pero de ninguna manera que por ello se con-vierta en núcleo o director de lo que sigue. Y son las circunstancias históricas del lo (frente al illud) las que explican también su carencia de plural. Si creemos en la lengua como instrumento de comunicación que ajusta sus recursos a las necesida-des expresivas del hablante, y que la gramática refleja estas prioridades, es absurdo –o, en todo caso, distorsionador de la realidad de la lengua– pensar que es lo quien ‘elige’, en términos gramaticales, a de Pedro101. Y mucho más absurdo, otorgarle el carácter de núcleo, siempre y cuando usemos un concepto de núcleo razonable y con límites abarcables. El lo –insisto– no es sino un instrumento caracterizador nominativo y neutro, que en castellano excluye sustantivos (por haber desaparecido los sustantivos neutros), y no es más núcleo que la desinencia identificadora del nominativo neutro de templum o bonum (o bona), aunque entre el recurso flexivo latino y el analítico castellano hay un diferente grado de gramaticalización que no nos permite hablar de éste como de un morfema. Concentrar en el lo las ‘propieda-des referenciales’ de los sintagmas para los que ha sido utilizado es invertir la je-

100 De este modo, podemos expresar de modo analítico, no necesariamente léxico, la diferencia entre lo concreto (masculino o femenino: el/la bueno/a) y lo abstracto (neu-tro: lo bueno). En inglés, ante la indiferenciación genérica del artículo la diferencia en-tre el bueno y lo bueno tiene que hacerse mediante unidades léxicas (por ejemplo, the good one vs. the good thing) ¿Habría que decir que el papel gramatical del artículo en inglés es radicalmente diferente al del español o el del griego por no estar capacitado para expresar el género?101 Lo cual no quiere decir que no pueda haber expansiones de unidades anafóricas, co-mo en pronombres tónicos castellanos: yo, el rey; uno de Avila (no *un de Avila), Ella, maldita alma. Pero para esto la lengua habilita otros recursos, con otras restricciones, y mezclarlos es hacerle un flaco favor a la descripción lingüística.

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rarquía de la expresión de las prioridades comunicativas que debe describir la gramática.

Sin embargo, lo que más sorprende en el análisis anterior no es la conside-ración del valor nuclear de lo –que, como sabemos, se inscribe en la visión choms-kiana del concepto de los últimos veinticinco años- sino la justificación de los auto-res de la diferencia entre (99) y (100). En efecto, si la valoración de (99) puede llegar a explicarse por una peculiar concepción del concepto de núcleo, de flexibi-lidad categorial y nocional ilimitada, el análisis de (100) resulta sorprendente, por cuanto la explicación de su variación genérica es de lo más simple: si en (100) el adjetivo pequeña concuerda con casa es porque el adjetivo es antecedente de un relativo en función de predicativo (de sujeto), y ello obliga a su concordancia con el sujeto (en este caso, casa), y no porque este lo sea distinto del otro (un ‘cuantifi-cador adjetival’ encabezando una oración, nada menos102). Desde el punto de vista de su constitución, no hay diferencias, pues en ambos casos se trata de una frase nominal expandida; en el primer caso preposicionalmente; en el segundo, mediante una estructura relativa cuyo relativo funciona como predicativo. Dicho de otro modo, la diferencia entre (99) y (100) no está en la existencia de diferentes los, sino en un distinto ámbito designativo y relacional que condiciona la inexistencia y existencia, respectivamente, de concordancia. En ambos casos el núcleo no es lo, sino lo pequeño/a. En (100) esa unidad se convierte en el antecedente de un rela-tivo que funciona como predicativo dentro de una estructura copulativa (de rela-tivo) en función modificadora de lo pequeño, por lo que se adapta catafóricamente –como no podía ser de otro modo− a las características del sujeto del que predica algo. En (99), en cambio, la referencia a la cualidad abstracta no está sujeta a nin-guna otra relación sintagmática de la que dependa, por lo que nada justifica su adaptación a otro género y número que no sea el equivalente al neutro. El mante-nimiento del artículo lo en (99), por otra parte, viene dado por la necesidad –tanto en (99) como en (100)− de expresar una cualidad abstracta, como bien decía Trujillo (1987, 359) –sin asomo de vaguedad o impresionismo−, sin una identifi-cación espacial. Aunque un esquema puramente sintáctico (constitutivo-funcional) no reflejaría directamente esta diferencia, podemos ilustrarla a través de la si-guiente modificación del diagrama arbóreo de (100):

102 No me queda claro que quieren decir exactamente cuando afirma que el lo de lo pe-queño que era el local es un adjetivo que encabeza una oración. Si se refieren a su posi-ción, la cuestión es obvia. Si se refieren a que la segmentación de la secuencia es ‘[[lo][pequeño que era el local]], la justificación me parece difícil desde los postulados que alcanzo a entender.

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(101) fn (expandida)

NÚCLEO MODIFICADOR

frase preposicional

DET NOMINAL DIR. TÉRMINO

art adjetivo prepos. fn

DET. NOM.

poses. sust.

Lo pequeño de tu casa

(102) fn (expandida)

NÚCLEO MODIFICADOR

est. relativa (copul.)

DET NOMINALRELATOR PVO PRED.COP. SUJETO

Art. adjetivo relativo verbo fn

DET. NOM.

poses. sust.

Lo pequeña que es tu casa

ANTECEDENTE

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

3.3.3.2. Aunque el rechazo de los autores a la consideración de lo como sus-tantivador, en el sentido alarquiano del término, es suscribible, algunos de sus ar-gumentos no, pues lo que vienen a rechazar, en el fondo, es el carácter no pronomi-nal del lo. Así, en un momento dado consideran que el que lo nunca aparezca con complementos se debe a su carácter clítico (átono), pero sin que ello hipoteque su carácter nuclear, y ponen un símil de lo más desafortunado, pero sumamente indi-cativo de la laxitud de sus criterios:

“Algo parecido sería afirmar que la partícula latina –que no es conjunción, sino sufijo por el hecho de que siempre es un morfema ligado. El que –que sea una partícula enclítica no impide, obviamente, que sea conjunción” (1990, 10)

La verdad es que el argumento solo sirve para consumo interno de quien comparta esta visión del núcleo y de las unidades; desde una óptica funcional re-sulta deficiente filológica y gramaticalmente, puesto que el hecho de que el coordi-nador enclítico latino –que sea considerado conjunción o sea visto como recurso morfológico conjuntivo es bastante irrelevante y en ningún caso comparable a las diferencias que suponen su visión como unidad átona o como pronombre nuclear. El enclítico -que y, por ejemplo, la conjunción et, son ambos recursos estructurales, esto es, unidades gramaticalizadas para la expresión de una relación paratáctica. -que está gramaticalizado en mayor medida que las conjunciones, que pueden mantener una mayor libertad posicional (aunque muy pequeña ya en latín) pero ambas poseen un valor similar en la lengua, llamémoslas ‘conjunciones’ o no. Ni una ni otra, en una visión funcional, pueden ser núcleo de nada, porque no pueden expandirse y, por tanto, formar unidades en las que el conjunto tenga la naturaleza semántica y sintagmática del núcleo, como no lo puede ser ninguna unidad átona (que carecen de otras muchas posibilidades propias de las unidades sintácticas que el propio Bosque puso de manifiesto (cfr. 1987 § 2), como la imposibilidad de coordinación (cfr. asimismo Jiménez Juliá, 1995a § 3.2.1.2.1). Comparar el doble carácter de unidad enclítica y conjuntiva del -que latino y la posibilidad de que lo sea unidad clítica y, simultáneamente, núcleo de algo, no es de recibo salvo, una vez más, con la laxitud con la que se utiliza el concepto de núcleo del que los auto-res se sirven.

3.3.3.3. Sobre cómo hay que entender la atonicidad en sintaxis me remito a lo dicho en Jiménez Juliá, 2006, § 4.2. Solo insistiré en que me parece indiscutible que el carácter átono y el carácter nuclear son incompatibles en una misma unidad. Una palabra pierde su valor tónico y se convierte en el margen pre o postónico de

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otra con la que forma una única unidad fonológica, precisamente, porque se ha convertido en subsidiaria, dependiente y, a menudo, fijada secuencialmente. La atonicidad es pues la manifestación de una pérdida de carácter autónomo y, por tanto, de posibilidades de nuclearidad (dentro de un concepto sintáctico de núcleo). Atribuir a una unidad un valor clítico (por tanto darle un carácter átono y carente de autonomía) y, al tiempo, nuclear solo se explica, una vez más, por el peculiar uso del concepto de núcleo que los generativistas han difundido.

3.3.3.4. Para justificar estructuras imposibles frente a otras posibles, Bosque-Moreno se remiten constantemente a las propiedades del ‘pronombre lo’, sin tener en cuenta que lo que dicen de lo debe aplicarse a la secuencia ‘lo + adjetivo’, esto es, al adjetivo nominalizado como entidad abstracta. Así, consideran que la posibi-lidad de lo de Pedro frente a la imposibilidad de, por ejemplo, lo desde lejos, se debe a que en el segundo caso desde lejos no actúa como complemento del nombre (por tanto, tampoco como ‘complemento de lo’103), afirmando

“Los (adjetivos y participios) que rechazan núcleos nominales de persona quedan excluidos (*lo sonreído/*las cosas sonreídas) (...). En suma, la se-lección de los contextos distribucionales de la forma lo no puede determi-narse si se parte de que este elemento es un artículo sustantivador” (1990, 15-16).

E insisten en la idea del carácter pronominal (por tanto, de la nuclearidad) del lo, aduciendo la similitud estructural entre Lo de que ibas a llamarme y Lo de que Juan está loco con, respectivamente, La idea de que ibas a llamarme y La afirma-ción de que Juan está loco, que, según los autores,

“explica de forma simple por qué tales sintagmas admiten los mismos pre-dicados que sustantivos como hecho, idea, afirmación, etc., es decir falso, increíble maravilloso ...” (1990, 24)

Se puede (y, en mi opinión, se debe) estar de acuerdo en que lo no es un ‘sustantivador’, en el sentido alarquiano del término, pero, frente a la afirmación de Bosque-Moreno, no veo que el hecho de que lo fuese hipotecase necesariamente la existencia de restricciones a la sustantivación (aunque sus defensores no las hayan descrito ni, probablemente, pudieran hacerlo con sus instrumentos metodológicos habituales). No podemos decir, por tanto, que el que existan estas restricciones

103 Es de suponer que para Bosque-Moreno, algo como ¡lo desde lejos que llegaste! sería un caso de lo adjetivo.

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evidencie el carácter pronominal de lo. Lo que parece evidente es, más bien, que el que unidades como desde lejos o sonreído no puedan tener núcleo nominal es con-secuencia de la dificultad que tenemos de ver estas unidades como una caracterís-tica inherente y definitoria de una entidad, aunque sea abstracta, y ello es lo que dificulta (más que imposibilita) su codificación como ‘entidad definida por su cua-lidad’ a través de la secuencia ‘Artículo neutro lo + Adjetivo’. La base del pro-blema, por tanto, es que los autores atribuyen al carácter pronominal de la unidad lo lo que se deriva de las posibilidades de nominalización de los sintagmas como entidades abstractas. O, como señala Lapesa, en estos casos, “/lo/ no existe sino como componente del sintagma: fuera de él no tiene lugar ni en el sistema de la lengua ni en el discurso” (1984, 187), por lo que “Sólo el sintagma entero es ple-namente sustantivo” (ibid.) (vid. § 4.6.3 infra). Es un error considerar que lo equi-vale sintácticamente a la idea, u otros sustantivos genéricos (más bien otras frases nominales con sustantivos genéricos) por el hecho distribucional de que tras uno y otro cabe un mismo tipo de sintagma preposicional (por ej. de que ibas a lla-marme). Precisamente el que lo se utilice como articulo nominalizador para ele-mentos no animados (o abstractos) facilita la coincidencia de estas unidades nomi-nalizadas con las complementaciones de sustantivos de estas mismas características semánticas. Si pretendemos describir hechos gramaticales, sin embargo, lo impor-tante será el carácter gramatical de los recursos que se utilizan para expresar un contenido. En este sentido, decir que lo en lo de tu primo equivale en todo lo rele-vante, valor nuclear incluido, a la cuestión/el problema .... de tu primo supone confundir términos en el mismo sentido en el que se confunden cuando se hace equivaler la preposición con y la forma verbal en gerundio teniendo en el contexto ___ la ventana abierta, como núcleos similares del sintagma que forman (vid. Bosque, 1989, 31-32 y Jiménez Juliá, 2000, 92). El error, en último término, pro-viene, además de por una peculiar forma de análisis, de no ver diferencias entre las formas átonas y las tónicas derivadas de ille, y pasar por alto el cúmulo de procesos claramente distintos que implica la atonización de la serie con respecto a las formas que se conservaron como tónicas. Lo que puede asimilarse a la estructura de La idea de que ibas a llamarme / la afirmación de que Juan está loco es

aquello/eso de que ibas a llamarme / de que Juan está loco.

Eso o aquello, (en español no ello, limitado a términos de preposición o usos rectos sin posibilidad de modificadores preposicionales; y, por cuestiones normativas, tampoco esto) son los verdaderos pronombres neutros que equivalen a núcleos nominales del tipo la afirmación o la idea, y difieren de la estructura for-mada por la nominalización de la frase preposicional (lo de que ...), del mismo modo que aquél es el pronombre que difiere de la nominalización con el en el par

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aquél que quiera venir / el que quiera venir (cfr. § 4.4. infra), perdiendo, en este caso, sus posibilidades de oposición en el plano de la deixis (*ese que quiera venir; *este que quiera venir). Estos pronombres (tónicos) son los que heredan el valor sintáctico del (ecce) illud o (ecce) ille latinos como antecedente del relativo y los que se comportan como pronombres (como, por otra parte, señalan los propios autores más abajo (vid. Bosque-Moreno, 1990, 27). Álvarez Martínez (1986) tiene razón al decir que la consideración de lo como pronombre supone establecer dos estructuras similares para un mismo fin, aunque no son idénticas comunicativa-mente, si bien su ejemplo quizá no fuese el adecuado104.

3.3.3.5. Un último ejemplo de la subversión argumentativa de los autores lo proporciona su explicación de casos como (incluyo también la numeración de los autores):

(103) (18)a *Es lamentable que aceptó el soborno(18)b Es lamentable que aceptara el soborno

(104) (19)a Lo lamentable es que aceptó el soborno(19)b Lo lamentable es que aceptara el soborno

(105) (20)a El hecho lamentable es que aceptó el soborno(20)b El hecho lamentable es que aceptara el soborno

ante los que señalan:

“Desde la hipótesis que estamos defendiendo, estos ejemplos tienen una explicación relativamente sencilla: el adjetivo no es el núcleo del sintagma nominal en (19), por lo que no selecciona el subjuntivo (...) la gramaticali-dad de los ejemplos de (19) debe relacionarse con la de los de (20), en los que el sustantivo que funciona como núcleo es compatible con los dos mo-dos” (1990, 24-25).

Como se puede observar, a través de un análisis de la secuencia tan pecu-liar como interesado, de nuevo atribuyen exclusivamente al lo (y a su carácter nu-clear) el que no haya bloqueo del indicativo en (19), y no a la nominalización como

104 Álvarez Martínez (1986, 48) aduce la posibilidad de utilizar lo y ello indistintamente en secuencias como por lo/ello mismo, a lo que los autores replican considerando la existencia de dos unidades mismo y deshaciendo así la identidad de estructuras aludida por Álvarez Martínez (Vid. Bosque-Moreno, 1990, 16 y Garrido, 1990, 97-98). Sin em-bargo, y dadas las enormes restricciones de uso del neutro pronominal en castellano, se puede aducir el mismo caso de doblete estructural en el que venga y aquél que venga, dado el carácter pronominal que Bosque-Moreno atribuyen a la forma átona.

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tal, esto es, a la frase nominal: si en (18) el adjetivo lamentable es un predicativo de una estructura copulativa para cuyo sujeto de carácter verbal se requiere el modo subjuntivo, en (19-20) el predicativo es una entidad expresada en forma de frase nominal; en (19), lo nominalizado es un adjetivo (lamentable), que por tanto, adquiere las características de cualquier frase nominal (ya no las del adjetivo que se nominaliza); en (20), una frase sustantiva, con similares consecuencias. Es, por tanto indiferente, el tipo de frase nominal que funcione como predicativo: en ningún caso ‘seleccionará’ un modo concreto en el verbo de la estructura que fun-cione como sujeto. Y es una falacia atribuir esto al lo, como núcleo pronominal105. Con argumentos como éstos es como se puede llegar a considerar el acusativo como núcleo en la secuencia [vixit] decem annos, o la preposición ad el núcleo de [eo] ad Romam (Bosque, 1989, 61 y ss.) pues, siguiendo esta lógica es este caso y esta preposición, respectivamente los que plasman la configuración morfológica final de la secuencia, con lo que estaremos subvirtiendo la consideración de lo que son causas y lo que son consecuencias en la lengua (cfr., a este respecto, Jiménez Juliá 2000).

Podemos decir, para resumir los dos últimos parágrafos, que en general los autores atribuyen al lo los rasgos que se derivan de la entidad nominalizada y, muy particularmente, nominalizada como abstracta (‘en neutro’)106.

105 Las soluciones ad hoc para hacer recaer en el lo la responsabilidad de todo proceso gramatical son numerosas. Así, para explicar la imposibilidad de los ejemplos (b) –frente a los ejemplos (a)–(11)a. Lo muy caro(11)b *Lo tan caro(12)a Nunca he visto [la casa][tan bonita](12)b *Nunca he visto [la casa tan bonita]consideran, además de la similitud de lo y la casa, que

“lo único que es necesario añadir para excluir (11b) es que un pronombre átono no puede ser proclítico de una categoría ajena al sintagma al que pertenece” (Bosque & Moreno, 1990, 15)

lo cual es bastante de perogrullo, pues lo mismo se puede decir de un determinante (unidad átona directamente unida a la unidad que nominaliza). Lo que afirman los auto-res establece, ni más ni menos, el carácter dependiente del lo, pero no dice nada sobre su valor pronominal. Y según cómo se entienda este carácter dependiente, el argumento puede volverse en su contra.106 Este cambio de óptica con respecto a lo que en una lógica funcional son las causas y lo que son sus efectos la vemos claramente afirmaciones como la siguiente:

“Una particularidad interesante del lo cuantitativo afecta al adjetivo que lo modi-fica. Los que pueden hacerlo constituyen un grupo muy restrictivo de adjetivos epistémicos ...” (id., 1990, 34).

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3.3.3.6. La defensa del lo pronombre requiere a veces de manipulaciones, muy habituales en ciertos trabajos lingüísticos, relativos a lo aceptable y no acepta-ble. Bosque-Moreno utilizan con gran ligereza los asteriscos a propósito de ejem-plos como *[[la puerta de la casa][de madera]], frente a [[la puerta][de la casa de madera]], o la ‘imposibilidad de *La de Cervantes que más me gusta (id., 40-41). Independientemente de las conclusiones que saquemos al respecto, parece evidente que el español está muy lejos de prohibir estas estructuras. Una cosa es que exista una gradación lógica y más o menos habitual en el habla, que lleve a preferir, en condiciones comunicativas no marcadas, La que más me gusta de Cervantes, y otra muy diferente que el español no permita la nominalización de la frase preposicional (La de Cervantes) y, posteriormente, la modificación relativa del conjunto ([[La de Cervantes][que más me gusta]]). De hecho, y como he señalado en otro lugar (Jiménez Juliá, 2001b), habría que enmendarle la plana al mismísimo Cervantes cuando se atreve a contravenir las reglas que tan bien sirven para este tipo de generalizaciones al subvertir el orden lógico ‘sustantivo + calificativo + relativo’ y decir cosas como:

(106) Él dijo que sí llevaría y que ansimesmo pensaba llevar un asno que tenía muy bueno, porque él no estaba duecho a andar mucho a pie (Quijote, I, VII).

Pero estas distorsiones de la realidad de la lengua a la hora de describirla son necesarias cuando se quiere forzar la teoría hasta convertirla en un juego lógico más o menos coherente con independencia de su adecuación a la descripción de los datos lingüísticos.

3.3.3.7. Toda la justificación del carácter pronominal de Bosque-Moreno reside en la necesidad de considerar el lo (y, como veremos dentro de un momento, todo artículo), como núcleo del sintagma. Ésta, a su vez, se basa en la evidente

Esto es, no dicen: “los adjetivos que pueden nominalizarse con el artículo neutro y tener acepción cuantitativa son un número restringido”, sino lo contrario, es el lo el que ‘se-lecciona’ adjetivos según sus conveniencias. Hay casos, sin embargo, donde no pueden explicar todo a partir del lo. Así, la imposibilidad de decir *Duermo lo muy necesario les sugiere que “esta limitación es de naturaleza diferente y excede a la gramática de lo” (id., 1990, 37), admitiendo que ocurre lo mismo en ejemplos como Tómate el tiempo (*muy) necesario. Es de destacar lo por los pelos –siempre desde mi perspectiva– que están cogidos los argumentos para afianzar el carácter nuclear de lo sobre la base de ejemplos como lo estrictamente necesario, lo de antes en relación con Tomaba la misma cantidad de antes y un, a decir de los autores, imposible Tomaba la misma can-tidad de Pedro (cfr. 1990, 37.)

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poca idoneidad de la consideración de la unidad que acompaña al artículo como núcleo del todo. El razonamiento, entonces, es claro: si en una secuencia ‘lo (el/la) + X’, X no es núcleo, lo (el/la) asumirá ese papel. El argumento es impecable siempre que se acepte un prejuicio del endocentrismo ya aludido, según el cual toda construcción sintáctica es endocéntrica y, por tanto, tiene una unidad nuclear. De hecho, los autores dan por supuesto que hay que aceptar el ‘principio de la endocentricidad’ porque “Abandonar este principio traería problemas de muy difí-cil solución, si se manejan categorías sintagmáticas” (1990, 12). Naturalmente, no mencionan qué tipo de problemas ni parece fácil, para quien no esté inmerso en esa idea, ver no solo qué problema supone aceptar que no todas las categorías sin-tagmáticas son endocéntricas sino, muy al contrario, llegar a vislumbrar cómo describir el funcionamiento de la lengua real con tamaño prejuicio. A partir de ahí se explica (que no justifica) la ampliación del concepto de núcleo y la búsqueda desesperada de argumentos para una mejor justificación del carácter nuclear de palabras estructurales y dependientes, así como una total falta de atención de todos aquellos aspectos que pudieran poner en videncia lo inoportuno de la propuesta.

La consecuencia lógica de hacer de lo el núcleo y, de paso, otorgarle un carácter pronominal107 es la de hacer extensivo dicho carácter a todos los miembros del paradigma al que pertenece lo. Aquí los autores se muestran coherentes con la postura adoptada desde un principio, afirmando:

“Sintagmas como el bueno, la de María o el hombre pueden desempeñar las mismas funciones sintácticas y además poseer carácter referencial. La pregunta es ahora: ¿de dónde obtienen esas propiedades? Parece claro que no es del presunto núcleo nominal, ya que éste ni es capaz de desempeñar esas funciones, ni posee en sí mismo capacidad referidora alguna. Resulta pues evidente que la capacidad referidora de el hombre no puede provenir de hombre sino de el (independientemente de la categoría que asignemos a esta partícula) y que la de la de María no puede provenir de de María sino de la” (1990, 43)

y continúan:

107 Para Bosque-Moreno, carácter nuclear supone valor pronominal. Por eso rechazan la postura de Eguren (1990) quien, desde una óptica igualmente generativa, defiende un Sintagma Determinante (SDET) en el que el núcleo es el artículo, coincidiendo con su postura “en considerar el el núcleo de el libro de Pedro, pero no exactamente en que el sea un ‘determinante’” (id., 47).

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“Nuestro punto de vista es que el artículo, como variante pronominal que en realidad es, puede ser concebido como una variable categorizada (...) cuyo rango es restringido por el sustantivo, que a su vez denota una propie-dad y no una entidad. Ello tiene la ventaja de reducir la llamada ‘determi-nación’ a un proceso de precisión de la referencia que consiste esencial-mente en restringir el rango de una variable categorizada. Creemos que esta concepción (...) ayuda a comprender la naturaleza deíctica del artículo, la tradicional analogía entre artículo y pronombre, e incluso la evolución dia-crónica del primero a partir del segundo” (1990, 44).

En su explicación de la naturaleza de la relación entre artículo y su ‘com-plemento’, aparece una ecuación de carácter lógico que, aunque pueda ser ade-cuada como ‘equivalencia’ parece lejana a una descripción de las relaciones gra-maticales que realmente se dan en la lengua, pero, en cualquier caso, muy acorde con el tipo de argumentaciones manejadas por los autores:

“Nuestra propuesta sugiere además una relación, que creemos sistemática, entre pares como el hombre y Él es hombre o la de María y Ella es de María. Debe reconocerse un tipo de relación atributiva ‘implícita’ entre el y hombre en el hombre” (1990, 45).

Por todo ello, concluyen:

“Los argumentos que aducimos nos llevan a sugerir una extensión de nuestro análisis del pronombre lo a los sintagmas encabezados por el o la en la dirección que hemos señalado. Más concretamente, puede afirmarse que el hombre, el alto y la de María son sintagmas endocéntricos con núcleo pronominal y modificador nominal, adjetival o preposicional.” (1990, 45-46).

A este sintagma lo denominan “sintagma pronominal”, como cabe esperar. Con esta propuesta, se rechaza la hipótesis del ‘núcleo nominal nulo’, considerando ahora (frente a Bosque 1989 § 9.2, en el que se le otorgaba un probable carácter equivalente a ambas propuestas) que la ∅ de Pedro no es un análisis adecuado:

“Desde nuestra propuesta no es fácil justificar la introducción de un sus-tantivo nulo (o una proyección nominal) que modifique al núcleo en la ∅ de Pedro, porque no parece que un elemento nulo pueda restringir el rango de una variable categorizada” (1990, 46).

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En suma, que llegamos a la conclusión de que todo artículo es un pronom-bre (en esto Bello se había adelantado), y que, como tal, es el núcleo del sintagma, siendo la unidad que sigue (sea la que sea) una extensión modificadora especifica-tiva de la identidad de la referencia aportada por este pronombre.

Como se ve, las tesis de Bosque-Moreno se basan, en gran medida, en una serie de presupuestos sin los cuales sus argumentos no se sostienen. Estos presu-puestos provienen, en muy buena parte, de postulados chomskianos o filochoms-kianos, pero en otra, de una serie de prejuicios comunes a todos los defensores del carácter pronominal del artículo (o, al menos, del lo neutro). La realidad de la len-gua, sin embargo, aconseja explicar estas construcciones sin tales prejuicios y, por tanto, sin las consecuencias que conllevan. En el próximo parágrafo estableceré brevemente qué noción de pronombre se puede considerar útil para la descripción gramatical y, posteriormente, las razones por las que el artículo (y los determinan-tes en general) han dejado de ser pronombres.

3.4. El pronombre como categoría gramatical

Parece claro que cualquier discusión que se inicie sobre el pronombre puede resultar interminable y, llegado un momento, sería difícil determinar si la discusión giraba en torno al pronombre o en torno a marcos teóricos y fines des-criptivos. Por tanto, la noción de pronombre aquí considerada y, con ello, mis razo-nes para rechazar tanto la inclusión del artículo en la categoría de los pronombres, como de la posibilidad de aquél de ser núcleo de un sintagma (o de éste de ser adyacente) se basarán en una serie de consideraciones sobre el pronombre como categoría sintagmática que expongo brevemente a continuación.

3.4.1. Pronombres y proformas

Para determinar un concepto de pronombre útil en la descripción gramati-cal, y sin afán alguno de originalidad, es preciso, por una parte, tener una idea clara de la jerarquización relativa de las distintas clases de palabra y, por otra, de las diferencias esenciales que se establecen entre el conjunto de unidades que podemos llamar genéricamente ‘proformas’, en el interior de los cuales se encuentran los denominables, con carácter restringido, ‘pronombres’. Sobre la primera cuestión, la clasificación general de las palabras, no es éste el momento de extenderse, pues es en sí mismo un tema merecedor de una monografía más amplia que la presente. Me limitaré a recordar el CUADRO I incluido en Jiménez Juliá, 2006, § 1.1.1.1., y remitir

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a Jiménez Juliá (2001a § 2) para unas breves indicaciones sobre esta caracteriza-ción108. Me fijaré, algo más, por el contrario, en el conjunto de las ‘proformas’ que, globalmente, se opone al de las palabras ‘plenas’ y al de las palabras ‘estructura-les’. De aquel esquema reproduzco por comodidad la parte correspondiente a las proformas:

CUADRO VI

PROFORMAS EN CASTELLANO

TONICAS

Pronombres(con flexión nominal)

PersonalesDemostrativosIndefinidos

Partículas interrogativas

ÁTONASParticulas relativas[Clíticos]

Del cuadro se desprende que para una explicación gramatical de las unida-des significativas es preciso hacer una serie de distinciones –en lugar de esconder las diferencias bajo una etiqueta común, sea ‘pronombre’ u otra–, la primera de las cuáles es el carácter tónico o átono de los elementos. Como señalé en Jiménez Juliá, 2006 § 4.2., ‘tonicidad’ es sinónimo de carácter independiente, interpretando la independencia como libertad contextual (y secuencial) y, con mayores o menores restricciones, posibilidad de expansión109. La atonicidad, por su parte, es siempre consecuencia de la pérdida de autonomía de una unidad, si bien la ausencia total de sílaba tónica en una unidad ‘atonizada’ depende a menudo de factores fonotácticos: tan ‘atono’, esto es, tan ‘dependiente’ es el en el niño, como ese en ese ángulo. Fónicamente, sin embargo, unidades como ese, este, algún o cualquier, conservan un acento (aunque en el conjunto formado con la unidad que caracterizan se con-vierta en secundario) por su carácter no monosilábico. Pues bien, las proformas pueden ser tónicas y átonas, siendo ésta una diferencia básica, no solo entre las proformas, sino entre cualesquiera unidades de la lengua.

108 Para una visión muy pertinente sobre las clases de palabra, con observaciones sobre los criterios de clasificación, son sumamente útiles los capítulos XIV y XV de Adrados (1992).109 Bosque (1989,33) prefiere el término de clítico para las unidades gramaticales atonizadas, reservando el de átono para el terreno de la prosodia.

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3.4.2. Proformas átonas

Las proformas átonas son de dos tipos: ‘clíticos’ y relativos. Los clíticos, en realidad, son meros morfemas verbales, diferenciados de los llamados morfemas flexivos solamente por no ser parte definitoria de la estructura del verbo. Las partí-culas relativas (tanto los tradicionalmente llamados ‘pronombres relativos’ como los denominados ‘adverbios relativos’) son unidades anafóricas, primitivos demos-trativos o interrogativos (indirectos) con modalidad declarativa, presentadores de la unidad que luego se especificaba apositivamente, que perdieron su carácter inde-pendiente y se quedaron en meros introductores anafóricos y desambiguadores de la unidad sobre la que se atribuía un proceso verbal110. En estas circunstancias, clíticos y relativos, como unidades especializadas, gramaticalizadas y atonizadas que son, carecen de cualquier posibilidad nuclear y se alejan de cualquier homolo-gación gramatical con las unidades tónicas de idéntico origen: los pronombres personales nominativos y las partículas interrogativas, respectivamente.

3.4.3. Proformas tónicas

Las proformas tónicas, por su parte, son los únicos verdaderos sustitutos de unidades plenas (palabras o construcciones sintácticas) con su mismo valor y, en cierta medida, sus posibilidades sintagmáticas. En efecto, como acabo de mencio-nar, los clíticos no son sino unidades morfológicas que no podrían soportar la más mínima operación sintáctica111, y los relativos índices de una unidad funcional, que bloquean la aparición de la misma, pero que carecen de las posibilidades de movi-

110 Aunque las hipótesis sobre la creación de los relativos en las lengua IE son variadas (cfr. Delbrück (1900, III, 415 y ss.), Hirt (1934, 202 y ss.), Lehmann (1974, 58 y ss.), Justus (1973) o Costello (1983)), los datos parecen corroborar la idea (defendida por Brugmann, Delbrück o Costello) de la derivación de las relativas de secuencias verbales independientes y las partículas relativas, en concreto, de temas pronominales (del IE *yo-) o –probablemente– de interrogativos indirectos (tema en *kwi *kwo). Para esta compleja cuestión cfr., además de las arriba mencionados, Mendoza (1999, 224 y ss). Las lenguas germánicas o el griego muestran claramente el origen demostrativo de los relativos, sin duda a partir de construcciones apositivas (cfr. Adrados (1992, 331). Para una excelente revisión histórica de las construcciones relativas en inglés antiguo, con descripción pormenorizada de las teorías al respecto, vid. Suárez Gómez (2006), espe-cialmente cap. 2.111 Sobre el carácter morfológico de los clíticos, véase Bosque (1987, §§ 4 y 5), y Jimé-nez Juliá (1995a, 110-112 y 120-123).

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lidad y expansión de los elementos a los que se refieren (y solo se dejan flexionar analíticamente mediante el artículo), siendo, por tanto, meros sustitutos ‘referen-ciales’ de las unidades indicadas, pero en absoluto equivalentes sintácticos. Frente a todo ello, las proformas tónicas adoptarán el valor gramatical que tendría la uni-dad referida de estar expresada léxicamente, aunque suelan variar las condiciones textuales y modales de las secuencias según se expresen con unidades léxicas y con proformas. Las proformas tónicas son de dos tipos: las ‘partículas interrogativas’ y los ‘pronombres’ (propiamente dichos). Las partículas interrogativas son unidades de variada estructura formal (desde la flexión nominal total, en algunas lenguas, hasta la invariabilidad) cuyo vacío de contenido referencial autónomo está directa-mente conectado con la modalidad a la que sirven. No es casual que gran parte de las unidades relativas vengan de una atonización, y consiguiente descontextualiza-ción gramatical y modal, de primitivas unidades interrogativas. Los pronombres, por su parte, son verdaderos nombres sin rasgos significativos intensos (a no ser que consideremos como tales la ‘deixis’, la ‘cuatificación’ y demás) y con valor referencial abierto. Insisto en que aunque tradicionalmente el término ‘pronombre’ se ha aplicado a la totalidad de las proformas, parece conveniente reservar una etiqueta para este tipo concreto, dadas sus características tanto formales como sin-tagmáticas, y qué mejor para ello que la de ‘pronombre’ (dejando la genérica de proformas, con el correspondiente apellido, para las demás), teniendo en cuenta que son las únicas que conservan las características formales de los nombres (sustantivos y adjetivos), además de sus valores sintagmáticos. Serán pronombres, pues, los ‘personales’, ‘demostrativos’ e ‘indefinidos’, incluyendo numerales y cuantificadores (y no otros). A diferencia de las demás proformas, estas unidades se comportan como verdaderos ‘sustitutos’ de otras formas (no solo nombres), según algunas definiciones tradicionales, en el sentido de que pueden ocupar el lugar de una unidad léxica que le sirva de referencia en prácticamente cualquier contexto. Frente a ellos, las partículas interrogativas (tanto en su uso directo como indirecto), además de tener un flexión limitada (en castellano) a solamente el número, o ser invariables (los llamados tradicionalmente ‘adverbios interrogativos’ o la forma qué), no pueden ser sustituidos en el sintagma por su referente sin variar aspectos cruciales de la enunciación. Su libertad, tanto posicional como expansiva, aunque limitada con respecto a los pronombres, contrasta con la rigidez de las formas átonas en este aspecto. De las líneas anteriores se desprenden ciertas características propias de los pronombres o, para ser más exactos, de la noción de pronombre más productiva para la descripción gramatical, que, entre otras cosas, excluyen la posibilidad de considerar como tal a cualquier manifestación articular o átona en general. Estas características se pueden resumir en las siguientes:

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3.4.3.1. Los pronombres personales son siempre tónicos. Es cierto que la denominación tradicional para los clíticos verbales ha sido y es la de ‘pronombres personales átonos’, pero, sigamos denominándolos así, o utilicemos la etiqueta diferenciadora de ‘clíticos’, lo importante es saber que estamos ante unidades pro-venientes de un mismo paradigma (él y lo, ella y la, etc.), pero sincrónicamente bien diferenciados por su actuación gramatical.

3.4.3.2. Los pronombres tónicos son siempre referenciales, en el sentido en el que decimos que el tema de una cláusula es siempre una unidad referencial: señalan entidades identificables como existentes en la esfera de conocimiento de los interlocutores. Ello excluye, muy particularmente, valores intensivos, como propiedades, características o circunstancias, que no estén tratadas como entidades. Cuando decimos éste, esto, alguno, él, bastantes, etc., nos referimos a entidades, concretas o abstractas, vistas en su singularidad o como plurales, pero, en defini-tiva, entidades referenciales. Ello implica, a su vez, su homologación con unidades nominalizadas (el niño, mi casa) o determinadas adjetivalmente (muchas cosas, cinco días), o con nombres propios, pero no con sustantivos aislados. De ahí, igualmente, la exclusión de los posesivos tónicos como pronombres, pues en espa-ñol, como adjetivos que son, solo pueden aparecer en posición nuclear si están nominalizados, a diferencia de, por ejemplo, el inglés112.

3.4.3.3. La anterior característica implica que los pronombres, que no estén subordinativamente caracterizados (por ejemplo, mediante una preposición), nunca tienen valores de modificación, esto es, nunca son dependientes de otra unidad no verbal. Por el contrario, son siempre nucleares. Naturalmente, para afirmar esto es necesario tener una cierta noción de ‘nucleo’ o, más exactamente, rechazar el uso del concepto de núcleo mencionado a lo largo del apartado 3.3. (supra), lo cual se puede hacer simplemente, tratando de mantener cierto rigor en el uso de los térmi-nos y coherencia en el de los conceptos. Un pronombre nunca es un adyacente (y, menos, un adjetivo). Otra cosa es que ciertas unidades, por sus características refe-renciales, puedan integrarse en un doble paradigma (como pronombres y como adjetivos). Es lo que sucede con las unidades con valor semántico determinativo, tanto determinantes como adjetivos determinativos. Ahora bien, hay que tener en cuenta que, pese a la identidad fónica e histórica entre determinantes (esta casa es grande), o adjetivos determinativos (llegaron dos niños), por un lado, y pronom-

112 No hay más que observar la diferencia entre el uso del posesivo tónico con valor subjetivo en español y en inglés: mientras en español decimos Mi coche es muy bueno pero el tuyo es mejor (cfr. *... pero tuyo es mejor), en inglés diremos My car is good, but yours is better ( ... *the yours is better).

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bres (ésta es grande, llegaron dos) no se trata en modo alguno de la misma unidad gramatical. De hecho, como sabemos, las diferencias de paradigma pueden acabar provocando diferencias de forma, y en el caso de los determinantes, de tonicidad. No parece pertinente volver a la vieja polémica de la dualidad o unicidad de cate-gorías, ya comentada en § 4.1.2. supra, sino de constatar el hecho de que, indepen-dientemente de cómo denominemos unidades como este, poco o cualquiera, su actuación en cada paradigma se explica mucho más adecuadamente como una adscripción a unidades diferentes que como unidades multifuncionales, del mismo modo que, pese a su origen común, no hablamos de una unidad con múltiple fun-ción en partículas como que, como, si, etc., o, en un plano teóricamente menos relevante, decimos que unidades plenas como torero en es un buen torero, y en el niño torero sean ambas sustantivos o ambas adjetivos, sino un nombre sustantivo, en el primer caso, y un nombre adjetivo en el segundo.

3.4.4. Recapitulación

Las anteriores observaciones nos permiten fijar la naturaleza de los proble-mas a los que lleva incluir la actuación de los artículos –sean solamente los neutros, sean todos los demás, la cuestión es siempre la misma– dentro de las pronominales. El origen histórico del artículo y la pervivencia de sus posibilidades anafóricas no justifican su homologación con unidades tónicas (como él, mucho o esto) independizables de las unidades con las que pueden relacionarse directamente (él solito, mucho de lo que vi, esto que me cuentas) y de las que siempre son subordinantes, por no haber sufrido el proceso de gramaticalización propio de los determinantes, en general, y del artículo en especial.

3.5. La naturaleza del artículo. Recapitulación

Podemos resumir como sigue las conclusiones fundamentales sobre la naturaleza categorial del artículo y, con ello, sobre el prejuicio de la necesaria pre-sencia de un sustantivo dondequiera que se encuentre:

1) El artículo es una unidad atonizada especializada en la presentación de unidades anafóricas o genéricas y, por tanto, muy útil para la expresión del conte-nido nominativo. Sirve como determinante general, en oposición a otros determi-nantes específicos y, en contextos no temáticos puede oponerse a su ausencia, con valores de contenido variables según contextos. La asociación del artículo a una unidad, sea sustantiva o no, da como consecuencia una unidad ‘caracterizada’ que

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denominamos frase nominal, sin que el artículo, como tal, haga otra cosa que habi-litar la unidad siguiente como nombradora. Como veremos en § 4 infra, su forma genérica y numéricamente articulada le permite asociarse con partículas de relativo actuando como unidades referenciales (frases nominales de valor puramente anafó-rico) a las que dota de los contenidos de los que carece por su ausencia de flexión.

2) En cuanto a su naturaleza categorial, se trata de una unidad sumamente gramaticalizada, por tanto sin carácter ‘pleno’ en sentido alguno, aunque tampoco puede considerarse un morfema, por no estar integrado en la estructura morfológica de ningún tipo de unidad. No es, pues, adjetiva, aunque tenga un carácter adyacente, ni pronominal, entendiendo por tal una unidad tónica con valor referencial autónomo, aunque pueda ser potencialmente anafórica

3) Finalmente, el artículo ni convierte unidades en sustantivos ni presupone su existencia implícita. Como determinante general, el uso del artículo ante diferentes tipos de unidad es el mecanismo que la lengua utiliza para habilitarlos como nombradores, sin alterar ni la naturaleza semántica ni los rasgos internos de estas unidades, esto es, sin modificar lo definitorio de las categorías. Por tanto, la acción del artículo no es ‘transcategorizadora’ en sustantivos, sino ‘nominalizadora’, entendiendo por tal habilitadora para nombrar. Su papel es similar al de otras formas nominalizadoras –que no sustantivadoras– de otras lenguas, como la del japonés no113 o, en cierta medida, a la acción combinada de DET _ one en inglés (the good one).

En suma, se trata de un recurso que la lengua ha habilitado para convertir en unidad referencial y potencialmente temática cualquier otra unidad, incluyendo los propios sustantivos, que necesitan de la determinación externa tanto como cual-quier otra unidad para poder ser empleados temáticamente –nominativamente, en sentido estricto–.

Las diferencias gramaticales del artículo con los determinantes plenos, por otra parte, residen, como vimos en § 2.3.3 supra, en que éstos solo actualizan uni-dades (sentidas como) sustantivas, mientras que el artículo lo hace, en principio, con todo tipo de unidades. Ello supone una diferencia de ámbito pero no, en sen-

113 Por ejemplo, para nominalizar adjetivos: kanojo wa hoshii no wa, atarashii piano desu. Lit.: ella (FOCO) + deseable + no (TEMA) + nuevo + piano + es (‘lo que ella quiere es un piano). O para nominalizar verbos: gaikoku-go o manabu no wa, muzukaxhi desu ne. Lit.: Lengua extranjera (ACUS) aprender + no (TEMA) +dificil + es + PARTIC. EXPRES. (‘Aprender una lengua extranjera es dificil). Ejemplos extraí-dos de Chino (1991, 70).

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tido estricto, de comportamiento. Y ello es normal, la lengua no tiene recursos superfluos, y con tener uno solo de carácter general le llega para satisfacer sus necesidades nominalizadoras generales.

En dos palabras podemos decir que el artículo no es ni pronombre ni transpositor, sino marca analítica y general de unidad nombradora y potencialmente temática.

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4. LA FRASE NOMINAL CON ARTÍCULO. EL ARTÍCULO CON RELATIVO

Hemos visto en los dos capítulos anteriores que las distintas visiones de las secuencias precedidas por artículo, particularmente, cuando no sucedía un sustantivo, han estado presididas por lo que he denominado el ‘prejuicio del sustantivo’, del cual se derivan las consideraciones de aquél como unidad sustantivadora, introductora de un sustantivo elíptico, o su valor pronominal o sustantivo, apelándose a menudo a soluciones mixtas según los casos. El problema tiene varias caras, como ya hemos ido viendo, pero la raíz del mismo en relación a esta última solución (‘pronominal’) se halla en la ausencia de consideración, en la práctica, de la pérdida de naturaleza sintáctica del artículo, y, con ello, su imposibilidad de adoptar papeles reservados a unidades plenas (sustantivos o adjetivos), palabras con las que observa una radical diferencia de comportamiento.

4.1. El relativo y su antecedente

4.1.1. Antecedentes y marcas flexivas

La primera cuestión que requiere aclaración es el supuesto papel ‘sustantivo’ del artículo cuando se usa el neutro lo, o en casos como el de ayer, el que llegó, o el bueno. Parece evidente que al hablar de este papel ‘sustantivo’, tanto Bello como Lapesa o Bosque están mezclando peligrosamente dos cuestiones muy distintas. Por una parte, se dice que el artículo es aquí sustantivo porque conlleva el peso de la indicación de la referencia, a través de sus rasgos genéricos y numéricos –como si eso no lo hiciera siempre–, esto es, se le da un carácter sustantivo por su valor anafórico o simplemente presentativo. Pero, en segundo lugar –y esto es más grave–, se supone que gramaticalmente actúa como el sustantivo a cuyo referente designa, convirtiéndose, por tanto, en el verdadero antecedente, en el caso de los relativos (el que llegó), y en el núcleo del sintagma en los demás casos (lo bueno, el de ayer o la buena). Un análisis medianamente riguroso de la actuación del artículo en estos casos, nos permitirá ver cuán lejos está de actuar como antecedente de nada. Observemos los ejemplos (107-111):

(107) El hombre que vi ayer(108) El hombre a quien vi ayer

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(109) El hombre al que vi ayer(110) El hombre al cual vi ayer(111) *El hombre a aquél que vi ayer

¿Por qué resultan naturales (107-110), pero no (111)? La razón hay que buscarla en el diferente comportamiento de aquél con respecto al de el: mientras el no es en modo alguno un antecedente, sino una unidad átona que sirve como caracterizador analítico de los rasgos de género y número del relativo, aquél es una unidad tónica y que actúa como tal, en este caso, como deíctico antecedente del relativo. Ello impide que aquél se pueda integrar en una secuencia especificativa que ya tiene antecedente explícito. En los otros casos (107-110), que incluyen el que y el cual (y el genérico que), la construcción es perfectamente lícita porque no se repite antecedente alguno. La repetición de un antecedente solo es posible cuando se produce una aposición explicativa, pero entonces el antecedente precede al conjunto ‘preposición + relativa’:

(112) El hombre del maletín, aquél al que vi ayer.

Véase, en cambio, la imposibilidad de utilizar este último esquema con el artículo (secuencias (b) de 113-115), posibilidad que sería, no solo esperable, sino obligada, si la unidad articular fuera realmente el antecedente del relativo. Ni siquiera el pronombre personal tónico tendría sentido aquí, pues dicha estructura está ya ocupada en la lengua por la forma con el demostrativo genérico aquél:

(113a) El hombre del maletín, aquél a quien vi ayer(113b) *El hombre del maletín, el/él a quien vi ayer(114a) El hombre del maletín, aquél al que vi ayer(114b) *El hombre del maletín, el/él a que vi ayer(115a) El hombre del maletín, aquél al cual vi ayer (menos frecuente)(115b) *El hombre del maletín, el/él a cual vi ayer114.

Es más, si el fuera el antecedente en el que vi ayer, difícilmente podríamos decir algo como (112), pues repetiríamos tres veces el antecedente, dos de ellas

114 Es cierto que, frente a lo que ocurre con el que, el relativo el cual tiende a verse co-mo con un mayor grado de gramaticalización, siendo todo él un conjunto relativo, todo ello avalado por la necesidad de utilizar el cual siempre con un relativo explícito, frente a lo que observamos en el que (Cfr., por ejemplo Lapesa, 1966). Veremos dentro de un momento (§ 4.1.2. infra) que la utilización necesaria o no necesaria de antecedente explícito no es concluyente para estos casos, y que, por lo que a su valor gramatical se refiere, el artículo en el que y en el cual tiene un valor similar.

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pronominalmente, lo cual sería gramaticalmente redundante y comunicativamente absurdo. Podemos justificar (116), pues en todos los casos habría un antecedente léxico y, tras él, un relativo con especificación numérica y genérica (con el recurso analítico del artículo):

(116a) El hombre del maletín, al que vi ayer;

el mismo caso, con indicación solo numérica, mediante el relativo sintético (a) quien:

(116b) El hombre del maletín, a quien vi ayer;

o, como mucho, una repetición pronominal del antecedente, dado el carácter explicativo de la estructura relativa, bien con relativo genérico:

(116c) El hombre del maletín, aquél que vi ayer,

bien con relativo personal:

(116d) El hombre del maletín, aquél a quien vi ayer,

pero difícilmente se justificaría (112), secuencia que, sin embargo, es perfectamente posible y de ningún modo redundante.

El valor del artículo, se trate del neutro lo o de los personales el/los/la/las, y se adjunte a que o a cual, es el mismo. Se trata de dotar a estos relativos de información de la que carecen por el desarrollo evolutivo de sus formas, para lo cual se aprovecha esa unidad paramorfológica que permite presentar nominativamente a las unidades plenas, y caracterizar a los relativos con rasgos pertinentes, como el género y el número, por ser los que permiten la identificación del antecedente. No se debe confundir, por tanto, el carácter de portador de los rasgos del antecedente (flexivamente expresados en los relativos latinos o, en el caso del número, en relativos como quien o cual), con el antecedente mismo: el artículo es −insisto− el encargado de expresar esos rasgos, mediante una unidad paramorfológica que los contiene flexivamente y que se adjunta analíticamente al relativo, para una mejor identificación de su antecedente, pero ello no convierte al relativo en antecedente de sí mismo, pues, en sentido estricto, no se puede hablar

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de relativo que o cual cuando llevan artículo, sino del conjunto relativo el que o el cual115.

4.1.2. Presencia y ausencia de antecedente.

Para apoyar la diferencia entre la actuación del artículo ante los relativos que y cual se ha aducido la posibilidad de utilizar la unidad el que sin antecedente explícito, frente a la imposibilidad de hacer lo mismo con el cual (vid. Lapesa (1966) y § 4.1.3. infra). Con ejemplos, (117) es posible, pero no (118):

(117a) El que llegó es Juan(117b) He encontrado al que buscaba(117c) Dale eso al que te lo pidió

(118a) *El cual llegó es Juan(118b) *He encontrado al cual buscaba(118c) *Dale eso al cual te lo pidió

En realidad, esta característica diferencial dice poco en relación con el valor del artículo. Lo único que indica es que el cual, probablemente por su aparición tardía116, surgió cuando formas como quien y el que ya ocupaban las posiciones de relativos sin antecedente (personal y general, respectivamente), quedando delimitada la actuación de el cual a introductor de modificaciones explicativas. En cualquier caso, el dato relevante no es que el que pueda utilizarse sin antecedente explícito (y, menos, porque éste sea el artículo el). Eso ocurre con otros relativos: cuando y quien solo llevan antecedente si funcionan en estructura apositiva. Si el relativo temporal tiene un antecedente concreto, el castellano tiende a sustitir la forma cuando por la estructura preposicional en que, por lo que (119d) se ha convertido en el recambio habitual de (119c). La forma cuando, por otra parte, puede utilizarse sin antecedente (119a) o con él, en estructuras apositivas (119b):

(119a) Eso se hará cuando todos estemos de acuerdo(119b) Eso se hará en el momento oportuno, cuando todos estemos de acuerdo(119c) (?) Eso se hará en el momento cuando todos estemos de acuerdo(119d) Eso se hará en el momento en el que todos estemos de acuerdo.

115 Y esta es la visión, más implícita que explícita, adoptada en Brucart (1999).116 En El Cid todavía no aparece la forma el cual, aunque es frecuente la forma cual.

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Algo similar ocurre con quien cuando no lleva preposición, con la particularidad de que ni siquiera en estructuras apositivas parece aceptar naturalmente el antecedente, a no ser en las que introducen delimitaciones en éste (como 120c), con lo que su actuación es similar a la de estructuras sin antecedente117:

(120a) Quien hizo eso no es trigo limpio(120b) (?) Ya llegaron todos, quienes acabaron cansadísimos(120c) Llegaron todos, quienes habían salido a las cinco y quienes lo hicieron más

tarde.(120d) (?) Llegó la persona quien nos podrá ayudar(120e) Llegó la persona que nos podrá ayudar.

El relativo donde, por su parte, permite todo tipo de estructuras, con o sin antecedente explícito, en estructuras apositivas y no apositivas:

(121a) Nos vemos donde quieras(121b) Nos vemos en el parque, donde están los patos(121c) Nos vemos en el parque donde hay patos

Las posibilidades, por tanto, son variadas y dependen de las fijaciones normativas que el uso de estos relativos ha ido adquiriendo. Todo esto, sin embargo, no altera el hecho de que los relativos pueden actuar sin antecedente explícito, sin que sea necesario –ni razonable– buscar un supuesto antecedente en la parte del relativo destinada a expresar analíticamente la carga flexiva del mismo, esto es, en el artículo. Además, lo relevante del caso no es que el cual se haya acomodado en el uso como relativo de un antecedente expreso, y el que pueda actuar sin él. Lo importante es que uno y otro, cuando no llevan preposición, solo

117La ausencia de antecedente explícito es algo que no deja de perturbar a los influidos por el ‘prejuicio de sustantivo’. La solución de Bello (1847, § 328), Academia (1931, § 367) o Fernández Ramìrez (1951a, 219) es la de considerar que quien lleva consigo si-multáneamente el valor anafórico y el valor de antecedente. Algo parecido viene a decir Lapesa cuando afirma que “quien era ante todo un pronombre sustantivo, aunque se-cundariamente admitiese, también otros empleos” (Lapesa, 1966, 399). Esta paradoja es contestada por Vázquez Rozas (1996, 244) con lógica aplastante:

“La noción de antecedente de una unidad anafórica, sea cual sea el carácter que atribuyamos a tal antecedente, es incompatible con la posibilidad de que un ele-mento caracterizado como anafórico ‘lleve en sí mismo su antecedente’”

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pueden actuar con antecedente expreso en estructuras apositivas. Esto es, todas ellas (el cual, el que, pero también, quien o cuando) pertenecen a este tipo de relativos que no admiten la adjunción directa a un antecedente subordinante, por lo que, o bien se presentan sin él (posibilidad presente en el que, quien y cuando), o bien lo hacen en estructuras apositivas de carácter explicativo, esto es, estructuras que se adjuntan a su subordinante de forma menos directa que la de las estructuras especificativas118. Así pues, que el cual –frente a el que– tenga siempre un antecedente explícito, al que se adjunta apositivamente, no implica que el artículo de el que tenga un carácter diferente. Tan solo que la batalla entre ambas formas para la expresión relativa sin antecedente explícito fue ganada de antemano por el que119.

4.2. Relativos y preposición

4.2.1. Preposición y determinantes vs. casos oblicuos y nominativo flexivo

Antes de tratar la acción de la preposición en los relativos con artículo conviene hacer una breve precisión, no por obvia menos conveniente, sobre el papel de las preposiciones y los distintos casos en una lengua como el castellano. Aunque preposiciones y artículo (o determinantes, en general) son los herederos de la indicación casual, oblicua y nominativa, respectivamente, su expresión analítica,

118 Sobre la diferencia entre las estructuras relativas especificativas y explicativas ha tra-tado acertadamente Trujillo (1990, 30 y ss.), en su respuesta a Lope Blanch (1984), si bien sobre la falsa base de la identidad pronominal entre los y ellos, de acuerdo con las indicaciones de Bello.119 Lapesa explica perfectamente la situación entre las formas el que y el quien, y el resultado final:

“La más ejemplificada entre todas estas correlaciones es el quien; pero razones internas impidieron que prosperase, a diferencia de lo ocurrido con el que. Por sí sólo, que no se podía usar sin antecedente expreso; para hacerlo necesitaba la compañía de un determinativo que contuviese la función sustantiva: de aquí la fortuna de el que. Por el contrario quien era ante todo pronombre sustantivo, aun-que secundariamente admitiese también otros empleos: contenía en sí la noción sustantiva de persona, con lo que se bastaba para usos sin antecedente. El quien, consecuentemente, es rarísimo salvo cuando había preposición interpuesta: enton-ces la oración de relativo podía exigir la presencia de un demostrativo pleno o de el, la sustantivos que le sirvieran de apoyo (“Son muy pocos los de quien nos fia-mos”, Guevara, Menosprecio de Corte, 85, 12), o formaba parte de una construc-ción enfática, expresiva (“Vos soys la por quien perdí/ todo mi franco albedrío” Santillana (...))” (1966, 399-400).

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derivada de la gramaticalización de diversas unidades, conlleva claras diferencias con respecto al comportamiento de la expresión casual latina. El nominativo, como se ha repetido muchas veces (vid. Jiménez Juliá, 2006 § 2.2), no es tanto un caso como la ausencia del mismo; es la presentación pura y, por ello, la forma apropiada para la expresión del ‘tema’ y, posteriormente, su gramaticalización en sujeto. Cuando el nominativo se expresaba flexivamente dentro de un sistema general y único de casos, se oponía a los demás por ser parte de un paradigma flexivo común a los demás casos: una unidad no podía tener los rasgos flexivos pertenecientes al caso presentativo y a un caso oblicuo al mismo tiempo o, dicho de otro modo, el caso recto y el oblicuo no podían contrastar en el sintagma en una misma unidad. En esa época tampoco las que iban a ser herederas de los casos oblicuos, las preposiciones, podían encontrarse con el nominativo, pues éstas estaban destinadas a especificar, enriquecer o desambiguar casos concretos (en latín clásico solo acusativo o ablativo) lo que impedía su unión con cualquier caso distinto de los previstos. Es cuando el sistema flexivo se debilita, en gran medida por la importancia creciente de las preposiciones para el valor semántico final del sintagma cuando éstas comienzan a adjuntarse de modo más laxo a formas casuales empobrecidas, culminando el proceso cuando la ausencia de variación casual deja la palabra desnuda de caso alguno y a total merced del contenido y valor sintagmático que le aporte la preposición. En este momento el nominativo deja de oponerse a los casos oblicuos y se revela claramente su naturaleza cualitativamente diferente de los demás casos, esto es, su naturaleza de caso ∅, o caso presentativo. Así, al igual que en japonés la indicación casual analítica, por medio de partículas pospuestas constituye un paradigma de miembros opositivos que no incluye entre ellos la indicación del nominativo (tema), en las lenguas indoeuropeas la indicación casual oblicua (preposicional) y nominativa (determinante) contrastarán

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en el sintagma sin problema120. O, con ejemplos, en japonés encontramos casos como (122-123),

(122) Niwa-ni-wa hana-ga arimasuJardín-DAT-TEMA flor(es)-FOCO hay(En el jardín hay flores)

(123) kono hen-de-wa kore wafutsuu desuEsta zona-LOCAT-TEMA esto-TEMA normal es(En esta zona, esto es normal)

esto es, casos en los que la indicación temática, puramente presentativa, se ve integrada en un contexto casual, pues el elemento indicador del tema no es, en sentido estricto, una marca casual, y en las lenguas en las que no forma parte del paradigma flexivo común con los casos (oblicuos), las marcas de nominativo y de casos oblicuos se pueden integrar en un mismo sintagma sin problema. O, dicho de otro modo, en casos como (122-123) podemos decir que estamos ante temas ‘transitivizados’, esto es, ante unidades inicialmente nominativas que se ven subcategorizadas con una indicación de su valor como participantes en el proceso. En este sentido la posible diferencia entre niwa-ni-wa (‘con respeto a en el jardín ...’) y, simplemente, niwa-wa (‘con respecto al jardín …’) es paralela a la que podríamos establecer en español en la respuesta a una pregunta como ¿dónde están los niños?, que podría ser algo como A los niños acabo de verlos, con tema transitivizado y, por tanto, portador de la preposición propia del complemento directo de persona, o, simplemente Los niños, acabo de verlos, con tema puro. Esta superposición es posible, precisamente, por el distinto eje constructivo al que pertenece el tema nominativo, por una parte, y los casos oblicuos, por otro (cfr. Jiménez Juliá, 1995b), que hace que si no comparten vehículo expresivo –como es

120 No es casual que estas partículas japonesas, que en algunos casos identificamos como claras expresiones casuales analíticas (ni, ‘dativo’; o ‘acusativo’, de ‘instrumen-tal/locativo’, e ‘locativo direccional’ etc.) se fundan en su comportamiento con otras que traduciríamos como preposiciones, por no tener en los sistemas indoeuropeos más familiares contenidos casuales claramente homologables (kara ‘hasta’, made ‘desde’ ...). Aunque no es éste el momento de profundizar en la cuestión, es de destacar que dentro de las marcas no contrastables con los casos oblicuos (por tanto, opositivas), se encuentra la partícula ga, considerada a menudo como marca de ‘sujeto’, pero, sin duda, más propiamente describible como marca de la unidad focalizada, con lo cual, dentro de los casos habría uno cualitativamente distinto de los demás, si los miramos con ojos indoeuropeos, a saber, el ‘foco’, que, sin embargo, se opone a todos los demás en el sentido de que una unidad con ga no admite ninguna otra caracterización casual: ni la temática (wa) ni las oblicuas (o, ni, de … etc.).

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el caso en el paradigma flexivo latino– puedan combinarse sin oponerse. En los casos en los que las unidades con determinantes (o, en su caso, los adjetivos determinativos no gramaticalizados) ocupan posiciones no-temáticas y, por tanto, necesariamente subordinadas, la caracterización preposicional es no solo posible, sino muy esperable. La ‘desnudez’ de la palabra aislada en romance hace que, salvo ciertas convenciones (plurales posverbales como indefinidos genéricos, por ejemplo), la determinación analítica sea también necesaria con mucha frecuencia (cfr. *la araña está en pared). En este sentido la situación es similar a la de las preposiciones latinas que caracterizaban unidades con adjetivos determinativos, aunque no idéntica121.

Frente a la independencia de paradigmas de las dos expresiones ‘paramorfológicas’ herederas del paradigma unificado de los casos latinos122, el comportamiento de relativos con preposición muestra un evidente contraste, encontrándose en él una clara prueba del valor del artículo como forma paramorfológica destinada a asegurar la expresión de rasgos flexivos en el relativo, muy lejos de cualquier papel gramatical de antecedente (por tanto, núcleo) del conjunto. Observemos las siguientes secuencias:

(124a) El amigo en quien más confío eres tú(124b) En quien más confío es en ti(124c) En el que más confío es en ti(124d) *El en quien más confío es en ti

Los ejemplos muestran un hecho conocido de la lengua actual: el artículo no puede anteponerse a la preposición, como lo haría si fuera antecedente, esto es, como lo hace el amigo en (124a), siendo, en cambio, obligatoria su anteposición inmediata al relativo y, por tanto, su actuación conjunta con él, formando un todo como término de la preposición. O, dicho más rápidamente, la actuación de el que es idéntica a la de quien, salvo por el hecho de que su expresión es más analítica123. Volveré sobre esto en breve.

121 Aunque en latín encontramos casos como adversus eum pontem, aparentemente similares a su traducción ‘hacia el puente (ya mencionado)’, estos determinativos lati-nos serán facultativos, existiendo siempre la posibilidad de su ausencia (adversus pon-tem = ‘hacia el/un puente’), lo que contrasta con la mayoría de los contextos del ro-mance donde, aun en contextos no temáticos, la determinación normalmente debe ex-presarse explícita y analíticamente (cfr. *hacia puente).122 Sobre el carácter residual del sistema casual latino con respecto a etapas anteriores vid., por ejemplo, Bassols (1945, §§ 25, 79 o 155) o Moralejo (1986). Las lenguas esla-vas, en este sentido, muestran un grado muy superior de conservación del sistema casual del IE.

141

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4.2.2. Del antecedente pronominal al soporte flexivo

Sabemos, sin embargo, que esto no siempre fue así. La gramaticalización del demostrativo en artículo fue un hecho relativamente antiguo en lo que se refiere a la adopción de un papel semántico puramente presentativo, esto es, despojado de los matices deícticos o anafóricos de su étimo latino, pero gradual en la desaparición de los valores gramaticales inicialmente asociados a éste. Lapesa (1966) ha recogido ejemplos que muestran la evolución desde la posibilidad de intercalar una preposición entre la unidad el y el relativo, posibilidad frecuente en la Edad Media y los siglos de Oro, citándose casos –aunque anecdóticos y arcaizantes– incluso de los siglos XVIII (Jovellanos) y XIX (Alcalá Galiano), hasta llegar a la situación actual. Entre los ejemplos citados por Lapesa encontramos:

(125) Los en qui él más se diaua eran dos uiles omnes (Primera Crón. Gen., 128ª 10)(126) Qualquier mal que avenga, ver quiero lo por que viene (Amadis I,98, 655)(127) Todos los con que vuestra merced ha enviado dineros han sido hombres de

verdad (St. Teresa, Epistolario I, 11).(128) Desta manera me volbi al aldea, con tan differente coraçon del con que había

salido, que yo mesma de mí mesma me marauillaua” (Cervantes, Galatea, I, 59)

(129) Materia como la en que hemos informado (Jovellanos, apud Bello (1847, § 803) y RAE (1931, § 354)).

(130) No son días de fe los en que vivimos (Alcalá Galiano, apud Bello (1847, § 803)

Ahora bien, de acuerdo con Lapesa, quien ha mostrado con claridad meridiana la evolución de los hechos

123 Vázquez Rozas (1996, 243) lo expresa claramente, cuando, a propósito de ejemplos como (12) Tuvo una discusión de la que salió malparado, y otros similares, pone obje-ciones al análisis de Bello, Academia y Fernández Ramírez, en los siguientes términos:

“La propuesta de Bello (...) no es aplicable a ejemplos como (12), pues con-siderando el artículo como antecedente del relativo, y por tanto pertene-ciente a la cláusula dominante, difícilmente se puede explicar la anteposi-ción de la preposición al artículo, y no simplemente al relativo (está claro que la preposición introduce un argumento de la cláusula relativa, no de la cláusula dominante”

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“desde muy pronto se había difundido la costumbre de anteponer la preposición a el, la, lo, que así quedaban más unidos al relativo “ (1966, 397)

citando casos desde Berceo y El libro de Apolonio124. Y continúa:“Las construcciones con preposición interpuesta han desaparecido, y cuando era imposible anteponerla a el, la, lo por llevar éstos otra preposición, han sido sustituidos por aquel, aquella, aquello, que siempre habían tenido lugar en tales casos (...) El abandono de el en que, la por que, lo de que, etc., en beneficio de con el que, por la que, de lo que revela una progresiva tendencia a unir los dos elementos de el que tan indisolublemente como los de el cual” (1966, 397).

La explicación no puede ser más clara: la gramaticalización del artículo imposibilita su papel como antecedente. Cuando el antecedente debe forzosamente estar presente, anteponiéndose –lógicamente– a la preposición, entonces se toman los pronombres correspondientes, nunca el artículo125, pues

“En estos últimos casos, donde el que no era ya la suma de un el determinativo y su correlato que, sino una sola unidad sintáctica que funcionaba como puro relativo con antecedente fuera, no pudo darse la preposición intercalada que tanto duró en las construcciones donde el tenía valor sustantivo” (1966, 398).

124 Al que tu deneguisti e busquesti pesar / non nos querrá oir” (Berceo, Milag., 780cd); “Contáronsse huno a otro por lo que avién passado” (Apolonio, 590a) (vid. Lapesa, 1966, 397, para más ejemplos). Lapesa considera que esta ‘ampliación’ del relativo tuvo tres fases (la primera de las cuales ya la sitúa en las primeras manifestaciones literarias del romance castellano) (1966, 398):

1) Aposiciones del tipo “Martín Muñoz, el que ganó a Mont Mayor” (Mío Cid 738)....

2) Lo que Lapesa llama “tránsito incompleto”, ilustrado con ejemplos como “Hivan troçir los montes, los que diçen de Luzón” (Mío Cid 2653)

3) El proceso se consuma en casos como “Un muy galán vocablo, del que yo, por buen respeto, estoy muy enamorado” (Valdés, Diálogo de la lengua, 192, 12).Debo confesar que no acabo de ver el criterio de Lapesa para establecer diferencias en-tre 1) y 2).125 “Pero al mismo tiempo que se producía la creciente inseparabilidad de sus dos elementos, el que se ha ido propagando a construcciones con antecedente en otra pala-bra, y entonces la autonomía significativa de el sufre esencial menoscabo o queda, como en el caso de el cual, anulada por completo” (1966, 397-398).

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Es más, las especialización de esta unidad como mero indicador de formas como (el) que y (el) cual se hace evidente por cuanto el artículo, en su etapa prearticular, podía ser antecedente de otros relativos (como no deja de ser lógico), perdiendo esta posibilidad, precisamente, cuando dejó de tener esta potestad:

“Hasta el siglo XVII, el, la, lo pudieron servir de antecedente a relativos distintos de que; sobre todo a quien, aunque se combinaron también con cuyo, do, donde, como y hasta con el cual, hubiera o no preposición” (1966, 399).

Poniendo como ejemplos, entre otros, (vid. ibid.): “E era rey delos Perdicas el contra quien tendiera Alexandre el Grande la sortija” (Prim. Crón. Gen., 149 Ib., 2, 7); “El quien dixo que la vida/ perder fues estremo danyo ....” (Pedro de Santa Fe, Camc. de Palacio, 202); “Olvidar la cuyo só es muy grand pensar,/ porque su par non nasció” (Carvajales, Canc. Stúñiga, 343); “Dejar esta Tierra e ir a la do nascí” (Alonso Enríquez de Guzmán, Vida y Cost., 273, 30); “Esperaua que él paresciese a los donde él benía” (Díaz de Gámez, Victorial, 85, 23); “Meresció auer el nombre del planeta Venus. E creýan ser el por el qual los amores se gouernauan” (Fernando de la Torre, Canc., 15); “A los por quien tú le niegas/ de entre sus llamas los sacas” (Tirso, Sta. Juana, Parte I, III, esc. 17), avanzando, incluso, una explicación a la pervivencia del artículo con que y no con las demás (salvo cual), explicación a la que solo se puede objetar que confunda el valor del artículo como indicador de los datos flexivos de la referencia del antecedente, con una función “sustantiva”, si bien, dada la claridad y rigor de su reconstrucción histórica, este lapsus interpretativo (tan común, por otra parte) es perfectamente aceptable126.

126 Según Lapesa:“La más ejemplificada entre todas estas correlaciones es el quien; pero razones internas impidieron que prosperase, a diferencia de lo ocurrido con el que. Por sí sólo, que no se podía usar sin antecedente expreso; para hacerlo necesitaba la compañía de un determinativo que contuviese la función sustantiva: de aquí la fortuna de el que. Por el contrario quien era ante todo pronombre sustantivo, aun-que secundariamente admitiese también otros empleos: contenía en sí la noción sustantiva de persona, con lo que se bastaba para usos sin antecedente. El quien, consecuentemente, es rarísimo salvo cuando había preposición interpuesta: enton-ces la oración de relativo podía exigir la presencia de un demostrativo pleno o de el, la sustantivos que le sirvieran de apoyo (“Son muy pocos los de quien nos fia-mos”, Guevara, Menosprecio de Corte, 85, 12), o formaba parte de una construc-ción enfática, expresiva (“Vos soys la por quien perdí/ todo mi franco albedrío”

144

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

Como conclusión final, Lapesa reafirma su idea de la pérdida del carácter de antecedente de el en el que (como en el cual) y, de algún modo, contradice lo que parecía su idea inicial, sosteniendo que, pese a la inicial posibilidad de utilizar el con distintos relativos (cuyo, donde, etc.), el español actual “ sólo admite el que, y éste sin posibilidad de escindir sus componentes por interpolación de otra palabra” (1966, 400), además de ampliar su uso como “relativo adjetivo” (esto es, no como ‘pronombre’), caso en el que “el carece de función independiente” (1966, 401).

4.2.3. Relativos precedidos y no precedidos de preposición.

De las anteriores líneas se desprende que, vicisitudes históricas aparte, la naturaleza de el que y de el cual en lo relativo al valor del artículo en su interior es en el estado actual de la lengua exactamente la misma. La formación de el cual es más tardía, lo que explica que no existiera la fase donde el (o, más exactamente, él) fuese considerable como antecedente de cual. Ello también explica que no se encuentren casos de ‘el + preposición + cual’, como en el caso de el que, pues en el periodo en el que se formo el cual, ya estaba totalmente regularizada la anteposición de la preposición al conjunto el que. Hay que destacar el hecho de que, precedidos de una preposición, los relativos, sean el que, el cual, quien, o cualquier otro, se convierten en unidades con un valor oblicuo que se superpone al de su valor dependiente como relativos. Ello explica que existan relativos que puedan aparecer ligados directamente a su antecedente si van precedidos de preposición, pero no en caso contrario. Esto es, los ejemplos (b) son posibles, pero no los ejemplos (a)

(131a) *El hombre el cual llegó es amigo mío(131b) El hombre con el cual llegué es amigo mío(132a) *Las cosas las que no me gustan son éstas(132b) las cosas con las que no me gusta jugar son éstas

Santillana (...))” (1966, 399-400).Naturalmente quien no es ni más ni menos ‘pronombre sustantivo’ que cualquier otro relativo. Lo que le hace considerarlo como tal es su posibilidad de aparición sin antece-dente, lo cual se produce sin duda por su información flexiva, información de la que ca-rece que, que requiere del artículo para expresarla. Obsérvese que el comportamiento de los llamados adverbios relativos donde, cuando, como es similar al de quien cuando no llevan antecedente expreso, y al de que (en el caso de donde y como), cuando lo llevan, con la única diferencia de que carecen de posibilidades flexivas que, por otra parte, no necesitan.

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(133a) *La mujer quien vio lo sucedido ha desaparecido(133b) La mujer con quien vi lo sucedido ha desaparecido

lo cual supone que los relativos incapacitados para ligarse directamente a su antecedente se comportan en este caso como si fueran unidades plenas (evidentemente, sin serlo), y su actuación es similar a la que observamos con sustantivos que modifican otros sustantivos, que requieren necesariamente de la marca de oblicuidad que exprese de modo explícito su carácter subordinado. (134a) es de difícil interpretación y, en cualquier caso, nunca se identificará con (134b):

(134a) (?) El perro la casa de al lado no me deja dormir(134b) El perro de la casa de al lado no me deja dormir

4.3. Estructuras relativas y análisis sintáctico

Establecido el carácter de unidad paramorfológica del artículo en los relativos, incrustada en ellos como expresión analítica de sus rasgos flexivos, conviene ver cuál es la mejor manera de representarlos en los diagramas que usamos habitualmente para reflejar las distintas estructuras sintácticas. En este sentido, y como vimos anteriormente (vid. § 2.4.2, supra), la forma en que representamos el valor de preposiciones y determinantes es inadecuada, por cuanto, tal como se refleja en los diagramas, parece hacerse equivaler al de una función sintáctica realizada por una unidad plena. Así, una unidad como (135) se representa en los diagramas que utilizamos como (136):

(135) Leí un cuento con los niños

146

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

(136) frase verbal

NÚC MOD

frase prep.

NÚC COMP.DIR. DIR TÉRMINO

verbo Frase nominal prepos. frase nominal

DET. NOMINAL DETNOMINAL

indef. sustantivo art. sustantivo

Leí un cuento con los niños

No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que estos diagramas en gran medida contradicen lo que he tratado de resaltar constantemente a lo largo de las páginas precedentes, a saber, el carácter cualitativamente diferente de la actuación de las unidades paramorfológicas y el de las unidades propiamente sintácticas. Como vimos en § 2.4.2. supra, el mantenimiento de este diagrama –al menos de momento– se basa en cuestiones didácticas: la introducción de matices en la acción obligaría a hacer lo propio con otras unidades (conjunciones y relatores) y a reformular otras cuestiones (los relativos no son elementos funcionales, sino índices de los mismos que bloquean su aparición), todo lo cual complicaría sobremanera la representación gráfica e instantánea que se quiere hacer mediante los diagramas127. La otra alternativa, contraria a la complicación, sería la de su simple eliminación como elementos sintácticos, al igual que he hecho con los clíticos verbales. Esto es, del mismo modo que algo como no me lo hubiera podido creer nunca se representa como (137), por razones en las que ahora no puedo entrar, pero que son fácilmente deducibles:

127 En Rojo-Jiménez Juliá (1989, cap. 3) se explica con detalle el sistema de representa-ción empleado.

147

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(137) frase verbal

NÚC MOD

verbo adverbio

No me lo hubiera podido creer nunca

lo mismo podríamos hacer con con los niños e, incluso, con con los niños, adoptando representaciones como (138-139)

(138) unidad determinada (139) unidad caracterizada (oblicua)

los niños con los niños

El problema es que con (138-139) perdemos demasiada información y, en este caso, parece pedagógicamente preferible representar información de forma inadecuada (que luego habrá de matizarse) a prescindir de ella128.

128 Podría considerarse que en el caso de los clíticos me y lo de (137) debería adoptarse una solución similar, atribuyéndosele las tradicionales (y alarquianas) equivalencias con, respectivamente, el complemento indirecto y el directo. Sin poder entrar ahora a fondo en la cuestión, debo decir claramente que en este caso no se trata de una decisión guiada por el afán de simplicidad, sino por el deseo de no falsificar la realidad de la len-gua. Los clíticos no son unidades ‘paramorfológicas’, sino unidades morfológicas, con un grado de gramaticalización superior al de preposiciones y determinantes, y total-mente integradas en el verbo –aunque no en su estructura definitoria–. Su valor es el de indicador de valencias o afecciones, nunca el de realizar funciones sintácticas, pues, ni bloquean la expresión sintáctica de los valores que expresan, ni tienen ninguna de las características que definen una unidad sintáctica (posibilidad de expansión, tematiza-ción o movilidad dentro del sintagma). No hay que confundir, por tanto, identidad de valor referencial (entre un clítico y una unidad sintáctica) con identidad de valor sin-tagmático. Los clíticos son, por tanto, morfemas verbales con valores diatéticos o valen-ciales, pero no funciones sintácticas. Inexistentes como tales en latín, su creación en romance es una manifestación más de las tendencias analíticas de los dialectos neolati-nos, al lado del artículo y otros determinantes, pero alcanzando un grado de gramaticali-zación mayor debido probablemente a su especialización en el contexto verbal.

148

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

De acuerdo con estas convenciones, que nos llevan a hablar de ‘función’ de ‘determinante’ de una frase nominal, o de ‘director’ de una frase preposicional129, los relativos dotados de artículo para la expresión de sus morfemas flexivos se representará como una unidad caracterizada más. Así, (140) tendrá la representación de (141)130:

(140) Llegó el que faltaba

(141) frase verbal

NÚCLEO SUJETO

verbo estructura relativa (fv)RELATOR

SUJETO NÚCLEO

frase nom. verbo

DET. NOM.

art. relativo

Llegó el que faltaba

Esto es, del mismo modo que un artículo se adjunta a una unidad y le da un carácter presentativo expresando los rasgos de género y número de la referencia que, en caso de ser un sustantivo o adjetivo lo determinado, ya los contienen en su estructura morfológica, al unirse a un relativo hace exactamente lo mismo, con tan solo las limitaciones impuestas por la naturaleza átona del relativo:131.

129 Una concesión, en este caso, a la tradición de régimen y concordancia, y su tendencia a considerar que la preposición ‘regía’ el caso de su término y, por tanto, lo dirigía.130 Con respecto al análisis mostrado, parece evidente que el artículo se liga al relativo por las razones explicadas, y no tiene sentido considerar, con Gili Gaya (1943, § 231), y a propósito del ejemplo Hay cierta manera de discurrir de la que muchos sujetos no se dan cuenta, que el artículo determina (‘sustantiva’) la totalidad de la estructura relativa. No se puede sino estar de acuerdo con Vázquez Rozas (1996, 246) cuando, con respecto al análisis de este ejemplo, afirma: “la preposición tiene como término sólo el segmento ARTÍCULO + que: no podía ser de otro modo, ya que está regida por el predicado de la relativa”

149

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4.4. Artículo vs. pronombre: EL QUE vs. AQUÉL QUE

Como es sabido, las similitudes referenciales entre las formas el que y aquél que, así como el origen demostrativo del artículo, han hecho que el análisis más común de estas formas sea el mismo. Pero según se desprende de lo visto arriba, se trata de dos formas muy distintas en cuanto a su estructura gramatical, y bien diferenciadas en sus valores informativos, que se han mantenido, precisamente, por su distribución en distintos contextos comunicativos. Como ya sabemos, entre otros por los magníficos estudios de Lapesa (por ejemplo, 1966), el demostrativo antecedente del relativo, que en latín clásico era la forma anafórica is, empieza a dejar paso en la época imperial a otros pronombres: primero hic y, más adelante, ille, que pasó a las lenguas románicas como apoyo del que (fusión de quid y quod) en su forma ya atonizada o en vías de atonización. Mientras esta forma fue pronominal, esto es, tónica, existía una sola estructura relativa, aunque con el tiempo pudieran variar las unidades pronominales que sirvieran como antecedente al relativo: en todos los casos teníamos un pronombre nuclear (is, hic, ille), y una estructura introducida por un relativo que, hasta su pérdida de flexión, ya tardíamente, concordaba con el relativo ((is) quid, (eos) quos ...).

Cuando la forma ille perdió su tonicidad, período más o menos paralelo al de la pérdida de la flexión del relativo (quid), su mantenimiento ante éste se produce, no ya como antecedente del relativo, pues su comportamiento ha dejado de ser tal, sino como indicador de los rasgos flexivos del relativo ya perdidos, necesarios para poder ser utilizado sin antecedente. Y fue esa desaparición del valor pronominal de ille / el la que facilitó la habilitación de un nuevo pronombre como antecedente deíctico del relativo, pronombre que ya no podía ser él, pues la nueva forma el que provenía de un anterior *él que, y no tenía sentido una vuelta

131 El tema de la representación de los relativos con artículo nos lleva fácilmente al de la representación de casos de enorme interés para el conocimiento de las estrategias de la gramática en su afán de conjugar economía y expresividad, así como de la propia natu-raleza de los relativos y sus limitaciones. Me refiero a los casos de fusión de preposi-ciones iguales ante relativos con artículos, como en Ayer nos acordamos de lo que habíamos estado hablando, o –ahora sobre relativos sin artículo– de estructuras com-plejas, aunque perfectamente normales en el habla, provocadas por la necesidad del re-lativo de ir inmediatamente tras su antecedente cuando éste está presente, como en el li-bro que te dije que quería que alguien se decidiese a regalarme ya está agotado. Sobre estos últimos casos he tratado en Jiménez Juliá (2005b).

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

atrás. El nuevo pronombre antecedente del relativo fue, y no de manera casual, la forma aquél (< accu ille), esto es, la forma reforzada que había reemplazado a ille cuando ésta desapareció del cuadro de los demostativos para rellenar dos huecos inexistentes en latín: por una lado, el pronombre personal de tercera persona él; por otra, y tras atonizarse, la forma artícular el, según se muestra en el cuadro VII:

CUADRO VII

RESULTADOS DE ILLE

LATÍN CASTELLANO

∅ él Pron. Pers. 3ª pers.

∅ el artículo

Demostrativo

(3ª persona)

Ille

Accu-ille aquel

demostrativo

(3º grado lejanía)

Pero –nos preguntaremos– ¿qué justifica todo este terremoto de estructuras? ¿por qué la lengua mantiene dos formas relativas estructuralmente distintas, en lugar de conservar un antecedente tónico (como en inglés o francés), o quedarse solo con el átono? Para que una lengua tenga dos estructuras distintas para un mismo valor referencial, tiene que haber una diferencia comunicativa relevante en el uso de cada una de ellas, y eso es precisamente lo que ocurre en el caso de la duplicidad de estructuras relativas con el que y con aquél que. Veamos los dos siguientes ejemplos:

(142) Los que vengan se divertirán

(143) Aquéllos que vengan se divertirán

Si expresamos cada una de las secuencias (142-143) en dos unidades informativas, que es, por otra parte, la forma más habitual de expresarlas en condiciones no marcadas, obtendremos (142’-143’):

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(142’) // los que ven gan // se diverti rán //

FOCO FOCO

(143’) // a qué llos que vengan // se diverti rán //

FOCO FOCO

Salvo en situaciones contrastivas muy marcadas, que incluyen la posibilidad de focalizar sílabas átonas si son portadoras de un valor distintivo132, en (142’) solo hay una posibilidad de focalización, pues solo hay una unidad tónica, la incluida en el verbo. La primera unidad informativa de (143’), por su parte, tiene dos sílabas tónicas, la del verbo y la del pronombre. Sin embargo, es prácticamente impensable, por no haber contextos adecuados, que (143) se exprese de otro modo que mediante el foco en el pronombre y acento secundario en la sílaba tónica del verbo. O, dicho de otro modo, nunca vamos a utilizar la forma aquéllos si nuestra intención no es focalizar el pronombre antecedente del relativo. Es más, es sabido que en español la mera expresión de un pronombre personal recto solo se justifica si va ser focalizado: no decimos al levantarnos de una reunión, no puedo quedarme porque yo me tengo que ir si no lo estamos contrastando con los que se tienen que quedar y, consecuentemente, utilizamos una entonación contrastiva con foco en yo. La desaparición del estatus de pronombre de la forma el (como de la forma lo) dejó la estructura sin expresión del antecedente y, por tanto, sin posibilidad de focalizarlo. Perder esta posibilidad resultaba muy oneroso para las necesidades expresivas de la lengua, por eso, creada la estructura relativa sin antecedente, con el artículo como mero indicador de los valores flexivos de la referencia del relativo (el/la, personales, lo no personal), la forma original ille quid se mantuvo echando mano del verdadero equivalente demostrativo de ille: aquél133.

Los datos de los usos de el que y de aquél que, no ya de la lengua actual, sino incluso de la lengua medieval, no hacen sino confirmar esta distribución comunicativa. Elvira (1986) hace un estudio comparativo entre los usos de estas dos formas de relativo en castellano medieval, y entre sus conclusiones más significativas para el tema que nos ocupa encontramos las siguientes:

132 Por ejemplo, si queremos oponer los a las en casos como que levanten la mano los que vengan, no las que vengan, si bien éste es un recurso poco utilizado en español.133 Que otras lenguas utilizaran derivados de otras formas indica, simplemente, que sus preferencias las llevaron a adoptar otra trayectoria. vid., Lapesa (1966, § 1).

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

(a) en los usos que Elvira denomina correlativos, y que define como “aquellas estructuras bimembres en las que la mención definida que el grupo el que establece en un miembro es reproducida en el otro por un elemento anafórico” (Elvira, id., 186), esto es, en los que la referencia presentada por el relativo se repite enfáticamente mediante un pronombre tónico (el que ... él ...), el uso de la forma el que es prácticamente único. Elvira solo cita un ejemplo del Cid y otro del Libro de Buen Amor de estos usos correlativos con la forma aquél que. La razón –aunque Elvira no la explique de este modo– es evidente: el énfasis de la forma pronominal tónica posterior atrae el foco de su unidad informativa; dicho énfasis sería comunicativamente absurdo si la misma referencia ya hubiese sido focalizada antes. Para asegurar el mero papel presentador de esta referencia no hay más remedio que utilizar la forma el que puesto que, como acabo de señalar, la forma aquél que conlleva necesariamente el foco. Así, ejemplos citados por Elvira como

La torr de Babilon, los que la empeçaron,/ mal grado ayan ellos ca no la acabaron (Berceo, El duelo de la Virgen, 200ab)El que fizo el çielo, la tierra E el mar, / el me done su graçia e me quiera alumbrar (Libro del Buen Amor: 12 ab)El que tenie la mitra e la croça en la mano, / essi fue el apostol de san Juhan ermano (Berceo, Vida de San Millán, 447 cd).El que no es cobdiçioso esse a la riqueza que paresçe (Libro de los Buenos Proverbios: 59)El que fuere mas cerca a la parte de oriente, aquel es almubtez (Libro Conplido en los judizios de las estrellas I-22b: 41-42).

u otros con preposición:

E de las que fueren en cayentes de angulos otrossi iudga derramamiento d’aquellas cosas (Libro Conplido en los judizios de las estrellas III- 101d: 31-33)a los que lo passaron, a esos lo dexemos (Libro de Apolonio: 628b).

serían comunicativamente extraños si las formas relativas con artículo fueran sustituidas por las referencialmente equivalentes con demostrativo.

(b) La ubicación de la preposición en aquellas secuencias en las que el relativo está subordinado preposicionalmente –cuestión que ya vimos en § 4.2– también separa significativamente una y otra forma relativa. En síntesis, Elvira muestra que la tendencia a anteponerse es clara cuando la forma el que va regida

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simultáneamente por el verbo principal y el subordinado134 o cuando el regente es solamente el principal135, por razones fácilmente explicables. Cuando la preposición es regida solo por el verbo subordinado, entonces, la tendencia inicial, mientras la forma el no culmina su proceso de gramaticalización, es a intercalarla. La pugna entre la situación gramaticalmente esperable (la intercalada), y la pérdida de valor antecedente del artículo, que obliga a su anteposición, se refleja, según los datos de Elvira, en la fluctuación anteriormente comentada136. Con la forma aquél que, sin embargo, ni Elvira (ni Keniston, 1932) documentan caso alguno de anteposición de la preposición en el mismo período en que ésta se estaba imponiendo para la forma el que. Esto es, formas como

Deuen fazer quanto pudieren porque aquel con qui se han de confesar sea el mas entendudo et el mas letrado (Don Juan Manuel, Libro del Cauallero et del escudero-XXXV: 37-38)

no tenían todavía la derivación popular hoy frecuente “... porque con aquél que se han de confesar ...”, lo que indicaba –una vez más– la diferencia de estatus que los hablantes ya concedían a el y a aquél ante relativo137.

c) Finalmente, Elvira indica que los datos medievales muestran con respecto a los parámetros estudiados una total identidad de comportamiento ente el/la que y lo que, por un lado, y entre aquél/aquélla que y aquello que por otro, lo que confirma, como es lógico, la identidad de evolución de las distintas formas genéricas de cada uno de los paradigmas átono articular y tónico demostrativo, respectivamente. Estas diferencias comunicativas y gramaticales quedan bien reflejadas en los diagramas arbóreos correspondientes a cada una de las estructuras. Así, mientras la unidad el que forma un relativo sin antecedente directo, al igual que quien, aunque con la diferencia de la expresión analítica de sus rasgos

134 “Mando mio Cid a los que ha en su casa / que guardassen el alcaçer” (Cid, 1570-1); “matas al que mas quieres” (Libro Buen Amor 420c).135 “en las humanas cosas al Fijo ministravas,/ en las que son durables a El comendavas” (Loores 41cd); “e quitose ya d’aquel a quien enuieraon e uino pora’l qui’l enuio” (Libro Conplido en los judizios de las estrellas I-40d: 37-39).136 Así, en un mismo texto, encontramos las dos soluciones: “ si non fuere recebida del a quien llega, di que otro sennor ...”(Libro Conplido en los judizios de las estrellas I-58d: 3-4); “ esta es la que usamos e en la ques acuerdan los más de los omnes”(id., I-15c: 20-22). Ejemplos como este último, según Elvira, “sugiere(n) que, en tales casos, el que es analizado ya como una unidad” (1986, 186).137 Para una explicación de este tipo de secuencias, con la preposición cambiada, cfr. Jiménez Juliá, 2005b.

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

genéricos y numéricos a través del determinante, aquél que no forma un todo unitario, sino que es la asociación de un demostrativo y una modificación relativa que comienza con el relativo (de antecedente explícito obligado) que. O, con ejemplos, el análisis de (144a-b) es el reflejado en (144-a’-b’), mientras que (145) supone la estructura (145’):

(144a) El que lo haya hecho (lo pagará)(144b) Quien lo haya hecho (lo pagará)(145) Aquél que lo haya hecho (lo pagará)

(144a’) cláusula138

SUJETO PREDICADO

estructura relativa (fv) verbo

REL SUJETO NÚCLEO

relativo nominalizado (= fn) verbo

DET NOM

art. partícula relativa

el que lo haya hecho lo pagará

138 Para la noción de ‘cláusula’ y su diferencia con la frase verbal remito una vez más a Jiménez Juliá (1995b).

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(144b’) cláusula

SUJETO PREDICADO

estructura relativa (fv) verbo

REL SUJETO NÚCLEO

partícula relativa verbo

quien lo haya hecho lo pagará

(145’) cláusula

SUJETO PREDICADO

demostrativo expandido verbo

NÚCLEO MODIFICADOR

demostrativo estructura relativa (fv)

REL SUJETO NÚCLEO

partícula relativa verbo

aquél que lo haya hecho lo pagará

Los diagramas reflejan claramente la diferencia gramatical de una y otra estructura sin necesidad de ulterior comentario.

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

4.5. Relativos y marcas flexivas. La fuente de la concordancia del relativo

4.5.1. Generalidades.

Llegados a este punto hay que decir que, pese a la evidente prescindibilidad del sustantivo para explicar las frases nominales con artículo como determinante, subsiste un hecho que permite sostener el prejuicio del sustantivo en cualquiera de sus variantes (sustantivación, elipsis o carácter pronominal del artículo), y es el siguiente: ¿De dónde salen los rasgos de género y número del artículo en casos como el/lo bueno, la buena, los buenos, las buenas, el/la/lo/los/las de Mercadal, el/la/lo/los/las que te dije? En cualquiera de las hipótesis, la respuesta se encuentra siempre en un sustantivo (elíptico, convertido o incluido en los rasgos del artículo). Ya vimos en su momento (§ 3.3. supra) que en los casos en los que no hay un sustantivo que interpolar, casos que incluyen todos los del artículo neutro, se suele considerar que éste conserva un carácter pronominal. En los demás, se supone que el sustantivo está, bien tras el artículo, bien omitido, pero estructuralmente presente.

4.5.2. Sustantivos y referencia

Si observamos el modo de describir todo lo relativo a los rasgos flexivos de los sustantivos por parte de las gramáticas, llegaremos a la conclusión de que éstos surgen de los propios sustantivos, en lugar de ser simplemente el reflejo lingüístico de propiedades que se perciben en la referencia. Dicho de otro modo, en lugar de decir que un nombre (sea adjetivo o sustantivo) en español es una unidad que consta de un lexema, que refleja propiedades léxicas, y dos morfemas, de género y número, ordenados en su manifestación, y cuya concreción de cuál de los dos elementos de cada paradigma genérico o numérico se expresa en cada caso depende de una fijación histórica a partir de la referencia que se quiere reflejar, parece como si los hechos se produjeran de forma inversa: el sustantivo decide por sí mismo el género y número expresado en cada caso. En efecto, cuando decimos algo como niñas apelamos a una referencia plural y de seres de sexo hembra que el sustantivo castellano –románico, en general– permite expresar flexivamente dentro de su paradigma genérico. Y lo mismo cuando decimos buenas. Los nombres en español están preparados para ello, y tienen la obligación de reflejarlo. Cuando un nombre, por cuestiones históricas o fonotácticas, pierde esa posibilidad, la cualidad genérica o numérica (o ambas) queda inexpresada directa y explícitamente.

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Palabras como valiente, tenaz o aprendiz carecen de expresión genérica fonemática. Otras palabras, como crisis, ni siquiera marcan el número. En estos casos decimos que lo que falta es la ‘realización sustancial’ de los morfemas flexivos, aunque éstos estén presentes por ser parte de la estructura de todo nombre en español139. Ese género y número, cuyo origen está en los rasgos de la referencia (los que sean), se plasman, sin embargo, cuando ponemos estas unidades en relación con otras que tienen que expresar necesariamente los valores de género y número: la valiente investigadora, el aprendiz interesado o las crisis nerviosas.

Entonces ¿qué ocurre cuando la unidad que nombra algo, en virtud de su actualización mediante el artículo, no es un sustantivo o un adjetivo, esto es, no tiene la posibilidad de expresar morfológicamente estos rasgos de género y número? pues, simplemente, que no los expresa, aunque lo hagan las palabras que se relacionen con ella que estén obligadas a definirse en relación con estos valores expresivos (el artículo u ocasionales modificadores adjetivos). La única diferencia entre unidades como (el/la) que viene o (los/las) de Bombay, por un lado y (las) crisis, por otro, es que esta última unidad puede llegar a expresar género y número (por deformación analógica, por ejemplo), por pertenecer a una clase de palabra que contiene estas unidades morfemáticas en su estructura, mientras que las estructuras relativas o las frases preposicionales nunca podrán hacerlo. Cuando decimos la nueva, el que quieras o los de allá, por tanto, no necesitamos sustantivo alguno que justifique el género y número del artículo

Y, llegados a este punto, la cuestión que surge es ¿De dónde sale ahora la decisión del género y número que se asocia al artículo? La respuesta es simple: del mismo lugar que origina el género y número de los sustantivos (aunque ahora indirectamente), esto es, de la referencia. En efecto, es la referencia, fuente en última instancia del género y número del sustantivo, la que obliga al artículo y posibles modificadores flexivos a adoptar un género y un número. Como es la referencia, y solo ella, la que dota de contenido y, por tanto, de forma, a los pronombres yo, nosotros, ellas, algunos etc. Y no hay que confundir el hecho de que nuestra conceptualización de la realidad está condicionada por su codificación

139 No todo el mundo estaría de acuerdo con esto. Martínez (1977), desde una óptica alarquiana, considera que los morfemas son figuras de contenido y, por tanto, cuando no hay alternancia de contenido, tampoco habrá alternancia morfemática. Desde el punto de vista descriptivo, sin embargo, parece más rentable y adecuado a la realidad que se describe decir que todo nombre tiene una estructura morfemática determinada, que unas veces se expresa fonológica y segmentalmente, y otras no, a decir que los nombres en español pueden tener estructuras morfológicas diversas (nombres con género y número; nombres con solo número, nombres invariables ...).

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lingüística, que, en castellano, implica asignar género a todo lo identificable como entidad (y expresable como sustantivo), con el hecho de que siempre que nos refiramos a una realidad tengamos que incluir estructuralmente un sustantivo en nuestro discurso. Que para un castellano hablante la leche sea un concepto femenino y el niño masculino, porque así han quedado plasmados en los sustantivos correspondientes, mientras que un gallego hablante considere o leite masculino, y un germano hablante das Kind neutro, por, exactamente, las mismas razones, condiciona que cuando se haga alusión a las referencias respectivas se utilicen esos géneros en las palabras que tengan que estar genéricamente marcadas, pero en absoluto que se estén utilizando lingüísticamente los sustantivos correspondientes140.

4.5.3. Artículo neutro y sustantivo elidido

Las líneas anteriores explican, asimismo, la pervivencia del neutro en el artículo. Tras la desaparición de los sustantivos neutros, alineándose en el paradigma masculino o femenino en lenguas como el español, el mantenimiento del neutro, tanto en la serie tónica pronominal como en la átona articular, solo tiene sentido como una forma de permitir la alusión a aquellas referencias sin posibilidad de distinción genérica relevante, que en este caso, sería básicamente la distinción sexuada141. Si hubiese un sustantivo ‘elidido’ en cada secuencia “artículo +

140 Un hombre despistado que escriba una carta a una mujer de la que ha advertido un despiste podrá decirle: “Me alegro de encontrar a alguien tan despistado como yo”, o bien, “Me alegro de encontrar a alguien tan despistada como yo” ¿De dónde sale la elección del género en cada caso? pues de que en la comparación mental el hombre se tenga a sí mismo como referencia o tenga a la destinataria de su escrito. Los condicio-namientos a la hora de elegir el género son siempre referenciales, siendo el sustantivo indicador de una referencia asexuada la pauta de la elección. Pero en ningún caso ello implica la presencia del sustantivo en la estructura lingüística.141 Ello explica la elección del neutro asociado a adjetivos para la designación de realidades abstractas (lo bello, lo absurdo, pero también lo ladrillo que es ese profesor o lo armario que es ese jugador), o del masculino no marcado para la nominalización re-dundante de procesos verbales (el que vengas me alegra mucho). O, igualmente, de la forma genérica masculina no marcada cuando se alude a un colectivo de personas sin especificación sexual, y muy a menudo, sin sustantivo posible interpolable (el que quiera venir, que venga). En casos de nominalización de estructura verbal, tan absurdo es otorgar al artículo un coyuntural carácter pronominal, como proponer elipsis (como la de el hecho de) que no son sino paráfrasis, nunca reproducción de una estructura lin-güística.

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adjetivo/ relativo/ preposición” ¿qué sentido tendría incluir entre las posibilidades de la construcción un artículo que, por definición, no puede llevar sustantivo alguno, como es el neutro? Si la lengua actuase con sustantivos elididos, elegiría siempre unidades, bien masculinas, bien femeninas, de modo que siempre podríamos encontrar algún sustantivo (genéricamente marcado) que sirviese de núcleo omitido, sin necesidad de introducir un elemento extraño (un artículo para el que no hay sustantivo) y provocar una injustificada disimetría en el sistema: en lugar de *lo ∅ que quieras, que supone incluir un elemento imposible en el paradigma constructivo, podríamos decir, simplemente, el (hecho, estado ...) que quieras, o la (acción, situación ...) que quieras.

4.5.4. Artículo neutro y paradigma articular

Por otra parte, arreglar el problema anterior diciendo, como es habitual, que lo que ocurre es que ese lo es pronombre, supone establecer una paradoja sistemática, así como una situación históricamente inexplicable, según la cual el paralelismo que se da en masculino y femenino entre las formas átonas y sus equivalentes tónicas se rompería innecesaria y absurdamente en el caso del neutro, provocando una reduplicación de estructuras de imposible justificación. O, dicho con un breve esquema. El paralelismo que, sin duda, se da, reflejado en el cuadro VIII:

CUADRO VIII

EL GÉNERO EN FORMAS ARTICULARES Y PRONOMINALES

MASCULINO FEMENINO NEUTRO

Formas átonas(articulares)

//el de a llí // acento 1

//la de a llí // acento 1

//lo de a llí // acento 1º

frase nominal

Formas tónicas(pronominales)

//a quél /de allí// ac.1º ac.2

//a qué lla /de allí// ac.1º ac.2

//a que llo /de allí// ac.1º ac.2

pronombre expandido

se rompe por la única (en el fondo, verdadera) razón de no poder encontrar un sustantivo que justifique elipsis alguna en el caso del neutro, con lo cual se postula,

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

o bien el carácter pronominal del artículo neutro, bien el carácter pronominal de todo artículo, creyendo así que, por ser pronombre(s) y no artículo(s), quedará más justificada la elección del género y del número. Lo cierto es que la distribución genérica tripartita del indoeuropeo, que se conserva en los sustantivos del alemán, pero no de las lenguas románicas, se mantiene en la denominación, no solo a través de los pronombres, sino a través de las unidades referenciales analíticas, esto es, las frases nominales cuyo elemento nominalizado no es un sustantivo. Ello permite seguir disfrutando de la rentabilidad de un tercer género, para unidades no sexuadas (el/la de allí vs. lo de allí; el bueno/la buena vs. lo bueno, con flexión masculina en el adjetivo por asimilación del paradigma neutro) sin la complejidad de tres clasificaciones sustantivas. Y ello explica que, como se suele decir, el artículo neutro se use con adjetivos para formar ‘nombres abstractos’, esto es, denominación de cualidades obviamente no sexuadas (lo bueno) si bien, en sentido estricto, esta construcción, como tal, no difiere en absoluto de la que encontramos con otras unidades (lo de tu ascenso, lo que (quieras)), y sirve para los mismos fines, como no podía ser de otro modo.

4.5.5. Conclusión

Las líneas precedentes nos permiten afirmar, tan breve como contundente-mente, que la consideración del género y número del artículo en las frases nominales por la necesaria existencia de unidades lingüísticas (pro)nominales en o tras cada artículo está lejos de estar justificada. Ni sustantivo elíptico, que dejaría la forma neutra sin posibilidad de recuperación del sustantivo, ni carácter pronominal de lo que es una forma articular átona y altamente gramaticalizada. Hay simple nominalización (no sustantivación), esto es, determinación nominativa, nombradora o presentadora, de unidades mediante el artículo. Las unidades con capacidad referencial toman sus rasgos genéricos y numéricos de la propia referencia, traduciéndolos del modo que la lengua considere oportuno. Cuando lo nominalizado puede expresar estos rasgos (caso del sustantivo y el adjetivo), los hace explícitos; cuando no, la expresión de los mismos queda limitada al artículo, que no puede desembarazarse de ella (los de allí) o, en la escasa medida en que esto se produce, al artículo y modificadores adjetivos (la de la esquina, apoyada en la pared). Y en todos los casos la fuente de la expresión flexiva es el conocimiento de la referencia. Que este conocimiento esté obviamente filtrado por su codificación lingüística no implica que el sustantivo que codifique esa referencia esté estructuralmente presente tras cada artículo. No deja de ser curioso, y contradictorio, que la explicación de los rasgos en el caso de los pronombres (yo, ellos, esto, mucho –ing. mine– etc.), así como el de otras unidades anafóricas, como

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los interrogativos (¿quiénes vienen?) se encauce siempre por la vía de la referencia (no, obviamente, por la de un sustantivo interpuesto), pero no se haga así en el caso de las frases nominales, unidades de valor global equivalente a aquéllos, aunque ese valor se haya adquirido de forma analítica, y donde no se puede identificar una parte del mismo (el determinante articular) con lo que corresponde al conjunto (la unidad nominalizada).

Hay que concluir, pues, que tanto cuando es ‘posible’ interpolar un sustantivo como cuando no lo es, la estructura que nos ocupa carece de elementos elípticos, y se trata en todos los casos de la explotación por parte de la lengua de un recurso sumamente rentable, cual es la nominalización de todo tipo de unidades, mediante un caracterizador analítico, átono (por tanto no autónomo ni nuclear) y creado, precisamente con ese fin, mediante gramaticalización de unidades inicialmente tónicas. Todo ello para permitir una riqueza nombradora que sería absurdo empobrecer limitándola a los sustantivos (quienes, por otra parte, también necesitan de la determinación para poder nombrar), siendo el instrumento de la ‘nominalización’ una unidad –el artículo– que, por conservar las opciones morfemáticas de género y número (frente a, por ejemplo, el invariable the del inglés), debe optar sobre sus posibilidades paradigmáticas, guiándose para ello de la referencia, sea ésta susceptible de convertirse en un sustantivo o no142.

142 Existen otros casos, ajenos en gran medida al problema que ahora nos ocupa, en los que se manifiesta cómo la referencia, como guía de rasgos formales concordantes, se impone a otros criterios que habitualmente se consideran prioritarios. Si observamos ejemplos como los siguientes, tomados, en el caso de (3-7), de Jiménez Juliá (1995a, § 3.2.2.), aunque con algunas variaciones, (1) Eso son tonterías, (2) Paco y Ana llegaron ayer, (3) Ni Paco ni Ana llegaron/*llegó ayer, (4) Acaba/acaban de llegar un hombre y una chica , (5) Eso lo hizo/hicieron tanto Paco como Ana, (6) Ayer no llegaron/llegó ni Paco ni Ana, (7) Eso lo hizo/hicieron o Paco o Ana, (8) La mayoría de los presentes votaron/votó en contra, comprobaremos que en (1) se produce un conflicto entre dos unidades que deberían concordar: el neutro (invariable singular, en español) del sujeto y la pluralidad del predicativo. La lengua ha normativizado el uso del número que más pesa en la concepción del hablante: la pluralidad de la referencia. Que esa pluralidad re-ferencial no pueda aplicarse formalmente en el sujeto, porque el heredero de la idea de conjunto, que en latín se expresaba mediante el neutro plural, es en castellano un neutro singular invariable, no impide que el conflicto se resuelva haciendo que el verbo se adapte a (concuerde con) el plural formal del predicativo, que coincide con el plural ‘nocional’ del demostrativo neutro del sujeto. Los siguientes casos son distintos tipos de coordinación en los que, si bien la idea de pluralidad en principio propia de estas es-tructuras ha inclinado la concordancia verbal hacia el plural, como vemos tanto en (2) como en (3), esta tendencia se rompe fácilmente cuando la individualidad en la referen-cia prevalece sobre la idea de pluralidad, y esto se produce a menudo si el verbo precede

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

4.6. El artículo y la frase nominal en Rafael Lapesa

Entre los estudios sobre el artículo en este tipo de unidades, los más interesantes, al menos para quien esto escribe, son, todavía hoy, los de R. Lapesa. Lapesa estudió a fondo la evolución, e incluso el valor del artículo en español, dejándonos un conjunto de interesantísimos trabajos ahora felizmente accesibles en un volumen conjunto (Lapesa, 2000). Tres de estos trabajos (Lapesa, 1966, 1970 y 1984) inciden directamente en el problema de la naturaleza de la frase nominal cuando ésta tiene al artículo por determinante y una unidad no sustantiva como nominal, por lo que me detendré en cada uno de ellos.

4.6.1. Lapesa (1966)

El primero de los trabajos (1966)143 rastrea el papel del artículo como heredero del pronombre demostrativo antecedente de relativa con función meramente señaladora. Según Lapesa,

“En la correlación de un demostrativo con un pronombre relativo la función señaladora del primero puede consistir sólo en apuntar al segundo, sin indicar situación espacial, temporal ni psíquica. Para este empleo el latín clásico disponía de is, mientras que los otros demostrativos poseían privativas significaciones locales. Tal diferencia hubo de hacerse menos firme desde los comienzos de la época imperial: Séneca, por ejemplo, usa

a la estructura coordinada en casos de coordinación disyuntiva (7), sobre todo si es ex-clusiva, o, incluso, en coordinaciones copulativas de ‘acción paralela’, tanto de miem-bros afirmados (4-5) como negados (6) (Para los distintos valores de los coordinadores, vid. Jiménez Juliá, 1995a, § 3.1.). Finalmente, en (8) un nombre colectivo, formalmente singular, especificado por un complemento en plural provoca la doble posibilidad en el verbo, según, una vez más, demos prioridad a la pluralidad nocional o a la singularidad formal del núcleo del sujeto. A propósito de (1), y como ya señalé en 1995a, 125, nota 40, esta secuencia es muy diferente de Esas son tonterías, donde, a diferencia de aqué-lla, el foco recae en el sujeto, lo cual, a su vez, está indicando que en uno y otro caso lo que reclama la concordancia verbal es la unidad que centra la atención (la focalizada), y no tanto el sujeto como tal. En todos estos ejemplos se hace evidente que la concordan-cia verbal es, inicialmente, ad sensum, y que la concordancia formal, históricamente la adaptación del verbo a los rasgos flexivos (de número) del tema, puede verse alterada si otros elementos u otros factores pesan más en la conceptualización del proceso verbal por parte del hablante.143 En § 4.2.2. supra ya me he referido a algunos aspectos de este trabajo, que ahora re-cojo por comodidad.

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alguna vez hos quos en lugar de eos quos. La progresiva eliminación de is, seguida por la de hic, fue punto de partida para la transformación de todo el sistema de los demostrativos en latín vulgar.” (1966, 388).

Tras un período de inestabilidad, las lenguas románicas otorgaron este papel al artículo, si bien mostraron diferentes tendencias cuando lo que se mantenía era un demostrativo144. En el caso del castellano, el uso demostrativo (este que, ese que, eso que), utilizado para indicar que “incluyen al hablante o señalan al interlocutor” (1966, 389), dejó paso al artículo (el/la/lo que) desde finales de la Edad Media.

El demostrativo qual, quale, por su parte, se utilizaba con sentido pronominal o adjetivo (= el + sustantivo + que) hasta Berceo, donde ya se empieza a utilizar la forma el cual, preceptiva en castellano moderno (aunque en El Cid todavía no aparece). Cual no sobrevive más allá del siglo XVI. El cual “surge con el Mester de Clerecía y la prosa jurídica” y “se pone de moda en el siglo XV como relativo literario y enfático” (1966, 392). Hoy día la fórmula el cual es el relativo único, mientras que cual se conserva tan solo con valor modal, de cualidad o condición. Para Lapesa,

“Desde estos primeros ejemplos puede advertirse la fusión de el y qual en un solo instrumento sintáctico donde el carece de todo valor autónomo” (1966, 391).

Para ello se apoya en dos hechos: 1) “el cual, a diferencia de quien y de el que, no pueden emplearse sin antecedente expreso: en “quien bien te quiere te hará llorar” podemos sustituir quien por el que: el no conserva en el cual la capacidad de desempeñar la función sustantiva como en el que” (1966, 391). Y 2) “la preposición no se ha interpuesto nunca, que sepamos, entre el y cual, mientras

144 Francés e italiano solo emplean descendientes de ille en los compuestos lequel, il quale, ‘fundiéndose’ de un modo similar al español el cual (o el que, aunque Lapesa no mencione este último). Como pronombre correlativo puro suele usar demostrativos: ce-lui qui, celle qui, ce que. Colui che, colei che, quegli che, quella che. El italiano antiguo y clásico también usaba formas del pronombre personal: lui che, lei che, loro che. Según Lapesa, el francés solo antiguamente y como excepción, tiene artículo en ‘fun-ción sustantiva’. En los romances de la Península Ibérica, el artículo se ha mantenido con firmeza, primero, ante cualquier relativo, y desde principios del siglo XVII, ante que fundamentalmente, aunque tiene algunas interferencias con aquel, el demostrativo “más propenso a usarse como puro término de correlación” (id., 389).

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

construcciones como “no son días feos los en que vivimos” han tenido larga duración” (1966, 391)145.

También en la lengua medieval y clásica se usaba a menudo que en lugares que hoy se usaría el que. Entre los ejemplos que cita Lapesa están “los vtibios a que tenien cercados los sueuos” (Prim. Cron. Gen. 64a, 32), perdurando especialmente el que en el caso del neutro lo que: “Et fizo y con aquel çepeion que seria mucho para lo fazer con todas las otras armas que traer podiese” Prim. Cron. Gen. 728a, 19), y se encuentran a menudo en la lengua moderna, aunque, como señala Lapesa, “el progreso de lo que es indudable” (1966, 392-393).

Ahora bien, como vimos anteriormente (§ 4.2.2, supra) Lapesa admite que en esta construcción el artículo se desgasta hasta hacer muy difícil su consideración como verdadero antecedente, llegando a realizar la afirmación previamente citada de que:

“En estos últimos casos, donde el que no era ya la suma de un el determinativo y su correlato que, sino una sola unidad sintáctica que funcionaba como puro relativo con antecedente fuera, no pudo darse la preposición intercalada que tanto duró en las construcciones donde el tenía valor sustantivo” (1966, 398).

Su conclusión es que difícilmente se puede equiparar el papel del artículo en las secuencias el que del castellano actual con las de su ancestro latino is quid o herederos posteriores, ni con el actual aquél que. El artículo, como, por otra parte, le corresponde por su propia gramaticalización, ha dejado de ser una unidad apta como antecedente, si entendemos este concepto como núcleo sintáctico de la construcción en el mismo sentido en que lo es el demostrativo aquél en la construcción aquél que.

145 Entre los ejemplos citados, que llegan hasta fechas muy recientes, si bien con mar-cada tendencia a la desaparición desde la época clásica, se encuentran Los en qui él más se diaua eran dos uiles omnes (Primera Crón. Gen., 128ª 10); Qualquier mal que avenga, ver quiero lo por que viene (Amadis I,98, 655); Todos los con que vuestra mer-ced ha enviado dineros han sido hombres de verdad (St. Teresa, Epistolario I, 11); Desta manera me volbi al aldea, con tan differente coraçon del con que había salido, que yo mesma de mí mesma me marauillaua” (Cervantes, Galatea, I, 59); No son días de fe los en que vivimos (Alcalá Galiano, apud Bello, 1847, § 803)

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TOMÁS JIMÉNEZ JULIÁ

Esto es lo que viene a admitir el autor, si bien explícitamente solo reconoce la pérdida de esta función en las que denomina ‘relativas adjetivas’ (con antecedente previo), dejando en el aire su valor en las otras. En sus palabras:

“el ha experimentado un progresivo descenso como antecedente de relativos. Desde muy pronto perdió su función sustantiva originaria en el compuesto el cual. Hasta el siglo XVIII la conservó ante los demás relativos; hasta entonces fueron posibles sintagmas como los en que, la de que, los a quienes, “la cuyo soy”, el donde, etc., pero ya estaban a punto de sucumbir ante en los que, de la que, aquellos en que, aquella de que, aquellos a quienes, “aquella cuyo soy”, aquel donde. La lengua moderna sólo admite el que, y éste sin posibilidad de escindir sus componentes por interpolación de otra palabra, salvo excepciones arcaizantes. La principal ampliación de usos lograda por el que ha sido como relativo adjetivo, donde el carece de función independiente” (1966, 400)

Teniendo en cuenta lo anterior ¿qué papel se deduce que debemos otorgar al artículo en estas secuencias? Antes de responder a esta pregunta, veamos qué ocurre con otras apariciones del artículo sin sustantivo según Lapesa.

4.6.2. Lapesa (1970)

En (1970), Lapesa da por sentado que el artículo tiene función sustantiva en una serie de casos, aunque duda en otros, pero todo ello sin entrar en argumentaciones justificativas. El fin del trabajo es ver los distintos papeles del artículo en distintos contextos no-sustantivos, considerando, en definitiva, que los empleos vistos del artículo

“responden a la función común a todo presentador determinativo: la de actualizar el nombre, indicado que no representa categorías o esencias sino realidades existentes” (1970, 412),

Pero además de esto, reconoce otras funciones, a saber, como “índice de la sustantivación del adjetivo y de que éste designa personas”, insistiendo, sin embargo, en que no es un sustantivador, pues no “contiene en sí la representación de noción sustantiva alguna” (1970, 412), en una idea de la sustantivación ciertamente distinta de la de Alarcos y seguidores. La aparición del artículo (a) se hace necesaria con “adjetivos sustantivados en sentido individual”, frente a los

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

genéricos, que pueden sustantivarse sin él (Quando buenos e malos prendan el galardón (Berceo, Milag, 794d). Y esto desde los orígenes del idioma. (b) En la anáfora, y con el superlativo relativo también en la catáfora, casos en los que

“el artículo146 representa al sustantivo o pronombre calificados por el adjetivo; por lo tanto no es índice de sustantivación, sino portador de la noción sustantiva” (1970, 412),

con ejemplos como “E avie Labán dos fijas: la mayor, Lía; la menor, Raquel” (General Historia, I, 180a, 45) (1970, 409) y, finalmente, (c) En la sustantivación ‘por antonomasia’ y ciertas construcciones apositivas. Por lo que se refiere al valor sustantivo del artículo (portador de la noción sustantiva, (b)), Lapesa considera que existe cuando precede a preposiciones (vid. 1970, p. 403); deja la puerta abierta para algún caso con relativos y añade los de anáfora, superlativo relativo y aposiciones. Con respecto a la primera se muestra, sin embargo, algo vacilante:

“En la anáfora y la catáfora parece clara la sustantividad del artículo; pero cuando éste no representa a ningún término expreso es muy difícil dilucidar si la noción de persona o entidad ha sido aportada por él o si está contenida en el adjetivo o participio, que en tal caso ejercerían la función sustantiva” (1970, 404),

considerando, en este sentido, que

“Claramente sustantiva es la función del artículo cuando reitera la noción contenida en un sustantivo expreso. Ya hay ejemplos latinos: illam minorem, illa accida. Ejemplos españoles: “Enpeçóli a dar de grandes palancadas; / non podién las menudas escusar las granadas” (Berceo, Milag., 478 b) (...) “Passé aquel día no tan alegre como el passado” (Lazarillo, Alcalá, 1554, 17)” (1970, 409),

y refrendando su idea con el argumento de que

146 El original dice “el adjetivo representa al sustantivo o pronombre ...”, en una clara confusión tipográfica entre adjetivo y ‘artículo’, que es lo que debería poner. Esta con-fusión no ha sido corregida en la edición de los trabajos de Lapesa de R. Cano y M. T. Echenique (Lapesa, 2000) (vid. 1970 I, 412).

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“El carácter sustantivo que aquí tienen el, la se manifiesta en que el francés y el italiano, si bien usan normalmente en estas anáforas las formas del artículo, ofrecen también ejemplos con demostrativo” (1970, 84),

argumento que ha llevado a equiparar otros tipos de construcciones en castellano (el que venga / aquél que venga) o en ingles (the present ones / those present). Ejemplos de superlativo relativo serían: Merced ya, rey, el mejor de toda España! (Mio Cid, 3271), aunque no tenga sustantivo expreso: “Esto lidiaré a tod el más ardido (Mio Cid, 3359) o “Yo soy el menos indicado para ocuparme del asunto” (Lapesa, 1970, 409-410 y 403). Como ejemplos de aposición: Pedro el cruel, en el caso de encabezar una aposición con adjetivo sin pausa, y Galín Garciaz, el bueno de Aragón, con ella (1970, 411).

Lo que no queda claro en Lapesa (1970) es qué papel sintáctico adquiere el artículo cuando tiene eso que denomina ‘valor sustantivo’. O, dicho de otro modo, dado el carácter referencial con el que se define el papel del artículo, queda saber si ello implica asimismo su carácter nuclear desde el punto de vista sintáctico. No hay excesivos datos al respecto, aunque Lapesa parece inclinarse por una respuesta negativa. Más explícito parece mostrarse en un tercer trabajo, referido al uso del neutro lo con adjetivos (Lapesa, 1984).

4.6.3. Lapesa (1984)

Este trabajo comienza aludiendo al hecho de que desde muy temprano el artículo se ha utilizado para formar sintagmas de valor nominal con unidades adjetivas o adverbiales:

“Desde la Edad Media existe el empleo del artículo el ante calificativos, determinativos o adverbios con los cuales forma grupos de función sustantiva y significado colectivo o abstracto. A veces estos grupos son locuciones adverbiales o parte integrante de ellas, pero en multitud de ocasiones no se trata de unidades léxicas complejas, sino de realizaciones sintagmáticas de un paradigma abierto” (1984, 173)

Son ejemplos de lexicalizaciones al menos, por el contrario ...; y de realizaciones sintagmáticas de un paradigma ‘abierto’: “El poco que yo me he abonda más que a ti el mucho que has” (Bocados de oro); “Mis calabaçadas han de ser verdaderas, firmes y valederas, sin que lleven nada del sofístico ni del

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fantástico” (Quijote I, 25) (Lapesa, ibid.). Este el coincidente en castellano con el proveniente del masculino illum, es, de acuerdo con Lapesa, heredero de illud147, se mantiene en muchos casos en castellano moderno (el absoluto, el infinito) y coexiste con la forma lo en muchos casos, aunque a menudo con cambio de significado; cfr. el ganado ≠ lo ganado; el escrito ≠ lo escrito, el físico ≠ lo físico, con coincidencias diversas muy bien descritas (vid. 1984, 178-187)148. El uso de lo como antecedente de relativo, como soporte de complementos introducidos por de y formando grupo con posesivos o indefinidos aparece en los primeros textos literarios castellanos, desde el siglo XII (vid.1984, § 4.1.), escaseando, en cambio, con adjetivos calificativos y participios. En los ultimos decenios del XVI cunde la construcción adverbial de modo /a lo + adjetivo/ (1984, § 4.2. y § 6.3.), y posteriormente, /+ adverbio adjetivado/ (derivado de la primera). Tras la detallada descripción del origen, evolución, usos y vicisitudes del artículo neutro, Lapesa considera que “no es posible soslayar” el problema de la naturaleza y función del neutro /lo/ cuando va agrupado con adjetivo o equivalente (1984, 205), de cuyas diferentes explicaciones (elemento sustantivo, artículo con carácter morfemático, elemento dependiente del adjetivo, unidad desligada de las formas /el, la, los, las +

147 Lapesa (1984, § 6) defiende y explica la existencia de un el neutro en castellano mo-derno sobre la base del castellano antiguo (el < elo < illum e illo en el medio y simila-res), casos análogos a los femeninos (el < ela < illa en el hacha, el águila o el alma). Más abajo afirma:

“creo que el elo procedente de illud (y, por lo tanto, neutro) tuvo el mismo doble resultado el, lo que el elo masculino prodecente de illum (...). Ante sustantivos neutros latinos que pasaron a masculinos en castellano, el artículo el se hizo tam-bién masculino y lo desapareció muy pronto, en época preliteraria (...). Ante adje-tivos y participios neutros fue temprana la preferencia por el para la sustantivación léxicamente consolidada con referencia a realidades concretas (el llano, el yermo, el ganado, el poblado), mientras lo prevalecía como soporte neutro del adjetivo o participio, marcando la referencia conceptual, colectiva, delimitativa o abstracta de éste (lo incentitu, lo agudo, lo llano, lo ganado, lo poblado)” (1984, 190).

La coexistencia de el y lo fue tolerada , bien por diferencias de distribución, o porque el riesgo de confusión del uso de el con la referencia a persona o cosa concreta (el más, el menos, el máximo, el mínimo, el infinito, etc.) era mínimo. Si había riesgo, la diferencia se mantenía (el mío / lo mío; el otro / lo otro, etc.) (vid. 1984, 190).148 “Estos casos donde el desciende directa o indirectamente de illud y donde el adjetivo hereda caracteres significativos propios del neutro latino sirvieron de modelo para nue-vas agrupaciones con el mismo cuño. Puede haber relación entre el illud honestum cice-roniano y el honesto usado por el Comendador Griego, pero el sofístico, el fantástico, el verosímil, el desnudo, el natural, el útil, el sublime, el ideal, el ridículo, etc. son italia-nismos o galicismos fácilmente admitidos porque su molde sintáctico existía desde an-tes en español” (Lapesa, 1984, 186-187).

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adjetivo/, etc.) se hace eco, tomando postura de manera clara y, como cabe esperar, con enorme sensatez: no considera la existencia de sustantivación del adjetivo, sino del conjunto:

“Mediante la presencia de lo el sintagma adquiere el significado de ‘conjunto indefinido’, ‘parte indefinida de un conjunto’ o ‘cualidad abstracta’ caracterizados o especificados por el segundo componente, al que /lo/ sirve de soporte. Por lo tanto ha de reconocerse a /lo/ la representación del elemento sustantivo gracias al cual el sintagma entero se sustantiva. Pero /lo/ no existe sino como complemento del sintagma: fuera de él no tiene lugar ni en el sistema de la lengua ni en el discurso. Esta carencia de autonomía hace que su sustantividad consista sólo en ser instrumento sustantivador del sintagma. Solo el sintagma entero es plenamente sustantivo” (1984, 207. Cursiva mía).

Y esta misma característica se aplica, según Lapesa, a los adjetivos con el, la, los, las:

“Las formas masculinas y femeninas del artículo definido coinciden con lo en agruparse sintagmáticamente con adjetivos o equivalentes de adjetivo sirviéndoles de soporte y representando la noción sustantiva; asimismo coinciden con lo en la imposibilidad de funcionar como sustantivos en otros contextos” (1984, 207).

La diferencia fundamental estriba en que la agrupación de estas formas con adjetivo es “ocasional”, mientras que la de lo es “forzosa”. Diferencias secundarias se encuentran en el tipo de contenido que aportan:

“la noción sustantiva aportada por los artículos masculino y femenino en sintagmas no-anafóricos ni catafóricos es la de ‘persona’, con el género y número correspondientes: “sueña el rico en su riqueza” (...) “eres la menos indicada para reclamar” (1984, 207-208).

En contextos anafóricos o catafóricos, en cambio, estos artículos

“son vicarios de sustantivos, indicadores de seres animados o cosas que han sido mencionados o se mencionarán después en el discurso: Dó mi gallina, la ruuia de la calça bermeja o la de la cresta partida?”” (1984,208).

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LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL

Frente a ello se sitúa el lo, que

“nunca puede referirse a seres o cosas concretas, sino a conjuntos globales: “Le di cuenta de lo ocurrido” (1984,208),

si bien concluye atinadamente que esas diferencias son menos importantes y se deben fundamentalmente a la ausencia de neutro en los sustantivos del español (ibid.).

Esta consideración del valor dependiente y fuertemente gramatical del artículo tiene como colofón dos interesantes afirmaciones finales a propósito de las diferencias entre demostrativos y artículo. En primer lugar:

“los demostrativos son palabras autónomas y generalmente tónicas, que cuando desempeñan función sustantiva lo hacen sin limitaciones; el artículo definido es siempre dependiente y átono, con sustantividad restringida: la que inyecta a los sintagmas con adjetivo y adverbio. Me atrevería a caracterizarlo como determinativo átono y no autónomo que, adjunto al sustantivo, lo actualiza o identifica sin referencia local, temporal ni posesiva, y que, combinado con adjetivos, equivalentes de adjetivo, o adverbios, forma sintagmas de función sustantiva, en los cuales les sirve de soporte” (1984, 208-209. Lapesa entrecomilla lo que he resaltado en cursiva);

extendiendo lo dicho a todos los usos del neutro, incluidos los preposicionales y los relativos:

“En esta definición entra, creo que sin dificultad, el neutro lo de lo blanco, lo de siempre, lo que quieras, lo felices que fuimos, lo lejos que estás” (1984, 209).

Finalmente, Lapesa incluye al final del artículo un par de notas sumamente reveladoras. La primera establece que el uso del término ‘pronombre’ en el autor es puramente referencial, y no conlleva ningún tipo de valor sintáctico concreto asociado: un artículo puede ser pronombre sin dejar de ser artículo. Así, en la nota 70 de la página 208 dice:

“He rehuido hablar de artículos y demostrativos adnominales o pronominales por entender que todos los determinativos son pronombres, ora acompañen al sustantivo, ora hagan sus veces”

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Y lo mismo, consecuentemente, cabría decir, de la llamada ‘función sustantiva’. La otra es más significativa, si cabe, sobre el carácter categorial de lo:

“Para decidir cuál sea la naturaleza de nuestro lo, los vínculos y afinidades que tiene con ello y no con el, la, los, las (hermandad etimológica por ser ello y lo descendientes de illud; género neutro y carencia de plural) son menos y de menor importancia que los compartidos con el, la, los, las y no con ello (parentesco que perpetúa la triple noción genérica de ille, illa, illud; ser determinativos; carecer de autonomía sintáctica, poseída, en cambio, por ello; tener sustantividad limitada -frente a la plena de ello- con capacidad solo de servir de soporte a adjetivos con los cuales forma sintagmas sustantivos, cosa vedada a ello). Nótese, además, que el no tener plural no es exclusivo de ello y lo, sino común a todos los neutros pronominales (esto, eso, aquello, algo, todo)” (1984, 209, nota 71)149.

4.6.4. Observaciones finales

4.6.4.1. Resumiendo el contenido esencial de estos tres trabajos complementarios, podemos decir que en (1966) estudia el inicial carácter de antecedente de el/la/lo (+ relativo que) en su), admitiendo la pérdida de estatus del artículo origen. En ningún momento utiliza el término núcleo del sintagma (o similar) para hablar del valor del artículo, aunque esporádicamente habla de su ‘función sustantiva’. Deja claro su valor como antecedente en un primer momento, pero no cuándo se puede decir que deja de serlo, aun cuando de sus palabras se deduce claramente la pérdida de estatus. En (1970) Lapesa habla de empleos sustantivos del artículo, ante preposición, en anáfora, en superlativos relativos y en aposiciones, pero sin aportar ninguna explicación del alcance sintáctico de este término, si bien, como en el caso anterior, no parece que lo identifique con ‘función nuclear’. Finalmente, en (1984) niega el carácter sustantivo del artículo neutro, remitiendo dicho valor al conjunto del sintagma del que forma parte, y extiende dicha consideración a la totalidad del paradigma articular. Asimismo, deja clara la diferencia sintáctica entre las formas átonas articulares y las tónicas de igual origen (él, ella, ello), pero, una vez más, no llega a especificar los valores sintácticos exactos que hay que atribuir a las unidades en cada caso, salvo por el

149 Y lo mismo debe decirse del clítico verbal neutro lo (< illud) que hace referencia al valor expresable sintácticamente mediante un complemento predicativo en una estruc-tura copulativa: “Son simpáticos; lo son”.

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contraste que establece entre la autonomía y plenitud de las formas tónicas, frente a las limitaciones y dependencia de las átonas.

4.6.4.2. Los estudios de Rafael Lapesa arrojan luz sobre los procesos históricos que nos han llevado a la actual situación, y, pese a alguna que otra afirmación equívoca, refuerzan la idea del artículo como unidad paramorfológica que sirve para ‘nominalizar’ cualquier cosa sin necesidad de mantener el prejuicio del sustantivo en ninguna de sus formas. Naturalmente en Lapesa se han apoyado algunos de los que hablan del artículo como pronombre, pero, leído con atención, en Lapesa solo encontramos apoyo de la hipótesis pronominal si no interpretamos sus términos en su justo valor. Para empezar, el término pronombre, poco usado por él, no hace referencia a una clase de palabra única, sino a toda aquélla que tiene un valor anafórico. En este sentido, se sitúa a medio camino entre la actitud de Jespersen (1924) (cfr. § 4.2.1.1. supra) y la transversal de Fernández Ramírez (1951b) (cfr. § 4.2.1.2. supra), aunque más cercana al primero: todo determinativo es pronombre, independientemente de su función (“ora acompañen al sustantivo, ora hagan sus veces”), (cfr. Lapesa, 1984, 208, nota 70). Para Lapesa –al parecer–, una unidad con ‘propiedades pronominales’, tiene, a su vez, ‘función sustantiva’ cuando se convierte en la principal responsable de la identificación referencial. Esta responsabilidad, a su vez –se sigue deduciendo–, viene dada por la posesión de rasgos flexivos que permiten individualizar la referencia. Cuando el artículo acompaña a un sustantivo, lógicamente con sus mismos rasgos flexivos, éste se convierte en el responsable principal de la identificación referencial, dejando al artículo labores de enmarque situacional. Cuando lo acompañado es un adjetivo –sin valor referencial de entidades–, o una unidad sin rasgos flexivos (frases preposicionales, estructuras relativas), entonces, el artículo aporta dicha referencia anafóricamente. Función sustantiva es para Lapesa, por tanto, equiparable a ‘responsable principal de la identificación referencial’, esto es, de lo que se supone hacen los sustantivos por sus rasgos semánticos inherentes, sin ninguna otra trascendencia sintáctica. Utilizar el término ‘valor sustantivo’ de Lapesa para afianzar la consideración del artículo (cualquiera de ellos) como núcleo sintáctico de un sintagma es un error.

4.6.4.3. Pero si los trabajos de Lapesa nos traen esta pequeña confusión terminológica, a cambio nos proporcionan una descripción, apoyada en sólidos aportes históricos, de la gramaticalización del artículo y sus consecuencias, y, sin llegar a describirlo, del paralelismo entre las formas articulares y los pronombres personales de tercera persona, por una parte, y las formas átonas y tónicas de demostrativos, posesivos y parte de los indefinidos. En efecto, Lapesa establece una clara relación entre el comportamiento de la serie pronominal tónica (ello, y,

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por tanto, él, ella), y la serie articular átona (lo, el, la) y, además, nos pone en el camino de una segunda diferenciación paralela a la primera: la que divide no sólo las formas tónicas y átonas de los derivados de ille, sino también las de derivadas de iste, ipse, meus, aliquis-unus, etc. Así, si, como vimos hace un momento, los vínculos y afinidades de lo son superiores con sus ‘compañeros’ átonos que con su ‘hermano’ etimológico (ello), concretados dichos vínculos en “ser determinativos; carecer de autonomía sintáctica, poseída, en cambio, por ello; tener sustantividad limitada –frente a la plena de ello”(1984. 187, nota 69), exactamente lo mismo se puede decir de las series antepuestas de demostrativos, posesivos y ciertos indefinidos con respecto a los demás usos.

4.6.4.4. Los trabajos de Lapesa, éstos, en particular, y también los demás, pese a lo confuso de su terminología en cuestiones como ‘pronombre’ o ‘función sustantiva’ (lo que se puede aprovechar para extraer conclusiones alejadas de sus verdaderas consideraciones), refuerzan la idea de la gramaticalización de todo el paradigma articular por igual, incluyendo la forma neutra, así como el carácter paramorfológico y no nuclear sintácticamente de cada uno de sus miembros, que no son sino el elemento que, unido a otra unidad –sea o no sustantiva– se convierte globalmente en un sintagma con valores nominales, esto es, nombradores (no sustantivos), de modo que la forma “artículo + X” (o, de un modo menos general, “determinante + sustantivo”) se ha convertido en la expresión analítica equivalente a los formas nominales nominativas indoeuropeas.

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5. LA FRASE NOMINAL EN ESPAÑOL. BREVE RECAPITULACIÓN

Como es oportuno en un capítulo recapitulatorio, voy a repasar telegráfica y ordenadamente los aspectos que se han querido destacar en la monografía, que, básicamente, son los siguientes:

1) El punto de partida de la noción de frase nominal aquí descrito es la existencia de un proceso de determinación analítica derivado de la creación en romance de un paradigma de formas determinantes a partir de diversos adjetivos determinativos latinos, paradigma destinado en su origen a cubrir la vacante del caso nominativo tras el desmoronamiento de la expresión flexiva del caso.

2) Este paradigma determinante tuvo como primer exponente el artículo, tanto en cuanto a la cronología de su aparición como en cuanto a su importancia como guía del resto de sus miembros.

3) Las diferencias entre el artículo, como determinante general, y los determinantes ‘marcados’, por otra parte, son importantes, pero no se refieren a su de actuación sintagmática, sino a su ámbito de aplicación (cfr. § 2.3.3): el artículo incide sobre cualquier unidad. Las demás lo hacen sobre sustantivos. Las causas de esta diferencia de ámbito son varias, pero pueden resumirse en tres fundamentales.

a) La primera es de tipo económico: la lengua no necesita más que un nominalizador general, y aunque nada impide que tenga varios, suele especializar uno en la nominalización de estructuras y unidades no sustantivas150.

b) La segunda razón es de tipo semántico. El artículo no aporta un contenido a la actualización, siendo precisamente la actualización, entendiendo por tal la identificación con una entidad nombradora, lo que agota su función desde el punto de vista semántico. Los determinantes plenos, en cambio, sitúan la referencia dentro de unas coordenadas (posesivas, deícticas, cuantificadotas indefinidas), por lo que, en principio, tienen tendencia a presuponer el carácter nombrador de esa

150 Naturalmente al hablar de nominalizador me refiero a un recurso analítico, no léxico. Léxicamente hay varios recursos que pueden convertir algo en un elemento nombrador: para los verbos la expresión el hecho de que es siempre una alternativa al mero uso del artículo.

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referencia (cfr. § 2.3.3.2.), lo que en términos categoriales supone su identificación con un sustantivo. O, dicho de otro modo, los determinantes marcados adscriben entidades a un ámbito concreto, razón por la que los sustantivos, designadores primarios de entidades, son los más proclives a ser sus nominales. Ello contrasta con el artículo, que al limitarse a ‘presentar’ anafórica o genéricamente, no presupone la existencia previa de su referencia como entidad, siendo entonces su papel precisamente el de habilitar unidades como identificadoras de realidades, y no el de situar entidades en coordenadas específicas.

c) Una tercera razón tiene que ver con las opciones que la lengua ofrece de expresar una realidad. Los determinantes plenos, salvo los posesivos, tienen formas pronominales homófonas. Ello hace que cuando se quiere expresar una referencia a través de una forma no-sustantiva (un adjetivo, una frase preposicional −o sustantivo caracterizado oblicuamente−, una estructura relativa) y caracterizarla de forma específica (deíctica o indefinidamente), la lengua haya escogido como formas no marcadas las constituidas por ‘PRONOMBRE DETERMINATIVO + MODIFICACIÓN’ frente a la posible, pero secundaria y a menudo rara, aunque no inexistente, ‘DETERMINANTE MARCADO + NOMINAL’(cfr. § 2.2.4), o, con ejemplos, la lengua ha escogido como estructura prioritaria (146) en lugar de (147)

(146a) [Cualquiera con dos dedos de frente] lo haría(146b) [Uno muy bueno] es el que te comenté(147a) ?[Cualquier con dos dedos de frente] lo haría(147b) ?[Un muy bueno] es el que te comenté,

sin que esta elección implique la imposibilidad de, en casos esporádicos, usar la estructura marcada, a saber, ‘DETERMINANTE + UNIDAD NO-SUSTANTIVA’: Ferrero ya es un grande (El País, 9/6/2003, 51).

4) La frecuente distorsión de estas diferencias de ámbito entre artículo y determinantes marcados es la responsable de que uno y otros hayan ido en las gramáticas por sendas muy diferentes, a menudo asimilando éstos últimos a los adjetivos (o pronombres) determinativos en calidad de variantes posicionales (antepuestas) o, en otros casos, arrinconándolos a un terreno de nadie en el que las propiedades determinantes agrupaban un conjunto de elementos semánticamente afines, pero categorialmente diversos.

5) La consecuencia de la asimilación de los determinantes a algún tipo de unidad adjetiva y, en cualquier caso, no gramaticalizada, es la de no contemplar en sus justas propiedades gramaticales la secuencia formada por un determinante, sea

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artículo o determinante pleno, y una unidad nominalizada, siendo su tratamiento más común el de una mera frase endocéntrica con núcleo en la unidad caracterizada (normalmente un sustantivo), como si de la expansión de una unidad plena se tratara. Esto es, un tratamiento como de la frase sustantiva, y no el de una frase nominal o unidad caracterizada.

6) Dado que el artículo es la unidad con mayor ámbito de aplicación dentro de las frases nominales, es natural que los problemas de caracterización, tanto del artículo como de la estructura de la que forma parte, sean muy superiores a los de las demás frases nominales, que constan invariablemente de ‘DETERMINANTE + SUSTANTIVO’.

7) Hay que decir que la mayoría de las descripciones de las estructuras con artículo han estado presididas por lo que he denominado el ‘prejuicio del sustantivo’, prejuicio presente tanto en los estudios relativos a la naturaleza categorial del artículo como en aquéllos centraos en la estructura que forman.

8) En relación con la naturaleza del artículo, las opciones han sido, bien su consideración como un morfema sustantivador, entendiendo por sustantivación no la nominalización o habilitación como nombradores de distintos tipos de unidad (sustantivos incluidos), sino la ‘transcategorización’ de cualquier cosa a un ‘sustantivo’, en un sentido próximo a la translation de Tesnière (1959) (cfr. § 3.1.), bien la consideración de su naturaleza pronominal, que implica que el ‘valor sustantivo’ está en el propio artículo, no en la unidad que lo acompaña. La primera opción cierra los ojos a la similitud sintagmática entre artículo y demás determinantes; la segunda lo hace con respecto al hecho de que el artículo dejó de ser una unidad pronominal, con todo lo que ello implica, hace más de doce siglos.

9) Por lo que se refiere a las nominalizaciones con artículo, el prejuicio del sustantivo está igualmente presente en las explicaciones habituales. Así, lo encontramos en quienes ven una sustantivación, categorial o funcional, por la acción del artículo; también entre los que ven en el artículo una unidad pronominal subespecificada posteriormente en la palabra o estructura que lo acompaña, equiparando así estructuras como éste, que está aquí y el que está aquí151. Cuando el artículo es neutro, su consideración como pronombre está particularmente arraigada, pero en los casos más extremos, su carácter pronominal se aplica incluso

151 Por lo demás, la equivalencia sintagmática que establecen es paralela a la vista en el que … y aquél que …, o, fuera del terreno del artículo, entre éste, gran amigo mío y este gran amigo mío.

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a aquéllos en los que lo que le acompaña es un sustantivo (cfr. § 3.3.3.). Y, finalmente, el prejuicio es obvio entre los que ven la existencia de elipsis de un sustantivo cuando lo que hay tras el artículo es alguna de las demás unidades. En este último caso es frecuente combinar la hipótesis de la elipsis con la del valor pronominal del artículo neutro, dada la imposibilidad de encontrar en español sustantivos elididos de tal género.

10) Frente a estas posturas, que muestran siempre un flanco débil que obliga a hacer enmiendas ad hoc, considero que el artículo, como unidad gramaticalizada destinada a servir como nominalizador general, no varía su naturaleza independientemente de cuál sea la unidad a la que se adjunte.

11) Con sustantivos, el artículo convierte la referencia a una entidad en calidad de concepto en una entidad identificable por su pertenencia a una clase general152, o por su identificación con algo ya conocido, esto es, por su alusión anafórica.

12) Con adjetivos o frases preposicionales, el artículo hace exactamente lo mismo que con los sustantivos: convertir la referencia a unos rasgos en la referencia a una entidad definible, precisamente, por esos rasgos. O, más sencillamente, actualizar una referencia virtual. La diferencia no está en la acción del artículo, sino en el punto de partida: en el caso de los adjetivos o las frases preposicionales, el punto de partida son rasgos de propiedades que solo se pueden actualizar mediante el artículo. El punto de llegada, sin embargo, es siempre el mismo: la conversión de conceptos virtuales en referencias a clases o unidades actuales.

13) En las estructuras de relativo nominalizadas (el que llegue antes …), la consideración del artículo como antecedente pronominal del relativo está bastante extendida, basándose tanto en los precedentes latinos como en lo que ocurre en otras lenguas (fr. Ce que tu veux). Lo cierto, sin embargo, es que el artículo ha dejado de ser hace muchos siglos el antecedente de relativo que fue cuando se usaban antecedentes como is (en menor medida hic y, curiosamente, mucho menor, ille), convirtiéndose en un mero nominalizador que, además, aporta la información a las partículas relativas que carecen de ella: las de género y número en el relativo invariable que, o la de género en la forma cual.

152 La indicación de la clase es propia del artículo, pero no exclusiva de él. El indefinido general un puede usarse en ese sentido (una ballena es un mamífero) y también, según contextos, los demás determinantes, incluidos los indefinidos específicos.

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14) De acuerdo con ello, las unidades relativas el/la/lo que no son, como a menudo se indica, la asociación de un antecedente el/la/lo (en ocasiones solo se le da este rango a lo) y un relativo (que), sino un relativo que tiene siempre un antecedente externo, aunque en estructuras especificativas pueda no aparecer, como ocurre en español actual con quien o cuando o, por razones similares a el que −no idénticas− el cual.

15) Consecuencia colateral de la idea del artículo como antecedente, que delata la falta de reconocimiento general entre formas átonas (y sus consecuencias) y formas tónicas, es la falta de rigor al analizar diferencias entre estructuras referencialmente similares pero gramatical y comunicativamente distintas: el es caso de el que / aquél que (cfr. § 4.4). La realidad es que mientras en aquél que estamos ante un pronombre que funciona como núcleo y antecedente de una estructura relativa, en el que existe una secuencia gramaticalmente identificable con una frase nominal. En efecto, el carácter altamente gramaticalizado del artículo, además de otorgar un valor presentativo (anafórico o genérico) a las unidades con las que se adjunta, en caso de que éstas no posean rasgos flexivos, le proporciona una indicación de los valores flexivos correspondientes a su referencia (cfr. § 4.5). Es, precisamente, la existencia de esta flexión nominal en el artículo lo que la ha convertido en especialmente adecuado para dotar al relativo de esta información, tomando para ello los rasgos del antecedente, real –si se trata de una relativa explicativa– o virtual, si carece de antecedente explícito o explicitable. El resultado de la asociación de el + que, como en la asociación del artículo con cualquier otra unidad, es una forma nominalizada, lo que denominamos una ‘frase nominal’, capacitada para funcionar en puestos temáticos.

16) Gran parte de las cuestiones tratadas en esta monografía, incluyendo la de los relativos nominalizados, han sido estudiadas en varios trabajos por Rafael Lapesa con el rigor y la agudeza que caracteriza su obra. Dado que en algunos casos sus afirmaciones parecen contradictorias con las expresadas en otras partes, y dado que, a mi juicio, su planteamiento general del tema, desde una perspectiva tanto histórica como sincrónica, va en el camino adecuado, he considerado oportuno dedicar un último apartado a hacer un repaso crítico de sus puntos de vista.

17) La conclusión final que podemos extraer sobre la frase nominal es que estamos ante de un tipo de estructura surgido para solucionar con medios analíticos parte de lo que se había perdido en la expresión sintética casual. El resultado es una unidad categorialmente nueva y con funcionalidades diversas. Categorialmente se trata de una estructura subsintáctica, pues uno de sus constituyentes no tiene estatus

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de elemento léxicamente libre, sino de unidad atonizada y dependiente, y esto se aplica tanto a la frase nominal con artículo como a la que se construye con determinantes plenos. En lo relativo a su funcionalidad, toda frase nominal permite (a) presentar una referencia como unidad temática, si bien con determinantes indefinidos esto solo es posible si tienen un significado genérico (una ballena es un mamífero)153, y (b) actualizar una unidad sobre la base de un cierto parámetro relacional (anafórico, genérico, deíctico, posesivo −con todas sus variantes de contenido− cuantificador-indefinido). Por lo que se refiere a la frase nominal con artículo, su mayor ámbito de uso le permite (c) habilitar como nombrador unidades no-sustantivas y (d) añadir a ciertas partícula relativas (que, cual) los rasgos flexivos que le faltan al tiempo que actualiza el conjunto como nombrador al igual que cuando se adjunta a unidades plenas. Como he dicho en ocasiones anteriores, las diferencias semánticas entre los distintos determinantes plenos −en las que no he entrado−, o de ámbito entre éstos y el artículo no suponen, sin embargo, variaciones de actuación sintagmática en las distintas frases nominales que conforman.

153 Naturalmente, también las expansiones limitadoras actúan como habilitadoras temáticas desde el momento en que concretan una referencia, con lo cual no solo las fra-ses nominales con determinantes indefinidos inicialmente no genéricos (cualquier per-sona con dos dedos de frente lo entenderá vs. (?) cualquier persona lo entenderá), sino también unidades sin determinación previa (casa con dos puertas es mala de guardar vs. (?) casa es mala de guardar).

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ÍNDICE GENERAL

1.INTRODUCCIÓN ………………………………………………………….....

1.1. A modo de presentación ……………………………….……..1.2. El artículo y los determinantes …………………….…………1.3. La ‘frase nominal’ y la ‘frase determinante’ …………………1.4. Plan de la monografía ………………………………………...

2. LA NATURALEZA DE LA FRASE NOMINAL ……….…………………….

2.1. El término ‘frase nominal’ …………………………………...2.2 Frase nominal y frase sustantiva. ……………………………..

2.2.1. Modificación y determinación …………………….2.2.2. La habilitación sintagmática ………………………2.2.3. Recursividad y proceso único ……………………..2.2.4. Adjetivos calificativos, adjetivos determinativos

y determinantes. Rasgos distintivos …………….2.2.5. Frase sustantiva vs. frase nominal ………………...

2.3. Diferencias entre el artículo y los determinantes …………….2.3.1. Generalidades ……………………………………...2.3.2. Grado de gramaticalización ………………………..2.3.3. Ámbito de uso ……………………………………...

2.3.3.1. Unidades generales y marcadas.2.3.3.2. Razones semánticas para la diversidadde uso del artículo y los determinantes plenos. 2.3.3.3. Razones formales.

2.3.4. Valor sintagmático-paradigmático …………….......2.4. El endocentrismo y la representación estructural de la frase nominal ………………………………………………...

2.4.1. La frase nominal y el endocentrismo ………………2.4.2. Problemas en la representación de la frase

nominal …………………………………………...

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3. LA NATURALEZA CATEGORIAL DEL ARTÍCULO Y EL PREJUICIO DEL SUSTANTIVO ………………………………………………………

3.1. El artículo como morfema sustantivador. La visión de A. Alonso y de E. Alarcos …………………………………………...

3.1.1. Alonso (1933) ……………………………………..3.1.1.1. El artículo no determina. 3.1.1.2. Gramaticalizadode un modo único. 3.1.1.3. Valor realzador de unidades. 3.1.1.4. Carácter pronominal de los determinantes.

3.1.2. El punto de vista de E. Alarcos ……………………3.1.2.1. El artículo como morfema. 3.1.2.2. El artículo como sustantivador. 3.1.2.3. El artículo y los determinantes

3.1.3. El prejuicio del sustantivo ………………………....3.1.3.1. El sustantivo no nombra. 3.1.3.2. Sustantivos y transcategorización. 3.1.3.3. Breve conclusión.

3.1.4. Recapitulación ……………………………………..3.2. El artículo y la elipsis del sustantivo …………………………

3.2.1. Generalidades ……………………………………...3.2.2. Problemas y alternativas …………………………...

3.2.2.1. Omisiones recuperables y no recuperables3.2.2.2. La frase nominal sin sustantivo.

3.3. El artículo como núcleo pronominal …………………………3.3.1. La estela de A. Bello ………………………………3.3.2. Sobre la noción de pronombre …………………….

3.3.2.1. Las visiones del pronombre. 3.3.2.2. El pronombre como subtipo de nombre. 3.3.2.3. El pronombre como categoría transversal. 3.3.2.4. El pronombre como clase de palabra con valores deíctico-referenciales y capacidad sintagmática nominal. 3.3.2.5. Apéndice: la noción depronombre en Bosque & Demonte (dirs.)(1999).

3.3.3. Una visión extrema: Bosque & Moreno Cabrera (1990) …………………………………………………….

3.3.3.1. “Lo” pronominal y “lo” objetivo. 3.3.3.2. Pronombre y carácter clítico. 3.3.3.3. Pronombre y atonicidad. 3.3.3.4. Complementos de lo vs complementos de la frase nominal. 3.3.3.5. Acción de lo vs. acción de la frase nominal. 3.3.3.6. Orden de modificadores y manipulación. 3.3.3.7. Pronombres vs artículos.

3.4. El pronombre como categoría gramatical ……………………3.4.1. Pronombres y proformas …………………………..3.4.2. Proformas átonas ……………………………….….

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3.4.3. Proformas tónicas ……………………………..3.4.3.1. Carácter tónico de los pronombres. 3.4.3.2.Carácter referencial de los pronombres. 3.4.3.3.Carácter nuclear de los pronombres

3.4.4. Recapitulación ……………………………………..3.5. La naturaleza del artículo. Recapitulación …………………...

4. LA FRASE NOMINAL CON ARTÍCULO. EL ARTÍCULO CON RELATIVO …

4.1. El relativo y su antecedente …………………………………..4.1.1. Antecedentes y marcas flexivas ……………………4.1.2. Presencia y ausencia de antecedente ……………….

4.2. Relativos y preposición ……………………………………….4.2.1. Preposición y determinantes vs. casos oblicuos y nominativo flexivo ……………………………………….4.2.2. Del antecedente pronominal al soporte flexivo ……4.2.3. Relativos precedidos y no precedidos dePreposición ……………………………………………….

4.3. Estructuras relativas y análisis sintáctico …………………….4.4. Artículo vs. pronombre: EL QUE vs. AQUÉL QUE ………………4.5. Relativos y marcas flexivas. La fuente de la concordanciadel relativo …………………………………………………………

4.5.1. Generalidades ………………………………………4.5.2. Sustantivos y referencia ……………………………4.5.3. Artículo neutro y sustantivo elidido ……………….4.5.4. Artículo neutro y paradigma articular ……………..4.5.5. Conclusión …………………………………………

4.6. El artículo y la frase nominal en Rafael Lapesa ………………4.6.1. Lapesa (1966) ............................................................4.6.2. Lapesa (1970) ............................................................4.6.3. Lapesa (1984) ............................................................4.6.4. Observaciones finales ……………………………...

4.6.4.1. Aspectos destacables de cada trabajo.4.6.4.2. Cuestiones terminológicas. 4.6.4.3. Formastónicas y átonas. 4.6.4.4. Conclusión

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5. LA FRASE NOMINAL. BREVE RECAPITULACIÓN ……….............…………….175

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS …………………........……………..........…181

INDICE GENERAL …………………………......……………………………191