Atehortúa, Adolfo León - Los criollos en la lucha inicial por la independencia (1)
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LOS CRIOLLOS EN LA LUCHA INICIAL POR LA INDEPENDENCIA
Adolfo Len Atehorta Cruz
Profesor Titular Decano Facultad de Humanidades
Universidad Pedaggica Nacional de Colombia
Para algunos historiadores, la gnesis de la emancipacin americana se inscribe en la
crisis espaola ms que en la accin de los criollos y dems pobladores del continente
(1808-1826) (Henao y Arrubla, 1911); en un proceso ms grande de cambio histrico
que decide el retiro de los europeos de la Amrica de habla hispana entre 1776 y 1825
(Guerra, 1992), o en una perspectiva an ms larga que se hace evidente con el
rezago econmico espaol y la debilidad militar con su derrota naval en la Guerra de
los Siete Aos (Lynch, 1983).
Hasta hace muy poco, la lucha por la independencia se fechaba a partir de 1808,
exceptuando algunas movilizaciones precursoras como la de Los Comuneros en
Colombia (1781) o la de Tpac Amaru en el Per (1780). Se conceda al hecho un
contenido nacional y no continental; se citaban unas causas externas, que incluan
la Revolucin Francesa o la lucha por la Independencia en Estados Unidos, pero no
se exploraban las conexiones entre tales sucesos y los nuestros. La narracin se
llenaba, con simpleza, de hroes y mitos, de bronces y espadas.
La historiografa ms reciente intenta ilustrar el desarrollo del proceso
independentista ubicndose en contexto. En efecto, hacia 1808, el rey Carlos IV de
Espaa autoriz el paso del ejrcito de Napolen con destino a Portugal, para
derrocar a la corona portuguesa, enemiga de Espaa. Lo que el rey Carlos IV no
supuso, era que Napolen se apoderara de Espaa y lo obligara a su dimisin;
menos an que lo pondra preso.
Napolen ocup Espaa. Desde luego, hay una historia minuciosa que cuenta las
contradicciones entre Carlos IV y su hijo Fernando VII; el odio popular contra el
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ministro Godoy, que produjo el motn de Aranjuez y que oblig al padre a entregar el
trono a su hijo. Detenidos ambos en Bayona por las tropas de Napolen, Fernando
renunci de nuevo a favor de su padre, quien cedi sus derechos a Napolen. Este
ltimo design entonces, como monarca de Espaa, a su hermano Jos.
En esas circunstancias, Espaa se qued sin rey, o mejor, el rey de Espaa era un
usurpador francs. Pero algo con lo que no contaban, ni los franceses, ni los
espaoles, es que el pueblo se volc a las calles y lo hizo con las armas para
expulsar al ejrcito de ocupacin. Para emprender esa tarea, adems, el pueblo
espaol se organiz en Juntas Municipales, Juntas de Cabildo.
Como primer orden, en la coyuntura, se tom conciencia del vaco de poder; para
los espaoles no haba rey. Quin gobernara, entonces? Los peninsulares
resolvieron el asunto construyendo juntas que nacieron por doquier en las
localidades espaolas. Las primeras fueron juntas insurreccionales o regionales
autnomas, defensoras de los derechos de Fernando VII, cuya mxima expresin se
constituy bajo el ttulo de Junta Central o Suprema de Espaa e Indias. Con el
avance del ejrcito de Napolen, la Junta se refugi en Sevilla y posteriormente se
traslad a Cdiz, para disolverse en 1810 en el Consejo de Regencia.
Por supuesto, las noticias llegaron a la Amrica hispana atropelladas por la distancia
y el tiempo. El rey est preso, los espaoles estn creando juntas. Es el primer
pregn que cae como balde de agua fra. Los americanos resuelven, entonces,
hacer lo mismo. Pero las primeras juntas que se crean en 1808, cuando recin
llegan las noticias, tienen ciertas variantes. Algunas pocas enfrentan el dilema de las
autoridades espaolas, pero la gran mayora, como la de Santa Fe de Bogot, juran
fidelidad a Fernando VII y se comprometen a trabajar por su restitucin en la corona.
Ocurri as en Mxico, Montevideo, Buenos Aires, Santa Fe (septiembre 11 de
1809) y Popayn (octubre 29 de 1809); pero en Charcas (mayo 25 de 1809) y La
Paz (junio 16 de 1809) estallaron insurrecciones; en Casanare, jvenes patriotas
socorranos intentaron un levantamiento armado; en Caracas un movimiento de
notables fracas en su intento de instalar una junta de gobierno ante la respuesta
decisiva de la Capitana General, y en Quito (agosto 10 de 1809), apareci una clara
tendencia autonomista: se configur un tpico golpe de Estado que, si bien fue
doblegado por fuerzas realistas enviadas desde el Per, reclam el derecho de la
provincia a gobernarse por s misma y anim los movimientos suscitados a
continuacin en la Nueva Granada.
Las circunstancias cambiaron con las noticias. La Junta Central quiso construir un
gobierno provisional con la participacin de los americanos; no tanto por cuestiones
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de equidad sino, ante todo, por la necesidad de su apoyo y como segura retaguardia
contra el avance francs. Aunque la representacin no logr concretarse, la
existencia de un vaco de poder en la pennsula se constituy, tambin, en visin y
conviccin de habitantes hispanoamericanos.
As, entonces, la solicitud hecha por la Junta Suprema a las administraciones
territoriales del continente, consistente en la eleccin de un diputado como su
representante, se convirti en motivo de descontento y reclamo. A ella se refiri
Ignacio de Herrera, sndico procurador del Cabildo de Santa Fe, con un apasionado
documento que cuestion la administracin colonial y mostr el germen de la
emancipacin. Ese documento se llam Reflexiones que hace un americano
imparcial al diputado de este Reino de Granada para que las tenga presentes en su
delicada misin. Ms tarde, el Cabildo le confi a Camilo Torres una respuesta
sustentada que se convirti en el afamado Memorial de Agravios en noviembre 20
de 1809.
En 1810 la autonoma se convirti en el grito generalizado de las juntas americanas.
El movimiento se inici en Caracas (abril 19), sigui en Buenos Aires (mayo 25) y
cobij con una agilidad inusitada a la Nueva Granada: Cali (julio 3), Pamplona (julio
4), Villa del Socorro (julio 11), y Santa Fe (julio 20)1.
Creada la Junta en la capital del virreinato, muchas poblaciones se sintieron con el
derecho de hacer lo propio: Neiva, San Juan Girn y Tunja, en julio de 1810;
Mompx, Santa Marta, Popayn y Santa Fe de Antioquia, en agosto; Quibd,
Timan, Soat, Pore y Nvita en septiembre (Quintero/Martnez, 2008). En toda
Suramrica, el territorio hispano qued bajo el control de juntas locales de gobierno,
con excepcin del Per. Las campanas de la independencia tocaban a rebato.
Conocer este periplo es importante. Su seguimiento nos dice que en 1808 los
criollos, en muchos lugares de Amrica, juraron solemnemente fidelidad al rey.
Podra decirse que tenan que hacerlo porque de lo contrario el poder virreinal
caera sobre ellos como ocurri en Quito y en Alto Per, o que lo hicieron por tctica
ante la posibilidad real de compartir espacios de poder. Pero tambin podra
pensarse que, en buena medida, ese juramento de fidelidad era sincero. Y era
sincero porque buena parte de sus intereses permanecan an al lado de la corona.
Si bien existan motivos de inquietud, indudablemente los criollos se sentan mejor
1 Aunque la creacin de la Junta en Cartagena de Indias es posterior a la de Santa Fe, la ciudad
expuls al gobernador en mayo 22 de 1810 e inici un proceso de autogobierno ante el Consejo de Regencia en presencia de Antonio Villavicencio. Mompox depuso al comandante militar el 24 de junio
de 1810 pero la constitucin de la Junta esper hasta agosto.
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respaldados por la autoridad virreinal que por cualquier otra vocacin que pudiera
suscitar el caos.
El ejemplo concreto lo podemos hallar precisamente en la Nueva Granada. En las
lecciones de historia que se nos ofrecen tradicionalmente, se muestra al
Movimiento Comunero de los Santanderes como un hito precursor de
independencia. Sin embargo, Los Comuneros no hablaron jams de independencia;
Los Comuneros se quejaron por los impuestos y adelantaron una movilizacin de
cuya direccin se apoderaron los criollos para lograr un mejor trato por parte del
virreinato de la Nueva Granada. Pero atencin, hay cerca de 25 mil hombres y
mujeres que marchan armados de machete, armados de las lanzas y azadn,
herramientas de trabajo, hasta Santa Fe de Bogot, que no tiene ejrcito, que est
desamparada.
Es decir, Los Comuneros constituyen una grave amenaza que pretende ingresar a la
ciudad capital del virreinato, donde estn los criollos econmicamente ms
poderosos; para entrar sin control porque en Santa Fe no hay ejrcito. El terror que
sienten los criollos de Santa Fe queda plasmado en diversos documentos. Los
criollos de Santa Fe no simpatizan con el movimiento comunero, lo ven con terror, lo
ven como horda de Atila que se va a apoderar de la ciudad. Ellos mandan al
arzobispo a que negocie con los insurrectos antes de que entren a Santa Fe de
Bogot, y lo consiguen. Por eso en 1808, casi treinta aos despus, el temor que
expresan los criollos en Santa Fe de Bogot, es que si hay un vaco de poder y un
dbil ejrcito, puede volver a suceder aquello del siglo anterior, aquello de Los
Comuneros. De manera que hay que organizarse y hay que prepararse porque se
pueden presentar levantamientos en las provincias que vengan a tomarse Santa Fe
de Bogot. Es decir, los criollos ciertamente se sienten ms seguros con el apoyo
del virreinato, de su ejrcito y de la milicia, que a partir del movimiento comunero o
de los levantamientos regionales que los amenazan.
La situacin es ms o menos similar en Venezuela. En Venezuela una y otra vez se
han opuesto, incluso con las armas, a los intentos de invasin que ha hecho
Francisco Miranda. Miranda ha buscado apoyo en Francia, en Estados Unidos, ha
sido oficial del ejrcito de Napolen. Es el nico latinoamericano que tiene su
apellido en el Arco del Triunfo de Pars como oficial del ejrcito de Napolen y con
ese apoyo ha intentado invadir a Venezuela por la independencia. Pero son los
criollos los que con las armas se han opuesto a Miranda y lo han arrojado en dos
ocasiones. No quieren la independencia.
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Lo mismo podramos decir de la lite limea, que jura solemnemente la fidelidad al
rey y que no cuestiona en absoluto la autoridad virreinal. Es la elite que ms se
mueve para preparar la resistencia frente a una eventual invasin Napolenica.
Pero quizs la muestra ms clara de esa lealtad para con Espaa, se presenta con
Camilo Torres, el autor del Memorial de Agravios que atrs mencionamos. Cuando
las juntas espaolas se renen, toman sede en Sevilla primero y despus en Cdiz,
se dan cuenta que necesitan el apoyo americano para oponerse a Napolen.
Entonces llaman a conformar un gobierno de ambos hemisferios, en donde les piden
a los americanos que elijan su representante.
Ese es el origen del Memorial de Agravios. En dicho documento, Camilo Torres dice,
junto a sus pares neogranadinos, que es muy importante ir a Espaa con
representantes democrticamente elegidos. Sin embargo, denuncian una
discriminacin en la convocatoria, porque mientras Espaa tiene 36 representantes,
los criollos americanos solo tendrn 9, a pesar de que Amrica es ms grande y
ms poblada que Espaa:
En medio del justo placer que ha causado esta real orden, el Ayuntamiento de la
capital del Nuevo Reino de Granada, no ha podido ver sin un profundo dolor, que,
cuando de las provincias de Espaa, aun las de menos consideracin, se han enviado
dos vocales a la Suprema Junta Central, para los vastos, ricos y populosos dominios
de Amrica, slo se pida un diputado de cada uno de sus reinos y capitanas
generales
Es decir, Camilo Torres no reclama en el Memorial de Agravios la independencia.
Camilo Torres no se opone a la convocatoria que hacen las Cortes. Por el contrario,
se dispone a participar en ellas y lo que reclama es que la representatividad no es
justa. Por qu? All viene una frase que podra entenderse crucial, Camilo Torres
dice tan espaoles somos nosotros como los hi jos de don Pelayo. Es decir, si
somos tan espaoles, tenemos derecho a la misma representacin. Por eso hay que
mirar tambin en contexto un documento que, como el Memorial, se considera
precursor de la independencia en 1808, cuando no la est reclamando.
La situacin evoluciona en Espaa de tal forma que se desata por completo la
guerra contra la ocupacin francesa, guerra que los espaoles llaman Guerra de la
Independencia, porque era una guerra para independizarse de Francia. Pero el rey
definitivamente se pierde para los procesos espaoles, porque en la misma Espaa,
grupos de liberales -y hablamos de liberales en el sentido terico y clsico del
trmino, amigos de la constitucin, enemigos de la monarqua-, aprovechan la
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coyuntura para instalar una especie de rgimen constitucional, no propiamente
republicano. Es ms una constitucin que reconoce los derechos de la ciudadana,
que no existan como tales antes de la invasin Napolenica, y que lleva a la
creacin de las famosas Cortes de Cdiz, que dictan la constitucin y a las cuales
finalmente invitan a algunos americanos que residan en Espaa y que estaban
apoyando esas ideas liberales; entre ellos, Francisco Antonio Zea, considerado
igualmente precursor de la independencia en Venezuela y la Nueva Granada.
Bajo esas circunstancias, por el avance de las ideas constitucionalistas en Espaa,
pero con la prisin de los dos reyes, los criollos empezaron a cambiar de idea. De
esa forma nace la propuesta de construir nuevas juntas porque van a venir regentes
de las Cortes de Cdiz a exponer sus propuestas. Los criollos estn dispuestos a
escucharlos pero creen llegado el momento de cambiar los formatos de gobierno,
porque si no hay rey, porque si quienes mandan ahora en Espaa son las Cortes,
por qu tenemos que continuar los americanos bajo el gobierno de un Virrey? Los
criollos vuelven a pensar, entonces, en un nuevo tipo de juntas que estallan en casi
toda Amrica Hispana.
Hay por lo menos tres tipos de Juntas. Si antes, en 1808, fueron excepcionales las
juntas que plidamente hablaron de independencia, mientras las dems juraron
fidelidad, en la coyuntura de 1810 la mayora de las juntas se declaran autnomas,
pero no independientes. Algunas otras, la minora, intentan declararse
independientes o levantan la bandera de la independencia, con algunos dirigentes
como Hidalgo y Morelos en Mxico que son tambin perseguidos, incluso, por los
mismos criollos mexicanos. Solo en Per vuelve a declararse la lealtad a Fernando
VII.
En este marco ocurre el 20 de julio de 1810 en Santa Fe de Bogot. En Colombia
acaba de celebrarse el Bicentenario de la Independencia, como se llam
oficialmente. La primera crtica que se hace al trmino es que no se puede hablar en
singular. Las independencias fueron diversas, este fue un proceso continuo, no fue
un proceso solamente colombiano, pero adems, fueron mltiples los gritos, por as
llamarlos, que se dieron en lo que hoy es Colombia.
Antes que Santa Fe, se levant El Socorro, antes que El Socorro hubo
movilizaciones en Cartagena, y entre El Socorro y Santa Fe tambin se levantaron
las ciudades confederadas del Valle, como dijimos atrs. Poco despus hubo una
movilizacin en Mompox y siguieron los llamados gritos a conformar juntas en todo
el territorio. Entonces, por qu celebrar lo ocurrido en Santa Fe y no celebrar lo que
sucedi en El Socorro, en Cartagena, en Mompox, en las Ciudades Confederadas?
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Los gritos fueron en plural. Pero, adems, el proceso fue continental y cobij desde
la Patagonia, en el sur de Amrica, hasta Mxico.
Lo sucedido en Santa Fe de Bogot nos permite repensar mucho las realidades
frente a la independencia. Los criollos santafereos casi que plantean la junta un
poco a la fuerza, sin querer queriendo. Los criollos de lite, con Camilo Torres a la
cabeza, venan reunindose en el Observatorio Astronmico para plantear la
posibilidad de establecer una Junta que desconociera al Virrey. Sin embargo, la
posicin de Torres valoraba las dificultades de la situacin: el virrey no renunciara a
su poder fcilmente y, por consiguiente, sera necesario acudir al pueblo en un
motn intimidante, lo que era realmente peligroso. En ese sentido, Torres no estaba
de acuerdo con la estrategia. La alternativa ms viable, pensaba, era que una
fraccin del ejrcito del virreinato, dirigida por un criollo, Antonio Baraya, diera una
especie de golpe de estado. Pero Antonio Baraya deca que no contaba con la
fuerza suficiente para hacerlo y Camilo Torres termin retirndose de las reuniones.
Por otro lado, Jos Acevedo Gmez pensaba que si no haba otra posibilidad,
podra acudirse al pueblo; pero estaba de acuerdo en que esa era una medida
desesperada y peligrosa, a la cual solo deba acudirse como respaldo al movimiento
militar de Baraya. Finalmente, una fraccin de los criollos, ms decidida, pensaba en
la participacin popular como elemento necesario. La encabezaban los hermanos
Francisco y Antonio Morales Galavs, quienes no dudaban en movilizar al pueblo
como vital mecanismo de presin para forzar el retiro del Virrey.
No obstante, hasta el 19 de julio de 1810 no haba acuerdo entre los criollos. El
temor primaba. Pero, a partir de esa fecha y en horas de la tarde, los nudos se
desatan por dos circunstancias: la primera, llega a Santa Fe la noticia de que El
Socorro se ha levantado, que el ejrcito del Virrey se encuentra acorralado en un
convento, que lo han desarmado y que muy probablemente los santandereanos se
dirigen ahora a Santa Fe. Es decir, se revive el peligro de los comuneros. Sus
fantasmas amenazan de nuevo a la capital de virreynato. Los criollos saben que
deben prepararse porque, de lo contrario, el peligro es real y as se lo plantean la
Virrey. Estn asustados. Pero segundo, lo ms importante, llega a sus odos que el
Virrey y algunos oidores tienen conocimiento de que los criollos se han reunido para
conspirar y les han levantado ya causas para detenerlos en prevencin de cualquier
cosa que puedan hacer. He all el dilema.
De contera, los criollos se encuentran presionados por dos circunstancias. Primero,
que del norte lleguen a tomarse la capital los que ya se han levantado, arrastrando
con el Virrey y quienes le rodean; o, segundo, que van a ser puestos presos,
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acusados de conspiracin, por autoridades en decadencia. Es entonces cuando
Camilo Torres consiente que se acuda al pueblo, cuando Jos Acevedo y Gmez
admite la agitacin popular y se aprueba el plan que los Morales Galavs presentan
y que ellos mismos se ofrecen ejecutar.
Seguramente hemos escuchado que todo se origin en un florero que los hermanos
Morales Galavs fueron a prestarle al espaol Jos Gonzlez Llorente y que este se
neg con improperios, lo cual no parece ser muy cierto. A decir verdad, la respuesta
de Gonzlez no importaba. De antemano, lo previsto era desatar el escndalo e
incitar a la gente de la plaza, del mercado, para que se levantara y protestara contra
las autoridades en cabeza del virrey.
Cuando se generan las primeras protestas y le van a pedir al virrey que cite Cabildo
Abierto para crear una junta de gobierno, el virrey se niega con un argumento: los
americanos son perros que ladran pero no muerden, no hay para que preocuparse.
Cuando van a decirle por segunda vez: su excelencia, hay muchas gentes en la
plaza, eso se est poniendo feo, l dice con clculo optimista: de aqu a las cinco
de la tarde ya se han ido, se cansan y se acaba. Y en efecto, eso empieza a
suceder. El movimiento que se gesta en la plaza haba sido de los campesinos que
traan sus productos de mercado, de las vendedoras de verduras y de fruta, de la
gente de la plaza, de los chicheros -los que tomaban chicha, el aguardiente
artesanal en un da de mercado, un viernes-. Eran ellos quienes inicialmente
protestaban. Pero a las cinco de la tarde, terminado el mercado, la movilizacin
decae. Es entonces cuando entra en escena Jos Mara Carbonell, un estudiante
que haba ido a las reuniones en el Observatorio Astronmico y entonces decide,
con algunos compaeros de clase, ir a gritar en los barrios para llamar a la gente a
que viniera a la plaza.
Como no es suficiente, tocan las campanas a rebato, como si hubiera incendio en la
ciudad. Cuando en los alrededores se oyen las campanas de alarma, la gente se
viene a la plaza a ver qu es lo que sucede. Una vez all, Carbonell se encarga de
arengarlos y ocurre el famoso discurso de Jos Acevedo y Gmez que se lo dedica
a los criollos. l dice: si perdis estos momentos de efervescencia y calor; mirad las
crceles y los grillos que os esperan. Es decir, si no aprovechamos ahora que est
toda esta gente aqu, maana nos van a meter a la crcel. Eso es lo que finalmente
se comprende y se hace. Se presiona una vez ms al Virrey para que acceda a
Cabildo, con todas las seguridades del caso, y el Virrey finalmente lo concede.
Qu ocurri en ese momento crucial? Alguna bibliografa argumenta que el Virrey
era buena gente, que no era sanguinario y no quiso proceder con el ejrcito. Al
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frente de los uniformados, por cierto, est nada ms y nada menos que Juan
Smano, uno de los oficiales de la reconquista ulterior. Otros dicen que la esposa
del Virrey era muy dulce y que debi convencerlo para que no actuara. Pero nada
ms y nada menos que el sabio Francisco Jos de Caldas da una versin concreta
de los hechos. La plvora, los fusiles, estaban guardados en la armera, junto con
las armas que se haban mandado a construir a raz del Movimiento Comunero; y
cuando un piquete del ejrcito se dirige al lugar para sacarlas, la poblacin se
arremolina en la puerta de la armera con el propsito de impedirlo. Juan Smano
dio la orden de cargar, y cuando esto sucede, varias mujeres se colocaron al frente
de la muchedumbre, unieron sus brazos en jarra y le dijeron a los soldados:
disparen, pero antes de que vuelvan a cargar el segundo tiro, nuestros maridos y
nuestros hi jos les habrn cortado la cabeza. Recuerden que los fusiles haba que
cargarlos cada vez que se disparaba. Entonces las mujeres tenan razn: gasten la
primera carga en nuestros pechos, pero no podrn cargar de nuevo, porque los que
estn atrs les van a cortar la cabeza.
Frente a esa circunstancia, ni tontos que fueran, los soldados comprendieron que no
haba nada por hacer. La muchedumbre estall; no podan disparar ni una carga sin
el riesgo de morir despus, y esa es la razn por la cual finalmente el Virrey accede
a la convocatoria del Cabildo. Pero, atencin, la Junta que el Cabildo crea jura, con
la mano sobre la Biblia, fidelidad al rey Fernando VII y nombra como presidente al
mismo virrey. En el acta se declara la reserva de los territorios, que son propiedad
de su majestad, para cuando l recupere la libertad. Entonces, en estricto sentido,
no hay un grito de independencia en 1810. Lo que hace la junta de Santa Fe de
Bogot es lo que hace la misma junta en Venezuela.
En Santa Fe, Jos Mara Carbonell levanta su voz inconforme, pide el
derrocamiento del Virrey y la Independencia. Consecuencia? Camilo Torres
autoriza la detencin de Carbonell y ordena allanar la sede de una sociedad popular
que el mismo patriota estudianti l haba creado para promover la lucha por la
independencia; les allanan las sedes barriales y ordenan la detencin de sus
dirigentes. Declaran el toque de queda, prohben las manifestaciones pblicas. Se
manda que, en adelante, el pueblo se exprese a travs de los sndicos y de los
curas. Para rematar el asunto, ordenan procesin permanente, sacan el Santo
Sepulcro de la Catedral y lo envan en procesin por los barrios. Con eso terminan
apaciguando a la gente que peda independencia; con ello omiten responder a un
pliego de peticiones, de 52 puntos, segn se dice, que se perdi para la historia
porque se hizo en una sola copia manuscrita que se entreg a la junta.
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En Venezuela sucedi lo mismo. Los criollos se oponen a Emparn, argumentando
que tienen sangre francesa. l es el Capitn General y en tanto tiene sangre
francesa, puede traicionar a la Corona y entregar el mando a Napolen. De manera
que los criollos lo deponen no para declarar la independencia sino para asegurar los
territorios de la capitana de Venezuela a su majestad Fernando VII, a lo cual se
opone Bolvar. Pero Bolvar es un joven y se opone como lo hace Carbonell en
Santa Fe. Forma sociedades patriticas y empieza en esas juntas a proponer la
independencia y a proponer, incluso, que lo primero que se tiene que hacer es
formar un ejrcito de defensa y para ello traer a Miranda.
La Junta no est de acuerdo con esto; ni siquiera Bolvar es designado miembro de
la junta. Est muy joven Por qu no lo detienen? Por una razn muy sencilla: Jos
Mara Carbonell es un estudiante que tiene que emplearse como monitor de Jos
Celestino Mutis en la Expedicin Botnica para sobrevivir; Simn Bolvar, en
cambio, es el hombre ms rico de Venezuela, es un heredero joven, tiene una
riqueza inmensa. Entonces una cosa era detener a Carbonell y otra cosa era para
los venezolanos silenciar a Bolvar. No lo hacen, tienen que tolerarlo pero lo
consideran un hombre dscolo y le recomiendan a don Andrs Bello, su maestro, la
tarea de neutralizarlo y sobrellevarlo. Pero la Junta tampoco habla en ningn
momento de independencia.
Lo mismo suceder en Chile. Hay una junta de patricios, hay una junta de notables
que se rene en similares circunstancias a las suscitadas en la Nueva Granada.
Pero hay tambin algunos jvenes, entre quienes se encuentran los hermanos
Carrera, hijos de un acaudalado que hace parte de la Junta, quienes empiezan a
gritar independencia y son tambin extraados. Es decir, apartados de cualquier
influencia y finalmente detenidos. En los tiempos de la reconquista recuperarn su
libertad, pero finalmente, incluso, tambin sern fusilados por oficiales del ejrcito
criollo. Entre tanto, en Mxico el General Iturbide detendr a Morelos y ordenar
tambin su fusilamiento como culminacin de un proceso extenso lleno de
vicisitudes y vaivenes. En conclusin, no podemos afirmar que en 1810 se haya
presentado una conciencia clara de la necesidad de independencia. En realidad,
para esa fecha, los criollos se debaten todava en diversas disyuntivas y
posibilidades.
Para algunos historiadores, los criollos estaban jugando un tanto a la hipocresa.
Ellos tenan la conviccin de que Espaa no iba a derrotar a Napolen, de que
Fernando VII se iba a podrir en la crcel y que, por ende, no haba necesidad de
preocuparse por una independencia que llegara por sustraccin de materia. Para
los criollos, a partir de este anlisis, la tarea era tomarse el poder, mantener en
-
teora todo el embeleco de Fernando VII, pero negarlo en la prctica por fuerza de
las circunstancias: Cul rey, si est preso? Entonces, la tctica de los criollos
consistira en no complicar su existencia, en aceptar la retrica del poder guardado
al rey, de su reconocimiento, pero, en la realidad, ejercer el poder sin obstculos ni
oposiciones, sin que la autoridad sobre el resto de la poblacin se lesione .
Es posible que eso haya sido cierto porque, entre otras cosas, los criollos tenan un
temor fundamental: que el statu quo se removiera; que en medio de la agitacin y de
la lucha, los esclavos terminaran pidiendo la libertad y los indgenas reclamando
tierra, como finalmente ocurri; que muchos otros zambos, mulatos y pardos
terminaran levantndose contra la existencia de castas y discriminaciones de color o
sangre y que todo se volviera un horror. Pero, adems, que en medio del proceso se
perdiera riqueza y se arriesgaran vidas. Entonces los criollos preferan la va del
menor esfuerzo y del menor riesgo. Tenan el poder econmico y conquistaban con
las Juntas el poder poltico; no existan reivindicaciones ms trascendentales,
cuando el rey, a la hora de la verdad, no tena ms presencia que la simblica que
los mismos criollos le otorgaban.
Esta es una hiptesis. Pero hay seales tambin de que, con cierta sinceridad, los
criollos tambin les apostaron a las juntas con la simple expresin de autonoma
pero no de independencia. Como vimos, Camilo Torres orden la detencin de
Carbonell y permiti que el Virrey saliera de la prisin en que la presin de Carbonell
y los suyos haba obligado a encerrarlo. Antonio Nario, quien estaba preso en
Cartagena, en la siniestra mazmorra del Castillo de San Felipe, continuar preso sin
una expresin de solidaridad siquiera. Ni los Santafereos ni los Cartageneros que
se han levantado, que han construido juntas, han dicho nada de Nario; mucho
menos han decretado su libertad inmediata, porque representa ciertas posiciones
peligrosas, de corte radicalmente independentistas.
De cierta forma, entonces, salta a la palestra una indecisin extrema por parte de los
criollos en cabeza de ciertas juntas. Una indecisin que se mantiene an en medio
de los conflictos internos que siguieron. Cuando la reconquista se viene encima,
cuando el pacificador Morillo llega a la isla de Margarita, no pocos criollos
venezolanos salen a recibirlo y a decirle: General, aqu estamos a sus rdenes,
aqu est su Venezuela. Pero Morillo cometi un error: declar la guerra a los
criollos por el simple hecho de ser criollos y orden su fusilamiento. Desde luego, no
les dej alternativa diferente a su alzamiento. Es lo que ocurre, de igual forma, en la
Nueva Granada. Camilo Torres y su sobrino, Francisco Jos de Caldas, desde la
clandestinidad, solicitan perdn para su vida si se entregan. Estn dispuestos a
pagar prisin, a una especie de casa por crcel si se les respeta la vida y los
-
bienes para sus familias. Smano lo acepta pero los conduce a juicio y los condena
a muerte. Se traiciona su confianza. Con ello, los criollos saben que cuentan con la
muerte y que no hay camino diferente al levantamiento armado. Ser ese el sino de
Amrica a partir de 1814.
En conclusin, antes de 1810, algunos criollos piensan en la independencia.
Ejemplo de ellos son Miranda, Nario, Bolvar, los hermanos Carrera, Carnonell.
Pero no es un pensamiento generalizado, entre otras cosas, porque los criollos no
tienen tampoco una identidad nacional construida. Los criollos como Camilo Torres,
se consideran espaoles y despus no sabrn si son americanos o qu son. Esta
tragedia de la identidad aparece en la Carta de Jamaica de Bolvar en 1815, donde
el mismo Libertador siente que no sabe qu es; siente que la tragedia de los criollos
es no considerarse cien por ciento americanos e indaga por la identidad de los
negros.
Adicionalmente, los criollos todava se resisten a que los negros y los indios
participen en la guerra. Les niegan la libertad y solo se convencen de ello cuando
los negros esclavos se levantan, apoyan a los espaoles y forman ejrcitos que
derrotan a los criollos, como ocurre con Boves en Venezuela. En ese momento los
criollos y Bolvar en particular, saben que sin la libertad de los esclavos no es
posible la construccin de ejrcito y menos an la conquista de la independencia.
Despus vendr el reconocimiento para los indgenas, la entrega de bonos de
tierras y la necesidad de repartir los botines de la guerra
Precisamente, ser la guerra la que empieza a transformar la conciencia criolla, la
que les construye esa identidad nacional. Un hecho que tiene su primera
manifestacin concreta en el famoso decreto de guerra a muerte de Bolvar donde
dice: espaoles y canarios contad con la muerte, pero criollos, contad con la vida,
aunque seis culpables Es la primera imagen de identidad que aparece en medio
de la guerra y al servicio de la guerra.
Vale resaltar, la construccin reciente de esa identidad no es caprichosa.
Econmicamente no se haba construido identidad nacional, no haba cmo, ni
siquiera geogrficamente. Era mucho ms fcil viajar de Cartagena a Sevilla
Espaa, porque era asunto de tomar una embarcacin y de irse cmodamente
acostado en un chinchorro, en una hamaca, que viajar de Cartagena hasta Bogot.
No era fcil, en estas condiciones, alcanzar una identidad nacional. Panam, en
concreto, estaba lejos de tenerla. Venezuela no se senta como tal, tendra que
definir, tambin en la guerra, su identidad frente a la Nueva Granada etc, etc. Ni
siquiera era posible hablar en trminos de conciencia americana. Econmicamente,
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Espaa lo nico que hizo fue crear emporios aparte, cerca de los pueblos indgenas
y de las minas de oro y plata; ciudades para la explotacin y exportacin minera.
Pero no cre mercados nacionales entre esas ciudades y no se construyeron clases
dirigentes con sentimiento nacional. Podra existir una cierta identidad desde el
punto de vista econmico y poltico, que aparece en los tempranos escritos de
Pedro Fermn de Vargas, por ejemplo, pero mal poda haberlas en lo social. Era ms
una sociedad de castas y, por esa razn, los criollos de Amrica no se podan
pensar como nacin o naciones en 1810. Por eso tampoco floreci de inmediato la
idea de la independencia; este fue un proceso que, en aras de la discusin,
podemos aceptar que parte de 1810, pero que llevar varios aos, si se quiere,
hasta 1824 en Ayacucho, pasando por 1821 Panam; perodo en que ser
desarrollada la guerra de emancipacin y en el cual se ir construyendo la
conciencia necesaria para que los criollos se piensen como nacin a partir de la
lucha por la independencia.
Esta es, grosso modo, la conclusin que expongo en un reciente estudio publicado
bajo el ttulo 1810. Ni revolucin ni nacin y que prefiero citar en extenso:
En 1810 no poda existir identidad nacional ni unidad de criterios con respecto a los
propsitos de los Cabildos. Las lites criollas en la Nueva Granada guardaban
serias diferencias con respecto a sus perspectivas polticas y econmicas. Algunas
hubieran preferido continuar bajo la tutela espaola, no solo por los beneficios
adquiridos, sino tambin por el temor a desatar una rebelin en contra de su propio
statu-quo. Otras queran la autonoma sin desafiar el poder espaol o con la
esperanza de que en algn momento pudieran ser libres sin mayor esfuerzo.
Algunas ms eran realmente leales a la Corona e ideolgica y culturalmente atadas
a su identidad con Espaa. Los ms proclives a la Independencia desde los
primeros clamores de 1810, fueron bastante pocos. Se encontraban presos, como
Antonio Nario, prfugos como Pedro Fermn de Vargas, o fueron perseguidos y
encarcelados despus del primer triunfo, como Jos Mara Carbonell.
No hubo, entonces, una nacin siquiera en ciernes. No solo no exista una economa
nacional con un mercado de tal ndole como en la expresin nacional alemana;
tampoco se haba forjado una concepcin republicana y laica que, en el sentido
nacional francs o estadounidense, estuviese dispuesta a conducir el triunfo de la
razn sobre la tradicin. Hubo, en cambio, una eclosin de proyectos locales
enredados en la continuidad hispana que se manifestaron en mltiples juntas
defensoras, todas, de los derechos de Fernando VII. Si en gracia de discusin se
aceptara que 1810 marc el inicio en los procesos de construccin nacional para la
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Amrica Hispana, faltaba mucho por hacer; incluso la declaratoria formal de la
misma Independencia.
De todas maneras, no fue una situacin simplemente local. En toda Amrica
hispana los criollos debatieron la alternativa: Fidelidad a Fernando VII, autonoma o
independencia? Pero no solo ello. El debate por el sistema de gobierno,
federalismo o centralismo?, por ejemplo, estuvo tambin al orden del da. Las
diferencias regionales eran tan profundas como las divergencias polticas y las
conveniencias econmicas. Al fin y al cabo, slo los una el sentirse americanos y no
nacionales, aunque algunos, incluso, se sentan tambin tan espaoles como los
hijos de don Pelayo. En estas circunstancias, vale repetir, la unidad poltica y la
nacin no fueron el punto de partida de la vida republicana sino, por el contrario, un
proceso a construir. A falta de entendimiento, las guerras civiles pasaron al primer
plano de inmediato.
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